RLS_1_2011_art_6

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Radl, R. (2011): “Medios de comunicación y violencia contra las mujeres.
Elementos de violencia simbólica en el medio televisivo”
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“MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y VIOLENCIA CONTRA LAS
MUJERES. ELEMENTOS DE VIOLENCIA SIMBÓLICA EN EL
MEDIO TELEVISIVO”
Profa. Dra. Rita Mª Radl Philipp
Centro Interdisciplinario de Investigacións
Feministas e de Estudos do Xénero -CIFEX-USC
Summary
This article about mass media and violence against women, tries
in a special way the relationship between the television media and
the symbolic elements of violence which are operating to female
gender identity from a human socialization point of view. Starting
with a conceptual clarification of the terms “gender violence” and
“violence against women” we focus the question of the ideological
regressive function of the media to female and male gender roles.
Because media operates systematically with a superrepresentation
of male protagonism and a underrepresentation of female
protagonism, the mass-media produce in fact a symbolic violence
against women. At last we present a few first empirical research
results about the news in the Television in Spain.
Key words: Violence against women, human socialization,
Gender roles; mass media; ideological regressive function,
symbolic violence.
Resumen
Este articulo sobre medios de comunicación y violencia sobre las
mujeres, trata de modo específico de la relación entre el medio
televisivo y los elementos de la violencia symbólica que actúan
para con las identidades de género femenino. Partiendo de una
aclaración conceptual de los términos violencia de género y
violencia contra las mujeres, enfocamos la cuestion de la función
ideológicamente regresiva de los medios en relación con las
identidades de género femenino y masculino. Como operan de
manera sistemática con una sobrerepresentación del protagonismo
Revista Latina de Sociología, nº 1: 156-181
http://revistalatinadesociologia.com ISSN 2253-6469
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Elementos de violencia simbólica en el medio televisivo”
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masculino y una subrepresentación del protagonismo femenino, los
medios de comunicación de masas modernos producen en
realidad una violencia simbólica contra las mujeres. Finalmente
presentamos de forma escueta unos primeros datos empíricos
procedentes de una investigación sobre las noticias de la
televisión en España.
Palabras clave: Violencia contra las mujeres, socialización
humana, roles de género. medios de comunicación, función
ideológico-regresiva, violencia simbólica
Introducción
Cualquier óptica científico-social que se acerca a una
explicación de la sociedad moderna no puede eludir el considerar
la influencia de los medios de comunicación, si bien se va
evidenciando que éstos se transforman y van incorporando
estilos, usos, expresiones y formas nuevas. Así, los nuevos
medios de la información, internet, el uso de la telefonía móvil,
los videojuegos, los hábitos en relación con éstos -sobre todo en
la generación de las personas jóvenes-, apuntan de antemano a
un interés para el contexto sociológico que procede de su valor
específico desde perspectivas sociológicas múltiples. En este
sentido, aún cuando las modernas tecnologías de la
comunicación e información desplazan, al menos en parte, a los
medios de comunicación más clásicos, como los escritos y los
audiovisuales (prensa escrita, radio, televisión), éstos siguen
ocupando, sin duda, un lugar central en la vida de las personas
en las sociedades actuales; intervienen de modo decisivo en la
construcción de su realidad.
Dos aspectos claves en lo tocante al poder mediático y su
intervención en la “construcción social de la realidad”1 son, por
una parte, el referido al significado de los medios de
1 El proceso de la comunicación humana representa, efectivamente, en el sentido amplio del
término, el mecanismo más relevante para la construcción social de la realidad desde el
punto de vista del sujeto socialmente competente, y concretamente apuntando al significado
socializador de los medios entroncamos con la idea central de la obra, ya clásica, de Peter
Berger y Thomas Luckmann: Berger, P. y Luckmann, T. (1989): La construcción social de la
realidad, Buenos Aires, Amorrortu.
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comunicación para la socialización humana y, por otra, el propio
significado mediático para con las identidades de género.
En el presente texto es nuestro propósito especial
adentrarnos en la problemática: medios de comunicación y
violencia contra las mujeres, temática que aborda el significado de
los medios de comunicación en relación con su influencia en la
violencia contra las mujeres. Tal propósito enuncia que las
identidades femenina y masculina, esto es, las identidades de
género, constituyen un objeto relevante de la influencia
mediática, puesto que explícita o implícitamente, están presentes
en todas las imágenes y en todos los mensajes mediáticos y, por
ende, adquieren el carácter de instancias socializadoras centrales
desde una óptica de las identidades de género, cuestión
particularmente relevante, si cabe, en un escenario social en el
cual la violencia contra las mujeres en vez de disminuir persiste o
incluso parece aumentar. Nuestro enunciado básico hace además
especial hincapié en el hecho de que la violencia contra las
mujeres está estrechamente vinculada al devenir de la
socialización humana y sus dinámicas particulares.
En el contexto que nos ocupa defendemos la tesis de que los
medios de comunicación modernos no solo son productores de la
información en los casos de la violencia contra las mujeres, si no
que realmente producen elementos de violencia, eso sí, de tipo
simbólico con respecto al rol de género femenino, o sea, inciden
en la producción de una "violencia simbólica" contra las mujeres,
perceptible ya en la presencia/ausencia de éstas y de sus
imágenes en los medios de comunicación de masas modernos.
Estos últimos contribuyen a una representación constantemente
falseada de la realidad social mediante una sobrerrepresentación
del protagonismo masculino y de una subrepresentación del
protagonismo social femenino.
