INSFfRf\CrON SUBCONCIENClf - Biblioteca Nacional de Colombia

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INSFfRf\CrON
y
Los progresos que han hecho en los últimos
decenios los estudios sicológicos permiten penetrar muy hondo en los abismos de la personalidad humana, cuya fotosfera, por decirlo as"
en la que brillan los fenómenos concientes, es
la única región explorada hasta ahora.
Detrás de esa capa lúcida de lo conciente se
oculta el abismo insondable de lo que los filósofos han llamado subconciencia e inconciencia.
Cada día se descubre más el enorme influjo
de lo subconciente en la vida del hombre, sobre todo del hombre superior, pues cuanto más
intensa es la "ida espiritual del ser humano,
más se ahonda ese enorme recipiente de impresiones dormidas, de actos pretéritos, de intenciones en germen, que se llama subconciencia.
También la crítica literaria tiene que sacar
provecho de estos adelantos y aplicar los nuevos métodos al estudio de los grandes autores.
Por esta razón, con motivo del reciente centenario de F alJon, quise aplicar el análisis sicológico a alguna de sus poesías, y escogí la que
generalmente pasa por ser su obra maestra, el
canto a la luna. El resultado ha sido sorprendente, como lo verán los lectores que me sigan
con paciencia.
Lo primero que llama la atención al que estudie el canto a la luna, no desde un punto de
vista estético o retórico, sino a la luz de la pur~
sicología, es la ausencia absoluta de imágene'3
auditivas. Observación tanto más interesante
cuanto Fallon era un músico, apasionado por
todos les ruidos dE; la !laturaleza, admirable
imitador de las voces de los animales y ue lo'!
sonidos más raros, y delirante admirador del
arte musical.
La imaginación de Fallon, como caracol marino, estaba siempre llena de rumores. El mismo confesaba que había venido a parar en ser
SUBCONCIENClf\
poeta desesperado de no poder dar expresión
a sus fantasías musicales.
En cualquiera de sus composiciones poéticas
se descubre a las claras este apasionamiento
por la belleza del sonido. En todas abundan
imágenes auditivas como resonancia de la armonía perenne que llenaba sus oídos.
Cojamos por ejemplo la pequeña composición
"A una naranja", donde el tema no se presta
ciertamente a ninguna sinfonía, y veamos las
más claras imágenes auditivas que contiene.
Dejo al lector que las note, contentándom':l
con subrayarlas en la trascripción que va a continuación.
Tu contorno peregrino,
tu gualda tez y el aroma
que exhalas en tu camino,
revelan i oh rica poma!
tu patria y fugaz destino.
En la fragante ribera
de ancho raudal espumoso,
do el rojo cámbulo impera
y agita la platanera
s u follaje rumoroso;
do entre ceibos e higuerones
la estruendosa catarata
vuela en níveos borbotones
y en los lejanos pefiones
sus hondos ecos dilata;
donde la palma ondulante
descuella sobre el plantío,
y el caucho, rudo gigante,
alza la copa triunfante
en medio al bosque bravío;
do se oye al rayar el día,
en la florecida loma,
del toche la melodía,
y luégo en la noche umbría
el gemir de la· paloma,
allí tu huerto nativo,
gloria. de tus patrios valles,
abre al céfiro festivo
y al arroyo fugitivo
sus limpias y umbrosas calles.
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Senderos
i Quién, de aromas y ambrosías
recorriera, aquel recinto,
sus trémulas arquerfas,
y ele sus sendas sombrías
el augusto laberinto!
Allí la rama aun existe,
de las aves embeleso,
do entre conciertos naciste
y entre flores recibiste
de la aurora el primer beso,
en tu cuna de azahares,
bajo palios de verdor,
del aura al blando nunor,
te arrulla·ron los cantares
del toche y del ruiseñor .. .
y
Mas fue tu hechicera infancia,
cuanto feliz, fugitiva;
que aunque fuiste al hombre esquiva,
te traicionó tu fragancia
iY el hombre te hizo cautiva!
