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Revista Hispanoamericana. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2014, nº 4
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ARTÍCULOS
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LEY, TRANSGRESIÓN Y PARCIALIDADES EN MANILA EN LA PRIMERA
MITAD DEL SIGLO XVIII. LA BODA SECRETA DEL FISCAL CRISTÓBAL
PÉREZ DE ARROYO
MARTA MARÍA MANCHADO LÓPEZ
(Universidad de Córdoba, España)
Resumen: El deseo de la Corona de asegurar una administración de justicia recta en
Indias inspiró una legislación muy estricta que prohibía a los miembros de las
audiencias establecer vínculos familiares en sus distritos. Tales prohibiciones,
especialmente gravosas en el caso de Filipinas, no siempre fueron respetadas.
Este trabajo se centra en el matrimonio secreto del fiscal Cristóbal Pérez de Arroyo, a
través del cual podemos profundizar en el funcionamiento de las instituciones y en la
dinámica de la sociedad española en Manila durante los últimos días del gobierno de
don Fernando Valdés Tamón y el mandato de su sucesor, don Gaspar de la Torre. Este
estudio se ha realizado a partir de documentación del Archivo General de Indias
(Sevilla).
Palabras clave: Filipinas, audiencia de Manila, Cristóbal Pérez de Arroyo, matrimonio en
Indias
Title: Law, transgression and factions in Manila in the first half of the 18th century. The
secret wedding of fiscal Cristóbal Pérez de Arroyo.
Abstract: The Spanish Crown's attempt to ensure a fair administration of justice in the
Indies inspired a strict legislation forbidding audiencia ministers to marry into families
living in their districts. This prohibition, particularly difficult to implement in the
Philippine Islands, was not always respected. This article deals with the secret wedding
of Cristóbal Pérez de Arroyo, fiscal of Manila audience, as a way of deepening our
knowledge of the workings of the institutions and the Spanish society in Manila in the
final period of governor don Fernando Valdés Tamón's term of office and during the
term of office of his successor, don Gaspar de la Torre. This research has been carried
out on the basis of documentation in the Archivo General de Indias, Seville
Key words: Philippines, audiencia of Manila, Cristóbal Pérez de Arroyo, marriage in the Indies.
Revista Hispanoamericana. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2014, nº 4
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INTRODUCCIÓN
Las leyes que prohibían a los miembros de las audiencias indianas establecer vínculos
familiares en el distrito de su jurisdicción tenían su origen en el empeño de mantener a
estos funcionarios al margen de los intereses y presiones de clientelas, como medio de
asegurar una justicia recta1. La facultad jurisdiccional, expresión de la soberanía y
preeminencia real en cuyo nombre se ejercía, imponía a los funcionarios indianos un
aislamiento social que en el caso de las islas Filipinas resultaba especialmente gravoso 2.
Las normas no siempre se respetaron y tampoco la corona mantuvo un criterio estable
ante las trasgresiones, lo que alentó nuevas infracciones. La necesidad, real o fingida, de
esquivar la soledad o la viudez sobrevenida, la seducción de una elevada dote y de
formar parte de la aristocracia local pesaron sobre los destinados a la audiencia de
Manila, más aún sabiendo que su traslado a otro destino podía retrasarse muchos años, o
no llegar a producirse jamás.
Este trabajo se centra en el matrimonio secreto del fiscal Cristóbal Pérez de Arroyo, a
través del cual podemos profundizar en el funcionamiento de las instituciones y en la
dinámica de la sociedad española de la primera mitad del siglo XVIII. Este estudio se ha
realizado a partir de documentación del Archivo General de Indias (Sevilla).
LA LLEGADA A MANILA Y LAS RELACIONES CON EL GOBERNADOR
Es poco lo que sabemos de la historia personal y la trayectoria profesional de Cristóbal
Pérez de Arroyo, antes de su nombramiento como fiscal para el tribunal de Manila. Era
natural de La Puente de don Gonzalo y estudió en Granada, en el colegio imperial de
San Miguel, donde está registrada su presencia en la década de 1710. Una vez obtenida
la licenciatura en leyes intentó conseguir una plaza en dicha universidad, en torno a
1720. En 1726 obtuvo de la Chancillería la licencia para ejercer como abogado3.
Don Cristóbal Pérez de Arroyo había sido escogido para la plaza de fiscal de la
audiencia de Manila a pesar de que ocupaba el segundo lugar en la lista propuesta por la
Cámara de Indias; esto sucedía en 17 de diciembre de 17324. Sustituía a Pedro Vedoya,
que había sido ascendido a la fiscalía del crimen de la audiencia de México. Por el
poder que otorga en agosto del año siguiente, a favor de don Pedro de Arcala y Pardo, a
fin de que gestionara todos los permisos y documentos precisos para viajar a su destino,
sabemos que era vecino de la villa de la Puente de don Gonzalo pero residente en
1
Lo prohibían las Leyes LXXXII y LXXXIV, Libro II, Título XVI de la Recopilación. Recopilación de
Leyes de los Reynos de las Indias. Edición facsimilar de la cuarta impresión hecha en Madrid el año 1791.
Tomo I. Madrid, 1943, págs. 390-391. Véase Rípodas Ardanaz, Daisy. El matrimonio en Indias. Realidad
social y regulación jurídica. Buenos Aires, Fundación para la Educación, la Ciencia y la Cultura, 1977,
págs.317-349.
2
Navarro García, Luis: «Honra, pobreza y aislamiento de los oidores indianos». Temas Americanistas, nº
1, Sevilla, 1982, 31-42. Mariluz Urquijo, José M: El agente de la administración pública en Indias,
Buenos Aires, Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano: Instituto de Investigaciones de
Historia del Derecho, 1998, 344-350. Martiré, Eduardo: Las Audiencias y la Administración de Justicia
en las Indias, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 2005, págs.127-139.
3
Burkholder, Mark A. y D.S. Chandler. Biographical Dictionary of Audiencia Ministers in the Americas,
1687-1821. Westport &London, Greenwood Press, 1982, págs.258-259.
4
Consulta de la Cámara de Indias. AGI, Filipinas, 273, N.46. La correspondiente real provisión fue
firmada en El Pardo, a 17 de enero de 1734. AGI, 349, L.7, F.370r-373v.
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Granada5. Los trámites fueron realizados con premura. La licencia de embarque está
firmada el 14 de noviembre de 1735; Pérez de Arroyo consta como soltero y viajaba con
dos criados6. El 17 de abril de 1736 estaba ya a bordo del galeón Nuestra Señora de
Guía, que había partido de Acapulco hacia Manila7. Con él viajaron el oidor, licenciado
don Francisco Costilla Barroto, y el nuevo arzobispo, el trinitario fray Juan Ángel
Rodríguez, prelado afable con quien siempre mantuvo una estrecha relación8.
Su toma de posesión tuvo lugar en enero de 17379. Gobernaba entonces las islas don
Fernando Valdés Tamón, quien asimismo ejercía como presidente de su audiencia. Esta
estaba formada por dos oidores (don Francisco López Adán y don Francisco Fernández
Toribio), a los que se sumaba el recién llegado Francisco Costilla Barroto.
Los primeros años de Pérez de Arroyo en Manila parecen haber transcurrido de modo
tranquilo. En julio de 1738 el gobernador consideraba un acierto el nombramiento del
fiscal, ponderaba al rey su trabajo y le recomendaba para ascensos.
desde que tomó posesión de la plaza de fiscal de ella, el licenciado don Cristóbal Pérez
de Arroyo, hasta hoy, ha manifestado, además de las admirables prendas que concurren
en él, literatura y capacidad, una extraordinaria aplicación al trabajo, con que consigue
el más pronto desempeño y eficaz desembarazo en los despachos de su oficio, que no
son de poco peso por los agregados de este Gobierno, Real Audiencia, Hacienda y
Cruzada, sin que esta tarea le haya embarazado el asistir a las visitas de navíos y demás
embarcaciones que vienen al trato y comercio de estas islas, ni a la carga de los que van
a Acapulco, juntas de Hacienda y de repartimiento, procediendo en todo con el mayor
desinterés y celo de los reales derechos de V.M.10.
No fue, sin embargo, siempre así y, aunque no podemos precisar el momento en que
comenzaron a torcerse sus relaciones, lo cierto es que antes de que terminara el mandato
del gobernador, éste se había enfrentado abiertamente con el fiscal. La causa aparente
(porque Pérez de Arroyo afirmó que había otros intereses ocultos) fue su negativa a
entregar dos piezas de los autos de la causa formada contra José de César, cabo de los
cortes de madera, por excesos cometidos en el desempeño de su oficio en los montes de
Looc. Esto sucedía el 31 de agosto de 1739, muy pocos días antes de la toma de
posesión del nuevo gobernador, que tuvo lugar el día 7 de septiembre. Según alegó el
fiscal, los documentos no tenían trascendencia alguna para la causa y se los había
devuelto al citado cabo para que pudiera cobrar ciertas cantidades que se le debían.
Valdés Tamón, descontento con la respuesta, ordenó la prisión del fiscal quien antes de
5
Dicho poder está otorgado en Granada, a 11 de agosto de 1733. AGI, Filipinas, 95, N.89.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias. AGI, Contratación 5482A, N.1, R.71. La
solicitud está en AGI, Filipinas, 196, N.9.
7
El virrey de México, arzobispo Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta, al Rey. México, 23 de mayo de
1736. Al igual que se había hecho en ocasiones anteriores, se le concedió el cobro de su salario, desde el
momento de su salida de España y hasta su embarque en Acapulco. Consulta de la Cámara de Indias.
Madrid, 11 de septiembre de 1733. AGI, Filipinas, 95, N.89. Real cédula El Pardo, 17 de enero de 1734.
AGI, Filipinas, 349, L.7, F.369r-370r.
8
El gobernador Valdés Tamón, al rey. Manila, 16 de julio de 1737. AGI, Filipinas, 147, N.6.
9
Pérez de Arroyo, al rey. Manila, 16 de enero de 1737. AGI, Filipinas, 178, N.40. Un duplicado de esta
carta, pero fechada en 15 de julio, en Filipinas, 178, N.45. Carta de la audiencia de Manila informando de
la toma de posesión del nuevo fiscal. Manila, 6 de julio de 1737. AGI, Filipinas, 179, N.10. Carta de los
oficiales reales informando de dicha toma de posesión y del pago de la mitad del importe de la media
anata. Manila, 20 de julio de 1737. AGI, Filipinas, 191, N.114.
10
El gobernador Valdés Tamón, al rey. Manila, 20 de julio de 1738. AGI, Filipinas, 147, N.16.
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que esta orden pudiera ejecutarse, se acogió a sagrado en el convento de los agustinos
recoletos de Manila.
