La Guerra de los campesinos I LA GUERRA DE LOS CAMPESINOS E El comienzo de la edad moderna es un complejo periodo histórico en el cual nuevas fuerzas se oponen al viejo régimen medieval. En este contexto se da en Alemania la Revolución de los campesinos © 2002, José Javier Torija Rodríguez II La Guerra de los campesinos der sin límites, y puede que ésta haya sido la primera gran mentira de la Iglesia Cristiana. Cuando la idea avasalladora del dios omnipotente y único estuvo instalada como religión oficial en Roma, todo cambió. Se persiguió a los que seguían con cultos a sus antiguos dioses condenándolos por paganismo. Aquí no se trataba de ningún complot sino, a las claras, destruir cualquier creencia diferente. Roma ya no era la ciudad alegre con sus fiestas donde corría el vino y hombres y mujeres se entregaban a placeres carnales en honor de los dioses y de la vida misma. Cristiandad y feudalismo T Antecedentes Históricos El cristianismo continuador entre épocas S egún La Eneida, Roma es fundada por hombres del mundo heleno. Cierto o no, la leyenda da razón de la cultura primigenia que adoptaron los romanos, y junto con ella vinieron también los dioses griegos, que fueron renombrados al latín para absorberlos como propios. Según fue extendiéndose, Roma no tenía una religión oficial, en el sentido en que estaba admitida la libertad religiosa, cada cual podía rendir culto al dios o dioses que quisiera. Los pueblos vencidos eran incorporados al imperio, a la vez que llevaban a esas tierras la romanización. A cambio recibía Roma esclavos y tierras, pero también incorporaban los dioses del pueblo vencido. Esto hacía de Roma con su religión no oficial y sincrética un paraíso de las creencias religiosas. El cristianismo era un culto más en Roma, si bien era seguido mayoritariamente por esclavos. Fue perseguido desde tiempos de Nerón por un supuesto complot de destruir Roma con un incendio que, la historia de los vencedores, nos ha repetido la autoría del propio Nerón en su deseo por culpar a los cristianos. Cosa que atenta contra el sentido común, pues, desde el reinado de Calígula, los emperadores podían utilizar el po- ras la caída del Imperio Romano de Occidente, se asiste a la convergencia de dos fuerzas contrarias que darán forma a la nueva época: - Una fuerza centrífuga que provoca la descentralización en reinos feudales por toda Europa Occidental debido a las invasiones que se produjeron entre los siglos IX y XI: Todas las unidades políticas europeas se fragmentaron, y debido a la necesidad de protección militar se consolidó el feudalismo como sistema basado en vínculos de dependencia establecidos entre un superior feudal y su vasallo. El principio fundamental era la subordinación de una persona a otra, con una estructura social rígidamente jerarquizada en la cual el vasallo intercambiaba independencia por protección. - Y una fuerza centrípeta siendo la Iglesia cristiana la principal fuerza de cohesión que aglutina al continente frente a las invasiones: la de los vikingos desde el norte y de los húngaros desde el este. Esta centralización del poder fue el principal elemento unificador durante la Edad Media. El devenir de este fenómeno histórico condenado a fenecer, según Engels, se da por dos tipos de condiciones: - Unas subjetivas (cabría mejor decir de la psique colectiva): la lucha política y militar contra los invasores por un reino unificado, nacional. - Otras objetivas: por el contexto, en última instancia, de los siglos alto medievales, de formación del feudalismo en toda Europa. La Guerra de los campesinos La reconstrucción del imperio E n la vida medieval lo político y lo religioso estaban completamente ligados, y se daba por sentado que el reino y el sacerdocio formaban jurisdicciones complementarias dentro de la república cristiana. Por eso, aunque se imponía en lo político la fragmentación del poder, existía la exigencia, por parte de Roma, de un orden universal, de una justicia suprema que estuviera por encima de los intereses particulares, es decir la idea del renacer del Imperio Romano. A favor de esto jugaba la religión cristiana de todos los que vivían en estas tierras, y por tanto había un sentimiento generalizado de comunidad cristiana cuando todavía habían de pasar cientos de años para que se gestaran los primeros estados nacionales. En la alta Edad Media, Carlomagno construye un imperio que domina Europa Occidental, ya a finales del siglo X estaba en poder de los emperadores germánicos. Así se formó el imperio románico-germánico, cuyo trono secular era regentado por el Emperador. De este modo, el Papa tomó entonces la espada del César y aspiró a ser César, pretendió instaurar en Europa un poder político por encima de los locales poderes de los señores feudales. Antecedentes en el cambio de época Contradicciones en el gobierno de la Iglesia que concluyeron fue puesto en práctica. Es decir, la Iglesia católica no permitió cambios en la autoridad, ni en la moral desarrollada por los teólogos escolásticos, ni en las pretensiones de gobierno universal. Cambios en el pensamiento P ero, aparecen los primeros vestigios del cambio; el nominalismo pondrá en cuestión los teoremas escolásticos. Una nueva teoría del conocimiento abrirá la luz a una disposición distinta entre el hombre y el mundo. La interpretación tendenciosa de Aristóteles había llevado a la filosofía cristiana medieval, con la Escolástica, a considerar que los seres concretos se englobaban en categorías y que conociendo las categorías -que tenían una existencia real- el hombre podía conocer el mundo. El nominalismo pondrá en cuestión este conocimiento, dirá que las categorías son simples conceptos abstractos, flatus vocis. Mirando a lo concreto podemos conocer al mundo y generalizar después, no descender desde la generalidad a lo particular. Encabezados por el franciscano Guillermo de Ockham, el acercamiento al problema de los universales desde el nominalismo permitirá los futuros cambios de concepción del mundo y el avance científico que se van a dar en el Renacimiento. Se estaba desafiando con ello a la estructura jerárquica y corporativa de la Iglesia de Roma. No en vano, la orden franciscana estuvo a punto de ser declarada herética. L as pretensiones para conseguir los poderes terrenales de la iglesia católica habían perjudicado la efectividad de la autoridad secular, al confundir el poder secular con el espiritual. Los brazos de Roma llegaban a todas las aldeas de todas las tierras cristianas, se imponía la sumisión a Roma, los impuestos, las extensas posesiones de la Iglesia en toda Europa libres de cargas, la inmoralidad de muchos eclesiásticos de todas las jerarquías del clero, y otras cuestiones relacionadas con el desarrollo de las monarquías nacionales, produjeron una gran animosidad