Africa ante el reto de la mundialización: el enfoque de los sindicatos Educación Obrera 2001/2 Número 123 Indice Editorial V Las mujeres africanas en primera línea, por Mamounata Cissé y Natacha David 1 Panorama de la integración regional en Africa, por Mohammed Mwamadzingo 8 El desafío del sector no estructurado, por Emile Delvaux 15 Un nuevo enfoque del ajuste, por Lawrence Egulu 21 Mundialización, democratización y condicionalidades a geometría variable, por François Misser 27 SIDA: prevención y cócteles de medicamentos, sin contraindicaciones para el Sur, por Jacky Delorme 33 Mejorar la situación de Africa en el campo de la informática, por Marc Bélanger 37 La repercusión de la mundialización en Africa y la respuesta sindical: el caso de Sudáfrica, por Shermain Mannah 42 Prensa africana y mundialización: el cambio sin fin, por Jean-Paul Marthoz 50 La fuga de cerebros, por André Linard 55 III Editorial E l mercado mundial dejó a Africa en el olvido y los efectos nocivos de la mundialización parecen haberse concentrado en ese continente que, con sus 780 millones de habitantes, representa la décima parte de la población del planeta. La pobreza, la desigualdad, la exclusión, la discriminación, la guerra y las enfermedades se sumaron a los caprichos del clima. No todos los problemas de Africa se deben a la furia de los fenómenos naturales sino, con frecuencia, a la intervención humana. Los programas de ajuste estructural, concebidos por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, no se limitaron a demostrar su ineficacia para combatir la pobreza sino que la acentuaron. Se redujeron drásticamente los presupuestos nacionales de salud y educación, arrastrando a la mayoría de la población a verse privada del acceso a los servicios públicos esenciales. Millones de personas fueron relegadas a la precariedad de la economía no estructurada, privadas de protección social y obligadas a vivir, o más acertadamente, a sobrevivir, con sus escasísimos ingresos. En los intentos por estabilizar las economías en decadencia, estuvieron cruelmente ausentes los criterios sociales básicos. Peor aún, se disminuyeron las disposiciones de las legislaciones laborales, que debían brindar un mínimo de protección a los trabajadores y trabajadoras y a sus familias. Proliferaron las zonas francas de exportación, a menudo en detrimento de las normas internacionales del trabajo y de los derechos sociales conquistados con mucho esfuerzo. El sistema de partidos únicos y otros regímenes no democráticos dejaron en herencia una deuda externa colosal que no solamente amenaza a las generaciones futuras sino que tampoco benefició nunca a las poblaciones locales. La epidemia de VIH/SIDA también asestó un duro golpe al continente africano. Si bien la pobreza es uno de los factores de la propagación de la enfermedad, la prevención, la atención médica y los tratamientos para las víctimas dependen, en gran medida, de las medidas políticas, económicas y sociales que deberían figurar entre las principales prioridades de la comunidad internacional. Todo este panorama constituye una triste realidad. Africa fue durante demasiado tiempo un continente olvidado y un campo de batalla donde se disputan intereses que sobrepasan sus fronteras. Allí donde los recursos naturales fueron saqueados, la ayuda al desarrollo se redujo a casi nada mientras que el desarrollo se detuvo. No obstante, se perfila otra Africa, orientada hacia el futuro y obstinada por forjarse un futuro mejor. Las organizaciones sindicales forman parte de ese futuro y durante las próximas generaciones serán las principales protagonistas de su construcción. Mucho se ha dicho sobre los males y desdichas de Africa. Educación Obrera decidió darles, en el presente número, otro enfoque. Africa, rica en recursos, tanto humanos como V naturales, dispone de mercados potenciales y de un camino incipiente a la democracia. ¿Cómo se puede aprovechar mejor ese capital para responder a los desafíos de la mundialización? ¿Cómo se puede lograr que la mundialización beneficie a los ciudadanos, y qué contribución pueden aportar a ese proceso las organizaciones sindicales? Las respuestas a muchos de esos interrogantes se hallarán en este número, pese a que no pretende ser exhaustivo. Africa está abocada a llevar a cabo dicha tarea. En esta edición se rinde un tributo especial a las mujeres africanas que, con ayuda de los sindicatos y de otros sectores de la sociedad civil, están en la vanguardia de la lucha por un continente africano próspero cimentado en el crecimiento, el desarrollo duradero, la democracia y el respeto de los derechos humanos y sindicales. A pesar de numerosos obstáculos de carácter económico, cultural, institucional y, a veces, incluso físico, las mujeres africanas se organizan y luchan. El porvenir del continente dependerá, en gran medida, de la contribución de las mujeres y del lugar que ocupen en la construcción del futuro. La experiencia demostró asimismo que la economía no estructurada ya no está fuera del alcance del movimiento sindical. Los esfuerzos de los sindicatos y de otras organizaciones, respaldados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y por su Oficina de Actividades para los Trabajadores (ACTRAV), han comenzado a dar sus frutos. Los trabajadores y trabajadoras de la economía no estructurada gozan, cada vez más, de posibilidades para hacer escuchar sus voces y conseguir mejorar su suerte. Están en marcha diversos procesos de integración regional que podrían constituir puntas de lanza para permitir obtener finalmente logros sociales y mercados mundiales. Los sindicatos, al tiempo que refuerzan su presencia a escala nacional, deben desempeñar un papel particular destinado a que la integración económica se traduzca en la mejora de las condiciones de vida y de trabajo. La brecha digital también se puede colmar, no de un día para el otro, por cierto, pero sí como objetivo a medio plazo, intentando desarrollar tecnologías concebidas por africanos para los africanos y compatibles con la red mundial. Los procesos de democratización permiten entrever un entorno político más favorable mientras que la democracia se afianza sólidamente en una serie de países. Al igual que ocurrió con el movimiento sindical, los medios de comunicación recuperaron la libertad que les permite convertirse en actores independientes y contribuir al progreso y a los debates. No obstante, el éxito de esta nueva Africa dependerá de la atención que tenga a bien acordarle la comunidad internacional. Las tímidas iniciativas de reducción o condonación de la deuda de los países más pobres se deberían replantear de manera mucho más generosa, conforme a las sugerencias del movimiento sindical internacional. La ayuda para luchar contra el VIH/SIDA, incluido el acceso a los tratamientos médicos y el respaldo de los esfuerzos de prevención a nivel local, adquiere el carácter indispensable y de urgente. La ayuda al desarrollo debe destinarse de nuevo a Africa, haciendo hincapié en los aspectos de buena gestión, democracia y respeto de los derechos humanos y sindicales, principios que garantizan la llegada de la ayuda allí donde las necesidades son más acuciantes. Las inversiones en infraestructuras y en agricultura se han de considerar prioritarias. Además, las instituciones financieras internacionales deben ser fieles a su propio compromiso de consultar a los actores locales, incluidos los sindicatos, de elaborar, poner en práctica y controlar los programas de ajuste. VI A los gobiernos africanos, a los empleadores y a los sindicatos les corresponde desempeñar un papel fundamental en la promoción de un clima susceptible de conducir al crecimiento, la justicia social y la democracia en Africa. El diálogo social debe pasar a ser el principal pilar de la nueva Africa. Deberá permitir que se forme un amplio consenso en torno a políticas concentradas en el mejor de los recursos africanos: su población misma. La salud, la educación y el desarrollo social son problemas que se deben enfrentar ya. Constituyen, además, la mejor inversión para un continente africano próspero. Manuel Simón Velasco Director Oficina de Actividades para los Trabajadores (OIT) Un especial agradecimiento va dirigido a los representantes de la Oficina de Actividades para los Trabajadores (ACTRAV) en el terreno, Ibrahim Mayaki (Abidján), John Fallah (Addis Abeba), Francisco Monteiro (Dakar), Mohammed Mwamadzingo (Harare), y a Abdoulaye Diallo y Ditiro Saleshando (responsables de las oficinas africanas en ACTRAV, en Ginebra) por su valiosa aportación en la identificación de las materias abordadas en el presente número, así como a los autores, por su contribución personal en la concepción del mismo. VII Las mujeres africanas en primera línea Los abrumadores problemas a los que se enfrentan las mujeres africanas revisten un marcado carácter económico, social, cultural, institucional, jurídico o físico. Pese a estos obstáculos, que podrían originar una pasividad dictada por la imagen en la cual la tradición quisiera encerrarlas, las mujeres africanas demuestran un destacado dinamismo y una denodada combatividad. Mamounata Cissé Secretaria General Adjunta Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres Natacha David Redactora en jefe de El mundo sindical Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres T radicionalmente, las mujeres africanas no tienen cabida en la vida ciudadana como no sea el de ciudadanas de segunda clase. Las leyes y las costumbres les impiden, más que a los hombres, acceder a los medios de producción (tierra y créditos), a la educación, formación, información y atención médica que les permitiría desempeñar un papel en la economía y en la sociedad en general. Es común que no conozcan ni siquiera sus derechos legales ni que los reclamen. Diariamente se someten bajo el peso de una repartición absolutamente desigual de las responsabilidades domésticas y familiares. Dentro de los hogares, y también en las escuelas, en los lugares de trabajo, en la calle y en todos los ámbitos de la sociedad, las mujeres africanas a menudo sufren violencia física, sexual y psicológica. En la mayoría de los países africanos, esa violencia basada en el género origina conceptos sociales, religiosos y culturales otorgando a los hombres una condición superior a la de la mujer, confiriéndoles el monopolio de todas las fuentes de poder. Las deficiencias de la enseñanza Las discriminaciones que sufren las mujeres condicionan desde la más tierna edad la percepción que tienen de sí mismas y sus perspectivas de futuro. Se las encasilla en una imagen desvalorizada, basada en la dependencia, el sometimiento y la subordinación a los hombres. En las sociedades africanas tradicionales, una mujer no existe realmente sino que es algo parecido a una sombra. En muchos países africanos, las chicas reciben menos comida que sus hermanos, se las obliga a trabajar más duramente y tienen menor acceso a la enseñanza y a la atención médica. Mientras que en todas las regiones del mundo la enseñanza primaria registró adelantos durante las últimas décadas, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP) deploraba, en un informe publicado el año pasado1, «la disminución de la escolarización en Africa debida a precios demasiado elevados para los padres y a la disminución de la calidad de la enseñanza». En Africa subsahariana, solamente el 60 por ciento de los niños termina la escuela primaria. Este déficit de 1 formación golpea de lleno a las futuras mujeres ya que, en 22 países africanos, el índice de escolaridad de las chicas es un 80 por ciento inferior al de los varones. «La educación, en particular de las mujeres, repercute aún más en la mortalidad de los bebés y niños de corta edad que los efectos combinados del aumento de los ingresos, la mejora de los sistemas sanitarios y el empleo en el sector moderno», recuerda muy atinadamente el FNUAP. Botswana, Kenya y Zimbabwe, países con los niveles más altos de escolaridad femenina del Africa subsahariana, son también los que tienen menores índices de mortalidad infantil. En lo que se refiere al plano laboral, las mujeres africanas quedan confinadas, frecuentente, a las tareas consideradas improductivas y muy poco remuneradas, e, incluso a menudo, no remuneradas (cuidado de niños, tareas domésticas, cuidado de enfermos y personas mayores, educación informal, producción agrícola doméstica, suministro de agua y leña, etc.). Numerosas chicas también trabajan en la agricultura y en el sector no estructurado, donde las condiciones de trabajo son malas, el porcentaje de mano de obra elevado, el nivel de las calificaciones bajo y la remuneración mediocre. En Africa occidental, las mujeres se ocupan en dar salida a entre el 70 y 90 por ciento de todos los productos agrícolas y de la pesca mientras que las vendedoras ambulantes y de ferias forman parte de una economía informal que produce alrededor del 30 por ciento de la riqueza de los centros urbanos. El Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) señalaba el año pasado que en Africa las mujeres trabajan en sectores estratégicos, principalmente en la agricultura y la producción de alimentos, pero los instrumentos financieros y los servicios, que ofrecen los bancos y las instituciones financieras (seguros y créditos), se dirigen principalmente a los sectores de exportación y a las actividades no agrícolas del sector urbano, excluyendo así a la mayoría de las mujeres de esos circuitos 2. En esas condiciones, a nadie sorprenderá la dificultad que tienen las mu2 jeres africanas para mejorar el rendimiento de la tierra. Por ejemplo, si en Kenya las mujeres que se dedican a la agricultura recibieran el mismo respaldo que los hombres, se aumentaría el rendimiento de sus tierras en más de un 20 por ciento, indica el FNUAP. El peso de las tradiciones y el de las crisis Son raros los casos de mujeres que consiguen pasar la barrera y obtienen una capacitación. La desigualdad constituye la regla general. La Federación Internacional de Periodistas (FIP) indicaba últimamente que las mujeres representan todavía una minoría entre los periodistas africanos, mientras que en los países industrializados, cerca del 50 por ciento de los periodistas son mujeres. «La cultura sigue sometiendo a las mujeres a una posición subalterna, incluso en Sudáfrica, donde desde el fin del apartheid surgió una élite masculina negra pero no una élite femenina», comenta Farahana Ismail, una periodista sudafricana, miembro de la dirección de la FIP. En 1994, el Banco Mundial estimaba que las mujeres representaban en Africa el 44 por ciento de la mano de obra pero, más recientemente, la Oficina Internacional del Trabajo (OIT) señalaba que en ese continente estaba disminuyendo el índice de actividad de las mujeres, sin duda debido a la invisibilidad del trabajo de las mujeres vinculada a su ingreso en la economía informal. Al peso de la tradición se agrega, en el caso de las mujeres africanas, el de la grave crisis socioeconómica, los conflictos armados y los rebrotes de epidemias devastadoras que afectan de manera endémica al continente africano y cuyas consecuencias nefastas afectan de manera desproporcionada a las mujeres. Las políticas de ajuste estructural dictadas por las instituciones financieras internacionales – Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Mundial –, agravadas por la injusta carga de la deuda, generan efectos desastrosos en el empleo (del sector estructurado y no estructurado) y en el conjunto de los servicios públicos básicos, tales como la educación y la salud. Esas políticas de ajuste estructural, que desempeñaron un papel determinante en el grave proceso de desmantelamiento de todos los sectores vitales de las sociedades africanas, afectan especialmente a las mujeres. Estas resultan doblemente perjudicadas por las privatizaciones masivas. Por una parte, porque el empleo de las mujeres africanas en el sector estructurado a menudo se limita al sector público, convirtiéndolas así en blancos preferidos de los programas de reducción de personal. Por otra, son las mujeres las que deben satisfacer diariamente las carencias o suplir la falta de servicios básicos que anteriormente suministraban los poderes públicos. Las deficiencias de los sistemas de seguridad social, e incluso la falta de ellos, contribuyen a la creciente pauperización de las mujeres africanas. La salud se ha convertido en el pariente pobre de los presupuestos estatales. Como resultado, una de cada trece mujeres africanas muere durante el embarazo o después del parto, mientras que en los países industrializados la tasa que establece el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) es de una muerte por cada 4.085 nacimientos. En un estudio realizado en la República Unida de Tanzanía, se indica que las madres dicen: «Me voy al mar a buscar un nuevo bebé pero el viaje es largo y peligroso, quizás no vuelva.» Las africanas también se hallan en primera línea frente a los mortíferos conflictos que desgarran muchas sociedades de ese continente, un sacrificio tanto más injusto cuanto que muy raramente las mujeres han participado en el origen de esos conflictos, fomentados y emprendidos por hombres. Durante las fases más duras de esas contiendas, las mujeres continúan desempeñando un papel fundamental para lograr la supervivencia de sus familias. No cabe duda de que también serán ellas las que deban ocuparse de la reconstrucción posterior. En Rwanda, luego del genocidio, las mujeres constituían el 70 por ciento de la población y el 50 por ciento de los hogares tenía mujeres como cabeza de familia, viudas en su mayor parte. Sin trabajo, sin casas, a menudo con graves secuelas físicas y psicológicas, luchan no obstante para sobrevivir y reconstruir un futuro. Doblemente víctimas del SIDA Las mujeres africanas tienen que pagar doblemente un alto precio por las epidemias que diezman las poblaciones africanas, y especialmente por el VIH y el SIDA. En primer lugar, como víctimas (más de 12 millones de mujeres africanas ya han muerto de SIDA, a menudo por haberse visto obligadas a mantener relaciones sexuales sin tomar precauciones), y, en segundo lugar, por cuidar de los enfermos o asistir a los más de 11 millones de huérfanos cuyos padres murieron a causa de la epidemia. Según el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONUSIDA), las mujeres representan más de la mitad de los adultos seropositivos o enfermos de Africa (véase artículo de Jacky Delorme en la página 33). Con mayor exactitud, el informe del FNUAP señala que en Africa, la cantidad de mujeres seropositivas alcanzaría a 2 millones más que los hombres. Las discriminaciones de género, derivadas a su vez de las tradiciones y del contexto socioeconómico actual, generan grandes disparidades en la distribución de los recursos, acompañadas de considerables consecuencias negativas para el desarrollo de las mujeres, pero también para la sociedad africana en general. Y es que la discriminación tiene un costo. «Promover la igualdad entre los sexos equivale también a promover el crecimiento y el desarrollo estable de los sistemas económicos, lo que comporta ventajas sociales además de económicas en su sentido estricto», señala a este respecto el FNUAP. A pesar de todos esos problemas «las mujeres siempre son muy solicitadas», una idea muy difundida en todo el continente africano. En realidad, esa «demanda» se refleja en todas partes: en la 3 producción agrícola rural, en la artesanía y hasta en el pequeño comercio. Hoy en día, las africanas saben que únicamente pueden contar con sus propias fuerzas y cada vez son más numerosas las que van confiando en sus propias capacidades y procurando conquistar su autonomía. A pesar de que todavía son minoritarias, esas mujeres luchan contra los prejuicios y por su libertad, y en pro de esas metas se atreven a correr los riesgos que sean necesarios. Se observa así una transformación progresiva de la actitud de las mujeres en sus relaciones con los hombres y en sus relaciones tradicionales de sometimiento a la sociedad en su conjunto. Eso no conduce necesariamente al rechazo de la tradición sino más bien a la voluntad de destacar los valores positivos de esa tradición, como la solidaridad al servicio de la propia superación y del desarrollo de todos. Mientras las sociedades africanas luchan para responder a los desafíos de los tiempos modernos, las mujeres africanas se han convertido en el principal motor de esa dinámica de adaptación y de cambio. Han desarrollado un capital técnico basado en su experiencia y en las competencias adquiridas principalmente gracias a los movimientos asociativos. Desarrollaron también un capital social basado en la vida comunitaria, los principios de solidaridad y de reciprocidad, ilustrados, entre otras cosas, por las célebres «tontinas» de mujeres africanas. Optan por la solidaridad como estrategia para sus medidas colectivas y, más que a la acumulación de bienes, dan prioridad a la capitalización de los aspectos sociales y de la experiencia. Como declarara Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas, «la igualdad de género es mucho más que un objetivo en sí mismo. Es una condición indispensable para desarrollar el combate en pro de la reducción de la pobreza, del fomento de un desarrollo sostenible y de la construcción de una buena administración». Han surgido numerosas redes, asociaciones y organizaciones de mujeres cuyo objetivo va encaminado a luchar por la paz, la prosperidad económica, la justicia social, la democracia y los derechos humanos. 