issue - Hemeroteca Digital

Anuncio
AÑO X
BARCELONA 15 DE MAYO DE 1933
NUM. 216
LA REVISTA BLANCA
ADMINISTRACIÓN •
S O C I O L O G Í A a CIENCIA - ARTE
calla Sulnaraa. 37
TalAfono SI780
REVISTA QUINCENAL ILUSTRADA
NÚMERO SUELTO.
0'50 pesetas
SUSCRIPCIÓN.
3 p e s e t a s trlm.
LA PRIMERA PIEDRA DE LA SOCIEDAD FUTURA
La actividad libertaria tras la
revolución
¿Qué actitud tonuirán las
fuerzas obreras el dia que se
dispongan a ser dueñas de sus
destinos?
Me sena imposible contestar a la encuesta de LA
REVISTA BLANCA atribuyendo a la contestación va-
lor o carácter general, ya que no estoy en posesión de los datos reales y efectivos que requiere
la situación y desconozco las eventualidades con
que tropezaría una revolución de tal envergadura
y origen — la caída de la sociedad burguesa — en
vista de que los trabajadores tienen por cada día
• más conciencia de su poder» y son más exigentes
•en el sentido de mejor vida y tener más persona'
lídad», suponiéndose que la actitud de los revolucionarios se manifestaría en España «en sentido libertario y con preferencias por una sociedad de
igualdad económica, sin Estado».
SI fuera así en proporción predominante y en
distribución relativamente igual a través del territorio total del país, podría considerarse la revolución como un valor homogéneo y triunfante. A
partir de un determinado momento, la falta de
resistencia. La desbandada de los que sostenían el
régimen caldo, el campo libre para continuar la
vida soda] sin obstáculos y cara a nuevas bases
de convivencia, determinarían el consejo favorable a los mejores modos de proceder. Sería conveniente, por ejempb, discernir inteligentemente lo
que conviene hacer con preferencia en la localidad, en la comarca y en la región, y también en
el orden internacional. ¿Cómo se trabarían ules
decisiones y «incordias a disuncia? ¿Por medio
del cambio o sin equivalentes en especie? ¿Por
unidades y medidas? ¿Se emplearía la generosa reciprocidad? ¿Qué procedimienKi de relación no uniforme imrí» el mis rápido y práctico, d más solidario según las posibilidades de lot participantes?
Todo ello supone como condición previa el he-
cho de que los anarquistas fueran quienes tuvieraii
b iniciativa y el pueblo la conformidad, contribu'
yendo con inteligencia, buena voluntad y eficacia
a no malgastar esfuerzos, utilizándolos íntegros para
la reconstrucción. También se da como hecho consumado el supuesto de que más allá de las fronteras del país anarquista no había para éste ofensiva
sino paz; por lo menos reciprocidad justa para el
cambio donde la importadón se impusiera a cambio de concesiones de exportadón mediante contratos o tratados prácticos y exactos.
¿Podemos afirmar que hay en alguna parcela del
globo la posibilidad de entrever semejante estado
de cosas? No creo que se aproxime la cosecha, y
de acuerdo con esta terminología, puedo añadir que
los frutos de la revolución maduran en fechas dispares porque la semilla es distinta en calidad y
desarrollo. Tan sólo con clima excepcional los frutos llegan a sazón, siguiendo la misma presteza en
la madurez. Cuando tienen color las cerezas faltan
algunos meses para la vendimia y también para la
recolección de la manzana. No puede concebirse
una semana de cosecha copiosa en toda la tierra.
La revolución extensa y homogénea no es menos
rara. Si se produce en alguna parte, sería en condiciones limitadas de lugar o sea en escenario local o poco extehso.
La diferencia que separa unos nücleos humanos
de otros, la que se advierte entre una determinada latitud conservadora y otra más propicia a la
valoración revoludonaria y libertaria, tiene caracteres de hecho que se produce en la historia de
los países todos con U fuerza de una ley tutural
por dedrlo así. Observemos sobre la pared tres
mapas de Europa: uno geográfico, lingaistico otro
y el tercero destinado a presentar la estructura que
han tenido las grandes divisiones territoriales hasta 1918. Se comprende que tan grandes unidades
tengan depresiones hidrográ&:at, llanuras agrarias
y montañas con prados, ríos, bosques y caza, uní-
738
R
dades económicas con fronteras rocosas propias para
la defensa. La población de las montañas y de los
bosques, la que vive en la llanura y en las urbes,
la que hormiguea en los puertos constituye un
todo de cierta homogeneidad casi inalterable y se
diferencia de otra en nivel de vida, actividad, indumentaria, educación, influencia progresiva o reac'
Clonaría, determinada ésta por el clero y la aristocracia rural. Hay que notar que entre Norte y Mediodía hubo siempre señaladas diferencias en facilidades para la vida, social en el Mediodía y aislada en el Norte, existiendo los temperamentos
acordes con cada una en los respectivos solares.
El industrialismo del siglo XiX no alteró aquellas
diferencias esenciales más que en parte, y aún añadió otras huevas. Los campesinos libertados del
feudalismo y en posesión de las tierras, se convierten, por regla general, en pequeños traficantes, tan
ávidos de ganancias y privilegios como los grandes
propietarios territoriales, y enemigos del proletariado de la ciudad. La industria ha uniformado
enormes masas de trabajadores urbanos y rurales
en localidades sin vida natural, lo que contribuye
a nivelar los espíritus, favoreciendo la leva socialista, la actitud pasiva para figurar en las filas del
socialismo autoritario. El militarismo produjo por
oposición temperamentos refractarios como nunca,
pero creó también mayoría de siervos resignados,
obedientes... Estas influencias se dan en todos los
países en proporción variable y no hay censos humanos que tengan desarrollo homogéneo. Si un
país tiene bogares cié vida intensa, avanzada, centros de vitalidad progresiva, cuenta también con
rejones indiferentes y hasta reaccioharias.
N o creo que tales diferencias reales y efectivas
puedan obstaculizar una revolución social solvente,
basada en u voluntad colectiva de la pobbción
avanzada. Opino que el sector rezagado dejará
hacer y tratará induso de aprovechar los beneficios de la nueva ntuadón cuando suprima los
impuestos, k» procedimientos civiles y criminales,
las hipotecas y las deudas, el servicio militar, la
política, etc. De un día a otro no podrán tener
los rezagados la preparación, la voluntad y la
capacidad del socialismo generiKo, abnegado, libertario.
Hay junto a los rezagados los avanzados pervertido», los socialistas autoríurios, quienes oyen hace
setenta afios que es preciso conquistar el Estado,
es decir, elevar a los jefes a lugares dominantes y
«stabiecer asambleas semidemocráticas. Parlamentos
o Sovieu. En cualquiera de estos casos se llega a
la dictadura de lo* jefes mediante la asamblea y
la concentración de ministros o cmnisarios «del pueblo», dos modalidades distintas de una misma esenó a , doi platos iguales con distinta salsa.
N o punió adivinar lo que haría la revolución
coa tantos fanáticos y tantos dotnésticos. Aun
cuaado k» adhmaites poco preparados prescindieran de k» jefes, no por ello pasarían a ser capa-
B
N
citados con voluntad y mentalidad para crear una
sociedad que los libertarios sabrían gozar. Incluso
entre los mismos hombres de convicción bbertaria
habría grados de eficiencia, de talento, de desprendimiento, de iniciativa.
Hay dos categorías que serían al principio valores
negativos y hasta podrían representar obstáculos
y peligros: los despreocupados, «los que no tienen
nada en la cabeza» ni están acostumbrados al esfuerzo cerebral como tampoco a vibrar por los principios morales; la otra categoría es la de los que
tienen un carácter señaladamente burgués, clerical
o burócrata, egoísta y autoritario. No siempre están
exentos de talento y poseen la suficiente habilidad
para deslizarse hacia los grupos sociales de avanzada y sabotearlos, dominarlos o explotarlos. Los
conocimientos y aptitudes de carácter técnico que
poseen, les convierten a menudo en seres útiles,
hasta indispensables, mientras que su sinceridad
puede ser dudosa.
Las cuatro categorías enumeradas — rezagados,
autoritarios, indiferehtes y adversarios — existen en
todos los países y existirían en cualquier zona en
que los anarquistas pudieran hacer frente a las fuerzas de! Estado. Las cuatro categorías anotadas existen en todos los pueblos y singularmente en ciertas partes de ellos, igualando o sobrepasando al
número de libertarios de otras.
Las cuatro categorías tienen un objetivo social
que consiste en agravar el viejo egoísmo con el
nuevo. Cualquier rumbo que llevan los rezagados,
los autoritarios, ios indiferentes y los adversarios
con respecto a los hecho que presento en hipótesis, serán lo que fueron y io que son, ya que les
falta simpatía, voluntad libertaría y práctica de
solidaridad soaal.
En todo momento y por completa que fuera la
derrota del sutema presente y de sus fuerzas auxiliares, ocurriría que en cada localidad o grupo de
localidades — distrito autónomo — se produdria una
situación intimamente distinta según las calidades
y cantidades representadas en el núcleo por cada
una de las categorías. Los libertarios tendrían libertad en un sitio, se verían comparados con acometividad en otros, y siempre se producirían u l e s
hechos en proporción variable. Convendría ponerse
en guardia contra tentaciones y ligerezas centralizadoras, contra la opinión de las mumas asambleas
que formulara la necesidad de nivelar la actividad
y la conducta reglamentariamente con vistas a la
uniformidad. Equivaldría la desviaaón hacia las
prácticas del gubemamentalismo y acabaría por ponerse mano en todo, estableciendo la diaadura
política y social. Como oposición convendría hallar
localmenie soluciones apropiadas y oportunas, restabledendo el equilibrio y apadgiiando ios nervios
cuando Uegaran a tensión excesiva.
Un ejemplo expresivo puede referirse a la n ^ e sidad de rea{^upar voluntariamimte a los habitantes de «na comarca. Los UbcrtaritM que vivieran
R
V
í
T
aislados en un poblado reaccionario, se trasladarían
a otro que tuviera mayor número de libertarios.
Los reaccionarios harían lo mismo emigrando hacia
medios de elección Ubre que les fueran gratos, respetándose unos y otros. Como no pueden trasladarse terrenos, edificios, maquinaria pesada y grandes existencias de mercancías, el transporte de iodo
lo demás, muebles, útiles, enseres y herramientas
de uso personal, con interpretación amplia de lo
más conveniente, se haría ordenadamente, sin formalidades enojosas, con buen talante. Hay quien
tiene apego al pueblo natal, a la casa, a! ambiente
que le es habitual. Tanto si es reaccionario como
libertario, no saldría del ambiente propio contra su
voluntad quien quisiera permanecer en el. Hay seres que prefieren cambiar de residencia y domicilio, que ven con gusto la facilidad de elegir lugar
donde situarse. Cabe la objeción de que podrían
acumularse poblaciones completas en las que tuvieran que vivir mentalidades antagonistas, sistemas
sociales en pugna. Puesto que las diferencias existen y existirán mientras no haya uh sistema único,
infalible y superior a todos, aceptado por la totalidad — no estamos en disjiosición de adoptarlo.
Ciertamente —, los antagonistas existen y con frecuencia en mayor número que nosotros; es indispensable, pues, que estén en alguna parte.
El único medio, a mi ver, de llegar a una convivencia grata es practicar el desinterés, la generosidad, la amplitud de concepciones y la bondad en
la conducta. Lo contrario no puede producir más
que efectos adversos, gubernamentalismo de nuevo
cuño, rigor y severidad, limitación pedantesca y
orgullo avasallador. Tal ocurre en Rusia. Los vencedores no han hecho más que socializar la infelicidad, cerrándose ellos mismos el paso hacia los
sentimientos humanos por su altanería y su crueldad. De igual manara la jerarquía, la burocracia y
la rutina son soportes del régimen que tutelaría
la socialdeinocracia.
Creo que las organizaciones sindicales considerarán cumplido su cometido, dejando vía libre a las
nuevas formas, cualquiera que sea la intervención
de aquellas organizaciones en el hecho revolucionario. Ño creo en la hipótesis — convertida en dogma
para muchos — de lo que serían el germen, el embrión o el cuadro, la Internacional de sesenta
aftos atrás, la C. G. T . de Pouget, los organismos
sindicales de formación más reciente en la sociedad
nueva... ¿Acaso el embrión no es un cuadro y el
cuadro un embrión? Se trata de teorias delirantes.
de simplismo, de salidas de tono; se trata de argumentos de arenga para rcciutar adeptos la Internacional y los sindicatos, para erigirse los dirigenl«« en tutores y pedagogos, por no decir en due''**» de la sociedad nueva. Lenín se hizo dueño
°^ Rusia. Todo partido, socialistas o no, aspira a
» iniínio y trata de realiiarb si puede.
El nuevo orden de cosas que no hiciera algo
onginal desde su iniciación, ya desde el primer día,
N
739
y fuera a remolque de! embrión o se hiciera inscribir en un cuadro sindical por toda actividad,
no conseguiría gran cosa. El aparato sindical en
los distintos países no se distingue como un modelo
de eficacia ni de armonía. Centuplicado el número
de adherentes hasta comprender la Humanidad, ¿no
aumentaría también la fricción, el roce y la ineficacia? Estas cuestiones tienen uii aspecto en la vida
y otro muy distinto en los estatutos y en las
utopías.
Sólo puede servir la rutina para rebajar hasta la
bagatela el pensamiento revolucionario, reduciéndolo
a la más cómoda y asequible de las fórmulas: «al
día siguiente de la revolución todos al sindicato y
la sociedad libre empezará a andar por su pie«.
Es algo tan simplista como pensar que al día siguiente de la revolución todo el mundo vivirá el
comunismo libre por el hecho de que todo el mundo
se llamará comunista libre. La historia no conoce
transformaciones repentinas, cambios eii 24 horas:
experimenta un gozo febril cuando cede el mal
viejo. Todos respiran en España como el día 14 de
abril; la completa transformación no se opera. Para
la renovación precisa el esfuerzo y se requieren
también medios. La nueva creación los pide y los
necesita.
No niego que el organismo sindical pueda y sepa
desarrollar relaciones de diverso carácter. En la vida
local está comprendida la profesional, tan propia de
los sindicatos. Las ideas que unen al hombre con la
obra del pensamiento humano y frecuentemente con
núcleos especiales como la anarquía que nos interesa y agrupa, figuran también en el terreno de la
actividad creadora, como el placer estético y cualquier otro matiz de las inclinaciones humanas. Todas estas manifestaciones unen a los hombres por
un dédalo de relaciones, y la sociedad nueva tiene
precisamente por objeto permitir «a todos» la vida
propia que cada ser apetece y que el régimen actual
reserva para unos cuantos privilegiados.
Será preciso, pues, comenzar «en toda b línea».
El sindicalismo, lo mismo que los Municipios libres o cualquier otro organismo local, no tendrán
tierecho de tutela sobre los hombres emancipados,
como tampoco los doctrinarios, los teóricos y crítieos de las ideas. Los choques serán considerables
y por desgracia inevitables. Todos tenemos mucho
que aprender y no es otra la razón del litigio presente.
El Municipio libre que no corresponda a un pueblo puramente agrario, se verá afectado por el
problema de la relación económica. Será fácil solucionar la cuestión del trabajo de urgencia local, industria panadera, etc., y fácil también la suspensión
o reducción del trabajo dedicado a fabricar objetos
de lujo. Habrá labor abierta y suficiencia de brazos para las obras de general utilidad, construcciones, reparaaones y mejoras. Se realizará la vuelta
a la tierra, a los trabajos agrícolas y de jardinería.
Al propio tiempo, los agricultores vivirán en con-
N
740
tacto más constante con el poblado. Pero, ¿y los
trabajadores que producen lo que no puede consu'
mirse en la localidad donde residen? Dos divisiones se observan de tales trabajadores: por una parte, productores agrícolas de frutos especiales, mineros, ganaderos, pescadores, etc., y por otra, los
que emplean primeras materias que llegan de fuera
como la industria textil, la metalúrgica, etc. Entre
los primeros se oye el clásico grito de «¡ La mina
para ios mineros; la tierra para los campesinos!».
Y dicen los segundos: «¿Por qué excedemos en el
trabajo si locaknente tenemos bastantes géneros,
máquinas y objetos de comercio?». La misma pregunta se hacen los proveedores de primeras materias, lana y hierro.
Serán transacciones a larga distancia con persohas desconocidas, incluso con mercaderes de países
sin solidaridad revolucionaria. No se trata de un
simple cambio entre productores de lana y géneros
manufacturados. Se trata de que el intercambio tenga oportunidad. El dinero fué hasta ahora el intermediario más ágil, si bien los Estados han embrollado tanto las cosas y saboteado las relaciones económicas, que apenas hay lugar para el intercambio
a base de confianza mutua, no quedando más que
el oro que se tiene o no y que no se puede improvisar, paralizándose todo en caso de carencia.
