“El Manifiesto como legado y como llamado para una nueva Universidad: perspectivas estudiantiles” Por Silvio Godoy Argiz Córdoba se redime “Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos, una libertad más”. Esta frase redactada de una manera sublime por la virtuosa mano de un intelectual tan importante e influyente en el pensamiento latinoamericano como lo fue Deodoro Roca, posee un alto contenido ideológico y refleja el principal objetivo tras el cual se movilizaron aquellos jóvenes del '18: la libertad, la idea de romper el yugo autocrático de un sistema que limitaba y buscaba reducir al máximo el pensamiento crítico y la independencia cultural de nuestra sociedad. Resulta difícil actualmente pensar e imaginarse una universidad distinta respecto a la presente donde transcurren nuestros días de estudiantes, en la cual comenzamos a forjar y desarrollar nuestra carrera académica y profesional. Derechos que hoy por hoy nos parecen tan propios y comunes a la vida universitaria, como por ejemplo el simple hecho de elegir nuestros representantes estudiantiles o poder militar en diversas agrupaciones y movimientos políticos como medio de expresar nuestras ideas, entre tantos otros, los cuales no siempre estuvieron bien definidos y presentes de forma plena en este ámbito académico. El concepto de autonomía universitaria, que la mayoría de las veces utilizamos sin conocer su verdadero significado y sin tomar conciencia de su real importancia como el elemento estructurador e indispensable en el devenir del sistema universitario contemporáneo, se fue gestando a lo largo de un extenso camino, teniendo como hecho precursor la Reforma Universitaria llevada adelante por los estudiantes cordobeses en aquel lejano mes de junio de 1918. En ocasiones nos resulta difícil tomar la verdadera dimensión que tuvo este acontecimiento, no sólo a escala nacional sino también internacional. Un hecho que permitió llevar adelante una ruptura con respecto al antiguo sistema universitario opresor y anacrónico, legado de un modelo colonial que aún conservaba y reflejaba de manera fiel los vestigios de aquella anticuada forma institucional nacida en el corazón de los burgos medievales. El movimiento estudiantil de Córdoba fue el primer cuestionamiento serio a esta institución universitaria tradicional, legado de aquellas estructuras sociales que el movimiento revolucionario e independentista iniciado en 1810 no logró transformar. Sin lugar a dudas, al leer el Manifiesto Liminar redactado por los estudiantes que llevaron adelante la Reforma de 1918, genera en mí el entrecruzamiento de una serie de sentimientos y emociones muy difíciles de expresar a través de un simple papel. Es “El Manifiesto como legado y como llamado para una nueva Universidad: perspectivas estudiantiles” Por Silvio Godoy Argiz realmente sorprendente lo que esos jóvenes cordobeses realizaron, tanto por el contexto histórico donde se desenvolvieron como por atreverse a enfrentar un poder tan arraigado y establecido como al que estaban desafiando –así como alguna vez lo supo hacer Monteagudo (teniendo en cuenta todas las particularidades que esta analogía se merece) al ponerse al frente de la Revolución de Chuquisaca, redactando personalmente la proclama revolucionaria donde se expresan sus demandas y objeciones anticoloniales e imperialistas. Debemos situar al movimiento reformista dentro de un panorama nacional e internacional fuertemente influenciado por una época de conflicto y cuestionamiento de una estructura social anquilosada. Los antecedentes de la Revolución de 1890 de un grupo de intelectuales contra los gobiernos probritánicos y oligárquicos de Mitre y Roca, la sanción de la Ley Sáenz Peña, el triunfo popular en las elecciones presidenciales de 1916 del radical Hipólito Irigoyen, la influencia de la Revolución Mexicana de Villa y Zapata así como también de la Revolución Bolchevique en la Rusia zarista, que giraban en torno a los ideales de igualdad y redistribución de la tierra y la riqueza, son fundamentales para forjar y encender la llama de la esperanza de un cambio radical que brota dentro del corazón de este grupo de jóvenes