BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB a 90 años de su nacimiento P` z ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ENTRE RISAS Y LLANTOS VIOLETA AUSENTE BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB La artista chilena más famosa en el extranjero no tiene un lugar para mostrar su alabada obra plástica, y muchos de sus discos, jamás reeditados en CD, son joyas de coleccionista. Cantamos de memoria “Gracias a la vida” pero no sabemos dónde buscar datos biográficos básicos sobre su autora. Chile no supo apreciar el talento de Violeta cuando lo tuvo al frente, pero tampoco ha sido justo en el trato póstumo de su legado. Su hermano Nicanor, su hija Isabel, su último aliado y algunos admiradores intentan aquí dar con la razón de por qué Violeta Parra sigue siendo para sus compatriotas un nombre lejano. x z ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ B B Por Marisol Garcia C. • fotos fernando krahn BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB x p BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ B BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ B +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ 34 rolling stone, septiembre de 2007 BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB B B +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ B BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ B BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ rolling stone, septiembre de 2007 35 p VIOLETA PARRA P` ++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++++ M N ++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++++++++ yyyyyyyyyy “Ir entendiendo a la Viola y sus matices ha tenido que ver con entenderme a mí y a todas las mujeres” (Javiera Parra). F yyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy 36 rolling stone, septiembre de 2007 FyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyF yyyyyyyyyyy un tono inusual de lila cubre las bases de árboles y de la fuente de agua emplazada al centro de la Plaza de Armas en el sureño pueblo de San Carlos. Es un color suave y atípico, no muy sentador, que al menos ayuda a que el lugar se distinga de los cientos de idénticas plazas de pueblos de provincia desperdigadas por Chile. Pero costaría darle a ese morado pálido un significado cultural concreto. A no ser, claro, que a uno le cuenten que se escogió como tributo a la ciudadana más ilustre en la historia de esta comunidad de la provincia de Ñuble, 365 kilómetros al sur de Santiago. “Color violeta, como Violeta”, nos explican. Vaya literalidad: cómo no habernos dado cuenta antes. Hay en las manzanas aledañas a la fuente color violeta otros recordatorios físicos del nacimiento de la autora de “Gracias a la vida”. Pero no son demasiados, y los turistas extranjeros que alguna vez han llegado al pueblo buscando pistas biográficas de la admirada artista se han ido decepcionados. Una figura sencilla de yeso. Un liceo con su nombre. Una anunciada escultura para la Plaza de Armas que no alcanzará a estar lista este año. La casa de su nacimiento, en calle El Roble, es una fachada de adobe sin ingreso al público, y cuya restauración está recién gestionándose gracias a un Fondart que permitió elaborar un presupuesto de trabajo. De ahí habría que esperar dineros del MOP, el Serviu o algún mecenas. Al menos, hace dos años una donación del Ayuntamiento de Baena (España) permitió salvar la casa de la venta y demolición. Precisamente esa falta de señas termina siendo el mejor símbolo de la desidia patrimonial y glorificación vacía en la que hemos dejado a nuestra mejor cantautora, y no sólo en su pueblo natal. La primera latinoamericana que expuso en el museo del Louvre, incansable recolectora de música campesina chilena y promotora de nuestro folclor en Europa, la compositora de himnos eternos de la canción en español y primer referente fiero del canto político. A exactos 90 años de su nacimiento y 40 de su muerte, esa mujer no tiene en Chile un museo en el que pueda mostrarse su obra ni un solo proyecto estatal con su nombre. Tampoco una discografía en forma ni con la debida recaudación de derechos. Incluso muchos de quienes la admiran no logran tararear más que dos o tres melodías suyas. Su rostro en blanco y negro sigue inspirando más distancia que dulzura, y los venideros proyectos en torno a su memoria son apuestas aisladas por regalarle algo de color. Quizás no haya culpables, y quizás sea en el silencio del afecto anónimo donde Vio- leta ha elegido estar. Pero incluso sus cercanos no pueden contener hoy la frustración por la suerte de ese talento inabarcable que fue Violeta Parra, tan incomprendido en vida como abandonado tras su muerte. F entonces, sin por eso interrumpir la aplaudida labor de cantautora que inició como adolescente junto a su madre, la hizo estrella de la Nueva Canción Chilena y hoy la tiene a punto de publicar un nuevo álbum. A Isabel, el pelambre en su contra le importa “nada, Ignorante indiferencia nada, nada”, y dice que es la propia obra de isabel parra se encoge de hombros y emite la artista a la que conoció tan íntimamente la un suspiro cada vez que se entera de un nue- que la anima a diario en su cruzada. vo obstáculo en los planes que elabora como directora de la Fundación Violeta Parra. Le –ser hija de la violeta me da fuerzas para pasa bien seguido. Administrar el legado de volver a creer, para volver a ser confiada, para su madre le ha granjeado una fama de mujer ilusionarme con que “ahora sí”. Quizás se me complicada que ella no sólo reconoce sino pase la vida en esto, pero no quisiera morirme que defiende a la luz de las decepciones acu- sin darme cuenta de que hubo un grupo de muladas con el círculo local de poder políti- gente que dijo: “Oye, córtenla con esta cuesco y cultural desde que regresó de su exilio, tión, pongan a la Violeta Parra donde se lo mehace veinte años. Sus esfuerzos por recolec- rece”; sobre todo en un país que tiene dinero tar, preservar y difundir la obra de Violeta para financiar cuanta estupidez existe. No han ocupado sus mejores esfuerzos desde me gusta la oda al quejido, pero a veces hago desde su nacimiento, en 1991, la fundacion Violeta Parra ha sido una organización sin fines de lucro ni financiamiento estatal de ningún tipo, y hoy ni siquiera cuenta con una oficina en la cual gestionar actividades o atender al público. Su sede original, la casona de