ññ@ WE ^ Múm. 2(B7 ñ@s &@ ©&Ms* 4 EL HOMBRE DEL CLAVEL (fragmento), cuadro origínaí de Humberto Van Eyck ,_ 1 ^ . - Modas femeninas q u e no cambian n u n c a : in I:. U n a tez Jíermosa y un xutis suave y blanco l | NIEVE HAZELINE" "LA ESFERA" Y "MUNDO GRÁFICO" ÜNICOS AGENTES PARA LA REPÚBLICA ARGENTINA: ORTIGOSA Y COMP.', Rivadavia, 698, Buenos Aires NOTA Esla Empresa no responde de las suscripcÍDnes que na van iiachas dírectamenle en la Repúb.jca Argentina por nuestros agentas SRES. O R T I G O S A Y C.% únicas personas autorizadas. (Mana tie Fábrica} ,„ ( " ' H A Z E L Í N E * SNOW"%°0 RAMOS embellece el cutis y capacita á toda mujer á seguir 'estas modas. para la encuademación de • L M- II 1"' •Jp«p J,iiiTOUEh5\Vi;lli: m e y Uia. "'-fLondres personas cuyo cutis requiera una prcparac.ón g n . i e n u dEbcrian obkocr Ja Crema •HaieUac' * r' Lá Esfera Especialidad en bisoñes de cabaJIero, coufecciún esmerada. Premiados con diplomas y medallas de oro en París y Londres. 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L a ¿Jucicloped.ia Espasa n o despierta admiración en determinado número d e lectores; todos, cualesquiera que sean nue.^tras aficiones, hallamas en esta incomparable obra sobrado campo para dar satisfacción plena ft nuestras ansias d e aprender; fodo.s, pues, juntamos nuest r a s manoa para ofrecer al bello libro nuestro entusiástico aplauso y el testimonio de nuestra admiración; porque eata Enciclopedia es como un amigo bueno y sabio que siempre está á nuestra disposición para aclararnos dudas, para enseñarnos, p a r a ilustrarnos en todo; que en todo momento satisface nuestras necesidades intelectuales de u n a manera concienzuda; que nunca se molesta por nuestras consultas; y, .sobre todo, que en sus lecciones n o existo el más ligero asomo d e parcialidad. L a Enciclopedia Espasa expone teorías diversas, estudia doctrinas varias, y jamás procura inclinar el ánimo del lector hacia u n p u n t o determinado; es u n maestro que expone todas las opiniones en todos los asuntos, pero que no impmie ninguna; se ajusta exactamente á u n a norma q u e parece n a t u r a l , y es la de que el criterio del lector decida en último término. Si el Espasa n o estuviera sobrado d e méritos, bastaríale éste, que no es pequeño, para granjearse la simpatía general, sin distinción de matices, preferencias ó inclinaciones. E n loa dos últimos tomos, el X X X V I y el X X X V H , que motivan estaa líneas, hemos leído artíeulo-s verdaderamente notables, como, por ejemplo, Monarquía, Moneda, Montaje, Motor, Montevideo, Mpnireal, Montpellier, Moscou, Moret, Moro, Montserrat, Mueblaje, Muerte, Mujer, Munich, Murcia, Muñllo, Museo, Música, Naipes, Napoleón, Ñapóles, Navaja, Navarra, etc., etc. E n cuanto á ilustración, baste decir que continúa, con el empuje de siempre, ofreciéndonos preciosos grabados que complementan los acabados e.studios que la obra hace de todas las manifestaciones d é l a h u m a n a actiWdad. Bic-ii ganado tiene, pues, la Enciclopedia Espasa un unánime y caluroso elogio. Nosotros felicitamos nuevamente á la Casa editora, que con tan inusitada firmeza prosigue su cultural tarea. ^KL^M^ ^ÍJX BRILLANTES, PERLAS, ORO, PLATA Y PLATINO SE PAGAN COMO EN NINGUNA PARTE :-: VENTA DE BANDEJAS, CUBIERTOS, VAJILLAS Y VARIOS OBJETOS PLATA DE LEY, AL PESO ^ FERNANDEZ V VEIGA, ESPARTEROS, 16 Y 18, TELEFONO 2.529, MADRID PMfiryrrayELioisifi A 4 pesetas juego para un semestre 5e venden en la Administración de Prensa Gráfica (S. A.], Hermosilla, 57, MADRID Pra tirku i prertRlis iñiilaiise 0.40 (ara franqn^s j atWHaiB LIT06RÁFICAS Y TIPOGRÁFICAS DE Pedro Glosas ARTÍCULOS PARA LAS ARIES GRÁFICAS Fábrica: Carretas, GS al 73 pf|DrrfnNI| DespactiD: unión, 21 UHllLLLu'lfl Alucho me quiere Ramdn, y me quiere con Jocura, •• pues sabe que uso c! jabón y ios polvos PECA-CURA. JabCn, 1,40.—Croma, 2,ÍO.—POIDQS, color moreno (siete rua/íces), rosa ó blanco, ?,9'.— Agua aiíanea, 5,50. —Agua de Colonia, X.'l j.í^U II pesetas, según frasco. P R O B A D los jabones, P R O B A D los polvos color moreno (siete matices), rosa ó blanco, serie "IDEAL", perfumes: ROSA DE JERICO, AlHIRflBLE, MATINAL, ROSA, GINESTA, CHIPRE, ROCÍO FLOR, MIMOSA, VÉRTIGO, ACACIA, MUGUET, CLAVEL, VIOLETA, JAZMÍN 3 péselas patulla; A pesetas caja. NINGUNO los supera, NINGUNO los iguala en perfume, Ciase ni preseiilación.—Ultimas creaciones de Cortés H e r m a n o s , BARCEÍLONA. ALCOHOLATO ALCOHOLATO ALCOHOI^ATO AlvCOHOCATO Suaviza la piel. Para fricciones. perfume exquisito. de Rosa, Quina, Violeta,Jazmín, Helio6 Bo'tnero. 6, 3 y 2 pesetas, D r . B e n g u é , 47, tropo Rué Blanche, l ^ a r iFrascio, 3. CARMEN, 10, ALCOHOLERA BAUMEBEUGUE Curación GOTA-REíiMATÍSMOS NEURALGIAI, De oenta en. todas las farmacias y droguerías. El papel en que se imprime esta ilustración está fabricado especialmente para " L A E S F E R A " por LA PAPELERA ESPAÑOLA :f£ POLÍTICA ."\r AL ALCANCE DE TODOS ES l_/!C= Renovación intelectual de España , la que descubre la roca inconmovible de su engrandecimienío. Es una verdadera REVELACIÓN SEGUNDA EDICIÓN 20.000 EJEMPLARES Ampliada con nuevos artículos, titulados: •r .> . ? Religión racional ó Católica de Dios > Constitudón religiosa El miedo á la Libertad El atrevimiento del Monopolio Oscurantismo revoludonario LEEDLO TODOS 50 CÉNTIMOS COMUNICADO DE LA . . Hura de tai ie \m 40. TRINfT? ¿QUARE, . LOMDON, E. C 5. rr *'¿Cómo es que pone Ud. objetos calientes aobre la mesa? ¿No teme Ud. arruinarla? "No, esta mesa está pulida con Cera Preparada de Johnson. Dá tanta protección al barniz que el calor n o lo perjudica. " Los vinos españoles en Inglaterra y en Bélgica El comercio de vinos ha adquirido y ef:tá adquiriendo aún más gvdn importancia on la Gran Bretaña. Un solo dato es suficiente para demostrarlo: el vino era antes artículo de lujo en Inglaterra; hoy 83 artículo de primera necesidad. No lia escapado este aspecto de la cuestión á la Gániara Española de Comercio en Londres, que eslá haciendo una vigorosa campaña cerca de los irnjjortadorcs británicos para aclimatar en ese país el vino de nuestras cosechas, y ha conseguido ya interesar á la opinión y al comercio en tal grado, que no pasa día sin que acudan á dicha Cámara solicitando el nombre de cosecheros que puedan exportar los vinos que producen. La Cámara de Londres necesita del auxilio de toda la industria vinícola española en este asunto, porque el Gobierno británico sólo consiente ahora la introducción de un 50 por 100 do la cantidad de vino español que se importaba en el año 1913, y esta es una cantidad ridicula, porque entonces apenas se consumían nuestros caldos en la Gran Bretaña. El embajador de España en Londres, Sr. Morry del Val, ayuda eficazmente la acción de la Cámara referida, y os justo hacer constar cuánto deben los cosecheros á nuestro representante diplomático en este particular. Pero la cuestión ofrece otro aspecto, do verdadero interés para España. Si la importación de nuestros vinos en Inglaterra está restringida, no lo está en fiéigica. Bélgica es hoy lo que se llama, en términos de temperancia y abstemia, un país seco: no bebe porque no tiene qué beber. Antes de la guerra surtían de vinos tintos y blancos al comercio belga Francia y Alemania. Con ambas naciones no puede contar ahora. Me ahí un mercado que nuestros productores no deben desaprovechar, bJen acaparándolo directamente, bien por rnedio de importadores británicos que reexporten allí el. vino que en su país no tiene hoy entrada por restricciones del Gobierno de Londres en la importación general de [)rodLictos.. :^r. protege y conserva el barniz, ^ haciendo mayor su duración y belleza. Limpia y pule en una operación. Cubre las manchas y rayas. Evita que el barniz se parta. La Cera Preparada de Johnson puede usarse sobre el acabado más fino sin peligro alguno. La superficie como cristal que produce, protege el barniz y- le dá el brillo de un espejo. No contiene aceite y no se pone pegajoza con el tiempo caluroso. No retiene las manchas de los dedos y no puede recoger el polvo. Puede usarse sobre Muebles Automóviles Obra de madera Pianos Linóleo Objetos de cuero Quedará Ud. sorprendido de los resultados maravillosos de una sola aplicación de esta Cera. El lugar donde haga puede proporcionarle los productos Johnson — si no los tuvieren, pueden obtenerlos de Ud. sus compras S.C. JOHNSON &S0N ~\ £a Año VI.—Núm. 267 8 de Febrero de 1919 ILUSTPACIÓN LA INVESTIDURA DE SAN ILDEFONSO Cuadro d e IVÍui-iiio, e x i s t e n t e en el M u s c o dol F>rad> MUNDIAL LA E S F E R A I DE: V OoO -55 -3! • • * •S •3i •Sí -íí -a • « -s •s -í -í -í • * •s •íí -3Í -4 -?í -a •« -* • * -3Í •s -a •a -5 -5i -a -a • « -a •a -a •a -5! -a a a : D O S HOMBRES : Y D O S POLÍTICOS C ^ ON la iimeríe del estrepitoso Teodoro Rucisevelt, calcador y ex presidente de los I->tados Unidos de América, pierde el imperialirtino yaiuini su brazo derecho—la cabeza es Wall Street—y el presidente Wilson se ve libre de su Éinemigo más encarnizado. Teodoro Roosevelt era la violencia y la soberbia personificadas; toda su política internacional ííe apoyaba en estos tres ariíinnencos; el oro de Wall Street, los cañones de los dreadriotights y las bayonetas del Eiército. Fué toda su vida el representante n;ennino de aquella memorable política que nos i-ecuerdu esta sola frase; Reinember of Maine! En las relacioiies de sn país con las Repúblicas liispanoaniericanas, se mostró siempre intervencionista furibundo, y en ocasiones, principalmente durante la revolución encabezada por Carranza, en Méjico, pnso á Wilson en verdaderos aprietos. Hombre \'anidoso, sufría la tortura de la creciente popularidad ajena, y no ¡lerdonaba opnrtunitlad para atraer sobre sí la atención pública, voluble y cada ve/, unís indiferente con el antiguo coronel de roiiff/i-nders. Dos de SL!S más ruidosos incidentes, provocados con motivo de la guerra, fueron su pretcnsión de levantar tm Cuerpo de ejército—mandado por él, naturalmente para venir á Europa á combatir contra Alemania, y el viruiento discurso de P)attsburfí, Este incidente merece recordarse: El campamento de Plattsbnrg, cerca de Nueva York, liabía sido creado con el fin de enseñar la instrucción militar y hacer atmósfera guerrera, cuando los tropelías de los submarinos alemanes hicieron pensar seriamente en la posibilidad de im rompimiento con Alemania. Estaba dirigido por el general Leonardo Wood y se habían alistado en él eminentes ¡aombres de negocios, diplomáticos, un ex secretario de Estado y políticos tan conocidos como Mr. Mitchel, alcalde de Nueva York. Esta circunstancia daba al campamento de Píaítsbnrg ima importancia excepcional sobre oíros campamentos, y la Prensa la explotaba con frecuentes informaciones de los progresos alcanzados en la instrucción militar por ¡os favoritos de la banca y de la política. Al terminar el curso, de unas semanas-ÍÍ o I a: mente, se organizó una fiesta para que los reclutas demostrasen sus adelantos en pOblico, y se invitó á numerosas personalidades. Entre los invitados estaba Teodoro Roosevelt. Después dj^. los ejercicios, el general instructor rogó al ex coronel de raugli-riders que biciese uso de la palabra para encomiar las ventajas de la instrucción militar, y Teodoro Ro'osevelr, en vez del discurso que se le iiabia pedido, formuló un ataque enconadísimo contra el Gobierno, poniendo de manifiesto la falta de preparación en qne se encontraban los Estados Unidos para afrontar una guerra, y censurando á Wilson... ]iorqne se esforzaba en mantener la nen-. tralidad. A los alemanes les llamó salteadores y bandidos. En aquel'nwímento, Roosevelt se olvidó de sti visita á Alemania, de lo corlésmente que fué agasajado por el pueblo y por el KaÍ3er,-yde su discurso en la Universidad de Berlín, en Mayo de ]!)10, elogiando el espíritu guerrero del pueblo alenián y lamentando que -fSLi atenuación en ei carácter de Io.g pueblos fuese una de las principales desventajas de la civilización moderna •>. El efecto del discurso no pudo ser más cuntraproducente. El auditorio manifestó su disgusto, correctamente, en el mismo campo de instrucción, y al día sigtnente toda la Prensa. T/ie Tribtine - muco diario que le defendió-reconocía que el ex coronel era, á veces, 'xeS' travagante.- en sus peroraciones; pero que, ^•:alortiu)adamente, sus actos no se ajustaban á sus palabras». 