Editorial Año VI nº 1894 - martes 9 de marzo de 1999 El campo pide ayuda En el día de ayer, dirigentes agrarios elevaron al presidente Menem un pedido de ayuda para el sector agropecuario. Según se informó, los titulares de la Confederación Intercooperativa Agraria (CONINAGRO) y la Federación Agraria Argentina (FAA), Valentín Levinsman y René Bonetto respectivamente, plantearon, en una reunión con el presidente y su ministro de Economía, Roque Fernández, la necesidad de un “plan de salvataje” para afrontar los problemas del sector rural. La crisis de la producción agropecuaria, claro está, no es ajena a la crisis que en este momento atraviesa la mayor parte de las actividades productivas, como consecuencia de la fuerte repercusión de la devaluación brasileña en nuestro país. Pero los precios internacionales de las materias primas de origen agropecuario, que hace pocos años pasaban por una muy buena coyuntura, están ahora muy bajos. Este hecho torna difícil la situación de muchas explotaciones que, gracias a aquellas buenas cotizaciones, habían podido sobrellevar problemas estructurales que aquejan a todo el sector desde hace varios años. La rentabilidad del agro lejos está de los años dorados en que nuestro país se concebía a sí mismo como granero del mundo. Más bien, las dificultades actuales configuran para el sector un escenario de desaliento y aún zozobra. Entre los problemas estructurales de los productores podemos citar el carácter fragmentario de la tecnificación, las tradicionales dificultades de acceso al crédito y el endeudamiento de arrastre, así como las deficiencias y costos de la infraestructura de comunicaciones y servicios, y la falta de un mercado interno fuerte que elabore en el país la materia prima y amortigüe las variaciones de los precios internacionales. Pero lo que adquiere carácter acuciante en este momento son los problemas coyunturales, porque a la caída de los precios se suman otros inconvenientes. Por ejemplo, la última reforma impositiva –que incrementa la presión tributaria al sector en unos 650 millones– actúa sobre un escenario que tiene como principal rasgo la menor capacidad contributiva, como consecuencia de los escasos, nulos o negativos márgenes de ganancias. Otro tema que se remarcó en el encuentro entre el primer magistrado y los dirigentes ha sido el de los costos del combustible y su incidencia en los costos de la producción y el transporte, al margen de la presión que sobre éstos últimos generan los peajes. De más está decir que resultaría muy importante la favorable consideración de uno de los puntos que estimamos centrales entre los pedidos de los ruralistas: el de la ampliación de los alcances y disponibilidad de las líneas de crédito, así como el nivel de sus tasas de interés y sus plazos y vencimientos. En momentos como éste, el instrumento crediticio es más adecuado como alternativa rápida para incidir positivamente en el desenvolvimiento de la actividad agropecuaria. Para finalizar, queremos agregar un comentario a una expresión vertida por Bonetto, de la FAA: “debemos evitar que el campo se convierta en un desierto y la gente se agolpe a la vera de las grandes ciudades”. Más allá de la correspondencia de dramatismo entre la frase y la realidad, creemos necesario agregar que la suerte del campo está unida a la de las ciudades en más de un sentido. Tanto el campo como la ciudad necesitan de políticas que apoyen la producción en su conjunto, y que, en los hechos, articulen un funcionamiento integrado de la actividad rural, la industrial y la terciaria. Para ello, sin embargo, sigue pendiente una formulación concreta por parte de la dirigencia política nacional, y es ese nuestro principal motivo de preocupación. Directora: Lic. Myriam Rene Balcedo 12 OPINION La deserción del Estado C on motivo del apagón registrado en la ciudad de Buenos Aires, los argentinos vimos de qué manera el Gobierno nacional se ha desinteresado del control a las empresas a cargo de los servicios públicos privatizados y concesionados. La oleada privatizadora iniciada por el menemismo constituyó un negocio que engrosó las arcas de la Nación en más de 25 mil millones de pesos. El Gobierno no se cansó de gritar a los cuatro vientos que esos ingresos servirían para mejorar la calidad de vida de nuestro pueblo y para achicar el monto de la deuda externa de la Argentina. Muy por el contrario: la deuda aumentó y ya no vale la pena ejemplificar cómo viven los argentinos ante la enorme cantidad de problemas que los agobian. El control del Gobierno sobre las empresas de servicios públicos es prácticamente nulo y, como se ha comprobado, absolutamente ineficaz. A los pactos leoninos que constituyen los contratos de concesión y las privatizaciones realizadas, se agregan condiciones poco propias de un país del primer mundo, al que el presidente Menem pretende pertenecer. Sólo cabe recordar al respecto que el contrato de concesión del servicio de energía a Edesur se firmó por un lapso de 95 años con opción a 100 más por parte de la empresa. A lo que debe agregarse la resistencia de la misma a pagar las multas y la imposibilidad del Gobierno para Por