Carmen 340 que albergó la antigua Peña de los Parra, debió ser vendida por falta de recursos para su mantención. El Partido Comunista mantiene hoy allí el centro cultural Gladys Marín. Los logros de la Fundación han sido importantes, pero “no suficientes”, según la propia Isabel. A la edición de un cancionero y un venidero catálogo de la obra plástica de Violeta –ni sus recientes biografías ni el documental Viola chilensis, de Luis Vera, han sido ediciones autorizadas por la Fundación–, se han sumado antologías de canciones y recientes gestiones judiciales por reparar la lamentable situación de regalías en las que hasta hoy se encuentra su discografía. Un embrollo de contratos perdidos y/o abusivos hace que Violeta Parra reciba hoy un dinero irrisorio por la venta de sus discos. Hace cinco años, la sucesión de la artista vino a saber que su contrato con Odeon consideraba regalías por el 1,5 por ciento de las ventas, “que si ahora es increíble, para los años sesenta era inusitadamente bajo”, explica el abogado experto en derechos de propiedad e intelectuales Tito Muñoz. El profesional adelanta que a nombre de la familia espera además la resolución FOTO: IXOIXOIXO IXOXIOXIOXIO U el ejercicio de analizar todo esto desde fuera, y desde lejos mirar a mi mamá y la indiferencia hacia ella; y entonces más rabia me da. Varias veces dijo Violeta en público que lo que hacía con su talento –tanto en música como en otras áreas artísticas— era “para los chilenos”. Isabel a veces repara en tanta obra aún embodegada, sin aliados influyentes para su difusión, y se pregunta si acaso su madre no habrá sido demasiado optimista. “Siempre pienso: todo el mundo adora a la Violeta, pero la gente que la adora no puede hacer nada por ella, salvo adorarla. Nunca he conocido a un chileno con poder para este tipo de cosas que tenga otro tipo de mirada o de voluntad como para plantearse y decir: ‘Es el colmo que la Violeta Parra no tenga un museo’. Este patrimonio, el valor de esta obra, no pueden depender de si te cae mal la Isabel o el Ángel, o si Violeta era comunista, o si tenía mal genio y le pegó con el bombo a no sé qué caballero en París. Por eso creo que, primero, es una indiferencia que viene de la ignorancia: de no conocerla, de no profundizar en la persona, y de no tener conciencia de que hay un valor tremendo en esta mujer que está mucho más valorada afuera de Chile que aquí. –¿Por qué? –Yo tampoco puedo contestar esa pregunta. ¿Será la mezquindad que tenemos los chilenos, la poca visión, la frivolidad, la banalidad que nos cubre? Serán miles de cosas que nos tienen convertidos en una sociedad antipática, una sociedad sin identidad, mezquina, conservadora, etcétera. Pero contra esa indiferencia me he tenido que mover durante este tiempo, porque para mí esto es muy importante. Ixoi oxioxox oxox oxioxioxioxi x ixo ixoi xo ixoi xoixioxiox de una demanda de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor (SCD) contra Pedro Valdebenito para también querellarse por lo que cree fue un “apropiamiento” del master y los derechos de Las últimas composiciones, el último disco de Violeta Parra y el único que ella grabó para la compañía IRT. El catálogo de esa desaparecida firma discográfica –clave en el movimiento de neofolclore y otros éxitos musicales de los años sesenta– está en manos de Valdebenito desde el Golpe de Estado de 1973, y hasta hoy nunca ha pagado los debidos derechos de venta, según los hijos de Violeta. A nuestro propio Sgt. Pepper’s… (en el último disco de Violeta venían “Gracias a la vida”, “Volver a los 17” y “Run Run se fue pa’l norte”, entre otras) lo envuelve un lío incomprensible para un disco de su importancia. El museo ERRANTE como una liebre jabonosa, se ha escapado una y otra vez la principal meta de la Fundación Violeta Parra, que es contar con un museo que albergue, preserve y dé a conocer la obra de la universal artista. El frustrado recorrido de esa empresa parece, a veces, una comedia de equivocaciones, y hasta daría para el sarcasmo si no fuese porque involucra a grandes personajes de la política y los negocios en la desconsideración hacia tan indiscutible legado patrimonial. Al menos dos alcaldes de Santiago (Jaime Ravinet y Joaquín Lavín) y el conocido empresario Carlos Cardoen han comprometido públicamente su colaboración con el museo, para luego desdecirse. Lo anterior no son rumores sino promesas de sobra documentadas, y adornadas con firmas, fotos y abrazos. El 3 de septiembre del año 2003, los diarios del país incluyeron la sorpresiva imagen de Joaquín Lavín, Carlos Cardoen e Isabel Parra sonriéndoles juntos a los lentes de la prensa. Confirmaban con esa foto un acuerdo de trabajo por el cual el edificio a sus espaldas, el llamado “castillito” del Parque Forestal, albergaría en menos de veinte meses el primer museo de Violeta Parra creado alguna vez en Chile. El alcalde cedía el lugar por treinta años, Cardoen prometía gestionar los 350 millones de pesos para la ampliación y remodelación necesarias, y la hija mayor de Violeta les respondía a los suspicaces por tan improbable sociedad que “estos milagros los produce la propia Violeta. Mi madre nos enseñó a ser abiertos de criterio, porque ella se relacionaba con todo el mundo”. La Cuarta creyó conveniente titular: “gracias a la vida, violeta tendrá su museo”. de eso han pasado cuatro años. no solo “el castillito” sigue ocupado por oficinas, sino que sobre el Museo no hay siquiera discusión. El acuerdo entre las fundaciones Violeta Parra y Carlos Cardoen se anuló “de manera cordial” en julio del 2005 luego de que los herederos legales de Violeta comprobaran los sucesivos aplazamientos del plan original por falta de recursos. Isabel Parra explicó más tarde su desazón, con la imagen de “un globo que se desinfló antes de inflarse”. Lo que se pinchaba en realidad era una nueva esperanza por darle al legado de Violeta Parra el tratamiento público que mere- x Su esquiva discografIa z Las canciones perdidas, reeditadas, reversionadas y por aparecer, además del mejor álbum de la música popular chilena. Descubrir la música de Violeta Parra sigue exigiéndonos un esfuerzo. El grueso de sus publicaciones no se ha reeditado nunca en CD, y sus versiones en vinilo son materia de coleccionistas. A excepción de Las últimas composiciones (1967), su más famoso y mejor álbum, las canciones de Violeta se encuentran hoy en antologías no siempre