El historiador Diego Sánchez Portocarrero

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José Sanz y Díaz
Personajes del siglo XVII
El historiador
Diego Sánchez Portocarrero
en
«Cuadernos de Estudios Manchegos»
Ciudad Real
nº 14 - Diciembre 1983
José Sanz y Díaz
El escudo de los Sánchez Portocarrero
en interpretación de José Sanz y Díaz
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El historiador Diego Sánchez Portocarrero
PERSONAJES DEL SIGLO XVII
EL HISTORIADOR DIEGO SÁNCHEZ PORTOCARRERO
(Nació en Molina de Aragón y murió en Almagro)
por
JOSE SANZ Y DIAZ
de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas, de Toledo
I
PROGENIE, NACIMIENTO Y BAUTISMO EN MOLINA
Parece indudable que Diego Sánchez Portocarrero nació y fue bautizado en 1611, en la actual ciudad de Molina de Aragón, hoy Incluida en
la región autonómica Castilla-La Mancha. Desde luego procedía de familia noble, no sólo al decir de historiadores locales, sino por el Barón de
Cobos de Belchite, gran genealogista, por el que sabemos que, aunque el
origen de este linaje procedía del suroeste de la Península, luego se extendió por varias regiones de España y una rama de las más robustas echó
raíces en el Señorío de Molina, afincándose allí al desgajarse del tronco
extremeño de los Sánchez de Badajoz, unidos por enlaces matrimoniales
con los Portocarrero, dueños a veces de Barcarrota y Medellín en dicha
región.
Afirma el historiador molinés, en sus tres tomos manuscritos que
hay en la Biblioteca Nacional, que en 1326 era alcaide de los castillos de
Molina un Fernán González Portocarrero, nieto de Martín Pérez
Portocarrero, que murió guerreando al servicio del rey Sancho IV de
Castilla. El blasón de los Portocarrero molineses está formado por una
cruz de largos brazos, dos lobos y dos calderas, mostrando en el escusón
un escudo de cinco estrellas sobre la copa de un árbol, con una orla de
cinco aspas. Estas armas las corona un yelmo o celada, con clavos y plumas a modo de airón.
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José Sanz y Díaz
Los Portocarrero probaron su nobleza numerosas veces en las Órdenes de Santiago, Calatrava, Alcántara y San Juan de Jerusalén, según
puede verse en los papeles de las Reales Chancillerías de Valladolid y Granada. Un lejano pariente del molinés llamado don Luís, fue creado Conde
de Palma del Río a 22 de noviembre de 1507, alcanzando el quinto de este
título don Luís Fernández-Portocarrero y Bocanegra la grandeza de España a 2 de agosto de 1697, siendo además marqués de Almenara y Montesclaros. Esta rama primigenia tenía armas diferentes: un escudo jaquelado
de quince piezas en azur y oro.
Los Sánchez de la zona heráldica de Guadalajara y Molina mostraban en su blasón una banda de gules en campo de plata.
La casa de los antepasados de don Diego Sánchez Portocarrero,
emparentados con los Muela, debía de estar dentro de la jurisdicción de la
Parroquia de San Martín, considerada como el templo más antiguo de la
ciudad del río Gallo. Algunos cronistas locales, especialmente don Anselmo
Arenas López en «Situación del Obispado y de la ciudad de Ercávica»
(Valencia, 1920), atribuyen su fundación a la época romana, y luego catedral visigoda, todo ello sin documentación irrefutable.
El hecho cierto es que Diego Sánchez Portocarrero, molinés enterrado en Almagro, dejó escrito que «el edificio de la consagrada iglesia de
San Martín, que aún conserva sin mudanza alguna (escribía nuestro historiador en el siglo XVII) aquellas relevantes señas de la antigüedad goda y
romana, la gloriosa inscripción del Lábaro sobre la puerta, más antiguo
que la repoblación de Molina, teniendo el privilegio de consagración
episcopal. A pesar del paso de los siglos se conserva aún la portada de
dicho templo con el lábaro constantiniano, más tres ventanales con arco
románico. Reformas posteriores desfiguraron el interior de la primitiva
fábrica arquitectónica, pero todavía quedan restos visibles de labores esculpidas en las ventanas que dan al rincón de la célebre «Casa Pintada» de
los Vigil de Quiñones, con columnillas de capitel foliáceo.
Como decimos, la morada de los antecesores de don Diego Sánchez
Portocarrero estaba dentro de la jurisdicción eclesiástica de la Parroquia
de San Martín, por lo que hemos creído interesante dar algunos detalles
históricos de la misma. Pero sigamos en la biografía de nuestro personaje.
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El historiador Diego Sánchez Portocarrero
En una nota que dan por buena Juan Catalina García, Mariano
Perruca Díaz y Claro Abánades López, entre otros autores, se viene a
decir que a 27 de marzo de 1586 vio la luz en la capital del Señorío el
hidalgo don Francisco Portocarrero, hermano de una Catalina y una Magdalena, damas nacidas en 1587 y 1591 respectivamente, «creyéndose que
los tres fueron bautizados en la Parroquia de San Martín».
Ahora veamos cuándo nació don Diego, que seguramente fue el
año 1611. Plenamente no hay ninguna prueba documental, puesto que
los libros del Registro civil y de bautismos no existen, a pesar de las investigaciones nuestras y las diligencias hechas por algunos cronistas en torno
a fechas precisas. Hemos de apoyarnos en lo que él mismo dice en su
inédita «Historia del Señorío de Molina», tres tomos manuscritos que se
conservan en la sección correspondiente de la Biblioteca Nacional. En el
capítulo XXVI de dicha obra, al hablar de dónde quería ser enterrado,
señalaba la iglesia martiniana y a ser posible cerca de la pila bautismal,
templo que describe con júbilo, «con alborozo espiritual, porque en un
rincón de su capilla mayor, la más fija morada que me dejaron mis abuelos, donde pienso aguardar la última trompa del Juicio Final, o quiera
Dios que la entre a habitar en su gracia».