El rumor del follaje, el estruendo de la catarata con sus dilatados ecos, el gemir de la paloma, el concierto de las aves todas con solos
de toche y ruiseñor, el blando rumor del aura,
hé ahí la fantasía del poeta llena de sonidos
que vibra en todas sus cuerdas sólo para saludar a una naranja.
y para saludar a la luna en la más alta elación lírica, se acallaron todas las voces, cesaron todos los sonidos bellos. Ni una sola imagen auditiva hay en la luna, con una pequeña
excepción que veremos a su tiempo. La obra
maestra del apasionado de la música la hubiera
podido componer un sordomudo.
Siguiendo esta pista, vine a dar muy pronto
en el secreto de la inspiración de la luna. No
fue el astro de la noche lo que inspiró a Fallon,
fue el silencio. Pero esta idea inspiradora no se
le reveló sino después de mucho esfuerzo. De
treinta estrofas que tiene su composición, sólo
hay trece en que fluye sin estorbos la vena
inspiradora; una es de transición, y las dieciséis restantes son tanteos y forcejeos inútiles
del poeta por encontrar la corriente de sus propios sentimientos.
Todo hondo afecto que aun está en la subconciencia se revela alojo avizor del sicólogo
por la asociación de ideas, y traiciona a su poseedor aflorando aquí y allá sin que él se dé
plena cuenta de ello.
El primer efecto de la poderosa inspiración
que alrededor de la idea y del sentimiento del
silencio bullía en la subconciencia de Fallon,
fue acallar la orquesta interior de sus acostumbradas imágenes. Por eso hemos visto que en
aquella noche de luna no hubo rumor del follaje, ni estruendo de la catarata, ni gemir de la
paloma, ni blando rumor del aura, ni toque del
ángelus al crepúsculo, ni concierto de las aves
a la aurora.
El silencio, desde los oscuros senos de lo subconciente, dominó desde el principio la fantasía
del poeta.
Pero le traicionó a cada paso.
Léanse las seis primeras estrofas de la luna,
y en todas ellas, con excepción de Ulla sola, se
verá viva la huella del silencio. El tipógrafo curará de subrayar esas huellas:
Ya del oriente en el confin profundo
la Luna aparta el nebuloso velo,
y leve sienta en el donnido mundo
su casto pie con virginal recelo,
Absorta allí la inmensidad saluda,
su faz humilde al cielo levantada;
y al hondo azul con elocuencia muda
orbes sin fin ofrece a su mirada.
Un lucero no más lleva. por guia,
por himno funeral, silencio sant.o,
por solo rumbo la región vada ,
y la insondable soledad por manto.
j Cuán bella, oh Luna, a lo alto del espacio
por el turquí del éter lenta subes,
con ricas tintas de ópalo y topacio
franjando en torno tu dosel de nubes!
Cubre tu marcha grupo silencioso
de rizos copos, que tu lumbre tifie;
y de la Noche el iris vaporoso
la regia pompa de tu trono ciñe.
De allí desciende tu callada lumbre,
y en argentinas gasas se despliega
de la nevada sierra por la cumbre,
y por los senos de la umbrosa vega.
Permítaseme una consideración a propósito
de la tercera estrofa. El poeta va a pintar la
marcha de la reina de la noche. Sale el lucero
que la guía. Se espera el himno triunfal. j Qué
ocasión más bella para desplegar las dotes musicales del poeta! Qué sitio más propio para
escuchar aquella celestial armonía de los as·
tros que trasportaba a los pitagóricos y embelesaba al maestro fray Luis de León, cuya
musa
Traspasa el aire todo
hasta llegar a la más alta esfera,
y oye allí otro modo
de no perecedera
música, que es de toda.s la primera.
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Senderos
Pero j oh fuerza cohibitiva de la inspiración
subconciente! En el momento de empezar la
triunfadora marcha, el himno de gloria se convierte en himno funeral; y ¿ qué es el himno funeral para los oídos de Fallon en aquella noche
sublime?
j Silencio
j Oh! Y éstas son tus mágicas regiones,
donde la humana voz jamás se escucha.
Aquí está el vate a punto de encontrarse
frente a frente con su idea viva, conmovedora
y vibrante; pero se desvía atraído por un rudo
contraste de luces y de sombras:
santo!
Por himno funeral, silencio santo.