recomendables. Violeta Parra debutó en disco como parte del dúo que mantuvo junto a su hermana Hilda. De Las Hermanas Parra los sellos Odeon y RCAVictor publicaron algunos EPs a principios de los años cincuenta, todos los cuales están descatalogados. Violeta también puede escucharse en grabaciones de su hermano Roberto, como Las cuecas de Roberto Parra (1965), que EMI reeditará este mes por primera vez en CD. En once años, la chilena publicó nueve discos solistas y legó varias grabaciones no oficiales, dándole así forma a una discografía engrosada al principio con su interpretación para canciones tradicionales del campo chileno que ella misma había recopilado en sus viajes por el país. Es el caso de sus discos Guitare et chant: chants et rythmes du Chili (1956, grabado en París para el sello Chante Du Monde) y los cuatro títulos grabados para Odeon como parte de la serie “El folklore de Chile”: Canto y guitarra (1956), Violeta Parra acompañada de guitarra (1958), La cueca (1958) y La tonada presentada por Violeta Parra (1959). La autora cerró esa primera etapa de trabajo con su primer álbum plenamente autoral. Toda Violeta Parra (1960) incluyó sólo composiciones propias, ya dando luces (“Yo canto a la diferencia”, “Hace falta un guerrillero”, “La jardinera”) de la mezcla de expresión emocional autobiográfica y severa opinión social que caracterizaría sus composiciones futuras. Ninguno de estos discos existe en CD, y sólo algunos de sus títulos aparecen en antologías. Cumplida su misión divulgadora, Violeta cerró la primera etapa de su discografía solista para viajar nuevamente a Europa, donde afirmó de modo definitivo su sello autoral. En Recordando a Chile (Una chilena en París) (1965) se le nota la nostalgia por la patria lejana (“Paloma ausente”), pero también que su preocupación por los chilenos no ha decaído ni un ápice a la distancia, según se aprecia en “Y arriba quemando el sol” o “¿Qué dirá el Santo Padre?”. La única excepción de autoría en ese álbum la da el famoso poema “Defensa de Violeta Parra”, que recita Nicanor sobre la guitarra de su hermana. A su regreso a Chile, Violeta publicó dos discos más, ambos muy diferentes entre sí. Carpa de La Reina (1966) es una grabación colectiva en la que su voz se alterna con las de sus invitados: Lautaro y Roberto Parra, la primera formación de Quelentaro, el grupo Chagual y el cantautor Héctor Pavez. El título alude al lugar de trabajo y presentaciones que Violeta mantuvo en lo alto de Santiago, el mismo en el que eligió morir. El disco, hasta ahora descatalogado, será al fin reeditado este mes en CD por EMI. Las últimas composiciones (1966), en tanto, es el único álbum original que hoy puede encontrarse sin problemas en disco compacto, si bien su edición es precaria e incluye insuficiente información de carátula para el que probablemente sea el mejor disco de la historia de la música popular chilena. Grabado junto a Alberto Zapicán, y Ángel e Isabel Parra, el trabajo fue el único de su trayectoria con licencia RCA. Editado tres meses antes de su suicidio, es claro que aquí concentró Violeta su talento y afán existencial pensando en la trascendencia, en una seguidilla de temas clásicos que incluyen “Gracias a la vida”, “Volver a los 17”, “Run Run se fue pa’l norte” y “Maldigo del alto cielo”, y cuya contundencia remece incluso al auditor aficionado. La Fundación Violeta Parra ha confirmado la próxima edición de una versión de lujo de este disco, en el cual se incluiría también un DVD y canciones antes inéditas. Ciertas publicaciones póstumas han permitido conocer grabaciones no oficiales de Violeta ya sea en el extranjero o como parte de ensayos semi experimentales. Incluyen Canciones reencontradas en París (acaso su disco de mayor contenido político, y disponible en varias versiones aunque la mejor es la de Warner), Composiciones para guitarra (grabado en magnetófono, principalmente instrumental y con algunas de sus alabadas anticuecas), Cantos campesinos (folclore tradicional) y En Ginebra, el registro de una presentación suya y del músico suizo, Gilbert Favre, realizada en una casa de la capital de su país en 1965. Décimas y centésimas, en tanto, la muestra recitando versos autobiográficos. Todos estos discos ya pueden encontrarse en CD. Se mantiene sin embargo la deuda con al menos dos grabaciones de Violeta en el extranjero: Au Chili (1963), el disco que grabaron en Francia Los Parra de Chillán (Violeta, Ángel, Isabel y Tita Parra), parcialmente recuperado en la estupenda antología Puras cuecas (2004); y un ya mítico álbum grabado por Violeta en Argentina en 1961 que no llegó a publicarse supuestamente por los incendiarios versos de canciones como “¿Por qué los pobres no tienen?”. Son grabaciones que, sin embargo, han ido saliendo en compilados y en discos no oficiales. Sobre antologías, es inevitable encontrar en Chile y el extranjero ediciones en CD, cassette y vinilo de calidad desigual. Entre las recomendables sugerimos El folklore y la pasión (1994, EMI), La jardinera y su canto (1997, EMI) y la edición doble Antología (Warner, 1999); esta última, la única que contó con autorización de la familia. Quedan aún rarezas sin editar de la chilena, como las citadas grabaciones argentinas, pistas registradas en Londres y un EP de cuatro temas, El tocador afuerino, grabado para Odeon por Violeta y Gilbert Favre en 1965, hoy inencontrable. rolling stone, septiembre de 2007 37 p VIOLETA PARRA P` algo es algo, pero quien podria decir que es suficiente. Quedan óleos, esculturas, partituras, fotos, manuscritos y cartas; además de grabaciones inéditas en vivo y para radios. Todo aquello que ha sobrevivido a viajes, mudanzas, apropiaciones indebidas y persecución militar. El depósito del valioso trabajo de recopilación de folclor chileno que Violeta acometió en los años cincuenta es otro misterio. Cerca de Concepción, el Museo de Hualpén tiene en exhibición algunos bienes suyos (su vitrola, instrumentos) donados por ella durante su breve residencia en la zona. No deja de ser sorprendente que la falta de apoyo que fue matando lentamente a Violeta Parra siga de modo póstumo y ya con su talento convertido en convicción unánime. Nicanor Parra bien puede ser el hombre que mejor la conoció. Se ha escrito muchas veces sobre la complicidad entre ambos hermanos, la guía artística que le ofreció el poeta y físico a la creadora, y lo profunda que fue su relación