De modo concreto efectuaremos, en primer lugar, un
abordaje conceptual, aclarando las voces Violencia de Género y
Violencia contra las Mujeres. En segundo lugar, hablaremos de la
interrelación violencia contra las mujeres y medios de
comunicación y a continuación de la función ideológicamente
regresiva de los medios para perfilar, en el cuarto punto nuestra
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argumentación en torno a la interrelación medio televisivo y
violencia simbólica. Terminaremos con la presentación de
algunos datos empíricos procedentes de un proyecto de
investigación, relativo a las noticias de la Televisión en España2.
1.- Violencia de Género y Violencia contra las mujeres
Tal y como recogen diversas entradas enciclopédicas al
respecto, el vocablo violencia denota un acto caracterizado por la
intimidación, el dominio y la fuerza, se enmarca a menudo en
una constelación de poder y apunta, efectivamente, a actos que
recurren a “la fuerza y la intimidación para conseguir algo”3.
Abundando en la noción etimológica, el término que
constituye el núcleo central de nuestras aseveraciones en este
instante, procede del latín “violentia”, cuya significación señala
fuerza y carácter violento o cruel. Además, se utiliza
particularmente el término “opes violentiae” en el sentido de
poder tiránico, expresión esta última que tiene una connotación
expresamente fuerte de coacción y de dominio en relación con el
sujeto (o sujetos) contra el que se actúa con violencia.
La noción conceptual no se delimita a actos estrictamente
físicos, asimismo se refiere a la violencia verbal, psíquica y sexual,
concretamente en el ámbito del derecho, en el que también se
reconoce la coacción como una forma de violencia.
Ahora bien, parece ciertamente importante resaltar, y sobre
todo haciendo especial hincapié en el contexto preciso que nos
concierne aquí, que la violencia no existe solamente como un
hecho físico, verbal, psíquico y sexual, sino también como un
hecho estructural que actúa a lo sumo de forma simbólica. Es
más, la violencia puede constituir de igual modo una propiedad
de la estructura social, ante todo cuando aparece de forma
reiterada, sistemática y en multitud de ámbitos socialmente
2 Agradecemos especialmente la subvención recibida de la Xunta de Galicia, para la
realización de este proyecto de investigación titulado: “Socialización en función del género,
Medios de Comunicación y Violencia contra las Mujeres, Un análisis sociológico”. (PGIDT 05PXI 321401 PR, Xunta de Galicia 2005-2008).
3 Diccionario Enciclopédico Espasa, 1994, tomo X, pág. 2.552.
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relevantes como un atributo “aceptado”; tal es el caso de las
conductas agresivas que justifican la ambición y la
competitividad que encontramos en el campo laboral, económico
y político en las sociedades industriales modernas.
En este sentido la existencia de múltiples situaciones en las
que a las mujeres les es impedido que actúen libremente o que
puedan desarrollar sus actividades sin coacción, representan
situaciones de violencia para éstas.
Los mecanismos y esferas específicas varían; van desde
agresiones
físicas,
ataques
psicológicos
y
verbales
y
representaciones e imágenes vejatorias hasta el maltrato
económico y sexual. Existen formas y situaciones muy variadas
de maltrato en las relaciones sociales, y concretamente en las
relaciones intergénero, pero llama la atención que de modo
preeminente aparecen como víctimas una y otra vez mujeres. Sin
embargo, de un tiempo a esta parte, “la expresión ‘violencia
contra las mujeres’ empezó a desaparecer del lenguaje oficial y de
los medios de comunicación”4. Haciéndonos eco de la afirmación
de Mª Milagros Rivera Garretas, se vio substituida
particularmente por el concepto violencia de género, término que
finalmente aparece, según es sabido en la legislación española,
esto es, en la Ley de “Medidas de Protección Integral contra la
Violencia de Género”5.
En el presente marco partimos del presupuesto de que la
violencia contra las mujeres no es en realidad una violencia de
género que parece afectar a mujeres y varones. Estamos
refiriéndonos a un tipo de violencia cuyas víctimas son las
mujeres por el simple hecho de ser mujeres, de pertenecer al sexo
femenino y, en efecto, por su condición social de género. El
término “violencia de género” en cambio, y a nuestro juicio,
anticipa una constelación hipotética de simetría intergénero
inexistente en la cual la violencia se puede dar entre hombres y
mujeres en una dirección u otra, aún cuando se suele reconocer
con frecuencia, y de hecho la mencionada ley de “Medidas de
4 Rivera Garretas, María Milagros (2001): “La violencia contra las mujeres no es violencia de
género”, Duoda, Revista de Estudios Feministas, 21: 37-42.
5 Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre.
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Protección Integral contra la Violencia de Género” así lo reconoce
en su preámbulo, que en nuestras estructuras sociales se
acomete esta violencia prioritariamente contra las mujeres6. El
manejo terminológico “violencia de género” “olvida que son
hombres que ejercen la violencia en cuestión, y somos las mujeres
quienes la padecemos”7.
Nuestra postura coincide solo en parte con la de otras
autoras feministas que introducen la interesante distinción entre
género y “corporeidad” para poner de relieve como la violencia
contra las mujeres actúa contra “la libertad femenina” como
“...libertad relacional, libertad que una mujer prueba y disfruta en
relación de confianza con otra; otra que da vínculo, intercambio y
medida. Es la libertad que a una mujer corresponde a causa de su
ser mujer y no a pesar de su sexo”8. Esto es, se comprende que la
violencia contra las mujeres actúa atacando la forma que les es
propia a las mujeres para relacionarse de un modo
intrínsicamente femenino maternal con su mundo y, a la postre,
arremete contra la esencia de su ser. La violencia de género se ve
desde esta perspectiva como una “lucha de poder entre los sexos
que ejercen muchas veces los hombres y, algunas veces, las
mujeres”9.