La nueva sociedad progresiva tendrá necesidad de
merecer confianza que permita la movilización de
materias primas y productos, y posibilite una existeiKia amplia y libre. La movilización tiene excepciones restrictivas como la tasa, desagradable en
genera] porque se presta a la suspicacia y al pánico, alimenta el egoísmo, la desesperación y el
espíritu insolidario.
Suponer que desde el primer día las expediciones a través de un país, de un continente y hasta
del globo, han ek luMrse de acuerdo con el comunismo más generoso y desinteresado, mediante las
máximas facilidades, es suponer mucho; creer que
todo se producirá en todas partes con maqninismo
eficiente y cultivo intensivo segiín la utopía de
Kropotkin, es excesivo. Este describió en «La con<
quista del pan» el hecho de que un solo Munidpio
urbano declare su indepen<feñda, y recoaodó que
en una situación de triunfo general o por lo menos
territorial — nacional — de la revolución, pueden establecerse distintos acuerdos. A una situación hipotética parecida me reíieto ahora. Kropotkin no
fiab» gran «»sa en el comunismo de generalidad,
ya que supuso que habría períodos de lucha, que
•e suspenderla el transporte y la circulación mediante el bloqueo, cerco económico. Concibió la
producción localizada a lodo trance. Sofíó en una
nueva Gmraiu de París, cercada de nuevo y con
OM^os de leeigiencúi alimenticia con incubadoras,
«cétefa. ESOÍIMÓ lo fMccedente en 1890. Podemos
leer hoy qoe los akedadorcs de SuMghai «mstitoian
un i>añíM» de cultivo intenÁvo. trabajado «»n k
pthmt
mericwloiidad di; los diiaost b s vegas se
han convertido en cráteres y abismos a consecuencia de bs tres o cuatro semanas de bombardeo
aér»} consumado por las japoneses, estrago medio
olvidado ya por el público.
Convendrá aprender la práctica de transacciones
útiles y sólidas a distancia, y no es fácil favorecer
aquel propósito esperando que haya comunismo y
generosidad. Para que haya comunismo es preciso
preparar su advenimiento con enseñanzas y experiencias de generosidad si se piensa que ésta no
existirá en los primeros tiempos de la sociedad nueva. Cualquier momento es bueno para el ejercicio
de la generosidad.
El comunismo no tendrá realización económica
si no vive en nosotros mismos moral e intelectualmente. Permanecemos siempre en el terreno de
la más estricta retribución, en el de las compensaciones y equivalentes para llegar 3 una reciprocidad exacta, medida. N o cedemos terreno en la
discusión y con frecuencia nos empeñamos en alardear de razón, humillando al adversario. Si se produce una disputa, se perpetúa y se envenena. Si
hay dos organismos en tensión, se coiukicen como
Estados rivales y ninguno hará los posibles por facilitar una solución. Se perpetúa también la guerra
y las mentiras de La nueva diplomacia.
Lo que han sabido organizar los comerciantes
burgueses — circulación de primeras materias y mercancías con un máximum de exactitud y velocidad
y un mínimum de gasto y esfuerzo — es posible
que no pudiera organizarse si se encargaran de
ello comités socialistas y anarquistas, como habría
fracaso si el tráfico se debiera a la gestión del Estado, a un morrapolio oficial.
Observando el movimiento obrero, tanto el de
derecha como el de izquierda, se advierte lentitud
e ineficacia. Estas se derivan de la mentalidad que
teme perder ventajas si cede un poco. Se ve, sobre
todo, ausencia de esa generosidad que es esencia
del romunisino libertario. De la práctica de la generosidad antes del período revolucionario depende
que pueda sustituir al cambio comercial la circulaa ó n libre de primeras materias y productos varios.
Para que exista una sociedad de tipo comunista
libertario, predsa también que desaparezca de las
mentes la idea de apropiación privada por una asociadón kxal de las riquezas naturales o de las ventajas de carácter municipal. La mina no es del
minero, la tierra no es del agricultor, ni América
de k» americanos. Las minas, las berras y América
son todas de todos. De lo contrario, despidámonos
de todo socialismo solvente y serio. Ni siquiera
valdría la pena de insistir, ya que si los accionistas de la mina, d terrateniente y los patriotas locales stwtienen que la mina, b tierra o América
les pertene«ai. «mjo si sosticnea k> mismo Un
mineros, l«i agricultores o los patriotas, cesan de
ser solidarios y por consiguiente crean
manop^im
que excluyen a una parte de los htmibrea.
Aptwtthstr
una venuja tutural tal ax»
un le'
N
R
rritorio feraz, un país nuevo y espacioso para uti'
lizar sus fuentes de riqueza, significa establecer la
desigualdad, y esta ya es sabido que pide siempre
protección a la fuerza y legalidad a la autoridad.
Practicar la igualdad equivale a crear y difunde el
sentimiento de solidaridad. Si los Municipios libres
que tienen una posición ventajosa, la pusieran al
servicio de la totalidad de los hombres en rebcl'
día, la solidaridad recibiría un impulso gigantesco
y también la expansión del fervor revolucionario
si estuviera todavía limitada el área de la revolución.
Si Rusia hubiera obrado de acuerdo con tal espíritu, los socialistas de todo el mundo, sintiéndose
solidarios, hubieran acudido a defenderla. El capitalismo se hubiera visto impotente ante la falta
de brazos para él, lo que redundaría en beneficio
del intercambio mundial. En los últimos quince años
Rusia ha sido un Estado hermético, egocéntrico,
como el resto de los Estados. N o halló apoyo moral hi material y tuvo que limitarse con dinero
a fundar simulacros de partidos, ejemplos de verborrea inacabable y sin base moral.
Me parece evidente el hecho de que se aproximan cambios sociales, pero nuestra causa está
lejos del triunfo, - sufriendo la influencia adversa
de esto» tiempos. Reclama ante todo amplitud y
brfoj creo que hallará uno y otra si va al encuentro de la generosidad, de b'variedad y de la belleza, no en raquítico embrión ni en )iing:ún cuadro, siempre pequeño y raquítico para contener una
Humanidad libre. Para impulsar nuestra causa convendría hacer algo distinto, algo que no he de
discutir aquí. Si triunfara, la acción local y regional como la internacional tendrían que ser rápidas, ingeniosas, generosas, sensatas, técnicamente
eficaces y sólidas.
Los militantes harían frente a las vicisitudes más
diversas, y como el navegante no se dejarán desorientar por ninguna preocupación cuando naveguen
por una cdsta difícil. En los primeros momentos
del movimiento subversivo es cuando existe el peligro de las falsas rutas, de la pérdida de tiempo
en banquetes, satisfacciones, parlamentarismo político o de comités, asambleas o consejos soviéticos.
Hay una serie de cosas que hacer — las que técnicamente corresponden al momento sin contradecir
el objetivo — y que suponen nada menos que la
741
convivencia libre y feliz de los humanos. Inteligencia y generosidad son cualidades y distintivos
de la finalidad principal, y como no pueden improvisarse han de operar en nosotros, en nuestro
mundo interior desde que nos decidimos a darnos
por entero a la obra predilecta.
I Señal de vigor y de esperanza haber sometido
estas cuestiones a libre plática! Aun cuando lo que
se discute aquí no tenga realidad inmediata, algiín
día podrá tenerla en una zona del mundo y será
muy lamentable que hayan de observarse indecisiones, impulsos momentáneos o improvisaciones.
Por el bien de todos convendrá hacer bien lo que
nos espera, procurando que la nueva vida social
no se inicie con trabas procedentes de la constante
obstrucción, azote del viejo mundo y signo antivital de estos aciagos días. La vida social del pasado habrá caído con sus instituciones: Estado y
Monopolio.
Como sobrevive lo viejo en el espíritu de los
militante,-:, les digo que lo abandonen. Despréndanse del espíritu viejo que late en el movimiento
obrero cuando éste no cuida los principios morales
y sólo se afana por alcanzar el Poder. Recordemos
las palabras de Bakunín: "Para hacer una revolución radical, es preciso atacar posiciones, destruir
la propiedad y el Estado. No habrá necesidad de
destruir a los hombres ni condenarlos a la reacción
ineviuble e infalible que producirá en la sociedad
el asesinato de seres humanos. Si se quiere ser
humano sin dafio para la revolución, habrá que
mostrarse implacable. Habrá que destruirlo todo;
primero que nada la propiedad y su corolario inevitable: el Estado. He ahí el secreto de la revolución.»
Lo contrario se hizo en Rusia: se destruyó al
hombre, se divinizó el Estado y se adjudicó a éste
la propiedad. Los defectos de Rusia a partir de octubre de 1917 se erigieron en virtudes y en doctrina, pervirtiendo los cerebros, ya desorientados
por la catástrofe mundial de i9i'4. Quienes conserven lucidez de espíritu, harán bien en dilucidar
cuestiones como la presente. N o puedo yo contribuir a su estudio más que con las precedentes y
accidentales observaciones.
M. NErn,Au
(Trad. de F. Ató¿2)
" E l V a d o " . C u a d r o de A l á e m o n Talmadáe- — Galería de Arte de Oldham
Peásaje mgtís, áe tranquila, calma, dulce mitiiru/ejíi. Las vacáis vadeMido el río, en el atardecer sereno y perfumado;
el Sol, columpiándose en el horizonte, cercano su
OeOsOt los prados apactbles: los árboles perfilando sus sduet^s en el cielo límpido. Todo este ambiente familiar y puro se percibe a través del pincel mágico de Talmage,
uno de los mejores artistas británicos.
V
J
N
743
La primera piedra de la sociedad futura
IV
La estructura. — La nueva sociedad, que tiene
por fundamento velar, conservar, superar y enaltecer el individuo, por y para el individuo, puede
regirse por las principales comunas, divididas en
departamentos, a saber los más elementales que
se refieren a Las necesidades prácticas de la vida:
Comuna
ción
de
la
Produc-
Comuna del Consumo.
.
Agrícola
Industrial
í La alimentación
La vivienda
I El vestido
Conmna de la Educa^
ción y Ui Cultura. . .
instrucción primaria
Instrucción secundaria
Estudios superiores
Fomento de La cultura
Fomento de las artes,
ciencias y oficios
Zomuna de
Transportes.
Correos
Telégrafos
Ferrocarriles
Otros medios de locomoción y transporte
Zomuiui de
Clon
Experimenta'
Práctica
Técnica
Primeros auxilios
La medicina
La cirugía
Ciencias médicas
Comuna de Sanidíui
. •
Comuna de Defensa.
( Contra posibles ataques
. . ) de mvasión
Comuna de la Construccjón
La vivienda
Fábricas
Puentes y caminos
Arsenales, etc.
Todas estas comunas, como dijimos, estarían
unidas por un lazo común y constituirían la Federación de Comunas Libres que representan la
nación, sea el sentir de todos los ciudadanos en
todas las manifestaciones de la vida.
De este modo, además de empezar su funcionamiento el día de La revolución, tendríamos un plan
de trabajo a desarrollar, fuera de las normas actuales, para aliviar en lo posible al individuo de
una ruda labor, como seria: crear nuevos medios
para trabajar la tierra; hacer colecciones de »e" " U M ; íTMr laboratorioi para experimuitos agrí-
colas; fomentar la irrigación; construir grandes
represas al efecto, etc. No permitir la cría de
ganado en el mismo hogar, para evitar fiebres,
pestes y enfermedades que denotan la mente de
los hombres en nuestros días.
Dedicar nuevas tierras a pastoreo; crear grandes cabanas para guarecer los animales; fomentar
la ganadería lanar, etc. Fomentar la industria;
fabricar máquinas agrícolas en general; construir
fábricas de electricidad y aprovechamiento de la
fuerza hidráulica; construir astilleros, aviones,
dirigibles, etc., para correspondencia y transporte
de mercancías; construir viviendas cómodas e higiénicas, vías férreas, carreteras, puentes, caminos, etc. Controlar severamente el funcionamiento
de las minas; fomentar la producción hullera y los
metales necesarios. Fomentar la química, la técnica y la electricidad; hacer estaciones radiotelefónicas y radiotclegráficas; fomentar la aviación;
crear medios de transporte, marítimos, terrestres,
fluviales y aéreos para la comunicación en general.
Fomentar el intercambio de productos por escasa
o super producción: relacionarse con todos los
grupos reformistas extranjeros. Enviar propaganda
y ayuda en todo lo posible. Enseñar al individuo
sin credos de ninguna especie; instrucción primaria y secundaria obligatorias; crear escuelas técnicas en general y prácticas; fomentar la literatura
y las artes; designar profesores para investigaciones científicas; elevar la ciencia medica a su verdadero grado y destino; fomentar todas las ciencias, humanizándolas, especialmente aquellas que
precisamos para la vida práctica; crear sanatorios,
escuelas, jardines, y propender a desalojar las
grandes ciudades, focos de infección, y establecer
una sanidad permanente que se interese por la salubridad e higiene en general.
Este plan de trabajo no es fantasía: se puede
realizar, se realizará, no en un día ni dos, pero
tal vez en veinte, treinta o cincuenta años. El
horario de trabajo podrá establecerse de acuerdo
con las necesidades, tantas horas diarias, habiendo u n día feriado cada tres días para los que
hacen trabajos manuales o intelectuales llevaderos, y un día franco cada dos días para los trabajos abrumadores mientras la técnica y la industria no puedan realizarlo, suprimiendo al hombre.
La sanción. --En
la nueva sociedad h o es menester policía. Las grandes calamidades que diariamente se suceden en la actual sociedad burguesa
no tendrán entonces razón de existir. N o se registrarán rabos, crímenes, riñas, etc., por cuanto
744
R
V
I
el individuo será libre: tendrá su pan asegurado,
disfrutará de los bienes que la buena armonía de
los hombres en contacto con la Naturaleza le proporcionan. Aniquilado el egoísmo materialista e
individual, dejando únicamente el de ser útil a los
demás y las bajas pasiones no tendrán razón de
existir.
Cada individuo velará por la salud, la armom'a
y bienestar de todos; siendo así toda anormalidad
tiende a desaparecer. El robo no representará una
codicia: teniendo el hambre todo lo necesario
como para vivir en holgura, nada le puede inclinar
al robo. El crimen desaparecerá, pues no habrá
móvil alguno que pueda inducir al hombre hacia tal fin. en el caso de llevarse a cabo, por circunstancias espaciadas, debe remitirse al delincuente a un observatorio de observación. Notándose no existir en él rastro de anormalidad, al
reincicür, su castigo podrá consistir en destinarlo
a trabajos más rudos, pero gozando de los mismos derechos que cualquier otro miembro de la
colectividad. En caso de anormalidad mental, debe procurarse su curación por todos los medios,
hasta hacer de él un hombre racional, útil a la
colectividad.
Cada individuo, de este modo, será policía de
N
sí mismo, ya que lo que no sea bueno para otro
tampoco lo será para sí mismo.
En el caso de existir criminales intenciones cuyo
fin es aniquilar los miembros de la comunidad,
sin haber mediado condiciones psicológicas, por el •
solo hecho de no estar conformes con el nuevo
régimen, repetimos, no debemos aniquilarlos, sino
destinarlos, por cierta cantidad de años, a las faenas más rudas. De este modo, yendo educándolo
poco a poco en e! sentido de hacerle reconocer su
delito, pero sin emplear los medios que hoy utilizan todos los Gobiernos, el hombre se dará cuenta del mal y procurará evitarlo en lo sucesivo.
Al cumplir la corrección impuesta, se le dará otro
trabajo más llevadero, y su falta anterior no amenguará en lo más mínimo su |>ersonalidad ni consistirá en una mala nota para el futuro.
De este modo, no explotando al delincuente,
dándole igual qeu a todos su parte correspondiente para la vida, haciéndob trabajar igual que todos
por el bienestar de todos, tamf>oco necesitamos
otras cárceles ni otra justicia.
Esta corrección debe alcanzarle a todo aquel que,
vulnerando las reglas de armonía que son eje de
la sociedad hagan uso de armas: éstas estarán en
un arsenal, resguardadas, para, en caso de un ataque, emplearlas en la defensa de la colectividad.
Oportunamente, después de la revolución y una
vez organizado el régimen, cada individuo deberá
hacer entrega de todas las armas, sea de la calidad que fueren.
La nueva sociedad no necesita afianzarse en las
armas, símbolo del crimen, sino en la fraternidad.
