Cuadernillo de Literatura 5EP

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NOMBRE
CURSO
1
ÍNDICE
PÁGINAS
3–7
8
9
10 – 11
12 – 17
RENACIMIENTO
BARROCO
LA ILUSTRACIÓN
ROMANTICISMO
29 – 31
32
33
S. XX
A
partir
de
1927
Resto
S. XX
y XI.
AÑOS 40 –
50 Y ACTUALIDAD
S.
XIX
28
GENERACIÓN DEL
27
S.
XVIII
23
24 – 26
27
MODERNISMO
S.
XVII
21
22
GENERACIÓN DEL
98
S. XV –
S. XVI
18
19
20
21
Final S.
XIX
MITAD Final
XIX
S. XIX Principios
S. XX
REALISMO
S. V –
S. XV
EDAD MEDIA
EDAD MEDIA: POEMA DE MÍO CID
ROMANCE DE ABENÁMAR
ROMANCE EL INFANTE ARNALDOS
FRAGMENTO LAZARILLO DE TORMES
FRAGMENTO DON QUIJOTE DE LA
MANCHA
GUTIERRE DE CETINA, EL MADRIGAL
POEMAS DE LOPE DE VEGA
ESPRONCEDA, CANCIÓN DEL PIRATA
FRAGMENTO VIVO SIN VIVIR EN MÍ,
SANTA TERESA DE ÁVILA
A CRISTO CRUCIFICADO, ANÓNIMO
GARCILASO DE LA VEGA – SONETO
XXIII
CERVANTES, A LA ARMADA ESPAÑOLA
POEMAS DE FRANCISCO QUEVEDO
LUIS DE GÓNGORA – ANDE YO
CALIENTE Y RÍASE LA GENTE
CALDERÓN DE LA BARCA – LA VIDA ES
SUEÑO
FÁBULAS
CADALSO ODA AL DOS DE MAYO
2
EDAD MEDIA
ÉPOCA
La Edad Media es el período comprendido entre el siglo V y el siglo XV.
Se distinguen en esta edad dos etapas:
•
•
La Alta Edad Media, que se extiende desde el siglo V hasta el X
La Baja Edad Media, desde el siglo X hasta el XV.
Durante la Edad Media, se desarrollaron grandes imperios tales como el Carolingio,
el Árabe y el Bizantino, los que reforzaron la base cultural con elementos culturales
nuevos.
En la Edad Media se construyeron
grandes edificios en dos estilos:
románico primero y gótico
después. Las construcciones
góticas eran más esbeltas y más
luminosas que las románicas.
En
los
últimos
siglos
medievales, junto con la
revitalización
de
las
monarquías occidentales, se
produjo el resurgimiento de
las ciudades y del comercio,
preludio del gran renacimiento cultural que se avecinaba.
En la literatura de la época destacaban:
CANTARES DE GESTA
Son poemas que narran
hazañas de héroes.
ROMANCES
Son poemas populares,
procedentes de los
cantares de gesta que se
transmitían de generación
en generación.
Ambos eran interpretados por juglares
3
LOS JUGLARES
Un juglar era un artista ambulante en la
Europa medieval. A cambio de dinero o
comida, ofrecía su espectáculo callejero en
las plazas públicas, y en ocasiones era
contratado para participar como atracción y
entretenimiento en las fiestas y los
banquetes de los reyes y nobles.
Podía incluir en sus espectáculos desde
música y literatura hasta acrobacias, juegos
o simple charlatanería.
VOCABULARIO
Romancero: conjunto de
romances que se han
escrito en la literatura
española.
2. OBRA: CANTAR DE MÍO CID
El CANTAR DE MÍO CID es la primera manifestación épica en lengua castellana. Es
una obra anónima en la que se relatan las hazañas de Rodrigo Díaz el Campeador.
El Poema se divide en tres partes o cantares. El tema
central del poema es la honra del héroe, es el motor de
la obra, en torno al cual el autor dispone los
acontecimientos. El objetivo del héroe en los dos
primeros cantares es conseguir el perdón del rey. El
tercer cantar se organiza en torno a la recuperación de
la honra perdida por la afrenta de Corpes. La ascensión
del héroe se consigue tanto por su esfuerzo personal
como por su confianza en la justicia.
4
Argumento de los cantares:
1º) CANTAR DEL DESTIERRO.
El Cid, desterrado por el rey, sale de Vivar y llega a Burgos donde nadie se atreve a
darle asilo por temor a las represalias reales. Para pagar a sus soldados, su sobrino
Martín Antolínez engaña a los judíos Raquel y Vidas. En Cardeña se despide de su
esposa doña Jimena y de sus hijas pequeñas, Sol y Elvira. En sueños se le aparece el
arcángel Gabriel, que le predice grandes victorias. Entra en tierra de moros y les
arrebata diversas plazas. Envía al rey un espléndido presente esperando
reconciliarse con él y recuperar su honra perdida. Reforzadas sus tropas, ataca
Huesca y derrota a los moros de Lérida, ayudado por el conde de Barcelona, al que
hace prisionero y libera días después.
2º) CANTAR DE LAS BODAS.
El Cid conquista Valencia y envía nuevo presente al rey castellano, al tiempo que le
pide deje ir a su lado a su esposa e hijas. El rey accede. Al poco tiempo, la ciudad es
sitiada por el rey de Marruecos. El Cid lo derrota y envía un tercer presente al rey
Alfonso. Los infantes de Carrión solicitan la mano de las hijas del Cid. Interviene el
rey para lograr el consentimiento del Cid, a quien perdona pública y solemnemente.
