Este artículo es una publicación de la Corporación Viva la Ciudadanía Opiniones sobre este artículo escribanos a: semanariovirtual@viva.org.co www.viva.org.co HHU UH HU U Ocho años es suficiente Gabriel Bustamante Peña Asesor jurídico – político Corporación Viva la Ciudadanía Cuando Barack Obama expresó: “ocho años es suficiente” no sólo se refirió a los dos mandatos consecutivos del presidente que enfrentaba, sino a lo que representó su política guerrerista, antisocial y violatoria de los derechos humanos. Política que ha dejado al país polarizado internamente y enemistado con sus naciones vecinas y cuyos resultados son los alimentadores de la crisis económica, el escandaloso desempleo y el desmonte de los servicios sociales del Estado. Servicios, que fueron desfinanciados para su proyecto bélico y el beneficio de los grandes empresarios y las transnacionales. Textualmente Obama reclamó: “hoy existen más personas sin trabajo y más trabajando por mucho menos”. Además de protestar airadamente por los millones de ciudadanos que han perdido sus casas y por el deterioro de la seguridad social, tampoco tuvo temor en afirmar “la política exterior del presidente es un desastre (…) hay que recomponer cuanto antes las relaciones con América Latina”. Con esto Obama dejó claro que ya era suficiente de una política económica y de seguridad criminal, culpable de la agudización de los problemas del país y que era necesario un cambio, no sólo del presidente sino de lo que este representa, que se necesitaba un verdadero gobierno de la gente y para la gente. Con el grito de: “debemos ponernos de pie y decir ocho años es suficiente” comenzó la carrera maratónica del líder afroamericano por sacar de la presidencia al modelo político de George Bush, cuando en Denver y cumpliéndose el 45º aniversario del grito de Martin Luther King “Yo tengo un sueño”, aceptó la candidatura demócrata que lo llevaría a la presidencia de Estados Unidos. Pasado un tiempo y ya como presidente de la nación más poderosa del mundo, Barack Obama vuelve a sentenciar que “ocho años es suficiente”, esta vez frente a Alvaro Uribe Vélez, el mayor exponente de la política de George Bush en América Latina, con lo cual dejó claro que Colombia era la aliada de un modelo de gobierno que fue derrotado y que en esta nueva Norte América no hay espacio ni para el modelo económico, ni para el proyecto bélico ni mucho menos para el modelo violatorio de los derechos humanos que la política uribista reprodujo del modelo finquero de Texas de George Bush. Directa y tajantemente Obama criticó el referendo reeleccionista al decir que los procesos populares deben adelantarse “de manera legítima y no impuestos desde arriba” en clara alusión a los actuales escándalos de corrupción que envuelven la iniciativa y que también enlodaron la primera reelección como lo demuestra la Yidis-política o el actual escándalo de la repartición reeleccionista de las notarías. E insistió luego al increpar el “no manipular, ni alterar los procesos electorales, ni reprimir a la oposición” mostrando su preocupación por la captación de los órganos de control electoral y a la persecución de la que es víctima la oposición por organismo como el DAS y la Procuraduría. El remate de su intervención no pudo ser más implacable, ya que al referirse a George Washington le dio una contundente lección de democracia al presidente colombiano sobre el respeto de las instituciones y el límite de las mayorías. A esto hay que sumarle el hecho que en el Congreso de Estados Unidos los demócratas y cada vez más republicanos se declaran anti-uribistas. Que gran parte de la sociedad norteamericana tiene en la memoria los insultos de Uribe a ONG internacionales como Human Right Watch. Que todos los diarios de importancia en Estados Unidos se han opuesto al proyecto reeleccionista de Uribe y que hoy sobre el cuello de nuestro mandatario cuelga como lápida la condecoración que aceptó del saliente presidente George Bush y su adhesión lacaya a su proyecto guerrerista y neoliberal que fue derrotado por la vía económica con la actual crisis y por la vía política con el fracaso de MacCain. De una agenda internacional que fue vendida en Colombia por los medios como el empalme entre el nuevo presidente estadounidense y el mandatario del principal país aliado en América Latina, el presidente de Colombia no sólo salió con la oposición a su tercera reelección, sino con un rechazo rotundo a todo su modelo de gobierno, a su seguridad democrática y su confianza inversionista. Del problema de cambiar un articulito se pasó al dilema de cambiar un modelo de gobierno, por lo que Uribe salió furioso del tan esperado encuentro, ya que debido a la crisis con el Ecuador y con Venezuela, Colombia marcha hacia el abismo de cerrarse al mundo por la vía del desprecio internacional.