adulta. “La Viola y yo somos la misma persona”, llegó a escribir, en su muy personal antimodo, el autor de El hombre imaginario. A su vez, de la artista se conoce la frase “sin Nicanor, no hay Violeta”. A él estaba destinada la única carta manuscrita encontrada junto a su cadáver, el 5 de febrero de 1967. —Sobre la marcha, le puedo decir lo siguiente: —Nicanor toma vuelo y se larga, esta vez para nosotros y desde Las Cruces— ella sigue siendo una desconocida. ¿Por qué se lo digo? Hace un par de meses escuché una canción suya que yo no conocía. Y si yo no la conozco, imagínese. Se llama “La víspera de San Juan”. La reduje a dos cuartetas: “Salieron cuatro palomos, volando del palomar / en ya en 1969 el antipoeta contaba de sus planes de exhibir en su casa de La Reina arpilleras que él había recuperado en Europa. Según la nota de Hernán Miranda, “por aquella fecha, la acogida de los organismos oficiales chilenos no había sido muy generosa”. Cita a Nicanor sobre una oferta suya al escritor Roque Esteban Scarpa, entonces director de Bibliotecas y Museos, para que se habilitara una sala especial en el Museo de Bellas Artes, idea que el funcionario “recibió con Ioxi oxioxi o ixoxi oiox oxi ox ioxi ox io xi ixoixiox io xoioix. busca de la semilla, pa’poder desayunar. / Se escuchan cuatro disparos, la víspera de San Juan / Las viudas de los palomos los salieron a buscar / Les dicen a sus pichones: no salgan del palomar / De nuevo cuatro disparos, la víspera de San Juan”. Mire qué maravilla. También Nicanor ha pensado muchas veces gestionar un centro de exhibición para la obra de su hermana más talentosa. Una nota de febrero de 1982 en el suplemento Buen Domingo, de La Tercera, consigna que frialdad”. Al momento de la citada entrevista, Nicanor tenía en mente un museo de Violeta en Conchalí, sobre el cual nunca hubo luces concretas. Hoy, al teléfono desde Las Cruces, el poeta resume con gracia su propia aventura por recuperar parte de la obra de su hermana luego de su fallecimiento. Cuenta, por ejemplo, que “los cuadros que Violeta expuso en el Louvre quedaron luego en manos de una amiga suya, una condesa no sé cuánto que vi- El recuerdo de “El Albertio” En la memoria masiva, Alberto Zapicán quedó para siempre como “el Albertío”, el sujeto de una popular composición homónima de Violeta, en la que la chilena se queja de que Dios le haya regalado “sombrero con tantas cintas, a quien no tiene cabeza”. Zapicán compartió los últimos meses de la vida de Violeta Parra en estrecho contacto, y son su voz y su bombo los que se escuchan en el álbum definitivo de la artista, Las últimas composiciones. Uruguayo de pasado tupamaro, intérprete de folclor en varios grupos, casado con chilena y especialista en terapias alternativas de salud, a Zapicán hay que ir a buscarlo a un lugar en las afueras de Montevideo 38 rolling stone, septiembre de 2007 llamado Neptunia, porque a las ciudades no se asoma ni aunque le rueguen. Vive con Lupe en una casa construida con sus manos y con un canelo en el jardín. Sus intensos ojos calipso inquietan un poco menos que sus recuerdos. Conoció a Violeta en 1965, durante su segunda visita a Chile. Había entrado esa vez clandestinamente, escapando de la cárcel en Uruguay. Su amigo Osvaldo “Gitano” Rodríguez lo puso en contacto con la artista chilena, de cuyo trabajo Zapicán ya tenía noticias. Fue a ayudarla a su carpa en La Reina, y terminó quedándose en la casita aledaña, cuando Violeta vivía el duelo del fin de su relación con Gilbert Fauvre. “Me arrimé de alguna manera a Violeta porque ya sentía que ella era una persona que aportaba al universo. Y lo que vi y aún veo en ella es un referente muy claro, como un faro, de un acervo vinculado a la tierra y a lo propio”, relata Alberto Zapicán. “Uno tiende a minimizar a una mujer, y ella era chiquita, frágil, pero hay que ver cómo tenía claro lo que ella era, su identidad. Tanto así que va a Europa y ella sola muestra la cultura de una nación. Ahí ves que alguien tan firme en su identidad, sin miedo y sin tener que buscar nada afuera, puede más que todo un sistema”. El uruguayo la asistió en uno de sus varios intentos frustrados de suicidio previos a febrero del 67. Sabe que sobre su relación se levantaron especulaciones de romance, de peleas, de culpas: “Es muy fácil hablar después sin haber estado ahí. Con Violeta hubo un encuentro en una búsqueda, como tantos otros que se cruzaron en el camino y que uno incorpora”. —¿Qué importancia le das a Las últimas composiciones? ¿Te gustas al escucharte allí? —Estamos hablando de un disco en el que ciertas letras, como las de “Gracias a la vida”, han dado la vuelta por el universo hasta ser casi muletillas de algunas regiones. Hay en ese disco todo un canal de enseñanza que se ha incorporado al universo; entonces es una maravilla que no merece ni una corrección ni una mirada de juicio. vía en Suiza, y otros en manos de un galerista. Eran datos vagos, pero yo me propuse dar con esas personas y recuperar esas obras. Fui a Ginebra y primero contacté al galerista, quien al principio negó todo: que él no sabía nada, que no tenía ninguna obra, que chao pescado. Entonces yo, como último recurso, me planté ahí y me puse a recitar el poema a la Violeta”, continúa Nicanor, en referencia a su famosa Defensa de Violeta Parra. “Eso impresionó al hombre, quien cambió por completo de actitud y me dijo: ‘Tengo gran parte de la obra de Violeta. Queda toda a tu disposición. Además, te pondré en contacto con la condesa’. Y así fue como recuperé todo sin pagar un peso: gracias al poema”. –¿Se trajo esas obras de inmediato a Chile? –Sí, pero tuve que arreglármelas para burlar la aduana. Como eran obras de arte, sacarlas de Suiza obligaba a pagar unos impuestos altísimos. Entonces las metí dobladas al fondo de unas bolsas de ropa sucia. “¿Y esos sacos?”, me preguntaron después en el aeropuerto en Chile. Pero abrían, veían los calzoncillos y cerraban al tiro. Aquella poesía salvadora, por si el lector no la conoce, es un homenaje inscrito dentro de los más populares textos de Nicanor. Aunque lo parezca, no surgió como un tributo póstumo, sino como un saludo en vida escrito durante una enfermedad grave de aquel “corderillo disfrazado de lobo” que describe su hermano, y que incluso ambos grabaron juntos –él en la declamación, ella en la guitarra– para algún viejo disco de Odeón. Hoy Nicanor dice que a Violeta sigue debiéndosele