tío ' REVISTA GEOGRAFICA AMERICANA lí Rutas de América, por Ana S. Cabrera; Buenos Aires, 1941; Peuser Ltda., edit. Caracas-Buenos Aires, Automóvil Club Argentino; Buenos Aires, 1941. N 1o se trata en este libro, como su título podría hacer pensar, de viajes; al menos, en el significado vulgar de la palabra. Se trata del folklore de los pueblos de la América española. Su autora, bien conocida por su especialización en esa materia, nos ofrece en su libro la exposición de las observaciones que, en materia de folklore, ha tenido oportunidad de hacer en sus viajes por las provincias argentinas, par Chile, Bolivia, Perú y México. Aunque la obra carece de un plan metódico en su desarrollo (la autora misma así lo reconoce), hay orden y correlación en los temas, y, sobre todo, se destaca en ella un perfecto dominio de la materia por parte de la autora. Constituve esta obra un aporte de sumo valor para el estudio del folklore hispanoamericano, estando, por otra parte, escrita en un estilo muy grato y ameno, que cautiva hasta al lector más indiferente hacia esos asuntos. Para mayor realce, el libro está profusamente ilustrado con dibujos de Francisco de Santo. E s= tomo, redactado en español e inglés, es la descripción minuciosa de la ruta automovilística entre Caracas y Buenos Aires. habiendo sido publicado con el fin (le servir de guía a los participantes ele la carrera de automóviles proyectada entre esas dos capitales - Living treasure , por Iván T. Sanderson; Nueva York, 1941; The Viking Press, edit. E STE libro contiene el relato y las observaciones de una expedición realizada con fines de investigación zoológica, a Haití, Jamaica, Honduras Británica y Yucatán. Su autor, que ha tomado parte en otras expediciones similares (a las Indias Orientales Holandesas, al Camerón y a otras regiones ecuatoriales), es un entusiasta investigador de la fauna tropical, cuyt s especímenes ha querido estudiar en su propio habitat. Su obra contiene, a ese respecto, datos interesantísimos, y en él se aúnan el valor científico con la amenidad del relato. Por otra parte, la obra está ilustrada con esmerados dibujos que representan a las especies animales descriptas en el texto. Los conquistadores españoles, por Frederick A. Kirkpatrick; Buenos Aires, 1940; Espasa-Calpe Argentina, edit. FA. KIRKPATRICK, autor de este libro, es pro, fesor de la Universidad de Cambrigde, habiéndose dedicado con el mayor ahinco al estudio de los países hispanoamericanos, con preferencia a su historia, sobre cuya materia ha publicado varias obras. Dados sus antecedentes, forzoso es reconocerle autoridad en estos temas, aunque pueda discreparse con él en las apreciaciones y juicios personales. Las fuentes de que informan esta pequeña pero densa obra, según el mismo autor, se encuentran en el afamado Museo Británico, de Londres, no siendo, por lo tanto, las mismas (le que se han servido, en general, los historiadores españoles y americanos. El libro estudia el descubrimiento y la conquista de América por los españoles, con referencia a las distintas regiones y diversas etapas de esa magna epopeya. Es una obra, sin duda, de gran valor histórico. GE O G R A FI CA M E RI CANA extremas de Sud América, y también, p or su - p tO it^ L Lr III U T puesto, a cualquier viajero que tuviera qu `tiV^1LJt;(t_ transitar por esa ruta. La descriPción, com ¡r¡ir,r ^a.ri^h acaba de decirse, es minuciosa, con indicació i `;1 p, úQ p^ t i m 1:i kilometrada de todos los detalles que puedeñ I advertirse en ese largo recorrido. El tomo está [pQ fx-Ol. XVII ilustrado además, con numerosísimas fotografías, Viajes de Marco Polo; Cristóbal Colón; Magallanes; Hernán Cortés; La conquista del Perú ; Vida y naufragios de Cabeza de Vaca ; Una excursión a los indios ranqueles. Biblioteca Billiken; Buenos Aires, 1940; Editorial