Conflictos ambientales: La extensión universitaria como herramienta transformadora Gutiérrez, M.; Elisio, S; Yanniello, F; Represa, S; Colman Lerner, E; Marino, D; Peluso, L; Sánchez, Y; Cano, L; Porta, A; Andrinolo, D. Eje de trabajo: 11 (Otros) Lugar de trabajo / Institución: Programa Ambiental de Extensión Universitaria (PAEU) – Facultad de Ciencias Exactas, UNLP. E-mail: paeu@exactas.unlp.edu.ar. Web: http://www.exactas.unlp.edu.ar/paeu Resumen: Desde hace por los menos tres décadas la degradación o contaminación del ambiente está instalada en distintos ámbitos; sin embargo las conceptualizaciones, los matices y las formas de pensar esta problemática transversal, son diversas. La universidad pública no está exenta de estas tensiones, ya que coexisten en su interior distintas maneras de pensar a los conflictos ambientales y de abordarlos desde sus tres pilares fundamentales (docencia, investigación y extensión). En este sentido, en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) existen distintas propuestas de extensión e investigación que abordan la temática de manera individual o aislada. En la búsqueda de jerarquizar la actividad extensionista en el área ambiental, en el año 2010 en la Facultad de Ciencias Exactas se creó el Programa Ambiental de Extensión Universitaria (PAEU). El PAEU se planteó como un espacio donde pensar el rol de la Universidad frente a los distintos conflictos ambientales de nuestra región, así como motor en el desarrollo de políticas que inserten a la Universidad en esta problemática. A través del diálogo con los diferentes actores involucrados, se trabaja en la construcción de posibles soluciones y propuestas hacia una sociedad más igualitaria, un desarrollo económicamente sustentable, socialmente justo y un ambiente sano. 1 Por lo tanto, se plantea como una herramienta de transformación de nuestra realidad, comprometida con las demandas sociales, que fortalece el vínculo Universidad - Sociedad y ayuda a construir colectivamente nuestra propuesta para el buen vivir. Palabras claves: CONFLICTOS AMBIENTALES, EXTENSIÓN UNIVERSITARIA, PAEU. Introducción En los últimos años los gobiernos de varios países de América Latina -incluido el nuestrohan avanzado en ámbitos como los derechos humanos, la disminución de la pobreza y el aumento del empleo, dando un vuelco en la participación del Estado en sectores determinantes para la vida política y económica. Sin embargo, la gran materia pendiente de los gobiernos progresistas latinoamericanos es la problemática ambiental. Esto se manifiesta en los diversos reclamos de la comunidad, que exige respuestas: desde los pueblos fumigados y trabajadores bajo los efectos de agrotóxicos, la pérdida de cultivos locales ante el avance sojero, y con esto de su soberanía alimentaria; hasta los que luchan contra la megaminería o por la preservación de los ríos y el aire. La apropiación del espacio y el poder de modificación del ambiente -entendido como un sistema integrado por elementos naturales, sociales y culturales existentes en un lugar y en un momento determinado- se distribuyen en la comunidad en forma desigual y discriminatoria. La afectación del ambiente por parte de unos -el uso inadecuado o inevitable de los recursos, la producción industrial, los servicios y la vida cotidiana de millones de personas-, implica un deterioro social y sanitario para otros. La expansión de la frontera agrícola, la megaminería y el crecimiento indiscriminado, genera, además de contaminación, la expulsión de comunidades de pueblos originarios y campesinas y la destrucción las economías regionales. Éstas son algunas de las consecuencias más visibles del sistema capitalista basado en el extractivismo, es decir dependiente de la extracción intensiva en grandes volúmenes de recursos naturales con muy bajo procesamiento. 2 Una perspectiva que incorpore la temática ambiental de manera sustantiva obliga a revisar ideas tradicionales, como la confianza en el progreso perpetuo, el consumismo capitalista, y la posibilidad de un futuro de abundancia. Entre otras cosas, es necesario reconocer las limitaciones que el ambiente nos impone y promover profundas modificaciones en los patrones de consumo y en las concepciones de desarrollo. Desde hace por los menos tres décadas la degradación o contaminación del ambiente está instalada en distintos ámbitos; sin embargo las conceptualizaciones, los matices y las formas de pensar este fenómeno transversal, son diversas. La universidad pública no está exenta de estas tensiones, ya que coexisten en su interior distintas maneras de pensar a los conflictos ambientales y de abordarlos desde sus tres pilares fundamentales (docencia, investigación y extensión). Los conflictos ambientales Tal como plantea Mariana Walter (2009) existe consenso en cuanto a caracterizar a los conflictos ambientales como un tipo particular de conflicto social, que suele darse en el ámbito público. Un daño en el ambiente puede considerarse como la base de un potencial conflicto ambiental, aunque según la autora, si no se producen acciones por parte de actores sociales, que a su vez generen reacciones en otros actores, no se trata de un conflicto ambiental. Un conflicto social lo es cuando adopta estado público e involucra más de un actor, presupone por lo tanto acciones colectivas, en las que grupos de personas entran en disputa (Gudynas, 1992). Existe un debate entre lo que se reconoce por conflicto ambiental y por conflicto socioambiental. Walter destaca que en el primer caso, se trataría de conflictos relacionados con el daño a los recursos naturales, donde la oposición proviene principalmente de actores exógenos, por lo general activistas de organizaciones ambientalistas; en el segundo caso, los conflictos también involucran a las comunidades directamente afectadas. Los conflictos ambientales se configuran como un campo de estudio mucho más amplio, donde convergen distintas miradas e intereses; “es un punto de articulación interdisciplinario, objeto de preocupación y estudio para diferentes áreas de las ciencias humanas”, señala Gabriela Merlinsky (2007). 3 En la última década, el surgimiento de crecientes protestas en torno a la potestad de decidir sobre el uso del territorio, hizo que quedara de manifiesto la dimensión política de este fenómeno. Estos nuevos movimientos sociales, (Walter, 2009) se caracterizan por el pluralismo de valores e ideas, su orientación pragmática y la propuesta de reformas institucionales tendientes al desarrollo de sistemas que amplíen la participación en las decisiones de interés colectivo. Esta visión, relatada y analizada por varios autores, incorpora las relaciones de poder dentro del mapa de los conflictos ambientales, ya que pone el acento en los intereses políticos y económicos, que en general tienen una misma matriz y apuntan a un modelo de desarrollo extractivo. En esta línea de pensamiento se destaca el trabajo de Joan Martínez Alier y Ramachandra Guha, quienes desarrollaron la tesis del “ecologismo de los pobres” o el “ecologismo popular”. Esta tesis plantea que en el sur existe una corriente de movilización originada en conflictos ambientales producidos por el crecimiento económico que conlleva la extracción de recursos, expansión de vertederos y riesgos de contaminación para quienes el ambiente es la base material de sustento. Existe también una corriente de intelectuales ambientalistas latinoamericanos como Leff y Zibechi que señalan que la expansión del capital lleva consigo un constante deterioro social y ambiental y un aumento creciente de la tasa de explotación de los recursos naturales, que se expresa en una crisis ambiental de orden mundial pero con repercusiones y ejemplos regionales y locales. Esta crisis ambiental es inédita, ya que en virtud de su carácter global, afecta a todas las sociedades del planeta; y se ha venido gestando con intensidad creciente en los últimos doscientos años. Además, en el último medio siglo se ha constatado el debilitamiento de procesos ambientales que no pueden simplemente ser sustituidos por otros. Asimismo, esta crisis hace más visible la estrecha vinculación existente entre las relaciones que los seres humanos establecen entre sí en la producción de sus condiciones de vida, y las que como especie establecen con el conjunto del mundo natural. Lo ambiental, entonces, es algo que atraviesa a numerosos actores y es objeto de preocupación de distintos ámbitos, entre ellos las empresas y los gobiernos, los vecinos, las 4 ONGs, las asambleas ambientales, los medios de comunicación y la comunidad científica y universitaria. Se plantea así en el ámbito académico, un nuevo paradigma en el que lo ambiental no puede reducirse a un problema demográfico, tecnológico, o meramente económico, para dar paso a una visión de creciente complejidad, que nos demanda nuevas formas de colaboración e interacción entre las ciencias humanas y las naturales (Merlinsky, 2009). La universidad pública y los conflictos ambientales Históricamente la universidad pública fue considerada una entidad prestigiosa, independiente y capaz de poder opinar sobre determinados temas; un principio de autoridad fundado en que se trata de un centro de conocimiento y de investigación volcado a la formación de profesionales. Se la reconoce como una institución educativa que busca promover mejoras en la sociedad y generar