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Cuerpo, significación y lenguaje
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Jorge L. Ahumada (APdeBA)
En su ya clásico libro, La estructura de las revoluciones científicas,
Thomas Kuhn (1962) distingue en el desarrollo de las disciplinas científicas un período inicial que llama pre-paradigmático,
período en el
cual sus cultores, agrupados en cierto número de 'escuelas', compiten
entre sí en cuanto a reclamar la titularidad de un campo que, en realidad, abordan en forma harto diversa. En el período post-paradigmático, que emerge tras algún hallazgo científico notable, dicha distribución en 'escuelas' tendería según Kuhn a desaparecer, unificándose
la disciplina en un pa:radigma compartido.
Cierto es que Kuhn -aunque esto suela no tomarse en cuenta- constriñe de entrada la validez de su planteo a las disciplinas fisicomatemáticas, y que en un escrito posterior (1974) flexibilizará su posición
complejizando el concepto mismo de paradigma. En todo caso, bien
distinto de ese intento de descripción ha sido lo ocurrido en el caso de
la disciplina psicoanalítica. Emergente del genio de Freud como un paradigma en desarrollo con cierto grado de cohesión conceptual, su
evolución ulterior ha d.ado y sigue dando lugar a una dispersión creciente en multiplicidad de escuelas de pensamiento. Desde la perspectiva de la ciencia galiJ.eica autores como Grünbaum (1984) tomarán
esta pluralidad como prueba fehaciente de la dificultad para validar
empíricamente los hallazgos clínicos del psicoanálisis, mientras que
otros epistemólogos como Feyerabend (1981) piensan que la coexistencia de distintos marcos conceptuales y de muy diversas teorías en una
misma disciplina es muestra de vitalidad, opinión que introdujo ensu
momento Mill. La pluralidad de teorías en psicoanálisis fue tema del
mensaje presidencial de Wallerstein (1988) en el Congreso de Montreal, '¿ Un psicoanálisis ° muchos?', sosteniendo que los diversos enfoques teóricos comparten un campo clínico en común, tesis ampliamente debatida en pro y en contra en el Congreso de Roma. Por mi
parte, si bien coincido con Wallerstein en que el substrato clínico es
el campo capaz de proveer un ámbito en común, me inclino a pensar
. Dirección: Av. Las Heras 3898, 3° "H", (1425) Capital Federal, R. Argentina.
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que la profundidad de las divergencias en cuanto a los marcos conceptuales y sobre todo en cuanto al uso del método clínico hacen que tal
'campo clínico en común' sea tal vez más una aspiración que una realidad. Así como Freud desarrolló la teoría psicoanalítica a partir de los
hallazgos surgidos en el intento de superar las dificultades que encontraba en su tarea terapéutica, ya desde los albores del psicoanálisis las
diferencias conceptuales surgieron a partir de las dificultades que se
planteaban al emplear el método: las dificultades técnicas se tradujeron entonces en cambios en la teoría. Ferenczi con la introducción de
la 'técnica activa' a partir de 1919, luego Rank con sus intentos de
abreviar los tratamientos mediante el análisis focal del 'trauma del
nacimiento', y nuevamente Ferenczi con la 'técnica de neocatarsis' en
la década del treinta fueron pioneros en cuanto a sostener divergencias técnicas sustantivas. Asimismo Lacan en la década del cincuenta
ubica explícitamente en el terreno de la técnica la raíz de sus discrepancias teóricas. De todos modos, será necesario un largo camino por
las teorías y sus epistemologías de base antes de retomar las implicancias técnicas.
Es innegable en el momento actual del psicoanálisis la fragmentación conceptual del campo en muy diversas corrientes. Pero además de
la multiplicidad de discrepancias en cuanto a la teoría y a la técnica,
nos vemos hoy frente a una divisoria de aguas en cuanto a la epistemología de base de la disciplina psicoanalítica, configurando creo al
menos dos orientaciones paradigmáticas que sin ser en modo alguno
homogéneas son en sus grandes rasgos distinguibles con cierta claridad. Por un lado tenemos el enfoque empírico en el que Freud se
incluía en forma explícita, y por otro, en crecimiento constante desde
que en diversas variantes fuera planteado por Lacan en Francia, por
Schafer y Spence en Estados Unidos algunos años después y por
Lorenzer en Alemania, lo que sin dejar de lado su heterogeneidad podemos llamar el enfoque lingüístico-narrativo-hermenéutico. El peso
creciente del paradigma lingüístico-narrativo dentro de la disciplina
psicoanalítica responde a múltiples motivos. En medida no desdeñable
entraña un 'cambio externo' de la disciplina debido al cada vez más
notorio desgajamiento del psicoanálisis, y de quienes a él se acercan
para ser sus cultores, respecto del tronco médico que fuera su origen.
Tronco en el cual era -mucho más que hoy día- central el énfasis en
un método clínico basado en el respeto de los hallazgos de la observación, y esto en una doble vertiente: la de la anamnesis, en la que el
paciente mismo -a veces quienes lo rodeaban- había actuado mejor o
peor como observador, y la de la observación directa en la semiología
de las enfermedades. Quienes provienen de disciplinas de la letra como
la filosofía o la literatura, y no son pocos en el psicoanálisis actual, no
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se han formado en la observación sino en la argumentación verbal y
tienden -aunque no siempre- a asimilar la nueva disciplina en sus
marcos conceptuales y metodológicos previos. También influye, y en
mucho, el modelo de hase de la enseñanza universitaria de la psicología, que se apoya en lo 'teórico' y lo verbalista a expensas del desarrollo de la capacidad de observar. El peso creciente del paradigma
lingüístico en nuestra disciplina refleja, además, una vicisitud de la
cultura intelectual donde el psicoanálisis se inserta, el llamado 'giro
lingüístico' que signa aún hoy buena parte de la filosofía contemporánea. Enfocando el panorama actual desde el punto de vista del
Wittgenstein tardío, un filósofo de Oxford, Simon Blackburn (1985),
sostiene:
"se ha vuelto natural otorgar al lenguaje considerable autonomía e
incluso soberanía ... la psicología del individuo pasa a ser aquello que
le permite comprender el lenguaje tal como es, en tanto que el mundo pasa a ser lo que Berequiere para que sean verdad los asertos verdaderos del lenguaje. Tal el 'giro lingüístico', para bien o para mal,
de la mayoría de las filosofias importantes del siglo... se hace difícil
entonces concebir una indagación que no pase por estudiar la relación entre los hablantes y el lenguaje" (pp. 5-6).
Bien diferente es la opinión de Paul Feyerabend (1969), quien nos
advierte que la creencia en que los argumentos lingüísticos constituyen un instrumento eliminativo susceptible de ser aplicado antes de
que una teoría se desarrolle hasta el punto en que sea factible su
examen empírico es un arma de dos filos, capaz de mutilar la investigación científica.