Para nuestro contexto insistimos en una interpretación
desde una óptica epistemológica-crítica del uso conceptual
género. Es decir, observamos como la utilización actual de este
término en el campo de los estudios de las mujeres y del género,
refleja que esta misma concepción se convierte cada vez más en
un constructo que diluye las implicaciones crítico-ideológicas que
desde los inicios han definido explícitamente las investigaciones
feministas. La voz género adquiere la noción de un concepto
axiológicamente neutral. Esta tendencia se extiende de lleno al
significado lingüístico del constructo conceptual violencia de
6 Sin embargo, las estadísticas en España reflejan asimismo a varones como víctimas.
7 Rivera Garretas, María Milagros (2001). o.c. p. 37
8 Rivera Garretas, María Milagros (2001) o.c. p. 40. La autora retoma especialmente la
concepción de libertad de Lía Ligarini y de Luisa Muraro.
9 Muraro, Luisa (1994): El orden simbólico de la madre, Madrid, Horas y horas. Pp. 101-105.
Traducción de B. Albertini, M. Bofia y Mª. M. Rivera, y, Rivera Garretas, Mª M (2001), o.c.
Pp. 38 y 39.
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género. Cabe recordar que los women’s studies se concebían, ante
todo, como proyectos críticos y crítico-sociales comprometidos
con la transformación de la situación vital de las mujeres, y por
consiguiente, también de los varones. En estos momentos el
término género está perdiendo su valor crítico-ideológicoexplicativo, transformándose de hecho a menudo en un concepto
científico descriptivo, realmente vacío de contenido estructural
específico, de dudosas pretensiones de “objetividad” en la línea de
los paradigmas científico-modernos al uso.
En este sentido cabe destacar, que existe un empleo poco
preciso y en parte confuso del concepto citado que tiene unas
repercusiones especialmente negativas para la consideración
adecuada del problema del que nos ocupamos de modo específico
en este articulo, es decir, de la violencia y las agresiones sufridas
por parte de las mujeres en las sociedades contemporáneas. Para
mayor abundamiento y con el propósito de seguir en nuestra
línea de argumentación, encontramos asimismo las voces
“violencia doméstica”, o “violencia familiar”, conceptos que se
aceptan como términos técnicos sobre todo en el área judicial,
política, psicológica y científica10.El uso terminológico
mencionado denota, como mínimo, una falta de rigor, si bien en
términos sociológicos encubre ideológicamente una falsificación
del hecho violento cuyas víctimas son de manera reiterada las
mujeres. Los vocablos citados enfocan a la problemática como un
hecho que se sitúa fuera de las constelaciones verticales de poder
que siguen caracterizando las relaciones intergénero en la
actualidad. En otras palabras, acusamos, en efecto, un empleo
terminológico que despoja a la violencia contra las mujeres de su
significado estructural real que apunta, por otra parte, a la
misma raíz social de la cual emerge el problema, importante,
desde luego, de cara a su solución, si cabe definitiva. Pues bien,
el empleo del constructo conceptual género como categoría
neutral que incluya a mujeres y hombres y que indique una
reciprocidad en las relaciones, o bien, una hipotética situación de
reciprocidad y de anticipada igualdad en éstas, que en las
estructuras sociales modernas, aunque exista garantizada por el
10 Muchos de los trabajos científicos clásicos que tratan el tema emplean estos conceptos,
por ejemplo: M.A. Strauss y R.T. Gelles, 1980 y 1988; G. Hotaling, 1990 y P. Langan, 1986.
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derecho no existe de hecho, es, desde luego, epistemológicamente
inadecuado. Estamos ante una aplicación conceptual incorrecta,
ya que la violencia de género que afecta a mujeres y varones de la
misma manera no existe. La violencia que se ejerce contra las
mujeres es una violencia sexista, una “agresión a la mujer”
(Lorente Acosta, M. 2001: 37 y ss). Se debe a su condición social
de género específica en tanto que mujer, y por tanto es, de facto,
una violencia “sexista”. Con todo, preferimos, por ser más claro,
el constructo terminológico “violencia contra las mujeres” o
“violence against women”, que es además el que se emplea más
preferentemente en el contexto internacional.
2.- Violencia
Comunicación
contra
las
Mujeres
y
Medios
de
Para ahondar en una mayor dilucidación de nuestra
posición teórica, haremos especial hincapié en la definición
ofrecida en su día por Johan Galtung. Este autor distingue entre
violencia directa, violencia estructural y violencia cultural11. La
primera, esto es, la violencia directa permite la identificación
inmediata de un autor y su vinculación con un acto de violencia,
mientras que la violencia estructural emerge y forma parte de la
estructura social, estando presente en las formas sociales y
estructurales de la explotación y marginación de las personas.
Por el contrario, la violencia cultural y sus formas perduran
básicamente bajo las mismas apariencias culturales específicas
durante espacios de tiempo largos. Este tipo de violencia incluye
las legitimaciones, represiones culturales y sus representaciones
simbólicas respectivas, si bien las acciones corresponden
obviamente a la violencia directa. La violencia estructural en
cambio, actúa de modo sutil bajo las formas diversas del ejercicio
de poder y de la dominación social, política, económica, etc. Tal y
como aduce el autor, las interacciones y combinaciones entre
estos tres tipos de violencia son múltiples. Entre si componen
11 Siguiendo este modelo podemos analizar las raíces estructurales y culturales de la
violencia directa, y en el caso de la violencia contra las mujeres nos permite desarrollar un
enfoque, esto es, una óptica “multidimensional” para el análisis científico. Vid. Galtung, J.
