Arcos de La Frontera y su Parador [folleto]

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Arcos Anciana y Blanca
DE LA
ARCOS
RONTERA
Y su Parador
Imaginad la meseta plana, angosta, larga, que sube, que baja, que
ondula, de una montaña; poned sobre ella casitas blancas y vetustos
caserones negruzcos; haced que uno y otro flanco del monte se hallen
rectamente cortados a pico, como un murallón eminente: colocad al
pie de esta muralla un río callado, lento, que lame la piedra
amarilla... Y cuando hayáis imaginado todo esto, entonces tendréis
una pálida imagen de lo que es Arcos.
Azorín
l viajero lo advertirá enseguida: Esta ciudad, que Fernán
Caballero quiso llamar “anciana y blanca”, es mucho de todo.
Es como si su geografía, más soñada que real, hubiera dado origen a una
raza especial donde la historia se confunde y alimenta con la
imaginación de los moradores de todos sus tiempos. Porque Arcos es,
sobre todo, una leyenda.
E
Quiere la leyenda que la ciudad fuera fundada en tiempos del Diluvio
Universal. Pudo ser, así, inicialmente levantada por el rey Brigo, nieto del
mismísimo Noé, cerca de 2000 años antes de Cristo y unos 400 después
del famoso Diluvio. Así consta en el escudo de Arcos un contundente lema:
“Rex Brigus Arcibrigam Fundavit. Alfons Sapiens a Mauris
Restauravit”. (“El Rey Brigo fundó Arcos y Alfonso el Sabio la restauró de
los moros”).
Lo cierto es que los primeros vestigios prehistóricos –hachas de piedra
y vasijas– permiten afirmar que sus primeros habitantes pertenecieron a
la Edad de Bronce y que, ya en el año 1100 antes de Cristo, estas tierras
estuvieron habitadas por pueblos fenicios.
Desde los tiempos más remotos la región fue muy conocida por la
riqueza de sus yacimientos minerales explotados, al menos, desde
unos 700 años antes de Cristo: Plomo, cobre, hierro y quizá oro y
plata eran, al parecer, muy abundantes. Existen monedas de bronce
acuñadas en estas tierras desde 300 años antes de Cristo.
Las primeras murallas de la ciudad fueron levantadas durante la
dominación romana y de ellas permanecen restos en el barrio del
Competa, al tiempo que se conservan numerosas inscripciones. Hay,
también, muestras de la presencia visigoda.
Pero la Historia de Arcos es, sobre todo, una sucesión de historias
de idas y venidas de moros y cristianos. Bautizada por los árabes,
Medina Arcosch fue una fiel y sólida plaza fuerte para los Omeyas,
desde que Abderramán comenzase la ocupación de la Península
(756). A partir de entonces estas empinadas calles conocerían
numerosas y variopintas aventuras y otras tantas vicisitudes de todo
tipo.
Fue varias veces visitada y saqueada por los piratas normandos
hasta que Mohamed I lograra expulsarlos de estas tierras; recibió,
también, la visita de la peste y fue víctima de guerras civiles de moros
contra moros.
Pero vendrían tiempos mejores cuando, en los alrededores del año
1000, Arcos se convirtió en reino taifa independiente, bajo el reinado
de los Ben Jazrum, para luego pasar a formar parte del también moro
Reino de Sevilla.
ARCOS Y SU PARADOR
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aportación en la Batalla del Salado– y
ascendió a la categoría de Ciudad por
decisión de Enrique IV de Castilla.
La plaza fue inicial y
provisionalmente ganada para la
causa cristiana por Fernando III el
Santo y definitivamente conquistada
por Alfonso X el Sabio. Vaciada de
moros, vinieron desde Sevilla a
repoblar la ciudad medio centenar de
caballeros. Esto era a mediados del
siglo XIII.
En tiempos de Felipe V, Arcos ya gozaba
de los títulos de ciudad “Fidelísima” y “Muy
noble y Muy Leal” en reconocimiento a sus
servicios durante la Guerra de Sucesión.
