INSTITUCIONES CULTURALES, CAMBIO INTELECTUAL E INMIGRACIÓN DOCENTE EN COLOMBIA 1930-1950 Informe del proyecto de investigación: Colombia: La República Liberal y los transterrados españoles: cambio intelectual, instituciones educativas y exilio republicano español, 1936 – 1950. Renán SILVA Indice Agradecimientos………………………………………………………… I Presentación……………………………………………………………… 1 I Enfoque, problema y fuentes………………………………………. 4 II La inmigración docente como posibilidad histórica…………… 14 III Política cultural e inmigración docente en el marco de la República Liberal.………………………………………………………… 41 IV Complejas relaciones entre las ciencias químicas y el nacionalismo……………………………………………………………… 65 Breves conclusiones……………………………………………………. 114 Orientación bibliográfica………………………………………………. 117 AGRADECIMIENTOS El autor agradece sinceramente a todas las personas que lo han ayudado en este trabajo. Como la lista es grande, en esta página se limita a agradecer a la Fundación para la Investigación de la Ciencias y la Tecnología del Banco de la República por su extraordinaria paciencia con este trabajo y con este investigador, quien por motivos que no vale la pena traer a cuento y que fueron casi siempre exteriores a él, se demoró el doble o el triple de tiempo asignado en principio para el trabajo. El autor desea así mismo reafirmar ante el Banco de la República y la Universidad del Valle, que apoyaron académica y financieramente este trabajo, que se encuentra abierto a todas las sugerencias que los evaluadores y lectores puedan presentar a este Informe de Investigación, y que en la medida de sus posibilidades está en la mejor disposición para incorporar en el futuro las recomendaciones que se le hagan, tanto sobre su contenido como sobre su forma. Renán SILVA I PRESENTACIÓN El presente texto corresponde al informe investigación del proyecto Colombia: la República Liberal y los Transterrados Españoles: cambio intelectual, instituciones educativas y exilio republicano español, 1936 – 1950, presentado a la Fundación para la Investigación de la Ciencia y la Tecnología del Banco de la República. El texto se compone de cuatro capítulos, una conclusión breve y la respectiva bibliografía. Por fuera de lo anterior se incluye un Apéndice, constituido por dos partes: un conjunto de breves fichas biográficas de algunos republicanos españoles y un conjunto de hojas de vida de exiliados españoles republicanos y de algunos inmigrantes docentes europeos que vinieron al país en los años que se estudian en este trabajo (1930-1950 de manera aproximada). El autor piensa que los dos apéndices son importantes en función de los análisis y las conclusiones de la investigación realizada. Los capítulos que comprende el trabajo pueden ser caracterizados de la siguiente manera, desde el punto de vista de su contenido y de su propósito: el primero de ellos consiste simplemente en una presentación breve del enfoque con el que hemos trabajado, reducido en esta presentación a sus elementos más definidos, desde el punto de vista conceptual. Durante todo el trabajo de investigación hemos adoptado los mayores cuidados para que el enfoque elegido no sustituya la realidad investigada. El segundo capítulo presenta el problema de la “inmigración docente” en Colombia en las décadas de 1930 y 1940. La idea es la de que América latina se convirtió en un polo de atracción para una gran cantidad de académicos europeos -no solo españoles republicanos-, que ante el avance del fascismo y la quiebra de las democracias occidentales, querían o debían abandonar sus países de origen, bien fuera porque la situación se hacía espiritualmente imposible para los hombres de cultura, bien fuera porque de manera directa sus convicciones políticas o su origen étnico los ponía en una situación de posibles víctimas de las fuerzas dominantes en Europa en los años inmediatamente anteriores a la Segunda Guerra Mundial o durante ésta. La idea del capítulo es la de que esa inmigración abrió posibilidades culturales de enriquecimiento muy grandes para los países de la región y en particular para Colombia. Se trataba de una gran posibilidad histórica: cómo y cuánto se aprovechó o dejó de aprovecharse, sigue siendo objeto de un debate histórico. El tercer capítulo busca precisar de qué manera la política cultural de los gobiernos designados en Colombia como la República Liberal (sobre todo los gobiernos de Alfonso López Pumarejo y Eduardo Santos) ofreció puntos de apoyo para que los inmigrantes europeos, y los exiliados españoles de manera particular, encontraran un lugar en la sociedad de acogida. En cierta manera se trató de una confluencia afortunada, cuyas grandes posibilidades desde el principio observaron algunos miembros del gobierno y partido liberal, y de manera muy precisa el presidente Eduardo Santos. 1 El capítulo cuarto es un estudio detallado de las relaciones concretas que se establecieron en una institución cultural de tanta importancia como la Universidad Nacional entre un destacado académico español –un químico-, formado en España, Alemania y Suiza, y sus colegas colombianos. En la introducción del capítulo se vuelve sobre algunos de los elementos que especifican la forma como se ha tratado de estudiar ese tipo de relaciones entre un grupo “establecido” y un recién llegado que al arribar no solo no conoce el medio al que llega, sino que tiene formas muy diferentes de plantearse los problemas de la vida académica. Solo hay que advertir, para evitar equívocos, que no se trata de un estudio de historia de las ciencias, sino simplemente de un análisis de “relaciones de fuerza” y formas de legitimidad en el campo académico. La conclusión del trabajo está presentada a la manera de una síntesis provisional y evita cualquier generalización imprudente, sobre un problema que en nuestra opinión apenas comienza a investigarse. El trabajo incluye una Orientación Bibliográfica, que no coincide exactamente con los trabajos que se citan a lo largo del texto. Sobre este punto hay que señalar que esa bibliografía se refiere de manera directa a los trabajos que hemos consultado durante cierto tiempo sobre el tema específico de la “inmigración docente”, con un fuerte acento sobre el exilio republicano español. Como esa Orientación