“Yo sólo quería observar para no `alterar` al grupo. La reflexividad

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“Yo sólo quería observar para no ‘alterar’ al grupo. La reflexividad sobre
mi trabajo de campo con el Grupo Unigay”
Porfirio Miguel Hernández Cabrera
Universidad del Valle de México
porfiriomiguel@yahoo.com.mx
Resumen. La presente ponencia tiene como objetivo reflexionar sobre mi papel como
investigador queer durante mi trabajo de campo con el Grupo Unigay, un grupo activista
de jóvenes gays de la ciudad de México, durante el periodo de 1997 a 1999.
Específicamente, pretendo analizar los efectos de mi participación como investigador y
como miembro en las actividades realizadas en todos los espacios de acción del grupo, en
la generación de los datos etnográficos y en la producción del conocimiento expresado en
mi tesis de maestría en antropología social en la ENAH (Hernández Cabrera, 2002).
Para ello, en la primera parte de esta ponencia expondré algunos planteamientos
teóricos que sobre la perspectiva de la reflexividad en la investigación sobre sexualidad,
también
llamada
autorreflexividad,
han
elaborado
algunos(as)
investigadores
estadounidenses como Gardner Honeychurch (1997) y mexicanos(as) como Lamas (2001)
y Núñez Noriega (2004). Específicamente, retomaré las sugerencias de Lamas en el
sentido de la necesidad de aplicar una perspectiva reflexiva en el análisis de algunos
resultados preliminares sobre mi investigación de maestría publicados en un artículo
(Hernández Cabrera, 2001).
En la segunda parte expondré algunos antecedentes sobre mi investigación de
maestría, y los tipos de actividades que realizaba el Grupo Unigay en todos sus espacios
de acción. En la tercera parte aplicaré la perspectiva de la reflexividad al caso particular de
mi trabajo de campo, identificando simultáneamente mis acciones etnográficas así como
las reflexiones autoetnográficas que se derivan de ellas. Específicamente, reflexionaré
sobre cómo las construcciones de mi identidad sexo-genérica y de mi identidad como
antropólogo investigador en estudios sobre diversidad sexual contribuyeron en: 1) la
elección de estos asuntos como objetos de estudio; 2) la selección del Grupo Unigay como
universo de estudio; 3) la forma en que me inserté en él y mis impresiones sobre mis
primeros acercamientos con el grupo; 4) la orientación de mi participación como miembro
2
e investigador durante mi pertenencia/trabajo de campo en el grupo; y 5) en la
construcción de los resultados de la investigación y en la producción del conocimiento.
Finalmente, en las conclusiones discutiré la pertinencia teórica y metodológica de la
perspectiva reflexiva para el mayor y mejor conocimiento sobre las relaciones entre
“investigador” e “informantes” en el trabajo de campo, y analizaré sus repercusiones en la
producción del conocimiento antropológico sobre la construcción de las identidades gays.
Palabras clave: Identidad gay, reflexividad, etnografía.
Introducción
La investigación social es una forma de conocer e interpretar la realidad, pero
también es una actividad que algunos/as investigadores hacemos para conocernos e
interpretarnos a nosotros mismos. Estas motivaciones están presentes en muchos ámbitos
del quehacer investigativo en las ciencias sociales, pero particularmente en la antropología
social.
Sin embargo, una cosa es reconocer las motivaciones personales en el terreno de
lo subjetivo y otra muy diferente hacerlo explícito como parte de los resultados de la
investigación. Es bien sabido que la selección y delimitación de los temas de investigación
no se realiza ingenuamente, elegimos investigar lo que investigamos no sólo por nuestras
inquietudes intelectuales y sociales, sino también, y cada vez más, porque eso que
elegimos tiene “algo” que ver con nosotros, porque nos identificamos con el tema elegido.
Así, con la emergencia de los paradigmas posestructuralistas y con el advenimiento del
posmodernismo, son cada vez más los proyectos de investigación que se realizan en los
que la o el investigador se lanza a la aventura de investigar a su propio grupo de
pertenencia. Esto se presenta sobre todo en el ámbito de la antropología social, en donde
el acercamiento con el “objeto de estudio” es tarea obligada a través del trabajo de campo
para la realización de etnografías.
No obstante, no siempre la o el antropólogo incorpora el análisis de sus elecciones
subjetivas en el reporte de investigación final. Los motivos de esas elecciones quedan
relegados a charlas de café con los colegas y amigos, pero raramente llegan a figurar
como parte del reporte de investigación. Así, los gustos, preferencias, motivaciones,
deseos, miedos, alegrías y muchas otras manifestaciones de la subjetividad del
3
investigador/a, experimentadas durante el trabajo de campo, quedan en el terreno de lo
“privado”, como si el investigador no fuera un ser humano que se relaciona con los
“informantes” comportamental, afectiva y cognitivamente durante la selección, recolección
y análisis de los datos; como si la interacción con los “informantes” se hubiese realizado
de una manera despersonalizada y los “datos” hubiesen sido obtenidos por una máquina
registradora de pura “información objetiva”.
La reticencia de las y los etnógrafos para enfrentar su subjetividad y reflexionar
sobre ella públicamente es patente independientemente del campo y del tema de
investigación elegido. Sin embargo, tal reticencia es mayor cuando se trata del estudio de
la sexualidad. Si bien desde hace muchos años el estudio de la sexualidad de los “otros”
nativos ya dejó de ser tabú como tópico de investigación, desafortunadamente sigue
siéndolo cuando -en el marco de tal tipo de investigación- se espera que la o el
antropólogo reflexione públicamente sobre las relaciones entre su propia sexualidad y su
objeto de estudio en una ponencia, un artículo, una tesis de posgrado o un reporte de
investigación.
Pero, todavía más, la reticencia es mucho mayor cuando se espera una
autorreflexión por parte de la o el investigador en el contexto de los resultados de
investigación sobre algún tipo de sexualidad disidente, llámese homosexualidad,
lesbianismo, bisexualidad, transgenerismo o alguna otra variante de la diversidad sexual.
Como investigadores estamos dispuestos a desvelar la sexualidad de los “otros”, de los
“informantes”, pero no estamos dispuestos a desvelar nuestra propia sexualidad como una
parte de nuestro objeto de estudio.
Sin embargo, desde los años noventa del siglo XX son cada vez más frecuentes las
aproximaciones reflexivas o autorreflexivas en el ámbito de los estudios sobre la
antropología de la sexualidad en la academia anglosajona (Coffey, 1999; Kulick y Willson,
1995; Markowitz y Ashkenazi, 1999). En contraste, hoy en día todavía no existe en México
una tendencia de investigación que explore esa importante veta y analice las
repercusiones de la reflexividad de la o el etnógrafo en la producción de conocimiento
antropológico sobre las sexualidades diversas. No obstante, es necesario reconocer que
en la actualidad existen algunas propuestas de importantes antropólogos y antropólogas
nacionales para orientar el trabajo etnográfico en ese sentido y así aprovechar todas sus
posibilidades epistemológicas (Lamas, 2001; Núñez Noriega, 2004).
4
En mi caso particular, como antropólogo investigador en estudios sobre diversidad
sexual, asumir la perspectiva de la reflexividad y analizar la construcción de mi identidad
sexo-genérica y de mi orientación sexual era una inquietud que me rondaba cuando
trabajaba en mi tesis de maestría en antropología social en la Escuela Nacional de
Antropología e Historia (ENAH) (Hernández Cabrera, 2002). Sin embargo, sólo me atreví
a hacer algunos apuntes al respecto, pero no hice las reflexiones que me hubieran
gustado. Esto fue motivado en mucho por mi homofobia internalizada y el miedo a la
exposición personal; por mi formación profesional positivista anterior; el poco conocimiento
de la perspectiva autorreflexiva y el temor a contravenir los cánones teórico-metodológicos
de la academia; y por las presiones institucionales para terminar la tesis.
En este sentido, ahora, a cuatro años de haber concluido la tesis, con una mayor
seguridad personal en general y sobre mis gustos homoeróticos en particular, con un poco
más de conocimiento sobre esta perspectiva, y con una mayor capacitación y autoridad
como antropólogo, considero importante retomar el tema y enfrentar los fantasmas, no
solamente como un ejercicio de autonomía personal, sino sobre todo como un ejercicio
intelectual y académico que sigo considerando necesario.
Pienso que el análisis de las operaciones realizadas durante mi trabajo de campo
desde una perspectiva autorreflexiva, me permitirá llegar a una comprensión más cabal de
los intereses de investigación que llevé a cabo en la tesis de maestría. Este análisis
arrojará algunas luces sobre la utilidad teórica y metodológica de esta perspectiva en el
campo de los estudios antropológicos sobre la diversidad sexual, específicamente sobre la
interrelación entre los procesos de generación de los datos etnográficos y los procesos de
producción de conocimiento que se derivan de ellos.
Así pues, la presente ponencia tiene como objetivo reflexionar sobre mi papel como
investigador queer durante mi trabajo de campo con el Grupo Unigay, un grupo activista
de jóvenes gays de la ciudad de México, durante el periodo de 1997 a 1999.
Específicamente, pretendo analizar los efectos de mi participación como investigador y
como miembro en las actividades realizadas en todos los espacios de acción del grupo, en
la generación de los datos etnográficos y en la producción del conocimiento expresado en
mi tesis de maestría.
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Para ello, en la primera parte de esta ponencia expondré algunos planteamientos
teóricos que sobre la perspectiva de la reflexividad en la investigación sobre sexualidad,
también
llamada
autorreflexividad,
han
elaborado
algunos(as)
investigadores
estadounidenses como Gardner Honeychurch (1997) y mexicanos(as) como Lamas (2001)
y Núñez Noriega (2004). Específicamente, retomaré las sugerencias de Lamas en el
sentido de la necesidad de aplicar una perspectiva reflexiva en el análisis de algunos
resultados preliminares sobre mi investigación de maestría publicados en un artículo
(Hernández Cabrera, 2001).
