Partidos, instituciones y afección política: la procuración del buen gobierno Reflexiones a la luz del institucionalismo y propuesta para el análisis de la identidad partidista y la afección política. Carlos Alberto Navarrete Ulloa 1 Contenido I. ESTUDIO DE LAS INSTITUCIONES FORMALES E INFORMALES .............................................................. 4 II. REPRESENTACIÓN Y PARTICIPACIÓN .................................................................................................. 6 III. CULTURA E INSTITUCIONES: LA ANTROPOLOGÍA. ............................................................................... 9 IV. INSTITUCIONES E INSTITUCIONALIZACIÓN: LA TEORÍA SOCIAL ......................................................... 10 V. ¿CÓMO SE DESEMPEÑA EL ENFOQUE EN LAS INSTITUCIONES? EL CASO DEL ESTUDIO DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS A ESCALA EUROPEA. ................................................................................................ 12 VI. CRISIS DE LAS INSTITUCIONES DE LA DEMOCRACIA O DE REFERENTES SIMBÓLICOS ......................... 14 VII. UNA PROPUESTA PARA EL ANÁLISIS DE LA AFECCIÓN INSTITUCIONAL ........................................ 17 A MANERA DE CONCLUSIÓN: PROPUESTA PARA LA REFORMA DEL ESTADO ............................................. 20 2 Los partidos políticos son un mal necesario. Esta es la frase que quizás mejor concilie las tesis del declive, crisis o catastrofistas de los partidos, y las tesis de que los partidos son hoy más robustos que nunca. Los estudios mejor sustentados contemplan a los partidos como la mejor opción para sostener la estabilidad y legitimidad de los regímenes democráticos, la institución por antonomasia de la institucionalización del conflicto político a través de la agregación de intereses y reducción de la complejidad de las sociedades modernas a un conjunto discreto de desacuerdos básicos. Los partidos son vistos también como el núcleo de la democracia y actores clave en la elección de representantes de la ciudadanía. En suma, se reconoce en general que los partidos son necesarios, pero no confiables. Como dice Juan Linz, su función es representar intereses de segmentos específicos de la población, pero la mayoría de la gente continúa valorando “la unidad, y aferrándose a la noción irreal de que puede haber una unívoca ‘voluntad general’ del pueblo”. (2007, p. 285) El objetivo de la ponencia es presentar, desde un enfoque interdisciplinario, la teorización sobre las instituciones, vincular la materia con el estudio de los partidos políticos como tema de interés central, con atención especial al debate de la crisis de las instituciones de la representación, y a partir de la plataforma conceptual desarrollada realizar dos conjuntos de propuestas: 1) la propuesta de un marco analítico para el estudio de la desafección política ejemplificado con el caso del Partido Acción Nacional (PAN) en la entidad federativa mexicana de Jalisco; y 2) un conjunto de ideas a manera de sugerencia para posicionar el tema de los partidos como nodal en la reflexión sobre la reforma del Estado en América Latina. Cuando se plantea el tema de la modernidad no suele hablarse de partidos políticos; y cuando de la crisis de la representación se trata, los partidos surgen sólo como ejemplo de ella; no obstante que son una de las manifestaciones centrales de respuesta a la complejidad que acarrea la modernidad, y quizás también uno de los instrumentos reales más eficaces ante la aún mayor complejidad resultado de la era de la información y la globalización. Motiva el trabajo la idea de reflexionar a los partidos a la luz de dichas deliberaciones, atendiendo algunos de los asuntos cruciales, como son los de crisis y conflicto. La ponencia contempla siete apartados, los cuatro primeros presentan un enfoque analítico interdisciplinario del estudio de las instituciones con énfasis en los partidos políticos, rescatando elementos conceptuales de la economía política, la teoría social, la antropología y el nuevo institucionalismo. A manera de interludio se ejemplifica la aplicación del nuevo institucionalismo al estudio de los partidos políticos a escala europea, en la sección V. En las dos secciones siguientes presento dos caracterizaciones del debate sobre la crisis de las instituciones, uno desde el cuestionamiento al Estado moderno, y el otro más concretamente enfocado en la supuesta crisis de las instituciones de representación, en ambos casos procurando poner el acento en la comprensión de los partidos políticos. 3 En virtud de que cruza transversalmente la inquietud de los mecanismo para la procuración del buen gobierno, y que se plantea la premisa de que la fuerza institucional, la afección política, y la eficacia gubernamental están estrechamente correlacionados, cierran la conferencia la sección donde se ofrecen una propuesta de análisis de la desafección institucional y un conjunto de propuestas para apuntalar la reflexión sobre la reforma del Estado. I. Estudio de las instituciones formales e informales En una conferencia reciente, John Searle (2005) expuso la idea de que la literatura institucional es aún poco clara acerca de qué es con exactitud institución. Si intentamos esclarecer aspectos internos de la literatura, como la distinción entre instituciones formales e informales, la claridad es aún menor. No obstante, el enfoque institucionalista es una poderosa herramienta para el estudio del desenvolvimiento e identificación de reformas necesarias al Estado. El enfoque institucionalista no es ajeno a las diferencias en su seno, así, se pueden rescatar importantes aportes del “viejo institucionalismo” (Leiras, 2004a), clásicamente referido a Thorstein Veblen ([1957] 1995), o un énfasis en el “nuevo institucionalismo”, inevitablemente referido a Douglas North (North, 1993). Pero incluso, se identifican aproximaciones, directa e indirectamente, desde diversos campos de las ciencias sociales (Goodin, 2003; Peters, 2003). Al fin del día las instituciones son la esencia de lo social humano, por consiguiente podrían ser el objeto rector de las ciencias sociales, muy en especial en el estudio de las políticas públicas, la gestión pública, la economía política e incluso de la ciencia política en general. Así mismo, la comprensión y distinción de instituciones formales e informales es un recurso inexorable para el impulso de propuestas de reformas al Estado. En el caso de los partidos políticos, una de las instituciones centrales de la democracia representativa, el enfoque institucional es fundamental para identificar los lazos que vinculan el proceso de formación de liderazgos con la representación política, el desempeño de los poderes públicos en la formulación de políticas, y la eficacia en la implementación de las decisiones. Si bien las instituciones formales estructuran el proceso político, dentro del mismo proceso se generan hechos sociales que impactan la calidad de las instituciones, esto es, el ámbito informal de las instituciones tiene un rol nodal en el desempeño institucional. La aceptación de esta premisa exige esclarecer en qué radica la informalidad de las instituciones. Pero incluso una muy general distinción es ya de amplia utilidad, por ejemplo, el restringir lo formal a lo normado en estatuto, y lo informal a los procesos más amplios que se derivan o escapan de lo estatuido, como es la deliberación, negociación, concertación, formación de agrupaciones y reconfiguración de las mismas. John Dryzek (2003), propone, como enfoque de estudio, la lógica informal del diseño institucional –en contraste con enfoques formales que desatienden los múltiples discursos presentes en contextos institucionales complejos (p. 138)-, ya 4 que admite múltiples dimensiones de la subjetividad humana, tolera una amplia ambigüedad en las interacciones entre las personas, y sus compromisos metodológicos pueden ser elásticos. Marcelo Leiras (2004b) plantea que un tipo de institucionalidad débil es la informal, y las organizaciones institucionalmente débiles favorecen a los actores que monopolizan los recursos públicos clave y neutralizan la supervisión y rendición de cuentas. Es débil (Hodgson, 2006) la institución –“sistemas de reglas sociales establecidas y habituales que estructuran las interacciones sociables”- que cumple en baja medida con las funciones propias de una institución, esto es: 1) otorgar estabilidad a los comportamientos a lo largo del tiempo, 2) restringir el comportamiento de los actores a través de