1 Atenea 495 I Sem. 2007 Atenea Primer Semestre Año 2007 - Nº 495 Fundada en 1924 ISSN 0716-1840 versión papel ISSN 0718-0462 versión on-line Publicación semestral editada por la Universidad de Concepción Incluida en Hispanic American Periodicals Index (HAPI) Scientific Electronic Library Online (SciELO) The Thomsom Corporation Red ALyC, Red de Revistas Científicas de América Latina y El Caribe, España y Portugal, Ciencias Sociales y Humanidades Esta publicación cuenta con el subsidio CONICYT para revistas científicas RECTOR Sergio Lavanchy Merino DIRECTOR Mario Rodríguez Fernández CONSEJO EDITORIAL Cedomil Goic Universidad Católica de Chile Ramón Latorre Centro de Estudios Científicos, Chile Leonardo Mazzei de Grazia Universidad de Concepción, Chile Daniel Peñailillo Arévalo Universidad de Concepción, Chile Mario Silva Osorio Universidad de Concepción, Chile Mario Suwalsky Weinsumer Universidad de Concepción, Chile Mario Toral Universidad Finis Terrae, Chile Gilberto Triviños Araneda Universidad de Concepción, Chile Editorial Universidad de Concepción Administración, suscripción y ventas Libe Garavilla Díaz Biblioteca Central, Of. 11, Campus Universitario Fono (56-41)2204590 - Fax (56-41)2228262 Casilla 160-C, Correo 3 - Concepción - Chile E-mail: lgaravil@udec.cl Edición y diseño de Oscar Lermanda Corrección de pruebas Gabriel Obreque M. José Uribe M. Atenea 495 I Sem. 2007 2 Ilustración portada: Detalle de “El pintor bohemio”de Exequiel Plaza (1892-1947) Tiraje: 8.300 ejemplares “Arbol” (detalle), de Pablo Burchard (1875-1964) IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE ISSN 0716-1840 Atenea 495 Universidad de ConcepciOn Chile 3 Atenea 495 I Sem. 2007 CONTENIDO Presentación / 6 ARTICULOS De Atenea a Afrodita: La risa y el amor en la cultura chilena MAXIMILIANO SALINAS CAMPOS / 13 Parra, pero también Quino: Reescritura de una obsesión GILBERTO TRIVIÑOS / 35 495 Discursos utópicos y distópicos de amor y humor en la creación de la identidad caribeña LUIS MILETTI / 53 Patrimonio y modernización en Chile (1910): La exposición histórica del Centenario LUIS ALEGRÍA Y GLORIA PAZ NÚÑEZ / 69 Atenea Trascendencia del primer Saggio sulla storia naturale del Chili de J.I. Molina, su traducción, el Compendio anónimo y el Bicentenario JOSÉ R. STUARDO / 83 Atenea 495 I Sem. 2007 Casi semejantes: Tribulaciones de la identidad criolla en Infortunios de Alonso Ramírez y Cautiverio feliz STEFANIE MASSMANN / 109 Historia y mito en el mundo de la Conquista. Maladrón como novela precursora CLAUDIO MAÍZ / 127 4 Feria libre, óleo sobre tela. Miguel Venegas Cifuentes (Chile, 1907-1979) El sueño de la identidad latinoamericana o la búsqueda de lo propio en lo ajeno HÉCTOR JAVIER NAHUELPÁN MORENO / 157 Estudio de la contaminación del aire urbano en una ciudad intermedia: El caso de Chillán (Chile) JOSÉ CELIS HIDALGO Y JOSÉ MORALES PEÑA / 165 PLASTICA Educación artística en Chile: Fernando Alvarez de Sotomayor, Juan Francisco González y Pablo Burchard, tres maestros emblemáticos PEDRO EMILIO ZAMORANO PÉREZ / 185 CREACION Miguel Barnet. Presentación de Mario Rodríguez F. / 214 “Fátima o el Parque de la Fraternidad”. MIGUEL BARNET / 219 RESEÑAS Omar Lara, La nueva Frontera JAIME CONCHA / 241 5 Atenea 495 I Sem. 2007 PRESENTACIÓN L PRESENTE número de ATENEA contiene tres artículos que recogen trabajos presentados en la Escuela de Verano 2007, organizada por la Dirección de Extensión de la Universidad de Concepción, bajo el título “El amor y la risa”. E M. Rodríguez El primer artículo, “De Atenea a Afrodita: La risa en la cultura chilena”, de Maximiliano Salinas, examina el principio de la risa, expresión gestual del amor, como afirmación de vida. Traspasando los límites fijados por el colonialismo, el autor se vuelca hacia los gestos amorosos que provienen tanto del mundo indígena como del ibérico. La tesis central se refiere a que el estado nacional burgués tuvo su inspiración en Atenea, diosa de la razón y de la fuerza, de la verdad y del bien aristotélico, rasgos todos que favorecieron la expulsión de lo cómico y la risa regeneradora. Salinas, frente a esta situación, propone recuperar a Afrodita, diosa del amor que ríe, para reencontrarnos con la alegría y la belleza de la vida que nos pueden guiar a una renovada convivencia social. Gilberto Triviños escribe su artículo “Parra pero también Quino, reescritura de una obsesión”, tal vez para descubrir un solo detalle desestabilizador en el texto “El viejo y la muerte”, inadvertido hasta ahora por el propio Triviños y por todos nosotros: la muerte no es un acontecimiento a secas, para consumarse debe pasar por la fascinación. Esta trastornadora concepción revierte los fines de la escritura. No se escribe sólo para resistir la muerte, sino para decirle ya cuando ella nos acecha. Ya, pasa vieja cufufa, escribe Parra. El ya da cuenta de la seducción mortal –¿Seremos capaces de decir ya? Terrible pregunta que envuelve con el velo oscuro de la muerte el hermoso artículo de Triviños. Sin embargo, la mortaja se desenrolla súbitamente en un punto. En aquel donde pasa la risa parriana ambivalente, degradadora y regeneradora a la vez. Muerte y risa, fascinación y entrega en un juego de vida y muerte en el que el antipoeta da voz a su tribu, pero a la vez es ella la que proporciona a la escritura una capacidad creadora y fabuladora notable. El tercer artículo, de Luis Miletti, “Discursos utópicos y distópicos de amor y humor”, desarrolla el problema que se ha producido con la literaturización de estos temas, el contexto ideologizante que opera en la construcción y destrucción de la identidad caribeña. El discurso utópico del amor en Puerto Rico, que propone la aceptación de una nación bicultural, contrasta con la visión despótica que dramatiza la agonía de un pueblo que pretende recuperar sus raíces negadas por el neocolonialismo. A su vez, la utopía de una nación mestiza en Cuba, soñada por la elite del XIX, choca con una realidad que rechaza todo matrimonio interracial. Al analizar textos como Mersé, Miletti demuestra claramente la desarticulización que efectúa la novela en el mito de la democracia racial en Cuba. Atenea 495 I Sem. 2007 pp. 6-9 6 A continuación de estos artículos provenientes de la Escuela de Verano 2007, incluimos dos trabajos que dan cuenta del primer paso que da ATENEA hacia la próxima conmemoración del Bicentenario. Se trata de dos propuestas reflexivas –una científica, otra patrimonial– sobre la fisonomía que tuvo el Centenario. Pensamos que esta mirada sobre el pasado puede ayudar a conferirle ese sentido histórico que debe perseguir el Bicentenario. Utilísimo es contrastar la situación del país en ese entonces con lo que vive ahora, como también lo es recordar las diversas acciones que suscitó la conmemoración en 1910. En esta línea ATENEA integrará diversos trabajos sobre el tema, hasta culminar en el año 2010 con un volumen completamente dedicado a la celebración de dos siglos de independencia. El primer trabajo es del profesor Emérito de la Universidad de Concepción José Stuardo: “Trascendencia del primer Saggio sulla historia del Chili de J.I. Molina, su traducción, el Compendio anónimo y el Bicentenario” es un excelente artículo donde el investigador examina la única traducción al español de la obra del abate J.I. Molina. Publicada originalmente en 1782, apareció traducida en 1788 con el nombre equivocado de Compendio. Ello dio origen a una serie de interpretaciones que no han valorado el aporte real del abate a la descripción de los animales de Chile. Usando la nomenclatura binominal propuesta por el gran naturalista Carlos Linneo, Molina pasó a la posteridad al describir con género y especie a animales característicos de la costa chilena y el mar del sur. El profesor Stuardo advierte, sin embargo, que el justificado homenaje hecho por la Biblioteca del Centenario al publicar un facsímil en español de la obra, debió haber cautelado las diferencias existentes con el original italiano y corregido lo errores de traducción. El segundo artículo, “Patrimonio y modernización en Chile (1910): la Exposición Histórica del Centenario”, es una interesante relación de lo que fue la celebración de un siglo de independencia del país. Ella adquiere gran importancia hoy en día frente a la preparación de lo que será la conmemoración del Bicentenario. La Exposición Histórica de 1910 refleja las posiciones tradicionalistas enfrentadas a las modernizantes, insertas en un contexto definido por la aparición de una nueva mirada política-social sobre el país. En esta nueva perspectiva coexistían posiciones, una que hablaba de una etapa decadente alcanzada por el país (Mac Iver), mientras otras verían, más bien, una crisis social de desarrollo. Incluso se formulaban tesis que buscaban 7 Atenea 495 I Sem. 2007 una explicación en la “raza chilena” (Palacios) o en nuestra inferioridad económica (Encina). En medio de esta complejidad social, política y cultural se organizó la Exposición Histórica como una iniciativa de rescate patrimonial que pretendía coleccionar y clasificar los objetos fabricados en el país o fuera de él, que hubieran tenido alguna incidencia en el desarrollo de Chile, desde la prehistoria adelante. Significativamente, aunque la Exposición se planteó abierta a todas las manifestaciones patrimoniales, se terminó excluyendo lo que estaba fuera de una lógica estatal elitista. A continuación de este apartado publicamos el artículo: “Casi semejantes: tribulaciones de la identidad criolla en Infortunios de Alonso Ramírez y Cautiverio feliz, de Stefanie Massmann. La autora analiza con propiedad estas dos obras del siglo XVII para observar e interpretar la emergencia de una identidad criolla que cuestiona su posición marginal, pero a la vez anhela su inserción en el sistema dominante. En la oscilación entre le cuestionamiento y la aceptación se abren brechas –afirma Massmann– hacia concepciones y discursos que ya no son mera reproducción de los metropolitanos, sino que configuran sus propias reglas abriendo el camino hacia manifestaciones ya propiamente americanas. Esta ambigua relación con el un otro (pirata, indio) que funda una compleja relación de diferencia e identificación hace casi semejantes el texto de Sigüenza y Góngora con el de Núñez de Pineda. El artículo de Claudio Maíz plantea un interesante problema de la novela Maladrón en su relación con la nueva novela histórica. El relato de Asturias no cumpliría ninguno de los rasgos que la crítica atribuye al género. Si la nueva novela histórica se genera a partir de la matriz de la escritura, Maladrón, por el contrario, se centra en la recreación de la oralidad a través del mito. La diferencia le permite a la novela de Asturias explorar en los hechos del pasado lo inmemorial y permanente que sigue teniendo un valor activo en la actualidad. Maladrón se mueve, así, alrededor del mito geográfico y la utopía escatológica. Héctor Javier Nahuelpán relaciona la metáfora “el desierto crece” de Nietzsche con algunos proyectos históricos de construcción de la identidad latinoamericana. Postula que la búsqueda del sueño de la unidad se ha efectuado de espalda a los fundamentos de la diversidad sociocultural que define al continente. Nahuelpán propone examinar críticamente las categorías homogenizantes que han sostenido la existencia de una identidad continental sobre la base de posturas indigenistas, hispanistas o de mestizaje. Es necesario repensar estas forAtenea 495 I Sem. 2007 8 mulaciones históricas para aproximarse a un escenario cultural marcado por la pluralidad y diferencia. El artículo sobre la contaminación del aire urbano en Chillán plantea un tema descuidado hasta ahora: la contaminación en ciudades intermedias latinoamericanas. El caso de Chillán es paradigmático en la presentación de un problema de origen antropogénico durante las temporadas de otoño e invierno. El uso masivo de leña como combustible residencial dentro de las áreas urbanas está produciendo una grave contaminación atmosférica. Si a ello se añade el tráfico vehicular de taxibuses contaminantes, dados de baja en la capital, se hace necesario, plantean los autores, revisar las regulaciones gubernamentales para evitar repetir las catastróficas situaciones de contaminación de las grandes urbes. En la sección Plástica, incluimos un documentado artículo de Pedro Emilio Zamorano sobre la educación artística en Chile realizada por los grandes maestros Fernando Álvarez Sotomayor, Juan Francisco González y Pablo Burchard. El autor entrega una acabada información acerca de los modelos estéticos y metodológicos seguidos en el país desde la creación de la Academia de Pintura en 1849 hasta la fundación de la Escuela de Bellas Artes. El trabajo se centra en el aporte de los tres maestros emblemáticos ya mencionados. En la sección siguiente, la de Creación, presentamos un relato inédito del cubano Miguel Barnet, uno de los autores de mayor prestigio dentro de la literatura caribeña actual. El texto que entregamos a los lectores de ATENEA ganó el reciente Concurso de Cuentos Juan Rulfo. El humor, el uso coloquial y desenfadado del lenguaje contribuyen en el cuento a esa reafirmación de la vida y de la diferencia tan notables en la obra de Barnet. El número finaliza con la reseña del conocido crítico chileno Jaime Concha sobre el último libro de Omar Lara, La nueva Frontera, publicado por la Editorial Universidad de Concepción. Un prólogo del académico de esta Casa de Estudios Gilberto Triviños enriquece este gran texto poético de Lara. MARIO RODRÍGUEZ F. DIRECTOR 9 Atenea 495 I Sem. 2007 Atenea 495 I Sem. 2007 10 Artículos 11 Atenea 495 I Sem. 2007 Atenea 495 I Sem. 2007 12 ISSN 0716-1840 DE ATENEA A AFRODITA: LA RISA Y EL AMOR EN LA CULTURA CHILENA MAXIMILIANO SALINAS CAMPOS* Presidiarios en inauguración cárcel de Chin-Chin, Puerto Montt, Chile RESUMEN La risa es la expresión gestual primera del amor como afirmación de la vida. En este sentido es el principio de la cultura chilena. Para encontrar su sentido histórico se hace imprescindible traspasar los límites y las limitaciones coloniales de Occidente. Se vuelve necesario examinar los gestos amorosos que provienen tanto del mundo indígena como del mundo ibérico. Estos son los fundamentos de nuestra vida cultural. Estos mundos fueron ensombrecidos con la construcción del pequeño Estado nacional burgués durante los siglos XIX y XX. Ese pequeño Estado estuvo inspirado en Atenea, la diosa de la razón y de la fuerza, del bien y de la verdad. Ahí no existió risa ni comicidad verdaderas. Sólo recuperando la imagen de Afrodita, representación de la diosa del amor que ríe, podemos reencontrarnos con la inmensa alegría y la enorme belleza de nuestra legítima convivencia social. Palabras claves: Risa, amor, afrodita, cultura popular, Chile. ABSTRACT Laughter is the first expressive gesture of love as affirmation of life. In this sense, it is the beginning of Chilean culture. To find its historical significance it is necessary to go beyond the colonial limits and limitations of the West. It becomes necessary to examine loving gestures that come from the Indian world as well as the Iberian world. These are the origins of our cultural life. These worlds were overshadowed by the construction of the petty bourgeois national State during the nineteenth and twentieth centuries. This * Artículo basado en la conferencia homónima dictada en el marco de la Escuela de Verano de la Universidad de Concepción, Chile, enero de 2007. ** Profesor del Depto. de Historia, Facultad de Humanidades, Universidad de Santiago de Chile. Santiago, Chile. E-mail: merquen@gmail.com 13 Atenea 495 I Sem. 2007 pp. 13-34 petty State was inspired by Athena, the goddess of reason and strength, of goodness and truth. In this space, neither laughter nor true comicalness existed. Only by recovering the image of Aphrodite, the representation of the goddess of love that laughs, can we reencounter the immense joy and enormous beauty of our legitimate social contract. Keywords: Laughter, love, Aphrodite, popular culture, Chile. Recibido: 12.03.2007. Aprobado: 08.05.2007. INTRODUCCION E STA ESCUELA de Verano ha significado para todos los que participa mos en ella un viaje, un paso y un traspaso, un cambio, una alteración en el lenguaje y en el emocionar que determina el lenguaje. Pasar del lenguaje y del emocionar patriarcal, del Dios que no ríe (“yo creía que Él no se reía”, Nicanor Parra) al lenguaje y al emocionar del amor, cuya representación arquetípica es la Diosa que ríe (sobre la mujer o la diosa que ríe, Jacobelli, 1991: 75-99). En el mundo mediterráneo su nombre es Afrodita, la mujer que ríe o provoca la risa desde su clamar o reclamar erótico. Entre nosotros este papel lo ha representado en estos días la actriz cómica Patricia Cofré (“En la U. de C. quedaron lelos con Patty Cofré”, Crónica, 18.1.2007). Ella encarnó y reencarnó a Afrodita, la mujer del amor y la pasión, la “vieja lacha” que invita a una “güena cacha”, para decirlo en el decir de Nicanor Parra, y tan bien dicho en su conferencia de días anteriores por el profesor Gilberto Triviños. Se trata, en otras palabras, de pasar del tiempo de la abyecta e injusta Muerte (el Crucificado, los crucificados) al tiempo de la Vida, el “gran tiempo” de la resurrección de los sentidos, del que habla Mijail Bajtin. En términos históricos es pasar del tiempo del colonialismo, o tiempo de la “vida de la muerte”, la muerte como finitud perversa, que proclamó el arte colonial barroco, al gozo de la des-colonización o tiempo de la “vida de la vida”, la vida como infinitud enseñada en el arte de vivir y convivir de Pablo Neruda: “Yo no voy a morirme. Salgo ahora / en este día lleno de volcanes / hacia la multitud, hacia la vida” (“Voy a vivir”, Neruda. Canto general, 1949). Creo que todo esto se puede concebir o representar como el paso de Atenea a Afrodita. El tiempo de Atenea se identifica con el de la Edad Patriarcal y del emocionar patriarcal. Ella es la mujer seria. Ella es la diosa de la razón y la fuerza. Por la razón o la fuerza. Es la diosa de la República de Chile. Es la diosa que no ríe. Es la diosa de los héroes (la fuerza) y de los sabios (la razón). La diosa del patetismo (la búsqueda del bien) y del didactismo (la búsqueda de la verdad). Y ahí no hay risa. “La verdad y el bien no mueven a risa”. El tiempo de Afrodita remite al tiempo ancestral de la Edad Matrística y del emocionar de la biología del amor (Maturana, 1999). Ella es la mujer Atenea 495 I Sem. 2007 14 que ríe. Encarna la sensualidad amorosa, la sexualidad divina, la comicidad carnal. Ella une mágicamente, y en un juego de palabras, el amor, el sexo y la risa. Ella es “philommeidés”, la que ama la risa, y “philommédes”, la que ama el pene, los genitales masculinos (Devereux, 1989: 93). La mujer que ríe y goza del cuerpo del hombre. En ella no se aloja la seriedad del patetismo (la búsqueda del bien por el héroe) ni del didactismo (la búsqueda de la verdad por el sabio). Ella alberga solamente la natural belleza de sí misma y de la naturaleza (Salinas, 2000a: 4-5). La búsqueda de la risa es, pues, una afirmación afrodisíaca. Se realiza realzando a Afrodita y desplazando a Atenea, la portadora de la “ira feroz” (Ilíada, canto IV). En Atenea reside el odio, la fuerza de combate, el “homicidio que hiela el corazón” (Ilíada, canto V). No nos convoca, pues, ni la razón ni la fuerza. Nuestro lema aquí ya no es el lema de la República de Chile. Ahora es el amor y la risa. Reconocer la risa en la cultura chilena es disponerse a escuchar a la diosa del Amor y su energía mística y sensual. Es la presencia de una energía síquica que guía el mundo para crecer en alegría, encanto y contento. En términos junguianos es el ‘anima’, aspecto dinámico de la personalidad que transforma el mundo en el sentido del humor y la alegría. Es el vértigo de Eros. Lo puede expresar un hombre o una mujer, conectados con su ‘anima’. El folklore chileno la personificó sin duda en esa mujer abierta a la vida: Bueno dijo y se rió toda llena de alegría claro que le gustaría como no dijo que no (Ortiz, 1996). Es la risa que “abre todas las puertas de la vida”: Quítame el pan, si quieres, quítame el aire, pero no me quites tu risa. No me quites la rosa, la lanza que desgranas, el agua que de pronto estalla en tu alegría, la repentina ola de plata que te nace. ... Amor mío, en la hora más oscura desgrana tu risa, y si de pronto ves que mi sangre mancha 15 Atenea 495 I Sem. 2007 las piedras de la calle, ríe, porque tu risa será para mis manos como una espada fresca. (“Tu risa”, Neruda, 1997). LA RISA Y LA SERIEDAD: UNA INTERPRETACION DE LA HISTORIA DESDE EL AMOR O LA PERDIDA DEL AMOR El amor es lo que origina lo humano en la historia, lo humano de la historia, y su expresión en el lenguaje y en el ritual sagrado es la risa. El amor es, hablando biológicamente, la disposición corporal para la acción bajo la cual uno realiza las acciones que constituyen al otro como un legítimo otro en coexistencia con uno... El amor es la emoción que funda el fenómeno social. Cada vez que uno destruye el amor, desaparece la convivencia social... Ahora bien, si en la historia que dio origen a la humanidad, y estoy hablando de lo que tiene que haber ocurrido hace unos 3,5 millones de años, el amor no hubiese estado presente como el fundamento siempre constante de la coexistencia, no podríamos existir ahora como lo hacemos. No se habría originado el lenguaje, y al no haberse originado el lenguaje, no se habría originado el conversar y no existiríamos los seres humanos... ningún sistema social se puede basar en la agresión porque la agresión lleva a la separación o a la destrucción mutua... Yo afirmo que el lenguaje no podría haberse originado en la historia que nos dio origen si en ésta el amor no hubiese sido la emoción que guió y dio intimidad a la convivencia de nuestros ancestros (Maturana, 1995: 251-252). ¿Cómo y cuándo se impone la seriedad? Cuando desaparece la convivencia social. Cuando aparece la “seriedad de la muerte”, en la conmovedora expresión de Max Weber (1964, II: 662): Para la constitución de una comunidad política especial... basta un ámbito o dominio y la posesión del poder físico para afirmarlo, la presión destinada a amenazar y aniquilar la vida y libertad... Es la seriedad de la muerte la que aquí se introduce... Fue la seriedad cultural hegemónica que se impuso en la antigüedad en el siglo V antes de Cristo: En efecto, a partir del siglo V a.C. el mundo antiguo se transforma... El monetarismo, la profunda desigualdad social, un pensamiento nuevo Atenea 495 I Sem. 2007 16 –que se apoya en la escritura– y la seriedad cultural son las principales características del mundo nuevo que aparece en la antigüedad” (Beltrán Almería, 2002: 202-203). Contra ese mundo de la seriedad de la muerte de la convivencia social se rebeló la comicidad erótica de Aristófanes, con sus comedias, irrupción de la cultura cómica popular en el mundo de lo serio oficial de Atenas. Comedia viene de ‘koomos’, que significa “regocijo popular, algazara, festejo ruidoso, y aun diríamos en México, relajo... Comedia no es más que canto del ‘koomos’. Un canto popular de juerga, para decirlo en una palabra” (Garibay 1975, IX). ¿Cuándo se empezó de verdad en Chile a poner ‘seria la cosa’? Creemos que, sobre todo, con la República y el ideal burgués de nación del siglo XIX. Entonces se inició –como pudiera decir Humberto Maturana– nuestra más rigurosa Edad Patriarcal: “Edad de la apropiación, la desconfianza y el control, la dominación y el sometimiento”. El emocionar de esta edad se centra en la desconfianza como el núcleo eje de una configuración dinámica de emociones que se mueven entrelazando el control, la apropiación, la dominación, el sometimiento, la codicia, la arrogancia, el miedo, la enemistad, la guerra, la devaluación de las emociones y de la mujer, la valoración de la procreación, la desacralización del sexo... (Maturana, 1999, I: XVIII). Con el comienzo de la República se proclamó la exaltación del deber por sobre el amor. Así lo planteó Juan Egaña, sofocando el amor de la mujer (1829). En seguida apareció el lenguaje patriarcal de Andrés Bello, con su imaginación guerrera de la historia: La historia del género humano da lecciones bien tristes. La guerra ha ido siempre a la vanguardia de la civilización y le ha preparado el terreno... Todos los gérmenes de la civilización europea se han regado con sangre (1845-1846). Andrés Bello criticó la risa de Aristófanes: “Sus obras dan una idea bien triste de la moralidad y decencia de aquella civilización decantada. Nada tan asqueroso en todos sentidos como las gracias con que Aristófanes sazona a menudo sus versos” (Bello s.f.: 41). Diego Barros Arana, prohombre de las letras del siglo XIX, y discípulo de Bello, tampoco se avino con las comedias y la risa cómica popular de Aristófanes: “Desgraciadamente, la sal ática de sus burlas está mezclada con bufonadas de un cinismo repugnante. No es posible buscar en ellas la verdad de los caracteres que ha censurado, ni mucho menos la decencia” (Barros Arana, 1893: 33). Los intelectuales conser- A. Bello 17 Atenea 495 I Sem. 2007 vadores del siglo XX prolongaron la seriedad patriarcal del siglo XIX: “El pueblo chileno, como todas las creaciones de la historia, surgió de la guerra”, dijo el desapacible Francisco Antonio Encina (1934). Hacer la guerra, no el amor. Eros como inadmisible. Todos serios. Como proclamaron los nostálgicos partidarios de la dictadura de Augusto Pinochet en 1993: “Basta de alegría; que vuelva la seriedad” (Salinas, 2005a: 91). LA RISA ORIGINARIA Y ORIGINANTE DE LA VIDA Y DEL AMOR: EL ARQUETIPO DE LA DIOSA QUE RIE Anacaona La sensibilidad y el lenguaje de la seriedad civilizatoria se representa en Atenea, la patriarcalizada hija de Zeus. En oposición a ella está Afrodita, la mujer que trae alegría y risa, y hace al hombre capaz de ver la belleza y sentir las emociones del amor. El miedo y el escándalo de las culturas patriarcales de la seriedad de la muerte ante esta mujer risueña ha sido notable. En los albores de la occidentalización de las Indias se expresó en la reprobación de los varones castellanos ante las mujeres indígenas del Caribe. Gonzalo Fernández de Oviedo, cronista y gobernador de Cartagena, dijo de Anacaona que era una mujer similar a Semíramis, pues “en muchas suciedades otras libidinosas le fue semejante”. La destacada mujer caribeña era, a juicio del cronista de Castilla, “muy deshonesta en el acto venéreo con los cristianos, e por esto e otras cosas semejantes quedó reputada y temida como la más disoluta mujer que de su manera ni otra ovo en esta isla” (Fernández de Oviedo, 1945, I: 245-246). Probablemente fue muy dada a la risa, cosa que el cronista condenó severamente. Al elogiar a una mujer indígena señaló: “Esta india principal era hermosa, porque en verdad parecía mujer de Castilla en la blancura..., sin risa ni liviandad, sino con un semblante austero...” (Rosenblat, 1954, II: 22). La diosa que ríe introduce el arquetipo de una mujer vivificante que puede ir desde la imagen de María en la religiosidad popular como una sonrisa amorosa que da esplendor al mundo (Salinas, 2000b: 183-190), hasta las descripciones de la perturbadora risa de las mujeres de ‘vida alegre’ del pueblo chileno: Las prostitutas de la pieza diez poseían una bella risa... allá me esperaba la risa.., risa íntegra de impagable azúcar... Sabía que eran altas, de cimbreante paso, de potentes caderas. Pero las oí reír. Desde entonces, siempre que pude, me lancé a la caza del fruto de sus gargantas... Y al final, la risa, la querida risa de una de ellas, envolviendo el aire como en una red melodiosa (Guzmán, 1971, II, 88-90). Atenea 495 I Sem. 2007 18 Entre una y otra puede aparecer la risa maravillosa de Gabriela Mistral, quien supo escuchar la risa de la tierra y de todos los frutos de la tierra: Y como iba contando y contando, de incredulidad, la Madre Granada, estallaron en risa los hijos y ella se partió de la carcajada. (Salinas, 2000-2001: 20-21). AMOR Y RISA EN LA LARGA DURACION DE LA TIERRA CHILENA: LA GENTE ‘AYÉKAFE’ Y LA IMAGEN DEL INDIO PICARO G. Mistral Se vuelve completamente necesario encontrar o reencontrar el ‘anima’ indígena de Chile, esto es, su vitalidad arrolladora y espléndida expresada en su alegría, su risa y su humor, su emocionar amoroso. Queremos saber, conocer más del ‘indio pícaro’. Desde la perspectiva del conocimiento y la ciencia serias de Occidente no hubo interés por el ‘anima’ de los pueblos indígenas. ¿Le podía importar a los arqueólogos y antropólogos occidentales el caudal y el raudal de risa y erotismo sagrados de los indígenas? Con su ‘corta duración’ –y su ‘corta vista’ de apenas quinientos años– Occidente prestó mejor atención a su propia representación colonialista del otro. Proponemos reiniciar siempre una búsqueda tras la risa y el amor de los pueblos indígenas como fue percibida desde el primer momento. Como escribiera Cristóbal Colón: Certifico a Vuestras Altezas que en el mundo creo que no hay mejor gente ni mejor tierra; ellos aman a sus prójimos como a sí mismos, y tienen una habla la más dulce del mundo y mansa, y siempre con risa. Ellos andan desnudos, hombres y mujeres, como sus madres los parieron; mas crean Vuestras Altezas que entre sí tienen costumbres muy buenas... (Cristóbal Colón, en Las Casas 1986, I: 285). O como señalara Octavio Paz a propósito de las encantadoras cerámicas risueñas de los totonacas de México: La risa sacude el universo, lo pone fuera de sí, revela sus entrañas... Por la risa el mundo vuelve a ser un lugar de juego, un recinto sagrado, y no de trabajo... Su risa [de los totonacas] es comunicativa y contagiosa; es una invitación a la ‘animación general’, un llamado tendiente a restablecer la circulación del soplo vital... En el principio fue la risa; el mundo comienza con un baile indecente y una carcajada. La risa cósmica es una risa pueril. Hoy sólo los niños ríen con una risa que recuerda a la de las figuritas totonacas. Risa del primer día, risa salvaje, y cerca todavía del pri- 19 Atenea 495 I Sem. 2007 mer llanto: acuerdo con el mundo, diálogo sin palabras, placer. Basta alargar la mano para coger el fruto, basta reír para que el universo ría (Paz et al., 1971). En el caso de nuestra tierra hay que releer a Pedro Mariño de Lobera y su descripción de los indios de Chile: Los indios chilenses son por la mayor parte coléricos sanguíneos, de alta estatura, huesos sólidos y cuerpos fornidos y membrudos, rostros hermosos y colorados, aunque trigueños, de suerte que siempre andan representando alegría... Era este Michimalonco de buena estatura, muy fornido y animoso; tenía el rostro alegre y agraciado, tanto, que aun a los mesmos españoles era amable (Mariño de Lobera, 1970). Los indios chilenos como dueños de la alegría y de la risa. El vocabulario mapuche de la risa es decisivo. En su idioma una cosa es ‘ayén’ (reírse), y otras son ‘ayélen’ (estar con risa), ‘ayékan’ (reir siempre, reir sin embargo), o ‘ayélchen’ (hacer reír a la gente). La risa tiene que ver con la sonoridad básica de dicha cultura. De ahí los vocablos ‘ayékantufe’ (persona que hace gracias, que toca varios instrumentos) y ‘ayékantun’ (divertirse alegremente con conversaciones, chanzas, bailes, música). De ahí proviene la figura del ‘ayékafe’ (gracioso, payaso). Amor y alegría anduvieron de la mano en el lenguaje de la tierra: ‘ayü´tupiukewn’ (amarse de corazón), ‘ayü´uiawn’ (andar alegre), ‘ayü´utun’ (volverse alegre), ‘ayü´weln’ (alegrar a otro, darle gozo) (Augusta, I: 14; Salinas, 2000c: 337-355). Gabriela Mistral logró ver a este pueblo desde su alegría y su risa ancestral: “Son un largo coro antiguo / que no más ríe y canta” (Mistral, 1992: I, 598). LA RISA VENIDA DEL ORIENTE: LA ESPAÑA COMICA, EROTICA DE IBN HAZM, IBN QUZMAN, JUAN RUIZ Y ‘LA LOZANA ANDALUZA’ Hacia el Oriente hay que mirar si se trata de comprender el enigma histórico de España. No la España exaltada por el ‘hispanismo’ franquista a lo Jaime Eyzaguirre. Para entender el amor y la risa ibéricas hay que traspasar las fronteras de Occidente y llegar hasta la luz de los grandes místicos del amor y el humor árabes. Partiendo por el lenguaje amoroso de Ibn Hazm de Córdoba (994-1063). Dice en su bellísima obra El collar de la paloma. Tratado sobre el amor y los amantes: Por el amor, los tacaños se hacen desprendidos; los huraños desfruncen el ceño; los cobardes se envalentonan; los ásperos se vuelven sensibles; los ignorantes se pulen; los desaliñados se atildan; los sucios se limpian; Atenea 495 I Sem. 2007 20 los viejos se las dan de jóvenes; los ascetas rompen los votos, y los castos se tornan disolutos [...]. Aunque estuviese con el Príncipe de los Creyentes, no me desviaría de mi amada en atención a él... Si tú me dices que es posible subir al cielo, digo que sí y que sé dónde está la escalera... no hago caso, en materia de amor, de lo que digan los censores. (Ibn Hazm de Córdoba, 1992: 110-111, 147). La vida cómica y erótica de la España musulmana pasa por Ibn Quzman (1086-1160), el príncipe de la poesía popular (Imam Al-Zadjalin). Uno de sus deliciosos zéjeles dice de este modo: Ahora te amo a ti, estrellita... De ti se oye todo lo precioso, en cuanto dices una palabrita. Como manzanas son tus pechitos, como harina blanca son tus mejillitas, como puro cristal son tus dientecitos, como azúcar es tu boquita... Eres más dulce que el alfeñique... (García Gómez, 1945: 133-134). Desde este lenguaje afrodisíaco debió emerger el emocionar de Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, festivamente enamorado de las mujeres, en quienes la contemplación de Dios se reveló como la más intensa y la más perfecta, como enseñó Ibn Arabi de Murcia en el siglo XIII (Domingo, 1972: 42). Juan Ruiz pretendió encontrar en la mujer el arquetipo de la diosa que ríe: Ojos grandes, hermosos, expresivos, lucientes y con largas pestañas, bien claros y rientes;... conviene que la veas primero sin camisa pues la forma del cuerpo te dirá: ¡esto aguisa!... De que alabe a las chicas el Amor me hizo ruego; [...] Son heladas por fuera pero, en amor, ardientes; en la cama solaz, placenteras, rientes... Para mujer pequeña no hay comparación: terrenal paraíso y gran consolación, recreo y alegría, placer y bendición, mejor es en la prueba que en la salutación (Arcipreste de Hita, Libro de buen amor). 21 Atenea 495 I Sem. 2007 En el siglo XVI español la mujer que ríe adquirió un rostro preciso en El retrato de la Lozana andaluza, de Francisco Delicado [1526]: protagonista femenina del amor y la risa: En el caso de la Lozana, ella no solamente disfruta de los placeres de la carne, sino que insta a los demás a ejecutarlos. En Retrato... se reconoce lo que Bajtin señala como propio del universo carnavalesco, es decir, lo popular-colectivo y lo cómico, ambos elementos se enlazan con el erotismo prostibulario que la Lozana ejerce y orquesta... Las situaciones eróticas con descripciones metafóricas y alusiones al acto sexual son numerosas y siempre encauzadas a provocar la risa... Los ejemplos cómicos ilustrativos de este erotismo cómico popular son innumerables y suponen la esencia de la obra... El texto delicadiano articula argumentos de superioridad de la mujer en base a sus capacidades intelectuales y eróticas y es uno de los pocos ejemplos de literatura profeminista en la España del Siglo de Oro, en que una mujer disfruta de su dimensión sexual y erótica sin ser castigada. Su escapatoria final de Roma días antes del saqueo mortal de los ejércitos de Carlos V, es una burla casi cómica del sistema patriarcal tradicional que condena el erotismo como transgresión pecaminosa (Fourquet-Reed, 2004: 53-60). “¿POR QUÉ ERES TAN SERIECITO, GUAGUA?”. EL DISCURSO COLONIAL DE OCCIDENTE. EL ‘SECUESTRO’ DEL AMOR Y LA SERIEDAD DEL BLANCO PERFECTO El escritor español Eduardo Blanco-Amor, de paso por Chile, quedó sorprendido cuando, circulando por la calle, una prostituta le espetó la pregunta: “¿Por qué eres tan seriecito, guagua?”: “¿Guagua?” ¿Qué era aquello? ¡Sin duda una fórmula amorosa del lenguaje erótico-demonológico de los antiguos magos araucanos! Me temblaron las piernas de pavor. ¿Qué desconjuros puede uno manejar contras las magias desconocidas? (Blanco-Amor, 1957: 69). E. Blanco-Amor Atenea 495 I Sem. 2007 22 El proyecto colonizador de Occidente ha buscado por siglos ‘des-animarnos’, arrebatarnos el ‘anima’, el espíritu que habita tanto en hombres como en mujeres como transformación y guía amorosa y cómica del mundo. El colonialista procura la re-presión, la re-prensión y, por último, la perversión del erotismo sagrado de la diosa que ríe. Que no se la oiga. Que no se la vea. El rol del arte occidental ha consistido en reprimir/pervertir el amor y la risa. El arte occidental se conjuga para canonizar la seriedad de la muerte. El arte barroco del Estado y la Iglesia castellanas, por ejemplo, pri- mera forma de colonización, fue la instalación del poder de la muerte a través del Cristo crucificado en los siglos XVII y XVIII. Entonces se inauguró la historia como perversa mortificación (“ars moriendi”) (véase Jacques Gélis, El cuerpo, la Iglesia, lo sagrado, en G. Vigarello dir., 2005: 27-111). El arte occidental exalta el Yo patriarcal colonizador que se autoperfecciona a través de la mortificación de sí mismo y de los demás. La diferencia está en que mortificándose a sí mismo la elite, el blanco perfecto, llega a la utopía, al cielo. En cambio, la mortificación de los demás, de los otros, los conduce a la distopía, al infierno. La utopización del Uno se expresa en la gloria del colonizador (la gloria del varón, del militar, del rico, del letrado). La distopización del Otro se expresa en el infierno del colonizado (el infierno de las mujeres, de los extranjeros, de los pobres, y de los iletrados). De este modo desaparece el amor y la risa como comunicación básica, elemental e igualitaria entre los seres humanos (Alonso et al., 2005: 29-56). El arte oficial de la República en el siglo XIX mostró el secuestro de la experiencia amorosa desde el asesinato de Diego Portales en 1837 hasta el suicidio de José Manuel Balmaceda en 1891. Con ocasión del asesinato de Portales, Mercedes Marín de Solar, mujer de letras de la aristocracia, recuperó el lenguaje violento de Atenea, la diosa de la República de Chile: ¡Furor! Ira! ¡Vergüenza! ¡Dolor fiero! Esgrimen denodados el acero Que brilla refulgente, cual la espada Del esterminador. Seguid valientes:... Purificad un suelo amansillado Por tan horrendo crimen... (Marín, 1837) Cultivando el clima de odio de la guerra civil de 1891 el poeta de la elite Pedro Nolasco Préndez auguró todas las maldiciones imaginables para el presidente Balmaceda: ¡La desgracia con mano implacable entre escollos dirija sus pasos, y no encuentre jamás dulces lazos de amistad, de ternura, de amor!... Que la risa en sus labios se extinga (Nolasco, 1891). Todas estas formas literarias fueron búsquedas del crimen perfecto, perpetrado por el blanco perfecto, arquetipo de la colonización de Occidente (Salinas, 1997). 23 Atenea 495 I Sem. 2007 EL LENGUAJE DEL CARNAVAL EN CHILE. LA RISA Y EL AMOR EN EL FOLKLORE Y LA LITERATURA ORAL MESTIZA El lenguaje del carnaval en Chile se instala como el tiempo de la mujer sagrada que ríe (la diosa del Amor). En el carnaval de Aiquina, en el Norte Grande, una protagonista fundamental de la fiesta popular es la Vieja que encarna el erotismo: La vieja –...– es sobre todo caliente, el erotismo le aflora en cada gesto, en cada mirada, en cada beso que lanza a hombres y mujeres... el juego erótico se convierte en un ingrediente fundamental de la ceremonia de bendición de la época, insinuando una exacerbación de la idea de fertilidad que los humanos deben ayudar a buen augurar con sus conductas (Mercado et al., 1996, s.p.). En el lenguaje folklórico chileno se encuentra el tema de la mujer vieja asociada al erotismo o a las más crudas experiencias sexuales. Ella es la mujer carnavalesca, que anuncia cómicamente la vida más allá de la muerte: Una vieja ñoncha con un palo en la concha (adivinanza sobre la manzana seca en el árbol) Una vieja colorá que mea a chijetá (adivinanza sobre la teja) En un cerro hay una vieja una vieja desnuda con las tetas colgando y la zorra peluda (adivinanza sobre la tuna) (Chavarría, 1998). En otras circunstancias el erotismo y el humor se asocian al cuerpo de la mujer: Pasé por un caminito me encontré con dos peritas, las dos me las comí Atenea 495 I Sem. 2007 24 y siempre quedaron enteritas. (adivinanza sobre los senos) Pelo arriba pelo abajo y en el medio un tajo. (adivinanza sobre el ojo). Un cuerpo sabroso para comer: Yo soy chorero de a bordo que anda por la chorería en busca de un choro gordo que tenga harta comida. Una niña en los choros me dio un chorito pa que me lo comiera bien calentito. Bien calentito sí te quiero mucho me gusta el choro gordo menos el flacucho. Anda te quiero mucho menos el flacucho (Chavarría, 1998). La mujer de la risa popular, esto es, que se abre a la vida y al erotismo, sabe apreciar en el roto y en las roterías un comportamiento precisamente amoroso y desinteresado. De acuerdo a la poeta Griselda Núñez, ‘La Batucana’: Nos llaman rotos supuestamente por lo roto de nuestra ropa, pero también va emparejado con la cultura del roteque. Para mí un roto es adorable, un roto amante, un roto que jamás va a tomar el cuchillo de verdad contra otro. A mí me gusta el roto optimista, con humor... Roberto [Parra] era humor y de buen corazón, un corazón abierto total. Esa sí que es una persona super positiva y amorosa. O sea, quiso al prójimo más que a sí mismo (Salinas, 1998: 117-121). 25 Atenea 495 I Sem. 2007 BURLANDO LA EMOCION PATRIARCAL: JUAN RAFAEL ALLENDE, EL EROTISMO Y LA CRITICA A LA REPUBLICA DE 1833 D. Portales J.M. Balmaceda El orden republicano burgués del siglo XIX significó la instalación rotunda de la seriedad de la muerte. La experiencia de la pérdida de la convivencia social se vivió dolorosa y trágicamente con las guerras civiles de 1851, 1859 y 1891. La convivencia social internacional se perdió con la guerra contra los mapuche y con la guerra del Pacífico en 1879. El arte oficial fue un arte burgués que ensalzó la utopía perfecta del Estado nacional como secuestro de la vida y la memoria de los otros (los indígenas, los mestizos, los pobres, los trabajadores). Los empresarios exportadores y el clero católico fundaron un pequeñito Chile ‘nacional’ que nació con la memoria exaltada del asesinado ministro Diego Portales en 1837 y alcanzó su apogeo con el suicidio del Presidente José Manuel Balmaceda en 1891. Un intento de desmontar estos crímenes perfectos del blanco perfecto lo llevó a cabo Juan Rafael Allende (1848-1909), poeta, dramaturgo y periodista satírico que reivindicó las experiencias del amor y la risa especialmente como vitalidad de la cultura popular y de los rotos de Chile. En el país vivían apartes el reino de los ricos y el reino de los pobres, como ‘dos pueblos’ contrastados. Allende recuperó a este último como condición de posibilidad de una democracia real –o sea, de una igualdad real– en Chile: Tiéndese el pobre en el pasto Sin el menor contrapeso, Y sacando de un canasto Va aceitunas, chancho y queso, Y con tragos no salobres Da al olvido su desgracia, Y grita: ¡Vivan los pobres! ¡Que viva la democracia! (Los dos pueblos, El Padre Cobos, 18.9.1882, en Salinas 2004: 231). Allende se rió de la burguesía chilena elevada socialmente gracias a sus especulaciones financieras. Por defender sus intereses económicos ésta conduciría al país a la guerra civil de 1891. Esa burguesía –completamente seria y anticarnavalesca– creyó en un dios que no reía: J.R. Allende Atenea 495 I Sem. 2007 26 Creo en mi padre, Mister North, creador de este conflicto y de esta guerra civil, y en Julio Zegers, que no es su único hijo... creo en el salitre, en el yodo, en el nitrato, la comunión de los pícaros, el perdón de los robos de salitreras fiscales, la baja del cambio hasta cinco peniques y la ruina perdurable de Chile. Amén (“El credo de los salitreros”, El Recluta, 2.5.1891, en Salinas, 2006a: 257). “Suba el cambio o baje el oro; el pueblo siempre está abajo”. (J.R. Allende) Allende optó por cantar a los pobres y al amor, dejando de reproducir el arte servil a los intereses de la burguesía. Así se arrepintió en el acto de dedicar su obra literaria a Agustín Edwards Ross, magnate salitrero de la época: No quiero que me abochornen Llamándome adulador De los por el oro nobles! No soy cantor de los ricos! Soy el cantor de los pobres! ... Quiero cantar al Amor, A las chicas de buen porte, De ojitos de querubines, De encarnaditos colores, De boquitas que dan besos Dulces como huevo molle; Quiero reír de los tontos Que, porque tienen millones, Piensan que todo lo tienen .... (Dedicatoria al Sr. Dn. Agustín Edwards, El Pequén, Poesías populares, Santiago 1881, III: 3-6). A. Edwards Ross 27 Atenea 495 I Sem. 2007 La mejor y más saludable risa de Allende se inspiró y se nutrió de la experiencia del amor: “El verbo amar es el que conjugo mejor” (El Padre Padilla, 16.10.1884). La mujer risueña y próxima a la desnudez, representación de Afrodita, le inspiró los versos más alegres, festivos y amorosos: Padre Padilla (J.R. Allende) Cuando me encuentra la Luisa Yo no sé lo que le da, Que se echa a morir de risa. ¿Si recordarme querrá Que un día la vi en camisa? Espero que sola esté, Y cuando está sin testigo, Cosas muy dulces le digo, Como decirlas yo sé. Le piso al descuido un pie Y ella un pie también me pisa; Pero riéndose y de prisa Se levanta de repente. ¿Qué será lo que ella siente, Que se echa a morir de risa? (El Pequén, La risa de la Luisa, en Salinas, 2005b, 231). JUAN VERDEJO: LA RISA POPULAR DE TOPAZE CONTRA LA REPUBLICA BURGUESA DE 1925 La seriedad de la muerte continuó presidiendo el desarrollo de la civilización burguesa en Chile durante el siglo XX. El orden del siglo anterior se perfeccionó en esta nueva época con ideologías y estructuras económicas, artísticas y políticas todavía más modernas que las del siglo XIX. Las formas políticas represivas incluyeron en este nuevo siglo la matanza de la Escuela Santa María de Iquique en 1907, la creación del cuerpo de Carabineros en 1927, la ley de Seguridad Interior del Estado de 1937, la ley de Defensa Permanente de la Democracia o ‘Ley Maldita’ de 1948, y el sangriento golpe de Estado de 1973, entre las más significativas. El dios que no ríe se hizo mucho más presente que en el pasado. La voluntad patriarcal –identificada cada vez más con el imperialismo del dinero– se manifestó en la figura de empresarios preocupados por el culto a la República de 1925 como Gustavo Ross Santa María y Jorge Alessandri Rodríguez. Ambos prototipos de la estricta seriedad burguesa –imperturbable acumulación del capital– significativamente fueron derrotados en elecciones democráticas por el Frente Popular Atenea 495 I Sem. 2007 28 en 1938 y por la Unidad Popular en 1970. Ante ello se hizo evidente que la democracia debía desaparecer en el país, crimen perfecto que emprendió la dictadura militar de Augusto Pinochet entre 1973 y 1990. La detención y desaparición de los rotos fue el objetivo de la utopía burguesa del siglo XX. Esto lo terminó haciendo sistemáticamente y a gran escala el gobierno militar de Pinochet. Pero la decisión civilizatoria estaba ya presente en la década de 1930 cuando El Mercurio de Agustín Edwards Mac Clure protestaba por la existencia de la plebeya Pérgola de las Flores en la Alameda capitalina (El Mercurio, Santiago, 18.5.1938, en Salinas 2006b). Hacia 1940 El Mercurio santiaguino y sus representantes intelectuales, como Raúl Silva Castro, no cejaron en su campaña contra los rotos y contra su representación artística bajo la figura de Juan Verdejo (Salinas, 2006c: 435453). La revista Topaze, entre 1931 y 1970, reivindicó precisamente la figura cómica y popular de Juan Verdejo, imagen artística de un pueblo que no siguió ni persiguió el emocionar patriarcal de la República de 1925. Patipelado, risueño, festivo y libre, prácticamente no creyó en ninguna de las ofertas caballerescas de los representantes de la seriedad de la política. Sólo de un modo carnavalesco, y para oponerse a la seriedad de la muerte de Gustavo Ross, apoyó a Don Tinto, Pedro Aguirre Cerda, el abanderado del Frente Popular en 1938 (Salinas: 2006d, 75-92). Representación de la libertad del pueblo chileno, Verdejo expresó a su modo el mundo del amor y la risa. No se privó, por lo mismo, de exaltar la presencia destacada y protagónica de la mujer, fundamento de la convivencia social amorosa del pueblo: J. Verdejo Como al fin se dieron cuenta de que yo era un bailarín de aquellos que piden cancha pa lucir bien el cuadril, me sacaron a remolque la Charo, la Primitiva, la Maclovia, la Melania y la coja Margarita (En las bailas, Topaze, 25.2.1938, cfr. “La picaresca de Juan Verdejo y el mundo de las mujeres”, en Salinas 2006d: 84-85). Don Tinto 29 Atenea 495 I Sem. 2007 LA VIDA COMIENZA CON LA RISA DE AFRODITA: UNA HISTORIA DE NUNCA ACABAR La historia del amor y de la risa es la historia de la ‘vida de la Vida’. No tiene principio ni tampoco fin. Es algo tan sagrado y constante como la mismísima Santísima Trinidad. Meister Eckhart lo dijo en la Edad Media con estas palabras: Cuando Dios le ríe al alma y el alma le responde con su risa a Dios, se engendran las personas de la Trinidad. Hablando en hipérbole, cuando el Padre le ríe al Hijo y el Hijo le responde riendo al Padre, esa risa causa placer, ese placer causa alegría, esa alegría engendra amor y ese amor crea a las personas de las cuales una es el Espíritu Santo (Fromm, 2002: 118). En nuestra particular historia el amor y la risa cumplen la función de la gozosa descolonización como liberación de las ataduras del Yo individualista y posesivo. En términos lingüísticos, consiste en la ‘des-impostación’ de la voz, la voz del dios o de la diosa ‘agelastos’ [no-risueños], la Atenea que inspiró con la razón y la fuerza la República de Chile durante los siglos XIX y XX. El pueblo no tuvo que ver con esta impostación de la voz (Salinas, 2006e). La descolonización a nivel del lenguaje fue la liberadora propuesta de Nicanor Parra con su risa antipoética: En la antipoesía..., la risa carnavalesca suplanta la lengua tartamuda de nuestros grandes poetas..: el antipoeta se ríe de los premios, de los símbolos de la gloria y del poder, de los demás y de sí mismo. Esta relación burlesca [...] funciona como un mecanismo de ‘desimpostación’ de la voz literaria. No hay duda que hasta Parra predominaba la voz impostada que se traducía en un lenguaje sublimado y, por sobre todo, en una deificación del yo, como sucedía en Huidobro y en Neruda. La fusión de los contrarios, es decir, el rompimiento de la barrera que la cultura occidental ha colocado entre el sujeto y el objeto, el significante y significado, el principio de placer y el principio de realidad, se manifiesta, en el discurso, en la desconstrucción de los lenguajes cerrados que postulan siempre la diferencia. Desde el epígrafe el discurso niega tal separación: ‘Nos salvamos juntos o nos hundimos separados”... (Rodríguez, 1996: 23, 3940). Añade Rodríguez: La desconstrucción, mediante la burla y el humor, de las oposiciones que recorren el lenguaje dominante (cerrado y acrítico) rechaza el maniqueísmo de la modernidad que engendra esa mentalidad guerrera y militante Atenea 495 I Sem. 2007 30 que descalifica y procura la destrucción de lo diferente, del otro; diferencia pensada siempre a partir de una identidad fija elaborada por la cultura central euronorteamericana. La cultura cómica popular ha sabido esto desde siempre. Más aún, sabe que al fin, o al principio, la risa de Afrodita –‘animación’ cómica y erótica del mundo– inaugura el habla humana, el lenguaje vitalmente amoroso entre un Yo y un Tú: Bueno, me dijo, y se rió con gusto y con alegría, es señas que le gustó como volvió al otro día. Más de un año que la seguía sin poder hablar con ella porque a esta cabra doncella la cuidaban noche y día; y de que yo la quería ella al punto lo notó, por fin la ocasión llegó debajo de unos retamos y cuando le dije ¿vamos? Bueno, me dijo y se rió. Partimos abrazaditos hacia una loma cercana, yo contento, ella galana, de la mano tomaditos; cantaban los pajaritos con solemne algarabía y ya al promediar el día llegamos a los cerezos y allí nos dimos un beso con gusto y con alegría. N. Parra Nos quedamos platicando respecto a nuestra amistá y a veces bien colorá la sorprendí yo temblando; un guaso que iba pasando con picardía miró y cuando a ella la vio que me abrazaba tupido me dijo el guaso al oído ¡es señas que le gustó! 31 Atenea 495 I Sem. 2007 Yo no llevé ni en los tacos al guaso de moledera pero pensé de manera en lo que dijo el bellaco; agora la cuenta saco que mucha razón tenía, y tuve mucha alegría al descubrir con agrado que debe haberle gustado como volvió al otro día. (Fuenzalida, 1969) Volvamos nuevamente a empezar. Podemos decir con Nicanor Parra: “Salvo la Venus de Milo todos los documentos se vinieron abajo” (Parra: 2006, I, 905). Afrodita, como diosa que ríe, es la mujer que rompe, más que nadie, con todas las barreras conscientes e inconscientes: “Las mujeres, excluidas de las enciclopedias del ‘principio esperanza’, olvidadas en los repertorios de figuras literarias utópicas, son los paradigmas por excelencia de la ‘superación humana de las barreras’” (Alonso et al., 2005: 49). REFERENCIAS Alonso, María Nieves; Blum, Andrea; Cerda, Kristov; Cid, Juan; Oelker, Dieter; Sánchez, Marcelo; Triviños, Gilberto y Villavicencio, Manuel. 2005. “‘Donde nadie ha estado todavía’: Utopía, retórica, esperanza”, en Atenea 491: 29-56. Augusta, Félix José de. 1966. Diccionario araucano. Padre Las Casas, Chile. Barros Arana, Diego. 1893. Elementos de literatura. Historia literaria. Santiago de Chile: Impr. de Gutenberg. Bello, Andrés. s.f. 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Atenea 495 I Sem. 2007 34 ISSN 0716-1840 PARRA, PERO TAMBIÉN QUINO: REESCRITURA DE UNA OBSESIÓN GILBERTO TRIVIÑOS* RESUMEN La escritura de esta nueva exploración del significante muerte en la obra de Nicanor Parra testimonia por lo menos tres “bodas contra natura”: los encuentros creadores del pozo de la antipoesía con el pozo de Lascaux, de Parra con Quino y del crítico con el mucamo. Palabras claves: Antipoesía, muerte, seducción, mucamo. ABSTRACT The writing of this new exploration of the signifier death in the work of Nicanor Parra gives testimony to at least three «weddings against nature»: the encounters of the well of antipoetry with the well of Lascaux, of Parra with Quino and of the critic with the butler. Keywords: Antipoetry, death, seduction, butler. Recibido: 25.04.2007. Aprobado: 12.06.2007. * Dr. en Literatura (EE.UU.). Profesor Titular de la Facultad de Humanidades y Arte de la Universidad de Concepción, Concepción, Chile. Crítico literario. E-mail: gtrivino@udec.cl 35 Atenea 495 I Sem. 2007 pp. 35-52 1 . LA MUERTE, al ser aquello a lo que no estamos acostumbrados, nos acercamos a ella o bien como a lo inhabitual que maravilla, o bien como a lo no-familiar que horroriza (Blanchot 1994:29). Quino: Esto no es todo (2005:130). 2. Frente al terror y la totalidad de su representación subjetiva, la finitud de la muerte, pensada por Heidegger y dibujada tal vez por Van Gogh, continúa apareciendo como la señal oculta del arte: aquella que lo devuelve a un inalcanzable más allá de la representación (Leyte 2006). Atenea 495 I Sem. 2007 36 3. La obra de Nicanor Parra puede leerse en múltiples claves. Una de sus reverberaciones, sin embargo, se destaca entre todas con particular intensidad. Me refiero específicamente a la incesante proliferación de los signos de la muerte en antipoemas, tarjetas postales, maquetas, tablas, instalaciones, antiproyectos y quebrantahuesos. Encuentros Obligados del Caminante: cementerios, cruces, calaveras, lápidas, ataúdes. Obstrucción múltiple de la mirada horizontal y vertical por la perturbadora metamorfosis de sílabas, palabras, versos, cuartetos y tercetos en conglomerados de puras cruces: “Los 4 sonetos del Apocalipsis”, arriba, pero también, abajo, el “Soneto Criminal”, el “Soneto Mudo”, el “Soneto Inconcluso”, el “Soneto Imperdonable”, el “Soneto de Fiestas Patrias”, el “Soneto Crucial”, el “Soneto Futurista”… Dirección obligada: vuelta al vientre materno. El vientre de “Between no more. Aunque no tenga la más puta idea de geometría” o de “Estación Bellas Artes Línea 5 Metro Santiago”. Ese vientre invisible de la instalación más grande del antimuseo, formada por la foto de Pío X y diez lápidas. Ahí, en esa lápida, la más próxima a su Santidad, hay una inscripción. Un nombre: Nicanor Parra. Una fecha de nacimiento: 1914. Un espacio vacío: la hora incerta aún no escrita. El mismo ritornelo de Diván del Tamarit: “¿dónde está mi sepultura?”. Sí, dice también el antipoeta, la verdadera esfinge es el reloj. Ese reloj antipoético que introduce lo impensable en la tanatografía lorquiana. Duvignaux lo llama lo propio del hombre. Parra dice simplemente una palabra: risa. El tesoro conservado por el difunto que habla de sí mismo: “quiero reírme un poco / como lo hice cuando estaba vivo: / el saber y la risa se confunden”. La empresa de salud inscrita en el rostro mismo del crucificado (“¡me sonrió y me cerró un ojo! / yo creía que El no se reía”). La fuerza liberadora que Jorge de Burgos reprime con el crimen en El nombre de la rosa, porque “la verdad y el bien no mueven a risa. Por eso Cristo no reía. La risa fomenta la duda” (Eco 1980). 4. Reviso las últimas antologías de la obra de Parra publicada en España. Me sorprende una omisión en sus estudios preliminares. Nada se dice en ellos de la incesante llamada del Gran Otro, cuyo delegado simbólico adopta la apariencia del “sencillo significante” (Trías) que dice muerte y se desliza en la obra de Parra a modo de parásito que trastorna continuamente la emisión discursiva, el fluir de los artefactos visuales. Se silencia así uno de los efectos más hondamente perturbadores de la empresa antipoética, ya leída, por lo demás, como incesante trabajo sobre la muerte, y no sólo cuando afirma el no-sentido, sino cuando hace suyo el predicado de asumir la escritura como un complejo ejercicio de inscripción y borradura (César Cuadra). Trabajo sobre la muerte y sus signos (“arte funerario”), sin duda, pero sobre todo incesante trabajo contra la gran condena metafísica (“deberás 37 Atenea 495 I Sem. 2007 vivir angustiado ante la llamada del Gran Otro…”), frágil “torre de tablas” donde la muerte misma “en persona” es quien nos enseña el arte de reír (“Total cero”, Obra gruesa, 1973:196). 5. La antipoesía no sólo desacraliza a los Padres de Occidente (Dios, Papa, Marx, Freud). También transforma a la Muerte, Nuestra Madre o Nuestra Señora en majestad ridícula: Puta Caliente, Vieja Vizcacha, Borracha Lasciva. El único poeta popular chileno hiperculto, según Lihn, despliega aquí la positividad más notable de los poderes disolventes del realismo grotesco de la cultura cómica popular. Las novelas de Rabelais, donde lo terrible adquiere un carácter extravagante y alegre, excluyen el terror metafísico más que ninguna otra novela de su tiempo. Los antipoemas ejecutan un gesto semejante en la historia de la literatura latinoamericana moderna. También en ellos el escudo benéfico de la risa grotesca conjura el terror petrificante de lo horrible por excelencia. Ese horror que Mistral descubre inscrito en el cuerpo mismo del pensador que recuerda que es “carne de la huesa, / carne fatal, delante del destino desnuda, / carne que odia la muerte, y tembló de belleza” (“Pensador de Rodin”, Desolación 1992:9). He dicho ya en otro lugar que la antipoesía subvierte de modo radical la representación modernista de la muerte. “El poeta y la muerte” de Nicanor Parra tiene en este sentido un valor excepcional en la historia de la poesía latinoamericana percibida como lugar donde nadie posee el casto cuerpo de la “virgen de las vírgenes” en la alcoba oscura (Prosas profanas) ni conversa con ella como una comadre con otra (Las ideas de Tello Téllez). La estética del realismo grotesco, degradadora y regeneradora a la vez (“por un viejo que muere / nacen dos guaguas”), consuma aquí un destronamiento doblemente inconcebible en la literatura que reprime el universalismo y radicalismo de la risa cómica (Bajtin). Arrebata a la muerte sus velos de Virgen, de Madre y de Esposa a la vez que la despoja de su hermético y formidable silencio (Darío, Nervo, Jiménez, Unamuno, Huidobro). El encuentro de la Vieja Lacha y el Viejo Cabrón que fornican hablando como una comadre con otra, tiene, con todo, efectos mucho más disolventes que los surgidos del derrocamiento carnavalesco de todas las figuras bellas, maternales y castas de la imaginación modernista de la muerte. George Steiner permite en este caso descubrir un nuevo “más allá” de la pura alusión explícita a la muerte: “Han sido dos muertes las que han determinado, en gran medida, la sustancia de la sensibilidad occidental. Dos casos de pena capital, de asesinato judicial, se encuentran en la base de nuestros reflejos religiosos, filosóficos y políticos. Uno se pregunta en qué se hubiera diferenciado la historia de Occidente, cómo hubiera sido respecto al contexto trágico, si en sus orígenes hubiera habido dos nacimientos, si su raíz fuera la celebración sobre la percepción metafísica y cívica que tenemos de nosotros Atenea 495 I Sem. 2007 38 mismos: la de Sócrates y la de Jesús” (1995:65). La imaginación de Parra, que duda cabe, es hija de estas muertes, pero clausura también radicalmente la relación seria con ellas. El mayor secreto de El nombre de la rosa es que Aristóteles exaltó el valor superior de la risa en un tomo perdido de su Poética. Jorge de Burgos asesina precisamente para impedir su contagio en un mundo en que es imposible la confusión de la verdad con la risa, donde “lo que es esencial e importante no puede ser cómico; la historia y los hombres que representan lo esencial e importante (reyes, jefes militares y héroes) no pueden ser cómicos (…) Sólo el tono serio es de rigor” (Bajtin 1989). La verdad y el bien, dice por ello el bibliotecario, no mueven a risa. Por eso Cristo no reía. La risa fomenta la duda. Y así, al reír, el necio dice implícitamente: Deus non est (Eco, 1980). La antipoesía es doblemente escandalosa. Descubre que Cristo, el Niño de las Coplas de Navidad (antivillancico) y el Crucificado de Hojas de Parra, se ríe: “¿Saben lo que pasó/ /mientras yo me encontraba arrodillado / frente a la cruz / mirando sus heridas? / ¡me sonrió y me cerró un ojo! / yo creía que EL no se reía: / ahora sí que creo de verdad” (1985:130). Cristo se ríe… Y también la Muerte. La Parca de “Total cero”, esa puta caliente de la tarjeta postal y la vieja lacha de “El poeta y la muerte”, enseña en persona el arte mismo de la risa, aun cuando no respete ni a los humoristas de buena ley (para ella todos los chistes son malos): “tomemos el caso de Aristófanes /arrodillado sobre sus propias rodillas/ riéndose como un energúmeno en las propias barbas de la Parca” (1973:196). Aristófanes, Rabelais, Parra. Los grandes escritores de Occidente ligados profundamente con la cultura cómica popular son realmente dobles de Menipo, el personaje riente de Diálogos de los muertos (“mientras todos lloraban, él era el único que se permitía reír”) que permite a Bajtin descubrir “la relación que se establece entre la risa y el infierno (y la muerte) con la libertad del espíritu y la palabra”. Acaso Mercurio dice de sus gemelos cada vez lo mismo a Caronte: “¿No sabes quién era el hombre que acabas de transportar. Es un hombre verdaderamente libre…?” (1989:68). Steiner se pregunta en “El escándalo de la revelación” en qué se diferenciaría la historia de Occidente si su raíz fuera la celebración de la aurora en lugar del luto y un eclipse de sol. Una de las cosas que pudieron ser y no fueron, dice Borges, es la historia sin la tarde de la cruz y la tarde de la cicuta (“Things that might have been”, Historia de la noche). La antipoesía, poseedora del secreto que Platón ni Fedón, ni los evangelistas, ni Jorge de Burgos descifraron, nos hace preguntarnos, por su parte, qué sería de Occidente si su raíz fuera la celebración del envenenado y del crucificado riéndose como energúmenos en las propias barbas de la Parca. El homo antipoeta parece ser, en todo caso, el doble diferido del homo poeta de La Gaya Ciencia que dice “¡yo mismo he dado muerte, en el cuarto acto (de esta tragedia de las tragedias), a todos los dioses! ¡De dónde voy a sacar la solución trágica! - ¿Tendré que ponerme a pensar una solución cómica?” (1988:176). El doble mismo acaso del pastor que después de matar a la ser- 39 Atenea 495 I Sem. 2007 piente que se ha introducido en su garganta se levanta de un salto, transfigurado por una risa nunca antes contemplada (“¡Nunca antes en la tierra había reído hombre alguno como él rió!”). Esa risa de “De la visión y del enigma”, cuyo anhelo devora a Zaratustra, el mismo ingrávido que en “Del hombre superior” bendice el “espíritu de todos los espíritus libres, la risueña tempestad que sopla el polvo en los ojos de todos los que ven negro y están ulcerados” (Así hablaba Zaratustra 1995: 300). 