FRONTERAS APOSTÓLICAS: ¿límite o desafío?

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FRONTERAS APOSTÓLICAS: ¿límite o desafío?
Tony Mifsud s.j.
Septiembre 2009
Pablo VI: “Donde quiera que en la Iglesia, incluso en los campos más difíciles y de primera línea,
en los cruces de las ideologías, en las trincheras sociales, ha habido o hay confrontación entre las
exigencias urgentes del hombre y el permanente mensaje del Evangelio, allí han estado y están los
jesuitas” (CG32, 3 de diciembre de 1974).
Benedicto XVI: “La Iglesia les necesita, cuenta con ustedes y en ustedes sigue confiando,
particularmente para alcanzar aquellos lugares físicos y espirituales a los que otros no llegan o
encuentran difícil hacerlo” (Audiencia Congregados, 21 de febrero de 2008, No 2).
Adolfo Nicolás s.j.: “Quizá existen otras naciones, otras comunidades no geográficas, sino
humanas que reclaman nuestra asistencia: los pobres, los marginalizados, los excluidos… porque en
la sociedad sólo tienen cabida los grandes, no los pequeños. Todos los desventajados, los
manipulados, todos estos, son quizá para nosotros estas naciones: las naciones que tienen necesidad
del profeta, del mensaje de Dios” (Homilía en la Iglesia del Gesú, 20 de enero de 2008).
No deja de llamar la atención que en los seis Decretos de la Congregación General XXXV, la palabra
frontera/s aparece diecisiete (17) veces, una de las cuales en el mismo subtítulo del Decreto 3. Aún más,
aparece en cuatro de los seis Decretos y, por lo tanto, en distintos contextos.
Decreto 1: Con renovado impulso y fervor. La Compañía de Jesús responde a la invitación de
Benedicto XVI, Nos 6, 13, 15.
Decreto 2: Un fuego que enciende otros fuegos. Redescubrir nuestro carisma, Nos 12, 20, 24.
Decreto 3: Desafíos para nuestra misión hoy. Enviados a las fronteras, Nos 14, 15, 17, 22.
Decreto 5: Gobierno al servicio de la misión universal, Nos 18b, 25.
Por el contrario, en los 26 Decretos de la Congregación General XXXIV (1995), la palabra frontera/s
aparece sólo dos veces.
Concretamente, en el Decreto 26, Características de nuestro modo de proceder, cuando destaca como una
de las características ignacianas la del siempre en busca del magis. “El jesuita nunca está satisfecho con
lo establecido, lo conocido, lo probado, lo ya existente. Nos sentimos constantemente impulsados a
descubrir, redefinir y alcanzar el magis. Para nosotros, las fronteras y los límites no son obstáculos o
términos, sino nuevos desafíos que encarar, nuevas oportunidades por las que alegrarse” (No 29).
En el Decreto 4 sobre Nuestra misión y la cultura, refiriéndose al contexto de una cultura crítica
posmoderna, se hace la consideración de que “huelga desarrollar aquí los problemas que conlleva el
trabajo en estos contextos, porque la frontera entre el Evangelio y el mundo moderno o posmoderno pasa
por el corazón de cada uno de nosotros” (No 20).
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1.- La palabra fronteras en los Decretos de la Congregación General XXXV
La reiteración de una palabra en diversos documentos indica, de alguna manera consciente o inconsciente,
que los Congregados de la XXXV deseaban transmitir - mediante la repetición - alguna idea importante.
En otras palabras, formaba parte de la cultura lingüística presente durante este acontecimiento singular en
2
la vida de la Compañía de Jesús.
Ahora bien, si se repasa el contexto del texto de la palabra empleada en cada una de las veces, se podrá
llegar a entrever su significado.
En el Decreto 1 la palabra fronteras aparece tres veces.
1.- Haciendo referencia al Discurso a la Congregación General de Benedicto XVI (21 de febrero
2008),
se reafirma nuestra misión de la “defensa y propagación de la fe que nos haga descubrir
nuevos horizontes y llegar a las nuevas fronteras sociales, culturales y religiosas que, por ser
fronteras… pueden ser lugares de conflicto y tensión que ponen en peligro nuestra reputación,
tranquilidad y seguridad” (No 6).
En el mismo número del Decreto, y siguiendo con la referencia a la Alocución de Benedicto
XVI, se recuerda que “al enviarnos a los lugares físicos y espirituales a los que otros no llegan o
encuentran difícil hacerlo, el Papa nos confía la tarea de ser puentes de comprensión y de
diálogo, según la mejor tradición de la Compañía, en la variedad de sus apostolados”. Acto
seguido, se nombran a Matteo Ricci (China), Roberto de Nobili (India) y las reducciones de
América Latina.
2.- Al destacar el apostolado intelectual, se dice que “vivir este trabajo en las nuevas fronteras de
nuestra época exige de nosotros que estemos arraigados de manera siempre renovada en el
corazón de la Iglesia.
Esta tensión, propia del carisma ignaciano, permitirá encontrar los
caminos de una auténtica fidelidad creativa” (No 13). La tensión nombrada hace referencia al
desafío de anunciar el Evangelio en contextos sociales y culturales muy diversos y confrontarse
con mentalidades diferentes.