4 El movimiento sindical también está adquiriendo una presencia cada vez mayor. Reivindica la integración de la dimensión de género en el enfoque del ajuste estructural y de la lucha contra la deuda. Dentro de esa misma línea, el movimiento sindical internacional lucha para que se incluyan en el comercio internacional las normas fundamentales del trabajo de la OIT, principalmente las relativas a igualdad. Si bien esa lucha está muy lejos de las preocupaciones de las mujeres africanas que trabajan duramente en el campo, en los talleres o en las ferias de las zonas francas, a escala mundial está íntimamente vinculada a la mejora de sus condiciones. En el terreno, un gran número de sindicatos africanos han elaborado programas para despertar la conciencia de las mujeres con respecto a sus derechos, para ayudarlas a emanciparse a través de la alfabetización, la educación y la capacitación. Ese trabajo de sensibilización apunta al exterior pero también al interior de los sindicatos, durante mucho tiempo considerados un asunto de hombres y donde se dejaba a las mujeres completamente al margen. Progresivamente, los sindicatos africanos han ido aplicando programas con miras a estimular a las mujeres a asumir responsabilidades en todos los niveles de las estructuras sindicales y, paulatinamente, la mentalidad está cambiando. Cambiar la mentalidad No obstante, aún queda un gran camino por recorrer entre la teoría de las resoluciones políticas y la realidad. La participación de las mujeres en los cargos directivos de los sindicatos sigue siendo muy escasa. Veronica Kofie, responsable femenina del Congreso Sindical de Ghana (GTUC), considera que la ejecutiva sindical sigue estando muy separada de las mujeres. «Debemos ir al terreno», declara, «controlar el trabajo de la gente que está en contacto con las trabajadoras. Para interesar a las mujeres debemos tomar en cuenta los problemas vinculados a las situaciones particulares que ellas viven, por ejemplo, el hecho de que muchas sean hoy madres solteras.» El GTUC ya ha puesto en práctica la utilización de un lenguaje más neutro desde el punto de vista de género dentro de los convenios colectivos que negoció y, para dar mayor visibilidad a su accionar, su comité de mujeres creó un fondo que lanzó un sistema de seguros, de radio taxis y otros servicios prácticos. Para luchar contra los estereotipos sexistas, los sindicatos buscan no solamente despertar la conciencia de las mujeres sino también cambiar la mentalidad de los hombres. Eso se traduce en programas de capacitación dirigidos a un público mixto, en programas también más adaptados a la realidad cotidiana de las mujeres sindicalistas, teniendo en cuenta principalmente los problemas vinculados al peso desproporcionado de las responsabilidades familiares y domésticas que les incumben. La respuesta sindical ¿Cómo luchan los sindicatos para afiliar a un mayor número de mujeres? Por ejemplo, feminizando los equipos de sindicación, dando prioridad a los asuntos especialmente cercanos a las mujeres, como la salud, la seguridad o la planificación familiar, incluso, como lo hacen los sindicatos sudafricanos, poniendo énfasis en las jóvenes trabajadoras. Luchar por la sindicalización del sector privado constituye un objetivo prioritario para aumentar el poder sindical de la mujer que, dada la grave reducción del sector público, busca alternativas de empleo en el sector privado. Sin embargo, esa lucha tropieza con la precarización de los puestos de trabajo y con el acoso antisindical. En Côte d’Ivoire, manifiesta la sindicalista Mariatou Coulibaly, «el golpe de Estado unió en cierta manera a los trabajadores, sobre todo a las mujeres, ya que los despidos masivos les afectaron directamente». «Son a esas mujeres a las que contactamos en primer lugar, y son ellas las que nos ayudaron», continúa diciendo Mariatou Coulibaly, «principalmente calculando con ellas el monto de las indem- nizaciones de despido, en lugar de dejar la tarea en manos de la patronal. Esa intervención tuvo un efecto de boomerang para el sindicato. De diez delegadas que teníamos antes del Golpe de Estado, hemos pasado a tener 67». La lucha de las mujeres africanas también implica la lucha tradicional de los sindicatos por conquistar mejores condiciones de trabajo. Las sindicalistas ya no se privan de gritar alto y fuerte sus reivindicaciones. En junio pasado, en Lagos (Nigeria), fueron las enfermeras de los hospitales públicos las que reclamaron mejores salarios cuando se acababa de aumentar el salario de los médicos. En Bamako (Malí), las trabajadoras de la industria de bebidas y helados (IBG), una de las principales industrias de bebidas del país, hicieron huelga en el mes de abril para denunciar las pésimas condiciones de trabajo que, en su opinión, rozaban la esclavitud. Las chicas se quejaban principalmente de problemas oculares debido a los efectos de la soda cáustica que manipulaban «sin protección». El desafío de la economía informal Si existe un ámbito de sindicalización del que hay que ocuparse para defender mejor a las mujeres africanas, es indudablemente el de la economía proveniente del sector no estructurado. A tal fin, los sindicatos deben desarrollar nuevos métodos de acercamiento y de organización, tomando en cuenta los bajísimos ingresos de esas trabajadoras y el poco tiempo que pueden destinar a las actividades sindicales debido a sus ocupaciones familiares. Los sindicatos también deben combatir el aislamiento de muchas trabajadoras del sector no estructurado, especialmente las que trabajan a domicilio y las de zonas rurales aisladas. En Zambia y Ghana, la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) y su organización regional africana (la ORAF) financian proyectos en favor de dichas mujeres (véase también el artículo de Emile Delvaux de la página 15). 5 Con frecuencia esas trabajadoras ya se han autoorganizado en asociaciones o cooperativas. Los sindicatos pueden entonces elaborar estrategias para colaborar con ellas y llevar a cabo tareas en redes con todos los actores que ya se mueven en el terreno. Entre otros ejemplos, los sindicatos respaldan cooperativas de mujeres en el Senegal. Los sindicatos también se esfuerzan en aportar ventajas tangibles e inmediatas: creación de fondos sociales para compensar la falta de seguridad social, facilidades de acceso a créditos y a la tierra, ayuda administrativa y jurídica, educación y capacitación para superar la terrible falta de calificaciones, suministro de infraestructuras básicas (electricidad, agua, transporte, servicios sanitarios, locales para almacenamiento, guarderías, comidas, etcétera). Los sindicatos pueden también ayudar a mejorar los ingresos de dichas mujeres a través de operaciones de venta y de compra colectiva, motivando intercambios de experiencias, garantizando protección contra la violencia (principalmente en el caso de las vendedoras callejeras) y dando visibilidad a la cadena de subcontratación a fin de negociar con los empleadores una protección elemental para las trabajadoras a domicilio. Los sindicatos pueden aportar su respaldo a microproyectos, especialmente a los que impulsan el desarrollo rural así como los que facilitan el acceso a nuevas redes de comercio justo de los bienes que producen las mujeres, como se hace en Benin o Burkina Faso. Nuevas vías de acción Organizar a las trabajadoras de las zonas francas de exportación (ZFE), que proliferan rápidamente en Africa, constituye otro gran desafío de los sindicatos africanos. Los países de acogida de esas zonas francas ofrecen a los inversores extranjeros una mano de obra barata y una paz en las relaciones laborales que, en general, se logra a costa de una feroz represión de los sindicatos. Como resultado, en las ZFE, donde se emplea a un gran número de mujeres, a 6 menudo los derechos sindicales brillan por su ausencia o la explotación se convierte en la norma habitual (salarios bajísimos, contratos de trabajo precarios, acoso sexual de las trabajadoras, condiciones de trabajo deplorables, etcétera). En Marruecos, a pesar de la represión antisindical reinante, los sindicatos luchan por organizar a las obreras de las fábricas textiles de las zonas industriales. En la Isla Mauricio, los sindicatos construyeron una guardería para los niños de las trabajadoras de las plantaciones de caña de azúcar. En lo relativo a la lucha contra el VIH/SIDA, los sindicatos también desempeñan un papel fundamental para ofrecer una dimensión de géneros en todos los programas de sensibilización y de ayuda a las víctimas. Asimismo, participan activamente en la campaña internacional en pro de productos farmacéuticos a fin de que se vendan a precios accesibles a los enfermos de SIDA de Africa. En muchos sindicatos africanos, las mujeres ocupan los puestos de vanguardia en la lucha contra la epidemia. «Las mujeres son quienes más sufren las consecuencias de la enfermedad. Resisten más tiempo al virus por lo que viven más tiempo con la enfermedad y son quienes deben ocuparse de los niños», declaraba recientemente Florida Mukandamutsa, de la Central de Sindicatos de Trabajadores de Rwanda (CESTRAR), a El mundo sindical 3. «En Rwanda hemos creado una asociación de personas que viven con el VIH/SIDA. Se trata de una asociación mixta pero en ella las mujeres son mayoritarias», explicaba dicha sindicalista. Para cerrar la brecha tecnológica que separa Africa del resto del mundo y permitir que ese continente alcance un desarrollo duradero, los sindicatos reclaman mayor acceso a las nuevas tecnologías vinculadas a la informática para todas las trabajadoras y trabajadores africanos (capacitación e infraestructura). En este ámbito también es necesario hacer hincapié en la dimensión de género, indispensable para que las mujeres, ya discriminadas en todos los demás ámbitos, no vuelvan a encontrarse en el fondo de la brecha informática que separa a las personas más calificadas de las que menos lo están, y a las más ricas de las más pobres. Todas estas vías de acción sindical, ya probadas con imaginación, valor y éxito por diferentes sindicatos africanos, convergen hacia el mismo objetivo general: tener más en cuenta las necesidades y prioridades específicas de la mujer y su papel en la economía y la sociedad en general. Si bien se trata de una clave esencial para el futuro del continente y una cuestión de equidad, también supone una cuestión de supervivencia. Como sucede en el resto del mundo, pero quizá todavía más en Africa, dado el papel tan importante que desem- peñan las mujeres en el desarrollo pese a las enormes dificultades, el futuro dependerá del lugar que ocupen las mujeres. Notas 1 FNUAP: L’état de la population mondiale, 2000 (Nueva York), 2000. 2 UNIFEM: Gender dimensions of the financing for development agenda, documento de trabajo para la Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre la Financiación del Desarrollo, a celebrarse en Monterrey (México) del 18 al 22 de marzo de 2002 (Nueva York), abril de 2001. 3 El mundo sindical, publicación mensual de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) (Bruselas), diciembre de 2000. 7 Panorama de la integración regional en Africa La integración económica puede tener más éxito cuando los miembros de la sociedad civil, especialmente los sindicatos, participan en la toma de decisiones y ésta abarca y respeta sus derechos. ¿De qué manera pueden los sindicatos desempeñar un papel más destacado en el momento de la integración regional y cómo pueden conseguir que se respeten los derechos humanos y sindicales? Mohammed Mwamadzingo Especialista regional en formación obrera Oficina de la OIT en Addis Abeba E l desarrollo exige que se organicen más actividades sociales y económicas de escala al contrario de las que surgen actualmente en cada uno de los países africanos. El tamaño de la mayoría de estos países es relativamente pequeño, no sólo en lo referente a población sino también en cuanto a producción económica. Esto ha permitido que se procurara promover la integración regional y subregional como una gran estrategia para fomentar el comercio dentro de la región y acelerar el desarrollo y la transformación estructural. A pesar de los modestísimos resultados logrados hasta el momento en este proceso, la estrategia continúa siendo un gran instrumento para la región en lo que se refiere a la superación de los problemas de fragmentación económica, a la promoción de la diversificación económica y al establecimiento de vínculos entre las unidades de producción de los distintos países. Estructuras regionales y subregionales de Africa No cabe duda de que el primer argumento para la integración regional consiste en la eficiencia: cuando los productores y los países se especializan en técnicas que pueden producir más barato, toda la región se beneficia. El segundo reside en que las economías de escala que no se pueden lograr dentro de los mercados nacionales, a me- 8 nudo se pueden conseguir en un mercado regional más amplio. Y, el tercero, se basa en que la integración regional puede proporcionar experiencia y beneficios en materia de competencia entre productores, cuyos costos son generalmente elevados, a un nivel más seguro que el de escala mundial. El continente africano acumula un largo historial de acuerdos de integración regional, comenzando por las uniones aduaneras de 1900, creadas entre Kenya (antiguo Protectorado de Africa oriental) y Uganda. En la actualidad coexisten, en términos generales, dos tipos de agrupaciones regionales en Africa, a saber: las patrocinadas por la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Africa (UNECA) y las resultantes de otras iniciativas. La UNECA ha promovido tres acuerdos subregionales: la Comunidad Económica para los Estados de Africa Occidental (CEDEAO), el Mercado Común para Africa Oriental y Austral (COMESA) y la Comisión Económica para los Estados de Africa Central (ECCAS). En el nivel panafricano, el tratado por el que se creó la UNECA, firmado en Abuja en 1991, puede considerarse la culminación de las últimas declaraciones de los Jefes de Estado y de gobiernos africanos y de sus ministros (a título de ejemplo, la Declaración de Kinshasa de 1976, el Plan de Acción y el Acta Final de Lagos de 1980) con respecto al deseo de crear una comu- nidad económica que abarcara a todo el continente. En la 37.ª Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada en Lusaka ( Zambia), en julio de 2001, la Organización de la Unidad Africana (OUA) se transformó oficialmente en la Unión Africana (UA), después de que se ratificara el tratado constitutivo de la UA por 50 de los 53 Estados miembros que componían la OUA. A continuación, se encargó al nuevo Secretario General de la UA que transformara la OUA en la UA en el plazo de un año. En Africa occidental, en 1975, fue creada la Comunidad Económica de los Estados del Africa Occidental (CEAO) con el propósito de convertirse en una unión aduanera y posteriormente formar un mercado común al tiempo que se integraban los Estados de la subregión africana occidental. La CEAO está compuesta por 15 Estados miembros (Benin, Burkina Faso, Cabo Verde, Côte d’Ivoire, Gambia, Ghana, Guinea, Guinea-Bissau, Liberia, Malí, Níger, Nigeria, Senegal, Sierra Leona y Togo), de los cuales 10 países tienen alianzas con otras agrupaciones subregionales. El Tratado revisado de la CEAO, firmado en 1993, intenta consolidar y ampliar los logros de la CEDEAO y trata de combatir el problema de la multiplicidad de organizaciones intergubernamentales en la subregión, reforzar la capacidad ejecutiva del secretariado de la CEDEAO y ampliar las funciones políticas de la comunidad. Dicho Tratado concede categoría supranacional a la CEDEAO como única institución representativa de la subregión africana occidental. Por otra parte, también agregó el mantenimiento de la paz a la lista de objetivos de la CEDEAO. En la actualidad, la subregión africana occidental es la que tiene la mayor cantidad de organizaciones intergubernamentales (cerca de 40). Entre ellas, figuran la Union économique et monétaire ouest-africaine (UEMOA), creada en 1994 y formada por Benin, Burkina Faso, Côte d’Ivoire, Guinea-Bissau, Malí, Níger, Senegal y Togo, la CEDEAO y la Mano River Union, integrada por Guinea, Liberia y Sierra Leona. Una gran diferencia que distingue a la UEMOA de la CEDEAO consiste en que esta última alianza cuenta con un componente de integración monetaria en funcionamiento. Con arreglo al acuerdo alcanzado en el Consejo de Ministros de la CEDEAO de 1993, todas las demás organizaciones intergubernamentales regionales se transformarían para 2005 en organismos especializados de la CEDEAO. Se han afianzado numerosas actividades encaminadas a establecer iniciativas transfronterizas en la subregión de Africa oriental y austral con el fin de aumentar el comercio, las inversiones y los pagos entre los países participantes. Dicha subregión cuenta actualmente con la mayor cantidad de organizaciones intergubernamentales después de Africa occidental. El Area Preferencial de Comercio (PTA) para Africa Oriental y Austral fue creada en 1978 sentando las bases para la formación del Mercado Común para Africa Oriental y Austral (COMESA) en noviembre de 1993. El COMESA está integrado por 21 países después de que la República Unida de Tanzanía se retirara en 2000. El PTA se ocupó de cinco áreas principales de cooperación, a saber: la monetaria, fiscal y financiera; la de desarrollo del comercio y aduanas; la del transporte y comunicaciones; la de la industria, energía y medio ambiente; y la de desarrollo agrícola. El Tratado del COMESAreclama la creación de una unión aduanera eliminando todas las barreras comerciales y el establecimiento de un sistema arancelario externo común y de reglas de origen. El Tratado anticipa la coordinación de políticas macroeconómicas a medida que los países avanzan hacia el libre movimiento de servicios y capitales, así como la convertibilidad de divisas. A diferencia del PTA, el COMESA hace mayor hincapié ahora en el compromiso de redistribuir los beneficios de la integración a través de programas regionales especiales, destinados a promover el desarrollo de los países menos adelantados de la región a fin de alcanzar un desarrollo equilibrado dentro del mercado común. Se han establecido áreas específicas de coo9 peración, tales como la liberalización comercial y la cooperación aduanera; el transporte y las comunicaciones; la industria y la energía; los asuntos monetarios y las finanzas; la agricultura y el desarrollo económico y social. Dentro de la misma subregión se hallan también la Comunidad de Desarrollo para Africa Meridional (SADC) y la Unión Aduanera del Africa Meridional (SACU). La SADC (constituida por 10 de los Estados del COMESA) reemplazó a la Conferencia Sudafricana de Coordinación del Desarrollo, considerada una organización cuya meta era reducir la dependencia subregional de la Sudáfrica del apartheid. La SADC procura obtener una mayor coordinación de los aranceles externos y promover la libre circulación de capital y mano de obra. También está interesada en crear autoridades regionales de infraestructuras y un banco de desarrollo. La SACU fue creada en su forma actual en 1969 pero surgió directamente tras el acuerdo de 1910 entre Sudáfrica y los tres territorios británicos de Basutoland (actual Lesotho), Bechuanaland (actual Botswana) y Swazilandia. La zona africana oriental continuó más bien aletargada durante gran parte del período posterior a la desaparición de la Comunidad del Africa Oriental en 1977. El 22 de noviembre de 1991, los tres presidentes del Africa oriental se reunieron en Nairobi y acordaron reactivar y profundizar la cooperación entre los respectivos países. En la segunda cumbre tripartita de la Cooperación Africana Oriental (EAC), celebrada en Kampala en noviembre de 1993, se firmó un protocolo designando a Arusha (República Unida de Tanzanía) la sede del secretariado de la Comisión Tripartita Permanente para la Cooperación del Africa Oriental. Desde la firma del Tratado para el Establecimiento de la Comunidad del Africa Oriental, en 2000, la Comisión se ha transformado en la Comisión del Africa Oriental. La Autoridad Intergubernamental sobre Desarrollo (IGAD), que componen Eritrea, Etiopía, Kenya, Sudán, la República Unida de Tanzanía y Uganda, consti10 tuye otra organización intergubernamental. El 18 de abril de 1995 se decidió, en el transcurso de una reunión extraordinaria de Jefes de Estado y de gobierno de la IGAD, lanzar una nueva iniciativa que implicara la revitalización y reestructuración de la IGAD como instrumento para una cooperación más amplia y para la integración económica subregional entre los Estados miembros de la IGAD. Otras agrupaciones que componen la subregión son la Organización de la Cuenca del Kagera (KBO) y la Comisión del Océano Indico (IOC), que agrupan a Mauricio, Madagascar, Islas Comoras y Seychelles. La IOC constituyó recientemente su secretariado en Quatre Bornes (Mauricio). Además, a comienzos de 1995 se dio curso a la posibilidad de organizar una plataforma para la cooperación regional en la región más amplia de la costa del océano Indico. Australia, India, Kenya, Mauricio, Omán, Singapur y Sudáfrica participaron en una reunión que preparó el terreno para instaurar una cooperación futura en la región culminando en la Iniciativa de la Costa del Océano Indico (IORI). Entre las áreas de cooperación que se determinaron figuran las siguientes: la promoción de intercambios comerciales, el fomento del comercio y las inversiones y la cooperación en los ámbitos de la ciencia y la tecnología, así como el desarrollo de los recursos humanos. En el norte de Africa, la Unión Arabe Magrebí (UAM), formada por Argelia, la Jamahiriya Arabe Libia, Mauritania, Marruecos y Túnez, constituye uno de los organismos de cooperación subregional más antiguos de Africa. A partir de 1995, debía entrar en vigencia un mercado común magrebí y una unión aduanera. Los adelantos fueron bastante lentos ya que sigue existiendo una serie de barreras arancelarias y no arancelarias al comercio. Asimismo, existen diferencias en los modelos económicos y se adolece de la falta de decisiones políticas coordinadas, por ejemplo, durante la guerra del Golfo. La importación del petróleo de los países de dicha subregión proviene de los Emiratos Arabes Unidos, en lugar de Argelia o de la Jamahiriya Arabe Libia que, cabe señalar, produce alrededor de las tres cuartas partes de las necesidades petroleras de la subregión. En el Africa central, el comercio interno de la subregión entre los Estados centroafricanos sigue siendo mínimo. El tratado por el cual se estableció la Union douanière des Etats de l’Afrique centrale (UDEAC) fue firmado en 1964. La Communauté économique des Etats de l’Afrique centrale (CEEAC), con sede en Libreville, y la UDEAC emprendieron por separado una cooperación en las áreas de alimentos y agricultura, industria, transporte y comunicaciones. La tercera agrupación económica – la Communauté économique des pays des Grand Lacs (CEPGL) –, que agrupa a Rwanda, Burundi y la República Democrática del Congo, está inactiva. Logros y problemas en los esfuerzos de integración africanos Pese a la existencia de dichas agrupaciones regionales, los vínculos económicos transfronterizos de la región africana siguen siendo débiles. Así pues, no se refleja una práctica clara respecto a los logros obtenido en Africa con los esfuerzos de la integración regional. Si bien se han mejorado en lo referente a las corrientes comerciales intrarregionales, se produjeron muy pocos adelantos hacia el desarrollo integrado de las infraestructuras, a pesar de sus enormes beneficios potenciales. Numerosos problemas continuaron impidiendo que avanzara la integración regional africana. La mayoría de los países africanos mantienen las mismas estructuras de producción perjudicando, por consiguiente, a los productos exportables que tienden a ser competitivos en lugar de ser complementarios. La falta de transporte y de comunicaciones adecuadas contribuyeron, en parte, a la ausencia de articulación de las economías africanas, restringiendo gravemente la libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales. Por si esto no fuera suficiente, la falta de convertibilidad de las monedas, la continua existencia de barreras arancelarias y no arancelarias, el temor de salir perdiendo en una agrupación subregional frente a Estados miembros más desarrollados y las divergencias entre los líderes políticos continuaron impidiendo que en el continente se produjera una integración más estrecha. Integración regional: estructuras sindicales Paralelamente a la creación de procesos regionales de integración, en Africa hay una transposición de sindicatos en una relación próxima de uno a uno. En el Africa meridional se constituyó, en marzo de 1993, el Southern African Trade Union Coordination Council (SATUCC) celebrándose su congreso inaugural en Gaborone (Botswana). Con 12 organizaciones afiliadas, el SATUCC lucha por el desarrollo de centrales sindicales nacionales fuertes, independientes y autónomas en la subregión. En noviembre de 1991, el SATUCC adoptó la Carta Social de Derechos Fundamentales de los Trabajadores en Africa Austral. Dicha Carta constituye una declaración solemne, y deja sentados los principios generales de un marco jurídico laboral sudafricano que, en términos más amplios, determina el lugar del trabajador en la sociedad. En marzo de 1992, el Southern African Labour Council (SALC), una estructura tripartita, adoptó la Carta Social. En Africa oriental, el East African Trade Union Council (EATUC) es una organización integrada por las centrales sindicales nacionales de los Estados miembros de la Comunidad de Africa Oriental: Kenya, Uganda y la República Unida de Tanzanía. El EATUC fue creado en 1988 y, actualmente, está compuesto por la Central Organization of Trade Unions (Kenya), la National Organization of Trade Unions (Uganda) y la Tanzania Federation of Free Trade Unions (República Unida de Tanzanía). El objetivo más ambicioso del EATUC se dirige a integrar los intereses y los esfuerzos de los trabajadores de la región africana oriental con miras a desarrollar un enfoque común hacia el fortalecimiento de 11 la justicia social y económica, a través de la participación de las organizaciones de trabajadores en todos los niveles de la integración regional. La Organización aspira, asimismo, a promover la cooperación entre los trabajadores de Africa oriental, desarrollando de manera conjunta programas de formación para los trabajadores, actividades de investigación, e integrando la dimensión de género en las actividades sindicales. Como organismo regional de los trabajadores, el EATUC se ocupa de que la Comunidad para Africa Oriental implique a los trabajadores en todas las cuestiones relativas a la integración regional, instituya el tripartismo como método de trabajo, promueva la ratificación de las normas internacionales del trabajo por parte de los Estados miembros, armonice la legislación y las políticas laborales en Africa oriental y fomente el concepto de la libre circulación de los medios de producción en la región. Además, el EATUC ha adoptado una lista ampliada de objetivos tales como la eliminación del hambre mediante la seguridad alimentaria, la creación de empleo productivo y la promoción de la resolución de conflictos en Africa oriental. En Africa occidental, a pesar de su revitalización en 1999, la Organization of Trade Unions of West Africa (OTUWA) no mantiene en curso ninguna actividad importante. En Africa central, el organismo sindical subregional Organization des travailleurs de l’Afrique centrale (OTAC) todavía le queda un largo camino por recorrer. En Africa del norte, la Union des syndicats des travailleurs du Maghreb arabe (USTMA) está compuesta de federaciones sindicales de su subregión. El 1.