6. La antipoesía, dice Sergio Espinoza Parra, es un museo/mausoleo de la historia, una solemne carcajada frente a la muerte, pero también una instancia que promueve y muestra la nueva naturaleza de lo sagrado: la naturaleza del juego. Re-unión de lo disperso, devolución, retorno de un signo arcaico (2001: 102-104). Una idea me atrae especialmente entre las que así describen, a veces con excesivo entusiasmo, “el discurso jamás escrito en nuestra lengua en su afán lúdico-crítico-integrador-complejizador-restaurador” (Cuadra 1997:12). Este afán de re-unión me deslumbra porque me hace viajar aún más atrás, más lejos, del tiempo de la tarde de la cicuta y la tarde de la cruz. Se trata, por cierto, de la pintura del pozo de Lascaux, el “más bello”, el “más rico”, en el que Bataille descubre la más extraña y la más sorprendente de las evocaciones: “Un hombre al parecer muerto, se encuentra extendido, abatido ante un gran animal, inmóvil y amenazador. Este animal es un bisonte, y la amenaza que de él emerge es tanto mayor cuanto que agoniza: está herido y, bajo su vientre abierto, se escurren sus entrañas. Aparentemente, el hombre extendido hirió con su jabalina al animal moribundo… Pero el hombre no es del todo un hombre, tiene una cabeza de pájaro rematada con un pico. Nada en este conjunto justifica el hecho paradójico de que el hombre tenga el sexo erecto. La escena tiene un carácter erótico, ello es evidente, claramente recalcado, pero resulta inexplicable” (2000:69-70). Aristóteles (Eco), Aristófanes, la Parca, Cristo. La serie de enseñadores de la risa está, pues, incompleta. Falta en ella el maestro mortal más antiguo de todos: el hombre de Lascaux que escenifica el acuerdo paradójico y esencial existente entre la muerte y el erotismo. El autor del signo arcaico que representa a la muerte de manera “trágica… Sin la menor duda. Al mismo tiempo, desde el principio, cómica” (Bataille 2000:68). Los relatos de la muerte de Sócrates y de Cristo borran este acuerdo, pero la verdad en él contenida no cesa de confirmarse. Se confirma precisamente en “El poeta y la muerte”, el gran poema de Parra cuyas figuras grotescas protagonizan sin pudor la contradicción más oscura y mejor urdida para asegurar lo que Bataille llama con razón el desorden de las ideas: la complicidad de lo trágico –que fundamenta la muerte– con la voluptuosidad y la risa: “A la casa del poeta / llega la muerte borracha / ábreme viejo que ando / buscando una oveja guacha / (…) La puerta se abrió de golpe: / Ya -pasa vieja cufufa / ella Atenea 495 I Sem. 2007 40 que se le empelota / y el viejo que se lo enchufa” (1995:116). ¿Afirmación de la vida hasta en la muerte? ¿Conjuro de los terrores que llenan los surcos de la carne? ¿Despliegue aristofanesco del relato transfigurador de la muerte en puta caliente? ¿Hundimiento de lo cómico absoluto en el no-sentido de la muerte para hacer emerger de ello el juego complejo de la vida? Lo cierto es que el misterio más sorprendente de nuestra especie, cuya representación en las profundidades de Lascaux cifra el momento mismo del nacimiento del arte, reaparece en la antipoesía, pero no sale de la oscuridad. Se revela y, sin embargo, se oculta, como ya sucede en la escena pintada hacia el año 13.5000. Ese misterio que la humanidad remota propone a la actual, el más remoto y el más oscuro, acaso el que está más cargado de sentido: “Ocurre que el erotismo y la muerte están vinculados. Al mismo tiempo, la risa y la muerte, la risa y el erotismo están vinculados…” (Bataille 2000: 68): El hombre de la cabeza de pájaro. Detalle de la pintura rupestre del pozo de Lascaux (Hacia el año 13.500 a. de Cristo). 7. Reunión de lo borrado por los grandes relatos occidentales de la muerte. Tampoco aquí se encuentra, sin embargo, la única clave para definir sin fisuras la compleja relación del antipoeta con el “hábito colectivo” por excelencia. La figura proteica del danzarín al borde del abismo, figura que siempre se fuga más allá o más acá de todo intento de inmovilizarla, impide toda ilusión de aleph. Textos de Freud no convocados por Machitún 2000 nos hacen 41 Atenea 495 I Sem. 2007 advertir precisamente los límites de la risa de Menipo. ¿Por qué Parra no se ríe como condenado, por ejemplo, en “Los cuatro sonetos del apocalipsis”, en “Total cero (2)” o en “Defensa de Violeta Parra”? ¿Por qué el antipoeta parece olvidar en estos casos que es antipoeta? Vislumbro una respuesta en “Nuestra actitud ante la muerte”. Freud se pregunta en este lugar de sus Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte (1915) si no sería mejor dar a la muerte, en la realidad y en nuestros pensamientos, el lugar que le corresponde y dejar volver a la superficie nuestra actitud inconsciente ante la muerte, que hasta ahora hemos reprimido tan cuidadosamente. Acaso la antipoesía puede ser leída en la clave propuesta en la conclusión misma de dicha interrogante: “Si vis vitam, para mortem. Si quieres soportar la vida, prepárate para la muerte”(1948:1015). Aquí, sin embargo, soy yo quien me censuro, porque Freud, según el cual nuestro inconsciente se conduce ante el problema de la muerte casi exactamente lo mismo que el hombre primitivo, nos dice que dicha relación es terreno reservado a la investigación psicoanalítica. No poseo el “único método que alcanza tales profundidades”, pero retengo esta luz freudiana de luciérnaga: “Como al hombre primitivo, también a nuestro inconsciente se le presenta un caso en el que las dos actitudes opuestas ante la muerte, la que la reconoce como aniquilamiento de la vida y la que la niega como irreal, chocan y entran en conflicto. Y este caso es el mismo que en la época primitiva: la muerte o el peligro de muerte de una persona amada, el padre o la madre, el esposo o la esposa, un hermano, un hijo o un amigo querido. Estas personas son para nosotros, por un lado, un patrimonio íntimo, partes de nuestro propio Yo; pero también son, por otro lado, parcialmente extraños o incluso enemigos” (1948: 1015). Hay muertes, pues, que petrifican la risa del realismo grotesco, ese signo arcaico que alborota las ideas por igual en las escenas de los pozos de Lascaux y de “El poeta y la muerte”. El hallazgo de tales congelamientos no es insignificante. Interroga, por lo menos, nuestro hábito de repetir una y otra vez que Parra es el Gran Desacralizador del siglo XX. Gozamos tanto con las desmitificaciones del antipoeta que simplemente rompe con todo, que olvidamos que el autor de este gesto es el Elefante de la tarjeta postal que dice: “Hasta cuándo siguen fregando la cachimba…”. Una ficción de la misma clase a la que pertenece el Energúmeno. Una figura más, aunque invasiva, entre aquellas que proliferan sin cesar en esta escritura hostil a todas las formas monológicas. Otro intercesor de la serie sin la cual no sería posible la fabulación antipoética (La creación, dice Deleuze, son los intercesores. Sin ellos no hay obra). Parra es, sin duda, el gran desacralizador, pero éste es su rostro sólo más seductor. Otro(s) impulso(s), igualmente fundamental(es), atraviesa(n) los parlamentos dramáticos del escritor latinoamericano que convierte en literatura la escenificación misma de lo que Freud llama las tres graves ofensas al narcisismo general: “Yo es Yo / Yo es Otro / Yo es Nadie / Yo es un muñeco / Yo es la Internet Society / Cuya Atenea 495 I Sem. 2007 42 dirección en el ciberespacio es W.W.W.ISOC.ORG”). Polifonía que nos deprime o nos hace gozar, que nos anula o nos glorifica (Kristeva). Hablo del impulso, voz o fuerza sublimizante que se advierte, por ejemplo, en el poema “Catalina Parra”, donde la hija del poeta deviene lámpara sellada, pero sobre todo “Defensa de Violeta Parra”, poema elegíaco de la transfiguración de la autora de las Décimas en bailarina del agua transparente, ave del paraíso terrenal, árbol florido, flor de la Cordillera de la Costa, charagüilla, gaviota de agua dulce, lámpara a sangre, corderillo disfrazado de lobo… (1973:172177). “Defensa de Violeta Parra”: escritura de duelo transida de amor. Grado cero de la risa aristofanesca. Poema de los límites del lenguaje (¿cómo colmar el deseo de nombrar a un manantial inagotable de vida humana?). Cripta de lo perdido y su conjuro (memoria y custodia). Huella perturbadora de lo único que no es imaginario en “El hombre imaginario”. Intervalo engendrado por el dolor que eleva todo lo que toca al rango de recuerdo, entre ello, los poderes de la risa del realismo grotesco (“Voladores de luces, Nicanor, voladores de luces”). Metamorfosis de la persona amada, patrimonio íntimo, parte de nuestro propio Yo (Freud), en violeta radiante e irradiante de símbolos y reminiscencias. Creación de un “lugar sagrado” nunca pisado por elefantes, energúmenos o quebrantahuesos. Resto o germen, en fin, de una fabulación sólo decible, después de Auschwitz, a propósito de escopeta: “Hay que plantar violetas / hay que cubrirlo todo con violetas / humildad igualdad fraternidad / hay que llenar el mundo de violetas” (1985:79) ¿Forma latinoamericana de uno de esos mitos que Freud llama endopsíquicos (“último engendro de mi gestación mental”)? ¿Residuo deformado de las fantasías desiderativas de naciones enteras? Lo que importa, en todo caso, es que la antipoesía, máquina de destrucción y construcción de figuras sagradas que dialoga entre el silencio y el sonido con la muerte displicente, confirma, más allá de sus clausuras, lo dicho por Humberto Giannini sobre una certeza de Enrique Castelli. Certeza que también comparto con “toda el alma”, a pesar de todas las postrimerías ya proclamadas: “De la metafísica no nos libraremos jamás, porque no nos podemos librar de la muerte” (La experiencia moral). Acaso Nietzsche, para sorpresa de muchos, descubre lo mismo en Mi hermana y yo: “Pero ¿está muerto Dios? ¿Qué sucedería si me encuentro cara a cara con El - Nietzsche-Anticristo -, yo que construí mi vida en la roca de la incredulidad?”. Acaso… 8. Una cosa es clara. La antipoesía, empresa de salud que acude al llamado de Zaratustra (“Permaneced fieles al sentido de la tierra”), palabra trágica y silénica que se disemina en el suelo sin fondo de la risa, retorno de un signo arcaico y lúdico, reencuentro con los antiguos placeres y terrores ya olvidados, continuidad original del surrealismo que por fin se hace chileno y al mismo tiempo descubrimiento de lo surrealista que hay en lo chileno (Va- 43 Atenea 495 I Sem. 2007 rios, Psicoanálisis parra nada 2001), es, sobre todo, una frágil torre que resiste la línea del Afuera: “ Cada vez que por una u otra razón / he debido bajar / de mi pequeña torre de tablas / he regresado tiritando de frío / de soledad / de miedo / de dolor” (“Carta del poeta que duerme en una silla, VIII”). Pequeña torre de tablas, ni de marfil (Darío) ni de piedra (Neruda), donde se produce el encuentro tal vez más activo y creador de la historia de las relaciones del hombre moderno con las fuerzas de la finitud (vida, muerte, dolor, soledad, lenguaje). El encuentro de la línea mortal, tan violenta y rápida que nos introduce en una atmósfera irrespirable , con la línea de fuga de la risa que intenta plegarla para llegar a vivir con ella, para hacer de ella, todo el tiempo posible, un arte de vivir. ¿Cómo salvarse, cómo conservarse en el enfrentamiento con esa línea? (Deleuze 1995). No por cierto con la fuerza de la risa puramente negativa, sólo desacralizante, sino con la fuerza de la risa ambivalente, degradadora y regeneradora a la vez, del realismo grotesco predominante en los discursos no oficiales de todos los pueblos (Bajtin 1989). Juego complejo, sin duda, pero siempre de “vida-muerte”, sólo posible por la conjunción del Individuo con la minoría llamada Nadie. El autor de La cueca larga y los Villancicos de Navidad, de las Prédicas y sermones del Cristo de Elqui y los Chistes para desorientar a la poesía, de las Hojas de Parra o las Coplas inéditas (Nicanor, olvidaste tu promesa), en efecto, no imita, no asimila, no hace como Nadie, sino que forma con él un único devenir, un solo bloque en que cada uno arrastra al otro en su línea de fuga creadora. Parra da voz a su tribu, pero, a su vez, es la tribu la que le da a él mismo la voz, la que proporciona a su escritura un devenir sin el cual no existiría o sería pura redundancia dentro del discurso de los poderes establecidos. La antipoesía, inagotable summa de doble regalo y de doble captura del poeta y de nadie (Deleuze 1997), no es, pues, un asunto meramente literario, ni cuestión puramente personal. Es, por el contrario, la huella más perturbadora de ese movimiento de constitución de un pueblo que el cineasta Pierre Perrault ha denominado flagrante delito de fabulación. Una clave del valor de esta gran parrafrasis de la cultura cómica popular parece residir justamente en el gesto fundamental de captar a un pueblo en el delito mismo de fabular, mediante el radicalismo y universalismo de la risa reprimida por los dobles de Jorge de Burgos, su relación con la línea de ballena, con el ojo del huracán: “ se dio vuelta pal rincón / estiró la pata / entregó la herramienta / se nos fue/ se enfrió / dobló la esquina / pasó a mejor vida / cagó fuego / cagó fierro /cagó pila / recuperó su imagen inicial / se fue despaldelloro / cagó pistola / no llore comadre / el compadre sabe lo que hace / entregó su ama al Señor / estiró la chalupa / pasó a decorar el Oriente Eterno” (1985:97). Freud y Parra: psicoanálisis de la cultura trastornado por la risa grotesca: delirio que no es asunto del padre-madre, sino de un pueblo en perpetuo devenir, siempre inacabado. Objetivo último de la literatura conAtenea 495 I Sem. 2007 44 cebida como disposición colectiva de enunciación que pasa por los pueblos, las razas y las tribus: poner de manifiesto en el delirio “esta creación de una salud, o esta invención de un pueblo, es decir, una posibilidad de vida” (Deleuze 1996:16). 9. La antipoesía se hunde y se inscribe en la muerte, pero también en la vida. Su pozo insondable, como el de Lascaux, parece decirnos que sólo la vida existe, a pesar del absolutismo de la muerte. Octavio Paz, para quien la muerte es madre de las formas, dice que descubrió el lenguaje en la muerte. Acaso Parra descubre en la muerte el lenguaje de la vida. Descubro sólo ahora un detalle desestabilizador del texto que afirma la vida hasta en la muerte. No lo advertí en mi estudio sobre la antipoesía como espacio sacrificial donde, como dice Jean Baudrillard, seducimos por nuestra muerte, por nuestra vulnerabilidad, por el vacío que nos obsesiona. “El secreto está en saber jugar con esta muerte a despecho de la mirada, del gesto, del saber, del sentido” (1998:80). Aludo explícitamente al antepenúltimo verso del poema regido por la presencia concupiscente de la muerte borracha. En él se cifra, ahora lo sé, la clave de la significación tal vez más disolvente del portentoso diálogo entre el viejo cabrón y la vieja lacha. La misma clave de la historia del soldado que huye a Samarkanda, donde la muerte “aparece sin estrategia, incluso sin artimaña inconsciente, y al mismo tiempo adquiere la profundidad inesperada de la seducción, es decir, de lo que ocurre al margen, del signo que camina como una exhortación mortal a espaldas incluso de los participantes” (Baudrillard 1998:71-72). También aquí el viejo lacho y la muerte borracha siguen una regla que ni el uno ni el otro conocen. La regla de ese juego, que debe, como toda regla fundamental, quedar en secreto, dice Baudrillard, es que la muerte no es un acontecimiento a secas y que debe, para consumarse, pasar por la seducción, es decir, por una complicidad instantánea e indescifrable, por un signo, uno solo quizá, que no habrá sido descifrado. Ya –pasa vieja cufufa. El ya, precisamente, de la seducción. Ese ya que me atrapa en La resistencia, cuando Sábato logra hacerse cómplice del tiempo para que caigan los velos y se desnude la verdad simple: “Algunas veces en la vida sentí que estaba en peligro y podía morir: Y sin embargo, aquel sentimiento de la muerte en nada se parece al de hoy. Entonces hubiera sido parte de mis luchas o de alguna circunstancia: un fracaso de mis proyectos. Podría haber muerto inesperadamente y no habría sido como hoy, en que la muerte me va tomando de a poco, cuando soy yo quien se va inclinando hacia ella. Su llegada no será una tragedia como hubiese sido antes, pues la muerte no me arrebatará la vida: ya hace tiempo que la estoy esperando” (2000: 146). El mismo ya que envidio en el antipoeta. Esa relación dual, construida de signos secretos…El perfume de la pantera… El único ritual que eclipsa a todos los demás… El hechizo de la regla del juego. 45 Atenea 495 I Sem. 2007 La complicidad instantánea e indescifrable que me lanza a un vértigo imprevisto. No se escribe, pues, sólo para resistir la muerte. Acaso se escribe también para descubrir que “toda nuestra vida está cargada de muerte” (Bataille), para aprender a decirle ya a la muerte seductora. Para poder escribir “ya, pasa”, como el protagonista del encuentro poetizado en “El poeta y la muerte” de Parra; “¿Ahí está el mar? Muy bien, que pase”, como el poeta de los últimos versos de “El mar y las campanas” de Neruda (Neruda 2000: 1939, Alonso 2005:103-104 ); “Ah muerte, ven, te necesito (…) dicta lo que escribo, / mas no me digas que estoy vivo, / dime más bien: mi pequeñito”, como en De muerte de Uribe Arce (2004:35); “Si es la Muerte que pasa: ¡pasa!”, como en “¡Qué pasa!” de Tristura de Pérez (2004:15); “Esta muerte empeñosa se calentó conmigo”, como en “La muerte está sentada a los pies de mi cama” de Arte de morir de Hahn (2000); o “Cuando ella vino / y me abrazó y me besó efusivamente / (…)/ estuve a punto de espetarle el famoso poema / De don Nicanor”, como en “Pequeña noticia de mi muerte” de La nueva frontera (2006:78). Ya… Todavía no. ¿Es verdad, entonces, que el arte es dominio del momento supremo, que sólo se puede escribir cuando se establecen con la muerte relaciones de soberanía? Es el enigma, en todo caso, del círculo descrito por Blanchot en su bello estudio sobre la “muerte contenta” en la obra de Kafka: el escritor es el que escribe para poder morir y que obtiene su poder de escribir de una relación anticipada con la muerte. Escribir para poder morir. Morir para poder escribir (1992:85). 10. Observo los artefactos de Parra dominados por la relación muerte-vientre. Nueva reverberación de los signos por reglas que permanecen secretas. Mutación impensable de los protagonistas del ritual de la seducción. El desorden que escandaliza es aquí la irrupción de lo inferior material y corporal, del cuerpo grotesco (boca, trasero, vientre), en el secreto revelado en el manuscrito anónimo del siglo XI. Ese texto de la Biblioteca del Monasterio del Monte Athos que E. Fink parece redescubrir en las palabras del japonés condenado a muerte: “Voy sin dolor y sin temor a la horca, porque veo el rostro sonriente de mi madre”. La obra visual de Parra dibuja en este aspecto lo también inconcebible en la historia de la tanatografía poética hispánica regida por las castas figuras de Nuestra Señora (Darío, Nervo, Jiménez, Unamuno): la metamorfosis del rostro en vientre. El último rostro, dice el manuscrito del siglo XI, es el rostro con el que te recibe la muerte. El último rostro, replica el antipoeta, es realmente el último vientre. Ese vientre inconcebible fuera de la estética del realismo grotesco, donde “el cuerpo es el último grito del cosmos, el mejor, y es la fuerza cósmica dominante; no teme al cosmos con todos sus elementos Atenea 495 I Sem. 2007 46 naturales. No más que a la muerte que es indivisa: no es sino una fase de la vida triunfante del pueblo y de la humanidad, una fase indispensable para su renovación y su perfeccionamiento” (Bajtin 1989: 306-307). Fuerza cósmica dominante, en síntesis, cuyas figuras de poderoso aliento material y corporal se multiplican en el interior de la proliferación misma de lápidas, cruces y ataúdes de Nicanor Parra. Esa asociación de muerte y nacimiento, “juego cómico original de la muerte-resurrección”, que ahora me detiene y me fascina en el laberinto de los artefactos visuales: “Dirección obligada Vuelta al vientre materno”: Quino: Esto no es todo (2005: 129). 11. El cortocircuito entre ideas, imágenes, textos que se cruzan como luces de linternas no se agota, con todo, en la relación aquí sugerida entre Parra y Quino, cifra ejemplar del doble robo surgido de las bodas “contranatura” (Deleuze 1997) del poeta con nadie. Me refiero en este caso al acontecimiento ritual más allá de la ley que no puede ser dicho y, sin embargo, circula. Lo llamo efecto Parra: espacio de juego y desafío, forma de sacrificio, mayéutica erótica e irónica a la vez, algo que no quiere decididamente ser dicho y sólo aspira a quedar en el goce del secreto, fuerza que hace reversibles todos los signos, hechizo que corre bajo el sentido y más deprisa que el sentido, pasión de desviar que no tiene sustancia ni origen, ciclo sin fin en que todo pretende intercambiarse, sortilegio inestable y efímero. Los grandes sistemas de producción y de interpretación lo llaman arma del diablo, artificio del mundo, magia negra de desviación de todas las verdades, exaltación de 47 Atenea 495 I Sem. 2007 los signos en su uso maléfico (Baudrillard 1998). Engaño con arte y maña, dicen los diccionarios de las reales academias. Parra replica con el escándalo de su revelación: “Aspiro sólo a eso. El discurso griego es en último término el discurso filosófico que pretende la búsqueda de la verdad. O sea, convencer. Para los sofistas, en cambio, el criterio era la persuasión. Pero después de Nietzsche la cosa cambió y la única aspiración posible es la seducción. Aquí, creo haber dado un paso adelante. ¡A lo único que aspiro es a emborrachar la perdiz!”. Los dobles son, pues, gemelos de la diferencia. Freud reprime y niega la forma peligrosa (Verführung) que puede ser mortal para el desarrollo y la coherencia del discurso psicoanalítico. Parra la libera y la despliega. Saca de la sombra, como también lo hace en Europa Jean Baudrillard, su naturaleza de proceso circular y reversible, de ritual de desafío y de muerte. “La ley de la seducción es, ante todo, la de un intercambio ritual ininterrumpido, la de un envite donde la suerte nunca está echada, la del que seduce y la del que es seducido, en razón de que la línea divisoria que definiría la victoria de uno, la derrota del otro, es ilegible –y de que este desafío al otro a ser aún más seducido o a amar más de lo que yo le amo no tiene otro límite que el de la muerte” (Baudrillard 1998:28). El antipoeta emplea la palabra maldita, pero también captura el nombre inventado por Nadie: emborrachar la perdiz (“fascinar, seducir, usar de maña”). Asombrosa economía de palabras para señalar que la seducción, que busca siempre la reversibilidad y el exorcismo de un poder, es sacrificial, porque pone en juego la muerte, la pasión de captar o inmolar el deseo del otro. Pasión y perfume: antipoesía: emborrachamiento de la perdiz: La atracción inmediata del canto, de la voz, del perfume. La de la pantera perfumada (Détienne: “Dionysos mis á mort”). Según los antiguos, la pantera es el único animal que emana un olor perfumado. Utiliza este perfume para capturar a sus víctimas. Le basta esconderse (pues su visión les aterroriza), y su perfume les embruja -trampa invisible en la que caen. Pero este poder de seducción puede volverse contra ella: se la caza atrayéndola con perfumes y aromas (1998: 74). 12. Parra, pero también Quino: multiplicación de las bodas “contra natura”: dobles robos del poeta y de nadie: “se dio vuelta pal rincón / estiró la pata / (…) entregó su alma al Señor / estiró la chalupa / pasó a decorar el Oriente Eterno / se casó de nuevo / tiene familia”: Atenea 495 I Sem. 2007 48 Quino: Esto no es todo (2005). 49 Atenea 495 I Sem. 2007 13. “Ya, pasa vieja cufufa”. YA. El poder de seducción de la pantera: el signo de complicidad que, aun cuando ya percibo el aroma letal, no deseo descifrar. Poseedor también del descubrimiento del moribundo de Diario de muerte sobre el amor y la amistad, “esas mitologías que dan sus últimos frutos / a unos pasos del hacha” (1989:27:27), me disfrazo, mientras puedo, de mucamo: Quino: Esto no es todo (2005:131). Atenea 495 I Sem. 2007 50 REFERENCIAS Agamben, Giorgio. 2003. El lenguaje y la muerte. Un seminario sobe el lugar de la negatividad. Valencia: Pre-Textos. Alonso, María Nieves. 2005. Partes iguales de vértigo y olvido. Madrid: Calambur, Biblioteca Litterae. Aries, Philippe. 1983. El hombre ante la muerte. Madrid: Taurus. Bajtin, Mijail. 1989. La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Francois Rabelais. Madrid: Alianza Editorial. Barley, Nigel. 2005. Bailando sobre la tumba. Barcelona: Editorial Anagrama. Bataille, Georges. 1997. El erotismo. 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El amor, el humor y la otredad se entrelazan en los textos aquí analizados para demostrar la exclusión de minorías en el proyecto nacional. Palabras claves: Discursos del poder, amor, humor y otredad. ABSTRACT The article argues that the literary elite utilize love and humor, as themes, to make literature out of social-historic events or problems. This analysis examines the relation between humor and love in the construction and deconstruction of Caribbean identity. Love, humor and otherness entwine in the texts analyzed here to demonstrate the exclusion of minorities in the national project. Keywords: Power discourses, love, humor and otherness. Recibido: 02.04.2007. Aprobado: 19.06.2007. * Profesor Morehouse College, Georgia, USA. E-mail: emiletti@yahoo.com 53 Atenea 495 I Sem. 2007 pp. 53-67 L L.R. Sánchez I. Sarachaga Atenea 495 I Sem. 2007 54 A LITERATURIZACIÓN de temas como el amor y el humor no es for- tuita. Se utilizan universalmente para hilvanar historias que develan un trasfondo de dinámicas históricas. Estas, a su vez, revelan problemáticas sociales. La Celestina (Rojas, 1992), por ejemplo y entre otras cosas, muestra el nacimiento de la ciudad como concepto urbano. Doña Bárbara (Gallegos, 1977) representa la civilización versus la barbarie, Mefistófeles (Sarachaga, 1986), el teatro bufo y la parodia en la dramaturgia cubana, por otra parte, es una consecuencia de la necesidad del choteo como expresión de rebeldía anti-jerárquica. La guagua aérea (Sánchez, 1994), por último, apunta a la transculturación de un pueblo. El propósito de este trabajo es, en primer lugar, explorar cómo el amor y el humor se utilizan en la construcción y deconstrucción de la identidad caribeña. En segundo lugar, analizar las razones de esa utilización y por último señalar los efectos de ella en la identidad caribeña. El humor, el amor y sus aspectos utópicos y distópicos, son usados en la literatura caribeña para construir y reconstruir la identidad caribeña. La literatura puertorriqueña de la generación del treinta elevó al campesino a un plano mítico y lo convirtió de esa manera en la esencia de la puertorriqueñidad. De esa manera enfrentó y creó conciencia ante el avasallador impulso del imperialismo cultural estadounidense en la primera parte del siglo XX. En los cuentos de Abelardo Díaz Alfaro (1919-1999) existe, en el campesino, cierta resistencia en adoptar el proceso de asimilación cultural, sea por medio de la imposición lingüística o por medio de la imposición de la cultura popular anglosajona. Los efectos de los discursos del poder en la identidad nacional y cultural, a través del humorismo, son ejemplificados por los cuentos “Santa Cló va a La Cuchilla” y “Peye M erce enseña inglés” (Díaz Alfaro, 1947). En ambos cuentos el humor se utiliza en dos niveles: la mofa y la resistencia. En “Peye Merce enseña inglés” el sufrimiento del maestro al enseñar una lengua que no domina y la graciosa reacción de los presentes en la fiesta escolar navideña al ver a Santa Claus, expresan la problemática del colonialismo cultural y lingüístico del cual fue sujeto Puerto Rico en las primeras décadas del siglo XX. En “Santa Cló va a La Cuchilla” Johnny Rosas pensaba que el barrio estaba muy atrasado y que había que renovarlo. De acuerdo con él urgía traer cosas nuevas para sustituir lo tradicional. Tanto él como su supervisor, Mr. Escalera, estaban en contra de lo tradicional. Mr. Escalera pensaba que el progreso de Puerto Rico radicaba en el hecho de que se enseñase mucho inglés y que se copiaran las costumbres estadounidenses. Lo que llama Glissant “la insidiosa promesa de rehacerse a la imagen del ‘Otro’” (Glissant, 1989: 15). Para cuando se acercan las navidades Peye Merce comienza a adornar su salón de clase, Mister Johnny Rosas decide que ese año sería ideal para que Santa Claus hiciera su debut en el barrio La Cuchilla ya que, para él, la celebración de los reyes magos estaba pasando de moda. Para la gala premier de Santa Claus, Johnny Rosas invita a su supervisor, Mr. Rogelio Escalera, y a los padres de los estudiantes de la pequeña escuela rural. El salón de clase de Mr. Rosas había sido decorado a la usanza americana con el árbol de navidad, las coronas de hojas verdes con un fruto encarnado en el centro donde se podía leer “Merry Christmas” con letras cubiertas de nieve. Sus pupilos ya habían aprendido algunas de las canciones navideñas americanas, como “jingle bells” y conocían por nombre a Santa Claus. Pero ninguno de los niños, ni los alumnos de Peye Merce, ni los de Mr. Rosas estaban preparados para enfrentar al mismísimo Santa Claus en persona ya que nunca lo habían visto ni sabían cómo lucía. Mr. Johnny Rosas se había vestido de Santa Claus para congraciar a los niños y hacer de esa noche una inolvidable. Al entrar Santa Claus al salón, un grito de terror hizo estremecer de miedo tanto a padres como a alumnos. Unos campesinos se tiraban por las ventanas mientras que los niños más pequeños empezaron a llorar pegándose a las faldas de las madres que corrían en desbandada. Todos buscaban un medio de escape. Cuando Mister Rosas corrió detrás de ellos para explicarles que era él vestido de Santa Claus, aumentó el griterío y se hizo más agudo el pánico. En la distancia se escuchaba el griterío de la gente en desbandada. Este incidente tan jocoso ilustra el conflicto entre la asimilación cultural, por medio de la imposición de la elite, y la resistencia del campesinado a tal asimilación. Desde el comienzo del cuento y gracias a un acercamiento semiótico, se puede notar la dicotomía entre lo nacional y lo foráneo. Nombres híbridos como Johnny Rosas, Mr. Juan Gymms, contrastados con el de Peye Merce, el inglés como símbolo del progreso, que se verá en “Peye Merce enseña inglés”, versus la resistencia lingüística del campesinado y por extensión a las masas puertorriqueñas; las coplas y los aguinaldos, el tiple y el cuatro de cedro versus “jingle bells” y el árbol de navidad, Santa Claus versus los Reyes Magos y un salón americanizado versus uno que se resiste al cambio, apuntan todos a la tragedia cultural que enfrentó Puerto Rico en la primera mitad del siglo XX. Esa resistencia cultural y lingüística a la que se alude se explica en Planning for Language Education in Puerto Rico: The dilema of bilingualism. C. William Schweers cita a Melvin Rescnick cuando éste alude al tema del temor a la pérdida del lenguaje vernáculo en su más reciente artículo. La hipótesis de Rescnick (cit. in Schweers, 1994: 205) indica que el temor al cambio de lenguaje del español al inglés, es la causa principal de la inhabilidad del puertorriqueño de dominar el inglés. Además indica que “el deseo de toda una sociedad de mantener el español como idioma principal en Puerto Rico es lo que ha causado que sólo un 20% de la población hable inglés. El asimilismo cultural impulsado por los discursos del poder en el país versus las masas representadas por los campesinos, ilustran el conflicto entre la asimilación por medio de la imposición de la elite y la resistencia del campesinado. A. Díaz Alfaro 55 Atenea 495 I Sem. 2007 Atenea 495 I Sem. 2007 56 A. Díaz Alfaro El humor en este cuento se genera no solamente en lo textual, donde se relata el pánico y el desasosiego psicológico que genera, tanto para niños como para adultos, el enfrentamiento a una cultura foránea y sus costumbres, sino que también apela al sentido del humor de aquel que conoce la tradición navideña estadounidense y que muy posiblemente la ha adaptado, sea parcial o completamente. Aquel lector que haya asimilado tales costumbres encontrará en el campesinado puertorriqueño descrito por Abelardo Díaz Alfaro la semilla del atraso cultural isleño. Otros, se reirán de los gajes de la dolorosa travesía de la asimilación cultural puertorriqueña. Es a través de la contraposición cultural entre los Estados Unidos y Puerto Rico que Díaz Alfaro devela los problemas de la identidad puertorriqueña creados por el colonialismo. En “Peye Merce enseña inglés” se problematiza otro aspecto de la imposición cultural. El supervisor de Peye, Rogelio Escalera, tras el episodio de la presentación de Santa Claus, le escribe una carta, que en términos drásticos ordena a Peye que redoble sus esfuerzos para enseñar inglés. Los deseos de Rogelio Escalera son el reflejo de una política colonial estadounidense en la cual “la mayoría de los recursos económicos y al igual que el esfuerzo humano que fueron utilizados en la educación en los primeros treinta años de la colonización americana fueron dedicados a la meta de hacer de los puertorriqueños hispano-parlantes en anglo-parlantes” (Schweers, 1994). Peye describe su encuentro con el texto de inglés que debe utilizar como “mi nuevo vía crucis”. De igual manera describe su experiencia con palabras o frases como miseria, ansias, hastiado, taco en la garganta, opresión, sudor, falta de aire, lengua pesada, etc., que expresan la dolorosa experiencia de la imposición cultural a través del lenguaje y la incapacidad de Peye de enseñar un idioma que no domina. Al hojear, lo que él categoriza como libro intruso, no encuentra en sus páginas nada que despierte el interés de sus estudiantes, “nada que se adaptara a su medio ambiente” (211), pero con alegría descubre una lámina de un gallo y es cuando decide enseñarles a sus estudiantes cómo decir gallo en inglés. A pesar de que los estudiantes no tienen problema alguno pronunciando la palabra “cock”, no pueden de ninguna manera asociar el canto del gallo americano con el signo gallo. La diferencia entre coocadoodledoo y el cocorocó es, para los estudiantes, insalvable. Se hizo, de acuerdo con Schweers (1994), cada vez más claro para los puertorriqueños que la meta principal de este sistema era el de americanizarlos y que el primordial mecanismo detrás de ese proceso era un intento de reemplazar el uso del vernáculo, el español, por el inglés como el lenguaje de instrucción y eventualmente el lenguaje de los puertorriqueños. El humor, en ambos cuentos de Abelardo Díaz Alfaro, intercepta la problemática de la identidad a un nivel nacional y retrata el momento histórico en que los últimos bastiones de la identidad nacional se comprometían en aras del progreso y en donde los discursos del poder se superimponían so- 57 Atenea 495 I Sem. 2007 bre los subalternos. De esa superimposición se genera una fijación1, de carácter político o racial, creada por la elite para entender su mundo y no el de los otros. El humor en las letras puertorriqueñas no ha tenido una evolución uniforme, “ya que las condiciones políticas, sociales y económicas han obligado a nuestros escritores a producir, en su gran mayoría, una literatura monotemática y defensiva: la lucha por la identidad de pueblo sobre todos los otros temas” (Pagán, 1986: 221). Es el humor el que critica en estas obras, la negociación de identidad, sea racial o política, que algunos de los personajes exhiben. Es precisamente esa negociación, a la que alude Stuart Hall (2001). De acuerdo con él, la asimilación y su proceso obliga a toda una sociedad a una relación imitativa con la otra cultura, negando o desplazando la propia. Hoy día, aparentemente, la sociedad puertorriqueña y su literatura, en términos generales, han optado por encontrar su identidad, sea política o racial, entre los polos que se oponen en las obras aquí discutidas. En el caso de los cuentos de Díaz Alfaro, los discursos del poder que ejercen su influencia sobre la isla son el discurso americano del poder y su política de anexión territorial y el discurso de la elite pro anexionista puertorriqueña. Si se hiciera un análisis político de los cuentos de Díaz Alfaro, se podría argumentar, sin la menor dificultad, que éstos representan la dicotomía entre anexión e independencia. Son precisamente éstos los que causan la tensión que personifica Peye Merce. El humor, entre otras cosas, permite a los escritores puertorriqueños representar una realidad social. La realidad en cuanto a la identidad puertorriqueña, sea de corte racial o de corte político, es una todavía por definir. Los problemas de identidad en las obras analizadas en este ensayo, exponen los discursos del poder que causaron éstos al crear una identidad superpuesta. Esta superimposición, sea de tipo racial o política, es la que lleva al subalterno a afianzarse a lo que le queda de su identidad. En la relación entre el humor, la identidad y los discursos del poder en las letras puertorriqueñas, se desdibujan las identidades perfilando su complejidad y se percibe, por parte de los escritores puertorriqueños del siglo XX, una tendencia a la deconstrucción historiográfica para llenar los vacíos históricos inherentes a su naturaleza y para traer a la luz los discursos coloniales como aparatos de poder que dieron forma a la sociedad puertorriqueña. El humor también refleja el sistema de valores de una sociedad específica. De manera que las dinámicas entre el humor e identidad se utilizaran en la literatura caribeña dependiendo primordialmente de cual haya sido el discurso o discursos del poder en vigencia, en una sociedad específica den1 De acuerdo con Bhabha, un importante aspecto del discurso colonial es su dependencia en el concepto de fijación en la construcción ideológica de la otredad. Atenea 495 I Sem. 2007 58 tro de un plano espacial y temporal específico. Abelardo Díaz Alfaro utiliza el humor dentro de una dicotomía cultural en la cual el rechazo por lo foráneo y la inhabilidad de adaptación son obvios y crean de esa manera la jocosidad. El uso de la liviandad en tema tan escabroso, además, permite simplificar su complejidad y hacerlo más digerible y comercial. La razón para la utilización del humor en los cuentos aquí analizados, es que con él se deconstruyen aspectos socio-políticos y culturales que amenazaban la esencia de la puertorriqueñidad y por consiguiente su identidad. El efecto que tiene el uso del humor en estos cuentos, en nuestra estima, es que permite al imaginario nacional puertorriqueño de su generación y de las subsiguientes concebir la viabilidad de la resistencia a la aculturización anglosajona. Entre los estados emocionales que han sido utilizados en la literatura universal, el amor ha sido el más utilizado. Su utilidad ha servido, entre otras cosas, para producir literatura fundacional, para desenmascarar gobiernos militares y para denunciar las injusticias de revoluciones que viven en las memorias colectivas de los pueblos. El amor, el romance y las pasiones desembocan en la mulata y en la temática que abarca más de cien años. La mulata como personaje, en la novela cubana, devela una serie de anomalías en la identidad racial nacional. A través de una arqueología de este personaje en las letras caribeñas, independientemente del lenguaje, se pueden trazar las dinámicas en la construcción y desarrollo de la identidad nacional. La valorización estereotípica de la mulata se ha dado dentro de un contexto de placer: es amante o prostituta. No se concibe como esposa del blanco ni del negro. La fusión de dos sangres y dos culturas han dado a esta mujer una exuberante sexualidad, que se describe en la poesía y la narrativa hispanoamericana a través de imágenes y metáforas que la asocian con un espacio paradisíaco. Cuando se analiza la influencia de los discursos del poder sobre la literatura para construir y deconstruir la identidad caribeña hispano-parlante, se debe considerar a la mulata como un componente primordial. La extensión temporal del uso de esta temática en sí revela que las ideologías y las estéticas que fueron parte de la concepción nacional y racial en el siglo XVIII aún perviven. Es en el personaje de la mulata que radican temas pertinentes a la identidad caribeña como: el mestizaje, el proyecto de blanquitud de la élite y el proyecto de blanquitud de la mujer negra, los efectos del sistema de castas en la identidad y la escala del poder dentro de la subalternidad. De igual manera acepta acercamientos como la mirada y el poder, el focalizador y el focalizado, el ascenso social y la autonegrofobia por mencionar algunos. La mulata como la encarnación de la sensualidad/sexualidad no es un fenómeno únicamente cubano sino latinoamericano. La figura mítica de la mulata se abre paso temprano en el siglo XIX tanto en la narrativa como en la poesía, el teatro y la música cubana. La mulata se convierte en una paradójica figura que forma parte integral de la esencia cubana. A. Díaz Alfaro 59 Atenea 495 I Sem. 2007 J.J. Tablada Atenea 495 I Sem. 2007 60 La fusión de dos razas, negra y blanca, crea un nuevo estereotipo de belleza femenina en el que el ritmo, la magia y la sexualidad de la tradición africana se mezclan con las facciones europeas. A partir del Romanticismo el tema de la mulata adquirió una connotación diferente. La poesía se convirtió en la expresión de una conciencia nacional, en la que tuvieron lugar la búsqueda de los orígenes y se hizo una protesta contra las injusticias del sistema colonial. Dentro de este contexto, el tema negro comenzó a cobrar importancia y se concibió al negro como integrante de una sociedad que había sufrido la opresión del colonialismo. Los poemas de la época romántica que hablan de la mulata la contemplan desde un punto de vista estético y sensual, pero al mismo tiempo, dan continuidad a una valoración negativa en la sociedad, por considerarla un híbrido carente de identidad. Ya en el auge del Modernismo, el mexicano José Juan Tablada (1871-1945) recurrió a la figura de piel de ébano como un recurso de exuberante sensualidad, descrita a través de símiles, imágenes y metáforas que la asocian a los frutos, lo salvaje y exótico de la naturaleza y describen el ritmo cadencioso de sus caderas equiparable al vaivén de la hamaca. La mujer de piel de ébano, siempre aparece altiva, orgullosa de su belleza y de sus cualidades. Según la imagen romántica de la mulata no existe en ella sentimiento de inferioridad, por el contrario, su presencia tiene un aire de superioridad fundamentado en la sexualidad, ya que su presa es el hombre blanco, quien agoniza ante ella y claudica ante sus encantos. La importancia de su presencia en la sociedad caribeña del siglo XIX y XX es tal que la novela, el cuento, la poesía y el teatro le han dedicado una considerable atención por más de un siglo. La mulata y el amor, de esa manera, se complementan para definir la identidad cubana. Mersé de Félix Soloni es la historia de una mulata de la Habana, Cuba, en la década del veinte. Mersé es la hija de un ama de llaves y un español. Al quedar viuda, la madre es acogida por una familia habanera. De manera que Mersé se cría en el seno de una acomodada familia Habanera. La trama envuelve un triángulo amoroso entre ella y a dos amigos de su infancia: Cuca, hija de la familia que la acogió, y Ernesto. Cuca, ya casada, está a punto de ceder a los avances amorosos de Ernesto. A pesar de que Mersé siempre ha estado enamorada de Ernesto, acepta que éste se encuentre con Cuca en el taller en el cual ella trabajaba. Al enterarse de que el esposo de Cuca está al tanto del encuentro y viene a descubrirlos, Mersé hace ver al esposo de Cuca y sus acompañantes que la amante de Ernesto es ella. Al destruir su reputación pierde la oportunidad de ser una “señorita” de clase y las aspiraciones de casarse con Ernesto y termina siendo su amante. La problemática central de esta novela es que Mersé se niega a aceptar las convenciones sociales que circunscriben la vida de una mulata. Estas convenciones están fundadas en antiquísimas ideas sobre la distinción de razas y reforzadas por el racismo científico del siglo XVII. Estas ideas y teorías encontra- ron suelo fértil dentro del sistema de la plantación, fragmentando la identidad y dejando huellas imborrables en la memoria colectiva. De la literatura que aborda el tema de la mulata se desprende que la tendencia a blanquear la raza por parte de la negras es psicológica y física. Aun cuando este proceso se lleva a cabo, no tiene tanto efecto en el campo amoroso como lo tiene en el económico. El matrimonio con un hombre blanco, de clase media o alta, era algo vedado2 tanto en la realidad legislativa (durante períodos) como en la social y de igual manera en la literatura caribeña. No es un problema exclusivamente de razas sino también de clases. La relación entre un hombre blanco y una mulata representa un avance racial para los hijos de la mulata y un avance económico para ella, mientras que representa un atraso para el blanco. Sólo las relaciones carnales son posibles y con esto la mujer mulata se convierte en un objeto sexual y en la encarnación de la sensualidad misma. En la mayoría de las tramas que las incluyen, éstas se insertan en un sistema social basado en la gradación de la piel, donde mientras más clara sea la persona de color, más oportunidades de ascenso social tiene. Estas dinámicas vienen a ser los remanentes de los sistemas de castas que se originaron con la introducción del sistema de plantaciones. Ese mismo sistema jerárquico racial crea a su vez unas escalas de poder dentro de la subalternidad que afectan la construcción de la identidad nacional. En este tipo de literatura la mulata siempre se presenta con más poder económico que el que tiene una mujer negra de piel más oscura. Mersé está consciente de su etnicidad y por consiguiente quiere escapar de su destino. Ella falla en su intento por ser una señorita de sociedad por los designios de una sociedad que veía a las mulatas como instrumentos de placer. No hay duda que la belleza de Mersé y su exuberante cuerpo la hace aún más consciente del inefable destino de la mulata en Cuba. Varias fuerzas sociales son representadas por los personajes de la novela. El deseo de Mersé por ser una señorita es el producto de la educación que recibe de su madre, Candelaria. Esta mujer, una mulata oscura, era la viuda de un soldado español que murió en una rebelión militar. Ella había sido, por años, una sirvienta de la acomodada familia Zarzas, la cual la consideraba como parte de la familia. Es por esto que su hija, Mersé, creció con los hijos de los Zarzas. Mersé se educó en una escuela de monjas dedicada a la enseñanza de niños negros. Además del dinero que devengaba la madre como sirvienta, tanto madre como hija vivían también de sus modestos ingresos como costureras. Junto a ellas aparecen en la novela la tía y las primas de Mersé. 2 Few interracial couples were denied marriage licenses until 1864, when fear of the potential impact of U.S. slave emancipation increased racial anxiety in Cuba. Suzanne Bost. 2003. Mulattas and mestizas. Athens: The University of Georgia Press, pp. 101. 61 Atenea 495 I Sem. 2007 Para Chole, la tía de Mersé, es imposible para una mujer mulata escapar de su trágico destino en la sociedad cubana. Es por esto que le dice a su hermana, refiriéndose a Mersé, la mulata no pue ser más que eso: ¡mulata! Si se refina, los blancos la miran por encima del hombro, aunque se vuelvan locos por ella; y los suyos también la miran mal. Si se deja arrastrar por la corriente, lo mismo puede ser una señorona que una desgraciada. Pero eso sí, que no piense en matrimonio (10). Es en contra de estas ideas que Mersé lucha a través de toda la novela. Además, existen los constantes piropos; en la calle la llaman sabrosa y sensual (28), comentarios que son un constante recordatorio de su estereotipo. Mersé es un personaje que no encaja en el mundo con que la rodeó Soloni. Intentó ser diferente en un sistema racista que marca a la mulata de nacimiento. El narrador, refiriéndose a ella, indica: “Era una pieza de la inmensa maquinaria del reloj social que se empeñaba en girar en sentido inverso al que le correspondía, y en conciencia, todos los engranajes que la impulsaban se resentían, detenían su marcha, la hacían saltar hecha pedazos” (237). Mersé, por ser una mulata muy clara, podía pasar por blanca pero con obvias limitaciones3. Su deseo por completar su blanqueamiento social se tronchó al ser encontrada en los brazos de Ernesto. Se debe señalar que la literatura de la mulata cubana ha corrido contrario a los discursos políticos. A principios del siglo XIX, cuando ya se cuajaban las ideas de una nación cubana, el mestizaje todavía se consideraba nocivo a la sociedad cubana por algunos pensadores. Pero luego las cosas cambiaron para las últimas décadas del siglo XIX y pensadores como Martí vieron en el mestizaje la manera de expresar la nacionalidad cubana. Pero aun así el matrimonio interracial no era visto con buenos ojos dentro de la comunidad caucásica de la isla y especialmente en las capas más altas de la sociedad cubana. La temática de la mulata en las letras cubanas así lo demuestra. El matrimonio con un blanco le es vedado y por consiguiente un ascenso social idóneo. Otro factor que imposibilitaba al matrimonio entre una mulata con un hombre blanco era que las mulatas no gozaban de una fama muy buena en la sociedad cubana. Desde el siglo XIX las mulatas eran también un sinónimo de promiscuidad y hasta prostitución. Las frases y proverbios4 de la época 3 Kutzinski claims that the mulattas cultural visibility contrasts with her social invisibility. 1993. Sugar’s secrets: Race and erotics of cuban nationalism. Charlottesville: University Press of Virginia, pp. 40. 4 There is no sweet tamarind fruit not a virgin mulatto girl. Marriage, class, and colour in Nineteenth Century Cuba. Ann Arbor: University of Michigan Press, 1989, pp. 118. Atenea 495 I Sem. 2007 62 con respecto a las mulatas no eran los más halagadores. Los reportes de la época en la condición de las mulatas sugerían que la educación y la oportunidad de trabajo remediarían sus paupérrimas condiciones, alejándolas de la prostitución. En 1864 Bachiller y Morales atribuyó la corrupción moral de las mujeres de color al doble estandarte de moralidad prevaleciente. Bachiller y Morales (cit. in Martínez-Alier, 1974: 116) dice que in 1864 more correctly attributed the moral corruption of the coloured woman to the double standard of morality prevailing. He argued that the seductions by whites of coloured women and their consequent demoralization would diminished drastically if the seducers were subjected to the general laws which demand that this type of offence be repaired through marriage. Pero esta sugerencia no tomaba u obviaba el hecho de que dada la mala reputación de las mujeres de color, en muchos casos la unión no sería posible. Verena Martínez-Alier asevera que even if the man in question was willing to honor his obligation, it was often the case that his family, sharing the general evaluation of the colour woman’ honor, would be opposed, not to mention the obstacle posed by the requirement of official license for interracial marriages (1974: 116). Como resultado de todas las legislaciones en contra de los matrimonios interraciales y las tensiones sociales que eso generó, el porcentaje de matrimonios blancos era mucho más alto que el porcentaje de matrimonios negros. Mientras que para los blancos el matrimonio parecía ser la norma, para la gente de color el concubinato era más frecuente. La preocupación por el linaje (que se llevaba a través de la mujer) y la descendencia que estaban conectadas a la ansiedad por la pureza de sangre que había caracterizado a la cultura española por siglos, tomaron en Cuba nuevos vigores con tonos raciales. Estas relaciones interraciales, por necesidad, tenían que permanecer como relaciones extramatrimoniales5. De igual manera, en dicha literatura es inusual que una mulata se case con un negro. Es, por esto, que Mersé, durante el curso de la novela, hizo caso omiso a las declaraciones de amor de un joven negro. Esto representaría, por supuesto, un salto atrás. El mito de la democracia racial en Cuba es desarticulado por la novela de la mulata cubana y específicamente por Mersé. El proceso de incorporación 5 As a corollary of the central role played by females honour, man’s sexual conduct was of less social consequence. Verena Martínez-Alier. 1989. Marriage, class and colour in Nineteenth Century Cuba. Ann Arbor: The University of Michigan Press, pp. 118. 63 Atenea 495 I Sem. 2007 de diferentes regiones y grupos de la población cubana en un proyecto nacional fue, por lo menos, contradictorio. La incorporación de grupos étnicos o raciales en la vida nacional reprodujo las mismas identidades que los proyectos nacionales pretendieron borrar. Las contradicciones entre esos proyectos inclusivos de homogeneización cultural y las realidades de exclusión y discriminación experimentadas por los negros vienen a chocar para revelar la verdadera situación de integración racial en Cuba. Como en el resto de Latinoamérica, la ideología de inclusividad racial se desarrolló en Cuba por una necesidad política y no moral ni ética. La lectura de Mersé revela que este proyecto fue, y ha sido, uno parcialmente alcanzado ya que el cambio ideológico en cuanto al mestizaje que experimentaron los pensadores latinoamericanos no fue totalmente aceptado por el sector blanco de la población en Latinoamérica y, especialmente, en Cuba. La élite cubana estaba preocupada por la visible diversidad racial de la población, pero estaban conscientes de que la independencia política de España no se podía obtener sin formar una alianza nacional multirracial, no obstante todas las consecuencias que esto pudiese traer. No se puede negar el hecho de que al tratar de definir la nación cubana, especialmente en el momento histórico en que se trataba de establecer su identidad nacional, la cuestión racial, o sea, la composición racial del cubano, tenía que surgir. La interconexión entre estos dos conceptos es evidente y natural en el intento por definir una nación. Las definiciones y teorías de la nación, nacionalidad y nacionalismo surgen, en Latinoamérica, en el siglo XIX, durante un período cuando el racismo era un pensamiento hegemónico casi en su totalidad. Influenciados por el racismo científico, la élite cubana intentó blanquear su poblaciones6. Este blanqueamiento se ejecutó por dos medios: la inmigración europea y el mestizaje. En ambos casos el resultado fue la mulatez. Dado el hecho de que el proyecto de blanqueamiento en Cuba para mejorar, racialmente hablando, una población que era en su mayoría mulata o negra no funcionó como era esperado, los pensadores elaboraron otras respuestas al problema de la composición racial en la definición de la nación cubana. De acuerdo a Juan de Castro, given the failure of whitening as a project to improve the predominantly mestizo, black and Amerindian Latin American population, it became necessary to fashion a new response to the problems of race and nation. By the first decades of the twentieth century, Latin American intellectuals began to propose that mestizaje be viewed not as a flaw to be corrected 6 In 1840, when blacks officially became the majority in Cuba, the planter class feared for his fragile social equilibrium. Abolicionist sentiment from England and the Unites States destabilized the foundations of color based hierarchies. Franklin, Knight. 1990. The Caribbean. New York: Oxford United Press, p. 138. Atenea 495 I Sem. 2007 64 by immigration, but as a characteristic that would define the nation as such (Castro, 2002: 18). Pero aun así el mestizaje tenía, socialmente hablando, sus inherentes problemas que son aplicables a Mersé como a toda la novela de la mulata en las letras cubanas. Al traer a colación los padres de Mersé, el lector se percata que ella era una hija natural y que nunca fue reconocida por su padre. Ya que los mestizos o mulatos nacían, en la mayoría de las ocasiones, fuera del matrimonio, las autoridades coloniales, y luego las postcoloniales, los marginaban. Los lugares en los cuales ellos podían vivir y trabajar eran realmente restrictos. Aun cuando el discurso oficial cubano ha visto al mestizaje como algo positivo, la realidad social ha sido otra. Apunta también Castro que to use mestizaje in a positive national context required not only rejecting the dogmas of scientific racialism, but also disregarding the negative connotations and uses that had been associated with the word and its cognates in Spanish (Castro, 2002: 18). Existe en este mestizaje un aspecto muy importante cuando se analiza Mersé. En el análisis del personaje homónimo se observa un proceso histórico de asimilación, donde la subalternidad cubana lucha por romper barreras raciales. No hay lugar a duda de que Mersé no pertenece ni psicológicamente ni socialmente al mundo mulato que la rodea. La asimilación en Mersé es total. El hecho de que aun cuando Mersé se consideraba blanca y aun así no consiguió casarse con un blanco, demuestra que no era el mestizaje precisamente lo que rechazaba un gran sector de la población blanca criolla si no el matrimonio interracial. El amor, en la novela de Soloni, actúa como una manivela que mueve una serie de contradicciones dentro de una sociedad habanera que no puede romper con las cadenas psicológicas del colonialismo. Al presentar un triángulo amoroso de tono interracial, dentro de una sociedad que a todas luces exhibía un racismo selectivo, Soloni utiliza al amor para denunciar una sociedad que en realidad distaba de ser lo que el discurso oficial aseveraba. Este análisis arguye que en Mersé, el amor se usa porque con él puede Soloni literaturizar la construcción o consolidación de la identidad cubana como mestiza. La mayoría de sus personajes, en mayor o menor grado, así lo indican. De la misma manera la novela deconstruye la identidad cubana al exponerla como fragmentada y repleta de anomalías. El negro o el mulato, en la novela, está sujeto a un blanqueamiento psicológico y generacional que lo lleva a despreciar su propia raza. Los residuos de ideologías colonialistas tienen un efecto negativo en el tratamiento del amor en esta novela. 65 Atenea 495 I Sem. 2007 Existe en esta novela una sociedad que valoriza la blanquitud y desvaloriza la negritud en el plano amoroso. Este estudio arguye que al literaturizar temas como el amor y el humor dentro de ciertos ambientes sociohistóricos, éstos se expresan en dos corrientes simultáneas pero dicotómicas. Estas corrientes contrastan el sueño idóneo con la cruenta realidad de la sociedad en cuestión. El discurso utópico del humor dentro de un Puerto Rico bajo el neocolonialismo norteamericano pretendería aceptar una nación bicultural que a golpe y porrazo se aclimata a su nueva realidad, mientras que el discurso distópico dramatiza la agonía de un pueblo por retener su esencia. Por otro lado, el discurso utópico de mestizaje por parte de la elite cubana pretendía definir a la isla como una mestiza y al mestizaje como una conducta aceptable por todas las capas de la sociedad. Pero si lo utópico era inalcanzable para la sociedad cubana, lo distópico era una realidad que rechazaba todo matrimonio interracial. REFERENCIAS Baba, Homi. 1994. The location of Culture. London: Routledge. Bost, Suzanne. 2003. Mulattas and Mestizas: Representing mixed identities in the Americas 1850 -2000. Athens, Georgia: The University of Georgia Press. De Castro, Juan. 2002. 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Específicamente, en el ámbito patrimonial, lo que significó la organización de la Exposición Histórica del Centenario, identificando las posiciones tradicionalistas o modernizadores en su discurso. Además de reflexionar acerca de la práctica patrimonial en el contexto de Chile de principios del siglo XX, como una forma de construcción simbólica del país. Palabras claves: Centenario, tradición, modernización, patrimonio, museo. ABSTRACT This article is the result of research on the Centennial festivities. It specifically describes what the organization of the Historical Exhibition of the Centennial meant to the patrimonial field, making a distinction between the traditional and modern positions in its discourse. Besides, it is a reflection on the patrimonial practice within the context of Chile at the beginning of the 20th Century as a kind of symbolic construction of the country. Keywords: Centennial, tradition, modernization, patrimony or heritage, museum. Recibido: 13.11.2006. Aprobado: 17.03.2007. * Proyecto financiado, el año 2004, por el Fondo de Apoyo a la Investigación Patrimonial del Centro de Investigación Diego Barros Arana de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Chile. ** Profesor de Historia (UMCE), profesor Departamento Educativo y Curador Colección Arqueológica y Etnográfica Museo Histórico Nacional, académico Escuela de Historia Universidad Diego Portales. Santiago de Chile. E-mail: luis.alegria@mhn.cl *** Historiadora del Arte (USEK). Encargada Oficina de Documentación y Registro Patrimonial Museo Histórico Nacional. Santiago de Chile. E-mail: gloria.nunez@mhn.cl 69 Atenea 495 I Sem. 2007 pp. 69-81 INTRODUCCION E L SIGNIFICADO de la celebración del Centenario (1910) de la Inde- pendencia del país adquiere mucha importancia frente a la preparación de lo que será la conmemoración del Bicentenario en el Chile actual, donde la reflexión se hace prioritaria. Es en este escenario que deseamos insertar el tema de lo patrimonial como una problemática cultural, a través del reconocimiento de un campo patrimonial, definiéndolo como un espacio cultural específico dentro del campo cultural, donde operan procesos de producción, circulación, consumo y recepción, centrados en el rescate y valoración de los testimonios del pasado, producto de una conciencia histórica e ideológica que les asigna un valor especial. En el presente artículo nos centraremos fundamentalmente en el aspecto de la producción; es decir, los discursos y acciones que están detrás de la organización de la Exposición Histórica del Centenario; como una coyuntura fundante de redefinición de “ciertos” bienes culturales, que se constituirán en la colección de patrimonio histórico más importante y antigua del país. PROBLEMA DE ESTUDIO Los inicios del siglo XX en Chile fueron tiempos de gran complejidad. “Son años en que la prensa y múltiples libros y folletos abordan asuntos como el alcoholismo, la mortalidad infantil, la prostitución, la miseria en las viviendas y las condiciones insalubres de sectores mayoritarios de la población. Hasta el propio El Mercurio de Santiago afirma en 1909 que un cuarto de la población de la capital (más de 100.000 personas) vive en habitaciones insalubres e impropias para una persona humana (...) Chile llegó al año del Centenario con una población recesiva –morían más personas de las que nacían–, con una mortalidad infantil de 306 por mil y una tasa de prostitución que alcanzaba al 15% de las mujeres adultas de la capital” (Subercaseaux, 2004: 49). Estas características tendrán una repercusión importante en la esfera cultural. Esta etapa de crisis y cambio en Chile va acompañada culturalmente por la declinación de la influencia positivista y la aparición de un pensamiento nacionalista, de una conciencia anti-imperialista y antioligárquica y de una nueva valorización del mestizaje (Larraín, 2001: 99). Es decir, a principios del siglo XX podemos ver que se comenzaba a manifestar una nueva mirada sobre el país, que tendrá como mérito importanAtenea 495 I Sem. 2007 70 te su condición polifónica, “para algunos es una crisis de decadencia (Mac Iver, Edwards) para otros es una crisis social y de desarrollo (Recabarren, Venegas). Algunos piensan que el centro del problema radica en algún elemento de la sociedad o cultura chilena, por ejemplo, la raza (Palacios, Encina). Otros enfatizan la esterilidad del estilo y la problemática política (Subercaseux); las tendencias en la educación (Pinochet, Encina) o los problemas económicos monetarios (Ross, Subercaseux, etcétera)” (Gazmuri, 2001:18). Es en ésta complejidad, social y política, que se organizarán los festejos para el Centenario, donde la Exposición Histórica corresponde a una iniciativa patrimonial que tendrá como objetivo exhibir testimonios que permitan representar nuestra historia, no sólo reunir i clasificar los objetos fabricados en el país o fuera de él que hayan prestado algún servicio desde la época prehistórica, sino también coleccionar todo aquello que signifique un recuerdo de los tiempos pasados; como ser obras de arte, cuadros, esculturas, impresos, manuscritos, útiles de caza, armas, muebles instrumentos de música, etc. Que sirvieron a nuestros antepasados durante la época prehistórica, descubrimiento i conquista de Chile; i los que se usaron durante la colonia, independencia, etc. (Circular de la Esposición Histórica del Centenario a sus delegados, 1910: 3). Como objetivos nos hemos planteado identificar la Exposición Histórica del Centenario como el espacio patrimonial de des/encuentro entre tradición y modernidad, ya que en esta exposición confluyen, expresan y se enfrentan las visiones de tradicionalistas y modernizadores. Al mismo tiempo, consideramos que la Exposición Histórica del Centenario representa un momento crucial de reordenamiento del “campo patrimonial” a principios del siglo XX. METODOLOGIA La propuesta metodológica consistió en un enfoque inductivo, teniendo como punto de partida los objetos que conformaron la Exposición Histórica del Centenario, para identificar los discursos y acciones que estuvieron detrás de su elección, de tal forma de develar las nociones y supuestos sobre identidad y patrimonio en el marco de un proceso de discusión entre tradición y modernización en el Chile de principios del siglo XX. Todo ello en el entendido que los objetos que constituyen una exhibición museológica son testimonios, “documentos”, que pueden ser motivo de distintas lecturas (Alvarado y Azócar, 1991). 