CAPITULO X POZOS Y MAQUINAS ELEVADORAS DE AGUA En los terrenos formados geológicamente por sedimentación, las aguas de Iluvia se infiltran en el suelo 'conforme dijimos y tienden a acumularse sobre capas ímpermeables, formando sábanas subterráneas, de donde es fácil extraérselas mediante pozos excavados a profundidades variables, según la distancia a que están aquéllas de la superficie.. Desde muy antiguo, los pozos sirven para subvenir las necesidades domésticas de los habitantes de las casas situadas en poblados o en el campo, y es corriente recurso para proporcionar agua a jardines y huertas, cuya extensión depende de la capa acuífera que poseen aquéllos. El emplazamiento de un pozo está determinado por el us^o que se pretende hacer de sus aguas. Cuanda éstas van a ser utilizadas pa.ra beber, debe situárseles en lugares relativar mente elevados, aunque ello obligue a aumen- - fl3 - tar algunos metros más su perforación ; pero con ello se logra ponerlos a salvo de contaminaGiones de aguas procedentes de establos, retretes, aguas sucias, etc., debiendo excavárseles a una distancia no inferior a 20 metros de estos lugares. Por el contrario, es convez^iente situarlos aguas abajo de bosques y terrenos sin cultivar. Si tl agua del pozo sólo tiene aplicación para riego, las condiciones expuestas huelgan, y su emptazamiento sólo queda supeditado a las exigencias y finalidad perseguida. La construcción se efectúa generalmente por personas prácticas, especializadas en este trabajo. Para ello se procede a marcar en el suelo un cfrculo de una anchura tal que comprenda el diámetro que ha de tener el pozo en toda su longitud, ^mas el grueso que ha de tener el brocal en sus dos ^orillas. Se comienza la excavación con dicho diámetro hasta una profundidad variable, que puede llegar hasta unos dos metros, a la cual se empiéza a oonstruir el ^brocal adosado a las paredes del pozo, hasta elevar este muro a nivel del suelo, donde se suspende su construcción para proseguirla cuando se da por acabada la perforación. A partir del pie del muro circular construído, prosigu^e la profundización en la anchura que en toda su longitud ha de tener el pozo. Generalmente el caudal de un pozo aumenta con la profundidad, pero ejerce poca in^luencia su anchura. La perforación debe hacerse hasta rebasar el nivel inferior de las aguas freáticas, denominadas así a las procedentes de la filtración en los terrenos, como consecuencia de lluvias. I.a capa freática tiene generalmente un' nivel variable, como consecuencia de las circunstancias imperantes en ]a superficie del terreno, entre las que destaca la permeabilidad de las capas superiores. Cuando las circunstancias lo permiten, debe el fondo del pozo descansar en una capa impermeable, teniendo la precaucación de no perforarla, a fin de evitar la pérdida del agua a capas permeables inferiores por filtrac^ón. En ciertos suelos, como los cretáceos, se enta mucho el caudal de un pozo éxcao galerías laterales, cuya agua vierta en central. iertos pozos, el agua asciende natue a nivel superior aI del terreno, a lo,^ !se les denomina art,esi.u^os. Para c^ue lugar esta clase de pozos, ea preciso xíata una capa acuífera entre dos estratos impermeables que formen cuenca. El fundamento de estos pozos puede estudiarse en cualquier Física en el principío de los vasos comunicantes. Generalmente el caudal de esta clase de pozos aumenta con la profundidad, mientras no se atraviese totalmente la capa acuffera, y con la anchura del diámetro del tubo que posee en toda su longitud en forma proporcional a los cuadrados del diámetro. Es decir, que para que un pozo rinda doble, tri- 95 ._. ple, etc., el diámetro hay que^ hacexlo 22;: 33, o sea 4, 9 veces ^mayor. De la construc,^ión de este tipo de pozos prescinc^mAS `dar más detalles, que pueden estudiarse en , qbra,^ ^!5peciales; pero baste saber que son mi^c^jbs miles los pozos de esta clase perforados nntre todas las provincias españolas, corr^espondiendo a las aguas así suministradas el riego de amplias zonas cultivadas, como puede comprobarse en todo el Levante español, donde solamente en Valencia pasan de mil los pozos de este tipo que existen, con profundidades que oscilan entre 60 