En la segunda parte expondré algunos antecedentes sobre mi investigación de
maestría, y los tipos de actividades que realizaba el Grupo Unigay en todos sus espacios
de acción. En la tercera parte aplicaré la perspectiva de la reflexividad al caso particular de
mi trabajo de campo, identificando simultáneamente mis acciones etnográficas así como
las reflexiones autoetnográficas que se derivan de ellas. Específicamente, reflexionaré
sobre cómo las construcciones de mi identidad sexo-genérica y de mi identidad como
antropólogo investigador en estudios sobre diversidad sexual contribuyeron en: 1) la
elección de estos asuntos como objetos de estudio; 2) la selección del Grupo Unigay como
universo de estudio; 3) la forma en que me inserté en él y mis impresiones sobre mis
primeros acercamientos con el grupo; 4) la orientación de mi participación como miembro
e investigador durante mi pertenencia/trabajo de campo en el grupo; y 5) en la
construcción de los resultados de la investigación y en la producción del conocimiento.
Finalmente, en las conclusiones discutiré la pertinencia teórica y metodológica de la
perspectiva reflexiva para el mayor y mejor conocimiento sobre las relaciones entre
“investigador” e “informantes” en el trabajo de campo, y analizaré sus repercusiones en la
producción del conocimiento antropológico sobre la construcción de las identidades gays.
1. La perspectiva de la reflexividad en la investigación sobre sexualidad
De acuerdo con Gardner Honeychurch (1997), en la investigación tradicional sobre
sexualidad predominan los enfoques heterosexualizantes que legitiman visiones
hegemónicas, homófobas y estigmatizantes. Sin embargo, señala que en la actualidad
existen aproximaciones investigativas autoetnográficas en las que el conocimiento es
producido por sujetos investigadores sociales gays y lesbianas que cuestionan los
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supuestos epistemológicos y metodológicos de los discursos heterosexualizantes y el
“adoctrinamiento heterosexual” de la academia
Gardner Honeychurch propone una aproximación queer al estudio de las
sexualidades diversas para abolir las concepciones estrechas de la sexualidad humana.
Tal aproximación supone una ontología diferente acerca de los objetos de conocimiento,
así como de las relaciones entre el sujeto cognoscente y el objeto cognoscible. Supone
también, asumir un posicionamiento queer como autor y autoridad en la producción de
conocimiento y abandonar las visiones heterosexualizantes sobre los sujetos gays y
lesbianas como sujetos de estudio. Para el autor “una aproximación al conocimiento social
desde posición queered es una refutación postmoderna de la certidumbre epistemológica”
(p. 119) y es también una “salida del clóset epistemológico” en el que la investigación
social ha mantenido a los disidentes sexuales y genéricos.
Agrega que es necesario reconocer las interconexiones entre las pluralidades del
deseo y el conocimiento para cuestionar las epistemologías heterosexuales y sus
presunciones de “objetividad”, y para aceptar “las implicaciones del cuerpo y de lo erótico
en las prácticas de investigación” (p. 118), además de reconocer y analizar las estructuras
cognitivas prevalecientes en las que los sujetos se desenvuelven y desde las cuales
emana la producción del conocimiento.
Según Gardner Honeychurch, las orientaciones sexuales no sólo son un asunto de
prácticas sexuales personales, sino fundamentalmente dimensiones de la subjetividad que
revelan todo un cúmulo de experiencia humana y de funciones cognitivas, y que están
imbricadas con otras dimensiones de clase, género, etnia, etc. En este sentido crítica la
visión objetivista del quehacer científico y reconoce que el investigador y el sujeto de
investigación en el proceso de conocimiento son actores situados desde un punto de vista
que determina sus relaciones y acciones.
Así, aboga por el reconocimiento de la dimensión humana del investigador como un
sujeto con deseos, cuerpo y orientaciones específicas, y que vive en contextos culturales
particulares que lo influyen. De este modo señala que los textos queered precisan que los
sujetos sexuales hablen como tales ya que los sujetos gays, lesbianas, bisexuales,
heterosexuales, “necesitan ser denominados, en lugar de presuponerse lo que son” (p.
7
125), sobre todo si se considera que el lenguaje “es un medio de regulación o
silenciamiento del cuerpo y del deseo” (p.127).
Para Gardner Honeychurch es necesario inscribir la dimensión sexual del
investigador como un tópico académico igual de serio que cualquier otro, además de que
implica abordar más honestamente los efectos del deseo y el papel del cuerpo en la
investigación y el conocimiento. Anota que en la academia estadounidense cada vez es
más frecuente una reflexión sobre estos asuntos, por ejemplo, el reconocimiento de
Malinowsky sobre sus “pensamientos impuros acerca de un sujeto de investigación” (p.
131); el trabajo de Esther Newton sobre “la dimensión erótica del trabajo de campo”; y los
relatos sobre experiencias personales de atracción hacia sujetos de estudio, masculinos o
femeninos, y los efectos de esto en el proceso de investigación.
Por otro lado, Lamas (2001), en un artículo en el que comenta algunos avances
publicados sobre mi investigación de maestría (Hernández Cabrera, 2001) -y otros cuatro
trabajos reunidos en un número monográfico sobre sexualidades editado por la revista
Desacatos-, señala que:
“Los artículos que aquí aparecen publicados representan en cierto sentido la vanguardia de la
investigación antropológica sobre sexualidad en nuestro país. Ante el frío desinterés que priva
en nuestro medio por temas relativos a la sexualidad, un mérito indudable de les [sic] autores
radica en su voluntad de indagar, a pesar de lo incómodo que todavía resulta el tema” (p. 138).
Sin embargo, Lamas opina que tales trabajos se caracterizan por la carencia de una
perspectiva autorreflexiva de las y los investigadores en cuestión. En este sentido,
comenta:
“De los cinco artículos, cuatro (Núñez, Hernández Cabrera, Rodríguez y Ponce) se nutren de un
original trabajo de campo […] Los cuatro trabajos de corte etnográfico ofrecen materiales
inéditos, que ayudan a ir armando el complejo rompecabezas sobre las prácticas y vivencias de
la sexualidad entre los mexicanos, pero ninguno de los cuatro tiene una perspectiva
autorreflexiva” (p. 143).
Para Lamas, la investigación antropológica moderna requiere realizar un trabajo de
reflexividad entendida como “la autorreflexión de quien investiga sobre las formas en que
los productos de la investigación son afectados por el personal que investiga y por los
procesos de investigación” (ibidem). Desde su punto de vista, el contexto relacional en el
8
que se lleva a cabo el trabajo de campo precisa de la sistematización de “una serie de
vivencias y de intercambios personales intensos”, y agrega que, debido a esto, interpretar
la cultura de un grupo “es una tarea que está sesgada por el posicionamiento de quien
investiga” (ibidem). Según la autora, en un afán por garantizar la objetividad, los primeros
enfoques investigativos en ciencias sociales estaban marcados por una intención del
investigador de “reducir o controlar los efectos que producía”, ya fuera a través del
distanciamiento o por el ocultamiento de la identidad y la ideología del investigador, con el
propósito de minimizar los efectos de su subjetividad sobre los informantes y los datos
recabados. No obstante, reconoce que en la actualidad ha habido cambios en la
perspectiva metodológica y agrega: “Hoy se elige la reflexividad, lo que requiere asumir un
proceso autorreferencial y detectar así los elementos que influyen” (ibidem). De este
modo, Lamas concluye señalando la importancia de considerar la subjetividad del
investigador en el estudio antropológico ya que:
“Los objetivos de investigación se construyen no sólo insertos en tendencias cognitivas que
marcan las interpretaciones intelectuales sino también (casi diría fundamentalmente) cruzados
por factores subjetivos” (ibidem).
Por su parte, también en el ámbito de la antropología mexicana, Núñez Noriega
(2004) ha argumentado sobre la necesidad de reflexionar sobre los supuestos
epistémicos, las operaciones teóricas, los métodos de investigación y las técnicas que se
utilizan para dar cuenta de los hombres como sujetos genéricos “en tanto que acciones y
elecciones inscritas en coordenadas simbólicas de género” (p. 14). Esto implica estudiar a
los investigadores, sus habitus1 masculinos y la forma en que intervienen en el quehacer
científico. Específicamente, propone considerar cómo las emociones, los deseos, las
experiencias personales y la identidad de género del investigador(a) influyen en las
elecciones epistemológicas, teóricas, metodológicas y técnicas en la investigación y en la
producción de conocimiento.
1
Sobre este concepto Núñez Noriega (1999) ha señalado: “El habitus hace referencia a estructuras de
percepción, pensamiento y acción que organizan las prácticas de los individuos (y que incluye por supuesto
el sentimiento de ‘diferencia’). Se trata de ‘disposiciones’, esto es, de ‘tendencias, aptitudes, propensiones,
destrezas, hábitos, inclinaciones [...] Una disposición no es una actividad o que ocurra un hecho, sino que es
la probabilidad de que aquella se realice o que ocurra aquel en ciertas circunstancias’ (Geertz, 1984, p. 93).
El habitus se genera en el contexto de la representación de ciertas experiencias en una historia individual.
Como las representaciones son por definición compartidas, y como hay experiencias similares, se generan
habitus similares, o lo que aquí llamamos un ‘habitus grupal’: un conjunto de disposiciones compartidas” (pp.
149-150).
9
Núñez Noriega (2004) cuestiona las bases mismas de la epistemología dominante
empezando por la negación de la existencia de la objetividad y la neutralidad absolutas y,
en cambio, reconociendo: la dimensión social e histórica de la realidad como una
construcción social; la imposibilidad de dejar fuera la subjetividad y “el cuerpo y las
emociones como posibilidades de conocimiento”; la mutua interpenetración de la realidad
y el sujeto; y la subjetividad implicada en la elección de los objetos de estudio y de las
categorías que se utilizan para conocerlos.