7'/ie Sn/i dijo: «Por otra parte, el ataque personal del coronel Roosevelt contra el presidente Wilson es tan desmañado por su concepción, tan infantil.píir. lo vioj.ento de su expresión y tan inspirado en una idea errónea de oportunidad política, qne de ningún modo resulta injuriado nadie más que el autor de la infortunada diatriba.» ^7p^Tfr^^^f^yf^Wf'^^^^^^Wf-^>f^^*'f'^^--'^''f'^'>f^^^^*^^^ I_A VIDA QUE: RASA WILSON V ROOSEVELT T/ic Work! decía, después de recordar los versos de Ovidio describiendo, la Envidia: «Para él no importa quién sea el presidente; el coronel estará en contra suya. Estará en contra de todos los presidentes, excepto de sí mismo. Si Wásiiington 6 Lincoln lo fuesen, en lugar de Wilson, abominaría de ellos tan ásperamente como abomina del actual ocupante-de la Casa Blanca. ;-r-íesulía un poco patético el espectáculo de lui hombre que ha desempeñado el" más alto puesto electivo de !a Historia, entregándose á infantiles transportes de rabia y resentimiento porque no puecle ser presidente toda la vida.» The Ní'ív-York Cali, el más contundente, dijo: •>-ÍLI hombre que narra la historia de cómo disparó sobre dos fugitivos españoles errando ai primero 11 matando al segundo, está rebuznando (hraijing) abiertamente que todo alemán que se niegue á combatir debe ser fusilado.;; (Referíase; á los alemanes nacionalizados, qne tendrían que combatir en defensa de los Estados Unidos.) :>Pero si la nación continúa en su estado normal, y si la plaga de palabras que esa boca vomita cesa (si tal milagro pudiera ocurrir), el s\ignir hablando de más armamentos no será más que LU] atentado insolente para precipitar sobre América nn odioso militarismo. :>Como agente del capital y encargado de fomentar los negocios de Bridgeport y Bethlehem (centros fabriles de armas y fimdiciones tle ace- IMPRESIÓN tV&s la obscura montaña vecina que circunda aquel valle olvidado,'; se.despiden del sol del otoño los últimos rayos, .-^ Se embalsama el ambiente de -esencias, las tinieblas se van acercando, y el azul de los cielos se viste /. de matices pálidos. Tal vez alguien contemple en el valle la tarde tranquila " perderse en su ocaso, y suspire al lecuerdo de amores que ya se alejaron. Juan CHACÓN ENRÍQUFZ '^ l-OT. lIUiLSCMEUí OrtO / ro), resulta un insigne fracasado. Sus métodos son.demasiado burdos y él es demasiado soez.» Este era Teodoro Roosevelt; el retrato está hecho por sus compatriotas. - r Hay en España un gran poeta que parece escribir sus versos con el pincel de Zuloaga; cada imo de ellos es un trazo sobrio, justo y categórico en la expresión. . En ima coniposición suya, titulada .4- orillas del Duero, hay estos lios versos -confesit^n y lamento—que son un retrato; ^, te *íe ssES» • CastMhi iiiiscrnhle, ayer doiniíiíuiora, . "; eiu'iieilii en sus andraíos despreciu cuanto ignor.-i. Los españoles nos sonreímos despectivamente al enterarnos de que América declaraba la guerra á Alematiia; nos cegó la pasión y no vimos más que una gigantesca cifra negra: el Í-W. Asi, no-es de extrañar que volviésemos á discurrir como en el tüS. .Alemania, primera potencia militar del mundo, invencible, a! parecer, demostraría la diferencia que iba de ella á la vieja España... -de charanga ypaiiüercta, cerrado y sacristía, devota de ¡-'rascuelo y de María, vengándonos de nuestros antiguos enemigos. La derrota de Alemania trocó el desprecio en odio; nos abrió las heridas coloniales, qué* volvieron á sangrar. El Tío Sam ayudaba á John Bull para que le dejase acabar de tragarse á América. Las predicaciones de Wilson nos sonaron á palabrería de sacanuielas. No le conocíamos, y desde aquí no se veía bien sí era un catedrático de Universidad al servicio del Derecho ij un coronel áe rouí^'h-rlders ü\ servicio de Wall Street. Tuvimos que ir á verle de cerca, en París, par^a confesar después ingenuamente, al volver: «No es como los liombres que estamos acostumbrados á tratar en la política. Sus ideas son bien ' definidas, y nada en el mundo las hará cambiar.% Por eso fué un error juzgarle antes de conocerle, y otro, suponer que ¡as marrullerías de un viejo político español podrían modificar su criterio sereno y bien definido. Wilson nos conoce mejor que nosotros á él y no necesitábamos haber ido á París para que^se formase tm juicio favorable de los españoles. Hace seis años, ei primero de su presideiic-ia, pronimció im discurso en el aniversario de Lincoln. Hablaba al pie de la cabana de troncos donde se albergó la adolescencia del hinnikle leñador, que nuis tarde abolía la esclavitud desde aquella misma presidencia, hoy ocupada por Wilson, y decía qne aquel gran carácter se nahía forjado en la lectura de tres grandes libros que compom'an toda su biblioteca: í^EI primero—decía—era la Santa Biblia; el segundo, h)s dramas de Shakespeare, y el tercero, Üon Quijote, de Cervantes. >:De la [3iblia—repuso—extrajo el saludable lemor de Di.os, que debe iuspirar todos nne.^trQs actos en la vida: en los dramas de Shakespeare estudió el complicado corazón del hombre, v en el Don Quijote, de Cervantes, aprendió la hidalguía y la caballerosidad del noble pueblo español.w Éste es Wilson. En cuanto á la opim'ón qne le merecemos al pueblo yanqui los españoles, [icaso pueda traslucirse algo ile eila en estás lineas, ptd>licadas por The Eoening Sun el 9 de Octubre de 1915 en su artículo de fondo, titulado: iíEn el natalicio de Cervantes»: ... abrid de uueoQ vuestro '••Don Quijote*, la más noble fantasía en prosa del mundo... ... es el natalicio de Miguel Cervantes de Saaoedra, el ininorfal nntor del libro. Colón y ..Cervantes estarán sienipre entre las glorias mas grandes de su nación. El primero dio nn mundo á España: pero éste se perdió pronto. El otro dio España—la parte mejor de ella, la inmortal—al mundo. LEiíperemos_qtie losya-nquis y su presidente se habrán dado cuenta de que la España que ellos conocen y ensalzan no fué la que estuvo á visitar á Wilson cu I-'arís! r . PENDAS SfS- ií- i. ít it 5«- g!515}Sr 55- ig- a* feft ie !«- !S- ií- ieigs)5je lele !e lele le íe íe le le «. le le ¡e sle !e le le le LA ESFERA r^ EL VESTIDO DE BODA o o o o o o o o o o o o {) o o o o o o Ü o o 1 o o o o o ü o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o ü I o o í) o o o o o O O E N" la plíiza, frente á la iglesia, é (a puerta de la i'mica posada úe\ pueblo, aparejaba ya Atidréá, el arriero, el líltimo rucio de su i;ecua,_ cuando vio llegar, sudorosa y jaüeaníe, a la tía Eulalia, la costurera, portadora de un bien envuelto paquete. — ¡Muchaciio! exclamó la vieja casi sin alieiiIt^^^—• f!.Serías capqz de luiberte ido sin esto?' Sonrió, cachazudo, el mozo. Autes de¡ara él perderse la recua entera en medio de la serranía y no hiciera memoria de su uombrcí, que dejarse olvidado en el pueblo aquel eucargu de su novia c]ue para ella habían aderezado las manos prunorosas de la tía Eulalia, la mejor mocJJsta de toda la contornada. ; Tomó Andrés entre sus manos aquel paquete que Contenia el vestido de desposada que él regalaba á su .Ana María, y quedóse urr punto suspenso, admirado de su fragilidad. ¡Dios, y que una cosa tati maja, tan deseada y tan costosa, pesara can poco! La tía Eulalia, mientras tanto, abriunaba al iTiozo con advertencias y conse)os: que apenas negara, la muchacha ^qílanchease» el vestido por e| revés, pura no deslustrar las trencillas de terciopelo; que tuviera cuidado al ponerse la falda, no le luciera picos; que se fijara en los broches, que eran de los !^atomáticos:> y, sobre todo, 7 ¡Por la Santa Virgen, Andrés!—rogó por uitmuí—, que mires dónde colocas el paquete, no vayas !j hacer con él un «contra Dios.;. h-or segunda vez el arriero sonrió. No'había auaado. Ue propósito él había terminado de aparejar su re^ua y acondicionar en las angarillas nimr," "^i^rcancias, sin que quedara sitio para ' m r ' " ^ ' - '^' '•*''^'^" ^^ s " novia llevan'aio sérnn Í H - ^ ' " ' ' ^^'S propias manos callosas, que íorio r ,1 ? " ' >',^*-^l^¡les al oprimir aquel envolh s fin I " " " ^'^^'^ "^^ ^^í^nií-^-e ^'í^ve sobre María ' ' ^ ' opulentas del cuerpo de Ana il plomo sobre la campiña. Horécida con los primeros pu¡os de la primavera. Ya verdeaban en el terruño !os trigales, ondeando á impulsos lie! viento convo un terso mar de esmeralda, y había promesa de fruto en los viñedo's y fragancia de flor en los frutales. Apenas se divisaba ya el campanil de la iglesia del pueblo, cuando .\nrirés, con su recua, enfrontaba las primeras estribaciones de la sierra por un estrecho camino de herradura. Atrás quedaba la carretera trazada en el declive de una loma, por la que ancendíau, como un ejército contrahecho, los,fuertes olivos seculares, nudosos y de negros troncos, que parecían tallados, en basalto. Andrés, cansado de andar, trepó sobre el pollino zaguero de la recua y, sin abandonar un instante su envoltorio, sentóse á mujeriegas en lo alto de las acémilas. La serranía hacíase abrupta y difícil. Grandes peñascales, moles de cuarzo de finas aristas erguidas como torres, á cuyo pie despeiiábanse las torrenteras, maleza bravia y jarales salvajes, bordeaban la estrecha vereda, único camino viable á través de la sierra y por el que los animales marchaban seguros, guiados por el instinto, vadeando obstáculos y bordeando precipicios. AiuJrés, sentado sobre la carga del rucio, regodeábase por anticipado, pensando en el momento en que haría, allá al atardecer, su entrada en l;i aldea. Ana María, reunida con otras mozas en la Fuente próxima al lugar, sería la primera en distinguir la recua de¡ arriero, viéndola avanzar entre las tenues luces del crepúsculo primaveral. • ¡Con qué avidez correría ella ú su encuentro y cómo gozaría él mostrándole en alto, triunfalmeine, el envoltorio con las codiciadas galas! Tal pensaba Andrés ciunido, de pronto, el rucio que montaba dio un tremendo resbalón que le liizo doblarse de manos, á punto de caer. Repúsose en seguida el animal; pero el arrien e ^ ' c o f n,inl "^^ !"^"^^ter consejos ni previsioro, cogido de improviso, despedido desde encicasde c o " ; ' " ' ^ • " ^ ! ^ ^ ^ ^ " •'^^'•^ rudas'práctima de la carga, dio con su cuerpo en tierra y, lázada de In :„ ' - i T ^ ' P,'^^"^^^' enganchóse la sin tino para sujetarse en los jarales que borV cruzando f n ' ' - ^ " f ' " «"jetaba en el índice deaban el camino, rodó por la escarpada penañhuaíes.' ''^^^'""'^^ ^ ' ganado, arreó á los diente de una torrentera, rebotando en el acantilado, hiriéndose con tas agudas guijas, dejando fulgurantes rosas de sangre en cada piedra del laa S r í í V í n ' n n ; ''^^'•' ^ P'=^«^ ^^1 ^'^""n'> ^1^ c a r g a . y en pocos instantes.dejó atrás el nuecamino... AlTÍTi, el cuerpo del hombre^-por inaudito.^zar,. l a 1 e j S í i " e í a ? ^ " ' " ° ^ ^ ^ ' ^ ^ ^ " d.uandS!íe. cuando ya era inmiriente el salto definitivo al Rayaba ya el mediodía. Caía el sol castellano fondo de"l torrente, quedó detenido, preso entre la fuerte maraña de un gran matorral, al liorde mismo del precipicio. La mano del mozo, impotente para sujetarse en la caída, se crispaba como una garra sujetando el envoltorio con el vestido de su novia... • da Ana María, reunida en torno á la Fuente con otras amigas, agirardaba la llegada de Atidrés, inquieta por su tardanza. Ya el rujo sol poniente se hundía en los confines de la llanura y comentaban á ¡ironar el cielo los primeros obscuros cendales de la noche, y volvían por los caminos, hacia la_ aldea, las vuntas, rendidas de la ruda faena cotidiana. — ¡Ya viene Andrés!—exclamó en aquel instante una moza. Y doblando el declive de la loma que dominaba al pueblo se vio avanzar cuesta abajo la recua del arriero. Poco después llegaba cerca de la fuente. Ana María se sintió conmovida por un rápido presentimiento. ¡Cosa más extraña! Aiidres no venía, como otras veces, risueño y ágil alíreiUe de la recua, adelantándose para estrechar la mano de sa novia. Las mozas también veían llegar, extrañadas, á los animales, caminando canshios, sin escucliar la voz del arriero arreándoles con energía. Sin poderse contener se abalanzaron todas al encuentro. Y en este instante, un grito de espanto salió de todos los labios femeninos. .\ horcajadas, medio tendido sobre el rucio zaguero, venía Andrés trágicamente ensangrentado, apagado el mirar y los labios contraídos en una mueca dolorosa. Por la frente rota del arriero manaba la saní^re, cubriéndole la mitad del rostro, empurpurando los fardos de la carga, goteando lentaitiente sobre el polvo del caínino. La mano del mozo, también roja y rasgada á arañazos, sostenía colgando un envoltorio que, con supremo esfuerzo, íilargó á Ana María cuan-' do la vio acercársele. Tomó la muchaciui el paquete y, como presa de un vértigo de locura, ante los ojos desorbitados de Andrés qae la escucluiba sintiéndose morir, comenzó á rasgar la envoltura Febrilmente, furiosamente, gritando con angustia: —i.Hi vestido! ¡Mi vestido! ¡Se ha mancliado mi vestido!... • • "•"•^•••' JtJuÁN F E R N Á N D E Z PINERO IJIUUJO V>E VAlii-X.^ DE .S!