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Mucho tiempo no ha pasado pero nuestro país, la querida Argentina, ha experimentado cambios rápidos, casi vertiginosos, y la sociedad adquirió y manifestó nuevas actitudes y comportamientos para enfrentar viejos y nuevos problemas. En este último sentido, nos pareció oportuno y necesario, construir un nuevo libro más actual y de mayor intensidad y extensión al que hemos titulado “Sociología Argentina Criolla”. Este es el título que pretendí que llevara aquel primer libro pero luego de un largo debate afectuoso pero incisivo con los editores tuve que resignar mis pretensiones. En aquel momento expresé la necesidad de limitar y definir la territorialidad de la propuesta a la República Argentina no sólo desde el punto de vista geográfico o político sino también desde lo étnico, antropológico, histórico, cultural, social y económico. Criollo, además, permite identificar a los pobladores de ese mismo territorio dado que una gran mayoría son descendientes de padres europeos, nacidos en los antiguos territorios españoles de América o en otras colonias de ese mismo origen en nuestro continente. Nuestra gente es nacida en un país como la Argentina fundamentalmente hispanoamericano que tiene características y perfiles propios y autóctonos 3 y otros heredados y un lenguaje propio que usamos como herramienta intelectual para pensar, juzgar y ponernos en acción. Somos una comunidad heterogénea, una multitud abigarrada, diversa, plural que nos ha costado mucho aprender a convivir y a compartir un proyecto común y unitivo. Por otra parte, diferenciamos con la palabra criollo a las personas de piel negra nacidas en nuestro territorio de las que fueron traídas como esclavos desde Africa. Nuestro lenguaje que es la herramienta de nuestro pensamiento se ha construido a través de la convivencia con numerosas comunidades de lenguas diversas sobre base española, francesa, italiana, inglesa, holandesa, portuguesa, árabe, judía, alemana, de los pueblos originarios, del lumpen proletario y marginal, de las ciudades y el campo, de la cultura de elite, de la cultura popular, del folklore y las tradiciones. Este libro carece de notas marginales o al pie de página que son muy estimadas por críticos y eruditos pero tiene una importante cantidad de referencias bibliográficas de calidad que pueden ser consultadas en la actualidad. Su prefacio o prólogo es escueto pero indicativo de la intencionalidad del texto sin abundamientos que sólo servirían para inflar el presente libro sin mejorar la calidad de su contenido. Finalmente, deseo agradecer a Editorial Académica Española la confianza que han depositado en esta obra y el esfuerzo que han hecho para concretarla. Leonardo Strejilevich Salta, República Argentina; noviembre de 2013 4 INDICE Prólogo 2 Indice 4 Mirando al sur 7 La sangre negra que corre por nuestras venas 13 La población indígena 22 Indios / indígenas / indigenismo / indianismo 28 Los desafiliados 33 En la búsqueda de la identidad nacional 36 El encanto de ser argentinos 43 Viveza criolla 45 Los valores culturales son necesarios 49 Aristóteles y las elecciones 51 Subversión, represión, resurrección 54 Anarquismo y crisis global 56 Dependencia 61 Argentina incierta, caótica y crítica 63 José Ingenieros y la política Argentina 71 Sarmiento (1811 – 1888), su vigencia 84 5 Oligarquía 98 Mundo en crisis 102 Responsabilidad social de la ciencia y la técnica 122 Bienestar social 124 De la corrupción 127 La gran crisis 130 La tarea de trabajar; la imposibilidad de hacer 135 El arte de construir instituciones y aquello del modelo 137 Calidad de vida 143 Trabajo y justicia social 150 Dinero 168 El poder 172 Saber es poder 176 Tolerancia 183 Indignados y economía social 187 Banalización de la sociedad y la cultura 194 Sociología política de los argentinos 199 Tiempos posmodernos 205 Sociedad actual 210 Sociedad, sistemas e instituciones 218 Transculturación 244 Las identidades 253 6 Psicosociología de los argentinos y de la argentinidad 260 Globalización 265 El giro de lo social en la globalización 275 Dolores y amores de una argentina invertebrada 279 Anomia argentina 285 Crisis 291 Argentinos en frases 296 Bibliografía 304 7 MIRANDO AL SUR América Latina, en el lenguaje del mundo occidental desarrollado, era considerada no hace mucho como una categoría de sociedad cuyas características eran el subdesarrollo, la tendencia al autoritarismo de la mayoría de sus gobiernos, formulaciones políticas explícitas o implícitas de modelos dictatoriales que mantenían una relación de tipo semicolonial o neocolonial con las naciones industrializadas del norte. El tiempo transcurrió pero aún hoy América Latina no tiene naciones bien integradas como los Estados Unidos de Norteamérica, Canadá o la Unión Europea en términos de división del trabajo, organización del comercio y del intercambio, cultura, tecnología e investigación científica. Todavía América Latina es mayoritariamente pobre y desigual, es rica para pocos; es un continente en que es difícil moverse, utilizar sus recursos y disfrutar. Los tipos de territorio, los climas, la diversidad étnica y cultural, la historia y la manera de internalizar que tienen sus pueblos hacen cambiar o anular con demasiada velocidad valores sociales y políticos. La Argentina, más que otros países de la región, continúa en una autoexclusión inexplicable del mundo globalizado actual y parece no comprender del todo que a pesar de estar situada en el fin del mundo tiene inmensos y valiosos recursos humanos y materiales para hacer grandes cosas y puede, en general, arreglárselas sola. Buenos Aires, la capital de la Argentina, pese a lo inconveniente de su sobredimensionado peso político, industrial, comercial y cultural con detrimento del país teóricamente federal sigue siendo la llave comercial y 8 política de la zona templada y semitropical más rica, más accesible y más extensa de América del Sur. La primacía de la Argentina en América del Sur nunca procedió de su poderío militar sino de la habitual paz de su pueblo y un buen desarrollo económico pese a algunas pocas depresiones conocidas; siempre trató de aceptar y convivir con sus vecinos con los cuales, desde hace años, no tiene problemas insolubles. El repertorio político de la Argentina se construyó en parte por el activismo de nacionalistas argentinos tradicionales que instalaron los mitos del “imperialismo” que ha estimulado muchas veces nuestra paranoia latente; vieja historia la nuestra que puede ejemplificarse en el inacabable aunque razonable pleito por las Islas Malvinas que tiene su origen en las rivalidades imperialistas del siglo XVIII. La Argentina tuvo desde siempre la buena idea de tener amistad con todas las naciones, alianza íntima con ninguna y tener hombres argentinos inteligentes en cada lugar importante y ventajoso del mundo. La Argentina constituye una sociedad fascinante y agitada donde nada está establecido definitivamente; tiene gran potencialidad aunque declinó varias veces en su importancia económica. Con esfuerzo y voluntad política volverán los capitales de inversión y la Argentina seguirá siendo fuente importantísima de alimentos y materias primas y polo cultural y científico de esta parte del mundo. Cuando en la Argentina las cosas van mal el malestar de la sociedad se hace visible en las calles de las ciudades y en las rutas que después que marchan las turbamultas adquieren un carácter envejecido, cansado, sucio y desaliñado. La Argentina tiene pocos problemas originados en los rigores ambientales o en la incapacidad física o socialmente condicionada de la población pese a las crisis socioeconómicas sucesivas o periódicas. Las posibilidades como 9 hábitat para los hombres como lugar para producir riqueza son inconmensurables y podemos permitirnos construir una sociedad feliz y de bienestar sin copiar el ahora decadente lujo europeo y sin ser innecesariamente ostentosos. Argentina tiene un territorio de casi 3 millones de kilómetros cuadrados y gran parte de él es económicamente aprovechable; produce alimentos para casi 400 millones de personas y su población total supera levemente los 40 millones de habitantes; posee excelentes recursos naturales; más de la mitad del país tiene clima benigno con sol, agua y suelo fértil; el petróleo y el gas son suficientemente abundantes pero deben explotarse con más eficacia y eficiencia; el potencial hidroeléctrico es bueno; los recursos forestales son excelentes; las comunicaciones entre los centros de población e industriales son buenas; ocupamos la mejor situación geográfica comercial de América del Sur al borde de un gran océano; no tenemos minorías significativas a las que se les niegue derechos o participación ciudadana. Las dificultades de la Argentina, paradójicamente, tienen que ver más con su riqueza que con la pobreza. La abundancia de casi todo produjo históricamente un pueblo nómade, libre, indisciplinado, con débiles vínculos de jerarquías y autoridad todo ello, además, sin aceptación del pasado plagado de problemas y dolores irresueltos. Pese a todo, casi siempre la vida en la Argentina ha sido agradable en una sociedad que se caracterizó por una alta movilidad vertical, virilmente individualista, sentimental, contemplativa y atiborrada de discusiones expansivas y explosivas, con inestabilidad política y sucesivos, cíclicos y de duración prolongada de estancamientos económicos. En la Argentina la esclavitud prácticamente no existió o duró poco; las religiones y las iglesias echaron raíces; la sociedad tiende a ser igualitaria, abierta y libre pero tiene todavía brechas sociales muy grandes; 10 antagonismos de intereses; baja intensidad del sentido comunitario y altamente mercantilizada; la vida política es agitada; la elección de los gobiernos no ha sido muchas veces acertada o fueron inopinadamente depuestos o usurpados; la legislación es muy abundante pero hay una tendencia a no cumplir con las leyes; hay una marcada disposición intelectual y propensión a moralizar; el orgullo y el sentido práctico están bien combinados. Todavía amplias mayorías lamentan la intromisión de los militares en la política argentina y el error de haber investido a las fuerzas armadas de un carácter suprapolítico con pretendidas garantías de fuerza moral y patriotismo que demostró la grave equivocación cometida por las consecuencias de su acciones cuando procedieron en situaciones concretas. La polarización hacia los intereses ganaderos, agroindustriales y económicos de la Argentina antes de la aparición de la clase media y del movimientos obrero organizado explica en parte la bipolaridad social que aún existe con un extremo de vida rústica, viril, poco o nada alfabeta, libre y ruda (la barbarie) y la elite, especialmente la porteña, urbana, refinada, comercial, profesional, burocrática, ilustrada, próspera, liberal (la civilización) que no permitió converger en un ordenamiento e integración adecuada de la comunidad para todos con un manejo sensato de los intereses del país y de los intereses comerciales extranjeros sobre una urdimbre irredenta de más de 500 años de conquista, colonización, evangelización, genocidios y autoridad delegada cuyo centro sigue siendo la metrópoli distante e incomprensible. Los que modernizaron la Argentina fueron terratenientes liberales creyentes en un poder presidencial fuerte y concentrado con foco en Buenos Aires. Eran ricos en tierras y pobres en capitales y por ello se convirtieron en deudores con la anuencia de las autoridades públicas y varias veces transfirieron la deuda a toda la sociedad; a los capitalistas extranjeros se les garantizaban contribuciones elevadas por el dinero en 11 préstamo e inveteradas exenciones impositivas o tributarias. Casi siempre, los fondos de inversión venían desde fuera de la Argentina pero los medios de garantizar los pagos de la deuda estaban dentro del país. Muchas veces se esfumó la confianza en la Argentina y se confirmó la incapacidad de pago de las deudas por parte de su gobierno; en su momento fueron a la bancarrota los bancos nacionales y extranjeros (desde la época de la Casa Baring). La presión para cobrar lo adeudado no trepidó en expoliar hasta el último centavo de los argentinos sin importar la producción de pobreza y miseria; la posibilidad de cambiar el orden establecido por parte de los argentinos acobardó a los flujos de capital extranjeros y nacionales que enfilaron para otros lados, fugaron cuantiosos capitales y se desentendieron de la inversión en el propio país. Pese a la tradicional movilidad social de la Argentina todavía la estructura de la sociedad conserva una especie de sentido de la distancia social que le otorga a una parte de su pueblo un carácter aristocrático u oligárquico. La posesión de dinero, logros técnicos y culturales no son fuente de desencuentros entre los miembros de la sociedad sino el sentido de la posición social como individuo, familia, relaciones o posicionamiento en la escala de prestigio social. Cuando los argentinos dejemos de sospecharnos entre nosotros, aceptemos los disensos, reconozcamos y admitamos nuestra diversidad y pluralidad, cuando traigamos nuestros capitales al país y los utilicemos productivamente; cuando acumulemos capital y no deudas, cuando hagamos buenas inversiones domésticas; cuando brindemos oportunidades a los más capaces de nuestros científicos, técnicos y administradores no instalando en su lugar a personajes sin idoneidad en las estructuras de decisión y ejecución del Estado; cuando flexibilicemos la utilización de los recursos y apliquemos mejor la mano de obra; cuando eduquemos y 12 capacitemos cada vez a más gente; la confianza y las inversiones se recuperarán y el país se hará grande y sobre todo más justo. 13 LA SANGRE NEGRA QUE CORRE POR NUESTRAS VENAS Tuvimos desde siempre la ilusión de un país blanco y europeo excluyendo a los afrodescendientes; es necesario redescubrir la Argentina negra y mestiza que había sido invisibilizada en el pasado. Hay tres errores que siempre saltan cuando se habla sobre los negros en el país. Ni eran pocos, ni los tratábamos bien ni fueron libres a partir de 1813 como se cree (Marta Goldberg); hay que sincerar el mito de país blanco y europeo y reconocer la significativa presencia de los negros en nuestra tierra. Si la Asamblea de 1813 hubiera declarado la libertad de los esclavos (que se hizo efectiva en 1861) y no la libertad de vientres, como efectivamente sancionó, el mismísimo Rosas no habría declarado en 1825 entre sus bienes muebles a los 33 esclavos que tenía repartidos en dos estancias. Algo normal para la época, cuando llegaban al puerto "toneladas de negros", a los que se bautizaba y daba el apellido de su dueño. Miles de los 11 millones de africanos vendidos como esclavos que llegaron a América eran en 1810 un tercio de la población porteña y el 60% de la catamarqueña, según consta en los registros. Hasta 1970 “nunca había habido negros en la Argentina” por culpa de dos ideologías surgidas en el siglo XIX –la del blanqueamiento, y la del marxismo– que hicieron que los estudios sobre los negros en la Argentina no se desarrollaran hasta los años 90. 14 El poderoso compromiso de la sociedad argentina con el concepto de un país blanco y europeo volvió muy difícil que los intelectuales argentinos pudieran reconocer y aceptar la dimensión negra de su historia, cultura y sociedad. El enfoque marxista y estructuralista teorizaba sobre las clases sociales y relegaba a un segundo plano raza, etnia y género. La historia oral, la antropología biológica, la estadística y la musicología han demostrado que una parte considerable de la población argentina se reconoce como descendiente de los negros esclavizados hasta 1861 y mantienen buena parte de su cultura vigente (Pablo Cirio). La ilusión forzada de una sociedad blanca y europea, de una París porteña, funcionó como cepo que tornó invisible la suerte de los afrodescendientes en Argentina, de aquellos que sobrevivieron mestizos a las guerras de la Independencia, del Paraguay y a las epidemias de viruela y fiebre amarilla. Existe "una narrativa dominante de la nación" que forzó e invisibilizó la presencia y las contribuciones étnicas y raciales de los africanos en América (Alejandro Frigerio). Hoy sabemos que el 5% de la población argentina es afrodescendiente. Muchos siguen diciendo que no existen y sin embargo son alrededor de 2 millones. Las diferencias entre negros y blancos según los códigos racistas y los estereotipos negativos que aún tiene nuestra sociedad se pueden listar de este modo: *Un blanco vestido de blanco es doctor; un negro vestido de blanco es heladero. 15 *Un blanco con alas es un ángel; un negro con alas es un murciélago. *Un blanco tomando vino está haciendo el aperitivo; un negro tomando vino está emborrachándose. *Un blanco que junta llaves es un coleccionista; un negro que junta llaves es un delincuente. *Un blanco con novia jovencita es afortunado; un negro con novia jovencita es degenerado. *Un blanco con uniforme es militar; un negro con uniforme es portero. *Un blanco rascándose es alérgico; un negro rascándose es sarnoso. *Un blanco con un arma es precavido; un negro con arma es asaltante. *Un blanco con maletín es ejecutivo; un negro con maletín es traficante. *Un blanco corriendo es deportista; un negro corriendo es carterista. *Un blanco con sandalias es turista; un negro con sandalias es marihuanero… Sin embargo: el Presidente del país más poderoso del mundo es negro; el líder del Comité Nacional Republicano es negro; la magnate de los medios más conocida es negra; el mejor golfista del mundo es negro; una de las máximas jugadoras de tenis del mundo es negra; entre los actores que más ganan en el mundo están los negros; el conductor de carreras de autos más veloz del mundo es negro; uno de los astrofísicos más brillantes es negro; 16 uno de los neurocirujanos más reconocidos es negro; el hombre más rápido del planeta es negro; varios de los más grandes músicos y creadores de todos los tiempos del mundo son negros… Entonces, la Argentina tiene, entre otras, raíces africanas. Hay que pensar en tres raíces, vale decir, a considerar los orígenes blancos, negros y aborígenes de la cultura argentina (Néstor Ortiz Oderigo). Para nuestro orgullo blancoeuropeo, la prosapia negra del tango representa una piedra en el zapato. La Argentina no fue ni es el país blancoeuropeo que imaginaron nuestros abuelos, sino parte indisoluble de Afroamérica. No nos diferenciamos del resto del continente por no poseer población negra, sino por no asumirla como parte de nuestra identidad. Como sucedió en otros países de América, por nuestra sed de enriquecimiento y de poder fuimos cómplices de la trata esclavista. Varios músicos nuestros, ya legendarios, son todos ellos de ascendencia africana: Carlos Posadas, Gabino Ezeiza, Gregorio "Soti" Rivero, Enrique Maciel, Leopoldo Ruperto Thomson, apodado el "Africano", y Ricardo Justo Thomson. Los negros bailaban autoexcluídos en aquellos tiempos coloniales el candombe, el fandango, la calenda y la bambula danzas consideradas por los blancos como verdaderos ritos sexuales y por ello desaprobados. Los negros, son más argentinos que la mayoría de nosotros. El barco donde vinieron es muy anterior al barco donde vinieron los inmigrantes. Están acá desde hace cinco generaciones. En la Argentina se extranjeriza lo negro, como si negro y argentino fueran irreconciliables. El racismo argentino existe pero no es agresivo y abierto como el de tantos otros países, sino que está oculto, no agrede, es suavecito y silencioso. 17 Nuestro racismo es diferente del racismo común en países donde la presencia negra resulta indiscutible, se trata de una sorpresa originada en una negación: desde siempre nos han asegurado que en la Argentina no había ni quedan negros. Creemos ingenua o aviesamente que así como los indígenas parece que desaparecieron sin dejar rastros durante la Campaña del Desierto, los negros se evaporaron como por ensalmo durante las epidemias de cólera y de fiebre amarilla. Persisten estas dos ilusiones; una simple mirada bastaría para discernir, en los libros de historia (Sarmiento y Rivadavia no descendían precisamente de vikingos) o, simplemente, en la calle. Los negros están entre nosotros; se han mezclado, se han fundido, pero siguen entre nosotros. Considerarlos cosa del pasado y limitar su influencia sociocultural y no considerar ni reconocer sus aportes reproducen mecanismos coloniales basados en el criterio de la utilidad; lo que realmente importa no es lo que nos aportaron, sino lo que son. La realidad fundamental es que los argentinos somos casi todos mestizos. El error de no pensarse africano es similar al error de pensarse europeo. Los barcos negreros siguieron llegando a Buenos Aires hasta 1861. Aunque la libertad de vientres se decretó en 1813, y aunque la Constitución de 1853 abolió definitivamente la esclavitud, la verdad fue otra. Entre las últimas camadas de esclavos negros, se cuentan los que trajo en 1850 el almirante Brown que, después de su retiro como marino del almirantazgo, se dedicó al comercio esclavista; se conocen los nombres de los barcos en que arribaron. Los esclavos, entre nosotros, fueron mal tratados. Los historiadores blancos han contado la historia como han querido. Es cierto que en Buenos Aires había negros de servicio, pero ¿es tratar bien arrancar a alguien de su 18 país y hacerlo trabajar gratis? Eso, sin contar las plantaciones de caña de azúcar de Tucumán, donde menudeaban los latigazos igual que en Cuba o en Brasil. Si cantaban o bailaban, eran doscientos azotes, por lo menos, ordenados por los patrones esclavistas. Lo mismo por adorar a otros dioses o hablar lengua propia. Juan Manuel de Rosas, no los quería tanto como se dice; de repente estiraba la mano sin avisar, y si el negro que estaba parado atrás no le ponía rápido un mate, lo mandaba a azotar. Ortiz Oderigo, en sus libros, nos habla de los "buques fantasma", que, cargados de "hombres con dueño", llegaban a nuestro puerto desde el Congo, Angola, Mozambique y Benín, trayendo hasta nosotros dos culturas: la bantú y la sudanesa. En 1730, dice, la Gran Aldea contaba con cincuenta mil habitantes, de los cuales veinte mil eran negros. Pero considerar que todo esto pertenece a nuestra prehistoria es tan negador como no observar en nuestro rostro argentino las huellas de esos pueblos que nos dejaron, además del tango, la zamba y la chacarera, su propia sangre. Olvidarse de los negros, invisibilizarlos, es un olvido que nuestra patria debe reparar, no por ser la sola culpable de un comercio tan indigno (una potencia negrera como Francia lo fue bastante más, y ya no duda en admitirlo golpeándose el pecho), sino para reconocerse a sí misma de una vez por todas. Recordar la presencia de un barco del que descienden en nuestras costas hombres negros encadenados significaría, por fin, la aceptación de lo que somos. Los negros en el Buenos Aires antiguo fueron habitantes numerosos; toda la vida doméstica giraba sobre ellos, los indígenas y los negros fueron los primeros proletarios en el Río de la Plata (Julio Mafud). La condición de esclavos de estos negros hacía que trabajaran en casas pudientes como 19 cocheros, jardineros, cerrajeros, pajes, cocineros, mucamos, sirvientes, faroleros, aguadores, panaderos, zapateros. Las negras eran las criadas de confianza de las damas; amasaban, cebaban mate, cocinaban, hacían la limpieza…afuera, en la calle, vendían en beneficio de sus dueños pasteles, postres, dulces y tortas… Buenos Aires, a mediados del siglo XVIII poseía 16.000 habitantes de los cuales casi las tres cuartas partes eran negros, mestizos y mulatos que se arrinconaban en veinte manzanas de los barrios de San Telmo, Concepción, Santa Lucía y Monserrat. Es un misterio insondable la rápida desaparición física de los negros en nuestras tierras ya sea por asimilación racial, por enfermedades o barridos por el fragor de las guerras y batallas teniendo en cuenta que los negros y los morenos lucharon en casi todas las acciones bélicas del Río de la Plata desde las invasiones inglesas (batallón de Pardos y Morenos), en la emancipación con los patriotas, también con los realistas y en nuestras luchas internas (Urquiza poseía dos batallones de negros que lucharon en Caseros contra los mulatos de Rosas) cosa que no ha ocurrido en el Uruguay y en el Brasil que importaron mayor cantidad de negros esclavos que nosotros. Los negros podían conquistar su libertad incorporándose a los ejércitos; eran buscados por su habilidad, coraje y sometimiento a los mandos teniendo en cuenta, además, del rechazo de los nativos de nuestro país por el servicio militar. La expansión capitalista en América no se puede comprender sin la trata de esclavos, la expoliación y la violencia (Julio Mafud). Los productos más importantes en la época colonial fueron el azúcar, el tabaco, el algodón y el cuero que eran trabajados con procedimientos y técnicas elementales que requerían mano de obra intensiva en grandes extensiones de monocultivos y de pastoreo. Las colonias padecían la falta de mano de obra; los indígenas agotados, fugitivos, perseguidos y asesinados se iban diezmando. Los 20 blancos no trabajaban eran feudales, funcionarios o dueños de la tierra y sus productos y se consideraba el trabajo en las colonias una actividad y una faena de esclavos (Germán Arciniegas); “el negro era otra riqueza, otro animal”. El P. Cayetano Cattáneo afirmaba en 1730 que los esclavos eran los únicos que trabajaban en el Río de la Plata. La importación de negros para la esclavitud a las Antillas comenzó en el siglo XVI, en Europa la esclavitud ya era familiar, con la aprobación de la corona española; su comercio se efectuaba más por la vía bucanera que por la vía legal (el contratista portugués Pedro Gómez Reynal suministró a ese mercado 38.000 esclavos en casi diez años). Portugal abastecía de esclavos a varias naciones europeas con sus posesiones del Africa; este comercio llegó a ser el más ventajoso en aquellos tiempos. España permite por Real Cédula (1789 y 1791) el libre comercio en sus colonias de venta de esclavos centralizando la gestión en Sevilla y Cádiz donde sólo los castellanos podían traficar por ser miembros del Consulado de Sevilla y sólo se podía transportar esclavos a las colonias con la autorización previa de la Corona; un poco más tarde se incorporaron a este mercado los ingleses que compraban los esclavos en las costas de Guinea y los transportaban para revenderlos en América. En 1580 se unen las coronas de España y Portugal para el comercio de esclavos dado la gran demanda. Expulsados los ingleses de las colonias españolas el comercio derivó a los portugueses y holandeses. Los holandeses estimulaban el cultivo del azúcar y al mismo tiempo suministraban los esclavos para las tareas. En el Río de la Plata se pagaba por la compra de esclavos a través del trueque con trigo, cuero o lana. La extenuación por el trabajo de los negros esclavos era más barata que la del indígena. Poco a poco, Inglaterra monopolizó el tráfico y el comercio 21 de esclavos (el primer empresario inglés que comerció públicamente con esclavos fue Sir John Hawkins, precursor de las flotas corsarias y de las compañías comerciales que, para no pasar por contrabandistas, pagaban los derechos de licencias y las cargas oficiales; la reina y muchos miembros de la Corte tenían acciones clandestinas en estas empresas ) desplazando a España, Francia, Portugal y Holanda ; a través de doscientos años de contrabando y filibusterismo se apoderó de numerosos dominios de españoles, portugueses y franceses en América violando leyes comerciales y monopolistas; los asientos de esclavos fueron utilizados para la expansión colonial que traía aparejada la conquista económica y política. La piratería en gran escala constituyó hasta el final del siglo XVII una rama importantísima del comercio regular. Esta narración es una breve historia de la realidad. 22 LA POBLACIÓN INDÍGENA A los primeros conquistadores de Indoamérica les importaba descubrir nuevas tierras, adquirir grandes riquezas y sojuzgar a los pueblos conquistados y consideraban equivocadamente a los pobladores como habitantes de la India. Los españoles encontraron a América totalmente poblada con seres humanos distintos entre sí (probablemente no serían autóctonos; provendrían de Asia oriental de donde arribaron hace más de 20.000 años; contactos transpacíficos habrían aportado elementos australianos, melanesios y malayo-polinesios); la mirada europea no fue capaz, por la inexistencia de disciplinas científicas como la etnología y la arqueología, de encontrar una explicación racional para este abigarrado mosaico de seres humanos. A la Argentina arribaron tres corrientes colonizadoras: 1) desde el Paraguay hasta el litoral marítimo, fue la que fundó en 1580 la ciudad de Buenos Aires; 2) desde Chile hacia la región andina, fundó Mendoza en 1560, San Juan en 1562 y San Luis en 1596 (dependió de la Audiencia santiaguina hasta el establecimiento del Virreinato del Río de la Plata); 3) desde la quebrada de Humahuaca hacia la precordillera, que fundó Santiago del Estero en 1560, Tucumán en 1565, Córdoba en 1573 y Salta en 1582 (en esta región la mano de obra indígena era muy abundante y había pequeños establecimientos mineros). La gran mayoría de las más acaudaladas e influyentes familias de la aristocracia vernácula con sus características de nacionalismo a ultranza, férrea convicción cristiana y acendrada actitud de discriminación “racial” eran descendientes de conquistadores españoles y portugueses. 23 La ruptura de los ordenamientos feudales y la construcción social de nuevas formas de convivencia más igualitarias fueron muy lentas debido al arraigo de los prejuicios coloniales contra los diferentes. Más tarde, la política de inmigración masiva serviría de fuerza de trabajo para la elite terrateniente y, al mismo tiempo, permitiría ocupar los territorios arrebatados a los indígenas. La generación del ´80 pidió “manos para labrar la tierra” pero esas tierras ya habían sido repartidas y otorgadas discrecionalmente a los terratenientes; para los pueblos originarios quedaron los campos semiáridos, zonas impenetrables o completamente yermas. Por estas y otras razones, casi la mitad de los cinco millones de extranjeros que llegaron al puerto de Buenos Aires entre 1880 y 1913 volvieron desencantados a su tierra natal. Posteriormente, los nuevos inmigrantes de la Argentina serán paraguayos, chilenos, bolivianos, uruguayos, coreanos y taiwaneses. Después de transcurridos varios siglos desde el genocidio de la población indígena en estas tierras en los tiempos de la conquista y la colonización, estas personas y sus comunidades siguen estando en una situación de exterminio silencioso, progresivo, sistemático e inexorable. Viven en condiciones inhumanas agravadas por las omisiones y el autismo de las autoridades de los estados provincial y nacional que, en general, no les proporciona asistencia humanitaria y sociosanitaria a la medida de sus necesidades reales y sentidas. Los ranchos de barro y ramas donde habitan son en extremo precarios; allí anidan las vinchucas. Pasan días sin ingerir alimentos; carecen de agua potable. La mayoría, especialmente los ancianos, padecen la enfermedad de Chagas – Mazza, tuberculosis, leishmaniosis, tienen altos grados de desnutrición crónica y mueren por inanición, deshidratación, epidemias, hacinamiento, broncopatías y neumonía. 24 Ya en 1580 hubo una drástica caída demográfica de los indígenas que morían por las epidemias, el trabajo forzado y la guerra de conquista; como los indígenas se tornaban insuficientes en número y calidad para el trabajo se incrementó el comercio esclavista de origen africano en toda Indoamérica. El Reino de España tan tranquilo ya que en 1479, por el tratado de Alcaovas, había autorizado la venta de seres humanos en la Península cuyos centros de trata fueron Sevilla y Cádiz. Portugal, primer imperio europeo en conquistar vasta regiones de Africa, proveyó a los españoles de esclavos para que los exportara a sus colonias. Los indígenas primero y los esclavos negros después se hacían cargo de las unidades de producción y de los diversos servicios domésticos; la oligarquía criolla vivía del trabajo de los esclavos. El indígena estaba acostumbrado a las grandes alturas y su muerte no tuvo ni siquiera relevancia económica al ser reemplazados por los negros que eran mejores trabajadores domésticos y muy buenos para las tareas artesanales y agrícologanaderas. La secuencia lineal de la subalternidad, desde aquellas épocas hasta la actualidad, está integrada por una sucesión de indígenas, esclavos negros y mestizos y criollos asalariados. Cerca del 80 % de los 40 millones de indígenas del continente están en situación de pobreza extrema. Las necesidades de esta gente no provoca demasiadas tensiones ni conflictos por su extrema marginalidad geográfica con el consiguiente aislamiento multifactorial; su baja o nula capacidad sociopolítica de reivindicar derechos no contraría ni perturba el status de la dirigencia política. Indoamérica (Hispanoamérica; Latinoamérica; Iberoamérica) es una de las geografías más pobres del mundo y la región andina más pobre aún. Los 25 índices de pobreza superan el 60 % y la riqueza se concentra en menos del 10 – 5 % según las regiones. Las crisis sociales y políticas son cíclicas y constantes cuyo trasfondo es el histórico saqueo de la riqueza nacional. Se hace necesario, no es imposible, cambiar las reglas de juego tradicionales, recuperar la fortaleza del Estado, redistribuir la riqueza y construir nuevos pactos sociales. Los aborígenes son intrusos en sus propias tierras. En algunos parajes de Salta, el 64 % son nativos pertenecientes a las etnias tobas, chorotes, wichis ó matacos (wichi = gente de la tierra; mataco = animal de poco valor) y chulupíes que sobreviven gracias al primitivo trabajo de la caza y de la pesca. Una gran cantidad de estos indígenas ha reemplazado las labores de subsistencia y se ocupan en tareas de desmonte y producción de postes por cuenta de terceros por salarios miserables. Los habitantes nativos tienen severas dificultades para realizar tareas rurales porque se les argumenta, muchas veces, que las tierras son fiscales o se les otorgan o venden a larguísimo plazo y alto costo pequeñísimos minifundios marginales, yermos y faltos de agua cercana y abundante. La educación pública no acaba por respetar las tradiciones de las comunidades indígenas que, además, soportan la marginación económica, social y sanitaria. La mayoría son analfabetos porque las tareas de supervivencia hacen que tempranamente abandonen la escolaridad. Parecen vivir en la prehistoria; poco se respetan sus derechos humanos pero son usados para las campañas políticas a la hora de votar y como “curiosidades” étnicas para turistas acaudalados deseosos de exotismo y aventura. Los territorios indígenas tuvieron gran diversidad biológica pero desde hace mucho tiempo se viene depredando y utilizando irracionalmente los recursos naturales cosas que la sabiduría indígena nunca hizo ni hará. 26 En estas condiciones, los indígenas necesitan más hectáreas de tierra para sobrevivir y pautas respetuosas de convivencia entre ellos y los criollos. La Constitución Argentina de 1994 debería aplicarse con más fuerza en materia de reconocimiento y ejercicio de los derechos de los indígenas que incluye los territoriales. Afortunadamente el 13 de septiembre de 2007, tras veinte años de negociaciones y dilaciones, la ONU aprobó la Declaración de los Derechos Indígenas que protegerá a 370 millones de personas integradas en 5.000 comunidades en todo el mundo. El texto fue ratificado por 143 votos a favor, 4 en contra (EE.UU., Canadá, Australia y Nueva Zelanda) y 11 abstenciones. La Declaración, de 46 artículos, establece los estándares mínimos de respeto a los derechos de los pueblos indígenas que incluyen la propiedad de sus tierras, los recursos naturales de sus territorios, la preservación de sus conocimientos tradicionales y la autodeterminación. Así sea! Siguen en vigencia algunas de las afirmaciones, que todavía impresionan profundamente, que hiciera el pensador alemán Hermann Keyserling que visitara nuestro país con asiduidad. En sus “Meditaciones sudamericanas” definía a Sudamérica como el continente del tercer día de la Creación. No se vive allí desde el espíritu, sino desde la tierra. El sudamericano es absolutamente hombre telúrico; desde la tierra analiza las formas de vida, la significación de las fuerzas simbólicas; no se vive dentro de un orden racional sino dentro de un orden emocional. El entusiasmo, el olvido, el hastío que constituye parte del carácter argentino derivan de la preeminencia del orden emocional en la vida de nuestro pueblo. El hombre argentino, en general, no se deja guiar por ideas abstractas, por reflexiones o cálculos. Es hombre de impulsos, de presentimientos, de intuiciones; no piensa, siente decía Scalabrini Ortíz. El argentino prefiere la improvisación; ante los imperativos de la amistad o del agradecimiento le 27 parece postergables las más severas normas éticas; viola o desconoce las convenciones, las normas y la ley. Un rasgo generoso y solidario, un rapto de audacia, una entrega total a un sentimiento es mucho más valioso que la sujeción a rígidos principios racionales. Todo esto parece provenir del espíritu de la tierra y de la actitud vital del gaucho. La raíz de la actitud psicológica, social y cultural de los argentinos de estas latitudes proviene de su singular relación con la tierra. La tierra es una realidad brutal; es lo más seguro bajo el pie y bajo la espalda, cuando ha concluido la marcha. La tierra es la verdad definitiva, la primera y la última: es la vida y es la muerte. La tierra tiene secretos que hay que desentrañar si se quiere acordar la existencia humana con los ritmos de la armonía cósmica. Fue primero la actitud del conquistador la que creó esta relación; vino a buscar oro y sólo encontró inmensidades por eso buscó el dominio brutal y desamorado como represalia. Más tarde llegó el colonizador que también venía a buscar riqueza pero sabiendo que tenía que apropiarse de la tierra y arrancarle lo que tuviera con lucha, coraje, con brazos sin el designio de asentarse en ella. Los que permanecieron fueron los indígenas, los criollos y los mestizos que quedaron atados a un pasado de explotación, vergüenza y odio por las humillaciones recibidas y acumularon resentimiento hacia la metrópoli española. Las minorías europeizantes cubrieron y se apropiaron de la tierra y de sus hombres; las mayorías penetradas por el miedo, instituciones, normas, principios que nadie entendía ni acataba espontáneamente sino bajo la fuerza y la muerte se sometieron y se tornaron periféricas y extrañas. Aún hoy padecemos el anacronismo entre la estructura formal y la vida social y política de nuestro país. 28 INDIOS / INDÍGENAS INDIGENISMO / INDIANISMO La categoría “indio” surge en América con el orden colonial; antes no había indios, sino pueblos diversos con identidades propias para cada uno de ellos. Indio es el colonizado, el sojuzgado, el diferente, el inferior, la barbarie a la que hay que civilizar y evangelizar para justificar su dominación; todo esto va más allá de las diferencias o de las particularidades étnicas. Para el año 1977 (Centro Antropológico de Documentación para América Latina – CADAL -) se estimaba la presencia de 30 millones de indígenas distribuídos en 409 grupos o etnias. Desde el punto de vista socioeconómico algunos grupos se incorporaron plenamente a la sociedad de mercado capitalista y los más quedaron arrinconados en zonas remotas y viven de la caza, la pesca o la recolección; su articulación con la sociedad dominante depende de sus conocimientos y sus bases tecnológicas. Las demandas indias son recurrentes a través del tiempo y su perfil se sintetiza en el énfasis puesto en la dominación colonial y la oposición entre dos civilizaciones, la occidental invasora y la india colonizada y, por otra parte, la formación de organizaciones puramente indígenas que defienden su propio proyecto político sin intentar cambiar la civilización occidental. Se ven así mismos como una clase subalterna, sojuzgada y controlada por el enemigo común que es la burguesía occidental. Reivindican, desde siempre: 29 • La defensa y recuperación de la tierra: reivindicación de sus tierras ocupadas, defensa de la tierra comunal, ampliación del territorio para atender a la expansión demográfica, delimitación de resguardo para grupos tribales de la selva, defensa de las fuentes de agua y de los bosques. Todo esto indica que además de las razones económicas hay necesidades y sentimientos de conservar una cultura arraigada en la relación con la naturaleza. • El reconocimiento de la especificidad étnica y cultural: hay derecho a la diferencia, a la defensa de sus idiomas, al ejercicio de las prácticas tecnológicas tradicionales, a que se respete su organización familiar y social, a respetar sus sistemas ideológicos, mitos, cosmogonías, valores; que se permita la reivindicación de su historia y de sus sistemas de autoridad y representación. • La igualdad de derechos frente al Estado: para acabar con la discriminación, para que el trato sea igualitario y considerado por la Justicia en los casos de penalización, para tener servicios públicos de buena calidad tales como escuelas, hospitales, caminos; para que las autoridades locales sean indios. • La erradicación de la represión y la violencia: evitar las imposiciones por la fuerza, violaciones, cárcel, asesinatos por parte de policías, gendarmes, ejército, comerciantes, guardias rurales armados o por los propios caciques. • La no aceptación de la planificación familiar: que en todo caso tiende a limitar el crecimiento demográfico así como experimentar métodos de anticoncepción incitando o imponiendo a las mujeres su uso. • Turismo, artesanías y respeto a las expresiones culturales indias: lo territorios indígenas no son curiosidades y no debieran convertirse en centros de atracción turística; no se debe seguir con la práctica de 30 mal pagar los trabajos artesanales que son vendidos en grandes plazas urbanas a precios excesivos cotizados en moneda extranjera; no se debe banalizar y burlarse de su música, sus danzas, ritos, ceremonias que son parte esencial de sus tradiciones y expresiones de identidad, lucha y resistencia y mucho menos servirse de ellas comercialmente. El término indigenismo designa diversos enfoques humanistas sobre los pueblos originarios así como propuestas políticas y culturales relativas a su problemática; trabaja la problemática desde afuera. El indianismo, se refiere a las proposiciones y reivindicaciones de los propios indígenas. La conquista española, como hemos señalado, implicó un proceso sistemático y planificado de destrucción y aculturación de los pueblos originarios de estas tierras a pesar de algunas actitudes rescatables en contrario como la de los frailes Bartolomé de las Casas y Bernardino de Sahagún que lograron cierta permeabilidad de sus ideas ante la Corona Española sumado a algunas Leyes de Indias presuntamente equilibradas y humanas pero que fueron aplicadas o instrumentadas perversamente en tierras americanas por los delegados de esa misma Corona. Algunas lenguas conquistadores indígenas con el fueron propósito preservadas de utilizarlas por para los los propios fines evangelizadores. Las luchas por la independencia tuvieron su momento indigenista reconociendo los derechos a los indios y hasta se propuso un proyecto político de monarquía incaica sostenido por Manuel Belgrano. Las nuevas repúblicas independientes agravaron las condiciones de degradación y marginalidad de los indígenas especialmente durante las campañas de exterminio ejecutadas en el siglo XIX en Argentina y Chile prototípicas del darwinismo social. La cultura indígena ancestral y la andina en particular no se expresa mucho y recién ahora está dejando el silencio; pero nunca dejó de transmitirse el 31 mensaje de generación en generación. Hablar del Imperio Inca es un error, mejor es hablar del “incario”. La cultura andina y los pueblos andinos de costa, de sierra y de selva o amazonia, cuando llegaron los europeos, no estaba tan desarrollada como para constituir un imperio; la forma originaria del gobierno no tenía un soporte militar sofisticado que asegurara un poder político dominante; era una civilización de bien, culta, no preparada para la guerra. La economía del incario se desarrollaba en función de las economías regionales (suyos) y tenía alta eficacia en los contralores estadísticos que se manejaban con “quipus”, asimilables a los actuales códigos de barra o puntos (quipus = mensajes codificados nemotécnicos; son hilos gruesos, largos, horizontales con cordeles verticalmente sostenidos con diez colores diferentes). El incario no era una sociedad esclavista ni burguesa, era una cultura comunitaria; tenían una economía acumulativa; la producción por el trabajo se dividía en tres: para el sol, para el inca y para el pueblo. Cada familia gastaba en la medida de lo que podía y había ollas comunes. El pueblo producía en sus tierras; llevaban los productos a sus casas dejando una parte como impuesto. Tenían un sistema de redistribución de productos naturales y de manufacturas pero sin dinero; intercambiaban productos entre regiones cercanas y se autoabastecían. La Revolución Mexicana de 1910 y con mayor fuerza a partir de 1940 hace que se plante y desarrolle el movimiento indigenista en nuestro continente que subraya el derecho de los pueblos indios a ser protagonistas de su historia y gestores de su propio destino. A partir de allí, muy lentamente, se empezó a construir una política con los indios y no para los indios considerando la pluralidad étnica como un recurso y no como un obstáculo para la construcción de los países. Sin embargo, muchas de las políticas acabaron por asimilar a los indios destruyendo su identidad. La disparidad de fuerzas y el poder de la 32 sociedad global, a pesar de la enunciación de buenas intenciones, ha sido la incorporación forzosa, la transculturación, el etnocidio, la desintegración, la marginación y la inserción de muchos indígenas como parte de los sectores sociales explotados. La consecuencia de varios siglos de marginación, persecución y exterminio interfirieron e impidieron que las culturas amerindias siguieran su evolución. La exaltación del indígena como símbolo de la identidad nacional caracterizó varias revoluciones indoamericanas: la mexicana, la guatemalteca, la boliviana, la peruana, la zapatista de Chiapas y esto no acabó ya que la lucha por la dignidad continuará. 33 LOS DESAFILIADOS El término desafiliar, incorporado a la sociología, denota negativamente la incorporación o la inscripción de las personas en una organización o en un grupo social. La Argentina, es un vasto territorio geográficamente complejo, poliétnico, de alto riesgo social, diverso, con una amplia mayoría del pueblo de toda edad en condiciones de pobreza que difícilmente se indigna por su condición o reivindica sus derechos y no suele oponerse a los mandarines lugareños. Mucha de esta gente no pudo alcanzar su condición de ciudadanía, sólo se puede describir cuando se ha caminado verdaderamente estas tierras; sus caras son poco vistas; jamás aparecen en los medios excepto en noticias de catástrofes o en policiales cuando son víctimas o victimarios y no se reconoce y asume que suelen ser víctimas todo el tiempo; sobreviven en ambientes invisibles, se degradan, mueren prematuramente, no tienen futuro, reproducen la misma pobreza compleja y estructural generación tras generación. Esta sociodemografía especial que funciona dentro de un contexto cultural, antropológico, étnico y económico de características muy particulares hacen que la sociedad y los individuos no generen, la más de las veces, actos con significación social tanto individual como grupalmente; no hay, tampoco, una incorporación mayoritaria de una idea de los valores salvo los atinentes a la subsistencia y por estas y otras razones no han logrado construir una estructura social apta y la acción social es débil o inexistente. 34 En la Argentina, como en otros lugares, si uno se vincula con la gente importante y se acepta de que son ellos los que mandan, seguramente todo va a andar bien y no van haber problemas y hasta unas cuantas dádivas se pueden conseguir. Hay abundantes moralistas que aborrecen la pobreza pero no hacen en la práctica nada por mermarla o hacerla más digna. Se dice que vamos y debemos cuidar a nuestra niñez y juventud porque son el futuro de la sociedad y de la Patria y en la práctica solemos condicionarlos para que sirvan a nuestro propio futuro generacional y a nuestros intereses y no a los de ellos. No hay, hasta ahora, una verdadera democratización del poder aunque se ha avanzado bastante; compartir el poder invitando a la participación social activa tornando el pensamiento en acto se asume como alto riesgo político y de gobernabilidad. Para muchos, los reclamos y las reivindicaciones sociales emergentes son una amenaza intolerable y peligrosa para el sistema de dominación existente. No es casual, que una de las primeras manifestaciones de movimiento social contestatario hasta que se institucionalizó el piqueterismo en la Argentina en el que participaron miembros de la clase media alta que protestaron y tomaron las calles de la city porteña para que les devolvieran sus plazos fijos en dólares, la clase media en movilidad social descendente clonando nuevos pobres todos los días y una masa creciente de desocupados cuyo estigma y carencia de futuro era y es la falta de educación y capacitación en un mundo actual muy sofisticado, de alta demanda de saberes puestos en acción por medio de tecnologías de lo más variadas se haya producido en una “isla” de bienestar, movilidad, rentabilidad ascendente, privilegios y sobreprotección como la comunidad petrolera y gasífera del norte de Salta en Mosconi, Vespucio, Tartagal y Campo Duran. 35 Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) al margen de su realidad empresarial, industrial, tecnológica desde su creación y mientras la Nación la poseyó para subastarla al extranjero por nada y para nada, fue para los profesionales, técnicos, trabajadores y empleados una gran madre sobreprotectora que cultivó en su gente una profunda incapacidad para la lucha y la vida fuera de su regazo. La inercia, la creencia inocente en la permanencia de los status, la no conciencia de la temporalidad de las cosas, la creencia en una fuente inagotable de recursos no renovables que favorecen en todo caso la vida, el ascenso y el bienestar de la “familia ypefiana” instalada en un contexto de tierra naturalmente selvática pero yerma por falta de trabajo humano en ella; con población fundamentalmente indígena boyando indefinidamente; con una frontera próxima absolutamente permeable a todo tipo de actividades no santas pero lucrativas no para los bagayeros de lomo curvo, piel sudorosa, resecos por la desnutrición y el coqueo sino para los traficantes, comerciantes de toldería, aduanas corruptas y gendarmes mal pagados. 36 EN LA BÚSQUEDA DE LA IDENTIDAD NACIONAL “Le alvertiré que en mi pago Ya no va quedando un criollo Se los ha tragao el hoyo, O juido o muerto en la guerra; Porque, amigo, en esta tierra Nunca se acaba el embrollo” Cruz en el “Martín Fierro” “La sociología es una ciencia que se propone comprender por interpretación los significados internos de las conductas sociales y llegar de este modo a su explicación causal (Max Weber). La sociedad Argentina es inmigratoria y “migratoria”; esto es muy importante para explicarla y comprender sus transculturaciones y el producto social de su existencia histórica. En nuestro caso, estas transculturaciones fueron organizadas, forzadas y crueles, para plegar la cultura de nuestros nativos a las necesidades y designios de los grupos dominantes (éstos se suelen denominar colonizadores o conquistadores). Las instituciones de nuestro país no respetaron las realidades sociológicas y se impusieron a través del formalismo, las reglas, las normas, el saber hacer de un modelo conveniente con un orden preestablecido; a poco andar, estas 37 instituciones se convirtieron en “cosas fijas” que se adinamizaron y se apartaron de la sociedad; sus efectos –según las épocas- han sido inconsistentes, débiles y discontínuos. El estilo de vida de la sociedad argentina nativa preexistente a la conquista estaba configurado de otra manera y no tenía afán económico al uso del estilo de vida europeo. La irrupción y la transculturación no permitió, de una sola vez, construir una estructura social, por ello, siempre tuvimos un conflicto no superado entre el estilo transculturado y la sociedad preexistente, es decir, un país invertebrado, con características por momentos caótica, con crisis reiteradas, con tomas de posición pendulares en materia de organización social, política, económica y con gran movilidad social. No se pudo construir una “sociedad global” (Gurvitch) con soberanía social en una unidad de estructura social más amplia que es el Estado-Nación. Tenemos una orientación “asocial” de nuestras conductas que se basan en el individualismo y los choques culturales y políticos, a veces tintos en sangre. A través de nuestra historia, no nos permitimos la construcción de una conciencia colectiva de Nación. Tuvimos y tenemos tendencias abusivas de poner “realidades” extranjeras para taponar las realidades nacionales. El ser “país”, depende exclusivamente de la sociedad global en que se nace y que tiene que desarrollarse como tal. Así como la personalidad básica del pueblo francés es el racionalismo, la del español la pasión, la del inglés la organización, la del italiano el temperamento, el argentino tiene algunas o todas de las características siguientes (Mafud): desarraigo social, viveza criolla, insatisfacción afectiva, sentimentalidad, culto al coraje o machismo, miedo al ridículo, descreimiento y hasta desprecio por la ley, culto de la amistad, exaltación yoísta o individualismo, culto materno, irracionalidad, creatividad 38 individual, mimetismo extranjerizante, soledad, tristeza, escasa participación activa (estamos solos y esperamos), insolidaridad en bonanza. Nuestro país no está bien integrado y estructurado; no tiene un continuo sociocultural en su historiografía. En nuestros orígenes constitucionales coexistían el indígena, el gaucho y el inmigrante; somos un país transculturalizado y nuestro comportamiento no depende sólo de las condiciones económicas de nuestra sociedad, como algunos creen y afirman. No hemos podido internalizar previo reconocimiento y aceptación, los desajustes, los cambios, las luchas, las marchas y contramarchas, los conflictos facciosos que nos llevaron a profundos desencuentros; no hemos logrado elaborar una conciencia colectiva de nuestra historia. Una sociedad bien constituída puede lograr un “equilibrio dinámico” si es que está integrada, es decir, sus individuos y grupos se interrelacionan y hay ajuste y articulación en sus estructuras parciales o de status sociales. Cuando esto no sucede se produce el conflicto como expresión del desajuste, que anticipa o prefigura la desintegración. Una sociedad supone una pluralidad de elementos con relación funcional recíproca, con estructuras parciales comunicadas entre sí y no yuxtapuestas; la sociedad no es sólo un conjunto de instituciones. Las sociedades no se pueden gobernar (conducir, orientar) con procedimientos rígidos, con violencia, con fetichismos metodológicos y técnicos, con fundamentalismos doctrinarios o principistas; no se puede y no conviene someter la realidad a las ideas o taponar nuestros errores. La Argentina no posee herencia social; lo seguro es nuestra hibridez resultante de la fundición de sangre indígena y española con la que se constituyó el mestizo. Somos, históricamente, hijos sin raigambre ni afincamiento; somos habitantes de la nada. Dos mundos, totales y cerrados, se rompieron y astillaron al encontrarse, el indígena y el hombre blanco. 39 Los hombres no se aglutinan por estar en un espacio sino viviendo y compartiendo sentimientos, costumbres, hábitos. Hasta aquí se hace difícil estudiar y definir el ser argentino como ser nacional. Un carácter nacional surge cuando existe un acondicionamiento sociocultural que determine ciertos rasgos caracterológicos primarios o básicos que se estabilizan y crezcan “fijando” en el pueblo esos caracteres básicos que apuntan a un equilibrio social, cultural y económico del que emerge un estilo de vida regular y unitivo. Cuando esto no sucede, las presiones y los cambios alteran la estructura psicológica del carácter social y ésta se perturba y entra en conflicto. El conflicto social produce en los individuos y en los grupos ansiedad, frustraciones y más conflictos; las instituciones –en actitud autodefensiva- ejercen violencia, arbitrariedades e imposiciones. El conflicto no puede durar permanentemente; ninguna sociedad puede soportar, sin graves riesgos, que la amenacen, la presionen, la obliguen a cambiar o a aceptar sin más aquello que le imponen más allá de un nivel determinado. La confrontación de estilos en la sociedad es siempre violenta y más aún en la sociedad argentina que no es simple, que no es unitiva y que tiene estilos constituyentes yuxtapuestos (se creyó que los argentinos íbamos a surgir como sociedad global a partir del “crisol de razas”; los que sostenían esta idea desconocieron o no pensaron en los efectos desintegradores de las sucesivas transculturaciones que padecimos los habitantes de esta tierra). Argentina no tiene continuidad; su alma se construyó con rupturas: exterminamos al indígena y fabricamos un vacío que no se llenó; repetimos lo mismo desalojando al gaucho; creímos que con los inmigrantes íbamos a llenar los dos vacíos; tampoco pudimos ser un país europeo; así nos quedamos como históricosocial. país inconcluso desgarrado y sin continuidad 40 La memoria argentina es cíclica: registra, recuerda y olvida; no tenemos ídolos triunfantes y logrados totalmente y la mayoría de nuestros próceres han muerto en el exilio, en la extrema pobreza y olvido o se han suicidado. Permanentemente demolemos y reedificamos; cada uno pretende realizar su propia historia o “ser la historia”; partimos de cero en cada quiebre o ruptura e intentamos ir hacia delante sin continuidad, persistencia, engarce y sentido. No creemos mucho en los absolutos políticos o culturales y nada en el Estado para el que tenemos desconfianza, indiferencia y escepticismo (mucho ha hecho el Estado, desde sus orígenes, para defraudarnos pero sí exigió siempre moralidad, respeto y cumplimiento estricto de las obligaciones por parte de los ciudadanos). Hoy la influencia exterior o extranjera no es sólo cultural, es casi exclusivamente material y económica; caímos conquistados por los intereses económicos (la colonia es una vaca lechera; Luis XIV). El poder del dinero y la dominación económica provocan la enfermedad de la desintegración y disolución social, el desarraigo, las ganas compulsivas de abandonar el país. El imperialismo europeo en América Latina no ha cesado y está en pugna por la dominación con los EE.UU. que reutiliza la “diplomacia del dólar” justificando su acción con el paradigma de la Doctrina Monroe: “América para los americanos” (qué americanos?). Hoy tenemos a los mismos conquistadores de siempre y los que están entre nosotros son los cómplices o los gerentes; el capitalismo internacional controla todas las economías de los países latinoamericanos, ejercen sobre ellos el poder económico, condicionan y debilitan a sus Estados. Ya no es necesario el peso de las armas y el derecho del conquistador; hay otros argumentos y procedimientos para justificar y defender el mismo estado de 41 cosas: el saqueo económico y la esclavitud política; son distintos caballos de Troya. El capitalismo argentino no “trabaja” sistemáticamente para la inversión, la producción, el desarrollo, el empleo, sino para hacer fortuna rápidamente aprovechando situaciones socioeconómicas anormales, inflaciones, relaciones políticas; por ello, el contrabando, la evasión de impuestos, los enriquecimientos ilícitos, la fuga de capitales son moneda corriente en nuestro país. Para los argentinos siempre todo tiempo pasado fue y será mejor; actualmente, el presente socavó los sueños y el futuro no se avizora para poder cumplir las idealizaciones sentidas. La corrupción crónica de algunos gobiernos está íntimamente ligada a los deseos de expansión y penetración de la banca internacional privada que no vacila en hacer infinitos tratados secretos entre gobiernos corruptos y monopolios metamorfoseados en compañías, empresas, partidos, organizaciones financieras, económicas, políticas y culturales. E. Martínez Estrada tenía razón cuando decía: “sin un plan social de justicia el progreso es una maldición” y Juan B. Alberdi: “No hay mejor ni más seguro medio de empobrecer un país que el de dar a su gobierno el cuidado de enriquecerlo”. No existiendo un orden social estable, orgánico, depositamos toda la acción institucional en el Estado y sus instituciones, admitimos la centralización de Buenos Aires sobre el país, no consolidamos la organización federativa de las provincias y de la República y consentimos que las fuerzas armadas y las policías fuertes se hayan convertido en apéndices del Estado para conservar el orden nacional; llegamos a internalizar la idea de que gobernar es mandar; hemos abusado de las leyes punitivas, de las leyes y decretos de excepción, del Estado de guerra interna, del Estado de sitio, del Estado de emergencia...; muchas veces se ejerció la autoridad sin justicia. 