3.- Por último, hacia el final del Decreto, se convida “a cada uno de nuestros compañeros a
examinar su manera de vivir y trabajar en las nuevas fronteras de nuestro tiempo” (No 15).
Concretamente, se menciona la misión en medio de los pobres y con los pobres; nuestro
compromiso en el ministerio de los Ejercicios Espirituales; nuestra preocupación por la
formación humana y cristiana de las personas más diversas; y la preocupación de la sintonía con
el Magisterio que evite provocar confusión y desconcierto en el pueblo de Dios.
En los párrafos 13 y 15 la frase nuevas fronteras aparece entre comillas, lo cual, probablemente, indica un
énfasis que se desea otorgarle. Es una frase que se quiere destacar. Además, la palabra fronteras va
precedida, en los tres párrafos, con el término nuevas; es decir, no cualquier frontera sino aquellas que se
presentan como novedosas.
En el Decreto 2, sobre el tema de la identidad del jesuita (ciertamente, un tema no menor), la palabra
3
fronteras aparece cinco veces.
4.- Al hablar sobre el seguimiento de Cristo, se destaca su ejemplo de ir más allá de lo permitido
culturalmente (encuentro con la samaritana). Así, “Jesús se abrió a la diferencia y a nuevos
horizontes. Su ministerio trascendió las fronteras” (No 12).
5.- Al hablar del nuevo contexto, se coloca como subtítulo hacia nuevas fronteras. Bajo este
subtítulo se lee: “Globalización, tecnología y problemas medioambientales han desafiado
nuestras fronteras tradicionales y han reforzado nuestra conciencia de que tenemos una
responsabilidad común del bienestar del mundo entero y su desarrollo de una manera sostenible
y generadora de vida” (No 20).
6.- “Así pues, a medida que cambia el mundo, cambia también el contexto de nuestra misión y
las nuevas fronteras nos envían señales que requieren nuestra respuesta…
Nos volvemos
o
también a la frontera de la tierra, cada vez más degradada y saqueada” (N 24).
En estos tres párrafos la palabra frontera dice relación a lo novedoso del contexto actual, como también al
estilo de Jesús el Cristo que para cumplir su misión universal rompió límites culturales y religiosos de su
tiempo (el encuentro con la samaritana, Zaqueo, la mujer sirofenicia, los centuriones romanos, un ladrón
arrepentido).
En el Decreto 3, justamente sobre la misión del jesuita, la palabra frontera aparece siete veces, una de las
cuales en el mismo subtítulo del Decreto (enviados a las fronteras) dentro del contexto de los desafíos
actuales que presenta la realidad globalizada.
7.- “Al proclamar el mensaje del amor y de la compasión Jesús supera las fronteras físicas y
socio-religiosas… Su ministerio de reconciliación con Dios, y de unos con otros, no conoce
fronteras” (No 14).
8.- “Ignacio y sus primeros compañeros comprendieron la importancia de llegar a las personas
situadas en las fronteras y en el centro de la sociedad, de reconciliar los que estaban alejados de
cualquier modo… Quiso también que los jesuitas cruzáramos otro tipo de fronteras: entre ricos y
pobres, entre cultos e ignorantes” (No 15).
9.- “La tradición de los jesuitas de tender puentes superando las fronteras es algo crucial para el
mundo de hoy” (No 17).
10.- “Todos estos cambios nos invitan a ir a las fronteras de la cultura y de la religión” (No 22).
En estos párrafos la palabra frontera hace referencia a los grupos sociales y a las megatendencias
(procesos) religioso-culturales, dentro de un contexto de desafío.
En el Decreto 5, sobre el gobierno en la Compañía de Jesús (tampoco un tema menor), el término
frontera aparece dos veces.
11.- “Aunque las Conferencias no constituyen un nivel de gobierno entre el P. General y los
Provinciales, sí ofrecen la oportunidad de reforzar el gobierno de los Provinciales,
permitiéndoles cuidar de la misión de la Compañía más allá de las fronteras de sus Provincias”
(No 18b).
12.- “En el actual contexto globalizado en que los jesuitas realizan su ministerio… los nuevos
retos y oportunidades para la misión exigen reflexión, formación y acción coordinada, para
pensar y actuar traspasando las fronteras de Provincias, e, incluso, de Conferencias” (No 25).
En estos dos párrafos la palabra frontera tiene un claro sentido geográfico porque dice relación a traspasar
límites territoriales geográficos (países) o de la Compañía (Provincias).
Por consiguiente, este recorrido por los Decretos demuestra que la palabra frontera/s aparece 17 veces en
12 párrafos de 4 Decretos.
Claramente, no es una palabra entre otras, sino su empleo desea transmitir un contenido que se estima
muy actual y relevante porque se encuentra en temas tan importantes y esenciales como son la identidad y
la misión del jesuita.
Pero, entonces, ¿qué significa el término frontera? ¿A qué hace referencia?
2.- Una aproximación hermenéutica a su posible significado
El Diccionario de la Real Academia Española, en su vigésima tercera edición, establece que la palabra
frontera tiene el significado, entre otros, de: (a) confín de un Estado, y (b) límite (que va más allá de lo
espacial, dando el ejemplo de “su codicia no tiene fronteras”).