Si nos planteamos esta cuestión en nuestra disciplina deberemos
preguntarnos qué consecuencias, si alguna, asume en el campo del
psicoanálisis una postura que, como explicita Blackburn, proponga
ceñir la investigación a la relación entre los hablantes y el lenguaje.
Según los lineamientos epistémicos propuestos por Lakatos (1970) en
cuanto a la metodología de los programas de investigación, la cuestión
se plantea en términos de si el cambio del programa de investigación
del psicoanálisis que promueven las posturas lingüístico-narrativohermenéuticas conduce a un aumento del contenido de conocimiento en
nuestra disciplina, o si se trata, por el contrario, de un 'cambio degenerativo' [degenerative problemshiftt dado por el englobamiento de nuestra disciplina en ciertos apriorismos filosóficos.
Hay que tener presente en primer término que la temática que interesa a la filosofia del lenguaje =cuyo objeto, según John Searle (1965)
es explicitar la semántica de un lenguaje dado- es bien diferente de
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la que aborda el psicoanálisis, e implica en relación con éste una triple
restricción del sentido: restricción a los sentidos concientes con exclusión de los inconcientes, restricción a su ligazón a reglas, y entre
éstas, restricción a las reglas compartidas que rigen el uso de los signos lingüísticos: los actos del habla, aclara Searle (p. 222) siguiendo
a Wittgenstein, son actos regidos por reglas, entendiendo por tales
reglas públicas; con lo que filosofía del lenguaje y psicoanálisis configuran a mi entender universos distintos. Trataré de explicitar, ampliando mi argumentación en trabajos anteriores (1992a, 1992b,
1994a), las formas en que el pasaje desde el paradigma empírico que
caracterizó a Freud y a quienes lo siguieron, hacia el paradigma
lingüístico-narrativo-hermenéutico va más allá de implicar determinadas variantes o énfasis técnicos, cosa que en mayor o menor medida
ha distinguido siempre a las diversas 'escuelas'. Va más allá puesto
que la traslocación del psicoanálisis hacia un universo lingüístico
implica un planteo a-metódico en lo que concierne a dimensiones centrales de la práctica clínica. Más particularmente, implica el abandono
de la via di levare freudiana, del cuidado de la ostensividad de la realidad psíquica actuada en sesión; implica, esto es, el dejar de lado que,
como gustaba decir Freud citando a su maestro Charcot, 'es necesario
dejar que los hechos hablen', es decir, que se muestren, lo cual es desde
Freud objetivo central del método. No es ocioso recordar aquí lo que
hace poco señalaba Laplanche (1992): que el término alemán Deutung
tiene implicancias ostensivas de las que el término 'interpretación'
carece: deuten auf significa señalar con el dedo o indicar con lo ojos.
El abandono de la ostensividad en las corrientes linguístico-narrativas
implica además -yen esto me centraré aquí- abandonar la corporeidad que para Freud signaba al inconciente.
La corporeidad
del inconciente
en la obra de Freud
"El Yo" -nos dice Freud (1923b, p. 26)- "es primera y fundamentalmente corporal", y surge como diferenciación del ello mediante el interjuego perceptual. Nos dirá también Freud que el yo "se continúa
hacia el interior, sin delimitación tajante alguna, en una entidad mental inconciente ... para la cual sirve como una especie de fachada"
(1930, p. 66), y, poco después, que "El yo es en su esencia misma un
sujeto" (1933, p. 58, bastardillas mías). Tal arraigo del inconciente y
del sujeto en lo corpóreo no es una expresión aislada en el pensamiento del maestro vienés: quienquiera esté familiarizado con la obra de
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Freud sabrá que da todo a lo largo de ella sobradas muestras del rol
de fundamento del sentido que asigna al psiquismo inconciente, y en
éste, a lo corporal. Valga recordar que los elementos de base del inconciente, los Triebe. llamémolos impulsos instintivos o pulsiones, son
corporales en su esencia, y lo son no solamente por su raigambre en
las zonas erógenas sino también por su objeto, el cuerpo del otro o
eventualmente el propio cuerpo': el cabalgamiento de los Triebe entre
lo somático y lo psíquico, lejos de plantear una antítesis, define la
corporeidad de base del psiquismo en la concepción freudiana. Lo
mismo sucede con las 'representaciones de cosa' inconcientes, huellas
de las experiencias de vida (vivencias) investidas, nos dice Valls
(1995), por la libido de todas las zonas erógenas involucradas. De éstas
dependerá directamente la significación de los términos verbales concientes: no está de más insistir en que Freud es preciso en cuanto a
que el sentido de las palabras deriva de la representación de cosa (es
decir de la representación inconciente investida) a la cual se ligan.
Es bien evidente que al hablar del 'cuerpo' abarcamos significados diferenciables, y si desde la somatización histérica se pudo reconocer que
la topografía del cuerpo erógeno no coincidía con los lineamientos del
cuerpo anatómico, tal hallazgo remite, en términos mucho más generales, a la esencial corporeidad de lo vincular: así la tos y la afonía de
Dora son la condensación en el cuerpo de vivencias eróticas en el
vínculo con K. (y más profundamente en el vínculo con el padre); de
tal modo el cuerpo erógeno es representacional en referencia a lo vincular erótico inconciente.
Los primeros elementos ubicables de esta corporeidad de lo vincular
pertenecen a la emocionalidad primaria en el nivel donde, de acuerdo
a Freud (1923), identificación y relación de objeto son indiscernibles la
una de la otra: es el nivel de los erotismos oral, cutáneo y visual en
el vínculo fusional con la madre-pecho configurando, de acuerdo al
mismo Freud, el punto más alto que alcanzará la significación en la
vida del sujeto, "el más alto éxtasis erótico, que nunca más será alcanzado" (1910, pp. 128-9). Señalé en un trabajo anterior (1990) que,
además, Freud señala en el Leonardo (1910) el pasaje que hace el bebé
del vínculo con el pecho al reconocimiento de la madre como persona
total, añadiendo que en dicho reconocimiento está implicada quizás
una pérdida del vínculo con el pecho. Pese a esta singular, y en verdad
crucial afirmación, y a su genial investigación del juego del carretel,
Freud no llega a proponernos una teoría global de la génesis de la simbolización, cosa que hará sí Klein a partir de vincular ampliamente el
1 No entraré aquí a detallar, pero sí quiero mencionar, las tres 'teorías de los inicios'
que Balint (1968) deslinda en la obra de Freud: la teoría del narcisismo primario, la
teoría del autoerotismo primario y la teoría del vínculo objetal primario.