Durante el siglo XVIII la ciudad y su
comarca conocerían tiempos de esplendor
artístico y cultural y de notable prosperidad
económica, derivada, en buena medida, de
la intensa actividad comercial que desde la
Casa de la Contratación, en Cádiz,
centralizaba el comercio con las Indias.
Fue después, ya en el siglo XV
(1429), elevada al rango de Condado
por el rey Juan II y entregada “para su
administración y buen gobierno” a don
Pedro Ponce de León. Vinieron
entonces tiempos de guerras y glorias:
Alfonso XI concedió la categoría de
hijosdalgos a todos los nacidos o
avecindados –por su valerosa
Fueron años de paz sólo rotos por los no
pocos sobresaltos que protagonizaban los
abundantes bandoleros que por aquí
trajinaban, como “Tragabuches” el
terrible, sanguinario y excelente torero.
El Parador del Corregidor,
del Vicario
y Otras Historias
“Un surtidor, un aljibe bullendo en la delicia del patio: Es la primera
manifestación serrana de la cultura del agua, esa necesidad sensitiva
del árabe llegado del desierto”...
Caballero Bonald
S
epa el viajero que este Parador no goza de tan nobles
orígenes como
otros: Su pasado es tan
incierto como para que
ningún estudioso se atreva
a garantizar rancias
alcurnias.
Sí es, en cambio, este
establecimiento, un
mirador sorprendente; no
sólo por su dominante y
sobrecogedora localización
–abajo el rio Guadalete, al
fondo casi, casi el mar–
sino, por encima de todo,
por tan singular
emplazamiento que en el
curso de los tiempos le han
convertido en ojos y oídos
de historias que son
leyendas; de leyendas que
son la Historia.
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ARCOS Y SU PARADOR
Por donde quiera que se asome, el visitante encontrará historias,
leyendas, restos de civilizaciones y culturas , nunca del todo perdidas:
Bajo esta peña, el Guadalete, testigo de todo, desde los primeros
fenicios, los afanes reconquistadores de Don Rodrigo... Y frente a la
puerta de entrada del Parador, la Plaza del Cabildo, siglos atrás Plaza
de Armas del Castillo y escenario y tránsito obligado en todos los
tiempos de la historia de la
Península: fenicios,
romanos, visigodos... pero,
sobre todo, de moros y
cristianos. Aunque no quite
ello para que también sea
singular testigo de bien
distintas generaciones.
Gentes, gustos y estilos
separados en los tiempos
más que en las costumbres:
moriscos, góticos,
renacentistas, gitanos,
bandoleros y hasta
recientes guerrilleros han
sido habituales moradores
de esta ciudad que se abre
y desparrama desde esta
misma Plaza.
Desde las ventanas que
hoy corresponden a este
arrojar al atardecer desde el castillo unas pequeñas piedras que caían
entre los árboles, al fondo de la peña cuyo único efecto aparente era el
despertar y revoloteo de los pájaros que en la espesura habitaban.
Parador se ha visto la Plaza convertida en zoco árabe, escenario de
juegos medievales, incluso en plazas de toros...
La fachada y la torre de la Iglesia de Santa María fueron reconstruidas
a mediados del siglo XVIII tras el desmoronamiento sufrido a
consecuencia del tristemente conocido “terremoto de Lisboa”, allá por
1755, que destruyó una buena parte de Arcos.
Y así, tras no pocas cavilaciones, el monarca decidió poner en
práctica un extraño experimento: ordenó a sus guerreros dedicarse a la
captura de pájaros hasta que dispuso del número suficiente para llevar
a cabo sus sabios planes.
Junto a este Parador permanece aún el Castillo que fuera de los
Duques de Arcos, reconstruido a mediados del siglo XV durante el
reinado de Juan II. Hoy es residencia de los Marqueses de Tamarón.