42 La idea de un país libre y justo como querían San Martín, Belgrano, Paz y otros se redujo a una simple conquista de partidos políticos que no perseguían ideales colectivos, fueron un fin en sí mismos, predominó la absolutización política o militar en el país; todo ello devino en esta crisis de legalidad y legitimidad y en la exaltación disolvente de grupos sociales inarticulados. Las propuestas alternativas que se podrían discutir para luego implantarlas por consenso para nuestro mejoramiento social podrían ser: estructuración de un estilo de vida global y nacional común a todos y que no margine ni niegue las viejas raíces subyacentes; construir en forma organizada instituciones pluralistas; cohesionar, lo más que se pueda, los status sociales e integrarlos; limitar y hacer eficiente la actividad estatal; desarrollar una convivencia social despolitizada-despartidizada y una moral comunitaria; lograr un mayor entroncamiento con América; todo esto podría ser una próxima etapa del proceso social hacia una sociedad nacional y americana. 43 EL ENCANTO DE SER ARGENTINOS Los argentinos nos sentimos habitando la sucursal o el furgón de cola del mundo y hasta algunos argentinos quieren demostrarnos como Marcos Aguinis en sus “El atroz encanto de ser argentinos” I y II que hay obstáculos psicológicos, sociales, culturales y económicos que nos impiden dar el salto como país, que no nos gusta cambiar y que nos aferramos a viejas formas de pensar y de actuar frente a los problemas. Se pretexta que una de las razones que permite explicar nuestra realidad como país y nación es la culpa que tienen quienes nos colonizaron brutalmente humillando y matando a los habitantes originarios y degradando y descalificando todo lo americano hasta hacernos sentir como inferiores y con desconfianza hacia nuestras propias capacidades, haciéndonos creer de que nunca podremos hacer algo en contra de los poderosos y tomar nuestras propias decisiones y que seguiremos viviendo enclaustrados en un pensamiento dogmático, formalista y estrecho que nos trajeron a América y que pasó a la acción y penetró y se incorporó a nuestra vida; se supone que eso que aprendimos sigue tan vigente. Las autoridades políticas se aferraron a principios que en algún momento fueron adecuados pero que dejaron de serlo, no lo advirtieron, no quisieron darse cuenta, no pudieron soportar las presiones de dentro o de afuera y no se atrevieron a cambiar o cuando lo hicieron no llegaron nunca hasta el fondo. Algunos suponen que hacer unas pocas y débiles reformas políticas son suficientes para volverse democrático o crecer económicamente sin tocar o hacer adaptaciones y adecuaciones en las instituciones, en las leyes, en la infraestructura, en los modos de acción de los sistemas que empleamos y en el ejercicio del poder que debe sustentarlos con ejemplaridad, confianza, convicción y 44 autocrítica. En una especie de irrealismo mágico, creemos que podemos cambiar una parte sin cambiar el todo, alterando, reformando, maquillando lo que no nos gusta o conviene dejando intacto todo lo demás e insistiendo machaconamente en imitar casi todo lo de afuera. Todavía nuestra circunstancia Argentina y americana está atada a una concepción del mundo euro o usacéntrica. Hay mucha historia que indica que los argentinos quisimos ser como los hoy llamados países desarrollados del mundo y adoptamos en consonancia con ello proyectos trasplantados y muchas veces impuestos que a la corta o a la larga nos han resultado inservibles; pretendimos vestirnos a la moderna imponiendo ideas, leyes e instituciones que no formaban parte de nuestro pensar y sentir y además, como si esto fuera poco, agregamos pompa, formalidad y grandilocuencia a proyectos y modelos que nos aseguraban progreso, crecimiento y desarrollo contínuo y cuyos resultados fueron desastrosos e improductivos la mayoría de las veces construyendo instituciones como enormes elefantes blancos llenos de burocracia que consumen recursos, tiempo, se corrompen y construyen ideas falsas acerca de nuestra romántica idea de la patria grande, pomposa, rica pero sin medida de la realidad. Hasta hoy nos consideramos víctimas de los españoles conquistadores del ayer o de los estadounidenses imperialistas de hoy. Siempre es posible encontrar instrumentos y políticas públicas que pueden compensar los vaivenes de las coyunturas internacionales y una voluntad, compromiso y participación cívica para el cambio condición necesaria y suficiente para lograrlo. Tenemos un país grande que podemos entre todos hacerlo más justo y si es así, será encantador ser argentinos. 45 VIVEZA CRIOLLA La viveza criolla en la Argentina es una de las causas de las reiteradas crisis que padecemos en lo político, social, económico, cultural y moral. Tenemos una cultura que se basa principalmente en el principio del placer y en la evitación del esfuerzo y el trabajo, cierta indiferencia por el bien común, una supremacía de los intereses individuales, espíritu corporativo, sectorial y faccioso, una responsabilidad social de baja intensidad, depredación oportunista que nos impulsa a obtener el máximo provecho ante la más mínima oportunidad sin escatimar los medios sin preocuparnos demasiado por los perjuicios que se puedan ocasionar. Estas características han permitido construir y arraigar en nuestra sociedad una axiología muy particular que se ha transformado en creencias, hábitos, normas que influyen en nuestra cosmovisión hacia adentro y hacia fuera del país. Estos disvalores impregnan a gran parte de la sociedad civil, a las instituciones y a los gobiernos. Dado este perfil aparecen manifestaciones indeseables del comportamiento social: - Corrupción que se extiende por las instituciones adoptando la forma de prebendas, apropiación directa o indirecta de fondos públicos, clientelismo, mala asignación de los recursos del Estado, predominio del beneficio de los funcionarios en detrimento del interés público. - Individualismo extremo con falta de confianza hacia los demás lo que implica una baja capacidad para construir capital social y asociarse con objetivos comunitarios. Esto inhibe el desarrollo económico y perjudica la salud funcional de las instituciones. - La anomia que es una forma de comportamiento individual y social que nos aleja de las normas aceptadas y legitimadas por la sociedad. 46 Esto debilita la moral común y es una forma grave de desviación social y política. Con toda facilidad y liviandad solemos omitir, alterar o reemplazar las normas establecidas. - El manejo de la culpa que nos lleva casi siempre a responsabilizar a otros de nuestros errores, nos tornamos paranoicos y hacemos uso abusivo de la autoindulgencia. La viveza criolla lleva muchos años entre nosotros como fenómeno social y es causa psicosocial de las complicaciones en el desarrollo del país por sus consecuencias. Hay una cierta tendencia cultural y hasta orgullo y autocomplacencia por la admiración de la viveza criolla, que se observa y se festeja desde hace muchos años. El argentino se considera rápido, de respuesta sagaz y con vasta experiencia de la vida por la mucha calle. Borges describió al argentino diciendo que "El argentino suele carecer de conducta moral, pero no intelectual; pasar por un inmoral le importa menos que pasar por un zonzo. La deshonestidad, según se sabe, goza de la veneración general y se llama viveza criolla". La viveza criolla suele constituir un estilo de vida, conducta o comportamiento que fascina a algunos grupos sociales, por interpretarla como una capacidad especial más digna de admiración que de rechazo. De estos grupos propensos a la viveza criolla surgieron, entre otros, muchos políticos, dirigentes, líderes argentinos, lo cual resulta increíble pero cierto. El ejercicio de la viveza criolla evidencia una egolatría con pies de barro, un afán de superioridad a costa del prójimo y una energía que se diluye en acciones estériles. Los demás, para los vivos, son seres estúpidos que sufren las estocadas o responden con impericia, en nuestra jerga se llaman zonzos o giles. 47 El considerado "vivo" se siente el centro del mundo; si las cosas le salen mal, la culpa la tiene otro. Proclama que todo lo sabe y todo lo puede. Desborda capacidad para encarar cualquier iniciativa y asumir cualquier trabajo, por encumbrado o difícil que sea. Si lo eligen para un alto cargo, no se detiene a pensar en las dificultades inherentes a esa función, la posible falta de entrenamiento o su total carencia de aptitud. El vivo aparenta inteligencia, conocimientos, brillo y ejerce seducción. Pero se basa en la mala fe, el engaño y la inmoralidad (habitualmente son oportunistas, falsos, sobradores, holgazanes, coimeros y ventajeros). Es un maestro del fraude, que empaqueta con fina seducción; desprecia la ley y más aún: la ley es un obstáculo que se debe saltear o burlar. ¡Siempre! El fraude jamás lo escandaliza, porque constituye uno de sus recursos más frecuentes (Marcos Aguinis) Hemos acumulado a lo largo del tiempo aforismos, sentencias y pensamientos que revelan la esencia de la viveza criolla: "El vivo vive del zonzo, y el zonzo de su trabajo" “Yo, argentino”, que es el reconocimiento de aquel que no se juega por principios. La "mano de Dios" con la que Maradona hizo un gol a los ingleses en 1986 y que se celebra como una viveza que produjo el beneficio del triunfo. "Madrugar antes de que te madruguen" que significa actuar rápido para engañar a los demás. Madrugar es sorprender, es golpear primero. Es asegurarse la parálisis del otro para que ni siquiera haya réplica. "Al que madruga Dios lo ayuda" y "no por mucho madrugar amanece más temprano" "Si uno no joroba, lo joroban." El “caballo del comisario”, para referirse a una persona con “cuña” o poder, a favor de quien se realiza cualquier arbitrariedad. "Siempre primero yo", aunque sea pisando a los demás. 48 "Total, si no robo yo, robará otro" "A mí nadie me ganará de mano" "El fin justifica los medios" "Los de afuera son de palo". Los de afuera no deben meterse. "Hecha la ley, hecha la trampa" “Roba pero hace” “Candidatos políticos testimoniales” Conviene reflexionar acerca de estas cosas porque están ligadas a la comprensión y superación de elementos negativos del inconciente colectivo y que tienen que ver con el desarrollo integral de nuestro país que todo lo tiene y reconocer que muchos de sus problemas y crisis están más ligadas a nuestras conductas y formas de ser y actuar que a factores externos. 49 LOS VALORES CULTURALES SON NECESARIOS La vida económica y los lazos sociales están profundamente vinculados y el dinero, lejos de ser un valor de cambio neutral, tiene una moral propia y un significado cultural. La sociología económica es una alternativa al modelo económico ortodoxo, que se está quebrando, con la idea de que el mercado es supuestamente libre y racional y los valores culturales y los lazos sociales no son necesarios para entender cómo funciona; pero no es así. Los valores culturales son necesarios para entender al mercado y la sociología económica demuestra cómo la economía es tan social como la religión o la familia. Los mercados supuestamente más hiperracionales, como el financiero, también son culturales y sociales. Lo vimos dramáticamente con la crisis financiera, en la que todas esas redes sociales se convirtieron en trampas feroces, porque no estaban basadas en un modelo de costo-beneficio, sino que la gente invertía en ciertas cosas porque conocía a otra gente y le tenía confianza. La crisis demostró públicamente que no existe un mercado libre y racional, sino formas de regularlo. Es un ejemplo de la profundidad y la importancia de los vínculos sociales y cómo influyen en decidir dónde la gente invierte, según las ideas culturales sobre cómo es prudente invertir o no y las concepciones del futuro. 50 En general los objetos de consumo son formas de mantener los vínculos sociales y afectivos, de enriquecerlos. La imagen solamente materialista del dinero es falsa, y se basa en la teoría de que la vida cotidiana y el mundo económico son esferas separadas y hostiles. Definir el consumo únicamente como algo degradante y que corrompe los vínculos sociales es una visión muy simplista e irreal. El mundo económico serio y vital no consiste sólo en las empresas, corporaciones y mercados grandes, sino que permite incluir la importancia humana de la actividad económica, del cuidado de las personas, del consumo, de la moralidad y la ética, que son cosas tan serias como estudiar empresas. También, la existencia de nuevos tipos de organización económica, como los microcréditos, la economía de las remesas, nuevas formas de crédito y prestamos a través de redes sociales, incluso Internet, y la economía informal, que tienen un enorme valor macroeconómico a pesar de su status marginal. Y a detectar desigualdades de género: a menudo la economía "seria" es del mundo de los hombres y la menos importante es la de las mujeres. Los empleos en los que se están perdiendo más puestos son de hombres. Algunos estudios encuentran que cuando la mujer gana menos que su pareja el hombre aporta más en las tareas domésticas. Pero cuando la mujer gana lo mismo o más, el hombre empieza a hacer menos en el hogar. A menudo cuando las mujeres ganan igual, el dinero de la mujer se "marca" distinto, se lo reserva para las vacaciones o para el colegio de los chicos. Se crean problemas por no reconocer que se puede combinar el pago con el afecto. Hay que prestar más atención a qué tipo de conexión económica corresponde a distintas situaciones sociales. Si decimos que lo sentimental no tiene nada que ver con lo económico, nos equivocamos. 51 ARISTÓTELES Y LAS ELECCIONES Es bueno reponer al viejo Aristóteles (384-322 a C.), filósofo y científico griego, considerado, junto a Platón y Sócrates, como uno de los pensadores más destacados de la antigua filosofía griega y posiblemente el más influyente en el conjunto de toda la filosofía occidental y colocarlo por medio de esta líneas al alcance de la opinión pública y en la conciencia de los ciudadanos que votan en las elecciones. De su obra “La Política” transcribiremos con cierta libertad algunos extractos “De las revoluciones y de los cambios ocasionados por sediciones en los Estados republicanos” (Libro octavo). La distribución de los empleos en forma injusta, las riquezas y los honores adquiridos sin razón justificada, sin título alguno y sin ningún derecho; el ultraje, el temor, la superioridad de los menos, el menosprecio, el desproporcionado crecimiento de una parte del Estado, intrigas, negligencias, diferencias de costumbres, la violencia, la codicia de los que gobiernan satisfecha a costa de los particulares o a expensas del Estado, la excesiva preeminencia de uno solo o varios miembros de un gobierno; todo esto lleva a la sublevación. La democracia es más estable y menos expuesta a revoluciones que la oligarquía, la aristocracia o la tiranía. El pueblo no se rebela jamás contra sí mismo; los que aspiran a la igualdad se agitan, si a pesar de la igualdad de derechos se creen inferiores en algún concepto a cierta clase privilegiada y también si los partidarios de la desigualdad y el privilegio si suponen que no tienen en el poder más parte que los otros, es decir, los que estando en situación inferior aspiran a la igualdad; los que siendo iguales pretenden ser superiores. Las revoluciones surgen, no por cosas pequeñas, sino por pequeñas causas; el objeto de ellas 52 siempre es importante, aunque las causas determinantes sean minúsculas. Todas las causas, por mínimas que sean, cuando se rozan con los jefes de Estado o con sus intereses, adquieren verdadera gravedad. Las discusiones entre los personajes más notables se transmiten al pueblo por entero y acaloran a todos los ciudadanos. No hay nada duradero como no se funde en una igualdad proporcional, conservando cada uno el goce de lo que le pertenece. Las democracias se conservan, no por su principio mismo de estabilidad, sino por el buen empleo que dan los magistrados a los recursos de la república. Nadie puede agrandar desmesuradamente su fortuna sin que las magistraturas se resientan, pues son pocos los hombres que soporten la prosperidad. Importa pues que se impida a todo ciudadano el hacerse demasiado poderoso por su influencia, por sus amigos o por su fortuna y conviene ponerse en guardia contra los que viven en el seno de la abundancia, de la prosperidad y de la dicha. Sea cual fuere la forma de gobierno, lo mejor es que todo esté ordenado por las leyes y por el conjunto de las instituciones, de manera que a los magistrados no les sea posible servirse de sus funciones en beneficio propio. La multitud se irrita al pensar que los magistrados se enriquecen a su costa robando los fondos públicos; porque en tal caso tiene que lamentar dos cosas: no participar ni de los honores ni del provecho. Una alteración cualquiera en la legalidad o en la administración de justicia, en la que algunas veces no se repara lo bastante, es suficiente para que haya un desencuentro y hasta una revolución. El comienzo de un gobierno es la mitad del todo; un pequeño error al comenzar influye en todo lo restante. El más fuerte motivo de desunión y de disentimiento se halla en la virtud y el vicio, en la riqueza y la pobreza. También hay revoluciones cuando una parte del Estado adquiere un crecimiento desmedido o aumenta en él el número de ricos y las fortunas particulares crecen. En todas partes la desigualdad entre los miembros del pueblo produce bronca y confrontaciones; tiene siempre que haber 53 compensaciones proporcionales para los que no tienen privilegios. El restablecimiento de la igualdad es, generalmente, el objeto de todas las revoluciones, aunque es difícil establecer una u otra igualdad (en número y proporcional) de una manera absoluta. La perversidad, la insolencia y la corrupción de los políticos en el poder irritan y desconciertan a la multitud. Cuando todos los poderes se concentran en manos de muy pocos hombres; cuando hay rivalidad entre los asuntos privados y los negocios públicos; cuando unos gozan de excesiva opulencia y otros viven miserables; cuando no hay derechos políticos igualitarios; cuando aspiramos a obtener siempre ventajas a nuestro favor; cuando no advertimos las degeneraciones propias de cada especie de gobierno; en estos y otros casos conviene atajar en su origen los disentimientos peligrosos; pero descubrir el mal desde que nace o preverlo con anticipación, no son cosas que estén al alcance de cualquiera; eso es privilegio de los honestos, lúcidos, pacientes y talentosos hombres políticos. 54 SUBVERSION, REPRESIÓN, RESURRECCIÓN La Argentina como sociedad ha soportado cíclicamente desde 1930 (sin contar con los desencuentros y luchas fratricidas previas a nuestra organización nacional en términos políticos) períodos de subversión sofocados por sucesivas represiones más o menos cruentas. Muchos de estos ciclos coinciden con modelos venidos desde afuera y que han procurado imponerse dentro del marco de los valores y del sentimiento de nuestra sociedad. Cuando la sociedad no ha podido internalizar y aceptar el modelo impuesto, a poco andar, ha generado a través de su propio impulso reacciones de rebeldía. Por otra parte, la Argentina no ha logrado desde su organización política democrática convenir y consolidar un modelo de convivencia y de contrato social aceptado mayoritariamente, que estabilice la sociedad y que le permita desarrollarse a largo plazo. La identidad nacional no se logra a partir de modelos impuestos sino a través del reconocimiento individual, grupal y social con un proyecto de vida comunitario que permita la asociación de lo colectivo con el respeto por la individualidad. Sólo dos intentos de modelo nacional, hasta ahora, se reconocen en nuestro país: 1) el proyecto nacional de la generación de 1880 y 2) el proyecto nacional soberano e independiente de 1945. Los valores de la sociedad y sus expectativas no se pueden conculcar a largo plazo; inexorablemente surge un nuevo orden subvertido a los moldes impuestos por lo general por una masa crítica, no mayoritaria de la sociedad, representada por la fuerza. El reclamo por la equidad y la justicia social es un mandato bíblico; cada vez que estos principios dejan de ser observados por el poder; la sociedad 55 se subvierte, se rebela y utiliza todos los medios a su alcance para reinstalar esos valores. Cuando más grave, dolorosa y criminal es la represión ejercida sobre la sociedad más tarda esta misma sociedad en recuperarse y mostrar la resurrección de sus inquietudes soterradas y ocultas. El miedo a la muerte, el miedo al uso prudente de la libertad, la falta de compromiso con el prójimo, el exceso de individualismo, la pérdida del altruismo; la parálisis de la movilidad social hace que se sobreviva como se puede, no se reclaman derechos, no se cambia, no se resiste. Las heridas, los traumas, la culpa, la perplejidad de los sobrevivientes de la subversión y de la represión no son nada fáciles de curar por eso se sigue sufriendo por generaciones enteras; la memoria histórica de los pueblos y el inconciente colectivo superan con creces la capacidad de olvido y hasta del perdón. Estas condiciones, si no son superadas, canalizadas y aún readaptadas a un contexto histórico y social actualizado inducen a la muerte civil de la sociedad; los más se adaptan, consienten y resignan; otros se exilian hacia adentro o hacia fuera buscando, permanentemente la patria perdida. La desesperanza es el veneno de la dinamización, el proyecto, el futuro, la propuesta. Para los más fuertes, puede ser la inyección vivificante para el cambio. 56 ANARQUISMO Y CRISIS GLOBAL La crisis global económico-financiera, la social con los elevados y crecientes índices de desempleo y pobreza, las tensiones regionales y locales puede reciclar y proyectar hacia el centro del escenario nuevos grupos anarquistas o anarco-insurreccionalistas. El anarquismo, es una teoría política acuñada en Alemania, Francia y Prusia en el siglo XIX. Fue definida por Kropotkin como un sistema de socialismo sin gobierno y resignificada por Bakunin quien decía que “la libertad sin socialismo es privilegio o injusticia, y el socialismo sin libertad es esclavitud y brutalidad”. La anarquía (= ausencia de soberanos) es, obviamente para los anarquistas, un forma viable de sistema social capaz de llevar al máximo la libertad individual y la igualdad social. Los anarquistas con los socialistas sostienen que la propiedad privada de la tierra, el capital y las fuentes de producción y riqueza deben ser propiedad común de la sociedad. El modelo de sociedades sin gobierno descontroló, demasiadas veces, la paz social y la convivencia elemental, por ejemplo, durante la Guerra Civil Española los anarquistas quemaron docenas de iglesias, asesinaron a 7.000 religiosos, fusilaron crucifijos por no encontrar sacerdotes; su ferocidad obsesiva, violenta, eufórica de izquierdas no difería de la exterminadora derecha carlista católica. Actualmente, este tipo de grupos en vez de producir ideas y acciones políticas y sociales coherentes con esas ideas se dedican a saquear cajeros automáticos; romper, incendiar y desvalijar negocios de las ciudades; 57 enfrentarse violentamente con cualquier otro grupo y especialmente con las fuerzas de seguridad; atraer a barras bravas para que integren y actúen en manifestaciones pacíficas, subyugar a jóvenes muy jóvenes desesperanzados sin destino y sin futuro como también a todo tipo de desocupados y frustrados. Este perfil, ahora y siempre, ha correspondido a manifestaciones insurrectas que aún hoy siguen teniendo ese olorcillo anticuado y poco realista pero, el agravamiento de las crisis, atraen y hacen converger a los provocadores que pueden lanzarse a oleadas de protestas o manifestarse en rabiosas, violentas y destructivas turbamultas. Por cierto, muchas de las fuerzas de seguridad de cualquier parte del mundo y también muchos gobiernos no tienen fama de corrección y probidad; sirvieron con celo al poder de turno de derechas o de izquierdas y gozaron casi siempre de impunidad, si a esto se le suma la tradicional violencia de los grupos de extrema se hace inevitable el enfrentamiento. Decir anarquistas parece ser sinónimo de violencia y caos y por ende el poder los puede tratar con rudeza porque los consideran implícitamente culpables y no merecedores de protección jurídica. El anarquismo cuestiona las guerras y la intervención militar para la solución de los conflictos pero en el fondo desprecian el pacifismo como se vio en la Segunda Guerra Mundial y como se ve, ahora mismo y frecuentemente en las calles de muchas ciudades de nuestro país. El anarquismo es un conjunto caótico de ideas muchas de las cuales todavía sobreviven sin fundamento, sin razón, sin mérito, sin legitimación y con un alto grado de incompatibilidad con otras ideas o sistemas. 58 El anarquismo es siempre ajeno a la sistematización conceptual y tiene desconfianza hacia formas elaboradas y consensuadas de organización política. Hay una multiplicación de anarquismos (anarco-feminismo, ecoanarquismo, etno-anarquismo, Internet-anarquismo, anarco-individualismo, anarco-progresismo…) pero siempre prescribe coherencia ética entre fines y medios lo que deviene en que para ser anarquista se necesita mucho esfuerzo y convicción. Tras la caída del muro de Berlín, el triunfo del capitalismo y las democracias liberales de Occidente, vivimos en un mundo multipolar en que los actores son las grandes civilizaciones identificables primeramente por sus religiones (S. Huntington ideólogo del choque de civilizaciones; 1927 – 2008). Dios ha resucitado y se toma revancha; la religión está reemplazando a las ideologías lo que hace que los posicionamientos se hagan más extremos e irreductibles. Occidente se encuentra en decadencia ante el ascenso demográfico de los musulmanes y el poderío económico asiático. El choque parece tornarse cercano e inevitable. Lejos estamos del universalismo tan pregonado y se hará necesario mermar nuestra arrogancia etnocentrista y dejar de imponer nuestros valores a otras sociedades que de por sí ya tienen que resolver sus propias contradicciones e imponerse de dejar de reivindicar por la violencia sus particularidades. Morir por las ideas Georges Brassens (1921 -1981) Morir por las ideas, la idea es excelente yo he estado a punto de morir por no haberla tenido, pues todos los que la tenían, multitud agobiante, huyendo a la muerte, me han caído encima. 59 Ellos han sabido convencerme y mi musa insolente, abjurando de sus errores, se ha unido a su fe con un poco de reserva en todo caso: Muramos por las ideas, de acuerdo, pero de muerte lenta, de acuerdo, pero de muerte lenta. Juzgando que no hay peligro en la tardanza, vayamos hacia el otro mundo ganduleando por el camino, pues, si forzamos la marcha, sucede que se muere por unas ideas que no tienen futuro el día de mañana. Y si hay una cosa amarga, desoladora al entregar el alma a Dios, es darse cuenta que hemos equivocado el camino, que nos hemos equivocado de idea. Muramos por las ideas, de acuerdo, pero de una muerte lenta de acuerdo, pero de una muerte lenta. Los charlatanes que predican el martirio normalmente, por otra parte, se rezagan aquí abajo. Morir por las ideas, todo hay que decirlo, es su razón de vivir, y no se privan de ello. En casi todas partes se ve que superan fácilmente a Matusalén en la longevidad, y yo concluyo que ellos deben decirse, bajito: “Muramos por las ideas, de acuerdo, pero de muerte lenta de acuerdo, pero de muerte lenta”. A las ideas que reclaman el cacareado sacrificio las sectas de toda índole les ofrecen retahílas enteras y la cuestión se plantea a la víctimas novatas 60 morir por las ideas, esta bien, pero por cuál? Y como todas se parecen entre sí cuando las ve venir, con su gran bandera, el sabio titubea y duda delante de la tumba. Muramos por las ideas, de acuerdo, pero de muerte lenta de acuerdo, pero de muerte lenta. ¡Y si aún bastasen algunas hecatombes para que finalmente todo cambiase, finalmente todo se arreglase! Después de tantas “grandes noches”, de tantas cabezas cortadas, ya tendríamos el paraíso sobre la tierra. Pero la edad de oro sin cesar se pospone, los dioses tienen siempre sed, nunca tienen suficiente y he aquí la muerte, la muerte que siempre vuelve a empezar... Muramos por las ideas, de acuerdo, pero de muerte lenta de acuerdo pero de muerte lenta. Oh vosotros, los agitadores, oh vosotros los buenos apóstoles morid, pues, los primeros, os cedemos el sitio. Pero por favor, joder! dejad vivir a los demás! La vida es casi el único lujo aquí abajo pues, finalmente, la Muerte está siempre vigilante y no es necesario ayudarle con la guadaña. ¡Basta de danzas macabras alrededor de los patíbulos! Muramos por las ideas, de acuerdo, pero de muerte lenta, de acuerdo pero de muerte lenta. 61 DEPENDENCIA Blood, sweat and tears: sangre, sudor y lágrimas, famosa frase de Winston Churchill al pueblo inglés durante la invasión nazi en la Segunda Guerra Mundial, es el apócope blast que Amartya Sen (Premio Nobel y profesor de Economía y Filosofía de la Universidad de Harvard) acuñó en 1998 y que simboliza una de las concepciones del desarrollo social frente a la contrapropuesta extraída de una estrofa de los versos de las canciones de Los Beatles: “saldremos adelante con una ayudita de los amigos”; ayudita es la interdependencia del mercado, las ganancias mutuas y los servicios públicos. El aumento extraordinario del volumen del comercio internacional, el flujo de capitales a escala mundial, el alto crecimiento económico en algunas regiones en detrimento de otras donde cunde la pobreza, hace que la pretensión de incuestionable del paradigma de que la economía de mercado en estado puro es el modelo virtuoso del desarrollo humano se caiga por sí mismo ante la mirada de la realidad. La hiperactividad, el intervencionismo y la hipertrofia del Estado, tampoco solucionan los problemas de la gente. No se duda acerca del papel crucial que desempeña la acumulación de capital en el desarrollo económico, siempre y cuando vaya acompañado del capital humano y de cambios técnicos. La acumulación de capital demostró su desinterés hacia el bienestar social, la calidad de vida, la lucha contra la pobreza y la perspectiva de construir futuro. 62 El grupo de los que no comen habitan en los países pobres y se considera apabullado en su miseria por la opresión económica de las grandes potencias industrializadas. “En las áreas de riqueza vive el grupo de los que no duermen, desvelados por el pavor de la revuelta de los que no comen” (Josué de Castro; Política, Caracas, junio de 1960). La educación, la atención de la salud, la alimentación, el empleo o el trabajo digno son factores de efecto inmediato en el bienestar. Los avances sociales son parte del desarrollo y dan a las personas existencia más prolongada, libre y fructífera y, además, estimula la productividad y el crecimiento económico. No es posible tasar la actividad humana o deducir el concepto de desarrollo basándose solamente en el crecimiento del PBI per cápita. Dados los supuestos de la economía, el desarrollo se logra con participación activa individual y comunitaria y asegurando los derechos civiles y sociales. Todas las violaciones al derecho, por numerosas que sean, no aniquilan el derecho. 63 ARGENTINA INCIERTA, CAÓTICA Y CRÍTICA “Si los hombres definen las situaciones como reales, ellas son reales en sus consecuencias” Teorema de Thomas (I. W . Thomas; 1928) “No se puede predecir con certeza qué va a pasar, sino sólo la probabilidad de que algo pase” Mario Bunge; 1999 “En la medida en que las leyes de la matemática se refieren a la realidad, no son seguras; y en la medida en que son seguras, no se refieren a la realidad” Albert Einstein; 1923 El DRAE define la certeza como conocimiento seguro y claro sobre algo; firme adhesión de la mente a algo cognoscible sin posibilidades de error. Certidumbre es certeza y obligación de cumplir con algo. Por el contrario, incierto es no cierto o no verdadero; inconstante, no seguro, no fijo; desconocido, no sabido, ignorado. Caos, es un estado amorfo, desordenado, indefinido, confuso, errático, impredecible aunque su estructura y dinámica sea predeterminada. Por último, crisis, es el cambio brusco de cualquier proceso para mejorar o empeorar que puede influir en el desarrollo de otros procesos y que puede poner en duda la continuidad de ese mismo proceso o 64 de otros; sugiere un corte histórico – temporal que suele ser importante, grave, decisivo y con consecuencias de envergadura. En todo caso, siempre implica una situación difícil y complicada acompañada, muchas veces, de escasez, carestía y desorden social. Para nuestro cometido, la palabra crítica está vinculada y pertenece a la crisis y nos habla del momento o el punto en que ésta se produce; se dice también que es una convergencia de condiciones especiales a partir de la cual se origina una reacción nuclear en cadena o una explosión tremenda y masiva, o una implosión autodestructiva inevitable; una rebelión; una revolución; un cambio del estado de las cosas. Algunos aspectos del mundo son causales, otros aleatorios, otros caóticos y muchas veces accidentales. El azar, no es un mero nombre que se da a la ignorancia o incertidumbre, sino es un aspecto del mundo real. Se debe aceptar el azar en un pie de igualdad con la causalidad. La palabra “caos” es ambigua. No sólo significa ausencia de orden o legalidad. El caos es una suerte de imitación del azar que se presenta en la dinámica no lineal y no responde a leyes causales ni probabilísticas. La característica esencial de la dinámica no lineal es que pequeños cambios del estado inicial del sistema son seguidos por resultados desproporcionados (“a pequeñas causas, grandes efectos”). La dinámica caótica depende críticamente del valor preciso de uno o más parámetros. La respuesta a los cambios puede ser enorme y aún que haya dos o más respuestas y que cada una tenga una probabilidad. 65 “Sistemas caóticos” hay muchos: el corazón o el cerebro con arritmia; la reproducción de ciertos insectos; las perturbaciones atmosféricas locales; etc. Para ser válido, el sistema caótico debe contener ecuaciones no lineales que hayan sido puestas a prueba confrontándolas con datos fehacientes (ejemplo: series temporales de precios). Casi siempre hablamos de modelos sistémicos, lineales, algorítmicos. Cada día, nuevos trabajos aplican las ideas de la “teoría del caos” a los modelos y al análisis económico y social para dar cuenta de la realidad de la “no – linealidad”. La “no – linealidad”, pilar de la teoría del caos, implica admitir desde esta vertiente, que los fenómenos observables no pueden explicarse a través de sistemas de ecuaciones lineales en las que conociendo las variables del presente es posible saber qué ocurrió en el pasado y, sobre todo, predecir el futuro. Se sabe cómo empieza un fenómeno, pero no como termina. Los modelos lineales son simplificaciones en los que falta información y es por esta carencia lo que les impide dar cuenta del verdadero estado y evolución del sistema. En este sentido, el sistema no tiende naturalmente al equilibrio y tiene un orden propio del desorden, donde los factores externos no son sólo influencias pasajeras sino parte de la propia esencia de los fenómenos. Los “sistemas caóticos”, son sensibles a los pequeños cambios en las condiciones iniciales (el aleteo de una mariposa en puede generar un huracán a varios kilómetros de distancia), es decir, que una variación muy pequeña en las condiciones iniciales puede causar un cambio enorme en los resultados, haciendo que el sistema sea impredecible en el largo plazo. Los 66 postulados de Ilya Prigogine que estudió los estados de equilibrio y no equilibrio de las disoluciones químicas (Premio Nobel de Química; 1977) se siguen aplicando a la economía, la sociología, la psicología. Este tipo de análisis no se centra en las partes sino en el todo; no predice sino describe. Pretende determinar las estructuras ocultas dentro de aparentes sistemas en desorden diferenciando el grado de caoticidad del comportamiento de una variable y su sensibilidad a las condiciones iniciales. Procura la superación de un determinismo simple y simplificante; hace repensar la idea de orden. Los modelos matemáticos, son instrumentos de gran utilidad para planificar, proyectar, decidir e investigar de manera concreta en varios de los diversos aspectos que configuran los complejos problemas del acontecer de las organizaciones, empresas e instituciones. Los modelos matemáticos, son una representación, en general simplificada y no necesariamente completa, de un sistema social cualquiera (= sistema social es cualquier organización creada por el hombre), hecha con el propósito de analizar dicho sistema para determinar las líneas de acción y los cambios a introducir, de manera de asegurar razonablemente la concreción de los objetivos fijados para el sistema en consideración. Estos modelos tienen poco que ver con la noción epistemológica para la formalización de una teoría, aunque de hecho se introduzcan hipótesis y supuestos necesarios. Las hipótesis se basan en la relación causa – efecto y crean un “modelo mental” que no necesariamente tiene que ser cierto; basta con que permita o facilite sacar conclusiones útiles en función de los fines para los cuales fue construido. Un modelo no sólo es útil por ser copia de la realidad sino que además permite dar una explicación suficiente para la acción. Se entiende por 67 “sistema” al ente – de cualquier tipo – que es representado mediante el modelo. El modelo no es inmutable; debe cambiarse en la medida en que deja de ser útil para explicar la realidad o tomar decisiones. El intento de matematizar o de construir un modelo matemático de un sistema, por simplificado o poco realista que sea, es más útil que una prolija descripción que poco aclare o que un modelo verbal confuso e impreciso. Los modelos matemáticos son sólo una herramienta y es bueno evitar confundir la validez lógica de un razonamiento con la validez intrínseca del mismo. Los modelos matemáticos sólo constituyen un lenguaje apto y su validez debe referirse al grado de fidelidad con que traducen explícitamente un cierto modelo mental del sistema o del problema. Cuanto más complejo es un problema, tanto más se justifica el esfuerzo de construir un modelo matemático. Un mal modelo suele ser más útil que ninguno. Aunque el modelo no reproduzca fielmente la realidad, muestra el camino que no se debe seguir y manifiesta las limitaciones y oscuridades. Los modelos no son los únicos medios para encontrar las soluciones a los problemas entre otras cosas a los déficits, desvíos o debacles de las organizaciones económicas pero en su favor poseen potencia, bajo costo relativo, estricta lógica y flexibilidad. Las sociedades humanas, tienen ciclos y las crisis tienen un final. Las fluctuaciones sociales y económicas son muy viejas; todo auge acaba por caer y toda recesión va seguida de una recuperación. Siempre conviene estar en el lugar adecuado en el momento preciso, y prever en el espacio y 68 en el tiempo el devenir de cualquier sociedad, organización o institución analizando, además, el contexto en la que se encuentra. Pero la vida no es ni ciencia, ni técnica, ni exacta. Para conocer los riesgos individuales y colectivos y poder tomar decisiones informadas hay que tener una mínima capacidad de razonamiento probabilístico pero, aún hoy, en la escuela no nos enseñan las matemáticas de la incertidumbre sino las de la certeza. La población no está preparada para tomar decisiones basándose en evidencias o pruebas estadísticas. La gente con menor capacidad de razonamiento numérico y estadístico tiende, en general, a gestionar peor sus asuntos particulares y entender poco o mal las variables del contexto. La sofisticación y la complejidad de las estadísticas utilizadas, está cabalgando sobre una brecha creciente y preocupante entre los expertos y las personas interesadas y necesitadas de esos resultados. La única manera de estrechar esta brecha es mejorar la comunicación y la confiabilidad de esos resultados y, sobre todo, el razonamiento probabilístico de la población desde los años escolares. No hay nada más incierto, arriesgado y angustiante que no saber interpretar la incertidumbre. Parecen ya no ser necesarias ni relevantes poseer individualmente o como pueblo muy marcadas señas de identidad; la intolerancia sumada a la burrez de los fanáticos, fundamentalistas y violentos es extremadamente visible en nuestros días; casi nos estamos acostumbrando a la ferocidad irracional de los fanáticos e impulsivos. Le costó mucho tiempo, dolor y sacrificio a la humanidad conceptualizar y acordar acerca de la belleza de la razón contra el sucio horror del oscurantismo; sin embargo, por lo que se ve y oye hemos vuelto a las andadas. 69 La incertidumbre, el caos y la crisis aumentan el índice de crispación de la gente. Cunde el hastío, la desesperanza, la bronca, la irritación y hasta el odio con violencia siendo el blanco principal el Gobierno, la clase política, las organizaciones adversarias que se transforman en enemigas…. Casi seguro, esta serie de fenómenos concurrentes está motivada por la crisis que atraviesa el país y el mundo. La vida pública adviene a un clima enrarecido y asfixiante de orden principalmente político-institucional y la sociedad espera o se lanza a la calle como turbamulta exigiendo que sean los políticos los que le encuentren una resolución a los problemas. Al día de hoy, muchas provincias argentinas tienen sus cuentas en rojo; hay una manifiesta caída del intercambio y un creciente aislamiento comercial; los precios del mercado están distorsionados, no son confiables y en consecuencia no señalan adecuadamente la asignación de los recursos y las inversiones; hay una fuerte caída de las inversiones; el déficit fiscal ya se ha convertido en problema; la mayoría de los niños argentinos son pobres y la mayoría de los pobres son niños; hay varios millones de pobres más y un agravamiento de las condiciones de indigencia; la calidad educativa está en baja como la caída de días y horas de clase; millones de argentinos a la hora de competir por un empleo no reúnen las condiciones de capacitación exigibles; es relevante la caída en la creación de empleo y de empleo en blanco en primer lugar; hay desaliento a la inversión; no hay seguridad jurídica. La fragilidad institucional del país es notoria; los diálogos y la posibilidad de construir consensos son difíciles de llevar a cabo; el poder parece ejercerse con la dialéctica del exterminio del opositor o adversario; abundan los poderes fácticos que saltean o suplantan la representación política legítima. Estas deducciones de nuestra realidad pueden considerarse excesivas, pero lo cierto es que la realidad alimenta este tipo 70 de diagnósticos y deducciones. El oficialismo se siente frágil y debe soportar un número creciente de opiniones negativas, no puede sentirse amado y por eso se conforma con que al menos le teman. Debemos seguir viviendo de acuerdo con el principio de incertidumbre o de relación de indeterminación de Werner Heisenberg que descubriera para la física cuántica en 1927, pero que además es inherente y condición necesaria para la vida de la sociedad humana. Corresponde apretarse el cinturón, asumir nuestra realidad, apechugar con ella y sobre todo ponerse de acuerdo para no tirar desparejo y remar en una misma dirección porque no hay manera de abandonar el barco que es el mismo y único para todos. 71 JOSÉ INGENIEROS Y LA POLÍTICA ARGENTINA Ha pasado mucho tiempo, pronto cien años (1913), cuando José Ingenieros publicó “El hombre mediocre”. Pocos pensaban en un retroceso político e institucional de la Argentina; en una caída, decadencia, crisis y descalificación de políticos, instituciones y valores que hoy vivimos con angustia, desasosiego y esperanzas conculcadas. José Ingenieros fue médico, filósofo y escritor argentino. Nació en Palermo (Italia) el 24 de abril de 1877 y murió en Buenos Aires el 31 de octubre de 1925. Se le deben numerosos trabajos en el campo de la psiquiatría y la criminología; fue un importante referente intelectual de su tiempo en los campos de la filosofía y la psicología y un gran divulgador de los más grandes pensadores argentinos. Estudió Medicina, carrera en la cual tuvo como maestro a José María Ramos Mejía. A la hora de especializarse Ingenieros eligió la psiquiatría y la criminología y se centró fundamentalmente en el estudio de las patologías mentales. Su tesis, La simulación de la Locura -premiada por la Academia de Medicina de París y ganadora de la Medalla de Oro de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires- fue su carta de presentación como científico descollante. Enseguida obtuvo un importante puesto en la Cátedra de Neurología de Ramos Mejía y también pasó a desempeñarse en el Servicio de Observación de Alienados de la Policía de la Capital. Tenía entonces 23 años y ya era un destacado psiquiatra, sociólogo y criminalista. Sus trabajos en el ámbito de la psicología -disciplina de la que fue un gran impulsorcomenzaron en 1904, cuando ganó por concurso la suplencia de la Cátedra de Psicología Experimental en la Facultad de Filosofía y Letras. En 1908 72 fundó la Sociedad de Psicología y dio término a su obra Principios de Psicología que sería el primer sistema completo de enseñanza de esa materia en el país. Ingenieros tuvo una gran oportunidad de llevar a la práctica sus saberes científicos cuando se hizo cargo del Instituto de Criminología de la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires. En ese mismo momento ya se había disparado su faceta sociológica, que tendría un hito en 1913 con la publicación de La sociología argentina y que culminaría cuando, terminando ya la década del 10, vieron la luz los dos tomos de La evolución de las ideas argentinas. Ciento cuarenta y cuatro obras escritas por los más grandes pensadores argentinos formaron la colección La cultura argentina, esta serie fue editada por Ingenieros, que más o menos al mismo tiempo fundó la Revista de Filosofía, un periódico bimestral guía del pensamiento argentino de la época durante diez años. Además de su obra clínica y sociológica, Ingenieros fue el responsable de la expresión filosófica más sistemática e importante de toda Latinoamérica, sosteniendo una posición que adhería al positivismo de principios de siglo XX. Siendo aun muy joven se alejó de la vida universitaria. Cuando José Ingenieros murió, en 1925, era uno de los intelectuales de mayor peso en la cultura argentina y latinoamericana. Hemos seleccionado de su obra “El hombre mediocre” el capítulo VII denominado “La mediocracia” y tal vez, en forma poco respetuosa e irreverente, hemos parafraseado el texto con la intención de aligerarlo de arcaísmos y de preciosismos lingüísticos que en su época eran condición sine qua non para expresarse y publicar académicamente y por otra parte hablaban de la enjundia y de la elevada condición intelectual del escritor científico. Los idealismos se exaltan cuando las naciones se constituyen y cuando se renuevan. Primero es ansia de libertad y lucha por la independencia, más tarde 73 sobreviene la crisis de consolidación institucional. Por momentos, parece que se pronuncian palabras definitivas; plasman los estadistas sus planes visionarios y el pueblo pone su corazón en la balanza de su destino. Pero los pueblos tienen largas intercadencias; por más altos que sean los ideales éstos no trabajan con ritmo continuo en permanente evolución y progreso. Hay horas de entusiasmo y fervor y las hay de apatía, con vigilias y sueños, días y noches, primaveras y otoños, en cuyo alternarse infinito se divide la continuidad del tiempo. En ciertos períodos la nación se adormece hacia dentro del país. El organismo vegeta; el espíritu se amodorra. Los apetitos acosan a los ideales, tornándose dominadores y agresivos. A veces, ningún clamor del pueblo se percibe y no resuena el eco de grandes voces animadoras. Todos se apiñan en torno de los manteles oficiales para alcanzar alguna migaja de la merienda. Es el clima de la mediocridad. Entra en la penumbra el culto por la verdad, el afán de admiración, la fe en creencias firmes, la exaltación de ideales, el desinterés, la abnegación, todo lo que está en el camino de la virtud y de la dignidad. Todo lo vulgar encuentra fervorosos adeptos en los que representan los intereses militantes; sus más encumbrados portavoces resultan esclavos en su clima. Platón, sin quererlo, al decir de la democracia: "es el peor de los buenos gobiernos, pero es el mejor entre los malos", definió la mediocracia. Se ha acentuado la decadencia moral de las clases gobernantes. Una facción de vividores detenta los engranajes del mecanismo oficial, excluyendo de su seno a cuantos desdeñan tener complicidad en sus empresas. Se forman castas advenedizas, sindicatos de todo tipo, facciones en el parlamento; gavillas que se titulan partidos políticos; se busca la encrucijada más impune para expoliar a la sociedad. Políticos sin vergüenza hubo en todos los tiempos y bajo todos los regímenes; pero encuentran mejor clima en las burguesías sin ideales. En 74 momentos de caos y crisis callan los ilustrados; los enriquecidos prefieren escuchar a los más viles embaucadores; el ignorante se cree igualado al estudioso, el bribón al apóstol, el boquirroto al elocuente y el ignorante al digno, la escala del mérito desaparece en una oprobiosa nivelación de villanía. Esto es la mediocracia. Los que nada saben creen decir lo que piensan, aunque cada uno sólo acierta a repetir dogmas o auspiciar voracidades. Esa chatura moral es más grave que la aclimatación de la tiranía; nadie puede volar donde todos se arrastran. Se llama urbanidad a la hipocresía, distinción al amaneramiento, cultura a la timidez, tolerancia a la complicidad; la mentira proporciona estas denominaciones equívocas. Y los que así mienten son enemigos de sí mismos y de la patria, deshonrando en ella a sus padres y a sus hijos, carcomiendo la dignidad común. Las mediocracias suelen marchar por senderos innobles. La obsesión de acumular tesoros materiales, o el torpe afán de usufructuarlos en la holganza, borra del espíritu colectivo todo rastro de ensueño. Los países dejan de ser patrias, cualquier ideal parece sospechoso. Los filósofos, los sabios y los artistas están de más; la pesadez de la atmósfera estorba a sus alas, y dejan de volar. Su presencia mortifica a los traficantes, a todos los que trabajan por lucro, a los esclavos del ahorro o de la avaricia. Las cosas del espíritu son despreciadas; no siéndole propicio el clima, sus cultores son contados; no llegan a inquietar a las mediocracias; están proscritos dentro del país, que mata a fuego lento sus ideales, sin necesitar desterrarlos. Cada hombre queda preso entre mil sombras que lo rodean y lo paralizan. Siempre hay mediocres; son perennes. Lo que varía es su prestigio y su influencia. Se muestran humildes, son tolerados; nadie los nota, no osan inmiscuirse en nada y cuando hay oportunidad y se entibian los ideales y se reemplaza lo cualitativo por lo cuantitativo, convergen en grupos, se arrebañan en partidos. El sabio es igualado al analfabeto, el rebelde al 75 lacayo, el poeta al prestamista. La mediocridad se condensa, conviértese en sistema, es incontrastable. Encúmbranse los hombres rudos y fuertes, pues no florecen genios: las creaciones no abundan y no dedicamos a vivir de glorias pasadas; las facciones dispútanse los manejos administrativos, compitiendo en manosear todos los ensueños. Todo se disfraza con exceso de pompa y de palabras; acállase cualquier protesta dando participación en los festines; se proclaman las mejores intenciones y se practican bajezas abominables; se miente el arte; se miente la justicia; se miente el carácter. Todo se miente con la anuencia de todos; cada hombre pone precio a su complicidad, un precio razonable. Los gobernantes no crean tal estado de cosas pero estimulan y lo representan. Cuando las naciones están en baja, alguna facción se apodera de los recursos. Florecen legisladores, pululan archivistas, cuéntanse los funcionarios por legiones aunque la sociedad no los necesita: las leyes se multiplican, sin reforzar por ello su eficacia. La mediocracia es una confabulación de los ceros contra las unidades. Los políticos sin ideal marcan el cero absoluto en el termómetro de la historia. Una apatía conservadora caracteriza a esos períodos; entibiase la ansiedad de las cosas elevadas, prosperando a su contra el afán de los suntuosos formulismos. Los gobernantes que no piensan parecen prudentes; los que nada hacen titúlanse reposados; los que no roban resultan ejemplares; los que realizan, predican y cantan alguna parte de un ideal están ausentes y nada tienen que hacer. Hay que nivelarse para abajo o sucumbir. Las mediocracias negaron siempre las virtudes, las bellezas, las grandezas, dieron el veneno a Sócrates, el leño a Cristo, el puñal a César, el destierro a Dante, la cárcel a Galileo, el fuego a Bruno; y mientras escarnecían a esos hombres ejemplares, aplastándolos con su saña o armando contra ellos algún brazo enloquecido, ofrecían su servidumbre a gobernantes imbéciles o ponían su hombro para sostener las más torpes tiranías. A un precio: que éstas 76 garantizaran a las clases hartas la tranquilidad necesaria para usufructuar sus privilegios. En épocas de chismes y de comentarios bajo la mesa, la autoridad es fácil de ejercitar: las cortes se pueblan de serviles, de retóricos que parlotean, de aspirantes a algún empleo, de payasos indolentes. Las mediocracias apuntálanse en los apetitos de los que ansían vivir de ellas y en el miedo de los que temen perder la pitanza. La indignidad civil es ley en esos climas. Todo hombre declina su personalidad, salvo que sea un auténtico servidor público, al convertirse en funcionario: no lleva visible la cadena al pie, como el esclavo, pero la arrastra ocultamente, amarrada en su intestino. Ciudadanos de una patria son los capaces de vivir por su esfuerzo, sin la cebada oficial. Cuando todo se sacrifica a ésta, sobreponiendo los apetitos a las aspiraciones, el sentido moral se degrada y la decadencia se aproxima. En vano se busca remedios en la glorificación del pasado. Una patria es mucho más y es otra cosa: sincronismo de espíritus y de corazones, temple uniforme para el esfuerzo y homogénea disposición para el sacrificio, simultaneidad en la aspiración de la grandeza, en el pudor de la humillación y en el deseo de la gloria. Cuando falta esa comunidad de esperanzas, no hay patria, no puede haberla: hay que tener ensueños comunes, anhelar juntos grandes cosas y sentirse decididos a realizarlas, con la seguridad de que al marchar todos en pos de un ideal, ninguno se quedará en mitad del camino contando el contenido de su bolsa o su bolsillo. La patria está implícita en la solidaridad sentimental de un pueblo y no en la confabulación de los politiqueros que medran a su sombra. No basta acumular riquezas para crear una patria: se necesitan ideales de cultura para que en él haya una patria. Se rebaja el valor de este concepto cuando se lo aplica a países que carecen de unidad moral, más parecidos a factorías de logreros autóctonos o exóticos que a legiones de soñadores 77 cuyo ideal parezca un arco tendido hacia un objetivo de dignificación común. La patria tiene intermitencias: su unidad moral desaparece en ciertas épocas de relajamiento, cuando se eclipsa todo afán de cultura y se enseñorean viles apetitos de mando y de enriquecimiento. El remedio contra esa crisis de chatura no está en el fetichismo del pasado, sino en la siembra del porvenir, concurriendo a crear un nuevo ambiente moral propicio a toda culminación de la virtud, del ingenio y del carácter. Cuando no hay patria no puede haber sentimiento colectivo de nacionalidad. Mientras un país no es Patria, sus habitantes no constituyen una nación. Los tránsfugas de la moral, ajenos a la sociedad en que viven; los esclavos y los siervos tienen, apenas, un país natal. Sólo el hombre digno y libre puede tener una patria. Cuando los intereses venales se sobreponen al ideal, la patria es explotada como una industria. La nación se abisma; los ciudadanos vuelven a la condición de habitantes; la patria a la de país. Cuando las miserias morales asolan a un país, culpa es de todos los que por falta de cultura y de ideal no han sabido amarlo como patria: de todos los que vivieron de ella sin trabajar para ella. La degeneración del sistema parlamentario y todas las formas adocenadas de parlamentarismo evita el control de las decisiones del ejecutivo. Antes, presumíase que para gobernar se requería cierta ciencia y arte de aplicarla; la política puede degradarse y convertirse en profesión. En los pueblos sin ideales, los espíritus subalternos medran con torpes intrigas de antecámara. Nadie piensa, donde todos lucran; nadie sueña, donde todos tragan. Lo que antes era signo de infamia o cobardía, tórnase título de astucia; lo que otrora mataba, ahora vivifica, como si hubiera una aclimatación al ridículo; sombras envilecidas se levantan y parecen hombres; la improbidad se pavonea y ostenta, en vez de ser vergonzante y pudorosa. Las jornadas 78 electorales conviértense en burdos enjuagues de mercenarios o en pugilatos de aventureros. Su justificación está a cargo de electores inocentes, que van a la parodia como a una fiesta. Hombres ilustres pueden ser víctimas del voto: los partidos adornan sus listas con ciertos nombres respetados, sintiendo la necesidad de parapetarse tras el blasón intelectual de algunos selectos. Cada facción forma un estado mayor que disculpa y justifica su pretensión de gobernar al país, encubriendo osadas piraterías con el pretexto de sostener intereses de partidos. Las excepciones no son toleradas en homenaje a las virtudes. Aparte de las excepciones, que existen en todas partes, la masa de "elegidos del pueblo" es subalterna, son personas tardas en sus acciones, molestos, inoportunos, vanidosos, deshonestos y serviles. Los primeros derrochan su fortuna por ascender al Parlamento. Ricos terratenientes o poderosos industriales pagan a peso de oro los votos coleccionados por agentes impúdicos; señorzuelos advenedizos abren sus alcancías para comprarse el único diploma accesible a su mentalidad amorfa; hombres enriquecidos aspiran a ser tutores de pueblos, sin más capital que su constancia y sus millones. Los deshonestos son legión; asaltan el Parlamento para entregarse a especulaciones lucrativas. Venden su voto a empresas que muerden las arcas del Estado; prestigian proyectos de grandes negocios con el erario, cobrando sus discursos a tanto por minuto; pagan con destinos y dádivas oficiales a sus electores, comercian su influencia para obtener concesiones en favor de su clientela. Su gestión política suele ser tranquila: un hombre de negocios está siempre con la mayoría, apoya a todos los gobiernos. Los serviles merodean por los Congresos en virtud de la flexibilidad de sus espinazos. Lacayos de un grande hombre, o instrumentos ciegos, no osan discutir la jefatura del uno o las consignas de la otra. No se les pide talento, elocuencia o probidad: basta con la certeza de su lealtad. Viven de luz 79 ajena, satélites sin color y sin pensamientos, uncidos al carro de su cacique, dispuestos siempre a batir palmas cuando él habla y a ponerse de pie llegada la hora de una votación. En ciertas democracias novicias, que parecen llamarse repúblicas, los Congresos hormiguean de mansos protegidos de las oligarquías dominantes. Medran sumisos, serviles e incondicionales, miran para todos lados esperando una guiñada o una seña. Si alguno se aparta está perdido; los que se rebelan están proscritos sin apelación. Es de ilusos creer que el mérito abre las puertas de los poderes envilecidos. Los partidos -o el Gobierno en su nombre- operan una selección entre sus miembros, a expensas del mérito o en favor de la intriga y la conveniencia. Un soberano cuantitativo y sin ideales prefiere candidatos que tengan su misma complexión moral: por simpatía y por conveniencia. Las más abstrusas fórmulas de la química orgánica parecen balbuceos infantiles frente a las vueltacaras (= tránsfugas) de los políticos mediocres. El desprecio de los hombres probos no los amedrentan jamás. Confía en que el bajo nivel del representante apruebe la insensatez del representado. Por eso ciertos hombres inservibles se adaptan maravillosamente; el pueblo se prosterna ante los fetiches más huecos y los rellena con su alambicada tontería. Los cómplices, grandes o pequeños, aspiran a convertirse en funcionarios. La burocracia es una convergencia de voracidades en acecho. Desde que se inventaron los derechos del hombre todo imbécil los sabe de memoria para explotarlos, como si la igualdad ante la ley implicara una equivalencia de aptitudes. Ese afán de vivir a expensas del Estado rebaja la dignidad. El funcionario crece en las modernas burocracias. Otrora, cuando fue necesario delegar parte de sus funciones, los monarcas elegían a hombres de mérito, experiencia y fidelidad. Pertenecían casi todos a la casta feudal; los grandes cargos lo vinculaban a la causa del señor. Junto a ésa, 80 formábanse pequeñas burocracias locales. Creciendo las instituciones de gobierno el funcionarismo creció, llegando a ser una clase, una rama nueva de las oligarquías dominantes. Para impedir que fuese altiva, la reglamentaron, quitándole toda iniciativa y ahogándola en la rutina. A su afán de mando se opuso una sumisión exagerada. La pequeña burocracia no varía; la grande, que es su llave, cambia con cada gobierno. El mérito queda excluido en absoluto; basta la influencia. Con ella se asciende por caminos equívocos. La característica del zafio es creerse apto para todo, como si la buena intención salvara la incompetencia. Consecuencias inmediatas del funcionarismo son la servidumbre y la adulación. Existen desde que hubo poderosos y favoritos. Hay miserables afanes de popularidad, más denigrantes que el servilismo. Para obtener el favor cuantitativo de las turbas, puede mentírseles con alabanzas disfrazadas de ideal; halagar a los ignorantes y merecer su aplauso, hablándoles sin cesar de sus derechos, jamás de sus deberes, es el postrer renunciamiento a la propia dignidad. De tiempo en tiempo alguno de los mejores se yergue entre todos y dice la verdad, como sabe y como puede, para que no se extinga ni se subvierta, transmitiéndola al porvenir; es la virtud cívica. Nunca un genio ha sido encumbrado por una mediocracia. Llegan contra ella, a pesar suyo, a desmantelarla, cuando se prepara un porvenir. El hombre probo y con talento crea instituciones y el bárbaro las viola: los mediocres las respetan, impotentes para forjar o destruir. En el país suelen haber equívocas jerarquías militares, opacos títulos universitarios y almidonada improvisación de alcurnias advenedizas que forman la mediocridad dominante. Siempre que desciende la temperatura espiritual de un pueblo o de una clase social, encuentran propicio clima los obtusos y los seniles. Las mediocracias buscan sus arquetipos en la penumbra. Temen la 81 originalidad y la juventud; adoran a los que nunca podrán volar o tienen ya las alas enmohecidas. Adventicias jaurías de mediocres rumian un credo, fingen un ideal, enarbolan fantasmas consulares y reclutan una hueste de lacayos. Eso basta para disputar a codo limpio el acaparamiento de las prebendas gubernamentales. Cada grey elabora su mentira, erigiéndola en dogma infalible. En cierto momento la ilusión ciega a muchos, acallando toda veraz disidencia. La irresponsabilidad colectiva borra la cuota individual del yerro: nadie se sonroja cuando todas las mejillas pueden reclamar su parte en la vergüenza común. Muchos viven durante años en acecho; escúdanse en rencores políticos o en prestigios mundanos. Otros yacen aletargados por irredimibles ineptitudes, simúlanse proscritos por misteriosos méritos. Claman contra los abusos del poder, aspirando a cometerlos en beneficio propio. En la mala racha, los facciosos siguen oropelándose mutuamente, sin que la resignación al ayuno disminuya la magnitud de sus apetitos. Esperan su turno, mansos bajo el torniquete. El grupo y los simpatizantes los inflan con solidaridad de logia; cada cómplice conviértese en una hebra de la telaraña tendida para captar el gobierno. Un programa abstracto es perfecto: parece idealista y no lastima las ideas que cree tener cada cómplice. De cada cien, noventa y nueve mienten lo mismo: la grandeza del país, los sagrados principios democráticos, los intereses del pueblo, los derechos del ciudadano, la moralidad administrativa. Todo ello, si no es desvergüenza consuetudinaria, resulta de una tontería enternecedora: simula decir mucho y no significa nada. El miedo a las ideas concretas ocúltase bajo el antifaz de las vaguedades cívicas. En ciertas horas las turbas pueden ser sus cómplices: el pueblo nunca. No podría serlo; en las mediocracias desaparece. Depositarios del alma de las 82 naciones, los pueblos son entidades espirituales inconfundibles con los partidos. No basta ser multitud para ser pueblo. El pueblo encarna la conciencia misma de los destinos futuros de una nación. Aparece en los países que un ideal convierte en naciones y reside en la convergencia moral de los que sienten la patria más alta. La austera sobriedad del gesto es atributo de los hombres; la suntuosidad de las apariencias es galardón de las sombras. Después de incubar sus ansias, temblorosos de humildad ante sus cómplices, nublándose de humos y cubiertos de fatuidades; olvidan que envanecerse de un rango es confesarse inferior a él. Acumulan rumbosos artificios para alucinar las imaginaciones domésticas; rodéanse de lacayos, adoptan pleonásticas nomenclaturas, centuplican los expedientes, pavonéanse en vehículos y aviones lujosos, sueñan con recepciones allende los océanos. Ofrecen ambos flancos a la risueña ironía de los burlones, poniendo en todo cierta fastuosidad de segunda mano, que recuerda las cortes y señorías de opereta. Sospechan que existen ideales y se fingen ser sus sostenedores; incurren en los más conformes a la moral de su mediocracia. Sospechan la verdad, pero la mutilan, la atenúan, la corrompen, con acomodaciones, con muletas, con remiendos que disfrazan. En ciertos casos, la verdad puede más que ellos; salta a la vista a pesar suyo y es su castigo. En su disfraz de idealismo; son deleznables los vagos principios que aplican a compás de oportunistas conveniencias. Por detestables que sean los gobernantes, nunca son peores que cuando no gobiernan. El mal que hacen los tiranos es un enemigo visible; la inercia de los poltrones, en cambio, implica un misterioso abandono de la función por el órgano, la acefalía, la muerte de la autoridad por inaccesible a los remedios. La corruptela moral de las mediocracias es anteponer el valimiento al mérito. Hasta ahora parece no haber existido una democracia efectiva y plena. 