una defensa “porque en vida no se le hizo justicia”. –Y en su muerte tampoco, a juzgar por la desprotección de su legado. –Yo no trabajo con fantasmas. Pero lo que pasa es que ella sigue siendo una carta del naipe, y los políticos la usan para beneficio propio. Violeta pop durante su infancia, podria decirse que Javiera Parra no escuchaba sino que “padecía” la inescapable música de su abuela. “Qué pena. Saquen a esa señora”, se recuerda a ella misma rezongando. El aprecio de la música del mayor talento de su familia paterna fue un proceso lento y exigente, en el que Javiera se fue acomodando cuando “el personaje dejó de ser más grande que la abuela”, según ella. “Me costaba mucho asumir su historia, su suicidio; me daba mucha pena”, explica. “Pero con el tiempo he ido endulzando su recuerdo, comprendiendo a la mujer que ella era por muchos más lados: frágil, dulce, tierna. Como que entender a la Viola y sus matices ha tenido que ver con entenderme a mí y a todas las mujeres”. Su venidero disco, ya en etapa de preproducción, será la prueba no sólo de esa renovada convicción en la profundidad de su abuela, sino también un símbolo poderoso para su propia carrera como cantautora. El primer álbum de tributo a Violeta Parra de Javiera & Los Imposibles será también el primero luego del nacimiento del primer hijo de Javiera y un período de pausa en la banda que varios interpretaron como una disolu- FOTO: IXOIXOIXO IXOXIOXIOXIO ce. Tampoco funcionó en 1992 la promesa de la Municipalidad de Santiago (entonces con Jaime Ravinet como alcalde) de reconstruir la Peña de los Parra hasta darle forma a un anfiteatro y salas de conciertos y exposiciones. El anuncio de ese mismo año de que la estación San Pablo del Metro se rebautizaría como “estación Violeta Parra” quedó, también, en nada. Recién el próximo 8 de noviembre, el Centro Cultural Palacio La Moneda inaugurará la exposición de algunas de las arpilleras con que la chilena hizo historia en los salones del Louvre, en París. La familia ha cedido en comodato parte de ese legado para su muestra gratuita en no más de 130 metros cuadrados. ción. Hasta ahora, ella y el guitarrista Cristián López han estado trabajando sobre nuevas versiones de “Arauco tiene una pena”, “Según el favor del viento” y “En los jardines humanos” (“Es una barca de amores”). “las canciones de la violeta tienen un peso específico que es imposible de superar”, confirma Javiera, “y obviamente no es lo que pretendemos. Las letras le quedan como poncho a cualquiera, por su intensidad, por lo demandante que resulta cantarlas. Por eso creo que hemos ido dulcificando, sintetizando, atreviéndonos a un sonido más pop. Sí tengo clarísimo que no será un disco de rock, y hasta nos hemos ido por un lado medio easy listening. Nunca he escuchado versiones de Violeta como éstas”. Ya su hermano Angel y su prima-hermana Tita habían abordado la música de Violeta en cuanto abuela (ver recuadro con discos tributo), e Isabel y Angel, los dos únicos hijos del primer matrimonio de Violeta (con Luis Cereceda), difundieron en los años sesenta incluso versos que Violeta no llegó jamás a musicalizar. Se observa entre los cercanos a la artista casi una compulsión por dejar testimonio de su influencia, pues hay tributos a Violeta en innúmeros discos, libros, montajes escénicos y poemas. Chile tiene, incluso, un Club Deportivo Violeta Parra. Este mismo artículo debe interpretarse como un saludo entusiasta a su estatura artística, que sirve como un rasero esperanzador sobre la identidad y la expresión chilenas. Costaría encontrar músicos latinoamericanos que no la conozcan. “Aun cuando se ponga de moda ser folclórico, Violeta Parra va a ser inabarcable” escribió Silvio Rodríguez en la introducción al cancionero Virtud de los elementos (2005). “Hay cosas que las modas no podrán alcanzar, ni los ismos ni ciertas corrientes. Se puede poner de moda una manera de cantar, de hablar, de vestirse y hasta de ser (o aparentar que se es); pero la tierra, las montañas, el mar y el cielo fueron desde hace mucho configuraciones esenciales, como la Viola y como ella dejaron su señal”. Según Charly García, “¡te juro que envidio a Violeta Parra por haber hecho ‘Volver a los 17’!”. Como tantos artistas de idea fija y aspiraciones elevadas, Violeta Parra no estaba para minucias prácticas como la celebración de su cumpleaños. Isabel, su hija mayor, no recuerda haber pasado ningún 4 de octubre con una torta sobre la mesa familiar. Por eso, las actividades venideras en su memoria son un modo “de pagar la deuda de noventa cumpleaños”, según ella. Además de la citada exhibición de arpilleras en el subterráneo de La Moneda, se apresta ya la edición de un libro de gran formato que cataloga su obra plástica y la reedición de algunos de sus discos (ver recuadro). Una gran carpa, cómo no, acogerá ese día de octubre a familiares, amigos e invitados musicales de renombre internacional, y que la Fundación Violeta Parra ya “selecciona con pinzas” junto a tres productores profesionales. Por ahora, es algo así como un secreto. Más tarde será un estruendo. “La gente va a llegar en masa a cantar”, confía Isabel, “y brotarán muchas cosas”. Al menos ese día, el canto de todos será su propio canto. Violeta en la web www.archivochile.com/ entrada.html: en nombre de la “memoria chilena”, se reúne casi un centenar de archivos vinculados a Violeta, incluyendo notas de prensa, ensayos académicos, entrevistas a familiares, fotos y registros audiovisuales. www.letras.s5.com/ archivovioleta.htm: más textos de archivo, incluyendo prólogos de sus libros, cartas a sus cercanos y décimas autobiográficas. discosvioleta.blogspot. com: valiosa recolección de discos y grabaciones de la artista y su círculo cercano para descarga gratuita. El lamentable descatalogamiento de la discografía original de Violeta sostiene el esfuerzo de recolección y difusión del poeta Rodrigo Olavarría. www.musicapopular. cl: la enciclopedia online de música chilena incluye biografías de Violeta y todos sus parientes músicos. www.youtube.com: casi no quedan registros audiovisuales de Violeta, y en YouTube se acomodan sencillos homenajes montados por fans con música y fotos. Sin embargo, el sitio permite tener acceso al menos a una joya: la entrevista con Magdeleine Brumagne en el taller de trabajo que mantuvo Violeta en Ginebra, Suiza (parcialmente incluido en el documental Viola chilensis). El