En un momento dado, cuando los moros arrojaron los guijarros de
rigor –que no tenían mas sentido que el de comprobar que el enemigo
no andaba muy cerca– los soldados del rey cristiano soltaron los
pajaritos para tranquilizar cualquier sospecha que pudieran albergar
los moros del castillo... Fue así como Alfonso X logró conquistar
definitivamente, con más inteligencia que ejército, a Arcos para la
causa de la Cristiandad.
Debe su nombre este establecimiento a un Corregidor que, el tiempo
no acierta a decir quién ni cuándo, fuera ocupado por alguno de los
que en Arcos se avecindaron.
Parece saberse mejor, en cambio, que lo que hoy son estos muros
fue vivienda del Vicario González de Gamaza, al parecer, muy popular
clérigo, llamado por todos “el Pa Gúzman”, que aquí muriera hacia
1917.
Tal vez por estas historias y otros muchos hechos y leyendas; y por
sus gentes, y por su arte... por todo ello y mucho más, que el propio
viajero descubrirá muy facilmente, sea este Parador lugar de especial
querencia para muchos y muy ilustres viajeros que desde aquí, –desde
este mirador– han decidido repasar las páginas de tan sorprendentes
historias y leyendas de moros y cristianos.
Pero la Historia se enriquece, revolotea y se disuelve en la leyenda
tal vez escrita y escondida en las aguas misteriosas del rio Guadalete,
testigo y guardián de mil secretos. El siguiente es un relato del
singular y excepcional historiador y estudioso de Arcos, Manuel Pérez
Regordán.
Como el general De Gaulle que, desde alguna de estas habitaciones,
quisiera escribir una parte de sus memorias: “llegó aquí -dicen en
Arcos– escribió, encargó una cama a su medida y, un buen día,
desapareció”...
En su “Leyenda de los Pajaritos” cuenta el historiador que en
tiempos del Rey Sabio, don Alfonso X, quiso reconquistar la ciudad.
Para ello el cristiano y sabio monarca ideó una imaginativa estrategia
ante la sólida y numerosa defensa de sus moradores. Así, tras
someterla a cerco de hambre decidió establecerse a sus puertas con su
ejército a la espera del comportamiento de sus ocupantes, orgullosos y
seguros de tan inexpugnable emplazamiento.
También aquí estuvo Antonio el bailarín, que allá por el año 73 vino a
rodar “El sombrero de tres picos” y acabó dando con sus serranos huesos
en la cárcel, condenado por delito de blasfemia.
Clientes ilustres fueron también José María Pemán, los Reyes Don
Juan Carlos y Doña Sofía, C. Luca de Tena... Y ahora mismo el
prolífico matador de toros, Jesulín de Ubrique “que con frecuencia
viene al Parador muchas veces en compañía de sus padres”...
El caso es que el Rey no pudo advertir ningún intento defensivo de los
sitiados sarracenos como no fuera la extraña y cotidiana costumbre de
Casas y Calles
de Cales y Cantos
1. Casa Ayuntamiento.
2. Castillo Ducal, antigua residencia de los Duques
de Arcos.
3. Iglesia de Santa María de la Asunción, gótico,
mudéjar. Siglo XV.
4. Iglesia de San Pedro, estilo gótico de transición.
5. Convento de la Encarnación, fundado en el
siglo XVI como hospital.
6. Convento de las Mercedarias: del siglo XII, con
retablo barroco.
7. Convento de San Agustín, del siglo XVI.
8. San Antonio Abad.
9. Palacio del Conde de Aguila.
10. Palacio del Mayorazgo.
11. Palacio del Marqués de Torresoto.
12. Casa de Pedro de Gamaza.
Azulejo sevillano del siglo XII en la calle
13. Maldonado.
14. Puerta de Matrera.
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ARCOS Y SU PARADOR
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Cocinas de los Mares y
las Sierras
“Es el puerco animal sórdido, humildísimo y torpísimo, y morador de la
inmundicia; su recreación es el lodo y su vida es suciedad”...