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destete y la simbolización. Pero aunque pueda ser cierto, como afirma
André Green (1984), que Freud no desarrolla una teoría del lenguaje,
me parece cierto también que sienta las bases para hacerlo, y que las
ideas freudianas son las que permitirán a Ella Sharpe (1940) e Ignacio
Matte-Blanco (1954, 1975) edificar una concepción psicoanalítica del
lenguaje, donde la significación derivará de una ligazón íntima con las
vivencias corpóreo-vinculares inconcientes. Es además pertinente
mencionar aquí una breve pero crucial referencia de Money-Kyrle
(1978) diferenciando tres niveles en el proceso de representación: el
primero corresponde a la representación inconciente por identificación'', el segundo a la representación en términos visuales tal como la
estudió Freud en el proceso del soñar, y el tercero a la representación
verbal en el lenguaje que, como ya afirmara Freud, tiene en principio
libre acceso a la conciencia y predomina en lo conciente. Cabe hacer
notar que donde Money-Kyrle distingue tres niveles diferentes en la
simbolización, los enfoques narrativo-lingüísticos suponen englobar de
diversos modos los niveles de significación como interiores al lenguaje.
A estas distinciones en lo que se refiere al cuerpo: cuerpo anatómico,
cuerpo erógeno, corporeidad de lo vincular, agregaré -en este listado
informal que no pretende ser exhaustivo- una cuarta acepción de lo
corporal, que quizá con cierta ironía podríamos llamar, utilizando
términos de Bion, lo corporal en -K, un modo peculiar de desconocimiento de lo psíquico por la vía de su escisión en un cuerpo considerado, cartesianamente, como mecánico y por ende ajeno a lo psíquico
y que pasa a sustituirlo: escisión avalada hoy desde la 'cultura del
deporte' y los intereses comerciales que la sustentan.
Dos concepciones de la significación en psicoanálisis
En el psicoanálisis freudiano y en quienes siguen su concepción del
método dentro de las que en el uso más abarcativo del término llamaré las corrientes empíricas del psicoanálisis actual, el sentido -y la significación personal de las palabras- arraiga entonces en las huellas
inconcientes de experiencias a un tiempo corporales y vinculares primaria -o secundariamente- inconcientes. Quienes así piensan adhie2 Si Money-Kyrle señala con razón que a este nivel corresponde buena parte de la obra
de Melanie Klein, cabe destacar que la identificación narcisística tal como la describiera
Freud en el Leonardo (1910) en la génesis de un tipo de homosexualidad masculina,
configura una forma de representación concreta por identificación (véase Ahumada,
1990).:
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ren a la concepción freudiana que distingue en todo momento dos niveles interpenetrantes:
a] un nivel motivacional procesual, correspondiente al aparato pulsional y las representaciones de cosa, del cual
derivan las significaciones básicas del sujeto articuladas en lo fundamental en sus experiencias tempranas, y b] un nivel de 'mapeo' de las
significaciones en las memorias concientes y en el aparato lingüístico
de las representaciones de palabra estructuradas en códigos socialmente compartidos, con libre acceso éstas -pero de ningún modo las
significaciones en sí-- a la conciencia y funcionando en mayor o menor
medida de acuerdo a las leyes del proceso secundario. El nivel motivacional procesual es desde luego, de maneras a un tiempo oscuras e
innegables, intensamente representacional: el bebé es capaz de reconocer de entrada tanto el pecho de la madre cuanto los ojos de la madre
en los que muy tempranamente fijará su mirada en la mamada, y los
trabajos recientes sobre percepción amodal en el lactante (véase
Rayner, 1992) nos muestran un bebé con capacidades ideacionales
hasta hace poco impensadas, pero desde luego no accesibles al observador -ni presumiblemente al bebé mismo- como 'conceptos claros y
distintos' como lo requiere cierta tradición intelectual de Occidente que
incluye a Descartes.
En las corrientes narrativo-hermenéutica-lingüísticas,
en cambio, la
significación radica en el lenguaje y por ende es vista como susceptible
de ponerse en movimiento, en acción, desde éste: de acuerdo a Austin
(1962), uno de los autores centrales del 'giro lingüístico' en filosofía, los
'actos del habla' incluyen un aspecto ilocutorio -lo que hacemos cuando hablamos, sea por ejemplo amenazar, prometer o implorar- y otro
perlocutorio, el efecto del 'acto del habla' sobre el interlocutor. De allí
surgirá un deslizamiento -o si se prefiere, un uso diferente-,uso, me
parece, cada vez más habitual dentro y fuera de la sesión psicoanalítica, del vocablo significar, que pasa a ser usado en el sentido de nombrar o decir: el sentido, en cuanto ínsito en el lenguaje, pasa a ser algo
que uno mismo adjudica o atribuye en vez de ser algo que uno encuentra o, si se quiere, deslinda o devela; desde Austin, para las corrientes
lingüísticas significar es parte de un speech act, un 'acto del habla'. Lo
cual, como veremos en su momento, pareciera resultar más apto para
abarcar ciertas funciones del lenguaje corriente -que es donde las ubica Austin, lo que incluirá también ciertas funciones del lenguaje del
analizado operando per via di porre-- que para caracterizar los usos propiamente interpretativos, per via di levare, del lenguaje del analista.
Pasemos ahora a examinar las contribuciones de Ella Sharpe e Ignacio Matte-Blanco en búsqueda una concepción psicoanalítica del lenguaje que tome en cuenta la presencia de la corporeidad inconciente
en el lenguaje corriente y en el lenguaje de la asociación libre, para
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luego compararla con el modelo del 'texto' al que adhieren las posturas
hermenéuticas y poder estudiar cómo se darán en términos de ambos
modelos las funciones interpretativas de la verbalización del analista.
En su clásico trabajo de 1940, "Los problemas psico-físicos tal como
aparecen en el lenguaje: un examen de la metáfora", Ella Sharpe
plantea que la experiencia analítica nos muestra que, si partimos de
la definición de Aristóteles en la Poética de la metáfora como "la transferencia de una palabra a un sentido diferente de su significación", el
desplazamiento del sentido se dará desde la experiencia corpórea a la
psíquica, pero no vice versa. De allí que sostenga que en nuestro trabajo analítico nuestra escucha deberá apuntar desde el lenguaje metafórico hacia las bases corpóreas y experienciales de las que surgen
dichos usos metafóricos: la indagación de la metáfora nos revela una
experiencia psico-física -en mis términos, una experiencia vincular y
corpórea- que no tuvo acceso a la conciencia o que ha sido olvidada.