Del mismo modo que Lamas, Núñez Noriega (2004) propone el reconocimiento y el
autorreconocimiento del investigador social como un “sujeto posicionado” que es también
construido social e históricamente, que utiliza conceptos social e históricamente
construidos para definir la realidad que estudia, y que realiza acciones y establece
relaciones igualmente social e históricamente construidas en el proceso de producción de
conocimiento. Agrega que la subjetividad del investigador siempre está presente en los
procesos de producción de conocimiento, sólo que es silenciada por estrategias de poder
en el campo académico. Núñez Noriega entiende el concepto de reflexividad en la
investigación de dos maneras:
“1) reflexividad como cuestionamiento crítico de las condiciones sociocognitivas
involucradas en la posibilidad de conocer la realidad, y 2) reflexividad como la atención a
las
emociones,
intereses,
elecciones,
valoraciones,
dificultades
personales
e
institucionales del sujeto investigador durante la investigación […]” (2004, p. 27).
En este sentido, propone un nuevo tipo de investigación en el que se hagan
patentes los “saberes subyugados” de los/as investigadores y se analicen reconociendo la
historia personal e institucional a partir de los habitus personales y académicos para
expresar: “con honestidad académica, la manera en que las dinámicas de género se
hacen presentes en nuestro trabajo de investigación sobre los hombres como sujetos
genéricos” (p. 31).
2. Algunos antecedentes sobre mi investigación de maestría
Mi tesis tuvo como objetivo general realizar una aproximación etnográfica al Grupo
Unigay para estudiar los procesos de asimilación y reproducción del discurso identitario
gay local, analizar sus efectos en el proceso de construcción de la identidad gay individual
10
y colectiva de los miembros del grupo, analizar la participación del mismo en los eventos
públicos de difusión de los discursos de la diversidad sexual y la lucha contra el sida
organizados por el movimiento LGBT, así como analizar el tipo de relaciones establecidas
con éste.
En la primera parte de dicho trabajo recupero los desarrollos teóricos y sociales de
los individuos y grupos pioneros en el activismo social homófilo y gay europeo y
estadounidense,
que
contribuyeron
al
debate
político
y
académico
sobre
las
homosexualidades desde la mitad del siglo XIX hasta pasada la mitad del siglo XX, y que
hicieron posible el surgimiento del movimiento de liberación gay y de la identidad gay
como una categoría teórica y social. Retomo los aportes de la teoría de la identidad y
expongo las dimensiones y el valor social de la identidad, así como la utilidad teórica y
empírica de tal concepto. Rescato la perspectiva construccionista social de los paradigmas
que al respecto de las identidades gay y lésbica han formulado los estudios lésbico-gays.
Expongo la perspectiva de los estudios sobre diversidad sexual y realizo una revisión del
estado de la cuestión acerca de las investigaciones que sobre las identidades gay/lésbica,
los grupos gays/lésbicos y la salida del clóset se han llevado a cabo en la antropología
mexicana. Finalmente, reviso algunos mecanismos de internacionalización y globalización
del movimiento de liberación gay estadounidense y su impacto en el surgimiento y
desarrollo del Movimiento de Liberación Homosexual de la Ciudad de México, y
reconstruyo la historia del ahora llamado movimiento LGBT local en el período
comprendido de 1971 a 2001.
En la segunda parte presento una aproximación etnográfica a algunos grupos gays
de jóvenes y describo el proceso de selección del grupo estudiado. Abordo los
antecedentes de la formación del Grupo Unigay y las etapas de su desarrollo; sus
objetivos; las características de sus integrantes y coordinadores; la estructura organizativa
y las formas básicas de operación; las formas de afiliación al grupo; las características del
lugar de reunión de los jóvenes; y los tipos de actividades que realizaban. Identifico tres
ejes de análisis en los procesos identitarios generados por el grupo: 1) la
recreación/ensayo del proceso de desclosetamiento (la salida del clóset) de los miembros
en una dinámica de grupo; 2) el papel de la presencia pública del grupo en el Parque
Hundido; y 3) la predominancia de las expresiones identitarias camp (el “joteo” y el
11
“perreo”2) como formas de sociabilidad particulares. Abordo la participación proselitista del
Grupo Unigay en los eventos pro diversidad sexual y antisida; analizo la función cultural de
tales eventos en la construcción de la identidad gay colectiva -global y local-, para lo cual
describo sus orígenes, objetivos y características, y analizo el tipo de activismo realizado
por el grupo y su influjo simbólico en las formas específicas de construcción de la
identidad gay entre los jóvenes integrantes.
Finalmente, describo las relaciones intergrupales establecidas por el Grupo Unigay
con el movimiento LGBT durante la organización de los eventos pro diversidad sexual y
antisida, así como sus relaciones con los grupos de la diversidad sexual, las
organizaciones de lucha contra el sida y los medios de comunicación. Esbozo el carácter
frágil y circunstancial de estas relaciones, y abordo el divisionismo perenne que priva en el
movimiento a través de la descripción de algunas acciones activistas en la transición hacia
el nuevo milenio.
2.1 Las actividades del Grupo Unigay
El Grupo Unigay constituye un caso paradigmático dentro del activismo
específicamente gay del movimiento LGBT local porque, a diferencia de los otros grupos
gays contemporáneos de jóvenes (Hernández Cabrera 2005a), proporcionaba muchos
espacios de socialización en los que los integrantes, además de realizar diversas
actividades proselitistas, establecían múltiples relaciones de sociabilidad. Durante mi
trabajo de campo realicé observación participante en todos los espacios de socialización
del grupo.
En específico, el Grupo Unigay tenía cuatro espacios de acción formales, además
de otros informales (principalmente en restaurantes y casas habitación). De esos cuatro
espacios, dos eran semanales durante los días martes y domingo, y otro era quincenal
durante los sábados. El cuarto espacio de acción se concretaba durante la participación
del grupo en los eventos anuales pro diversidad sexual (marchas del orgullo LGBT) y
antisida (veladas, instalación de altares, día mundial, caminatas nocturnas y tianguis
2
“El término “perrear” se deriva de la palabra “perra”, que es un término que designa la actitud verbal
sarcástica o irónica de un gay en una relación interpersonal en la que se hace un despliegue de ingenio y
agudeza verbal para hacer mofa del otro. Así, “perrear” significa la acción de comportarse como una “perra”.
Existen dos tipos de “perreos”: el sutil, caracterizado por un ánimo festivo y un impulso lúdico; y el “perreo”
agresivo, en el que el objetivo es someter y humillar al otro. El “perreo” es una modalidad del “joteo” y
comparte con él la afectación y el afeminamiento del habla” (Hernández Cabrera, 2002; p. 265).
12
informativos en memoria de los muertos por el sida y en lucha contra esa pandemia),
sobre la cual presenté los resultados en un artículo recientemente publicado (Hernández
Cabrera, 2005b).
2.1.1 Las juntas de los martes
Todos los martes se llevaban a cabo las “juntas” entre los coordinadores del grupo y
tenían como objetivo planear y evaluar las actividades para cada espacio de acción. Las
juntas se realizaban por las tardes en el auditorio de la Fundación Ser Humano
Internacional y en la oficina del grupo en la misma institución, la cual es una institución de
asistencia privada que trabaja en la prevención y atención del VIH/sida3. Debido a
incidencias importantes para el grupo algunas juntas extraoficiales se efectuaron en el
restaurante “Vips” de la calle de Hamburgo en la Zona Rosa.
2.1.2 Las convivencias de los domingos
Los domingos se realizaban las “reuniones de acercamiento” o “convivencias” del
grupo con el propósito de “interrelacionarse y divertirse aprendiendo”4. Tales reuniones se
llevaban a cabo en el Parque Hundido todos los domingos del año, en la tarde, al aire libre
y a la vista de la población de paseantes. Esta era la reunión principal del grupo a través
de la cual se intentaba alcanzar los objetivos antes descritos, pero además lograr que la
gente asistente al parque derribara mitos y estereotipos sobre la homosexualidad y los
homosexuales. Las actividades comprendidas en las convivencias dominicales eran muy
variadas y las clasifiqué en tres tipos: 1) dinámicas de grupo; 2) actividades de
conmemoración de festividades; y 3) actividades dominicales especiales.
1) Dinámicas de grupo
En el contexto de las actividades de Unigay, las “dinámicas de grupo” eran definidas
como: “juegos y/o actividades grupales, por medio del uso de materiales diversos, para
que, de una forma divertida, se promueva la competición entre equipos”5. En este sentido,
3
Durante mi trabajo de campo la Fundación distribuía permanentemente un tríptico en el que se leía: “Ser
Humano, A. C. es una Organización No Gubernamental (ONG) fundada en 1992 por un grupo de
personalidades de las artes y las ciencias en México, cuyo propósito es el ofrecer servicios profesionales de
prevención contra el VIH/SIDA. Hoy tenemos una experiencia de 4 años en ofrecer talleres y capacitación
dirigidos especialmente a: profesionales de la salud, maestros, estudiantes, jóvenes, amas de casa, niños,
trabajadores del campo, familiares de pacientes con VIH y la población en general” (Ser Humano, A. C.,
1997, ciudad de México).
4
Grupo Unigay, Boletín Informativo (“Derribando mitos”), tríptico, 1997, ciudad de México.
5
Grupo Unigay, “Plan de Trabajo de la Coordinación de Actividades Dominicales”, enero de 1998, ciudad de
México.
13
las “dinámicas de grupo” eran entendidas como un conjunto de técnicas y estrategias
grupales a través de las cuales se organizaba al grupo para trabajar sobre uno o más
temas. Este tipo de actividades dominicales constituía el principal pilar de las actividades
del grupo y era, de hecho, la primigenia forma de trabajo con la que inició Unigay desde su
fundación atendiendo a sus objetivos de apoyo emocional y socialización.