71 Atenea 495 I Sem. 2007 Además, la metodología empleada consideró un enfoque transdisciplinario, a partir de un equipo de trabajo diverso en términos de las áreas de formación1. Esto tiene que ver principalmente con una opción teórica centrada en el objeto de estudio y no en la disciplina. Por su parte, el plan de trabajo consistió en la revisión y el análisis de los documentos relativos a la Exposición Histórica disponibles en: Archivo Administrativo y Documental del Museo Histórico Nacional, constituido por cartas, telegramas, recibos, libros de registro, fichas de documentación, etc.; Archivo Siglo XX y Biblioteca Nacional. Al mismo tiempo se realizó la revisión bibliográfica que permitiera la contextualización histórica de la exposición, junto a toda la información proveniente de revistas y periódicos de época revistas Sucesos y Zig-Zag, septiembre de 1910; diarios El Mercurio, Las Ultimas Noticias y El Diario Ilustrado, julio a diciembre de 1910. RESULTADOS L. Montt Organización de la Colección de la Exposición Histórica del Centenario. La concreción de un evento patrimonial como una Exposición Histórica que diera cuenta del desarrollo histórico del país, significó un gran esfuerzo de organización y coordinación, por ello se aprovechó la experiencia existente. Es así como Luis Montt, director de la Biblioteca Nacional y principal impulsor de la iniciativa, “utilizando la misma vía empleada años atrás por Vicuña, al organizar una multidisciplinaria exposición de objetos del pasado chileno”, logró reunir, “un selecto grupo de intelectuales e historiadores, con los que ideó organizar para el Centenario de 1910, una gran exposición histórica que diera lugar, con posterioridad, a la creación de un Museo Histórico Nacional” (Rodríguez, 1983: 24). Pero, una exposición de estas características no sólo equivale a un evento más dentro de los festejos del Centenario, sino que se constituye especialmente en una experiencia de profundo significado identitario, una reapropiación de la memoria histórica nacional a través de una colección de objetos seleccionados y clasificados como genuinos representantes de la esencia nacional, en definitiva monumentos de grandeza de nuestros héroes o “padres fundadores”. Para hacerse cargo de la Exposición Histórica del Centenario, se designará entonces una comisión, que tendrá como presidente a Joaquín Figueroa y como secretario a Nicanor Molinare. Luego se procedió al nombramiento de los 85 delegados de secciones y por último a los delegados regionales. Esta comisión se organizó en torno a 15 secciones según la circular antes mencionada, 1 Historiadora del Arte, profesor de Historia y diplomado en Museología, profesora de Historia y diplomada en Género y Educación, junto a una fotógrafa y estudiante de Historia del Arte. Atenea 495 I Sem. 2007 72 para que sea más fácil comprender cuáles son los objetos que pueden exhibirse i que caben en esta Exposición, he aquí la forma y modo en que ella ha sido dividida, i cuales, más o menos, los objetos que pueden reunirse para ser enviados a esta Dirección Jeneral. Dichas secciones fueron: Objetos Indígenas; Tejidos, Trajes y Joyas; Muebles y Vajilla; Instrumentos de Música; Cuadros y Retratos; Culto; Manuscritos e Impresos; Monedas y Medallas; Filatélica; Armas e Insignias Militares; Medicina y Ciencias Aliadas; Uniformes Militares; Instrucción Pública; Utiles de Artes Manuales; Mapas y Planos. Este punto ya nos parece un dato muy relevante al constituir una aproximación muy diversa sobre la vida del país, pues frente a un contexto de época caracterizado por una lógica estatal oligárquica. Mientras los grupos oligárquicos, gracias a una serie de situaciones de privilegio económico y significados compartidos respecto a distintos aspectos de la realidad chilena de la época, habían logrado desarrollar un sentido de conjunto, auto identificándose como la “sociedad”, el resto de la población, dispersa en los campos y en los suburbios de la ciudades, era difuminada en categorías como “pueblo”, “turbamulta”, “multitudes”, “muchedumbre”, “masas” y otros (Fernández, 2003: 30). Aparecerá, de alguna forma representada en la Exposición Histórica un país que excede a esta clase, o por lo menos que en su propuesta de organización da cuenta de una sociedad diversa culturalmente al incorporar a las mujeres, grupos étnicos indígenas y extranjeros. Se puede mencionar la sección de Utiles de Artes Manuales, donde se dice que la recolección de “cuanta herramienta se relacione con la arquitectura cabe aquí, deben tenerse presente: los carpinteros, albañiles, empaladores, pintores, gásfiter, estucadores, electricistas, marmolistas, barnizadores tapiceros y vidrieros”. Ahora bien, esta diversidad tendrá una lógica dentro del campo patrimonial, que se diferencia de otros campos, pues “las colecciones patrimoniales son necesarias, las conmemoraciones renuevan la solidaridad afectiva” (García Canclini, 1989: 178). Es decir, se integran simbólicamente en un proceso de exclusión económica, social y política que impone una compleja estructura de dominación, “... se desarrolla un dispositivo complejo, en palabras de Martín Barbero, de inclusión abstracta y exclusión concreta” (citado en García Canclini, 1989: 194). Por ello, la Exposición Histórica del Coloniaje será organizada como una gran muestra museal que tenía como objetivo representar la continuidad y cambio de la historia de Chile, pero bajo un modelo decimonónico de evocación nostálgica del pasado (León, 1995). 73 Atenea 495 I Sem. 2007 El carácter nacional, se daba al hacer un llamado público a todos los chilenos, a los servicios estatales e instituciones como municipios, universidades, escuelas, etc. Este aspecto nacional y público de la exposición se expresa, además, por ser organizada y financiada desde el Estado, quien posee la iniciativa y los recursos financieros (no muchos por cierto), pero que al carecer de las piezas convoca a los ciudadanos; de ahí la convocatoria a los particulares a través de avisos en los diarios, como por ejemplo el anuncio del lunes 1º de agosto de 1910, en el diario El Mercurio: En Catedral 1956 se reciben los objetos para la exposición histórica y se atiende al público en todo cuanto se relacione con dicha exposición de 10 a 12 y de 2 a 7. Nicanor Molinare. Secretario. Este aspecto es interesante, porque la falta de espacio fue una constante en su organización, estaba destinada al palacio Urmeneta, a condición de un arriendo, pero por lo elevado de ello, se optó por el primer piso del nuevo edificio del Palacio de Bellas Artes, de hecho una parte de la recolección de objetos se realizó en ese sitio, el cual rápidamente se mostró pequeño para tal empresa por los preparativos del otro gran evento patrimonial, la Exposición Internacional de Bellas Artes –una realidad opuesta en muchos aspectos a la histórica–. Luego, definitivamente se resolvió, recién a principios de septiembre, ocupar efectivamente el Palacio Urmeneta, que, como queda claro en el aviso del diario El Mercurio (Fig. 1), estaba ubicado en calle de Las Monjitas, y no como lo menciona la historiadora Soledad Reyes en su libro Chile 1910, una mirada cultural en su Centenario, situándolo en calle Dieciocho, en la actual sede del Colegio de Contadores de Chile. Aún sin resolver el tema del espacio, se invitaba a participar en la constitución de la colección de la Exposición, que de hecho se conformaría preferentemente a partir de préstamos de los particulares. Incluso se siguieron recolectando objetos en el mismo palacio Urmeneta una vez ya inaugurada la Exposición. Ello significó acopiar un material diverso desde el punto de vista de su materialidad, cronología y disciplina, pero de una innegable originalidad y autenticidad, dos criterios fundamentales para la época. Por tanto, la exposición obedece a la noción de museos generales, donde todo se exhibe, es decir, la selección y clasificación opera para la constitución de la colección, pero luego de ser reunida, carece de criterios selectivos para su exhibición. Es una exposición donde prevalece el objeto por sobre el mensaje, la orientación histórica la dan los objetos que poseen un valor en sí mismos, predominando, “los principios de exposición estética al presentar las ‘obras completas’ y series totales ordenadas conforme a unos patrones cronológicos o estilísticos” (León, 1995: 156). Atenea 495 I Sem. 2007 74 Figura 1. El Mercurio, 21 de Septiembre, 1910. Figura 2. Sello oficial de la Comisión. 75 Atenea 495 I Sem. 2007 EL AYER Y EL HOY DE LA EXPOSICION HISTORICA DEL CENTENARIO M. Bulnes Atenea 495 I Sem. 2007 76 Dado lo sucinto de los datos encontrados en las distintas fuentes de información consultadas, en muchos casos no existía la certeza de que se tratara de los mismos objetos mencionados en los documentos. En este sentido, el mayor obstáculo tuvo relación con la ausencia de un catálogo que permitiera conocer la cantidad exacta de piezas expuestas v/s las propuestas inicialmente por la Comisión. Bajo este contexto, podemos deducir que esto se debió a la falta de presupuesto, la ausencia de un espacio definitivo, la gran cantidad de objetos; según la información recogida la Exposición pudo haber recolectado más de mil objetos. Sin embargo, se trata de una cantidad estimativa ya que en muchos casos se hace referencia a piezas sin cantidad: muebles, retratos, restos arqueológicos, etc.; y los plazos poco claros para la Exposición. Recordemos que hasta pasada la inauguración, todavía hay registro de que se reciben colecciones para ser expuestas. La falta de un sistema de documentación aplicado en la Exposición, no contar con catálogo de las piezas exhibidas por ejemplo, es algo que a través del tiempo se profundizo por la falta de un programa sistemático de documentación de colecciones en el Museo Histórico Nacional. Por ello, encontramos numeraciones que ya no corresponden o la información no es lo suficientemente específica. Por esta razón nos remitimos a incluir en los resultados las piezas de las cuales poseemos mayor evidencia, lo que no quiere decir, en ningún caso, que se trate de una lista definitiva. En este proceso se pudo identificar la cantidad de 112 objetos que aún se mantienen entre las colecciones del museo. La tipología que presentó menos complejidad para su identificación fue la de Pinturas y Estampas, principalmente porque un número importante de objetos correspondía a retratos de personajes o acontecimientos históricos que fueron citados en la circular, en documentos y/o en la prensa de la época (diarios o revistas). Entre ellos, y a modo de ejemplo, podemos mencionar: Los últimos momentos de Carrera, Las guerras de Flandes (7 pinturas), retratos de gobernadores de la Colonia, retrato al óleo del general Luis de la Cruz y Goyeneche, o el retrato de Manuel Bulnes Prieto de Monvoisin. Asimismo, se pudo identificar con mayor certeza objetos pertenecientes a otras tipologías asociados a personajes, tales como: los grillos que tenía José Miguel Carrera antes de su fusilamiento, las casacas de Ambrosio y Bernardo O’Higgins, la faja de seda y otros objetos de Bernardo O’Higgins (ver Fig. 3), la manta de José Miguel Carrera y el sable del general Ramón Freire. Figura 3. Objetos de O’Higgins en las colecciones actuales del MHN: relojes, espada, fajín, cantimplora, charretera y pistolas. Hay otro grupo de objetos publicados que se repiten en los números especiales de conmemoración del Centenario de las revistas Sucesos (ver Fig. 4) y Zig-Zag (ver Fig. 5), donde no se menciona la Exposición Histórica, pero que suponemos formaron parte de la muestra. Ambas publicaciones aparecen días antes (15 y 17 de septiembre, respectivamente) de la inauguración de la Exposición. Como consta en parte de la documentación revisada, la mayoría de las piezas fueron devueltas a sus propietarios al concluir la Exposición, y sólo una vez inaugurado el Museo Histórico Nacional se realizará la donación definitiva, proceso que en algunos casos llevó varios años. Un aspecto de gran relevancia para la historia de las colecciones del Museo Histórico, se relaciona con los resultados obtenidos que han permitido complementar la documentación existente, contextualizar las piezas y aportar con datos bibliográficos de los cuales no se tenía referencia escrita. Cabe, destacar que los objetos presentes en dicha Exposición y de los cuales se pudo encontrar registro en la actualidad, poseerían al menos 100 años el carácter de objetos patrimoniales dentro de una perspectiva museal. 77 Atenea 495 I Sem. 2007 Figura 4. “Reliquias de O’Higgins”. Revista Sucesos, 15 sept. 1910. Figura 5. “Recuerdos de O’Higgins”. Revista Zig-Zag, 17 sept. 1910. Atenea 495 I Sem. 2007 78 DEL DISCURSO A LA PRACTICA PATRIMONIAL Si bien suponemos que todo se exhibía, sabemos que existió una jerarquía espacial en la ubicación de algunos objetos por sobre otros, determinando cuál era en definitiva la importancia que recibían como representativos de un discurso subyacente en dicha exposición. De ahí los reclamos que desvela la crónica de Las Ultimas Noticias de Antofagasta del 21 de octubre de 1910, recogiendo la opinión de Aníbal Echeverría y Reyes, “es sensible, se nos dice que sus directores no hayan dado la debida importancia a esta rama de las ciencias arqueológicas que sin disputa merecía haber ocupado un lugar preferente”. Entonces, podemos deducir que algo pasó entre el planteamiento de diversidad e inclusión que aparece en la Circular y lo que fue la exposición en definitiva. Al mismo tiempo en el citado documento, a pesar de que aparecen varias secciones, algunas poseen una importancia bastante mayor, como sucede con la de Pinturas y Retratos y la de Uniformes e Insignias Militares, que en conjunto ocupan algo más de dos tercios de la circular. Como lo menciona el historiador Alberto Edwards, integrante de la Comisión, al hablar sobre la sociedad en el proceso de Independencia en la revista Sucesos (Nº 419), del 15 de septiembre de 1910, “una aristocracia respetable y unida por la nacionalidad y el parentesco, ... y un pueblo del todo incapaz de comprender y practicar los derechos y deberes de los ciudadanos de un país libre”. TRADICION Y MODERNIDAD EN LA EXPOSICION HISTORICA DEL CENTENARIO En el contexto del Centenario nos pareció relevante la discusión entre tradicionalistas y modernizadores, donde a simple vista lo patrimonial era un campo fructífero y casi incuestionable de los primeros, sin embargo poco a poco fuimos dándonos cuenta de la falta de una respuesta satisfactoria, esto porque en las comisiones que organizan la Exposición figuran personajes de ambas vertientes, como los historiadores José Toribio Medina y Alberto Edwards, representantes de una tendencia tradicionalista, pero también encontramos personajes de ideas avanzadas como es el caso de Ricardo Latcham. Por ello es que no hay una dicotomía que divide a los agentes culturales, como se nos presenta en otra crónica de la misma revista Sucesos, “el advenimiento del centenario ha provocado, una vez más, la discusión entre tradicionalistas y progresistas rabiosos: unos sosteniendo el mantenimiento y la conservación de cuanta antigüedad histórica hay por ahí, aunque esté toda rota y comida por el orín; y los otros pidiendo a gritos el reemplazo de lo J.T. Medina R. Latcham 79 Atenea 495 I Sem. 2007 que llaman antiguallas indigna de coexistir con la demás manifestaciones de la civilización contemporánea”. Muchos modernistas consideraban que los bienes patrimoniales, particularmente de aquellos grupos excluidos culturalmente, son elementos importantes en la reafirmación de una base nacionalista “desde la perspectiva de algunos de estos nacionalistas, los orígenes de Chile debían encontrarse en el carácter de su pasado autóctono” (Rinke, 2002: 124). Esto significaba incluir como sujetos históricos a los pueblos indígenas, a los sectores populares y las mujeres, quienes de alguna forma tuvieron un espacio –aunque limitado– en la Exposición Histórica del Centenario. Finalmente, hemos considerado desde un comienzo que la coyuntura del Centenario y de la Exposición Histórica representaron un momento crucial en la constitución posterior del campo patrimonial de Chile. Es en el marco del Centenario desde donde se comenzará a instalar un polo cultural moderno, con la autonomización de lo patrimonial, al constituirse en un campo específico dentro del campo cultural, pues, de ella surgirá la idea de conformar el Museo Histórico Nacional (2 de mayo de 1911), lo cual hacia el futuro significará la revisión de las funciones y atribuciones del Museo Nacional, en la actualidad Museo Nacional de Historia Natural, nombre que ya no se justificaba tanto por la formación del Museo Histórico Nacional, como por la instalación definitiva en un nuevo edificio del Museo Nacional de Bellas Artes. REFERENCIAS Alvarado, M. y Azócar, M. A. 1991. “El objeto arqueo-etnográfico y su mensaje”, Museos Nº 11, pp. 8-11, Santiago de Chile: Dibam. Circular de la Esposición Histórica del Centenario a sus delegados. 1910. Santiago de Chile: Imprenta Camilo Henríquez. El Diario Ilustrado. 1910. Chile, julio a diciembre. El Mercurio. 1910. Chile, julio a diciembre. García Canclini, N. 1989. Culturas híbridas. México: Editorial Grijalbo. Gazmuri, C. 2001. El Chile del Centenario, los ensayistas de la crisis. Santiago de Chile: Editorial PUC. Fernández, E. 2003. Estado y sociedad en Chile. Santiago de Chile: Editorial Lom. Larraín, J. 2001. Identidad chilena. Santiago de Chile: Editorial Lom. Las Ultimas Noticias. 1910. Chile, julio a diciembre. León, A. 1995. El museo, teoría, praxis y utopía. Sexta edición. España: Ediciones Cátedra. Rodríguez, H. 1983. Museo Histórico Nacional. Santiago de Chile: Ediciones Dibam. Atenea 495 I Sem. 2007 80 Rinke, S. 2002. Cultura de masas: reforma y nacionalismo en Chile 1910-1930. Santiago de Chile: Ediciones Dibam. Subercaseaux, B. 2004. Historia de las ideas y la cultura en Chile, tomo III. Santiago de Chile: Editorial Universitaria. Sucesos, Nº 419. 1910. Chile, 15 septiembre. Zig-Zag, Nº 291. 1910. Chile, 17 de septiembre. 81 Atenea 495 I Sem. 2007 Atenea 495 I Sem. 2007 82 ISSN 0716-1840 TRASCENDENCIA DEL PRIMER SAGGIO SULLA STORIA NATURALE DEL CHILI DE J.I. MOLINA, SU TRADUCCIÓN, EL COMPENDIO ANÓNIMO Y EL BICENTENARIO JOSÉ R. STUARDO* RESUMEN Hay una única traducción al español de la obra del abate J.I. Molina Saggio sulla storia naturale del Chili, publicada originalmente en 1782, que fue hecha en 1788 bajo el nombre equivocado de Compendio, lo que dio origen a una seguidilla de interpretaciones que han oscurecido la trascendencia de aportes anteriores de otros autores que permitieron esta publicación. Se analiza la importancia de esta obra desde el punto de vista de las primeras especies animales chilenas descritas, usando la nomenclatura binomial propuesta por el gran naturalista Carlos Linneo (o de Linneo). Fue el uso de nombres génericos y específicos en latín, lo que permitió la incorporación de un número importante de los nombres propuestos por Molina a la literatura de la taxonomía zoológica internacional. Palabras claves: Historia de la ciencia, zoología, Chile, J.I. Molina, C. Linneo. ABSTRACT The only translation into Spanish of J.I.Molina’s work Saggio sulla storia naturale del Chili originally published in 1782, was done in 1788 under the erroneous name of Compendio, an unfortunate decision which gave rise over time to a series of misinterpretations obscuring the importance of previous works by other authors which, indeed, made this publication possible. The importance of this Saggio… is analyzed from the point of view of the first Chilean animal species described using the binomial system of nomenclature proposed by the great naturalist Carolus Linnaeus. The decision to use generic and specific names in Latin allowed the incorporation of an important number of the names proposed by Molina into the international zoological taxonomic literature. Keywords: History of Science, Zoology, Chile, J.I. Molina, C.Linnaeus. Recibido: 18.09.2006. Aprobado: 11.04.2007. * Profesor del Depto. de Oceanografía, Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas, Universidad de Concepción. Concepción, Chile. E-mail: jstuardo@udec.cl 83 Atenea 495 I Sem. 2007 pp. 83-107 [1] Dibujo de J.I. Molina publicado en el Saggio… de 1810. [2] Carlos Linneo. Oleo. Atenea 495 I Sem. 2007 84 INTRODUCCION E L ABATE Molina no es el primer autor nacional que describió plantas y animales chilenos reconocibles, pero es el primero que lo hizo usando nombres científicos, en su primera obra Saggio sulla storia naturale del Chili [3] publicada el año 1782 en Bolonia, lo que proyectaría ya en el siglo XVIII su nombre y el de las primeras especies chilenas descritas por él a la literatura botánica y zoológica internacional y mundial. Esto ocurría en el momento en que Occidente se abría expectante al nuevo conocimiento de la geografía y la historia natural del resto del mundo, con los resultados de las observaciones y descubrimientos realizados por los numerosos viajes europeos con intereses geopolíticos, comerciales y científicos que se realizaban a Asia, América y al Mar del Sur. Se justifica identificarlo, además, con los primeros clérigos-naturalistas nacionales que impactaron a Europa con información sobre la geografía y la vida social y política de nuestro país, pero también, sobre los animales y plantas que lo caracterizan. Sin embargo, los aportes históricos de Molina respecto de la vida social y política de Chile contenidos en su segunda obra, Saggio sulla storia civile del Chile, publicada en el año 1787, son sólo complementarios a lo publicado en su época por otros autores y fueron menores comparados a la trascendencia de la información que entregó sobre la flora y fauna. Nos referimos en este artículo sólo a su contribución sobre los animales, cuyas especies son descritas por primera vez siguiendo el denominado Sistema o Nomenclatura Binomial, usando nombres genéricos y específicos en latín junto a una diagnosis en esta lengua, como propusiera Carlos Linneo (Carolus Linnaeus o Linnaei), en su Systema Naturae en el año 1735[4], obra tan relevante para las ciencias naturales, que se continuó en ediciones mejoradas durante las seis décadas siguientes a su primera aparición (Anexo 1). No podía ser de otra manera, dado el enorme progreso de las ciencias naturales durante el siglo XVIII, el llamado Siglo de las Luces. Es claro que Molina, quien llegó a Imola, Italia, junto a los jesuitas desterrados en 1768, y a Bolonia en 1774, conoció una o más de las últimas ediciones de esta obra de Linneo con su propuesta para clasificar a las distintas clases de minerales, animales y plantas. Por ejemplo, la clasificación contenida en la edición 10, publicada en 1758 (que por acuerdo internacional posterior se consideró la base del desarrollo de la zoología sistemática) y, en particular, la de la edición 12 de 1766 de la misma, que aparecieron, respectivamente, 14 y 6 años antes que la primera obra de Molina. La primera y única traducción del Saggio… de 1782 al español fue hecha por Domingo Joseph de Arquellada Mendoza (individuo de la Academia de Buenas Letras de Sevilla y maestrante de Ronda) con el nombre de Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reyno de Chile. Primera parte, [3] Tapa del Saggio… de 1782, en italiano. [4] Tapa del Sistema Naturae, editio 1. 85 Atenea 495 I Sem. 2007 que abraza la historia geográfica y natural [5], publicada en Madrid el año 1788. Un facsímil de esta traducción fue impreso en el año 2000 en Santiago como parte de la Biblioteca del Bicentenario, siendo erróneamente considerado como “segunda edición”[*]. Efectivamente, una segunda edición de la traducción de Arquellada Mendoza ya existía publicada por José Toribio Medina en la Colección de Historiadores de Chile (1889, aunque desgraciadamente impresa con errores tipográficos), de modo que la reedición del Bicentenario es en realidad la tercera edición del mismo texto, también con errores. Don Nicolás de la Cruz y Bahamonde tradujo al español en 1795 (1791 según Feliú Cruz, 1966: 265) el otro Saggio… de Molina sobre historia civil, ya mencionado, publicado también en Bolonia en 1787, ahora traducido con el título de Compendio de la historia civil del Reyno de Chile. LA LIBERTAD DEL TRADUCTOR [5] [6] Tapa de la traduc. al español del Saggio. Tapa del Compendio anónimo de 1776. Atenea 495 I Sem. 2007 86 Aquí, y sin mayor razón, Arquellada Mendoza (seguido por De la Cruz y Bahamonde) introduce el primer gran equívoco de esta historia al traducir el primer Saggio… de Molina no bajo el título de “Ensayo…” sino, paradójicamente, con el mismo nombre con el que fue publicada otra obra anterior en 1776, también en italiano pero de autor anónimo intitulada Compendio della Storia Geografica, Naturale e Civile del Regno del Chile[6]. Por su importancia, esta obra ha sido referida en la literatura nacional como “El Compendio anónimo”. Así, el mismo nombre, ahora en español: “Compendio de la Historia Geografica, Natural y Civil del Reyno de Chile. Primera Parte, Que Abraza La Historia Geografica y Natural” fue impuesto por este letrado español a la primera obra de Molina. ¿Por qué tradujo la palabra Saggio por Compendio, y no tradujo el verdadero título? ¿Descriterio o mala fe? ¡Y nadie ha reclamado sobre esto! ¿Pensaba Don Domingo, al igual que algunos otros en esa época, refrendar así que la obra anónima había sido escrita también por el abate Molina? Nada dice sobre ello en su muy breve Nota del traductor (p. xix), salvo informar que esta obra había sido traducida con grandes elogios al francés y al alemán, pero sin explicar que en el primer caso la traducción de M. Gruvel al francés en 1789 fue sólo con el título que debía tener, esto es: “Essai sur l’Histoire Naturelle du Chili”, y que el mismo concepto fue usado por J.D. Brandis en su traducción al alemán del mismo año: “Versuch einer Naturgeschichte von Chile” (véase Literatura citada). En italiano existe la palabra compendio, al igual que en español y ése es, exactamente, el sentido que el autor le asigna al título de la obra anónima publicada sobre nuestro país en el año 1776, a la que ya nos hemos referido. Saggio en italiano tiene también un significado preciso en español que es el de ensayo. Para evitar la confusión (si no mala fe) resultante de la traducción de Arquellada Mendoza, la primera obra cuya paternidad es reconocida por Molina debió en consecuencia haberse traducido como Ensayo sobre la historia natural de Chile, un título más acorde con el espíritu conque Molina lo escribió, ya que obviamente no usó el término italiano “Compendio” para diferenciarlo de esa otra obra anónima anterior. En su Prefacio dice respecto de esta y otras obras publicadas antes que la suya: … un Compendio anónimo que se publicó en lengua italiana en 1776, y que en cierto modo nos da una noticia mas completa de Chile que la que nos han dado las demás obras impresas, singularmente en torno a la geografia, y á la Historia Natural. Mas como quiera que este Compendio es también demasiado conciso, esto mismo me ha hecho pensar que haria un obsequio util á las personas que gustan de las cosas Americanas, presentandoles otro compendio [el original en italiano no dice compendio sino “ragguaglio” que significa informe, balance] en que se traten mas á la larga y con mas individualidad las producciones y los sucesos mas notables de aquel pais (sic; nótese la tergiversación de Arquellada Mendoza en su traducción). Es curioso como algunos autores que siguen los juicios injustificadamente repetidos de que Molina es también el autor del Compendio anónimo (lo que Molina nunca afirmó), evitan referirse a la verdadera primera obra de Molina como su primer “Ensayo…” “y algo pomposamente se refieren a ella como la Historia natural de Molina (e.g. Hanisch, 1976). Al respecto, es loable que el uso adecuado de “Ensayo” haya sido también respaldado por el Prof. Rodolfo Jaramillo, uno de los mayores biógrafos de Molina, quien lo incorpora al traducir recientemente el segundo Saggio sulla storia naturale del Chile de Molina publicado en 1810 (en el hecho la revisión del primero), como Ensayo sobre la historia natural de Chile. SIGUEN LAS LIBERTADES Paradójicamente, pese a todo lo publicado sobre esta primera obra de Molina, parece no haberse comentado nada sobre la estrictez de la traducción y las libertades (errores) del único traductor, incluyendo algunos pocos errores del mismo Molina, no un pecado en sí, ya que ocurre hasta hoy en día, como resultado común en la elaboración de trabajos de amplia envergadura faunística y taxonómica. Respecto del texto, hay que reconocer que Molina escribía muy bien el italiano en un lenguaje científico claro y conciso, lo que desgraciadamente no ocurre con el español del literato Arquellada Mendoza. Por ejemplo, el 87 Atenea 495 I Sem. 2007 primer párrafo del Libro IV en italiano que inicia la descripción de los animales contiene con elegante claridad 5 ideas diferentes, cada una separada por punto seguido, pero desgraciadamente traducidas al español de una tirada, sólo separadas por dos punto y coma y algunas conjunciones. Esto es característico de todo el texto. Hay otros errores tipográficos menores en el texto traducido, pero lo que es muy grave, en la lista o Catálogo final[7] que es el resumen técnico de todas las especies animales descritas por Molina, el traductor cambió en algunos casos y eliminó en otros por descuido, no sólo letras de palabras del texto en latín, sino que omitió también el nombre y la descripción de las dos especies siguientes: Página 391 (de la traducción): ANSERES (Anseres en la página 344 del texto original en italiano, después de “Anas Regia”) Anas Coscoroba rostro extremo dilatato, rotundato, corpore albo. [7] Parte inicial del Catálogo de Molina de 1782. Páginas 396-397 (de la traducción): TESTACEA (Testacea en la página 348 del texto original en italiano, después de “Chama Thaca”) Mytilus Albus testa transverse striata, natibus gibbis , cardine laterali. Obviamente, estas dos especies tampoco figuran en el facsímil publicado por la Biblioteca del Bicentenario, induciendo a error a los que usen esta traducción, creyendo consultar así la traducción fiel del libro original de Molina en italiano. Algunos de los muchos errores de escritura de palabras en latín son, por ejemplo: Página 389, Página 390, línea 6 ” 24 ” 2 Dice: stavisque ” ceruleo ” fusco-stavescens Debe decir: flavisque ” ” caeruleo ” ” fusco-flavescens, etc. Pero, un error propio de Molina fue omitir al final de su obra, en su Catálogo I, al Orden DIPTERA en el que, de acuerdo a la clasificación de Linneo que seguía, debió incluir a su especie Tipula moschifera, que aparece como HIMENOPTERA. Un lapsus importante en la ubicación de esta especie respecto de la clasificación propuesta. La mala traducción de algunos nombres comunes para los naturalistas, tampoco ayudó a la proyección del valor educativo de esta obra; es más, creó confusión, aunque Molina usó tales nombres en su sentido zoológico preciso. Un caso en cuestión es el término “mitoli” que se traduce como Atenea 495 I Sem. 2007 88 “almeja” (!) en lugar de mitilos o mejillones , o en último caso “choros”, nombre popular que menciona Ovalle para identificar a las numerosas especies de esta familia de bivalvos no sólo abundantes y diversificados en nuestro país, sino de tanta importancia en la dieta de sus habitantes desde sus primeros inicios y hasta la actualidad. Ocurre lo mismo con otras palabras; por ejemplo, al describir el Piure, Molina dice que habita en una “colmena coriácea”, que de Arquellada Mendoza traduce como “colmena glutinosa” (!). Luego, menciona a las Holoturias (refiriéndose a Medusas), y dice que “las olas del mar arrojan a la playa varias especies de Oloturias”; pero el traductor intercala la palabra “frecuentemente” que da un sentido de abundancia muy diferente a la afirmación original y a la realidad. En la misma página (189 de la traducción), Molina escribe indistintamente Sepia o Seppia, que es traducida como Jibia, incluyendo al “Pulpo”. Respecto a los nombres comunes usados para algunos Testáceos (los moluscos con concha), Molina menciona “ostrichae, mitoli, came, soleni, foladi, lepadi o patelle, e de buccini”, nombres que se traducen como “ostras, almejas (en lugar de mejillones o mitílidos), chamas, solénidos, navajas de barbero (otro nombre para los Solénidos, en vez de foládidos), folados o patenas (sic, en vez de lepas o lepádidos y patelas!) y buccinos”. En la página siguiente Molina escribe mal el género de los mejillones como Mytulus en vez de Mytilus, aunque esto ocurre también en otras obras de su época. En esta seguidilla de errores, que debieron haber sido comparados con el texto italiano, es también lamentable que los editores de la edición 2000, posiblemente guiados por el cambio introducido por el traductor, confunden también en la Nota del editor la fecha de publicación del Saggio de Molina de 1872 con la fecha de publicación del Compendio anónimo de 1776. ¡Todo por la descuidada pero aceptada traducción del vocablo compendio en vez de ensayo! MOLINA Y SU USO DE LAS EDICIONES DEL SYSTEMA NATURAE DE LINNEO En el período en que Molina llegó a Europa e inició sus estudios en ciencias naturales en Bolonia, los naturalistas discutían la mejor manera de clasificar a los animales y las plantas, lo que nuestro autor comenta refiriéndose a que le hubiera gustado seguir por ejemplo a J.-P. de Tournefort (1656-1708) para estudiar a las plantas, o a M.-J. Brisson (1723-1806)[8] en el caso de los animales. La dificultad principal consistía en cómo identificar a las especies, lo que Linneo, un botánico, resolvió proponiendo su clasificación binomial de género y especie, concepto que Molina afortunadamente siguió. En consecuencia, el Systema Naturae de Linneo fue no sólo el tratado en que Molina estudió taxonomía zoológica (y botánica), sino que el texto guía [8] Tapa de la obra de Brisson . 89 Atenea 495 I Sem. 2007 [9] Sistema Naturae, editio 12. Atenea 495 I Sem. 2007 90 para la descripción de las especies que el abate probablemente conocía y, en especial, aquellas que claramente no conocía, pero que habían sido descritas de manera general por los clérigos-naturalistas y viajeros extranjeros que ya habían publicado información sobre ellas. Molina no los menciona en el Saggio… de 1782, pero en su texto hay descripciones de especies que son transcripciones casi idénticas si no idénticas a las descripciones de estos otros autores. Esta obra de Linneo, la base de la clasificación taxonómica seguida por el mundo científico con posterioridad, llegó a tener en su época (siglo XVIII), 13 ediciones sucesivas, todas escritas en latín. Las 12 primeras fueron publicadas por el mismo, de las cuales la inicial apareció en el año 1735 como un simple pero denso folleto de apenas 13 páginas, mientras que la edición 10, que ha sido declarada la base para la taxonomía actual de los animales, apareció en la parte correspondiente sólo a este grupo (reino animal) en un tomo de 822 páginas, impreso en el año 1758, o sea, con 35 años de diferencia, y comprendió un total de 4.370 especies (!). Esto demuestra que durante ese período el autor fue perfeccionando gradualmente su clasificación, incorporando a los nuevos órdenes y las nuevas especies descritas para el mundo conocido de su época. La edición 12, reformada [9], incorporó lo correspondiente a los animales en el tomo 1, con dos partes separadas publicadas en 1766 y 1767 respectivamente y un total de 1.327 páginas; ésta fue la última edición publicada por Linneo. El tomo 1 de la edición 13, publicada por el médico y naturalista alemán Johann Friedrich Gmelin después de la muerte de Linneo, incorporó numerosas nuevas especies y géneros del reino animal incluyendo a los taxones propuestos por Molina en 1782, y tuvo seis partes, reformadas y actualizadas que aparecieron entre los años 1788 y 1793, con un total de 4.120 páginas (!). Esta última edición fue, pues, la que permitió a Molina pasar a la posteridad en la historia de la ciencia al registrarlo internacionalmente como el primer creador de especies chilenas con nombre científico y diagnosis en latín. Pero, ¿cuál de las ediciones del Systema Naturae usó Molina al publicar su primer Saggio…? Para aclarar esto es necesario comparar la clasificación y lista de Ordenes, Géneros y Especies que Molina incluyó en su Catálogo final de especies descritas en el 1er. Saggio..., con las sucesivas clasificaciones del reino animal que aparecen en las distintas ediciones del Systema Naturae. En la Tabla 1 se presenta la lista de especies y la clasificación seguida por Molina en 1782 y en la Tabla 2, la clasificación de Ordenes y Géneros aceptados por Linneo en las ediciones 1, 10, 12 y 13 de su Systema Naturae. Como se discute a continuación, la clasificación de Molina se encuadra con los cambios introducidos por Linneo en la edición 12 de su Systema Naturae. La clasificación de Linneo durante los 53 años en que se reeditó el Systema Naturae con revisiones sucesivas, mantuvo su diferenciación de 6 grandes clases animales, pero fue sufriendo modificaciones no sólo a nivel de agrupaciones mayores como son los órdenes sino que también a nivel de géneros y especies. La Tabla 2, que presenta comparativamente la evolución de los órdenes y el número de sus géneros (indicados en paréntesis después de cada uno de ellos) para cada clase, muestra una gran diferencia entre la proposición inicial (1735) y las últimas ediciones, pero con una persistencia de órdenes y géneros en casi todas las clases en las ediciones de 1758 y 1766, salvo en Mammalia y Pisces, y posteriormente en los Vermes, una clase obviamente muy artificial y por ello en ajuste permanente, como se demuestra en la edición 13. En el hecho, la falta de estudios faunísticos y el escaso número de especialistas necesarios para tales estudios, no produciría cambios importantes hasta fines del siglo XVIII, cuando las grandes expediciones europeas incorporaron activamente la recolección y descripción de especies. De esta comparación se concluye que al escribir su primer Saggio…, Molina utilizó la clasificación propuesta en la edición de 1766, en la que el género Dasypus (el de los “quirquinchos”) se incluyó en el Orden BRUTA, y nó en el orden BESTIAE anterior que desapareció, con los otros géneros ahora transferidos al Orden FERAE. ESPECIES ANIMALES DESCRITAS POR MOLINA Molina propuso en esta obra un total de 117 nombres específicos, de los cuales 29 eran especies de mamíferos, 34 de aves, 9 de aptera, 15 de vermes, 3 de amphibia, 11 de peces y 16 de insectos. Incluye además a dos géneros nuevos para la ciencia: Pyura y Phytotoma, correspondientes al conspicuo “piure” entre los invertebrados marinos y a la muy particular “rara” entre las aves, respectivamente, que en el tiempo dieron origen a dos nuevas familias animales: Pyuridae y Phytotomidae. De ese total sólo 53 especies son válidas en la actualidad y llevan su nombre; el resto son algunas dudosas, otras sinónimos de otras especies y otras malas, no identificables. Notable logro para un clérigo naturalista que llegó a tomar lecciones a Italia y terminó describiendo animales pertenecientes a casi todos los grupos zoológicos conocidos en su tiempo (¡y plantas!). ¿Cómo fue esto posible? ¿Conocía Molina directamente todos los animales (y plantas) que describió? Porque, ¡curiosamente, a diferencia de los autores naturalistas de su época, no dibujó a ninguno! Aun cuando estos problemas son objeto de un extenso análisis en otra obra en elaboración, se pueden ahora discutir resumidamente. 91 Atenea 495 I Sem. 2007 TABLA 1. Géneros y especies de Molina (1782), según los Ordenes de Linneo,1776. (Por error Molina no incluyó el Orden Diptera) (En marrón=especies válidas asignadas a Molina). MAMMALIA BRUTA Dasypus quadricinctus; D. octocinctus; D. undecimcinctus; D. octodecimcinctus FERAE Phoca lupina; P. porcina; P. elephantina; P. leonina Canis culpaeus Felis puma; F. gigna; F. colocola Viverra chinga Mustela felina; M.cuja; M.quiqui GLIRES Lepus viscacia; L. minimus Castor huidobrius Mus cyanus; M. laniger; M. maulinus; M. coypus Sciurus degus PECORA Camelus huanacus; C. vicugna; C. araucanus Capra pudu BELLUAE Equus bisulcus AVES ACCIPITRES Vultur jota Falco tharus Strix cunicularia PICAE Psittacus jaguilma; P. cyanalisios; P. choraeus Picus lignarius; P.pitius Trochilus cyanocephalus; T. galeritus; T. minimus ANSERES Anas coscoroba; A. melancorypha; A. hybrida; A. regia Diomedea chilensis; D.chiloensis Pelecanus thagus GRALLAE Phaenicopterus chilensis Ardea erytrocephala; A. galatea; A. cyanocephala; A. thula Tantalus pillus Parra chilensis Otis chilensis PASSERES Columba melanoptera Sturnus loyca Turdus thilius; T. thenca; T. curaeus Fringilla barbata; F. diuca Phitotoma gen.nov. P. rara Atenea 495 I Sem. 2007 92 VERMES MOLLUSCA Pyura gen.nov. P. chilensis Sepia unguiculata; S. tunicata; S. hexapodia Echinus albus; E. Níger TESTACEA Lepas psittacus Pholas chiloensis Solen macha Chama thaca Mytilus albus; M. ater; M. chorus Murex locus Helix serpentina AMPHIBIA REPTILIA Rana arunco; R. lutea Lacerta palluma NANTES Squalus fernandinus PISCES APODES Stromateus comarca THORACICI Chaetodon aureus Sparus chilensis ABDOMINALES Silurus luvur Esox chilensis Mugil chilensis Cyprinus regius; C. caucus; C.malchus; C. tulus INSECTA COLEOPTERA Lucanus pilmus Chrysomela maulica LEPIDOPTERA Papilio leucothea; P. psittacus Phalaena ceraria HYMENOPTERA Cynips rosmarini DIPTERA Tipula moschifera APTERA Aranea scrofa Scorpio chilensis Cancer talicuna; C. xaiva; C. apancora; C. setosus; C. santilla; C. coronatus; C. caementarius TABLA 2. Clasificaciones del Reino Animal propuestas por Carlos Linneo en su Systema Naturae [ediciones 1 a 13a]. (Ordenes tratados en el 1er Saggio de Molina subrayados; entre paréntesis se indica el número de géneros en cada Orden). Edición 1 (1735) Edic. 12 (1766) Edic. 13 (Gmelin,1788-) CLASE QUADRIPEDIA MAMMALIA MAMMALIA MAMMALIA Orden Antropomorpha ” Ferae ” Glires ” Jumenta ” Pecora ” – ” – ” – Primates (4) Bruta (5) Ferae (6) Bestiae (6) Glires (6) Pecora (6) Belluae (2) Cete (4) Primates (4) Bruta (6) Ferae (10) – Glires (6) Pecora (6) Belluae (4) Cete (4) Primates (4) Bruta (7) Ferae (10) – Glires (9) Pecora (8) Belluae (4) Cete (4) CLASE AVES AVES AVES AVES Orden ” ” ” ” ” ” Accipitres (4) Picae (17) – Anseres (11) Grallae (15) Gallinae (5) Passeres (11) Accipitres (4) Picae (22) – Anseres (12) Grallae (18) Gallinae (7) Passeres (15) Accipitres (4) Picae (23) – Anseres (13) Grallae (19) Gallinae (10) Passeres (17) CLASE AMPHIBIA AMPHIBIA AMPHIBIA AMPHIBIA Orden Serpentia ” –– ” – Reptiles (4) Serpentes (6) Nantes (6) Reptiles (4) Serpentes (6) Nantes (14) Reptilia (4) Serpentes (6) –– CLASE PISCES PISCIUM PISCES PISCES Orden ” ” ” ” ” Apodes (7) Jugulares (6) Thoracici (17) Abdominales (13) Branchiostegi (8) Apodes (8) Jugulares (5) Thoracici (17) Abdominales (17) Apodes (12) Jugulares (11) Thoracici (20) Abdominales (16) Branchiostegi (10) Chondropterigii (5) Accipitres Picae Macrorhyncha Anseres Scolopaces Gallinae Passeres Plagiuri Chondropterygii Branchiostegi Acanthopterygii Malacopterygii – Edic. 10 (1758) CLASE INSECTA INSECTA INSECTA INSECTA Orden ” ” ” ” ” ” Coleoptera (25) Hemiptera (8) Lepìdoptera (3) Neuroptera (6) Hymenoptera (10) Diptera (10) Aptera (14) Coleoptera (30) Hemiptera (11) Lepidoptera (3) Neuroptera (7) Hymenoptera (10) Diptera (10) Aptera (14) Coleoptera (55) Hemiptera (14) Lepidoptera (3) Neuroptera (7) Hymenoptera (15) Diptera (12) Aptera (15) Coleoptera Angioptera Hemiptera Aptera – – – CLASE VERMES VERMES VERMES VERMES Orden ” ” ” ” Intestina (8) Mollusca (14) Testacea (16+17) Lithophita (3) Zoophita (11) Intestina (7) Mollusca (18) Testacea (17+19) Lithophyta (4) Zoophyta (15) Intestina (21) Mollusca (31) Testacea (17+19) – Zoophyta (15) Infusoria (15) Reptilia Testacea – – Zoophita 93 Atenea 495 I Sem. 2007 TABLA. 3. Citas de autores en Linneo, ed. 12, 1766. (Visite www.animal.base.de por “Abreviaciones” y referencias completas). MAMMALIA Precedentes: Gesnerus, Aldrovandus, Jonstonus Praesentis: Rajus, Brisson, Houttinus AVES Veterum: Bellonius, 1557, Gesnerus 1555, Aldrovandus 1599, Novas Marcgravio, 1648, Willugby 1676, Rajo 1713, Marsiglius 1726 Recentiores ilustradores: Frischius 1734, Albinus 1731, Catesby, 1731, Edwards 1745 PISCES Practici: Bellonius 1552, Rondeletius 1554, Salvianus 1554, Gesnerus 1558, Aldrovandus 1605, Willugbaeus 1685, Rajus 1710, Seba, 1760 Teoretici: Artedi!, Nos, Gronovii, Hasselquist (observan radios pinnae) Valentynus, Catesbaeus, Garden, AMPHIBIA Amphibiologi: Seba, Catesbaeus, Gronovius & Garden INSECTA (larga lista) Veteres: Monffetus, Aldrovandus, Jonstonus Philosophi: Swammerdam, Reaumur!, De Geer, Bonnet Descriptores: Rajus, Fauna Svecica , Museum Reginae (ambas de Linneo) Monographi: Lister, Schaffer, Clerck Systematici; Sistema naturae, Poda, Sultze, Geoffroa, Scopoli, Gronovius VERMES Molluscorum: praetere Bobadschium pauci Testaceorum primarii: Bonannus, 1681, Listerus 1685, Rumphius 1705, Petiverius 1702, Gualterius 1742, Argenville 1742, Regenfusus 1758 (h) Nec non Columna, Barrelierus, Plancus, Kleinius, Ginannus, Adansonus, Seba Lithophytorum: Marsiglius, Donatus Zoophytorum: Ellisius, Basterus Atenea 495 I Sem. 2007 94 LAS OBRAS SOBRE CIENCIAS NATURALES Y EL DESARROLLO DE LA ZOOLOGIA Hay varias razones importantes que permitieron que un clérigo que llegó a tomar lecciones de historia natural a Bolonia, sin mayor formación naturalista y sin colecciones o ejemplares a la vista, llegara a describir especies chilenas para permitir incorporarlas al conocimiento europeo de la historia natural. Una es su conocimiento del latín y el griego, resultado de su formación religiosa. Con ese bagaje, J.I. Molina y sus cofrades de la Compañía de Jesús, al llegar a Italia, luego de la expulsión de los jesuitas de América, debieron aprender rápidamente italiano como lo hace ver el llamado “autor anónimo” (en nuestra opinión Felipe Gómez de Vidaurre) en la introducción al Compendio sulla storia geographica…, publicada en esa lengua en 1776. Indudablemente, lo mismo debe haber ocurrido con el abate. Molina, aunque Hanisch (1985: 3) en uno de sus últimos artículos sobre este abate afirma que en Chile había aprendido la lengua italiana “… como todas las demás que supo: latín, griego y francés”. ¡Extraordinaria formación general, para un hombre joven que a sus treinta y tres años llega a Bolonia, si eso fuera efectivo! Al respecto, llama la atención que Molina, a diferencia de Ovalle, o Gómez de Vidaurre, nunca escribiera sus obras también en español, o en latín como Linneo y otros verdaderos naturalistas lo hacían en esa época, sino sólo en italiano. Otra razón favorable es que se enfrentó a una taxonomía para los animales conocidos (y las plantas), que era aún relativamente simple en su época, basada en unos pocos caracteres diagnósticos descritos en el sistema de Linneo y como tales cambiantes. Sin embargo, la razón más importante, es que el abate tuvo a su disposición descripciones generales de todas las especies que describió, las que se encontraban en el Compendio anónimo, algunas en las ediciones de la obra de Linneo, o en los manuscritos inéditos que el conoció, escritos por otros clérigos naturalistas anteriores a /o contemporáneos de él, y los informes publicados por los primeros viajeros europeos que llegaron a nuestras costas. Por otra parte, el conocimiento general de los grandes grupos animales y las especies más comunes, ya había sido avanzado en las primeras grandes publicaciones sobre los grupos más importantes aparecidas durante los siglos XVI, XVII y comienzos del XVIII. Todas, por autores mencionados de manera especial por Linneo en la edición 12 de su Systema Naturae (1776), como complemento a las importantes características morfológicas generales ya conocidas para cada una de las distintas clases animales: Mammalia (vol. 1, p. 21), Aves (vol. 1, p. 114), Amphibia (vol. 1, p. 348), Pisces (vol.1, p. 421), Insecta (vol. 2., p. 535) y Vermes (vol. 2, p. 1071). La lista de los autores indicados por Linneo en latín se presenta en la Tabla 3, pero los nombres completos de los autores, título, año y contenidos de cada obra se puede 95 Atenea 495 I Sem. 2007 consultar hoy en día online, en el importante programa “Animal Base. Early Zoological Works”, desarrollado por la Universidad de Gotinga (Goettingen), evitando el repetirlos aquí: http://www.animalbase.uni-goettingen.de/ zooweb/servlet/AnimalBase/search ¿Cuáles de estas obras conoció y consultó Molina para escribir su primer Saggio? En el Anexo 1 se presenta, a su vez, una lista de los autores y referencias citadas en su texto. Se constata que las publicaciones consultadas son escasas y que la mayoría son referencias a observaciones hechas por viajeros naturalistas que acompañaron a las primeras exploraciones a las regiones australes del hemisferio sur, principalmente aledañas al Estrecho de Magallanes. Es extraño, por ejemplo, que no haya citado a los especialistas que Linneo identifica con los distintos grupos animales mejor estudiados en su época, sobre todo porque tiene que haber conocido algunas de las obras existentes en Bolonia, cuna de Ulisse Aldrovandi, autor prolífico, y creador del Museo y de la Biblioteca que formó en la Universidad de Bolonia, que años más tarde lo acogió a él[10]. Pero Molina tampoco hace referencia a las obras de éste, ni a las de los otros naturalistas renombrados citados por Linneo, y que en 1782 eran ya de consulta obligada y análisis en los estudios de nuevas faunas. [10] Obra de Aldrovandi. EL CONOCIMIENTO DE LAS ESPECIES CHILENAS POR AUTORES ANTERIORES [11] Obra de Feuillée. Atenea 495 I Sem. 2007 96 Con anterioridad a Molina, no hay trabajos taxonómicos de autores extranjeros sobre animales chilenos, salvo por unas pocas especies cosmopolitas descritas por Linneo. Sin embargo, hubieron dibujos y descripciones generales de animales (y plantas) hechas por los primeros viajeros que se aventuraron por el llamado Mar del Sur. En el Prefacio de su Ensayo… de 1782 (impropiamente denominado Compendio en su traducción ) cita entre sus fuentes informativas generales a “los viajeros instruidos que llegaron a Chile”, pero agrega que “sus noticias son demasiado sucintas…”. Nombra en primer lugar al religioso Louis Feuillée (1660-1732), quien en 1724 publicó en 3 volúmenes su conocida obra Journal des observations physiques, mathématiques et botaniques…[11] en la que describe algunas plantas y animales (Anexo 1). Luego, menciona a “los nacionales” (“naturales” (!), en la traducción de Arquellada Mendoza) que habían publicado historias que circulaban como manuscritos que Molina consultó, pero que no habían sido aún publicadas cuando escribía su libro. Nombra a tres autores: Pedro de Figueroa y los abates Miguel de Olivares y Felipe Vidaurre (Felipe Gómez de Vidaurre). De Vidaurre, escribe con encomio que se “dedicó” principalmente “a manifestar las producciones chilenas y sus usos, lo que ha hecho con gran inteligencia de la materia que trata”. En el mismo Prefacio, después de la obra del jesuita Alonso de Ovalle, publicada en italiano y español en 1646 , cita un Compendio anónimo publicado en lengua italiana en 1776, de cuyo autor, entonces desconocido, dice que “da una noticia más completa de Chile que aquellas otras impresas, particularmente respecto de la Geografía y la Historia Natural”. Esta obra, como discutimos más adelante, fue fundamental en la redacción de su propio primer Saggio. En el texto propiamente tal, y en relación sólo a unos pocos grupos animales, menciona, principalmente como notas a pie de página, observaciones o comentarios que aparecen en las obras o relatos en francés o traducidos al francés de: Amedée F. Frezier (1716)[12]; Peter Kolbe (1743); Jorge Juan y Antonio de Ulloa (1748)[13] en español y francés; Lord (George) Anson (1750) en inglés y francés; George W. Steller (1751), en latín; John Hawkesworth (1774, en la traducción francesa que incluye los relatos de los viajes de James Cook, Samuel Wallis, John Byron y Philip Carteret también citados); Dom Pernetty (1770-74), en francés, y Louis Antoine de Bougainville (1771), que incluye los relatos de Nicolas-Pierre Duclos-Guyot y Francois Ch. de la Giraudais, sus capitanes (Anexo 1). Respecto a interpretaciones antropológicas cita también a Cornelio Pauw (1769). Ninguno de ellos es mencionado en su “Catálogo de los Escritores de las cosas de Chile”, aparecido como parte de su Saggio sulla storia civile… (Ensayo sobre historia civil), publicado en 1787. Hay otro trabajo no publicado en la época que aquí tratamos que Molina reconoce que conoció como manuscrito: el del también jesuita Diego de Rosales. Pero en el hecho, las obras que le sirvieron de base son principalmente las de Ovalle[14], Olivares y de Gómez de Vidaurre. Aunque las dos últimas fueron publicadas tardíamente por el ilustre bibliógrafo don José Toribio Medina, permiten conocer cuánto de esos textos usó Molina en la descripción de sus nuevas especies animales, de lo que él mismo, urgido por sus críticos, deja constancia posteriormente, al menos para algunas especies, en el texto de la segunda edición “revisada” de su Saggio sulla storia naturale del Chili, escrita en italiano y aparecida también en Bologna en el año 1810[15]. Esta obra fue sólo hace un par de décadas traducida al español por R. Jaramillo (1985). Paradójicamente, en esta “revisión” de su primer Saggio… de 1782, no describe ninguna especie nueva. Sólo repite sus primeras descripciones y copia a destajo nombres de especies descritas de América y el océano austral (pero no de Chile), registradas por Gmelin en la edición 13 del Systema Naturae ya citada, en la que también se compila por primera vez a la mayoría de las especies chilenas descritas por Molina, en 1782. Dejándose llevar por este importante reconocimiento, introduce desgraciadamente también numerosos nombres de especies desconocidas, principalmente invertebrados, sin descripciones, que sugiere ser “afines” a otras ya conocidas (e.g. Halyotis [12] Obra de Frezier. [13] Obra de Ulloa. [14] Obra de Ovalle. 97 Atenea 495 I Sem. 2007 [15] [16] Saggio de 1810. Historia… de Gómez de Vidaurre. Atenea 495 I Sem. 2007 98 tesselata al. australis; Conus punctatus al. Magellanicus, etc.), aparentando un mayor conocimiento de la fauna chilena terrestre y marina que indudablemente no podía tener, y de especies que nunca había visto, nombres que obviamente nadie consideró, y que por no tener descripción o figura alguna, pasaron al olvido. Las dudas válidas sobre esta obra fue indudablemente la causa de que no se tradujera en su tiempo a otras lenguas[15]. En su primer Saggio… de 1782, como ya hemos mencionado, copió también los nombres autóctonos y las descripciones generales de todas las especies mencionadas por los primeros autores que escribieron sobre especies chilenas como son (en orden de fechas): Ulloa, Frezier, Feuillée, Ovalle, Rosales, Olivares y especialmente los llamados Compendio anónimo de 1776, y la Historia geográfica, natural y civil del Reino de Chile, escritas por Felipe Gómez de Vidaurre. Esta última fue consultada por Molina como un manuscrito (MS) no publicado, como el mismo menciona en su introducción al primer Saggio…, pero usado ya entonces como un valioso documento de su tiempo, el que, afortunadamente para la historia de la ciencia, fue rescatado y publicado en Chile por J.T. Medina en el año 1889[16]. Que Felipe Gómez de Vidaurre fue también el autor del Compendio anónimo, se concluye no sólo de la corroboración dada por su primer traductor al alemán (injustamente vilipendiado como ignorante por algunos biógrafos de Molina), sino también por la importante opinión apoyando esta conclusión adelantada por José Toribio Medina al publicar en 1889 su manuscrito de la Historia geográfica natural y civil… escrita por Gómez de Vidaurre en español y, especialmente, por su propio testimonio reclamando su autoría en dos cartas que transcribe Hanisch (1976: 176). Pero, incomprensiblemente este conocido autor mantiene la duda sobre el anónimo, sólo sugiriendo que tales cartas abren un capítulo de encuentro personal, y no aclarando que Molina nunca se atrevió a reconocer en sus escritos que él fuera el autor del Compendio. La observación de que el mismo Molina habría reconocido esto en la traducción al francés de su Saggio… por M. Gruvel (1789: ix) es totalmente infundada. Este sólo repite que “el traductor alemán de este compendio lo ha atribuido sin fundamento al Abate Vidaure (sic)” (Traducción). Por otra parte, una comparación de los nombres de las especies y sus descripciones generales publicadas por Gómez de Vidaurre en el Compendio… de 1776, escrito originalmente en italiano, y en la Historia… mencionada, publicada en 1889, como hemos hecho para esta publicación, lleva a la misma conclusión, corroborando de paso, que la mayoría de las descripciones de Molina son, con muy pocas excepciones, copias a menudo textuales o sólo arregladas en su redacción, de las descripciones de las especies que aparecen principalmente en estas dos obras de Gómez de Vidaurre. Sin embargo, es también justo reconocer, que hay descripciones en obras anteriores de otros autores que a su vez han sido copiadas en las tres obras que analizamos, demostrando que ya a fines del siglo XVIII, el conocimiento aportado por las primeras expediciones europeas al Mar del Sur y a las tierras australes ya había comenzado. Además, los primeros naturalistas que adoptaron el sistema binomial de Linneo para describir a las especies, seguían la práctica de publicar una lista de nombres y referencias de obras consultadas con descripciones y figuras (la “sinonimia”) como era ya práctica en las monografías publicadas antes de Linneo, lo que fue sólo tardía y vagamente reconocido por nuestro compatriota en su Saggio… de 1810. El honor de proponer un nombre científico a perpetuidad, reconociendo que ya había sido descrito de manera general por otro autor, no fue minimizado entonces, ni lo es en la actualidad. Es más, la publicación de Linneo desató en la historia de la zoología una verdadera carrera por describir nombres de especies nuevas, muchas de ellas dibujadas exquisitamente en obras que daban a conocer en descripciones generales la fauna y flora de lugares ignotos. Un magnífico ejemplo de ello es la famosa obra del acaudalado boticario de Amsterdam Albertus Seba (1734-1765), Locupletissimi Rerum Naturalium Thesauri... en 4 volúmenes, conteniendo 446 láminas en color de animales y plantas de las Indias Orientales, Europa y otras regiones, que Seba compraba y coleccionaba, y que dio origen a muchos tipos de nuevos animales y plantas descritas por Linneo y autores posteriores[17,18]. Los problemas creados por la incomprensible parquedad o malicia de Molina para ocultar sus fuentes de consulta ocurrieron en todos los grupos animales descritos por él. Y hubiera permanecido así si no fuera por la crítica de Brogniart (véase a Hanisch, 1976:129-130), a la que respondió sólo en parte dando algunas referencias en la segunda edición “revisada” de su Ensayo de 1810, pero ocultando otra información que motivó otras críticas posteriores muy fuertes como las de Alcide d´Orbigny (1835-1843:51 y siguientes)[19] y aun de Claudio Gay (1854, vol. 8, Zoología: 472). A la luz de estos antecedentes se justifica una discusión extensa de las especies descritas en el Saggio… de 1782, lo que será objeto de otra publicación, sin embargo, consideramos procedente comentarlas brevemente a continuación. [17] [18] Retrato de Seba. Lámina de la obra de Seba. LA COMPLEJA CLASE DE LOS VERMES EN MOLINA, 1782 (MOLLUSCA Y TESTACEA) En la época de Molina, éste era el grupo más diverso y mal conocido por los naturalistas. Animales tan conspicuos como el piure, los erizos, el picoroco, observables en las rocas de cualquier playa junto a caracoles y bivalvos, ya individualizados y descritos en algún detalle por los primeros clérigos-naturalistas nacionales (Ovalle, Rosales, Olivares, y en particular Gómez de Vidaurre en el Compendio de 1776), representaron uno de los aportes más novedosos al conocimiento internacional de los invertebrados marinos chi- [19] Obra de d’ Orbigny. 99 Atenea 495 I Sem. 2007 lenos, debido a sus formas bizarras, gran tamaño, abundancia e importancia para el consumo popular. Molina tomó de ellos sus descripciones, incluyendo la del “pulpo”, una especie irreal de seis patas mezcla de pulpo y de insecto (el “palote”) que obviamente era un engendro inexistente que denominó “Sepia exapodia”, originalmente mal descrito por Frezier (1716). De igual manera describió otras dos especies irreconocibles (S.unguiculata, S.tunicata) basadas una en un relato de Banks (1777)[20] y la otra, en un pequeño ejemplar parcialmente digerido, que Pernetty (1770) encontró en el Atlántico en el estómago (!) de un “bonito” (Anexo 1 )[21]; pero Molina no informa sobre esto. Con todo, no deja de ser significativo que de un total de 15 especies descritas por Molina 10 son en la actualidad especies válidas (Tabla 1). [20] Obra de Hawkesworth. LA CLASE PISCES EN MOLINA, 1782 [21] [22] Lámina de Pernetty. Lámina de Ulloa (pejegallo). Atenea 495 I Sem. 2007 100 A fines del siglo XVIII éste era uno de los grupos menos conocidos para la ciencia en el Mar del Sur. En el Compendio de 1776, Gómez de Vidaurre afirmaba que en Chile “se encuentran más de 60 especies en su mayor parte diferentes de las de Europa”, y en su MS, publicada posteriormente en 1889, concluía que “… los pescadores reconocen 76 especies”. Molina en su Saggio… de 1782 reconoce el mismo número y describió 11 especies, de las cuales cuatro son válidas pero sólo tres llevan su nombre (Tabla 1). Ya en esta época, las características para diferenciar las especies introducidas por Linneo en el Sistema Naturae y, en el hecho, por autores anteriores, requería de dibujos precisos y observaciones complejas; por ejemplo, la necesidad de contar el número de radios y espinas de las aletas y de los arcos branquiales como parte importante de cada descripción. Pero, ¿cómo pudo Molina determinar el número de branquispinas, y radios de las aletas de las especies que describió con nombre científico, sin dibujos o ejemplares para examinar, si no fuera inventando un número afín a las especies descritas en los géneros de Linneo en que incluyó a las especies chilenas? Los otros caracteres generales de sus diagnosis los copió de las descripciones generales dadas para las mismas especies por Gómez de Vidaurre en sus dos obras, y en el caso del tollo de Juan Fernández por Ulloa (1748). No habían figuras de peces chilenos publicadas por autores nacionales y en la literatura extranjera sólo se conocía la exacta figura del “pejegallo”, la Chimaera callorhynchus Linné, de su Orden Nantes (Amphibia), especie cosmopolita dibujada en una de sus láminas por Frezier (1776, lám. XVII)[22], naturalmente sin nombre científico. Molina (1782) no menciona ni copia la figura de esta especie, u otras (Anexo 1). LA CLASE AVES EN MOLINA, 1782 Este es un grupo que en los tiempos de Molina era mucho mejor conocido por los naturalistas y viajeros que los Vermes o los Peces. Respecto al número de especies, Gómez de Vidaurre dice en el Compendio... de 1776 que las aves que pudo observar “tanto terrestres como acuáticas” son 72 “con un número sorprendente de individuos”; en su Historia… de 1889 repite el mismo número. Molina en su Saggio… de 1782 eleva el número de especies de aves terrestres y acuáticas conocidas a 135, agregando que sólo el género de las gaviotas (¡usa el nombre técnico Larii en el original italiano que Arquellada Mendoza traduce como “golondrinas de mar”!) “contiene 26 o 27 especies distintas”; obviamente una exageración. De las 34 especies que describió, 20 son buenas en la actualidad (Tabla 1), incluyendo un género nuevo Phytotoma para la “rara” (Phytotoma rara), cuya descripción atribuye Molina en el Saggio de 1810 a Gómez de Vidaurre. Sin embargo, ocurre aquí la misma copia de las descripciones de los autores antes mencionados, en particular de Gómez de Vidaurre (1889 ) que Molina conoció como MS antes de su publicación y menciona en la segunda edición de su Saggio… de 1810. Este es el único grupo para el que se habían publicado dibujos atribuidos a especies chilenas; por ejemplo, los de la lámina del Compendio anónimo ilustrando a figuras de un pingüino, un picaflor, el queltehue, un flamenco y el cóndor[23], todas consideradas hasta ahora dibujadas por su autor (Gómez de Vidaurre). Desgraciadamente, ninguna de ellas representa a especies chilenas sino que fueron copiadas del Gazzettiere Americano (1763) en donde se publicaron para ilustrar otras especies americanas, pero no chilenas y cuyo autor anónimo las copió a su vez de G. Edwards (1743, 1750)[24, 25]. ¡Molina no comenta estos errores! Copiar descripciones y figuras de otros autores aparecía ya como una práctica de la que Gómez de Vidaurre tuvo que echar mano para justificar las especies que describió en el Compendio..., pensando que eran las mismas para otros países americanos, pero que desgraciadamente no eran las especies chilenas[26]. ¿Por qué Molina no criticó las figuras del Compendio... y no dibujó sus especies si las conocía tan bien? [23] Lámina 2 del Compendio de Vidaurre (Aves). [24] Lámina de Edwards (pingüino del Norte o Alca). [25] Lámina de Edwards (zopilote). LA CLASE MAMMALIA EN MOLINA, 1782 Los mamíferos es el otro grupo mejor conocido por lo clérigos-naturalistas mencionados. Gómez de Vidaurre dice en el Compendio… de 1776, que exceptuando a las especies europeas, en Chile hay 36 “especies discernibles”. Molina (1782) repite el mismo número, e indudablemente, este conocimiento [26] Lámina de Du Tertre (flamenco). 