Opinión 11A EL DIARIO DE SONORA MIÉRCOLES 13 de Mayo del 2015 PASCAL BELTRÁN DEL RÍO ¿Fichas nuevas? JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ Todo igual y sin embargo, se mueven E n Sonora, Claudia Pavlovich parece haber dado la vuelta al proceso. Nadie puede dudar que existe desánimo en muchos sectores sociales, como en alguna oportunidad lo ha dicho el propio presidente Peña. También que la situación de la seguridad sigue siendo compleja, con las altas y las bajas de una proceso que no puede cristalizar de la noche a la mañana. Que hay desafíos al Estado, sobre todo, en Guerrero y por distintos grupos que juegan a la desestabilización. Pero lo cierto es que, más allá de todo eso, si las encuestas se siguen moviendo como hasta ahora, el PRI, aliado al Verde y en algunas ocasiones a Nueva Alianza, puede mantener la mayoría en la Cámara de Diputados en la próxima legislatura e incluso ampliarla. Y ése es un factor clave para la segunda mitad de la administración Peña Nieto. Nadie puede tener una radiografía exacta del momento, pero a poco más de tres semanas para las elecciones, las encuestas, la última de ellas la de BGC en Excélsior, siguen manteniendo porcentajes muy similares al del inicio de la campaña: JESÚS ORTEGA MARTÍNEZ Debilitar al Ejército: un error estratégico LA FRASE DE HOY: O nce días después de las elecciones del 7 de junio, cuando los resultados oficiales de las mismas ya se conozcan, se cumplirán 80 años de un hecho inédito en la política mexicana moderna. El 18 de junio de 1935, el presidente Lázaro Cárdenas, quien llevaba apenas 199 días en el poder, pidió la renuncia a todos los miembros de su gabinete y terminó aceptando que ocho secretarios de Estado abandonaran sus funciones. Entre los defenestrados estuvo el secretario de Gobernación, Juan de Dios Bojórquez, un político sonorense muy cercano a Plutarco Elías Calles. Por tres décadas permanecería Bojórquez alejado del servicio público, hasta que fue rescatado en las postrimerías de su vida por el candidato presidencial Gustavo Díaz Ordaz, quien lo hizo senador. Fue el enfrentamiento entre Cárdenas y Calles lo que provocó la remoción de tantos miembros del gabinete de aquél, la mayor cantidad en el primer tercio de un periodo sexenal de gobierno. Cuando tomó posesión Cárdenas, México vivía el llamado Maximato, caracterizado por el poder detrás del trono que ejercía Calles. El primer semestre de 1935 se había hecho notar por el activismo sindical, así como por el enfrentamiento en el Congreso entre miembros de las facciones callista y cardenista. En mayo de aquel año, Calles regresó al país después de someterse a un tratamiento médico en Estados Unidos. Estaba decidido a aprovechar la turbulencia para seguir orientando a los grupos que pesaban en la política mexicana. Por aquellas fechas, Cárdenas escribió en sus Apuntes: “Distintos amigos del general Calles, entre ellos algunos que forman parte del gabinete, vienen insistiéndole en que debe seguir interviniendo en la política del país. Estas gentes lo perderán”. Así iniciaba el conflicto entre Calles y Cárdenas, quien había llegado al poder con la venia de Rodolfo Elías Calles, el hijo del Jefe Máximo, a quien Cárdenas había nombrado secretario de Comunicaciones y Obras Públicas y sería de los removidos en 1935. Algunos esperaban que el michoacano resultara tan sumiso a Calles como lo habían sido Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez, pero Cárdenas dio ese golpe de timón y marcó un distanciamiento definitivo con el sonorense, que acabaría con el exilio de éste, en abril de 1936. Consumados los relevos en el gabinete, Bojórquez instó a su jefe a rebelarse. Sin embargo, Calles se rehusó, según cuenta Enrique Krauze en su libro Lázaro Cárdenas, general misionero. “No Juan de Dios, esto no tiene remedio”, dijo el expresidente. “Desgraciadamente el presidente Cárdenas me ha malinterpretado, y no está en mis manos cambiar nada de lo que él ha dispuesto”. Traigo estos hechos a la memoria en momentos en que se comenta en los medios la posibilidad de que el presidente Enrique Peña Nieto pudiera remover o enrocar a funcionarios de su primer círculo después de la elección del 7 de junio. Esos eventuales movimientos, se afirma, servirían para relanzar su gobierno –como lo acaba de hacer en Chile la presidenta Michelle Bachelet, quien pidió la renuncia a todo su gabinete– y comenzar a preparar el terreno político para la sucesión presidencial de 2018. Lo cierto es que Peña Nieto sólo ha cambiado a dos miembros de su primer