en contra de la Iglesia católica. Las intrigas palaciegas para conseguir ese poder absoluto universal llevó a un cisma y provocaron graves daños en la autoridad de la Iglesia, dividiendo a sus partidarios en seguidores de uno u otro Papa. Se reconoció la necesidad de una reforma, y pese a los debates y los programas en varios concilios universales, no se instituyó ningún cambio, excepto el de Letrán, y tampoco lo III Las revueltas anteriores C omo a todo régimen autoritario, al papado con su interpretación exclusiva de la verdad le salieron rebeldes que ponían en cuestión la autoridad; John Wycliff en Inglaterra, pero sobre todo Juan Huss que difundió por toda Bohemia una interpretación libre, al margen de la papal. Juan Huss hablaba en alemán, la lengua vulgar, con lo que prendió fácilmente entre los campesinos. Pero fue ejecutado por herejía en 1415, pero sus seguidores continuaron durante dos siglos, sus fuerzas fueron reprimidas por las fuerzas combinadas del Papa y el Emperador. La dureza y arbitrariedad del régimen feudal provocó a principios del siglo la revuelta de los campesinos húngaros (1514), aplastada por el gobernador de Transilvania, Juan Zapolya. La Guerra de los campesinos IV La formación de los estados modernos Francia E n el lado político se estaba asistiendo a la formación de los primeros estados, Francia fue el primero en superar la situación, cuando Carlos VII acababa con la dominación inglesa, tras concluir la guerra de los cien años. La Corona apenas dominaba tierra francesa, pues era un mosaico de condados, ducados y delfinados. El feudalismo se disolvió de la siguiente forma: - Primero con la creación del ejército permanente con caballería e infantería, donde era el estado quien pagaba con regularidad este ejército nacional y sometido a una contínua disciplina para defender al estado. Maquiavelo ensalzará, ya en el siglo XVI, esta medida cuando abogaba por los ejércitos nacionales en detrimento de las tropas mercenarias o de ejércitos auxiliares aliados. - Segundo, una vez creado y consolidado el ejército nacional, Luis XI, hijo de Carlos VII, aprovechó la paz para deshacer el feudalismo cuando derrotó a una liga de señores coligados mediante juramento contra él, reprimió cruelmente las rebeliones confiscando los feudos y por usurpación el rey se adueñó de Anjou, Provenza y Borgoña, que reservó para la Corona. - Tercero con la extensión del estado administrativo, Luis XI creó el servicio de Correos para todos los ciudadanos, y aumentó el poder del estado llano participando más en el gobierno cameral en detrimento de los nobles. Con todo esto, Francia superaba el feudalismo a finales del siglo XV y se convertía en el primer estado moderno. España T ambién en la península ibérica se asistía a la unificación de diversos reinos cristianos en un estado emergente con el nombre de España. El proceso de España como estado moderno es todavía más vertiginoso que el caso francés atendiendo a las dificultades de dicho proceso. A la muerte de Enrique IV, Isabel, su hermana, se hizo proclamar reina de la corona de Castilla. La nobleza castellana se rebela contra la injerencia de Fernando. Acabada la guerra, Fernando sube al trono de Aragón, con lo que se reúnen las dos coronas en una. Pero, la derrota de los nobles no fue un freno al proceso del estado moderno, porque la Corona se fortaleció durante la guerra ya que se aprovechó para reorganizar el gobierno interior: - En 1476 se crea la Santa Hermandad que era una especie de guardia civil compuesta de 2000 hombres a caballo y otro tanto pie, con autoridades propias y con procedimientos rápidos y rigurosos y con penas severas. - Se cambió el modelo impositivo anterior que favorecía a los nobles y se prohibió la acuñación privada de moneda. Los nobles se sublevaron, pero fueron aplastados de nuevo, aquellos que se sometieron fueron perdonados, castigando a los que no lo hicieron. A continuación el siguiente paso fue el de la incorporación de los maestrazgos a la Corona, forzando a las órdenes militares a ceder su soberanía. Más importante fue el restablecimiento de la Santa Inquisición que ya funcionaba en Aragón desde el siglo XIII, cuyo papel fue decisivo a expulsar a 165000 judíos conversos de España y posteriormente a los moriscos. La Guerra de los campesinos V MAPA La compleja situación de Alemania La Alemania política; mosaico de tierras E n el occidente estaban formándose los estados modernos. En el otro lado, en el este, Polonia-Lituania aparecía como un estado poco consolidado y con estructuras del bajo medioevo. En el sur un fenómeno de ciudades-estado venían funcionando con una prosperidad amenazada por el imperio otomano. Sólo en el sudeste otro estado parecía sólido; el reino de los Habsburgo Austria-Hungría. La evolución histórica del siglo XV en Alemania llevó a la desmembración del Reich y a la desactivación del poder imperial, el cual fue perdiendo una serie de atribuciones y derechos que recayeron en los príncipes y los nobles, mermando la autoridad del monarca alemán en favor de los grandes señores (Herren). Existían casi cuatrocientas unidades políticas: ducados, condados, principados, obispados, ciudades libres, abadías, cada uno de ellos independiente en su régimen interno. Algunos landgravios eran regentados por un príncipe, otros por obispos o arzobispos y el caso de las ciudades imperiales que sólo debían obediencia al emperador y no al príncipe del lugar. La situación era anárquica y complicada. La Reforma suministrará una nueva teología de la autoridad política y de la relación entre el hombre cristiano y la autoridad. Los grandes príncipes, unos cuarenta en total, querían unificar sus territorios para lograr una organización administrativa eficiente. Las ciudades imperiales, más de setenta, eran bastante prósperas. Junto con estas dos instancias privilegiadas se encontraban los caballeros (Ritter) y los campesinos, que habían empeorado de condición: los primeros por los cambios experimentados en el arte militar y por la depuración de su puesto social, y los últimos porque en ellos recaían todas las exacciones de las clases sociales propietarias. Habían nuevos elementos de cultura que iban invadiendo Alemania durante el siglo XV que trajeron la pérdida de la sencillez de las viejas costumbres, se produjo un aumento de las relaciones mercantiles que se tradujo en un aumento de la riqueza nacional. Sin embargo la riqueza no llegaba a todos, el lujo desenfrenado señoreó en esta época y era el signo externo, pero inequívoco, del empobrecimiento de otras clases sociales. La nobleza inferior que había perdido su antigua importancia militar y se vió desposeída de sus medios para conservar su forma habitual de vivir también formaban parte del malestar general, resultado del desequilibrio