3º) CANTAR DE LA AFRENTA DE CORPES.
Se pone en evidencia la cobardía de los infantes de Carrión en diversos hechos de
armas y en el episodio del león. Los infantes, dolidos, deciden regresar a Carrión
con sus esposas. En el robledal de Corpes, los infantes de Carrión azotan a sus
mujeres y las abandonan teniéndolas por muertas. Enterado el Cid pide al rey
justicia. Los infantes son vencidos en un duelo por dos de los hombres del Cid. El
anuncio de que los infantes de Navarra y Aragón solicitan en matrimonio a las hijas
del Cid da fin al poema.
5
Ahora a leer…
Cantar del Destierro (fragmento)
De los sus ojos tan fuertemente llorando, tornaba la cabeza y estábalos catando.
Vio puertas abiertas y postigos sin candados, alcándaras
vacías, sin pieles y sin mantos, y sin halcones y sin azores
mudados. Suspiró mío Cid pues tenía muy grandes cuidados.
Habló mío Cid, bien y tan mesurado:
¡Gracias a ti, señor padre, que estás en alto!
¡Esto me han vuelto mis enemigos malos!
Allí piensan aguijar, allí sueltan las riendas. A la salida de Vivar, tuvieron la corneja
diestra, y, entrando en Burgos, tuviéronla siniestra.
Meció mío Cid los hombros y movió la cabeza:
¡Albricias, Álvar Fáñez, que echados somos de tierra!
Ya por la ciudad de Burgos el Cid Ruy Díaz entró. Sesenta pendones lleva detrás el
Campeador. Todos salían a verle, niño, mujer y varón, a las ventanas de Burgos
mucha gente se asomó. ¡Cuántos ojos que lloraban de grande que era el dolor!
Y de los labios de todos sale la misma razón:
"¡Qué buen vasallo sería si tuviese buen señor!"
De grado le albergarían, pero ninguno lo osaba, que a Ruy Díaz de Vivar le tiene el
rey mucha saña.
La noche pasada a Burgos llevaron una real carta con severas prevenciones y
fuertemente sellada mandando que a Mío Cid nadie le diese posada, que si alguno
se la da sepa lo que le esperaba:
Sus haberes perdería, más los ojos de la cara, y además se perdería salvación de
cuerpo y alma.
Gran dolor tienen en Burgos todas las gentes cristianas de Mío Cid se escondían: no
pueden decirle nada.
Se dirige Mío Cid adonde siempre paraba; cuando a la puerta llegó se la encuentra
bien cerrada.
6
Por miedo del rey Alfonso acordaron los de casa que como el Cid no la rompa no se
la abrirán por nada.
La gente de Mío Cid a grandes voces llamaba, los de dentro no querían contestar
una palabra. Mío Cid picó el caballo, a la puerta se acercaba, el pie sacó del estribo,
y con él gran golpe daba, pero no se abrió la puerta, que estaba muy bien cerrada.
La niña de nueve años muy cerca del Cid se para:
"Campeador que en bendita hora ceñiste la espada, el
rey lo ha vedado, anoche a Burgos llegó su carta, con
severas prevenciones y fuertemente sellada. No nos
atrevemosos, Cid, a darte asilo por nada, porque si no
perderíamos los haberes y las casas, perderíamos
también los ojos de nuestras caras. Cid, en el mal de
nosotros vos no vais ganando nada. Seguid y que os
proteja Dios con sus virtudes santas."
Esto le dijo la niña y se volvió hacia su casa. Bien claro ha visto Ruy Díaz que del
rey no espere gracia. De allí se aparta, por Burgos a buen paso atravesaba, a Santa
María llega, del caballo descabalga, las rodillas hinca en tierra y de corazón
rogaba…
Actividades
Caminemos con El Cid…
1. ¿A qué época corresponde El Cantar de Mío Cid?
2. ¿Quién fue su autor?
3. Según el fragmento leído, ¿por qué tienen miedo de ayudar al Cid?
4. ¿Quién se atreve a hablar con el Cid?
5. ¿Notas algo diferente en la forma en la que está escrito el relato?
Coméntalo con tus compañeros.
7
APRENDO UN NUEVO POEMA.
Romance de Abenámar
Anónimo
- ¡Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma,
la luna estaba crecida:
moro que en tal signo nace
no debe decir mentira.
- No te la diré, señor,
Aunque me cueste la vida.
- Yo te agradezco, Abenámar,
aquesta tu cortesía.
¿Qué castillos son aquellos?
¡Altos son y relucían!
- El Alhambra era, señor,
y la otra la mezquita:
los otros los Alixares,
labrados a maravilla.
El moro que los labraba,
cien doblas ganaba al día,
y el día que no los labra
otras tantas se perdía:
desde que los tuvo labrados
el rey le quitó la vida
porque no labre otros tales
al rey de Andalucía.
El otro es Torres Bermejas
castillo de gran valía;
el otro Generalife,
huerta que par no tenía.
Hablara allí el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
- Si tú quisieras, Granada,
contigo me casaría
daré en arras y dotes a
Córdoba y a Sevilla.
- Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene
muy grande bien me quería.