(1990): “Cultural Violence”, Journal of Pace Research, 27, 3: 291-305.
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ciertamente un triángulo interconectado del cual desde cualquier
elemento se puede transmitir fácilmente la violencia a otro12.
Aplicando este modelo de análisis al tema concreto que
constituye el núcleo central de las reflexiones en el presente
marco, podemos perfilar nuestra argumentación acerca de la tesis
de que la violencia ejercida contra las mujeres es realmente una
violencia estructural-sexista, es decir, constituye un fenómeno
socioestructural que actúa usando infinidad de elementos
culturales diversos en los múltiples ámbitos: social, científico,
económico, político y laboral. Se trata de un tipo de violencia
fundamentado en unas definiciones de género verticales que
implementan, a su vez, unas interrelaciones caracterizadas por el
ejercicio de poder y de dominio de un género frente a otro en una
estructura social concreta. El modelo cultural y estructural de
fondo corresponde al androcentrismo en todas sus facetas. La
dimensión cultural y estructural de la violencia ya no solo tiene a
su servicio unos mecanismos simbólicos aislados, sino todo un
entramado de elementos simbólicos vinculados a instancias que
de modo aparente se encuentran alejados de contenidos
ideológicos precisos, pero que ejercen una fuerza ideológica tal
que garantizan la reproducción eficaz de la estructura
androcéntrica de fondo. A los medios de comunicación de masas
modernos y a los nuevos medios tecnológicos de la comunicación
e información (televisión, internet, videojuegos, telefonía móvil,
etc.) les corresponde aquí un lugar preferente entre estas
instancias, puesto que operan simbólicamente con modelos que
reproducen y ejercen sutilmente una violencia simbólica contra
las mujeres a través de formas múltiples sirviéndose de elementos
culturales y sociales aceptados y aparentemente “correctos” y
“neutrales”, por ejemplo, a través de la representación tradicional
de los roles de género, de la subrepresentación de las mujeres, de
un falso superprotagonismo masculino y la transmisión de
comportamientos estereotipados que no corresponden a la
realidad plural existente. El androcentrismo aporta la
legitimación cultural y estructural de la violencia directa y la
justificación ideológica de las normas de acción para perpetuar la
12 Ibidem.
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discriminación de las mujeres y mantener la verticalidad de las
relaciones intergénero.
3.- Género y función ideológicamente regresiva de los
Medios
Desde una perspectiva de socialización y educación humana
que pone de relieve el poder constructor de la comunicación
mediática y, efectivamente, el poder socializador resultante de los
medios a través de la transmisión de significados, los medios de
comunicación inducen de facto a la construcción de la realidad
social circundante facilitando al mismo tiempo las herramientas
para la interpretación del significado mediático.
Con la mirada puesta en la investigación mediática
feminista, ésta aporta por una parte, enfoques teóricos que
destacan que los estereotipos se deben a la simple existencia de
los mismos en la sociedad, esto es, que defienden una concepción
reproduccionista en cuanto a la dinámica mediática y su
significado para la sociedad (Gallego, J., 1990, Domínguez Juan,
Mª M., 1988). Por otra parte encontramos posiciones que
sostienen que la situación de las mujeres en los medios está
estrechamente vinculada a la subrepresentación de las mismas
en las redacciones y en los puestos directivos (Van Zoonen,
1988)13. Asimismo hallamos posturas teóricas que hablan ya
abiertamente de una “función regresiva” de los medios (C.
Fagoaga, 1993)14 para con el rol femenino aduciendo que los
medios de comunicación en absoluto representan de forma
neutral a los fenómenos socialmente importantes, ni tampoco
siguen operando con unos estereotipos por razones de un “retraso
ideológico” a tenor de una dinámica social más avanzada. Por el
contrario, sugieren que los medios cumplen efectivamente una
función ideológica que favorece el mantenimiento de unas
estructuras de poder, que en el caso del rol femenino, es una
función ideológicamente regresiva, ya que las mujeres no llegan a
13 Vid. Van Zoonen, L. (1988): “Rethinking Women and the News, European Journal of
Communication, 3: 35-53.
14 Vid. Fagoaga, C. (1999): La violencia en los medios de comunicación. Maltrato a la pareja y
agresión sexual, Madrid, Comunidad de Madrid. Sobre todo págs. 100-101.
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ser retratadas en la comunicación mediática con las funciones
sociales que realmente desempeñan.
De modo más claro; los medios de comunicación de masas
inciden en la reproducción y producción de una realidad social
mediante la transmisión de elementos falsos y trastocados en
relación a los roles de género. Estas aseveraciones se sitúan en
una línea epistemológica que rompe con una mera crítica
representacionista y defiende una posición teórico-constructivista
que presta especial atención a la función “constructora” de los
medios con vistas a los roles de género enlazando con la
convicción semiótica de que el lenguaje, las imágenes y la
comunicación en general construyen y generan la propia realidad
a la vez que ofrecen el bagaje simbólico para reconstruirla.