° de mayo de 1991, la USTMA adoptó la Carta de Derechos Sociales Fundamentales de los Trabajadores del Magreb. En la Carta se acogió con satisfacción la creación de la UAM y se puso énfasis en la necesidad de incorporar las dimensiones sociales como parte integrante de los esfuerzos de integración. Las centrales sindicales del mundo árabe también están representadas en la International Confederation of Arab Trade Unions (ICATU). 12 Respuestas sindicales a los procesos de integración Muchos países de Africa, al igual que sucede en otras partes del mundo, están interesándose, cada vez más, en la integración económica regional y han elaborado programas para fomentar dicha causa. Las organizaciones de trabajadores, por su parte, no se han quedado atrás en brindar respaldo a la urgencia y reforzar la integración regional. En realidad, se tiene constancia de que los sindicatos han reclamado mayores esfuerzos gubernamentales para acelerar la integración económica regional. Los sindicatos han sido socios activos en distintas actividades de tales grupos de interés de ámbito económico y social. Al sindicalismo le ha preocupado que los acuerdos de integración regional logrados se concentraran principalmente en la movilización de capital y recursos naturales, y tendieran a hacer caso omiso del crítico papel que desempeñan la movilización de los recursos humanos y otros aspectos sociales. Los sindicatos reiteraron que para conseguir la integración, sus participantes, entre los cuales los trabajadores y sus organizaciones son un componente fundamental, deben participar en el proceso de concepción, en los mecanismos de decisión y en la aplicación de todos los programas y actividades de proyectos. Los aspectos sociales, tales como la lucha contra la pobreza, los derechos humanos y sindicales, la creación de empleo decente y la observancia de las normas fundamentales del trabajo siempre deberían integrar las principales prioridades. Otro reto que se presenta a los sindicatos atañe al hecho de que los sistemas modernos de relaciones laborales, de la mayoría de los países, implicaron fundamentalmente al ámbito nacional, con reglamentación laboral enraizada en acuerdos entre sindicatos nacionales y organizaciones de empleadores y legislación promulgada por los Estados nacionales. La liberalización del comercio internacional, la mundialización de los mercados financieros y la creciente importancia de las empresas multinacionales parecen poner en peligro esos sistemas nacionales. El surgimiento de mercados regionales de trabajo (la Comunidad para Africa Oriental, por ejemplo), comporta que las decisiones clave que afectan a los mercados laborales nacionales se tomen fuera del país en cuestión. Las comparaciones de los costos laborales entre países afectan la competitividad nacional e influyen en las decisiones de inversión de las empresas; esto pone en peligro el comportamiento de la negociación colectiva nacional. La estabilidad de las monedas nacionales parece exigir que los gobiernos adopten políticas económicas deflacionarias, a menudo en contra de los intereses de la mano de obra. Las tesis de los pesimistas se basan en que la internalización socava por completo la eficacia de los sindicatos. Otros analistas más cautelosos sugieren que, como mínimo, se ha restringido mucho su margen de maniobra con respecto al pasado. Ello significa que la respuesta de los sindicatos esté encaminada a reforzar sus propias organizaciones internacionales. En consecuencia, los sindicatos deben desempeñar un papel más activo para conseguir la dimensión social de la mundialización y de las integraciones regionales. Además de luchar por el derecho a ser consultados, están poniendo en marcha mecanismos para reforzar las organizaciones subregionales de trabajadores a través de las cuales pueden presentar sus posiciones. La formulación de cartas sociales de derechos fundamentales de los trabajadores y su incorporación y adopción por parte de las correspondientes agrupaciones regionales exige que se dé un paso al frente asegurando que los derechos sindicales estén incluidos en las mismas y que se los respeta. Los sindicatos consideran que los esfuerzos actuales encaminados a fomentar la cooperación económica y la integración regional están destinados al fracaso si continúan concentrándose en las estrechas áreas del comercio internacional y uniones aduaneras. Si bien los actuales sistemas de integración regional abordan cuestiones amplias tales como la movilización de recursos, generalmente han puesto dema- siado el acento en la movilización de capital y de recursos naturales tendiendo a hacer caso omiso del decisivo papel que desempeña la movilización de los recursos humanos en los esfuerzos económicos regionales de integración. Conclusiones: lograr una buena integración Si bien se multiplican los problemas entorpeciendo la creación de una eficaz integración regional africana, muchos asesores e investigadores africanos sugieren que sigue existiendo una necesidad de integración regional que puede ser incluso más necesaria ahora, cuando se ha eliminado la fragmentación del mercado en otras partes del mundo – lo que en Africa sigue siendo un problema – y continúa aumentando la movilidad del capital. Es importante subrayar que la integración regional no puede tener el éxito esperado si no se cuenta con un sentimiento de pertenencia e identidad de las personas más afectadas por el proceso dentro de la comunidad propuesta de países. Con el fin de que los sindicatos disfruten de la integración económica regional, podrían aumentar su papel procurando que: intervengan en las etapas de concepción de todo esfuerzo regional de integración y que reclamen a sus gobiernos el derecho de participar y ser consultados junto a las demás partes intervinientes en todas las cuestiones de interés regional; las cuestiones laborales y otras cuestiones sociales ocupen un lugar central ya que no puede haber desarrollo económico sin una dimensión social; se formen o revitalicen organizaciones sindicales subregionales, paralelas a las agrupaciones económicas subregionales, lo que les permitiría movilizar a sus miembros y ejercer una efectiva presión; las organizaciones sindicales subregionales formulen cartas sociales de dere13 chos fundamentales de los trabajadores en Africa, similares a las de SATUCC y USTMA, y consigan que las adopten sus respectivas agrupaciones económicas; junto con otros participantes, encabecen la formación de los ciudadanos respecto a los atributos de la integración regional, con el fin de fomentar la participación general, y continúen alertando sobre los ámbitos de las violaciones de los derechos humanos y sindicales. 14 Los sindicatos consideran que la integración regional no se trata únicamente de una cuestión económica, sino de un proceso destinado a crear una comunidad o una construcción social, que no se limita a ampliar el comercio regional. Requiere un enfoque global y pluridimensional y debería tener cierta legitimidad y sentimiento de identidad. El desafío del sector no estructurado El excepcional crecimiento de la economía derivada del sector no estructurado en el Africa subsahariana constituye al mismo tiempo un desafío para los sindicalistas y una excelente oportunidad de renovación. Un proyecto respaldado por la Oficina Internacional del Trabajo demostró que es posible sindicar a los trabajadores de dicho sector. Emile Delvaux Asesor técnico principal Proyecto «Los sindicatos y el sector informal» Oficina de Actividades para los Trabajadores Oficina Internacional del Trabajo L a expansión de la economía proveniente del sector no estructurado, consecuencia directa de la mundialización, nos sorprende hoy por la dimensión que llegó a tener en Africa. Dicha economía, surgida de una «economía» paralela y multiforme, se desarrolló junto a sectores clásicos de la economía yuxtaponiéndose a ellos como una imagen negativa del sector estructurado o moderno. En los países africanos siempre ha existido por tradición el sector no estructurado, sobre todo en la agricultura y la pesca. Basta con pensar en los trabajadores de temporada. Este fenómeno llegó a las ciudades y registró un aumento exponencial a partir de la puesta en práctica de los programas de ajuste estructural (PAE), durante la crisis de los años setenta y ochenta. De ese momento en adelante, la mundialización y el desarrollo de capital se apoyaron en políticas de liberalización y de desreglamentación. Por una parte, esas políticas buscaron desmantelar los mecanismos gubernamentales que servían para luchar contra las crisis (las políticas anticíclicas) y, por otra, transfirieron al mercado, con el pretexto de una mayor eficacia, la mayor parte del poder económico, social, cultural e incluso político. Al no ser el mercado un todo homogéneo, esa política contribuyó a crear principalmente la diferencia de los térmi- nos de intercambio entre los países desarrollados y los países en desarrollo. Regiones enteras se encuentran actualmente fuera del juego económico (Africa subsahariana, Asia meridional, Oriente Medio, el Norte de Africa). Las corrientes de capital se concentran en el triángulo entre los Estados Unidos, la Unión Europea y el Japón. Las consecuencias de la mundialización sobre la economía, pero principalmente sobre el empleo, son catastróficas para la mayoría de los países del Sur. La búsqueda desenfrenada de la competitividad origina despidos y fuertes disminuciones de los salarios, permitiendo que el tejido económico, que compone el sector estructurado de la economía, tanto privado como público, se deteriore peligrosamente. Las crisis financieras y económicas se suceden a un ritmo acelerado desde los años setenta, agravando aún más la situación del empleo y arrastrando a una gran cantidad de trabajadores y trabajadoras a caer en la economía generada por el sector no estructurado. Las crisis políticas internacionales de la actualidad acentúan esa tendencia y provocan una disminución del ritmo de la economía mundial y un repliegue de las grandes potencias sobre sí mismas. 15 Auge del sector informal en Africa subsahariana En Africa subsahariana, la economía que genera el sector no estructurado se caracteriza por su gran dimensión. Durante la última década creció de manera desmesurada. Las reformas económicas emprendidas por los gobiernos de esa región para afrontar la doble crisis de endeudamiento externo y déficit presupuestarios comprendían entonces medidas de racionalización de los gastos públicos, restricciones en las subvenciones estatales a las empresas públicas y de privatización. Como consecuencia, provocó una disminución drástica de los empleos asalariados, tanto en el sector público como en el privado. Por ejemplo, en Burkina Faso, los efectivos de la función pública pasaron del 54 por ciento de los empleos del sector estructurado en 1975 al 33 por ciento en 1985, y al 24 por ciento en 1993. Y la situación continúa empeorando. Además de esas causas directas de la crisis de empleo en el sector estructurado, también se puede hablar de causas más lejanas vinculadas al estancamiento del sector privado y a la debilidad de la capacidad empresarial en los países (errores de gestión de las grandes unidades de producción, falta de respaldo a la pequeña y mediana empresa, demasiada dependencia económica de los países desarrollados, retrasos tecnológicos, bajos niveles de vida y de consumo, reducido mercado interno, etcétera). Sin olvidar la insuficiencia de calificaciones técnicas y profesionales de la mano de obra resultante del deterioro de la enseñanza. Todo ello impidió el desarrollo rápido de un sector privado competitivo capaz de reemplazar al sector público en su papel de creador de empleos modernos. Al mismo tiempo que se observaba una caída de la capacidad de empleo en el sector privado y público, se veía cómo ingresaban en el mercado laboral una mayor cantidad de jóvenes, sobre todo en las ciudades, como consecuencia del éxodo rural y del crecimiento democrático. El nacimiento de la economía derivada del sector no estructurado también se debió a causas 16 estructurales como las deficiencias de la logística comercial «oficial», en particular en el ámbito de la distribución, o la escasa capacidad de importación de los productos más recientes por los cuales hay gran demanda. A eso se debe agregar la corrupción y la actuación de personas investidas de poder de decisión que no vacilaron en sabotear proyectos industriales locales para dar prioridad, en contextos de guerras civiles permanentes y de desestabilización gubernamentales, a las importaciones informales mucho más rentables. La economía del sector no estructurado creció entonces de forma extraordinaria en la mayoría de los países de Africa subsahariana. En la actualidad, pertenece a ella cerca del 80 por ciento de las personas activas urbanas de Burkina Faso. En Níger, representa entre el 70 y el 80 por ciento del producto interior bruto (PIB) comercial y en 1988 constituía cerca del 60 por ciento de los empleos no agrícolas. En este último país, la contribución de la economía informal al PIB se triplicó entre 1960 y 1997, mientras que la del sector moderno se redujo a la mitad durante ese mismo período. Si bien el predominio de las ganancias generadas en el sector no estructurado en la economía y el empleo es una característica común a Burkina Faso, Malí, Níger y Senegal, ese sector presenta diferencias según sean los países. En Malí, las mujeres son mayoritarias en ese sector con una tasa del 59 por ciento. En cambio, en Níger, las mujeres representan solamente el 27,6 por ciento de la mano de obra de la economía informal. En 1991, en el Senegal, dicha economía abarcaba el 58,7 por ciento de la población activa urbana contra el 17,8 por ciento para el sector estructurado mientras que 3 de cada 5 empresas del sector no estructurado sólo cuentan con un empleado. ¿Hacia una catástrofe social? A pesar de la escasez de datos estadísticos fiables, se estima que la economía del sector no estructurado absorbe cerca del 60 por ciento de la mano de obra urbana de Africa subsahariana. Según un estudio de la OIT, el 93 por ciento de los empleos urbanos que se crearán durante la década actual pertenecerán al sector no estructurado. Si sigue avanzando como lo hace actualmente, el proceso de mundialización no permitiría invertir esta tendencia. No obstante, cada vez se cuestionan más los tan alabados méritos de la economía del sector no estructurado, principalmente su pretendido papel «estabilizador». Se han planteado incluso interrogantes en cuanto a su viabilidad a largo plazo. Según las estimaciones del Banco Mundial, durante los próximos veinte años el empleo en las microempresas de Africa subsahariana debería aumentar un promedio de 6 a 7,5 por ciento anual. Durante ese mismo período, la contribución de la economía proveniente del sector no estructurado al producto nacional bruto (PNB), de dichos países, debería alcanzar el 35 por ciento, mientras que el aumento anual de la productividad del trabajo de ese sector se estancaría en el 1,5 por ciento. Tal perspectiva plantea una serie de problemas urgentes en el plano económico, social y político, en la medida en que el aumento previsible del desempleo y de la pobreza constituye una grave amenaza para la democracia y la estabilidad económica futura de tales países. En realidad, se conduce directamente hacia una catástrofe económica y social. En efecto, la degradación del empleo corre el riesgo de debilitar la productividad y de ampliar trágicamente las diferencias existentes en materia de remuneración entre el sector no estructurado o estructurado. Además, la precariedad del empleo, las malas condiciones de trabajo, la falta de medidas de protección social y de atención médica y su desconocimiento, así como la falta de organización colectiva de la mano de obra, son factores que obstaculizan el crecimiento y la competitividad de la economía del sector no estructurado y que podrían contribuir a que persistieran los abusos y las políticas discriminatorias contra los trabajadores de ese sector. Finalmente, las presiones políticas, religiosas o ideológicas que se ejercen sobre poblaciones debilitadas tanto económica como socialmente, pueden originar situaciones de crisis humanitaria y de guerras civiles. Desde 1972, la Oficina Internacional del Trabajo tuvo que intervenir en los países de la región brindando asistencia y asesoramiento en materia de políticas y medidas dirigidas a aumentar el rendimiento y la organización de la economía del sector no estructurado. Se pusieron en marcha diversos proyectos, por ejemplo, en favor de los artesanos de distintos países de Africa de habla francófona y anglófona. Sin embargo, al no haber un entorno macroeconómico favorable, todas esas medidas son limitadas. Con ocasión de la 78.ª reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo de la OIT, en 1991, se hizo hincapié en la necesidad de integrar la economía del sector no estructurado en las economías nacionales. La puesta en práctica de tal estrategia necesariamente pasa por la adopción o el refuerzo de las políticas económicas, fiscales y sociales, favorables a la evolución del sector no estructurado. Una de las mejores formas de alcanzar ese objetivo es dotar a los trabajadores de la economía del sector no estructurado de un marco organizativo e institucional que les permita convertirse en interlocutores válidos de quienes toman las decisiones. Por su cometido mismo, los sindicatos se presentan como los interlocutores ideales para ayudar a definir y construir tal marco. Eso permitiría aumentar convenientemente la fuerza de repercusión institucional, económica y social, tanto de las organizaciones sindicales como de los trabajadores y trabajadoras de la economía del sector no estructurado. En ese contexto y teniendo esos objetivos principales, la Oficina de Actividades para los Trabajadores de la Organización Internacional del Trabajo (ACTRAV) y el Organismo Danés de Cooperación (DANIDA) formularon el proyecto «Los sindicatos y el sector no estructurado». Ese proyecto, puesto en práctica desde junio de 1998 hasta agosto de 2001, estuvo dirigido a cuatro países de habla francesa de Africa occidental: Burkina Faso, Malí, Níger y Senegal. 17 En este momento, hay que reconocer que, en esos cuatro países, las organizaciones sindicales todavía no disponen de capacidad institucional que les permita garantizar la defensa de los intereses de los trabajadores de la economía del sector no estructurado. En gran medida, eso se explica por motivos históricos ya que los sindicatos de ese país tradicionalmente apuntaron de preferencia y exclusivamente a los trabajadores y funcionarios del sector moderno. No obstante, algunas centrales sindicales ya trabajaban en ciertos oficios de la economía del sector no estructurado durante algunos años pudiéndose acercar a esa mano de obra. Sin embargo, raramente defendían los intereses específicos de ese tipo de trabajadores y los incluían en cambio en las reivindicaciones y convenios generales del sector estructurado. No obstante, estas experiencias pudieron demostrar que la sindicación de los trabajadores de la economía del sector no estructurado constituye un objetivo realizable, que va acompañado de beneficios tanto para los trabajadores como para los sindicatos. A los primeros, les permite mejorar sus condiciones de vida y de trabajo y su protección social y, a los segundos, reforzar su poder de negociación como fuerza verdaderamente representativa de los intereses de todos los trabajadores y las trabajadoras a escala nacional. Tal enfoque implica transformar la organización y la estructura de los sindicatos, al igual que una voluntad política de abrir las puertas a los diferentes oficios de la economía del sector no estructurado. En efecto, es necesario volver a las primeras formas de organización obrera y encontrar la posibilidad de que cohabiten en las mismas organizaciones los trabajadores de la economía informal y los del sector moderno, saliendo del corporatismo y abandonando ciertas actitudes proteccionistas que, de lo contrario, amenazan a las organizaciones sindicales a quedar estancadas frente al auge de la economía del sector no estructurado. La apertura a un «sindicalismo femenino» también es una condición sine qua non de la evolución 18 estructural sindical, por ser las mujeres mayoritarias en la economía informal. Dada la diversidad sindical existente en los países en cuestión, el proyecto «Los sindicatos y el sector no estructurado» intentaba respaldar el esfuerzo de catorce organizaciones sindicales nacionales: cuatro de Burkina Faso, dos de Malí, dos de Níger y seis del Senegal. En el proyecto se imponían dos retos. En primer lugar, la promoción de la solidaridad y la sindicación de los trabajadores y las trabajadoras de la economía del sector no estructurado para que éstos pudieran formar instituciones eficaces para la defensa colectiva de sus intereses y hacerse reconocer como interlocutores válidos por quienes toman las decisiones. Además, alentar a las organizaciones sindicales a reforzar sus medios operativos y a formar a su personal técnico en cuanto al diagnóstico de los problemas y a las necesidades de los actores de la economía del sector no estructurado. Para alcanzar ambos objetivos se optó por un enfoque participativo. Buscando limitar el accionar del proyecto a sus propios medios humanitarios y financieros, se eligieron para el proyecto piloto cinco ocupaciones u oficios de cuatro regiones por país (en la economía informal de esos países hay cerca de 250 ocupaciones diferentes). En el curso de la aplicación del proyecto, diversos sindicalistas brindaron formación a más de dos mil animadores, en su mayoría mujeres. Esos animadores sindicales se transformaron en verdaderos agentes de desarrollo en el terreno. Contribuyeron así a la formación de asociaciones profesionales, a la creación de mutualidades y de cooperativas y a la instauración de cajas de microcréditos. En total, se crearon en Burkina Faso 43 nuevas estructuras profesionales; en Malí, 14 federaciones sindicales y cajas de crédito; en Níger, 18 nuevas estructuras sindicales federadas de oficios y en el Senegal, 4 cooperativas y 4 mutuas de salud. La afiliación y organización de los trabajadores y las trabajadoras de la economía del sector no estructurado fueron respaldadas por el lanzamiento de una campaña para tomar conciencia respecto a la protección de la salud en el trabajo y a la prevención de accidentes laborales. Se llevó a cabo, asimismo, una campaña paralela de información sobre las enfermedades de transmisión sexual y sobre el VIH/SIDA. Durante ese tiempo, la mayoría de las organizaciones sindicales se reestructuraban para acoger a los trabajadores y las trabajadoras de la economía del sector no estructurado según su ocupación y región. Se hizo un esfuerzo especial para brindar a las mujeres un lugar representativo en esas nuevas estructuras. Conclusiones El proyecto piloto iniciado por ACTRAV y DANIDA no podía abarcar toda la realidad y la inmensidad de la economía del sector no estructurado de dichos países pero permitió que se obtuvieran numerosos logros, entre los cuales destacan: la toma de conciencia de las organizaciones sindicales de trabajadores de los países que abarcó el proyecto con respecto a la necesidad de organizar y sindicalizar a los trabajadores de la economía del sector no estructurado; el compromiso de las organizaciones sindicales de tomar en cuenta a partir de ese momento las preocupaciones de esos trabajadores creando dentro de sus estructuras secretarías y/o departamentos encargados de las cuestiones de la economía del sector no estructurado; la mejora de las relaciones entre las organizaciones sindicales de un mismo país; el refuerzo de las capacidades y de las competencias de las organizaciones sindicales gracias a la formación de animadores; el despertar de la conciencia y el entusiasmo de los trabajadores y las trabajadoras de la economía del sector no estructurado en cuanto a sus derechos y libertades, su capacidad de explotar la potencialidad que brinda la economía del sector no estructurado; la creación de sindicatos y de asociaciones de trabajadores de la economía del sector no estructurado y de mutuales de salud, instituciones de bienestar social, de ahorro y crédito y lanzamiento de cooperativas diversas administradas y promovidas por los trabajadores de la economía del sector no estructurado; la ampliación de las estructuras del movimiento sindical en los países que abarcó el proyecto e incorporación de las mujeres a las estructuras sindicales de la economía del sector no estructurado, y el cambio de actitud y de mentalidad de las autoridades públicas, que se comprometen a partir de ahora en distintos países a examinar con buena voluntad las preocupaciones de los trabajadores de la economía informal, que les serán transmitidas por las organizaciones sindicales o las nuevas estructuras sindicales de la economía del sector no estructurado. Estos logros, alcanzados durante la etapa piloto, responden ampliamente a los objetivos que se había fijado para el proyecto, a saber, ayudar y prestar asistencia a los trabajadores de la economía del sector no estructurado a organizarse en estructuras representativas capaces de defender sus intereses materiales y morales ofreciéndoles mejores condiciones de vida y de trabajo en sus respectivos sectores de actividad. Sin embargo, cabe reconocer que las estructuras y los sindicatos, recientemente creados en la economía del sector no estructurado, no tienen por el momento ni la envergadura ni los medios suficientes para hacerse cargo de manera consecuente de los intereses materiales y morales de sus miembros. Todavía deben tomarse medidas para reforzar, ampliar y financiar ese accionar a fin de perennizar y desarrollar esas organizaciones demasiado frágiles de la economía informal. 