Federico Storani Legislador-Alianza (UCR) imponerlas, con lo que queda clara la escasa trascendencia que se le dio a la defensa del usuario en los contratos firmados. Pueden contarse con los dedos de una mano los artículos que se refieren a los derechos de los consumidores, frente a la enorme cantidad dedicados a dar garantías a la empresa. Los marcos regulatorios son deficientes. Pero aún así existía margen para ejercer un control que no se hizo por falta de voluntad política del gobierno menemista. La Unión Cívica Radical denunció penalmente, en su momento, a varios miembros del ENRE por tener vínculos comerciales y económicos con las empresas a cargo de los servicios concesionados. La justicia menemista desechó rápidamente la intención de que se investigaran las relaciones entre quienes tenían la responsabilidad de defender los intereses del pueblo argentino. La Auditoría de la Nación ha afirmado recientemente que en los dos últimos años, el ENRE no ha realizado inspección alguna para controlar el funcionamiento de las empresas. Esa incalificable negligencia, que responde a intereses políticos, contribuyó a que el siniestro se desencadenara. El afán privatista del menemismo asumió como modelo a la debilidad frente a las exigencias de las empresas concesionarias. Debilidad que se convertía casi cotidianamente en aumento de tarifas y en descenso de las posibilidades de control. Los entes reguladores deben ser autónomos y destinados a monitorear el cumplimiento de los contratos y a defender los intereses de los usuarios que deben ser considerados como tales y no como meros clientes. Esto es exactamente lo contrario de lo que hasta ahora se ha hecho desde el ENRE. Menem ha batido un nuevo récord. Desde 1989 lo venimos escuchando hablar de sus logros. La última vez fue en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso Nacional, cuando pretendió mostrarnos un país que sólo existe en sus ilusiones. Ahora cuenta en su haber con el más grande y extenso apagón de nuestra historia. Un apagón que seguramente no han sufrido sus amigos, que no son otros que todos aquellos que han padecido en estos últimos tiempos, un síndrome que los caracteriza... el del enriquecimiento súbito. La nueva “epidemia” que nos ha legado el menemismo. Federico Storani Diputado Nacional por la Alianza Carta de Lectores El que suscribe, Daniel Alberto Burgos, asiduo lector de este diario y un humilde trabajador como tantos otros que desarrolla sus tareas en la ciudad de Buenos Aires, teniendo residencia en La Plata y víctima de las cotidianas penurias a que nos somete la Empresa “Compañía de Transporte Río de La Plata S.A.”, en sus recorridos diarios que unen Buenos Aires con nuestra ciudad. No sólo puede tildarse de ineficaz y lamentable el servicio que brinda al pasajero en lo que a horarios se refiere, sino que además se suma el visible deterioro de la mayoría de sus unidades muchas veces carentes de necesidades básicas como aire acondicionado y asientos reclinables (estamos hablando del servicio rápido, ni mencionemos cómo serán los servicios comunes); entiéndase bien, no es que no los tengan, sino que no funcionan o están dañados. Amén de lo mencionado (que no es poco) hago hincapié en la cantidad de pasajeros para los (he contado hasta quince personas) que viajan por unidad. No es descabellado pensar qué sucedería en caso de incendio u otro siniestro, si sumamos a los cuarenta y tantos pasajeros sentados los quince o más parados... un verdadero disparate, ¿y la SEGURIDAD?, bien gracias. Otro punto imposible de olvidar es la presencia de vendedores de helados en el trayecto OnceLa Plata, ascendiendo por supuesto a metros de la terminal. Perdonen mi desconocimiento si está incluido como servicio VIP en el costo del boleto (que debería garantizar viajar tranquilo), pero creí que estaba prohibido. Finalmente, me gustaría aclarar que no estoy en contra de su política de reforzar la cantidad de unidades dispuestas para la costa, pero no fuercen nuestra paciencia ni agiganten nuestras penurias, demorando los horarios entre unidad y unidad cuando estén completos. ¿Se entiende, no?. Bueno amigos del diario, un saludo especial para Uds. y uno para los muchachos de la SECRETARIA DE TRANSPORTE, que hace tiempo que no los veo y no vendría mal que se hicieran un viajecito La PlataBuenos Aires pero eso sí, con vacunas contra la malasangre y mucha, pero mucha paciencia Daniel Alberto Burgos DNI 16.532.380 Oficinas Comerciales: Tels.:0221-4824-92.1 y 427-3131 Representación en Capital Federal: Agencia Olive S.A. Es una publicación de EMISIONES PLATENSES S.A. 