REFERENCIAS HISTORICAS Antes del siglo XVI la pequeña aldea que más tarde sería el ilustre sitio de San Lorenzo de El Escorial era desconocida por los habitantes de la Villa de Madrid, que a siete leguas de distancia avistaban la sierra como lugar inhóspito y desabrigado. Allí se asentaba, antes del siglo XVI, un lugar llamado El Escorial, que en palabras del Padre Fray José de Sigüenza: "Era miserable aldea donde moraban hombres y animales en común aposento". Fue el rey prudente, quien tras su victoria en Flandes contra el pérfido galo, un 10 de agosto de 1557, día de San Lorenzo, en los muros de San Quintín, eligió este lugar para erigir un mausoleo monumental, obra maestra del Renacimiento tardío, Patrimonio de la Humanidad y enaltecimiento de la Cristiandad. ¿Por qué escogió el Monarca este lugar para mostrar su gratitud a Dios tras el triunfo del Duque de Saboya? ¿Qué tenía esta tierra donde hoy se ubica nuestro Hospital para merecer tal distinción? Este arcano nunca se ha podido explicar. La advocación a San Lorenzo por una modesta victoria bélica, aún siendo la prístina del monarca, no parece razón suficiente para esta colosal empresa. La toma de una pequeña ciudad cercana a París, que ni siquiera sucumbió aquél diez de agosto sino dos semanas después, sin apenas consecuencias en el teatro europeo del siglo XVI, sorprendiendo al monarca cuando regresaba de Inglaterra, sólo fue la gesta heroica de un pueblo sitiado y una afrenta a Enrique II de Francia. Pese a todo, lo cierto es que tras cinco años de deliberación, asesorado por arquitectos, médicos y canteros, tras 20 años de obras y seis millones de ducados empeñados, en el año de la última sesión del Concilio de Trento, este Palacio de Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, Monasterio, Biblioteca y Mausoleo, "La Meca" de occidente, morada de la orden de San Jerónimo, moderna reconstrucción del antiguo templo de Salomón, tributo al Santo Mártir San Lorenzo cuya intercesión ante Dios fue prodigiosa para tal victoria, y cuyo sitio fue encontrado digno para albergar los restos mortales de los Reyes de España, constituyó el centro de poder más importante del mundo y el retiro del Rey más carismático de España, que en aquél tiempo era envidiada por imperios lejanos y cesantes, respetada por hostiles enemigos y temida por los impíos. También fue centro fundamental del saber renacentista: astronomía, matemáticas, botánica, geodesia, exégesis bíblica, química y medicina, y lugar de culto artístico de este Monarca austero y devoto bibliófilo humanista. En 1584 se puso la última piedra de esta morada eterna de los Habsburgo españoles, cúspide arquitectónica del Siglo de Oro,, sublimación del carácter de Felipe II que supervisó la edificación, aunque el Panteón lo completaron Felipe III y Felipe IV. En 1671, tras un incendio, fue reconstruido por Bartolomé Zumbido por mandato de Carlos II, a partir de la octava década del siglo XVIII, Juan de Villanueva se encargó de levantar la tercera Casa de Oficios, y la Casa de Infantes, proyectando también las llamadas Casitas de Arriba y de Abajo. Tras la expulsión de la orden Jerónima en 1837 el Monasterio es adscrito a los Monjes Agustinos en 1875. El lugar elegido para tal prodigio, y donde más tarde se ubicó nuestro Hospital, fue este recodo de la sierra, a media distancia entre Guisando y el Real de Manzanares, en el centro geográfico de la Península Ibérica, en el ámbito geográfico de las montañas de Guadarrama, en el Sistema Central, a sotavento de la sierra, protegida del cierzo y de las heladas que arrecian al otro lado de los montes, poblada de arroyos y rabiones desde las nieves de las cumbres y dominada por el pico Abantos que se eleva hasta los 1754 metros. Este bellísimo entorno está tapizado de roble melojo, de dehesas de fresnos que a medida que ascendemos hacia la montuosidad dejan paso al rebollo, majuelo, enebro y castaño; y ya en las laderas de Abantos encontramos pinares silvestres y negrales de suelo abierto, para culminar en las zonas más agrestes con un manto de piorno, jara y retama negra. Este paisaje vegetal salpicado con profusión por riveras y regajales de impetuoso torrente, está poblado por jabalíes, conejos, comadrejas, garduñas y gatos monteses; y en su firmamento vuelan rapaces como milanos reales y mochuelos, y párvulos como los estorninos. Con el tiempo la miserable aldea elegida como morada del solio se va transformando en una villa universal: el 18 de enero