Hablara allí el rey don Juan,
estas palabras decía:
- Échenme acá mis lombardas
Doña Sancha y Doña Elvira
tiraremos a lo alto,
lo bajo ello se daría.
El combate era tan fuerte
que gran temor ponía.
8
REPASO UN POEMA.
El Infante Arnaldos
¡Quién hubiera tal aventura
sobre las aguas del mar
como hubo el infante Arnaldos
los vientos hace amainar,
la mañana de San Juan!
los peces que andan al hondo,
para su falcón cebar,
las aves que van volando,
que a tierra quiere llegar;
Allí habló el infante Arnaldos,
la jarcia de oro torzal,
-Por tu vida, el marinero,
tablas de fino coral.
Respondióle el marinero,
diciendo viene un cantar,
- Yo no digo mi canción sino a quien
conmigo va”.
Andando a buscar la caza
vio venir una galera
las velas trae de sedas,
áncoras tiene de plata,
Marinero que la guía.
que la mar ponía en calma,
arriba los hace andar,
al mástil vienen a posar.
bien oiréis lo que dirá:
dígasme ora ese cantar.
tal respuesta le fue a dar:
9
OBRA: LAZARILLO DE TORMES
Capítulo: “El jarro de vino”
Ahora a leer…
Mas también quiero que sepa vuestra merced que con todo lo que adquiría y tenía
(el ciego), jamás tan avariento ni mezquino hombre no vi, tanto que me mataba a
mí de hambre, y así no me demediaba de lo necesario. Digo verdad: si con mi
sutileza y buenas mañas no me supiera remediar, muchas veces me finara de
hambre; mas con todo su saber y aviso le contaminaba de tal suerte, que siempre, o
las más veces, me cabía lo más y mejor. Para esto le hacía burlas endiabladas, de
las cuales contaré algunas, aunque no todas a mi salvo.
Usaba poner cerca de si un jarrillo de vino
cuando comíamos, y yo, muy de presto, le asía
y daba un par de besos callados y tornábale a
su lugar. Mas durome poco, que en los tragos
conocía la falta, y por reservar su vino a salvo,
nunca después desamparaba el jarro, antes lo
tenía por el asa asido. Mas no había piedra
imán que así trajese Así como yo con una paja
larga de centeno, que para aquel menester
tenía hecha, la cual metiéndola en la boca del
jarro, chupando el vino lo dejaba a buenas
noches. Mas como fuese el traidor tan astuto, pienso que me sintió, y dende en
adelante mudó propósito, y asentaba su jarro entre las piernas, y atacable con la
mano, y así bebía seguro.
Yo, como estaba hecho de vino, moría por él; y viendo
que aquel remedio de la paja no me aprovechaba ni
valía, acordé en el suelo del jarro hacerle una
fuentecilla y agujero sutil, y delicadamente con una
muy delgada tortilla de cera taparlo, y al tiempo de
comer, fingiendo haber frío, entrábame entre las
piernas del triste ciego a calentarme en la pobrecilla
lumbre que teníamos, y al calor de ella luego derretida
la cera (por ser muy poca), comenzaba la fuentecilla a
destilarme en la boca, la cual yo de tal manera ponía,
que maldita gota se perdía. Cuando el pobreto iba a
beber, no hallaba nada. Espantábase, maldecíase, daba
al diablo el jarro y el vino, no sabiendo qué podía ser.
- No diréis tío, que os lo bebo yo - decía -, pues no lo quitáis de la mano.
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Tantas vueltas y tientos dio el jarro, que halló la fuente, y cayó en la burla; más así
lo disimuló como si no lo hubiera sentido. Y luego otro día, teniendo yo rezumando
mi jarro como solía, sentéme como solía. Estando recibiendo aquellos dulces tragos,
mi cara puesta hacia el cielo, un poco cerrados los
ojos por mejor gustar el sabroso licor, sintió el
desesperado ciego que agora tenía tiempo de
tomar de mí venganza, y con toda su fuerza,
alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro,
lo dejó caer sobre mi boca, ayudándose, como digo,
con todo su poder, de manera que el pobre Lázaro,
que de nada desto se guardaba, antes, como
otras veces, estaba descuidado y gozoso,
verdaderamente me pareció que el cielo, con todo
lo que en él hay, me había caído encima.
Fue tal el golpecillo, que me desatinó y sacó de sentido, y el jarrazo fue tan grande,
que los pedazos de él se me metieron por la cara, rompiéndomela por muchas
partes, y me quebró los dientes, sin los cuales hasta hoy día me quedé. Desde
aquella hora quise mal al mal ciego; y aunque me quería y regalaba y me curaba,
bien vi que se había holgado del cruel castigo. Lavóme con vino las roturas que con
los pedazos del jarro me había hecho, y sonriéndose decía:
- ¿Qué te parece Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da salud. Y otros donaires,
que a mi gusto no lo eran.
Actividades
Caminemos con Lazarillo…
1. ¿A qué época corresponde Lazarillo de Tormes? ¿Por qué se le llama así?
2. ¿Quién fue su autor?
3. Según el fragmento leído, ¿por qué golpea el ciego a Lázaro? ¿Qué quiere
decir el ciego con lo que te enfermó te sana y da salud?
4. Escribe las palabras que no hayas entendido y su significado. Ayúdate del
dicccionario o de tu profesor.
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OBRA: DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Ahora a leer…
Capítulo IX: “De lo que sucedió a don Quijote yendo
a Barcelona.”