83 Muchas de las castas aristocráticas no son mejores; en ellas hay, también, crisis de mediocridad y tórnanse mediocracias. Así como las tituladas democracias pueden no ser tales, las pretendidas aristocracias no pueden serlo. El mérito estorba en las Cortes lo mismo que en las Tabernas. Las aristocracias tradicionales conciben la sociedad como un botín reservado a una casta, que usufructúa sus beneficios sin estar compuesta por los mejores hombres de su tiempo. La degeneración mediocrática, es un "culto de la incompetencia", no depende del régimen político, sino del clima moral de las épocas decadentes. Cura cuando desaparecen sus causas; nunca por reformas legislativas, que es absurdo esperar de los propios beneficiarios. En vano son ensayadas por los tontos o simuladas por los bribones: las leyes no crean un clima. El derecho efectivo es una resultante concreta de la moral. Todo renacimiento después de un largo proceso de decadencia se anuncia por el respeto de las diferencias, por su culto. La mediocridad calla, es impotente y hostil. La "aristocracia intelectual", fue la quimera de Renán. En la aristocracia del mérito corresponde tanta parte a la virtud y al carácter como a la misma inteligencia; de otro modo sería incompleta y su esfuerzo ineficaz. El privilegio debería medirse por la eficacia de las aptitudes y se perdería con ellas; el credo en política podría sustentarse con una mezcla de idealismo fundado en la experiencia y con alta dosis de probidad. 84 SARMIENTO (1811 – 1888), su vigencia Domingo Faustino Sarmiento fue elegido presidente de la República (186874) mientras se desempeñaba como embajador argentino ante los Estados Unidos de América. No tenía militancia directa en partido político alguno; no tenía base electoral propia. Su candidatura surgió por gravitación personal, por un sólido prestigio conquistado tras larga lucha contra la tiranía; por su manifiesto empeño demostrado en la voluntad de organizar el país, por una inefable trayectoria de apasionado luchador por la cultura y el progreso del pueblo. Afrontó los deberes del cargo con talento de estadista ajustándose a programas y a principios construidos en décadas de ardua brega, estudios y relaciones. Conocía a fondo los problemas nacionales: “tengo la convicción última de que puedo hacer el bien por que sé en qué consiste”. Efectivamente, así lo hizo, con patriotismo, dignidad, con firmeza en las decisiones, sin desmayos pese a las contrariedades, sinsabores, obstáculos innumerables, ataques y calumnias. Tenía eficiencia en sus aptitudes, clarividencia de gobernante, impulso creador, iniciativas, entereza de carácter forjado en muchos combates por la libertad y la democracia. Contó con la colaboración de un reducido número de ministros, pero ¡qué ministros…!: Vélez Sarsfield en Interior, Avellaneda en Justicia, Instrucción Pública y Culto, José Benjamín Gorostiaga en Hacienda, Mariano Varela en Relaciones Exteriores y el coronel Martín de Gainza en Guerra. 85 Su gestión gubernamental se caracterizó por una profunda transformación social; no había desocupados; en las zonas rurales los peones ganaban 50 pesos fuertes mensuales y los albañiles 6 pesos diarios; trabajaba todo el que quería hacerlo. Comenzó a formarse la clase media argentina integrada por comerciantes, industriales, agricultores, educadores y profesionales universitarios. Eduardo Wilde decía: “Sarmiento no fue disciplinado ni metódico en sus trabajos por el bien del Estado; pero sus actos siempre determinaron corrientes impetuosas que produjeron innegables beneficios. No deja como Alberdi, una doctrina sistematizada de organización política, ni como Vélez Sarsfield un monumento jurídico, ni como Avellaneda la base de la legislación sobre tierras; pero su actividad siempre fecunda engendra un conjunto más trascendental y más valioso, pues no hay institución, reforma ni accidente de la vida democrática que no contenga rasgos de genial talento y de su incansable energía” De facultades y actitudes muchas veces autoritarias y violentas, al cabo de seis años de gobierno y de luchas sin tregua, descendió del poder tan pobre como había subido. Fue la de Sarmiento una vida de manos limpias y bolsillos vacíos de dineros del erario. Nunca tuvo ansias de enriquecerse y menos aún de medrar a la sombra de la función pública. Dejó el cargo pobre y austero como lo fue toda su vida. Avellaneda, su sucesor, le ofrece una embajada en el Brasil que rechaza invocando el impedimento de su sordera y ante un nuevo ofrecimiento responde “conserve mi edecán y concédame libre franqueo en Correos y Telégrafos para contestar mi correspondencia”. Mientras ejerció la presidencia su única hija se ganaba la vida como maestra de escuela en San Juan. Alquilaba una modesta casa en 200 pesos y su administrador Ocampo le instaba a vivir en casa propia comprando una “que compre una casa, ¿y, con qué?” replicaba Sarmiento; con sus ahorros en el poder. Ocampo, había 86 administrado celosamente los escasos recursos de Sarmiento juntando 28 mil pesos que alcanzaban para adquirir una casa digna en la calle Cuyo (hoy Sarmiento 1251), el vendedor al conocer que Sarmiento era el comprador quiso rebajarle el precio a lo que Sarmiento no accedió para no ser sospechado del pago de transacciones indebidas. De acuerdo con la Ley N° 498 la Argentina compra a Inglaterra los monitores encorazados “El Plata” “Los Andes”, las cañoneras “Uruguay” y “Paraná” y otros barcos de menor tonelaje; los astilleros ingleses le envían como regalo y como práctica comercial en boga una lancha para uso personal y particular y un cuadro al óleo (actualmente en el Museo Naval); Sarmiento se indignó y no sólo no aceptó el obsequio sino que dispuso la entrega inmediata de la embarcación a la marina de guerra nacional. Otros tiempos, otros hombres, distintos y distantes… “¡Es inútil silbarme o aplaudirme! De los aplausos hago poco caso, porque soy a ellos poco meritorio (y quisiera hablar con muchas personas que me aplauden para ver si saben y entienden qué es lo que aplauden) y con los silbidos sucede lo mismo. Hay una frase de que tanto se ha hecho burla, de que tengo una coraza; repito que la tengo, y que soy todo coraza ahora”. Sarmiento no fue hijo de ninguna universidad, sino de la vida y de su esfuerzo como autodidacto. Se lo discutió mucho durante su existencia y continuamos polemizando en torno de él. Sarmiento era una especie de caos (Lugones), lleno de aparentes contradicciones, de vida turbulenta que nunca comprometió su unidad de estilo y la conducta ética de su vida; fue hombre hecho de pasión, potencia, genio; es la “encarnación mesiánica de su país en un hombre” (Martínez Estrada). A partir de la Revolución de Mayo dos generaciones de argentinos se sintieron impulsadas a organizar la nación. La primera fue la generación de los hombres de Mayo imbuidos de libertad e independencia formados ideológicamente en el iluminismo, la “época de las luces”, creían que la 87 historia la hace la razón y que la razón terminaría con las contingencias irracionales y a través de ella se lograría instaurar un adecuado orden social, la nueva nación tendría que sustituir el orden, el sistema y el espíritu colonial en todo el continente americano (“Mi patria es toda América” decía San Martín en una carta de 1819) como Belgrano, Moreno, San Martín, Rivadavia, Florencio Varela, Juan Crisóstomo Lafinur, Fernández de Agüero y Diego Alcorta. La segunda generación (1837) recibe las influencias del romanticismo francés como Echeverría, Alberdi, Juan María Gutiérrez, Vicente Fidel López y Sarmiento, entre otros. A partir de aquí la nación no es solamente una idea, sino un sentimiento, una voluntad, un programa de acción. Sarmiento hasta los 25 años se había educado en las tradiciones católicas de San Juan su provincia natal y más tarde se evade de las rígidas formas, une democracia con romanticismo, afirma la individualidad frente a las castas dominadoras, la soberanía del pueblo frente a los autócratas, el trabajo contra el privilegio. El antiespañolismo de Sarmiento nace de su oposición a las instituciones y costumbres regresivas que la España teocrática había sembrado en los pueblos de América. La tarea de Sarmiento fue bifronte: la crítica y la construcción, mostrando nuestros males: el extenso territorio despoblado, la incultura, la indolencia, el despotismo y la construcción y puesta en acción de un proyecto de país: conseguir la unidad política y espiritual de la Nación, afirmar el imperio de la ley y de la autoridad constituida, abrir los puertos y los ríos al libre comercio, construir caminos y vías férreas, favorecer la libre expansión de las fuerzas económicas, educar a las masas, renovar las costumbres, familiarizar la vida cotidiana con un ambiente de libertad y de cumplimiento de los deberes y obligaciones, alentar medios de trabajo y producción. 88 Sarmiento poseía un abnegado sentimiento de patriotismo, de fuerte autoritarismo moral, no tenía preocupaciones de clase o abolengo, lucía como un mérito su pobreza, fue un trabajador incesante, de vida impetuosa, dinámico, guerrero de innumerables batallas políticas y culturales, poseyó las cualidades propias de un buen maestro de escuela: estudioso, observador, lector infatigable y un grado elevado de dogmatismo. Su fe estaba puesta en el poder renovador de la educación y en el deber del estado de asegurar un régimen de instrucción común que aumente la cultura general del pueblo, suprima las desigualdades y facilite la educación profesional sin excluir a la mujer. Tuvo la idea de democratizar al pueblo mediante una educación común, igual y abierta para todos, sentados en los mismos bancos escolares, lado a lado, los niños procedentes de todas las clases sociales; además de instruir, se instauraba la paz social, se suprimían tempranamente odios y prejuicios, se facilitaba la convivencia y la tolerancia, se anulaba el espíritu de facción, se evitaba estar al servicio de cualquier proselitismo, se excluían las disputas de partidos políticos; este ideal se concreta en 1884 por la Ley N° 1420 que instaura en la Argentina, mucho antes que en los países europeos, el concepto de escuela única, obligatoria, gratuita, gradual y laica. Sarmiento no fue un burgués aunque se aliara a la burguesía ilustrada de su época; vino de abajo, de la pobreza y las privaciones; educado en el estoicismo y la dignidad de un hogar criollo de provincia que lo preparó para desdeñar los bienes materiales y entregarse a las causas nobles, a la transformación de la sociedad para obtener el mayor bienestar para todos; fue un demócrata con devoción profunda por la gente en especial los pobres y marginados, por el hombre anónimo sin voz; era un liberal en las dudas y la tolerancia pero podía ser autoritario. 89 Para Sarmiento el pasado colonial era una larga siesta y únicamente el ingreso al mundo moderno y la construcción de la república era dar el paso hacia el futuro. Se puede hablar de la generación de Sarmiento enmarcada en la convergencia de grandes acontecimientos mundiales que configuraron una mirada y un clima común en Europa y en América: el desarrollo de la ciencia a partir del Renacimiento, la secularización y autonomía creciente de la filosofía que culmina en el siglo XVIII con el enciclopedismo, la transformación incesante de las condiciones de vida de la humanidad; la implantación de la razón; la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa; la depuración de la técnica y el maquinismo que posibilitan la revolución industrial; en el campo político las grandes revoluciones de Norteamérica de 1776 y la Francesa de 1789; la liquidación del absolutismo monárquico y de sus estructuras sociales. Los hombres de la llamada generación de 1837 nacieron en su mayoría en años cercanos a la fecha decisiva de 1810 y vivieron circunstancias caracterizadas por el afianzamiento de una sociedad moderna, industrial, republicana, democrática e individualista con movilidad social y ascenso de clases en contraste con el régimen de raíz feudal, con la abolición de los privilegios nobiliarios y con el paradigma de que el prestigio descansa en el talento y la capacidad de realización humana en los distintos campos de actividad y una fuerte oposición a España considerado país del despotismo, de la cerrazón mental, de la intolerancia religiosa, de la incapacidad para las empresas económicas, del atraso científico y filosófico, de la diversidad anárquica y del personalismo que había que combatir, por ello, esa juventud miró y se volcó a Francia, Inglaterra y a Estados Unidos de Norteamérica para copiar y adaptar un modelo de progreso para los pueblos hispanoamericanos. La generación de 1837 es la primera generación moderna de la Argentina que se enfrentó sin concesiones a los factores de 90 retraso de nuestra sociedad, que se liberó de las ataduras con los poderes establecidos del estado, la iglesia, el ejército y la burocracia y desembocaron en un pensamiento social y hasta socialista a tenor de los socialistas utópicos como Saint Simon, Fourier, Leroux y otros. Fueron humanitarios y progresistas con una impronta de cristianismo social que se apoyaba en una acción secuencial basada en ideas, interpretación objetiva de la realidad y el trabajo a través del esfuerzo colectivo. Querían un programa de vida y una revolución desde abajo, de ahí lo del “dogma socialista” construyendo una sociedad de amalgama de lo criollo con lo extranjero. Sarmiento nunca renegó de su origen, dijo “estoy hace tiempo divorciado con las oligarquías, las aristocracias, la gente decente a cuyo número y corporación tengo el honor de pertenecer, salvo que no tengo estancia. Soy como Rosas, un desertor de mis filas y prefiero escribir para el millón, como dicen los norteamericanos, para la canalla como decimos nosotros, para la Nación y el Pueblo argentino como dicen los pillos que tienen tanto de pueblo, de nación como mi abuela que era española, noble y colonial”. En 1883 afirmaba: “Tenemos tierra para dar hogar a los que nada poseen, mejoraremos las condiciones sociales de la gran mayoría y entraremos en la realidad de la República por la educación y el bienestar, a fin de que los hereditariamente desvalidos empiecen a mirar el gobierno y la patria como suyos”. Sarmiento no se dejaba encandilar por el desarrollo técnico y económico si éstos no contribuían a la mejora colectiva. Sarmiento dijo: “Un hombre de Estado debe tener el deseo, el intento fijo, permanente de llegar a serlo, viviendo para ello en la vida pública. Debe tener persistencia en sus miras, y consagrarles la vida entera. Debe hacer conocer sus principios y sistemas de manera que cuando esos principios y ese sistema triunfen, o convengan al país, sus consejos y dirección sean 91 requeridos necesariamente. Debe resistir a las seducciones del momento, a la perspectiva inmediata de empleos y de expectabilidad, si prevé que a nada de lo que desea hacer prevalecer conduciría darse prisa.Debe inspirar tal confianza en la sanidad de sus miras que en el momento de la acción la confianza implícita del público desarme las resistencias que están dispuestas siempre a poner los otros hombres de Estado y los traficantes. Debe considerar los hechos presentes como medios, y no como objeto de la política, que está en asegurar el porvenir de un Estado, sin descuidar su presente; no debe, por tanto, a la generación actual pedirla que inmole al porvenir; ni tampoco que se someta y subyugue a los hechos presentes sin resistirlos. El hombre de Estado, o el que aspira a serlo un día, debe tener esa intuición clara de la marcha de los acontecimientos humanos, que hace que el poder aconsejado o ejercido por él se precava, evitando los errores a que la general imprevisión puede conducirlo”. SARMIENTO, LA CIENCIAY LA TÉCNICA Sarmiento sabía que la educación estaba ligada a varios problemas en la Argentina de su época: la subdivisión de la tierra, el cultivo de los campos y el desarrollo intensivo de la agricultura, la educación del pueblo, el achicamiento del desierto con la instalación de comunicaciones y pueblos interrelacionados, la apertura al mundo y la disminución del aislamiento, terminar con los latifundios, implantar y desarrollar aspectos científicos y tecnológicos para el progreso del país. Por esta y otras cosas cayeron sobre su gobierno verdaderas calamidades y una oposición férrea y permanente a la realización de estos propósitos por medio de coaliciones de intereses y resistencias irreductibles. Sabía también que en una sociedad que desea desarrollarse, modernizarse y progresar debía propiciarse una cultura extensiva para todo el pueblo sin 92 distinciones y desarrollar, al mismo tiempo, una cultura intensiva para una minoría en aptitud de desenvolver los aspectos profundos de la ciencia, la filosofía y la alta cultura para formar los grupos directivos en los diferentes campos de la sociedad. Sarmiento no sólo fue el creador y propulsor de la Ley de Educación común (Ley 1420; 1884) sino que además implantó en forma obligatoria por parte del Estado y de los propietarios la habilitación de dos horas para que reciban instrucción los peones y los obreros. Fundó numerosas escuelas normales con la matriz de la de Paraná de 1871. Instaló una escuela de minería. Dotó al clero de seminarios conciliares y al ejército y la marina de sus escuelas militar y naval. Creó quintas normales para la experimentación agronómica. Renovó la Universidad de Córdoba incorporando la Facultad de Ciencias Exactas y Físico-naturales. Fundó en la ciudad de Córdoba el Observatorio Astronómico y la Academia de Ciencias. Estimuló la educación de ciegos y sordomudos. Estableció bibliotecas y museos. Propagó laboratorios y gabinetes para modernizar los métodos didácticos. Realizó el primer censo escolar e incorporó a la enseñanza media materias de educación cívica, física y práctica. Instaló museos de mineralogía y gabinetes metalúrgicos. Estimuló una enseñanza realista, científica y aplicada. Hizo venir al país a varios sabios de renombre internacional, entre otros al físico norteamericano Gould y al naturalista alemán Burmeister. Alentó los primeros pasos de Ameghino y narró la vida de Muñiz, el primer naturalista argentino. Fomentó las investigaciones científicas en particular las de carácter agronómico y minero. Fundó el Departamento Meteorológico. Fue el gestor de la Ley Protectora de Bibliotecas Populares y de una convención cultural con Uruguay, Chile y Colombia para difundir el libro. Implantó varios instrumentos para asegurar el orden jurídico y dio a la administración la Ley de Contabilidad. 93 En la Argentina de hoy (2013) el 55,2 % de la población mayor de 15 años no tiene el secundario completo y el 17,3 % de los niños y adolescentes está bajo la línea de pobreza; la inclusión educativa se vuele trascendental como en la época de Sarmiento. Ayer y hoy la formación científica es fundamental para la toma de decisiones y para poder competir, en la llamada actualmente sociedad del conocimiento la ciencia y la técnica debe ser enseñada masivamente desde la escolaridad primaria. Sarmiento tradujo libros para la difusión popular de la ciencia; promovió la adopción del sistema métrico decimal. La excepcional visión política de Sarmiento y la voluntad en la acción le permitió relacionar la educación con el progreso técnico y económico del país y consideró a la educación, además, como fuerza productiva en el marco de la evolución mental y cultural del pueblo. El laicismo no fue para Sarmiento lo opuesto a lo religioso sino una derivación del proceso de separación e individuación de tareas que perfilan por un lado el poder temporal y por otro el poder espiritual. La secularización de la vida social y de la educación en especial es un largo proceso histórico que abarca poder, derecho y enseñanza culminando en la separación y especificación de funciones, la libertad e igualdad de las creencias y de ningún modo la oposición activa con la religión. Sarmiento descubrió los avances de la técnica industrial de su tiempo deduciendo sus favorables consecuencias sociales y pedagógicas; si Sarmiento hoy viviera se esforzaría por difundir y vulgarizar la revolución tecnocientífica de nuestro tiempo desencadenada por la energía atómica, la química de síntesis, la automación, la cibernética, la informática, las comunicaciones… Sarmiento fue el primer legislador argentino que en forma permanente y con eficacia emplea la estadística para conocer la realidad y reforzar con la contundencia de los números demostraciones y argumentos. 94 No cabe duda que el concepto de civilización de Sarmiento fue racionalista, positivista, utilitarista y fiel a la filosofía del siglo XVIII que basa en la ciencia el factor decisivo para el perfeccionamiento del hombre, sin embargo, ostenta un signo social inequívoco de euforia sansimoniana del socialismo romántico. Sarmiento fue un liberal en su tiempo, es decir, partidario de la libertad individual y social en lo político y de la iniciativa privada en lo económico y seguramente hoy podría ser calificado como un demócrata social o socialdemócrata, un progresista, disidente del marxismo, opositor a una orientación revolucionaria de la lucha de clases, elector de una vía democrática hacia el socialismo que pese a renunciar a la propiedad pública de los medios de producción se reserva como estado el derecho y la obligación de la regulación y el control y la construcción de un estado de bienestar capitalista que mira las necesidades de la sociedad y expresa la voluntad política de hacer concurrir la ciencia, el arte y la política al único fin de mejorar la suerte de los pueblos, de combatir las preocupaciones retrógradas, de rehabilitar al pueblo y a todos los que sufren. “La independencia –decía Sarmiento- se proclama, pues, para no aprender teología, y reemplazarla con las matemáticas en todas sus aplicaciones, arquitectura, marina, astronomía, construcción naval, física, química, maquinaria, historia natural, geografía, geología, paleontología, mineralogía, medicina y tantas otras ciencias de que carecieron nuestros padres, y a cuya difusión abrieron de par en par las puertas con la guerra de Independencia esos pobres curas y eclesiásticos, calumniados hoy por la generación misma que goza de sus beneficios. El clero argentino fue liberal, el más liberal de América, y a él se le deben con Funes, Zavaleta, Oro, los Agüero, Gorriti, Colombres, el introductor de la caña de azúcar, y cien más muchas instituciones modernas”. 95 EL LOCO SARMIENTO Sarmiento es loco, decía de él mucha gente. Dentro y fuera de nuestro país y aún en el exilio tuvo que soportar diatribas y campañas difamatorias. Sarmiento nos ha de traer la guerra con los caciques. Sarmiento es masón o hereje. Sarmiento ha de venir como Oroño con el matrimonio civil… “salvo elogios o injurias –decía Sarmiento-ataques y defensa, calumnias intencionales para desprestigiar y envilecer, o aclaraciones o denegaciones para restablecer la verdad, no encuentro ni ideas, ni propósitos, ni deseo de mejorar. Se alimenta al público de rencor o desprecio, de reyerta y polémica, sin que un pensamiento útil, o un escrito ameno o bien sentido, venga a romper la monotonía de aquella destemplada lucha”. En apariencia fue Urquiza quien le endilgó a Sarmiento el mote de loco y éste no reparó en decirle en una carta “sólo yo me he quedado el mismo loco que usted caracterizó”. Loco porque muchas veces no hallaría el apoyo del público ante una idea nueva, “todo lo que no sea lo mismo de antes y de siempre, será atacado, estorbado, como el empedrado, el gas, las aguas corrientes, en nombre del juicio de cada uno, de la rutina, de la confianza en sí mismos”. Sarmiento poseía un temperamento polemista; era bravío, arremetedor y se encendía como un volcán cuando encontraba resistencia ante sus decisiones. Su pensamiento nervioso y rápido no halló muchas veces el eco necesario en el marco nacional, se le hizo enconada oposición. Recordemos que por entonces no había partidos políticos, no existía una mínima educación popular, prácticamente no había nación sino de nombre, las leyes quedaban libradas en su aplicación al juego o a las necesidades de la política. La clase dirigente era incapaz de acomodarse a las transformaciones de los tiempos y seguía defendiendo los privilegios feudales de señorío en perjuicio de las clases populares. 96 Sarmiento era un hombre educado en la tradición, el lenguaje, las creencias, los usos y las costumbres de acuerdo con el mundo normativo de España reflejado en la capital de una atrasada provincia argentina a comienzos del siglo XIX; fue autodidacto, aprendió idiomas trabajosamente y no dejó libro sin leer de los que estuvieron a su alcance. Sarmiento fue inactual en su época y en su medio; su originalidad pareció desvarío; tuvo una suprema cordura dentro de una gran mediocridad que lo rodeaba y limitaba. Tenía todas las características de un militante y fueron probadas en forma contundente la eficacia de sus obras. En todo tiempo se atribuye insanía a la genialidad y al coraje de ciertos y contados hombres; se confunde pasión con locura. Ignorantes, envidiosos, traidores, traficantes de todo tipo y calaña señalan como locos a los mejores hombres de su tiempo. Cuando Sarmiento comenzó a envejecer, sus propios adversarios aprendieron a tolerarlo, aunque sin el gesto magnánimo de una admiración agradecida (José Ingenieros). Sarmiento vivió solo entre muchos, expatriado, proscripto dentro su país, europeo entre argentinos y argentino en el extranjero, provinciano entre porteños y porteño entre provincianos. Fuentes: “El hombre mediocre”; José Ingenieros; Talleres Gráficos Argentinos de L. J. Rosso y Cia.; Buenos Aires; 1926. “Sarmiento. Educador, sociólogo, escritor, político”; Juan Mantovani, Carlos Alberto Erro, Ana María Barrenechea, José Luis Romero, Norberto Rodríguez Bustamante, Américo Ghioldi, Ricardo R. Caillet-Bois, José María Monner Sans, Raúl Moglia, Miguel García; Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires; Buenos Aires; 1963. 97 “Domingo F. Sarmiento”; Félix Luna; Grandes Protagonistas de la Historia Argentina; La Nación; Editorial Planeta; Buenos Aires; 2004. 98 OLIGARQUÍA El Diccionario de la Lengua Española dice de oligarquía: gobierno de pocos; forma de gobierno en la cual el poder supremo es ejercido por un reducido grupo de personas que pertenecen a una misma clase social; conjunto de algunos poderosos negociantes que se aúnan para que todos los negocios dependan de su arbitrio. Oligarquía es cualquier sistema político en el cual el poder y la soberanía están ejercidos por una parte de la comunidad. Los ricos (= plutocracia) gobiernan con exclusión de los pobres; católicos con exclusión de los protestantes; aristócratas con exclusión de la gente común; blancos con exclusión de personas de otros colores de piel; varones con exclusión de las mujeres; miembros de un partido político con exclusión de todos los demás partidos políticos. El sistema será más o menos oligárquico, según el porcentaje de personas de la población que queda excluido. El caso más extremo de la oligarquía es la monarquía absoluta. Las oligarquías del pasado se basaban en el nacimiento, la riqueza, la raza, la posesión de las armas en manos de los integrantes de un credo político minoritario que dominaban al gobierno sin ser parte de él. Más tarde, modernamente, aparecen las organizaciones, las instituciones y una oligarquía tecnocientífica que tiene cada vez más poder y que tienden a ser absorbidas por el Estado. 99 Las oligarquías, a lo largo de toda la historia, siempre han bregado por sus propias conveniencias preocupándose poco por los intereses, necesidades y aspiraciones del resto de la comunidad. Fue la rebelión contra el egoísmo de las pasadas oligarquías políticas la que generó el movimiento liberal a favor de la democracia; la rebelión contra las oligarquías económicas derivó en el socialismo. Todo progresista reconoció y advirtió desde siempre los males de la oligarquía pero, también, muchos progresistas hipnotizados narcisísticamente por su ideología, acabaron por construir nuevas tiranías a veces más duras. Las oligarquías no admiten dudas sobre la certeza y validez de su sistema de ideas, administran su poder en forma exclusiva y excluyente; cualquiera que ponga en duda la autoridad de un gobierno oligárquico es un rebelde desestabilizador. Los rivales de este tipo de gobierno conviven al principio y por un tiempo con él; no cabe duda, si pudieran, se apoderarían del gobierno. Más tarde, si la lucha oposicionista se intensifica, los rivales tendrán que ser suprimidos por la fuerza y obviamente deja de funcionar el principio de la ley de las mayorías. De seguir una línea de acción política férrea, totalitaria y absolutista no es conveniente que haya libertad de prensa, libertad de discusión, ni libertad para decir o publicar nada ya que esto origina diversidad de opinión, pluralismo ideológico y político. Hay que vigilar y hacer cumplir la ortodoxia y castigar las herejías. En la persecución constante y en el mantenimiento del poder a ultranza el gobierno buscará más y más sofisticadas herejías y más y más enemigos potenciales o declarados. 100 En general, el poder político está en manos casi exclusivamente de los partidarios de una doctrina determinada. Para mantener la impronta doctrinaria a largo plazo hay que ejercer vigilancia sobre la opinión pública y “educar” sutil y explícitamente a la niñez y a la juventud en la ortodoxia oficial; restringir el papel para imprimir; controlar la radio, el cine, la TV y todos los medios de comunicación al alcance de la mayoría de las personas y tratar de convertir a esos medios en monopolios públicos; perfeccionar el arte del espionaje; mentir públicamente todos los días un poco. Mucha gente se estremece todavía al leer la historia de las barbaridades cometidas por Calígula o Nerón; muchas de esas fechorías son insignificantes en comparación con muchos gobiernos más o menos recientes en el mundo. En cualquier caso, se hace difícil construir un sistema económico apropiado a los intereses de un gobierno con los de su pueblo; siempre se han peleado los terratenientes agroganaderos con los industriales, las patronales con los trabajadores, los trabajadores con las patronales, las ciudades con el campo…la democracia, por suerte, posibilita un mínimo de justicia económica. Actualmente, un gobierno puede ser mucho más opresivo si se lo propone que cualquier gobierno anterior al boom tecnológico; hacer propaganda persuasiva es mucho más fácil ahora que antes; el poder coercitivo que se puede ejercer sobre la mentalidad del pueblo es mayor ahora que antes. No cabe imaginar (o si cabe), como Aldous Huxley pronosticaba en su libro “Un mundo feliz” (1932) que con dieta adecuada, psicofármacos y preceptos reiterados en forma machacona desde edades tempranas, los pueblos tendrán una clase de carácter y un stock de creencias que las autoridades políticas consideren deseables y, en estas circunstancias, toda 101 crítica al poder sería imposible y mejor aún todos los desgraciados se creerán felices porque el gobierno les dirá que lo son. En estos tiempos aprendimos que la democracia es necesaria pero no es suficiente si no se respetan las individualidades y los derechos humanos. El poder, cuando es arbitrario, determina que el gobierno o la clase dirigente se considere a sí misma algo o mucho más importante que las demás personas; el bien de un pueblo es la suma del bien de los individuos que lo componen y no un bien nuevo y distinto. En tanto existan democracias fuertes, plenas y sostenidas por la voluntad de los ciudadanos, la democracia saldrá victoriosa. Sirva de advertencia el recuerdo del último período del Imperio romano en el que un general victorioso podía, con suerte y astucia, hacerse emperador pero siempre, para estar y sentirse seguro, tenía que buscar motivos y oportunidades para hacer que murieran los otros generales victoriosos. El poder único, la dictadura, la oligarquía en el poder no son formas duraderas de organización política de las sociedades actuales a menos que se construya e instale un suprapoder que abarque todo el mundo globalizado. 102 MUNDO EN CRISIS En el contexto de la globalización actual parece necesario llevar a cabo reformas culturales, económicas e institucionales que requiere un modelo productivo y educativo ya agotado, sobre todo a partir del comienzo, en los EEUU en 2007, de la crisis global. A este reto han de responder los actores de nuestra escena pública para resolver adecuadamente la crisis, sin arriesgarse a cometer los errores anteriores. Habrá, por tanto, que construir una “nueva normalidad” y no de tratar de “volver a la normalidad”. La historia se ha acelerado, y a cada mes que pasa las piezas se desplazan y dibujan un mosaico distinto. La situación del mundo podía calificarse, sencillamente, de preocupante. Los descalabros en economía son notorios, las dificultades de los gobiernos ni que hablar, y claras también son las señales de fragilidad del sistema en su conjunto, así en el plano constitucional, como político la situación se ha deteriorado. Muchos países están desorientados y tienen muchas y mayores dificultades sobre todo en aquellos en que la política sigue obedeciendo a una lógica oligárquica, en figura de pirámide invertida. El peso de las cosas reposa casi por entero sobre los partidos políticos, las corporaciones, los sindicatos y algunas empresas y luego la base se amplía, en un sistema de círculos concéntricos trabados entre sí por redes clientelares. El crecimiento estaba basado en la burbuja inmobiliaria y en el consumo interno, alimentado por un asombroso flujo migratorio. Al tiempo que creció la masa del PBI, 103 retrocedió en términos relativos la productividad; la baja productividad se traduce directamente en poca competitividad. Una de las consecuencias, es el abultadísimo déficit exterior que padecen muchos países. La productividad está ligada de forma estrecha a la calidad de la mano de obra, y ésta, a la educación. De modo que medir la productividad es una buena manera de medir el grado de desarrollo relativo de un país Cuando se habla de desarrollo la referencia es hacia nada demasiado concreto: a un mix que comprende prosperidad, dominio de técnicas, transparencia institucional, distribución de la riqueza. Se supone que dar alto en este mix, equivale a estar desarrollado. La mirada actual obliga a reforzar la participación ciudadana y el mantenimiento de los intereses generales con una visión de conjunto. Nadie discute en estos tiempos la democracia. Nadie pone en tela de juicio que las novedades que los países requieren han de orientarse a una ulterior modernización. Sobre el qué debe cambiar, existe también bastante acuerdo. El quién y el cómo son más problemáticos. La democracia moderna apenas si tiene historia. El sufragio universal masculino no se estabiliza en Francia hasta 1914, en Alemania se establece en 1918, en Italia, en 1919; habrían de transcurrir todavía unos años antes de que se extendiera a las mujeres. Hasta 1920, éstas no son llamadas a las urnas en los Estados Unidos, donde ha de cumplirse el año de 1965 para que voten también los negros. El restablecimiento de la democracia en Europa occidental es resultado de un desenlace bélico. Durante la Guerra Fría, Alemania e Italia gozan de democracias tuteladas. Ahora el modelo se ha universalizado, con la excepción de China, algunos residuos del bloque comunista, y los 104 atavismos africano e islámico. Por supuesto, no todas las democracias nominales son democracias auténticas. Y entre las últimas, no todas son igualmente sólidas. Pero la democracia se ha convertido en el modelo, por antonomasia, de la convivencia civil. El mercado adherido al Estado, y también la redistribución, fueron los que sacaron a mucha gente de la pobreza y el desvalimiento en que se está cuando se carece de educación y técnicas complejas para salir adelante en la vida. La abundancia de jóvenes trabajando y las altísimas tasas de crecimiento económico, permitieron crear una Seguridad Social sólida. Luego, a partir de los setenta, hemos entrado en rendimientos decrecientes, y el desafío es cómo hacer viable el sistema de jubilaciones y pensiones o el gasto sanitario. La política ha perdido prestigio y autoridad ante los ojos de los ciudadanos a lo largo de los últimos años. La crisis del Estado Benefactor, y en gran medida su propio éxito, han dejado a los partidos sin agenda. Los partidos se hallan en la necesidad corporativa de ganar las elecciones, o, lo que es lo mismo, de tomar poder y fondos públicos, que son el combustible para pagar a sus cuadros y contener los descontentos que siempre genera la lucha interna por el control de una organización. Cuando la agenda política está despejada, los pulsos interpartidarios ocupan un segundo plano o se camuflan. La lucha menuda, constante y sórdida en que se emplean los políticos con el fin de arañar un puñado de votos, trasciende a la opinión como una gigantesca cacofonía, indecorosa y simultáneamente ininteresante para el no profesional de la política. 105 Invirtiendo la fórmula de Clausewitz, que la política es la continuación de la guerra por otros medios, hay que reconocer que es desde todo punto de vista imposible que los protagonistas de la pugna se abstengan de tretas, golpes bajos, y oportunismos mezquinos. Los factores de riesgo son, en rigor, dos, uno a corto y otro a largo plazo. La democracia pierde legitimidad cuando se presenta una cuestión grave – por ejemplo, una recesión severa-, y los partidos persisten en sus escaramuzas y fuegos cruzados. La lucha política durante las etapas de normalidad, ahuyenta a los mejores, y, por un efecto de retroalimentación, deprime de modo progresivo la calidad media del profesional de la cosa pública. La “gobernanza”, es decir, la articulación de políticas que giren en torno de los desafíos prácticos a los que no tiene más remedio que enfrentarse el que ha conseguido reunir una mayoría parlamentaria, se le antojan al que tiene el poder remotas, opacas, técnicas. Prefiere las ideas, o para ser más precisos, los mensajes ideológicos. La afición a la política no se improvisa y las familias acostumbradas a unir su fortuna a la esfera pública saben diversificar sus opciones y guardar los huevos en más de una canasta. Cuando ahora decimos “democracia”, queremos decir en realidad “democracia liberal”, esto es, un régimen político en que la voluntad de la mayoría está sujeta al imperio de la ley. El imperio de la ley sería imposible sin la división de poderes. La ley contiene los abusos de la mayoría entregando la interpretación y aplicación de las leyes a los jueces, e impidiendo, por tanto, que la mayoría legislativa, teledirigida por el Ejecutivo, convierta las normas en instrumentos orientados exclusivamente a facilitar las labores del Gobierno. La ley es general, y siempre puede 106 revertir en desenlaces que no convienen al que la ha creado. Las sociedades poco educadas políticamente se enojan frente al imperio de la ley, la desoyen y no la quieren acatar. Las asignaturas eternamente pendientes de la política de casi todos los países del mundo, se refieren a la energía, el mercado laboral, el estado de las provincias y las economías regionales, la investigación científica y técnica, el llamado modelo productivo, la competitividad, el sector exterior, la justicia y la lista puede seguir… La crisis actual es la más grave del último medio siglo con contracción de la actividad en un marco de recesión internacional, desempleo y déficit público. La base económica sobre la que incide esta crisis es, desde luego, tanto en términos absolutos, como relativos, mucho más desarrollada y rica que la que existía en los años 70-80 del siglo pasado, cuando se producen las dos crisis del petróleo. Tan grave es la crisis actual que Gran Bretaña ha decidido una fuerte reforma de la asistencia social y combatir “la cultura del desempleo” a través del mayor ajuste presupuestario en 60 años (Londres; Histórica reforma de la asistencia social británica; La Nación, 12 de noviembre de 2010). Hará recortes en los fondos de educación, reformará el sistema de subsidios estatales, eliminará hasta tres años el seguro de desempleo para los que rechacen un trabajo, reducirá las contribuciones al sistema de aquellos que tengan actividad laboral, comprobará si el ciudadano está en condiciones de trabajar, impedirá razonablemente el percibir subsidios de por vida, reunificará la enorme variedad de subsidios existentes por desempleo, incapacidad para trabajar, vivienda y subsidio por hijo, en uno único, llamado "crédito universal", desalentará el asistencialismo, incentivará el empleo, aumentará el costo de las matrículas universitarias y 107 los costos de viviendas estatales, extenderá la edad jubilatoria hasta los 66 años y reducirá de efectivos y materiales a las fuerzas armadas. Este drástico plan de ajuste fiscal, será implantado igualmente por Alemania, España y Francia. El actual sistema es demasiado complejo y costoso de administrar; es vulnerable al fraude e impide a las personas encontrar un empleo a largo plazo; además, millones de personas quedaron "atrapadas" en el sistema de subsidios que generó una "cultura del desempleo". Hay generaciones de familias que no han trabajado por años; muchísimos adultos jóvenes no trabajan y tampoco han visto nunca trabajar a sus padres y esto hay que cambiarlo. Hay que garantizar que mejore la situación de la gente por cada hora que trabaja y por cada peso que gana. Muchas empresas tuvieron que contratar a extranjeros porque el sistema de subsidios incentivaba o incluso asistía a personas para que no tuvieran que trabajar. El número de nacimientos en los países desarrollados se desploma, crece espectacularmente el envejecimiento poblacional y el saldo de la inmigración, el patrón demográfico (proporción entre crecimiento natural e inmigración) cambia negativamente. La pobre evolución demográfica y su efecto sobre la proporción de personas activas/pensionistas hace difícilmente sostenible el sistema público de pensiones “de reparto”, en el que las cotizaciones de los activos financian las pensiones de los jubilados; este sistema evolucionará, inevitablemente, hacia un sistema de pensiones mínimas o de subsistencia, en el que los cotizantes de niveles altos y medios de rentas de trabajo verán –ya lo están viendo, pero ocurrirá cada vez en mayor medida- cómo la Seguridad Social confisca, literalmente, una parte creciente de las pensiones a las que, en principio, tendrían derecho en función de sus cotizaciones, en favor de los 108 pensionistas de menores niveles de renta y cotización. El sistema de cotizaciones para la jubilación a la Seguridad Social se convertirá, así, en un subsistema fiscal muy “progresivo” –no respecto a las cotizaciones, sino respecto a las prestaciones-, paralelo al general, dedicado a financiar las pensiones públicas de subsistencia. La crisis que se inicia en 2007-2008 y se desarrolla en 2009 ha puesto fin de forma abrupta, a nuestra etapa de mayor auge económico desde los años ´60 del siglo pasado. No hay duda de la influencia de la crisis internacional en las crisis de muchos países, pero tampoco hay que excluir la existencia de factores autónomos que habrían llevado nuestra economía, en todo caso, al fin de esta fase de expansión que ha sido y seguirá siendo determinante para nuestras posibilidades de crecimiento, para la creación de empleo y, por ello, para la estabilidad política y social. Ha habido una sostenida evolución de los costos laborales por unidad de producto, lo que se denomina “costos laborales unitarios” (CLU); la inflación fue también superior y los precios al consumo crecieron. Se ha descuidado la calidad del capital humano (es decir, fundamentalmente, la calidad y duración de la educación), el tamaño medio de las empresas y el nivel de la competencia, muy afectado por las intervenciones y regulaciones administrativas, incluidas las regulaciones del mercado laboral. A estos factores, que afectan a la productividad en cualquier país, habría que añadir el impacto de la muy alta temporalidad en el empleo. Mucho más paro y mucho más déficit público han sido las dos vías de ajuste de la economía ante la crisis. Las regulaciones laborales, que en algunos aspectos tienen su origen ya remoto en el papel otorgado a los sindicatos “verticales” u oficiales han imposibilitado un mercado laboral 109 más “dual”; hay una gran diferencia de costo para las empresas entre la contratación indefinida y la contratación temporal; en segundo lugar, tenemos un sistema de fijación de salarios y condiciones de trabajo que, a través de la imposición de las condiciones pactadas en los convenios colectivos de ámbito nacional o provincial, tiene muy poco en cuenta las condiciones económicas individuales de cada empresa. Para las empresas, la diferencia fundamental entre la contratación indefinida y la temporal está en el costo del despido. La indemnización en caso de despido a los trabajadores con contrato indefinido, en la práctica, es más alta, sin embargo, la indemnización percibida al despido por la gran mayoría de los trabajadores con contrato temporal es muy baja. Esto explica la alta proporción de temporalidad en el mercado laboral y hace que el ajuste de las empresas ante las dificultades económicas se realice, fundamentalmente, mediante el despido de trabajadores temporales, con un costo nulo o, en todo caso, mucho más bajo del que sería en caso de despedir a trabajadores con contrato indefinido. Pues entonces, la diferencia fundamental entre la contratación indefinida y la temporal está en el costo del despido. La muy alta temporalidad laboral tiene consecuencias negativas, tanto desde el punto de vista de la equidad (afectando particularmente a mujeres, jóvenes y personas con menor formación), como de la productividad (el incentivo de los trabajadores temporales para formarse y de las empresas para formarlos es muy reducido, como lo es su capacidad para mejorar su eficiencia con la experiencia adquirida en la empresa). El débil crecimiento de la productividad en la economía se suele poner en relación con la alta tasa de temporalidad laboral, disociación entre una muy baja afiliación sindical y una decisiva participación de los sindicatos en las negociaciones de los convenios. 110 Se ha dicho que el mercado laboral en muchos países tiene más “una cultura de la muerte” que una “cultura de la supervivencia” debido a que, con frecuencia, los sindicatos prefieren negociar y aceptar despidos a negociar y aceptar congelaciones o reducciones salariales, confiando, parece razonable suponer, en que el ajuste se realizará, fundamentalmente, vía trabajadores temporales, sin afectar, o afectando poco a los indefinidos que son, como ya se ha indicado, más importantes en las elecciones sindicales. Muchas economías arrastran estos problemas desde hace décadas, en realidad, el efecto conjunto de muchas leyes refuerzan notablemente tanto el papel de los sindicatos considerados más representativos, como el papel de la negociación colectiva y su influencia determinante en la fijación de las condiciones económicas en que deben desenvolverse las empresas. Todo esto surgió en condiciones económicas completamente distintas de las actuales, en un escenario internacional y local anterior al gran empuje a la libertad de comercio y de movimiento de capital que llamamos “globalización”. Una reforma que parece necesaria tendrá que considerar, en todo caso, 1) la eliminación de las grandes diferencias existentes entre contratación indefinida y temporal, aplicándose un sistema más homogéneo de indemnizaciones por despido, y 2) terminar con un sistema que fija los costos laborales de las empresas según un procedimiento administrativo (los convenios colectivos se publican en el Boletín Oficial del Estado y adquieren, así, fuerza obligatoria y naturaleza legal) que no puede tener en cuenta ni la situación individualizada de las empresas, ni la situación de la economía en su conjunto. Mientras no se acometa una reforma que se enfrente a estos dos problemas persistirá la “cultura de la muerte” y nuestra economía seguirá siendo incapaz, en términos de empleo, de aprovechar las 111 expansiones y de resistir las recesiones de un modo que pueda considerarse normal. La recaudación por los grandes impuestos (renta, sociedades e IVA) ha sufrido un desplome histórico (en parte, debido a un aumento en la defraudación, impulsado, a su vez, por la crisis), lo que, unido al aumento del gasto público (programas de estimulo fiscal y mayores gastos en subsidios de desempleo), ha tenido como consecuencia un aumento en el déficit hasta un nivel no conocido anteriormente. Hay aumento de la deuda pública en circulación; aumento en el déficit o necesidad total de endeudamiento. Tal vez sea oportuno desarrollar una “economía de la oferta”, es decir, considerar la expectativa y la oportunidad de una rebaja sostenida de la presión fiscal y una mayor contención del gasto público medidas eficaces para reanimar la economía. Este aumento tan rápido del endeudamiento público tiene dos consecuencias importantes: 1) el impacto sobre la calidad crediticia de la economía –algo que afecta no sólo a los deudores públicos, sino también a los privados- y 2) la restricción que impone en el gasto público, tanto en el gasto corriente, debido al pago de un volumen creciente de intereses, como en el financiero, debido a la necesidad de atender con ahorro neto o con nuevas emisiones las amortizaciones de deuda pública. Sólo con una recuperación de la actividad será posible controlar el déficit público, contener el crecimiento de la deuda y crear empleo. El “índice de miseria” (que mide la combinación de déficit público y paro), señala la difícil situación de la economía en estos tiempos. Los intereses de la deuda y los subsidios de desempleo impondrán, en los próximos años, una restricción muy importante en el gasto público. El proceso de vaciamiento de competencias del Estado, la descentralización y 112 el traspaso a las provincias especialmente de la salud y la educación como es el caso de Argentina, lleva a la necesidad de ajustar el sistema fiscal y financiero público para que las provincias puedan hacer frente al conjunto de competencias recibidas. El sistema financiero público o de ingresos públicos está integrado por el Estado y sus organismos, las provincias, las corporaciones locales y la seguridad social. El Estado es el gran recaudador de recursos corrientes (es decir, sin considerar el que se obtiene mediante emisión de deuda); le sigue la Seguridad Social, que puede entenderse también como parte del Estado; después vienen las provincias y, a mucha distancia, las corporaciones locales. Sin embargo, desde el punto de vista del gasto, el panorama cambia notablemente debido al juego de las transferencias internas, es decir, las que se realizan dentro de las administraciones públicas. Atendiendo a la distribución del gasto de las Administraciones Públicas hay muchos países que se han convertido en países más descentralizados o “federalizados” que otros, muchas veces, las provincias superan por la proporción de gasto de los gobiernos regionales al gasto del gobierno central. La filosofía desde este tipo de distribución pretendía garantizar la igualdad en la prestación de servicios públicos básicos a todos los ciudadanos, independientemente del lugar de residencia y establecer un sistema que diera a las provincias responsabilidad fiscal. Pero la rapidez del proceso, en particular, con la transferencia completa de los servicios de educación y sanidad, hizo que la realidad se alejase bastante de ese objetivo. Siempre se torna necesario establecer y proporcionar nuevos fondos para dar satisfacciones a la medida a las provincias que, por una razón u otra 113 (demografía, envejecimiento de la población, insularidad, extensión del territorio, dispersión geográfica de la población, diferencias de renta per capita) estimen que el nuevo sistema general les perjudica, en términos comparativos, con otras comunidades, o no es del todo satisfactorio, en términos absolutos. Esto hace al sistema más complejo y, probablemente, más opaco y muchas veces no garantiza la aspiración igualitaria de que los servicios públicos básicos se presten con igual nivel de calidad en todas las jurisdicciones. En todo caso, a los problemas de desajuste entre competencias asumidas y recursos financieros y las incertidumbres que plantea la falta de “cierre” del proceso de transferencias a las provincias, se une otro problema, la complejidad y politización del sistema debido a la técnica elegida para resolver “agravios”, reales o supuestos, mediante fondos ad hoc que se repartirán a través de negociaciones condicionadas, inevitablemente, por el juego político a corto plazo. A lo anterior habría que añadir que las llamadas a la igualdad y a la homogeneidad de la financiación de las provincias vienen afectadas de raíz por la existencia de los sistemas de privilegios fiscales. Las deudas que no se materializan en pasivos formalizados (es decir, que no son préstamos bancarios o valores), no se incluyen en el déficit notificado y estas diferencias pueden ser muy notables. Estas deudas “informales”, se han multiplicado en los últimos años y esto no indica solamente una creciente insuficiencia financiera, sino, además, un evidente desorden de gestión. Es previsible la evolución del déficit y la deuda pública del conjunto de las Administraciones Públicas. 114 Nuestras instituciones financieras son pasivas frente al resto del mundo, lo que indica una gran dependencia y una fuerte exposición a las turbulencias que pueden darse en los mercados en relación con la calificación de la deuda pública y la evolución de nuestras principales magnitudes económicas, déficit público y paro, en primer lugar; por otra parte, también se ha incrementado fuertemente el endeudamiento. Para dar un ejemplo, el costo de producción de electricidad tiene un gran impacto sobre las variables económicas; la política que se ha estado siguiendo durante los últimos años, en particular la negativa a considerar la opción nuclear y el gran estímulo a las renovables, nos perjudica grandemente. La comparación de precios del suministro eléctrico entre diferentes países que utilizan fuentes renovables en el suministro eléctrico y el hecho de que la electricidad de este origen es bastante más cara que la que se genera con el mix convencional (nuclear-térmico-hidráulico). La explicación está en la política de subsidio a la energía eléctrica de origen renovable, que ha hecho que ese sobrecosto se haya reflejado muy poco en las tarifas y en los precios de los contratos de suministro. El grueso de ese sobrecosto se ha ido acumulando en el llamado “déficit de tarifa”, que absorbe, además, otros factores, como el subsidio al consumo eléctrico y, sobre todo, las diferencias entre el precio previsto de la energía eléctrica -en función de los costos esperados- y el realmente registrado, que es función, entre otras cosas, del precio del petróleo. El “déficit de tarifa” se ha acumulado; la parte de ese “déficit de tarifa” que corresponde al sobrecosto o primas de las energías renovables, no se ha incorporado, hasta ahora, a los precios pagados por los consumidores; el “déficit” se ha venido “activando” en los balances de las compañías eléctricas como créditos “frente al sistema” y su “titulización” y colocación en el mercado de capitales, contando con el aval del Estado. 