-:iJ,\S o o o o o o () o o o o o o o o o o o o o o o o o o () o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o Ü o o LA ESFERA LA PINTURA CONTEMPORÁNEA Fragmento del cuadro "La demencia de Doña Juana", original dé D. Lorenzo Valles, • y existente en el Museo de Arte Moderno LA ESFEñA J^ILUBTTA^ mnnnnunnu-nnnnnntinnimrxm^ DE) A^LEIVl^rVIA EL NUEVO PALACiO MUNICIPAL DE LEIPZIG DIHUJO DE BRUNET LA ESFERA n n a S El I f \ rsi u E &í r l í -v w ^ ' I « I r ^v ts /s.T^^j^j\. O^^F^I^OTVE: QUELLA mañana color de tiiiLie, inaravilloSíinieiiEc:: opííca, que aniancciú blandamente etiYiielta en capas de luiino nníiado, no volverá... El Retiro, en sn solédud sublime, parecía lecibirnos con ese íiíestu solemne y aia.iíii¡fico de las niñjesíadcíi abandonadas. SiiH paseoíi, dulcemente Iriatesy lloviznados, eran lienzos de Rnsiñol. —Ha qnerido el Parque —exclamó Adela, dando placenteros saltitos de nifia traviesa—recibirnos á nosotros solamente. El sabe que estamos locos y que no nos amilana ni el cielo amenazador, ni la lluvia, ni esta blandita alfombra de tierra mojada, en dotide lan i\ gasto se Inmden mis pobres pies. —Tan peqneñitos y tan lindos - agregué. —Tan necesarios—corrigió ella. — Por aqm' nu se atrevería usted í'i caminar descalza como en La ocngaiiza (le Don Mciido. —Por nn voto ó por u\\ capricliü, sí; pero asted no sería lancrncl qne me dejase, ¿verdad? —No sé, Adelita, no sé — murmuré vacilante — ; son tan bonitos sns pies qne, por contemplarlos á plena luz, es posible qne no tuviese piedad. —jOli, qué egoísta! — reprocbó haciendo un gracioso moln'n de enojo--. ¿Y me dejaría usted andar descalza por este paseo lleno de guijarros y de lodo? — No, eso no; la llevaría EÍ usted en volandas. — iQné bien! Como Anteo á la Tierra. Y caminaba saltando v haciendo monerías como ana cliicüela de colegio. Parecía la Cíaudiiía de Willy. Iba mostrando poco á poco ¡as garras de sn talento extraordinario, sin abandonar un instante sn feíninidad deliciosa; en cada momento, para cada cosa tenia mi comentario ingenioso y oportuno, que • ' . nos hacía pensar un poco y nos deiaba maravillados de sn inteligencia privilejriada. listaba muy bella, nmy interesante y tnny exótica, dentro de mía elegancia aíraricesada. Sns grandes pupilas, color de concha, se detenían en todo, con esa ingenua curiosidad de los niños... Su cnerpo, cimbreante y quebradizo de bayadera, estaba envuelto en un largo abrigo color perla, forrado de pieles. Una giaciosa gorrilla cubría su cabeza dorada. J[igueteaba con el paraguas, con el bolso, con los guantes, con lodo... — Parece usted una extranjera-le dije. " ¿ P o r qné? —Por el espíritu y por la línea. —Y lo soy. Soy italo-española-sudamericana. Esto, así dicho, le parecerá á usted la razón social de una Compañía trasatlántica; pero no: es que lie nacido en Ginebra el año... ¡Bueno, el año no lo sabrá usted nunca! Fué más ó menos cuando Cristóbal Colón salió para descubrir el A ntümnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn^ , . . . Adela Carboae en una interesante "pose" te, tan misterioso... Con el cielo ecuatorial portentoso dé estrellas; con los países que se hallan en la ruta, y en los que nos detuvimos en muclias ocasiones. Brasil, muy cosmopolita, muy opulento, lleva luui activa vida ínteleclnaL Hermosos teatros, casinos, cafés, casas de modas, joyerías deslumbrantes. ¿Y el campo? ¡Esas florestas insospechables! Hay bosques de heledlos. Cortinas de zarzas y floridas llanas. He visto mariposas que solo aparecen en los cuentos de badas. Las alitas de estas mariposas son así, del tamaño de mis [nanos. —No son muy grandes — la interriunpí. —¿Le ]}arecen á usted pequeñas?-me pregunto con coquetería. — Pequeñas y bonitas — aseguré sinceramente. —Mil gracias; pues entonces del tamaño de sus manos. Hay barcos que se detienen en Dakar. Dakar es una ciudad tórrida. La tierra es roja. Las palme- n n ras, gigantescas, como sus tt liombres; los hombres de n Dakar son esíatnarios y n terribles. M n —r;En qné sentido? n Rió maliciosa, y... n --Las mujeres, broncí- n neas y desnudas; llevan la n piel traba¡ada en raros diseños, como una arqueta de cuero repujado; .van cubiertas de amuletos; jun- n to á sus chozas tejen ces- n tillos, que bordíui con la- n n nas policromas; engarzan corales para los collares, n que luego venden. A la n puerta del mejor restau-n rante hay dos jaulas con n unos leones muy tristes; n dan muclio miedo. Mien- n tras se come una ensala- n n da, parece qne los leones n van á comerle á uno. ¡Es n n terrible y cómico para el n que come la ensalada; pe- n ro para los leones será sólo terrible! En fin, podría escribir muchos libros con mis impresiones. Después de mucho viajar, cuando ya era una miijercita, visitamos España, ^ ^. . ¡España! Hoy conozco to' . •. . das sus capitales y alguNuevo Minido. ¡Si viera usted cuántas VGÍQ-,, nos paeblos'interesantes por su.^ tradiciones y durante mi niñez, lie liecho ese recorrido! Y nionnnientüs. siempre, siempre, cuando me bailaba entre el —¿Cuáles eran sus preíerencias de niña? mar y el cielo, pensaba tercamente, obstinada—La escultura. Yo creía que era la manifesmente, en el gran aventurero, en la voluntad tación más completa del arte. ^\\ padrino fué maravillosa, en la fe en sí mismo, en la firmeza [Ui notable escultor italiano. Estaba sugestionade sns ideales. ¡Quién pudiera creer así en si da por las galerías, de Ronuí y l-lorencia; por mismo! ¡Saberse dueño de un secreto... que era eso dibujaba con desatino; pero ya no sé nada más secreto que todos los ocultos pensamientos, de nada en el difícil arte. porque lo decía y nadie comprendía claramente; —¿Cuál fué el primer disgusto serio qne tuvo porque lo explicaba y nadie quería saber! ¡Quién usted? pudiera tener un secreto así!, ¿verdad?, qne El rostro niño y placentero de Adela se encuando deja de ser secreto se convierte en ia tristeció. Con voz velada por la emoción, conmitad del mundo. testó; ¿Le gusta á usted el mar?—pregunté lleva^¿Serio? El primero y hasta hoy el último: ver do por el deseo de oírla hablar tan bien. morir á mi ilustre profesora; aquella gran actriz Suspiró hondamente. y gran señora, que se llamó doña María Tubati. — ¡Ay, iiHiclio! En esos largos viajes me lie —¿Qué fué lo primero que le liizo á usted familiafizadü con el Océano, tan azul, tan latensonar? LA ESFERA iiínunnnnnünGnnnuuHHn anKm g í n n tr 13 g tt n n n n El Entornó los o'os con inefable deleite para rememorar, . —De niña, las lecturas liisíóricaíí. Esa iüstoria, un poco iniprecisa, de los libras infantiles, t¡ue aun vagamente me hacía pensar en otrijs tisüs, otras costumbres y otras majares. Sobre todo, las mujeres del Viejo y Nuevo '['estamento n'e interesaron y me interesan siempre. La reina de Saba, todo fasto y oro, sonriendo inaligna. Knth, ccjn sil mansedumbre lieclia de imperiosas ambiciones. Rebeca, Jnditli, Estlier. ríY las mujeres (|iie oyeron la voz eritcrneceüora y profétit^ü del fíabino? ¡Las que se contemplaron envueltas en la melancolía de su mirada, que disíiiiíluía líi Mueríe y la Eternidatl! Eso iné lo prinierii que me liizo soñar. El encuentro con esa^ <í-criínras mafíin'ficas y fuertes, cuya huella no lian borrado los siglos. Hubo mi silencio. Estábamos en el parterre. Adela acariciaba todo con sus ojos soñadores de artista, — ¡Qné magnifico es eáte parterre! Parece bordado por mía mano cuidadosa. — fiQué país ama usted más, Adela? ¿El en que nació, el en que vivió ó el en que triunfó como artista? —He elegido para vivir España. Y lie elegido libre y couscientemente. —¿Cómo nacieron sus ^ aficiones al teatro? —Viendo trabajar á mi inolvidable María Tuban. —¿En qné obra obtuvo usted mayor triiuilo? Rió burlona, y exclamó: —¡Triunfo yo! Noi yo no he tenido triunfo. HÉui gustado las obras y !ie podido gustar en ellas. Eso es todo. Sé muy bien el valor de la palabra • triunfar». ¡¡Triunfar!! No, no; yo, particidanuente. personalmente, no he triunfado. •—¿Qné obra hace usted con más gusto? — Aquellas en doude hay, aiuique sea poco, algo de sentimiento y, sobre todo, feminidad. —¿Por lo visto, es usted romántica? " S e g ú n la interpretación vulgar de la palabra, no; en el noble y depurado sentido del vocablo, sí. ¿Recuerda usted al divino Rnbén Darío? —¡Qué pre,;amtas! En este m:iniento—¿qué hora es? —no; pero, ¿quién sabe si dentro de este mismo dia? Después, recobrando una seriedad niay cómica, prosiguió: —No, no hay que reírse; he estado enamorada, muy enamorada, y pienso seguir por el niisniü camino. No es maUi fruta el amor. -• Usted, Adelita. escr¡be muy bien; ¿qué prefiere, la literatura ó el arte dramático? —Verá usted: en mí, la literatura y el arto dramático forman un dualismo apasionado. Ante ellos soy como una mujer que se casa por amor... y á quien le gusta otro lionihre. Estoy despo:^ada con mi teatro; pero el día que sea vieja tendré que dioorciarme. Ptjr eso algimas tardes levanta las cortinas de mis balcones para ver pasar á mi otro ann^ry sonreiría desde lejos. Es posible que termine por refugiarme en sus brazos. —¿Qué querría usted ser mejor, gran escritora ó gran actriz? —Gran actriz. No crea usted que no doy la debida importaticia á la imaginaria elección, no; es que soy muy impresionable y amo más lo transitorio, si es llamarada, que lo trascendental y duradero. Además, yo no tengo á quien leirar mi gloria. —¿Qué literato es()añoí le g[i5ta más? —Don Benito Pérez Galdós. Sí; ya sé que esto lo lia contestado mucha gente y puede hacer pensar si se dirá porque D. Benito está sobre el bien y sobre el mal. ¿Y no se dirá porqite, efectivamente, se siente asi? —¿Y su autor dramático predilecto? — [!>"Amiunzio, porque es siempre un poeta luminosamente estético, porque es simbólico y... porque es esencialmente latino. — Oyéndola, ¿á que no sabe usted ¡o que estoy pensando, .Adelita? ¿El qué? inquirió nuiy intrigada. —Que de buena gana cambiaría usted de sexo, ¿nü? —¡Quiá! Se equivoca. ¡Nunca, nunca! ¿Qué dirían ustedes? Miq'er, nuijer, mujer. ¿Sabe usted cuántas divinas prerrogativas tiene una mujer? Sí; si lo sabe usted y se uniere usted de envitlia. Lo veo; nuijer, mujer, muier; ¡cuanto más mujer, mejor! — ¿Quiere usted que divaguemos un poquito sobre amor? —Si usted se empeña, hablemos de amor: ¿qué es amor? Dicen que sólo pueden definir el amor aquellos qae han sabido vivirlo. Muchas veces he pensado si esas definiciones psicológicas serán las vc;rdaderas. Los qae n.\N SAÜIOO viviií EL A.MOií, ¿han sabido vivirlo, en efecto? Stendiíai lo desglosa, lo desengarza y clasifica como un joyel precioso, cuyas diversas gemas tuvieron valor, color y formas distintas. Goethe lo había divinizado en el sacrificio y el señor de Voltaire habíalo escarnecido cuando el moribundo ruiseñor sevillano cantó: «La tierra se e s t r e m e c e albo[n izada; i>Ítío, ílütaado en olas de arnuMiía, e illas; ruis párpados sé cierran, ¿tiué [sucede? —¡Esel amor que pasa!» Í ¿De quién f i a r s e , pues? ¿A quién creer? En la república de nuestro corazón, cada ano siente á su manera. Depende mucho de las pulsaciones, de los nervios y, sobre todo, del interlocutor. —¿Es usted bonita? Volvió á reír, y,.. — No; pero... ¡cualquiera lo creería! —¿Quiere us^ed, como final de esta conversación tan interesante y ían amena, contarme alguna anécdota? Pensó unos momentos. —Sf- gritó con regocij o - ; recuerdo ana que pinta la crueldad y el desa g r a d e c i i i i i e n t o de los hombres. Viajaba yo en un e.xpreso; en mi departamento se presentó ini muchachillo y sigilosamente se tendió' entre mis almohadones, tapándose con la manta. Casi inmediatamente apareció el revisor. «—Perdón, señoras —dijo : ¿han visto ustedes pasar á un joven?» Yo comprendí, .^\e dio horror delatarle, y sin reflexionar respondí; « - N o ; no he visto pa-sar á nadie.» -apenas desapareció el revisor, nuestro protegido se puso de pie, echó por la ventanilla mi manta y se lanzó tras de ella, perdiéndose en las souibras del campo, mientras el tren seguía raudo su marcha. Yo, aquella noche, tuve frío y pude meditar mucho sobre el egoísmo y crueldad de los hombres... «Roniámlcos soinos. ¿Quién [que ES no e s roriiáiiticij? Tt n n tt tt tr tí tí u tt tt tt tí tt t: t: ti tt tt tt H 5 n n tí tí ti tt tt v: H tt tt tt tr —¿Es usted triste ó alegre? _ - N o puedo ser triste, porque soy un poco versátil y muy impetuosa, y... no puedo ser demasiado alegre... porque he vivido. —¿Cuál fué el dia más leliz de su vida? El rostro bello de la artista se arreboló de alegría. "~EI día cjae mis compañeros, todos unidos fraternalmente, me ofrecieron un banquete para festejar la aparición de una pequeña novela que publique liace dos años. Don Jacinto Benavente, siempre amable, se dignó apadrinar la tierna idea Mi empresario, tambié:: indulgente y dadivoso, asistió y asistieron todos. ¿Comprende usted lo que es eso? ¡Todos mis compañeros del teatro! ¡Oh, aquel dia! No puede haber, no es posible que bayí, para nií un dia más dichoso. —¿tistá usted enamorada? Acogió mi pretrunta con una alegre carcajada, que sonó en fi\ parterre, solitario y gris, como risa de ángel. Adela Carbooe en el "parterre" de] Retiro roTB. M.