En opinión de Del Barrio Muñoz, la actitud del gobernador hacia el fiscal tendría que
ver con la estrecha amistad que éste mantenía con el arzobispo de Manila, quien había
lanzado graves acusaciones contra el gobernador. Ante la inminencia de la apertura de
su juicio de residencia, bien pudo temer que ambos se aliaran contra él y presentaran
cargos. A esto se sumaría cierta aprensión ante la actitud que pudiera adoptar el nuevo
gobernador si recusaba al fiscal, y la circulación de anónimos contrarios a Valdés
Tamón, detrás de los cuales se advirtió la mano de los jesuitas11.
Tal fue la situación sorprendente que encontró a su llegada a las islas el nuevo
gobernador don Gaspar de la Torre12. Este retuvo en prisión al fiscal y añadió nuevos
cargos: atraso en el despacho de los asuntos que le competían, afición al juego de naipes
con gentes de baja condición, y que iba a bañarse causando escándalo "especialmente a
personas del otro sexo".
En carta de 18 de julio de 1740 Gaspar de la Torre informaba al rey de "la distracción
del fiscal en divertimentos menos decentes en el río extramuros y haberse dejado
obsequiar por el capitán de un champán13, el de un barco de la Costa, y otros"14. Pero,
además, denunciaba un carácter poco apropiado para el desempeño de su oficio:
en cuanto le he tratado, conozco un genio ardido e imperante con tal extremo que su
estilo se hace repugnante en los tratamientos aun a los más pacíficos; cualquier mediana
desazón le descompone y le hace prorrumpir con sobrado desahogo sin excepción de
persona, o ya sea propensión de su natural o engreimiento de su ocupación15.
Pocos meses después, ya en enero de 1741, el gobernador volvía a remitir esta carta
junto con informes relativos al proceso que había sustanciado contra el fiscal, por si las
cartas y documentos exculpatorios que había enviado éste llegaban a manos del rey
antes de que lo hicieran los autos originales del proceso. Alegaba que "en lo informado
a favor del fiscal habrá corrido la pluma con demasiada ponderación" y que, siendo un
hombre astuto, contaba además con el apoyo de un grupo de partidarios. En esta ocasión
volvió a insistir en que se removiera de su oficio al fiscal trasladándole a otra
audiencia16.
Por real cédula firmada en San Ildefonso, a 23 de agosto de 1741, se ordenó al
gobernador que levantara la prisión al fiscal y le pagara los sueldos devengados antes y
después de la prisión, aunque le mantenía apartado del ejercicio de su oficio en tanto
11
Del Barrio Muñoz, José Ángel, Vientos de reforma ilustrada en Filipinas. El gobernador Fernando
Valdés Tamón (1729-1737), Sevilla, CSIC, 2012, pág.549.
12
Gaspar de la Torre fue nombrado gobernador por real decreto de 11 de agosto de 1736 y tomó posesión
el 7 de septiembre de 1739. Su mandato se extendió hasta el 21 de septiembre de 1745. Rodríguez García,
Vicente. El gobierno de don Gaspar Antonio de la Torre y Ayala en las islas Filipinas. Granada,
Universidad de Granada, 1976.
13
"Champán" era el nombre dado a un tipo de embarcación grande de fondo plano muy usada por los
comerciantes chinos que concurrían a Filipinas.
14
Se refiere a la Costa de Coromandel, en el Sudeste de la India.
15
El gobernador Gaspar de la Torre, al rey. Manila, 18 de julio de 1740. AGI, Filipinas, 150, N.1.
16
El gobernador Gaspar de la Torre, al rey. Manila, 12 de enero de 1741. AGI, Filipinas, 150, N.1.
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que el fiscal del Consejo dictaminara en su causa17. Pocos meses después, una carta
acordada del propio Consejo de Indias informaba a Pérez de Arroyo de que los autos
formados contra él habían sido declarados nulos e injustos y, por tanto, se ordenaba a la
audiencia que le restituyera en el uso y ejercicio de su oficio y que le pagara los salarios
atrasados. Ahora bien, en dicho documento se le instaba a que mantuviera un buen
entendimiento con el gobernador y la audiencia. Más aún, al Consejo no se le escapaba
que detrás de todo este episodio había enemistades y que éstas le habían llevado al fiscal
a formular acusaciones muy graves que no había acreditado, de ahí que se le encargara
que en adelante desempeñe su oficio con integridad, pues aunque ahora ha sido tratado
con benignidad por el defecto de los procedimientos hechos contra él y los
padecimientos que ha sufrido, no se le disimulará exceso alguno en adelante,
principalmente en lo relativo a poner acciones y demandas que carezcan de denuncia
formal y justificación18.
Unos meses más tarde, en diciembre del mismo año 1741, era firmada una real
cédula ordenando al presidente y oidores de la audiencia de Manila que restituyeran al
fiscal en el ejercicio de su oficio. En ella se acusaba a este tribunal de haber atropellado
las prerrogativas del oficio fiscal y se les advertía para que no volvieran a hacerlo19.
EL PROYECTO MATRIMONIAL
Es en este contexto en el que encuentra su sentido la minuciosa indagación realizada por
Gaspar de la Torre acerca del supuesto matrimonio contraído en secreto por el fiscal, ya
que habiendo llegado rápidamente al convencimiento de que convenía sacarle de las
islas, la evidencia de haber trasgredido las leyes relativas a la prohibición de que los
funcionarios de las audiencias contrajeran matrimonio sin licencia real dentro del
distrito de su jurisdicción, era un poderoso argumento que permitía, además, mantenerle
apartado del ejercicio de su oficio.
Efectivamente, en julio de 1742 se presentó ante el gobernador pidiendo el
cumplimiento de una real cédula que le autorizaba a contraer matrimonio con una
huérfana que carecía de parientes. El documento, firmado en Buen Retiro, a 8 de julio
de 1740, reconocía que la licencia se concedía por los servicios prestados por el
solicitante, los de su tío don Luis de Arroyo, inquisidor de la Suprema, y los de su
primo, don Cristóbal de Arroyo, quien había sido capitán del regimiento de infantería de
las reales guardias españolas; también, por el servicio de 750 pesos fuertes que el fiscal
había hecho20. Esta cantidad, si bien se hacía constar era inferior a lo habitualmente
17
AGI, Filipinas, 334, L.14, F.319v-326v.
Carta acordada del Consejo de Indias. Madrid, 15 de diciembre de 1741. AGI, Filipinas, 334, L.14,
F.357v-362r. Por real cédula firmada en Buen Retiro el mismo día, se notificaba la decisión real al
presidente y oidores de la audiencia, recriminándoles el atropellamiento de las prerrogativas del oficio
fiscal y ordenándoles imponer una multa a los abogados Santiago de Orendain y Domingo Flores por los
dictámenes que habían aportado a la causa. AGI, Filipinas, 334, L.14, F.330r-352v. El 18 de julio de 1743
los oficiales reales de Manila dieron cuenta de que el importe de dicha multa había sido cobrado. AGI,
Filipinas, 192, N.44.
19
Real cédula, Buen Retiro, 15 de diciembre de 1741. AGI, Filipinas, 334, L.14, F.330r-352v.
20
Real decreto al conde de Montijo informando a la Cámara de Indias de la licencia concedida a Cristóbal
Pérez de Arroyo. Aranjuez, 11 de junio de 1740. AGI, Filipinas, 96, N.36. En este documento se señala
que "ha poco tiempo que pasó a aquella ciudad, perdiendo en dos ocasiones casi todo su equipaje y
libros". La real cédula de 8 de julio de 1740 se encuentra en AGI, Filipinas, 342, L.11, F.36r-38r.
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cobrado por tales licencias, se adecuaba a las peculiaridades de Filipinas, donde sólo
había una audiencia y donde, por tanto, no había posibilidad de encontrar una esposa
española a la que no le afectara dicha prohibición.
La respuesta que recibió Pérez de Arroyo fue que debía manifestar la persona con la que
pretendía contraer matrimonio, para comprobar que concurrían en ella las circunstancias
especificadas en la licencia real. Fue entonces cuando se hizo público el nombre de su
candidata, doña María Josefa Morales y Santisteban, hija del general José de Morales y
de su esposa doña Manuela de León, ambos difuntos. La joven, que contaba entonces
diecisiete años, no tenía, a decir del fiscal, parientes en la ciudad.
Resulta evidente la incomodidad que produjo a Pérez de Arroyo tener que responder a
las exigencias del gobernador, hechas a instancias del abogado fiscal que ejercía de
modo interino su oficio en tanto él permanecía apartado de la audiencia21. Así, intentó
que el peso de la prueba de demostrar la orfandad de la joven y su falta de parientes en
las islas recayera en dicho abogado fiscal, lo cual no consiguió ya que se le recordó que
era él como solicitante de la licencia matrimonial quien debía demostrar que las
condiciones bajo las que la había pedido se cumplían puesto que así se lo había pedido
al rey para mover su ánimo a concederla, "desde luego y sin linaje de duda". Tal
afirmación presuponía que el fiscal había pedido dicha licencia bajo unas condiciones
muy específicas, que tal vez no se correspondían con la realidad. Finalmente, Pérez de
Arroyo no tuvo más remedio que presentar una lista de testigos que acreditaran los
extremos indicados22.
En 28 de julio de 1742 el abogado fiscal pidió la apertura de dos expedientes sobre el
asunto del matrimonio del fiscal Pérez de Arroyo; el primero se refería a la averiguación
de los vínculos familiares de la joven, mientras que el segundo se destinó a un aspecto
mucho más espinoso: la comprobación de la veracidad de ciertas noticias que corrían
por la ciudad, según las cuales el intento del fiscal era una farsa, ya que en realidad
estaba casado en secreto desde hacía unos cuatro años.
LA FAMILIA DE DOÑA Mª JOSEFA DE MORALES, UNA TUPIDA RED DE
RELACIONES
Es muy poco lo que la documentación hallada nos dice sobre el general don José de
Morales. Por ciertas cláusulas de su testamento, otorgado en el parián de Manila en 2 de
marzo de 1731, e incorporadas a los autos, sabemos que era natural de Granada e hijo
legítimo de don Cristóbal de San Esteban y Morales, y de doña María Cuella, quienes
ya habían muerto.
Desconocemos el momento en que llegó a Manila. En los documentos consta que don
José de Morales, siendo capitán, adquirió el cargo de guarda mayor de la alcaicería
parián de los sangleyes, que fue rematado en la almoneda real en 5.200 pesos, el 30 de
21
Gaspar de la Torre informó al rey que, a su llegada a Filipinas, se había encontrado desempeñando
interinamente el oficio de fiscal, "por embarazo del propietario", al doctor don Domingo Neyra, abogado
de la audiencia y catedrático de Instituta en la universidad y colegio de la Compañía de Jesús, de Manila.