Luego allí debió ser bautizado y demostrado queda que sus gentes
eran de lo más principal de la entonces renombrada Villa. Había en ella
por aquel tiempo once parroquias.
La data de su nacimiento se colige de las pruebas e informaciones
exigidas para su ingreso en la Orden Militar de Santiago, que pueden
consultarse en el Archivo Histórico Nacional. Aparte de testificar ser hijo
legítimo de don Francisco Sánchez Portocarrero y de doña María de la
Muela; nieto por línea paterna del doctor Lorenzo Sánchez Portocarrero
y de Gregoria de la Muela, y por la materna de don Salvador de la Muela
y de doña Teresa Fernández Díaz, cristianos viejos de limpia prosapia,
residentes en Molina.*. Repetimos que esto es lo que se exigía para poder
vestir el hábito santiaguista, pero es que allí además se anota que «en
diciembre de 1651 tenía el optante cuarenta años de edad», luego nació en
* Las capitulaciones matrimoniales de los padres de Diego, celebradas en 1605, están en el
Archivo Histórico Nacional, Cámara de Castilla, legajo 13, núm. 10.
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1611, deducción clara de varios tratadistas. De Juan Catalina García, entre
ellos, es esta frase: «Fecha que don Diego confirmó al decir en febrero de
1652, declarando en las informaciones de otro santiaguista, don García
Jacinto del Castillo de Terraza, natural de Auñón, en la Alcarria, que el
declarante tenía cuarenta y un años de edad». Este pretendiente al hábito
jacobeo procedía de tierras molinesas, en las que sus familiares fueron
dueños del caserío y finca de Terraza que aún existen.
II
INFANCIA Y JUVENTUD MOLINESAS
Es fácil suponer cómo fueron los años de niñez y adolescencia de
nuestro biografiado en su villa natal, en todo semejantes a los demás
muchachos de su edad entre 1618 a 1626 aproximadamente.
Hemos escrito en alguna ocasión cómo transcurría la vida en Molina
por aquella época y de una manera especial para las gentes que disponían
de hacienda o renombre entre sus convecinos. La chavalería de entonces,
dice don Claro Abánades dando rienda suelta a su imaginación, hace suponer que «los primeros años de Diego se sucedieran en su pueblo con
otros compañeros de su edad, ascendiendo unas veces al cerro del
castillo-alcázar, donde su mayor distracción era la de entrenarse en juegos
bélicos, o en visitar con frecuencia las márgenes del Gallo, donde sumergirse los meses estivales, o ya en solicitar de los hortelanos su entrada en
los jardines para aprovecharse de las flores o de los frutos de algunos
árboles, con consentimiento de los propietarios de las riberas». La autorización sería lo de menos, pues nunca la necesitaron en general los muchachos en cualquier tiempo, aparte de buscar nidos, trepar por las bardas de
los huertos, explorar cuevas o jugar a cuanto les apeteciera, sin pensar en
adiestramientos castrenses.
Aunque los hijos de hidalgos y mayorazgos cursaban, por lo general
en el siglo XVII, estudios en Calatayud, Daroca, Sigüenza o Alcalá, no
hay rastro de que en tales poblaciones fuera alumno de ningún Centro el
joven Diego Sánchez Portocarrero. Ante esta ausencia de referencias do-
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El historiador Diego Sánchez Portocarrero
cumentales, el académico de la Historia y Cronista Provincial don Juan
Catalina García López, opta por decir en su «Biblioteca de Escritores de
la Provincia de Guadalajara» (Madrid, 1898), que «no parece que don Diego
estudiase carrera alguna, lo que no fue parte a impedir sus grandes aficiones a las Letras, de que tan claro talento dio; antes bien, como hidalgo y
regidor de Molina, parecía llamado a las armas o al menos a mandar la
gente de guerra de su pueblo».
Nosotros también pensamos que era autodidacto, lector constante
de libros, legajos o manuscritos que cayeron en sus manos, anotando cuidadosamente cuanto de interés le contaban letrados y ancianos en relación con el Señorío de Molina. Su curiosidad desde muy joven por todo
lo molinés es bien patente, insaciable desde los años mozos, pues de otra
manera no le hubiera sido posible reunir tantos materiales, según veremos al tratar de su producción literaria en muy diversos aspectos. Decididamente se puede afirmar que nuestro paisano no estudió carrera universitaria alguna. Ni en los archivos de Alcalá ni en los de Sigüenza hallamos la menor huella de su paso por las aulas del siglo XVII. Véase, si no,
la exhaustiva «Historia de la Universidad de Sigüenza-, en dos tomos, de
Isidoro Montiel (1963). Como un molinés fue Director del Archivo General de Simancas durante muchos años (1922-1928), el gran erudito y
bibliotecario don Mariano Alcocer Martínez, tuvimos fácil acceso antaño
a las relaciones documentales de Valladolid, a los archivos donde fueron a
parar fondos de los Colegios universitarios seguntinos y complutense de
la décima séptima centuria, por diversas razones que no son de este lugar.