En nuestros trabajos y asimismo para el contexto que centra
nuestra atención específica en este instante, defendemos una
concepción constructivista-interaccionista que pone de relieve el
poder constructor de los medios de comunicación y, en definitiva,
la capacidad socializadora de los medios que surge de la
transmisión de significados. Facilitando las herramientas para la
interpretación del propio significado mediático, la comunicación
mediática induce, de facto, a la construcción de la realidad social
circundante. Esta postura va más allá de un análisis de las
diferencias entre mujeres y varones o de una crítica de los
estereotipos existentes; parte de la tesis de que los medios de
comunicación, el lenguaje y la comunicación en general
construyen al mismo tiempo que reproducen la realidad.
Abundando en esta visión, se evidencia que unas imágenes
ajustadas a la realidad tendrán un efecto socializador distinto que
unas imágenes equívocas. En concreto y en lo tocante a nuestro
tema no es lo mismo que se dé una representación falseada
mediante
la
sobrerrepresentación
masculina
y
la
subrepresentación femenina, por cuyo motivo hemos llegado a
acuñar
la
clasificación
conceptual:
“función
ideológica
regresiva”15 de los medios de comunicación en relación con los
15 Este término lo hemos introducido en nuestros primeros trabajos sobre la imagen de las
mujeres en los programas de debates en la televisión. Véase: Radl Philipp, R. (1995): “La
nueva identidad de género femenino en los debates de la televisión”, en R. Radl Philipp y
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roles de género. Esto es, desde una óptica de la socialización
humana, la comunicación mediática implementa y mantiene una
visión anclada en un dominio masculino omnipresente en todas
las representaciones e informaciones, a pesar de que la propia
realidad social muestra unos parámetros distintos acerca del
protagonismo social de mujeres y varones, ejerciendo con ello una
función ideológico-regresiva en lo concerniente al rol de género
femenino y masculino que reproduce de forma sistemática los
estereotipos androcéntricos en la “conciencia colectiva” de los
sujetos, usando una concepción ya clásica y original referente a
la función socializadora de la educación, desde luego
ampliamente conocida, del renombrado Emile Durkheim16.
Partimos de un enfoque teórico de reconstrucciones activas
en lo relativo a los medios de comunicación, una postura
interaccionista aún cuando las comunicaciones que se establecen
entre el medio y el sujeto receptor poco tienen que ver con
comunicaciones recíprocas, o bien, con interacciones simétricas
que suponen el punto de partida de los análisis teóricointeraccionistas. En el presente marco nos apoyamos en el
presupuesto de que el lenguaje así como los símbolos mediáticos
expresan, esto es, representan la realidad al mismo tiempo que
intervienen en su construcción en la línea de lo descrito por G.H.
Mead para el tema de la comunicación a través de los símbolos
significantes17. En este sentido nos centramos en el aspecto
“semiótico” que Van Zoonen diferencia del análisis de contenido,
dado que nos interesa ante todo el aspecto constructivo del
lenguaje y de la comunicación, aspecto éste que alude al hecho de
Mª.C. García Negro, (ed.), As Mulleres e os cambios sociais e económicos, Santiago de
Compostela: Universidade de Santiago de Compostela; y Radl Philipp, R (1996): “Los medios
de comunicación de masas y sus imágenes femeninas”, en Mª A. García de León y Mª L.
García de Cortazar (ed.), Sociología de las mujeres españolas, Madrid, Editorial
Complutense. Pp. 367-384.
16 Vid. Durkheim, E. (1991): Educación y Sociología, México, Ed. Colofón.
17 Mead diferencia entre el gesto simple y el gesto, o bien símbolo significante. El último es
aquél que expresa la idea que representa y que al mismo tiempo, logra generar esta misma
idea en otros seres humanos. El símbolo significante más importante que reúne todas estas
características es el símbolo lingüístico. Véase, sobre todo Mead, G. H. (1972): Espíritu,
persona y sociedad, Barcelona, Paidós. Recuerdo aquí también las aportaciones de
Watzlawick y Habermas sobre los dos aspectos fundamentales de la comunicación, el del
contenido y el de la relación. Watzlawick et al (1983): Teoría de la Comunicación Humana,
Barcelona, Herder. 3ª Ed.
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que los símbolos son símbolos de la realidad y no símbolos que
solo sirven para representarla18.
Una visión de este tipo nos permite, a pesar de todo,
comprender los procesos de la socialización humana como
procesos en los cuales el sujeto, en tanto que ente activo y
constructivo que es, también puede contrarrestar, a pesar de su
dificultad, el efecto negativo que proviene de la función ideológicoregresiva de los medios, siempre y cuando existan unas
condiciones socio-educativas adecuadas para que los sujetos
puedan proceder a unas interpretaciones y esbozos de roles
propios.
4.- Medio televisivo y Violencia Simbólica
Siguiendo con nuestras aseveraciones y enlazando con las
conceptualizaciones anteriormente introducidas, recordando
particularmente la definición de Johan Galtung, la fuerza
ideológicamente regresiva de los medios genera una violencia
simbólica para con el rol social de las mujeres, dado que en los
medios se efectúa una representación sesgada de las féminas, no
son representadas a través de sus múltiples funciones que
desempeñan de facto en la sociedad. En cambio, la dinámica
mediática mantiene en la conciencia de las personas una
percepción ideológica de la realidad con tintes claramente
androcéntricos que impregnan las conductas particulares, a
través del dominio masculino falso que muestran.