Manila, 9 de febrero de 1743. AGI, Filipinas, 150, N.42.
22
Escrito del fiscal. Manila, 30 de julio de 1742. AGI, Filipinas, 249, N.2.
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abril de 170323. Tal adjudicación no estuvo exenta de polémica ya que José de Torralba,
oidor a la sazón de la audiencia, denunció ante el rey el bajo precio en que se había
rematado el oficio así como el poco importe señalado por el gobernador Domingo de
Zabalburu en concepto de media anata, abuso que achacaba a la estrecha amistad que el
beneficiado tenía con otro oidor, Francisco de Gueruela24.
No sabemos cuándo contrajo matrimonio el general Morales, pero sí que lo hizo con
una mujer nacida en Manila y ampliamente emparentada con familias distinguidas de la
ciudad. Esto supuso que a su muerte la única hija legítima que dejó resultara heredera de
un patrimonio que la convirtió en una "niña hacendada", un partido muy atractivo.
En el citado testamento, además de doña María Josefa de Morales, que entonces contaba
unos seis años, reconoció como hijas naturales a otras dos niñas, doña Josefa y doña
Agustina de Morales, "por haberlas tenido en su madre cuando no intervenía entre los
dos para contraer matrimonio impedimento alguno". A cada una de ellas asignaba 2.000
pesos, al tiempo que declaraba "tenerles ya dado lo suficiente para sus alimentos y
estado"25. También mencionaba a un capitán llamado don José de Morales, al que
asigna 400 pesos "por haber estado reconociendo yo su boleta desde que lo envié yo a
Zamboanga, y por lo que trabajó cuando lo tenía en casa, que lo crié y miré como a
hijo"26. De él dirían muchos declarantes que era en realidad también hijo natural suyo.
Probablemente don José de Morales falleciera entre marzo y abril de 1731. Lo cierto es
que cuando en 1742 se procede a la recogida de testimonios acerca de doña María
Josefa de Morales, ésta vivía en la casa de su tutor, don Juan de la Fuente Yepes, deán,
juez provisor y vicario general del arzobispado27.
A fin de comprobar la orfandad y falta de parientes de la joven, se recabó el testimonio
de siete personas a las que se preguntó por los vínculos familiares de la joven28. Todos
ellos eran varones y de carrera militar, a excepción de doña Clara de Viscarra, madrina
de bautismo de la joven y quien proporcionó la información más precisa. Efectivamente,
las declaraciones de los compañeros de armas del general Morales poca cosa aportaron
más allá de referencias a los hijos bastardos y otras más imprecisas sobre cierta relación
de parentesco con familias muy conocidas de la ciudad. Sería la ya mencionada doña
Clara de Viscarra quien concretara el carácter de tales vínculos familiares. Su
declaración fue el punto de partida de una minuciosa indagación sobre las conexiones
familiares de Josefa de Morales, que resultaron ser más extensas y tupidas de lo
23
Testimonio de las reales almonedas y título que se le despachó al capitán don José de Morales. AGI,
Filipinas, 282BIS, N.5. La adjudicación fue confirmada en 23 de noviembre de 1708. La correspondiente
real provisión está firmada en Madrid, a 6 de mayo de 1709. AGI, Filipinas, 341, L.8, F.241v-244r.
24
José de Torralba, al rey. Manila, 16 de junio de 1703. AGI, Filipinas, 164, N.26. Existía una evidente
hostilidad entre ambos oidores, quienes habían protagonizado un enfrentamiento sonado cuando asistían
en noviembre de 1701 a otra almoneda real. Domingo de Zabalburu, gobernador de Filipinas, al rey.
Manila, 20 de mayo de 1702. AGI, Filipinas, 125, N.18.
25
Testimonio del testamento de don José de Morales, otorgado en 2 de marzo de 1731. Manila, 9 de
agosto de 1742. AGI, Filipinas, 249, N.2.
26
Encomendó a los albaceas que cuidaran de él "para el fin de educarlo y de que no se pierda"; también
pedía a su hija legítima que "en caso de que proceda bien el dicho capitán, le ayude en lo que pudiere".
Ibidem.
27
Su nombramiento como tutor legal y albacea tuvo lugar en Manila, a 14 de abril de 1731.
28
Los declarantes fueron: los capitanes Vicente de Lucea y Lesea, Juan Domingo Nebra, Juan Bautista de
Uriarte (regidor de Manila), el sargento mayor Ignacio de Senica, el general Bernardo de Illumbe, el
almirante Baltasar de Araneta y doña Clara de Viscarra.
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esperable en una joven de quien se afirmaba que estaba sola y desamparada en la
ciudad. De este modo, el gobernador, a instancias del abogado fiscal, ordenó tomar
declaración al chantre de la catedral, don Martín de Endaya Rayo y Doria, y a don
Miguel Cortés de Arredondo y Oriosolo, capellán mayor de la real capilla de Nuestra
Señora de la Encarnación, ambos parientes lejanos de doña María Josefa de Morales.
Una vez recogidos estos testimonios, el entramado familiar comenzó a desvelarse y el
empeño por hacer evidentes los vínculos existentes por consanguinidad y afinidad llevó
al gobernador a requerir nuevos testimonios y a incorporar a los autos la fe de vida de
las hermanas bastardas29. En cuanto a éstas, resultó que ambas estaban casadas con
capitanes y gozaban de "cabal y cumplida salud"30. Fruto de las nuevas pesquisas
hechas fue la acreditación de la filiación del tercer hermano natural de la joven, don
José de Morales, de quien se supo que estaba casado y residía en Iloilo.
Del conjunto de las declaraciones juradas que se recogieron resultó que doña María
Josefa estaba emparentada con los Pestaño Gordejuela, los León y Sarabia, los Rayo
Doria, los Endaya y los Cortés de Arredondo, entre otros. Familias en las que se
conjugaba la fortuna amasada gracias a las lucrativas actividades comerciales en la ruta
del galeón, con las rentas de encomiendas, los oficios públicos, el servicio de las armas
y el prestigio y poder social derivado de su presencia en el cabildo de Manila. Podemos
decir que las alianzas matrimoniales que habían dado lugar a una red tan tupida de
parentescos y relaciones sintetiza de modo perfecto la dinámica que dio forma a la
oligarquía española en Filipinas.
Las declaraciones más detalladas fueron las de don Martín de Endaya Rayo y Doria,
chantre de la iglesia catedral de Manila y pariente en tercer grado de doña María Josefa
de Morales, y don Miguel Cortés de Arredondo y Oriosolo, capellán de la capilla de la
Encarnación, quien reconoció serlo en cuarto grado. Este último, tras su prolija
reconstrucción de las líneas de parentesco de la joven, afirmó que esta información "era
ciertísima y constante en toda esta república"31.
El origen de los linajes familiares anteriormente señalados se remontaba al matrimonio
de doña Juana de la Cueva con el capitán Marcos Pestaño Gordejuela, quien fue durante
muchos años alcalde ordinario de Manila32. De este matrimonio nacerían doña Ana y
don Francisco, cuyos matrimonios dieron origen a tres ramas familiares de importancia
para el asunto que nos ocupa33. Efectivamente, doña Ana Pestaño Gordejuela casó con
don Sebastián Rayo y Doria, quien llegó a amasar una considerable fortuna durante el
29
Se tomó declaración a doña Ana María Cortés y doña Mariana de Elorriaga . No fue posible hacerlo
con don Miguel de Elorriaga y don José Cortes, a causa de la gravedad de las enfermedades que padecían.
30
Eran los capitanes don Baltasar Fernández Moreno, esposo de doña María Josefa, y don Francisco
Pisón, marido de doña Agustina. Los primeros vivían en el lugar llamado San Juan de Letrán, extramuros
de Manila, mientras que los segundos residían en la propia ciudad. La fe de vida está fechada en 22 de
noviembre de 1742. AGI, Filipinas, 249, N.2.
31
Declaración jurada del doctor y maestro don Miguel Cortés de Arredondo y Oriosolo. Manila, 26 de
octubre de 1742. AGI, Filipinas, 249, N.2, fol.22v.
32
Marcos Pestaño Gordejuela ejerció como alcalde entre 1647 y 1651. A su muerte, sus herederos (entre
ellos su yerno, el regidor Francisco de Moya y Torres) reclamaron 12.287 pesos y 11 tomines que se le
debían en concepto de préstamos realizados a la Caja de Filipinas. AGI, Filipinas, 43, N.45. Véase el
árbol genealógico incorporado al final de este trabajo.
33
Francisco Pestaño de la Cueva, fue escribano entre 1672 y 1675, cuando renunció el oficio en Sebastián
Rayo Doria, su cuñado. Expediente de confirmación de oficio de escribano mayor del cabildo de Manila,
a Francisco Pestaño de la Cueva. AGI, Filipinas, 46, N.56. Alva Rodríguez, Inmaculada. Vida municipal
en Manila (siglos XVI-XVII). Córdoba, Universidad de Córdoba, 1997.
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tiempo en que ocupó la alcaldía mayor de la provincia de Tondo34. De este matrimonio
nació doña María Rosa Rayo Doria y Pestaño, quien tras enviudar de su primer marido,
don Pedro de Oriosolo, volvió a casarse, esta vez con el general don Bernardo de
Endaya. Hija del primer matrimonio fue doña María Ignacia de Oriosolo Rayo Doria,
esposa del general don Juan Antonio Cortés de Arredondo y Castillo. De este
matrimonio, bendecido con al menos cuatro hijos, descienden los Cortés de Arredondo
y Oriosolo, uno de los cuales era precisamente el capellán de la capilla de la
Encarnación. Cuñado suyo era el general don Domingo Antonio de Otero Bermúdez,
uno de los más importantes comerciantes de Manila, como lo evidencia el volumen de
mercancías que cargó en el galeón de 1723. A él se debe la fundación de una obra pía en
la Hermandad de la Santa Misericordia de Manila, en 1729, cuyo principal ascendía a
12.000 pesos, y otra en la Orden Tercera de San Francisco, en 1758, ésta por un importe
de 24.000 pesos35. Fue alcalde ordinario de Manila, alguacil mayor del Santo Oficio y
alférez real, por compra de dicho cargo en almoneda, por un importe de 4.000 pesos
(1726)36.
Del segundo matrimonio de doña María Rosa Rayo Doria y Pestaño, contraído con el
general don Bernardo de Endaya, general del galeón de Acapulco, nacieron don Martín
de Endaya Rayo Doria, chantre de la catedral de Manila, y doña María Rafaela de
Endaya, esposa del regidor y capitán Juan Bautista de Uriarte, y madre de los Elorriaga
(probablemente de otro matrimonio): don Miguel, general del galeón Nuestra Señora
del Rosario (1711); doña Mariana, esposa de un próspero comerciante (general don
Diego Ignacio de Zamudio) y que tras enviudar continuó las actividades de su difunto
marido37; y doña María Rita, esposa del general don Antonio de Romero López de
Arbizu, que fue alcalde mayor de la alcaicería de Manila y castellano del baluarte de
San Gabriel.