a 90 metros, con un caudal medio de 8.000 litros por hora. Existen much^os medios más para el suministro de aguas para riego, algunas de cuyas obras hidráulicas, por lo costosas, corresponde al Estado su construcción. Aparatos elevadores de agua, existen múltiplea, que varían con el sistema que inspira su construcción y las modalidades introducidas por cada fabricante, dentro de los principiAS físicos generales en que están basados. La descripción de todos sería tarea demasiado ardua, por lo cual sólo nos ocuparemos de las más generalizados o de aquellos otros que por su sencillez merecían ser más conocidos. De entre los más rudimentarios se destac el ^cig^oñal o cig^iieña, llamado cha.duf por 1 egipcios y reproducido en sus más antigu ^ monumentos, que debieron introducir los ár -. bes en Espafia, pero que se halla extendid --- A6 -._. por las campiñas francesas, alemanas, húngaras, etc. Su fundamento consiste en una pértiga que bascula sobre un tronco que se abre en horquilla. A uno de los extremos de la pértiga lleva una piedra o contrapeso atado, y al otro una cuerda de donde pende un cubo, que se introduce en el pozo cuya agua se quiere sacar. Para hacerlo funcionar basta tirar de la cuerda para introducir el cubo en el agua, que, una vez lleno, cfln un ligero esfuerzo se saca como consecuencia del peso que gravita al otro extremo de la pértiga. Vaciado el cubo en ]a reguera, está dispuesto para una segunda extracción. Este aparato tan sencillo puede usarse en pozos de aguas someras, y su rendimiento es propicio para extensiones pequeñas, pero que, accionado con habilidad, da resultados muy satisfactorios en huertas familiares. Su rendimiento puede calcularse en ocho, metros cúbicos por hora, elevándola a 2,50 metros. Uno de los más sencillos y útiies aparatos destinados a eievar agua es el arri,ete hi^dreiulico, cuya deacripeión (fig. 4) es la siguien^te : Un tubo ED, que suministra el agua, parte de la cual se va a elevar. En A, una válvula de retención, un poco más densa que el agua, ^ que se cierra en el sentido de la corriente. En B, una llave aspiradora que se abre de fuera a dentro, y que está deatinada al sumí- . nistro de aire al ariete en cada golpe. En C, una válvula que se abre en el sentido de la q Ini^ni ^^^^ ^^ ^^^ INI ^ 1^1'll^k ,gg^ corriente e impide el retroceso del agua. G es un depósito de aire destinado a regularizar la ascensión. Finalmente el otro depósito interíor, rl, está para amortiguar las sacudidas del ariete en el tubo de entrada cada vez que funciona. El tubo F es el de salida del agua. Su funcionamiento es el siguiente: Cuando la váivula A está baja, o abierta, e] agua discurre por ella con una velocidad creciente, hasta que la propia corriente la cierra. El agua^contenida en el tubo ED, al no poder salir por el oi•ificio, y provista de presión por la velocidad adquirida, abre la válvula C y penetra en el depósito G, de donde sale para elevarse por ei tubo F a un nivel superior a la altura de origen. Cuando la velocidad ha desaparecido, la válvula C se cierra por la presión del agua superior; la válvula A baja nuevamente y el juego del ariete vuelve a comenzar. Este aparato, una vez instalado, tiene muy pocos gastos de entretenimiento, y su trabajo es continuo; el inconveniente que presenta es que requiere un corisumo de agua grande en proporción a la elevada. Su uso está indicado en pequeños saltos, pues en los grandes es preferible la instalación de turbinas y bombas centrífugas. Su rendimiento decrece pasados ciertos ]ímites cuando se aumenta la altura, y en los saltos que presenta mayores venta,ias son los de 2 ó 3 metros con un mínimo de 0,60 metr^os. I,a elevación en ningún ^ -99- caso debe exceder de 10 veces la altura de caída, y los tubos no deben tener recodos que dificulten la circulación del agua. La longitud máxima del tubo de descenso debe estar camprendida entre 8 a 15 metros. Si esta distancia es menor, es necesario curvar en espiral el tubo de enti•ada hasta alcanzar dicha ]ongitud. La colocación de varios drietes es preferible a uno solo de mucho rendimiento. La instalación de una batería de estos aparatos exige un tubo de entrada para cada uno, a fin de no distraer la energía de la corriente, aunque el desagiie sea uno general para todos. He aquí algunas cifras de su rendimiento y dimensiones : -- ntlMeTao ne t.as ruaos - . -1llura mtnima - Rendimiento de caída del Atimentación. I)escarga. pur miuuto. agua. Yulgadas. Pulgadas. Litrns. Díetros. 