115 Las instituciones, tanto si pertenecen al sector público (es decir, si son expresión o instrumento de la organización permanente del poder político que entendemos por “Estado” en un sentido amplio) como si son creación de los individuos o de las agrupaciones en que éstos libremente se organizan (es decir, si son manifestación de lo que suele denominarse “sociedad”), están afectadas por la crisis mundial iniciada en 2007. Y también hay que decir que esas instituciones tendrán inevitablemente que experimentar cambios como resultado de la propia crisis y de las vías tomadas para intentar afrontarla. Políticamente, nuestra vida democrática ha tenido como protagonistas, casi en exclusiva, a los sucesivos dirigentes de los partidos políticos, seleccionados por sus respectivas elites por procedimientos internos de cooptación o de alianzas entre sus distintas corrientes o sectores, a los cuales han acompañado unos medios de comunicación cada vez más alineados con aquéllos. En la determinación del perfil de esos dirigentes han tenido generalmente poco que decir los militantes de base o los simpatizantes de los propios partidos con la salvedad de las “elecciones primarias” que, por otra parte, en éstas prevalecen los acuerdos entre grupos de dirigentes territoriales. Las elites políticas –cuyos componentes, en su mayoría, tienen orígenes y formación burocráticos, ya sean administrativos, partidistas, sindicales o universitarios, y no proceden de la empresa privada y ni tan siquiera de las llamadas “profesiones liberales”. Los partidos políticos han colonizado la administración pública y, por extensión, el espacio público, en detrimento de las demás instituciones cívicas y de la participación ciudadana. La decisión y el control sobre la agenda política y el debate público han sido hasta ahora ejercidos por las elites políticas, con sus aliados periodísticos y sindicales. Las demás elites sociales, así como las 116 instituciones cívicas distintas de los partidos políticos, no han sido capaces de influir decisivamente en ningún aspecto, todo lo cual ha transformado en puramente institucional el debate público y la gestión política en nuestra democracia, privándola de verdadera sustancia participativa desde el punto de vista social. Ello explicaría el creciente despego y la desilusión de la opinión pública respecto de los dirigentes políticos junto con los fenómenos de corrupción económica vinculados al creciente aislamiento y ensimismamiento de los partidos políticos, considerados significativamente en conjunto como “clase política”, es decir como algo separado del resto de la sociedad. Las iniciativas enunciadas de reforma surgidas de las mismas elites políticas, hasta ahora no han sido adoptadas o implantadas (a causa de sus posiciones anquilosadas o de la defensa y conservación de sus propios intereses); así las cosas, será muy difícil que la sociedad asuma y acepte reformas de fondo o estructurales, por mucho que sean imprescindibles. Y, al mismo tiempo, sin una conciencia social de la necesidad de hacer algo distinto de lo que se viene haciendo hasta ahora, expresada por los medios de comunicación y compartida mayoritariamente por la opinión pública, no se producirán normalmente esas iniciativas. Puede, por tanto, producirse un bloqueo, a la vez político y social, que mantenga en una situación estancada, aunque muy declinante, el actual sistema institucional. Pero también puede producirse una reacción política y social ante las consecuencias de la crisis (mantenimiento del desempleo en torno a un porcentual elevado de la población activa, especialmente si involucra al sector más joven de esa población; incapacidad de reducir el déficit público; aumento de la deuda pública muy por encima del límite tolerable establecido para mantener aceptable estabilidad; dificultades 117 consiguientes para la financiación de los gastos y servicios públicos; estancamiento económico). Cualquier mejora de la competitividad exige inexcusablemente la reducción de los gastos de las administraciones públicas, para cubrir los objetivos de deuda y déficit públicos previstos. Sin embargo, la actual recesión económica y las muy débiles perspectivas de mejoramiento a corto plazo hacen muy difícil ajustar a la baja el llamado “gasto social” (en especial, el constituido por los subsidios y otras ayudas para las personas en riesgo de exclusión), que por el contrario tenderá previsiblemente a crecer en lo inmediato. Ni las jubilaciones/pensiones ni los grandes servicios sociales (educación y sanidad) tienen capacidad de reducir rápidamente y de forma drástica sus gastos; los gastos educativos desde el punto de vista de la formación del “capital humano”, son el principal activo para el desarrollo de un país. En nuestra realidad, el tamaño institucional del sector público está directamente vinculado a la colocación de los cuadros de los partidos políticos. El costo político de no ocupar tantos cargos en la administración pública sería inaceptable para las elites políticas y, por tanto, éstas no acometerían las reformas necesarias, aunque la sociedad pagara a corto plazo las consecuencias de no hacerlo, con el consiguiente descenso de su nivel de desarrollo económico, del bienestar social y de la estabilidad política. Es un lastre para el desarrollo social y económico de cualquier país la duplicación y redundancia de servicios públicos y estructuras administrativas en las administraciones públicas territoriales; la no aplicación generalizada de procedimientos para medir la eficiencia en la asignación de los recursos y en las inversiones del sector público en sus distintos ámbitos (sobre todo en infraestructuras) o la no introducción de mínimos principios de competencia entre las universidades y centros 118 públicos de investigación, son sólo ejemplos del ineficiente uso de los recursos públicos. Las reformas sólo podrán hacerse por medio de un pacto político. La formación de los ciudadanos, tanto en los valores individuales y sociales como en el terreno del conocimiento humanístico y científico, es, pues, una condición indispensable para el correcto funcionamiento de las instituciones del Estado constitucional y la participación democrática. Hay bastante mediocridad de las capas dirigentes y gobernantes, incapaces, por tanto, de desempeñar eficazmente su papel social y político. La financiación tendría ante todo que depender de sus resultados productivos, académicos, técnicos y científicos y de su eficacia en la gestión exigiendo además resultados exitosos para su permanencia. Como es lógico, para obtener desarrollo hay que abordar una mejora de la competitividad de la sociedad en el campo científico y técnico. Lo que en ningún modo significa olvidar su profunda dimensión ética y cívica, dirigida a contribuir a la adecuada formación de las elites indispensables para el buen funcionamiento del país como sociedad democrática, y no sólo como Estado con instituciones democráticas. El interés por la utilidad práctica más inmediata de la formación de postgrado en el sistema educativo sigue prevaleciendo en los estratos dirigentes de la sociedad sobre el saber y la curiosidad científicos. Esto explicaría quizás el relativo fracaso de los esfuerzos en el campo de la investigación y la innovación científica y técnica, a pesar de los reiterados incentivos políticos y financieros en ese ámbito llevados a cabo. La separación de los poderes no resulta clara ni convincente; no se cumple cabalmente con la Constitución proclamada. Como es bien sabido, la separación e independencia de los poderes del Estado está en la 119 Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, al iniciarse la Revolución francesa, y lo mismo dice la Constitución norteamericana al introducir checks and balances en la relación entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. No obstante, en la práctica política y administrativa, unos y otros partidos gobernantes, con una concepción sectaria de la política, progresivamente han apartado y mantenido clientelas electorales cautivas. Cada vez con más frecuencia, se impone una debilidad y fragilidad en poner los intereses generales del Estado por encima de las coyunturales alianzas parlamentarias que se pone ante todo al servicio del partido en el poder y de sus equilibrios internos y no de los intereses generales. Convendría revisar el papel de las elites políticas dirigentes en el contexto del Estado y de la sociedad, pues además de “colonizar” en exceso la Administración de aquél, los organismos reguladores independientes no son fortalecidos o son conculcados. Es cierto que los estatutos de los partidos parten de una legitimación democrática de los dirigentes por los militantes, mediante el sistema de elección interna de aquéllos, pero en la práctica esto se traduce en muchos casos en un sistema más bien plebiscitario de designación de los líderes, previamente acordado entre los principales dirigentes y sometido a la mera ratificación de los compromisarios en los congresos de cada partido. Donde tienen coincidencia todos los partidos con representación parlamentaria es en la débil personalidad política de la mayor parte de los componentes del Congreso de Diputados y Senadores y de los Parlamentos en las Gobernaciones Provinciales. La sociedad sigue así siendo muy imperfectamente democrática, y lógicamente confía más en el contacto directo de los individuos y los grupos de presión –económicos o sociales– con los gobernantes, que en la 120 capacidad de influir sobre ellos en el terreno más amplio de la opinión pública y de la representación política. De ahí que las acusaciones y los casos de corrupción y de colusión entre unos y otros sean desafortunadamente frecuentes, con el consiguiente descrédito de la política y los políticos. El remedio de esta situación está, de nuevo, en una reforma institucional. La alarma y la tentación del pesimismo, brotan de la crisis actual, que es económica, sí, pero no sólo económica; sólo la afrontaremos en serio si logramos reformar la estructura del Estado y ponemos los cimientos de una economía que añada más valor al producto. Esto exige reconocer que el ciclo político ha concluido y que el modelo de crecimiento de nuestra economía, es decir, nuestra estructura productiva, no corresponde todavía a una sociedad moderna, no se apoya en los sectores de más valor agregado y no entra abiertamente en la sociedad del conocimiento no advirtiendo que la ciencia y la tecnología han venido cambiando en los últimos veinte años a velocidades de vértigo. El país necesita investigación potente y moderna, capaz de crear y absorber tecnología para nuestro desarrollo. Capacitar a nuestras empresas para que sean conscientes de que la tecnología es una de las más importantes ventajas competitivas. Y conseguir que ese conocimiento se traduzca en productos y servicios. De todos estos problemas, el fundamental es la transformación del conocimiento en una oferta que llevar al mercado global. Nadie rechaza la importancia de las ventajas comerciales, los bajos costos laborales, o la abundancia de los recursos naturales, como motores económicos pero, en la actualidad, lo importante es la educación y la innovación tecnológica. El éxito de occidente no se funda sólo en las leyes del mercado, sino en el pensamiento y la cultura. 121 N. del A. Fuentes de este capítulo de sociología política: Noticias e informes periodísticos y Documento del Colegio Libre de Eméritos de España: “España en crisis. Sociedad, economía, instituciones “; 119 págs; Álvaro Delgado-Gal, Víctor Pérez-Díaz, Luis M. Linde, Alfredo Pérez de Armiñán, José Ángel Sánchez Asiaín; Madrid, 2010 y opiniones del autor de este trabajo. 122 RESPONSABILIDAD SOCIAL DE LA CIENCIA Y LA TECNICA François Rabelais (1494-1553), expresó con vigor, entre tantas cosas, el humanismo renacentista y dijo: “ciencia sin conciencia es ruindad en el alma”. No se puede negar que en los últimos años ha habido una gran inversión y una enorme cantidad de acciones y realizaciones que han permitido una excepcional acumulación de conocimientos científicos y tecnológicos. Pero no se ha logrado transferir esos conocimientos a la sociedad para que se apropie de ellos y gracias a eso construya las capacidades, aptitudes, destrezas y habilidades que le sirvan para la solución de sus problemas reales. Parece que la acumulación de esos conocimientos está monopolizados y sirven en todo caso para resolver los problemas de sectores privilegiados de la sociedad. La capacidad de conocimiento está socialmente restringida. El desarrollo, el aumento de la producción, el bienestar social no parecen beneficiar a todos y en aparente contradicción la pobreza no es sólo la de los países pobres sino que también involucra a los países ricos. Estamos asistiendo a una dolorosa ampliación de la brecha entre los miembros de la sociedad con un creciente empobrecimiento de grandes masas de personas con la consecuente magnificación de la desigualdad, el aumento del desequilibrio ecológico con visos de irreversibilidad, el desempleo, la precariedad laboral, la insuficiencia de los salarios, el aumento de la ingobernabilidad y la inestabilidad social. Se están sumando el deterioro del orden natural con el deterioro del orden social que produce pobreza, discapacidad, muerte, 123 desigualdad y conflictos. Pareciera, además, que nos hemos acostumbrado a este tipo de cosas, no nos asombra y lo tomamos como una variación de lo cotidiano en un viaje sin retorno a la anestesia moral y, por supuesto, no reflexionamos, no pensamos, no cambiamos, no nos preguntamos por alternativas superadoras, no nos asociamos para impulsar contención, transformaciones y cambios; no conseguimos cambios de actitud y de conducta social y política. La solución parte por la democratización del conocimiento y la accesibilidad igualitaria al mismo por todos los ciudadanos; por la construcción ciudadana de una participación crítica frente a la aplicación de esos conocimientos y una garantía mínima de lo que se haga y aplique, sea cual sea su justificación, no dañe el presente y las expectativas de vida y dignidad de las personas. El mandato ético impone la necesaria integración de la investigación científica y tecnológica con las necesidades y problemas a resolver de la mayoría de las personas concretas con la restricción no negociable de, primero, no dañar. 124 BIENESTAR SOCIAL “La empresa privada debe desempeñar el papel esencial de la actividad económica pero, a la vez, es el Estado el actor principal en la redistribución de la riqueza” Winston Churchill; en la plenitud del conservadurismo británico. En esta época de crisis, de caída casi abismal, de horizonte brumoso e incierto, de recomposiciones del poder y de los poderosos, de violencia explícita, de un orden económico de pretensiones universalistas sin dejar de lado, desde luego, las hegemonías y las disparidades, de uso irracional de la tecnología, de acuerdos sin cordura, de ajustes, de cierre o no cierre de cuentas, de alegre corrupción, de concentraciones irreverentes de los recursos económico-financieros..., conviene, es necesario, es deber irrenunciable acordarse de la gente que juega, siempre, el papel fundamental en lo que se llama el movimiento global de la sociedad que procura a veces mejor, otras peor, conseguir crecimiento, desarrollo humano, dignificación y bienestar. Bienestar social es comunión de esfuerzos, franca colaboración entre el Estado y la comunidad organizada y realizaciones a través de programas, servicios y actividades. La actitud ante los planes de acción no debe ser asistencialista sino preventiva, constructiva, adaptativa, sin descuidar a los individuos pero visualizados siempre como personas concretas, parte de grupos humanos 125 que integran familias y la sociedad dentro del contexto educativo-cultural, histórico-social, laboral y político que les toca vivir aquí y ahora con incorporación a la mística de un proyecto social global que les permita alcanzar mayor bienestar. Un movimiento social global tendría que basarse en un liderazgo distribuido y compartido; en una centralización de los aspectos políticos y normativos; en un esquema de participación activa y responsable, dinámica, consciente y cooperativamente solidaria; con democratización y codecisión-cogestión; con posicionamientos de mejoramiento social que impacten sobre la comunidad toda; con estrategias de autoayuda; con cohesión y unidad de acción; con sedimentación lenta, pausada y continua de los logros; con división de tareas y agrupación racional, articulada y no superpuesta de funciones; con intercambio de técnicas y experiencias; con decisiones compartidas acerca del financiamiento a partir del conocimiento real de las necesidades emergentes de los grupos sociales que deben ser atendidos respetando su propio modelo y su cosmovisión y que sea congruente con el bienestar posible de la sociedad toda. Una política social se debe materializar en cualquier circunstancia y más aún en la crisis, a través de planes de mínima en procura de impactos sociales de máxima por medio de la planificación de las dotaciones fijas. Hay que conjugar lo asistencial con la prevención y la educación social; se debe administrar con eficacia y efectividad e interrelacionar y coordinar los efectores sociales; los recursos humanos (equipos multidisciplinarios integrados) deben ser capacitados en forma permanente y continua. Las herramientas o instrumentos operativos no son otra cosa que los servicios sociales, investigación social, política social y acción social. La salud, la educación y el bienestar deberían ser conquistas permanentes; son promoción humana. 126 “El sistema de gobierno más perfecto es el que engendra la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de seguridad política” (Simón Bolívar; febrero de 1819). 127 DE LA CORRUPCIÓN La ciudadanía en Argentina quiere volver a tener un Estado profesional y honesto. Gracias al largo aprendizaje de la experiencia democrática y después de haber soportado la interrupción de gobiernos constitucionales desde 1930 a 1983 creyendo ingenuamente que los desencuentros políticos, económicos, sociales y los vicios morales acumulados se arreglan con el fusil estamos aprendiendo, lentamente, a respetar las instituciones y a entender que la salud de una Nación no sólo se construye con crecimiento económico sino también con estabilidad política y progreso moral y social. La tentación a la corrupción es universal y muy antigua, también en el caso del Estado. La corrupción consiste en anteponer el bien individual, familiar, de grupo, corporativo o de facción al interés público (del pueblo). Las motivaciones por la corrupción, afortunadamente, corresponden a un número pequeño y limitado de hombres y mujeres públicos que por su elevada posición en el poder o por razones de índole personal no se contentan con recibir otro tipo de gratificaciones que no sean monetarias tales como fama, un lugar en la historia, una cuota mesurada de poder para servir, el reconocimiento de los otros. En el otro extremo, muchos individuos acceden a la vida pública cuando la actividad privada o sus pocas habilidades, destrezas y aptitudes no les brindan un resultado económicamente satisfactorio. La palabra corrupción, de raíz indoeuropea, es reut que es decir arrebatar; quitar o tomar alguna cosa con violencia y fuerza; es alterar o trastrocar la naturaleza de algo o la forma de alguna cosa; es desnaturalizar; es desviar una cosa del fin hacia el cual está destinado. Hay actos corruptos y estado de corrupción; los ciudadanos corruptos privados pueden y deben ser controlados y castigados por el 128 Estado pero si es el Estado el que está infiltrado por la corrupción, muchas veces el sistema no se depura, corrige y queda sin apelaciones. Hay un surtido de actos de corrupción: propina o regalo, que se ofrece como signo de gentileza o gratitud; exacción, es la extorsión que practica un funcionario a un ciudadano para que pague por obtener lo que, de todos modos, le es debido; cohecho, pago que se ofrece o se da para que un funcionario haga lo que no es debido; uso personal de la información institucional; venta de información institucional; curro, ganar dinero sin producir bienes y servicios; peaje, sobornar a un funcionario para hacer un trámite o conseguir una autorización; cajonear; demorar indefinidamente un trámite o gestión. Con el espantoso criterio de que “roba pero hace” en algunos gobiernos puede instalarse una cleptocracia (kleptes = ladrón; cratos = poder), dicho llanamente una banda de ladrones instalada en la cúspide del Estado. “Todo poder tiende a corromper; el poder absoluto corrompe absolutamente” (Lord Acton). “El drama del poder es que pone a personas ordinarias ante tentaciones extraordinarias” (James Wilson). La corrupción es un fenómeno furtivo que rara vez se prueba aunque se sospeche. La corrupción de los miembros del poder político es mucho más grave porque deteriora la democracia, desprestigia a los políticos y a la política, genera frustración, bronca, escepticismo y falta de confianza en las instituciones y el poder recordando que la función natural y obligada de un gobierno es servir al bien de la comunidad. La corrupción, al mismo tiempo, es un dato cultural cambiante que se puede combatir siempre que se avance en nuestro contexto cultural con un aprecio mayor por el cumplimiento de las leyes; Aristóteles decía que la ley no se sanciona cuando se promulga sino cuando se convierte en costumbre colectiva. La fragilidad del Estado, la falta de idoneidad y moralidad de sus miembros impiden el desarrollo de la sociedad y se hace necesario evitar que la oportunidad de corrupción se renueve ante cada alternancia política. En 129 general, los actos de corrupción son realizados por individuos que actúan en determinados sistemas de organización. Para atenuar la corrupción hay que desarmar su cultura y reemplazarla por otra esto implica, además, mayor participación de la ciudadanía, prensa independiente y valiente, justicia independiente, transparencia. El desarrollo económico de un pueblo no debería soslayar la importancia de los valores éticos, institucionales, políticos, el buen sistema de educación, la estabilidad institucional y el bienestar social del conjunto. La corrupción es endémica, si no se la controla se expande y corroe el tejido social; el tejido social no es otra cosa que un conjunto de expectativas y conductas recíprocas concordantes entre las personas dispuestas a vivir adecuadamente con las demás personas; la adecuación es un promedio de valores compartidos. 130 LA GRAN CRISIS Con la crisis, la Argentina se queda sin esperanza; bajo la depresión todo queda sumergido y sin aire; el futuro es el empobrecimiento y la vida mísera. En pesos moneda nacional: • El precio de una pieza en alquiler en la Provincia de Buenos Aires era de 10-15 pesos. • El precio de una pieza en alquiler en la Capital Federal era de 25 a 40 pesos. • El precio de una casa en alquiler en zona céntrica era de 60 a 80 pesos. • El obrero ganaba 35, 45, 80, 120 o 150 pesos mensuales. • Un oficial carpintero o un pintor ganaba 5 pesos por día. • Un mozo de café cobraba 35 pesos mensuales. • Un oficial peluquero 45 pesos por mes. • Un peón para todo trabajo, 30-35 pesos por mes. • Un dependiente de almacén o tienda (sin cama ni comida), 15 pesos mensuales. • Se trabajaba por la comida (pan, yerba, azúcar y aceite). • Una lavandera ganaba 3 pesos diarios. • Una empleada doméstica (sirvienta) para todo servicio, 30-5 pesos mensuales. 131 • Una modista fina, 4-5 pesos por día; su ayudante o aprendiz de costurera, 1 peso por día. • Un Contador Público Nacional, por balance, 25-30 pesos. • Un ayudante de Contador, 50 pesos mensuales. • Jóvenes empleados con conocimientos de dactilografía, taquigrafía, contabilidad y con buena caligrafía, 50-60 pesos mensuales. • Jóvenes empleados sin los conocimientos anteriores, 30-40 pesos. • Se viajaba como “croto” gratis hacia el interior del país para trabajar en la cosecha. • Los alimentos se compraban al fiado y era un acontecimiento su pago mensual en forma puntual. • No había créditos ni préstamos. • Largas huelgas (se comía con el producido por la huerta o la quinta). • Los delegados obreros eran “convencidos” en los sótanos de las instituciones de seguridad para que no manifestaran o procuraran reivindicaciones. • La felicidad era tener casa, comida y trabajo. • Un traje a medida costaba 90 a 100 pesos. El hermano menor heredaba la ropa del hermano mayor y las hijas de las madres. • Los zapatos sólo se usaban para “salir” y costaban 8 o 9 pesos. • Más del 70% de los integrantes del Poder Ejecutivo eran miembros de la clase alta tradicional y el 50% miembros del Jockey Club y del Círculo de Armas. • La desocupación era virulenta (260.000 desocupados en 1932). • Se comía colectivamente en ollas populares. • Los maestros cobraban cada seis meses (en un año quedaron 6.000 docentes cesantes). 132 • El sueño laboral era ser obrero ferroviario, empleado de ministerio o empleado de banco (lo que importaba era tener trabajo “seguro”). • Para conseguir un nombramiento había que ver al padrino o caudillo político en el comité. • Desde los comités de los partidos políticos se distribuían carne, yerba y fideos y se prometía trabajo. • Las libretas de enrolamiento se cotizaban en 1 a 3 pesos por voto. • Sólo el padre de familia trabajaba; los jóvenes de 18, 20 y 25 años vagaban, no tenían estudio ni puesto y carecían de ambiciones. • Los ídolos populares se frustraron: Gardel por la muerte accidental, Irigoyen por un golpe militar, Justo Suárez por una mujer, Lisandro de la Torre por el suicidio. • La clase media empeñaba enseres y objetos. • Nadie compraba lotes de terreno o casas. • La moneda era escasa e invisible. • Las clases altas se desprendían de sus palacios y residencias. • Los pequeños empresarios estaban sumergidos y enterrados. • El gobierno nacional, para atenuar la crisis, lanzaba grandes planes de obras públicas. • Las enfermedades arrasaban con la población, casi todas nacidas de la miseria. • No había antibióticos, ni policlínicos sindicales ni casi clínicas particulares; el hospital se veía como la antesala de la morgue. • En el Norte Argentino la esperanza de vida no alcanzaba a los 30 años. • Los que tenían trabajo, lo hacían de “sol a sol” (había 1.100.000 peones rurales por 30 pesos al mes con casa y comida). • Las familias vivían, varias generaciones, bajo un mismo techo. 133 • Los chacareros veían bajar el precio de sus tierras y estaban endeudados sobre la producción. • Los productos agropecuarios estaban desvalorizados; los granos se acumulaban en los silos extranjeros y se arrojaban los excedentes a los ríos (en una noche se quemaron 3.000.000 de kilos de maíz en los hornos de las usinas de Buenos Aires). • La “sirvienta”, era la única profesión u oficio que se demandaba desde Buenos Aires y la mano de obra era procedente del interior del país. EN ESTA EPOCA, JULIO A. ROCA DECÍA: “La Argentina por su interdependencia recíproca es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del imperialismo británico”. LA POLÍTICA OFICIAL ARGENTINA ESTABA ENMARCADA EN EL PACTO ROCA-RUNCIMAN: 1. Gran Bretaña tiene el derecho absoluto de distribuir entre los frigoríficos angloyanquis el 85% de la exportación argentina de carnes; el 15 % restante se otorgará a frigoríficos argentinos siempre y cuando no tengan fines de beneficio privado. 2. Se mantienen libres de derechos de importación las manufacturas y el carbón ingleses. 3. Argentina dará un tratamiento benévolo a las inversiones británicas. 4. La Coordinación de Transportes y el Banco Central serán mixtos. 5. Se contrae un empréstito de desbloqueo de las ganancias inglesas en la Argentina. 134 ASÍ SUCEDIÓ; ESTA REALIDAD PADECIÓ LA ARGENTINA EN LA “GRAN CRISIS” 1930 a 1945 135 LA TAREA DE TRABAJAR; LA IMPOSIBILIDAD DE HACER A veces las instituciones no funcionan bien porque no hay políticas institucionales o éstas están envejecidas; porque los salarios son bajos; porque no hay expectativas ni posibilidades de ir ascendiendo en un status profesional, técnico o simplemente laboral porque no hay carrera; porque los roles y funciones no están legitimados; porque la rutina y la cadena de “mandos” asfixia la creatividad e impide y sanciona la opinión porque se considera transgresora o desestabilizadora... Si estos supuestos se dan, aislados o interactúan, el recurso humano -el más importante de cualquier institución o empresa- se “desmotiva” para la tarea, la profesión o el puesto de trabajo; no hay desenvolvimiento del sujeto o del grupo; todo y todos “se mueren” por haber perdido la motivación (latín; motio) que significa tendencia, apetencia, incitación o movimiento hacia algo. Previamente, surge el cansancio (la fatiga, la astenia) cuya presencia puede llevar al trastorno orgánico, psicológico, psiquiátrico o psicosomático de las individualidades y a la enfermedad institucional. Esta fatiga, pronta y fácil, se presenta al inicio mismo del esfuerzo físico o intelectual al asumir la jornada laboral; se pierde el gusto y el interés por la tarea y se universaliza el desgano. La motivación es toda condición interna en el individuo que le impulsa a la acción o al pensamiento; ésta influye sobre la voluntad para trabajar y hacer; la cantidad de energía para gastar en la tarea depende de la motivación que se encuentre en el trabajo. La energía para trabajar no está almacenada en el hombre, se obtiene a partir de la motivación; tampoco la 136 energía se agota por el trabajo, sólo se gasta la parte asignada a una tarea determinada; la motivación controla la distribución de esta energía. Cuanto más elevada es la motivación más energía puede obtenerse y menor es la fatiga producida. La mala actitud de cualquier profesional o trabajador puede deberse a: - Desgaste de energía inconducente o sin objeto; - Enfrentamiento con una realidad cotidiana que minimiza las expectativas individuales o grupales; - Inadecuada ubicación aptitudinal porque no se ha contemplado en el rol laboral asignado su perfil socioprofesional, sus intereses y sus capacidades innatas; - Existencia de conflictos sociales individuales o institucionales; - Deficiente organización de la institución; - Falta de comunicación; falta de información y existencia de tensiones interpersonales con frustración y agresividad. De estas cosas y de muchas más surge la potencia creadora de fabricar síntomas en las instituciones y, muchas veces, este tipo de instituciones son generadoras de procesos “patogénicos”, ayudan a enfermar y lo peor, es que lo consiguen. 137 EL ARTE DE CONSTRUIR INSTITUCIONES Y AQUELLO DEL MODELO Construir es un arte y el éxito se logra no sólo sumando conocimientos en diversos campos y niveles sino también enriqueciendo el sistema de valores, con equilibrio y respeto por lo sociocultural que, seguramente, trasciende la especialización concreta de cualquiera. “La vida está en el todo, no en las partes” (Durkheim). Las instituciones, organizaciones, empresas, los gobiernos y los actores de todos ellos suelen confundir las metodologías, los instrumentos, las herramientas para la acción, los diseños, creyendo que pueden sustituir o soslayar los criterios políticos que tienen que ser previos a todo ello y acabadamente construidos a través de la participación y la elaboración de consensos para legitimarlos y asegurar un cierto grado de permanencia en el tiempo. Modelo, es un conjunto de objetivos, metas, ideales y valores prioritarios en función de las cuales vale la pena orientar el esfuerzo colectivo de las organizaciones y la voluntad popular. Un modelo no es un paradigma rígido ni una meta invariable. No emerge de aspectos doctrinarios pero sí de las políticas que se elaboren para una etapa de la historia social de un pueblo, de una comunidad o del universo acotado de los usuarios de una organización o sistema. Un modelo debe ser la expresión de múltiples contenidos y, además, es saludable que existan varios modelos que interactúen entre sí; esta tensión no es conflictiva ni contradictoria y, en todo caso, estimula la creatividad y la plasticidad del sistema. El modelo único, impuesto, rígido, 138 excesivamente normalizado y con alta densidad burocrática suele ser nefasto, costoso y, a poco andar, se torna viejo, insostenible e ineficaz. La revisión crítica del modelo y de las propuestas de actuación que surgen de él es la única manera de dotarlo de juventud y realismo. Un modelo sólo apegado a los hechos concretos del hoy, aquí y ahora pierde su condición de tal. Un verdadero modelo nunca aparece realizado del todo y sus actores siempre están marchando hacia su cumplimiento. Un modelo tiene, por su propia naturaleza, una cara visible y otra invisible; por un lado vive de la realidad concreta y descarnada y, por otro lado y al mismo tiempo, señala una meta que es el eje de su desarrollo histórico. El costado ideal e irrealizado del modelo es el motor que impulsa su constante desarrollo y ejecución. Un modelo debe ser perfectamente compatible con el espíritu de la democracia y no debe sorprendernos cuando utilizamos la idea de “orden”, “modelo”, “paradigma” o “ideales” que son fórmulas que nos permiten afrontar el caos manteniendo, al mismo tiempo, el entusiasmo por las utopías. Las instituciones, las organizaciones y el propio Estado deberían tener un modelo y acciones acordes con él basados en algunos aspectos principistas irrenunciables tales como la universalización de los derechos, la accesibilidad a todo tipo de servicios esenciales, la equidad social, la justicia social, la oportunidad, la solidaridad y la asignación racional de los recursos y para ello es necesario volver a creer en nuestra autonomía personal y generacional, en nuestra audacia creadora y en el propio esfuerzo. Los protagonistas, actores y creadores del modelo deben abordar las dicotomías por más encarnizadas que sean, resolverlas en un juego complementario de diálogo y de intercambio de convicciones mutuas y, de ser necesario, transformarse en agonistas o luchadores que busquen y 139 renueven la legitimidad superando el enfrentamiento de los opuestos. La fisiología del modelo depende de la aceptación de: *que el hombre es un complejo bio-psico-social-cultural, *que los procesos se dan en forma discontínua y que cambian, *que la realidad es una construcción social y que más que una verdad es una perspectiva, *que los actores sociales se comunican vertical y horizontalmente en un tipo específico de coordinación política, que vincula diferentes organizaciones y que sus representantes interactúan, *que reúne autoridades estatales y/o grupos políticos con actores económicos y sociales diversos, *que existe una dependencia recíproca entre los participantes, *que ningún participante, por sí solo, reúne todos los recursos requeridos (información, fondos financieros, implementación legal, etc.) para resolver el problema y depende, por lo tanto, de la colaboración de los demás. La institución es un nivel de realidad social que se define cuando ésta es establecida y que deriva de una fuerza instituyente que se canaliza como protesta, reivindicación, negación de lo instituido para cambiarlo, reconocimiento de las necesidades emergentes. Las organizaciones son las que mediatizan las relaciones entre instituciones y sujetos; son el sustento material, el lugar donde se producen los efectos sobre los individuos o el cuerpo social. Los participantes de las organizaciones tendrían que hacerse cargo de ejecutar debidamente las decisiones tomadas y, en consecuencia, ser coresponsables en la solución de los problemas. Siempre hay vínculos intersubjetivos entre las diversas organizaciones y sus actores que funcionan como una especie de “seguro mutuo” y disciplinan la competencia inhibiendo sus dinámicas destructivas y canalizando las expectativas recíprocas. 140 Actualmente asistimos a las consecuencias del derrumbe de la sociedad estadocéntrica que fuera reemplazada por la ofensiva neoliberal y que ahora nos obliga a reconstruir el Estado en términos adecuados a la actualidad social y económica; nos sentimos en medio de una avalancha que se desliza vertiginosa y ruidosamente quién sabe adónde creando incertidumbre, pánico, indefensión y creciente desorganización de las fuerzas vitales de la sociedad. A partir de este escueto contexto se inserta el auge actual de la coordinación de la asistencia, las ayudas, los auxilios y soportes mediante “redes”. Red, es una conformación organizativa, un sistema auto-organizado participativamente, sin bordes nítidos, abierto, flexible, dinámico y adaptable en la que se asocian diversos actores. La red, especialmente la red social, es un sistema superador de los clásicos cuerpos normativos jurídico-culturales compuestos de ideas, creencias, leyes que determinan las formas del intercambio social y, tal vez, la alternativa válida para operar eficientemente en términos de acuerdo con la realidad actual. Técnica y conciencia son las palancas del arte de construir (ciencia sin conciencia es ruindad en el alma; Rabelais). De lo que se trata es poner talento, imaginación creadora, inteligencia al servicio de las necesidades de la gente mediante la integración armoniosa de saberes, voluntades y acción. Las necesidades de las personas nada tienen que ver con el monopolio de los conocimientos, la incumbencia o el status profesional o los intereses de las instituciones para justificarse y sobrevivir. “La sociedad se distingue por lo menos en cinco dimensiones: institucional, demográfica, ecológica, de estratificación y relativa a subculturas o grupos étnicos” (Germani). Los intereses personales e institucionales tienen una penetración negativa, por lo general, en el proceso de construcción y en la acción especialmente en lo social al igual que las discrepancias políticas o la influencia de los 141 grupos de presión; las fricciones y hostilidades son altamente conflictivas en el plano de la actuación y debieran ser minimizadas. La recuperación de las instituciones obsoletas debieran tener un punto de partida extraeconómico; el reposicionamiento de los valores son los ejes de cualquier iniciativa cuando se decide el cambio; las ideologías no sirven porque conducen a la politización excesiva y fundamentalista. Las instituciones deben salvar los vacíos de la formación de sus recursos humanos; de no ser así, no estarán capacitadas para contener y solucionar las circunstancias disfuncionales de las crisis. Los status sin méritos y los roles endebles producen efectos circunstanciales o definitivos según la personalidad de los actores y que, inexorablemente, se transfieren a los marcos de la acción. El profesionalismo debería utilizarse para la programación teórica, la complementación fáctica, las previsiones, los cambios, las emergencias, la coherencia científica, técnica y metodológica de un programa y para el soporte de las decisiones que hayan de tomarse. Los decisores políticos y los conductores de las instituciones no debieran instrumentar a los profesionales y técnicos como meros recursos de una organización en cadena inmersos en una estructura institucionalizada de alta densidad burocrática, no participativa, con utilización irracional de escalas jerárquicas impuestas. En estas condiciones, los profesionales y técnicos tienen una representatividad casi nula, se frustran o entran en conflicto e influyen poco o nada en el proceso programático y en su producto. El conformismo y la connivencia institucional dentro de una especie de ritualismo platónico contemplativo no suele ser el camino hacia la construcción o el cambio. El marco de referencia para construir suele ser homogeneidad / heterogeneidad, recursos, tecnologías, conocimientos, idoneidad, disposición y compromiso del grupo humano asignado a las 142 tareas evitando mecanismos perversos de competitividad que aparecen sobre todo cuando no hay un proyecto unificador y el liderazgo es inconsistente, diluido, de contenido simbólico y delegado permanentemente. Cuando no existe compenetración en un proyecto constructivo común, cualquier tipo de inconveniente es previsible. Es difícil ejercer una orientación efectiva cuando no hay clara idea de lo que se quiere y el camino para lograrlo. En una sociedad objetivamente desigual como la nuestra hay mayoritariamente carentes e indefensos y otros, que son los menos y están mucho mejor, que tienen otras motivaciones, deseo de lucro racional, mayor competitividad por el status, el prestigio y el poder, calculan casi todo, se mueven en el marco del esfuerzo / rendimiento, contabilizan lo que ceden o reciben en la transacción, balancean costos / beneficios, se posicionan en lo que se “debe ser” y no en lo que se “puede ser”, viven inmersos en una economía de producción y de rentabilidad, son adictos a las tecnologías, cambiantes y oportunistas. Es difícil o imposible construir entre todos y para todos si no media una convergencia de todos los actores sociales sea cual sea la instancia institucional en la que se encuentren. 143 CALIDAD DE VIDA La calidad de vida presenta una estrecha relación con la privacidad, la posibilidad de elección y la libertad de acción. Es el grado de satisfacción o disgusto sentido por los individuos acerca de distintos aspectos de sus vidas. En la construcción de la calidad de vida intervienen factores como la autoestima, la visión de la vida subjetiva, la naturaleza y extensión de los comportamientos, los contactos sociales, los antecedentes culturales y socioeconómicos, la salud percibida como buena (tanto o más importante que la situación médica obtenida de forma objetiva), la adecuada funcionalidad de las actividades instrumentales y de la vida diaria. Calidad de vida, entonces, es vida libre sin discriminación ni aislamiento; salud física y mental; independencia social y económica; ausencia de limitaciones funcionales y discapacidades. El interés por la calidad de vida ha existido desde siempre; sin embargo, la aparición del concepto como tal y la preocupación por su valoración se popularizó en la década de los ´60, hasta convertirse en un concepto utilizado en salud, educación, economía, política, salud mental y en el mundo de los servicios en general. La calidad de vida no es un “estado”, es un fenómeno social complejo y un proceso activo que incluye la producción, distribución y percepción social de ciertos valores objetivos y subjetivos y a su vez, condiciona el grado de satisfacción o insatisfacción de la población, es decir, el nivel de bienestar alcanzado. El término calidad de vida pertenece a un sistema ideológico y no tiene sentido si no es con relación a un sistema de valores. Sencillamente, lo que 144 mejor designa la calidad de vida es la calidad de la vivencia que de la vida tienen las personas. El término “calidad de vida” empieza a utilizarse a partir de los ´70 como una reacción a los criterios economicistas y de cantidad que rigen en los llamados informes sociales, contabilidad social, o estudios del nivel de vida. La OCDE establece por primera vez en 1970, la necesidad de insistir en que el crecimiento económico no es una finalidad en sí mismo, sino un instrumento para crear mejores condiciones de vida, por lo que se han de enfatizar sus aspectos de calidad. Calidad de vida es un término que implica un estado de sensación de bienestar en las áreas de salud psicofísica y socioeconómica. Su objetivo es la satisfacción de las necesidades y demandas del individuo en cada etapa de su vida, esto implica la existencia de dos elementos: las necesidades humanas fundamentales, definidas como el conjunto de condiciones de carencias puntuales, reconocidas por todos los seres humanos, quienes poseen los medios para resolverlas y, los indicadores de satisfacción de las necesidades humanas, que son elementos de medición diferentes en cada país. Por encima de un nivel de vida mínimo o básico, el determinante de la calidad de vida individual es el ajuste o la coincidencia entre las características de la situación (de existencia y oportunidades) y las expectativas, capacidades y necesidades del individuo, tal y como él mismo las percibe. Prevalece el criterio social de brindar a todos igualdad de oportunidades para el bienestar pero siempre preservando la posibilidad de las personas de elegir. Se puede definir y conceptualizar de diferentes maneras la calidad de vida: definir la calidad de las condiciones de vida de una persona; calidad de vida como la satisfacción experimentada por la persona con condiciones vitales adecuadas; calidad de vida como la combinación de componentes objetivos 145 y subjetivos, es decir, calidad de las condiciones de vida de una persona junto a la satisfacción que ésta experimenta; calidad de vida como la combinación de las condiciones de vida y la satisfacción personal, ponderadas por la escala de valores, aspiraciones y expectativas personales. El Programa de Salud Mental de la OMS, en el Foro Mundial de la Salud realizado en 1996, definió la calidad de vida como la manera en que el individuo percibe el lugar que ocupa en el entorno cultural y en el sistema de valores en que vive, así como en relación con sus objetivos, expectativas, criterios y preocupaciones; todo ello matizado por las dimensiones (facetas): física (dolor, malestar, energía, cansancio, sueño, descanso); psicológico (sentimientos positivos, labor de reflexión, aprendizaje, memoria, concentración, autoestima, imagen y apariencia corporal, sentimientos negativos); grado de independencia (movilidad, actividades de la vida diaria, dependencia respecto a medicamentos o tratamientos, capacidad de trabajo); relaciones sociales (relaciones personales, apoyo social, actividad sexual); entorno (seguridad física, entorno multidimensional de factores personales como salud, habilidades funcionales, relaciones sociales, actividades de ocio, satisfacción y factores socioambientales como apoyo social, condiciones económicas, servicios de salud y sociales, calidad del ambiente y aspectos culturales). Los cambios sociales de esta nuestra posmodernidad se caracterizan por: dificultad en obtener status social; alteraciones de los roles o rol sin rol; pérdida de poder social, económico y laboral para las mayorías; serios tropiezos para el desempeño de roles establecidos como marido, padre, trabajador, profesional, técnico, empleado…; deterioro de la familia como apoyo informal; decadencia de las instituciones como apoyo formal que ya no alcanzan a brindar sustento y satisfacción a las necesidades básicas, físicas, psíquicas y sociales de las personas. 146 CARACTERÍSTICAS DE LA POSTMODERNIDAD Fuente: adaptación de Slavoj Zizek y Silvia Ons; 2009 -Falta de ideologías -Crisis de sentido -Hombre vacío, sin trascendencia, sin fundamentos, inmerso en la nada, sin referencias históricas -Identificaciones colectivas con arranques de violencia -Fragmentación y desamparo -Caída de los ideales comunes -Pérdida de autoridad -Ausencia de construcciones ideológicas capaces de orientar a los sujetos -Producción de un estado de alarma permanente -Matriz de pánico en las ciudades, con estado de miedo y angustia -Falta de enemigo claro, visible y contundente -Resentimiento -Crisis de lo real -Discursos deshabitados y vacíos de contenido -Abismo entre lo que se dice y lo que se hace -Pérdida de legitimidad del poder -Ética anacrónica -Desgaste y falta de valores inmutables -Falta de auténtica convicción -Derrumbe de los sistemas filosóficos y morales, A esto sumamos que todos y cada uno presentamos un riesgo elevado y cada vez mayor de ser víctimas de la violencia. Una vida mejor, una buena vida, el bienestar, no es equivalente a calidad de vida. El bienestar es fundamentalmente subjetivo y se basa en las experiencias 147 conscientes del placer, la felicidad, el disfrute, la satisfacción de los deseos y las preferencias individuales. Sin embargo, para identificar la calidad de vida es necesario obtener un conocimiento realista del bienestar teniendo en cuenta todos los factores en juego que influyen sobre él: aspectos físicos, sentido de la vida, modelo de sociedad, adquisición de aspiraciones individuales. La definición no será nunca simple, objetiva y universal porque cada individuo juzga y valora de acuerdo con la percepción subjetiva de los factores objetivos de su existencia: expectativas, niveles de aspiración, grupos de referencia, valores personales… En nuestro país estamos viviendo una distribución inequitativa de los beneficios y una merma en el acceso a las oportunidades para la inmensa mayoría. De un análisis somero surgen notas preocupantes, tales como el nivel de concentración de la riqueza, la presencia de inmensos bolsones de pobreza y el desigual acceso a las nuevas tecnologías y a los servicios sanitarios y educativos. Como contrapartida, se registra el crecimiento de la esperanza de vida y de la tasa de alfabetización. La expectativa de vida, el porcentaje de población alfabetizada y el producto interno bruto real per cápita son variables que utilizan los expertos para medir el bienestar; ésta es una realidad cuantitativa y abstracta y refleja parcialmente el grado de desarrollo humano de un país. En la Argentina es numerosa la población que vive bajo la línea de pobreza y los efectos de los procesos económicos parecen no revertir sobre la calidad de vida y el bienestar de nuestra gente. Se hace necesario y urgente implementar estrategias y planes sociales capaces de revertir los aspectos más débiles en materia de desarrollo humano y articular una política social y asistencial eficiente para paliar las necesidades más apremiantes de amplios sectores de nuestra ciudadanía. Hemos tratado de explicar algunos aspectos del significado y la importancia individual y social de la calidad de vida. La calidad de vida 148 nos remite al concepto de bienestar, ya que la definición de indicadores de calidad de vida se sostiene en una teoría del bienestar. La calidad de vida tiene una relación indudable con la estructura social, los factores ecológicos, las necesidades de las personas, sus deseos y sus capacidades. La posibilidad de participación activa de cada sujeto como miembro de su comunidad es una precondición para el logro del bienestar y la calidad de vida tanto como la salud física y la autonomía. La calidad de vida de las personas depende de la posibilidad de que cada una de ellas tenga, de pensar bien su propia vida. Si la vida consiste en funciones, es decir en existencias, en hacer y ejercer deberes y derechos la cuestión radica en el significado que cada persona le de a las cosas; en este sentido, algunos indicadores de bienestar no son útiles ni convenientes ya que parten de preconceptos que intentan ser aplicados a la situación de vida de todas las personas. La situación vital de las personas mirada desde la calidad de vida, se centra en un abordaje psicosocial de su análisis y comprensión ya que se trata de un concepto objetivo y subjetivo al mismo tiempo. El eje objetivo incluye medidas culturales relevantes del bienestar objetivo; el eje subjetivo incluye la satisfacción medida de acuerdo con la importancia que tiene para cada sujeto, proponiéndose para su análisis el concepto satisfacción. La satisfacción se define como la vivencia que se tiene de haber podido dar respuesta a las necesidades. También es necesario tener en cuenta el concepto, muy importante, que está en relación a la satisfacción, ya que no tendría mucho sentido medir la satisfacción de una variable si no se conoce el valor que tiene para cada persona. Actualmente el término calidad de vida se utiliza en forma cotidiana y para hacer referencia a diferentes situaciones consideradas deseables para las personas; se ha convertido en un objeto de estudio concreto, en tanto componente de la realidad social. 149 Los estudios sobre calidad de vida nos dan la posibilidad de una nueva mirada desde las potencialidades más que desde las carencias y con una inmersión en lo comunitario de tipo psicosocial que incluye el análisis del contexto sociopolítico. La relevancia de los indicadores objetivos y subjetivos depende del contexto. Se parte de la consideración del entorno material en conjunción con el social, considerando a la persona tradicionalmente llamada “objeto” como “sujeto” y protagonista del accionar. La calidad de vida plantea una realidad social y política basada en el respeto por los derechos humanos y nos pone ante la necesidad de trabajar en forma integrada. Hoy podemos decir que la calidad de vida conforma un ámbito de estudio interdisciplinar de la realidad social con netos componentes psicosociales (G.H. Tonon; 2005). 150 TRABAJO Y JUSTICIA SOCIAL Existe una teoría sobre el acontecer histórico que remite a la recurrencia de la historia. En “Principios de ciencia nueva II” (1744), Giambattista Vico estableció el principio del “corsi e ricorsi” de la historia. De acuerdo con Vico y sus seguidores, la historia se repite, no avanza en forma lineal, sino que lo hace en forma de espiral. Se reitera y vuelve a repetir situaciones aparentemente superadas, pero vistas desde otro ángulo. Lo que implicaría que la historia lleva implícita en si misma su propia decadencia y que los seres humanos no aprendemos de las experiencias pasadas. Estamos, como Sísifo, condenados a repetir la historia una y otra vez. La teoría de Vico, el “corsi e ricorsi” de la historia, se puede aplicar a la Argentina? La primera pregunta que me formulo es acerca del significado del trabajo humano. Tanto la concepción del economista escocés Adam Smith (1723 – 1790) como la del alemán Karl Marx (1818 – 1883) entendían que el trabajo sólo y en exclusiva era fuente de producción y que en definitiva el trabajo del hombre se mide por lo que produce. Marx agrega la noción de plusvalía. Recién aparece en 1891 la Encíclica de León XIII “Rerum Novarum” donde se establece la doctrina católica sobre el trabajo y el orden social.; se habla del salario justo, de que existan sindicatos…También Pío XI se pronuncia sobre cuestiones sociales cuarenta años después con la encíclica “Quadragesimo Anno”. Recordemos también al Pablo VI en 1967 con la encíclica “Populorum Progressio”. El gran golpe revolucionario lo da Juan Pablo II cuando publica su primer encíclica en 1981 “Laborem Exercens” y la “Centesimo Anno” de 1991 y 151 expresa al mundo, entre otras cosas; que “el socialismo ha cumplido un papel histórico muy importante. Si no hubiese existido como alternativa, los desbordes feroces del capitalismo habrían sido peores”. Distingue y define dos tipos de trabajo: el trabajo objetivo, que es el mismo considerado por el capitalismo como por el marxismo (el hombre produce y unido a la máquina produce mucho más) y el trabajo subjetivo que implica el reconocimiento de que el trabajo produce cambios y transformaciones en la persona que trabaja; el trabajo humaniza al que lo ejecuta. No basta saber si el trabajador gana lo necesario sino que también hay que saber si ese trabajo lo favorece interiormente como persona, le agrada y quiere lo que hace. La vertiente del trabajo subjetivo no es valorada por ninguna de las concepciones materialistas, ni la liberal ni la marxista. La noción del trabajo subjetivo pone al hombre en el centro de la cuestión y no considera al trabajador como una simple mercancía. Según el texto bíblico el hombre es expulsado del Paraíso recibiendo la orden de trabajar; era condenado a trabajar. El Génesis es drástico y señala el trabajo como castigo “ganarás el pan con el sudor de tu frente” pero también se ponen límites proclamando el descanso semanal del trabajador y el descanso de los animales y de la misma tierra; el Antiguo Testamento es un patrimonio común de judíos y cristianos, sólo que los cristianos progresaron por el camino de los Evangelios y el judaísmo por el del Talmud y otras tradiciones (Laguna/Aguinis). El judaísmo y el cristianismo han influido notoriamente en la concepción legal del mundo, el orden y la justicia social como no lo lograron ninguna otra de las religiones. Se tenía que realizar la esperanza milenaria de los judíos, inventores de la justicia social, que habían logrado en Jerusalén en la época de esplendor, de alta idealidad y grandeza que los habitantes de las orillas del Jordán, de los montes de Moab y Galaad, de Galilea convivieran con los templos 152 cristianos y las salmodias de las mezquitas. Se pensó que con la guerra libertadora terminaba el martirio de la vejación, el escarnecimiento y la diáspora. Los judíos se incorporaron en mayor medida que otras comunidades a los movimientos que reclamaban justicia social y también a una activa defensa de la ecología. El destino de Israel era la realización de la justicia social que antes no se concebía sin Jehová, los profetas y el Templo y que ahora, transcurridos muchos siglos, necesitaba una democracia fuerte que proclamara el derecho a la vida material y del espíritu. Terminada la guerra mundial de 1914 hubo esperanza e ímpetu renovador. Se creía que serían barridas para siempre las viejas monarquías y que se construirían nuevas democracias con contenido ético y transformaciones sociales que impedirían la repetición de esta catástrofe. Todos creyeron que la guerra era una conflagración universal de hombres, de cosas y de ideas. La guerra era pensada como libertadora y liberadora no obstante haber dejado destruidas las ciudades, yermos los campos, talados los montes y enlutados miles de hogares; se transformaría el régimen económico opresivo que no garantizaba ni el pan ni la libertad, se dignificaría el trabajo; se produciría la redención de los hombres y regiría un nuevo orden espiritual. Terminada esa guerra, Europa había perdido ocho millones de sus mejores obreros, sin contar los inválidos; sufrió una disminución de su capacidad productiva equivalente al mantenimiento de ochenta millones de personas; los pueblos hablaban de un orden nuevo para reconstruir el mundo y las utopías comenzaban a ponerse en contacto con la realidad. Entre tanto, nacía y crecía el fascismo (fascio = haz, manojo, gavilla) como monopolio que absorbió las actividades del hombre considerándolo como un simple medio al servicio de los fines del Estado identificado con el 153 partido único; exigía el sometimiento incondicional y sólo buscaba la perpetuación en el poder. Se implantó un régimen de terror al tiempo que se destruían las instituciones de carácter social y comunitaria; los terratenientes, los capitanes de la industria y los comerciantes abrieron sus arcas y facilitaron el triunfo de la dictadura infame. En Alemania, país de gran cultura, se produce la victoria nazista sostenida por el rencor de un pueblo vencido y humillado por el Tratado de Versalles; Hitler se hizo intérprete de ese rencor proclamando la fuerza de la raza aria y el odio a los judíos y se afirmó en el ejército creando una formidable máquina de guerra. Las dictaduras comenzaron a extenderse y a triunfar construyendo un régimen totalitario que divinizaba al Estado desconociendo deliberadamente que el Estado es una sociedad jurídica y políticamente organizada; es una asociación con caracteres y fines más limitados que la sociedad; el Estado es posterior a la sociedad que es un organismo colectivo con vida propia. El Führer Hitler preparaba una nueva guerra que incluía la explotación de los trabajadores europeos conducidos a Alemania como esclavos más la tortura de millones de hombres en los campos de concentración y la muerte en las cámaras de gases letales. No se concibe un régimen democrático donde no haya libertad de pensamiento, libertad de expresión, varios partidos políticos, ciudadanos independientes y respeto por los adversarios y la división de poderes. El proceso sombrío de la falta de justicia social es una constante cíclica en el acontecer social; un hecho individual solo no determina un acontecimiento social y un hombre por más grande que crea ser no cambia el curso de la historia. 154 La Declaración de los derechos del Hombre significó el reconocimiento del valor absoluto de la persona humana, afirmó los derechos naturales e imprescriptibles. El artículo 1° de la Declaración de los Derechos del Hombre y del ciudadano adoptado por la Asamblea Constituyente del 20 al 26 de agosto de 1789 y aceptado por el Rey el 5 de octubre del mismo año decía: “Los hombres nacen y viven libres e iguales en derechos”. Había un deseo y una voluntad política de sustituir el privilegio por el derecho y en ese orden se imponía la necesidad de hacer reformas sociales. En la Argentina el golpe de Estado de 1930 fue manifiestamente corporativista y pretendió agrupar a los ciudadanos en categorías, gremios, grupos profesionales, corporaciones de intereses y partidarios de la representación corporativista; llegaron a prohibir el estudio de determinadas doctrinas en las universidades porque no estaban de acuerdo con la ideología de los que mandaban; que sería de nosotros si no estudiáramos a Aristóteles porque justificaba la esclavitud, a Maquiavelo porque toleraba todo al Príncipe, a Hobbes y Espinoza que identificaban el derecho con la fuerza …habría que gritar “Muera la inteligencia” y avasallemos la Universidad, maltratemos a los jóvenes y vejemos a las mujeres. La intolerancia, es la extensión hacia fuera del dominio exclusivo ejercido dentro de nosotros por la fe dogmática (Guyau). La producción insuficiente, la vida cara, el hambre, estimulan el espíritu de revuelta de los pueblos y aumentan la xenofobia, cosa que no es nueva ya que en nuestro país se aplicó la ley de residencia y se practicó la deportación de centenares de personas; en la legislación de Indias, la ley 9ª ordenaba “limpiar la tierra de extranjeros, en obsequio al sostenimiento de la fe católica”. 