19 No obstante, esas pocas carencias no deben permitir que se olvide la existencia real de esos sindicatos y asociaciones de la economía del sector no estructurado, lo que constituye una conquista capital y todo un marco de solidaridad y de ayuda mutua al servicio de los trabajadores de la economía del sector no estructurado. Representa asimismo una certidumbre de renovación para el movimiento sindical en los cuatro países en cuestión. Gracias al aporte decisivo de los trabajadores y las trabajadoras de la economía del sector no estructurado se puede revertir el desgaste de los afiliados de los sindicatos y su dificultad para representar al conjunto de las fuerzas productivas nacionales. Esto cambiará el panorama sindical de esos países, reactivará los valores democráticos y replanteará la concertación so- 20 cial, respaldada por la renovación potencial del sindicalismo. Ya se han dado pruebas de ello en las mutaciones internas que se producen dentro de las organizaciones sindicales, la transformación de las asociaciones profesionales de la economía informal en sindicatos y la nueva voluntad de los gobiernos de ocuparse de la realidad de la economía del sector no estructurado. El 1.º de mayo de 2001, en la capital de Burkina Faso, Ouagadougou, todas las asociaciones de la economía del sector no estructurado desfilaron junto a los sindicatos y aunaron sus fuerzas para presentar una reivindicación común al Gobierno, prueba de la toma de conciencia tanto de los trabajadores del sector estructurado como de los del sector no estructurado en relación con los intereses compartidos frente a la mundialización de la economía. Un nuevo enfoque del ajuste Africa inicia el siglo XXI teniendo en su seno a algunos de los países más pobres del mundo. El promedio de los ingresos por habitante son inferiores a los de fines de los años sesenta, por lo que la pobreza está muy difundida y es grave. En Africa subsahariana, el 52 por ciento de la población vive con menos de 1 dólar diario. Para que Africa emprenda el camino del crecimiento y del desarrollo es necesario un cambio rotundo. Lawrence Egulu Economista Organización Regional Africana Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres D urante la primera década de independencia política, en muchos países africanos se registraron indicadores económicos bastante espectaculares. No obstante, a comienzos de los años setenta se adoptaron programas de ajuste estructural y de estabilización económica, cuando el continente se vio duramente golpeado por el precio del petróleo, que se multiplicó por cuatro en 1973. El precio exorbitante del petróleo originó un déficit anormalmente elevado en las cuentas corrientes y redujo el porcentaje de crecimiento del producto interior bruto (PIB). Muchos analistas se han referido a esta crisis como de índole estructural, si bien las causas (tanto internas como externas) que se sumaron para producirla fueron múltiples. Los factores externos, entre los que se cuentan las sequías reiteradas, los términos desfavorables de las condiciones comerciales y el creciente peso de la deuda, tuvieron una considerable repercusión. Diversos factores internos, derivados de políticas inadecuadas, debilidad institucional, deficiencias administrativas e inestabilidad política, también desempeñaron un papel de gran peso. ¿Qué son los planes de ajuste estructural? Los planes de ajuste estructural (PAE) están compuestos por políticas de reformas que combinan medidas de estabilización a corto plazo con medidas de ajuste a largo plazo. El momento y la manera en que se ponen en práctica tales políticas dependen de la evaluación global de los problemas estructurales de un determinado país. Esa puesta en práctica puede ser por etapas o simultánea. En la mayoría de las economías se necesitaba un ajuste. Eran habituales los excedentes de gastos, la función pública a menudo se aumentaba artificialmente, y el enorme tamaño de los gobiernos y las censuras innecesarias estaban a la orden del día. Generalmente, los primeros pasos consistieron en «estabilizar» la economía a través de políticas fiscales, monetarias, salariales y cambiarias. Los PAE implican dejar a los mercados exentos de toda «distorsión» y, por lo tanto, permitir que las fuerzas de la oferta y la demanda asuman el control. Como resultado de las dificultades, la mayoría de los países africanos se vieron obligados a buscar el respaldo de las instituciones de Bretton Woods, que son las responsables de concebir los planes de ajuste estructural. El 21 diagnóstico de los problemas estructurales de un país dejó patente generalmente la debilidad de sus parámetros macroeconómicos, principalmente los déficit en sus balanzas de pagos, la elevada inflación, los déficit presupuestarios y los índices de crecimientos bajos o negativos. En consecuencia, las medidas de estabilización fueron consideradas una panacea. Casi siempre se hizo caso omiso del componente social ya que se suponía que mientras hubiera estabilidad, las demás cuestiones se corregirían automáticamente. Muchos gobiernos africanos solicitaron ayuda financiera externa al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial para poner en práctica programas de estabilización y de ajuste estructural. Esos programas implicaban limitar el aumento del déficit presupuestario gubernamental a niveles que se pudieran sostener con la financiación extranjera y nacional no inflacionaria, racionalizar el presupuesto limitando el empleo en el sector público, liberalizar los mercados de trabajo, dinero y capital y mantener una política de cambio adecuada. Esos objetivos, normalmente, originaron reformas de precios, eliminación de subsidios, liberalización del tipo de cambio y del comercio interno y externo, introducción de la «repartición de costos» en los servicios estatales, privatización, reestructuración de instituciones gubernamentales y reformas legislativas dirigidas a crear un «entorno favorable». Los efectos de las políticas de ajuste En muchos países, la experiencia vivida en los años ochenta con los PAE no ha sido similar. En algunos países africanos, la puesta en práctica de los planes de ajuste estructural desveló diversas cuestiones importantes que no se articularon debidamente al comenzar los programas. Si bien en algunos países dichos programas obtuvieron éxito en lo referente a un positivo crecimiento económico, importantes cuestiones relativas a las dimensiones sociales del ajuste hicieron que las personas interesadas dudaran de los « verdaderos» bene22 ficios de los PAE para el bienestar de la mayoría de la población. Por ejemplo, en Zambia en 1987 y en Argelia en 1988, la aplicación de las políticas de ajuste y de liberalización provocó malestares políticos. Pero hay que reconocer que se liberalizaron los mercados financieros y de materias primas, se privatizaron empresas de propiedad estatal, se atrajeron inversiones y hubo un crecimiento económico positivo en una serie de países. En un informe reciente, titulado Can Africa Claim the 21st Century? (¿Puede Africa pretender hallarse en el siglo XXI?) se sugiere que en países como Mozambique y Ghana, que llevaron a cabo reformas económicas clave – liberalizando los mercados y del comercio, mejorando la administración económica y promoviendo la actividad del sector privado –, el crecimiento y los ingresos por habitante han aumentado y la pobreza ha retrocedido. Asimismo, ejemplos de otros aspectos, se ha mencionado a Côte d’Ivoire, Malí, Mauricio, la República Unida de Tanzanía y Uganda. No obstante, los PAE han permitido que muchos países cayeran en la trampa de la deuda, ya que ésta continúa absorbiendo la mayor parte de los presupuestos de los países menos adelantados. Los países pobres, doblegados bajo ese peso, no tienen mucho margen de maniobra y se ven obligados a aceptar las condicionalidades que con frecuencia han causado una mayor sangría financiera de los países pobres hacia los países ricos del mundo. Las deudas masivas, contraídas por los países africanos, crearon una crisis fiscal que afectó negativamente el crecimiento económico del continente y amenazó con poner en peligro las reformas. Es más, las enormes cuantías de la deuda externa han desalentado las inversiones y fomentado la fuga de capitales además de socavar gravemente el crecimiento económico y el empleo. Además, el enfoque paternalista de las instituciones internacionales financieras – el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial –, con sede en Washington, que acompañó al respaldo brindado, impidió que intervinieran otros accionistas ya que optaron por tratar con los bancos centrales, jefes de Estado y altos funcionarios de los ministerios encargados de finanzas. Entre las condiciones había una serie de «metas móviles», en cuyas etapas de concepción no se ocupaba en combatir la pobreza. De ahí que no sorprenda que los gobiernos africanos no hayan logrado cumplir en el pasado con tales condiciones del ajuste y de la reforma, especialmente las metas macroeconómicas estipuladas por ambas instituciones. En efecto, en los últimos años tres de cada cuatro programas del Servicio Reforzado de Ajuste Estructural (SRAE) se desmoronaron debido a que las condiciones eran demasiado severas para cumplirlas. Además, no se prestó casi ninguna atención a los importantes parámetros que determinarían la eficacia de los programas, como por ejemplo, el número de empleos que se crearían, la cuestión de la repercusión de la corrupción, los asuntos relativos a la administración, la responsabilidad y los efectos del ajuste sobre los derechos humanos fundamentales. Se ejerció una creciente presión sobre los países en desarrollo para que hicieran concesiones a fin de atraer inversiones, con lo que se redujeron las normas laborales, como ocurrió en las zonas francas de exportación de Africa, y se originó una destructiva carrera en picado. Finalmente, los beneficiarios fueron los inversores extranjeros mientras que la soberanía nacional de los países africanos quedó aún más comprometida, añadiéndose a esto la escasez de productos exportables de los países africanos ya que producen principalmente materias primas y éstas están sujetas a marcadas fluctuaciones de precio. La concentración en políticas de mercado abierto no produjo muchos resultados positivos debido a que los países africanos todavía no gozan de suficiente acceso a los mercados internacionales. Un enfoque sindical del ajuste Los planes de ajuste estructural han ido dificultando cada vez más la consecución del objetivo general de los sindicatos: defen- der y mejorar los niveles de vida de sus miembros. La degradación de los niveles de vida, la pérdida de puestos de trabajo y la recesión económica – causada por la devaluación masiva de las monedas nacionales, los menores gastos públicos y los mayores reembolsos de deuda externa – han tenido especial importancia obligando a reducir el número de afiliados. Algunos gobiernos sostuvieron que para realizar los ajustes sociales era necesario contar con un mercado laboral flexible y llegaron incluso a cambiar sus respectivas legislaciones laborales. En algunos países, hay constancia de que el Banco Mundial proporcionó «asistencia» para efectuar cambios en la legislación laboral, sin consultar con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ni con los ministerios responsables de los asuntos laborales, diálogo social o cuestiones relativas al desarrollo humano. La Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) considera que la repercusión de las reformas económicas va más allá de los factores macroeconómicos. En una reciente publicación de la CIOSL se resumió este hecho de la siguiente manera: «Las instituciones de Bretton Woods no son las únicas responsables de que sus mandatos de reducir la pobreza, promover el desarrollo humano o garantizar la estabilidad financiera internacional no se cumplan, pero tampoco pueden pretender haber conseguido instaurar un sistema de justicia económica que abarque a toda la comunidad mundial.» Las reformas económicas deben incorporar democracia y equidad en los ajustes y el desarrollo. Por lo tanto, los sindicatos deberían participar en el proceso de concepción y aplicación de los planes de ajuste estructural a fin de incorporar los componentes de desarrollo social del ajuste y asegurarse de que las ganancias a corto plazo no se consideren más importantes que el desarrollo económico y social sostenible a largo plazo. La política de la CIOSL ha consistido en tratar de que las instituciones financieras internacionales y los gobiernos africanos escuchen los planteamientos sindicales. En 23 este sentido, la CIOSL ha celebrado reuniones con el Banco Mundial y el FMI, ambas en marcos internacionales y nacionales. Diversos Secretariados Profesionales Internacionales (SPI) y sindicatos africanos afiliados a la CIOSL han participado en dichas reuniones. El Banco Mundial, en su Informe sobre el desarrollo mundial, 1995, reiteró que «los sindicatos libres son uno de los pilares fundamentales de todo sistema eficaz de relaciones laborales que pueden contribuir a aumentar la productividad para que disminuya la discriminación en el lugar de trabajo, y han contribuido al desarrollo político de sus países». El FMI expresó, asimismo, su preocupación por la dimensión social de los planes de ajuste estructural y demostró estar dispuesto a reunirse y discutir sus políticas con los sindicatos. Con el fin de respaldar a los sindicatos al tratar con planes de ajuste estructural, la CIOSL optó por el diálogo como la mejor alternativa para incorporar cambios en las políticas de las instituciones de Bretton Woods. Se llevaron a cabo diversas conferencias y reuniones regionales y nacionales relativas a las reformas económicas. Esos foros han producido importantes efectos tanto a escala nacional como internacional, consiguiendo que los gobiernos, el FMI y el Banco Mundial comprendieran la necesidad de impregnar conciencia social en sus programas. Un desarrollo centrado en las personas: el meollo del ajuste Para crear consenso con respecto a los objetivos y medios de acción dirigidos al desarrollo económico y social nacional se necesita diálogo social. Se ha venido reclamando que se institucionalicen estructuras nacionales de alto nivel compuestas por los participantes en el proceso asociándose las cuestiones importantes de política económica y social y las decisiones alcanzadas a través de consenso y diálogo. Tales estructuras podrían utilizarse para controlar los excesos de corrupción, 24 la asignación de licitaciones y el nepotismo, entre otros. Se debería aprovechar, a este respecto, la experiencia realizada por el Consejo Nacional de Asesoramiento sobre Desarrollo Económico y Mano de Obra (NEDLAC) de Sudáfrica. (Véase el artículo de Omano Edigheji y de Karl Gostner en el número 120 de Educación Obrera, 2000/3.) Se debe intentar alcanzar el desarrollo social al mismo tiempo que el crecimiento económico. Las políticas macroeconómicas sólidas son fundamentales para sostener los altos índices de crecimiento por habitante debido a que las mismas políticas propician el aumento de las reservas nacionales y los índices de inversión, además de reducir los índices de inflación y la inestabilidad financiera. El crecimiento económico constituye un requisito importante del desarrollo. Sin embargo, muchas veces se ha procurado lograrlo utilizando la burda herramienta de la austeridad. Los países que tendrán más éxito serán los que cuenten con instituciones capaces de equilibrar y reequilibrar constantemente las presiones del mercado en pro de la flexibilidad y el dinamismo con las presiones sociales en favor de seguridad y dignidad. Todos deberían dar seguimiento a la Declaración de Copenhague sobre Desarrollo Social y el Programa de Acción de la Cumbre Mundial para el Desarrollo Social, que establecieron un nuevo consenso y se comprometieron a erradicar la pobreza, promover el empleo pleno y productivo y fomentar la integración social para forjar sociedades estables, seguras y justas. Los esfuerzos por construir una capacidad productiva en los países africanos deberían ser apuntalados mediante enérgicas políticas de empleo y mercado laboral que incluyeran inversiones en sectores de empleo intensivo como la agricultura y el desarrollo de las infraestructuras así como medidas de respaldo al desarrollo empresarial. El desarrollo de las infraestructuras es fundamental para valorar los bienes productivos, ensanchar los mercados y atraer inversiones extranjeras directas. Una economía diversificada desde el punto de vista estructural es necesaria porque genera niveles más altos de ingre- sos y resistiría mejor a los impactos externos como las sequías, las inundaciones y los cambios en las condiciones comerciales. En consecuencia, los países aumentarían con ello las posibilidades de salir de la pobreza. La comunidad internacional debería tener la voluntad política de condonar o reducir considerablemente la deuda externa. Se necesita un cambio radical en la Iniciativa en favor de los países muy pobres endeudados, con la finalidad de conseguir rápidamente el alivio de la deuda y aumentar la cantidad de países que puedan acceder a ella. Si bien un fuerte apoyo externo es fundamental, los donantes deben incrementar la ayuda externa al desarrollo. No obstante, se han de relajar las condiciones de los principios macroeconómicos sólidos que exigen las instituciones de Bretton Woods en la iniciativa para los países pobres, a fin de que se pueda alcanzar la meta de reducir la pobreza. También es preciso movilizar eficazmente los recursos nacionales para alcanzar el crecimiento económico y reducir la pobreza. Con el fin de frenar la pérdida de los ahorros, se necesitan medidas que regulen el control de la fuga de capitales e intentar que los ahorros situados fuera del continente vuelvan. A su vez, esto requiere reformas para aumentar el rendimiento de las inversiones nacionales y reducir los riesgos Se ha de procurar un crecimiento con redistribución. El desarrollo exige no solamente una actividad económica sino que se reduzca la desigualdad en la distribución de la riqueza y que se distribuyan de manera equitable los beneficios del crecimiento económico, dentro y entre las naciones. Se deberían destinar mayores recursos a gastos sociales tales como la educación, la salud, el suministro de agua y viviendas. El desarrollo de las infraestructuras a largo plazo, como caminos y servicios telefónicos, supone otra positiva iniciativa agregada. Se han de reducir al mínimo los gastos militares, al tiempo que la comunidad internacional debería participar en la solución pacífica de muchos conflictos graves, tanto internos como internacionales. El virus de la inmunodeficiencia humana y el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (VIH/SIDA) se consideran, actualmente, «el desafío más importante para el desarrollo de nuestro tiempo». El VIH/SIDA se ha extendido hoy por todo el mundo, pero donde ha golpeado con más dureza es en Africa subsahariana. En Africa vive el 70 por ciento de los adultos y el 80 por ciento de los niños infectados por el SIDA mientras que las tres cuartas partes de las personas que murieron de SIDA en todo el planeta desde que comenzó la epidemia eran africanas. Se estima que durante el año 2000 en Africa subsahariana se infectaron 3,8 millones de personas por el VIH y fallecieron 2,4 millones de personas. Lo que singulariza al VIH/SIDA con respecto a otras epidemias es su repercusión en el desarrollo. Socava cinco de los pilares del desarrollo: el crecimiento económico, la buena administración, el desarrollo del capital humano, el clima para las inversiones y la productividad laboral. Se han de tomar medidas encaminadas deliberadamente a realizar campañas de concienciación para erradicar la enfermedad; combatir el silencio que rodea al VIH/SIDA; luchar por el suministro de medicamentos genéricos a bajo precio; y contactar a las instituciones de las Naciones Unidas tales como la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Organización Mundial del Comercio (OMC), la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) y el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre VIH/SIDA (ONUSIDA) para instarlas a que destinen mayor cantidad de recursos a programas vinculados a la lucha contra el VIH/SIDA (véase el artículo de Jacky Delorme, pág. 33). Los países africanos deben aprovechar al máximo la integración económica regional con el fin de salir del aislamiento económico en que están sumidos, ampliar sus mercados y respaldar el desarrollo de las exportaciones. La integración regional es una manera de ayudar a esos países a diversificar sus economías y revertir el proceso de desindustrialización y marginación. La integración regional también 25 conlleva vínculos de intercambio y, de esa manera, contribuye a un valor regional añadido. Más importante aún, la integración regional promueve la diversificación y las exportaciones a mercados regionales, lo que acrecienta la experiencia antes de que se ingrese en los mercados mundiales. Un mercado integrado también proporciona el marco para que los países africanos cooperen en el desarrollo de una infraestructura común, como por ejemplo servicios financieros, transportes y comunicaciones y mecanismos para explotar de manera conjunta los recursos naturales. La limitada dimensión del mercado de muchos países africanos implica que muchos de ellos podrían aumentar en gran medida sus perspectivas de crecimiento si aumentara el comercio intrarregional. El acceso a los mercados del Norte se debería garantizar de la misma manera que se necesitan mecanismos internacionales más eficaces para estabilizar los precios y compensar a los países africanos en caso de caídas repentinas del valor de las exportaciones. El mantenimiento de la paz y la seguridad, dentro y entre los países, la democracia, el imperio de la ley, la promoción y la protección de todos los derechos humanos y de las libertades fundamentales, incluyendo el derecho al desarrollo, a una administración efectiva, transparente y responsable a la igualdad de géneros, al pleno respeto de los principios y derechos fundamentales en el trabajo y a los derechos de los trabajadores migrantes, son algunos de los elementos esenciales para lograr el desarrollo social centrado en la gente. Africa necesita tomar serias medidas para eliminar el capitalismo de camarillas, la corrupción, los monopolios y las inversiones no sostenibles. 