obligaciones y prohibiciones, 3) debido a que adquieren exterioridad respecto a los individuos es difícil transformarlas voluntariamente, y 4) reducen la incertidumbre, facilitan la cooperación, y los intercambios entre autores. La acción social antes que en las organizaciones, comienza en grupos, redes y cadenas informales de individuos (Melucci, 1999a, p. 197). Mucho de lo informal se observa en las prácticas y opiniones, en las trayectorias, en la acción incierta de los actores; lo informal es escurridizo, tiene una predilección por la opacidad, por tanto es ámbito de inequidades: aquí el más diestro, experimentado, grillo, “maquiavélico”, voraz o perverso se siente en su espacio natural. En la informalidad se siembra y crece el rumor, mentira, chisme, el engaño, la confabulación. Evidentemente el ámbito de lo informal no es espacio exclusivo de bajos instintos, pero sí su espacio natural. En la informalidad se generan por igual redes de complicidad y criminalidad, como redes de cooperación y desarrollo, por ejemplo, comunitario. En la informalidad se configuran alianzas políticas para impulsar candidaturas al interior de un partido político, y también reclutamiento de familias, de grupos empresariales, de comerciantes formales o informales, de grupos sindicales, agrupaciones profesionales, burocracias, universidades, o incluso de grupos delincuenciales. Lo informal no es necesariamente ilegal, pero sí es lo informal el espacio privilegiado de la acción que saca provecho del quebranto a lo estatuido. Se suele decir cuando se pretende legitimar una acción que se le debe manejar por cauces institucionales, con lo que se insinúa que el bien público busca dichos cauces, y el bien parcial, o la defensa de privilegios particulares, se oculta a los canales institucionales. En esta idea se maneja implícitamente como institucional a lo formal, y lo que escapa a dicha lógica como lo informal (no formal). En la reflexión de Marcelo Leiras lo común de las instituciones políticas informales (las que él refiere) es la violación de leyes positivas o de normas reconocidas; sin embargo, en la perspectiva de mi trabajo hay también instituciones informales que se caracterizan por actuar en los huecos legales o normativos, es el ejemplo del intercambio de cargos públicos por lealtad política, inclusive, hay prácticas políticas informalmente instituidas que posteriormente se pueden formalizar, es el caso de las cuotas a funcionaros públicos para el sostenimiento de la organización partidista, que de ser un arreglo entre candidatos y su equipo de campaña, se 5 formaliza como obligación en los estatutos del partido, así ocurrió en la reforma de abril del 2008 a los estatutos del Partido Acción Nacional en México. Para ir más lejos, las instituciones formales emergen de pautas de conducta logicamente informales. El propio surgimiento de los partidos políticos como institución tiene una existencia previa informal: identificando el origen de los partidos, Duverger delinea la forma espontanea, vaya, no planeada, como se agrupan los diputados del Constituyente francés de 1789, y en cómo surgen los comités electorales en Inglaterra, ligados a la extensión del sufragio electoral, como agrupamientos pasajeros para el impulso de candidaturas. De hecho, era mal visto que se presentara un candidato solo por el sufragio popular, “era forzoso para él […] decidir a algunos amigos a garantizar su iniciativa” ([1951] 2002, p. 20), es decir, hay una sanción social de por medio, no estatuida, pero sí tipificada recíprocamente de manera tal que, para usar palabras de Berger y Luckmann, “controlan el comportamiento humano estableciendo pautas definidas de antemano que lo canalizan en una dirección determinada”([1968] 2001, p. 80). Aquí ya encontramos instituciones, pero aún no formalizadas en estatuto, es hasta después de la Segunda Guerra Mundial que los partidos políticos adquieren rango Constitucional, y en México son reconocidos constitucionalmente hasta 1977. II. Representación y Participación Para una aproximación que permite tender puentes entre teorías micro y teorías macro, esto es, entre propuestas que privilegian la acción individual, o aquellas que se orientan exclusivamente a las estructuras, recurriré a Berger y Luchmann ([1968] 2001), quienes en La construcción social de la realidad proponen que la legitimación implica modos de “explicar” y justificar las instituciones. Las instituciones surgen con la “tipificación recíproca de acciones habitualizadas” y controlan la acción humana con el establecimiento de pautas, de manera que el individuo las experimenta como un hecho externo y coercitivo ya que las instituciones invocan autoridad. El engranaje legitimador genera oportunidades y restricciones, iniciados y profanos, y el mecanismo de conservación de estas relaciones, al punto que las identidades se reifican, el individuo pierde noción, olvida, que es partícipe de la creación del mundo humano porque la legitimación le indica por qué las cosas son lo que son. Los partidos políticos son instrumentos centrales de la legitimación del sistema político y económico. La operación del Estado de partidos1 (García-Pelayo, 1986) fue hasta, quizás, la década de 1980 incuestionable, al menos no se vislumbraba alternativa real factible; cabe recordar al célebre jurista Hans Kelsen, quien expresaba “en la democracia moderna, si no existieran los partidos, el pueblo no haría otra cosa que vegetar, impotente, sin ayuda” (Kelsen, 1980, p. 207). 1 Los partidos políticos logran rango Constitucional hasta después de la segunda Guerra Mundial, pero son formaciones que vienen de una evolución de larga data; podría decirse que la autocomprensión de los partidos en el proceso de la modernidad data del siglo XVIII, siglo en que son conceptualizados como condición de un gobierno libre por Edmund Burke. 6 No obstante, Claus Offe opina que el sistema de partidos ha agotado su efectividad en la reconciliación de capitalismo y política de masas por la aparición de nuevas prácticas y procedimientos de representación política, como los nuevos movimientos sociales y el corporativismo, ambos sin el potencial de los partidos para reconciliar democracia y capitalismo. En resumen, nuevos movimientos sociales y corporativismo socaban la credibilidad de los partidos. La literatura sobre la crisis de los partidos funda su conclusión en argumentos sintomáticos, los síntomas de la crisis serían: a) la disminución de la cantidad de afiliados; b) la disminución de la participación electoral; c) la pérdida de sus votantes más fieles; d) la pérdida de confianza en los partidos por parte de la población; e) aumento de la enajenación de los jóvenes frente a la política; y f) aumento de la cantidad de escándalos políticos sobre los que se informa en los medios de comunicación 2 (Hofmeister, 1997). Diversos estudios han cuestionado dicho diagnóstico, 3 si bien se reconoce el debilitamiento de las funciones representativas de los partidos, no se encuentra una relación entre dicha erosión y una supuesta crisis (Verge Mestre, 2006). Robert Lechner (1997) por ejemplo plantea que la crisis de los partidos es más bien una reconversión, que es fácil culpar a los partidos, pero más difícil entender los cambios, los desafíos, y el papel nuevo de los partidos, dadas las nuevas condiciones; en el mismo sentido, Daalder (2007) concluye que la expresión “crisis de los partidos” es con frecuencia utilizada como eufemismo por quienes reniegan de los partidos. La opinión más fácil de acceder sin duda es la de la crisis de los partidos, es cosa de abrir cualquier diario del mundo en su sección editorial. La debilidad de los estudios sobre la crisis de los partidos está en los indicadores elegidos, ya que suponen instituciones congeladas en el tiempo, de manera que se deja de lado la evolución, transformación y adaptación a nuevas circunstancias de toda institución. En teoría se afirma que lo que da solidez a una institución es su coherencia interna y externa, “en armonía con el orden social en el cual se inserta” (Goodin, 2003, p. 56). Por ello las tesis de la crisis sustentadas en las funciones que se supone deberían cumplir los partidos caen por su propio peso: ante el surgimiento de nuevas necesidades, las funciones tradicionales naturalmente tienden a su transformación, así, mientras se mide conforme a las funciones tradicionales, en la vida cotidiana los partidos enfrentan nuevas realidades, y las afrontan generando nuevas estrategias, nuevas funciones. Inclusive, parafraseando