INTRODUCCION Las leyes propuestas por Johannes Kepler hace cuatro siglos han tenido un significado especial en el estudio de los astros, ya que permitieron describir su movimiento; fueron deducidas empíricamente por Johannes Kepler a partir del estudio del movimiento de los planetas, para lo cual se sirvió de las precisas observaciones realizadas por Tycho Brahe Sustituyeron una versión idealizada de las leyes de la física, basandose en una idea fértil : el heliocentrismo, desarrollado por Nicolás Copérnico, y un concepto innovador, la primacía de la observación (Tycho Brahe). Sólo tiempo después, ya con el aporte de Isaac Newton fue posible advertir que estas leyes son una consecuencia de la llamada Ley de Gravitación Universal. 1 INDICE Concepciones mitológicas en la antigüedad…………..…………………………3 Johannes Kepler (modelos de Universo) .……………………..………………....3 1. Concepciones y leyes de Kepler……………………………….…………………..5 1.1 Primera ley de Kepler……………………………………………………….………………..7 1.2 Segunda Ley de Kepler…………………………………….………………8 1.3 Tercera Ley de Kepler……………………………………….…………….11 1.4 Nuevo concepto de la ley física…………………………….……....……13 Isaac Newton………………………………………………………….…………….14 2. Ley de la Gravitación Universal………………………………….……………16 Conclusiones……………………………………………………………………..21 Bibliografía………………………………………………………………………..22 Anexos…………………………………………………………………………….23 2 Concepciones mitológicas en la antigüedad Johannes Kepler Johannes Kepler (1571-1628). Nació en Leonberg, Alemania, donde comenzó a estudiar en el colegio latino. En 1584 ingresó en el seminario protestante de Adelberg y en 1589 comenzó su educación universitaria en teología en la Universidad Protestante de Tübingen. Allí le influenció un profesor de matemáticas, Michael Maestlin, partidario de la teoría heliocéntrica del movimiento planetario desarrollada en principio por el astrónomo polaco Nicolás Copérnico. Kepler aceptó inmediatamente la teoría copernicana al creer que la simplicidad de su ordenamiento planetario tenía que haber sido el plan de Dios. En 1594 marchó a Graz (Austria), donde elaboró una hipótesis geométrica compleja para explicar las distancias entre las órbitas planetarias, que se consideraban circulares erróneamente. Kepler planteó que el Sol ejerce una fuerza que disminuye de forma inversamente proporcional a la distancia e impulsa a los planetas alrededor de sus órbitas. Publicó sus teorías en un tratado titulado Mysterium Cosmographicum en 1596. Esta obra es importante porque presentaba la primera demostración amplia y convincente de las ventajas geométricas de la teoría copernicana. Modelo de universo según Kepler Excepto por Mercurio, el sistema de Kepler funcionaba de manera muy aproximada a las observaciones. Debido a su fama como matemático, Kepler fue invitado por Tycho Brahe a Praga para que trabajara con él como asistente y calculara las nuevas órbitas de los planetas basándose en sus 3 observaciones. Al morir Tycho, en el año 1601, fue nombrado su sucesor en el cargo de matemático imperial, puesto que ocupó hasta 1612. Una de sus obras más importantes durante este periodo fue Astronomía nova (1609), la gran culminación de sus cuidadosos esfuerzos para calcular la órbita de Marte. Este tratado contiene la exposición de dos de las llamadas leyes de Kepler sobre el movimiento planetario. Según la primera ley, los planetas giran en órbitas elípticas, con el Sol en uno de los focos. La segunda, o regla del área, afirma que una línea imaginaria desde el Sol a un planeta recorre áreas iguales de una elipse durante intervalos iguales de tiempo. En otras palabras, un planeta girará con mayor velocidad cuanto más cerca se encuentre del Sol. En 1612 Kepler se hizo matemático de los estados de la Alta Austria. Mientras vivía en Linz, publicó su Harmonices mundi Libri (1619), cuya sección final contiene otro descubrimiento sobre el movimiento planetario (tercera ley): la relación entre el cubo de la distancia media (o promedio) de un planeta al Sol y el cuadrado del periodo de revolución del planeta es una constante y es la misma para todos los planetas. Foto 3 Hacia la misma época publicó un libro, Epitome astronomiae copernicanae (1618-1621), que reúne todos los descubrimientos de Kepler en un solo tomo. Igualmente importante fue el primer libro de texto de astronomía basado en los principios copernicanos, y durante las tres décadas siguientes tuvo una influencia capital para muchos astrónomos. La última obra importante aparecida en vida de Kepler fueron las Tablas rudolfinas (1625). Basándose en los datos de Brahe, las nuevas tablas del movimiento planetario reducen los errores medios de la posición real de un planeta de 5° a 10'. Más adelante, Isaac Newton se basó en las teorías y observaciones de Kepler para formular su ley de la gravitación universal. 