AÑO X BARCELONA 15 DE MAYO DE 1933 NUM. 216 LA REVISTA BLANCA ADMINISTRACIÓN • S O C I O L O G Í A a CIENCIA - ARTE calla Sulnaraa. 37 TalAfono SI780 REVISTA QUINCENAL ILUSTRADA NÚMERO SUELTO. 0'50 pesetas SUSCRIPCIÓN. 3 p e s e t a s trlm. LA PRIMERA PIEDRA DE LA SOCIEDAD FUTURA La actividad libertaria tras la revolución ¿Qué actitud tonuirán las fuerzas obreras el dia que se dispongan a ser dueñas de sus destinos? Me sena imposible contestar a la encuesta de LA REVISTA BLANCA atribuyendo a la contestación va- lor o carácter general, ya que no estoy en posesión de los datos reales y efectivos que requiere la situación y desconozco las eventualidades con que tropezaría una revolución de tal envergadura y origen — la caída de la sociedad burguesa — en vista de que los trabajadores tienen por cada día • más conciencia de su poder» y son más exigentes •en el sentido de mejor vida y tener más persona' lídad», suponiéndose que la actitud de los revolucionarios se manifestaría en España «en sentido libertario y con preferencias por una sociedad de igualdad económica, sin Estado». SI fuera así en proporción predominante y en distribución relativamente igual a través del territorio total del país, podría considerarse la revolución como un valor homogéneo y triunfante. A partir de un determinado momento, la falta de resistencia. La desbandada de los que sostenían el régimen caldo, el campo libre para continuar la vida soda] sin obstáculos y cara a nuevas bases de convivencia, determinarían el consejo favorable a los mejores modos de proceder. Sería conveniente, por ejempb, discernir inteligentemente lo que conviene hacer con preferencia en la localidad, en la comarca y en la región, y también en el orden internacional. ¿Cómo se trabarían ules decisiones y «incordias a disuncia? ¿Por medio del cambio o sin equivalentes en especie? ¿Por unidades y medidas? ¿Se emplearía la generosa reciprocidad? ¿Qué procedimienKi de relación no uniforme imrí» el mis rápido y práctico, d más solidario según las posibilidades de lot participantes? Todo ello supone como condición previa el he- cho de que los anarquistas fueran quienes tuvieraii b iniciativa y el pueblo la conformidad, contribu' yendo con inteligencia, buena voluntad y eficacia a no malgastar esfuerzos, utilizándolos íntegros para la reconstrucción. También se da como hecho consumado el supuesto de que más allá de las fronteras del país anarquista no había para éste ofensiva sino paz; por lo menos reciprocidad justa para el cambio donde la importadón se impusiera a cambio de concesiones de exportadón mediante contratos o tratados prácticos y exactos. ¿Podemos afirmar que hay en alguna parcela del globo la posibilidad de entrever semejante estado de cosas? No creo que se aproxime la cosecha, y de acuerdo con esta terminología, puedo añadir que los frutos de la revolución maduran en fechas dispares porque la semilla es distinta en calidad y desarrollo. Tan sólo con clima excepcional los frutos llegan a sazón, siguiendo la misma presteza en la madurez. Cuando tienen color las cerezas faltan algunos meses para la vendimia y también para la recolección de la manzana. No puede concebirse una semana de cosecha copiosa en toda la tierra. La revolución extensa y homogénea no es menos rara. Si se produce en alguna parte, sería en condiciones limitadas de lugar o sea en escenario local o poco extehso. La diferencia que separa unos nücleos humanos de otros, la que se advierte entre una determinada latitud conservadora y otra más propicia a la valoración revoludonaria y libertaria, tiene caracteres de hecho que se produce en la historia de los países todos con U fuerza de una ley tutural por dedrlo así. Observemos sobre la pared tres mapas de Europa: uno geográfico, lingaistico otro y el tercero destinado a presentar la estructura que han tenido las grandes divisiones territoriales hasta 1918. Se comprende que tan grandes unidades tengan depresiones hidrográ&:at, llanuras agrarias y montañas con prados, ríos, bosques y caza, uní- 738 R dades económicas con fronteras rocosas propias para la defensa. La población de las montañas y de los bosques, la que vive en la llanura y en las urbes, la que hormiguea en los puertos constituye un todo de cierta homogeneidad casi inalterable y se diferencia de otra en nivel de vida, actividad, indumentaria, educación, influencia progresiva o reac' Clonaría, determinada ésta por el clero y la aristocracia rural. Hay que notar que entre Norte y Mediodía hubo siempre señaladas diferencias en facilidades para la vida, social en el Mediodía y aislada en el Norte, existiendo los temperamentos acordes con cada una en los respectivos solares. El industrialismo del siglo XiX no alteró aquellas diferencias esenciales más que en parte, y aún añadió otras huevas. Los campesinos libertados del feudalismo y en posesión de las tierras, se convierten, por regla general, en pequeños traficantes, tan ávidos de ganancias y privilegios como los grandes propietarios territoriales, y enemigos del proletariado de la ciudad. La industria ha uniformado enormes masas de trabajadores urbanos y rurales en localidades sin vida natural, lo que contribuye a nivelar los espíritus, favoreciendo la leva socialista, la actitud pasiva para figurar en las filas del socialismo autoritario. El militarismo produjo por oposición temperamentos refractarios como nunca, pero creó también mayoría de siervos resignados, obedientes... Estas influencias se dan en todos los países en proporción variable y no hay censos humanos que tengan desarrollo homogéneo. Si un país tiene bogares cié vida intensa, avanzada, centros de vitalidad progresiva, cuenta también con rejones indiferentes y hasta reaccioharias. N o creo que tales diferencias reales y efectivas puedan obstaculizar una revolución social solvente, basada en u voluntad colectiva de la pobbción avanzada. Opino que el sector rezagado dejará hacer y tratará induso de aprovechar los beneficios de la nueva ntuadón cuando suprima los impuestos, k» procedimientos civiles y criminales, las hipotecas y las deudas, el servicio militar, la política, etc. De un día a otro no podrán tener los rezagados la preparación, la voluntad y la capacidad del socialismo generiKo, abnegado, libertario. Hay junto a los rezagados los avanzados pervertido», los socialistas autoríurios, quienes oyen hace setenta afios que es preciso conquistar el Estado, es decir, elevar a los jefes a lugares dominantes y «stabiecer asambleas semidemocráticas. Parlamentos o Sovieu. En cualquiera de estos casos se llega a la dictadura de lo* jefes mediante la asamblea y la concentración de ministros o cmnisarios «del pueblo», dos modalidades distintas de una misma esenó a , doi platos iguales con distinta salsa. N o punió adivinar lo que haría la revolución coa tantos fanáticos y tantos dotnésticos. Aun cuaado k» adhmaites poco preparados prescindieran de k» jefes, no por ello pasarían a ser capa- B N citados con voluntad y mentalidad para crear una sociedad que los libertarios sabrían gozar. Incluso entre los mismos hombres de convicción bbertaria habría grados de eficiencia, de talento, de desprendimiento, de iniciativa. Hay dos categorías que serían al principio valores negativos y hasta podrían representar obstáculos y peligros: los despreocupados, «los que no tienen nada en la cabeza» ni están acostumbrados al esfuerzo cerebral como tampoco a vibrar por los principios morales; la otra categoría es la de los que tienen un carácter señaladamente burgués, clerical o burócrata, egoísta y autoritario. No siempre están exentos de talento y poseen la suficiente habilidad para deslizarse hacia los grupos sociales de avanzada y sabotearlos, dominarlos o explotarlos. Los conocimientos y aptitudes de carácter técnico que poseen, les convierten a menudo en seres útiles, hasta indispensables, mientras que su sinceridad puede ser dudosa. Las cuatro categorías enumeradas — rezagados, autoritarios, indiferehtes y adversarios — existen en todos los países y existirían en cualquier zona en que los anarquistas pudieran hacer frente a las fuerzas de! Estado. Las cuatro categorías anotadas existen en todos los pueblos y singularmente en ciertas partes de ellos, igualando o sobrepasando al número de libertarios de otras. Las cuatro categorías tienen un objetivo social que consiste en agravar el viejo egoísmo con el nuevo. Cualquier rumbo que llevan los rezagados, los autoritarios, ios indiferentes y los adversarios con respecto a los hecho que presento en hipótesis, serán lo que fueron y io que son, ya que les falta simpatía, voluntad libertaría y práctica de solidaridad soaal. En todo momento y por completa que fuera la derrota del sutema presente y de sus fuerzas auxiliares, ocurriría que en cada localidad o grupo de localidades — distrito autónomo — se produdria una situación intimamente distinta según las calidades y cantidades representadas en el núcleo por cada una de las categorías. Los libertarios tendrían libertad en un sitio, se verían comparados con acometividad en otros, y siempre se producirían u l e s hechos en proporción variable. Convendría ponerse en guardia contra tentaciones y ligerezas centralizadoras, contra la opinión de las mumas asambleas que formulara la necesidad de nivelar la actividad y la conducta reglamentariamente con vistas a la uniformidad. Equivaldría la desviaaón hacia las prácticas del gubemamentalismo y acabaría por ponerse mano en todo, estableciendo la diaadura política y social. Como oposición convendría hallar localmenie soluciones apropiadas y oportunas, restabledendo el equilibrio y apadgiiando ios nervios cuando Uegaran a tensión excesiva. Un ejemplo expresivo puede referirse a la n ^ e sidad de rea{^upar voluntariamimte a los habitantes de «na comarca. Los UbcrtaritM que vivieran R V í T aislados en un poblado reaccionario, se trasladarían a otro que tuviera mayor número de libertarios. Los reaccionarios harían lo mismo emigrando hacia medios de elección Ubre que les fueran gratos, respetándose unos y otros. Como no pueden trasladarse terrenos, edificios, maquinaria pesada y grandes existencias de mercancías, el transporte de iodo lo demás, muebles, útiles, enseres y herramientas de uso personal, con interpretación amplia de lo más conveniente, se haría ordenadamente, sin formalidades enojosas, con buen talante. Hay quien tiene apego al pueblo natal, a la casa, a! ambiente que le es habitual. Tanto si es reaccionario como libertario, no saldría del ambiente propio contra su voluntad quien quisiera permanecer en el. Hay seres que prefieren cambiar de residencia y domicilio, que ven con gusto la facilidad de elegir lugar donde situarse. Cabe la objeción de que podrían acumularse poblaciones completas en las que tuvieran que vivir mentalidades antagonistas, sistemas sociales en pugna. Puesto que las diferencias existen y existirán mientras no haya uh sistema único, infalible y superior a todos, aceptado por la totalidad — no estamos en disjiosición de adoptarlo. Ciertamente —, los antagonistas existen y con frecuencia en mayor número que nosotros; es indispensable, pues, que estén en alguna parte. El único medio, a mi ver, de llegar a una convivencia grata es practicar el desinterés, la generosidad, la amplitud de concepciones y la bondad en la conducta. Lo contrario no puede producir más que efectos adversos, gubernamentalismo de nuevo cuño, rigor y severidad, limitación pedantesca y orgullo avasallador. Tal ocurre en Rusia. Los vencedores no han hecho más que socializar la infelicidad, cerrándose ellos mismos el paso hacia los sentimientos humanos por su altanería y su crueldad. De igual manara la jerarquía, la burocracia y la rutina son soportes del régimen que tutelaría la socialdeinocracia. Creo que las organizaciones sindicales considerarán cumplido su cometido, dejando vía libre a las nuevas formas, cualquiera que sea la intervención de aquellas organizaciones en el hecho revolucionario. Ño creo en la hipótesis — convertida en dogma para muchos — de lo que serían el germen, el embrión o el cuadro, la Internacional de sesenta aftos atrás, la C. G. T . de Pouget, los organismos sindicales de formación más reciente en la sociedad nueva... ¿Acaso el embrión no es un cuadro y el cuadro un embrión? Se trata de teorias delirantes. de simplismo, de salidas de tono; se trata de argumentos de arenga para rcciutar adeptos la Internacional y los sindicatos, para erigirse los dirigenl«« en tutores y pedagogos, por no decir en due''**» de la sociedad nueva. Lenín se hizo dueño °^ Rusia. Todo partido, socialistas o no, aspira a » iniínio y trata de realiiarb si puede. El nuevo orden de cosas que no hiciera algo onginal desde su iniciación, ya desde el primer día, N 739 y fuera a remolque de! embrión o se hiciera inscribir en un cuadro sindical por toda actividad, no conseguiría gran cosa. El aparato sindical en los distintos países no se distingue como un modelo de eficacia ni de armonía. Centuplicado el número de adherentes hasta comprender la Humanidad, ¿no aumentaría también la fricción, el roce y la ineficacia? Estas cuestiones tienen uii aspecto en la vida y otro muy distinto en los estatutos y en las utopías. Sólo puede servir la rutina para rebajar hasta la bagatela el pensamiento revolucionario, reduciéndolo a la más cómoda y asequible de las fórmulas: «al día siguiente de la revolución todos al sindicato y la sociedad libre empezará a andar por su pie«. Es algo tan simplista como pensar que al día siguiente de la revolución todo el mundo vivirá el comunismo libre por el hecho de que todo el mundo se llamará comunista libre. La historia no conoce transformaciones repentinas, cambios eii 24 horas: experimenta un gozo febril cuando cede el mal viejo. Todos respiran en España como el día 14 de abril; la completa transformación no se opera. Para la renovación precisa el esfuerzo y se requieren también medios. La nueva creación los pide y los necesita. No niego que el organismo sindical pueda y sepa desarrollar relaciones de diverso carácter. En la vida local está comprendida la profesional, tan propia de los sindicatos. Las ideas que unen al hombre con la obra del pensamiento humano y frecuentemente con núcleos especiales como la anarquía que nos interesa y agrupa, figuran también en el terreno de la actividad creadora, como el placer estético y cualquier otro matiz de las inclinaciones humanas. Todas estas manifestaciones unen a los hombres por un dédalo de relaciones, y la sociedad nueva tiene precisamente por objeto permitir «a todos» la vida propia que cada ser apetece y que el régimen actual reserva para unos cuantos privilegiados. Será preciso, pues, comenzar «en toda b línea». El sindicalismo, lo mismo que los Municipios libres o cualquier otro organismo local, no tendrán tierecho de tutela sobre los hombres emancipados, como tampoco los doctrinarios, los teóricos y crítieos de las ideas. Los choques serán considerables y por desgracia inevitables. Todos tenemos mucho que aprender y no es otra la razón del litigio presente. El Municipio libre que no corresponda a un pueblo puramente agrario, se verá afectado por el problema de la relación económica. Será fácil solucionar la cuestión del trabajo de urgencia local, industria panadera, etc., y fácil también la suspensión o reducción del trabajo dedicado a fabricar objetos de lujo. Habrá labor abierta y suficiencia de brazos para las obras de general utilidad, construcciones, reparaaones y mejoras. Se realizará la vuelta a la tierra, a los trabajos agrícolas y de jardinería. Al propio tiempo, los agricultores vivirán en con- N 740 tacto más constante con el poblado. Pero, ¿y los trabajadores que producen lo que no puede consu' mirse en la localidad donde residen? Dos divisiones se observan de tales trabajadores: por una parte, productores agrícolas de frutos especiales, mineros, ganaderos, pescadores, etc., y por otra, los que emplean primeras materias que llegan de fuera como la industria textil, la metalúrgica, etc. Entre los primeros se oye el clásico grito de «¡ La mina para ios mineros; la tierra para los