a un clásico, los partidos políticos ahora son más antiguos que en el momento en que surgió el debate sobre la crisis de los partidos. Y en la teoría del diseño institucional se sabe que “las organizaciones gubernamentales […] muestran una impresionante longevidad y capacidad de persistir aún después de que las razones originales de 2 Una muestra de esta literatura se encuentra en (Blanco Valdés, 1997; Hofmeister, 1997; Llera Ramo, 2000; Offe, 1982) 3 Ver por ejemplo (Alarcón Olguín, 1999; Bejarano, 1998; Daalder, 2007; Lechner, 1997; Linz, 2007; Montero y Gunther, 2007; Montero, Gunther, y Linz, 2007; Verge Mestre, 2006) 7 su existencia han desaparecido”. (p. 55) Conscientes de este hecho Katz y Mair han planteado lo que podríamos llamar una teoría de los tres estadios de los partidos políticos: el partido cadre, o de elites, el partido de masas y el partido cartel 4. Todo lo anterior sugiere que en el futuro deberíamos concentrarnos más que en el diagnóstico con base en síntomas con orientaciones normativas, en los nuevos retos que enfrentan las organizaciones políticas -al igual que las empresariales-, en el marco de las nuevas dinámicas en la globalidad y la era de la información, cómo las afrontan y cuáles son los efectos de sus nuevas estrategias. Pero en las reflexiones de la globalidad también hay cuestionamientos, ya no sólo a las instituciones de la representación política sino que al mismo Estado moderno, este tema lo abordaremos más delante, por el momento, seguimos la reflexión de Offe acerca de del tema de los movimientos sociales. Melucci sostiene que “lo que los nuevos movimientos sociales aportaron es precisamente la capacidad y la posibilidad de nombrar los problemas de manera distinta […]; trajeron una posibilidad de redefinir el marco cognoscitivo, y no obstante racional, de la vida social en términos que no eran compatibles con el lenguaje” (1999a, p. 189). Melucci tiene la claridad de una idea ausente en Offe (que por lo demás, inspirado en Michels, pudo inferir de la Ley de Hierro de las Oligarquías), “los movimientos en su interior no coinciden con la pura espontaneidad de la acción colectiva; de hecho, los movimientos sociales producen los sistemas de reglas, crean organizaciones, generan un líder e ideologías y se burocratizan.” (p. 174). Contrario a la creencia de Kelsen, la sociedad, aún con la tutela de los partidos, ha encontrado mecanismos alternativos de representación, participación y escucha, en muchos casos independientes de las instituciones gubernamentales, en otras en colaboración con éstas, y en no pocos casos cuasi cooptados por el Estado. Al final del día, una de las cualidades más preciadas de la democracia es su flexibilidad y capacidad de adaptación, al respecto dice Melucci “la transformación de las demandas sociales en nuevas reglas y derechos es una tarea permanente de la democracia; un proceso que nunca acaba.” (p. 19). Dos estudios empíricos arrojan más luz sobre la relación partidos-sociedad civil organizada: Tania Verge (2007), ha rastreado las estrategias de los tres partidos políticos españoles en sus relaciones con la sociedad civil en el periodo 19772004. Verge demuestra que las relaciones han ido de la competición y la cooptación a la colaboración; los partidos han integrado a sus estructuras organizacionales, y a sus propuestas programáticas, de manera preponderante, estrategias de aproximación a la sociedad civil, y a su vez, se valen cada vez más de esta relación para redefinir sus programas electorales. En tanto, Sabatini (2002) observa en América Latina el desdibujamiento de las ideologías en los partidos políticos, su inclinación al centro del espectro político, y la búsqueda de ganar el afecto ciudadano atendiendo sus principales demandas: eficiencia gubernamental, anticorrupción, identidad cultural, entre otras. Los nuevos issues 4 La propuesta fue desarrollada originalmente en (Katz y Mair, 1995), ha sido debatido posteriormente (Katz y Mair, 1996), y ampliado en (Katz y Mair, 2007). 8 de la agenda pública, y el activismo de líderes civiles, ha permitido el surgimiento de nuevos partidos políticos, como es el caso de México Posible, esto implica que organizaciones de la sociedad civil se han politizado tomando posiciones próximas a las de los partidos políticos. III. Cultura e instituciones: La antropología. La categoría de estudio fundamental en la antropología es la cultura, sin embargo, permanece siempre subyacente la noción de institución, y excepcionalmente incluso se le eleva a categoría central. De hecho, en las definiciones de cultura subyace siempre la idea de institución, centralmente en las ideas de tradiciones, pautas de conducta y hábitos. Una definición reciente de cultura la confirma como “el conjunto aprendido de tradiciones y estilos de vida, socialmente adquiridos, de los miembros de una sociedad, incluyendo sus modos pautados y repetitivos de pensar, sentir y actuar (es decir, su conducta) (Harris, 1998, pp. 19-20). La tradición implica de suyo habituación, sedimentación y trasmisión de conductas de generación en generación. Y las instituciones imponen las conformidades de los individuos en interés de la adaptación y supervivencia; “representan respuestas formalizadas consagradas y ‘sancionadas’ a las exigencias de la vida” (Herskovits, [1948]1984, pp. 255, 262). Con estas afinidades entre conceptos es de celebrar que Malinowski llegara a la conclusión de que la cultura es “un compuesto integral de instituciones” ([1948]1976, pp. 52-53), esto entraña un acuerdo sobre un conjunto de valores tradicionales. En conclusión, la cultura implica a) tradiciones, b) estilos de vida, c) conductas. La conducta social es de naturaleza habitual, no instintiva (Murdock, 1997, p. 64); los instintos tienen una relación inversa con la evolución del animal, a mayor evolución menos instintos y mayor capacidad para aprovechar la experiencia. Esto nos conduce de la mano a la noción de los hábitos, central en el estudio de las instituciones, como ha enfatizado con amplitud Hodgson (1998, 2006). Dice Murdock que el ser humano es, por excelencia, una creatura formada de hábitos (p. 65) y que el análisis de la cultura debe reconocer el papel singular del hábito en la conducta humana. Para el antropólogo los hábitos de grupo son "rasgos culturales", y para el sociólogo "costumbres tradicionales" (folkways). Con esta idea en mente Murdock concluía que “hay un acuerdo general en que los elementos constituyentes de la cultura, los datos propios de la ciencia de la cultura, son hábitos de grupo. Sólo varían los términos que se emplean.” (p. 68). Así las cosas, se concluye que de la formación de hábitos depende toda la conducta cultural. Y para terminar de dar forma a la perspectiva antropológica de las instituciones, Murdock propone que “Los conjuntos de costumbres establecidas que rodean a los diversos impulsos y su satisfacción en la sociedad humana son conocidos como "instituciones", las que Allport (1927, p.168) atinadamente considera como conjuntos de "respuestas similares y recíprocas de un gran número de individuos" y no como entidades en sí mismas, capaces de actuar sobre los individuos y de controlarlos”, (Murdock, 1997, pp. 66, 69). 9 En suma, con gran agudeza Malinowski sostenía en la década de 1940 que la institución es la verdadera unidad del análisis cultural: “la antropología científica se basa en una teoría de las instituciones, y esto es, en el análisis concreto de las unidades típicas de una organización”, y decíamos que por institución entendía al acuerdo sobre un conjunto de valores tradicionales que congregan a los humanos, de tal manera que la cultura es el compuesto integral de instituciones y su organización se basa en una ley constitutiva, un conjunto de valores, y convenios: cada una de las tres satisface necesidades de individuos y sociedad, cumpliendo así una función ([1948] 1976, pp. 52-55,60). Es importante entones subrayar la propuesta de un enfoque funcional e institucional en Malinowski. IV. Instituciones e Institucionalización: La teoría social Una lectura que tiene su enfoque de atención en los partidos políticos es una relectura, o un redescubrimiento de autores clásicos de la sociología. Alfred Schutz (1973), en la construcción de su edificio conceptual del mundo de la vida cotidiana, elaboró algunas concepciones que quiero rescatar para pensar la noción de institución. En principio, Schutz considera que para explicar la acción y el pensamiento humanos se debe comenzar con