Elder Neal A. Maxwell - El Libro De Mormón una Gran Respuesta a la "Gran Interrogante" El Libro de Mormón brinda grandes y profundas respuestas a lo que Amulek llamó “el gran interrogante” — a saber:¿ realmente ha de haber un Cristo?— (Alma 34: 5-6). El Libro de Mormón con claridad y con evidencia dice: “¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!” Es más, en su tema central el libro declara que “todas las cosas que han sido dadas por Dios al hombre, desde el principio del mundo, son símbolo de [Cristo]” (2 Nefi 11: 4). ¡Cuán sorprendentes son sus respuestas, si consideramos todo lo que Dios pudo haber escogido para decirnos! Él, ante quien se encuentran todas las cosas — pasadas, presentes y futuras— continuamente (véase DyC 130: 7), ha decidido decirnos acerca del “evangelio” (3 Nefi 27: 13-14, 21; DyC 33: 12; 39: 6; 76: 40-41) — las trascendentales “buenas nuevas,” — las resplandecientes respuestas a la “gran interrogante.” Asombrosamente, también, Dios, quien ha creado “incontables mundos” (Moisés 1: 33, 37-38; véase también Isaías 45: 18) decidió confirmarnos en este “granito de arena” que “Él no hace nada a menos que sea para el beneficio de [este] mundo; porque él ama a [este] mundo” (2 Nefi 26: 24). Y “porque, he aquí, ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1: 39). No debe sorprendernos que este glorioso mensaje del evangelio sea más perfecto que cualquiera de sus mensajeros, salvo Jesús solamente. Ni debería sorprendernos que el mensaje del evangelio sea más comprensible que la inteligencia de cualquiera de sus portadores u oidores, salvo Jesús solamente. Al parecer, José Smith lo tradujo a un promedio de ocho de sus páginas impresas cada día, por tanto, el significado completo del Libro de Mormón no pudo ser apreciado de inmediato y por completo por el Profeta José. El profesor Jack Welch ha dicho, que según este promedio solamente se habría utilizado un día y medio en traducir los primeros cinco capítulos de Mosíah, un extraordinario sermón sobre el cual se escribirán libros. Al salir a la luz, como pasó con el Libro de Mormón, en el „Cinturón de la Biblia‟ (en la región sureste de EEUU) y en las condiciones del resurgimiento religioso en los primeros días de esta dispensación, nosotros los de la Iglesia hemos sido lentos en apreciar su relevancia especial hacia la condición erosiva de nuestra época, la parte final de esta dispensación. Aunque la duda y la incredulidad han crecido entre algunos eruditos y clérigos con respecto a la realidad histórica de Jesús; esas, no eran las condiciones en los Estados Unidos de 1830. Por lo tanto, hablando demográficamente, la mayor parte del “ministerio” del Libro de Mormón está sucediendo en una época de malestar e incertidumbre profundas con respecto a la “gran interrogante;” la gran pregunta, ya que para contestarla ¡fue creado el Libro de Mormón! Otra impresión fuerte es la forma en que el Libro de Mormón predice la salida, en los útimos días, de “otros libros” de escrituras (1 Nefi 13: 39), de los cuales forma parte, “probando al mundo que las Santas Escrituras son verdaderas, y que Dios inspira a los hombres y los llama a su santa obra en esta edad y generación, así como en las antiguas” (DyC 20: 11). Con respecto a las omisiones de la preciosa Santa Biblia, solamente en un capítulo de 1 Nefi, el capítulo 13, aparecen varias frases: se han quitado, aparece cuatro veces, se han suprimido aparece dos veces, se han suprimido de aparece dos veces, ha despojado está una vez, fueron suprimidas está una vez, que se quitaron aparece una vez. ¡En un solo capítulo aparecen once indicaciones de omisiones causadas por deficiencias en la transmisión! Más aún, como lo indicó Nefi, fueron las “cosas claras y preciosas” las que se han perdido. Se acordarán que la traducción de José Smith de Lucas 11: 52 muestra a Jesús criticando a quienes, en aquella época, habían “quitado la llave de la ciencia, la plenitud de las escrituras” (TJS Lucas 11: 52). Aunque no sabemos precisamente que es lo que “se ha suprimido” o “se ha quitado” (véase 1 Nefi 13: 40) lógicamente, en la Restauración, habrá una gran representación de tales verdades claras y preciosas. Por tanto, los “otros libros” proporcionan precisamente lo que Dios más desea que “se tengan otra vez” entre los hijos de los hombres, para que podamos conocer la verdad de las cosas, como en la frase feliz de Jacob, “de las cosas como realmente son” (Jacob 4: 13). La convergencia de estos “otros libros” de escritura con la preciosa Biblia es parte del ritmo de la Restauración. El ritmo hubiera sido imposible de no ser por los esfuerzos de personas devotas y heróicas, incluyendo a los profetas judíos y al pueblo judío de la antigüedad que, en las palabras del Libro de Mormón, tuvieron “afanes,” “trabajos,” y “aflicciones” a fin de preservar la Biblia para nosotros. Lamentablemente, como fue previsto, los judíos, como pueblo, no han recibido el agradecimiento por esa contribución y en vez de eso han sido “escarnecidos,” “desdeñados” y se “han burlado de