Sólo el conflicto en que se hallaba el cantor
entre su inspiración aparente, la belleza de la
luna, y su inspiración verdadera aun no desentrañada de las honduras del propio yo, puede
explicar y disculpar salida tan desconcertante.
Señal inequívoca de que el poeta no ha dado
con la vena de su inspiración es la frialdad absoluta de toda esta primera parte de su canto.
Véase si en las estrofas siguientes se descubre el más ligero entusiasmo, el más leve movimiento interior:
Con sesgo rayo por la falda oscura
a largos trechos el follaje tocas,
y tu albo resplandor sobre la altura
en mármol torna las desnudas rocas;
o al pie del cerro do la roza hwnea
con el matiz de la azucena bañas '
la blanca torre de vecina aldea
en su nido de sauces y cabañas.
Sierpes de plata el valle recorriendo
vense, a tu luz, las fuentes y los río~,
en sus brillantes roscas envolviendo
prados, florestas, chozas y plantíos.
B~illantes
pero fríos como sierpes de plata
son todos estos versos.
El poeta se da cuenta de que por este camino
no sale a ninguna parte, y hace un esfuerzo por
cambiar de rumbo, dejando la actitud pasiva de
mero espectador que hasta entonces ha tenido,
y entrando en actividad para penetrar en busca
de] misterio a lo más bondo de los bosques SP.culares. Para ser más rápido en esta exploración se trasfunde en los mismos rayos de la
luna. Este esfuerzo le vale la mejor estrofa de
esta parte fría de su composición, que es aquella en que pinta el lago del desierto:
y yo en tu lumbre difundido, ¡oh Luna !
vuelo a través de solitarias breñas
a los lejan05 valles, do en su cuna
de umbrosos bosques y encumbradas peñas,
el lago del Desierto reverbera,
adormecido, nítido, sereno,
sus montañas pintando en la ribera,
y el lujo de los cielos en su seno.
Laberintos de selvas y peñones
en que tu rayo con las sombras lucha.
Porque las sombras odian tu mirada ;
hijas del caos, por el mundo errantes;
náufragos restos de la antigua Nada,
que en el mar de la luz vagan flotantes.
También la mente del poeta vaga flotante
con la luz de la luna de aquí para allá sin rumbo fijo, y está a estas alturas tan lejos de su
inspiración como al principio.
y empieza a repetirse:
Tu lumbre, empero, entre el vapor fulgura,
luce del cerro en la áspera pendiente,
y a trechos ilumina en la espesura
el ímpetu salvaje del torrente.
Una sola imagen nueva hay en esta estrofa,
y es la del torrente. Presintió F'allon que a la
orilla del lago había estado más cerca que nunca de su perdida idea, y resolvió seguir el hilo
de las aguas:
En luminosas perlas se liquida
cuando en la espuma del raudal retoza,
o con la fuente llora, que perdida
entre la oscura soledad solloza.
Hé aquí la única imagen auditiva de esta
composición; imagen tan 6paca, tan melancólica, tan triste: la fuente que entre la oscura soledad solloza.
En el alP1a del cantor se va concretando, si
no una idea, al menos un sentimiento hondamente vivido: algo que es niebla, soledad, melancolía, oscuridad, silencio, en medio del cual
el más fino oído sólo alcanza a percibir el tenue
rumor de una fuente que entre la oscura soledad solloza.
Presentimos ya qu~ la inspiración está muy
cerca. Pero aun nos espera un desengaño.
En la mansión oculta de las Ninfas
hendiendo el bosque a penetrar alcanza,
y alumbra al pie de despeñadas linfas
de las Ondinas la nocturna danza.
¿ Quién se hubiera imaginado qu e en esta
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noche de silencio y de melancolía el poeta triste
y pensativo iba a encontrarse de manos a boca
con un aquelarre en lo más profundo del bosque, o bien con una lasciva danza de ninfas mitológicas?
