Con paso lento y agitadamente. Ensayos educativos

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Con paso firme y derecho propio
Juan Manuel Gutiérrez-Vázquez. Con paso lento y
agitadamente. Ensayos educativos. México: DIE/
CINVESTAV/IPN, 2004, 324 p.
X DAVID PEDRAZA CUÉLLAR
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A pesar de que los mexicanos somos un pueblo de
lecturas limitadas según las mediciones internacionales, en el país tenemos la fortuna de contar desde
hace muchas décadas con la producción gratuita de
millones de libros de texto para la educación primaria; por norma llegan estos materiales a todos los
grupos sociales y rincones del país. Su calidad ha
venido incrementándose de manera paulatina e ininterrumpida, tanto en sus materias primas como en
sus contenidos, también en sus estrategias didácticas.
El avance tecnológico permite reutilizar materiales mejorando su presentación. El avance sostenido de las ciencias de la educación ha contribuido
a presentar los contenidos de aprendizaje y actividades de apoyo de una manera menos repetitiva y
memorista, proponiendo un proceso de estudio más
analítico y razonado. A este proceso han contribuido de manera significativa personajes e instituciones como Juan Manuel Gutiérrez-Vázquez y el Departamento de Investigaciones Educativas del
CINVESTAV-IPN.
Ahora presentamos estas reflexiones sobre el libro Con paso lento y agitadamente. Ensayos educativos y
algunas cavilaciones acerca de su autor. Esta obra
fue impresa a fines del año 2004 en los talleres del
Departamento de Investigaciones Educativas en la
ciudad de México. Juan Manuel Gutiérrez-Vázquez
presenta en él una serie de ensayos que recuperan
sus experiencias en torno a algunas reformas que
han sufrido los libros de texto gratuitos en el área
de Ciencias Naturales y de sus preocupaciones en
torno a los problemas de la enseñanza y del aprendizaje. Estos temas podrían ser señalados medularmente, no obstante queremos destacar que el autor
encuentra fundamental analizar al aprendizaje como
la función sustantiva de las acciones educativas, esta
resignificación de la función escolar nos abre a los
debates en cuanto a la construcción epistémica y
metodológica de la ciencia y la enseñanza.
Las 324 páginas de las que consta el libro, condensan los recientes 21 años de trayectoria de Juan
Manuel en el quehacer de meditar sobre la educación y la enseñanza, ambas cruzadas por su praxis
social. Ahí se retoman 16 trabajos de libros y revistas publicados en México, además de una entrevista
que le realizaron Alejandra Pellicer y Antonio
Gómez. La presentación del libro está a cargo de la
doctora Antonia Candela que ha compartido con el
autor 32 años de navegación en las aguas cognitivas
del quehacer educativo.
El volumen se compone de la presentación, la
entrevista como introducción y cinco capítulos: La
enseñanza de la ciencia, Vivir para aprender, Reformas curriculares, El libro de texto y, finalmente,
Materiales educativos.
Comienzo a reseñar el texto, polemizando con
el autor, quien en su modestia intelectual recurre al
escritor Anatole France cuando dice, “…antes de proseguir, suplicaré a las personas formales que no lean
mi libro” y dice él, que como tras advertencia no hay
engaño, que cada uno vea por sí.
Sin embargo, más diligente se me hace poner en
sus labios la siguiente idea:
No es un accidente que tú estés leyendo esto. Estoy haciendo marcas negras sobre papel blanco, estas marcas
son mis pensamientos, y sin embargo, no te conozco a ti
que ahora estás leyendo esto. De algún modo, las líneas
de nuestras vidas se han interceptado aquí, en este papel.
