Lecciones de los Maestros

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LA HOJA VOLANDERA
RESPONSABLE SERGIO MONTES GARCÍA
Correo electrónico sergiomontesgarcia@yahoo.com.mx
En Internet www.lahojavolandera.com.mx
LECCIONES DE LOS MAESTROS
George Steiner
1929George Steiner (de origen vienés, nació
en París) estudió en la Universidad de
Oxford donde se doctoró en Filosofía y Literatura y ha sido profesor de las universidades de Stanford, Princeton y Nueva
York. En el año 2001 fue galardonado
con el premio Príncipe de Asturias de
Comunicación y Humanidades. De su extensa producción destacan, entre otras
obras: Lenguaje y silencio (1958), Nostalgia de lo absoluto (1974), Pasión
intacta y Gramática de la creación
(Ambas de 1996) y Lecciones de los
Maestros (2004). En esta última, compuesta por la serie de conferencias que el
autor dictó en la Universidad de Harvard
en los años 2001 y 2002, el profesor Steiner se cuestiona la legitimidad de la profesión de enseñar y ofrece interesantes
respuestas a interrogantes tales como:
¿Qué es lo que confiere a un hombre o a
una mujer el poder para enseñar a otro
ser humano? ¿Dónde está la fuente de su
autoridad? ¿Cuáles son los principales tipos de respuesta de los educados? Aquí
recogemos un fragmento de esta obra.
Los profesores helenísticos admitían mujeres
en sus conferencias y simposios. Fiel a su fuente
judaica, el cristianismo las excluyó. No obstante,
el tema del Maestro de más edad y la joven discípula pervive. La resaca erótica nunca está muy
lejos. Molière satiriza los designios pedagógicos
de Arnolfo en L’école des femmes [La escuela de
las mujeres]. Inés ha sido educada en “honesta y
casta ignorancia”. Tiene que ser una dócil novicia
en su ibseniana casa de muñecas. Él busca cera
maleable para sus manos paternalistas. El programa avanza mal, como era previsible. Despertada por el cortejo del galante Horacio, Inés resulta ser demasiado astuta. Arnolfo, que conoce
su propio “espíritu enfermo”, queda en ridículo.
Como tantas veces en Molière, hay una vena
sádica justo debajo de la risa.
Dos veces, en la historia de la filosofía y de la
literatura, la relación del Maestro con una mujer
joven toca una fibra importante.
Pedro el Venerable atestigua que la fama de
Eloísa por su saber, por su agudeza intelectual, es
anterior a sus estudios con Abelardo. Éste la describe como per abundantiam litterarum suprema.
Pero su pedagogía, incluso cuando se convierte
en pasión, puede ser dura. La Historia calamitatum es inequívoca: alude al castigo corporal, cuya
sexualidad debió ser evidente. Lou Andreas-Salomé disfraza este hecho en la célebre fotografía
que la presenta agitando un látigo sobre Nietzche
y Reé, uncidos al carro de ella. Eloísa: «Yo
obedecía ciegamente todos sus mandamientos».
Con Ovidio como «intertexto», la llama del deseo
se transformó en amor. Cada lección del Trivium
del saber escolástico tiene su filo de éxtasis.
Abelardo tiene cuarenta y tantos años, su discípula dieciocho en la época de su matrimonio
clandestino. Su unión es excepcional no sólo por
la pasión sino también por el rango intelectual y
la ambición teológico-filosófica de ambos. Entre
los escasos Padres de la Iglesia que tienen bajo
su dirección a discípulas y acólitas estaba Jerónimo. Sus epístolas a Marcela inspirarán a Abelardo y a Eloísa.
Después de la catástrofe, fue Eloísa la que
resultó ser más fuerte y perseverante que su
amado Maestro. Aunque sus vidas están ahora
desgarradas, lo obliga a seguir siendo su director
espiritual y el de la comunidad de monjas que
ella ha fundado. Como consecuencia, las cartas,
hasta donde podemos verificar su autenticidad,
constituyen un intercambio sin paralelo: en ellas,
Abril 10 de 2013
los análisis ya argumentos ético-doctrinales llevan sobre sí el peso del dolor de un amor maldito. Sorprendentemente, es Pope, de los innumerables escritores y artistas que vuelven sobre la
historia, aquel cuya visión es más profunda. No
menos que en Middlemarch, hay ecos miltonianos en «Eloisa to Abelard» (1717). A pesar de sus
votos, Eloísa «aún no me ha olvidado del todo».