El término “violencia simbólica” es introducido en la
discusión sociológica en el año 1970 por Pierre Bourdieu y
Claude Passeron en su libro “La Reproduction”, a lo sumo, para
referirse al sistema educativo, esto es, de la enseñanza, en las
sociedades modernas19. Cualquier acto educativo-pedagógico
procede, según su definición, básicamente siempre contra la
voluntad del educando debido a que exige de él un sometimiento
18 Van Zoonen, L. (1994). Feminist Media Studies, London, Sage. Pp. 65 y ss.
19 Así lo relata detalladamente el propio título completo de la obra: Bourdieu, P. y Passeron,
J.C. (1970): La Reproduction. Élément pour une théorie du systeme d`enseignement, Paris,
Ed. Minuit. En castellano (1977): La reproducción. Elementos para una teoría del sistema de
enseñanza, Barcelona, Laia. Traducción y prólogo de Marina Subirats.
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al poder del agente educador. Este último, por otra parte, educa a
los sujetos de forma arbitraria de acuerdo con los valores y
normas sociales del grupo de poder dominante excluyendo al
mismo tiempo los valores de los demás grupos sociales.
Añadiendo su propio valor pedagógico al quehacer educativo éste
actúa de forma que garantiza doblemente la reproducción de la
estructura e ideología capitalista dominantes agrandando las
diferencias iniciales existentes al comienzo del proceso educativo
en cuanto al capital cultural de los sujetos. Tal acto pedagógico
arbitrario es siempre violencia simbólica, ya que no actúa de
forma directa o física, se mueve siempre en la esfera ideológica de
modo encubierto.
En el contexto que nos ocupa es relevante subrayar, aún
cuando se puede entender que conectamos en un sentido muy
amplio con esta definición sociológico-educativa y teniendo
presente que Bourdieu utiliza en 1998 el vocablo violencia
simbólica en relación con la representación femenina en los
medios -que califica como elementos de la reproducción
simbólica20-, que el significado otorgado en nuestros trabajos va
más allá de un prisma de este tipo. Partimos de una concepción
que manejamos específicamente en nuestros trabajos ya desde el
año 1995 a tenor de la función ideológico-regresiva de los medios
en relación con el rol de género femenino en un sentido
estrictamente
epistemológico-crítico-feminista,
si
cabe,
conceptualización que parte a la postre de una perspectiva
centrada en la constelación vertical del poder inherente a las
relaciones intergénero. Según nuestra definición de violencia
simbólica, ésta se ejerce siempre contra las mujeres estando
vinculada a una constelación de poder intergénero androcéntrica,
sea de modo explícito o implícito, remite a normas socialmente
aceptadas y persigue la reproducción de tales relaciones
androcéntricas de poder.
20 Véase Bourdieu, P. (1998): La Domination masculine, Paris, Ed. du Séuil; donde, por
cierto, participa asimísmo de esta dominación masculina, eludiendo cualquier referencia a
alguna autora femenina sobre la temática. Será por las estructuras androcéntricas
inconscientes por cuyo motivo no reconoce las aportaciones de las autoras científicas y
feministas a sus elucubraciones teóricas. En castellano (2000): La dominación masculina,
Barcelona, Anagrama.
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Con todo, no cabe duda de que la función ideológicamente
regresiva de los medios en relación con los roles de género en su
dimensión simbólica y, en especial, de violencia simbólica que
actúa para con las mujeres, tiene un valor especialmente negativo
desde una óptica de socialización y educación humana debido a
la dinámica propia de estos procesos, que cuando tienen lugar en
edades muy tempranas son altamente difusos y en gran parte
inconscientes y semiconscientes. Para un mayor abundamiento;
inciden en un devenir que caracteriza a los procesos primarios de
identificación humana en cuyo transcurso el ser humano se
percibe desde el primer momento en el cual toma conciencia de
su “si mismo” (nosotros/nosotras) como un ser, un sujeto
sexuado. Su identificación en tanto que persona no es como tal,
sino como persona de sexo masculino o femenino, como “niña” o
“niño”, hecho que le comporta, en efecto, su “Identidad de
Género”. De allí se deriva el significado de lo que denominamos,
si cabe, la doble dimensión de violencia simbólica que ejercen los
medios de comunicación de masas modernos, en especial el
medio televisivo, atinente al rol de género femenino a través de su
fuerza socializadora. Esta doble dimensión de violencia simbólica
proviene del hecho de que a parte de las repercusiones negativas
que supone desde un ángulo propiamente socializador, impide
fuertemente unos procesos de cambio necesarios precisamente en
lo que a la violencia contra las mujeres se refiere.
5.- Algunos datos empíricos
En nuestras investigaciones empíricas defendemos la tesis
de que los medios de comunicación de masas modernos cumplen
de modo global una función ideológicamente regresiva para con el
rol del género femenino de manera que inciden y favorecen el
mantenimiento de unas estructuras de poder que tienen todos los
rasgos de ser androcéntricas. Esto es, el androcentrismo
entendido como modelo social y cultural que atañe tanto a las
convicciones
y
pensamientos
personales,
como
al
comportamiento institucional y a los esquemas que dominan en
los diversos campos específicos de la sociedad, como es el caso de
los ámbitos laboral, familiar, social, cultural, político, económico
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y científico, por ejemplo. En la lógica androcéntrica el varón
constituye el modelo cultural por excelencia, el centro del mundo
y de la vida social, económica, política etc., constituye el modelo
que envuelve todo y, por tanto, el modelo simbólico-cultural
dominante, inherente a todos los aspectos de la organización
social y cultural. A partir de este modelo se otorgan valoraciones
y clasificaciones de toda índole, implícita y explícitamente, a lo
que acontece en el seno de la misma sociedad en el ámbito de la
vida institucional y personal en relación con los sujetos.