Mientras transcurran estos breves enunciados, nos encontraremos aquí. No es un accidente que tú estés leyendo esto, este momento te ha estadio esperando, yo te
he estado esperando.*
Que estas líneas faciliten encuentros entre autor
y posibles lectores, no como mero accidente, que la
comunión entre ambos sea por la necesidad de encontrar mentes receptivas capaces de observar y
crear, que consideren a la ciencia y su enseñanza
* Duane Michels. The essential, epígrafe citado por Rosario
Rigel al inicio de Los laberintos de la descentralización educativa. México: Editorial Gernika, 2004.
como un hecho social, que los escritos sean cartas
abiertas, con un destinatario individual y uno colectivo. Cuando Juan Manuel las escribió esperaba llegar
ante los ojos y mentes de quienes hacen ciencia o la
consumen, enseñan o son enseñados. Si a ellos llega,
el esfuerzo empeñado habrá alcanzado el sosiego del
haber cumplido.
Ver con el pensamiento es la crónica de formación
de nuestro escritor, la ciudad de México fue el espacio urbano donde se creció el infante y luego adolescente. Los colegios Fray Servando Teresa de Mier,
la Secundaria 4 y la Vocacional 6, fueron los centros
escolares donde formó su espíritu social, cultural y científico. Un primer valor que hay que destacar en el autor
es el sentido de lealtad para con sus maestros, a quienes recuerda con afecto y reconocimiento.
Rescatamos el sentido nacionalista y patriótico,
cuando en las páginas iniciales plantea un ferviente
respeto por el general Lázaro Cárdenas, recordando, cuando guiados por sus maestras de la primaria
fueron al Zócalo capitalino a donar sus ahorros infantiles, contribuyendo a pagar el costo de la expropiación petrolera. ¿Quién no va a amar a su patria
cuando se viven momentos como esos? Se pregunta.
Después recordará la creación del Instituto Politécnico Nacional en 1937, donde la Escuela de
Bacteriología y Fermentaciones se integró al nuevo
centro como Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, escuela que escogió para estudiar microbiología y
en donde años después fue investigador, profesor,
subdirector y director.
El arte, las humanidades y las ciencias sociales fueron parte de su educación informal, el ambiente familiar le fue propicio para ello, aunado a su inquietud de
combinar los contenidos de las ciencias sociales se
integra a la Universidad Obrera para conocer el marxismo.
El contacto con José y Chela Tapia en la escuela
primaria Manuel Bartolomé Cosío donde fue uno de
los padres fundadores, le proporcionaron el horizonte
pedagógico que lleva en su interior.
La secundaria Manuel Bartolomé Cosío, después
llamada La Escuela Nueva, la cual fundó junto con
otros entusiastas padres de familia, fue su centro de
experimentación pedagógica, ahí se formaron sus
primeros hijos como alumnos y los padres como
docentes. A través de esa experiencia el espíritu de
Freinet penetró a sus sensibles poros intelectuales,
para quedar impresos en el carácter del futuro renovador educativo, que como principio didáctico establece la no disociación entre teoría y práctica, entre
el compromiso ideológico y la acción política.
A pesar de no mencionar explícitamente la influencia de los pedagogos españoles freinetianos llegados a México, después de la derrota de la República por las falanges franquistas, como José de Tapia, Patricio Redondo, Ramón Costa y Herminio
Almendros quedó en su epidermis.
Seguramente están presentes sus planteamientos en la obra de nuestro autor: la presencia de José
de Tapia y Julio Chigo quien fue discípulo de Patricio
Redondo y después continuador su la obra educativa
en San Andrés Tuxtla, Veracruz y colaborador de Juan
Manuel en la reforma de los libros de texto, ellos
forman junto con muchos connacionales lo que podemos llamar la escuela mexicana freinetiana, en la cual
podemos inscribir como distinguido continuador a Juan
Manuel Gutiérrez-Vázquez.