Para ilustrar su idea de que la adquisición del lenguaje, que coexiste
con la adquisición del control de los esfinteres uretral y anal, tiene
dicho control como pre-requisito y también como equivalente, Sharpe
nos propone la siguiente viñeta. Un padre cuyo niño atravesaba el
período de control esfinteriano y cuya esposa a su vez reaccionaba con
explosiones ante los 'accidentes' del niño, le decía a la esposa: "Por
supuesto te enoja, es natural, pero no dejes que Juan vea tu enojo.
Tienes que controlar tu enojo: guardándotelo hasta estar en otro cuarto; recién allí suéltalo". Tal es la metáfora: el padre habla en términos
de un objeto sensible aunque se refiere a un objeto de otra categoría,
a una emoción. A su vez el niño hará eventualmente una evolución semejante: "Tengo que retenerlo hasta llegar al otro cuarto". En cuanto
a la descarga emocional que no se alivia ya por la descarga física, hallará una descarga vicariante a través del lenguaje, y las palabras mismas funcionarán como sustitutos de las sustancias corporales. En tal
sentido, dice Sharpe, el lenguaje es en sí mismo una metáfora de la
corporeidad, de la descarga corporal y de la descarga de las emociones,
y el paciente utilizará las palabras de tres formas distintas: a] como
afectos sin pensamiento, como ocurre en la onomatopeya; b] como
pensamientos sin afecto, puramente ideativos, y e] como metáforas
que, como los síntomas, son compromisos entre el superyó, el yo y el
ello. Es, para decirlo en términos más precisos, una modelización de
significaciones vinculares-corpóreas articulada en otro nivel lógico.
Aunque sean escasas las referencias de Ignacio Matte-Blanco (1954,
1975, 1988) al lenguaje, vale la pena mencionar que de acuerdo a
Matte cualquier referencia verbal a lo psíquico depende del uso de
metáforas que implican la comparación con un fenómeno que es temporal y espacial. En términos lógicos, la metáfora implica que a es a
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b como c es a d. Así, si en una situación dada digo que 'perro que ladra
no muerde', estaré aplicando la relación que supongo se da en el primer miembro, la relación entre el ladrar y el morder en el perro, a esa
otra situación dada.
La metáfora implica. aquí el establecimiento de una analogía a partir
de una relación general tomada de un ejemplo dado, al darse cuenta
de que tal relación se aplica también a otro ejemplo particular: la
metáfora toma en cuenta clases de relaciones. De acuerdo a Matte,
todas las clases que el inconciente toma en cuenta son clases abiertas:
así, lo que en psicoanálisis llamamos el 'pecho' estará dado por un número infinito de elementos. Cabe agregar, ilustrando esta afirmación
de Matte de la infinitud de la relación inconciente con el 'pecho', que
cuando niños con cierto acceso inicial a los códigos verbales del lenguaje consiguen hacernos acceder a algún vislumbre de los universos vinculares donde las significaciones primarias asientan, universos en los
cuales rigen dichas clases abiertas, nuestra respuesta es la sorpresa:
valga como ejemplo el siguiente diálogo, del cual tuve el privilegio de
ser testigo: un niño de cinco años, viendo decolar un avión, pregunta
"¿mamá, adónde va ese avión"; su hermana, de algo menos de dos, le
contesta con el tono de quien responde a algo obvio: "buscando su
mamá". Más adelante retomaré las maneras en que usan aquí el lenguaje estos dos niños para deslindar las diferencias de la lógica de la
referencia en el nivel freudiano de los impulsos, las representaciones
de cosa y las emociones, y el nivel de las representaciones verbales al
que se ciñen los lingüistas. Podremos así aproximarnos a dos universos representacionales y relacionales bien distintos, el del entendimiento común que trata de abordar la filosofía del lenguaje, y el del
entendimiento del inconciente al cual permite acceder el método psicoanalí tico.
Lo que el universo de la filosofía del lenguaje considera relevante, y
por ende lo que en dicho universo es visto como aquello que debe explicitarse, son los usos del lenguaje, cómo llegamos a entender y cómo
usamos las palabras y, en términos más generales, el funcionamiento
reglado del habla y el lenguaje. En tal marco ubican per deffinitionem
las filosofías del lenguaje el problema del sentido; para lograr credibilidad para dicha tesis deben socavar cualquier pertenencia del sentido a planteos representacionales que estén por fuera del lenguaje y
sean -como obviamente lo son- previos a él.
Tal como lo hiciera Descartes en un párrafo famoso de su "Discurso
del método" (1637) las filosofías del lenguaje basan su cuestionamiento radical en lo que concierne a la significación de las representaciones
en tomar como premisa la exigencia de 'conceptos claros y distintos';
en un planteo empírico, en cambio, la claridad de los conceptos será
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-en el mejor de los casos y en forma provisional- un punto de llegada.
No sorprenderá entonces que dicha estrategia argumental desemboque, tal como ocurrió con Descartes, en una ruptura óntica y epistémica con nuestra naturaleza animal -ruptura que molesta bien poco a los
filósofos, y menos aun a los enrolados en posturas idealistas. La
premisa fundamental de las filosofías del lenguaje involucrará por
ende -en medida que difiere en distintos filósofos- un desconocimiento respecto de la importancia motivacional de los afectos, de la sexualidad y de cualquier teoría pulsional, e implicará también dejar de lado
en forma sistemática la consideración de las evidencias surgidas desde
la etología."
Tal planteo es especialmente honesto y explícito en Blackburn; este
lúcido expositor de las ideas de la corriente wittgensteiniana de Oxford las desarrolla en su libro Spreading the Word [Difundiendo la
Palabra] (1985) en dos largos capítulos, titulados ambos ¿Cómo es posible el sentido?: título que nos muestra que la definión restringida del
sentido en las filosofías del lenguaje, al establecer la ruptura con
nuestra naturaleza animal, da lugar a un pseudo-problema que para
las filosofías del lenguaje será área central de trabajo: explicarse la posibilidad misma del sentido. La consecuencia de la abolición de lo
vincular-corpóreo-sexual es que para las filosofías del lenguaje el sentido no es algo a lo cual se accede y que en todo caso se despliega, sino
algo que debe ser creado; creado, esto es, desde y por el lenguaje.
La tesis wittgeinsteiniana central, el externalismo semántico, indica
que ningún término de ningún lenguaje puede existir en función de
elementos que se den sólo en la mente de quien entiende el término.
Blackburn (1985, p. 95) es taxativo en cuanto a que "si aceptamos el
externalismo semántico deberemos revisar toda nuestra concepción de
la privacidad de lo mental y nuestro conocimiento de los contenidos de
nuestras mentes propias", y no debemos olvidar que, como cité anteriormente, para el externalismo semántico la psicología del individuo
se reduce a cómo el individuo comprende el lenguaje.
