memoria de la migraciones de aragón

Anuncio
MEMORIA DE LA MIGRACIONES DE ARAGÓN
http://www.memoriadelasmigracionesdearagon.com
Dossier: “Travesías 3”
Título: Cabalgata mestiza
Autores: Juan Carlos Ferré Castán
Observaciones:
Para la edición en la página Web memoriadelasmigracionesdearagon.com se ha contado
con los permisos legales pertinentes. Todo nuevo enlace, o uso de los datos, se debe
atener a la legislación vigente.
CABALGATA MESTIZA
Y por fin llegó el anhelado momento, y apenas se oyeron los primeros cohetes, fue
imponderable el alborozo, aplausos y afectuosas demostraciones del numeroso gentío,
comenzando a desfilar por el Coso la multicolor comitiva por el orden siguiente:
Abría marchando acompasadamente una partida de largos dragones chinos
confeccionados con piel de tejidos verdes transparentes y multitud de faroles escondida
en su interior, portados por bailarines invisibles que contorsionaban al fantástico animal,
haciendo de batidores y abriendo paso entre la inmensa multitud de espectadores que
taponaba aquella larga procesión de acróbatas, juglares, cantantes y músicos
golpeadores de tambores y gongs. Las mujeres con flores en la cabeza en forma de
mariposas, vestidos blancos típicos del claro de luna y en las manos cigarras luminosas
confeccionadas de papel. Varios actores y cantantes con turbantes y trajes violetas y
púrpuras, rojos y azules, la camisa amplia con ribetes amarillos. Los músicos tocando
una especie de flauta travesera, el “gran tambor”, un xilofón de placas anchas como la
mano, las guitarras de cuatro y trece cuerdas, la armónica de trece trebos y cuerpo de
calabaza seca y mientras bailan y cantan, dos niños y niñas sobre sus hombros.
Les siguen la comparsa de gigantes y cabezudos danzando serios su propio baile al
son de las dulzainas, gaitas de boto, bombo y tambores de los Gaiteros del Somontano
arremangados de blanco, con chaleco y calzón negro, boina y sombrero de paja.
Después una carroza representando la siega en la Barbacana con su cuadrilla de
entremuranos con moquero de cuadros al cuello y piedras de pedernal al cinto, tirando
saludos desde una pequeña era repleta de gavillas, un trillo y varias horcas de palo. Ellas
aventando espigas de trigo y trozos de torta de masa al público.
Muy cerca las arpas, flautas rectas y rondadores que ponen música a los cantos y
danzas ecuatorianas. Los hombres y mujeres alternándose cogidos de las manos en
forma de gran rueda bailan los populares huaini y sanjuanito formando un pasillo vivo y
gracioso como un torbellino, la guaranda y otros aires indios muy parecidos al
carnavalito boliviano de los andinos ataviados con trajes de lana a la manera de la ropa
precolombina y al son de quenas, flautas, tambores y charangos.
1
Detrás circulan dos plataformas con siete puentes y tras sus pretiles asomadas las
damas de cada uno de los barrios. Debajo una riada de gente demanda su atención, a un
lado y a otro, llamándolas por sus nombres y ellas correspondiendo con el confeti por
sonrisa. Y al hilo otra carroza con un gran abanico que parte en dos un coso taurino
desde cuyo balcón principal las damas de la peña saludan con sus monteras llenas de
caramelos al ritmo de un Amparito Roca desenfrenado.
Muy próximos un grupo de caribes vestidos con mantas, faldones, mochilas,
sombreros y plumas baila la cumbia colombiana, el bambuco de suave ritmo y letra
escrita en octosílabos, y el danzón semejante a una habanera, interpretada con requintos,
triple y grandes bandurrias de origen indígena, hispano y negroafricano. Mientras unos
gauchos brasileños desgranan guarachas semejantes a un zapateado y tras ellos el
merengue dominicano.
Y enseguida dos carrozas: la de El Dorado presidida por el antiguo cacique indio que
después de su baño cotidiano cubría su cuerpo con polvo de oro y se lo fijaba con
resinas aromáticas, tan bien representado y conseguido que aparece resplandeciente
como si fuera un ídolo real de oro. Y la carroza tirada por caballos de las damas de la
ciudad sentadas sobre los columpios de las trece ramas del baobab de El Único
Continente desde donde reparten miríadas de besos de chocolate a los cuatro puntos
cardinales. Unos pasos atrás la banda de música municipal regala fas y dos, dos y res de
colores como lenguas de serpentinas.
A pocos metros una bailarina que pega una brusca mediavuelta, tira de espaldas a su
pareja hasta que está con el cuerpo horizontal al suelo y le besa en la boca tan
profundamente que el público se queda vizco ante ese tangazo salido del mismísimo
bandoneón resucitado del compositor argentino Astor Piazzolla.