La selección de las dinámicas de grupo para las actividades dominicales no se
realizaba mediante un plan preestablecido, más bien se dejaba a la libre elección de los
coordinadores en función de las ideas que se les ocurrían para enfrentar el siguiente
domingo tratando de ser variados en el tipo de actividad (no ser repetitivos), pero también
tomando en cuenta los comentarios de los integrantes en el sentido de que querían
dinámicas “divertidas y atractivas”. Debido a esto, en algunas ocasiones las actividades
dominicales estaban conformadas por sólo una dinámica de grupo, pero en otros casos el
programa incluía entre cuatro y cinco dinámicas. Durante mi trabajo de campo contabilicé
la realización de 70 dinámicas de grupo, de las cuales observé la mayoría.
Todas las dinámicas de grupo tenían como objetivos principales lograr entre los
miembros: el autoconocimiento y la autoestima; la integración individual y grupal; el
fomento de las relaciones de amistad, de pareja y de solidaridad; la diversión y el
relajamiento; el aprendizaje de la experiencia de los otros; la difusión de información; el
debate y la reflexión; la visibilidad y la presencia pública en el parque; la generación y
fortalecimiento del sentimiento de pertenencia hacia el grupo y hacia la comunidad lésbicogay; y la aceptación de la identidad gay.
Los temas de las dinámicas de grupo eran variados, pero los más frecuentemente
abordados eran los siguientes: el performance de la identidad de género6 y el camp; la
animación y la diversión; el conocimiento interpersonal; la integración grupal; las
representaciones sociales sobre la homosexualidad (homofobia) y la heterosexualidad (los
“bugas”7); la evaluación de las actividades y los aportes del grupo; y el autoconocimiento y
la autoestima.
6
Por performance de la identidad de género entiendo la puesta en escena de la identidad gay a través de la
teatralización de las discontinuidades de los roles de género. Así, mediante una serie de acciones,
comportamientos y formas de representación simbólica derivados de las dinámicas de grupo, los jóvenes
echaban mano de la performatividad sexo-genérica para romper con los constreñimientos de las identidades
de género binarias masculino/femenino y de este modo expresar, a través de la representación teatral, los
significados individuales y grupales de lo “joto” y la “jotería”.
7
En México la palabra “buga” se usa para designar a las personas heterosexuales. Según Hernández
Guerrero (1997) “buga” es un “Término Quechúa que significa ‘lo distinto’, ‘lo diferente’ y que es utilizado
generalmente de manera peyorativa para referirse a personas con orientación heterosexual en ambientes
14
Otros temas de las dinámicas incluían: las características socio-demográficas de los
integrantes; el conocimiento y apropiación de la subcultura gay; los conocimientos
generales (“trivias”8); el desclosetamiento9; la familia; la organización grupal; la pareja; la
participación del grupo en una investigación de tesis de licenciatura en psicología sobre la
revelación de la homosexualidad y del seroestatus al VIH/sida en hombres homosexuales
(Delgado y Solís, 2000); la pertenencia al grupo; la presencia pública y el contacto con
paseantes del Parque Hundido; la prevención del VIH/sida y de ITS; la religión; y la
sexualidad.
En cuanto a los tipos de actividades de las que se conformaban las dinámicas de
grupo, los más recurrentemente utilizados eran los cuestionarios (sobre datos individuales,
asuntos del grupo y sobre la investigación de tesis de licenciatura antes mencionada); los
escritos con una temática específica; las técnicas de animación y diversión; los convivios;
los debates; los juegos de roles; y las técnicas de conocimiento interpersonal.
Otros tipos de actividades observadas fueron los siguientes: audiodebate; concurso
de baile; concursos de conocimientos; competencias de destreza física; demostraciones;
distribución de trípticos; elaboración de anuncios clasificados, carteles y collages;
entrevistas entre miembros del grupo y con paseantes del parque; intercambios de
regalos; lectura y comentarios de textos; notificaciones; opiniones verbales; premiaciones;
subasta; técnicas de autoestima, confrontación, información, integración y organización
grupal; discusiones en equipos y exposiciones de conclusiones; y sesiones plenarias.
2) Actividades de conmemoración de festividades
Este tipo de actividades dominicales consistía en la celebración de alguna fecha
festiva importante en los calendarios cívico, religioso y consumista de la ciudad de México.
Estas actividades se realizaban en el Parque Hundido en el mismo día de la festividad (si
caía en domingo) o en el domingo más próximo. Las actividades observadas en este rubro
fueron las siguientes:
- Día de la Independencia de México (16 de septiembre). Para conmemorar esta fecha
cívica se realizó una “Tarde mexicana” consistente en: aplicación de una “trivia” del Día de
la Independencia; concurso de interpretación de canciones mexicanas en equipos; y
donde predominan lesbianas y homosexuales” (p. 59). Sin embargo, desde mi punto de vista, en la ciudad
de México la palabra “buga” no tiene connotaciones peyorativas, sino más bien distintivas.
8
“Trivias” es el nombre que actualmente se le da en los medios de comunicación a los concursos de
conocimientos, con base en preguntas, sobre un tema específico.
9
Para una revisión de la dinámica de grupo sobre el desclosetamiento véase Hernández Cabrera (2001 y
2002).
15
concurso de confección y exhibición de trajes regionales femeninos elaborados en el
parque con papel y otros materiales.
- Día de Muertos (Día de los Fieles Difuntos, 2 de noviembre). La celebración de esta
festividad incluyó: escritura de calaveras en “versión gay”; y concurso de confección y
exhibición de disfraces de “Halloween” elaborados con papel y otros materiales.
- Fiestas decembrinas (Navidad y Año Nuevo). Para esta ocasión se llevó a cabo una
Posada Navideña del grupo y un balance de fin de año; para ello los miembros de Unigay
efectuaron las siguientes actividades: escritura de la petición de posada en “versión gay” y
posada del grupo, que incluyó procesión con peregrinos, petición de posada, entrega de
colación, partida de piñata y baile; y la redacción individual de un recuento personal sobre
"Lo bueno y lo malo que me dejó Unigay en 1997".
- Día de Reyes (6 de enero). Se llevó a cabo: “trivia” de Día de Reyes, escritura de una
carta a los Reyes Magos y partida de rosca.
- Día de la Candelaria (2 de febrero). Como es la costumbre, cuando se realizó la partida
de Rosca de Reyes en el grupo se acordó que a las personas que les tocara un muñequito
emblemático del Niño Dios (“el mono”) tendrían que organizar la tradicional tamalada con
motivo del Día de la Candelaria. Tal festejo no se realizó por falta de organización entre
los integrantes.
- Día del Amor y la Amistad (14 de febrero). Para conmemorar este día se hizo un
intercambio, al azar, de paletas de chocolate entre todos los miembros del grupo.
Para la realización de este tipo de actividades se echaba mano de las mismas
estrategias y actividades antes descritas (concursos, escritos con una temática específica
e intercambio de regalos), pero también de otras como: las “trivias”; la confección y
exhibición de trajes femeninos y de atuendos; y las fiestas y convites.
3) Actividades dominicales especiales
Estas constituían una serie de eventos específicos que tenían un carácter novedoso
e insólito en comparación con las actividades de los dos tipos anteriormente descritos. Las
actividades dominicales especiales se llevaban a cabo básicamente con tres propósitos: i)
salir de la rutina e imprimir nuevos aires en el grupo mediante el abandono momentáneo
de las actividades dominicales habituales; ii) generar una mayor integración del grupo a
través del fomento de la asistencia de los integrantes a las reuniones dominicales y de su
participación en una actividad inusitada; y iii) promover, en algunos casos, la recaudación
de fondos para el grupo mediante la participación de los integrantes en esa actividad. Las
16
actividades dominicales especiales que observé durante mi trabajo de campo fueron las
siguientes:
- El amigo secreto. Al inicio de mi trabajo de campo esta actividad especial estaba
llegando a su fin. Consistía en que cada domingo cada miembro del grupo recibía
anónimamente un pequeño obsequio junto con una carta o una tarjeta de parte de su
“amigo secreto”, es decir, algún integrante del grupo que le había sido asignado al azar. El
objetivo del juego era fomentar el conocimiento entre los miembros y la integración grupal
ya que cada uno tendría que descubrir, en una fecha determinada -y a partir de las pistas
que se daban en las cartas y tarjetas-, quién era su “amigo secreto”.
- Primer y Segundo Concursos de Belleza Miss Gay. Cuando ingresé a Unigay el grupo ya
había dado inicio a esta actividad desde semanas atrás. Cada domingo los integrantes
votaban en una hoja a favor del o los candidatos que deseaban fueran acreedores a algún
título de los propuestos por los coordinadores. Además, en la hoja se dejaba espacio para
que los miembros propusieran otros títulos no considerados y agregaran los nombres de
las personas propuestas. Los títulos “oficiales” a premiar fueron los siguientes: Miss Diva,
Miss Cuarto Obscuro, Miss Perra, Mr. Capitán Galán, Miss Línea 7 (Metrera), Mr. Capitán
Cavernícola, Miss Higadito, Mis Sifusa, Miss Mujir, Mr. Don Juan, Mr. Buga (Ella jura),
Miss Ligues, Miss Trapos, Mis Sogina y Mr. Aburrido. Los títulos que los integrantes
propusieron fueron: Miss Autóctona, Miss Incógnita y Miss Teca.
Así, en una fecha determinada, según el recuento de mayoría de votos, se eligió al
ganador -“la ganadora”, decían los jóvenes- de cada título de entre las ternas
conformadas. La ceremonia de premiación del Primer Concurso de Belleza Miss Gay se
llevó a cabo en el Parque Hundido. Meses después se realizó el Segundo Concurso de
Belleza Miss Gay bajo los mismos lineamientos que el primero.
- Venta de Esclavos. Esta actividad se realizó en el Parque Hundido con la finalidad
principal de recaudar fondos para el grupo; consistió básicamente en una “subasta” interna
de algunos miembros que fueron propuestos para fungir como “esclavos” por sus
cualidades físicas (belleza o apostura). A los “esclavos” elegidos se les pidió su
consentimiento para participar en este evento. Así, durante los preparativos de esta
actividad en las juntas de los martes, se acordó la necesidad de exaltar los atributos de los
“esclavos” con el propósito de generar una fuerte “puja” y consolidar excelentes contratos
de “compra-venta”.