de 1563, por Real Cédula, el Rey prohíbe a los obreros del Monasterio su empadronamiento en El Escorial, y más tarde el mismo Felipe II disgrega el municipio de la jurisdicción segoviana a la que pertenecía para ulteriormente otorgarle el título de Villa el 3 de mayo de 1767. Carlos III autoriza la construcción de viviendas particulares en torno al Monasterio, alcanzando en aquél tiempo la cifra de mil vecinos, adquiriendo monta y consideración suficiente como para que le fuera otorgado gobernador en 1782; y en 1820 por la desamortización monástica del Trienio Constitucional, pasó a manos privadas todo el término municipal a excepción del Monasterio, la Herrería y las Casitas del Príncipe y del Infante. El día 26 de septiembre de 1836, por supresión de la jurisdicción especial, San Lorenzo consigue alcalde propio, y en 1887 pasa a ser Cabeza de Partido Judicial, abarcando 22 pueblos. Los albores de nuestro Hospital, en tiempos de Felipe II, se localizarían en las dependencias regias del Monasterio, donde la rudimentaria ciencia médica se cultivaba siguiendo la corriente europea y auspiciada de modo entusiasta por el monarca. En aquél tiempo, se sientan las bases ideológicas de la medicina moderna, de tal modo que las tesis Galénicas periclitan ante los avances de las ciencias básicas que aportan los conocimientos anatómicos y fisiológicos necesarios para superar la inercia medieval. El paisaje filosófico kantiano de la época expresado por él mismo en "atrévete a saber", empujaba al descubrimiento científico; así William Harvey aportó a la incrédula comunidad médica el hallazgo de la circulación sanguínea y Robert Boyle reveló la necesidad del aire para vivir. Pese a las dificultades para la realización de autopsias, los conocimientos anatómicos eran ya importantes: Leonardo da Vinci con sus 750 dibujos anatómicos, Andreas Vesalius con su "Estructura del Cuerpo Humano", al que la Inquisición le hizo abandonar su labor y refugiarse en la corte española, Miguel Servet con la descripción de la circulación menor y Andrea Cesalpino con su inventario del sistema circulatorio. La cirugía no presentaba un bagaje más allá del rudimento, "El Método para curar las heridas por arma de fuego" de Ambroise Paré, cuyas ideas fueron introducidas en España por el pucelano Dionisio Daza Chacón, asiduo visitante de El Escorial, preconizaba el saneamiento de las lisiaduras inicialmente con aceite hirviendo y más tarde con mixtura de yema de huevo, aceite de rosa y trementina, que junto a la incorporación de ligaduras en las amputaciones era lo más sofisticado de la época. Tal era el descrédito de la ciencia médica cristalizado en la Peste Negra, que hasta Shakespeare escribió "No te fíes de ningún médico, su antídoto es el veneno", y para Thomas Vicary sólo cuatro debían ser las cualidades de un cirujano: "que sea hábil, letrado, ingenioso y con buenos modales". Cuando Paracelso arrojó a la hoguera en plaza pública, los libros de Galeno y Avicena, exclamando "Los mejores médicos son los que hacen el menor daño posible, los hay que han aprendido tanto que se les ha borrado el sentido común y otros que se preocupan más de su propio beneficio que de la salud de sus pacientes..." se inicia una nueva era en la medicina, que culminaría en la Ilustración con Thomas Sydenham, el Hipócrates inglés, para el cual el saneamiento dependía de ameliorar la "fuerza vital" mediante remedios sencillos, tales como: tomar aire fresco, montar a caballo o beber cerveza. Es comprensible que en aquél tiempo la asistencia sanitaria fuera elemental incluso para el Rey más poderoso de la tierra, que disponía en las casas de la Lonja, alrededor del Monasterio, de modestísimos aposentos cercanos a priscales, donde melecineros y nosomantes trataban de paliar los padecimientos de la grey e incluso de lo áulico, con inciertos lenitivos. Apenas dos años después de la muerte de su padre, Felipe II concede la capitalidad de nuestra España a Madrid, embarcándose en la colosal empresa de mantener la hegemonía política en Europa y la defensa del catolicismo, lo cual unido a su desconfianza, férreo sentido del deber y obsesión por la justicia y la moral, atraería una recua interminable de consejos teológicos, confesores y burocracia desorbitada, que junto a los desmesurados gastos en las campañas bélicas, le supusieron grandes melancolías y tiempos de recogimiento: en el Monasterio durante los meses de verano, en los jardines de Aranjuez en mayo y en El