título del video es Violeta Parra Chile. rolling stone, septiembre de 2007 39 ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ Por guillermina altomonte BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB B B o o S omos ocho hermanos. Todos, fuera de Violeta y yo, son individuos antisociales, que no completaron su educación. Sólo ella y yo hemos logrado una posición estable. Mi padre, junto con perder el código, el reloj y la mesa, perdió su posición. Pero de él heredamos la afición a la poesía y a la música. Todos somos músicos, y cuando nos reunimos, se forma una gran fiesta”. Palabras de Nicanor Parra en una entrevista que le hizo el escritor José Donoso, en 1960. Resulta difícil, en un país donde la historia está firmada por apellidos largos y poderosos, entender que ocho huérfanos pobres del campo del sur de Chile hayan fundado una legendaria dinastía. BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ Un payaso cantor, una matriarca de vozarrón potente, un guitarrista excepcional y una deficiente mental completan la primera generación de la familia más prolífica y popular de Chile. Son los hermanos bajo perfil de Violeta y Nicanor, de Eduardo y Roberto. También son (o fueron) artistas. También dejaron huellas. Esta es su historia. BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ 40 rolling stone, septiembre de 2007 FOTO: IXOIXOIXO IXOXIOXIOXIO BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB x PARRAz +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ LOS OTROS B BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ B Ioxiox iox ixo ixoi xo ixoi xo ixo xio ixo ixo ixoi xo ixo ixoi xo ioxi Ioxiox iox ixo ixoi xo ixoi xo ixo xio ixo ixo ixoi xo ixo ixoi xo ioxi BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB B Oscar, el payaso “(mi padre) era un tarambana. lo poco que heredó de mi abuelo lo gastó muy rápido, porque era aficionado ‘al vino, las mujeres y el canto’. Era poeta y cancionista. De joven, trabajó en un circo. Supongo que será por eso que la familia Parra siempre tiende al circo. En la actualidad, uno de mis hermanos es tony musical en un pobre circo de barrio; un individuo sombrío, melancólico, hermético, muy distinto a mi padre, que era dicharachero y alegre”, le dijo Nicanor a José en el 60. Casi medio siglo después me encuentro con el individuo sombrío. El Parrayaso, el Tony Canario. Más bien: Oscar René Parra, con 76 años es el menor del clan, que se defiende del crudo invierno con una manta que cubre sus rodillas y un gorro de lana que baja hasta los lóbulos de las orejas. Está esperando a su representante. Dejó el circo hace más de una década. Sobre la manta escocesa tiene una carpeta llena de papeles: sus cuecas y coplas, que dice haber rescatado hace poco del polvo. Las hojea y repara en una: “Mire, esta es una décima: Soy Oscar Parra, el cantor / hermano de la Violeta, de Roberto el gran chucheta, de Lautaro y Nicanor / y soy hijo del amor / primo cercano de un vaso / y hoy mando un abrazo de cuecas y fantasía / en un jarro de alegría / les presento el Parrayaso. Cuando me toca actuar, empiezo con esto”. A Oscar el terremoto de 1939 lo pilló en Chillán. Llegó a Santiago poco después, en la segunda tanda, junto a Elba, Lautaro y Roberto. Tenía 5 años cuando desembarcó en Estación Central; ya oscurecía y alojaron en un hotel llamado Chile-España. Después empezó el peregrinaje –común a los retoños Parra– por distintas pensiones y casas. En realidad no quería ser músico como sus hermanos. Primero le llamaron la atención otros hábitos. A los 16 ingresó a un seminario para prepararse para ser cura. El entusiasmo le duró hasta que, durante las misas de domingo, las chiquillas le empezaron a hacer señas con las manos mientras él trataba de concentrarse en el coro. Dejó los votos y empezó a trabajar de acomodador de platea alta en el Teatro Metro, hasta que una orden de la Metro Goldwyn Mayer prohibió las propinas para los acomodadores. Fue entonces cuando intentó el servicio militar en la Marina: al año se cansó del camino militar y se escapó de Valparaíso; lo encontraron y lo encarcelaron por desertor; mamá Clara tuvo que hacer malabares para sacarlo. Por entonces tenía 20 años. Una novia lo había dejado y decidió empezar a cantar en un circo. Después conoció a su señora, Iris, cuando ella pasó a tomarse una bebida al restaurante donde él trabajaba. Cuando se casaron, ella le hizo ropa de huaso para que Oscar hiciera su número. Se empezó a pintar de tony, a escuchar y aprender de los demás payasos. Se empezó a defender con coplas picantes. “Las tengo todas escritas acá”, y acaricia su carpeta. “Esa niña que está ahí / se miraba en un espejo / con la tijera en la mano / cortándose los pensamientos. Y los huasos se reían pa´l mundo. Ese joven que está ahí / es un joven de mucha estaca / las chiquillas no lo pescan / porque tiene el mismo gusto que las vacas. ¡Más aplausos todavía!” –¿No le daba susto el escenario? –¿Susto? Al principio sí. Después nada. Acá le recito otras coplas… Esta es muy buena: ‘Sueño de un loco’– y Oscar Parra empieza a cantar de memoria, con las fotocopias sobre la falda y los ojos entrecerrados. –Qué memoria la suya. –76 años ya y nunca me ha fallado. Hay otras mejores… ‘El zancudito’, esa se la recito más ratito. –¿Tiene hijos? –Tengo tres: dos varones y una mujer. Dale duro al amor, dale duro… si me dices que sí, será mucho mejor... Mi hijo mayor se llama Oscar Manuel, después viene Nicanor Arturo, que le puse así B Los Buendía chilenos: reconstruir su árbol genealógico es casi tan difícil como rastrear el de Aureliano. De la enredadera de nombres hay cuatro que se han llevado las palmas: Violeta, Nicanor, Roberto y Eduardo. Gracias a ellos sabemos, por ejemplo, que los ocho Parra Sandoval fueron hijos de una costurera y un profesor de música. Ha sido descrita la infancia mísera en Chillán y la migración paulatina de los hermanos a Santiago, liderados por Nicanor, así como el debut de cada uno en esferas artísticas cuando ni siquiera eran púberes, en las calles, en las estaciones de ferrocarril, en las plazas. Ya empezaban a escribir su destino. Pero el clan no se agota en cuatro estrellas y su descendencia. La primera generación Parra la completan los hermanos Hilda, Lautaro, Elba y Oscar. Los hombres todavía viven; las mujeres han muerto. Al igual que otro hermanito, Caupolicán, que murió a los dos años y