Molina y su tierra forman una región con espíritu propio, constituida por casi cien núcleos de población, que aislada en la época a que nos
referimos, tenía su cultura interior, pues sus capitanes, sus misioneros y
sus intelectuales le habían dado vida, caracteres perfectamente diferenciados dentro del marco geográfico-histórico de España. Aislados en sus
villas y en sus casonas ¿qué podían hacer en el siglo XVII los hidalgos
molineses y sus retoños? Estudiar cada uno a su modo, leer, observar la
vida y el paisaje que les rodeaba, escribir versos y libros, cazar y perseguir
mozas en cuanto les apuntaba el bozo. Así le fue modelando en la juventud al futuro historiador su ambiente local, influenciado por el medio,
favorecido por el plácido vivir casi bucólico y por un afán de evasión y
correspondencia hacia núcleos más amplios de cultura.
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Por eso produjo el Señorío de Molina gentes bravas, místicas y soñadoras que a veces se expandieron por el anchuroso mundo: aunque
otras, como el joven Sánchez Portocarrero, se quedaron junto a sus padres que cultivaban sus mayorazgos, tomaban el aire en las solanas, rezaban a las horas rituales, elucubraban consejas y leyendas bajo la ancha
campana de las chimeneas de sus casonas hidalgas, comentando las escasas noticias y los prolíferos chismes locales.
Vida silenciosa la de Diego, de lectura y observación, para aportar
luego en la adultez -lo vemos en sus obras- valores y calidades del mejor
cuño literario, de las que después trataremos.
III
SU RELACION CON LAS ARMAS
Desde luego fue menor que su afición a las letras. Nunca combatió,
pese a su patriotismo -empleado en otros menesteres- y buen talante.
Veinticinco años tenía cuando, según afirma el licenciado Francisco Núñez
en su «Archivo de las cosas notables de Molina», que nunca llegó a
publicarse, aunque sí lo utilizaron cronistas posteriores locales, «en lo más
recio de su mocedad fue propuesto don Diego Sánchez Portocarrero al
rey, quién lo nombró, por una Real Orden de 28 de abril de 1635, para
regir y mandar los 150 soldados Infantes exigidos a la ciudad por orden
real de 28 de abril de 1635, para que sirviesen en la guerra con Francia».
La leva se hizo lentamente, porque hasta el 11 de mayo de 1636 no
se incorporaron los designados, para su debida instrucción militar, a la
Compañía de Infantería que había de mandar su nombrado capitán. Este
eligió alférez de dicha tropa a su hermano Bartolomé Sánchez Portocarrero,
que era como él Regidor de Molina. Por la razón que fuera, el hecho es
que la milicia molinesa no tomó parte en campaña alguna a pesar de su
valor supuesto y de su buena disposición.
Es indudable que Diego, por razones de hidalguía y parentesco, estaba en excelentes relaciones con la Corte de Felipe IV, por lo que Juan
Catalina García, de la Real Academia de la Historia, asegura o supone que
las mismas «debieron ser origen de que cuando el rey dispuso su viaje a
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El historiador Diego Sánchez Portocarrero
Aragón, pasando por Cuenca y Molina, el Gobierno designase a don Diego
y a su hermano Bartolomé para trazar el itinerario de la comitiva regia
entre ambas poblaciones».
Luego añade: «No fue ésta la única tarea que le tocó en aquella
expedición, porque designada Molina como Cuartel Real y Plaza de Armas, esto y la estancia del rey hicieran penosas las obligaciones, y especialmente de sus regidores. Desde fuego concurrieron muchas tropas y lo
principal de la nobleza a la plaza y cuartel real. El 25 de julio salió el
monarca de Cuenca y llegó a Molina el 29, año 1642, donde le esperaban
embajadores y personajes para tratar de los asuntos de Aragón y Cataluña, puesta entonces en riesgo de perdición. Hospedóse el rey en casa de
don Carlos González y el conde-duque en la de don Francisco Salcedo
Castillo».
Pero de actuación militar combativa nada, pese a su valor y deseos,
que los tendría, cuando el alzamiento de los catalanes en el año dicho.
Diego dio pruebas, como el Señorío todo, de lealtad y firmeza en defensa
de los derechos que creía justos en aquellos años azarosos, posición difícil
por la situación fronteriza entre ambos bandos.
Sánchez Portocarrero debió instruirse en las milicias locales, que
contaban, además de la mermada Compañía de Caballeros de doña Blanca -quinta Señora de Molina y de Mesa-, con los que crearon en tiempos
de los Austrias: Cabildos de Caballeros y Ballesteros y un Batallón de
infantes. Felipe IV permaneció algún tiempo en Molina, un par de veces
cuando menos, acompañado de su inseparable favorito don Gaspar de
Guzmán, más conocido por el Conde-Duque de Olivares, que al atropellar los privilegios catalanes motivó la sublevación conocida, al grito de
«¡Visca lo Rey!» y ¡Muyra lo mal gobern!». Se inició el 7 de junio de 1640.
También parece que fuera -nosotros no lo hemos visto confirmado- comisario de Guerra de las fuerzas de Portugal y Cataluña. Ni en las
guerras interiores ni en las internacionales que duraron en este reino hasta
su final en 1665, tomó parte activa en campaña nuestro paisano. Estando
el monarca en Molina en 1642, hay quien dice, sin base documental fehaciente, que se hizo una leva de 4.000 hombres en todo el territorio (estos
cuatro mil soldados no eran indígenas, sino el Ejército que acompañaba y
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custodiaba a Felipe IV en la plaza molinesa). El parecer es de don Claro
Abánades López, que lo anota con notoria exageración sin precisar las
fuentes. Por entonces, se fundaron fábricas de balas y de artillería en Orea
y Corduente, pues las exigencias de los acuartelamientos así lo requerían.
Los materiales -hierro, combustible y agua- no faltaban.
