Inteligencia Emocional 2 Dic

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BASES FUNDAMENTALES DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
(Salamandra)
BASES FUNDAMENTALES DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
Jaime Andrés Roa Silva,M.D
Subdirector Académico, VITAE-Unidad de Prevención y Salud Integral Fundación Salamandra
La inteligencia emocional es la integración de 5 habilidades:
1. Auto-conciencia/auto-conocimiento (introspección)
2. Auto-control (capacidad de controlar y modular las emociones)
3. Auto-motivación (capacidad de superar los conflictos, las frustraciones y las dificultades que se presentan en
la vida; incluye auto-estima)
4. Empatía (capacidad de percibir y comprender los sentimientos de los demás)
5. Manejo de relaciones interpersonales (habilidades sociales; incluye técnicas de comunicación).
Las tres primeras en conjunto hacen parte de la Inteligencia Intrapersonal (relación del individuo con sí mismo),
mientras que las últimas dos forman parte de la Inteligencia Interpersonal (relación del individuo con los demás).
Contrario a lo que se podría pensar, estas 5 habilidades entran en juego en todo momento y en cada aspecto de
la vida cotidiana (salud, familia, amigos, educación, trabajo, relaciones de pareja, deporte, entre muchas otras).
Por este motivo, el estar adecuadamente entrenado en los componentes de la Inteligencia Emocional (es una
cualidad entrenable), puede cambiar la vida de las personas y hacer que la consecución del éxito y la felicidad
sea mucho más probable.
AUTO-CONCIENCIA/AUTO-CONOCIMIENTO (INTROSPECCIÓN)
El primer elemento de la inteligencia emocional (IE) es la auto-conciencia o auto-conocimiento (introspección).
Es la base fundamental de los otro cuatro elementos descritos de la IE, puesto que el conocerse a sí mismo
permitirá identificar una emoción que debe auto-controlarse (segundo componente); permitirá saber si se tienen
las herramientas para auto-motivarse frente alguna dificultad o frustración (tercer componente); permitirá
identificar lo que se siente frente a una emoción para comprender e interpretar esta emoción en los demás
(cuarto componente); y finalmente, todo lo anterior ayuda a tener habilidades sociales (quinto componente).
El autoconocimiento implica identificar los sentimientos y las emociones personales, sus causas, razones y
motivos. También implica conocer y aceptar nuestras fortalezas y debilidades y permite reconocer los propios
estados de ánimo, los recursos personales y las intuiciones.
AUTO-CONTROL
Una gran proporción de los conflictos que se tienen en la vida cotidiana se originan por la incapacidad de
controlar o modular las emociones. Esto conlleva a actos de violencia, maltrato, y ruptura de relaciones
personales, entre muchas otras situaciones. La falta de auto-control generalmente se genera a raíz de impulsos
de una estructura del cerebro, la amígdala, que hacen reaccionar de manera instintiva. Estos impulsos no
alcanzan a llegar a la corteza cerebral para ser analizados de manera racional, ya que ésta última es una vía
más lenta. En este tipo de situaciones es donde cobra gran importancia el dar un tiempo para pensar antes de
actuar.
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El tener auto-control no implica esconder o negar las emociones. Si fuera así, no se estaría teniendo en cuenta
el primer componente de la inteligencia emocional (auto-conciencia e introspección). Todos los actos humanos
conllevan algún grado de emocionalidad. De hecho, eso diferencia a las personas de otras especies animales.
Por esta razón, no es sano negar o esconder las emociones. Lo adecuado es modularlas y expresarlas de
manera sana y racional.
AUTO-MOTIVACIÓN
Las personas más exitosas en el mundo (empresarios, deportistas, ejecutivos, profesionales, entre otros) se
caracterizan por tener una gran capacidad de perseveración y auto-motivación pese a las frustraciones y
dificultades que se presentan. Este es el tercer componente de la inteligencia emocional y uno de los más
importantes. Para ello entra en juego un elemento trascendental en la vida social como es la auto-valoración.