“Era fresca la mañana, y daba muestras de serlo asimismo el día en que don Quijote
salió de la venta, informándose primero de cuál era el camino más recto para ir a
Barcelona, sin tocar en Zaragoza.
En más de seis días no le
sucedió cosa digna de mención,
y al cabo de ellos, lo tomó la
noche entre unas espesas
encinas,
o
alcornoques.
Apeáronse de sus bestias amo y
mozo. Sancho, que había
merendado aquel día, se dejó
entrar de rondón por las
puertas del sueño y, yendo a
arrimarse a un árbol, sintió que
le tocaban la cabeza. Alzando las manos, topó con dos pies de persona, con zapatos
y calzas. Tembló de miedo; acudió a otro árbol y sucedióle lo mismo. Dio voces
llamando a don Quijote, que acudió preguntándole qué le había sucedido y de qué
tenía miedo; le respondió Sancho que todos aquellos árboles estaban llenos de pies
y de piernas humanas. Tentolos don Quijote y cayó luego en la cuenta de lo que
podía ser. Díjole a Sancho:
- No tienes de qué tener miedo, porque estos pies y piernas que tientas y no ves, sin
duda son que algunos forajidos y bandoleros que en estos árboles están ahorcados;
que por aquí los suele ahorcar la Justicia cuando los pilla, de veinte en veinte y de
treinta en treinta.
Al apuntar el alba, alzaron los ojos y vieron los racimos de aquellos árboles, que
eran cuerpos de bandoleros. Ya, en esto, amanecía, y si los muertos los habían
espantado, no menos los atribularon más de cuarenta bandoleros vivos que de
improviso los rodearon, diciéndole en lengua catalana que se estuviesen quietos
hasta que llegase su capitán. Hallóse don Quijote a pie, su caballo sin freno, su lanza
arrimada a un árbol y sin defensa alguna; cruzó las manos e inclinó la cabeza,
guardándose para mejor sazón y coyuntura.
Acudieron los bandoleros a espulgar al rucio, y a no dejarle ninguna cosa de
cuantas en las alforjas traía. Vínole bien a Sancho llevar en una ventrera ceñida los
escudos del duque y los que había sacado de su tierra; con todo, aquella buena
gente le escardara y mirara hasta lo que entre el cuero y la carne tuviera escondido,
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si no llegara en aquella sazón su capitán, el cual mostró ser de unos treinta y cuatro
años, robusto, de más de mediana proporción, de mirar grave y color moreno.
Venía sobre un poderoso caballo, vistiendo una acerada cota y con cuatro
pistoletes a los lados. Vio que sus bandoleros iban a despojar a Sancho Panza, y
mandoles que no lo hiciesen. Admirole ver la lanza arrimada a un árbol, el escudo
en el suelo y a don Quijote desarmado y pensativo, con la más triste y melancólica
figura que pudiera formar la misma tristeza. Llegose a él, diciéndole:
- No estéis tan triste, buen hombre, porque no habéis caído en las manos de ningún
cruel Osiris, sino en las de Roque Guinart, que tienen
más de compasivas que de rigurosas.
- No es mi tristeza - respondió don Quijote - por haber
caído en tu poder, ¡Oh valeroso Roque!, sino por haber sido
tal mi descuido que me hayan cogido tus soldados sin el
freno, estando yo obligado, según la orden de la andante
caballería que profeso, a vivir continuamente alerta.
Porque te hago saber que si me hallaran sobre mi
caballo, con mi lanza y mi escudo, no les fuera muy
fácil rendirme, que yo soy Quijote de la Mancha, aquél
que de sus hazañas tiene lleno todo el orbe.
Roque Guinart conoció enseguida que la enfermedad
de don Quijote tocaba más en locura que en valentía;
aunque algunas veces lo había oído nombrar, nunca
tuvo por verdad sus hechos, ni se pudo persuadir de
que semejante humor reinase en corazón de hombre;
holgose, pues, en extremo de haberlo encontrado, para
tocar de cerca lo que de lejos había oído, y así le dijo:
- Valeroso caballero, no os despechéis, ni tengáis a siniestra fortuna ésta en que os
halláis; podría ser que en estos tropiezos vuestra torcida suerte se enderezase.
Mandó Roque a sus bandoleros que devolviesen a Sancho todo cuanto le habían
quitado. Luego apartose y escribió una carta a un amigo de Barcelona, dándole
aviso de cómo estaba consigo el famoso don Quijote de la Mancha, aquel caballero
andante de quien tantas cosas se decían, y que de allí a cuatro días, fiesta de la
degollación de San Juan Bautista, llegaría a la ciudad, armado de todas sus armas,
sobre Rocinante, su caballo, y con su escudero Sancho sobre su asno; que diese
noticia de esto a sus amigos. Despachó esta carta con uno de sus hombres, que
cambió el traje de bandolero por el de labrador.
Tres días y tres noches estuvo don Quijote con Roque, tras los cuales decidió
proseguir su camino. Guiados por el capitán y acompañados de otros seis
bandoleros, por caminos desusados, atajos y sendas encubiertas, partieron hacia
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Barcelona, a cuya playa llegaron la víspera de San Juan por la noche. Abrazando
Roque a don Quijote y a Sancho, a quien regaló diez escudos, allí los dejo con mil
ofrecimientos que de una y otra parte se hicieron.