ellos” (véase 2 Nefi 29: 4-5; y 3 Nefi 29: 4, 8). Muchos años después se ve reflejada, también de manera simbólica, otra expresión del ritmo de la Restauración en las tumbas de algunos miembros de la Iglesia de los años 1830 sepultados en Ohio e Indiana. Descubiertas recientemente, hay un rastro de lápidas que testifican pues representan en piedra, réplicas de la Biblia y del Libro de Mormón. Estos miembros se sintieron doblemente bendecidos y quisieron que el mundo lo supiera. Las escrituras existentes nos avisan de más de veinte de esos “otros libros” que deben salir [1] (véase 1 Nefi 19: 10-16). De hecho, algún día, “se revelarán a los hijos de los hombres todas las cosas jamás habidas entre ellos, y cuantas habrá” (2 Nefi 27: 11). Por eso, el noveno artículo de fe es ¡una declaración tan impresionante! Sin embargo, mi opinión personal, es que no obtendremos escrituras adicionales hasta que aprendamos a apreciar por completo las que ya tenemos. Los “otros libros” particularmente el Libro de Mormón, cumplen —y me tendrán que perdonar los abogados de la constitución — con la “cláusula de establecimiento” de Nefi: “estos últimos anales. . . establecerán la verdad de los primeros, los cuales son los de los doce apóstoles del Cordero” (1 Nefi 13: 40). Lo que José Smith, el vidente de los últimos días, trajo a la luz, en realidad ayudará a que algunas personas acepten la palabra de Dios que ya había salido, a saber, la Biblia (véase 2 Nefi 3: 11), al convencerlos de “que los escritos de los profetas y de los doce apóstoles del Cordero son verdaderos” (1 Nefi 13: 39). ¡Existe un gran drama en lo futuro! Mientras tanto, aunque las críticas acerca del Libro de Mormón sigan intensificándose, el libro sigue testificando y diversificando sus muestras de consistencia interna, de su riqueza conceptual, y de sus conexiones con la antigüedad. La plenitud de la Restauración continuó tal como fue prevista por Amós al decir que habría: “hambre a la tierra, no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová” (Amós 8: 11). El fin de esa hambre se marcó con la llegada del Libro de Mormón y de los “otros libros”. Tales libros han sido, y siguen siendo, los medios del Señor para preservar la memoria espiritual de siglos pasados. Sin memoria moral, pronto llega la tragedia espiritual: “Aconteció que había muchos de los de la nueva generación. Que. . . no creían lo que se había dicho tocante a la resurrección de los muertos, ni tampoco creían lo concerniente a la venida de Cristo” Mosíah 26: 1- 2). Y en otra ocasión: “Y en la época en que Mosíah los descubrió. . . . Y no habían llevado anales consigo, y negaban la existencia de su Creador” (Omni 1: 17). La creencia en la Deidad y en la Resurrección, usualmente son las primeras cosas que se pierden. Irónicamente, aunque aceptamos con gratitud a la Biblia como la palabra de Dios, el proceso mismo de cómo surgió ha causado, desafortunadamente, en algunas personas una innecesaria pérdida en la fe cristiana. Debido a que las fuentes existentes de la Biblia no son originales sino que representan derivaciones y traducciones posteriores; se aprecian mejor los “otros libros” de escritura que nos han llegado directamente de los registros antiguos y por medio de la revelación moderna. Por ejemplo, Pablo escribió su primera epístola a los Corintios aproximadamente en el año 56 d.C. Por supuesto, no tenemos el pergamino original. En su lugar, el documento más antiguo relativo a la primera epístola a los corintios fue descubierta en los años 1930 y está fechado cerca del año 200 d.C. En comparación, el sermón del rey Benjamín se pronunció aproximadamente en el año 124 a.C. por un profeta. A finales del siglo IV d.C. fue seleccionado por otro profeta — Mormón— para ser parte del Libro de Mormón. El sermón del rey Benjamín fue traducido al inglés en el año 1829 d.C. por José Smith, otro profeta. Por lo tanto, hubo una cadena ininterrumpida de colaboración en un proceso asombroso; de un profeta originador, un profeta editor, y un profeta traductor. Aún así, muchos desacreditan al Libro de Mormón porque no pueden ver las planchas de las cuales fue traducido. Además, dicen que no se sabe mucho del proceso de la traducción. Pero la promesa de Moroni a todo lector sincero, de la cual hablaremos en breve, incluye el leer y orar acerca del contenido del libro, no acerca del proceso de la traducción. Por lo tanto, estamos por “traspasar lo señalado” (Jacob 4: 4), cuando, hablando figurativamente, estamos más interesados en las dimensiones físicas de la cruz que en lo que Jesús logró en ella. O, cuando rechazamos las palabras de Alma acerca de la fe porque estamos más fascinados por el sombrero que usó José Smith para evitar la luz durante parte del proceso de la traducción del Libro de Mormón. [2] Más que todo, al volver a leer y meditar el Libro de Mormón, me ha impresionado especialmente la manera en que, para el lector serio, el libro da una respuesta muy significativa para lo que se podría llamar las necesidades arquitectónicas del hombre moderno; esto