HISPANIA JUDAICA BULLETIN Articles, Reviews, Bibliography and Manuscripts on Sefarad Editors: Yom Tov Assis and Raquel Ibáñez-Sperber Volume 6 5769/2008 Hispania Judaica The Mandel Institute of Jewish Studies The Hebrew University of Jerusalem Contents Editorial 1 English and Spanish Section Articles Mª FUENCISLA GARCÍA CASAR, Cielos y aguas bíblicos a la medida del hombre medieval y mediterráneo CYRIL ASLANOV, Yosef Caspi entre Provenza y Sefarad 5 33 DALIA-RUTH HALPERIN, !Mira un poko de maraviyas de el ke no tenesh visto" 43 ELEAZAR GUTWIRTH, The Historian#s Origins and Genealogies: The Sefer Yuhasin 57 SUSANA BASTOS MATEUS AND JAMES W. NELSON NOVOA, The Case of the New Christians of Lamego as an Example of Resistance against the Portuguese Inquisition in Sixteenth Century Portugal 83 ENRIQUE RODRIGUES-MOURA, El abogado y poeta Manoel Botelho de Oliveira (1636-1711): !infamado de cristão novo" 105 Research Project: The Expulsion of the Jews from Spain and its Aftermath in the Life of the Refugees and their Children HANNAH DAVIDSON, Exile, Apostasy and Jewish Women in the Early 16th Century Mediterranean Basin 133 JAMES W. NELSON NOVOA, Documents Regarding the Settlement of Portuguese New Christians in Tuscany (Part 2) 163 JAMES W. NELSON NOVOA, Documents from the Secret Vatican Archives Regarding the History of the New Christians in the Low Countries (1536-1542) 173 ALDINA QUINTANA, From the Master#s Voice to the Disciple#s Script: Genizah Fragments of a Bible Glossary in Ladino 187 NADIA ZELDES, Sefardi and Sicilian Exiles in the Kingdom of Naples: Settlement, Community Formation and Crisis 237 DORA ZSOM, Converts in the Responsa of R. David ibn Avi Zimra: An Analysis of the Texts 267 Book Reviews 295 Bibliography and Manuscripts 313 Author•s Guidelines and Transliteration 359 Contributors 361 Hebrew Section SHULAMIT ELIZUR, Praise of the Creator in a Seliha of Rabbi Yehudah Ha-Levi REVITAL YEFFET-REFAEL, !Beware of Hypocrites": Religious Hypocrisy in Medieval Hebrew Rhymed Prose in Spain SHALEM YAHALOM, De•orayta and De•rabanan: The Standing of the Creative Personality in Nahmanides" Jurisprudence YONATAN KEDEM, R. Yosef Albo: A Biographical Study NITAI SHINAN, On Religious Fanaticism and its Consequences: A Spanish Liberal Approach of the Expulsion of the Jews Cielos y aguas bíblicos a la medida del hombre medieval y mediterráneo Mª Fuencisla García Casar The aim of this article is to present a general view of the scientiÞc achievements of the people in the Mediterranean basin related to instruments of navigation. A special emphasis is put on the contribution of the Iberian Jews. Through a brief synthesis which begins with the initial mystical and religious beginnings of the science of navigation and its development in the course of the Middle Ages, this article focuses on the call of Majorca and the life of the Cresques family, analyzing the personalities and work of Cresques Abraham, the illuminator of maps and buxoler and his son Jafudá Cresques, “mestre de cartes de navegar", among other Jews “masters of navigation maps”. “Ahí está el mar, tan grande y espacioso; allí hay un hormiguero de seres e innúmeros, animales pequeños con mayores. Por allí los navíos se pasean, Leviatán que formaste para juguetear con él” (Sal. 104, 25-26). De saber la ladeza de las estrellas A Þnes del siglo 15 el mar Mediterráneo era ya un mar muy viejo. También sus estrellas y sus costas. Su ritmo salobre llegó a coincidir con el horizonte de milenarias civilizaciones, obligándolas a latir con él. Una compleja vida política y social junto a una pujante expansión mercantil fue capaz de ßorecer en los valles del Nilo, del Éufrates y el Tigris allá por el tercer milenio antes de Cristo, mientras la cultura de Mohenjo-Daro y Harappa (ss. 4-5 a.C.), se proyectaba desde el valle del Indo al golfo Pérsico y desde allí a los remotos países del Occidente, ribereños del mar Tenebroso. La ciencia nacía dentro de una concepción mágico-religiosa de la vida. La antigua religión babilónica adoraba las estrellas escrutándolas desde los templosobservatorios de Arma, en Mesopotamia. Venus fue el planeta más estudiado, y tablas de ciclos de años predecían los eclipses. Al tiempo, el pueblo hebreo iniciaba su historia divina, conviviendo con aquellas culturas donde se estaba gestando el quehacer cientíÞco. [Hispania Judaica 6 5769/2008] M a Fuencisla García Casar Y si la astrología caldea se percibe evidente en las doctrinas geométricas y aritméticas de los pitagóricos, en el orÞsmo y hasta en algunos mitos y teorías platónicas, ello explica que “la ciencia elaborada por la escuela de Alejandría, la gran ciudad que debía ser el broche de unión entre Oriente y Occidente, fuese también una ciencia de sincretismo, en la que lo oriental supera casi a lo occidental”. Pensemos – escribe el profesor Millás Vallicrosa –, cómo en Alejandría, urbe cosmopolita en la que una cuarta parte de la población era judaica, se dieron el neoplatonismo con sus tendencias místico religiosas y el sincretismo de Filón; cómo los Ptolomeos se adaptaron del todo a la religión y costumbres del antiguo país de los faraones. Muertas o decadentes muchas ciudades griegas del Asia Anterior, los estudiosos se encaminaban a Alejandría, convertida por los Ptolomeos en centro de atracción del Próximo Oriente.1 Las culturas siríaca y árabe fueron en él herederas de la ciencia alejandrina. Bizancio, pese a dominar el África septentrional, el sur de Italia, Marsella en las Galias, el Levante de la Península Ibérica e Hispalis con sus colonias de mercaderes llamados siros, fracasó. Las herejías monoÞsita y nestoriana arraigaron en las poblaciones cristianas de Egipto, Líbano y Siria;2 el siríaco y el arameo adquieren la categoría de lenguas literarias y el Islam se impone. Fueron esos cristianos tan profundamente empapados de la cultura griega “los educadores de los musulmanes, haciendo que la cultura alejandrina revertiera hacia Oriente y que el vértice del movimiento cultural se desplazara hacia Damasco y luego hacia Bagdad”. En la Persia de los Sasánidas, en la célebre escuela de Jundisapur, siros nestorianos o jacobitas, los grandes educadores de los musulmanes, empezaron la labor de traducción. Y la Bagdad de los Abbasíes con al-Mansur (754-775), alRasid (786-809) y al-Ma’mûn (813-833), fue el centro de las ciencias. Ya desde el siglo 10 del Indo a las orillas del Océano se extendía “la inmensidad del orbe islámico”; ciudades como Nisapur, Nerw, Raya, Ispahán, Fastat, Kairwan, y la Córdoba omeya, rivalizaban en ambiente cientíÞco.3 Contra los acantilados de Finisterre vinieron a morir Simbad el Marino y Ulises. Relatos fantásticos de mercaderes, peregrinos y marineros habían poblado de misterios la bruma marina. Geógrafos, astrónomos y cartógrafos que los oían, indagaban la verdad. Cada vez fue más grande el abismo entre esta frase de la Odisea: “No es mi regreso a la patria lo que quieres, sino mi muerte, ¡oh diosa!, cuando me propones atravesar el abismo de los mares” y el sentir del poeta Horacio: 1 2 3 Véase J.Mª. Millás Vallicrosa, Estudios sobre historia de la ciencia española, I, Madrid 1987, p. 4. Véase E. Ildis, ‘Las antiguas escuelas de Urhay y Nisibi de tradición lingüística aramea’, Revista Diálogo Ecuménico, XLII, nº. 132 (2007), pp. 41-68. Ibidem, pp. 14 y ss. [6] Cielos y aguas bíblicos “Ha sido en vano que un dios separara las tierras mediante el océano insociable, ya que los bajeles impíos franquean los bajíos inviolables”. ¿Qué técnica instrumental fue aplicando todo aquel saber teórico astronómico y erudito, a los “bajíos inviolables” y las estrellas de los cielos que sobre aquellos se curvaban? En un principio fueron los vientos, el sol, las Pléyades, el Buey y la Osa “que rueda sobre sí misma mirando a Orión y es la única que no toca las aguas del océano”, las solas referencias de los marinos. Y como la medida del tiempo resultaba vaga e imprecisa, Piteas pensó en observar la altura meridiana y sacar la longitud. Tres siglos después Ptolomeo, basándose en Hiparco y en Eratóstenes, realizó la estimación del diámetro de la tierra en 250.000 estadios de 157,5 metros, con una diferencia respecto de la realidad de 80 kms.4 Astrónomos y navegantes entrevieron la posibilidad de convertir los astros en auxiliares. El grado de medida del marino con relación al diámetro del planeta estaba ya deÞnido. A partir de ahí se midió la hora y muy pronto se utilizaron los meridianos y los paralelos terrestres. El gnomon5 para las alturas del sol, la clepsidra o reloj de agua6 para el tiempo instantáneo; el polos7 y para la altura de las estrellas un primitivo astrolabio, eran los instrumentos con que se contaba. Más allá, las tierras del sol naciente. En los tres primeros siglos de nuestra era el Mediterráneo y Asia caminaron en paralelo. “Su historia – escribió H. Pirenne – está determinada por los mismos factores: los movimientos de los pueblos nómadas desde el mar de China hasta el océano Atlántico, y las grandes vías de intercambio, de las cuales dependía su estructura social”.8 El valle del Indo monopolizaba el mercado del algodón, China el de la seda allá en las mesetas entre Khotan y Kashgar. Dos rutas caravaneras, una al norte y otra al sur, unían este mercado continental y el valle del Hoang-Ho al Mediterráneo. Pero a partir del siglo 3 la civilización china se hizo marítima. Al sur, a partir de Cantón, el tráÞco comercial se dirigía hacia los estrechos del sur por Formosa, Malaca y la Sonda, llegando hasta Indonesia, y por los vientos monzones hasta Coromandel y Ceilán. “A partir de allí, los barcos árabes e hindúes tomaban el relevo. Todo convergía, o hacia el 4 5 6 7 8 Una circunferencia inferior en un 4%. Véase S. García