círculo: el procurador Jesús Murillo Karam, a quien sustituyó por Arely Gómez, y al titular de la Sedatu, Jorge Carlos Ramírez Marín, a quien reemplazó con Murillo Karam. Hoy van 892 días de gobierno. A estas alturas del sexenio, sólo dos presidentes habían hecho menos cambios en sus gabinetes que el actual: Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo López Mateos, quienes no los habían realizado. En contraste, Cárdenas llevaba 17 cambios; Ernesto Zedillo, 10; Miguel Alemán y Felipe Calderón, seis cada uno; Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Vicente Fox, cuatro, y Manuel Ávila Camacho, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José López Portillo, tres. Faltan pocos días para saber si los cambios previstos por algunos opinadores en los medios se concretan o Peña Nieto continúa con un enfoque cauto en este terreno. el PRI, 33 por ciento, el PAN 25 por ciento, el PRD 14 por ciento, el Verde nueve y Morena ocho por ciento. Los demás partidos estarán peleando por conservar el registro con tres puntos: Nueva Alianza y MC parecen tener posibilidades altas de lograrlo, mientras que los demás tendrán que realizar un enorme esfuerzo, quizás con la excepción de Encuentro Social. No se ve que puedan ocurrir movimientos muy dramáticos en estas semanas, por lo menos en el plano federal. Sumado a ello hay que recordar que 300 diputaciones se eligen en forma directa, que ganando aunque sea por un voto, el ganador se lleva todo. Y allí la estructura priista, que sigue siendo la más extendida del país, puede terminar de permitirle a la actual alianza en el poder, conservar el control de San Lázaro. Ahora bien, los estados se están moviendo en forma diferente. En Sonora, Claudia Pavlovich parece haber dado la vuelta al proceso, por lo menos según la encuesta Mitofsky. La priista aparece, por primera vez, arriba en un proceso local en el que se juega mucho y en el cual la dupla PadrésGándara ha cometido muchos errores, el principal (como ha ocurrido con la estrategia publicitaria del PAN a nivel federal) el de recurrir al golpeteo y a la campaña negativa en lugar de reforzar sus puntos propositivos fuertes. Y en un estado como Sonora, el desgaste de quien ejerce el poder local siempre es mayor en una campaña de ese tipo. Hasta ahora esa batalla la está ganando Pavlovich. Algo similar, pero en sentido partidario inverso, parece estar dándose en San Luis Potosí, con la panista Sonia Mendoza, mientras que en Baja California Sur, el priista Ricardo Barroso, que ya estaba abajo en las encuestas, se metió un autogol de antología al decir, por un error, de enormes costo mediáticos, que su campaña estaba financiada por el narcotráfico. En el DF se comienza a observar con claridad lo mismo que en el terreno federal. Es verdad que Morena tiene presencia, pero también tiene un límite electoral, por lo menos en la actualidad, muy preciso: difícilmente alcanzará los dos dígitos. Pero el PRD ya está en los 14 puntos y podría llegar a la hora de votar hasta los 16, mientras que en el DF, la encues- ta de Mendoza, Blanco y Asociados, lo pone arriba en casi todas las delegaciones, incluso, con una diferencia importante en las más disputadas: Iztapalapa, Cuauhtémoc (en las cuales los morenistas Brugada y Monreal no logran emparejar los cartones) y la Miguel Hidalgo (donde David Razú parece tener una ventaja tan amplia que hace difícil que pueda ser superada en tres semanas de campaña). Para el PAN será la Benito Juárez y ,sin duda, la Asamblea Legislativa será mucho más equilibrada que en la actualidad, pero en el DF la primera fuerza electoral será, por lo menos eso es lo que muestran todas las encuestas, el PRD. El sol azteca será también, a nivel federal la fuerza de izquierda más importante. Y las declaraciones peyorativas de López Obrador sobre Movimiento Ciudadano, pueden terminar empujando a esa fuerza de regreso a una alianza con el PRD. En el PAN, los números no son malos. Se confirmará como segunda fuerza electoral ante una izquierda dividida y eso le abre muchas y diferentes opciones. Ya analizaremos las mismas, pero no deja de ser profundamente llamativo el proselitismo que están realizando Margarita Zavala, que busca la presi- dencia del partido, y su esposo, el expresidente Felipe Calderón. Dice muy bien Julián Andrade en su columna de La Razón, que ello ha acabado con la historia de que los expresidentes no pueden hacer política, que son como “Jarrones chinos muy caros, muy grandes, y que nadie sabe qué hacer con ellos”. Los Calderón, Felipe por su