La verdad más central y obvia respecto de las palabras, sostiene
Blackburn (1985, p. 40), es que las comprendemos: les conferimos su
poder, sabemos cómo usarlas, sabemos hacerlas trabajar en provecho
propio. Pero, dice, ¿cómo explicar que puedo usar una palabra para
significar algo, para expresar una idea acerca de algo? El planteo clásico, nos dice, ha sido entenderlo mediante una 'teoría de pata de
perro' [dog-legged theory 1 donde las palabras se reinterpretan en otro
J Aunque no me extenderé en este tema, la etología del 'juego' como marco lógico en
el cual se modifica la significación de la agresión (véase Bateson, 1955) es coincidente
con lo enunciado por Freud (1914) en cuanto a la transferencia como 'campo de juego'
en el cual las significaciones se explayan, a medio camino entre fantasía y realidad.
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medio, el de las Ideas, cuyos poderes explican la significación que
toman las palabras. Clásicamente se ha supuesto que entendemos el
sentido mapeando las palabras hacia atrás, sobre las ideas, lo cual implica entender en dos etapas la forma en que las palabras tienen sentido. Se asocian con los elementos de un medio interpretante,
las
Ideas, que tienen su propio poder representacional, dotadas de sus
propias 'líneas de proyección' sobre el mundo por lo que pasan a significar aspectos de éste. Pero frente a dicha teoría representacional del
conocimiento, que nos viene de Aristóteles y de Locke, surge, dice, la
respuesta idealista ejemplificada por Berkeley, sosteniendo que no
tenemos garantías de que tales ideas correspondan a hechos externos,
y que entonces el mundo de lo cognoscible se restringe a las ideas: privadas, ocultas, personales; nuestras palabras se referirán sólo a ese
mundo de las ideas.
El requisito cartesiano de univocidad, de 'conceptos claros y distintos' se hace patente en la exigencia wittgensteiniana de garantías; esto
es, la idea de que admitir el modelo representacional, altamente visual, requeriría -dice- que su conexión con el mundo externo fuera
transparente, sin necesidad de interpretación adicional en un sentido
o en otro. Debe entonces ser un medio que lleve en sí mismo su propia
interpretación, pues de no ser así se cae en cuanto a las interpretaciones en una regresión al infinito. Si su conexión con lo que representa
fuera mutable y contingente tal como lo es la de las palabras con las
cosas -o como son, según el mismo Blackburn (p. 54), mutables y contingentes los hechos científicos- sería necesario un medio adicional
para saber de cuál interpretación se trata, lo cual abre el camino de
la regresión al infinito.' Y entonces, sostiene, el problema de interpretar cómo las palabras se vinculan con aspectos del mundo cae en el
absurdo de transformarse en dos problemas: interpretar las palabras
para conectarlas con aspectos del propio escenario mental, e interpretar esos aspectos mentales extendiéndolos -mágicamente, afirma
Blackburn- hacia un mundo más allá de sí mismos. Lo que se requiere, insiste, es una aproximación más directa al sentido, buscando entender en qué consiste usar las palabras en formas regladas. Sostiene
enfáticamente, además, que los juicios genuinos requieren fidelidad a
una regla preexistente, pues juzgar algo exige que ese algo sea ubicable como correcto o incorrecto, y en base a esto Wittgenstein cuestiona
~La ausencia de univocidad de la experiencia es obvia para ese padre del empiricismo,
John Stuart Mill, quien en Sobre la libertad señala que 'es necesario que haya discusión
acerca de cómo interpretar cada experiencia' (véase Feyerabend, 1981, p. 67). Lo que
en términos más válidos en la lógica formal que en la inductiva Blackburn descarta
como 'regresión al infinito', otras corrientes lingüísticas lo toman como postulado, bajo
la forma de la 'semiosis infinita'.
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que el sentido pueda ser privado, pues en tal caso, no sería posible distinguir entre: a] quien es fiel a una regla establecida que decide cuáles
aplicaciones son correctas y cuáles no, y b] quien está usando un
término en la ilusión de estar siguiendo la regla que determina su
aplicación.
De todos modos, cabe señalar de paso que distintos autores, aun dentro de una misma corriente, difieren notoriamente en cuanto al idealismo que permea su 'externalismo semántico', esto es, en cuanto a la
ruptura con lo perceptual y con la concepción misma de un mundo
externo. Así Austin (1954) no duda en afirmar, contra Strawson -y,
agrego, contra la afirmación de que es mágica toda idea de proyección
mental sobre un mundo externo- que no piensa ni por un instante que
los 'hechos' sean pseudo-entidades ni que la 'adecuación a hechos' sea
una noción inútil. En realidad, y como sostengo contra Grünbaum en
otro trabajo (en prensa, b), la evolución toda de los organismos vivos
asienta en el sentido -es decir, en lo que de una u otra forma importaa nivel de lo mental-representacional: para tomar un ejemplo, el zorro
para el que la liebre no tuviera sentido, y que por ende no fuese capaz
de hallar, engañar y cazar su liebre morirá de hambre, y la liebre para
la cual el zorro no tenga la suficiente significación como para poder anticiparse y eludirlo queda fuera de juego. Lo mismo sería válido para
un bebé para quien el pezón y la mamá no tuvieran significación, o
para el bebé que -como por desgracia ocurre- no tenga sentido él mismo para su mamá. Desde luego, este modo de entender la significación
implica dejar de lado la exigencia cartesiana y wittgensteiniana de
'conceptos claros y distintos'.
El universo del 'uso de las reglas' y el universo del mconciente
Revisemos ahora lo que precede en términos del ejemplo del diálogo
entre los dos niños:
Niño de cinco años: "Mamá, ¿adónde va ese avión?"
Niña de casi dos años, en tono obvio: "Buscando su mamá"
De acuerdo a la filosofía del lenguaje de Oxford, esto es, en términos
del externalismo semántico al que se ciñe la postura wittgensteiniana,
el niño de cinco años sería alguien que en su uso del lenguaje se atiene
Cuerpo, significación
y lenguaje
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a la regla preestablecida, mientras que su hermanita sería alguien
que: a] se maneja sea con una regla desviada [bent rule] estableciendo
un idiolecto, un lenguaje privado, o b] se maneja sin regla alguna [norule] en un universo lingüístico sin sentido.
En términos psicoanalíticos coincidiríamos, me parece, en que el
lenguaje del niño está planteando una pregunta que, en lo manifiesto,
se maneja a nivel del proceso secundario, en tanto que la respuesta de
su hermana -por más que ésta sea capaz de reconocer un avión y nominarlo adecuadamente- muestra en su respuesta evidencias claras
de que el funcionamiento del habla queda puesto al servicio de los procesos primarios. Ahora bien, si a diferencia de lo que supondríamos
desde la tesis wittgensteiniana suponemos que la niña emplea correctamente el lenguaje para describir el universo de sentidos relevante
para ella -universo de sentidos bien distinto del de los adultos, y más
distinto aun del de los filósofos de Oxford- y si nos atenemos a la idea
de Matte de que el inconciente reconoce clases y clases de clases, podemos, creo, acceder a. una explicitación a un tiempo más precisa y más
detallada de las cruciales diferencias en la lógica de la referencia en
ambos asertos.