26 Conclusiones Para que Africa emprenda el camino del crecimiento y del desarrollo se necesita un cambio rotundo en el «Consenso de Washington». Los programas de ajuste estructural deben incorporar los principios de transparencia, consulta, adecuados niveles de gastos sociales, buena administración y gestión financiera responsable. Un primer paso indispensable es la participación activa de la sociedad civil – incluyendo a los sindicatos – en la elaboración, puesta en práctica y evaluación de políticas más orientadas a la dimensión social y a más largo plazo. Tales políticas deberían incluir programas de lucha contra la pobreza y afrontar cuestiones tales como la educación primaria y la atención médica, la igualdad de géneros, la protección social, el pleno empleo, las sólidas relaciones laborales y el respeto de las normas fundamentales del trabajo. Sería deseable que los africanos pudieran concebir sus propias soluciones para sus propios problemas. En los últimos años se creó un consenso con respecto a los elementos esenciales necesarios tanto para que aumente el crecimiento como para acompañarlo de políticas que busquen específicamente aliviar la pobreza. Hoy en día, el acelerado rendimiento económico requiere que en Africa se utilicen mejor los recursos existentes y que aumenten las inversiones. En particular, se debe continuar la reforma macroeconómica, en especial, los esfuerzos por reestructurar las finanzas públicas y abrir las economías al comercio y las inversiones privadas. Sin embargo, el crecimiento no será sostenible a menos que se lo respalde con inversiones en infraestructura humana y social, especialmente en las áreas rurales, y prestándose atención a las necesidades de las mujeres africanas. Se debe valorar la capacidad de los gobiernos africanos en la administración eficaz de sus economías. Mundialización, democratización y condicionalidades a geometría variable La forma como se aplica en Africa la condicionalidad de la ayuda internacional parece, a menudo, obedecer más a intereses económicos y estratégicos de los donantes de fondos que a criterios de democratización, de derechos humanos o de buena gestión. François Misser Periodista S « e debe convencer a todo el mundo de que sin una verdadera democracia, el respeto de los derechos humanos, la paz y la buena gestión, no hay desarrollo posible.» Tal es el credo enunciado por los seis jefes de Estado promotores de la «Nueva Iniciativa Africana», que declaran también su voluntad de conseguir que el continente participe «activamente» en la economía y en la vida política mundiales. No obstante, cuando se observan los hechos no puede dejarse de guardar ciertas reservas en cuanto a la correlación entre la democratización, el desarrollo económico y la mundialización. No cabe duda de que los países analizados disponen de los «mejores riesgos» para los inversores por considerarlos dotados de instituciones democráticas: Botswana, Mauricio y Sudáfrica están a la cabeza del pelotón continental (véase recuadro). Son países que se caracterizan por una mayor apertura hacia el resto de la economía mundial, principalmente tras la firma en 1996 de un acuerdo de asociación y de libre comercio entre el Gobierno de Pretoria y la Unión Europea (UE). Además, durante los dos últimos años, en diversos países de Africa subsahariana, la calidad de la democratización mejoró con la introducción de la libertad de expresión y de opinión en la alternancia política. En cuanto a Ghana y el Senegal, ésa fue una noticia que les llenó de gran satisfacción. Côte d’Ivoire habría formado parte del grupo si no se hubiera excluido uno de los principales actores políticos, el nordista musulmán Alassane Ouattara, con los consecuentes disturbios que ello provocó. De esta manera, la consolidación de la democracia senegalesa, combinada con una mayor apertura del mercado y los adelantos del programa de privatización, contribuyó a mejorar la calificación de ese país ante los inversores coadyuvado por los analistas de la publicación francesa NordSud Export (Grupo Le Monde). No obstante, es conveniente señalar algunas notas discordantes. Las correlaciones entre democratización e inversiones no son automáticas. Sean cuales fueran los esfuerzos realizados en ciertos países, los dividendos de la democratización y los eventuales progresos realizados en materia de buenas gestión de los asuntos públicos o de la consolidación del Estado de derecho, no cosecharon necesariamente como resultado una afluencia inmediata de capitales extranjeros. El potencial de los mercados africanos se vio socavado por la inestabilidad de los tipos de cambio. A título de ejemplo, el precio del café «robusta» que se situaba alrededor de 470 dólares estadounidenses por tonelada, en septiembre de 2001, representaba entonces nada más que ¡la octava parte del precio que había alcanzado siete años antes! Además, un reciente estudio del Banco Mundial revela que durante los veinte últimos años se apreció una transferencia neta de recursos de Africa subsahariana hacia el resto del mundo. En lo que se refiere a las inversiones extranje27 ras directas, éstas disminuyeron el 13 por ciento solamente durante el año 2000 y representaron únicamente el 0,4 por ciento de las corrientes mundiales, mientras que para el período 1989-1994 suponían el 1 por ciento. Además, hay que admitir que Túnez, considerada uno de los mejores «riesgopaís» del continente (véase recuadro) y cuyo grado de apertura comercial aumentó con la firma de un acuerdo de asociación y de libre comercio con la Unión Europea, combina un destacado crecimiento y un apoyo financiero occidental casi impecable con repetidas violaciones de los derechos humanos. Uno de los triunfadores del liberalismo de los intercambios y del crecimiento en Africa oriental es Uganda, que disfruta de una indiscutible libertad de expresión, limitada, sin embargo, al derecho de crítica. En cuanto a lo demás, el no-party system (prohibición de partidos políticos) ugandés deja muy pocas oportunidades a los opositores del Presidente Yoweri Museveni, quien se impuso durante las elecciones presidenciales enfrentándole a su adversario Kizza Besigye, aunque se le acusó de irregularidades. En el sentido inverso, el pelotón de países cuyos indicadores de desarrollo humano son más débiles comprende los Estados mal gobernados por regímenes autoritarios, a menudo sumidos en guerras y que, negándose a todo diálogo, vieron crecer las filas de una oposición armada, para provecho de las cúpulas de los países depredadores. En la República Democrática Popular del Congo – donde el derrumbamiento del Estado, mal administrado por una élite corrupta, fue la principal causa de la derrota del régimen del Presidente Mobutu frente a sus adversarios respaldados por Rwanda y Uganda en 1997 –, las libertades fueron recortadas considerablemente bajo el régimen de Kabila. El laxismo con el que la comunidad internacional dejó que fuerzas militares extranjeras de Rwanda, Uganda y Angola respaldaran a los dirigentes rebeldes, apresuradamente electos, les permitió imponerse en ese país y quebrantar las libertades. Esta situación creó, además, un peligroso senti28 miento de impunidad y una política de exclusión que alimentó los apetitos de los demás candidatos a dictadores, igualmente proclives a apoyarse en los predadores extranjeros para convertirse en califas reemplazando al gobernante de turno. Pero una vez más, las correlaciones no son automáticas. Basta considerar el caso de Angola, también en guerra, cuyos principales productos de exportación, el petróleo y los diamantes, formaban parte de los engranajes de la economía internacional mucho antes que el término mundialización se pusiera de moda. Angola – un riesgo desastroso para numerosos inversores deseosos de entrar en los sectores manufactureros y agrícolas – absorbe junto con esa otra esponja de oro negro que es Nigeria casi la mitad de las inversiones extranjeras destinadas a Africa subsahariana. Lamentablemente, buena parte de esa riqueza vuelve a los países industrializados para la compra de armamentos y de inversiones ocultas en paraísos fiscales, en medio de la miseria general. Y sin que de ello se obtenga ni siquiera un mínimo de bienestar suplementario para su población. Déficit de democratización + mundialización = peligro En otras ocasiones, la falta de democratización o de diálogo favorece el nacimiento de los efectos nocivos de la mundialización. Tanto es así que la manera en que se están diseminando en el continente los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) deja mucho que desear. «Cuando la sociedad civil se moviliza en Europa, América y Asia para convertir la cuestión de los OGM y de los derechos de propiedad intelectual en un debate ciudadano, en Africa sucede lo contrario: no existe ninguna participación de la opinión pública en las tomas de decisión», se deploraba en las conclusiones de un seminario panafricano sobre los OGM celebrado en Yaoundé (Camerún), en octubre de 1999. En Kenya, «el inamovible Presidente Moi deja poco espacio a la opinión pública. En 1999, diversos movimientos locales intentaron oponerse, sin éxito, a que los Estados Unidos y el Canadá enviaran maíz genéticamente modificado como ayuda alimentaria a los países que atravesaban por un periodo de hambruna», recuerda la revista francesa Politis1. Si bien las biotecnologías encierran un gran potencial, la manera de introducirlas – que comprende la prohibición de volver a sembrar la cosecha –, así como las perspectivas de multiplicación del cultivo de plantas con nuevos genes (colzas transgénicas) pueden traducirse en un derrumbamiento del mercado de ciertos países tropicales, principalmente el de aceite de palma. También se teme que las agriculturas del Norte, más productivas gracias a los OGM, intensifiquen sus exportaciones hacia Africa debilitando la posición de las agriculturas campesinas locales. En un país como Zimbabwe, otro tipo de peligro que acecha es que los abusos de poder, que se convirtieron cada vez más en frecuentes a medida que la economía del país se hundía (invasiones incontrolables de tierras por comandos del partido del Presidente Mugabe, persecución de los opositores, ruinosa guerra en la República Democrática Popular del Congo respaldada ampliamente por los contribuyentes, etcétera) se combinen con prácticas que perjudiquen las finanzas públicas. Eso sucede principalmente al atribuirse mercados públicos. Una de las múltiples razones para que dejara de afluir ayuda financiera internacional a dicho país fueron las exenciones concedidas a empresas de Malasia permitiéndoles eludir la transparencia en sus maniobras para obtener participación en los sectores de la energía y de las telecomunicaciones. En Nigeria, que desde 1999 disfruta de un presidente y un parlamento electos, la mundialización debilita aún más la estabilidad económica y social. La incapacidad de la industria local de hacer frente a la competencia de los productos importados obligó a que en septiembre de 2001, la Cámara de representantes encomendara a un comité especial la evaluación de los efectos de la adhesión del país a la Organización Mundial del Comercio (OMC). Tal situación comportaría el riesgo de que Nigeria se retire de la OMC, lo que haría cambiar de idea de los inversores potenciales deseosos de implantarse en ese país, y conseguiría aumentar aún más la gran masa de desocupados. Ahora bien, en el país reina una violencia crónica, desencadenada, por una parte, por mafias sin escrúpulos que utilizan la religión musulmana con fines políticos e imponen el uso de la sharia en 13 Estados del país y, por otra, por los sabotajes crónicos, en la región del Delta, contra las instalaciones petroleras cometidos por militantes autonomistas. De manera más general, la toma de conciencia sobre el hecho de que la mundialización no originó, lamentablemente, mejoras en el ámbito de los derechos humanos, significa en gran medida la causa del giro doctrinal que dio Amnistía Internacional (AI). En Dakar, en agosto de 2001, dicha organización humanitaria decidió integrar en su mandato los derechos económicos, culturales y sociales. Y es que la mundialización «se tradujo en un enriquecimiento de unos pocos y en el empobrecimiento y la desesperación para la gran mayoría», señala el ex secretario general senegalés de AI, Pierre Sané2. El ministro francés para la cooperación, Charles Josselin, se hizo eco de esas afirmaciones, y en un discurso pronunciado el 25 de septiembre de 2001 sobre «el desarrollo de la zona franca y Africa», se refirió a «la desigualdad del mundo que la mundialización, lejos de reducir, parece por el contrario estar acrecentando». Incoherente utilización de los incentivos y sanciones Desde hace algunos años, los europeos, al igual que los miembros del G8 (grupo de los países industrializados y Rusia) o las instituciones de Bretton Woods, hacen gala de una doctrina tendente a dar prioridad, con sus apoyos económicos y comerciales, a los países que mejor satisfacen los criterios relativos al respeto de los derechos humanos, del Estado de derecho y la buena administración de los asuntos públicos. En virtud de ello, y debido a las reiteradas violaciones de las libertades 29 Clasificación del «riesgo-país» para las inversiones de los 35 países africanos La siguiente clasificación se ha elaborado en función de cuatro criterios (entorno de los negocios, los riesgos políticos, los riesgos de mercado y los riesgos de soberanía). El riesgo se considera: prohibitivo por debajo de los 160 puntos, muy elevado por debajo de los 270 puntos, elevado por debajo de los 320 puntos, bastante alto por debajo de los 380 puntos, moderado por debajo de los 430 puntos y débil a partir de los 540 puntos. A modo de indicación, en los países emergentes la relación «mejor riesgo-país» para los inversores es Singapur (608 puntos) y la peor, Yemen (103 puntos). Afganistán, al igual que numerosos pequeños mercados como el de Gambia, no ha sido incluido en dicha lista compuesta por 100 países. Botswana Mauricio Sudáfrica Marruecos Túnez Namibia Burkina Faso Egipto Senegal Gabón Ghana Camerún Malí 514 511 427 426 426 421 407 406 401 398 397 397 390 Benin Togo Kenya Uganda Madagascar Mozambique Níger Côte d’Ivoire Chad Argelia República Unida de Tanzanía 305 Mauritania 380 376 361 333 330 323 319 319 313 312 Libia Zambia Zimbabwe Congo Etiopía Nigeria Guinea Sudán Angola República Democrática del Congo 298 288 284 282 275 269 250 189 156 105 298 Fuente: Clasificación de los mercados emergentes (Nord-Sud Export) 2001-2002. políticas y sindicales, se denegó a un país como Swazilandia los beneficios del Sistema Generalizado de Preferencias o de la African Growth Opportunity Act, que abre el mercado estadounidense a los productores africanos. En una entrevista concedida por el Presidente del Senegal, Abdoulaye Wade, uno de los promotores de la Nueva Iniciativa Africana (NIA), éste manifestó claramente la opinión acerca de que las disposiciones relativas a la democracia establecidas por el Acuerdo de Asociación entre Cotonú y la Unión Europea y los países de Africa, Caribe y Pacífico «se deberían reforzar» y que «los países que no respetan ciertas normas democráticas no deberían poder acceder». En efecto, el Presidente Wade declaró ser absolutamente partidario de la «condicionalidad democrática», corriendo el riesgo de enemistarse con el denominado «sindicato» de jefes de Estado africanos. El Presidente senegalés reclamó ante el Congreso de los Estados Unidos y el Presidente francés, Jacques Chirac, principalmente un control más serio de los procesos electora30 les. «Lamento decir que enviar observadores la víspera de las elecciones es un gran disparate. Yo mismo fui víctima de eso. Fui el primero en pedir que se enviaran observadores del exterior. El Presidente Diouf me tomó la palabra y convocó a los observadores extranjeros. Llegaron el sábado. Estuvieron en dos o tres lugares donde se efectuaban las elecciones. Observaron cómo transcurría la votación de los ciudadanos y luego dijeron: ‘No hay muertos, todo anduvo bien’. Las elecciones no consisten sólo en eso. Se van preparando un año antes: elaborando las inscripciones en las listas electorales, la impresión de los padrones electorales, la libre expresión. Pero hoy, lucho para que haya observadores en las elecciones ¡no sólo en las votaciones mismas! Si el hecho de que no haya muertos o heridos ha pasado a ser un parámetro para determinar la calidad de un proceso electoral ¿hacia dónde vamos? En 1993, tenía la inocencia de creer que Africa iniciaría el año 2000 con regímenes democráticos. Cuando en 1993 organicé la conferencia de partidos políticos, en ese objetivo tenía puestas mis esperanzas. Lamentablemente, aunque hayamos logrado adelantos todavía no hemos llegado a ese punto. Es necesario reconocer que en Africa hay diversos regímenes democráticos cuyos líderes fueron electos sin que se pusieran en duda los resultados electorales. Lamentablemente, esto no ocurre así en la mayoría de los casos.» El Presidente Wade también es exigente en el plano comercial: el mundo desarrollado no debe levantar falsas barreras a las exportaciones de su país utilizando de manera abusiva las normas sanitarias para obstaculizar la importación de maní o fosfato senegalés. Sin embargo, hay que reconocer que la manera como se aplica en Africa la condicionalidad vinculada a la democratización, a los derechos humanos o a la buena gestión, es cuando menos desconcertante y parece responder a otros criterios. La coherencia de la política europea resulta especialmente difícil de entender. Por ejemplo, Togo está sancionado desde hace años por cometer fraude electoral y reprimir a la oposición. No sucede lo mismo con Guinea, que desde hace más de dos años tiene en la cárcel a Alpha Condé, el rival del Presidente Lansana Konté en las elecciones de diciembre de 1998. En Africa central, el Banco Mundial y la Unión Europea abrieron parcialmente las puertas de su financiación a la República Democrática del Congo, pese a que en materia de violaciones de los derechos humanos y de libertad de expresión, ese Gobierno no puede compararse con el de Kengo wa Dondo. Numerosos partidos políticos están prohibidos y son habituales las ejecuciones sumarias ordenadas por el tribunal militar sin posibilidad de apelación. De la misma manera, el Fondo Monetario Internacional (FMI) intenta en vano, desde hace años, imponer al Gobierno de Luanda el control de las cuentas de la empresa paraestatal Sonangol, para que acabe el saqueo de los ingresos petroleros que el «triángulo de las Bermudas» (Sonangol, el Futungo (palacio presidencial) y el Banco Nacional de Angola) en algún momento retiran y que terminan luego en cuentas de ultramar. Tal y como lo demostró el escándalo político del «angolagate» en Francia sobre las armas entregadas a Angola, se conocía abiertamente que esa riqueza se recicla en forma de carros de combate o bombas de fósforo. Sin embargo, ni la UE ni sus Estados miembros u otros proveedores de fondos cesaron de brindar su ayuda al Gobierno de Luanda. Ahora bien, al igual que en otros países de la región, tales como Uganda o Rwanda, está claro que en el mejor de los casos – como lo subrayaba con destacada lucidez el ministro francés para la cooperación – la ayuda internacional permite que dichos regímenes dispongan de fondos con fines militares. Recientemente, la comunidad internacional asumió la misión de combatir el mal de la guerra en sus raíces, decretando embargos sobre los envíos de armas y de combustible, y sobre las exportaciones de diamantes de los rebeldes de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) y del Revolutionary United Front de Sierra Leona. No obstante, transcurridos ya tres años de esa infructuosa práctica, en octubre de 2001 los expertos de las Naciones Unidas encargados del seguimiento de dichas sanciones tuvieron que admitir que las mismas no resultaban eficaces. Sin embargo, se ha de observar que esa práctica originó un bien no estratégico en la medida en que, para sus aplicaciones industriales, el mundo comprobó que puede funcionar sin el diamante africano «de origen dudoso». Además, el embargo, lo más opuesto a la liberalización de los intercambios, beneficia indiscutiblemente a los productos alternativos de Africa austral situados en la indiscutible protección del gigante sudafricano De Beers y del canadiense Grand Nord, donde el «consorcio» invirtió masivamente y utilizó las sanciones para promover sus piedras preciosas «políticamente correctas». Finalmente, se debe indicar que el embargo fue decretado sin mediar la más mínima concertación con la sociedad civil angoleña. Esta lo considera inútil y para terminar con la guerra preconiza las negociaciones, aunque se encuentre con grandes dificultades para hacerse escuchar. 31 Es significativo comprobar que cuando en los Estados beligerantes o culpables de violaciones de los derechos humanos se hallan yacimientos importantes de petróleo el arma de las sanciones pierde fuerza. Nunca se ha discutido de la aplicación de ningún embargo al petróleo de Angola, que constituye el 8 por ciento de las importaciones estadounidenses y que, por ese motivo, forma parte del ámbito del interés nacional de ese país. De ahí que el régimen del general Sani Abacha de Nigeria nunca tuviera que preocuparse por adoptar tal medida. En lo que respecta a Sudán, cuyo ejército continúa bombardeando a las poblaciones civiles del sur, pero que se impone como un productor de oro negro de primer orden, el Consejo de Seguridad suaviza sus posiciones, hasta tal punto que en octubre levantó las sanciones contra ese país, inicialmente decretadas en 1996 luego del intento de asesinato contra el Presidente egipcio, Hosni Mubarak, en Etiopía. Cabe decir que Sudán no escatimó esfuerzos para que Washington adoptara una actitud más comprensiva, recurriendo a los talentos de un antiguo miembro de la CIA, Milton Bearden, quien recibió más de 200.000 dólares para conseguir que se levantaran las sanciones contra Jartum y se restablecerieran las buenas relaciones con los Estados Unidos3. Según una investigación de Al-Ahram Hebdo (Egipto), otros países petroleros del golfo de Gui- 32 nea, Angola y Gabón se mostraron aún más generosos, pagando respectivamente dos millones y un millón de dólares anuales a agencias de relaciones públicas o a grupos de presión. La condicionalidad de las ayudas o de las sanciones a veces parece depender de las razones que fingen ignorar las nobles promesas de los líderes políticos. Mencionemos sin embargo el augurio formulado por el Comisario europeo de desarrollo, Poul Nielson, durante el encuentro celebrado el 10 de octubre de 2001 en Bruselas, entre la presidencia de la Unión Europea y los promotores de la Nueva Iniciativa Africana. El Comisario Nielson considera que la voluntad de los promotores de la Nueva Iniciativa Africana para construir un entorno favorable a los capitales extranjeros, velando por el respeto de las normas de derecho y de buena gestión, permitiría elevar al máximo la repercusión del servicio de inversión de 4.000 millones de euros previsto en el acuerdo de Cotonú. Notas 1 «Un mirage pour le tiers monde», Politis, (París), 28 de junio de 2001. 2 «Economie et droits de l’homme», Libération, (París), 23 de agosto de 2001. 