101 Atenea 495 I Sem. 2007 [27] Lámina 3 del Compendio de Vidaurre (Mamíferos). general le permitió describir 29 especies, de las cuales hay 16 consideradas buenas en la actualidad que llevan su nombre (Tabla 1). Pero Molina tampoco ilustra al menos a algunas de estas especies, ni hace referencia en el texto a las que habían sido publicadas en la lámina 3 del Compendio[27]. Tampoco menciona las dos láminas de Ulloa (1748), en que éste presenta a tres tipos (“especies”) de lobos, a un pájaro niño y a las conchas de “loco” y los conchales; ni a la lámina 22 de Frezier (1716) en que muestra un excelente dibujo de la llama o Chilihueque[28]; o a la lámina 3 del Compendio[27] en que se ilustran una figura equivocada del huemul, junto a otras del huanaco, la llama, la vicuña, un quirquincho, el chingue, y las mismas tres especies de lobo marino ilustradas por Frezier (1716). Ni menos las figuras de Pernetty (1770) del elefante marino, del león marino y de otras especies, todas figuradas en sus distintas láminas. Incomprensible razón la de Molina para ignorarlas, y no incorporarlas a la lista de referencias (sinonimia) siguiendo el ejemplo de las especies de Linneo y otros autores, que siempre las incluían al describir nuevas especies basadas en referencias nobinomiales. EPILOGO [28] Lámina del Chilihueque de Frezier. Juan Ignacio Molina, el abate, pasó ya a la posteridad al describir con género y especie a animales característicos de la costa chilena y el Mar del Sur, y se justifica que la Biblioteca del Bicentenario haya publicado un facsímil en español de la obra que permitió tal reconocimiento a nivel mundial, pero se debió haber cautelado sobre las diferencias existentes con el original italiano. Por otra parte, como se ha demostrado en este resumido análisis de la proyección zoológica de su obra, el denominado Compendio anónimo de 1776, injustificadamente atribuido a Molina y cuyo autor a la luz de un análisis ecuánime resulta ser su contemporáneo, el jesuita Felipe Gómez de Vidaurre, reclama el mismo honor. Así lo reconoció ya el renombrado historiador y editor José Toribio Medina, al publicar en 1889 el manuscrito de la Historia geográfica, natural y civil del Reino de Chile, escrita por Gómez de Vidaurre. Haciendo ver la similitud de los dos textos (como aquí hemos hecho), y reconociendo que esta Historia… presenta, además, el mismo título y las mismas láminas que el Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reyno de Chile, de 1776, concluye estar convencido (“lo creemos ahora”, dice) que ... á él le cabria el envidiable honor de haber dado a conocer en Europa á una nación que era al fin su patria y que tan desfigurada, como lo ha Atenea 495 I Sem. 2007 102 dicho, se notaba allí, cuando su duro destino lo llevara á aquellas remotas tierras (1889, Tomo 1, Introducción: xviii). LITERATURA CITADA [*] Indice de las reproducciones de obras que aparecen en el margen de las páginas de esta contribución. Anónimo. 1878. Compendio de la historia geografica, natural i civil de Chile. (Publicado Anónimo en Bolonia en 1776 i traducido por Narciso Cueto) In: Luis Montt. Colección de Historiadores de Chile y documentos relativos a la Historia Nacional. Tomo XI: 185-304. (sin láminas del original), Santiago de Chile (véase Vidaurre). Anónimo. 1762-63. The American Gazetteer, containing a distinct account of all the parts of the New World. London, printed for A. Miller. ––––––––––.1763. Il Gazzettiere Americano. Contenente un distinto ragguaglio di tutte le parti del nuovo mondo della loro situazione, clima, terreno, prodotti, stato antico e moderno, merci, manifatture, e commercio con una esatta descrizione delle città, piazze, porti, baje, fiumi, laghi, montagne, passi, e fortificazioni …Tradotto dall´Inglese e arricchito di Aggiunte, Note, Carte e Rami. Vol.1, 216 pp.; vol. 2, 256 pp.; vol. 3, 253 pp. Livorno, Marco Coltellini. Brisson, Mathurin-Jacques. 1756. Regnum animale in classes IX distributum. Sive Sinopsis Methodica… cum brevi cujusque speciei descriptione, citationibus auctorum, etc. Le regne animale divisé en IX. Classes. Paris, 382 pp. D’Orbigny, Alcide. 1835-1843. 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Escrito en italiano por el abate D.Juan Ignacio Molina, Primera Parte, que abraza la historia geográfica y natural. Traducida en español por don Domingo José de Arquellada Mendoza. Individuo de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla, i Maestrante de Ronda. In: Luis Montt. Colección de Historiadores de Chile y de documentos relativos a la Historia Nacional. Tomo XI: 305-522 (con notas). Santiago de Chile. ––––––––––. 1985. Ensayo sobre la historia natural de Chile. Traducción del Prof. D. Rodolfo Jaramillo, de la Academia de las Ciencias del Instituto de Bolonia. Ediciones Maule, 383 pp., 1 mapa. Santiago de Chile. Seba, Albertus. 1734-1765. Locupletissimi Rerum Naturalium Thesauri Accurata Descriptio, et Iconibus Artificiossimis Expressio, per Universam Physices Historiam… 4 vols. (3 y 4 póstumos). Amstelaedami, apud JanssonioWaesbergios, & J. Wetstenium, & Gul. Smith. Vidaurre, o Gómez de Vidaurre, F. 1776. Compendio della storia geografica, naturale e civile del regno del Chile. 245 pp., 1 mapa, 10 láms. Bologna, Nella Stamperia di S. Tommaso d’Aquino. ––––––––––. 1782. Das Herrn Abts. Vidaurre Kurzgefasste geographische, natürliche und bürgeliche Geschichte des Königreichs Chile, aus dem Italianischen ins Deutsch übersetzt von E.J.[agemann]., 208 pp. Mit einer charte. Hamburg, bey Carl Ernst Bohm. Atenea 495 I Sem. 2007 104 ANEXO I Referencias del primer Saggio de Molina de 1782 Acosta, José de 1590. Historia natural y moral de las Indias. Sevilla. Anson, Lord George. 1750. Voyage à la Mer du Sud et voyage autour du monde faits dans les années 1740 à 1744. Paris. (U otras ediciones posteriores en francés). Buffon, George Louis Leclerc, Comte de 1749-1789-1825. Histoire naturelle général et particulière ave la description du cabinet du roi. Paris. Carteret, Philip. An account of a voyage round the world, in the years 1766,1767, 1768, and 1769. (Véase Hawckesworth, 1774). Clavijero, Francisco Javier. 1780-1781. Historia de México. Bolonia. Byron, John 1767. Voyage autour du monde fair en 1764 & 1765 sur le vaissau de guerre anglais le Dauphin… dans lequel on trouve une description exacte du Detroit de Magellan, etc… Paris. ––––––––––. 1769. Viaje del comandante Byron alrededor del mundo… Traducción del Dr. Casimiro Ortega. Madrid. Cook, James 1777. A voyage towards the South Pole and round the world. Performed in his Majesty’s ships the Resolution and the Adventure. In the years 17721775. London, 2 vols. ––––––––––. 1777. Journal du second voyage du Capitaine Cook, sur les vaisseaux la Résolution et l’Aventure, entrepris par ordre de sa majesté britannique dans les années 1774 & 1775. Amsterdam y Paris, Pissot & Nyon, en -8 de XIX (1)546 pp. et une planche dépliante de l’hémisphère sud. ––––––––––. Voyage dans l’hémisphère austral et autour du monde fait sur les vaisseaux de roi l’Aventure & la Résolution, en 1772, 1773, 1774 & 1775; écrit par Jacques Cook, commandant de la Résolution; dans lequel on a inséré la relation du Capitaine Furneaux, & celle de Forster. Enrichi de plans, cartes, planches, portraits et vues par Hodges. Duclos-Guyot, Nicolas-P. Journal…? (Capitán de la Boudese en el viaje de Bougainville). Feuillée, Louis. 1714. Journal des observations physiques; mathématiques et botaniques faites par l´ordre du Roy sur les côtes Orientales de l’Ámérique Méridionale… Paris, 3 vols. Frezier, Amedée François. 1716. Relation du Voyage de la Mer du Sud aux Côtes du Chili et du Pérou, fait pendant les années 1712, 1713 & 1714. Paris. Giraudais, François Chenard de la (capitán de l’Étoile con Bougainville). Hawkesworth, John. 1774. Relation des voyages entrepris par ordre de sa Majesté Britanique pour faire des découvertes dans l’hémisphère meridional, et succesivement exécutés par Byron, Carteret, Wallis et Cook. Paris. ––––––––––. 1774. Relations des voyages entrepris par ordre de sa majesté britannique, et successivement exécutés par le Commodore Byron, le Capitaine Carteret, le Capitaine Wallis & le Capitaine Cook, dans les Vaisseaux le 105 Atenea 495 I Sem. 2007 Dauphine, le Swallow & l’Endeavour (l’édition anglaise de 1773 ajoute: drawn up from the papers of Banks). P, Saillant et Nyon; Panckoucke 1774, 8 volumes en-8o de LXXX-327, 347, 447, 462, 374, 312, 336 et 336 pp. De la misma fecha una edición en 4o en 4 volumes avec 52 planches. 500 / 750. Kolbe, Peter 1743. Description du Cap de Bonne-Espeance; ou l‘on trouve tout ce qui concerne l‘histoire naturelle du pays; la religion, les mœurs & les usages des Hotentots; et l‘ètablissement des Holandais. Amsterdam, Jean Catuffe, 3 vols (3rd. edition). Linnaei , Caroli. 1758. Systema Naturae per regna tria naturae, secundum Classes, Ordines, Genera, Species… Edición 10, Tomo 1, Holmiae. ———. 1766-1767. Systema Naturae per regna tria naturae… Edición 12 reformata, Tomo 1, Holmiae. Pando, Felipe Abate [jesuita chileno en destierro junto con F. Gómez de Vidaurre y J.I. Molina; citado sólo por su nombre]. Pauw, Cornelio de, 1768-69. Recherches philosophiques sur les américaines… Berlin. Pernetty, Dom 1770, 1773. Histoire d’un voyage aux îles Malouines en 1763-64 avec des observations sur le detroit de Magellan et sur les Patagons. Paris, 1 vol. 4o (1770), 2 vols., 8º (1773). Robertson, William 1777. The history of America. London. Spilbergen, Joris van, 1619. Speculum orientales occidentalisque Indiae navigationum quórum una… classis cum potestate Praefecti, altera Iacobi le Maire… Annis 1614, 15, 16, 17, 18. Lugduni Batauorum. Ulloa, Antonio de y Juan Jorge y Ulloa, 1748. Relacìón histórica del viaje a la Amërica meridional hecho para medir algunos grados de meridiano terrestre y venir por ellos en conocimiento de la verdadera figura y magnitud de la tierra…, Madrid, 4 vols. Traducida al alemán en 1753, al francés en 1752 y al inglés en 1758. Wallis, Samuel. An account of a voyage round the world, in the years 1766,1767, and 1768 (Véase Hackesworth, 1777). Viajeros… (cita de Molina sin detalles. Referencias posibles de su época). –––––. Histoire générale des voyages ou nouvelle collection de toutes les relations des voyages par mer et par terre, qui ont été publiées jusqu’à présent dans les differénts langues, etc. Paris, 1756-1759, 15 vols. en 4o . –––––. Historia general de los viages ó nueva colección de todas las relaciones de los que se ha hecho por mar y tierra y se han publicado hasta ahora en diferentes lenguas de todas las naciones conocidas, etc. Obra traducida del inglés al francés por el Abate Antonio Francisco Prevost y al castellano por don Miguel Terracita. Aumentada con la relación de los últimos viajes que se ha hecho en este siglo. Madrid, 1763-1788, 26 volúmenes en 4o. En esta cita de Feliz Cruz (1966, vol. 2: 299) agrega: … en el tomo XVII: Viages de Magallanes, Noort etc.; XVIII, Drake, Sarmiento, Narborough, Genes, Rogers, Frezier, Anson; XIX, Anson, Dampier, Schouten, Pizarro, descubrimiento de Chile por Diego de Almagro etc.; XXIII, Jorge Juan, Frezier, descripción de Santiago, etc. (Nota de J.T. Medina). –––––. Histoire des navigations aux terres australes, contenant ce que l’on sait des Atenea 495 I Sem. 2007 106 moeurs, et des productions, des contrées découvertes jusqu’à ce tour, et oû il est traité de l’ utilité d’ y faire des plus amples découvertes et des moyens d’ y former un établissement (par le Président des Brosses). Paris, 1756, 2 vols. –––––. Voyages dans la Mer du Sud par les espagnoles et les hollandais. Paris, 1774, 1 vol., mapas. 107 Atenea 495 I Sem. 2007 Atenea 495 I Sem. 2007 108 ISSN 0716-1840 CASI SEMEJANTES: TRIBULACIONES DE LA IDENTIDAD CRIOLLA EN INFORTUNIOS DE ALONSO RAMÍREZ Y CAUTIVERIO FELIZ* STEFANIE MASSMANN** RESUMEN En este trabajo se estudian Infortunios de Alonso Ramírez de Carlos de Sigüenza y Góngora, y Cautiverio feliz de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán como textos que contribuyen a dar forma al naciente discurso criollo americano durante el siglo XVII. En ambas obras se manifiesta la postura ambigua del sujeto nacido en América a través de su relación con un otro (pirata, indio), que se utiliza para denunciar su marginalidad, reclamar sus derechos y afirmar la legitimidad de su posición con respecto al poder metropolitano. Palabras claves: Carlos de Sigüenza y Góngora, Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, literatura colonial hispanoamericana, cautiverio, discurso criollo. ABSTRACT Carlos de Sigüenza y Góngora’s Infortunios de Alonso Ramírez and Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán’s Cautiverio feliz are studied here as works that form part of a Creole discourse that begins to emerge in the XVII century. Both works reveal the ambiguous position of a Creole in relation to an other (a pirate, an Indian), a viewpoint from which each author denounces his marginality, insists on his rights and affirms the legitimacy of his position with respect to the metropolitan power. Keywords: Carlos de Sigüenza y Góngora, Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, Latin American Colonial Literature, captivity, Creole discourse. Recibido: 06.11.2006. Aprobado: 10.05.2007. * La realización de este trabajo fue posible gracias al apoyo del programa MECESUP y a la John Carter Brown Library, en Brown University, en donde realicé una estadía de investigación como María Elena Cassiet Fellow. Agradezco la atenta lectura y las observaciones del profesor Gilberto Triviños. ** Programa de Doctorado en Literatura, Pontificia Universidad Católica de Chile. E-mail: smassman@uc.cl 109 Atenea 495 I Sem. 2007 pp. 109-125 Como si estuvieran muertos, de quienes no se diferencian, por casi semejantes, los que no merecen que su Rey los conozca. PEDRO DE BOLÍVAR Y DE LA REDONDA I. UNA AMBIGUA IDENTIDAD CRIOLLA E L TITULO del presente artículo reúne a dos importantes figuras de la literatura colonial hispanoamericana del siglo XVII: el sabio mexicano don Carlos de Sigüenza y Góngora, autor de los Infortunios de Alonso Ramírez (1690) y el menos conocido –y por cierto, menos fecundo– soldado chileno Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, cuya única obra se titula Cautiverio feliz (1673)1. Se trata de dos autores que, aunque contemporáneos, se desenvolvieron en ambientes distintos y hasta cierto punto opuestos. Mientras Carlos de Sigüenza y Góngora dictaba la cátedra de matemáticas y astrología en la Universidad de México y ocupaba cargos como el de cosmógrafo principal del reino, Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán –maestre de campo general del ejército chileno– se encontraba en los confines del Imperio, entrampado en la larga guerra de Arauco. Si la pluma fue el arma con que Sigüenza y Góngora libró sus mayores batallas –célebre es su polémica con el padre austríaco Eusebio Francisco Kino a propósito del significado de los astros2– no puede decirse lo mismo de Pineda y Bascuñán, quien dejó el colegio de los jesuitas a los dieciséis años para ingresar al ejército3. Pese a sus diferencias, estos dos hombres se encuentran bajo el signo de la emergencia de una identidad criolla que, si bien comenzó a surgir tan pronto apareció la primera generación de nacidos en el Nuevo Mundo4, durante el siglo XVII tomó la forma de un “criollismo militante”, pues este grupo social comenzó a tomar conciencia “de su originalidad, de su identidad y, por consiguiente, de sus derechos” (Lavallé, 105). Tanto Sigüenza y Góngora, natural de México, como Pineda y Bascuñán, nacido en Chillán, 1 La elaboración del Cautiverio tomó un largo tiempo: la primera redacción se realizó entre 1657 y 1663 (Anadón, 1977), pero el autor continuó rescribiendo la obra durante los diez años siguientes, hasta concluir la última versión el año 1673 (en el manuscrito, la fecha 1673 se encuentra superpuesta a 1663). 2 La polémica astrológica escondía sin duda alguna otra discusión de distinta naturaleza: se trataba de la competencia entre el padre austríaco, educado en la europea Universidad de Ingolstadt y del intelectual criollo formado en México, quien deseaba demostrar que los nacidos en el Nuevo Mundo no eran inferiores a los europeos en términos intelectuales. Vid. Leonard, 1984. 3 Vid. José Anadón, quien reconstruye de manera excelente la biografía de Pineda y Bascuñán. 4 En efecto, José Juan Arrom (1959) establece que el uso de la palabra criollo para referirse a los españoles nacidos en las Indias se remonta a la segunda mitad del siglo XVI (específicamente, entre 1571 y 1574), Bernard Lavallé (1993) adelanta esta fecha a 1563. En cualquiera de los dos casos, puede observarse el temprano uso del término para diferenciar a los recién llegados de España y a los nacidos en América. Atenea 495 I Sem. 2007 110 manifiestan en sus obras las preocupaciones del sector criollo y expresan a través de ellas el advenimiento de una nueva identidad. Esbozaremos aquí los elementos más recurrentes de lo que podemos denominar “discurso criollo” y que podemos encontrar, bajo distintas formas, en los dos autores mencionados. Como indica Bernard Lavallé (1993), el ser criollo estaba más ligado “a una adhesión a intereses locales, que al nacimiento en tierra americana” (25), y por cierto, era una categoría que estaba lejos de responder a criterios puramente raciales5. Los intereses de los criollos buscaban asegurar ciertos privilegios obtenidos por sus antepasados conquistadores, que comenzaban a perderse a manos de los españoles recién llegados. En particular, se reclamaba la perpetuidad de las encomiendas –que eran otorgadas sólo por dos generaciones– y la concesión de nuevas encomiendas y diversos cargos en la jerarquía de la administración colonial. Los primeros brotes de protesta, que surgieron alrededor de 1590, revelan para David Brading (1991): El surgimiento de una identidad criolla, de una conciencia colectiva que separó a los españoles nacidos en el Nuevo Mundo de sus antepasados y primos europeos. Sin embargo, tal fue una identidad que encontró expresión en la angustia, la nostalgia y el resentimiento. Desde el principio, los criollos parecen haberse considerado como herederos desposeídos, robados de su patrimonio por una Corona injusta y por la usurpación de inmigrantes recientes, llegados de la Península (323). Los criollos reclamaban sus privilegios enfatizando que los cargos y beneficios debían otorgarse por mérito propio o de sus antepasados, y no a los recién llegados. La acusación de que virreyes y gobernadores entregaban las mejores encomiendas y cargos a sus séquitos y parientes era muy frecuente, por lo que los nacidos en América buscaban razones para argumentar su preeminencia echando mano a su mayor conocimiento de la tierra, al interés genuino que tenían por el bien de su patria, e incluso su conocimiento de las lenguas indígenas. Era difícil, sin embargo, que estos reclamos pudieran encontrar eco a través de la espesa selva de la administración colonial. 5 Elizabeth Anne Kuznesof (1995) indica que la raza no era el criterio único para ser considerado criollo, pues otros factores influían en ello, como por ejemplo el género, el ser hijo(a) legítimo, el nombre y el origen del cónyuge. De esta manera, existía cierto margen que permitía negociar la categoría social del individuo, de modo que un gran número de mestizos pudo integrarse al mundo hispano. Para Stuart B. Schwartz (1995), esta flexibilidad –que se mantuvo durante la primera mitad del siglo XVI– permitió no sólo considerar como criollos a mestizos e incluso a mulatos, sino que también empañó la consideración que se profesaba a los españoles nacidos en América. Es decir, si bien la raza no fue en un principio determinante para ser considerado criollo, a principios del siglo XVI tanto los orígenes raciales como la supuesta influencia del ambiente americano y de la lactancia de nodrizas indias o negras sirvieron de argumento a los españoles peninsulares para afirmar la inferioridad y degradación de los criollos. 111 Atenea 495 I Sem. 2007 De este modo recobra sus fuerzas el antiguo tópico de la distancia geográfica que separa a los vasallos trasatlánticos de su Rey6, dando pie a dramáticas expresiones de desazón: Luego infelices son, Señor, los que nacen, habitan, y sirven en las Indias; pues careciendo de la Real presencia de V.M. (a quien rendidos veneran) no pueden obrar a sus ojos, con que necesitan de que su fe, lealtad, letras, y meritos, se le propongan por relaciones, é informes, que aunque se repitan, padecen los benemeritos, por retirados, el olvido que consideró el Eclesiastico, quando dixo: Ne longe sis ab eo, ne eas in oblivionem; como si estuvieran muertos, de quienes no se diferencian, por casi semejantes, los que no merecen que su Rey los conozca, y que los tenga en su memoria para honrarlos con puestos (De Bolívar y de la Redonda, 1667: 2). Aunque lo menciona al pasar, el que los nacidos en las Indias “veneren rendidos” al Rey demuestra una clara intención de rebatir las imputaciones de los metropolitanos. Estos reprochaban a los criollos su supuesta falta de lealtad y honestidad hacia la Corona, y temían que protagonizaran un alzamiento junto a otros grupos descontentos y marginales como mestizos, mulatos e incluso indios. Los criollos, entonces, debían afirmar una y otra vez su lealtad al Rey, como puede observarse en Bolívar y como se lee tanto en el Cautiverio como en los Infortunios. Además de las reivindicaciones que hemos mencionado, hay que señalar también la ambigua posición en la que se encuentra el criollo dentro del entramado social colonial. Lucía Santiago Costigan (1988) explica muy claramente esta ambivalencia al indicar que el criollo, por un lado, asume la ideología del colonizador –que considera propia– defendiendo con una actitud elitizante los intereses de una clase feudal-oligárquica, pero, por otro, critica al colonizador denunciando la mala administración de los gobernantes, letrados e incluso del clero. Mabel Moraña (1988) apunta también a la dualidad ideológica del criollo y la relaciona con las formas barrocas de expresión; explica que “el código barroco sirve como vehículo para cantar la integración al sistema dominante, lograda o anhelada. En otros casos, el modelo barroco provee las formas y tópicos que... denuncian la colonia como una sociedad disciplinaria y represiva” (1988: 238). La lucha por mantener sus privilegios, la defensa de las acusaciones por parte de los metropolitanos y su posición ambigua frente al poder constituyen el reticulado desde donde debemos abordar el discurso criollo presente en estas obras. Tanto los Infortunios de Alonso Ramírez como el Cautiverio 6 Lucía Invernizzi (1988) indica que los textos conocidos como “crónicas de Indias” comparten ciertas características en cuanto a su situación de enunciación, entre las que se encuentra la conciencia de la distancia geográfica con respecto a España, que los deja en una situación de marginalidad con respecto al centro del poder. Atenea 495 I Sem. 2007 112 feliz están inmersos en esta discusión por los derechos criollos y denuncian a la vez las fisuras del sistema colonial. II. MEDRAR ENTRE PIRATAS Los Infortunios de Alonso Ramírez y el Cautiverio feliz han sido asociados con una multiplicidad de géneros literarios e históricos7. Son obras que destacan por su hibridez, como afirma Mignolo (1982), quien las define como textos cuya “ambigüedad discursiva ha concitado siempre el problema de su adecuada clasificación”, y que deben estudiarse tratando de “no forzar la clasificación rígida de los textos en consideración, sino tomarlos en su ambigüedad” (98)8. La ambigüedad ideológica del discurso criollo que se plantea en el apartado anterior tiene entonces su contraparte a nivel discursivo. El advenimiento de la identidad criolla ha sido muy discutido en relación con la obra de Sigüenza y Góngora (Cogdell, 1994; Ross,1994; Santaballa, 1999), y en especial, con los Infortunios, poniendo especial atención a los modos en que la obra cuestiona el sistema imperial que margina a los criollos (Moraña, 1990; Ross, 1995; López, 1996)9. Seguiremos esta línea de análisis teniendo en cuenta que –como afirma Mabel Moraña (1990)– Sigüenza y Góngora cuestiona el sistema, pero al mismo tiempo desea integrarse a él: C. de Sigüenza Moviendo los hilos de su marioneta, el escritor mexicano dramatiza la dualidad ideológica del criollo. Por un lado, promueve el respeto y la aceptación de los principios básicos del orden virreinal (integración, productividad, ejemplaridad de la conducta, dinámica virtud/delito, castigo/recompensa). Por otro lado, demuestra cómo en la praxis esa integra- 7 En el caso de los Infortunios, la obra ha sido relacionada con diversos géneros que van desde la novela a la relación, pasando por la picaresca (Julie Greer Jonson, 1981; en menor grado Aníbal González, 1983), la biografía (José Juan Arrom, 1987) o el híbrido género del testimonio (Kimberly S. López, 1996 y Alvaro Félix Bolaños, 1995). En el caso del Cautiverio, también se lo ha relacionado en diversos grados con la novela (Raquel Chang-Rodríguez, 1975; Luis Leal, 1978; Cedomil Goic, 1982), con el discurso oratorio (Walter Mignolo, 1982; Lucía Invernizzi, 1993), con el tratado político (Dennis Pollard, 1983) o con el exemplum (Carmen de Mora, 2000). 8 Mignolo incluye dentro de este grupo híbrido a La Araucana (1569-78-89), El Carnero (1638) y El lazarillo de ciegos caminantes (1773), y propone dos caminos para entrar en estos textos. Primero, flexibilizar los criterios genéricos para evitar imponer sobre un texto normas que dicen más sobre el momento en que éstos se leen que del momento en que se escriben. Segundo, y en estrecha relación con lo anterior, Mignolo propone “buscar las indicaciones en los textos en el momento de producción en relación con los contextos discursivos disponibles” (99). El intento de relacionar las dos obras que se tratan aquí con el discurso criollo constituye de esta manera un esfuerzo por leerlas en relación con un grupo de discursos que circulaban en el momento de su producción. 9 Con respecto al Cautiverio en cambio, solamente Ralph Bauer, en su artículo “Imperial History, Captivity, and Creole Identity in Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán’s Cautiverio feliz”, aborda directamente el tema de identidad criolla. Vid. Bibliografía. 113 Atenea 495 I Sem. 2007 ción es imposible, ya que el espacio virreinal, especialmente en sus áreas periféricas, está ganado por el vicio, la herejía y la improductividad (390). Los Infortunios narran la historia del criollo Alonso Ramírez, quien es capturado por piratas ingleses y sufre penurias y maltratos durante su cautiverio. El relato, en primera persona, ha sido relacionado con el género testimonial, puesto que hay un autor (Sigüenza y Góngora) que se apodera de la voz de un sujeto marginal incapaz de hablar por sí mismo (Ramírez). En las primeras líneas del texto se indica explícitamente su intención: “Y aunque de sucesos que sólo subsistieron en la idea de quien lo finge se suelen deducir máximas y aforismos que, entre lo deleitable de la narración que entretiene, cultivan la razón de quien en ello se ocupa, no será esto lo que yo aquí intente, sino solicitar lástimas que, aunque posteriores a mis trabajos, harán menos tolerable su memoria” (7, énfasis mío). Si bien la insistencia en la veracidad del relato es común en estos textos10, no lo es el asociar la presencia de aforismos a los textos “mentirosos” o ficticios, ni presentar como objetivo de un texto hacer “más tolerable” la memoria de los trabajos pasados. Conviene entonces sospechar de esta primera declaración de intenciones, y pensar en otras posibilidades: Bolaños (1995) propone, por ejemplo, que la intención del texto es defender a Alonso Ramírez de una posible acusación de traición por haberse unido voluntariamente a los piratas; por otra parte, Ross (1994) sostiene que la función del texto no es el reclamo de favores para Ramírez (puesto que el cautivo ya había recibido una recompensa cuando el texto se escribe), sino “ofrecer un relato como presente al virrey, recordándole en el curso la maestría que Carlos de Sigüenza y Góngora ejerce sobre el discurso de la historia” (594). Me permito aportar un punto de vista distinto a los anteriores, y que no necesariamente se opone a ellos. En Infortunios, a mi juicio, se desarrolla una trama que tiene relación con las principales reivindicaciones criollas: la exclusión de los centros de poder y el despojo de bienes económicos. Es así como se insertan a lo largo del relato expresiones del deseo de Ramírez de ascender social y económicamente: “determiné..., el quedarme en ella [la ciudad de Puebla], aplicándome a servir a un carpintero para granjear el sustento en el ínterin que se me ofrecía otro modo para ser rico” (8); “atribuyo a la fatalidad de mi estrella haber sido necesario ejercitar mi oficio para sustentarme” (9); “Con todo esto atropella la gana de enriquecer” (9); “desengañado en el discurso de mi viaje de que jamás saldría de mi esfera” (12). Además de esto, Ramírez denuncia de una extraña forma su marginalidad en la sociedad colonial, pre10 Durante el siglo XVII, tanto las crónicas como los anales y las historias propiamente tales formaban parte del discurso histórico, cuyo principio general era el criterio de verdad. Es por ello que estos discursos suelen tener como objetivo el narrar la verdad acerca de ciertos hechos, la que se sustenta en la experiencia del historiador (Mignolo, 1981). Atenea 495 I Sem. 2007 114 sentando dos escenas de autocastigo: en primer lugar, el exilio voluntario de su Puerto Rico natal, que explica diciendo que “determiné hurtarle el cuerpo a mi misma patria para buscar en las ajenas más conveniencia” (8) y, más adelante, cuando una vez fracasados todos sus intentos por escalar a una mejor posición, se destierra a Filipinas: “Desesperé entonces de poder ser algo, y hallándome en el tribunal de mi propia conciencia, no sólo acusado sino convencido de inútil, quise darme por pena de este delito la que se da en México a los que son delincuentes, que es enviarlos desterrados a Filipinas” (10). El autocastigo es también condena al sistema colonial que no permite que Alonso Ramírez pueda “ser algo” dentro de sus límites, por lo que voluntariamente se adentra en la esfera de lo marginal y lo prohibido: la delincuencia y la piratería. Aunque en Infortunios se acentúa constantemente la brutalidad y la barbarie de los corsarios ingleses –especialmente inhumana es la escena del canibalismo de los piratas–, llama la atención que también se apunte continuamente a las reivindicaciones criollas (posición social, situación económica) que, al verse frustradas, obligan a Ramírez a “hurtarle” su cuerpo a la patria. Con los piratas, en cambio, Ramírez tiene por fin oportunidad de ver lo que anhelaba, una riqueza desligada del ejercicio de un penoso oficio: “vi y toqué con mis manos una como torre o castillo de vara en alto de puro oro, sembrada de diamantes y otras preciosas piedras, y aunque no de tanto valor, le igualaban en lo curioso muchas alhajas de plata, cantidad de canfora, ámbar y almizcle, sin el resto de lo que para comerciar y vender en aquel reino había en la embarcación” (17), una riqueza fácil de conseguir: “no hubo pillaje que a éste se comparase por poco que ocupaba y su excesivo precio... Víle al capitán Bel tender a granel llena la copa de su sombrero de solos diamantes” (18). Lo que se satisface aquí no es la codicia de los piratas que tanto critica Alonso, sino la suya: él ve y toca, con sus propias manos, aquello a lo que tiene legítimo derecho por ser hijo de conquistador y que le ha sido arrebatado injustamente. La marginalidad en la que se inserta Alonso Ramírez no sólo le ofrece la riqueza que anhela, sino también un lugar, un “ser alguien”: “propusiéronme entonces, como ya otras veces me lo habían dicho, el que jurase de acompañarlos siempre y me darían armas” (20, cursivas mías). No obstante la negativa de Ramírez, es imposible sustraerse a la serie de implicaciones que tiene esta propuesta cuando se la yuxtapone al autocastigo que se impone por considerarse inútil dentro de la sociedad hispana. En este sentido, tiene razón Bolaños al destacar que Ramírez intenta ocultar su cercanía a los piratas, sobre todo considerando que al volver a la sociedad hispana es escuchado y recompensado por el mismo virrey, certificando su inclusión a la sociedad colonial. Esta inserción final de Ramírez también se manifiesta en los espacios: la amenaza al imperio proviene del mar, lugar no reglamentado que se opone a la ciudad desde donde el imperio despliega su poder. La 115 Atenea 495 I Sem. 2007 Atenea 495 I Sem. 2007 116 descripción de las distintas ciudades que visita Alonso refleja su admiración por el poder monárquico: “lástima es grande –dice a propósito de la ciudad de México– el que no corran por el mundo grabadas a punta de diamante en láminas de oro las grandezas magníficas de tan soberbia ciudad” (9). No es casual que vuelvan a aparecer el diamante y el oro como cifra de la utopía americana que se alcanza dentro de los límites del sistema imperial. Al tiempo que celebra su inclusión dentro del régimen colonial, Ramírez desliza también una advertencia: en la narración de los Infortunios se actualiza el peligro que representaba para la estabilidad colonial un grupo de descontentos y de despojados criollos que se sentían con los mismos o mayores derechos que los peninsulares. La integridad del imperio español está amenazada no sólo por potencias extranjeras que lo debilitan, sino por el potencial alzamiento y unión de los grupos marginados. La presencia del pirata Miguel, quien “abandonando lo católico en que nació por vivir pirata y morir hereje” (25), encarna ese peligro y despliega el temor español al desmembramiento para advertir sobre las consecuencias que podría tener la negación de los derechos criollos. III. HALLAR LA VIRTUD ENTRE INDIOS Al igual que Sigüenza y Góngora, el autor del Cautiverio feliz tampoco pretende desmontar por completo el sistema colonial, aunque sí encuentra sus propios métodos para cuestionar aquellos mecanismos que le impiden incorporarse a los grupos privilegiados. Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán escribe su propia historia, centrada en el cautiverio que vivió entre los mapuches durante poco más de medio año, acompañada de un gran número de comentarios acerca de la guerra de Arauco, de los problemas que presenta la administración del Reino de Chile y de los modos en que éstos pueden solucionarse11. Sin embargo, no son estos comentarios –que podrían considerarse en su conjunto como uno más de los memoriales enviados por los criollos a las autoridades monárquicas para exigir sus derechos– los que emplazan más fuertemente el orden colonial, sino la narración del cautiverio propiamente tal. Al igual que en Infortunios, aquí se recurre a una fuerza que amenaza la 11 Sergio Correa Bello ha recogido, en su libro El Cautiverio feliz en la vida política chilena del siglo XVII, los distintos argumentos que Núñez de Pineda entrega de manera dispersa y reiterada a lo largo de su obra, con respecto a las medidas que deben tomar los gobernantes para terminar la guerra contra los mapuches. Entre éstos se menciona de manera reiterada la desidia de los españoles que ocupan cargos en las colonias, la mala conducta de los sacerdotes que no dan el ejemplo de buen cristiano, la explotación y maltrato de los indios por parte de los encomenderos y el escaso premio que se le da a los soldados. Como puede apreciarse, estas exigencias coinciden con los planteamientos de todo discurso criollo en relación con sus reivindicaciones. 117 Atenea 495 I Sem. 2007 cohesión del imperio, en este caso el pueblo mapuche que libra la guerra de Arauco. No obstante, en el caso del Cautiverio los mapuches pasan de ser un “otro” cruel e inhumano a convertirse en los mejores portadores de los valores hispanos. Al comienzo del libro, y para horror del narrador, los mapuche sacrifican cruelmente a un cautivo. A medida que avanza el relato, no obstante, Pineda y Bascuñán se va compenetrando cada vez más en el mundo indígena, que deja de ser bárbaro y salvaje durante ese proceso. Poco a poco descubre entre los indios todo aquello que se ha perdido en el ámbito hispano: la justicia, la debida recompensa, el orden, el respeto a los mayores. La sociedad mapuche se presenta de pronto como una organización ideal, sustentada en la capacidad razonadora de los aborígenes, en donde hay abundancia de alimentos y recursos –lo que contrasta con la escasez y pobreza en que viven los soldados criollos–, y en donde el cristianismo campea debido a la conversión casi espontánea de los mapuche, evangelizados por el cautivo. En suma, el cautiverio es, hasta cierto punto, la corrección y rectificación de este mundo colonial en donde “todas las cosas andan al revez” (Pineda y Bascuñán, 170). Esta idea llega tan lejos que incluso se afirma que los mapuche no conocían los pecados antes de contactarse con los españoles: Si entre nosotros experimentaban adulterios, insestos, robos y latrocinios, estos vicios no eran conocidos ni por sus efectos jamás les habían visto las caras... a mujeres ajenas no había quien mirase, ni se atreviese a hacer ningun[a] particular ofenza, ni a inquietar doncellas que al abrigo de sus padres estaban recogidas; no mentían, ni los unos a los otros con fraude ni engaño se trataban; y hoy, con la comunicación de los nuestros tienen esa lición bien estudiada (698). La sociedad mapuche está libre de los vicios que erosionan la sociedad hispana12; más aún, se atribuye todo vicio presente en los naturales a la mala influencia de los españoles. Esta idea queda reforzada por los testimonios de los caciques, quienes relatan a Pineda y Bascuñán su propia versión de la conquista. Estos testimonios “del otro” narran anécdotas cotidianas, pero también importantes episodios de la historiografía chilena, como la muerte 12 A pesar de que los relatos de cautivos describen generalmente a los indígenas como bárbaros y crueles, el cautiverio puede leerse también como el lugar de la utopía. Jaime Concha, sin referirse específicamente al libro de Pineda y Bascuñán, indica que el fenómeno del cautiverio instaura una serie de paradojas que abren la posibilidad de un encuentro. El cautiverio se transforma así en “un oasis etnohistórico en que se concentra lo que la conquista decididamente no fue” (8). Por otra parte, Gilberto Triviños aborda la idea de la utopía en directa relación con el Cautiverio feliz. En “‘No os olvidéis de nosotros’ : martirio y fineza en el Cautiverio feliz”, señala que en la obra de Pineda y Bascuñán se cruzan tanto el relato de la crucifixión de los cautivos –muy frecuente en los textos coloniales– y los relatos de las “finezas bárbaras”, subrayando el carácter utópico del Cautiverio en cuanto relata la conversión voluntaria del bárbaro. Atenea 495 I Sem. 2007 118 de Pedro de Valdivia y Martín García Oñez de Loyola, así como el martirio de los padres jesuitas en Elicura. Los caciques no se muestran contrarios a los españoles, e indican que los alzamientos son únicamente respuesta a los malos tratos y abusos recibidos, lo que confirma su inocencia. Como advierte Gilberto Triviños (1994)13, en el Cautiverio los excesos cometidos por los españoles y la justificada reacción de los indígenas son elaborados en clave teológica. En este sentido, las rebeliones indígenas son un instrumento de justicia divina que castiga los abusos de los españoles. Del mismo modo, en los relatos de cautiverio era frecuente que la permanencia entre indígenas fuera considerada una prueba divina, y el retorno una muestra del favor de Dios14. La amenaza no proviene aquí (como en Infortunios) de los enemigos, sino de un Dios que castiga justamente los pecados de los españoles; si en el primero el discurso religioso servía para establecer una separación tajante en cristianos (españoles) y bárbaros herejes (ingleses), en el segundo se lo utiliza para separar a los pecadores (españoles) de los inocentes (indios). Podemos concluir, por un lado, que la estrategia retórica de Pineda y Bascuñán consiste en una argumentación que tiene dos momentos: primero y de manera explícita, darle la palabra a los mapuche (sin olvidar que este proceso está siempre mediado por el narrador) para que puedan exponer los abusos que han sufrido; segundo, de manera solapada, establecer un paralelo entre estas narraciones de los indígenas y las anécdotas presentes en las digresiones, donde se hace referencia a los atropellos que cometen los españoles con los soldados criollos que sirven en la guerra de Arauco. De esta manera, criollos e indígenas son por igual víctimas de la codicia de los españoles, a quienes no importa el destino de la patria. La victimización del indígena es así también victimización del criollo, y los discursos de los caciques esconden veladamente las acusaciones del propio Pineda y Bascuñán en contra de un sistema que abusa de los débiles. Por otro lado, Pineda y Bascuñán instala el lugar desde donde emanan los valores y la cultura hispana en el seno mismo del mundo indígena, lo que constituye un desplazamiento violento de las fronteras ideológicas. Como indica Ralph Bauer (1998), el Atlántico es la frontera entre el viejo y el nuevo mundo, el eje ideológico de la imaginación europea que reafirma a Europa M. García Oñez de Loyola 13 Triviños postula que –en el Cautiverio feliz– la clave de la elaboración del sentido de los infortunios y desastres del Reino, así como también del mismo cautiverio, es la ficcionalización de las rebeliones indias como instrumento de la justicia divina. Destaca a este respecto las voces bíblicas que convoca el autor, principalmente Jeremías y Ezequiel, profetas que amonestan a los israelitas apartados de Dios, para indicar el carácter profético y apocalíptico del texto (52-65). 14 Vid. Derounian-Stodola y Levernier (1993). En el Cautiverio encontramos varios acontecimientos que apuntan a destacar el favor divino hacia el cautivo, como el episodio en que Pineda y Bascuñán encuentra una planta curativa gracias a la ayuda de la Virgen (Disc. III, Cap. 17). 119 Atenea 495 I Sem. 2007 Atenea 495 I Sem. 2007 120 como centro geocultural. El Cautiverio feliz, al narrar el paso del protagonista desde el espacio español hacia los territorios mapuche, transforma el “allá” (Reino de Chile) en “acá”, reinscribiendo la división europea al trasladarla del Atlántico a la frontera de Chile (Bío-Bío). Sin embargo, la afirmación de Bauer puede completarse, ya que –por un lado– la frontera del Atlántico no desaparece por completo al volver el autor una y otra vez a remarcar su distancia con respecto a la metrópoli. A la frontera del Bío-Bío, además, se agrega otra: la que existe en el seno de la sociedad española, entre españoles peninsulares y criollos. Esta nueva frontera, que dispone a un lado a los españoles y al otro a criollos e indígenas, tiene como centro ya no la capital del Reino de Chile, sino que un lugar ubicado allende la frontera del Bío-Bío. Este desplazamiento es tanto más importante si consideramos que la ciudad –tan exaltada por Alonso Ramírez– desaparece en el Cautiverio como centro de la organización imperial, siendo reemplazada por el mucho menos jerarquizado espacio indígena. Desaparece con ella –siguiendo a Angel Rama– el centro de poder que permitía llevar adelante el ordenado sistema de la monarquía y cumplir la misión civilizadora del proyecto imperial. Pineda y Bascuñán señala el fracaso de este proyecto –por lo menos en el ámbito del Reino de Chile– al revelar los vicios del mundo hispano e instaurar el espacio de la civilidad entre los mapuches. Sin embargo, sigue fiel a los principios más importantes de su cultura, mostrándose como un hombre virtuoso, devoto, fiel a la monarquía y profundamente cristiano, y despejando (al igual que Ramírez) cualquier sospecha de traición. Pineda y Bascuñán vuelve a trazar el mapa de las fronteras que dividen el “acá” del “allá” sin alterar su contenido: para él, los indígenas deben ocupar el lugar que les pertenece, que no es por cierto el de hombres libres, sino el de cristianos súbditos del rey. En el Cautiverio no se subvierte el orden colonial, sino que se desplazan sus fronteras; no se destruye el orden, sino que se vislumbra la posibilidad de un orden distinto; no se renuncia a la pertenencia cultural al mundo hispano, sino que se la ancla en el espacio americano. Y es precisamente este acto lo que adquiere sentido para Pineda y Bascuñán como criollo, puesto que manteniéndose fiel a su herencia hispana, busca reemplazar el poder centralizado de la administración monárquica por una estructura descentralizada. Al establecer el mundo mapuche como portador privilegiado de los valores hispánicos, señala la posibilidad de que estos valores se cultiven en un sistema social –como el mapuche– que se caracteriza por su organización flexible y una estructura difusa del poder (Boccara, 1998), en contraposición al jerarquizado orden social hispano. En efecto, Pineda y Bascuñán celebra en repetidas ocasiones el sistema político y social mapuche, que lle- 121 Atenea 495 I Sem. 2007 ga a conocer muy bien15, y postula la idea de que en este sistema –tan distinto al español– es posible conservar los valores que están en peligro entre los propios hispanos. IV. COLOFON La denuncia de marginalidad y pobreza, la demanda de privilegios, la defensa del suelo americano (contestando a las acusaciones de degeneración), la fidelidad al monarca y la importancia del cristianismo como marca de pertenencia cultural son algunos de los rasgos del discurso criollo que comparten Infortunios de Alonso Ramírez y Cautiverio feliz. En ambos textos se recurre a la imagen del otro (inglés, indio) para establecer una serie de complejas relaciones de diferenciación e identificación en el contexto del cautiverio –lugar del sufrimiento, pero también de la utopía–, lo que da cuenta de la ambigua posición del criollo. Sin embargo, cada uno de los textos aborda el problema desde una perspectiva diversa y enfatizando diferentes elementos. En el caso de Sigüenza y Góngora, el cautiverio de Alonso Ramírez entre piratas ingleses muestra de manera solapada la posibilidad de la unión de los criollos marginados de la sociedad con las potencias extranjeras. No obstante, esta amenaza oculta es acompañada de una entusiasta adhesión al proyecto imperial y de una fidelidad absoluta al catolicismo, que tiene su máxima expresión en el momento en que el cautivo es recompensado por el virrey. Aunque los ingleses son considerados en todo momento unos bárbaros y herejes, tienen la ventaja de otorgar al criollo el lugar que merece en la sociedad. En el Cautiverio feliz el lugar que ocupan los mapuche es distinto, puesto que su signo no permanece igual a lo largo del texto. En efecto, pasan de ser –al principio del texto– el elemento desestabilizador del poder imperial, a convertirse en el reducto en el que es posible volver a reestablecer el orden 15 Al exaltar el orden social de sus cautivadores, Pineda y Bascuñán separa el ámbito políticosocial del religioso, lo que no constituía la regla. Jerónimo de Vivar, por ejemplo, concebía que estas esferas eran inseparables, al indicar que la falta de fe impedía a los indios tener cualquier otra virtud: “Careciendo de la verdadera, que es nuestra Santa Fe católica, carecen de todas las demás virtudes” (37). Es así como era frecuente postular que los mapuches no solo carecían de la verdadera fe, sino que también de organización social y política. El padre Diego de Rosales indica a este respecto: “No tienen rey, gobernador, ni cabeza, a quien reconozcan, y den obediencia, como a señor supremo, los indios chilenos, ni su natural altiuo puede sufrir sugecion alguna. Y assi tampoco tienen policia de Alcaldes, Corregidores, alguaciles, ni menos escribanos, recetores, procuradores, como tampoco carcales, grillos, cadenas, ni otro genero de prision, ni orca, ni cuchillo... Para los delitos no ay justicia, que los castiga” (136). Para Pineda y Bascuñán en cambio, la ausencia de la fe cristiana no implica necesariamente que carezcan de otras virtudes, y muchas veces los mapuches alcanzan un estatuto ejemplar. Atenea 495 I Sem. 2007 122 perdido, pero esta vez desde una estructura de poder desjerarquizada. En otras palabras, los aborígenes dejan de ser una amenaza para transformarse en la última esperanza de refundación de la cultura hispana, conservando su estructura político-social. Estas dos obras del siglo XVII nos permiten observar de este modo la emergencia de una identidad criolla que cuestiona su posición marginal, pero que a la vez anhela su inserción en el sistema dominante. En la oscilación entre el cuestionamiento y la aceptación se abren brechas hacia concepciones y discursos que ya no son mera reproducción de los metropolitanos, sino que configuran sus propias reglas, abriendo el camino a manifestaciones ya propiamente americanas. 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Este texto puede considerarse sin dudas como un precursor del fenómeno literario de la NNH. De acuerdo con la concepción histórica del escritor guatemalteco, la novela toma de los sucesos lejanos una sustancia que podría denominarse como “valores perpetuos” que está incrustada en aquellos. Su interés no es arqueológico ni tampoco pretende reinterpretar sesgadamente un episodio de la historia americana, como es la Conquista española. Busca penetrar los hechos hasta descubrir en ellos lo que contengan de inmemorial, perenne, y que aún puede seguir activo en el presente. Tal aporte por sí mismo lo sitúa entre lo mejor de la narrativa histórica anterior al surgimiento de la novelística de indudable calidad, compuesta por Carpentier, Vargas Llosa, García Márquez, etc. De acuerdo con nuestro análisis, los valores perpetuos de incidencia permanente se perfilan alrededor del mito geográfico y la utopía escatológica. Palabras claves: Mito, novela histórica, conquista española. ABSTRACT In the present work we attempt to relate Maladrón, the novel by Miguel Angel Asturias, to the Latin American literary context, by virtue of which it has not yet been properly * Profesor de Literatura Latinoamericana. Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y Universidad Nacional de Cuyo (Rca. Argentina). E-mail: cmaiz @logos.uncu.edu.ar 127 Atenea 495 I Sem. 2007 pp. 127-156 studied. Strictly speaking, none of the characteristics that Seymour Menton attributes to the Nueva Novela Histórica (NNH) is present in this novel, so from his point of view, it would not belong to this literary phenomenon, but on the other hand, it cannot be said that it is a traditional historical novel. This text can be considered without a doubt as a precursor of the literary phenomenon of the NNH. In agreement with the historical conception of the Guatemalan writer, the novel takes from distant events a substance that could be denominated “perpetual values” that are inlaid in those events. Its interest is not archaeological nor does it attempt to reinterpret in a slanted manner an episode of American history, such as the Spanish Conquest. It seeks to penetrate the facts in order to discover what they contain of immemorial, perennial, and what still remains active in the present. Such a contribution in itself situates this novel among the best of the historical narrative previous to the appearance of novels of doubtless quality, such as those of Carpentier, Vargas Llosa, García Márquez, etc. According to our analysis, the perpetual values of permanent incidence revolve around geographic myth and eschatological utopia. Keywords: Myth, historical novel, Spanish Conquest. Recibido: 09.06.2006. Aprobado: 04.05.2007. A Gilberto Triviños La naturaleza ha colmado a nuestras tierras con cuanto cabe imaginar para la felicidad del hombre; pero ha reservado a la América Central lo más fastuoso y lo más inverosímil. Las tierras que se extienden entre los dos océanos, desde la frontera inferior de México hasta los límites de Colombia, pletóricas de vegetación y de riqueza de todo orden, llenas de perspectivas maravillosas, con montañas que equilibran el rigor del clima y ciudades románticas que prolongan usos de la colonia, constituyen verdaderos paraísos de leyenda, donde todo parece haber sido combinado por Dios para ofrecer a la especie un retiro encantado de serena abundancia y reposo espiritual. Sin embargo, ninguna región en el mundo ha presenciado una orgía mayor de actos de violencia y exterminio, ninguna se ha visto agrietada por más vicisitudes, como si la frondosidad de la comarca se reflejase en las almas, envenenando a los hombres con frutas y flores de sangre, para dar alas a la tragedia en el seno mismo del paraíso. MANUEL UGARTE, El destino de un continente E STAS REFLEXIONES que presentamos se desarrollan en tres apartados. El primero se refiere al campo narrativo, entendiéndose por ello revisión de algunos problemas genéricos, los debates sobre la historia, los sistemas literarios. La misma composición del campo nos advierte sobre su naturaleza conflictiva. El segundo momento apunta a proponer nuestra tesis sobre la capacidad de la novela para representar el fragmentado universo de la Conquista. Aludimos también a un corpus de textos Atenea 495 I Sem. 2007 128 novelísticos, dentro del cual insertar la novela de Asturias e intentar, desde allí, una justificación de su lectura de conjunto. En tercer término, nos atendremos a los temas o tópicos tratados en el corpus, desde luego que no todos, sino los que contribuyan a optimizar la lectura de Maladrón. En tal sentido, hemos seleccionado dos asuntos destacados de la novela de Asturias: las leyendas geográficas (la búsqueda del istmo) y las quimeras escatológicas (el culto de Maladrón). 