4 1. Concepciones y Leyes de Kepler La teoría del movimiento planetario se desarrolla ahora con inusitado impulso. Nos encontramos alrededor del año 1600. El Renacimiento y la Reforma están pasando. El sistema de Copérnico era seguido por unos pocos astrónomos que comprendían las ventajas de cálculo que ofrecía, pero que no tomaban en serio sus implicaciones físicas y filosóficas. A través de este silencio se levantó una voz anunciando los primeros gritos de la batalla que se acercaba. El panteísta antiortodoxo Giordano Bruno, evangelizando a Copérnico, viajó por toda Europa anunciando que los límites del Universo estaban infinitamente alejados y que nuestro sistema solar es simplemente uno entre los infinitos que existen. A causa de las distintas herejías pronunciadas fue juzgado por la Inquisición y quemado en el patíbulo en 1600. Sin embargo, las semillas de una nueva ciencia estaban fructificando vigorosamente en todas partes. En Inglaterra surgen Francis Bacon (1561-1626) y William Gilbert (1540-1603); en Italia, Galileo Galilei (1564-1642). Y en Copenhague, Tycho Brahe (1546-1601), el primer hombre desde los griegos que aportó mejoras en las observaciones astronómicas, pasó casi toda su vida registrando las observaciones de los movimientos planetarios que efectuaba con una precisión no alcanzada hasta entonces. Sus datos eran, frecuentemente, de una precisión superior a medio minuto de arco, más de veinte veces mejores que las de Copérnico, cuando el telescopio todavía no se había inventado. Después de la muerte de Tycho, su ayudante alemán Johannes Kepler continuó sus observaciones y, especialmente, el análisis de la gran cantidad de datos recopilados. En tanto que Tycho había desarrollado un sistema planetario propio, Kepler era partidario de Copérnico. El propósito de sus trabajos era la construcción de unas tablas astronómicas de los movimientos planetarios mejores que las que entonces existían construidas sobre los datos poco precisos de la época del propio Copérnico. Pero la motivación de Kepler, y su principal preocupación, era la perfección de la teoría heliocéntrica, cuya armonía y simplicidad contemplaba con arrebatada e increíble delicia. 5 Desde el comienzo de sus trabajos fue fuertemente influido por el punto de vista metafísico asociado a la tradición pitagórica y neoplatónica. a Esta tradición había revivido en el Renacimiento como uno de los desafíos a la hegemonía de Aristóteles. Para Kepler, aún más que para Copérnico, la directriz de la mente divina era el orden geométrico y las relaciones matemáticas que venían expresadas en las características del sencillo esquema heliocéntrico Entre sus primeras publicaciones encontramos un intento entusiasta de ligar los seis planetas conocidos y sus distancias al Sol con las relaciones entre los cinco sólidos regulares de la geometría. El mejor resultado de este trabajo fue llamar la atención de Kepler hacia Tycho y Galileo. Al intentar ajustar los nuevos datos de la órbita de Marte a un sistema de Copérnico con movimiento circular uniforme simple (aunque se usasen ecuantes), Kepler halló, después de cuatro años de labor, ¡que esto no podía hacerse! Los nuevos datos colocaban la órbita justamente ocho minutos de arco fuera del esquema de Copérnico. Copérnico no habría dado importancia a esto, porque sabía que sus observaciones tenían errores dentro de este margen. Pero Kepler sabía que el ojo infalible de Tycho y sus soberbios instrumentos daban medidas con un margen de error científico menor; frente a los hechos cuantitativos, Kepler no quiso ocultar, con hipótesis convenientes, estos ocho minutos (con una integridad que ha de considerarse como actitud característica) como una fatal diferencia. Para él, estos ocho minutos significaban, simplemente, que el esquema de Copérnico, con un número limitado de esferas concéntricas y epiciclos, fallaba para explicar el movimiento real de Marte cuando las observaciones de aquel movimiento se hacían con suficiente precisión. 