Atlántida. E STA serie de libritos forman parte de la Biblioteca Billiken, cuyos editores, mediante la misma, se han propuesto divulgar en forma breve y sencilla, entre otros tópicos, la vida y hechos de muchos personajes que han adquirido relieve en las páginas de la historia. Ese propósito, a juzgar por las muestras epigrafiadas, ha sido alcanzado con todo éxito. Curso de historia de la América Central, por J. Antonio Villacorta C.; Guatemala, 1940; Tipografía Sánchez y de Guise, edit. AUNQUE se trata de una obra de texto para las escuelas, este curso de historia de Centro América es de apreciable extensión, pues consta de más de trescientas páginas, habiendo merecido la aprobación del Ministerio de Instrucción Pública de Guatemala. Si¡ autor, profesor de la materia en la Escuela Normal de ese país, tiene un amplio conocimiento del tema, que trata con sencillez y con buen criterio, exponiendo en forma clara y prolija los acontecimientos que han tenido por teatro las repúblicas de Guatemala, El Salvador. Honduras, Nicaragua y Costa Rica, desde la más remota antigüedad histórica hasta nuestros días de 1940. La obra se divide en tres períodos: antigüedad precolombina, colonia y vida independiente de esas repúblicas, con las subdivisiones correspondientes a las épocas bien delineadas de la evolución histórica dentro de cada período. Es también una característica favorable de este curso, la imparcialidad que demuestra su autor al tratar la época contemporánea de la historia de Centro América, en la que, como se sabe, han abundado circunstancias tormentosas en que las luchas partidarias llegaron con frecuencia a enconar los ánimos en grado superlativo. En resumen, este curso de historia de Centro América es muy recomendable como iniciación en ese estudio que, todavía, necesita ser profundizado para la correcta interpretación de los hechos. E y#/ 1 N T A SLTA 7^ TT, IJSTRADA. FEBRERO'- DE 1942 PRINCIPALES ARTICULOS DE ESTE NUMERO Primer viaje de exploración arqueológica al departamento de fruya, (Pcia. de Salta) Las comunicaciones entre los Tupí-Guaraní Impresiones sobre Quito Danzarines y músicos aymarás EL SUMARIO DETALLADO ESTA EN EL INTERIOR DE LA TAPA Núm. 101 89 DANZARINES Y MUSICOS AYMARAS Aunque a la celebración de la "Patrona " o "Patrón" de cada pueblo indígena, contribuyen todos los danzarines conocidos , se ofrecen sin embargo, en otras festividades , nuevos bailes que no pueden ser traídos a capricho de una a otra celebración , bailes que se trata de estudiar en estas notas por GIL COIMBRA DETENIDOS en la observación de estas danzas, aprovechamos de extender el tema en una re- seña sintética de aquellos otros que presenciamos en diversas celebraciones, ya de otros santos patrones, o ya en lo grandes días de la iglesia. Los Tchilin-fchili,r forman un bailete que nada tiene que ver con lo indicado. Su motivo nace de una nueva parodia colonial. Consta apenas de tres personajes: el viejo, la vieja y el Kusillo. Aparecen exclusivamente por la festividad de Todos Santos, y en la ciudad de La Paz - donde se les denomina lluqui-auquis - por la región de Sopocachi, el 8 de diciembre, día de la Purísima. Hacen una pantomima mediante la cual, un actor por la dirección de Urinsaya y el otro por la de Aransaya, con su respectiva barra, bajan a la plaza principal donde se reúnen con el Kusillo para recorrer en algarabía todas las calles. Llevan grandes caretas que les cubren por completo la cabeza, caretas animadas por unos ojos bobos por los que, sin embargo, espía la picardía. Saltan o se pasean muy orondos haciendo chasquear el látigo o blandiendo nudosos bastones de palo, cuando no unos paraguas desflecados. Hacia el Norte, por Coroico, se les llama Kjopa-kjopa, que quiere decir "con joroba". Propiamente no es una danza, sino un pretexto para satirizar, ridiculizar y a veces hasta insultar al vecindario. Así, fraguan escenas caseras, reyertas, diálogos, etc., haciendo con su cabezota mil gracejos el Ku,rillo que, como se sabe, es un diosecillo indio que desciende para convertirse en danzarín acrobático, casi en una figura de manicomio, cuyos discursos - para quien entiende el aymará - no carecen de ingenio y sutileza. 