ESPAÑA Gerente: LUIS G. BILBAO ^^^J^^^^'^^^^m^ Director: LU:8 ARAQUISTAIN LA MIDA NAGIÓNAL Núm. 2 0 cents. EL PATRONO.—No comprendo porqué se desesperan; ao saben que el dinero no es la felicidad. ESPAÑA Núm. 235.—2. GilSOLIVlA NUEVa BSTANTE A PE0AL SUníRiOR tON FRlCCIOr^S de BOLAS de ACERO si PARA : ÁIlTéMOVmES Y TODA CLASE DE RflOTORES LA MBJQÍRA MAS ÚTIL QUB PODÍA D G S E \ R S B . NO CKBEfi YA BN 0& MÁQUINAS 'PARA COSER SINGER t!Tf!w!3SST!tllR EL CLAVILEÑO MARCA MAS PfiRPEpClONCS Industrias BABEL y NER\7I0N . MECANISMO MXS COMPARIA ANÓNIMA exceLBNTB., I • Capital, 20.000.000 de pesetas oRasa» (antes MixIflUI UtMM*.» FOURCADE V PROVOT) Mixlau doradte. MlaiBtO MfOWM ¡M •ItnbalSb 1 8 , * M O N T E R A , 18 COMPAÑÍA DE BOMBAS WMTMMeDi OFICINA CeNTKAL: OnCINA DE V E N T A : A l t a m l r a n o , SS MADRID P s a . 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Y SEV!LLA • .'•--== Pedid catáiogo Apartado 559 - M A D R I D SOLICITE — EL PAPEL EN OUE SE IMPRIME ESTA REVISTA ES FABRICADO EXPRESAMENTE PARA *éi E S P A Ñ A , , POR LA iV PAPELERA ESPAÑOLA ESPAÑA REDACCIÓN PRADO, Y A D M I N I S T R A C I Ó N : CALLE 1 1 . — APARTADO DE CORREOS, NÚM. DEL 139 TELÉFONO 5.233 MADRID, I6 OCTUBRE I9I9 P R E C I O S DE S U S C R I P C I Ó N ; M A D R I D V P R O V I N CIAS, UN SEMESTRE, 5 PESETAS. — UN PESETAS. - E X T R A N J E R O . SEMANARIO DE LA VIDA NACIONAL AÑO, 9,50 U N A Ñ O , 2 0 PESERAS A Ñ O V . — NÚM. 2^6 PUNTOS DE VISTA ponente del Tratado de paz en el Senado, parece haber declarado, sin rodeos, que Tánger debe pertenecer a la zona francesa. No cabe duda alguna respecto a las intenciones de Francia. Han provocado en España una nerviosidad exagerada. Nerviomenceau, y sacrificó ante él los catorce sidad de columnas de prensa. El coro parepuntos y algo más. Acaso sin acordarse de ce llevado por una sola batuta, pero sin tacla regocijada visita de un travieso hombre to. Frente a la pretensión francesa de anede Estado español a quien entendía con di- xionarse Tánger, levantan los corifeos esficultad. Wilson al embarcarse para Amé- pañoles la bandera de Tánger para España. rica había olvidado a Tánger. No piden, no, la internacionalización de Pero queda la esperanza inglesa. Fra- Tánger y de todo Marruecos que seríalo casó la habiHdad, la inteligencia, probemos coi-recto, lo procedente, sino que piden para con la presencia mayestática. Y a Londres España lo que Francia quiere para sí. Y va el Monarca. Es Habsburgo. Fué lema como lo piden con el mismo derecho que de su casa «Divide et impera». Y aunque la Francia, es decir, sin ningún derecho, y con idea de ir a Londres es mejor que la de ir a la agravante de ineptitud colonial, ineptiTánger, en que también podía haberse pen- tud administrativa y militar bien demostrasado repitiendo la impertinencia histórica da, barajan caprichosamente tratados, falque en 1905 cometió Guillermo II, no es tan , sean argumentos en pro de «nuestras justas buena que logre romper la comunidad de aspiraciones», «nuestros legítimos dereintereses entre las potencias vencedoras, chos» geográficos, históricos, etc., y así enEsta marcha de un caballero español a Lon- venenan la cuestión poniéndola en un plano dres para conquistar a Tánger, podrá ser de imperialismos que pretenden ser rivales. muy gallarda, pero la terrible lógica augura Lucha entre dos imperialismos, uno de ellos el fracaso. sin razón, pero con fuerza, y otro sin razón y sin fuerza, que es el nuestro, el español. T Á N G E R ERMINADA la gran guerra europea empezamos nosotros nuestra pequeña guerra africana. Hemos roto amistades con el Raisuni, ahora traidor, antes, cuando juntaba dinero español con dinero alemán, amigo nuestro. Las liuestes hispanas, doce mil entre infantería y de a caballo, han conquistado, tomado u ocupado elFondak. Ese mismo Fondak que ya se conquistó otra vez, pero no de veras como ahora. Y para que la guerra chica se parezca a la grande el Alto Mando envía telegramas de felicitación al Monarca y el Monarca refelicita al Alto Mando. Han sonado las campanas de la victoria, si no con la gravedad del serio bronce con la metálica ligereza del cascabel risueño de Arlequín. A los muertos se les promete un cenotafio. A los vivos una madrina. Piadosas damas se cuidan de este alivio. Ya tienen madrina. Ya pueden los ahijados aumentar gozosos tierra española con tierra africana. Vamos a Tánger. El Fondak no basta. «Nuestro objetivo tiene que ser Tánger». Este no es un eco de la opinión española. Hasta ahora cuando menos. Es una frase de un periódico cualquiera, de todos los periódicos, de esa prensa desprestigiada y desorientada que ante la ausencia de opinión española quiere presentar como opinión nacional las ligeras ocurrencias de una mano rápida en el escribir de materias sobre que el cerebro, niás tardío, aun no ha formado opinión propia-. ¡No vamos a Tánger! Amagamos con ir a Tánger, pero nos quedamos a mitad del camino. Eso no lo ignora ningún gobernante serio. Ningún español que sepa cómo se discurre de Pirineos allá. Entonces ¿a qué el alarde guerrero? ¿A qué el sacrificio de vidas? El goce postumo del cenotafio no es motiVo bastante. Pero amagamos. ¿Llegar? Acaso, quien sabe, es posible. Francia no quiere... ¿Pero e Inglaterra? Este balbuceo es toda nuestra política marroquí. Estas vanas y frágiles esperanzas sustentan toda la obra. ¡Londres! «¡Sobre todo en, Londres!» ha dicho un periódico. Antes era Wilson. Cuando Wilson riñó con Clemenceau fué Romanones a verle. A ponerse de su parte, a cambio de Tánger. Pero Wilson hizo las paces con Cle- T Francia, siguiendo su política de anexiones a que el desenfreno de la paz conduce, quiere Tánger para sí. Quiere que Tánger deje de ser internacional. Que cese el régimen establecido en 1912, que era el estatuto de Marruecos hasta estallar la guerra europea: dos zonas de influencia francesa y española y Tánger ciudad internacional. De hecho, con la expulsión de los diplomáticos austríacos y alemanes en 1914, dejó Tánger de ser ciudad internacional. El problema de Tánger estaba planteado. P a r a desarrollarlo, estudiarlo, se ha tenido todo el largo tiempo que duró la guerra europea. Pero se ha seguido una falsa política. Después del 11 de Noviembre de 1918 era ya tarde. El problema estaba prejuzgado: Tánger era de Francia. En el informe del diputado francés Maurice Long, se i-eivindica Tánger para Francia. Esto en Julio pasado. El ministro de las Colonias francés Mr. Henri Simón, ha declarado, no hace mucho, ante la Cámara francesa, que Tánger debe ser sometido a un «régimen especial» que no debe confundirse con un«régimen internacional». Es decir, que soberano de Tánger debe ser de derecho el Sultán, de hecho su protector el Residente general francés. Y el viejo León Bourgeois, El juego pérfido de la diplomacia española persigue un fin serio. Ha dado con un argumento sentimental. Consiste en sembrar de cadáveres españoles el camino que lleva a Tánger para luego reclamar como nuestra aquella tierra regada con nuestra sangre. ¿A qué sino ahora el aparato guerrero? ¿Por qué no se combatió entonces al Raisuni durante la guerra, europea antes que la victoria se hubiese decidido por Francia, antes cuando el Raisuni era agente alemán, apoyado por la zona española? ¿Por qué estábamos entonces en tan buenas relaciones con el Raisuni, Abdelmalk y El Hiba que formaban el frente alemán en Marruecos? Porque los directores de la nación creían ciegamente en la victoria alemana. Porque ignorantes de la situación del mundo acomodaban su ignorancia a su fanatismo. Porque creíamos recibir Tánger de manos alemanas. De aquellas manos pródigas que en Julio-Agostó de 1916, nos ofrecían Marruecos, parte de las colonias portuguesas, las alejadas islas Filipinas. Eran entonces los tiempos en que el mayor von Kalle visitaba todos los días la Cámara regia augu- ESPAÑA Núm. 236.—4. rando el triunfo para dentro de quince días, dentro de un mes, para la Primavera. Nuestra mala, nuestra desesperada situación actual frente al problema de Tánger, es consecuencia de nuestra errónea política de guerra. Romanones, que estaba de sobra enterado de las maquinaciones Ratibor Kalle, Raisunij vio todo nuestro porvenir en Marruecos perdido al día siguiente del armisticio, y pensó ese mismo día en vender nuestros derechos a Francia, lo mismo que hoy pide el manifiesto del partido republicano catalán firmado por Gabriel Alomar }' Marcelino Domingo entre otros, aunque luego Romanones se volviera atrás por creer ver en Wilson un rayo de esperanza. Recientemente, el órgano en la prensa del Conde de Romanones, hablando del libro del ex-ministro Barthou «La bataille Marocaine» en que se recuerdan al público francés las lindezas de nuestra política marroquí durante la guerra; escribía: «Tenemos que hacer un gran esfuerzo para olvidar ciertas cosas, recordando que quien siembra vientos recoge tempestades.» Y estas «cosas» no pueden ser olvidadas tan fácilmente para aducir como argumento español a favor de la posesión de Tánger, el que «las agresiones que nosotros sufrimos, como escribe otro periódico, tienen sumente directora y su caudal de recursos en Tánger.» Porque podría contestársenos con la recíproca. Es debilidad de que adolecen los argumentos de la sinrazón por ambas partes. Se vuelven contra el que los esgrime aunque con distinto disfraz. Uno de los aspectos más torpes de nuestra política internacional es querer encerrarla toda en los estrechos límites de Tánger. Es tan corta, tan estrecha y tan superficial como el área de la ciudad. Por Tánger no vacila nuestra Prensa, en envenenar una posible solidaridad internacional más valiosa que la posesión de una ciudad. Siempre nos parecería absurdo el regalo de Tánger para España, toda política que tendiera a este objetivo, toda política marroquí que no fuera la internacionalización sería de combatir. Pero es estulticia'grande croar, imprecando al poseedor para que. nos ceda el objeto que sabemos que no tendremos. «Es la única ventana que nos queda abierta al mundo» se ha dicho de Tánger. Estas palabras revelan una terrible mentalidad con respecto a relaciones internacionales. Pensar que un pueblo no tiene en el mundo más base de influencia que la posesión de un pedazo de terreno es confesión de barbarie, muestra de pobreza mental. No se humaniza el español penetrando en África, sino abriendo al mundo todas las ventanas que hoy por su propia desidia tiene cerradas, 3' dejando entrar y salir por ellas al aire que el espíritu necesita para respirar. De aquí la indignación que debe sentirse contra esa prensa patriotera que estos días azuza las jaurías de la pasión nacionalista. Precisamente en el alborear de una época de la historia en que España empieza a adquirir un matiz de seriedad se quiere fomena r un irredentismo español en Tánger, t «No nos resignamos a movernos en los estrechos límites de nuestras fronteras». «Debemos con respecto a Marruecos demostrar al mundo que aún anima a España un ideal». Estas cosas se han escrito en estos días de nerviosidad irresponsable. No pueden oirse sin protesta a pesar de que su misma vaciedad las condene. Hoy se proclama el irredentismo de Tánger, mañana el de Gibraltar, cuando tengamos a Francia contra In- glaterra, otra día el de Puerto Rico ¿por qué no? También allí tenemos huesos enterrados. No será nuestro Tánger. Nos tendremos que conformar con el «arreglo» que resulte del viaje real en perspectiva y parecemos excelente. Y no tendremos tampoco la ocasión que un dAnnunzio castellano vaya a Tánger a redimir el irredentismo español. POR T I E R R A S D E C A S T I L L A Y A N D A L U C Í A LAS LLAMAS VINDICATIVAS Por R. Blanco Fombona MO Casilla y Andalucía colindan, enCOtramos, c a r r e t e r a adelante, por la puerta andaluza hacia el lado norteño: esa puerta es Jaén. Lo primero viene a los mientes el retintín socarrón de las cuartetas famosas de Baltázar de Alcázar: En Jaén donde resido vive don Lope de Sosa...