Cuando amaneció, tendieron don Quijote y Sancho la vista por todas partes: vieron
el mar, hasta entonces nunca visto por ellos; parecioles espaciosísimo y largo,
mucho más que las lagunas de Ruidera que en la
Mancha habían visto. Vieron las galeras que estaban
en la playa, las cuales, recogiendo los toldos, se
descubrieron llenas de flámulas y gallardetes que
tremolaban al viento y besaban y barrían el agua; dentro
sonaban clarines, trompetas y chirimías, que llenaban el
aire de suaves y belicosos acentos. Comenzaron a
moverse y a hacer como una escaramuza por las
sosegadas aguas, correspondiéndoles casi al mismo
modo infinitos caballeros que de la ciudad, sobre
hermosos caballos con vistosas libreas, salían. Los
soldados de las galeras disparaban su artillería, a la
que respondían los que estaban en las murallas y
fuertes de la ciudad; la artillería gruesa, con espantoso
estruendo, rompía los vientos, y a ella respondían los cañones de crujía de las
galeras. El mar alegre, la tierra jocunda, el aire claro, sólo enturbiado por el humo
de la artillería, parecía que iban infundiendo súbito gusto en todas las gentes.
En esto, llegaron corriendo, con griterío y algazara, los de las libreas a donde don
Quijote suspenso y atónito estaba, y uno de ellos le dijo en alta voz:
- Bienvenido sea a nuestra ciudad el espejo, estrella y norte de toda la caballería
andante. Bienvenido sea el valeroso don Quijote de la Mancha. Venga vuestra
merced con nosotros, todos somos sus servidores y grandes amigos de Roque
Guinart.
A lo que don Quijote respondió:
- Si cortesías engendran cortesías, llevadme a donde quisiéreis, que yo no tendré
otra voluntad que la vuestra, y más si la queréis ocupar en vuestro servicio.
Con palabras no menos comedidas que éstas le respondió el caballero y,
flanqueándole todos, al son de las chirimías y de los atabales, se encaminaron con
él a la ciudad.
Sancho estaba contentísimo, por parecerle que había hallado, sin saber cómo, otras
bodas de Camacho.
Una mañana, paseando don Quijote por la playa, armado de todas sus armas, vio a
un caballero, armado asimismo de punta en blanco, cuyo escudo traía pintada una
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luna resplandeciente. Llegándose a trecho que podía ser oído, en altas voces dijo a
don Quijote:
- Insigne caballero y jamás como se debe alabado don Quijote de la Mancha: yo soy
el Caballero de la Blanca Luna; vengo a contender contigo y a probar la fuerza de
tus brazos, en razón de hacerte conocer y confesar que mi dama, sea quien fuere,
es sin comparación más hermosa que tu Dulcinea del Toboso. Si tú confiesas de
plano esta verdad, excusarás tu muerte y el trabajo que yo he de tomar en dártela;
si peleares y yo te venciere, no quiero otra satisfacción sino que, dejando las armas
y absteniéndote de buscar aventuras, te recojas y retires a tu lugar por tiempo de
un año, donde has de vivir sin echar mano a la espada, en paz tranquila y en
provechoso sosiego, porque así conviene al aumento de
tu hacienda y a la salvación de tu alma; y si tú me vencieres, quedará a tu
discreción mi cabeza, serán tuyos los despojos de mis armas y caballo y pasará a la
tuya la fama de mis hazañas. Mira lo que te está mejor y respóndeme luego, porque
todo el día de hoy traigo de plazo para despachar este negocio.
Don Quijote quedó suspenso y atónito, así de la arrogancia del Caballero de la
Blanca Luna como de la causa por la que lo desafiaba, y con reposo y ademán
severo le respondió:
- Caballero de la Blanca Luna, cuyas hazañas hasta ahora no han llegado a mí
noticia, yo os haré jurar que jamás habéis visto a la ilustre Dulcinea; que si la
hubiérais visto, yo sé que procuráis no poneros en esta demanda, porque su vista
os desengañara de que haya habido ni pueda haber belleza comparable con la suya.
Acepto vuestro desafío al punto porque no se pase el día que traéis determinado;
sólo exceptúo de las condiciones la de que pase a mí la fama de vuestras hazañas,
porque no sé cuáles sean: con las mías me contento. Tomad, pues, la parte del
campo que quisiéreis, que yo haré lo mismo, y a quien Dios se la diere San Pedro se
la bendiga.
Don Quijote, encomendándose al cielo de todo corazón y a Dulcinea, tomó campo,
porque vio que su contrario hacía lo mismo. Sin tocar trompeta ni otro
instrumento bélico que le diese señal de arremeter, ambos volvieron a un mismo
tiempo las riendas de sus caballos; como era más ligero el de la Blanca Luna, llegó a
don Quijote a dos tercios andados de la carrera, y allí lo encontró con tan poderosa
fuerza, que, sin tocarlo con la lanza, que al parecer levantó de propósito, dio con
Rocinante y con Don Quijote por el suelo en una peligrosa caída. Fue luego junto a
él y, poniéndole la lanza sobre la visera, le dijo:
- Vencido sois, caballero, y aún muerto, sino confesáis las condiciones de nuestro
desafío.
Don Quijote, molido y aturdido, sin alzarse la visera, como si hablara dentro de una
tumba, con voz debilitada y enferma, dijo:
15
- Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado
caballero de la Tierra, y no está bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta,
caballero, la lanza y quítame la vida, pues me has quitado la honra.