Al margen de lo castrense militante, es cierto que don Diego Sánchez
Portocarrero fue quien preparó los festejos, aunque no estaba el horno
para bollos, en honor del soberano, que entró en la ciudad del río Gallo
con su séquito, vía Cuenca, por Beteta y Peralejos, el día 29 de julio de
1642. El itinerario lo esboza el cronista de la expedición real Matías de
Novoa, ayuda de cámara de Felipe IV, a quien decían que «el camino de
Cuenca a Molina era notable y mucha parte de él jamás pisado de pié
humano, áspero, montañoso, desierto, todo o lo más de ello cubierto de
pinos». Era el indicado por el molinés.
De la estancia en Molina, veintitantos días, se ocupan el zaragozano
José de Pellicer y Gregorio Marañón, anotando episodios e incidentes de
interés general. El primero describe los festejos ideados por Sánchez
Portocarrero, a la vez que anota:
«El Rey tuvo el proyecto de juntar Cortes en Molina, donde se reunieron muchísimas tropas para la guerra de Cataluña». El segundo cuenta con amplitud cómo intentó un soldado matar al favorito, pero la bala
hirió levemente a un bufón que le iba abanicando en la carroza festera.
El Regidor Perpetuo del Consejo de Molina y Capitán de su Milicia
don Diego, acompañó al monarca en sus diversos desplazamientos por
algunos lugares del Señorío, Corduente y el Santuario de la Hoz, especialmente. Al trasladarse Felipe IV con su comitiva al barrio del otro lado del
río Gallo, para visitar el famoso Convento de San Francisco o Monasterio
de la Orden Seráfica, hubo de pasar por el antiquísimo puente romano
que todavía existe, el cual mandó reconstruir adecuadamente. La restauración actual data de los tiempos de Carlos llI, año 1779. El mismo que
vemos estampado en la portada de un edificio de las Salinas de Armallá y
en que se reconstruyó otro puente romano en Peralejos de las Truchas, el
del Martinete sobre el río Tajo, según constaba en un machón ya desaparecido.
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El historiador Diego Sánchez Portocarrero
Digamos que la actuación de Molina y sus mílites en favor del último de los Austrias, no favoreció nada a la villa y sus sexmas, a pesar de las
pesadas cargas económicas que tuvieron que soportar y las molestias de la
soldadesca durante muchos años, cuando subió al trono el primer Borbón,
Felipe V.
Pero esa es ya otra historia.
IV
EL PAGO DE SUS SERVICIOS A LA CORONA
Indudablemente Diego Sánchez Portocarrero se hizo notar en estos avatares históricos, relacionados con el citado monarca y su Corte,
servicios que fueron premiados con los nombramientos de Caballero de
la Orden Militar de Santiago, previo informe reglamentario ante el Concejo de las Órdenes de Caballería, iniciado en 1651, probando su ejecutoria de rancia nobleza con las declaraciones de testigos que certifican saber
que pertenecía a familia hidalga y limpia de sangre en las cuatro ramas
exigidas. Así consta en el Archivo Histórico Nacional. También lo nombró el rey Regidor Perpetuo del Concejo de Molina, y antes Comisario de
los Ejércitos que operaron en Portugal y Cataluña. Consta en los expedientes su profunda religiosidad, por otra parte bien manifestada en sus
escritos en prosa y verso, especialmente por su devoción a Nuestra Señora de la Hoz. Unidos en el mismo fervor, acompañó en su «visita al Santuario de la Virgen de la Hoz al Rey Felipe IV con toda su Corte, el 18 de
julio de 1642», dice el licenciado López de la Torre y Malo en su conocida
obra, en la Sección 2ª.
Pues bien, estos servicios verdaderamente notables que al rey hizo
el hidalgo molinés, en aquella ocasión tan memorable para su villa natal, le
valieron el hábito santiagués, aparte de las otras mercedes ya mencionadas.
Catalina García transcribe, que «el Consejo de las Ordenes en 11 de
noviembre de 1651, encargó a dos caballeros de la información previa
sobre la calidad e hidalguía del pretendiente, llegando ambos a Molina
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José Sanz y Díaz
con dicho objeto a 4 de diciembre, y oyendo allí las declaraciones favorables de treinta y seis testigos de mucha autoridad, hidalgos, presbíteros,
alcaldes, abogados, etcétera, y aún del conde de Sobradiel, don Gaspar
Malo de Mendoza, llevóse deprisa el asunto, porque el 22 de diciembre
aprobó el expediente el Consejo, acordando que se despachara la merced
del hábito».
Pero no paró ahí la cosa en cuanto a recompensas, añadidas a las
dichas. Como todos los españoles de muchas épocas, don Diego Sánchez
Portocarrero no se conformaba con los títulos honorarios y los destinos
transitorios, provisionales. Aspiró a ser funcionario público fijo, para dar
en el futuro seguridad a su vida y a la de los suyos, aunque en empleos
burocráticos al parecer poco conformes con sus aficiones más notorias.
Pero ha sido siempre así la biografía de muchos personajes, no sólo en su
época. Lo logró.
Sus destinos fueron Administrador General de Millones en Trujillo
(Cáceres) y Administrador del Tesoro Público o de Rentas Reales en Baena,
Cabra y Lucena (Córdoba), Constantina (Sevilla), Alcalá de Henares (Madrid), Almagro (Ciudad Real) y otras ciudades, con el cargo que hoy llamaríamos Delegado de Hacienda. También fue Superintendente de la Casa
de la Moneda, según cuenta, entre otros autores que le siguen, el licenciado Núñez en sus manuscritos, folios 393 a 396.