^ Recuerdo simbólico: la musa del buen humor nos abre las puertas de Andalucía; la sonrisa nos acoje a la entrada del país de las panderetas; el numen se nos insinúa desde los umbrales de la región donde perdura, en encajes de piedra y en jardines de maravilla y de misterios, con la gracia del •arrayan y la dulzura del agua cantarína, el recuerdo, embalsamado de poesía, del árabe artista, guerrero, sensual. Y parece de lógica armoniosa que el número, aunque fue-^ se en la remembranza de cuartetas jocosas, nos indique el camino de la tierra en donde cada ciudad tiene su ritmo, su música, sus bailes. ¿Jaén? Olivares, corderos, cabras, miel, como en la Hélade. ¡Y qué olivares! Los más copiosos y tupidos; los más productores, los de más fino aceite. Y por bajo de esta poesía bucólica y esta abundancia bíblica el mordisco de la áspera realidad, como por bajo el brocado que cubría el seno de alguna empingorotada madamina de la Edad Media solía aparecer la tumefacción ulcerosa, la carne comida de lepra. La oculta lepra andaluza está en la tierra. Está cubierta por la verdura de los campos... La tierra de Andalucía pertenece casi toda'a unas cuantas docenas de familias; y sobre los campos opulentos casi perece de hambre, la mayoría, labriegos. En Jaén posee un solo hacendado kilómetros y kilómetros de olivos; como en Córdoba posee un solo latifundista kilómetros y kilómetros ^de trigales y cebadales; como posee en Sevilla un solo terrateniente kilómetros y kilómetros de pastizales. Los vastos latifundios de Andalucía producen la esclavitud y la miseria del campesino; y el campesino andaluz que no necesitó saber leer y escribir para enterarse de que existe en Rusia un gobierno de soldados y campesinos que^ ha desposeído a los antiguos amos de la tierra sin que la tierra se hunda ni se caigan las estrellas, aunque se hunden varias fortunas y caen algunas cabezas, quiere también realizar su revolución. No-la inicia a sangre y fuego porque le basta el fuego. La sangre correrá después. Por lo pronto, no discurre semanas sin que incendios anónimos, destruyan granjas, devoren s e m e n t e r a s , conviertan en paveses trigales, cebadales, olivares, o en humo el bien repleto granero del cortijo. En múltiples ocasiones hemos salido de posadas y hoteles con vecinos curiosos y alarmados a contemplar, desde algún oterillo las trombas del fuego vengador. Cuántas veces, desde la carretera, al volver algún recodo, hemos sorprendido la oscuridad nocturna súbitamente iluminada por columnas de luz. El fuego, se levanta en las arboledas, como formando castillos de llamas; otras veces, en las siembras rastreras, va envolviendo los cultivos consumiéndolos; y las mil sinuosidades serpentinas de la llama franja los predios de cenefas y tiras bordadas flamíferas. En medio de la sombra culebrean sierpes de luz y esplenden los castillos de oro; pero aquel oro siniestro de los campos encendidos no es un oro benefactor sino un oro de ruina. En estos campos andaluces, hoy, nadie está seguro de lo que tiene: un fósforo puede arruinarlo. La revolución rusa ha abierto los ojos y la ambición del campesino andaluz que, como el mujick moscovita, tiene hambre de tierra. Los vastos latifundios de Andalucía, en pocas y nada piadosas manos, esquilman al terrícola, en vez de favorecerlo. ¿Qué mucho que al cabo de los tiempos y gracias al ejemplo de rusos y de húngaros, el incendio que llameaba en los corazones campesinos s a l g a fuera y abrase los campos? En donde quiera y en cualquier tiempo que el régimen latifundista se impuso produjo el hambre, la ruina, la tragedia. Ya se conoce el proceso que se ha hecho o puede hacerse al latifundismo de Roma. Los campos cayeron en manos de familia.s privilegiadas y fueron paulatinamente convirtiéndose de ubérrimos terrenos de producción en tierras de pasto. Los canales de riego se cegaron; y el agua, antes corriente y benéfica, se trocó estancada, en 'gérmenes ponzoñosos y agente de miseria fisiológica. La raza degeneró. Además la agricultura,. Núm. 236.—5. E S P A Ñ A y la riqueza que ella produce, vinieron a menos. País empobrecido, raza desvigorada: los Tiberios, los Calígulas, los Nerones fueron posible. Latifundia Italiam pefdidere exclama, convencido, Plinio. ¿Y en nuestros días? En Irlanda, la cenicienta de la casa Sajona, a las puertas de la libre Inglaterra, y por obra de Inglaterra, ¿qué ocurre? «El suelo, es claro, pertenece al Lord. Porqué título, no se. Tal vez alguna de tus abuelas, una noche que estaba más descotada, atrajese el inconstante mirar de Carlos II, en los saraos galantes de la Restauración; de esa mirada proviene, acaso, esta bella propiedad. El alegre Stuart era tan generoso... Como propietario del suelo, pues, el Lord lo arrienda a las familias que, de generación en generación viven en sus tierras... El valor de las rentas es puramente arbitrario... Además del suelo, el propietario debe proporcionar la habitación y los instrumentos de trabajo. Si en la hacienda no existe casa o si ésta necesita reparaciones, el landlord dará ¡naturalmente alguna madera, un puñado de clavos, un haz de heno, para que el trabajador levante la cabana miserable muy inferior en confort a nuestros coi-rales de ganado; a esta generosidad regia, el landlord agregará^, tal vez, algún viejo ai-ado y una a^ada. Pero estos donativos son adelantamientos que él sobrecarga con precios dobles o triples de su valor y de los que se reembolsa por contribuciones trimestrales... Aparece de nuevo la generosidad del lord. Su Excelencia esta dispuesto (porque Su Excelencia es compasivo) a desecar el pantano, a desempedrar el suelo, a hacer mejoras en el terreno. Su Excelencia va más lejos. Su Excelencia (Dios le recompense) ofrece la simiente. Y más todavía: Su Excelencia (que las bendiciones del cielo lo cubran), da los abonos. Y aquí tenemos un rentero feliz que posee casa, instrumentos, simiente, abonos. Solamente su Excelencia marca los precios que'le convienen a las mejoras realizadas, a la simiente y a los abonos; y ^1 fin de año la renta, que era originariamente de diez es de veinte o veinticinco. Como los terrenos son pobres y los inviernos abonimables, el rentero no puede pagar; se dirige entonces al usurero o al Lord mismo. Desde este momento se mete en una red de deudas, cosechas empeñadas, giros acumulados, protestas, el demonio, de donde jamás se podrá desenredar. El resultado está previsto: el Lord (por su administrador) le embarga, se apodera del grano que está en las paneras, del ganado que está en los corrales, de las ropas del arca, de la hucha de la mujer, de los jergones, y le expulsa de la casa y de la propiedad que con su trabajo mejoró. «¡Lo mismo que en la Edad media!» (1). Y así tales horrores ocurren en nuestros días, a las puertas y por obra de la libre Inglaterra, ¿qué ocurre, no ya en la verde Erin sino en otra isla, en una isla del Mediterráneo, la verde Sicilia, por obra de otro pueblo liberal, por obra de Italia? Un economista ilustre, Andrés Loria, va a decír(1) E^A DE EuEiRoz: Cartas de Inglaterra, 112 ed. Editorial América, Madrid. p á g s . 109, noslo. Negando la capacidad para ejercer el derecho de sufragio al campesino de Sicilia, Loria lo presenta de una pincelada: «Este desdichado vive en un angosto zaquizamí con su mujer, sus hijoá, sus padres, a menudo también con sus suegros, sus hermanos y sus hermanas y siempre con su cerdo y sus gallinas. De donde necesariamente resulta una promiscuidad lúbrica, el incesto y los más inmundos horrores» (1). Aunque tan radical espíritu revolucionario. Loria llega a afirmar: «No hay duda que en ciertos períodos (del Pasado) la condición de las clases obreras fué mucho más floreciente o menos abyecta que en los actuales momentos 5' que no puede negarse, por ejemplo, que durante la Edad Media, el trabajador gozó en nuestras repúblicas de un bienestar que no ha conocido ya después» (2). Y al afirmarlo no olvida el economista de Italia que las clases laboriosas, estaban reducidas en Europa hasta la edad contemporánea, al estado de servidumbre y no gozaban, por ende, ni de derechos políticos ni de consideración social. En Rumania, país de corta población, donde existen grandes terratenientes en la forma que existen en Sicilia e Irlanda, viven, si eso es vivir, ochenta mil familias de proletarios agrícolas que no comen maiz podrido, como se ha dicho, porque ni así pueden procurárselo. Y en Hungría, víctima también de la propia lepra, el contagio de la revolución rusa ha hecho prender en terreno propicio la revolución húngara de Bela Kun que en vano se esfuerzan por anular pueblos capitalistas y gobiernos burgueses—Inglaterra, Francia, Estados Unidos— que si ante el feudalismo alemán representaban las ideas liberales, representan ante la revolución rusa y sus hijuelas, el conservadorismo y la reacción. Pero volvamos a Andalucía. Lo que ocurre en Andalucía no difiere mucho de lo que ha ocurrido u ocurre en otros pueblos, enfermos del propio mal. Un conocedor de la enfermedad agraria andaluza la ha diagnosticado como sigue: «El problema andaluz no es un problema de orden público, ni tampoco, exclusivamente, de paz social, sino que es un problema más hondo; es de reconquista de un pedazo de nuestro suelo que, en su mayor parte, se encuentra en poder de unos cuantos señores que dificultan su normal desarroyo e impiden, quizás inconscientemente, que alcance la prosperidad que por sus condiciones naturales le corresponde». (Pascual Carrión: «-£/ Sol», de Madrid, número 613). El terrateniente andaluz arrienda sus campos a un arrendador en grande. Este, a su turno, subarrienda en parcelas a campistas menos validos, sacando el intermediario, naturalmente, su buena tajada. El más pobre, —el labriego— paga en consecuencia, los beneficios del propietario y del intermediario: beneficios, que según los cálculos, resultan excesivos. No es todo. Se le obliga, a menudo si no siempre, a vender su grano al terrateniente o al arrendador en grande, (1) AQUILHS LORIA: Problemas sociales comtemporáneos, p á g . 