El choque del pobre desconcertado peregrino
debió de ser espantoso. Pero ese choque fue su
salvación. En cualquier otra ocasión la danza
de las ondinas hubiera traído, por asociación de
ideas, la algarabía, la música, el canto, el movimiento.
j Ahora no! Ahora la danza es en la mente
del poeta como un relámpago que desaparece en
el mismo instante en que brilla sin dejar huella
de sí. Y no sólo desaparece la danza, sino que
apaga de un golpe toda esa multitud de fuegos
fatuos que han venido atrayendo y distrayendo
al descaminado artista.
La falsa vena de las brillantes imágenes se
corta repentinamente. El artista, libre de espejismos, queda un instante en suspenso:
A tu mirada suspendido el viento
ni árbol ni flor en el Desierto agita;
no hay en los seres voz ni movimiento;
el corazón del mundo no palpita ..
Ahora sí siente venir la inspiración. Ahora
él está quedo, y es ella la que se acerca a pasos
de gigante:
Se acerca el centinela de la muerte.
Un momento más, y vemos brillar los ojos del
poeta con un fulgor que indica el hervor interior de su alma.
¡lié aquí el Silencio!
Hé aquí la inspiración!
y desde este instante empieza a correr por
la vena rota, verdadera poesía. Se acabaron los
abalorios, farolillos, oropeles y floripondios,
j cuán bellos, ay, pero cuán frágiles! El hombre
en toda su desnudez se encuentra lleno de amargura, frente a frente a los más terribles problemas del humano destino, debatiéndose a solas con los más poderosos pensamientos. Ahora
sí es Fallon digno de ponerse en parangón con
los grandes líricos de la humanidad. Ahora se
acerca a la emoción de Job y de Isaías. Ahora
canta trasportado como Prudencio y Dante, como Lamartine y Byron, como el divino Herrera y Fray Luis de León.
Aquella fuente tan fría se ha trasformado en
un volcán ardiente. Hierven los sentimientos en
su alma, pululan las ideas, y él ni siquiera es
j
capaz de darles expresión: el Creador y la criatura; la grandeza del universo, y la pequeñez
del hombre; el más allá con sus honduras pavorosas; el insondable misterio del propio yo,
más impenetrable que el misterio de las constelaciones; la implacable voz de la conciencia;
la muerte, el sepulcro, la ruina de los imperios
y los mundos, qué multitud de ideas y qué tropel de afectos los que se empujan unos a otroR
en el cráter en que ha venido a convertirse el
alma del cantor.
Véase si hay en alguna literatura un movi·
miento lírico más intenso que el de estas pocas
estrofas en que el poeta, dueño al fin de su
inspiración, la deja correr tumultuosa y potente!
¡lié aquí el silencio! Sólo en su presencia
su propia desnudez el alma advierte,
su propia voz escucha la conciencia.
y pienso aún, y con pavor medito
que del Silencio la insondable calma
de 105 sepulcros es tremendo grito
que no oye el cuerpo y que estremece el alma.
a su muda señal la Fantasía,
rasgando altiva su mortal sudario,
del infinito a la extensión sombrla
remonta audaz el vuelo solitario.
y
Hasta el confín de los espacios hiende,
y desde allí contempla arrebatada
el piélago de mundos que se extiende
por el callado abismo de la Nada! ...
El que vistió de nieve la alta sierra,
de oscuridad las selva.s seculares,
de hielo el polo, de verdor la tierra,
de blando azul los cielos y los mares,
echó también sobre tu faz un velo,
templando tu fulgor, para que el hombre
pueda los orbes numerar del cielo,
tiemble ante Dios y su poder le asombre!
Cruzo perdido el vasto firmamento,
a sumergirme torno entre mí mismo,
i y se pierde otra vez mi pensamiento
de mi propia existencia en el abismo!
La meditación que sigue es honda, movida,
trágica y terrible. De ella no nos ha expresado
el autor sino un pequeño detalle indicando lo
demás con puntos suspensivos:
Delirios siento que mi mente aterran.
Los Andes a lo lejos enlutados
pienso que son las tumbas do se encierran
las cenizas de mundos ya juzgados .. .
La luna con su falsa inspiración ha pasado
a segundo, mejor dicho, a ínfimo plano, pero
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queda aún en la subconciencia y aflora de vez
en cuando también en la superficie.