Comment by a Jewish Rabbi living in Arcos
, sin embargo, del cerdo y del pescado (del próximo mar y
desde dentro de las sierras) se componen y arreglan muchos
de los platos de la cocina arcense. Sin que por eso puedan
ser olvidados otros numerosos platos que su sorprendente geografía
permite, ofrece y recomienda.
Y
Si el viajero acaso viniera a conformar su estómago con pescaditos
y gazpachos se encontrará con un
gratificante desengaño. Tal es la
abundancia, variedad e imaginación de
la gastronomía de la comarca que fue
merecedora de reconocimiento y
alabanzas del Rey Sabio, don Alfonso X
cuando por estos sitios andaba de
conquista.
Una cocina que es resultado
prodigioso de sus variados perfiles
naturales: el mar y las sierras, los ríos
y sus valles ofrecen exquisitos
materiales que en muchos casos serán
elaborados según viejas tradiciones
procedentes de moros, judíos y
cristianos. Y algunos asados de secreta
elaboración (se dice que todavía en
algún lugar de las próximas sierras se
asan carnes en las losas de piedra que
los pastores utilizan para dar sal al ganado).
Salmorejos, Flamenquines, Ollas Cortijeras.
Tampoco olvide el viajero reservar un lugar para el pescado –que no
sólo es “pescaito” –que también podrá encontrar en este Parador:
Platos como la Urta en Salsa a la Roteña, Huevas Aliñadas,
Cazón, Almejas con Espinacas, Tortilla de Camarones...
O gambas, langostinos y ostiones de Sanlúcar...
Pez Espada a la Molinera de Arcos, Besugo a “la Puerca”.
Quesos y vinos, no muchos pero sí muy buenos. Sobre todo los de
Cabra de Grazalema; y vinos, los de Arcos. El tinto Viña Lucía, el
blanco Tierra Blanca.
También los arcenses pueden presumir de sus dulces: Higos al
Vino, Alfajores, Amarguillos de Grazalema, Pestiños, Turrón
al estilo gaditano.
Aún reserva Arcos al viajero alguna alternativa
gastronómica menos formal pero no menos sabrosa. Si así
lo prefiriese, practique el ejercicio del tapeo: pruebe a
perderse en la ciudad y, entre calle y calleja, bar o
taberna.
Cualquier sitio será bueno para probar excelentes
bocados –que en algún lugar llaman Engañifas –de
ibéricos lomos, chorizos, morcillas y jamones–. O tapitas
de cazón, huevas de chocos...
De todo ello y mucho más obtendrá el mejor consejo en
este mismo Parador.
Junto al obligado repertorio de sopas frías (gazpachos,
ajoblancos...), Arcos reserva numerosas sorpresas para el paladar más
exigente; las Tagarninas, planta silvestre relativamente parecida a
los espárragos; berza, siempre presente en los pucheros serranos;
acelgas, espinacas; la Alboronía, Potaje de Habas con
Berenjenas y muchas cosas más.
No faltan guisos de caza mayor, cuando se puede, en las sierras
próximas, ni el rabo de toro o asado de cordero en cualquier sitio.
Pueblos de Moro y Blanco
L
a de los Pueblos Blancos es una de las rutas arquetípicas de
la arquitectura popular andaluza. Se extienden en torno al
arco que va del Atlántico al Mediterráneo, sobre un contorno dibujado
por las Sierras de Cádiz y la Serranía de Ronda. Los cerros, laderas y
tajos hacen que los pueblos aparezcan como un sobresalto de
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ARCOS Y SU PARADOR
blancura abrazados al verdor de pinos, encinas, pinsapos,
alcornoques... Pueblos de blanco en blanco, con calles empinadas y
estrechas; y los patios, esmerados; exquisitos... O la teja, siempre
árabe, y los arquillos que cruzan las calles estrechas arriostrando las
fachadas prestándolas señas de su singular identidad.