16, ed. Besf. Henrich et C." Barcelona, 1904. ' (2) ídem, pág, 1 3 . al precio del grano durante la recolección; es decir, cuando por excesiva abundancia del producto disminuye su valor. Por donde el labriego andaluz trabaja, más que para sí, en beneficio ajeno; y como apenas malvive, no puede economizar y nunca será dueño de una tierra que labra toda la vida. Un pedacito de tierra sería para él una verdadera liberación. ¡Cómo no va a desearla y como . no va a mirar como a tiranos a sus esquilmadores seculares! Este no es, a lo que parece más que un aspecto del problema. Y el problema hasta ahora queda en pie, insoluble. Las carabinas de la Guardia civil no harán sino complicarlo; porque los incendios de la desesperación, o si se quiere de la ambición, las llamaradas del hambre, o si se quiere del odio, no se extinguen fácilmente con sangre. Con las llamas que prenden los agrarios andaluces, se va viendo más claro que el derecho a la posesión personal e indefinida Sobre la tierra tiende a transformarse. En España no se preconiza a la manera rusa la nacionalización de la tierra; pero los hechos demuestran que en las comarcas andaluzas por lo menos, la socialización de la tierra a la manera rusa es el ideal. El malestar del elemento agrario en Andalucía es el mismo que existe o ha existido, con mayor o menor intensidad, en Irlanda» en Rusia, en Rumania, en Hungría, en casi toda la América latina: por eso el campo, en tales países, es eminentemente revolucionario. En cambio en F r a n c i a , donde aun queda restos feudales de latifundismo, es eminentemente conservador. ¿Por qué? Porque en P"aancia, a la hora actual, tres o cuatro millones de labriegos poseen de quince a veinte millones de hectáreas, en tierras de labor bien parceladas. El carácter ahorrativo del pueblo francés, más que un propósito social deliberado, ha sido parte al desarrollo de la pequeña y aún de la mínima propiedad agrícola. Tiene, con todo, el problema agrario andaluz, que se traduce en destructoras llamaradas, un carácter de bandidaje que se acuerda muy bien con el espíritu y la tradicción populares de Andalucía. Andalucía es la patria de Diego Corrientes, de José María, de los siete niños de Écija. Es tierra clásica de bandidos. Y en la tierra de los bandidos, ¿por qué extrañar que las encendidas pugnas sociales asuman tinte de banditismo? La tragedia del fuego imprime carácter a este alegre pueblo andaluz que jamás tomó nada en serio; y que fué, hasta ahora, un pueblo muerto de hambre que se reía de todo, incluso de su propia miseria. CONGRESO DE WASHINGTON compañero Luis Araquistáin ha N UESTRO salido para Washington al Congreso Internacional del Trabajo, que organiza la Sociedad de Naciones, en representación, con Largo Caballero y Fernando de los Ríos, de la Unión General de Trabajadores. En su ausencia se encarga de la Dirección Manuel Pedroso. ESPAÑA Núm. 236.—6. UN NUEVO ORGANISMO VIEJO DE ASALARIADOS A PRODUCTORES Por Marcelino Domingo IENTRAS cruzan el mar, con rumbo a Washington, los delegados que asisten, en nombre de España, a la próxima Conferencia del Trabajo, el Gobierno español, en un amplio decreto regula la creación y los medios y límites de laboración de un organismo encargado de resolver los conflictos que en Cataluña están ya producidos y puedan en lo sucesivo producirse entre patronos y obreros. Con este decreto, el Gobierno actual piensa, sin duda, calmar o encauzar las inquietudes sociales de los capitalistas y de los proletarios catalanes. ¿Es así? El Decreto de referencia, ostenta, por de pronto, un titular epigráfico que dice así: «Comisión mixta del trabajo». Lo que prueba, que, sea cual sea la disposición del gobernante, en su espíritu sólo culmina una realidad: el trabajo. Porque no dice el Decreto: Comisión mixta del capital; ni Comisión mixta del capital y el trabajo, sino Comisión mixta del trabajo. Y es que el trabajo, como argumentaba Jouhaux en la Conferencia Sindical Internacional de Berna, es la única realidad respetable. «La Internacional Sindical —hablaba en la Conferencia— declara que el trabajó no debe ser considerado como una mercancía, sino que él constituye la más noble función en las sociedades modernas». Y así es. El testimonio de ello es que, de esta guerra, más que una Corte que regule los futuros poderes nacionales y las futuras relaciones internacionales, ha nacido un nuevo derecho de los hombres que, articulado en una ideal Corte del trabajo, busca entre luchas apasionadas, descender del plano ideal en que se halla, alplano de la vida normal. En el párrafo primero del preámbulo del Decreto, esta posición ideal es reconocida. «íPásáron para- no volver —dice— los tiempos patriarcales en que para alcanzar la cordialidad entre los patronos y los obreros en la obra común de la producción bastaban las normas éticas de la caridad cristiana que nos muestran en cada uno de nuestros semejantes a un prójimo y que nos enseñan no querer para otros lo que no queramos para nosotros mismos». ¿No son significativas estas palabras en un documento oficial y en un documento oficial redactado por hombres de filiación conservadora, defensores de los actuales estamentos sociales? Quieren ellas decir que la caridad, que representa relación de superior a inferior, no es ya una ley ética: que la ley ética, después de la conversión del inferior en superior, pasa a ser una relación de superior a superior: es, en concreto, la sustitución de la caridad por la igualdad. Quieren ellas decir, también, que al no desear para otros lo que no deseemos para nosotros mismos, deben laborar incesantemente aquellos que han obtenido la cultura de su espíritu para que la cultura M sea universal; aquellos que gozan de los provechos de la vida para que estos provechos sean asequibles a todos los seres mortales; aquellos, en una palabra, que no pasan hambre para que el hambre desaparezca del haz de la tierra. ¿Responde esta convicción ideal a los propósitos del Decreto? Si se atiende a su espíritu, sí. En él se habla, en forma abstracta, de la paz social: de la necesidad de buscar los medios para que esta paz social sea efectiva. Pero, en concreto, en letra expresa, taxativa, solo se habla de lo siguiente: en fijar los jornales profesionales y los mínimos que hayan de regir en cada localidad para cada industria, arte u oficio. ¿Puede ya nadie sospechar, después de la indiferencia con que ha acogido el proletariado la implantación de la jornada de ocho horas, que la paz social podrá .venir a este trozo del mundo, que es España, que es Cataluña, señalando a cada trabajador el salario que, por su trabajo, habría de percibir? No. Si precisamente el afán del trabajador es la desaparición inmediata del salario. «Los productores —ha dicho Jouhaux en la Conferencia de Berna— deben perseguir como una de sus finalidades la desaparición del salariado, la explotación del hombre por el hombre, recuerdos de una civilización muerta, y laborar incesantemente para poner en manos de los que producen todos los medios de producción». No eS el actual un problema de jornales más o menos altos y de jornadas de trabajo más o menos cortas: es un problema de derecho de propiedad. Y como al mismo tiempo el problema actual es un problema de paz social y de producción, los Poderes públicos no intensificarán la producción aumentando los jornales y reduciendo laS horas de labor, ni traerán la paz social con estos medios. Es una hora de aspiraciones máximas que no pueden ser colmadas con soluciones mínimas; es la hora de los problemas posteriores a la guerra que no pueden ser resueltos con las recetas que antes de la guerra tenían eficacia. Para la paz social precisa un principio de igualdad social. P a r a la mayor pi'oducción no basta que los productores cobren más y se esfuercen menos: precisa un cambio de los poseedores de los medios de producción. ¿No va a ésto el Decreto que ha publicado el Gobierno? Pues si no va a esto lo único que logrará con la evasión y la actuación del organismo que en el Decreto se propone es prolongar un período de interinidad en el que la historia de la vida económica de los pueblos queda algo peor que en paralización: queda entenebrecida por una fosca lucha de intereses e ideales en pugna y por una ascendente depresión en los elementos que constituyen los recursos indispensables de independencia como nación y de existencia como hombres. Ha pasado la hora de mejorar la condición de los trabajadores porque ha llegado con aires de violencia la hora en que los trabajadores no piden ^esto, sino que piden la modificación de los elementos de la presente estructura social. Como en toda época revolucionaria —y ésta es la época revolucionaria de mayor intensidad vital que ha conocido la humanidad— se ha producido una nueva concepción d e l hombre. E n otras luchas históricas, el hombre que se preguntaba qué es el hombre, era el príncipe y nacía, por consecuencia de la lucha, una definición del derecho real; en otras épocas, quien se preguntaba qué es el hombre era el burgués y nacía una definición del derecho constitucional; en esta época quien se ha preguntado qué es el hombre ha sido el trabajador y nacerá, como está anunciándose ya, entre una honda tragedia, una definición del derecho de propiedad. « E l siglo XIX, dice Simmel, he creado una noción cuantitativa, extensiva de humanidad: según ella, lo comunal, lo social, es lo humano». El siglo XX, podremos decir, he creado una noción cuantitativa, intensiva, de la humanidad; y según ella, lo humano no es ya lo comunal, lo social, sino la cualidad humana, la cualidad del hombre dentro de lo comunal, de lo social, El siglo xix es una variación histórica y produce una especie de hombre. El siglo xx, en los días que corremos, es la variación histórica más radical que se conoce en la Historia y está produciendo rápidamente con todos los dolores de un alumbramiento una nueva especie de hombre. Este hombre es el trabajador que se ha enterado de que, por ser el trabajador es el productor y que se ha convencido, que por ser el productor tiene derecho a poseer los medios de producción. ¿Qué significa todo ello, en resumen? Significa que existe todavía un país en donde el Poder público establece para regularizar la vida de los hombres del siglo xx un organismo del siglo XIX. Y prueba que en este país los hombres sienten las inquietudes de su siglo y por lo tanto tienen derecho a la vida de hoy; pero que no sienten esta inquietud el Poder público y por lo tanto no puede hacerse extensivo a él el derecho que merecen los hombres. Por que un Poder público sólo puede subsistir y traspasar los períodos históricos cuando es perennementeun guía luminoso de los hombres. LA RAZA EN FIESTA f j STE día de 12 de Octubre se ha celebrado '~' la fiesta de la raza. Dejemos aparte lo ridículo de una raza que se festeja asimisma y proclama su excelsitud en discursos oficiales, y aduzcamos cómo razón para noocuparnos de este episodio, el exceso de retórica, de frases manidas, de versos ripiososos que tendríamos que reseñar. No son las tonterías dichas y hechas el día 12 propias a dar la impresión de la grandeza de una raza. Seamos más modestos y tengamos como fiesta continua la discreción. JNüm. 2 3 0 — 7 . ESPAÑA CONCEPTOS EN LOS TALLERES SE HACE POLÍTICA L talabartero, el relojero, el armero hacen, además de obra prima, eficaces contracciones espirituales. Estos días se ha explicado en Madrid una teoría n u e v a fabricada en los talleres de Barcelona. Los que la conocen, dicen que está excelentemente compuesta, y que consta de razonamientos muy finamente ajustados. Ha sido montada, desde luego, con arreglo a las ideas de un tonelero de Besanzon que fué además un metafísico y que se llamaba Pedro José Proudhon. Pero la ejecución de la obra corresponde únicamente a unos cuantos artesanos de Cataluña, los cuales mediante este mecanismo han conseguido gobernar a su arbitrio la vida de aquel floreciente país. ¿En qué consiste esta máquina prodigiosa? La semana pasada, un relojero ha traído los planos a Madrid y lo ha expuesto con lucidez al público cortesano. Y ya la gente no habla de otra cosa más que de eso que nombran sindicalismo. Muchos se han asombrado de ese aparato prodigioso por creerle demasiado sencillo y por entender que debe tener algún secreto que los constructores se reservan. Otros la desdeñan simplemente por venir de quien viene. ¿Cómo ha de salir —piensan— nada bueno en materia tan delicada como la política, de hombres sin cultura, habituados nada más, que a labrar la loza, la madera o el hierro? ¿Por qué contradicción de las cosas, unos hombres oscuros de taller, dedicados toda la vida a hacer zapatos o vasos de barro, han creado y perfeccionado una cosa tan sutil y tan difícil como un sistema de gobierno? Durante muchos siglos se ha creído que la tarea de pensar era una función aristocrática y abstracta. Un filósofo —era en la concepción de las cosas— un varón de frente arada por el tiempo, que leía el griego y el latín, en su atril iluminado por una lámpara de aceite. Y es claro: ¿Cómo aceptar ahora, que en el fuero interno de un oficial de relojería, pueden hacer también teorías que se enlacen entre sí, formando sistema, y que estos se sostengan y «marchen» como si fueran ideas de biblioteca? El precursor Pedro José, nos da sin embargo el ejemplo de hijo de artesanos y artesano él también, a quien la faena material no sóío no le impide pensar en generalidades sino al contrario: es el orden de la faena, y la disciplina de su oficio las que le dirigen sus pensamientos inmateriales. El artesano y el filósofo están, en verdad, en Pedro José, como en algunos idealistas de hoy, profundamente unidos. Una sola cosa separa el ofieio de la teoría y esta cosa - l a que hace a los hombres débiles como cañas, según Pascal, superiores al Universo— es la reflexión. Podríamos decir, si nos atreviéramos, que son hombres de la misma noble famiHa, aunque el trabajador esté por más antiguo cerca de la raíz de sufrimiento y de pena, E que es el origen de la sabiduría. Los dos tienen el mismo espíritu prudente 5^ minucioso y el mismo sentido ordenador de las cosas. Solamente una cosa les separa 5^ es la materia de su oficio. Unos trabajan en hechos concretos y otros en conceptos puros; pero en los dos hay el mismo pensamiento de orden. El filósofo es el artesano de la idea y el artesano el filósofo de los hechos. Razonamiento a razonamiento, levantó Descartes su interpretación del mundo. Ladrillo a ladrillo hace su obra el albañil. Cada ladrillo queda suficientemente razonado como un principio, es de asiento necesario para pas3,r a otro. ¿No se ve también a algunos filósofos que constru}'en sus sistemas con piezas antiguas, tomando una rueda de aquí y un aforismo de allá, como un relojero que con restos de máquinas descompuestas ajusta un aparato nuevo y logra atribuirle una misión aritmética tan delicada como la de medir el tiempo, minuto a minuto? Ni siquiera les separa el sentido de la invención —que es el atributo de la inteligencia. Porque si florece raramente la cabeza metafísica que viene al mundo con un concepto nuevo de la vida, ¿no surgen también en las disciplinas del taller un James Watt, con su máquina de vapor, o un Cokerill con su hilatura mecánica de las lanas? Pensemos con cautela y con modestia. En la política hay tanto de principios como de mecanismo. Justicia no es además una cosa esencialmente distinta de justeza, de proporción. ¡Quién sabe las normas sutiles que pueden salir de los talleres! Proudhon sacó de las experiencias de sus años de factor de ferrocarriles su «Sistema de las Contradicciones económicas» y quién sabe hasta qué punto las lecciones materiales de sus tiempos de tonelero y de tipógrafo no le trazaron su teoría «De la creación del orden en la humanidad». Para terminar: miremos con respeto estas teorías. Cualquiera que sea su tosquedad o su perfección, son, podemos asegurarlo, ideas de orden. (No podían ser de otro modo siendo hijas de gente de oficio y de disciplina). Lo penoso y lo temible es que gentes sin conocimiento concreto de nada, sin escuela y sin taller, intenten gobernar con el pretexto dé que sus ideas son de paz social. Es en nombre del orden por lo que les combatimos. Y si han de dirigir y concertar la vida del país, un grupo de señoritos titulados, preferible es que gobiernen diez honrados trabajadores de Barcelona. El hombre de oficio, material o intelectual, es en justicia y en prudencia y en vista-superior al vago de pórtico de Iglesia o al de club sin oficio, aunque con beneficio. El único desorden nace de la ociosidad. En resumen: una sociedad trazada por artesanos np es en esencia muy distinta de una sociedad en la que puedan hallarse a su gusto los hombres de ciencia. ¿Quién sabrá distinguir el límite de la materia y el espíritu? Una estampa de Durero nos representa a los ángeles jugando con las herramientas y las tablas del carpintero. Mariano Vidal Tolosana UN CONCURSO DE "ESPAÑA,, SEMBLANZAS D E POLÍTICOS La revista ESPAÑA^ deseosa de ilustrar a sus contemporáneos sobre los grandes hombres que hormiguean en lo más saliente del escenario de la política española, abre un concurso de semblanzas de políticos vivos —en el más inocente sentido de la palabra— e invita a tomar parte en él a todos los españoles, con tal que sepan escribir. Las condiciones son las siguientes: Primera. Las semblanzas no podrán exceder de dos páginas de ESPAÑA^ entre otras razones porque no creemos que abunden los políticos españoles cuya autopsia espiritual no quepa en ese espacio. Segunda. Las semblanzas han de limitarse a los políticos todavía físicamente no rnuertos, sin distinción de partido, edad o categoría. Desde luego, serán preferidas las de los más conspicuos, entre otras razones porque este concurso aspira más a ser un saldo de antiguallas públicas que una almáciga de genios políticos en agraz. Se aceptarán todos los estilos, desde el apologético más rimbombante hasta el diatribal más áspero, siempre dentro de las reglas usuales de la cortesía y el buen decir. Tercera. La Redacción de ESPAÑA será el Jurado de este certamen, porque no sien- do la hipocresía nuestra norma, nos consideramos tan buenos jueces como el que más y no necesitamos recurrir a ningún grupo de fantasinones literarios para saber qué trabajos merecen distinción. Además estamos seguros de no dejarnos corromper como la mayoría de los jurados, y ningún trabajo pasará por recomendación o amistad, si no lo merece. Cuarta. De las semblanzas recibidas se publicarán, con los nombres de sus autores —nada de firmas bajo sobre—, las que sean dignas de salir a luz en estas columnas y por cada una abonará esta revista lo habitual en los trabajos de colaboración. Quinta. Publicados todos, para que nadie ofenda nuestros sentimientos democráxcos y justicieros suponiéndonos capaces de rendirnos al favor, nuestros lectores nos harán la merced de decidir por plebiscito cuál de los trabajos es a su juicio el mejor. Al que obtenga mayor número de sufragios auténticos —¡vigilaremos las votaciones falsas!— se le concederá unntQdesfo premio de 150 pesetas. Sexta. Este concurso se cierra el 31 de Octubre a las doce de la noche. ¡Las futuras antologías políticas esperan los frutos de este certamen! E S P A N i r JNum. 2 3 b . — y . jefes conservan aún bastante autoridad para impedirlo. Haase, el,socialista independiente, iba a hacer ante el Reichstag revelaciones importantes sobre los asuntos rusos. Las balas disparadas contra él se lo impidieron. Se dice que el atentado no obedeció a motivos políticos, pero es difícil creerlo. No hubiese sido de poco interés para arrojar alguna luz sobre la confusa política del Gobierno alemán. Si este es inocente de los manejos de von der Goltz. como pretende, recoge ahora los frutos de no haber procedido con mano dura desde un principio contra los militares. Alemania pagará cada vez más caro el error profundo de no haber hecho una revolución radical cuando pudó hacerla. Aún siguen siendo los restos de su ejército derrotado factores en la vida política alemana. Elementos que todos se disputan y de los que von der Goltz ha hecho buen acopio para lanzarlos a su tiempo contra el nuevo régimen. E L P R E S I D E N T E A L E M Á N E B E R T , DANDO UN V I V A A L A R E P Ú B L I C A , D E S P U É S D E DISCURSO PRONUNCIADO A N T E L O S . P R I S I O N E R O S . A . L E Í 1 A N E S R E P A T R I A D O S CRÓNICA INTERNAQONAL La nueva guerra. ON bombas, aeroplanos y gases asfixiantes atacan los alemanes el frente de Riga. L a ciudad ha caído en su poder. Para Curlandia se ha formado un gobierno rusooriental, y que en verdad es un gobierno germano ruso, pero anti-bolchevique. Lo preside el general Biskupski y. su programa es, guerra al bolchevismo y cooperación con Koltchak y Denikin. Dato curioso: el nuevo Ministerio se ha formado en Berlín mismo, en la Wilhelm-Strasse. El ex-ministro alemán de las Colonias Dr. Solf, hombre del antiguo régimen, trata con este gobierno en representación del de Ebert. Mientras tanto el mayor Bischoff, comandante de la «División de Hierro» anuncia en una proclama su intención de ayudar a Rusia, poniendo bajo la bandera rusa, se C 7201 U\ entiende la Imperial si pudiese ser, los territorios conquistados. «Soy germano hasta la última gota de mi sangre, ha dicho el general..., ayudo a nuestros amigos y por tanto trabajo por Alemania». El Gobierno alemán mantiene una actitud indecisa. Quiere desentendei'se de von der Goltz. Oficialmente, von der Goltz, es un general que desacata las órdenes del Gobierno de la República, un general sublevado. Pero asociándose a la obra antibolchevique de la «Entente», Alemania favorece Gobiernos' rusos contrarios a los Soviets, Estos ayudarán a Koltchak y Denikin, pero está interesada en llegar antes que éstos factores de la «Entente». La futura Rusia ha de agradecer a Alemania, no a los aliados, el favor de .su restauración. Es un noble pugilato. Así Rusia será una buena amiga de Alemania. Y si von der Goltz o Bischoff, o quien sea, consigue vencer a los bolcheviques y acabar con los Estados independientes que la sabiduría política de la «Entente» ha establecido para aislar Rusia de Alemania, entre ambas fronteras, ¡qué importan los objetivos secretos o abiertos de restauración imperial que persiguen. Alemania sobre todo! La guerra se ha recrudecido pues en el frente ruso alemán. El ejército formidable de von der Goltz, mandado o no por él, que esta es la hora que no se sabe si marcha contra Retrogrado, trabajando por el Kaiser o hacia Berlín a responder de sus actos ante Noske, es un ejército formidable compuesto por 75.000 ru,sos y 120.000 alemanes. Se propone entrar en Retrogrado y acabar con el bolchevismo. El gobierno alemán, bajo la presión de los aliados, ha desautorizado a von der Goltz. Primero se resistió a. llamarle, luego se decidió hasta cortarle los suministros de víveres y a dar orden a las tropas que regresaran. Ahora las tropas no regresan bien porque no quieran los soldados, bien porque sus DESDE PALENCIA SENSACIONES ¡Ave, María! AY una capillita en la catedral donde se venera una imagen llamada por los palentinos la Virgen Blanca o la Virgen de las Nieves. Una doncella graciosísima y esbelta sostiene con sus manitas largas y finas al Niño-Dios. Sonríe... La boquita de la doncella permanece entreabierta con un vago y dulce bienestar físico. Viste una larga túnica que parece una de estas batitas caseras y holgadotas que nos dan la sensación de la casa, de la familia y de la paz de corazón. ¡Qué bonita, qué graciosa, qué ponderada, tranquila y castellana es esta Virgen Blanca o Virgen de las Nieves, esta Santa María de la Catedral de Falencia! Decid ante ella, un Ave María cuando en las tardes, después de haber abandonado el coro los canónigos, vayáis a reposar vuestros sueños a la capilla solitaria. Nadie. Los rayos del sol se diluyen a través de la cristalería. Da el reloj de la Basílica cuatro campanadas vibrantes y argentinas. María la Blanca sigue sonriendo a su bebé, bolita de carne, bolita de nieve, caribobo y extático ante la divina fragancia maternal. «Santa María, Madre de Dios...» Orgullosa la hija de Joaquín y de Ana de vuestro saludo os corresponde satisfecha y contenta. Se anima la preciosa escultura. «Ruega por nosotros, los pecadores...» Rogará a su bebé por nosotros; nos dice con el gesto que acaba de rogarle; sus ojos francos, nobles y abiertos acaban de sellar la promesa con vuestro corazón. «Ahora y en la hora de nuestra muerte.» Pensamos en una muerte dulce, acostados en su regazo, mimados por ella, y nos .sentimos niños que confundiríamos gustosos una tumba por una cuna. ¡Buenas tardes, Santa María de las Nieves, de este g r a t o remanso de quietud palentina, buenas tardes! ¡Acógenos, dulce señora, bebamos del agua de tu fuente, de H Núm. 236.