^iiTíM-.z n n n n n TI ñ n n n n TT n tí n n n n n n n n tt n n n n a n n n n n n n n n n n n u Et n n n n n n n n n n n tí tí Tt tí n n n n n n n tí tí a tí tí tí tí n tí tí tí EL CABALLERO AUDAZ nntíxxuntítítímmtítítítítímmüütítí.tíxmntíu ammmmtítítíx^xmntítttímmtítíntíutínnutí mmutíxínntíxi xmtíxxT^ntítítínnjxtíXítínntíntítítínuntítítíií LA E S r E R ^ innHnr;n::::-íni-;r:L;rinnr;nnnn!::":-!rti::í::r;rtrr^rr:nr:n:--tHti!:rn3j:tKK n tí. tí ii tí tí tí tí tí tí tí U n tí tí 1 -r tí tí tí tí. tí tí tí tí tí i:! a li w u n n ¡-Í )--r tí í KNÍ'A á SU servicio la Cíitólíca Maje^fati del señor rey Don Felipe If, entre la varia t'reCLieiiciíJ lie sus serviciores de caía y l'íoca, un ayo fíartienco, deilicatlo ¡i la conijKiMia y erit^efianza del principe heredei'o, que lu era ya Don Felipe, por niiierce de aquel exlrañü Don Carlos, de tau dramúíica recoriiación. Y ese íal preceptor luibo de escribir im curiosisiino y raro libro, iuticiilado con su ]>ropio notiibre; Los pcisatk'iiipos de Jehan Llicniíüc, crónica doiio^-^a, íntima y detallada de lu vida de la real familia, que también pudiera intitularse; AU'iuoiias de nn poderoso monarca, narrai/as por su ai/iida do cámara. Y ya sabemos iiue para su ayuda de cámara no hay hurubre ¡fraude. El interesantísimo manuscrito de Lliermite es cüuio im escaparate de las lacerias físicas v morales del segundo Filipo, en los tiempos puslreros de su vida, tan detallado, que á veces no tiene el autor mucha escnipulosidad en el acopio de líalos, pues uuiy bonitamente inserta, T como por él e^icrita, la relación del ma,s;mtico y traído su manuscrito de la jornada á Tara?,üna aFortnnadaniente hallado después. Y el buen ayo suntuoso viaje del rey desde Madrid á Tarazodel príncipe nos refiere la maravilla con que á ña, donde se reuuían Coi'tes para proclamar su regreso de Taraznna, y después de un breve príncipe de Aragón al de Asturias. Viajo de tau reposo en su casa de campo de Vaciamadrid, prolongado itinerario, que íué la comitiva de presenció el nionarca y la gente palatina desde Madrid ¿\ Segovia, de aquí á Medina, á Tordelos balcones de la fachada de Oriente del Alcásilías, á Valladolid y Burgos, subiendo hasta zar de Madrid, ai mismo tiempo que el pueblo J^amplona para bajar luego al rínón del reino congregado en la explanada, una extraña funíii'Ugonés, lo cual hace presuuiir la necesidad ción, que se dispuso para solaz y esparcimiento piolítica que se experimeutaba de afirmar, ó jior del ánimo del sobeíano, liarlo málcreclio y abalo uieiios avivar, con la vista de la puuipa cortetido. sana y la presencia regia, el sentiniieiito monárqnico absoluto y centralista, que no acababa de Y consistía el regodeo eii que. habiendo llegacuajar en aquellas villas y couiarcas, que poco do á la corte de las Españas dos jóvenes hermamás de im siglo antes disFriaaban aún el réginos italianos. Ilanmclus los BnniUncs, sin duda men verdaderamente democrático y federativo por ir vestidos de burato, adornados de unas de los listados de la Edad Media. tiui extrañas habiüdadus, que motivaban, en Y ese tai v'Mije había sido escrito por otro cuantos presenciaban sus eiercicios, vehementes sospecha'^ de sortilegio y pacto con el demonio, personaje de la couiÍt¡va, Eurique Cock, arquero deterniiaóse que, para que el señor rey divirtiede Su iMajestad y escribano público, quien se quejó, después, de habérsele extraviado ó subs- se su fastidio, hiciesen, bajo los balcoties de la • tí j-t J:( tí tí tí tí 'tí tí tí tí tí tí tí tí tí tí tí tí ]-• tí •títcrmtítítítítítítítíntíxitítítítítíxxtítítítítítítítítíntíütítíütím^títítítítítítítítítítítítítítítítítítíntíntítítííitítí.títíntítítínntítímitítítítítítítítínunntítítíntíatítíii LA ESFERA n j-( a U .-j ;_( 3 ^ n j-i real monnki, una piíhlica manifestaciüii lie su Eirte s¡iiy;alar. Fi!¿ de ver hi adiniraciúti con que, suspensos, i^'oiiteiiiplaroii, proceres y villanos, aquel suceso Porrenioso. Uno de los'lieniKinos se deslizaba por iina maroma desde lo alto de mm de las torres del Alcázaí" hasía la plaza. El otro hermano andaba como sobre piso llano por encima de iinii cuerda, entre dos mástiles f^iijeta, y cuando ya la liabia recorrido diversas veces, dejábase caer, haciendo escapar iui irrito de terror, que pronto se trocaba en un proloiiRado riiniur de adniiraciún. Porqne cuando parecía que por desventura ó torpeza caía al s;ielo, se advertía qne no era más qnc ima traza sorprendente, pues qnedaba snspenjodc la cnerda, á pulso, con ana mano. Otras di^'ersas y variadas suertes ejecutaban, tie qne se hacían len^rnas los presentes. Tanto filé así, que los graves señores del Consejo de Su Majestad, decidieron qne los hermanos Buralsnes fueran examinados por familiares del Santo Oficio, pnes cabía duda de qne aquello fuese artimaña diablesca más que arbitrio de ajiilidaU luimana, Y la Inqídsición dedicóse con todo afán á eschirecer aquel asiuito. Y sufrieron los italianos (en la corrupción de cuyo nortibre puede verse quizá ia etitnología de ia palabra «vo- -K'M^?^!^V'^')#'V^Í^^¿^^V-A;,-ÍÍ::. , ^>.^.>. ü^^rlr;^^^R^^n^^n^Kíí^3I:TH^Ht:[^^J3v^^^^^^^^J-^^^^J^^^^^]^ latines:;} todos los ri-rores del trato de la Suprema. Fnéronles examinados el interior tie la boca, y mny detenidamente las axilas, las manos y las plantas de los pies, l]ef,rándose á_ proponerles, ¡0I1, dulce ferocidad!, tjiie se arrojaran sin cuerda ni aparato aUiuio desde la torre de! Alcázar, para probar si era verdadero y efectivo su arte. Pero lejos de ser amigos y protegidos de Satanás, debía esplender sobre ellos sus alas un ángel [le los más influyentes, porque salieron libres de ía prueba inqiúsitorial. PUDRO DE REPIDE tJniUJOS ni; MARÍN n n n a 14 LA ESFERA I lA MUSA De 6USTAV0 ADOlpO e JULIA ESPIN V COLBRAND UANTAS veces pasamos los ojos por el poema de Espronceda y leemos las centelleantes estrofas, evocadoras de nna soñada figura de mujer, viene su nombre á nnestra meiiioria y lo proníniciamos devotamente; Teresa. El propio poetii io escribió al frente de su sarta de octavas reales, como queriendo que pasase á la inmortalidad. Otras veces, al leer el nocturno de Manuel de Acuña — nocturno de un amor y de una vida—, recordamos también el nombre de !a musa del poeta infeliz. En nuescras solitarias lecturas, á la fría luz ¡infernal, recitamos los versos doloridos: C Comprendo que tus besos jadías lian de ser míos; coiriprendo que un tus ojos no me lie de ver jíiiiiás, y íe amo, y en mis locos y ardientes desvurioa bendijío tus desdenes, adoro tus desvíos, y oii vez de amarte menos te quiero nniclio más. Tras de la estrofa desgarradora, ¡iota desangre de un corazón enfernin de desencanto, está el nombre de la amada mujer. También el poeta lo escribió cuando ya ponía la planta en los umbrales de la eternidad: Rosario. Y nosotros lo conocemos y lo pronunciarnos en nuestras evocaciones sentimentales. Pero abrimos el libro de las Rimas becquerianas; sentimos invadido nuestro espíritu por la melancolía de sus hojas; adivinamos la tragedia de un alma sedienta de amorosos deseos, v sabemos que entre las líigrimas y tristezas hechas poesía, está oculto un nombre de mujer. Nada más. El poeta no quiso escribirlo. La curiosidad nos lleva á leer en otros libros, donde los biófjraíos del cisne sevillano escribieron el nombre de su ideal femenino. A vuelta de ima búsqueda sencilla, podemos saber que la nuisa de las rimas inmortales, claras, sutiles y brillantes, como tejidas con liílo de luz, se llamó Julia en e! mmido: Julia Espiny Colbrand. Al conocerlo, recitamos, como una oración á su memoria, una rima del pobre poeta. Una cualquiera... Aquella del libro abierto, en cuyas pásinas lee el enamorado cantor como en el fondo de las pupilas adoradas: ¡Llora! N'o le averRüences de confesíir que me quisiste iiii poco... La casualidad me Im liecho ver un retrato de (a musa becqueriana. Lo guarda doña Julia Bécquer Coghan, una bondadosa SPñoríi, hija de Valeriano Bécquer, el pintor, que vive ima existencia de melancolías y de recuerdos. Ante la frágil cartulina de Julia, que el tiempo empieza ya á desvanecer, vamos escribiendo estas lineas. Julia tiene el rostro aniñado, lleno de serenidad; correcta la nariz, rasgada la boca; firme y didce la mirada, ondulado y recogido el cabello. Parece mirarnos, poniendo en sus ojos mía interrogación. A su lado, otro retrato de Gustavo Adolfo nos le muestra enlevitado severamente, bien poblado de barbas, con la descubierta cabeza de cabellera leonina cuidadosamente alisada por la caricia del peine. Julia era blanca y rubia, como Ofelia. Tenía las pupilas*de violeta y iodo su cuerpo desmayaba con aristocrática languidez, Su retrato está becho por Alejandro Eichenwaid, en Moscou. Esto desconcierta, al principio, un poco. ¿Era Julia una artista, una aventurera? No. Era bija de artistas, perteneciente á una dinastía de artistas. Fué su padre D. Joaquín Espín Pérez de Colbrand, sobrino de Rossini por el matrimonio de! autor de Eí barbero {/<; Seoilla con una liermaim de su madre, la famosa cantante Isabela Angela Colbrand. madrileña de nacimiento, que fué discípula de Murinelli y di; Cberubini; cantó á presencia de Napoleón y ganó,- liaciendo gorgoritos, honores y riquezas. El maestro Espín fué protegido por Rossini. Dirigió orquestas en Italia, cu l'raucia y en Rusia; estrenó en el líeal luia sinfonía dedicada á Isabel II, la reina de los tristes destinos, y casó con una liija del barítono Graziani. De tan insigne gente vino al mundo Julia, la dulce y dorada musa de Qitstavo. He aquí la razón de que este retrato suyo esté liecho en las heladas tierras de Moscou, en tnio de los viajes de su padre, durante su vida artística y errante. En Madrid vivía Julia en el callejón del Perro, entre las calles de Tudescos y de la Justa, que se llama hoy de Ceres. Una tarde de otoño vagaba Bécqiter por el corazón madrileño, lleno el cerebro de fantasmas románticos, absorto en sus amargos pensamientos, en un instante de intensa vida interior. Meditaba, quizá, en la misterioí'Q aparición de su liisíoria de las Tres fechas, cuando, recorriendo al azar las calles toledanas, á !a sombra de las torres mudejares y del enorme alcázar imperial, vio stJ imaginación temblar en el aire una blanca mano desconocida. Una voz de cristal le hizo levantar la cabeza. A la mansa luz del otoño vio eíi im balcón á una mujer que le miraba distraídamente. Era joven, esbelta, ingenua, con ingenuidad de niña, de musa, de heroína de poema. Su fantasía dio á esta aparición proporciones poéticas, y ya cansado de soñar con lo itnposible y de vivir cautivo de las cosas imaginarias, se enamoró de lo real. Aquella noche comenzaron á alejarse de su memoria las leyendas y tradiciones que la poblaban; se desvanecieron lentamente los contornos y perfiles de ojivas, capiteles y cresterías; perdieroij forma y color las soñadas moles de castillos y monasterios. Todo su pensamiento lo ocupó la dorada imagen de ima mujer, y en sti corazón de poeta triste y enfermo, asomado irremisíblehiente á los abismos del vencimiento y la derrota, fué escribiéndose un nombre: Julia. Esta Julia que hoy vemos nosotros en una frágil ':tí?í^^*^Sf'S^'Sg^Sr?i:SÍ?'^'.^?:^^^'SÍ?'^t^^«r^5?tfi^?í2ffsS3^g^S*?'^ cartulina, sobre la que el tiempo empieza á tender una pátina amarillenta. Quizá a! otro día, al despertar de un sueño para caer en mía ilusión, trazó con mano trémula una de sus rimas; Te vi un punto, y flotando ¡inte mis ojos !a iniayeii de tus oros se quedó como lü manch;i ubsciira, orlada en fuego, <íue íiüca y ciefía, si se mira al sol... Gustavo Adolfo pasó luego muchas veces por la calle de! Perro, buscando lierirse con la saeta de los ojos de Julia. Dicen que un amigo se brindó á presentarle en casa de la mujer ideal: pero el poeta se no-gó. Prefería el encanto azul del ensueño á la' posible realidad de un desengaño. Si entraba en casa de la que amaba desde lejos, sería como un personaje de tertulia, para escuchar el recitado de unos versos ignaros, para oír con paciente resignación ima ronianza ó para aburrirse con una diaria insulsa alrededor de la camilla, junto al brasero, burlando un poco las gélidas caricias del invierno, que ya asomaba sobre las ctmibres del Guadarraiiia. El poeta buscaba una musa para sus versos, una idealidad que le estimulase en su vida de cisne melancólico, una sombra que fuera siempre delante de él como el rayo de luna ante los pasos de Manrique, el héroe de su leyenda. Y por eso escribía: % fo ^ ^ ^ ^ r| J^ £ ^ ^ k ^ ^' k tí R ,^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ Cendal flotante de leve briim-i, rizada cinta de blanca espuma, rumor sonuní de arpa de uru, beso de! aura, nncla de luz, tísoerea tú. El Destino separó á Julia de su poeta. Gustave Adolfo refugió sus tristezas en el monasterio de Veruela y la musa siguió en Madrid. Mientras él escribía las Cartas «desde su celda>', Julia se casaba prosaicamente. El cisne descendía del paraíso de sus idealidades y también se rendía á la coyimda rnairimonial. Quizá ni uno ni otro habían llegado á comprenderse. Ella fué dichosa en su vida de casada, modestamente burguesa. Con regar anas flores y cuidar de un canario, creería hacer bastante para merecer ser musa de un poeta. El se hizo desgraciado, porque quebró su vida en la vulgaridad. Sus desenganos serían los que le impidieron escribir el nombre de la mujer que inspiró las Rimas, como Eípronceda escribió el de Teresa y Manuel de Acutla el de fíosario. Sus biógrafos la descubrieron. Y una bomladosa sobrina suya, eneaiiecida por el tiempo y ennoblecida por los recuerdos, saca á luz la vieja cartulina amarilleata, que tiene la fecha de 1870 y esta dedicatoria: A mi bueno ij querido Correa, recuerdo cariñoso de JiiHa Espín Colbrand. La musa blanca y riibia dedicó su retrato al prologuista del poeta y quién sabe si protector de unos amores que malogró la adversidad. JOSÉ MONTERO 6 ^ fe ^ ^ fo ^ }§ fo ^ ^ fo y ^ fo F ^ f? V ^ LA ESFERA \ A A Á / ©1 ,••T^ 10 OE LA y i E J A ZH E S P A Ñ A ^ / T V T \ \Á k^-Ll JVTI E : ^ i ^ .A^ 0 1® / f T Y \ .s-..