La Mirada de Ulises

Anuncio
La Mirada de Ulises
(TO VLEMMA TOU ODYSSEA)
Nº 263 (ENERO 2009)
EL HOMBRE
DE LA
CÁMARA
SINOPSIS
Un cineasta griego, exiliado en los Estados Unidos, regresa a su ciudad natal para iniciar un apasionante viaje. De Albania a Macedonia,
de Bucarest a Constanza en Rumanía, por el Danubio hasta Belgrado
y por fin a Sarajevo. En su camino se cruza con su propia historia,
con el pasado de los Balcanes, con las mujeres que podría amar. Espera recobrar con estas imágenes olvidadas la inocencia de la primera
mirada.
FICHA ARTÍSTICA
A............................................................................... HARVEY KEITEL
S ....................................................................... ERLAND JOSEPHSON
Esposa ..............................................................MAIA MORGENSTERN
Taxista ................................................................. THANASIS VENGOS
Amigo y periodista ................................YORGOS MICHALAKOPOULOS
Anciana.....................................................................DORA VOLANAKI
FICHA TÉCNICA
Duración....................... 176 min.
Nacionalidad..... Grecia, Alemania
......... Francia, Italia, Reino Unido
Año de Producción .............. 1995
(Blanco y Negro/ Color)
Dirección .. THEO ANGELOPOULOS
Productora ...GREEK FILM CENTER
Productor .. THEO ANGELOPOULOS
Guión........ THEO ANGELOPOULOS
..... TONINO GUERRA, P. MARKARIS
Fotografía .... ANDREAS SINANOS
.................GIORGOS ARVANITIS
Montaje ...YANIS TSITSOPOULOS
Música .......ELENI KARAINDROU
Vestuario ........ GIORGOS ZIAKAS
EL DIRECTOR: THEO ANGELOPOULOS
Nacido en Atenas el 17 de abril de 1935, abandonó su
idea de convertirse en abogado para ejercer como crítico
cinematográfico tras su paso por la Universidad de la
Sorbona –donde se licencia en Literatura- y la Escuela de
Cine de París. A finales de los sesenta debuta como director con el cortometraje Ekpombi (1968) y en 1970 escribe
y dirige su primer largo: La Reconstrucción, que obtiene el
Premio FIPRESCI en Berlín. En las décadas siguientes,
Angelopoulos se convertiría en uno de los referentes del
cine europeo, obteniendo el reconocimiento de la crítica
en festivales tan importantes como Venecia, Berlín y Cannes, gracias a títulos como Alejandro Magno (1980), El
Viaje de Cythera (1984, Premio al Mejor Guión en Cannes), Paisaje en la Niebla (Premio a la Mejor Película Europea), La Mirada de Ulises (1995, Premio del Jurado en
Cannes) y La Eternidad y un Día (1998, Palma de Oro en
Cannes). Actualmente trabaja en una trilogía histórica
sobre la Grecia del siglo XX, iniciada en el 2004 con Eleni.
FILMOGRAFÍA PRINCIPAL DEL DIRECTOR
1970
1972
1975
1977
1980
1984
1986
1988
1991
1995
La Reconstrucción
(Anaparastasi)
Días del 36
(Meres tou ‘36)
El Viaje de los Comediantes
(O Thiasos)
Los Cazadores
(Oi Kynigoi)
Alejandro Magno
(O Megalexandros)
Viaje a Cythera
(Taxidi sta Kythira)
El Apicultor
(O Melissokomos)
Paisaje en la Niebla
(Topio stin omichli)
El Paso de la Cigüeña
(To Meteoro vima tou Pelargou)
Lumière y Compañía
(Lumière et compagnie)
1995
La Mirada de Ulises
1998
La Eternidad y un Día
2004
Eleni
GALARDONES
(To Vlemma tou Odyssea)
(Mia aioniotita kai mia mera)
(Trilogia I: To Livadi pou dakryzei)
FESTIVAL
DE CANNES
1995
(45ª Ed.)
Gran Premio del Jurado
Premio FIPRESCI a la
Mejor Película
COMENTARIO
Durante el año 1995 los homenajes, simposios, celebraciones, publicaciones, festejos, listas de películas, programas de televisión, e
incluso películas conmemorativas que se realizaron en torno al centenario del cine, llegaron a saturar el panorama cinéfilo con un sinfín
de lugares comunes invariablemente voceados. Pero al menos el
centenario nos regaló La Mirada de Ulises.