- Eso no lo haré yo, por cierto - dijo el de la Blanca Luna -; viva en su entereza la
fama de Dulcinea del Toboso; que me contento con que el gran don Quijote se
retire a su lugar un año, o hasta el tiempo que por mí le fuere mandado, como
concertamos antes de entrar en batalla.
Don Quijote respondió que cumpliría como caballero puntual y verdadero. Hecha
esta confesión, volvió las riendas el de la Blanca Luna y, a medio galope, entró en la
ciudad.
Levantaron a don Quijote, descubriéronle el rostro y halláronlo sin color y
trasudado. Rocinante, de puro mal parado, no se pudo mover por entonces. Sancho,
todo triste, no sabía qué decir ni qué hacer: parecíale que todo aquel suceso pasaba
en sueños y que toda aquella máquina era cosa de encantamiento.
Uno de los amigos de don Quijote siguió al desconocido caballero, y éste, ya en el
mesón, lo recibió y le dijo:
- Bien sé, señor, a lo que venís, que es a saber quién soy; y porque no hay para que
negároslo, en tanto que ese mi criado me desarma, os lo diré, sin faltar un punto de
la verdad del caso. Sabed, señor, que a mí me llaman el bachiller Sansón Carrasco;
soy del mismo lugar que don Quijote de la Mancha, y hará tres meses que salí al
camino como caballero andante, llamándome el Caballero de los Espejos, con
intención de pelear con él y vencerle, sin hacerle daño, poniendo por condición de
nuestra pelea que el vencido quedase a discreción del vencedor. Lo que yo pensaba
pedirle era que se volviese a su lugar y que no saliese de él en todo un año, en cuyo
tiempo podría ser curado; pero la suerte te lo ordenó de otra manera, porque él me
venció a mí y me derribó del caballo; él prosiguió su camino y yo me volví, vencido
y molido de la caída, que fue además peligrosa. Pero no por esto se me quitó el
deseo de volver a buscarlo y vencerle, como hoy se ha visto. Como él es tan puntual
en guardar órdenes de la andante caballería, sin duda alguna guardará la que le he
dado, en cumplimiento de su palabra. Esto es, señor, lo que pasa, sin que tenga que
decir otra cosa alguna: suplícoos no me descubráis, ni le digáis a don Quijote quién
soy, para que tengan efecto los buenos pensamientos míos y vuelva a cobrar su
juicio un hombre que lo tiene buenísimo cuando le dejen las sandeces de la
caballería.
Seis días estuvo don Quijote en el lecho, triste y pensativo. Consolábalo
Sancho y, entre otras razones, le decía:
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- Señor mío, alce vuestra merced la cabeza y alégrese, si puede, y dé gracias al cielo
que, ya que lo derribó en tierra, no salió con alguna costilla quebrada; y pues sabe
que donde las dan las toman, y que no siempre hay tocinos donde hay estacas, dé
una higa al médico, pues no lo ha menester para que lo cure de esta enfermedad.
Volvamos a nuestra casa y dejémonos de andar buscando aventuras por tierras y
lugares que no conocemos; y si bien se considera, yo soy aquí el más perdidoso,
aunque es vuestra merced el más malparado. Yo, que dejé con el gobierno los
deseos de ser más gobernador, no dejé la gana de ser conde, que jamás tendrá
efecto si vuestra merced deja de ser, dejando el ejercicio de su caballería; y así que
vuelven humo mis esperanzas.
- Calla, Sancho, pues ves que mi reclusión y retirada
no ha de pasar de un año; que luego volveré a mis
honrados ejercicios y no me ha de faltar reino que
gane ni condado que darte.
- Dios lo oiga - dijo Sancho -, que siempre he oído
decir que más vale buena esperanza que ruín
posesión.
Llegose el día de la partida de don Quijote y Sancho,
y ambos se pusieron en marcha: don Quijote
desarmado y de camino; Sancho, a pie, por ir el
rucio cargado con las armas.”
17
APRENDO UN POEMA.
“Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.”
El Madrigal
Gutierre de Cetina
18
APRENDO UN NUEVO POEMA.
En las mañanicas
del mes de mayo
cantan los ruiseñores,
retumba el campo.
En las mañanicas,
como son frescas,
cubren ruiseñores
las alamedas.
Ríense las fuentes
tirando perlas
Vienen de Sanlúcar
rompiendo el agua
a la Torre del Oro
barcos de plata.
¿Dónde te has criado,
la niña bella, si vas a las Indias
toda eres perlas?
a las florecillas
que están más cerca.
Vístense las plantas
de varias sedas
que sacar colores
poco les cuesta.
Los campos alegran
tapetes varios,
cantan los ruiseñores,
retumba el campo.
Sevilla y Triana
y el río en medio;
así es tan de mi gusto
tu ingra.
Seguidillas
Lope de Vega.
En estas galeras
viene aquel ángel.
¡Quién remara a su lado
para librarle!
19
APRENDO UN NUEVO POEMA.
Con diez cañones por banda,
-Navega, velero mío,
no corta el mar, sino vuela,
que ni enemigo navío,
viento en popa a toda vela,
un velero bergantín;
bajel pirata que llaman
por su bravura “el Temido”
en todo el mar conocido
del uno al otro confín.