Tradicionalmente, en el discurso cotidiano, el término frontera señala un límite espacial entre dos
territorios y, por tanto, está relacionado con el tema de los nacionalismos. Sin embargo, en una era de
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globalización, este término ya no se reduce a un límite espacial sino también a uno simbólico. Además,
se observa una extensión de la comprensión del límite a uno de superación más bien que a uno de
contención. En un contexto de globalización, alta tecnología y sofisticados medios de comunicación, el
concepto de límite se presenta más bien como un desafío para ser superado, y no un obstáculo que impida
el cruce.
Así, en el siglo XIX y comienzos del siglo XX (especialmente con las dos Guerras Mundiales) el
concepto de frontera decía más bien relación a límites geográficos para el establecimiento de los países.
Pero en el siglo XXI este término se erige como desafío para superar. Es decir, el paso de un significado
de contención a uno de superación; el paso de una auto-afirmación en la exclusión (fronteras que dividen
los países) a una auto-afirmación en la inclusión (alianzas políticas, fusiones económicas, globalización y
glocalización). En la cultura actual las fronteras están para superarlas porque no se tiene la actitud
fatalista frente a los límites, ya que los avances tecnológicos han abierto muchas posibilidades, y el
mundo virtual no conoce límites. Es el horizonte de la globalización. En este sentido el significado
cultural actual de fronteras se acerca más al del tiempo del Renacimiento, la época de Ignacio, el tiempo
del descubrimiento o “encuentros” más allá de los límites territoriales
Sin embargo, la globalización del espacio real y virtual, mediante los medios modernos de transporte y de
comunicación (Internet), no significa la desaparición de fronteras divisorias en el mundo actual. No es
tan evidente que estamos viviendo en una tierra plana.1 En la actualidad se tiene fronteras que son más
bien resultado del factor humano: (a) los ciudadanos de primera contra el resto del mundo (vivir en
condiciones totalmente distintas de abundancia o de hambruna); (b) la ciudadanía y el poder político (una
democracia representativa que se reduce a las urnas pero sin participación en la gestión de la polis); (c) la
cultura global y la identidad local (la llamada “mac-donalización y coca-colonización” de las culturas); y
(d) el individualismo y la solidaridad (una individuación asocial). Estas son algunas de las fronteras que
acosan a la sociedad actual.2
No será una exageración suponer que este significado complejo de la cultura cotidiana esté subyacente al
empleo del término, aunque, evidentemente, habría que buscar aquellos matices que otorgan a esta
palabra un talante ignaciano.
Revisando los textos de la Congregación General XXXV donde aparece la palabra frontera/s se puede
llegar a unas primeras conclusiones:
i) El término frontera/s es precedido muchas veces por la palabra nuevas. En estos contextos, la
frase dice relación a: (a) algo distinto que va emergiendo, apareciendo, brotando y que no estaba
anteriormente; (b) este algo distinto se relaciona con lugares físicos y espacios simbólicos
1
Thomas Friedman, La tierra es plana, (Madrid: MR Ediciones, 2006).
Ver las interesantes reflexiones de Patxi Álvarez de los Mozos s.j., “Un paseo por las fronteras de nuestra aldea global”, en el
número monográfico de la revista Sal Terrae: Lugares donde acudir hoy. Las fronteras como posibilidad (abril, 2009) pp. 275 286.
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(campos de acción, espiritualidad); y (c) este algo distinto, por su misma naturaleza de ser
diferente, implica necesariamente los elementos de conflicto y riesgo.
Este parece ser el
significado predominante en el Decreto 1 sobre el carisma del jesuita en la sociedad actual.
ii) Otras veces, el término frontera/s señala una ruptura con una tradición acrítica con lo
establecido religioso y cultural sin mayor consideración ni reflexión, y termina siendo opresora
de lo humano.
El ejemplo de la vida de Jesús se asume como aquel que rompió límites
impuestos injustamente por lo religioso-cultural. Esta comprensión está muy presente en el
Decreto 2 sobre la identidad del jesuita.
iii) Un tercer significado dice relación a las divisiones sociales que separan los unos de los otros
(pobres y ricos) y, por ende, aparece la necesidad de ser puentes para superar estas divisiones.
Es el concepto teológico de la reconciliación presente en el Decreto 3 sobre la misión del jesuita.
iv) En el Decreto 5 sobre el gobierno en la Compañía de Jesús, el término claramente hace
referencia al espacio geográfico (países) y jesuítico (Provincias). La vocación universal del
jesuita implica necesariamente el pensar y el traspasar las fronteras de la propia Provincia.
(v) Por último, es muy significativo que siempre aparece en el contexto de la misión. Por
consiguiente, en la espiritualidad ignaciana la frontera se entiende dentro del contexto de la
misión, de ser enviados. Así, en la vocación jesuita, misión y frontera van juntos porque se
complementan y se exigen mutuamente, ya que, en palabras de la Congregación General
XXXIV, la Compañía de Jesús se entiende como servidora de Cristo en la misión (cf. Decreto 2, No
1).
