PRÓLOGO La evaluación es una práctica muy antigua en el medio educativo. Es tan antigua como las primeras instituciones escolares que, si no queremos limitarnos a los sistemas educativos modernos, se remontan a muchos siglos atrás: ya antes de la era cristiana, o en sus inicios, en las escuelas griegas y romanas, el maestro evaluaba el avance de sus pupilos. Las formas en que se informaba a éstos sobre la conclusión a que llegaba el docente en su valoración hoy nos pueden parecer poco respetuosas de los derechos de los niños, pero no dejaban de cumplir su cometido. Si no queda claro a qué me refiero recuérdese el viejo adagio de que la letra con sangre entra. En nuestro tiempo la evaluación sigue tan presente como siempre en las escuelas, pero adopta nuevas formas y tiene nuevas manifestaciones, novedades entre las que deseo destacar dos: Por una parte, desde principios del siglo XX, el surgimiento de las teorías de la medición y las pruebas estandarizadas para la evaluación en gran escala del aprendizaje, herramientas que durante la segunda mitad de la pasada centuria se desarrollaron en múltiples direcciones, con avances cada vez más sofisticados. Por otra, en las dos últimas décadas del siglo pasado y la que va del presente, la presencia creciente de la evaluación educativa en los medios de comunicación y la opinión pública, y su peso cada vez mayor también en las políticas públicas de muchos países, como pone en evidencia destacadamente la atención que suscita la difusión periódica de resultados de pruebas internacionales, como las que promueve la OCDE. El sistema educativo mexicano no ha sido ajeno a los fenómenos a los que se refieren los párrafos anteriores, pero en nuestro medio no abundan los trabajos serios gracias a los cuales sea posible entender correctamente los alcances y límites de las nuevas metodologías de evaluación, desarrollar instrumentos propios, hacer evaluaciones de buena calidad, analizar rigurosamente sus resultados y, finalmente, ofrecer bases sólidas para orientar la toma de decisiones en los distintos niveles del sistema educativo. El trabajo del grupo de académicos del Instituto de Investigación y Desarrollo Educativo (IIDE) de la Universidad Autónoma de Baja California constituye una honrosa y destacada excepción, que desde hace 20 años y, sobre todo, desde 1995, ya en Ensenada, lleva a cabo una labor pionera en el campo de la medición y la evaluación educativa, además de cultivar otros temas, en particular en relación con las tecnologías digitales en educación y con la problemática de la educación superior y la sociedad. El trabajo del IIDE relacionado con medición y evaluación en educación se manifestó primero, en 1992, con el desarrollo del Examen de Habilidades y Conocimientos Básicos (EXHCOBA) y, más recientemente, con la creación de la Unidad de Evaluación Educativa, que apoya a la Secretaría de Educación de Baja California para la evaluación de diversos aspectos del sistema educativo estatal. El trabajo de investigación del grupo que se formó en el IIDE se ha reflejado también en el desarrollo de una maestría y un doctorado para formar investigadores en estas áreas. Las páginas de esta obra presentan una parte de la producción del IIDE, en particular la que tiene que ver con evaluación educativa. La primera parte comprende seis capítulos con otros tantos trabajos alrededor del tema general de la evaluación del aprendizaje. El Capítulo 1 presenta una metodología desarrollada por sus tres autores en el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, para definir los estándares de ejecución y los puntos de corte de la parte de expresión escrita del Examen de la Calidad y el Logro Educativo (Excale). Sin entrar en la discusión de las ventajas y desventajas de los métodos desarrollados para determinar estándares de ejecución, analizados por dos de los autores en otras publicaciones y de los que partieron en este trabajo, el capítulo es una propuesta original para establecer estándares en el caso concreto de una prueba que pretende evaluar los niveles de logro de los alumnos de educación básica del sistema educativo mexicano, por lo que se combina la teoría pedagógica de la expresión escrita con la información empírica obtenida de los estudiantes en las evaluaciones nacionales. El título del Capítulo 2 --¿Cómo se evalúa la calidad educativa de un país?