Sobre el asunto de los tipos de investigación

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Sobre el asunto de los tipos de investigación
SOBRE EL ASUNTO DE LOS TIPOS DE
INVESTIGACIÓN
Alberto González
En el mundo actual las investigaciones académicas gozan de un
prestigio inusitado, parecieran situarse en el eje central desde donde
parten diferentes senderos imbifurcables por los cuales transita
la validez del conocimiento, quien, en continuo movimiento sobre
la recta descripta, busca convertirse en el sostén de todo intento
por conocer, además, ansioso de una validación para ser aceptado
dentro del seno de las distintas entidades académicas en donde
aspiran morar o constituirse en saberes académicos referenciales
obligatorios o darle a sus postuladores ese hálito que los hermane
con autores infaltables por refrendadores de hazañas postulantes y
acumulaciones citativas, tipo Edgar Morin.
Ese desplazarse por diferentes vías en perenne peregrinaje, implica
el afrontar a un conjunto de riesgos acechantes y, algunos, de
inusitadas tiranías coercitivas quienes, cuan románticos asaltantes
de molinos, armados de inquebrables lanzas en ristre, a semejanza
del persistente epistemólogo del saber popular y para más señas
manchego, acometiendo con alevosos infundios, sustentando en
Recibido: 13/01/2009
ARJÉ
Aceptado: 05/04/2009
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“principios de rigor”, la valoración de todos los actos implicados
en el quehacer de aquel que asume el reto de investigar: son en sí,
la horda de conocientes castrantes, castigadores de las impudicias
demostrativas y desafiantes de aquellos no sometidos a las
imposiciones del indagar positivo.
Ante la posición de la “implacable justicia validante” de los trabajos
de investigación, existe la imperante obligación de convocar a la
providencia de todos las divinidades oficiales y no oficiales, oficiantes
o no, investidas o desvestidas del ropaje arrogante de aquellos que
todo lo conocen y por tanto, conspicuos concurrentes a cuantos saraos
académicos se promocionen en un universo pletórico de estrellas
del discernimiento epistémico y arroparse con su égida, muchas
veces raída por el uso constante realizado por aquellos tutoreados
vasallos, inicuos mortales, obligados a la aprobación dadivosa de
los inmaculados rectores del saber científico envueltos en papel
pergamino con letras fileteadas al oro y avalados por la docta sapiencia
adquirida tras profundas disquisiciones en conciliábulos decadentes.
Es por lo antes expuesto que, algunos veladores del saber adscrito a la
ciencia, estiman necesario otorgar valores preponderantes a ciertos
tipos de investigaciones en desmedro de otras, obcecados, tal vez,
por el supuesto rigor que amerita el conducir la exploración a través
de ciertas áreas consideradas científicas y por tanto, agrestes para el
común de los proteóricos mortales, quienes, ante tamaña aventura,
precisan de la creación y aplicación de algunas herramientas
metafóricas, como invalorables ilusiones corpóreas, en cuyo suponer
se fundan las posibilidades de alcanzar los objetivos propuestos,
asumen la impartición de adjetivales juicios, provistos solamente
de sus criterios pero sin un fundamento sólido donde sustentar su
apreciación.
El otorgamiento de valores supone un acto de responsabilidad
individual, totalmente subjetivo y en consecuencia, ideológicamente
motivado, es decir, como rasgo conferido, el valor asignado no
pertenece al objeto, pertenece a la escala subjetiva de valores del
individuo y al universo impuesto que lo trasciende y lo obliga a
discriminar dentro de un gran juego taxonómico, en el cual, lo
citado no son atributos inherentes al objeto sino señas desplegadas
como reflejos del patrón mental transubstanciado por la opacidad
del cristal esgrimido para el mirar; por lo tanto, las consecuencias de
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las valoraciones en el campo investigativo no concuerdan con el ser
en sí de la investigación.
De hecho, todo acto investigativo estima una elección en la que
se involucran uno o más individuos con la finalidad de establecer
en un ejercicio riguroso y dentro de un conjunto de hechos
prácticos, fundados en un quehacer metodológico, la factibilidad
de materializar un producto certificado en un área específica del
conocer y la novedad del conocimiento resultante; es en relación
con la producción de ese conocer cuando se emiten valoraciones
concernientes a la función del cometido, cargando al acto de un peso
prejuicial extra, transgresor de la dinámica de la experiencia y que la
fronteriza, coartando así, la libre expansión y relación como preciso
acontecer de todo suceso investigativo.
