4 9 de mayo de 2011. 20:00 horas Ana Karina Álamo D’Alessandro, piano venezuela Obras de Schumann, Scriabin, Medtner y Lecuona Teatro de La Zarzuela Pedimos el máximo silencio posible en la sala, en especial en las pausas entre los movimientos, y no aplaudir hasta el final de cada bloque de obras. colaboran Programa I Robert Schumann (1810-1856) Kreisleriana, op. 16 (1838) Äußerst bewegt (re menor) Sehr innig und nicht zu rasch (si bemol mayor) Sehr aufgeregt (sol menor) Sehr langsam (si bemol mayor-re mayor) Sehr lebhaft (sol menor) Sehr langsam (si bemol mayor) Sehr rasch (do menor-mi bemol mayor) Schnell und spielend (sol menor) Aleksandr Scriabin (1872-1915) Estudio en do sostenido menor, op. 42, nº 5 (1896) Affanatto Estudio en re sostenido menor, op. 8, nº 12 (1895) Patetico II Nikolai Medtner (1879-1951) Sonata en la menor, “Reminiscenza”, op. 38, nº 1 (1922) A. Scriabin Sonata nº 5 en fa sostenido mayor, op. 53 (1907) ERNESTO LECUONA (1895-1963) Foto: Carolina machado A la antigua (1912) La comparsa (1912) Malagueña (1919) De lo fantástico a lo danzable ARTURO REVERTER Programa variado, casi caleidoscópico, el que nos ofrece esta joven pianista en el que no faltan obras maestras y en el que se remata con jugosa música danzable de raíz hispana. Un excelente muestrario para revelar las habilidades y versatilidad de una artista. R. Schumann Kreisleriana, op. 16 Kreisleriana es partitura señalada esencial, como tantos estudiosos y pianistas han reconocido. Brendel, siempre tan exigente y riguroso, de los primeros. Obra que es una suerte de ráfaga prodigiosa de luz, con una espléndida riqueza de contrastes, con un balanceo que refleja perfectamente las esquizofrenias del compositor. Viajamos con ella al corazón del Romanticismo. “Lo más bello que ha escrito Schumann para piano”, en palabras de Boucourechliev. Partitura en la que la tendencia a la dispersión del compositor, favorecida por su técnica de agrupar, aun sin acertar a soldarlas siempre, pequeñas piezas, verdaderos mundos en sí mismas, aparece contrarrestada, a pesar de la enorme variedad, longitud, tratamiento y carácter de cada una, por un misterioso grado de interna unión. Para ello es importante el sobrio plan tonal, dominado por sol menor o su relativo si bemol mayor. El clima angustioso, demoníaco, alucinante, fantástico —no otra cosa que fantasías son las ocho piezas—, aquí y allá surcado por opresivos —o depresivos— estados de ánimo, en los que acertamos a ver, ora a Eusebius, ora a Florestan y a otras míticas figuras de la simbología schumaniana, otorga asimismo coherencia al conjunto, que aparece dotado de mayor unidad que la que se da en las Davidsbündlertänze, op. 6, la Phantasiestücke, op. 12 o las Noveletten, op. 21. Schumann eligió como motivo literario la divertida e inquietante narración de Hoffmann Keter Murr (El gato Murr), en donde se contaban, con ciertos toques fantasmagóricos —tan caros al compositor—, las andanzas del “Kappelmeister” Johanne Kreisler, al final, loco (curiosa premonición de la propia suerte del músico). Un aliento de febril e incontenible fuerza romántica corre por toda la partitura, que está dedicada a Chopin. El caudal de belleza se abre febrilmente, “extremedamente agitado”, con una figura ascendente, primera parte de un scherzo trazado con arreglo a los cánones. El trío está en si bemol mayor y mantiene, a despecho de su clima más tranquilo, el diseño de las semicorcheas del comienzo. “Muy íntimo y no demasiado rápido”. De esta manera encabeza Schumann la segunda pieza, la más desarrollada del ciclo, especie de rondó con su refrán característico, realmente cálido y melodioso, constituido por una figura en corcheas, de ondulante y calmo ascenso-descenso, lírica y transparente —como su enamorada—; todo una hallazgo. De intercalan dos Intermezzi, uno un tanto truculento, otro de huidiza rapidez y lirismo desbordante. Una inesperada sección en adagio cierra el fragmento. Schumann prescribe “muy agitado” el comienzo de los martilleantes primeros compases de la pieza siguiente. En seguida se da paso al episodio central, “más lento”, en si bemol mayor, que tiene un más amplio desarrollo. La introspección, bañada en armonías más relajadas, preside la cuarta pieza, que evoca, en sus elegantes gruppetti, al dedicatario. El claro lirismo de la segunda sección establece otra vez un marcado contraste con el tono depresivo de la primera. Los ritmos cambiantes y enfrentados otorgan a la Kreisleriana numéro 5 una apariencia entrecortada, aunque la digitación sea cristalina. El trío, que conserva excepcionalmente la misma tonalidad, sol menor, plantea un gradual proceso de arrebato. Con la sexta fantasía entramos en el mejor Schumann a través de una prodigiosa frase en 12/8, de lacerante melancolía. Hay también dos intermedios, aunque menos diferenciados con respecto al tema