1 Pareja de "viejos" en el bailete denominado de los Tchilin-lchili,, lleno de visajes y palabras con que se satiriza al público 90 REVISTA GEOGRÁFICA AMERICANA DANZARINES Y MUSICOS AYALARAS 91 proporción que su (lanza paralela: la representación de los diablos. Una que se caracteriza por su sabor netamente antiguo (al igual que los Pjusi-phía o Kullahuas del Titicaca) es la de los Chockela.r o danza de las vicuñas. El Ku il/o es, a la vez, un dios doméstico y un danzarín acrobático, comodín de muchos grupos de danzantes Esto es tal vez un resabio de aquellas "loas" que los españoles importaron y practicaban en la solemnidad de Corpus Cristi, loas que gradualmente se tornaron no ya en honor de Dios, sino en honor de los corregidores y del Obispo, y no ya propiamente en loas, sino en dicterios y mordaces acrimonias que, por lo mismo, acabaron siendo suprimidas por las autoridades aludidas u ofendidas. A veces se presentan más viejos y viejas, con indumento de carácter, multiplicándose los kusillos y la música, que es constantemente diversa y alegre. Los Trafripule,r, llamados en Chuma Pulir-pulir, son la representación de una corte de ángeles, baile, por supuesto, colonial. Centellean las alas con ruidaje de papel. Se ofrecen los muchachos con los pies ágiles, ligeros. Forman filas que se acercan y se alejan, haciendo figuras y quimbas, todas de índole religiosa, dado su claro origen procesional. Esta danza está hoy, desgraciadamente, en decadencia o muy adulterada, en la misma Gráciles, aligeran el paso en trote rítmico, hombres y mujeres, llevando como guagua, dentro del atado que echan a la espalda, una vicuñita perfectamente disecada y plagada de cintas v de flores. Recorren plazas y cuestas, sin descanso, al son de una especie de pinquillo de voz melodiosa, absolutamente sin intervención de cajas o tambores. En este grupo aparece otra vez el Ku,rillo que, braveando, juega el papel de zorro - enemigo de las vicuñas - y carga en el ckepi un pelloncito de este animal, alta la cabeza y alerta las orejas. El Ku,rillo lleva careta un poco animalesca y un tamboril que bate rápidamente con ambos palillos. Y tenemos en puertas el 8 de diciembre, en que salen a la arena los danzantes de mayor efecto: Ckefif/s y Lackifa,r. Los primeros son bailarinas marciales que entonan una antigua música incaica de adoración al Sol, actualmente adoptada en parte como himno oficial de la escuela indigenal de Caquiaviri. Son una numerosa columna de indios seguidos de lejos por sus mujeres, disposición ésta que permite una vistosa latitud en su presentación. Cada cual está provisto de un gran ,ricu de trece cañas largas que emite voces resonantes, y de un tambor bien templado en el brazo izquierdo, tambor cuyas Ichillihuar o cuerdas, vibran poblando los aires de emoción guerrera. Avanzan a paso largo, solemne, majestuoso, asentando con gravedad una planta, mientras la otra se detiene un instante en el aire. El tambor marca el compás andante, con su tam-tam un poco opaco y ese potente retumbar del cuero sobre la tierra reseca. La parte ritual se manifiesta en una infatigable insistencia de dos o tres frases con dos o tres menudas y clamorosas variaciones. Imploran esas notas, algo la música aymará no es canción , es sólo y siempre música pura, sin estribillo. Es la voz de la tierra, el aliento que sopla desde el fondo sin término de los horizontes Durante las vísperas , han bordado sus jubones sobre muselina y tejido amplias faldas adornadas con felpa y mostacilla 92 REVISTA GEOGRAFICA AMERICANA DANZARINES Y MUSICOS AYMARAS 95 Los Pju.ri-phfa.r tocan flautas gruesas, de una vara de largo, tableadas y con sólo cuatro agujeros, que emiten sones profundos que no se sabe lo que sea. Llaman, claman patéticamente. Se presiente la invocación - tal vez - de lo perdido e infinito de su d.