San Lorenzo - Diario del AltoAragón

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San Lorenzo Diario del AltoAragón - Martes, 10 de agosto de 2010
Viene de la página anterior
un viaje de once horas, arribaron a
Alcañiz a las diez de la mañana del
día siguiente.
Allí les esperaban con camiones,
y “pretos como sardinas” llegaron
a Vinaroz a las dos de la tarde; comieron y pudieron lavarse en la orilla del mar, y sin quitarse el equipo
de encima, los trasladaron a la estación para conducirlos en otro tren a
Castellón, para distribuirles y recibir
una frugal cena (una lata de sardineta), y a descansar de sus fatigas,
en el santo suelo. Para levantarse a
las 6 de la mañana del día siguiente más doloridos que antes, recibir el
café, tomarles la filiación, y a la hora de comer, en camiones llegaron a
sus destinos. Con un cansancio que
casi no se tenía en pie, y con la obligación de hacer el primer servicio al
día siguiente.
Y a partir de entonces empezaron
sus servicios militares, por el Levante
español: de vigilancia para fortificar
trincheras entre los naranjos, reparar
o hacer carreteras, comer en el campo y dormir en el suelo. Anota en la
“libreta negra” los días que escribe a
su familia, los de guardia en el cuartel, los de escolta para recoger alambre, los que está en primera línea de
fuego, o en segunda línea, los trabajos en la carretera, los días de misa y
fiesta (bien por la toma de Cataluña,
por “ir adelantado”, por ser domingo o estar rebajado por enfermedad)
y lo que es más curioso, cuando la
veteranía era un grado, algún día de
“despistado”.
En las cartas que escribió a su madre y mujer, les decía lo mucho que
se acordaba de ellas y de sus hijos,
que contemplaba y besaba a diario
en una foto. Ante la posibilidad de
que pudiera morir en la guerra, les
pedía a las dos mujeres, que vivieran siempre juntas y que se trataran
con mucho cariño. Y si le tocaba morir lo haría pensando en ellas, y con
el deseo de que sus bienes quedaran
en usufructo para su esposa y los heredaran después los hijos. Preocupado por las caballerías, el sementero y
otras cosas que había dejado, pedía
información. Quería saber si habían
cortado y almacenado leña para que
no pasaran frío en invierno. Como
gran fumador que era, tranquilizaba
a su mujer diciendo que no tose por
las noches, pero le confiesa estar de
mal humor por su sordera, que va en
aumento. Le molesta mucho que le
hablen y no entienda lo que le dicen.
Y TERMINADA LA GUERRA
OTRA VEZ A HUESCA AL
TRABAJO DURO
Terminada la guerra, vuelta al
Feliz San Lorenzo
trabajo con jornales pagados a 5 pesetas diarias, o 75 pesetas al mes.
Anota en su “libreta negra” los jornales de personas que trabajan para
él, o los de él para otros; los riegos, la
simiente que tiene de trigo, cebada,
avena, maíz, judías, y las que siembra o entrega a otros agricultores;
la remolacha entregada en la fábrica de Gurrea de Gállego, el panizo
vendido, el ordio cogido y entregado, la siega de fanegas y el dallar los
alfalfes; a quién y cuándo presta las
caballerías, el acarreo de graba, la
tierra que saca y cuando rastrilla, las
juntas para traer almendras o fiemo,
los trabajos de escardar, el planteo y
amigar el panizo; las matas que tiene
y las que siembra de hortalizas, los
trabajos para Regiones Devastadas y
hasta las visitas que hace al practicante.
Son las pequeñas cuentas de un
labrador honrado que riega con su
sudor todos los alrededores de Huesca. Mientras, Martina, su esposa, tiene que ir de vez en cuando a vender
algunos alimentos de la cosecha, para comprar otras cosas necesarias
que le faltaban.
El día 15 de noviembre de 1979,
falleció Antonio B. La Catedral se
llenó en su funeral. Estaba muy delicado de los bronquios. Fue una
persona buena, se sacrificó por su
familia, no tenía nada suyo, invitaba
a todo el mundo a la bodega, ayudaba al que lo necesitaba. Heredó de su
padre bondad de corazón. No se metía con nadie, procuraba no hablar
de política ni de religión. Sus aficiones eran: trabajar, jugar a las cartas
en el “Puyar”, fumar, y leer novelas
del oeste de Marcial Lafuente Estefanía, que su esposa le cambiaba en
el kiosco.