económico entre clases. Por otro lado, Alemania vivía en fermento espiritual donde proliferaban los heresiarcas como Juan Huss, Wicleff o Savonarola. En lo político, el Imperio estaba acosado por la conciencia de sentimientos étnicos y nacionales. En cuanto al contexto social, el sistema feudal estaba siendo amenazado por el crecimiento de una nueva clase, la burguesía, interesada en el comercio y el intercambio. Los pequeños pueblos se iban convirtiendo en centros urbanos, y el nuevo clima de conexión mercantil con el exterior favorecía un nuevo sentimiento de independencia de los señores feudales. La Guerra de los campesinos VI Lutero la Reforma Cuando el oro en la caja resuena el ánima del Purgatorio salta fuera.... D icen, que al escuchar a los pregoneros de la indulgencia, en las plazas y los mercados alemanes, acompañaban la petición de limosnas con redoble de tambores. Alberto de Brandeburgo, arzobispo de Magunzia, fue encargado por el papa para la misión de predicar las indulgencias, el objeto de esto fue la financiación de la gran obra de los papas Julio II y León X: la construcción de la basílica de San Pedro en Roma, a cambio el arzobispo se quedaría con el cincuenta por ciento. Éste nombró a su vez al dominico Juan Tetzel para que dirigiera esta empresa por toda Alemania. Tetzel al llegar a Wittenberg, Lutero le tildó de ser el «principal traficante» de la redención de los pecados. El dominico le retó a la prueba del agua y el fuego y Lutero, con sorna, respondió: «Me tienen sin cuidado tus rebuznos de asno; te aconsejo el vino en vez del agua, el aroma de un ganso bien asado...». La rebelión espiritual, aunque comenzó entre monjes que no aceptaban la discriminación de privilegios en cada congregación, llegó hasta la negación de la autoridad pontificia y la discusión de las verdades más fundamentales del dogma católico. El comienzo se sitúa en el 31 de oc- tubre de 1517, cuando Lutero se convirtió en una figura pública y controvertida al exponer en la puerta de la iglesia de Todos los Santos de Wittenberg sus 95 tesis o proposiciones escritas en latín contra la venta de indulgencias. La Reforma pudo darse por la distinta situación política: la trascendencia de los movimientos reformistas se debió a que coincidieron con los de creación del estado moderno en Occidente, con la consolidación del absolutismo y del nacionalismo, que suplantarán el universalismo (catolicidad) hasta entonces imperante. Las nuevas naciones son producto de una ideología que ya no es católica, en el sentido político, que va más allá del «manor» o señorío feudal, pero sin llegar a ambicionar al Imperio, como hasta entonces; una ideología a la que la concepción católica (imperial) de la Iglesia romana le estorba, y que desea iglesias nacionales, para no depender del Pontífice romano, que comienza a ser visto como una potencia extranjera, y su Iglesia como una quinta columna. Por otra parte las inmensas riquezas acumuladas por esa Iglesia y sus órdenes monásticas serán incentivo para la conversión a las nuevas ideas religiosas de los príncipes. Tras la muerte de Maximiliano I en 1519, las riendas las toma su nieto Carlos V que, ya era rey de España desde 1516, llevando a Alemania a una situación altamente inestable, de un lado los príncipes no pudieron impedir el acceso al trono de Carlos V en detrimento de Francisco I de Francia, de otro lado Carlos V se vió obligado a conceder a los príncipes revitalizar el Consejo permanente del Imperio a pesar de que sus ideales eran imperialistas de dominación universal. Dada la disociación política del imperio, la defensa de la independencia de los gobernantes respecto de la Iglesia le ganó a Lutero el apoyo de muchos príncipes. Pero el Emperador estaba tratando de crear un estado absolutista universal en lugar de nacional, no pudiendo llevarlo a cabo por la continua oposición de los señores feudales, aglutinados por la idea nacional, ni por su necesidad de combatir la amenaza turca, que lo obligaron a continuas negociaciones con aquellos a los que, para llevar a cabo su idea imperial, habría debido someter. El Emperador y el Papa tenían las manos atadas por la política internacional, pues de la lucha contra el imperio otomano pendía la supervivencia de Occidente, lo que les obligaba a lograr la cooperación de los príncipes cristianos. El factor de la amenaza otomana propició la Reforma, que respondía esencialmente a un cariz po- La Guerra de los campesinos lítico y no tanto religioso. La Reforma contenía argumentos teológicos sutiles que no hubieran tenido que ser importantes, sin embargo emergió un odio que acabaría en la más sangrienta de las guerras entre príncipes cristianos conocidas hasta entonces, la de los Treinta Años, por nimiedades. Nimiedades en apariencia, porque detrás estaban dos razones de estado: -Una, la descarnada realpolitik, la constitución del Estado Absolutista moderno y la derogación de la idea unitaria de Europa, ya se la propusiera como cesaro-papismo (por el Emperador) o como hierocracia (por el Pontífice romano). Ésta fue ejercida por los príncipes. - Y otra, la exclusividad de la verdad en manos de un poder centralizado que no admitía discusión. Ésta fue ejercida por el emperador y el papa. El Emperador, para evitar la disgregación política, intenta lograr la paz religiosa mediante la intervención pública, por medio del órgano deliberante supremo del Imperio, la Dieta; acciones a las que el Papado se opone bajo cuerda, tanto para evitar la intromisión abierta de los príncipes en lo religioso, como el fortalecimiento del Emperador hasta un punto en que el Papa dejara de ser árbitro de la política europea. Carlos V llamó a comparecer a Lutero ante el parlamento para que se detractase de su doctrina, a lo que él se niega. Carlos V promulgó el edicto imperial de Worms donde se condena como hereje a Lutero y sus partidarios, así como prohibir la propagación de sus heréticas doctrinas, de esta manera el emperador inició una lucha contra una parte importantísima de su población, complaciendo con ello al papa León X. Lutero logra salvarse de las consecuencias gracias a que el Príncipe elector (miembro y decano de la Dieta) Felipe de Sajonia lo esconde, de incógnito, en su castillo de Wartburgo. Pero el movimiento religioso que había desencadenado Lutero se escapaba de su dirección y dominio. Los predicadores «evangelistas» estaban difundiendo la nueva doctrina y las nuevas fórmulas interpretativas, buscando en la Biblia el programa que apoyara sus inquietudes espirituales y aspiraciones revolucionarias dentro de un gran hervidero social y religioso. La nobleza inferior estalla, Franz von Sickingen y Hutten dos caballeros imperiales unen las ligas del Rhin y del Main para un alzamiento en pro de la libertad religiosa del país y