^. tino fatal. Por la noche del 7 de diciembre, comienzan a circular los Ckelilir, con sus dos filas y su gran música. En el atrio de la iglesia los espera el preste de la Purísima Concepción, con su buena damajuana de licor. Los fieles levantan hogueras o prenden hachones, en tanto que los cha,rqui.r o postillones del corregidor, entonan sus pututos en las cuatro esquinas de la plaza. Amanecen bailando. Y pasada la solemne misa y procesión del siguiente día, completan su tocado con caudas formadas por el rebozo a todo color de sus novias o sus mujeres, y con la jackaranda, o sea la franja recamada de espejos y lentejuelas que se ciñen terciada por la espalda. A los danzarines no les faltan quimbas y figuras entrelazadas, mediante las cuales vuelven, elevan el gesto, tuercen y sesguean, según el capricho de los delanteros. La voz remota habla al espíritu de los niños que durante muchos meses después de la fiesta, silbando la música por las calles y los saramanchones de afuera, juegan alegremente a los Ckelili.r. Los Lackilas, llamados también Jankho-sombrerunir, se ofrecen majestuosos con su enorme corona flotante y circular, hecha de plumas de avestruz, coronas cuyo radio pasa a veces de un metro. A diferencia de los anteriores , los Lackila.r tocan música jovial en pequeñas zampoñas, pero se les asemejan en que cada cual lleva su respectivo bombo. Las mujeres bailan solas, adornados los sombreros con flores de tuna y con kanlular. Por la gran fiesta de San Antonio, aparecen otros danzantes como los Kjalchuíri.r, que en su indumentaria de pantalón con gran -abertura sobre el talón, parecen revivir las imperiales costumbres de sus antepasados . Los Tundiquis, que se singularizan por usar bombos cilíndricos, largos de cuerpo y agudos de sonido, que tienen indudable influencia negroide; su tamboreo, recuerda el del malambo peruano. Finalmente los Secker, variedad de los Sicuri.r, sólo diferenciados en que, como los Cketili.r, cada hombre lleva su bom- Los Lackilmr, bajo una ancha corona de plumas de avestruz, cada uno con su bombo, tocan una música liviana y jovial bo personal, Y los Huaca-huacar o Huaco-lokjoris, que es un desfile de toreros y de reses. Los mozos metidos dentro de un pellejo disecado, con cintas, frenteras y coronas, salen al centro en medio de un gran bullicio. Arremeten con los cuernos y saltan desordenadamente; rugen y escarban el suelo con los pies. Los rodean bailarines de brillantes adornos que corren y revuelven sin descanso. Tienen una asombrosa semejanza con la danza japonesa del "Caballo Nambú". Las mujeres los siguen con.un ritmo entrecortado, las mismas que al declinar la fiesta (una semana después) recogen del suelo sus rebozos y bailan y en grandes pelotones, toda clase de danzarines mezclados en uno. En dirección de Italaque, Charazani y Ayata, aparecen los Kallahuaya,r o soldados del imperio, con caretas de aspecto altivo y feroz. Llevan casaca bordada - influencia europea - sobre los calzones cortos; y recruzados por el pecho y la espalda, dos franjas gruesas recamadas de lentejuelas. Es baile de hombres solos. La orquesta va siempre atrás. Los Tchojñar (que quiere decir "verde") son vistosos y alegres. Destacan sobre la frente y ajustado a una vincha, un espejo circular alrededor del cual acoplan el "resplandor" que completa la fantasía. Circuyéndoles desde el pecho, por los hombros hasta los talones, baja una guía cambiante, hecha de plumas verdes y amarillas, cuya orilla está cercada de plumas de guacamayo, ni más ni menos que la mitra de los pieles rojas. La música coincide con el indumento. Es bueno anotar, para concluir, el nombre de los .illakululu,r, danzantes también emplumados que embocan tartas de brillante sonido. Y los Chirihuano.r que, paralelamente a los Chuncho,r que hemos visto, son la parodia de los grupos tribales de la selva. Tales son los personajes. 