6 1.1 PRIMERA LEY DE KEPLER Kepler debió quedarse anonadado con este descubrimiento, pues, después de todo, era un copernicano convencido. Siguieron algunos años de continua labor buscando un medio de retocar la teoría de Copérnico para hacerla aplicable a las nuevas observaciones tanto como a las antiguas. Kepler terminó, finalmente, por desechar la premisa que ligaba el sistema de Copérnico más explícitamente a las doctrinas de la antigua Grecia. Cuando Kepler estaba estudiando las trayectorias de los planetas según la imagen heliocéntrica, se le ocurrió que podían corresponder a una figura, la elipse, cuyas propiedades ya eran conocidas por los matemáticos del siglo II a. C. (Resulta irónico que Apolonio, que propuso el artificio de los epiciclos, desarrollara la teoría de las elipses sin pensar en su posible aplicación a la astronomía). Por tanto, si se admitía que la elipse era la trayectoria “natural” de los cuerpos celestes, se obtenía un esquema geométrico del mundo, de gran simplicidad, en el cual todos los planetas se mueven en órbitas elípticas con el Sol en uno de los focos. Esta ley de las órbitas elípticas es una de las tres grandes leyes de Kepler del movimiento planetario, generalmente conocida como su primera ley. La primera ley de Kepler, al enmendar la teoría heliocéntrica de Copérnico da una representación mental maravillosamente simple del sistema solar. Se eliminan todos los epiciclos, todos los excéntricos; las órbitas son simples elipses. Una representación esquemática del sistema solar según la concepción actual es en esencia la misma de Kepler, pero con la adición de los planetas Urano, Neptuno y Plutón, descubiertos mucho después. Aunque Kepler era feliz al saber que podía reemplazar las complicadas combinaciones de epiciclos y excéntricas utilizadas hasta entonces para describir la órbita de un planeta mediante una simple elipse, debió hacerse a sí mismo la siguiente pregunta: “¿No es algo misterioso que de todos los tipos posibles de trayectorias los planetas hayan elegido justamente la elipse? Podemos comprender la predisposición de. 7 Platón por los movimientos circulares y uniformes, ¡pero no podemos entender fácilmente la insistencia de la Naturaleza en la elipse!”. La respuesta racional a esta cuestión no llegó hasta que un destacado genio inglés, de casi ochenta años, demostró que la ley de la elipse era una de las muchas consecuencias sorprendentes de una ley de la Naturaleza de mucho mayor alcance. Sin embargo, todavía no estamos preparados para seguir su razonamiento. Si, de momento, aceptamos la primera ley de Kepler como un resumen de hechos observados –una ley empírica—observamos que para describir las trayectorias la ley nos da todas las posibles localizaciones de un planeta determinado, pero no nos dice cuando estará en cualquiera de estas posiciones; nos habla de la forma de una órbita, pero no dice nada de la velocidad variable con que el planeta la recorre. Esto hace que la ley resulte inadecuada para un astrónomo que desea conocer la posición que un planeta ocupa en un momento determinado, o para un profano que ya sabe (como observamos antes en relación: con el ecuante) que el Sol parece moverse más rápido a través de las estrellas en invierno que en verano. Naturalmente, Kepler conocía bien todo esto y, de hecho, incluso antes de enunciar lo que ahora llamamos su “primera” ley, había establecido ya otra que regía las variaciones de velocidad de un planeta 1.2 SEGUNDA LEY DE KEPLER Kepler sabía que necesitaba una relación matemática entre la velocidad de un planeta en una posición de su órbita y la velocidad en cualquier otra posición. Si pudiese encontrarse tal relación se determinaría el movimiento de un planeta cualquiera con muy pocos datos: dos para determinar la elipse (por ejemplo, las longitudes de los ejes mayor y menor), un tercer dato para dar la velocidad en algún punto particular de su trayectoria (por ejemplo, en el perihelio, donde el planeta está más próximo al Sol), y otro dato más para 8 determinar la inclinación del plano de su órbita respecto al de los otros planetas. Así, si pudiese encontrarse una relación simple entre la velocidad y la posición, se resumirían las características del movimiento de los planetas de un modo compacto