—9. .ESPAÑA la nieve de tu sierra, del licor de tu fuego amoroso y maternal! Haznos como el Ángel Gabriel, Santa 'María, para que podamos ungirte —¡mujer. Madre, Virgen! — cuando nuestro espíritu se aisle de lo contingente al contacto de tus alas que son las alas de lo infinito... Doña Inés p \ OÑA Inés de Ossorio fué una dama palen- ^ tina que fabricó a sus expensas, con la plata de su vajilla, con la seda de sus vestidos, con los frutos de sus tierras y de sus huertos, las obras del crucero de la Basílica. ¿Quién fué Doña Inés? ¿Alta, rubia, enamorada, dulce? ¿Fué como aquella Princesita Mafalda enterrada en la Catedral Vieja salmantina, que «Iiizo por casar en Salamanca, año de 1221» no sabemos si de la tristeza de la soltería o del gozo de la virginidad? ¿Fué como esa Princesita alemana, cu3'0 •sarcófago hemos visto en Dueñas, que no sabemos quién es, ni a qué vino desde los remotos estados de Suaria? ¿Quién fué la dama palentina Doña Inés Ossorio de Castro? Y no queremos saber quién fué e.sta señoi'a. ¿De qué vale la labor erudita sin la emo- ción? ¿Es que nos dicen algo un nombre, una fecha, una relación, extraídos de un viejo pergamino rugoso? Nosotros soñamos a Doiia Inés alta, fuerte, morena, gran señora, sobria de gestos y discreta en el hablar. Rezó mucho; amó mucho. En esta Falencia plebeya, resignada y tranquila de los tiempos pretéritos, sometida al Obispo, conde de la Pernía y de la ciudad. Doña Inés Ossorio de Castro paseaba mucho, de moza, por la Huerta del Guardián, por Allende el río, camino de lasFuentecillas, durante las tardes otoñales que tienen en Falencia una diafanidad cristalina. Una tarde, tarde. Doña Inés conoció un nuevo desasosiego: el del amor. El caballero que la festejaba marchó un día a u n a guerra; no volvió más el caballero; cartas llegadas de Flandes relataban la desgracia acaecida. ¿Fué así, no fué así? Para Cejador, este modo de discurrir sería intolerable. Para nosotros es el único. ¿Acaso las cosas no son parque nosotros no queramos que lo sean? ¿No creamos a nuestro gusto y fantasía las personas que amamos? ¿No son las cosas todas un reflejo del ritmo de nuestro corazón sobre ellas? José Sánchez Rojas EMBLEMAS Y TARACEAS Por J. Moreno Villa Emblemas. Te impulsamos a la ilusión como fuente •deleitosa y te sujetamos para que no bebas sus aguas maléficas. T e impulsamos a mirar como cosa secundaria el dinero y escucharás que nos quejamos de la miseria. T e impulsamos al amor, convencidos de que lo es todo, pero se te advierte a la par •que, el exclusivo apegamiento a Venus, daña. Oirás el encomio de la fuerza e inmediatamente el de la delicadeza. Entonamos el panegírico de la acción, pero se nos va la voluntad en el ensueño. Comentamos hoy tu fe, y luego tu desconfianza. Alabamos el alma comunicativa y simpaticamos con la callada. No sé, querido amigo, no sé. Te dii-ía esto y luego esto otro. Harto tengo conmigo mismo y con seguir sin pararme. Taraceas. En el mundo- de los perfectos, yo me avergoazaría de serlo. En el mundo de los desordenados, yo me avergonzaría de serlo. En nuestra pequeña gran c i u d a d ' h a y mundo de perfectos y mundo de desordenados. Yo huyo de todo núcleo que se dedica a valorarse y a valorar. Nada más triste, ni miserable que esos jueces en pequeño comité. Nada más desmoralizador que ese análisis perpetuo. Vamos despojándonos, o despojando, de cosas que nos servían o servían, y no las sustituimos. Cada despojo es ur^ lagrimón de sangre que se nos va para siempre, y que no cae sobre tierra fértil. Crece el desaliento y la desconfianza. Deja de haber soles en el universo, y estrellas, y mujeres hermosas, y niños y flores, y panoramas divinos. Acabaremos por echar la vista sobre el contorno como sobre la estercolera. Todo esto me repugna; y no veo salvación sino en la entrega absoluta al trabajo personal. PERFECCIÓN es siempre poda y tala de lo que nos parece. Una vez podado el campo, y reducida el área de actividad, el perfecto pone toda su exaltación en ella. La exaltación es algo bello y fecundo, pero cuando enfoca un solo sector de la actividad humana lo deforma y convierte en monstruoso. De aquí que el hombre perfecto resulte como el cabezudo o el que pasa la vida pendiente de que no se le rompa la uña del meñique, dejada crecer hasta el infinito. ¡Arda lo perfecto y se consuma! ¡Entelequia! Corran libres y a su necesidad la palabra y el corazón. Fabriquen cosas, y cosas interminables, como la vida. Será me- jor la de hoy que la de mañana, pero la del otro día será mejor; y perfecta, nunca. Perdido está para siempre quien considere perfecto un instante pasado de su vida. Ese momento será un grillete. Ya no hará en sus días otra cosa que volver los ojos a él, desatendiendo lo actual. Y lo actual, aunque imperfecto, es lo vivo. ¡Lo vivo, no lo perfecto! El pescador va en su lancha, remando. Se aleja con la red. La luz del oielo y de la marina tranquila contribuyen a que la acción del remero sea brillante, animosa, enérgica. Un espectador, en la orilla, se deleita viéndole y quisiera ver prolongado el espectáculo. Para el espectador sería una ganancia; pero si el mismo deseo germinase en el pescador, y consiguiera desdoblarse y ofrecerse como espectáculo a sí mismo, no dejaría el remo para lanzar la red, seguiría bogando eternamente y vanamente. Es decir, no: hay límites, 3' esto es lo peor. Tendría que dejar de remar, en unas playas extrañas, sin cargamento y sin lenguaje. Cada época tiene sus tormentos, como tiene sus deportes, sus libros y sus trajes. Pero hay épocas en que no aparecen sobre la superficie. No es raro que en ellas el hombre sonría sin recelo. En cambio, durante otras, se hinchan, se vuelan; 5' en la comba que ofrece la sociedad, hay más tumefacciones, ronchas y bultos i"epujados por los tormentos, que plácidas llanuras. Estamos en una de esas épocas. Atormentarse y atormentar es el imperativo. Y llegamos a lo monstruoso, en la vida y en el arte. Hablan los rusos. LA PIPA DE KIF de Kif" es un nuevo libro de verLAsos,Piparecién publicado por Don Ramón del Valle Incldn. Hay en él una visión del inundo exterior como exacerbada, como alargada en los rasgos esenciales, de modo que al convertirse en caricaturesca, no hace sino volverse más real todavía. Seres y cosas, en un ambiente prodigiosamente clasificado, que deja ver hasta lo más nimio, toman, en los versos de '^La Pipa de KiJ\, aspectos nunca vistos. Mejor que '^el punto de extravagancia —que Banville ha tenido en Francia^:, vemos en el procedimiento de Valle Incldn una manera pictórica semejante a la de las escuelas modernísimas. Pequeños toques expresivos, siluetas características se sucede}! hormigueantes y gesticulan entre las raras riinas y las sabias cadencias del verso. Hay páginas de evocación popular —mascarada, circo, verbena, jolgorio de tmirga y bailoteo de arrabal; otras en que una simple enumeración ESPAÑA Núm. 236.—10. se adorna en cada nombre con una perspectiva lejana, con un símil irónico— la tienda del herbolario, la «-casa de fieras»; otros, en fin, que fijanj en rasgos adustos y en cuadros chillones, tipos patibularios, escenas de crimen, bajos fondos de alma: tales las composiciones en serie de ••'•Medinica». Apicarada pelambre al pie del garrote vil, se solaza muerta de hambre. Da vayas al alguacil, 3' con un rumor de enjambre acoge hostil la pelambre a la hostil Guardia civil. El reo espera en capilla, reza un clérigo en latín, llora una vela amarilla y el sentenciado da fin a la amarilla tortilla de yerbas. Fué a la capilla la cena del cafetín. Un gitano vende churros al socaire de un corral; asoman flautistas burros las orejas al bardal; 3^ en el corro de baturros el gitano de los churros beatifica al criminal. Canta en la plaza el martillo, el verdugo gana el pan. Un paño enluta el banquillo, como el paño es catalán, se está volviendo amarillo al son que canta el martillo: / Tan! ¡ Tan! ¡ Tan! ESTEBAN ZEROMSKI Por Tadeusz Peiper STEBAN Zeromski se encuentra en la actualidad en el primer plano de la vida ideológica de Polonia. De la vida ideológica; porque sus cuentos y sus novelas están caracterizados por el predominio de aquellos elementos ajenos al arte puro que, nacidos de las entrañas de la colectividad, suelen empujar una obra literaria hacia la espaciosa agora nacional, donde se discuten los problemas y elaboran las directivas que afectan a todos. Todo lo que escribe Zeromski sale de las inquietudes colectivas. No son, pues, los profesionales de la literatura los únicos que deciden sobre el éxito de sus obras. Detrás de ellos' vienen siempre los guardadores de las energías patrias para aquilatarle con sus básculas de valores niveladas según los preceptos del utilitarismo nacional. Canalizan el contenido ideológico de la nueva obra, valoran sus posibles efectos morales. Discusiones apasionadísimas surgen a veces con este motivo. Lo sucedido con la novela «La historia de un pecado» es en este sentido un caso único en los anales de la literatura polaca. Desde hace cuatro siglos, es decir, desde que el idioma polaco E DON RAMÓN DEL VALLE INCLÁN Dibujo a pluma de H. R. Asi, a lo milagrero y tradicional recogido en '^Aromas de leyenda^, el primer libro poético de Valle Inclán. que ya reflejaba un aspecto del espíritu español, sucede ahora, bravo y avieso, éste de "^La Pipa de •Kif. Tenia aquél figuras antiguas/fondos de oro a lo Pedro Berruguete; hay, en el de ahora, -miseros paisajes, agrios tipos a lo Gutiérrez Solana. Las composiciones que reproducimos a continuación dan idea del carácter de este bello libro, pero no de su rica y sorprendente variedad de matices. G A R R O T E VIL / Tan.' i Tan ! ¡ Tan.' canta el martillo, el garrote alzando están. Canta en el campo un cuclillo, y las estrellas se van al compás del estribillo con que repica el martillo: ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! • El patíbulo destaca trágico, nocturno y gris, la ronda de la petaca sigue a la ronda de anís, pica tabaco la faca, y el patíbulo destaca sobre el alba flor de lis. Áspera copla remota que rasguea un guitarrón se escucha. Grito de jota del morapio peleón. El cabiLeño patriota canta la canción remota de las glorias de Aragón. ESTEBAN ZEROMSKI fué introducido en la literatura, no se publicó en Polonia obra ninguna que hubiese provocado tantas 3' tan vivas discusiones. Todos intervinieron en el debate: los críticos literarios y los moralistas, los políticos y los pedagogos, los eclesiásticos y las feministas. Una tempestad con huracanes de aplausos y truenos de reprobación. Los primeros escritos de Zeromski abrieron las puertas de la literatura al interesante cortejo de tipos completamente nuevos que había introducido en la vida del país el advenimiento y desarrollo del movimiento obrero. Zeromski es socialista. Se negaría, seguramente, a firmar el programa de Erfurt en toda su extensión, pero partiendo de criterios y premisas diferentes, llega a las mismas esperanzas, se le ha llamado el alma más sensible de la generación contemporánea y su socialismo no es en realidad sino el refugio de una fina sensibidad alarmada por los horrores de la sociedad actual. Toda su obra está impregnada del dolor de los infortunados. Sus personajes típicos son, o víctimas dolorosas de las leyes sociales