materiales de divulgación. Particularmente, el compromiso con el ambiente no es lo que prima en la educación superior en Argentina. A pesar de que numerosas universidades trabajan desde proyectos de extensión o investigación en la temática, abundan las universidades alineadas bajo perfiles de pensamiento de corte empresarial, en donde se prioriza la innovación tecnológica y una formación mercantil. Sin embargo, existen grupos que desde algunas facultades se vinculan con los movimientos socioambientales y responden a las necesidades de la comunidad. La ciencia moderna occidental entiende al conocimiento como un reflejo objetivo de la realidad que se construye a partir de una racionalidad metodista y sustenta la producción del conocimiento en la relación de dominio sujeto-objeto. Sin embargo, las ciencias ambientales nos plantean una nueva complejidad de problemáticas que precisan de nuevos marcos conceptuales para su abordaje. Por un lado, el objeto de estudio y el sujeto se presentan como la misma cosa, y por otro la infinidad de variables y la multiplicidad de niveles que explican las problemáticas trascienden la visión acotada, materialista y metodista de las disciplinas científicas. A pesar de que se reconoce que el abordaje de los problemas ambientales precisa un enfoque multidisciplinario, todavía las ciencias ambientales se centran en gran medida en considerar al ambiente como objeto de estudio y no se pueden abandonar los resabios de contemplación, o simplemente dejar de pensarla como disciplina. 5 Los conflictos ambientales, como manifestación social y política de las problemáticas ambientales, tensionan el protocolo de abordaje que la ciencia disciplinar presupone para abordar un problema. Los mismos plantean la necesidad de estudiar los factores ambientales que derivan en una determinada situación, a la vez que es preciso abordar el problema en relación con la comunidad y a los tiempos que la circunstancia demanda. Esto genera una contradicción en el ámbito científico que todavía mantiene su esencia elitista y exclusiva de ciertos sectores que la posiciona culturalmente por encima del resto de la sociedad, que se asume objetiva y pulcra frente a la coerción ideológica y política. Entonces lo que en realidad se expresa en esta situación es una tensión por jerarquización de la calidad humana, un compromiso entre considerar a la comunidad como objeto/variable de estudio que caracteriza a la problemática, o como sujeto interviniente en la comprensión y resolución de la misma. En definitiva lo que se disputa dentro del paradigma científico es el reconocimiento de los derechos de la comunidad, no solo a un ambiente digno, sino a ser considerada como sujeto capaz de comprender su situación en una relación de igualdad y reciprocidad con el resto de la sociedad. El proceso histórico de lucha de las comunidades relegadas e inferiorizadas, consecuencia del etnocentrismo de los países occidentales, se expresa en la ciencia que sostienen su nicho de ideas fundantes en estas sociedades llamadas centrales. El conocimiento occidental, autoproclamado como universal y superior, constituye la racionalidad discriminante del resto de las sociedades periféricas consideradas subalternas. Gran parte de la comunidad científica resuelve esta contradicción abocándose solo al estudio de las problemáticas ambientales mediante la objetivación del ambiente, reproduciendo el conocimiento y sosteniendo su posición cultural jerárquica en la sociedad. En ese marco, “lo ambiental” representa uno de los grandes desafíos que enfrenta la universidad en el Siglo XXI. La extensión universitaria en el tiempo De la misma forma que sucede con los conflictos ambientales, la extensión universitaria, es una tarea bien conocida en las diferentes Universidades Nacionales del país, pero no todas la conciben de igual manera. Algunos la entienden como un servicio a la comunidad, o como un asistencialismo, que coexiste a la vez con discusiones sobre qué abarca la 6 extensión, si incluye la transferencia tecnológica, o los servicios a terceros. Estas diferencias las podemos asociar a los cambios conceptuales por los que ha transitado la extensión desde su nacimiento. La incorporación de la extensión en las universidades latinoamericanas en el siglo XIX, ha sido un cambio de ideales educativos científico y humanístico. Sin embargo, su práctica es anterior a su inclusión como una de las bases doctrinarias del Movimiento Reformista. La autora María Caldelari, analiza la historia de la extensión universitaria en la Argentina y define a la extensión llevada a cabo por los reformadores (Joaquín V. González, Rodolfo Rivarola y Juan B) como “extensión