y elegante. Pero hasta ahora nada había que indicase que tal relación existía. Por eso se dijo que Kepler estaba en éxtasis cuando fue capaz, con su ingenio y trabajo continuo, de establecer esa “segunda” ley a partir del voluminoso conjunto de datos de que podía disponer. Bien pudiera haber estado en éxtasis; pues toda su labor habría sido de poca utilidad sin este descubrimiento. La ruta de Kepler hacia la segunda ley fue una obra asombrosa, de la cual surgió el resultado correcto como una deducción de tres hipótesis incorrectas. En primer lugar, Kepler admitía que los planetas siguen sus órbitas por la acción de una fuerza procedente del Sol y que la intensidad de esta fuerza era inversamente proporcional a la distancia comprendida entre el planeta y el Sol. (En el pensamiento de Kepler, y usando su imaginación, él razonaba que la fuerza a cualquier distancia r debe estar uniformemente distribuida sobre la circunferencia de un circulo en el plano orbital; a mayor distancia, por ejemplo , la misma fuerza total debe distribuirse sobre un círculo cuya longitud de circunferencia es doble; por tanto, la intensidad de la fuerza en cualquier punto de dicho circulo sería solo la mitad ) El suponía, entonces, que la velocidad del planeta debe ser proporcional a la fuerza que le impulsa y, por tanto, inversamente proporcional a la distancia La hipótesis de que la velocidad es proporcional a la fuerza neta resulta, naturalmente, incompatible con los principios modernos de la física; era, simplemente, una de las ideas de Aristóteles o del sentido común que Kepler compartía con todos sus contemporáneos. De acuerdo con la primera hipótesis de Kepler, el tiempo que tarda un planeta en recorrer una pequeña distancia a lo largo de su trayectoria sería proporcional a su distancia al Sol. Esto es aproximadamente correcto y resulta ser exacto en ciertos puntos especiales de la órbita Kepler se propuso, entonces, 9 calcular el tiempo que tarda el planeta en cubrir un segmento grande de la trayectoria (durante el cual cambia su distancia al Sol) sumando las distancias planeta-Sol para cada uno de los pequeños arcos que componen este gran segmento. El suponía que la suma de estas distancias era igual al área barrida por la línea trazada desde el Sol al planeta. Esta es una buena aproximación para las órbitas reales que Kepler estaba analizando, pero las matemáticas necesarias para un resultado exacto no se inventaron hasta pasado otro medio siglo. Kepler introdujo como tercera hipótesis que la órbita era circular. Esto es de nuevo sólo una aproximación bastante buena para casi todas las órbitas planetarias (Kepler no había establecido todavía su “primera ley”, que requería que las órbitas fuesen elípticas); pero, realmente, no era necesario hacer tal aproximación. La segunda ley de Kepler, que él encontró siguiendo una línea de razonamiento que no convencería a un lector actual, se expresó en el párrafo anterior: el área barrida por la línea Sol-planeta es proporcional al tiempo transcurrido. O bien, en la forma que ha llegado a ser estándar: Durante un determinado intervalo de tiempo una recta trazada del planeta al Sol barre áreas iguales en cualquier punto de su trayectoria. También se llama Ley de las áreas iguales. A pesar de la inexactitud de las hipótesis utilizadas en su deducción original, la propia ley describe, exactamente, el movimiento de cualquier planeta alrededor del Sol; también se aplica al movimiento de la Luna alrededor de la Tierra o de un satélite alrededor de cualquier planeta. El hecho de que la Tierra se mueva más rápidamente (o que el Sol visto desde la Tierra se mueva con mayor velocidad sobre el fondo de las estrellas) en invierno que en verano, era bien conocido por los astrónomos desde mucho antes; era un efecto que podía explicarse por la introducción del artificio de los “ecuantes” en el sistema geocéntrico y una razón de por qué el sistema de Copérnico sin ecuantes no era completamente adecuado para representar los detalles del movimiento planetario. La ley segunda de Kepler cumple 10 el mismo objetivo que el ecuante, pero en una forma mucho más satisfactoria. Sin embargo, en el propio trabajo de Kepler, la segunda ley es una regla empírica que, aunque exacta, no tiene explicación teórica. 