Ella recuerda el eros del discipulazgo: «De labios
como aquéllos, ¿qué precepto podía no conmover?». Se unen la pérdida intelectual y la del corazón: «¡Ideas tanto tiempo amadas, adoradas, a
todas, adiós!».
Heidegger estaba empapado, como hemos visto, en la teología y la lógica medievales. Considero improbable que no pensara en el precedente
de Abelardo y Eloísa cuando se embarcó en su
relación con su joven alumna Hannah en 1925.
En algunos momentos, su correspondencia, que
con una sombría interrupción se extenderá hasta
1975, puede ser situada al lado de su antecesora.
«El que tú te convirtieras en alumna mía y yo en
tu profesor no es más que la circunstancia de lo
que nos ha ocurrido». El 27 de febrero de 1925
escribe Heidegger a Hannah: « Me ha golpeado lo
demoníaco». Juntos han experimentado una noche de «transfiguración» (Verklärung). La tesis
de Arendt sobre el concepto de amor en san
Agustín en un comentario sobre la exposición
heideggeriana de De gratia et libero arbitrio de
Agustín y, al mismo tiempo, una autobiografía
encubierta. El profesor se sentía amenazado social y académicamente como Abelardo. Se imponía la clandestinidad. Una lámpara en la ventana
si era posible una cita; un arenoso hotel en la lí-
nea del ferrocarril, que permitía a Heidegger
llegar y marcharse estrictamente solo. «Burlona
ninfa de los bosques», le dice el Maestro. Sigue
una esplendorosa misiva sobre la necesidad de
jubilosa energía y no de pedante gravedad
(Ernst) en el alma de una joven erudita. En el
transcurso del extático otoño de 1925, Heidegger
guía los estudios de Arendt, en especial de teología y escatología paulinas. ¡Qué tutorías debieron
ser aquellas! «¿Has trabajado asiduamente para
Bultmann?» (Bultmann era compañero e interlocutor de Heidegger en Marburg.) Ella tenía que
leer y releer a Kant como preparación para el seminario de Heidegger. El Maestro se regocija de
la dienende Freude de la discípula. La expresión
es difícil de traducir: la suya es una «alegría servidora», una alegría en el servicio. Precisamente
la de Eloísa.
Arendt rompió las relaciones sexuales en
enero de 1926. Abandonará Marburg y se convertirá en alumna de doctorado de Jaspers con el
fin de evitar el escándalo. La carta de renuncia de
Heidegger, fechada el 10 de enero de ese año, es
amarga: con su partida, sus alumnos son gente
triste y «volverán los días fríos y solitarios». «Te
amo como el primer día», le escribe Heidegger en
abril de 1928. «El camino que me has mostrado
es más largo y arduo de lo que creía. Requiere
una vida entera». El Maestro cita a Elizabeth
Barrett Browning: «Y si Dios lo quisiera/ aún te
amaré más después de la muerte». Terminada la
guerra, Hannah Arendt buscó a Heidegger, caído
en desgracia. Se convirtió en su infatigable agente en el mundo angloamericano, la empresa de
sus traducciones y su discutido renombre.
Fuente: George Steiner, Lecciones de los Maestros, traducción por María Condor, FCE-Ediciones Siruela, México, 2004,
pp. 86-89.
PROFESOR, consulta la HV en Internet. En este número:
De los profesores: “Algunas cuestiones de carácter general en torno
a la ortografía” (Última parte) por María del Pilar Cerdeira Hernández.
De los estudiantes: “Deseos carnales, mandatos de Dios” por Claudia Martínez.
De la HV: “Necesidad de la educación” por Juan Jacobo Rousseau.
LA HOJA VOLANDERA
Felicita a su amiga y colaboradora
BEATRIZ ZALCE
por haber obtenido el
Premio Nacional de Periodismo 2013
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