en contra de la tiranía de los príncipes, que tendrá el apoyo de la burguesía. Las ciudades se VII adhirieron a la revuelta, poniendo sítio a Tréveris, regentado por un arzobispo encarnizado enemigo de la reforma. El emperador propició la unión de todos los príncipes renanos quienes acabaron con la revuelta de los caballeros. Clemente VII, el nuevo papa, saca el mejor provecho de la situación cuando, en Regensburgo (1524), acuerda con los príncipes y obispos, a cambio de unas concesiones al poder civil sin importancia, unirse contra toda discrepancia religiosa. Como Alemania se desangraba el Consejo forzó a suspender el edicto de Worms, una nueva Dieta, reunida en Spira en 1526, para instaurar la paz religiosa en el Imperio, acordó que cada príncipe podría determinar la religión de su territorio (cuius regio, eius religio). Pero el nuevo papa Adriano VI, contrario a los desórdenes religiosos que día a día conseguían reducir la influencia católica romana en tierras alemanas, presionaba al Consejo para volver a las persecuciones. Se convoca en 1529 la Dieta, también en Spira, derogó dicho principio y prohibió la difusión de la religión evangélica, por lo que los príncipes minoritarios, 6 en total, y 14 ciudades del Imperio, presentaron una protestación formal, afirmando que cada quien debía en cuestiones de religión seguir su conciencia. En esta situación tan delicada los campesinos se sublevan con aspiraciones económicas y sociales y de unir a sus aspiraciones la libertad religiosa. Causas directas de la Revolución de los Capesinos L a primera era la miserable condición económica en que vivían los campesinos, pero hay que añadir la continua presión de aumento de cargas contra los campesinos para sostener un lujo que llegaba hasta las aldeas y que se había extendido por las ciudades alemanas en el siglo XV y XVI. Pero para conseguir mayor riqueza de la tierra y los campesinos pudieran pagar se necesitaba un cambio en la manera de cultivar el campo. Los campesinos se oponían porque exigían el libre uso de bosques y pastos, pero los señores no lo aceptaban porque preferían seguir usándolas como dominios de caza o para su propio disfrute, en vez de concederlo aumentaban sus exigencias de tributos. Pero, sin embargo, no era la primera vez que los campesinos se sublevaban, pues en el siglo XV y principios del XVI se habían sucedido levantamientos sin unidad debido al cantonalismo VIII La Guerra de los campesinos político de Alemania, pero con la Reforma la unión de aspiraciones económico-sociales con los religiosos hizo que, practicamente, todas las comarcas se vieran involucradas en levantamientos campesinos o urbanos. Los campesinos eran impulsados por predicadores radicales y fanáticos a una guerra santa, pues estaban convencidos que las reinvidicaciones estaban sostenidas por el Evangelio. Aún así la guerra de los campesinos no es el resultado de los movimientos de la Reforma, es verdad que la Reforma sirvió de gluón en los movimientos campesinos para que tuvieran un carácter general en todo el imperio, pero los movimientos de reforma religiosa, tanto protestantes como católicos, no fueron, pese a su importancia, de carácter general, es decir, no involucraron a toda la población, sino que fueron particulares de las clases dominantes. Las tensiones sociales latentes desembocaron en sublevaciones abiertas en los momentos en los que los factores de conflictividad alcanzaron un alto grado de condensación y se añadieron a ellos precipitantes coyunturales. El cuadro de las alteraciones populares de la época ofrece la posibilidad de distinguir entre revueltas urbanas y campesinas, aunque en la práctica ambos fenómenos aparecen frecuentemente relacionados entre sí, por lo que apenas existieron movimientos completamente puros, de hecho, las sublevaciones de mayor magnitud de los campesinos vinieron acompañadas de disturbios producidos por el proletariado de las ciudades e hicieron de éstas un hecho sin precedentes en la historia. Sobre un fondo general de profundas diferencias sociales, las causas detonantes más frecuentes de las revueltas eran los abusos señoriales, la presión fiscal y las carestías. Las revueltas precedentes D esde el motín del timbalero de Niklashausen en 1476, no cesaron los levantamientos de los aldeanos en la región de los Alpes, Frisia, Franconia, Turingia, La Renania superior y Suabia. Dos de los más importantes movimientos fueron en 1502 con el nombre de «Bundschuh» (La Sandalia) y el de 1514 conocido como del «Pobre Conrado» en Wurtemberg. Hubo otro movimiento que, llamado «liga de campesinos», se extendió por Estiria, Carintia y Carniola, donde después de varias tentativas aisladas se efectuó en 1515 el alzamiento contra la nobleza, con terrible violencia que tuvo que ser sofocado, después de luchar varios meses, por las huestes del emperador Maximiliano I. T. Münzer Thomas Münzer L a alta nobleza alemana, partidaria o no de las nuevas doctrinas, se encargó de ahogar en sangre el levantamiento de los campesinos, que habían encontrado en la Biblia los puntos básicos de sus aspiraciones redentoras. Hubo movimientos agrarios con reclamos estrictamente sociales. Otros postulaban una reforma evangélica de la sociedad o predicaban posturas radicalmente igualitarias, proclamando un comunismo bíblico o la comunidad de las mujeres. Lutero era respetuoso del orden feudal y la autoridad ya que el Evangelio sólo hablaba de salvación espiritual, pero hubo quienes extrajeron consecuencias sociales de unos principios germinalmente revolucionarios: los anabaptistas y reformadores radicales como Thomas Münzer, quien estaba convencido de las capacidades transformadoras del nuevo credo, predicó entre los campesinos el exterminio de los enemigos de Dios y la comunidad de bienes. La iluminación interna del espíritu era capaz de realizar la utopía democrática, con una sociedad sin necesidad de Iglesia, de Estado o, en su expresión más radicalizada, de propiedad privada. La revuelta de los anabaptistas emergía en un contexto histórico donde Lutero siete años antes había hecho públicas sus 95 tesis y la reforma protestante ya había prendido en el norte de Alemania y Sajonia y extendía su influencia hacia el sur. No creían en la salvación por las La Guerra de los campesinos obras, apartándose con ello de Lutero, sino que enseñaban que si la salvación era genuina produciría buenas obras, lo que equivalía a admitir el cambio de sociedad por medios violentos, ya que era un ideal justo. Los anabaptistas se puede decir que constituyeron el «ala izquierda» de la Reforma. Su doctrina reformista arrancaba de Lutero, a través de sus discípulos Münzer, Stork y Karlstad. Los católicos romanos, luteranos y zuinglianos consideraron a los anabaptistas como radicales peligrosos, que amenazaban