Pardo en la temporada de caza de otoño. En su misantropía monacal cultivó las ciencias y las artes, sabedor de que la salud dependía de austeros condumios, paseos al sol, oraciones vespertinas y alimentar el espíritu leyendo a Garcilaso, Fray Luis de León y San Juan de la Cruz. Pese a las victorias de Lepanto contra los turcos y de Alcántara frente a los portugueses, la derrota de Utrecht con la pérdida de los Países Bajos, la consolidación del anglicanismo con Isabel I pese al baluarte de los Jesuitas, y el descalabro de La Armada Invencible a manos de la emergente supremacía Inglesa, apastragó el ánimo y la salud del pío monarca. Viudo de sus cuatro esposas, a los 71 años de edad, con seis de sus ocho hijos muertos, enterrados en las pequeñas tumbas del Monasterio, sin poder superar la muerte de su amada hija Catalina Micaela y de Diego, su heredero, que le dejaba al enteco Felipe como sucesor, fallece el día trece de septiembre de 1598, escuchando desde su cámara el cántico de la misa que se celebraba en el Altar Mayor del Monasterio y musitando el nombre de su hija mayor, Isabel Clara Eugnia. Nuestra localidad dejó de ser morada real, ya que Felipe III instauró temporalmente la corte en Valladolid en 1600, para establecerse definitivamente en Madrid en 1606, desde donde el indolente misticismo e incapacidad de los monarcas de la dinastía de los Habsburgo españoles fomentaron el nepotismo, el despilfarro y el abandono de las labores de gobierno que nos llevaron a la bancarrota de 1627 y al ocaso de la hegemonía española en Europa, piélago de desastres nacionales que nos sumieron en un pesimismo y desencanto afortunadamente sublimado de modo genial en nuestro Siglo de Oro. Como de costumbre, el desarrollo filosófico y científico hemos de buscarlo fuera de nuestras fronteras con el racionalismo, el empirismo y el método científico de Bacon, Descartes o Newton. Carlos III, hijo del primer Borbón, Felipe V, y bisnieto de Luis XIV, acomete las reformas económicas y estructurales previas a la revolución industrial, y con su despotismo ilustrado impulsó la reforma agraria y la libertad de comercio; pero también perpetró la expulsión de los Jesuitas en 1767 y padeció la revuelta de Esquilache , sustituido por Floridablanca, longevo secretario de estado cuyo nombre lleva una importante calle de nuestra localidad, San Lorenzo de El Escorial. Fue Carlos III quien promovió la construcción del Hospital San Carlos, en pleno casco urbano del pueblo de San Lorenzo, para salubridad de los trabajadores y obreros de las viviendas que se construían en el Municipio, encargando la obra a Juan Esteban, entre 1771 y 1774, el cual erigió un modesto nosocomio de cuarenta camas dotado de dignas instalaciones para la práctica del neogalenismo. Se puede considerar entre los primeros hospitales de Europa, construidos alrededor de 1760 fundamentalmente en Gran Bretaña, donde posteriormente el parlamento autorizó la construcción de enfermerías especiales, precedente inmediato del sistema de sanidad pública, que se extendería ulteriormente a Europa, mientras que en Estados Unidos se auspiciaba la sanidad privada con los hospitales de Philadelphia y Nueva York. Eran los tiempos en que prodigaban en Europa los anatomistas: Scarpa, Morgagni, Hunter; surgían los microscopistas: Leeuwenhoek, Hooke, Havers; triunfaban los fisiólogos como Harvey y se imponía la yatromecánica derivada de la filosofía cartesiana y la nueva nosología de Sydenham y Boerhaave. La medicina se organizaba en academias como la Royal Society de Londres, el Lincei de Roma y la Acádemie Royale des Sciences de París. En España, Carlos III funda el Real Colegio de Cirujanos de Madrid, presidido por el malogrado Gimbernat, y la Facultad de Medicina de Madrid surge de la unión del Real Colegio de Cirugía de san Carlos y el Real Estudio de Medicina Práctica del Hospital General. Los cirujanos lograron obtener el mismo estatus que los médicos, experimentando un progreso técnico vertiginoso con innovaciones permanentes: Petit con su torniquete de amputación, Cheldesen con su litotomía vesicular, Amyad con la primera apendicectomía en 1736, Larrey con la técnica de la amputación y la organización de la asistencia en las campañas napo1eónicas; el tratamiento de las fracturas y heridas graves por Dessault. Pott, Petit y Chopart, y fundamentalmente los hermanos Hunter, padres de la cirugía experimental: William, el obstetra conservador y John el anatomista intrépido; todos