1.3 TERCERA LEY DE KEPLER La primera y la segunda leyes de Kepler fueron publicadas juntas en 1609 en su Astronomía Nova (Nueva astronomía). Pero Kepler aún estaba insatisfecho con un aspecto de sus descubrimientos: no se había hallado ninguna relación entre los movimientos de los distintos planetas. Hasta entonces, cada planeta parecía tener su órbita elíptica propia y su propia velocidad, pero no parecía existir un modelo general para todos los planetas. Ni había ninguna razón por la que pudiese esperarse que existiese tal relación. Sin embargo, Kepler estaba convencido de que, al investigar las diferentes posibilidades, encontraría una relación simple que ligase todos los movimientos que ocurren en el sistema solar. El buscaba esta regla, incluso en el dominio de la teoría musical, esperando, como los partidarios de Pitágoras, encontrar una conexión entre las órbitas planetarias y las notas musicales; su gran trabajo (1619) se tituló Las armonías del mundo. Esta convicción de que existe una regla simple, tan intensa que nos parece una obsesión, era parcialmente un indicio de sus primeras preocupaciones por los números y parcialmente también el buen instinto del genio para encontrar el resultado correcto Pero, en realidad era, igualmente, indicio de una profunda tendencia que se manifiesta a través de toda la historia de la ciencia: la creencia en la simplicidad y uniformidad de la Naturaleza Esta creencia ha sido siempre manantial de inspiración que ha ayudado a los científicos a vencer los obstáculos inevitables en su trabajo y ha sostenido su 11 espíritu durante los periodos de intensa e infructuosa labor. Para Kepler fue esta creencia la que hizo soportable una vida de penosos infortunios personales, de modo que podría escribir triunfalmente al llegar, al fin, al descubrimiento de su tercera ley del movimiento planetario: “....después de descubrir por el continuo trabajo durante largo tiempo, utilizando las observaciones de Brahe, la verdadera distancia de las órbitas, al fin la verdadera relación... logro arrojar las sombras de mi mente al obtener un acuerdo tan perfecto entre mi trabajo de diecisiete años sobre las observaciones de Brahe, y este estudio que ahora presento, que al principio creí que estaba soñando...” Esta ley, en terminología moderna, establece que el período T de un planeta dado (esto es, el tiempo que tarda en una revolución completa en su órbita alrededor del Sol), y el radio R medio (el valor de R para una órbita elíptica es igual a la mitad de la longitud del segmento rectilíneo que va del perihelio al afelio; la mayor parte de las trayectorias planetarias son casi circulares de tal modo que R es, entonces, simplemente el radio de la órbita circular), de su órbita, es una constante que tiene el mismo valor para todos los planetas. Pero, si T2/(R)3 es el mismo para todos los planetas, podemos calcular su valor numérico .para uno de ellos (para la Tierra TE = 1 año, RE = 15 x 107 km.) y, por tanto, siempre podremos calcular el valor de T para cualquier otro planeta si se conoce R, y . viceversa. La tercera Ley de Kepler se denomina, con frecuencia, la ley armónica, ya que establece una bella relación entre los planetas. Desde este punto podemos vislumbrar el progreso que hemos realizado hasta ahora. Partiendo de la multitud inconexa de los mecanismos de Ptolomeo hemos alcanzado una formulación heliocéntrica que contempla el sistema solar como una unidad simple y lógicamente conexa Nuestra mente capta el universo kepleriano de un vistazo y reconoce movimientos principales como la expresión de simples leyes matemáticas. 12 1.4 Nuevo concepto de la ley física Kepler, utilizando la obra de Tycho, sus propias observaciones y sus tres poderosas leyes, construyó unas tablas precisas del movimiento de los planetas que habían sido necesarias desde hacía tiempo y que aún serían útiles un siglo después, hombre prodigioso. Debemos señalar dos características que tuvieron un gran efecto en todas las ciencias físicas. Una, que ya hemos estudiado, es una nueva actitud ante los hechos observados. Ya indicamos el cambio que se produce en la obra de Kepler desde su insistencia inicial en un modelo geométrico y su forma como principal herramienta de explicación, al estudio del propio movimiento y de las relaciones numéricas que le sirven de base. La otra es su afortunado intento de formular leyes físicas en forma matemática, con el lenguaje de