155 Hasta el año 1903 no se había dictado ninguna ley del trabajo en el Parlamento de Argentina y se opinaba que toda conflictividad estaba solucionada a través de las prescripciones del Código Civil de Vélez Sársfield (en 1864, se nombró a Vélez para proyectar la codificación civil y su proyecto fue convertido en ley el 1° de enero de 1871); si había huelgas obreras éstas se resolvían en parte por la ley inconstitucional de extrañamiento de extranjeros. El siglo XVIII exaltó al individuo y promovió una reacción en contra del despotismo político y religioso; el siglo XIX afirmó la solidaridad demostrando que el libre juego de los factores económicos no bastaba para la realización efectiva de la justicia social. El derecho y la ley escrita son las herramientas para transformar y mejorar la condición de los hombres; el derecho forma parte de la superestructura de las sociedades y frecuentemente cristaliza las transformaciones sociales de base económica o de estructura; en cada período de descomposición social, una fuerza disolvente irrumpe en el derecho y lo mutila. El derecho y después la ley escrita reconoció a los pobres que tuvieron que luchar para tener espacio político, algo de poder y fuerza y hacerse visibles para que sus intereses vitales sean respetados. Tímidamente, en la Constitución del 91 y en la del 93, el artículo 21 dice: “La sociedad debe subsistencia a todos los ciudadanos desgraciados, sea procurándoles trabajo, sea asegurándoles los medios de subsistencia a aquellos que no pueden trabajar”; ya en 1817 el Reglamento Provisorio establecía que el Estado tiene “la obligación de aliviar la miseria y la desgracia de los ciudadanos”. Un viejo código español afirma que la justicia debe lucir igual para todos, como el mismo sol… El honor de haber construido en la Argentina los comienzos inconmovibles de la justicia social y la legislación del trabajo se debe a Alfredo L. 156 Palacios, primer Diputado socialista electo en toda América en 1904, (10 de agosto de 1880 – 20 de abril de 1965). Los trabajadores se asocian. Desde la antigüedad los trabajadores sintieron la necesidad de agruparse y asociarse. En Egipto, en tiempos de Ramsés II (s. XIV a. J.C.) los trabajadores se unían transitoriamente y se declaraban en huelga. Los albañiles de Tebas, empleados en la construcción del templo de Mut, proclaman la huelga por la exigüidad del salario y la hambruna generalizada exponiendo sus quejas al gobernador de la ciudad. En Grecia existieron las etairias, asociación de obreros identificados políticamente y los eranos, asociación fraternal y de socorros mutuos. Alejandría, fue la capital intelectual e industrial del mundo antiguo con gran desarrollo de la ciencia y de la técnica; existían gran cantidad de trabajadores agitados por los mismos problemas de hoy en día y disciplinados en corporaciones, asociaciones de resistencia y donde preparaban y ejecutaban huelgas planificadas de manera orgánica. Cuando Roma evoluciona de la vida sencilla, pastoril y agrícola a las manufacturas con el uso de la técnica y las herramientas pregona la división del trabajo y aparecen los gremios o corporaciones. Plutarco en su libro Las vidas paralelas habla de la distribución y agrupamiento por oficios: alfareros (el más antiguo de todos), flautistas, orfebres, maestros de obras, tintoreros, zapateros, curtidores, latoneros… Más tarde, la Ley de las XII Tablas obtenida por la lucha de los plebeyos, fuente del derecho público y privado, reconoció la existencia de los colegios industriales que eran una suerte de asociaciones fraternales. Bajo la República se permitieron las asociaciones de trabajadores prohibiendo las reuniones nocturnas y las clandestinas invocando la tranquilidad pública. César y Augusto suprimen gran parte de los Colegios debido a su carácter político y desde entonces se requiere la autorización del poder público para la instalación de nuevas corporaciones La persecución aviva la fe y acrecienta el entusiasmo y los obreros siguen 157 agrupándose pese al impedimento de las leyes restrictivas. Alejandro Severo concede a las corporaciones de oficios existencia oficial, nombra defensores y jueces especiales. Bajo la República y aun bajo el Imperio se admitió a los esclavos en algunos colegios de artesanos. Pese a todo la labor servil lo invadía todo hasta que se produce la decadencia del trabajo servil en Roma y aparece el colonato que dará origen al siervo de la Edad Media. Las grandes empresas militares de aquella época en tiempos de César, Augusto, Tito eran fuentes inagotables de esclavitud, a partir del siglo III ya no se realizan y el Imperio debilitado esparce a los prisioneros de las guerras en los campos como colonos y no como esclavos. En el siglo IV la población rural se componía de esclavos, libertos y hombres libres; entre estos últimos estaban los colonos sujetos por la ley a la tierra que cultivaban, eran membra terroe según el Código Justiniano pero gozaban de muchos de los derechos del hombre libre; tenían una situación intermedia entre la esclavitud y la libertad. Esto fue un progreso social que constituyó el principio de la servidumbre de la Edad Media. Después del siglo IV aparece el siervo que puede formar una familia y que no podía ser vendido sin el inmueble del que formaba parte; el siervo ya es dueño de su trabajo y sólo está obligado al canon. Con el feudalismo se produce la disolución del mundo antiguo pero con el feudo aparece el primer grupo de la nueva organización social. Se pasa a la vida sedentaria con una base contractual; surge una nueva constitución de la propiedad con el predominio de la tierra; la forma de la economía fue la servidumbre en las tareas rurales pero en la industria hay producción casera y de artesanos. Las ciudades mantenían relaciones de cambio con las zonas agrícolas; la vida mercantil e industrial se expande fuera de la residencia de los barones y se centraliza en 158 las ciudades donde surge la burguesía apoyada por los reyes con el propósito de abatir a los señores. La corporación estaba formada por artesanos del mismo oficio y de la misma ciudad, tenían el monopolio de fabricación y venta en un mercado restringido y eran dirigidas por artesanos elegidos. El artesano trabajaba con sus propias herramientas, compraba la materia prima y vendía el producto; eran una especie de sindicato patronal que no pudo resistir al progreso industrial. La constitución feudal de los campos y el régimen corporativo se oponían a la transformación del capital dinero en capital industrial; la sociedad derriba los obstáculos existentes y comienza a desarrollarse el capital comercial y el capital usurario que abren la era capitalista en el siglo XIV y antes de empezar el siglo XVIII ya estamos en el período manufacturero pero, al mismo tiempo, era necesario que los trabajadores no estuvieran subordinados a otra persona, que no pudiesen utilizar por sí mismos su fuerza de trabajo ni pudieran vivir sin utilizarla. Era necesario que grandes masas de seres humanos, despojadas de sus medios de subsistencia tradicionales, se vieran obligadas a vender su fuerza de trabajo. El capitalismo buscaba producción de mercancías y de ganancias, para ello, era indispensable que los productos fabricados posean un valor superior (plusvalía) a los elementos que lo formaron, es decir, medios de producción y fuerza de trabajo. Para el capitalista la”supervalía” desconoce el trabajo necesario o excedente del obrero, gasto de la fuerza de trabajo. La monarquía contribuyó a la ruptura de las trabas feudales creando las “manufacturas reales” con grandes talleres; en 1791 fue suprimido por ley el régimen corporativo. 159 La producción manufacturera origina la división del trabajo, se modifican el diseño de las herramientas para que sean formas fijas especiales para cada aplicación útil en particular creando las condiciones de las maquinarias que consisten en una combinación de instrumentos simples. Las máquinas inician la gran revolución industrial de fines del siglo XVIII con el objetivo de abaratar el costo de las mercancías y acortar la jornada laboral. Las máquinas movidas por la electricidad o los combustibles son grandes, perfectas, soberbias y están alineadas en las fábricas para que un ejército de obreros dóciles, infatigables, dispuestos a realizar esfuerzos sin cesar con un entrenado automatismo corporal en que el ritmo orgánico del trabajador se ve obligado a adaptarse al ritmo mecánico de la máquina (“Tiempos modernos” de Chales Chaplin, “La clase obrera va al paraíso”; film de Elio Petri con Gian María Volonté y Mariangela Melato). Siempre hubieron reacciones contra las asociaciones profesionales en nombre de la libertad de trabajo intentando el abandono del trabajador débil sometido y a merced de un patrón fuerte. De ahí la necesidad de reconocer y afianzar la personalidad colectiva de los trabajadores, del desarrollo creciente de la conciencia de clase, la derogación de leyes coercitivas que ponían vallas a las asociaciones de trabajadores, la fuerza de los trabajadores en su lucha por el derecho, la instalación de nuevas formas de organización como el sindicato que responde a la producción capitalista de la gran industria. Los sindicatos, las trade-unions (inglés = unión de oficios o asociación profesional o asociación de asalariados) significan la asociación de un cierto número de personas que tienen que defender intereses comunes y que se hacen representar por uno o varios síndicos encargados de tratar y obrar en su nombre y cuyo objeto principal es el de mejorar las condiciones económicas y la salud laboral de sus asociados. 160 Adam Smith había dicho que los patrones han efectuado siempre, y en todos los lugares un convenio tácito, uniforme y constante para no elevar los salarios; en 1816, en Inglaterra, los patrones se reunían públicamente para determinar la reducción de los salarios. Desde hace por lo menos dos siglos se conformaron sindicatos industriales, comerciales, profesionales y patronales y concentraciones monopólicas como los trusts, cartells rings, pools, utilizando las técnicas del undersselling o dumping propendiendo al dominio absoluto del mercado consumidor imponiendo el precio, la calidad y la cantidad de artículos acumulando el mayor número de trabajadores bajo una dirección patronal. Para producir artificialmente el encarecimiento, entre otros ejemplos, los trusts argentinos llegaron al extremo de quemar la caña de azúcar en Tucumán o derramar el vino en las acequias de Mendoza. Para contrarrestar estos avances, los trabajadores argentinos por el año 1915 se organizan en la F.O.R.A (Federación Obrera Regional Argentina fundada en 1901); entre tantas cosas esta organización dijo: “Considerando el congreso que la ley es siempre adoptada en favor de los capitalistas y la pueden eludir, resuelve que los obreros deben esperar todo de su conciencia y unión, rechazando el recurrir a los poderes públicos para obtener cualquier mejora"; los trusts del petróleo, el azúcar, la harina, la cal, la carne… dominaban el escenario y empobrecían a las mayorías. Las cosas vienen de lejos, en la Argentina colonial, don Cornelio Saavedra desempeñaba el cargo de síndico procurador del Cabildo y afirmaba que por la presencia de los gremios “no se originaban más que pleitos entre los artesanos de distintas castas; la corporación lejos de ser útil y necesaria debe considerarse perjudicial al beneficio público, porque enerva los derechos de los hombres, aumenta la miseria de los pobres, pone trabas a la industria, es contrario a la población y causa muchos otros inconvenientes” 161 y concluye pidiendo al Cabildo que se oponga a la constitución de todo gremio; el Cabildo hizo suya la recomendación del síndico y el Virrey promulgó la ordenanza en este sentido. Pocos años antes de la emancipación de las colonias, los trabajadores carecían en absoluto de conciencia de clase y carecían de organizaciones que los agruparan. Los indios habían sido repartidos como botín por los conquistadores; se daban los pueblos a título de encomienda como un derecho concedido por merced real a los beneméritos de las Indias para percibir y cobrar por sí los tributos de los aborígenes que se le encomendaren por su vida y la de un heredero conforme a la ley de sucesión con cargo de cuidar del bien de los indios en lo espiritual y temporal y de habitar y defender las provincias donde fuesen encomenderos y hacer cumplir todo esto. Los indios no quedaban como esclavos ni por vasallos de los encomenderos y sólo reconocen al Rey por Señor como los demás españoles; no se encomiendan los indios sino sus tributos. Sin embargo, en la realidad, el régimen de las encomiendas implicaba la restauración del feudalismo y del antiguo siervo de la gleba con el nuevo nombre de mitayo; los pueblos indígenas fueron cruelmente tratados y comenzó su decadencia, esto hizo que se los reemplazara por los negros. La Ley de Indias disponía que donde hubiere fábrica se lleven esclavos que trabajen teniendo en cuenta que sean sanos, de buenas edades y disposiciones. Llegaron a nuestras costas, entonces, barcos cargados de negros que retornaban con productos de nuestro país. Negros y mulatos monopolizaban todos los trabajos manuales de la ciudad; había pocos hombres libres que ejercían oficios bajos y viles y eran despreciados; todos llevaban una vida miserable. Los mestizos trabajaban en los campos, vivían 162 en las tierras acaparadas por los ricos, en ranchos miserables y paraban rodeo en las llanuras sin alambrado cercanas a los indios. En 1809, la situación de la clase pobre era desesperada; los precios eran muy altos y se carecía de lo indispensable; Belgrano sostuvo la idea del libre comercio que permitía dar salida a la producción y mejorar relativamente el bienestar del pueblo; los monopolistas combatieron la medida porque atentaba en contra de sus privilegios. La libertad económica permitió la salida de los frutos del país, se restauró la hacienda pública, desapareció el déficit y se abarató la vida. La libertad de comercio condujo a la libertad política. La Inglaterra del siglo XVIII ya había conquistado un imperio inmenso, impulsó su industria y su comercio, inauguró la industria a gran escala y el maquinismo, “la cantidad de carbón empleada en las fábricas era tan grande, que la atmósfera de Londres estaba llena de humo”; eran necesarias mayores cantidades de materias primas y más y nuevos productos para colocar y vender en los mercados. El pensamiento de Mayo fue liberador. Antes de 1810, en 1794, Buenos Aires era una ciudad revolucionaria que adoptaba las ideas de economía política descubiertas en España y que Belgrano, precursor de Alberdi, tenía el afán de establecer una política económica ante la crisis del régimen rentístico colonial. Las clases pobres ya se habían beneficiado con la libertad de comercio; la Primera Junta por decreto del 5 de septiembre de 1810 suprime el derecho de plaza que se cobraba a los vendedores de objetos de consumo diario; el 10 de enero de 1811 la Junta reconoce al indio considerándolo ciudadano bajo la protección de las leyes y determina que se eligiesen en cada Intendencia, excepto Córdoba y Salta, un representante de los indios al Congreso quedando extinguido el tributo que pagaban los indios a la corona de España. La Junta Provisional Gubernativa de las Provincias Unidas del Río de la Plata expresaba que los indios, 163 “estos, nuestros hermanos, son ciertamente los hijos primogénitos de la América, eran los que más excluidos se lloraban de todos los bienes y ventajas”. El decreto del 6 de abril de 1812 prohibió la introducción de esclavos en el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata y el 4 de febrero de 1813 se declara libre a todos los esclavos por el solo hecho de pisar el territorio de las Provincias Unidas. En 1822, Rivadavia sancionaba el cese de la apropiación individual de la tierra pública, estableciendo el contrato enfitéutico que entregaba la tierra como instrumento de trabajo para que los hijos del país pudieran sembrar granos bajo un sistema político que asegurara el establecimiento de poblaciones y la felicidad de tantas familias que “siendo víctimas de los poderosos, vivían en la indigencia y en el abatimiento con escándalo de la razón y en perjuicio de los verdaderos intereses del Estado”; Rivadavia hizo socialismo agrario. En 1812, Rivadavia se ocupaba de promover la inmigración. La Asamblea de 1813 sancionó el Decreto expedido por la Junta Provisional Gubernativa del 1° de septiembre de 1811 derogando la mita (= turno; en el trabajo en las minas el Rey tenía un quinto del valor bruto que se extraía y fundía; los propietarios tenían el derecho de hacerse entregar por los corregidores o tenientes un número de indios jóvenes y fuertes proporcionados a la extensión de sus explotaciones sin más gravamen que alimentarlos. Millares de hombres morían en esta condena a trabajos forzados bajo la tierra; eran alimentados peor que las bestias), las encomiendas (derecho de cobrar tributos a los indios), el yanaconazgo (las concesiones de tierra para el labradío era acompañada por una cantidad de indios que debían servir gratuitamente) y el servicio personal de los indios que debían servir dentro de las casas. Las leyes de Indias protegían al trabajador aborigen antes de la emancipación pero no se cumplían; las leyes eran letra muerta en la colonia. El Congreso de Tucumán de 1816 continuó la obra emprendida por la Asamblea del 13 con un programa progresista con repartimiento de 164 terrenos baldíos, venta de fincas para beneficio de la agricultura, distribución de los naturales en plena propiedad de las tierras de comunidad. Esteban Echeverría en El Dogma Socialista de Mayo y Alberdi en sus Estudios económicos establecen un Plan Económico para el desarrollo de nuestro país. La República, bajo las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda toma un gran impulso: la inmigración transforma el régimen feudal en régimen agropecuario, se empiezan a desarrollar las fuerzas productivas, se declara la libre navegación de los ríos, se impulsa la agricultura, se construyen caminos y puentes, se inicia la red ferroviaria, se federaliza Buenos Aires, se fundan industrias, se fomenta la instrucción pública. A partir de 1880 se producen los primeros síntomas de la lucha de clases y aparecen las primeras asociaciones de trabajadores: Club Vorwaerts (1882). En 1889 Argentina concurre a la Exposición Universal de París y en el Congreso Obrero propone la limitación de la jornada de trabajo a ocho horas, la prohibición del trabajo de los niños menores de 14 años, la reducción de la jornada a 6 horas para los jóvenes de ambos sexos de 14 a 18 años, la abolición del trabajo nocturno salvo excepciones, la prohibición del trabajo femenino en las industrias que afecten su salud, el descanso no interrumpido de 36 horas por lo menos cada semana, la prohibición del trabajo a destajo, la inspección permanente de fábricas y talleres, la inspección sanitaria de las habitaciones, el seguro obligatorio sobre los accidentes de trabajo…; era el primer plan de justicia social en la República. El 29 de junio de 1890 se constituye la Federación Obrera de la República Argentina; en momentos en que teníamos una profunda crisis por la depreciación del papel moneda y un hondo malestar en la clase trabajadora que produce huelgas, se organiza y resiste. El 1° de mayo de 165 1891 la Federación Obrera le pide al Congreso Nacional leyes que amparen el trabajo en un grave contexto de crisis económica y financiera, los bancos en quiebra, la hacienda pública insolvente, los capitales retraídos y miles de trabajadores desocupados y en la miseria, muchos obreros comienzan a emigrar (1,5 % del total de habitantes); el gobierno, desorientado, trata de solucionar la problemática recurriendo a la represión policial. En 1891 se declaran las huelgas de los talleres del Ferrocarril Sud, de los sombrereros, de los obreros del Ferrocarril de Tucumán y de Córdoba, de los tipógrafos, de los trabajadores de los talleres de Tolosa, etc. La F.O.A. decía que los salarios habían sido disminuidos por los patrones, que habían aumentado los precios de los artículos de primera necesidad, que el malestar obrero era creciente y de consecuencias imprevisibles advirtiendo que querían obtener el poder político y transformar totalmente el orden social y económico. El Partido Socialista nace en 1895 pero obtiene representación parlamentaria recién en 1904. En ese año de 1895 había 19 gremios en huelga; en 1898 había en Buenos Aires 47 sindicatos; en 1901 se funda la F.O.R.A. En 1902, con motivo de las grandes agitaciones de trabajadores, se dicta la ley de extrañamiento de extranjeros, mal llamada de residencia, en virtud de la cual sin intervención judicial, el Poder Ejecutivo puede ordenar la salida del territorio de la nación a todo extranjero que perturbe el orden público; la persecución obrera nunca fue una eficaz medida de gobierno. No bien entendida la realidad, en 1905 el presidente Quintana, con motivo de la huelga de los obreros estibadores y ferroviarios pide al Congreso el estado de sitio pretextando que la actitud de los trabajadores comprometía seriamente el comercio y la industria, ocultando el deliberado propósito de dificultar la organización obrera. El Departamento Nacional del Trabajo fue creado en 1907 y fue bastante resistido por las organizaciones de los trabajadores. En 1910, como reacción antiobrera, el Parlamento argentino dicta la ley de Defensa Social donde se viola el derecho a reunión, la 166 policía ejerce al respecto una autoridad discrecional, queda limitado el derecho a peticionar, se restringe la libertad de prensa, se castiga severamente a los obreros que hagan propaganda por las huelgas y sanciona la pena de muerte para las mujeres y los menores. Las leyes coercitivas y la represión violenta nunca pudieron detener la marcha reivindicatoria de los trabajadores, sembraron injusticias y originaron violencias que pudieron ser evitadas. Como ejemplo, durante el año 1919 se produjeron 367 huelgas de las cuales 37 fueron generales y el 65% de ellas por exigencias de aumento de salarios (corsi e ricorsi). Como se ve, en la Argentina y en el mundo, evitar la confrontación y el disenso, sostener la gobernabilidad y el establecimiento de una paz duradera sólo puede realizarse sobre la base de la justicia social. Pese al tiempo transcurrido, a las marchas y contramarchas del derecho que asiste a los trabajadores, a las luchas reivindicatorias, a la sangre derramada, aún hoy, las condiciones de trabajo existentes suponen para gran parte de los trabajadores injusticias, penalidades y privaciones. Siempre es importante, urgente y necesario mantener la dignidad de las condiciones laborales para no poner en riesgo la salud y la calidad de vida de los trabajadores y no colocar en peligro la paz y la armonía de la sociedad. Siguen en vigencia la necesidad de mejorar las condiciones socioeconómicas y de salud laboral; vigilar el cumplimiento de la reglamentación de las horas de trabajo con determinación de la hora máxima de la jornada laboral; evitar el paro generalizado y forzoso; el reclutamiento de la mano de obra basado en la idoneidad y sin exclusión alguna por otras razones incluidas la edad; el salario debe garantizar las condiciones de existencia convenientes; la protección de los trabajadores contra la enfermedad, los accidentes de trabajo, el paro y la desocupación; la protección de niños, jóvenes y mujeres; la protección y la cobertura de la vejez, la discapacidad, la 167 invalidez y la dependencia; el reconocimiento y el respeto por la libertad sindical; la educación general y la enseñanza profesional y técnica de los trabajadores. Desde la Conferencia de Washington de la Oficina Internacional del Trabajo en 1914 hasta ahora se viene reclamando con machacona insistencia el respeto a los principios fundamentales para el progreso social: “Ni de derecho ni de hecho el trabajo de un ser humano debe ser asimilado a una mercancía o a un artículo de comercio”; “El derecho de asociación debe ser garantizado”; “Todo trabajador tiene derecho a un salario que le asegure un nivel de vida conveniente”; “A trabajo igual debe corresponder salario igual, sin distinción de sexos”; “Debe adoptarse la jornada de ocho horas, el descanso semanal, la supresión del trabajo de los niños y la limitación de la labor de los jóvenes de ambos sexos, así como el servicio de inspección de que forman parte las mujeres”; “Las reglas dictadas en cada país respecto a las condiciones de trabajo deben asegurar un tratamiento económico equitativo a todos los trabajadores que legalmente residan en el país”. Los patrones o empleadores a veces se olvidan que el trabajador es una máquina que tiene por fuerza motriz un alma, y que la potencia de este agente particular interviene como cantidad desconocida en todas las ecuaciones de los economistas, a despecho suyo, errando todos sus resultados (John Ruskin en Unto this last en su “Economía política”). 168 DINERO El dinero, la moneda corriente, la hacienda, la fortuna, el contante y sonante, el que se gasta, se invierte o atesora, el que se obtiene ilegalmente y no se declara ante la hacienda pública, el dinero en moneda efectiva o en forma plástica y virtual, el dinero que permite ser muy rico como miserable y poco dadivoso, que puede ganarse o ser robado no es la única cosa de valor como tampoco lo es el oro que tanto deseaba el rey Midas cuyo “tacto dorado”, que convertía al instante todo en oro, y que tanto pidió a los dioses terminó por aborrecerlo al mismo tiempo que se hundía en la angustia y la desesperación. Tener mucho dinero puede ser muy satisfactorio para muchas personas pero sucede, como para nosotros ahora, que cada vez compramos menos o pagamos mucho más por las mismas cosas; si esto siguiera así con sólo acopiar dinero sin más terminaremos sin ninguna ventaja tangible. Para muchas personas y también países es imposible pagar las deudas, los intereses de las deudas, los impuestos y tributaciones excesivas; podemos imponerles la obligación de pagar, cargar sus cuentas con intereses punitorios, agobiarlos con indemnizaciones, encarcelarlos por deudas como hicieron en otros tiempos con Dickens, Paganini y tantos otros, llevarlos a juicio y pretender del deudor la devolución del capital, los intereses y “una libra de su propia carne” pero tampoco pagarán porque no pueden. Las personas y también los países que están en las condiciones de deudores podrán pedir créditos para pagar sus deudas pero casi siempre tampoco podrán pagarlas porque cada vez deberían más; este tipo de soluciones son 169 agónicas y solamente posponen el desenlace final. De este círculo perverso de acumular dinero cuyo valor es inestable y aleatorio y de vivir con lo ajeno resulta la depresión, la recesión, la miseria, el hambre y la ruina de casi todo. Es larga la historia de la humanidad y la pretensión de consumir sin trabajar o especular con que otros trabajen por nosotros y consumir igual sin esfuerzo alguno. Seguimos hace siglos escarbando la tierra y pulverizando las rocas para extraer “metales preciosos” que una vez obtenidos trasladamos desde su cueva original a otras cuevas artificiales que son los tesoros blindados, seguros y ocultos en los sótanos de los bancos; lo mismo hacemos con el dinero, los papeles con valor, las piedras preciosas… Todavía se supone, por misterioso artificio, que la estabilidad financiera de un país depende de un montón de dinero de cualquier color acumulado en el Banco Central. La depreciación de la moneda y la inflación no son tan temidas por los gobiernos aunque perjudiquen seriamente al pueblo porque permiten repudiar una buena parte de las deudas de las naciones. La idea de la seguridad y las certezas absolutas en casi todo son mezquinas; la incertidumbre nos rodea y acosa continuamente. Es cierto, a medias, que pagar las deudas tiene una importancia moral pero en general este principio es sostenido por los acreedores que suelen tener una cuota alta de poder y fuerza y que nos otorgan o nos quitan según las circunstancias la confianza, la seguridad jurídica y el nivel de riesgo país. Una “moneda estable” es la que tiene un poder adquisitivo constante en relación con el promedio de los productos. El desiderátum es tener una moneda estable y seguridad en el crédito pero los hombres deseamos hacernos ricos de cualquier modo y a costa de lo que sea; preferimos casi siempre tener mucho y al mismo tiempo dinero, poder y placer. 170 Pensamos que los competidores nos perjudican y los clientes nos benefician y hay una tendencia a pensar que las finanzas representan la riqueza y por eso se sigue la dirección indicada por los bancos que tienen intereses opuestos a los productores, los industriales y el público en general; por eso existe para evitar hegemonías y perversiones la intervención del Estado. El ciudadano de a pie se queda perplejo, mudo de espanto, cuando le hablan machacona y apocalípticamente como en estos nuestros días de reservas altas o bajas, emisión monetaria, inflación, deflación, estanflación, recesión y todo el resto de la jerga. La economía tiene importancia para cualquier hombre o sociedad sin embargo se enseña y se divulga en pocos lugares y para exclusivas minorías; el desconocimiento, la subjetividad, el misterio y la superstición favorecen a los que tienen el poder financiero; muchas veces los que tienen competencia técnica en economía tienen fines propios e intereses contrarios a la comunidad.“Uno de los impedimentos para el éxito de la democracia en nuestra época es la complejidad del mundo moderno, que hace cada vez más difícil para el hombre y la mujer ordinarios formarse una opinión sobre cuestiones políticas y aun decidir quien es la persona cuyo experto juicio merece el mayor respeto” (Bertrand Russell). El dinero es un producto cultural y social que aumenta constantemente su influencia sobre las conductas humanas y que no da muestras de decadencia. El dinero tiene una desmesurada influencia y la gente en general ha obliterado el concepto primigenio de instrumento destinado a facilitar los intercambios comerciales; el dinero ha tomado hace tiempo un valor en sí mismo y es admirado y codiciado por su capacidad de reproducción y crecimiento, es una especie de emancipación de su utilidad propia que se ha transformado en un fin. Aristóteles en su “Política” distinguía lo económico (oikonomikos) que era lo concerniente a la correcta administración de las propiedades hogareñas de lo crematístico 171 (chrematisike) referido a que los intercambios buscan aumentar la ganancia (a quienes se dedican a esto los llamaba “parásitos”). Se pasa prácticamente de usar el dinero para comprar y vender en busca de beneficio a que el dinero se compre y se venda a sí mismo como fuente máxima de provecho independizado de las cosas para cuyo intercambio fue inventado. El dinero carece de toda fuerza e importancia fuera de la compañía humana pero la sociedad necesita para sobrevivir además del dinero mitos, ilusiones, esperanza, confianza en sí misma, proyectos compartidos, valores. Tener mucho dinero es alcanzar una felicidad abstracta. Cuando se impone en la relación humana la calculabilidad, la afectividad desaparece. La codicia, la avaricia, el afán de lucro, el apego al vil metal, la usura han sido reprobados por los ideólogos sociales desde la antigüedad; a partir del siglo XVIII, el recién inventado capitalismo, se homologaron los usos financieros del dinero a la modernidad, el progreso, la prosperidad pública y las libertades individuales. La codicia, la avaricia y la usura fueron sustituidas por una palabra más presentable: el interés (= inter est: lo que está entre los hombres y los une) que sigue siendo ventaja económica pero que da una imagen socialmente adecuada de cordura y elegancia pragmática. El dinero puede convertirse en poder, en poder político que influye sobre los demás con incalculable desmesura y efectividad; como el dinero el poder es virtualidad pura, es una posibilidad abierta. Aún en las mejores democracias, la globalización y la eliminación de las fronteras permite una gran movilidad de capitales importantes que pueden imponer sus condiciones para establecerse en un país determinado a los que se les conceden privilegios en detrimento de las leyes y condiciones que deberían ser igualitarias para todos los ciudadanos.; los estados democráticos muchas veces se ven supeditados a un estado plutocrático interior. El dinero por sí solo no basta como cimiento de una ciudadanía auténticamente democrática. 172 EL PODER “Los fuertes hacen lo que pueden; los débiles hacen lo que deben” Tucídides Hasta ahora se considera que ganar el poder estatal es el punto nodal del proceso de cambio, el centro desde el cual se irradiará el cambio hacia la sociedad. Los enfoques que quedan fuera de esta dicotomía reforma/revolución fueron estigmatizados como anarquismo. El paradigma de que ganar el poder estatal es central para el cambio radical dominó, además de la teoría, también la experiencia revolucionaria durante la mayor parte del siglo veinte: no sólo la experiencia de la Unión Soviética y de China, sino también los numerosos movimientos de liberación nacional y de guerrilla de la década del sesenta y del setenta que concluyeron en el fracaso histórico de un concepto particular de revolución: el que la identifica con el control del Estado. En muchos lugares del mundo y a su tiempo muchos de estos procesos incrementaron los niveles de seguridad material y disminuyeron las desigualdades sociales en los territorios de los estados que controlaban (por lo menos de manera temporaria), pero hicieron poco por crear una sociedad autodeterminada o por promover el reino de la libertad y la autodeterminación de los pueblos. La mayoría de los partidos socialdemócratas hace tiempo que han 173 abandonado cualquier pretensión de ser los portadores de la reforma social radical. A primera vista parecería obvio que lograr el control del Estado es la clave para el advenimiento del cambio social. El Estado reclama ser soberano, ejercer el poder al interior de sus fronteras. Esto es central en la idea habitual de democracia: se elige un gobierno para que cumpla con la voluntad de las personas por medio del ejercicio del poder en el territorio del Estado. El argumento en contra de esta afirmación es que el punto de vista constitucional aísla al Estado de su contexto social: le atribuye una autonomía de acción que de hecho no tiene. En realidad, lo que el Estado hace está limitado y condicionado por el hecho de que existe sólo como un nodo en una red de relaciones sociales. Esta red de relaciones sociales se centra, de manera crucial, en la forma en la que el trabajo está organizado. El hecho de que el trabajo esté organizado sobre una base capitalista, significa que lo que el Estado hace y puede hacer está limitado y condicionado por la necesidad de mantener el sistema de organización capitalista del que es parte. Concretamente, esto significa que cualquier gobierno que realice una acción significativa dirigida contra los intereses del capital encontrará como resultado una crisis económica y la huida del capital del territorio estatal. La clase capitalista manipula al Estado según sus propios intereses; después de la revolución, éste será manipulado por la clase trabajadora según sus propios intereses. Tal punto de vista reproduce, quizás inconscientemente, el aislamiento o la autonomización del Estado respecto de su propio contexto social, aislamiento cuya crítica es el punto de partida de la política revolucionaria. 174 Las relaciones sociales nunca coinciden con las fronteras nacionales. Las discusiones actuales sobre la "globalización" apenas resaltan lo que siempre ha sido cierto. En nuestro sistema, la mediación de las relaciones sociales por el dinero significa una completa desterritorialización de esas relaciones. La red de relaciones sociales en las cuales los estados nacionales particulares están inmersos es una red global. La instrucción en la conquista del poder inevitablemente se convierte en una instrucción en el poder mismo. Los iniciados y los militantes aprenden el lenguaje, la lógica y los cálculos del poder; aprenden a manipular las categorías de una ciencia social a la que se le ha dado forma, enteramente, según esta obsesión por el poder. Las diferencias en la organización se convierten en luchas por el poder. La manipulación y la maniobra por el poder se convierten en una forma de vida. El nacionalismo es un complemento inevitable de la lógica del poder. La idea de que el Estado es el lugar del poder involucra la abstracción del Estado particular respecto del contexto global de relaciones de poder. La idea de cambiar la sociedad por medio del Estado descansa en el concepto de que el Estado es, o debiera ser, soberano. La soberanía estatal es un requisito previo para cambiar la sociedad por medio del Estado, de manera tal que la lucha por el cambio social se trasforma en la lucha por la defensa de la soberanía estatal. No importa cuánto se defienda el movimiento y su importancia, el objetivo de obtener el poder involucra inevitablemente una instrumentalización de la lucha. La lucha tiene un objetivo: conquistar el poder político. La lucha es un medio para alcanzar dicho objetivo. Aquellos elementos de lucha que no contribuyen a alcanzar el objetivo, son considerados secundarios. El partido político es la forma organizacional que con mayor claridad expresa esta jerarquización. La forma del partido, ya sea vanguardista o parlamentaria, 175 presupone una orientación hacia el Estado y tiene poco sentido sin él. El partido político es, de hecho, la forma de disciplinar la lucha de clases, de subordinar las innumerables formas de lucha de clases al objetivo dominante de ganar el control del Estado; se establece una jerarquía de las luchas. Lo que debería estar en discusión no es quién ejerce el poder sino cómo crear un mundo basado en el mutuo reconocimiento de la dignidad humana, en la construcción de relaciones sociales que no sean relaciones de poder. La idea de revolución estuvo tan fuertemente identificada con el hecho de adueñarse del control del Estado, que el fracaso de esos intentos de cambiar el mundo tomando el poder ha llevado a muchas personas a la conclusión de que la revolución es imposible. No somos concebidos ni nacemos en un vacío libre de poder, sino en una sociedad atravesada por el poder: somos productos de tal sociedad. 176 SABER ES PODER “Saber es poder”, proclamó Sir Francis Bacon en los comienzos del siglo XVII. Se descubrió y enunció la novedad que se puede obtener poder bajo la forma de técnica que otorga la ciencia. En aquella época, no tardaron mucho los reyes absolutos (Luis XIV, Federico II de Prusia, María Teresa de Austria, Catalina de Rusia) y sus ministros en hacer suya esta afirmación y es por esta razón que llamaron a los sabios a las cortes y promovieron la formación de academias (academias reales). A lo largo del siglo XVIII las Universidades van saliendo de la postración y la rutina de los siglos XV-XVII. Se va produciendo un cambio notable en la situación social del saber a medida que avanza la Edad Moderna. Las primeras Universidades en el Medioevo fueron los centros de la vida intelectual pero estaban estancadas en el pensamiento escolástico. La vanguardia de la ciencia moderna tenía dos recursos titulares, por un lado el “sabio solitario” y por el otro la “Academia”. Sabios solitarios fueron Copérnico, Erasmo, Paracelso, Vives, Cardano, Serveto, Galileo, Harvey, Descartes. Las Academias surgen como instituciones que promueven la investigación y en las cuales los sabios se reúnen para comunicarse entre sí sus descubrimientos (Accademia dei Lincei en Roma, la Royal Society en Londres, la Académie des Sciences en París). A la vez 177 se abandona la enseñanza teórica, repetitiva y glosadora de antiguos sabios para impartir enseñanza personal y teórico- práctica. La imprenta acrecienta de manera desconocida la propagación del saber y las lenguas vernáculas van reemplazando al latín considerado como idioma ineludible para el discurso científico. Se revisa toda la cultura helénico-romana, se afirma la dignidad natural del hombre, se pone el acento sobre la inteligencia racional y la libertad, crece la valoración positiva del mundo sensible y de la vida en él, comienza el auge social de la burguesía; cuando éstas y otras cuestiones fueron reconocidas por la sociedad ésta entró en crisis y comienza la primera fase de la modernidad. Los motivos de este tránsito son muchos y muy variados: el desarrollo de una burguesía con la aparición de una moral del trabajo, una economía urbana, artesanal y comercial basada en el manejo de valores (precapitalismo), la invención de una contabilidad racional, la matematización de la actividad económica, el ocaso de la aristocracia feudal y eclesiástica, la conciencia de la propia individualidad, el afán de experiencia personal frente a la tradición; la idea del progreso se seculariza, por medio de la razón y la voluntad el hombre se siente capaz de asumir el gobierno técnico del mundo y de su propia vida y nace la creencia en el “progreso indefinido”, se critica y pone en duda a las cosmologías clásicas. El descubrimiento de América infunde una toma de conciencia planetaria que ofrece ancho espacio para la extensión de la cultura europea que va haciéndose euroamericana. Nace así un variopinto movimiento cultural literario, filosófico, científico que más tarde se denominará “humanismo”; el saber natural se aparta de lo religioso y teológico. 178 Se empiezan a corregir los fragmentos del saber antiguo y se comienza a edificar conocimiento sobre fundamentos inéditos y distintos. La ciencia moderna se inicia con tropiezos y contradicciones derivadas de la excesiva literalidad y sin el suficiente espíritu crítico de los libros de la palabra divina. Juegan entre sí dos visiones contrapuestas del universo: el mecanicismo y el panvitalismo. Durante mucho tiempo existieron los “sabios jánicos” cuyo saber presentaba dos rostros, uno orientado hacia el pasado, hacia el conocimiento antiguo y el otro orientado hacia el presente y el futuro. Más tarde se produce la ruptura definitiva con el saber antiguo y comienza una etapa revolucionaria y nueva del conocimiento tecnocientífico; se crea una “mentalidad científica” que prevalece desde el siglo XIX. No sólo la concreción de la praxis hace al conocimiento sino también la historia de los saberes a lo que se suma la genialidad personal, las características étnicas y culturales, la mentalidad a la que se pertenezca, la adhesión o no a determinados sistemas de creencias, estimaciones y paradigmas, la índole socioeconómica de la historia circunstancial, modos de producción, clase social, determinan la aparición y el modo de la novedad tecnocientífica. En el siglo XXI, el respeto por la diversidad cultural es un elemento esencial del humanismo entendido como la afirmación de que todos los humanos tenemos en común algo fundamental y un mismo derecho a la dignidad y el respeto y constituye su componente vital en la era de la globalización. Ninguna cultura tiene el monopolio de lo universal y cada una de ellas puede contribuir al fortalecimiento de nuestros valores comunes. Los valores humanistas son el fundamento filosófico de mucha gente y de 179 instituciones u organizaciones como la UNESCO que tiene inscripta en su Constitución esos valores que guían la labor en favor de una paz que “debe basarse en la solidaridad intelectual y moral de la humanidad". La construcción de un mundo responsable y solidario es una empresa de largo aliento que requiere la participación de todas las fuerzas creadoras de la humanidad. La cultura, la educación, la filosofía, el derecho, la ciencia, las tecnologías de la información y la cooperación internacional nos brindan los medios para lograrlo. Sócrates expuso con claridad en el año 399 a C. (el filósofo había sido condenado a muerte por subversivo) dirigiéndose así a los ciudadanos de Atenas: "Si ustedes me matan, no encontrarán fácilmente otro como yo, puesto en la ciudad por un dios -aunque éste sea un modo risible de hablarcomo un tábano sobre un caballo grande y noble, pero que, lerdo por su mismo tamaño, necesita ser aguijoneado. Por eso dios me ha colocado en la ciudad: para que la despierte, la persuada y le reproche" (tomado de Platón, Apología de Sócrates, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1953). Durante mucho tiempo ser poderoso y rico era poseer la propiedad privada de grandes extensiones de tierra productiva o improductiva (latifundios); un poco más adelante era atesorar grandes cantidades de valores como el oro, la plata, piedras preciosas y dinero, mucho dinero; disponer de poder bélico con fuerzas armadas importantes, preparadas y abastecidas con la mejor tecnología para matar y destruir; hoy se es poderoso, sabio y rico cuando se tiene mucha información si es posible en exclusiva, gran desarrollo científico y técnico en el país y una sociedad evolucionada en materia de educación y conocimientos (sociedad del conocimiento). En el mundo actual, los pueblos necesitan ciudadanos dotados con conocimientos científicos y técnicos, con habilidades y destrezas para la 180 experimentación e innovación y facultades creadoras en cualquier disciplina o ámbito. La creatividad del hombre no cesa tempranamente si ese hombre tiene las condiciones antedichas pero se estima que el apogeo se alcanza alrededor de los treinta años, después de esa edad la capacidad de trabajo disminuye progresivamente. Además, hoy es necesaria una formación matemática, convenientemente adaptada, en casi todas las disciplinas aunque todavía la sociedad no tiene todavía en cuenta la importancia de este señalamiento. Hay que desarrollar experiencias educativas intensivas desde la niñez y preparar a los niños para una educación formal a la medida de una sociedad del conocimiento, al mismo tiempo, habrá que reacondicionar a los maestros y profesores porque a ellos les cuesta más que a los alumnos cambiar y resignificar la pasión por la enseñanza. Hay que instaurar una mayor movilidad de los estudiantes en distintos ámbitos contando con que el aprendizaje no es exclusivo de un solo lugar de conocimiento por más prestigiosa que sea la institución educativa. La política científica y tecnológica debe descentralizarse y recrearse en cada región de un dilatado y diverso país como la Argentina. Cosa difícil de hacer es impulsar la evolución administrativa de la educación. Cada decisión debería ser adoptada en el nivel más bajo que sea posible y para ello, entre otras cosas, habrá que disminuir el poder tutelar de los ministerios. No sólo conviene y es necesario medir la performance, es decir, lo que los alumnos obtienen como resultado de lo que logran hacer con lo aprendido en un momento determinado y ante una consigna también determinada siendo, en cualquier caso, más importante averiguar qué llevan adentro y 181 qué son capaces de hacer en circunstancias y con herramientas diferentes. La pedagogía es uno de los pocos oficios donde la mayoría se considera competente sin serlo y esto es peligroso. Hay que asociar a los estudiantes a la investigación científica desde el comienzo. La cultura, entendida como una tradición acumulativa, debe ser estimulada permanentemente para conservar la inmortalidad potencial del pensamiento, de la verdad, del saber en la medida en que pueden transmitirse indefinidamente. El hombre privado de cultura sería un cretino que no sabría hablar, que tendría algunos rudimentos de comportamiento social y daría un salto atrás a cada paso cuya dimensión no sería menor a los doscientos años. Existen cosas caducas pero al mismo tiempo hay que reconocer y aceptar que no se puede construir una masa crítica de conocimiento nuevo y válido en una sola generación; tirar todo por la ventana y recomenzar desde cero es una ilusión innecesaria y destructiva. Las transformaciones de la cultura, la ciencia, la tecnología son cada vez más veloces y hacen obsoletos numerosos conocimientos y normas establecidas; nuestra capacidad de adaptación es demasiado lenta. Conviene lograr un equilibrio entre dos mecanismos: la adquisición de información nueva con la conservación del saber. A cada paso conviene preguntarse cuál es la necesidad del medio humano en el instante y en el lugar en que nos hallamos; una cantidad de funciones contradictorias y antagónicas son necesarias para mantener el valor deseado entre los extremos. Hay que dejar de enseñar a creer y a no dudar aunque la certeza absoluta no exista. El intelecto es una herramienta, no es un fin y debe estar 182 al servicio de una comprensión diferente. Hay que tratar siempre de distinguir lo que la gente siente y lo que sabe. La escuela, incluyendo a las universidades, deben formar intelectual y éticamente y no producir sin destino múltiples oradores retóricos, técnicos especializados o espíritus vagamente místicos e inciertos; los jóvenes deberían estar formados y equipados para afrontar la vida y cambiar las cosas cuando se hace necesario. 183 TOLERANCIA Tolerancia es una posible, necesaria y respetuosa convivencia con aquello que no se comparte. Es un concepto moral flexible que expresa la idea del reconocimiento de la existencia y de la legitimidad de lo diverso, de lo plural, de lo diferente. Pero también implica un estado de malestar que induce a resistirse a aceptar pero de modo contenido y dentro de ciertos límites la mirada o la realidad ajena. La tolerancia sirve para modular los comportamientos, las actitudes y las acciones de los hombres si se adopta la tolerancia como una obligación moral absoluta y sin necesidad de mediaciones. La tolerancia es el resultado de una elección humana deliberada y que depende de la voluntad y racionalidad de los hombres; los hombres identifican y adoptan las normas que ofrecen las mayores probabilidades de conseguir calidad de vida, libertad, bienestar, justicia, equidad. Verdad y justicia son esenciales en la construcción de cualquier sociedad aunque se desconozca la esencia de esas verdades. Pilato le preguntó a Jesús por la esencia de la verdad, pero no esperó su respuesta porque tenía prisa y porque no estaba realmente interesado en el problema, de lo que deviene la necesidad de escuchar sin apresuramientos al otro sin descartar que pueda tener la razón. El sentido de la vida desde el punto de vista moral es la lucha, el combate, la tensión, el protagonismo aunque la paz y la cuota de felicidad que merecemos tengan el precio de sucesivas heridas superadas. Tolerar, como decía George B. Shaw es “no hagas a los demás lo que no querrías que te hicieran a ti mismo. Podrían no tener los mismos gustos”. 184 Para ello hay que rescatar principios de reciprocidad, solidaridad, comprensión, reconocimiento de los derechos de los otros. No se necesita nada en especial para ser tolerante sino aplicar una dosis de confianza, de conocer los límites de la razón, de sentido común del que decía Descartes (1596 – 1650) que está tan repartido que todos los hombres creen haberlo recibido como dote. No se puede tener un credo moral sin fundamentos y sin una tabla de valores; la moral no posee en sí nada que sea absoluto; las reglas que ella dicta son siempre relativas. Los hombres somos hijos del azar e inventamos ilusiones para sobrevivir. La gran tradición de Occidente está en decadencia y en el ocaso por ello la tentativa de salvar al hombre de hoy requiere otras formas de acción concreta que superen la tradición metafísico-religiosa como único instrumento; las reglas y las normas deben adaptarse a los cambios que se producen en el tiempo, en el espacio y en las costumbres de los hombres. La tolerancia es uno de lo pilares para tener una base ética para la convivencia en sociedad que incluye el respeto por la corporalidad ajena, el derecho a hablar, el derecho a pensar. Nosotros, los seres humanos, no somos capaces de comprender quienes somos sin la mirada y la respuesta de los demás; somos en la medida en que somos en los otros, los demás en nosotros en una especie de religiosidad laica que implica un sentido de lo sagrado como la preservación de la vida, del límite, de la interrogación, de la esperanza, de la comunión con algo o alguien, todo ello y más aún e incluso en ausencia de una fe basada en una divinidad personal y providencial. Lo que no se puede seguir tolerando es el Apocalipsis de ahora con la multiplicación de depósitos nucleares incontrolados e incontrolables, las lluvias ácidas, los bosques que son talados y que desaparecen, el agujero de ozono, la licuación de los glaciares, el calentamiento global, la migración 185 de hordas de desheredados pobres y marginales que golpean a las puertas del bienestar ajeno, el hambre en continentes enteros, nuevas e incurables enfermedades, la ingeniería genética que pretende construir nuestros replicantes, el consumismo irresponsable, los abusos, el maltrato, la violencia en todas sus formas. El hombre no soporta más que dosis limitadas de realidad (T.S. Eliot; 1888 – 1965) y tiende a desdeñar los aspectos de lo real que no se pliegan con la debida prontitud a su deseo o capricho. Nos estrellamos muchas veces contra lo que hay, porque para los hombres lo que importa son los deseos; si éstos no son satisfechos nos volvemos quisquillosos, impacientes e intolerantes. Los niños mimados, muchas personas grandes también los son, se creen omnipotentes todo el tiempo y esto daña la cordura y el trato afable para con los demás. Lo realista y saludable es aprender a ponerse en el lugar de los otros seres humanos. Decía Albert Camus (1913 – 1960): qué podemos hacer con los males del mundo, por empezar no agravarlos. Siempre habrá dificultades para juzgar y regular determinadas conductas y también habrá confusión y contradicción entre diversas perspectivas de valoración; habrá que resignarse. La tolerancia se hace más fácil de practicar cuando el medio social tiene incorporado la noción de igualdad que ensambla con la justicia. La justicia da cuenta de la forma de ser de lo que es y también de la forma y razón de lo que debiera ser. La justicia es a la vez explicación de lo que hay y propuesta de lo que debería ser (Fernando Savater; 1947 - ); establece los límites en el plano de la acción que el hombre no puede transgredir ni rebasar. 186 La tolerancia no es una armonía sin tensiones, es un permanente juego dialéctico entre la rivalidad o el enfrentamiento y la relación amistosa que mantiene la cordura y la concordia. El hombre en nuestra cultura tiene apego a su libertad natural y no acepta verse sometido al capricho arbitrario de otro hombre y más aún si se lesionan sus intereses a los cuales asigna la máxima prioridad. Por ello, la institución política tiene como principal objetivo establecer el arbitraje en los conflictos ocasionados por el igual afán que todos tenemos de preferirnos y no desarrollar y ejercer nuestra capacidad de tolerar, disentir respetuosamente e integrar los resultados. 187 INDIGNADOS Y ECONOMÍA SOCIAL Estamos en los tiempos en que proliferan los movimientos populares de protesta en gran parte del mundo incluyendo a nuestro país. El ex diplomático Stéphane Hessel (Berlín, 1917; París, 2013) tuvo un inesperado éxito mundial con su modesto panfleto ¡Indignaos! que apareció en diversos países, siguiendo su estela de movimientos de protesta de indignados, de particular repercusión en España; Hessel fue, además, uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU en 1948. Hessel y su amigo Edgard Morin hacen un llamamiento apasionado y comprometido a la movilización de la ciudadanía para cambiar el mundo en “¡Comprometeos!” y “El camino de la esperanza”, libros exitosos de ambos autores, que despertaron conciencias y contribuyeron a levantar movimientos de protesta de la juventud en numerosos países, entre ellos en España. Pero estos movimientos no han tenido, hasta ahora, una traducción política. La protesta es necesaria en un principio. Pero además hay que tener ganas de que las cosas cambien y reflexionar acerca de los cambios que son necesarios. Seguramente habrá que hacer grandes reformas indispensables para superar la crisis actual, salir de la tristeza, del desaliento. No sólo es necesaria una acción resuelta de los gobiernos, sino también de los ciudadanos. Hay que 188 movilizar a los ciudadanos en todos los países para llevar a cabo las reformas que son fundamentales. Los movimientos de indignados de la juventud en Europa, en Estados Unidos, en los países árabes, en la Argentina han sido muy importantes. Debemos creer que detrás de estos movimientos, hay aspiraciones justas y profundas pero falta un pensamiento político que reflexione sobre la crisis profunda de nuestro siglo. Estamos en una crisis que no es sólo económica, demográfica, ecológica, moral. Es una crisis de civilización, de la humanidad. Si no pensamos en este marco, estamos condenados a la impotencia. Hay que pensar en otra vía, lanzando reformas múltiples, hay que preparar un nuevo camino, dicen Hessel y Morin. Históricamente han habido dos ideologías o propuestas que pretendían tener respuestas para todo: el neoliberalismo y el comunismo, ambas están hoy en plena decadencia y parecen no tener salida. Entre estos extremos hay que rescatar la democracia, los derechos del hombre, una tabla de valores esenciales para reconstruir el tejido social. La gran conquista de estos últimos años es que hemos comprendido que se trata de dos ideologías que se pretendían ciencia, infalibles, racionales, casi verdades reveladas. Hoy hay que pensar más allá. No se trata de destruir el mercado, sino de yugular a las mafias y los poderes que lo controlan todo e impiden al propio mercado realizar su papel. Hay que tener una nueva visión de la sociedad. El capitalismo no está muerto, sigue siendo omnipotente, se transforma y adopta formas perversas como la especulación financiera. El capital financiero aterroriza a los estados e impone la austeridad a los pueblos. Es posible impulsar una economía que rechace la hegemonía del beneficio a toda costa, una economía social y solidaria, una economía justa. Es necesario desarrollar una agricultura y una ganadería ecológicas, humanizar 189 las ciudades, revitalizar el campo… Y el Estado debe asumir un papel de inversor social. Hace muy poco Giorgio Agamben decía: “El capitalismo es una religión, y los bancos son sus templos, pero no metafóricamente, porque el dinero no es más un instrumento destinado a ciertos fines, sino un dios. La secularización de Occidente dio lugar paradójicamente a una religiosidad parasitaria. Yo he estudiado por años la cuestión de la secularización, que dio lugar a una nueva religión monstruosa, totalmente irracional. La única solución europea es salir de este templo bancario. El "estado de excepción" se está convirtiendo en regla -y no en un hecho singular- para la mayoría de los gobiernos, lo cual tiende a borrar la frontera entre democracia y absolutismo”. Son tres los sectores en que se han producido cambios altamente significativos: la organización del trabajo, signada ahora por la desregulación y la precarización; la protección social, que cada vez cubre menos y de manera más asistencialista, y el estatuto del individuo. La degradación del trabajo, tal como se lo conoció hasta la globalización, puede producir una degradación en las personas respecto de "su capacidad de conducirse como individuos íntegros dentro de la sociedad". "Ese estatuto de individuo está conectado estrechamente a la consistencia de la situación salarial, a la solidez del estatuto del empleo. Cuando ese zócalo se fragiliza, el individuo mismo se fragiliza y en el caso extremo, se anula (Robert Castel). Hoy hay cada vez más en el mundo, una parte mayoritaria de la población empobrecida, que no tiene acceso al consumo y a la que hay que permitirle acceder y a la vez un exceso de consumismo. En varios sectores de la sociedad hay despilfarro económico. Hay que contener y limitar la economía del despilfarro, de la futilidad. Hay que recuperar las virtudes de la reparación de objetos duraderos. Hay una 190 fuerza enorme, que es la fuerza de los consumidores. Si los consumidores se convierten en una fuerza capaz de seleccionar los buenos productos y boicotear los malos, pueden intervenir en el cambio. Las fuerzas que ejercen poder son las económico-financieras, los gobiernos y los ciudadanos, estos últimos débilmente. El endeudamiento de muchos países pretende ser solucionado con severos ajustes y austeridad extrema de las poblaciones, esto hará que disminuyan aún más los recursos fiscales lo que agravará la deuda y aumentará el sufrimiento y el malestar de las personas. La austeridad a ultranza asfixia la economía, hace crecer el paro, los ingresos fiscales disminuyen, y con ellos, los recursos del Estado, lo que lo incapacita para devolver la deuda. En la historia, las grandes transformaciones nacen de las crisis. Hay que apostar como en las crisis personales a que los elementos de transformación están ahí, hay que ligarlos, alentarlos. A través de un conjunto de reformas en todos los campos se puede crear una nueva vía y devolver la esperanza. Los partidos políticos parecen no servir, están como encerrados en sus certidumbres como en sus rutinas. Van a remolque de la economía, cuando es la economía la que tendría que ir a remolque de la política. Vivimos en democracias que sólo pueden cambiar de orientación y revitalizarse si los grandes partidos políticos son animados por los ciudadanos y es del todo conveniente no quedarse fuera del funcionamiento institucional del país. No hay que dejar que los partidos pierdan su ambición, que se preocupen sólo por tomar el poder y renuncien a transformar la sociedad. El riesgo de los ciudadanos de quedarse fuera del juego político y al margen por no participar activamente es grande. Un riesgo que debemos recordar para evitarlo es el crecimiento de los extremismos. Hay motivos para estar inquietos. Una crisis es ambivalente, puede generar iniciativas creativas y a la vez favorecer pensamientos regresivos, de 191 retorno a bases étnicas y nacionalistas. Es un peligro real. No debemos olvidar que durante años, hasta 1932, el partido nazi era un pequeño partido en Alemania, cuyos efectivos no eran para nada numerosos; fue la crisis la que le llevó al poder. La esperanza no quiere decir que todo vaya a ir bien, sino que todo es posible. Si nosotros contribuimos, si actuamos, quizá tengamos la oportunidad de encontrar la buena vía.; eso es la esperanza. La ambición es un producto de la resistencia o resiliencia. Cuando uno ha sido resistente en su vida se conserva la voluntad de crear algo mejor; la resistencia es creadora. Hace un tiempo que Paul Krugman (Premio Nobel de Economía 2008), Lawrence Lessig y últimamente Joseph Stiglitz (Premio Nobel de Economía 2001; “El precio de la desigualdad”; 2012) que analizan las causas de la crisis socioeconómica actual y la connivencia entre el poder político y el económico, de manera de asegurarse mutuos beneficios a costa de las clases media y baja. Hasta no hace mucho Latinoamérica era considerado uno de los continentes más desiguales, más inequitativos y de mayor problemática sociosanitaria del mundo. Mutatis mutandis, Estados Unidos se ha convertido en el país más desigual en el conjunto de los países industrializados, con ricos más ricos y pobres más pobres de manera sistemática y creciente. La brecha socioeconómica entre unos y otros se ha profundizado El 1% de la población tiene lo que el 99% necesita. Tamaña desigualdad pone en peligro el futuro de la sociedad y su gobernabilidad. El 1 por ciento de la población concentra el 30 por ciento de la riqueza del país. El proceso se aceleró en los años previos a la crisis de 2008: en 2007, el 0,1 por ciento más alto de las familias de ese país tenía unos ingresos 220 veces mayores que la media del 90 por ciento inferior. Las ganancias 192 de la recuperación fueron nuevamente a los más ricos: el 1 por ciento se quedó con el 93 por ciento de los ingresos adicionales que se crearon en 2010 respecto de 2009. Estados Unidos ha dejado de ser el país de las oportunidades, del sueño americano; del american way of life; del self made man… La pésima distribución de la riqueza en Estados Unidos trae sufrimientos inmerecidos y evitables sobre muchas personas. Está afectada la supervivencia; las sociedades desiguales son menos democráticas y menos prósperas. Indicadores como la expectativa de vida ya marcan una situación preocupante para el país que sigue siendo la primera economía mundial: es de apenas 78 años en Estados Unidos, frente a 83 en Japón, u 82 en Australia e Israel. El número de familias estadounidenses en situación de pobreza extrema -que viven con dos dólares diarios por persona- alcanzó el millón y medio en 2011. Stiglitz opina con sólidos argumentos que hay que abandonar el fundamentalismo de mercado. Las fuerzas del mercado deben ser reguladas, porque la concentración de la riqueza afecta la competitividad tanto como un Estado avasallante. La política impositiva también debe modificarse porque hasta ahora favorece a los más prósperos; regular mejor a los bancos, limitando la capacidad de asumir riesgos y de que se dediquen a créditos usurarios, clausurar los centros bancarios en paraísos fiscales, reformar la ley de quiebras; dispensar una atención sanitaria para todos; reforzar los programas de protección social; disminuir los gastos militares y escuchar a los indignados e insurgentes. La economía social (ES), tiene raíces centenarias; su surgimiento actual se debe a la crisis del Estado de Bienestar y la globalización. Contribuye a la creación de empleo; ayuda a la reducción de los desequilibrios regionales; lucha contra la exclusión social y vincula las políticas y servicios sociales. La economía social debería convertirse en un nuevo modelo de “empresa 193 social” que no es pública ni privada pero a la vez es pública y privada. Está constituida por entidades de la sociedad civil que producen servicios que son públicos y están vinculados al bienestar social y genera, además, actividades de tipo altruista. Tiene gran capacidad para corregir desequilibrios sociales y económicos; contribuye a la estabilización económica, a la asignación de los recursos y a la distribución de la renta. Ayuda a democratizar, ordenar e instrumentar la eficacia del Estado especialmente en lo social, lo ambiental y agrario. Se interesa por los derechos de los más débiles de la sociedad; promueve factores de implicación y corresponsabilidad entre los ciudadanos entre sí y de éstos con el Estado. Está condicionada pero no determinada por las políticas públicas y las estructuras de apoyo existentes. La economía social se basa: • En las personas, • Sus empresas sociales combinan producción, bienes y servicios, los venden en el mercado y se financian vía precio, • Estas empresas son agentes económicos de primer orden y llegan donde el sector tradicional no llega, • Priorizan a las personas antes que el capital y estimulan el crecimiento económico en cohesión social. 