ellos elevaron la cirugía a la categoría de ciencia y arte. Poco sabemos de la actividad que se desarrollaba en nuestro serático Hospital San Carlos, al parecer sus escasos galenos se afanaban en la atención a parturientas, cuidados de malatería, trataban padecimientos fímicos, abstergimiento de heridas, y aplicaban a los hospitalizados rudimentos de pantiatría. Se dice que en nuestro modesto Hospital fue atendido Dumouriez, general francés inicialmente prosélito a la Revolución Francesa y posteriormente defeccionado, que en su retiro forzoso por deshonor nunca relicto, debió de visitar en algún momento nuestra honorable villa. Mientras George Washington es elegido primer presidente de los Estados Unidos tras lograr la independencia de las trece colonias sobre Gran Bretaña, en Europa el declive de nuestra España da paso a la hegemonía gala, donde se proclama en 1789 la Asamblea Nacional en París, Luís XVI es ejecutado, Robespierre instaura el terror blanco jacobino hasta ser sacrificado y Napoleón inicia su etapa imperial en 1804. El día 27 de octubre de 1807 El Escorial fue mudo testigo de la conspiración de Fernando VII, instigado por Napoleón, contra su padre, el rey Carlos IV, y su secretario de estado Godoy, denostados tras las derrotas de cabo San Vicente y Trafalgar, que culminaron con el perdón y el destierro de los insurgentes, triunfadores, más tarde, en el motín de Aranjuez de 1808 y con el blasón de la derogación de las Cortes de Cádiz en 1814. En nuestra regia villa, las reformas sucesivas del edificio nosocomial San Carlos de San Lorenzo de El Escorial, las desarrollaría Juan de Villanueva, turbadas por el huracán que asoló a la ciudad, y financiadas por las representaciones teatrales del Coliseo y las corridas de toros, eventos de gran relevancia en la época y que suponían la llegada de gentes de pueblos vecinos y de la mismísima capital. En 1801 se amplía la sala principal, donde se atenderían las consecuencias de la tuberculosis y las epidemias de viruela y cólera de aquél tiempo. Aún no se disponía de los conocimientos que más tarde nos aportarían Pasteur y Koch en 1876, iniciando la era de la inmunización, por lo que a pesar de la terapia lenitiva, la ignorancia etiológica suponía una elevada mortandad. Se comienzan a aplicar los nuevos criterios de antisepsia de Semmelweis y Lister, disminuyendo la mortalidad puerperal y evitando la amputación en fracturas abiertas, con una mortalidad del 50%, mediante el simple lavado de manos con una solución de cloruro de calcio y la utilización del ácido fénico respectivamente. Para un cirujano de la época, operar deprisa entre sangre y pus era motivo de prestigio, se recogía sin pudor el instrumental que caía al suelo, su atuendo quirúrgico consistía en una levita que no se lavaba jamás, con un bolsillo donde se portaban las ligaduras a base de cordón de tralla y posteriormente hilo de seda y tripa (el catgut de Lister), el campo operatorio se limpiaba con esponjas sucias y las heridas no se suturaban, por lo que la curación supurativa por segunda intención era la norma, cubriéndose con hilas extraídas de restos de tela de lino y de las compresas empleadas en otras intervenciones, de tal modo que una mastectomía simple suponía tres meses de supuración con riesgo vital. En la era postlisteriana se perfeccionaron los antisépticos y se logró la asepsia con el autoclave de Bergmann en 1886 y el uso de los guantes de goma de Halsted en 1890. Como ya esbozara Doyen en aquellos tiempos, no sólo se salvaron vidas sino que también se mejoró la deficitaria higiene personal del hombre decimonónico que trasladaba su inmundicia a la sala de operaciones. Pero para el espaldarazo definitivo de la cirugía aún harían falta dos logros: conocimiento suficiente de la fisiopatología médica y vencer el dolor. Claude Bernard en 1865 se embarcó en la primera de estas empresas con su "Introducción al Estudio de la medicina experimental" estudiando, mediante vivisección, la homeostasis y el metabolismo, y Virchowen 1855, apoyado en la celularidad de Schawnn, desarrolló su patología celular, estableciendo las bases científicas de la terapéutica quirúrgica, que evitarían desastres tales como los de la cirugía tiroidea de Kocher. El 16 de octubre de 1846 en el Massachussets General Hospital, Morton consigue la primera anestesia formal mediante éter en la exéresis de un tumor cervical y en 1884 Koller emplea la cocaína como anestésico local; era el inicio de la