Franco, La legua náutica en la Edad Media, Madrid 1957, pp. 11-41. Este instrumento debió ser conocido en el mundo islámico en época muy temprana. Consistía en una barra o columna de hierro plantada verticalmente. Medía la longitud verdadera del año solar. Empleada por los egipcios hacia el año 3000 a.C., permitía saber la hora en los días nublados y por la noche. Platón introdujo este tipo de reloj de agua en Grecia y Escisión Nasica lo llevaría a Roma en el año 157 a.C. O polo gnómico. Se trata de la intersección con la superÞcie del reloj de sol, de una recta paralela al eje terrestre que pasa por el extremo del gnomon. Citado en M. De Brossard, Historia marítima del Mundo, I, Barcelona 1976, p. 175. [7] M a Fuencisla García Casar Mar Rojo y el Nilo, o hacia el Golfo Pérsico, según las circunstancias, pero en deÞnitiva hacia el Mediterráneo, complementados con una ruta de caravanas que por el Sinaí y los puertos de Siria Þnalizaba en Bizancio”.9 Cuando el Islam toma contacto con este mundo lejano y aún misterioso, hacía miles de años – desde el 400 a.C. –, que sobre los huesos oraculares de Anyang se habían registrado eclipses, y Shih Shen en el 350 a.C., había levantado un mapa de las posiciones relativas de unas 800 estrellas. Hasta el Þnal de la dinastía Han – 200 d.C. –, se había tomado como línea de base el ecuador y no la eclíptica, creyendo que la tierra era una escudilla convexa y que el cielo presentaba más elevación por el sur que por el norte, semejante a una sombrilla inclinada sobre un tablero de ajedrez. A esta teoría del “cielo esférico” siguió la de la “esfera celeste”, y a ésta la teoría del “espacio inÞnito vacío”. Pero la dinastía Sung, rica en matemáticos, astrónomos, confeccionadores de calendarios y agrimensores, inventa la aguja magnética, precedente de la brújula. El estudioso y entendido en ingenios hidráulicos Shen Kua dejó escrito que los magos frotaban una aguja contra una piedra imán cuando querían hallar la dirección, suspendiéndola luego de un delgado hilo, señalando el sur y en contadas ocasiones el norte.10 Caminantes y marinos la utilizaron desde 1150, permitiendo a estos últimos la navegación de altura y no sólo la de cabotaje. Y una vez más la magia en el seno de la materia cientíÞca: al parecer fue a Þnales del período Han cuando se utilizó un elaborado método de pronóstico que consistía en un cazo, modelo de la Osa Mayor o Gran Cucharón al que se hacía girar sobre un tablero adivinatorio con trigramas. El resultado lo daba la posición en la que se detenía el cazo. Al observar cómo un cazo de piedra imán volvía “mágicamente” a la misma posición, se descubrió la propiedad orientadora del imán. Ujjain, el centro comercial de la India con Occidente, Patna y Mysore fueron durante los siglos 5 al 9 d.C., los principales centros de la ciencia hindú, ciencia que bien pudo transmitirse a través del comercio marítimo entre el Imperio Romano y la ciudad de Ujjain por el 150 a.C. y el 140 d.C. En este ir y venir comercial desde el mencionado puerto hindú hasta Alejandría en Egipto y la ruta de Adén en la India, tomaron parte mercaderes árabes. Omeyas y Abbasíes, Damasco y Bagdad con sus observatorios ma’mûníes (s. 9), se afanaron en la construcción de instrumentos de observación, empleando la piedra, el mármol, el cobre y la madera, siendo ésta la preferida por el centro de Magara en el siglo 13. A un tiempo la especulación teórica y el hombre que comenzaba a ser visto como un microcosmos compendio de todo el universo, objeto de disputa entre 9 Ibidem, I,76, p. 175. 10 Véase S. F. Mason, Historia de las ciencias: La ciencia antigua, la ciencia en Oriente y la Europa medieval, Madrid 1984, p. 108. [8] Cielos y aguas bíblicos las sectas sunníes oÞciales y el misticismo sufí. El gnomon,11 las armillas o anillos,12 el cuadrante mural,13 el triquetum u órgano paraláctico,14 el sextante fajrî15 y los cuadrantes solares,16 entre los instrumentos de observación conocidos por la tradición ptolemaica; la esfera armillar,17 el torquetum,18 el globo celeste,19 el astrolabio esférico y el llano,20 la azafea,21 los cuadrantes22 y los ecuatorios,23 entre los “computadores analógicos”, constituían el conjunto de los principales instrumentos utilizados en los observatorios islámicos medievales. * * * En el solar hispanoárabe, en la Córdoba califal “el movimiento de peregrinos y estudiosos que visitaban las escuelas más célebres del Próximo Oriente se hace cada día más intenso, y al regresar a España, ellos eran los heraldos de las nuevas ideas cientíÞcas, los portadores de copias de las obras que circulaban desde Egipto al Iraq”. En las cortes de ‘Abd al-Rahmân III y al-Hakam II se multiplican las escuelas y el quehacer cientíÞco. Los astrolabios planos y esféricos, los cuadrantes, los globos o mapas celestes como el del valenciano de mediados del siglo 9 Ibrahim Iben Sa’id al-Sahlî, “el pesador”, permitían a los astrónomos hispanoárabes 11 Véase supra, n. 4. 12 Círculos graduados de diferentes tamaños, más o menos complejos y provistos por lo general de una alidada: “armilla meridiana o solsticial”, para determinar la altura meridiana del sol, la oblicuidad de la eclíptica y la latitud de un lugar, y la “armilla acimutal”, empleada en el observatorio de El Cairo (1120-1125). Véase J. Samsó, ‘Instrumentos astronómicos’ en Historia de la cienca árabe, Madrid 1981, p. 101. 13 Es una evolución normal de la armilla, orientada en el plano del meridiano, con una alidada de pínulas. Su primera descripción se debe a al- Battanî. 14 Instrumento que mide cualquier tipo de alturas, meridianas o no. 15 Inventado por al-Juyandî (muerto en el año 1000), tenía como Þnalidad determinar con la máxima precisión la oblicuidad de la eclíptica. 16 O relojes solares. Uno de los primeros que escribió sobre ellos fue al-Juwârizmî. 17 Para resolver problemas de astronomía esférica. El tratado alfonsí sobre este instrumento se atribuye a R. Çag de Toledo. 18 Instrumento que combina las funciones de la esfera armillar con las del astrolabio plano. 19 Se trata del primer paso hacia el astrolabio esférico. El más antiguo globo celeste árabe conservado, con 21 constelaciones boreales, 12 zodiacales y 14 australes, data del año 1080 y fue construido por el valenciano Ibrahìm Ib n Sa’id al-Sahlî. 20 El “llano” fue el computador analógico más popular a lo largo de toda la Edad Media, tanto islámica como cristiana (Samsó, ‘Instrumentos’, pp. 101-121); véase, S. García Franco, Catálogo crítico de astrolabios existentes en España, Madrid 1945. 21 Véase MªF. García Casar, ‘La ciencia que forjó el descubrimiento colombino’, Estudios Mirandeses XXV (2005), pp. 78-79. 22 Instrumentos compuestos de un cuarto de círculo graduado, con pínulas o anteojos, para medir ángulos. 23 Dispositivos paralácticos con que pueden medirse coordenadas celestes. [9] M a Fuencisla García Casar “comprobar las posiciones de los astros dadas por los autores orientales, y a base de ello estaban en disposición de valorar la base mayor o menor de las teorías astronómicas presentadas”.24 Al lado de esta cultura cientíÞca árabe, en la España cristiana de la segunda mitad del siglo 10 se desarrollaba una cultura cientíÞca románica, es decir “una cultura bíblica que pugnaba por internarse en los secretos veneros de la verdad revelada, cultura religiosa y ÞlosóÞca de un San Ambrosio y San Agustín, cultura histórica y natural de un San Isidoro y del Venerable Beda, pionero este último de la gran familia benedictina, que salva los restos de saber clásico y mantiene despierta una llama de curiosidad cientíÞca”.25 De aquélla, el saber andalusí; de ésta, el hacer de los scirptoria de cenobios benedictinos como el de Santa María de Ripoll en la Marca Hispánica. Heredero de ambas culturas, el judío de Sefarad.26 Lo hispánico, lo visigótico y lo mozárabe convergían en el copista de los hoy venerables códices conservados. La ciencia arábigo-oriental llegaba así a través de Cataluña a la Europa cristiana. Como acertadamente ha escrito el profesor Millás Vallicrosa “en los mismos días en que la Córdoba de los califas, la Córdoba de al-Hakam II, emulaba con la Bagdad declinante, se llenaba de libros y de sabios, y se formaba allí un clima auténtico de cultura cientíÞca, los monjes cristianos de la Marca Hispánica descubren también el prestigio de esta nueva ciencia que cundía en la Córdoba califal, saben valorarla y no se arredran en traducir al latín aquellos conceptos nuevos a la lengua del Lacio, aquella terminología de azimuts y almucántarats, de zenits y nadir, de alidadas y azaleas, los nombres prestigiosos y exóticos de las constelaciones, localizadas y Þjadas en sus coordenadas ecuatoriales: Aldebarán, Vega, Calbalazada, Algomieza, etc. Una nueva aurora se levantaba para la cultura románica, y la llama que velaba en el silencio de los claustros benedictinos crepitaba ahora con los nuevos fulgores venidos de Oriente”.27 En el scriptorium de Ripoll se traducían a Þnales del siglo 10 obras cientíÞcas árabes, de matemáticas, de técnicas, de astronomía, y en los manuales de etimología para uso escolar las glosas se hacían constar en latín, griego y hebreo. La ciencia del mar y del cielo vivía transformándose, acrecentándose y adaptándose a las diversas necesidades de aquel tiempo, en el seno de la conciencia colectiva de la España de las tres culturas, tierra adentro, en Toledo. Días inquietos 24 Véase E. Pezzi, ‘Aportaciones árabes en el arte de navegar: voces náuticas de origen árabe’, Cuadernos de Estudios Medievales XIV-XV (1985-1987), pp. 75-95. 25 Millás Vallicrosa, Estudios sobre la ciencia española, I, p. 44. 