El matrimonio de don Francisco Pestaño y doña María Prado de Quirós (hija de un
encomendero de Pangasinán) tuvo una hija, doña María Pestaño Prado de Quirós, quien
tras enviudar contrajo segundas nupcias con el general don Alonso de León y Sarabia
(sobrino de quien había sido gobernador de Filipinas, don Manuel León de Sarabia). De
este matrimonio nacería doña Manuela de León y Pestaño, madre de la joven con quien
aspiraba a casarse el fiscal Pérez de Arroyo.
De esta apretada síntesis de los lazos familiares que vinculaban a la joven doña María
Josefa de Morales con familias relevantes de la ciudad, podemos concluir que la
afirmación de que no contaba con parientes en las islas era inexacta. También que
dichos parentescos eran conocidos por los interesados. Yendo más lejos y atribuyéndole
una intención torticera al fiscal, el gobernador llegó a acusarle de haber falseado la
verdad con la intención de engañar al rey y obtener más fácilmente la licencia de
matrimonio. De este modo, en carta remitida al rey en 2 de julio de 1743, afirmó que el
fiscal Pérez de Arroyo había callado las circunstancias de la persona con la que quería
casarse, quien "aunque era huérfana, había quedado con crecido caudal, que tenía
34
Sebastián Rayo Doria fue escribano entre 1676 y1679 y alcalde mayor de Tondo (1668).
Yuste, Carmen. Emporios transpacíficos. Comerciantes mexicanos en Manila, 1710-1815. México,
Universidad Nacional Autónoma de México, 2007, págs.82 y 95-96.
36
Merino, Luis (OSA). Estudios sobre el Municipio de Manila. Volumen I. El Cabildo Secular: Aspectos
Fundacionales y Administrativos. Manila, The Intramuros Administration, 1983, pág.159.
37
Yuste, Carmen. Emporios transpacíficos. Comerciantes mexicanos en Manila, 1710-1815. México,
Universidad Nacional Autónoma de México, 2007, págs.41 y 88.
35
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algunos parientes de los de primera excepción de la república, dos hermanas bastardas,
y otras circunstancias, que todas se hacen constar del proceso, y no debió omitir cuando
pidió la mencionada licencia"38.
"YA PEPA ESTÁ CASADA". EL DESVELAMIENTO DEL ENREDO, LOS
CÓMPLICES Y LAS CIRCUNSTANCIAS
Como ya se ha indicado, las indagaciones acerca del matrimonio secreto del fiscal
comenzaron inmediatamente después de que éste exhibiera, como se le había exigido, la
licencia real. Entonces el abogado fiscal manifestó que era voz pública que éste ya
estaba casado desde el año 1738 y que la ceremonia se había realizado en la casa del
sargento mayor y alcalde ordinario don Francisco Rodríguez Pedroso39. Este y su esposa
habían colaborado activamente y habían actuado como testigos en la ceremonia oficiada
por el presbítero don Esteban de Melo. Se trataba de averiguar cuándo se había
empezado a tramar el plan y en qué fecha y circunstancias se había ejecutado, de ahí
que solicitara las declaraciones bajo juramento de los involucrados en el episodio40.
La toma de declaraciones comenzó inmediatamente y a los testigos se les impuso la
obligación de guardar en secreto su contenido. El primero en hacerlo fue el mencionado
sargento mayor. Según su testimonio, el matrimonio venía tratándose entre el padre
jesuita Diego León de Otazo y el fiscal desde el año 1737, es decir, poco después de la
llegada de éste a las islas. Alcanzado un acuerdo y con el asentimiento del arzobispo, se
había celebrado en septiembre de 1738, en la casa que el declarante tenía extramuros de
Manila. El oficiante había sido el presbítero don Esteban de Melo, secretario del
arzobispo, quien llevaba una orden escrita de éste, y tanto el declarante como su esposa
habían actuado como testigos. Según había manifestado el oficiante, la joven, que
entonces contaba trece años, estaba "muy corta, pero que le iría entrando el cariño, y
que breve se le quitaría la cortedad o vergüenza" que sentía hacia el fiscal41.
Probablemente a fin de esquivar las responsabilidades que le pudieran corresponder
como colaborador en todo el episodio, se adelantó a justificar su silencio, atribuyéndolo
a una orden expresa del arzobispo, ya por entonces difunto42. En cuanto a la declaración
de su esposa, doña Manuela Díaz Romero, poco más añadió, a excepción de que doña
38
El gobernador Gaspar de la Torre, al rey. Manila, 2 de julio de 1743. AGI, Filipinas, 249, N.2.
Francisco Rodríguez Pedroso obtuvo en 1736 el cargo de regidor, por renuncia de don José Pestaño de
la Cueva, quien lo había comprado. Probablemente, José Pestaño era hermano de Francisco Pestaño
Gordejuela de la Cueva. Expediente de confirmación de oficio de regidor de Manila al capitán José
Pestaño de la Cueva. 4 de diciembre de 1732. AGI, Filipinas, 282, N.15. Real provisión concediendo el
título de regidor de Manila a José Pestaño de la Cueva, por compra. Madrid, 13 de febrero de 1710. AGI,
Filipinas, 341, L.8, F.287r-290v. Expediente de confirmación de oficio a Francisco Rodríguez Pedroso.
Manila, 30 de octubre de 1737. AGI, Filipinas, 282, N.26
40
Pedimento del abogado fiscal. Manila, 28 de julio de 1742. AGI, Filipinas, 249, N.2.
41
Declaración jurada de don José Rodríguez de Ortigosa. Manila, 29 de agosto de 1742. AGI, Filipinas,
249, N.2, fol.97v.
42
Fray Juan Ángel Rodríguez fue consagrado en la ciudad de Nueva Cáceres (obispado de Camarines) y
entró en Manila el 21 de enero de 1737. De él afirmó el gobernador Valdés Tamón que era "prelado de
amabilísimas prendas, ejemplar, pacífico y urbano". Valdés Tamón al rey. Manila, 16 de julio de 1737.
AGI, Filipinas, 147, N.6. Falleció el 24 de junio de 1742, según algunas fuentes apesadumbrado por haber
sido causa indirecta de los padecimientos de Pérez de Arroyo. Carta del cabildo catedral, Manila, 28 de
junio de 1742. AGI, Filipinas, 294, N.109. Tras la celebración de la boda, no consintió en entregar al
fiscal a su esposa; ésta contaba entonces 13 años.
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María Josefa estaba en su compañía (señal de que todo estaba acordado de antemano) y
que la ceremonia tuvo lugar sobre las tres de la tarde.
Las declaraciones de los testigos desvelaron el complejo entramado de amistades y
complicidades que habían hecho posible el matrimonio del fiscal Pérez de Arroyo y su
ocultación posterior. Así, sabemos que, doña María Josefa había sido pedida a su tutor
por el capitán don José Rodríguez de Ortigosa, obteniendo una negativa por respuesta.
Entonces la joven llevaba tres años y tres meses casada en secreto, aunque ninguno de
los dos lo sabía. De hecho, en la entrevista que mantuvieron, el provisor aseguró que
"no buscaba toga para ella"43. En realidad, el provisor había tenido cierta noticia del
asunto pero no lo había creído; consideró que serían habladurías sin fundamento. A ello
contribuyó el engaño de Francisco Rodríguez de Pedroso y su mujer, quienes,
seguramente para prolongar el secreto, se habían atrevido a echarle en cara que quisiera
casar a la joven con el fiscal sin decírselo a ellos. Su fingido enojo fue una estrategia
para ganar el tiempo necesario para dar una salida airosa al asunto; esta pasaría por que
el fiscal, una vez recibida la licencia real, pidiera formalmente la mano de la joven y se
celebrara una segunda ceremonia, ésta pública. De hecho, Pérez de Arroyo se presentó
en la casa del provisor con tal propósito. Entonces a éste le pareció que el fiscal "tenía
ganada la voluntad de la niña", pero no accedió a su petición. Por razones que no
aparecen explícitas en la documentación, sentía una gran repugnancia por la propuesta
del fiscal.
Pocos días después, el 17 de junio, presionado por las diligencias que había ordenado el
gobernador realizar para aclarar el asunto, resolvió Pérez de Arroyo no esperar más y
acudió al oidor Francisco Costilla Barroto, a quien se sinceró y pidió que explicara todo
al provisor, convenciéndole para que le concediera la mano de doña María Josefa. Esta
fue la ocasión en la que el provisor supo que había sido burlado, ya que, preguntada la
joven, reconoció los hechos.
“Ven acá, María Pepa, aquí me dice el señor don Francisco Costilla que estás casada
con el señor don Cristóbal Pérez de Arroyo; dime, hija, la verdad que hay en esto". A
cuya pregunta, la mencionada doña María Josefa se asustó, de suerte que un rato no dio
respuesta a lo que se le preguntaba, y que viendo el señor declarante que se hallaba
asustada de miedo y temor, le precisó a decirle: "señora, no tenga miedo, responda a lo
que le pregunta el señor deán, mire v.m. que esto consta por pliego que se le ha de
entregar al señor deán [...] a que respondió: "está hecho, señor"44.
En realidad, el provisor sólo se convenció de que el rumor era cierto cuando se le
mostró el documento que daba fe de la celebración del matrimonio. Entonces tuvo que
aceptar la evidencia de que había sido burlado y que el arzobispo había participado
activamente en el engaño. Mientras el provisor pasaba del estupor a la cólera, y de esta a
la resignación, los implicados en los hechos y algunos curiosos iban de casa en casa
demandando noticias, consejo y ayuda. Las comidillas se multiplicaron y el asunto pasó
a ser del dominio público.
43
Declaración jurada de don José Rodríguez de Ortigosa. Manila, 29 de agosto de 1742. AGI, Filipinas,
249, N.2, fol.95r. En 1743 aparece registrado entre los cargadores del galeón de ese año. En 1745 figura
como regidor del cabildo, título que le fue reconocido por Real Provisión firmada en Buen Retiro, a 24 de
diciembre de 1746. AGI, Filipinas, 342, L.11, F.235r-239r.
44
Declaración jurada del oidor don Francisco Costilla Barroto. Manila, 11 de septiembre de 1742. AGI,
Filipinas, 249, N.2, fol.127r-127v.