la descripción de la realidad que parece evidente al hombre que permanece en actitud natural, esto es el mundo de la vida cotidiana, ámbito de la acción (intervención y capacidad de transformación) del ser humano, pero también de su interacción con otros individuos, por tanto es también el mundo común y comunicativo (p. 25). Aquí ocurren explicitaciones, en un medio donde antes ocurrieron explicitaciones, de manera que se construye una realidad típicamente familiar (“y así sucesivamente”), y de ello se desprende la posibilidad de recurrir a actos ya ensayados exitosamente, creándose una estructura del mundo constante y la capacidad de operar en el mundo con certidumbres (p. 28). Las reflexiones de Schutz, que se enfocan al nivel micro de la vida social, constituyen un aporte interesante al estudio de las instituciones, el mundo de la vida cotidiana de Schutz es el mundo de las instituciones en su aspecto informal, aquél que en lo cotidiano experimentan los individuos y dan como presupuesto (está dado de modo incuestionable), “es la experiencia sedimentada que ha pasado la prueba y cuya validez no necesita ser examinada por los individuos” (p. 29), es el acervo de conocimiento que si bien está rodeado de incertidumbre, también proporciona una guía para la solución de los problemas. Pero el mismo autor le otorga un carácter al mundo de la vida que no deja más duda de que con estas palabras se está hablando de lo que bien pudiéramos definir como instituciones: “El mundo de la vida, entendido en su totalidad, como mundo natural y social, es el escenario y lo que pone límites a mi acción y a nuestra acción recíproca.” (p. 27). Dichos límites son también reflexionados por Schutz como tipos ideales (de cursos-de-acción o personales), manifestaciones de la experiencia social indirecta (p. 24). Berger y Luckmann ([1968] 2001) van más allá de lo micro, su propuesta se ocupa del mundo social en niveles macro, y por tanto dedican una importante extensión 10 de su trabajo a las instituciones y su legitimación. Las instituciones son producto histórico, aparecen en las tipificaciones recíprocas de acciones habitualizadas, establecen pautas al comportamiento humano que establecen su dirección en oposición a otras posibles (p. 76). En otras palabras, son los límites de la interacción humana, establecen los linderos, los canales, por los cuales la acción de los individuos es considerada aceptable, con lo que se finca el escenario de oportunidades para la acción estratégica, esto implica por tanto un ámbito de certidumbre, y otro de incertidumbre: el primero otorgado por las pautas, el segundo por la forma en que abordan dichas pautas, quien reduce el ámbito de incertidumbre incrementa sus opciones de acción. Después de todo, la estructura social es un horizonte abierto de posibilidades para sus miembros (Berger y Pullberg, 1965, p. 202). En el proceso de socialización (realización en curso de la estructura social) se estrechan los horizontes y emerge un mundo que es considerado como dado y vivido como destino necesario (p. 203). Las instituciones se experimentan como si tuvieran realidad propia, como hecho externo y coercitivo, aparecen “como dadas, inalterables y evidentes por sí mismas” (Berger y Luckmann, [1968] 2001, pp. 80,82). Berger y Luckmann ([1968] 2001, p. 123), en su deliberación sobre la legitimación plantean que cuando el universo simbólico se convierte en problemático se hacen necesarios procedimientos específicos para su mantenimiento. Llevada la reflexión al nivel micro, cuando la experiencia personal se ha vuelto cuestionable y se reexplicita el horizonte de dichas experiencias, queda condicionada la explicitación por la forma en que se aborda el problema (Schutz, 1973, p. 32), de ello se derivará una nueva perspectiva de la experiencia, fincada en la anterior pero con la modificación propiciada por la situación problemática, así “se resuelve el problema planteado, y lo que se hizo cuestionable durante la modificación inicial del tipo es nuevamente presupuesto «hasta nuevo aviso».“ (p. 33). Para Melucci los conflictos son relacionales y de carácter estructural debido a que afectan las relaciones de dominación en la sociedad de la información, de tal manera que es condición necesaria para mantener abierto un sistema complejo que se distinga entre sistemas de representación y de toma de decisiones (1999b, pp. 18-19). La necesidad de reconfigurar los sistemas de toma de decisiones no implica que deba desaparecer el sistema de representación -por ineficaz, o por impopularidad, esta lógica se asemejaría a la de que desapareciera el sistema tributario por impopular-, pero sí innovar formas participativas para sumar a la mayor cantidad de actores posibles en espacios autónomos de toma de decisiones; dice Melucci que en el sistema planetario actual los conflictos se vuelven dilemas ineludibles, ello exige permitir que las polaridades coexistan en tensión permanente, lo que se manifiesta mediante conflictos sociales (p. 20). Aplica la misma reflexión para la comprensión de los partidos ya que los conflictos de partes en la disputa por el poder son ineludibles, pero la democracia representativa es el mecanismo que permite la coexistencia de dichos dilemas, y aunque difícilmente pueden ser populares (más fácil es ganar la popularidad en un régimen cerrado, autoritario y dictatorial), ganan su legitimidad por el sistema de normas que acuerdan 11 conjuntamente, esto es una legitimidad fundada en estatutos, mismos que además son flexibles y sujetos a continua modificación. El mismo Melucci expresa que si todo ocurre dentro del sistema político, el poder se auto legitima, pero cuando la sociedad actúa hace visibles sus demandas, el poder queda expuesto al cuestionamiento y sujeto a nuevas negociaciones. La trascendencia del análisis de las instituciones es puesta en escena cuando se ingresa en las disquisiciones de la modernidad, en especial en los asuntos de sociedades complejas. “En una sociedad con altos niveles de integración institucional y cultural, las instituciones dominantes pueden servir como ‘estructuras de credibilidad’ que refuerzan la cosmovisión subyacente que las soporta y legitima” (Johnson, 2008, pp. 158-159). En los sistemas complejos las relaciones políticas adquieren su máxima importancia, singularmente los sistemas de representación política, y los mecanismos de complementación que posibilitan su continua adaptación, que la misma complejidad exige. La reducción de la incertidumbre en un mundo que experimenta cambios inusitadamente rápidos exige instrumentos regulatorios de la complejidad. Es precisamente en la complejidad del mundo moderno que aparece la necesidad de una mayor especialización y estratificación social, con ello surge la burocracia, pero también los partidos políticos: “El problema de la representación está ligado a la complejidad, y no puede, por lo tanto, ser anulado, cualquiera que sea el modelo de organización política que se considere. La representación involucra una diferencia inevitable entre los representantes y aquellos a quienes éstos representan, entre los intereses de cada uno y entre sus lógicas de acción concurrentes o divergentes” (Melucci, 1999a, pp. 167-168) V. ¿Cómo se desempeña el enfoque en las instituciones? El caso del estudio de los partidos políticos a escala europea. En los estudios sobre la integración europea hay una rica literatura sobre el impacto en el Estado nación y las identidades nacionales. Muy limitada es sin embargo la atención a los partidos políticos, siendo que su estudio arroja luz respecto a la riqueza de las dinámicas políticas en el marco de las instituciones del Estado nación, tanto en la agregación de intereses como en la estructuración de la competencia y la deliberación de decisiones políticas, como lo son las propias para la aceptación o no de grandes proyectos de integración, caso de la Constitución Europea, también conocido como el Tratado de Lisboa. Nicolás Mariscal (Mariscal, 2003) identifica ocho teorías políticas de la integración: 1) federalismo; 2) funcionalismo y neofuncionalismo; 3) transaccionalismo; 4) intergubernamentalismo; 5) flexibilidad; 6) gobernanza multinivel; 7) nuevo institucionalismo y; 8) teoría de la fusión. El nuevo institucionalismo pone el centro de la atención en las instituciones, pero entendidas más allá de lo estrictamente jurídico “abarcando las formales y las informales, normas y símbolos, instrumentos y procedimientos de políticas, creencias, códigos, cultura y