es, nuestra profunda necesidad de distinguir algún diseño, propósito, modelo, o plan concerniente a la existencia humana. El Libro de Mormón usa, en no menos de quince veces, la palabra plan en conexión con el plan de salvación o sus componentes. El uso mismo de la palabra plan es impresionante. Al restaurar esta verdad “clara y preciosa” — a saber, Dios no solamente vive sino que tiene un plan para la humanidad— el Libro de Mormón es muy relevante para nuestro tiempo y época. No existen en el Antiguo Testamento las frases concernientes a la planificación de Dios desde la “fundación del mundo,” solamente aparecen diez veces en el Nuevo Testamento y tres veces con más frecuencia en los otros libros. [3] Fundación, por supuesto, denota así una creación supervisada por un Dios amoroso y planificador. El Libro de Mormón pone un énfasis más fuerte en la forma en la que el evangelio ha estado con la humanidad desde el tiempo de Adán. Apenas en seis páginas desde el principio del libro, leemos las palabras de todos los profetas “desde el principio del mundo” (1 Nefi 3: 20); cinco páginas después está una narración que indica las palabras de “los santos profetas desde el principio” (1 Nefi 5: 13). El siguiente versículo es representativo de muchos: “Pues he aquí, ¿no les profetizó Moisés concerniente a la venida del Mesías, y que Dios redimiría a su pueblo? Sí, y aún todos los profetas que han profetizado desde el principio del mundo, ¿no han hablado ellos más o menos acerca de estas cosas? (Mosíah 13: 33; también 2 Nefi 25: 19). Es muy probable que habrá descubrimientos adicionales de registros antiguos que pertenezcan al Antiguo y al Nuevo Testamento, reduciendo aún más el tiempo entre el origen de esas escrituras y la documentación disponible más antigua. Sin embargo, esta reducción no necesariamente conducirá, en algunos, a un aumento de la fe. Los futuros descubrimientos de documentos antiguos “que dan mayor claridad a [Su] evangelio” (DyC 10: 45) puede que se enfoquen en partes del evangelio de Jesús que existieron antes del ministerio terrenal de Jesús. Desafortunadamente, unos pocos pueden usar sin justificación tales descubrimientos para disminuir la divinidad del Redentor, infiriendo que Jesús no es su autor, como se creía antes. Sin embargo, el evangelio restaurado, incluyendo el Libro de Mormón, nos da una lectura clara de la historia espiritual de la humanidad, mostrándonos “las entrañables misericordias” de Dios (véase 1 Nefi 1: 20; Éter 6: 12) desde Adán en adelante. Por lo tanto, no hay necesidad de que estemos ansiosos por encontrar una porción fidedigna del evangelio de Cristo anterior al ministerio mortal de Cristo. El evangelio fue conocido y predicado desde el principio (véase Moisés 5: 58-59). Es maravilloso contemplar la relación interna y detallada del Libro de Mormón; en realidad de todas las escrituras verdaderas. Siglos antes del nacimiento de Cristo, el rey Benjamín profetizó: “Y se llamará Jesucristo, el Hijo de Dios, el Padre del cielo y de la tierra, el Creador de todas las cosas desde el principio” (Mosíah 3: 8). Siglos después, Jesús resucitado se presentó a los nefitas con palabras similares muy impresionantes: “He aquí, soy Jesucristo, el Hijo de Dios. Yo creé los cielos y la tierra, y todas las cosas que en ellos hay. Era con el Padre desde el principio” (3 Nefi 9: 15). Regresemos al plan envolvente de Dios: Alma, después de los comentarios acerca de la Caída, declaró que “era necesario que éstos supieran acerca de las cosas que [Dios] había dispuesto para ellos; por tanto, [Dios] envió ángeles para conversar con ellos. . . . Y les hizo saber del plan de redención que se había preparado desde la fundación del mundo” (Alma 12: 28-30). Ese es el mismo proceso que se siguió, por supuesto, en la primera mitad del siglo diecinueve en Norteamérica por medio de las visitas de ángeles a José Smith. En el centro de esta sensibilidad arquitectónica, se encuentra el mensaje del Libro de Mormón acerca del propósito de la vida y su énfasis en las dispensaciones, con su tema constante basado en Cristo. Jacob escribió: “sabíamos de Cristo. . . . Muchos siglos antes de su venida. . . también todos los santos profetas que vivieron antes de nosotros. He aquí, ellos creyeron en Cristo y adoraron al Padre en su nombre. . . [guardando] la ley de Moisés, dado que orienta nuestra almas hacia él” (Jacob 4: 4-5). Jacob fue muy enfático: “ninguno de los profetas ha escrito. . . . Sin que haya hablado concerniente a este Cristo” (Jacob 7: 11). Dios nos da testimonio de muchas maneras: “sí, y todas las cosas indican que hay un Dios, sí, aun la tierra y todo cuanto hay sobre ella, sí, y su movimiento, sí, y también todos los planetas que se mueven en su orden regular testifican que hay un Creador Supremo” (Alma 30: 44; véase también Moisés 6: 63). Un científico británico, que es creyente, ha observado que nuestro planeta está situado de forma muy especial: “Solamente un poco más cerca del sol, y los mares del Planeta Tierra pronto estarían hirviendo; un poco más lejos, y