que casi ningún Parra alcanzó a conocer. Los cuatro fueron músicos. Todos intentaron brillar. Algunos todavía lo intentan. BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB FOTO: IXOIXOIXO IXOXIOXIOXIO +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ B BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ B +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ rolling stone, septiembre de 2007 41 p Los otros PARRA P` Sus sobrinos la trataban como a una niña: la molestaban, le tiraban los vestidos, la bombardeaban con migas de pan y ella los perseguía y les pegaba suavecito. Se paseaba de un lado a otro cantando “Mambrú se fue a la guerra” o canciones de cuna. Todo el día. Hasta que le daban “sus ataques epilépticos” y había que ayudarla. Elba Parra era deficiente mental. Nació con un tumor en la cabeza, vivió toda su vida con la abuela Clara y murió joven. Sus hermanos y sobrinos no recuerdan bien cuándo. Sí tienen recuerdos de ella cantando. La Yuca, le decían. “Ella tarareaba a su gusto, cruzada de brazos: Queremos ver a Ibáñez / colgando de un farol / con tanta lengua afuera / pidiéndonos perdón. Después aplaudía y cantaba canciones de muñecas”, dice su hermano Oscar. La versión del Tío Lalo es que Elba se cayó de la cuna cuando guagua y por eso “quedó mal de la cabeza”. Lalo siente algo de culpa: la Yuca siempre fue algo marginada. “Nosotros no nos dábamos cuenta que ella podía cantar, y bien. Así que la dejamos a un lado, que fue una maldad. La dejamos sola; no se nos ocurrió decirle: oiga, cante con nosotros también. Fuimos malos en ese aspecto, como orgullosos”. Y eso es todo lo que se sabe de ella. 42 rolling stone, septiembre de 2007 Hilda, la del vozarron maria hilda parra, la mayor de las mujeres, tuvo a su primer hijo en una fonda de Curacaví, un 20 de septiembre de 1937. 38 años después murió de un cáncer gástrico. Sobre todo lo que pasó entremedio, su FyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyF “La Violeta era pesada. Tenia un genio muy re malo. Asi como tenia mal genio era buena escritora”. F yyyyyyyyyyy Elba, la enferma clavas y con platos. ¿Me saca la foto con gorro o sin gorro? Me saco la manta mejor… soy tan friolento yo; todos los Parra lo somos. Duermo con guatero. a la Negra Ester. Era encachada de cuerpo pero fea de cara. ‘Y para qué le voy a mirar la cara’, decía Roberto. Era muy buena gente la Negra. –¿Su mujer no lo retaba? –Uf, todas las noches. Acá hay otra copla más: se llama ‘Señores, yo les presento’. También hice malabares. Con pelotas, con F hijo Juan Orlando Báez –alias Nano, el que vino al mundo en plenas fiestas patrias– es tajante: es interminable de contar. Le pido que haga un esfuerzo. “Mi mamá era una mujer gordita, de lentes, pero que se imponía ante todos los hermanos. Le tenían un respeto absoluto, hasta la Violeta. Si alguien le faltaba el respeto FOTO: IXOIXOIXO IXOXIOXIOXIO “parratango” en Europa. ¿Y usted no me va a sacar ninguna foto? Nos comunicamos por Internet. Roberto era uno de los mejores hermanos. La Violeta era pesada. Tenía un genio muy re malo. Así como tenía mal genio era buena escritora. ¡Era mandona! Ahora quedamos sólo cuatro Parra Sandoval. –¿Al Lalo y a Nicanor los ve? yyyyyyyyyy por mi hermano, y la lola se llama Patricia del Carmen Parra Gajardo. Hay varios Nicanor en la familia: el antipoeta, el hijo de la Hilda, mi hijo y mi nieto. Cuatro Nicanores. Bueno, los hijos de la Hilda se ponen Parra por nosotros, aunque son Báez. ¿Quién le daría bola a Nano Báez? Nadie. –¿Con cuál de sus hermanos se veía más? –Con mi hermano Lautaro, que hace –Con Nicanor hablamos por teléfono. Cuando lo iba a ver, él se tomaba su vaso de leche y yo de tinto. Ahora todo lo contrario. Ahora hace 12 años que no tomo nada, nada, ni una pilsen… Me bajaron los achaques. Dolores por todos lados… Con el Lalo tomábamos harto, con el Roberto también, en San Antonio; él se crió allá en los cabarets y cuando yo pasaba con el circo nos íbamos de parranda. Estaba en el cabaret “Las luces del puerto”, ahí conoció yyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy Ioxiox iox ixo ixoi xo ixoi xo ixo xio ixo ixo ixoi xo ixo ixoi xo ioxi FOTO: IXOIXOIXO IXOXIOXIOXIO a mi abuelita, mi mamá meta charchazos. Esa era Hilda Parra”, aventura. El Nano espanta las moscas de la mesa, sobre la que aún flotan algunos restos de combinado de la noche anterior. Esta es su creación: la Peña de Nano Parra, que funciona hace 16 años en Ernesto Pinto Lagarrigue, en pleno barrio Bellavista. Llega todos los días a eso de la una de la tarde y se va recién cuando termina la tertulia. Dice que en las tardes penan. Él escucha ruidos, pasos, las copas que se mueven, pero no tiene miedo porque cree que es un alma buena. Nano es el mayor de la segunda generación Parra. Tiene casi 70 años y buena memoria. Hilda se casó con Joaquín Báez, un músico de circo y trapecista. Buena persona, según su hijo. El padre de Joaquín tenía un circo y el matrimonio se fue a trabajar con él. Después volvieron a Puente Alto, a vivir con la madre de Hilda y 25 personas más. “Yo conocí a una familia grande, densa, en una casa que para mí era gigantesca. Ahí vivía mi abuelita Clara con su segundo marido Roberto Arenas, mi tío Nicanor con mi tía Ana, su primera esposa, con la Panchita y la Catalina que eran sus dos hijas y su hijo Alberto. También vivía mi tía Violeta con mi tío Pepe, su primer marido, y el Ángel y la Isabel que eran chicos. Mi tía Clara con mi tío Lalo, y el hijo de la Clara que era Humberto Moreno, de otro matrimonio. Vivía mi tío Roberto, soltero, Lautaro, soltero, y Oscar, soltero. Mi tía Yuca, que era la Elba, mi bisabuela, mis papás y mi hermana Gladys. Más tres o cuatro pensionistas. Harta gente”, recuerda Nano. “Tipo seis de la tarde, todo el mundo se empezaba a arreglar. Las mujeres se pintaban, los hombres se bañaban y se afeitaban. Y se iba cada uno a su trabajo. Volvían tipo seis o siete de la mañana y se armaba un bullicio extraordinario: los hermanos todos buenos para la talla y con traguitos en la cabeza, entonces todo el mundo se despertaba, reclamaban los pensionistas, los vecinos, mi abuelita se levantaba con un sable y a sablazos los hacía callar”. El matrimonio dormía con sus dos hijos, todos juntos en una cama. Cuando el padre salía a trabajar en la mañana, los niños se quedaban con la mamá y ella decía: Nano, pásame la guitarra por favor. Él se