oligárquica”. “Las primeras formas de extensión, aquellas ligadas a la acción cultural, están entretejidas con una concepción de universidad donde una de sus funciones prioritarias es cultural….Y las actividades serán organizadas de manera vertical, manteniendo las jerarquías tanto en lo que se refiere a quienes están autorizados a hablar, como en cuanto a la elección de los conocimientos que serán puestos en circulación.” (Caldelari, 2002). El modelo de extensión reformista encontró su fin, frente a un proceso de contrarreforma iniciado durante el gobierno del doctor Alvear, y profundizado luego del golpe de Estado de 1930. En el año 1945 el rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA) Horacio Rivarola presentó un proyecto de creación de un instituto de extensión universitaria, el cual introduce un nuevo concepto de misión social. “La concepción de la extensión entendida como la misión social de la universidad pertenece a la tradición reformista y la caracteriza, pero no la excluye la acción cultural.” (Caldelari, 2002). Pero este nuevo florecimiento de la extensión reformista, nuevamente iba a encontrar su fin en 1946, con asunción de un rector interventor, el doctor Oscar Ivanissevich. Luego en el gobierno de J. D. Perón, el Departamento de Acción Social reemplaza las actividades del instituto de extensión. En el año 1947, se crea la ley 13.031 que desconoce la autonomía de la universidad, dejándola sujeta a los programas de gobierno. Las fuerza políticas que tomaron el desarrollismo, y el antiperonismo, fueron los motores de una nueva visión de la extensión. “En la universidad post 55’ fue resignificada según el clima ideológico del desarrollismo, y su actividad jugó en términos de la modernización en un doble sentido: hacia afuera, 7 aspirando a ser motor de dicha modernización y con un fuerte sentido político; hacia adentro, impulsando la responsabilidad en el estudio de los problemas nacionales y la intervención para la solución de los mismos. La idea de la sociedad como laboratorio abandonó el terreno para la formación de egresados aptos para la investigación y la práctica profesional. El reformismo puso en cuestión –intramuros- la relación jerárquica, pero en la relación de la universidad con la sociedad la mantuvo. El desarrollismo – en su versión universitaria y reformista- reprodujo esta situación de verticalidad tras un proyecto nacional de desarrollo y modernización que marco un modo de intervención.” (Caldelari, 2002). Esta nueva visión, volvió a institucionalizar la extensión universitaria con la apertura del departamento de extensión universitaria, el cual se mantuvo hasta el golpe de 1966, encabezado por Onganía. En los 90’, “el neoliberalismo define a la función de las universidades en términos de proveedoras de los profesionales que demandan el mercado o las políticas de gobierno. Las políticas educativas están supeditadas al modelo hegemónico, que presiona a través de la variable financiera. De allí, que el compromiso de la universidad con la sociedad es, en realidad, un compromiso con las empresas y con la ejecución de políticas sociales descentralizadas. El proyecto reformista de formar profesionales comprometidos, es reemplazado por el de producir profesionales altamente calificados para consumo empresarial” (Argumedo, 2002). La reforma del estatuto de 1996, en su Título VIII, de la extensión universitaria, considera a la misma como: “La Universidad considera la Extensión Universitaria como uno de los medios de realizar su función social. Para su cumplimiento, se creará el Departamento respectivo” (Estatuto UNLP, 1996). El Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) define en 1997 a la extensión como: “un proceso de comunicación entre la Universidad y la Sociedad, basado en el conocimiento científico, tecnológico, cultural, artístico, humanístico, acumulado en la institución y en su capacidad de formación educativa, con plena conciencia de su función social” (C.I.N, 1997). En la actualidad, la reforma estatutaria de la UNLP del 2008, plantea la siguiente definición de extensión: “La Universidad reconoce como una de sus funciones primordiales la 8 extensión universitaria, entendida como un proceso educativo no formal de doble vía, planificada de acuerdo a intereses y necesidades de la sociedad, cuyos propósitos deben contribuir a la solución de las más diversas problemáticas sociales, la toma de decisiones y la formación de opinión, con el objeto de generar conocimiento a través de un proceso de integración con el medio y contribuir al desarrollo social. Acordará en consecuencia las máximas facilidades para su realización y estimulará los trabajos de extensión que