todo el mundo se volvería un desierto congelado.” Este científico indicó: “Si nuestro planeta tuviera su órbita en la forma equivocada. . . entonces, de forma alterna una vez cada año nos congelaríamos como Marte y nos freiríamos como Venus. Afortunadamente para nosotros, la órbita de nuestro planeta es casi un círculo.” [4] “Otro número importante es el 21 porciento de oxígeno. Los animales tendrían dificultad para respirar si el contenido de oxigeno cayera muy abajo de ese valor. Pero un nivel de oxígeno más alto que este, también sería desastroso, puesto que el oxígeno extra actuaría como material inflamable. Los bosques y los pastizales se incendiarían cada vez que cayera un rayo durante una sequía, y la vida sobre la tierra sería extremadamente peligrosa:” [5] Por tanto, cuando conocemos la respuesta afirmativa a la “gran interrogante,” podemos, según la frase de Amulek, “[vivir] cada día en acción de gracias” (Alma 34: 38) por las muchas condiciones especiales que hacen posible la vida diaria en esta tierra. Los planes totales de Dios se expresan al final del Libro de Mormón. Moroni proporcionó un método preciso de estudio y verificación el cual, si se sigue, mostrará entre otras cosas lo misericordioso que ha sido el Señor con los hijos de los hombres “desde la creación de Adán” (Moroni 10: 3). La predicción, junto con el recordar, también puede ser convincente, para mostrar el alcance del amor de Dios. “Hablándoles de cosas que en breve se verificarían, para que supieran y se acordaran, en el día de su cumplimiento, que se las habían hecho saber de antemano, a fin de que creyeran” (Helamán 16: 5; véase también Mormón 8: 34-35). Cada época necesita este mensaje arquitectónico, pero ninguna tan desesperadamente como la nuestra, que está preocupada con el escepticismo y el hedonismo. “Porque ¿cómo conoce un hombre al amo a quien no ha servido, que es un extraño para él, y se halla lejos de los pensamientos y de las intenciones de su corazón?” (Mosíah 5: 13). Sin embargo, si uno se deja atrapar por los relatos de guerra en el Libro de Mormón, o si está demasiado preocupado con el proceso de aparición del libro, las verdades trascendentales como las que hemos visto, pueden pasar inadvertidas. Aún la portada del libro [6] declara, entre otras cosas, que el Libro de Mormón era para mostrarle a la posteridad “cuán grandes cosas el Señor ha hecho por sus padres.” Esa misma falta de memoria espiritual una vez causó la declinación del antiguo Israel: “Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová ni la obra que él había hecho por Israel” (Jueces 2: 10). ¿Por qué fue tan difícil para un pueblo entero — o para Lamán y Lemuel— el mantener la fe? Porque no estaban informados y no creían en la “manera de proceder de aquel Dios que los había creado” (1 Nefi 2: 12; 2 Nefi 1: 10). Se hicieron muchos esfuerzos: “yo, Nefi, les enseñé estas cosas a mis hermanos. . . les leí muchas cosas que estaban grabadas sobre las planchas de bronce, a fin de que supieran acerca de los hechos del Señor en otras tierras, entre los pueblos de la antigüedad” (1 Nefi 19: 22) Es por eso que ¡es tan pertinente! el énfasis profético sobre el Libro de Mormón. Aún las críticas acerca del libro terminarán teniendo utilidad en los planes futuros de Dios. De acuerdo, las grandes respuestas que contiene el libro no van a ser aceptadas ahora por los no creyentes. Tales personas no creerían en las palabras del Señor — ya sea que vengan por medio de Pablo o de José Smith— aunque tuvieran el pergamino original de Pablo o el acceso directo a las planchas de oro. En una ocasión el Señor confortó a José Smith al decirle que tales personas “no quieren creer mis palabras. . . aunque les [mostraras] todas estas cosas” (DyC 5: 7) Por eso, algunos menosprecian al Libro de Mormón, Sin embargo, para quienes tienen oídos para oír, representa un evocador e informativo “[clamor] desde el polvo” (2 Nefi 3: 20). Es la voz de un pueblo caído enviada para levantarnos. Descrito como un habla que “susurrará desde el polvo” (2 Nefi 26: 16) viniendo de “aquellos que han dormido” (2 Nefi 27: 9), este sonido desde el polvo es el clamor coral de muchas voces angustiadas que tienen un solo y simple mensaje. Sus luchas espirituales se extienden por varios siglos pero tienen que ver con el mensaje de todas las edades; ¡el evangelio de Jesucristo! Los pueblos del Libro de Mormón, no estaban en el escenario central de la historia secular. En comparación el suyo fue un teatro pequeño. Aún así presentaron el más grande mensaje de la historia. No siendo agradable a los que buscan otros tipos de historia, el Libro de Mormón complace a quienes están buscando genuinamente la respuesta a la “gran interrogante” (Alma 34: 5). En contra de la triste conclusión a la que ahora muchos han llegado, el Libro de Mormón nos declara una y otra vez que el universo no se compone de lo que ha sido llamado “espacio geométrico sin dios.” [7] De acuerdo, otra vez, “Los instruidos no las leerán porque las han rechazado” (2 Nefi 27: 20). Esto no se refiere solamente al profesor Anthon, puesto que se usa el pronombre ellos en plural. La referencia sugiere un proceso mental fijo entre la mayoría de los instruidos del mundo, quienes, por lo general, no toman en serio al Libro de Mormón. Y aún cuando lo leen, no lo leen realmente, excepto con la idea de excluir los milagros, incluyendo el milagro de la aparición del libro por el “don y el poder de Dios.” Su enfoque equivocado les evita que escudriñen su contenido. Algunas veces, como se ha dicho, ciertos mortales tienen tanto miedo de ser “tomados,” que no pueden ser “sacados” de sus ideas erróneas.