Entonces, se podría decir que el término frontera en los textos de la Congregación General XXXV se
entiende dentro del contexto de la misión, teniendo básicamente tres referencias: a) geográfico
(territorial), (b) cultural (costumbres y significados), y (c) social (grupos sociales). Además, se emplea
en un contexto de desafío que la misma misión implica, en el sentido de asumir lo nuevo (el riesgo de lo
diferente) y la ruptura con divisiones deshumanizantes desde la perspectiva del débil y vulnerable (la
necesaria conflictividad). Por último, el horizonte de la frontera se presenta como parte esencial de la
vocación jesuita por su universalidad (fronteras abiertas) y disponibilidad (es la necesidad y no el espacio
la define la misión).
Un buen ejemplo que expresa esta triple referencia en un solo gesto es la reunión, a comienzos de
septiembre (2009) entre las comunidades jesuitas, acompañadas por su Provincial respectivo, de Arica
(Chile), El Salto (Bolivia) y Tacna (Perú) porque supera el concepto territorial (en un momento de
tensión sobre territorio entre los tres países), simboliza un referente cultural (comprensión de naciones en
términos de integración y no de límites excluyentes) y encarna un signo social (atención a los migrantes
indocumentados en la zona).
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3.- ¿Una nueva expresión de una vieja intuición?
Toda esta riqueza de contenido trae a la mente tres talentes de la vocación jesuita.
El discurrir de la disponibilidad. Una de las características de nuestro modo de proceder,
según el Decreto 26 de la Congregación General XXXIV, es, justamente, hombres enviados,
siempre disponibles para nuevas misiones, es decir, el acudir a las necesidades más desatendidas.
“Nadal, al promulgar las Constituciones, se pregunta: ¿Por qué hay jesuitas? Ya hay sacerdotes
diocesano y obispos. Y contesta simplemente que nuestro carisma, nuestra misma razón de
existir, es acudir adonde las necesidades están desatendidas. Nuestro modo de proceder facilita
esta movilidad” (No 22). Por consiguiente, cualquier frontera se presenta como desafío, y no
como límite, a la disponibilidad.
El modo de proceder del jesuita, como dicen las Constituciones, es “discurrir por el mundo” (No 605),
“discurrir por unas partes y otras” (No 626; cf. también No 588), y, por ende, “no entendiendo la Compañía para
algún lugar particular” (No 603).
En la búsqueda del magis, del mayor bien universal. La Congregación General XXXV, en su
Decreto 2 sobre la identidad del jesuita, afirma que “nuestro objetivo es estar siempre dispuestos
para el bien más universal, buscando siempre el magis, lo que es verdaderamente mejor, para la
mayor gloria de Dios. Es esta disponibilidad para la misión universal de la Iglesia lo que marca
a nuestra Compañía de una manera particular, da sentido a nuestro voto especial de obediencia al
Papa y hace de nosotros un único cuerpo apostólico dedicado a servir, en la Iglesia, a los
hombres y mujeres en cualquier lugar” (No 16; cf. también Decreto 4, La obediencia en la vida de la Compañía
de Jesús, Nos 8 y 27).
El modo de proceder de la Compañía de Jesús, según las Constituciones, es siempre considerar “el mayor
bien universal” (No 611), “el mayor servicio divino y bien universal (No 622); es decir, “donde más se
fructificará con los medios que usa la Compañía (No 622), porque “el bien cuanto más universal es más
divino” (No 622). Por consiguiente, se establecen algunos criterios del magis, como, por ejemplo, la
búsqueda de personas y lugares que tienen un efecto multiplicador, privilegiar aquellas actividades más
urgentes y aquellas que especialmente incumben a la Compañía o no hay otros en ellas (cf. Nos 622 - 623).
Siendo puentes de reconciliación en la sociedad, asumiendo la causa de los más vulnerables y
débiles. En el Decreto sobre la misión del jesuita, la Congregación General establece que
“nuestro compromiso de ayudar a establecer relaciones justas nos invita a mirar el mundo desde
la perspectiva de los pobres y marginados, aprendiendo de ellos, actuando con ellos y a su favor.
En ese contexto, el Santo Padre nos recuerda que la opción preferencial por los pobres está
implícita en la fe cristológica en un Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para
7
enriquecernos con su pobreza (2 Cor 8, 9). Con una llamada profética, nos invita a renovar
nuestra misión entre los pobres y por los pobres” (No 27; cf. también Decreto 2, Un fuego que enciende
otros fuegos, No 22).
Así, en las Normas Complementarias se establece que “la opción preferencial por los pobres, tal como la
propone la Iglesia y la Compañía desea hacer suya, deberá encontrar alguna expresión concreta, directa o
indirecta, en la vida de cada jesuita, en la orientación de nuestros trabajos y en la selección de
ministerios”(No 163).
Entonces, tal como recuerda la última Congregación (citando a Jerónimo Nadal s.j. y Peter-Hans
Kolvenbach s.j.), si, por una parte, el mundo es nuestra casa (Decreto 2, No 23), por otra, la mediocridad no
tiene lugar en la visión del mundo de Ignacio (Decreto 1, No 11).
Así, el concepto de frontera, en el carisma ignaciano, supone el desafío de la disponibilidad en la
búsqueda del bien mayor mirado desde el desecho de la sociedad (cf. Documento de Aparecida, 2007, No 65),
porque el cuanto lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron (Mt 25, 40)
nos exige, en la fe que actúa por la caridad (Gál 5, 6), poner a los pobres en primer lugar (Benedicto XVI, Rezo
del Angelus, 1 de enero de 2009).