2.1.3 Las pláticas de los sábados
17
Los sábados por las noches, en el auditorio de la Fundación Ser Humano, se
realizaban quincenalmente conferencias y video-debates, mejor conocidas por los jóvenes
como “pláticas”, las cuales tenían como objetivo educar y brindar información sobre
“temáticas gays y relativas a la homosexualidad”. Para ello se invitaba a “expositores
conocedores de la materia”10, por lo general conferencistas provenientes de otros grupos o
asociaciones gays y lésbicas, quienes hablaban durante dos horas sobre temas diversos
relacionados con la homosexualidad y al final contestaban las preguntas de los jóvenes
asistentes. Sin embargo, durante mi trabajo de campo el Grupo Unigay realizó otras
actividades en este espacio de acción, por lo cual las pláticas de los sábados quedaron
clasificadas en dos tipos: 1) actividades de educación y 2) actividades sabatinas
especiales.
1) Actividades de educación
Las actividades de educación estuvieron conformadas por las siguientes acciones:
- Pláticas. Éstas comenzaron a programarse en mayo de 1997 y finalizaron en octubre del
mismo año. En este periodo se impartieron once pláticas, de las cuales no observé las
primeras nueve por aún no estar integrado al grupo. Los títulos de estas pláticas fueron los
siguientes: “La gayasidad (visiones de la vida guei”, “La homosexualidad en la historia”,
“Sexualidad humana”, “Grupo GRUMALE [Grupo de Madres Lesbianas]”, “Vida leather,
“Homofobia y autoestima”, “Homosexualidad y drogadicción”, “Minorías sexuales” y
“Literatura”.
Una vez habiendo iniciado mi trabajo de campo en el grupo, observé la décima
plática, la cual versó sobre “Psicología del mexicano”. La última plática se tituló “Historias
de desclosetamiento” y consistió en un video-debate conducido por mí sobre el
documental titulado Stories of Coming Out in America, de producción estadounidense y
transmitido a mediados de los años noventa por el canal 22 de la ciudad de México.
- Ciclo de conferencias sobre VIH/sida. Posteriormente
a
las
pláticas,
durante
mi
observación participante, los coordinadores del grupo programaron semanalmente el
“Ciclo de conferencias sobre VIH/sida”, del 11 de octubre al 13 de diciembre de 1997.
Dicho ciclo tuvo como objetivo informar a los integrantes de Unigay y a la comunidad en
general sobre diversos aspectos en torno a la pandemia. Sin embargo, tal ciclo se llevó a
cabo de una manera muy accidentada por no contar con la asistencia y apoyo de la
10
ídem.
18
mayoría de los conferencistas que estaban programados. Así, de nueve conferencias
programadas, seis fueron canceladas.
- Video-debates y conferencias. Después del fracaso que constituyó el “Ciclo de
conferencias sobre VIH/sida”, propuse la programación de video-debates con la
proyección de películas recientes sobre temáticas gays y lésbicas, las cuales se alternaron
con algunas conferencias. De este modo, del 17 de enero al 12 de septiembre de 1998 se
programaron quincenalmente trece video-debates y dos conferencias, de los cuales
observé aproximadamente la mitad. La mayoría de las películas fueron seleccionadas por
los coordinadores del grupo y los debates fueron conducidos por ellos (“Trilogía de amor.
Jóvenes corazones gay”, “Un banquete de bodas”, un video porno gay, “Twilights of the
Golds”, “Al caer la noche”, “Es o no es”, “Juego de lágrimas” y “Las aventuras de Priscilla,
la reina del desierto”). Algunas películas fueron sugeridas por mí (“Jeffrey”, “Doña Herlinda
y su hijo”, “Kids” y “Contacto peligroso”) y los debates fueron moderados por amigas y
amigos míos, y por el crítico de cine Carlos Bonfil, a quien invité sin conocerlo
personalmente. Las dos conferencias se titularon “Sexualidad y sida”, a cargo del experto
en sexualidad Oscar Chávez Lanz, y “Testimonios de dos personas que viven con VIH”.
En algunas fechas no se programaron video-debates debido a días festivos y/o
compromisos del grupo en eventos antisida.
2) Actividades sabatinas especiales
Este tipo de actividades tenían el propósito de generar la interacción y la integración
de los miembros del grupo a través de actividades recreativas y fueron las siguientes:
- Excursiones. Previo a mi entrada al grupo, Unigay había realizado excursiones a La
Marquesa, Cuautla y a otros lugares. Para celebrar el segundo aniversario de la fundación
del grupo, los coordinadores programaron una excursión al balneario “Ex-Hacienda de
Temixco”, en el Estado de Morelos, la cual se llevó a cabo en enero de 1998 y a la que no
pude asistir.
- Primera Exposición de Creatividad. Esta actividad fue una iniciativa de los coordinadores
del grupo para formar un espacio dentro de la oficina de Unigay -en las instalaciones de la
Fundación Ser Humano-, a fin de que todos los integrantes se acercaran a conocerla y
expusieran ahí los productos de su creatividad individual (cuentos, poemas, instalaciones,
escritos testimoniales, pinturas, dibujos, esculturas, fotografías, etcétera) y de su
creatividad colectiva surgida durante algunas dinámicas en el Parque Hundido (carteles y
collages). Tal exposición se llevó a cabo el 5 de septiembre de 1998.
19
- “¡ZAZ!...”, obra de teatro. La idea de montar una obra de teatro en el Grupo Unigay surgió
a raíz de la convocatoria de los coordinadores del grupo para montar la exposición de
creatividad. Artemio, un integrante escritor que gustaba de escribir cuento, novela y teatro,
y que había participado sin fortuna en diversos certámenes literarios nacionales, respondió
a la convocatoria y propuso escribir y montar una obra para ser representada en la misma
fecha de inauguración de la exposición de creatividad. Artemio invitó a algunos integrantes
del grupo que aceptaron fungir como actores y con ellos se formó, ex profeso, el “Grupo
de Teatro” de Unigay. Los ensayos y el montaje de “¡ZAZ!...”, obra de teatro en un acto de
Artemio Belmont, se realizaron en la oficina del grupo. La obra fue estrenada y
representada por única vez en el auditorio de la misma fundación.
3. La reflexividad sobre mi trabajo de campo con el Grupo Unigay
La perspectiva de la reflexividad está presente de alguna manera en mi tesis de
maestría, sólo que no trabajada abiertamente ni mucho menos reconocida como tal. Está
presente, en ciernes, cuando expongo la manera en que seleccioné al Grupo Unigay como
universo de estudio, la forma en que me inserté en él, mis impresiones sobre las primeras
reuniones a las que asistí en tres de los espacios de acción del grupo y, sobre todo, en la
exposición de mi rápido posicionamiento como coordinador en varias coordinaciones del
grupo durante mi pertenencia/trabajo de campo en Unigay.
Sin embargo, no desarrollé esta perspectiva debido a la siguientes razones: la
necesidad personal de permanecer en el clóset, o al menos de no salir completamente de
él; los prejuicios positivistas, que pretendí superar, heredados de mi formación como
psicólogo conductista; la dificultad percibida sobre cómo instrumentar una perspectiva
“autoetnográfica” -ya conocida desde entonces a través del ensayo de Gardner
Honeychurch (op. cit.)-; la falta de conocimiento sobre la validez y las posibilidades
teórico-metodológicas de una perspectiva autorreflexiva; y la falta de tiempo para
desarrollar esta vertiente en mi investigación debido a la necesidad de responder a los
tiempos institucionales para la entrega del trabajo terminal marcados por la ENAH y por el
Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología (CONACYT), el cual me proporcionó una
beca para realizar mis estudios de maestría.
20
Así pues, a continuación retomaré la información etnográfica sobre mi
posicionamiento como miembro e investigador del Grupo Unigay, para tratar de analizarla
desde una perspectiva autorreflexiva.
3.1 “Yo elegí este tema de investigación para ‘aceptarme’, para ‘hacerme gay’ ”
En el momento en que inicio mi trabajo de campo con el Grupo Unigay yo estaba
por cumplir 37 años, estaba cursando el segundo año de la maestría en la ENAH.
Trabajaba como profesor de asignatura en la Universidad del Valle de México (UVM)
impartiendo diversas asignaturas sobre psicología y ciencias sociales, y en la entonces
denominada
Escuela
Nacional
de
Estudios
Profesionales
(ENEP)
Iztacala,
específicamente en el Área de Psicología Experimental Humana, en la cual orienté mis
cátedras hacia la revisión de los modelos psicológicos de la formación de la identidad gay
para trabajar simultáneamente en mi proyecto de tesis de maestría.
En el ámbito académico mis publicaciones se limitaban a un capítulo de un libro
colectivo en el que expuse, junto con mi asesor, algunos resultados de mi tesis de
licenciatura en psicología sobre la participación de las madresposas de la clase baja en la
crianza genéricamente diferenciada de los infantes preescolares (Hernández Cabrera y
Yoseff Bernal, 1994). Para entonces ya había participado en congresos, coloquios y
encuentros organizados por diversas instancias de la Universidad Autónoma de Tlaxcala,
de la UNAM (ENEP-Iztacala, PUEG y Facultad de Psicología) y de la UVM, presentando
los resultados de mi tesis de licenciatura, y en un congreso internacional realizado en
Cuernavaca en donde presenté algunos aspectos de mi proyecto de tesis de maestría.
También colaboraba eventualmente, desde 1992, en La Jornada Semanal con
reseñas sobre libros de narrativa y ensayo que abordaran la sexualidad, el género, el
erotismo y la diversidad sexual, entre otros temas, y con entrevistas a escritores. En el
ámbito literario había publicado algunos cuentos y crónicas en libros colectivos, y había
ganado algunos premios en concursos universitarios de cuento.