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Entonces el provisor comenzó a analizar las posibilidades que había de deshacer lo
hecho a sus espaldas. Fue cuando llamó a su casa a don José Rodríguez de Ortigosa para
proponerle participar en otro enredo: fingir un próximo matrimonio con la joven a fin de
ver si Francisco Rodríguez de Pedroso deshacía la boda con el fiscal y qué excusas se
atrevía a darle. Le recibió diciéndole: "ya Pepa está casada", palabras que traslucían una
pesadumbre y un enojo muy profundos. En esta situación, doña María Josefa no tuvo
fuerzas para mantener su primera determinación:
habiendo ido a su casa, le dijo que la niña decía y afirmaba que no se había de casar y
así que ya estaba todo desbaratado, a que le replicó el declarante que mirase lo que
hacía porque su punto lo había de padecer, pues todo el mundo diría que por no entregar
el dinero de la dote, faltaba a la palabra que había dado a los señores Costilla y fiscal;
sin embargo de lo cual hizo salir a la presencia del declarante a dicha doña María
Josefa, quien dijo que no se quería casar45.
Después de analizar el asunto, el provisor llegó a la conclusión de que el matrimonio no
era válido, que no había habido sacramento por faltar ciertos requisitos inexcusables. No
obstante, tras consultar el asunto con "sujetos doctos, desinteresados y virtuosos, le
obligaron con cargo de conciencia" para que les casara46.
Días después, el provisor se encaminó a la casa de don Diego Zamudio, para pedirle a
su esposa, doña Mariana de Elorriaga, que acompañara a la joven (de quien eran
parientes) a la casa de Rodríguez Pedroso, donde la podía recoger el fiscal. En esta
ocasión, se le había oído manifestar abiertamente su enojo al decir "que si pudiera
desbaratar el expresado casamiento, conforme su menora doña María Josefa le había
pedido, no le daría a dicho señor fiscal para mujer ni una criada de su casa"47.
A pesar de todo y habida cuenta del tiempo transcurrido, el provisor llegó al
convencimiento de que no había marcha atrás, de que "sólo Dios los podía descasar" y,
muy a su pesar, comenzó a protegerlos48. De ahí su negativa a conceder la licencia que
el gobernador le pedía con insistencia para que declararan dos sacerdotes cuyos
nombres habían aparecido en las declaraciones de los testigos: don Esteban de Rojas y
Melo y don Juan de Segura. Efectivamente, el primer ruego y encargo dirigido al juez
provisor y vicario general tenía fecha de 28 de julio de 1742; dos días después respondía
negando la autorización, justificándola en que los eclesiásticos tenían prohibido declarar
en tales causas. Este fue el origen de un agrio debate entre el oidor fiscal y don Juan de
la Fuente Yepes, juez provisor del arzobispado, acerca de la obligación que tenían los
eclesiásticos de declarar en juicios civiles.
Para el abogado fiscal, el delito en que habría incurrido don Cristóbal Pérez de Arroyo,
no tenía aparejada una pena de sangre, corporal o infamante, sino pecuniaria, por lo que
los eclesiásticos tenían la obligación de declarar; de no hacerlo, estaban colaborando en
defraudar al rey los salarios que indebidamente había venido cobrando aquel, y que
45
Declaración jurada del licenciado don Tomás de Quesada. Manila, 5 de septiembre de 1742. AGI,
Filipinas, 249, N.2, fol.121r.
46
Declaración jurada del general don Diego Ignacio de Zamudio. Manila, 4 de septiembre de 1742. AGI,
Filipinas, 249, N.2, fol.115r.
47
Declaración jurada de don Francisco Zapata. Manila, 1 de septiembre de 1742. AGI, Filipinas, 249,
N.2, fol.107v. Como se ha señalado anteriormente, doña Mariana era pariente de la joven.
48
Declaración jurada de don Andrés Blanco Bermúdez. Manila, 31 de agosto de 1742. AGI, Filipinas,
249, N.2, fol.101r.
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correspondían a la Hacienda Real. La respuesta del provisor fue extensa y en ella no
sólo se reafirmó en su justificación primera, los eclesiásticos no podían ser llamados por
un tribunal secular en causas civiles y lo tenían totalmente prohibido en las criminales
en las que pudiera derivarse perjuicio a terceros, sino que no podían declarar sin licencia
de sus superiores, la cual el rey dejaba a la discreción y arbitrio de los jueces
eclesiásticos. Estos debían considerar los inconvenientes y autorizar o no, en
consecuencia. Además añadía que, en caso de resultar culpable el encausado, la pena
que le correspondía era la privación del oficio "y no podrá negar que si es pena procede
de delito, y si es delito hay infamia (como no puede haber premio sin mérito)". Había,
además, otras razones a las que también había que mirar:
semejantes testificaciones traen consigo odios y enemistades entre el acusado y los
testigos, a que de ninguna manera debe cooperar el eclesiástico, mayormente cuando se
trata de imponer pena por un matrimonio que se dice contraído, que fuera cosa inaudita
en la Iglesia de Dios, pues a la vindicta pública nada se le sigue de utilidad en este
asunto ni son estas las causas que por no quedar castigadas se sigue algún perjuicio49.
Comprobada la resistencia del provisor a autorizar las declaraciones tal y como se le
pedía, el abogado fiscal solicitó su recusación y la de su hermano, don Gregorio de la
Fuente, alegando, además, que ambos habían declarado como testigos de don Cristóbal
Pérez de Arroyo en la causa formada por el gobernador Valdés Tamón contra dicho
fiscal. Traer a colación dicha circunstancia resultaba muy procedente para evidenciar la
falta de consistencia de los argumentos esgrimidos por el provisor y su voluntad
decidida de correr un tupido velo sobre todo lo referente al matrimonio. A fin de curarse
en salud, también se recusó al canónigo doctoral, don Nicolás de León, por la manifiesta
amistad que tenía con el juez provisor del arzobispado. En adelante los requerimientos
del gobernador se dirigirían al deán y cabildo50.
Mientras el cruce de escritos se producía, don Juan de la Fuente Yepes tomó la decisión
de oficiar una segunda ceremonia matrimonial, que tuvo lugar el día 12 de agosto de
1742, en su propia casa. A dicho acto acudieron "bastantes personas de distinción"51.
Finalmente, el cabildo catedral concedió la licencia que se le pedía con insistencia y se
tomó declaración a los dos sacerdotes ante el gobernador, el 22 de agosto. Don Esteban
de Rojas y Melo negó absolutamente todo: ni había estado en la casa de don Francisco
Rodríguez Pedroso, ni había oficiado el matrimonio, ni había tenido orden del arzobispo
para hacerlo. La boda del fiscal se había producido el día 12 de agosto y había sido
oficiada por el vicario general de la diócesis. En cuanto al testimonio de don Juan de
Segura, fue muy ambiguo; repitió los rumores confusos que había oído y manifestó
49
Respuesta de juez provisor y vicario general del arzobispado sede vacante al ruego y encargo del
gobernador, de fecha 1 de agosto de 1742. Manila, 7 de agosto de 1742. AGI, Filipinas, 249, N.2, fol.24v.
50
Decreto del gobernador. Manila, 11 de agosto de 1742. También pidió la constancia matrimonial al
provisor, quien afirmó que no obraba en su poder. AGI, Filipinas, 249, N.2.
51
Declaración jurada de don Juan Jacinto de Jugo, factor de la Real Hacienda. Manila, 3 de septiembre de
1742. AGI, Filipinas, 249, N.2, fol.109v. El oidor Costilla Barroto, que no pudo asistir a este acto, intentó
averiguar las condiciones bajo las que se había celebrado el sacramento, puesto que se extrañó de la
celebración de una segunda boda. No pudo conseguirlo y, según manifestó en su declaración "había
quedado con la duda, y lo estará mientras viviere, cómo fue". Declaración jurada del oidor don Francisco
Costilla Barroto. Manila, 11 de septiembre de 1742. AGI, Filipinas, 249, N.2, fol.129v.
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haber asistido con curiosidad a la ceremonia del 12 de agosto, acercándose "todo lo
posible, para verlo y oírlo con más distinción"52.
El resultado de las declaraciones tan trabajosamente logradas resultó frustrante. Fue
entonces cuando el abogado fiscal pidió la realización de un careo entre don Esteban de
Rojas y Melo y todos los testigos que habían afirmado que había sido él quien, en
secreto, había casado al fiscal con doña María Josefa. En este punto, el interesado se
negó alegando que no tenía licencia para ello del cabildo. Fue necesario remitir un
nuevo ruego y encargo solicitando se concediera autorización para el careo y para
cualquier otra diligencia que se considerara oportuna; tal licencia debía extenderse a don
Juan de Segura53. El mes de agosto se acercaba a su fin y la causa avanzaba lentamente.
El 25 de agosto se entregó la certificación del matrimonio, en el que constaba, además
de los datos ya conocidos, que los testigos habían sido don Gregorio de la Fuente
Yepes, maestrescuela de la catedral y hermano del oficiante, y doña Clara de Viscarra,
pariente de la contrayente54. El documento que acreditaba la celebración del matrimonio
anterior nunca apareció.
UN SECRETO POCO CELOSAMENTE GUARDADO: LAS DECLARACIONES
DE LOS NUEVOS TESTIGOS
La resistencia del cabildo catedral a conceder la licencia que se le pedía, determinó que
esta línea de investigación quedara definitivamente aparcada y que el oidor fiscal
considerara conveniente pedir una nueva declaración de Francisco Rodríguez Pedroso.
Así, el 23 de agosto fue llamado por segunda vez ante el gobernador para ser
interrogado sobre las circunstancias del casamiento, por estar "en esta parte diminuta su
declaración". En esta ocasión su testimonio fue mucho más extenso, muy
probablemente porque el empeño del gobernador por esclarecer todo el asunto había
llegado a un punto en que callar podía resultar peligroso. De ahí que comenzara esta
segunda declaración afirmando que si no había dicho en la anterior lo que ahora añadía
había sido porque no se le preguntó y porque creyó que bastaba con "expresar el
principal hecho".
Tampoco debía sentirse cómodo apareciendo como el principal muñidor del asunto, de
modo que se aplicó a manifestar la participación de otros. Así, en una extensa
declaración, señaló a veinticinco personas quienes, bien por haber participado de alguna
forma en los hechos o por haber tenido noticia temprana de ellos, podían proporcionar
más información55. A más abundamiento, aportó un guión de las cuestiones que se
52
Declaración jurada del presbítero don Juan de Segura. Manila, 22 de agosto de 1742. AGI, Filipinas,
249, N.2, fol.61r.
53
Vista del abogado fiscal y decreto concomitante del gobernador. Manila, 23 de agosto de 1742. AGI,
Filipinas, 249, N.2.