la llevaba y uno a cada lado, extasiados, la escuchaban cantar. Así se fueron aprendiendo las canciones y cuando a Hilda la contrataban para cantar en fiestas o cumpleaños, los llevaba con ella. El Nano la acompañaba desde su silla, sentadito. Cuando creció cumplió su sueño: el Trío de los Parra con su hermana y su madre. Grabaron un LP en el año 67. “Los recuerdos de mi madre como cantora popular para mí son los más hermosos; toda la gente que escuchó a mi madre y a la Violeta y a todos los Parra está de acuerdo en que mi mamá era la que tenía un vozarrón increíble. En esa época no se usaba micrófono y cuando ella se ponía a cantar se producía un silencio total; ella con su imponente voz hacía que todos la escucharan como si estuviera en una iglesia”, dice su hijo con devoción. Hilda cantó durante mucho tiempo jun- to a Violeta: eran número fijo en las fondas de Renca o Pudahuel. Eran muy cercanas; cuando Violeta estaba en Santiago no pasaban más de dos días sin verse. Después, Violeta dejó el dúo y la Hilda siguió cantando en la Quinta Las Brisas en el paradero 22 de Gran Avenida; en el Parque Rosedal en el paradero 18, en Las Higueras en el paradero 17, en La Nave, en el restaurante El Banco de San Pablo, y en Matucana. “La Hilda fue muy conocida”, asegura el Tío Lalo. “Tenía su conjunto infantil, de niñas todas vestidas de huaso, y tuvo gran aceptación. Eso fue en el tiempo de Frei Montalva. Era muy amiga de la señora de Frei; un día me llevó a mí con su conjunto a La Moneda a conocer personalmente al Presidente de la República y a su señora… ¿Cómo se llamaba? No me acuerdo. La Hilda murió en el tiempo de la dictadura, así que nadie supo. Ni los diarios ni la televisión, porque estaba todo restringido. Yo la alcancé a ver en el hospital. De ahí desapareció la Hilda Parra, después de ser tan famosa. Como la Violeta… bueno, no tanto”. Según lo que recuerda Nano, su mamá era un poco distante con Lalo “porque él siempre trataba de pasar por arriba de todos sus hermanos”. Adoraba a Oscar y a Lautaro y, sobre todo, a Roberto: “Mi madre era la mamá de todos sus hermanos. Con el que se entendían muy bien en lo artístico era con Nicanor; fueron muy unidos pero más hacia el final. Porque él esta- ba en otra, en sus estudios, en su cuento. Era un poco frío para lo demás; él siempre ha dicho hasta el día de hoy: ‘Cada uno tiene que rascarse con sus propias uñas’. Eso lo dice todo”. A partir de la muerte de Violeta, el 5 de febrero de 1967, Hilda se hizo cargo de la carpa de La Reina durante un año junto a Lautaro y Roberto, pero pronto desistió. Sus siete hijos siguieron ligados a la música. “Yo creo que los hijos de la primera generación Parra, todos cantamos”, dice Nano. “Nuestros hijos también: yo tengo seis hijos y todos hacen música, pero son profesionales. Yo no les permití que siguieran mi rumbo. En este país no se puede vivir de la música”. Lautaro, UNA CHARLA CON EL principe via msn PRINCIPE dice: ¿Guillermina? Guillermina dice: Hola Lautaro. PRINCIPE dice: ¿Cómo sabes mi nombre? Guillermina dice: Le pedí a Violeta su correo porque quería hablar con usted… Bueno, me presento: soy periodista de la revista Rolling Stone. PRINCIPE dice: Qué gracioso el título. Yo soy del diario “CARLOS GARDEL” PRINCIPE dice: Fuera de broma, estoy de buena hoy así que vengan las preguntas Violeta, su hija, lo había advertido: a Lautaro Parra le encanta hablar por Messenger. Nano también había adelantado que es bueno para las tallas: cuando era joven y vivía en Santiago, les contaba cuentos de terror a los sobrinos hasta que ellos corrían despavoridos a la cama. Los que lo conocen coinciden en que es un gran guitarrista. Su hermano Lalo se deshace en elogios: “Es un gran músico y escritor. Escribe de la misma manera mía, en décimas. Se tuvo que ir en el tiempo de la dictadura y está instalado en Suecia con residencia para siempre. Ha venido varias veces a Chile pero no lo conoce nadie. Dos veces que yo estuve mal, grave, vino a verme. Y me hizo muy bien. Él me decía ‘yo soy el doctor Parra, porque con mi presencia te mejoraste’”. Lautaro Parra tiene 79 años y diez hijos. Cuatro viven en Suecia con él y su segunda mujer, una periodista sueca. El mayor vive en São Paulo y los otros cinco en Chile. Ixo ixoiox ioxioxiox iox iox ioxi xo ixoi xxix ix xo oix ioxi oxi oxioxioiox. Entre ellos Violeta, que en julio del año pasado lanzó su carrera musical. Nunca ha ido a visitar a su padre pero se mantienen en contacto: “Hablo con él todos los días por Internet, con cámara y todo. Es chistoso porque se llama ‘El Príncipe’”. Guillermina dice: ¿Por qué se fue a Suecia? PRINCIPE dice: Salí de Chile por que me separé de mi esposa y me arranqué con una lola para acá. Guillermina dice: Ah... yo pensé que era por temas más bien políticos PRINCIPE dice: Aborrezco la derecha y la izquierda, son las misma mierda pero con colores distintos. Son los mismos comerciantes de siempre. No me meto con ellos. Guillermina dice: ¿Y desde chico que usted canta? PRINCIPE dice: Sí, desde pequeño Guillermina dice: ¿Con sus hermanos? PRINCIPE dice: Algunas veces, otras con diferentes personas. Yo soy un ave de alto vuelo, no me mire en menos. Según Violeta, Lautaro ha hecho de todo: es escritor, compositor, pinta, hace trabajo en arpilleras y ha estado en los festivales más grandes de Europa. Ahora está terminando su último libro, Jacinto Laguna, que cuenta la historia de un personaje chileno de pueblo. También es autor de La Pacha Mama: “donde habla de toda la familia: las verdades de la familia, porque hay mucho cuento. El Tío Lalo lo leyó completo y dijo que estaba espectacular, a la Isabel no le pareció chiste porque en realidad son verdades que muchas veces la familia no quiere divulgar”, dice misteriosa la Violeta. “Mi papá me puso este nombre porque cuando falleció mi tía dijeron: la primera hija que nazca de cualquiera de los hermanos le ponemos Violeta. Y fui yo. Es un peso grande, porque de repente vai a un evento y dicen ‘aquí presentamos a la sobrina de la Violeta Parra, ¡Violeta Parra!’ Trato de no utilizar mucho el nombre, pero igual tenís que dejarlo bien parado”. “Ese nombre es muy grande”, reprueba el Tío Lalo. “A este Lautaro se le ocurrió ponerle Violeta, y me aconsejaba ‘pónele Violeta a alguna hija que venga en camino’. No, le dije, yo por nada. Es un atrevimiento. Violeta Parra hay una sola”. rolling stone, septiembre de 2007 43