Pero esto también supone la gracia que acompaña la vocación del jesuita, porque “somos en verdad
pecadores y, sin embargo, llamados a ser compañeros de Jesús, como lo fue San Ignacio” (Decreto 1, Con
renovado impulso y fervor, No 4; cf. también Congregación General XXXII, Decreto 2, No 1).
4.- Una lectura ignaciana de frontera
Por consiguiente, tratando de sintetizar el sentido ignaciano que se le puede otorgar a la palabra frontera,
habría que considerar algunos elementos que la fundamentan y la hacen relevante en el discurso del
carisma ignaciano.
El concepto de límite cobra un sentido de desafío y no de contención, pero, a la vez, reconociendo la
dificultad que entraña. Por tanto, en el horizonte de la misión, el espacio geográfico, el entorno cultural y
la sociedad llegan a considerarse en términos de frontera cuando aparece la novedad de circunstancias
imprevistas, el reconocimiento de la presencia de situaciones injustas o difíciles y la necesaria
intervención para confrontarla (ruptura) desde una vocación de universalidad y disponibilidad.
Sin embargo, el descubrimiento o el reconocimiento de fronteras geográficas, culturales y sociales no
resultan evidentes. En primer lugar, porque todos somos hijos de nuestra cultura y se tiende a tomar por
supuesto, perdiendo la mirada crítica. En segundo lugar, toda novedad se presenta, a la vez, como
amenaza y oportunidad, pero no es fácil distinguir las dos dimensiones cuando se está frente a un proceso
8
aún en marcha. Por último, y más importante aún, porque el criterio fundamental de discernimiento es la
búsqueda, encuentro y cumplimiento de la voluntad de Dios.
La pregunta ¿qué es lo que Dios quiere de la Compañía de Jesús en el momento actual? constituye la
interrogante clave porque es la razón de ser de la Compañía de Jesús. Esto exige una mirada desde lo
divino.
9
Esta mirada es una de esperanza porque es el lugar de encuentro con Dios y la humanidad. Así, como el
centinela que espera la aurora, se vive expectante, atento a la siempre novedosa presencia del Espíritu;
pero, también, como el centinela se sufre cansancio y miedo. Con todo, la atracción de lo que se espera
mantiene despierto.3
La vocación jesuita, que tiene su raíz en la experiencia de Ignacio de estar puesto con el Hijo cargando
con la cruz y llamado a servirle, implica una conversión profunda. Como nuestro padre Ignacio, estamos
llamados para comprender que se puede ver el mundo con ojos distintos. Es el proceso de liberarse de los
afectos desordenados (Ejercicios Espirituales, No 21), abrirse al amor incondicional de Dios Padre y de asumir
todo lo creado en Dios. “Esta experiencia”, dice la Congregación General, “forma parte del camino de
cada jesuita” (Decreto 2, Un fuego que enciende otros fuegos, No 4).
La experiencia de Manresa se completa con la de Cardoner. De repente, “le parecían todas las cosas
nuevas, porque comenzó a verlas con ojos nuevos. La realidad se le hizo transparente, haciéndole capaz
de ver a Dios que trabaja en lo profundo de la realidad e invitándole a ayudar a las almas. Esta nueva
visión de la realidad condujo a Ignacio a buscar y hallar a Dios en todas las cosas” (Decreto 2, Un fuego que
enciende otros fuegos, No 5).
Las distintas maneras de mirar están magistralmente presentadas en los Evangelios. Una misma realidad,
pero dos maneras de ver y comprender. Así, a título de ejemplo, Simón, el fariseo, invita a Jesús para
comer en su casa, pero queda escandalizado cuando éste no rechaza a la “pecadora” que se coloca a sus
pies. Simón juzga a la mujer como pecadora y, por ende, no digna de acogida. Pero Jesús dice: Simón,
tengo algo que decirte (Lc 7, 40) y le va enseñando a mirar con otros ojos a la mujer, a esta mujer que
recibe el perdón porque sabe reconocer su pecado y se le presenta una ocasión única de reconstruir
dignamente su vida mediante la acogida misericordiosa.
Este ver con ojos nuevos implica acoger la gracia que acompaña nuestra vocación, lo cual no quita la
tensión constante, pero creativa, “de nuestra vida religiosa apostólica, que debe vivir esta tensión entre
oración y acción, mística y servicio” (Decreto 2, Un fuego que enciende otros fuegos, No 9). Es la vocación de
“estar totalmente unidos a Cristo y completamente insertos en el mundo con Él como un cuerpo
apostólico: todas estas polaridades marcan profundamente la vida de un jesuita y expresan a la vez su
esencia y sus posibilidades” (Decreto 2, Un fuego que enciende otros fuegos, No 9).
3
Cf. José Ignacio García Jiménez, “Despiertos y dispuestos en las polivalentes fronteras”, en Sal Terrae: Lugares donde acudir hoy.
Las fronteras como posibilidad (abril, 2009) p. 274.