54
Doña Clara de Viscarra era viuda del capitán don José Pestaño de la Cueva, tío de la madre de doña
María Josefa de Morales. La certificación está firmada por don Vicente Esguerra, capellán de la capilla de
la Encarnación, y también pariente. AGI, Filipinas, 249, N.2, fol.149v. En cuanto al provisor, declaró
bajo juramento ante el cabildo que este era el único certificado matrimonial existente.
55
Los declarantes propuestos fueron: fray Domingo Rodríguez (procurador general de la Provincia del
Santo Rosario); el licenciado don Tomás de Quesada; don José Rodríguez de Hortigosa; don Francisco
Costilla Barroto (oidor); don Francisco Zapata; don Andrés Blanco Bermúdez; don Martín de Aranzana;
don Juan Jacinto de Jugo (factor de la Real Hacienda); don Alonso de Granada ("familiar" del fiscal); don
Juan José de Segura; los capitanes don Francisco de Ustáriz, don Luis de Arechega y don Andrés de
Irabién; el general don Diego Ignacio de Zamudio; bachiller don Miguel de la Torre (médico) y Juan
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debían formular a diecisiete de los testigos. De este modo, la declaración de Francisco
Rodríguez de Pedroso fue el punto de partida de nuevos interrogatorios encaminados a
averiguar hasta el detalle más nimio de este asunto.
Del testimonio del mencionado Rodríguez de Pedroso se desprende que en el
matrimonio del fiscal intervinieron más personas de las hasta entonces conocidas;
también que muy pronto comenzaron a circular noticias, ciertamente contradictorias,
sobre el asunto; es decir, que no resultó tan secreto como se había pretendido. Muy
probablemente, el trasiego de personas y papeles, junto a probables indiscreciones,
dieron lugar a rumores que circularon ampliamente por Manila, una ciudad
acostumbrada a habladurías y cotilleos.
En su declaración, dicho sargento mayor, aseguró que el requerimiento del gobernador
para que exhibiera la licencia para contraer matrimonio, convenció al fiscal de que el
asunto no pararía allí, lo que le inquietó hasta el punto de intentar controlar las
declaraciones de los testigos principales (Rodríguez de Pedroso y su esposa), reclamar
al arzobispo que le fuera entregada la persona de doña María Josefa, e incluso organizar
una segunda ceremonia nupcial que se celebró públicamente, cuando ya había
comenzado a correr el rumor de que la joven esposa estaba embarazada.
Algunos aspectos interesantes de la nueva declaración del sargento mayor son el relato
de las conversaciones habidas entre el declarante, el fiscal, don Tomás de Quesada y el
dominico fray Domingo Rodríguez, acerca de la mejor manera de revelar los hechos al
provisor56. Este afirmó ante el gobernador que el propio arzobispo había pensado
resolver el asunto bendiciendo la unión en el convento de Santa Clara o donde pareciera
más oportuno, una vez que el fiscal recibió la licencia, pero no llegó a realizarse porque
"era imposible el hacer que la niña concurriese a parte alguna de las que se proponían
por su cortedad de genio y miedo que tenía a su tutor"57.
También, los intentos del fiscal de ocultar todo, una vez que el gobernador había
manifestado su intención de llegar al fondo del asunto. Preocupaba especialmente al
fiscal que se llegara a saber el momento preciso en que se había celebrado el
matrimonio, para lo que intentó persuadir al declarante de que convenía que fuera
elusivo y remitiera al certificado matrimonial que obraba en poder del provisor del
arzobispado y que este nunca reconoció tener. A este empeño obedecía la nota que le
remitió el fiscal, y que fue entregada por Rodríguez de Pedroso e incorporada a los
autos.
Don Francisco, sobre lo sucedido no tengo qué decir a v.m. ni a mi señora doña
Manuela porque me persuado ya son sabedores de todo, y suplico rendidamente miren
por mí. Y pueden estar seguros que acabo de consultar con el padre Baeza si les obliga a
v. mercedes decir bajo de juramento lo que ha pasado, y me responde que no sólo no les
Magaogao (portero de la casa de Santa Cruz, de Rodríguez de Pedroso). También se relacionan como
posibles testigos en esta causa: fray Diego Sáenz (prior del convento de santo Domingo de Manila);
generales don Mateo de Zumalde (alcalde ordinario de Manila), don Bernardo de Illumbe y don Pedro
Fernández de Córdoba; sargento mayor don Tomás de Angulo; almirante don Baltasar de Araneta;
capitán don Luis de Toledo; Pedro de Aramburu y Gaspar de Matanza. Todas sus declaraciones fueron
incorporadas a los autos, a excepción de las de don Juan José de Segura y don Luis de Arechega.
56
Tomás de Quesada era uno de los abogados de la audiencia de Manila.
57
Declaración jurada de fray Domingo Rodríguez, procurador general de la orden de Santo Domingo.
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obliga sino que tiene obligación precisa de negarlo por ser en perjuicio de tercero y de
tanta gravedad, por lo que, y esté seguro, yo me obligo a responder por todo y les viviré
tan agradecido como obligado58.
También quedó constancia en la declaración del sargento mayor de los cambios en el
ánimo de la joven ante las complicaciones sobrevenidas al destaparse el enredo. Parece
ser que doña María Josefa había llegado a cansarse de todos los quebraderos de cabeza
que le había acarreado el matrimonio con el fiscal y, antes de que se celebrara la
segunda ceremonia nupcial (realizada con la intención de enmascarar la existencia de la
primera) manifestó por escrito a la mujer de Rodríguez de Pedroso su hartazgo y deseo
de deshacer lo hecho. Acusaba al padre Otazo de haber organizado todo y decía estar
cansada del enojo de su tutor, el provisor del arzobispado. No faltó quien, ante esta
nueva circunstancia, hiciera ver a éste los graves inconvenientes que sobrevendrían de
adoptar semejante determinación:
le respondió que era un disparate y era buscar mayores quimeras porque entonces dicho
señor provisor no podía ser juez, como parte tutor de la niña, que después de muchas
pesadumbres y gastos la harían ir con su marido y entonces con qué cara la recibiría y
qué vida la daría59.
Las declaraciones de los testigos se habían prolongado hasta bien entrado el mes de
septiembre. El 19 de octubre el cabildo catedral respondió con una negativa categórica a
conceder la autorización que se le pedía para que tanto don Esteban de Rojas y Melo
como don Juan de Segura participaran en careos. Lo único a lo que se avino es que
ambos pudieran ratificar sus declaraciones, pero esto en nada ayudaba.
Estando las cosas así, se decidió tomar declaración a los principales protagonistas: don
Cristóbal Pérez de Arroyo y doña María Josefa. Fue imposible tomar testimonio al
fiscal puesto que se encontraba gravemente enfermo, aquejado de una hidropesía de
pecho, enfermedad de la que, como testificó el médico "pocos escapan". A fin de evitar
"reagravar la enfermedad y acelerar el peligro", su declaración se aplazó en espera de
una mejoría que no llegó a producirse60. Efectivamente, el día 10 de diciembre ya había
fallecido; nueve días después el abogado fiscal pidió la declaración de su viuda y la
realización de un inventario de los bienes del fallecido61.
58
Nota remitida por don Cristóbal Pérez de Arroyo a don Francisco Rodríguez de Pedroso. AGI,
Filipinas, 249, N.2.
59
Declaración jurada del sargento mayor, don Francisco Rodríguez de Pedroso. Manila, 23 de agosto de
1742. AGI, Filipinas, 249, N.2.
60
Martínez de Zúñiga asegura que el fiscal enfermó a consecuencia de la reclusión a que fue sometido. El
agravamiento de su dolencia, a lo que contribuyeron los enormes disgustos sufridos, le llevarían a la
muerte, "lo que regularmente sucede en esta tierra, donde es muy difícil sobrevivir a unas grandes
pesadumbres". Martínez de Zúñiga, Joaquín, Historia de las Islas Philipinas, Sampaloc, 1803, págs.540541.
61
Fue enterrado en la iglesia de la Compañía de Jesús. Testimonio del fallecimiento del fiscal Pérez de
Arroyo. Manila, 20 de diciembre de 1742. AGI, Filipinas, 150, N.42. Carta del gobernador Gaspar de la
Torre informando del fallecimiento. Manila, 8 de febrero de 1743. AGI, Filipinas, 273, N.46. Ocuparía su
plaza en la audiencia José Gonzalo de Leaegui, oidor supernumerario. Carta de los oficiales reales de
Filipinas. Manila, 15 de junio de 1745. AGI, Filipinas, 192, N.67. Véase también, AGI, Filipinas, 197,
N.27.
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En marzo de 1743, doña María Josefa solicitó que se la excusara de la obligación de
declarar en esta causa, por razón de la muerte de su esposo
con quien apenas estuvo casada cuatro meses, y haber estado en este tiempo padeciendo
dicho señor, sin tener una hora de descanso por las enfermedades contraídas en su larga
prisión de la fuerza [de Santiago], y fuera de ella, por lo que vuelve a suplicar a su
señoría se sirva dejarla sosegada en su viudez y orfandad62.
El gobernador accedió a esta petición puesto que, como él mismo reconoció, los hechos
estaban suficientemente probados. En cuanto al inventario de los bienes dejados por el
fiscal, había sido encomendado al oidor don Pedro Calderón Enríquez, con quien aquel
había mantenido relaciones muy tensas en vida. En el momento de realizar dicho
inventario, el 20 de diciembre de 1742, en la casa del fiscal se encontraba don Juan de
la Fuente Yepes, a quien éste había nombrado albacea testamentario. Entre los
documentos encontrados entonces figuraba la escritura de dote, en la que se
consignaban 81.787 pesos, 2 tomines y 1 grano, cantidad que había recibido el fiscal al
contraer matrimonio; también cartas consignando diversas cantidades que se habían
enviado o estaban para enviarse de parte del fiscal a la corte, y que sumaban 3.500
pesos. Una de dichas cartas estaba fechada en México, en marzo de 1741, y aparecía
firmada por Manuel Rodríguez Pedroso. Además, se encontraron 33.000 pesos en
reales, y bastantes joyas regaladas a su esposa, que fueron descritas con detalle. Todo,
incluida la biblioteca y el ajuar de la casa fue minuciosamente relacionado63.
Incorporada esta diligencia a los autos, el expediente quedó cerrado por la fuerza de los
hechos, ya que la muerte del fiscal dejaba sin sentido la continuación de las diligencias,
así lo tuvo que reconocer el gobernador en su decreto firmado en 9 de mayo de 1743.