la geometría y del álgebra. En este sentido, la ciencia de Kepler fue totalmente moderna; él más que ninguno otro antes, se inclina ante el árbitro implacable y supremo de toda teoría física, a saber, la evidencia en la observación realizada de un modo preciso y cuantitativo. Además, en el sistema kepleriano, no se consideraba que los planetas se movían en sus órbitas a causa de su naturaleza o influencia divina, como enseñaban los escolásticos, ni que sus formas esféricas sirviesen de explicación autoevidente a sus movimientos circulares, como en el pensamiento de Copérnico; y así nos quedamos sin ninguna intervención física que “explicase” el movimiento planetario tan bien descrito en estas tres leyes. El mismo Kepler sintió la necesidad de reforzar sus descripciones matemáticas con un mecanismo físico. En uno de sus últimos libros nos dice cómo han cambiado sus propios puntos de vista: “En una ocasión yo creí 13 firmemente que la fuerza motriz de un planeta residía en un alma. Sin embargo, cuando reflexioné que esta causa de movimiento disminuía en proporción a la distancia, del mismo modo que la luz del Sol disminuye en proporción a la distancia a este astro, llegué a la conclusión de que esa fuerza debe ser sustancial; no en el .sentido literal, sino... de la misma manera que decimos que la luz es algo sustancial significando que es un ente no sustancial que emana de un cuerpo sustancial.” ISAAC NEWTON Científico inglés (Woolsthorpe, Lincolnshire, 1642 - Londres, 1727). Hijo póstumo y prematuro, su madre preparó para él un destino de granjero; pero finalmente se convenció del talento del muchacho y le envió a la Universidad de Cambridge, en donde hubo de trabajar para pagarse los estudios. Allí Newton no destacó especialmente, pero asimiló los conocimientos y principios científicos de mediados del siglo XVII, con las innovaciones introducidas por Galileo, Bacon, Descartes, Kepler y otros. Tras su graduación en 1665, Isaac Newton se orientó hacia la investigación en Física y Matemáticas, con tal acierto que a los 29 años ya había formulado teorías que señalarían el camino de la ciencia moderna hasta el siglo XX; por entonces ya había obtenido una cátedra en su universidad (1669). Suele considerarse a Isaac Newton uno de los protagonistas principales de la llamada «Revolución científica» del siglo XVII y, en cualquier caso, el padre de la mecánica moderna. No obstante, siempre fue remiso a dar publicidad a sus descubrimientos, razón por la que muchos de ellos se conocieron con años de retraso. 14 Newton coincidió con Leibniz en el descubrimiento del cálculo integral, que contribuiría a una profunda renovación de las Matemáticas; también formuló el teorema del binomio (binomio de Newton). Pero sus aportaciones esenciales se produjeron en el terreno de la Física. Sus primeras investigaciones giraron en torno a la óptica: explicando la composición de la luz blanca como mezcla de los colores del arco iris, Isaac Newton formuló una teoría sobre la naturaleza corpuscular de la luz y diseñó en 1668 el primer telescopio de reflector, del tipo de los que se usan actualmente en la mayoría de los observatorios astronómicos; más tarde recogió su visión de esta materia en la obra Óptica (1703). También trabajó en otras áreas, como la termodinámica y la acústica; pero su lugar en la historia de la ciencia se lo debe sobre todo a su refundación de la mecánica. En su obra más importante, Principios matemáticos de la filosofía natural (1687), formuló rigurosamente las tres leyes fundamentales del movimiento: la primera ley de Newton o ley de la inercia, según la cual todo cuerpo permanece en reposo o en movimiento rectilíneo uniforme si no actúa sobre él ninguna fuerza; la segunda o principio fundamental de la dinámica, según el cual la aceleración que experimenta un cuerpo es igual a la fuerza ejercida sobre él dividida por su masa; y la tercera, que explica que por cada fuerza o acción ejercida sobre un cuerpo existe una reacción igual de sentido contrario. De estas tres leyes dedujo una cuarta, que es la más conocida: la ley de la gravedad, que según la leyenda le fue sugerida por la observación de la caída de una manzana del árbol. Descubrió que la fuerza de atracción entre la Tierra y la Luna era directamente proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que las separa, calculándose