campesinos!». Y dicen los segundos: «¿Por qué excedemos en el trabajo si locaknente tenemos bastantes géneros, máquinas y objetos de comercio?». La misma pregunta se hacen los proveedores de primeras materias, lana y hierro. Serán transacciones a larga distancia con persohas desconocidas, incluso con mercaderes de países sin solidaridad revolucionaria. No se trata de un simple cambio entre productores de lana y géneros manufacturados. Se trata de que el intercambio tenga oportunidad. El dinero fué hasta ahora el intermediario más ágil, si bien los Estados han embrollado tanto las cosas y saboteado las relaciones económicas, que apenas hay lugar para el intercambio a base de confianza mutua, no quedando más que el oro que se tiene o no y que no se puede improvisar, paralizándose todo en caso de carencia. La nueva sociedad progresiva tendrá necesidad de merecer confianza que permita la movilización de materias primas y productos, y posibilite una existeiKia amplia y libre. La movilización tiene excepciones restrictivas como la tasa, desagradable en genera] porque se presta a la suspicacia y al pánico, alimenta el egoísmo, la desesperación y el espíritu insolidario. Suponer que desde el primer día las expediciones a través de un país, de un continente y hasta del globo, han ek luMrse de acuerdo con el comunismo más generoso y desinteresado, mediante las máximas facilidades, es suponer mucho; creer que todo se producirá en todas partes con maqninismo eficiente y cultivo intensivo segiín la utopía de Kropotkin, es excesivo. Este describió en «La con< quista del pan» el hecho de que un solo Munidpio urbano declare su indepen<feñda, y recoaodó que en una situación de triunfo general o por lo menos territorial — nacional — de la revolución, pueden establecerse distintos acuerdos. A una situación hipotética parecida me reíieto ahora. Kropotkin no fiab» gran «»sa en el comunismo de generalidad, ya que supuso que habría períodos de lucha, que •e suspenderla el transporte y la circulación mediante el bloqueo, cerco económico. Concibió la producción localizada a lodo trance. Sofíó en una nueva Gmraiu de París, cercada de nuevo y con OM^os de leeigiencúi alimenticia con incubadoras, «cétefa. ESOÍIMÓ lo fMccedente en 1890. Podemos leer hoy qoe los akedadorcs de SuMghai «mstitoian un i>añíM» de cultivo intenÁvo. trabajado «»n k pthmt mericwloiidad di; los diiaost b s vegas se han convertido en cráteres y abismos a consecuencia de bs tres o cuatro semanas de bombardeo aér»} consumado por las japoneses, estrago medio olvidado ya por el público. Convendrá aprender la práctica de transacciones útiles y sólidas a distancia, y no es fácil favorecer aquel propósito esperando que haya comunismo y generosidad. Para que haya comunismo es preciso preparar su advenimiento con enseñanzas y experiencias de generosidad si se piensa que ésta no existirá en los primeros tiempos de la sociedad nueva. Cualquier momento es bueno para el ejercicio de la generosidad. El comunismo no tendrá realización económica si no vive en nosotros mismos moral e intelectualmente. Permanecemos siempre en el terreno de la más estricta retribución, en el de las compensaciones y equivalentes para llegar 3 una reciprocidad exacta, medida. N o cedemos terreno en la discusión y con frecuencia nos empeñamos en alardear de razón, humillando al adversario. Si se produce una disputa, se perpetúa y se envenena. Si hay dos organismos en tensión, se coiukicen como Estados rivales y ninguno hará los posibles por facilitar una solución. Se perpetúa también la guerra y las mentiras de La nueva diplomacia. Lo que han sabido organizar los comerciantes burgueses — circulación de primeras materias y mercancías con un máximum de exactitud y velocidad y un mínimum de gasto y esfuerzo — es posible que no pudiera organizarse si se encargaran de ello comités socialistas y anarquistas, como habría fracaso si el tráfico se debiera a la gestión del Estado, a un morrapolio oficial. Observando el movimiento obrero, tanto el de derecha como el de izquierda, se advierte lentitud e ineficacia. Estas se derivan de la mentalidad que teme perder ventajas si cede un poco. Se ve, sobre todo, ausencia de esa generosidad que es esencia del romunisino libertario. De la práctica de la generosidad antes del período revolucionario depende que pueda sustituir al cambio comercial la circulaa ó n libre de primeras materias y productos varios. Para que exista una sociedad de tipo comunista libertario, predsa también que desaparezca de las mentes la idea de apropiación privada por una asociadón kxal de las riquezas naturales o de las ventajas de carácter municipal. La mina no es del minero, la tierra no es del agricultor, ni América de k» americanos. Las minas, las berras y América son todas de todos. De lo contrario, despidámonos de todo socialismo solvente y serio. Ni siquiera valdría la pena de insistir, ya que si los accionistas de la mina, d terrateniente y los patriotas locales stwtienen que la mina, b tierra o América les pertene«ai. «mjo si sosticnea k> mismo Un mineros, l«i agricultores o los patriotas, cesan de ser solidarios y por consiguiente crean manop^im que excluyen a una parte de los htmibrea. Aptwtthstr una venuja tutural tal ax» un le' N R rritorio feraz, un país nuevo y espacioso para uti' lizar sus fuentes de riqueza, significa establecer la desigualdad, y esta ya es sabido que pide siempre protección a la fuerza y legalidad a la autoridad. Practicar la igualdad equivale a crear y difunde el sentimiento de solidaridad. Si los Municipios libres que tienen una posición ventajosa, la pusieran al servicio de la totalidad de los hombres en rebcl' día, la solidaridad recibiría un impulso gigantesco y también la expansión del fervor revolucionario si estuviera todavía limitada el área de la revolución. Si Rusia hubiera obrado de acuerdo con tal espíritu, los socialistas de todo el mundo, sintiéndose solidarios, hubieran acudido a defenderla. El capitalismo se hubiera visto impotente ante la falta de brazos para él, lo que redundaría en beneficio del intercambio mundial. En los últimos quince años Rusia ha sido un Estado hermético, egocéntrico, como el resto de los Estados. N o halló apoyo moral hi material y tuvo que limitarse con dinero a fundar simulacros de partidos, ejemplos de verborrea inacabable y sin base moral. Me parece evidente el hecho de que se aproximan cambios sociales, pero nuestra causa está lejos del triunfo, - sufriendo la influencia adversa de esto» tiempos. Reclama ante todo amplitud y brfoj creo que hallará uno y otra si va al encuentro de la generosidad, de b'variedad y de la belleza, no en raquítico embrión ni en )iing:ún cuadro, siempre pequeño y raquítico para contener una Humanidad libre. Para impulsar nuestra causa convendría hacer algo distinto, algo que no he de discutir aquí. Si triunfara, la acción local y regional como la internacional tendrían que ser rápidas, ingeniosas, generosas, sensatas, técnicamente eficaces y sólidas. Los militantes harían frente a las vicisitudes más diversas, y como el navegante no se dejarán desorientar por ninguna preocupación cuando naveguen por una cdsta difícil. En los primeros momentos del movimiento subversivo es cuando existe el peligro de las falsas rutas, de la pérdida de tiempo en banquetes, satisfacciones, parlamentarismo político o de comités, asambleas o consejos soviéticos. Hay una serie de cosas que hacer — las que técnicamente corresponden al momento sin contradecir el objetivo — y que suponen nada menos que la 741 convivencia libre y feliz de los humanos. Inteligencia y generosidad son cualidades y distintivos de la finalidad principal, y como no pueden improvisarse han de operar en nosotros, en nuestro mundo interior desde que nos decidimos a darnos por entero a la obra predilecta. I Señal de vigor y de esperanza haber sometido estas cuestiones a libre plática! Aun cuando lo que se discute aquí no tenga realidad inmediata, algiín día podrá tenerla en una zona del mundo y será muy lamentable que hayan de observarse indecisiones, impulsos momentáneos o improvisaciones. Por el bien de todos convendrá hacer bien lo que nos espera, procurando que la nueva vida social no se inicie con trabas procedentes de la constante obstrucción, azote del viejo mundo y signo antivital de estos aciagos días. La vida social del pasado habrá caído con sus instituciones: Estado y Monopolio. Como sobrevive lo viejo en el espíritu de los militante,-:, les digo que lo abandonen. Despréndanse del espíritu viejo que late en el movimiento obrero cuando éste no cuida los principios morales y sólo se afana por alcanzar el Poder. Recordemos las palabras de Bakunín: "Para hacer una revolución radical, es preciso atacar posiciones, destruir la propiedad y el Estado. No habrá necesidad de destruir a los hombres ni condenarlos a la reacción ineviuble e infalible que producirá en la sociedad el asesinato de seres humanos. Si se quiere ser humano sin dafio para la revolución, habrá que mostrarse implacable. Habrá que destruirlo todo; primero que nada la propiedad y su corolario inevitable: el Estado. He ahí el secreto de la revolución.» Lo contrario se hizo en Rusia: se destruyó al hombre, se divinizó el Estado y se adjudicó a éste la propiedad. Los defectos de Rusia a partir de octubre de 1917 se erigieron en virtudes y en doctrina, pervirtiendo los cerebros, ya desorientados por la catástrofe mundial de i9i'4. Quienes conserven lucidez de espíritu, harán bien en dilucidar cuestiones como la presente. N o puedo yo contribuir a su estudio más que con las precedentes y accidentales observaciones. M. NErn,Au (Trad. de F. Ató¿2) " E l V a d o " . C u a d r o de A l á e m o n Talmadáe- — Galería de Arte de Oldham Peásaje mgtís, áe tranquila, calma, dulce mitiiru/ejíi. Las vacáis vadeMido el río, en el atardecer sereno y perfumado; el Sol, columpiándose en el horizonte, cercano su OeOsOt los prados apactbles: los árboles perfilando sus sduet^s en el cielo límpido. Todo este ambiente familiar y puro se percibe a través del pincel mágico de Talmage, uno de los mejores artistas británicos. V J N 743 La primera piedra de la sociedad futura IV La estructura. — La nueva sociedad, que tiene por fundamento velar, conservar, superar y enaltecer el individuo, por y para el individuo, puede regirse por las principales comunas, divididas en departamentos, a saber los más elementales que se refieren a Las necesidades prácticas de la vida: Comuna ción de la Produc- Comuna del Consumo. . Agrícola Industrial í La alimentación La vivienda I El vestido Conmna de la Educa^ ción y Ui Cultura. . . instrucción primaria Instrucción secundaria Estudios superiores Fomento de La cultura Fomento de las artes, ciencias y oficios Zomuna de Transportes. Correos Telégrafos Ferrocarriles Otros medios de locomoción y transporte Zomuiui de Clon Experimenta' Práctica Técnica Primeros auxilios La medicina La cirugía Ciencias médicas Comuna de Sanidíui . • Comuna de Defensa. ( Contra posibles ataques . . ) de mvasión Comuna de la Construccjón La vivienda Fábricas Puentes y caminos Arsenales, etc. Todas estas comunas, como dijimos, estarían unidas por un lazo común y constituirían la Federación de Comunas Libres que representan la nación, sea el sentir de todos los ciudadanos en todas las manifestaciones de la vida. De este modo, además de empezar su funcionamiento el día de La revolución, tendríamos un plan de trabajo a desarrollar, fuera de las normas actuales, para aliviar en lo posible al individuo de una ruda labor, como seria: crear nuevos medios para trabajar la tierra; hacer colecciones de »e" " U M ; íTMr laboratorioi para experimuitos agrí- colas; fomentar la irrigación; construir grandes represas al efecto, etc. No permitir la cría de ganado en el mismo hogar, para evitar fiebres, pestes y enfermedades que denotan la mente de los hombres en nuestros días. Dedicar nuevas tierras a pastoreo; crear grandes cabanas para guarecer los animales; fomentar la ganadería lanar, etc. Fomentar la industria; fabricar máquinas agrícolas en general; construir fábricas de electricidad y aprovechamiento de la fuerza hidráulica; construir astilleros, aviones, dirigibles, etc., para correspondencia y transporte de mercancías; construir viviendas cómodas e higiénicas, vías férreas, carreteras, puentes, caminos, etc. Controlar severamente el funcionamiento de las minas; fomentar la producción hullera y los metales necesarios. Fomentar la química, la técnica y la electricidad; hacer estaciones radiotelefónicas y radiotclegráficas; fomentar la aviación; crear medios de transporte, marítimos, terrestres, fluviales y aéreos para la comunicación en general. Fomentar el intercambio de productos por escasa o super producción: relacionarse con todos los grupos reformistas extranjeros. Enviar propaganda y ayuda en todo lo posible. Enseñar al individuo sin credos de ninguna especie; instrucción primaria y secundaria obligatorias; crear escuelas técnicas en general y prácticas; fomentar la literatura y las artes; designar profesores para investigaciones científicas; elevar la ciencia medica a su verdadero grado y destino; fomentar todas las ciencias, humanizándolas, especialmente aquellas que precisamos para la vida práctica; crear sanatorios, escuelas, jardines, y propender a desalojar las grandes ciudades, focos de infección, y establecer una sanidad permanente que se interese por la salubridad e higiene en general. Este plan de trabajo no es fantasía: se puede realizar, se realizará, no en un día ni dos, pero tal vez en veinte, treinta o cincuenta años. El horario de trabajo podrá establecerse de acuerdo con las necesidades, tantas horas diarias, habiendo u n día feriado cada tres días para los que hacen trabajos manuales o intelectuales llevaderos, y un día franco cada dos días para los trabajos abrumadores mientras la técnica y la industria no puedan realizarlo, suprimiendo al hombre. La sanción. --En la nueva sociedad h o es menester policía. Las grandes calamidades que diariamente se suceden en la actual sociedad burguesa no tendrán entonces razón de existir. N o se registrarán rabos, crímenes, riñas, etc., por cuanto 744 R V I el individuo será libre: tendrá su pan asegurado, disfrutará de los bienes que la buena armonía de los hombres en contacto con la Naturaleza le proporcionan. Aniquilado el egoísmo materialista e individual, dejando únicamente el de ser útil a los demás y las bajas pasiones no tendrán razón de existir. Cada individuo velará por la salud, la armom'a y bienestar de todos; siendo así toda anormalidad tiende a desaparecer. El robo no representará una codicia: teniendo el hambre todo lo necesario como para vivir en holgura, nada le puede inclinar al robo. El crimen desaparecerá, pues no habrá móvil alguno que pueda inducir al hombre hacia tal fin. en el caso de llevarse a cabo, por circunstancias espaciadas, debe remitirse al delincuente a un observatorio de observación. Notándose no existir en él rastro de anormalidad, al reincicür, su castigo podrá consistir en destinarlo a trabajos más rudos, pero gozando de los mismos derechos que cualquier otro miembro de la colectividad. En caso de anormalidad mental, debe procurarse su curación por todos los medios, hasta hacer de él un hombre racional, útil a la colectividad. Cada individuo, de este modo, será policía de N sí mismo, ya que lo que no sea bueno para otro tampoco lo será para sí mismo. En el caso de existir criminales intenciones cuyo fin es aniquilar los miembros de la comunidad, sin haber mediado condiciones psicológicas, por el • solo hecho de no estar conformes con el nuevo régimen, repetimos, no debemos aniquilarlos, sino destinarlos, por cierta cantidad de años, a las faenas más rudas. De este modo, yendo educándolo poco a poco en e! sentido de hacerle reconocer su delito, pero sin emplear los medios que hoy utilizan todos los Gobiernos, el hombre se dará cuenta del mal y procurará evitarlo en lo sucesivo. Al cumplir la corrección impuesta, se le dará otro trabajo más llevadero, y su falta anterior no amenguará en lo más mínimo su |>ersonalidad