en vigor o heroicos mejoradores del mundo que luchan contra lo establecido. Una nota característica es que estos .sublimes rebeldes no alcanzan el objeto de sus ensueños, no logran mejorar el mundo; perdida su dicha personal, doloridos por la esterilidad de sus esfuerzos llegan al final del camino sin otra victoria que la de ver intacta en sus manos la bandera del ideal. La obra de Zeromski tiene, pues, un tono oscuro. Las espesas nubes de tristeza proyectaron sobre el cuadro sus sombras desconsoladoras. Esa tristeza que a veces se exacerba en las convulsiones de una angustia no apaciguada, originó un gran equívoco respecto a las ideas generales del escritor. Se le considera, univefsalmente, como pesimista incorregible, como pesimista metafísico; es opinión generalizada que para él el mal es algo consustancial con la esencia misma de la vida y que dentro de ella está dotado de una existencia propia, indepen- ESPAÑA diente, incondicionada. Un catedrático de filosofía no retrocedió ante la idea de escribir un estudio comparando el pesimismo de Zeromski con el de .Schopenhaüer. Pero eso equivale a engañarse por las apariencias. La procedencia ideológica de nuestro escritor excluye un abandono al pesimismo y mucho más admitir la desesperación fundamental. El mal no puede ser para una idealogía como la suya, en absoluto, un elemento metafísico... Sea cual fuere la composición química del socialismo de Zeromski, éste forzosamente tenía que conducirle hacia la concepción en la cual el mal, por lo menos en sus manifestaciones sociales, está considerado como la resultante de una serie de factores, como algo que actúa en un determinado sistema de condiciones, en una palabra: como una causa causada, la cual, a consecuencia de este su carácter, festá condenada a perder su fuerza con la desaparición de los factores que la produjeron. Que esta interpretación del pensamiento de Zeromski no es arbitraria, lo demuestra su obra simbólica «El rosal». Es la síntesis de la filosofía déla historia de su autor. Representa el antagonismo de dos fuerzas: de un lado la de la fe en el porvenir y de la lucha por la implantación de nuevos valores; del lado opuesto la de la duda y de la reacción. Para la cuestión que nos interesa, lo decisivo es esto: miénti-as que el espíritu del porvenir está encarnado en una deidad, es decir, un ser dotado del atributo de la eternidad, la fuerza adversa, el espíritu de negación, está simbolizado por un hombre, es decir, por una existencia cuya duración está limitada. ¿Es esto pesimismo metafísico? Junto con los reflejos sociales, la pi^oducción literaria de Esteban Zeromski denota un vivo interés por los asuntos de carácter nacional, por el pasado y elporvenir de Polonia. Sus cuentos y sus novelas dedicadas al pasado son productos de un criticismo implacable. Mientras que Enrique Sienkiewicz en sus epopeyas históricas —con la intención confesada por él mismo de «fortalecer los corazones de sus compatriotas»— idealizaba conscientemente el aspecto de la realidad pasada, Zeromski parece haber puesto su credo en esta exclamación de uno de sus personajes: «Hay que desgarrar las heridas de Polonia, para que no se cicatricen con la membrana de bajeza». Y estas heridas las desgarraba apasionadamente, sin preocuparse de las irritaciones y protestas de los «passatistas» de toda clase. El problema del porvenir nacional lo entreveía siempre como lucha revolucionaria por la independencia, con la consideración de que esta lucha ha de iniciarse en el frente dirigido contra el zarismo ruso. En este particular su solidarización con la táctica del partido socialista polaco era completa. De sus primeras obras, todavía de juventud, que había dedicado a este problema, se ha dicho que salvaron el honor de su generación. De las últimas, publicadas antes de la guerra, hay que decir que hicieron época. La idea del levantamiento por las armas contra el despotismo de Petrogrado encontró en él al apologista más elocuente. Su palabra penetrante y estremece- Núm. 236.— I I . dora trabajaba el fondo interno de la generación preparando en las capas emotivas de su alma el terreno irracional para la favorable acogida de ideas y directivas, propagadas por los razonados programas de los políticos. En este sentido puede decirse que Zeromski era el colaborador más poderoso de José Pilsudski. Los dos son de la misma estirpe. Y los dos, cada uno a su manera, hacían la historia de Polonia de estos últimos años. Tal es el ideólogo en Zeromski. ¿El artista? Muchas, muchísimas páginas perfectas; obra perfecta ninguna. E s un espontáneo. Se deja llevar por la rápida corriente de inspiración sin esforzarse para entrever el punto de llegada. Todo es impulso en él. Falta la reflexión, la voluntad formadora, la lucha con lo casual. Los defectos que resultan de la naturaleza de su temperamento, se compensan con las altas cualidades del lenguaje. Está considerado por muchos como el más grande prosista contemporáneo de su país. Algunos —no faltan entre ellos los críticos del campo conservador— le ponen al lado del gran poeta romántico Julio Slowacki, maestro del idioma. Lo que no cabe duda es que Zeromski, junto con Berent, ha influido de un modo decisivo en la formación de la prosa moderna polaca. Eso basta sobradamente para que su nombre perdure én la historia de la literatura y sea venerado. ., Tadeusz Peiper EL DRAMA DE UN REVOLUCIONARIO Por Julio Alvarez del Vayo ción de ametralladoras. Se bate con bravura. Al ser alejado del servicio, el año 17, sus «La Conversión», de Ernst Tbller. Al languidecer la respetuosa ovación con que el fuerzas están agotadas. Suceden a los días público en general acogía la obra, una parte de fiebre en el Lazareto, las horas de repode la concurrencia, enardecida hasta el de- so. El Hombre que hay en él renace. Quie-' lirio, siguió aplaudiendo frenéticamente el re salir en seguida de allí. Ha descubierto nombre del autor. En la escena reinaba un el camino y sabe adonde va. Busca el Profesor Foesrster, cuyo pacisilencio religioso. El hueco —entre la primera actriz y el primer actor— señalado al fismo le había convertido ya por aquel endramaturgo que triunfa, continuaba vacío. tonces en blanco de las derechas, y a Max Las puertas del presidio no cedían ante Weber, otro de los raros profesores alemanes que se libraron del furor chauvinista. aquel llamamiento clamoroso. Uno recuerda demasiado bien la noche en Conoce a Kurt Eisner e ingresa por su meque se dio en el Teatro Lessing, de Berlín, diación en el partido socialista de Munich. Un proceso de alta traición le lleva a la ¿Las Troyanas», de Franz Werfel —el primer grito dramático contra la guerra—, cárcel. Al salir de ella, las masas obreras para poderse imaginar lo que habrá sido el de Munich y los requerimientos de Kurt estreno en la «Tribüne» de «La Conver- Eisner le obligan a ponerse al frente del sión», de Toller. Parecía —dice un críti- movimiento socialista. Vienen los días del alzamiento comunista. co— como si quisieran libertarle, arrancarHan sido, seguramente, los más amargos le de la prisión a fuerza de entusiasmo. Y es que más que al dramaturgo y al poe- de su vida. Quiere evitar a todo irance el derramamiento de sangre. Lucha entre los ta aplaudían al hombre. • ¡Y qué hombre! Cada vez parece más suyos; les insulta, les amenaza. Pero, la inverosímil que del medio estudiantil ale- revolución lo exige, y asesinado Kurt Eisner no vacila en aceptar el mando del ejérmán haya podido salir un Ernst Toller. La guerra le sorprende apenas cumplidos cito rojo. Su última intervención, antes de los veinte años. Es el muchacho del norte, que le detuvieran, fué para libertad a seis precoz en el saber y la amargura. Ha leído prisioneros importantes, que los comunistas enormemente; se ha pasado la adolescencia guardaban como rehenes. Ese es el hombre. queriendo arrancarle el secreto a la vida. El Poeta habla en «Die Wandlung» (La Su juventud no sabe de frivolidades ni de Conversión). Su voz no ha sabido expresar Qcio, ni conoce más placeres que los que le en esta su primer obra toda la riqueza de exigen sus nervios deshechos. Es una jusu alma pletórica. El drama como tal, peca ventud de una fuerza interior extraña y sorde defectos de construcción y de técnica. prendente. Alguien la ha comparado a la Pero, anuncia a un dramaturgo capaz de del primer hombre. De tal modo se refleja. remontanse a mayores alturas. Y a pesar de desinteresada y pura. las inexperiencias de principiante, de los Declarada la guerra ¿qué hacer sino alispárrafos largos, de cierta falta de sobrietarse? Por ninguna parte se percibe un horizonte ideal que seduzca. El campo de ba- dad, hay escenas ya allí que acusan un detalla brinda, en cambio, lo desconocido y lo licado temperamento literario. romántico. Ernst Toller sienta plaza como Toller traza el proceso de un hombre que voluntario. Del regimiento de Artillería en pasa del odio y el rencor, al amor de la paque ingresa, pasa como suboficial a una sec- tria, y del amor a la patria al «trabajo para Tribüne» se estrenó hace ENdosla «Berliner semanas —el 30 de S e p t i e m b r e ^ ESPAÑA Níútn. 2 3 6 . — 1 2 . todos». Su héroe es judío; «judío» significa en este caso —como ha hecho notar el crítico Alfred Kerr— «uno que sufrió injusticia». ¿Habla aquí un demagogo? —se pregunta el mismo Kerr—. Todo lo contrario. El poeta arroja al rostro del pueblo verdades que hieren. E s tan honrado como bueno. Que un hombre como este sea capaz de dirigir un movimiento queda por averiguar; los apontecimientos no han pronunciado aún su palabra decisiva. Pero, nadie negará que ToUer pertenece a esas fuerzas misteriosas que empujan al mundo hacia ade-^ lante» Su drama es, en último término, una cálida arenga a los crucificados —es decir al Proletariado— para que se ponga en marcha. Ahora, ¡y por mucho que desee su emancipación!, él no quiere verles marchar antes de que su verdadera Humanidad haya despertado en ellos; antes de que hayan aprendido a llamar hermanos a sus enemigos. J. A. DEL V . si no, tomemos estos altos procedimientos para la desnaturalización y mixtificación de ló sencillo, con su correspondiente diccionario explicatorio. Estos diccionarios enciclopédicos y científicos con sus palabras extrañas hilvanadrs en forma de frases y que sirven para hacer de lo natural y sencillo algo fuera del sentido común. Ahí tenéis a la .servidora del Estado. El estado 3^ la ciencia. Queda el número tres, la iglesia y los curas. ¿Tendré que describíroslo? E L PUEBLO .—¡ Mueran los curas! E L COMISARIO.—Sabia vuestra respuesta. ¿Qué nos queda pues? Entronizar el sano sentido común representado por las masas. Así tendréis pan y bienestar y trabajo y justicia... P o r eso os digo: ¡demoled los palacios! Yo os veo libres, fuerzas durante tanto tiempo herméticas; yo os veo como cuadros maravillosos de la lucha humana, romper los obstáculos... L a s mujeres os sostienen con su cálido abrazo. Las masas se agitan como olas... Corre la sangre de la libertad. Yo os digo: ¡En marcha! ¡En marcha! ¡Hacia adelante! E L P U E B L O . — ¡ S í , queremos marchar! Hambre, tenemos hambre... ¡Sí, queremos (UNA ESCENA DE L A CONVERSIÓN) marchar! ¡Pan, pan, pan! E L PRESIDENTE.—Un cierto Federico tieDe noche. Celébrase un mitin. La sala está adornada, conforme ajla tradición, con ne la palabra. (Federico se abre paso entre cuadros que representan mentiras de la el pueblo y sube a la tribuna.) FEDERICO. —Un momento, hermanos... guerra y flores abigarradas de papel. Se que necesitáis pan; que el hambre muerde en vuestros cuerpos. Conozco vuestra E L PUEBLO. ¡Abajo los curas! ¡Fuera los ricos! ¡Tenemos hambre! ¡Tenemos miseria y vuestros albergues pobres y mal olientes. Conozco la opresión que pesa sohambre! bre vosotros y la mirada del rechazado. E L PRESIDENTE.