dicha fuerza 15 mediante el producto de ese cociente por una constante G; al extender ese principio general a todos los cuerpos del Universo lo convirtió en la ley de gravitación universal. La mayor parte de estas ideas circulaban ya en el ambiente científico de la época; pero Newton les dio el carácter sistemático de una teoría general, capaz de sustentar la concepción científica del Universo durante varios siglos. Hasta que terminó su trabajo científico propiamente dicho (hacia 1693), Newton se dedicó a aplicar sus principios generales a la resolución de problemas concretos, como la predicción de la posición exacta de los cuerpos celestes, convirtiéndose en el mayor astrónomo del siglo. Sobre todos estos temas mantuvo agrios debates con otros científicos (como Halley, Hooker, Leibniz o Flamsteed), en los que encajó mal las críticas y se mostró extremadamente celoso de sus posiciones. Como profesor de Cambridge, Newton se enfrentó a los abusos de Jacobo II contra la universidad, lo cual le llevó a aceptar un escaño en el Parlamento surgido de la «Gloriosa Revolución» (1689-90). En 1696 el régimen le nombró director de la Casa de la Moneda, buscando en él un administrador inteligente y honrado para poner coto a las falsificaciones. Volvería a representar a su universidad en el Parlamento en 1701. En 1703 fue nombrado presidente de la Royal Society de Londres. Y en 1705 culminó la ascensión de su prestigio al ser nombrado caballero. 2. LEY DE LA GRAVITACION UNIVERSAL La Luna gira alrededor de la Tierra. Como su tamaño no parece que cambie, su distancia será aproximadamente la misma y por lo tanto su órbita deberá parecer un círculo. Para mantener a la Luna moviéndose en ese círculo antes que deambular por ahí, la Tierra deberá ejercer una 16 atracción sobre la Luna. Newton llamó a esa fuerza de atracción la gravedad. ¿Es la misma que atrae todos los objetos hacia abajo? Supuestamente la anterior pregunta se le ocurrió a Newton cuando vio a una manzana caer del árbol. John Conduitt, asistente de Newton en la real moneda y marido de su sobrina, dijo esto sobre el asunto cuando escribió sobre la vida de Newton. En el año 1666 se retiró de nuevo de Cambridge ... con su madre en Lincolnshire y mientras estaba meditando en un huerto cayó en la cuenta de que el poder de la gravedad (que hizo caer a una manzana desde el árbol al suelo) no estaba limitada a una cierta distancia de la Tierra, sino que su poder debía extenderse mucho más de lo que habitualmente se pensaba. ¿Por qué no tan arriba como a la Luna?, reflexionaba, y si así fuese, que influenciara su movimiento y quizá la retuviera en su órbita, con lo cual él caía en calcular cual sería el efecto de esa suposición ... ( Keesing, R.G., La historia del manzano de Newton, Contemporary Physics, 39, 377-91, 1998) Si esa era la misma fuerza, entonces debería existir una conexión entre la forma como caen los objetos y el movimiento de la Luna alrededor de la Tierra, es decir, su distancia y periodo orbital. El periodo orbital que conocemos es el mes lunar, corregido por el movimiento de la Tierra alrededor del Sol, que también afecta al tramo de tiempo entre una "luna nueva" y la siguiente. La distancia fue estimada anteriormente en la antigua Grecia, vea aquí y aquí . Para calcular la fuerza de gravedad sobre la Luna, se debe conocer que débil es a la distancia de la Luna. Newton mostró que si la gravedad a la distancia R era proporcional a 1/R2 ("inverso del cuadrado de la distancia"), la aceleración g medida en la superficie de la Tierra debería predecir correctamente el periodo orbital de la Luna. Newton fue más allá y propuso que la gravedad es una fuerza "universal" y que la gravedad del Sol mantenía a los planetas en sus 17 órbitas. Fue capaz de mostrar que las leyes de Kepler eran consecuencia natural de la "ley de los inversos cuadrados" y hoy todos los cálculos de las órbitas de los planetas y satélites siguen su huellas. Hoy en día los estudiantes que deducen las leyes de Kepler de la "ley de los inversos-cuadrados" usan el cálculo diferencial, una herramienta matemática en cuya creación Newton tuvo una gran participación. Es interesante, sin embargo, que en la demostración que Newton publicó no usaba el cálculo, saino que dependía de propiedades complejas de las elipses y de otras secciones cónicas. Richard Feynman, físico