Todo crimen, sea del tenor o carácter que fuere, como así también cualquier otro atentado a la
libertad de los ciudadanos, no deberá tener otra
sanción. Utilizar al hombre para el bien -del h o m '
bre. Cualquier atentado a un miembro de la colectividad afecta a todos y, en consecuencia, de
este modo se evitarán todos los pormenores que
hoy son un lenitivo para la sociedad presente.
El hombre entonces tendrá confianza en sí misrao y poco a poco irá comprendiendo que dentro
de la naturaleza humana hay un lugar para él que
debe Uenar de la mejor forma posible. Siendo el
hombre hermano del hombre únicamente el egoísmo de ser bueno, justo y Ijbre hará perpetuar la
fraternidad en la tierra.
La familia. — La unión del hombre «MB la mujer es libre, hte puede haber intervención alguna
en ella, puesto que toda obligación sería una imposición y, por consecuencia, símbolo de autorid a d : en esto consiste el amor libie que pregO'
natnos.
Nintes.
Jardín de U VortUma, — Grupo
co *En ruta hada el amorit.
escultóri'
La familia es indisoluble en lo que respecta al
deber de Jo* padres pata con k » hijos. En el caío
que el hombre i) h inujet doieen romper el pacto
L
A
V
I
S
T
de unión libre que se hicieron, son libres de haccrlo, pero con la condición de que el hombre o
ia mujer, indistintamente, ocupen el lugar de otros
padres; deben reconocer como suyos los hijos,
aunque no sean de los dos.
Por ejemplo: el hombre no está conforme con
vivir, con hacer vida común con la mujer, y se
separan; en el caso de unirse con otra mujer que
tenga hijos de otro hombre, aquél debe rcconO'
cer los hijos de la mujer con quien va a unirse,
en lo que se refiere a velar por su salud, su cultura y educación. Lo propio deberá hacer la mujer en el caso de unirse con un hombre que tenga
hijos, aunque éstos no fuesen de ella. Al referirnos a una rotura del lazo conyugal, descartamos
por anticipado los casos de fallecimiento de alguno
de ambos, etc.
El amor libre tal cual algunos lo sostienen, es
una aberración. Suponer que no habrá más contacto entre el hombre y la mujer que el contacto
sexual, es inconcebible, pues en este caso los hijos
serían hijos del acaso, y nosotros sabemos que la
mejor educación es la que se recibe en el hogar;
fuera de él puede haber imposiciones, pero dentro
ho hay leyes, no hay más autoridad que la de
los padres, y que en muy raros casos no se interesan por la conservación de los hijos.
Este sistema ha sido empleado por Rousseau y
no es de acatar su procedimiento por demasiado
materialista. Es necesario comprender que la nueva sociedad no debe estar basada en principios
materialistas, sino más bien sentimentales.
La familia es la base de la sociedad : destruid la
familia y la sociedad se caerá por sí sola. Roma
más que nada fué a la ruina por haber pervertido
la familia: primero fueron los nobles, luego los
plebeyos.
El padre o la madre que no quiere a su prole
no se quiere a sí mismo. El hijo que se cría al
margen de la madre tiene siempre características
particulares que tienden en principio hacia la degeneración. Sobre este punto las estadísticas son
matemáticas. Es preciso evitarlo. Los hijos no pueden ser criados al azar; por muy buena educación que reciban, siempre será inferior a la de la
madre, pues se hará hombre sin estar saturado de
las caricias maternales que tanto influyen en el
corazón humano.
El calor de la madre es la primera educación del
hombre y también la más efectiva. Nadie hará
tanto por el hijo como la madre misma : es algo
de sí propia, y por ello la Naturaleza le infunde
su scnumiemo moral. Las mismas especies criminales «enten la necesidad maternal. En ello estriba
el principio de la familia y. por lógica consecuencia, también el fundamento de la sociedad.
Por ello es que el padre natural o adoptivo esta
obligado a mtcresarse por la vida de los hijos en
sus múltiples necesidades, ya sea de moral, hi©eae. aMo, etc.
B
L
N
A
745
Cuando se destruye el pacto conyugal es prueba
que falta el cariño de una de las dos partes. En
consecuencia, ya sea el hombre o la mujer quienes
pretendan desunirse, es sabido que hasta allí existió un amor que ahora toca a su fin. Como quiera
que la sociedad nueva no puede estar basada en
los apetitos sexuales, lo que traería por resultado
la degeneración, inevitablemente, el hombre o la
mujer siempre estarán sujetos al deber de los padres para con los hijos.
En caso contrario, si a! hombre y la mujer les
uniera únicamente la satisfacción del apetito sexual, cabe suponer, se iría directamente a la corrupción. Pero debemos ser más científicos: generalmente, y salvo casos de anormalidad comunes
hoy día, merced al avance de nuestra civilización,
li propia Naturaleza al avivar en la especie los
goces del sexo lo hace como necesario para la perpetuación de la especie, y no con un fin de momento, en el que con la vitalidad desaparece el
deseo. Además de la satisfacción momentánea, queda otro mas poderoso: es el germen que se va
criando movido por su autoridad y que en momento oportuno, a su vez, realizará la inisma operación. El sentimiento, o mejor dicho la satisfacción del deseo es, así, inatcrialista, mientras que
el de la procreación, apoyado a aquél que es el
motivo del deseo, puesto que los órganos se hallan
en disposición de realizar la obra de perpetuidad.
es el más profundo.
Tengamos en cuenta que los hijos nacen sin su
voluntad. Nosotros no les pedimos autorización
para hacerlos; los lanzamos a la vida pisoteando
su consentimiento. Es preciso hacerlos entonces
nuestra carne, nuestro corazón; que sus penas
sean nuestras penas y sus alegrías nuestras alegrías.
La familia, entonces, en los casos anotados y
con el fin indicado, será indisoluble, por ser la
base más firme de la sociedad, la principal.
CAMPÍO
Un
aspecto
de h excursión organizada
compañeros de Nitiies.
CARPIÓ
por
los
746
R
B
N
A
Conciencia individual y teoría de masas
Estamos viviendo un momento álgido en
la vida de España y en ese mismo reducto
de la existencia ideal, esto es. del proceso
evolutivo y ascendente de las ideas.
Aparte los múltiples factores ajenos, originarios del instante español, de su culminación revolucionaria, de las posibilidades abiertas ante nosotros por la prueba democrática
a que se ha sometido el pueblo hispano, hay
los factores propios, las causas hijas de nosotros mismos, que precipitan los acontecimientos y que nos hacen detener la mirada
atenta en el umbral de ese hormigueante mundo de nuestras cosas.
España, país actualizado por la caída de la
monarquía, y las jjersjjectivas que el entronizamiento de la República abría ante los ojos
de Europa y del universo, ha visto proyectarse sobre ella múltiples influencias. Hemos
presenciado la marcha doble sobre España de
todos los hombres que representan algo en el
intelecto moderno y su paso fjor este país que
precisaba un nuevo meridiano europeo.
Algunos han venido en tren de observadores atentos, un poco emocionados, y desde
luego más a aprender que a enseñar, a esta
tierra. Otros, por el contrario, han venido a
colonizare! agro hispano, a europeírar a! puc
blo español, admitiendo sólo que había un
buen abcno. Entre estos últimos se cuentan
incluso no pocos hombres de ideas, imbuidos
del prejuicio de que España es el principio
de África y de que los españoles, en su mayoría analfabetos, no saben el abecé de las
ideas y de la filosofía.
De ahí que ahora, con no escaso asombro,
hayamos de ver abiertas cátedras de aificicn'
cia en nuestros medios. Cuando ya estábamos de vuelta de las Federaciones de InduS'
tria, organización del tiempo de «las tres clases de vapor», Besnard ha dedicado un voluminoso libro y numerosos cotvfereiKÍantes
no pocas hwas de charla, a convencemos de
que las federaciones de industna son la última palabra en materia de sindicacicn moderna.
Cuando en España el proletariado, aleccionado por la historia, veíase ya libre de toda
veleidad polltca. hemos visto cómo se nos
importaba de Inglaterra y de Francia un programa que aceptaba el colaboracicmismo con
los partidos de izquierda. Cuando aquí, a cien
codos sobre el nivel moral del resto del mundo, mal que les pese a los escandinavos, el
movimiento obrero estaba im]»egnado de
anarquismo, el productor vinculaba su visión
de la sociedad futura a la idea anarquista y
no concebía más revolución que aquella que
colocara al hombre libre sobre la tierra libre,
de fuera nos han venido unos estrategas empeñados en demostramos que las multitudes
no viveti de fantasías, que es necesano dar
a los trabajadores un programa práctico, proveer a la organización obrera de una disciplina, sentar las bases, el contomo y la realidad de una teoría de masas...
El léxico, el fondo, los prejuicios y la obsesión burocrática, están impregnados de bolchevismo. A España, país irreductible, raza
de bohemios incurables, de soñadores impenitentes ; a esta España que va desde la
Andalucía arrebatada y mística, capaz de todo
porque sí; capaz, porque sí, de hacer una revolución que no conciben los que han edificado una teoría de la revolución a plazo
fijo, sin estallido espontáneo y popular; a esta
España que va desde Andalucía a la Cataluña de los almogávares, celosa hasta la fiereza
de su independencia, labonosa y tenaz, fecunda y libre en su geografía como en su alma,
a nosotros, hijos de esta tierra de bandidos.
de poetas y de gitanos, se nos quiere inyectar la sutil influencia del hechizo ruso, del
que no se han librado los pueblos del Norte.
Se nos quiere disciplinar, uniformar, castrar
en nuestros rasgos únicos, personales, inconscientes casi, agrupar; hacer de este ruedo
ibérico, donde cada hombre es un guarismo
rebelde e ingobernable, un rebaño obediente,
dócil a las voces de mando: un rebaño dirigido por los nuevos fustores del cuarto
Estado: el sindtcaltsta, meaxla curiosa de me^
socracia y militarismo, de eslavo y germano,
de oriental y nórdico; aleación monstruosi,
que tiene de Lenín y de Ford, de Marx y de
Bakunín, de Trotzki y de Ghandi.
Y aquí estamos nosotros, contemplando con
ojos entre asombradc» y temerosos, entre irritados y burlones, la langosta que nos ha caído encima, venida del Norte, como los bárbaros. La vida es tan dulce aquí, tan azul el
cielo, u n claro el mar: los seres somos aquí
tan libres íntimamente, tan seguros de nosotros mismos, de lo que en nosotros nace y
que nada ni nadie puede encasillar, que no
ncs inquietamos en exceso. Sabemos que, del
Llobregat al Guadalquivir, del Ebro al Manzanares, la piel de buey de la raza hispana
N
747
es mal conejillo de Indias; que ante los que
vienen en tren de maestros a España sabremos guiñar el ojo y sacar la lengua, como
alumnos mal educados, esto es, piersonales.
Venir a España, país tan viejo en las ideas;
país que, ante? ya de Bakunín, desde la Revolución francesa a nuestros días; más aún,
de Miguel Servet hasta la fecha, ha sentido
• ha vivido tan intensa y tan heroicamente
a libertad, a civilizarlo, es audacia propia de
quien no conoce nuestra historia. Nuestra, sí,
que es nuestro, bien irreductiblemente nues'
tro, todo lo que nos hace ser como somos,
nos da esa fuerza sin disciplina que nada
puede doblegar y esa conciencia individual,
ese instinto propio, esa afirmación de perso'
nalidad, ese desorden glorioso que los miopes llaman desorganización y que los que
vemos con los o)os interiores llamamos levadura íntima y personal del anarquismo en
todos y cada uno de los españoles.
¡ H e aquí el gran enigma, para los imbuídos inconscientemente de bolchevismo; para
esos sindicalistas padres de la teoría de masas
e importadores a España de la idea evolucionada d e la autoridad, qvie hoy se llama dis-
necesario, imprescindible, hablarle en anarquista. Si la fraseología comunista ha impresionado a pueblos militarizados como el
alemán y el francés, al pueblo español el léxico de Moscú no le emociona, ni las ideas
hechas y servidas en una bandeja por los
teóricos leninistas le sirven d e gran cosa. El
español, aunque suge.'stionable, como todo
pueblo, tiene la manía d e la idea propia y
de la lógica. En la edad de oro de la hegemonía política, decíase de España que era un
país con tantos partidos como habitantes. Cada
ciudadano alumbraba d e su caletre un programa irreductible, infundible, por tozudez
congénita, con los 22 millones de programas
restantes.
Sólo el anarquismo, por su misma amplitud,
por el campo ilimitado que abre a la idea y
a la interpretación propia, por su afirmación
constante de indisciplina, por su negación de
toda autoridad y por su lucha incesante contra el Estado, enemigo personal de todos los
españoles, encendió y agrupó en un mismo
grito y una misma perspectiva a las masas
ci^xm Jindicol; para esas futuras fuerzas
compañeros disociados de nuestra vida y de
Í:
Vivas de la sociedad futura, que se erigirían
en nuevos amos, q u e se convertirían en casta
directora con el nombre d e burocracia o tecnocracia, si, en España por lo menos, no tuviésemos la precaución de poner una herramienta en cada mano y de decir: ¡ El que
no trabaja no come, y la función d e dirigir o
administrar es sólo propia de impotentes o de
mutiles!
ibéricas. Todas esas características del pueblo
español, que hacen d e él un mal rebaño, esos
nuestra sangre no las conciben, las desconocen O las combaten. De tal forma el instinto
d e la libertad y la sensación de la personalidad han sido debilitados en ellos por la influencia militarizadora de los pueblos uniíormados por cinco siglos de ideas hechas y de
sumisiót\ del hombre, solo y libre, al conjunto.
En España, pues, ha sido preciso incluso
que todos los farsantes para ser escuchados y
Admito sm ninguna duda la buena fe de
los que, disociados de la entraña de nuestro
movimiento, del fondo básico de nuestra manera de ser. como colectividad y como raza,
influenciados p)or otras corrientes europeas,
por fatalidades morales, por el influjo sutil
de otros ambientes y otras razas, vienen a
España a inculcarnos normas d e lucha, concepciones y mentalidades q u e no nos son propias, que no asimilaremos, porque tenemos
bastante vista y bastante instinto para com)renderias y contemplarlas como estadios de
a idealidaci y de la lucha que nosotros ya
hemos sobrepasado, que pertenecen al pretérito de nuestro movimiento y hacia los que
no volveremos, porque ello equivaldría a retroceder sobre nuestros pasos.
Admitid,! esta buena fe. q u e se me permita
ahora hacer a estos compañeros españoles y
extranjeros unas cuantas reflexiones.
" " t e iodo, es preciso que nadie olvide que
en España, para que el pueblo escuche, es
[
pan encumbrarse, hablaran en anarquista. En
anarquista habló Lerroux ; en anarquistas hablaron todos esos mtelcctuales que han ¡do
siendo lacayos de la dictadura y de la República: Maeztu, Azorín, Pérez de Ayala,
Alomar. En anarquizantes hablaban antes de
las elecciones los de la Izquierda Republicana
de Cataluña, para atraerse las masas. ¿Quién
ha olvidado los estentóreos gritos de Ventura
Gassol. dineicndosc a todos los hermanos de
Iberia y del resto del mundo y ofreciendo a
todos la sohdaridad de los hombres libres de
la !ibre Cataluña? En anarquistas hablan ahora los de la extrema izquierda federal, desde
Franco, proclamando, con gran hilaridad nuestra, futuro gobierno de la futura tercera república española, a los camaradas deportados
t n Villa Cisncros, a Balbontín, q u e declaró
porible y realizable, ahora mismo, al comunismo libertario.
¿Nada les dice esa necesidad de forzar la
marxrha que han debido sentir todos los charlatanes de feria de la política y del intelecto
748
A
R
V
I
hispanos, a los que quieren situar a la anarquía en el fondo, en el horizonte lejano de
un sueño y colocar ante las masas el campo
de alfalfa de un Estado sindicalista y burocrático? ¿ N o Íes indica esto que en España,
por causalidades biológicas, por características
raciales, por geografía y porque sí, razón suprema de las cosas y de los amores, el pueblo
cree en la anarquía, ama a la anarquía, precisa el sueño y lo abraza y sabe asimilarlo,
fundirlo al anhelo y a la voluntad de hacer
de él una realidad pujante? El que en el resto
del mundo esto no pase; el que las masas
del universo entero, excepción hecha de España, no gusten de abstracciones y deseen
ideas construidas y programas más compactos,
no quiere decir que España no sea así y que
esa manera de ser del pueblo español no sea
la más bella, la más prometedora, la más fecunda de las actitudes.