194 BANALIZACIÓN DE LA SOCIEDAD Y LA CULTURA Banal es algo trivial, común, insustancial (DRAE); es lo vulgar, lo sabido por todos, lo que carece de importancia y novedad, lo que es ordinario, de baja calidad y en general inútil. Mario Vargas Llosa acuñó el término banalización en su libro “La civilización del espectáculo” (2012) y lo aplicó a la cultura actual que parece diluirse en medio de una trituradora que es el consumo veloz por parte de la sociedad. Hoy se puede despojar de identidad a cualquiera muy fácil y rápidamente sin tomarse el arduo trabajo de transculturalizar a las sociedades humanas por parte del poder dominante representado históricamente por los emprendimientos coloniales de los viejos imperios; podemos imponer otra identidad totalmente distinta a muy bajo precio. El hombre es un animal óptico y millones de espectadores se nutren permanentemente de imágenes abandonando la lectura y creyendo ingenuamente que la imagen puede sustituir a la palabra. La palabra, el lenguaje, el idioma es la herramienta que no se puede sustituir para pensar, es el pensamiento mismo. La palabra hay que traducirla, darle significado, convertirla en conceptos, ideas, pensamiento abstracto y simbólico. La imagen suele ser más atractiva porque afecta fundamentalmente a la inteligencia emocional, promueve sentimientos en 195 forma directa y eficaz, desata los instintos pero no la razón, crea espectadores conformistas y pasivos, alejan el espíritu crítico. Las pantallas deben convivir con los libros y abandonar la estéril disputa actual acerca de libros en papel si/no y libros electrónicos si/no. El progreso tecnológico ha traído indudables beneficios pero, al mismo tiempo, ha creado un gran vacío en que la cultura se transforma en entretenimiento pasajero; es la contracara de la reflexión erudita que suele ser oscura con pretensiones de profundidad. Estamos utilizando en nuestra tierra pocos términos de un vocabulario y de un idioma muy rico como el nuestro que cada vez se empobrece más y más. Nada se puede expresar si no se tienen palabras; ya dijimos que no se puede pensar. El acto de leer y entender lo que se lee es el verdadero y único camino hacia el conocimiento y tal vez la sabiduría. Como dice Harold Bloom, la elemental expresión verbal de la oración para los creyentes debe enriquecerse siempre con la lectura y reflexión de los textos de Yahweh del Viejo Testamento, del Jesús del Evangelio según Marcos y del Allah del Koran. Grandes mayorías están actualmente interconectadas y son interdependientes pero esto se procesa y comunica en miles de lenguas, de tradiciones y estilos culturales con archivos de memoria diferentes. La globalización marcha velozmente, la vida se ha tornado incierta, desigual, difícil, caótica, las soberanías locales territoriales se están desgastando rápidamente, la angustia y la depresión humana alcanza cotas de magnitud aterradora, la fluidez, la fragilidad y la incertidumbre de las 196 perspectivas individuales y sociales aumentan, la concepción cíclica y lineal del tiempo está desapareciendo y siendo reemplazada por una serie desordenada de momentos que deben ser aprovechados al máximo sin preocuparse por las consecuencias en el largo plazo; nada puede hacerse con seguridad y certeza de éxito. Guillermo Jaim Etcheverry escribió para La Nación el 17 de febrero de 2013 un delicioso ensayo breve titulado “Apresúrate lentamente”: “Sobre el recoleto claustro interior de la Universidad de Salamanca se abren siete ventanas de su legendaria biblioteca. En el antepecho de piedra de cada una están esculpidos, desde el primer tercio del siglo XVI, los siete emblemas de esa universidad española, sobre cuyo significado no cesa el debate. El sexto emblema es un enigma que posee una composición en dos secciones, separados simétricamente por una especie de candelabro ornamental. Se muestran dos anclas que tienen dos delfines estilizados enroscados en sus espigas. En las argollas de las anclas (punto de agarre de las mismas) puede verse amarradas dos maromas. En ambos lados aparecen inscripciones, en el de la izquierda puede leerse en griego clásico: ǹǼǿ ȈȆǼȖǻǼ ǺȇǹǻǼȅȈ que se describe igualmente como: Ȉʌİȣįİ ȕȡĮįİȦȢ (apresúrate despacio), y a la derecha una inscripción latina: SEMPER FESTINA LENTER. El ancla simboliza lo sólido y estable mientras que el delfín evoca lo rápido, lo que cambia velozmente, una alegoría ya presente en monedas romanas del siglo I. En la sociedad actual, la vida es cada vez más rápida, pese a que casi nada derivado de la rapidez tiene valor perdurable. “Apresúrate lentamente” (= Semper Festina Lenter) alude así a nuestras vidas, que hoy se despliegan en esa dimensión de aceleración permanente en que nada que no sea rápido parece tener sentido. 197 Al ritmo del videoclip en que se han convertido nuestras existencias, perdemos la dimensión del tiempo lento que es esencial al ser humano para frecuentar la dimensión de lentitud vinculada con la reflexión y la imaginación, en fin, con la capacidad de pensar el mundo y de pensarse. Crear supone adquirir el hábito de ingresar al sosegado tiempo lento, así como la capacidad de instalarse en él con comodidad antes de actuar. La velocidad a la que estamos sometidos no es inocua. No sólo es fuente de estrés sino que la acumulación de opciones hace que caigamos en lo intrascendente, en lo repetitivo. Finalmente, lo que importa no es la velocidad sino la dirección... El viejo orden se basaba en un principio trinitario (Zygmunt Bauman): territorio-Estado-nación como clave de la distribución planetaria de la soberanía y un poder vinculado a la política del Estado-nación territorial como único agente operativo. No podemos aplicar en estos momentos la sutil e irónica frase de Jorge Luis Borges “los argentinos éramos europeos en el exilio”. En las sociedades actuales, también en la nuestra, el consumo es estimulado constantemente y la posibilidad de tomar crédito para el consumo se ha vuelto adictiva; hemos llegado a la crisis actual, entre otras cosas, por no poder pagar las cuotas de capital e intereses de la orgía de consumo. La violencia que los medios muestran, especialmente la TV, acrecienta el horror, el miedo y los sentimientos de inseguridad al ver lo que se difunde con lujo de detalles crímenes y actos de violencia de todo tipo; el discurso mediático es el de la crueldad (= cruor = sangre que corre). Estamos tomando erróneamente como hecho capital y verdadero el concepto actual de posibilidad ilimitada que es un predicado del 198 pensamiento tecnocientífico; el pasado ya no es pertinente y está muerto; el presente es movimiento perpetuo. La técnica produce satisfacción instantánea de los deseos en nuestra época de “satisfacción exprés” y de pulsiones recreativas. El dinero rápido, la alta tecnología delictiva y el dominio del secreto son la trilogía actual donde los valores de la tradición, las esperanzas soñadas y planeadas carecen de sentido; aquí y ahora y la ocasión parece propicia para lograr la concreción de los caprichos y la gratificación ilimitada; hay que combatir los miedos que nos amenazan y vivir en un eterno presente. La crisis actual es planetaria y no sólo es financiera, sino política y social; la economía real no es la que domina el mundo sino la dimensión especulativa de las finanzas. La desigualdad social es muy grande, los fundamentalismos religiosos reaparecen y se duda acerca de las certezas, las verdades y los valores; seamos entusiastas y aportemos las soluciones. 199 SOCIOLOGIA POLÍTICA DE LOS ARGENTINOS “Avanzamos impulsados por el espíritu, de opinión en opinión, a través del cambio de los partidos, como nobles traicioneros de todas las cosas que, en general, pueden ser traicionadas” Nietzsche Los hombres tienen el irrenunciable derecho de modificar su sistema de ideas y valores, sobre todo cuando estos últimos han resistido mal el impacto de lo que llamamos “realidad”. Estos cambios o modificaciones, no deberían llevarnos a la intolerancia, la violencia, la muerte, la disgregación o el exilio amparado y obturados por un “argentinocentrismo” actualmente injustificado y anacrónico. La asunción del conflicto frente a los cambios es una condición ineludible e incluso productiva de la sociedad siempre y cuando no se transforme en un proyecto de aniquilación del otro. El problema, la organización, el proyecto y el modelo de Nación, es de los argentinos. Para lograr un ajuste crítico de nuestra sociedad, debemos saldar las cuentas con nuestra vieja conciencia mitológica, democratizar, es decir, reconocerse en los otros, no pelear por futilezas, cuestiones obvias y consolidar una moral de la escasez. 200 Uno, de los tantos problemas que tenemos, es el de la sacralización de las instituciones, los sindicatos, los partidos políticos; elaboramos el pensamiento y el discurso desde ellos tal vez por el temor y el riesgo de la ingobernabilidad con escasa, autentica y permanente participación de los ciudadanos cualquiera sea su condición. La incorporación al mercado mundial no ha logrado la homogeneización de las estructuras sociales ni atenuado los enfrentamientos de la sociedad civil y los gobiernos; tampoco se logro con la centralización del Estado ni con la férrea conducción de un poder militar o civil totalitario. La inclusión de las economías de nuestro subcontinente dentro de los cánones capitalistas sigue generando un conjunto de tensiones y conflictos. Los dispositivos productores de saberes de la clase intelectual dominante, los dispositivos de los productores de bienes y servicios con su acumulación insospechada de capital no logran integrar, en conjunto, un proyecto de nación moderna; las variables coercitivas tampoco lo logran. Consentir activamente es articular participación, saber, poder y consenso fusionando los flujos que, con distintas intensidades, circulan por el conjunto de la sociedad. “La paradoja argentina es la de un país con abundantes recursos naturales, población escasa y sin conflictos raciales que hace decenios que sigue inmersa en una profunda crisis en la que un signo distintivo es la perdida de la posibilidad de coincidir” (José Luis Romero). El programa de la generación del ¨80: crecimiento económico, aumento de población y cultura superior, funcionó durante largos años y fue calificado como extranjerizante, antinacional, imperialista; obtuvo reacción porque no respetó con equidad los intereses de clases. Nuestros pueblos americanos del sur de buen clima, ricos en materias primas y productos agrícolas, con población buena y mansa pero atrasada, 201 representó siempre un mercado abierto y fácil de explotar, para invertir capital ocioso, para expandir la economía concentrada. No prosperó el nacionalismo ni la confederación o alianza defensiva de las repúblicas latinas de América para mantener su independencia; no hubo espacio ni posibilidad para una “patria grande” con una impronta bolivariana rediviva; todo absolutamente todo es inmenso en América Latina, menos el hombre. Argentina no logró ordenar, a la vez, el tiempo económico, el social y el político ni diseñar una adecuada relación Estado-Sociedad. Así como los sectores dominantes argentinos, en su momento, tuvieron el problema de cómo incorporar a la masa de inmigrantes, nacionalizarlos y volcarlos a un régimen de trabajo asalariado; más adelante, tuvieron un problema similar con la incorporación de las “masas populares”. En esa época, estos problemas generaron el bandidismo social y el anarquismo que fueron atemperados con medidas coercitivas de variados cuños y en otros tiempos, con la “medicalización” por el derecho de las desviaciones y conflictos para “normalizar” la organización social para que se atuviera a la moral del productivismo y al respeto de las instituciones y poderes existentes. La impronta era colonización, brazos y capitales para explotar la gran riqueza de la Argentina y vías de comunicación para hacerla circular; era producir producción pero no “producir nación”. La filosofía latinoamericana, también era recurrentemente importada desde los centros productores y desgraciadamente, muchas veces, los fenómenos sociales se patologizaron en forma disonante con el ordenamiento nacional programado por sectores modernizantes; recordemos que la instrucción primaria obligatoria era cuestión de conveniencia, de estabilidad social y de gobernabilidad. 202 En la Argentina, el contrato o el pacto social fue violado reiteradamente; se consideró que el “orden” y el aislamiento era un instrumento imprescindible de moralización, normalización, orden y paz social. Trabajo, educación, retribución, moralismo, soledad, premios y castigos y algo de libertad, fueron para los argentinos modelo de país. Varias veces, aún hoy, hemos intentado como país insertarnos en el circuito capitalista y en formar una nación moderna; varias veces, nos hemos olvidado de la desigualdad social y de la pobreza y nos sorprendemos por que la criminalidad adopta formas sociales; no parece que la pobreza se solucione dejándola librada al juego autónomo de las fuerzas del mercado y pocas veces, logramos hacer coincidir el contenido económico-social con la forma ético-política identificándolas concretamente. Pocas veces, aún hoy, hemos podido articular un conjunto de prácticas económicas, de poder con elementos discursivos que permitieran la constitución del objeto nacional. La Argentina adolece de una extrema complejidad a lo largo de su historia en sus configuraciones teóricas en materia de país o nación. La aparición de una serie de conceptos economicistas, antes y ahora, va penetrando en el cuerpo del sistema social hasta colmarlo por completo pero, a poco andar, se percibe el desencanto y las movilizaciones populares arrecian. Las reformas sociales y el mejoramiento de las condiciones del trabajo a través de la legislación retroceden o se conculcan; parece que volvemos a tener una lectura biologista de la realidad social y a sostener, nuevamente, aquello del darwinismo social. En la escena Argentina, unos y otros partidos políticos no han podido asumir la posmodernidad y una supuesta representatividad industrialista y capitalista con respeto por el regionalismo y convertirse en un “partido nacional” dentro de un contexto políticamente complejo imaginando, 203 además, un ámbito de relaciones internacionales aceptable y conveniente para el país.. Tampoco hemos podido aceptar las aristocracias del mérito y mejorar la “mediocracia” de la rutina administrativa del Estado. Será cierto, actualmente, lo que en otras épocas se afirmaba de que los apetitos materiales y bastardos proliferan en el caldo propicio de los ciudadanos sin ideales, embotados por la obsesión de acumular tesoros materiales? El sistema social se nos presenta como disfuncional en forma creciente escindiendo al individuo social, económico y político; los criterios tecnocrático y economicista deberían incluir el de la justicia social y los partidos políticos deberían recuperar su calidad de órganos de expresión política y canalización del conflicto social procurando un más adecuado sistema de representación funcional sin olvidar que la cuestión nacional es también una cuestión social. No necesariamente, el capitalismo argentino debe parecerse al norteamericano quien a partir de los últimos treinta años del siglo XIX experimentó un enorme crecimiento económico, ocupó el primer puesto como productor industrial, desplazó a Inglaterra cubriendo el 30 % de la producción manufacturera mundial pero cuidó de exportar un bajo porcentaje con respecto al PBI; su crecimiento económico se cimentó en la expansión del mercado interno sobre la base de un desarrollo social individualista e igualitarista. Decía Theodor Roosevelt: “Cuando se trata de una cuestión de honor nacional, ningún interés financiero debería ser tenido en cuenta ni por un solo momento”. El materialismo norteamericano, el capitalismo yanqui, su apreciación de la vida económica como neg-ocio, su plutocracia o millonocracia, su diplomacia filibustera son diagnósticos certeros o erróneos de nuestra parte y visión, pero no logran exculparnos o justificarnos por lo que no hemos hecho como país. 204 El “hecho nacional”, la “cuestión nacional”, la “identidad nacional”, el “modelo nacional” es para nosotros y todavía un problema a resolver y un proyecto a construir. 205 TIEMPOS POSTMODERNOS Nuestra época, grandiosa y admirable en muchas cosas, mezquina y defectuosa en otras dilató a todo el globo las fronteras de los grandes Estados, aproximó a los hombres pero no evitó las contradicciones, recortó la amistad y magnificó la repulsión, obligó a optar por la inclusión o la exclusión. La elaboración técnica nos vinculó hasta lo inefable, pero gobierno, lenguaje y relaciones entre los hombres tienden a una homogeneización peligrosa; hay aumento de la política de penetración y una influencia pacífica hacia la dominación de unos pocos sobre las mayorías. El pensamiento y la palabra dominantes, concitan la perplejidad de los más; gran parte de la humanidad balbucea y zozobra en un lenguaje inarticulado, indeciso y cargado de incertidumbre. Ya no se puede dar el mismo nombre a las cosas; la falta de certezas y un proceso de individuación antisocial creciente torna los límites borrosos, acota el proyecto, limita la visión de futuro, produce angustia y miedo. Hay un mundo de fabulosas riquezas en poder de muy pocos; el resto es una masa silenciosa a veces impertinente y contestataria, otras insultante o agresiva; otros se tornan altaneros o malhumorados. La realidad tiene, siempre, un doble fondo; este doble fondo posee intersticios por los que bulle y hierve lo soterrado y acuciante. Nuestra época, respeta muy pocas cosas y pretende explicarnos casi todo cuando, afortunadamente, siempre hay cosas que están más allá de cualquier explicación; lo inefable y lo indecible existen. 206 Hoy, casi todos hablamos, casi todos escribimos o comunicamos, ya casi nadie lee; la deformación de las alocuciones y las consignas es tal que ya nadie cree en las singularidades de las palabras ni tampoco en las intenciones. Discutimos posiciones, teorizamos, despotricamos porque no van bien las cosas cuando, lo único importante es hacer cada uno lo suyo y bien. Hemos reemplazado el secreto sosiego por la fiebre estúpida de correr; hemos retraído, encogido y atrofiado el espacio y la distancia; la distancia es ahora proximidad; la cercanía ha matado las cosas y las ilusiones. Todos los misterios parecen estar develados, todo es conciencia, todo se sabe. Los periódicos, el cine, la TV, las revistas ilustradas cada vez con menos texto, las pantallas de monitores interconectados, la telefonía, permiten acercar, en tiempo real, cualquier cosa al hombre masa. El hombre vuelve a tropezar y casi no puede apreciar, penetrar y diferenciar lo divino de lo humano; “conoce” la extensión y el contenido del mundo pero, al mismo tiempo y tal vez por ello, regresa cada vez a lo más primitivo de su mismidad y se deprime, se incluye en los frenesíes colectivos, se inclina por la barbarie y es presa inconsciente de una neurosis destructora que lo aniquila. Tres demonios nos acosan: la prisa, la anulación de la distancia y el poder de la masa. Dentro de todo hombre, que es sagrado, hay una verdad que pugna por abrirse paso y un pensamiento al que vale la pena adscribirse y consagrar la vida entera. La existencia inauténtica y el creer que la realidad del hombre está configurada solamente por lo que sabe y acierta es desconocer lo importante de todo lo que se le escapa. La existencia humana es sobre todo insegura, incierta y trágica; solemos estar desamparados y solos frente a la fuerza de la vida y la realidad inexorable de la muerte por ello, muchos ancianos, pasivamente, 207 “descansan de la vida” descartando, a través del pretexto de la muerte, vivir plenamente hasta la muerte. Si no somos “importantes”, hasta morimos innominadamente. La trilogía del hombre actual y el de siempre: las cosas, los otros hombres y la muerte escapa de la trascendencia y “enfrenta” la realidad en un país como la Argentina donde las conciliaciones históricas o políticas nunca han sido del todo posibles; donde la irreductibilidad de las antinomias han sido frecuentes; donde la realidad se ofrece fuerte, dura y pocas veces atenuada. Nuestra época, nos guste o no, como cualquier otra, surge de una crisis en la rompiente de un siglo que se incluye en otro. Sabemos que la “ínsula de Barataria” es una isla de fantasía en medio de la fantasía pero, en el fondo, descartando fantasía e imaginación, los temas que hoy importan son unos cuantos, los de siempre. El hombre, “animal de realidades” es, por eso mismo, paradójicamente, forjador de irrealidades; es creador y hacedor –es poeta (poeisis)-; es un niño eterno. A diferencia del hombre antiguo, el hombre posmoderno podrá crear figuras míticas originales con las que podamos identificarnos del calibre de Fausto, Hamlet, Don Quijote y Don Juan? La taumaturgia de las luces y los sonidos actuales, tal vez, nos seduzcan (se-duce = conducir por un camino extraviado). No hay solución definitiva a la problemática humana, de cualquier modo, no es bueno escapar de uno mismo o inclinarse por el trabajo excesivo y desmedido, el afán de poder y gloria o la ambición sin frontera. No se puede convertir todo en valores absolutos; la vida misma es una búsqueda constante y para encontrar y encontrarnos no deberíamos asustarnos del silencio, única manera de hallarnos y descubrirnos para conseguir el “paraíso de la posibilidad” que es la vida, sabiendo elegir entre tantas posibilidades para construir y asumir parte de la realidad. 208 El hombre de hoy, a lo mejor, será el Prometeo rebelde y alzado contra “los dioses” de la filosofía y el modelo actual. Nos parece importante redescubrir “el prójimo”, el ser en el otro, evitando así llegar a las fronteras del tedio, la náusea, la desesperación o la angustia y aceptar lo ilusorio del prestigio o la fortuna. El hombre actual, desterrado de “la seguridad” parece un ser arrojado en el mundo lo que implica un esencial desamparo y la nostalgia de un paraíso perdido. Nuestra época es, además, la del “folletón” o “culebrón” periodístico, radial o televisivo que propagan mercancía de masas que son degustadas a diario y sin esfuerzo junto a las noticias cotidianas dentro del marco de una cultura simplificada. El mundo se explica por poco dinero, la gente sustituye, inconscientemente, sus trascendentes preocupaciones por una soporífera seguridad y convicción derivada de un seudoconocimiento; hay un desatinado esquema de apartar lo que no se comprende sin intentar conocer y entender. El que se sale del mundo cosificado y sistémico es un loco, un transgresor, un outsider; se lo aísla y elimina. Ha vuelto, también, el “menadismo” tal como las antiguas Ménades turbulentas y frenéticas que danzaban a Dionisios en los festivales de Tebas, Pérgamo, Melos o Rodas y en Lieja (1374) o Alsacia (1518) en invocación a San Juan o San Vito, bailando hasta la extenuación en la locura y el frenesí de la danza. Creían que el desenfreno de la danza producía la locura, cuando sabemos que es una forma de intentar curarla. Hoy en día, nuestros actuales danzantes hacen casi lo mismo que los antiguos y, algunas veces, sin invocar a los dioses, trituran mesas y sillas en los boliches y discos y se debaten con la policía. La embriaguez dionisíaca es una constante del hombre a través de la historia; el comportamiento de la muchedumbre enardecida en el fútbol (es un ejemplo más) da rienda suelta 209 a lo reprimido que en el medio social habitual no sería permitido manifestar. El “racionalismo postmoderno” valida, sin asumir el fracaso, la creencia que se tenía en el siglo XVIII de que la razón lo podía arreglar todo en el mundo, a poco andar, tal vez, volvamos a presenciar “El malestar de la cultura” freudiano. El esquema sigue siendo dual, la razón humana tiene raíces irracionales. El cerebro humano es plástico como la cera; es mucho más deformable y maleable de lo que se supone; todo es cuestión de saber usar los instrumentos a los fines premeditados. La “psicologización” de los grandes temas del hombre es un proceder pobre que empequeñece y reduce los problemas para “entenderlos”. Finalmente, a este tiempo pertenecemos. De seguir viviendo aquí y ahora, nos convendría construir una organización social más propicia, distinta de la actual que se muestra como oposicional y facciosa; de lograrlo, cada uno de nosotros seríamos huéspedes de honor en este mundo. 210 SOCIEDAD ACTUAL En nuestro tiempo la historia avanza a mucha velocidad y están en peligro, entre otras cosas, la humanidad y su medio natural. Estamos inmersos en diferencias económicas y desigualdades insanables, odios raciales, graves problemas de comunicación, sociedades divididas, soledad, individualismo, necesidad de destacarse, tensión abrumadora, dolor infinito; una verdadera tragedia contemporánea. Hasta el momento, la globalización del mercado libre trajo un crecimiento impresionante de las desigualdades económicas y sociales dentro de los estados y a nivel internacional. A las desigualdades económicas se suman la inestabilidad, tensiones sociales y políticas. Están más o menos a salvo de estos efectos negativos los grandes empresarios que pueden desplazar sus costos a otros países con mano de obra más barata, los profesionales de la tecnología de punta y algunos títulos universitarios no tradicionales con destrucción de oportunidades para las profesiones clásicas o “liberales”. Las personas que viven de salarios se van empobreciendo y su “estabilidad” zozobra o desaparece. Los sistemas de bienestar casi no protegen la vida de las personas y la xenofobia reina en varios de los países desarrollados; los extranjeros con igual titulación cobran salarios muy inferiores a los nativos. Internet y la web ya nos está afectando la identidad y la privacidad. Hay destrucción de los patrimonios culturales que acotan la comprensión y aceptación del otro y la de nuestro propio pasado. Este terrorismo cultural 211 rinde en no pocos casos beneficio económico o justifica los fundamentalismos ideológicos. El gobierno estadounidense impuso una hegemonía mundial unilateral con derecho a declarar guerras preventivas o de agresión o reservarse la prerrogativa del veto a los convenios internacionales o pretender provocar transformaciones culturales o políticas mediante actos de fuerza con imposición y difusión de valores e instituciones. El siglo XX ha sido el más sangriento de la historia conocida de la humanidad y este siglo XXI no parece escapar a la tendencia; el mundo no conoce la paz desde 1914 ni siquiera ahora y lo peor que el peso de las guerras va recayendo cada vez más sobre los civiles que son las víctimas mayoritarias de los conflictos. Seguimos inmersos en ideologías incompatibles y extremas y carecemos de una autoridad global eficaz y con capacidad de controlar y resolver los conflictos armados. El mundo pese a la definición de “aldea global” sigue siendo demasiado grande, complicado y plural. Los instrumentos materiales y la financiación para las guerras están al alcance de grupos privados terroristas sin participación de los estados sumado al terrorismo suicida. La coyuntura internacional es multilateral aunque haya un estado que domine militarmente. Estamos asistiendo desde el punto de vista sociodemográfico a un proceso intenso de urbanización dejando de ser una especie mayoritariamente rural como fuimos en el pasado. Hay en todos lados empresas privadas transnacionales que no se preocupan ni cumplen con las leyes de los estados en que se encuentran, evaden impuestos, fugan sus capitales y dificultan el contralor de la economía por parte de los estados. 212 Es abrumante el desarrollo y la aplicación de los medios tecnológicos para someter a los ciudadanos a vigilancia constante que además implica, en forma aparentemente insensible, la pérdida de la libertad. Hay un manifiesto aumento de la violencia y de la acción directa; hay una baja en la percepción de la legitimidad de las leyes que invitan a no cumplirlas. Hay cada vez más violencia política y social y hay también hasta una justificación moral para la barbarie. Han reaparecido las guerras religiosas y diversas modalidades de fundamentalismos religiosos que desencadenan cruzadas y contracruzadas, sin embargo los homicidios políticos han disminuido. En estos momentos, en el mundo, hay muchos países en profunda depresión, con millones de desocupados en edad activa y una reducción de la riqueza que amenaza con tirar por la borda todo el bienestar social conseguido en la última década. Al mismo tiempo, el mundo también ha cambiado, acelerándose el desprestigio de la globalización y del modelo económico imperante, el desplazamiento del poder y riqueza de Occidente a Oriente y al Sur, el declive relativo de EE UU y una crisis del euro y de la UE sin precedentes. La crisis económica de varias naciones esta retroalimentada no sólo por una crisis internacional sino también por un cambio geopolítico; el riesgo de estallido social es real y parece que nos encontramos en medio de una tormenta. La crisis se ha ido retroalimentando. Primero fue una crisis financiera, después una crisis económica, después una crisis social, todo ello envuelto en una situación geopolítica cambiante. Hay una crisis del modelo productivo. Otra del modelo financiero, otra en el sentido del cambio del entorno geopolítico. 213 Primero fue el desastre de la burbuja inmobiliaria. Este factor a su vez ha creado una burbuja de crédito en la que han entrado también las empresas. Cuando la crisis internacional arrancó en 2008 muchos países estaban completamente endeudados, no en términos públicos, sino privados, con un sistema financiero en mal estado y sin una estrategia de crecimiento de recambio. El problema de la deuda actual deviene de tener que hacer un rescate financiero y reactivar la economía que se colapsó como consecuencia de las prácticas y las políticas económicas y empresariales muy poco adecuadas. Se impulsó la burbuja financiera cuando había que haberla pinchado. No se hicieron tampoco reformas razonables y oportunas que hubieran sido mucho mejor asumidas que ahora. Tampoco se hicieron a su debido tiempo muchas reformas estructurales que eran necesarias. Si esto sigue así se podría generar una reacción en cadena y todo ello llevaría a la ruptura del sistema monetario imperante. Ya se están produciendo la baja de pensiones y jubilaciones, una baja general de salarios y en el número de funcionarios, una baja de sueldos y grandes recortes sociales en ámbitos tan decisivos para el estado del bienestar como la sanidad o la educación al tiempo que se acrecienta la recesión. La política de ajustes y recortes salvajes corre el riesgo de olvidar que estos ajustes tienen un lado económico, pero también tienen un lado social y hay el peligro de que si se tensa demasiado la cuerda esta se rompa por el lado social porque puede llegar un momento en el que la gente diga basta. Cuando a la gente se le exige un esfuerzo enorme sin que se vea luz al final del túnel existe el riesgo de que diga basta y el proceso se quiebre. Estas situaciones han dado lugar, en otras etapas históricas, a soluciones 214 extremistas y a un populismo al que se llegó porque en situaciones de desesperación la gente es más receptiva a este tipo de opciones. Los mecanismos que antes permitían que el descontento social se incorporara al proceso de toma de decisiones políticas han desaparecido. El corporativismo sigue anidando en muchas naciones en que casi todos los sectores están dominados por unas élites que tienen bloqueada la iniciativa creativa del país y ese corporativismo elitista está presente en el sector empresarial, en el político, en el de los sindicatos, en los medios de comunicación, etc. Antes, el descontento social de alguna forma se canalizaba y ahora hay una evolución del descontento pero parece que no pasa nada. Hay huelgas generales y al día siguiente parece que no hubiera pasado nada y eso es muy frustrante para la opinión pública. Hay una percepción de que el sistema está montado de manera tal que la mayoría pierde y que no se puede hacer nada al respecto. Se piensa que los políticos y sus partidos están atrapados por los mercados, los inversores, etc. Como los mecanismos por los que el descontento social podía influir en las decisiones políticas han sido erosionados y parecen haber desaparecido, el descontento se queda ahí y no tiene válvula de salida y eso es muy peligroso, pues cuando la gente ve que el sistema político no puede articular la frustración, el descontento empieza a buscar otras salidas. El descontento social no debería ser visto como algo negativo, sino como una reacción del sistema ante algo que no funciona y debería de ser cambiado. Cuando no hay mecanismos que permitan ese cambio dentro del sistema estamos en la situación actual en la que la mayoría se ve perdedora dentro del sistema socio económico y no se siente escuchada y eso es muy peligroso; el riesgo de estallido social es real. 215 La austeridad no es en modo alguno la solución a la problemática descripta La austeridad impuesta compulsivamente no permite crecer sino que ahoga el crecimiento. Deberíamos asumir que el capitalismo, tal como se ha entendido en estos últimos treinta años ha fracasado. Ese capitalismo ha generado una serie de disfunciones, sobre todo un incremento muy importante de la desigualdad de rentas que está en el origen de la burbuja de crédito; hay una tendencia a que las rentas bajas y medias queden estancadas. Una manera políticamente correcta de enfrentar la situación actual y crear una esperanza superadora es la combinación de la libertad de mercado con la capacidad política de regulación y control. Es una falacia crear una tensión entre estados y mercados. Al contrario, para que los mercados funcionen bien tiene que haber un estado potente. Hay una correlación directa y positiva entre las economías que más crecen y el tamaño del estado. La globalización genera, ineludiblemente, desigualdades. Se pueden mitigar las desigualdades con buena gestión y siempre que haya instrumentos de redistribución. Esos instrumentos en los últimos años han sido sistemáticamente erosionados en muchos lugares. Ha llegado un momento en el que la globalización ha empezado a no funcionar para la mayoría. Las clases medias están sintiéndose perdedoras dentro del sistema económico. Un sistema económico que genera mucha riqueza pero que esa riqueza es apropiada por una minoría y la mayoría vive una creciente ansiedad económica vital y un estancamiento o incluso disminución de sus rentas provoca bronca, desasosiego y rebeldía. 216 Hay que quebrar esta tendencia a la desigualdad que ha provocado y sigue provocando la globalización en general y, particularmente, la globalización financiera. Un mercantilismo plutocrático (plutocracia = gobierno de los ricos) en un sistema capitalista, con sectores con poca competencia, dominado por dos o tres empresas en las que la connivencia entre lo público y lo privado ayuda a mantener una posición privilegiada, en la que hay una clase empresarial poco dinámica que también es responsable de la crisis y además no se invierte lo suficiente en el propio país hace que la crisis se profundice y se aleje la salida. Las consecuencias sociales y políticas cuando se olvida la importancia de crear un proyecto colectivo y dejar a una parte de la sociedad atrás son muy graves. Todavía hay en el mundo muchas personas vivas que vivieron aquellas tragedias y fueron testigo de sus consecuencias. Las clases más pudientes deben asumir que el precio a pagar por el hecho de que ellos salgan ganando en el sistema es ayudar a que nadie se quede atrás. Esa conciencia de ese costo es quizá lo que hoy en día se ha olvidado y eso hay que recuperarlo. Recordar a la gente que los derechos individuales implican una serie de responsabilidades colectivas. La igualdad es un valor intrínseco del desarrollo que busca toda sociedad organizada. Ella brinda el marco normativo y sirve de base para los pactos sociales que se traducen en más oportunidades para quienes menos tienen. La igualdad no solo se circunscribe a la igualdad de oportunidades, sino a la reducción de las brechas en materia de logros efectivos y de incrementar la participación en los beneficios económicos de los sectores excluidos y vulnerables, desarrollar políticas públicas que suministren bienes y protección social y, sobre todo, revertir la fuerza inercial de la desigualdad que se reproduce en el seno de los mercados y las familias unida a la 217 inclusión y el reconocimiento de las diferencias sociales las que otrora fueron. Avanzar hacia la igualdad es incorporar y promover el respeto de los derechos de los grupos excluidos. El Estado debe intervenir en el cierre de las brechas que existen entre igualdad formal y real tratando de igualar potenciando el desarrollo de las capacidades que permiten acceder y disfrutar del bienestar movilizando las instituciones, alentando el crecimiento e implantando políticas públicas a fin de brindar protección social con una clara vocación universalista y redistributiva. América Latina y el Caribe es la región más desigual del mundo en términos de la distribución de los ingresos, y ello se refleja en una gran cantidad de dimensiones socioeconómicas a las que los cambios demográficos y los sistemas de protección social no son ajenos. 218 SOCIEDAD, SISTEMAS E INSTITUCIONES “No te preocupes, querida”.dijo Adán a la desesperada Eva cuando Jehová los hubo expulsado del paraíso, “la humanidad atraviesa un período de crisi , pero está escrito que saldrá adelante”. “En el mundo del anonimato, quien tiene la última palabra es la burocracia, la cual -como ya sabemos- es “fiel al reglamento”. “El fenómeno del sapo hervido está basado en un clásico experimento de biología. Un sapo que es puesto en una cacerola de agua fría pero que aún tiene la libertad de saltar puede ser hervido hasta la muerte si el cambio de la temperatura es gradual. El sapo no percibe el cambio. Por el contrario, si un sapo es dejado caer dentro de una cacerola de agua hirviendo, inmediatamente saltará hacia fuera y salvará su vida: tiene la necesidad de sobrevivir. Similarmente, muchas organizaciones insensibles a cambios graduales corren el peligro de convertirse en “sapos hervidos”, viven en una ensoñadora ignorancia de los disparadores del cambio y están condenadas al fracaso. Un fracaso que es el resultado de no poder sentir la necesidad de cambiar. Noel Tichy y David Ulrich “Sloan Management Review” Fall 1984,Vol.26,No. 1 219 Un sistema de ideas con una escala de valores es ideología; es un particular recorte que cada uno o la sociedad hace de la realidad; es un modo particular de elegir, organizarse y actuar; no debería ser subestimada y desconocida en un diseño sociopolítico democrático y plural. Las convenciones y las normas aceptadas, entre otras cosas, intentan aplacar la incertidumbre y el caos, racionalizar y contener situaciones e intereses. Lo problemático empieza por los problemas mismos que conviene identificar, tratando de no confundir el problema con los instrumentos. No existe un modo único de entender el mundo o la historia; no hay historia unilateral y que pueda explicarse sólo a través de una visión antropomórfica; la historia no suele anticipar el porvenir y tampoco justifica lo injustificable. El devenir está plagado de discontinuidades, rupturas, dispersiones, coexistencias, preconceptos y prejuicios. En la realidad presente coexisten estructuras viejas con otras nuevas y otras en proceso de transformación; el tiempo o el ritmo de cambio tecnológico es más veloz que el tiempo social y los desajustes son inevitables. Es bastante fácil y usual cargarle todas las culpas al “sistema” expresado en formas políticas, administrativas o de modos de producción. La inadecuación particular o general a las tareas o el trabajo, la disfuncionalidad operativa divorciada del acontecer individual o social puede llevarnos a la no concreción de los propósitos y a la frustración que deriva en inacción. No existe una tarea, un trabajo no comprometido, si ello se plantea en términos de actos destinados a construir; construir es un acto moral y político. 220 Toda actividad humana no es sólo una praxis autodeterminada; el entorno, desde lo físico hasta lo intangible es también un determinante. Son las instituciones, fundamentalmente, las que dirigen la orientación de los sistemas; sistemas e instituciones representan la concreción de tendencias y estructuras de la vida social. Los sistemas son operados por instituciones y dentro de ellas actúan y deciden los grupos profesionales que muchas veces se abroquelan trazando sus límites e incumbencias, defienden su status y el carácter profesional de su conocimiento o saber-, los usos sociales, las autoridades, los decisores políticos, los teóricos, los tecnócratas. A mayor institucionalización del saber profesional hay mayor limitación de las relaciones con el universo territorial, cultural y social; no se logra llenar plenamente de contenidos la acción; al no mirar ni mirarse críticamente, el peligro (o la solución) es ser reemplazado por otros grupos. La excesiva institucionalización origina una tendencia a que las organizaciones se cierren sobre sí mismas -tendencia a ensimismarse- y que los contactos con el “exterior” se tornen rígidos, convencionales o no existan; es la mismidad no integrada; es la autoexclusión predeterminada. El consenso social que debería mirar y demandar a las instituciones, necesariamente constituye el contralor y el agente modificador de la inercia, el quedantismo y la senilización institucional. Las cosas de este mundo existen dentro de condiciones reguladas por un complejo haz de relaciones entre instituciones, procesos económicos y sociales, formas de comportamiento, sistemas de normas, técnicas y categorías. Los cambios en lo social se producen cuando se logra reconocer la calidad y la cantidad de las necesidades de la gente y la legitimidad de sus derechos; la gente, cuando se ubica en el escenario histórico deja de estar políticamente ausente. 221 La vida institucional cerrada y estática interpreta críticamente valores vitales y/o culturales a través de un complejo aparato especializado que puede o no producir acciones u objetos destinados al uso social. Muchas veces, el saber profesional ignora el saber popular y la actividad en el mundo real, confunde, a veces, necesidades vitales del hombre con requerimientos políticos dirigidos a consolidar el poder. Institución, Estado, etc. pueden significar alternativamente burocracia, impedimentos, apoyo financiero, poder. El proceso de producción de la acción social contiene en sí al proceso de diseño y define su marco de actuación. La aspiración inconsciente a crear tipos de promoción y acción social repetibles no se compadece con la dinámica interna y el cambio constante de la sociedad misma. Muchas estructuras, instituciones y sistemas sirven para sostener no sólo el “edificio” sino también para evitar que los que lo habitan se caigan o sean desplazados y excluídos; deberían ser sólo instrumentos flexibles puestos al servicio de quien los necesita; involucran personas, medios y técnicas en simbiosis; de no ser así, nos pareceremos al troglodita que es aquel que vive en un agujero excavado en una masa cualquiera. El peligro, siempre latente, es anquilosarse, convertir a las instituciones en modelos esquemáticos de utilización obligada dentro de una rutina estéril. Toda institución nueva empieza por el coraje y termina en la policía (tendencia a la excesiva normalización, reglamentarismo y seguro estancamiento). La flexibilidad y la indeterminación constituyen la impronta de los requerimientos sociales y por lo tanto, sería interesante, que fueran también condiciones o requisitos del sistema y las instituciones. La preeminencia otorgada a la solución técnica o tecnológica de los problemas puede tornarse peligrosa si no se advierte que el instrumento tiene un carácter configurador de la acción, condiciona la acción y sus resultados. Cabe preguntarnos, hasta qué punto el proyecto y el programa 222 social se derivan de los reales requerimientos de los usuarios o de las necesidades de justificación y continuidad del modelo, del sistema, de la institución y sus normas. Fácilmente, se tiende a confundir valoración formal con formalismo y a identificar interés o desinterés por las funciones sociales de las instituciones desde el posicionamiento de cada cual; función no equivale exactamente a contenido y puede o no identificarse con él; función es el uso social de un producto; contenido es la carga ideológica. Las funciones sociales, para que lleguen a ser algo más que una sucesión de actos inconexos carentes de significación, necesitan de un entorno (del inglés environment) y de un hábitat (del latín: vive; espacio vital) definidos por todos los actores que están en juego; es de desear que, entre todos, encuentren un autor... DISTINTAS DISCIPLINAS Y MUCHAS BARRERAS La sociedad global y aún las pequeñas comunidades reflejan distintas alternativas y aspectos cambiantes en las necesidades sociales -reales y sentidas-; las instituciones deberían flexibilizar sus estructuras, buscar nuevas fórmulas, romper el aislamiento y la incomunicación dentro de sí mismas y con respecto a los destinatarios de su acción, allanar barreras, destruir los compartimientos estancos, recrear una “común-unidad” que reúna todos los esfuerzos para cumplir con un objetivo común, desarrollar al máximo sus posibilidades y liberar sus fuerzas expansivas. De lo que se trata es poner talento, imaginación creadora, inteligencia, puestos al servicio de las necesidades de la gente mediante la integración armoniosa de saberes, voluntades y acción. Las necesidades de las personas nada tienen que ver con el monopolio de los conocimientos, la incumbencia o el status profesional o los “intereses” de las instituciones para justificarse y sobrevivir.”La sociología no puede profetizar. La sociología puede 223 ayudar a evitar todo dogmatismo, esforzándose, a la vez, en tornar flexibles y claros sus conceptos para hacernos capaces de seguir de cerca las variadas sinuosidades de lo real” (Gurvitch). Muchas veces reflexionar, descubrir, anunciar, proclamar, disentir, exponen a aquellos que hacen estas cosas a la culpabilidad, la transgresión, el envilecimiento y consecuentemente son rechazados y excluídos. Técnica y conciencia son las palancas del arte de construir (ciencia sin conciencia es ruindad en el alma; Rabelais). El statu quo no da soluciones y no invita a reflexionar. SOCIALIZACION Y SISTEMATIZACION Socialización implica sistematización cuando se quiere intervenir o actuar en el campo del desarrollo humano, la promoción y la acción social, siempre y cuando podamos demostrar respeto por la configuración social que queremos modificar más favorablemente; el ideal dominante es la componente humana o social y no la componente profesional. Actualmente, la “trampa de la globalización” nos puede dejar sin valores, sin moral, sin política, sin religión; nuestros sistemas e instituciones pueden ya no ser coherentes, consistentes, orgánicas y útiles; hasta podemos llegar a pensar y sentir que la crisis nos viene desde afuera. Sea como sea, los intereses personales e institucionales tienen una penetración negativa en la acción social al igual que las discrepancias políticas o la influencia de los grupos de presión; las fricciones y hostilidades son altamente conflictivas en el plano de la actuación social y debieran ser minimizadas. “La sociedad se distingue por lo menos en cinco dimensiones: institucional, demográfica, ecológica, de estratificación y relativa a subculturas o grupos étnicos” (Germani). 224 Cambiar no es tarea fácil y rápida; modificar estructuras existentes o generar otras no es sólo reingeniería sino también libertad para crear, cautela y responsabilidad en la elección de los medios, consenso en los prerrequisitos para el cambio, medios y finalidades compartidas, concordantes y conscientes de todos. Las acciones sociales, sobre todo en nuestro medio, abarcan todo tipo de variables y conocimientos tales como relaciones humanas, sociología, psicología, economía, derecho, política, antropología, cultura teniendo en cuenta que, por ahora, nos estamos “salvando” del hiperdesarrollo tecnológico, de la explosión demográfica, de la elevada concentración urbana, del “progreso” industrial irracional y voluntarista y que tenemos un “contínuo rural-urbano” interrelacionado, amable y congruente geográfica y culturalmente. Nos parece que al determinismo habría que tornarlo posibilismo y a la tarea imponerle una exigencia interdisciplinaria con soporte científico. La recuperación de las instituciones obsoletas debieran tener un punto de partida extraeconómico; el reposicionamiento de los valores son los ejes de cualquier iniciativa cuando se decide el cambio; las ideologías no sirven porque conducen a la politización. “La sociología es una ciencia de la crisis” (Solari), pero la promoción y la acción social es también un arte que tiene que ser, al mismo tiempo, virtuoso, dispositivo y habilidoso; forma parte de la arquitectura de los espacios sociales para satisfacer necesidades humanas a través de la creación y puesta en marcha de acciones planificadas. SOCIOCULTURA. El ser humano como individuo o en colectividad no puede adaptarse a la misma velocidad de transformación impuesta por la tecnología - 225 especialmente los adultos mayores-; el climax local (biopsicosocial y espiritual) permite la supervivencia biológica y psicológica o la compromete seriamente si se distorsiona o se disgrega. En lo sociocultural, incide la conducta aprendida y transmitida por los miembros de una sociedad que implica motivaciones, actitudes, creencias, sistemas de valores (ethos), instituciones sociales, conocimientos, técnicas, etc.; la historicidad individual y colectiva tiene gravitación en lo social y en lo cultural. Los programas sociales debieran presentarse en forma flexible, adaptarse a las exigencias del cambio sin romper totalmente con los aspectos socioculturales y con las tradiciones internalizadas de la gente; una cosa es actualizar, intervenir u optimizar y otra es irrumpir. Las instituciones sociales y sus miembros no debieran emitir juicios de valor acerca de la gente que dicen proteger, asistir o cuidar; si lo hacen, tendrían que asumir su propio riesgo. La mirada puesta en la propia ecuación personal sumada a la aproximación anecdótica a la realidad y los comentarios triviales comprometen científicamente las conclusiones de un programa. La realidad sociocultural de la Argentina sigue siendo bipolar; por un lado, el pequeño caserío rural o primer nivel comunitario; por el otro, la ciudad metropolitana en rápido y anárquico crecimiento; el contínuo ruralurbano todavía no se da plenamente entre nosotros. Toda propuesta de actuación social debiera dinamizarse con un grado lo más bajo posible de abstracción, mirar hacia afuera de la propia disciplina, ser algo más que la aplicación de un método; el ajuste debiera ser orgánico, integrativo y contextuado con la realidad social. El éxito se logra no sólo sumando conocimientos en diversos campos y niveles sino también enriqueciendo el sistema de valores, con equilibrio y respeto por lo sociocultural que, seguramente, trasciende la especialización 226 concreta de cualquiera. “La vida está en el todo, no en las partes” (Durkheim). MODELOS Actualmente, las corrientes del pensamiento son rápidas y transferidas en simultáneo por los medios de comunicación de masas y los papeles científicos y técnicos especializados consumidos por la inteligencia de cada país o región. Los modelos de desarrollo social y desarrollo humano presentados por países extranjeros desarrollados proporcionan una guía eficaz pero no una pauta universalista que se pueda aceptar sin restricciones para nuestro medio (lo mismo sucede en el propio país cuando hay una absolutista y omnipotente centralización en el campo de las ideas, la construcción de programas y el poder decisorio). Promover un cambio con beneficios sociales para los necesitados (nos pondremos de acuerdo en la forma de medir las necesidades?) implica, entre otras cosas, mirar el momento histórico, planificar y realizar ajustes oportunos frente a las cambiantes estructuras y requerimientos sociales, detectar la carga y el peso de los indicadores en el proceso de cambio, generar respuestas condicionadas a las necesidades o requerimientos. Son las instituciones las que deben funcionar ágilmente para respaldar la organización social. Las instituciones deben salvar los vacíos de la formación de sus recursos humanos; de no ser así, no estarán capacitadas para contener y solucionar las circunstancias disfuncionales de las crisis sociales aún de las pequeñas comunidades. 227 Los status sin méritos y los roles endebles producen efectos circunstanciales o definitivos según la personalidad de los actores y que, inexorablemente, se transfieren a los marcos de la acción. PROFESIONALISMO Y ACCION Los roles de las instituciones ya no tienen el rango o la amplitud que iba desde el laissez-faire hasta las regulaciones rígidas a ultranza. La normatización institucional, desde hace mucho, obedece a patrones fijos de contralor formal y de división del trabajo. Una obra, un programa social, una tarea tiene siempre varios rubros y variables; por pequeño que se considere un programa no debe ser subestimado diciendo que es chico, poco complejo o que tiene poco peso porque tiene un financiamiento reducido (es como subestimar a un niño por lo pequeño y endeble y no atisbar en él al hombre que será). El profesionalismo debe utilizarse, siempre, para la programación teórica, la complementación fáctica, las previsiones, los cambios, las emergencias, la coherencia científica, técnica y metodológica de un programa y para el soporte de las decisiones que hayan de tomarse. Los decisores o conductores de las instituciones no debieran gerenciar o realizar el management instrumentando a los profesionales y técnicos como meros recursos de una “organización en cadena” inmersos en una estructura institucionalizada de alta densidad burocrática, no participativa, con utilización irracional de escalas jerárquicas impuestas. En estas condiciones, los profesionales y técnicos tienen una representatividad cuasi nula, se frustran o entran en conflicto e influyen poco o nada en el proceso programático social y en su producto. Hasta que se logre una “maduración” institucional acorde con los tiempos que incluya una verdadera “carrera institucional” con legitimaciones, 228 estructuras orgánicas y funcionales, cuadro de cargos, posibilidades ciertas de escalar en la pirámide jerárquica por capacidad y competitividad, los profesionales, los técnicos y los trabajadores en general no tendrán alicientes y su posición estará siempre por debajo de sus aptitudes y merecimientos y, consecuentemente, se empobrecerá la institución, se tornará conformista y “friccionará” por dentro. Habría que decidirse a terminar de una buena vez con la “ley del zarpazo” (Oppenheimer) o “el orden del picotazo” (Packard). El conformismo y la convivencia institucional dentro de una especie de “ritualismo platónico” contemplativo no suele ser el camino hacia el cambio. ECOLOGIA, ENTORNO Y MEDIOS Ecología, término creado por Haeckel, es la relación área física y área social, es decir, persona-cultura-medio físico en interrelación social y simbiótica. Estas relaciones no son reproducibles en forma idéntica y ni siquiera parecida en un vasto territorio como la Argentina y aún a nivel regional; somos heterogéneos, plurales; de región a región y de zona a zona la distribución de la población, los recursos, actividades, producción, consumo, transporte y comunicaciones, tamaño de la familia, migraciones, crecimiento o decrecimiento vegetativo, morbimortalidad, etc. ofrecen un proceso de desarrollo social y humano desequilibrado. En términos de acción social, lo hipourbano, rural o semirural es a la organización social más armónica y no necesita un alto grado de institucionalización; en sectores hiperurbanos, la organización social exige mayor institucionalización para un funcionamiento más eficaz y eficiente. La acción social llega mejor y más rápidamente a nivel comunitario local. 