Al empezar la noche comenzó el poeta a buscar su inspiración. Encontróla después de mucho vagar y sumido en meditación lo sorprende
la luz del nuevo día:
El último lucero en el Levante
asoma, y, triste, tu partida llora.
Cayó de tu diadema ese diamante,
y adornará la frente de la aurora.
Ese requiebro no está en su puesto, después
de una meditación tan seria y ponderosa. Es
una de las muchas flores que tenía el poeta
para la parte fría y vagarosa de su canto. Pero
ahora no está ya para requiebros y se despide
de la luna descubriendo toda la amargura de
su corazón cautivo, todo el despecho de su espíritu incapaz de expresar sus emociones, pero
también el orgullo de quien se siente nacido
para lo infinito y predestinado para la inmortalidad.
¡Oh Luna, adiósl QUisiera en mi despecho
el vil lenguaje maldecir del hombre,
que tantas emociones en su peCho
deja que broten, y les mega un nombre.
Se agita mi alma, desespera, gime,
sintiéndose en la carne prisionera;
l·ecuerda, al verte, su misión sublinle,
y el frágil polvo sacudir quisiera.
Mas si del polvo libre se lanzara
ésta, que siento, imagen de Dios mismo,
para tender su vuelo no bastara
del firmamento el infinito abismo;
porque esos astros, cuya luz desmaya
ante el brillo del alma, hija del Cielo,
no son siquiera arenas de la playa
del mar que se abre a su futuro vuelo.
Admirable ejemplo de inspiración perseguida con tenacidad, felizmente sorprendida y bien
lograda.
Lo de menos en esta admirable poesía lírica
son los requiebros a la luna. Debiera llamarse
más bien "Canto al silencio", o también "El
centinela de la muerte".
Pero entonces cesaría la espontaneidad de la
inspiración y aparecería el autor como crítico.
cuando no debe ser más de lo que es: poeta, sí,
y altísimo poeta.
Aquí iba a terminar mi ensayo sobre la inspiración inconciente de Fallon en su obra maestra, cuando hé aquí que llega a mis manos el
número segundo de SENDEROS, y encuentro,
en el discurso que pronunció don Daniel Samper Ortega al ser descubierto el busto del poeta
en el claustro de la Biblioteca Nacional, unas
palabras que me causaron la más grata sorpresa. Puede verlas el lector en la página 57
de esta revista.
Con arte extraordinario expone el orador,
desde su punto de vista, la manera como fue
creciendo y tomando cuerpo la inspiración del
cantor de la luna. Y añade:
"Intentaré explicarlo rastreando las huella&.
del poeta por entre las páginas donde su lápiLl
señalaba el recorrido de la fantasía".
Leer esto, y suplicar a don Daniel me mostrara esos borradores que yo presentía cargados de revelaciones, todo fue uno. Y en verdad
que la realidad superó mis alegres esperanzas.
Hé aquí un fuerte volumen, de gran tamaño,
empastado en cuero rojo, sobre el cual se destacan en oro las palabras Dieg·o Fallon.
No es una colección de manuscritos. E s el
libro mismo de grueso papel, en que él iba haciendo sus apuntaciones. Está empezado en Inglaten'a en los años de sus estudios, y las primeras páginas, por uno y otro lado del libro,
contienen ejercicios escolares. Después hay de
todo: borradores de cartas, ejercicios de dibujo, "apunte de los fierros que tenemos que comprar en Bogotá", bosquejos de un nuevo método de escribir y dictar música, y sobre todo, conatos de poesías. Conatos en que se ve la
enorme dificultad que Fallon tenía para dar a
su emoción la forma artística definitiva e irretocable que caracteriza sus composiciones.
No es ahora la ocasión de hacer un análisis
de este libro, interensantísimo por muchos aspectos como documento humano. Pero no puedo
menos de revisar mis conclusiones en vista de
lo que me ofrece este hasta ahora para mí oculto tesoro.
Mi impresión en síntesis es la siguiente: la
inspiración de la luna es algo más complejo de
lo que el lector de mis anteriores apuntes puede imaginarse. Pero mis conclusiones principales quedan brillantemente confirmadas con los
elementos de los borradores. Veámoslo.