1. EL CAMPO NARRATIVO En un trabajo anterior (Maíz, 2003:168) hemos reunido un conjunto de novelas históricas sobre la Conquista española que comparte una serie de elementos, tales como la unidad de tiempo, de espacio y tema. Pero, fundamentalmente, es un conjunto homogéneo por cuanto tales novelas recurren a la Historia para reinterpretar determinados episodios y analizar la conducta de sus protagonistas. La acción reinterpretativa se orienta hacia el pasado pero tiene su más intensa motivación en el presente, que es la de averiguar el origen de los inveterados males contemporáneos de América Latina. La lectura de estas novelas revela un haz de relaciones posibles, los recursos narrativos demandados para producir la nueva versión de la historia, las encrucijadas históricas compartidas. En aquel trabajo quisimos responder algunos interrogantes sobre las razones de la elección del tema de la Conquista española. En esta oportunidad, nos preocupa además reflexionar sobre el género elegido. Dicho de otro modo, a qué estimulaciones se rinde un grupo de narradores hispanoamericanos al tomar los temas de la Conquista y qué hace que el género narrativo haya resultado la elección más ajustada al fin perseguido. En efecto, El mar de las lentejas (Cuba, 1979) de Antonio Benítez Rojo, Lope de Aguirre, príncipe de la libertad (Venezuela, 1979) de Miguel Otero Silva, El largo atardecer del caminante (Argentina, 1992) de Abel Posse y El encomendero de la adarga de plata (Perú, 1999) de Carlos Thorne pertenecen al fenómeno conocido como la Nueva Novela Histórica (NNH), y guardan, a nuestro juicio, analogías y similitudes en los órdenes temporales, espaciales y actanciales, que justifica su reunión en un corpus. Existe entre ellos una unidad de tiempo, al referirse estos relatos al siglo XVI; una unidad de espacio, por transcurrir en la región de la Florida, Perú y el Amazonas y la unidad de acción, por cuanto se ocupan de episodios de la Conquista. Estos narradores proponen reinterpretaciones de la historia por medio de novedosas estrategias discursivas. A las novelas mencionadas merecen incorporarse dos más: Butamalón (Chile, 1994) de Eduardo Labarca y Maladrón. La epopeya de los Andes Verdes (1968) de Miguel Angel Asturias. La primera de ellas se refiere a la Conquista de Chile y la rebelión araucana 129 Atenea 495 I Sem. 2007 A. Carpentier Atenea 495 I Sem. 2007 130 a fines del siglo XVI y está más cerca de la franja temporal del conjunto, que va de los años 70 al 90; la del guatemalteco se centra en la Conquista centroamericana y por la fecha de escritura –como en otras obras de Asturias la fecha de edición pone fin a un extenso ciclo creativo– bien puede catalogarse como precursora del corpus señalado. Seymour Menton ha indicado una serie de rasgos que caracterizan el fenómeno de la NNH, entre otros, la intertextualidad, la carnavalización paródica, la distorsión de la historia, la ficcionalización del personaje histórico (Menton, 1993: 42-46). El registro inicial de este fenómeno literario data de 1949, con El reino de este mundo de Carpentier, sin embargo no será hasta 1979 cuando recién tenga su auge (Menton, 1993: 42). A la luz de este fenómeno narrativo, nuestra hipótesis plantea que Maladrón no es una NNH por las estrategias narrativas que utiliza, pero sí por el sentido con el que revisa la historia. En consecuencia, la novela de Asturias podría estar motivada en similares causas intrínsecas que han sido registradas a propósito de la aparición de la NNH, aunque otros sean los hechos, como veremos. En términos generales, existe un cierto consenso sobre los probables motivos de esta predilección del subgénero de la novela histórica. Menton, por caso, afirma que la cercanía del Quinto Centenario movilizó a los escritores hispanoamericanos a llevar a cabo una revisión del pasado americano y proponer en su lugar un cuestionamiento de la historia oficial vigente. Menton llega a comparar esta situación, por los ribetes alcanzados, con la que la generación española vivió en torno al Desastre de 1898, cuando España perdió sus últimas colonias y confirmó lo que ya desde mucho tiempo atrás no era: un Imperio. Fin de la Guerra Fría, democratización ligada con la democratización de Europa Oriental, dictaduras derribadas en los años ochenta, impagables deudas externas, estallidos sociales y un abanico de hechos más completan el cuadro contextual en el que aflora la demanda de nuevos relatos sobre la historia remota y reciente. Pero es probable que, de todas estas concausas, la que más ha incidido sea la del serio cuestionamiento de la radicalización utópica de la política. El fracaso de la vía insurreccional en la exigencia del cambio social de América Latina (las guerrillas del Cono Sur, el sandinismo, la guerra civil salvadoreña, el Sendero Luminoso) ha dejado sin apoyatura intelectual a muchos creadores latinoamericanos. La agenda de preocupaciones globales cambió rotundamente, ya que respondía a programas basados en categorías que, en perspectivas, parecen cuando menos ingenuas. Ello sería lo de menos, pues, además de ingenuas, resultaron desbaratadas por los mismos acontecimientos. Junto a la clausura de ciclo indicada puede ubicarse otro, aunque este nuevo como un renacimiento de la pregunta sobre la identidad. Si atendemos la palabra de los narradores, la identidad fundada en una determinada versión de la historia (“la de los vencedores”) está recargada de mitificaciones y sacralizaciones que es preciso deconstruir (Posse, 1992). La historiografía existente está al servicio de una manera de ver nuestro pasado que ya no satisface a los creadores. Para comprender el presente se necesita tener otra comprensión del pasado, tal parece ser la consigna emblemática de las decenas de escritores que se han volcado a la historia. Por otro lado, ¿cuáles fueron algunas de las confluencias halladas en el corpus novelístico de la Conquista? En primer término, fijamos nuestra atención en el personaje. A pesar de la carga negativa que algunos novelistas le imprimen a los relatos de la Conquista, en ningún caso los personajes que ocupan el centro del relato son indígenas. Las acciones las acometen los españoles; desde luego que ello resulta obvio por el hecho de que la Conquista provino de España. Lo que queremos significar, no obstante, con esta observación es que el grado máximo de negatividad en la valoración de los hechos de la Conquista se produciría si el punto de vista fuera el del indio. Es decir: una versión ficcionalizada de los vencidos, sin embargo, retomar al indio como personaje podría despertar la sospecha de una vuelta a la novela indigenista, dada ya por superada. En segundo lugar, la visión negativa no es en modo alguno absoluta ni tampoco radical en los narradores considerados. Más bien pareciera que estamos frente a una selección vacilante: en todos los casos el Conquistador ocupa el lugar del personaje central. Probablemente la elección del Conquistador como personaje deriva de una imposibilidad insuperable, la de no contar con textos que manifiesten aquella visión de los vencidos, que provenga directamente de ellos, en razón del agrafismo que padecieron. Vale aclarar que, aunque ha habido cronistas indios, éstos se han esmerado por cumplir con los requisitos fijados por los españoles para el género, aun con el magnífico resultado como ha ocurrido con Guamán Poma de Ayala (Cornejo Polar, 1994: 85). Hace tiempo, Angel Rama asimiló la ciudad letrada a la ciudad escrituraria, en virtud de que el orden de los símbolos reproducía el orden del poder (Rama, 1985: 11-37). La ciudad letrada reposa sobre la organización de los símbolos según leyes, clasificaciones, distribuciones y jerarquías que armonizan con el poder. La escritura se encumbró a tal extremo que consolidó la diglosia. Quedaron separadas dos lenguas, alega Rama, la pública y de aparato (fuertemente impregnada por la norma cortesana procedente de la península), y la popular y cotidiana (utilizada por los hispanohablantes ajenos a aquel círculo cortesano). Ahora bien, lo más relevante, para nuestros propósitos, de la tesis de Rama es que la diglosia no se traduce solamente en un enfrentamiento entre la lengua española, por un lado, y las lenguas pre-hispánicas, por el otro. La ciudad letrada quedó rodeada de “dos anillos lingüística y socialmente enemigos”, nos dice Rama. Primero el anillo urbano a la que pertenecía la plebe, un abigarrado conglomerado compuesto por criollos, ibéricos desclasados, extranjeros, libertos, mulatos, zambos, 131 Atenea 495 I Sem. 2007 Atenea 495 I Sem. 2007 132 M.A. Asturias mestizos y las variadas castas derivadas de cruces étnicos y otro anillo aún más vasto, en el que se utilizaban lenguas indígenas, dando lugar a un mundo extranjero. Frente a estos peligrosos asedios, se explica la situación minoritaria y la posición defensiva adoptada por la norma cortesana peninsular. Quedaba de esta manera, durante la colonia, abiertamente enfrentada la norma escrituraria que tendía a consolidar un orden y la lengua del común propensa a la algarabía, la informalidad y la invención incesante del habla popular. Esta libertad se identificó con la corrupción, la ignorancia y el barbarismo. Ante estos anillos corruptores se tienden los cordones sanitarios de la doctrina del purismo, que encuentran en la diglosia descripta uno de los principales como remotos antecedentes. La idea de una dualidad lingüística, representada en la diglosia, será de suma utilidad al momento de tratar el enfrentamiento religioso en la novela que nos ocupa, una contraposición que se produce entre la ortodoxia y la herejía. Por ahora agreguemos que hay reescritura de la historia allí donde hubo historia escrita, es decir, donde hubo afirmación del poder. El conjunto de novelas que hemos reunido como el corpus de la Conquista tiene al gran texto historiográfico como hipotexto (cartas, relaciones, memoriales, crónicas e historias). Como es fácil deducir estamos en el reino de la letra o la ciudad letrada en ciernes. Ante ella o gracias a ella se construye a través de miradas alternativas una nueva versión ficcionalizada de la historia, a la manera de una reescritura. El antecedente historiográfico le pone límites, por así decirlo, a los espacios de la ficción y contribuye con su referencia a fijar ciertas coordenadas espacio-temporales más o menos precisas. En un sentido inverso, Cornejo Polar va un poco más allá, cuando piensa que el discurso cronístico se encuentra cerrado al no poder desplazarse más allá del espacio fijado por su autor. Pero habría una razón más de la clausura de estos discursos: “La historia de lo que realmente sucedió es el límite de su discurso, a veces ampliado hasta la frontera de lo que tuvo o pudo suceder de acuerdo a la lección de las Sagradas Escrituras y sus interpretaciones consagradas o del imaginario occidental de la época” (Cornejo Polar, 1994: 85). Desde ese punto de vista las sirenas que vio Colón resultan verosímiles. En mayor o menor medida el funcionamiento de la NNH transita también por estas sendas indicadas, por medio de las licencias ficcionales que el narrador se permite. Miguel A. Asturias, por el contrario, nos sitúa fuera del campo historiográfico, cuya matriz es la escritura, ya que no hay personaje histórico relevante, ni episodio que pueda ser reconocido como tal, a excepción de alguna alusión cronológica (la acción transcurre en el año 1571), el mito movilizante del istmo que facilita la ubicación espacial o las luchas entre españoles e indios. Si el antecedente referencial de la NNH es el texto historiográfico, en Asturias el esfuerzo expresivo se centra en la recreación de la oralidad a través del mito. Un intento de recuperar una imaginación dialógica que la 133 Atenea 495 I Sem. 2007 Ley de la disciplina histórica ha inhibido1. El escritor guatemalteco ha reconocido que su narrativa es una prolongación de la gran narrativa de los mayas. A diferencia del corpus novelesco de la Conquista que siempre trabaja sobre un personaje histórico notable, en Maladrón los personajes pertenecen a la ficción. Algo más: la primera parte del relato tiene como protagonistas exclusivos a los indios. Este detalle singular en la novela de Asturias se corresponde con el pensamiento estético que anima el resto de su obra. Nos referimos a una concepción dialéctica entre mito e historia, que trata de dar vida a hechos que carecen de registros, a no ser el inmemorial de la oralidad. La guerra contra los españoles (los teules), en una resistencia encarnizada, no tuvo cronistas que la inscribieran, sino los que lo hicieron desde el punto de vista del Conquistador. Asturias recurre entonces a una concepción del tiempo mítico para aludir a un hecho histórico. Unico modo de resolver la aporía del silencio historiográfico. Cuando se trata “de una oposición tan radical como la que enfrenta a la oralidad con la escritura, y a las discordantes racionalidades de la historia que son mutuamente incompatibles”, como ha razonado Cornejo Polar para la literatura andina, lo único que resta es asumir la oposición, como contradicción radical. De otra manera “sólo se percibe un lado del asunto” (Cánovas, 1994: 88). Maladrón, como intentaremos demostrar, transita por el doble filo de una contradicción primordial. Esa concepción del tiempo que anima el relato es la de los brujos, agoreros y zahoríes de la novela, que poseen la facultad de ver “no lo que iba a suceder, sino lo que adelantándose al tiempo estaba sucediendo” (Asturias, 1968: 24). Asturias, como él mismo se ha definido, asume el papel del “Gran Lengua” (Yepes-Boscán, 1968). El campo del pasado que Asturias aborda es amplio, y ciertamente difuso: la Conquista española, pues lo hace desde coordenadas espacio-temporales deliberadamente imprecisas, como se ha dicho. La percepción temporal de la Conquista denota, desde su registro historiográfico, un encadenamiento episódico lógico y cronológicamente ensamblado en una interpretación unívoca, a pesar de que la dispersión factual sea la condición primera. Pareciera haber, en Asturias, un intento de despojar a la Conquista de la unicidad que le confiere el discurso historiográfico, para resituarla en el elemental acontecer fáctico, a través de una imagen más parecida al mosaico, en el que cada parte aporta una fracción que crea la totalidad. Angel Rostro, Antolín Linares, Blas Zenteno, Duero Agudo nada nos dicen por ellos mismos, como tampoco Caibilbalán o Chinabul Gemá, frente a un Lope de 1 “La disciplina histórica opera como una Ley que evita el caos, pero que inhibe la imaginación dialógica (pues ha tendido tradicionalmente a omitir actores y perspectivas de relevancia para el orden colonial). El saber antropológico surge entonces como un discurso contestatario, que propone una lógica del pensamiento que integra la diversidad de la experiencia cultural humana (en el caso colonial, la experiencia indígena)” (Cánovas, 1994: 11). Atenea 495 I Sem. 2007 134 Aguirre, un Menéndez de Avilés o un Alvar Núñez. Por eso, el conjunto de personajes de Maladrón debe ser dotado de especiales sentidos. Con todo, en el juego que produce el armado y el desmontaje, lo único y lo disperso se sitúa el discurso asturiano, dándole voces a lo inaudible o imagen a lo inexistente pero posible. El texto de Asturias persigue eludir o suprimir el tiempo, aunque no de manera tan extrema que el único escenario posible sea el del mito. Sin embargo, se las ingenia para que el flujo del tiempo historiográfico de la Conquista se interrumpa o suspenda y aflore así el orden acrónico del mito, como en las escenas del mundo propio de los indios. Tiempo suspendido sobre un espacio indeterminado conforma la instancia diferida del flujo continuo de la estructuración histórica. Las anacronías tan propias de los otros textos de la NNH no se encuentran en la novela de Asturias. En su lugar encontramos rastros del pensamiento mágico. A. Núñez 2. NOVELA Y CRISIS “Allí ocurrió –nos dice Arciniegas– el descubrimiento, se inició la conquista, se formó la academia de aventureros /.../ Todo parece una epopeya. Todo una novela picaresca” (Arciniegas, 1973: 11). Esta observación referida a la historia del Caribe, epicentro de acontecimientos fabulosos, pareciera haber sido pronunciada como un juicio sobre Maladrón. En efecto, cuando el relato más se acerca a la epopeya, por las acciones fuera de lo común llevadas a cabo, aflora el origen picaresco de los protagonistas. Veamos si no sus biografías. Angel Rostro es un hijodalgo “mal venido con su señor padre que llegó a negarlo, buscó la guerra para ganar nobleza en las hazañas” (Asturias, 1968: 92). Duero Agudo, “hambriento, realmente hambriento, cayó en aquel galeón destinado a las Indias, con tan poco equipaje que más llevan los que van de un pueblo a otro como peregrinos, orfandad que se comunicaba a sus bolsillos” (Asturias, 1968: 97). Blas Zenteno de niño observa cómo su padre, en Torre Vieja, perseguía herejes para quemarlos (Asturias, 1968: 62). Antolinares, que ha participado de las luchas entre castellanos, escapó a las islas “donde vine a quedar ciego y de donde navegué nuevamente a tierra firme en una nao de traficantes que robaban indios para dar con ellos en la Española y venderlos como esclavos” (Asturias, 1968: 141). No menos inquietante es la conducta de Lorenzo Ladrada, asesino, pirata y mentiroso. La comicidad es el rasgo que le resta gravedad y trascendencia a lo epopéyico. Por momentos, llega a ser rabelaisiana como en la muerte de Antolinares, que ocurre entre cólicos por la ingesta de palmitos o un tanto más sutil como en las tribulaciones de Angel Rostro, cuando sospecha la traición de sus compañeros y decide no bajarse más del caballo, con todas las incómodas implicancias fisiológicas que tal decisión conlleva. Por tratarse de un rasgo configurador de la novela de Asturias, nos interesa adentrarnos algo 135 Atenea 495 I Sem. 2007 más en esta perspectiva. Ello en virtud de que, de acuerdo con otra de nuestras hipótesis, ningún otro género más que el novelesco es capaz de manifestar cabalmente el universo hendido del periodo de la Conquista. El problema, sin embargo, estriba en que no hubo novela durante la Conquista ni la Colonia, como tampoco en los periodos de la Independencia la narrativa se interesó por la Conquista española más que para elaborar fórmulas antihispánicas. Durante el siglo XX, la novelística abordará de lleno los grandes problemas que las inconclusas nacionalidades hispanoamericanas dejaron (el indio, la explotación social, la entrega al extranjero de los recursos naturales, las dictaduras, y un largo etcétera). Al margen de que pudo haber atractivo por algún episodio, lo fue aisladamente. De tal manera que la historia del ciclo de la Conquista española tenía una sola versión: la que surgía del discurso del conquistador. Si la NNH ha tenido predilección por ese momento histórico, lo ha sido por la necesidad de dotar de otros sentidos a aquellos acontecimientos. La novela adquiere así el carácter de nueva crónica (Aínsa, 1991: 28-29). O como ha escrito Alejo Carpentier los novelistas latinoamericanos se han convertido forzosamente en “los Cronistas de Indias de la época contemporánea” (Carpentier, 1987b: 158). A fin de explicitar mejor la idea de un mundo desgarrado durante la Conquista, veamos una perspectiva posible. Para ello proponemos detenernos en la tesis de Arnold Hauser (Hauser, 1971) sobre la relación existente entre tragedia moderna y humor, en el momento de su emergencia durante el manierismo. El motivo de valernos de estos argumentos se funda en que ambos expresan una conciencia escindida. Nos interesa explorar esta traza, puesto que el surgimiento de la tragedia y el humor coincide con el de la novela moderna. A esta confluencia se puede adicionar el hecho de que la historia en América Latina comienza también en el siglo XVI. En suma, la conciencia escindida aflora en el género de Cervantes. Según la tesis de Hauser, se acostumbra distinguir la moderna tragedia de carácter de la antigua tragedia de destino. En la griega, el destino era trascendente, mientras que en la moderna se hace inmanente y, en lugar de proceder de los dioses o de potencias superiores, se encuentra en el carácter mismo del héroe. El motor de la acción no es una potencia externa, sino un conflicto interior. El héroe está en lucha consigo mismo. En Edipo el drama gira en torno a una ceguera trágica, no en torno a una “culpa trágica” y la acción consiste simplemente en el descubrimiento de la ignorancia y de la locura que llevan al héroe a su ruina. La Edad Media no tuvo tragedia y no podía tenerla. Para la concepción cristiana, la existencia terrena es accidental e insignificante, su término significa el comienzo de una vida mejor y más plena. Recordemos que en la caja de Pandora estaba la esperanza junto con todas las penurias. Los griegos tienen una concepción ambigua de la esperanza, es y no es un mal. Esta indeterminación diferencia radicalmente a la antigüedad del cristianismo. Atenea 495 I Sem. 2007 136 A la muerte le sigue la resurrección. El espíritu de la tragedia moderna, por el contrario, es irreligioso, no en el sentido de descreimiento. La tragedia moderna no podría ser creada por un hombre de sentimientos cristianos y piadosos. Lo más terrible para el cristiano puede ser triste pero nunca trágico, irreparable y desesperado. El concepto de lo trágico (antiguo y moderno) es incompatible con la idea del Dios cristiano, bondadoso y omnipresente. La tragedia moderna significa una ruptura tan radical con la moral cristiana y sostiene un sistema de virtudes tan distinto del cristianismo, como la ética del realismo maquiavélico. Ser un héroe trágico en la Edad Media hubiera significado ser un antagonista declarado de Dios. Lo que entonces había era sólo distintas distancias de Dios, pero era inimaginable un conflicto con él. Para que la tragedia volviera a ser posible como forma literaria era necesario que lo divino abandonase la realidad empírica, que la vida ordinaria se “desencantara”. Una tragedia en la que el héroe fuera a la vez tan culpable como inocente, sólo surge en el mundo alienado, escéptico, desgarrado por el relativismo filosófico y el dualismo moral del manierismo. ¿Qué une las creaciones espirituales de la época del manierismo? La alienación del mundo a causa de la inaccesibilidad de los fines supremos, de la conciencia de que la idea pura, auténtica, incondicionada no puede realizarse aquí en la tierra, de tal manera que o bien hay que sacrificar la pureza de la idea a la realidad o bien tiene que quedar la realidad no tocada por la idea. Cervantes, Shakespeare, Maquiavelo se encuentran penetrados por este motivo. En Homero no hay dualismo entre el mundo de las ideas y el mundo fenoménico, que sí lo habrá en la antigüedad y la Edad Media. Hay una cisura que escinde al mundo. Pero mientras que en la antigüedad ese factor constituye la tragedia, la oposición tierra-más allá, existencia corporal-espiritual, deficiencia-perfección no alcanzó ribetes trágicos durante la Edad Media. Por otra parte, antes del manierismo, sostiene Hauser, no hay nada en la literatura de Occidente que pueda designarse como humor. Tragedia moderna y humor nacieron juntos. Ambos hunden sus raíces en la misma mentalidad, expresan la misma alienación, la misma postura dividida y ambivalente ante los problemas decisivos de la vida. El humor implica una actitud dialéctica, un punto de vista flexible, evolutivo, rectificable. Cervantes entiende tanto el idealismo del caballero sin tacha como al loco. El perspectivismo, rasgo esencial del manierismo, manifiesta la estructura heterogénea y antitética de estilo artístico y forma de pensar. En términos de la historia literaria, esto mismo podría apuntarse como el tránsito del ideal épico al novelístico, como por ejemplo en Ariosto y Cervantes, quien, por obra del humor, puede considerarse el Homero de la sociedad moderna (Paz, 1983: 227). La desarmonía entre Don Quijote y su mundo no se resuelve, como en la épica tradicional, por el triunfo de uno de los principios sino por su fu- 137 Atenea 495 I Sem. 2007 sión. Como es factible apreciar, la distancia entre el héroe épico, que es un arquetipo, un modelo, carente de dudas respecto de sus ideas o creencias o visión del mundo y el héroe moderno está en el grado de convicciones que presenta. De ahí que el temple básico que determina la forma de este género sea que “los personajes novelescos son seres que buscan”. Ni las metas ni los caminos están a disposición del héroe como tampoco su conocimiento es inmediato (Lukács, 1985: 327-8). Como forma discursiva epocal, la épica sólo es posible en una sociedad armónica, es decir, aquélla en la que se percibe una concordia entre una subjetividad de escasos relieves y el mundo objetivo. De igual modo, la filosofía sería impropia de los tiempos felices (Lukács, 1985: 297), tal como ocurre también con la novela, que representaría discursivamente la crisis. Por eso, de acuerdo con Lukács, a quien seguimos en este razonamiento: “La epopeya configura una totalidad vital por sí misma conclusa: la novela intenta descubrir y construir configuradoramente la oculta totalidad de la vida” (Lukács, 1985: 327). Los nexos entre la tesis de Hauser sobre la tragedia moderna y el humor con Lukács y las distinciones entre épica y novela son evidentes. Ambos destacan que universos escindidos, desfondamiento de ideales, desenmascaramiento, distancia irónica, dualismo integran el elenco de nuevas contrariedades con el surgimiento de la Modernidad. Por lo hasta aquí expuesto, podemos decir que el que no haya habido épica ni mucho menos novela en la expresión discursiva de la Conquista explica el enorme atractivo que el periodo ha tenido para los novelistas contemporáneos. De ser cierto lo anterior, la novela sería el género en condiciones de dar cuenta de la hostil discordancia que se produjo en el encuentro entre españoles e indios. El mundo escindido de la Conquista ofrece extraordinarias posibilidades a la novela para captar la magnitud del abismo que separa a los protagonistas. Un abismo formado de incomprensión y de ignorancia. Hasta ahora hemos podido constatar la capacidad del género novelesco para describir el mundo antagónico de la Conquista, pero aún no tenemos una respuesta plausible al hecho de que hubo que esperar casi cinco siglos para que eso ocurriera. En un ensayo sobre la literatura ecuatoriana, Agustín Cueva aduce que la primera edad de la poesía ecuatoriana coincide con el periodo colonial. La poesía junto con la oratoria sagrada constituyen el arquetipo literario de entonces. Ambos géneros, asimismo, se ubican en el punto de equilibrio entre la curva de requerimientos de la Colonia y la curva de “virtualidades” de la literatura española del mismo periodo. “Resulta extraño, a primera vista, que el teatro y la novela peninsulares, en pleno apogeo en la metrópoli, no produjeran retoños coloniales, habiendo prosperado en ‘tierras indias’ tan sólo la poesía” (Cueva, 1981: 11). Aquí podemos plantearnos más de una respuesta en cuanto a la conocida ausencia del género narrativo. Una de ellas, de orden político: la metrópoli pretendía ejercer el máximo control sobre los bienes materiales y simbólicos de las Atenea 495 I Sem. 2007 138 colonias, por ello recayó una interdicción sobre las obras de imaginación narrativa. Otra, concebida con mucha posterioridad, la que sostiene la tendencia del “hacer” antes que el “re-crear” que afectó a los hombres de entonces (Sánchez, 1953; Torres Rioseco, 1939). Con todo, habría una tercera respuesta posible a este enigma. Ocurre, explica Cuevas, que la realidad americana fue para el colonizador un inenarrable, un verdadero innombrable artístico. Un inframundo poblado de subhombres, según el mismo colonizador, sin valor para revivirlo con la palabra literaria. Sin embargo, ellos constituyen su inevitable horizonte real, su cotidianidad. Ante la imposibilidad de eludirlos “sólo la fe lo salva, y la poesía” (Cueva, 1981: 13). La oratoria sagrada y la poseía en su búsqueda de temas trascendentales podían prescindir de la dimensión cotidiana de la realidad, que no sólo carecía de aspectos depurados sino que ofrecía a la mirada aguzada una insondable rajadura, imposible de suturarse, entre españoles e indios. La poesía eleva pero, merced a ello, distorsiona, ciega o trasmuta lo contrario a lo excelso. La sublimación poética, luego, sobreviene por la deshumanización con la que el conquistador concibe al indio, es decir, obligado a convivir en una realidad depreciada pretende al menos una compensación simbólica a tanto sacrificio. La fe y la poesía cubren delicadamente, con sus temas trascendentes, las enormes fealdades de la realidad cotidiana. Se crea de tal manera un espacio poético del exilio, libre de las contaminaciones nativas. “La novela, en cambio –escribe Cueva–, exige un mínimo siquiera de arraigo en su lugar de origen, y más todavía la española, popular y realista. Se concibe que la poesía puede alimentarse de mitos e ideologías; pero no la novela que echa raíces en lo vivido” (Cueva, 1981: 13). Huida, refugio, compensación son las vías de purificación, justamente por eludirla, de la realidad, tapando la insalvable grieta social y cultural existente entre el colonizador y el colonizado2. La conclusión provisoria no sería otra que la de aseverar la inexistencia de novela mientras no aparezca una voluntad de develar y desocultar todos los pliegues de lo real, especialmente aquellos que quedan fuera del ideal armónico. Esta ocultación antropológica será sorteada recién con los escritores sociales románticos en 2 “Como la religión –escribe Cueva– ésta deviene en América una especie de velo protector contra la realidad (mundo, demonio y carne coloniales); prestándose la poesía de entonces mejor que cualquier otro género literario a tal fin porque en el límite permite soslayar lo cotidiano, gracias a la exigencia de seleccionar temas sublimes como único motivo. En esa latitud se ubica la poseía ‘virreinal’, al cantar a dios, a los santos, los reyes y a las vírgenes. Con ellos construyen un espacio poético de exilio, libre dizque de contaminación por lo nativo: espacio lírico ‘puro’ que se convierte en refugio, en campo de mistificación, en antídoto contra lo vivido. Y no solamente por la selección inicial obligada de temas, dicho género literario favorece la huida, explotada como fue, aquí, al máximo en sus aspectos negativos. También, da pábulo a ello su manera de tratar los contenidos, que según el modelo cultural de esos siglos debían revestirse de un manto no menos ‘sublime’. Doble depuración entonces, que permite ‘idealizar’ lo ya ‘idealizado’, vale decir: mistificar más aún lo ya mistificado” (Cueva, 1981: 13). 139 Atenea 495 I Sem. 2007 Atenea 495 I Sem. 2007 140 épocas de la República. A ellos se debe, en gran parte, no sólo el revelamiento de la vida cotidiana de nuestros pueblos, sino también un nuevo modo de captación de la realidad social3. La realidad cotidiana habrá de ser, entonces, el gran hallazgo antropológico después del fin del régimen colonial. Como en una cadena discursiva, este descubrimiento se despliega en el costumbrismo, el realismo y el naturalismo. En general, la novela realista puso en el centro del conflicto humano las graves segmentaciones de la estructura social en Hispanoamérica: indio-gamonales, mestizos en rebeldía, oligarquías explotadoras, criollos-extranjeros, etc. A pesar del detallado inventario de inequidades, quedaba en suspenso un fondo común intangible hasta entonces, cuya procedencia había que remontarlo a los tiempos de la Conquista. Desde allí seguía emanando un sentimiento de frustración, recelo, revancha, que no aparece sino con la novela contemporánea. No desconocemos las etapas más álgidas de un sentimiento antihispánico durante el siglo XIX ni tampoco que la ensayística fue el género que preferentemente fue convocado para la indagación y examen de la problemática identitaria, que involucra inevitablemente el elemento hispánico y por tanto el momento de la Conquista. Desde el positivismo al esencialismo, de Alcides Arguedas a Vasconcelos, la problemática ha merecido mayor atención desde el discurso expositivo-argumentativo. Habrán de ser las novelas de tema histórico, pertenecientes a un nuevo sistema narrativo, las que logren absorber aquel fondo común de mundos en pugna. La importancia de este aspecto que apuntamos reside en que no se trata de una singularidad de tal o cual novela sino que constituye una propiedad del corpus, a la manera de una marca genérica. Así las cosas, llama poderosamente la atención el subtítulo de la novela de Asturias que alude a la epopeya. Para el novelista hay –como dice Carpentier– materia dotada de dimensión épica donde hay bloques humanos, distintos y caracterizados de peculiaridades anímicas, psicológicas y acción colectiva, diferenciadas de otros bloques humanos, coterráneos (Carpentier, 1987a: 26). Siendo así, puede decirse que el subtítulo manifiesta cabalmente la estructura semántica de la novela, ya que están registrados con claridad dos bloques en pugna: indios y españoles. Se torna un subtítulo indeterminado, en cambio, si consideramos que ciertas acciones han sido deliberadamente presentadas como degradantes de la dimensión heroica de toda épica. La contradicción entre el contenido de la novela y el sintagma “Epopeya de los Andes Verdes” se hace palpable. Lo que nos lleva a pensar en una intención irónica. En este procedimiento comienza a mostrarse la conciencia crítica M.A. Asturias A. Arguedas J. Vasconcelos 3 “Por algún motivo el costumbrismo fue, entre otras coincidencias que podríamos señalar, contemporáneo en Cuba al surgimiento de la novela antiesclavista –recordemos el caso de Anselmo Suárez y Romero– y anunciador del indigenismo en la América nuclear andina, tal como puede verse en la obra literaria de la escritora peruana Clorinda Matto de Turner” (Roig: 1986, 128). 141 Atenea 495 I Sem. 2007 del novelista, en virtud de que le resta heroicidad a la versión de las Crónicas al restituir la dimensión humana (demasiado humana) a los protagonistas. En rigor, la mayor parte de la novela se refiere al culto de Maladrón, aquel que descree, ante la muerte, de una posible vida futura. Maladrón se constituye en el símbolo de la desesperanza, por tanto en el mejor símbolo espiritual de la Conquista. Los dominios épicos, desde luego, no pueden percibirse en una secuencia de acciones como ésa. 3. LOS TOPICOS EL MITO GEOGRÁFICO E. Labarca Atenea 495 I Sem. 2007 142 En el anterior apartado hemos intentado mostrar la marca genérica del corpus –la visión escindida–, que bien nos permite hablar ya de una verdadera novelística de temática histórica. Dentro de ella es donde mejor se puede ponderar Maladrón y el carácter precursor que posee. Asimismo, la visión escindida que nos ofrece la narrativa histórica de la Conquista resulta extremadamente idónea para el sondeo de la problemática identitaria latinoamericana. Nos desviaría excesivamente explicar que el cambio en la concepción de la historia y la temporalidad en general está ligado a los cambios paradigmáticos registrados en las últimas décadas, circunstancia conocida como posmoderna. Con todo, la cuestión de la identidad no es patrimonio de los narradores de la NNH. Se trata de una temática que acompaña el desarrollo de nuestras nacionalidades como una invariante histórica. Asturias se inscribe en esa tradición indagatoria, ya sea desde el discurso crítico o desde la expresión cifrada o simbólica de sus novelas (Verdevoye, 1988). Desarrollar el modo como la antedicha marca genérica se comporta en los textos que integran la novelística histórica sería una pretensión demasiado ambiciosa para el espacio que nos resta. No obstante, como una simple enunciación que apoye nuestra hipótesis, pongamos el ejemplo de la novela del escritor chileno Eduardo Labarca: Butamalón. La novela está construida en dos planos que aluden a dos tiempos diferentes: uno el del presente del relato y el otro el de la rebelión araucana. La estructura de la novela se torna más compleja aún por el hecho de que la materia narrada debería surgir de un texto histórico en inglés que refiere aquellos hechos. La voz narrativa la asume un escritor frustrado a quien se le encomienda la traducción de dicho texto. La imposibilidad de hacerlo revela la irreductibilidad de esos mundos que deben pasarse de una lengua a otra lengua, de un universo simbólico a otro, de una incomprensión a otra incomprensión. Confiesa el traductor que es incapaz de empezar siquiera la traducción, puesto que no encuentra “la fisura, el punto donde hundir mi buril para perfilar el nuevo texto” (Labarca, 1997: 268). Por tanto, el relato debe ser reinventado por el traduc- tor-escritor, puesto que la fisura está en los hechos y no en el texto histórico que debe traducir. Como en una cadena de oxímoron, la dualidad se despliega en el corpus. A modo de ejemplos, el Alvar Núñez de la novela de Posse es un conquistador que no conquista, ganado por el mundo indígena, Lope de Aguirre de Otero Silva es un súbdito rebelde, el Padre Barba, en Butamalón, se vuelve un tránsfuga y pelea contra los españoles. Pues bien, nos atendremos exclusivamente a la novela de Asturias, centrándonos en dos grandes temas: el mito geográfico, que implica significados diferentes sobre el istmo para españoles e indios y la herejía y las adoraciones paganas: la disidencia en este caso se da en la religión. Veamos en primer lugar las dimensiones espaciales y sus verdaderos sentidos. La búsqueda del istmo, para los españoles, se ensambla a la máquina extractiva de riquezas que anima el Imperio. ¿De qué manera? Ese accidente geográfico conectaría ambos océanos, la ventaja económica de hacerlo consistía en que desde el Pacífico venía el oro y la plata, riqueza acrecentaba con el oro proveniente de México y el Atlántico constituía la ruta obligada al puerto de Sevilla. La Habana era el punto de reunión del flujo proveniente del puerto de Veracruz y el de Cartagena. El Caribe se convierte en el centro neurálgico de acontecimientos asombrosos, jamás vividos en ningún otro lugar del planeta. Antonio Benítez Rojo en un ensayo titulado “La isla que se repite: para una reinterpretación de la cultura caribeña” desarrolla su tesis sobre la cultura del Caribe, centrada en la noción del meta-archipiélago que produce una recodificación espacio-cultural por medio de la repetición de tropismos. Entre las interesantes hipótesis que plantea para el desarrollo de este tema, Benítez Rojo asegura que “sin las entregas de la matriz caribeña la acumulación de capital en Occidente no hubiera bastado para, en poco más de un par de siglos, pasar de la llamada Revolución Mercantil a la Revolución Industrial” (Benítez Rojo, 1986: 117). Introduce la idea de un funcionamiento mecánico de ese proceso de acumulación de capital, sugiriendo la absoluta independencia de las voluntades y deliberaciones individuales. Señala dos máquinas de extraordinario poder y gravitación: la construida por Colón que, a la postre, fue un ensayo para la aparición de otra, la “Máquina Más Grande Del Mundo” que funcionó hacia 1566 y produjo más de la tercera parte del oro producido en todo el mundo (Benítez Rojo, 1986: 118). La maquinaria extractiva, sin embargo, soportaba “averías”, consistentes en las pérdidas ocasionadas por los naufragios y ataques de piratas y corsarios. Uno de los personajes del grupo de españoles de la secta de Maladrón, Blas Zenteno, en la novela de Asturias, sospecha que el recién llegado, Lorenzo Ladrada, no dice la verdad sobre su identidad, sino que oculta su pasado de piratería, nada menos que al servicio del temible Drake: “Vos erais su ayudante, el pequeño astrólogo sonámbulo, como os llamaba el cosmógrafo Don Francisco Drake, quien hubo mejor suerte” (Asturias, 1969: 146). Nada peor que eso, a tal extremo que Zenteno prepara la amputación de sus ma- A. Posse A. Benítez Rojo 143 Atenea 495 I Sem. 2007 nos, como castigo, después de que termine de esculpir la imagen de Maladrón. A propósito de ello, cuando Lorenzo Ladrada busca una figura para Maladrón, se le ocurre que el rostro puede ser el de un pirata, porque “el corsario es el supremo hereje de estos tiempos” así como el Mal Ladrón lo fue de aquellos tiempos (Asturias, 1969: 130). Para aventar los riesgos y peligros de aquellas pérdidas, Menéndez de Avilés ideó una segunda máquina más compleja que integraba la maquinaria naval, militar y territorial, cuyo centro de instalación se hallaba en el mar Caribe y acoplado al Pacífico y el Atlántico (Benítez Rojo, 1986: 119). Dicho empalme fue realizable gracias al descubrimiento del istmo, sin el cual no había camino viable a las riquezas del Perú y de ahí al resto de la Tierra Firme. Ahora bien, fueron causas económicas, razona Benítez Rojo, las que llevaron la plantación esclavista a Cuba y otras Antillas. “Sin comprender bien –afirma– el mecanismo de la expansión mercantilista y la plantación de azúcar, no es posible interpretar cabalmente la literatura y la cultura del Caribe” (Roffé, 2002: 128). Aún más, según la tesis de Benítez Rojo, existiría un patrón, una matriz de naturaleza estructural que da sentidos finales a las expresiones culturales del Caribe. En el cruce de los vectores raciales provistos por Europa y Africa que se incrustan en las Antillas comienza a definirse una identidad, conformada asimismo con el elemento autóctono. El cultivo de la caña como empresa económica determinante explica la esclavitud, las relaciones patrimoniales, la inmigración asiática. De esa textura socioeconómica emerge un perfil caribeño en las artes, la música, las comidas, etc. (Benítez Rojo, 1986). El cultivo de la caña, entonces, está en el centro de la irradiación de la dinámica cultura, que a la manera de máquinas que se ensamblan proveen los sentidos. A partir de esta perspectiva, podríamos proyectarnos hacia una visión similar para la novela de Asturias, y en general para la literatura de Centroamérica. En efecto, existen curvas de intereses y demandas que conectadas en determinados puntos nos revelan la singularidad de ciertos contextos. Como lo es, en nuestro caso, la importancia geopolítica del istmo para Centroamérica. En su Biografía del Caribe, Germán Arciniegas enfatiza que el Darien “es el camino para las grandes conquistas de América”. Se constituye en el punto crucial del mundo que nace: “Lo mismo ahora que cuatro siglos más tarde, quien apriete en el puño ese nudito de tierra, tendrá señorío en el mundo” (Arciniegas, 1973: 65). Por su parte, Nicasio Urbina se ha referido al asunto en un estudio sobre el mito del canal interoceánico en la literatura nicaragüense4. La gravitación de este accidente geográfico, en síntesis, en la configuración histórica de Centroamérica podría indicarse en cuatro fases: 4 Nicasio Urbina, “El mito del canal interoceánico en la literatura nicaragüense”. Conferencia en línea. http://www.tulane.edu/~urbina/NicasioHome.CritArt.calini.html Atenea 495 I Sem. 2007 144 –La fase inicial y milenaria permanece inalterable, ya que el istmo es tan sólo un accidente geográfico sin interés estratégico alguno. –La irrupción europea y la racionalidad mercantilista le asignan un valor hasta entonces desconocido (Vasco Núñez de Balboa, en 1513, descubre el Mar del Sur). Interés del imperio de turno. –Ya a fines del siglo XIX y principios del XX, la construcción del canal de Panamá le incorpora un valor y función definitivos. El interés de otro imperio: Estados Unidos (se inicia la lucha por la autonomía del canal). De acuerdo con nuestra proposición, entonces, el istmo posee un significado igualmente determinante en la concesión de sentidos en la expresión cultural centroamericana. Maladrón no es una novela de tesis, por cierto, pero su comprensión estaría muy lejos de acabarse si la desprendemos de las máquinas de sentidos, que se han sucedido de siglo a siglo y que comprometen el factor espacial. Esta aseveración podría llevarnos demasiado lejos de nuestros propósitos, digamos solamente que dicho factor constituye un geo-logos, esto es, una base existencial del texto (Orzhitskiy, 2002). Ante todo, como consecuencia principal de la irrupción europea, ya que para los pueblos precolombinos la unión de los océanos carecía de peso económico o de cualquier otra proyección, habida cuenta de su nula atracción marítima. Las precolombinas son culturas terrestres; las europeas, además, marítimas5. De tal manera, el sentido económico de la unión de los mares y el alcance estratégico para Europa resulta una valoración relativamente reciente, si se quiere, producto de la Conquista. Dicho de otro modo, el istmo se integra al engranaje imperial y su valor como tal no es geomorfológico sino histórico, derivado de la máquina de sentidos que impone el imperio europeo. Durante milenios Centroamérica fue un puente de conexión entre masas continentales, por tanto se carecía de interés económico. Con la conquista europea y el desarrollo de un mercado a escala mundial, el puente se convirtió en istmo. Cuando López de Gómara refiere el episodio del descubrimiento del Mar del Sur (el 25 de setiembre de 1513) describe la alegría de Vasco Núñez de Balboa y sus hombres motivada principalmente “por abrir camino para traer a España tanto oro y riquezas cuantas de entonces acá se han traído del Perú” (López de Gómara, 1954: 106). La conciencia espacial y sus ventajas económicas irrumpe en América con los 5 “Durante largos siglos, Centroamérica ha sido un mundo de campesinos, de hombres y mujeres de montañas y de selva. En los extensos litorales marinos, la vida parece haber sido reticente, incierta y difícil. Las sociedades han tendido a desarrollarse en las montañas interiores, y desde el XVI vienen utilizando las costas como salida ultramarina; o como lugar de paso en una ruta interoceánica. Habrá que esperar el siglo XX para que se produzca una valorización distinta de los litorales; es innegable, sin embargo, que los pueblos centroamericanos siguen teniendo escasa vocación de navegantes” (Pérez Brignoli, 1999: 72). 145 Atenea 495 I Sem. 2007 viajes exploratorios, hasta entonces, lo que existe es una conciencia mítica del espacio. El pensamiento racional económico de los europeos, con su visión estratégica, choca con el desinterés del influjo mítico. Este espacio es dinámico como consecuencia de estas fuerzas contrarias que se enfrentan. Los personajes indígenas de Maladrón viven en la idea de un espacio que compone un puente intercontinental, entre masas espaciales que se comunican a través de una letárgica temporalidad. La idea ístmica la aporta Angel Rostro, aunque no esté movido por fines de codicia sino de fama. Son dos maneras de concebir el espacio esencialmente diferentes y antagónicas. De esta dialéctica aflora el rasgo principal de la historia y la geografía centroamericanas (Pérez Brignoli, 1999: 67). Imaginarias líneas transversales y longitudinales franquean, de tal modo, el espacio centroamericano y fundan, de acuerdo con su trayectoria, concepciones diferentes. La primera ha sido prioritaria para cuanto Imperio estableció allí su radio de acción. De carácter imprescindible, la línea transversal resulta una metonimia del interés que postula, esto es, como istmo es un espacio que permite el recorrido de la distancia más corta entre los dos puntos marítimos. Justamente, el acortamiento de la distancia acrecienta el aprecio económico. Centrada exclusivamente en la posibilidad de sortear en el menor tiempo y distancia posibles el territorio, la línea transversal ignora todo lo demás: historia, otros accidentes geográficos, culturas, habitantes, etc. Los fracasos históricos de la unión centroamericana no pueden dejar de remitirse a este tipo de relación con el espacio. “Diversidad cultural y fragmentación política constituyen así dos rasgos sobresalientes en la vida y la historia de las sociedades del istmo” (Pérez Brignoli, 1999: 83). En cambio, la línea longitudinal es la línea milenaria, mítica, que recorre una distancia de 2.000 km, jalonados de innumerables dificultades. La médula de esa línea está señalada por “la Cordillera de los Andes Verdes”, lo que convierte al casi 80% del territorio centroamericano en un conjunto de laderas, montañas y valles. En el interior del istmo se elevan cordilleras que superan los 2.000 m, a lo que suman unos 50 volcanes, algunos de ellos en actividad, alineados desde Guatemala hasta Panamá. Este paisaje quebrado en tantas partes contrasta con las fajas costeras que son planas. Las tierras altas centrales y las costas del Pacífico han sido las zonas más aptas para la agricultura, y por lo tanto para la vida humana. Es así entonces como se puede explicar que los altiplanos predominen sobre los litorales, y la escasa preferencia marítima de los pueblos precolombinos. La cordillera es nervadura, nexo, hábitat y también refugio. La cordillera –se describe en Maladrón– de los Andes Verdes, hay que envejecer sin recorrerla toda, confina con regiones cavadas por ríos subterráneos en cuevas retumbantes, volcanes de respiración de azufre, coli- Atenea 495 I Sem. 2007 146 nas tibias /.../ La Cordillera de los Andes Verdes, cerros azules perdidos en las nubes, va desde el silencio de aquel campo de quetzales muertos en la batalla, hasta las cumbres de la tierra más antigua de la tierra, los Cuchumatanes /.../” (Asturias, 1969: 9-10). ¿Qué busca concretamente el pequeño grupo de españoles encabezados por Angel Rostro?: “Voy a morir –dice este personaje– donde se juntan el mar que navegamos y el mar que va a la China. Mi teoría es que se juntan subterráneamente. No es un istmo este que separa los dos mares, sino un puente. Y en alguna parte, Pedro Paredes, bajo este puente pasa el agua” (Asturias, 1969: 29). Pero al parecer no es la ambición el motivo que empuja a Angel Rostro a la búsqueda, sino: “La ambición de rivalizar con el Almirante de la Mar Océana, si descubrieran la conjunción de esa mar con la mar que va a la China, lo que tenía nada de imposible, pues, vistas ambas mares desde lo alto de las montañas, fundíanse, apenas separadas por una franja de tierra verde, con un solo infinitivo azul” (Asturias, 1969: 49). El diálogo que mantiene con Pedro Paredes revela la disparidad de aspiraciones y también del talante de cada uno de ellos, que recuerda el dualismo cervantino. Paredes le reprocha “andar a caza de rutas subterráneas cuando lo que importa es comer, llenarse la tripa con algo sólido”. Lo increpa diciendo que en lugar de cavilar “por donde pasa ese famoso túnel de agua salada”, “¡Indagad dónde hay comida, voto al cielo!” Angel Rostro se comporta como un verdadero cruzado en la búsqueda que lo impele: la respuesta es digna de tal: “¿Comida?, todos los días en todos los sitios se puede comer y se come, en cambio sólo una vez, Pedro Paredes, se llega a los Andes Verdes, donde en alguna parte se comunican los océanos...”. De pronto el diálogo toma una dirección todavía más interesante. Paredes le replica que eso es una fábula, lo que Angel Rostro no niega sino que lo llama “fábula verdad”, puesto que “hay fábulas verdaderas y otras que son mentiras. ¡Fábula verdad son estas Indias, islas y tierra firme en que estamos!” (Asturias, 1969: 30). El año en que transcurre la acción en la novela de Asturias –1571– el istmo ya estaba integrado a un complejo sistema de extracción de riquezas desde América hacia Europa. La búsqueda de Angel Rostro sobrelleva así un anacronismo. Efectivamente, Menéndez de Avilés ideó un plan para el perfeccionamiento de la máquina extractiva de riquezas seriamente atacada por los naufragios y lo que era peor la acción de los corsarios. En 1562 Menéndez de Avilés partió al mando de 49 velas, incluyendo seis galeones de guerra, con el propósito de poner a prueba su plan que consistía en realizar la navegación entre las Indias y Sevilla, a través de convoyes compuestos por transportes, barcos de guerra y embarcaciones ligeras de reconocimiento y aviso. Los cargamentos de oro y plata se harían en fechas fijas y se utilizaría 147 Atenea 495 I Sem. 2007 para ello un número reducido de puertos6. El sistema de flotas convirtió a la ruta transístmica en un paso fundamental del tesoro de las minas de Perú hasta 1739 en que se pone fin a aquel sistema (Pérez Brignoli, 1999: 66). LA HEREJÍA Y LUGAR El corpus novelístico de la Conquista tiene al viaje como un común dispositivo. Como se sabe, el siglo XVI es el de los grandes desplazamientos. Los personajes y el sistema que integran (caballos, pertrechos, escribanos, sacerdotes, etc.) están afectados, en estas novelas, por el mismo frenesí cinético. Los motivos de este peregrinar se subordinan a variadas motivaciones, de dispar consistencia: va de la más baja ambición aurífera a las pretensiones de fama y trascendencia. Como en los buscadores del istmo en Maladrón: “lo que iban buscando, por lo que se apartaron de sus compañeros de conquistas” tiene que ver con que “no querían conquistar, sino descubrir” (p. 82). Están movidos por la “ambición de rivalizar con el Almirante de la Mar Océana” (p. 49) El viaje adquiere distintos significados en cada uno de los personajes, como lo ha demostrado, en general, Fernando Aínsa (1986), no obstante es siempre frustrante y nunca su recorrido conduce al lugar deseado o planificado. Por eso puede hablarse de un viaje de la irrealización, pues cambia los motivos por los cuales se lo emprende y siempre deja al viajero en el sitio menos esperado, cuando a algún sitio llega. En el final de la novela, en vísperas de su muerte, Antolinares, el único español del grupo inicial que ha quedado en la búsqueda del istmo, advierte haberse convertido en lo que fueron: No conquistadores, caballeros andantes que bajaron de los Andes Verdes, leales con ellos mismos, bajo la cruz del Maladrón, hasta dejar de ser ellos, porque al final de sus vidas y su desesperada búsqueda de locos, ya eran otros, no los mismos que llegaron de España, otros unos seres que formaban parte de la geografía misteriosa de un país construido de los 6 “Generalmente se da el nombre de flotas a los convoyes que dos veces al año entraban en el Caribe para transportar a Sevilla las grandes riquezas de las Américas. Pero esto no es del todo correcto. El sistema de flota era, además una máquina de puertos, fondeaderos, muelles, atalayas, fortalezas, guarniciones, milicias, astilleros, almacenes, depósitos, oficinas, talleres, hospitales, hospedajes, fondas, plazas, iglesias, palacios, calles y caminos, que se conectaba a los puertos mineros del Pacífico mediante un enchufe de trenes de mulas tendido a través del istmo de Panamá. Era un sistema articulado sabiamente a la geografía del Caribe, y sus máquinas estaban dispuestas de modo tal que pudieran utilizar a su favor la energía de la gran Corriente del Golfo y del régimen de vientos alisios propios de la región. El sistema de flotas generó todas las ciudades del Caribe hispánico y las hizo ser, para bien o para mal, lo que son hoy, en particular la Habana” (Benítez Rojo, 1986: 119). Atenea 495 I Sem. 2007 148 mares al cielo, por manos de cataclismos y terremotos, igual que una de esas pirámides blancas, altísimas, que en su andar contemplaron perdidas en las selvas (193, cursivas nuestras). El viaje transformador es un motivo universal de la literatura. En la novela de Asturias la conversión de los personajes se da en más de un sentido, ya que por un lado les altera la identidad de conquistadores y por otro los integra a un nuevo espacio. Padecen una metamorfosis parecida a la que afectó a Alvar Núñez, convertido en un “conquistador inútil” (Posse, 1992: 177), enfrascado como estuvo en su viaje transreal por América que duró varios años. La pérdida de la comunidad de origen, por efecto del viaje, comienza a producir cambios rotundos en los personajes de Maladrón, tal es el caso de Blas Zenteno “materialista, escéptico y casi siempre deprimido, al principiar la conquista era idealista, crédulo y animoso. Los hechos lo cambiaron. Una piel traes y otra piel te llevas” (Asturias, 1969: 80). Todo sobreviene como una mutación que se desarrolla en un nuevo espacio. Angel Rostro, que no se convierte a la secta de Maladrón, percibe la relación entre nuevo espacio y degradación religiosa: “Desque estamos extraviados por estas sierras, no guardáis la lengua de blasfemia y de ello que siempre andemos perdidos” (Asturias, 1969: 59). Porque se hallan “ellos en el humo de un mundo nuevo, sin tiempo, sin espacio” (Asturias, 1969: 62). El motivo de estos cambios individuales está encastrado en uno de mayores dimensiones. El fraile Damián Canisares ha captado asimismo que el espacio del Nuevo Mundo en modo alguno se ajusta al orden racional del medioevo europeo, “ya que allí donde los sentidos andan sueltos, todo parece natural y no industria del demonio” (p. 68, cursivas nuestras). El desplazamiento del lugar de origen ha desatado los nudos que sujetaban los sentidos y ha liberado las conciencias. Hay un episodio de la novela que interrumpe transitoriamente esta circunstancia emancipadora. Se trata del momento en que el grupo de Angel Rostro es encontrado por otros españoles capitaneados por Juan de Umbría. El extravío se suspende en razón de que estos españoles representan la restitución simbólica del asentamiento perdido. El fraile Damián Canisares, que va con ellos, repone la ortodoxia, y por tanto el orden, a fuerza de pretender ajusticiar a los perdidos. Pero poca esperanza hay ya de recuperarlos. “No he mayores letras –dice Antolinares–, pero por letanía se lo malo de andar negado. Para mí estas no son tales Indias, sino el Limbo, el Limbo, ni tales conquistadores somos, sino niños muertos sin cristiandad” (Asturias, 1969: 126, cursivas nuestras). En un encadenamiento continuo, nada permanece idéntico. La fe cristiana se corrompe a tal extremo que brota la herejía, la identidad hispánica se altera por un nuevo sentimiento de pertenencia a un espacio diferente, y a pesar de lo paradójico: germen de una naciente nacionalidad. Pero de todos estos cambios el culto a Mal Ladrón adquiere dimensiones extraordina- 149 Atenea 495 I Sem. 2007 rias, en razón de que en la significación global de la novela simboliza la Conquista. “–No creéis en el Señor Jesucristo? –No lo negamos tanto como lo hacen con sus hechos los que se llaman conquistadores en su solo nombre. Nuestro credo amparado por la cruz de Gestas, el ladrón, cubre mejor las ganancias y riesgos de la conquista” (p. 123). De qué vale la fe en un dios piadoso, si Gestas se ciñe mejor a la acción de españoles en el Nuevo Mundo. El descubrimiento de las Indias fue experimentado por sus contemporáneos como un momento importante en el desenvolvimiento providencial de la historia humana, como la última etapa antes del advenimiento del Reino que sería instaurado precisamente en las Indias, por lo pronto en la forma de la nueva Iglesia Católica (Lafaye, 1964: 27). ¿De qué manera se pervierte esta idea? La herejía que es, por elección, ruptura con el asentamiento implica, sociológicamente, una ruptura con la comunidad, que es la sede la ortodoxia (Chenu, 1987: 3). En Maladrón, la consecuencia es la misma, es decir la herejía, pero la elección difiere en la prioridad acordada a la nueva sede. Angel Rostro, que no se convierte a la secta de Maladrón, atribuye a mentiras las razones por las cuales los sectarios han elegido un nuevo lugar de asentamiento para construir el “humilladero” en el llamado “Valle de Maladrón”. Razona Rostro: Otra vez les pregunté: ¿por qué permanecemos aquí?, fingiendo ignorar sus intenciones, ¿hay algo oculto en esa laguneta de lodo? Y como es dicho que la ambición quebranta el hilo de la amistad, lo supe por experiencia. ¡Por mi santa fe católica, mientras ellos codiciaban lo del nexo entre los mares, para malos fines, yo me prometía ofrecer el secreto a España. El vociferante hirsuto de Zenteno me hizo sabidor de mil mentiras, multiplicando palabras falsas para callar lo cierto. Nos fue revelado, dijo, que en este lugar se hizo el hombre de una sustancia más cercana la vida que el vil barro/../ pero nada creí de sus dichos, sobre ser el hombre hecho de maíz, en asamblea de dioses y animales (Asturias, 1969: 93, cursivas nuestras). En otros términos, la ruptura con el asentamiento original hispánico (alejamiento físico, desplazamiento espacial) propicia la elección herética, la de otro culto con otro asentamiento. En síntesis, el cambio de sede está en la base de la herejía. Sin embargo, “la ruptura con la comunidad no basta para constituir la herejía, sino que hace falta también que el individuo o el grupo permanezcan separados, tomen conciencia de esa separación y la admitan /.../ el punto fundamental de la herejía será precisamente la conciencia de esa elección” (Chenu, 1987: 7). El culto a Maladrón es la corrupción de la doctrina cristiana, trastrocada en símbolo de la desesperanza. Se va perfilando, de esta manera, la nueva Atenea 495 I Sem. 2007 150 religión más acorde a la violenta sustancia de la Conquista. Ahora comienza a entenderse la “Nueva Iglesia”. Duero, el tuerto, lo mareaba (a Angel Rostro) siguiéndolo por todas partes so pretexto de razonarle que la religión de Jesucristo no era concertada para hombres como ellos dados al trato de lo material, en la guerra con la sangre y en la paz con el oro. Paz y guerra. Oro y sangre. El mundo, el demonio y la carne placentera de añadidura (Asturias, 1969: 78-79). ¿De dónde proviene este culto? El partido de los saduceos, cuyo nombre parece derivarse del de Zadok, un alto sacerdote de los tiempos bíblicos, estaba formado por sacerdotes y aristócratas. Rechazaban las creencias de los fariseos en fuerzas naturales. Negaban la doctrina de la resurrección del cuerpo y la inmortalidad del alma. Estaban convencidos de que las almas se desvanecen al mismo tiempo que los cuerpos. Creían que la retribución divina no era futura y ultraterrena, sino inmediata y material. La secuencia del cambio de la fe en los españoles se ordena del siguiente modo. Antón Duero, el tuerto, conoce a Zaduc en el barco que lo trae a las Indias. Le habla del culto a Mal Ladrón y le muestra el rito. Blas Zenteno de niño ha visto cómo perseguían a estos herejes para quemarlos. Antolinares, por último, dice haber sido curado de su ceguera por invocación a Mal Ladrón. Por la otra parte, Angel Rostro y Quino Armijo no participan de esta pasión herética. Ambos desaparecen de escena. Lorenzo Ladrada, de turbio pasado, tampoco se suma al culto, pero habrá de ser el que le dé forma corpórea a Mal Ladrón. En Maladrón la deslealtad con la fe no es menor que la de los españoles que en nombre de ella acometen todo tipo de atropellos y violencias. Pero resulta asimismo el desmoronamiento de una cosmovisión de la potencia que la introduce. Maladrón o Cristo, los ritos de las oraciones o de las gesticulaciones, la esperanza redentora o la negación pesimista de otra vida son distinciones que no modifican en nada la situación de los vencidos. Ante la sospecha de que se pueda estar gestando otra escalada de violencia sobre los habitantes de los Andes Verdes, los nuevos adoradores de Maladrón son sacrificados ritualmente. Si aquellas distinciones resultan inocuas para la situación del indio, no es menos cierto que la posibilidad de volver a pasar por el proceso de imposición violenta de la fe los impulsa a tomar tan contundente decisión. El indio Güinaquil proclama: –¡No otra cruz! ¡No otro Dios! ¡La primera cruz costó lágrimas y sangre! ¿Cuántas más vidas por esta segunda cruz? ¿Más sangre? ¿Más sufrimientos? ¿Y más tributos?... Ahora lo tenemos, el Maladrón es nuestro prisionero /.../ ¡Oro y martirio fueron pagados, sin tasa ni medida, por el 151 Atenea 495 I Sem. 2007 Dios de la primera cruz! ¿Por el barbudo de esta segunda cruz, más carne de trabajo y matanzas?... –¡No habrá segundo herraje ni habrá segunda cruz! Si con la primera, con el Dios que nada tenía que ver con los bienes materiales y las riquezas de este mundo, costó ríos de llanto, mares de sangre, montañas de oro y piedras preciosas, a qué costo contentar a este segundo crucificado, salteador de caminos, para quien todo lo del hombre debe ser aprovechado aquí en la Tierra?... Si el de la primera cruz, el soñador, el iluso, nos costó desolación, orfandad, esclavitud y ruina, ¿qué nos esperaba con este segundo crucificado, práctico, cínico y bandolero?... Si con la primera cruz, la del justo, todo fue robo, violación hoguera y soga de ahorcar, ¿qué nos esperaba con la cruz de un forajido, de un ladrón?... (Asturias, 1969: 173). El tiempo del sincretismo no ha llegado aún. O es un culto u otro, pero no la síntesis de ambos. La dualidad de creencias no tendrá destino histórico, ni la secta prosperó porque fueron extirpados de raíz sus primeros retoños ni el culto al dios de los terremotos habrá de tener mejor suerte. En el juego de equívocos se infiltra la condena de una fe que no era consecuente con sus postulados y siempre tentada por las deformaciones heréticas. De no mediar la trágica imposición violenta de una fe, podría hablarse de que el equívoco religioso resulta más propio de una comedia de enredos. Los “saduceos gesticulantes” y los “indios tiburones” que también gesticulan generan el principio de la confusión. En un caso lo hacen en adoración a Maladrón y en otro, a Cabracán (el que Hace los Terremotos). En este punto se produce el más trágico desencuentro, ya que no existe el modo de esclarecer la confusión. La india Trini se queja de no poder “¡explicar lo que una no entiende y en lengua de bárbaros!” (Asturias, 1969: 103). En Butamalón de Labarca, el padre Barba, que se ha cruzado al bando de los araucanos, convirtiéndose en uno de ellos, le dice a su india concubina: “Has aprendido las oraciones que te enseño, pero no he logrado que nuestro Señor haga nido en tu alma. Temes la cruz /.../ La cruz es tu rival y la combates: la ocultas bajo las mantas /.../ con la esperanza de que yo la olvide” (Labarca, 1997: 232). La tendencia a la libre interpretación del culto o la inversión de la fe permanecen, a la manera de una nota invariante, en la narrativa hispanoamericana en general. Recordemos el pasaje de Hijo de hombre de Roa Bastos no sólo por lo que acabamos de anotar, sino que además el relato gira en torno a un Cristo tallado por las manos de Gaspar Mora, un leproso abandonado, circunstancia que se asemeja al Maladrón de Lorenzo Ladrada tallado asimismo en madera. El Cristo de Gaspar Mora habrá de ser venerado por el pueblo de Itapé: Atenea 495 I Sem. 2007 152 Esto nos ha valido a los itapeños el mote de fanáticos y de herejes. Pero la gente de aquel tiempo seguía yendo año tras año al cerro a desclavar el Cristo y pasearlo por el pueblo como a una víctima a quien debían vengar y no como a un Dios que había querido morir por los hombres. Acaso este misterio no cabía en sus simples entendimientos. O era Dios y entonces no podía morir. O era hombre, pero entonces su sangre había caído inútilmente sobre sus cabezas sin redimirlos, puesto que las cosas sólo habían cambiado para empeorar. Quizá no era más que el origen del Cristo del cerrito, lo que había despertado en sus almas esa extraña creencia en un redentor harapiento como ellos, y que como ellos era continuamente burlado, escarnecido y muerto, desde que el mundo era mundo. Una creencia que en sí misma significaba una inversión de la fe, un permanente conato de insurrección (Roa Bastos, 1984: 12). PALABRAS FINALES En primer término, es necesario poner en perspectiva la novela de Asturias, esto es, qué otras valoraciones se pueden hacer de ella dentro del contexto literario latinoamericano, en virtud de que no ha sido un texto debidamente estudiado todavía. En rigor, como sucede con casi toda la obra de Asturias, el brillo del “boom” opacó injustamente sus novelas. En el caso de Maladrón no se ha escapado a la regla, ya que se produjo en un momento previo al auge de la Nueva Novela Histórica, que según S. Menton comienza a partir de 1979, aproximadamente. Que esté fuera del grupo de novelas más identificado con esta nueva concepción de la narrativa puede interpretarse de otra manera que no sea la del lamento. Efectivamente, aunque fuera del pelotón, como en otras posiciones, Asturias se ubica a la vanguardia de él, por haber introducido mucho antes un pensamiento crítico en la reescritura de la historia. En rigor, ninguno de los rasgos que Menton atribuye a la NNH están presentes en Maladrón, de manera que, desde ese punto de vista, no pertenecería a tal fenómeno literario, pero tampoco a la novela histórica tradicional. Sin embargo, por los sentidos atribuidos a la indagación del pasado que realiza en su novela, Asturias integra la NNH, digámoslo así, en calidad de precursor. De acuerdo con la concepción histórica del escritor guatemalteco, la novela toma de los sucesos lejanos una sustancia que podría denominarse como “valores perpetuos” que está incrustada en aquéllos. No tiene un interés arqueológico ni tampoco pretende reinterpretar sesgadamente un episodio de la historia americana, como es la Conquista española. Busca penetrar, más bien, los hechos hasta descubrir en ellos lo que contengan de inmemorial, perenne, y que aún puede seguir activo en el presente. Tal aporte por sí mismo lo sitúa entre lo mejor de la narrativa histórica anterior al surgi- 153 Atenea 495 I Sem. 2007 miento de la novelística de indudable calidad, compuesta por Carpentier, Vargas Llosa, García Márquez, etc. De acuerdo con nuestro análisis, los valores perpetuos de incidencia permanente se perfilan alrededor del mito geográfico y la utopía escatológica. Hemos querido representar la significación del istmo a través de dos líneas, una transversal y la otra longitudinal, que a su vez definen orientaciones antropológicas completamente diferentes. La primera de ellas –la transversal– es la que la lógica mercantilista europea introduce en el espacio ancestral centroamericano, dando lugar al interés económico y la idea misma de istmo. La longitudinal, por el contrario, se inscribe como el trazado más natural del espacio, privilegiando la noción de puente que une masas continentales. Para nosotros, estas significaciones profundas están magníficamente asumidas en la novela asturiana, que como fuerzas subterráneas descansan en la base de los episodios narrados, asignándoles su sentido. El conflicto entre las dos líneas representativas es también el drama de la desintegración política centroamericana, situación que excede los años de vida de Asturias. La mención de los Andes Verdes en el subtítulo de la novela va más allá de una referencia geográfica. La nervadura que constituye esta cadena montañosa corre en la misma dirección longitudinal arcaica y adquiere en la novela una presencia dominante. Tal presencia del espacio alcanza alturas simbólicas del tipo de El zorro de arriba y el zorro de abajo de Arguedas o La casa verde de Vargas Llosa. La Conquista española violenta la ruta cultural preexistente, provocando una brusca reorientación espacial, en detrimento, por cierto, de la historia futura centroamericana. En el siglo XVI como en el XX el istmo ha sido la llave económica entre los dos océanos. Su dominio torna subalterno o insignificante cualquier otra preocupación. Por otro lado, la inversión del mito cristiano como fondo de las novelas de Asturias significa, como en el Cristo tallado por el leproso Gaspar Mora del relato de Roa Bastos, “un permanente conato de insurrección”. La fuerza crítica de Maladrón se deposita en la utopía escatológica de un grupo de españoles extraviados, ya no en el espacio americano solamente sino en la cristiandad. La aporía religiosa de dos universos diferentes estriba en la imposibilidad de comprenderse mutuamente. El primer efecto del trastrocamiento del mito cristiano es la alteración de los valores. La nueva religión herética que se ha gestado parece representar mejor los propósitos de los conquistadores. Con Maladrón no hay futuro porque ha desaparecido la esperanza en un mundo trascendental. Como en el mito, las fuerzas del bien y del mal se enfrentan, como en la historia los hombres deben tomar partido. “¡Todo está lleno de comienzos!”, dice Güinakil (p. 135), expresando la desgracia por la aparición de un nuevo credo, al que extirpan con el corazón de Zenteno y Duero, los fanáticos de Maladrón, pero asimismo la exclamación desliza una tenue luz esperanzadora. El tiempo cíclico perdido “con los Atenea 495 I Sem. 2007 154 seres de injuria” que de otro planeta llegaron por mar, del epígrafe con que la novela se abre, puede algún día concluir y recuperarse “aquel mundo de golosina” habitado por ellos, los habitantes primitivos, junto a los venados y los pavos. REFERENCIAS Aínsa, Fernando. 1986. Identidad cultural de Iberoamérica en su narrativa. Madrid, Editorial Gredos. –––––––––––. 1991. “La reescritura de la historia”, en: Cuadernos Americanos, 28. 116. Arciniegas, Germán. 1973. Biografía del Caribe. Buenos Aires: Sudamericana. Asturias, Miguel Angel. 1969. Maladrón (Epopeya de los Andes Verdes). Buenos Aires: Losada. Benítez Rojo, Antonio. 1979. El mar de las lentejas, Barcelona, Plaza y Janés. Benítez Rojo, Antonio. 1986. “La isla que se repite: para una reinterpretación de la cultura caribeña”, en: Cuadernos Hispanoamericanos, No 429. Cánovas, Rodrigo. 1994. “Prólogo”, en: Triviños, Gilberto. La polilla de la guerra en el Reino de Chile. 