cirugía moderna. Aunque tarde, estos conocimientos llegaron a nuestro país, y así hasta en nuestro humilde Hospital se realizaron cirugías abdominales y de miembros aplicando la antisepsia y la narcosis con éter y cloroformo. En la España decimonónica, se suceden las guerras carlistas hasta que Isabel II accede al trono a la muerte de su padre, Mendizábal desamortiza los bienes eclesiásticos y se suceden gobiernos inestables hasta la proclamación de la Primera República en 1873, la coronación de Alfonso XII en 1875, y la debacle nacional de 1898. Alemania proclama el II Reich, Italia se unifica en 1860, abolicionistas y sureños litigan en la Confederación estadounidense en 1861 y Marx y Engels publican su Manifiesto Comunista en el seno de la sociedad industrial creando los primeros sindicatos de clase. El asesinato del heredero al trono imperial en Sarajevo fue el detonante de la Primera Guerra mundial mientras el romanticismo se abre camino en Europa con Goya, Beethoven, Schubert, Chopin, Larra, Bécquer, Stendhal, Dickens, Clarín, y Galdós; sentimientos que cristalizarían incluso en la atención médica que dando esto patente con la fundación de la Cruz Roja en 1864. La titularidad de nuestro Hospital San Carlos, tras el destronamiento de Isabel II, pasa al Municipio, que consigue fondos suficientes para rehabilitarlo, tanto de las consuetudinarias corridas de toros y representaciones teatrales, como del presupuesto municipal dependiente de los impuestos. En sus salas, se comenzaban a aplicar los modernos conocimientos en antisepsia y los saberes básicos de patología médica de Virchow, pero en el botiquín sólo se disponía de un puñado de remedios específicos contra algunas infecciones: quinina contra la malaria, mercurio contra la sífilis, ipecacuana contra la disentería amebiana y antitoxinas contra la difteria y el tétanos. No se disponía en nuestro país de las prístinas vacunas que ya funcionaban en Estados Unidos y la especialización médica que ya se instauraba en Norteamérica hacia 1890, era casi desconocida en Europa, salvo en Gran Bretaña. La Johns Hopkins de Baltimore se erigió como la mejor escuela de medicina del mundo, con profesores corno Halsted y Osler, exigiéndose para su ingreso un certificado de bachillerato de un buen colegio y tener conocimientos de francés y alemán, mientras que esto no sucedía ni por asomo en el resto de facultades de Norteamérica y Europa, notoriamente inferiores, circunstancia que sólo se invirtió en Estados Unidos tras el informe Flexner de 1910. Fue Halsted el precursor del sistema de residencia para la formación de especialistas tal como lo concebimos actualmente, recogiendo las enseñanzas Langebeck y de Billroth en Berlín, de tal modo que un médico interno de la Johns Hopkins tardaba 8 años en formarse como cirujano jefe. El instrumental quirúrgico hace que la sala de operaciones se parezca cada vez más a un quirófano: pincería, sondas y drenajes de Nelaton y Mikulicz, apósitos y vendajes de Velpeau, mesas operatorias de Trendelenburg, la mascarilla de Mikulicz, los guantes de goma de Halsted o la cámara de baja presión de Sauerbruch y Bauer. La transfusión de sangre deja de ser una quimera con Landsteiner en 1900, los injertos, trasplantes y anastomosis vasculares con Carrel en 1914, el método de Friedrich para las heridas anfractuosas en 1898, los vendajes enyesados importados de la medicina árabe por Mathijsen en 1852, la osteosíntesis de las fracturas por Lambotte, Lane y Sherman en 1912, la cirugía abdominal y laríngea con Billroth en 1881, la cirugía tiroidea con Kocher en 1872, la cirugía herniaria y mamaria con Halsted en 1892, la colecistectomía con Lagenbusch en 1882, la nefrectomía con Simon en 1869, la craneotomía con Broca en 1861, la cirugía esofágica con Torek en 1913, la neurocirugía con Cushing en 1900... En 1889 las monjas del convento de San Francisco fundan el Sto Mary Hospital en Rochester, Minnesota, al que amuran dos hermanos, Charles y Hill, que aplicando los criterios de la Hopkins hicieron de esta clínica perdida en el salvaje oeste, un centro de referencia internacional: la Clínica Mayo. Alfonso XIII es coronado rey de España en 1901, asume el golpe de estado de Primo de Rivera en el 23, y se exilia a Roma tras la victoria republicana en las elecciones municipales de 1931, instaurándose la 2ª República. Mientras estos avatares suceden en nuestra patria, en 1933 Hitler se niega al pago de las indemnizaciones impuestas a Alemania y