Pero hay otro aspecto. Es posible que estos
compañeros, convencidos de tal aserto, viéndose obligados a devorar anarquía, anarquismo, F. A. I. y anarcosindicalismo a todo
pasto, realicen el milagro fácil de sustituir el
léxico sindicalista por el anarquista; de disfrazar la obsesión de la teoría de masas con
un dominó de anarquismo barroco, en el que
se barajen las palabras disciplina y revolución
a cada rato. ¡Mal negcKÍo! En España somos
desccnfiados como diablos y nos han escaldado muchas veces. El aceite de ricino autoritario, burocrático y rebañego no lo tragamos
ni mezclado con miel de la Alcarria.
No quiero jjecar de maliciosa. Todo este
artículo no es más que una humorada futurista, inspirada por algunos síntomas mortales. Pacientemente, sobre aviso y sin atrabilianiiento, estaremos esperando en nuestro
puesto avanzando el paso del gazapo... Algunos han pasado ya, veloces como relámpagos,
n o tanto» sm embargo, que no los hayan
atisbado esos buenos ojos clínicos del obrero
español, especializado en la caza furtiva, por
culpa del hambre y del gobierno.
Porque aquí las cosas están claras: Nosotros carecemos de disciplina, de organización,
de cohesión, de programas, de estadísticas y
de locales propicios para el desempeño cómod o e higiénico de los cargos burocráticos. N o
tenemos teorías de masas ni fraseología que
oponer, refundida e imitada, a los comunistas.
En cambio, la C. N . T . cuenta con cerca un
millón de afiliados, a pnieba de dificultades y
persecuciones; y en España hay u n pueblo
que, apenas un año después de la insurrección
de laca — republicama — se levantó en at-
N
mas por la Anarquía y proclamó el comunismo
libertario. ¿Movimiento esporádico, gesto suicida, sentenciado al fracaso? ¡ Ah, no hablemos de ello, oue el cuento es largo y la cuenta
de lo que hubo se cobrará algún día !
Aquí no tenemos elaborada ninguna teoría
de masas y, como detestables soldados de todos los ejércitos, ninguna orden se cumple.
En cambio, aquí hay una conciencia individual, una personalidad propia que es la base
única, el solo programa de la sociedad futura;
la palanca de Arquímedes que levantará a España en revolución y que nos traerá porque
sí, i-azón suprema de las cosas y de los amores, la Anarquía. ¿ H o y ? ¿Mañana? ¿Muy
pronto? ¿ T a r d e ? ¡Quién lo sabe!
En esto, como en todo, y en España como
en Rusia y en Suecia, los acontecimientos se
producen muchas veces independientemente
de toda voluntad, obedeciendo a leyes propias, profundas, naturales e inescrutables.
FEDERICA M O N T S E N Y
Comlrañeros del Grupo Espartaco, de Aluante, en
una excursión. Entre eÜo¡, ieñalado con ufta cruz,
está eí ve^ratia camatada Dontinga Cermitud.
N
C
749
DE MIS PEREGRINACIONES EUROPEAS
Con Heínrích M a n n , el ^'buen europeo"
Los hermanos Heinrich y Thomas Mann.
Un Jano de dos caras de la Alemania intelectual. Mientras que Thomas es uno de los 93
firmantes del famoso manifiesto de 1914. de
solidanzación de la cultura alemana con el
militarismo prusiano, Heinnch ha escrito en
1914 : "El Subdito)', primer volumen de una
tnlogía de novelas, sátira sangrienta del subdito del Kaiser y de un régimen de opresión.
de bravuconería y de estupidez [jolítica. Evidentemente, semejante novela no pudo aparecer sino en 1918, después de la abolición
de la censura, mientras que Thomas podía
justificar, con el aplauso de la oficialidad, el
bombardeo de la catedral de Reims... Heinnch Mann no podía responder a su hermano
(quien sostenía que la guerra habíase impuesto a Alemania como un medio de legitima
defensa), sino con un artículo velado, en el
cual hacía la apología d e . . . Zola durante el
asunto Dreyfus. Para el conservador Thomas,
apologista de la tradición, el Occidente, el espíritu de la Revolución Francesa, son contrarios a la cultura germánica; incluso la democracia es un camino falso para Alemania.
Heinnch era denunciado como un «peligro
p ú b l i c o . . . Esto no ha impedido que los organizadores de un acercamiento francoalemán
invitasen a Thomas a París ni que cuando fué
otorgado a Thomas el premio Nobel, el artículo más encomiástico fuese escnto por
Heinnch .
La confusión entre estos dos hermanos diamctralmente opuestos persiste, especialmente
en Francia, de una manera hilarante. Un crítico, haciendo un amplio análisis de la versión francesa de «El Subdito», atnbuye esta
novela a T h o m a s : un artículo de ConuKdta
íobre T h o m a s es ilustrado con el retrato de
Heinnch. , Pero estas confusiones son más
bien anecdóticas. Lo que interesa, es la evolución intelectual de los dos hermanos durante estos últimos años. En tanto que Heinnch
no tenía nada que «rectificar", ccntinuando
su lucha por convicciones cada vez más clara
y más firmemente expresadas, Thomas, en una
conferencia celebrada en Berlín e intitulada :
"Llamamiento a la Razón», ha reconocido
unaimente q u e : «La paz en el cxtenor se
confunde con la paz en el intenor». que «la
seguridad más verdadera de Francia residía
en b salud moral del pueblo alemán» y que
«sólo el acercamiento francoalemán creará en
Alemania esa atmósfera que permite la existencia y el desarrollo de nuestras necesidades
burguesas: la libertad, la independencia cspintual y la cultura»... Observemos d e paso
que esas necesidades no son «burguesas», sino
profundamente humanas. Deslizándose por la
pendiente de las rectificaciones, Thomas ha
llegado a un gesto que podría ser impresionante si fuera la expresión de una crisis de
conciencia : ha firmado el «Manifiesto contra
el reclutamiento y la preparación militar de
la juventud», lanzado durante el otoño de
1930. ¡Qué camino recorrido desde el manifiesto de los 93, de 1 9 1 4 i . . .
Pero asimismo ¡ qué victoria moral para
Heinnch que, en el torbellino de las pasiones,
ha persistido en proclamar el deber del intelectual, de servir la verdad y la libertad! Su
obra literaria es en primer lugar una requisitoria d e la hipocresía social-política. Su última novela : «La gran cosa» le ha valido una
nueva tempestad de injurias y de polémicas;
el antiguo canciller Luther se ha reconocido
en el héroe de la novela, un político inmoral
que confundía los asuntos del Estado con los
suyos propios. Un proceso le desenmascararía
por completo, no solamente a él, sino también a todos los potentados que tiran de las
cuerdecillas de los muñecos políticos...
La Alemania intelectual tiene efectivamente dos caras. Pero la cara luminosa, la del
amor, de la razón, de la creación tiende a
absorber la faz tenebrosa, la del odio, del servilismo y de la mentira. Cuando yo estaba en
Viena, los periódicos anunciaban en pnmera
página, en grandes caracteres, reservados a los
acontecimientos diplomáticos o a los grandes
desastres, la dimisión de Walter von Molo,
presidente de la Academia alemana y la probable elección de Heinrich Mann. Esto es
más significativo que las fluctuaciones de la
Bolsa. La cultura está situada en el primer
plano, como expresión de todas las realidades
sociales y sus representantes, al remolque en
otro tiempo de la glona de los jefes de Estado y de los gobiernos, aparecen con su independencia moral, con su prestigio intelectual,
con esc magnetismo de la creación y del pensamiento que se onenta según los valores permanentes y los ideales generales (que son también los intereses) de la humanidad. Aun
750
R
cuando hablen en nombre de un pueblo, hállanse integrados en la cultura universal... Y
la victoria moral de Heinrich Mann (confirmada más tarde por su elección como presidente de la Academia) sobrepasa los méritos
p>ersonales para convertirse en una advertencia dirigida a las demás culturas, que se mantienen todavía entre fronteras neutrales. Ella
proclama una vez más que una cultura sin espíritu de humanidad no es más que una vanidad sangnenta. En 1914, la cultura alemana reveló sus vicios ocultos, y su derrumbamiento, en su monstruosa alianza con los tiranos de la Espada y del Dinero, ha sido saludable. El compromiso ha reventado tal como un absceso y en la actualidad, a pesar de
las pasiones políticas retrógradas, la cultura
se remonta, ayudada por los que han permanecido fieles al Espíritu y a la Paz.
He buscado vanamente en el anuario telefónico el número de Heinrich Mann. Se me
ha dicho que las personalidades que se hallan en el primer plano de la atención pública, poseen un número secreto de teléfono y
un seudónimo conocido tan sólo por los iniciados. Medida justificada por los abusos de
los curiosos, de los admiradores y de los solicitadores. Pero yo tenía la dirección de Heinrich Mann, pues me había contestado a la
encuesta Los Carmnos de la Paz.
Uhlandstrasse, a algunos pasos del hormiguero cosmopolita del Oeste. El portero, gruñón, me deja subir sin indicarme el piso. El
nombre de Mann no se encuentra en ninguna de las diez puertas. Desciendo; en el segundo piso, sobre una plaquita. una palabra
enigmática : Westedt. Llamo, decidido a presentar mis excusas en caso de error. Pero el
autor de los «Pobres» y de la «Juventud»,
me abre por sí mismo la puerta. Alto, erguido, con un aire de plena madurez, aun cuando tiene 60 años, me introduce en su gabinete de trabajo. Ni un libro, ni una revista.
Una habiución luminosa, con una mesa de
caoba estilo Renacimiento, una vitrina con
algunas chucherías, un paisaje sobre un pe
queño diván...
He comprendido que Heinrich Mann se refugia en ese austero aposento para las grandes fatigas del escritor. Sus novelas macizas,
con el múltiple y vivido freKo de los personajes, con su acción que se desarrolla entre
generaciones, pueblos y clases, exigen esa tenaz labor que hace subir el edificio p i ^ r a a
p«dra, pero redaman también esa claridad de
la concqxión, esa visión integral de la obra
a través de la cual circulan «los héroes» verídicuM, sorprendentes, palpables.... pues se
B
N
les encuentra {>or doquier en esta Alemania :
el lector los reconoce en la calle, en la cátedra, en la limosina o en los arrabales, en los
ministenos y en las instituciones, debajo de
la Brandburger-Tor o bien en la avenida Unter den Linden.
Heinrich Mann me mira con esa gravedad
que no altera n i n ^ n o de los rasgos de su
rostro alargado: frente ancha, ojos azul-obscuro, labios repulgados. ¿Sería preciso exponerle desde un principio mi primera cuestión?
Prefiero exponerle en grandes rasgos el sentido de mi peregrinaje europeo. Y, de manera insensible, llego a las cuestiones que no
son hoy ya simples signos de interrogación,
sino ideas en acción.
— Nuestra época hállase caracterizada por
una fluctuación incierta entre la democracia
y el fascismo — dice Heinnch Mann, martilleando cada palabra —. Las conquistas morales
de las generaciones precedentes no pueden ser
desechadas. La mitad de los europeos considera como un deber la lucha por la verdad
y la justicia. La otm mitad considera que puede imponerse p)or la violencia e ignora los derechos del hombre.
— En Alemania, ese dualismo es más evidente que en otros países. Las elecciones parlamentarias de septiembre de 1930, si pueden constituir un criterio infalible, indicarán
un grave desequilibrio social...
Heinrich Mann conserva su actitud rígida;
tan sólo a veces una cnspación del rostro traiciona el esfuerzo de volver sobre problemas
que deben ser liquidados de una vez para
siempre:
— La situación de Alemania no es en el
fondo tan distinta de la de los demás países.
La victoria electoral de los nacionalsocialistas
no merece coméntanos tan apaaonados. No
representan una fuerza consciente, sino solamente una mezcla híbrida. Su nacionalismo es
un chauvinismo venal, a sueldo de los itulustriales del Ruhr y de los banqueros de éstos: su socialismo es una burlesca falsificación del socialismo marxisu. Constituyen un
partido desfigurado de la reacción y del fascismo. Sus dirigentes, aunque se encuentran
va a algunos pasos de las riendas del Estado,
no se han atrevido a tomarlas: son demasiado poco inteligentes para conducir una nación y demasiado cobardes para asumir u l
responsabilidad. Son instrumente» ciegos, no
conciencias honradas... No puedo sentir por
un Hitler y sus acólito* mas que desprecio.
Esos aventureros se atreven a msulur las verdaderas glorias de este país. La masa del partido esta formada por la juventud desorientada y por esos desesperados que se cuenun
por miñones: los desocupados que, por al-
V
J
gunos marcos, se prestan a las más abyectas
manifestaciones, injuriando, devastando y
yendo a veces hasta el crimen... Sí, la crisis
del nacionalismo es evidente. La idea de patria ha degenerado, minada por el fanatismo,
como en otro tiempo la religión... Esta degeneración hállase en relación con la evolución
de la potencia burguesa... La burguesía ha
llegado a confundir la patria con el lucro material. El industrial de guerra ha sabido mantener las querellas entre los pueblos, creando
una mentalidad llena de 0010. ¿Resultado?
Han ganado siempre, aferrándose, incluso
después de la guerra, a los despojos de todos
los patrimonios nacionales. Han quedado en
las ciudadelas políticas y, del propio modo
que se han beneficiado de la guerra, quieren
considerar la paz también como un negocio,
haciendo creer que son ellos quienes constituyen el Estado y que los intereses del pueblo se confunden con sus especulaciones personales. Los industriales y los banqueros —
debemos repetirlo — impiden la inteligencia
entre los pueblos... Europa es, empero, unitaria. Del medio de las ruinas comunes, los
pueblos aspiran a la gran unión. Europa se
realizará, pero hay que evitar que a última
hora, cuando se vean forzados a reconocerla,
ellos, los capitalistas, lleguen a falsear la unidad de Europa, de igual modo que la burguesía ha desnaturalizado la idea, hermosa primitivamente, de la Patria.
— Pero el proletariado está alerta...
— Hay bastantes momentos, desgraciadamenle, er. que los socialistas se han visto
forzados (y se verán aún) a pactar con sus
enemigos. La participación de los socialistas
en el gobierno, en Alemania, está llena de
compromisos políticos. Los ^jndicatos obreros,
constituidos contra los trusts capitalistas, no
representan ya una idea duradera, sino simples cuestiones de salarios. Es superficial la
opinión según la cual los conflictos de sálanos
llevarán a la revolución política y librarán a
la industria de sus tiranos, poniéndola al servicio de las masas. Los hombres que no representan más que una clase social, no conociendo otra más allá de las fronteras de su
país, no pueden hacer frente a^ la situación.
Los socialistas, así como también los capitalistas, creen que el mundo entero depende de
circunstancias económicas. Ambos campos tienen la misma mentalidad errónea y dictatorial. El soculismo es poderoso, pero la fuerza
capitalista aumenta también, porque el mismo
proleuñado, por medio de sus dirigentes
aburguesados, colabora con sus advérsanos.
— ¿No tienen, pues, los intelectuales ningún papel en esta lucha que, según vuestras
"«Uraciones, gira en un círculo vicioso? Los
N
751
trabajadores del Espíritu ¿permanecerán, pues,
siempre al margen de las batallas sociales?
— No — respondió Heinrich Mann — y
su gesto alteró f>or un momento su postura
rígida —. No podemos dejar la rienda suelta a los ap>etitos materiales. Si queremos la
paz social, debemos poner un freno a las fuerzas maléficas. Controlemos y armonicemos las
diversas tendencias. Los elementos económicos no representan toda la vida del hombre
moderno y no son sacrosantos. La fuerza del
alm.i es también una realidad. Que la fe lúcida una a la razón con el corazón. El pensamiento es un elemento decisivo en la evolución histórica... Los intelectuales tienen el
deber de iluminar a las masas y de decirles
toda la verdad sobre los que pretenden ser
sus dirigentes. Deben de conservar las posibilidades de inteligencia por encima de los
abismos que separan a las clases o a los estados. Son internacionalistas por su estructura
y p)or su trabajo. El verdadero carácter de los
intelectuales reside en su voluntad de ir más
lejos, de sobrepasar, de subir siempre más
arriba, de ensanchar el horizonte no solamente para ellos, sino también para su prójimo,
de elevar al mayor número posible de hombres hacia las cimas en que se mantienen ellos
misinos... En las actuales convulsiones jX)líticas. no estamos muy seguros del mañana.
Sin embargo, debemos trabajar, inquebrantables en nuestra fe. Combatamos por la justicia
y la libertad, y probémoslo con realizaciones
positivas. Esta confirmación de la idea por
medio de la acción nos hace todopoderosos...
Las espirales del pensamiento se dilatan y
se lanzan de súbito Viacia los reinos fascinantes del mundo venidero. ¿Podría preverse la
evolución de la humanidad? ¿Hacia qué formas sociales? ¿Hacia qué realizaciones del
arte y de la cultura?