- iEíiü.A. pSr su sitiiaciüii geográfica, por el interés de su liiáturiu, pur la riqueza ele su suelo y por la importancia de su vida activa, merece la ateticióii y el estudio de cuantos amen ¡as glorias y las tradiciones de nuestra Patria, que aun conserva, para la admiración de propios y extraños, muchos Y loables restos de su pasada grandeza... La antigua Ilipula—que así se denominaba Niebla en tiempos ya remotos —fué el lugar en cuyas inmediaciones Conielio Escipiún derrotó á los lusitanos, invasores de la Bécica. Durante la dominación musulmana, y al disolverse el califato. Niebla, que entonces s e llamaba Elepla, noiabreque los árabes trocaron en Lebla. tuvo dereclio de ucuñar moneda y íué sede episcopal desde el segundo tercio del siglo VI. Su primer obisfo, Basilio, asistió al tercer Concilio de Toledo. MEÍS tarde, anexionada al reino de Sevilla (año 1051) y á mediados del siglo XI] tomada por los almoliades, que m a t a r o n á todos los varones que liabía en la población^ tmos oclio mil—y vendieron á las mujeres y los niilos en almoneda pública, íué sitiada en 1 l7iS por el infante don Saucliü de Portugal, que en vano iníeuto coiKuiistarla. Por en- N ^ } Un aspecto de las af ucraít de Niebla Muralla antigua y, el rio Tinto tonces comenzó á denominarse Niebla. En 1231, y Inego de apoderarse de ella el arzobispo D. Rodrigo, volvió á poder de los musnlmanes. del qne la reconquistó Alfouso X en V¿5\i. En 13(>Ví, Enrique II la hizo cabeza de condado, en obsequio de su hija natural Beatriz de Castilla, que lo llevó en dote á su esposo D. Juan Alonso de Guzmáti, En 150S, al exigir Fernando el Católico la entrega de la fortaleza, resistióse á ello D, Pedro Girón, tutor del duque; dirigiéronse las tropas del rey á la capital de! condado; se concertó la entrega del castillo,yIosl5.0ÜOsoltíados enviados por el rey entraron á saco la villa. Y quedó constituido el condado por las tres villas de Niebla. Trigueras y Valverde del Camino y los lugares de Almendro, El A l o s n o , Bfcas y otras, En el escudo de armas de la villa figuran dos calderas jaqueladas de oro en campo azul, con tres cuerpos de sierpe en cada parte del asa, orlado todo de castillos y leones, y a r r i b a o t r o castillo, desde el cual D. Alonso Pérez de Guzmán, el Bueno, arrojó clcucliilio á los moroa para q n e degollasen á su hijo. , RuiJias en los arrabales mrs. iiuLLsaiEFi En N i e b l a pued ' admirarse aún verdaderos tesoros artistieos y arqueolóiricos. V %^ -•^x ÍS r'<>COi>0«^íMKKKKVD'0<i<>í]KM3^>^^ X '^ LA ESFERA UIZ/S. F»lNTOFiE^C^ LA ESFERA 1 T—" -/ ;'f •r*~ -r . ; • / • j LA ESFERA * MONUMENTAL »?• »i" •í- EL MONASTERIO DE SAN JUAN DE LA PENA »*• tí- * domicilio. Al efecto, en 1675, con la venia del reyCarlos [I, se levantó un nuevo monasterio en la llanura de la cnmbre del monte Paño. A t r a e poderosamente la atención del visitante la iglesia, de moderna fábrica, con una port a d a ornamentada con moldaras barrocas. Otro incendio causó grandes daños en el edificio el año 1809, cuando recorrían el país las t r o p a s invasoras, mandadas p o r el mariscal Soncliet. Kn aqiie! incendio desapareció una sillería existente en el coro de la iglesia, y cuyas molduras representaban la vida de San Benito. F,n una de ias sillas estaba g r a b a d o el nombre del artista Pedro Onofre. La Historia y los recnerdos lian ennoblecido aquellos In. gnres de tradición. E • ^ . N iiiu) de mi estros iiiiineros anteriores publicamos lina iníoriiiación del histórico monasterio de San jiian de la Peña. Hoy la ampliamos, recogiendo v a r i o s detalles de uno de losedificiosqiiemás enaltecen á la Eí=paap artística y riionumental. La historia del tnonasterio es larga y curiosa. Tuvo orifíeii en la vida cenobítica, y á él acndían, en lejanos tiempos, monarcas y guerreros á iniplorarel favor divino para las grandes empresas, y li dar gracias al Cielo por las victorias obtenidas. Varios reyes prestaron al monasterio sil decidida protección. El fuego destruyó el referido recinto varias veces, y los monjes, que alli hacían vida de retiro y tic oración, se vieron obligados íí cnrntiiar su ! Fachada del monasterio moderno (siglo XVIII) títí- •i•ílililí- * lili- * * •i»í*í- •í- ^ lilili•i•í* •í•i- «• 4- titíli- * * •i- * * * •í•i»í- c ti- lí- * V * •i- ^! . títií>í•i•ílilititi- Ti nti- «li* titi* titi- H* * tití- * * 4H- * * •í- * * * I • \'v •iti- H- \ títi- * * El panteón de los Reyes de Aragón (siglo XVIII) FOTS. 1-. DIZ L.^H ][KKAS ••"A' 44 ti* ^ • - ^ LA ESFERA I LA RIQUEZA ARQUEOLÓGICA DE ESPAÑA I Estado actual del claustro de San Juan de la Peña (siglo XII) jt;f^;f,;ji^^Lf,^^jf,^^^^j(i^^^^^^^^^i¡i;|i^^4,^^^^^jfip^;ji:ii^jf,,^^^^^^^i.ít,f LA E S F E R A S ON KT O S o>o» LA R I Q U E Z A A R T Í S T I C A DE ESPAÑA O I SILLERÍA DEL CORO DE LA CATEDRAL DE GUADIX (GRANADA), CUYA SOBERBIA V BELLÍSIMA TALLA LE DA UN GRAN VALOR ARTÍSTICO FOT. SOLER y PÉREZ ¥ Q LA ESPERA *.^. .^> C2Jn-noH^r LTU s i r S * EL ¿OLDñDO DE HERNANI •X ILI liirde estival y IinniíiosíL imibulaliu |5or l;i ciille d e Urbieía, de San Sebn.stifiíi, liüieíiiido lina d e e s a s GLIÍLIS del tiirisniQ, que contienen m á s inexactitiideíí q u e reiig l ü i i c s . Iiiflueiiciadü por el nombre de la vía, busqué e n t r e s u s pájíinas: «HEIJKANI: valle que bordea el poblado, en p o s del amplio horizonte del mar, que, como á o t r o s nuichos vascos andariegos, ha d e abrirle i'i él luminosos liorizontes d e gloria... El espanol Antonio (.e Leiva defendía la importante plaza d e Pavía, á la que, el 28 de O c t u b r e d e 1.524, puso cerco el r e y d e Francia, F r a n c i s c o I, con lo mejor de su ejército. L o s sitiados, ía[t o s en extremo d e recursos, pero s o b r a d o s de abnegación, resistíanse heroicamente. A nueve idlómeiros d e la capital, p a s a n d o por e l p u piilü-so barrio defirtíübia s e lle^a á la invicta villa. Dejando el tranvía y subiendo p o r la calle M a y o r , se encuentra lÉl Plaza Nueva, A la iiíquierda d e ésta, la iglesia p a r r o cjiíia! de S a n J u a n Bautista, al pie de cuyo alt a r mayor se conservan los r e s t o s murtales d e D. J u a n d e Urbieta, que liizo prisionero al rey d e Francia, Francisco I, en la batalla d e Pavía.» [£n aquel instante hallábanle al final d e la r ú a . Un tranvía p a s a b a ante nn'. F n su tablilla indic a d o r a leíase: Hcnnini.,. Maquiíuilmeute monté cu él, y bordeandít el rio Uruniea salimos d e la ciudad á e s o s campos c e r c a n o s á la antitíua Donoslia, d e tonos plácidos y amables, dulces y tranquilos, como o! carácter d e sus pobladores, e s o s buenos vascos, fuertes y esbeltos como los robles y c a s t a ñ o s que les sombrean; altos y alejares como sus maizales, g á r r u l o s p o r el viento; r o z a g a n t e s como los v e r d e s manzanos d e que extraen su bebida predilecta: ¡la sidra bidlidora! Kl monte d e S a n t a B á r b a r a apareció á nuest r a vista, y eii su falda la villa heroica d e viejo abolengo, que a p a r e c e ya citada en documentos del siglo X. A su e n t r a d a , s o b r e un a r c o , ostenta el [lobiliario escudo, en el que, en campo d e sinoble, destaca un a r g e n t a d o castillo con d o s leones rampantes. S e g u i d a m e n t e , la calle M a y o r nuiéstranos .su medioeval aspecto con s u s solar i e g a s c a s a s d e señoriales balcones, rejas a r caicas, l a b r a d o s voladizos y bélicos b l a s o n e s tallados en dura berroqueña, q u e proclaiuan la alcuiiiia de sus primitivos m o r a d o r e s , Y en aquel ambiente medievo evocamos la figura d e J o a n d e Urbieta, recorrientlo en s u s años juveniles a vieja i'iía, cuyo silencio turban sólo r u m o r e s Vista general de Kernant de égloga que arriban á ella d e los próximos campos virgilianos... Y le vernos cruzándola en una mañana apacible, decidido y a l e g r e , sin más bagaje que un lialillo á la espalda y una e s p a d a al cinto, y d e s c e n d e r por ella en dirección al P o c o menos cercados q u e ellos, los imperiales d e C a r l o s V permanecían en Lodi con el marqués de P e s cara, á quien el monarca francés envió un despectivo mensaje diciéndole que le daría doscientos mil escudos p o r que saliese á darle la batalla... El d e P e s c a r a contestóle profético: «Decid al rey que si dineros tiene, que los guarde, que yo s é q u e los habrá menester para su rescate.;» Y el cerco d e Pavía siguió c a d a v e z más tenaz, sin que por ello adelanlaseti nada los franceses, á pesar d e la potencialidad d e su ejército, que t e m e r a r i a m e n t e s e hallaba situado entre la plaza y las t r o p a s imperiales, causando la ¡nquietud de los g e n e r a l e s francos y haciendo e x c l a m a r á Francisco I: (íUii rey d e Francia no r e t r o c e d e nunca delante de s u s enemigos, ni abandona las plazas que ha resuelto tomar.» Y la tnañana del 24 d e F e b r e r o d e 1525 llegó, y entablóse, p o r fin, la batalla tan ansiada por el monarca francés. Recio fué el pelear por ambas p a r t e s ; pero la lucha parecía decitíirse en favor d e los iiuperiales. Ultimaiuente ya sólo s e combatía en el centro d e la línea, doiule s e hallaba el rey F r a n r í s c o , que, al frente d e su brillante Caballería, dio una carga d e s e s p e r a d a , y por sa mano luató al comandante imperial italiano. P e r o los temibles montañeses d e Vizcaya y Guipiizcoa, deslizándose, intrépidos, por entre las p a t a s d e los caballos, dieron rápida cuenta de los ujás í'aiuosos capitanes franceses; y Tonneri'e, I.ongueville, Bussy D'Amboise, La T r é mouille y el almirante Honnivet, c a u s a n t e d e aquella catástrofe, fueron cayendo luuertos al líL sKNorí EMi'i;fíAríüR CAIÍLOS fíviNro i:si'i-;n[o ZIÍIIVI.A otí I-;SIIL IILABON ^' FRANCISCO I i:scvoo, iii:[-ií]-:.NDADA ui: i'-ríANCisco Di-: LOS COIÍOS l'ARA JOAN Di; Vrítillí rA V SVS UliSCfiNDIHNrES A LOS 20 l)i: MAlí ZO DEL A So DI-: ]5.¥1 CAKLOS V i ^ LA ESFERA 4 Hidü d(í áii rey, que, decidido á no sobrevivir á SLi derrota, luchó luistíi el instante en qne, lier¡ílo au calialto, dio en tii?rra con él... Un soldado vasco, lltiiiiado Joan df Urbieta, púsole el estoque al pedio y le inliinO qne se rindiera. Llegóse también á él nn lionibre de armas, de Granadii. nombrado Dietío Dávila, y levantándolo entranibos de debajo del caballo impidieron qne varios arciihiiceros 'lo matasen, no crevendo liiese el rey, [-1 rnnior de la prisión corrióse presto por el campo imperial. Acudieron los jefes y sahidaron al nionarca, hincando aiite él la rodilla en señal tíe acatamiento. El prisionero recibió afable al de l-'escara, al virrey Lüiinoy, al señor de Alarcóii y al tnarqnés del Vasto, á quien manifestó los miiclios deseos que habia tenido de conocerIt:... jainique no en aqnella situación!... Diéronle al rey de Francia nn caballo y encamináronse Ineí^í) todos hacia la ciudad, á cnya pnerta esperaba su bravo defensor, Antonio de Leiva, qne, hallándose enfermo, se hizo sacar en nna silla dnrante la batalla. Ai acercarse á la plaza, exclamó el ven.cido dirigiéndose al de Pescara: 'ílíuétroos, marqués, qne vos y estos caballeros me hagáis placer de no meterme en Pavía, qne sería grande afrenta para mi no haberla podido tomar y meterme en ella preso.» Por lo qne al siguiente día se le trasladó al castillo de P¡?,iLÍgintone, ¿i orillas del Adda, bajo la custodia del caballero D. Fernando de Alarcón. Allí fué recibido por el rey, con iodo agrado y st)lic¡rud, el soldado vasco qne ie apresó. \ , como prueba del reconocimiento en qne le estaba, entrególe el siguiente docimiento: '•'•Francisco, por la gracia de Dios rey de Francia: Hacemos saber á iodos aquellos á c/uienes tocase, que Joan de Urbiela, del señor Don ¡ius^o de Moneada, fué de ¡os primeros que se hallaron en mi riesgo, cuando fuimos presos delante de PaDÍa, y nos cuidó con todo su poder a salivar la oída, en qne le estamos en obligación, y entonces nos pidió diésemos libertad al dicho señar Don Hugo, su amo, nuestro prisionero. V porque esto es verdad, liemos firmado la presente de nuestra mano, en Pissigbitone d cuatro dias del mes de ¡Marao de /Jl-'.'