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Philip Roth se lleva el Principe Asturias de las Letras
Prodavinci · Thursday, June 7th, 2012
Artículo publicado en El País (España),
escrito por Jesús Ruiz Mantilla. A
continuación un extracto:
El Premio Príncipe Asturias de las Letras ha premiado este año a Philip Roth, uno de
los últimos novelistas vivos de la estirpe de grandes nombres de la narrativa
norteamericana de la segunda mitad del siglo XX. Tuvo como amigos y maestros a
escritores como Bernard Malamud y Saul Below y junto a otros contemporáneos suyos
como Thomas Pynchon, John Updike y Norman Mailer abrieron una nueva senda en
busca de la gran novela norteamericana. Lo mismo considera el jurado que le ha
otorgado el premio y que le coloca “en la tradición de Dos Passos, Scott Fitzgerald,
Hemingway, Faulkner, Bellow o Malamud”.
De origen judío, Roth (Newark, 1933) es autor de títulos como El lamento de Portnoy,
la ‘trilogía americana’ (Pastoral americana, Me casé con un comunista y La mancha
humana), La conjura contra América, Elegía y Némesis. Desde que publicara en 1959
Adiós Columbus, Roth ha recibido todos los premios más importantes de Estados
Unidos y en el exterior, desde el National Book en su país hasta el Booker en
Inglaterra, pasando por el Pulitzer y el Nacional de la Crítica. Solo le falta el Nobel
aunque cada año es uno de los nombres que más suena -¿será 2012 su año?-. En su
obra ha explorado la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial o el macartismo.
Desde que publicó su cuarto libro, El Lamento de Portnoy (1969), se convirtió en uno
de los referentes imprescindibles del panorama literario universal. Dentro de su vasta
producción, hay varias obras de gran envergadura, como la serie de novelas
protagonizadas por su alter ego, Nathan Zuckerman.
El escritor estadounidense Philip Roth y el japonés Haruki Murakami llegaron hasta la
última ronda de votaciones. En esta edición se han presentado 24 candidatos de 19
nacionalidades, entre los que también se encuentraban la autora canadiense Alice
Munro, el estadounidense Jonathan Franzen y el irlandés John Banville.
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La rabia tejida y atemperada de maestría de Philip Roth es el justo y debido
reconocimiento al facedor de una literatura total, arriesgada, tensa, desesperada, el
reconocimiento a un nombre que ha marcado tres generaciones de autores y lectores
por su cruda contundencia, por su desprecio a las concesiones, por su autenticidad.
A Philip Roth no le gusta la verborrea. Cara a cara, en la oficina que su agente, el
Chacal, tiene en Manhattan, resulta un tipo cuya aspereza va cayendo a medida que se
interesa en la conversación. Rey de la autoficción, a través de sí mismo y algunos alter
ego que ya forman parte de la leyenda literaria universal como Nathan Zuckerman o
David Kepesh, ha fundido sin contemplaciones el mundo que le rodea.
Explorador del sexo en todas las edades y vertientes, nutre sus novelas de una
desesperación vital y autoparódica muy sana que le han llevado a explorarlo en
propuestas surrealistas como El pecho o crepusculares como El animal moribundo,
adaptada al cine por Isabel Coixet. Obsesionado con el judaísmo y el desarraigo,
memorialista peculiar en obras como Los hechos o Patrimonio; criado en un Nueva
Jersey del que advierte a los curiosos sobre las visitas –“no vaya, le pueden pegar un
tiro”-, Roth ha escudriñado la vejez, la figura del padre y los traumas y simas de la
América contemporánea en novelas impactantes que van desde El lamento de Portnoy
a la emocionante Némesis, donde cuenta la caída de los héroes en un barrio asolado
por la polio.
Su trilogía de América –Pastoral americana, Me casé con un comunista o esa obra
maestra que es La mancha humana– ahonda en el ADN de una grandeza desolada
entre los años cuarenta y la época de Clinton, lo mismo que en ‘Sale el espectro’ da un
vuelco al nefasto periodo de Bush sin pelos en la lengua. No tarda Roth en aplicar el
bisturí a los tiempos que vive y atestigua. No da tregua a un discurso tan hondo como
pesimista y comprometido. Es un autor de pluma ardiente y examen de conciencia
permanente, un referente estético y moral que también se sabe en deuda con nombres
fundamentales e influencias tales como Saul Bellow, John Updike o Bashevis Singer.
Su nombre engrandece la cuenta de un premio más que merecido.
El Premio está dotado con un diploma, una insignia, una escultura de Joan Miró
–símbolo representativo del galardón– y la cantidad en metálico de 50.000 euros.
El año pasado la Fundación Príncipe de Asturias concedía el galardón a la poesía
cantada de Leonard Cohen. El cantante ya había estado nominado en la categoría de
Artes, pero por primera vez el premio iba a parar un cantante de rock.
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on Thursday, June 7th, 2012 at 9:19 am and is filed under Actualidad
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