26 Véase T. F. Glick, ‘Science in Medieval Spain: The Jewish Contribution in the Context of Convivencia’, Convivencia: Jews, Muslims and Christians in Medieval Spain, Vivian B. Mann et al.eds., Nueva York 1992, pp. 83-111; del mismo, ‘O Mundo CientíÞco de Espanha’, Ibéria Judaica: Roteiros da Memória, A. Novinsky y D. Kuperman eds., Sao Paulo USP (1966), pp. 68-84. 27 Estudios sobre Historia, I, pp. 56-57. [10] Cielos y aguas bíblicos eran aquellos en los que Þlósofos o poetas como Yehudah ha-Leví, o cabalistas como el Rab don Todros ben Yosef ha-Leví AbulaÞa luchaban contra el racionalismo ÞlosóÞco que minaba – y así sucedería hasta los días de la expulsión – la fe de la aristocracia judía de Sefarad, pretendiendo instalar de nuevo al judaísmo “en los cuatro codos de la Halajah y la Agadah, en una concepción mítico-mística y ascética de la vida”.28 Eran días agitados por esperanzas mesiánicas. Ya a comienzos del siglo 12, en Córdoba, un grupo de judíos había intentado calcular la fecha de la venida del Mesías por medio de cómputos astrológicos y la interpretación de los sueños. Yohanán ibn Daud, cientíÞco de la Escuela de Traductores del obispo don Raimundo, dio a conocer un antiguo Apocalipsis sobre la Batalla Final, según el cual ésta tendría lugar entre los años 1179 y 1186, lo que causó una fuerte impresión entre la población cristiana europea de la tercera Cruzada. Otro de aquellos sabios, R. Abraham bar Hiyá, en su obra Meguilat ha-megalé publicada hacia 1129, habla de los signos que anunciarán la inminente redención, de los que él veía claros indicios en los ataques del emir turco Zenghi a los cruzados. Por su parte Raimundo Lulio en su Libre del gentil e dels tres savis (Mallorca, 1272 [?]), hace discutir a un judío, a un cristiano y a un árabe en presencia de un gentil, sobre los fundamentos de sus creencias respectivas. Y sabios de ambas creencias, el converso Pablo Cristiano y el Rab Nahmánides se enfrentan en la llamada Disputa de Barcelona de 1263 en torno al Talmud y al Mesías. Esa misma agitación afectaba también a la ciencia en las polémicas astronómicas que se suscitaban, ya que los Þlósofos árabes refutaban a Ptolomeo y seguían la línea aristotélica, suprimiendo el desplazamiento del círculo epiciclo sobre el deferente, y asentando la Tierra en el centro del universo. Con un precioso legado contaba el genio hispanojudío: la primera exposición del sistema ptolemaico en hebreo debida al mencionado Abraham bar Hiyá, formado a fondo en la cultura árabe, seguidor de al-Fargânî y al-Battânî, astrónomo y matemático de Alfonso I de Aragón. Eran los días de Alfonso X. Sus sabios judíos se entregaban con especial interés al estudio y perfeccionamiento del astrolabio. La medicina hacía un hueco al pulso de las estrellas y en 1277 don Abraham de Toledo, médico real, traducía el Astrolabio de Zakali. En los corazones de aquellos hombres de saberes, acaso resonaran los versos del Kéter Malkhut, del malagueño Shelomó ibn Gabirol, henchidos de InÞnito: Quién abarcará tu grandeza, cuando lo creaste [el sol] a Þn de computar con él los días, los años y los períodos. […] 28 Véase Y. Baer, Historia de los judíos en la España cristiana, I, Madrid 1981, p. 196. [11] M a Fuencisla García Casar Quién llegará a tu alteza cuando circundaste por encima de la esfera de Saturno una esfera octava, según su curso. Ella sustenta los doce signos zodiacales sobre la línea ceñidora de su cíngulo. Y todas las estrellas altas están inÞjas en su Þjeza29 […] El astrolabio era un instrumento de calcular el curso de los astros mediante la determinación de arcos de altura del sol o de las estrellas, de arcos diurnos o nocturnos, de horas iguales o temporales y conversión de unas en otras; servía para la determinación de alturas meridianas, de grados coascentes, del acimut del sol o de las estrellas; determinación de la latitud, de la declinación, de la longitud, del cálculo de la sombra por la altura y viceversa, del cálculo de la altura de las cosas que se elevan sobre el horizonte, la determinación de la distancia entre dos lugares diferentes, cálculo de ascensiones rectas y oblicuas, determinación de la longitud de la luna y de los planetas; para la ecuación de las doce casas astrológicas, la revolución de los años, etc., en Þn “cuestiones clásicas en la casi totalidad de los tratados de astrolabio”.30 Uno de los primeros cientíÞcos árabes que escribió sobre el empleo de este aparato y que había participado en la medición en millas terrestres de un grado de meridiano fue Alî ibn Isâ al-Asturlabi, contemporáneo del persa al-Huwarizmi, a comienzos del siglo 9. Anterior a ambos, de la época del califa al-Mansûr, se ocupó del astrolabio el judío de origen egipcio Masaya. Su tratado en árabe se perdió, conservándose no obstante una traducción latina y una recensión en inglés del latín, llevada a cabo por el escritor Chaucer. A mediados del mismo siglo se conoce en Córdoba la obra astronómica de otro judío del norte de África, Dunás ben Tamîm, discípulo de Yitshaq Israelí – el célebre Isaac Judaeus de los latinos –, médico y farmacólogo tunecino de gran renombre. Además de su comentario al Séfer Yetsirah (“Libro de la Creación”), escribió un tratado dividido en cuarenta y tres capítulos sobre el empleo de la esfera armilar. Y es el cadí Sâid de Toledo, el diligente historiador de la ciencia hispanomusulmana del siglo 10, quien menciona la obra en árabe sobre el empleo del astrolabio del discípulo de Maslama, Abûl-Qasîm Ahmad ibn ‘Abd Allâh ibn ‘Umar al-Gafeguî, de sobrenombre Ibn al-Saffâr, hijo del latonero, inspirada en la de Masaya que se había difundido por al-Andalus en la primera mitad del siglo 10. 29 Véase J.Mª. Millás Vallicrosa, La poesía hebraica postbíblica, Barcelona 1953, p. 69. 30 Idem, Estudios sobre Historia, II, pp. 61-78. [12] Cielos y aguas bíblicos La obra de Ibn al-Saffâr sería traducida al hebreo tres siglos después por el célebre Þlósofo, matemático y astrónomo judío, nacido en Provenza y miembro de la familia hispano-hebrea de los Ibn Tibbón, Ya’aqov ben Makir ben Tibbón o Profeit Tibbón. El mismo Rey Sabio la tuvo presente en sus Libros del Saber de Astronomía, al tratar el astrolabio redondo, transcribiendo en casi su totalidad el capítulo del hispanomusulmán sobre cómo tomar la latitud de un lugar que no Þgura en las láminas del astrolabio. Y en la corte de los Bânu Di-l-Nûn de Toledo allá por la segunda mitad del siglo 12, el artíÞce y constructor fue Azarquiel. Su Tratado de la Azafea (al-sakkâziyya), contaría con traducción alfonsina: Mas agora queremos fablar de la açafea que Þzo Azarquiel, el sabio astrolomiano de Toledo, a ondra del rey Almemun, que era entonces señor dessa cipdat, et nombrola por end almemonia. Et después fue a Sevilla [por Córdoba], et Þzo esta açafeha mesma en otra manera más complida et acabada. Et Þzo otrossí el libro de cuemo se deue fezer, et de cuemo obrar por ella, a ondra del rey Almutamid Abenabet, que era señor dessa cipdat en aquel tiempo, et nombrola por end alhabedia31. Cuando Azarquiel hacía arte con su oÞcio, ya desde el siglo 10 en el cenobio de Ripoll se llevaban a cabo las primeras traducciones de textos de construcción de este instrumento del árabe al latín. Tal era, pues, lo ya conocido sobre el astrolabio en los días de Alfonso X. Fruto de la atención de que fue objeto por parte de los sabios de su círculo es el Libro del astrolabio llano. En los cinco primeros capítulos – ‘Del colgadero et de la madre’, ‘De la red et de las cosas que están en ella’, ‘De las sennales que son en cada una de las tablas’, ‘De las espaldas del astrolabio’, ‘De las partes dell astrolabio que Þncaron por nombrar’ – es descrito minuciosamente. En delicioso y joven castellano se vierten los términos árabes. Así por ejemplo: armellas alhelca (al-halqa), alhilaca (al-‘ilâqa), o alharaca (al-‘urwa); alcurçí ‘pieza con la que el colgadero se une al astrolabio’ (al-kûrsî); algora ‘círculo exterior graduado en 360º’ (al-hayra); cientarraz ‘el zénit del horizonte’ (samt al-ra’s); almehuar ‘clavo’ (al-mihwqar); o las líneas que señalan las horas del rezo musulmán, la “linna del subimiento de la claridad del sol” (jatt tulû‘al-fayr), la “linna del ponimiento de la claridad del sol” (jatt magib al-safaq). Si de la combinación de una esfera celeste con una esfera armillar surgió el astrolabio esférico – de poca aceptación –, y de la evolución de éste y la esfera armillar el astrolabio llano – “el computador analógico más popular a lo largo 31 En J.Mª. Millás Vallicrosa, Estudios sobre Azarquiel, Madrid 1950, p. 13. [13] M a Fuencisla García Casar de toda la Edad Media tanto islámica como cristiana”32 –, la lámina universal y la azalea, instrumentos toledanos del siglo 11, perfeccionaron a los anteriores mediante su nuevo sistema de proyección. Si en el siglo 12 aparece el astrolabio lineal o bastón de al-Tûsî,33 de doblar dos veces el anverso de un astrolabio o de una azafea surgieron los cuadrantes. El dastur o quadrans canonis, el “cuarto círculo” era el usual entre los árabes. Su trazado trigonométrico al desenvolverse incorporó el cursor como ocurrió entre los de fabricación hispanoárabe (uetustissimus) de los siglos 10 y 11. A principios del 13 el quadrans uetus o quadrans antiquus en el que las líneas horarias habían sustituido a las líneas de proyección, desplazó al tipo uetustissimus. Así pues, el cuadrante con cursor o de corredera34 tenía además de las líneas horarias, la plomada y pínulas de mira, la pieza que le daba nombre, esto es, el cursor, que contenía a su vez los días del año relacionados con la posición del sol en los distintos signos del zodíaco “de modo que deslizándose el cursor a lo largo del limbo graduado del cuadrante, permitía sumar o restar automáticamente la declinación del sol respecto de la altura observada”. Las tablas de declinación eran innecesarias. Un nuevo cuadrante, el nouus, lo perfeccionaría a principios del siglo 14. * * * El genio hispanojudío brilló como piedra preciosa entre guijarros. Creó o tradujo cumpliendo así el versículo bíblico: “Cuando mires al cielo y contemples el sol y la luna y las estrellas, toda la multitud celeste, no debes sentirte atraído a inclinarte ante ellos o a servirles” (Deut 4,19).35 Escribieron sobre el astrolabio, invençâo de sutil juizio e sabio, como se dice en Os Lusiadas, el tudelano Abraham ibn ‘Ezra tanto en hebreo, Kli ha-nehóshet, como en latín, De forma astrolabii. Genera astrolabium duo sunt […]; el toledano Yitshaq ibn Çid (Rabiçag), a quien Alfonso X mandó que su Libro de las armellas o de la açafea “le Þziesse bien conplido et bien llano de entender”. Suyos son los Libros del astrolabio redondo36 y el Libro 32 Samsó, Historia de la ciencia árabe, p. 114. 