í.—FIÍANCISCO.» i mes ante Martín de Percatztegui, en el que hace constar fué premiado por ñ. M. con una divisa y esei3do en que se ve cifrada la prisión del rey de Francia. aaa Llegado que tmbimos á la Plaza Nueva lie la villa heroica, penetramos en la iglesia de San Juan Bautista. .M pie de si[ altar mayor buscamos, imitilmente, la tumba del soldado vasco de Pavía, sin encontrar la menor señal de ella. Nuestra Guia, como no era de extrañar, contenía una inexactitud. Sólo en e! muro del ludo del Evangelio hallamos indicio de que en dicha iglesia fué sepultado D. Juan de Urbieta. El .Ayiuitamieuto de Hernani, por decreto de 4 de Agosto de ItíBü, mandó renovar la ¡[iscripción y armas del sepulcro del famoso capitán á expensas de la villa, é hizo colocar, cercano al altar mayor, un cuadro con el blasón de qne le hizo [nerced Carlos V, y, á su pie, ie consagró el siguiente elogio: n O C lACIif IN* Te.MPLO .MAtlNVS o í ; V k U l t l A JOANNIiS N;\TALI£ HüRNANI, CVI DUtHT .\N tK SOLVM l'Al'I.l-. VlMOliX: UALl.ORVM TíililiOlí: UONOlílS n i S f A M A S S Ü H T O R : BEÍI.LICA ..\D A R M A l ' 0 1 t i \ 3 , GALLOKVM KiiGEM Fl;A^•l:uscv.^^ r.EDEKi; LUÍLUI CAtTivv.M OVXIT: r<RS IZA MARTIS O P V S üRlíilT MOC vrr^Ü PAHITlíli, MORTIS QVI- TífOPlUCV.'.l PATRIA: SI Pl/ETAS IZST TI15I, FVNOE PJiL^CES. Descorazonados, por no encontrar lo qne buscábamos, salimos del templo. A sn esjialda, en el Paseo de los Tilos, se hallaba ei viejo párroAltar mayor de la igles'a de San Juan, al pie del que fué co. Le interrogamos acerca del eiiterramieíito, y enterrado Urbieía sonrió ingenuo;—Si; dicen qne existió al pie del altar mayor hasta la guerra de la Independencia, en qne lo destruyeron los franceses para venPor SU valor y noble proceder salvando la vida del rey de Francia y libertando con su ge- garse del que aprisiono á uno de sn^ reyes. ¿Quién sabe? nerosa súplica á D. Hiigó de Moneada, el emperador Carlos V dióle á Urbieta la banda de caAl regresar á San Sebastián, una imdtitud de pitán, hizole su cüiitino y cruzó su pedio con la veraneantes, despreocupados y frivolos, aniínavenera de la Orden de Santiago. bau con su presencia la amplia calle de Urbieta, El soldado vasco, luego de servir varios afios bien ajenos, seguramente, de que aquel nombre al monarca español, dotado por éste de muchos recordaba el de un valeroso y noble soldadi] bienes, retiróse á vivir á Hernani, su pueblo na- que nació en fitrnani... tal, donde murió á fines de Agosto de 1553, habiendo otorgado su testamento en 22 de dicho Jo.uiulN ALCAIDE DE ZAFRA 1 ^ Una de l a s caites principales de Heniaul Ayuntamiento é iglesia d e San Juan, en Hernani LA Enlre hipidos cdojcs. de nuhccíllas de armiño extiende el sol un melena, hecha de dorados hilos. >Sii luz alegra- los valles, y derrama fu<j¡l/cos rus colores en. los campos, de mil flores salpullidos. Ella, üogiéndoine odonces la- cabera, en su delirio, dice con- roz lemblorosa á mi oído: —No envidies al sol sus rtr/jos, que son los tuyos más vivos; porque sojt soles íns ojos, tioles de rayos divinos. Enlre las frondíi-s del bof.-f¡nr se oye el dnlee pajar/lio que, oculto en, las verdes hojas, fia al aire sonoros trinos. Ve su agudo son, el eco ESFERA reperciUe eyi ios oídos, y el vieulo mece en la selvalas ramas con manso rn-ido. Ella, enlrelau-lo, sentadasobre un leciio de lomillo, dice con voz teniblorosa á m.i oído: — Como el suspirar del bosque y el cantar del pajarilto, asi resnei/an- tus besos en mis labios encendidos. dice con voz temblorosa á mí oído: —¿Oyes I/atar los corderos, de la es<¡nil.a los gemiitos? Tan dulce tu- voz resuena en su amoroso sonido. son para ti de mi pecho tos amorosos latidos. En la- era. á sol abierto, están arentau-do el trigo: wi-os cttnlan y otros ríen; quién, con lono dolorido, Desde elevada montaña, da irisles quejas at vleuto, de IraicÁones y desoíos; donde en pnrisimos hilos .quién se burla de estas cuitas, se ve brotar n-na^ fu-enle, y llama al amor fingido. corre un arroyo tranquilo que baja del monle al llano \'Á\a, observandoto lodo, puesto en m-t su- rostro alUvo, Allí en ¡a. vega, se escuchan, entre flores y tomillos, y después cruza la veija dice con voz lemblorosa junto á la- orilla del río, hasht morir en el río. á- w-i oído: el murmullo de eain/ianas Ella, exlasiada- á- la orilta — Tam-bién, tú por mí trabajas de los nuevos eord-erillos. del a-rroyo crist(tli)>o, Cuál trepa-por la. espes-ura, y te quejas de desvíos dice con, voz temblorosa.cuál supera, el alio risco, algunas veces, y, oirás, cu-átduermejnnto á la sotnhra, á mi oído: llamas at amor fingido. cuál pasta h-ierba Iranquito. ^ Como el murmullo del E. GOSALBEZ BERMEJO [agua, Ell;i, sobre mis rodillas, mirándome de hito en hito, tan constan-íes y continuos DIUUJO DK VERDL'GO LANDI ^r^^rr^^-^y^ \-f'- ••\í?CT,;:st LA ESrCRA teSis- UNA VISITA A TARAZONA - U •5! I -a •5! •a -s •a •s •s •s -s -í •í Vista de Tarazona, con la iglesia de Santa Magdalena y palacio del obispo estilos. Comenzada en pleno gótico, á medida que OMINANDO la vesa, ancha, clara y frondosa que tiene por Fondo las nevadas cumbres avanzó su construcción fué derivando hasta el del AVuicayo, está ¡a vieja y nuble TarEizo- plateresco, pasando por el mudejar. na. En kiEdad Media deserapeñó un papel iraEs de notar el ábside, en que el gótico primaporliiiitc en las guerras de Arasún, como fronrio se adorna con florescencias y pináculos. La teriza del reino de Navarra, siendo teatro de nave que se levanta sobre el brazo mayor de la contitnias y sangrientas Indias. En tiempo de criíz que constituye su planta, está construida Felipe II todavía vio pasar por sns calles á los de latlrülos, y es un bello modelo del genuino reprüciiradorea de! reino de Aragón que celebra- nacimiento aragonés. Rodeada de una gallarda ron allí unas Cortes famosas. galería de delicados arquillos se levanta, corolíeciierdo todo esto caminando por sus típicas nando el crucero, la preciosa linterna. Es una callejas acompañado del simpático Mariano Ber- joya del más puro estilo mudejar, en la que restodano, quien me va expUcaado el aiisterio que plandecen, como piedras preciosas, los. ladrillos esmaltados de que está fabricada. guardan las viejas piedras. Tiene esta ciudad, Como tantas otras de España, nna acusadísima Es esta catedral un notable monumento en lisonamía y un alma característica. Son estas que, como dice nmybien el Sr. Lampérez, puede eiicriiciiadas, si bien se las mira, distintas de las seguirse todo el curso de la historia de la arquide Tolüdo, y las puertas de sns murallas liacen tectura desde el siiílo xm hasta el .vvi. olvidar las de Avila, de Lugo ó de Tarragona, Es nuiy característica la disposición que en el t-l antiguo palacio de los reyes de Aragón, situa- plano general del edificio adoptan las capillas do eu lo alto de una colina que domina al case7* de planta romboidal adosadas á los tramos traSí j^iOi es aliara palacio episcopal. Desde sus ven- pezoidales de la giróla. Es éste un caso irregu•a tanas se divisa el extenso panorama de su vega larísimo dentro de la arquitectura gótico-espaíío-5! feraz, y en sus estancias se conservan unos muy la, y su presencia aquí, contra toda ley del buen Sí bellos artesonados y varios curiosos detalles ar- gusto, no se explica sino por e! deseo de simpli•51 Si qtutectónicüs. Una espléndida colección de re- ficar la construcción qne debió animar al no muy Si tratos de todos los prelados convierten sus granperito maestro que dirigió fa obra. Siguiendo las S! ^ des salones en magnífica iconoteca. prácticas del siglo xv, en la nave mayor existen SS . Joya de Tarazona es la gallarda torre nmdé- grandes capillas que ocupan los lienzos compren]ar de Uj Magdalena, que surge como ini tronco didos entre los contrafuertes. Las bóvedas de ue palmera dorado por el sol sobre el gris case- las naves son de crucero sencillo, en las bajas y Contiguo á ella está la iglesia, desastrosa- en la capilla mayor, convirtiéndose en estrella-a ^«-« I '¡'^^ i'^^staurada al modo renaciente, y en donde das y flamígeras en la gran nave central. Es de j=la hace poco tiempo se conservaba una inag- admirar, también, el elegante triforio, de cuatro Sí Si usn '^ ^"''^'^ción de viejas armaduras que solían arcos por tramo, que descansan sobre esbeltas Sí ,'\rf en Semana Santa y une fueron vendidas columnas, y asimismo unos (indos detalles en Sí '1'í^stranjero. que alborea el plateresco en torno de unas ven-* tanas. SI con 1 *^l'^>'""tainiento, sobre la curiosa facliada S! piní "i ^ ^ <íii el siglo XVI, se admira un prodiMíster Stret prodigó grandes alabanzas y ^ Si p í alto relieve que corre á lo largo de todo elogios, sin duda merecidísimos, á la linterna mu-S dejar, aunque parece inspirada en la de la cate(Ir.r '^' '^'^ '^' '^"^ '^=*'' feprcsentada la toma -a dnd»"''"^^^' dral vieja de Zaragoza. por los Reyes Católicos. Es un ver-a nii>s p '^'^^'^'i'nento para el estudio de ¡os ingeI^ero lo verdaderamente maravilloso en esta SI CH[r.vo"^'^''?^°^~^^"''^^i municiones, carros, et- catedral es el clausrro, ejemplar de los mus noS! SI tables del gótico decadent;-. Edificado en ladriSi llo, tiene anas magníficas bóvedas de crucería y def^i^i ^ ^^'' '^onienzada á edificar á principios Si unos hermosísimos ventanales, en los que se abren ^'^io xin, es un tejido de los más opuestos Sí D I Sí -fe '^^^^^'f>f:yp???f}f.ff.j¡fí?i/í:ifi7f?f7f:77}f>ili?f:?f:?^}!^?¡^?ilíjfji¡írfr^^ FOT. WUriDERLICK «títé- cinco arcos maravillosos, en que las labores de tepiedra parecen LUÍ incomparable encaje góíico- te tt nnidéjar. Preludio de este arte en Aragón queda shuy, en la historia de nuestra arquitectura, á iftemodo de ima inicial historiada é iluminada en un «antiguo códice precioso. Pocas obras se guardan en esta catedral: un ie lienzo que representa á San Pedro, es más nota- ífble por el marco de placa que lo encierra que tett por el primor de la pintura. Los relicarios, bustos de plata, medallones, arquetas, etc., lo mis- telemo que las vestiduras, no exceden gran cosa en mérito á los que suelen mostrarse en otras cate- tetédrales y monasterios. isisLa vasta nave está sola y silenciosa. Han ter- léminado los oficios, y queda en el aire fragancia tsde incienso y olor de cera. De lo alto de las puertas, abiertas de par en par, cae el sol como se una cortina hnninosa. En este día dulce de primavera parece que nadie puede morir. Sin em- «bargo, una campana dobla de pronto eu lo alto itde la torre. Momentos después el Santísimo, bajo spalio, acompañado de todo el cabildo, que camina leen dos largas hileras, sale á confortar los álti- tsit nios momentos de un canónigo que se halla en la títtagonía. Es de nti esplendor pletórico, inmenso, fe esta recogida y grave procesión dorada; el pa- telio, la capa pluvial, las luces de los cirios; y lu- eisminosa: los vuelos sedeños y rojos de los trajes de coro, la albura de los roquetes y las sobrepe- íeit llices á lo largo de las viejas y pardas callejas partidas por el sol. *Inmediato á la catedral, en un antiguo y blasonado palacio,'se abre nn aiiclio portalón, .