Para la niña =pero no para su hermano, al menos en lo conciente y
lo expresable en el lenguaje- el avión pertenece a la amplia clase relacional de los 'objetos-buscadores-de-mamás', clase a la cual pertenece
también -qué duda cabe- ella misma. En otros términos, tanto el
avión como ella son miembros de una clase cuya característica en común es a la vez vincular y corporal, 'buscar su mamá', de allí que el
desplazamiento 'corpóreo' del avión tenga el mismo objetivo evidente,
'buscar su mamá'. Clase que, en formas desde luego de dudosa aceptación para los filósofos de Oxford, mantiene su funcionalidad de maneras menos evidentes en la cotidianidad de la vida adulta: para
atenerme a algunos ejemplos que el lenguaje corriente ha conseguido
tomar en forma de metáfora, ¿quién no ha escuchado a Carlos Gardel
cantando "mi barrio es mi madre que ya no responde, que digan
adónde la van a enterrar", u oído referencias a la 'Madre Patria', a la
'Madre Rusia' y, en tiempos mejores, a la 'Madre APA'?
La diferencia entre ambos universos se hace evidente en el hecho de
que la metáfora verbal adquiere en ciertas corrientes lingüísticas status causal -y no hay duda de que la psicología de la propaganda
asienta en buena medida en tal idea. En la concepción de Matte, en
tanto, la metáfora permite 'mapear' el reconocimiento de una analogía
establecida sobre la base de la pertenencia en común a una clase
inconciente.
Lo que el lenguaje corriente no ha conseguido incorporar es justamente lo que ese Golem normativo de las filosofías lingüísticas, 'la
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Jorge L. Ahumada
comunidad hablante' establecedora de reglas preexistentes compartidas, no ha conseguido hacer conciente ni por ende nominar, y pertenece entonces a lo inconciente. Con lo cual desde sus premisas
mismas, la filosofia wittgensteiniana del lenguaje y la indagación psicoanalítica de la concretitud de una vincularidad ligada a vivencias
inconcientes en las que la corporalidad es central, parecen corresponder a universos divergentes.
Los contextos del sentido
Volviendo a lo que comenté al comienzo, que el campo clínico en común
entre los psicoanalistas de diversas orientaciones me parece ser más
una aspiración que una realidad, coincido con Richards (1995) en que
el camino hacia la resolución de las discrepancias, por espinoso que
sea, pasa por la discusión abierta y franca de las diferencias técnicas
y teóricas y no por el soslayarlas u ocultarlas.
La divergencia de universos entre la filosofía lingüística wittgensteiniana y la indagación psicoanalítica de la vincularidad inconciente
no podría dejar de tener consecuencias inocultables en el uso del
método psicoanalítico: al soslayarse o directamente descartarse la concretitud del sentido de 10 corporal-vincular-sexual actuado en la sesión
psicoanalítica, caen también los recaudos técnicos, entre ellos el cuidado del encuadre y de la neutralidad del analista. No entraré aquí a detallar, dado que 10 he hecho ya en otros trabajos (1991, 1994a, b; en
prensa, a, b) mi concepción del insight como evolución a partir de una
paradoja pragmática, ni tampoco mis ideas acerca del papel del método en el proceso del insight; sólo diré que es la neutralidad del
analista lo que permite a éste, como decía Freud, "captar el fluir del
inconciente del paciente con su propio inconciente" (1923a, p. 239) y
luego intentar describir interpretativamente los patrones, las tautologías inconcientes que vamos detectando en el desenvolvimiento de los
procesos inconcientes en juego. En caso de que, para volver a Freud,
los mapeos interpretativos del analista respecto de lo que ocurre se
adecuen a la realidad de lo que sucede en la mente del analizado
(1917, p. 452), podrán ayudar a éste a alcanzar, en pantallas perceptuales y/o mnémicas, la ostensividad, per via di levare, de los hechos
psíquicos en juego. Y para que esta ostensividad sea posible, la neutralidad del analista cumple el papel de marco más abarcativo: sólo en
tanto y en cuanto las significaciones en juego sean, en la medida de
lo humanamente posible, las que introduce en sesión el analizado, po-
Cuerpo, significación y lenguaje
23
drá éste llegar a reconocerlas como propias. Esto es, me parece, parte
esencial del método psicoanalítico: volvemos aquí a lo que insiste
Freud: 'Hay que dejar que los hechos hablen', esto es, que lo inconciente se muestre a ambos participantes.
Mientras que, como ya vimos, las filosofías lingüísticas parten de la
premisa de que el sentido surge de lo verbal, a mi entender son los
'contextos' actuados, las 'formas de contacto' en la sesión, los que dan
el 'marco' amplio de la significación de los intercambios verbales; en
esto no hago sino coincidir con Álvarez de Toledo (1954) y Betty Joseph (1985), quienes, usando otros términos, anticipan esta idea. Explicitando bellamente la puesta en práctica en la sesión analítica de
lo que desde las alturas enrarecidas de la reflexión lingüística Blackburn considera un absurdo, esto es, la forma en que en la sesión analítica las palabras readquieren emoción y sentido 'mapeándose' en lo
que se recupera a partir del contacto con lo allí actuado, Luisa Álvarez
de Toledo sostiene:
"El hablar, la palabra, como forma de contacto, suple, reemplaza y
realiza en el acto de hablar la primera forma de contacto con el
objeto que es mamar, chupar ... Al analizarse 'el asociar' y 'el interpretar' en sí, surge la primitiva identidad de acto, imagen y objeto
y se realiza en el acto de hablar y escuchar al analista. El aspecto
concreto somático de los símbolos, que estaba reprimido, se hace conciente y las imágenes verbales adquieren la emoción y el sentido
correspondiente't ISfid, p. 90).
í
Lo cual a mi entender permite deslindar, y ubica en lo que me parece
ser su justo lugar, creatividad y evolución del sentido, por un lado, y
creacionismo, por el otro. La creatividad, tanto en cuanto capacidad
del analista para describir situaciones desde un nuevo punto de vista,
y de tal modo generar nuevas hipótesis interpretativas, cuanto en lo
referente a la capacidad del analizado de generar sus propias hipótesis, de atender a las que el analista le propone y de reconocer los patrones hasta entonces desconocidos de su funcionamiento inconciente,
es un aspecto ineludible del análisis. Es también ineludible el hecho
de que a lo largo del trabajo analítico los sentidos evolucionan: tanto
el levantamiento de las represiones como esa magna y siempre inacabada reacomodación del sentido que KIein denominara posición depresiva y Garma poeiciáti integradora son, qué duda cabe, evoluciones de
significaciones. Pero aquí volvemos a mi interés central, señalar las
consecuencias de las opciones teóricas en el uso del método. En los
planteas empíricos las evoluciones de la significación son entendidas
como consecuencia del trabajo de elaboración, del Durcharbeitung, tal
como Álvarez de Toledo lo muestra con maestría en su trabajo clásico.