ni consistirá en una mala nota para el futuro. De este modo, no explotando al delincuente, dándole igual qeu a todos su parte correspondiente para la vida, haciéndob trabajar igual que todos por el bienestar de todos, tamf>oco necesitamos otras cárceles ni otra justicia. Esta corrección debe alcanzarle a todo aquel que, vulnerando las reglas de armonía que son eje de la sociedad hagan uso de armas: éstas estarán en un arsenal, resguardadas, para, en caso de un ataque, emplearlas en la defensa de la colectividad. Oportunamente, después de la revolución y una vez organizado el régimen, cada individuo deberá hacer entrega de todas las armas, sea de la calidad que fueren. La nueva sociedad no necesita afianzarse en las armas, símbolo del crimen, sino en la fraternidad. Todo crimen, sea del tenor o carácter que fuere, como así también cualquier otro atentado a la libertad de los ciudadanos, no deberá tener otra sanción. Utilizar al hombre para el bien -del h o m ' bre. Cualquier atentado a un miembro de la colectividad afecta a todos y, en consecuencia, de este modo se evitarán todos los pormenores que hoy son un lenitivo para la sociedad presente. El hombre entonces tendrá confianza en sí misrao y poco a poco irá comprendiendo que dentro de la naturaleza humana hay un lugar para él que debe Uenar de la mejor forma posible. Siendo el hombre hermano del hombre únicamente el egoísmo de ser bueno, justo y Ijbre hará perpetuar la fraternidad en la tierra. La familia. — La unión del hombre «MB la mujer es libre, hte puede haber intervención alguna en ella, puesto que toda obligación sería una imposición y, por consecuencia, símbolo de autorid a d : en esto consiste el amor libie que pregO' natnos. Nintes. Jardín de U VortUma, — Grupo co *En ruta hada el amorit. escultóri' La familia es indisoluble en lo que respecta al deber de Jo* padres pata con k » hijos. En el caío que el hombre i) h inujet doieen romper el pacto L A V I S T de unión libre que se hicieron, son libres de haccrlo, pero con la condición de que el hombre o ia mujer, indistintamente, ocupen el lugar de otros padres; deben reconocer como suyos los hijos, aunque no sean de los dos. Por ejemplo: el hombre no está conforme con vivir, con hacer vida común con la mujer, y se separan; en el caso de unirse con otra mujer que tenga hijos de otro hombre, aquél debe rcconO' cer los hijos de la mujer con quien va a unirse, en lo que se refiere a velar por su salud, su cultura y educación. Lo propio deberá hacer la mujer en el caso de unirse con un hombre que tenga hijos, aunque éstos no fuesen de ella. Al referirnos a una rotura del lazo conyugal, descartamos por anticipado los casos de fallecimiento de alguno de ambos, etc. El amor libre tal cual algunos lo sostienen, es una aberración. Suponer que no habrá más contacto entre el hombre y la mujer que el contacto sexual, es inconcebible, pues en este caso los hijos serían hijos del acaso, y nosotros sabemos que la mejor educación es la que se recibe en el hogar; fuera de él puede haber imposiciones, pero dentro ho hay leyes, no hay más autoridad que la de los padres, y que en muy raros casos no se interesan por la conservación de los hijos. Este sistema ha sido empleado por Rousseau y no es de acatar su procedimiento por demasiado materialista. Es necesario comprender que la nueva sociedad no debe estar basada en principios materialistas, sino más bien sentimentales. La familia es la base de la sociedad : destruid la familia y la sociedad se caerá por sí sola. Roma más que nada fué a la ruina por haber pervertido la familia: primero fueron los nobles, luego los plebeyos. El padre o la madre que no quiere a su prole no se quiere a sí mismo. El hijo que se cría al margen de la madre tiene siempre características particulares que tienden en principio hacia la degeneración. Sobre este punto las estadísticas son matemáticas. Es preciso evitarlo. Los hijos no pueden ser criados al azar; por muy buena educación que reciban, siempre será inferior a la de la madre, pues se hará hombre sin estar saturado de las caricias maternales que tanto influyen en el corazón humano. El calor de la madre es la primera educación del hombre y también la más efectiva. Nadie hará tanto por el hijo como la madre misma : es algo de sí propia, y por ello la Naturaleza le infunde su scnumiemo moral. Las mismas especies criminales «enten la necesidad maternal. En ello estriba el principio de la familia y. por lógica consecuencia, también el fundamento de la sociedad. Por ello es que el padre natural o adoptivo esta obligado a mtcresarse por la vida de los hijos en sus múltiples necesidades, ya sea de moral, hi©eae. aMo, etc. B L N A 745 Cuando se destruye el pacto conyugal es prueba que falta el cariño de una de las dos partes. En consecuencia, ya sea el hombre o la mujer quienes pretendan desunirse, es sabido que hasta allí existió un amor que ahora toca a su fin. Como quiera que la sociedad nueva no puede estar basada en los apetitos sexuales, lo que traería por resultado la degeneración, inevitablemente, el hombre o la mujer siempre estarán sujetos al deber de los padres para con los hijos. En caso contrario, si a! hombre y la mujer les uniera únicamente la satisfacción del apetito sexual, cabe suponer, se iría directamente a la corrupción. Pero debemos ser más científicos: generalmente, y salvo casos de anormalidad comunes hoy día, merced al avance de nuestra civilización, li propia Naturaleza al avivar en la especie los goces del sexo lo hace como necesario para la perpetuación de la especie, y no con un fin de momento, en el que con la vitalidad desaparece el deseo. Además de la satisfacción momentánea, queda otro mas poderoso: es el germen que se va criando movido por su autoridad y que en momento oportuno, a su vez, realizará la inisma operación. El sentimiento, o mejor dicho la satisfacción del deseo es, así, inatcrialista, mientras que el de la procreación, apoyado a aquél que es el motivo del deseo, puesto que los órganos se hallan en disposición de realizar la obra de perpetuidad. es el más profundo. Tengamos en cuenta que los hijos nacen sin su voluntad. Nosotros no les pedimos autorización para hacerlos; los lanzamos a la vida pisoteando su consentimiento. Es preciso hacerlos entonces nuestra carne, nuestro corazón; que sus penas sean nuestras penas y sus alegrías nuestras alegrías. La familia, entonces, en los casos anotados y con el fin indicado, será indisoluble, por ser la base más firme de la sociedad, la principal. CAMPÍO Un aspecto de h excursión organizada compañeros de Nitiies. CARPIÓ por los 746 R B N A Conciencia individual y teoría de masas Estamos viviendo un momento álgido en la vida de España y en ese mismo reducto de la existencia ideal, esto es. del proceso evolutivo y ascendente de las ideas. Aparte los múltiples factores ajenos, originarios del instante español, de su culminación revolucionaria, de las posibilidades abiertas ante nosotros por la prueba democrática a que se ha sometido el pueblo hispano, hay los factores propios, las causas hijas de nosotros mismos, que precipitan los acontecimientos y que nos hacen detener la mirada atenta en el umbral de ese hormigueante mundo de nuestras cosas. España, país actualizado por la caída de la monarquía, y las jjersjjectivas que el entronizamiento de la República abría ante los ojos de Europa y del universo, ha visto proyectarse sobre ella múltiples influencias. Hemos presenciado la marcha doble sobre España de todos los hombres que representan algo en el intelecto moderno y su paso fjor este país que precisaba un nuevo meridiano europeo. Algunos han venido en tren de observadores atentos, un poco emocionados, y desde luego más a aprender que a enseñar, a esta tierra. Otros, por el contrario, han venido a colonizare! agro hispano, a europeírar a! puc blo español, admitiendo sólo que había un buen abcno. Entre estos últimos se cuentan incluso no pocos hombres de ideas, imbuidos del prejuicio de que España es el principio de África y de que los españoles, en su mayoría analfabetos, no saben el abecé de las ideas y de la filosofía. De ahí que ahora, con no escaso asombro, hayamos de ver abiertas cátedras de aificicn' cia en nuestros medios. Cuando ya estábamos de vuelta de las Federaciones de InduS' tria, organización del tiempo de «las tres clases de vapor», Besnard ha dedicado un voluminoso libro y numerosos cotvfereiKÍantes no pocas hwas de charla, a convencemos de que las federaciones de industna son la última palabra en materia de sindicacicn moderna. Cuando en España el proletariado, aleccionado por la historia, veíase ya libre de toda veleidad polltca. hemos visto cómo se nos importaba de Inglaterra y de Francia un programa que aceptaba el colaboracicmismo con los partidos de izquierda. Cuando aquí, a cien codos sobre el nivel moral del resto del mundo, mal que les pese a los escandinavos, el movimiento obrero estaba im]»egnado de anarquismo, el productor vinculaba su visión de la sociedad futura a la idea anarquista y no concebía más revolución que aquella que colocara al hombre libre sobre la tierra libre, de fuera nos han venido unos estrategas empeñados en demostramos que las multitudes no viveti de fantasías, que es necesano dar a los trabajadores un programa práctico, proveer a la organización obrera de una disciplina, sentar las bases, el contomo y la realidad de una teoría de masas... El léxico, el fondo, los prejuicios y la obsesión burocrática, están impregnados de bolchevismo. A España, país irreductible, raza de bohemios incurables, de soñadores impenitentes ; a esta España que va desde la Andalucía arrebatada y mística, capaz de todo porque sí; capaz, porque sí, de hacer una revolución que no conciben los que han edificado una teoría de la revolución a plazo fijo, sin estallido espontáneo y popular; a esta España que va desde Andalucía a la Cataluña de los almogávares, celosa hasta la fiereza de su independencia, labonosa y tenaz, fecunda y libre en su geografía como en su alma, a nosotros, hijos de esta tierra de bandidos. de poetas y de gitanos, se nos quiere inyectar la sutil influencia del hechizo ruso, del que no se han librado los pueblos del Norte. Se nos quiere disciplinar, uniformar, castrar en nuestros rasgos únicos, personales, inconscientes casi, agrupar; hacer de este ruedo ibérico, donde cada hombre es un guarismo rebelde e ingobernable, un rebaño obediente, dócil a las voces de mando: un rebaño dirigido por los nuevos fustores del cuarto Estado: el sindtcaltsta, meaxla curiosa de me^ socracia y militarismo, de eslavo y germano, de oriental y nórdico; aleación monstruosi, que tiene de Lenín y de Ford, de Marx y de Bakunín, de Trotzki y de Ghandi. Y aquí estamos nosotros, contemplando con ojos entre asombradc» y temerosos, entre irritados y burlones, la langosta que nos ha caído encima, venida del Norte, como los bárbaros. La vida es tan dulce aquí, tan azul el cielo, u n claro el mar: los seres somos aquí tan libres íntimamente, tan seguros de nosotros mismos, de lo que en nosotros nace y que nada ni nadie puede encasillar, que no ncs inquietamos en exceso. Sabemos que, del Llobregat al Guadalquivir, del Ebro al Manzanares, la piel de buey de la raza hispana N 747 es mal conejillo de Indias; que ante los que vienen en tren de maestros a España sabremos guiñar el ojo y sacar la lengua, como alumnos mal educados, esto es, piersonales. Venir a España, país tan viejo en las ideas; país que, ante? ya de Bakunín, desde la Revolución francesa a nuestros días; más aún, de Miguel Servet hasta la fecha, ha sentido • ha vivido tan intensa y tan heroicamente a libertad, a civilizarlo, es audacia propia de quien no conoce nuestra historia. Nuestra, sí, que es nuestro, bien irreductiblemente nues' tro, todo lo que nos hace ser como somos, nos da esa fuerza sin disciplina que nada puede doblegar y esa conciencia individual, ese instinto propio, esa afirmación de perso' nalidad, ese desorden glorioso que los miopes llaman desorganización y que los que vemos con los o)os interiores llamamos levadura íntima y personal del anarquismo en todos y cada uno de los españoles. ¡ H e aquí el gran enigma, para los imbuídos inconscientemente de bolchevismo; para esos sindicalistas padres de la teoría de masas e importadores a España de la idea evolucionada d e la autoridad, qvie hoy se llama dis- necesario, imprescindible, hablarle en anarquista. Si la fraseología comunista ha impresionado a pueblos militarizados como el alemán y el francés, al pueblo español el léxico de Moscú no le emociona, ni las ideas hechas y servidas en una bandeja por los teóricos leninistas le sirven d e gran cosa. El español, aunque suge.'stionable, como todo pueblo, tiene la manía d e la idea propia y de la lógica. En la edad de oro de la hegemonía política, decíase de España que era un país con tantos partidos como habitantes. Cada ciudadano alumbraba d e su caletre un programa irreductible, infundible, por tozudez congénita, con los 22 millones de programas restantes. Sólo el anarquismo, por su misma amplitud, por el campo ilimitado que abre a la idea y a la interpretación propia, por su afirmación constante de indisciplina, por su negación de toda autoridad y por su lucha incesante contra el Estado, enemigo personal de todos los españoles, encendió y agrupó en un mismo grito y una misma perspectiva a las masas ci^xm Jindicol; para esas futuras fuerzas compañeros disociados de nuestra vida y de Í: Vivas de la sociedad futura, que se erigirían en nuevos amos, q u e se convertirían en casta directora con el nombre d e burocracia o tecnocracia, si, en España por lo menos, no tuviésemos la precaución de poner una herramienta en cada mano y de decir: ¡ El que no trabaja no come, y la función d e dirigir o administrar es sólo propia de impotentes o de mutiles! ibéricas. Todas esas características del pueblo español, que hacen d e él un mal rebaño, esos nuestra sangre no las conciben, las desconocen O las combaten. De tal forma el instinto d e la libertad y la sensación de la personalidad han sido debilitados en ellos por la influencia militarizadora de los pueblos uniíormados por cinco siglos de ideas hechas y de sumisiót\ del hombre, solo y libre, al conjunto. En España, pues, ha sido preciso incluso que todos los farsantes para ser escuchados y Admito sm ninguna duda la buena fe de los que, disociados de la entraña de nuestro movimiento, del fondo básico de nuestra manera de ser. como colectividad y como raza, influenciados p)or otras corrientes europeas, por fatalidades morales, por el influjo sutil de otros ambientes y otras razas, vienen a España a inculcarnos normas d e lucha, concepciones y mentalidades q u e no nos son propias, que no asimilaremos, porque tenemos bastante vista y bastante instinto para com)renderias y contemplarlas como estadios de a idealidaci y de la lucha que nosotros ya hemos sobrepasado, que pertenecen al pretérito de nuestro movimiento y hacia los que no volveremos, porque ello equivaldría a retroceder sobre nuestros pasos. Admitid,! esta buena fe. q u e se me permita ahora hacer a estos compañeros españoles y extranjeros unas cuantas reflexiones. " " t e iodo, es preciso que nadie olvide que en España, para que el pueblo escuche, es [ pan encumbrarse, hablaran en anarquista. En anarquista habló Lerroux ; en anarquistas hablaron todos esos mtelcctuales que han ¡do siendo lacayos de la dictadura y de la República: Maeztu, Azorín, Pérez de Ayala, Alomar. En anarquizantes hablaban antes de las elecciones los de la Izquierda Republicana de Cataluña, para atraerse las masas. ¿Quién ha olvidado los estentóreos gritos de Ventura Gassol. dineicndosc a todos los hermanos de Iberia y del resto del mundo y ofreciendo a todos la sohdaridad de los hombres libres de la !ibre Cataluña? En anarquistas hablan ahora los de la extrema izquierda federal, desde Franco, proclamando, con gran hilaridad nuestra, futuro gobierno de la futura tercera república española, a los camaradas deportados t n Villa Cisncros, a Balbontín, q u e declaró porible y realizable, ahora mismo, al