con la anarquía en la Iglesia y en el estado, procuraban, por tanto, extirparlos por la fuerza. A fines de la década de 1520 y a principios de la de 1530, centenares de anabaptistas fueron muertos, bien que fueran ahogados, decapitados o quemados vivos. Predicadores reformados que recorrían ciudades y burgos, provincias y aldeas, una Biblia en la mano, explicando que los libros santos condenaban los diezmos y todos los impuestos. Thomas Münzer desarrolló una intensa actividad e invitó a los príncipes alemanes a que se rebelasen contra Roma y contra el Imperio. En julio de 1524 declara la hora en que los tiranos van a ser eliminados físicamente para instaurar el reino milenario de Cristo, un reinado de la justicia. «¡Queridos hermanos, combatid el combate del Señor!. El poderoso quiere hacer su juego: la última hora de los malvados sonó. ¡Adelante, que el hierro está candente!. Que la espada, empapada de sangre, no tenga tiempo de enfriarse. Derrumbemos los castillos y sus moradores. ¡Dios está con vosotros; vamos, vamos!». Münzer había unido íntimamente las nuevas tendencias políticas con las ideas de la reforma IX religiosa, retomaba la doctrina de los primeros cristianos: fraternidad universal, comunión de bienes. Quería sustituir con el reino de Cristo al carcomido imperio. El culto sensible sería abolido en el nuevo reino, toda ley exterior, todo poder seglar; los hombres son todos iguales, comunes sus bienes, no tendrá cabida el dinero en el nuevo reino. Los propietarios y señores que se opusiesen al reparto de los bienes serían decapitados: «¡tiranos -decía Münzer- que quieren extirpar la fe cristiana, deben ser eliminados!». Deleitados con sus discursos entusiastas, los campesinos se apretujaban, a millares, alrededor del nuevo profeta, que les anunciaba la creación del reino de Dios en la tierra, con la abolición de los privilegios y de los derechos señoriales. El igualitarismo promulgado y la sensualidad desatadas adquirieron derecho de ciudadanía bajo la forma de justificaciones ideológicas y doctrinarias. Decía: «Todos somos hermanos, ¿de dónde, pues, la riqueza y la pobreza?. Entregadnos ricos del siglo, avaros usurpadores, entregadnos estos bienes que retenéis injustamente». Cuando entraban en una aldea decía a los campesinos: «queridos hermanos, ¿hasta cuándo estaréis dormidos?», incitando a asesinar a los príncipes y señores. Incendiaban iglesias y el campesinado le seguía. «Los campesinos de Eichsfeld se han divertido no poco con sus señores. ¡Imitadlos!. Mientras quede un noble con vida viviréis con temor». Estalla la rebelión armada, y Münzer, cura católico franciscano, se convierte en profeta y guerrero, líder campesino que decía poseer la espada de Gedeón, demostraba a los campesinos que el cambio de sociedad era posible a través de la violencia atacando las bases de la sociedad para sustituirlas por otras basadas en el comunismo religioso. El movimiento de Münzer deponía a los párrocos, destruía los conventos, asaltaba las fortalezas y castillos de los nobles. Enemigo de toda jerarquía y orden social, Münzer llevó la desolación desde los montes de Turingia hasta el Harz. El elector de Sajonia fue el primero en perseguir a su movimiento. Pero tras Sajonia, la revolución anabaptista prendió en Turingia. En los condados de Mansfeld, Stolberg, Schwarzburg, Eischfeld, Hesse y Brunswick todas las poblaciones se sublevaban y pedían la libertad completa. Es claro que Lutero hace una incondicional defensa del poder temporal y condena la rebelión de los campesinos, razón por la cual fue llamado «adulador de príncipes», Thomas Münzer, se pone a la cabeza de la misma y es aplastado por fuerzas conjuntas de católicos y protestantes. Lutero escribe un duro panfleto: «Contra las bandas ladronas y asesinas de los campesinos». X La Guerra de los campesinos Acusa a los campesinos de realizar una «obra diabólica» y a Thomas Münzer de «archidiablo», «que no hace otra cosa sino robos, asesinatos y derramamiento de sangre». Los revoltosos han cometido «tres horribles pecados contra Dios»: juraron fidelidad a la autoridad y ser súbditos obedientes y se levantaron contra sus señores; provocan la rebelión, roban y saquean; y, finalmente, encubren todos estos horrendos y crueles pecados con el Evangelio. Lutero en 1525 escribiendo a los nobles, en un lenguaje furioso, contra estos grupos decía: «Que sean aplastados, asfixiados y apuñalados tanto en público como en privado por cualquiera que pueda hacerlo, así como se mata a golpes a un perro rabioso. La magistratura que vacila, peca; ya que no satisface a los campesinos pertenecer al diablo. Sino que arrastran a muchos piadosos a su perversión y condena. Por lo tanto, apreciables señores, matad cuantos campesinos podáis: disparen, apuñalen, aplasten, y estrangulen a todos los que puedan. Feliz si mueres en el empeño, mueres en obediencia a la Palabra divina; no se puede obtener muerte más bendita.». Lutero recomienda a las autoridades afirma que no se opondrá a que se «golpee y castigue a estos campesinos sin ofrecerles previamente justicia ni equidad». Si un príncipe o señor «no castiga con la muerte o con el derramamiento de sangre es culpable de todas las muertes y de todos los males que cometan esos canallas». «Un príncipe puede ganar el cielo derramando sangre mejor que otros rezando». La rebelión es intolerable, y «un buen cristiano tendría que sufrir cien muertes antes que comprometerse en el asunto de los campesinos». Los príncipes se unieron al emperador, católicos y reformistas, para sofocar la revolución. Jorge de Truchess, general en jefe del ejército imperial, el elector palatino y el de Tréveris, sofocaban la rebelión del SurOeste. Al llamamiento de Lutero acudieron el landgrave Felipe de Hesse, Jorge de Sajonia, Enrique de Brunswick y otros príncipes aliados se dirigían a Frankenhausen con 6000 caballeros. El 15 de Mayo de 1525, los hombres de Münzer mal armados no pudieron con el ejército de los príncipes. Los señores aplastaron 5000 campesinos y todos los prisioneros fueron decapitados. Una vez que los campesinos son derrotados, Lutero es considerado el responsable intelectual del sangriento aplastamiento, y escribe en julio de 1525 la «Carta sobre el duro librito contra los campesinos» buscando justificar su postura frente a la rebelión. Se defiende de la acusación de «adulador de príncipes» afirmando que su anterior librito «no dice lo que merecen los señores, sino lo que merecen los campesinos y cómo se les ha de castigar; y con esto no he adulado a nadie»; «tampoco quise apoyar con mis palabras a los furiosos tiranos ni alabar su saña». A Münzer no lo mataron enseguida. Al principio, seguía diciendo que su intención era liberar a toda Alemania del yugo de los príncipes. Pero, tras el procedimiento habitual