Sí, los escritos hablan por los pensadores y los
hechos por los hombres, en el desierto de independencia intelectual vivido en el Politécnico durante el
movimiento del 68, este estiaje no funcionó en la
personalidad de Juan Manuel, dentro de la aridez
moral y política de los directivos del Instituto, nuestro autor se convirtió en un oasis de congruencia,
ya que la única autoridad que compartió la aventura
rebelde y el tangible riesgo de perder —cuando menos la libertad—, participando en el movimiento
como fundador de la Coalición de Maestros Democráticos de tan digna memoria.
Al iniciar la década de los 70, sus credenciales
académicas perfilaban a Juan Manuel para acometer
mayores responsabilidades, pero sus antecedentes
políticos lo marcaban para permanecer ajeno de los
centros de decisión. Sin embargo reinstalado como
profesor del IPN después de haber vivido en el destierro, en la Siberia burocrática de la SEP, y una vez
que hubo salido Díaz Ordaz de la Presidencia, gracias a la confianza lograda con el Dr. Guillermo
Masssieu quien era director del CINVESTAV, Juan Manuel ocupó la Jefatura del DIE después de que su primer responsable dejara el puesto. Desde ahí proyectó
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al departamento como un actor importante en los procesos curriculares de la Reforma Educativa.
Con la experiencia acumulada durante muchos
años y el deseo de vivir la tranquilidad de la vida en
provincia, se trasladó a Tzurumútaro a formar el
Centro Michoacano para la Enseñanza de la Ciencia y la Tecnología CMECT y después el Centro de
Investigación y Desarrollo del Estado de Michoacán
CIDEM, donde salió al no permitir convertir un espacio científico, en un instrumento del aparato político como lo sugería el gobernador en el estado.
Para Juan Manuel el mundo no es ni ancho ni
ajeno como lo sugirió con el título de la novela del
sobresaliente escritor peruano Ciro Alegría, ya que
él, una vez retirado del DIE, emprendió un trabajo
académico trashumante por más de 50 países, estableciendo su centro de operaciones en la Universidad de Bristol, de esta manera al mundo lo convirtió en propio y acortó sus dimensiones.
Recuperamos a continuación algunos de los temas sugestivos planteados en el texto, previniendo
al lector de que en su apretada síntesis puedo caer
en graves omisiones o en erradas interpretaciones.
Una primera consideración que podemos rescatar del libro, es la de alejarnos de asumir el aprendizaje en ciencia y en su enseñanza como una actitud
libresca, memorística o erudita, ya que la ciencia no
es el conocimiento petrificado en los libros, la ciencia es saber, pero sobre todo quehacer. El pensamiento del autor se instala contra el pretender hacer
o enseñar ciencia alejada de la observación, manipulación y corroboración de los hechos; en prácticas y experimentos de laboratorio, ya que el conocimiento, es sobre todo elaboración de nuevo conocimiento.
Sostiene que la actividad científica es un proceso de grupos humanos y, por tanto social, que en el
desarrollo de la producción científica se requiere la
competencia de factores de carácter cuantitativo, así
como lo de carácter cualitativo, la ausencia de alguno de ellos dificulta la tarea del avance y consolidación
científica, ambos factores, cantidad y calidad son dos
insumos permanentemente comunicados.
Sobre el debate acerca de la necesidad de construir una ciencia nacional, o la de considerar como
una medida inteligente el sólo uso y aprovechamiento
de los avances científicos de los países avanzados, la
respuesta es contundente en su crítica ante la segunda alternativa, señala que nuestra ciencia no debe
ni siquiera obedecer a patrones de formación de científicos de otras latitudes; el uso de métodos ajenos,
de contenidos o libros generados desde los centros
hegemónicos y transplantados sin pudor alguno a
nuestro contexto.
En cuanto a las presiones de las élites académicas
para validar la producción científica, considera que la
política de poner en criterios ajenos, en árbitros ignorantes de nuestra realidad nacional y necesidades es un
desatino. El discurso científico de Juan Manuel reclama la necesidad de una política educativa puesta al servicio y solución de nuestras necesidades.