comunismo libertario. ¿Nada les dice esa necesidad de forzar la marxrha que han debido sentir todos los charlatanes de feria de la política y del intelecto 748 A R V I hispanos, a los que quieren situar a la anarquía en el fondo, en el horizonte lejano de un sueño y colocar ante las masas el campo de alfalfa de un Estado sindicalista y burocrático? ¿ N o Íes indica esto que en España, por causalidades biológicas, por características raciales, por geografía y porque sí, razón suprema de las cosas y de los amores, el pueblo cree en la anarquía, ama a la anarquía, precisa el sueño y lo abraza y sabe asimilarlo, fundirlo al anhelo y a la voluntad de hacer de él una realidad pujante? El que en el resto del mundo esto no pase; el que las masas del universo entero, excepción hecha de España, no gusten de abstracciones y deseen ideas construidas y programas más compactos, no quiere decir que España no sea así y que esa manera de ser del pueblo español no sea la más bella, la más prometedora, la más fecunda de las actitudes. Pero hay otro aspecto. Es posible que estos compañeros, convencidos de tal aserto, viéndose obligados a devorar anarquía, anarquismo, F. A. I. y anarcosindicalismo a todo pasto, realicen el milagro fácil de sustituir el léxico sindicalista por el anarquista; de disfrazar la obsesión de la teoría de masas con un dominó de anarquismo barroco, en el que se barajen las palabras disciplina y revolución a cada rato. ¡Mal negcKÍo! En España somos desccnfiados como diablos y nos han escaldado muchas veces. El aceite de ricino autoritario, burocrático y rebañego no lo tragamos ni mezclado con miel de la Alcarria. No quiero jjecar de maliciosa. Todo este artículo no es más que una humorada futurista, inspirada por algunos síntomas mortales. Pacientemente, sobre aviso y sin atrabilianiiento, estaremos esperando en nuestro puesto avanzando el paso del gazapo... Algunos han pasado ya, veloces como relámpagos, n o tanto» sm embargo, que no los hayan atisbado esos buenos ojos clínicos del obrero español, especializado en la caza furtiva, por culpa del hambre y del gobierno. Porque aquí las cosas están claras: Nosotros carecemos de disciplina, de organización, de cohesión, de programas, de estadísticas y de locales propicios para el desempeño cómod o e higiénico de los cargos burocráticos. N o tenemos teorías de masas ni fraseología que oponer, refundida e imitada, a los comunistas. En cambio, la C. N . T . cuenta con cerca un millón de afiliados, a pnieba de dificultades y persecuciones; y en España hay u n pueblo que, apenas un año después de la insurrección de laca — republicama — se levantó en at- N mas por la Anarquía y proclamó el comunismo libertario. ¿Movimiento esporádico, gesto suicida, sentenciado al fracaso? ¡ Ah, no hablemos de ello, oue el cuento es largo y la cuenta de lo que hubo se cobrará algún día ! Aquí no tenemos elaborada ninguna teoría de masas y, como detestables soldados de todos los ejércitos, ninguna orden se cumple. En cambio, aquí hay una conciencia individual, una personalidad propia que es la base única, el solo programa de la sociedad futura; la palanca de Arquímedes que levantará a España en revolución y que nos traerá porque sí, i-azón suprema de las cosas y de los amores, la Anarquía. ¿ H o y ? ¿Mañana? ¿Muy pronto? ¿ T a r d e ? ¡Quién lo sabe! En esto, como en todo, y en España como en Rusia y en Suecia, los acontecimientos se producen muchas veces independientemente de toda voluntad, obedeciendo a leyes propias, profundas, naturales e inescrutables. FEDERICA M O N T S E N Y Comlrañeros del Grupo Espartaco, de Aluante, en una excursión. Entre eÜo¡, ieñalado con ufta cruz, está eí ve^ratia camatada Dontinga Cermitud. N C 749 DE MIS PEREGRINACIONES EUROPEAS Con Heínrích M a n n , el ^'buen europeo" Los hermanos Heinrich y Thomas Mann. Un Jano de dos caras de la Alemania intelectual. Mientras que Thomas es uno de los 93 firmantes del famoso manifiesto de 1914. de solidanzación de la cultura alemana con el militarismo prusiano, Heinnch ha escrito en 1914 : "El Subdito)', primer volumen de una tnlogía de novelas, sátira sangrienta del subdito del Kaiser y de un régimen de opresión. de bravuconería y de estupidez [jolítica. Evidentemente, semejante novela no pudo aparecer sino en 1918, después de la abolición de la censura, mientras que Thomas podía justificar, con el aplauso de la oficialidad, el bombardeo de la catedral de Reims... Heinnch Mann no podía responder a su hermano (quien sostenía que la guerra habíase impuesto a Alemania como un medio de legitima defensa), sino con un artículo velado, en el cual hacía la apología d e . . . Zola durante el asunto Dreyfus. Para el conservador Thomas, apologista de la tradición, el Occidente, el espíritu de la Revolución Francesa, son contrarios a la cultura germánica; incluso la democracia es un camino falso para Alemania. Heinnch era denunciado como un «peligro p ú b l i c o . . . Esto no ha impedido que los organizadores de un acercamiento francoalemán invitasen a Thomas a París ni que cuando fué otorgado a Thomas el premio Nobel, el artículo más encomiástico fuese escnto por Heinnch . La confusión entre estos dos hermanos diamctralmente opuestos persiste, especialmente en Francia, de una manera hilarante. Un crítico, haciendo un amplio análisis de la versión francesa de «El Subdito», atnbuye esta novela a T h o m a s : un artículo de ConuKdta íobre T h o m a s es ilustrado con el retrato de Heinnch. , Pero estas confusiones son más bien anecdóticas. Lo que interesa, es la evolución intelectual de los dos hermanos durante estos últimos años. En tanto que Heinnch no tenía nada que «rectificar", ccntinuando su lucha por convicciones cada vez más clara y más firmemente expresadas, Thomas, en una conferencia celebrada en Berlín e intitulada : "Llamamiento a la Razón», ha reconocido unaimente q u e : «La paz en el cxtenor se confunde con la paz en el intenor». que «la seguridad más verdadera de Francia residía en b salud moral del pueblo alemán» y que «sólo el acercamiento francoalemán creará en Alemania esa atmósfera que permite la existencia y el desarrollo de nuestras necesidades burguesas: la libertad, la independencia cspintual y la cultura»... Observemos d e paso que esas necesidades no son «burguesas», sino profundamente humanas. Deslizándose por la pendiente de las rectificaciones, Thomas ha llegado a un gesto que podría ser impresionante si fuera la expresión de una crisis de conciencia : ha firmado el «Manifiesto contra el reclutamiento y la preparación militar de la juventud», lanzado durante el otoño de 1930. ¡Qué camino recorrido desde el manifiesto de los 93, de 1 9 1 4 i . . . Pero asimismo ¡ qué victoria moral para Heinnch que, en el torbellino de las pasiones, ha persistido en proclamar el deber del intelectual, de servir la verdad y la libertad! Su obra literaria es en primer lugar una requisitoria d e la hipocresía social-política. Su última novela : «La gran cosa» le ha valido una nueva tempestad de injurias y de polémicas; el antiguo canciller Luther se ha reconocido en el héroe de la novela, un político inmoral que confundía los asuntos del Estado con los suyos propios. Un proceso le desenmascararía por completo, no solamente a él, sino también a todos los potentados que tiran de las cuerdecillas de los muñecos políticos... La Alemania intelectual tiene efectivamente dos caras. Pero la cara luminosa, la del amor, de la razón, de la creación tiende a absorber la faz tenebrosa, la del odio, del servilismo y de la mentira. Cuando yo estaba en Viena, los periódicos anunciaban en pnmera página, en grandes caracteres, reservados a los acontecimientos diplomáticos o a los grandes desastres, la dimisión de Walter von Molo, presidente de la Academia alemana y la probable elección de Heinrich Mann. Esto es más significativo que las fluctuaciones de la Bolsa. La cultura está situada en el primer plano, como expresión de todas las realidades sociales y sus representantes, al remolque en otro tiempo de la glona de los jefes de Estado y de los gobiernos, aparecen con su independencia moral, con su prestigio intelectual, con esc magnetismo de la creación y del pensamiento que se onenta según los valores permanentes y los ideales generales (que son también los intereses) de la humanidad. Aun 750 R cuando hablen en nombre de un pueblo, hállanse integrados en la cultura universal... Y la victoria moral de Heinrich Mann (confirmada más tarde por su elección como presidente de la Academia) sobrepasa los méritos p>ersonales para convertirse en una advertencia dirigida a las demás culturas, que se mantienen todavía entre fronteras neutrales. Ella proclama una vez más que una cultura sin espíritu de humanidad no es más que una vanidad sangnenta. En 1914, la cultura alemana reveló sus vicios ocultos, y su derrumbamiento, en su monstruosa alianza con los tiranos de la Espada y del Dinero, ha sido saludable. El compromiso ha reventado tal como un absceso y en la actualidad, a pesar de las pasiones políticas retrógradas, la cultura se remonta, ayudada por los que han permanecido fieles al Espíritu y a la Paz. He buscado vanamente en el anuario telefónico el número de Heinrich Mann. Se me ha dicho que las personalidades que se hallan en el primer plano de la atención pública, poseen un número secreto de teléfono y un seudónimo conocido tan sólo por los iniciados. Medida justificada por los abusos de los curiosos, de los admiradores y de los solicitadores. Pero yo tenía la dirección de Heinrich Mann, pues me había contestado a la encuesta Los Carmnos de la Paz. Uhlandstrasse, a algunos pasos del hormiguero cosmopolita del Oeste. El portero, gruñón, me deja subir sin indicarme el piso. El nombre de Mann no se encuentra en ninguna de las diez puertas. Desciendo; en el segundo piso, sobre una plaquita. una palabra enigmática : Westedt. Llamo, decidido a presentar mis excusas en caso de error. Pero el autor de los «Pobres» y de la «Juventud», me abre por sí mismo la puerta. Alto, erguido, con un aire de plena madurez, aun cuando tiene 60 años, me introduce en su gabinete de trabajo. Ni un libro, ni una revista. Una habiución luminosa, con una mesa de caoba estilo Renacimiento, una vitrina con algunas chucherías, un paisaje sobre un pe queño diván... He comprendido que Heinrich Mann se refugia en ese austero aposento para las grandes fatigas del escritor. Sus novelas macizas, con el múltiple y vivido freKo de los personajes, con su acción que se desarrolla entre generaciones, pueblos y clases, exigen esa tenaz labor que hace subir el edificio p i ^ r a a p«dra, pero redaman también esa claridad de la concqxión, esa visión integral de la obra a través de la cual circulan «los héroes» verídicuM, sorprendentes, palpables.... pues se B N les encuentra {>or doquier en esta Alemania : el lector los reconoce en la calle, en la cátedra, en la limosina o en los arrabales, en los ministenos y en las instituciones, debajo de la Brandburger-Tor o bien en la avenida Unter den Linden. Heinrich Mann me mira con esa gravedad que no altera n i n ^ n o de los rasgos de su rostro alargado: frente ancha, ojos azul-obscuro, labios repulgados. ¿Sería preciso exponerle desde un principio mi primera cuestión? Prefiero exponerle en grandes rasgos el sentido de mi peregrinaje europeo. Y, de manera insensible, llego a las cuestiones que no son hoy ya simples signos de interrogación, sino ideas en acción. — Nuestra época hállase caracterizada por una fluctuación incierta entre la democracia y el fascismo — dice Heinnch Mann, martilleando cada palabra —. Las conquistas morales de las generaciones precedentes no pueden ser desechadas. La mitad de los europeos considera como un deber la lucha por la verdad y la justicia. La otm mitad considera que puede imponerse p)or la violencia e ignora los derechos del hombre. — En Alemania, ese dualismo es más evidente que en otros países. Las elecciones parlamentarias de septiembre de 1930, si pueden constituir un criterio infalible, indicarán un grave desequilibrio social... Heinrich Mann conserva su actitud rígida; tan sólo a veces una cnspación del rostro traiciona el esfuerzo de volver sobre problemas que deben ser liquidados de una vez para siempre: — La situación de Alemania no es en el fondo tan distinta de la de los demás países. La victoria electoral de los nacionalsocialistas no merece coméntanos tan apaaonados. No representan una fuerza consciente, sino solamente una mezcla híbrida. Su nacionalismo es un chauvinismo venal, a sueldo de los itulustriales del Ruhr y de los banqueros de éstos: su socialismo es una burlesca falsificación del socialismo marxisu. Constituyen un partido desfigurado de la reacción y del fascismo. Sus dirigentes, aunque se encuentran va a algunos pasos de las riendas del Estado, no se han atrevido a tomarlas: son demasiado poco inteligentes para conducir una nación y demasiado cobardes para asumir u l responsabilidad. Son instrumente» ciegos, no conciencias honradas... No puedo sentir por un Hitler y sus acólito* mas que desprecio. Esos aventureros se atreven a msulur las verdaderas glorias de este país. La masa del partido esta formada por la juventud desorientada y por esos desesperados que se cuenun por miñones: los desocupados que, por al- V J gunos marcos, se prestan a las más abyectas manifestaciones, injuriando, devastando y yendo a veces hasta el crimen... Sí, la crisis del nacionalismo es evidente. La idea de patria ha degenerado, minada por el fanatismo, como en otro tiempo la religión... Esta degeneración hállase en relación con la evolución de la potencia burguesa... La burguesía ha llegado a confundir la patria con el lucro material. El industrial de guerra ha sabido mantener las querellas entre los pueblos, creando una mentalidad llena de 0010. ¿Resultado? Han ganado siempre, aferrándose, incluso después de la guerra, a los despojos de todos los patrimonios nacionales. Han quedado en las ciudadelas políticas y, del propio modo que se han beneficiado de la guerra, quieren considerar la paz también como un negocio, haciendo creer que son ellos quienes constituyen el Estado y que los intereses del pueblo se confunden con sus especulaciones personales. Los industriales y los banqueros — debemos repetirlo — impiden la inteligencia entre los pueblos... Europa es, empero, unitaria. Del medio de las ruinas comunes, los pueblos aspiran a la gran unión. Europa se realizará, pero hay que evitar que a última hora, cuando se vean forzados a reconocerla, ellos, los capitalistas, lleguen a falsear la unidad de Europa, de igual modo que la burguesía ha desnaturalizado la idea, hermosa primitivamente, de la Patria. — Pero el proletariado está alerta... — Hay bastantes momentos, desgraciadamenle, er. que los socialistas se han visto forzados (y se verán aún) a pactar con sus enemigos. La participación de los socialistas en el gobierno, en Alemania, está llena de compromisos políticos. Los ^jndicatos obreros, constituidos contra los trusts capitalistas, no representan ya una idea duradera, sino simples cuestiones de salarios. Es superficial la opinión según la cual los conflictos de sálanos llevarán a la revolución política y librarán a la industria de sus tiranos, poniéndola al servicio de las masas. Los hombres que no representan más que una clase social, no conociendo otra más allá de las fronteras de su país, no pueden hacer frente a^ la situación. Los socialistas, así como también los capitalistas, creen que el mundo entero depende de circunstancias económicas. Ambos campos tienen la misma mentalidad errónea y dictatorial. El soculismo es poderoso, pero la fuerza capitalista aumenta también, porque el mismo proleuñado, por medio de sus dirigentes aburguesados, colabora con sus advérsanos. — ¿No tienen, pues, los intelectuales ningún papel en esta lucha que, según vuestras "«Uraciones, gira en un círculo vicioso? Los N 751 trabajadores del Espíritu ¿permanecerán, pues, siempre al margen de las batallas sociales? — No — respondió Heinrich Mann — y su gesto alteró f>or un momento su postura rígida —. No podemos dejar