decide su salida de la Sociedad de Naciones; triunfa la Revolución Bolchevique; cae el Imperio Otomano; sucede la Gran Depresión del 29 en Wall Street paliada por Rooselvet; Mussolini implanta el nazismo en Italia y Alemania invade Polonia en el 39. Paralelamente, la actividad científica toma rumbos de frenética actividad: Landsteiner en Viena descubre los antígenos responsables de los grupos sanguíneos; Paul Ehrlich y Gerhard Domagk inician la quimioterapia con el salvarsán antiluético y el prontosil precursor de las sulfamidas; Harvey Cushing, de la John Hopkins, inicia la endocrinología; Banting y Best en la universidad de Toronto descubren la insulina; Chamberland, discípulo de Koch, inicia la virología; Richet descubre la anafilaxia; en 1901 se construye el primer hospital maternal en Edimburgo; en 1908 Freud organiza el primer congreso internacional de psicoanálisis; Casimir Funk, estudiando el beriberi, acuña el término vitamina; Einthoven publica su primer galvanómetro cardiográfico; Carrel inicia el cultivo tisular; los Curie en 1903 reciben el premio Nobel; Fleming descubre la penicilina en el 28 pero no se generaliza su uso hasta 1943. Pese a todo, un 25% de las tropas europeas combatientes en la Primera Guerra Mundial fueron retiradas del frente debido a la sífilis y a la gonorrea; más de un millar de soldados murieron por la "fiebre de la trinchera" o tifus exantemático, tétanos y disentería amebiana; y la pandemia de gripe de 1918 se llevó a veinte millones de personas en todo el mundo, tres veces más que la contienda bélica mundial. La "gripe española" así llamada por el tremendo impacto que tuvo en nuestro país, dejó sentir su mortal zarpazo en nuestra ciudad, saturando el hospital de procesos neumónicos y viriasis letales, que se añadían a la escrofulosis que desde el siglo XVII diezmaba a la población a pesar de los incipientes esfuerzos de Koch, culminados con el descubrimiento de la estreptomicina en 1940 Desde 1920, el tratamiento de la tuberculosis en el sanatorio consistía en el neumotórax iatrogénico y la toracoplastia, penosos lenitivos de avenamiento germicida, dedicando a tal fin nosocomios monográficos como el precursor directo de nuestro actual centro: “Hospital Monografico de las Enfermedades del Tórax” y entidades tales como el “Patronato Nacional Antituberculoso”, del que dependía. En 1942, el economista Beveridge en Inglaterra establece en su informe un sistema de asistencia médica gratuita que culminaría con las reformas de Bevan, en el sistema ecuménico de seguridad social que sería adoptado más tarde por buena parte de los países europeos. En España, tras el golpe de estado socialista y nacionalista catalán en contra de la legítima victoria de la derecha de Lerroux en las elecciones del 33, el Frente Popular gana los comicios del 36 y vuelve Azaña al gobierno, hasta el levantamiento del 17 de julio que culmina el1 de abril de 1939 cuando Franco declara su victoria tras tomar los últimos núcleos de resistencia republicana. En 1940 capitula Francia ante Alemania, que bombardea Inglaterra, se extiende por el norte de África con Rommel y entra en los Balcanes, pero el letal invierno de Stalingrado y la participación de los Estados Unidos en la ofensiva, diezmaron las aspiraciones nazistas, que desaparecen en 1945 tras el suicidio del deleznable sátrapa. Yalta y San Francisco con Rooselvelt, Churchill y Stalin son el precedente inmediato de la creación de la ONU, con sede en Nueva York desde el 52, y en 1948 se crea la OMS. Vertiginosos acontecimientos sociopolíticos que no detienen el progreso y la creciente tecnificación médica; así los progresos sanitarios se hacen tangibles: la esperanza de vida en 1910 era de 49 años para los hombres y de 53 años para las mujeres, mientras que en el 39, se alcanzaba la edad de 61 años para los varones y 65 años para las mujeres. Nuestro Hospital, depauperado, desolado y asueto por los avatares bélicos y la inedia de la penuria nacional, es rescatado de su estado de zahúrda en 1940 para ser destinado a Centro secundario de Higiene para indigentes y ancianos, así como viviendas para monjas y enfermeras. En 1943, año en el que se logra el primer riñón artificial, iniciándose la era de la hemodiálisis, Doña Carmen Polo es nombrada Alcaldesa Honoraria del real Sitio de San Lorenzo por lo que el Hospital cambia su denominación por la de "Hospital de La Alcaldesa". En estos años 30 y 40, se inventa el endoscopio flexible, la primera