229 Por otra parte, la percepción del éxito programático en lo social varía en la dicotomía planteada entre lo urbano y lo rural; a priori, se valora como de bajo impacto social los programas sociales acotados y destinados a comunidades pequeñas equivocando la apreciación por la visión macro y estimando que esas comarcas con bajo nivel organizacional, no se desarrollan, se estancan o están en franca decadencia como si éstas no fueran parte de la estructura y la organización social. La modalidad de trabajo en programas sociales no puede prescindir del medio ecológico en donde está la gente incluyendo las pautas culturales y su forma de ver y sentir la vida. Los programas sociales no deben claudicar en su tarea integrativa y en responder con mayores beneficios a la gente si esto cabe pero deben, al mismo tiempo, aproximarse a los requisitos de la gente concreta y en su propio ambiente o entorno. El “medio social” adverso conviene trabajarlo a largo plazo, con prudencia y con métodos persuasivos utilizando la pedagogía, la concientización, el compromiso y la aceptación. Una cosa es planificar y operar, especialmente por razones económicas, agrupando y concentrando servicios, ayudas y asistencia en “unidades programáticas” y otra es la aplicación versátil y efectiva del recurso. El marco de referencia suele ser homogeneidad/heterogeneidad, recursos, tecnologías, conocimientos, idoneidad, disposición y compromiso del grupo humano asignado a las tareas (aquí, el efecto de la comunicación recíprocamente positiva- es fundamental). Una de las tareas expuestas a la opinión -autorizada o no- es la tarea social; los ataques polémicos hacia los programas sociales son moneda corriente. 230 PSICOSOCIOLOGIA Las personas que trabajan en las instituciones interactúan de acuerdo con sus personalidades condicionadas en gran parte por su cultura y por el status alcanzado dentro y fuera de la institución. A veces tienen sentimientos de pertenencia y compromiso con el grupo humano y la institución, otras veces no. Tienen pautas internalizadas, sistemas de valores, motivaciones o carencia de ellas, configuraciones normativas, expresiones variadas de comportamiento, roles anodinos o emergentes, liderazgo o perplejidad, emiten opiniones o callan y otorgan. En cualquier grupo, el ajuste de relaciones suele complicarse, aparecen mecanismos perversos de competitividad sobre todo cuando no hay un proyecto unificador y el liderazgo es inconsistente, diluido, de contenido simbólico y delegado permanentemente. Cuando no existe compenetración en un proyecto común, cualquier tipo de inconvenientes es previsible. Es difícil ejercer una orientación efectiva cuando no hay clara idea del programa. El liderazgo debe estar a cargo del profesional y éste tendrá que “manejar” las situaciones, detectar y estimular las opiniones de los miembros del grupo, ser portavoz de estas opiniones y canalizarlas sin mal traducirlas a los decisores; no deberá temer el desacuerdo si éstos revelan una naturaleza crítica hacia un programa o acción determinada y no juegan intereses personales o de naturaleza política o de “posicionamiento” dentro o fuera de la institución; cuando priman los intereses personales se pasa fácilmente de la cooperación a la mala competencia. Es bueno y útil evitar o minimizar situaciones conflictivas, interactuar en forma transparente y cara a cara, aceptar -de entrada- que todo proyecto puede y debe tener ajustes y ser valorado científicamente admitiendo que se 231 puede estar equivocado sin que ello dañe la cohesión grupal tratando que el juicio de realidad sea siempre el vector unificador. BUROCRACIA O EL PODER DE LOS ESCRITORIOS Y LA DEVOCION AL REGLAMENTO Un rasgo característico de la estructura burocrática es el acento puesto sobre la despersonalización de las relaciones y la incapacidad entrenada del burócrata (Merton). La personalidad del burócrata se basa en una tendencia a la categorización, al desempeño de un rol dominante basado en reglas generales y abstractas, en minimizar las relaciones personales, ignorar las peculiaridades de los casos particulares, comportamiento estereotipado no adaptado a las exigencias de los problemas individuales, tratamiento impersonal, actitud arrogante, soberbia y distante. La fidelidad al reglamento requiere algo más que ortodoxia, necesita compenetración normativa y adecuada implementación, convergencia de los mecanismos institucionales, buenas relaciones públicas, mirada global sin excluir lo puntual. “La burocracia es indispensable, dentro de nuestra vida terciaria, a través del enorme estadio institucional en que trabajamos y vivimos” (Fourastié). Facilitar la convivencia, estrechar los lazos de comunicación, admitir el “ensayo y error”, facilitar las redefiniciones, poner seriedad sin menoscabo de la simpatía, legitimar confianza, accionar en forma idónea, usar la imaginación y actuar con trascendencia ética revierte en la cohesión endogrupal e institucional. No siempre el status dentro de una institución es indicativo de la verdadera función desempeñada; por otra parte, lo que realmente importa es la 232 recíproca interacción entre las personas y sus roles y el beneficio que se puede obtener en el producto final de la tarea global. El trabajo de la gente en las instituciones tiene una incidencia elevada en el costo total, por ello, el buen tratamiento de los recursos humanos proporciona alta gratificación y consecuente autoestima con aumento positivo del rendimiento no sólo económico sino también extraeconómico sobre todo en las “empresas sociales” de cualquier índole, tipo o jurisdicción. SOCIOECONOMIA La demanda social, en nuestro medio y en nuestra realidad, se coloca y se comporta en la vertiente opuesta al modelo actual de los miembros no necesitados de la sociedad. Estos, no son carentes ni indefensos y tienen otras motivaciones, deseo de lucro racional, mayor competitividad por el status, el prestigio y el poder. Las personas que demandan socialmente son los “hombres sociales” (Huxley) y no tienen nada que ver con el “Homo economicus” caracterizado por ser calculador, moverse en el marco del esfuerzo/rendimiento, contabilizador de lo que cede o recibe en la transacción, balanceador de costos/beneficios, posicionado en lo que se “debe ser” y no en lo que se “puede ser”, inmerso en una economía de producción y de rentabilidad, adicto a las tecnologías, cambiante y oportunista. El demandante social, en nuestra dolorosa realidad, apenas logra, en el mejor de los casos, participar de una economía de subsistencia, no producen, no utilizan, no consumen; para ellos, no hay oferta/demanda ni mercado; sólo, en ciertas condiciones, pujan para obtener “beneficios” sociales. Cada vez el volumen de postulantes es mayor y esta demanda en 233 crecimiento tiene un efecto multiplicador sobre los costos y el financiamiento social. Es difícil o imposible el acceso para todos si no media una convergencia de todos los actores sociales sea cual sea la instancia institucional en la que se encuentren. La infraocupación existente parece que va en aumento; los adultos mayores son descartables; los niños tienen un destino incierto. Las circunstancias y la operatividad económica no parece beneficiar a las mayorías necesitadas; “el derrame de la riqueza” acumulada no se percibe; el ajuste se visualiza como única posibilidad de equilibrar la balanza; el medio no favorece y no genera expectativas socioeconómicas. Si económicamente caben restricciones porque los recursos son escasos, debemos construir hábilmente buenos programas sociales con racionalismo económico riguroso; haciendo buena obra podemos aproximar recursos escasos al ámbito de la necesidad real. La complejidad de las relaciones y necesidades sociales es muy elevada y la interacción de las demandas individuales es anárquica, por ello, en procura de finalidades racionales el apoyo y el contralor institucional tiene que ser fuerte y es conveniente normatizar el universo de los soportes, apoyos, auxilios y asistencia a las necesidades y establecer un marco de referencia al comportamiento individual y colectivo. Las instituciones y la gente tienen derechos y obligaciones; ambas partes están obligadas. Los diferendos siempre son posibles y es necesario establecer la forma en que podrán ser resueltos (contratos, convenios, normas, etc.); en el fondo, el elemento no contractual del contrato es la solidaridad, el respeto, la honestidad, la responsabilidad compartida entre los prestadores sociales y los demandantes. Lo “cualitativo” del apoyo socioeconómico a la demanda social no suele ser tangible por el cliente y a veces lo desvirtúa, lo interpreta psicológicamente de otra manera sin analizar la proyección y el impacto 234 social que se pretende lograr como objetivo. Las pautas culturales le dan a la gente un sentido de realidad muy particular y es por ello que los únicos “papeles” que pesan y se legitiman son los contables y los jurídicoadministrativos. En todo programa social operado en terreno hay siempre ingerencias de personas ajenas (no beneficiarios) que estiman o juzgan el proyecto y su realización, lo desestiman o desvalorizan a sus protagonistas y, cuando no, muchos ajenos “viven” a costa de los beneficiarios. La racionalidad económica es un imperativo sin atenuantes para la acción. Lo económico, por otra parte, se funde con lo técnico y lo metodológico. La norma, bien diseñada, da vida útil a la efectividad y a la transparencia. PLANIFICACION SOCIAL La planificación es el recurso más efectivo y más ajustable frente a la dinámica del cambio. El encuadre de los planes sociales no puede llevarse a cabo atendiendo intereses particulares sino los de la colectividad en su conjunto, con la comunidad en pleno y con la asistencia técnica de profesionales del quehacer social. Los programas sociales deben tener cohesión, integración dentro de los mecanismos institucionales en interacción global con un respetable equilibrio entre cooperación y competencia dentro de un marco de políticas sociales claras y consensuadas. “Somos libres para actuar; tiene verdadero sentido hacer planes o estamos solamente rodeados de nuestras propias ilusiones?” (Neutra). El juicio de realidad no es fácil de obtener y habitualmente se encuentran dificultades si no prima el sentimiento solidario para el fin de la planificación, se asumen las trabas para contar con los recursos económicos imprescindibles; se soslayan los problemas que pueden suscitarse por 235 cuestiones políticas, de poder o de intereses específicos que tocan lo particular. La sociedad es un enorme médano de base amplia y de cima pequeña; en la base se ejerce la presión social sobre los estratos superiores. Si los elementos de la base del médano no tienen cohesión, apoyo y fuerza para ascender, ellos mismos -desde abajo- se ahogarán por la marea ascendente. La planificación merece destinarse a la base del médano, al todo social. “Si lo que se desea es cambiar ese orden de cosas, si se quiere transformar fundamentalmente la estructura económica y social, la planificación es indispensable” (Prebisch). La planificación tiene que ser objetiva porque procura un cambio mediato y orientado a fines determinados. Debe ser analítica, porque exige un estudio detallado y profundo de la información obtenida. Integradora, porque requiere un proceso de síntesis sobre los elementos analíticos acumulados. Proyectiva, por cuanto mira al futuro y procura preverlo. Experimental, porque en su carácter científico no puede ser dogmática; exige contralor, valoración y flexibilidad. El método de la planificación tiene carácter universal pero su vigencia y validez está limitada en el tiempo. Tiempo, programación, contralor de tareas con elementos de decisión, tratamiento matemático, etc. son etapas o instrumentos. La planificación se llama también logística (proceso gradual de planificación y provisión de bienes y servicios) y tiene, en sí misma, un sentido disciplinado y orgánico. “La planificación no puede ser en una sociedad un cuarto poder; sólo debe insertarse en la estructura tradicional de las instituciones” (Friedmann). 236 Las necesidades humanas requieren para ser atendidas medios institucionalizados, regulados y ajustados para los fines sociales. Si se quieren lograr resultados sociales se necesitan buenos programas de acción con planificaciones altamente cualificadas. Por otra parte, los logros sociales se alcanzan paso a paso, por beneficios parciales, apoyando unos la gestación de otros asegurando el éxito a medida que se obtengan beneficios parciales .Es un proceso lento y trabajoso, trajinado e interactivo, de corte tesonero, de alta voluntad y compromiso. DISCONFORMISMO SOCIAL E INADAPTACION Las situaciones de cambio que se viven pueden producir marcadas asincronías y retrasos en lo social. Si no se cubren las carencias en la medida de las posibilidades surgen inconvenientes, anomalías costosas de superar en distintos terrenos, grupos sociales y generaciones enteras; queda amenazada la estabilidad social y el medio social queda anclado en la pobreza y la desesperanza. Cuando el mundo y la organización social se deterioran aparece el disconformismo social, la inadaptación y la violencia. Si la juventud se siente herida, reacciona y provoca atropellos; si es la ancianidad la excluída, ella muere en la resignación y el anonimato. Una parte de esta cuestión es el modelo y la escala de valores que deviene en la conducta social; la otra, radica en la propia organización social y en el apoyo de las instituciones. Las nuevas necesidades y exigencias del medio social deben ser contempladas, admitir su vigencia, proyectarlas y responder planificada y operativamente a sus soluciones. La objetividad del análisis se logra mirando “de abajo hacia arriba” aunque la planificación responderá operativamente de “arriba hacia abajo”. 237 Pues entonces, hay que comenzar por la gente; detectar de dónde provienen, cómo viven, cuáles son sus problemas, cuáles sus necesidades sentidas, cómo se fundamentan sus conductas y necesidades a través de sus motivaciones. Es bueno aventurar, racionalmente, cómo puede responder la demanda ante un plan o un programa social y cómo se puede lograr su participación para lograr la mejor promoción. No es bueno considerar a la demanda social con la apreciación de “masa”. “Masa es un agrupamiento colectivo, elemental, espontáneo, que tiene dos elementos: en primer lugar está constituído por un gran número de personas de extracción social heterogénea y ubicadas psicológicamente en situación pasiva y receptiva y, por otro lado, con un anonimato y aislamiento de sus componentes individuales y un mínimo de interacción entre ellos” (Miguens). La expresión numérica, cantidad de gente que forma la masa, no da idea de los extremos de las necesidades, los paréntesis vacíos de la realidad social individualizada, la disfuncionalidad frente a la vida que es heterogénea y personal; la realidad pasa inadvertida. Los integrantes de la masa entran en colisión, se friccionan, se desgastan, pierden sus partículas y si no se las contiene socialmente quedan rodando rezagadas. “Si se esconde la realidad y con ello la verdad, se favorecen importantes falacias que tienen en su propio estímulo un efecto multiplicador negativo” (Gioja). Los estereotipos, las idealizaciones, los slogans, la información de lo social superficial y sin contenido no ayuda a la gente, tiene una función narcotizante y encubre la inoperancia de quien propone las soluciones que, muchas veces, nunca llegan. 238 La falta de mensajes de apoyo social concretos, a corto plazo, producen desajustes psicosociales de todo tipo, irritación, molestias ante una tramitación inútil e inconducente que diariamente la gente realiza esperanzada- ante las instituciones, hastío, inadaptación social, cansancio, perturbación, gasto y pérdida de tiempo. Entre la cadena de medios y fines está la acción. Si la acción no obtiene integración social y desarrollo humano se produce el estado de anomia. INTERACCION ”Los hechos sociales, sus maneras de hacer o de pensar, son reconocibles por la particularidad de que son susceptibles de ejercer una influencia coercitiva sobre las conciencias particulares” (Durkheim). La percepción de un individuo en lo social y psicológico, se asimila a las del grupo. Existe - y debe ser estimulada - la natural tendencia al trabajo y hasta el “sufrimiento social” grupal que tiende a neutralizar el aislamiento y la inseguridad incentivando la participación solidaria que debe ser escuchada por las instituciones; esto no significa someter a la individualidad a la totalidad. Las instituciones tendrían que proponerse ejercer no sólo el liderazgo instrumental de la promoción y la acción social sino, además, transformarse en contenedoras, orientadoras y clarificadoras del orden (o el desorden) psicosocial que aqueja a la demanda social en crisis o sin ella. La racionalidad puesta en la obtención de los logros, debe ser acompañada de un sentimiento puesto en la acción. 239 GASTAR Y GANAR; LOGROS Y GRATIFICACION El hombre vive en una economía monetaria, cuyas implicaciones afectan su conducta social así como su ingreso y su gasto. Gran parte del esfuerzo y el tiempo vital humano se relaciona con el hecho de obtener dinero para gastarlo y procurar bienestar, avance social y seguridad; en este proceso hay satisfacciones y desalientos. Esto configura una estructura de valor de la vida. Cuando no se gana dinero, el individuo se identifica cada vez más con las organizaciones sociales secundarias y las instituciones que pueden brindarle ayudas y seguridad. La demanda social actual y mayoritaria no tiene posibilidades de gasto y de consumo; la familia se hizo disfuncional ya que el padre no es más el eje de los ingresos ni la autoridad de la administración de los bienes; casi todos los miembros de la familia se ven obligados a procurarse trabajo y volcar sus ingresos a la economía del grupo. En este plano, ganar y gastar es casi imposible; no hay logros ni gratificación. NORMAS Y CONTROL SOCIAL La palabra norma indica un patrón de conducta, enfatiza un “deber ser”, una forma de comportarse pautada o reglada impuestas por un medio social dado para tener ajuste de respuestas en favor de la gente -asignación racional de los recursos, impacto, etc.- y de la propia institución. El orden normativo regula y explica el orden fáctico. El orden normativo recibe también la denominación de control social y sirve para ajustar mecanismos en la interacción; el individuo se siente así apoyado, reconocido, integrado a un programa y al medio social. 240 En el perfil de una norma conviene establecer el grado de obligación, el carácter formal o informal, la severidad de la sanción ante el no cumplimiento, el grado de internalización y el del sentimiento individual que acompaña a su aceptación o rechazo. No puede prescindirse de la formalidad normativa para el buen funcionamiento de las instituciones y éstas deben procurar que no se viole la norma. Lo normativo protege la libertad dentro de los ideales del derecho a la gente y a las instituciones y sus miembros. Lo normativo debe estar claramente definido en el pronunciamiento de la acción; no se debe dejar que la sanción por incumplimiento llegue -ello conduce a la frustración y a la rebelión contra la norma-. Si no se soporta la norma, seguramente tampoco se establecerán buenas relaciones con aquellos que velan por su cumplimiento. Lo ideal es que lo normativo sea una guía y no un instrumento de sanción. Cuando no se comunican hábil y adecuadamente las normas, lamentablemente, se producen conflictos o falta el apoyo del entendimiento de las personas a las que están destinadas, se engendra caos, incomprensión y hasta violencia. La comprensión y el respeto humano pueden mitigar los efectos de la norma, a veces tan dura, tan fría y tan rígida. La norma tendría que ser un buen nexo para fomentar la eficiencia, el acercamiento y la simpatía entre las instituciones y la gente. “La tarea de las ciencias sociales es estudiar la esfera de la actividad total de la vida interactiva del hombre. La tarea especial de la sociología es estudiar las formas de la interacción social fuera de su contenido. Las mismas formas sociales pueden encerrar contenidos bastante diferentes y el mismo contenido social puede ser incorporado en diferentes formas” (Simmel). 241 La consistencia de una solución ante un problema social puede ser débil en algunos de sus alcances y cometidos, pese a ello y por ello debe andarse el camino críticamente hacia adentro y hacia afuera del programa o de la institución. La estructura social no se refiere a la realidad empírica, sino a los modelos que se constituyen según ésta. Un modelo, cuyos elementos estén en la misma escala que los fenómenos, será un modelo mecánico; cuando los elementos del modelo tengan una escala diferente será un modelo estadístico (Lévi-Strauss). Todos los fenómenos deben ser estudiados y comprendidos en orden a una unidad orgánica totalizadora y no sólo según sus partes. Las personas se ubican socialmente en tanto personas con sus caracteres biopsicosociales, culturales y sus roles en la sociedad. Las instituciones sociales deben contemplar en su análisis a las personas y el orden familiar, religioso, político, económico y cultural al que pertenecen. Lo social, que es humano, no admite rupturas sin que la gente sufra serias consecuencias. Ninguna institución “estrena” lo social, sino que continúa y perfecciona lo existente. La configuración de un sistema debe responder de la mejor manera posible al sistema social que lo utilizará teniendo en cuenta que “sólo el orden” no es nunca la única receta para llevar a buen puerto un programa social. Un encuadre orgánico, metodológico, interdisciplinario que coloque lógica y razón es necesario. La norma es, entonces, la base fría y a veces temible, para el control social y el orden promocional; deberíamos poner el acento sobre la honda comprensión de las correlaciones institucionales y de los profesionales y técnicos que la integran. La tecnología es útil y necesaria (informatización, computación, base de datos) sin que ella nos separe de los contactos humanos. “La computadora 242 es autocrática e inescrutable, su sentencia es inapelable y la despersonalización en ella simbolizada es, a veces, un ultraje” (Toynbee). Los programas sociales sin esfuerzo propio de los demandantes, la ayuda mutua, la autogestión, una acción combinada fuerte y perseverante, concluye en un asistencialismo inoperante y para nada transformador. La lucha por la vida como motor y en armonía con los encomiables esfuerzos de los individuos, los grupos y las instituciones suele dar buenos resultados. En esta situación surgirán, inevitablemente, los líderes que no deben ser impuestos sino que tienen que surgir en forma emergente de los grupos sociales que constituyen o no la demanda social. Estos líderes debieran ser un compañero más que trabaja a la par de los otros, que cohesiona, que impulsa, que es estimado, reconocido y considerado por la seriedad de su tarea y que, necesariamente, debe ser el nexo entre el grupo y las instituciones; es el apoyo de la acción grupal e informante clave de los problemas y dificultades que se presentan en las tareas sociales. Los profesionales y técnicos en lo social no deberían sustituir estos liderazgos. Lo importante es establecer una comunicación rápida, efectiva y flexible en la “línea de contacto” entre la demanda y las instituciones. Si se obtuvieran conclusiones socioeconómicas acerca del “material social” válidas e irrefutables y a partir de ello se gratificaran en lo posible los elementos sociológicos, se lograría una interacción muy valiosa y a largo plazo. La comunicación sin prejuicios, la democratización de la información de las políticas y programas sociales, los enfoques interdisciplinarios, la cooperación entre la demanda social y las instituciones, la descentralización de las acciones ayudan a construir y mantener un panorama integrador alejado de una ignorancia plural. Quienes mandan en la estructura institucional con poder o rol estratégico deberían apartarse del status personal, vigorizar a la plantilla de 243 profesionales y técnicos del “cuerpo” institucional y mirar directamente las necesidades de la gente y obtener de ella los consensos para los programas sociales. La discusión o la polémica, bien utilizadas, son instrumentos de trabajo que dejan de lado lo inoperante del silencio y el conformismo. 244 TRANSCULTURACIÓN Transculturación (DRAE) es la recepción por un pueblo o grupo social de formas de cultura procedentes de otro, que sustituyen de un modo más o menos completo a las propias. La conquista de América (América Latina, Iberoamérica, Indoamérica) se tradujo en la destrucción masiva de culturas nativas, algo que nadie puede reivindicar en la actualidad y que explica en parte ese resentimiento siempre actual hacia España que subsiste en culturas indígenas de Bolivia, Perú, México o Argentina. La España democrática está tratando de reconciliarse con su pasado sin lograrlo acabadamente. En este momento no hay quien pueda sostener una relación prepotente o nostálgica por el pasado español en América latina ni de exaltación u orgullo por la Conquista. España tuvo una posición hegemónica entre 1500 y 1640. Cuando se produce la independencia de América muchos minimizaron los problemas que tenían las nuevas naciones sudamericanas para construir un Estado y una nación, porque las dimensiones de América, su geografía impresionante y extensa hacen muy difícil vertebrar una administración. Desde 1825 hasta 1975, por lo menos, España dio la espalda a América, ha vivido muy metida hacia adentro, con una retórica bastante insostenible de ese supuesto y grandioso pasado y con un enorme desconocimiento de lo reciente y de la realidad de los gobiernos, de los partidos políticos, de la situación social, de la cultura de los países de América del Sur y el Caribe. La expansión del idioma español en el mundo ha sido notable pero ha sido mucho menor el interés intelectual por entender las relaciones que unieron 245 a España y América Latina, particularmente a partir de 1808, cuando comienza el colapso del poder español en América, y a la postura del país con relación a sus antiguas colonias. España, en época cercana, dejó una herencia muy negativa, particularmente por el régimen de Franco que produjo un desprestigio del nacionalismo español. España es un país muy poco nacionalista en la actualidad. La tradición democrática española ve a España como un país unitario, pero con tres culturas particularistas (el País Vasco, Cataluña y Galicia), por lo tanto eso conlleva un reconocimiento no sólo de los derechos lingüísticos, sino de la autonomía política para esas regiones que radicalizó el nacionalismo de esas tres regiones. El abuso nacionalista del discurso franquista ha desprestigiado el españolismo, por decirlo de alguna forma, y por otro lado dejó un problema regional más agravado. Centenares de millones de nativos o pueblos originarios de estas tierras fueron exterminados en la apertura de nuestra historia; millones de indígenas y africanos fueron cazados, secuestrados y esclavizados para lograr la expansión agraria; más tarde, incontables obreros marginados socialmente sirvieron para el desarrollo industrial del siglo XX que enriqueció desmesuradamente a una minúscula minoría de poderosos; pareciera que la historia fuera un proceso controlado por una elite que concentra el poder y la riqueza y explota desvergonzadamente a masas inconmensurables de personas. En el campo de la cultura, siempre se ha intentado forzar a las comunidades marginadas y a los pueblos originarios a acceder y aceptar la cultura de elite, sin respetar el hecho de que esas comunidades tienen su propia cultura y producen sus propias obras. La noción de diversidad cultural implica reconocer que se construye cultura en todos lados aún en los pueblos más apartados y olvidados. 246 No está demás decir que es difícil articular una buena cantidad de variables para una comprensión de la Argentina; los argentinos, casi todos nosotros, somos protagonistas de un mestizaje cultural creativo y enriquecedor; somos una experiencia social y cultural única. La Argentina, repetimos, es un escenario de una confluencia de etnias, religiones y culturas basada históricamente en el exterminio de una masa indígena importante y la inmigración masiva. La riqueza de los argentinos se basa en las bondades de su tierra y su clima; la mezcla de personas diversas y plurales nos ha dado una identidad única y quizás privilegiada. La Argentina tiene una secuencia lineal de subalternidad, desde aquellas épocas de la conquista hasta la actualidad; esta secuencia está integrada por una sucesión de indígenas, esclavos negros, mestizos y criollos asalariados. La raíz de la actitud psicológica, social y cultural de los argentinos de estas latitudes proviene de su singular relación con la tierra. Los que permanecieron en esta tierras fueron los indígenas, los criollos y los mestizos que quedaron atados a un pasado de explotación, vergüenza y odio por las humillaciones recibidas y acumularon resentimiento. Las minorías europeizantes cubrieron y se apropiaron de la tierra y de sus hombres; las mayorías penetradas por el miedo, instituciones, normas, principios que nadie entendía ni acataba espontáneamente sino bajo la fuerza y la muerte se sometieron y se tornaron periféricas y extrañas. Aún hoy padecemos el anacronismo entre la estructura formal y la vida social y política de nuestro país. En la Argentina, por ejemplo, el pueblo y la comunidad kolla el 15 de agosto de 1949 pudo recuperar un millón trescientas mil hectáreas que fueron expropiadas por Decreto N° 18.341; hasta 1946 este pueblo era prácticamente esclavo de los latifundistas donde prevalecía la economía fisiocrática feudal esclavista, la aristocracia terrateniente y el omnipotente clero ligado a Roma. El Decreto y las leyes de transferencia de la tierra (de 247 la Nación a la provincia) expropiada está en el basurero de los olvidos injustos. En el caso de los pueblos indios, el lenguaje, la narrativa que representan nuestro pasado fue construido por los invasores, los colonizadores, los genocidas españoles, también por los argentinos civilizados, cristianos y occidentales. El 25 de mayo de 1810, pocos lectores de Buenos Aires conocían el discurso crítico y hasta revolucionario de Bernardo José de Monteagudo (1789 – 1825). En mayo de 1810, Humahuaca en la Provincia de Jujuy de Argentina era un centro de reducción de indios que pagaban tributos al rey de España por obligación sistemática. Monteagudo en su obra Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII en los Campos Elíseos, 1808, construye una conversación entre el Hanan Inka Atawallpa que fuera secuestrado el 16 de noviembre de 1532 y Fernando VII de Borbón, rey de España, que fuera secuestrado por Napoleón Bonaparte en 1808. Fernando VII expresa a Atawallpa: El más infame de todos los hombres vivientes, es decir, el ambicioso Napoleón, el usurpador Bonaparte, con engaños me arrancó del dulce regazo de la patria y de mi reino, e imputándome delitos falsos y ficticios, prisionero me condujo al centro de Francia. El Hanan Inka Atawallpa responde a Fernando VII: Tus desdichas me lastiman, tanto más cuando por propia experiencia, sé que es inmenso el dolor de quien se ve injustamente privado de su cetro y de su corona. Atawallpa se dirige a los habitantes del Perú: […] despertad ya del penoso letargo en que habéis estado sumergidos. Desaparezca la penosa y funesta noche de la usurpación y amanezca luminoso y claro el día de la libertad. 248 Quebrantad las terribles cadenas de la esclavitud y empezad a disfrutar de los deliciosos encantos de la independencia. Bernardo José de Monteagudo, reflexiona en el contexto de 1808: ¿Debe seguirse la suerte de España o resistir en América? Las Indias son un dominio personal del rey de España; el rey está impedido de reinar luego las Indias deben gobernarse a sí mismas. Un año después, en 1809, en Chuquisaca (Sucre) y en La Paz (Bolivia) Monteagudo proclamaba con el apoyo de los independistas: Hasta aquí hemos tolerado esta especie de destierro en el seno mismo de nuestra patria, hemos visto con indiferencia por más de tres siglos inmolada nuestra primitiva libertad al despotismo y tiranía de un usurpador injusto que degradándonos de la especie humana nos ha perpetuado por salvajes y mirado como esclavos. Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez. Ya es tiempo de levantar el estandarte de la libertad en estas desgraciadas colonias, adquiridas sin el menor título y conservadas con la mayor injusticia y tiranía. Actualmente, estas concepciones con otras palabras persisten en el lenguaje construido por la cultura hegemónica respecto de los derechos fundamentales de los pueblos indios. El discurso que se construyó y se fijó en la Carta Constitucional de 1994, el Artículo 75), Inciso 17), del Capítulo cuarto Atribuciones del Congreso, establece que el mismo debe: Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni susceptible de gravámenes o embargos. Asegurar su participación en la gestión referida a 249 sus recursos naturales y a los demás intereses que los afecten. Las provincias pueden ejercer concurrentemente estas atribuciones. Desde 1994 hasta el presente, el Inciso 17 citado nunca fue reglamentado por el Congreso de la Nación. El paternalismo racista en el contenido del Inciso 17) es evidente y lacerante. Con ese marco teórico o legal debe supervivir un indio, o un indígena, o un originario. ¿Podrá un indio ser presidente de la Nación? ¿Podrá un indígena ser presidente del INAI? Establecer que la posesión y la propiedad de la tierra de los “indígenas” no serán “enajenables, transferibles ni susceptibles de gravámenes o embargos” es condenar a la muerte lenta a los pueblos. En la realidad, teórica y empíricamente, las tierras que poseen los “indígenas” son en última instancia propiedad del Estado, nacional o provincial. Además, el Inciso establece que el “indígena” solamente reside en la comunidad, en el campo, en la aldea. Cuando en la realidad existen indios urbanos y ciudades indias, como por ejemplo: la ciudad kolla de Abra Pampa, el barrio qom de Resistencia, la ciudad qom de Formosa. La miserable concepción que el “blanco” o el “civilizado” posee del indio es absurda e intolerable. En el centenario (1910), la sociedad política y el establishment en la Argentina celebraban, también, la aniquilación genocida de los pueblos indios. El lenguaje del poder hegemónico se prestaba para representar a un indio como un ser indeseable para la sociedad “civilizada, cristiana y occidental”. Discursos como el del general Julio Argentino Roca, en el Congreso de la Nación, eran explícitos: La ola de bárbaros que ha inundado por espacio de siglos las fértiles llanuras ha sido por fin destruida... El éxito más brillante acaba de coronar esta expedición dejando así libres para siempre del 250 dominio del indio, esos vastísimos territorios que se presentan ahora llenos de deslumbradoras promesas al inmigrante y al capital extranjero. ¿Es posible terminar con las relaciones coloniales a que son objeto los pueblos indios? ¿Es posible la emancipación política para elegir libremente quien gobierna y que pueda gobernar un indio? ¿Es posible la Argentina plurinacional y pluricultural? ¿Es posible que los pueblos indios aseguren sus soberanías administrando sus espacios territoriales, económicos y políticos dentro de la Argentina? Es hora de percibir la realidad diversa de nuestro país, apreciarlo y construir normativas y proyectos con la participación plena de los pueblos y/o naciones indias. También, se requiere un cambio de actitudes, desde el Jardín de Infantes hasta en la Universidad, desde los hogares hasta los productores culturales. Desde los policías hasta los diputados y senadores, nacionales y provinciales. Hay que cambiar el lenguaje respecto de los pueblos indios y sus problemática debe ser parte de políticas públicas y de acciones concretas. La preocupación por la extensión del suelo de nuestra Patria y sus pocos pobladores no fueron exclusivas de las generaciones del ¨37 y ´80. Mariano Moreno secretario de Guerra y Gobierno de la Primera Junta, encomendó al coronel Pedro Andrés García una expedición a las pampas para asimilar indios a la civilización. En 1826, Bernardino Rivadavia contrató al prusiano Coronel Federico Rauch para controlar las fronteras y éste escribió en uno de sus informes del 18 de enero de 1826 “para ahorrar balas, degollamos a 27 ranqueles”. La construcción del Estado Nación apelaba como soporte argumental y fundamentos de sus decisiones a la palabra desierto que incluía la ausencia de pueblos y la consecuente necesidad de expandir la frontera y poblar. 251 Hasta la Sociedad Rural nacida en 1866 intervino y presionó al poder político para expandir los confines de la Patria. Nuestros enemigos son ávidos de rapiña, son miserables, tienen espíritu de venganza y se creen dueños de la extensa llanura. La carta, destinada al gobernador de Buenos Aires Emiliano Castro fue firmada por Miguel Azcuénaga, Federico Leloir, N. Martínez de Hoz y Pedro de Elizalde. Más de 30 millones de hectáreas fueron conseguidas con la aludida Conquista del Desierto y fueron repartidas entre los mismos patrocinadores de la expedición. En virtud de ninguna ley, el general Roca, subrepticiamente, continuó enajenando la tierra pública a razón de 400 nacionales la legua cuando valía realmente 3.000. Roca, cada tanto, enviaba órdenes directas a las oficinas de crédito público, sin expedientes y tramitaciones administrativas para que sus agraciados se hagan poseedores de centenares de leguas. Sin embargo hay otra mirada de esta realidad originada en Francisco Perito Moreno que decía “En los centros civilizados no se conocen o no se quieren admitir los instintos generosos del indio. Yo, que he vivido con ellos, sé que el viajero no necesita armas mientras habite el humilde toldo. El indio puro no es el malvado que asola las fronteras, muchas veces impulsado por terceros que se llaman cristianos”. La Conquista del Desierto argentino es la que más decididamente excluyó a los indios de una identidad nacional y nueva. “Extinguiendo estos nidos de piratas terrestres y tomando posesión real de la vasta región que los abriga, habéis abierto y dilatado los horizontes de la patria hacia las comarcas del sur, trazando por decirlo así, con vuestras bayonetas, un radio inmenso para su desenvolvimiento y grandeza futura” escribió Julio Argentino Roca a sus soldados en abril de 1879 en la Expedición al Río Negro siendo Ministro de Guerra de Nicolás Avellaneda. 252 En sólo tres meses ese ejército de 6.000 hombres redujo a 14.000 indios; la llamada Conquista del Desierto se concretó entre 1878 y 1885. 253 LAS IDENTIDADES Las identidades de las postrimerías del siglo XX y lo que va del XXI ya no presuponen culturas o tradiciones continuas (Claude Lévi-Strauss). Las historicidades locales deben ser recolectadas y actualizadas para resignificar la identidad. Las sociedades ya no tienen mitos y para resolver sus problemas se remiten a la ciencia o a disciplinas científicas especializadas. La imagen que nos hacemos de nuestro pasado próximo o remoto está emparentada con la naturaleza del mito. Las sociedades recurren y acuerdan con su historia la legitimación de un orden social y una cosmovisión, tratan de explicar lo que las cosas son por medio de aquello que fueron, buscan la justificación de su estado presente en un estado pasado, conciben el futuro en función de su presente; su pasado se nutre en la memoria de los pueblos para construir la historia y sostener la tradición. No hay una interpretación absoluta del pasado histórico, sino varias interpretaciones que son, todas ellas, relativas. Las fórmulas de cada sociedad no son extrapolables a cualquier otra; cada sociedad no debe pensar que sus instituciones, costumbres, creencias, cultura y tradición son las únicas posibles o que están inscriptas en la naturaleza de las cosas y al mismo tiempo pensar que no pueden ser impuestas con impunidad y violencia a otras sociedades. Lo natural, lo primigenio, fundado en el orden de las cosas implica limitaciones de nuestros hábitos mentales y del alcance de nuestra cultura. 254 Es necesario atemperar nuestra proverbial vanagloria, respetar otras formas vivir, cuestionar a través del conocimiento otros usos y costumbres. La sociedad necesita recordar, evocar y mirar a través de la memoria, aún de la memoria de lo irreparable, sus propios fantasmas guardados y ordenados en sus archivos. La sociedad Argentina sufrió varias transculturaciones que fueron organizadas, forzadas y crueles, para plegar la cultura de nuestros nativos a las necesidades y designios de los grupos dominantes. El estilo de vida de la sociedad argentina nativa preexistente a la conquista se configuraba de otra manera y no tenía afán económico al uso del estilo de vida europeo. La irrupción y la transculturación no permitió, de una sola vez, construir una estructura social, por ello, siempre tuvimos un conflicto no superado entre el estilo transculturado y la sociedad preexistente, es decir, un país invertebrado, con características por momentos caótica, con crisis reiteradas, con tomas de posición pendulares en materia de organización social, política, económica y con gran movilidad social. Nuestro país no está bien integrado y estructurado; no tiene un continuo sociocultural en su historiografía. En nuestros orígenes constitucionales coexistían el indígena, el gaucho y el inmigrante; somos un país transculturado y nuestro comportamiento no depende sólo de las condiciones económicas de nuestra sociedad, como algunos creen y afirman. Una sociedad supone una pluralidad de elementos con relación funcional recíproca, con estructuras parciales comunicadas entre sí y no yuxtapuestas; la sociedad no es sólo un conjunto de instituciones. La Argentina no posee herencia social; somos un pueblo híbrido resultante de la fundición de sangre indígena y española con la que se constituyó el 255 mestizo. Somos, históricamente, hijos sin raigambre ni afincamiento; somos habitantes de la nada. Para los argentinos siempre todo tiempo pasado fue y será mejor; actualmente, el presente estimula los sueños pero, pese a ello, el futuro no se avizora para poder cumplir las idealizaciones sentidas. No existiendo un orden social estable, orgánico, depositamos toda la acción institucional en el Estado y sus instituciones, admitimos la centralización de Buenos Aires sobre el país, no consolidamos la organización federativa de las provincias y de la República. Un “argentinocentrismo” actualmente es injustificado y anacrónico. La asunción del conflicto frente a los cambios es una condición ineludible e incluso productiva de la sociedad siempre y cuando no se transforme en un proyecto de aniquilación del otro. El problema, la organización, el proyecto y el modelo de Nación, es de los argentinos. Para lograr un ajuste crítico de nuestra sociedad, debemos saldar las cuentas con nuestra vieja conciencia mitológica, democratizar, es decir, reconocerse en los otros, no pelear por futilezas y por problemas ficticios y obvios y consolidar una moral de la escasez. Consentir activamente, es articular participación, saber, poder y consenso fusionando los flujos que, con distintas intensidades, circulan por el conjunto de la sociedad. “La paradoja argentina es la de un país con abundantes recursos naturales, con población escasa y sin conflictos raciales que hace decenios que sigue inmersa en una profunda crisis en la que un signo distintivo es la pérdida de la posibilidad de coincidir” (José Luis Romero). El programa de la generación del ´80: crecimiento económico, aumento de población y cultura superior, funcionó durante largos años y fue calificado 256 como extranjerizante, antinacional, imperialista; obtuvo reacción por que no respetó con equidad los intereses de clases. Nuestros pueblos americanos del sur de buen clima, ricos en materias primas y productos agrícolas, con población buena y mansa pero atrasada, representó siempre un mercado abierto y fácil de explotar, para invertir capital ocioso, para expandir la economía concentrada. No prosperó el nacionalismo ni la confederación o alianza defensiva de las repúblicas latinas de América para mantener su independencia; no hubo espacio ni posibilidad para una “patria grande” con una impronta de bolivarismo redivivo; todo, absolutamente todo es inmenso en América Latina, menos el hombre. Argentina no logró ordenar, a la vez, el tiempo económico, el social y el político ni diseñar una adecuada relación Estado-sociedad. Así como los sectores dominantes argentinos, en su momento, tuvieron el problema de cómo incorporar a la masa de inmigrantes, nacionalizarlos y volcarlos a un régimen de trabajo asalariado; más adelante, tuvieron un problema similar con la incorporación de las “masas populares”. En esa época, estos problemas generaron el bandidismo social y el anarquismo que fueron atemperados con medidas coercitivas de variados cuños y en otros tiempos, con la “medicalización” por el derecho de las desviaciones y conflictos para “normalizar” la organización social para que se atuviera a la moral del productivismo y al respeto de las instituciones y poderes existentes. La impronta era colonización, brazos y capitales para explotar la gran riqueza de la Argentina y vías de comunicación para hacerla circular; era producir producción pero no “producir nación”. En la Argentina el contrato o el pacto social fue violado reiteradamente; pocas veces y aún hoy, hemos podido articular un conjunto de prácticas económicas, de poder con elementos discursivos que permitieran la constitución del objeto nacional. 257 El sistema social se nos presenta como disfuncional escindiendo al individuo social, económico y político; los criterios tecnocrático y economicista deberían incluir el de la justicia social y los partidos políticos deben recuperar su calidad de órganos de expresión política y canalización del conflicto social procurando un más adecuado sistema de representación funcional sin olvidar que la cuestión nacional es también una cuestión social. Resulta desalentador el enfrentamiento entre “Cultura Original” y “Cultura Transplantada” ya que no se reflexiona sobre el verdadero significado del acontecimiento. Se lo fractura, se lo parcializa, se habla del “encubrimiento de América” y se lo despoja de su verdadero simbolismo. De ambas orillas del Océano de los Descubrimientos es proclamado como la epopeya de Europa o el Apocalipsis indígena, pero por curioso mecanismo de autonegación se evita mencionar el ciclópeo parto de una nueva identidad, o peor todavía se niega la identidad resultante. Pues se persiste en creer en la pureza de las culturas – como si tal cosa existiese – y no admitir que la cultura americana es esencialmente sincrética, como sincrética fue la España invasora. Si en la actualidad se le preguntara a un moscovita cuál es la verdadera Rusia, si la de los Zares o la de la Revolución, o a un Berlinés si la Alemania del Kaiser o la Nazi o la comunista, consideraría el interrogatorio un absurdo, dado que concibe su nación como un continuum - un tradere. Tanto la corriente indigenista, empecinada en lo que condena, como la leyenda rosa española del darwinismo social, que encuentran en el mestizaje americano nuestra supuesta inferioridad como naciones, muestran a nuestro patrimonio cultural folklórico como disociado, ahistórico, compartimentado en bloques irreconciliables. Una curiosa negación de la realidad, que como toda negación conduce a la alineación o la muerte, en este caso, de la originalidad propia. 258 Sí, somos vástagos de un alumbramiento doloroso, que no merece celebración eurocéntrica ni luctuosa conmemoración americana, pues no todo lo que se perdió es digno de llorarse ni todo lo que se adquirió es digno de festejarse. Es tiempo ya de aceptar que, si pretendemos ser propietarios de la historia y no inquilinos de la misma, nuestra identidad está dada por la interrelación de culturas que sucesivamente arribaron al Nuevo Mundo, desde los primitivos cazadores recolectores de la Era Glacial hasta los inmigrantes y refugiados del pasado y del presente. Cualquier negación en nombre de determinada postura ideológica, no sería otra cosa que mutilar parte de nuestra existencia. No se puede negar – en absoluto – la injusticia y el desmedro de que son victimas los pueblos originarios – al contrario, es fundamental trabajar conjuntamente con ellos en estrategias adecuadas de defensa de sus intereses. En primer lugar, sería ante todo recomendable reconocer la pluriculturalidad existente en los medios urbanos y rurales de nuestro país configurados por diferentes mundos y realidades que son producto del proceso inmigratorio constante que nos caracteriza. En segundo lugar, habría que desechar la vieja visión unitaria porteña que excluyó desde el vamos a todo color extraño de piel y cultura reescribiendo una historia forzada dispuesta a forjar una imagen argentina como nación de raíces europeas monocromáticamente homogénea. No debemos caer en la polaridad identitaria que marca a la sociedad "blanca", "alfabeta", “desarrollada", "moderna", "industrial", "urbana" en contra de una sociedad "subdesarrollada", "analfabeta", "tradicional", "rural", "indios", cuestionada y satirizada como “inculta”; Ni tampoco en la trampa del doble discurso que celebra la diversidad y por el otro lado la niega. 259 A partir de estos elementos nuestra comprensión del fenómeno de la identidad se resuelve como una expresión colectiva y simbólica, una sana relación hombre – sociedad - naturaleza, con sus ritos y sus creencias; sus mecanismos que permiten mantener vigente el sentimiento de adscripción común en la percepción de sí mismos. Como dice Greiger: “Todo hombre es, en ciertos aspectos: 1° como todos los demás, 2° como algunos otros; 3° como nadie”. El patrimonio cultural folklórico en este sentido se establece como la esencia de la identidad que reforzaría e integraría los paisajes culturales dando forma al concepto del “sentido de uno mismo” porque en definitiva la identidad no es un problema… sólo constituye un problema cuando está en crisis, cuando algo que se asume como fijo, coherente y estable es desplazado por la experiencia de la duda y la incertidumbre” (Mercer 1990). Nuestra misión es construir una convivencia armónica y de paz que nos permita mirarnos en los ojos de los otros y reconocernos en ellos, sin convertirnos en lo mismo, pero tampoco en algo absolutamente diferente (José Alfonso de Guardia Ponté). 260 PSICOSOCIOLOGÍA DE LOS ARGENTINOS Y DE LA ARGENTINIDAD La Argentina ha sido explicada con mayor o menor fortuna y acierto por pensadores argentinos y extranjeros desde hace mucho. Juan Bautista Alberdi, Domingo Faustino Sarmiento, Alejandro Korn, Ezequiel Martínez Estrada, Hermann von (el conde de) Keyserling, José María Ramos Mejía, Raúl Scalabrini Ortiz, Juan B. Justo, los Dickmann, José Ingenieros, Carlos Sánchez Viamonte, José Ortega y Gasset, José Luis Romero, Alejandro y Mario Bunge, Juan Domingo Perón, Arturo Jauretche, Fermín Chávez, Julio Mafud, H.S. Ferns, Víctor Massuh, Eduardo Mallea, Gino Germani, Gregorio Klimovsky, Torcuato S. Di Tella, Tulio Halperin Donghi, Marcos Aguinis y muchos otros. Todos ellos han coincidido en muchas cosas y cada uno le dio el tinte y la coloratura de su particular forma de mirar la realidad y la historia; muchos de ellos impregnaron el análisis de cierta carga ideológica matizada por sus propias inclinaciones y las manifestaciones del ideario social del pueblo o del poder de turno en cada ciclo social, histórico y político generacional. Argentina es un país (o no lo es todavía) de breve historia, de tradiciones poco acendradas, fragmentado, sin fisonomía, plural, inmigratorio, de profundos choques culturales y socioeconómicos cuyos pobladores (ciudadanos?) buscamos aún nuestra propia identidad. Argentina es un país “distante” para nosotros mismos (nos expresamos al hablar de él como “este país”) y también para los países del norte, de ahí la dificultad que tenemos para amarlo. Nuestro país tiene grandes extensiones, 261 grandes distancias, vacíos poblacionales lo que le otorga una tonalidad ausente (“Argentinos, a las cosas!”; Ortega y Gasset) con explosiones de encarnizada y morbosa capacidad autodestructiva; hay varios países en una apariencia de unidad y coherencia interna. El individualismo anárquico y la baja participación (“si los consejeros de Dios hubieran sido argentinos, Dios no habría hecho el mundo, porque le habrían dicho: no te metas”; Keyserling) deviene de estos y otros factores y por ello el poder central vive separado del país real y crea e impone un excesivo reglamentarismo que da la espalda a la realidad de la pluralidad y la diversidad social. En una época era la “europeización” de una parte de los argentinos que asfixió y violentó los derechos del “indigenismo”; hoy retomamos la europeización y le añadimos la “norteamericanización”. Siempre nos pasó, gracias a la “porosidad” de los argentinos, que nos dejamos llevar a identificarnos con otros países “mejores” que el nuestro y adoptar sus modelos; hasta parece que estamos avergonzados de nuestros orígenes, padecemos de un complejo de minusvalía, imitamos y ocultamos este hecho por temor al ridículo. Hemos perdido, varias veces, el coraje por la espontaneidad y el acto libre, la capacidad de discutir y discrepar, cuando nos oponemos, al no tener hábitos para confrontar ideas opuestas y convivir con ellas, demostramos una crueldad beligerante con nuestros adversarios y, sin embargo, los compatriotas son indispensables pese a la exasperación que a veces nos provocan. No solemos aceptar la ley del aprendizaje: el camino de la prueba y del error. Tenemos, cíclicamente, una tendencia a convertir la política en religión y conceptualizar a un líder popular como a un dios, pasando, sin transición, del fervor saludable a la entrega incondicional. 262 Todavía, nuestros partidos políticos siguen viciados de demagogia, arcaísmo, perpetuación nominalista, falta de doctrina, algunos juegan a la democracia y conspiran como facción y sobre todo no creen demasiado en sí mismos. De ahí la indiferencia y el desdén crecientes del electorado y de la ciudadanía en general por ocuparse de la cosa pública y el cansancio que se demuestra hacia los que gobiernan en su nombre. La oligarquía, hoy en decadencia aparente pero con poder implícito, sigue manteniéndose entreverando tradición, tierras cultivables, ganado, apellidos patricios, hombres públicos, privilegios y alianzas de intereses con extranjeros y siguen siendo en gran parte responsables de que la Argentina tenga una industrialización deficiente y una imposibilidad fáctica de afrontar la competencia y modernizarse frente a la globalización tecnológica y financiera. Nos hemos quedado los argentinos aprisionados en una mentalidad hedonista, desarraigada, buscadora del éxito rápido, con premura por el enriquecimiento en un marco de inmadurez, improvisación y voluntarismo. La falta de sentimiento de pertenencia se expresa paroxísticamente en términos de exageración dando una imagen discontínua de país y patria; tenemos crisis de hiper-argentinidad que disimulan la sensación de vacío que nos caracteriza y que suplimos por el exagerado apego a la madre, la novia, el barrio, el tango o el folklore, los hijos, los juegos de azar, el fútbol, los amigos, el café o las peñas. Hemos perdido la laboriosidad pujante (que tenían en demasía los inmigrantes) y la capacidad para afrontar las carencias pero conservamos la disponibilidad para el consumo y el dispendio aún sobrepasando los propios recursos. La impronta del facilismo y el hedonismo nos han hecho tornadizos e insatisfechos; cuando nuestros deseos no son satisfechos no sentimos 263 víctimas de la injusticia y ello nos indigna moralmente. Somos fatalistas y tristones, apasionados a veces; comemos mucho y vivimos al día. Los argentinos nos acostumbramos, en largos períodos históricos, a prescindir de la inteligencia, a no invertir en educación, ciencia, técnica y cultura; perdimos fuerza porque disminuyeron nuestras capacidades y cualidades. La Argentina es un país como cualquier otro (sería conveniente que logremos abolir el estereotipo extranjero de los países centrales que nos dicen que no van a pagar el precio por los argentinos por lo que ellos consideran que valen), con sus males y sus bienes; le pasa, como a cualquier otro pueblo simplemente aquello que le pasa. Cuando nos va mal ponemos desmesura, autojustificación o autocompasión y no aceptamos que aquello que no debiera pasarnos se subsana o previene con conocimiento, trabajo, esfuerzo, sentido común, sensibilidad política y social. Los argentinos y América morena en general somos capaces de lograr la explosión de la originalidad con la ventaja de que no tenemos el problema de tener que escapar de la cerrazón aislacionista por nuestra historia política y social como país. La Argentina es un país religioso-clerical y también laicista, lo que nos brinda la posibilidad de ser devotos y racionales al mismo tiempo. Retomando el conocimiento como forma de poder, independencia, soberanía, protección y ascenso social, la sociedad argentina por entera incluyendo a la clase media (“la obra maestra de la inmigración”) logrará el mejor medio para la convivencia y el buen contrato social. Tenemos un país en el que no hay discriminación virulenta; no hay diferencias ostensibles de clase; hay pluralidad en democracia; hay tolerancia y religiosidad en forma plural, entonces, estamos en condiciones de ejercer la libertad y la espontaneidad de la creatividad del cuerpo social. 264 Podemos construir un horizonte de estabilidad, regularidad y equidad social, planificar las acciones, incluirnos y no pensar en el exilio o el éxodo; siempre el pueblo habla por mil bocas, aún la del solitario y de las minorías y conviene aprender y saber que su voz puede ser tanto la de Dios como la del Diablo. La fe común en el país se esgrime con orgullo y esperanza; la profecía autocumplida debiera ser siempre positiva y así, afectiva y efectivamente, internalizar el país inefable que seguramente tenemos y no sentimos. No estamos de paso por esta tierra; no somos una realización individual y aislada; somos un triunfo colectivo acallado o nada. Podemos acometer una empresa nacional teniendo a la vista el horizonte de lo universal sin miedo, sin mediocridad, sin prejuicios. 265 GLOBALIZACIÓN En el discurso académico no hay lugar para disonancias ni posiciones extremas. El estudio académico nos proporciona un lenguaje y una manera de pensar que dificulta muchas veces la expresión visceral del argumento o la reflexión. Para proteger nuestros empleos, nuestras vidas, nuestras ganancias, nuestras oportunidades de recibir buenas cosas, nuestra cordura, aparentamos no ver, purgamos nuestra percepción filtrando el dolor, simulando que los conflictos, las contradicciones y las tragedias no están aquí sino allá lejos. En 1998 los bienes de las 200 personas más ricas del mundo sumaban más que el ingreso total del 41 por ciento de la población mundial (constituida por 2.500 millones de personas). La brecha entre ricos y pobres se agranda, no sólo entre países sino al interior de los mismos. En 1960 los países con el quinto de personas más ricas del mundo contaban con un ingreso per cápita 30 veces mayor que el de aquellos con el quinto más pobre: para 1990 la proporción se había duplicado 60 a 1 y hacia 1995 llegaba a ser de 74 a 1. El mercado de valores sube cada vez que aumenta el desempleo. Se encarcela a los estudiantes que luchan por la educación gratuita mientras que a los responsables activos de la miseria de millones de personas se los colma de honores y se les otorgan títulos. Y la lista continúa. Cada vez hay más personas mendigando en la calle y la calle es el escenario de una violencia descontrolada e imbatible mientras que los mercados de valores rompen nuevos récords y los salarios de los gerentes de las empresas se elevan a alturas vertiginosas y se auxilia, protege y 266 exalta al sistema bancario, y sentimos, cada vez más próximos a las certezas, que los horrores del mundo no son injusticias casuales. Cambiar el mundo y su realidad política y social por medio del Estado fue el paradigma que ha predominado en el pensamiento por más de un siglo. Por un lado, reforma; por el otro, revolución. La reforma fue considerada una transición gradual hacia el socialismo, al que se llegaría por el triunfo en las elecciones y la introducción del cambio por vía parlamentaria. La revolución era una transición mucho más vertiginosa, que se lograría con la toma del poder estatal y la rápida introducción del cambio radical, llevado adelante por el nuevo Estado. Se sigue hablando mucho de la globalización y a favor del libre cambio, el rápido flujo de capitales, mercancías, servicios, personas, conocimientos y hábitos. Se dice que las barreras culturales, económicas y políticas entre países están desapareciendo. Se dice también que avanzamos hacia una sociedad internacional, uniforme e igualitaria. Todos los días, millones de dólares se desplazan de un lado al otro del planeta; las carteras de algunos países como el nuestro se vacían de valores para llenarse de capitales en otros países; el movimiento internacional de capitales tiene pocas trabas. Este veloz flujo de capitales hace que ningún país pueda contar con inversiones seguras, estables y a largo plazo; una alteración en la economía, una ley no bien vista por los potenciales inversores y hasta por los empresarios y financistas locales o simplemente un rumor hacen que los capitales huyan, se fuguen del país. Los dinámicos, móviles e hiperquinéticos capitales financieros facilitan por un lado las transacciones internacionales y al mismo tiempo desestabilizan las finanzas nacionales. 