A juzgar por la Real Cédula que con motivo de juramento expidió el
todavía príncipe Felipe IV en Lerma a 8 de junio de 1608, se explica que
don Diego Sánchez Portocarrero fuera luego Regidor Perpetuo de Molina,
a los que facultaba para disfrutar una renta aproximada a los 25.000
maravedies, siempre que renunciaran a cualquier emolumento castrense,
como en este caso era capitán de milicias desde 1635.
Pero ni como regidor perpetuo, ni como militar, suponiéndole prodigios de inteligencia y de valor, que no se los negaremos pero que no
hemos visto comprobados documentalmente en ninguna parte, excepción hecha de la referencia a los nombramientos para los diversos cargos
y destinos, tampoco como funcionario de oficio y escalafón, podemos
presentarle, pues lo más completo y digno de nota que nos llegó fueron
sus copiosos escritos y sus libros, como enseguida veremos.
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V
SU OBRA COMO HISTORIADOR Y ESCRITOR
Ya decíamos anteriormente, que sorprende el hallazgo de figuras de
sólido prestigio intelectual como Diego Sánchez Portocarrero en el Señorío de Molina, entre otros nombres que se pueden parangonar con los de
otras regiones de más elevada cultura, mejores medios educacionales y
mayor extensión territorial. Gentes molinesas que estaban al tanto de las
corrientes ecuménicas y universales de las letras en cada época desde el
Siglo de Oro especialmente, que muchas veces no habían salido de su
rincón geográfico (como en el caso presente) en varios lustros de juventud, cursando algunos estudios locales o en centros de reducida población cuando más.
Dejemos constancia aquí, de que indudablemente la geografía literaria molinesa tiene razón de ser, ya que aporta elementos originales por
su aislamiento indígena al todo nacional, lo mismo en la novela que en la
poesía, igual en los relatos que en los más variados campos de las ciencias
y de la investigación histórica.
Nuestro personaje escribió mucho, según puede verse en mi libro
«Apuntes para una bibliografía completa del antiguo Señorío de Molina»,
entre otros autores como José Almirante, José María Escudero, Juan Diges
Antón, Manuel Sagredo Martín, Juan Catalina García, Claro Abánades
López y los cronistas locales antiguos.
1º Digamos de antemano, que su obra más conocida es «Antigüedad
del Muy Noble y Leal Señorío de Molina. Historia y lista real de sus señores, príncipes y reyes», por…, su Regidor Perpetuo, Capitán y Cabdillo de
su Gente de Guerra. Dedicatoria: Por su Magestad Católica; a Esclarecida
Protección del llustríssimo i Reverendíssimo Señor Obispo de Lugo, Presidente del Consejo Supremo de Castilla, Governador del Arcobispado i
Santa Iglesia de Toledo, Primado de las Españas. Con privilegio. Primera
parte, tomo de 276 páginas en 8º, Imprenta de Díego Díaz de la Carrera.
Madrid, 1641.
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José Sanz y Díaz
La segunda parte, que alcanza hasta la época de los Reyes Católicos,
no llegó a imprimirse, y se conserva inédita en la Biblioteca Nacional,
junto a unas «Noticias» sobre la vida del autor. Estos manuscritos, tres
atados en 4º, llevan la signatura K-148 a 150. De esta obra dice Catalina
García en «El libro de la provincia de Guadalajara», página 160 de la edición año 1881: «Fue amigo de Ustarroz, Pellicer y otros sabios de su época y su principal obra, de la que sólo poseemos impreso el primer tomo,
es la «Historia de Molina» En ella dio pruebas de historiador diligente,
perspicuo y sensato, aunque devoto de los falsos cronicones». Siguen los
escritos de Sánchez Portocarrero.
2º «Principios y progresos de la devoción a la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios en la Iglesia y en España, y de donde se deduce
la particular y señalada del Noble y Leal Señorío de Molina». Por Diego
Díaz. 96 folios. Madrid, 1648.
3º «Discurso apologético sobre los títulos de Noble y Leal que tiene
el Señorío de Molina».
Manuscrito citado por Nicolás Antonio en «Bibliotheca Nova»,
1-314.
4º «Verso y varias noticias pertenecientes a su vida».
Mss., B.N., sig. M-87 (3.891).
Incluye composiciones de un amigo, el cual le dedica un romance y
se lo manda con dos sobrinos que van a veranear a la finca «Canta el
Gallo, propiedad de la familia del autor.
1635.
5º «Casa de Nuestra Señora de la Hoz y antigüedad de Molina». Año
Es un poema heroico que no sabemos si llegó a publicarse, lo cita
también Nicolás Antonio en su «Bibliotheca Nova», 1-314.
6º «Cartas originales al cronista Andrés de Ustarroz».
Manuscrito en la B.N., sig. V-171 (8.391), y copia en la Real Academia de la Historia.
Juan Catalina García da algunas noticias sobre estas cartas dirigidas
a Juan Francisco Andrés Ustarroz y José Pellicer de Salas Ossáu y Tovar
(luego marqués de Mondéjar), su compañero de hábito santiagués: «Em-
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pieza lamentándose de no haber conseguido todavía la satisfacción de
conocer personalmente a Ustarroz, aunque mucho le estima por sus méritos, que admira y desea que la tenga entre sus discípulos».
7º «Nuevo Catálogo de los Obispos de la Santa Madre Iglesia de
Sigüenza. Epílogo de sus más memorables acciones y de los sucesos seglares más señalados en el Obispado, colegido de graves autores y de
instrumentos auténticos».
Imprenta de Diego Díaz de la Carrera. Madrid, 1646. 9 hojas más
96 páginas de texto.
Va dedicado el libro a don Juan-Antonio-Luís de la Cerda Enríquez
de Ribera y Portocarrero, marqués de Cogolludo y duque de Alcalá.