Bibliográfica incluye algunos breves comentarios sobre los trabajos citados, puede verse como una especie de balance crítico de los estudios sobre el tema, que hoy mismo tal vez habría que actualizar, aunque los cambios del “estado del arte” parecen no ser mayores. Las fuentes secundarias que se citan dentro de los capítulos son, o bien referencias sobre el enfoque que hemos puesto en marcha, o bien referencias a literatura contextual, que aclara el panorama general de lo que estudiamos de manera particular. El Informe que se presenta a consideración de los lectores está construido sobre una lógica sencilla: pequeñas proposiciones que se fijan desde el comienzo de cada uno de los capítulos y ejemplos repetidos de hechos, de sucesos, de eventos, que marchan en dirección de esas pequeñas proposiciones, incluso para matizarlas y relativizarlas, no solo para afirmarlas. Ese trabajo de demostración, que no ofrece mucha complejidad, tiene sí la virtud de que está fundamentado en todos los casos en fuentes primarias, de archivo, regularmente inéditas, y no utilizadas con anterioridad. Todo lo que aquí se afirma proviene de la consideración de documentos de la época y tiene en cuenta las huellas efectivas que del proceso quedaron. El lector que no comparta las afirmaciones que aquí se hacen, puede dejarlas de lado, pero puede sacar cierto provecho para formar sus propios juicios a partir de la documentación que el trabajo aporta. El uso sistemático de fuentes primarias y el recurso permanente al ejemplo, como una forma elemental de demostración, crean una dificultad al investigador, que no puedo dejar de mencionar: el problema de la reiteración. Es decir que por cada uno de los sucesos estudiados podríamos aportar muchísimos más ejemplos y multiplicar las referencias documentales. El archivo que sobre el problema hemos reunido nos permitiría con facilidad multiplicar las situaciones y 2 los eventos. No nos ha parecido un buen camino, porque los ejemplos han sido propuestos por su valor heurístico y no por otra razón. Ni el “bibliografismo” recargado que hoy, sobre la base del uso de la Internet domina en la investigación, ni la extensión desmedida de los informes, nos parecen virtudes dignas de cultivar. El Informe propone y argumenta unas tesis. Solo espero que ellas no sean un despropósito y que lo que tengan de demostración esté logrado a través de los procedimientos con que de manera corriente se trabaja en el campo del análisis histórico. Después de haber estudiado por tantos meses el problema del que trata este Informe, soy el primero en comprender que no solo el problema no está resuelto, sino que estamos muy lejos de ello. Propongo pues algunos datos no conocidos o poco conocidos y expongo de manera tímida algunos análisis muy preliminares. Ofrezco disculpas de antemano por las repeticiones que el lector observará entre cada uno de los capítulos. 3 I ENFOQUE, PROBLEMA Y FUENTES * La historia es relativamente conocida. Por razones diferentes, los años 1930 son años fundamentales en la evolución política y cultural de España y de Colombia. En España se trata de cambios constitucionales profundos, que se concretan en lo que se denomina la Segunda República, que da al traste con la monarquía. En Colombia se trata del fin de la llamada hegemonía Conservadora y la llegada al poder de los gobiernos liberales, precisamente en 1930 y hasta 1946 (c). Bajo los gobiernos liberales toma fuerza la idea de la necesidad de la transformación de las viejas estructuras sociales, políticas y culturales, a las que se señala como freno a la modernización del país, a la dificultad de Colombia para ponerse a tono con el siglo XX, según se decía. 1 Dentro de este proceso de cambio, la modificación del vetusto sistema educativo nacional se planteaba como una de las metas centrales. Según la fórmula consagrada por la historiadora Aline Helg, se “trataba de civilizar al pueblo y formar las élites”. Para el primer objetivo se pensaba que la extensión de la higiene (en buena parte a través de la escuela pública), la generalización del alfabetismo, la reforma pedagógica (la “escuela nueva”) y la introducción en la enseñanza de mínimas nociones técnicas que sirvieran para calificar a los trabajadores manuales, serían suficientes. Para lograr el segundo objetivo –aquel de formar las élites- se pensó en la fundación de nuevas instituciones educativas y culturales y en la reforma de algunas de las ya existentes, y se intentó por distintos medios el concurso de profesores y sabios extranjeros que, buscados principalmente en Alemania (sobre lo cual ya existía una experiencia), en Francia y en Suiza, constituyeran un soporte para el proceso. 2 En el origen de algunas de las instituciones básicas de la cultura académica superior en el siglo XX colombiano se encuentra, mirado el problema con mínima objetividad, la acción de los liberales, aunque mucho más por la iniciativa de los propios jefes de Estado y de los círculos de intelectuales Las siguientes páginas recogen de manera revisada nuestros planteamientos iniciales al diseñar esta propuesta de investigación. Las incluimos aquí no solo por su carácter informativo acerca de algunas de las perspectivas del proyecto y de la investigación, sino porque ellas mismas fueron resultado de un trabajo de investigación, aunque de hecho las hemos vuelto a revisar e introducido algún matiz, mejorado la exposición y recortado sensiblemente su contenido. Por lo demás recogen algunos elementos de lo que puede ser llamado un “estado del arte”, punto al que casi ninguna referencia hacemos en los tres capítulos que forman el cuerpo central de este informe. 1 Cf. en general y para todo lo que se diga por relación con la República Liberal, Álvaro Tirado Mejía, “López Pumarejo y la Revolución en Marcha”, en Nueva Historia de Colombia, I. Bogotá, Planeta, 1989 y de manera más reciente R. Silva, República Liberal, Intelectuales y cultura popular. Medellín, La Carreta, 2006. 