Con una adecuada valoración de sí mismo es más probable tener la capacidad de motivarse frente a los
problemas cotidianos. Esta incluye:
Autoimagen: Autoestima asociada a la apariencia personal.
Auto-eficacia: Percepción de ser capaz y tener herramientas y estrategias para superar los problemas y
alcanzar metas superando los obstáculos.
Autoestima: Sentimiento de valía e importancia que la persona se atribuye y le permite darse un lugar o
asumir un estatus emocional.
Autoconcepto: Imagen mental con la que se describen y evalúan los rasgos y habilidades que se
reconocen como propios.
El nivel de valoración de sí mismo debe ser equilibrado y acorde a la realidad. La sobrevaloración es una
característica de aquellas personas que se juzgan con excesiva benevolencia, no son capaces de reconocer sus
errores y reafirman constantemente sus logros y fortalezas. De ello resulta una imagen muy positiva (pero irreal)
de sí mismos que los lleva a considerarse casi perfectos. El gran problema de las personas sobrevaloradas
radica en la incapacidad de reconocer sus errores y su tendencia a atribuirlos a los demás. Esta postura es
nociva porque al no reconocer sus propios errores, tampoco estarán en capacidad de buscar soluciones y
superar los mismos. Adicionalmente, cuando se da una situación de fracaso o no se logra la expectativa
planteada, suelen responder con altos niveles de frustración y enojo (baja tolerancia a la frustración), lo cual es
hace sentirse incómodos y responder con enojo dirigido hacia el entorno, lo que conflictualiza y dificulta sus
relaciones con los demás.
La hipovaloración, por otro lado, consiste en que la persona hace énfasis en sus errores, dificultades y
limitaciones, obviando y desconociendo sus logros y fortalezas. El enfoque refuerza constantemente la idea de
no ser importante, de tener muy poco valor. Como resultado, la persona se muestra insegura y temerosa,
incapaz de emprender proyectos, de afrontar las tareas o hacerla con la idea preconcebida de que va a fracasar.
Estas personas anticipan sus fallas y por ello tienden al pesimismo. La hipovaloración también afecta las
relaciones con los demás, ya que en la medida en que se consideran poco aptas, estas personas suelen asumir
las ideas de los otros y se convierten en miembros pasivos de los grupos, personas que prefieren esperar las
decisiones externas antes que tener que asumir por sí mismos la iniciativa.
Una forma adecuada de autovaloración implica:
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Ser capaz de reconocer los errores al mismo tiempo que los aciertos, reconocer las fortalezas que se
poseen sin desconocer que es posible mejorar algunos aspectos.
Asumir las posibilidades y capacidades personales, entendiendo que las limitaciones de hoy permiten
crecer hacia el futuro.
Aceptar las cualidades y elementos que hacen ser único e irrepetible, razón por la cual el valor de cada
uno es insustituible.
Entender que en algunas ocasiones se es responsable de las fallas y en otras las responsabilidades
pueden ser externas. En el primer caso es posible superarlas y en el segundo es posible preveerlas.
Reconocer los alcances personales a fin de plantearse metas realistas y posibles de lograr, no tan
simples que no requieran esfuerzo y no tan altas que no se logren conseguir.
EMPATÍA
La empatía es la capacidad de percibir y comprender los sentimientos de las demás personas. Hace parte de la
inteligencia interpersonal y es un elemento fundamental para poder tener adecuadas relaciones con otros
individuos. Implica conocer a la persona con la cual se interactúa, y este conocimiento puede diferir en
intensidad y calidad de acuerdo con el tipo de relación establecida. En la vida cotidiana, es indispensable tener
al menos algunos conocimientos del otro que permitan acercarse a él con estrategias adecuadas para que el
intercambio se dé dentro de un ambiente armónico y constructivo.
La empatía permite tener consciencia de los sentimientos, pensamientos, necesidades y preocupaciones de los
otros. Se desarrolla principalmente entre los 7 y 13 años de edad y establece las bases para las habilidades
sociales como la comunicación asertiva.