94 REVISTA GEOGRAFICA AÍMIERICANA El movimiento y la plasticidad del Huaca lokori.r , han dado materiales para obras bellísimas en el campo de la escultura Observaciones Como se ve, escasean, ya postergadas, las clásicas coreografías aymarás, las de sus agricultores, de sus soldados y pastores, de las ítusfa.r y vasallos sometidos; todas ellas, danzas de la Tierra, danzas del misticismo pagano y de los dioses astrológicos. Lejanos vestigios quedan hoy únicamente de ellas, man- Los clza.rqui.., o postillones del Corregidor; tocan sus pululas en las cuatro esquinas de la plaza DANZARINES Y MUSICOS AYMARAS 95 teniéndose íntegras las de la edad colonial. En esas olvidadas fiestas, los indios con máscaras y disfraces de sus personajes y animales sagrados, tenían sus cantores que referían a modo de melopeas, las hazañas pasadas y hablaban de loores para el Imperio, como lo refieren los misioneros Acosta y también Cobo. Hasta la incursión de los primeros españoles, era abundantísimo el folklore coreográfico y musical. Cobo, describe, por ejemplo, los cantos en la época de la cosecha. Tenían, dice, compases tan puntuales y sabios, que el golpe dado en el suelo con las fajllae•, no discrepaba un punto de la armonía. Colocados en fila hombres y mujeres y unidos todos en el trabajo, el agradable can1 tar podía oírse a más de una legua de que se empedistancia. Al comentar esta noticia, Al moverse, parece que llevaran en la guarda de sus polleras un tintineo de plata, y el propio editor de Cobo, Jiménez de la fiaran en buscarlo por entre la variada pedrería del suelo Espada, recuerda que él vió la misma coreográfico, es la intervención del alescena, ya en pleno siglo xix, pero reriación que se nota en cada danza que, cohol con su cohorte de vicios menores, montada en las sierras del Ecuador. a veces, sólo tienen de común un mo¿Cuál ha sido la razón para este frativo, librada al capricho o a la fantasía entre otros, la vesania sensual. Ayer, más que hoy, los hombres ebrios se caso? En su centenaria decadencia, la particular su realización. encrespaban, produciéndose en los pueraza india, tornada acomodaticia, pronDesaparecidas las posibilidades mateto olvidó lo suyo propio, para adoptar riales de épocas pasadas, por lógica va blos sombrías masacres que, al hacer lo que se le ofrecía alegre o triste, pero languideciendo, momento a momento, el balance, daban el haber de cuatro o novedoso. Desde el siglo xvc enmuboato de las remotas fiestas indígenas. cinco muertos y decenas de heridos v deció la voz del Cuzco, para alzarseni- Qtra y quién sabe si la más poderosa contusos, amén de los odios y resquemores que engendraban. . contrastable la de Potosí. 7771JIlas causas para la caída del tesoro Los conquistadores una vez posesionados del Cerro fabuloso, derrochaban a puñados la plata en todas sus fiestas. Y el día de Corpus o el día de Santiago, eran convertidos en verdaderas ferias de alegría, de música y disipación. Entonces los 80.000 indios del padrón de las mitas, al abandonar las bocaminas, aprendieron - con la fuerza del exotismo - todo aquello que se abría reluciente ante sus ojos, empleando sus jornales o sus ganacias (si las tenían ) en aparejar vestidos y accesorios recamados, impedimenta de lujo que trasladada al ayllu nativo, vaneaban con ostentación en sus solemnidades. Esta es la razón más elocuente de esa preferencia aborigen por