Tangos también los andaluces, tambaleos gaditanos de influencia cubana y ritmos
muy vivos, alegres y de compás medido que bailan ellos con pantalón negro rayado en
blanco, camisa con chorreras de encaje y chaquetilla negra con sedas; y ellas con largas
faldas entalladas y faralaes, de colores alegres, lisos y con lunares entre los que juegan
al cu-cú los ritmos de los palillos o castañuelas, guitarras, cañas y palmeos de manos
que se retuercen como cepas viejas.
Junto a esos palos y taconeos el pregonero bebe y da de beber de su bota antes de
leer: “¡!Vecinos todos¡¡” dice, y repasa los sueños y critica los sucesos del año con
gracia mientras la burra que monta mueve la cabeza mostrando algunos desacuerdos con
el discurso.
Después de ese trago varios grupos marroquíes con lujosos caftanes adamascados, de
terciopelo y paño, representan la danza de la bandeja y cantan el chaabi popular en el
árabe dialectal de los bereberes y de las medinas. Músicas arábigo-andaluzas con
violines, laúdes y percusiones. Suena el bendir o pandero, la darkuba o tambor de copa,
la pandereta y el primitivo ribab sobre las rodillas. Los bereberes, interpretan músicas y
cánticos rurales acompañados de palmas, muchas palmas con ritmos entrecruzados,
dulzainas, tamboriles y sonidos apabullantes de un ulular de campanillas nervioso,
femenino, alegre y trepidante.
Tras los gritos una pareja de gigantes infantiles navarros, de blanco y con boina roja,
baila al ritmo de la pomposa fanfarria de San Fermín y remueve las caderas de la peña
El Portal que se desplaza en un enorme nido de cigüeñas arrastrado por una mecánica
zancuda. Al enorme pájaro le sigue una carroza Mercantil y Artesana con sus damas
vestidas a la usanza de los antiguos gremios de la ciudad.
A escasos metros unos Griots malineses cuentan sagas, historias familiares y hacen
reír al público con sus letras. Tres pasos atrás cantos con la voz de la garganta, la nariz
tapada, golpes que resuenan en las piernas o en el vientre, sonidos del aire expulsado
2
bajo las axilas, y varios músicos tocando xilofones vegetales, flautas, violines
monocordes, koras o arpas de caja y varios djembés parecidos a las congas. Y un poco
rezagados un grupo Dogón representa un Sig o fiesta de máscaras con esculturas
gigantescas, las “máscaras madre”, danzando mientras explican a los jóvenes sus
conocimientos para que no se extingan.
Y detrás los trajes blancos, amarillos y verdes, muy brillantes, de hermosas mujeres
gambianas, elegantes y con sofisticados peinados origen de todas las modas. Sus
acompañantes danzan y cantan historias cotidianas de niños y mayores al ritmo de
laúdes de veintiuna cuerdas, arpas y xilofones.
Le sigue los pies el baile serbio de Vranje, noble y oriental, bailado por mujeres con
panderetas en el aire y los hombres, en el suelo, con panderos acompañados por
violines, flautas, laúdes y acordeones. Con los brazos levantados, en jarras, sobre los
bombachos rojos los pasos lentos se vuelven poco a poco más rápidos, fogosos y
temperamentales, como las danzas gitanas y turcas.
O como los dances y la jota bailada durante las variaciones que interpretan con laúd,
bandurria y pulgaretas los músicos y baturros de Tradiciones. La falda fruncida a la
cintura las mujeres, blusa de manga larga de lino y pañuelo de colores vivos anudado
sobre el pecho, cruzado y sujeto por dentro de la falda, en las piernas medias negras y
blancas, en los pies miñoneras y el moño de rosca abierto en dos mitades. Los joteros
calzón blanco y faja que sujeta el valón de terciopelo del que salen unas cintas como
ligas, la camisa blanca de estopazo, el cuello de tirilla, el chaleco a juego y en la cabeza
el cachirulo anudado en pico y sobre él un sombrero de alas anchas. En las piernas las
calcillas y en los pies las abarcas que saltan cada vez más alto como si se enfrentaran
con el cantar jocoso de las letras de picadillo.
Ya casi al final de la larga estela se cantan y se bailan Gallardas polacas, el “Arcán:
el lazo” búlgaro atado a los compases de gaitas con dulcémeles o tambores húngaros, y
canciones populares búlgaras, las “variaciones de la hora”, danzas en corro o ronda que
vuelan entre las faldas de seda negra bordadas con flores y amarillos corpiños brillantes
rayados de negro, capas y capuchas, pantalones ceñidos, los chalecos anaranjados y el
pañuelo de lino con flecos descolgándose de la cintura de los bailadores dentro del
círculo de tocadores de flautas y tambores.
Y por fin los Ferrankos y sus hijos bailando bajo las pancartas, de blanco, con faja y
pañuelo azul eléctrico, volteando con otros jóvenes de los garitos y pidiendo agua ¡¡Agua va¡¡- entre este mosaico multicolor. Así es la Cabalgata mestiza de Nuestras
fiestas.
Juan Carlos Ferré Castán
3
Descargar