Esa turbulenta paz global Freddy Cante1 En el clásico diccionario del diablo (Bierce, 1911) se define la paz como sigue: “Paz, s. En política internacional, época de engaño entre dos épocas de lucha”. Una definición menos sarcástica pero, igualmente, muy visionaria se encuentra en el último escrito del filósofo alemán Walter Benjamin, hacia el año 1940 (Benjamin, 2016), en su reflexión sobre el tránsito de la guerra hacia la paz: “Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve en él un ángel, al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desorbitados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su rostro está vuelto hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Este huracán lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, 1 Doctor en Ciencias Económicas. Profesor Titular de la Facultad de Ciencia Política y de Gobierno de la Universidad del Rosario. mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso.” Los grandes imperios y las colosales obras a gran escala del ser humano, hechas a imagen y semejanza de su insomne codicia y su insaciable agresividad, le condenan a más inseguridad y fragilidad. Como no recordar el derrumbe de la mítica Torre de Babel, y las docenas de cuerpos cayendo de las alturas cuando fueron destruidas las más mundanas torres gemelas del emporio financiero neoyorkino. Incluso una obra arquitectónica para la defensa de un reino, como la Gran Muralla China, es redundante pues, al decir de Kafka y Borges, consiste en un muro infinito que requiere cuantiosas generaciones para proteger a un Estado de infinita geografía de un ejército que se acerca con infinitos daños. La paz turbulenta (Cante, Fredy and Quehl, Hartmut, 2015), en el ámbito internacional, es una realidad más pavorosa que las imágenes literarias recién referidas. Paz turbulenta equivale a una mezcla de armonía con hostilidad, a un mundo de cambios e incertidumbres permanentes, lo cual implica órdenes sociales enredados y contradictorios —como un dragón que devora su propia cola, como los desquiciados dibujos de Escher. Aquí se hace referencia a algunas de sus manifestaciones. El mundo es más inseguro siete décadas después del lanzamiento de bombas atómicas en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. En Agosto de 1945 se arrojaron pequeñas bombas de 15 Kilotones, las cuales cobraron la vida de unas 340 mil personas, y su impacto perjudicial existe hoy día, al causar el nacimiento de bebés muertos y deformes en la zona afectada. En 1961 la Unión Soviética creó la bomba atómica Zar, con un poder de 50 megatones, esto es 3.800 veces más destructiva que la hoy insignificante bomba usada en Hiroshima. Las bombas actuales son mucho más destructivas, pues sólo 50 de ellas podrían acabar con 200 millones de seres humanos. Desde el fin de la segunda guerra hasta hoy se han hecho más de 2000 explosiones atómicas experimentales que han dejado una contaminación radioactiva 50 veces más grande que la del accidente de Chernóbil (NewInternationalist, 2008). Hoy grandes imperios de la zona norte del mundo poseen armas nucleares, en su orden: Rusia, Estados Unidos, Francia, China, Reino Unido, Pakistán, India, Israel y Corea del Norte. No sin razón, el Premio Nobel de Economía y otrora ideólogo de la guerra fría, Thomas Schelling, afirmó que desde Hiroshima y Nagasaky, cada día que amanece es un milagro pues el planeta puede desaparecer debido a tanta acumulación de poder destructivo. El progreso material, expresado mediante la parsimonia matemática que evoca una trayectoria de crecimiento económico exponencial constante desde hace cinco siglos atrás, y muy acelerada desde los años cincuenta del siglo pasado, muestra apenas la aséptica versión de los economistas que sólo quieren ver producción de bienes y servicios, haciendo abstracción de los males y costes humanos y ambientales. El acentuado calentamiento global, con la senda de cambio climático, y las series de tsunamis y huracanes que abren el telón del siglo XXI es causado, entre otras cosas, por una economía cuyos motores mecánicos consumen combustibles fósiles, y cuyas frenéticas marionetas consumistas indirectamente arrasan bosques y contaminan el aire, por las dietas intensivas en carne. De seguir las actuales tendencias en la producción de gases de efecto invernadero, para el final del presente siglo la temperatura del planeta habría aumentado 5.8 grados. Las emisiones de CO2 se han incrementado exponencialmente desde principios del siglo pasado hasta hoy. En el presente tenemos más dióxido de carbono en la atmósfera que durante los 800 mil años anteriores. Podría haber al menos 100 millones de personas desplazadas en un futuro, debido a la posible inundación de zonas costeras por el aumento en el nivel del agua de los océanos. Desde la revolución industrial hasta hoy se ha incrementado en un 30% la acidificación de los océanos, lo que implica una creciente pérdida de vida marina (ConserveEnergyFuture, 2009). La creciente escasez de agua dulce, resultado de la expansión poblacional y del cambio climático generado por el llamado crecimiento económico, puede ser una de las fuentes de nuevas guerras en un futuro cercano. De los 7000 millones de seres humanos que habitan el planeta se tiene que: un 85% vive en la parte más seca del mundo, 783 millones no tienen acceso a agua limpia, y 2.500 millones de individuos no tienen acceso a servicios sanitarios adecuados. Los países que exportan alimentos y combustibles también exportan (y gratis) millones de litros de agua, debido a esa asimetría los norteamericanos y europeos consumen en promedio 3.3 metros cúbicos de agua incorporada en alimentos importados, y triplican en tal consumo a los asiáticos y africanos (Unwater, 2013). La fotosíntesis ha hecho posible la agricultura, la cual ha sostenido a la población humana hasta hoy. Sin embargo hay una ostensible y creciente escasez de tierra arable y pérdida de la biodiversidad. El 75% de la biodiversidad vegetal se perdió el siglo pasado. En 1960, cuando la población mundial era de 3.000 millones de personas, había un promedio de tierra arable per cápita de 0.5 hectáreas, hoy es de aproximadamente 0.2 y países ubicados en el Medio Oriente, en el África Subsahariana, y en Asia están por debajo de tal promedio. En los últimos 40 años un 30% del total de tierra arable se ha tornado improductiva, debido a malas prácticas de agricultura (Earth, 2005). Estamos viviendo en la época de las consecuencias nocivas del progreso tan temido por visionarios como Walter Benjamin, y se requiere de mucha imaginación y ética para salir de este embrollo. Bibliografía Benjamin, W. (3 de Mayo de 2016). Tesis sobre la historia y otros fragmentos. Obtenido de www.bolivare.unam.mx: http://www.bolivare.unam.mx/tr aducciones/Sobre%20el%20co ncepto%20de%20historia.pdf Bierce, A. (1911). The Devil's Dictionary . New York : Neale Publishing . Cante, Fredy and Quehl, Hartmut. (2015). Handbook of Research on Transitional Justice and Peace Building in Turbulent Regiions. Hershey: IGI GLOBAL. ConserveEnergyFuture. (10 de November de 2009). www.conserve-energyfuture.com. Obtenido de global warming facts: http://www.conserve-energyfuture.com/various-globalwarming-facts.php Earth. (20 de January de 2005). www.theglobaleducationproject .org. Obtenido de food and soil: http://www.theglobaleducationp roject.org/earth/food-andsoil.php NewInternationalist. (1 de June de 2008). New Internationalist Magazine . Obtenido de Nuclear Weapons the facts: http://newint.org/features/2008/ 06/01/nuclear-weapons-facts/ Unwater. (1 de October de 2013). www.unwater.org. 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