la rienda suelta a los ap>etitos materiales. Si queremos la paz social, debemos poner un freno a las fuerzas maléficas. Controlemos y armonicemos las diversas tendencias. Los elementos económicos no representan toda la vida del hombre moderno y no son sacrosantos. La fuerza del alm.i es también una realidad. Que la fe lúcida una a la razón con el corazón. El pensamiento es un elemento decisivo en la evolución histórica... Los intelectuales tienen el deber de iluminar a las masas y de decirles toda la verdad sobre los que pretenden ser sus dirigentes. Deben de conservar las posibilidades de inteligencia por encima de los abismos que separan a las clases o a los estados. Son internacionalistas por su estructura y p)or su trabajo. El verdadero carácter de los intelectuales reside en su voluntad de ir más lejos, de sobrepasar, de subir siempre más arriba, de ensanchar el horizonte no solamente para ellos, sino también para su prójimo, de elevar al mayor número posible de hombres hacia las cimas en que se mantienen ellos misinos... En las actuales convulsiones jX)líticas. no estamos muy seguros del mañana. Sin embargo, debemos trabajar, inquebrantables en nuestra fe. Combatamos por la justicia y la libertad, y probémoslo con realizaciones positivas. Esta confirmación de la idea por medio de la acción nos hace todopoderosos... Las espirales del pensamiento se dilatan y se lanzan de súbito Viacia los reinos fascinantes del mundo venidero. ¿Podría preverse la evolución de la humanidad? ¿Hacia qué formas sociales? ¿Hacia qué realizaciones del arte y de la cultura? Pero Heinrich Mann (esta inteligencia de una implacable lucidez, asomada al drama presente) me detiene con una sonrisa, con un esbozo de sonnsa. Un gran literato austríaco me ha dicho que este racionalista es un aristócrata glacial e inabordable. He adquirido la convicción de que su actitud rígida oculta un incesante esfuerzo de dominarse, un esfuerzo de perfeccionamiento moral e intelectual. Delimita con severidad los impulsos del espíritu que deben ser encauzados hacia los moldes de la cn:actón posible, impregnados en las actualidades inmediatas. El objetivo más próximo y el más realizable es una Europa pacificada y unida: — Cuando sea realizada la unidad de Europa, será humana ante todo. Las cuestiones 752 R económicas serán arregladas definitivamente después de las cuestiones políticas... Para Uegar a la unidad europea, debemos comprendernos bien recíprocamente, individuos y pueblos. La primera condición para que pueda existir una unidad duradera, es la cíe no querer más la guerra, de no practicar más la guerra, ni aun contra enemigos comunes... Y, en esta unidad europea, la cultura alemana, lo mismo que la de otros pueblos, podrá mantenerse floreciente. ¡ Europa! Esta idea sintética comprende nuevos objetivos y nuevos medios. Quizá también una nueva humanidad, pero. lo que es cierto, nuevos combates en los dominios infinitos de la creación... Heinrich Mann me ha hecho descender de los reinos de la Utopía hacia el círculo preciso de la unión eurofjea. Lógico, toca al punto neurálgico de esta unión: las relaciones francoalemanes. Punto eurálgico, pero también punto de partida para la realización. — No olvidemos que la unión de Europa es ante todo una idea francesa. Y lo que domina a todas las opiniones políticas, lo que ha llegado a ser una necesidad vital, es un estrecho acercamiento entre Francia y Alemania. El que se opone a este imperativo categórico del Occidente, comete más que una falta : un verdadero crimen contra los ideales comunes. Los reaccionanos saben que ese acercamiento significa el fin para ellos y, en Alemania, la consolidación de ia República... — ¿Y los tratados de paz? ¿Y el pian Young? — No he pregonado que no podamos pagar las reparaciones y las indemnizaciones de guerra. Al presente que la miseria alemana se na hecho insoportable, podemos decir que hemos pagado mucho... La desorganización económica y las convulsiones revolucionarias de una Alemania vencida y hambrienta pueden también repercutir en Francia. Esta no podría permanecer indiferente. Es p>referiblc que la democracia alemana sea ayudada. Preferible es que. bajo todas !as relaciones, tienda Francia la primera mano al pueblo alemán que todavía no se sostiene bien en pie y que, ahora, arrastra aún la cadena del nacionalíocialismo... Los pnmeros que han comprendido que el gesto de acercamiento debe partir N de Francia, son escritores y artistas franceses, intelectuales libres. Nosotros estamos prontos a responderles de igual modo... (Algunos meses más tarde fué lanzado un manifiesto.) Y, poco a poco, llegará el tumo de las organizaciones sociales, de la clase obrera, de los partidos políticos de ambos países. El caos se aclarará... Por encima de los intrigantes de la diplomacia, de los patrioteros feroces y de la internacional bancaria, se elevará el frente único de la voluntad de paz. Tan sólo entonces podrá ser salvada la cultura de Europa, activando el levantamiento moral, el levantamiento matenal y nuestro continente p>odrá reanudar su vieja misión entre los demás continentes que se despiertan a su vez... ...Al partir y al bajar la escalera, he comprendido de súbito el sentido profctico de las palabras de Goethe sobre los «buenos europeos». En la calle larga y ancha, el crepúsculo luminoso aun daba a las casas, a los árboles que bordeaban las aceras, colores tranquilos y serenos. Hasta la circulación había adquirido una especie de calma en su trepidación lineal. He permanecido algunos momentos en una esquina de la calle, contemplando esta extraña tranquilidad que el cielo dejaba caer, diáfano, sobre la capital. Y algunos versos del olímpico Goethe, del «West-Ostlicher Diván-, me acudieron a la memoria, como un ritornelo del tiempo pasado : El Oriente es de Dios, El Ocadevte e$ de Dios! Las repones del notte y del sur Reposan en la paz de sus manos! Y cerca de mí, pasó de súbito la alta y erguida silueta de Heinrich MMIH. Aquel que. durante una hora, me había hecho don de pensamientos de claridad y de paz, marchaba, en efecto, por la acera, con la misma calma imperturbable, llevando la frente alta entre los peatones que dejaba atrás y con cuyo destino hállase unido, sin embargo, anónimo y glorioso a la vez... EUGEN RELCIS (Traducción : Eloy Muñtz.) El h e c k o de publicar LA REVISTA B L A N C A algunos artículos de la e a c u e s i a "La primera piedra de la sociedad futura**, no quiere de* cir q u e la R e d a c c i ó n e s i é conforme c o n su c o n t e n i d o . £ 1 b a ñ o ele P s i q u í s Cuadro de Leiéhton (De la obra «El Desnudo en ei Arte») Cupido, dios del amor, iU' vo por amada a Psiquis, símbolo del ahria. Venus, celosa de la belleza de Psiquis, la sentenció a despO' sarse con el mayor mons' truo del Universo. Pero el amor la salvó, recogiéndola del borde del Océano y lIc' vandola a un pajado de ensueño. Leighton ha sabido captar toda la delicadc' Za y la poesía de este mi' ío, haciendo de él una de ¡as más bellas obras de arte de la Galería Tate de Londres. 1 .,#» N 754 EL A U T O D I D A C T A NOVELA ORIGINAL DEL PRINCIPE DE LOS NOVELISTAS HAN Victoriana decía : —• Que sea una meditación científica, no uno de estos sueños filosóficos y antisociales de los que sale tan temiblemente malo. De repente, como en un sobresalto de despertar, murmura él: — Si estuviera solo me marcharía a pesar de la tempestad. — Si me amas soy incapaz de temor. Cuando me amas, puedo afrontarlo todo contigo. Él la mira prolongadamente. Luego, sarcásticamente, dice: — ¿Te crees aún digna de correr un peligro conmigo? Entonces, ella prorrumpe en sollozos. Y sus caricias son las de una muchacha desesperada; sus cancias suplican y piden gracia. Su ingenuidad estudiada calma la oleada de odio. Sus manos insisten, siempre tímidas y miedosas. Poco a poco, bajo su presión, su frotamiento, su temor que va a alejarse y su miedo que se refugia, la tempestad interior se convierte en Nicolás en ardor, deseo, locura de voluptuosidad. En la roca solitaria, entre el silbido de los truenos, las livideces de los relámpagos, las salpicaduras de las ráfagas, ambos jóvenes se anian de la misma manera como se bate o se odia. XXXIV La tempestad de amor odioso se ha apaciguado. En el cielo, en el mar. en los semblantes y las almas, todo parece sonrisa y languideciente dulzura. — ¿Cuándo volverás a hacer un avión? Él frunce el ceño. Pero, espontáneamente o bajo el esfuerzo de su voluntad, se calma. Y responde con voz serena : — Cuando querré monr. Ella pone la cabeza sobre su espalda. Y murmura: — Moriremos juntos, en un beso, más alto que las más altas montañas. — Si así lo quieres... XXXV Habían vuelto a la isla. Él se entregaba a niMvos cákuk». Sin dida. de eüos trabajos saldría un avión más perfecto. El sentimien- RYNER to del éxito apaciguaba sus asperezas. De nuevo parecía amar a Victorina, simplemente, tierna y apasionadamente, sin reservas. Tan pronto multiplicaba las cifras y los planos en su mesa de trabajo, como salía a meditar paseando. Sm hablar, al llegar a la puerta hacía un signo de que no Te siguieran. Ni una palabra, sólo una sonrisa y a veces un beso lanzado con la punta de los dedos. Victorina comprendía las necesidades de su fjensamiento laborioso. Sonreía a su vez, le enviaba un beso y se enfrascaba en la lectura de mecánica. Nuestras más inconscientes costumbres obedecen a ntmos. Los paseos meditativos de Pedro Lehardy duraban regularmente de dos a tres horas. Como que seguían a una larga sesión de trabajo, la vuelta coincidía de ordinario con la hora de la comida. Nuestros ritmos más seguros e ignorados pueden ser turbados por algún detalle exterior que puede también pasar inadvertido. Nicolás, no sabía por qué. aquel día volvía tan temprano, sólo media hora después de haber salido. Victcnna, absorta en un trabajo difícil o apasionante, no oyó cómo se abría la puerta tras ella. Él se aproximó, miró por encima de su espalda. Estaba copiando los últimos cálculos del sabio y su último plano. Chardcnnet sintió cómo se le crispaba todo su ser. Pero no dijo nada. Salió sin nacer ruido y emprendió de nuevo su interrumpido paseo. ¿Seguía su meditación los mismos derroteros que antes?... XXXVl Durante la comida pareció menos preocupado que de ordinario. Terminada ésta ella le cogió por el brazo y le llevó a onllas del mar voluptuoso. Aquel día. la Naturaleza era toda canción y sonrisa. Con una entusiasu dulzura. Vjctonna explicaba la belleza de las cosas. Nicolás hacía como que contestaba, con amable negligencia. Pero de pronto dijo ella: — Qué alegría debe proporcionar ver des- N de lo alto como se extienden y se ordenan estas maravillas. Qué gozo más exaltante aún debe ser el de subir hasta no ver nada, subir allá y no divisarte más que a ti, amor mío, creador de mis asuncioses y de mis armonías. ¡ Oh, subir entre el tamiz del sol semejantes a dos golondrinas gemelasi! Durante algunos instantes continuó con esta lírica efusión. Luego interrogó: — ¿Cuándo construirás otra aeronave? ¿La había oído él? Contestóle: —• Esta mañana he leído un periódico. Con el nombre de paz, se aprestan las naciones, de una manera visible, a firmar una tregua pesada e inestable, que será una injusticia impuesta y no un necesario y aceptado equilibrio. Como todos los tratados del pasado, este tratado de Versalles rugirá: Desgracia a los vencidos y vergüenza a los vencedores. — No veo la relación entre mi pregunta y tu respuesta. Él continuaba monologando, olvidado, según parecía, de su acompañante : — ¡ Ah ! ¡ Qué especie más innoble es esta a la cual pertenezco! Y con risa áspera y dolorosa añadió: — i Homo sapiens I ¡ A esto le llaman homo sapiens] ¿Qué nombre merece este animal demente? ¿Homo vesanus?... ¿O quizá es preferible precisar la más ignominiosa de sus locuras y etiquetarlo homo fjeíítcosus?... Y levantaba las espaldas sacudiendo al mismo tiempo sus puños cerrados, o bien golpeaba el suelo con el pie, rechinaba los dientes, y se agitaba todo él en una mímica cada vez más ridicula y frenética. Ella le acarició dulcemente las mejillas implorando : — ¡ Cálmate, adorado mío i Entonces él dingió hacia ella su atención y su cólera: — ¿Crees tú que el mejor medio de calmarme es este que tú adoptas, aconsejándome que dé a estos miserables armas nuevas y que mi amor agrave su poder asesino? j Ah !. multer vesana, multer beüicosa. Hubo necesidad de bastante tiempo y de múltiples esfuerzos para volverlo a la Naturaleza, para bañar su espíritu en la gracia calmante. Cuando e! acceso parecía ya definitivamente disipado, ella suspiró: — i Oh! Un avión para los dos. para nosotros solos; un secreto y una ascensión oara tod<» Ignorada; nuestra unión más aislada y volando hacia la pureza de los astros... Él cerró los ojos. Ella creyó que lo hacía para mejor divisar una visión feliz, o algún 755 remedo acariciador que estuviese a punto de manifestarse en deseo. Y continuó el canto que creía afrodisíaco. Pero los párpados del sabio descendían, como telón de hierro sobre un tesoro de odio. Se le aparecía aquella mañana, sentada delante de su mesa de trabajo, copiando sus dibujos y sus cálculos. Y con tanta aplicación que no oía ni como se abría la puerta ni los pasos que se acercaban; no se daba cuenta de una presencia que la espiaba, Y el ser de traición quería aún comprender mejor el asunto mirando — ¡ amorosamente ! — como él construía el aparato o estudiándolo una vez construido. Luego ella correría a vender su secreto a los monstruos que, con todos los dones de la ciencia, cometen los asesinatos en masa. Y murmuró la frase de Alfredo de Vigny: — "La mujer será siempre Dalila.« Luego, abriendo los ojos, le prometió: —• Si tanto te empeñas, construiré nuestro avión, con la misma voluntad que, en el cementerio, cavaría una doble fosa. XXXVIl El biógrafo del Autodidacta se da cuenta, no sin pesar, de que sus primeras explicaciones fueron insuficientes. Helo otra vez obligado a ponerse en escena. ¿Cómo podría explicar el acontecimiento que le queda por narrar? Su detalle sólo ha sido conocido por dos seres que ya no están en este lado de la vida y que no tuvieron tiempo de hablar. Sin embargo, puedo limitarme a copiar los informes de los periódicos. Para los dianos de París esto no fué más que una noticia insertada en tres líneas. Tres líneas negligentes y macabramente risueñas: tres dientes entre la burlona sonrisa ósea de una calavera. Un pequeño semanario de Sisteron dió una explicación más completa y cuya sencillez tiene un ménto negativo, pero preciso por ser raro: y es que no nos obliga a pensar que el redactor es morrudo. TERRIBLE ACCIDENTE DE AVIACIÓN "Los alrededores inmediatos de nuestra pe"queña villa, Sisteron Petite vtüe, gran reitom (i) »fueron, el martes último, teatro de un ac"Cidente espantoso. Sabemos que debe pa"garse un rescate al progreso. Pero nos con(i) He puesto el texto en francés para dar idea del refrán que. tr.aduci<Jo. dice: «Sistcron, pequeña villa, gran renombre". — Nota del Traductor. 