33 Bastón graduado que corresponde a la línea meridiana del astrolabio llano, sobre el que se han marcado los centros y los puntos de intersección de los paralelos de declinación y de los almucantarates. 34 El primer texto medieval donde se hace referencia expresa a este instrumento es un texto relacionado con la denominada Geometría incerti auctoris, o sea, con la pseudogeometría de Gerberto. 35 Véase J.D. North, ‘Some Jewish Contributions to Iberian Astronomy’, Aleph 2 (2002), pp. 271-278. 36 Véase J.S. Gil, La Escuela de Traductores de Toledo y sus colaboradores judíos, Toledo 1985, p. 73. [14] Cielos y aguas bíblicos del ataçir.37 Tradujeron obras árabes sobre estos instrumentos el barcelonés R. Abraham bar Hiyá – concretamente sobre el astrolabio de Ibn al-Saffâr – junto con Platón de Tívoli; el converso Juan Avendaut Hispanus los tratados de Maslama alMayriti y Masaya; Yehudah ben Mosheh ha-Kohén (Mosca el Menor), el tratado de la azafea de Azarquiel en colaboración con Guillelmus Anglicus, tratado que también sería traducido por don Abraham Alfaqí; y don Profeit ibn Tibbón, creador del quadrans nouus en los primeros años del siglo 14 – Rabiçag había escrito sobre el uetus en su Libro de cuadrante pora rectiÞcar –, volvería a traducir la obra del hispanomusulmán Ibn al-Saffâr sobre el astrolabio.38 También por entonces el provenzal Leví ben Gershón trabajaba en la ballestilla – rayo visorio, bastón de Jacob, cruz geométrica o verga de oro –, en cuya ßecha o brazo mayor de la cruz se marcaba una escala que medía por grados, es decir, que con este instrumento se medía el ángulo por su tangente o por la tangente de su mitad y no directamente como ocurría con el astrolabio o el cuadrante. Lunes 17 de septiembre de 1492. Cristóbal Colón navegaba hacia Las Indias. En su Diario de abordo se anota: Navegó su camino al Güeste […] Ayudávales las corrientes. Vieron mucha[s] yerva […] y venían las yerva[s] de hazia Poniente. Juzgavan estar çerca de tierra. Tomaron los pilotos el Norte, marcándolo, y hallaron que las agujas noruestavan una gran cuarta, y temían los marineros y estavan penados y no dezían de qué. Conosciólo el Almirante, mandó que tornasen a marcar el Norte amaneçiendo, y hallaron qu’estavan buenas las agujas. La causa fue porque la estrella que pareze haze movimiento y no las agujas.39 Y al regresar de su primer viaje se hace constar: “Domingo 3 de Hebrero [1493]. Esta noche, yendo a popa con la mar muy llana, a Dios gracias, andaría 29 leguas. Parecióle la estrella del Norte muy alta, como en el cabo de Sant Vicente. No pudo tomar el altura con el astrolabio ni cuadrante porque la ola no le dio lugar”.40 Se trataba del astrolabio náutico, derivación lejana y extremadamente sencilla del astrolabio medieval utilizado para calcular los movimientos celestes, destinado a medir a bordo la altura de los astros.41 Cristóbal Colón, cual otro Bala`am, profeta, adivino y vidente – que la tradición judía hizo además astrónomo y la 37 Libros del Saber de Astronomia del Rey Alfonso X de Castilla, edic. de M. Rico y Sinobas, II, Madrid 1867, pp. 298-309. 38 Véase Y. Tzvi Langermann, The Jews and the Sciences in the Middle Ages, Aldershot, Ashgate 1999. Véase cap. 1, ‘Science in the Jewish communities of the Iberian Peninsula: an interior report’. 39 C. Varela, Cristóbal Colón: Textos y documentos completos, Madrid 1982, p. 21. 40 Ibidem, p. 123. 41 Véase P. Chaunu, La expansión europea (siglos XIII al XV), Barcelona 1982, p. 226. [15] M a Fuencisla García Casar Biblia de Kennicot,42 conservada en la Biblioteca Bodleriana de Oxford, minió con un astrolabio en la mano –, al tiempo que manejaba aquellos instrumentos y consultaba al ceñir de los nuevos vientos las Tablas Astronómicas del salmantino Abraham Zacut, arrastraba – ¿lo sabría acaso? – junto a aquella elaboración colectiva, aquella labor común, social, inexistente ya cuando escribía aquellas notas, todo el peso de un secular judaísmo gravitante.43 La fantasía lineal de los “rumbos”. Al hombre mediterráneo de aquellos siglos a punto de asomarse al gran Descubrimiento, no le bastaba la realidad regulada, clara y precisa que le proporcionaban los instrumentos.44 Hecho de tierra, la misma que lo sostenía, por un Dios alfarero, se echó a andar, a recorrer su absoluta presencia y a gozarla con goce estético y curioso a la vez. Sus pies lo trajeron y lo llevaron por ella hasta detenerse momentáneamente frente al mar. Un poder de atracción, liberador del confín de su mundo real, había aquél desencadenado sobre el barro que se sentía ser. Era la promesa de que el mundo le iba a ser aumentado. Y se puso a trazar y a pintar el abismo. Todo – incluso él mismo –, había surgido de entre los innumerables pliegues de la leyenda. Todo su saber cientíÞco había comenzado en algún momento del ignoto Tiempo como comienzan los cuentos: “Érase una vez...” Los relatos de viajes, relatos descriptivos y anecdóticos sobre lejanas tierras en boca de peregrinos y mercaderes, llegaron a impregnar los vastos dominios del Islam. Los árabes, pueblo nómada que necesitaba conocer en todo momento la dirección de la qibla, cuidadosos y sagaces exploradores de los cielos, no lo fueron menos de la tierra; muy pronto se dieron al tratado serio de descripción geográÞco-topográÞca de las regiones que visitaban, acompañada por un tipo especial y característico de mapas que hoy suelen designarse, en su conjunto, como Atlas del Islam.45 A mediados del siglo 9 el mercader Sulaymân viajó por las rutas marítimas que desde el Golfo Pérsico de Sîrafî alcanzaban la India y la China, anotándolas 42 A esta realidad regulada, clara y precisa de los instrumentos se asomaron los sabios del Talmud. En él se dice: “Rabban Gamaliel tenía un mesupit ‘catalejo’ con el que vería aplicando el ojo 2000 metros cuadrados de horizonte terrestre, y lo mismo divisaría el mar”. Gandz cree que ese “tubo” era un primitivo astrolabio. Véase D. Sperber, Nautica Talmudica, Jerusalén 1986, pp. 107-110. 43 Véase P. Seed, ‘Jewish Scientists and the Origin of Modern Navigation’, The Jews and the Expansion of Europe to the West 1450-1800, Nueva York 2001, pp. 73-85. 44 Véase B.R. Goldstein, ‘Abraham Zacut and the Medieval Hebrew Astronomical Tradition’, Journal for History of Astronomy 29, 2 (1998), pp. 177-186. 45 Véase A. Mieli, El mundo islámico y el occidente medieval cristiano, II, Buenos Aires 1952, p. 109. [16] Cielos y aguas bíblicos cuidadosamente. El Kitâb al-masâlik wa-al-mamâlik (“Libro de los caminos y de los países”), del geógrafo Abû Al-Qâsim ‘Ubayd Allâh ibn ‘Abd Allâh ibn Hurdabdih (825-912), dio nombre a toda una serie de escritos posteriores que, dejando a un lado los elementos astronómicos y matemáticos, se centraron en la descripción e indicación de países, itinerarios y distancias. Pero es en Swar al-aqalîm (“Figura de los climas”) de Abû Zayd Ahmad ibn Shal Al-Balhî (m. 934), donde se describen las distintas provincias del mundo islámico, acompañada cada una de ellas por un mapa. Encontramos así por primera vez en esta obra – escribe A. Mieli –, el ya citado Atlas del Islam, cuya composición y orden quedarán Þjos e inmutables en las obras posteriores. El número de mapas es constantemente 21; el primero representa la totalidad del mundo habitado entonces conocido por los musulmanes; otros tres nos muestran respectivamente los tres mares internos más importantes: el Mediterráneo, el Golfo Pérsico y el Caspio; los 17 restantes representan las “provincias” en las que los geógrafos dividían el mundo islámico.46 Se trata de mapas esquemáticos donde los elementos geográÞcos se hallan representados por rectas, polígonos, círculos, elipses, adoptando incluso la composición la forma de una botella, como ocurre en el mapa del Mediterráneo de Ibn Muhammad Al-Farisî Al-Istahrî, del siglo 10. En su interior tres círculos verticales ocupan el ensanche del recipiente representando las islas de Cerdeña, Sicilia y Chipre. En la base del cuello de la “botella” una Þgura señala las columnas de Hércules. Las costas europeas y del Asia Menor Þguran a la derecha, la africana a la izquierda.47 La literatura geográÞca musulmana abría en Oriente el siglo 11 con los Safarmâma (“Relatos de viaje”), del persa Abû Mû’in Al-Din Al-Qubadiyâni Nâsir-IHusraw, y con la obra que se haría célebre, Ta´rih al-Hind (“India”), del también persa Muhammad ibn Ahmad al-Bîrunî, dada a conocer en 1030, compendio de descripciones geográÞcas, antropológicas y etnográÞcas hindúes, sus creencias, Þlosofía, astronomía y matemáticas. En el fondo de estas obras quedaba, como del mar el rumor en las caracolas arrojadas a las playas por las mareas, el poso de la geografía planetaria de los viejos maestros: Homero, Plinio, Estrabón y Ptolomeo. Ellos llegaron a saber de la existencia de la Sérida – China o País de la Seda –, pero ignoraron que la bañara el mismo mar que bañaba la India. Discutían acerca de si el Océano Índico formaba parte de la misma masa de agua que el Atlántico, o estaba aislado, constituyendo 46 Ibidem, p. 114-115. 