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NAHUELPÁN MORENO* RESUMEN Este trabajo relaciona la metáfora “El desierto crece (...)” con los proyectos históricos de construcción de la identidad latinoamericana. Se esboza una breve explicación sobre el significado de la metáfora enunciada por Nietzsche y luego tomada por Heidegger. Se aborda los proyectos históricos y, finalmente, se analiza cómo la búsqueda del sueño de la unidad se ha formulado de espalda a los fundamentos y la diversidad sociocultural propios del continente. Palabras claves: Identidad latinoamericana, proyectos históricos, diversidad sociocultural. ABSTRACT This work relates the metaphor “the desert grows...” to the historical projects of constructing a Latin American identity. We will give a brief explanation in respect to the significance of the metaphor as enunciated by Nietzsche and later taken up by Heidegger. We will explain the historical projects and, finally, we will analyze how the search for the dream of unity has been formulated by turning its back on the foundations of sociocultural diversity characteristic of the continent. Keywords: Latin-American identity, historical projects, socio-cultural diversity. Recibido: 14.04.2006. Aprobado: 23.04.2007. * Profesor Universidad de La Frontera, Temuco, Chile. Coordinador Acciones Académicas Proyecto Rüpü, Fundación Ford-Universidad de La Frontera. E-mail: hectnahu@hotmail.com / nawelpangui@gmail.com 157 Atenea 495 I Sem. 2007 pp. 157-164 “EL DESIERTO CRECE” Y EL RE-PENSAR LA IDENTIDAD LATINOAMERICANA L A EXPRESION “El desierto crece” constituye una metáfora enunciada por Nietzsche y posteriormente tomada por Heidegger. [Dicha afirmación] ... en un lenguaje poético, viene a transformarse en una denuncia, en un grito de alerta (...) Ella nos impulsa a dar un salto a lo habitual, con el objeto de visualizar la angustia que encierra, de comprender la desorientación, de asumir la descripción de una situación autodestructiva, al mismo tiempo que nos permite abrir una posibilidad de reconstruir el porvenir. Sin duda, “El desierto crece (...)” forma parte de una descripción y de una expresión que es propia de la situación que vive el hombre moderno. El hombre moderno no piensa, expresa Heidegger, más bien no piensa en lo que debe pensar, cuestión ésta que constituye una situación “gravísima”, en el sentido que sólo piensa la cosa, es decir, sólo se relaciona con el ente y, en ningún caso, piensa acerca del ser del ente y menos aún sobre el ser mismo (Leal, 2000: 173). La cita anterior permite reflexionar en torno a algunos aspectos referentes a la metáfora a la cual hacemos alusión. Dicha expresión alude, en primer lugar, a una denuncia, es decir, a un llamado de atención con respecto al escenario o contexto histórico en el cual nos desenvolvemos. En cierto modo, se trata de una afirmación que pretende hacernos tomar conciencia de las contradicciones que encierra la sociedad y el sistema del cual formamos parte. Como sostiene Rubén Leal: “(...) supuestamente estamos construyendo una sociedad que dará la oportunidad de desarrollarse y de lograr la felicidad a cada uno de sus integrantes” (2000: 175). Sin embargo, diariamente los medios de comunicación informan (¿o desinforman?) respecto a la marginalidad y la exclusión social en que viven cientos de familias en el mundo y Latinoamérica, manifestaciones de violencia a causa de la delincuencia o la represión, atentados suicidas en Israel e Irak como expresión de la resistencia a los intentos “democratizadores” de Estados Unidos. No obstante lo anterior, la expresión “el desierto crece” representa además una invitación a pensar el porvenir, “dar un salto a lo habitual”, a visualizar el carácter crítico de un escenario social cuyas contradicciones se tornan destructivas. La afirmación de Nietzsche nos habla del desierto: se refiere al lugar donde nada crece, alude al espacio donde nada vive; pero más angustiante aún, ese espacio continúa creciendo. Ese crecimiento no sólo constituye un proceso de desertificación, lo que ya es grave, sino además, nos trae la destrucción, ya que nos encontramos en una realidad devastadora, es decir, donde la destrucción es avasalladora (Leal, 2000: 174). Atenea 495 I Sem. 2007 158 Sin embargo, esta expresión nos lleva a superar un tipo de pensamiento centrado en la cosa, el ente, la forma. En suma, la expresión nos lleva a pensar en el ser, nos invita a remover aquello que se percibía como inmóvil, a desestructurar lo fijo, estable y aparentemente objetivo. Es precisamente esta invitación a pensar en el ser, a avanzar más allá de lo aparente, lo habitual y lo inmóvil, aquello que nos permite reflexionar en torno a la identidad latinoamericana y los distintos proyectos históricos que han ido en su búsqueda desde los tiempos de la conquista hasta la actualidad. La reflexión adquiere validez si al referirnos a la identidad nos adentramos en el ámbito mismo de la esencia. Más aún cuando en la búsqueda del sueño de la unidad hemos terminado defraudándonos de nosotros mismos, al desear “llegar a ser” o “deber ser”. Cuando este afán de encontrar lo propio o lo auténtico se ha realizado en lo ajeno, en integrarse a la “cultura occidental”, en ser europeos o, recientemente, norteamericanos. Como ha sostenido Braulio Muñoz, “este sentido de no ser auténtico, de ser impostor, ha dejado cicatrices en el alma y en la mente” de Latinoamérica (1996: 22). Detengámonos a continuación en los distintos proyectos tendientes a formular una identidad latinoamericana. No obstante, es necesario precisar que la construcción de la identidad se realiza a través de la historia, constituye un proceso que no se detiene en el tiempo, al contrario, está en permanente construcción y re-definición. Asimismo, la identidad constituye un estado de conciencia implícita y explícitamente compartida por unos individuos que se reconocen y expresan su pertenencia a una categoría de personas y a una comunidad que los acoge. LA BUSQUEDA DE UNA IDENTIDAD HOMOGENEA Y LOS DESAFIOS DEL PLURALISMO CULTURAL Según Jorge Larraín, “la constitución de una cultura latinoamericana comienza en el momento que la cultura española del siglo XVI se encuentra con las culturas indígenas de América” (1994: 33). Fue precisamente este encuentro de culturas el que, desde nuestro punto de vista, dio origen a la idea del sueño de la unidad cultural latinoamericana, en efecto, este sueño no existió antes de la llegada de los conquistadores. Los pueblos que habitaban en estos territorios estaban separados por barreras geográficas y por diferencias étnicas, culturales, económicas y políticas que, en cierto modo, hacían imposible la idea de una gran unidad o nación. Aun cuando en Mesoamérica y los Andes Centrales existieron sociedades centralizadas, como la azteca y la inca, que alcanzaron niveles de complejización sociopolíticos de importancia, coexistían grupos étnicos con diferentes idiomas e instituciones políticas, económicas y religiosas que imposibilitaban la unidad. Por ello, como ha sostenido Braulio Muñoz, “al llamar indios a los habitantes de 159 Atenea 495 I Sem. 2007 Llegada de Colón a Guanahani. estas tierras, Colón cometió dos errores: sus anfitriones no eran súbditos hindúes y tampoco pertenecían a un solo pueblo” (1996: 17). Sin embargo, siguiendo la idea de Muñoz, el error de Colón y la búsqueda del sueño de la unidad en la conquista, unidad representada en la hegemonía de la Corona y la religión católica, en la espada y en la cruz, derivó en la violencia y en numerosos atropellos sobre la población indígena del continente. Ataques con alevosía a poblados nativos para torturar, asesinar a varones y llevarse mujeres y niños, aquéllas para venderlas como prostitutas, estos últimos como mano de obra servil; un ejército que devino en una máquina de cazar esclavos, funcionarios y sacerdotes utilizando “peregrinos” argumentos; el Requerimiento de Palacios Rubio que afirmaba una serie de principios cristianos y el hecho de que América había sido entregada a los monarcas por el Papa. Requerimiento, éste último, que era leído en castellano a los indígenas y mediante el cual se avanzaba “con la ayuda de Dios sobre vosotros a fuego y espada”. Es cierto que la prohibición, el asesinato, la violación y el abuso de los grupos más débiles son tan antiguos como la humanidad y regían antes de la llegada del conquistador. No obstante, estas actitudes no han variado. Estados opresores siguieron abusando de los derechos más elementales, basta Atenea 495 I Sem. 2007 160 recordar el impacto que la construcción de los estados nacionales en América Latina tuvo sobre la población indígena que logró sobrevivir a la conquista. Todas ellas provocando denuncias como las del siglo XVI, tantas, por desgracia, que no es necesario mencionarlas, están en la mente de todos. El segundo proyecto histórico de importancia en la configuración de la identidad latinoamericana habría sido la crisis de la Independencia y el nuevo modelo político y social que se intenta construir en el continente. En efecto, la gran empresa que se inaugura en el siglo XIX fue la formación del Estadonación (Pinto, 2000). Fenómeno que habría contemplado, de acuerdo a Marta Bechis, “tanto la formación y el establecimiento del nuevo Estado en sí como entidad política, como los procesos de creación de grados viables de unidad, adaptación, logro y el sentido de unidad nacional de la población” (1992: 93). Durante el siglo XIX en América Latina, los nuevos estados y la búsqueda de una identidad en lo ajeno, se expresaron en la idea de “civilizar” que se impuso a través de la noción de progreso. Luego de la declaración de Independencia, en la mayoría de los países de América Latina, la preocupación por el progreso se configuró como base para todos los proyectos de identidad nacional. El progreso constituía el eje que debía orientar una identidad futura, una identidad “del llegar a ser” y del “deber ser” civilizados. Mientras que la barbarie fue definida como la antifigura, es decir, como un molde social opuesto al “civilizado”. En cierto modo, la construcción de la “nación política” en América Latina se realizó de espaldas a lo propio, lo mestizo, lo indígena. Al respecto, de importancia fue la influencia del positivismo y las ideas de Augusto Comte. En América Latina, para los espíritus liberales, Comte representó la secularización de la historia al cancelar el carácter providencialista de ésta y afirmar su reemplazo por una historia científica que marchaba al ritmo del progreso. Para Comte, la historia se sometía a una ley universal: la ley de los tres estados. “El primer estado era el teológico-militar, que no vacilaban en asimilar a la colonia; el segundo, el metafísico-legista: la república; y, el tercero, el que tenían que alcanzar: la sociedad científico-industrial” (Rojas, 1991: 90). Fue con ese horizonte que se formularon los proyectos de sociedad en la segunda mitad del siglo XIX en América Latina. Se trataba de un proyecto que insistía en occidentalizar e incorporar las nuevas ideas europeas de la razón y el liberalismo, más que en definir una identidad nacional. Al respecto, importantes fueron los planteamientos de algunos intelectuales latinoamericanos. Entre ellos Sarmiento, quien argumentaba que en América Latina existía una disputa entre civilización y barbarie. La primera venía a representar a Europa y Estados Unidos; mientras que la segunda estaba ligada al mundo indígena y a la inferioridad racial. Dicha dicotomía fue expresada en la oposición entre ciudad y campo. Al respecto, en su libro Facundo, civilización y barbarie, Sarmiento sostenía: 161 Atenea 495 I Sem. 2007 El hombre de la ciudad viste el traje europeo, vive de la vida civilizada, tal como la conocemos en todas partes: allí están las leyes, las ideas de progreso, los medios de instrucción, alguna organización municipal, el gobierno regular, etc. Saliendo del recinto de la ciudad, todo cambia de aspecto: el hombre de campo lleva otro traje, que llamaré americano, por ser común a todos los pueblos; sus hábitos de vida son diversos; sus necesidades, peculiares y limitadas; parecen dos sociedades distintas, dos pueblos extraños uno de otro (Sarmiento, 1988: 68). F. Sarmiento Atenea 495 I Sem. 2007 162 De esta manera, la búsqueda de la identidad en el “progreso” y la “civilización” europea explica algunas de las políticas orientadas a modernizar América Latina durante el siglo XIX. Por ejemplo, aquellas destinadas a “mejorar la raza” mediante la inmigración europea, los avances sobre territorios indígenas que hasta entonces habían permanecido bajo una relativa autonomía, los consiguientes procesos de imposición de un arbitrario cultural “nacional” tendiente a la homogeneización de la población, la difusión de un modelo de educación científica. En suma, la construcción arbitraria de una identidad cultural y una serie de medidas orientadas a reemplazar el legado cultural colonial, mestizo e indígena. Por otra parte, el siglo XX marcará, al menos inicialmente, un quiebre respecto a proyectos de construcción de una identidad latinoamericana anteriores. En efecto, hacia la década de 1930 y ante el impacto de la depresión económica mundial de esos años, surgen una serie de trabajos insistiendo que América Latina era diferente e incompatible con la adopción del racionalismo europeo. En este movimiento se encontraban indigenistas que abogaban por cambiar la imagen de los indígenas como sociedades atrasadas y faltas de “civilización” y llamaban a implementar reformas sociales que favorecieran a las empobrecidas comunidades indígenas (Larraín, 1994: 44). Posteriormente hacia la década de 1950, bajo la influencia de la CEPAL, se fueron promoviendo ideas relativas a la modernización e industrialización, como además el reemplazo del antiguo sistema oligárquico controlado por las viejas aristocracias terratenientes. Luego vinieron, hacia la década del 60 y 70, las ideas sobre el imperialismo y la dependencia, ligadas al resurgimiento del marxismo, al fracaso del modelo sustitutivo de importaciones y a los esperados intentos de “independencia económica” mediante el impulso a la industrialización. Más tarde, a fines de los 70 y en los 80 ante el colapso de los proyectos socialistas, vinieron las ideas conservadoras y neoliberales de libre mercado acompañadas de dictaduras militares. En adelante, las políticas de los estados deben favorecer la inversión extranjera, abolir las tarifas aduaneras y abogar por un capitalismo dinámico que regule el bienestar social. Actualmente, a pesar de los distintos proyectos históricos orientados a lograr unificar cultural y racialmente el continente, coexisten diferencias significativas. Es más, si bien hasta hace poco se pensó que la globalización tendría efectos esencialmente homogeneizadores, como consecuencia de la configuración de las relaciones de poder a nivel internacional, se visualiza un escenario en que este mismo proceso impulsa la reemergencia de culturas e identidades cuya existencia había sido negada hasta entonces. Ello se ha hecho evidente al observarse el carácter histórico limitado y por consiguiente arbitrario de las entidades nacionales o de los estados-nacionales construidos en el siglo XIX sobre la base de la negación de la pluralidad cultural (Boccara, 1999: 21). En efecto, aunque en América Latina existen algunas formas centrales de integración y síntesis, las diferencias culturales y étnicas son todavía muy importantes. Este fenómeno que pone al descubierto la existencia de nuevas identidades y la reformulación y la adaptación sociocultural de otras, ha tenido importantes consecuencias en las ciencias sociales. Los grandes paradigmas han sido sometidos a una crítica, entre las cuales se sostiene, por ejemplo, que el marxismo menospreció el factor cultural en el estudio de las formaciones sociales (Boccara, 1999: 25). El cuestionamiento a las categorías universales ha abierto un nuevo campo de reflexión y reformulación en la investigación social. En ellas, la identidad y la cultura pueden ser consideradas desde nuevos enfoques que contemplen el carácter dinámico de ambas. Esto último nos obliga a pensar el pluralismo cultural en Latinoamérica, a la vez que a relativizar las categorías homogeneizantes que han sostenido la existencia de una identidad continental sobre la base de esencialismos de índole indigenista, hispanista o fundamentados en la existencia de una Latinoamérica mestiza. Desde nuestro punto de vista la reflexión en torno al ser y la identidad latinoamericana no pasa por sostener la incompatibilidad entre un modelo tradicional y los procesos modernizadores impulsados hasta ahora. Más bien por re-pensar cómo ciertas formaciones culturales han ido variando en el tiempo, redefiniéndose y re-estructurándose hasta configurar un escenario cultural diverso que imposibilita homogeneizar bajo una categoría identitaria única la variedad del paisaje sociocultural del continente. REFERENCIAS Bechis, Marta. 1992. “Instrumentos para el estudio de las relaciones interétnicas en el periodo formativo y de consolidación de los estados nacionales”. En: Hidalgo, C. y Tamagno, S. (comp.). Etnicidad e identidad. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina. Boccara, Guillaume. 2000. “Antropología diacrónica. Dinámicas culturales, procesos históricos y poder político”. En: Boccara, G. y Galindo, S. (editores). Lógica mestiza en América. Temuco, Chile: Instituto de Estudios IndígenasUniversidad de La Frontera. 163 Atenea 495 I Sem. 2007 Larraín, Jorge 1994. “La identidad latinoamericana. Teoría e historia”. En: Estudios Públicos, CEP, No 55, Santiago de Chile. Leal, Rubén. 2000. “El desierto crece (...). Una denuncia al modo de pensar moderno”. En: Estudios Sociales, Corporación de Promoción Universitaria, No 106, Santiago de Chile. Muñoz, Braulio. 1996. Huairapamushcas. La búsqueda de la identidad en la novela indigenista latinoamericana. Temuco, Chile: Ediciones Universidad de La Frontera. Pinto, Jorge. 2000. De la inclusión a la exclusión. La formación del estado, la nación y el pueblo mapuche. Santiago de Chile: IDEA (Instituto de Estudios Avanzados). Rojas Mix, Miguel. 1991. Los cien nombres de América, eso que descubrió Colón. Barcelona: Editorial Lumen. Sarmiento, Domingo. 1988. Facundo, civilización y barbarie. Madrid: Alianza Editorial. Atenea 495 I Sem. 2007 164 ISSN 0716-1840 ESTUDIO DE LA CONTAMINACIÓN DEL AIRE URBANO EN UNA CIUDAD INTERMEDIA: EL CASO DE CHILLÁN (CHILE) JOSÉ CELIS H.* Y JOSÉ MORALES P.** RESUMEN Pocos estudios se han llevado a cabo en ciudades intermedias latinoamericanas a fin de determinar sus niveles de contaminación atmosférica. A través de un análisis de la contaminación urbana de la ciudad de Chillán (Chile), el artículo demuestra que la atmósfera respirable en la ciudad de Chillán debe ser considerada como un problema de origen antropogénico durante otoño e invierno. Esto se explica mayormente debido al uso masivo de la madera como combustible para la calefacción residencial dentro de las áreas urbanas de la ciudad. Este abatimiento se puede alcanzar junto con regulaciones públicas del transporte y de la industria, tales como definir nuevas maneras de evitar tráfico vehicular a través del centro de la ciudad, y prohibiendo el uso de taxibuses contaminantes que han sido retirados de circulación en Santiago. Sólo así se facilitará el desarrollo sustentable de ciudades latinoamericanas intermedias como Chillán, que no necesariamente deben repetir los graves problemas de contaminación de las grandes urbes. Palabras claves: Contaminación del aire, medioambiente, crecimiento urbano, transporte urbano. ABSTRACT Few studies have been carried out in middle-sized Latin American cities in order to determine their levels of atmospheric contamination. Through an analysis of the urban contamination of the city of Chillán (Chile), it has been demonstrated that the breath* Máster en Recursos Naturales de Michigan State University, Doctor en Ciencias Ambientales del Centro EULA. Profesor e investigador de Medio Ambiente de la Facultad de Medicina Veterinaria, Universidad de Concepción. Chillán, Chile. E-mail: jcelis@udec.cl ** Ph.D. en Física de University of California, Davis. Profesor e investigador del Departamento de Física, Facultad de Ciencias, Universidad de Chile. Santiago, Chile. 165 Atenea 495 I Sem. 2007 pp. 165-182 able atmosphere in the city of Chillán must be considered as a problem of anthropathogenic origin during autumn and winter. This is explained mainly due to the massive use of firewood for residential heating in urban areas of the city. The reduction in use of wood heating can be achieved, along with public regulation of transport and industry. The latter can be accomplished by defining new ways of avoiding cross town traffic as well as restricting the use of contaminant buses that have been retired from circulation in Santiago. Only in this way will the sustainable development of medium-sized Latin-American cities such as Chillán be assured, without necessarily repeating the serious problems of the large polluted metropolitan cities. Keywords: Air contamination, environment, urban growth, urban transport. Recibido: 07.04.2006. Aprobado: 05.03.2007. INTRODUCCION D ESDE el punto de vista energético, las ciudades consumen 1.000 veces más energía que un área equivalente de tipo rural (Bettini, 1986). El calor y los contaminantes hacen que el clima de las ciudades sea muy distinto al de los campos vecinos. Ambos se originan por la combustión de los hidrocarburos para el transporte y la calefacción. Sus intensidades dependen de la geografía urbana, aumentando cuando las calles son estrechas respecto del tamaño de los edificios o cuando existen problemas de circulación vehicular. Una buena planificación de la ciudad puede conseguir un ahorro de energía, y por ende generar menos contaminantes. Las ciudades chilenas muestran claros indicios de deterioro ambiental, según lo han concluido diversos estudios de la Comisión Nacional del Medio Ambiente y de las universidades que han trabajado los aspectos urbanos, fundamentalmente de las grandes metrópolis y algunas ciudades intermedias (Universidad de Chile, 1999). La mayoría de estos temas dicen relación con graves problemas asociados a la contaminación del aire, agua, suelos, pérdidas de las cubiertas vegetales, carencia de áreas verdes urbanas, profunda segregación social de sus habitantes, entre otros (Azócar et al., 2003). Las áreas metropolitanas del territorio nacional, como Santiago y ConcepciónTalcahuano, han debido ser declaradas ambientalmente saturadas debido a que sus medios naturales ya no son capaces de reciclar o disipar las enormes cantidades de desechos domésticos, vehiculares e industriales que emiten a la atmósfera y que contaminan también el suelo y los cuerpos de agua. Lo grave es que este proceso de deterioro conduce a una pérdida de la calidad de vida de los habitantes de la mayoría de las ciudades de la región latinoamericana, que se agudiza por la continua migración desde el campo hacia sectores urbanos. Uno de los aspectos menos estudiados se refiere a la contaminación aérea en ciudades intermedias latinoamericanas. Se sabe que la contamina- Atenea 495 I Sem. 2007 166 ción aérea por material particulado afecta negativamente la calidad del aire y la salud de las personas (Aldape et al., 1991; Belmar, 1993; Dockery et al., 1993; Sánchez y Morel, 1995; Müller, 1999). De hecho, tal como lo señalan las investigaciones, esta contaminación en las ciudades está ligada directamente a las actividades antropogénicas, donde se conjugan el transporte vehicular, la actividad industrial, el movimiento de las personas, los espacios con poca ventilación, y el microclima característico de la urbe (Querol et al., 2001). La presencia de la ciudad modifica las condiciones atmosféricas naturales. Las construcciones alteran la rugosidad de la superficie, la humedad del suelo y el balance térmico en la superficie, lo cual trae aparejado una capa atmosférica urbana que suele ser más seca y cálida que el entorno (Ulriksen, 1993). Este aumento de la temperatura dentro de la ciudad con respecto al entorno (isla térmica), se manifiesta de preferencia en las noches despejadas de invierno. La isla térmica que se produce en Santiago en algunas noches es 10oC mayor que el entorno suburbano (Salinas, 1982). El efecto de isla térmica tiende a elevar la capa de mezcla sobre la ciudad por sobre el entorno, debilitando la ventilación natural. A esto se suma la mayor rugosidad superficial en el centro de las ciudades, todo lo cual frena el flujo de aire a nivel superficial, que es donde viven las personas (Ulriksen, 1993). Esta situación ha obligado a realizar estudios en las grandes ciudades, que han permitido predecir la calidad del aire ante ciertos eventos atmosféricos. En Latinoamérica hay pocos estudios sobre contaminación por aerosoles atmosféricos, aunque los resultados permiten concluir que los problemas son los mismos que se observan en los países desarrollados (Romieu and Borja-Aburto, 1997). Sin embargo, la determinación de los aerosoles es cara y laboriosa, y los resultados no son aplicables a otras ciudades. En el caso de Chile, el mayor énfasis está dado en la determinación de estos contaminantes en las grandes ciudades como Santiago, por el enorme impacto que tienen sobre la salud de las personas, donde cohabita el 35% de la población chilena, y cuyo emplazamiento no le brinda una adecuada ventilación natural (Universidad de Chile, 1999; Kavouras et al., 2001; Tsapakis et al., 2002). Los estudios señalan que en Santiago una reducción de 10 µg/m3 de PM10 producirá una disminución del orden del 3 al 7% en las consultas médicas, con todos los beneficios asociados por menores costos en consultas médicas, hospitalizaciones y ausentismo laboral (Sánchez y Morel, 1995). Esto ha ayudado a implementar un moderno plan de transporte urbano, que sin duda ayudará a aliviar el problema de la contaminación aérea en Santiago. Por otro lado, un estudio llevado a cabo en cinco ciudades chilenas; Iquique, Valparaíso, Viña del Mar, Rancagua y Temuco, reveló que en la mayoría de las ciudades las concentraciones del PM10 fueron significativamente mayores que los estándares europeos y estadounidenses (Kavouras et al., 2001). 167 Atenea 495 I Sem. 2007 Pese a todo, muy poco esfuerzo se ha realizado en la medición de los aerosoles atmosféricos en ciudades intermedias como Chillán, donde no se sabe el impacto que tienen. La ciudad de Chillán es un núcleo administrativo que ejerce una fuerte atracción sobre los asentamientos urbanos de la provincia de Ñuble y sobre el entorno agrario circundante, prestando servicios y constituyendo un foco de atracción para el asentamiento de la población (Azócar et al., 2003). Estas ciudades entre 50.000 y 250.000 habitantes, están creciendo aceleradamente y son las que presentan mayores expectativas de desarrollo sustentable, con claros indicios de reconversión agrícola a semi-industrial. Es necesario evitar que estas ciudades reproduzcan los problemas ambientales de las áreas metropolitanas, por lo que es importante evaluar rápida y estratégicamente sus potencialidades y limitaciones ambientales. Las autoridades tendrán necesariamente que adoptar medidas para reducir la contaminación aérea a lo largo de todo el territorio nacional, de acuerdo a las normas que regirán a los países que quieran pertenecer al mundo globalizado, y deberán contar con información al respecto. Como consecuencia, el propósito de este estudio fue determinar la contaminación por material particulado del aire respirable en la atmósfera de la ciudad de Chillán, y al mismo tiempo estudiar la variación temporal y espacial del polvo fugitivo. A través del análisis de los estudios que conectan diferentes niveles de concentración tóxica con problemas de salud, el artículo se propone demostrar que Chillán presenta características morfológicas y tráfico muy particulares que hacen suponer que el material particulado en el área central de la ciudad proviene principalmente de fuentes móviles (transporte urbano). Por el contrario, en los suburbios de la ciudad los aerosoles provienen de fuentes fijas diversas (residencias, talleres y actividades agrícolas que rodean la ciudad). Con ello se espera aportar conocimiento acerca de la calidad del aire respirable que sirva para complementar la información disponible a nivel nacional. DESARROLLO METODOLOGICO 2.1. UBICACIÓN Y DESCRIPCIÓN DEL ÁREA La ciudad de Chillán se localiza en el extremo noroccidental de la cuenca del río Chillán, que a su vez se ubica en el sector norcentral de la Región del Bío-Bío, en 36º34’ latitud sur, 72º06’ longitud oeste, y a 144 m.s.n.m. Según el último Censo 2002, la Región del Bío-Bío (36.929,3 km2) cuenta con una población estimada de 1.861.562 habitantes, con una densidad de 51,7 hab/ km2 que supera a la media nacional (20 hab/km2), concentra su población urbana en tres grandes polos: Concepción (con 900.000 habitantes aprox.), Chillán (con 250.000 personas aprox.) y Los Angeles (con 200.000 habitanAtenea 495 I Sem. 2007 168 tes aprox.). En ellas se concentra el 73% de la población regional. En la Fig. 1 se presenta el diagrama conceptual propuesto para la consecución de los objetivos que se definieron en este estudio. PROBLEMA: Los aerosoles respirables son dañinos para la salud de las personas y el ambiente Hipótesis planteada Discusión de los resultados ▼ ▼ ▼ ▼ ▼ CONTAMINACIÓN ATMOSFÉRICA POR MATERIAL PARTICULADO RESPIRABLE Evaluación de la hipótesis ▼ ▼ ▼ DISEÑO EXPERIMENTAL – Toma de muestras – Monitoreos – Meteorología, etc. ▼ Análisis de los datos Divulgación de los resultados ▼ ▼ Resultados Figura 1. Modelo conceptual propuesto. 2.2. CUANTIFICACIÓN DEL PARQUE VEHICULAR Se identificó la arteria urbana con mayor tráfico vehicular, y se determinó el flujo vehicular como la cantidad de vehículos que circulan por hora. Las fuentes móviles de la ciudad de Chillán están constituidas por microbuses, taxis, colectivos, camiones y automóviles particulares. El parque vehicular fue obtenido a partir del registro proporcionado por la Municipalidad de Chillán entre los años 2002, 2003 y 2004, identificando autos particulares, colectivos, taxis, microbuses y camiones. 169 Atenea 495 I Sem. 2007 2.3. CUANTIFICACIÓN DEL PARQUE INDUSTRIAL Para ello se utilizaron fotografías aéreas, se clasificaron las industrias por tipo de actividad (agricultura, construcción, transporte, etc.), recorridos en terreno para posicionar con GPS cada una de las industrias, SIG (ArcView 3.2 y Arc-Info N.T.), y la información generada por Azócar et al. (2003). Las emisiones del sector industrial fueron identificadas a partir de la información de los combustibles utilizados en calderas y hornos industriales. 2.4. CUANTIFICACIÓN DEL MATERIAL PARTICULADO Las concentraciones de material particulado respirable se determinaron con monitores IMPROVE equipados con cabezal Sierra Andersen modelo 246b para partículas menores a 10 mm, ubicado a 3 m de altura, según el estándar de la EPA. Se usaron filtros de teflón de 25 mm de diámetro y de fibra de vidrio de 47 mm. Se ubicaron seis monitores en la ciudad de Chillán, considerando para ello las fuentes fijas y móviles, así como el centro de la ciudad, y las industrias. También se tomaron en cuenta lugares de valor social, como ser la zona de hospital, y se consideró la dirección de los vientos predominantes (SW en primavera-verano, y NE en otoño-invierno). La configuración de los sitios de monitoreo es la que se muestra en la Figura 2. En cada punto de muestreo, el programa de monitoreo permitió colectar material particulado PM10. La concentración del PM10 se determinó usando una microbalanza Cahn 31, pesando los filtros antes y después de cada monitoreo. El tiempo de muestreo de cada filtro fue de 24 horas para el periodo comprendido entre el 1 de septiembre de 2001 al 31 diciembre de 2002. Con el propósito de estudiar el comportamiento del material particulado en los días laborales y fines de semana, durante el mes de febrero 2003 el sitio de muestreo Mc se destinó exclusivamente a recolectar filtros para determinar su concentración entre lunes a viernes, y entre sábado y domingo. Asimismo, y con el fin de ver si la ciudad es capaz de limpiarse, se programaron durante los meses de enero a agosto del 2003 monitoreos de 12 horas: diurnos (de 6 a 18 h) y nocturnos (de 18 a 6 h). Para la determinación de los compuestos químicos contenidos en los filtros, se usaron las técnicas de laboratorio PIXE y XRF, en los laboratorios del Crocker Nuclear Laboratory de la University of California-Davis, cuya descripción se encuentra en la literatura (Eldred et al., 1987; Brook et al., 1997). También, en el laboratorio de Recursos Renovables de la Universidad de Concepción se determinó carbono orgánico a través de un analizador termal óptico DRI modelo 4000X. La concentración de la materia orgánica se determinó multiplicando por 1,4 el contenido de carbono orgánico (Eldred Atenea 495 I Sem. 2007 170 et al., 1987; Kim et al., 2000). El carbono elemental se determinó usando el método termográfico descrito por Röösli et al. (2001). El carbono orgánico y el carbono elemental son importantes pues influencian las diferentes reacciones de partículas y gases que ocurren en la atmósfera (Viidanoja et al., 2002). La detección de amonio se realizó por medio de un espectrómetro Lambda 2 Perkin Elmer. De acuerdo a lo recomendado por Chow and Watson (1999), los iones nitrato y sulfato fueron determinados por cromatografía de iones, usando para ello un equipo Dionex DX 100. Figura 2. Ubicación de los monitores PM10 en Chillán. RESULTADOS 3.1. CARACTERÍSTICAS DE LA CIUDAD La ciudad de Chillán se localiza en la depresión central, definida como una llanura de depósitos fluviales y fluviovolcánicos, caracterizada por una topografía plana a ligeramente ondulada, con pendientes suaves (Borgel, 1986). Estos depósitos fueron transportados desde la Cordillera de los Andes por los ríos Chillán y Ñuble, como consecuencia de los grandes eventos volcánicos y torrenciales. De acuerdo con el último censo realizado en el año 2002, 171 Atenea 495 I Sem. 2007 su población es de 162.930 habitantes, y en relación a los pocos estudios que se han desarrollado, es una de las ciudades chilenas intermedias que han experimentado un significativo crecimiento urbano en las últimas décadas, donde Chillán ha tenido un crecimiento poblacional de 2,2 veces en los últimos 50 años. Respecto del uso del suelo, Olave (1996) estima que la ciudad está caracterizada fundamentalmente por presentar una construcción continua. La dinámica de la población de Chillán ha influenciado el crecimiento del área urbana, especialmente en lo relativo al uso residencial y de servicios. Este extraordinario crecimiento urbano se manifiesta también en la construcción de poblaciones pertenecientes a todos los estratos sociales. Con posterioridad a 1992 este proceso se aceleró, como lo demuestra la construcción de varias poblaciones catalogadas como pobres y de medianos ingresos. Para la población de altos ingresos se han construido áreas caracterizadas como condominios cerrados, con hermosas casas de material sólido de más de 150 m2 construidos. La economía de la región basa su desarrollo en actividades agrícola, forestal, ganadera y turística. En la ciudad de Chillán se concentran el comercio, servicios financieros, construcción, transporte, comunicaciones y la industria del aserrío de la madera. La ciudad presenta un damero central cuadrado de 168 hectáreas, al estilo de los típicos pueblos de la colonia, enmarcada por las calles Ecuador, Argentina, Collín y Brasil. La superficie Atenea 495 I Sem. 2007 172 urbanizada de la ciudad de Chillán es de aproximadamente 2.010 hectáreas y la superficie de áreas verdes es de 243 hectáreas. Sin embargo, en 1998 Chillán presentaba un 60% de calles sin pavimentar (PLADECO, 1998). En la Figura 3 están representadas todas las fuentes fijas industriales de la ciudad. Esta información permitió identificar los tipos de industrias y su ubicación en el área estudiada, con lo cual se pudieron hacer muestreos precisos. Si bien no existe un parque industrial de grandes dimensiones, y casi la mayoría son del rubro de aserrío de maderas, se observa que la mayor concentración se ubica en el sector surponiente de Chillán, justamente donde los vientos soplan con dirección suroriente, llevando los contaminantes hacia la ciudad. Esto debiera llevar a las autoridades locales a buscar una mejor reubicación de las industrias sucias. Figura 3. Tipo y ubicación de las industrias en la ciudad de Chillán. Dentro de las fuentes fijas tiene gran importancia la calefacción domiciliaria. La ciudad de Chillán representa un centro poblacional, en el que las prácticas comunes del uso de la madera como combustible para la calefacción en los meses de invierno, agrega otro factor que afecta la calidad del aire respirable. Las emisiones del sector industrial, que corresponden en su mayoría a madereras, agroindustrias y panaderías, proceden principalmente de los combustibles utilizados en calderas y hornos industriales, en los cuales mayoritariamente se usa leña y/o petróleo. 173 Atenea 495 I Sem. 2007 Con relación a las fuentes móviles, la ciudad de Chillán tiene uno de los mayores parques de locomoción colectiva en proporción a su población. Las fuentes móviles de la ciudad de Chillán están constituidas por microbuses, taxis, colectivos, camiones y automóviles particulares. Según datos proporcionados por la Municipalidad de Chillán, en el año 2002 el parque vehicular tenía 19.428 vehículos. De éstos, 16.677 son autos particulares, 464 son colectivos, 329 son taxis, 325 son microbuses, y 1.633 son camiones. A la vez, resulta muy contaminante, pues se trata en su mayoría de vehículos que han sido retirados de circulación en Santiago. Otra característica es que todo el transporte colectivo de Chillán circula obstinadamente (y permisiblemente) por el centro urbano de la ciudad. El estudio realizado confirmó que circulan entre 1.000 a 1.400 máquinas del transporte público cada hora, en calle 5 de Abril (entre Maipón y El Roble), de las cuales un 60% son taxis colectivos y un 20% taxibuses. Atenea 495 I Sem. 2007 174 3.2. CONTAMINACIÓN DEL AIRE En el Cuadro 1 están indicadas las concentraciones de PM10 promedio anual en cada una de las estaciones de monitoreo. Se puede apreciar que en la periferia de la ciudad de Chillán (M1) la concentración de aerosoles fue un 47,5% menor que en el centro (Mc). En general, considerando los seis sitios de monitoreo, la concentración de PM10 promedio anual para Chillán (63,5 ± 14,6 µg/m3) fue un 27% mayor que la norma de 50 µg/m3, establecida en el D.S. 45/01 del Ministerio Secretaría General de la Presidencia de la República, y que entró en aplicación en enero del 2002. Cuadro 1. Concentraciones de PM10 promedio anual (µg/m3) para cada estación de monitoreo en la ciudad de Chillán entre el 1 de enero al 31 de diciembre de 2004. M1 M2 43,8 ± 9,3 59,5 ± 11,2 M3 76,6 ± 13,4 M4 M5 53,7 ± 10,5 64,3 ± 10,3 Mc X 83,4 ± 12,8 63,5 ± 14,6 Según Kavouras et al. (2001), es inferior a lo medido en Temuco (67,7 ± 3,2 µg/m3), Rancagua (73,8 ± 4,2 µg/m3), Valparaíso (77,5 ± 2,7 µg/m3), pero supera a lo registrado en Iquique (62,1 ± 3,5 µg/m3) y Viña del Mar (55,5 ± 3,5 µg/m3). También es inferior a Ciudad de México (115 µg/m3). Según Brook et al. (1997), supera las concentraciones registradas en ciudades canadienses como Montreal (27,8 µg/m3), Toronto (28,1 µg/m3), Vancouver (26,9 µg/m3) y Ottawa (22,6 µg/m3). También, es mayor que las mediciones realizadas en Boston (19 µg/m3), Washington DC (28 µg/m3), Memphis (30,9 µg/m3) y los 26 µg/m3 de Filadelfia (Parkhurst et al., 1999). En ciudades europeas tales como Praga, Budapest, Atenas y Cracovia se han encontrado concentraciones que fluctúan entre 41 y 98 µg/m3 (Houthuijs et al., 2001). En Basilea (Suiza) se han registrado concentraciones de aerosoles de 10,8 µg/m3 en zonas rurales y 29,6 µg/m3 en áreas urbanas (Röösli et al., 2001). Con relación a la variabilidad temporal de la contaminación aérea de la ciudad de Chillán, en la Figura 4 se puede ver que las mayores concentraciones de material particulado se producen en los meses de invierno, en directa concordancia con lo señalado en la literatura (Préndez y Ulriksen, 1993; Röösli et al., 2001), lo cual en el caso de Chillán se explica por la gran cantidad de estufas a leña para la calefacción domiciliaria que funcionan en la época fría y episodios de inversión térmica atmosférica asociada. 175 Atenea 495 I Sem. 2007 PM10(µg/m3) Figura 4. Concentración del material particulado PM10 para el periodo 2001-2003. PM10(µg/m3) La concentración media del PM10 en los días laborales (lunes a viernes) fue un 40% mayor que durante los fines de semana (sábado y domingo) en la ciudad de Chillán (Figura 5), reflejando la influencia de la actividad antrópica, como el tráfico, las faenas de construcción y los procesos industriales, los que generalmente son mayores en los días hábiles. Esto es similar a lo encontrado por Röösli et al. (2001), quienes determinaron un 54% de incremento del PM10 en los días de trabajo respecto de los fines de semana. Probablemente, el tráfico de la ciudad contribuye fuertemente a esta variación, a través del levantamiento de polvo de las calles y la eliminación de partículas finas por el escape de los motores de combustión. Figura 5. Concentración del material particulado PM10 promedio semanal en el centro de la ciudad de Chillán durante febrero de 2003. Atenea 495 I Sem. 2007 176 En la Figura 6 se muestra la composición química del material particulado para la ciudad de Chillán en el periodo estudiado. La materia orgánica alcanzó el 31% del PM10, seguido por el material geológico (suelo) con 27%, el nitrato con 11%, el carbono elemental con 8%, el amonio con 7% y el sulfato con 5%. Según Chow et al. (1993, 1994), los compuestos orgánicos representan la fracción más grande del material particulado, pudiendo llegar hasta el 40%. Las posibles fuentes de materia orgánica son los incendios de bosques, las quemas de rastrojos agrícolas, la incineración, la calefacción domiciliaria, la quema de basuras municipales, las emisiones industriales, los residuos de aceites y petróleo, la combustión de combustibles fósiles y las emisiones de los crematorios (Celis et al., 2003). Carbono elemental 8% Materia orgánica 31% Nitrato 11% ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ Otros ○○ ○○ ○○ ○○ ○○ ○○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 11% ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ Suelo 27% Sulfato 5% Amonio 7% Figura 6. Composición química del PM10 en la ciudad de Chillán. En el Cuadro 2 se aprecia que la materia orgánica (MO) fue mayor durante los meses fríos que en los meses de calor. Este mismo patrón estacional se presentó para los compuestos nitrato y amonio. En cambio las mayores proporciones de suelo se registraron en los meses cálidos. Estos resultados concuerdan con los reportados en otros estudios (Müller, 1999; Turnbull and Harrison, 2000; Röösli et al., 2001; Gillies et al., 2001), sugiriendo con ello que la contaminación aérea durante la estación fría es de origen antropogénico, mientras que en la época estival es de fuentes naturales. Las altas 177 Atenea 495 I Sem. 2007 concentraciones de suelo en los meses de calor se debe a la resuspensión del polvo de los caminos y tierras agrícolas que rodean la ciudad de Chillán. La mayoría de los suelos del Valle Central de Chile fueron formados de cenizas volcánicas, y cuando están secos liberan fácilmente muchas partículas por acción del viento y actividades agrícolas (Celis et al., 2003). A lo anterior se agrega el hecho de que cerca del 60% de las calles de Chillán aún permanecen sin pavimentar (PLADECO, 1998). Cuadro 2. Promedio estacional de los compuestos químicos del PM10 (µg/m3) en la atmósfera de la ciudad de Chillán entre septiembre de 2001 y septiembre de 2003. Primavera 22 Sep.-21 Dic. Verano 22 Dic.-21 Mar. Otoño 22 Mar.-21 Jun. Invierno 22 Jun.-21 Sep. Materia orgánica 14.50 ± 9.02 14.94 ± 10.72 39.88 ± 16.46 33.25 ± 20.11 Nitrato 4.13 ± 2.13 5.13 ± 1.99 13.13 ± 6.03 8.94 ± 7.43 Carbono elemental 5.25 ± 2.73 4.86 ± 1.87 5.93 ± 2.05 6.69 ± 2.07 Amonio 3.66 ± 1.17 3.11 ± 1.12 6.40 ± 1.58 7.18 ± 2.23 Sulfato 2.14 ± 0.44 1.60 ± 1.03 3.21 ± 1.86 3.51 ± 2.03 Suelo 12.31 ± 2.43 32.75 ± 4.31 7.50 ± 2.47 4.06 ± 1.78 Otros 7.59 ± 2.22 10.81 ± 3.31 3.40 ± 1.11 4.16 ± 1.28 Las formas de crecimiento urbano de la ciudad de Chillán, asociadas a factores sociales, económicos y políticos, han contribuido a modelar una ciudad con graves problemas ambientales. En este sentido, Azócar et al. (2003) hablan de tres ciudades en una, con claras diferencias sociales, donde se distinguen los enclaves industriales en los accesos norte y sur, un damero central característico y con islotes de ruralidad dentro de los límites urbanos. Lo que está claro es que la calidad de vida de la ciudad está siendo afectada, razón por la cual las autoridades pronto deberán tomar las providencias que la situación amerita para revertirla, donde sin duda el tema de las regulaciones medioambientales será fundamental para liberar a la ciudad de presiones locales que sobrelleven adecuadamente su propio crecimiento urbano. Atenea 495 I Sem. 2007 178 CONCLUSIONES El estudio demuestra que la contaminación aérea urbana de la ciudad de Chillán es preocupante y se asemeja a la de las ciudades que presentan altas tasas de polución. Desde el punto de vista temporal, la contaminación del aire atmosférico en la ciudad de Chillán mostró un perfil cíclico claramente definido, con niveles más altos en la estación fría (marzo-agosto). Desde el punto de vista espacial, los niveles de contaminación fueron más altos en el centro urbano de Chillán con respecto a las zonas límites rurales que rodean la ciudad. Los resultados mostraron que en la periferia de Chillán la concentración de aerosoles fue un 47,5% menor que en el centro de la ciudad. Durante la estación fría, las sustancias carbonosas y las sustancias inorgánicas de origen secundario fueron los componentes predominantes del aire respirable en Chillán. Por el contrario, durante los meses de calor fueron las partículas de polvo del suelo las que abundaron en la atmósfera de la ciudad. La concentración del PM10 promedio anual para Chillán (63,5 ± 14,6 µg/m3) fue un 27% mayor que la norma EPA y nacional de 50 µg/m3. Comparando con otras ciudades chilenas, es inferior a lo medido en Santiago, Temuco, Rancagua y Valparaíso, pero supera a lo registrado en Iquique y Viña del Mar. Las mayores concentraciones de aerosoles PM10 durante días laborables comparado con los fines de semana, registradas en el centro de la ciudad, son posiblemente la consecuencia de actividades humanas tales como el tráfico de la ciudad, trabajos de construcción, talleres y operaciones industriales. El damero urbano central de la ciudad de Chillán, enmarcado por las calles Ecuador, Brasil, Collín y Argentina, se caracteriza por un tráfico intenso y por presentar la totalidad de sus calles pavimentadas, por lo que el material particulado en esta área de la ciudad proviene principalmente de fuentes móviles (transporte urbano). En cambio, en los suburbios de la ciudad, con menor tráfico vehicular y un gran número de calles sin pavimentar, los aerosoles provienen de fuentes fijas diversas (residencias, partículas provenientes del polvo de las calles, talleres y actividades agrícolas que rodean la ciudad). Los resultados, aunque de cobertura limitada, indican que la atmósfera respirable en la ciudad de Chillán debe ser considerada como un problema de origen antropogénico durante otoño e invierno. Esto se explica mayormente debido al uso masivo de la madera como combustible para la calefacción residencial dentro de las áreas urbanas de la ciudad, que se manifiesta a través de una densa nube de humo en los días con estabilidad atmosférica. Esto admite la posibilidad de un control de la combustión de leña para la 179 Atenea 495 I Sem. 2007 calefacción residencial en los días con baja temperatura, baja velocidad del viento y alta humedad relativa. Por otra parte, las mayores concentraciones de PM10 medidas en el centro de la ciudad sugieren que este abatimiento se puede alcanzar junto con regulaciones públicas del transporte y de la industria, tales como definir nuevas maneras de evitar tráfico vehicular a través del centro de la ciudad, y prohibiendo el uso de máquinas que han sido retiradas de circulación en Santiago. Sólo así se facilitará el desarrollo sustentable de ciudades intermedias como Chillán, y no repetir los graves problemas de contaminación de las grandes urbes acompañado de muertes y enfermedades. La experiencia obtenida de este estudio permite sugerir que en futuros trabajos de calidad del aire urbana en Chillán, deben realizarse correlaciones con salud de la población y análisis multidisciplinarios biomédicos. Asimismo, los muestreos deben ser más frecuentes, tal vez en intervalos de 3 a 4 horas, para así seguir el comportamiento de las actividades de la ciudad y de las variables meteorológicas. Además, se debe discriminar por tamaño de partículas, especialmente en el sector céntrico de la ciudad de Chillán. REFERENCIAS Azócar, G.; R. Sanhueza y C. Henríquez. 2003. “Cambio en los patrones de crecimiento en una ciudad intermedia: el caso de Chillán en Chile Central”. Eure. Revista Latinoamericana de Estudios Urbano Regionales 29 (87): 79-82. Aldape, F.; J. Flores; R. Díaz; J. Miranda; T. Cahill y J. Morales. 1991. “Seasonal study of the composition of atmospheric aerosols in Mexico City”. Int. J. PIXE 1 (4): 355-371. Belmar, R. 1993. “Efectos de la contaminación atmosférica sobre la salud de las personas”. En: Sandoval, Préndez y Ulriksen (eds.), Contaminación atmosférica de Santiago: Estado actual y soluciones. Santiago de Chile: Universidad de Chile, pp. 187-212. Bettini, V. 1986. Elementi di analisi ambientale per urbanista. Milano, Italia: Clup. Borgel, O.R. 1986. “Correlaciones entre sismo tectónica y escurrimiento de ríos en crecidas invernales”. 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Entrega información diversa acerca de los modelos estéticos y metodológicos seguidos en el país, desde la creación de la Academia de Pintura, en 1849, hasta el ecuador del siglo XX. Analiza algunas claves endógenas que operan al interior de la Escuela de Bellas Artes, tales como maestros, liderazgos, discípulos, debates, etc. De otra parte, ilustra acerca de las vinculaciones de la Escuela con otros actores que influyen en la actividad cultural del país: estado, circuitos de difusión, crítica, entre otros. El trabajo se centra en el aporte de tres figuras emblemáticas de la primera mitad del siglo XX, cuya docencia marcó con su sello a un conjunto importante de artistas nacionales: Fernando Alvarez de Sotomayor, Juan Francisco González y Pablo Burchard. Palabras claves: Educación artística en Chile, modelos y teorías, maestros emblemáticos. ABSTRACT This article makes reference to artistic education in Chile. It provides diverse information about the aesthetic models and methodologies followed in the country, from the creation of the Academia de Pintura (Painting Academy) in 1849 up to the middle of the twentieth century. It analyzes some key elements that operated within the Escuela de Bellas Artes (School of Fine Arts) such as masters, leadership, disciples, debates, etc. As well, it illustrates the links between the school and other actors involved in the cultural activity in the country: the State, publicity circuits, and criticism, among others. The paper is centered on the contribution of three emblematic figures of the first half of the twentieth century whose teaching left its distinctive mark on a large number of national artists: Fernando Alvarez de Sotomayor, Juan Francisco González and Pablo Burchard. Keywords: Artistic education in Chile, models and theories, emblematic masters. Recibido: 20.11.2006. Aprobado: 23.05.2007. * Este trabajo corresponde al Proyecto “Asedio exógeno a la pintura chilena: 1920-1960”, Fondecyt N° 1040858. ** Dr. en Historia del Arte, Instituto de Estudios Humanísticos Abate Juan Ignacio Molina, Universidad de Talca. Talca, Chile. E-mail: pzamoper@utalca.cl 185 Atenea 495 I Sem. 2007 pp. 185-211 Atenea 495 I Sem. 2007 186 De izq. a der., F. Alvarez de Sotomayor, J.F. González y P. Burchard. EDUCACION ARTISTICA CHILENA: CRISIS E IMPOSIBILIDAD DE UN MODELO L A NACIENTE sociedad del Chile postcolonial tuvo que darse una estructura, un orden social y cultural, en ámbitos en donde estaba todo por hacerse. En el terreno de las artes, el país necesitaba formar a sus pintores y escultores. En 1849, bajo el gobierno de Manuel Bulnes, se crea la Academia de Pintura1. Su fundación fue un hecho de gran trascendencia, ya que marca el inicio de la enseñanza artística en el país bajo una estructura académica. Aun cuando sus primeros maestros extranjeros encauzaron su enseñanza en la referencia de esquemas metodológicos bastante tradicionales, su aporte fue significativo para la emergente pintura nacional. Permitió entregar una formación artística sistematizada, dotó a los alumnos de conocimientos prácticos y teóricos, y generó un quehacer apropiado para la creación y el diálogo cultural. Por primera vez se otorga en el país la posibilidad de una formación artística estructurada en programas académicos, con profesores de buen nivel y con el respaldo del Estado. La Academia reeditó en Chile los antiguos modelos de las academias oficiales europeas, de corte neoclásico. Más que una estructura administrativa, se trataba de una concepción ideológica, ya que anidaba en su corazón el peso de la tradición neoclásica europea. Ello, entre otras cosas, por las convicciones estéticas de sus primeros directores, por los modelos formales e iconográficos que se promueven y por la continuidad de estudios en Europa (principalmente París) de muchos de sus egresados. Cosme San Martín 1 El 4 de enero de 1849, con las firmas del Presidente de la República Manuel Bulnes y del ministro Salvador Sanfuentes se decretó la creación de la Academia de Pintura, cuya inauguración se realizó el 7 de marzo siguiente. La recién creada Academia se ubica en el segundo piso del Congreso Nacional de la época. El primer director de la entidad fue el pintor italiano Alejandro Cicarelli (18101879), artista formado en la escuela neoclásica. El acento tradicional queda ya claramente definido en sus planes y programas de estudios. No cabe duda que, desde sus inicios, la Academia de Pintura tuvo por principios, en lo que se refiere a argumentos plásticos y simbólicos, las normas de la cultura grecorromana. El modelo de las academias europeas, francesas e italianas principalmente, fue tomado al pie de la letra en nuestro país. El segundo director de la entidad fue el alemán Ernesto Kirchbach (1832-1880), un pintor de temas literarios, de fábulas y leyendas, que poco flexibilizó los dogmas pedagógicos que había impuesto su predecesor. A este artista sucedió en el cargo el pintor italiano Juan Mochi (1831-1892), cuya docencia resultó más acorde a las inquietudes de los jóvenes alumnos del plantel. El artista abrió su propuesta pedagógica hacia temáticas costumbristas e históricas. En 1854 la Academia se fusiona con las cátedras de Escultura y Ornamentación, denominándose a partir de ese momento como Academia de Bellas Artes. En 1858 pasa a depender de la Sección Universitaria del Instituto Nacional. Posteriormente, con la promulgación del Estatuto Orgánico de 1879, la Universidad de Chile crea la nueva Facultad de Filosofía, Humanidades y Bellas Artes, bajo cuya tutela quedará la Academia de Bellas Artes, que pasa a denominarse ahora Escuela de Bellas Artes. Después de la Guerra Civil de 1891, la Escuela de Bellas Artes es trasladada a un local ubicado en la calle Maturana 750 en donde permanece hasta 1910, cuando es instalada en el recién inaugurado Palacio de Bellas Artes, ubicado en el Parque Forestal. A. Cicarelli J. Mochi 187 Atenea 495 I Sem. 2007 (1850-1906), Pascual Ortega (1839-1899), Abraham Zañartu (1835-1885), José Mercedes Ortega (1856-1900), Ernesto Molina (1857-1904), entre otros, encabezan una nómina mucho más extensa. En los inicios de la enseñanza de las artes en el país hubo un importante apoyo del Estado. El sector oficial –léase Estado y sociedad influyente– respaldó estas actividades, pero también tuvo tribuna y opinión estética. Este modelo clásico fue validado por la oficialidad política y social, actores que encauzan su opinión a través de algunas organizaciones de carácter participativo, que apoyan el desarrollo cultural local. Entre ellas la Sociedad Artística2, fundada en 1867; la Comisión Permanente de Bellas Artes, y el Consejo Superior de Artes y Letras3, entidad esta última creada en los inicios del siglo XX y que presidía el propio ministro de Instrucción Pública. El Consejo tenía a su cargo la “vigilancia general” de todos los establecimiento públicos de enseñanza artística del país4. El fomento del “buen gusto estético” fue una de las prerrogativas más importantes de este Consejo. Un buen gusto que debemos entender asociado a ciertos principios formales e iconográficos y a una crítica que legitimaba al arte nacional desde una mirada europea y academicista. El Estado tuvo también una fuerte presencia en la organización de la Exposición Internacional de 1910. Este certamen, de un claro trasfondo diplomático, fue manejado directamente por el Consejo de Bellas Artes, razón por la cual se privilegiaron en la conformación de las distintas comisiones, que actuaron tanto en Chile como en el extranjero, criterios tradicionales y académicos5. Como es posible apreciar, las responsabilidades que el Gobierno había asumido sobre las bellas artes tuvieron un alcance mucho mayor que el sólo financiamiento de sus planteles de enseñanza. El Gobierno pesó siempre con su visión, hizo valer y con fuerza su opinión (a través precisamente de su facultad discrecional de financiamiento) sobre el complejo mundo de ideas estéticas que la enseñanza y difusión esta disciplina comportaba. Un Estado militante, ordenador y con un fuerte acento tradicionalista respecto de sus manifestaciones culturales. Eso, hasta bien adentro del siglo XX. 2 Fue fundada por Pedro Lira y Luis Dávila Larraín, incorporando además artistas, aficionados y coleccionistas. Dentro de sus principales realizaciones cuenta la creación del Primer Museo de Bellas Artes, inaugurado en 1880. 3 Creado mediante decreto el 31 de mayo de 1909. 4 También le correspondía la supervigilancia y la dirección de la Escuela de Bellas Artes. Sus prerrogativas eran, desde luego, establecer las políticas y orientaciones, pero, además, podía dictar o modificar los planes de estudio y reglamentos internos de los diversos establecimientos artísticos; proponer al Gobierno el nombramiento de sus directores; nombrar o remover a los profesores y empleados; determinar las pruebas que debía exigirse a los alumnos “que aspiren al título de idoneidad profesional” y expedir los mismos títulos. 5 A decir de Patricio Lizama Améstica (1992): “La famosa exposición del Centenario en 1910 fue el paradigma de la hegemonía del arte académico. El Consejo de Bellas Artes –integrado en su mayoría por personalidades de la vida pública– la organizó, seleccionó los invitados, presidió los jurados de las diferentes secciones de la exposición y escogió las obras que se compraron para el Museo Nacional”. Atenea 495 I Sem. 2007 188 La Escuela y el Consejo de Bellas Artes monopolizaron en las primeras décadas del siglo XX el escenario de las artes visuales en el país, validando un modelo estético al cual adhieren amplios sectores de la cultura nacional. En el plano de la enseñanza artística, este modelo imponía a alumnos y profesores una rigurosa disciplina pedagógica y un repertorio formal e iconográfico que hundía su mirada en el pasado grecorromano. El paradigma caracterizó la obra de casi la totalidad de los artistas formados en la Escuela hasta los años iniciales del siglo XX6. Hablamos de un modelo que define con su sello la crítica de arte, los circuitos de difusión y las decisiones de los estamentos oficiales. El perfeccionamiento de los alumnos más aventajados en el extranjero fue parte de una política institucional. Estudiar en Europa, léase Francia, significaba poner al alcance de nuestros artistas las raíces de la gran cultura; hacerlos “conocer” el gran mundo. Francia era mirada como un modelo de cultura e ilustración. Allí los pintores nacionales tuvieron por maestros a: Alexandre Cabanel7, Jean Paul Laurens8, Jean León Gérome9, Fernand Cormon10 y Juan Antonio González11, entre otros. Es decir, algunas de las figuras más relevantes de la tradición neoclásica-romántica, vinculados a los seguidores de Ingres, David y Delacroix. El historiador español Antonio Romera, radicado por largos años en nuestro país, advierte al influjo francés como un persistente modelo cultural para nuestro país. El buen gusto, los refinamientos sociales, pasaban necesariamente por la moda, el arte, la arquitectura y, prácticamente, todas las formas de expresión cultural francesa. De este modo las raíces culturales hispanas, tan definitorias durante la Colonia, se sumieron, al menos en el dominio del arte, en un profundo olvido. 6 “El perfil inconfundible de esa formación define a un nutrido grupo de pintores nacionales, y en sus obras se aprecia reiterativamente ciertas constantes comunes: el rigor lineal con que trabajan la superficie de la tela, modelando y encerrando los contornos, para lograr la máxima objetividad de las formas; en estrecho maridaje con ese trabajo lineal, el color se somete y se subordina a los imperativos que surgen de las cualidades colóricas propias de los seres y de los objetos reales. Las telas así realizadas resultan ser –la mayoría de las veces– formas frías, casi sin vida” (Ivelic y Galaz, 1981: 82). 7 Alexandre Cabanel (1823-1889), pintor de historia, composiciones mitológicas, religiosas y decorativas. Obtuvo el Premio Roma en 1845, honor que significó su consagración como pintor académico. 8 Jean Paul Laurens (1838-1921), pintor de historia, composiciones religiosas, retratos, paisajes, cartones para tapices, acuarelista, escultor e ilustrador. Destacado artista, fue profesor de la Academia de Tolouse y la Academia Julian. 9 Jean León Gérome (1824-1904), pintor de historia, mitologías, retratos y paisajes. Vinculado a las academias oficiales francesas del siglo XX y a la corriente neoclásica. Fue un ferviente admirador de la tradición grecorromana. 10 Fernand Cormon (1854-1924), pintor de historia, composiciones religiosas, personajes típicos, animales y flores. Fue profusamente laureado en los salones oficiales franceses. 11 Juan Antonio González (1842-1914), español, pintor de género, retratos y grabador. Realizó sus actividades artísticas en Francia y España. 189 Atenea 495 I Sem. 2007 La filiación de lo francés, o lo europeo en general, fue entendida por la crítica nacional como un argumento plausible: un juicio de valor en sí mismo. Se le valoraba por entender que provenía de una cultura más avanzada, además como una expresión de modernidad y sintonía con el mundo. No había espacios, o éstos eran muy restringidos, para perfilar un arte con signos y una cierta identidad nacional. Esta situación hizo víctima de una marcada relegación a los pintores de 1913, quienes habían optado por una temática de perfiles costumbristas. LA CRISIS DEL MODELO CLASICO L. Vargas Rosas J. Ortiz de Zárate Atenea 495 I Sem. 2007 190 En el mes de junio de 1923, en la Casa de Remates “Rivas y Calvo” de Santiago, se presenta una primera exposición de un grupo de pintores que plantean un cambio (o quiebre) más o menos definitivo con las tradiciones académicas imperantes en la plástica nacional. Se trata del grupo Montparnasse12, nombre de varios artistas chilenos, que residieron en los inicios de los años veinte en París. De vuelta a Chile se unen para manifestar su disconformidad (rebeldía) contra el arte que preponderaba todavía en el país. Simbólicamente se denominaron grupo Montparnasse, poniendo en evidencia su filiación ideológico-estética. La exposición de 1923 produjo asperezas y convulsionó al público y a la crítica oficial. Diarios y revistas de la época se hicieron parte de las polémicas y las controversias que generó la muestra. La mayor parte de estas publicaciones adherían al academicismo todavía imperante en el país. La exposición provocó claras rupturas con la tradición estética dieciochesca, situación que se acentuaría un lustro después, en el Salón de 1928. La posición de los artistas montparnasseanos produjo, por cierto, más reacciones que adeptos, aun cuando contó con el aplauso de algunas figuras emblemáticas de nuestro escenario cultural, entre ellos Juan Francisco González y Alvaro Yáñez Bianchi, más conocido como Jean Emar13. El grupo Montparnasse es el primer testimonio colectivo de modernidad en la historia de la pintura chilena. El arte para ellos será un quehacer del intelecto que rompe con el pasado académico. El ideologismo montparnasseano se propuso para realizar su “quiebre” con el arte tradicional, varias 12 Integran el grupo los pintores Luis Vargas Rosas (1897-1977), Enriqueta Petit (1900-1984), Julio Ortiz de Zárate (1885-1946), Manuel Ortiz de Zárate (1887-1946), Augusto Eguiluz (18931969), José Perotti ((1898-1956), Jorge Letelier (1887-1996), Hernán Gazmuri (1901-1979), Camilo Mori (1896-1973), Waldo Vila (1896-1979) e Isaías Cabezón (1891-1936). 