Es de hacer notar que, en cuanto a la singularidad del objeto de
la investigación, éste deviene constituido como “objeto total” a
partir de su conversión de conjunto teórico a estado de concreción
posible, a través de la síntesis constructiva tras la formulación del
problema, es decir, todo objeto de investigación se constituye como
tal en el momento de su formulación, siendo hasta ese instante una
entidad susceptible a posibles añadiduras o a sustracciones con el
fin de otorgarle precisión limitativa y en consecuencia, facilitar el
manejo del mismo desde posiciones metodológicas distintas y con
instrumentos o herramientas, también distintas, concurrentes en
la obtención de un producto óptimo.
Es a partir de ese hacer constructivo del objeto de investigación
donde algunos actos metodológicos adquieren ciertas valoraciones
circunscritas a universos discursivos particulares de “autoridades en
el campo del saber científico” que, posteriormente, se transforman
en verdaderos mitos; es el caso de la discriminación contrastiva entre
las investigaciones denominadas de “campo” y las denominadas
“documentales” que a menudo, se suscitan en las entidades educativas
venezolanas cuando, por imposiciones legales, los alumnos aspirantes
a títulos de tercer y cuarto nivel se ven en la obligación de realizar
investigaciones académicas con la finalidad de demostrar, en conjunto,
el reflejo práctico del saber adquirido y acumulado durante la carrera.
A lo anterior expuesto, hay que añadir que la mitificación del acto
investigativo en sí es un hecho infundado, ya que no existe ninguna
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muestra garante donde se sustente el discurso constrictor, aunque,
como señala Padrón (2008):
El asunto de los tipos de investigaciones una de esas esferas
en las que hace falta que la metodología intervenga acertada y
eficientemente, pero no como un mero ejercicio taxonómico,
sino bajo la intención de establecer pautas para que el tesista
sepa dónde ubicarse a la hora de planificar y ejecutar su trabajo.
En efecto, para quien realiza un trabajo cualquiera es esencial
que tenga claro qué tipo de decisión está tomando con respecto
a las múltiples posibilidades y según distintos criterios.
Se entiende, por lo expuesto anteriormente, que el hecho investigativo
y su práctica se circunscriben estrictamente a un ámbito particular
y delimitado, cartografiado minuciosamente desde estructuras
metodológicas y en función de la aplicación de un método confeccionado
con y desde el rigor de las teorías, además, el conocimiento pleno y la
responsabilidad con el cual se asume el evento, entrevé el manejo de
reglas precisas que organizan el hacer y lo conducen con habilidad
hasta la obtención de los objetivos planteados, a la vez que, estimulan la
fundamentación y el blindaje del proceso general tal como se presenta.
Como se evidencia en los párrafos anteriores, cuando se asume el
investigar se asume la realización de un acto pleno en el cual los
juicios de valores no tienen cabida pues, el fin perseguido carece en
sí de justiprecio y, a lo más que se aspira es a la dación de un producto
óptimo, acompañado de un conocimiento novedoso, por tanto, el
constructo y sus partes no subirían ni bajarían los peldaños de la
escalada ideológica, ni un tipo de investigación estaría en situación
de privilegio con respecto a otro; además, todo discurso valorativo
evidencia un desconocimiento total de los fines de la enunciación
metodológica al suponer que la investigación denominada “de
campo” tendría más valor que una denominada “documental”
Leamos lo que dice Padrón (2008) al respecto:
Pero, en cambio, el criterio de agrupación de las investigaciones
del tipo documental y de campo no tiene nada que ver con la
naturaleza del producto final ni con las intenciones globales de
trabajo sino con la fuente de los datos.