47 Reproducido en Mieli, El mundo islámico, II, p. 114. [17] M a Fuencisla García Casar un inmenso lago. En el primer caso, sería posible la circunnavegación de África, y llegar por mar a las fabulosas tierras de las perlas y la seda, India y China; en el segundo, sólo sería posible el viaje por tierra. Estrabón estimaba la posibilidad de la vía marítima, mientras que Ptolomeo intuía una Terra Incognita o Terra Australis, que serviría para contrapesar los continentes conocidos –Europa, Asia y África –que estaban en el hemisferio norte. Esa tierra austral cerraría toda comunicación entre el Atlántico y el Índico. Y presente en todo momento, la fábula, el “pulmón marino” de Estrabón situado en Thule (Islandia), “capaz de desencadenar en el océano los más espantosos vendavales”, y navegando hacia el sur las aguas hirvientes de la “zona perusta” de Aristóteles, o zona calcinada. No otra cosa pensaba Al-Bîrunî del Océano Atlántico: “En este mar no se desarrolla la navegación por la oscuridad del aire, la densidad del agua, la confusión de las rutas y por la existencia de grandes probabilidades de extraviarse”.48 La España musulmana sabía desde el siglo 9 del género al-msâlik wa-lmamâlik, y desde el siglo 12, de crónicas como el Kitâb al-iktifa fî ajbar al-julafâ´ (“Libro de lo suÞciente relativo a la historia de los califas”), o ‘Historia de alAdalus’ del alfaquí tunecino Abû Marwân ‘Abd al-Malik ibn al-Kardabûs alTawzarî; del género rihla o relato de viaje, obras de árabes occidentales, andalusíes y marroquíes, y supo, en Þn, de geo-cartografía. Ceutí de nacimiento, cordobés y andalusí de formación, ‘Abd Allah ibn Idrîsî Þja su residencia en la arabizada corte de los reyes normandos de Sicilia, concretamente en Palermo, lugar donde redactará sus mejores obras. Viajero infatigable por España, África y Asia Menor, escribe con la ayuda de su protector y rey Rogero II, su obra geográÞca Nuzhat al-mustâq fî ihtirâq al-âfâq (“EL placer de quien está poseído por el deseo de abrir horizontes”), conocida como Kitâb al-Rûgarî (“Libro del rey Rogero”), rompiendo como cartógrafo con las formas geométricas del ya mencionado Atlas del Islam, y en parte también con Ptolomeo, cuando en 1154 dibuja su “mapa grande” del mundo sobre una mesa de plata. Era el de Ptolomeo un mapa astronómico – el primero del que se tiene noticia –, elaborado sobre la representación geométrica de los meridianos y de las longitudes. Al-Idrîsî mejora al sabio alejandrino. Divide la tierra habitada en siete climas con sus grados, y cada clima lo divide en diez partes por medio de líneas paralelas correspondientes a los meridianos, comprendiendo de este modo la tierra habitada setenta partes. Con su representación plana de la superÞcie curva del globo terráqueo se adelantó en tres siglos a la proyección denominada “Mercator”.49 Declinaba el siglo 12 en la cuenca del Mediterráneo cuando a su regreso a tierras de Castilla, el hijo de R. Yonah, de la ciudad de Tudela del país de Navarra, 48 Ibidem, p. 293. 49 Reproducido en J. L. Comellas, El cielo de Colón, Madrid 1991, pp. 112-113. [18] Cielos y aguas bíblicos Binyamín ben Yonah de Tudela, arriba a Palermo procedente de Egipto por el año 4933 de la Creación del Mundo (1172-1173). En su obra Séfer Masa‘ot (“Libro de viajes”) escribe de ella: “La gran urbe […] en ella hay como unos mil quinientos judíos [así como] muchos ismaelitas. Es tierra de manantiales, y torrentes de agua, trigo y cebada, huertas y vergeles. No hay como ella en toda la isla de Sicilia, pues es ciudad-jardín del rey, que llaman Al-Harbîna […]”.50 Su Itinerario a Oriente por el Mediterráneo es, sobre todo, una sucesión de comunidades hebreas. Jornadas de marcha y días de navegación51 lo llevaron al otro lado de la tierra de China – ¿alcanzaría tan lejana latitud? –, y las islas de Berig (Ceilán) y Qish (la actual Qeshm frente a Bandar-Abbâs en el estrecho de Ormuz), en el mar de la India, en la que habitan como unos quinientos judíos. El Mediterráneo se hacía cada vez más Atlántico. Los árabes, presentes en todas partes, con sus mapas mundi divididos en “climas” para las latitudes y en “secciones” para las longitudes, su saber del Océano Índico, del Golfo de Bengala, del Mar de China, y su conocimiento de los vientos monzones, acercaron el Extremo Oriente, las Indias, al Occidente cristiano, y con él, a sus comunidades judías. Corría el siglo 13. Aires misioneros de las nuevas órdenes mendicantes soplaban en Oriente, impulsados por San Luis e Inocencio IV. Pian del Cárpine, el dominico Andrés de Longjumeau, y el franciscano de origen ßamenco Guillermo de Rubruk abrían por tierra a los occidentales, las rutas seculares del Asia interior hasta la China, en Mongolia. El Mediterráneo se convertía en la encrucijada mercantil más activa de Occidente, “representado por las repúblicas italianas – Génova más que Venecia –, por Cataluña y Mallorca (reconquistada en 1299), por las colonias de mercaderes italianos que se instalaron detrás del frente reconquistador de la Hispania cristiana”.52 El Mar Negro era la etapa principal del gran comercio con Asia, y Caffa en Crimea fue pronto la capital de un verdadero imperio colonial italiano. La moneda de Florencia o de Génova circulaba entre los mercaderes de la ruta de China, ruta de la seda que garantizaba el auge de las sederías ßorentinas, toscazas y genovesas. Así pues, “las rutas mogolas, especias y sederías, supusieron la gran fortuna de los italianos en Oriente, pues permitían rodear por el Norte al costoso intermediario musulmán”.53 50 Libro de viajes de Benjamín de Tudela, versión castellana, introducción y notas por J.R. Magdalena Nom de Déu, Barcelona 1982, p. 122. 51 La “jornada” venía a ser unos 40 kms. diarios, y el “día de navegación” oscilaba entre 100 y 125 kms. por término medio. También utiliza la “parasanga” o “legua”, y la “milla” (Véanse ibidem, pp. 37-38, y S. García Franco, La legua en la Edad Media, Madrid 1957, pp. 26-28). 52 Chaunu, La expasión europea, p. 13. 53 J. Heers, Occidente durante los siglos XIV y XV, Barcelona 1968, p. 129. [19] M a Fuencisla García Casar En 1298 el mercader, curioso y aventurero veneciano Marco Polo dictaba en su prisión genovesa Il Milione o “Libro de las Maravillas del Mundo”: […] Aveis de saber que todo lo que os he contado de la India es solamente de las provincias nobles e grandes asentadas sobre el mar. E no creo que jamás ovo hombres christiano ni judío ni pagano que viesse tanto de las partes de levante cuanto yo, Marco Polo, que vi la India mayor e Menor e la Tartaria e otras provincias e islas, las cuales son tantas que la edad de un hombre, e por ventura de dos, no bastarían para andallas todas […]54 Se supo, sin lugar a dudas, que África no estaba unida a la Tierra Austral, y que sí era posible navegar del Atlántico al Índico. En 1307 – escribe el historiador P. Chaunu –, la obra empezó su asombrosa carrera. Fue copiada, traducida, imitada y luego difundida a saciedad en la época de la imprenta, y esto hasta principios del siglo XVII, bastante después de la utilización de las vías eÞcaces, las vías marítimas directas. Marco Polo contribuyó a Þjar en el Occidente cristiano de los siglos XIV y XV la imagen arcaica de Asia en la cumbre frágil del gran Imperio mongol. Gracias a él, el Asia de Þnales del siglo XIII fue la contemporánea de Cristóbal Colón.55 Italia y su sociedad comanditaria – Colleganza en Venecia, societas maris en Génova –, era “la pieza maestra”. En el último cuarto de este siglo 13 las técnicas del mar, navales como la vela latina, el timón de codaste, el bauprés (que permitía alar más allá de la proa el extremo delantero inferior de la vela mayor, lo que facilitaba al barco navegar más contra el viento), y el aparejo de proa a popa (que hacía posible dar bordadas contra el viento); astronómicas como la determinación de coordenadas; geográÞcas como las cartas náuticas, lograron el paso del mar interior al océano. También entonces el genio hispanojudío estará presente.56 Se inicia la aventura atlántica de las ciudades italianas: los hermanos genoveses Ugolino y Vadino Vivaldi, en las galeras Allegranza y San Antonio se adentraron en el gran desconocido ad partes Indiae per mar oceanum, y no regresaron. Las Canarias y Madera volverían a ser noticia en el primer tercio del siglo 14. 54 El libro de Marco Polo anotado por Cristóbal Colón. El libro de Marco Polo de Rodrigo de Santaella. Edición, introducción y notas de L. Gil, Madrid 1987, p. 261. 55 Chaunu, La expansión europea, p. 31. 