13 Alvaro Yáñez Bianchi (1893-1964), más conocido como Jean Emar. Regresó de París en 1923, transformándose en activo actor del escenario de nuestra crítica de arte. En las páginas del diario La Nación, de su padre Eliodoro Yáñez, escribió numerosas páginas sobre el arte que representaban los artistas del grupo Montparnasse. metas; una de ellas, quizá la principal, fue poner en vigencia y práctica las ideas de Paul Cézanne (1839-1906), especialmente aquellas que acuñó el pintor francés en su período de madurez (1880-1886), cuando se apartó de los impresionistas, tratando a la naturaleza bajo una racionalidad estructuralista. Esto lleva al Grupo Montparnasse a oponerse a toda pintura que llevase en sí los estigmas impresionistas y, de manera más decidida, a aquellas propuestas clásicas, románticas o realistas courbetianas14. Como hemos de entender, esto significó una fractura absoluta con las tradiciones plásticas establecidas en Chile desde los inicios de la enseñanza del arte. La innovación artística en Chile –coincidente con el despertar artístico en Latinoamérica que se manifiesta en la década de 1920-3015– se desarrolla desde la periferia cultural, al margen de las instancias oficiales, entre las cuales se cuenta la propia Escuela, el Consejo de Bellas Artes y el discurso académico de la crítica. En el país comienza a generarse un debate social y cultural mucho más intenso, que penetra capas culturales más extensas. La hegemonía que habían ejercido algunos grupos socialmente privilegiados comienza a debilitar su liderazgo ante la presencia de otros discursos estéticos y otros referentes sociales. Es el momento del ascenso de los grupos obreros, del proletariado y del acceso de las clases populares a la Escuela de Bellas Artes. El quiebre, entre aquellos que abogaban por el modelo clásico y aquellos que miraban el arte a partir de su inmanencia estética, se ve agudizado en el polémico Salón de 192816. A través de la Revista Ilustrada, se profirieron ácidas críticas a esta muestra. Las voces conservadoras fueron implacables. Ricardo Richon Brunet (1928) señaló: Se viene falseando la importancia del Salón, que fuera un torneo, para convertirse en un asilo de la indigencia intelectual… El esoterismo artístico constituido por la dirección de la Escuela de Bellas Artes y los intereses que se han creado a su alrededor, más que tolerados, defendidos por los representantes del Ejecutivo, van marcando ya el rumbo hacia el desastre. 14 El código del Grupo Montparnasse se forma con la propuesta de Cézanne, el racionalismo cubista y el desborde cromático de los fauves. Sumemos a todo esto la gran acentuación proyectativa de los sentimientos dados por el expresionismo alemán, que llama especialmente la atención para sus propuestas pictóricas. 15 Algunos de los grandes movimientos artísticos que se dan en Latinoamérica hacia la década de 1920-30 fueron el movimiento mexicano Manifiesto del Sindicato de Artistas Revolucionarios (1922), la Semana de Arte Moderno de Sao Pablo (1922), el Manifiesto Martinfierrista, aglutinado en torno a la revista Martín Fierro, publicada en Buenos Aires, a partir de 1926, entre otros. 16 En el Salón de 1928 participó un grupo de artistas, entre los que se encontraban Herminia Arrate, Héctor Banderas, Ana Cortés, Gustavo Carrasco, Jorge Caballero, Héctor Cáceres, Marco A. Bontá, Inés Puyó y María Tupper. La muestra provocó una fuerte crítica de los partidarios de la pintura académica. 191 Atenea 495 I Sem. 2007 R. Richon Brunet Richon Brunet17, la opinión local más conservadora de la crítica en ese entonces, denuesta a aquellos que se “hunden en el légamo del modernismo”, criticando fuertemente a los seguidores de Matisse, Gauguin y, sobre todo, Cézanne, autor este último a quien califica como “rey del bluf ”. Jorge Letelier (1936), por su parte, comentando el Salón Oficial de Artes Plásticas de ese año, señalaba “… y están en mayoría, aquellos para quienes una naturaleza muerta no es meritoria si todas las leyes de la perspectiva no han sido transgredidas”. Las críticas fueron mayoritarias para el Salón de 1928. Sin embargo, hubo voces, como las de Joaquín Edwards Bello, que aplaudieron la exposición. Los desacuerdos y descalificaciones manifestados en el comentado certamen llevan el debate a un punto insostenible. La consecuencia de tales desavenencias fue la intervención del Gobierno del general Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931), quien a través de su ministro de Instrucción Pública Pablo Ramírez, decidió cerrar la Escuela de Bellas Artes y enviar a estudiar a Europa a veintiséis de los más destacados alumnos y profesores del plantel18. Se mandó, de este modo, a parte importante de los mejores artistas al Viejo Mundo, fijándosele a cada cual un itinerario de perfeccionamiento. Este consideraba el conocimiento de aspectos prácticos, teóricos y metodológicos para la enseñanza del arte, con expresa indicación de los países en que se debían cursar los estudios. De los veintiséis nombres que integraron la lista19, no todos a su regreso tuvieron significación y relevancia artística. Varios nombres se nos presentan, en esta perspectiva de tiempo, o como ilustres desconocidos, o como artistas de una muy menguada significación y trascendencia. El envío de estos pintores a Europa, en el contexto de esta cruda y excéntrica intervención estatal, redituó de igual forma algunos beneficios importantes para la cultura nacional. La crisis produjo consecuencias significativas en el escenario de la formación artística. En el año 1929, por Decreto Supremo, la Escuela de Bellas Artes, que transitoriamente había dependido del Ministerio de Instrucción Pública, pasó a depender de la Universidad de Chile. Se constituyó en Facultad, conjuntamente con la Escuela de Artes Aplicadas y el Conservatorio Nacional de Música20. 17 Ricardo Richon Brunet (1886-1946) fue una especie de crítico oficial en Chile durante las primeras décadas del siglo XX. Autor del prólogo del catálogo de la Exposición del Centenario, su figura se cuenta dentro de las voces más influyentes de su época. 18 Decreto Supremo, del 5 de marzo de 1929. 19 La nómina de becados fue la siguiente: Jorge Madge Cortés, Julio Ortiz de Zárate, Camilo Mori Serrano, Isaías Cabezón Acevedo, Emilia Ladrón de Guevara Romero, Julio Vázquez Arriagada, Luis Vargas Rosas, Oscar Millán Valdovinos, Graciela Aranis Valdivia, Héctor Banderas Cañas, Gustavo Carrasco Délano, María Valencia Díaz, René Meza Campbell, Héctor Cáceres Osorio, Teresa Miranda, Laura Rodig Pizarro, Armando Lira, Laureano Ladrón de Guevara Romero, Abelardo Bustamante, Roberto Humeres Solar, Ignacio del Pedegral Corvalán, Inés Puyó León, Augusto Eguiluz, Marcial Lama Rojas y Rafael Alberto López. 20 Se denominó Facultad de Ciencias y Artes Aplicadas hasta 1948, año en que pasó a llamarse Facultad de Bellas Artes. El Consejo Universitario aprobó, en 1936, el reglamento y los planes de Atenea 495 I Sem. 2007 192 El Salón de 1928 no había hecho otra cosa que profundizar el dilema que habían planteado ya los pintores del grupo Montparnasse cinco años antes. El cierre de la Escuela trajo otras consecuencias. Entre ellas, el impacto que genera en el medio cultural local la reinserción en el país de los “becados” por el general Ibáñez y la toma de posición de algunos de ellos en puestos influyentes de la Escuela y de la oficialidad cultural. Estos artistas portaban nuevas miradas estéticas, que comienzan a debilitar el modelo clásico hasta producir su reemplazo definitivo. Comienzan a preponderar ahora, en los espacios oficiales de enseñanza e incluso en la crítica, visiones estéticas vinculadas a posiciones más vanguardistas. TRES MAESTROS EMBLEMATICOS La Escuela de Bellas Artes fue, durante la primera mitad del siglo XX, un escenario marcado por conflictos y liderazgos. Hubo un fuerte debate entre conservadores y vanguardistas; un manifiesto intervencionismo del Gobierno, además de la presencia de algunos maestros emblemáticos. FERNANDO ALVAREZ DE SOTOMAYOR (1875-1960) El primero de ellos, que marca profundamente con su sello a muchos discípulos, fue el pintor español Fernando Alvarez de Sotomayor. Este artista fue contratado por el gobierno chileno en 1908. La revista Zig-Zag (1908) releva su llegada: Se ha tenido en cuenta para este nombramiento, según se nos dice, la escasa cultura que adquieren los jóvenes artistas en los ramos de dibujo y composición, y la necesidad de que, junto a los aireados salones del nuevo edificio de Bellas Artes que proporcionara el Estado a los estudiantes de pintura, renueven los antiguos y rutinarios aires… por otros más vigorosos y sanos. En la contratación de este pintor español se había comprometido directamente el Gobierno, que presidía don Manuel Montt. Con tal propósito se encomendó al cónsul general en España, Mathías Huelin, que contratara al pintor gallego. A su llegada a Chile la situación de la pintura presentaba matices diversos. En su casi centenaria vida como nación independiente el F. Alvarez de Sotomayor (por Exequiel Plaza) estudio, permitiendo que los alumnos alcanzaran el grado académico de Licenciado en Bellas Artes. 193 Atenea 495 I Sem. 2007 Atenea 495 I Sem. 2007 194 Retrato de F. Alvarez de Sotomayor país no había logrado perfilar todavía su fisonomía cultural. Sin embargo, la preocupación de sus autoridades y las naturales inquietudes artísticas de una nación en donde, en este ámbito, estaba todo por hacerse, habían permitido un desarrollo no poco significativo de sus manifestaciones culturales. La llegada del pintor español a la Escuela fue un factor atenuante de los conflictos y rencillas que se habían generado al interior del plantel. Sotomayor –como se le conoce comúnmente– arribó a Santiago en agosto de 1908. En la estación ferroviaria lo esperaba el escultor Virginio Arias (1855-1941), quien por entonces oficiaba como director de la Escuela. En sus Memorias inéditas Alvarez de Sotomayor señalaba: La corta conversación que tuve con él me dejó alarmado. Quise informarme de las rencillas existentes entre los artistas y deduje que mi ida a Chile había tenido por fin inmediato enfrentarme con las huestes que capitaneaba D. Pedro Lira, enemigo del citado D. Virginio y profesor de la Escuela (p. 116). V. Arias La verdad es que se habían definido dos bandos al interior del plantel. La división era de naturaleza ideológica y generacional. Los partidarios de cada uno de ellos eran no sólo los alumnos y profesores de la Escuela, sino toda la intelectualidad santiaguina de ese entonces. El poeta Manuel Magallanes Moure (citado por Montecino 1985: 104), escribió estos tajantes juicios en una publicación de la época: El Director de la Escuela de Bellas Artes, cuyas glorias de artista soy el primero en reconocer, es un pésimo maestro. Los alumnos de la Escuela de Bellas Artes tienen toda la razón en el conflicto que se ha suscitado entre ellos y el Sr. Arias. En efecto, desde ocho o más años vienen sufriendo los estudiantes de arte un martirio comparable, solamente, al que deben experimentar los infelices súbditos de los sátrapas exóticos. Es que el Sr. Arias como toda persona incapaz de impresionar agradablemente y conquistar simpatías, pretende imponerse a sus alumnos por medio de la violencia, por medio del terror. Es un tirano el Sr. Arias. El director tenía un temperamento irritable “… cuando no le gustaba el trabajo que algún alumno había comenzado a ejecutar, tomaba la tranca que se usaba para cerrar la puerta del taller y con ella deshacía a garrotazos las esculturas iniciadas por el alumno” (Montecino, 1985: 104). Al parecer, la llegada del pintor español produjo un cambio favorable en el beligerante mundo de la enseñanza artística nacional. El pintor Pedro Lira, la figura más emblemática en el escenario de la cultura local, no había mantenido con Arias relaciones cordiales. Un clima belicoso, que Arias había denunciado más de una vez ante el Consejo de Instrucción Pública, germinaba en la entidad. Según testimonios de la época, se hacía uso de anónimos, deman- P. Lira 195 Atenea 495 I Sem. 2007 das judiciales, denuncias, huelgas, sabotajes a salones, etc., para lograr la salida del escultor. En esta dura batalla, la figura de Lira era el estandarte bajo el cual se agrupaban los inconformistas. Jorge Sanhueza (1956: 14) comentó al respecto: Las ideas estéticas y pedagógicas de Lira eran, como lo dejó escrito claramente, contrarias a la intervención de las autoridades estatales y universitarias en la enseñanza. Pero como todos nuestros buenos artistas, al llegar la madurez creadora, se vio obligado a ceder al demonio de la pedagogía, a ese potente impulso de enseñar, que podía más que sus ideas. Y fue profesor por largos años, buen profesor, incómodo para Arias, pero valioso para el arte nacional. C. San Martín Con Sotomayor en la Escuela cedió en parte este estrés emocional. El pintor gallego había reemplazado en la antigua cátedra de Dibujo Natural, Colorido y Composición21, al pintor Cosme San Martín22, quien había fallecido en 1906. El director Arias había realizado gestiones para transformar a esta asignatura en otra más actualizada y acorde a los intereses de los estudiantes. Hacia 1908 la pintura chilena capitalizaba una corta pero interesante tradición. Había influido en ello el rol de la antigua Academia de Pintura, en donde se habían formado pintores por casi sesenta años. A comienzos de siglo la matrícula pasaba del millar de alumnos, contándose con un prestigiado cuerpo de profesores chilenos. “Por lo que se refiere al estado del arte en Chile, pronto comprendí que no correspondía a mis prejuicios y que era mucho más floreciente de lo que había imaginado” (Alvarez de Sotomayor, 1922). Además de la actividad generada desde la Escuela, estaba el Consejo de Bellas Artes, que se encargaba de organizar anualmente exposiciones oficiales y que llevaba la dirección del Museo, extendiendo su acción a todo cuanto fuese beneficioso al fomento de la cultura artística. Pronto comprendí que gran parte del camino que creía había de recorrer estaba ya andado, y que mi labor había de dirigirse especialmente a encauzar el cariño y la atención de aquellos artistas hacia nuestra pintura, un poco olvidada y relegada a un segundo término por el deslumbramiento que producía entonces el arte francés (Alvarez de Sotomayor, 1922). 21 Estos estudios se dividían de la siguiente forma: a) Dibujo de estatuas, copiando modelos clásicos, b) Dibujo y pintura tomados del modelo vivo, c) Composición de cuadros de variados géneros y distintas épocas. Día y hora de las clases: martes, miércoles, jueves, viernes y sábados, de 14 a 17 horas. 22 Cosme San Martín (1849-1906) fue el primer director chileno de la Escuela de Bellas Artes. Atenea 495 I Sem. 2007 196 Por aquella época el interés por el arte era grande en un sector escogido de la sociedad culta y aunque el comercio de obras era bastante limitado, permitía de igual forma que un grupo reducido de artistas pudieran vivir de su trabajo creativo. Hacía ya muchos años que se celebraban en el país exposiciones de arte en forma periódica y en ellas se habían distinguido y ganado un nombre respetable varios pintores nacionales. Ello, además del importante respaldo que el Gobierno entregaba a estas actividades, propiciaba un panorama auspicioso para el desarrollo de estas actividades. Era pues muy difícil mi situación –señala Sotomayor– pues no llegaba en plan de colonizador a un país de negros. Por el contrario, comprendía que era yo mismo el que tenía que ser juzgado y urgía que presentara mis títulos para disculpar mi posición en vista, además, de mi juventud. Aproveché la ocasión del primer certamen anual y presenté una docena de obras traídas de España y algunas ya hechas en Santiago. Momento peligroso pues, además, la pintura española estaba, por gracia del mercantilismo de ciertos viajantes de comercio, bastante desacreditada y el genio francés se había impuesto a través de los mismos artistas chilenos que habían estudiado siempre en París de espaldas a la Madre Patria (Alvarez de Sotomayor, sf.: 121). Efectivamente, tal como se ha señalado, una de las características en la formación de los jóvenes pintores chilenos del siglo XIX y comienzos del XX dice relación con el anhelo de éstos de perfeccionar sus estudios en Francia. Hubo un programa de becas que permitió que muchos de ellos continuaran sus estudios, preferentemente, en París. Hacia fines de 1910 Sotomayor obtuvo una licencia para viajar, junto a su familia, a España, en donde permanece por más de un año. Cuando nos disponíamos a volver a Chile recibí un cablegrama en el que se me notificaba que había sido nombrado director de la Escuela de Bellas Artes de Santiago de Chile, lo que me llenó de legítimo orgullo, considerando lógicamente que mi anterior actuación había merecido la confianza del Gobierno chileno y de la opinión (Alvarez de Sotomayor, sf.: 125). Efectivamente, estando aún en España, cuando se produjo la renuncia de Virginio Arias a la dirección de la Escuela, se nombró en el cargo al pintor peninsular. Este asumió a su regreso al país en 1912 y ejerció la dirección hasta marzo de 1913, fecha en que regresó definitivamente a su patria. En el corto tiempo que estuvo en la dirección, Sotomayor fue gestor de varias reformas en la enseñanza de la Escuela. Se creó un nuevo plan de estudios, más vasto y en cuya orientación se releva el sentido pedagógico de dichas materias. Este plan, que se sometió a consideración del Consejo de Instruc- 197 Atenea 495 I Sem. 2007 ción Pública, contaba de doce secciones23. Tras el alejamiento del pintor español, asume la dirección de la Escuela el conocido escritor Luis Orrego Luco (1866-1948), quien había sido director de la revista Selecta, editada por la empresa Zig-Zag, entre 1909 y 1911. Posteriormente, entre 1916 y 1919 ejerció la dirección el escritor Joaquín Díaz Garcés (1877-1921). Un día fuimos sorprendidos por una actitud extraña del Gobierno que desconcertó al alumnado de Bellas Artes: nos encontramos frente a otro Director. Se acababa de nombrar al escritor Díaz Garcés para imponer orden y apaciguar a los bohemios del Forestal. La gestión administrativa del nuevo funcionario se cumplió de acuerdo a las instrucciones recibidas, con espíritu de alcaide (Bontá, 1963). El Gobierno me nombró Director para poner orden en esa olla de grillos de la Academia de Bellas Artes (Díaz Garcés, citado por Bontá, 1963). A este respecto Ricardo Bindis (2006: 234) señala: Los estudiantes de arte discutían sobre una reforma de los planes de estudio y el Parque Forestal bullía con nuevas maneras de enfocar el futuro. Con proclamas, discursos encendidos y antorchas, cayó el escritor Díaz Garcés, director de la Escuela de Bellas Artes. A Díaz Garcés le sucede el escultor Carlos Lagarrigue (1858-1928), quien contó con el apoyo y la estimación de los estudiantes24. Habiendo éste jubilado en 1927, fue nombrado director de la Escuela y el Museo de Bellas Artes, el pintor y músico Carlos Isamitt (1887-1975)25. Este artista consigue 23 Primera sección, “Curso de dibujo”, a cargo de José Mercedes Ortega; segunda, “Pintura y dibujo superior” (Pedro Lira); tercera “Dibujo natural, colorido y composición” (Fernando Alvarez de Sotomayor); cuarta “Escultura estatuaria” (Virginio Arias); quinta “Grabado en madera” (León Bazin); sexta “Arquitectura” (José Forteza); séptima “Modelo y dibujo ornamental” (Simón González); octava “Desbaste y práctica del mármol y de la piedra” (Baldomero Cabré); novena “Clases orales y gráfica” (José Forteza); décima “Anatomía de las formas” (David Benavente); undécima “Historia universal y mitología” (Enrique Nercasseau); duodécima “Estética e historia del arte” (Alejandro Fuenzalida Grandón). 24 “Al entregar la dirección de la Academia al escultor nacional, maestro Carlos Lagarrigue, en 1919, hubo un sentimiento de alivio en los artistas, ya que la solución representaba un retorno a la trascendencia e importancia que tienen los valores técnicos. Lagarrigue posee las cualidades del verdadero maestro, de espíritu laico, abierto, que sabe escuchar, le interesa el pensamiento de la juventud y, además, conoce su oficio de escultor. Con él todo cambia, nace una nueva tónica basada en el ejemplo y en la comprensión, en la amistad entre profesores y alumnos” (Bontá, 1963: 94). 25 Pocos días después de este nombramiento, un extraño decreto promulgado por el Gobierno obligaba a renunciar a la administración pública a toda persona mayor de sesenta años, medida que afecta entre otros a Virginio Arias, Carlos Lagarrigue, Richon Brunet y Juan Francisco González, quienes tuvieron que dejar sus cátedras en la Academia. Lagarrigue no resiste el inesperado golpe y muere a los pocos días, Juan Francisco González se limita a exclamar… “me echaron por viejo”. Atenea 495 I Sem. 2007 198 generar una atmósfera positiva de trabajo, ensanchando el espacio de las artes visuales con la creación de la Escuela de Artes Aplicadas. Isamitt estuvo en el cargo hasta 1928. Una vez reabierta la Escuela en 1931, luego del cierre decretado por el Gobierno, asume la dirección el pintor Julio Fossa Calderón (1874-1946), ejerciendo el cargo hasta 1932. Por esta época la Escuela pasa a depender de la Universidad de Chile. Volviendo la mirada a la gestión de Sotomayor, lo más significativo de este corto segundo periodo (1912-13) en tierras chilenas dice relación con su labor en la dirección de la Escuela, en donde, además de realizar algunas reformas a los estudios, fue adquiriendo fisonomía estética un conjunto de pintores formados bajo su magisterio, los que serán conocidos posteriormente como Generación de 1913, o Generación del Centenario26, o “Heroica Capitanía de Pintores”, como la llamó Pablo Neruda. Este grupo de artistas, más allá de su vínculo de condiscípulos, expresaron una fuerte afinidad espiritual que dio coherencia y singularidad a su creación como grupo. Algunos de estos pintores procedían de hogares acomodados, de clase media, pero también muchos, quizá la mayoría, venían de modestas familias, enclavadas en los barrios más pobres de la capital. Su pintura, en consecuencia, se hizo parte de esa condición social y cultural. Los temas de sus obras retratan al Chile popular, campesino, además de los conflictos sociales que comienzan a impactar con fuerza en el país en las primeras décadas del siglo XX. Alvarez de Sotomayor, conocido en España por sus retratos y la gestión realizada en la dirección del Museo del Prado, hace también una contribución relevante a la pintura regionalista27. Esta veta es posible que haya orientado la mirada de sus discípulos hacia una pintura de corte costumbrista. De este modo, el repertorio iconográfico de estos artistas, al igual que algunos aspectos técnicos relacionados con el dibujo y el color, sufre modificaciones relevantes. Aparecen algunos temas sociales, tales como velorios de angelitos, retratos de personajes populares, paisajes costumbristas, escenas de borrachos, entre otros. Capítulo aparte merece su esfuerzo por valorar el J. F. González 26 Esta denominación se debe a una exposición que realizaron algunos discípulos de Fernando Alvarez de Sotomayor en el año 1913, en los salones del diario El Mercurio de Santiago. Expusieron en la oportunidad Pedro Luna, Ulises Vázquez, José Prida, Guillermo Maira y Abelardo “Paschín” Bustamante. A este grupo se deben sumar los nombres de Agustín Abarca, Ezequiel Plaza, Arturo Gordon, los hermanos Alfredo, Alberto y Enrique Lobos Aránguiz, Enrique Bertrix, Enrique Moya, entre otros. 27 Fernando Alvarez de Sotomayor tiene una obra prolífica en la pintura española del siglo XX. En términos generales ella se divide entre los retratos de alta sociedad, dentro de los cuales se pueden contar los del Rey Alfonso XIII, y su pintura regionalista. Es considerado como uno de los artistas que mejor recoge las costumbres y tradiciones de su tierra natal: Galicia. Conocidos son sus pescadores, labriegos, comidas de bodas y foliadas. 199 Atenea 495 I Sem. 2007 arte peninsular. La pintura chilena, que se había caracterizado durante gran parte del siglo XIX y comienzos del XX por situarse bajo modelos franceses, comienza a mirar con interés a los artistas hispanos. Sería desproporcionado suponer una reorientación ideológica demasiado profunda del arte nacional, sin embargo, algunos de estos pintores, entre ellos Arturo Gordon (1883-1944), suscriben modelos “goyescos”. Otros, como Benito Rebolledo Correa (1880-1964), ven en el luminismo levantino y en la obra de Joaquín Sorolla un referente inspirador. La idea de hispanidad tuvo más fuerza en el discurso oficial –circunstancia propiciada sobre todo por la celebración del Primer Centenario de la Independencia Nacional– y en la retórica obsecuente de algunos críticos e historiadores de la época, que en la producción artística nacional. El “paréntesis de hispanidad” que representan estos pintores dice relación más bien con una aspiración generada en parte por la amable figura de este pintor español y también por la celebración de nuestra primera conmemoración secular. La exaltación que hace Domingo Gómez Rojas28, con motivo del viaje a la península del pintor Alfredo Lobos Aránguiz, es testimonio elocuente de este anhelo de hispanidad. JUAN FRANCISCO GONZALEZ (1853-1933)29 La huella que dejara en sus discípulos se ha prolongado a través del recuerdo vigente de sus enseñanzas y reflexiones y así la luz de su espíritu sigue iluminando aún a generaciones posteriores (Lobo Parga, 1981). Juan Francisco González Escobar fue otro de los artistas que marcó a muchos pintores con su gestión como profesor30. Realizó una labor pedagógica 28 “Alfredo Lobos fue el primero que realizó el sueño de todos: ir a la España de nuestros amores. Nada mejor para un pintor chileno deseoso de estudiar, orientarse y definirse, que ir para ello a España, que es hoy por hoy, la mejor escuela de pintores. Muchas ventajas tiene España al respecto, en comparación con los demás países y más aún para nosotros los indoamericanos. Un lenguaje que es propio, la afinidad de valores comunes, diversas fuerzas que hablan con la voz de los siglos y con elocuencia histórica de un vínculo espiritual, imborrables rasgos etnográficos y una noble blasonada tradición nos determinan a pensar de este modo” (Gómez, 1918). 29 Juan Francisco González, además de pintor, cultivó una importante veta literaria. Artículos suyos aparecieron en distintos periódicos de su tiempo, Pluma y lápiz, La lira chilena, Instantáneas de luz y sombra, entre otros. En el primer número de la revista de Los Diez, aparecido en 1916, hay un cuento suyo. “El Cachespeare”, narración costumbrista que describe aledaños de la Iglesia Matriz, barrios de la bohemia y el hampa de Valparaíso. Otros escritos: “Un recuerdo de antaño”, “Las hojas de otoño”, “La pátina” y “Cartas a María Tupper”. 30 “Estos seres son los maestros. Maestro es el que nos revela nuestra primitiva sensibilidad, el que nos interna en nuestro propio conocimiento. Maestro es el que nos arranca del letargo de confusión y suficiencia de la vida y nos entrega a la esperanza ardiente y al ansia de realizaciones superiores. Maestro es quien nos extrae de nosotros mismos y nos arroja más allá de nuestras propias fuerzas. Maestro es quien libera en nosotros el espíritu y hace que él nos posea y nos conduzca” (Prado, 1948: 28). Atenea 495 I Sem. 2007 200 J. F. González 201 Atenea 495 I Sem. 2007 extensa que abarcó desde clases a alumnos libres hasta docencia universitaria. En 1884 se establece en Valparaíso, siendo nombrado ese mismo año como profesor de Dibujo del Liceo de Hombres, cuyo rector por esa época era el filólogo y humanista Eduardo de la Barra. En 1895 renuncia a su puesto de profesor, en cuyo curso estuvo por diez años, y en donde habían figurado como alumnos algunos pintores que luego destacaron, tales como Pedro Reszka Moreau (1872-1960) y Julio Fossa Calderón (1885-1946). En 1887 González emprende el primero de los tres viajes que realizó a Europa. Con tal motivo el ministro de Instrucción Pública le encomienda la misión ad honorem de estudiar allí la organización de museos y la enseñanza del dibujo. A su regreso, en 1889, presenta al Ministerio de Instrucción Pública un texto de dibujo moderno para su aprobación como material didáctico para la enseñanza de las artes plásticas. En él sistematizó sus estudios y experiencias en el viejo continente. En 1906, después de su tercer viaje a Europa, dicta en el Salón de Honor de la Universidad de Chile la conferencia “La enseñanza del dibujo”, la que es publicada, ese año, en los Anales de la Universidad. En 1910 es nombrado profesor de croquis y dibujo del natural en la Escuela de Bellas Artes. “Con ese nombramiento, se pensó dar impulso renovador a la enseñanza artística de ese plantel, la cual estaba invadida por un espíritu academizante ancestral”31. Efectivamente, cuando Virginio Arias abandona la dirección de la Escuela de Bellas Artes, el artista se incorpora como profesor en ese plantel32, a instancias del nuevo director Alvarez de Sotomayor. Desde esta cátedra promueve sus convicciones estéticas, que diferían respecto del tradicional perfil de enseñanza de la entidad. A decir de Luis Vargas Rosas (1953), la anodina y fría clase de dibujo la transforma en un “viviente taller de trabajo”. La Escuela en ese momento era un lugar de enconos y desavenencias, “un pozo de pasiones encontradas”, como ha señalado el propio pintor. González polemizó en forma violenta con el director Díaz Garcés. Como se ha señalado, el escritor fue nombrado como director con facultades omnímodas, para reestablecer el orden en el plantel. Una de sus órdenes fue: Todo alumno que tenga peticiones o reclamos a la Universidad o al Ministerio pasando por la Dirección se le considerará insubordinado i se les suspenderá temporalmente. El que no acepte este temperamento puede buscar otra parte en donde estudiar su arte (Díaz, 2004: 169). 31 Catálogo “González hoy”, sala BHC, marzo-abril 1981. “Alvarez de Sotomayor, en 1910, me hizo nombrar profesor. Dijo que yo iba a ser una inyección para la Escuela”. Juan Francisco González, citado por Zegers (1981: 157). 32 Atenea 495 I Sem. 2007 202 Al disentir de estos procedimientos González se vio obligado a alejarse del plantel. Su renuncia en 1918 dio origen a serios incidentes, con ingreso de la fuerza pública a la Escuela. La Federación de Alumnos de Chile solidarizó con el maestro, acordando enviar una carta al ministro de Instrucción Pública en que solicitan la renuncia del director Díaz Garcés, además del reintegro del pintor a la clase de dibujo. El Ministerio dio su respuesta según un comunicado de prensa dirigido a Díaz Garcés, en que se informa acerca del rechazo de la renuncia de González y de la creación de una subdirección que mantenía en su cargo al cuestionado director. Frente a ello la FECH acordó no cejar en su empeño de sacar de igual forma al cuestionado director. Juan Francisco González, a decir de Isabel Cruz (1984: 263), fue un maestro de “figura patriarcal”, que influyó fuertemente con su personalidad en un número importante de discípulos. “Yo tenía ojos, pero él me enseñó a ver”, señaló Pedro Prado (1947). El grupo Montparnasse vio en él un referente orientador. De hecho, fue invitado por estos artistas al Salón de 1925, que ellos habían organizado. A los 72 años González expone junto a estos jóvenes en una muestra en donde también exhibía Vicente Huidobro sus caligramas. González desarrolló un tipo de enseñanza muy libre, en donde los alumnos eran los verdaderos protagonistas del proceso de aprendizaje. En sus clases de dibujo hacía trabajar incansablemente a sus discípulos en varias sesiones, acortando cada vez el tiempo dedicado a dibujar el modelo hasta que el ojo, habiendo retenido la imagen, fuera capaz de dibujarlo sin su presencia33. En 1918 González funda la Sociedad de Bellas Artes, para contrarrestar, en beneficio de la innovación artística, las ideas conservadoras propugnadas por la Escuela y, sobre todo, por la Comisión de Bellas Artes. Este artista, podríamos decir, fue el primero que objetó en Chile y de manera decidida el paradigma clásico. Por esta razón su pintura no gozó, en su momento, de la estimación de los sectores sociales influyentes ni del exiguo poder comprador local. La crítica de arte tampoco fue benévola con el maestro; Ricardo Richon Brunet, crítico y pintor académico, lo consideraba como 33 “El maestro exigía que sus discípulos no se contentaran con dibujar el modelo desde una posición fija, sino que lo recorrieran y lo captaran en todos sus ángulos. Solicitaba también a sus alumnos que adoptaran una actitud de soltura, pero, a la vez, de extrema atención en relación al trabajo que estaban realizando, donde no sólo la mano sino todo el cuerpo participaba en la acción que se ejecutaba. En contraste con el dibujo académico, el maestro no prestaba atención al ‘dibujo acabado’, rechazando categóricamente el detallismo fotográfico que habitualmente servía para evitar los desbordes del color; según aquella técnica, el color se aplicaba una vez corregidas, retocadas y muy bien definidas las líneas. Para el maestro, ni la línea ni el color estaban destinados a cumplir esos fines, sino que ambos eran una síntesis de la realidad observada” (Ivelic y Galaz, 1981: 134). 203 Atenea 495 I Sem. 2007 extravagante y demasiado vanguardista. Aun así, su magisterio aglutinó a muchos artistas, quienes le vieron como un líder artístico y un ejemplo a seguir34. Por primera vez en la historia artística de nuestro pequeño Chile, surgió con él la figura de un maestro; sus precursores en la pintura chilena hacían clases, enseñaban, corregían; don Juan Francisco vitalizaba. Luchó con un fuego que antes no se quemaba en las contiendas de arte, excluía, fulminaba. Y ese ritmo de lucha, propio de visionarios, hizo vibrar electrizado al grupo juvenil que antes de él desperezaba en las salas de la Escuela de Bellas Artes. Toda acción fecunda necesita el estímulo de una ceguera apasionada y al negarse a las transacciones y al embestir contra el arte académico del siglo XIX, con el encono que se embiste al adversario desleal, hizo sentir a los que le seguían –que fue toda la juventud– que el arte era un sacerdocio, una función altísima (Alfonso Bulnes, citado por Zegers, 1981: 158). Waldo Vila Silva (1894-1979), pintor e historiador, recuerda al maestro: Curioso y gran maestro era nuestro Juan Francisco González pienso ahora. Con aquella, su enseñanza, nos liberaba del academismo muerto y de la fría petulancia de los “lame-telas”, ... nadie podía hablar de nuestros años y de aquella generación (de 1913) sin detenerse en la sombra de aquel árbol añoso de la pintura chilena, del cual todos nosotros, grandes y pequeños, somos sus ramas (Alfonso Bulnes, citado por Zegers, 1981: 159-160). Juan Francisco González fue el principal gestor en el proceso de innovación artística en nuestro país. Su obra, especialmente aquella relacionada con su etapa de madurez, rompe con los esquemas académicos de su tiempo. Su presencia pictórica muestra, además, una veta profunda en relación con la teoría y la crítica de arte. Dictó conferencias, escribió en la prensa con el pseudónimo de “Araucano” y se mezcló en grandes polémicas con los 34 “Fui profesor de todas esa chicas con tanto talento: Enriqueta Petit y Marta Villanueva, extraordinaria; de Inés Puyó León, que tiene el porvenir entre las manos; también fui profesor de María Tupper de Aguirre; de María Valencia, gran talento; de Anita Cortez, mi mejor alumna. Entre los hombres también tuve algunos distinguidos: el inquieto talento de Mori; ese muchacho Del Pedregal, que va a llegar lejos; Vargas Rosas, lleno de condiciones; el arquitecto Juan Martínez, que triunfó en el concurso para el pabellón de Sevilla; Laureano Guevara, mi mejor e inolvidable alumno. Han sido tantos. ¿Cómo recordarlos así de un solo golpe?” (Zegers, 1981: 158). También se cuentan dentro de sus discípulos a Alfredo Helsby, Pablo Burchard, algunos pintores de la Generación del Trece, entre ellos Abelardo Bustamante y Pedro Luna. Se le considera también como orientador ideológico del grupo Montparnasse y la Generación de 1928. Atenea 495 I Sem. 2007 204 defensores de la pintura académica35. Encendidas disputas tuvo con Pedro Lira, quien en carta dirigida a Ramón Subercaseaux, le manifiesta que en el salón de 1894 González había expuesto una verdadera avalancha de impresiones de singular atrevimiento, y que si bien es incapaz de hacer un cuadro por cuanto en él la impresión, aunque profunda y ardiente, es demasiado fugitiva y su educación de artista es incompleta (él va a fusilarme por estas palabras), en cambio hace improvisaciones como no las hace nadie, y que los artistas preferimos a muchos de sus cuadros acabados. Alvarez de Sotomayor tampoco entendió la propuesta plástica de nuestro pintor. En sus Memorias inéditas, en poder de la familia, el artista español comenta: ... pintor bohemio de grandes cualidades de colorista pero desordenado hasta en su manera de vivir y sus obras de arte son chispazos de luz sin resolver nada en definitiva. González fue un pintor antiacadémico que rechazaba el realismo artesanal y el parecido fotográfico. Incursionó, incluso, en el cine: en 1925, bajo la dirección de Jorge Délano, actúa en el filme “Luz y sombra”. La gran premisa y fundamento de González fue creer que el secreto de la belleza consiste en lograr el máximo de efecto, con el mínimo de detalles. Es decir, la simplicidad formal, sustento de una visión impresionista a la que adhirió, más que en sus postulados técnicos, al espíritu renovador que representan estos artistas. A principios del siglo XX nuestro artista se vincula con la Colonia Tolstoyana, grupo de intelectuales que preconizaba el contacto directo con la naturaleza, el trabajo de la tierra y la comunidad de bienes36. La Colonia debe ser entendida como una alianza espontánea de poetas, músicos, pinto- J. F. González 35 Una de las polémicas más duras fue la que se generó a raíz de la crónica titulada “Obras de arte”, aparecida en el periódico La Unión, de Valparaíso, el 24 de abril de 1894. En la crónica, el articulista alaba un retrato realizado por el pintor W.H. Walton, en donde se señala: “En actitud natural y tranquila, con una expresión llena de vida, el señor Salas tiene en la mano un cigarrillo, en que uno cree que puede encender su propio cigarrillo…”. En la réplica, publicada en El Heraldo, González señala lo siguiente: “Y no menos ancho de tragaderas que el público deben ser los susodichos cronistas, para dejarse embaucar por estos pordioseros de alabanzas, que para lograr reputación asaltan las imprentas sin perdonar ocasión. Cada vez que han hecho la gracia de iluminar en tela la fotografía agrandada con la cámara solar, con cuya superchería y con la desvergüenza en que les ayudan los cronistas, la pegan al público pasándole por arte lo que no es sino la adulteración industrial de la fotografía y la falsificación más injuriosa que se puede hacer del arte de Velázquez y Rafael”. 36 En una propiedad que facilitó Manuel Magallanes Moure, en San Bernardo, tuvo lugar la vida de la Colonia, encabezada por Augusto D’Halmar e integrada por Fernando Santiván, el escultor español Canut de Bon y los pintores Julio Ortiz de Zárate, Benito Rebolledo y Pablo Burchard. 205 Atenea 495 I Sem. 2007 res y arquitectos. No se trata ni de una secta, ni una institución, ni una sociedad. Carecen de disposiciones normativas y no pretenden otra cosa que cultivar el arte con una libertad natural. No establecieron un estilo, no dieron normas y pautas. Cada cual cultivó su arte conforme su propio criterio y visión. Juan Francisco González participó activamente también en la formación del grupo Los Diez37, conjunto de intelectuales, liderados por Pedro Prado, que se aglutinan a partir de convicciones vanguardistas. No se oficializa entre ellos unión alguna, aun cuando manifiestan una posición de cierta coincidencia. De este ambiente de innovación, que todavía se manifiesta desde posiciones marginales, participan muchos otros artistas e intelectuales, quienes cuestionan el poder absolutista del modelo clásico, promoviendo una nueva sensibilidad estética. Ernesto A. Guzmán (cit. por Ibáñez Santa María, 1976), en una polémica con los críticos de su época, reafirma esa postura: Somos hombres de nuestro tiempo; vivimos con las ideas y los sentimientos de la época; nos movemos en el ambiente actual de una renovación de tendencias artísticas; no podemos abandonar el contacto con este momento de la vida, en que nos ha tocado actuar. Pedro Prado definía el hacer artístico como “un proceso de liberación, de pureza y de alegría desbordante”. El Centenario había sido un motivo para revisar nuestros procesos identitarios, pero también lo fue para propiciar una mirada crítica al pasado y para cuestionar las oxidadas fórmulas dieciochescas. La inquietud de la modernidad ya se comenzaba a instalar en el corazón de nuestra intelectualidad. González tuvo mucho que ver en ello. PABLO BURCHARD (1873-1964) “La pintura tiene la intensidad de la mirada y Burchard miró y pintando inició un largo diálogo que lo llevó a la verdad”, señaló Adolfo Couve (1966). Sus maestros iniciales fueron Cosme San Martín, luego Pedro Lira y Fernando Alvarez de Sotomayor, artistas académicos de los cuales se aleja logrando dar forma a una obra más personal. “Ninguna influencia apreciable dejaron en mi espíritu ambos maestros. Aprendí de ellos, es cierto, la práctica 37 A pesar de su nombre, los integrantes de este grupo no fueron necesariamente diez. El núcleo fundamental está constituido por Pedro Prado, Manuel Magallanes Moure, Juan Francisco González, Armando Donoso, el arquitecto Julio Beltrand Vidal, quien fuera reemplazado en la hermandad por Eduardo Barrios, Alberto García Guerrero, Alberto Ried, Acario Cotapos, Ernesto Guzmán, Augusto D’Halmar y Alfonso Leng. Atenea 495 I Sem. 2007 206 207 Retrato de P. Burchard por Pedro Lira Atenea 495 I Sem. 2007 del oficio. Pero su visión pictórica nunca me satisfizo” (Burchard, cit. por Humeres, 1955: 9). Burchard es estrictamente contemporáneo de los pintores de 1913, sin embargo, su obra dista en inspiración y en posición estética de la obra de estos artistas. Su primera experiencia docente data de 1903, cuando, en una escuela secundaria de Talca, se desempeña como profesor de dibujo. Más tarde, continuó ejerciendo el cargo de profesor de dibujo en el Liceo de Niñas N° 6 de Santiago y desde 1932 en adelante en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile, en donde reemplaza en la dirección al depuesto Julio Fossa Calderón, quien renunciara a consecuencia de la crisis y una serie de conflictos recientemente vividos en la Escuela. Burchard ejerce la dirección de la entidad sólo hasta 1935, alejándose del cargo para dedicarse de lleno a la creación y mantener su cátedra de pintura que conservó hasta 195938. El magisterio de este artista marcó toda una época. Su discípulo Armando Lira (1955) destaca su labor docente: J. Fossa Calderón Es un gran profesor de pintura; pero sus enseñanzas son de índole filosófica… Sus lecciones son sugerencias sobre los problemas de la plástica frente a la naturaleza. Enseña a ver e interpretar los elementos objetivos en forma pictórica: el juego de las luces, los contrastes del colorido, el arabesco del dibujo, la organización del cuadro. Pero, por sobre todas las cosas, este maestro, mediante su aguda observación, hace sentir la poesía serena del paisaje. En lo que respecta a su creación artística, Burchard es un agudo observador de la naturaleza. Su obra está cruzada por dos elementos centrales: la naturaleza y la búsqueda de la esencialidad plástica. A decir de Enrique Lihn (1956): “El problema que Pablo Burchard se plantea en materia de composición es el de equilibrar el mínimo de elementos en el máximo de espacio”. No hay en su obra afanes literarios ni extravagancias conceptuales, tampoco testificaciones documentales, posiciones ideológicas o discursividad narrativa; hay simplemente una propuesta estética. El artista se va despojando de aquellos elementos innecesarios a los objetivos de una racionalidad básicamente pictórica. Su lenguaje “se hace mínimo; con él puede decir lo máximo, allí radica su valor de pintor fundamental” (González, 1996: 20). Su obra es un elogio a los temas sencillos, a lo cotidiano. Mire compañero [señala el pintor], para qué emprender recetas y teorías, para qué complicarse la vida con grandes problemas, cuando ahí –mire usted– tiene abierto el gran libro de la naturaleza para reflexionar, sentir 38 Hasta 1959 Burchard se desempeña como profesor en la Escuela de Bellas Artes, dictando la cátedra de pintura en forma paralela a la de los pintores Jorge Caballero y Augusto Eguiluz. Atenea 495 I Sem. 2007 208 y aprender. ¿Con qué fin tantas complicaciones cerebrales, tanta metafísica y dogmas estéticos? (Lira, 1955: 14). El centro de su pedagogía fue el alumno. A través de los distintos procedimientos didácticos, realizados directamente por el profesor, procuraba siempre la formación de la personalidad artística del discípulo. Su objetivo fue que el alumno resolviera por sí mismo los problemas en la elaboración de sus cuadros para que, de esa forma, fuera articulando su lenguaje expresivo. Según Armando Lira (1955) el maestro enseñaba a distinguir lo esencial de lo accesorio en una obra, con el propósito de que el alumno “… sepa desdeñar en el cuadro todo elemento objetivo que no convenga a la armonía y claridad artística que debe tener una buena pintura”. Sus discípulos valoraron a Burchard como un hombre sabio, de juicio reposado, de elevadas condiciones humanas. Su virtud más relevante fue su capacidad de infundir fe y entusiasmo en sus alumnos. La mejor pedagogía, a fin de cuentas, es siempre eso; lograr transmitir el cariño y la pasión por el oficio que se enseña. En 1951 realiza su único viaje a Europa, un viaje tardío realizado a los 77 años de edad. Esta circunstancia libera al artista de un teórico pecado de filiación. Su obra y por ende su magisterio tuvo escasa supeditación respecto de las teorías y los modelos foráneos. Como es sabido, casi todos los artistas nacionales contemporáneos habían delineado su lenguaje estético y por ende sus concepciones artísticas en el contacto con las academias y los escenarios artísticos europeos. Aun cuando siempre es posible y tentador parangonar la obra de un pintor, en el caso de Burchard debemos admitir la posibilidad de una concepción estética más bien particular. Por esta razón su obra es difícil de encasillar en corrientes determinadas. “Al margen del clasicismo o la vanguardia creó una obra personal en que la soledad marcó su íntima relación con la naturaleza” (González, 1996: 10). Varios artistas posteriores suscriben sus postulados estéticos, entre ellos podemos mencionar a Augusto Barcia, José Balmes, Gracia Barrios y Adolfo Couve, entre otros. Alvarez de Sotomayor, Juan Francisco González y Pablo Burchard son tres maestros de figura patriarcal que marcaron con su presencia el escenario de la pintura chilena. Aun cuando sus repertorios estéticos no fueron coincidentes, resaltan por la solidez de sus principios artísticos, por la pasión con que abrazaron su oficio, por la calidad y fecundidad de su obra artística y por el magnetismo de su magisterio. Se trata de personalidades aglutinantes, que ejercieron un fuerte liderazgo en los jóvenes artistas nacionales. Los tres fueron profesores en la Escuela de Bellas Artes; dos de ellos, Alvarez de Sotomayor y Burchard, también llegaron a ocupar la dirección del plantel, aun cuando por un breve periodo. Tres figuras que marcan con su presencia la escena pictórica nacional. 209 Atenea 495 I Sem. 2007 REFERENCIAS Alvarez de Sotomayor, Fernando. 1922. “Nuestras relaciones artísticas con América”. Discurso leído en el acto de su recepción pública a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el 22 de marzo. Madrid: Academia Mateu, Artes Gráficas. ––––––––––– . s.f. “Recuerdo de un viejo pintor”. Documento inédito con las memorias del artista. Bindis, Ricardo. 2006. Pintura chilena: Doscientos años. Santiago de Chile: Origo Ediciones. Bontá, Marco A. 1963. “Medio siglo de vida artística chilena”. Atenea N° 402. Couve, Adolfo. 1966. Burchard. Santiago de Chile: Editorial Universitaria S.A. Cruz de Amenábar, Isabel. 1984. Arte, historia de la pintura y la escultura en Chile, desde la Colonia al siglo XX. Santiago de Chile: Editorial Antártica. Díaz, Wenceslao. 2004. Juan Francisco González: Cartas y otros documentos de su época. Santiago de Chile: RIL Editores. Gómez Rojas, Domingo. 1918. Pacífico Magazine, junio. González, Francisco. 1996. “Pablo Burchard: Un pintor fundamental”. Catálogo de exposición. Santiago de Chile: Corporación Cultural de Las Condes. Septiembre. 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Su publicación contribuye a la difusión entre los lectores de ATENEA de la obra de uno de los más importantes escritores cubanos y proporciona la ocasión feliz de leer un relato maestro. Miguel Barnet actualmente está a cargo de una fundación muy importante en Cuba que lleva el nombre de Fernando Ortiz, uno de sus maestros. La trayectoria literaria de Miguel Barnet tiene un hito fundamental que es la publicación en el año 1966 (es decir ya han transcurrido cuarenta años) de su novela Biografía de un cimarrón que fue una obra testimonio, como se llamó en la época. Barnet ha escrito otras novelas en la misma línea, como La canción de Rachel, Vida real, Gallego. También Miguel Barnet ha escrito textos poéticos y es una atracción muy fuerte para él la 215 Atenea 495 I Sem. 2007 poesía. La aparición de Biografía de un cimarrón en los 60, años fundamentales en la literatura, en la cultura, en la historia y la política latinoamericana, marcó un viraje en ciertas formas de narrar, propias del realismo socialista o su contrincante, el realismo fantástico, que estaban de moda en esos años. Esta obra es el testimonio que recoge Miguel Barnet de un esclavo negro, Esteban Montejo, de 103 años en la época donde lo conoció Miguel. En realidad, estamos frente a una obra que sigue siendo uno de los referentes importantísimos de la literatura latinoamericana contemporánea. Biografía de un cimarrón ha sido traducida a más de 24 lenguas y tiene más de 60 reediciones. Para hacer la presentación de Barnet, voy a empezar citando un poema de Martí: Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche. ¿O son una las dos? No bien retira su majestad el sol, con largos velos y un clavel en la mano, silenciosa Cuba cual viuda triste me aparece. ¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento que en la mano le tiembla! Está vacío mi pecho, destrozado está y vacío en donde estaba el corazón. Ya es hora de empezar a morir. La noche es buena para decir adiós. La luz estorba y la palabra humana. El universo habla mejor que el hombre. Cual bandera que invita a batallar, la llama roja de la vela flamea. Las ventanas abro, ya estrecho en mí. Muda, rompiendo las hojas del clavel, como una nube que enturbia el cielo, Cuba, viuda, pasa… Paz hace una interpretación preciosa de este texto que habla de la muerte, el erotismo, la pasión revolucionaria, la mujer, el amor y la poesía. Yo me voy a permitir ensayar otra interpretación en relación a Biografía de un cimarrón y la Canción de Rachel: Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche Me voy a referir a la idea de dos patrias, que en los textos de Barnet son muy posibles de distinguir, como en general existen en el continente latinoAtenea 495 I Sem. 2007 216 americano dos Argentina, dos Chile, dos Perú, etc. Hay una patria cubana, la patria de Martí y Fidel, la patria de los héroes, la patria escrita con letras de luz y sangre en la historia latinoamericana, la patria de los hombres con fama. Pero hay otra, ¿o son una las dos?, como dice Martí, la de existencias oscuras infortunadas, no escritas en ninguna parte, la de los hombres que Foucault ha llamado los “hombres infames”, que no son los hombres que han cometido un delito, sino los que carecen de fama, los que carecen de gloria. Vidas destinadas a transcurrir al margen de cualquier discurso y a desaparecer sin que quede ni una traza de ellas. Miguel Barnet, memorialista, historiador y cuentero como le gusta llamarse a él, narra la historia de esa gente que no pudo hablar, gente sin historia, como Estebán Montejo, que a sus 103 años pudo pasar mudo por la historia, sumido en las tinieblas, de no encontrarse con Barnet un día preciso de sus largos años. El testimonio del esclavo negro no es una historia privada, individual que afecta a un solo sujeto, tiene que ver con toda una comunidad. El testimonio de Esteban Montejo se conecta inmediatamente con el contexto social, cultural y político de Cuba. Con la política, porque al encontrarse la conciencia nacional o colectiva dispersa, inactiva, en relación a estos hombres oscuros, se aglutina y se activa, de manera que la literatura, en este caso Biografía de un cimarrón, tuvo ese rol de recoger y de poner en actividad lo que permanecía disperso, inactivo en la patria: el pensamiento de estos hombres oscuros. Un teórico francés afirma que la enunciación es siempre colectiva. A mí siempre me ha costado mucho entender esto, porque uno supone que la enunciación siempre es individual. Yo soy el que está enunciando, pero después de leer Biografía de un cimarrón y La canción de Rachel queda claro que hay una suerte de máquina de expresión colectiva. No existe en la novela testimonio de Barnet, la distinción entre un sujeto de la enunciación, que puede se el autor o el propio Barnet que confirme un sentido y un sujeto del enunciado que sería en este caso, el Cimarrón. ¿Quién narra en Biografía de un cimarrón, Estebán Montejo o Barnet que recoge y organiza el monólogo del esclavo o un narrador básico? Pienso que quien narra en esta novela es el pueblo. Narra el pueblo podría decir, citando a Kafka, La literatura como esposa de un pueblo. Montejo, separado de su pueblo, no existe, como tampoco existiría Miguel Barnet separado del pueblo cubano. La enunciación colectiva de Biografía de un cimarrón establece al interior de la literatura de los años 60 unas condiciones nuevas, verdaderas condiciones revolucionarias. Barnet utiliza un lenguaje que ya no es representativo o extensivo, sino intensivo o poético, como dicen los teóricos. Un lenguaje que abre las palabras, las deja fluir, las transforma en corrientes que producen intensos devenires, como los que experimenta Esteban Montejo en el monte. Allí el esclavo deviene animal y los árboles y pájaros devienen humanos. Voy a leer un breve trozo de estos devenires, cuando el esclavo ha huido, como cimarrón, al monte: 217 Atenea 495 I Sem. 2007 En el monte me acostumbré a vivir con los árboles. Ellos también tienen sus ruidos. Porque las hojas en el aire silban. Hay un árbol que es grande como una hoja blanca. De noche parece un pájaro. Ese árbol para mí que hablaba. Hacía uch uch qui qui uch uch. Los árboles también echan sombras. Miguel Barnet, invitado por la Escuela de Verano 2007 de la Universidad de Concepción, pisa por primera vez la tierra chilena. Como un personaje del relato de Borges “El evangelio según Marcos”, tenía una asignatura pendiente: la de venir a Chile. Ya la ha cursado exitosamente. Publicar el cuento ganador del “Juan Rulfo” en las páginas de ATENEA contribuye decisivamente al éxito. Atenea 495 I Sem. 2007 218 FÁTIMA O EL PARQUE DE LA FRATERNIDAD MIGUEL BARNET 219 Atenea 495 I Sem. 2007 pp. 219-237 A LOS SIETE años, en la cocina de mi casa, en Madruga, se me apareció la Virgen de Fátima. Por eso a veces la gente ve un halo rosado alrededor de mi cabeza. Fue una aparición que marcó mi vida. La vi en la puerta de la cocina pero no estaba de pie, ni en una roca como dicen que está ella, estaba sentada en un taburete y era mulata. No sé si ustedes han visto a la Virgen de Monserrat, una que es negra y está en un butacón dorado, bueno, pues la Fátima que yo vi era parecida, pero no tan negra y estaba sentadita de lo más oronda en su taburete. Yo he sido una persona con suerte y a lo mejor es por eso. Bueno, también porque nunca le he pisado la cabeza a nadie, ni me he metido en lo que no me importa. He hecho lo que me ha dado la gana, y a lo hecho pecho. Me mantengo porque tengo un espíritu joven y una energía positiva que viene de Saturno según dice mi signo zodiacal. Si me vieran ahora desnudita de la cintura para arriba, pero yo tengo mi recato y no me dejo ver por cualquiera. Para verme hay que soltar el guano bendito y para tocarme más. En el fondo soy una puritana porque no me gusta que me vean desnuda en los camerinos cuando hay función. Ellas no, ellas se sacan los trapitos y los tiran en el piso como si nada. A mí me dicen la monja, la Monjita Fátima. Es que aunque pecadora creo en los biombos y me cubro. También en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo y hasta voy a la iglesia los domingos, ahí, al Carmen porque yo soy de iglesias grandes y lujosas y de curitas graciosos y jóvenes como ese del Carmen, Virgen Santa, que con sotana y todo me lo comería con mantequilla. El me mira y yo lo cacho de arriba abajo pero no, no se da cuenta porque cuando quiero soy una mujer muy seria, de mucho copete. Claro, se ve en mi ropa, en mis tacones a lo militar que me empinan; si ustedes vieran en la misa cómo sobresalgo entre todo el mundo y son los taconazos esos que no me quito ni para dormir. Dicen en el Parque de la Fraternidad que yo fui quien los implantó. Hay que ver a las de mi cuadrilla con ellos, no pueden, se van de lado, no tienen estilo, parecen zambas. Nadie camina con ellos como yo porque ni me caigo ni pierdo el equilibrio. Y estoy aquí arriba, montada en zancos, como la Reina Madre de Inglaterra que era un tapón y parecía una señorona y es porque la calzaban con corcho y le enguataban los pies para que no le dolieran los juanetes. La Reina Madre no soy pero Fátima en el Parque de la Fraternidad sí, y me respetan porque una cosa es el negocio, la sobrevivencia y otra es la exhibición y el relajo. Atenea 495 I Sem. 2007 220 Yo soy una reina y cuando me paro en la esquina el que se me acerca es para salir conmigo y comer en mi plato porque ya se decidió, no viene a hacerme entrevistas ni a indagar en mi vida, viene a pasar un buen rato o a sentarse conmigo en el banco hasta que lo caliento con la mirada o con la conversación para que la cosa se les hinche y se le ponga bien durita, porque está el tímido, el que viene por primera vez, tan tiernecito, tan sanaco y yo los pongo a gozar porque yo sí les busco las cosquillas. Pero están también las bichas, las comelonas, las mandadas, las que se creen que porque van al grano se llevan la mejor tajada. No, no saben de este negocio, hay que hablar, pasarles la mano, decirles que no se sientan culpables, que sus mujeres son sus mujeres, que su casa es su casa, y que una lo que les va a dar es un regalito, un bombón pasajero. Y se ríen porque hay que desinflarlos; llegan con millones de problemas, camuflajeados, con traumas, traumas que yo nunca tuve y algunos a lo que vienen es a desahogarse y cuando me quito el vestido se lanza ahí mismo vestido se lanzan ahí mismo desesperados porque vienen con un atraso ... Dios Santo, líbrame de esa condena, gracias por haberme hecho así, dispuesta siempre a salir a la calle y comerme la tierra. Soy muy suelta, no, no tengo traumas. Ellos sí, ellos se ponen a darle vueltas a la cosa y a hacer preguntas indiscretas y dime chica tú te sientes mujer y cómo es eso si tienes un rabo como yo y a lo mejor de cañón largo y todo. Ahí es donde yo los agarro y los voy destapando como a un paquete de regalo, les quito las cintas, los alfileres, todo, y salen desnuditos, maricones tapiñados pero que pagan más que los hombres porque van a eso. Y yo no me alegro de tener lo que tengo, quiero ser de otra forma, pero soy como soy, como Dios me trajo al mundo. Podría contar tantas cosas que he visto, que me han pasado a mí misma, no ahora sino cuando era joven... Prefiero callar porque si los médicos y los curas tienen su ética yo tengo la mía también. Para inventar mejor me callo. Sería una crueldad ponerle a la gente el caramelo en la boca y luego no dejárselo chupar. Me he visto en situaciones negras, eso sí, porque soy mandada a hacer, me lanzo en terrenos difíciles y con gente dura. Les sé, les sé mucho, pero callo porque en el fondo ellos me buscan a mí para eso. No te equivoques, yo soy hombre a todo pero tú me calientas la cabeza. Nada que lo que hago es hablar como una cotorra en celo y eso les gusta. Y la imaginación... el arte mío para volverlos locos: espejos en el techo, en las paredes, en el piso; el salto del canguro, el palo del escaparate, un escaparate bajito y yo arriba haciendo mi strip-tease; les voy tirando las prendas una a una y después les pido que se vayan desnudando y no los toco, ni me les acerco. Se ponen a mil, me quieren enlazar y tirarme de ahí arriba y cuando 221 Atenea 495 I Sem. 2007 ya me ven como Dios me trajo al mundo quieren morirse y ahí es donde me lanzo y me los como a mordidas sin besarlos, les hago cosquillas, los vuelvo locos. Todo eso cuesta, claro está, pero me divierte porque la fantasía es la madre de la cama. Salen contentos y me regalan lo que se me antoje. Testigos son las empleadas de los hoteles y de las tiendas nuevas que han abierto aquí. Fátima, llegaste a arrasar, mira, lo último es Humo en la Noche de Lanvin, pero con qué se sienta la cucaracha, si no me lo regalan... Tengo una colección de perfumes para abrir una boutique. Por eso le pongo candado a la puerta de mi mansión porque al pobre le gusta lo bueno igual que al rico, yo diría que más porque el rico está saturado, empalagado y no le coge el verdadero gusto a las cosas. Esa es mi teoría sin haber leído un libro ni haber abierto nunca un mataburros. A mí me sale la verborrea esta que tengo desde que soy una niña. En mi casa me mandaban a callar porque yo daba sermones en el portal, me creía dueña de la situación cada vez que había bronca o que mi padre llegaba borracho a quererle dar a mi madre. Ahí sí me volvía una fiera, se me salía un hombre que yo me había tragado en una encarnación anterior, pero un hombre de pelo en pecho, porque hasta lo sonaba, le daba con la escoba, con la lámpara de la mesita de noche, con lo que tuviera a mi alcance. El muy cabrón le hizo horrores a mi pobre madre. Cuando eso me viene a la mente me quiero comer a los hombres, los abochorno, los pongo de vuelta y media si se atreven a lanzarse conmigo en cualquier vuelta. Guardo ese odio y no le perdono los golpes que me dio y las veces que tuve que dormir en el portal o en el patio, junto al corral de los pollos con olor a porquería y oyendo los gritos que le pegaba a mi madre. Si yo debía ser invertida pero es que los hombres me gustan demasiado. Pero los sé llevar cortico. No les dejo pasar una. En Madruga me respetan porque me conocen bien y saben que al que me hace daño el daño se le vira en su contra. Mi Angel de la Guardia es muy fuerte. Tengo en mi favor a la Comisión del Hielo. Con eso no me hace falta hacer ninguna brujería, ningún bilongo, eso camina solo y paraliza a cualquiera. Me basta con saber el nombre y apellido de la persona. Cojo un papel, preferiblemente plateado porque es tratado de Obatalá, y dentro le meto otro con el nombre del que me ha querido joder, y lo pongo en el congelador de la nevera siete días seguidos. Al séptimo día lo saco tieso, ese no levanta cabeza más nunca. La Comisión del Hielo es más fuerte que una prenda judía. Por eso me respetan. Y, desde luego, porque me he sabido ganar la vida sola. Atenea 495 I Sem. 2007 222 Vendí caramelos en el cine Marta, bombones, galleticas, refrescos... me compraban pero luego me ponían a trabajar porque iban ruinos. Pss, pss, pss y era para eso, nunca usé linterna, los conocía del barrio, sabía bien quiénes eran, todavía tengo la lista de los teléfonos en la cabeza porque algunos me daban el teléfono cuando se querían pasar de rosca. Jamás llamé a un solo número. Caían mansitos porque las muchachas eran prohibidas, tenían vigilancia en el pueblo, espías, y ni soñar con salir de noche. Es cuando yo hacía la zafra. Me los llevaba para las afueras, para el campo, yo a´lante, claro está, y ellos caminando detrás por la acera opuesta, hasta que entrábamos en el monte. Le conozco al monte todos sus recovecos, donde hay un bajío, donde la hierba es fina y no hay ni guao ni guisasos, donde nadie te puede ver. Esas aventuras mías... Me pasé al pueblo entero y todo en silencio porque al que hablaba, Ave María, le caía el Armagedón. Luego me metía en el río, me daba un baño sabroso, y ya despejada me ponía a hacer balance. Los