Al mismo tiempo, participaba con un grupo de amigos gays en el CULHO (Círculo
Unido de Lectores sobre Homosexualidades), el cual después adoptó el más académico
nombre de “Seminario Novo 41”. Me había incorporado a ese grupo gracias a la invitación
21
de Mauricio List Reyes, mi amigo y condiscípulo de la maestría quien, junto con Humberto
Guerra, había cofundado dicho círculo de estudios sobre las homosexualidades.
En un principio mi proyecto de investigación de maestría se llamaba “La formación
de la identidad gay y el proceso de desclosetamiento en jóvenes clasemedieros de la
ciudad de México”. El 14 de abril de 1998 le escribí un correo electrónico a Guillermo
Núñez Noriega, mi entonces director de tesis, en el que le confesaba lo siguiente: “Yo
elegí este tema de investigación para ‘aceptarme’, para ‘aceptar que me gustan los
hombres y que me mueven eróticamente’, en suma, para ‘hacerme gay’”. Así pues, yo
estaba “en el clóset” y quería salir de él vía la investigación académica. No tenía pareja,
pero ya había tenido algunas experiencias homosexuales después de haber tenido
relaciones sexuales con novias.
3.2 En El Taller o “Si él también está aquí, por algo será”
El domingo 31 de agosto de 1997 fui a divertirme con mi amigo Óscar a la disco-bar
gay El Taller. Llegamos en metro a la Zona Rosa y al salir a la Glorieta de la estación
Insurgentes nos encontramos a Cristian, un ex-alumno de Óscar y mío que había
egresado de la universidad hacía tiempo y desde entonces no lo veíamos. Cristian iba con
otro joven veinteañero, llevaba en la mano un pequeño objeto envuelto para regalo, lo cual
nos hizo pensar a Óscar y mí que tal vez eran pareja y que andaban festejando alguna
fecha especial. Después de saludarnos e intercambiar algunas palabras, nos despedimos.
Cristian y su amigo se dirigieron hacia el metro y Óscar y yo hacia El Taller, en la calle de
Florencia. Nadie había dicho hacia dónde se dirigía.
En El Taller Óscar y yo bailamos, tomamos unas cervezas y presenciamos el
número de un stripper. Estábamos en la barra platicando, junto a la pantalla de proyección
de videos porno gays, cuando de repente vimos venir hacia nosotros a Cristian y a su
amigo.
- ¡¿Túúú Migueeelll?! -me preguntó Cristian, sorprendido.
- Sí, yo también -le respondí, calmado, casi cínico; divertido por la cara de sorpresa de
Cristian.
- De otros lo hubiera imaginado, pero no de ti. No se te nota -agregó Cristian, quien no
terminaba de salir de su estupor.
22
- Pues a ti sí, y a leguas -perreó Óscar. Todos reímos.
Este encuentro fortuito con Cristian además de marcar el inicio de mi relación con el
Grupo Unigay, como se verá más adelante, ilustra también una de las muchas maneras en
que se da la salida del clóset entre personas a quienes se ha asumido como
heterosexuales durante mucho tiempo. “Si él también está aquí, por algo será”, se suele
escuchar cuando alguna persona autoidentificada como gay se encuentra azarosamente
con algún conocido en algún lugar de reunión gay. Esta reacción se presenta como una
descarga de alivio cómplice que aminora la ansiedad después de la sorpresa y relativo
temor de haber sido descubierto “in fragantti” por el conocido, y al mismo tiempo permite la
autojustificación de la propia presencia en el lugar gay en tanto que se establece una
identificación con el otro.
Este tipo de desclosetamiento es accidental por el hecho de que la revelación de la
disidencia sexual es no intencional; de hecho, en estas situaciones el desclosetamiento
suele quedar a nivel sólo de la percepción entre los actores implicados y puede o no llegar
al terreno de la verbalización. La revelación, propiamente dicha, de la identidad gay -o del
simple gusto erótico por los del mismo sexo sin pretensiones identitarias- va a depender
del tipo de relación que exista entre las personas. Si existe amistad y confianza, el
desclosetamiento tomará un giro de confesión íntima en el que se abundará en detalles y
anécdotas que confirmarán las “evidencias” y darán a los confidentes elementos de
confrontación de las propias experiencias que permitirán sentar las bases para el
establecimiento de una mayor “complicidad” y la reafirmación de la identidad gay como en
un juego de espejos. De cualquier manera, con o sin divulgación explícita, lo que si es un
hecho es que en este tipo de situaciones el desclosetamiento es mutuo, lo que nos lleva a
afirmar con Prieto (1996) que para que haya una salida del clóset se necesita a un otro
testigo que perciba y/o escuche la revelación del “secreto” de la propia identidad sexual
homosexual o de la práctica homoerótica.
En el caso de Cristian y mío, el recuerdo de la cordialidad con que se llevó a cabo
nuestra antigua relación de profesor/estudiante nos permitió enfrascarnos en un breve y
mutuo interrogatorio desclosetador ante las miradas atentas de Óscar y de Mario, el amigo
de Cristian, quienes hacían esfuerzos por escuchar y casi nos leían los labios a causa del
sonido ensordecedor de la música disco que provenía de la pista de baile. Cristian me
preguntaba que yo “desde cuándo”, que si yo ya “era” cuando le daba clases hacía como
23
cinco años atrás; reiteraba que “no lo hubiera pensado de mí”, que “no se me notaba” y
otras cuestiones por el estilo. Cristian no terminaba de salir de su sorpresa ante mi
presencia “delatora” en el antro gay.
Por mi parte, ávido de informantes y de información, ya que hasta el momento no
había seleccionado a mi población de estudio, cuando terminé de contestar las preguntas
de Cristian me di a la tarea de “entrevistarlo” en medio del ruido de la disco-bar. Me dijo
que apenas hacía dos años se había aceptado como homosexual, que ahora tenía
veintinueve años y que le hubiera gustado salir del clóset mucho más joven para tener
más experiencia ya que conocía a chavos más jóvenes que él, de dieciocho años o
menos, y se daba cuenta de que “cuando él iba, ellos ya venían”, que “ya estaban muy
vividos y había que tener cuidado con ellos”.
Al preguntarle a Cristian qué era el objeto envuelto que llevaba en su mano, incluso
en el interior de El Taller, me dijo que era un regalo que le habían dado “en el Grupo” (así,
con G mayúscula que rebelaba su orgullo de pertenencia). Me explicó que participaba en
un grupo gay llamado “Unigay” y que ahí, desde hacia varios domingos, llevaban a cabo
una actividad llamada “El amigo secreto” en la que los miembros intercambiaban de
manera anónima mensajes y regalos para fomentar la integración grupal. Para entonces
yo ya había oído hablar de Unigay en Media noche en Babilonia11 y a través de Agustín, el
líder de Palomilla Gay, otro grupo gay de jóvenes que yo había descartado como posible
población de estudio. Le pedí a Cristian más información sobre el Grupo Unigay y me dijo
que se reunían todos los domingos a partir de las tres de la tarde en el Parque Hundido,
además de que llevaban a cabo otra serie de actividades. Me invitó a asistir a las
reuniones y yo acepté porque Unigay era un grupo prospecto para realizar mi
investigación; la conocida actividad constante del grupo y la evidencia del trabajo
efectuado a través de la actitud y el testimonio de Cristian me motivaron para considerarlo
como posible grupo de estudio.
11
Conducido por el actor Tito Vasconcelos, tal programa estaba dirigido expresamente a la población
homosexual y se transmitió todos los domingos por las frecuencias de la estatal Radio Educación durante
siete años hasta su desaparición del aire en septiembre de 1997. Entre otros temas, en este programa se
abordaban los derechos de los gays, la aceptación de la identidad gay y diferentes aspectos en torno a la
prevención y orientación sobre el sida.
24
3.3 Mi primera convivencia de los domingos en Unigay o “Bienvenidos una vez más a otra
reunión del Grupo Unigay”
El domingo 7 de septiembre de 1997 acudí por primera vez al Parque Hundido a las
convivencias del Grupo Unigay. Llegué acompañado de mi amigo Oscar y de Cristian,
quien me condujo al centro del parque. Ahí se encontraba un reducido grupo de unas
quince personas, todas ellas jóvenes varones veinteñeros con facha de estudiantes
universitarios, quienes, mientras esperaban que la reunión diera inicio, conversaban
animadamente en grupitos.
Cristian nos presentó con algunos de sus compañeros y con Paco y Carlos, dos de
los coordinadores a quienes inmediatamente les expliqué el objetivo de mi presencia:
hacer observación participante y entrevistas con algunos miembros del grupo para mi
investigación. Paco y Carlos parecieron no darle mucha importancia a mis intenciones,
simplemente manifestaron estar de acuerdo y no hicieron más preguntas; me dieron la
bienvenida y anotaron mi nombre en un pedazo de papel reciclado con el sello del logotipo
del grupo: un pequeño rompecabezas al que se encimaban las letras “Ug” y abajo la
leyenda “UNIGAY”. Me dieron también una tira de cinta adhesiva y pegué mi “gafete”
sobre mi camisa: “PORFIRIO”; ya era miembro del grupo.
Los demás integrantes de Unigay ya portaban su gafete, y los que recién llegaban
eran abordados por Carlos, quien los saludaba con una sonrisa o con un apretón de
manos y un beso en la mejilla e inmediatamente anotaba sus nombres en el pedazo de
papel y se los entregaba junto con su respectiva tira de cinta adhesiva. Carlos y Paco
portaban un gafete más formal con su nombre completo y el área particular que
coordinaban: Coordinación de Actividades Dominicales.
Posteriormente, Paco solicitó a todos los presentes a que se congregaran y dio
inicio a la sesión:
- Hola, buenas tardes. Bienvenidos una vez más a otra reunión del Grupo Unigay...