argentinos, jóvenes americanos que comienzan a vislumbrar en sus mentes la posibilidad de ser ellos mismos el motor impulsor y los protagonistas principales de este cambio. A su vez, diversas corrientes estudiantiles que comenzaron a gestarse de manera incipiente años antes, empezaron a sentar las bases del futuro movimiento reformista cordobés. En los levantamientos estudiantiles de Guatemala y de la Universidad de Buenos Aires que se inician hacía 1908, se comienza a percibir el nuevo rol que desempeñan las agrupaciones estudiantiles en el ámbito político, cultural y social. En este contexto, podemos ver como el modelo universitario heredado de la colonia no cumple con los requisitos impuestos por el nuevo orden mundial, siendo necesario redefinir sus vínculos de acuerdo a las necesidades reales del país. Córdoba, ciudad que vio nacer a una de las universidades más antiguas del continente americano y que rápidamente se convirtió en el principal centro cultural del país, estaba fuertemente saturada por esta tradición ancestral identificada por su carácter clerical, dogmático y conservador, que buscaba controlar la formación de las nuevas generaciones para mantenerlas sujetas a cadenas semi-feudales. La Docta fue la cuna del levantamiento que estalló el 15 de junio de 1918, cuando un grupo de estudiantes se movilizaron e ingresaron al Rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba para “El Manifiesto como legado y como llamado para una nueva Universidad: perspectivas estudiantiles” Por Silvio Godoy Argiz terminar con la mediocridad y conservadurismo que en ella regían, cristalizando de esta forma un movimiento que se venía gestando y se mantenía latente desde un tiempo atrás. Es necesario resaltar que este movimiento no fue una obra artificial, ni nacida de la mente de un intelectual o un simple proyecto fugaz impulsado por un funcionario político, sino que fue una obra colectiva de nuestra juventud fuertemente empapada e influenciada por los cambios que se estaban gestando a nivel nacional e internacional y motivada por impulsos tan espontáneos como aquellos que habían germinado en mayo de 1810 tras el despertar de la conciencia de una nueva vida, libre e independiente del yugo colonial. Los estudiantes toman el rectorado y la universidad, enfrentando y resistiendo la presión de las fuerzas policiales y militares, enarbolando ante ellas el blasón morado color clásico de las casullas de los obispos, que los enfervorizados estudiantes tomaron como propio estandarte, signo de la ruptura que estaban llevado adelante respecto al viejo sistema, color que desde ese momento fue distintivo del movimiento estudiantil cordobés. Esos reclamos iniciados por los estudiantes de la Casa de Trejo tuvieron como objetivo principal criticar los privilegios y acomodos otorgados en la institución universitaria y, a su vez, proponer una serie de reformas en busca de alcanzar una mayor democratización de la misma. El cogobierno, la extensión universitaria, la periodicidad de las cátedras y los concursos por oposición, entre otros, fueron algunas de las propuestas más importantes y trascendentales impulsadas por el movimiento reformista de 1918. Pero sin duda, los reclamos por una mayor participación estudiantil en el gobierno de la misma y la autonomía universitaria fueron, creo yo, la base fundamental de los reclamos de este movimiento estudiantil. Al hablar de autonomía estamos abordando una construcción social, ya sea de un grupo social o una institución que sus integrantes sostienen a través prácticas, con una evidente función de identidad. La noción de autonomía refuerza el sentido de pertenencia, establece límites y asegura el control sobre la actividad que realiza. Podemos ver que no sólo estamos hablando de una construcción “objetiva”, sino que más bien es una producción de significados, fruto de una serie de interacciones sociales. De esta forma podemos apreciar que la “autonomía universitaria” tiene una carga valorativa que refuerza la identidad de los integrantes de dicha institución1. Integrantes, los mismos estudiantes, que comienzan a desempeñar un papel central en el desarrollo