Nuestra hipótesis central atañe a las imágenes y mensajes
mediáticos que pertenecen a su vez a medios y campos
mediáticos diversos, si bien los datos empíricos proceden del
medio televisivo, sin duda, junto con las nuevas tecnologías de la
información, el más poderoso en las sociedades actuales. Las
investigaciones en relación con la presente temática, muestran,
sin embargo, como los datos sobre la prensa escrita, las noticias,
los diarios, la prensa femenina e incluso la literatura infantil, se
pueden interpretar en este mismo sentido.
Los resultados de una investigación específica nuestra sobre
los telediarios de mayor audiencia en España (en su momento el
telediario del mediodía en Antena 3 TV y el telediario de noche en
Televisión Española TV 1) revelan que las imágenes, en cuanto a
las funciones transmitidas referentes a
mujeres y varones,
corresponden realmente a representaciones falsas; ofrecen una
imagen trastocada de la realidad a la vez que aportan los
elementos que intervienen en una “falsa reconstrucción” de la
misma. Aquí solo presentaremos algunos datos parciales de la
primera parte de la investigación, pero relevantes para el presente
contexto. La segunda parte de la investigación, a la que excede el
presente marco, se centra en los efectos socializadores del medio
televisivo en una muestra representativa de jóvenes entre 13 y 15
años, habiendo obtenido los datos a través de cuestionarios y
grupos de discusión.
Para nuestro análisis registramos 2.767 noticias, cuyos
datos habían sido recogidos entre los meses de mayo y octubre
del año 2007. Si bien los resultados ofrecen una primera
aproximación empírica, corroboran que el tratamiento mediático,
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sus representaciones e imágenes, reflejan una realidad social
falsa desde una perspectiva de género.
Así podemos apreciar en el gráfico 1, como en el 91,2% de
las imágenes de las noticias aparecen varones. Solo en un 8,8%
de las mismas están ausentes, mientras que en el 24,1% de las
noticias no se detecta ninguna presencia de mujeres, que, eso sí,
salen en el 75,9% de las imágenes de las noticias.
Gráfico 1: Presencia en las imágenes de las noticias en
función del género (%)
100
91,2
75,9
80
60
40
24,1
20
8,8
0
Mujeres
Varones
Si
No
Fuente: Elaboración Propia
La dominante presencia masculina se refuerza en todas las
variables investigadas. En cuanto a la aparición de varones que
son entrevistados en las noticias y, por tanto, se pronuncian, se
sitúa la cifra en un 51,9% frente al 27,1% de mujeres. Se trata de
un panorama ciertamente desequilibrado desde una óptica
diferencial del género, tal y como podemos ver en el gráfico 2.
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Gráfico 2: Personas con presencia que hablan en las noticias,
análisis diferencial de género (%)
100%
80%
48,1
72,9
60%
40%
20%
51,9
27,1
0%
Hablan varones
Hablan mujeres
Si
No
Fuente: Elaboración Propia
Sobresale, además, en el mencionado gráfico 2 que en un
72,9% de las imágenes transmitidas en las que aparecen las
mujeres éstas no hablan, solo toman la palabra en el 27,1% de
las mismas, lo cual quiere decir que ni siquiera en la tercera
parte de las noticias retratadas llegan a poder manifestarse. Por
el contrario, los varones hablan en el 51,9% de los casos frente al
48,1%.
El análisis global en función del género, esto es, de la
distribución porcentual total de las personas que hablan en las
noticias, muestra un dominio aún mayor de los varones (gráfico
3). Los varones hablan en el 69% de todas las noticias en
comparación con el 31% de las mujeres. Es decir, en más de las
dos terceras partes se expresa oralmente el colectivo masculino
en comparación con el grupo femenino, que, representando más
del 50% de la población, no llega a tomar la palabra ni siquiera
en una tercera parte de las noticias.
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Gráfico 3: Distribución porcentual total de las personas que
hablan en las noticias según género
31%
69%
Mujeres
Varones
Fuente: Elaboración Propia
La subrepresentación de las mujeres se hace aún más
palpable efectuando un análisis desde el ángulo de las
frecuencias temporales. Los varones toman la palabra siempre en
las intervenciones más largas, en las que duran más de 6
minutos hablan el 100%. Las mujeres, en cambio, solo
intervienen aquí en un 50% de las noticias.
En las noticias cortas, de 1 minuto, se manifiestan también
los varones todavía en el 72,7% de los casos. Al grupo femenino le
corresponden aquí solo el 40,2% de las alocuciones, hecho que
señala que en las intervenciones orales, en la “visibilidad oral”,
las diferencias negativas para las mujeres se agrandan aún más.
Esta tendencia en cuanto a las frecuencias de las expresiones
orales la habíamos podido constatar ya con anterioridad en otras
investigaciones nuestras sobre las imágenes y la presencia de las
mujeres en los programas televisivos de debate con temas
políticos y sociales diversos,21 y, por tanto, pertenece a una
dinámica recurrente que persiste.
21 Para los resultados remito a nuestras publicaciones al respecto, sobre todo: Radl Philipp,
R. (2001b): “Los medios de comunicación de masas y las imágenes en función del género:
sobre la influencia socializadora de la Televisión”, en B. Muñoz (ed.), Medios de
comunicación y Cambio Cultural, Madrid, Comunidad de Madrid; Radl Philipp, R. 1995, o.c.
y Radl Philipp, R. 1996, o.c.