756 xsolamos difícilmente por la muerte de los «valientes soldados de la ciencia. ))Un aeroplano (i) de una forma extraña );parecía flotar, inmóvil o casi, a una altura «enorme. Una parte de nuestra población, «tan curiosa pwr todas las novedades cientí' «ficas. había salido al campo para contem«plar aquella singular forma y aquella in«acostumbrada inmovilidad. El señor Dieu«tard. nuestro sabio farmacéutico, el señor «Reboul, elocuente abogado, el grave señor «señor leune. que en su juventud fué ujier, «y el señor Delmas, nuestro abnegado akaJ«de habían traído gemelos o lentes de larga «vista. «Bruscamente se vió caer un objeto f)C«queño. Varios niños corrieron, lo cogieron «y se lo llevaron lanzando alegres gritos. Sólo «más tarde, los más instruidos de entre nues«tros conciudadanos pudieron examinarlo y «constatar que era de metal y demostrar que «antes de quedar deformado por la caída, «debía parecerse bastante a una llave inglesa. «En aquel momento los espectadores estaban «demasiado angustiados para ocuparse en es«tos detalles. Incluso los niños cesaron en sus «gritos y en sus correrías. Inmóviles como los «mayores, miraban, llenos de terror, lo que «sus padres contemplaban aterrorizados. «Vertiginosamente, a través del aire, co«mo la caída de una estrella, el aeroplano «descendía y se inflamaba. «La muchedumbre se precipitó hacia el «punto donde acababa de producirse la ca«tástrofe. ciue está situado casi al centro de «las rocas de Chambracon. «En el suelo, agujereado como por la caíwda de un bólido, informes desperdicios ar«dían. «Se necesitó mucho tiempo para poder ex«tinguir el fuego que tenía un elemento fa«vorable en la arídez de la roca. «Ardía aún el aparato cuando varios vale«rosos salvadores — nuestro desinteresado ca«pitán de bomberos, señor Souval, y nuestro «distinguido subprefecto, señor de la Cha«lese, merecen nuestras más sinceras felici«taciones — sacaron de entre los escombros »a los dos aviadores, un hombre y una mu«jer, ¡Ay. eran dos cadáveres! jY en qué «estado! Rotos, dislocados, con algunas par' «tes de sus cuerpos carbonizadas y otras re«ducidas con un hervor horrible. Las caras «casi intactas permitieron identificar a los dos «personajes bien conocidos en nuestra villa, «aunque no se les hubiera visto por aquí «dcMe hacía miKhos años.» (I) Ei lector sabe que el avión ót Chardonnct no era un aeroplano. — N. del A. N Aquí detengo la citación. Su continuación forma un doble artículo necrológico. Las más banales alabanzas están intercaladas en ellos como flores de entierro, sobre un «antiguo y eminente profesor de nuestro justamente renombrado colegio comunal» y sobre "la abnegada compañera de su vida». No hay que extrañarse si las flores son un poco viejas y mustias. El redactor confiesa que ignora cuanto ha ¡xxlido suceder a Chardonnet desde que «el sabio profesor» abandonó la pequeña población. La noticia de su casamiento con la señorita Victorina Bardennenche es el último eco de su vida que llegó hasta nosotros». El fragmento de artículo que he copiado dice todo lo que sabemos de positivo sobre la muerte del marido y la mujer. Aunque no tenia aún las certezas que luego me vinieron, después de haber leído los documentos; tan pronto como supe la doble muerte, tuve la impresión de que no se trataba de un simple accidente sino de asesinato y suicidio. El avión que contenía a Nicolás y Victonna no había caído precisamente por casualidad en el punto donde se encontraron por primera vez. Había en esto elección, y una elección significativa. En aquella época estaba yo de viaje. Al volver, encontré entre el correo acumulado, vanos envíos de Chardonnet. Abrí los paquetes con la emoción que os podéis figurar. Entre ctros documentos va utilizados, encontré una narración singular que creo es deber mío añadir a este librito: ella será el desenlace o apéndice, como se quiera. Nadie se reirá, creo, leyendo este texto cuyo romanticismo sería, sin embargo, ndículo, si aquí se pudiera juzgar fríamente como ante un trabajo profesional. Por mi parte no podré ni sabría olvidar que esta narración es vida que sangra. ¡Qué profundidad de desesperación, de amor y de odio hay en este pretendido «Cuento profetice>>, en el que las previsiones se mezclan con las decisiones 1 Esta página extraña no Ucva firma. Pero toda ella está hecha con la escritura tan personal y fácilmente reconocible de Chardonnet. Creo que no es necesano que la haga seguir de ningún comentario. Me parece que ella es el último capítulo necesano de esta histona. XXXVIIÍ CUENTO PROFÉTICO.. — ¿Partamos? — Mira. El cielo está sombrío como un corazón. B — Por lo bajo... Subamos por encima de las nubes, hasta los rayos del sol y las sonnsas de tu gloria. — Mujer, te amedrentaría si supieras lo que pides. —^ ¿Miedo contigo?... ¡Nunca! — Mujer, tendrías miedo .de ti misma si supieras quién eres. Me temerías si supieras hasta qué profundidad te conozco. — No me asustan los apocalipsis. Me contento con no comprender. Serenamente. — Cuando sus incomprendidas predicciones se realizarán, ¡ah!, cómo te estremecerás. Un minuto antes de que las causas exteriores te hieran, morirás quizá de terror y de horror. — Te amo, y cualquier cosa que venga de ti me es amable. • * • — Mujer, tus senos están hoy repletos. — Los senos de la mujer están siempre llenos de porvenir. —• ¿Quién sembró este porvenir? — Tú. —• ¿Quién te ha permitido apropiártelo? — Mi amor. —• Sé lo que llevas en tu p>echo. Tú crees saberlo. Pero te engañas. ¿Quieres devolvérmelo para que lo ciestruya? —• ¡ Nunca 1 Serás rico, poderoso y glorioso, a pesar tuyo. — Asi, pues, ¿crees llevar contigo la glona? —^ Y el poder. Y la fortuna. — Mujer, lo que llevas es la muerte. —- ¡Es la vida! Y la belleza con intensidad de vida. — ¿Tu negativa es defmitiva? —• Definitiva. — ¿Sabes a qué te condenas? — Lo sé y me regocijo en mi condena. Me condeno a amarte siempre, adorado mío. — ¿Hasta la muerte? — Sí. Pero no pronuncies esta palabra, la más fea de todas. — i La más hermosa!... Es el nombre del refugio cuando todo nos ha traicionado. — Nadie te ha traicionado y quiero impedir que te traiciones a ti mismo. Tu vida me parece luz y radiación. Eres grande y eres amado. • • • — Así. querido, ¿podríamos, sm ocuparnos de nada, permanecer inmóviles, aquí a mil metros de altura, durante cuarenta y ocho horas? — Podríamos. — Esto es maravilloso ¿Sabes lo que pienso? N 757 —• Siempre tengo miedo de adivinar lo que piensas. —• Pienso que gracias a ti los hombres se amarán por los aires como las hormigas que ayer mirábamos. —-Si yo quisiera... Pero no quiero. — ¿Por qué? Tan bello como es este amor lejos de las vulgaridades de la tierra. —• La vulgandad de la tierra tiene un nombre V se llama HOMBRE. Por todas partes doncíe penetra el hombre, lleva con él su olor 'de vulgaridad y de fealdad. Engrandecer el dominio del hombre es aumentar los reinos de la vulgaridad, de la fealdad, de la crueldad,,. —• ¡ Qué misántropo! — Cuando la prostitución invadirá la pureza de las alturas, por lo menos no será culpa mía. No será gracias a mí que se venderán los besos en el deslumbramiento del cielo por una suma de dinero regateada y mercadeada o por estas cosas indefinidas que tientan la prostitución: el renombre y la fortuna. —• ¡ Malo! Bien sabes que no es para mí, sino para el que amo, que quiero la glona y el dinero. — ¿Hasta rechazándolos y despreciándolos yo? — Yo te amo mejor de lo que tú te amas. Yo soy tu razón y tu equilibrio, ¡ oh genio poderoso, águila siempre en pleno vuelo y a quien la envergadura de tus alas impiden avanzar 1 ¡ Ah !, cuan admirablemente nos completamos, cuan predestinados estábamos uno para el otro. Ingenioso Ulises, llámame de nuevo tu Minerva. • * • — ¿Qué has hecho con el motor?.., ¿Y qué es esto que tiras? — Un aeronauta tira a veces el lastre. — Lo que tú has tirado no es lastre. Tiemblo. Sé lo que acabas de arrojar y que ello es necesario a... — Estás en lo cierto. Dentro de un minuto el motor se detendrá. El hombre mucre cuando el corazón deja de funcionar. El avión al que se le para el motor, cae muerto, sobre '^^'«n-a de los muertos. Mi corazón ha dejado de latir por obra y gracia de tu mano. Por obra de la mía. el motor se detiene irremisiblemente. — i No has hecho esto! — Lo he hecho. — Entonces, estás loco. —• ¿Es esta la primera vez que estoy loco para ti? — Escucha, amor mío. Escucha, eres el más loco, el más genial y el más adorado de los hombres. Ámate y ámame. Salvémonos. N 758 —'Escucha. El motor va bajando la voz. Que tu genio encuentre pronto el remedio a... — ¡Tengo miedo! ¡Tengo miedo! —'No hay remedio. —• El motor se calla. ••— Apresúrate, amado mío. Siento que la — ¡ O h ! Siento comenzar la caída. demencia se apodera de mi cabeza, la sacude y la voltea como en un vértigo. Una locura — Uniformemente acelerada... ¿Pero qué terrible se me introduce. Me vienen impul' haces? ¡ A h ! , cjuieres estrangularme. sos de precipitarme. — Sí, miserable, asesino. — Date el placer de empezar. No tendrás — ¡ Gesto inútil! tiempo de terminar. — ¿Es pues cierto? ¿Vamos a caer? FIN Cl TajoMaliali reHejado e n el r i o J u n n a ( D e 1» olit» » L«i MaiarUIsji del UOÍTCHOO> El mtiagTo de poesía y de arte del Taj-Mahal, mltninactón de todas las maratñtíai de Agrá, tío tiene tgui,l en el mundo. El Taj-Mahal es Un prodigioio palacio de ertsueño, levantado por el sha fehan para sepultar ¡os restos de su ¡avortta Arjmand Bonn. Toda ¡a jantama indica, todo el instinto lírico del Oriente se derramó en dones sobre esta construcción, de la que el amor hizo tumba de una mujer artUetttemente amada. R f N 759 LA VIDA E N P A R Í S MANGIN. EL GENERAL NEGRERO ios que combaten por un ideal emancipador, no nenten aquella furia aniquiladora, propia de les generales del trono y del altar. ¡ Qué diferencia entre el general Marcean, a quien sus propios enemigos ensalzaban, y Turenne, hábil estratega, pero muy capaz de incendiar como incendió a sangre fría la región del Palatinado para complacer a Luis XIV y a Louvois! ¡Qué diferencia entre Turenne y Hoche, hijo éste de la Revolución, humano y. digno de llamarse, como se le llamó, <'el Pacificador •< ! Se parecía Mangin, general de la tercera República francesa, a Turenne más que a Hoche y a Marcean. Tardicu y sus colegas de ministeno no se privaron por ello de ofrecer a la estatua el rendido homenaje de ardiente y patriótica admiración. "Los días se suceden, pero no se parecen-, dice el adagio. En el curso de la manifestación pacifista que fué el entierro de Bnand, ante la presión de centenares y miles de manifestantes — s« ha dicho, incluso, que fueron dos millones — los gobernantes declararon por boca del primer ministro, Tardieu, que reprobaban la carnicería de las guerras. Apenas transcurre una semana y los mismos perscnajcs oficiales se contradicen gravemente anstiendo al descubrimiento de la estatua del general Mangin en una plaza del distrito XIV de París y pronunciando discursos de subido tono patriótico. El general Charles Mangin nació en Sarrebourg el año i866. Mandó sucesivamente en la gran guerra varios cuerpos de ejército, el 6.", el 9. y el io.°. Murió sesentón, y no LOS TRAFICANTES DE LA CRISIS: en el campo de batalla precisamente: sucumMONSEÑOR VERDIER Y LOS NEbió víctima del despecho por no poder blanGOCIOS DEL PARO dir el bastón de mariscal. El paro forzoso va marcando su cruel exisSe le llamó < broyeur de noirs», empleando una frase figurada. «Broyer du noir» es e! tencia y no pasa día sin que los periódicos inacto de entregarse a sombrías meditaciones, serten informaciones catastróficas de suicidios tomándose la palabra '«noir , negro, como re- y desastres. Hoy es un obrero anciano el que presentación de la tristeza. Mangin era hom- sucumbe al filo de la edad, de la enfermedad bre tan insensible que cuando mandaba las y de las privaciones; ayer, el patriarca de una tropas coloniales, negros de África por regla familia se suicidó por no tener valor para ver general, destinaba la masa de color a ser ba- morí' lentamente de hambre a los seres querrida implacablemente, sacrificando a los ne- ridos, desamparados por la muerte del padre, gros sin la menor preocupación al lanzarlos que ganaba el pan. A diario se registran casos al as.ilto fulminante, sin ahorrar vidas. deíesperados y torturas inauditas. Las víctimas Se ha dicho que era engreído y que tenía buscan refugio en la muerte mediante la esaficiones filarmónicas, aunque la música, que pita del gas o se arrojan a las profundidades domestica las fieras, no dulcificó su carácter. del Sena La mclodíi más grata para Mangin debió ser Cen tan lamentables y trágicas realidades el estrépito de la artillería. Al oirlo. es muy trat'ica y quiere sacar partido monseñor Verpcsible que bajo la máscara de la impasibili- dier, arzobispo de París. En las paredes de la dad se produjera en Mangm esc placer mal- ciudad pueden verse unos carteloncs que coníano de les asesinos profesionales en quienes tienen e! más patético e ingenioso llamamienel gnio, la convulsión desesperada y !a muer- to del prelado a los fieles para atenuar la crite a|cna provocan sádicas voluptuosidades, sis del paro forzoso. Lo que propone moncomo manifeitacicr.es del erotisrno bestial que reñor no es una distribución de socorros, sino caracteriza en general a los "héroes» glonfi- que se construyan en la zona de París 600 cfldos pcr los poetas clásicos y la historia ofi- Iglesias. cial. El divino Aquiles arrastraba con superDice el buen apóstol que los obreros tenabundante orgullo el cadáver de Héctor ata- drán trabajo si se dedican a la construcción do al carro de aquél como un trofeo. El pia- de templos. En efecto... No es menos cierto doMJ Tilly. denructor de Magdeburgo y que la clerecía adquirirá a título gratuito 600 precuncr del no menos pío Mac-Mahon, el inmuebles que ni siquiera podrán servir para vencido de Reichshoffen, para desquitarse, resolver la crisis de la vivienda ni para cobimasacraba a los parisicníes... jar a los que carecen de casa. El TodopodeLos caudillos de ejércitos revolucionarios. roso, que está en todas partes, no tiene ne- B 760 cesidad de tantos domicilios, y es un sarcasmo preconizar como si fuera obra meritoria la construcción s exfjensas del pueblo de 600 edificios inservibles. LA FERIA ELECTORAL Las elecciones han complicado la situación aumentando el contenido de las carteleras con las proclamas electorales de los profesionales de !a f>o!ítica. N o sólo se ven carteles de esta clase en las paredes, junto a reclamos y anuncios de aperitivos, sino que también se disponen en plena calle, encuadrados en grandes rectángulos o bastidores con marco de madera. Nada más grotesco que la proximidad de unos reclamos electorales a otros. La prosa de un candidato injuria copiosamente al candidato del reclamo próximo, completándose la arenga electoral con gráficos no menos acerbos. Cuando aparezca este artículo, los electores habrán dictado ya su veredicto y los 600 y pico de diputados tendrán el acta que deseaban. A menos que se produzca un truco teatral inesperado, la comedia seguirá representándose con parecidos lances en el cabaret parlamenlano. Tardieu, H e m o t . Blum y Cachin, con sus rastras de electores, seguirán agrediéndose mutuamente valiéndose de una oratoria más o menos grandilocuente y relampagueante... Batallan q u e tienen por objetivo la conquista del poder, escaramuzas sin beneficio alguno para los trabajadores, pero que pueden distraer a los aficionados a la política, a los que ven en ésta el espectáculo de un asalto de boxeo o la t n m u de una película. EL N U E V O P A R Í S : DECENCIA GIENE E HI- Al transformarse París se americaniza. H a y a casas de siete y ocho pisos, en espera de _is que tengan quince y veinte, como en Nueva Yorit. La fiebre de construir rascacielos se advierte sobre todo en la pcnfena y singularmente en la onlla izquierda del Sena. Parece que la existencia d e rascacielos debería determinar una baja en los alquileres, pero no se j>roduce pwr más que se espera. La crisis de !a vivienda está por resolver, y no se resolverá con la construcción de las 600 iglesias que preconiza el arzobispo de París a expensas del pueblo. El arzobispo destina las iglesias, no a cobijar a los desheredados, sino a catequizar i los trabajadores. En espera d e que Uegue el mcOTiento — y n o se trata prwiisamente de una compensación — van a hacerse desaparecer est» quicKcos indisp^uables q u e hay en 11: N la sup>erficie de ciertas calles y cuya contemplación ofuscaba a la austera esposa de un alto Kincionario de la República. Y como los subterráneos con lavabo, conocidos hace una generación en Londres, son aún excef>ción en París, les transeúntes aquejados de incontinencia reniegan de la púdica dama. El Ayuntamiento de París ha votado una partida de 45 millones de francos para constmir cámaras subterráneas a! estilo de Londres, con objeto de concillar las necesidades de la naturaleza humana y de la higiene con los escrúpulos de la decencia... Aunque es evidente que hubiera sido lo mejor empezar por el principio. "Es un contrasentido poner el arado delante de los bueyes» se decía ya en tiempos pasados al señor de Cumont. ministro de Instrucción en un gobierno de los más reaccionanos. presidido por el