Calle 52 (Harlem, New York) La gran depresión pasó hace tiempo y el swing que llegó a vender 40 millones de discos al año ya no era lo mismo, los recortes económicos derivados de la segunda guerra mundial dificultan las cosas para los músicos, las discográficas imponen impuestos a salas de baile y radio, etc.. El jazz resiste a la Alemania nazi (“los chicos del swing” jóvenes alemanes en la clandestinidad) que lo ve como una música de negros, que incita valores completamente opuestos a los del régimen. Se dejan ver ciertos brotes de fuerte discriminación en la ciudad, incluso en el propio ejército americano. Cerró la sala Savoy (mítico lugar de encuentro y baile para blancos y negros). Enfrentamientos frecuentes entre unos y otros, muchos hombres de jazz blancos no se atrevían a visitar el barrio a pesar de todo. Harlem comienza a tomar su mala reputación, los jóvenes músicos eran el centro de las miradas, hacían buena música, vestían bien, tenían un “lenguaje” propio, una nueva asertividad. Un reducido grupo de jóvenes músicos inquietos aparecen en escena con un notable aire de renovación, cansados de las restricciones de las orquestas, se reúnen a menudo en el Mynton’s Place House donde tenían completa libertad para improvisar y crear. T. Monk, Kenny Clarke, B. Webster, C. Christian, L. Young o R. Eldrige a quien una noche sustituyó un joven trompetista enérgico, imprevisible, emotivo, fresco… llamado Dizzy Gillespie. Tiró del cambio que venia, lo propició, tenía conocimientos de composición, digamos que enseñó a los demás, era un intelectual de la música. Él y, a quien llamaba “la otra mitad de mi compás”, C. Parker serian las cabezas visibles de toda una generación que, de nuevo, reinventaría el jazz como ya se hizo en los años 20. Por otro lado Duke Ellington continúa con su brillante carrera. Impedido por su edad para ir a la guerra, a principios de los 40 ficho por RCA quien le da vía libre para componer prácticamente lo que quisiera. No deja de innovar y sorprender: Jump for joy (por los derechos civiles de los negros), Black, brown and beige (a cerca de la historia de los negros afroamericanos, rompe los limites del tiempo en las grabaciones), etc. También contrató a Billy Straihorn que seria su mano derecha casi hasta el final de su carrera. A mediados de los 40, el Jazz estaba en el Onyx, Famous Door, Three Deuces, Spotlite o Down Beat, entre otros. Era la Calle 52, todo el mundo tocaba allí, todos los estilos, tanto el de new Orleáns como el deslegañado beboop, o el, aun latente, rythm and blues (B. Holiday, “Lady Day”, era la reina de “la calle”). No fue hasta el 45 cuando “Bird” (apodo que se ganó en la orquesta de Jay McShann donde siempre que podía ponía en práctica lo que aprendió en Nueva York) grabó sus primeros temas para Savoy Records. Nada menos que Dizzy Gillespie, Miles Davis (apenas con 17 años), Max Roach y C. Russel. Fue un escándalo. Se crearon nuevos ritmos, solos más atrevidos, armonías frescas y sobre todo una nueva forma de tocar basada, no en la armonía como hasta entonces sino, en los acordes. C. Parker Amplió el registro, las escalas, podía tocar cualquier nota y hacer que encajara en la melodía, Bird dijo “cobré vida, podía volar”. LANIDE