2 Cf. Aline Helg, La educación en Colombia: 1818-1957 [1984]. Bogotá. UPN, 2001. * 4 modernos de que supieron rodearse, que por acción de los miembros tradicionales del partido (los políticos de oficio), los que no se encontraban preparados para tal tarea, o simplemente no se interesaban en ella. Así pues, con la República Liberal llegan también al gobierno muchos de los jóvenes intelectuales que se habían formado sobre todo en el debate de ideas en los años 1910-1930, que tenían cierto grado de cosmopolitismo (viajes a Europa y a los Estados Unidos, lectura en lenguas extranjeras, correspondencia con sabios de fuera del país, conocimiento de la literatura moderna y en alguna medida de los desarrollos de la ciencia natural y las ciencias sociales modernas) y sobre todo gentes que estaban convencidas del papel de la educación y de la cultura en los cambios sociales. Instituciones básicas en la evolución cultural de Colombia en el siglo XX como son el Gimnasio Moderno, la Universidad Nacional, la Escuela Normal Superior, el Instituto Etnológico Nacional, el (malogrado) Instituto de Altos Estudios Sociales y el Instituto Caro y Cuervo son precisamente creación de la República Liberal y de sus intelectuales –no constituye un error incluir a la Universidad Nacional, pues bajo el primer gobierno de López Pumarejo se produce realmente una verdadera refundación de una institución que había perdido su vigor intelectual y hasta su propia naturaleza como centro de enseñanza superior y que se encontraba fracturada en una serie de escuelas y facultades, sin disponer siquiera de un campus propio que facilitara una actividad medianamente coherente. Como no es un despropósito incluir al Gimnasio Moderno, lugar básico de la temprana experiencia pedagógica liberal, que había sido fundado en 1913 bajo la idea de renovar y modificar el panorama educativo nacional, asumiendo la “revolución pedagógica” de finales del siglo XIX y principios del XX. Las instituciones mencionadas serán el lugar central de formación (de aprendizaje, pero en algunos casos de enseñanza también) de quienes han producido en Colombia obras que siguen siendo los modelos que una generación ha creado como base de la moderna investigación científica nacional. Para limitarnos al campo de las ciencias sociales, podemos mencionar a título de ejemplos los que son precisamente los casos más destacados: Jaime Jaramillo Uribe (El Pensamiento colombiano en el siglo XIX y Ensayos de historia social colombiana), Virginia Gutiérrez de Pineda (La familia en Colombia, y con Roberto Pineda Giraldo, Miscegenación y cultura en la Colombia colonial, 1750-1810), Gerardo Reichel-Dolmatoff (Los Kogi. Una tribu de la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia y Desana. Simbolismo de los indios Tukano del Vaupés, y con Alicia Dussán, The People of Aritama. The cultural personality of a colombian mestizo Village), con lo cual damos cuenta de la aparición de tres ramas básicas del saber científico moderno: la historia, la antropología y la etnografía de perspectiva etnológica. Por su parte, España, a partir de 1936 y hasta 1939, conoció una confrontación civil –la Guerra Civil española- de repercusiones enormes, uno de cuyos efectos típicos fue el llamado “exilio republicano español”, un éxodo y una diáspora constituidos no solo por gentes que participaban de los ideales de la República y se oponían al fascismo desatado por los insurgentes, sino también 5 por gentes que aún siendo partidarias históricas de la Monarquía, aceptaban el nuevo orden republicano consecuencia del curso democrático. Entre 1936 y 1950, pero de manera particular entre 1936 y 1939 España conocerá un fenómeno de emigración masiva que tendrá, en la perspectiva que nos interesa, un rasgo característico que define el proceso: la historia demográfica y social de España enseña que los españoles habían estado saliendo de su país a lo largo del siglo XIX para distintas partes del mundo –no solo bajo la forma de exiliados políticos liberales-, escogiendo como uno de sus destinos más constantes el de las Américas. “Cruzar el charco”, “hacer América” son expresiones que han perdurado en el lenguaje coloquial español, como recuerdo de algo que en el pasado fue una constante. Pero el exilio republicano español se caracteriza ante todo porque, a diferencia de lo que ocurrió sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX, no son trabajadores del campo ni obreros urbanos semicalificados los que toman el camino de la emigración. Ahora el viaje hacia América –en este caso América latina- será mayoritariamente el de gentes de alta cultura, el de profesores universitarios, el de periodistas, escritores y artistas, el de científicos, el de técnicos especializados en ramas modernas del saber, una emigración cualificada en términos de ciencia y de cultura que buscará dar continuidad a su trabajo de saber en América Latina, en donde, bajo ciertas condiciones que no se pueden idealizar, terminará encontrando un lugar apropiado para el ejercicio de su actividad profesional e intelectual y en donde al mismo tiempo cumplirá un papel esencial como matriz formadora de nuevos grupos intelectuales, como instrumento animador de la vida cultural, como núcleo de transmisión de muchos de los elementos de la cultura europea –sobre todo alemana, para el caso de la filosofía y la historia- y como elemento socializador en nuevos valores respecto del rigor en la actividad científica e investigativa. 3 La crónica de este suceso impresionante de emigración cultural es relativamente bien conocida para los casos de México –el principal lugar de acogida de intelectuales republicanos-, de República Dominicana –en donde el proceso no tuvo ninguna trascendencia y en cambio sí planteó inmensas dificultades- y de Argentina –en donde fue más el esfuerzo privado y familiar, antes que el estímulo oficial, lo que facilitó el proceso-, por la importancia cultural y científica de las gentes que llegaron a esos países o por el papel que desarrollaron en el campo editorial (Fondo de Cultura Económica, Editorial Losada, entre varios ejemplos), por las obras de pensamiento que tradujeron e Cf. Nicolás Sánchez Albornoz –con la colaboración de María Teresa Pochat-, El destierro español en América. Un trasvase cultural. Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1991. Para el contexto general de la situación española, entre una variedad de fuentes, muchas de ellas de gran calidad, cf. Manuel Tuñón de Lara – director-, Historia de España, IX, La crisis del Estado: Dictadura, República, Guerra (19231939). Barcelona, Editorial Labor, 1981. La publicación más reciente que sobre el tema de los exilios políticos en la historia de España conocemos es Jordi Canal (ed.), Exilios. Los éxodos políticos en la historia de España. Siglos XV-XX. Madrid, Silex, 2007 –de crear a este libro habría que tomar en serio la renovación de los estudios históricos en España sobre el tema de las migraciones. Se trata de un libro recomendable por más de una razón 3 6 introdujeron en nuestros países (Karl Marx o Max Weber, entre otros autores), por las corrientes filosóficas que fundaron o desarrollaron (como en los casos de María Zambrano o de José Gaos, traductor además de Heidegger) y por las instituciones que fundaron y animaron (el Colegio de México, por ejemplo). En el caso colombiano puede observarse, aun reconociendo lo inexplorado y trivializado del problema, que en el llamado “exilio republicano español” –que en el país no debió llegar a 100 personas, si nos fijamos estrictamente en el campo de los trabajadores intelectuales-, sus miembros funcionaron como grandes animadores culturales que encontraron un campo propicio y receptivo para su actividad en la propia política cultural de la República Liberal, y esto pese a la conocida actitud de rechazo que respecto de ellos mostró el partido conservador y gentes de la Iglesia católica, y aun algunos miembros del partido liberal. Se trató en general de un grupo que, sin tener siempre el carácter de “intelectuales destacados” que tuvo buena parte de quienes llegaron a México, sin haber gozado de la visibilidad que lograron en sociedades que atravesaban dinámicas culturales intensas (como son las casos de México y Argentina y aun de Chile), y sin haber podido gozar de las facilidades que ofrecía la existencia previa de instituciones culturales de alto desarrollo (como en México) o de colonias de recepción ricas y socialmente notables (como en el caso de los españoles de Chile), habiendo llegado a un medio social pueblerino y atrasado, sin mayores tradiciones de arte, cultura y ciencia, y sobre todo históricamente caracterizado por la ausencia de instituciones de cultura que favorecieran el libre desempeño de los “hombres de letras”, encontró un entorno de alguna receptividad cultural y puso una de las cuotas mayores en la formación de un nuevo ambiente para la ciencia y la investigación. 4 Jaime Jaramillo Uribe, quien tuvo contacto directo como discípulo en la Escuela Normal Superior con algunos de los miembros del exilio republicano español y fue luego amigo de algunos de ellos, ha indicado ese papel de animadores y formadores culturales de algunos de los miembros más importantes del exilio español. Así por ejemplo, hablando de Luís de Zulueta, escribe que “nos descubrió a quienes por entonces éramos jóvenes, lo que podríamos llamar, con mayúscula, la Cultura Europea de la época, en sus famosas conferencias dictadas en el Colegio de San Bartolomé”. Y hablando del gran historiador José María Ots Capdequí dirá que “el fue quien nos inició, nos descubrió y nos reveló muchos aspectos de la historia social colonial y el que incitó a muchos miembros de mi generación, y a mí mismo, a tomar en serio la historia colonial de nuestros países”. 5 Hay que mencionar, así de pasada, la importancia de la migración cultural alemana en Colombia. Sobre este punto también hay un vasto campo por explorar. Cf. –solo como ejemplo- Giorgo Antei, editor, KOLUMBIEN, Presencias alemanas en Colombia. Bogotá, 1998. 5 Jaime Jaramillo Uribe, “José María Ots Capdequí, historiador del derecho indiano”, en Politeia, No 12. Bogotá, Universidad Nacional, 1993, pp. 11-14. 4 7 Estado del arte de la investigación Dadas las condiciones ideológicas y políticas a que el régimen del General Francisco Franco sometió a la sociedad española, no es de extrañar que el problema del exilio republicano no se empezara a discutir hasta bien avanzada la descomposición de la dictadura y cercana la muerte del Caudillo. Es precisamente este hecho el que menciona de manera directa José Luís Abellán, el director de la obra más voluminosa –seis volúmenes- que hasta el presente se ha producido sobre el exilio republicano español en América Latina. Abellán escribirá que “A principios de 1973 un grupo de amigos empezamos a trabajar en un proyecto –la historia del exilio español en 1939- que nos parecía una laguna vergonzosa en nuestra bibliografía”, agregando que la mayoría de los españoles tenía un desconocimiento completo de ese suceso extraordinario, de tal manera que se hacía necesario “dar una información lo más exacta y precisa posible de lo que dicho éxodo había representado en nuestra historia política, cultural y social”. Abellán señala, en la introducción a la obra que dirigió, y que apareció en España en 1976 –cf. Vol. I-, que se trataba de producir una obra “pluralista, con autores y enfoques múltiples”, aspirando a elaborar la “primera historia de conjunto sobre el exilio español de 1939”, agregando que, y este punto es importante en nuestra dirección, “hemos puesto el acento en la información documental y bibliográfica”, para terminar señalando que: “Después vendrán otras obras de interpretación y exégesis o de análisis, pero se hace perentorio en un primer momento darle un carácter descriptivo e informativo que sirviese de base a otros enfoques”. 