Un director griego exiliado remonta las huellas de dos cineastas
pioneros, los hermanos Mannakis, a través de los Balcanes. Busca
las primeras películas que ellos rodaron en la región, un siglo atrás.
El cineasta es aquí interpretado por un formidable Harvey Keitel,
pero es el propio director de La Mirada de Ulises, Theo Angelopoulos,
quien desdobla su propia biografía a lo largo del Danubio. Las imágenes de los Mannakis existen realmente, y fue Angelopoulos quien
las encontró y dio a conocer. La película despliega a partir de ese
hecho una enorme alegoría histórica, plena en significados y ocasiones propicias.
El punto de partida es utópico y hermosa: así como el Ulises homérico que busca su hogar en un interminable retorno, es el “fundador”
literario de la cultura griega, así también el viaje hacia las primeras
imágenes filmadas en los Balcanes, las más antiguas, pueda tal vez
unir o al menos dar testimonio de lo que ahora se derrumba. El
cineasta atraviesa Grecia, luego el paisaje desolador de una Albania
reducida a desierto frío y emigrantes zombis, y remonta el Danubio a
través de la antigua Yugoslavia. Por el camino, los signos de la Historia emergen como ruina y alucinación -una estatua colosal de Lenin,
desmembrada como la propia región y recostada como un cadáver en
el féretro ambulante de una barcaza que la transporta río abajo para
ser entregada a un coleccionista que la ha comprado. En las orillas
del río, los campesinos se arrodillan y persignan...-. Angelopuolos es
uno de esos cineastas que no temen al símbolo ni a la explicitud de
la alegoría: río arriba, su doble/Harvey Keitel atraviesa pasajes a otro
tiempo, a los recodos de la Historia e incluso a su propio pasado. La
visita a su hogar de infancia se transforma sin solución de continuidad en un revivir literal que convierte una cena familiar, cuarenta
años atrás, en la representación deliberada y teatralmente condensada de un estado general de cosas: dulzuras al calor del hogar y
amarguras procedentes del frío exterior, el fuera de campo desde el
cual la Historia barre todos los vestigios y deja heridas abiertas en
su lugar.
En este perpetuo oscilar de tiempos, Angelopoulos se juega su crédito como cineasta-autor. Su solemne ritmo de adagio, la coreografía
sostenida de los travellings y el gesto trascendental de unir tiempos
diferentes en un solo trazo, exhiben una voluntad de sentido que no
admite reservas ni pudores. A menudo se asocia la obra del autor de
El Viaje de los Comediantes (1975), Paisaje en la Niebla (1988) o El
Paso Suspendido de las Cigüeñas (1991) con el legado del ruso Tarkov
kovsky y del húngaro Miclos Jancsó. Del primero le separa la obsesión historicista y el materialismo de un marxista convencido. Tarkovsky era, por el contrario, un visionario, no un dialéctico. Del
segundo le separa su uso pertinaz de la Historia como teatro de
Ideas. Los riesgos de un exceso de gravedad simbólica sobrevuelan a
menudo sobre el cine de Angelopoulos, pero La Mirada de Ulises se
eleva por encima de toda obviedad. Aquí su sustancia dramática, su
trabajo de distanciamiento y su voluntad de belleza responden armoniosamente a un mismo programa: el cine como creación de
memoria. De una memoria inteligente por sensitiva, y sensitiva
porque trasciende los puros hechos para conducir el acto de ver al
asombro de la visión, de la epifanía.