Al terminar la reunión, Rubén, el coordinador de la Coordinación de Educación del
grupo, me preguntó si iría al “café” o a El Taller. Me explicó que al concluir las
convivencias los coordinadores y otros miembros acostumbraban ir a un restaurante Vips
25
cercano, mientras que otros grupos de jóvenes iban a “Las tardeadas de El Taller”12. Le
dije que prefería ir al café y hacia allá nos dirigimos Rubén, Cristian, Paco, Carlos, Max y
otros integrantes del grupo. En el camino Rubén me informó sobre las actividades que
Unigay realizaba también los martes y los sábados, y sobre la estructura organizativa del
grupo.
Frente a las puertas del restaurante Cristian y otros dos jóvenes se despidieron, él
iría a comer a casa de su tía y después iría a El Taller, a la fiesta de despedida de Media
noche en Babilonia, que ese día terminaba su ciclo celebrando siete años al aire y
transmitiendo su última emisión desde la disco-bar.
En el restaurante, mientras nos atendían, nos pusimos a platicar en grupitos. Para
generar la interacción entre todos propuse un brindis: “Por Unigay, por sus integrantes y
por sus coordinadores”. El brindis surtió efecto porque Carlos aprovechó la ocasión para
interpelarme:
- Bueno, ahora que ya observaste el trabajo del grupo, ¿qué te parece, qué opinas?
Esto sirvió como detonador para que, durante toda la comida y la sobremesa,
estuviésemos hablando de Unigay, su historia, objetivos, algunas anécdotas, etcétera. Les
dije que al parecer era un grupo cordial, que me había sentido a gusto, que creía que tenía
un mayor número de integrantes (al final de la reunión yo había contado alrededor de
cincuenta personas), a lo que me explicaron que el número de asistentes fluctuaba según
temporadas. No quise externar más opiniones sin tener un mayor conocimiento del trabajo
del grupo.
A partir de esta primera aproximación al grupo decidí realizar mi trabajo de campo
con los Unigay porque reunían las características que me interesaban, además de que
llevaban a cabo actividad constante y diversa los domingos, los martes y los sábados.
Especialmente, las actividades dominicales en el Parque Hundido representaban una
oportunidad para evaluar el impacto de la visibilidad de los jóvenes entre los paseantes y
el efecto de esta visibilidad en los jóvenes. Finalmente, Unigay contaba con un número de
integrantes considerable que me permitiría observar la diversidad de las identidades gays.
12
Así se denominaba al espacio dominical vespertino que El Taller dedicaba especialmente a los jóvenes
gays que, por circunstancias familiares o de otro tipo, tenían dificultades para asistir a divertirse y sociabilizar
en el lugar a altas horas de la noche.
26
3.4 Mi primera junta de los martes en Unigay o “¿Y cuál es tu tendencia?”
Los coordinadores me habían explicado que los martes se reunían para realizar
“juntas” en las que se organizaban las actividades del grupo, y me habían invitado para
que asistiera a presenciar esta actividad el siguiente martes a las seis de la tarde en el
auditorio de la “Fundación Ser Humano Internacional”.
Ese día llegué tarde al auditorio y la junta aún no empezaba a pesar de que había
un retraso de media hora. Entré y saludé de mano a los pocos asistentes. Ahí estaban
Paco y Carlos, al frente, sobre la tarima. Paco me presentó como “un nuevo integrante que
está haciendo una investigación sobre el grupo”. Además de ellos estaban también,
sentados en las butacas: José Luis, un joven de unos 35 años, “amanerado”, moreno,
gordo y bajito; un joven delgado y güero como de unos 24 años al que todos llamaban
Melanny; y Fernando, un joven de lentes, de apariencia varonil y pulcra, de alrededor de
27 años. Esperaban a que llegara más gente para iniciar la junta y, mientras, Paco y
Carlos escribían en el pintarrón los puntos del orden del día y los comentaban con
Melanny y Fernando.
Dispuesto a esperar me senté junto a José Luis, quien me abordó y empezamos a
platicar. Él era el encargado de la Comisión de Difusión del grupo y me explicó en qué
consistía su labor. Me preguntó qué había estudiado y cuál era mi “tendencia”. Le dije que
me gustaban “algunos hombres” y que estudiaba antropología, aunque antes había
estudiado psicología. Me comentó que frecuentemente iban psicólogos al Parque Hundido
a “estudiarlos”, a verlos como “conejillos de indias” y a aplicarles cuestionarios. Le
parecían “tontas” las preguntas que los psicólogos les hacían, además de que sus
actitudes hacia ellos le resultaban “ingenuas”. Para José Luis esa actitud era igual a la que
tuvieron los soldados y los misioneros españoles que durante la Conquista se sorprendían
de cómo vivían los indígenas en América. Al escuchar esta opinión inmediatamente
recordé la apreciación de Weston (1993) en el sentido de que en la época actual los gays
y las lesbianas son los “nuevos nativos” a quienes los antropólogos investigan en las
ciudades. José Luis, sin tanta elaboración teórica y sin tener conocimiento sobre los
estudios lésbico-gays, me había dado la imagen que yo tenía de mí mismo en ese
momento: me sentía como un antropólogo urbano “posmoderno” metiendo las narices en
donde no me llamaban, pero al mismo tiempo me justificaba al considerar que la elección
27
de mi objeto de estudio, los jóvenes gays de su grupo, era científicamente válida y que
trataría al máximo de realizar mi intervención etnográfica con el más absoluto respeto
hacia los “nuevos nativos”.
3.5 Mi segunda junta de los martes o “Comprometerse en serio por el beneficio del grupo”
La segunda junta del grupo a la que asistí se llevó a cabo la semana siguiente en el
Vips de la calle de Hamburgo, en la Zona Rosa, debido a que “Ser Humano” estaba
cerrado por ser día festivo. En esa ocasión Paco y Carlos me presentaron con Raúl, quien
había sido coordinador del grupo antes que los primeros y ahora fungía como miembro del
“Consejo de Unigay”, una instancia asesora para los nuevos coordinadores. Raúl fue
amable, pero a la vez muy claro al advertirme que era bienvenido siempre y cuando
trabajara “de veras” para el grupo porque, dijo, en otras ocasiones se habían acercado a
Unigay psicólogos, antropólogos y otros estudiantes de ciencias sociales que decían
querer colaborar con el grupo, pero que en realidad no lo hacían, y añadió: “Van al
Parque, aplican cuestionarios, entrevistan, sacan información sobre el grupo, se titulan,
obtienen sus grados con mención honorífica y luego se van, y ni siquiera dejan una copia
de su tesis o reporte de investigación”.
Las palabras de Raúl me recordaron la responsabilidad que implicaba incidir en
Unigay por la importancia personal que para los integrantes tenía un proyecto grupal al
que yo me acercaba con intereses académicos. Hasta ese momento yo no había pensado
que tendría que “trabajar para el grupo”, creía que simplemente podría insertarme y
observar el desempeño grupal e individual de sus integrantes. En última instancia mi idea
de “trabajar para el grupo” se limitaba a hacer una “buena etnografía” y a colaborar en las
actividades que estuvieran directamente relacionadas con mis necesidades de
investigación, las cuales, estaba seguro, servirían de algo al grupo. Fue en este sentido
que me comprometí a trabajar en serio por el beneficio del grupo y entregar al final una
copia de mi tesis. En esa junta le expliqué, a grandes rasgos, a Raúl y a los miembros del
grupo mi condición de estudiante de maestría y los objetivos de mi investigación, sobre los
cuales no recibí preguntas ni objeciones.
Así, entré a Unigay como investigador, pero también como un miembro más del
grupo, y desde el principio me integré a trabajar activamente en las coordinaciones de
Actividades Dominicales, Educación, y Archivo y Estadística. Realicé observación
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participante durante un año (de septiembre de 1997 a septiembre de 1998) y, con algunas
excepciones, en este periodo observé todas las actividades del grupo durante los
domingos, los martes, los sábados y durante los eventos pro diversidad sexual y antisida.
3.6 Mi participación en Unigay o “Yo sólo quería observar para no ‘alterar’ al grupo”
Al principio de mi integración al grupo yo sólo quería observar y eso era lo que
hacía, pero por mi condición de miembro y mi formación de psicólogo los jóvenes me
fueron pidiendo más participación, opiniones y asesoría para programar las actividades
dominicales. Les dije que primero quería observar y luego propondría algunas cosas.
Todavía con muchos resabios positivistas, adquiridos durante mi formación como
psicólogo en una escuela y en una época con una marcada tendencia conductista, me
aferraba a no querer opinar ni sugerir mucho para no “alterar” al grupo. Cuando mucho
llegué a comprar algunos libros sobre técnicas de dinámicas de grupo y a prestarle otros a
Carlos para que eligiera las que le parecieran más adecuadas para programar las
convivencias de los domingos. Con ello pensaba que daba cause a mi responsabilidad de
colaborar con el grupo sin “alterarlo” directamente.
Sin embargo, a medida que me fui integrando a Unigay me fue cada vez más difícil
sustraerme a participar externando opiniones y proponiendo actividades. Esto fue así
debido a que mi investigación, mi involucramiento en el trabajo de las diversas
coordinaciones a las que estaba integrado y mi relación cada vez más amistosa con los
coordinadores y los miembros, me lo demandaban. Pero mi mayor participación también
se debió a la situación particular por la que atravesaba el grupo ya que por noviembre de
1997 se agudizó una crisis de liderazgo: los miembros se quejaban de la incapacidad de
los actuales coordinadores para programar actividades más “divertidas” y “amenas”,
además de que consideraban que eran poco “carismáticos” y les faltaban habilidades para
integrar y organizar al grupo. Por su parte, los coordinadores estaban cansados, pues la
tarea de conducir a Unigay requería de mucho tiempo y creatividad.