los oropeles y la pedrería. Y esta es Entran las jóvenes a lucir sus firmes piernas, al segundo día, llamado Huayñusi porque en él descuellan las notas del huayño la razón, también, para la infinita va- 9b REVISTA GEOGRAFICA AMERICANA Con tal antecedente, los corregidores no tenían a mal suspender toda fiesta, o - cuando menos - prohibir severamente la presencia de danzantes. Así comenzó a decapitarse sin contemplaciones, la más íntima inclinación de la raza andina. Lo que sobre danzas aymaráá dejamos anotado aquí, no es, pues, de esta suerte, sino un reflejo muy empañado de lo que ellas fueron unos siglos antes. Hasta la música que ayer, para cada ronda, debía ser anualmente renovada, ahora sólo trae el hilván de una, otra y otra frases, ofreciéndose así rapsodias un tanto híbridas, sin hondura ni sentimiento, cuando no sencillamente la insistencia en un modo que linda con la mortificación, de una sola frase musical, sin variaciones. Las máscaras Fundamentando la ley de las afinidades colectivas, las máscaras - que aparecen en todos los pueblos, ya sean antiguos como modernos --, y en todas las culturas, desde las primitivas hasta las superiores, tienen en América su expresión varia y personal. Cosos en las danzas, se podrían reconocer dos grandes grupos, de acuerdo a las épocas de la historia: el grupo incaico y el colonial. Pero es más lógico estudiarlas por su uso o aplicación, dividiéndolas así: en máscaras rituales (utilizadas como atributo sacerdotal o para las prácticas funerarias), máscaras de uso artístico (atributos coreográficos de ciertas celebraciones o representaciones teatrales) y máscaras bufas, que son todas aquéllas en que se parodia o se escarnece; máscaras cuyo empleo se propagó mayormente con la importación de las fiestas de Momo. De inventiva aymará, existen valiosísimas piezas que estereotipan las más diversas expresiones, debiendo catalogarse entre sus obras de arte tal vez de las más profundas y sugestivas. La diabólica representación de los Chunchos y del Sajra, este último, genio del mal, sólo tiene paralelo con las del teatro chino o con las de la tragedia griega. De las máscaras exclusivamente artís- ticas, es decir, teatrales, tenemos las de los C/rockelas, o sea el ballet de las vicuñas, las de los Iiallahuaya.r, o soldados del imperio y las de los Tcha.cco.r y Sicuri.r. De las del tercer grupo, o festivas, tenemos una infinidad: Ya con cuernos, como en el bailete del Huaca-to,(jori, ya con verrugas y bocas torcidas, como en los Tchilin-lchili.r o lluqui-auqui.r, o ya espantables, como las que usan los Aforeno.r. Pero las que llaman la atención por su mueca inolvidable, son las de los Ku,rillos, gracejos y comodines de cualquier rueda; y sobre todo, las de los Chunchos o Chiriguanos, con ojos ribeteados de rojo y frente y mejillas en que abren sus patas escolopendras retorcidas, lagartijas verdes y toda suerte de bichos venenosos y salvajes. Hay también la figuración de los cóndores, de los gallos y gavilanes, así como una pacotilla de simples antifaces pintados. Las caretas son fabricadas en madera o bien, de fibras vegetales con aplicación de estuco. Sobre este material se hacen, según los casos, incrustaciones de vidrio, metal, espejos, piedras preciosas, etc., todo ello reunido por una brillante y gruesa capa de barniz. -Hola de Redacción. La palabra "máscara" tiene su origen, probablemente, en la árabe ma jarah, que significa caricatura, burla. Desde el punto de vista etnográfico, las máscaras suelen clasificarse en tres órdenes: máscaras rituales, máscaras guerreras y máscaras de disfraz o espectáculo. Como las máscaras tienen una difusión tal entre los pueblos que son pocas las comarcas donde no se las encuentra, surge la pregunta de si, más bien que tener un solo foco de origen, no hayan sido concebidas en muchos