[8] Por tanto, cuánto depende la humanidad de la revelación emancipadora: “¡He aquí, grandes y maravillosas son las obras del Señor! ¡Cuán inescrutables son las profundidades de sus misterios; y es imposible que el hombre descubra todos sus caminos! Y nadie hay que conozca sus sendas a menos que le sean reveladas; por tanto, no despreciéis, hermanos, las revelaciones de Dios” (Jacob 4: 8). Ahora a la promesa de Moroni, la cual es una promesa que se basa en una premisa, una promesa con varias partes. El lector debe (1) leer y meditar, (2) y recordar las misericordias de Dios desde Adán hasta ahora, (3) orar en el nombre de Cristo y preguntarle a Dios, con verdadera intención, si el libro es verdadero, (4) teniendo fe en Cristo, y entonces (5) Dios le manifestará la verdad del libro. El proceso contrario, examinar con dudas, es el lado opuesto del método de Moroni y produce conclusiones frívolas. Con certeza, muchos lectores o examinadores de este libro, no siguen el proceso de verificación de Moroni. Esto lleva a malos entendidos, tales como el etiquetar al rumor, con sus miles de lenguas, ¡como el don de lenguas! Por tanto, no debemos ser engañados y creer que estos “otros libros” van a ser bien recibidos, especialmente por aquellos que expresan su sentido de suficiencia así: “no puede haber más” libros y “no necesitamos más” de tales libros (2 Nefi 29: 3, 6). Otra fuerte impresión, que tuve al volver a leerlo, es la forma en que los pueblos del Libro de Mormón, aunque eran cristianos, estuvieron atados, hasta que vino Jesús, mas estrictamente a la ley de Moisés de lo que nosotros en la Iglesia hemos entendido. “Y a pesar de que creemos en Cristo, observamos la ley de Moisés, y esperamos anhelosamente y con firmeza en Cristo, hasta que la ley sea cumplida” (2 Nefi 25: 24). Las personas de ese entonces, debían “mirar adelante hacia el Mesías y a creer en su venida como si ya se hubiese verificado” (Jarom 1: 11). Moisés, en efecto, profetizó acerca del Mesías, pero no todas sus palabras están en el atesorado Antiguo Testamento. ¿Recuerdan la caminata del Jesús resucitado con dos discípulos en el camino a Emaús? Su recorrido cubrió probablemente unos doce kilómetros y le dio tiempo suficiente a Jesús para citar no solamente tres o cuatro profecías, sino muchas profecías, de Moisés y de otros, concernientes al ministerio terrenal de Cristo (Lucas 24: 27). Las escrituras que testifiquen de la divinidad de Jesús son vitales en todas las edades. De otro modo, como lo profetiza el Libro de Mormón, Él sería considerado “como hombre” (Mosíah 3: 9) o como una persona “de ningún valor” (1 Nefi 19: 9). A lo largo de las décadas, la que ha sido llamada “la reducción de la cristiandad desde su interior” [9] ha causado que un cierto número de teólogos no solamente haya reducido su respeto por Cristo sino también por la Resurrección al considerarla solamente como “una expresión simbólica de la renovación de vida del discípulo.” [10] Una vez más vemos la importancia divina de los “otros libros” de escrituras: confirman la realidad de la Resurrección, en especial el otro evangelio del Libro de Mormón en donde se narra la visita y las instrucciones del Jesús resucitado. También ocurrió la resurrección de muchos otros y, por instrucción específica de Jesús, se hizo un registro de ello (véase 3 Nefi 23: 6-13). Así, el Libro de Mormón contesta la “gran interrogante” de forma resonante, hermosa y grandiosa. Estoy de acuerdo de que en nuestro día, la era post-cristiana, muchos de los que se preocupan ya ni siquiera están haciendo esa gran pregunta, al considerar a la cristiandad como “no verdadera o siquiera impensable, sino simplemente irrelevante,” [11] al igual que algunos en los tiempos de Benjamín y Mosíah (véase Mosíah 28: 1-2; Omni 1: 17). Si la respuesta a la “gran interrogante” fuera “no,” muy pronto habría un surgimiento violento de lo que el Profesor Hugh Nibley ha llamado “las preguntas terribles”. Aún el escenario político, histórico y geográfico para la aparición del Libro de Mormón fue especial. El Presidente Brigham Young muy claramente dijo: ¿Podría el libro haber salido y ser publicado al mundo bajo alguno de los otros gobiernos de no haber sido el Gobierno de los Estados Unidos? NO. [Dios] ha gobernado y controlado la colonización de este continente. Él guió a nuestros padres desde Europa hasta esta tierra. . . e inspiró la libertad garantizada en nuestro Gobierno, aunque dicha