neumeonectomía en el 33, se descubre en el ADN la base estructural de la vida, Waksman aísla la estreptomicina en el 35 superando las limitaciones de la penicilina y las sulfamidas, iniciando así la erradicación de la tuberculosis; se incorpora la cortisona al arsenal terapéutico convencional, se desarrolla el cateterismo vascular, se introducen las sales de litio para los trastornos maníacos, en el 39 aparece en Alemania el primer informe que vincula el hábito de fumar con el cáncer de pulmón; comienza el empleo de los concentrados de hematíes como técnica de transfusión en el 42, en el 44 se emplea la penicilina por primera vez en España, se aísla la hormona de crecimiento en el 45, se aísla la vitamina B12 en el 48 y Blalock establece las claves del shock. Mientras la guerra fría, el muro de Berlín, la guerra de Vietnam, la rebelión castrista en Cuba, el movimiento hippie y la descolonización de África y Asia ocupan el horizonte sociopolítico en los años 50 y 60, la aparición de la ecografía, el primer trasplante renal y la primera prótesis de cadera de Judet en el 50 que culmina con la artroplastia de baja fricción de Charnley en el 60, el escandaloso informe sexual de Kinsey en el 52, la utilización del paracetamol en el 53, el corazón mecánico, la primera sustitución valvular y la primera intervención a corazón abierto en el 54, el uso del Haloperidol en psiquiatría, la radioterapia con bomba de cobalto, el primer trasplante de médula y el primer marcapasos en el 58, el desarrollo de los betabloqueantes y los fármacos antileucémicos, el tratamiento del Parkinson con dopamina y el desastre de la Talidomida en el 61, el descubrimiento del interferón y la vacuna de Sabin en el 62, el primer trasplante de pulmón y el primer reimplante de una mano en el 63, el metabolismo de los lípidos en el 64, el primer trasplante de corazón, el primer bypass y la tomografía de Hounsfield en el 67, la gestación de los servicios de urgencia urbanos en España en el 68 y la fecundación in vitro en el 69, son una addenda de eventos médicos destacados en materia médica durante este periodo. En el 75 muere Franco y Juan Carlos I es nombrado Jefe del Estado, en el 76 abandonamos el Sahara occidental, en el 77 celebramos nuestras primeras elecciones democráticas, en el 78 comienza su apostolado Juan pablo II y aprobamos una nueva constitución, en el 82 es elegido el primer gobierno socialista de la democracia, en el 85 somos admitidos como miembros de la Comunidad Económica Europea mientras Reagan y Gorbachov ponen fin a la guerra fría, en el 86 entramos en la OTAN, en el 89 cae el muro de Berlín, la guerra de Bosnia en el 92, Maastricht en el 92, el Banco Central Europeo en el 98 Y el dispendioso y delusor euro en el 2002, son una ringlera ejemplificadora del frenesí de recientes acontecimientos que aún nos sobrecogen por su inmediatez. Entre tanto, en lo tocante a ciencia médica, en los 70 se impulsan los enfoques holísticos de la medicina, el 71 se descubren las prostaglandinas y el acetilsalicílico descubierto en la corteza de sauce blanco en 1758, pasa a ser el primer antiinflamatorio no esteroideo; se dispone del Tamoxifeno para el cáncer de mama, en el 73 se descubren las endorfinas, en el 74 se desarrolla la vacuna de la hepatitis B, en el 76 Selye incorpora a la medicina el término stress, el 9 de diciembre de 1979 la OMS proclama la erradicación de la viruela tras una campaña de 13 años de vacunaciones; en los 80 se vincula el colesterol a las vasculopatías y se incorpora la litotricia, en el 84 se identifica el VIH, en el 87 se instaura la mamografía como método de diagnóstico precoz, se produce la eclosión de las terapias alternativas y heterodoxas, comienza el empleo de la Metadona para deshabituación de heroinómanos en el 88 Y se crea la Organización Nacional de Transplantes en el 89. En aquellos años 70, nuestro Hospital va a experimentar una modernización notable, de tal modo que entre 1974 y 76 se reforma en profundidad y funciona como hospital local, dotado de diversas especialidades y asistencia médico-quirúrgica, siendo ya el precedente inmediato de nuestro actual centro. Era conocido popularmente como "La Alcaldesa", ubicado en pleno centro del pueblo, accesible, familiar y estimado por los vecinos, en el albor de los tiempos donde el médico tenía consideración de tal y aún era ajeno al declive en su monta y estima social, al baldón crematístico y al parvífico trato político-administrativo. Aquellos