56 Véase B.R. Goldstein, ‘The Astronomical Tables of Judah ben Verga’, Suhayl 2 (2001), pp. 227-289; V. Crespo, ‘Abraão Zacuto e a ciencia náutica dos descobrimentos portugueses’, Diáspora e expansão: Os judeos e os descobrimentos portugueses, Lisboa 1997, pp. 119-128. [20] Cielos y aguas bíblicos Maestros de mapamundis y brujuleros judíos Muy cerca, en el pulso del Mediterráneo occidental, la monarquía catalanaaragonesa, en muy buenas relaciones comerciales con el Magreb, “ocupaba las bases insulares de una potente talasocracia, la totalidad de las Baleares, Córcega, la isla de Elba, Cerdeña, Sicilia, Malta, Gozzo, Pantelleria”.57 Aquí se dieron cita a lo largo del siglo 14 – siglo de la Guerra de los Cien Años, de la Peste Negra, del nacimiento del Imperio Otomano que cierra la ruta continental del Extremo Oriente; de la búsqueda en el África oriental, en Sudán, del preciado oro por parte de genoveses, pisanos, marselleses y catalanes –, las dos tradiciones de la cartográÞca náutica: la mediterránea genovesa y catalana-mallorquina y la portuguesa atlántica. De aquélla, Mallorca. Sus judíos y conversos fueron los grandes protagonistas. Habitaban los judíos de la capital de Mallorca – escribe José Mª C uadrado –, desde los tiempos de la dominación sarracena, dentro de la Almudaina o recinto fuerte de la ciudad, donde los encontró Jaime I el Conquistador, y les asignó bienes en el repartimiento, sin duda en proporción de lo que le habían auxiliado. El barrio hebreo caía hacia la parte occidental de la ciudadela junto al solar, que se cedió en 1231 a los dominicos para ediÞcar su convento, y confrontaba con la plaza del real palacio, comunicando a una vecina puerta el nombre de sus moradores. Estorbarían probablemente las hebraicas viviendas el desarrollo del magníÞco templo cuya primera piedra se asentó en 1296; pues en 1300 consta ya la completa traslación de aquella a la partida del Temple y Calatrava […]. Ocupaba el Call, como por antonomasia era llamado en las ciudades de la Corona de Aragón el barrio de los judíos, el ángulo sudeste de la segunda cerca, la cual correspondía, salvo cortas diferencias, a la actual de Palma, y fue ya en 1114 asaltada por los paisanos. El barrio que describimos abría por fuera a la parte del Sur la puerta de la Calatrava, y al Oriente la del Temple y de Santa Fe, que se distinguen por sus nombres. La línea que partía del Temple hacia lo interior de la ciudad, formaba ángulo con otra que orillaba el convento de Santa Clara, en la plazuela o encrucijada de cinco calles, que retiene el título de Call, por estar allí la entrada del recinto que se cerraba con grandes puertas […]. En dirección poco divergente de Poniente a Levante, y con rectitud y aún anchuras desusadas, iban como ahora, bien que con título que ignoramos, las calles del Sol y de Montesino, no parando aquella hasta la plazuela del Temple […]. Paralelo con las dos expresadas calles corre más al Mediodía el llamado hasta nuestros tiempos Borne de Santa Clara, que 57 Chaunu, La expansión europea, p. 38. [21] M a Fuencisla García Casar caía dentro del barrio […]. A la extremidad de aquella vía, más ancha que recta, forman agudo espolón otras dos calles, de las cuales la de la izquierda y principal, hoy apellidada de Montserrat por la posada que en ella tuvo el célebre monasterio de Cataluña, se caliÞca […] de vicus major y como tal de call dels Juheus por excelencia en documentos del siglo XV.58 “Curtidores”, “Puerta de Mar”, “Pelletería”, “Botons” (alguna de ellas se llamó “d’en Zaragoza”, “de las Tavernas”, “d’en Villar”), formaban el entramado de calles transversales del barrio judío. En 1299 y en el lugar designado por el obispo Pons de Jordi se comienza a ediÞcar la sinagoga mayor, más tarde conÞscada por Jaime II y transformada en iglesia bajo la advocación de Santa Fe.59 Perdida para la aljama aquella sinagogam curiosam et valde fermosam,60 en 1331 el rey respalda el deseo de los judíos de erigir la sinagoga nueva61 – erección llena de diÞcultades e inconvenientes –, emplazada “en el sitio ocupado por el lienzo posterior del antiguo y desaparecido Seminario Conciliar”, así como la “escuela mayor del call”.62 Parece ser que las Atarazanas se construyeron sobre uno de los cementerios de la comunidad judía. En 1319 Sancho de Mallorca lo dona para la erección de la drassana. Por su parte A. Pons señala la existencia de tres cementerios: uno situado a las afueras de la puerta de Porto Pi, llamado “Fossar dels Jueus”; otro junto a la puerta de Santa Margarita, y el tercero en las cercanías de la llamada “Porta del Camp”. A poca distancia del solar del convento de Santo Domingo dentro de la Almudaina se extendió hasta Þnales del siglo 13 el llamado call menor “en la parte alta de la parroquia de San Nicolás hacia la calle del Segell. Toda una calle (la actual “Jaime II”) habitada por judíos, la “calle de los judíos”, se hallaba en las inmediaciones de la iglesia de San Bartolomé que una tradición la tiene como sinagoga del call. Todo lo que sabemos es que el procurador Ferrer de Olzet concedió en 1234 la propiedad de unas casas al Þnal de la “calle de los judíos”, para transformarlas en oratorio y sinagoga, donde aquéllos pudiesen ir para orar.63 58 Historia de la conquista de Mallorca: crónicas inéditas, Palma de Mallorca 1850, p. 252; ‘La judería de la ciudad de Mallorca en 1391’, Boletín de la Real Academia de la Historia IX (1886), pp. 305-308. Véanse, planos de los calls “Major” y “Menor” en J. Mascaró Pasarius, Judíos y descendientes de judíos conversos de Mallorca, Palma de Mallorca 1974, pp. 616-617 y 620. 59 Erigida en 1331 en el huerto d’En Cassa contiguo a la puerta del Temple; véase A. Pont, Los judíos del reino de Mallorca durante los siglos XIII y XIV, II, Palma de Mallorca 1984, p. 43. 60 F. Cantera Burgos, Sinagogas españolas, Madrid 1955, reimp. 1984, p. 258. 61 Pons, Los judíos del reino de Mallorca, II, pp. 41 y ss. 62 Quadrado, ‘La judería’, p. 308. 63 Cantera Burgos, Sinagogas españolas, pp. 258-263. [22] Cielos y aguas bíblicos Las persecuciones de 1391 afectaron a los judíos mallorquines y el resultado fueron masivas conversiones. En 1413 se cierra el call: “que los jurados señalasen lugar cerrado de pared con una sola puerta, en cuyo recinto debiesen vivir los judíos, so pena de conÞscación de todos sus bienes y de sus personas a merced”.64 En abril de 1435 tiene lugar la segunda conversión multitudinaria a raíz de los tumultos desencadenados por el siguiente suceso: La [sinagoga] del Call tuvo un diabólico acuerdo, cual fue tomar un esclavo moro de cierto judío y le hicieron padecer todos aquellos pasos, oprobios y tormentos que sus pasados judíos practicaron en Jerusalén con Nuestro Señor Jesucristo, renovando en la criatura lo que ejecutaron en el Creador, empezando aquella viva representación la víspera del día de Ramos, con todo secreto y recatándose de los cristianos.65 Un año más tarde la reina de Aragón doña María concedía un privilegio al reino de Mallorca “que d’ací avant no Puga haver en la illa call ne sinagoga de jueus ne habitar algun juez més de 15 dies sots pena de conÞscació de béns”.66 Para entonces los conversos mallorquines no vivían agrupados en las calles de costumbre, según se ha supuesto, sino dispersos, aunque formando grupos compactos, a manera de islas, distribuidos en los distritos parroquiales de Santa Eulalia, Santa Cruz y San Nicolás. Los más numerosos eran los de Santa Eulalia y Santa Cruz. En San Nicolás – en la cuesta “d’En Brossa”, en el callejón del “Guix” y junto a “Cort”, subiendo por la cuesta de Santo Domingo –, se agrupaban los conversos más pudientes. En cambio, sólo disponemos de una referencia de vivienda conversa en la parroquia de San Miguel. Y ninguna en la de San Jaime.67 Mas volvamos a los apacibles días del call cuando sus judíos se entregaban a los oÞcios de alcabalero, sastre, zapatero (sabater), orfebre, platero (argenter), pañero (draper), iluminador de libros, encuadernador (lligador de libres), médico (metge o Þsic), y cartógrafo. En sus manos la corrección y perfección de las formas del mar Mediterráneo, lo convirtieron mediada la décimo tercera centuria, en el motivo central de la representación cartográÞca portulana. 64 Véase B. Porcel, Los chuetas mallorquines: Quince siglos de racismo, Barcelona 1977, p. 35. 65 Ibidem, p. 36. 66 Mascaró Pasarius, Judíos y descendientes, p. 615. 67 Ibidem, p. 616. [23] M a Fuencisla García Casar Hacia 1296 hacía su aparición el más antiguo de los portulanos – es decir, el derrotero nacido de la aplicación de la brújula o aguja magnética al arte de navegar, proporcionando además de las distancias en millas entre puertos y puntos importantes de la costa, los rumbos magnéticos que unen esos lugares –, o libro de derrota conocido, la obra italiana Compasso da navigare.68 Y sincrónicamente a los portulanos o libros de derrota nacía la carta náutica, dotada de una red de rumbos magnéticos y de escalas gráÞcas en millas.69 Cartas portulanas genovesas y catalanas aparecieron en un intervalo de tiempo muy corto entre unas y otras.70 Nacidas y ornamentadas por encargo y capricho de poderosos, fueron realizadas en los mismos talleres que las cartas de navegar o de marear, proporcionando una visión exacta de la cartografía náutica medieval. Sin latitudes ni longitudes presentan en cambio toda una red de rectas direccionales o rumbos, y escalas gráÞcas. Tal carencia “indica que esas cartas no permitían el empleo de coordenadas geográÞcas, y por tanto, no servían para efectuar con ellas navegación astronómica, pero que, en cambio, eran aptas para determinar la ruta y posición del navío en alta mar mediante el rumbo (proporcionado por la brújula o aguja magnética) y la distancia (apreciada a ojo); o sea, para realizar navegación de estima”.71 En cuanto a las cartas portulanas típicas del siglo 14 – ejecutadas en pergamino o en piel conservando su cuello; pintadas con colores brillantes, a veces convencionales; con su “artiÞcio geográÞco” de red de vientos, coronas o círculos, vértices o los 16 puntos en que aquéllos están divididos, y los haces o conjunto de rectas que pasan por cada vértice; con sus elementos ornamentales como las rosas de los vientos, en un principio con carácter cientíÞco, pues indicaban además de los puntos cardinales y los vientos menores, los octavos de cuadrante;72 con sus elementos informativos como eÞgies de reyes, tipos indígenas, animales, escudos de armas, banderas; y sobre todo con su toponimia escrita en rojo o en negro: nombres de puertos y ciudades costeras, ríos de trazado convencional al 68 La mejor redacción es la del códice Hamilton 396, perteneciente a la Preuss. Stattsbibliothek de Berlín. Véase R.A. Laguarda Trías, La aportación cientíÞca de mallorquines y portugueses a la cartografía náutica en los siglos XIV al XVI, Madrid 1964, p. 6. 