* * como en germen en
El canto a la luna* está
dos partes distintas de este libro, sin que pueda
saberse cuál es la primera, porque no están del
mismo lado del volumen.
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Senderos
Citemos, pues, primero la que tan bellamente
explotó en su discurso don Daniel Samper.
Cogiendo al revés el libro, a las pocas hojas
se encuentra una página que voy a copiar ín·
tegra: (1).
ALMA! DESPIERTA!
<En lo profundo de una hermosa noche )
(En lo profundo de la noche fria)
En lo profundo de la noche humbria (sic)
(Por entre incierta luz y negras sombras)
(Por entre negras sombras triste vago)
Por los desiertos temeroso vago.
(A ti busco, Silencio Universal)
En pos de ti, Silencio Universal
(Pues eres tú la luz del alma mía )
(Pues hallo en ti la luz del alma mía )
Pues eres tú la luz del alma mía
Cuando tú reinas, oigo del Creador
La inmensa voz en mi conciencia.
EL SITIO NATAL
Situación .....
(Más entiendo el silencio de los montes )
Más me dice el silencio de los montes
que el bullicio insensato de los hombres.
Del Magdalena en la anchurosa vega
(Acia el Poniente en la anchurosa vega)
Acia el Poniente; de la inmensa véga
Por cuyo seno el Magdalena avanza
Después de esta página sigue un borrador de
carta en inglés y otras cosas ajenas a la poesía.
No hay duda, como lo hizo notar don Daniel,
de que en este apunte tenemos el primer germen de la composición a la luna. Pero nótese
bien, aquí no aparece la luna. Aparece en toda
su claridad la idea emocionante del silencio, en
relación con la noche y los desiertos, en relación con la conciencia y en relación con el
Creador.
***
Cojamos el libro por el otro lado, y después
de muchos borradores en inglés y algunos en
castellano, encontramos esta interesantísima.
página, que la observación cuidadosa del libro
nos hace creer posterior a la ya citada:
Hay mu chas correcciones interlineares. Pongo entre paréntesis las redacciones primitivas, y en negrita
la definitiva.
(1)
Es media noche; y sólo me acompaña
(Una espll'ante luz en mi aposento)
Una espirante luz en mi retiro
Todo reposa, y por doquiera siento
(El abrazo tenaz con que el silenciO)
(Oprime la conciencia. Hora profunda!)
El misterioso abrazo del silencio
Que la conciencia oprime. Hora profunda!
Mas si la santa luz con que la IWla
Auyenta de la noche los horrores,
(Hacia el balcón me invita; cuán sublime)
(y cuán inspiradora se presenta )
Por el resquicio invade mi aposento
(Azorado de verme tal cual soy)
Sólo escucho que arando el tiempo va
por los inmensos campos del espíritu
y sólo miro que el hombre se sonríe
cuando semillas de virtud sembrara.
Mas ya la santa luz con que la IWla
Auyenta de la noche los horrol'es
por los resquicios mi aposento invade.
Después de esta página sigue otro borrador,
pronto interrumpido, con el título "La música
en Bogotá", y otras cosas.
En este segundo conato sí está ya en embrión
toda la composición a la luna. Y nótese que en
estos ensayos lo principal para Fallon era la
idea profundamen,te emocionante del silencio,
que como una terrible obsesión se apoderaba
de su espíritu en las altas horas de la noche.
La luz de la luna filtrada por las rendijas de su
" entana parece que le consuela y le atrae a
mirar al exterior. El poeta sigue el rayo de la
luna, huyendo de su honda y genuina inspiración, pero no halla descanso ni reposo hasta que
huye otra vez de la luna y torna a sumergirse
en sí mismo.
Cruzo perdido el vasto firmamento,
a sumergirme torno entre mí mismo,
y se pierde otra vez mi pensamiento
de mi propia existencia en el abismo.
* libro-borrador hay
En diversas partes*de* este
esbozos de unos Y otros fragmentos del canto
a la luna; en todos se puede ver cuán lentamente fue cuajando cada una de las partes de
la composición y cada una de sus estrofas en
el alma y en el lápiz del poeta.