3 «Lobby pour l’Afrique: folie ou nécessité?», Al-Ahram (El Cairo), 15-21 de agosto de 2001. SIDA: prevención y cócteles de medicamentos, sin contraindicaciones para el Sur La urgencia de desarrollar una acción mundial, multiforme y cooperativa para contener la epidemia otorga un carácter crucial a las iniciativas de la OIT en materia de lucha contra el VIH/SIDA. Sin embargo, esta actuación debe incluir el acceso a los tratamientos contra el SIDA. Jacky Delorme Periodista N « o hay en el mundo una guerra más importante.» No nos equivoquemos, estos planteamientos militares del Secretario de Estado estadounidense, Colin Powell, son anteriores a las respuestas militares vinculadas con los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. Datan del mes de mayo, cuando el general estadounidense encabezó una misión a diversos países africanos y se refieren a la lucha contra el virus de la inmunodeficiencia humana/síndrome de inmunodeficiencia adquirida (VIH/SIDA) que está devastando Africa subsahariana. Dada la actual crisis internacional, se teme que esa declaración sirva de epitafio a los millones de víctimas que probablemente queden en el olvido. Las cifras que se manejan producen vértigo. Cuando todavía uno no se había acostumbrado a las estadísticas de fines de 2000 – 36 millones de personas infectadas en el mundo, de las cuales 25 millones en Africa; 5,3 millones de nuevos casos de infección, 3 millones de muertos, 22 millones desde el comienzo de la epidemia –, el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONUSIDA) se dispone a suministrarnos cifras todavía más catastróficas. Sin embargo, los dos acontecimientos más destacados de este año, a este respecto, auguraban unas perspectivas más alentadoras. Por una parte, Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas, anunció el pasado mes de mayo la creación de un fondo mundial de lucha contra el SIDA. Por otra, el juicio de Pretoria, unas semanas antes, acabó por derrotar a las empresas farmacéuticas que habían intentado demandar al Gobierno sudafricano por no haber respetado las patentes. Frente a una opinión pública cada vez más hostil, esas empresas finalmente retiraron su demanda. Bajar el precio de los medicamentos Las patentes, de eso se trata. Todo comenzó en 1994 con la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC), que todos los países miembros se comprometieron a respetar para el año 2006 a más tardar. Tomados de manera aislada, dichos ADPIC suponen un gran valor aunque dan lugar a excesos de todo tipo, como la «patente» para organismos vivos que es un vergonzoso saqueo de los recursos del Sur por parte de las empresas del Norte. En lo que se refiere a los medicamentos, los ADPIC dificultaron aún más el acceso a los tratamientos debido a los monopolios que ejercen las grandes empresas y a la prohibición de realizar copias genéricas. Sin embargo, la OMC ha previsto algunos ajustes que se han integrado en los ADPIC. En líneas generales, un país puede fabricar esas copias genéricas más baratas «en caso de situaciones de urgencia nacio33 nal u otras circunstancias de extrema urgencia» (cf. artículo 31 de los ADPIC). Diversos países intentan introducirse por esa brecha, a pesar de la denodada oposición de las empresas farmacéuticas que hablan de piratería. En esta controversia se enfrentan dos lógicas: la que busca sacar el máximo posible de ganancias y la que defiende el derecho universal a la salud. Los Estados Unidos, con su todopoderoso lobby farmacéutico, amenaza a distintos países con tomar medidas económicas como revancha. La escalada de ataques también se produce en el orden verbal – por ejemplo, ciertos opositores han pasado a designar al laboratorio GlaxoSmithKline con el nombre de Global Serial Killer (asesino en serie mundial) – y judicial, con los laboratorios presentando numerosas quejas por «infracción» a los ADPIC. ¿Cuál es la situación actual? En Sudáfrica, los militantes de la lucha contra el SIDA, miembros de organizaciones no gubernamentales (ONG) internacionales como Médicos sin Fronteras y Oxfam, asociaciones de personas infectadas por el VIH/SIDA y sindicatos, se decepcionan muy pronto. Tras el juicio de Pretoria, el Gobierno sudafricano anunció que no tiene los medios financieros necesarios para recurrir a los medicamentos genéricos en gran escala a fin de atender a su población infectada de cerca de 5 millones de personas, un récord mundial. Las iniciativas se revelarán entonces inconexas. En los townships de Ciudad del Cabo, Médicos sin Fronteras acaba de poner en marcha un programa contra el SIDA en el que se incorporan los cócteles de medicamentos utilizando copias genéricas importadas. El gigante minero Anglo-American anunció en mayo que estaba negociando con un fabricante de la India el suministro de copias genéricas destinado a su personal seropositivo. Con los movimientos migratorios y el comercio del sexo que ellos mismos originan, los enclaves mineros se convierten en grandes focos de infección. Sin embargo, a comienzos del mes de octubre, la empresa dio marcha atrás declarando que no puede suministrar el tratamiento contra el SIDA a todos los trabajadores infec34 tados y debe limitarse al personal jerárquico. La Unión Nacional de Mineros (National Union of Mineworkers) denunció inmediatamente esa discriminación, con tanta más fuerza cuanto que el personal jerárquico es mayoritariamente blanco. Del otro lado del Atlántico, Brasil, país para el que los epidemiólogos predecían un considerable aumento de la cantidad de personas infectadas, está conteniendo el avance de la enfermedad. Además de una dinámica política de prevención en todos los niveles de la sociedad, el Gobierno decidió en 1998 producir las principales moléculas eficaces contra el VIH/SIDA para poder suministrar gratuitamente un tratamiento a todas las personas que lo necesiten. Dicho país fabrica actualmente tratamientos por un valor de 3.000 dólares estadounidenses por paciente y por año y se espera que próximamente consiga hacerlo por menos de 1.000 dólares, como lo hace ya un fabricante indio. Se trata de precios muy inferiores a los de los cócteles de medicamentos de los países occidentales, que cuestan entre 10.000 y 15.000 dólares por año y por paciente. El peso que debe afrontar el sistema de la seguridad social es, por tanto, perfectamente soportable: hay menos enfermos y menos mortalidad vinculada con el VIH/SIDA. Se hagan o no cargo los gobiernos de los países del Sur de los cócteles de medicamentos, las críticas de estos últimos desestabilizaron, en cierta medida, el cabildeo farmacéutico occidental. La competencia que representan las copias genéricas influyó muchísimo en los precios actuales de los grandes laboratorios. Su publicidad comercial humanitaria de los años noventa, cuando hacían sus míseras ofrendas en cada cumbre sobre el VIH/SIDA, ya no engaña a nadie. Aunque sus precios no se aproximan a los de los fabricantes del Sur, actualmente han bajado considerablemente. Eso da una idea de los enormes márgenes de ganancia de ese sector industrial y contradice asimismo la afirmación de los laboratorios de que el elevado precio es necesario para poder llevar a cabo sus costosos programas de investigación y desarrollo. A propósito de esto, cabe seña- lar que el descubrimiento de moléculas eficaces contra el VIH/SIDA ayudó a los laboratorios públicos a realizar lo esencial de la tarea antes de que el sector privado pasara a hacerse cargo y patentara sus rentables descubrimientos. Aumentar los recursos financieros Tomando en cuenta la disminución de precios, se ha de considerar un gran evento la creación de un fondo internacional destinado a la lucha contra el VIH/SIDA, la tuberculosis y el paludismo. La iniciativa emana del Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, y el fondo estaría funcionando antes de fines de 2001. El reto es ambicioso: se deben recaudar anualmente entre 7.000 y 10.000 millones de dólares para financiar programas que, además de la prevención, incluirán el tratamiento de todas las personas infectadas y el refuerzo de la investigación para hacer una vacuna. Kofi Annan estima que se debe hacer un nueva aportación de dinero y no desviar los recursos existentes de su finalidad inicial. Los programas nacionales serán los principales beneficiarios pero con el fin de asegurar su eficacia éstos deberán respetar las garantías de transparencia. La manera de funcionar de esos programas ya no es ningún secreto. La principal lección aprendida durante estos últimos veinte años es que no se debe considerar al SIDA únicamente como una epidemia sino también como un desafío multidimensional en el que están en juego aspectos sociales, económicos, políticos y de respeto de los derechos humanos. Sin una respuesta global, el SIDA prolifera y su control es imparable, como sucede actualmente en diversas regiones del mundo. En numerosas ocasiones, la lucha contra el SIDA es solamente parcial cuando, por el contrario, es necesario que haya una esmerada coordinación entre todas las personas u organismos que toman parte en la misma. Africa subsahariana presenta el espectro completo de los diferentes niveles de calidad de los programas de prevención que se ponen en práctica. El Senegal es el mejor exponente de país que consiguió prevenir una gran epidemia de VIH/SIDA únicamente movilizando a todos los actores sociales: docentes, empleadores, sindicalistas, jefes tribales, religiosos, curanderos, etcétera. Uganda, por su parte, es otro de los países que a menudo se cita en las conferencias internacionales por los destacados resultados obtenidos pero que, lamentablemente, lo hizo en una etapa más tardía, cuando la epidemia ya se había propagado y consolidado. Por el contrario, en Swazilandia – uno de los tres países más afectados del mundo – no existe la voluntad política necesaria para llevar a cabo este combate. Si bien hay un programa nacional, al igual que en los demás lugares, la única acción realmente eficaz la acometen algunas asociaciones locales. De ahí que cuando uno se concentra en el mundo laboral se comprende mejor la importancia de que intervengan forzosamente los interlocutores sociales y las ventajas para éstos de contar con un instrumento de referencia como la Recopilación de directrices prácticas de la OIT sobre el VIH/SIDA y el mundo laboral1. El trabajo decente, la lucha contra las discriminaciones de las personas infectadas, el fomento de sistemas de seguridad social, la igualdad entre mujeres y hombres, la protección de los grupos de riesgo como los migrantes, los trabajadores y trabajadoras del sexo, etcétera, son todos aspectos que revisten una importancia fundamental en la movilización contra el VIH/SIDA. La prevención es prioritaria y constituye en sí misma una herramienta de excepcional eficacia pero no es suficiente. Solamente en Africa subsahariana, cerca de la mitad de la población vive con menos de un dólar diario. Para esas personas, la compra de preservativos está lejos de ser una prioridad, como tampoco lo es el cambio de hábitos porque éstos puedan ser «peligrosos». Viven en situación precaria. No disponen de agua potable, de electricidad ni de los elementos básicos de educación y salud, o los consiguen mediante grandes sacrificios. Es ilusorio pensar en una movilización general sin conceder antes un ápice de esperanza a las poblaciones desfavore35 cidas, y resulta cínico pretender ayudar a las poblaciones afectadas por el VIH/SIDA si se les impide el acceso a los medicamentos que necesitan para sobrevivir. La disminución de los precios de los tratamientos contra el SIDA, asociada a la creación de un fondo internacional, debe permitir elaborar estrategias que combinen la prevención y el tratamiento. El ejemplo brasileño muestra que el argumento repetido hasta la saciedad por los grandes laboratorios, según el cual los cócteles de medicamentos son tratamientos demasiado complejos para los sistemas demasiado frágiles de salud de los países del Sur, carece por completo de fundamento. Por supuesto, es necesario poder disponer de esos tratamientos a bajo precio. A este respecto, reviste una importancia fundamental el actual debate que se desarrolla en la OMC sobre una reforma del acuerdo sobre los ADPIC. Mike Moore, Director General de 36 la OMC, haciendo referencia a las exenciones, admite que «se debe garantizar a los países poder invocar esa flexibilidad». Pero no hay que olvidar la motivación central de la guerra: el dinero. Incluso logrando los medicamentos genéricos a precios accesibles, la combinación de prevención y tratamiento exige considerables recursos. Sin ayuda internacional no funciona. En este momento, el fondo internacional creado por el Sr. Kofi Annan está lejos de haber recaudado los 7.000 y 10.000 millones de dólares previstos. Notas 1 OIT: Repertorio de recomendaciones prácticas de la OIT sobre el VIH/SIDA y el mundo del trabajo (Ginebra, 2001). El texto completo de este repertorio está disponible en el sitio Internet de la OIT : http://www.ilo.org/public/english/protection/ trav/aids/pdf/acodesp.pdf. La repercusión de la mundialización en Africa y la respuesta sindical: el caso de Sudáfrica Desde una perspectiva sindical sudafricana, en lugar de mejorar la suerte de todos los ciudadanos del planeta, la mundialización neoliberal está favoreciendo las desigualdades existentes entre las regiones, entre los países, y entre los ricos y pobres. Se necesita con urgencia que los sindicatos y la sociedad civil participen en el proceso de mundialización y combatan sus aspectos negativos. Shermain Mannah Sección de formación Unión Democrática Sudafricana de Docentes D urante la Cumbre del Sur de abril de 2000, el Presidente cubano Fidel Castro expresó con una metáfora gráfica la actual realidad de la mundialización para la amplia mayoría: «La mundialización es una realidad objetiva que pone de relieve el hecho de que todos somos pasajeros del mismo barco, es decir, el planeta en el que vivimos.» Sostuvo que, no obstante, los pasajeros «viajan en condiciones muy diversas». Afirmó que pequeñas mayorías «viajan en lujosas cabinas equipadas con Internet, teléfonos celulares y acceso a las redes mundiales de comunicación. Disfrutan de una alimentación nutritiva, abundante y equilibrada, además de disponer de agua potable. Tienen acceso a la atención médica de vanguardia y a la cultura». Por el contrario, declaró, «abrumadoras mayorías viajan en condiciones que se asemejan al terrible comercio de esclavos, llevado a cabo de Africa a América, de nuestro pasado colonial». Continuó diciendo que «el 85 por ciento de los pasajeros de este barco se hacinan en la parte que les ha sido asignada padeciendo hambre, enfermedades y sin atención médica. Obviamente, en este barco hay demasiada injusticia como para que permanezca a flote, y su derrotero es tan irracional e insensato que no puede atracar en un puerto seguro». Concluyó su descripción con una advertencia: «Este barco parece destinado 42 a chocar contra una placa de hielo. Si eso sucediera, todos nos hundiríamos con él.» Según Mohamed y Vally (Kenton, 1999), es improbable que la mundialización conduzca al desarrollo de la mayor parte de Africa por las siguientes razones: El bajo nivel de recursos e ingresos de Africa. Desde los años sesenta, han disminuido los precios y la demanda mundial de las cosechas africanas que se pagan en efectivo (recurso por el cual se consigue la mayor cantidad de divisas). A esto se añade la competencia de la agricultura intensiva capitalista de Asia y América Latina que empeoró aún más los problemas de los campesinos africanos. Los países africanos que cuentan con ingresos medios obtienen sus riquezas básicamente de las exportaciones de minerales, que tienden a beneficiar principalmente a empresas transnacionales y a países desarrollados que convierten la materia prima en productos de consumo. La ironía reside en que esos productos son vendidos nuevamente a los países en desarrollo con grandes márgenes de ganancia. La mayoría de la población africana vive en zonas rurales donde el ciclo económico depende de las imprevisibles condiciones atmosféricas. El crecimiento demográfico, junto con las limitadísimas oportunidades de empleo, contribuye a aumentar rápidamente una mano de obra sin tierra, que se gana el sustento al margen de la economía. Esta situación también ocasiona altos niveles de emigración hacia países con ingresos medios como Sudáfrica. Pese a hacerse referencia a un renacimiento africano, el capital mundial encuentra pocas oportunidades para financiar nuevas inversiones en ese continente, como consecuencia de la inestabilidad política y la percepción negativa que del mismo tiene el mercado. En la era de la informática, Africa ocupa una posición muy desventajosa a escala internacional al carecer de las nuevas tecnologías, y al escasear una adecuada capacitación de su mano de obra. Los autores llegan a la conclusión de que «la prognosis indica que el desarrollo africano y la dinámica del capitalismo mundial o mundializado, generalmente no son convergentes y no lo serán en un futuro previsible»1. Un nuevo y mortífero enemigo asola hoy el continente, la propagación del virus de la inmunodeficiencia humana/síndrome de inmunodeficiencia adquirida (VIH/SIDA). Ninguno de los retos a los que se haya enfrentado Africa anteriormente han sido tan terribles o catastróficos como la epidemia de VIH/SIDA. La enfermedad se propaga dentro de un contexto de extrema pobreza, ignorancia y subordinación de las mujeres y niños. Gran parte de Africa está paralizada por el yugo de la pobreza, nacida de una historia de colonialismo y mala gestión, así como por la continua explotación practicada por las empresas multinacionales, respaldadas por las grandes instituciones financieras internacionales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización Mundial del Comercio (OMC). La mun- dialización obstaculiza la respuesta del mundo en desarrollo a la epidemia de VIH/SIDA por las siguientes razones: Las empresas farmacéuticas multinacionales controlan la investigación, el suministro y la fijación de precios de los medicamentos. Adhiriéndose a la filosofía neoliberal, los gobiernos se muestran reticentes a responsabilizarse plenamente de la salud pública. Esto aparece cada vez más evidente en Sudáfrica, uno de los países del continente con mayores recursos. El bajo nivel de recursos e ingresos nacionales y la falta de infraestructuras, resultado de años de colonialismo y subdesarrollo. De ahí que la sociedad civil y los sindicatos deban tomar la iniciativa para ejercer presión sobre los gobiernos y que se haga frente con urgencia a la epidemia (véase artículo de Jacky Delorme en la página 33). Educación y mundialización Al definir nuestra visión de la educación en Africa, debemos orientarnos por los siguientes principios: El derecho a la educación establecido en la Declaración Universal de Derechos Humanos. El principio de justicia social, estrechamente vinculado a los objetivos de la educación. La educación, en particular, asociada al principio de rehabilitación por el cual la misma debe compensar las desigualdades debidas al nacimiento y a las condiciones sociales. Un sistema de educación y capacitación solamente se puede considerar justo si no es excluyente. No obstante, la escasez de recursos y la actual política económica neoliberal han 43 impedido hacer realidad dichos principios en el ámbito de la educación. Las estadísticas del suministro de enseñanza en la región subsahariana, expresadas por David Johnson en la publicación sudafricana Mail and Guardian, ponen el acento en el enorme desafío al que se enfrenta el mundo en desarrollo2. «El 11 por ciento de la población mundial vive en Africa subsahariana, pero recibe solamente el 1 por ciento de los gastos mundiales en educación, mientras que el 21 por ciento de la población mundial, que vive en el mundo desarrollado, recibe el 84 por ciento de los gastos mundiales en educación. Cuarenta millones de niños de Africa subsahariana en edad escolar no asisten a la escuela, menos de la tercera parte llega al nivel secundario y solamente el 3 por ciento recibe algún tipo de enseñanza universitaria. A título de comparación, la educación oficial en el mundo desarrollado tiene una duración de entre 15 y 17 años; casi el cien por ciento de los chicos recibe educación secundaria, y más del 50 por ciento recibe estudios universitarios. Para un chico de Africa subsahariana se gastarán como promedio 49 dólares en educación mientras que para un chico de los países industrializados el gasto global en educación es de 4.636 dólares. Desde 1994, la ayuda occidental a Africa subsahariana se redujo en 3.700 millones de dólares y los gobiernos africanos transfirieron a los acreedores norteños como reembolso de la deuda el cuádruplo de lo que gastaron en salud y educación.» En los países africanos, los programas de ajuste estructural (PAE), del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, agudizaron el estancamiento de la deuda. Además, las elevadas tasas de interés y el aumento de los precios del petróleo continúan agravando la situación y paralizando el desarrollo. Esto reduce seriamente la 44 capacidad de ofrecer servicios sociales y educación pública para todos en Africa. La mundialización constituyó el resultado ascendente de la teoría económica neoliberal, que otorga un menor cometido al Estado y aboga por la reducción de los gastos públicos. Dicha doctrina se fundamenta en los argumentos según los cuales los gastos públicos impiden las iniciativas privadas mientras que el suministro privado resultaría más eficiente. No obstante, con la aplicación de tal doctrina se permite que los Estados transfieran cada vez más a los particulares la responsabilidad de financiar la enseñanza. Dentro del contexto africano, en el que la mayoría de las comunidades son extremadamente pobres, el resultado es un estancamiento o el casi total derrumbe de la educación pública. La ampliación de las reglas de la Organización Mundial del Comercio y del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (AGCS), a fin de que abarquen cuestiones relativas a propiedad intelectual y servicios de educación, pone aún más en peligro la educación pública, especialmente en los países en desarrollo. Existe un verdadero riesgo de que el suministro público de educación, especialmente en el nivel de enseñanza superior y de formación profesional, pasen a manos de proveedores privados. Entre las posibles implicaciones, se señala la aparición de la homogeneización y comercialización de la educación, el inicio de un detrimento de las culturas y de los idiomas nacionales y locales, y el aumento del desempleo entre los docentes de los sectores afectados. Sudáfrica Sudáfrica tiene ciertas diferencias con Africa subsahariana. La economía sudafricana está más diversificada, opera en un nivel más alto de industrialización y desempeña un papel más destacado en la economía mundial que el resto del continente. Como consecuencia, un gobierno democráticamente elegido en Sudáfrica acepta la hipótesis de la «incorporación de Africa al capitalismo mundial con condi- ciones nuevas y más favorables a través de la conexión sudafricana». La aceptación por el Gobierno sudafricano de la política macroeconómica neoliberal, traducida en la política de crecimiento del empleo y de la redistribución (GEAR), impulsada por el mercado y apoyada en una estrategia competitiva de exportaciones, ha sido comparada a una forma de ajuste estructural, denominado «autoimpuesto». En este sentido, Sudáfrica presenta similitudes generales a las de los países subsaharianos que adoptaron políticas de ajuste estructural durante los años ochenta. Esto se observa claramente en las presiones financieras que desde 1994 se ejercen sobre el sector público. La política GEAR promueve la comercialización de la educación, las asociaciones público-privadas, la austeridad fiscal, las limitaciones presupuestarias, la reducción de costos y los recortes en educación. La escolarización, actualmente, se diferencia menos por motivo de «razas» que por «clases», como resultado del cobro de matrículas y de la competencia comercial entre las escuelas. Los padres deben ahora costear gran parte de la educación mientras que el Estado parece abandonar su responsabilidad en cuanto al suministro de educación y transfiriéndola a organismos de gestión escolar, suponiendo un aumento del costo para los padres. La estratificación de la escolaridad en Sudáfrica es similar a la de otros lugares del mundo. En Sudáfrica, la política considera a la educación y la capacitación como un determinante clave del rendimiento económico a largo plazo y de la redistribución de ingresos. No obstante, los gobiernos procuran alcanzar esos objetivos dentro del contexto de su política económica neoliberal. Esto ha permitido que la educación se convirtiera progresivamente más en un artículo de lujo que en un derecho o en un bien común. Entre 1996 y 2000, los presupuestos de educación disminuyeron en términos reales derivando a un presupuesto de mantenimiento, sin que quedara margen para una verdadera transformación. Sudáfrica, recientemente liberada del apartheid, no pudo corregir las peores desigualdades que continúan asolando a su sistema público de educación: transcurridos siete años de democracia, Sudáfrica