8º «Juramento y voto solemne que hizo el Señorío de Molina en 18
de junio del año 1644 de tener, defender y celebrar la Concepción sin
culpa de la Virgen María».
Madrid, 1648. Impreso en 4.1
Lo cita Nicolás Antonio.
9º «Ilustración breve a los motivos del voto solemne que hizo en la
Real Presencia y Capilla de la Orden de Caballería de Sant-Jago de la Espada, renovando su antiquísima devoción a la Inmaculada».
Manuscrito existente en la Biblioteca del Palacio Real, Sala ll, sig.
M-2.
Libro de erudición copiosa, abrumadora, para probar su tesis, cayendo a veces en dar crédito a los falsos cronicones del Padre La Higuera,
que entonces estaban en boga hasta que Roma los condenó.
10º «Soneto a don Martín de Alarcón, primogénito del Conde de
Torresvedrás, que murió matando al Gobernador francés en la expugnación del fortín de San Juan de los Reyes».
Empieza así:
«Muere, Alarcón bizarro, aún más glorioso
que de la agena, de la propia herida,
coronando en su fama esclarecida,
al valor desdichado el fin dichoso».
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Puede verse en la página 53 del volumen «Corona sepulcral» que en
honor del héroe citado recopiló don Alonso de Alarcón.
Madrid, 1652.
11º «Libro sobre las alabanzas e impugnaciones a don José Pellicer».
Manuscrito que se menciona en la llamada «Biblioteca de don José
Pellicer de Ossau y Tovar», editada en Valencia, año 1671.
12º «A la muerte del Fénix de las Españas, Fray Lope de Vega y
Carpio». Se trata de una décima poco inspirada incluida en el tomo XX,
página 331, de la «Colección de obras sueltas de Lope”, que publicó Antonio Sancha, y en la «Fama Pósturnae», folio 143, editada por Pérez de
Montalbán.
13º «Varias poesías».
Pueden verse en la antología «Divinos versos o Cármenes Sagrados», realizada por don Miguel Celadrero de Villalobos.
Zaragoza, Impresores Herederos de Lanaja, 1656.
14º «Romance a Nuestra Señora de la Yedra, imagen muy devota,
que está a la entrada de Constantina, en ocasión que con toda solemnidad
se truxo a la Iglesia Mayor por los buenos temporales que se consiguieron
luego». Sin lugar ni año, cuando era allí Administrador de Millones.
Diego Tenorio León, natural de Constantina, lo inserta en «Museo
de varios poemas» del Dr. Duarte de Acosta, donde también hay un romance dedicado al molinés. Dicho manuscrito lleva este título completo:
«Museo en que se describen diferentes Poemas, que compuso el Dr. don
Duarte Núñez de Acosta, Médico de la familia de S. A. el Señor don Juan
de Austria, y que lo fue después de Cámara de los Excmos. Sres. Duques
de Medinaceli y Alcalá», ordenado en 1685 por un hijo del autor, que por
lo visto usaba distintos apellidos que el padre. En los folios 393 a 396, se
lee en la dedicatoria: «A don Diego Sánchez Portocarrero, Regidor Perpetuo de Molina, y a don Juan de Frías, Regidor de la villa de Constantina,
estando los dos holgándose en su heredad llamada Canta el Gallo, cabe
este río, escribiólo el Lic. don Francisco de León Thenorio, Abogado de
la Real Audiencia, siendo recién viudo, y les embió este romance en ocasión que iban dos sobrinos a gozar de la misma huelga» en vacaciones. El
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romance era malo de verdad, podía haberse ahorrado el encargo, pero la
cita tiene interés al estar relacionado con el hidalgo de que nos venimos
ocupando.
15º «Epitafio a la muerte del doctor Juan Pérez de Montalbán». Debió escribirlo en 1638 y se incluye en la obra «Lágrimas panegéricas en la
muerte del doctor don Juan Pérez de Montalbán», por Pedro Grande de
Tena. Madrid, 1639. Hay un ejemplar en la Biblioteca del Instituto de San
Isidro, de Madrid, si no se perdió en la última guerra civil. Lo vimos antes
de la misma, pudiendo comprobar que se trataba de una simple décima.
Aparte de lo consignado hasta aquí, diremos que en el manuscrito
Dd. 92 de la Biblioteca Nacional, que contiene «Memorias para la Historia de la Santa Iglesia de Sigüenza, con la orden al Deán don Antonio
Carrillo para el reconocimiento del Archivo catedralicio y de sus respuestas», legajo cosido de 351 folios, pueden verse anotaciones y descripciones muy interesantes que hacen referencia al Señorío de Molina, a las que
sigue un «Catálogo de varones Insignes en letras, que publicaron en parte
sus escritos nacidos en el Obispado de Sigüenza».
Entre ellos se cita a Diego Sánchez Portocarrero.
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José Sanz y Díaz
LA MUERTE EN ALMAGRO
No se sabe ciertamente cuantos años residió don Diego Sánchez
Portocarrero en Almagro como Administrador General de Millones en
nombre de la Corona o Real Tesoro, después de haber prestado semejantes servicios públicos al Estado en las ciudades que reseñadas quedan.
Pero de lo que sí estamos seguros es que se encontraría muy a gusto en la
Cabeza de la Orden y Campo de Calatrava, que tiene por Patronos a San
Bartolomé y a la Virgen de las Nieves, cuyo célebre Santuario se fundó,
por voluntad testamentaria de don Álvaro de Bazán, por su hijo, segundo
Marqués de Santa Cruz, en 1641. Es decir, muy pocos años antes de la
llegada del ilustre molinés.