El desarrollo y la enseñanza de la ciencia y la
tecnología en la consideración de Juan Manuel rebasa el estrecho espacio del sistema educativo, (la
ciencia y su enseñanza no son propiedad, nunca lo
han sido, del sistema educativo), en la construcción
de un sistema científico vigoroso deben concurrir
cuando menos los empresarios, la familia, sin excluir a los centros escolares como las universidades,
pero bajo el principio de “trabajar la ciencia” superando los vicios de “escuchar la ciencia” o “leer la
ciencia”, en el entendido de que su desarrollo contribuye al desarrollo de la conciencia.
Piensa que se debe modificar la enseñanza de las
ciencias en método y contenido. Resalta la dificultad
de enseñar “el método científico” a los alumnos de
educación primaria, sin embargo considera que enseñar a observar, consultar, a comunicar los hallazgos,
hacer registros, poner a prueba las ideas y proposiciones, formular conclusiones, discutir, criticar, corregir
nuestros errores, establecer interacciones y relaciones
es parte del proceso de la formación de “pequeños
científicos” que el sistema escolar debe moldear desde
un principio.
Propone la enseñanza científica como el desarrollo de cualidades específicas y complejas, piensa
que habrá que rescatar el principio de que el aprendizaje se logra en comunidad, el aprender más que
un hecho individual es una acción que se logra “con
los otros”.
Quizá en esta propuesta se encuentra un hálito
del educador popular mediado por el aura de Freire.
Formar científicos es un proceso gradual y complejo
que requiere el concurso de muchas voluntades, donde hay que avecinar a los científicos a los problemas
de la enseñanza básica y a los maestros de la enseñanza básica con los problemas científicos.
Para él la metodología de la ciencia no es en sí
misma un método, no es una pauta o un ritual; es
ante todo la oportunidad de utilizar un procedimiento que nos resuelve la problemática que hemos planteado, sólo entonces se vuelve metodología.
Se observa en el libro una propuesta sobre la
enseñanza, que llamaré propuesta tridimensional, ya
que ahí se plantea una propuesta de “geometría educativa” que considera las tres dimensiones geométricas.
En un primer nivel (largo) compuesto por datos
cuantitativos del sistema donde se opera; el segundo (ancho), integrado por la estructura educativa y
su operación (programas, libros, planes escolares,
etc.), la conjunción de estos ofrece el panorama de la
extensión, aun aquí nos encontramos en el sentido
de lo plano; y finalmente el tercero (el de la profundidad), que esta dado por la calidad del proceso pedagógico donde se inscribe la propuesta de recuperar la
actividad teórica junto a la experiencia: aprender es
conocer aunado a la observación y la experimentación.
Junto a esto, habrá que considerar al conocimiento como la relación entre la mente con los hechos
naturales y sociales, donde su enseñanza tendrá como
objetivo mejorar la calidad de vida, que en ultima
instancia es el presupuesto pedagógico de: “aprender para la vida”, porque se aprende cuando nos modificamos y modificamos el contexto social al que
pertenecemos. Adquirir conocimientos sin transformarnos no es aprender.
El conocimiento es un bien que no puede ser
trasmitido, la escuela aunque se lo proponga no puede trasladarlo a quien no lo quiere, el conocimiento
requiere del esfuerzo de quien lo recibe, por ello la
alternativa pedagógica sobre la que se yergue el sistema educativo se centra en el principio de enseñar
a aprender, el autor dice “está salvado quien ha
aprendido a aprender por sí mismo”. Pero también
debemos atender su moción de que el conocimiento no se transmite, cada quien lo crea.
Muchas nociones acerca del proceso enseñanzaaprendizaje deberán replantear sus supuestos, el asunto no es trivial, es de fundamental importancia para la
pedagogía. En la ecuación enseñanza-aprendizaje los
valores contenidos no son equivalentes, “el asunto
cardinal [nos dice] es el aprendizaje y no la enseñanza
y el personaje inexcusable es el estudiante y no el docente”.