continúa siendo – después del Brasil – la sociedad más desigual del planeta. Entre otras consecuencias que se derivan de la política GEAR en el ámbito de la educación, se señalan las siguientes: La racionalización de los colegios, lo que llevó a la reducción y a la pérdida de categoría del personal. Otras amenazas de reducción de personal docente y entre el personal no docente de todos los sectores de la educación. Propuestas para emplear personal no cualificado en la docencia en el sector escolar. Esto ya se está llevando a cabo en otras partes de Africa, por ejemplo, en el Senegal. Intentos de reducir los derechos de negociación colectiva y la propuesta de descentralización y fragmentación de las unidades de negociación en los servicios públicos. Escasez de infraestructuras en las escuelas públicas, además de la falta de material escolar y didáctico. Imposición de matrículas escolares encaminadas a marginar aún más a los pobres y a actuar como instrumento de exclusión, impidiendo que las personas de menores recursos puedan acceder a los centros escolares acomodados de las zonas de la clase media. Las universidades recurren a la subcontratación de muchos de sus servicios del nivel de enseñanza superior debido a la presión financiera mientras que el gobierno fomenta las asociaciones con el sector privado. Esto conduce inevitablemente a normas laborales inferiores, a la inseguridad en el empleo y al carácter ocasional del mismo. Se ha propuesto utilizar el mismo proceso para ofrecer los servicios de apoyo en el sistema público escolar. El elevado precio de las matrículas en la enseñanza de nivel superior tiende a 45 que los estudiantes contraigan deudas y que las personas con menores recursos queden excluidas del sistema. En la educación hay crisis por la falta de respuesta a las expectativas que engendró la democratización en 1994. La crisis se manifiesta en el desencanto y los conflictos con la alianza tripartita [compuesta por el Congreso Nacional Africano de Sudáfrica (ANC), el Partido Comunista Sudafricano (SACP) y el Congreso de Sindicatos de Sudáfrica (COSATU)]. Una vez más, los sindicatos y las organizaciones de la sociedad civil realizan campañas para que el Gobierno se responsabilice más y para reclamar, entre otras cuestiones, mejoras en la educación y en el suministro de servicios sociales. Papel que desempeñan los sindicatos En una reunión sindical de nivel internacional sobre educación, que se llevó a cabo en el Tercer Congreso Mundial (Tailandia, 2001) de la Internacional de la Educación (IE), se planteó enérgica y claramente una posición contraria a la introducción de mecanismos de mercado en la educación, afirmándose que «nuestras escuelas son demasiado importantes para dejarlas en manos del mercado». La IE lanzó una campaña contra el AGCS, dirigida a frenar el proceso por el cual la Organización Mundial de la Salud (OMS) incorporaría la educación a una larga lista de servicios que se abrirán a la competencia y comercialización. La IE aúna su capacidad de investigación con la de otras organizaciones como la Internacional de Servicios Públicos (ISP) para supervisar y oponerse a la privatización en el sector de la educación. Los despidos masivos y la subcontratación están destruyendo la concentración de empleo a gran escala en la que se basaban y adquirían poder los sindicatos tradicionales. El efecto de la mundialización se caracteriza por desmembrar la resistencia, tomando a los trabajadores y las comunidades como consumidores o individuos, nunca como grupo. Por lo tanto, una 46 de las maneras más eficaces de que dispone el sindicalismo para afrontar la mundialización consiste en establecer vínculos con otros sectores de la sociedad civil a fin de crear alianzas fuertes. Esto conlleva algo similar al movimiento de sindicalismo social de los años ochenta. El Congreso de Sindicatos de Sudáfrica constituyó, en los años ochenta, un excelente ejemplo de este tipo de enfoque de colaboración. El mismo se basaba en una alianza entre sindicatos, comunidades, estudiantes y organizaciones políticas con una agenda que abarcaba más allá de las cuestiones sindicales tradicionales incluyendo la democratización y la transformación radical de la sociedad. Actualmente, se están formando alianzas similares en la Sudáfrica postapartheid. Entre los ejemplos se cuenta la campaña contra las privatizaciones del COSATU. En una muestra de solidaridad, las organizaciones no gubernamentales (ONG), otros organismos de la sociedad civil y los trabajadores de todos los sectores, recientemente unieron sus fuerzas en un paro nacional de 48 horas en contra de las propuestas gubernamentales de privatizar los sectores paraestatales y los departamentos de los servicios públicos. Las campañas llevadas a cabo contra las privatizaciones son parte de un movimiento internacional de los sindicatos y de la sociedad civil que fundamentalmente se opone a la privatización de los servicios públicos tales como la educación, la salud, el agua, las telecomunicaciones y el suministro de energía eléctrica. La privatización de dichos servicios básicos es fruto de la filosofía neoliberal y de las políticas de la OMC y del FMI. Otro exponente ejemplar reside en la respuesta sindical a las presiones originadas por la teoría económica neoliberal, que emprendieron este año la SANGOCO (coalición sudafricana de ONG), las iglesias y el COSATU, mediante un programa conjunto para elaborar «un presupuesto del pueblo». En dicho presupuesto se da prioridad a las necesidades sociales, incluyendo a la educación pública. Este proceso presupuestario alternativo se repetirá anualmente coincidiendo con la publicación del presupuesto anual del Gobierno. En el curso de este año, la campaña de acción sobre tratamientos médicos (TAC) creó una poderosa coalición con el COSATU y con organizaciones internacionales tales como Médicos sin Fronteras (MSF) y Oxfam para enfrentarse a los gigantes farmacéuticos multinacionales. Gracias a esto, la asociación de fabricantes farmacéuticos desistió del juicio contra el Gobierno sudafricano por la ley de 1997 sobre medicamentos y control de sustancias. Los militantes que participaron en la campaña TAC y el respaldo masivo de los trabajadores del COSATU lograron aún más que el objetivo de mostrar su fuerza numérica e incluyeron campañas para concienciar y capacitar a los participantes de las bases. La campaña conjunta, TAC/COSATU, es un estudio de caso crítico ya que en ella se recurrió a sectores clave de la sociedad civil para enfrentarse al poder de enormes intereses corporativos de alcance mundial y que disponen de recursos colosales. La campaña demuestra que es posible aislar y afrontar aspectos de la mundialización que se consideran perjudiciales. Con respecto al juicio, la alianza incluyó organizaciones gubernamentales e internacionales. Recientemente, se agregaron a la campaña TAC algunas iglesias para reclamar al Gobierno que declare al VIH/SIDA una emergencia nacional y que destine los recursos necesarios para que las personas infectadas por el SIDAtengan acceso al tratamiento, así como las sobrevivientes de las violaciones. La lucha contra el VIH/SIDA se trata de un asunto que afecta a la clase trabajadora y forma parte de la lucha contra la mundialización del capital. En el futuro, el VIH/SIDA formará parte de las negociaciones de los sindicatos y constituirá una plataforma política clave de todo partido político que cuente con el respaldo del movimiento sindical. En Sudáfrica, el COSATU se ha convertido en uno de los principales protagonistas de la lucha contra el VIH/SIDA. En su último congreso nacional (2000) se mostró la primera gran dife- rencia dentro de la alianza tripartita al cuestionar la Federación que el Presidente del país dudara del vínculo existente entre el VIH y el SIDA. Los militantes contra el SIDA consideran que esa afirmación socavó los programas de formación y de prevención. Entre las cuestiones que se negocian con los empleadores, ahora se incluye: la no discriminación; el derecho a la vida privada; el acceso a la ayuda médica y a los fondos de providencia; los subsidios por fallecimiento, y los mayores subsidios para investigación y medicamentos relacionados con el VIH/SIDA. Desde el punto de vista de la educación, el VIH/SIDA repercute en la capacidad del país de ofrecer educación pública de calidad por las siguientes razones: la disminución de la cantidad de docentes con experiencia; el aumento del número de huérfanos por el SIDA; el aumento de la cantidad de adolescentes infectados por el virus; el absentismo crónico entre docentes y estudiantes, especialmente cuando los estudiantes no pueden asistir a la escuela por tener que atender a miembros de la familia infectados o tener que ganar el sustento de la familia, y los elevados niveles de abandono escolar porque las familias no pueden pagar las matrículas debido a la merma de los ingresos hogareños como resultado de la muerte de alguna de las personas que ganaba el sustento familiar. Esta repercusión negativa socava los objetivos clave dentro del marco de la educación para todos, lo que significa implícitamente que el suministro de educación no debe ser excluyente. En Sudáfrica, la Unión Democrática Sudafricana de Docentes (SADTU) ha desempeñado un 47 papel crucial con el Gobierno y con otros actores clave encaminados a desarrollar y a aplicar una política antidiscriminatoria con respecto al VIH/SIDA, para estudiantes y docentes. La SADTU ha ido incluso más lejos investigando la repercusión de la epidemia en sus afiliados. Los resultados obtenidos de esa investigación orientarán la respuesta que dará a la epidemia en el sector de la educación. Las limitaciones impuestas por la mundialización y el neoliberalismo exigen la movilización de una estrategia múltiple y la adopción de un enfoque sectorial, de carácter múltiple, para luchar eficazmente contra el VIH/SIDA. En la región de la Comunidad de Desarrollo de Africa Austral (SADC), la IE, junto con otros interlocutores internacionales, se unió a los sindicatos de docentes y a los ministerios de salud y educación para desarrollar proyectos de colaboración a fin de aplicar las resoluciones del congreso mundial de la IE y las recomendaciones emanadas de la Conferencia Mundial de la Salud. En Sudáfrica, la SADTU encabeza el proyecto de colaboración de la IE/OMS con los ministerios de salud y educación. Uno de los aspectos positivos de la mundialización ha sido fomentar la democratización y el gobierno transparente. En Africa y, más especialmente en Sudáfrica, los sindicatos están desempeñando un importante papel para respaldar esa tendencia. En Swazilandia y Zimbabwe, los sindicatos encabezan actualmente las protestas pro democráticas. En la historia reciente, los sindicatos de Zambia y de Sudáfrica fueron las principales fuerzas pro democráticas. La deuda, legado de relaciones comerciales desiguales y del colonialismo, continúa sangrando las economías africanas. En el caso de Sudáfrica, se trata de una deuda contraída por el régimen opresivo racista del apartheid que ahora se debe pagar en detrimento de los sudafricanos pobres. En este momento, campañas internacionales en favor del alivio de la deuda, tales como el Jubileo de 2000, han obtenido el respaldo de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindica48 les Libres (CIOSL). La resolución final de la Conferencia Mundial contra el Racismo apunta a una mayor comprensión y acuerdo con respecto a los orígenes de la deuda y del subdesarrollo, así como a la necesidad de que la comunidad mundial corrija ese problema. En el Foro Mundial de Educación de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), celebrado en Jomtien (Tailandia) en 1990, se fijaron una serie de objetivos para el suministro básico de educación. Sin embargo, dichos objetivos no se alcanzaron. En la segunda conferencia, organizada en Dakar en 2000, se establecieron las siguientes metas: Solicitar a todos los Estados que para el 2002 desarrollen o refuercen los planes nacionales existentes. Eliminar las disparidades de género en la enseñanza primaria y secundaria para 2005, y alcanzar la igualdad de géneros en educación para 2015. Para el año 2015, todos los niños, especialmente los que corren peligro, deberían disponer de acceso a la enseñanza primaria gratuita y obligatoria de buena calidad y cursarla completa. Para 2015, se debería alcanzar el 50 por ciento de la mejora en los niveles de alfabetización adulta y un acceso equitativo a la educación básica y permanente para los adultos. Para evitar que se repita el récord de incumplimientos por parte de los gobiernos, se lanzó la Campaña Mundial en Pro de la Educación, como una alianza estratégica con la IE, Oxfam Internacional, ActionAid, la ISP y otras muchas organizaciones. El principal objetivo consiste en que los gobiernos cumplan los compromisos asumidos en Jomtien y en Dakar y consigan para 2015 el logro de una educación pública de calidad disponible para todos. La mundialización también plantea cuestiones de género. Para poder apreciar plenamente la relación entre mundialización y género es necesario un profundo co- nocimiento de los vínculos entre la posición económica de la mujer, la opresión de géneros y el nuevo orden económico mundial. Es fundamental que los sindicatos incorporen a su labor un enfoque de género. Por ejemplo, los países, principalmente del Sur, cuyo margen competitivo aún provenga de una mano de obra barata, continúan intentando atraer a empresas extranjeras concediéndoles entornos favorables y exenciones legislativas. Esto se ha observado especialmente durante las dos últimas décadas en las zonas francas de exportación, donde la mano de obra femenina alcanza el 80 por ciento. En el fondo, la ventaja competitiva de esos países se basa en la desventaja socioeconómica y política de las mujeres. Esto plantea la manera como el sindicalismo se relaciona con los sectores constituidos por los trabajadores de las zonas francas industriales, los trabajadores del sector no estructurado y los vendedores de las calles, los trabajadores temporales, los trabajadores a domicilio y los trabajadores que realizan labores domésticas y agrícolas. Para que los sindicatos continúen siendo una fuerza válida en la sociedad se deben hacer estos cambios organizados. Conclusión Africa no pudo hacer frente al nuevo orden mundial. Sudáfrica está luchando por incorporarse al nuevo orden como poder subregional pero tampoco en este caso los resultados han sido halagüeños. Entre tanto, han quedado en suspenso los sueños de transformar y ampliar los servicios sociales y el suministro de la enseñanza, ya que los presupuestos apenas alcanzan para mantener los niveles actuales. Esta situación contribuyó, por una parte, a que se produjera una creciente división entre el Gobierno y las clases privilegiadas, y entre las comunidades de la clase trabajadora y las crecientes filas de desocupados y marginados, por otra. Este hecho se manifiesta, por ejemplo, en las ocupaciones de tierra, en las protestas contra los recortes de servicios públicos y en la reaparición de la militancia sindical. Dentro de este contexto, los sindicatos y diversas organizaciones de la sociedad civil se han unido para oponerse a los aspectos más negativos de la política neoliberal y ejercer presión sobre el gobierno para que cumpla las promesas de 1994. Dada esta situación, que se repite en todo el mundo y con mayor intensidad en los países en desarrollo, los sindicatos y las organizaciones progresistas deben volcarse en las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones (TIC) y sacar el máximo partido de las experiencias ajenas, además de coordinar programas internacionales para luchar contra los aspectos negativos de la mundialización. Notas 1 N. Mahomed y S. Vally: «Education and Globalization», discurso principal (Kenton), 1999. 2 D. Johnson: «Lessons from Africa», en Mail and Guardian (Johannesburgo), 21 a 27 de septiembre, 2001, pág. 7. 49 Prensa africana y mundialización: el cambio sin fin El nacimiento de una prensa independiente contribuyó, decididamente, al desarrollo del proceso de democratización en Africa. Sin embargo, la fragilidad económica, la represión dirigida contra los periodistas, la situación persistente de analfabetismo y la brecha tecnológica constituyen otros tantos obstáculos que impiden su desarrollo. Jean-Paul Marthoz Director Europeo de Información Human Rights Watch E n los quioscos improvisados de Bamako o de Dar-es-Salaam, las publicaciones se amontonan. Viendo esa profusión de diarios y revistas, podría olvidarse rápidamente que durante todas las décadas posteriores a las independencias, la prensa africana se caracterizó por una sumisión casi total al Estado, salvo raras pero destacables e intermitentes excepciones: Nigeria, Sudáfrica, Kenya y Senegal. En nombre de un desafortunado concepto de «periodismo de desarrollo», los medios gráficos y la prensa audiovisual se dedicaban fundamentalmente a alabar las «obras» del jefe de Estado silenciando la corrupción, la arbitrariedad o la violencia. La información disponible sobre Africa provenía de la prensa internacional, que había enviado a unos pocos corresponsales a las ciudades clave de Dakar, Abidján, Nairobi y Johanesburgo, y que regularmente hacía que sus enviados especiales circularan en la región, casi siempre repitiendo las corrientes tradicionales de la historia colonial. La prensa religiosa tenía también formada una red que convertía sus boletines especiales en una valiosísima fuente de información y análisis. Esa sumisión de la prensa africana también explica el papel preponderante que asumieron las revistas publicadas en las antiguas metrópolis, Jeune Afrique o Afrique Asie en París, incluso New African en Londres. Las radios internacionales – BBC, RFI, Deutsche Welle, Voix de l’Amérique – comple50 taban ese sistema informativo «africano», sirviendo muchas de ellas de fuente de información alternativa, incluso de oposición, dirigida a las audiencias africanas. A finales de los años ochenta, el viento de libertad que soplaba sobre los países comunistas llegó también a Africa y permitió la progresiva aparición de diarios, y más tarde, de emisoras de radio, independientes del poder. La conferencia de Windhoek, celebrada en 1991 a iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), consolidó y ratificó ese cambio de modelo. Su declaración final, proclamando el papel de una prensa «independiente, pluralista y libre», vinculada al progreso de la democracia y del desarrollo, se convirtió en la referencia de todas las nuevas aventuras de prensa del continente. En 1994, el Instituto Panos de París señalaba que en Africa occidental «el formidable auge de una prensa escrita independiente desempeñó un papel decisivo en el advenimiento de un pluralismo político. La prensa del Estado, tocada en carne viva, se liberalizó también un poco. Pasadas las elecciones, esos diarios continuaron manteniendo un debate público, inédito, permanente y pluralista»1. En ese mismo momento, en Sudáfrica, la prensa alternativa se ocupaba de la lucha contra el apartheid – Weekly Mail, New Vision –, mientras que en los países francófonos de Africa occidental se producía una proliferación de títulos «impertinentes», desde el Cafard Libéré en el Senegal hasta el Messager en el Camerún. En los países anglófonos, los avatares de la prensa reflejaban el carácter de las transiciones: suave en Ghana y la República Unida de Tanzanía, complicada en Nigeria y Kenya. En otros países, algunos medios nuevos de información eran arrastrados por la vorágine de los temas étnicos y de identidad, desembocando el fenómeno mortífero de los «medios del odio», de los que la Radio Télévision des Mille Collines, de Rwanda, se convirtió en el espantoso símbolo durante el genocidio de 1994. Transcurridos diez años de la declaración de Windhoek, el balance de la liberación de la prensa africana registra marcados contrastes. «En la mayoría de los países, la prensa constituyó indudablemente un nuevo espacio público y un nuevo contrapoder», señala Marie-Soleil Frère, especialista del papel de la prensa africana en las transiciones políticas. «La prensa dio legitimidad a las denuncias y ayudó a la población a manifestar menos miedo con lo que piensa. Se reformó la legislación y se reforzaron las estructuras profesionales al crearse colegios de periodistas, como ocurrió en Ghana o Burkina Faso, así como los observatorios de la libertad de prensa en Côte d’Ivoire»2. A escala internacional, la prensa africana también se insertó en múltiples redes de cooperación y solidaridad no gubernamentales, desde la UJAO/WAJA (Union des Journalistes de l’Afrique de l’Ouest) hasta el MISA (Media Institute of Southern Africa). Disfrutó también de un respaldo permanente de múltiples proveedores de fondos occidentales, estadounidenses y europeos, preocupados en la promoción de la idea de que la libertad de prensa es también una palanca de acceso al desarrollo equitativo. No obstante, la prensa africana está lejos de haber completado el cambio que necesitaba. Los medios de comunicación escritos, en primer lugar, siguen siendo esencialmente urbanos y llegan solamente a los sectores más acomodados de la población. Esto se debe al precio de venta y a que, con frecuencia, están escritos en los idiomas oficiales (francés, inglés, portugués), heredados de la colonización. En muchos países, la liberalización también se detuvo ante las puertas de los organismos de radio y televisión. A pesar del acceso a las televisiones por satélite y a las radios internacionales, ciertos gobiernos africanos siguen intentando, aunque progresivamente con menos éxito, preservar su control sobre la radio, el único «medio masivo» africano de comunicación y, todavía con más intensidad, sobre la televisión. Con excepción de polos muy profesionalizados, en torno al Nation Group de Kenya, de algunos grupos de prensa de Lagos y Johannesburgo, y del grupo Sud de Dakar o Fraternité-Matin de Côte d’Ivoire, la prensa africana sigue siendo extremadamente frágil. La mayoría de las publicaciones adolecen, entre otros muchos aspectos, de la falta de transparencia en los aspectos contables, de concentración en torno al director/redactor en jefe, de especialización de las tareas, de la debilidad de la capacitación, de la politización en torno a personalidades locales. La prensa africana tiene que hacer frente, sobre todo, a un contexto económico difícil. La falta de inversiones y de equipamiento, las limitaciones del mercado publicitario, el persistente analfabetismo, acarrean una gran precariedad entre las publicaciones y explican la fácil corrupción de los periodistas, muy mal remunerados, y que los editores, con frecuencia, se sometan a grupos políticos o a intereses financieros. En la mayoría de los Estados, la prensa también debe hacer frente a la represión. Se intimida constantemente a las redacciones de prensa más contestatarias mediante el uso «anárquico» de la ley. Las antiguas legislaciones coloniales sobre los delitos de sedición o de insulto al jefe del Estado y las rígidas leyes relativas a la difamación o el secreto, generalmente permiten que los periodistas terminen ante los tribunales o en prisión. Por ejemplo, entre 1991 y 1996, en Zambia se entablaron contra el Post más de 100 juicios por difamación. 