3/4 1 1 1/4 2 4 5 ^T a 20 20 a $0 100 50 a 200 90 a 400 a 1.000 1.000 a 2.000 1 1/2 2 3 4 8 12 1,00 0,60 0,80 0, 60 0,80 0,60 Según Eytelwein, las dimensiones que debe reunir un ariete son las siguientes : La longitud del tubo de llegada debe ser igual a la altura de ascensión del agua, aumentada en dos vecea el producto de dicha altura por la de caída, y su diámetno debe ser 1,7 veces la raíz cuadrada del valumen del agua gastada. -100- EI diámetro del tubo ascendente debe ser igual a la mitad. El orificio de la válvula de retención debe tener el mismo paso que el tubo de conducción, y lo mismo la segunda válvula. Según Denton, cuando la altura de elevación del agua es ocho veces la de la caída, el efecto út31 del ariete es del 66 por 10U, reduciéndose al 50 por 100 y 18 por 100 cuando la elevación es 10 y 20 veces, respectivamente. Las noria.s son aparatos para elevar agua, que consisten en una cadena sinfín, apoyadas en una rueda o tambor de eje horizontal, que puede girar libremente. A dicha cadena van fijados unos recipientes de barro cocido o hierro colado, que se llenan al pasar, cuando el aparato se mueve, por debajo del nivel del agua del pozo y se vacían al invertirse en la parte más alta, cuar^do empieza su descenso, sobre un recipiente que la recoge elevada, desde donde, por un canalillo es conducida a un depósíto o alberca, o bien a las regueras para su distribución a los campos. El tambor está engranado a un malacate accionado generalmente por una caballería o dos. Los recipientes Ilamados cangilo^nes o a,rca^d^c^es, llevan en el fondo un pequeño orificio que facilita su vaciado cuando el aparato no se usa, a fin de evitar se deterioren con la humedad, sobre tado si son metálicos. Muchas norias de arcaduces de barr^o coci- do llevan dos hileras tie éstos, lo que duplica su rendímiento, aunque también es mayor el esfuerzo que hay que aplicar para mover el aparato. Las más perfeccionadas ]levan en una d^ las ruedas un trinquete, que impide en las paradas el retroceso, en beneficio del animal, que puede detenerse sin experimentar el peso de los cangilones llenos de agua, y en las norias árabes la rueda de aire puede ser de dientes o de linterna. La construcción de una buena noria exige un cuidado especial en que el rozarniento de los ejes sea el menor posible, por lo que se hacen los gorrones pequeños y de buen acero, debiendo aligerarse el peso de las ruedas sin por ello ^qui,tarle ]a solidez necesaria. El rendimiento, según Navier, en aquellas en que el agua está a una profundidad superior a cuatro metros, está representado por h la fórmula K-- 0,80 , en que h es h -}- 0,75 igual a altura o profundídad del nivel del agua hasta la parta más alta de los cangilones. Aplicando esta fórmula al caso en que ]a profundidad del agua fuera de 5 metros, ten5 drfamos: K- 0,80 X - 0,69; es 5 -}- 0,75 decir, que del esfuerzo aplicado sólo se ^utilizaría el 69 por 100. Más aproximada que la anterior nos parece la siguiente : si llamamos - ioz -n al número de cangilones que se vacían en la unidad de tiempo y c, a la capacidad de cada uno, la cantidad M de agua elevada en la unidad de tiempo considerada será: M- K x^z }< c, en que K representa el coeficiente de rendimiento, que tiene en cuenta las pérdidas por derrames, fácilmente determinable Ilenando un cangilón y comprobando las pérdídas sufridas en el tiempo que media desde que se Ilena hasta que vierte. En general, el rendimiento medío de una noria bien cuidada y atendida oscila alrededor del 80 por 100. Las m.ario^s ^le rosarw, más sencillas que las anteriores, se reducen a una cadena sinfín que ]lega, como en las otras, hasta más abajo del nivel del agua, y que por el lugar de subida pasa por el interior de un tubo situado verticalmente, cuyo orificio inferior o de entrada está introducido en el agua. La cadena sinfín lleva de trecho en trecho unos diacos de cuero o de caucho, que ajustan ligeramente en el