puntos de la tierra. La gran diversidad de sus formas y el razonamiento más sencillo depondrían a favor del origen múltiple, mientras la constancia con que se repiten los tres órdenes ya indicados (máscaras rituales, guerreras y de espectáculo), inclinarían a suponer un origen común. (fotos y dibujos del Autor) 97 LA CORDILLERA DEL MELON (CHILE) Como en las páginas de un álbum, aparecen las hermosas imágenes: La cordillera de origen volcánico. Un tronco de árbol petrificado a 2.000 metros de altura . El bandido del "Trebal" desmanteló el refugio del caqui. Zorros y pumas infestan la cordillera... por ERNESTO SAMITH D. Por el Carretón arriba la una de la madrugada, después de haber abandonado el camión que nos trasladara desde Calera a través de los sembrados del Melón y los llanos y risqueras cubiertas de cactus y matorrales de la Quebrada del Carretón, y habiendo encontrado a los arrieros que nos subirían las mochilas hasta el pie del cordón Caqui, mientras hacia el sur comenzaban a aparecer estrellas, los 17 excursionistas, seguidos por la recua cargada con las provisiones, atravesamos , de roca en roca, el rápido arroyo del Carretón. Hacia el fondo de la quebrada, en la mole negra de la cordillera , se vió una escotadura que la altura y distancia hacíanla aparecer insignificante. Alguien la reconoce y dice: es el Portezuelo de los Zancudos, que debemos atravesar esta noche ... Sólo está a 1.175 metros del altura, . . A esta atractiva cordillera, que llaman del Melón o de Catemu, había sido invitado para que participara en una excursión que por ella pensaban realizar las patrullas de H. E. C. (Hermandad de Excursionistas Católicos), durante el 21 de Mayo ( 1) y días siguientes. Hemos comenzado la excursión con una noche obscura. El sendero por donde vamos subiendo está bordeado de arbustos y matorrales y, a veces, por bosques de peumos.'La fila de linternas se va alargando por la ladera del cerro y sólo sus puntos brillantes nos mantienen en contacto. Vamos tres adelante, levantando el rastro. Desde las tenebrosidades de las quebradas, ojos fosforescentes nos observan sorprendidos. Otras veces se A ( 1) 21 de Alayo, fiesta nacional chilena. oye aproximarse a alguien que nos es invisible por lo tupido del ramaje. El grupo se detiene y por si es un humano, se da la voz de alto. Como el ruido se acerca y se viene encima sin aviso, se repite la orden, y al no sufrir efecto, se hace una salva con el objeto de asustar al intruso, sea animal u hombre. Pero el ruido avanza. Y avanza sin que nadie pueda explicarlo racionalmente. Nosotros opinamos que se trata de algún vacuno que ramonea... Pero, los arrieros que conocen la región, entre crédulos y burlones, recurren a explicaciones de carácter sobrenatural. En la pequeñísima pradera que tapiza lo alto del portezuelo de los Zancudos, tomamos un respiro y volvemos a sumergirnos en una mara»a bajo la cual resuena el arroyo, que ahora ha tomado el nombre de las Bañaderas, por las pozas profundas de agua cristalina, pero helada como el hielo, que ha cortado el torrente en la piedra viva. Ahora, es el Morro de la Plata quien nos corta la visual, cajón arriba. A sus pies debemos llegar para acampar en el llano de Los Maquis. Subiendo casi por el fondo de la quebrada, arribamos a ese espacio abierto en medio de la cordillera. Grandes y viejísimos árboles le prestan sombra y el suelo está cubierto de hojarasca. Allí, el Pbro. don Luis Marambio, que nos acompaña como capellán, y que es un entusiasta excursionista, tiene proyectado que H. E. C., levante un refugio de piedra. Y la idea no puede ser más oportuna, ya que Los Maquis es la meta de la primera jornada en los raids por esta fragosa cordillera. Amanecía el 21 de mayo. El sol al iluminar el picacho del Buitre, tras de nosotros, pareció inundar de un reflejo