ENEMIGOS Y PARTIDARIOS. LAS PARCIALIDADES QUE OPERABAN EN
MANILA
Según fray Juan de la Concepción, Pérez de Arroyo "tenía muy poderosos
enemigos"64. Entre ellos se contaba el anterior gobernador, al que el fiscal acusaba de
perseguirle para evitar que participara en su residencia, y también el marqués de las
Salinas, Juan Manuel Pérez de Tagle, y el marqués de Montecastro, Pedro González de
Rivero Quijano, y don Domingo Antonio de Otero Bermúdez, alguacil mayor del Santo
Oficio y alférez real, a todos los cuales acusó de quedarse con abultadas sumas de la
Hacienda Real65.
62
Petición de doña María Josefa de Morales al gobernador. Manila, 27 de marzo de 1743. AGI, Filipinas,
249, N.2, fol.159r.
63
Entre el abundante mobiliario de la casa había piezas pertenecientes a diversas personas: la cama
matrimonial pertenecía a don Bernardo de Illumbe, dos espejos al capitán don Juan de Barona y 24 sillas
de las que los cueros eran propiedad de don Mateo Zumalde, siendo del fiscal sólo la madera. Inventario
de los bienes del fiscal Pérez de Arroyo. Manila, 20 de diciembre de 1742. AGI, Filipinas, 249, N.2, fols.
160v-168v.
64
Fray Juan de la Concepción, Historia General de Philipinas. Conquistas Espirituales y Temporales de
estos Españoles Dominios, establecimientos, Progresos y Decadencias. Manila, Imprenta del Seminario
Conciliar y Real de S. Carlos, 1788. T.XI, capítulo V, pág.94.
65
El marqués de las Salinas se encontraba detrás del pleito que los naturales de Santa Cruz movieron
contra la Compañía de Jesús a costa de la propiedad de las tierras. Tenía antipatía a los jesuitas porque
éstos habían denunciado su amancebamiento con una mujer de dicho pueblo. Según el arzobispo de
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Pero también cabría incluir en esta lista al oidor don Francisco Fernández Toribio y,
muy probablemente también, a don Pedro Calderón Enríquez, igualmente oidor y
aspirante a la plaza de fiscal durante el tiempo en que Pérez de Arroyo permaneció
apartado de su oficio, y también a la muerte de éste. El 18 de julio de 1740, Pérez de
Arroyo escribió al rey denunciando que el gobernador no permitía se le dieran los
expedientes que necesitaba para supervisar el estado del "debido cobrar" y la gestión
que en esta materia había realizado el oidor Fernández Toribio. Aprovechó la ocasión
para denunciar el matrimonio entre la hija de éste y Calderón Enríquez. De dicho
matrimonio afirmaba que estaba cercano a celebrarse y que sólo tenía licencia don
Francisco Fernández, pero no el que sería su yerno. En cualquier caso, no se le había
mostrado la autorización real al fiscal y el enlace, además de suponer el establecimiento
de vínculos familiares entre los dos jueces, tendría importantes consecuencias habida
cuenta de la situación en que se hallaba la audiencia de Manila66.
Efectivamente, este tribunal contaba, además de los dos oidores referidos, sólo con el
licenciado don Francisco Costilla, ya que el licenciado don José Ignacio de Arzadum y
Rebolledo estaba realizando una visita a la tierra cuya duración sería de unos dos años.
El otro oidor, don Juan Francisco de Velasco, estaba impedido por enfermedad. Esto
suponía que la tramitación de los asuntos se estancaría ya que los vecinos se abstendrían
de acudir a la audiencia o recusarían a tales jueces. El distanciamiento entre el fiscal y
los oidores venía alimentado también por la actitud de éstos ante los ataques que Pérez
de Arroyo afirmaba sufrir por parte del gobernador.
y lo que me tiene con mayor desconsuelo es que esto mismo experimento con los
ministros oidores de V.M. que compone esta real audiencia, no sacando como debieran
la cara cuando le han oído al dicho gobernador en un acuerdo tratarme con sumo
vilipendio y conminarme con que si mis pedimentos no iban arreglados y conformes a
su voluntad, experimentaría el más severo castigo, dándose por desentendidos de
semejante proposición [...] por cuyo silencio me fue preciso disimular y callar, viendo
que aunque protestase y reclamase, de ninguna manera se me había de oír67.
La razón de este comportamiento se encontraba en que necesitaban la aquiescencia del
gobernador "para el disimulo de cosas no correspondientes a los oficios",
particularmente el matrimonio ya mencionado.
Entre sus partidarios se contaban el arzobispo, su secretario (don Esteban de Rojas y
Melo), don Juan de la Fuente Yepes, su hermano don Gregorio de la Fuente, y don
Tomás de Quesada, de quien ya se ha señalado su condición de abogado de la audiencia.
También debe incluirse en este grupo a don Francisco Rodríguez Pedroso, personaje
principal en toda la trama, regidor por renuncia de José Pestaño de la Cueva, y activo
Manila, tal situación era tolerada por el gobernador Valdés Tamón y por los oidores Francisco Fernández
Toribio y Pedro Calderón Enríquez, suegro y yerno respectivamente. Informe de fray Juan Ángel
Rodríguez. Manila, 15 de diciembre de 1738. AGI, Filipinas, 291, N.30.
66
El matrimonio se celebró, como lo refiere el propio gobernador en su carta de 21 de junio de 1741.
AGI, Filipinas, 150, N.15. Por real cédula firmada en Buen Retiro a 19 de diciembre de 1739, el rey dio
por cesados los reparos que se oponían a dicho matrimonio, ya que el padre de la joven había sido
trasladado a la plaza de alcalde del crimen de la audiencia de México. AGI, Filipinas, 334, L.14, F.67v69.
67
El fiscal de la audiencia de Manila, al rey. Manila, 20 de julio de 1739. AGI, Filipinas, 149, N.26,
F.247r-258r.
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comerciante68. Asimismo, los oidores Arzadum y Rebolledo, y Costilla y Barroto,
cuentan entre quienes manifestaron simpatías por el fiscal. A este último recurrió Pérez
de Arroyo para que mediara con el tutor de doña María Josefa, a fin de que templara su
enojo y se aviniera a facilitar una salida airosa al asunto. En el grupo de los partidarios
del fiscal muy probablemente deba ser contada una buena parte de quienes prestaron su
testimonio en esta causa.
Del contenido del prolijo inventario de las propiedades del ya difunto fiscal podemos
deducir la amistad que le unía con otras personas: con el capitán don Mateo de
Zumalde, regidor de Manila y propietario, entre otros bienes inventariados, de los
cueros de dos docenas de sillas que el fiscal tenía en su antecámara y de las que
únicamente era dueño de la madera. También tenía en su casa dos espejos del capitán
don Juan de Barona, castellano y justicia mayor del puerto de Cavite. Especial amistad
debía tener con el general don Bernardo de Illumbe, alcalde mayor del parián, a quien el
fiscal por el mes de mayo había pedido prestado un catre, petición que contribuyó a
alimentar las habladurías acerca de un inminente enlace. Cuando, una vez fallecido
Pérez de Arroyo, se procedió al inventario de sus propiedades, dicha cama aún estaba en
su casa, en el dormitorio principal.
EL ASUNTO ANTE EL CONSEJO DE INDIAS
En sucesivas cartas el gobernador don Gaspar de la Torre, había informado al rey sobre
el asunto del matrimonio secreto del fiscal. La primera de ellas había sido firmada el 31
de julio de 1742. Ya en ella aseguraba que el fiscal había tratado de su boda desde el
año 1737 y que ésta se había celebrado en septiembre del siguiente año, cuando aún no
había recibido la real cédula con la licencia para hacerlo. También que en ello habían
contado con la protección del arzobispo, que había conseguido mantener el secreto
durante algún tiempo, hasta que el asunto fue del dominio público. La licencia, además,
se había conseguido con engaño, ya que la joven con la que terminó casándose poseía
parientes entre las familias conocidas y además un patrimonio notable, lo que dejaba
entrever una inclinación codiciosa en el fiscal. En una misiva posterior, fechada en 8 de
febrero de 1743, además de dar cuenta del fallecimiento de don Cristóbal Pérez de
Arroyo y del consiguiente cese de las diligencias, informó de su empeño por ocultar la
verdad y de la colaboración del juez provisor del arzobispado, quien se prestó para
realizar una nueva ceremonia de boda, esta vez pública y con asistencia de destacadas
personalidades. Finalmente, en la carta que acompañaba a las dos piezas de autos
formadas, firmada el día 2 de julio de 1743, reconocía que había dado cumplimiento a la
real cédula por la que se le ordenaba pagar al fiscal los sueldos devengados durante el
tiempo en que había permanecido apartado del ejercicio de su oficio, pero advirtió que
había tomado la precaución de ordenar a don Juan de la Fuente Yepes, albacea de dicho
fiscal, que entregara el importe correspondiente, por si el rey decidía, tras el estudio de
los autos, que procedía su devolución a la Real Hacienda.
El Consejo de Indias recibió la carta del gobernador fechada el 31 de julio de 1742, el
21 de agosto de1743. En 8 de febrero de 1744 su fiscal firmó un dictamen muy negativo
sobre el comportamiento del gobernador, al que acusa de haber asumido "el partido de
68
De él dice Rodríguez García que embarcó 58 piezas en 1743, en el galeón Nuestra Señora del Rosario
y de los Santos Reyes. El gobierno de don Gaspar Antonio de la Torre y Ayala en las islas Filipinas.
Granada, Universidad de Granada, 1976, págs.105-106.
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su antecesor". Extrañaba, además, que hubiera puesto tanto empeño en averiguar los
pormenores del matrimonio del fiscal una vez que éste exhibió la cédula con la licencia
real, cuando lo coherente habría sido iniciar la indagación antes, en cuanto tuvo noticias
de los rumores que corrían sobre el supuesto enlace secreto. De ello concluía que la
intención del gobernador no era velar por el cumplimiento de las leyes, sino proceder
contra el fiscal y perjudicarle, por lo que bien podía presumirse que tal vez no hubiera
dado cumplimiento a las reales cédulas que habían ordenado, ya en 1741, que se le
restituyera a su oficio y se le pagaran los salarios devengados durante el tiempo en que
se le había mantenido encarcelado y privado del ejercicio de su oficio.
En opinión del fiscal, el Consejo debía "despreciar" la carta del gobernador, a quien se
califica de "persona sospechosa". Esto suponía no dar crédito a sus acusaciones sobre el
engaño llevado a cabo por Pérez de Arroyo para conseguir la licencia matrimonial.
Efectivamente, el gobernador no había podido acreditar que doña María Josefa tuviera
parientes en Manila (las dos piezas de autos tardarían en llegar al Consejo) y, además, al
fiscal del Consejo le constaba por informes de personas que habían estado en Filipinas,
que la joven no los tenía y que estaba bajo la protección de un tutor. En cuanto a las
hermanas bastardas, deja bien claro que no era un parentesco que pudiera ser tenido en
cuenta para este asunto. El fiscal concluía su dictamen proponiendo que el gobernador y
la audiencia de Manila dieran pase a la licencia concedida por el rey para que Pérez de
Arroyo se casara, que se suspendieran y archivaran las diligencias hechas y que se le
restituyera en el ejercicio de su oficio y se le entregaran los sueldos devengados, tal y
como ya se había dispuesto en las reales cédulas de 174169.