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Fue ganador del premio Cervantes, el máximo galardón que se otorga a las más destacadas letras latinoamericanas Adolfo Bioy Casares, uno de los más grandes escritores argentinos del siglo XX, falleció anoche a los 84 años de edad, tras nueve días de internación en el Sanatorio Cemic de Capital Federal, informaron voceros del centro asistencial. Bioy Casares se encontraba en terapia intensiva debido a complicaciones respiratorias y cardíacas por su avanzada edad, que a última hora de ayer se agravaron y terminaron con su vida. Su primera internación se produjo el 19 de enero pasado, cuando se le realizaron una serie de estudios de rutina, para abandonar la clínica al día siguiente. El 4 de febrero, el escritor, candidateado al Premio Nobel de Literatura en los últimos años, fue hospitalizado nuevamente, esta vez por una infección respiratoria que lo mantuvo internado por doce días. En aquel momento, el autor se mostró de buen humor y deseoso por retomar la escritura, por lo que adelantó que se pondría a trabajar “con placer” en una nueva novela. Sin embargo, el 28 de febrero pasado, fue internado otra vez con secuelas de los problemas respiratorios anteriores, y permaneció en el Cemic hasta anoche, cuando falleció. Bioy Casares y Ernesto Sábato fueron los únicos argentinos que ganaron el Premio Cervantes, el más importante galardón que se le otorga a autores en lengua castellana. Este tardío reconocimiento público tuvo lugar en 1991, pero fue el último eslabón de una serie que había comenzado unos años antes y que ubica hoy a Bioy en uno de los lugares más destacados de las letras hispanoamericanas. Nacido el 15 de septiembre de 1914 en Buenos Aires, su infancia transcurrió entre el campo de Carlos Casares, y la Capital Federal. “Bustos Domeq” fue el seudónimo que eligió, junto a su entrañable amigo Jorge Luis Borges, para escribir una serie de cuentos antológicos. Ambos polígrafos, además, dirigieron la colección “El séptimo círculo”, que hizo conocer en lengua española la obra de los mejores escritores de ese género: Ross Mc Donald y Jim Thompson. Bioy Casares publicó hace un par de años sus “Memorias”, escritas, según confesó en una entrevista “porque los escritores tenemos el deber con los escritores del futuro y con la gente, de contarles por qué hemos vivido, cómo hemos vivido y por qué elegimos esta profesión a la que considero la más maravillosa entre todas”. Y agregó, “si pudiera firmar ahora un contrato para vivir cien años más, estamparía mi firma sin siquiera mirar sus condiciones. Prefiero vivir de cualquier manera a no vivir...Tal vez se trate de un problema de falta de imaginación”. “Vivimos para una larga vida y de pronto viene este tropiezo realmente imperdonable de la muerte y se va todo al diablo. Es impresionante cómo vivimos creyendo que vamos a seguir viviendo y que vamos a vivir en el recuerdo. Morimos y no queda nada de nosotros, nadie se acuerda”. El escritor aseguró en esa oportunidad que “el cine es el lugar que elegiría para esperar el fin del mundo”. De porte aristocrático e indiferente respecto de las modas culturales, Bioy Casares se definió alguna vez a sí mismo como dueño de “una cortesía atenta y una elegancia un tanto anticuada propia de un gentleman argentino”. Ese estilo, que privilegió la moderación, la austeridad y el perfil bajo, hizo siempre de Bioy Casares un escritor casi secreto, que pareció siempre estar a la sombra de Borges. Al abandonar la clínica en enero, Bioy había dicho que su ambición era concluir una novela que tenía a medio hacer. El tiempo, sin embargo, dejó esa obra inconclusa. Fue admirado y respetado por escritores de todos los linajes, que vieron en su figura el rigor de una de las páginas más brillantes de la narrativa local. Un ejemplo. Bioy fue candidato al Premio Nobel de Literatura Una vida dedicada a la literatura Adolfo Bioy Casares tuvo una vida signada por la literatura: en 1932, cuando conoce a Jorge Luis Borges, comienza a gestarse una “pareja literaria” que daría páginas definitivas entre las letras argentina, como los “Cuentos de Bustos Domecq” y “Seis problema para don Isidro Parodi”. De la unión de Borges y Bioy surgió un relato clave que elaboró una relectura del corazón de la gauchesca atravesada por la llegada del peronismo a la escena nacional. Se llamó “La Fiesta del Monstruo”, y estaba escrito sobre “La refalosa” de Hilario Ascasubi. Su matrimonio también estuvo marcado por las letras: se casó con Silvina Ocampo, hermana de Victoria, una cuentista que poco a poco la crítica literaria local se encargó de recuperar. Quienes estudiaron o siguieron de cerca la construcción de la literatura de Bioy, coinciden en que “La invención de Morel” fue, quizás, su obra clave. Sin dudas fue la de mayor trascendencia internacional al ser traducida a 19 idiomas. Pero, si se recorre el trayecto de su novela, en cada estación aparece un título que iluminó la orientación de la narrativa local: “Diario de la guerra del cerdo”, “Plan de evasión”, “La trama celeste”, “El lado de la sombra”, “El gran serafín”, “Dormir al sol”. Para “El sueño de los héroes” habría que reservar una zona apartada, ya que fue el momento de mayor lucidez de Bioy. También fue Premio Nacional de Literatura en 1970 y Gran Premio de Honor de la Sade en 1975, recibió en 1990 el Premio Cervantes de Literatura. Ese mismo año fue galardonado en la Argentina con el Premio Konex de Brillante. También fue distinguido como Doctor Honoris Causa de las universidades de Pescara (Italia), Grenoble (Francia), Cuyo (en 1996) y Tucumán (1996), en 1981 recibió la Legión de Honor de Francia y en 1984 el Premio Mondello de Italia.