El final del largo viaje emprendido tiene lugar en un espacio terriblemente significativo: la ciudad entonces sitiada de Sarajevo, capital del actual estado de Bosnia-Herzegovina. Allí se encuentran las
películas de los Mannakis, en un desierta filmoteca al cuidado de un
viejo historiador que, no por casualidad, es encarnado por Erland
Josephson, actor-fetiche de Bergman y protagonista de Sacrificio
(1986), de Tarkovsky. Angelopoulos y su equipo rodaron los exteriores de esas secuencias en la propia Sarajevo, mientras sus pobladores mantenían un pulso interminable con el pánico a los francotiradores pro-serbios. La película necesitaba hacerse eco de la situación,
porque la historia reciente de Sarajevo es origen y fin, metáfora y
expresión literal de aquello que la película misma busca. Así, se
narra cómo la ciudad revive cuando hay niebla, porque los asesinos
apostados en las azoteas no tienen visibilidad para disparar. Esta
pincelada irónicamente luminosa en medio de tanta turbiedad tendrá su complemento necesario cuando la película se mida con el
horror: el asesinato de los amigos del protagonista tendrá lugar en
una de las escenas más sobrecogedoras del cine reciente, velada por
la misma cegadora niebla que tal como protege a las posibles víctimas, encubre por igual a los criminales. La escenificación de la
tragedia en un lugar donde tales situaciones estaban realmente
sucediendo llevó a Angelopoulos a apostar por eludir el escándalo de
la representación directa. Sólo podía hacerse desde la invisibilidad,
desde la ceguera y la impotencia expresada por Keitel, elevado en el
desgarro.
El trabajo del actor americano en La Mirada de Ulises está, por cierto, más allá de los adjetivos. La intensidad de sus miradas hacia el
fuera de campo –tan poderosa en esa escena culminante como en
otra anterior, cuando el reencuentro con un amigo de juventud en
Belgrado estalla de emoción sonriente- representan logros en sí
mismos, forjados en la cuerda floja sobre alguna clase de abismo
psíquico. Son un ejemplo conmovedor de compromiso del actor con
su propio personaje.
Luis Miranda Mendoza
SOBRE EL REPARTO
HARVEY KEITEL
Nacido en el Brooklyn (Nueva York) el 13 de mayo de 1939, creció en el Bronx y tras servir en el cuerpo de marines en Líbano, en la década
de los sesenta ingresa en el Actor’s Studio. Participa en producciones teatrales del off-Broadway y en 1968 debuta en el cine junto a Martin
Scorsese en su opera prima Who’s that knocking at my door?, colaboración que se prolongaría en Malas Calles (1973), Alicia ya no Vive Aquí
(1974) y Taxi Driver (1976). En 1os setenta, Keitel protagonizaría films destacables como Los Duelistas (1977, Ridley Scott) o Blue Collar
(1978, Paul Schrader), pero su carrera se iría diluyendo en los ochenta en producciones cada vez menos importantes, principalmente en el
continente europeo. Tras coincidir de nuevo con Scorsese en La Última Tentación de Cristo (1987), a principios de los noventa Keitel obtiene
su primera nominación al Oscar al Mejor Actor Secundario por Bugsy (1991, Barry Levinson), pero serán Reservoir Dogs (1991, Quentin
Tarantino) y Teniente Corrupto (1992, Abel Ferrara), las que sellarían su consagración como actor. Desde entonces, Keitel ha continuado
afianzando su prestigio interpretativo con títulos El Piano (1993, Jane Campion), Pulp Fiction (1994, Quentin Tarantino), Smoke (1995, Wayne
Wang), La Mirada de Ulises (1995, Theo Angelopoulos), Blue in the Face (1995, Paul Auster y Wayne Wang) o Lulu on the Bridge (1998, Paul
Auster). En 2007 Keitel ha vuelto a ponerse a las órdenes de Theo Angelopoulos en la segunda parte de la trilogía sobre la historia de Grecia
que el cineasta heleno iniciara con Eleni (2004) y actualmente se encuentra en fase de post-producción.
LA CRÍTICA OPINA
“Al finalizar La Mirada de Ulises, cuando se desvanece la última imagen, nos quedamos con la misteriosa música que toca la orquesta de
muchachos serbios, croatas y musulmanes n la niebla, uniendo su parte para una misma causa. La mirada que debemos ejercitar al ver La
Mirada de Ulises nos vincula con los protagonistas y viajeros de Angelopoulos, estableciendo así otra "comunidad", la comunidad de aquellos
que miran y la de los que son el objeto de la mirada. De la misma manera que el personaje de Harvey Keitel, a finales del siglo, se encuentra
finalmente unido al trabajo de los hermanos Mannakis de principios de siglo, así nos encontramos nosotros unidos con todo el viaje contemporáneo, aunque intemporal, que Angelopoulos ha presentado. Habiendo mirado en ese rincón del alma de Angelopoulos, ahora tenemos la
obligación moral de aprender más sobre nuestras propias almas.”
Rafael Cerrato
www.auladecine.ulpgc.es
Descargar