HABILIDADES SOCIALES (MANEJO DE LAS RELACIONES INTERPERSONALES)
Los 4 componentes anteriormente descritos de la inteligencia emocional complementan la capacidad de manejar
las relaciones interpersonales. Las relaciones entre las personas dependen de las habilidades sociales de cada
individuo y de la forma de comunicarse con los demás.
Menos del 10% de la comunicación humana se produce por medio de las palabras y más del 90% se produce
por la forma o el tono de voz y el lenguaje corporal (gestos, expresión corporal). En 1968, el psicólogo Albert
Mehrabian postuló que la comunicación se da de la siguiente manera:
Por medio de las palabras: 7%
Por la forma o el tono: 38%
Por el lenguaje corporal: 55%
Estos datos implican que para tener habilidades sociales es necesario comprender que la interacción con otros
requiere de mirar, escuchar y sentir (MES). Estos elementos son necesarios para entablar una comunicación
asertiva.
La comunicación asertiva es aquella posee las siguientes características:
Información veraz, comprensible, clara y precisa.
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El mensaje está estructurado de tal forma que comunica lo que realmente se desea comunicar.
Los mensajes verbales están acompañados de elementos no-verbales (postura, entonación, énfasis)
que permiten orientar al otro acerca de la intencionalidad de lo que se dijo.
El mensaje es recibido de manera objetiva, sin actitudes de prevención o prejuicio que puedan sesgar la
interpretación.
Una vez recibido el mensaje, se extrae la idea y se desentraña el contenido mediante un correcto
proceso de decodificación.
Las personas involucradas están alertas y preparadas para atender a los contenidos no verbales del
lenguaje a fin de comprender en su totalidad el mensaje recibido.
Existen también otras dos formas de comunicación que no son asertivas:
Comunicación Agresiva: Esta es una forma de comunicación en la cual prima la imposición de las
posturas personales invalidando las posturas del otro, actitudes dominantes, señalamientos orientados
a resaltar las debilidades o defectos de los demás, desconociendo el valor de lo que los demás
comunican y del otro como interlocutor. Este estilo implica una actitud de irrespeto que niega los
derechos de los otros, ya que la persona está centrada en sus propias necesidades y prioridades, lo
que no le permite considerar las necesidades y prioridades del otro. Desemboca en dificultades
relacionales, en la imposibilidad de llegar a consensos, de negociar posiciones, y por ende tiende a
generar conflictos entre las personas involucradas.
Comunicación Pasiva: Este tipo de comunicación es característico de personas que prefieren asumir la
postura del otro, ya sea porque perciben no tener las fortalezas necesarias para defender su propio
punto de vista (problemas de autoestima y valoración personal), o por carecer de las habilidades
necesarias para rebatir y argumentar sus propias opiniones. La persona asume las posiciones de los
demás convirtiéndose en un seguidor del otro, validador de las opiniones externas, no asume la
responsabilidad de defender sus propias posturas, no expresa sus necesidades y evita tomar opciones
personales diferentes a las propuestas por la mayoría. La comunicación pasiva es propia de las
personas que prefieren pasar desapercibidas y tratan de evitar las confrontaciones.
El punto de equilibrio entre la comunicación agresiva y la pasiva es la comunicación asertiva. Esta es una forma
específica de comunicación en la cual los involucrados son capaces de respetar las necesidades, derechos y
posturas del otro, al mismo tiempo que solicitan respeto a sus propias necesidades, derechos y posturas.
Implica ajustar la información y los medios para expresarla de forma tal que se evite el conflicto al mismo tiempo
que se superan las actitudes de sumisión y agresión.
Un ejercicio de la vida cotidiana para siempre ejercer la comunicación asertiva es tener en cuenta los siguientes
parámetros a la hora de hablar con una persona sobre algún conflicto:
1.
2.
3.
4.
Describir los HECHOS del conflicto y no emitir juicios.
Describir los sentimientos personales que generan dicho conflicto.
Describir las necesidades personales para solucionar el conflicto.
Realizar una petición formal en positivo para solucionar el conflicto.
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