La luna en el mar riela,
sin temor
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.
Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
en la lona gime el viento
y han rendido
olas de plata y azul;
cien naciones
y alza en blando movimiento
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
sus pendones
a mis pies.
Asia a un lado, al otro Europa,
Que es mi barco mi tesoro,
Canción del pirata
José Espronceda
mi ley, la fuerza y el viento;
Y allá a su frente Estambul:
que es mi Dios la libertad;
mi única patria, ¡la mar!
20
APRENDO UN NUEVO POEMA.
Vivo sin vivir en mí
y tan alta vida espero
que muero porque no muero
Vivo sin vivir en mí
Santa Teresa de Ávila
APRENDO UN NUEVO POEMA.
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
¡Tú me mueves, Señor! Muéveme el
verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muévenme en fin, tu amor, y en tal
manera
que aunque no hubiera cielo, yo te
amara,
y aunque no hubiera infierno, te
temiera.
No me tienes que dar porque te
quiera,
pues aunque lo que espero no
esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Soneto a Cristo crucificado
Anónimo español - Siglo XVI
21
APRENDO UN POEMA.
En tanto que de rosa y de azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.
Soneto XXIII
Garcilaso de la Vega
22
APRENDO UN NUEVO POEMA.
Bate, Fama veloz, las prestas alas,
rompe del norte las cerradas nieblas,
aligera los pies, llega y destruye
el confuso rumor de nuevas malas
y con tu luz esparce las tinieblas
del crédito español, que de ti huye;
esta preñez concluye
en un parto dichoso que nos muestre
un fin alegre de la ilustre empresa,
cuyo fin nos suspende, alivia y pesa,
ya en contienda naval, ya en la terrestre,
hasta que, con tus ojos y tus lenguas,
diciendo ajenas menguas,
de los hijos de España el valor cantes,
con que admires al cielo, al suelo espantes.
A la armada española contra Inglaterra
Miguel de Cervantes
23
POEMAS DE FRANCISCO QUEVEDO
Francisco de Quevedo.
Nació el 17 de septiembre de 1580 en Madrid
en el seno de una familia de la aristocracia
cortesana.
Físicamente sufría una leve cojera por
deformación de los pies y su exagerada miopía
lo obligaba a llevar anteojos.
Se inició en el mundo de la literatura con obras
satíricas y burlescas en las que pretendía
denunciar los "abusos, vicios y engaños de
todos los oficios y estados del mundo".
Amigo de Félix Lope de Vega y de Miguel de
Cervantes, con los que formaba parte en la
Cofradía de Esclavos del Santísimo Sacramento. Enemistado con el dramaturgo
Juan Ruiz de Alarcón, y sobretodo con Luis de Góngora, al que dirigió una serie de
terribles sátiras.
Fallece en Villanueva de los Infantes el 8 de septiembre de 1645.
Nadie tiene la respuesta, aunque es de suponer que Quevedo quiso alcanzar
renombre atacando a un Góngora consagrado –que ya había publicado sus
primeros versos el año que nació Quevedo–.
Por otra parte, es sabido que en aquellos años, las diferencias personales no
se arreglaban como hoy, con un parte amistoso de accidente, sino con la
espada o con unas letrillas que provocasen en el adversario a batir, una
gangrena anímica aún más lacerante que la del acero toledano; y en estas
lides, nuestros protagonistas se acuchillaron a sonetos de mala sangre.
Pero por si el andaluz tuviese poco con sentirse en Valladolid como un cálido
jazminero transplantado en el Polo Norte, se encontró con los primeros
poemas del cojitranco Quevedo, que bajo el seudónimo de Miguel de Musa,
buscaba la fama satirizando el alambicado estilo del cordobés; y Góngora se
defendió…
Así empezó la disputa. No en vano, Góngora tachó a Quevedo, entre otras
lindezas, de patán ignorante del griego que se afanaba en traducir y de
tabernario, refiriéndose a él como: “Francisco de Quebebo”.
El madrileño por su parte, no dudó en tildar a Góngora de clérigo huraño,
amigo de los naipes. Le dedicó a su oponente, publicado con el titulo: <<A
una nariz pegado>>; donde hace referencia a su prominente nariz.
24
APRENDO UN NUEVO POEMA.
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada mal barbado.
Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara medio viva,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era.”
Érase un hombre a una nariz pegada
Francisco de Quevedo.
25
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso lisonjera;
Mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas, que humor a tanto fuego han dado,
médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
Amor constante más allá de la muerte
Francisco de Quevedo.
26
Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno;
y las mañanas de invierno
naranjada y aguardiente,
y ríase la gente.
Coma en dorada vajilla
el Príncipe mil cuidados
como píldoras dorados,
que yo en mi pobre mesilla
quiero más una morcilla
que en el asador reviente,
y ríase la gente.
Cuando cubra las montañas
de plata y nieve el enero,
tenga yo lleno el brasero
de bellotas y castañas
Y quien las dulces patrañas
del rey que rabió me cuente,
Y ríase la gente.
Busque muy en hora buena
el mercader nuevos soles;
Yo conchas y caracoles
entre la menuda arena,
escuchando a Filomena
sobre el chopo de la fuente,
Y ríase la gente”.
Ande yo caliente y ríase la gente
Luis de Góngora
27
APRENDO UN NUEVO POEMA.