69 Por su vinculación con los portulanos es apropiado el nombre de cartas portulanas (S. García Franco, La legua náutica, pp. 91-117). Véase, S. Powels-Niami, ‘Kartographie und Nautik bei den Juden im 14. und 15. Jahrhundert’, Frankfurter Judaistischer Beiträge (1999), pp. 163-187. 70 La más antigua Þrmada y fechada que se conserva es la realizada por el genovés Petrus Vesconte en 1311. 71 Laguarda Trías, La aportación cientíÞca, pp. 7-8. 72 Conservados en las modernas cartas náuticas en forma de círculos graduados en 360 grados. J. Rey Pastor y E. García Camarero, La cartografía mallorquina, Madrid 1960, p. 14. [24] Cielos y aguas bíblicos igual que algunos detalles hidrográÞcos como escollos y bajos o bancos; con el trazado cuidadoso de las costas, las líneas onduladas o los mares interiores y la representación orográÞca de cordilleras como el Atlas, los Alpes o los montes de Bohemia –, comprenden toda la cuenca del Mediterráneo o “área normal”, con los mares de Mármara, Negro y Azof, así como las costas orientales del Atlántico, desde cabo Bojador o más al norte, hasta las Islas Británicas y Jutlandia. Si Angelino Dulcert es el autor de la primera carta náutica Þrmada en Mallorca en 1339, Cresques Abraham y Jafudá Cresques, judíos mallorquines, son “el segundo jalón que encontramos en el desarrollo de la cartografía mallorquina”.73 Por la Biblia de Farhi, a la que dedicó dieciséis años de su vida, sabemos que Elisha’ ben Abraham, “Cresques” – apelativo vulgar –, nació en la Ciudad de Mallorca (hoy Palma), el día 28, miércoles, del mes de Tammuz del año 5085 de la Creación del Mundo, correspondiente al 11 de julio de 1325. Hacia 1350 contrae matrimonio con la judía Seteddar – Anna después de su bautismo a raíz de las persecuciones de 1391 –, teniendo dos hijos: Jafudá Cresques, el futuro maestro de mapamundis, bautizado el mismo año de su madre con el nombre de Jaume Ribes, y Astruga – también bautizada en 1391 como Francesca –, que casará con el mercader Marzoch Mediní.74 Dos documentos, uno de 1378 y otro de 1381, mencionan su casa situada en la judería de la ciudad. Por el primer documento el rey don Pedro y el infante don Juan le conceden el agua potable de la acequia de la “Font de la Vila”; por el segundo, se le da licencia para construir en su vivienda unos baños públicos para judíos y judías de la aljama.75 Las diligencias practicadas en el verano de 1381 por el gobernador Francisco de Çagarriga, para cortar los abusos que cometían los usuarios de la “Font de la Vila”, dieron lugar a que el escribano-notario levantara acta notarial sobre “la existencia, en el curso de la acequia, de una conducción de piedra que, a través de distintas derivaciones, además de regar el huerto o jardín del judío brujulero Cresques, daba agua al monasterio de Santa Clara, a la casa del Templo, de la cual formaba parte un fragmento de muralla, al abrevadero público allí existente, al mercado 73 Ibidem, pp. 55-56. 74 Tal vez fuera hijo de Cresques Abraham el judío Astruch Cresques, bautizado en 1391 con el nombre de Pere Geronés. Aparece en un documento de 1394 con el converso Luis Sa-Granada, presunto tío suyo. Archivo de la Corona de Aragón [=ACA], Cancillería Regia, 1883, fol. 91v-92r, cit. por J. Riera i Sans, ‘Cresques Abraham, jueu de Mallorca, mestre de mapamundis i de brúixoles’, L’Atlas català de Cresques Abraham. Primera edició en el sis-cents aniversari de la seva realizació 1375-1975, Barcelona 1975, p. 17. 75 ACA, Cancillería Regia, 1686, fol. 90r, publ. por A. Rubió i Lluch, Documents per l’història de la cultura catalana mig-eval, Barcelona 1921, II, p. 245. [25] M a Fuencisla García Casar de San Antonio, a los curtidores y a otros”.76 Así lo expresa el documento: Item atrobarem, aprés, hun canó de pedra lo qual corra al poador d’en Axona e del mercat de Sen Anthoni de Pàdua e d’en Blanchas e del Mercadal e del forn d’en Candeler, e va al Templa, e al abeurador del Temple e al ort d’en Cresques, juez buxoler, e va per tot lo call e a Sancta Clara e als blanquers.77 Así pues, su casa y huerto – vivían allí además de él y su mujer, su hijo y su mujer Dolça, la madre de Dolça, Haniní, otro hijo de Haniní llamado Jucef, y una mujer de nombre Stela Biçach –, se hallaban próximos a la muralla, intramuros de la judería, o lejos de la puerta del Templo, junto al convento de los Hospitalarios o Casa del Templo. En diez documentos se menciona su nombre y su oÞcio: en siete se dice de él que era maestro de mapamundis y de brújulas; en uno maestro de mapamundis; en dos que era brujulero (buxoler), mientras que otros tres hablan de él como autor de mapamundis de precio elevado encargados o comprados por el rey o por el Infante don Juan78. Pero ¿cuál era exactamente su oÞcio?, se pregunta el investigador Jaume Riera i Sans, estudioso de la vida y obra de los Cresques: Basta echar una ojeada – escribe –sobre el Atlas Catalán o saber que la otra obra segura de Cresques Abraham, la Biblia de Farhi, contiene 129 páginas bellamente iluminadas, con 29 arabescos siempre distintos y 9 miniaturas representando el Templo de Salomón, sus instrumentos, etc. Así nos daremos cuenta – si se vence la inercia de lo que se ha dicho y repetido sobre la llamada “escuela cartográÞca mallorquina”, supuestamente representada por Cresques Abraham –, de que el oÞcio de este judío consistía en la pintura e iluminación y que se había especializado en la pintura de brújulas y de mapamundis.79 Brujulero no signiÞcaba “constructor” de brújulas, sino pintor de brújulas. Cresques “pintaba con materias insolubles en agua la rosa de los vientos en el fondo de las brújulas; por ello se le llamaba brujulero. Cresques Abraham dibujaba y pintaba mapamundis de lujo; y cumplía su cometido con tanta competencia y tan bellamente que por ello los documentos reales le conceden los caliÞcativos singulares de maestro de mapamundis y maestro de mapamundis y de brújulas”.80 76 77 78 79 80 Riera i Sans, “Cresques Abraham’, p. 16. Ibidem, p. 21. Ibidem, p. 17. Ibidem, p. 18. Ibidem, p. 18. [26] Cielos y aguas bíblicos Ni astrónomo, ni relojero, ni matemático, ni cartógrafo, sino un excelente conocedor del arte de la pintura o iluminación “por lo que el rey Pedro y el infante don Juan se convirtieron en sus principales clientes”.81 Desde muy joven el futuro rey Pedro el Ceremonioso era un gran aÞcionado a los mapamundis.82 El 9 de abril de 1368 Þrmaba como monarca “un debitorio de 207 reales de oro de Mallorca a su subtesorero Jaspert de Camplloch quien acababa de llegar de Mallorca, por tres colchas, una coraza, un mapamundi, dos telas de seda y un anillo que le había comprado. Que este mapamundi era ya obra de Cresques Abraham se puede deducir del hecho de que seis días después, el 15 de abril de 1368, el rey Þrmaba la concesión de familiaridad real a favor del judío de Mallorca Cresques Abraham, maestro de brújulas y de mapamundis”.83 El 20 de marzo de 1382 el rey Pedro adquiría un mapamundi “en taules” del maestro de mapamundis Cresques Abraham, entregándole por él 150 ßorines. Durante el mes de abril padre e hijo trabajaban en encargos reales. La aÞción del rey a los mapamundis la hereda su hijo el infante don Juan. El 26 de abril de 1379 este último se dirige al procurador de Mallorca par encargarle la compra de un mapamundi “digno de él, el más bello y hermoso que pudiera hallar”. Y dos años después el infante honraba al judío bruxoler en Barcelona con gracias y favores, como el de su familiaridad, privilegio que ya gozara con su padre el rey don Pedro el Ceremonioso. En noviembre de aquel mismo año manda escribir desde Tarragona una carta dirigida a su camarlengo Joan Janer, quien residía entonces en Barcelona, con el encargo de buscar a Cresques Abraham y que en su presencia diera cuenta al caballero francés Guillem de Courcy del mapamundi que él había decidido regalar al rey Charles IV de Francia y que el mencionado caballero le haría llegar.84 Propiedad del infante, se ignora desde cuándo, tal vez algún día se pueda aÞrmar que es el mismo “Atlas Catalán”.85 En 1387 moría nuestro maestro de mapamundis en la Ciudad de Mallorca dejando inacabado uno de ellos al que su hijo daría remate, cobrando por él 60 libras mallorquinas y 8 sueldos. Jafudà Cresques nació entre 1345 y 1355. Su primera mención documental tiene lugar el 11 de octubre de 1377 cuando en la subasta pública de los bienes 81 Ibidem, p. 18. 82 En 1338, con sólo diecinueve años, ordena al baile general del reino de Valencia que mandara a un pintor reproducir uno de los dos mapamundis que se conservaban en el palacio episcopal de la ciudad; véase Ibidem, p. 18, documento publicado por J. Rius, ‘Més documents sobre la cultura catalana medieval’ en Estudis Universitaris Catalanes, XIII (1928), p. 153. 83 ACA, Cancillería Regia, 1426, fol. 74r-v, publ. por Riera i Sans, Ibidem, pp. 21-22. 84 ACA, Cancillería Regia, 1665, fol. 26v, publ. por Rubió y Lluch, Documents, I, p. 295. 