protagonista. Breve, concisa, rítmicamente obsesiva, casi frenética, es la séptima pieza, que contiene en su parte central un apunte de fuga y que se proyecta en su final de forma más crispada y veloz. Es engañoso el aire de suave y nocturna danza de la Kreisleriana postrera, animada realmente, desde la solicitud del propio autor (“rápida y como jugando”), no menos equívoca, de misterio profundo, de claroscuros inquietantes. También hay dos intermedios, trabajados desde un inexorable planteamiento rítmico, que proporcionan al fragmento una especial y atosigante nervadura no exenta de soterrada violencia. El final, evidentemente nocturnal, nos acerca las fantasmagóricas imaginerías elaboradas por la mente de Schumann en torno al personaje de Hoffmann. A. Scriabin Estudio en do sostenido menor, op. 42, nº 5; Estudio en re sostenido menor, op. 8, nº 12; Sonata nº 5 en fa sostenido mayor, op. 53 No hay duda de que Scriabin puso en evidencia la validez de los principios constructivos lisztianos. Con su Sonata nº 5 rompió, dentro de su producción, con la forma en movimientos separados para seguir la del bloque que yuxtapone distintos episodios, con lo que, como sucedía en Liszt, se acerca a la idea de poema pianístico concentrado. Hay que tener en cuenta que el compositor ruso era también afín a esa forma libre, evocativa y rapsódica y que acababa de escribir el famoso Poema del éxtasis, con el que esta sonata mantiene claras conexiones. La primera es que viene acompañada, como una especie de manifiesto, de cuatro versos provenientes justamente del texto programático de aquella obra sinfónica: “Yo os llamo a la vida, o fuerzas misteriosas sumergidas en las oscuras profundidades del espíritu creador, temerosos esbozos de la vida, a vosotros os otorgo la audacia”. La música, concentrada, ígnea, cambiante, brilla, nos dice Bowers, con la alta intensidad de una lámpara de vapor, como un glorioso resplandor hacia el éxtasis. Se va de lo simétrico a lo asimétrico, en el curso de una permanente y atosigante vibración. Scriabin sentía estos pentagramas como fuera de sí mismo y era capaz de distanciarse de ellos, algo que le sucedía por primera vez. Los veía como una imagen, un sonido corporal de tres dimensiones con colores de otra esfera. “Soy un mero transcriptor”, decía. La corta introducción, “Allegro impetuoso”, con stravaganza, nos pone ya en alerta de lo que ha de venir. La atmósfera cambia violentamente y escuchamos un “Languido”, desarrollado en compases realmente acariciadores. Sobreviene un nuevo contraste con el “Presto con allegrezza”, que transcurre con el aire de una extraña y fantasmal danza. Lo pasional y arrebatado se instala poco después en una suerte de frenesí que nos trae de nuevo el comienzo de la obra. Se marca entonces, comenta Lischke, un desarrollo-fantasía, que conduce a un “Prestissimo”, en el que se libera todo movimiento danzable y que actúa a modo de reexposición. La repetición de secos acordes nos introduce en una especie de nirvana —el éxtasis—. Aún hemos de pasar otra vez por el regreso del “Languido” y llegar a un “Presto giocoso”, transformado en exaltado “Allegro fantastico”. La coda pasa del “Prestissimo” al “Allegro” y aparece coronada por una vertiginosa escala ascendente en suspensión. Las sonatas es el grupo de composiciones pianísticas con más peso de Scriabin, pero su fantasía creadora le llevó a escribir otras muchas páginas de duración más breve, entre las que los Preludios y los Estudios ocupan un lugar prominente. Como era de esperar, hay en ellos mucho de Chopin y poseen asimismo un valor entre didáctico y poético. El Estudio nº 5 de la Op. 42 es muy conocido gracias a su grandiosidad y a su dificultad (“Affanato”); también por su maravilloso juego arpegiado sobre el que se desarrollan dos reconocibles temas, el uno de carácter obsesivo, el otro melódico. Es fabulosa la capacidad de Scriabin para ir transformando y trabajando esas ideas en una imparable avalancha de estrictos valores pianísticos. El Estudio nº 12 de la Op. 8 lleva el remoquete de “Patetico” y es sin duda el más célebre, frecuentemente brindado como bis por su carácter paroxístico, no muy distinto al que adorna el no menos famoso Estudio revolucionario (Op. 10, nº 12) de su antecesor polaco, con el que más de una vez lo hemos confundido. Una espumosa combinación, apunta Lischke, de drama y de épica. No es mala idea colocar a continuación una Sonata de Nikolai Medtner, figura hoy día poco conocida pese a la dedicación de algunos pianistas como su alumno Sofronitski, Goldenweiser o Gilels. Afincado en la última parte de su vida en Londres, intentó manifestar a través de su música, bien fundamentada y estrictamente construida después de sus estudios con Safonov o Taneiev, su oposición a las nuevas ideas nacidas en Viena o París. Era un conservador de tomo y lomo, un postromántico