comunicación.” (p. 36) 12 El nuevo institucionalismo busca rescatar la forma en que la elaboración de políticas en los Estados-miembro impacta. La idea de que las instituciones cuentan implica que la lucha política es mediada por arreglos institucionales que influyen en el sentido del cambio. La comprensión tanto de las normas como de la acción y dinámica de las fuerzas políticas es el corazón de la teoría, en el primer caso implica el estudio de tratados, acuerdos constituyentes, derecho internacional, legislación y decisiones secundarias de la Comunidad Europea, jurisprudencia, soft law de la Comunidad y acuerdos políticos (p. 308); la atención a las fuerzas políticas contempla el estudio de las relaciones institucionales. El enfoque identifica regímenes de gobernanza subsistémicos que ayudan a entender la UE atendiendo a las instituciones formales y a procedimientos y convenciones en torno a los que se manifiestan los grupos de interés y actores. Decir que las instituciones importan significa que “estructuran el acceso de las fuerzas políticas al proceso político, creando una especie de sesgo. De ese modo las reglas, normas, recursos o símbolos institucionales configuran el comportamiento de los actores.” (K. A. Armstrong y S. J. Bulmer, citado por Mariscal, 2003, p. 310). El nuevo institucionalismo histórico es un enfoque que permite comprender cómo las características institucionales impactan la capacidad de gobernanza y estructuran el proceso político. Se entiende también que el proceso de institucionalización no es neutro ya que poderosos actores buscan las reglas que más favorecen su juego, no obstante, esta influencia se ejerce entre una pluralidad de poderes, además de que aún definidas las reglas en determinado sentido “no es automático su control ni utilización al servicio de los fundadores” (p. 320). Johansson y Raunio (2005), rastrearon el origen de los europartidos en las instituciones formales de la Unión Europea, pero además atendieron a la interacción de los actores, a través de entrevistas a los protagonistas del proceso de institucionalización de los europartidos. Johansson y Raunio realizaron su trabajo desde un enfoque combinado del neo-institucionalismo histórico y la teoría de la elección racional. El enfoque neo-institucionalista permite partir de premisas fundamentales como que los europartidos importan; que la estructura de oportunidades abierta por la arquitectura institucional de la Unión Europea establece límites, y oportunidades, a la acción de los partidos. En otras palabras, los europartidos están en posiciones privilegiadas para influir en el proceso decisorio de la Unión Europea, y para desde esta plataforma proyectar nuevos liderazgos a la esfera nacional (Navarrete, 2008). El proceso de construcción de los europartidos, desde sus inicios, se funda en la acción de líderes nacionales que gestionan su constitución cuando ya son una realidad de facto como confederaciones de partidos nacionales. De manera que los líderes actúan en todo momento frente a contratos incompletos, en principio evidentemente inexistentes. El institucionalismo histórico supone que el momento originario de una institución tiende a preservar y estructurar la subsecuente formulación de políticas 13 (Johansson y Raunio, 2005, p. 518). Esto es, las acciones iniciales empujan el comportamiento individual por senderos que es difícil revertir; este fenómeno conocido como path dependency, aunado a la incertidumbre natural del rumbo de las acciones, enlazan directamente a la idea de “contratos imperfectos”. “Lo incompleto de los contratos es atribuible a varios factores, el más importante de los cuales es que los actores firmantes del contrato no tienen manera de calcular el estado del mundo o de su comunidad en el futuro (‘las contingencias imprevistas’), y que el contrato mismo a menudo resulta de una difícil negociación” [es mi traducción](p. 519). Así las cosas, contratos incompletos implican que la negociación nunca termina, y los partidos ajustan sus acciones necesariamente al cambio continuo de las circunstancias. Otro elemento trascendental a considerar para la interpretación del rumbo que tomaran los europartidos es que estos son actores relevantes de la definición de la normatividad, por lo que puede esperarse que se sigan auto promoviendo de manera incremental. Esto se puede observar ya con el enriquecimiento de su rol a través de su empoderamiento en el Paramento Europeo, el reconocimiento estatutario de su existencia, y el inicio, aunque incipiente, del financiamiento a sus actividades. VI. Crisis de las instituciones de la democracia o de referentes simbólicos En un trabajo pionero 5 y que como el resto de sus ensayos ha influido en todas las disciplinas de las ciencias sociales, Cliffort Geertz replanteó el estudio de la ideología a la luz de su concepción de la cultura, y propuso su abordaje como sistema ordenado de símbolos culturales y la comprensión de las ideologías como “sistemas de símbolos en interacción, como estructuras de entretejidas significaciones.” (Geertz, 1997, p. 182). Para Norbert Lechner el malestar con la política que caracteriza a los Estadosnación de finales del siglo XX tiene que ver con el desdibujamiento de los referentes: la crisis de los mapas ideológicos se pone en evidencia en el redimensionamiento del espacio público (redefinición de las escalas, la reestructuración de los límites y la alteración de las distancias) y la transformación del tiempo político (tensión entre cambio y continuidad, tensión entre formulación de objetivos sociales y timing político, explosión de expectativas, diferenciación de temporalidades), “el debilitamiento de la conducción política equivale a una pérdida de perspectiva, sin perspectiva se pierden las proporciones y prioridades. El orden se contrae al aquí y al ahora. Quizás el pragmatismo actual, por meritorio que sea, no sería sino la cara oculta del deterioro de la conducción política” (Lechner, 1998, p. 14/16). Bauman por su parte rastrea el problema en los orígenes de los Estado-nación. La identidad, que adquiere significado al hablar del nosotros, es el “reino de la 5 “Ideology as a Cultural System”, en Ideology and Discontent, D. Apter (comp) The Free Press of Glecoe, 1964, pp. 47-56. 14 seguridad reconfortante”, misma que requiere poder para la protección contra los otros, ellos, los extranjeros, los adversarios, los otros hostiles. La idea de las masas amorfas, sin identidad, impulsa la noción de unificar agregados heterogéneos. Las élites ilustradas aparecen como el móvil, y las masas como su objeto sobre el que se funda la capacidad de acción de aquéllas. La apuesta recae en la construcción de la nación: “Estado y nación surgieron como aliados naturales en el horizonte de la mirada nacionalista, como la línea de meta de la carrera por la reintegración. El Estado suministraba los recursos para la construcción de la nación, mientras que la postulada unidad de la nación y el destino nacional compartido ofrecían legitimidad a la ambición de la autoridad estatal de exigir y obtener obediencia.” (Bauman, 2002, p. 59). La idea significaba desmantelar poderes intermedios “acabar con la autonomía de toda unidad que no fuera el Estado” (p. 64). Bauman concluye que hoy que el Estado ha fracasado en su tarea se espera que las minorías tengan éxito en esas mismas tareas, pero falla al no reconocer el significado de los partidos como poder intermedio. Giovanni Sartori, por el contrario, plantea que los economistas de los siglos XVIII y XIX “muestran cómo la vida de la sociedad prospera y se desarrolla cuando el Estado no interviene”, la capacidad social para autorregularse, vivir y desarrollarse según sus propios principios (1998, pp. 213-214). Eso nos lleva a otro problema que no es objeto de este trabajo, el de los tipos de Estado. Pero para fines teóricos el mismo Sartori nos da la clave para seguir avanzando: los procesos políticos transgreden los límites del Estado en la medida en que el Estado se extiende “De hecho, y por consiguiente, el concepto de Estado se amplía, y es sustituido por el concepto bastante más elástico, y abarcador de sistema político” (1998, p. 220). El mismo Bauman, hablando del “anti-anti-relativismo” de la cultura, se suma, implícitamente, a las reflexiones de Richard Rortry, quien sostiene la posibilidad de culturas superiores a otras en función de su capacidad para contemplar alternativas culturales: “Todo esto es precisamente la característica de nuestra propia tierra de frontera