tulao. Su funcionamiento puede considerarsé reducido a una bomba de efecto continuo de émbolos múltiples, en que cada disco actGa aspirando el agua posterior y empuja ]a anterior. Su rendimiento depende de la velocidad con que se accione la cadena y del diá^metro del tubo, pudiendo expresarse por la fórmula M- 3,14 K X r2 X v, en que M representa el agua elevada en la unidad de tiempo; 3,14 r2, la seccián del tubo; v, la --- 103 -- velocidad de la cadena, y K, un coeficiente de rendimiento, variable según la holgura de los discos dentro del tubo, que no debe ser más que muy ligera, so pena de aumentar el esfuerzo de tracción. El rendimiento de estas norias de rosario puede alcanzar hasta el 90 por 100. Se ]lama azudes a ruedas que, movidas ^^or )a fuerza m^otriz que desarrolla, una corriente de agua más o menos potente, eleva agua en unos cangilones adosados a ella. Estas ruedas las hay de distintos tipas según la forma de los álabes o paletas que reciben el choque del agua. Las más generales en nuestros ríos suelen ser de paletas planas; pero las mejores son las de álabes curvos sistema Poncelet, porque apnovechan mejor la fuerza del agua y pueden por tanto elevar mayores pesos, lográndose un rendi^miento del salto hasta del 60 por 100, mientras que en las de álabes planos sólo se aprovecha el 30 por 100 poco más o menos. El trabajo disponible de una corriente de agua es igual al producto del peso del agua pasada en un segundo, expresada en litros, multiplícada por la altura de caída, o salto, expresada en metros, lo que da la fuerza disponible en kilográmetros. Dividiendo el núrnero de kilográmetros obtenido por 75, tendremos la fuerza dei salto expresada en caba]los de vapor (HP.). Si de aquí deducimos las pérdidas o bien multiplicamos la potencia del - 104 - salto por el rendimiento del aparato (30 por 100 ó 60 por 100, según la forma de los álabes), podremos determinar su rendimiento útil. La fuerza media que es capaz de desarrollar un caballo de sangre puede calcularse en la mitad o algo ^más de la fuerza de un caballo de vapor. Si suponemos una rueda cuyo salto es de 0,80 metros y un caudal de 250 litros por segundo, la potencia del salto será de 200 kilográmetros por segund.o. Suponiendo utilizada solamente una fuerza equivalente al 30 por 100, podremos disponer de 60 kilográmetros útiles, lo que representa alga menos de un caballo de vapor o 1,5 de sangre, próximamente. Si el diámetro de la rueda suponemos que sea de 8 ó 9 metros, y que et agua resulte elevada a 6 metros, la rueda es ausceptible de dar ^un rendimiento de 10 litros por segundo. Un procedimiento sencillo para calcular el rendimiento de una rueda ya instalada consiste en ver primeramente la capacidad de cada vaso y el nú^mero de éstos que la rueda tiene. Después se calcula el tiempo que tarda la rueda en dar una vuelta completa. Con estos datos basta un sencillo cálculo aritmético para saber el rendimiento horari,o de uno de estos aparatos, directamente. El emplazamiento de una rueda exige ciertas obras de importancia, tal como desviación de un río, soportes sólidos que le sirvan - 105 - de apoyo, etc. ; pero la constancia de su trabajo, y el reducido coate a que resulta el agua elevada, amortízan con creces los gastos de instalación. Como generadores de fuerza para elevar agua son interesantes las molínos de víento, que permiten aprovechar ]a velocidad y fuerza del aire para accionar una bomba. Fil inconveniente que presentan estos aparatos, aparte los gastos de reparación por desperfectos ocasionados por los vendavales, es la necesidad de proveerlos de un depósito o balsa que recoja las aguas elevadas, toda vez que es difícil la coincidencia de que s^ople el viento en el momento en que es preciso regar, aparte que el rendimiento de la bomba accionada es siempre mucho menor del que se necesita para regar en un momento dado. Dada la multitud de bombas y motores de distintas marcas y diversas características que el mercado ofrece, renunciamos a dar ningún detalle sobre estos aparatos, toda vez que, a más de ser sobradamente conocidos, cada fabricante ofrece modelos especiales, de rendimientos váriables y calidades distintas que no nos es posible entrar a examinar.