Pero Heinrich Mann (esta inteligencia de
una implacable lucidez, asomada al drama
presente) me detiene con una sonrisa, con un
esbozo de sonnsa. Un gran literato austríaco
me ha dicho que este racionalista es un aristócrata glacial e inabordable. He adquirido la
convicción de que su actitud rígida oculta un
incesante esfuerzo de dominarse, un esfuerzo
de perfeccionamiento moral e intelectual. Delimita con severidad los impulsos del espíritu
que deben ser encauzados hacia los moldes de
la cn:actón posible, impregnados en las actualidades inmediatas. El objetivo más próximo
y el más realizable es una Europa pacificada y
unida:
— Cuando sea realizada la unidad de Europa, será humana ante todo. Las cuestiones
752
R
económicas serán arregladas definitivamente
después de las cuestiones políticas... Para Uegar a la unidad europea, debemos comprendernos bien recíprocamente, individuos y pueblos. La primera condición para que pueda
existir una unidad duradera, es la cíe no querer más la guerra, de no practicar más la guerra, ni aun contra enemigos comunes... Y, en
esta unidad europea, la cultura alemana, lo
mismo que la de otros pueblos, podrá mantenerse floreciente. ¡ Europa! Esta idea sintética comprende nuevos objetivos y nuevos
medios. Quizá también una nueva humanidad,
pero. lo que es cierto, nuevos combates en los
dominios infinitos de la creación...
Heinrich Mann me ha hecho descender de
los reinos de la Utopía hacia el círculo preciso de la unión eurofjea. Lógico, toca al punto neurálgico de esta unión: las relaciones
francoalemanes. Punto eurálgico, pero también punto de partida para la realización.
— No olvidemos que la unión de Europa
es ante todo una idea francesa. Y lo que domina a todas las opiniones políticas, lo que
ha llegado a ser una necesidad vital, es un
estrecho acercamiento entre Francia y Alemania. El que se opone a este imperativo categórico del Occidente, comete más que una
falta : un verdadero crimen contra los ideales
comunes. Los reaccionanos saben que ese acercamiento significa el fin para ellos y, en Alemania, la consolidación de ia República...
— ¿Y los tratados de paz? ¿Y el pian
Young?
— No he pregonado que no podamos pagar las reparaciones y las indemnizaciones de
guerra. Al presente que la miseria alemana se
na hecho insoportable, podemos decir que hemos pagado mucho... La desorganización económica y las convulsiones revolucionarias de
una Alemania vencida y hambrienta pueden
también repercutir en Francia. Esta no podría
permanecer indiferente. Es p>referiblc que la
democracia alemana sea ayudada. Preferible
es que. bajo todas !as relaciones, tienda Francia la primera mano al pueblo alemán que
todavía no se sostiene bien en pie y que,
ahora, arrastra aún la cadena del nacionalíocialismo... Los pnmeros que han comprendido que el gesto de acercamiento debe partir
N
de Francia, son escritores y artistas franceses,
intelectuales libres. Nosotros estamos prontos
a responderles de igual modo... (Algunos meses más tarde fué lanzado un manifiesto.) Y,
poco a poco, llegará el tumo de las organizaciones sociales, de la clase obrera, de los partidos políticos de ambos países. El caos se
aclarará... Por encima de los intrigantes de la
diplomacia, de los patrioteros feroces y de la
internacional bancaria, se elevará el frente
único de la voluntad de paz. Tan sólo entonces podrá ser salvada la cultura de Europa,
activando el levantamiento moral, el levantamiento matenal y nuestro continente p>odrá
reanudar su vieja misión entre los demás continentes que se despiertan a su vez...
...Al partir y al bajar la escalera, he comprendido de súbito el sentido profctico de las
palabras de Goethe sobre los «buenos europeos». En la calle larga y ancha, el crepúsculo
luminoso aun daba a las casas, a los árboles
que bordeaban las aceras, colores tranquilos
y serenos. Hasta la circulación había adquirido una especie de calma en su trepidación
lineal. He permanecido algunos momentos en
una esquina de la calle, contemplando esta
extraña tranquilidad que el cielo dejaba caer,
diáfano, sobre la capital. Y algunos versos
del olímpico Goethe, del «West-Ostlicher Diván-, me acudieron a la memoria, como un
ritornelo del tiempo pasado :
El Oriente es de Dios,
El Ocadevte e$ de Dios!
Las repones del notte y del sur
Reposan en la paz de sus manos!
Y cerca de mí, pasó de súbito la alta y erguida silueta de Heinrich MMIH. Aquel que.
durante una hora, me había hecho don de
pensamientos de claridad y de paz, marchaba,
en efecto, por la acera, con la misma calma
imperturbable, llevando la frente alta entre los
peatones que dejaba atrás y con cuyo destino
hállase unido, sin embargo, anónimo y glorioso a la vez...
EUGEN RELCIS
(Traducción : Eloy Muñtz.)
El h e c k o de publicar LA REVISTA B L A N C A algunos artículos de
la e a c u e s i a "La primera piedra de la sociedad futura**, no quiere de*
cir q u e la R e d a c c i ó n e s i é conforme c o n su c o n t e n i d o .
£ 1 b a ñ o ele P s i q u í s
Cuadro
de
Leiéhton
(De la obra
«El Desnudo en ei Arte»)
Cupido, dios del amor, iU'
vo por amada a Psiquis,
símbolo del ahria.
Venus,
celosa de la belleza de Psiquis, la sentenció a despO'
sarse con el mayor mons'
truo del Universo. Pero el
amor la salvó, recogiéndola
del borde del Océano y lIc'
vandola a un pajado de
ensueño. Leighton ha sabido captar toda la delicadc'
Za y la poesía de este mi'
ío, haciendo de él una de
¡as más bellas obras de arte
de la Galería Tate de Londres.
1
.,#»
N
754
EL A U T O D I D A C T A
NOVELA ORIGINAL DEL PRINCIPE DE LOS NOVELISTAS
HAN
Victoriana decía :
—• Que sea una meditación científica, no
uno de estos sueños filosóficos y antisociales
de los que sale tan temiblemente malo.
De repente, como en un sobresalto de despertar, murmura él:
— Si estuviera solo me marcharía a pesar
de la tempestad.
— Si me amas soy incapaz de temor. Cuando me amas, puedo afrontarlo todo contigo.
Él la mira prolongadamente. Luego, sarcásticamente, dice:
— ¿Te crees aún digna de correr un peligro
conmigo?
Entonces, ella prorrumpe en sollozos. Y sus
caricias son las de una muchacha desesperada; sus cancias suplican y piden gracia. Su
ingenuidad estudiada calma la oleada de odio.
Sus manos insisten, siempre tímidas y miedosas. Poco a poco, bajo su presión, su frotamiento, su temor que va a alejarse y su miedo que se refugia, la tempestad interior se
convierte en Nicolás en ardor, deseo, locura
de voluptuosidad.
En la roca solitaria, entre el silbido de los
truenos, las livideces de los relámpagos, las
salpicaduras de las ráfagas, ambos jóvenes se
anian de la misma manera como se bate o se
odia.
XXXIV
La tempestad de amor odioso se ha apaciguado.
En el cielo, en el mar. en los semblantes y
las almas, todo parece sonrisa y languideciente
dulzura.
— ¿Cuándo volverás a hacer un avión?
Él frunce el ceño. Pero, espontáneamente o
bajo el esfuerzo de su voluntad, se calma. Y
responde con voz serena :
— Cuando querré monr.
Ella pone la cabeza sobre su espalda. Y
murmura:
— Moriremos juntos, en un beso, más alto
que las más altas montañas.
— Si así lo quieres...
XXXV
Habían vuelto a la isla. Él se entregaba a
niMvos cákuk». Sin dida. de eüos trabajos
saldría un avión más perfecto. El sentimien-
RYNER
to del éxito apaciguaba sus asperezas. De
nuevo parecía amar a Victorina, simplemente, tierna y apasionadamente, sin reservas.
Tan pronto multiplicaba las cifras y los
planos en su mesa de trabajo, como salía
a meditar paseando. Sm hablar, al llegar a
la puerta hacía un signo de que no Te siguieran. Ni una palabra, sólo una sonrisa y
a veces un beso lanzado con la punta de los
dedos.
Victorina comprendía las necesidades de
su fjensamiento laborioso. Sonreía a su vez,
le enviaba un beso y se enfrascaba en la
lectura de mecánica.
Nuestras más inconscientes costumbres
obedecen a ntmos. Los paseos meditativos
de Pedro Lehardy duraban regularmente de
dos a tres horas. Como que seguían a una
larga sesión de trabajo, la vuelta coincidía
de ordinario con la hora de la comida.
Nuestros ritmos más seguros e ignorados
pueden ser turbados por algún detalle exterior que puede también pasar inadvertido.
Nicolás, no sabía por qué. aquel día volvía tan temprano, sólo media hora después
de haber salido.
Victcnna, absorta en un trabajo difícil o
apasionante, no oyó cómo se abría la puerta tras ella. Él se aproximó, miró por encima de su espalda. Estaba copiando los últimos cálculos del sabio y su último plano.
Chardcnnet sintió cómo se le crispaba todo
su ser.
Pero no dijo nada.
Salió sin nacer ruido y emprendió de
nuevo su interrumpido paseo.
¿Seguía su meditación los mismos derroteros que antes?...
XXXVl
Durante la comida pareció menos preocupado que de ordinario. Terminada ésta ella
le cogió por el brazo y le llevó a onllas del
mar voluptuoso.
Aquel día. la Naturaleza era toda canción
y sonrisa.
Con una entusiasu dulzura. Vjctonna explicaba la belleza de las cosas. Nicolás hacía
como que contestaba, con amable negligencia. Pero de pronto dijo ella:
— Qué alegría debe proporcionar ver des-
N
de lo alto como se extienden y se ordenan
estas maravillas. Qué gozo más exaltante
aún debe ser el de subir hasta no ver nada,
subir allá y no divisarte más que a ti, amor
mío, creador de mis asuncioses y de mis armonías. ¡ Oh, subir entre el tamiz del sol
semejantes a dos golondrinas gemelasi!
Durante algunos instantes continuó con
esta lírica efusión. Luego interrogó:
— ¿Cuándo construirás otra aeronave?
¿La había oído él? Contestóle:
—• Esta mañana he leído un periódico.
Con el nombre de paz, se aprestan las naciones, de una manera visible, a firmar una
tregua pesada e inestable, que será una injusticia impuesta y no un necesario y aceptado equilibrio. Como todos los tratados del
pasado, este tratado de Versalles rugirá:
Desgracia a los vencidos y vergüenza a los
vencedores.
— No veo la relación entre mi pregunta
y tu respuesta.
Él continuaba monologando, olvidado, según parecía, de su acompañante :
— ¡ Ah ! ¡ Qué especie más innoble es esta
a la cual pertenezco!
Y con risa áspera y dolorosa añadió:
— i Homo sapiens I ¡ A esto le llaman
homo sapiens] ¿Qué nombre merece este
animal demente? ¿Homo vesanus?... ¿O
quizá es preferible precisar la más ignominiosa de sus locuras y etiquetarlo homo fjeíítcosus?...
Y levantaba las espaldas sacudiendo al
mismo tiempo sus puños cerrados, o bien
golpeaba el suelo con el pie, rechinaba los
dientes, y se agitaba todo él en una mímica
cada vez más ridicula y frenética.
Ella le acarició dulcemente las mejillas implorando :
— ¡ Cálmate, adorado mío i
Entonces él dingió hacia ella su atención y
su cólera:
— ¿Crees tú que el mejor medio de calmarme es este que tú adoptas, aconsejándome que dé a estos miserables armas nuevas
y que mi amor agrave su poder asesino?
j Ah !. multer vesana, multer beüicosa.
Hubo necesidad de bastante tiempo y de
múltiples esfuerzos para volverlo a la Naturaleza, para bañar su espíritu en la gracia
calmante.
Cuando e! acceso parecía ya definitivamente disipado, ella suspiró:
— i Oh! Un avión para los dos. para nosotros solos; un secreto y una ascensión oara
tod<» Ignorada; nuestra unión más aislada y
volando hacia la pureza de los astros...
Él cerró los ojos. Ella creyó que lo hacía
para mejor divisar una visión feliz, o algún
755
remedo acariciador que estuviese a punto de
manifestarse en deseo. Y continuó el canto
que creía afrodisíaco.
Pero los párpados del sabio descendían, como telón de hierro sobre un tesoro de odio.
Se le aparecía aquella mañana, sentada delante de su mesa de trabajo, copiando sus
dibujos y sus cálculos. Y con tanta aplicación
que no oía ni como se abría la puerta ni los
pasos que se acercaban; no se daba cuenta
de una presencia que la espiaba, Y el ser de
traición quería aún comprender mejor el
asunto mirando — ¡ amorosamente ! — como
él construía el aparato o estudiándolo una
vez construido. Luego ella correría a vender
su secreto a los monstruos que, con todos
los dones de la ciencia, cometen los asesinatos en masa.
Y murmuró la frase de Alfredo de Vigny:
— "La mujer será siempre Dalila.«
Luego, abriendo los ojos, le prometió:
—• Si tanto te empeñas, construiré nuestro
avión, con la misma voluntad que, en el cementerio, cavaría una doble fosa.
XXXVIl
El biógrafo del Autodidacta se da cuenta,
no sin pesar, de que sus primeras explicaciones fueron insuficientes. Helo otra vez obligado a ponerse en escena.
¿Cómo podría explicar el acontecimiento
que le queda por narrar? Su detalle sólo ha
sido conocido por dos seres que ya no están
en este lado de la vida y que no tuvieron
tiempo de hablar.
Sin embargo, puedo limitarme a copiar los
informes de los periódicos. Para los dianos
de París esto no fué más que una noticia
insertada en tres líneas. Tres líneas negligentes y macabramente risueñas: tres dientes entre la burlona sonrisa ósea de una calavera.
Un pequeño semanario de Sisteron dió una
explicación más completa y cuya sencillez
tiene un ménto negativo, pero preciso por
ser raro: y es que no nos obliga a pensar
que el redactor es morrudo.
TERRIBLE ACCIDENTE DE AVIACIÓN
"Los alrededores inmediatos de nuestra pe"queña villa,
Sisteron
Petite vtüe, gran reitom (i)
»fueron, el martes último, teatro de un ac"Cidente espantoso. Sabemos que debe pa"garse un rescate al progreso. Pero nos con(i) He puesto el texto en francés para dar idea
del refrán que. tr.aduci<Jo. dice: «Sistcron, pequeña
villa, gran renombre". — Nota del Traductor.
756
xsolamos difícilmente por la muerte de los
«valientes soldados de la ciencia.
))Un aeroplano (i) de una forma extraña
);parecía flotar, inmóvil o casi, a una altura
«enorme. Una parte de nuestra población,
«tan curiosa pwr todas las novedades cientí'
«ficas. había salido al campo para contem«plar aquella singular forma y aquella in«acostumbrada inmovilidad. El señor Dieu«tard. nuestro sabio farmacéutico, el señor
«Reboul, elocuente abogado, el grave señor
«señor leune. que en su juventud fué ujier,
«y el señor Delmas, nuestro abnegado akaJ«de habían traído gemelos o lentes de larga
«vista.
«Bruscamente se vió caer un objeto f)C«queño. Varios niños corrieron, lo cogieron
«y se lo llevaron lanzando alegres gritos. Sólo
«más tarde, los más instruidos de entre nues«tros conciudadanos pudieron examinarlo y
«constatar que era de metal y demostrar que
«antes de quedar deformado por la caída,
«debía parecerse bastante a una llave inglesa.
«En aquel momento los espectadores estaban
«demasiado angustiados para ocuparse en es«tos detalles. Incluso los niños cesaron en sus
«gritos y en sus correrías. Inmóviles como los
«mayores, miraban, llenos de terror, lo que
«sus padres contemplaban aterrorizados.
«Vertiginosamente, a través del aire, co«mo la caída de una estrella, el aeroplano
«descendía y se inflamaba.
«La muchedumbre se precipitó hacia el
«punto donde acababa de producirse la ca«tástrofe. ciue está situado casi al centro de
«las rocas de Chambracon.
«En el suelo, agujereado como por la caíwda de un bólido, informes desperdicios ar«dían.
«Se necesitó mucho tiempo para poder ex«tinguir el fuego que tenía un elemento fa«vorable en la arídez de la roca.