6 El propósito fue loable y la obra ha sido de inmensa utilidad –posiblemente el instrumento más valioso con que contamos en este terreno-, pero no es seguro que la empresa haya encontrado sus continuadores. Por lo demás, en el terreno mismo de la información, el propio profesor Abellán reconocía que el propósito había fracasado. Así por ejemplo, refiriéndose al capítulo sobre la “antropología en el exilio” -artículo encargado al conocido especialista Fermín del Pino-, uno de los campos en los que los exiliados republicanos más contribuyeron y en donde se encontraban representantes muy eminentes de esa disciplina en formación, se nos recordará que no se logró “hacer un análisis de lo que significó la aportación del conjunto de todos ellos [los antropólogos]”, limitándose [el autor] a elaborar una serie de fichas sobre diversos antropólogos, y aun así se trata de un listado incompleto… Sirvan estas líneas de justificación y de disculpa al lector”. Casi en el mismo momento en que apareció la obra dirigida por el profesor Abellán entró en circulación el trabajo importante (y también voluminoso) de Javier Rubio, que se ocupaba del mismo fenómeno, pero insistiendo mucho más en los aspectos demográficos, terreno en el que la obra tiene el mérito no de haber aportado cifras seguras, sino de haber favorecido la discusión, por la propia polémica que suscitó. José Luís Abellán –bajo la dirección de-, El exilio español de 1939, 6 volúmenes. Madrid, Taurus, 1976-1978.Cf. de manera particular la Introducción al primer volumen realizada por el profesor Abellán, p. 13 y ss. 6 8 Javier Rubio comienza su obra reconociendo lo mismo que Abellán había ya mencionado: la casi nula investigación sobre el problema en España. Escribirá entonces que, “aunque parezca sorprendente [el fenómeno migratorio] no ha sido objeto de un estudio válido de conjunto, a pesar de los cuatro decenios transcurridos desde que se inició la guerra civil”, y dio a su obra como objetivo mayor el de ofrecer “en forma coherente una visión global de este extraordinario fenómeno político-migratorio a través de una óptica esencialmente histórica”. 7 Sin embargo, el resultado global del trabajo, a pesar de que ha sido considerado un avance de investigación, no ha dejado al parecer contento a nadie, sobre todo en punto a las cifras propuestas, que es el objeto mayor de la obra de Rubio, de tal manera que los aspectos cuantitativos del problema siguen siendo un enigma, como lo reconoce el propio José Luís Abellán en una de sus obras más recientes dedicadas al exilio, lo que además ha llevado a la curiosa idea de que por qué los resultados del esfuerzo han sido infructuosos, la tarea debía abandonarse, como ha sugerido en obra reciente Luís de Llera Esteban, quien sobre el problema de las cifras reales del exilio ha escrito: “Poco importa – entre otras cosas porque las estadísticas existentes carecen de rigor…”. 8 De manera resumida podemos decir sobre la historiografía española del problema que, luego del largo y explicable olvido y silencio sobre el fenómeno, las obras que han aparecido se han caracterizado por ser primeras visiones más bien informativas sobre el suceso –como en el caso de la obra dirigida por J. L. Abellán-; o que se ha tratado de obras ante todo polémicas, por moverse en un terreno que produce grandes dificultades de análisis –como en el caso de la historia demográfica, en la obra de Javier Rubio-, suscitando polémicas que no han encontrado ningún terreno favorable de solución, recordando más bien el carácter altamente valorado y pasional que asumen las discusiones sobre el exilio sobre todo en España. Pero por fuera de estas dos obras, de méritos innegables, se puede decir que la mayor parte de los estudios publicados resulta de un valor muy discutible, por la dificultad de plantear un problema real de investigación, bien sea porque de entrada limitan su alcance al terreno simplemente testimonial, bien sea porque sus resultados no les permiten pasar de ese nivel. Como se escribe con relativa exactitud en una obra aparecida en 1991, “prácticamente todo lo anterior gira en torno al ámbito de la crónica histórica, testimonial o temática, y pocos han intentado estudiar los procesos formales del fenómeno”, lo que en buena medida se puede aplicar sin injusticia a la obra que señala esa crítica, obra en la que además, como en casi todas las demás sobre el exilio republicano español, el caso colombiano no ha sido nunca considerado, más de allá de cinco o seis renglones que repiten los hechos conocidos. 9 Javier Rubio, La emigración de la guerra civil de 1936-1939. Historia del éxodo que se produce con el fin de la II República Española. 3 volúmenes. Madrid, Librería Editorial San Martín, 1977, Vol. I, p. 13 y ss. El volumen III con un valioso apéndice documental. 8 Cf. Luís de Llera Esteban –Coordinador-, El último exilio español en América. Madrid, MAPFRE, 1996, p. 13; y José Luis Abellán, El exilio como constante y como categoría. Madrid, Biblioteca Nueva, 2001, pp. 69-70. 9 J. M. Navarro-Calderón, El exilio en las Españas de 1939: ¿A dónde se fue la canción? Madrid, Anthropos, 1991, pp. 14-15. 7 9 Al parecer los mejores trabajos sobre el fenómeno que nos disponemos a estudiar han sido el producto de académicos de los Estados Unidos. La amplitud conocida de las agendas de investigación de las universidades de los Estados Unidos, unida a la superpoblación de sus doctorandos, muchos de ellos carentes de temas de investigación, y al interés de una parte del mundo universitario por la vida política y cultural mexicana, sirvieron para que muy tempranamente aparecieran en los Estados Unidos –antes que en México y en Argentina- obras importantes sobre el exilio republicano español en América Latina, aunque ninguna de tales obras se ocupa del caso colombiano –con una excepción que más adelante señalaremos. Dentro de las obras sobre el exilio español republicano producidas en el ámbito de los estudios sociales en universidades de Estados Unidos, posiblemente la que más debe retener nuestra atención debe ser la de Patricia W. Fagen, no solo por su carácter temprano, por comparación con lo realizado en España -1973-, sino por su rica documentación, por su capacidad de dar una mediana forma conceptual al problema del que quiere ocuparse, y por la forma mesurada y práctica como hace intervenir nociones complejas como las de “intelectual”. El trabajo, en su origen una tesis doctoral, se ocupa con cuidado de trazar el cuadro inicial del surgimiento de la República Española y el comienzo de la confrontación que llevará a la guerra civil, en los términos en que el asunto es más o menos conocido; pero a continuación se detiene con cuidado en el estudio de las contribuciones académicas del exilio y sus repercusiones sobre la vida social en general, además de plantear y desarrollar el tema de las “asociaciones republicanas” en México, como uno de los elementos que necesariamente dieron densidad, profundidad y permanencia en esa sociedad a los exiliados, realizando un ecuánime balance del legado dejado por los españoles republicanos de 19361939. Aunque el libro de Patricia Fagen no se ocupa de Colombia, las pistas de investigación aportadas son notables, como notable fue su intento de quitar un poco de “lírica y retórica” al suceso examinado, prestando atención a los matices en cuanto a la forma de recepción por parte de la sociedad mexicana (“Huéspedes mal acogidos”), a las formas de “sociabilidad” desarrolladas por los inmigrantes (“La unión de profesores españoles en el extranjero”) y a las modalidades diferenciales de recepción de la comunidad española previamente establecida en México, trazando un “programa” que habría que continuar para el caso de las otras sociedades que recibieron a la emigración intelectual española, entre ellas la colombiana. 