51 Robert Ménard, director de Periodistas sin Fronteras, declaraba: «En última instancia, la cantidad de detenciones es buena señal. Si en la actualidad se detiene en Africa a más periodistas que hace diez o veinte años, es porque hay periodistas para encarcelar, es decir, gente que hace su trabajo. Hace quince años, en ciertos países africanos no había nadie a quien detener porque había un solo diario, una sola agencia de prensa, una sola emisora de radio y una sola cadena de televisión»3. En los países en guerra, la situación de los periodistas es todavía más precaria. Obligados a tomar partido entre las fuerzas gubernamentales y los rebeldes, en la mayoría de las veces no pueden ejercer su oficio. El asesinato es el arma máxima de la censura: según las listas publicadas por las organizaciones internacionales de defensa de la libertad de expresión, durante estos últimos años fue en países africanos como Argelia, Rwanda y Sierra Leona donde se registró el mayor número de periodistas asesinados. Esas situaciones de conflicto complican también el ejercicio mismo de la misión de informar: «La prensa congoleña, que habría podido ser un testigo privilegiado se mantuvo completamente ausente del escenario de la guerra», indicaba la organización congoleña Journalistes en Danger en la introducción de su Informe 2000 sobre la libertad de prensa en la República Democrática del Congo. «Se contenta con dar comunicados oficiales o retransmitir información. Por cierto, si la prensa congoleña no dispone de muchos medios para estar presente en los lugares de las operaciones bélicas, además se le inculca el miedo. Se le prohíbe presenciar lo que sucede e incluso publicarlo. A menudo, eso se realiza en detrimento del país. Esto es válido tanto para el este como para el oeste. Cuando se atreve, se la acusa de traición.» Africa y el mundo La existencia de medios informativos independientes y de una generación de periodistas fieles a su profesión contribuyó, 52 decididamente, a mejorar la calidad de la cobertura internacional del continente africano. Actualmente, diversos textos de los diarios más independientes del continente aparecen regularmente en revistas internacionales como Le Courrier International o World Press Review. Se está lejos de la prensa que seguía las órdenes del partido único y, por lo tanto, de la opacidad del poder. No obstante, cuesta desentrañar el contenido de la información. El africanista Stephen Ellis señalaba que «quienes viven fuera de Africa pueden encontrar abundante información en la prensa africana pero, al igual que ocurre con la prensa del resto del mundo, para sacar el máximo de información es necesario leerla dentro del contexto de la cultura dominante»4. La misma prensa africana es víctima de sus propios problemas y limitaciones políticas, culturales o financieras. Pese al dinamismo de una prensa que calificaremos de privada por seguir siendo independiente, los acontecimientos cruciales continúan siendo cubiertos en primer lugar por la prensa internacional, y luego son retomados en la prensa africana. Eso sucedió, por ejemplo, durante la intervención del ejército senegalés en Guinea Bissau5, o con la prensa tanzana durante el genocidio de Rwanda de 1994. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (Internet y, sobre todo, los teléfonos celulares) también han contribuido a cambiar las cosas, no solamente brindando a los periodistas africanos fuentes mundiales de información sino también permitiendo que las asociaciones no gubernamentales y los ciudadanos accedieran a la información. Esos medios permiten asimismo que los diarios africanos salgan de su territorio y lleguen a la diáspora africana o a los investigadores, y a las personas que toman decisiones. Según el departamento de estudios africanos de la Universidad de Columbia (Nueva York), en Internet se puede acceder a más de 120 diarios y revistas africanos6. A pesar del desarrollo más rápido que previsto de Internet en Africa, las cifras son modestas en relación con los países del Norte. En 2001, se contabilizaron solamente 2,5 millones de internautas (sobre una población total de 800 millones de personas), debido principalmente a la falta de líneas telefónicas, al bajo índice de electrificación y al elevado costo que representa la compra de una computadora7. (Véase también el artículo de Marc Bélanger, pág. 37.) En el ámbito de la informática, Africa está marcada por una indudable desigualdad. Hay varias Africas. Sobre todo, se destaca el desequilibrio entre Sudáfrica y el resto del continente. Los capitales sudafricanos se invirtieron masivamente en los sectores de las telecomunicaciones y de la televisión continental, como por ejemplo M-Net, la primera cadena panafricana. Sudáfrica registra el 80 por ciento de los internautas africanos, y si bien el fin de la lucha contra el apartheid ayudó a disminuir el interés por Sudáfrica, Johanesburgo sigue siendo una de las principales capitales periodísticas del continente, sobre todo para la prensa de habla inglesa. A ese desequilibrio continental se suman las diferencias subregionales, como en Africa occidental, con el particular papel que desempeñan el Senegal y Côte d’Ivoire para las informaciones francófonas. A escala mundial, las radios internacionales difieren mucho de las cadenas de televisión mundiales. Estas últimas se interesan relativamente poco por Africa y, frecuentemente, la tratan de manera dramática (guerras y SIDA), o bien oficialista (una información cercana a las organizaciones humanitarias o patrocinadas por ellas). Las radios, por el contrario, brindan una información continua que responde a criterios periodísticos pertinentes de cercanía. Si bien cada vez más países deben hacer frente a la competencia de las radios locales privadas, las radios «internacionales» tienen todavía un peso preponderante ante los sectores más cultivados de la población ya que esas radios justifican desde el extranjero las informaciones que se consiguen a escala local. En los países del Norte, la información sobre Africa sigue caracterizándose por el lugar subalterno que dicho continente ocupa en las prioridades de las redacciones. También es convencional la índole de los temas que se eligen. A pesar de eventuales esfuerzos por mostrar que Africa vive, sobrevive y crea, la mayoría de la información se refiere a asuntos trágicos. Guerras, depredaciones, epidemias, refugiados, constituyen los temas recurrentes de la información africana. Además, pese a la nueva tecnología (teléfonos, satélites, Internet), la información sobre vastas regiones africanas sigue siendo parcelaria. Muchas veces milicias o bandas impiden el acceso a las zonas afectadas por crisis humanitarias. La calidad de la información sobre Africa también se ve limitada por la falta de conocimiento de la complejidad histórica y cultural de las sociedades africanas. Este fenómeno agrava la utilización de estereotipos y generalizaciones sobre dicho continente que ha vuelto «al corazón de las tinieblas». Mundialización y pluralismo A pesar de los adelantos que se lograron durante la última década en el ámbito de la informática y de los medios de comunicación, Africa sigue sufriendo por «la desigualdad de los intercambios». La reactivación de la agencia de prensa continental Panapress es parte de la voluntad de reducir ese desequilibrio y de confiar a los africanos la cobertura de su propio continente. No obstante, Africa se ve también confrontada en gran medida a las repercusiones de la mundialización sobre los medios de comunicación. «Los medios informativos aceleran la mundialización de las empresas africanas introduciendo las formas políticas, económicas, sociales e incluso culturales de los países industrializados occidentales», señala André-Jean Tudesq, especialista en medios de comunicación africanos. «El triunfo de la economía de mercado coincidió con el cuestionamiento de dirigentes de muchos Estados africanos y con la expresión de nuevas aspiraciones. Sin embargo, los medios de comunicación – sobre todo, la televisión – reflejan también la vida de sociedades modernas y más 53 prósperas, que motivan comparaciones, frustraciones y reivindicaciones tanto más violentas cuanto más se deterioró el nivel de vida de numerosas poblaciones africanas con las crisis»8. En efecto, ¿cómo proteger la diversidad cultural africana frente a los medios informativos occidentales que invaden las programaciones televisivas, a menudo pobres y carentes de capacidad propias de producción? André-Jean Tudesq concluye diciendo que «los africanos ven al resto del mundo a través de los ojos de los occidentales, incluso a los demás Estados africanos». Notas 1 Institut Panos, Programa de respaldo al pluralismo y la información en Africa occidental (París), 1994-1997. 2 Marie-Soleil Frère: Presse et démocratie en Afrique francophone (París), Karthala, 2000, 540 páginas. 3 L’Autre Afrique, 13-19 de enero de 1999, pág.16. 4 Stephen Ellis: Reporting Africa, Current History, mayo de 2000 (Filadelfia), págs. 221-226. 5 Institut Panos: Médias et Conflits en Afrique (París), Karthala, 2001. 6 Mike Jensen: Making the Connection: Africa and the Internet, Current History (Filadelfia), mayo de 2000, págs. 215-220. 7 Caroline Laporte: Etat des lieux de l’Internet dans huit pays d’Afrique, julio de 2001, Centro Francés de Comercio Exterior. 8 André-Jean Tudesq: Les médias en Afrique (París), Ellipses/Infocom, 1999, págs. 7-8. 54 La fuga de cerebros Cerca de la tercera parte de los recursos intelectuales de Africa se halla en otras latitudes a pesar de que al continente le beneficiaría más contar con ellos. Se debe a un problema vinculado simultáneamente a las estrategias de desarrollo y a las políticas de empleo. El regreso se impone pero no es suficiente. André Linard Director de Información Confederación Mundial del Trabajo E ntre 1960 y 1975, abandonaron anualmente el continente alrededor de 1.800 africanos altamente cualificados. Durante el período de 1975 a 1984, esa cantidad creció de 4.000 a 12.000 personas por año en 1990, y 23.000 actualmente. Para Africa eso representa alrededor de la tercera parte de sus recursos humanos de ese nivel»1, declaró el año pasado el Sr. Rossi, representante de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), puntualizando que esas cifras no incluyen a los estudiantes que no vuelven a sus países una vez terminados sus estudios. De la misma manera, el 2,7 por ciento de los profesionales indios vive en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Lo mismo sucede con el 3 por ciento de los profesionales chinos, el 7 por ciento en el caso de Egipto, el 8 por ciento para Sudáfrica, el 10 por ciento para Filipinas, el 15 por ciento para la República Popular Democrática de Corea, el 25 por ciento para Irán y el 26 por ciento para Ghana. En lo que se refiere a los profesionales jamaiquinos, el 77 por ciento vive en los países más industrializados2. «Esas corrientes son suficientemente grandes para constituir una verdadera ‘fuga de cerebros’»3. El éxodo o la fuga de cerebros4 se manifiesta fundamentalmente de dos maneras. La primera es atrayendo a estudiantes de países en desarrollo hacia centros de capacitación situados en los países indus- « trializados. La intención declarada es loable: proporcionar capacitación a jóvenes que posteriormente se pondrán a disposición de sus países de origen. No obstante, la realidad es diferente. Muchos profesionales, no queriendo afrontar las difíciles condiciones de vida que les espera, no vuelven a sus países o retardan lo más posible el momento de hacerlo. El segundo método consiste en atraer hacia los países del Norte a técnicos de alto nivel, investigadores universitarios o intelectuales ya formados. Este método, muy selectivo, se utiliza a causa de la enorme brecha abierta entre las condiciones de trabajo de las empresas de las que provienen y las de las empresas a donde se dirigen. Puede tratarse de empresas privadas, instituciones internacionales, o incluso de universidades, con o sin la ayuda de los Estados del norte del planeta. Una mercancía Las organizaciones sindicales ven en esas maniobras principalmente que la mano de obra pasa a ser considerada una mercancía: «Alemania importará 30.000 expertos en informática», decía un titular del diario francés Libération (28 de febrero de 2000), utilizando el mismo término como si se tratara de la importación de ganado o de objetos. Otros se preocuparán de los problemas de desarrollo que origina tal des55 plazamiento: «En Africa, los recursos humanos constituyen el fundamento de la riqueza de las naciones. Ese continente tiene gran necesidad de conservarlos y crear las condiciones favorables para el regreso de los cerebros que emigraron», señalaba el Sr. Rossi. En el caso de Africa, las migraciones todavía se encauzan siguiendo los canales de las antiguas relaciones entre la metrópolis y las colonias. Francia, Bélgica, Portugal, el Reino Unido continúan recibiendo inmigrantes procedentes respectivamente de Africa occidental, de la región de los Grandes Lagos, de Angola, de Mozambique y de otros territorios de habla portuguesa, así como de Africa oriental y austral. Sin embargo, esta repartición ya no es tan sistemática, principalmente debido, por una parte, a la creación en Europa de la zona denominada Schengen y, por otra, al aumento del número de inmigrantes clandestinos que penetran por cualquier medio. Sin olvidar tampoco la atracción que ejerce América del Norte ni, por supuesto, las migraciones dentro del mismo continente africano. El fenómeno del éxodo de cerebros no es algo nuevo. En el transcurso de los últimos años, se registraron dos evoluciones diferentes. Por una parte, se produjo un aumento cuantitativo. Por otra, gracias al perfeccionamiento de las técnicas de comunicación, hubo un movimiento en sentido inverso. Así, actividades que anteriormente se llevaban a cabo en los países industrializados utilizando mano de obra inmigrante capacitada, se desplazaron a los países de donde provenía dicha mano de obra. Es conocida la competencia en informática de los técnicos indios; menos conocido es el hecho de que las llamadas telefónicas a ciertas centrales de llamadas, automáticamente se desvían hacia países del Sur donde hay instaladas centrales, sin que los clientes se den cuenta. Allí los telefonistas aprenden a hablar sin acento y se les pide que escuchen los boletines meteorológicos o los resultados de los partidos europeos de fútbol para poder responder a eventuales comentarios de los clientes al respecto. No obstante, esta úl56 tima tendencia afecta sobre todo a la mano de obra con un nivel de formación bajo o medio. Personas y empresas Al igual que ocurre con el resto del movimiento migratorio, el éxodo de cerebros se puede considerar desde una perspectiva individual o colectiva. Como persona, el investigador o el técnico contratado por una empresa, institución o universidad de un país industrializado probablemente consiga una remuneración más elevada, y también, mejores condiciones materiales para aplicar su capacidad, obtener resultados en sus investigaciones, etcétera. Al igual que en el caso de otros trabajadores migrantes, si lo desea, el profesional también podrá enviar dinero a los miembros de su familia que quedaron en el país, contribuyendo así a mejorar sus condiciones de vida. Según el Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD), «el volumen mundial de los salarios repatriados habría incrementado de 2.000 a alrededor de 70.000 millones de dólares entre 1970 y 1995»5. En el mejor de los casos, se invertirán los recursos ganados en el extranjero para iniciativas creadoras de empleos. Sin embargo, considerada desde el punto de vista colectivo, la migración representa una ganancia a corto plazo y una pérdida a largo plazo para los países de origen. Esto sucede en el caso del éxodo de cerebros pero también se aplica en general a la salida de emigrantes. A corto plazo, la migración proporciona un buen cúmulo de divisas gracias a las cantidades de dinero que envían los emigrantes. Esa fuente de ingresos, a veces, supera los ingresos obtenidos por exportación. Incluso ciertos países cuentan con ese resultado. Según Mario Cervantes, experto de la OCDE, «en los años sesenta, la India optó por desarrollar institutos superiores tecnológicos más que escuelas primarias. Se constituyó una verdadera industria privada de capacitación para la exportación, al igual que se hizo en Filipinas. Una agencia india especializada en emigración es uno de los principales solicitantes de visados estadounidenses para trabajadores altamente cualificados»6. Sin embargo, la OIM considera que fundamentalmente «es una pérdida económica. Las corrientes migratorias organizadas por los países del Norte dejan en la nada las inversiones en materia de formación». En efecto, por una parte están los «cerebros», que a menudo asistieron durante largo tiempo a las raras infraestructuras de capacitación disponibles en los países en desarrollo y que, llegado el momento de devolver a sus países los beneficios de esa inversión, sacarán provecho de sus capacidades en otras latitudes. Por otra parte, está el conjunto de las migraciones que, como observa la Confederación Mundial del Trabajo (CMT), « están compuestas por las personas más dinámicas, más jóvenes y mejor (o menos mal) capacitadas; de allí que representen una gran pérdida para los países de origen»7. Este fenómeno llega a tal punto que el Ministro de Tecnología de Informática de la India se pregunta por qué un país pobre como el suyo «subvenciona el sistema educativo y la economía de los Estados Unidos». Positivo para las empresas Para los países industrializados la comparación entre las ventajas y los inconvenientes de la migración también es ambivalente. Por una parte, en la columna del «pasivo», la opinión pública quisiera inscribir, quizás con demasiada rapidez, la presencia «de extranjeros, de personas diferentes que no tienen nuestra cultura». Olvida, de esta manera, que toda la historia de la humanidad está hecha de migraciones, de encuentros de culturas y de mestizaje. Siempre en la columna del «pasivo», se inscribirá también que la llegada de inmigrantes puede servir para ejercer presión a fin de que bajen los salarios y las condiciones de trabajo. Cuando en un segmento del mercado laboral surge una escasez de trabajadores, la mera aplicación de la ley de la oferta y la demanda debería hacer que aumentaran las remuneraciones. Al recurrirse a trabajadores extranjeros, se interrumpe esa dinámica e incluso se incorpora un excedente de mano de obra que puede acentuar la competencia entre los trabajadores. Corresponde entonces a las organizaciones sindicales no caer en la trampa y luchar para que todos los trabajadores, inmigrantes o no, gocen de las mismas condiciones. Este fenómeno concierne a la totalidad de los migrantes y muestra claramente que, si bien individualmente esos trabajadores pueden disfrutar de una mejora de sus condiciones de vida, globalmente, los países de acogida son los principales beneficiarios de las migraciones. Dan testimonio de esto los debates sobre la «necesidad» de los países industrializados occidentales de volver a abrir sus fronteras a los inmigrantes para hacer frente al envejecimiento de sus poblaciones activas8. La perspectiva de una acogida muy selectiva de trabajadores inmigrantes correspondiente a las necesidades e intereses precisos de los países de acogida, así como el ingreso de inmigrantes durante períodos limitados, se ajusta perfectamente a esta lógica. La migración de «cerebros» se enmarca perfectamente con esta manera de actuar puesto que se trata de una selección muy precisa, casi individual. ¿Se debe entonces promover las políticas que fomentan el regreso de los «cerebros» a sus países? Esto es lo que preconizan tanto acuerdos bilaterales entre los países como instituciones como la Organización Internacional para las Migraciones, que instauró en distintos países industrializados programas de «regresos voluntarios». Pero ¿qué eficacia se deriva de estas «medidas»? Roland Ramamonjy, ex periodista de Radio Nederland, explicó en Madagascar a la Agencia Syfia que «no se da a los intelectuales su justo valor, mientras que se busca en otros lugares a los técnicos malgaches por sus conocimientos». Muchos ceden a la tentación de ganar mucho dinero, algunos resisten, otros vuelven. «Yo 57 participé en la fuga temporal de cerebros trabajando solamente de tres a seis meses en Holanda, Francia y el Canadá», agrega Roland Ramamonjy, «me hubiera podido quedar pero el sentimiento patriótico fue más fuerte». En ocasiones, a su regreso, el ex emigrante ve realzada su posición social. En otras ocasiones, su regreso se considera un fracaso: «Hayan o no sido expulsados, se considera que quienes vuelven son los que ‘fueron echados de París’ y se les hacen bromas interminables. Esa persona aceptará lo que sea para no pasar esa vergüenza. Se los llama entonces abetela, un juego de palabras que significa que es un hombre terminado»9. La relación entre la vuelta al país de origen y el desarrollo no es automática. Se la debería estudiar más detenidamente, aunque sólo fuera para verificar si, finalmente, esos programas no son una manera de que los países industrializados se desembaracen de los inmigrantes que ya no les resultan útiles. La primera condición de su éxito consiste en que en los países de origen haya empleos disponibles. La segunda, se refiere a la reducción de la diferencia salarial con los países industrializados porque, de lo contrario, persistirá la tentación de emigrar. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) favoreció las inversiones en México pero no redujo la emigración hacia el Norte, precisamente debido a esa diferencia de ingresos. Por lo tanto, la problemática se debe enfocar en el sentido de un desarrollo como condición y no como consecuencia de la vuelta de los cerebros. Esta observación coincide con numerosos análisis y reivindicaciones de las organizaciones sindicales con miras a que se orienten las opciones económicas hacia el bienestar de las poblaciones, se termine con los programas de ajuste estructural que reducen los medios de acción de los Estados, y se conciba la inserción en la economía mundial como un medio de desarrollo y no como un fin en sí misma. Contrariamente a los conceptos de las instituciones de Bretton Woods, la lucha contra la pobreza no puede consistir en 58 ¿Un impuesto a la fuga de cerebros? ¿Y si se gravara la fuga de cerebros? Dos asesores del Instituto McKinsey, de Washington, consideran que tal impuesto, redistribuido entre las empresas de los países de origen que conservan a sus «cerebros» o los hacen volver, sería una manera de contrarrestar la pérdida que sufren los países en desarrollo. Únicamente la India perdería anualmente 2.000 millones de dólares estadounidenses debido a la fuga de 100.000 expertos en informática hacia los Estados Unidos. Sin embargo, es necesario que las condiciones de trabajo y de investigación y los salarios que se pagan a esas personas les disuadan de abandonar su país. Según el Financial Times, los mismos autores del estudio reconocen que esa perspectiva tiene pocas probabilidades de funcionar. Sería necesario que ese impuesto se recaudara allí donde se encuentra el «cerebro», es decir, en los países industrializados, pero a éstos no les conviene en absoluto. Basado en InfoSud/Suiza «ayudar» a las víctimas de ese flagelo mediante «colchones sociales» que no corrijan los mecanismos que originan la pobreza. Por el contrario, se puede combatir las causas de la pobreza a través de políticas de empleo digno y generalizado, respetando entonces las normas internacionales del trabajo. En ese sentido, la fuga de cerebros se vincula al mismo tiempo con los intereses internacionales y los desafíos nacionales. Está asociada a la problemática de la propiedad intelectual, puesto que la tendencia actual a concentrar las patentes en los países y las empresas del Norte privará aún más a los países en desarrollo de los medios para la investigación. Debido a sus vínculos con el empleo y con las políticas de desarrollo social, esta problemática tampoco es ajena a las preocupaciones sindicales. Notas 1 Coloquio organizado por la Agencia InfoSud (Bruselas, 8 de diciembre de 2000). 2 W. Carrington, W. y E. Detragiache: en Finances et Développement (Washington, FMI), junio de 1999. 3 CMT: Les migrations et l’Afrique, Labor-Magazine, 97/4. 4 Un día se debería escribir un artículo sobre «la fuga de pies», es decir, la de los deportistas de alto nivel que venden su talento en el extranjero y, a veces, terminan mal cuando ya no rinden bien. Pero ésa es otra historia. 5 UNRISD: Mains visibles: assumer la responsabilité du développement social, Ginebra, 2000. 6 Le Monde (París), suplemento económico, 6 de marzo de 2001. 7 CMT: Les travailleurs migrants. Informe anual sobre los derechos de los trabajadores, 1999. Véase también André Linard: Las migraciones y la mundialización: los nuevos esclavos, CIOSL, 1998. 8 Esos debates se intensificaron desde la (controvertida) publicación en 2000 de un informe de la División de Población de las Naciones Unidas sobre las proyecciones demográficas: Replacement Migration: Is it a solution to declining and ageing population? 9 Mayoyo Bitumba Tipo-Tipo: Migrations NordSud. Levier ou obstacle? Les Zaïrois en Belgique, Cahiers Africains, no 13, 1995, citado en La Revue Nouvelle (Bruselas) por J. Cl. Willame. 59