Personas así me hacen pensar en
personajes literarios, como los de
Delibes, en “Los santos inocentes”,
o los abuelos del premio Nobel de Literatura, Saramago, recordados en
el discurso de aceptación del Premio
Nobel 1990: “El hombre más sabio
que he conocido en toda mi vida no
sabía leer ni escribir. A las cuatro de
la madrugada, se levantaba del catre
y salía al campo… Cuando, con la
primera luz de la mañana, el canto
de los pájaros me despertaba, él ya
no estaba allí, se había ido al campo
con sus animales… están los dos de
pie, bellos y jóvenes, de frente ante
el fotógrafo, mostrando en el rostro
una expresión de solemne gravedad…campesinos rudos obligados
a alquilar la fuerza de los brazos a
cambio de un salario y de condiciones de trabajo que sólo merecerían el
nombre de infames...Tres generaciones de una familia de campesinos…
la dureza de las experiencias tornó virtud en esas mujeres y en esos
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Como velas que se apagan, he
visto como los familiares más cercanos en Huesca capital: mis tíos Antonio, Luis y Francisco Paraíso, mi
yerno Tomás y su padre en la Torre
Toya, fueron abandonando las labores ganaderas y agrícolas, algunas
subvencionadas por la UE, que controla la política agraria común.
Hay que tener en cuenta que en
1964, alrededor del 46% de la población activa trabajaba en el campo; en 1973 lo hacía el 23%; en 1984
el 17%; en 1995 un 6%; y a partir
del año 2000 la población activa del
sector apenas llega al 4%.
Los hijos de Antonio B.B. ninguno quisieron dedicarse a la agricultura, trabajaron en los sectores
secundarios y terciarios.
Familia Ballarín Buisán
hombres: una actitud naturalmente
estoica ante la vida….”
VENTA DE LA CASA
El 13 de noviembre de 1980 se
produjo la manifestación y aceptación de herencia a favor de los hermanos Ballarín Sánchez, y ocho
años después, vendieron todas las
fincas, herencia de sus antepasados,
a su primo José Luis Ballarín, y después el corral a otro.
El 4 de junio de 1996, se desprendieron de la Casa solariega. Contaba
con una planta baja y tres alturas.
En la planta baja, entrando bajo
arco de medio punto, a la izquierda,
estaba el abrevadero, el patio, la escalera de acceso a las plantas superiores, la pajera, y al fondo la cuadra
principal. Y a la derecha el lagar, la
bodega, el trastero-leñera-almacén
de herramientas y la segunda cuadra.
En la primera planta (en la que
treinta y tres años atrás se abrió un
balcón en la cocina, con proyecto de arquitecto y permiso municipal), tenía el hueco de la escalera,
un pasillo, la cocina con el hogar,
el comedor, dos alcobas a su lado,
dormitorio y despensa, y al fondo
dos dormitorios más. En la segunda
planta el hueco de la escalera, y cinco habitáculos, dos de ellos con hogar. Y en la tercera, el granero.
Los Ballarín Sánchez la mantuvieron mientras vivió su madre,
pero cuando falleció, el día de San
Lorenzo de 1994, dos años después,
la vendieron. Estaba en malas condiciones, y había que rehabilitarla,
cosas que hizo su comprador, inglés,
de quien no recuerdo su nombre, y
que amablemente estuvo dispuesto
a mostrármela, me dijo que al arreglarla, cambió la distribución para
que tuviera más luz.
NOTAS
1 Mi madre, en 1931/32, aprobó el
último curso en la Escuela Normal del Magisterio Primario de
Huesca.
2 ¡Qué labor hicieron estos animales! . Huesca dedicó un monumento al mulo de montaña, que
fue restituido en la nueva rotonda
del paseo de Lucas Mallada, cerca
de su lugar original.
3 “La Parroquieta”, contigua a la
Catedral, alberga en su seno al
Museo Diocesano, el obispo don
Honorio María de Onaindía y Pérez dispuso su construcción en
1884, bajo la advocación del Salvador o de Jesús Nazareno.
4 Ramiro Ballarín Sánchez, autor
del libro en CD “Ballarín (un apellido altoaragonés en la Historia)”.
Él me proporcionó información y
documentación para realizar este escrito.
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