85 Rey Pastor y García Camarero, La cartografía, pp. 57-60. [27] M a Fuencisla García Casar del médico judío León Moscono compra tres libros hebreos por valor de 1 libra, 8 sueldos y 2 dineros.86 Colaborador de su padre, durante las persecuciones antijudías de 1391 que asolaron las comunidades hebreas de las Coronas de Castilla y Aragón, se acerca a la pila bautismal, recibiendo el nombre de Jaume Ribes, porque así se llamaba su protector el paborde de la Catedral de Mallorca. Como converso se le nombra en la relación que de los cristianos nuevos y de sus bienes en el call manda hacer el gobernador de Mallorca, con el propósito de saber si van a seguir ocupando las viviendas que tenían cuando judíos, o deciden venderlas y pagar así las numerosas deudas que tenía la ya maltrecha aljama mallorquina. En 1394 abandona Mallorca y su gran casa – magnum hospitium87 – cuya pared confrontaba con el huerto del Temple, y se traslada a Barcelona junto con su madre y su mujer, también conversas. Cinco años más tarde, entre 1399 y 1400, trabaja en la confección de un mapamundi para el ßorentino Baldassare Ubriachi, mercader de perlas y piedras preciosas; mapamundi “tan especial y singular” que el cartógrafo genovés Francesco Beccà, que también trabajaba para él, se compromete en el contrato notarial que Þrma con Simone d’Andrea, amigo del ßorentino y director de la sucursal Datini, a tenerlo por modelo de los cuatro mapamundis en cuya confección se había comprometido. Un total de ciento once ßorines son librados entre el 19 de junio de 1399 y el 21 de abril de 1400 de este modo: “a maestro Riba, cristiano novello, maestro di charte da navichare, y 38 a maestro Francesco di Genova, dipintore di charte da navichare”.88 En febrero de 1400 Jafudà Cresques ya había fallecido. La pregunta es obligada: ¿cuál fue su oÞcio? En seis documentos se dice de él que era mestre en l’art de la confecció de cartes de navegar i de mapamundis, o bien mestre de mapamundis, incluso mestre de cartes de navegar. Continuó el taller pictórico de su padre Cresques Abraham, pintor especializado en brújulas y mapamundis. Pero de él no se dice nunca como se dijo de su padre, que fuera bruixoler, y sí, mestre de cartes de navegar, categoría profesional que jamás se aplicó al padre. Si Cresques Abraham – escriben G. Llompart y J. Riera –, adquirí els títols de “bruixoler” i “mestre de Brúixoles” no fou per la seva condició de pretès constructor d’aparells de precisió sinó per la pintura de la roda dels vents i altres coses a la capsa de llautó o de fusta (o d’argent) en què consistien, i 86 ”... un ejemplar del Ben ha-mélekh ve-ha-nazir, adaptació al judaisme de la llegenda de Buda, escrita en prosa rimada per Abraham ibn Hasday de Barcelona (segle XII), que li costá 11 sous i 8 dinars; un ejemplar des Mispaté ha-mazalot, obra astrològica molt divulgada d’Abraham ibn Ezra (segle XI), pel preu d’once sous i seis dinars, i un tercer llibre molt senzill que li costá no més cinco sous”, J. Riera i Sans, ‘Jafudà Cresques, jueu de Mallorca’, Randa 5 (1977), p. 63. 87 Ibidem. 88 Ibidem. [28] Cielos y aguas bíblicos consisteixen encara avui, totes les brúixoles. Tant la brúixola medieval com l’actual no és més que una simple capsa pintada: ‘Item unam capcietam modicam depictam cum quatuor acompases’: Aixa, amb aquesta simplicitat, ens en descriu una un inventari notarial fet a Mallorca l’any 1377.89 La difusión de los mapamundis de lujo y la posesión por parte de la nobleza y de la sociedad mercantil de brújulas bella y ricamente iluminadas, se puso de moda en la segunda mitad del siglo 14.90 Y esa fue la época que les tocó vivir a nuestros dos artistas judíos mallorquines. Cresques Abraham – concluye Riera – fou mestre de mapamundis perquè pintava mapamundis, mentre el seu Þll fou mestre de cartes de navegar perquè pintava cartes de navegar. Jafudà Cresques hauria estat també mestre de mapamundis si el mercat hagués pogut continuar absorbint objectes complexos i de preu tan elevat com eren els mapamundis fabricats pel seu pare. La clientela de Jafudà Cresques quedava satisfeta amb cartes de navegar pintades, sense taules de cronología, taules de declinació solar, àureus números, terres llegendàries ni explicacions teòriques. Els productes fabricats per Jafudà Cresques eren més simpes que els del seu pare i s’identiÞcaven espontàniament como a cartes de navegar. Jafudà Cresques probablement no es rebaixà mai a dibuixar simples cartes de navegar, d’aquelles que es venien a dozetnes. La confecció o dibuix de cartes de navegar utilitàries, contràriament al que ocorre als temps modernes, no requeria cap mestratge ni tenia contització social.91 Por lo tanto, las investigaciones de J. Riera han demostrado la inexistencia de la escuela cartográÞca mallorquina; si existió, nada tuvo que ver con el taller artesano-pictórico-gráÞco de los Cresques. Y algo más: Jafudà Cresques no fue la persona llamada por Enrique el Navegante de Portugal en 1412 para fundar en Sagres una escuela de navegación y astronomía, proyecto que nunca llegó a realizarse. Para entonces, el judío mallorquín ya había fallecido. Dicho con otras palabras: Jafudà Cresques no fue el sabio “mestre Jacome de Malhorca”, llamado 89 G. Llompart-J. Riera i Sans, ‘Jafudà Cresques i Samuel Corcós: Més documents sobre els jueus pintors de cartes de navegar (Mallorca, s. XIV)’, Bolletí de la Societat Arqueològica Luliana 40 (1984), pp. 346-347. 90 Entre los bienes del difunto rey Martín Þgura una brújula del año 1410, obra atribuida con mucha probabilidad a Cresques Abraham, y que es descrita así: “item una buxola de fust pintada, ab àngels qui tenen scuts reyals, e en lo cobertor, en vidra, ha, I ymage de rey e altres ymages, la qual buxola és conservada en, I stoix de cuyr vermell empremtat’, Ibidem, p. 347. 91 Llompart y Riera i Sans, ‘Jafudà Cresques’, p. 348. [29] M a Fuencisla García Casar por el mencionado infante portugués para enseñar a sus marineros las técnicas de la cartografía que harían posibles los grandes descubrimientos atlánticos, africanos e índicos de los siglos 15 y 16. Quién fuera tal personaje no se sabe,92 pero sí que sus conocimientos hicieron de él el más indicado para resolver el problema que tenían planteado los capitanes y los pilotos del Infante don Enrique: al considerar exactas sus estimas de distancias, las discrepancias con los resultados obtenidos de la observación de la estrella polar y la aplicación del módulo gradual de 56’66 millas, eran totalmente inexplicables.93 A comienzos del siglo 15, la continuidad estilística del taller de los Cresques la encontramos en la carta náutica de Macià de Viladesters – o Viladestes – fechada en 1413, por el empleo del oro, las Þnas miniaturas y la precisión geográÞca. Macià, mestre de cartes de navegar,94 converso mallorquín a raíz de los tumultos de 1391, de nombre Samuel Corcós,95 aprendió todo su saber al lado de Jafudà Cresques, llegando a decirse de él que era un pintor excellent de cartes de navegar. El 30 de mayo de 1390 el hijo de Cresques Abraham ante el notario Nicolau de Cases cancela el contrato de su sirviente y aprendiz Samuel Corcós. En el documento se dice que su oÞcio era el de hacer brújulas e iluminar: per quod vobiscum steti serviendo vobis et adiscendi causa faciendi buxolas et illuminandi, quod oÞcium me docuistis bene et legaliter.96 El día de su bautismo como Macià de Viladesters, actuó de padrino otro buxoler, Jaume de Viladesters, asesor jurídico de Olfo de Próxida y Francesc de Çagarriga, gobernadores de Mallorca. De este buxoler97 hay noticias documentales de los años 1370-1383. Y por la declaración de Antoni de Requessens, uno de los más inßuyentes representantes de la comunidad conversa mallorquina vinculada a la cofradía de San Miguel, llamada después “Nostra Dona de Gràcia”, se conoce el nombre de su mujer, Coloma, y el de Angelina, su suegra. Todavía en la segunda mitad del siglo 15 otro buxoler recoge la obra de 92 No olvidemos que Astruch Cresques “qui fa mapamundis” era primo de Cresques Abraham y ejercía ese oÞcio en 1375; su hermano Vidal Abraham era “iluminador” en 1340. 93 Laguarda Trías, La aportación cientíÞca, pp. 65 y ss. 94 Rey Pastor y García Camarero, La cartografía, pp. 70-72. 95 El apellido “Corcos” es probablemente oriundo del pueblo vallisoletano del mismo nombre. Varios judíos con ese apellido se hallan documentados en el siglo 15 en las ciudades de Zamora y Segovia. Nuestro Samuel Corcós recibe el bautismo durante las persecuciones de 1391, tomando el nombre de su padrino, el asesor de la curia del gobernador del reino, Macià de Viladesters. 96 Archivo Real de Mallorca, Protocolos, notario Nicolau de Cases, N-2421 (1387-1391), fol. 123r-v, publ. por Llompart y Riera i Sans, ‘Jafudà Cresques’, pp. 349-350. 97 G. Llompart, ‘La cartografía mallorquina del siglo XV: Nuevos hitos y rutas’, Boletín de la Sociedad Arqueológica Luliana 34, Palma de Mallorca (1975), p. 441. [30] Cielos y aguas bíblicos Cresques Abraham, el converso Gabriel de Vallseca, mestre de cartes de navegar.98 Su apellido “netamente catalán de una familia de caballeros y juristas que no tenía rama mallorquina, y que, bautizado en la península alguno de sus antecesores, con padrino de bautismo de la mencionada familia, adoptó este apellido de converso”.99 Casó con Floreta y tuvo dos hijos, Joan y Francesc, viviendo en la marinera parroquia de Santa Cruz en “una zona habitada por otros dibujantes de mapas, frecuentando mercaderes, hostaleros, marineros y cartógrafos”. Autor de cuatro cartas náuticas,100 en la Þrmada y fechada “Gabriell de Valsequa la fecta en Malorcha, any MCCCCXXXVIII”, al dorso se lee: “Questa amplia pella di Geographia fue pagata da Amerigo Vespucci LXXX ducati di oro di marco”. Pocos años después, este marino y cosmógrafo ßorentino llamaría Mundus Novus a las Indias de Colón, y su nombre como América, por un error del cosmógrafo lorenés Martín Waldseemülleer, designaría al gran continente descubierto. 98 J. M. Madurell, ‘Illuminadors, escrivans de lletra redona i de llibres de cort’, en Gesammelte Aufsätzs zur Kultturgeschichte Spaniens 23 (1967), pp. 147-170. 99 Llompart, ‘La cartografía mallorquina’, p. 442. 100 Rey Pastor y García Camarero, La cartografía mallorquina, pp. 72-75; para el testamento de Gabriel de Valseca véase F. Sevillano Colom, ‘Gabrielle de Valseca, cartógrafo mallorquín del siglo XV’, en Homenaje al Dr. D. Juan Reglá Campistol, I, Valencia 1975, pp. 159-162 . [31]