duque de Brogulie. Gran número de bañeras con servicio de duchas y piscinas se instalarán en los establecimientos hidroterápicos que hay cii París. Los avances de la higiene son paralelos a los del espíntu. Cuando la Roma pagana se convirtió en urbe cosmofKilita y tolerante, tenía muchas casas de baños. El rnstianismo que deformó en tres siglos el bello movimiento social impregnado de filosofía platónica, exaltó el desprecio de las cosas terrenales y del cuerpo humano, llegando a instaurar en la Europa medioeval un infecto régimen de costra matenal y moral. Para obtener el favor del Cielo, las reinas hacían voto de n o cambiarse la camisa en meses y años enteros. Los católicos catequizados por la Inouisiaón quemaban a los herejes empleando ef fuego, {>ero ellos no usaban el agua. Los conventos se convertían en focos de infección, d e histensmo, de culto a Príapo. Antes de la Revolución, los hospitales eran cloacas y antecámaras de la muerte, usándose un lí^ho mismo hasta [Mra cuatro enfermos. Se contagiaban las enfermedades unos a otros y sólo por mediación de Pinei, en aquella épioca renovadora, se con^guió que los deficientes mentales se consideraran como enfermos y no ccmio criminales y agentes del diablo, a los que se atormentaba y martinzaba incesantemente. EPIDEMIA DE AGRESIONES Y ASESINATOS T o d o se relaciona y encadena en lo infinito del tiempo y del espacio. Como la caída de la piedra en la supcrhcic tranquila del lago determina la formación de círculos concéntncos. cualquiei vaho, aun el más insignificante, repercute en el mundo material y m\ el mundo moral, ya auc no existe causa sin efecto como tampoco efecto sin causa. R ¿Cómo puede ignorarse el hecho de que más de cuatro años de guerra — 51 meses y 9 días, exactamente — de afán destructivo, de contacto forzoso tenían que producir un desequilibrio cerebral? Es evidente que pudo aplaudirse la desaparición de algunos tronos en la vieja Europa, y parecería absurdo lamentar el avance político más o menos aparente que supone el derrumbamiento de tales armatostes. El mundo vive en perpetua transformación, y conviene recoger los frutos de la evolución sin contener la marcha, acelerada cuando así puede hacerse, sobre la ruta del progreso infinito. Hay pueblos de Europa que en plena convulsión producida por la guerra han pasado repentinamente desde el autoritarismo monárquico a la modalidad republicana, pero sin abandonar el espíntu traaicional. No puede extrañamos que la fraternidad humana no haya dado frutos. La República universal, generoso ideal proclamado ya por los Víctor Hugo, los Michelct y los Giuseppe Garibaldi como panacea mágica, es todavía una pomposa formula, muy superior a la República histórica, una puerta abierta al porvenir. La segunda República española acaoa de cumplir un año y tiene por desgracia traficantes y falsos devotos; también tiene deportados, enviados a morir lejos de la tierra natal. En los primeros años tuvo el mismo carácter la tercera República francesa, la de Thiers, una República sin republicanos. • • • Si la fraternidad no existe entre los pueblos de la joven Eumpa tal como soñaban los optimistas. es desgraciadamente cierto que tampoco la advertimos en las ciudades, en el ámbito local. El desprecio de la vida ajena fue la enseñanza de la guerra, como el pillaje y el robo. Se dio el ejemplo desde lo alto de la escala social, obedeciendo al ás¡xro deseo de placer, tan comprensible en los desheredados de temperamento violento, que se preguntan : «¿Por qué no he de gozar yo también?» Jamás se han visto tantos crímenes^ perpetrados entre familiares como en los iñ<a posteriores a la guerra. Los asesinatos calificados de pasionales son frecuentes y horripilantes. Por cierto que el calificativo de pasionales es imDropio, pues más que la pasión amoro^ influye en ellos el espíritu feroz de autoridad, la Violencia del que se cree propietario. Esposos y amantes se matsm recurriendo al pu' ñaL ilA pistola, al veneno... Nunca se vieron untas agreaones de noche y hasta de diá — 10 que prueba la audacia de k» malhechores — B N 761 como en el último invierno. Se han servido del automóvil en los barrios todos de París. Es preciso subrayar en honor del proletariado que a pesar de los sufrimientos que supone la aguda crisis económica y el paro forzoso, los agresores, a pie o en auto, no pertenecen a la clase obrera. Son, por el contrario, jóvenes malandrines, vagos de profesión, juerguistas de origen burgués que sienten horror al trabajo y una inclinación sádica a disponer de la vida ajena. Con un poco de imaginación podríamos compararlos a los señores feudales de la Edad media que desvalijaban las caravanas de arrieros y mercaderes lo mismo que despojaban a los pacíficos y laboriosos menestrales. EL SUICIDIO DE KREUGER, NAPOLEÓN CERILLERO. — LA «JUSTICIA», COMPLACIENTE CON LOS PODEROSOS, SE CEBA CONTRA LA SEÑORA HANAU Ivar Kreueer era el conocido ingeniero sueco provisto de trepidante actividad y desprovisto de escrúpulos, el que amasó una colosal fortuna valiéndose de la especulación. En 1911 era un administrador de inmuebles en los Estados Unidos y seis años después consiguió ser prestamista a largos plazos, contándose Estados y millonarios entre sus acreedores. Dedicóse a toda clase de negocios. Tenía el monopolio mundial de las cerillas. La sociedad sueca de tal especialidad contaba con 250 fábricas en 43 países y Kreuger era conocido por el rey o el «Napoleón de Tas cerillas». Rey o emperador, aparecía como una potencia del fósforo. El monopolio de Francia, por lo que respecta a las cerillas, lo debió a Tardieu y a su mayoría. Tenía el propósito Kreuger de adquirir el control universal de los negocios telefónicos. Se le creía veinte veces multimillonario, poseedor de veinte mil millones. Nada saciaba a Kreuger. Morgan desconfió de el. El monarca cenUcro falsificó bonos» patrocinó falsas concentraciones financieras, áilteró balances, desfiguró la contabilidad. Viendo próximo el desastre huyó de América, y cuando todo París contemplaba el aparato de Jos funerales de Briand, el 12 de marzo, comptó Kreuger una pistola de gran calibre y se suicidó. A pesar de la reputación, tantos años intangible, de omnipotente plutócrata, se vio en la impo* sibilidad de obtener un último empréstito de vanos millones para evitar o prolongar la agonía. La señora Hanau, periodista y dirigente financiera, voluntariosa y perspicaz, acostumbrada a choques con k justicia legal, publicaba con ayuda de algunos amigos fieles desde 762 A V I S que salió de la cárcel una revista semanal, «Forces», que predijo la quiebra de Kreuger, cuyas especulaciones protegía el gobierno francés. También descorrió el velo la señora Hañau de las maniobras de sir Henri Deterding, magnate del petróleo y de la "Royal Dutch,> apoyado por los dirigentes de la política con' servadora que tuvieron como ministros de Hacienda a dos prevaricadores: Raúl Peret y KIotz. Una especialista tan avivada y diestra en asuntos financieros era molesta para el g o ' biemo y ha vuelto a la cárcel. La señora H a ' ñau se encuentra, pues en la prisión de San B L N C A Lázaro procesada bajo pretexto de robo y d i ' vulgación de cierto documento policíaco se' creto que desapareció del ministerio de H a ' cienda; también se acusa a la señora Hanau por haber jugado a la baja y faltar al respeto a un juez. T o t a l : que Tardieu la tiene presa a pesar de hallarse enferma y andar con mU' letas. Los periódicos mmisteriales acusan a la señora Hanau de agente bolchevique... Se emplea con ella la «mano dura» que ostenta Tardieu para preparar el advenimiento del fascismo en Francia. CH. MALATO " V e n u » y a c e n í e " . C u a d r o de C o n t a r i n i ( D e la o b » «El Demudo en cl Arte'> ConUnni fué un pintor de la escuela vetiecmia. Su estilo recuerda el del Tis^ano. Este cuadro tiene urja espiritualidad exquisita. Venus, desnuda y tendida, en el esplendor de su beUezfl, contempla con ojos un poco melancólicos el idilio de dos palomas, que unen, sobre una ranuí, el coral de sus picos... Hay alma en estos ojos de la diosa, que parecen mirar con añoranza el amor puro de los artimales y ¡a negrura tempestuosa del cielo y dt la tierra, de los hombres y de los dioses. T DESDE N 763 BÉLGICA A l cumplirse el primer año de República Española Tengo a la vista un artículo de M. Jexas. publicado el día 30 de marzo próximo pasado en Le Peuple, órgano diario de la democracia belga. El trabajo en cuestión se refiere a la República española. La crónica extranjera de Le Peuple no tiene desperdicio, hay que reconocerlo. Es un tejido de errores, de afirmaciones a ojo de buen cubero. Los benévolos lectores de Le Peuple tendrán un concepto justo de las cosas de España «al cumplirse un año de régimen republicano entre obstáculos y dificultades». He aquí lo que dice el articulista: «Han transcurrido los días de Pascua, la primera solemnidad de esta clase desde el advenimiento de la República. Por primera vez en el curso de los siglos, se ha visto privado el país del magnífico espectáculo de Semana Santa.» Para M. Jexas no hay procesiones en Sevilla, ni en Córdoba, ni en Málaga, mi en Valladolid, ni en Madrid, {jorque «la República ha puesto a la Iglesia católica de luto y el pueblo español tiene otras preocupaciones». Asi, rotundamente. La verdad es otra, sin embargo. En Herddo de Madnd hemos podido leer que las procesiones salieron ,en distintas ciudades y pueblos. El articulista califica a Sevilla de buenas a pnmeras como un lugar estratégico, revolucionano de extrema izquierda, en el que M. lexas ve en confusa concentración elementos sindicalistas, anarquistas y grupos comunistas de todas las tendencias. Tan heterogéneos núcleos forman, según M. Jexas, el frente único a la sombra de banderas rojas y negras. Este gazpacho — genuina creación Jexas — tiene un realce de notas agridulces, muy significativas por cierto en boca de un periodista a sueldo de la 11 Internacional. Dernuestran una vez más que la calumnia metódica. un propia de los discípulos de Carlos Marx, no deja de tener actualidad para ellos. Sigamos el texto de M. Jexas: «Se trata de ciudades incultas que viven miserablemente, rezagadas en el desenvolvimiento econó- mico, accesibles a las ideas anarquistas y sindicalistas, a erupciones esporádicas desesperadas y coléricas más que al trabajo sistemático y paciente que representa la educación y la organización de tipo socialista.» Prescindamos del alto concepto que tiene el articulista y del cometido que asigna al anarquismo en la evolución social. Nos limitamos a transferir a M. Jexas a sus mentores, para que vuelva a leer lo que ignora y no escriba en adelante tan pintorescas tonterías. Si tiene tiempo disponible, estudie M. Jexas la historia del movimiento social en la vertiente española del Pirineo. Advertirá que una de las regiones más avanzadas de España, Cataluña, cuenta con un movimiento sindicalista anarquista logrado, y que su población es la menos rezagada de la península. Las condiciones económicas de Cataluña son avanzadas gracias a la actividad vital de las organizaciones sindicales y anarquistas, y al denuedo con que luchan contra el capitalismo. El temperamento apasionado de aquella zona peninsular no rima con la calidad de adormidera de la democracia belga. Es evidente que M. Jexas no puede sostener lo que cuenta a sus lectores. El cronista de hechos lejanos, el articulista de temas internacionales, no debería escribir una sola palabra sin documentarse cuidadosamente. Si se documentara 00 consignaría las más absurdas contradicciones al escribir que Joaquín Maurín y Andrés Nin son dirigentes anarcosindicalistas de los obreros industriales de Cataluña, cuando nadie — excepto M. Jexas -y- ignora que Maurín y Niti son comunistas. Sin duda el cronista de Le Peuple desconoce muchas otras cosas. Le aconsejo la lectura de dos folletos debidos a la pluma de aquellos dos comunistas políticos: «L'anarchosindicaliste en Espagne» y «Les anarchistes et le mouvement syndical». Según Jexas, periodista socialista o que por tal se tiene, Casanellas es un asesino. Dato, lo mismo que Alfonso XIII, son, sin duda para M. Jexas, dos excelentes personas. El hecho de que a un revolucionario le expulsen de su «propio» país y tenga que andar de frontera en frontera, arrojado de todas partes y perseguido sm tregua, no interesa al cronista 364 R V I d e la democracia belga. Ei espíritu de solidaridad socialista se esfuma en el umbral de la capilla democrática en la que vive incrustado M. Jexas. Sigue diciendo el articulista: «En los grandes núcleos urbanos, ha dejado huellas la educación socialista, lo mismo que en las zo' ñas industríales, m.ientras el extremismo sólo pudo obtener éxitos parciales y esporádicos." H e aquí el lenguaje que emplearía un jesuí' ta. Desgraciadamente para M. Jexas, la historia cotidianaa contradice sus puntos de vista con hechos que él mismo narra, referencias de violencias e incidentes en Antequera, Huesca, Barcelona, Málaga, Corana, Temel, Madrid, Sevilla... También cabe recordar al cronista que con asentimiento de los socialistas españoles el gobierno d e Madrid ha detenido, deportado y encarcelado a gran número de militantes obreros, clausurando, además, los centros, suspendiendo o persiguiendo de manera que equivale a suspensión, las publicaciones proletarias y ametrallando manifestaciones populares. ¡ Trágico balance al cumplirse el pnmer año del régimen republicano! Los viles charlatanes del socialismo español ayudan al Gobierno a desembarazarse de elementos subversivos. Afirma M. Jexas que la reforma agraria n o ha podido tener efectos apreciables, pero no consigna razones. ¡ Se guarda bien de ello! Evita el ndículo, o por lo menos cree evitarlo, porque en primer lugar la reforma agraria, no se aplicó ni se discutió siquiera en el Parlamento; en segundo lugar, ¿cómo es posible hacer nada apreciable en un régimen semifeudal respetando la propiedad privada como se respetará y hasta se indemnizará ampliamente según el proyecto de reforma agraria? Surge u n alto clamor contra la burguesía republicana, pero denunciemos también el fracaso de los «constructores); socialistas que confiesan la propia incapacidad de realización para el menor avance social. ¿ N o ha reconocido paladinamente el ministro de Obras Públicas d e la República española y militante socialista, Indalecio Pneto, que se cortaría la mano antes de firmar la nacionalización de los ferrocarriles? Si la burguesía fracasa está en su lugar, pero el socialismo se cubre de ignominia por la complicidad de sus elegidos en la vigencia de leyes dictatoriales, crimitiales, de excepción, leyes que hacen el juego a los elementos más A N reaccionarios y les otorgan el poder, malogrando todo avance de carácter social. ¿ N o conoce usted el texto de esas leyes españolas de excepción, M. Jexas? Al omitir la referencia en un artículo tan copiosamente "documentados como e! suyo, prueba la parcialidad con que se conduce, abusando de la buena fe del lector. En las postrimerías de la crónica desciende el articulista hasta el servilismo, afirmando que la sensatez de sus amigos de España merece admiración y confianza. Tengo derecho a preguntar a M. Jexas si su conciencia se contaminó en los bajos fondos de la Prensa prostituida. La actitud del autor resalta bajamente, por no decir que se destaca como estigma infamante. HEM DAY Bella joio hecJui en la jira de Alicante. Los protagonisUn se hallan enramados sobre el mejor amigo de la Humanutad: el Árbol. R B N 765 Capital de la última fecKa de las colon i a s europeas de África, Trípoli se transforma La Tripolitania o, mejor dicho, la Libia, puesto que éste es el nombre que lleva oficialmente, es una de las últimas en fecha de las colonias europeas. En efecto, muy poco tiempo en vísperas de la guerra fué cuando Italia la arrebató a Turquía. En octubre de 1911, tropas italianas desembarcaron en la costa tripolitana. Fué menester un año de guerra para obligar a Turquía, a la cual pertenecía nasta aquel momento, a abandonarla y fué a fines de 1912, en el tratado de Ouchy, cuando la cedió oficialmente al gobierno