Decimos que se encontraría muy a su completa satisfacción con su
familia entre los nobles caballeros calatravos de la Mesa maestral y el cultivado ambiente intelectual que irradiaba la Universidad del Rosario, regentada o regida desde 1574 (la había fundado en 1553 el Emperador
Carlos V) por la Orden de Predicadores en el Monasterio dominico de
igual nombre, que mediado el siglo XVII estaba en todo su apogeo
profesoral. Sin contar su extraordinario Corral de Comedias aún existente. Almagro entonces era un foco de cultura, como muy bien nos explica
el Cronista de la Ciudad de Almagro e ilustre escritor don Ramón José
Maldonado y Cocat.
El alto funcionario del Estado que era a la vez gran historiador del
Señorío de Molina, debió pasarlo en grande aquellos años del final de su
vida entre los almagreños, deambulando a veces por los claustros de Santo Domingo, San Francisco, San Agustín, San Bartolomé y San Juan de
Dios con sus amigos conventuales eruditos, con los que hablaría de letras
divinas y humanas a las que tan aficionado era. Alguna vez oiría misa en la
iglesia de los Jesuitas, parroquia que había sido creada en 1625, visitando
otros templos y las siete ermitas que entonces existían.
Estaba casado con doña Antonia de Escobar, de cuyo enlace no hay
noticia de que tuvieran hijos. Ella vivía cuando él murió, quedando como
albacea de su hacienda en unión del caballero calatravo don Gonzalo de
Chaves y Orellana. Gobernador de Almagro y su distrito, además del licenciado Francisco Caballero, Vicario de la villa de Fuentes en la Alcarria,
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El historiador Diego Sánchez Portocarrero
y de don Jerónimo Arias de la Muela, su pariente, natural de Molina de
Aragón.
D. Diego Sánchez Portocarrero murió en Almagro a 26 de octubre
de 1666, cuando apenas contaba 55 años de edad, estando en la plenitud
de su carrera oficial y de su capacidad literaria. Se había iniciado la decadencia de España y del Señorío de Molina con las Guerras de Sucesión
(Felipe IV dejó de reinar en 1665), durante las cuales se destruyeron archivos y obras de arte entre el rudo batallar de los Ejércitos de las Casas de
Borbón y de Austria, disputándose el trono. A pesar de ello, en ese tiempo
florecieron Calderón, Saavedra Fajardo, Velázquez y Murillo entre otros
hombres famosos.
He aquí la partida de fallecimiento, según constaba en los Libros de
Registro eclesiástico de la Parroquia de San Bartolomé (tomo I, folio 133):
«Dn. Diego Sánchez Portocarrero del Orden de Santiago, natural de Molina
de Aragón y vezino de Almagro, y parrochiano de Sant Bmé., murió en
veinte y seis del mes de octubre de mil y seiscientos y sesenta y seis años,
habiendo recibido los Santos Sacramentos, enterrose en el Convento de
Santo Domingo en la capilla de los Garnicas. Hizo su testamento ante
Manuel Sánchez Quesada excribano; dexó por su Alma mil y quinientas
misas a disposición de los alvaceas, que con doña Antonia de Escovar su
muger, don Gonzalo de Chaves y Orellana, del hábito de Calatrava y gobernador desta Villa y su partido; al Pro. Don Francisco Cavallero, Vicario de la Villa de Fuentes, y a don Gerónimo Arias de la Muela Cienfuegos,
de la ciudad de Molina de Aragón. El maestro Joseph Abbad». Así dice
textualmente.
No se pudo cumplir su última voluntad de ser enterrado en la antiquísima iglesia de San Martín de su ciudad natal, donde debió recibir las
aguas bautismales, a pesar de lo consignado en el capítulo XXVI de su
Historia con estas palabras jubilosas, escritas «con alborozo espiritual,
porque en un rincón de su capilla mayor (en San Martín), la más fija morada que me dejaron mis abuelos, donde pienso aguardar la última trompa
del Juicio Final, o quiera Dios que la entre a habitar en su gracia».
La Providencia lo había dispuesto de otro modo, en la iglesia del
Convento de los Dominicos, bajo una lauda sepulcral en la capilla noble
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José Sanz y Díaz
de una familia amiga. Capilla que desapareció cuando el edificio fue expropiado y vendido a particulares en 1835, tras el funesto decreto de desamortización de Mendizábal. Todo quedó destrozado en el interior del
templo conventual, y hasta las lápidas sepulcrales desaparecieron, por lo
que no queda el menor indicio del lugar donde fueron a parar los huesos
del hidalgo y gran escritor molinés don Diego Sánchez Portocarrero, que
finó sus días en Almagro como Administrador General de Millones.
Descansen en paz las cenizas de este caballero que fue honra de su
tierra molinesa, desvelándose siempre por servirla con sus escritos, a la
vez que como Regidor Perpetuo del concejo y Capitán de sus Milicias.
EPILOGO
Por encima de toda otra consideración, este hidalgo molinés que
murió y fue enterrado en Almagro en la segunda mitad del siglo XVII,
amó su tierra y escribió su historia con el mayor entusiasmo. Trató de dar
lustre a su noble ejecutoria: su lema era el que aparece en el escudo de los
Garcés de Marcilla, antiguo palacio de este linaje en la rama de la ciudad
del Gallo, convertido hoy en Casino local: “No hay nobleza sin virtud” de
buen cristiano, patriota probo, militar en ocasiones, poeta a ratos, funcionario honrado y caballero siempre.