cultural, liberal, democrática y, por encima de todo, tolerante.” (Bauman, 2002, p. 90). Y aquí cabe recordar que los partidos políticos son uno de los baluartes del liberalismo y la democracia. Son también el instrumento de que se dota el sistema político como mediación entre sociedad y Estado. Pero con frecuencia parece que esto pasa por alto en el análisis cultural, o se considera asunto de segundo orden. Así por ejemplo, para Rosana Reguillo hay que destacar las “pequeñas acciones con que los actores subvierten lo programado y afirman su existencia […] los efectos no deseados que erosionan el orden de lo socialmente legítimo.” Como el joven que “burla la vigilancia de las instituciones para firmar la pared de camino a la escuela” (1999, p. 113). De este tipo de manifestaciones (o el propio levantamiento armado de Chiapas), Reguillo desprende la “crisis de las instituciones y discursos de la modernidad” (p. 115). Mariano Torcal en lugar de crisis de instituciones habla de desafección política en las nuevas democracias (no implica crisis de legitimidad de la democracia), caracterizado por sentimientos subjetivos de impotencia y pérdida de confianza en el proceso político; el descontento se presenta en dos dimensiones: 1) la 15 desconfianza política, como conjunto de actitudes relacionadas con la pérdida de compromiso hacia el proceso político y desconfianza en los políticos; 2) la desafección institucional, como creencias (y desconfianza) sobre la pérdida de sensibilidad de las autoridades representativas y las instituciones (Torcal, 2004, p. 4). Contra la literatura de la crisis de la democracia, que la desprendía de la insatisfacción con el rendimiento gubernamental, Torcal sostiene que la desafección política tiene poca incidencia en las fluctuaciones de las evaluaciones de la acción gubernamental, las decisiones de gobierno o incluso su popularidad. Dicho a la inversa, el caso de la imagen de un gobierno en particular puede afectar su permanencia en el poder –esto no será por influencia de la desafección política, pero no incidir en la dimensión del soporte al régimen democrático. En resumen, el problema del descontento tiene que ver con desajustes de las esperanzas o expectativas respecto a la evolución del proceso político, es la frustración derivada de comparar lo que se tiene contra lo que se esperaba o deseaba tener. Hasta aquí estamos ante tres modelos del problema: 1) la crisis de la política y de los referentes ideológicos (Lechner, 1995, 1998); 2) la crisis del Estado-nación (Bauman, 2002), de las instituciones y discursos de la modernidad (Reguillo, 1999) y de la democracia (Castells, 1999); 3) y/o la desafección política (Torcal, 2004). En contra de la idea de la crisis de las instituciones y discursos de la modernidad basada en la micro-política, y en general las mencionadas en el modelo dos, Sartori plantea que el problema central de las sociedades prósperas es el ocio “el perfeccionamiento y la desilusión surgen como consecuencia del desarrollo económico (no a los niveles más bajos de carencia) y el gran vacío de una era de ocio tiene que crear nuevos rebeldes, nuevas actitudes de protesta y otras actividades imprevistas” (1987, p. 587), de allí la necesidad del rescate de las ideas y de los ideales. En este sentido coincide con el escenario marcado con el numeral uno, el que propone la necesidad de la reconstrucción de mapas, dicho en palabras del propio Lechner: “hoy por hoy, se revela imprescindible recomponer los códigos interpretativos [...] En el fondo, el mencionado malestar parece reflejar ante todo una demanda de nuevos mapas mentales” (1998, p. 14). Vale recordar que Cliffort Geertz utiliza la metáfora de los mapas para referir a modelos para organizar procesos sociales y psicológicos, la ideología; el mapa suministra un modelo simbólico como programa para organizar los procesos sociales, y aquí las ideologías cobran centralidad “Las ideologías comienzan a convertirse en hechos decisivos como fuentes de significaciones y actitudes sociopolíticas cuando ni las orientaciones culturales más generales de una sociedad ni sus orientaciones más ‘pragmáticas’ y positivas alcanzan ya a suministrar una imagen adecuada de proceso político.” (Geertz, 1997, p. 191). De hecho, el modelo de la desafección política parece más una refinación del de la crisis de la política, y no, como supone Reguillo, el modelo de la crisis del Estado se desprende del de la crisis de la política. Si el problema de la modernidad es la crisis de las ideologías, y no la crisis de las instituciones democráticas, entonces la respuesta al problema, la reconfiguración de las ideologías, es tarea central de la institución que por antonomasia tienen la tarea de llevar a la representación política al ciudadano (en el sentido griego del concepto). 16 En las páginas próximas desarrollaré, a la luz de las inquietudes que deja abiertas la teoría, una propuesta de análisis para el estudio de la afección política en el caso de los partidos políticos, referido empíricamente al caso del Partido Acción Nacional en Jalisco, México. VII. Una propuesta para el análisis de la afección institucional Víctor Reynoso (2007) ha señalado con gran acierto la complejidad que enfrentó el Partido Acción Nacional (PAN) en su periodo originario, al surgir en un clima de hegemonía política. Años antes T.J. Pempel (1991) había estudiado los regímenes democráticos del mundo con un partido dominante, destacando que “cuanto más tiempo está un partido en el poder, más oportunidad tiene de utilizar los recursos del Estado para modelar y remodelar a sus seguidores” (p. 13). Esto visto desde la oposición genera importantes retos para la interpretación de cómo se institucionaliza un partido político de oposición que debe perdurar durante décadas, frente a un futuro de pocas oportunidades de acceso al poder. Con esta inquietud se presenta aquí una propuesta de marco analítico para interpretar la evolución de la construcción de una identidad de un partido teniendo como ejes interpretativos la afección institucional y la institucionalización. Referiremos el modelo al caso del PAN en Jalisco, y la manera como logró posicionarse como una alternativa viable al partido que dominó la escena política por prácticamente setenta años. El modelo analítico propuesto contempla una dimensión para un partido en el poder, y una dimensión contraria para uno en la oposición. En los ejes interpretativos manejo la idea de afección política por una parte, y por la otra la de institucionalización (Ilustración 1). El supuesto es que un partido que no logra el acceso al poder tiene necesariamente niveles bajos de institucionalización, pero no necesariamente niveles bajos de afección. Y viceversa, un partido en el poder puede llegar a tener una gran fuerza institucional, pero iniciar un proceso de desafección. El campo de la izquierda representa el espacio de un partido que ha nacido y se ha mantenido por un periodo de tiempo en la oposición (supone para el caso mexicano un sistema electoral no competitivo), entre más tiempo sobreviva el partido (el tiempo es sólo una de las variables de la institucionalización) más se aproxima su ubicación al punto de origen de los ejes. El campo de la derecha es el espacio de un partido en el poder (puede ser en un régimen no competitivo, caso del PRI en el poder, o en uno competitivo 6, caso del PAN en el poder). El mapa básico representa claramente que un partido en la oposición puede tener diversos grados de institucionalización (institucionalización débil), pero mientras no acceda al poder sus posibilidades de una institucionalización positiva (institucionalización fuerte) son sólo probabilidad. Claramente surge aquí la necesidad de precisar la idea de acceso al poder, por éste entiendo no 6 Elecciones competitivas implican que se le da una gran importancia al proceso político, hay una alta posibilidad de elegir, libertad de elegir garantizada, posibilidad de cambiar el gobierno y legitimación del sistema político (Nohlen, 1995, p. 14). 