«Ardía aún el aparato cuando varios vale«rosos salvadores — nuestro desinteresado ca«pitán de bomberos, señor Souval, y nuestro
«distinguido subprefecto, señor de la Cha«lese, merecen nuestras más sinceras felici«taciones — sacaron de entre los escombros
»a los dos aviadores, un hombre y una mu«jer, ¡Ay. eran dos cadáveres! jY en qué
«estado! Rotos, dislocados, con algunas par'
«tes de sus cuerpos carbonizadas y otras re«ducidas con un hervor horrible. Las caras
«casi intactas permitieron identificar a los dos
«personajes bien conocidos en nuestra villa,
«aunque no se les hubiera visto por aquí
«dcMe hacía miKhos años.»
(I) Ei lector sabe que el avión ót Chardonnct
no era un aeroplano. — N. del A.
N
Aquí detengo la citación. Su continuación
forma un doble artículo necrológico. Las más
banales alabanzas están intercaladas en ellos
como flores de entierro, sobre un «antiguo
y eminente profesor de nuestro justamente
renombrado colegio comunal» y sobre "la
abnegada compañera de su vida». No hay
que extrañarse si las flores son un poco viejas y mustias. El redactor confiesa que ignora cuanto ha ¡xxlido suceder a Chardonnet
desde que «el sabio profesor» abandonó la
pequeña población. La noticia de su casamiento con la señorita Victorina Bardennenche es el último eco de su vida que llegó
hasta nosotros».
El fragmento de artículo que he copiado
dice todo lo que sabemos de positivo sobre
la muerte del marido y la mujer.
Aunque no tenia aún las certezas que luego me vinieron, después de haber leído los
documentos; tan pronto como supe la doble muerte, tuve la impresión de que no se
trataba de un simple accidente sino de asesinato y suicidio. El avión que contenía a
Nicolás y Victonna no había caído precisamente por casualidad en el punto donde se
encontraron por primera vez. Había en esto
elección, y una elección significativa.
En aquella época estaba yo de viaje. Al
volver, encontré entre el correo acumulado,
vanos envíos de Chardonnet. Abrí los paquetes con la emoción que os podéis figurar.
Entre ctros documentos va utilizados, encontré una narración singular que creo es deber mío añadir a este librito: ella será el
desenlace o apéndice, como se quiera.
Nadie se reirá, creo, leyendo este texto
cuyo romanticismo sería, sin embargo, ndículo, si aquí se pudiera juzgar fríamente
como ante un trabajo profesional. Por mi parte no podré ni sabría olvidar que esta narración es vida que sangra. ¡Qué profundidad
de desesperación, de amor y de odio hay en
este pretendido «Cuento profetice>>, en el
que las previsiones se mezclan con las decisiones 1
Esta página extraña no Ucva firma. Pero
toda ella está hecha con la escritura tan personal y fácilmente reconocible de Chardonnet.
Creo que no es necesano que la haga seguir de ningún comentario. Me parece que
ella es el último capítulo necesano de esta
histona.
XXXVIIÍ
CUENTO PROFÉTICO..
— ¿Partamos?
— Mira. El cielo está sombrío como un
corazón.
B
— Por lo bajo... Subamos por encima de
las nubes, hasta los rayos del sol y las sonnsas de tu gloria.
— Mujer, te amedrentaría si supieras lo que
pides.
—^ ¿Miedo contigo?... ¡Nunca!
— Mujer, tendrías miedo .de ti misma si
supieras quién eres. Me temerías si supieras
hasta qué profundidad te conozco.
— No me asustan los apocalipsis. Me contento con no comprender. Serenamente.
— Cuando sus incomprendidas predicciones se realizarán, ¡ah!, cómo te estremecerás. Un minuto antes de que las causas exteriores te hieran, morirás quizá de terror y
de horror.
— Te amo, y cualquier cosa que venga de
ti me es amable.
• * •
— Mujer, tus senos están hoy repletos.
— Los senos de la mujer están siempre llenos de porvenir.
—• ¿Quién sembró este porvenir?
— Tú.
—• ¿Quién te ha permitido apropiártelo?
— Mi amor.
—• Sé lo que llevas en tu p>echo. Tú crees
saberlo. Pero te engañas. ¿Quieres devolvérmelo para que lo ciestruya?
—• ¡ Nunca 1 Serás rico, poderoso y glorioso, a pesar tuyo.
— Asi, pues, ¿crees llevar contigo la
glona?
—^ Y el poder. Y la fortuna.
— Mujer, lo que llevas es la muerte.
—- ¡Es la vida! Y la belleza con intensidad
de vida.
— ¿Tu negativa es defmitiva?
—• Definitiva.
— ¿Sabes a qué te condenas?
— Lo sé y me regocijo en mi condena. Me
condeno a amarte siempre, adorado mío.
— ¿Hasta la muerte?
— Sí. Pero no pronuncies esta palabra, la
más fea de todas.
— i La más hermosa!... Es el nombre del
refugio cuando todo nos ha traicionado.
— Nadie te ha traicionado y quiero impedir que te traiciones a ti mismo. Tu vida
me parece luz y radiación. Eres grande y eres
amado.
• • •
— Así. querido, ¿podríamos, sm ocuparnos
de nada, permanecer inmóviles, aquí a mil
metros de altura, durante cuarenta y ocho
horas?
— Podríamos.
— Esto es maravilloso
¿Sabes lo que
pienso?
N
757
—• Siempre tengo miedo de adivinar lo
que piensas.
—• Pienso que gracias a ti los hombres se
amarán por los aires como las hormigas que
ayer mirábamos.
—-Si yo quisiera... Pero no quiero.
— ¿Por qué? Tan bello como es este amor
lejos de las vulgaridades de la tierra.
—• La vulgandad de la tierra tiene un nombre V se llama HOMBRE. Por todas partes
doncíe penetra el hombre, lleva con él su
olor 'de vulgaridad y de fealdad. Engrandecer el dominio del hombre es aumentar los
reinos de la vulgaridad, de la fealdad, de la
crueldad,,.
—• ¡ Qué misántropo!
— Cuando la prostitución invadirá la pureza de las alturas, por lo menos no será
culpa mía. No será gracias a mí que se venderán los besos en el deslumbramiento del
cielo por una suma de dinero regateada y
mercadeada o por estas cosas indefinidas que
tientan la prostitución: el renombre y la
fortuna.
—• ¡ Malo! Bien sabes que no es para mí,
sino para el que amo, que quiero la glona
y el dinero.
— ¿Hasta rechazándolos y despreciándolos yo?
— Yo te amo mejor de lo que tú te amas.
Yo soy tu razón y tu equilibrio, ¡ oh genio
poderoso, águila siempre en pleno vuelo y
a quien la envergadura de tus alas impiden
avanzar 1 ¡ Ah !, cuan admirablemente nos
completamos, cuan predestinados estábamos
uno para el otro. Ingenioso Ulises, llámame
de nuevo tu Minerva.
• * •
— ¿Qué has hecho con el motor?.., ¿Y
qué es esto que tiras?
— Un aeronauta tira a veces el lastre.
— Lo que tú has tirado no es lastre. Tiemblo. Sé lo que acabas de arrojar y que ello
es necesario a...
— Estás en lo cierto. Dentro de un minuto el motor se detendrá. El hombre mucre
cuando el corazón deja de funcionar. El avión
al que se le para el motor, cae muerto, sobre
'^^'«n-a de los muertos. Mi corazón ha dejado de latir por obra y gracia de tu mano.
Por obra de la mía. el motor se detiene irremisiblemente.
— i No has hecho esto!
— Lo he hecho.
— Entonces, estás loco.
—• ¿Es esta la primera vez que estoy loco
para ti?
— Escucha, amor mío. Escucha, eres el
más loco, el más genial y el más adorado de
los hombres. Ámate y ámame. Salvémonos.
N
758
—'Escucha. El motor va bajando la voz.
Que tu genio encuentre pronto el remedio a...
— ¡Tengo miedo! ¡Tengo miedo!
—'No hay remedio.
—• El motor se calla.
••— Apresúrate, amado mío. Siento que la
— ¡ O h ! Siento comenzar la caída.
demencia se apodera de mi cabeza, la sacude
y la voltea como en un vértigo. Una locura
— Uniformemente acelerada... ¿Pero qué
terrible se me introduce. Me vienen impul' haces? ¡ A h ! , cjuieres estrangularme.
sos de precipitarme.
— Sí, miserable, asesino.
— Date el placer de empezar. No tendrás
— ¡ Gesto inútil!
tiempo de terminar.
— ¿Es pues cierto? ¿Vamos a caer?
FIN
Cl TajoMaliali reHejado e n el r i o J u n n a
( D e 1» olit» » L«i MaiarUIsji del UOÍTCHOO>
El mtiagTo de poesía y de arte del Taj-Mahal, mltninactón de todas las maratñtíai de Agrá, tío
tiene tgui,l en el mundo. El Taj-Mahal es Un prodigioio palacio de ertsueño, levantado por el
sha fehan para sepultar ¡os restos de su ¡avortta Arjmand Bonn. Toda ¡a jantama indica, todo
el instinto lírico del Oriente se derramó en dones sobre esta construcción, de la que el amor
hizo tumba de una mujer artUetttemente amada.
R
f
N
759
LA VIDA E N P A R Í S
MANGIN. EL GENERAL NEGRERO
ios que combaten por un ideal emancipador,
no nenten aquella furia aniquiladora, propia
de les generales del trono y del altar. ¡ Qué
diferencia entre el general Marcean, a quien
sus propios enemigos ensalzaban, y Turenne,
hábil estratega, pero muy capaz de incendiar
como incendió a sangre fría la región del Palatinado para complacer a Luis XIV y a Louvois! ¡Qué diferencia entre Turenne y Hoche, hijo éste de la Revolución, humano y.
digno de llamarse, como se le llamó, <'el Pacificador •< !
Se parecía Mangin, general de la tercera
República francesa, a Turenne más que a Hoche y a Marcean. Tardicu y sus colegas de
ministeno no se privaron por ello de ofrecer
a la estatua el rendido homenaje de ardiente
y patriótica admiración.
"Los días se suceden, pero no se parecen-,
dice el adagio. En el curso de la manifestación pacifista que fué el entierro de Bnand,
ante la presión de centenares y miles de manifestantes — s« ha dicho, incluso, que fueron
dos millones — los gobernantes declararon
por boca del primer ministro, Tardieu, que
reprobaban la carnicería de las guerras. Apenas transcurre una semana y los mismos perscnajcs oficiales se contradicen gravemente
anstiendo al descubrimiento de la estatua del
general Mangin en una plaza del distrito XIV
de París y pronunciando discursos de subido
tono patriótico.
El general Charles Mangin nació en Sarrebourg el año i866. Mandó sucesivamente en
la gran guerra varios cuerpos de ejército, el
6.", el 9. y el io.°. Murió sesentón, y no
LOS TRAFICANTES DE LA CRISIS:
en el campo de batalla precisamente: sucumMONSEÑOR VERDIER Y LOS NEbió víctima del despecho por no poder blanGOCIOS DEL PARO
dir el bastón de mariscal.
El paro forzoso va marcando su cruel exisSe le llamó < broyeur de noirs», empleando
una frase figurada. «Broyer du noir» es e! tencia y no pasa día sin que los periódicos inacto de entregarse a sombrías meditaciones, serten informaciones catastróficas de suicidios
tomándose la palabra '«noir , negro, como re- y desastres. Hoy es un obrero anciano el que
presentación de la tristeza. Mangin era hom- sucumbe al filo de la edad, de la enfermedad
bre tan insensible que cuando mandaba las y de las privaciones; ayer, el patriarca de una
tropas coloniales, negros de África por regla
familia se suicidó por no tener valor para ver
general, destinaba la masa de color a ser ba- morí' lentamente de hambre a los seres querrida implacablemente, sacrificando a los ne- ridos, desamparados por la muerte del padre,
gros sin la menor preocupación al lanzarlos que ganaba el pan. A diario se registran casos
al as.ilto fulminante, sin ahorrar vidas.
deíesperados y torturas inauditas. Las víctimas
Se ha dicho que era engreído y que tenía
buscan refugio en la muerte mediante la esaficiones filarmónicas, aunque la música, que pita del gas o se arrojan a las profundidades
domestica las fieras, no dulcificó su carácter. del Sena
La mclodíi más grata para Mangin debió ser
Cen tan lamentables y trágicas realidades
el estrépito de la artillería. Al oirlo. es muy
trat'ica y quiere sacar partido monseñor Verpcsible que bajo la máscara de la impasibili- dier, arzobispo de París. En las paredes de la
dad se produjera en Mangm esc placer mal- ciudad pueden verse unos carteloncs que coníano de les asesinos profesionales en quienes tienen e! más patético e ingenioso llamamienel gnio, la convulsión desesperada y !a muer- to del prelado a los fieles para atenuar la crite a|cna provocan sádicas voluptuosidades, sis del paro forzoso. Lo que propone moncomo manifeitacicr.es del erotisrno bestial que reñor no es una distribución de socorros, sino
caracteriza en general a los "héroes» glonfi- que se construyan en la zona de París 600
cfldos pcr los poetas clásicos y la historia ofi- Iglesias.
cial. El divino Aquiles arrastraba con superDice el buen apóstol que los obreros tenabundante orgullo el cadáver de Héctor ata- drán trabajo si se dedican a la construcción
do al carro de aquél como un trofeo. El pia- de templos. En efecto... No es menos cierto
doMJ Tilly. denructor de Magdeburgo y que la clerecía adquirirá a título gratuito 600
precuncr del no menos pío Mac-Mahon, el inmuebles que ni siquiera podrán servir para
vencido de Reichshoffen, para desquitarse, resolver la crisis de la vivienda ni para cobimasacraba a los parisicníes...
jar a los que carecen de casa. El TodopodeLos caudillos de ejércitos revolucionarios. roso, que está en todas partes, no tiene ne-
B
760
cesidad de tantos domicilios, y es un sarcasmo
preconizar como si fuera obra meritoria la
construcción s exfjensas del pueblo de 600
edificios inservibles.
LA FERIA ELECTORAL
Las elecciones han complicado la situación
aumentando el contenido de las carteleras con
las proclamas electorales de los profesionales
de !a f>o!ítica. N o sólo se ven carteles de esta
clase en las paredes, junto a reclamos y anuncios de aperitivos, sino que también se disponen en plena calle, encuadrados en grandes
rectángulos o bastidores con marco de madera. Nada más grotesco que la proximidad de
unos reclamos electorales a otros. La prosa
de un candidato injuria copiosamente al candidato del reclamo próximo, completándose la
arenga electoral con gráficos no menos acerbos.
Cuando aparezca este artículo, los electores
habrán dictado ya su veredicto y los 600 y
pico de diputados tendrán el acta que deseaban. A menos que se produzca un truco teatral
inesperado, la comedia seguirá representándose con parecidos lances en el cabaret parlamenlano. Tardieu, H e m o t . Blum y Cachin,
con sus rastras de electores, seguirán agrediéndose mutuamente valiéndose de una oratoria
más o menos grandilocuente y relampagueante... Batallan q u e tienen por objetivo la conquista del poder, escaramuzas sin beneficio
alguno para los trabajadores, pero que pueden distraer a los aficionados a la política, a
los que ven en ésta el espectáculo de un asalto de boxeo o la t n m u de una película.
EL N U E V O P A R Í S : DECENCIA
GIENE
E HI-
Al transformarse París se americaniza. H a y
a casas de siete y ocho pisos, en espera de
_is que tengan quince y veinte, como en Nueva Yorit. La fiebre de construir rascacielos se
advierte sobre todo en la pcnfena y singularmente en la onlla izquierda del Sena. Parece que la existencia d e rascacielos debería
determinar una baja en los alquileres, pero
no se j>roduce pwr más que se espera. La crisis de !a vivienda está por resolver, y no se
resolverá con la construcción de las 600 iglesias que preconiza el arzobispo de París a expensas del pueblo.
El arzobispo destina las iglesias, no a cobijar a los desheredados, sino a catequizar i
los trabajadores. En espera d e que Uegue el
mcOTiento — y n o se trata prwiisamente de
una compensación — van a hacerse desaparecer est» quicKcos indisp^uables q u e hay en
11:
N
la sup>erficie de ciertas calles y cuya contemplación ofuscaba a la austera esposa de un
alto Kincionario de la República. Y como los
subterráneos con lavabo, conocidos hace una
generación en Londres, son aún excef>ción en
París, les transeúntes aquejados de incontinencia reniegan de la púdica dama. El Ayuntamiento de París ha votado una partida de
45 millones de francos para constmir cámaras
subterráneas a! estilo de Londres, con objeto
de concillar las necesidades de la naturaleza
humana y de la higiene con los escrúpulos
de la decencia... Aunque es evidente que hubiera sido lo mejor empezar por el principio.