realicen los miembros de su personal docente, no docente, graduados y estudiantes que suelen ser originados por la detección de necesidades específicas. Acordará becas y/o subsidios y mantendrá intercambios con otras universidades y otros ámbitos generadores de conocimiento del país y del extranjero. En las actividades que se enmarcan en esta definición no podrá mediar lucro alguno entre los actores e instituciones involucradas” (Estatuto UNLP, 2008). Los desafíos del Programa Ambiental de Extensión Universitaria La comprensión de las implicancias de la crisis ecológica (escasez de recursos) y de la crisis ambiental (escasez de depósitos "contaminables"), se relaciona con los sistemas institucionales, de poder y de distribución de bienes, en tanto las consecuencias ecológicas de la forma en que la población utiliza los recursos de la tierra, están asociadas con el patrón de relaciones entre los propios seres humanos. En esos términos las preguntas se multiplican e implican ir más a fondo en el análisis de las formas de apropiación social de la naturaleza, las diferencias de poder en el acceso a los recursos naturales, los sistemas institucionales que regulan la disponibilidad, aprovechamiento y conservación de los mismos, el problema de la gobernabilidad de regiones (tales como las cuencas) que están delimitadas por razones naturales, la creciente politización del cuestión ambiental considerada como asunto público, entre otros tantos temas (Merlinsky, 2009). El Programa Ambiental de Extensión Universitaria (PAEU) se creó en el año 2010 bajo la premisa de jerarquizar la extensión. El mismo se planteó como un espacio donde pensar el rol de la Universidad frente a los distintos conflictos ambientales de nuestra región y como motor en el desarrollo de políticas que inserten a la Universidad en esta problemática. A través del diálogo con los diferentes actores involucrados apunta a la construcción de posibles soluciones y propuestas hacia una sociedad más igualitaria, un desarrollo 9 económicamente sustentable, socialmente justo y el desarrollo de las personas en un ambiente sano. Para ello se pensó a este espacio como un lugar donde se desarrolle teoría y práctica extensionista que impacte en la forma de pensar/hacer docencia y ciencia en la Universidad Pública. Y también como una herramienta institucional de la Universidad Nacional de La Plata que se comprometa con las demandas sociales, fortalezca el vínculo Universidad Sociedad y ayude a construir colectivamente nuestra propuesta para el buen vivir. Desde hace tres años organizaciones, profesionales y grupos ambientalistas de la región vienen elaborando una Agenda Ambiental, con las problemáticas ambientales más urgentes a resolver en la zona y sostienen en dicho documento que la contaminación industrial es una de los temas más preocupantes para el Gran La Plata. En este sentido, la universidad juega un rol fundamental en la validación de las premisas que surgen de los reclamos de los pobladores. Un ejemplo de esto es el juicio a COPETRO (empresa que integra el Polo Petroquímico de Berisso- Ensenada y que trabaja con productos finales derivados del petróleo), que con participación del Centro de Investigación del Medio Ambiente (CIMA) vinculado al PAEU- le permitió a los vecinos del Barrio Campamento de Ensenada lindante con COPETRO- generar acciones de reparación y mitigación de la contaminación con coque. En nuestra experiencia particular como programa ambiental, hemos ido abordando en conjunto con la comunidad, diferentes problemáticas de la región. Desde nuestra perspectiva, la extensión sirve como herramienta de transformación de nuestra realidad con el objetivo de participar en el esfuerzo común por alcanzar la soberanía ambiental, es decir, la potestad de los pueblos de decidir cómo habitar sus territorios. En este sentido, contribuyendo a una visión más holística del conocimiento, que nos pone en un plano más horizontal con otros tipos de conocimiento válidos, aún cuando no sean científicos, y también de la actividad real de los docentes-investigadores-extensionistas universitarios que no hacemos ciencia como única actividad. Compartimos la idea de Gabriela Merlinsky (2009), acerca de que las disciplinas científicas y técnicas resultan insuficientes para entender al ambiente como temática actual y se debe dar paso al surgimiento de nuevas formas de cooperación entre otros saberes que den respuesta a las nuevas preguntas que nos reclama la época en que vivimos. 