garantía sea ignorada con mucha frecuencia.” [12] En medio de este drama que se está desarrollando, unos cuantos miembros de la Iglesia, y lamento decirlo, están abandonando la causa; son comparables a quien abandona un oasis para buscar agua en el desierto. Algunos de ellos, sin duda, nos criticarán, y serán bienvenidos en el “grande y espacioso edificio.” Sin embargo, de aquí en adelante, en lo concerniente a sus alojamientos religiosos, están en un hotel muy grande pero de tercera categoría. Todos bien vestidos, como dice el Libro de Mormón, con ropa “excesivamente fina” (1 Nefi 8: 27). No tienen otro lugar a donde ir; excepto, esperamos que algún día, a casa. Por tanto, las grandes respuestas a la “gran interrogante” repetidamente nos enfocan en la realidad del “gran y postrer sacrificio.” “Y he aquí, éste es el significado entero de la ley, pues todo ápice señala a ese gran y postrer sacrificio; y ese gran y postrer sacrificio será el Hijo de Dios, sí, infinito y eterno” (Alma 34: 14) Estas grandes respuestas reafirman que no tiene que existir la mortal melancolía, no importa cuán patética o frecuentemente la expresen. Además, lo que recibimos en el Libro de Mormón no es un cúmulo de aforismos, y tampoco son unos pocos individuos ofreciendo sus opiniones filosóficas. En vez de eso, recibimos los testimonios acumulados de profetas, especialmente de los que fueron testigos oculares de Jesús, incluyendo a Lehi, Nefi, Jacob, Alma, el hermano de Jared, Mormón y Moroni. Al relato bíblico de los quinientos hermanos que fueron testigos del Jesús resucitado (1 Cor. 15: 6) se le une la muchedumbre de dos mil quinientas que atestiguó en la tierra de Abundancia (3 Nefi 17: 25). Todos estos pues, se agregan a la creciente nube de testigos sobre la que escribió el apóstol Pablo (Hebreos 12: 1). El Libro de Mormón, por supuesto, pudo haber sido otro tipo de libro. Pudo haber sido dedicado a la marea y el flujo de la historia gubernamental, o sea, “Príncipes vienen y príncipes van, una hora de circunstancia, una hora de espectáculo.” Sin embargo, tal cosa no habría eliminado los muchos libros desesperantes ni la literatura de la lamentación, de los cuales ya tenemos demasiados, cada uno parecido de una forma u otra a la desesperanza expresada en estos versos de Shelley: . . . Dos grandes piernas de piedra sin cuerpo Se yerguen en el desierto. Cerca de ellas, en la arena Medio hundido, yace un semblante destrozado. . . Y en el pedestal, aparecen estas palabras: “Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes: ¡Vean mis obras, tu Poderoso, tu desamparado! Nada más permanece. Alrededor de las ruinas De esa colosal destrucción, se extienden estériles Y sin límites, las solitarias y planas arenas. [13] Debido a que la edición del Libro de Mormón, con su evangelio de esperanza, se efectuó bajo dirección divina, tiene un enfoque que es esencialmente espiritual. Aún así algunos critican al Libro de Mormón por no ser lo que nunca se intentó que fuera, es como si uno pudiera criticar justificadamente al directorio telefónico por no tener una trama. Algunos versículos en el Libro de Mormón son de una tremenda importancia salvadora, otros no tanto. El libro de Éter tiene un versículo de historia de linajes:” Y Jared tenía cuatro hijos” (y los nombra) (Éter 6: 14). Sin embargo, Éter tiene también otro versículo de tremenda importancia salvadora: “Y si los hombres vienen a mí, les mostraré su debilidad. Doy a los hombres debilidad para que sean humildes; y basta mi gracia a todos los hombres que se humillan ante mí; porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos” (Éter 12: 27). Leemos de una batalla en la que “. . . durmieron sobre sus espadas . . . estaban ebrios de ira, así como el hombre que está borracho de vino; . . . y cuando llegó la noche quedaban treinta y dos de la gente de Shiz, y veintisiete de la gente de Coriántumr” (Éter 15: 20-26). Sin embargo, esos son de menor importancia espiritual para el desarrollo de nuestro discipulado que las líneas siguientes, las cuales contienen la explicación más completa en todas las escrituras, del mandato de Jesús de que seamos como niños pequeños (véase Mateo 18: 3): “. . . y se vuelva como un niño: sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto a someterse a cuanto el Señor juzgue conveniente imponer sobre él, tal como un niño se somete a su padre” (Mosíah 3: 19). Una razón para “escudriña[r] las escrituras” es la de descubrir estos repentinos prados de exuberante significado, estos pastos mas verdes para que nos nutran en nuestros tiempos de necesidad. Ciertamente, El Libro de Mormón contiene su parte, y más, de estos. Inmediatamente después de las palabras acerca de las condiciones económicas en la ahora desaparecida ciudad de Helam, encontramos una verdad duradera y vigorizante: “Con todo, el Señor considera conveniente castigar a su pueblo; sí, él prueba su paciencia y su fe” (Mosíah 23: 20-21; véase también DyC 98: 12; Abraham 3: 25). De igual manera, el Libro de Mormón nos brinda conocimiento para el que