10 Patricia W. Fagen, Trasterrados y ciudadanos [1973]. México, FCE, 1975. Cf. también Loys Elwyn Smith, Mexico and the Spanish Republicans. Berkeley and Los Angeles, University of California Press, 1955, Julián Amo y Charmion Shelby, La obra impresa de los intelectuales españoles en América, 1936-1945 –Prólogo de Alfonso Reyes-. Stanford University Pres, 1950, y más recientemente, pero se trata de una obra que no conozco, Michael Ugarte, Shifting Ground: Spanish Civil War Exile Literature. Duke University Press, 1989. 10 10 En el caso colombiano hay que señalar que no existe una sola obra dedicada al problema, que pueda ser mencionada ni por su acopio documental ni por la calidad de sus análisis. El reciente libro publicado bajo el título de Memoria y Sueños. Españoles en Colombia en el siglo XX, constituye una crónica, en parte una hagiografía, que no dibuja ningún objeto de investigación, y que se contenta con recopilar datos, muchos de ellos conocidos, que no son sometidos a ningún proceso de elaboración ni de interpretación. 11 Posiblemente su mayor mérito sea el de incluir un C. D. que contiene informaciones brindadas por algunos de los transterrados o sus descendientes acerca de su experiencia en Colombia. Estas palabras que suscribimos no deben considerarse como una forma desatenta de dirigirse a otros trabajos de investigación. Lo que se señala es simplemente el carácter de crónica y recopilación inicial de ese tipo de trabajos, reconociendo que una crónica puede ser una contribución importante como materia prima para el análisis de un problema. 12 Por fuera de lo anterior, y teniendo como objeto central el significado del exilio republicano español, los debates en torno a los exiliados llegados a Colombia y las discusiones de prensa acerca de la Guerra Civil española y el advenimiento del régimen franquista, el texto que nos parece más importante y mejor elaborado, hasta donde llega nuestro conocimiento, es el que escribió hace ya muchos años el gran historiador David Bushnell y que ahora por fin se consigue en castellano. El texto muy detallado y cuidadoso respecto del objeto que se fijó –esencialmente la política colombiana frente a republicanos y franquistas, considerada a través de la prensa- fue citado por primera vez por Álvaro Tirado Mejía en su libro sobre el primer gobierno de López Pumarejo, antes de que fuera publicado en inglés en los Estados Unidos. 13 Una contribución que merece citarse por que se dirige de manera directa al problema que nos interesa –por lo menos a algunos de sus aspectos- es el trabajo de José Hernández García, La guerra civil española y Colombia 14 , un libro que reúne datos interesantes, que revisó una cantidad grande de prensa de esos años 11 F. Vejarano Delgado, M. E. Martínez y C. Hoyos Uribe, Memoria y Sueños. Españoles en Colombia. Siglo XX. Bogotá, Fundación Españoles en Colombia-Universidad Externado de Colombia, 2004, cf. de manera particular pp. 129-224. 12 Al trabajo anterior se puede agregar la monografía titulada Españoles en Colombia. Médicos y odontólogos exiliados a consecuencia de la Guerra Civil en España. Una aportación española a América –Madrid, Fundación Españoles en el Mundo, 1992-, trabajo que, por fuera de su tema, perfectamente localizado y particular, se constituye en una especie de homenaje de reconocimiento a un grupo social 13 Cf. Mark Falcoff and Fredrick Pike, The Spanish Civil War 1936-1939: American Hemispheric Perspectives. University of Nebraska Press, 1982. –He podido obtener una copia del artículo a la generosidad del profesor David Bushnell. –Cf. David Bushnell, “La guerra civil española, 1936-1939: perspectivas colombianas”, en Ensayos de historia política de Colombia, siglos XIX y XX. Medellín, La Carreta, 2005. 14 José Ángel Hernández García, La Guerra Civil Española y Colombia. Influencia del principal conflicto mundial de entreguerras en Colombia. Bogotá, Universidad de la Sabana/Editorial Carrera Séptima, 2006. En un plano más general habría que agregar el libro de Rodrigo de j. garcía Estrada, Los extranjeros en Colombia. Bogotá, Planeta, 2006, que se ocupa sobre gentes de otras partes que han venido al país, pero se limita al siglo XIX, ya que su interés es el del aporte de los extranjeros a la construcción de la nación en el primer siglo republicano. 11 y que se dirige ante todo a los aspectos políticos del problema y a las relaciones entren los gobiernos, aunque incluye una cierta cantidad de información sobre algunos exiliados republicanos, sin estudiar, porque no es su interés, el problema de la actividad académica de los republicanos españoles en el país. Trabajos que no toman como objeto directo el problema que nosotros nos proponemos enfrentar han arrojado en muchas ocasiones datos, nombres y cifras importantes para componer el cuadro del exilio republicano, sobre todo en el caso de la Escuela Normal Superior. Igualmente, y casi siempre con mucho más acierto, el problema ha sido mencionado en las historias parciales que de las universidades públicas o de algunas de sus facultades existen en el país. Pero en sus aspectos más definidos la rica aventura intelectual que significó para el país el exilio republicano español permanece por ahora en la oscuridad, y al parecer permanecerá por largo tiempo. La experiencia de trabajo nos ha dejado la idea de que las fuentes documentales para el estudio del problema si bien se encuentran dispersas y no son de fácil localización, son ricas y muchísimo más abundantes que lo que uno se imagina, al punto que