de la vida universitaria, no sólo en el ámbito académico sino también en el social, cultural y político. “El Manifiesto como legado y como llamado para una nueva Universidad: perspectivas estudiantiles” Por Silvio Godoy Argiz La Reforma de 1918 en la Universidad Nacional de Córdoba fue el punto de arranque de un cambio radical, en busca de una universidad verdaderamente pública, abierta, participativa e inclusiva. Sin embargo esta transformación, no sólo contribuyó a sentar las bases de la democratización social de la universidad, sino también a otorgar un rol protagónico a esta institución en el desarrollo profesional de los integrantes de la sociedad con prescindencia del Estado. El carácter crítico que adquiere y posteriormente caracteriza a la universidad pública es un rasgo fundamental, que permite articular a través de diversos medios a la institución universitaria con la sociedad en sí. Este carácter crítico es el que le da forma a la comunidad universitaria como un actor político, siendo necesario para el desarrollo de esta conciencia crítica, garantizar la autonomía universitaria, que como vemos ha sido históricamente cuestionada y puesta en duda. La posibilidad de cuestionar las bases autoritarias de nuestra universidad nos brindan los elementos para cuestionar a nuestra sociedad. Me parece importantísimo destacar como el ideario reformista del '18 no sólo se dirigió en busca de la conquista de cambios en su forma de gobierno y otras reformas concernientes al ámbito meramente universitario, sino que también buscó ampliar su proyección social, convirtiéndose en una gesta precursora del cambio en la sociedad misma, de carácter tanto nacional como americanista, retomando de esta forma los ideales de “La Patria Grande” con la que tanto soñaron aquellos revolucionarios del 1800, como San Martín, Bolívar o Moreno. Ellos tuvieron el coraje de enfrentarse al poder imperante, en busca del sueño de alcanzar y conformar la tan ansiada unión de “La Patria Americana”; sentimiento de unidad americana, que por muchos años había permanecido recluido y relegado del común denominador de las esferas intelectuales argentinas, que centraban su mirada en horizontes lejanos situados en el otro extremo del Atlántico, que distaban mucho de nuestros verdaderos orígenes prehispánicos. Un reflejo fiel de esta idea de unidad americana se encuentra presente de manera explícita en el primer párrafo del Manifiesto redactado por Deodoro Roca, donde la juventud argentina de Córdoba se dirige hacia los hombres libres del sur en son de informar que se está −cito textualmente: “Pisando sobre una revolución, viviendo una hora americana”. Estos ideales se expanden, como una gran mancha turbulenta y rebelde, primero hacia las otras unidades académicas de estudios superiores del país, como Buenos Aires, La Plata, Tucumán, y posteriormente trascendiendo las fronteras nacionales al resto de Latinoamérica. “El grito cordobés” de 1918 se transforma de manera progresiva en el símbolo de la rebeldía y desobediencia de una juventud dispuesta a no aceptar los adoctrinamientos dogmáticos de las antiguas estructuras “El Manifiesto como legado y como llamado para una nueva Universidad: perspectivas estudiantiles” Por Silvio Godoy Argiz académicas, de una juventud sedienta de alcanzar un cambio determinante en la sociedad, de una juventud que se convierte en un punto de concentración de las miradas de los estudiantes latinoamericanos, que comienzan a ver en ella el símbolo de la indocilidad del naciente movimiento estudiantil universitario, ante la constante búsqueda de la opresión y cercenamiento de su pensamiento crítico y de su accionar como un activo actor social y político. Un claro ejemplo de la expansión que adquiere el ideal reformista se da en Perú, donde Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui toman la posta reformista dándole un nuevo impulso y renovación al movimiento. Podemos ver de esta forma como se comienza a gestar de manera incipiente el movimiento estudiantil como un nuevo actor social y político, que se constituye desde ese momento como un nuevo elemento generador y promotor del cambio. Un