Arcos, Grazalema, El Bosque, Zahara de la Sierra, Olvera,
Setenil, Ronda
Grazalema: Se cree que en este mismo lugar que hoy es Grazalema
estuvo asentada la población romana de Lacidula. Otros dicen que su
nombre proviene de Ben Zalama, visir de Córdoba que la mandó
reconstruir. Fue conquistada por don Rodrigo Ponce de León, Duque
de Arcos y Marqués de Cádiz. Grazalema es uno de los más hermosos
pueblos de esta sierra. Su magnífico clima de verano hace que sea un
lugar ideal para pasar las vacaciones estivales. Destaca la Iglesia de
Nuestra Señora de la Aurora.
El Bosque: Enclavado en los
comienzos de la sierra de Grazalema,
debe su fundación a los servidores del
Duque de Arcos. Los Duques poseían
allí el Palacio de Marchenilla,
donde pasaban temporadas. La
invasión francesa permitió que los
vecinos demostraran su valentía en la
defensa de su población. En 1815
Fernando VII le concedió el título de
Villa. Cabe destacar la Iglesia de Santa
María de Guadalupe y su plaza de
toros.
Setenil: En 1484, después de un cerco que duró 15 días, Fernando
el Católico tomó Setenil. Sus Archivos Parroquial y Municipal
constituyen verdaderos tesoros bibliográficos de Andalucía.
Ronda: La famosa, altiva y soñada ciudad de Ronda se emplaza en
el centro de la serranía que lleva su nombre. Situada a una altura de
750 m., construida a ambos lados de un tajo de 100 m. de
profundidad, goza de inigualables vistas. El romanticismo, el
bandolerismo y la tauromaquia convirtieron su Historia en leyenda.
Jerez de la Frontera
Universalmente reconocida por sus vinos, sus caballos, sus
ganaderías bravas y por ser la cuna del
cante flamenco.
Entre sus monumentos destaca el
recinto amurallado almohade (s. XII
con torres asimétricas). Un Alcázar del
siglo XI que conserva los baños árabes.
La Catedral de estructura gótica de
cinco naves con bóvedas de crucería. La
Iglesia de San Dionisio, mudéjar,
construída sobre una antigua mezquita.
La Iglesia de San Miguel es uno de los
monumentos más notables de Jerez.
Gótico isabelino (S. XVI).
Zahara de la Sierra: Los
historiadores la hacen nacer de la
antigua Regia, que cita Plinio; otros creen que fue la antigua
población celtibérica llamada Lastigi por los romanos. En cualquier
caso, fue una de las mejores fortificaciones andaluzas. No deben dejar
de visitarse la Iglesia Parroquial, la ermita de San Juan de Letrán,
y el Archivo Municipal.
Olvera: Su castillo árabe, sobre una roca que domina la ciudad,
es, sin lugar a dudas, el héroe de todos los aconteceres bélicos que allí
se han producido. De planta irregular, en forma de triángulo isósceles,
es del siglo XII.
A cuatro kilómetros del núcleo urbano
se sitúa la Cartuja, el monumento más
significativo de Jerez. Se inició su construcción en 1478 aunque sus
obras se prolongaron en el XVI y XVII; por ello combina diversos
estilos. Tiene una portada con acento lombardo, interior gótico, con
detalles renacentistas y fachada barroca. Es una de las pocas cartujas
de España que sigue cumpliendo la función para la que se creó:
albergar a los monjes de la Orden.
Para los amantes de los museos, el Arqueológico y un Museo de
Relojes con más de 300 piezas. Para otros amantes, las bodegas
jerezanas se dejan visitar con gusto.
Parador de Arcos
de la Frontera
Casa del Corregidor
Plaza del Cabildo, s/n. 11630 Arcos de la Frontera (Cádiz)
Tel.: 956 70 05 00 - Fax: 956 70 11 16
e-mail: arcos@parador.es
Central de Reservas
Requena, 3. 28013 Madrid (España)
Tel.: 902 54 79 79 - Fax: 902 52 54 32
www.parador.es / e-mail: reservas@parador.es
wap.parador.es/wap/
Textos: Miguel García Sánchez Dibujos: Fernando Aznar
ARCOS Y SU PARADOR
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