si al principio el investigador puede quejarse por la falta de informaciones, recorrido un trecho del camino en los archivos lo que habría que quejarse es por las dificultades de tratamiento que plantea la riqueza y abundancia de las informaciones. En el caso nuestro hemos consultado las fuentes habituales de prensa que siempre se mencionan, las que muy poco citamos, pues reflejan los aspectos más conocidos del problema y los que tocas de manera menos directa con los problemas del orden cultural e intelectual y de trabajo académico. Hemos consultado durante largos meses los fondos llamados “Visas” en el Archivo General de la Nación. De ahí hemos extraído una buena cantidad de informaciones –amplias por el número pero pobres en cuanto al contenido- de solicitudes de ingreso, sin que se pueda establecer con exactitud si fueron respondidas de manera positiva o rechazadas. Se trata de datos importantes, pero complementarios para este trabajo. Las informaciones que más han resultado de interés para este trabajo son las que provienen del Archivo de la Escuela Normal Superior, de los fondos Ministerio de Educación –posesiones- del Archivo General de la Nación, de informaciones que aparecen el Diario Oficial (en donde se publican los registros de contratos y otros instrumentos civiles), pero esencialmente del Archivo Central de la Universidad Nacional, que ha sido para este trabajo el apoyo esencial. Sin embargo, por el volumen de información y por tratarse de un momento muy inicial de lo que llegará a ser un gran archivo en el futuro, por el escaso conocimiento que tenemos de tal archivo (sus fondos, sus secciones, sus laberintos, sus trampas), la consulta que hemos adelantado puede caracterizarse como puramente inicial y hasta superficial (si entendemos esta última palabra como una advertencia de que no hemos sido capaces por ahora de bucear en la profundidad de esa documentación, un hecho que es necesario reconocer. Hay finalmente una pregunta que plantearse en función de ese privilegio que hemos dado al Archivo Central de la Universidad Nacional y tiene que ver con la forma particular como nos hemos planteado este trabajo de investigación. 12 Hay que decir que este trabajo no toma la dirección de una crónica biográfica de un grupo social determinado –los exiliados republicanos españoles-. Tampoco estudia sus luchas desde Colombia por el regreso de la república en España. Lo que estudia este trabajo es la contribución de esas gentes exiliadas a la evolución cultural de la sociedad colombiana en un lapso de tiempo determinado. Sin embargo, no lo hace de manera abierta, apuntando a todo lo que pueda llamarse “contribución cultural” independientemente de su lugar y de su forma. En realidad lo que estudia es de manera precisa la intelectualidad académica o docente y lo que intenta establecer, de manera muy inicial, es la forma como las instituciones académicas locales fueron transformadas por el saber y las formas de transmisión de saber puestas en funcionamiento por los inmigrantes académicos llegados al país en esos años. Pero para estudiar este problema ha sido necesario plantearse al mismo tiempo el problema de las condiciones que favorecieron la recepción de los recién llegados –poco y de manera más bien implícita hemos señalado las condiciones que impedían o dificultaban su inserción en la sociedad académica local-: hemos estudiado pues la forma como los mecanismos de la política cultural (y la propia política en esa sociedad) favorecía su integración y su contribución en lo que hace un momento llamamos la sociedad académica local. Así pues se ha tratado de documentar una forma de relación inscrita en un campo institucional (por ejemplo la Universidad Nacional) o por lo menos en el campo de ciertos dispositivos o mecanismos de difusión cultural (como el programa de “extensión cultural”, que buscaba renovar la cultura habitual de las mayorías sociales en el país, por lo menos como propósito declarado). Tal vez sea necesario también señalar que a pesar de que este trabajo se planteó originalmente como un estudio del “exilio republicano español”, por el camino abandonamos esa perspectiva y preferimos mejor estudiar al mismo tiempo el exilio e inmigración europeos en general, no solo porque nos parece que no hay ninguna razón válida para establecer diferencias entre uno y otro, sino además bajo la relación que nosotros hemos trabajado y que venimos de indicar, hacer la separación no tiene mucho sentido. Esta que es una de las conclusiones de nuestro trabajo, ha terminado siendo también uno de sus presupuestos. 13 II LA INMIGRACIÓN DOCENTE COMO POSIBILIDAD HISTÓRICA Nuevos docentes para nuevas formaciones A principios de los años 1930 parece haber existido en Colombia una amplia conciencia dentro de la mayor parte de la dirigencia educativa nacional sobre la necesidad de transformar el sistema educativo del país, y en particular la enseñanza superior –que difícilmente podría definirse como un sistema coherente, organizado en consonancia con los cambios que atravesaba la sociedad-. Existía así mismo la idea de que esa transformación no podría hacerse sin el apoyo de especialistas extranjeros que fueron un apoyo para el proyecto de organizar sobre bases modernas el sistema educativo superior, una idea que se puede constatar por la presencia recurrente del tema de las “misiones extranjeras”. Los orígenes de esa nueva conciencia de cambio cultural y educativo no son fáciles de identificar con toda precisión, pero sus elementos más generales si pueden indicarse. El marco general del proceso se relaciona desde luego con el cambio que la sociedad colombiana experimentaba desde el fin de principios de siglo XX y que a la altura de la primera postguerra ya aparecía como un hecho reconocido, aunque se reconocía también su carácter incipiente. Con mucho más énfasis, por ser una condición menos general, debe recordarse la riqueza de la vida intelectual colombiana de los años 1920, años en de los cuales se destaca siempre una inicial transformación en el campo de las letras y las artes, y la aparición de por lo menos tres figuras –León de Greiff y Luis Vidales y Luis Tejada- que en el campo de la poesía y la crónica urbana desafiaban toda la tradición retórica anterior, a la manera de un anuncio prometedor de que algo había cambiado, y sobre todo de que algo podría cambiar en el inmediato futuro. 