Las Olimpiadas Alvaro Bracamonte Sierra El próximo viernes los chinos tendrán su Olimpiada, el máximo evento deportivo del mundo. Más de 10 mil atletas de 205 países se reunirán buscando la gloria y la recompensa a su esfuerzo. Que sea en China no es una casualidad; es una de las economías más dinámicas del mundo. El PIB ha crecido por encima del 8% en los últimos 25 años permitiendo elevar la calidad de vida de sus más de mil 300 millones de habitantes. En ese cuarto de siglo China se convirtió en la fábrica del mundo. Sus productos intensivos en mano de obra saturan los mercados mundiales: Nadie escapa a la fuerza competitiva de esa gran nación. Muchos aseguran que China será la primera potencia económica del mundo en un par de décadas. Desplazará a Estados Unidos, a Japón y desde luego a las más robustas economías europeas. Por ello, no deja de ser interesante que las Olimpiadas se celebren justo en el país que se considera en gran medida responsable de la inestabilidad que registra la economía mundial: Con la adquisición de grandes cantidades de materias primas y alimentos ha generado un tremendo desequilibrio en la oferta y la demanda de casi todos los commodities. Los chinos están desafiando la hegemonía estadounidense. Es un desafío parecido al que supusieron las poderosas economías japonesa y alemana en la década de los ochenta. Ante la debilidad de la economía de la Unión Americana, la de China parece perfilada a ser el ancla estabilizadora mundial. Son los chinos los que están inyectando grandes cantidades de recursos a los bancos y entidades financieras de Estados Unidos y Europa afectadas por la crisis inmobiliaria; son los chinos los responsables de que la economía mundial no registre mayores presiones inflacionarias como sería lo natural considerando los altos precios de los energéticos y los alimentos. Los precios bajos de las manufacturas de China compensan los incrementos de la gasolina y los granos. Por estos y otros factores el papel de los chinos resulta imprescindible para entender el desempeño económico internacional. Las Olimpiadas son el mejor escaparate para mostrar esos avances. Por ello los Juegos Olímpicos de Beijing vendrán acompañados por una fuerte dosis de objetivos políticos e ideológicos. En general así han sido estas competencias. El mismísimo Hitler los aprovechó para hacer propaganda de la superioridad aria. El Gobierno mexicano los usó para diluir la mala imagen que proyectaba tras la masacre de estudiantes, previa a la inauguración de los juegos celebrados en nuestro País. Para las autoridades chinas será la plataforma perfecta para reducir el desprestigio que tienen ante la opinión pública internacional. Efectivamente, no se distinguen por ejercer a plenitud algunos de los derechos humanos básicos, especialmente los políticos. Es un régimen político autoritario: No se realizan elecciones como las que se desarrollan en Occidente y muchas de las libertades ciudadanas están restringidas. Sólo recuérdense los tristes acontecimientos derivados de la represión contra los jóvenes universitarios perpetrada en la Plaza de Tiananmen; las autoridades chinas no negociaron absolutamente nada en ese diferendo y decidieron superar el mal momento mediante el uso de la violencia. Lo mismo ha ocurrido con los monjes tibetanos quienes buscan la autonomía de su región. Sin duda, es una paradoja la coexistencia del centralismo y férreo control político con el gradual avance de la economía de mercado: Pero esto, que parece una contradicción, es, a juicio de los expertos, la causa del florecimiento económico de ese gigantesco país. El rediseño institucional que dio cauce al ejercicio pleno de las libertades económicas no habría sido posible si no se contara con el tipo de régimen imperante. Hay preocupación entre los especialistas que analizan la evolución china; temen que en otras naciones se asuma que la prosperidad económica va de la mano con la cancelación de las libertades políticas. La aceptación de esta conclusión es uno de los temas de mayor discusión en los espacios académicos. Todo esto estará en la mesa de debates durante los 17 días que durará la justa deportiva. Claro que no serán las autoridades chinas las únicas en aprovechar los triunfos de los atletas. No hay que sorprenderse de que Calderón se ponga la camiseta verde si acaso algún miembro de la reducida delegación mexicana alcanza la gloria olímpica. Si Paola Espinosa, Rommel Pacheco, el marchista, o el boxeador, cumplen con los pronósticos, prepárese para ver uno de los montajes más utilizados en la política nacional: Colgarse los logros individuales para sostener que son el fruto del decidido apoyo de las autoridades. No se sorprenda tampoco si esos mismos gladiadores son aprovechados para intentar superar la maltrecha situación que padecen los partidos políticos de cara a los comicios de 2009. Veremos. Por lo pronto, presenciemos con gusto los juegos veraniegos y seamos testigos del liderazgo deportivo chino y el derrumbe de la hegemonía estadounidense.