Cualquiera puede aprender sin profesor, pero
nadie puede enseñar sin aprendices. Un buen maestro facilita el aprendizaje, pero no puede aprender
por sus alumnos, por ello sostiene, que lo que hemos aprendido lo hemos hecho por nosotros mismos. Entonces maestros, preocupémonos por el
aprendizaje más que por la enseñanza, invirtamos la
propuesta enseñanza-aprendizaje por aprendizajeenseñanza, donde lo afectivo adquiere —según el
autor— más relevancia que lo cognitivo, y donde el
saber cómo (procedimiento, método) se igualan con
el saber qué (contenido).
Diseño curricular, desarrollo curricular y gestión
escolar son conceptos clave para comprender e incidir adecuadamente sobre el hecho educativo. Después de años de trabajo y reflexión considera que el
diseño curricular a pesar de la dificultad para su construcción no se compara con los inconvenientes que
significa poner en práctica y elaborar los materiales
que requiere su desarrollo, la distancia entre quien
imagina el proceso de cambio y las condiciones de
quien hace la recepción del mensaje y lo aplica, es
uno de los grandes escollos entre diseño y desarrollo curricular, indispensable de ser tomado en cuenta
en cualquier intento de reforma educativa.
La gestión es una modalidad del desarrollo curricular, en ella se incluye la estrategia institucional para
la operación de las acciones educativas, la operación y
el uso eficiente de los recursos materiales y de las cualidades humanas incorporadas al proceso como los
(actores directos) maestros, los supervisores y los
encargados de la evaluación, señala que la gestión compromete la planificación, coordinación, organización,
control y liderazgo, tanto a nivel estratégico, como
táctico operativo.
La elaboración de los libros de texto es una de
las principales y más significativas experiencias del
autor, desde los años de la reforma a los libros de
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texto gratuitos, pasando por la observación de cómo
los maestros hacemos uso de ellos en la promoción
de los aprendizajes, hasta las reflexiones que le provocaron los textos escritos en países coloniales para
sus ex colonias, como es el caso de Belice, que cuando recibe materiales impresos estos consideran temas ajenos a su real condición, llámese natural o
social.
Por ello considera que los buenos libros, son el
espacio pedagógico donde se concreta una propuesta
curricular. Ahí se deben presentar paulatina y ordenadamente los contenidos (de la materia), suministrar
información actualizada y significativa, ofrecer un
amplio repertorio de actividades de aprendizaje, mantener un alto grado de flexibilidad que permita
estacionarse, avanzar o retroceder, que promueva
interacciones creativas entre alumno-libro-alumno,
maestro-libro-alumno, que los libros se diseñen para
ser usados, dejando de lado el sentido de que los
libros sólo son para ser leídos.
Recordemos que el autor considera que un libro
es ante todo un instrumento de investigación, dejando en claro que lo que nos ofrece siempre es parcial, ya que siempre hay algo que el libro no trata.
Valorar y desmitificar al libro son intenciones no
expresadas, pero contundentes en el discurso del
autor.
Considerando que el aprendizaje más allá de ser
un acto necesario, este no es tan bárbaro como la
vida instrumentista parece sugerirlo, es ante todo
un acto de entrega, donde ver con el pensamiento
nos permite, otorgar a los sentidos, el valor de nuestros propios sentimientos y así ser capaces de construir nuestras propias marcas, con (nuestras) manos y
mente propias. No encontré mejores palabras para
cerrar estas notas acerca del libro de Juan Manuel
Gutiérrez-Vázquez quien ha dedicado más de setenta años intentando aprender ciencia y cincuenta
tratando de enseñarla, que recordar emotivamente
el poema de Bertolt Brecht que dice:
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Hay hombres que luchan un día, y son buenos.
Hay quienes luchan un año, y son mejores.
Quienes luchan muchos años, y son muy buenos.
Pero hay quienes luchan toda la vida, esos son los
imprescindibles.
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