24
Jorge L. Ahumada
En el creacionismo interpretativo, en cambio, que propusieran en forma explícita autores como Viderman y que a mi entender configura un
componente crucial de lo que cabe denominar psicoanálisis light, la
asignación del sentido recae, per via di porre, en la 'palabra del analista': si la 'asignación del sentido' por parte del analista se da en la
sesión, conduce al voluntarismo retórico y a la sugestión. Cuando el
voluntarismo retórico adopta la forma pública de la 'transmisibilidad
del psicoanálisis' por fuera de la ostensividad de la realidad psíquica
que sólo la sesión llevada según arte posibilita, estaremos en los dominios de la psicología de la propaganda.
Aunque en este trabajo me he ceñido a exponer y luego a plantear
mis objeciones frente a los puntos de partida de la filosofía wittgensteiniana del lenguaje, debo decir que el abandono del cuidado del
método, y de la ostensividad que la buena administración del mismo
hace posible, parece ser un denominador común de las posturas lingüísticas y de quienes en ellas se apoyan en nuestro campo. Gadamer
(1986) debe esperar un cuarto de siglo para -en el suplemento 11a la
6" edición alemana de su monumental "Verdad y Método"- pasar a
tomar seriamente en cuenta los significados extralingüísticos, y en
'Desde el Texto a la Acción' Paul Ricoeur (1981), ubicándose bajo los
estandartes de una 'hermenéutica militante' prescinde alegremente de
la significación de toda otra acción que no fuere 'el actuar del texto",
Por su lado Eco adhiere con vigor al creacionismo retórico afirmando
que "el lenguaje no es algo que pueda someterse a pruebas de verificación, sino un mecanismo capaz de crear creencias y de imponer una
realidad enunciada en el contexto" (1990, p. 233). No es de extrañar
entonces que una lectura de su ensayo "Retrato de Plinio el Viejo como
joven Plinio", incluido en "Los límites de la interpretación" (1990), evidencie hasta qué punto él mismo como Lector se autoriza a tomar el
lugar del autor a través de la creación de un 'metarrelato' que sustituye al relato histórico. Lo cual nos muestra las ventajas -o si se
quiere, las satisfacciones narcisísticas o megalomaníacas- que el nihilismo del 'giro lingüístico' hace posibles: la exaltación del creacionismo
Valga como ilustración de las a mi entender ineludibles limitaciones de los enfoques
lingüísticos que escinden lo observacional, en este caso de las limitaciones del 'actuar
del texto' de la reflexión filosófica en el 'círculo hermenéutico', el hecho de que en "Desde
el Texto a la Acción", colección de trabajos publicada dos décadas después de su
monumental "Freud y la filosoña" (1970), quizá la obra más respetuosa y erudita escrita
desde fuera de nuestra disciplina, Ricoeur se muestre escasa o quizá nulamente tocado
por los años de 'inmersión textual' en los escritos del psicoanálisis que su magnus opus
sin duda alguna le exigió. Ricoeur pasó por Freud y emergió impoluto: el idealismo
implícito en su idea epistémica de base de que "hablando estrictamente, no hay 'hechos'
en psicoanálisis, dado que el analista no observa sino que interpreta" (1970, p. 365)
no es, me parece, ajena a esto.
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Cuerpo, significación y lenguaje
25
del Lector en la deconstrucción de la 'semiosis infinita' coincide, previsiblemente, con la denigración de todo lo que pueda sonar a 'descriptivo'.
Pareciera que algunas corrientes lingüísticas actuales han llegado a
darse cuenta de que la ruptura con lo perceptual, la abolición de los
referentes o de la idea de representatividad no son requisitos legítimos
de la comprensión del lenguaje. Veamos esto en uno de los principales
exponentes, John Searle (1983), cuando sostiene contra Wittgenstein,
Quine y Davidson que:
"Un supuesto de base de mi enfoque de los problemas del lenguaje
es que la filosofía del lengüaje es una rama de la filosofía de la
mente. La capacidad de los actos del habla de representar objetos y
eventos es una extensión de la capacidad de la mente (o del cerebro)
para relacionar 10B organismos al mundo mediante estados mentales
como creeencias y deseos, y sobre todo mediante la acción y la percepción. Dado que los actos del habla son un tipo especial de acción
humana y la capacidad del habla de representar objetos es parte de
una capacidad general de la mente humana relacionando el organismo al mundo, dar cuenta en forma completa del habla y del lenguaje
requiere dar cuenta de cómo la mente/cerebro vincula al organismo
con la realidad" (p. vii).
Agrega luego que los bebés y muchos animales, que no tienen lenguaje
ni llevan a cabo actos de habla en ningun sentido usual de dicho término, tienen estados intencionales, y que la relación de dependencia
lógica va de dichos estados intencionales hacia el lenguaje, y no al
revés. También que los actos de habla asertivos -afirmaciones, descripciones, aserciones, etc.- deben concordar de algún modo con un
mundo exterior independiente de ellos, y que según concuerden o no
serán verdaderos o falsos. En tal sentido Searle entronca la lingüística
con la tradición empirista que va desde Occam hasta Russell.
Tanto Blackburn como quien otrora fuera adalid fundamental del
'giro lingüístico', Richard Rorty" (1990), coinciden en que la hora de las
filosofías lingüísticas ha pasado ya, y Blackburn llega a sostener recientemente (1994, p. 184) que la manifestación más común de los
idealismos es hoy d:ía el llamado idealismo lingüístico que afirma que
'creamos' nuestro m.undo a través del uso de características lingüísticas y sociales.
6 En lo que a Rorty concierne, me temo que su adhesión (1991) al pragmatismo
antirrealista de Donald Davidson, cuyo paradigma epistémico se establece en torno de
la figura del lingüista de campo como 'intérprete radical' hace a un cambio de postura
que, aunque postule ubicarse más allá de las filosofías lingüísticas, no hace sino exacerbar
la mayoría de sus supuestos; pero entrar en esta temática requeriría un trabajo aparte.