17 necesariamente, pero sí como punto culminante, el acceso al poder Ejecutivo en un sistema presidencial, como el mexicano. En la medida en que a un partido político se le abran oportunidades de acceso a la representación, por la vía de las diputaciones federales, senadurías, diputaciones locales, regidurías y alcaldías, en esa medida se puede hablar de partido en el poder. Esto quiere decir que de forma pura un partido es oposición cuando no tiene representación política, y de forma pura un partido es gobierno cuando tiene la hegemonía política, ambos son tipos ideales. La forma pura del PAN como oposición en Jalisco se presentó entre 1939, año de su fundación, y 1949, año en que por primera vez se le reconoce el triunfo en una elección para diputado federal, con Jaime Robles Martín del Campo al frente de la competencia. Pero a nivel local el partido tiene acceso a una diputación local hasta 1973, con los triunfos de Francisco Javier Ramírez Acuña en el distrito III, y de Adolfo Martín del Campo en el I. De manera que considerando a la legislatura local como criterio de definición de un partido puro de oposición, el PAN lo fue por 34 años. Sólo con este criterio, del acceso al poder local, se puede decir que hasta 1973 el PAN no tiene manera de hablar de una institucionalización fuerte. No obstante, y aquí se añade otro ingrediente al mapa, la afección institucional (Ilustración 2) es un componente que a largo plazo puede capitalizarse en fuerza institucional. De ello depende la capacidad del partido para ubicarse en el ideario social, y en este aspecto el tipo de oposición es un tipo puro que nos permite representarlo en el mapa. Sostengo que el tipo de oposición en el largo plazo influye en las probabilidades de institucionalización. Una oposición democrática 7, como fue el caso de Acción Nacional desde su fundación, legitima su accionar frente a la ciudadanía por sus procedimientos racional-legales, de manera que construye un rico capital político que nos permite posicionarlo en el mapa con niveles importantes de afección institucional. Por el contrario, una oposición anti-sistema 8 tenderá al descrédito y sus posibilidades de acceso al poder por la vía electoral se verán disminuidas a la representación proporcional. La debilidad institucional de una oposición antisistema se evidencia más claramente con el surgimiento de un líder carismático. En tal situación, el partido no podrá resistir a la figura carismática, quien incluso puede llevar a la desintegración de la organización por sobreponer sus intereses, percepciones o valores personales por encima de los del partido. Un líder carismático siempre es un potencial riesgo para cualquier organización, sin embargo, un partido de fuerte institucionalización le resistirá con mayor capacidad. 7 “En un orden aproximado de complejidad ascendente (aunque no de secuencia temporal), las cinco funciones principales de la oposición son: 1) resistir su integración al régimen; 2) defender zonas de autonomía frente a éste; 3) disputarle la legitimidad; 4) elevar los costos de un gobierno autoritario; y 5) crear una alternativa democrática creíble.” (Stepen, Octubre 1991, p. 30) 8 En referencia a que es una oposición que responde fundamentalmente a principios o a la ideología (Massari, 1997, p. 92), en las tipologías de Panebianco se equipara a un partido que se conduce esencialmente hacia el predominio del ambiente, vs. la adaptación (Panebianco, 1993, p. 47). 18 Desde su fundación el PAN en Jalisco contó con la fuerza de un líder carismático, Efraín González Luna, pero sostuvo su legitimidad no en el líder (el líder sostiene el impulso de la organización, moviliza a la militancia y dota de sentido al sistema de símbolos que caracterizan la identidad del partido en su periodo originario que va de 1939 a 1964), sino en principios estatutarios, de manera que organiza periódicamente asambleas para tomar las decisiones fundamentales y convenciones para la nominación de candidatos a puestos de elección popular, y dichos procedimientos se realizan con estricto apego a los estatutos fundacionales, con una firme convicción democrática, pese a los pocos incentivos para la competencia intra-partido. No obstante, la historia del partido está lejos del orden total. Atravesó en su vida por importantes “crisis” por la resolución de dilemas fundamentales, como el de participar o no en procesos electorales. Uno que fue encabezado por liderazgos jaliscienses fue el conflicto ideológico de principios de los años sesenta, cuando Carlos Bazdresh, Carlos Arriola, José Terán y Hugo Gutiérrez Vega impulsaron la afiliación a la democracia social cristiana internacional, impulso que topó con los ideólogos del partido, Manuel Gómez Morín y Efraín González Luna, y concluyó con su renuncia en 1963. El mismo proceso de apertura del régimen hegemónico implicó para el partido importantes conflictos internos. Desde la ley electoral de 1948 las reformas impulsadas por el régimen priista implicaron incentivos para la competencia interna del PAN, baste recordar la crisis de la década de 1970, protagonizada por el ilustre jalisciense Efraín González Morfín, y que más allá de los argumentos esgrimidos por las partes tuvo como base la resolución del dilema adaptaciónpredominio, un partido que se adapta a las oportunidades que le abre el régimen, o uno que las rechaza por considerar que atentan contra los principios fundacionales. Regresando al modelo analítico en construcción, puede ya señalarse que el proceso de adquisición de afección política está ligado a uno de construcción de la identidad del partido, así como el proceso de resolución de dilemas añade una capa más a la corteza del tronco del árbol de la identidad. Y aunque los conflictos internos en un principio amenazan la existencia misma de la organización, los agentes que permanecen en la brega de eternidad son al final los que resuelven el tipo de la nueva corteza de la identidad, y con el tiempo los daños hacia el exterior cicatrizan fortaleciendo. Quiere decir entonces que la identidad no sólo está en un continuo proceso de construcción, sino que además alberga diferentes niveles, siendo el primero y más profundo, y acaso el más influyente, el de la etapa originaria, influyente en principio en la configuración del discurso que legitima la acción de sus militantes. Pero de forma especial porque en la medida en que se aleje el discurso de la realidad se debilita la identidad del partido 9, y esto afecta en el exterior con la disminución de los niveles de afección institucional. 9 A la resolución de este dilema Panebianco le denomina la articulación de los fines: “La relación entre fines y comportamientos no se rompe nunca del todo, pero se atenúa: los líderes reafirmarán constantemente la coherencia entre los comportamientos del partido y sus fines oficiales, pero 19 Sin embargo, tendría que agregarse un elemento más al mapa para completar el modelo (Ilustración 3): el de la capacidad del partido para llevar a buen puerto las aspiraciones de sus militantes, en primer lugar, y en segundo y en coherencia con el primero, de las expectativas de la ciudadanía. Este rasgo, si bien puede ser representado para el partido en la oposición, adquiere significación con el acceso del partido al poder Ejecutivo. En el modelo se destaca que eficacia, afección institucional e institucionalización se influyen mutuamente, esto quiere decir que entre mayor fuerza institucional tenga un partido sus acciones tenderán a ser más eficaces, y viceversa; de igual manera, a mayor afección institucional sus acciones estarán dotadas de mayor legitimidad y tendrán mayor libertad de maniobra para resultar en el logro de los fines esperados por la ciudadanía. Este es el escenario de los partidos dominantes estudiados por T.J. Pempel. El modelo puede tener mayor capacidad explicativa para la escala nacional, que para los gobiernos locales, y para el mediano y largo plazo que para el corto, como sugieren los casos en que gobiernos con gran desempeño gubernamental pierden las elecciones inmediatas. Aquí conviene recordar a Angelo Panebianco, quien sostiene que el rasgo característico fundamental de los partidos políticos no es la persecución de determinados fines (prejuicio teleológico), sino la conservación de la organización, esto quiere decir que ante el “riesgo” patente de desaparición de la organización pueden existir cuestionamientos profundos al curso de las acciones tomadas por los líderes, de lo que se puede derivar la sustitución de la coalición dominante. Respecto al modelo presentado, las exigencias para operacionalizar la variable afección institucional son de orden estadístico, de allí que su aproximación requiere el desarrollo de investigación comparativa pero sobre todo la base de encuestas. A manera de conclusión: propuesta para la reforma del Estado La reflexión de los partidos a la luz de la literatura de la teoría contemporánea, atendiendo al debate de la modernidad y la posmodernidad, presenta perspectivas