En lo presentado supra, se señala que ninguno de los dos tipos de
acción investigativa nombrados, tendrían incidencia sobre el logro
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del producto y por tanto su valor incidental en la acción sería nulo,
mientras tanto su papel se limitaría a exponer el tipo de instrumento
o herramienta de las que ha de valerse el investigador en el momento
de la recolección de los datos, es decir, “el cómo lo hará y el con qué lo
hará” y, cuando acuda a la fuente en procura de los datos será cuando
determine el tipo de la investigación a realizar (si acude al “campo”
con una serie de instrumentos a recolectar de “fuentes vivas” los
datos que supone tendrán relevancia en el hecho a realizar o, por
el contrario, realizará arqueos en distintas y diferentes fuentes
textuales, bibliográficas o documentales con el fin de extraer de sus
análisis los datos que faciliten el logro de los objetivos propuestos).
Aunque lo expuesto anteriormente debería acabar con los afanes
de mitificar las acciones emprendidas por los investigadores en los
diferentes campos donde su acción se refleje, no es menos cierto que
esas esperanzas, centradas en el cese de las valoraciones infundadas,
tardan en fructificar pues, la tendencia a desplegar sombras sobre
lo que simplifica es práctica habitual en el retorcido mundo de los
saberes académicos y, más aún, cuando de su transmisión (de los
saberes académicos) se trate; ahora bien, además de los tipos de
investigación citados en párrafos precedentes, existen otros áreas
de aplicación metodológica en las cuales las mitificaciones hacen
estragos, como lo expone Padrón (2008) en su señalamiento acerca
de no ser sólo las investigaciones “documentales” y las “de campo”
las sometidas a tales valoraciones, sino que sucede lo mismo con las
denominadas “experimentales” y “cuasi-experimentales”, olvidando
los tasadores académicos la limitación de ambas pues, sólo tienen
justificada presencia en “la clase del recurso de comprobación de
datos”, es decir, su inherencia se ciñe estrictamente a la observación
acerca de “qué cosas” se valdrá el investigador para comprobar los
datos, teniendo certeza, además, que dicho acto no incidirá en el
logro de su producto final.
Así mismo, podemos encontrar, según Padrón (2008), investigaciones
en las que se juntan diferentes tipologías como es el caso de una
investigación “tanto descriptiva como explicativa que al mismo tiempo
sean también documentales o de campo y que al mismo tiempo sean
también experimentales o cuasi-experimentales o no experimentales”
sin que dicha mezcla influya en los resultados obtenidos; mas, a
sabiendas del posible desconcierto que la unión de distintos tipos de
investigaciones de naturalezas diferentes y concurrentes sobre un
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mismo plano de la realidad investigada, podría ocasionar en los juicios
apreciativos, fundados sobre pareceres ortodoxos, los investigadores
se arrogan la responsabilidad de la ejecución del acto pleno en un
hacer exploratorio productor, a buen resguardo de los discursos
mitificadores y en procura de ensanchar el conocimiento con la suma
del nuevo saber obtenido como resultado del hecho.
Podemos concluir señalando que, en la constitución del acto investigativo
prevalece la responsabilidad de quien asume su práctica a plenitud de
conciencia, teniendo como fin la consecución de un producto óptimo
que le permita retribuir a la comunidad en general, un conocimiento
novedoso, posible de enriquecer el saber académico existente; mas, para
el alcance de dicho logro, debe obviar los juicios de valores que sobre el
hecho de la investigación son postulados desde posiciones monológicas
y conservadoras, infundadas, sin argumentos sólidos ni convincentes,
por el solo placer del deber cumplido al producir ruidos obstructivos
que desdigan del fin productor por no ajustarse a una escala de valores
maniqueos, propios de reductores universos ideológicos.
REFERENCIAS
Camacho, H. y Fontaines, A. (2001). Análisis de Tópicos en Manuales
de Metodología de la Investigación. Maracaibo. LUZ.
Castilla del Pino, C. (2000). Teoría de los sentimientos. Barcelona:
Tusquets Editores.
Echeverría, J. (1985). Consideraciones sobre una Semiología de la
Ciencia en Crítica. XVII: 51, págs. 71-96.
Padrón G, J. (2008). Acerca de las investigaciones llamadas
“exploratorias”. Revista de filosofía y socio política de la
educación Teré. Barquisimeto. Año 4. Número 7, págs. 5-13.
Enero/Junio- 2008.
Alberto González: Doctor en Literatura Española e
hispanoamericana. Profesor de Postgrado. Escritor e
Investigador. tiunamale@gmail.com
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