El Consejo de Indias asumió el dictamen del fiscal añadiendo dureza a las expresiones
con las que valoraba el comportamiento del gobernador, a quien se amenazaba con
adoptar una medida "severa y ejecutiva", en caso de que habiendo suspendido el
cumplimiento de la real cédula de 15 de diciembre de 1741 y de la carta acordada de la
misma fecha, no las cumpliera inmediatamente después de recibida la real cédula que se
le enviaría. En ella, "hablando directamente con el gobernador, se le diga que ha
causado la mayor novedad el que se haya valido de tan frívolos y mendigados pretextos
para oponerse al puntual y debido cumplimiento de la real cédula en que se concedió al
fiscal la licencia para contraer el matrimonio, con lo cual se comprueba y convence el
odio, mala voluntad y encono con que le ha mirado desde el primer ingreso de su
gobierno y los fines particulares con que ha procedido en causa de su prisión y
suspensión del ejercicio de su empleo; en cuya consideración se le previene y advierte
que se queda muy a la mira de sus operaciones"70.
En adelante debía favorecer y apoyar al fiscal de la audiencia, fuera Pérez de Arroyo u
otro, ya que así convenía a la defensa de los derechos y regalías de la corona, e informar
cumplidamente al rey. En cuanto al matrimonio del fiscal, a fin de garantizar que éste se
69
Vista del fiscal del Consejo de Indias. Madrid, 8 de febrero de 1744. AGI, Filipinas, 249, N.2. Sobre la
condescendencia del rey y su Consejo ante las infracciones en esta materia, véase SCHÄFER, Ernesto: El
Consejo Real y Supremo de las Indias. La labor del Consejo de Indias en la administración colonial,
Salamanca, Junta de Castilla y León: Marcial Pons Historia, 2003, págs.112-117. Cunningham señala que
la Corona valoró de forma menos estricta la infracción de las prohibiciones matrimoniales, cuando se
trataba de un fiscal. En el caso aquí estudiado nada hace pensar que esta circunstancia fuera tenida en
cuenta ni por el gobernador ni por el Consejo; tampoco por el monarca. CUNNINGHAM, C.H. The
Audiencia in the Spanish Colonies as Illustrated by the Audiencia of Manila. New York, Gordian Press.
1971, págs.205-206.
70
Consulta del Consejo de Indias. Madrid, 13 de febrero de 1744. AGI, Filipinas, 249, N.2.
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llegaba a celebrar, se dispuso enviar otra cédula al arzobispo electo de Manila en que se
le informara de todo lo sucedido, al tiempo que se le concedieran facultades para que si
al llegar a su destino no se hubieran cumplido las órdenes reales, las ejecutara por sí
mismo, removiendo "todos cuantos embarazos y estorbos se puedan suscitar para
impedirlo"71.
CONCLUSIONES
La llegada a Filipinas de la real cédula de 23 de agosto de 1741, por la que el rey
ordenaba que se restituyera a Pérez de Arroyo al ejercicio de su oficio, se produjo
cuando éste ya había fallecido. Lo mismo sucedería con las posteriores en las que el
soberano había dejado meridianamente claro su desagrado por el proceder del
gobernador en este asunto, el cual atribuyó a intereses de partido y a antipatía personal.
De las evidencias reunidas concienzudamente por el gobernador parecía desprenderse
que, efectivamente, el fiscal no había esperado a recibir la licencia real, tal vez porque
estaba seguro de que ésta llegaría y porque el partido que suponía la joven era lo
suficientemente atractivo como para que, si no actuaba con habilidad y rapidez, lo
consiguiera otro. Su proyecto matrimonial fue urdido a poco de llegar a Manila, lo que
demuestra que muy pronto se formó una idea acerca de quién era quién en la ciudad. Si
pudo llevarlo a la práctica fue gracias a las amistades que supo granjearse y a su carácter
decidido; en términos generales, las lealtades que concitó en torno a su persona supieron
mantener el secreto.
En cuanto a la actitud de la Corona, es interesante reflexionar sobre el hecho de que
toleró mejor el desacato a las leyes que suponía la celebración del matrimonio sin
esperar la llegada de la licencia que se había comprado, que el menoscabo de la
jurisdicción real encarnada en el oficio de fiscal. Desde esta perspectiva, el caso de
Pérez de Arroyo no resulta muy distinto al del matrimonio del oidor Calderón Enríquez.
Este se había casado sin solicitar siquiera la licencia y el rey dio por bueno el
matrimonio resolviendo el conflicto a través de la promoción de su suegro, el oidor
Fernández Toribio, al tribunal de México. Cuando, pasados los años, resultó que éste no
se decidía a ocupar su nuevo destino, bastó su jubilación para solucionar una situación
extrañamente irregular.
El matrimonio secreto de Pérez de Arroyo no fue un caso único en la historia de
Filipinas, contaba con el precedente de los rumores que alimentaron las tertulias, un
siglo atrás, acerca del enlace secreto del oidor Antonio Álvarez de Castro. Este tipo de
matrimonios son la expresión más radical de un problema (el matrimonio de los
funcionarios en Indias) que se agudizaba en el caso del archipiélago filipino donde el
aislamiento y la lejanía condicionaban todo. Los largos periodos de servicio en Manila,
la imposibilidad de contraer matrimonio sin una licencia (que podía retrasarse mucho o
no llegar), las dificultades de la vida en esas tierras, la viudez sobrevenida... llevaron a
muchos a trasgredir las leyes, confiando en la tolerancia de la corona. Esta terminaría
por reconocer la imposibilidad de mantener a ultranza una legislación tan restrictiva. Tal
71
Tras una prolongada vacante, la sede de Manila será provista en el franciscano fray Pedro de la
Santísima Trinidad Martínez de Arizala, quien tomaría posesión en 27 de agosto de 1747. Cabrero
Fernández, Leoncio; Miguel Luque Talaván y Fernando Palanco Aguado (coords. y dirs.) Diccionario
histórico, geográfico y cultural de Filipinas y el Pacífico. T.2. Madrid, Agencia Española de Cooperación
Internacional para el Desarrollo y Fundación Carolina, 2008, pág.618.
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sucedió en el caso del fiscal Pérez de Arroyo, a través del cual es posible desvelar algo
de la dinámica social y los conflictos entre facciones en la Manila de la primera mitad
del siglo XVIII.
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LA AUDIENCIA DE MANILA (1734-1740)
Oidores
Francisco López Adán
Juan Francisco de Velasco
Francisco Fernández Toribio
José Ignacio Arzadun y Rebolledo
Francisco Costilla Barroto
Pedro Calderón Enríquez
Nombramiento
Real provisión El Escorial, 30 de junio de
172072
Real provisión, Madrid, 23 de marzo de
172673
Consulta de Cámara de Indias, Madrid, 11
de octubre de 172874
Consulta de Cámara de Indias, Madrid, 9
de mayo de 173175
Consulta de Cámara de Indias, Madrid, 21
de marzo de 173476
Consulta de Cámara de Indias, Madrid, 24
de julio de 173677
Fiscales
Cristóbal Pérez de Arroyo (fiscal)
Nombramiento
Real provisión, El Pardo, a 17 de enero de
173478
José Gonzalo de Leaegui (fiscal)
Presidentes
Consulta de Cámara de Indias, Madrid, 27
de abril de 173979
Nombramiento
Fernando Valdés Tamón
Real provisión, El Escorial, 25 de octubre
de 172780
Gaspar de la Torre
Real provisión, El Pardo, 18 de marzo de
173781
72
AGI, Filipinas, 349, L.7, F.251v-256r.
AGI, Filipinas, 349, L.7, F.333r-337v. Dos años más tarde, por consulta de Cámara de Indias (Madrid,
25 de septiembre de 1728) fue provisto oidor del número de la audiencia de Manila. AGI, Filipinas, 95,
N.66.
74
AGI, Filipinas, 273, N.44. Es nombrado oidor supernumerario.
75
AGI, Filipinas, 273, N.45. Es nombrado oidor supernumerario.
76
AGI, Filipinas, 273, N.47. Es nombrado oidor supernumerario.
77
AGI, Filipinas, 273, N.48. Es nombrado oidor supernumerario.
78
Consulta de la Cámara de Indias. AGI, Filipinas, 273, N.46. Real provisión en AGI, 349, L.7, F.370r373v.
79
AGI, Filipinas, 273, N.49. Es nombrado oidor supernumerario.
80
AGI, Filipinas, 349, L.7, F.344v-345v.
81
AGI, México, 1.108, L.60, F.10r-51v.
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VÍNCULOS FAMILIARES DE DOÑA MARÍA JOSEFA DE MORALES
Marcos
Pestaño
Gordijuela
Juana
de la
Cueva
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Doria
Bernardo
de
Endaya
¿?
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de Endaya
Rayo Doria
Mª Rafaela
de Endaya
y Tirado
Mª Rosa
Rayo Doria
y Pestaño
Ana Pestaño
Gordijuelade la Cueva
Bartolomé
Rayo Doria
y Pestaño
Francisco
de Moya
y Torres
Bernarda Pestaño
Gordijuela-de la
Cueva
Gabriel
de Moya
y Torres
Luisa
Clara de
Viscarra
Francisco Pestaño
Gordijuela-de la
Cueva
María
Prado de
Quirós
José Pestaño
Gordijuela de la
Cueva Eslava
María Pestaño
Prado de
Quirós
Diego
Ignacio
Zamudio
Mariana
de
Elorriaga
Mª Rita
de
Elorriaga
Miguel
de
Elorriaga
Miguel
Romero
Juan
Bautista
de Uriarte
José
de
Morales
Pedro
de
Oriosolo
Mª Ignacia
de Oriosolo
Rayo Doria
Ana Mª Cortés
de Arredondo
y Oriosolo
José Justo Cortés
de Arredondo y
Oriosolo
Miguel Cortés
de Arredondo
y Oriosolo
Mª Ignacia Cortés
de Arredondo y
Oriosolo
Mª Manuela
León y
Pestaño
Mª JOSEFA DE
MORALES LEÓN
Y PESTAÑO
Juan Antonio Cortés
de Arredondo y
Castillo
Martín de
Madaria
y Endaya
Luis Matienzo
Piñera y
Nevares
José
Matienzo
y Pestaño
Antonio
Romero López
de Arbizu
Domingo
Antonio de
Otero Bermúdez
Alonso
de León
y Saravia
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