nuevo actor que se mantiene presente y activo, en mayor o menor medida, a lo largo de todo el siglo XX, donde la participación estudiantil cambia y se adapta a los contextos políticos particulares del período donde ésta se desenvuelva. Vemos así como la juventud universitaria, lejos de permanecer apática y estática antes los cambios que se producen a su alrededor, desarrolla a lo largo del tiempo nuevas maneras de participación e intervención en los asuntos públicos, tanto de la universidad como de la sociedad en general. El espíritu revolucionario de los jóvenes impulsores de la Reforma del '18 fue una antorcha que iluminó e influenció el camino de las generaciones de estudiantes que los precedieron. Su llama se mantuvo encendida a lo largo del tiempo, siendo en un primer momento los mismos protagonistas de la Reforma quienes continuaron trabajando de manera activa, pregonando sus ideales a lo largo de los años y posteriormente mediante la conservación de su legado, sus ensayos, su herencia intelectual, se mantuvo activo y totalmente vigente el brío clásico e indomable que los caracterizó. El caso particular del doctor Enrique Barros, miembro enérgico y laborioso de aquella generación ilustre de reformistas, nos permite ver cómo estos jóvenes tomaron sus ideales apropiándose de ellos de una manera tal que los adquirieron como un modo de vida, manteniéndolos presentes como un estandarte de lucha hasta el ocaso de sus días. Barros, como tantos otros, más allá de llevar adelante una excelentísima carrera profesional, siendo reconocido a escala nacional e internacional, nunca se despegó ni dejó de lado su trabajo intelectual ligado al movimiento reformista, buscando no sólo mantener vivos los logros adquiridos sino también intentando fomentar el pensamiento “El Manifiesto como legado y como llamado para una nueva Universidad: perspectivas estudiantiles” Por Silvio Godoy Argiz crítico y objetivo en las nuevas generaciones, de modo tal que éstas pudieran tomar la posta iniciada por ellos unas cuantas décadas atrás. Los estudiantes se encargaron de hacer perdurar su legado revolucionario, pudiendo rastrear su influencia en movimientos tan cercanos y propios a nuestra ciudad como lo fue “El Cordobazo”, y en otros más distantes y ajenos a la propia idiosincrasia de la ciudad mediterránea como lo fue, entre otros, “El Mayo Francés”; siendo ambos ejemplos claros y concretos de la herencia revolucionaria y del preponderante papel que el estudiantado comienza a tomar en los diversos conflictos sociales. Creo que hoy por hoy es necesario, para poder pensar el lugar que llegamos a ocupar como institución universitaria, replantearse en primer término el largo camino recorrido por esta prestigiosa casa de estudios que hoy nos acoge, para llegar a convertirse en una de las instituciones más reconocidas nacional e internacionalmente, no sólo por la excelentísima formación académica que brinda sino también por su importante labor social, inclusiva y de extensión, más allá de los límites fijos de la propia ciudad universitaria. Un extenso camino plagado de idas y vueltas, donde los obstáculos y contratiempos estuvieron siempre presentes a la orden del día, pero fueron superados por la fuerte iniciativa y compromiso de generaciones y generaciones de estudiantes influenciados por el ánimo y el coraje legado por aquella primera generación de educandos, que en un frío día de junio de 1918 se atrevieron a hacer frente al yugo opresor que los dominaba. La década de los 90, con sus características políticas y económicas particulares, es un ejemplo claro donde podemos observar cómo se pone en juego la autonomía universitaria ante el fuerte proceso de privatización y mercantilización que afecta a la educación superior; sin embargo el movimiento estudiantil se mantuvo firme sabiendo adaptarse a las particularidades del período, luchando y manteniendo encendido la antorcha revolucionaria, legado de la Reforma de 1918. Así, podemos decir que la Reforma no es un acontecimiento pasado, sino que es un hecho contemporáneo que se mantiene presente hasta la actualidad, vivo en el corazón de aquellos visionarios que