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Los datos confirman nuestra hipótesis acerca de la
“subrepresentación
femenina”
y
del
“superprotagonismo
masculino” en el medio televisivo, extremo que en el análisis
efectuado por temas se consolida de forma relativa, dado que las
temáticas de fuerte prestigio social (economía, ciencia y derecho,
etc.) están dominadas por el protagonismo masculino. Con todo,
las féminas están siempre subrepresentadas y el colectivo
masculino siempre sobrerepresentado; domina la información
televisiva de las noticias. En este sentido plasman nuestros datos,
de los cuales solo hemos podido presentar aquí de forma sucinta
algunos significativos, como, en efecto, los elementos
estructurales y culturales de la violencia contra las mujeres está
presente en las informaciones, los aspectos auditivos y los
contenidos de las noticias analizadas de manera simbólica. La
representación mediática no corresponde, en absoluto, al
protagonismo real actual de las mujeres españolas. Aún cuando
las féminas suman el 75% en el grupo de presentación,
realización y producción de los telediarios, en el medio televisivo
los varones son omnipresentes.
Resumiendo, de nuestros resultados se desprende como,
efectivamente, desde un punto de vista estructural los elementos
culturales de una violencia simbólica para con las mujeres, están
presentes, sobre todo teniendo en cuenta que en la investigación
referente al efecto socializador en el grupo de los jóvenes (de 1315 años), la identificación de éstos corrobora asimismo como la
imagen masculina está asociada al dominio y al poder dando
lugar a una consciencia de género connotada por el protagonismo
masculino. Así, afirman mayoritariamente que los varones salen
en la televisión debido a su “importancia”, mientras que las
mujeres lo hacen por su “belleza” y sus atributos corporales, y lo
declaran en mayor medida los chicos que las chicas22.
22 Estos datos proceden de las entrevistas y cuestionarios de chicas y chicos de la muestra
(13-15
años)
de
la
2ª
parte
del
proyecto
de
investigación.
Estas
percepciones/identificaciones son además más acusadas en el caso del grupo masculino.
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6.- Conclusiones
Los medios tecnológicos y de la comunicación no solo
constituyen un poder en las sociedades modernas, si no que de
facto, se han convertido en las instancias más relevantes para la
reproducción ideológico-androcéntrica. El tipo de programas
analizado opera con modelos que evocan de modo sutil elementos
de violencia simbólica para con el rol de género femenino.
Conforme lo ponen de relieve los datos obtenidos en el seno
de nuestro proyecto de investigación: “Socialización en función del
género, Medios de Comunicación y Violencia contra las Mujeres. Un
análisis sociológico” -si bien aquí solamente hemos podido
apuntar de forma escueta algunos de los más relevantes23-, la
realidad transmitida por los telediarios de la TV en España refleja
de forma dominante una realidad masculina, los varones son,
desde luego, omnipresentes. Tal realidad transmitida a través del
espacio televisivo indagado corresponde a una realidad de trazos
androcéntricos que impiden a las mujeres una identificación
positiva que pudiese tener connotaciones de protagonismo social.
Es precisamente en esta dinámica en la que reside la violencia
simbólica en relación con el colectivo femenino, la que quedándose
en la esfera simbólica de la representación de la realidad, alejado
de contenidos explícitos con respecto al género, tiene una
significación, eso sí sutil, de violencia para con el rol de género
femenino. En los telediarios se invisibilizan y se ocultan a las
féminas de forma sistemática, no llegan a ser protagonistas
relevantes de la información, y además no tienen voz; cuando
aparecen, muchas veces son mudas. Es decir, salen en mucha
menor medida y la mayoría de las veces ni siquiera hablan.
Este extremo apunta a un efecto socializador al que, desde
luego, hemos de prestar una atención especial desde un punto de
vista sociológico educativo, efecto que hasta el momento no se ha
tenido lo suficientemente en cuenta sobre todo con vistas a la
prevención y educación en relación con la violencia contra las
mujeres.
23 El conjunto de los datos refuerza la tendencia de los datos presentados, como por
ejemplo aquellos referentes a los contenidos temáticos y, desde luego, los procedentes del
análisis de la percepción por parte de la investigación del grupo de las y los jóvenes.
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Hemos podido apreciar que las mujeres no son sujetos
reales de la información en el medio televisivo, así lo demuestran
en conjunto los resultados de las noticias investigadas. No se
plasma el protagonismo real del grupo femenino en nuestra
sociedad, en la cual constituyen ya en estos instantes una
mayoría en el segmento joven de bastantes colectivos
profesionales de más alta cualificación, como por ejemplo en el
grupo judicial, la abogacía, la medicina, etc. siendo, tal y como lo
confirman los datos estadísticos al respecto, desde hace casi tres
décadas (desde el curso 1985/1986) mayoría entre el alumnado
y, más aún, entre la población egresada de las instituciones de
educación superior en España. Los telediarios tienen, sin duda,
una función ideológicamente regresiva en lo concerniente al
protagonismo social de las mujeres.
Los datos empíricos apuntan, en el sentido aquí
desarrollado, a una violencia simbólica que ejerce la función
ideológicamente regresiva de los medios para con el rol de género
femenino, pero posiblemente nos permiten además entender el
porqué en estos momentos la gran lacra de la violencia contra las
mujeres sigue estando tan presente en nuestras sociedades. La
socialización humana recibe por parte de los medios,
concretamente del medio la televisivo, los elementos que inciden
en la reproducción eficaz de una realidad efectivamente
androcéntrica.
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