tenía a todos en mi archivo secreto personal, bajo mi control absoluto. Al día siguiente ellos en el parque con sus novias y yo zafia, jefa de campamento, pasando para mis adentros. Este la tiene grande, éste chiquita, éste es el del lunar, éste es el de la perla, éste es caballero cubierto... No me puedo quejar, he gozado de lo lindo. A veces quisiera ser Madonna para salir de mi casa en un limousine y por la puerta de atrás. Y desayunar con pasteles y hot-cakes, como los de las películas y tener mucho dinero, mucho, mucho, mucho, para no estar obligada a verle la cara a nadie y pasearme con un mulato claro con piernas de goma, de esas de ciclista, como el marido de ella, un cubanazo riquísimo que dicen que la arrolló en la calle y la recogió para echarle un polvo, un polvito y hacerse millonario. Por desgracia no soy Madonna y aunque me gusta mi barrio, tener que salir a buscar el pan todos los días a plena luz con maquillaje y tufo de la madrugada me revienta, pero tengo que hacerlo porque sin desayunar no veo, voy ciega, camino en el aire medio turulata. En lo único que soy medio americana es en eso. Me gusta desayunar con huevos fritos y jamonada, con pan y café con leche, porque yo desayuno cuando la gente por lo general está ya almorzada y hecha leña de una mañana trajinada. Me levanto a las doce del día o la una vestida de la noche anterior y como no tengo teléfono, ni timbre en la puerta nadie me molesta, y saben, saben bien que trabajo hasta que sale el sol y que llego muerta y no me dicen ni pío porque me temen. Al más pinto lo pongo de vuelta y media. Este cuarto era de un bongosero de la orquesta Sensación y cuando él se murió yo lo pedí, hice mis gestiones porque yo vivía en la calle, en el parque, 223 Atenea 495 I Sem. 2007 en la terminal de trenes; dormir en la terminal, sentarte en un banco como una estatua bostezando y cayéndote de lado, eso nada más que lo sabe quien lo ha sufrido en su carne. No voy a decir cómo porque no quiero echar pa’lante a nadie, pero me dieron este cuarto y aunque el baño está afuera es mi cuarto, mi reino, y aquí no viene nadie. Aquí gobierno yo y presiden la Virgen de Fátima y la Caridad porque el caracol dice que soy hija de Ochún Panchágara. Por si acaso la tengo en una maceta enterrada. A mí me enseñaron en Madruga que a los santos se les guarda en cazuelas y en soperas. Ochún crece en la mazorca de maíz tierna y sale en unas hojitas verdes paraditas que son una belleza. Mi tratado es de Palo Monte, sin embargo, pero yo a quien venero es a Fátima y a la Caridad del Cobre. Esas son mis guías, las que están en mi cabeza y en mi corazón. Mis clientes jamás han venido a mi cuarto. Para eso está El Reguero, como le pusimos a una accesoria que hay en Campanario, donde gobernamos nosotras, las abejas de la noche. El Reguero es un truco, ahí guardamos el atrezzo nuestro: plumas de azufre, de rojo aseptil, de azul de metileno, vestidos rehechos, bueno, inventos del período especial. Ahí Versailles se queda chiquito. Si Campanario hablara no quedaba títere con cabeza ni nadie que pudiera decir yo levanto la mano. Todos agachaditos ante nosotras que somos las lechuzas del parque, las linternas, como nos dice la policía, porque siempre estamos alumbrando como los cocuyos. Claro, no siempre vamos ahí. Si es un Pepe con plata nos lleva a un hotel o a la Marina Hemingway pero es un peligro porque si nos descubren se puede formar un rollo. En este país todo se sabe pero se disimula bien. Y nadie va a destapar el gallo. Que cante cuando le parezca, mientras tanto seguimos viviendo de eso que es lo que nos da para comer y vestir. Me visto bien. No me gustan los trapos de segunda mano, ni las baratijas, un día entro a una tienda de ropa reciclada y si encuentro algo que me acomode lo compro, pero eso es de Pascuas a San Juan porque entrar allí y vomitarse es lo mismo, la peste a ropa de uso sin lavar es lo último. Tengo tres trapos pero buenos y tres pares de zapatos pero buenos, de los que no hacen ruido ni chillan como grillos, de los que dicen por abajo puro cuero y son de seda, seda en el pie. A mí me han enseñado mucho las revistas. Ahora mismo estoy de luto porque la princesa Diana era mi ídolo, y ya ven se mató en París en un Mercedes Benz negro con un millonario egipcio. Hicieron bien en La Habana Vieja en levantarle un parque porque ella fue una santa dadivosa. Yo estuve en la inauguración: el cuerpo diplomático, las señoronas, los señores, la gente grande, alabado sea Dios, aquello fue un success. De lejos, porque yo no tenía invitación, pero vi el show y oí el discurso del historiador y del embajador de Inglaterra. Todo muy chic. Cuando la high Atenea 495 I Sem. 2007 224 se fue en sus carros negros yo entré al parquecito, frente a la bahía, y le dije, Diana, te fuiste sin pedirle permiso a tus admiradores, te adoré porque eras bella y buena y te sabías vestir como nadie y le diste por el culo al príncipe Charles y a toda su parentela. Figúrate, que has puesto a la reina a tomar cerveza en un bar con la caterva de los bajos fondos. Nada más que tú hija, por eso te pongo esa flor, y le tiré ahí mismo un príncipe negro. Lloré a Lady Di y a madre Teresa de Calcuta, para que después digan que las que nos dedicamos a esto somos una bandoleras y unas desalmadas. La gente es muy mala y no reconoce el mérito ajeno. Te encasquetan un sanbenito y ya. Leo mucho, sobre todo las revistas que me traen de España porque uno de mis clientes es piloto de Iberia y tiene más horas de vuelo que yo de calle. El me adora, pero tiene un defecto y es que le gusta intercambiar su ropa conmigo. A mí eso me molesta, me saca de quicio, porque es un hombrón de seis pies, macho macho, de Valencia pero le gusta ponerse mis vestidos y mis tacones y se pinta la boca y se mira al espejo y dice qué mona estoy, ahora ven que te voy a coger y vas a saber lo que es bueno. Y yo de piloto, con la gorra y todo me tengo que dejar follar como dice él tan gracioso con esas zetas que le quedan tan ricas y ese olor a colonia. Mi gallego es valenciano y el paco de revistas que me trae llenaría la Biblioteca Nacional hasta el tope. Sí, yo las presto, y también si son nuevas las intercambio. Tengo mi revisteca o como se diga, a mí me gusta compartir lo mío. No es igual que tú le estés hablando a una estúpida de estas de la Reina de Inglaterra, de la Preysler o de Isabel Pantoja y que no sepan de la misa la media, a que te puedan al menos contestar y opinar si es que tienen cerebro. Eso de que la más bruta es obispo es mentira, mentira. Las hay alcornoques. Lista yo, espabilada yo. Estoy en lo que estoy porque me gusta la farándula y porque me da para vivir, pero estudié, aproveché mis años juveniles y me preparé para la vida. Soy mecanógrafa bilingüe y trabajé varios años en una empresa de computación hasta que conocí a Andrés. Esa fue mi desgracia. Andrés Hidalgo, Vaselina, como le dicen porque se pone la porquería esa en el pelo para que le brille. Es el Travolta cubano, yo lo reconozco, pero me desgració porque me enamoré de él hasta la pared de enfrente. Antes de conocer a Andrés yo era Manolo o Manolito para mis íntimos; unos pocos por cierto. Nunca me gustó mi nombre porque era nombre de torero, de policía, de carnicero, qué se yo, de hombre, y me lo quise cambiar por René que es más suave pero Andrés me dijo que lo que tenía que cambiarme no era el nombre si no los huevitos. Al principio yo me reía pero luego la cosa empezó a coger fuerza y ya él no me decía Manolo sino mi Reina, Mamita... Y en la cama yo era su bombón. Es verdad que soy más lampiño que un perro chino 225 Atenea 495 I Sem. 2007 pero era hombre y él me convirtió en mujer. Yo sí no fui al hospital Ameijeiras, ni llené planillas para la operación, nada de eso. Le tengo terror a las cuchillas. El me transformó poco a poco con sus mimos y sus exigencias. Me pedía que me vistiera de azul, y de amarillo pollito con ropas que fui consiguiendo de amigas mías de la empresa que sabían que yo estaba loca por él. Ellas me ayudaron, fueron mis cómplices aunque yo sé que a ellas también les gustaba Andrés pero no me lo confesaban. ¡Cómo no les iba a gustar aquel hombre alto, musculoso, de ojos de tigre y con unas manos que parecían de mármol! La piel de Andrés es única, de vinil y de un tono rojizo precioso. Manolito, qué color es ese hijo, me preguntaban mis amigas y yo les decía que se quedaran ellas con Robert De Niro y con Sylvester Stallone que yo tenía mi Andrés. Le regalé una cadena de oro con una santa que nunca supimos quién era porque la traía un italiano en el cuello y yo se la quité. Ahí fue donde empecé a conocer gente ajena a Andrés, extranjeros, para darle por la vena del gusto. Todavía yo era Manolo, Manolito en La Habana. No me había realizado en lo que soy hoy: Fátima, la reina de la noche. Andrés y yo nos estuvimos viendo como seis años. Fueron los seis años más felices de mi vida porque en toda La Habana no había uno más castigador que él y yo lo retuve frente a toda la manada de jineteras asquerosas y locas travestis que le hacían la corte. Yo como hombre, con mis huevitos, nada de disfraces, nada de mentiritas. Cuando me decidí a cambiar él se desilusionó un poco porque lo que hacíamos de noche, mis locuras no las quería compartir con nadie pero la panza es la panza y yo tenía el estómago pegado al espinazo. Me lo gastaba todo porque a Andrés le gustaba lo bueno, bebía su poco y empezaba con el rollo de la marihuana. No me quedó más remedio. Lo que ganaba se lo daba completico a él. Oye que Vaselina te va a dejar como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando. Seguía mi camino, no le hacía caso a nadie, pensaba y lo pienso todavía que era la envidia verde que me tenían todas esas cairoas del Parque de la Fraternidad. Digo de la Fraternidad porque yo empecé a frecuentarlas a ellas allí, en los bancos del parque, a partir de las once o doce de la noche. Caí en esto espontáneamente. Y Andrés se benefició porque era el único modo que yo tenía para amarrarlo; ni babalao, ni cartomántica, ni espiritista, ni Juan de los Palotes. Era el guano bendito, el owó, como dicen los santeros, lo que le gustaba a él. Le metí owó hasta por los oídos. Le salían los billetes por cada huequito que tenía en el cuerpo. Era mi santo, mi rey, mi todo. Iba con extranjeros y me repugnaban y los mismos cubanos me eran indiferentes, antiflogitínicos. Mi vida era él. Andrés Hidalgo, y mi perdición. Cuando me dijo, Mami tienes que dejar este mostrador y salir a la calle con tu carita y tu culito para que yo pueda seguirte adorando, no lo pensé dos veces. Atenea 495 I Sem. 2007 226 Una tarde llegué a la oficina y le dije al jefe, Vega, me voy, pido la baja. Pero Manolito, si tú eres el más cumplidor, el único que se queda aquí hasta las ocho de la noche y no se queja, tú sabes el hueco que me vas a hacer. No te creo, dime qué te pasa. Es verdad que yo eché el buche en esta oficina. Vega era un hombre mayor, calvo como una bola de billar y feo que era un insulto público. Los niños le decían Vega, chipojo, porque tenía la cabeza alargada y la barba medio verdosa. Era la reencarnación del indio Putumayo. Pues me voy a dar la baja porque tengo una situación moral. Te aumento el sueldo con cincuenta pesos. No, Veguita, no es eso. Yo necesito más, mucho más porque tengo que mantener a mi familia. Ese es Vaselina, Manolito, confiésamelo, yo puedo ser tu padre. En esta ciudad machista, de machos por donde quiera, que un hombre de su respeto me dijera esto, me sacó las lágrimas, pero le conté hasta donde la vergüenza me lo permitió y él entendió o hizo que entendía y me dio la baja. Vega, donde quiera que estés te guardo mi cariño, que la Caridad del Cobre y la Virgen de Fátima te protejan. Tú sí me comprendiste. Tú fuiste el padre que no tuve. Al día siguiente, ya con mi cuarto asegurado y la ropa que había comprado a mis amigas de los shows de Bejucal y de Cojímar, más lo que tenía de mis bacanales con Andrés, salí a la calle, por la noche, claro está, como Fátima. Me decidí porque siempre he sido una persona temeraria. No conozco el miedo. El barrio me reconoció y cuando empecé a salir vestido de mujer empezaron los murmullos y los insultos pero yo me hice de la vista gorda. Los viejos no me decían nada, eran los jóvenes, los jóvenes los que me gritaban loca, descarrilada, mamalona, ven que tengo para ti; en fin, que tuve que cruzar el Niágara en bicicleta, salté obstáculos de candela y heme aquí, dueña y señora de mi vida, pero en el fondo sola, sin Andrés, sin amigos porque esta vida da para comer y vestir pero se las trae. Aquí nadie quiere a nadie. Esta es la pelea del perro y el gato. A veces me digo, le echaría ácido muriático a este barrio para que no quedara nada. Y otras veces, en mi cola del pan, me reconcilio con la gente, que en el fondo sabe que mi oficio es el más viejo de la humanidad y que con preservativos chinos no se le hace daño a nadie, al contrario. Mira que me han dicho, muchacha, con ese cuerpazo vete a Miami, ahí puedes trabajar de modelo. Qué Miami ni qué niño muerto. Cuando vi las balsas en Cojímar, en las mismas rocas, y las mujeres con niños de brazos que se iban a lanzar a los tiburones cogí pánico, terror pánico y le dije a Andrés, Andrés de mi alma por ti lo he hecho todo, me he vuelto una bandolera, me he prostituido pero yo ahí no me monto. El me miró a los ojos. 227 Atenea 495 I Sem. 2007 Fue la primera vez que me miró a los ojos fijamente y me dijo: allá tú, corazoncito, porque lo que es a mí aquí no se me ha perdido nada. Caía una lluvia torrencial y yo iba vestido normal, quiero decir de calle, como hombre, pero llevaba de todas maneras mis pelucas que eran, que son, qué diablos, muy requetebuenas porque me las manda Yanairma de Roma, una amiga mía y de Andrés, que se casó con un viejo hotelero y que vive de señorona en una villa. Entre la lluvia que no me dejaba verle la cara a Andrés y el nerviosismo y la noche que estaba cayendo me turbé y salí corriendo de ahí con tan buena suerte que agarré una guagua hasta La Habana del Este a donde me bajé y me guarecí en un paradero con techo. Me aflojé todo por dentro pero no pude llorar. El no iba a quedarse en Cuba. Debía mucho dinero y ya la policía lo tenía chequeado: cartas de advertencia, peligrosidad, droga, el diablo y la vela. El caso es que yo me quedé sola como Magdalena mártir y dije para mis adentros, ahora a vivir la vida y a conocer la verdad de la calle. No voy a decir que no me dieron una mano, me la dieron pero a cambio de pasarles clientes y de otras cosas que no le confieso ni a mi madre si se arrodillara frente a mí. Hay cosas que me humillan, que por muy desvergonzada que una sea abochornan, pero hay que echar pa´alante y el que está en eso no lo puede pensar dos veces. Yo soy una tumba egipcia, por eso vienen a mí, ay Fátima, mi hermana, contigo sí que me desahogo porque tu boca es un cerrojo. Y así es. A mí no me verán en la Rampa, ni el Coppelia, ni en la puerta de los hoteles. Yo aquí, en mi guarida, o en la Fraternidad, que es mi cuartel general, porque en este oficio hay que tener cojones, si no cualquier noche, debajo del árbol que uno menos se lo imagina te destripan y aquí paz y en el cielo gloria. Porque no pasa nada, como eres una jinetera y de contra travesti les da igual que te repartan en trocitos como a la descuartizada de Marianao o cuando menos que te amarren a la ceiba del parque que tiene tierra de todos los países de América. Un parque limpio por el día cuando no estamos las lechuzas que lo cagamos todo. Si esos bancos hablaran... Es verdad que las piedras son mudas. Así debían de ser las personas. Pero no, la lengua es el peor enemigo del hombre. El chisme es un castigo de Dios a la desvergüenza humana y a la falta de respeto. Cuántas amistades he perdido por un enredo. Mucho más cuando entra la envidia; no se callan, qué va, no se callan, eso es más fuerte que nada, se desbocan y vienen los dime que te diré y hasta he visto navajas sacadas de las medias, tijeras sacadas del ajustador de estas alimañas que tengo que ver todas las noches para poderme rociar un perfume y tirarme un trapo bueno arriba. Atenea 495 I Sem. 2007 228 El otro día la Fornés, sí, una que se cree que es la Fornés llegó muy creída y le dio un homenaje a la que ganó un festival de teatro, que se ha puesto un nombre nuevo porque algunas no respetan ni el calendario y se cambian de nombre como de marido. Pues llegó con una rabieta y la otra que es flaca y fea como un sijú le sacó una navaja, sí señor, una navaja y se formó un salpafuera en el parque que fue el acabose. Hubo sangre, policía y todo. Fátima, ve echando, dale, zampa. Cogí la guagua y me guardé en mi mansión. Puse música de Cheo Feliciano, me tomé mi traguito de ron bueno, añejo comprado por mí, para mí sola y me puse a pensar por primera vez cómo sería mi vida si yo saliera de este nido de víboras. Aunque ya estoy acostumbrada a esto, ya la rueda me cogió y estoy señalada como quiera que sea. Tendría que encontrar a alguien que me mantuviera, me sacara de este cuartucho y me diera lo que necesito para estar en forma. A estas alturas no me voy a dejar caer, primero muerta. Como show-woman me las arreglo. Estoy considerada entre las de primera línea porque no doblo, canto con mi voz y no imito a nadie. Tengo un repertorio muy variado; boleros, rancheras, baladas italianas, “Maravilloso corazón maravilloso”, no sé si la han oído, ése es mi número de cierre de cortina. No soy Rosita Fornés ni Donna Summer ni Isabel Pantoja, soy Fátima en La Habana. Si vuelvo atrás sería un desgraciado porque yo odio mi cuerpo, yo odio mi cara de hombre, la poca barba que tengo y hasta mi propia voz. Lo que menos me gusta es mi voz, si pudiera pedirla prestada o comprarla me compraba la de Daisy Valmas, la locutora del canal de por la tarde. Qué voz tan linda tiene esta muchacha, se la envidio. Así que atrás ni para coger impulso. Lo único que me gusta de mi es mi piel. Yo tengo piel de melocotón. De mujer sí me gusto, es otra cosa, me veo diferente, hablo con más naturalidad, me siento en mi piel como el pez en el agua. Eso no todo el mundo lo comprende. Hay que meterse dentro de uno que es como se sabe de verdad, ese es mi problema, el mío. Y quién soy yo para pedirle a nadie que pase una escuela. Hay quien vive una doble vida, como yo antes. Quien se viste sólo para trabajar o para divertirse. Yo no, ya lo mío es una naturaleza, lo he asimilado así. No me siento bien de hombre, no me concibo. Me gusta que me hagan las cosas, que me chiqueen, perfumarme, maquillarme ¿qué es esto madre mía? ¿Por qué habré nacido así? El mundo está al revés, nadie tiene la felicidad completa. Gracias a Dios tengo mi fe, mi voluntad y mucha energía positiva. Me concentro profundamente y nadie me puede convencer de que 229 Atenea 495 I Sem. 2007 soy un hombre. Soy un caso, está bien, pero no me arrepiento. Me gusto así, como mujer, aunque a veces se me sale el Manolo que llevo dentro. Cuando estoy ante la bóveda espiritual mucho rato pido por mis antepasados difuntos, elevación y paz, energía y misericordia. Lleno el cuarto de flores blancas que despejan mucho y hasta he caído en trance varias veces pero no me acuerdo de nada. Me dicen que vengo como una monja, con mucha serenidad, yo que soy un volcán. No me conozco. Otras veces se me monta el espíritu de un congo llamado Ramón y me sale una voz ronca. Lo mío no es teatro, lo mío es un tratado muy viejo. Teatro el de un descarada que ha venido aquí a decir que a ella se le monta el espíritu de Rita Montaner y que baja cantando “El Manicero”. Esa aquí no tiene entrada. En bóveda me transformo como cuando estoy en la pista. Sólo que pierdo la memoria pero hasta de espíritu me gusta venir al plano tierra como mujer, es mi letra. Por eso digo que el mundo está mal hecho y que Dios me perdone. El peor mal rato que he pasado en mi vida fue cuando en casa de Olena Valle, la muertera, caí en trance por primera vez. Me bajó un indio apache que está conmigo también y viene a caballo. Cuando él va a bajar me entra una corriente extraña en la cabeza y se me ponen las manos y las muñecas moradas; el cuello se me inflama y las venas también. Viene con mucha candela y puedo destruir, llevarme lo que se me ponga por delante. Olena es una tumba egipcia como yo y no suelta nada. Lo de ella es ver y callar y sobre todo tratar de quitarme ese muerto antes de que acabe con la quinta y con los mangos. Pero esa vez no pudo, parece que porque él se inauguraba en esa casa y quería lucirse. Yo iba con una peluca negra nuevecita, francesa ella, más suave y sedosa que las que me mandaban de Italia. Y la peluca se quedó en la casa, quién sabe dónde porque yo salí de ahí tarde en la noche toda desmelenada; era un despojo humano. ¡Qué vergüenza, madre santa¡ aquellas mujeres cogidas de la mano en oración y yo con ellas que ni sospechaban mi verdadero sexo y de pronto el indio maldito, jodedor, venirme a encuerar allí montado a mi caballo y dando alaridos. Más nunca volví a casa de Olena Valle. Esas son las cosas que me ponen mal, que no me debían pasar. El espiritismo lo saca todo, es más fuerte que un siquiatra. El muerto no se deja pasar una y no cree ni en su madre, no respeta. Cuando hay rueda espiritual voy de hombre o no llevo peluca, me dejo el pelo que Dios me dio que total no es corto y es mi pelo aunque nadie Atenea 495 I Sem. 2007 230 está conforme con lo que tiene. Por eso digo que el mundo está mal hecho. Mi único deseo es volver a nacer como lo que soy como espíritu, no como lo que soy como cuerpo. Mal hecho es poco. El mundo está al revés. Lo veo venir todo. Ver y sentir son cosas diferentes. Hay quien siente corrientes eléctricas, quien se eriza de pies a cabeza, quien se paraliza, o a quien incluso la halan los pies en la cama. Lo mío no es eso. Yo veo. Veo sobre todo muchas monjas reunidas en un convento rezando o envueltas en gasas bajando de las nubes o a la intemperie hasta que caen y se vuelven humo en el espacio. Dicen que es por complejo de culpa que yo veo tantas monjas. Es posible porque al final es verdad que estoy en algo prohibido pero tengo que comer. He tratado de venir al plano tierra como monja: me pongo a rezar, me concentro, tomo valeriana, hoja de tilo, llantén, cañasanta, pero nada; siempre vienen a caballo el congo Ramón o el indio de las películas americanas. En ese sentido soy una desgraciada. Pero al que no quiere caldo tres tazas, o ¿no es así? Que se haga la voluntad de ellos que son mi cuadro espiritual y hasta ahora no me han hecho daño, al contrario, me han dado fuerza y seguridad. Están conmigo a todas horas. Veo a mi abuela asturiana planchando ropa blanca de casa de ricos. Es lindísimo porque la veo planchar con una serenidad y luego tender la ropa en unas tendederas largas que se pierden en el horizonte. Me encanta ver a mi abuela Pilar. Veo también muchos ángeles, como una danza de ángeles; y cuando cuento esto se me ríen en la cara aunque ellas dicen que son artistas, para mí que son unas orilleras de apéame uno que lo único que saben es comprar pelucas usadas, pestañas baratas y medias caladas. Pero cuando yo digo que veo algo en el ambiente se espantan porque me tienen un respeto... Y es que donde yo pongo el ojo pongo la bala. Olena Valle es una de mis mejores amigas. Esa sí que no tiene pelos en la lengua. La tengo como a una segunda madre. Le digo, Olena, tú eres mi cura confesor. Ella se ríe pero sabe que no le miento. Cuando estoy triste, pocas veces porque yo no me dejo caer, acudo a ella. Pañito de lágrimas, vengo porque estoy con el moco caído. Muchacha, deja eso, vamos a hacer oración y tú verás cómo sales de ese hueco. ¡San Judas Tadeo, hacedor de lo imposible, Fátima de mi alma!, y me alivio, es como si cogiera aliento. Olena me conoce bien porque cuando aquí la caña estaba a tres trozos hizo la calle y hasta cayó en el barrio de Colón con las hermanas Aspirina, que según ellas eran las que le aliviaban la cabeza a los muchachos de buena familia. Me ha hecho unos cuentos divinos, ni en el circo se ven tantos fenómenos. El mejor de ellos es el de un chofer de taxi cienfueguero que iba 231 Atenea 495 I Sem. 2007 siempre a verse con una guajirita del bayú amiga de ella. El chofer iba con frecuencia hasta un día en que la matrona le llamó la atención porque se demoraba horas en el jaleo de la guajirita. Con clientes así el negocio no daba resultado. La matrona da un golpe en la puerta y se lo encuentra vestido de mujer. ¡Qué fue aquello, la comidilla del barrio! La guajirita, claro está, encantada porque el hombre pagaba la hora extra y el showcito por debajo de la mesa. El mismo caso de mi piloto gallego. Vivir para ver. Olena me dio siempre buenos consejos sobre Andrés. Ella no lo tragaba porque sabía de la pata que cojeaba. Pero poco fue el caso que le hice, la verdad. Esa ha sido mi cruz. Me entretengo en los shows. Yo misma me monto mis números y me maquillo. Maquillarme no me cuesta trabajo. El labio de arriba es el más problemático porque si el lápiz se desliza un poco el labio queda disparejo. Una pintura corrida es lo más feo que hay. Da abandono y suciedad. La boca tiene que ser perfecta. Odio las boquitas de corazón pero más las de pescado. Naomi Campbell tiene boca de pescado por eso la encuentro fea. Yo me hago un dibujo parejo, acorde a mi labio natural aunque lo acentúo un poco porque el labio fino no gusta, dicen que es de gente mala y chismosa; labio de buzón. El labio carnoso tiene su inconveniente, no sé, hay a quien no le hace gracia tanto pellejo. Tengo la suerte de tener labios muy bonitos y rosados natural. Un labio desteñido; ese labio que se confunde con el color de la cara, que no se ve, es feísimo, da la impresión de que uno tuviera una media puesta en el rostro. El labio y las cejas son fundamentales. Las cejas porque pronuncian la mirada y dan el quid de la conversación, y el labio porque habla solo. Una boca bien pintada y con una buena administración puede conquistar el mundo. Nunca he imitado a nadie pero si alguien habla con los labios, los mueve a su antojo es la Fornés, ésa es la campeona de las boquitas, a ella sí me rindo porque es un magisterio. ¡Quién hubiera sido ella! Si tengo que ensayar algo lo hago en casa de Olena, total, para qué le voy a dar ideas a nadie; son imitadoras, no tienen originalidad. Lo de ellas es doblar y parecerse a fulanas o menganas. Lo mío no, yo me he fabricado mi propia personalidad como artista. Olena misma, por ejemplo, me enseñó el belly dance que es el baile del ombligo. En eso no hay quien me gane. Es medio hawaiano pero con el sabor tropical, no como lo hacía la Josephine Baker que según sé era muy sofisticada, la época, claro, ahora se puede hacer más, se lanza una hasta que la gente se canse o te chifle para que hagas cualquier otra cosa. A mí me han chiflado, me han dicho botija verde, me han tirado semillas, tomates, de todo, pero yo como si conmigo no fuera. Si me regalan algo lo cojo, qué carajo, si vienen a divertirse que suelten, que el trabajo cuesta dinero. Todavía la moda de la propina aquí no ha llegado, Atenea 495 I Sem. 2007 232 estamos detrás del palo... Ya entenderán... Aunque algunos te ponen ya un chavito entre los senos. En este giro hay de todo como en botica. Está la engreída, la anciana que no se deja caer, la francesita, ligera ella y de cuerpo muy delgado, la criolla, que no abunda porque ellas quieren ser extranjeras todas; la española a lo Sara Montiel o Isabel Pantoja, cualquier cosa menos lo que son. Ahí es donde yo me distingo. Yo soy yo. Ninguna te confiesa lo que hace con su cuerpo. Te dicen tengo un amante, un novio, un enamorado, o mi marido tal o más cual cosa y muchas trabajan la calle como yo porque del espectáculo no se puede vivir. La soviética, bueno digo la soviética porque así lo conocen, esa sí que es un libro abierto. Ella a veces sale conmigo y me presenta sus clientes, todos hombres bastante mayores, tembas y viejos viejos de verdad. Ella dice que son los que mejor pagan y los menos exigentes. Katiuska, cómo tú te puedes tomar ese purgante. Y es que la rusa tiene el estómago de acero. Son hombres desahuciados que no pueden ir con mujeres y que la chola se les enfermó. Van con ella porque es gorda y bajita y de todas nosotras es la que más da el tipo de mujer. Si ella no se maquillara tanto y no se pusiera peluca, con su cara de torta y su pelo rubio natural daba una mujer medio tiempo igual. Pero ella se unta de todo para cubrirse los cañones y cuando suda aquello es un espanto; se le cae la base y se le ve la barba que a la pobre le crece con una fuerza... Olena y Katiuska son íntimas, excepto en el espiritismo. Katiuska es atea, según ella pero va a las sesiones y se entrena. Ella dice que quisiera creer pero que no ha visto ni oído nada. Ni en el arte ni en el espiritismo se destaca la muy bruta, no se deja llevar, se tranca pero es legal y yo prefiero a una amiga así que a una bandolera o una farsante que son las que abundan. Si le hablo de Andrés me insulta. Ella lo detesta porque dice que yo me dejo explotar. Me lo dice en mi propia cara. No anda con rodeos, pero a mí, la verdad, me entra por un oído y me sale por el otro. ¿Por qué será que a nadie le he hecho caso? ¡Qué fuertes son los sentimientos! Andrés me llamó a casa de la China Ilán, el peluquero de la calle San Lázaro que dicen que es el decano de los travestis de Cuba porque por los años cuarenta ya era famoso en París y Hamburgo. Fue el catorce de febrero de este año, una fecha muy señalada. En mi covacha no tengo teléfono, tengo cucarachas, goteras y también perfumes franceses, y mi ropa de pista, pero no tengo teléfono, así que fui a carenar a casa de la China para esperar su llamada. Me corto las venas que algunos de sus amigos se lo aconsejó. El se fue con unos cuantos de ellos. Todos aquí eran tiburones pero allá ninguno ha levantado cabeza. Me entero de lo que pasa en Miami porque tengo la desgracia de que me lo vienen a soplar. 233 Atenea 495 I Sem. 2007 Manolo, Manolito, tú me oyes; esta vez yo no podía contestar, sólo quería oír su voz que se me derretía por dentro y al tercer Manolo le dije, soy yo mi vida qué tú quieres. Te llamo para felicitarte por el día de hoy y para decirte que estoy jodido, que te extraño y que necesito que me mandes algo con la madre de el Gato, que va a ver a su hija, la que trabaja en la casa comisionista de Zanja y Galiano, tú me oyes, Manolo, no te quedes mudo que me estoy comiendo un cable. Colgué porque tenía las lágrimas en los labios y no podía hablar, ni tragar, ni nada. Unas lágrimas ácidas y tibias que no pude llorar cuando se fue con los balseros. Le mandé unos dólares y en el fondo maldije la hora en que lo conocí porque a mí el que logra correrme el maibelline me la paga caro. Pero yo no me quiero porque daría cualquier cosa por volverlo a ver. A mí me dicen la extraterrestre por mi labia y porque me gusta mi país. Nuestro vino es agrio pero es nuestro vino. Aquí la cosa no es suave, cuando dicen a cogerla con una... me piden el carné de identidad, me llevan a cada rato a la estación, me buscan la boca, pero cuando están solos se ponen a hablar conmigo de lo más campantes y hasta me han dado la razón muchas veces. Yo podría ser abogada o senadora porque convenzo. Cuando ellos van a hacer recogidas soy la primera en enterarme y si me cogen les digo, mira hijo, qué daño le hago yo a la sociedad, si es que le presto un servicio. Daño hacen los delincuentes, los rateros que persiguen a los turistas para arrancarles un bolso o una cámara de video; ésos son el cáncer de la sociedad, no quieren trabajar y se pasan horas y horas sentados en las esquinas, inventando, con las camisas abiertas, hablando basura, arreglando el mundo con mucha filosofía barata y con la lengua sucia. Esos si le venden su alma al diablo, roban gasolina, carne de res, lo que puedan. Yo me tengo que buscar la vida y no tengo tiempo para aburrirme ni para estar en una esquina mariposeando. A mí no se me enfría el cuerpo ni se me mosquea. Cuando engancho a un viejo de esos que llegan desahuciados de sus países, viejos babosos, pero paganos, les doy cariño, les digo qué inteligente tú eres, chico, qué piel más suave y blanquita, a ti no te salen arrugas, tú debes haber sido un castigador de joven, y se ponen loquitos porque nadie les habla así, ni sus mujeres, ni sus hijos que ya no quieren saber de ellos. Uno me confesó que hacía veinte años que no tocaba a su mujer y que sus hijos vivían en no se dónde y que casi nunca los veía. ¿Qué vida es ésa? Entonces que no me digan que hago daño a la sociedad, lo que hago es humanismo, yo debía ser trabajadora de bienestar social porque hay que ver lo que es zumbarse a un viejo de esos y todavía reírles la gracia. No la paso tan mal, me pongo al día en muchas cosas y hasta practico los idiomas. Tengo cuatro que son puntos fijos; un italiano, Giovanni, un sueco, Lasse, y dos Pepes, bueno, dos españoles. Vienen todos los años a verme. A oírme y a contemplarme. Se les cae la baba conmigo, entonces, ¿tengo o no la razón? Atenea 495 I Sem. 2007 234 Ese no es el público de los shows, qué va, allí no caen porque tienen terror de que los vean. Son babosos y cobardes porque el show es de calidad y nosotras no andamos en nada sucio. Pero ellos vienen de turistas y no quieren buscarse problemas, quieren pasar de incógnitos. Les gusta la película, bromean, joden como carajo pero pagan tragos y se divierten. A veces el tiro les sale por la culata como le pasó a un empresario español que fue al estreno de una revista en homenaje a Rocío Durcal y se enganchó con un guajirito que estaba aprendiendo a desenvolverse, monísimo él, creo que de Pinar del Río, y el español se cogió fuerte al punto que lo sacó de allí y lo quiso reformar pero el guajirito tiraba pa’l monte de todas maneras y la fiesta se acabó mal. La mujer del español se enteró de los acontecimientos y fue a darle un homenaje al guajirito en vez de arreglar el asunto con el marido. El guajirito ya despuntaba como travesti, se había depilado, se inyectó hormonas, se empezó a poner silicona, en fin, ya era uno más de la cuadrilla y tenía marido. La pobre mujer salió desplumada de allí porque se atrevió a ir al antro, que es como le dicen al teatrico ese de Bejucal y entre el guajirito y el marido la pusieron de vuelta y media. Digo la pobre porque ella no fue en son de guerra. Lo que ella quería era verificar si era cierto que su marido estaba coqueteando con la Salmón que es como le dicen al guajirito porque es medio pelirrojo y pecoso a más no poder. A veces el antro se pone al rojo vivo pero nosotras mismas somos las apagafuego. Por lo demás, es un lugar bastante tranquilo. Yo estoy por creer que además de artistas nosotras somos bomberas. Cuando llegó el Papa me vestí con lo mejor que tenía y me paré en la esquina de Paseo y 23 con dos de mis amigas íntimas. Hubo quien me preguntó si yo era de las camareras de no se qué congregación porque como señora doy una señora muy respetable y llevaba un vestido beige brocado y un crucifijo grandísimo, que era de mi abuela. El Papa me encantó. ¡Qué numerito! Ese Papamóvil todo forrado en terciopelo rojo con visillos dorados y aquel cardenal sentado atrás tan regio. A mí que me quiten lo bailao porque del tiro, en la apretujadera aquella ligué a un alemán y todavía me está regando alpiste. Me lo llevé en la golilla porque hay que salir a la calle, echarse fresco con un abanico, como en la obra Aire Frío, y salir a buscar. Nadie te va a venir a coronar a tu casa. Si me quedo encerrada me deprimo y me pongo a pensar en las musarañas, aunque cada día pienso menos. Me he vuelto un poco materialista. No tengo bandera. Igual voy con un Pepe que con uno del patio. Con el que mejor me trate, por supuesto y no me enamoro, no puedo darme este lujo. Ahorro eso sí, para poderle mandar algo a ese desgraciado que no acaba de levantar cabeza porque no sabe freír un huevo. Voy tirando hasta ver si 235 Atenea 495 I Sem. 2007 puedo entrar en algún teatro, o en turismo cultural, de animador para poner a descansar un poco a mi pobre culito. Me he acostumbrado a un tren de vida alto. Y no sé si ya sea demasiado tarde para dar marcha atrás. Hijo, en qué tu andas, porque yo le llevo de todo a mi madre cuando voy a verla a Madruga, y le contesto, artista, mami, yo soy artista. No te metas en nada malo hijito, dime de dónde tú sacas este dinero, tú no estarás en cosas raras, ¿verdad?, dime que no. Mami, yo soy artista y me defiendo. Trabajo en casas particulares y me pagan bien, no me jorobes más y coge eso que ya tengo bastante con mi vida para oír tus descargas. Mi madre es todo para mí, una madre es lo más grande que hay y a veces no tengo cara... La droga es mi miedo. El que entra ahí no sale más. Dios me libre. Aunque estoy premiada porque en aquel parque hay quien ha cogido su hierbita y hasta su coca. Pero a mí no me nace. La marihuana me da por reírme y la coca nunca la he probado. Soy de perfumes caros, zapatos de tacón militar; ése es mi vicio porque ni joyas. Me gustaría tener una esmeralda colombiana con muchos jardines porque esa es la piedra de mi signo zodiacal. La he pedido muchas veces pero nadie me ha complacido. Ay, Cuba, qué será lo que me espera cuando llegue a vieja. No quiero ni pensar. Caridad del Cobre apiádate de mí. Soy hija de la noche por eso me gusta La Habana. Que no te modernicen nunca porque me pongo a llorar. Eso lo escribió Bola de Nieve en un cartel que hay en la Bodeguita del Medio, a donde voy mucho y donde me conocen como Madonna. Nadie sabe allí que mi nombre de guerra es Fátima y mucho menos que me llamo Manuel García, como el Rey de los campos de Cuba. Nadie sospecha tampoco que ya tengo cuarenta y seis años cumplidos y que soy la veterana del primer escuadrón de travestis habaneras. Tengo la piel suave y aparento unos veintiocho o treinta años. Nunca me han echado uno de más. De eso vivo orgullosa porque con lo que yo he traqueteado es para que estuviera hecha un guiñapo. Me he sabido cuidar. Mi sueño es debutar en un teatro importante de este país y no perder más tiempo en tarimas de mala muerte. Después de todo el halo rosado que la gente me ve por la mañana cuando salgo a la calle, no está ahí por gusto. Mi oportunidad llegará. Tengo paciencia y sé esperar. ¿Quién me iba a decir a mí que iba a ver al Papa de cerca? Y lo vi con estos ojos que se va a comer la Tierra. Ya nadie me lo puede contar, lo vi, porque todo está escrito en el libro de la vida, hasta el día en que uno se va a morir. El metro de La Habana lo inauguro yo. Si no, ver para creer. Lo que hay que ser es optimista aunque te pasen carretas y carretones. Y yo lo soy. Cuando caigo en baja me voy al muro del malecón a la caída de la tarde y me pongo a contemplar la puesta de sol. Hay días en que el sol se hunde en el mar y se pone rojo como fuego, otros días en que se pone blan- Atenea 495 I Sem. 2007 236 co y deja unas vetas color violeta que son una belleza. Me extasío con eso y digo ¡qué ancho es el horizonte!, para qué me voy poner triste. Si alguien me llama y me conviene voy si no los dejo pasar para que no crean que estoy pidiendo el agua por señas. El malecón es mi psiquiatra y no me cuesta nada. Me siento ahí sola y me pongo a pensar en las musarañas, que si tuviera un piano de cola, que si me encontrara con alguien que me llevara a una premiere de gala en Hollywood para estrenarme un vestido de lamé verde, bueno tantas cosas que para qué. Soñar tampoco cuesta nada. Me pongo hecha una idiota pero despierto enseguida, tampoco crean que me hago demasiadas ilusiones. Optimista sí, porque las conozco con el moco caído que terminan muy mal, o se cortan las venas o se prenden candela. Yo tengo mis alicientes y a mano. Me gusta coleccionar muñecos de peluche, ositos, perritos, conejitos, gatos persa; muñecas de biscuit tengo dos, una cubana y otra española; la española es la más linda pero tiene la nariz estropeada, pero yo la quiero así, es mi amuleto; ¡ah! y tengo mi colección de pomos de perfume franceses de marca, todos vacíos pero son tan bellos que yo con leer las etiquetas tengo: Coty, Lanvin, Lancome, Nina Ricci, ¡me basta! Así me doy yo misma cuerda para seguir en la lucha. Porque esto sí que es luchar. Aquí no se puede perder ni un minuto porque la barriga no perdona. Miren si yo soy optimista o loca quien sabe, que ayer me levanté con una mano alante y la otra atrás y cogí la calle con una alegría que yo misma me decía, mira que tú estás loca mujer, de qué te alegras si no tienes ni un kilo prieto y es que hay días así y ayer yo estaba contenta sin saber por qué. Otros días estoy en el piso y con dinero en la cartera y teléfonos a donde llamar y todo. Pero es que la cabeza no hay quien la arregle. La cabeza es como el mundo que un día está boca abajo y otro día boca arriba. ¿Quién entiende eso? Nadie. Cuando amanezco con el Manolo subido soy una bestia. No se me puede tocar. Eso me pasa a veces, aunque cada vez menos; ya me he hecho la idea de que soy quien soy y me quiero así. He aprendido a controlar mis arranques. Yo creo que ya me estoy acostumbrando a coger las cosas como vienen pero sin dejar de soñar. Estoy ahora mismo en una racha mala que no se lo confieso a nadie. El otro día una que lee la mano me dijo que veía peligro, que había una sombra que me perseguía y que yo tenía letra de Ochosi, vamos que iba a caer presa si no me recogía un poco, a lo mejor vio algo que yo no presiento, quien sabe. Por si acaso yo me baño con flores blancas y hago mis oraciones. Ya vendrán tiempos mejores, ¿verdad? En mi pueblo dicen que siempre que llueve escampa. Si de niña se me apareció la Virgen de Fátima, por algo será. La noche sí no me falla, ella está ahí y es mi reino. ¡Ay Habana, paraíso encantado! Fátima no se rinde, Fátima es inmortal. 237 Atenea 495 I Sem. 2007 Atenea 495 I Sem. 2007 238 Reseñas 239 Atenea 495 I Sem. 2007 Atenea 495 I Sem. 2007 240 Omar Lara, La nueva Frontera Prólogo de Gilberto Triviños Ediciones Universidad de Concepción. Concepción, Chile. 2007. 80 pp. JAIME CONCHA* E N UNO de los poemas de este libro, el poeta recibe la visita de otro poeta. En nota a pie de página, Lara hace comprensible al lector quién es el personaje que sostiene la anécdota de base: “Tagore Biram. Poeta brasileño que vivió los últimos años de su vida en Tomé. Falleció en 1999” (p. 67). En “Visitas en mi biblioteca”, entonces, Tagore visita a Omar, le habla de su desilusión de los ángeles, se echan una que otra pulla, conversan de lo que ocurre por acá, el anfitrión convida a su visitante con una copa de vino, éste desaparece llevándose el “único ejemplar” del primer libro de Lara1. “Esta tarde se apareció por aquí el poeta...”, comienza el poema; y claro, muerto ya a fines de siglo, Tagore viene del “famoso Más Allá” (p. 65). Por aquí, campechano y coloquial; Más Allá, grandilocuente y solemne: lo local y lo trasmundano forman contraste, se imbrican y entrelazan, forjando una frontera que es de hecho una red de fronteras. “Extranjero, Exiliado”, se define el poeta, quien cuando blasfema contra la guerra y sus artífices lo hace “en portugués”. Este sistema de fronteras –óntico, nacional, lingüístico– lo cruza el visitante vespertino con aisance y perfecto desparpajo en virtud de su condición de poeta. Así, sobre un fondo de división, de exclusiones y de líneas divisorias, que los hombres de la violencia practican y fomentan (“Inevitable el tema de la guerra”, p. 65), la poesía hace causa común, la hermandad poética que los interlocutores comparten vuela y sobrevuela la isla de * Profesor de Literatura Latinoamericana, Universidad de California. San Diego, EE.UU. Email: jconcha@ucsd.edu 1 Por curiosidad he buscado información sobre Tagore Biram. Es autor de O anjo desafinado (Goiania, Secretaría de Cultura, 1988), curioso título para alguien que se nos presenta como un detractor sistemático de los ángeles (aunque tal vez se trate sólo de los reales). En los preliminares se nos dice que su nombre civil fue Ubiratan Moreira, que habría nacido en 1958 y que fue un “alumno ejemplar” en la escuela antes de convertirse en “desertor” tan pronto como aprendiera a escribir. Estuvo un tiempo en Moscú; viajó por Argentina y Chile, militando asiduamente en el movimiento de solidaridad y denunciando la dictadura de Pinochet en actos de protesta que organizó en su país. 241 Atenea 495 I Sem. 2007 pp. 241-246 paz de la biblioteca que (valga el lugar común) suprime las fronteras, incluso la existente entre los vivos y los muertos. En la admirable organización que Lara da a su poema, los libros de los dos poetas se espejean mutuamente: Pájaros de Nueva York figura al fin de la primera mitad; Argumento del día cierra prácticamente la composición. ¿Es casual que éste sea el primer libro de Lara, y que aquél sólo sea un libro virtual, póstumo y futuro en caso de que su amigo se decida a editarlo (p. 66)? Desde comienzo a fin, La nueva Frontera, el más reciente libro de Lara, está cruzado por un léxico espacial que abunda y que impone su sentido: espacio, zona, línea, límite, división, etc.; el mismo término mayor de “frontera” se reitera obsesivamente2. El núcleo espacial, por lo tanto –mapa de la experiencia– resulta en definitiva relevante y central. Pero esta frontera es “nueva”. Como siempre, el espacio se temporaliza, conjugando las dimensiones fundamentales de nuestro estar en el mundo. En el espacio-tiempo de Lara la poesía se juega justamente en el límite de la experiencia. Es lo que, en uno de sus vértices, esta “nueva frontera” quiere hacernos ver. Y lo que quiero hacer ver también desde un ángulo muy particular. **** En el cuerpo del libro hay un poema breve y magistral. “Manos” está regido por una rara e intensa binariedad, enlazando lo dual y lo doble de ellas con una búsqueda tenaz de la mismidad: Como dos ramas o dos pájaros Como dos bailarinas o dos flores Flotando en el mismo aire Dos manos en pos de sí mismas (p. 51). El poema habla de las manos que trabajan, de manos que aman y acarician, de manos que “fueron martirizadas” y concluye en el reino de las manos familiares, las de la mujer que lo crió y cuidó cuando niño: “las que venero para siempre” (comunicación personal del autor). Este núcleo o semilla que arraiga y aflora en las actividades principales del hombre y de la mujer, se expande a través del libro, creciendo en otros lugares del universo poético, en otras fronteras de la vida y de la muerte3. En efecto, dos piezas sobresalientes del poemario –una más bien al comienzo, otra hacia el final– 2 En la página 33, en medio de un poema que concluye “Precisa hora / En la nueva Frontera”, hay una errata: “Dividada” por “dividida”, como debe ser (el autor me lo confirma). Extraña errata, porque todo el sentido profundo del texto que comento pudiera confluir en un término que, si bien feo, implica división y contiene la vida como vida dada. Habent sua fata... 3 En lo que sigue, mi interpretación es textual. No es la tarea de la crítica, tal como la concibo, Atenea 495 I Sem. 2007 242 potencian la significación sugiriendo un fallido acto trágico, en dirección contraria al movimiento trazado por Tagore Biram. Antes de estos poemas (a los que vuelvo de inmediato), ya la cuarta estrofita sáfico-adónica de “Velocidad 1”, el segundo poema del libro, sugería la escena de autodestrucción, pero en un tono diferente: Vine esta mañana a encontrarlo Como un caballero vida en ristre Quebró mi lanza y mi suspiro Dobló mi mano (p. 30). Se ve: la imaginería tradicional da paso al juego de “doblar la mano”. El duelo está a punto de ser duelo de veras. Pero lo que aquí tiene aún un tono leve y autoirónico adquiere todo su peso y gravedad en las composiciones mencionadas, a saber, “El tiempo ¿dónde estuvo?” y el formidable poema “Vida, toma mi mano” que en su mismo título lo anuncia todo. El primero de este par de poemas, cuyo punto de partida es la no- coincidencia del tiempo consigo mismo –el mínimo desfase que convierte al proyecto de autodestrucción en un acto fallido– finaliza así: Se supone que soy ese ser esa sombra Esa escuálida bruma ese olvido esa línea Esa pregunta ciega ese llanto de límite Esa mano que busca sin embargo esa mano (p. 34). La mano cuelga, desprendida de la otra; la que iba “en pos” (como se nos decía en “Manos”) ha fallado en su búsqueda. Además de la insistente concentración en los límites y en lo fronterizo, es posible apreciar también la coherencia con que se habla aquí de la decisiva experiencia en cuestión: “ ese ser esa sombra”. El sujeto traspasa justamente, o ha buscado traspasar, esos dos planos inconmensurables de lo real. Más denso, profundo y trágico es aún “Vida, toma mi mano” donde la escena muchas veces eludida, incidentalmente aludida, a lo largo del libro se patentiza con toda concreción, en manifestación inequívoca. Es imposible comentar y hacer justicia a este poema excepcional, sin duda una de las piezas sobresalientes escritas por Lara en el conjunto de su poesía. Baste señalar el anudamiento simétrico del estribillo: “Vida, toma mi mano / Toma mi mano, vida” / Vida, toma mi mano”; pero en la cita final la frase se corta y se hurgar en las intimidades biográficas del autor. El crítico no es un psicólogo ad hoc ni mucho menos detective improvisado. “Apò ton karpon auton...”, “ek tou idiou karpou...”: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt., 7, 16; Lc., 6, 44). También vale aquí el apotegma evangélico. 243 Atenea 495 I Sem. 2007 quiebra, al igual que ocurría en el otro poema. Hay en el poema y en el libro un quiralismo esencial y desesperado: una mínima brecha asimétrica se cuela y filtra contra el fondo de una marcada simetría. Ello hace que el tiempo no coincida con el tiempo ni la mano dé con la mano. Todo el universo de Lara gira, en virtud de esta escena alucinante, en una forma témporo-quiral4. Esto que así se ofrece en la alternancia de la simetría y las disimetrías emerge también por proyección, mediante la incrustación de un verso y de un poema memorables en el cuerpo mismo de esta escritura. “Ese lugar existe” es un poema bastante explícito –excesivamente quizás, sobre todo en su desenlace. (El sentido se empobrece al hacerse demasiado obvio). En el medio de este poema, que transforma la experiencia histórica de La Frontera en escena de trance y de transición metafísica, el poeta cita en negrita tres fragmentos de verso: “La soledad / La lluvia / Los caminos” (p. 46). Los versos, o partes de un verso, provienen del célebre poema de Vallejo, “Piedra negra sobre una piedra blanca” que, como el lector seguramente recuerda, empieza “Me moriré en París con aguacero” y que en uno de sus tercetos finales reza “César Vallejo ha muerto...”. Es decir, el poema discurre entre el futuro de la propia muerte anunciada y el pretérito perfecto (¡) de una muerte ya ocurrida. Cruce de fronteras, aquí de ida y vuelta entre dimensiones temporales contrapuestas. En el Poema humano las partes que Lara segmenta pertenecen a un solo verso, endecasílabo en plenitud, que funciona como un paisaje sobreviviente y, a la vez, como testimonio de la vida y la muerte del poeta: “ son testigos”. Sobreviviente y testigo: en la perspectiva de Lara, el entorno póstumo de Vallejo habla de que “ese lugar existe”, aunque se haya perdido en la injusticia y en la tragedia. Al quebrar su unidad, al disponerlo en cascada, Lara no sólo parte y reparte el verso de Vallejo para hacerlo carne de su propio texto, sino que verticaliza la experiencia, convirtiéndola en un réquiem, en letanía o conjuro contra lo que le ha tocado ver y vivir en su vida –el tema mismo de este doloroso poema. Para el fundador de Trilce –y Lara lo es del grupo valdiviano y de la que es hoy una revista internacional– esto es un riesgo y un desafío. Al articular su poema en la estela del peruano, Lara parece “fugar con juego”. Y no hay duda: por el tema, por la oscura resonancia de lo dicho, Lara juega esta vez con fuego. **** 4 Un verso magnífico repite el mismo esquema: “Desde cuándo hasta dónde oh rostro dos y único”, línea final del poema “Ese rostro en su espejo” (p. 32). Lo que comenzó siendo en Lara un motivo con algo de narcisismo (en Los buenos días, por ejemplo) da paso ahora a una situación que se instala exactamente en el filo de una identidad quebrada. La luz de ida y vuelta entre el rostro y la imagen pone un grano de tiempo y finitud, la distancia entre cuerpo y espejo se triza, una frontera se cierne entre el poeta y su mismidad. Es la óptica quiral de Lara. Atenea 495 I Sem. 2007 244 Cada diez años aproximadamente, el autor se suele “totalizar”. Uso el término en un sentido cercano al de Sartre, no el de la Critique... (1960), sino relacionado con su idea de los métodos progresivo y regresivo, que en última instancia deriva de su fenomenología de El ser y la nada (1943). Quiero decir que por un momento el poeta se “para a contemplar su estado”, echa una mirada retrospectiva al camino recorrido, baraja sus poemas sustrayendo cartas para ofrecer finalmente retratos sucesivos de su escritura y de su obra. Hasta la fecha nos ha dado tres de estas “subtotalizaciones”, como habría que llamarlas con propiedad. A fines de los setenta, en pleno exilio, publica el primero de estos libros, El viajero imperfecto = Calatorul neimplinit (Bucarest, 1979), prologado por el crítico Ivan Ivanovici. Pongo esto así porque da una idea clara de la fisonomía del volumen: los poemas originales se yuxtaponen a la versión rumana que figura en la página de enfrente. Libro, en consecuencia, hendido, perfectamente hendido, tanto en lo lingüístico como en lo material. Ocho años más tarde, habiendo ya retornado al país, Lara junta sus poemas –restando para sumar mejor– en Memoria (Antología personal. 19601984), ahora precedidos por un incisivo prólogo del crítico chileno Fernando Alegría, hace poco fallecido (Santiago, Galinost, 1987). A pesar de que es un eje temporal el que da título al libro, éste resulta integrado por etapas geográficas: Nueva Imperial, 1960-1963; Valdivia, 1964-1972, etc.5. Por último, al borde del fin de siglo, sale a luz Vida probable ( Ediciones Chile-América, 1999), también subtitulada Antología personal, pero ya sin prologuistas, ni rumano ni nacional. El crítico ahora va atrás. La “Bibliografía de Omar Lara”, elaborada por Juan Armando Epple, cierra el volumen, constituyendo un valioso instrumento para los estudios que sin duda se habrán de acrecentar acerca de esta importante suma poética. Es fácil ver, en la sucesión de estos tres modos de antologarse, los diversos regímenes que he tratado de subrayar. El primer título marca el viaje y los desplazamientos debidos al exilio, el segundo privilegia el tiempo, una memoria que recapitula el tiempo transcurrido, y “Vida”, de veras sintético, parece abarcar el espacio-tiempo de Lara en su totalidad, en el conjunto de su peripecia personal y poética. Ante este triple y sucesivo autorretrato, ¿qué papel cumple La nueva Frontera que estoy reseñando? Tiendo a ver este espléndido libro como la obra de un exilio diferido, 5 Memoria dio ocasión tiempo atrás a uno de los mejores trabajos dedicados a nuestro autor. Me refiero al estudio de Grínor Rojo, Poesía chilena del fin de la modernidad. Omar Lara y Manuel Silva Acevedo (Ediciones Universidad de Concepción, 1997, pp. 7-49), que desborda su punto de partida, dando origen a una exposición certera y penetrante de aspectos esenciales en la obra de Lara. Merece igualmente ser leído con atención el substancioso y original prólogo de Triviños, cuya compleja perspectiva sobre la obra del poeta que nos ocupa no puede ser justipreciada en estas breves líneas. 245 Atenea 495 I Sem. 2007 largamente postergado. La procrastinación esencial consiste, según creo, en que Lara hasta ahora no confrontaba su condición de exiliado perpetuo. El exilio no comienza cuanto te vas ni termina cuando retornas: esta ahí para siempre, en una frontera de nadie y de nada. La vieja Frontera ha naufragado en las aguas del tiempo y de la historia y resulta hoy irreconocible. El poeta ha perdido el platonismo del exilio que convertía a su país en el lugar distante de la nostalgia, y queda por lo tanto huérfano de todo modelo, de toda posibilidad de articular una nostalgia creadora. Cuando la hay, ésta se resuelve en una mueca ácida. A veces uno tiene la sensación de que el poeta se percibe como exiliado de Rumania, o por lo menos de algunos lugares de allá. En su notable poema final, “Pequeña noticia de mi muerte”, el poeta se despide de la vida rodeado por sus amigos rumanos. Los de Chile brillan por su ausencia... De este modo, sin ser una antología más en el curso de su poesía, esta colección nos sitúa en cierta medida ante una nueva obra sintética, la síntesis de un destino que otra vez trata de captar la unidad de su ser en todas sus fisuras. A lo mejor la alusión al último ejemplar de su primer libro, perdido entre las alas o las manos de Tagore Biram, tenga que ver con sus orígenes, con un quiebre y una pérdida de orígenes. Suma, entonces, en profundidad, por el oscuro cordón entre exilio y suicidio que unifica y da realce a esta serie de poemas. Porque la poesía de Lara ha cambiado. Ya no son los versos tenues y levísimos de Argumento del día. Hay aún poemas breves, pero no se corresponden con la concisión y el laconismo de su poesía intermedia. Su poesía se ha hecho frondosa, expansiva, a veces de amplia arquitectura, con un movimiento más complejo e integrador. Más generosa y comunicativa, tal vez. Pero algo esencial no cambia en ella. La suya sigue siendo una voz más bien insólita en el horizonte actual de inicios de este siglo. Gracias a Dios, al fin de cuentas, Lara no ha dejado de ser un poeta pre-posmodernista. Conserva un sentido fuerte de la historia, es decir, está consciente de las fuerzas de ésta sobre el destino de los hombres, del sufrimiento social que comporta. La dicha y la angustia, aunque no tematizadas directamente, están allí, como luz y oscuridad inevitables en el ámbito del mundo. No desconfía tampoco en absoluto de la capacidad de la palabra, sobre todo de la palabra poética, para expresar y comunicar sentimientos y experiencias, aun los más soterrados. Y, muy especialmente, no cree que las verdades de nuestro tiempo tengan que ser cosas de bazar, de rating mediático o pertenezcan a un mercado de valores para disfrute del mejor postor. Esta verdad de fondo, a la que no ha renunciado en más de cuarenta años o casi medio siglo de trabajo poético, es parte de su ethos y contribuye cabalmente a la autenticidad de su poesía. Atenea 495 I Sem. 2007 246 247 Atenea 495 I Sem. 2007 Atenea 495 I Sem. 2007 248 Atenea INFORMACION A LOS AUTORES Revista ATENEA es una publicación semestral editada por la Universidad de Concepción. Su objetivo es difundir la investigación y la reflexión crítica en el ámbito cultural chileno y latinoamericano. Comprende temas relevantes de distintas disciplinas (literarios, sociológicos, plásticos, históricos, científicos, etc.), surgidos de investigaciones y estudios provenientes del mundo universitario e intelectual de Chile y América Latina. Es una publicación dirigida a investigadores, pensadores, artistas y lectores en general interesados en el desarrollo de las ideas, el conocimiento y el diálogo intelectual crítico. ATENEA considera para su publicación artículos inéditos, los que serán sometidos a evaluación de acuerdo a lo indicado en el punto 2 de las normas de publicación. Se acogen trabajos posibles de ser incluidos en las siguientes secciones de la revista: Artículos, los que deben tener 20 páginas como máximo, incluyendo referencias bibliográficas y resúmenes en español e inglés. Notas, las que deben tener 10 páginas como máximo. Plástica, debe tener 12 páginas como máximo, incluyendo ilustraciones. Entrevistas, las que no deben superar las 10 páginas. Reseñas, que deben tener 4 páginas como máximo. NORMAS DE PUBLICACION 1. Originales. Las contribuciones a la revista deben ser escritas a doble espacio, en hoja tamaño carta, con márgenes a la derecha e izquierda y superior e inferior de 3 cm, en caracteres Times New Roman, tamaño 12. Debe consignarse: a) Título del trabajo b) Nombre de autor(es) c) Especialidad, institución a que pertenece y correo electrónico. d) Resumen y palabras claves. e) Abstract y keywords. 1.1. Los trabajos deben adjuntar un diskette de 3,5" (debidamente identificado) con el texto digitado en softwares Word para Windows (extensión RTF) y dos ejemplares impresos. 1.2. Ilustraciones. Revista ATENEA considera un aporte valioso la presencia de la imagen gráfica en sus páginas. Por ello se invita a los autores a complementar sus escritos con grabados, fotografías, ilustraciones o dibujos pertinentes y, en lo posible, de valor documental y artístico. En caso contrario, la dirección de la revista se reserva el derecho de ilustrar el texto sin previa consulta a sus 249 Atenea 495 I Sem. 2007 autores. El material fotográfico debe enviarse en papel brillante o en archivos “jpeg” o “tiff ”, con una resolución no inferior a 300 pixeles y tamaño no inferior a 12 cm de ancho, grabados (en modalidad ISO) en disco compacto. Para las fotografías en colores se debe remitir diapositivas de 6 x 6 ó 35 mm, debidamente identificadas e indicando el sentido u orientación del motivo. 1.3. Citas y referencias bibliográficas. Las citas de referencia en el texto y la lista final de referencias se deben presentar según formato de American Psychological Association (A.P.A.): a) Cuando el apellido del autor forma parte de la narrativa se incluye solamente el año de publicación del artículo entre paréntesis. Ejemplo: González (2001) estudió las relaciones entre... b) Cuando el apellido y la fecha de publicación no forman parte de la narrativa del texto, se incluyen entre paréntesis ambos elementos, separados por una coma. Ejemplo: El estudio de las relaciones entre política y lenguaje (González, 2001) abrió una nueva perspectiva... c) Cuando tanto la fecha como el apellido forman parte de la oración no se usa paréntesis. Ejemplo: En el 2001 González estudió de las relaciones entre política y lenguaje... d) Si hay más de una obra/artículo de un solo autor aparecido el mismo año, se citará con una letra en secuencia seguida al año. Ejemplo: (González, 2001a, González, 2001b, etc.) Las referencias bibliográficas en lista final deben disponerse en orden alfabético y año de publicación en caso de más de una obra del mismo autor. Revistas: Apellido de cada autor, nombre o nombres, año de publicación, título del trabajo (entre comillas), nombre de la revista (en itálicas o subrayado), el volumen, página inicial-página final del artículo. Ej.: González, Manuel. 2000. “Política y lenguaje”, en Atenea 485, pp. 21-26. Libro: Apellido de cada autor, nombre o nombres, año de publicación, título del libro (en itálicas o subrayado), edición, volumen, capítulo y/o páginas, ciudad y país donde fue publicado, y nombre de la editorial. Ej.: González, Manuel. 2001. Teoría del signo, 2da edic., vol. II, Concepción, Chile: Editorial Universidad de Concepción. Todas las citas en el trabajo deben aparecer en la lista final de referencias y todas éstas deben ser citadas en el texto. 2. Sistema de arbitraje y selección de artículos. Los artículos recibidos se someten a la consideración del Comité Editorial, repartidos, según su tema, entre los cinco especialistas que lo conforman. Si los artículos no corresponden exactamente a las disciplinas cultivadas por los miembros del Comité, son enviados a pares internos o externos a la Universidad. En casos conflictivos en que existan evaluaciones con- Atenea 495 I Sem. 2007 250 tradictorias, se recurre a los miembros del Comité Consultivo para dilucidar el problema. 3. Notificación a los autores. Se notificará la recepción del trabajo al autor principal y, posteriormente, si éste fue seleccionado por el Consejo Editorial para su publicación. 4. Derechos de publicación. Los autores conceden a ATENEA derechos de publicación y difusión de los artículos seleccionados para la revista, tanto en sus versiones papel, electrónica o cualquier otro soporte, así como su inclusión en catálogos, bibliotecas, servidores o sitios virtuales. 5. Orden de publicación de trabajos. El orden de publicación de los artículos quedará a criterio del Director. 6. Dirección de los envíos. Los interesados en publicar en esta revista enviarán sus trabajos, por correo certificado, a: Revista Atenea Universidad de Concepción Biblioteca Central, Of. 11, Campus Universitario Fono (56-41)2204590 - Fax (56-41)2228262 Casilla 160-C, Correo 3 - Concepción-Chile E-mail: lgaravil@udec.cl Para consultas y mayor información, remítase a la misma dirección. 251 Atenea 495 I Sem. 2007 Atenea 495 I Sem. 2007 252 253 Atenea 495 I Sem. 2007 Atenea 495 I Sem. 2007 254 Revista Atenea 495, editada por la Universidad de Concepción, fue matrizada electrónicamente por Editorial Universidad de Concepción, e impresa, en el mes de junio de 2007, por Trama Impresores S.A. (que sólo actúa como impresora) Avda. Colón 7845, Hualpén Chile 255 Atenea 495 I Sem. 2007 Atenea 495 I Sem. 2007 256