que suelen dejarse como epifenómenos, paradójicamente, los partidos políticos son el principal instrumento de legitimación de los sistemas políticos modernos, a través de su participación en elecciones, y del rol fundamental que juegan en parlamentos y ejecutivos del gobierno, e incluso en la caracterización de las burocracias. No atender a los partidos en el estudio de la ciencias sociales es perder la oportunidad de profundizar en el actor político que más influencia ejerce de forma directa e indirecta en la definición de los marcos de la interacción de individuos y organizaciones, incluso, el asunto exhibe que perderse en los fenómenos micro cierra el horizonte teórico y la comprensión de que muchas de los hallazgos en lo entre los muchos caminos practicables en la búsqueda de éstos, se seleccionarán sólo aquellos compatibles con la estabilidad de la organización.” (1993, p. 52) 20 micro tienen su símil en el mundo meso y macro, por no decir que hay una relación dialéctica entre los tres universos. La reflexión teórica sobre instituciones y partidos políticos –así enlazados- ofrece un punto de vista necesario, pero con frecuencia dejado como epifenómeno, en la búsqueda de cursos de acción de la reforma del Estado. En esta ponencia he hurgado en diversas disciplinas con el horizonte puesto en que las instituciones son un eje articulador y que los partidos, como institución, importan para la reforma del Estado. También se ha enfatizado la noción de instituciones informales, la propuesta es a favor de una lógica informal del diseño institucional (Dryzek, 2003) que complemente a la lógica formal. Con el fin de incrementar las posibilidades de éxito de la lógica formal, es inexorable identificar la multiplicidad de discursos que moldean al entramado informal ente otras razones porque suelen minar los “mejores” diseños institucionales formales. El esbozo de un modelo analítico de la identidad partidista y la afección institucional procura la reflexión sobre la complejidad que está en torno a la organización partidista, y también considera las implicaciones de la construcción intersubjetiva de la realidad. Al poner en relación la capacidad de acción de los partidos con la afección institucional, y a su vez con el grado de institucionalización, se está ofreciendo un enfoque alternativo al de “crisis de los partidos”. En mi propuesta se deja de considerar al partido como un ente insensible a los cambios de su entorno. Del modelo se desprende que puede existir una “espiral virtuosa” entre afección institucional, institucionalización y eficacia, y que del interjuego de dichos factores se desprenden características de la identidad partidista. El modelo no busca explicar todo, pero sí destacar aspectos significativos que permitan la comprensión de los poderes deónticos (Searle, 2005) en que intervienen los partidos como institución, con lo que se puede acceder a hechos como el de que los partidos actúan en un medio de expectativas, de recursos escasos y de competencia, con lo que se abre un complejo abanico de posibilidades, donde el mismo abstencionismo electoral pudiera ser más que un signo de crisis de los partidos, señal de que se ha sedimentado profundamente la función de estatus de los partidos. Todas estas son insinuaciones del modelo, pero en especial asignaturas pendientes para estudios comparativos. En tal razón, mi propuesta es que se atiendan consideraciones previas al diseño de instituciones formales con el establecimiento de centros de investigación sobre partidos políticos e instituciones informales; el impulso a fundaciones de estudios al interior de los partidos políticos, a través del financiamiento a dichos organismos por parte del Estado, y el etiquetamiento de un porcentaje definido del gasto de los partidos, deseablemente por encima del 20%. Por ejemplo, del financiamiento a partidos políticos a escala europea, el equivalente a un 50% es destinado a fundaciones (10.6 millones de euros para europartidos, y 5 millones para fundaciones en el 2008). Las anteriores iniciativas impulsarían por sí mismas los incentivos para la creación de redes de investigación de partidos políticos, proyectos de investigación en posgrados de universidades latinoamericanas 21 enfocados en partidos, institutos ciudadanos de estudios sobre partidos y finalmente iniciativas populares de reforma científicamente soportadas en la materia. En definitiva, a las jóvenes democracias latinoamericanas les convienen instituciones formales e informales sólidas y coherentes con los anhelos del buen gobierno. Fin Referencias Alarcón Olguín, V. M. (1999). Teoría de partidos y sistemas de partidos: ¿por qué releer a los clásicos contemporáneos? La Revista del Colegio (25 Aniverasario), 155-185. Bejarano, A. M. (1998). ¿Crisis de la política o crisis de la representación política? En C. Jackisch (Ed.), Representación política y democracia (pp. 93-120). Buenos Aires: undación Konrad Adenauer. Berger, P., y Luckmann, T. ([1968]2001). 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Reseña biográfica Carlos A. Navarrete Ulloa cursa actualmente el doctorado en Ciencias Sociales por El Colegio de Jalisco. Los partidos políticos es su tema de investigación doctoral, desde un enfoque de instituciones informales. Es además profesor de Administración Pública Estatal y Municipal en la Universidad de Guadalajara. alberto.2010@gmail.com Gráficas Ilustración 1 Mapa básico Ámbito del partido en la oposición Afección Institucional Ilustración 2 Tipos de oposición Ámbito de partido en la oposición Ámbito del partido en el poder Afección Institucional Ámbito de partido en el poder + + Oposición democrática - Débil Débil Fuerte + Institucionalización Fuerte - + Institucionalización Oposición antisistema - - Desafección política Desafección institucional 25 Ilustración 3 Modelo para el análisis de la afección institucional del PAN en Jalisco Institucionalización Resumen Con un enfoque interdisciplinario, se estudia la teorización sobre las instituciones y los partidos políticos, con el horizonte puesto en el esclarecimiento de la importancia de estas instancias para la reforma del Estado y el buen gobierno. El enfoque en instituciones y partidos políticos –así enlazados- ofrece un punto de vista necesario –con frecuencia es dejado como epifenómeno-, en la búsqueda de cursos de acción de la reforma del Estado. A partir de la plataforma conceptual desarrollada se plantean dos conjuntos de propuestas: 1) Un marco analítico para el estudio de la desafección política ejemplificado con el caso del Partido Acción Nacional (PAN) en la entidad federativa mexicana de Jalisco; y 2) un conjunto de ideas a manera de sugerencia para posicionar el tema de los partidos como nodal en la reflexión sobre la reforma del Estado en América Latina. Se hurga en diversas disciplinas con el horizonte puesto en que las instituciones son un eje articulador y que los partidos, como institución, importan para la reforma del Estado. La disertación desprende de debates como el de la modernidad y la crisis de la representación política, bases que soportan la centralidad de los partidos políticos para los países latinoamericanos. Encuentra raíces de la trascendencia de las instituciones en los campos de la antropología y la teoría política, y como ejemplificación de la riqueza del enfoque aplica la reflexión del nuevo institucionalismo al caso de los partidos políticos a escala europea. Finalmente, se propone un modelo analítico para el estudio de la identidad partidista y la afección política, referido al caso del Partido Acción Nacional en la entidad federativa de Jalisco, México. Con el modelo se procura un enfoque alternativo al de crisis de los partidos, a través de la puesta en juego de tres factores significativos en la vida de los partidos: 1) afección institucional, 2) eficacia, 3) institucionalización. La interrelación de estos elementos da luz sobre partidos sensibles a los cambios del entorno y dispuestos a responder a expectativas ciudadanas, pero en un campo de lucha política y recursos escasos. Al final, dichos elementos cincelan con el tiempo la identidad de los partidos. 23 A manera de conclusión, la ponencia elabora una propuesta que busca ubicar a los partidos políticos como instituciones que importan para la reforma del Estado, por lo que se sugieren acciones tendentes a fortalecer el estudio en el campo de los partidos y las instituciones informales, con la aspiración de perfeccionar el diseño institucional en Latinoamérica. 24