"Es un contrasentido poner el arado delante
de los bueyes» se decía ya en tiempos pasados
al señor de Cumont. ministro de Instrucción
en un gobierno de los más reaccionanos. presidido por el duque de Brogulie. Gran número
de bañeras con servicio de duchas y piscinas
se instalarán en los establecimientos hidroterápicos que hay cii París. Los avances de la
higiene son paralelos a los del espíntu. Cuando la Roma pagana se convirtió en urbe cosmofKilita y tolerante, tenía muchas casas de
baños. El rnstianismo que deformó en tres
siglos el bello movimiento social impregnado
de filosofía platónica, exaltó el desprecio de
las cosas terrenales y del cuerpo humano, llegando a instaurar en la Europa medioeval un
infecto régimen de costra matenal y moral.
Para obtener el favor del Cielo, las reinas hacían voto de n o cambiarse la camisa en meses
y años enteros. Los católicos catequizados por
la Inouisiaón quemaban a los herejes empleando ef fuego, {>ero ellos no usaban el agua.
Los conventos se convertían en focos de infección, d e histensmo, de culto a Príapo. Antes de la Revolución, los hospitales eran cloacas y antecámaras de la muerte, usándose un
lí^ho mismo hasta [Mra cuatro enfermos. Se
contagiaban las enfermedades unos a otros y
sólo por mediación de Pinei, en aquella épioca
renovadora, se con^guió que los deficientes
mentales se consideraran como enfermos y no
ccmio criminales y agentes del diablo, a los
que se atormentaba y martinzaba incesantemente.
EPIDEMIA DE AGRESIONES Y ASESINATOS
T o d o se relaciona y encadena en lo infinito
del tiempo y del espacio. Como la caída de la
piedra en la supcrhcic tranquila del lago determina la formación de círculos concéntncos.
cualquiei vaho, aun el más insignificante, repercute en el mundo material y m\ el mundo
moral, ya auc no existe causa sin efecto como
tampoco efecto sin causa.
R
¿Cómo puede ignorarse el hecho de que
más de cuatro años de guerra — 51 meses y
9 días, exactamente — de afán destructivo,
de contacto forzoso tenían que producir un
desequilibrio cerebral? Es evidente que pudo
aplaudirse la desaparición de algunos tronos
en la vieja Europa, y parecería absurdo lamentar el avance político más o menos aparente que supone el derrumbamiento de tales
armatostes. El mundo vive en perpetua transformación, y conviene recoger los frutos de
la evolución sin contener la marcha, acelerada
cuando así puede hacerse, sobre la ruta del
progreso infinito.
Hay pueblos de Europa que en plena convulsión producida por la guerra han pasado
repentinamente desde el autoritarismo monárquico a la modalidad republicana, pero sin
abandonar el espíntu traaicional. No puede
extrañamos que la fraternidad humana no
haya dado frutos.
La República universal, generoso ideal proclamado ya por los Víctor Hugo, los Michelct
y los Giuseppe Garibaldi como panacea mágica, es todavía una pomposa formula, muy
superior a la República histórica, una puerta
abierta al porvenir. La segunda República española acaoa de cumplir un año y tiene por
desgracia traficantes y falsos devotos; también tiene deportados, enviados a morir lejos
de la tierra natal. En los primeros años tuvo
el mismo carácter la tercera República francesa, la de Thiers, una República sin republicanos.
• • •
Si la fraternidad no existe entre los pueblos
de la joven Eumpa tal como soñaban los optimistas. es desgraciadamente cierto que tampoco la advertimos en las ciudades, en el ámbito local. El desprecio de la vida ajena fue
la enseñanza de la guerra, como el pillaje y
el robo. Se dio el ejemplo desde lo alto de
la escala social, obedeciendo al ás¡xro deseo
de placer, tan comprensible en los desheredados de temperamento violento, que se preguntan : «¿Por qué no he de gozar yo también?»
Jamás se han visto tantos crímenes^ perpetrados entre familiares como en los iñ<a posteriores a la guerra. Los asesinatos calificados
de pasionales son frecuentes y horripilantes.
Por cierto que el calificativo de pasionales es
imDropio, pues más que la pasión amoro^
influye en ellos el espíritu feroz de autoridad,
la Violencia del que se cree propietario. Esposos y amantes se matsm recurriendo al pu'
ñaL ilA pistola, al veneno... Nunca se vieron
untas agreaones de noche y hasta de diá —
10 que prueba la audacia de k» malhechores —
B
N
761
como en el último invierno. Se han servido
del automóvil en los barrios todos de París.
Es preciso subrayar en honor del proletariado que a pesar de los sufrimientos que supone la aguda crisis económica y el paro forzoso, los agresores, a pie o en auto, no pertenecen a la clase obrera. Son, por el contrario,
jóvenes malandrines, vagos de profesión, juerguistas de origen burgués que sienten horror
al trabajo y una inclinación sádica a disponer
de la vida ajena. Con un poco de imaginación
podríamos compararlos a los señores feudales
de la Edad media que desvalijaban las caravanas de arrieros y mercaderes lo mismo que
despojaban a los pacíficos y laboriosos menestrales.
EL SUICIDIO DE KREUGER, NAPOLEÓN
CERILLERO. — LA «JUSTICIA», COMPLACIENTE CON LOS PODEROSOS, SE
CEBA CONTRA LA SEÑORA HANAU
Ivar Kreueer era el conocido ingeniero sueco provisto de trepidante actividad y desprovisto de escrúpulos, el que amasó una colosal
fortuna valiéndose de la especulación. En 1911
era un administrador de inmuebles en los Estados Unidos y seis años después consiguió
ser prestamista a largos plazos, contándose
Estados y millonarios entre sus acreedores.
Dedicóse a toda clase de negocios. Tenía el
monopolio mundial de las cerillas. La sociedad sueca de tal especialidad contaba con 250
fábricas en 43 países y Kreuger era conocido
por el rey o el «Napoleón de Tas cerillas». Rey
o emperador, aparecía como una potencia del
fósforo. El monopolio de Francia, por lo que
respecta a las cerillas, lo debió a Tardieu y
a su mayoría. Tenía el propósito Kreuger de
adquirir el control universal de los negocios
telefónicos.
Se le creía veinte veces multimillonario,
poseedor de veinte mil millones. Nada saciaba
a Kreuger. Morgan desconfió de el. El monarca cenUcro falsificó bonos» patrocinó falsas
concentraciones financieras, áilteró balances,
desfiguró la contabilidad. Viendo próximo el
desastre huyó de América, y cuando todo París contemplaba el aparato de Jos funerales de
Briand, el 12 de marzo, comptó Kreuger una
pistola de gran calibre y se suicidó. A pesar
de la reputación, tantos años intangible, de
omnipotente plutócrata, se vio en la impo*
sibilidad de obtener un último empréstito de
vanos millones para evitar o prolongar la agonía.
La señora Hanau, periodista y dirigente financiera, voluntariosa y perspicaz, acostumbrada a choques con k justicia legal, publicaba con ayuda de algunos amigos fieles desde
762
A
V
I
S
que salió de la cárcel una revista semanal,
«Forces», que predijo la quiebra de Kreuger,
cuyas especulaciones protegía el gobierno francés. También descorrió el velo la señora Hañau de las maniobras de sir Henri Deterding,
magnate del petróleo y de la "Royal Dutch,>
apoyado por los dirigentes de la política con'
servadora que tuvieron como ministros de
Hacienda a dos prevaricadores: Raúl Peret y
KIotz.
Una especialista tan avivada y diestra en
asuntos financieros era molesta para el g o '
biemo y ha vuelto a la cárcel. La señora H a '
ñau se encuentra, pues en la prisión de San
B
L
N
C
A
Lázaro procesada bajo pretexto de robo y d i '
vulgación de cierto documento policíaco se'
creto que desapareció del ministerio de H a '
cienda; también se acusa a la señora Hanau
por haber jugado a la baja y faltar al respeto
a un juez. T o t a l : que Tardieu la tiene presa
a pesar de hallarse enferma y andar con mU'
letas. Los periódicos mmisteriales acusan a la
señora Hanau de agente bolchevique... Se
emplea con ella la «mano dura» que ostenta
Tardieu para preparar el advenimiento del
fascismo en Francia.
CH.
MALATO
" V e n u » y a c e n í e " . C u a d r o de C o n t a r i n i
( D e la o b » «El Demudo en cl Arte'>
ConUnni fué un pintor de la escuela vetiecmia. Su estilo recuerda el del Tis^ano. Este cuadro
tiene urja espiritualidad exquisita. Venus, desnuda y tendida, en el esplendor de su beUezfl,
contempla con ojos un poco melancólicos el idilio de dos palomas, que unen, sobre una ranuí,
el coral de sus picos... Hay alma en estos ojos de la diosa, que parecen mirar con añoranza el
amor puro de los artimales y ¡a negrura tempestuosa del cielo y dt la tierra, de los hombres
y de los dioses.
T
DESDE
N
763
BÉLGICA
A l cumplirse el primer año de República
Española
Tengo a la vista un artículo de M. Jexas.
publicado el día 30 de marzo próximo pasado en Le Peuple, órgano diario de la democracia belga. El trabajo en cuestión se refiere
a la República española.
La crónica extranjera de Le Peuple no tiene desperdicio, hay que reconocerlo. Es un
tejido de errores, de afirmaciones a ojo de
buen cubero. Los benévolos lectores de Le
Peuple tendrán un concepto justo de las cosas de España «al cumplirse un año de régimen republicano entre obstáculos y dificultades».
He aquí lo que dice el articulista: «Han
transcurrido los días de Pascua, la primera
solemnidad de esta clase desde el advenimiento de la República. Por primera vez en
el curso de los siglos, se ha visto privado el
país del magnífico espectáculo de Semana
Santa.» Para M. Jexas no hay procesiones en
Sevilla, ni en Córdoba, ni en Málaga, mi en
Valladolid, ni en Madrid, {jorque «la República ha puesto a la Iglesia católica de luto y
el pueblo español tiene otras preocupaciones».
Asi, rotundamente.
La verdad es otra, sin embargo. En Herddo
de Madnd hemos podido leer que las procesiones salieron ,en distintas ciudades y pueblos.
El articulista califica a Sevilla de buenas a
pnmeras como un lugar estratégico, revolucionano de extrema izquierda, en el que M.
lexas ve en confusa concentración elementos
sindicalistas, anarquistas y grupos comunistas de todas las tendencias. Tan heterogéneos
núcleos forman, según M. Jexas, el frente único a la sombra de banderas rojas y negras.
Este gazpacho — genuina creación Jexas
— tiene un realce de notas agridulces, muy
significativas por cierto en boca de un periodista a sueldo de la 11 Internacional. Dernuestran una vez más que la calumnia metódica.
un propia de los discípulos de Carlos Marx,
no deja de tener actualidad para ellos.
Sigamos el texto de M. Jexas: «Se trata
de ciudades incultas que viven miserablemente, rezagadas en el desenvolvimiento econó-
mico, accesibles a las ideas anarquistas y sindicalistas, a erupciones esporádicas desesperadas y coléricas más que al trabajo sistemático
y paciente que representa la educación y la
organización de tipo socialista.»
Prescindamos del alto concepto que tiene
el articulista y del cometido que asigna al
anarquismo en la evolución social. Nos limitamos a transferir a M. Jexas a sus mentores,
para que vuelva a leer lo que ignora y no
escriba en adelante tan pintorescas tonterías.
Si tiene tiempo disponible, estudie M. Jexas
la historia del movimiento social en la vertiente española del Pirineo. Advertirá que
una de las regiones más avanzadas de España, Cataluña, cuenta con un movimiento sindicalista anarquista logrado, y que su población es la menos rezagada de la península.
Las condiciones económicas de Cataluña son
avanzadas gracias a la actividad vital de las
organizaciones sindicales y anarquistas, y al
denuedo con que luchan contra el capitalismo. El temperamento apasionado de aquella
zona peninsular no rima con la calidad de
adormidera de la democracia belga.
Es evidente que M. Jexas no puede sostener lo que cuenta a sus lectores. El cronista
de hechos lejanos, el articulista de temas internacionales, no debería escribir una sola palabra sin documentarse cuidadosamente. Si se
documentara 00 consignaría las más absurdas contradicciones al escribir que Joaquín
Maurín y Andrés Nin son dirigentes anarcosindicalistas de los obreros industriales de
Cataluña, cuando nadie — excepto M. Jexas
-y- ignora que Maurín y Niti son comunistas.
Sin duda el cronista de Le Peuple desconoce
muchas otras cosas. Le aconsejo la lectura de
dos folletos debidos a la pluma de aquellos
dos comunistas políticos: «L'anarchosindicaliste en Espagne» y «Les anarchistes et le
mouvement syndical».
Según Jexas, periodista socialista o que por
tal se tiene, Casanellas es un asesino. Dato, lo
mismo que Alfonso XIII, son, sin duda para
M. Jexas, dos excelentes personas. El hecho
de que a un revolucionario le expulsen de
su «propio» país y tenga que andar de frontera en frontera, arrojado de todas partes y
perseguido sm tregua, no interesa al cronista
364
R
V
I
d e la democracia belga. Ei espíritu de solidaridad socialista se esfuma en el umbral de la
capilla democrática en la que vive incrustado
M. Jexas.
Sigue diciendo el articulista: «En los grandes núcleos urbanos, ha dejado huellas la
educación socialista, lo mismo que en las zo'
ñas industríales, m.ientras el extremismo sólo
pudo obtener éxitos parciales y esporádicos."
H e aquí el lenguaje que emplearía un jesuí'
ta. Desgraciadamente para M. Jexas, la historia cotidianaa contradice sus puntos de vista
con hechos que él mismo narra, referencias
de violencias e incidentes en Antequera,
Huesca, Barcelona, Málaga, Corana, Temel,
Madrid, Sevilla...
También cabe recordar al cronista que con
asentimiento de los socialistas españoles el gobierno d e Madrid ha detenido, deportado y
encarcelado a gran número de militantes obreros, clausurando, además, los centros, suspendiendo o persiguiendo de manera que equivale a suspensión, las publicaciones proletarias y ametrallando manifestaciones populares.
¡ Trágico balance al cumplirse el pnmer año
del régimen republicano!
Los viles charlatanes del socialismo español
ayudan al Gobierno a desembarazarse de elementos subversivos. Afirma M. Jexas que la
reforma agraria n o ha podido tener efectos
apreciables, pero no consigna razones. ¡ Se
guarda bien de ello! Evita el ndículo, o por
lo menos cree evitarlo, porque en primer lugar la reforma agraria, no se aplicó ni se discutió siquiera en el Parlamento; en segundo
lugar, ¿cómo es posible hacer nada apreciable
en un régimen semifeudal respetando la propiedad privada como se respetará y hasta se
indemnizará ampliamente según el proyecto
de reforma agraria?
Surge u n alto clamor contra la burguesía
republicana, pero denunciemos también el
fracaso de los «constructores); socialistas que
confiesan la propia incapacidad de realización
para el menor avance social. ¿ N o ha reconocido paladinamente el ministro de Obras Públicas d e la República española y militante
socialista, Indalecio Pneto, que se cortaría la
mano antes de firmar la nacionalización de los
ferrocarriles?
Si la burguesía fracasa está en su lugar,
pero el socialismo se cubre de ignominia por
la complicidad de sus elegidos en la vigencia
de leyes dictatoriales, crimitiales, de excepción,
leyes que hacen el juego a los elementos más
A
N
reaccionarios y les otorgan el poder, malogrando todo avance de carácter social. ¿ N o
conoce usted el texto de esas leyes españolas
de excepción, M. Jexas? Al omitir la referencia en un artículo tan copiosamente "documentados como e! suyo, prueba la parcialidad
con que se conduce, abusando de la buena
fe del lector.
En las postrimerías de la crónica desciende el articulista hasta el servilismo, afirmando que la sensatez de sus amigos de España
merece admiración y confianza. Tengo derecho a preguntar a M. Jexas si su conciencia
se contaminó en los bajos fondos de la Prensa prostituida. La actitud del autor resalta bajamente, por no decir que se destaca como
estigma infamante.
HEM
DAY
Bella joio hecJui en la jira de Alicante. Los protagonisUn se hallan enramados sobre el mejor
amigo de la Humanutad: el Árbol.
R
B
N
765
Capital de la última fecKa de las colon i a s europeas de África, Trípoli se
transforma
La Tripolitania o, mejor dicho, la Libia,
puesto que éste es el nombre que lleva oficialmente, es una de las últimas en fecha de
las colonias europeas. En efecto, muy poco
tiempo en vísperas de la guerra fué cuando
Italia la arrebató a Turquía.
