Los Clinton Álvaro Bracamonte Sierra Hillary Clinton, en respuesta a la pregunta de qué bondades veía en que otro Clinton ocupara la Casa Blanca, dijo: “Se necesitó a un Clinton para limpiar después del primer Bush y yo creo que se podría necesitar a otro para limpiar después del segundo Bush”. Creo que la señora tiene razón. Efectivamente, su esposo asumió por primera vez la Presidencia de Estados Unidos en1992; ganó de manera sorpresiva dado que Bush padre era, meses antes, el favorito indiscutible. La clave de su triunfo fue la crisis económica que devastaba a ese país durante los meses previos a la jornada electoral. Recordemos que, tras la primera guerra del Golfo, la madre de todas las batallas, Bush padre contaba con una popularidad tal que pocos dudaban de su reelección. De pronto la economía empezó a mostrar signos de debilidad hasta convertirse en un tobogán que arrasó con las pretensiones del texano: “Es la economía, estúpido” refrán popularizado por la campaña del de Arkansas sintetizaba el ambiente que reinaba entonces. Enfatizar en su discurso la crisis económica catapultó la figura de Bill Clinton hasta convertirlo en presidente. La economía estadounidense se hallaba en franco deterioro: Déficit fiscal y comercial estratosféricos, desempleo galopante y fuertes presiones inflacionarias eran lo característico de los ochenta y principio de los noventa. Estados Unidos se debilitaba en tanto Europa, especialmente Alemania, y en Asia Japón, amenazaban su supremacía mundial. Es en esas condiciones que Clinton llegó a la Casa Blanca y es con él al frente que renace la economía estadounidense; su apuesta fue impulsar la revolución de la información. Una Nueva Economía (NE) derivada del Internet, de los sitios .com, de los dispositivos microelectrónicos que permiten un mayor almacenamiento de información y por supuesto del uso generalizado de ordenadores personales, pronto cambió el rostro de la economía norteamericana. Todo eso ocurrió con Clinton en la Casa Blanca. La administración clintoniana también identificada como la de la NE desarrolló las políticas públicas adecuadas para potencializar los beneficios del espíritu innovador que invadía a algunas regiones e incrementar de manera acelerada la productividad. La modernización de la plataforma productiva permitió en unos pocos años superar en forma amplia el déficit fiscal y comercial y recuperar la senda del crecimiento económico. De hecho, Clinton heredó una tesorería con pasivos cercanos a los 200 mil millones de dólares y dejó las finanzas públicas con un superávit superior a ese monto. El éxito de la NE impulsada por Clinton fue el incremento en la productividad como elemento básico para competir en los mercados ya que ello deviene en indicador del mejor o peor uso que se hace de los factores productivos. También en la productividad se fincan los estándares de vida de una sociedad, además de medir la producción de un trabajador promedio. En esas circunstancias y por primera vez en una generación, la productividad de los estadounidenses se aceleró de modo sustancial en la gestión clintoniana: De 1996 a 1999 creció a una media de 2.6% anual, frente al 1.4% de 1974 a 1995. Al 1.4% anual, los estándares de vida se duplican en 50 años; al 2.6% se duplican en sólo 27 años. La representación geográfica por excelencia de la Nueva Economía es Estados Unidos y su precedente la era de Clinton. En febrero del año 2000, esa nación batía todos los records de longevidad del crecimiento: 107 meses de aumento ininterrumpido del PIB. Nunca Estados Unidos había experimentado un ciclo de expansión tan largo. Todo ello fue gracias a los nuevos motores del desarrollo surgidos de la revolución tecnológica: Empresas como Intel, Oracle, Microsoft, Lucent, IBM, Cisco Systems desplazaron a las tradicionales GMC, Ford, ExxonMovil, Bell, etcétera. Al concluir la gestión de Clinton la economía era otra: Había recuperado su antigua supremacía y todo indicaba que la expansión no tendría límites. Pero en el 2007 y en el 2008 la economía estadounidense está en crisis: Hay desempleo y baja producción y el pesimismo empieza a incubarse entre los ciudadanos. Porque el recuerdo luminoso de los años de Clinton es imborrable y porque quizá creen que la señora Clinton está en condiciones de recuperar esa época de prosperidad es que mañana ella puede ser la gran triunfadora del “Super Martes”.