médicos, enfermeras y personal auxiliar supieron hacer frente a las carencias de un centro pequeño e infradotado que sin embargo tenía la responsabilidad de la atención médica de la zona y la denominación de Hospital. Merecen mención destacada los Dres.: Wangüemert, Aramburu, Torronteras, González Herraez, Herreros, Gómez Martín y García, por su dedicación, enjundia y saber hacer. Buena parte de estos grandes profesionales se incorporarían más tarde al actual Hospital, proyecto sanatorio fímico encantadoramente anacrónico en su arquitectura, ubicado en la periferia de la villa, a la loma del pico Abantos, atisbando el Monasterio y dominando desde Valmayor hasta donde el horizonte alcanza Madrid. Así es, nuestro actual Hospital está muy ligado a la reciente historia de la tuberculosis, puesto que desde su origen, a finales de los años 50, era un centro puntero destinado a tal fin: "Hospital Monográfico de la Enfermedades del Tórax" dependiente del "Patronato Nacional Antituberculoso", donde en tiempos más recientes, un grupo de aventajados neumólogos: Dres. Bueno, Valle, Sibón, Soguero, Úbeda y Gómez, hacía frente a los valetudinarios neumópatas al amparo del aire puro y del sanativo sol del Guadarrama. Antes de los años 70, las elevadas cantidades de estreptomicina necesarias para sanar el mal fímico y la escrófula pulmonar suponían un menoscabo renal y auditivo intolerable, al tiempo que el bacilo generaba resistencias, por 10 que se introdujeron nuevos fármacos como el paraaminosalicílico de Lehmann y las sales hidrazidas del ácido isonicotínico, constituyendo panoplias combinadas de farmacopea que lograron mejorías del 30% tras administraciones alongadas, pudiendo instaurarse ambulatoriamente desde el año 73, incluso en el mal de Port, y procediendo a la mutilante cirugía de la lobectomía, la toracoplastia y el neumotórax yatrógeno en los casos evolucionados, que en nuestro ancestro hospitalario era realizada entre otros por el inefable Marqués de Villaverde, el Dr. Martínez Bordiu. En este piélago de interminables terapias, dilatados internamientos e inquietantes avenamientos quirúrgicos, no era infrecuente que el paciente, muchas veces de condición humilde y desarraigada, experimentase efugios de pánico y escapadas venusíacas para huir de la lipemanía. En el año 95 comienza la singladura de nuestro actual Hospital, al reformarse el proyecto centro antituberculoso y transformarse en un Hospital Comarcal, al cual amuraron jóvenes médicos, enfermeras y personal auxiliar que se añadieron a los procedentes de La Alcaldesa, centro que tras un periodo de clausura y reforma funciona desde 1996 como Centro de Atención Primaria y desde 2004 dispone en su planta superior de un Centro de especialidades, el Centro San Carlos, dependiente del Hospital. Lejos quedan aquellos tiempos del año 95, en los que el entusiasmo, la plenitud de quimeras y el ímpetu sañudo deflagraban pasión, trabajo y denuedo. Eran tiempos de brega, de buscar barlovento, de partirse el entrecuesto, de impetrar pertrechos con ebúrnea convicción en la aventura. Así se elevó notoriamente la calidad asistencial de nuestra zona de influencia sanitaria y el reconocimiento de los profesionales de este Centro, equiparándose a áreas de salud vecinas con mayor dotación técnica. Pero poco se nos daba para hacer acopio de fuerzas y continuar, y sólo más esfuerzo compensaba esta draconiana carencia de un centro que nació incongruentemente parvo para la empresa que se le encomendaba. Tiempos agrestes, zozobras e incertidumbres sobre el futuro y viabilidad del proyecto, acidia y sedicencia de los avatares políticos, son circunstancias capaces de apastragar la voluntad más sólida, que parecen aclararse y dejar atisbar tenues rayos de sol en el horizonte con un plan director en marcha que aunque tarde nos llega al menos como lenitivo ilusionante. Nuestro Hospital está en el lugar que eligió el Rey más poderoso de la tierra, dominando la villa desde la falda del monte con su serática y sobria arquitectura, mirando fijamente al Monasterio al que parece velar con su majestuosa figura, resistiendo el paso del tiempo con bizarría y entereza. Llenemos las sentinas de nuestras almas con aire fresco de la sierra al avistarlo al final de la carretera; ese es nuestro Hospital, que aun siendo pequeño llena nuestras almas y así se hace más grande; y que está donde debe estar, donde muchos otros querrían estar, dentro de nuestro corazón. Dr. Javier Anchuela