en estos casos de la Iglesia Católica, Münzer reconoció sus errores tras ser torturado, que los campesinos se dejasen de revueltas, de ser propagador de blasfemias y herejías contra los dogma de la iglesia católica de los que, ahora, los reconocía como infalibles. En la plaza de Mülhausen y tras el escarnio público fue decapitado para gloria de Dios. La Guerra de los campesinos XI La Revolución de los Campesinos El inicio de la revuelta. E l 24 de junio de 1524, bajo la dirección de un osado camarada, Hans Müller von Bulgenbach, los campesinos del Landgraviato de Stuhlingen aparecieron en armas, en el patio del castillo señorial; querían completa emancipación de sus señoruelos los condes de Lupfeu. Esta sublevación de los campesinos al sur de la Selva Negra se considera históricamente como el inicio de la guerra de los campesinos que, en este caso, no parece haber ningún motivo religioso sino sólo los puramente sociales. La autoridad de Hans Müller no tardó en extenderse a la mayor parte de Selva Negra, donde fue proclamado jefe de la Gran Fraternidad Cristiana. Creyendo ellos firmemente que el clero sólo perpetuaría el cobro de impuestos y la opresión; juraron destruir todos los castillos, monasterios y todo aquello que fuese eclesiástico. En el Allgäu el programa de revolución agraria se concreta en los «doce artículos». Se pedían en éstos que la comunidad pudiese elegir y deponer a los párrocos, la predicación simple del Evangelio, la abolición del diezmo sobre el ganado y la prestación personal, la supresión del derecho de caza y la disminución de los tributos; todas estas exigencias las fundamentaban en la Sagrada Escritura. Fueron impresos en Ulm el 19 de Marzo de 1525 extendidos de boca en boca, prendiendo como la pólvora, se extendió favorablemente en todas partes. Este movimiento se propagó rápidamente por Austria, El Tirol, Alsacia y la Renania media. Una hueste compuesta de antiguos súbditos del Conde palatino, de los obispados de Magunzia y Würzburgo, de los caballeros de la orden teutónica y de otros muchos nobles engrosaron un ejército evangélico rebelde que eligieron a un posadero como jefe; Jorge Metzler. Otro movimiento en el Odenwald nombró jefe suyo a un caballero imperial; Florian Geyer. En el condado de Hohenhole se puso a la cabeza de los campesinos el excanciller del conde del lugar; Wendel Hippeler. En Heilbronn se puso a la cabeza un tabernero de carácter indómito y feroz; Jäcklein Rohrbach. De este modo, los movimientos eran numerosos y faltos de dirección y disciplina, el cantonalismo no permitía superar esta situación. En la mayoría de los casos, se entregaban a los más salvajes excesos de saqueo, incendio y muerte. Suabia, Franconia, Odenwald, fueron luego completamente conquistados por la insurrección. Sólo en Franconia, en poco tiempo, 295 monasterios y castillos fueron saqueados. Sacerdotes y nobles eran degollados o torturados de las maneras más crueles. Los pequeños señores oponían, al principio, sus pequeñas fuerzas, de las cuales muchas desertaban. La revolución se hace democrática. n muchas de las ciudades se exigía que el clero renunciase a sus privilegios, a la exención de impuestos que gozaba y a cesar la competencia industrial de algunos establecimientos religiosos. Trataron de democratizar el régimen municipal y el proletariado de las ciudades pretendieron la repartición de los bienes de la Iglesia y de los ricos. Heilbronn, Wimfen, Dinkelsbrühl, Rotenburgo y otras ciudades menores se pusieron de parte del movimiento agrario. En Magunzia la población exigió la renuncia del arzobispo a sus derechos de soberanía y en Tréveris el consejo municipal elegido popularmente se puso a la cabeza del movimiento urbano. Las ansias de libertad democrática, la vida en comunidad, la repartición de bienes está en la línea de la Utopía de Thomas More y del humanismo emergente, pero la supera con creces en doble sentido, en el ideológico ya que los campesinos fuerzan un cambio más radical en las estructuras de la sociedad y en el práctico ya que la traen a la tierra donde todos viven, mientras la isla Utopía no está concebida para cambiar de forma real los pilares de este mundo. E XII La Guerra de los campesinos Lutero condena la revuelta «El burro pide palos y el pueblo quiere que se le gobierne con fuerza» (Lutero). L utero redacta varios escritos condenando la revuelta. Su texto Exhortación a la paz en contestación a los doce artículos del campesinado de Suabia, de 1525, considera que los príncipes y señores son la causa de «esta desgracia y esta rebelión», ya que explotan y cobran impuestos excesivos para satisfacer sus lujos, y el «pobre hombre común» no puede soportar esta situación. Los señores son la causa de la cólera divina que se manifiesta en los campesinos amotinados, y éstos son «el mismo Dios que se alza para castigar vuestro furor». Aconseja a los príncipes que cedan ante la cólera de Dios «para que no salte la chispa y arda toda Alemania». Considera que algunos de los doce artículos de los campesinos son «justos y equitativos», y la autoridad no ha de oponerse a las enseñanzas del Evangelio ni «aprovecharse de los súbditos en beneficio propio» con cargas como la servidumbre y los impuestos. Dirigiéndose a los campesinos: «el que la autoridad sea mala e injusta no excusa el motín o la rebelión. Castigar la maldad no corresponde a cualquiera sino a la autoridad secular, que lleva la espada». La rebelión de los campesinos va «contra el derecho cristiano y el Evangelio». Es verdad que la autoridad obra injustamente «al poner trabas al Evangelio y al imponer cargas», pero es mayor la injusticia cometida por los campesinos pues le arrebatan a la autoridad su poder: son «mucho más ladrones». Citando a Mateo, Lutero afirma que «no hay que resistir al mal ni a la injusticia», hay que «desear el bien a los que nos ofenden, rezar por los que nos persiguen, amar a nuestros enemigos y devolver bien por mal». En síntesis, «el derecho cristiano consiste en no resistir a la injusticia, en no desenvainar la espada, en no defenderse, en no vengarse, en ofrecer el cuerpo y los bienes para que los robe el que los quiera. Sufrimiento, sufrimiento, cruz, cruz, es el derecho de los cristianos». Los campesinos deben soportar las injusticias o de lo contrario abandonar el nombre de cristianos, porque no les corresponde «reclamar derechos ni luchar, sino sufrir la injusticia y soportar el mal». Los campesinos rebeldes son canallas, asesinos sedientos de sangre, malvados, ladrones, arrogantes, desleales, perjuros, desobedientes y «blasfemos contra Dios y no hay ninguno entre ellos que no haya merecido la muerte diez veces sin ninguna misericordia». La ira y la severidad de la espada «son tan necesarias en el pueblo como la comida y la bebida». Lutero hablaba