independiente ganador del Premio Nobel, volvió a deducir esa demostración (como hicieron algunos predecesores distinguidos). Vea la referencia al final de la sección. Aquí volveremos a desandar los cálculos, que enlazan la gravedad observada sobre la Tierra con el movimiento de la Luna a través del cielo, dos observaciones aparentemente inconexas. Si quiere comprobar los cálculos, necesitará una calculadora de mano. Asumimos que la órbita de la Luna es un círculo, y que la atracción de la Tierra se dirige siempre hacia el centro de la Tierra. Haga a RE ser el radio medio de la Tierra, (estimado por Eratóstenes) RE= 6 371 km La distancia R a la Luna está a unos 60 RE. Si la masa m sobre la Tierra es atraída por una fuerza mg, y como lo asevera la "ley del inverso cuadrado" de Newton, luego la atracción sobre masas iguales a la distancia de la Luna será 602 = 3600 veces menor e igualará mg/3600 18 Si m es la masa de la Luna, cual es la fuerza que mantiene a la Luna en su órbita. Si la órbita es un círculo, como R = 60 RE su longitud será 2 π R = 120 π RE Suponga que el tiempo necesario para recorrer una órbita es de T Segundos. La velocidad v del movimiento es v = distancia/tiempo = 120 π RE/T (Por favor, observe que: la gravedad no es la que proporciona a la Luna su velocidad. La velocidad que tiene la Luna fue adquirida probablemente cuando se creó. Pero la gravedad impide que la Luna se aleje y la confina en una órbita.) La fuerza centrípeta que mantiene a la Luna en su órbita debe, por consiguiente, ser igual a mv2/R = mv2/(60 RE) y si la gravedad de la Tierra suministra esa fuerza, entonces mg/3600 = mv2/(60 RE) dividiendo ambos lados por m y luego multiplicándolos por 60 lo simplifica a g/60 = v2/RE = (120 π RE)2/(T2 RE) Anule un factor de RE , multiplicando ambos lados por 60 T2 y dividiéndolos por g nos da T2 = (864 000 π2 RE)/g = 864 000 RE (π2/g) 19 De manera providencial, en las unidades usamos g ~ 9.81 que es muy parecido a π2 ~ 9.87. De tal forma que el término en paréntesis es cercano a 1 y puede eliminarse. Esto nos deja (los dos paréntesis están multiplicados) T2 = (864 000) (6 371 000) Con una calculadora manual es fácil encontrar las raíces cuadradas de dos términos. Tenemos (con una precisión de 4 cifras) 864 000 = (929.5)2 6 371 000 = (2524)2 Luego T ≅ (929.5) (2524) = 2 346 058 segundos Para obtener T en días dividimos por 86400, el número de segundos en un día, para obtener T = 27.153 días muy cercano al valor aceptado de T = 27.3217 días Newton vio correctamente esto como una confirmación de la "ley del inverso cuadrado". Más de un siglo después, en 1796, su compatriota Henry Cavendish midió realmente en el laboratorio la débil atracción gravitacional entre muestras de material. Un siglo después de esto (como ya se ha dicho) el físico húngaro Lorand Eötvös mejoró grandemente la precisión de estas medidas. 20 CONCLUSIONES Las conclusiones que podemos decir son: Las leyes de Kepler establecen que: Los planetas describen una órbita elíptica y el Sol está sobre uno de los focos de la elipse. La línea que une al Sol con el planeta, barre áreas iguales en tiempos iguales. Datos que sin duda han sido bien utilizados por el hombre en los cuatro siglos que han pasado desde que fueron formulados, permitiendo que existan progresos enormes en materia espacial, ya sea poniendo en órbita objetos con fines cívico-militares o bien realizando investigaciones en el espacio. Newton estableció con la Ley de gravitación universal, que existe una fuerza de atracción que actúa entre todos los cuerpos del universo. Además logró observar que la fuerza gravitatoria depende de la masa de los cuerpos y la distancia entre ellos. 21 BIBLIOGRAFÍA Web: http://www.phy6.org/stargaze/Mgravity.htm http://www.astrosurf.com./astronosur Revistas REVISTA MEXICANA DE FÍSICA E 51 (1) 13–17 “Tres aspectos del problema de Kepler” E. Pina Garza y J.L. del Río Correa Departamento de Física, Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa 55 534 Mexico, D.F., 09340 Mexico http://revistas.unam.mx/index.php/rbu/article/view/25101 22 ANEXOS 23 Johannes Kepler 1 Ley de Kepler.- Esquema del sistema Solar mostrando los tamaños relativos de las órbitas y, a diferente escala, los tamaños relativos de los planetas, se incluye la órbita completa de Plutón. 24 25 Isaac Newton Ley de la Gravitación Universal 26