Por consiguiente, la selección de fronteras apostólicas precisa del proceso de discernimiento para
reconocer lo que Dios nos está pidiendo en el hoy de América Latina, teniendo en cuenta la contribución
específica de nuestro carisma y las posibilidades reales a nuestro alcance, sin olvidar que, por encima de
los ineludibles y necesarios cálculos humanos, en Él sólo poner la esperanza de que Él haya de conservar
y llevar adelante lo que se dignó comenzar para su servicio y alabanza y ayuda de las ánimas
10
(Constituciones, No 812).
Tal como afirma la Congregación General XXXIV, en su primer Decreto Unidos con Cristo en la misión,
“la Compañía de Jesús es una obra misteriosa de Dios, que nos llama a vivir y trabajar en la viña de
Cristo nuestro Señor.
Podemos y debemos ser instrumentos aptos, revitalizando nuestras vidas y
renovando nuestros ministerios. Pero, en definitiva, hemos de rendirnos a la esperanza con que Ignacio
concluye las Constituciones, confiando que Dios conservará y llevará adelante esta Compañía que lleva el
nombre de su Predilecto” (No 14).
Por consiguiente, el discernimiento es indispensable en la vida del jesuita, es decir, en palabras de la
Congregación General XXXV, un hombre “que busca la familiaridad con el Señor en la oración, que
desea estar libre de afecciones desordenadas y que de este modo se abre a sí mismo a la guía del Espíritu
porque desea siempre descubrir la voluntad de Dios” (Decreto 4, La obediencia en la vida de la Compañía, No 26).
Ciertamente, el discernimiento “no puede hacerse sin atender a las circunstancias histórico-sociales y
personales, porque en medio de ellas Dios nos llama a cumplir su voluntad”, como también se trata de
“un discernimiento del cuerpo que tiene en cuenta una multiplicidad de voces pero que sólo llega a su
final cuando el superior confía la misión” (Decreto 4, La obediencia en la vida de la Compañía, Nos 14 y 20).
5.- De las fronteras a las prioridades
En un proceso de discernimiento apostólico, la primera frontera que hay que cruzar son las propias
resistencias - fruto, entre otras causas, de la instalación, del desencanto y el miedo a los cambios -, para
poder de verdad buscar con libertad y entusiasmo la voluntad de Dios.
En este largo camino del proceso de la conversión constante siempre existe el peligro del No lo conozco,
mujer (cf. Lc 22, 54 - 62), el querer seguir a Jesús el Cristo sin entregar la propia vida. Es poner límites al
seguimiento, es colocar límites a la frontera. A lo largo de este camino hay rosas que, a su vez, tienen
espinas. No estar dispuesto a mirar el rostro del Dios sufriente es no atreverse a amar. “Jesús ha
traspasado todas las fronteras, se ha encarnado con la debilidad rompiendo los mitos culturales del éxito,
la competencia, la imagen, el bienestar, la comodidad, la apatía e impasibilidad… para mostrarnos con su
vida que quien la pierde la gana”4. En la vida de Ignacio, la experiencia de Manresa (conversión) se
4
Toni Catalá s.j., “Transitar fronteras en compañía de Jesús de Nazaret”, en Sal Terrae: Lugares donde acudir hoy. Las fronteras
como posibilidad (abril, 2009) p. 306.
complementa con la del Cardoner (nueva mirada) y esta última con la de La Storta (puesto con El Hijo
cargando con la cruz).
Es la opción por la indiferencia ignaciana, el hacerse libre frente a la propia libertad, para salir al
encuentro de Aquel que envía, ya que como cuerpo apostólico somos servidores de la misión de Cristo
(Congregación General XXXIV, Decreto 2, Servidores de Cristo en la misión).
Es cruzar la frontera del yo para sujetarse
a Aquel que se presenta como el Camino que conduce a la Verdad de la Vida auténtica y abundante (cf. Jn
14, 6; 10, 10).
Este proceso de conversión se presenta como la primera e ineludible frontera, ya que de otra manera sería
echar un vino nuevo en odres viejos (cf. Lc 5, 37 - 38). Esta experiencia requiere el reconocimiento de los
propios límites humanos para abrirse a la gracia divina. La autenticidad de este peregrinaje se encuentra
en la presencia de las mociones ya que el encuentro con Dios no deja indiferente (no en sentido
ignaciano), porque “viva es la palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos.
Penetra hasta la división entre alma y espíritu, articulaciones y médulas; discierne sentimientos y
pensamientos del corazón” (Heb 4, 12).
El acercamiento a las fronteras es una llamada a salir de lo conocido, a dejarse cuestionar por lo que se
presenta a la vez como amenaza y oportunidad, a escuchar los temores que pueden paralizar porque sacan
de una estabilidad cómoda, a estar dispuesto a equivocarse y corregirse. Ciertamente, cruzar fronteras
implica profunda libertad y responsable osadía; pero, sobre todo, significa caminar humildemente en la
presencia de Dios, practicar la justicia y amar con ternura (cf. Miq 6, 8).
Un segundo elemento importante, al considerar las fronteras geográficas, culturales y sociales, es que esta
búsqueda pueda implicar contenido y/o método. Una frontera no significa necesariamente tan sólo un
campo nuevo (un qué) para la acción sino también una obra tradicional pero vista con ojos distintos (un
cómo) para poder reconocer los nuevos desafíos que van emergiendo en ella. Así, por ejemplo, en todo el
campo de la educación (obra muy tradicional en la Compañía) se presentan nuevas fronteras (las nuevas
tecnologías didácticas, la formación valórica en una sociedad pluralista…) que es preciso enfrentar. Esta
distinción puede resultar muy relevante en el momento de entrar en una selección de ministerios.
