MÚSICA | 50 AÑOS DE KIND OF BLUE Y un día irrumpió el nuevo jazz... GIGANTES. Miles Davis con su trompeta; detrás, John Coltrane THE NEW YORK TIMES En marzo de 1959, Miles Davis, John Coltrane y Bill Evans, entre otros, grabaron un disco hoy considerado el mejor del género POR CÉSAR PRADINES Para La Nacion - Buenos Aires, 2009 C incuenta años atrás, Nueva York era tal vez la ciudad más densamente poblada por músicos en el planeta. En unas decenas de manzanas, donde se concentraban un centenar de clubes de jazz, circulaban Duke Ellington, Miles Davis, Dizzy Gillespie, Thelonious Monk, John Coltrane, Count Basie, Sonny Rollins y Max Roach. Ese ambiente fue el caldo en el que se cocinó Kind of Blue, considerado por muchos el mejor disco de jazz de todos los tiempos. El 12 de marzo de 1959, Miles Davis convocó a su sexteto al estudio de Columbia Records. Se trataba de un verdadero seleccionado de músicos: Coltrane, Cannonball Adderley, Bill Evans, Paul Chambers y Jimmy Cobb, este último en reemplazo del genial pero errático Philly Joe Jones. Su plan era desarrollar algunas ideas musicales expuestas de alguna manera en su disco Milestones, en el que había comenzado a componer de manera modal. En esa ciudad eran pocos los músicos de jazz que habían abordado la música modal (que, al suprimir o simplificar la progresión armónica, ofrece mayor libertad a la hora de improvisar) pero Evans y Coltrane ya sabían de qué iba esa historia. Kind of Blue se hizo en dos sesiones, una el 2 de marzo y la otra el 22 de abril; en la de marzo, intervino también Wynton Kelly, un pianista de una notable ductilidad. Los músicos encontraron en el estudio poca información sobre los temas, apenas esbozos, bocetos inacabados en los cuales el trompetista dejaba enormes espacios para los solistas. Davis sólo se proponía avanzar sobre este nuevo plano armónico. La música tonal y los famosos 32 compases se habían convertido en una calabozo cómodo pero aburrido para él. Sin embargo, y como era ya habitual, definió con bas- tante precisión la estructura rítmica y así, sin mucho más que algunas charlas, se erigieron como los modernos jazzmen de Nueva York. ¿Cómo llegaron tan lejos? Dos aspectos son centrales: el nivel del grupo y el contexto musical en el que estos artistas se movían. Tenían (salvo Cobb, los demás músicos han salido de la escena de la vida) un talento especial y una sed de nuevas sendas. El grupo rondaba la treintena y era un mosaico de personalidades bien definidas. No había principiantes ni artistas prematuramente envejecidos. Leones con mucho oficio en el arte de la música. Un contexto que propiciaba la exploración y el desafío determinaron, en la competitiva escena del jazz, esa maravilla musical que cumple este mes 50 años y que, a esta altura, resulta imbatible. Kind of Blue mostró un equilibrio superlativo entre espacio y tensión, sus centros de gravedad. Riqueza en las formas, en las texturas y una dirección que ni el propio Davis conocía de antemano. Los temas tienen un tono existencialista; la trompeta de Davis muestra la soledad sin disfraces, en tanto que la sección rítmica de Evans, Chambers y Cobb aporta, dentro de una sonoridad relajada, casi indiferente al mensaje de los solistas, una mullida alfombra sobre la cual se despliegan las improvisaciones. Es un disco en el que se toca poco; es decir, los músicos supieron encontrar la síntesis de sus propios discursos y así, con el silencio como principal protagonista, escribieron una página importante de la historia de la música. ¿Qué pasaba en Nueva York ese marzo? Una inquietud artística gigantesca llevó a Coltrane, veinticuatro días después, al estudio de Rudy Van Gelder, alquilado por Atlantic Records, para grabar lo que se llamaría Giants Steps, otro símbolo del jazz modal. Utilizó, básicamente, el criterio de Davis. Un boceto era la hoja de ruta. Aquel día el saxofonista llegó en su camioneta con el pianista Cedar Walton, Chambers y el baterista Lex Humphries. El pianista no consiguió desarrollar las ideas esperadas de “Trane”. Walton, tan joven, no estaba familiarizado con la música modal y la primera grabación fue, al menos, pobre. A los pocos días, Coltrane volvió, pero con Tommy Flanagan, Chambers y Art Taylor. Allí “Trane” mostró su lado más huracanado, saltó sobre la melodía y construyó así un clima de efervescencia, que lo alejó del disco de Davis. Flanagan lo sigue muy adherido a los “cambios”, con convicción; en su solo se convierte en un telegrafista con pocas pero muy prácticas ideas con las cuales preparó el terreno para una segunda entrada del torrencial Coltrane. Pero, naturalmente, tanta potencia creativa no podía instalarse sólo en Nueva York; en Los Angeles, un músico casi inadvertido, Ornette Coleman, un saxofonista alto, que utiliza un instrumento de plástico blanco, terminaba de grabar, en marzo de 1959, su primer paso en lo que sería el Free Jazz. Con Don Cherry en trompeta, los bajistas Percy Heath y Red Nichols y Shelly Manne en los tambores, Coleman graba, para el sello Original Jazz Classic, Tomorrow is the Question! una serie de composiciones en las cuales sobrevive la tradición del blues y el gospel, pero dentro de unas formas diferentes. Su música está compuesta de miniaturas dentro de un motivo melódico abierto. En este trabajo conviven la precipitación con el desenfado, y el resultado es uno de los discos más frescos que tuvo el jazz moderno. Coleman, tras este trabajo, se mudó a Nueva York y fue contratado por Atlantic Records. Apenas unas semanas después, en mayo, Charles Mingus grabaría su tremendo disco Mingus Ah Um, una pieza también de colección. Pero no todo era felicidad ese año en Nueva York: Billie Holiday y Lester Young fallecían dejando dolor e impotencia. Pero ésa es otra historia. © LA NACION Sábado 4 de abril de 2009 | adn | 29