26
Jorge L. Ahumada
Si examinamos ahora la postura de sus epígonos en nuestro campo,
esto es, de quienes han transvasado las tesis de las filosofias lingüísticas al campo del psicoanálisis y se autorizan desde ellas a revisar el
método, vemos que Cavell (1991) apoyándose en la filosofia wittgensteiniana aboga en lo que al método psicoanalítico concierne por un espontaneísmo exento de teoría, en tanto que desde la posición narrativa
Spence (1994) restringe explícitamente lo que considera material psicoanalítico a lo enunciado verbalmente. Y no es ocioso agregar que, si
la 'apertura de juego' de Lacan desligando al yo del sistema percepción-conciencia reitera la ruptura epistémica de los idealismos, incluso
los lingüísticos (ruptura epistemológica con lo perceptual que se da ya
en Descartes y que en su rol de basamento de la filosofia del lenguaje
wittgensteiniana
hemos recogido en Blackburn), la experiencia del
lacanismo tras cuatro décadas bajo la égida del significante lo ha conducido, según admite hoy la biógrafa de Lacan Elisabeth Roudinesco
(1993) y parece avalarlo la experiencia cotidiana, a la dogmatización
teórica y a una anarquía en cuanto al método.
Si es cierto que como sostiene la lingüística de Oxford conocemos las
palabras, les conferimos su poder, sabemos cómo usarlas haciéndolas
trabajar en provecho propio, esto puede ayudarnos a entender tanto la
fuerza que tomó el 'giro lingüístico' en la filosofia cuanto la popularidad de las posturas lingüísticas en el psicoanálisis. En lo que a la filosofía respecta, el 'giro lingüístico' le permitió escapar de un rol
esencialmente epistemológico en el cual se sentía la sirvienta de las
ciencias, y recobrar su papel ancestral de regina scientiorum que, ubicándose por encima de los saberes parciales y contingentes de las ciencias, apunta a dar cuenta del todo (Gadamer, 1976). En cuanto al
psicoanálisis se refiere, en el desplazamiento del sentido desde la corporalidad vincular hacia el lenguaje, desde lo desconocido hacia lo que
nos permite -para bien o para mal- manejarnos sobre la base de 'conceptos claros y distintos' no es dificil discernir lo que se llamó un
desplazamiento 'de abajo hacia arriba', desde lo inconciente hacia lo intelectual. Lo cual permite abolir los obstáculos mayores con los que
tanto en su aprendizaje cuanto en su instrumentación terapéutica nos
enfrenta el método psicoanalítico, al costo, me parece, de abolir también sus virtudes.
Cuerpo, significación
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y lenguaje
Resumen
Para Freud el yo es primera y fundamentalmente corporal, emergiendo por el interjuego
perceptual como diferenciación del ello inconciente al cual continúa sin distinción neta.
La corporeidad vincular de lo pulsional actuado es aquí el fundamento de la emocionalidad, del sentido y ulteriormente de las significaciones verbales.
El examen de los supuestos de base de la filosofia del lenguaje wittgensteiniana
explicita la manera en que la significación se define allí como interior al lenguaje de
acuerdo a reglas públicas compartidas y es puesta en marcha por la verbalización en
sí misma, reiterando la escisión entre el sujeto y el interjuego perceptual-observacional
que signa a las filosofías idealistas. De allí que el pasaje desde el paradigma empírico
amplio de Freud, donde el método psicoanalítico tiene como función principal hacer
conciente lo inconciente mediante la representabilidad y la ostensividad de lo pulsional
inconciente actuado en la sesión, hacia el paradigma lingüístico-narrativo implica un
abandono de la uia di levare freudiana en pro del creacionismo del sentido de la palabra
del analista.
Résumé
CORPS, SIGNIFICATION
ET LANGAGE
Pour Freud, le moi est avant tout corporel; gráce au jeu des perceptíons, il se dégage
du ~a inconscient auquel il continue sana distinction nette. La présentation des pulsions
mises en acte constitue ici le fondement de l'affectivité, du sens et, a posteriori, des
significations verbales.
L'étude des postulats de base de la philosophie du langage de Wittgenstein explicite
la facón dont la sígnífícatíon y est définie étant intérieure au langage, en parfait accord
avec les regles sociales partagées, et la faeon dont elle est mise en marche par la
verbalisation elle-méme, en répétant ainsi l'escision entre le sujet et lejeu de perceptíonobservation qui est le trait caractéristique des philosophies idéalistes. C'est pour cela
que le passage du paradigme empirique de Freud dans lequel la fonction principale
de la méthode psychanalytique est celle d'amener ala conscience l'inconscient au moyen
de la représentation et la mise en valeur des pulsions inconscientes mises en acte pendant
la séance analytique, vers le paradigme linguistique-narratif implique l'abandon de la
vía dí levare freudienne en vue de la création du sens de la parole de l'analyste.
Summary
BODY, MEANING
AND LANGUAGE
To Freud the ego is primarily and fundamentally a body ego emerging by way of
perceptual interplay from an unconscious id it continues with no neat distinction. Bodily,
drive-driven enacted links to objects are here at the basis of emotionality, and, later
on in development, of verbal meanings too.
Jorge L. Ahumada
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Wittgensteinian philosophy of language defines meaning as intrinsic to language,
coming about by words used according to rules: in so doing it introduces a break between
the subject and perceptual-observational interplay as befits idealistic philosophies.
Passage from the Freudian wide empiricist conceptual frame, where the psychoanalytic
method purports to make the unconscious conscious by way offurthering the ostensivity
of psychic reality enacted in session, to the linguistic-narrative paradigm involves thereby
a rejection of the Freudian ostensivity per via di levare, which is replaced by the
creationism ascribed to the analyst's wording.
Resumo
CaRPO, SIGNIFlCM;Ao
E LlNGUAGEM
Para Freud, o ego é, primeiramente e fundamentalmente, corporal, surgindo do ínterjogo entre as percepeóes, como diferenciacáo do id inconsciente, o qual continua sem
distincñes claras. A corporalidade vincular da pulsáo atuada converte-se aqui no fundamento das emoeóes, do sentido e, posteriormente, das significa 'roes verbais.
A análise das suposicóes básicas da filosofia da linguagem wittgensteniana, explicita
a modo em que a significacáo é definida ali como interior a linguagem, de acordo com
as regras públicas compartilhadas, e seu funcionamento se inicia com a verbalizaeáo
em si própria, reiterando a clivagem entre o sujeito e o inter-jogo percepeáo-observaeáo
que anima as filosofias idealistas. Por esse motivo, a passagem do paradigma empírico
amplo de Freud -no qual o método psicanalítico tem como funcáo principal tornar
consciente aquilo que é inconsciente, fazendo com que seja representado e ostensivo
aquilo de pulsional incosciente que foi atuado na sessao- para o paradigma lingüísticonarrativo, que representa abandonar a via di levare freudiana, em prol da criacño do
sentido da palavra do analista.
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