Esta situación posibilitó que emergiera en mí el prejuicio -hasta ese momento más o
menos reprimido- de tener “mayor y mejor“ formación universitaria por haber estudiado
psicología, ya que los coordinadores no tenían formación psico-pedagógica en el terreno
de la educación profesional ni en el campo de la capacitación. Así, “yo psicólogo”, con
experiencia en capacitación y en docencia, podría contribuir en algo “para el beneficio del
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grupo” y para que mis ahora amigos de Unigay llevaran a cabo de una “mejor manera” sus
objetivos y actividades. Además, yo tenía temor de que la crisis de liderazgo del grupo lo
llevara a la desintegración, con la consecuencia de que yo tendría que buscar otra
población de estudio y habría “perdido el tiempo”. Aunado a lo anterior, también estaba
pendiente mi necesidad de asumir una “verdadera” posición de antropólogo en formación
abandonando el esquema positivista. Todo ello contribuyó a decidirme a participar más y,
de alguna forma, a observar menos, amparándome en la técnica antropológica por
excelencia: la observación participante. Después de todo, yo era un miembro del grupo y
bajo esa condición era perfectamente válida mi participación más activa, además, la
“coartada” de la observación participante no sólo me lo posibilitaba, sino que me lo exigía.
Así, cada vez fui opinando, proponiendo y haciendo más cosas que sólo observar;
me convertí en un “verdadero” observador participante, pero también en un “verdadero”
integrante del Grupo. Todo esto dentro de los límites que me imponían mis otras
actividades fuera del grupo -que no eran pocas-, y sin asumir nunca el papel de “psicólogo
del grupo”, como una vez me nombró amigablemente Arturo -un joven integrante muy
allegado a los coordinadores. Aunque cabe señalar que algunos jóvenes en ocasiones me
pedían “terapias” (las comillas las ponían ellos) cuando tenían alguna bronca, sobre todo
de tipo sentimental con la pareja. En estos casos, en la medida de mis posibilidades,
accedí a platicar con el interesado en cuestión, pero nunca asumiendo una actitud formal
de “psicólogo”, sino de amigo y de investigador dispuesto a escuchar y a opinar según un
punto de vista pasado por todos los tamices de mi formación personal, académica y
profesional.
Debo reconocer que a lo largo de mi trabajo de campo mi actitud velada de “seudosuperioridad”, por llamarla de alguna manera, fue paulatinamente resquebrajada por el
constante enfrentamiento a la experiencia, el conocimiento, la calidad humana, el
esfuerzo, la inteligencia y la creatividad de los coordinadores y miembros del grupo. Con
su comportamiento cotidiano en los diferentes espacios del grupo, y fuera de él, los
jóvenes de Unigay me enseñaron muchísimas cosas, pero sobre todo aprendí a
integrarme a un grupo valorando y respetando las posibilidades y limitaciones de cada uno
de los miembros, pero también reconociendo las mías propias.
Las actividades dominicales que propuse y conduje en el Parque Hundido fueron
pocas y recibieron buena acogida por parte de Paco y Carlos. Aunque en su mayor parte
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tales actividades fueron más por el lado de la “reflexión” que el de la “relajación”, mi
participación sirvió para que los coordinadores descansaran un poco. Sin embargo, cabe
aclarar que, aunque yo era coordinador de Actividades Dominicales junto con Paco y
Carlos, mi participación en esta área fue más bien de apoyo en el ámbito de las dinámicas
de grupo, ya que nunca propuse la realización de otras actividades del tipo de
conmemoración de festividades o de actividades especiales, aunque sí contribuí en la
afinación del diseño de algunas de ellas. Además, siempre procuraba que Paco y Carlos
llevaran la voz cantante tanto en la selección como en la conducción de las dinámicas de
grupo. Esto no era difícil, pues ellos nunca abandonaban su papel de coordinadores
principales y así se conducían frente al grupo.
En cuanto a mi participación en las otras actividades del grupo, desde el inicio de mi
trabajo de campo/pertenencia en Unigay me integré como apoyo a la Coordinación de
Educación y posteriormente, con las renuncias de Rubén y de Toño al grupo, asumí la
titularidad de la coordinación. En esta área llegué a exponer y moderar algunas “pláticas”
de los sábados; participé en la organización y difusión del primer “Ciclo de conferencias
sobre VIH/sida” que organizó Unigay en octubre y noviembre de 1997; e incorporé los
video-debates como actividad sabatina, a los cuales invité a algunos/as amigos/as y a
otras personas con trabajo afín a participar como expositores.
Dentro de la Coordinación de Archivo y Estadística propuse y realicé, en mi
segunda reunión de los domingos, una encuesta sobre datos socio-demográficos de los
miembros del grupo y a partir de entonces mantuve actualizado el registro de los nuevos
integrantes que llegaban cada domingo al Parque Hundido.
Por lo que respecta a las juntas de los martes, desde mi ingreso a Unigay me di
cuenta de que, en términos generales, existía poca formalidad para la conducción de las
reuniones y para la programación y el seguimiento de las actividades. Acostumbrado a
tratar con jóvenes debido a mi desempeño como docente universitario, al principio en
ocasiones intentaba asumir un papel directivo para darle formalidad y continuidad al
programa que nos habíamos fijado. Sin embargo, pronto caí en la cuenta de que “me
aceleraba” al pretender poner “orden y progreso” a las juntas ya que la laxitud en Unigay
era una característica del grupo derivada de su propia estructura. Este “descubrimiento”
me llevó después a entender que, en tanto observador participante, debía respetar la
propia dinámica del grupo, y a que, en tanto miembro del grupo, debía procurar manejar la
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misma actitud relajada que los jóvenes. Comprendí que Unigay no era un grupo de
alumnos ni un equipo de trabajo asalariado, sino un grupo de amigos que buscaban
divertirse y realizar un trabajo voluntario con el tiempo, los recursos, la experiencia y el
estilo de que disponían, aunque, eso sí, con muchas ganas de que Unigay siguiera siendo
un espacio en el que los jóvenes se sintieran a gusto asumiendo la identidad gay y en el
que encontraran medios para no vivir en la angustia ni en el aislamiento.
Además, durante mi pertenencia/trabajo de campo en Unigay, participé con el grupo
en todos los eventos antisida y pro diversidad sexual que los grupos y organizaciones no
gubernamentales realizaron en la ciudad de México a lo largo del año (Hernández
Cabrera, 2005b), y en otros eventos sobre diversidad sexual y cultura juvenil a los que los
jóvenes fueron invitados a través de mí. También participé en las actividades especiales
sabatinas que realizó el grupo en “Ser Humano” con el propósito de crear otros espacios
de integración grupal, y en otras actividades de trabajo voluntario, en solidaridad con esa
institución para agradecer el apoyo que brindaba al grupo, como pintar las paredes de la
recepción, los pasillos y los cuartos del albergue en el que se alojaban las personas
enfermas de VIH/sida.
En cuanto a mi convivencia con los Unigay en otros ámbitos más allá de las
actividades formales del grupo, cabe decir que participé en casi todas las reuniones en el
“café” después de las convivencias de los domingos en el Parque Hundido, y en algunas
fiestas y reuniones en casas particulares a las que pude asistir a invitación de los jóvenes.
Finalmente, es importante señalar que tuve encuentros más formales con siete de
los integrantes del grupo a fin de realizar entrevistas individuales en diversas sesiones de
dos horas. Si bien estas entrevistas constituyen un material etnográfico muy valioso para
comprender a mayor cabalidad la acción sociabilizadora del grupo y el proceso de
construcción de la identidad gay de algunos de los integrantes del Grupo Unigay, no las
incluí en mi tesis por razones de cambio de objetivos y perspectiva de la investigación; sin
embargo, sí eché mano de algunos testimonios vertidos en ellas para apuntalar algunas
afirmaciones y apreciaciones.
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« Conclusiones »
El abordaje de este tema me ha movido muchas fibras subjetivas pasadas y
presentes porque se imbrican muchas cuestiones personales, académicas, profesionales,
laborales, etc. Considero que este es un tema que requiere de mucho tiempo y mucha
calma para analizar en profundidad todas estas cuestiones. Lamentablemente, debido a
otros compromisos personales, familiares y laborales, no conté con el tiempo suficiente
para “bucear” en mi subjetividad y terminar esta ponencia. Estoy consciente de que en
esta versión de la ponencia no llegué a aplicar a cabalidad la perspectiva reflexiva. Sé que
necesito retrabajar todos los apartados del punto número tres para explorar en
profundidad todas las ramas de mi autobiografía que están implicadas. Estoy muy claro en
que el análisis autorreflexivo no es de ninguna manera una autobiografía en el sentido
estricto, aunque también estoy claro en que sí toma como datos importantes algunos
eventos relevantes de la vida del etnógrafo, pero no desde una perspectiva meramente
narrativa, sino fundamentalmente desde una óptica analítica teórica y epistemológica. Por
lo mismo, prefiero presentar esta nota a manera de “conclusión” temporal en lugar de
maquillar unas supuestas conclusiones a las que no llegué. A partir de esta primera
aproximación he decidido escribir con calma un artículo en el que me pueda explayar en
tiempo y en espacio en la autoexploración de mis acciones, pensamientos y emociones
durante mi trabajo con el Grupo Unigay, y de sus repercusiones en el contexto de la
producción de conocimiento sobre los jóvenes gays chilangos como subgrupo de la
población sexualmente diversa en particular, y en el contexto de los estudios sobre
diversidad sexual desde la antropología en general.
Por lo anterior, en este momento no puedo concluir aquí sobre los asuntos de mi
ponencia. De antemano ofrezco una disculpa a los/as organizadores de este III Encuentro
Nacional de Escrito@s sobre Disidencia Sexual e Identidades Sexo-genéricas y a los/as
posibles lectores interesados en mi trabajo. Sin embargo, mientras el encuentro se realiza,
intentaré seguir trabajando en el tema para exponer, el día de mi presentación, un
resumen que contenga los asuntos que ahorita rondan mi cabeza y que no tuve tiempo de
objetivar en el texto. Muchas gracias por su comprensión.
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