267 Hasta ahora ningún país legisló un impuesto a la exportación de capitales que fuera una idea plausible de James Tobin, Premio Nobel de Economía de 1981 para proteger a los sistemas financieros nacionales. Las mercancías y los servicios en la realidad no circulan tan libremente como se dice, sólo los exportadores más poderosos son los favorecidos. Las barreras internacionales al tránsito de personas siguen tan campantes como si nada pasara a lo que hay que sumarle violenta xenofobia de los países desarrollados que tienen tremenda desocupación y que no desean sobrecargar los servicios sociales y de salud en sus países con gente extranjera. La cultura intelectual, tecnocientífica y artística está globalizada parcialmente; lo que hay es una invasión global de productos culturales de baja calidad (basura cultural) que desplaza a la buena producción nacional; lo que está globalizado son los aspectos superficiales del estilo de vida. Los turistas, los viajantes de comercio, los trabajadores golondrina, los empresarios, los ejecutivos, muchos políticos viajan y se desplazan muy frecuentemente difundiendo los gérmenes patógenos por todos lados (hoy tenemos enfermos de Chagas desde los Estados Unidos de Norteamérica hasta Tierra del Fuego en Argentina). En realidad, y esto no es nuevo, hay una invasión, casi una inundación, de las naciones periféricas por las centrales. Todas las partes del mundo en la actualidad están interrelacionadas y unidas por redes y flujos económicos y culturales pese a que, entre otras cosas, no se ha probado hasta ahora que la globalización económica favorezca el desarrollo y el bienestar de las naciones subdesarrolladas. En la mayoría de los casos, se destruyen las industrias nacionales, aumenta la 268 desigualdad de ingresos y se desdibujan las identidades culturales. Quien no defiende lo propio atenta contra sus propios intereses. Hace un tiempo (La Nación; 30 de agosto de 2010) Carlos Fuentes publicó un artículo titulado “Un sistema agotado y sin utopías”. Allí afirma que el sistema o modelo en el que vivimos parece agotado, no tiene ideas ni utopías. La globalización no es un fenómeno nuevo. Desde mucho antes del siglo X, en el mundo conocido en aquellos tiempos, en la cuenca del Mediterráneo, se practicaban empresas y emprendimientos humanos que vinculaban a los pueblos entre sí sin contar con las reiteradas invasiones y guerras por la posesión de nuevas tierras, bienes y estructuras de poder que dieron origen a los imperialismos y más tarde al colonialismo. “El mundo actual globalizado, dice Fuentes, ha exterminado los refugios de antaño. Parejas, finanzas, sociedad: todo parece atrapado en un movimiento carente de sentido y sin fin. Lo que más fatiga, es tratar de cambiar este sistema actual”. “Vivimos en un sistema en crisis perpetua, porque ésa es su razón de ser, su impronta, su eje, su justificación. Sólo cambian las mentiras. La confianza en este mundo es pura des-confianza; no se confía en la economía, ni en el dinero, ni en el poder, ni, al cabo, en la persona misma: la que somos o la que queremos ser”. “Tenemos un sistema castrante, fatigado, indeseable, pero no tenemos con qué sustituirlo. El fin de la Guerra Fría acabó con la rivalidad ideológica Este-Oeste. En su lugar, aparecieron las pugnas religiosas y raciales ocultas por la Guerra Fría. Pero el sistema lo absorbe todo: la riqueza de Occidente, el trabajo migratorio desprotegido, la pobreza del Sur; incluso, al cabo, el fanatismo religioso. Fatiga: más y más trabajo, para no perecer. Más y más trabajo, para no pensar”. 269 Se acabaron las utopías. Todo es virtual, el dinero como el amor. La nueva solidaridad significa el abandono de la cólera, no tener cólera hacia los demás, y no saber dirigir la cólera más allá de nuestro propio aislamiento. Chocamos con otros. Caemos. Nos levantamos. Volvemos a caer. La libertad es una ilusión: somos libres sólo para escoger uno entre varios productos. Somos libres para votar a fin de no perder lo que ya poseemos. Somos libres para publicitarnos a nosotros mismos vía facetbook y otras yerbas para adquirir ahí amigos, no reales, sino virtuales. El egoísmo, el individualismo y el narcisismo gobiernan nuestras vidas, nuestros amores y amistades, nuestro trabajo. Nuestro mundo globalizado tiene aún variados conflictos irresueltos, prejuicios o diferencias por cuestiones de raza, cultura, religión, nacionalidad, bandería política, condición social, etc. Surge la imperiosa necesidad de seguir promoviendo alternativas para lograr el acercamiento de los sectores, de los pueblos y las culturas. Nuestro planeta está al borde del colapso por las ambiciones egocéntricas y las confrontaciones todavía vigentes por distintos intereses, pero persiste en nuestro interior el anhelo de paz global. Casi todas las culturas y tradiciones espirituales dan cuenta de una hermandad universal; un mundo de paz sigue siendo hoy un imperativo irrenunciable, una meta posible, una tarea a realizar y un deber moral ineludible. El esfuerzo y el sacrificio de grandes hombres y mujeres de todas las épocas, hasta la entrega de su propia vida, no puede quedar en vano o caer en el vacío. Sobre su legado y la base de los valores comunes, tal vez, convenga construir un mundo más adecuado para todos nosotros. 270 CARACTERÍSTICAS DE LA POSMODERNIDAD • Falta de ideologías, • Crisis de sentido, • Crisis de lo real, • Discursos deshabitados, • Abismo entre lo que se dice y lo que se hace, • Pérdida de legitimidad del poder, • Ética anacrónica, • Desgaste y falta de valores inmutables, • Falta de auténtica convicción, • Derrumbe de los sistemas filosóficos y morales, • Hombre vacío, sin trascendencia, sin fundamentos, inmerso en la nada, sin referencias históricas, • Identificaciones colectivas con arranques de violencia, • Fragmentación y desamparo, • Caída de los ideales comunes, • Pérdida de la autoridad, • Ausencia de construcciones ideológicas capaces de orientar a los sujetos, • Producción de un estado de alarma permanente, • Matriz de pánico en las ciudades, con estado de miedo y angustia, • Falta de enemigo claro y contundente, • Resentimiento. FUENTE: Slavoj Zizek y Silvia Ons; 2009 271 Sigmund Freud en 1929 publica “El malestar en la cultura”, en esa obra reflexiona y afirma acerca de que el hombre suele aplicar cánones falsos en sus apreciaciones, pues mientras anhela para sí y admira en los demás el poderío, el éxito y la riqueza menosprecia, en cambio, los valores genuinos que la vida le ofrece. Hay verdaderas discrepancias entre las ideas y las acciones de los hombres; estas discrepancias son tan amplias y sus deseos tan dispares que las reacciones que generan seguramente no son tan simples. “Estaríamos por afirmar que el plan de la «Creación» no incluye el propósito de que el hombre sea «feliz». Lo que en el sentido más estricto se llama felicidad, surge de la satisfacción, casi siempre instantánea, de necesidades acumuladas que han alcanzado elevada tensión, y de acuerdo con esta índole sólo puede darse como fenómeno episódico.El sufrimiento nos amenaza por tres lados: desde el propio cuerpo que, condenado a la decadencia y a la aniquilación, ni siquiera puede prescindir de los signos de alarma que representan el dolor y la angustia; del mundo exterior, capaz de encarnizarse en nosotros con fuerzas destructoras omnipotentes e implacables; por fin, de las relaciones con otros seres humanos”. La globalización repercute en la salud biopsicosocial de todos nosotros a través de varios factores como son los avances tecnológicos, la degradación de los ecosistemas, el desempleo, el aumento del flujo comercial, la adopción de cultura y hábitos entre los países, el tipo de alimentación, la fuga de cerebros o el uso indiscriminado y adictivo de productos de la industria farmacéutica. La globalización, hasta ahora, aumenta la marginación, la exclusión y la desigualdad. Hay una tendencia a las enfermedades crónico-degenerativas, 272 permanencia de las enfermedades infecciosas y el crecimiento exponencial de los trastornos mentales. La globalización ha permitido un vasto desarrollo en el campo de las tecnologías, sin embargo, el uso incorrecto de éstas origina riesgos para la salud. La globalización ha provocado un intenso flujo de dinero, de mercancías y de información; en el terreno profesional y cultural se observa la fuga de cerebros. Profesionales y técnicos de otros países afectados por la globalización y las crisis se desplazan hacia donde hay una ganancia mayor de ingresos para con ello mejorar su vida. Para no caer, para no entrar en crisis o en desasosiego hay básicamente tres especies de instrumentos: distracciones fuertes que nos hagan parecer pequeñas nuestras dolencias; satisfacciones sustitutivas y estupefacientes o medicamentos que nos tornan insensibles a ella y que, así creen muchos adictos, permiten escapar al peso de la realidad y viajar a un refugio seguro en un mundo propio que ofrezca mejores condiciones para el propio bienestar. En ninguno de estos casos podremos responder acerca de la cuestión del objeto de la vida humana; no obtendremos respuesta satisfactoria, y quizá ni admita alguna respuesta. La vida humana sin objeto, sin proyecto, pierde valor absolutamente. Se aspira y ambiciona la felicidad y si se cree poseerla, se lucha para no perder este estado. Se desea vivir intensamente satisfaciendo todas nuestras pulsiones instintivas y no reprimirlas , limitarlas o sujetarlas por ninguna norma, contrato con la sociedad o al menos con una dosis adecuada de conciencia moral. Los impulsos no dominados, incluyendo los perversos, seducen y tienen un carácter irresistible; su puesta en acción produce una honda satisfacción. 273 Decía Freud, con razón no desmentida, que nuestra llamada cultura tiene gran parte de la culpa por las miserias que sufrimos. El ser humano cae en la neurosis porque no logra soportar el grado de frustración que le impone la sociedad en aras de sus ideales de cultura, estereotipos y normas de convivencia. Los progresos científicos y técnicos, en la actualidad, no parecen haber beneficiado demasiado, desde el punto de vista existencial, a las personas. Mucha gente excluida, marginada y pobre se plantea de qué sirve una larga vida si es tan miserable, tan escasa en alegrías y rica en sufrimientos; sólo podemos saludar en muchos casos a la muerte como feliz instrumento de liberación. Somos realmente pocos los que nos sentimos muy cómodos en nuestra actual cultura. El orden social, jurídico, económico con el cual colaboramos y participamos muchas veces nos beneficia innegablemente y nos permite el máximo aprovechamiento de “nuestro” espacio y tiempo, economizando simultáneamente energías de toda índole con el afán de lograr fines convergentes -el provecho y el placer- en el propio beneficio; muchas veces, también, no toleramos que las necesidades de la comunidad nos acoten y limiten nuestras posibilidades de satisfacción El primer requisito cultural es el de la justicia como lo afirmaba Aristóteles en su Política, es decir, la seguridad de que el orden jurídico, una vez establecido, será aplicado no sólo a favor de un individuo, sin que esto implique un derecho y un valor ético aplicable a toda la sociedad. Eros y Ananké (amor y necesidad) se convirtieron en los padres de la cultura humana, cuyo primer resultado fue el de facilitar la vida en común al mayor número de seres humanos posible. El Tánatos, el instinto de muerte, actúa silenciosamente en lo íntimo del ser humano persiguiendo su desintegración; una parte de este instinto se 274 orienta contra el mundo exterior, manifestándose entonces como impulso de agresión y destrucción. Por el contrario, al cesar esta agresión contra el exterior aumenta la fuerza de la autodestrucción. En el curso de la historia humana, las tendencias, los sistemas, los modelos considerados como insuperables fueron, en algún momento, descartados y sustituidos por otros. En cuanto a la aplicación terapéutica de nuestros conocimientos para mitigar o hacer zozobrar nuestras penurias y dolores nadie posee la autoridad necesaria para imponer al individuo o a la sociedad la terapia correspondiente. La toma de conciencia, el sentimiento de culpabilidad, los remordimientos que nos pueden ocasionar nuestras acciones negativas, producen angustia individual y social originadas en el miedo a la autoridad exterior de nuestra propia cultura o al temor de nuestro superyo, nuestra autoridad interior, engendrado también por nuestra cultura. Hay ciertos tipos de personas y de grupos humanos que no perciben su sentimiento de culpabilidad, o que sólo alcanzan a sentirlo como torturante malestar, como una especie de angustia, cuando se les impide la ejecución de determinados actos; al impedirles la satisfacción de deseos, pulsiones y actos todo esto desencadena agresividad, rebeldía, actitudes disconformes, cuestionamiento que a su vez tiene que ser reprimido y contenido por el sistema y la autoridad que se justifican en el juego de dominancia y dominados en su deber irrenunciable de mantener el equilibrio. Este modelo de comportamiento individual y social no se compadece con el espíritu y la realidad de la globalización actual en el que no hay todavía un poder planetario, un superpoder, que regule, negocie, acuerde y sea un verdadero seminario conciliar aceptado por todos. 275 EL GIRO DE LO SOCIAL EN LA GLOBALIZACIÓN El estado de bienestar estuvo presente, especialmente en el mundo desarrollado, desde fines del siglo XIX. En las postrimerías del siglo XX comienza a producirse su quiebra y va desapareciendo “el consenso de bienestar” en lo económico, lo político y cultural a fines de la década de los ’70; a esto se suma el descrédito definitivo del marxismo en 1989; profundos cambios sociales, económicos y tecnológicos; divisiones crecientes entre ricos y pobres (más de un 30% de la población mundial vive en el umbral de la renta de pobreza equivalente a un dólar diario). El estado de bienestar fue una creación tanto de la derecha como de la izquierda; las primeras medidas sociales fueron introducidas por liberales y conservadores en el siglo XIX y tenían dos objetivos centrales: 1) crear una sociedad igualitaria y 2) proteger a los individuos durante el ciclo vital incluyendo la muerte. Los Estados, especialmente los europeos, que tuvieron agenda política y administraron el bienestar social, se basaron con variantes en hacer hincapié en la dispensación de servicios sociales y de salud y sus prestaciones se otorgaron en función del nivel de ingresos de la demanda individual; otros eligieron financiar sobre una base tributaria muy alta con universalización de las prestaciones y servicios estatales consolidados; otros no pudieron o no quisieron otorgar prestaciones sociales altas, integrales o complementarias; muchos no lograron construir redes sociales. 276 GLOBALIZACIÓN Y DEPENDENCIA La preocupación actual ya no es el bienestar tradicional que hemos esbozado; hoy lo que importa es la productividad económica, las políticas participativas, el desarrollo comunitario y la ecología. En su momento, Tony Blair en Inglaterra (1998) y Bill Clinton en USA crean un consenso internacional de centro izquierda para el siglo XXI para producir solidaridad social y prosperidad. La globalización, que no es una creación actual de la humanidad ya que se practicaba intensamente en la cuenca del Mediterráneo en el siglo XII, no sólo significa interdependencia económica sino también transformación del tiempo y el espacio en la vida, naturaleza cambiante y distinta de la familia, el trabajo, la identidad personal y cultural, surgimiento de la subpolítica dado que la política emigró de los partidos y los parlamentos a grupos de interés de la propia sociedad civil. Si a esto se le agrega un proceso de fuerte democratización, se puede generar cada vez más desigualdad, inequidad social, marginación y exclusión y nada desdeñables manifestaciones de descontento y conflictos. El mundo actual plantea en su discurso una política inclusiva con respeto por los derechos y deberes civiles y políticos que todos los miembros de la sociedad deberían tener; una actitud antiexcluyente impidiendo el aislamiento de los individuos y de la sociedad de la corriente principal de oportunidades que se ofrecen; dejar de “enredar” a la gente con prestaciones que finalmente la excluyen de la sociedad; fomentar el riesgo traducido tradicionalmente como peligro y reconvertirlo en el principio motor de la sociedad. 277 OTRA NOCIÓN DE JUSTICIA La justicia social, mandamiento bíblico y paradigma milenario de la tradición y la doctrina judeocristiana, aumenta siempre el repertorio de libertades accesibles a los individuos, da autonomía de acción, exige implicación de la comunidad social en sus problemas, busca una relación adecuada entre individuo y comunidad y una redefinición de derechos y obligaciones sobre el enunciado de que ningún derecho existe por sí mismo sin responsabilidad individual y que no se legitima ninguna autoridad sin democracia. La institucionalización del bienestar suele ser burocrática, alienante, ineficiente, puede producir consecuencias perversas como dependencia, inmovilidad, idea errónea de derechos adquiridos, mayor oportunidad de riesgo moral y fraude, distorsión de la prestación que se torna autónoma y se independiza de los propósitos originales; los beneficiarios se atrincheran y fortifican y terminan por creer lo contrario de lo que es cierto. Las prestaciones económicas no son casi nunca suficientes para producir bienestar positivo. Desde tiempos muy antiguos la iglesia, la familia y los amigos eran las fuentes principales de la solidaridad social; la institucionalización del bienestar rompió la red primaria y se complicó en atender las demandas y los resentimientos de grupos específicos. En los tiempos actuales se habla de sustituir indigencia por autonomía, enfermedad por salud activa, ignorancia por educación, miseria por bienestar e indolencia por iniciativa; para ello, el Estado y la sociedad civil deben actuar asociados y controlarse mutuamente; la comunidad tendrá que obtener un alto nivel de autoorganización, restaurarse material, psíquica y 278 socialmente, tener iniciativa local y compromiso; transformarse en una empresa social. En las actuales circunstancias de crisis y quebrantos cuasi globalizados no quedará otra posibilidad que profundizar la actividad del tercer sector o sea la sociedad civil y su trabajo voluntario con una sinergia entre lo público estatal y lo privado. Será mucho más difícil de hacer que lo anterior lograr que las instituciones existentes, muchas de ellas problemáticas, corruptas e ineficientes, hagan las reformas necesarias desde adentro, recobren legitimidad y eficiencia administrativa, mejoren el valor del producto, realicen contralores objetivos, auditorías eficaces, flexibilicen las estructuras de poder, aumenten la participación de sus integrantes y promuevan procedimientos y espacios de debate para la toma de decisiones. Las cosas hoy no son como eran; los cambios serán irreversibles por mucho tiempo. Las cuestiones a resolver son muchas y no están agotadas aunque los hombres estén cansados y desilusionados. Cambiar es muy difícil; si no cambiamos seguramente no participaremos de esta historia. 279 DOLORES Y AMORES DE UNA ARGENTINA INVERTEBRADA La historia muchas veces no alecciona o carecemos de memoria o negamos la experiencia. Argentina, nuestro país, arrastra impaga desde el siglo XIX una vieja deuda de unidad nacional y de proyecto de país. Tenemos un inmenso capital de frustraciones que casi nunca nos ha servido para ponernos de acuerdo y hacer algo todos juntos en materia innovadora. Es necesario, alguna vez, dejar de repetirnos inútilmente. Muchas veces, nuestro país se extravía en los problemas, confrontaciones y disensos del corto plazo con una afición por el oportunismo irresponsable y a veces cruento. Algunas pocas naciones, entre ellas la Argentina, tienen el privilegio y la fortuna de haber sido proyectadas y organizadas por grandes hombres. Desde mediados del siglo XIX, letrados como Juan Bautista Alberdi, Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre, Dalmacio Vélez Sarsfield, Nicolás Avellaneda, Julio A. Roca, Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón, entre tantos otros, pensaron con pasión en el país que querían para las generaciones sucesivas. Infinitas veces disintieron en los detalles y polemizaron con acritud, pero las prioridades del modelo argentino fueron, para todos, siempre las mismas: la salud, la educación, la igualdad ante la ley, la modernidad, la justicia social. Hacia 1850, Sarmiento propuso crear otra vez el país, pero a partir del libro, con civilización haríamos el país. "Para tener paz en la República Argentina", escribió, "es necesario educar al pueblo en la verdadera democracia, darles a todos lo mismo, para que todos sean iguales". Así la Argentina abrió las puertas a la movilidad social, permitió la expansión de la clase media y se 280 alcanzó progreso, algo de bienestar y grandeza que nuestro país alcanzó antes de 1930. En esa tradición, muchos de nosotros, crecimos y nos educamos; por esa tradición seguimos creyendo, durante mucho tiempo, que el país sería siempre mejor. En las ficciones somos lo que soñamos y lo que hemos vivido, y a veces somos también lo que no nos hemos atrevido a soñar y no nos hemos atrevido a vivir. Las ficciones son nuestra rebelión, el emblema de nuestro coraje, la esperanza en un mundo que puede ser creado por segunda vez, o que puede ser creado infinitamente dentro de nosotros (Tomás Eloy Martínez). Todavía contrastan en el mundo y hacia el interior de la Argentina versus Buenos Aires, la imagen de arrogancia que el argentino medio -mejor dicho, el pequeño burgués recién enriquecido de la pampa húmeda- ha sembrado en el extranjero. Nos expresamos nítidamente como argentinos, con una visión de la realidad que tiene mucho que ver con nuestra predisposición al aislamiento, la fiebre crematística, el humor autosuficiente que erróneamente se le atribuyen en exclusiva al habitante de Buenos Aires; somos escépticos, quejosos, disconformes; estamos demasiado llenos de nuestra propia importancia y por ello nos reímos poco de nosotros mismos y nos burlamos ácidamente de los demás. Increíble destino de nuestro país que tuvo, que tuvo mucho tiempo atrás, más teléfonos que Francia y más automóviles que Japón, y de cuya prosperidad nadie dudaba. Esa “grandeza” se interrumpió varias veces en los últimos doscientos años pero los argentinos no conseguimos olvidar esas etapas florecientes y de abundancia. La memoria de esa grandeza perdida nos atormenta, nos ciega, nos paraliza. Hasta quienes carecen de toda forma de nostalgia piensan que esa grandeza volverá, tarde o temprano. Si alguna vez fuimos "eso" -dicen-, ¿por qué no podemos ser 281 "eso" otra vez? Soñamos con lo que fuimos porque ya no nos atrevemos a ser lo que quisiéramos ser. Hace ya mucho tiempo que vivimos conformes con lo que somos, orgullosos de los próceres y de las tradiciones que hemos atesorado, sin tolerar a los iconoclastas ni a los malditos reformadores gestando una cultura latinoamericana para darle por las narices a la europeidad de Buenos Aires (Tomás Eloy Martínez). El amor a la Patria no consiste en homenajes florales, alabanzas, odas y más alabanzas. Hay que empuñar las herramientas y arrasar con las lenguas largas, dejar de perder el tiempo, dejar sólo de tener buenas intenciones, transformar el pensamiento en proyecto y actos, acabar con las envidias, los recelos, la desconfianza; preocuparnos y ocuparnos por nosotros mismos y dejar de echarle la culpa al prójimo sobre todo de nuestras desgracias. Pocos sitios hay en la Tierra más generosos que la Argentina pero aún hoy no estamos mejor dispuestos a reconocer el talento de sus hijos. Para ejercer este reconocimiento todavía hay que morirse antes de tiempo o estar lejos o exiliado. Es hora, es ahora, que tenemos que empezar a querernos sin ambages ni mentiras. La Argentina cayó muchas veces y las causas fueron ante todo políticas autóctonas si bien algunos factores externos no se pueden dejar de lado ( ofertas de préstamos alegres en 1880, a fines de los años 70 y a comienzos de los 90, por ejemplo, o las destructoras exigencias de acero del Fondo Monetario, el Club de París…); pero los inventarios de las contribuciones hechas desde adentro de la Argentina resultan aún más desoladores: crímenes, atentados, corrupción…con el silencio cómplice de una sociedad de cómplices, gobernada demasiadas veces por funcionarios ineptos, medrosos, deshonestos y con población de baja densidad de ciudadanía testigos mudos de lo obvio confiando que algún día se corregirán los impresionantes daños sociales cuando se esté arriba empuñando la manija del poder. 282 Durante casi todas las democracias episódicas de nuestro país hemos tenido que elegir entre candidatos malos y otros peores. Aún hoy, en plena posmodernidad y mundialización, la calidad intelectual, la honestidad y la vocación de servicio de los dirigentes argentinos están muy por debajo del promedio de la comunidad. Vivimos, casi siempre, en la atmósfera envenenada del desencuentro y la sospecha sin lograr mínimos acuerdos tendientes a desbaratar las astucias e impudicias de los enemigos de nuestro propio país. Los argentinos nos sentimos, demasiadas veces, habitando la sucursal o el furgón de cola del mundo y hasta algunos argentinos quieren demostrarnos que hay obstáculos psicológicos, sociales, culturales y económicos que nos impiden dar el salto como país, que no nos gusta cambiar y que nos aferramos a viejas formas de pensar y de actuar frente a los problemas. Se pretexta que una de las razones que permite explicar nuestra realidad como país y nación es la culpa que tienen quienes nos colonizaron brutalmente humillando y matando a los habitantes originarios y degradando y descalificando todo lo americano hasta hacernos sentir como inferiores y con desconfianza hacia nuestras propias capacidades, haciéndonos creer de que nunca podremos hacer algo en contra de los poderosos y tomar nuestras propias decisiones y que seguiremos viviendo enclaustrados en un pensamiento dogmático, formalista y estrecho que nos trajeron a América y que pasó a la acción y penetró y se incorporó a nuestra vida; se supone que eso que aprendimos sigue tan vigente. Las autoridades políticas se aferraron a principios que en algún momento fueron adecuados pero que dejaron de serlo, no lo advirtieron, no quisieron darse cuenta, no pudieron soportar las presiones de dentro o de afuera y no se atrevieron a cambiar o cuando lo hicieron no llegaron nunca hasta el fondo. Algunos suponemos que hacer unas pocas y débiles reformas políticas son suficientes para volverse democrático o crecer 283 económicamente sin tocar o hacer adaptaciones y adecuaciones en las instituciones, en las leyes, en la infraestructura, en los modos de acción de los sistemas que empleamos y en el ejercicio del poder que debe sustentarlos con ejemplaridad, confianza, convicción y autocrítica. En una especie de realismo mágico negativo, creemos que podemos cambiar una parte sin cambiar el todo, alterando, reformando, maquillando lo que no nos gusta o conviene dejando intacto todo lo demás que nos rodea. Hay mucha historia que indica que los argentinos quisimos ser como los hoy llamados países desarrollados del mundo y adoptamos en consonancia con ello proyectos trasplantados y muchas veces impuestos que a la corta o a la larga nos han resultado inservibles; pretendimos vestirnos a la moderna imponiendo ideas, leyes e instituciones que no formaban parte de nuestro pensar y sentir y además, como si esto fuera poco, agregamos pompa, formalidad y grandilocuencia a proyectos y modelos que nos aseguraban progreso, crecimiento y desarrollo continuo y cuyos resultados fueron desastrosos e improductivos la mayoría de las veces construyendo instituciones como enormes elefantes blancos llenos de burocracia que consumen recursos, tiempo, se corrompen y construyen ideas falsas acerca de nuestra romántica idea de la patria grande, pomposa, rica pero sin medida de la realidad. Hasta hoy nos consideramos víctimas de los españoles conquistadores del ayer o de los estadounidenses imperialistas de hoy. Siempre es posible encontrar instrumentos y políticas públicas que pueden compensar los vaivenes de las coyunturas internacionales y una voluntad, compromiso y participación cívica para el cambio condición necesaria y suficiente para lograrlo. Casi siempre, la vida en la Argentina ha sido y será agradable pese a los altibajos de su sociedad. Muchas veces, el malestar de la sociedad y gracias a la democracia, es visible en las calles de las ciudades y rutas del país, esto 284 permite aventar y oxigenar angustias y desencuentros. El país es y se hará más grande, más justo y será, como siempre, encantador ser argentinos más allá de una celebración como el bicentenario. 285 ANOMIA ARGENTINA La palabra anomia (Emile Durkheim) es un término acuñado por la sociología clásica. Anomia significa ausencia de normas para regular la vida social; es un síntoma de nuestra sociedad, que con sus comportamientos nos obliga a recaer una y otra vez en ella. "Anomia boba" (Carlos Nino) designa un tipo de inobservancia de la ley que no favorece a nadie y genera altos niveles de ineficiencia. La anomia que se produce por una falla estructural de la clase dirigente es una de la más grave. Se manifiesta como un fracaso en el ejercicio de la autoridad y afecta las percepciones y los comportamientos. Se trata de una patología que se contagia desde poder y se transmite a los grupos sociales. Su víctima es la gente común; los victimarios, son aquellos que ocupan posiciones de poder. La anomia boba perjudica a todos y somete a la sociedad en beneficio de sus elites. "Si hay un rasgo que caracteriza la vida política argentina es la recíproca denegación de legitimidad de las fuerzas que en ella se enfrentan, agravada porque éstas no coinciden ni aun en los criterios aplicables para reconocer esa legitimidad" (Tulio Halperín Donghi). Denegar legitimidad significa descalificar por completo al que piensa distinto y sólo atender a los propios intereses y sin importar dañar al conjunto. No caben aquí la contraposición de ideas ni el intento de establecer acuerdos mínimos. La razón es un trágico leitmotiv de la cultura política argentina: cada uno percibe al que piensa distinto como un enemigo, no como un adversario. 286 Las elites argentinas, fijan obsesivamente los límites de sus espacios de acción y pretenden reinar allí sin intromisiones ni límites. Amos de sus cotos, los líderes sectoriales construyen una leyenda edificante destinada a encubrir sus intereses. Lo que, hasta cierto punto, podría considerarse un efecto normal de la división del trabajo adquiere en la Argentina un carácter sofocante: la demarcación de territorios anula cualquier espacio compartido. Nuestras elites pretenden apropiarse de toda la renta, simbólica o material, sin contribuir al patrimonio común. Hay desacople entre poder y autoridad. Como nadie le reconoce legitimidad al otro, en la Argentina cada sector se dedica a ejercer el poder. El poder sin legitimidad se reduce a la pura fuerza. Hay que ser prepotente, avanzar, apretar, atropellar, ocupar espacios, depredar. La barra brava, el piquete y la patota simbolizan esas conductas, pero no hay que engañarse: existen en las canchas de fútbol y en las calles como en los salones y despachos más influyentes. Con cuidados argumentos o con palos, los argentinos buscan imponerse unos a otros por la fuerza. Pocas veces prevalecen la moderación y la autoridad. Hay falta de consenso respecto del perfil institucional del país. La clase dirigente argentina no se pone de acuerdo acerca de qué tipo de instituciones habrán de regir la sociedad. Desde hace bastante tiempo acatamos formalmente la democracia, pero no deja de corroernos la disputa acerca de cuáles deberán ser sus características y acentos. Esa divergencia, que involucra aspectos económicos y políticos, puede rastrearse ya en los siglos XIX y XX, cuando unos plantearon la contradicción entre civilización y barbarie, y otros, entre pueblo y oligarquía. La utilización del Estado para fines partidarios es un fenómeno o una tentación irresistible en cualquier sistema político, alcanzó en la Argentina 287 niveles intolerables. Implica, como tantas veces se ha repetido, una confusión entre Estado, gobierno y partido. Llegar al gobierno supone apropiarse del Estado y usarlo como instrumento arbitrario de acumulación de poder. Esta malversación de la función estatal, convertida en costumbre y fuera de todo control, tiene efectos devastadores para la cultura pública. Tratemos de convencer a un votante común de que los políticos que debe elegir cumplirán su papel atendiendo al interés general y no al de su propio sector. Nadie nos va a creer. Deserción del Estado de sus funciones básicas. Hace muchos años que nuestra clase dirigente discute si el Estado debe intervenir activamente en la economía o debe limitarse a garantizar servicios esenciales, como salud, educación, seguridad, justicia y defensa. Pues bien: tuvimos una década para cada posición; al cabo, el Estado sigue demostrando ser un pésimo administrador de empresas y un ente fracasado para asegurar los bienes públicos. La gente sufre cada día la ausencia del Estado. Se siente desprotegida. Intentemos convencerla de que no se repliegue, de que no se enfurezca, de que no se deprima, de que no se asuste o de que no recurra a medios ilegales para alcanzar sus objetivos. Será inútil: dirán, como se dice en la calle, "no nos queda otra". Fragmentación y pérdida de identidad de las fuerzas políticas. La decadencia de los partidos, el uso arbitrario del poder estatal, las máscaras del peronismo, los problemas del radicalismo para gobernar, la inexistencia de una derecha y una izquierda presentables, entre otros infortunios, produjeron a la vez la atomización y la disolución de las identidades políticas. 288 La política argentina se organiza hoy en torno a ejes temáticos de coyuntura, no según la pertenencia a organizaciones con programas y proyectos. Esto es fuente de una enorme confusión y un campo propicio para manipular las voluntades. La gente no entiende este desbarajuste ni quiere hacer el esfuerzo para comprender, porque ya no le importa. Las elites argentinas, enfrascadas en sus luchas facciosas son verdaderamente autistas, perdieron la noción de que viven en una región del mundo que, aun con sus graves problemas, considera una pérdida de tiempo (si no una imbecilidad) vivir dilapidando oportunidades, debatiendo temas del pasado, practicando la desunión y dando la espalda a la realidad internacional. El resultado es deplorable: nuestros vecinos progresan y maduran, respetan y apoyan a sus presidentes, preservan consensos básicos, ganan prestigio. Nosotros ya no somos un socio confiable para ellos. Participamos del protocolo, pero cada vez menos de la confianza y los negocios. La anomia política es una extravagancia que el mundo no está en condiciones de tolerar. La desigualdad no sólo existe en la Argentina sino que se trata de un problema mundial de difícil solución, pero la Argentina es el país de la región que se volvió más desigual en menos tiempo. Conserva aún altos índices relativos de desarrollo humano, aunque pierde terreno con rapidez y muestra un aumento notable de la mortalidad infantil y de otros indicadores similares. Cuando las elites se desentienden de la desigualdad o se acuerdan de ella en ocasiones, se generan resentimiento, frustración y violencia. Las clases sociales se separan por muros invisibles pero infranqueables. Cada grupo con sus códigos, sus recelos y sus estrategias. De un lado, los que pueden darse una vida entre digna y ostentosa; del otro, los que no poseen nada y no tienen perspectivas de mejorar; es una caldera de odio. 289 Las invocaciones al papel del Estado y de la iniciativa privada, la retórica populista, las pulcras recetas liberales se proclaman en las plazas y en los simposios, pero, como se dice en el lenguaje común, "no pasa nada". Los argentinos siguen muriéndose cada día de pobreza o de violencia. Las apetencias individuales se excitan permanentemente. Cuando la economía marcha bien, se reparte o se promete repartir sin prever los malos tiempos, se induce a creer que no hay límites, que siempre se vivirá en la abundancia. Cuando ésta cesa, cada sector se cree con el derecho de seguir reclamando la cuota prometida. La irresponsabilidad consiste en ocultar que las necesidades se atienden según los recursos disponibles y que éstos son por naturaleza fluctuantes. Los buenos gobiernos dependieron siempre de las ecuaciones, no de la demagogia. La sociedad argentina vive momentos de crispación. La gente está harta de sus dirigentes. Hay esfuerzos sensatos para cambiar el rumbo, pero no alcanzan. Se impone la intolerancia y la violencia. Es una sensación desagradable, amenazadora; la desorganización social abre la puerta a todas las aventuras y cuando las democracias se desorganizan, suelen engendrar aventuras totalitarias. DECÁLOGO 1. Denegación de la legitimidad del otro que más que un adversario es un enemigo. 2. Demarcación de territorios. 3. Desacople entre poder y autoridad. 4. Falta de consenso respecto al perfil institucional del país. 290 5. Utilización del Estado para fines partidarios. 6. Deserción del Estado de sus funciones básicas. 7. Fragmentación y pérdida de identidad de las fuerzas políticas. 8. Autismo. 9. Desigualdad. 10.Excitación de las apetencias individuales. Fuente y paráfrasis parcial de: Fidanza, Eduardo: Decálogo de la anomia argentina; La Nación; 19 de noviembre; 2009. 291 CRISIS En estos momentos, en el mundo, hay muchos países en profunda depresión, con millones de desocupados en edad activa y una reducción de la riqueza que amenaza con tirar por la borda todo el bienestar. Al mismo tiempo, el mundo también ha cambiado, acelerándose el desprestigio de la globalización y del modelo económico imperante, el desplazamiento del poder y riqueza de Occidente a Oriente y al Sur, el declive relativo de EE UU y una crisis del euro y de la UE sin precedentes. La crisis económica de varias naciones esta retroalimentada no sólo por una crisis internacional sino también por un cambio geopolítico; el riesgo de estallido social es real y parece que nos encontramos en medio de una tormenta. La crisis se ha ido retroalimentando. Primero fue una crisis financiera, después una crisis económica, después una crisis social, todo ello envuelto en una situación geopolítica cambiante. Hay una crisis del modelo productivo. Otra del modelo financiero, otra en el sentido del cambio del entorno geopolítico. Primero fue el desastre de la burbuja inmobiliaria. Este factor a su vez ha creado una burbuja de crédito en la que han entrado también las empresas. Cuando la crisis internacional arrancó en 2008 muchos países estaban completamente endeudados, no en términos públicos, sino privados, con un sistema financiero en mal estado y sin una estrategia de crecimiento de recambio. El problema de la deuda actual deviene de tener que hacer un rescate financiero y reactivar la economía que se colapsó como consecuencia de las prácticas y las políticas económicas y empresariales muy poco adecuadas. 292 Se impulsó la burbuja financiera cuando había que haberla pinchado. No se hicieron tampoco reformas razonables y oportunas que hubieran sido mucho mejor asumidas que ahora. Tampoco se hicieron a su debido tiempo muchas reformas estructurales que eran necesarias. Si esto sigue así se podría generar una reacción en cadena y todo ello llevaría a la ruptura del sistema monetario imperante. Ya se están produciendo las bajadas de pensiones y jubilaciones, una bajada general de salarios y en el número de funcionarios, una bajada de sueldos y grandes recortes sociales en ámbitos tan decisivos para el estado del bienestar como la sanidad o la educación al tiempo que se acrecienta la recesión. La política de ajustes y recortes salvajes corre el riesgo de olvidar que estos ajustes tienen un lado económico, pero también tienen un lado social y hay el peligro de que si se tensa demasiado la cuerda esta se rompa por el lado social porque puede llegar un momento en el que la gente diga basta. Cuando a la gente se le exige un esfuerzo enorme sin que se vea luz al final del túnel existe el riesgo de que diga basta y el proceso se quiebre. Estas situaciones han dado lugar, en otras etapas históricas, a soluciones extremistas y a un populismo al que se llegó porque en situaciones de desesperación la gente es más receptiva a este tipo de opciones. Los mecanismos que antes permitían que el descontento social se incorporara al proceso de toma de decisiones políticas han desaparecido. El corporativismo sigue anidando en muchas naciones en que casi todos los sectores están dominados por unas élites que tienen bloqueada la iniciativa creativa del país y ese corporativismo elitista está presente en el sector empresarial, en el político, en el de los sindicatos, en los medios de comunicación, etc. 293 Antes, el descontento social de alguna forma se canalizaba y ahora hay una evolución del descontento pero parece que no pasa nada. Hay huelgas generales y al día siguiente parece que no hubiera pasado nada y eso es muy frustrante para la opinión pública. Hay una percepción de que el sistema está montado de manera tal que la mayoría pierde y que no se puede hacer nada al respecto. Se piensa que los políticos y sus partidos están atrapados por los mercados, los inversores, etc. Como los mecanismos por los que el descontento social podía influir en las decisiones políticas han sido erosionados y parecen haber desaparecido, el descontento se queda ahí y no tiene válvula de salida y eso es muy peligroso, pues cuando la gente ve que el sistema político no puede articular la frustración, el descontento empieza a buscar otras salidas. El descontento social no debería ser visto como algo negativo, sino como una reacción del sistema ante algo que no funciona y debería de ser cambiado. Cuando no hay mecanismos que permitan ese cambio dentro del sistema estamos en la situación actual en la que la mayoría se ve perdedora dentro del sistema socioeconómico y no se siente escuchada y eso es muy peligroso; el riesgo de estallido social es real. La austeridad no es en modo alguno la solución a la problemática descripta La austeridad impuesta compulsivamente no permite crecer sino que ahoga el crecimiento. Deberíamos asumir que el capitalismo, tal como se ha entendido en estos últimos treinta años ha fracasado. Ese capitalismo ha generado una serie de disfunciones, sobre todo un incremento muy importante de la desigualdad de rentas que está en el origen de la burbuja de crédito; hay una tendencia a que las rentas bajas y medias queden estancadas. Una manera políticamente correcta de enfrentar la situación actual y crear una esperanza superadora es la combinación de la libertad de mercado con la capacidad política de regulación y control. Es una falacia crear una 294 tensión entre estados y mercados. Al contrario, para que los mercados funcionen bien tiene que haber un estado potente. Hay una correlación directa y positiva entre las economías que más crecen y el tamaño del estado. La globalización genera, ineludiblemente, desigualdades. Se pueden mitigar las desigualdades con buena gestión y siempre que haya instrumentos de redistribución. Esos instrumentos en los últimos años han sido sistemáticamente erosionados en muchos lugares. Ha llegado un momento en el que la globalización ha empezado a no funcionar para la mayoría. Las clases medias están sintiéndose perdedoras dentro del sistema económico. Un sistema económico que genera mucha riqueza pero que esa riqueza es apropiada por una minoría y la mayoría vive una creciente ansiedad económica vital y un estancamiento o incluso disminución de sus rentas provoca bronca, desasosiego y rebeldía. Hay que quebrar esta tendencia a la desigualdad que ha provocado y sigue provocando la globalización en general y, particularmente, la globalización financiera. Un mercantilismo plutocrático (plutocracia = gobierno de los ricos) en un sistema capitalista, con sectores con poca competencia, dominado por dos o tres empresas en las que la connivencia entre lo público y lo privado ayuda a mantener una posición privilegiada, en la que hay una clase empresarial poco dinámica que también es responsable de la crisis y además no se invierte lo suficiente en el propio país hace que la crisis se profundice y se aleje la salida. Las consecuencias sociales y políticas cuando se olvida la importancia de crear un proyecto colectivo y dejar a una parte de la sociedad atrás son muy graves. Todavía hay en el mundo muchas personas vivas que vivieron aquellas tragedias y fueron testigo de sus consecuencias. Las clases más 295 pudientes deben asumir que el precio a pagar por el hecho de que ellos salgan ganando en el sistema es ayudar a que nadie se quede atrás. Esa conciencia de ese costo es quizá lo que hoy en día se ha olvidado y eso hay que recuperarlo. Recordar a la gente que los derechos individuales implican una serie de responsabilidades colectivas. La igualdad es un valor intrínseco del desarrollo que busca toda sociedad organizada. Ella brinda el marco normativo y sirve de base para los pactos sociales que se traducen en más oportunidades para quienes menos tienen. La igualdad no solo se circunscribe a la igualdad de oportunidades, sino a la reducción de las brechas en materia de logros efectivos y de incrementar la participación en los beneficios económicos de los sectores excluidos y vulnerables, desarrollar políticas públicas que suministren bienes y protección social y, sobre todo, revertir la fuerza inercial de la desigualdad que se reproduce en el seno de los mercados y las familias unida a la inclusión y el reconocimiento de las diferencias sociales. Avanzar hacia la igualdad es incorporar y promover el respeto de los derechos de los grupos excluidos. El Estado debe intervenir en el cierre de las brechas que existen entre igualdad formal y real tratando de igualar potenciando el desarrollo de las capacidades que permiten acceder y disfrutar del bienestar y movilizando las instituciones, el crecimiento y las políticas públicas a fin de brindar protección social con una clara vocación universalista y redistributiva. América Latina y el Caribe es la región más desigual del mundo en términos de la distribución de los ingresos, y ello se refleja en una gran cantidad de dimensiones socioeconómicas a las que los cambios demográficos y los sistemas de protección social no son ajenos. 296 ARGENTINOS EN FRASES FRASES Y PENSAMIENTOS QUE PRETENDEN IDENTIFICAR A LOS ARGENTINOS Aristóteles publicaba dos tipos de escritos, unos llamados exotéricos, destinados al público, y otros llamados esotéricos , sólo para sus discípulos. Benjamin Franklin (1706-1790), político e inventor estadounidense decía: "Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y corrompido, escribe cosas dignas de leerse, o haz cosas dignas de escribirse." El poder de la palabra es evidente; la palabra tiene un poder demiúrgico, es un phármakon que cura y mata a la vez; el hombre puede infectarse o liberarse mediante la palabra. Hay frases, artículos y pensamientos que muestran las opiniones de extranjeros y vernáculos sobre nosotros y nuestro país. Por ejemplo, los puntos de vista de Ortega y Gasset, William H. Hudson, Joan Manuel Serrat, Joaquin Sabina, William Parish Robertson y muchos otros. Dice el peruano Jaime Bayly: "Me llevo bien con los argentinos, a pesar de que en Sudamérica tienen fama de pedantes y presumidos, de mirarnos a los demás por encima del hombro, de no sentirse sudamericanos sino europeos. Buenos Aires, aunque les duela a muchos sudamericanos acomplejados, con fobia a todo lo argentino (o sea, fobia a mí también, porque yo soy argentino por elección) es sin duda la ciudad más europea de Sudamérica; como a las grandes ciudades europeas, le ha pasado últimamente algo que no le ha hecho perder su esplendor, pero que la ha 297 dotado de cierto riesgo, y la ha convertido en una ciudad, aunque afrancesada, también sudamericana y tercermundista, mezcla de todas las sangres mestizas, como las demás grandes ciudades de la región". Los argentinos son divertidos, raros, bizarros, pintorescos. Buenos Aires, ciudad capital de la Argentina, "con sus días revueltos de protestas cotidianas y marchas incendiarias, y energúmenos que se conjuran para interrumpir una calle sin que la policía haga nada y sólo los mire con abúlica complicidad, sigue siendo la ciudad más cojonuda y fascinante de Sudamérica, y también la más primer y tercermundista, porque allí persisten las tradiciones nobles de los que tienen dineros centenarios, pero ahora deben cohabitar con las costumbres vocingleras y folklóricas de los inmigrantes bolivianos, peruanos, paraguayos y centroamericanos". Miles de estos inmigrantes viven hacinados en cuartos diminutos, pero en realidad no permanecen en esos habitáculos: allí apenas duermen cuatro o seis horas diarias, como animales. Buenos Aires es sin duda alguna una gran ciudad, una ciudad "infinitamente más estimulante y melancólica y hermosa que cualquiera de las ciudades de las que han escapado". Este escritor no acepta la división entre provincianos buenos y porteños malos, que suele aceptarse incluso en la propia Buenos Aires: "A mí no me hablen mal de los argentinos ni de la Argentina, ni de los porteños siquiera, como si los salteños o los rosarinos o los cordobeses o los mendocinos fuesen genéticamente mejores que los porteños: no me jodan con ese verso pueblerino". "Todos los argentinos me caen bien. Incluso los que me caen mal, me caen bien, porque me parecen personajes literarios" 298 En la Argentina, circula una buena cantidad de mentirosos y charlatanes: "Les reprochan hablar mucho y darse aires de sabihondos. Pues es eso, precisamente, lo que me hechiza de ellos: escuchar sus chácharas, sus versos, sus embustes, sus trampas pendencieras, porque los argentinos más divertidos son siempre los más mentirosos, tramposos y canallas, esos son los que mejor me caen". En la Argentina casi todo el mundo opina de fútbol como si supiera. Hasta las señoras que nunca han jugado "Todo argentino es un entrenador de la selección de fútbol de su país (y si lo dejan, de la de España también). Todo argentino es presidente de su país. Y si lo dejan, dictador de Cuba también. Todo argentino tiene el plan perfecto para que Estados Unidos salga de la crisis. Y si lo dejan, para que el mundo entero salga también, o al menos Occidente. Quizás, si le hablas de África, no la tiene tan clara". El argentino corriente, es un profeta, un visionario, un iluminado. Todo argentino sabe. Sabe todo. Sabe más que nadie, sabe más que vos y cualquier boludo del orto... Todo argentino está de vuelta. Todo argentino tiene respuesta para cualquier pregunta, incluso si no entiende la pregunta, y si al responder, ni él mismo entiende lo que está diciendo. Pero responde, opina, se la juega, arma el equipo, ordena el país, gobierna el mundo, gana las guerras, divide a los buenos de los malos, a los decentes de los chantas. Y habla, y habla, y habla y no para. Y no importa si lo que dice tiene sentido... Los argentinos tenemos un rasgo nacional que nos enaltece. Es decir, el argentino tiene fe en sus opiniones, cree que sabe 299 El argentino tiene una opinión concluyente sobre todo lo divino y lo humano: "Nada lo hace más feliz, sea rico o pobre, macho o puto, vago o más vago, que sentarse en cualquier lugar, pedir empanadas, pizza, vino, sangría, cerveza, pero sobre todo masas y pastas...Y hablar". Sentenciando y resolviendo, dándole un sentido al caos del mundo con el caos del lugar que lo envuelve, a él y a todos los argentinos, en una suerte de torre de Babel donde todos hablan el mismo idioma y sin embargo nadie se entiende, porque cada uno se cree dueño absoluto de la razón. Entonces el argentino es, por definición, un hablador, un predicador, un charlatán, un mitómano, un embustero y, ante todo, un enemigo del silencio y la conciliación. El argentino, específicamente al porteño, se comporta como un italiano exasperado. Todo argentino está dispuesto a hablar aunque nadie lo escuche, siempre prefiere discutir con otro y, si es posible, a los gritos, para luego irse a los golpes y enseguida cada uno consigue a una pandilla de vándalos ambulantes. Entre todos cortan una calle y se enzarzan en una feroz riña callejera por algún asunto, generalmente una pasión que tiene que ver con el fútbol, con la política y con el orgullo. Y entonces el argentino, ya liado a golpes con otro argentino sin recordar bien por qué, revela que posee algo que no tenemos los demás sudamericanos: una fe ciega en sus opiniones. Aun si no sabe lo que va a decir y debe improvisar en el camino. Y el coraje para morir defendiendo tales opiniones, en una batahola callejera o pisoteado por un caballo de la policía montada, que luego defecará sobre su cadáver. Nosotros no nos vemos tan heroicos a nosotros mismos como pretende este autor. De vez en cuando sería conveniente saber decir humildemente "no sé", como los otros sudamericanos. 300 “El nuestro es un país que tiene que salir de gira”... Enrique Santos Discépolo “Están los países capitalistas, los de la órbita socialista y los del muy heterogéneo Tercer Mundo; pero eso no es suficiente, porque en realidad son cinco los sistemas: hay dos países más a tener en cuenta en forma separada: Japón y la Argentina. ¿Por qué? Y, porque no calzan en ninguna sistematización. Son tan peculiares y tan impredecibles que deben ser ubicados aparte”. Paul Samuelson Los países son de cuatro tipos: los opulentos, los miserables, Japón y la Argentina. “La Argentina está compuesta por millones de habitantes que quieren hundirla, pero no lo logran” Cantinflas (Mario Moreno). “¿Cómo puede progresar un país tan desorganizado?” Albert Einstein (1925). “En la Argentina se escupe y nace una flor” “Aquí no se enriquece el que no quiere” “¡ Viva la Pepa!” “En la Argentina se dilapida el dinero público, existe una arraigada corruptela política y no funciona la justicia”... “ es un país donde el poder judicial no tiene independencia y el poder ejecutivo no tiene frenos”. G. Bevione (1911). “No hagas hoy lo que puedas hacer mañana”. “Los habitantes respetables del país ayudan invariablemente al delincuente a escapar; parecería que el hombre ha pecado contra el gobierno y no contra el pueblo”. Charles Darwin (1833). “Argentina crece gracias a que sus políticos y gobernantes dejan de robar cuando duermen” Georges Clemenceau “¡Argentinos, a las cosas!”. “El argentino tiende a resbalar sobre toda ocupación o destino concreto” José Ortega y Gasset. 301 “En América no hay fe entre los hombres y sus naciones. Los tratados son papeles; las constituciones, libros; elecciones son combate; libertad, anarquía. Y la vida, un tormento” Simón Bolívar. “Los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos...de los barcos” Octavio Paz. Julián Marías dijo: Los argentinos están entre vosotros, pero no son como vosotros. No intentéis conocerlos, porque su alma vive en el mundo impenetrable de la dualidad. Los argentinos beben en una misma copa la alegría y la amargura. Hacen música de su llanto -el tango- y se ríen de la música de otro; toman en serio los chistes y de todo lo serio hacen bromas. Ellos mismos no se conocen. Los argentinos creen en la interpretación de los sueños, en Freud y el horóscopo chino, visitan al médico y también al curandero todo al mismo tiempo. Tratan a Dios como 'El Barba' y se mofan de los ritos religiosos, aunque los presidentes no se pierden un Tedeum en la Catedral. No renuncian a sus ilusiones ni aprenden de sus desilusiones. No discutáis con ellos jamás!!! Los argentinos nacen con sabiduría!!! Saben y opinan de todo!!! En una mesa de café y en programas de periodistas/políticos arreglan todo. Cuando los argentinos viajan, todo lo comparan con Buenos Aires. Hermanos, ellos son 'El Pueblo Elegido'...por ellos mismos. Individualmente, se caracterizan por su simpatía y su inteligencia. En grupo son insoportables por su griterío y apasionamiento. Cada uno es un genio y los genios no se llevan bien entre ellos; por eso es fácil reunirlos, pero unirlos... imposible. Un argentino es capaz de lograr todo en el mundo, menos el aplauso de otro argentino. 302 No le habléis de lógica. La lógica implica razonamiento y mesura. Los argentinos son hiperbólicos y desmesurados, van de un extremo a otro con sus opiniones y sus acciones. Cuando discuten no dicen: no estoy de acuerdo, sino usted esta absolutamente equivocado. Aman tanto la contradicción que llaman 'bárbara' a una mujer linda; a un erudito lo bautizan 'bestia', a un mero futbolista 'genio' y cuando manifiestan extrema amistad te califican de 'boludo'. Y si el afecto y confianza es mucho más grande, 'Eres un Hijo de Puta'. Cuando alguien les pide un favor no dicen simplemente 'Si', sino 'Como No'. Son el único pueblo del mundo que comienza sus frases con la palabra NO. Cuando alguien les agradece, dicen: 'NO, de nada' o 'NO'... con una sonrisa. Los argentinos tienen dos problemas para cada solución. Pero intuyen las soluciones a todo problema. Cualquier argentino dirá que sabe como se debe pagar la deuda externa, enderezar a los militares, aconsejar al resto de América latina, disminuir el hambre de Africa y enseñar economía en USA. Los argentinos tienen metáforas para referirse a lo común con palabras extrañas. Por ejemplo, a un aumento de sueldos le llaman... 'Rebalanceo de Ingresos', a un incremento de impuestos... 'Modificación de la Base Imponible' y a una simple devaluación....\'Una Variación Brusca del Tipo de Cambio'. Un Plan Económico es siempre...'Un Plan de Ajuste' y a una Operación Financiera de Especulación la denominan... 'bicicleta'. Viven, como dijo Ortega y Gasset, una permanente disociación entre la imagen que tienen de si mismos y la realidad. Tienen un altísimo número de psicólogos y psiquiatras y se ufanan de estar siempre al tanto de la última terapia. Tienen un tremendo súper ego, pero no se lo mencionen porque se desestabilizan y entran en crisis. 303 Tienen un espantoso temor al ridículo, pero se describen a si mismo como liberados. Son prejuiciosos, pero creen ser amplios, generosos y tolerantes. Son racistas al punto de hablar de... 'cabecitas negras' en un país en que no hay negros desde hace mucho tiempo. Los argentinos son italianos que hablan en español; pretenden sueldos norteamericanos y vivir como ingleses; dicen discursos franceses y votan como senegaleses; piensan como zurdos y viven como burgueses; alaban el emprendimiento canadiense y tienen una organización boliviana; admiran el orden suizo y practican un desorden tunecino; son un misterio. /RVDUJHQWLQRVVHJ~Q$QWRQLR*DVDOOD GHPD\RGH En la Argentina, cada presidente que viene -salvo Menem, que se reía junto con nosotros- llega para gritar algo. Menem vendió el patrimonio de la Argentina. Y lo hizo con una sonrisa. El que más se divirtió fue él, y dejó un país partido en dos. En nuestro país muchas veces se vota porque se ama a determinado candidato. O para no votar "al otro". Cada uno que asume el poder en la Argentina pide superpoderes, algo que nunca voy a entender. Si hay una Constitución que es maravillosa, para qué pedir más superpoderes. Cada presidente que viene quiere inaugurar un país nuevo. Tiene cuatro años, pero sabe que se va a quedar ocho porque apenas llega ya lo está transando. Cada vez veo más transa. En Argentina nunca hubo ideologías. Hubo partidos. Acá siempre se empieza de cero. Cada vez creo menos en lo que dicen. 304 BIBLIOGRAFÍA Aguinis, Marcos: El atroz encanto de ser argentinos; Editorial Planeta; Buenos Aires; 2001. Ambrogi, Pablo: Nos hemos convertido en seres neuroquímicos; La Nación, 08 de octubre; 2011. Aristóteles: La política; Casa Editorial Garnier Hermanos; París; 1920. Bardet, G.: El urbanismo; 11 Cuadernos Editorial Universitaria de Buenos Aires; 1959. 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