—(Tocando la campanilla). El Sr. Doctor tiene la palabra. (El co- Conozco vuestro odio. Pero, a pesar de todo os pido que me escuchéis, porque os misario del día sube a la tribuna). E L COMISARIO.—Tenéis razón, hermanos. amo y estoy con vosotros. E L PUEBLO.—Oirle. Tiene razón. ¿Para qué estas sociedades? ¿Para qué los FEDERICO.—Comprendo la aversión que profesores universitarios? ¿Para q u é los sacerdotes? Jesús se ha convertido en el os inspiran los profanadores de laDivinidad. Dios familiar de los ricos. No le necesita- Pero, quiero preveniros contra el hombre mos. Lo que necesitamos es pan; lo que que os gritaba: ¡Marchad! Quiero preveninecesitamos es dinero. Tenemos que lu- ros contra las verdades a medias que brichar contra la estupidez hasta derrocarla y llan en sus palabras. Quiso explicaros los reemplazarla por la razón, que encarnáis filósofos y os explicó solamente los de las vosotros, las masas. Hay que concluir para verdades a medias: prestidigitadores que siempre con aquello de que el «Estado» es negociaban con su profesión como «Zuháluna nueva expresión de la Patria. Eso es ter». ¿No le conocéjs? Ayer decía: «Alejémentira. Ese es un concepto que tiene monos del pueblo». H o y : «El pueblo es como base algunos miles de kilómetros cua- Dios.» y mañana proclamará: Dios es una drados; un par de idiomas de los que uno máquina. «El pueblo es pues una máquiestá permitido y el otro nú; y muchos platos na». Gozará, cierto, con las palancas viexquisitos sobre los que se lee: PROHIBIDO. brantes, las ruedas que giran vertiginosas y Es decir, permitido para los adinerados y los pesados martinetes. Mas para él, el pueprohibido para los pobres. Y si de impues- blo es una turba. No sabe nada del pueblo. tos se trata: limitados para los adinerados e No le creáis, pues le falta la creencia en sí ilimitado para los pobres. Cuando los ricos mismo, la creencia en el Hombre. Yo quieno tienen bastante con sus palacios o desean ro, en cambio, que creáis en el Hombre anotros placeres refinados se dicen: Hagamos tes que os pongáis en marcha ¡quiero quela guerra! Y se sientan y telefonean unas sintáis necesidad mientras os falte la fe. cuantas mentiras al mundo y obligan a ' E L PUEBLO.—¡Quiere que suframos necedeclarar la guerra. Después, eso sí, fundan sidad! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Abajo! ¡En marsociedades benéficas para los pobres heridos cha! ¡Tenemos hambre! —un par más, un"par menos ¿qué importa?— FEDERICO.—No os hablo, hermanos, de «Donativos^del señor Consejero privado.» las necesidades del cuerpo. No debéis paHe ahí al Estado. sar más hambre. Pero sí debéis saber, que Vamos ahora con la ciencia. Esto es más comer hasta hartarnos no basta. Quisiera breve de explicar. En el año tal, fué así; en que saciarais vuestros cuerpos y sintieseis el año cual, ocurrió de esta otra manera. la necesidad en el espíritu. Por el amor que Un par de complicaciones retóricas, y ya a todos nos une. No os quiero mendigos tenemos una teoría. He ahí un a.specto. O hambrientos que calman con ansia su ham- bre. Os quiero ricos, llenos de vida. Y lucharé con vosotros contra la pobreza y la miseria, mañana mismo... pero, esperad un día, esperad hasta mañana. Venid al mercado, al mediodía que yo os hablaré. (Fuerte tumulto). UN OBRERO . — Creo que hemos pasadO' hambre tanto tiempo que ya podemos pasarla hasta mañana. E L PUEBLO.—Sí, sí, esperar. No, nada de esperar. ¡Tenemos hambre! ¡Tenemos hambre! Bueno, esperemos. Esperaremos. (El pueblo va saliendo; quedan atrás algunos jóvenes. Un estudiante se acerca a Federico.) U N ESTUDIANTE.—¡De qué nos sirve la cultura si martiriza los espíritus! ¡De qué la razón si por ella sufrimos! Sé tú nuestro guía. FEDERICO. — Avanzaremos todos a una. (Una estudiante se acerca a Federico.) UNA ESTUDIANTE.—Sé tú, por el amor, nuestro guía. El amor debe de nufevo arrastrar a los hombres. No queremos tener hijos mientras el amor no nos estreche entre sus brazos radiantes... ¡Sé tú nuestro guía! FEDERICO.—Ya se abren, fraguadas en el seno del mundo, las magníficas puertas de la Catedral de la Humanidad. Ante.mí surgen, poderosas, radiantes visiones: no más miseria, ni guerras, ni odio. L a s madres coronan a sus hijos para los juegos y la danza. ¡Avanza, juventud, creándote eternamente, destruyendo eternamente lo establecido! (Salen los jóvenes, en parejas, cogidos de las manos. L a sala queda a media luz. Al ir a salir Federico se adelanta a un rincón la estudiante). L A ESTUDIANTE.—Oye, el deseo me abrasa los labios. Mi corazón ansia consumirse en fuego... Oye... Quiero servirte. Deja a los otros; sólo podrías forzarlos... forzarlos a la bondad. Quiero servirte. FEDERICO.—Sirve al espíritu, a tu Dios. L A ESTUDIANTE.—Me da miedo; irradia frialdad. FEDERICO.—Torrentes de fuego. L A ESTUDIANTE.—Me ciega. Pero, oye... te' amo. Sueño con tus abrazos. ¡Tener un hijo tuyo!... FEDERICO.—No quiero tus abrazos. ¿Di yo a alguien derecho sobre mi cuerpo? (La estudiante se aleja lentamente, la cabeza caída sobre el pecho). FEDERICO.—¡Pobre mujer! ¡Irredimida! (Un hombre con el cuello del abrigo levantado entra violentamente.) UN HOMBRE.—Le odio. FEDERICO.—Pero, yo te amo hermano. U N HOMBRE.—Le odio; sé quien es V . Cree V. que le confundo. L e acecho de antiguo. V . es aquel que yo he visto en mi cuarto, en las horas solitarias. ¿Por qué no se mete V . monje? Deje V. a los hombres en paz. ¿Por qué recurre V . a la plebe? V. profana a Dios. FEDERICO.—Le santifico. (El hombre se marcha apresuradamente). UN HOMBRE.—Le odio. FEDERICO.—Te engaña.s, hermano. El hecho de que esta revista publique un trabajo firmado, no significa necesariamente que se solidarice con él. ESPAÑA Núm DE ENSEÑANZA L^ COACCIÓN PEDAGÓGICA otra ocasión, no mu}' lejana, y desde L Neste mismo lugar, he hablado yo, a la ligera, de algunas de las formas de coacción y de dominio utilizadas por la sociedad egoísta, en contra de la independencia espiritual del individuo. Formas que constituyen una sólida edificación del mundo contemporáneo) tanto más difícil de remover cuanto que en su fuerza estriba, precisamente, en la pesantez de la inercia y en la estabilidad, algo irritante, impuesta, por ley de gravedad, a toda .esfinge construida ya y.emplazada definitivamente en un lugar del mundo... Es una verdad mu)' lamentable, en este caso; es una triste realidad, que para mover )'• emplazar dinámicamente, por una sola vez, un solo grano de arena, tenga el hombre que poner en juego más energía y má.s vida que para dejar eternamente en su sitio, dormida en su reposo, la mole mayoi- Je la más grande montaña... Esas duras lecciones de la vida, me llevaron, ese día, a pensar en la educación... ¿Quieres, lector, que meditemos un momento sobre puntos tan interesantes? Para un hombre amigo de la coacción, no hay momento más oportuno que la infancia. El más ardiente partidario de la fuerza y la violencia, comprende alguna vez que la ductilidad del hombre hecho, tiene sus límites: límites interiores que llevan a la ficción, a la hipocresía; límites externos que conducen a la c[uiebra, con la fragilidad del vidrio o del acei'o. No; al hoinbre no se le puede dominar por la violencia: se le podrá plegar, pero eso, en la esfera humana, es conseguir menos que nada: es dar energías al oprimido mi.smo para redoblar su fuerza elástica. Y a medida que se eleva el hombre en el curso de su perfección y su desenvolvimiento, más difícil es llegar a conseguir sobre él no ya el dominio pleno, ni siquiera esa apariencia de dominio. Por eso, la infancia del hombre —como la infancia de los pueblos— aunque ofrezca, también, los mismos límites, es un período de plasticidad e impersonalidad que resulta en extremo favorable para el triunfo de la coacción como efecto duradero. Es la hora del triunfo fácil y sin responsabilidad ante la víctima; pobre ave enjaulada que cuando llegue a comprender, más tarde, la verdadera condición de su vida, habrá de verse precisada a concentrar, contra esas mallas, toda la fuerza de su conciencia, todo el calor de su vida independiente. Y, aun con ello, fracasará muchas veces, porque esas rejas se alzan, con frecuencia, hasta dentro del espíritu, empotradas en él como hilos de vina falsa estructura; como el eco tenaz y permanente de una nueva personalidad intru.sa y embutida... Si ha}- momento e.specialmente favorable para el ejercicio de la coacción, no puede negarse que es el de la infancia. En cambio, precisamente por eso mismo, para todo hombre enemigo de la coacción no hay período más delicado y respetable que esos días de la infancia: arca cerrada, rincón umbrío y misterioso de la vida, donde se halla germinando toda una creación, un mundo nuevo, aun en aquello que haya de ser repetido. Son, pues, dos concepciones distintas, del hombre en relación con la vida de los demás hombres, y es natural que esos conceptos diferentes den lugar a dos tendencias de educación fundamentalmente distintas, según se basen en^L^l dominio o en el respeto de la personalidad humana. Toda educación, en el fondo, es coactiva; pero haj^ que distinguir entre una coacción interesada, sistemáticamente dirigida a un fin limitado, de utilidad propia, por cuenta del que la ejerce, y una ayuda noble y de.sinteresada, dirigida a fines amplios, siempre abiertos y orientados siempre hacia el influido; hecha, por consiguiente, en beneficio ajeno... No está el mal en la influencia, sino en el cómo •y el para qué sea ejercida. De ahí el respeto que a todo educador debe inspirar su ministerio; porque ¿dónde acaba la a3aida noble y empieza la coacción interesada? El hombre amigo de coacción no puede prescindir, por tanto, en sus campañas, de un instrumento tan poderoso y oportuno como la educación de la infancia. Pero la educación es algo fluido, impalpable, imposible por esto de encerrar en dóciles y manejables redomas. Si la educación fuera un filtro susceptible de administrar con cuenta gotas, la tarea de esos forjadores de humanidad sería fácil y llana, tan pronto como quedara determinada de una vez para siempre, la fórmula del brebaje maravilloso. No siendo así, preciso será, a esos hombres, acudir a las fuentes de donde surge, más o menos claro, ese licor de vida; será necesario apoderarse sistemáticamente del ambiente social, gran factor de la vida; habrá que apoderarse del maestro y encerrarlo en ampollas de cristal, numeradas y etiquetadas, según su virtud, como frascos de laboratorio. Que la vida obre espontáneamente sobre sí misma, según ella es y según va desenvolviéndose, no ha de extrañar; lo curio.so, lo interesante, a poco que se piense en ello, es el caso de la dosificación artificial de unos hombres, previamente escogidos, para liacerlos a.sí aptos y dignos de construir, a su vez, una determinada vida de los demás artificial, con ello, por partida doblé... Imaginad una falange de ampollas educadoras, recorriendo automáticamente el mundo y sembrando en él, gota a gota, la mixtura mágica, el elixir de vida, y figuraos, después, a .su alrededor, la gran falange humana apagando su sed y su hambre en esa destilación uniforme, graduada y artificial... Pobre cuadro del mundo! ¿No es verdaderamente inconcebible que a e.sa vieja labor de dosificación y de artificio pueda coadyu- • var un solo hombre que lleve concentradas 236 13 en su espíritu, de modo real y sincero, las esencias liberales...? Toda agrupación o doctrina que cuente con la coacción como