como si fuese el pregonero de la razón del poder establecido: «Un asesino u otro malhechor deja subsistir la cabeza y la autoridad, sólo ataca a sus miembros o a sus bienes; incluso teme a la autoridad». Por el contrario, el rebelde ataca a la cabeza misma y «su delito no puede compararse con el del asesino», ya que los otros crímenes son actos individuales, mientras que «la rebelión es el diluvio de todos los crímenes», razón por la cual «la rebelión no merece ningún juicio ni gracia» y «no hay otra cosa que hacer sino degollar cuanto antes al rebelde y darle su merecido. Un asesino no hace ni merece un mal semejante». Nadie debe luchar ni combatir contra su superior, pues a la autoridad se le debe obediencia, honor y temor, y «es mejor que los tiranos le hagan cien injusticias a que el pueblo le haga una sola a los tiranos». Aunque la autoridad sea mala, aunque gobierne un canalla, no lo hace por su maldad, «sino por causa de los pecados del pueblo», y el pueblo no ve sus propios pecados. Lutero se comportó como el peor lacayo del poder establecido y traiciona de forma vergonzosa a los campesinos, ya que, de alguna manera, el movimiento campesino se nutre de la reforma. Las espadas ya estaban en alto, los príncipes que gobernaban tierras donde no había llegado aún la rebelión llegaban a acuerdos con el emperador (su enemigo político por los derechos de soberanía) y los caballeros imperiales de las ciudades libres (habituales enemigos que litigaban militarmente y aliados sometidos a obediencia al emperador) para acabar con la rebelión, así que pusieron fin a sus litigios particulares uniendo sus fuerzas. Los campesinos reconocieron la necesidad de orden y disciplina para enfrentarse a enemigos mayores que los señores locales y, a instancias de Hippeler, eligieron como jefe supremo a Götz von Berlinchingen, caballero imperial muy querido por ellos por su odio al clero y a los príncipes. Éste aceptó el mando por un mes. A principios de Mayo de 1525 Götz se presentó con el ejército de la liga ante Würburgo siendo recibido en la ciudad con entusiasmo después de haberla rendido. Después sitió la fortaleza de Frauenberg (Marienberg) donde los príncipes y los caballeros de la Franconia habían reunido todas sus fuerzas al mando del margrave Federico de Brandeburgo y de Sebastián de Rotenhau. La Guerra de los campesinos La derrota y la represión. T ras el aniquilamiento de las fuerzas de Thomas Münzer en el Norte, se lanzaba una poderosa campaña contra los rebeldes, en Lorena por el duque Antonio de Lorena; en Suabia, el jefe de la fuerza imperial de la liga de Suabia, Jorge Truchsess de Waldburg derrota completamente a los campesinos en Böblingen, asolando después todo el país. Weisberg fue reducida a cenizas con sus cinco aldeas adyacentes, siendo algunos de sus habitantes quemados a fuego lento. Mientras tanto, en Heilbronn una comisión de campesinos a instigación de Hippeler proponían un proyecto de constitución que representaba una reforma completa del imperio donde se recogía la disminución de los impuestos y la confiscación de las propiedades eclesiásticas para indemnizar a los señores por la reducción de sus rentas; también se recogía una reforma general en sentido democrático que dotaría a Alemania una nueva base social y jurídica. Este intento de acercamiento de los campesinos se puede explicar por el agotamiento en las posibilidades de vencer tras el rechazo de Lutero y la unión entre los príncipes y el emperador. XIII Truchsess, tras la cruel represión en Suabia une sus fuerzas a la del elector del Palatino y al de Tréveris para cargar contra la liga de Götz, que estaba sitiando Frauenberg. Un ejército de 8000 peones y 2500 jinetes disolvieron las huestes campesinas. Ante tal poderoso ejército Metzler se opone heróicamente con sólo 2000 campesinos en Königshoten, donde fueron todos los prisioneros pasados a cuchillo el 2 de Junio. Los campesinos de la cuenca del Rhin-medio fueron aniquilados por el ejército unido del Palatinado y de Tréveris cerca de Pfeddersheim el 24 de Junio. Terminada la insurrección, los obispos y los señores se toman la justicia por su mano; en Würzburgo se tortura y ejecuta. En Kitzingen se sacaron los ojos a 57 personas. La represión en Suabia se calcula en más de 10.000 víctimas. Más de cien mil campesinos perecieron a causa de la represión. El movimiento urbano de Schweinfurt, Bamberg y otras poblaciones compraron, mediante contribuciones, su perdón. En Rotenburgo los caudillos de la rebelión fueron decapitados. Götz estuvo encarcelado dos años en cárcel y luego en el castillo de Hornberg; Hippeler murió en prisión. XIV La Guerra de los campesinos Después de la guerra de los campesinos D espués de 1525 los nobles alemanes tomaron a su cargo la lucha por la Reforma, que concordaba claramente con sus intereses de clase y sus apetencias económicas y les ofrecía nuevas garantías para mantener su independencia territorial frente a las pretensiones autoritarias y unificadoras de su emperador católico. La unión entre el luteranismo y la aristocracia alemana se efectuó también a través de la secularización de las propiedades eclesiásticas. Huyendo de la represión se desarrolló en Suiza la secta de los anabaptistas, pasando luego a Alemania y los Países Bajos. La última gran sublevación en Münster fue reprimida por un ejército imperial en 1535. La complicada situación del imperio no prosperó con el cambio de la guerra de los campesinos, al revés, en el plano de las revoluciones hubo de esperar cientos de años en Alemania para alumbrar una revolución de magnitud considerable y en cuanto al propio imperio, aumentó el poder del emperador Carlos V quien tuvo que recordar al papa que él también era designado para gobernar en la tierra a todos los cristianos. El papa Clemente VII, por su parte y quien aspiraba a ser César de la cristiandad también, llevado por estos intereses políticos constituyó la Santa Liga de Cognac (mayo de 1526) entre Roma, Francia y Venecia para oponerse al Emperador. Los nobles protestantes forzaron en la Dieta de Espira de 1526 el derecho de reformar y pudieron entonces organizar las iglesias territoriales, con lo que la reforma protestante quedó definitivamente consolidada. En 1527 Carlos V abatió sobre Roma una horda sanguinaria de 14000 lanceros imperiales, que llevaban en el cuello cordones rojos y dorados para colgar a los cardenales y al Papa de Roma. También luteranos al mando de Frundsberg cruzaron los Alpes y se unieron a la armada española comandada por el duque de Borbón. La tropa arrasó la ciudad. Clemente VII logró refugiarse en el Castillo del Santo Angel. Su Guardia Suiza fue exterminada. Roma - sometida a hierro y fuego - quedó con menos de 30 mil habitantes. El Emperador, robustecido, logra en la Dieta de Espira