todavía no estamos listos para manejar completamente. De manera asombrosa, Alma incluye nuestros dolores, aflicciones y enfermedades, junto con nuestros pecados, entre los que Jesús “tomará sobre sí” (Alma 7: 11-12). Que experimentara esas cosas, “según la carne.” fue parte del perfeccionamiento de la misericordia de Cristo. Cuando Nefi exclamó “¡Oh cuán grande es el plan de nuestro Dios!” (2 Nefi 9: 13) también declaró la forma en que Jesús sufriría “los dolores de todos. . . tanto hombres, como mujeres y niños, que pertenecen a la familia de Adán” (2 Nefi 9: 21). El alma tiembla con esas implicaciones. Uno se aleja llorando de esos versículos, ahondado en su adoración de nuestro Redentor. Dada tanta riqueza, no debe sorprendernos que los profetas nos animen a leer el Libro de Mormón. Al cerrar sus escritos hacia aquellos que no acepten (1) las palabras de los judíos (la Biblia), (2) sus palabras (como se encuentran en el Libro de Mormón), y (3) también las palabras de Jesús (en el futuro Nuevo Testamento), Nefi simplemente dijo: “me despido de vosotros para siempre” (2 Nefi 33: 14). Mormón es igualmente enfático con respecto a esta interacción entre la Biblia y el Libro de Mormón (véase Mormón 7: 8-9). Jesús dio testimonio de la interacción y el apoyo cruzado de las santas escrituras: “Porque si vosotros le creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras? (Juan 5: 46-47). Mientras tanto, a los que digan: “tenemos bastante, les será quitado aun lo que tuvieren” (2 Nefi 28: 30). Obviamente, esto no se refiere a la pérdida física de la Biblia, la cual podrá estar en el librero o podría ser usada como sujeta libros, sino a que algunos perderán su convicción acerca de ella, Cuando “escudriña[mos] las escrituras,” la luminosidad de algunos versículos de los diversos libros se enfoca, como un rayo laser. Esta iluminación se arquea y luego converge, aunque estamos tratando con autores, pueblos, lugares y épocas diferentes: “Por tanto, hablo las mismas palabras, así a una como a otra nación. Y cuando las dos naciones se junten, el testimonio de las dos se juntará también” (2 Nefi 29: 8). Sin embargo, el creer, no es asunto de tener acceso a la antigüedad con todas sus evidencias, aunque son bien recibidas dichas evidencias. Tampoco depende de la acumulación de las evidencias históricas, las cuales también son bienvenidas. Más bien se trata de creer en las palabras de Jesús. La fe real, como la humildad real, se desarrolla “a causa de la palabra” y no debido a las circunstancias que la rodean (Alma 32: 13-14). ¡Qué adecuado es que esto deba ser así! La prueba se enfoca en el mensaje, no en el mensajero; en los principios, no en el proceso; en las doctrinas, no en la trama. El énfasis se pone en la creencia, en sí, “a causa de la palabra.” Como Jesús le dijo a Tomás en el Hemisferio Oriental: “bienaventurados los que no vieron y creyeron” (Juan 20: 29). Él les dijo a los nefitas: “más bienaventurados son aquellos que crean en vuestras palabras por razón de que testificaréis que me habéis visto” (3 Nefi 12: 2). Por lo tanto, la verdadera fe, llega mediante una intervención divina abrumadora e intimidante. El Señor, nos dice el Libro de Mormón, es un pastor con una voz suave y agradable (véase Helamán 5: 30-31; 3 Nefi 11: 3); y no un pastor con voz fuerte y áspera. Algunos otros pueden, si les dejan elegir, exigir una “grabación” de la “voz del Señor,” pero aún si se les pudiera dar, de igual forma, no aceptarían Sus doctrinas (véase Juan 6: 66). Las cosas del espíritu se deben “buscar por la fe;” y no ser vistas a través de los ojos rasgados del escepticismo. Sin una fe real, los individuos, tarde o temprano, encontrarán una cosa u otra que les sirva de piedra de tropiezo (Romanos 9: 32). Después de todo, es una cosa muy difícil mostrar las cosas orgullosas que ellos “no habían supuesto nunca”, especialmente las cosas que en realidad no quieren conocer. Cuando Jesús estaba hablando de Sí mismo como el pan de vida, una doctrina poderosa llena de implicaciones que cambian la vida, se suscitaron algunas murmuraciones, y Jesús les preguntó: “¿Esto os escandaliza?” (Juan 6: 61). “Bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí” (Lucas 7: 23). Como si todo esto no fuera suficiente, el espléndido Libro de Mormón nos advierte que un tercer testimonio de escrituras aún está por venir de parte de las tribus perdidas (véase 2 Nefi 29: 12-14). Es muy probable que su venida sea más dramática que la aparición del segundo testamento. Quienes dudan o desdeñan el segundo testamento de Cristo tampoco aceptarán el tercero. Pero los creyentes tendrán una tríada triunfal de verdad (véase 2 Nefi 29: 12-13). De no ser por el Libro de Mormón, ni siquiera sabríamos de este tercer grupo de registros. No sabemos cuándo o como ocurrirá, pero podemos estar seguros al asumir que ese tercer libro tendrá el mismo enfoque fundamental del Libro de Mormón” “para que. . . el resto de la posteridad [también]. . . sea, llevado al conocimiento de mí, su Redentor” (3 Nefi 16: 4). Si hay una