En el primer bosquejo tiene por título
LA NOCHE
Sólo la primera estrofa aparece tal como la
conocemos. Siguen tres estrofas en que se describe la luna en el cielo, llenas de correccione.3,
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y de las cuales algo se encuentra en la redac-
ción definitiva. En seguida de esas tres, viene
la que yo considero famosa estrofa de las
ninfas:
En la mansión oculta de las hadas
En la, mágica gruta de las hadas
Hendiendo el bosque a penetrar alcanza
( y alumbra al son de linfas despeñadas)
y alumbra al pie de llofas despeñadas
Dc las ondinas la nocturna danza.
o estaba Fallon para músicas, como lo hemos visto hasta la saciedad, y por eso tachó
las palabras: al son y las corrigió con estas
otras: al pie.
y ahora viene lo más extraordinario. Este
primer proyecto de composición a la Noche, en
que no hay ni rastro de la parte filosófica y
elevada que ya conocemos, se va casi todo en
una lal'guísima pintura de la danza nocturna
de las ninfas.
Que esto era lo que el poeta se proponía, se
'-e claramente porque a partir de la estrofa
trascrita tiene esbozadas veintiuna estrofas
que tuvo cuidado de enumerar una por una.
Veámoslo. Copio sin omitir nada:
1
Raudo, puro, etc., etc.
2
y
con lánguido desmayo, etc.
3
Al remanso en que etc.
4
Sigue, sigue, etc.
5
Que bajo tus aguas mora
6
Mas al retozo del viento
7
(Ved la ondina, etc,)
Con sobresalto despierta
(A esta invasión repentina)
(1)
8
i En vano! El ramaje hendiendo
Entra la luz otro instante etc.
9
14
Y más veloces no mueve
Sus alas la tumineja
Que ella sus manos de nieve
Tejiendo la verde reja
15
Con planta ligera vuelve
Del chorrito hacia el cristal
y lo enrosca y desenvuelve
o lo tuerce en espiral
Siguen otra varias estrofas muy tachadas Y
sin numerar, y continúa:
16
Otra vez duerme tranquila
En lecho de lama y yedra
Dentro del cáliz de piedra
Que cerca en torno la pila
17
Todo es juego y movimiento
De sombras que se retiran,
y la luz, la hoja y el viento
En torno al remanso giran (1)
(Veis la ondina)
Por esta última frase tachada vemos que el
autor estaba todavía pensando en las ninfas
que halló en la noche en medio del bosque. Pero
como que iba divagando a rienda suelta, porque en los apuntes siguientes habla del sol poniente, y acaba con la siguiente estrofa que
tiene el número 21:
No hay ya sol! La noche umbría
No viene! ¿qué lumbre es esta?
¿Es el cadáver del día
Tibio aún? hora funesta
Los subrayados son de Fallon. Aquí se le
atravesó la inspiración contenida en esa bella
imagen: el cadáver de1 día, y se olvidó de sus
oudinas, y empezó a pulir la estrofa con la paciencia de un orfebre que a cincel labra el oro
fjno. De este último afortunado conato nació
la bella composición "Crepúsculo"; pero el canto a la "Noche" no cristalizó en esta ocasión (2).
* **
Muchas hojas más adelante vuelve a su tema
y empieza ya con más firme mano y con el
titulo "La Luna". Las dos primeras estrofas
sol1 las que conocemos, aunque no perfecta la
Ved la ondina etc.
10
Vedla; sus solos adornos
11
Del rocio de los prados
12
Cual vapor de la mañana
13
El cefiriJIo travieso
(1) Esta última frase no se ve bien si se refiere al
número 7 o al número 6.
(1) Esta última estrofa tiene muchas correcciones, tachadas y sin tachar.
(2) Comienza así la composición al crepúsculo:
No hay ya sol, ni es noche umbría ...
Esta lumbre no comprenda;
¿Es el cadáver del dla
Tibio aún, lo que estoy viendO?
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Sende.ros
segunda. Y después de ella siguen siete páginas de tanteos sin ningún resultado positivo.
Con admirable constancia vuelve otra vez a
la carga más adelante, y llena diez páginas de
estrofas, entre las cuales algunas están definitivas; otras muchas desaparecieron de la última redacción; otras están muy cambiadas.