de 1529 derogar los poderes que los La Guerra de los campesinos príncipes protestantes habían conquistado, y volver las cosas al estado que tenían en la Dieta de Worms, prohibiéndose la difusión de la Reforma. En 1530 Carlos V fue coronado Emperador, en Bolonia, por Clemente VII. Los movimientos sociales no se pararon con el fracaso de los campesinos, pero las revueltas carecían de componentes generales de cambio completo de bases de la sociedad, así hubo la «Pilgrimage of Grace» de Lincolshire y Yorkshire (1536), que comenzó como levantamiento antifiscal, evolucionó hacia un movimiento regionalista procatólico contrario al reformismo anglicano. La mala coyuntura agraria de fines del siglo XVI provocó también revueltas campesinas, como la de Finlandia de 1596 y la inglesa de las «Midlands» del mismo año. Unos años antes, en 1593, estalló en el Limousin francés la sublevación de los «Croquants», de origen campesino, aunque luego se extendió a los trabajadores urbanos. En el origen de esta gran rebelión coincidieron el hambre, el malestar antifiscal y los efectos perniciosos de la guerra sobre la población. Como ejemplos de violencia social urbana pueden citarse la «Grande Rebeyne» de Lyon (1529), cuyo origen fue la carestía de las subsistencias, y la revuelta de Gante (1540), levantamiento antifiscal que se erigió en defensor de los privilegios tradicionales. El hambre fue también la causa de un levantamiento popular en Nápoles en 1585, al que siguió una brutal represión. Las guerras de religión en Francia provocaron una gran sublevación en París el 12 de mayo de 1588 (el día de las barricadas), que dejó a la ciudad en un estado de anarquía. Epílogo de la revuelta L os levantamientos sociales se dotaron por lo general de una organización espontánea y actuaron por objetivos concretos a corto plazo, pero con la revuelta de los campesinos esgrimieron un discurso radical que amenazaba con la subversión del orden social lográndose un alcance de una magnitud sin precedentes. Fue precisamente el miedo a la subversión lo que obligó a las clases dominantes a cerrar filas y a hacer causa común en la represión de la protesta popular. La guerra de los campesinos fue combatida por la nobleza y aniquilada en 1525, caracterizándose la represión tras la derrota por su crueldad. Desde una concepción marxista se considera que la guerra de los campesinos de 1524-25 fue el acontecimiento clave de la Reforma, relegan- XV do los problemas religiosos a un segundo plano. Consecuentemente es Thomas Münzer, y no Lutero, el protagonista principal. Desde una perspectiva radical-democrática de mediados del siglo XIX, la guerra de los campesinos fue un movimiento de liberación política, el primer ensayo importante de una revolución democrática en Europa, insertándose en el marco de la era de la revolución burguesa que llega hasta 1789. Desde la misma óptica, la Reforma aparece como la primera etapa de la revolución burguesa contra el sistema feudal. Al grito de rebelión de Lutero contra la Iglesia, respondieron dos insurrecciones políticas: primero la de la nobleza baja, acaudillada por Franz von Sickingen en 1523, y luego la gran guerra campesina en 1525. El fracaso de la guerra de los campesinos es explicado por la falta de una conciencia revolucionaria necesaria para llevar a cabo su misión histórica. El catolicismo se reduce a una ideología reaccionaria de la aristocracia feudal. El protestantismo ortodoxo (luteranismo, zwinglianismo y calvinismo) aparece como la reacción ideológica de la burguesía, y Lutero como el primer representante ideológico de las nuevas clases. De revolucionario rebelde en contra del papado se convierte, por su condena de la sublevación de los campesinos, en un reaccionario vasallo de la autoridad temporal. Lutero fue descripto por el marxismo ortodoxo como un «reformador burgués» y Münzer fue calificado por Engels como un «protocomunista», cuya ideología había dado expresión a las aspiraciones de las masas oprimidas. Como el gran jefe de la guerra de los campesinos y revolucionario social que intentaba fundar una sociedad sin clases mucho antes de que la dialéctica histórica lo permitiese, Münzer fue un precursor muy anticipado a su época. Ello explica su inevitable fracaso La revolución campesina permaneció dividida en conflictos diferentes que no mostraron inclinación alguna a fundirse. Tan dividida como Alemania lo estuvo la Guerra de los Campesinos. Engels lamentó el fracaso de los campesinos ante una unidad de acción nacional y condenó la aterradora estrechez y tozudo provincialismo que malogró la guerra. Eventualmente las Haufen o tierras liberadas ponían en contacto a sus representantes campesinos, como en Memingen para crear la Unión Cristiana de la Alta Suabia que era una república campesina donde todos los bienes estaban repartidos y los puestos políticos elegidos popularmente. XVI La Guerra de los campesinos Las condiciones para una revolución no se explica solamente por la miseria. La manzana madura cae del árbol, pero la sociedad no es una manzana, ni la miseria su madurez para caer en la revolución de forma mecanicista. De hecho, asombra como sociedades sumidas en la miseria durante cientos de años, como India, no alumbren una grandiosa revolución. Es necesario, pues, un cambio de mentalidad de la sociedad. Las condiciones llamadas objetivas no determinan los cambios (aunque ayuden), puesto que sociedades distintas con condiciones «objetivas» semejantes actuan de forma diferente. El hombre y su sociedad cambian por razones históricas y la historia no es una ciencia mecanicista. También las razones históricas pueden ahogar el cambio, como el nacionalismo terco, que se enfrasca en el pasado conservando lo que hay que destruir. En todo el mundo las fuerzas de represión han vencido siempre, porque todas las sociedades históricas son so ciedades de esclavos, vasallos, súbditos o siervos. Sólo se puede construir el emporio de los Medici o Berlusconi teniendo mucha mano de obra esclava o comprada, en todo el mundo así es, también en Occidente. Pero, en Occidente también ha surgido la alternativa; la racionalidad, el espíritu crítico, el concepto de libertad, fraternidad. Hace falta, pues, que los individuos se nutran de estos conceptos y crecer con ellos para algún día hacer posible un mundo más perfecto donde no vuelvan a haber siervos. El final de la guerra de los campesinos tiene mucho de tragedia, como trágica es la condición existencial humana que vive en esta tierra y no llega a ser feliz ni libre. Pero una buena lectura consiste en comprender que la revolución social, desde la primera la de los campesinos en Alemania, es la expresión de ansia de felicidad y de libertad de los hombres contra aquellos, hombres también, que les hacen vivir infelices y siervos.