^llí 16viven los vizcondes de Álava entre la estrecha tecalleja y xm espléndido parque en que murmuran fuentes y se abren umbrosas y poéticas aveni- te das. En los grandes salones de esta casa, ver- te 16daderas,salas de nniseo por el número y el va- 1616lor de las obras de arte que encierra, se retinen la aristocracia, los canónigos y las personas no- 16te tables de Tarazona. Yo, que me senté como hués- te ped frente á la Cíiinpana de su chimenea, re- i616cuerdo con gratitud las gratas horas pasadas 16allí, y deseo que sirvan estas líneas como peren- le ne testimonio de ella. 16ANTONIO WEVLER í^jnppp' 16le 1616- LA E S F E R A generaciones de artistas le itrnoran, excepto año mismo (IS74J en que muere Fortuny. Ha olvidado totalmente los lienzos liistóricos, los cuaaquellos habituales de su casa que le trataban diiraníe las breves estancias en Madritl; los que dros de grandes dimensiones por las notas mesabían algo de Egusquiza era por referencias ó nudas, brillantes, por las impresiones fugaces y abocetadas, por los virtuosismos de los cuadrareproducciones de sus cuadros y grabados, tos de caballete. Rü^i^elio de Egusquiza diversificó la ansiedad idealista de su espíritu en diversos aspectos Pero tampoco ésta liabrá de ser su manera del arle: la música, la pintura, el grabado, la definitiva. En este temperamento, racialmente escultura. Facilitó desde los primeros afios sus latino, de español educado en Francia é Italia, aficiones el talento de sus padres. La madre, van á ejercer una profunda presión espiritual doña Dolores Barrena, era entusiasta de la mú- la filosofía y la música alenmnas. sica. El padre, D. Ramón de Egusquiza, tenía el -Por mi afición á la música y á la literatura espíritu noblemente cultivado por los viajes, y —dice Egusquiza—llegué á las obras de Wagncr, aun no Imbía cumplido quince afros su hijo cuan- y de éstas á la filosofía de Sctiopenhauer, allá do le llevó á París, y dos años después, en 1862, por el año 1876. Siguiendo las enseñanzas de á tm largo viaje por Holanda, Bélgica, Alemaeste gran filósofo decidí virir para la pintura y nia é Inglaterra. no de la pintura, rompiendo asi definitivamente En 18(í(> ingresó como discípulo en el taller de con las modas y las corrientes del mal gusto del ana León Boimat. Sus primeros cuadros rinden el gran público, siempre ignorante.:-; La enorme potencialidad emotiva de!a música líogelio de EgiJsqaíza murió en Madrid el ÍO tributo á la época. Son: Dispula de Don Quijote de Febrero de lirlK'í. Había nacido en Santander cu caso de ¡os duques, Miguel Ángel ante el ca- wagneriana, el inagotable venero idealista de el 20 de Julio de I.S'IS. Su dilatada existencia dáücr de Vlcloria Colonna, La Jura del principe sus interpretaciones míticas, renuevan totalment e el alma y el arte de Rogelio Egusquiza. Ya transcurrió, casi totalmente, fuera de España, y Don Carlos en Valladolid. por esto su labor, iiuiy considerable, no es todo Luego, Imy en él la influencia fortmiysta, que toda la obra del artista español estará ihnninada por el fulgor del geriio alemán. lo conocida y apreciada que merece. Las nnevas alcanzó á tantos pintores. Marcha á Roma el ON el título Rogelio de Egusquisa, pintor ij grabador, se acaba de publicar una interesante monosrafia artística. E) amor íraternaí y la consciente admiración de ana hermana del artista, dona Consnelo de Egtisquiza, viuda de ,-\ndnaga, costea la edición, y el prestigio de ini crítico como Aureliano de Remete la autoriza. Es nn libro severo y atrayente. Recuerda en su íorniato, tipografía, láinirias y en todos los restantes detalles de su confección editorial, los tomos relativos a Goya, publicíidos por Bernete en años anteriores. Se adivina, por lo tanto, la experta dirección del ilustre critico, que no se limito á escribir la biografía ttel artista, sino prestó, además, su competencia y bnen gnsto para mayor realce de la obra. C I i- 9 8 ^1 fl ^^^•^^B^:n ^^^^^^^m^^Msv A z, u( - ir:'•'„-=. ^Hrcw ^^^^^^^^^HArr ^^^^SV^ " '^9 1 • ^H ír^it|H ''S •Bali ^^^•••¿' ^^^^^B'' \ M ^^^HHr-* '^1^^^9 ^^^^Bt ^^^H^HR ^^Bjfc' " • ^ ^ "RÜ'S'fl^ü S "Kundry" oW'SS-^ScfiS^'€5'5S5'*Sí?^Sr?'S(?iiS?fi'g^íS3^rS5.(gífi^^^ '?^rsifa;" 'Tihirel' LA ESFERA o 6 a ñ ^ 'La Música' Egusqiüza confiesa y ^^e enorgullece de la plenaria sumisión espiritual á W a g n e r y al w a g n e Tisnii). Cuanilü ve por primera vez ai m a e s t r o , tiene treinta y cuatro a ñ o s ; la edad decisiva en e M i o m b r e , cuando rcialnierice s e coinieiiza 1Ü más s ú ü d o y pei'í-kirable de nneatra obra. Antes de esa eiJail, t o d o son e n s a y o s , desorientaciones y titubeos. I£s á partir de los treinta y cintro a ñ o s cuando el productor de belleza íiettelacousciencia íibsuluta de lo que Imce. Egiisf|i!iza lia de ve^r muclias veces á W a g n e r y á los suy o s , lia de sumergirl e coeidianameiite til] el o c é a u o de ar'-•un'as wagneria" a s . Pintarú,^graba••íJ' esculpirá el retrato del m a e s t r o ; ^^'ucurá s o b r e el lienzo y hará surf^ir ^i^lBpUiíidia d e c o ^"•e las figuras de \^l ^>peras-iiuifi cé•fbres de .su ídolo: ^"nipniuird con una eryorosu unción la "Tribtán é Iseo' dry, Anifortas, Tiliirel; al C o n s e r v a t o r i o Nacional de Música y Declamación, las partituras d e orquesta de t u d a s las o b r a s de W a g n e r y una serie completa de manuscritos del mismo, liecbos bajo la dirección de Laiiioíireux, á expensas de [igusquiza, para piano á ocho manos. P e r o este amor á W a g n e r y á su obra no le alejaba de Paris sino breves t e m p o r a d a s . Pai'ís f -iibliotecu Nacio"f' lüs o b r a s coniPlf^tus de W a g n e r V ^ r .^'^'"^r'^ii'iíii'tír: <|I Museo de A r t e ' " o d e r n o c u a t r o de "tr.is t a n t a s interpretaciones de ner.sonaies w a g n e r i a " 0 ^ . Parsífa/, K„n- "La muerte de Tristán é Iseo" (Cuadros de Pogelio de ¡Igissquiza) e r a su patria de adopción. Y en P a r í s le sorprendió la g u e r r a . ícAllá en el horizonte—dice B e r u e t e a l final de la i n t e r e s a n t e b i o g r a f í a - a p a r e c í a la sombra de un casco imperial. ¡Los alemanes! ¡Los a l e m a n e s o t r a vez, que venían s o b r e P a r i s ! Loy d o s grandes entusiasmos de n u e s t r o artista, s.i& dos amores: P a r í s , de un lado, reflejo y repre:?entaciún del alma francesa, y W a g n e r , encarnación del a r t e alemán , representaciónsupremadeotra raza.seestrellaban, tratando vanamente de destruirse tmo i'i ütro, allá en la frontera, en esa frontera d e d o s pueblos orgullosos y fuertes, que p a r e c e que no se lian d e convenir jamás. N u e s t r o artista comprendió la magnitud de la contienda, calculó qtieno p o d r i a s o b r e - . vivirla^ anciano y acluicoso, sintióse enfermo, dio un melancólico adiós á su estudia de P a r í s , ea que í r a b a j a r a toda sil vida con tan puros ¡denles de arte, y, d e s e o s o de ser e n t e r r a d o en tierra e s p a ñ o l a , vino á morir entre aquellos con los que debía liaber vivido.» SILVIO L A C J O ^ - S LA ESFERA •i* •i* •i* •a »í"í- E •i* * * * •ff * * * 41 * * * * * 41 41 41 41 4t 4( •h •í* 4t 4« * 4( * 4< 4« 4t 4< 4( 4t « 4< 4< * 4( 4( « 41 4< 4« 4( 4i 4(. L poeta dijo: Una Aí/iairibra haij no más y está en Granada; pero este dicho popular al correr de los tiempos habrá de cambiarse por esle otro; Los malhechores del bien acabaron con Granada. Este dicliü recogido-en las calles granadinas y dado al vuelo por !a ztimbona diaria de un inteligentísimo arqueólogo, tiene su explicación en la forma siguiente: existen en España unos señores que tienen su titulo de Conservadores de Monumentos y que están encargados de custodiarlos y reparar los daños que las inclemencias del tiempo y la barbarie humana coineteñ en ellos; pero tal traza se dan para Imcer el bien inuclios de estos señores, que no producen sino males con sus reparaciones y abandonos incalificables; pongamos, por ejemplo, la restauración llevada á cabo en un fresco existente en el Ministerio de Marina y debido al nunca bastante alabado D. Francisco de Qoya y Lucientes. El arte del restaurador ba cubierto la pintura original dejándola convertida en un manclión que desentona de los otros tres frescos que decoran el _ local destinado á biblioteca ' del diclio ministerio. Digalo también la Altiarnbra, que en fuerza de ser reparada va perdiendo sus bellezas; díganlo también los innumerables monumentos que han sido ultrajados por la torpe mano de esos ma¿heciiores del bien. Por fortuna, van desapareciendo estos antiguos mercaderes y van mejorando las condiciones de ¡os encargados de estas reparaciones y conservaciones monumentales. Y dispensadme esta digresión que viene á confortar niis razones para bablar del abandono en que se encuentra la Casa del Carbón de Granada, sita en la calle de Pineda, y que lioy sirve de casa de vecindad á familias pobres. Se ha liablado mucho de este edificio respecto al uso para que fué destinado por los reyes Nazeritas, y aun hoy, á pesar de que consta en documentos oficiales que fué Alhúmli^a gedida ó nueva, esto es, centro de contratación y venta de cereales y fondak ó mesón para alojamiento de trajinantes, cabe dudar, por lo inenos, de dos importantes detalles: el inferior del edificio ¿es el auténtico? La portada exterior, de primorosos adornos de estuco y ladrillo agramilado, ¿estaba, tal como la vemos, sin otras edificaciones ó muros que protegieran el bellísimo templete que sirve hoy de única entrada? Hemos consultado con los trabajos publicados por Lalaing, Navagiero y Mármol y no mencionan esa Allióndiga, ni edificio algtmoconel cual pndiera equivocarse. Las inscripciones de las portadas, que aquí daremos á conocer, son de carácter puramente religioso, y tampoco nos dan detalle seguro; pero acuciados por la'curiosidad de descubrir este enigma, hemos seguido nuestras indagaciones y nos hemos encontrado con la irrefutable verdad de uno de los escritores más entusiastas de Granada y sus bellezas, don Juan de Dios de la Rada y Delgado, y este notable y concienzudo arqueólogo nos dice en el Musco Espaüolde Antigüedades, juntamente con lo transcripto en el informe de la Academia de San Fernando (Boletín de dicha Academia, Ju- que llegaban con sus producios á la Allióndiga. Pedraza y el analista Jorguera(M. Sciíado) dicen que cerca de este edificio estaba en su tiempo, siglo xvu, el peso del carbón; que se solían alojar en la casa referida los traficantes en aquel combustible, y que era ^ÍI}OS- La antigua Alhóndiga i> "Casa de] Carbón", de Granada Pues bien; este edificio de nio de 1887), qiie este edificio fué Alhóndiga belleza tanta, de recuerdo tan memorable, como fué la conquista de Granada; este edificio que gedida, á la cual se pasaba desde el Zacatín por el puente ó alcántara gedida, también nueva. fué visitado y alabado por los Reyes Católicos; este edificio que escuchó la vo?, armónica y vaNos dice que los Reyes Católicos diéronla en liente de Lope de Rueda, recitando las compotenencia y después en donación á su criado Sancho de Arana, y que hasta la muerte de éste siciones de sus comedias más preclaras; este continuó sirviendo para la contratación de gra- edificio donde los Na:íeritas amontonaron su oro ]ios. Esl:os datos fueron encontrados por D. Leo- y su agricultura, fué olvidado primero, después poldo Eguílaz juntamente con los documentos encalado bárbaramente por no se sabe quién, en que consta la venta en subasta, en 15 de quitándole la belleza que ostentara; más tarde Mayo de" 1531, y Real cédula expedida por los dedicado á alojamiento de las más pobres gentes, Reyes Católicos, en Madrid d 14 de Octubre y hoy la piqueta demoledora pretende destruir aquella bella y hermosa portada, recuerdo de de 1494, que es en la que consta la donación. Aunque con todo esto no conviene el hecho de tantas generaciones. De nada sirvió el oficio de la Academia de no haber antecedentes algunos en las antiguas Ordenanzas de la ciudadj ni en la Minuta de lo Bellas Artes; de nada servirá seguramente para los encargados de cuidar, de conservar estos tocante al asiento que se diú á la ciudad de Granada por los Reyes Católicos acerca de su go- monumentos históricos este nú pobre vagido, y bierno, no cabe ya la duda, una vez demostrada,. si el excelentísimo señor ministro del ramo no la autenticidad de la Real cédula de que hace- acude pronto y no pone mano dura en esta demolición de nuestra Espaila histórica, pronto mos meti.Qión. Granada, Córdoba, Sevilla, Burgos, León, Se• La Casa del Carbón es un cuadrado de treinta metros, más el cuerpo saliente ó templete de en- govia y tantas más, verán desaparecer de su solar el recuerdo de iina Espaila fuerte y monutrada. El patio mide diez y seis metros de lado. La portr.Ja es muy importante: tiene un hermo- mental, por el solo descuido y abandono miserable de quienes tienen el deber de cuidar de nuesso y grande arco de herradura; cubre el vestíbutro tesoro artístico. lo sencilla bóveda de mocárabes; se entra luego en i\n pasadizo que da a¡ patio, y en el centro Dense, pues, las órdenes oportunas y restaúde" éste existe una pila; alrededor tiene tres órrese y consérvese esta joya, que, como.dice la denes de galerías, naves de habitaciones desti- Academia de San Fernando, es única en España. nadas entonces al descanso de los trajinantes JUAN GÓMEZ RENOVA-Ii^ES 4i í*t * f l i . * ^ l ' ' T - ^ ' f ' í ' í * ' í * ' ^ ' f ' í ' ' f * f ' ^ + ' í ' í * * * * * - f * * ¿ f * * * * ^ . f 4 . - f i f . f . í i 4 i i | Í H Í 4 . ^ ¿ F ' ' f ' l ^ ' ^ * * 4< 4< 41 •S4 ¡•OT. I . A C O S T H session y propiedad de la ciudad, y de ahí el nombre de Casa del Carbón.» Además d e s c r i b e n l a interiormente como coliseo de comedias, para lo que sirvió hasta 15!)3, en que se .construyó el teatro cercano á la Puerta Real. Dicen que allí se pusieron por primera vez en escena comedias de Lope de Rueda, en las que él, con su compañía, tomaba parte en las representaciones, La Casa del Carbón es igual en trazo y arquitectura á la Casa de los Oidores, propiedad de D. Manuel de Gó[!gora. La Real AcadLíuiia de Bellas Artes de S¡jn Fernando pidió al Gobierno la adquisición de este edificio, único de su género que se conserva en España. Y ya que hablamos antes de las itiscripciones que tiene en su frontis y en su recinto, las daremos aqiii transcriptas, La que tiene al íien!c dice; í' si Dios es unid.