Pero entre ellas hay algunas que nos intere~ n recoger porque confirman lo que hemos venido diciendo.
También en este tercer ensayo está muy al
principio la estrofa de las ondinas, lo mismo
que en el anterior:
En la mansión oculta de las hadas
Hendiendo el bosque a penetrar alcanza
y alumbra al pie de linfas despeñadas
De las ondinas la nocturna danza.
Debajo de esta estrofa hay una línea que
cruza de parte a parte el manuscrito, como indicando la resolución d~ no dejarse extraviar
esta vez por la presencia de las ninfas, y a continuación la siguiente interesantísima estrofa:
Bajo mis plantas incolora y yerta
Yace la tierra. Sólo el pensamiento
Bajo el imperio de tu luz despierta
(Para lanzarse al vasto firmamento)
(Yen el silencio busca su elemento)
( y sube audaz, de inspiración sediento)
(y la noche serena es su elemento)
+ Lleno de fe, de inspiración sediento
(Que es el silencio su nativo aliento)
De alta verdad, de inspiración sediento.
La cruz está puesta por Fallon, como indicando que esa variante era la que más le gustaba. La estrofa no se halla en la redacción final. Pero, i qué sugestiva la insistencia. con que
el poeta se proclama en ella sediento de inspir .lción! ¡Qué elocuent!l muestra del estado de su
:llm:1 en ese instante el llamar al silencio su
lemellto, y dar vuelta a la misma idea, diciendo que es el silencio su nativo aliento!
Añado a continuación algunas de las estrofas
que se encuentran en este esbozo y que desaparecieron en la redacción final. Todas ellas confirman más y más nuestros puntos de vista.
El sabio aquí se encuentra cara a cara
Con la verdad, vacila y es vencido,
Porque el silencio de la noche aclara
Lo que la voz del hombre ha oscurecido.
Hora solemne es ésta, hora bendita,
Hora en que el hombre solo, y sumergido
Dentro de su alma, con pavor medita
Lo que será, lo que es y lo que ha sido.
En este instante parece que los bosques, los
valles y los lagQs, la tierra entera, las nubes y
los astros escuchan alguna armonía que des¡ciende de las mal1lSiones superiores, para el oído
del mortal vedada.
Hora solemne! en éxtasis profundo
El universo sumergido yace
Y yo con él en el silencio me hundo
Con cuanto miro en misterioso enlace.
Por qué con luces, sombras y silencio
Del universo el templo se ata vía?
Es acaso la escena que presencio
La pompa funeral del muerto dla?
Para terminar, añado que en este libro no se
encuentran todos los borradores de la composición, ni mucho menos. Sólo de estrofas aislada puede seguirse aquí la lenta formación.
La composición tal como la conocemos, en su
absoluta perfección, dista tanto de los borradores como un hermoso monumento dista de
algunos de los bloques de mármol a medio la ..
brar que van a sen'ir para hacerlo.
Pero en lo que tenemos, hallamos abUl1dantemente confirmados los resultados de nuestro análisis sicológico. Completando nuestras
observaciones anteriores, podemos concluÍr que
en el alma de Fallon se encontraron juntas por
largo tiempo dos corrientes de inspiración, sin
encontrar expresión adecuada: la corriente más
hOllda era la emoción del silencio que le hacía
entrar dentro de sí mismo, escuchar la voz de
u conciencia y encontrarse cara a cara con la
presencia de Dios y con los grandes problema
(le la humanidad. Otra corriente más superficial, aunque relacionada con la primera, era el
sentimiento de la noche silenciosa. Una vez
intentó el poeta describir la noche, y no salió
con su intento, porque lo distrajo el espectáculo de las ondinas en el bosque. Otra
yez intentó circunscribir su canto a la luna, y
de~p1.1és de luchar mucho con la forma rebelde,
logró fijar muchas de sus impresiones, pero
con frialdad, sin verdadera inspiración. Pero de
repente la corriente primera hizo irrupción sobre la conciencia del vate, la inundó completamente, y nos dejó uno de los cantos líricos más
profundamente sentidos y más bellamente expresados con que cuenta la literatura universal.
FELIX RESTREPO, S. J.
Abril, 1934.
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