portada en ese tercer grupo de registros sagrados, es probable que nosea diferente en su propósito que la portada del Libro de Mormón excepto por su enfoque en otros pueblos que de igual forma, recibieron una visita personal del Jesús resucitado (véanse 3 Nefi 15: 20-24; 16: 14) Por tanto en la dispensación del cumplimiento de los tiempos no hay solamente un “encadenamiento” (DyC 128: 18) de las llaves de todas las dispensaciones, sino que también habrá un “encadenamiento” de todos los libros sagrados de escrituras dadas por el Señor a lo largo de la historia humana. Entonces, según se ha profetizado, “mi palabra se reunirá también en una” (2 Nefi 29: 14) Entonces habrá un rebaño, un pastor, y ¡un impresionante testimonio escrito para el Cristo! Dado todo lo anterior, es conmovedor que José Smith, estando encarcelado, en su última noche en la tierra, el 26 de junio de 1844, haya dado a los guardias un “fuerte testimonio de la autenticidad divina del Libro de Mormón, la Restauración del evangelio, la ministración de ángeles” [14] véase Alma 12: 28-30). Aparentemente, los guardias no escucharon más de lo que la mayoría del mundo escucha ahora. Sin embargo, lo escuchen o nó, el Libro de Mormón tiene una cita más que cumplir: “Por tanto, estas cosas irán de generación en generación mientras dure la tierra; e irán de acuerdo con la voluntad y deseo de Dios; y por ellas serán juzgadas las naciones que las posean, según las palabras que están escritas” (2 Nefi 25: 22). Por mi parte, estoy contento porque el libro estará con nosotros “mientras dure la tierra” Necesito y quiero tiempo adicional. Para mí, hay torres, patios y alas que esperan inspección. Mi gira por ella nunca ha sido completa. Aún tengo que entrar en algunas habitaciones, y hay chimeneas ardiendo listas para calentarme. Aún las habitaciones a los que le he dado un vistazo contienen más muebles y ricos detalles que se deben disfrutar. Hay paneles incrustados con diseños, decoración y conocimiento que datan desde Edén. También hay mesas de banquete preparadas muy afanosamente por antecesores que nos esperan a todos. Pero, nosotros como miembros de la Iglesia, algunas veces nos portamos como turistas apresurados, que rara vez se animan a ir más allá del pasillo de entrada de la mansión. Que como pueblo entero nos sintamos invitados a ir más allá del pasillo. Que podamos entrar lo suficientemente lejos para escuchar claramente las verdades susurradas de aquellos que han “tropezado,” y cuyos susurros despertarán en nosotros, en lo individual y como nunca antes, la vida del discipulado. NOTAS 1. Las Batallas de Jehová, Jaser, las crónicas de Samuel vidente, los Hechos de Salomón, los libros de: Natán, Semaías, Ahías, Iddo, Jehú; las Palabras de los Videntes, cuando menos dos epístolas de Pablo, los libros de Enoc, Ezías, el Libro de Memorias de Adán, y Gad el Vidente. Por lo tanto, estamos hablando de más de veinte libros perdidos. También tenemos ciertas profecías de Jacob, o Israel, y profecías extensas de José el de Egipto, de las cuales solamente tenemos una parte (véase 2 Nefi 3: 1-25; 4: 1-3; la traducción de José Smith (TJS) de Génesis 50: 24-37; Alma 46: 24-26). 2. Además, muy pocas personas se sientes inclinadas a seguir el consejo de Moroni con respecto al contenido del libro: “No me condenéis por mi imperfección, ni a mi padre por causa de su imperfección, ni a los que han escrito antes de él; más bién, dad gracias a Dios que os ha manifestado nuestras imperfecciones, para que aprendáis a ser más sabios de lo que nosotros lo hemos sido” (Mormón 9: 31). 3. Veintidós veces en el Libro de Mormón, diez veces en la Doctrina y Convenios, y tres veces en la Perla de Gran Precio. 4. Alan Hayward, God Is [Dios Existe] (Nashville: Thomas Nelson, 1980) páginas 62-63. 5. Alan Hayward, God Is, página 68. 6. José Smith, Enseñanzas del Profeta José Smith, compiladas por Joseph Fielding Smith (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1954), pág. 1 7. Michael Harrington, The Politics at God’s Funeral: The Spiritual Crisis of Western Civilization [La Política en el Funeral de Dios: La Crisis Espiritual de la Civilización Occidental] (Nueva York: Holt, Rinchart, and Winston, 1983), página 114. 8. C. S. Lewis, The Last Battle [La Última Batalla] (Nueva York: Collier, 1970) pág. 148. 9. Michael Harrington, The Politics, página 153. 10. Michael Harrington, The Politics, página 164. 11. Penelope Fitzgerald, The Knox Brothers [Los Hermanos Knox] (Nueva York: Coward, McCann, * Geoghegen, 1977), páginas 106-107). 12. Brigham Young, en Journal of Discourses [El Diario de los Discursos] (Londres: Latter-day Saints‟ Book Depot, 1854-1886), 8: 67 13. Percy Bysshe Shelley, “Ozymandias,” Norton Antology of English Literature (Nueva York: W. W. Norton & Company, 1986), 2: 691. 14. José Smith, Enseñanzas, página 487. (El élder Neal A. Maxwell (1926-2004) fue miembro del Quórum de los Doce Apóstoles) Fuente: http://rsc.byu.edu/es/archived/selecci-n-de-art-culos/elder-neal-maxwell-el-libro-demorm-n-una-gran-respuesta-la-gran-int