-.-d. Dios es sólido, que no engendra ni es engendrado ij no • ¡ene parentesco con alguien. Fn la segunda puerta dice una inscripción: Hlreino durable. Y en un asiento de poyo que bay, según se entra á mano derecha, está sobre el arco esta otra: Y no hay conformidad sino departe de Dios, en El lie pnesio mi esperanza y El es mi tutela y no hay sublimación sino de parte de Dios. Y en el de la mano izquierda 'dice: O fortaleza mía, o intento mío, tú eres mí esperanza y nú tutela concluye en bien mí intento. tí* títí* * •i- títití- * * titila • '^ t^ titila '^* 4tí- LA ESFERA ¿ í • : \ LITERATOS ESPAÑOLES CONTEMPORÁNEOS : PÍO BAROJA E •s- í •S- •»•• 4-;.V, . • •• Lirismo y costumbrismo en Pío Baraja # S • L primer efecto que se apodera de un ánimo tranquilo en abriendo im libro de literatura española contemporánea, ea de tedio congojoso, por lo desapacible de las cosas que se han de leer. Ños hallamos en una época de transición, en que todos los valores se Imn transmutado y perdido su firmeza todos los principios, por lo cual la mentalidad y la filosofía de Europa y las ideas que reinan en el ambiente social son motivos determinantes de las diferentes direcciones literarias, pero motivos pesimistas y negativos que en nada recuerdan aquellos otros que movían á la generación artística pretérita, cuando se sentía aleare y contenta de sí y miraba al porvenir con seguridad. La clásica serenidad estética lia muerto definitivamente á causa del largo desaliento que viene trabajando á las naciones como un veneno lento. A lo cual lia de añadirse que estamos en el siglo de la cultura plutocrática, y en un pueblo que lia perdido su antigua vena intelectual, sin encontrar tampoco la nueva. Entre los escritores de nuestra patria que mejor reflejan este estado de ánimo colectivo y esta crisis de la civilización liodierna, ocupa un lugar preferente Pío Baroja, el más importante de los epígonos que componen la llamada generación literaria de 1898 y el más consecuente de todos en el aspecto ideológico, en la orientación religiosa, filosófica y política. Talento original y brillante, cuyas especiales condiciones le impiden ser clasificado en ninguna escuela, pero muy de su tiempo é imposible de ser sorprendido en ílagrante_ delito de inactualidad, ha escrito en treinta voUlmenes el diagnóstico de la nueva generación artística, queriendo analizar y hasta disecar ^.su modo íporque no hay que olvidar que es méuico y lionibre de solida instrucción científica) loua una sociedad, con sus errores, sus odios y sus luchas, Recientemente ha sacado á luz un nuevo volumen con el rótulo las horas contarías, !na ^^j *"'o fie Notas ds un aprendiz de psicóVPT°I "^^ ^6 separa un poco de su ruta de novelista y de crítico para referirse directamente a la actualidad: no precisamente á la actualidad nacinna ni á la internacional, sino á la actualiaau ae la persona en un tiempo, es decir, á la representación de la vida exterior en su conciencia en c! momento que pasa. •>;- Las horas soUíarias completan v son como la segunda parte de Juventud, egola'tria, libro que apareció no Imce mucho tiempo. En ella nos relataba el autor de Sihestre Paradox cosas de otra edad mas nerviosa y más impresionable de su .existencia. En el decurso áe Las horas solitarias, los acontecimientos se mueven en un mundo más tranquilo y más conocido del lector, y no tienen otro comentario que la acción misma, el comentario directo sobre las cosas. No es una novela, y el mismo autor reconoce que el propósito que le guía no permite á su obra tener un plan arquitectónico y un orden racional. Sin embargo, se lee con el deleite y el interés de una novela, gracias á la suprema habilidad de Baroja. Para los cinco libros en que se divide: 1, Vida de itwierno; 2, Una excursión electora!; Z, Primavera; 4, Bí verano: 5, Creptiscidos de otoño, tendrá Baroja lectores tan entusiastas como para sus novelas. Y es que ningúti artista de la prosa ha conseguido hasta el día de hoy reflejar tan escrupulosamente las cosas como el autor de Las horas solitarias, y esta proyección de la realidad circundante en el espíritu, expuesta para más viveza y unidad en la castiza forma autobiográfica, propia de nuestra antigua novela picaresca, presta al conjunto de la producción singular amenidad y encanto. ¿Defectos de forma?... Sí, los tiene la obra, y en gran número. Pero son defectos conscientes en algún modo, rasgos de un estilista que se permite demasiadas libertades con el lenguaje, por conocerlo lo bastante para abusar de él, y que empieza por confesar que su manera de escribir no es la clásica ó académica, sino la anárquica ó romántica, que estriba en imitarla naturaleza sin preocupación de regla alguna é interpretando la vida á capricho. Baroja escosttmibrista, y Las lloras solitarias, sobre todo en los libros II y V, prueban hasta qué punto domina este género. Mas es costuiubrista que se queda al pie de la colina, sin fuerza ni ánimo para el escalamiento. Su poder reside sólo en lo subjetivo de la impresión recibida. Baroja no es exclusivamente costumbrista, ni es posible serlo cuando, como á él le ocurre, se llega al campo de las letras después de un periodo de lirismo interno y psicológico. Baroja, acomodándonos al tecíiicismo reinante, es, ante todo, individualista y dionisiaco. En sus ñoras soÜíarias nadie presuma encontrar el mundo objetivo tal cual es: lo que allí aparece, envuelto en descripciones de soberbia exactitud y entre diálogos de asombroso verismo, es la expresión psicológica y el sentimiento personalísimo y único. Pero Las horas ofrece.!, entre todas \as obras de Baroja. el singular carácter de presentar unidas la objetividad y la subjetividad, el costumbrismo delicado y la desenfrenada imposición lírica. Por ello la vena del i'OT. CA.Ml'UA autor es tan caudalosa, y por ello asimismo corre tan turbia á veces. Baroja se ha consagrado á no decir nunca más que las cosas que le parecen verdaderas á él mismo, sin respetar, antes atacando fieramente todo juicio ajeno sobre las mismas cosas, y este rasgo lírico le ha llevado, como pensador, á adelantarle á su público y asombrarle con sus extravagancias de fumista literario, que contrastan con la seriedad de su carácter y de su vida privada. Lo primero que choca en él es su parecido con Bernard Shaw, cuya labor, al decir de uno de sus críticos, es una cadena sin propósito ni solución, una sucesión interminable de silogismos extraños, de réplicas inesperadas, de digresiones fantásticas, en que las más serias aserciones son trastornadas irónicamente y las más intrincadas paradojas presentadas como' postulados razonables. Y, sin embargo, ¡qué rara armonía entre el subjetivismo de Baroja y el objetivismo maravilloso con que en su libro nos describe, por ejemplo, el ambiente social y las costumbres de San Sebastián y el Alto Aragón! Baroja pinta estas costumbres con la fidelidad de un observador desapasionado y la habilidad de un artista. Su obra no sólo atraerá á los espíritus de esta época, sino que, en lo futuro, será atesorada como documento muy valioso para la historia espiritual de España durante el curso de la gran guerra. En el terreno de la ideología, el nuevo libro de Baroja ofrece un ejemplo raro de coherencia. Las horas solitarias demuestran que, por mucho que haya crecido y cambiado de aspecto el conjunto [le la labor de Baroja en su desenvolvimiento sucesivo, la dirección del curso es la misma en cualquier aspecto que se la considere. Baroja ha venido pensando constantemente de un modo en política, en religión y en moral. ¡Ojalá se hubiera retractado en algún ptmto, sobre todo en su incomprensible idolaí'ríapor Nietzsche! Pero bien puede vanagloriarse, como lo hace al final de Las horas, de haber «mirado siempre con desdén á la baía canalla semítica», y de no liaber «predicado nunca los mitos aduladores de la democracia». Ni religión, ni democracia: tal signe siendo la divisa de este atormentado escritor, cuyo ideal sería tal vez haber podido formar parte de aquella impía aristocracia francesa del siglo xvEii, de peluca empolvada, de pechera de encajes y de vestidos de sedas multicolores, que jugaba á la irreligión por las florestas y salones dorados de Versalles... EDMUNDO GONZÁLEZ-BLANCO J wt"''J..i. i-i» .;í**-'í^*tt-í^'í^'^^t*4-"íí--f^-4.-4--|.-+-:1í^^ií^-^;¡:^^-^;ít;'.i:^-í|;^.-4-*:^:lí-^-íííjrí!í^^--.i;-irí:^:¡r;l;;|;it*^--^?'^-'^^^'!-~'Í==l-'^*'^"*4=^"-t-"- •^ I LA ESFERA zar más y más los encantos femeninos. En esta constante renovación los modistos harán uevas combinaciones con pieles, sedas y teriopelos, variando la Forma y el color, atentos siempre á aumentar los adornos de la más bella mitad del género liumano. Acaso los futuros nuevos modelos sean un acierto del arte de vestir. Quién sabe si serán también un 'poco extravagantes, porque se dan casos. Pero, de cualquier modo, acertados ó no, con extravagancia ó sin ellaí la mujer estará siempre hermosa, porque su gracia es el principal «elemento» con que cuentan los modistos. A veces, una prenda flamante se nos antoja al principio extraña, y hasta las damas que lian de vestirla sienten cierto recelo en engalanarse con ella; pero luego, con el uso, la misma prenda llega á parecer la cosa más corriente y vulgar. A esto conduce, en la mayoría de los casos, la fuerza de la costumbre. E aquí tres fotografías de modelos de salidas de teatro. Son la última manifestación de la moda, la creación aceptada por más elegante, el «último grito», según la frase circulante en revi.stasy talleres de modistos. En el adorno de los tres modelos entran las pieles como elemento principal, que es á la vez motivo de elegancia y de abrigo. Tienen las pieles, como el terciopelo, el gracioso poder de realzar la belleza femenina, prestándola cierto aire de severidad de muy buen Cono. Sobre el fondo suave, finísimo, de luminosos reflejos, destaca la cabecita gentil de las damas como una flor blanca ó sonrosada que se irguiera etitre plumas. Baja el amplio ropón se adivina la gallardía del cuerpo como la de una estatua de puras líneas, bajo los amplios velos que la cubren. Esta moda, como todas, se renovará; los modistos no descansan para real- H F O T S . HENRI MANUEL PRENSA GRÁFICA SOCIEDAD ANÓNIMA., EDITORA DE LA ESFERA - MUNDO GRÁFICO - NUEVO MUNDO PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN: LA ESFERA Madrid y provincias. Extranjero Porlugal { ' i ' I ' Un año Seis meses Un ano Seis meses Un ario Seis meses 30 pesetas 18 » 50 » 30 » 35 > 20 k MUNDO GRÁFICO Madrid y provincias. Extranjero Portugal Un año Seis meses Un año Seis meses Un año Seis meses. 15 pesetas 8 25 15 18 lÜ NUEVO MUNDO Madrid y provincias. Extranjero HermosíIIa. 57.-MADRID Porluffal *• Un año Seis meses Un ano Seis meses janano * Seis meses t 10 pesetas 10 » 30 > 16 » 22 12 3^=3 1==®=] KíAtSAí^ATORIO DEL GUADARRAK^ SE VENDEN l-Ul.-ltllO Y ÜNICO DE S i ; GÉNERO E.N E S P A Ñ . \ Jiíicción üe aliara: 1.700 metros sobre el nivel del mar.—Mayor seqaedaU de aímósf^rj i muchas mas iiorus üe sol que en sus similares del Extranjero.—AOierlo todo sí aio. l o s c l i c h t ó f s u s í i , c 1 o a ai ent:i BSevintíi.. LLIÓ inUrmcs j aamljun, Liny.isE al S. Hii.cl.i-Q.rin.e, l i . Luciano üarajaj y d ; V.lc.ies, Hj.'JJhzj, IJZ, Miii'J-I Tomada á tiempo, la S I R O L I N E (WTscrva de enfermedades más graves a los' que están atacados de dfecciones de las vias respiratorias: Cafarrw^ TosrebeMe, úríppe, etc Ddkm tmtarie ómoiMt'. SIROLINE et ROCHE , H frasco fsa^ 4 - . Pídase en todas las buenas ídrn\dQ\as. Cucigiffera <^(/e je AaZ/eprope/7<so a adqu/nrre3fnado&, porque más vah pret^eer que curar. Los niños escrofuio606 ,a los qi*e mejoren tmich'ismo ef esfado ^enerai ¿OS Q^máficos^ aíos caaíe^s aia/ía cm¿/cferad/eme/?te SOÓ ¿ufr/m/en/oó. Loaadultoa y los mños aiormentaóos por una ios pertinaz, a fos que rápidamente contiene las quintas doforosas CONSERVAS TREVIJANO F r u t a laxante r e f r e s c a n t e contra e l ESTREÑIMIENTO LOGFeOIVO Emba,T3.zQ gAstrioo é iatestiü&l, Jaqueca ELIXIR ESTOMACAL de Saiz d e Carlos (STOMALIX) Es recetado por los médicos do las cinco partes del mundo porque toni8 ta., ayuda á las digestiones y abre el ape Lito, curando las molestias del ESTÚMAGO É INTESTINOS SALUD VIGOR rápidamente e/ dofor de estómago, la dispepsia, ¡as acedías, vómitos, inapetencia, diarreas en niños y adultos que, á veces, afternan con estreñimiento, diiatación y úicera de! estómago, etc. Es antiséptico -^ - ^ De VQflta en las principales farmacias del mundo y en Serrano, 30, MADRID. desde donde se remiten folletos á quien los pida. obtenidos FÁBRICA DE CORBATAS SJsfs'SÍÍÍT.!»';.,? Géneros de punto. Eiesancia, SurUilo, Economía. PRECIO FIJO. Casa fundada en ÍS70. 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