— anticipa correctamente su enfoque. En las últimas décadas el uso de pruebas de rendimiento en gran escala se ha extendido en muchos países del mundo, así como en escala internacional, con pruebas como las de PISA y TIMSS. En México en la última década se desarrollaron las pruebas EXCALE del INEE y las llamadas ENLACE, de la SEP, y el país participó en varias evaluaciones internacionales. Sin embargo el público en general sabe poco del sustento de esos esfuerzos, de los avances de los instrumentos que se utilizan hoy en comparación con las pruebas tradicionales, y de los métodos que se usan para analizar los resultados en forma compleja. El capítulo ayudará a entender estos puntos, a partir de la experiencia del INEE, en cuyo marco trabajaron los tres autores. En el Capítulo 3 otro investigador del IIDE, en colaboración con una de la Universidad Complutense de Madrid, analizan la posible influencia de un conjunto de variables personales y escolares sobre el rendimiento de una muestra de casi 6,000 alumnos de tercero de secundaria del estado de Baja California, según los resultados de la prueba ENLACE de 2009 en español, matemáticas y educación cívica. Una serie de análisis bivariados y de regresión múltiple arrojan resultados que en general coinciden con los encontrados en estudios similares previos. En el cuarto capítulo, con base en la experiencia acumulada en el IIDE desde 1996, al desarrollar pruebas para diferentes propósitos y usuarios, Luis Ángel Contreras presenta una sistematización del proceso metodológico necesario para desarrollar pruebas criteriales para aplicación en gran escala que, además, estén alineadas al currículo. Aunque en la literatura internacional hay obras que tratan el tema, la presentación detallada de las etapas del proceso, incluyendo indicaciones precisas sobre los grupos de trabajo que intervienen en cada paso, los criterios de calidad aplicables, entre otros elementos, resultarán muy útiles al creciente número de personas que intentan dedicarse a este tipo de tareas en México. El Capítulo 5 es una reflexión sobre las características, fortalezas y perspectivas del Examen de Habilidades y Conocimientos Básicos (EXHCOBA), a casi 20 años de sus inicios. Se revisa lo que se evalúa y cómo se hace, en el marco de las concepciones de Piaget y Vigotsky sobre los procesos cogntivos, que llevan a una estructura en la que se distinguen los elementos que permiten la construcción del conocimiento en la que consiste el aprendizaje; se destaca el conjunto de cuerpos colegiados que sustentan el desarrollo del examen y se informa sobre la cantidad de aplicaciones realizadas desde 1992, y sobre los resultados obtenidos. En lo que se refiere a la prospectiva se presentan ejemplos de las posibilidades que ofrece la aplicación computarizada para enriquecer la evaluación. En el Capítulo 6, último de la primera parte, y a partir de la noción de oportunidad de aprendizaje, se estudia un conjunto de factores asociados al logro, en una muestra aleatoria de más de 6,000 alumnos de 3° de secundaria a los que la Unidad de Evaluación Educativa del IIDE aplicó cuestionarios de contexto, en el marco de la aplicación de ENLACE 2009. El análisis de este capítulo aprovecha los resultados de las pruebas y la información sobre las variables incluidas en los cuestionarios mencionados, aplicando un modelo lineal jerárquico (HLM). Los dos capítulos restantes constituyen la segunda parte de la obra, menos extensa que la primera, y se derivan de trabajos de la línea de investigación sobre evaluación de la docencia. El Capítulo 7 se refiere a la evaluación de programas de formación de profesores, con base en la experiencia del taller sobre Métodos de Aprendizaje Cooperativo impartido a profesores de los campus Tijuana, Mexicali y Ensenada de la Universidad Autónoma de Baja California en 2009. Después de presentar el enfoque del proyecto, se describe la experiencia que incluyó una parte formativa y una sumativa, y se reflexiona sobre los retos de una y otra. El texto resultará sugerente para quienes se dedican al campo en desarrollo, de gran importancia pero también muy complejo, de la formación de profesores en servicio. El Capítulo 8 aborda otro tema poco estudiado empíricamente en nuestro medio, pese a la larga tradición al respecto que existe en los Estados Unidos: el relativo a la influencia que pueden tener sobre la efectividad de la enseñanza, medida con base en la opinión de sus alumnos, algunas características del profesor (experiencia docente, tipo de contrato, productividad de investigación y género) y del curso (área de conocimiento, nivel del curso y tamaño del grupo). Además de los indicadores que se manejan típicamente en los estudios americanos, en este caso se incluyeron otros propios de nuestro medio, como es el caso de contar o no con reconocimiento de perfil PROMEP y pertenecer o no al SNI. En total el estudio abarcó 4482 cursos y consideró las evaluaciones hechas por 108422 alumnos. En conjunto, los ocho capítulos de la obra permitirán a los lectores formarse una idea de las aportaciones del grupo de investigadores del IIDE al campo tan actual, tan importante y tan descuidado en nuestro país que es el de la evaluación educativa. Felipe Martínez Rizo Universidad Autónoma de Aguascalientes, octubre de 2010