CONFERENCIA Mairena en la Edad Moderna

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PANORAMA DE LA VILLA DE MAIRENA DEL ALCOR EN LA EDAD MODERNA
José Manuel Navarro Domínguez
Doctor en Historia
El marco temporal de este estudio, grosso modo, viene definido por los siglos XVI, XVII y XVIII,
que constituyen el periodo conocido como Edad Moderna. Difícil resultaría escoger unas fechas que
lo delimitasen con mayor precisión marcando el fin del mundo medieval o el inicio de la Edad
Contemporánea en nuestra localidad. La historia discurre en un complejo continuo al que los
historiadores nos empeñamos en poner etiquetas y fronteras que delimiten las etapas en un intento
de comprender mejor los fenómenos y cambios ocurridos en el pasado.
A efectos meramente didácticos podría sugerirse para su inicio la fecha de 1492, con la muerte de
Rodrigo Ponce de León, o 1500 con la breve estancia de los Reyes Católicos en Mairena; y para
finalizarla podría sugerirse 1808, con el estallido de la Guerra de la Independencia. Tan adecuadas y
discutibles resultan estas como muchas otras pues en ambos casos las estructuras se prolongan en el
tiempo y las formas de vida se muestran muy similares a uno y otro lado del punto temporal
escogido.
Se trata de un periodo del que poseemos poca información, pues ha recibido menor atención que
otros por parte de historiadores, eruditos y aficionados al estudio del pasado. Salvo algunos aspectos
puntuales sobre la vida religiosa, especialmente de las hermandades, algunos datos sobre la
delincuencia y la vida de algunos personajes, y algún estudio sobre la economía, poca es la
información que hasta el momento se ha publicado y carecemos de una visión más o menos
completa, siquiera somera, de tan amplio periodo de nuestra historia. Y contrariamente a lo que esta
escasa atención pudiera hacer pensar, esta época resultó ser clave en el proceso de definición de la
villa como entidad rural con esencia propia, con la aparición o consolidación de sus más claros
signos de identidad como pueblo.
El afianzamiento de un modelo rentable de explotación económica de un territorio coherente,
garantizó su estabilidad y la afianzó como villa con entidad propia, alejándola del trágico destino de
decadencia de las cercanas Gandul o Guadajoz. El desarrollo de la economía local hacia la
especialización en cereal y aceite, marginando otros aprovechamientos, apoyó el crecimiento
decidido de la localidad, tanto en su apartado demográfico como en su estructura urbana. La
aparición de una elite local capaz de tomar las riendas del poder municipal facilitó la afirmación de
la identidad municipal frente al señorío feudal al que debía su creación como entidad independiente.
Todo ello vino marcado por la aparición de ciertos rasgos de identidad como el desarrollo de
hermandades y cultos peculiares diferenciadores como El Cristo de Cárcel; la reorganización de la
feria de abril, combinando armoniosamente mercado y fiesta, creando un modelo imitado en toda la
Baja Andalucía; y, aunque los testimonios para ello sean vagos, nos atreveríamos a afirmar que a
fines de este periodo también hunde sus raíces el nacimiento del arte flamenco en nuestra tierra.
El análisis forzosamente ha de ser superficial dado el limitado tiempo de que se dispone para
exponer las conclusiones de un largo trabajo. Nos limitaremos a ofrecer una visión general del
periodo, exponiendo sus rasgos principales, con carácter más descriptivo que analítico, desgranando
todos los aspectos aludidos anteriormente, visión que podrá ser completada con la consulta del texto
de la ponencia en las correspondientes actas.
Analizaremos el proceso de definición del esquema de poblamiento de la comarca, reduciéndose
las entidades de población desapareciendo Gandul y Guadajoz, consolidando las dos aldeas
señoriales y apuntando el crecimiento de Alcalá, y como logró Mairena consolidarse como villa con
entidad propia. La villa aprovechó el crecimiento experimentado en el s. XVI por Sevilla
incardinándose en su cinturón agrario de abastecimiento. Mairena duplicó su población pasando de
700 a 1.400 habitantes durante el siglo y aunque la crisis del XVII la afectó, volvió a recuperar el
ritmo de expansión en el s. XVIII alcanzando a fines de siglo los 2.700 habitantes. Contribuyó a
esta mejoría el desarrollo de la agricultura, especialmente el cereal y el olivo, reduciéndose el vino y
la ganadería a elementos secundarios, y la formación de un cinturón de huertas, forjando un
panorama que, salvo la mecanización y la introducción del girasol, ha permanecido hasta
prácticamente nuestros días. La construcción de 4 molinos harineros y varias haciendas, la
ampliación de la feria, a la que se añaden los derechos de la de Guadajoz, y la mejora de la red de
caminos en la comarca, facilitaron la salida de sus productos, especialmente la venta de pan en
Sevilla.
En este proceso de crecimiento se trazaron las líneas de expansión del casco urbano desde el alcor
inicial en dirección a Sevilla siguiendo el camino real y configurando el entramado del núcleo
central del actual casco urbano, asentado en la vaguada erosionada por la fuente Gorda. Sus
veneros fueron ampliamente aprovechados para abastecer casas y huertas en los alcores.
El carácter señorial y el control por los duques de amplias partes del término, impidió la aparición
de una poderosa oligarquía terrateniente y dificultó el desarrollo de grupos medios. La mayor parte
de la población eran modestos campesinos, aunque durante este periodo comienzan a destacar
algunos labradores, medianos propietarios, hortelanos y artesanos. El principal factor de control de
la vida local, las propiedades tierras y rentas, ejercían un peso considerable en la economía de la
villa, aunque el gran crecimiento de la casa ducal y su vinculación a la Corte, alejó la atención de
los señores, dejando mayor campo de maniobra a la élite local.
Durante todo este periodo gobernaba Mairena un corregidor, nombrado por el duque de Arcos,
junto a un cabildo formado por dos alcaldes, dos regidores, dos jurados, un mayordomo y el
alguacil mayor, todos ellos nombrados también por el duque. El crecimiento de las instituciones
municipales y la reducción de la dependencia del señor, fue consolidando su entidad pública como
villa con cierta autonomía, superando la condición de mera aldea señorial. El ayuntamiento
controlaba los precios de los productos, administraba el fondo de propios, repartía la carga de las
contribuciones reales y regulaba el pósito y su reserva para entregar alimento a los jornaleros en
paro y a los pobres en invierno, cuando el pan se encarecía. Mairena contaba con un médico, un
maestro, un boticario y dos alguaciles, que bastaban para vigilar la villa.
Al igual que en el resto de Andalucía, el periodo barroco marcó especialmente la forma de entender
la religiosidad hasta el punto de que buena parte de las instituciones y ceremonias religiosas
existentes actualmente siguen siendo, en esencia, barrocas. El cuadro de El Cristo de la Cárcel,
cuyo culto está documentado desde mediados del s. XVII, cuando se construyó la capilla en la
cárcel de la villa. La imagen por su singularidad, se ha convertido, con el paso del tiempo, en un
icono de identidad de la localidad.
Con todo ello cabe plantearse la Edad Moderna en Mairena, vista en la distancia del tiempo, como
un periodo de lenta pero constante transformación durante el que la localidad fue definiendo sus
estructuras hasta consolidarse como una villa del cinturón rural de Sevilla con personalidad propia.
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