elemento de existencia o de propaganda, ha de aspirar necesaria y fatalmente a apoderarse del magisterio; pero según el concepto que en ella domine de la coacción, del hombre y de la vida humana, así será, esa conquista, noble,franca, sincera, de idea a idea y de aspiración a aspiración, o innoble, solapada y viscosa, sin merecer el nombre de conquista, por no ser más que una caza miserable, alevosa y cómoda, como la caza nutridora del pulpo o de la araña. De todas esas cosas podría decir mucho, aunque todavía calle, el magisterio español. Hemos visto que en la caza del hombre el momento más fácil y fructífero es el de sus comienzos en la vida. También la época mejor para la captura y dosificación estratégicas del maestro, es el de su origen como tal; esto es, el período de su formación en los e.studios }'... aquí me detengo, porque,. con ello, acude a mi pensamiento una palabra seria, para el momento actual de nuestra cultura, y una realidad más que seria, trágica, ¿por qué no decirlo?, trágica, tres veces trágica: la «Escuela Normal» española. Francisco Bello Serrano CORRESPONDENCIA Arte español en la Argentina. Varios lectores argentinos nos dirigen la siguiente carta que 'publicamos con gusto. R. Director de la revista ESPAÑA. Usted perdonará .que sin conocernos nos dirijamos a usted, pero el móvil que nos guía, que le explicaremos con toda sinceridad y en breves líneas, nos hace creer que seremos atendidos y encontraremos en ESPAÍÍA un apoyo a nuestra prédica constante en pro de la honestidad artística y de otras cosas más que se hallan en ese terreno. Somos un grupo de jóvenes argentinos; hay entre nosotros, pintores, escultores, músicos y literatos, o pretendientes de tales, y nos interesamos grandemente por todas las manifestaci:nes de Arte español. Queremos creer que usted sabrá que en esta ciudad se realiza en una forma bastante regular, dos veces al año más o menos, una cosa que llaman, pretenciosamente, Exposición de Pintura Española; la una la organiza un tal señor Bou, y la otra un ídem Pinelo... Con tan fausto motivo, estos señores venden un sinnúmero de maman-achos, algunos de ellos en sumas realmente fabulosas, lo que está muy bien, y en cierto modo nos vengan un poco de estos torpes adinerados que tienen todo lo que se necesita para adquirir cuadros, pero no el talento para saber valorai'los. Pero lo que no está bien es que titulen a esas cosas Exposición de Pintura Espa. ñola, y que abusando del prestigio de ciertas firmas, nos obsequian con los bodrios can que nos vienen obsequiando desde hace algún tiempo... De pintura española moderna, nosotros andamos relativamente bien informados; de los ya consagrados, tenemos en nuestro Museo telas S ESPAÑA Núm. 2 3 6 . — 1 4 . de primer orden; así de Zuloaga, de Anglada, de Meiffreii, de Eusiñol, de Sorolla, de Domingo, Nieto y otros más. Se imaginará usted, señor Director, la desilusión que se experimenta cuando. se concurre a una muestra de Arte que dicen, a bombo y platillo, de los mejores pintores españoles contemporáneos, y se encuentra con que allí ni hay pintura ni nada que se le parezca; bodrios aquí, más bodrios allá, malo ésto, peor aquéllo... y no son telas lo que faltan, no, que hay allí la mar de ellas, ni tampoco firmas, que las hay muchas y todas lleiías de distinciones y títulos honoríficos, según in, forma el Catálogo ; lo que faltan son obras, es pintura, es Arte. Y de estaExposición a que nos referimos, organizada por Bou, sólo cabe hacer una excepción con Mir y Domingo; del primero, nos han traíro un paisaje que es sencillamente una maravilla, y del segundo, varias de sus típicas impresiones, entre las cuales hay algunas muy buenas. Pero el resto, señor, es lamentable. Malo el Nieto, los dos Nietos, malos los dos Julio Moisés, malo Hermosilla, malo Soler, malo todo, todo, López Mezquita y Sorolla, todo malo, inferior ; pero tanto que no puede creerlo quien conozca a los autores. Los italianos y los franceses hacen también aquí sus Exposiciones anuales, y aunque, como la que nos ocupa, sean hechas para comerciar, debemos decir en honor de sus organizadores, que las hacen con un mucho más elevado criterio artístico y con mucho más patriotismo. En fin, señor, se nos ha ocurrido que todas estas cosas suceden en gran parte por la ignorancia en que se hallan los artistas españoles respecto a nosotros, y por intentar buscar un remedio, nos dirigimos a ESPAÑA, que debe gozar entre ellos de la atención que se merece, para que les haga un llamamiento en el sentido de que obliguen a estos organizadores de Exposiciones a proceder con más honestidad o a que les recomiende a los artistas mismos un poquito más de preocupación por las cosas que nos mandan, que nosotros también hemos andado con el progreso y no se nos deslumhra ya con ciertas obras, i Y por qué no podría patrocinar ESPAÑA la idea de que enviaran, con la primera Exposición española que se organize, obras o calcos de obras de Julio Antonio, a quien tanto amamos muchos de nosotros?"Eso sí qué sería hacer buena obra. , Terminamos, señor. Usted dirá si es justa nuestra intención, y verá lo que pueda hacerse, si es que se puede. Varios aríisías argentinos. NUEVA PUBLICACIÓN combatir el terrible bolcheviquismo PARA y fomentar las virtudes caseras y la caridad cristiana se ha publicado una nueva revista Voluntad. En ella Ricardo León oficiará de espantador de la revolución. Nada nuevo trae esta revista de lo viejo a que nos tienen acostumbrados sus redactores, que son los mismos de siempre del lado de allá. Lo único que evidencia es la exis- EL CHOCOLATE \ S P O L 1; vende en todas las farma: :-: cias del mundo :-: :-: EL CHOCOLATE A S P O L contiene glicerofosfatos, nucleinato sódico, arrhenal y :-: -:- nuez de kola :-: :-: tencia de una mano pródiga en soltar dinero y una gran habilidad tipográfica, que se observa en la presentación, análoga a la de las mejores revistas americanas. Pero esto no es 'debido a los redactores sino a la casa «Mateu» y a sus operarios, que han quedado a mayor altura que la Redacción. La ocasión se presentará de ttatar más detallamente de la nueva revista en alguna sección amena y divertida de nuestras columnas. COMUNICADO El Sr. Machimbarrena, Presidente del Consorcio Carbonero Asturiano, nos envía el siguiente comunicado que dirigió a El Sol el 28 del mes pasado: Sr. Director el El Sol. Madrid. UY distinguido señor nuestro: En el periódico de su digna [dirección correspondiente al ''día 23 del actual, aparece un artículo de redacción titulado «El negocio de los carbones", «La exportación clandestina», que contiene apreciaciones que conceptuamos ofensivas'para el Consorcio Carbonero de Asturias. Este Sindicato, en uso de su perfectísimo derecho, ha solicitado públicamente permiso para la exportación de carbones menudos que no tienen actualmente colocación en el país, porque creía que al defender sus intereses defendía también los generales de la Nación, y una prueba de que su petición no era tan absurda es que a ella se han adherido importantes Sindicatos obreros, de las cuencas hulleras y ha sido objeto de laboriosa discusión, en las sesiones que ha celebrado la Unión General de Trabajadores. Claro está que el periódico de su digna dirección tiene también indiscutible derecho a opinar de otra manera, pero no creemos le sea permitido atribuir la prudencia y comedimiento de este Consorcio al supuesto de que ha encontrado un medio ilícito de lograr sus propósitos con la exportación clandestina, pues seguramente no le parecería bien a esa dirección que nosotros, empleando análogo procedimiento, supongamos que las campañas de El Sol tienen por objeto defender los particulares intereses de sus principales accionistas y nunca los generales de la Nación. Este Consorcio cree tener derecho por lo menos a que se le permita sostener, de ser posible, la producción alcanzada el año último merced a los esfuerzos realizados a petición de los Gobiernos que se han sucedido en el poder y como para ello considera indispensable, en las actuales circunstancias, la exportación solicitada, al no permi- tirse ésta, debe demostrarse en apoyo de la negativa, que todos los productores de las minas pueden colocarse en el Mercado Nacional. Tal demostración es sumamente sencilla, pues quedaría reducida a que el Estado adquiera al precio que juzgue equitativo todo el carbón sobrante para distribuirlo entre los consumidores que asegura existen. La pretensión no puede ser más razonable y el Sindicato Asturiano desea una solución a plena luz sin pensar jamás en recuri'ir como maliciosamente y sin prueba alguna insinúa El Sol a procedimientos que es el primero en condenar como inmorales y que además son atentatorios a sus intereses. Respecto a lo que en su artículo refiere de las fábricas de Gas, causa extrañeza que el periódico que se precie de tan buena información no haya tratado de averiguar por qué falta alumbrado en Madrid con un stock de carbón en fábrica que se aproxima a diez mil toneladas siendo además sencillísimo comprobar que su calidad nada tiene que envidiar a la de los mejores carbones de gas; así se extravía a la opinión haciéndola creer que las minas españolas no producen suficiente carbón menudo para el consumo actual del país. Oviedo, 27 de Septiembre de 1919. SINDICATO M DEL REGIONAL CONSORCIO CARBONERO El Director, Ramón Mactiimbarrena UN CONCURSO PROFESORES DE PARA DERECHO A Escuela Matritense de estudios supeLabierto riores de la Facultad de Derecho ha un concurso para proveer las plazas de Profesores de varios grupos de asignaturas, a saber: aj Economía política y Hacienda Pública, bj Derecho Natural y Filosofía del Derecho, cj Derecho Político y Derecho Administrativo, dj Derecho Canónico, ej Derecho Mercantil. Los concursantes han de ser Doctores en Derecho y reunir algunas de las cualidades siguientes: aJ Opositores a Cátedras que hayan obtenido algún voto en la oposición. b) Pensionados por la Junta de Ampliación de estudios e investigaciones en el extranjero o por las Universidades en las materias que concursen. cJ Doctores que pertenezcan por oposición a carreras especiales o que hayan obtenid^o premio extraordinario en el Doctorado. El plazo terminará el día 21 del corriente. Para las instrucciones especiales y demás detalles del Concurso pueden dirigirse los concursantes al Director de la Escuela, doctor Naharro, Luna, 29. EL C H O C O L A T E A S P O L es insustituible para convalecientes, anémicos, y para el :-: desarrollo de los niños :-: Artes Gráficas MATEU.—Paseo del Prado, 34, Madrid. ESPAÑA 0: M Núm. 236;~45. McoiifesiéMde V^ifiii •'í'lifVii- Por LUIS GARCÍA BILBAO . PRECIO: DOS I PESETAS I t Los pedidos diriianse> acotnpaftado» de su importe, a la Administración de E S P A 1^ A -'•- Apartado 159 >v MADRID •»••••»>•»••••• ena GIJ ó N •••••••••••••••••••••••»•••••••••••••••>••••••»»»•••••»•••••••*»••••••••••••••••••»•••••»»»•••» • : FIG A R Y C Q M P A Ñ I A • • <> (Sucesores de A. Junquera) : H^nwrtacitSn de carboneii - Maderas para minas • Comisiones » Representaciones , • Marqués • de • San Eateban, GASOLINA 31 ••«-»--»•• • GIJON HOMOGÉNEA M a r c a fl U T O M O V I Ll N ñ PARA AUTOMIOVILES Y T O D A C L A S E D E M O T O R E S La mejor, la más acreditada y la de mejor resultado en el consumo 5 E y E í l D E e n T O D O S LOS GARAGES • / C ^ • ESPAÑA Núm. 236.—16. AS -••' « Construcción de Buques ^^TS^^s^^sr Dirección telegráfica: A S TI ESPECIALES -:- AL NÍQUEL -:- AL CROMO -:- DE CEMENTACIÓN -> EN CUALQUIER FORMA, PULIDOS O NO Cortina del Muelle, 75.-MALAGA «,i/W•fVw~^A<-'^M•^«/A/«'AM-«Vw•'^Mr^*V^V^nl<^ /•'WrWfVMr%<<r'N«r'WA>yAMHt