En octubre de 1911, tropas italianas desembarcaron en la costa tripolitana. Fué menester un año de guerra para obligar a Turquía, a la cual pertenecía nasta aquel momento, a abandonarla y fué a fines de 1912, en el
tratado de Ouchy, cuando la cedió oficialmente al gobierno italiano. Mas, en efecto, ¡a dominación de Italia en Tripolitania fué disputada durante largo tiempo. Cedido el país, fué
preciso conquistarlo.
Italia ha empleado allí cerca de diez y ocho
años. Durante diez años tuvo que contentarse
con una estrecha faja litwal y se instaló solamente en algunos puntos de la llanura costera como Trípoli y Bengasi.
Más tarde, a partir de 1920, y sobre todo
de 1922, las tropas italianas conquistaron toda
la llanura de la costa y después penetraron
en el interior. Los últimos jefes rebeldes fueron batidos e hicieron su sumisión a principios de 1929.
Finalmente, -a principios de 1930, fué obtenido un gran éxito con la ocupación del
importante grupo de oasis del Fezzan y de
su capital Mourzouk. En lo sucesivo, sólo algunos oasis escapan a la dominación italiana.
Puede decirse, por tanto, que de hecho y de
derecho, la Libia se ha convertido en una
colonia europea.
También se halla en vías de transformarse.
Ya hemos dicho en otro número que se habían realizado muy grandes esfuerzos para
restituir al cultivo territorios áridos v en particular las regiones desiertas del Sahara que
ocupan tan grande extensión en la colonia.
Hemos recoi^ado la gran lucha contra la
arena que sigue siendo la preocupación principal de los colonizadores y de los agrónomos
iulianos. Pero no es sólo el suelo el que se
halla en vías de recibir una nueva transformación. Las ciudades han sufrido también
muy grandes transformaciones y algunas han
sido creadas por completo en el desierto^ Pero
las ciudades más imporuntes ocupadas desde
el comienzo de la conquista, hállanse en vías
de cambiar completamente su aspecto. Este es
e! caso, en particular, de Trípoli,
Es esta ciudad la que ha dado su nombre
a todo el país, llamado durante largo tiempo,
bajo la dominación turca, la Tripolitania.
Los turcos la llamaban Tarabolos el Gharb,
dicho de otro modo, Trípoli del Occidente,
para distinguirla de Trípoli de Siria.
Como la mayor parte de las ciudades del
África del Norte, existía ya en la época romana. Pero la pequeña ciudad de Oea, que
se elevaba sobre su emplazamiento, no tenía
la importancia ni el esplendor de Cirene que
se elevaba más al este y que habían fundado
los griegos.
Fue solamente a partir de la Edad media
cuando Oea, convertida en Trípoli y englobada al imperio de los califas de Damasco,
luego de Bagdad, comenzó a ser en verdad
una ciudad importante. Fué pronto una de
las metrópolis del Islam. Su importancia disminuyó con la del imperio de los Ftitimitos,
dinastía cuya residencia radicaba en Egipto,
pero que había dominado toda el África del
Norte.
El fin de la Edad media es, por otra parte,
en los países musulmanes del África del
Norte, una curiosa época que podría denominarse la edad berbensca o, mejor, la edad de
los corsarios.
Para todas las poblaciones musulmanas que
habitaban en la costa meridional del M«literráneo, el corso se convirtió en la industria
nacional. Todas las ciudades se trocaron en
otros tantos nidos de corsarios. Trípoli fué
uno de ellos, como Tánger, Tetuán, Oran,
Argel, Bougie o Túnez.
Los piratas de los mares tuvieron en Trípoli una de sus guaridas preparadas. Llevaban
allí en gran número los cautivos que habían
arrancado de sus pueblos de Italia, de España
o de Provenza o aprisionado en el mar en sus
navios y les vendían en el mercado de los
esclavos donde se encontraban con los negros
llegados del interior del continente africano.
Trípoli era, por tanto, el paraúo de loa negrerc» y uno de los más importantes mercados de cscbvos del continente africano.
En el siglo XVi, Dragut, uno de los mis
766
L
A
famosos corsarios que hayan hecho su aparición en el Mediterráneo, se instaló allí. Hizo
construir un castillo que subsiste aún hoy. En
varias ocasiones, las potencias europeas se rebelaron contra la tiranía marítima de los corsarios tripoli taños.
También Trípoli fué bombardeada muchas
veces por las flotas cristianas: sucesivamente
balas españolas, francesas, lanzadas por los
cañones de nuestro gran almirante Duquesne,
bajo Luis XIV. americanas (a comienzos del
siglo Xix), venecianas y sardas cayeron sobre
Trípoli de Berbería...
También fué tomada Trípoli varias veces:
por el rey de Sicilia en 1146, por el de España en 1510. Este la conservó veinte años,
después confió su custodia a los caballeros de
Malta que permanecieron en ella hasta 1551,
fecha en que los turcos se apoderaron de ella.
Existen también en Trípoli, como vamos a
verlo, algunos vestigios de la dominación cristiana que ha durado allí cuarenta años.
Turca, independiente bajo un jefe indigno,
luego turca nuevamente hasta 1911, es Tripoli, desde esa época, ciudad italiana.
Pocas ciudades del África del Norte han
tenido una historia tan accidentada. Cada una
de las dominaciones que se han sucedido en
la capital de los corsarios, desde la antigua
Roma de los Césares hasta la Roma de Víctor
Manuel III, ha dejado allí huellas en forma
de murallas, de monumentos o de ruinas. Por
otra parte, cada una de las poblaciones muy
numerosas que la habitan: árabes, judíos, neros y europeos, tiene allí'su barrio totalmente
istinto por su aspecto y por las costumbres
de sus habitantes del bamo vecino.
Esta es la gran originalidad de Trípoli, especie de ciudad-cigüeña en la cual se hallan
en una sola varias ciudades: ciudad europea,
ciudad israeliu y ciudad negra.
Vista desde el mar — escribe un viaiero —,
Trípoli parece encantadora. (Una cadena de
escollos, emergida en parte se adelanU por el
agua azul a tres quilómetros de la costa y
lleva, en su raíz, por la parte de la tierra
firme, una gran torre y fortificaciones. Al Oeste, se redondea el creciente de la ciudad, separado de la playa por una línea de murallas
que domina una hilera de casas blancas con
terrazas, y que limita, en la extremidad oriental del puerto, el palacio macizo del gobernador general, rodeado de jardines y dié palmeras. Minaretes tan esbeltos como ios de las
mezquitas de Turquía y los m á ^ e s de pabellones donde tremolan las banderas consulares, aparecen por encima de las mezquitas y
de las casas próximas al litoraL
La ciudad árabe fué por largo tiempo la
más importante y es hoy aun la mis poblada.
f
N
Trífwli cuenta hoy, en efecto, unos 60.000
habitantes de los cuales sólo 12.000 italianos
y 900 israelitas y además 1.500 malteses. La
población indígena se compone de cerca de
40.000 habitantes.
Toda la ciudad se halla dominada por la
masa imponente del castillo que se encuentra
en el punto de contacto de la ciudad indígena
y de la ciudad europea.
Construido en 1518 por los españoles, quizá fobre el emplazamiento de un campamento, ofrece todavía una gran impresón de
fuerza maciza y de potencia militar. Hállase
enclavado en la masa de las antiguas murallas de las cuales subsiste todavía una parte
importante.
Detrás de esas murallas, se extiende la ciudad indígena compuesta, como todas las ciudades de Oriente, de pequeñas calles sombrías, estrechas y pendientes, casi todas abovedadas y que recuerdan, como es natural, las
de la Kasbah de Argel o de la ciudad indígena de Túnez.
Vense allí algunos de los más bellos monumentos indígenas y de los mejor conservados. El más notable es la mezquita Caramanli o mezquita del Pacha, elevada en 1740
por el pacha que se emancipó de la dominación otomana. Es un edificio cuadrangular,
bordeado de un largo pórtico sobre columnatas de mármol y coronado por un minarete
octogonal que remata un farol o linterna
puntiaguda.
El Zoco de los turcos, así llamado por los
antiguos dueños del país, es el lugar más animado de la vieja ciudad. Hállase formado
por innumerables tiendas instaladas bajo galerías de madera, en medio de las cuales se
alza otra mezquita notable, la mezquita Mohammed Pacha, adornada de una hermosa
puerta de madera esculpida.
En los alrededores se hallan otros zocos:
zoco er Ribas, en el cual se venden toda clase
de objetos fabricados, desde productos de alimentación hasta prendas de vestir, zoco de
los orfebres en el cual se confeccionan joyas
de filigrana de oro y de plata.
En el medio de la ciudad antigua se eleva
el monumento antiguo mejor conservado de
Trípoli, el arco de triunfo de Marco Aurelio.
Es un enorme arco de mármol, menos alto
que la mayor parte de los demás monumentos análogos y de forma casi cuadrada, coronado por una maciza cúpula construida con
gratides bloques. Los demás recuerdos de la
antigüedad romana han sido transportados al
museo arqueológico, donde pueden verse, een
particular, varias hermosas estattias de Apolo,
de Venus y de otros dioses y una interesante
colección de monedas.
N
Nada es tan curioso como el contraste en'
tre el arco de triunfo de Marco Aurelio y el
aspecto de la muchedumbre que circula por
la vieja ciudad. Aquí no nos hallamos en
Turquía ni en Egipto y, contrariamente a
lo que han hecho sus correligionarios de
esos dos países, los musulmanes de Tripoli'
tania permanecen fieles a sus costumbres tradicionales. Albornoces, caftanes, djellabas, feces, turbantes y chechias se ven con profusión.
Las mujeres pasan estrictamente veladas,
ocultando debajo de sus mantos blancos los
suntuosos vestidos de seda y los collares de
zequíes o de manos de Fatnuí. Majestuosos
ancianos, cuyo turbante inmaculado y la túnica de seda amarilla y la hervnosa barba
blanca, parecen salidos de un cuento de las
Mií y tina noches, se hallan sentados a la
puerta de los cafés moros delante de una minúscula taza de kawa.
A veces pasa un cortejo nujxial: precedidos de músicos tocadores de darbouka o de
flauta, danzantes y saltimbanquis, los hombres
pasan sobre hermosos caballos magníficamente enjaezados y por la noche, cada uno de
los invitados Ueva un farol. Pero buscaríase
vanamente a la novia que, conforme lo exigen las buenas costumbres, tiene que permanecer encerrada en su casa durante la celebración de sus bodas...
El barrio judío o hará, que fué antaño bastante análogo a la ciudad árabe, se halla en
vías de modernizarse actualmente. Los israelitas de Trípoli han adoptado, en efecto, casi
íntegramente las costumbres europeas. Los
jóvenes de ambos sexos han renunciado casi
todos al traje nacional: vestidos con ostentosos adornos, corpinos de seda blanca para
las jóvenes, gandouras y feces para los jóvenes,
para llevar el vestido o la chaqueta a la última moda de Roma. Han adoptado también
las costumbres italianas y se mezclan activamente en la vida de los nuevos dueños del
país.
La ciudad negra, que es un arrabal de Trípoli, tiraie también un aspecto absolutamente
distinto. Hállase formada por chozas cónicas
cuya armazón de ramajes está recubierta de
paja o de esteras. Bajas, estrechas, provistas
de una puerta pequeña y desprovistas de
ventanas, estas chozas forman al lado de Tripoli una verdadera ciudad sudanesa.
Finalmente, desde hace veinte años, se ha
elevado una verdadera ciudad europea al lado
y alrededor de la vieja ciudad de Trípoli, como
el Argel francés al pie de la Kasbah.
Los italianos han trazado al pie de las antiguas murallas, que domiiu aun la enorme
masa almenada del castillo de Carlos V, un
C
767
magnífico bulevar. Este costea el mar en
una longitud de varios kilómetros. Es ancho
y está bordeado de hermosísimos jardines a
la franccKi dibujados muy claramente. A la
derecha del castillo, bordea la ciudad indígena
y sus mezquitas todas blancas coronadas de
cúpulas redondas; a b izquierda, bordea las
construcciones europeas y los nuevos puertos.
El puerto de Trípoli ha sido dispuesto de
forma que se convierta en un centro activo
de tráfico. Los trabajos del puerto de Trípoli
son una de las obras más notables que haya
llevado a cabo la dominación italiana en Libia.
En primer lugar, ha sido construido un
muelle de 2.000 metros de longitud, prolongado después por un muelle transversal de
800 metros y sucesivamente fueron construídos otros muelles secundarios. Fueron delineadas así cierto número de dársenas, sirviendo unas para los buques de reducido tonelaje,
otras para los barcos de tonelaje más importante y otras, en fin, como dársenas de carenar.
Ha sido instalado un faro y hoy tiene Tríp)oli un movimiento que excede de un millón
de toneladas.
Por la parte posterior, se extienden calles
anchas, rectas, bien trazadas y bordeadas de
hermosos edificios. Las construcciones nuevas,
en efecto, no faltan en Trípoli. Los principales monumentos edificados por los italianos
son la estación central, vasto y espacioso edificio de estilo morisco, el palacio del gobernador, palacio de mármol que descansa sobre
una ligera columnata y edificado alrededor de
un patio central de estilo morisco. La catedral
católica, hermoso monumento gótico, de 25
metros de longitud, y de 46 de altura hasta
lo alto de la cúpula. El hospital colonial Víctor Manuel III que podrá contener ochocientos enfermos, el palacio de Correos y la Escuela de Artes y Oficios.
La ciudad italiana, además del magnífico
bulevar que la bordea por la parte del mar
(bulevar marítimo Volpi) y que bordean
por la parte posterior los jardines de grandes
hoteles, un banco y el teatro, está cortada por
anchas calles o bulevares y aireados por extensas plazas.
La plaza del Cuatro de Noviembre, extensa explanada desde la cual se disfruta de una
vista sobre el mar, se extiende delante de la
catedral y un jardín público ocupa, una parte
de ella.
Finalmente, la calle Víctor Manuel III, se
halla formada exclusivamente de edificios
nuevos, hoteles, restaurants, del Palacio de
Justicia y de la oficina de las artes indígenas.
Los edificios están construidos en estilo semi-
768
R
V
I
italiano y semi-colonial. Casi todos tienen tan
sólo dos pisos. El primero se halla bordeado
de anchas galerías de columnas o de miradores. Todo ello forma terraza. Esta calle, como
todas las de la cmdad italiana, está alumbrada por electricidad. Circulan por ella tranvías así como numerosos automóviles.
H a y además servicios de automóviles organizados para poner en comunicación la capital y las principales aglomeraciones de la
Tripolitania. Desde hace algunos años, Trípoli ha llegado a ser un centro económico
importante. Todos los años se celebra allí una
gran exposición : la Feria d e Trípoli.
Reúnense allí, en un espacio de treinta mil
metros cuadrados, agrupando los pabellones de
las diversas regiones de la Libia y de la metrópoli, expositores que llevan los productos
más característicos del cultivo y de la industria locales.
En lo que concierne a la Tripolitania y a
la Cirenaica, se ve allí una exposición d e la
seda, una exposición de hidráulica agrícola,
una exposición de motocultura, una exposición de silvicultura, una exposición oleícola,
un concurso agrícola, una sección de la pesca,
una sección de deportes y de turismo.
La Feria de Trípoli tiene por objeto no sólo
dar a conocer a Italia y a Europa los grandes
resultados obtenidos por la colonización ita-
T
A
B
A
N
liana en Tripolitania y el desarrollar una dilatada corriente de negocios entre la Tripolitania de una parte y de otra la metrópoli, las
colonias francesas de África y los demás países europeos, sino también el hacer de Trípoli un gran centro de turismo. Las curiosidades no faltan, desde luego, en los alrededores.
Las principales son las ruinas romanas de
Leptis'Magna, donde se han descubierto magníficos monumentos antiguos. El año último,
se trasladaron a la feria de Trípoli más de
ochenta mil visitantes. Diez mil de ellos se
trasladaron a Leptis-Magna o a otras diversas localidades de la Tripolitania.
De este modo es Trípoli actualmente lo que
era Argel hace tres cuartos de siglo: una cmdad que el espíritu europeo se halla en vías
de transformar, uniendo así a una parte de
los indígenas y resucitando las actividades
caídas en letargo desde hace luengos siglos.
Menos aventajada que Argel, pues es el centro de un territorio menos rico, Trípoli, más
próxima al Sudán, está llamada quizá a un
gran porvenir el día en que se establezcan
las comunicaciones transsanarianas entre la
costa mediterránea y los países del Tchad.
LEÓ.N
(Versión de E.
ABENSOUR
Muñiz.)
S E C C I Ó N DE E X C U R S I O N I S M O
El Grupo Sol y Vida», en una salida de campo realizada en -Les ¥onteles>, de SardMiola, el
mes de abril próximo pasado.
Descargar