Fantasías de ajedrez, Lord Byron

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Fantasías de ajedrez, Lord Byron
Relájate, piensa rápido y mueve. Esas fueron sus últimas palabras,
las cuales memoricé rápidamente sin intención de hacerlo, se quedaron
grabadas en mi mente, como el padre nuestro. Entré en la sala, di
unos cuantos pasos y en seguida me quedé cegado por la gran
luminosidad, no podía parar de temblar de los nervios, el corazón me
latía a mil por hora y se me revolvían las tripas.
Mi padre, quien me había acompañado siempre a todas horas tuvo que
quedarse afuera esperando, así eran las reglas y yo tenía ningún
motivo para incumplirlas.
La verdad es que no me acuerdo muy bien cómo llegué a aquel asiento
tan incómodo, pero si
recuerdo que tuve que andar por
un pasillo muy largo, y
que me dolía el vientre, eso sí lo
recuerdo.
Al sentarme en esa
averiguar cuánto me
que
pasasen
varios
pesar de la experiencia
nervioso, pero cuando
nuestras manos como
cambiado.
butaca de terciopelo, aparte de
iba a doler la espalda después de
minutos, le vi la cara. Él, a
también
reflejaba
estar
nos levantamos y estrechamos
símbolo de fair play su cara había
No
recuerdo
que
sucedió
después, solo sé que aquella
cara me había desconcertado,
él había ganado la primera
partida, la psicológica. Pero no
me podía rendir, la guerra aún
no había empezado. Ideé una
estrategia,
pero
era
demasiado
previsible, y entonces fue cuando
realmente caí en la cuenta de que
la única forma, la única posibilidad
de triunfar, era improvisar.
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Relájate, piensa rápido y mueve. Si hasta llegaba a parecer sencillo,
si mi oponente fuera un niño pequeño, o incluso de mi edad, pero no.
Hoy lo tenía enfrente a él. Me doblaba en experiencia y las apuestas
iban en contra de mí, pero en aquel momento no me importaba nada
que no fuese él y yo.
La guerra aún no había empezado y mis manos no dejaban de sudar,
bueno todo el cuerpo en realidad. Intenté apartar mi vista de él,
pero no podía y eso me enervaba aún más.
Se nos permitían cinco minutos antes de la batalla, normalmente en
este tiempo se suele intentar establecer alguna estrategia pero yo ya
tenía la mía, es decir, ninguna.
Me dediqué a observar
pudiera
darme
una
escondía muy bien su
absolutamente nada.
cualquier movimiento facial que
ínfima ventaja, no obstante, él
pensamiento y no pude averiguar
El juez encendió el
segundos para cada uno
se eligiese por sorteo
afortunado de atacar
lanzó la moneda de
empezaba él. Pero no
estrategia ah no, que no
cronómetro, diez minutos y cero
que empezarían después de que
quién de los dos sería el
primero. Una mano inocente
tres euros y desafortunadamente
importaba, bastaba con seguir la
tenía.
Relájate, piensa rápido y mueve.
Debía aprovechar su tiempo
para
pensar
mi
próximo
movimiento. El principio es lo
más difícil de toda partida de
ajedrez.
E2-E4. Tan simple y previsible pero
esta vez no estaba jugando con un
amigo o desde el móvil. Se trataba
de una partida oficial, y tome la
decisión de imitarle E2-E4. Le
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había pasado la bola, como todo novato, quería que el que se
arriesgase fuera él, aunque eso me costara la partida.
Cinco minutos y cuatro segundos para mí y él aún conservaba siete. El
tiempo pasaba demasiado rápido, y no estaba acostumbrado a tanta
presión. Intenté hacer caso a mi padre, y exhalé todo el aire que
pude, pensé durante 5 segundos y moví lo primero que pensé que
podría estar bien.
Él movió rápido, su noveno peón se adelantó una casilla, el noveno
peón, me quede pensando un buen rato, pero pronto me arreé a mí
mismo porque el tiempo seguía contando. Y lo vi claro, había tenido un
fallo a mi parecer y debía aprovecharlo pues no se producirían muchas
más veces. F2-I6.
Le comí ese peón mal
además apuntaba a su
momento sonreí pues
empezar la guerra que
esta. Pero él sonreía
que ponen los franceses
plato de queso solo
recordó a qué había
los franceses de una vez
advertido.
posicionado con mi alfil que
caballo diagonalmente. Por un
no hubiera creído antes de
tendría una buena ocasión como
aún más, puso la famosa sonrisa
cuando tienen delante un buen
para ellos. Esa sonrisa me
venido. Tenía que acabar contra
por todas y mi padre me lo había
Así que tenía que atacar, debía
borrarle esa sonrisa de la cara,
mi orgullo inglés no me lo
permitía.
Relájate,
piensa
rápido y dispara. La frase
había
cambiado,
ahora
no
estaba disputando una partida de
ajedrez, ahora estaba dirigiendo al
ejército inglés hacia la victoria. La
guerra estaba decantada para el
ejército francés pero yo desde
aquella sala, podía darle la
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vuelta. Por algo había sido elegido para dirigir los nueve escuadrones
ingleses que se movían bajo mis órdenes.
Todas las maniobras que se me pasaban por la cabeza eran conocidas
por nuestros enemigos y el tiempo jugaba en mi contra pues por cada
segundo que pasara sabía que varios ingleses habían perdido la vida.
No podía soportar tanta presión bajo mis hombros de tan solo 27
años. Pero me dolía aún más aquella sonrisa, aquella mirada, y ordené
que todas las escuadras se desplazarán al centro, cubriendo muy bien
al rey y a la reina de cualquier ataque enemigo. La responsabilidad de
aquel movimiento era toda mía, y sabía las catastróficas consecuencias que podía tener un movimiento incorrecto. El teniente general me
preguntó cuál era el siguiente paso. En ese momento odié estar allí,
en
aquella
sala
endemoniada donde la única opción
era la muerte. Y ordené
la retirada y el rey cayó.
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