“Sueña el rey que es rey,
y vive con este engaño mandando,
Yo sueño que estoy aquí
disponiendo y gobernando
de estas prisiones cargado,
Sueña el rico en su riqueza,
más lisonjero me vi.
que más cuidados le ofrece;
y soñé que en otro estado
¿Qué es la vida?, un frenesí;
sueña el pobre que padece
¿Qué es la vida?, una ilusión,
sueña el que a medrar empieza,
y el mayor bien es pequeño;
sueña el que agravia y ofende,
y los sueños, sueños son.”
su miseria y su pobreza;
sueña el que afana y pretende,
y en el mundo, en conclusión,
una sombra, una ficción,
que toda la vida es sueño,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
La vida es sueño
Calderón de la Barca.
28
LAS FÁBULAS
Una fábula es una pequeña historia literaria, donde los personajes son
personificaciones de animales, plantas u objetos que actúan como nosotros los
humanos. Estos pequeños cuentos, tienen una enseñanza o moraleja que es
explicada al final de las fabulas.
Una fábula se caracteriza por mostrar un contenido moralizante, e intenta dejar
una enseñanza en quienes la leen. No son relatos muy largos, y contienen pocos
personajes.
VOCABULARIO
Moraleja:
enseñanza que nos
transmite valores
para ser mejores en
la vida. Suelen
aparecer al final de
cuentos y fábulas.
29
Ahora a leer…
Fábula: “La lechera” (Samaniego)
Iba una muchachita al mercado, a vender un cántaro de leche que le habían regalado.
- ¡Qué bien! -se dijo-. Con el dinero que me den por ella podré comprar muchos
huevos, de lo que saldrán después cientos y cientos de pollitos. ¡Qué alegría! Esos
pollitos, bien criados y alimentados, valdrán mucho dinero. Cuando los venda,
compraré un buen cerdo, al que engordaré con bellotas del campo.
Y así la lecherita seguía su camino, mientras en su imaginación el cerdo engordaba y
engordaba…
- Y por ese cerdo tan hermoso, convertido en jamones y chorizos, me darán lo
suficiente para comprarme una vaca con su ternero; éste se irá haciendo grande y
grande, y la vaca dará leche sin cesar. Con lo que gane podré comprar…
Absorta en sus pensamientos, le lechera tropezó con una piedra y, ¡oh, desgracia!, el
cántaro rodó por el suelo, derramándose toda la leche.
No sueñes con el futuro.
¡Vive el presente, que es lo seguro!
Actividades
Comprendemos las fábulas
1. ¿Qué personaje o personajes aparecen en el relato?
2. ¿Cuál crees que puede ser la moraleja?
30
Ahora a leer…
Fábula: “La cigarra y la hormiga” (Samaniego)
La cigarra era feliz disfrutando del verano: El sol brillaba, las flores desprendían su
aroma...y la cigarra cantaba y cantaba. Mientras tanto su amiga y vecina, una
pequeña hormiga, pasaba el día entero trabajando, recogiendo alimentos.
- ¡Amiga hormiga! ¿No te cansas
de tanto trabajar? Descansa un
rato conmigo mientras canto algo
para ti. – Le decía la cigarra a la
hormiga.
- Mejor harías en recoger
provisiones para el invierno y
dejarte de tanta holgazanería – le
respondía la hormiga, mientras
transportaba el grano, atareada.
La cigarra se reía y seguía cantando sin hacer caso a su amiga.
Hasta que un día, al despertarse, sintió el frío intenso del invierno. Los árboles se
habían quedado sin hojas y del cielo caían copos de nieve, mientras la cigarra
vagaba por campo, helada y hambrienta. Vio a lo lejos la casa de su vecina la
hormiga, y se acercó a pedirle ayuda.
- Amiga hormiga, tengo frío y hambre, ¿no me darías algo de comer? Tú tienes
mucha comida y una casa caliente, mientras que yo no tengo nada.
La hormiga entreabrió la puerta de su casa y le dijo a la cigarra.
- Dime amiga cigarra, ¿qué hacías tú
mientras yo madrugaba para trabajar?
¿Qué hacías mientras yo cargaba con
granos de trigo de acá para allá?
- Cantaba y cantaba bajo el sol- contestó la
cigarra.
- ¿Eso hacías? Pues si cantabas en el
verano, ahora baila durante el invierno-
Y le cerró la puerta, dejando fuera a la cigarra, que había aprendido la lección.
31
APRENDO UN NUEVO POEMA.
De una vieja que murió de amores.
Una vieja ha fallecido
de amor, y aquí se enterró.
Considere el advertido,
si enamorada murió,
qué tal habría vivido.
De una vieja que murió de amores
José Cadalso
32
APRENDO UN NUEVO POEMA.
Oigo, patria, tu aflicción,
y escucho el triste concierto
que forman, tocando a muerto,
la campana y el cañón;
sobre tu invicto pendón
miro flotantes pendones,
y oigo alzarse a otras regiones
en estrofas funerarias,
de la iglesia las plegarias,
y del arte las canciones.
Lloras, porque te insultaron
los que su amor te ofrecieron
¡a ti, a quien siempre temieron
porque tu gloria admiraron;
a ti, por quien se inclinaron
los mundos de zona a zona;
a ti, soberbia matrona
que, libre de extraño yugo,
no has tenido más verdugo
que el peso de tu corona!
Oda al Dos de Mayo
Bernardo López García.
33
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