italiano. Mas, en efecto, ¡a dominación de Italia en Tripolitania fué disputada durante largo tiempo. Cedido el país, fué preciso conquistarlo. Italia ha empleado allí cerca de diez y ocho años. Durante diez años tuvo que contentarse con una estrecha faja litwal y se instaló solamente en algunos puntos de la llanura costera como Trípoli y Bengasi. Más tarde, a partir de 1920, y sobre todo de 1922, las tropas italianas conquistaron toda la llanura de la costa y después penetraron en el interior. Los últimos jefes rebeldes fueron batidos e hicieron su sumisión a principios de 1929. Finalmente, -a principios de 1930, fué obtenido un gran éxito con la ocupación del importante grupo de oasis del Fezzan y de su capital Mourzouk. En lo sucesivo, sólo algunos oasis escapan a la dominación italiana. Puede decirse, por tanto, que de hecho y de derecho, la Libia se ha convertido en una colonia europea. También se halla en vías de transformarse. Ya hemos dicho en otro número que se habían realizado muy grandes esfuerzos para restituir al cultivo territorios áridos v en particular las regiones desiertas del Sahara que ocupan tan grande extensión en la colonia. Hemos recoi^ado la gran lucha contra la arena que sigue siendo la preocupación principal de los colonizadores y de los agrónomos iulianos. Pero no es sólo el suelo el que se halla en vías de recibir una nueva transformación. Las ciudades han sufrido también muy grandes transformaciones y algunas han sido creadas por completo en el desierto^ Pero las ciudades más imporuntes ocupadas desde el comienzo de la conquista, hállanse en vías de cambiar completamente su aspecto. Este es e! caso, en particular, de Trípoli, Es esta ciudad la que ha dado su nombre a todo el país, llamado durante largo tiempo, bajo la dominación turca, la Tripolitania. Los turcos la llamaban Tarabolos el Gharb, dicho de otro modo, Trípoli del Occidente, para distinguirla de Trípoli de Siria. Como la mayor parte de las ciudades del África del Norte, existía ya en la época romana. Pero la pequeña ciudad de Oea, que se elevaba sobre su emplazamiento, no tenía la importancia ni el esplendor de Cirene que se elevaba más al este y que habían fundado los griegos. Fue solamente a partir de la Edad media cuando Oea, convertida en Trípoli y englobada al imperio de los califas de Damasco, luego de Bagdad, comenzó a ser en verdad una ciudad importante. Fué pronto una de las metrópolis del Islam. Su importancia disminuyó con la del imperio de los Ftitimitos, dinastía cuya residencia radicaba en Egipto, pero que había dominado toda el África del Norte. El fin de la Edad media es, por otra parte, en los países musulmanes del África del Norte, una curiosa época que podría denominarse la edad berbensca o, mejor, la edad de los corsarios. Para todas las poblaciones musulmanas que habitaban en la costa meridional del M«literráneo, el corso se convirtió en la industria nacional. Todas las ciudades se trocaron en otros tantos nidos de corsarios. Trípoli fué uno de ellos, como Tánger, Tetuán, Oran, Argel, Bougie o Túnez. Los piratas de los mares tuvieron en Trípoli una de sus guaridas preparadas. Llevaban allí en gran número los cautivos que habían arrancado de sus pueblos de Italia, de España o de Provenza o aprisionado en el mar en sus navios y les vendían en el mercado de los esclavos donde se encontraban con los negros llegados del interior del continente africano. Trípoli era, por tanto, el paraúo de loa negrerc» y uno de los más importantes mercados de cscbvos del continente africano. En el siglo XVi, Dragut, uno de los mis 766 L A famosos corsarios que hayan hecho su aparición en el Mediterráneo, se instaló allí. Hizo construir un castillo que subsiste aún hoy. En varias ocasiones, las potencias europeas se rebelaron contra la tiranía marítima de los corsarios tripoli taños. También Trípoli fué bombardeada muchas veces por las flotas cristianas: sucesivamente balas españolas, francesas, lanzadas por los cañones de nuestro gran almirante Duquesne, bajo Luis XIV. americanas (a comienzos del siglo Xix), venecianas y sardas cayeron sobre Trípoli de Berbería... También fué tomada Trípoli varias veces: por el rey de Sicilia en 1146, por el de España en 1510. Este la conservó veinte años, después confió su custodia a los caballeros de Malta que permanecieron en ella hasta 1551, fecha en que los turcos se apoderaron de ella. Existen también en Trípoli, como vamos a verlo, algunos vestigios de la dominación cristiana que ha durado allí cuarenta años. Turca, independiente bajo un jefe indigno, luego turca nuevamente hasta 1911, es Tripoli, desde esa época, ciudad italiana. Pocas ciudades del África del Norte han tenido una historia tan accidentada. Cada una de las dominaciones que se han sucedido en la capital de los corsarios, desde la antigua Roma de los Césares hasta la Roma de Víctor Manuel III, ha dejado allí huellas en forma de murallas, de monumentos o de ruinas. Por otra parte, cada una de las poblaciones muy numerosas que la habitan: árabes, judíos, neros y europeos, tiene allí'su barrio totalmente istinto por su aspecto y por las costumbres de sus habitantes del bamo vecino. Esta es la gran originalidad de Trípoli, especie de ciudad-cigüeña en la cual se hallan en una sola varias ciudades: ciudad europea, ciudad israeliu y ciudad negra. Vista desde el mar — escribe un viaiero —, Trípoli parece encantadora. (Una cadena de escollos, emergida en parte se adelanU por el agua azul a tres quilómetros de la costa y lleva, en su raíz, por la parte de la tierra firme, una gran torre y fortificaciones. Al Oeste, se redondea el creciente de la ciudad, separado de la playa por una línea de murallas que domina una hilera de casas blancas con terrazas, y que limita, en la extremidad oriental del puerto, el palacio macizo del gobernador general, rodeado de jardines y dié palmeras. Minaretes tan esbeltos como ios de las mezquitas de Turquía y los m á ^ e s de pabellones donde tremolan las banderas consulares, aparecen por encima de las mezquitas y de las casas próximas al litoraL La ciudad árabe fué por largo tiempo la más importante y es hoy aun la mis poblada. f N Trífwli cuenta hoy, en efecto, unos 60.000 habitantes de los cuales sólo 12.000 italianos y 900 israelitas y además 1.500 malteses. La población indígena se compone de cerca de 40.000 habitantes. Toda la ciudad se halla dominada por la masa imponente del castillo que se encuentra en el punto de contacto de la ciudad indígena y de la ciudad europea. Construido en 1518 por los españoles, quizá fobre el emplazamiento de un campamento, ofrece todavía una gran impresón de fuerza maciza y de potencia militar. Hállase enclavado en la masa de las antiguas murallas de las cuales subsiste todavía una parte importante. Detrás de esas murallas, se extiende la ciudad indígena compuesta, como todas las ciudades de Oriente, de pequeñas calles sombrías, estrechas y pendientes, casi todas abovedadas y que recuerdan, como es natural, las de la Kasbah de Argel o de la ciudad indígena de Túnez. Vense allí algunos de los más bellos monumentos indígenas y de los mejor conservados. El más notable es la mezquita Caramanli o mezquita del Pacha, elevada en 1740 por el pacha que se emancipó de la dominación otomana. Es un edificio cuadrangular, bordeado de un largo pórtico sobre columnatas de mármol y coronado por un minarete octogonal que remata un farol o linterna puntiaguda. El Zoco de los turcos, así llamado por los antiguos dueños del país, es el lugar más animado de la vieja ciudad. Hállase formado por innumerables tiendas instaladas bajo galerías de madera, en medio de las cuales se alza otra mezquita notable, la mezquita Mohammed Pacha, adornada de una hermosa puerta de madera esculpida. En los alrededores se hallan otros zocos: zoco er Ribas, en el cual se venden toda clase de objetos fabricados, desde productos de alimentación hasta prendas de vestir, zoco de los orfebres en el cual se confeccionan joyas de filigrana de oro y de plata. En el medio de la ciudad antigua se eleva el monumento antiguo mejor conservado de Trípoli, el arco de triunfo de Marco Aurelio. Es un enorme arco de mármol, menos alto que la mayor parte de los demás monumentos análogos y de forma casi cuadrada, coronado por una maciza cúpula construida con gratides bloques. Los demás recuerdos de la antigüedad romana han sido transportados al museo arqueológico, donde pueden verse, een particular, varias hermosas estattias de Apolo, de Venus y de otros dioses y una interesante colección de monedas. N Nada es tan curioso como el contraste en' tre el arco de triunfo de Marco Aurelio y el aspecto de la muchedumbre que circula por la vieja ciudad. Aquí no nos hallamos en Turquía ni en Egipto y, contrariamente a lo que han hecho sus correligionarios de esos dos países, los musulmanes de Tripoli' tania permanecen fieles a sus costumbres tradicionales. Albornoces, caftanes, djellabas, feces, turbantes y chechias se ven con profusión. Las mujeres pasan estrictamente veladas, ocultando debajo de sus mantos blancos los suntuosos vestidos de seda y los collares de zequíes o de manos de Fatnuí. Majestuosos ancianos, cuyo turbante inmaculado y la túnica de seda amarilla y la hervnosa barba blanca, parecen salidos de un cuento de las Mií y tina noches, se hallan sentados a la puerta de los cafés moros delante de una minúscula taza de kawa. A veces pasa un cortejo nujxial: precedidos de músicos tocadores de darbouka o de flauta, danzantes y saltimbanquis, los hombres pasan sobre hermosos caballos magníficamente enjaezados y por la noche, cada uno de los invitados Ueva un farol. Pero buscaríase vanamente a la novia que, conforme lo exigen las buenas costumbres, tiene que permanecer encerrada en su casa durante la celebración de sus bodas... El barrio judío o hará, que fué antaño bastante análogo a la ciudad árabe, se halla en vías de modernizarse actualmente. Los israelitas de Trípoli han adoptado, en efecto, casi íntegramente las costumbres europeas. Los jóvenes de ambos sexos han renunciado casi todos al traje nacional: vestidos con ostentosos adornos, corpinos de seda blanca para las jóvenes, gandouras y feces para los jóvenes, para llevar el vestido o la chaqueta a la última moda de Roma. Han adoptado también las costumbres italianas y se mezclan activamente en la vida de los nuevos dueños del país. La ciudad negra, que es un arrabal de Trípoli, tiraie también un aspecto absolutamente distinto. Hállase formada por chozas cónicas cuya armazón de ramajes está recubierta de paja o de esteras. Bajas, estrechas, provistas de una puerta pequeña y desprovistas de ventanas, estas chozas forman al lado de Tripoli una verdadera ciudad sudanesa. Finalmente, desde hace veinte años, se ha elevado una verdadera ciudad europea al lado y alrededor de la vieja ciudad de Trípoli, como el Argel francés al pie de la Kasbah. Los italianos han trazado al pie de las antiguas murallas, que domiiu aun la enorme masa almenada del castillo de Carlos V, un C 767 magnífico bulevar. Este costea el mar en una longitud de varios kilómetros. Es ancho y está bordeado de hermosísimos jardines a la franccKi dibujados muy claramente. A la derecha del castillo, bordea la ciudad indígena y sus mezquitas todas blancas coronadas de cúpulas redondas; a b izquierda, bordea las construcciones europeas y los nuevos puertos. El puerto de Trípoli ha sido dispuesto de forma que se convierta en un centro activo de tráfico. Los trabajos del puerto de Trípoli son una de las obras más notables que haya llevado a cabo la dominación italiana en Libia. En primer lugar, ha sido construido un muelle de 2.000 metros de longitud, prolongado después por un muelle transversal de 800 metros y sucesivamente fueron construídos otros muelles secundarios. Fueron delineadas así cierto número de dársenas, sirviendo unas para los buques de reducido tonelaje, otras para los barcos de tonelaje más importante y otras, en fin, como dársenas de carenar. Ha sido instalado un faro y hoy tiene Tríp)oli un movimiento que excede de un millón de toneladas. Por la parte posterior, se extienden calles anchas, rectas, bien trazadas y bordeadas de hermosos edificios. Las construcciones nuevas, en efecto, no faltan en Trípoli. Los principales monumentos edificados por los italianos son la estación central, vasto y espacioso edificio de estilo morisco, el palacio del gobernador, palacio de mármol que descansa sobre una ligera columnata y edificado alrededor de un patio central de estilo morisco. La catedral católica, hermoso monumento gótico, de 25 metros de longitud, y de 46 de altura hasta lo alto de la cúpula. El hospital colonial Víctor Manuel III que podrá contener ochocientos enfermos, el palacio de Correos y la Escuela de Artes y Oficios. La ciudad italiana, además del magnífico bulevar que la bordea por la parte del mar (bulevar marítimo Volpi) y que bordean por la parte posterior los jardines de grandes hoteles, un banco y el teatro, está cortada por anchas calles o bulevares y aireados por extensas plazas. La plaza del Cuatro de Noviembre, extensa explanada desde la cual se disfruta de una vista sobre el mar, se extiende delante de la catedral y un jardín público ocupa, una parte de ella. Finalmente, la calle Víctor Manuel III, se halla formada exclusivamente de edificios nuevos, hoteles, restaurants, del Palacio de Justicia y de la oficina de las artes indígenas. Los edificios están construidos en estilo semi- 768 R V I italiano y semi-colonial. Casi todos tienen tan sólo dos pisos. El primero se halla bordeado de anchas galerías de columnas o de miradores. Todo ello forma terraza. Esta calle, como todas las de la cmdad italiana, está alumbrada por electricidad. Circulan por ella tranvías así como numerosos automóviles. H a y además servicios de automóviles organizados para poner en comunicación la capital y las principales aglomeraciones de la Tripolitania. Desde hace algunos años, Trípoli ha llegado a ser un centro económico importante. Todos los años se celebra allí una gran exposición : la Feria d e Trípoli. Reúnense allí, en un espacio de treinta mil metros cuadrados, agrupando los pabellones de las diversas regiones de la Libia y de la metrópoli, expositores que llevan los productos más característicos del cultivo y de la industria locales. En lo que concierne a la Tripolitania y a la Cirenaica, se ve allí una exposición d e la seda, una exposición de hidráulica agrícola, una exposición de motocultura, una exposición de silvicultura, una exposición oleícola, un concurso agrícola, una sección de la pesca, una sección de deportes y de turismo. La Feria de Trípoli tiene por objeto no sólo dar a conocer a Italia y a Europa los grandes resultados obtenidos por la colonización ita- T A B A N liana en Tripolitania y el desarrollar una dilatada corriente de negocios entre la Tripolitania de una parte y de otra la metrópoli, las colonias francesas de África y los demás países europeos, sino también el hacer de Trípoli un gran centro de turismo. Las curiosidades no faltan, desde luego, en los alrededores. Las principales son las ruinas romanas de Leptis'Magna, donde se han descubierto magníficos monumentos antiguos. El año último, se trasladaron a la feria de Trípoli más de ochenta mil visitantes. Diez mil de ellos se trasladaron a Leptis-Magna o a otras diversas localidades de la Tripolitania. De este modo es Trípoli actualmente lo que era Argel hace tres cuartos de siglo: una cmdad que el espíritu europeo se halla en vías de transformar, uniendo así a una parte de los indígenas y resucitando las actividades caídas en letargo desde hace luengos siglos. Menos aventajada que Argel, pues es el centro de un territorio menos rico, Trípoli, más próxima al Sudán, está llamada quizá a un gran porvenir el día en que se establezcan las comunicaciones transsanarianas entre la costa mediterránea y los países del Tchad. LEÓ.N (Versión de E. ABENSOUR Muñiz.) S E C C I Ó N DE E X C U R S I O N I S M O El Grupo Sol y Vida», en una salida de campo realizada en -Les ¥onteles>, de SardMiola, el mes de abril próximo pasado.