lado, Margarita por el suyo, en ocasiones juntos, están haciendo campaña para sus candidatos y demostrando fuerza y aceptación. Es un hecho inédito en la política nacional. Y eso puede cambiar, u obligar a modificar, la correlación de fuerzas internas en el PAN. una argucia legal para violentar la Constitución. A partir de entonces, el Ejército patrulla las calles, suple en sus funciones a las diversas policías —desde las municipales hasta las federales— y no lo hace bien, pues no fue preparado para cumplir con tales funciones. Se conoce, por ejemplo, de su actuación violentando derechos humanos y garantías constitucionales. Junto a lo anterior, al Ejército lo ha alcanzado un mayor descrédito, pues lo ha penetrado la corrupción en todos sus niveles, incluyendo a algunos de sus mandos de mayor grado. Véase, si no, el caso del general Rebollo y, para colmo, se está viendo al conjunto de las Fuerzas Armadas como un cuerpo que evidencia debilidad frente a la delincuencia organizada, la misma que hace gala, impunemente de su cada vez mayor capacidad de fuego. La destrucción de un helicóptero del Ejército con misiles tierraaire da cuenta de ello. Pero la responsabilidad principal de todo ello no está localizada ni en el Ejército ni en la Armada, en sentido contrario, el que esto suceda es responsabilidad, básicamente, de los gobiernos —priistas y panistas— que tomaron la decisión de convertir a las Fuerzas Armadas en policías. José Ramón Cossío, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ha planteado con claridad “que el Ejército no está para cumplir funciones de seguridad pública en términos de la propia Constitución; entiendo —dice Cossío— que todo el sistema de seguridad pública está construido a partir de servicios de policía, no a partir de servicios de los miembros de las Fuerzas Armadas. Si no existe una declaración de guerra, un decreto de disposición de Fuerzas Armadas o un decre- to de suspensión de garantías, las Fuerzas Armadas no tienen por qué estar haciendo funciones que no les corresponden”. Zedillo cometió un grave error, pero Fox, Calderón y Peña Nieto lo convirtieron en uno de carácter estratégico. Es así, desde el punto de vista constitucional, pero también lo es desde el punto de vista militar. Las Fuerzas Armadas son el principal recurso para garantizar la seguridad nacional cuando ésta se encuentra en riesgo por una fuerza militar extranjera o por diversas acciones que, como dice el artículo 29 constitucional, lleven a cabo “grave perturbación de la paz pública o pongan a la sociedad en grave peligro o conflicto”. Este recurso principal para la seguridad nacional lo está debilitando cuando es utilizado irresponsablemente y, para colmo, al margen de lo que dicta la Constitución. El Presidente es el comandante supremo de las Fuerzas Armadas, pero eso no le da facultad alguna para que las utilice poniendo en riesgo su fortaleza e integridad. Por ello, es tan urgente cambiar la estrategia de seguridad pública y eso implica “desmilitarizarla”, implica reconstruir desde el fondo los aparatos policiacos, pero sobre todo, debe contemplar una nueva concepción para la reconstrucción del tejido social, la cual se sostenga fundamentalmente, en la educación y el desarrollo cultural, el crecimiento económico, la creación de empleos dignos —especialmente para los jóvenes—, en fin, de una estrategia que combata, principalmente las causas que alientan la existencia de los agentes externos e internos que atentan contra la seguridad pública y la seguridad nacional. E rnesto Zedillo, siendo Presidente de la República y comandante supremo de las Fuerzas Armadas, adoptó una medida política errónea que, reproducida por sus sucesores, se ha convertido en un grave problema para la seguridad nacional. Lo que hizo, objetivamente, fue un hecho inconstitucional: sacar al Ejército de los cuarteles y convertir a los soldados en policías. En enero de 1999 Zedillo crea la Policía Federal, pero la gran mayoría de sus integrantes ¡son militares a quienes les cambia el color del uniforme y de facto los convierte en policías! Lo sustantivo de esta decisión de Zedillo estriba en que para regularizar la participación del Ejército en tareas de seguridad pública expide el decreto que crea la Policía Federal. En otros términos: el entonces Presidente se vale de ‘Los agentes a lo largo de la frontera reciben (por parte de cárteles mexicanos) sobornos en efectivo, favores sexuales, y otras gratificaciones’ - JOHN ROTH INSPECTOR GENERAL DE DEPARTAMENTO DE SEGURIDAD INTERNA DE ESTADOS UNIDOS