Un tercer elemento que no se puede perder de vista es que el concepto de frontera está ligado, y sólo se
comprende en su totalidad, dentro del contexto de la misión. A partir del Concilio Vaticano II se pasa
gradualmente desde el concepto de apostolado al de misión. La misión dice relación al envío e incluye un
estilo de vida (la comprensión del jesuita como un enviado al servicio de la misión de Cristo); mientras
apostolado tiene una connotación de campo de acción (el dónde se trabajo). Por consiguiente, la misión
forma parte de la identidad del jesuita y tiene la vocación de enfrentar los desafíos de las fronteras
presentes en cualquier apostolado al cual es enviado.
11
“Nuestra casa es el mundo” (Jerónimo Nadal s.j.). El jesuita está invitado a pedir por la gracia de
desconocer fronteras (la disponibilidad), pero también la de tender puentes donde se han delimitado
fronteras. Al morir Jesús la cortina del santuario se rasgó (Lc 23, 45). En el misterio pascual de Jesús el
Cristo, la humanidad es reconciliada con Dios y se abre una frontera que desconoce límites divisorios en
la humanidad.
Así, situarse en las fronteras es para Ignacio pedir la gracia de salir del propio amor, querer e interés, ya
que sólo el Señor Jesús es acogido como el Señor de la propia vida para poder prestar un servicio
abnegado a la sociedad. Es ser compañero de Jesús. Por consiguiente, en los caminos de la vida la única
frontera a derribar es la que separa lo humano de lo inhumano, la justicia de la injusticia, el amor del
odio.5 “Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos
ustedes no son más que uno en Cristo Jesús” (Gál, 3, 28).
Por último, el reconocimiento de las fronteras en la actual sociedad latinoamericana, es
metodológicamente previo a la instancia de las definiciones de prioridades/opciones y acciones
consecuentes, porque una frontera indica el marco o el contexto dentro del cual las opciones resultan
relevantes.
El concepto de frontera, tal como se observó anteriormente, hace referencia al espacio geográfico (un
país, una región…). Pero también, en sus dimensiones culturales y sociales, dice relación a las tendencias
polarizadas dentro de la sociedad. Estas tendencias polarizadas constituyen espacios simbólicos que no
son convergentes dentro de la misma sociedad y, por ende, existe una frontera, a veces conflictiva, entre
ellos. En este sentido, prolongan el sentido geográfico en uno simbólico, sea a nivel cultural (la juventud
con sus nuevos códigos culturales, el diálogo entre la sociedad y el Evangelio o razón y fe, el creciente
individualismo asocial que impide la cohesión social, etc.) como a nivel social (los nuevos rostros de los
vulnerables y excluídos en - y de - la sociedad). Estas dimensiones emergentes en la sociedad se
presentan como desafíos urgentes sobre el cual se discierne para ver cuál privilegiar, tomando en cuenta
nuestro carisma y nuestras posibilidades, para poder luego establecer prioridades dentro de lo
privilegiado.
En este sentido conviene distinguir entre frontera y desafío. Los desafíos son puntuales, mientras que las
fronteras constituyen marcos globales que permiten descubrir los desafíos en todas sus dimensiones.
Toda frontera implica desafíos, pero no todo desafío constituye una frontera. Esta distinción puede
ayudar a evitar el peligro de identificar la frontera con un simple desafío, ya que generalmente una
frontera conlleva simultáneamente varios desafíos, como también el de hacer de todo desafío una
frontera. Así, a título de ejemplo, las situaciones de personas, grupos y países enteros que padecen la
pobreza constituyen una frontera que, a su vez, plantea varios desafíos (educación, políticas públicas,
vivienda…). Es la distinción entre contexto (la frontera) y texto (los desafíos concretos implicados).
5
Toni Catalá s.j., “Transitar fronteras en compañía de Jesús de Nazaret”, en Sal Terrae: Lugares donde acudir hoy. Las fronteras
como posibilidad (abril, 2009) pp. 307 - 308.
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Por último, y probablemente una diferencia decidora entre los conceptos de frontera y de desafío, es que
mientras una frontera dice relación a la objetividad, el desafío implica necesariamente el recurso a la
subjetividad. Una frontera es tal, mientras un desafío se constituye como tal por el sujeto. En otras
palabras, una frontera llega a ser un desafío en el momento en que un sujeto (individuo o grupo) la asume
como interpeladora y cuestionadora.
La frontera entre situaciones de miseria y otras de abundancia es un hecho indiscutible, avalada hasta por
estadísticas oficiales. Sin embargo, esta frontera puede quedar registrada como un hecho sin mayor
compromiso.
Esta indiferencia está presentada en la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro en el Evangelio (cf. Lc
16, 19 – 31).
No hay ninguna confrontación entre el uno y el otro, pero abunda la cruel indiferencia frente a
la situación del pobre Lázaro, porque mientras uno “se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía
espléndidos banquetes”, el otro “ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros
iban a lamer sus llagas”.