10 En relación a esto, existe una propuesta naciente del mundo indígena que se denomina el “Buen Vivir”, que plantea una cosmovisión del mundo desde la “América morena”. El Buen Vivir resurge en la historia contemporánea primero como reivindicación política y cultural contrapuesta a la idea de desarrollo occidental y el estado de bienestar. Las implicancias políticas del concepto, y la emergencia de los pueblos indígenas en la vida política llevaron a que en Bolivia y Ecuador se reconozca constitucionalmente los derechos de la tierra, la naturaleza, o la Pachamama. La comprensión de la Tierra como deidad protectora, y del propio humano como parte de la misma, desarrolla una ética basada en una relación de reciprocidad e interdependencia con el resto de los entes que caracterizan la vida armoniosa y plena del Buen Vivir. Lejos de ser una proclama simbólica y romántica, sus implicancias son muy profundas y pueden significar la base teórica y conceptual sobre la cual fundar un nuevo ambientalismo, una nueva forma de concebir el conocimiento y la ciencia. Como señala Raúl Zaffaroni (2012), retomar los conocimientos ancestrales indígenas, no se trata de una regresión a la vida primitiva, sino de refuncionalizar nuestra técnica y tecnología conforme a las pautas éticas originarias en su relación con todos los entes. Las implicancias de esta nueva cosmovisión comienzan a motivar los esfuerzos de muchos investigadores e intelectuales que buscan conceptualizarlo a razón de un esfuerzo contradictorio. Se trata de un diálogo intercultural e intercientífico que puede entonces traducirse en herramientas para la acción. Conceptos como el de desarrollo endógeno, y reconceptualizaciones de la sustentabilidad, surgen como necesidad de este diálogo de saberes para constituirse como nuevos marcos que precisan de otras herramientas metodológicas de abordaje. Por ejemplo, Raúl Delgado (2010) propone la Investigación Participativa Revalorizadora, y otros autores la Transdisciplinareidad y lo Multimetodológico. El verdadero sentido del Buen Vivir aflora en un retorno a las formas de conocimiento ancestrales, donde la cultura, los modos de producción y las creencias, eran una misma cosa. Algunos podrán interpretar este Buen Vivir como una expresión meramente espiritual, aunque este concepto puede aportar a una teoría de cambio real, una base ideológica que pueda sustentar la construcción de sociedades humana y ambientalmente viables. 11 Consideraciones finales El debate sobre cuál es el modelo de universidad pública que se quiere construir y cuáles son las funciones que debería cumplir en la actualidad, es complejo e involucra a numerosos actores. Desde algunos proyectos y grupos de trabajo, en los cuales se inscribe el PAEU, se busca la vinculación con las necesidades reales de la población, para dejar de sostener modelos de vanguardia cientificista y tecnológica. Desde adentro y desde afuera, se repiensa hacia dónde habría que orientar las políticas universitarias en materia ambiental. Como programa ambiental nos interesa estimular la participación ciudadana para poner la ciencia al servicio de las necesidades de la comunidad y compartir los saberes generados desde los laboratorios y centros de investigación universitarios en articulación con organizaciones, vecinos y asambleas. Consideramos que el ambiente involucra todos los factores de reproducción natural y social como una misma cosa, y los conflictos incorporan necesariamente el factor cultural y principalmente el político. El punto es cómo concebir las dimensiones del ambiente, sin que quede exento de valores culturales, morales y espirituales, y por lo tanto, las prácticas concretas deben plantearse pensando en todos los factores sociales, que incluyen además de todas las condiciones materiales, la cultura, la identidad y la espiritualidad. En este sentido, es necesario trabajar estos valores en la propia comunidad científica; por ejemplo fomentando el trabajo colectivo, potenciando los valores de solidaridad y reciprocidad en el ámbito científico y hacia la comunidad en su conjunto, considerando la existencia de otras formas de conocimiento y reconociendo otras maneras de comunicarlo. 12 Bibliografía Arguedo, Manuel, (2002) “Las estrategias de formación de sujetos en los proyectos de extensión universitaria en la UNLP”. Bruner, J. (1988). “Desarrollo Cognitivo y Educación”. Madrid, España. Ediciones Morata. S.L. Caldelari, M. (2002) “Apuntes sobre extensión universitaria en la UBA, 1955-1966”. En: Krotsch, P. (Org.) La universidad cautiva. Legados, marcas y horizontes. Ediciones Al Margen. La Plata. De Sousa Santos, B. (2009). Pensar el estado y la sociedad: desafíos actuales. CLACSO Colecciones. Buenos Aires. Waldhuter. Gudynas, Eduardo. (1992): “Los múltiples verdes del ambientalismo Latinoamericano”. 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