heredero, curiosamente, de Schumann o Brahms, aunque con evidentes parentescos con compatriotas como Scriabin o Rachmaninov. “Un guardián de las eternas leyes del arte”, llegó a decir Glazunov. N. Medtner Sonata en la menor, “Reminiscenza”, op. 38, nº 1 La obra conocida como Reminiscenza no pertenece realmente curiosamente al grupo de sonatas, sino al de las denominadas Melodías olvidadas, que incluye las que van de la Op. 38 a la Op. 40. Tendría el número 10 de un imaginario orden sonatístico. Obra en la menor, de caudaloso y patético discurso, que trabaja admirablemente un tema movedizo, ondulante y cálido, presentado en una suave introducción. Estamos sin duda ante una de las más poéticas creaciones del compositor, que muestra su capacidad para organizar un discurso coherente partiendo de un motivo germinal, aderezado con efectos pianísticos de buena ley: acordes turbulentos, juegos arpegiados, escalas rutilantes. Del conjunto se desprende una innegable melancolía y una cierta nostalgia. Como se supone que debe suceder con un recuerdo, una “reminiscencia”. E. LECUONA A la antigua; La comparsa; Malagueña La música del cubano de ascendencia española Ernesto Lecuona, es fácil, frecuentemente basada en la canción y baile popular, posee una escritura de gran depuración armónica y de notable variedad rítmica. Llegó a componer, además de un buen número de zarzuelas, más de cuatrocientas canciones y casi doscientas piezas pianísticas conectadas muchas veces entre sí. Como desengrasante quizá no venga mal concluir con tres composiciones tan salerosas y pegadizas como las seleccionadas. Huberal Herrera, amigo del compositor, preparó una edición de las más importantes, recogiendo las innovaciones que, más allá el papel pautado, hacia el autor sobre la marcha. Es en esta versión enriquecida como se escuchan habitualmente. A la antigua es la número 2 de la colección Diez danzas al estilo de siglo XIX. Nos sorprende, en su brevedad, su aire propio de un tango y su viraje a guajira en la segunda mitad. La comparsa se incluye, como número 6, en el álbum de Danzas afrocubanas. Nos subyuga el ritmo de rumba, desarrollado pertinazmente sobre la misma idea. Se cierra el recital con Malagueña, que es una de las más célebres canciones del autor, adaptada mil veces a todo tipo de arreglos en este caso. Figura como numéro 6 de la Suite española. Las aceleraciones, los acordes masivos, las partes en recitado, se bañan en el conocido ritmo de 3/8, el mismo que anima otras dos malagueñas famosas: la de la Suite Iberia de Albéniz y la de la Rapsodia española de Ravel. www.fundacionscherzo.es www.scherzo.es DISEÑO Y MAQUETACIÓN: ARGONAUTA Nació en Venezuela, donde dio su primer concierto a los a seis años. Tres años después se presentó como solista, junto a la Orquesta Jóvenes Arcos, interpretando la Pequeña fantasía, escrita especialmente para ella por Alejandro Slobodianik. A los once años fue invitada a grabar la misma obra con la Orquesta Sinfónica de Venezuela y, en 1997, en reconocimiento a su contribución al engrandecimiento de su país, fue condecorada con la orden José Félix Ribas, el más alto galardón dado por el Ministerio de la Familia de Venezuela a un artista joven. También se ha presentado en distintos escenarios de América del Sur, Europa y Estados Unidos: Teatro Terresa Carreño de Venezuela, Beethoven Haus de Bonn, Ehrbar Hall de Viena, Weill Recital Hall y Carnegie Hall de Nueva York. Ha actuado con la Orquesta Juvenil Simón Bolívar de Venezuela, la Fort Worth Symphony, la Sinfónica de San Francisco, la Sinfónica de Maracaibo, la Orquesta Sinfónica de New Amsterdam y la Orquesta Nacional de Rusia. Ha participado en la celebración del Día Internacional de la Mujer en Venezuela y ha sido invitada a participar en el 250º Aniversario del nacimiento de Mozart con la Sinfonietta Baden en Viena. En 2007 se presentó como solista en la primera gira de la Orquesta Filarmónica de Las Américas, bajo la dirección de Alondra de la Parra. Asimismo participó en una velada privada, ante el Presidente, en la Casa Blanca. Ha ganado premios en múltiples concursos nacionales e internacionales, recibiendo los máximos honores. Anualmente participa en varios conciertos benéficos para diferentes instituciones: Fundación Niños con Cáncer de Venezuela, Fundación Senosalud, Fundación Enclave y Olympus Foundation of the Americas. En 2000 recibió su título de Ejecución en la Escuela de Música Manuel López en Venezuela, bajo la tutela de Olga López, así como su título de Licenciatura en Música en el 2005 en la Manhattan School of Music de Nueva York, en calidad de estudiante becada de Solomon Mikowsky. En 2009 obtuvo su título de Maestría en la Accademia Pianistica Incontri col Maestro en la ciudad italiana de Imola, como alumna de Anna Kravtchenko y Leonid Margarius. COORDINACIÓN EDITORIAL Y GRÁFICA: VÍCTOR PÁGAN Biografía