Totalmente distinta es la actitud del buen Samaritano (Lc 10, 29 - 37) que, frente al marginado del camino,
se acerca y venda sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo coloca sobre su propia montura,
lo conduce a un albergue y se encarga de cuidarlo.
Esta distinción entre la indiferencia y el compromiso es la distinción entre la actitud de Caín y la de Jesús.
"Yahvéh dijo a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel? Contestó: No sé. ¿Soy yo acaso el guardián de mi
hermano?" (Gén 4, 9). La respuesta de Caín contrasta radicalmente con la afirmación de Jesús: "En verdad
les digo que cuanto hicieron a uno de estos mis hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron" (Mt
25, 40).
Mientras Caín desconoce a su propio hermano, Jesús se identifica con los más débiles de la
sociedad, haciéndose su hermano.
Por lo tanto, en el caso del cristiano, es la mirada de la fe que hace de una frontera un desafío que le
compromete.
San Alberto Hurtado s.j. (1901 - 1952), un verdadero apóstol social del siglo veinte en Chile, tenía una
particular sensibilidad por la situación del pobre, y su creatividad para solucionar de alguna manera su
dolor, tenían una motivación clara: el pobre es Cristo.
Es que “Cristo se ha hecho nuestro prójimo, o mejor, nuestro prójimo es Cristo que se presenta a nosotros
bajo una u otra forma; preso en los encarcelados, herido en un hospital, mendigo en las calles, durmiendo
con la forma de un pobre bajo los puentes de un río. Por la fe debemos ver en los pobres a Cristo y si no
lo vemos es porque nuestra fe es tibia y nuestro amor imperfecto... ¿Cómo podríamos decir que ha
comulgado sacramentalmente con sinceridad el cuerpo eucarístico de Cristo, si después permanece duro,
terco, cerrado frente al Cuerpo Místico de Jesús? ¿Cómo puede pretender ser fiel a Jesús, a cuyo
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sacrificio ha asistido en el templo, quien al salir de él destroza la fama de Cristo encarnado en sus
hermanos?”6.
Esta percepción está presente en los Padres de la Iglesia. Así, San Juan Crisóstomo (344 – 407), al
comentar el Evangelio de san Mateo, se preguntaba: “¿De qué servirá adornar la mesa de Cristo con vasos
de oro, si el mismo Cristo muere de hambre? Da primero de comer al hambriento y luego, con lo que te
sobre, adornarás la mesa de Cristo. ¿Quieres hacer ofrenda de vasos de oro y no eres capaz de dar un
vaso de agua? Y, ¿de qué servirá recubrir el altar con lienzos bordados de oro, cuando niegas al mismo
Señor el vestido necesario para cubrir su desnudez?” Con esto, “no pretendo prohibir el uso de tales
adornos”, prosigue Crisóstomo, “pero sí quiero afirmar que es del todo necesario hacer lo uno sin
descuidar lo otro (...). Por tanto, al adornar el templo, procurad no despreciar al hermano necesitado,
porque este templo es mucho más precioso que aquel otro”7.
Una frontera social se torna en un desafío de fe que exige una respuesta ética. En este caso, es la unión
indisoluble entre el servicio a la fe y el compromiso con la justicia que hace de una frontera un ineludible
desafío múltiple.
6.- Las fronteras como desafíos posibles
John Fitzgerald Kennedy (1917 - 1963) decía que con la frase nuevas fronteras no hacía promesas sino
establecía desafíos y, como Presidente de un país, no resumían lo que pretendía ofrecer sino lo que pedía
a la ciudadanía. Es que los problemas del mundo no serán solucionados por los cínicos, cuyos horizontes
están limitados por las realidades obvias, sino por aquellas personas que son capaces de soñar cosas que
nunca existieron.
Entrar en un proceso de elaboración de un proyecto apostólico común para América Latina precisa de este
espíritu capaz de encantarse con las posibilidades, sin dejarse esclavizar por los problemas ni paralizar
por los desafíos. En la fe, y por vocación, tenemos más razón para ello.
“Encontrar la vida divina en las profundidades de la realidad”, nos dice la Congregación
General XXXV, “es una misión de esperanza confiada a los jesuitas… [porque] podemos
ver el mundo como un lugar donde Dios actúa y que está lleno de sus llamadas y de su
presencia. Así nos adentramos con Cristo, que ofrece el agua viva, en zonas del mundo
áridas y sin vida. Nuestro modo de proceder es descubrir las huellas de Dios en todas
partes, sabiendo que el Espíritu de Cristo está activo en todos los lugares y situaciones y en
todas las actividades y mediaciones que intentan hacerle más presente en el mundo. Esta
misión de intentar sentir y gustar la presencia y la acción de Dios en todas las personas y
circunstancias del mundo nos coloca a los jesuitas en el centro de una tensión, que nos
6
7
Alberto Hurtado s.j., Humanismo Social, (Santiago: Editorial Difusión, 1947), pp. 30-32.
Juan Crisóstomo, Homilía 50, 3-4: PG 58, 508-509.
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impulsa, al mismo tiempo, hacia Dios y hacia el mundo” (Decreto 2, Un fuego que enciende otros
fuegos, No 8).
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