Recogió con mejor voluntad que acierto cuanto pudo hallar en crónicas generales y particulares, se dejó guiar a veces por dudosos cronicones
que en su época estaban muy en boga, introducidos por el falsario y
fabulador Padre La Higuera, relatos locales, apuntaciones de curiosos paisanos y toda clase de documentos que trataran, en todo o en parte, del
Señorío de Molina en los aspectos religioso, militar y civil. Fue el suyo un
acarreo notable de materiales que han servido después, cribándolos en el
arnero y los cedazos de la crítica y metodología modernas, para escribir la
verdadera historia de nuestro territorio.
Sin sus aportaciones la tarea investigadora de la región hubiera sido
más ardua, incluso para corregir errores, porque como ya apuntábamos
en su amor a lo autóctono se fió demasiado de genealogías, blasones
solariegos y autores hoy nada creíbles. Las fuentes en que se abrevó, como
tantos otros de aquellos siglos XVI y XVII, no eran nada claras, pero él
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El historiador Diego Sánchez Portocarrero
con la mejor buena fe las tomó como potables. Hoy no podemos exigirle
más que lo hecho, máxime si tenemos en cuenta que su formación erudita
era más bien endeble, aunque compensada con un rastreo vocacional intenso, insaciable, tanto en manuscritos como en libros editados, a la vez
que mantenía trato y correspondencia con gentes eminentes de las letras
contemporáneas, a las que solía dar más crédito que el merecido históricamente. Era el mal común de su época.
Indudable es que amó con tesón y honradez a su patria chica, la de
las cuatro Sexmas que fueron seis, con las fronteras de Aragón y las tierras
de Medinaceli hasta Sigüenza y Cuenca. Lo hizo con dedicación, con energía
constante, poniendo en lo más alto y noble de su labor la deificación, el
orgullo de sus grandes fervores: la Religión, la Patria y lo memorable del
Señorío de Molina. Todo le atraía, hasta las fábulas que tuvieran alguna
relación con su país de origen las aceptaba, dándoles a personajes míticos
que nunca existieron presencia de héroes humanos, adornándolos con
maravillosas genealogías de fundadores desde la penumbra de las tinieblas prehistóricas, casi hundiendo las raíces de su etnia en las espeluncas
de la Edad de Piedra, en las del Bronce y del Hierro, basándose en mitos
y razas de Atlantes herculianos.
De tal manera elaborados, que así logró echar los cimientos o antigüedad de nuestra región en forma literaria, en sus obras, publicadas algunas y las demás inéditas, casi perdidas en los viejos anaqueles de las Bibliotecas nacionales o públicas, que las registran en sus secciones de escritos raros y curiosos. Quede, pues, patente que don Diego Sánchez
Portocarrero tuvo una vocación mayor que todas las demás actividades
que ejerció, la de escritor, reconocida por grandes ingenios de su tiempo.
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suscrito por el Rector de la Universidad de Sigüenza y el Prior del
Monasterio de San Bartolomé de Lupiana, fechado a 20 de julio de
1541, figura como Notario el molinés D. Cristóbal de Helgueta o
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LA CASA DE LOS GONZÁLEZ REYNOSO, ORIGINARIOS DE
LA CASA DE ARANZUETA, SACADO DE VARIOS MANUSCRITOS Y PAPELES AUTÉNTICOS; Y DE VARIOS AUTORES
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Es un mamotreto o colectivo simple de 385 páginas, con dibujos y recortes pegados sobra linajes molineses, a una sola cara.
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Nota. -En el prólogo menosprecia con excesivo rigor a Diego Sánchez
Portocarrero como historiador por haber aceptado los embustes de
los falsos cronicones*’ en 1645. Algo debía haber de cierto, ya que el
molinés, en carta a Pellicer a 9 de julio de 1648, acusándolo recibo de
un libro sobre San Orencio, le dice que don Pedro de Tapia, obispo
de Sigüenza, estaba en Molina por esos días y se le quejaba de omisiones en su Nuevo Catálogo de los Obispos seguntinos». En ese libro
empieza a describir la Diócesis o incluye parte de los términos que
ocuparon arévacos, celtíberos, carpetanos y vetones. El primer obispo de Sigüenza que cita es Sergio Paulo, procónsul de Chipre, discípulo de San Pablo, dándole crédito a Dextro y otros supuestos cronistas apócrifos, acabando su Catálogo con el mentado don Pedro de
Tapia.
Montiel, Isidoro. «HISTORIA DE LA UNIVERSIDAD DE
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José Sanz y Díaz
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El historiador Diego Sánchez Portocarrero
TIDO JUDICIAL DE LA PROVINCIA DE GUADALAJARA». Publicaciones de la Real Sociedad Geográfica. Madrid, 1951.
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Sanz López, Miguel. «HISTORIA DE MOLINA», hoy extraviada.
Nosotros la ojeamos en el verano de 1929, tomando algunas notas, en
casa del heredero del autor, D. Luís Ruiz Peco.
Soler y Pérez, Francisco. «LOS COMUNES DE VILLA Y TIERRA, Y
ESPECIALMENTE EL DEL SEÑORÍO DE MOLINA DE
ARAGON”. Premio de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Madrid, 1921.
Torre y del Cerro, Antonio de la. «LOS COLEGIOS DE ALCALA Y
SUS COLEGIALES. Madrid, 1943.
Varios autores. «RETRATOS DE VARONES ILUSTRES ESPAÑOLES,
DIBUJADOS Y GRABADOS POR VARIOS PROFESORES, Madrid, Imprenta Real, sin año.
(Diego Sánchez Portocarrero fue contemporáneo del manchego
valdepeñero Bernardo de Balbuena, obispo de Puerto Rico e insigne
poeta, que vivió de 1568 a 1627).
Villanueva, Jaime. «VIAJE LITERARIO A LAS IGLESIAS DE ESPAÑA». Madrid, 1803-1852. 22 volúmenes.
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