se animan a soñar y a luchar por un futuro y una universidad para todos, inclusiva y capaz de transformarse en una herramienta que pueda brindar a la sociedad la posibilidad de acceder a un devenir más justo para todos sus integrantes. Recuperar y resignificar la Reforma de 1918 supone, creo yo, reconstruir los sentidos de una universidad que se mira a sí misma como un espacio desde el cual es posible contribuir a la construcción de justicia e igualdad, donde es necesario actualizar los ideales heroicos de la lucha por la libertad impulsados por los reformistas, a través de “El Manifiesto como legado y como llamado para una nueva Universidad: perspectivas estudiantiles” Por Silvio Godoy Argiz los cuales se construye y persigue la búsqueda de un ideal utópico. Considero imprescindible en la actualidad, recordar, valorar y poner en práctica el legado de los reformistas de 1918, pero también renovar y amoldar dicho legado a nuestros tiempos, enriqueciendo aún más sus promulgados; proclamando, por ejemplo, una igualdad cultural capaz de respetar la diversidad étnica, promoviendo relaciones interculturales, respetuosas y equitativas, incluyendo saberes, lenguas y valores de aquellos grupos culturalmente diferenciados que componen el famoso “crisol de razas” que caracteriza a la sociedad argentina. Me llena de alegría el poder formar parte de una universidad que crece día a día en todo sentido, donde se busca romper con el abandono y postración de la universidad neocolonial de los años 90, retomando −como lo hicieron un grupo de jóvenes estudiantes en 1918− los lineamientos de unidad nacional y latinoamericana. Buscando acercar esta institución al pueblo, como un elemento indispensable para el crecimiento de nuestra sociedad y como una herramienta imprescindible capaz de dotar a la misma de las armas necesarias para formar un espíritu crítico que les permita desplegar sus alas, para como hace casi 100 años lo soñaron un grupo de estudiantes: poder alcanzar la verdadera libertad. Considero que hoy, como institución, estamos transitando una parte del camino donde nos comenzamos a replantear el lugar en donde estamos y el lugar hacia el cual queremos ir. Éste no es, creo yo, un recorrido sencillo, sino todo lo contrario, es un camino cuesta arriba plagado de desafíos que debemos afrontar y estar dispuestos a superar, ya que esos retos y obstáculos que se nos presentan son los que nos hacen crecer y superar nuestras propias limitaciones. Al conmemorar los 400 años de vida de esta distinguida casa de estudios, me permito reflexionar sobre esta fecha, no sólo como un simple recordatorio de su fundación, sino más bien como un elemento que nos permite pensar y replantearnos el rol que jugamos como comunidad académica dentro de la sociedad y como agente en potencia, capaz de impulsar un cambio rotundo en la misma, siendo exclusivamente nuestra la responsabilidad de saber aprovechar al máximo nuestro paso por esta distinguida institución para convertirnos en un futuro en actores útiles y activos en nuestra sociedad. Citando de manera textual a Deodoro Roca: “En la Universidad está el secreto de la futura transformación. Ir a nuestras Universidades a vivir, no a pasar por ellas: ir a formar allí el alma que irradie sobre la nacionalidad: esperar que de la acción recíproca entre la Universidad y el pueblo, surja nuestra real grandeza”. “El Manifiesto como legado y como llamado para una nueva Universidad: perspectivas estudiantiles” Por Silvio Godoy Argiz “Ir a las Universidades a vivir, no a pasar por ellas…”, frase de un alto contenido ideológico que representa el ideal reformista en su máxima expresión. Las universidades no son un mero lugar de paso y formación profesional, sino la piedra fundamental de la transformación social. 1 Vaccarezza, L. S. “Autonomía universitaria, reformas y transformación social”, en Vessuri, H. (comp.) (2006) Universidad e investigación científica. Bibliografía Aboites, H.; Gentili, P.; Sader, E. (comp.) (2008) La reforma universitaria, desafíos y perspectivas noventa años después. Buenos Aires: CLACSO. Biagini, H.E. 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