1 Se debe mencionar también la aparición de círculos intelectuales compuestos por médicos, abogados, periodistas, literatos –en un sentido aun muy tradicional- que reunidos en torno a una o dos voces mayores y a una pléyade de gentes realmente jóvenes –que son los “dirigentes espirituales” de la nación en los años 1930-, fueron elaborando una idea nueva sobre el futuro de lo que López de Mesa llamó la “nación colombiana”. En particular, dentro de sus variadas publicaciones, en las que nunca faltó la apelación al adjetivo “moderno”, hay que destacar a Universidad, una frágil publicación, topográficamente muy deudora aun del pasado, pero en donde se discutieron por primera vez o se volvieron a 1 Cf. para las informaciones básicas al respecto Hubert Pöppel, Tradición y modernidad en Colombia. Corrientes poéticas en los años veinte [1994]. Medellín, Universidad de Antioquia, 2000; Álvaro Medina, El arte colombiano en los años veinte y treinta. Bogotá, COLCULTURA, 1995; Gilberto Loaiza Cano, Luis tejada y la lucha por una nueva cultura. Bogotá, COLCULTURA, 1995. 14 discutir bajo otra forma, muchos de los problemas nacionales –una expresión de época- que luego serán el objeto de las reformas liberales de los años 1930. 2 De manera particular Universidad señaló un ideario cultural que ponía su centro de atención en los problemas de la educación, con lo cual reanudaba uno de los más fuertes intereses de las elites políticas colombianas a lo largo del siglo XIX, pero sobre todo durante el llamado periodo federal (c. 1860-1880), en la época de la gran reforma educativa liberal y de la fundación de la Universidad Nacional. En muy buena medida el ideario de reformas educativas discutidas en los años 1920, constituirá el núcleo del ideario de reformas de la llamada República Liberal después de 1930. 3 En el caso de la universidad pública colombiana, desde los años finales de la década de 1920 había tomado fuerza la idea -que será en los siguientes años todo un tópico, por lo menos hasta los años 1960-, de que la universidad debería ser un instrumento del desarrollo nacional y estar al servicio de los problemas del país, lo que planteaba el problema de su reforma, pues se reconsideraba como una institución respetable pero vetusta, a la que la Regeneración conservadora había sometido al silencio y a la rutina, y dispersado en una serie de “escuelas y facultades”, sin ningún nexo interno entre ellas, y sometidas a formas de saber y de transmisión del saber que permanecían desde hacía muchos años inmodificadas. La necesidad de incorporar nuevas disciplinas y formar para nuevas profesiones, el reconocimiento de la importancia del conocimiento de lenguas modernas y la idea misma de que ella se abriera a grupos un poco más amplios de la población, eran asuntos que –sobre todo- los liberales habían discutido ampliamente, aunque debe reconocerse que el empeño por la reforma educativa fue un interés de intelectuales liberales y conservadores, y que muchas de las bases de una educación con algún rasgo de modernidad fue introducida desde los propios años veinte por educadores que formalmente eran miembros del partido conservador. 4 Un aspecto clave para resaltar en este punto es el que tiene que ver con los políticos y educadores colombianos que habían viajado a Europa antes del proceso de llegada “masiva” de transterrados españoles y de inmigrantes intelectuales europeos. Los ejemplos principales son aquí los de Luis López de Mesa y –puede que mayor énfasis-, el de Agustín Nieto Caballero, quien conoció de manera forma directa a Jean Piaget y a María Montesori –quería invitar a esta última a Colombia a pesar de su edad-, realizó contactos con muchos estudiantes que adelantaban su formación en Suiza –como María Rodrigo, quien luego fundaría el Instituto Psicotécnico en la Universidad Nacional- y con algunos españoles (catalanes ante todo) del instituto Libre de Enseñanza de Barcelona, que vendrían luego a Colombia. Indicaciones bibliográficas precisas sobre las principales publicaciones del mundo intelectual colombiano de los años 1920 pueden verse en Ricardo Arias. Los Leopardos. Una historia intelectual de los años veinte. Bogotá, Universidad de los andes, 2007. 3 Algunos aspectos del problema mencionado en Renán Silva, República Liberal, intelectuales y cultura popular. Medellín, La Carreta, 2005. 4 Cf. Aline Helg, La educación en Colombia 1918 – 1957 [1984]. Bogotá, U.P.N., 2001, p. 111 y ss. 2 15 Posiblemente en donde el problema de la renovación se manifestaba de manera más aguda era en lo que tenía que ver con los responsables de las nuevas cátedras que suponían las nuevas formaciones académicas y aun en aquellas que debían modificarse de manera radical en función de los cambios que se comenzaba a introducir. Había pues que buscar profesores y no había otra forma para conseguirlo que mirar hacia el extranjero, si se quería proceder con realismo. La idea de traer al país académicos e investigadores no era desde luego nueva en Colombia y tenía antecedentes importantes en el siglo XIX (antecedentes de los que aquí no tenemos necesidad de ocuparnos), y realizaciones importantes en los años 1920, años en los que por segunda vez había venido al país una importante misión de educadores alemanes, algunos de los cuales permanecieron luego en el país, y quienes habían estudiado con todo cuidado aspectos sobresalientes de la educación colombiana, propuesto reformas importantes y habían logrado impulsar realizaciones que los gobiernos liberales no podían dejar de tener en cuenta, como efectivamente lo hicieron –de hecho se trata de cambios educativos que constituyeron parte de la génesis de la educación moderna en el siglo XX colombiano 5 -. La diferencia sin embargo consistía en que ahora los profesores buscados no lo eran para que realizaran a la manera de una misión oficial un diagnóstico de la educación colombiana. Se trató de la búsqueda a través de colombianos ilustrados que se encontraban en el extranjero o a través de los agentes consulares, de académicos que estuvieran interesados en venir a vivir a Colombia –o interesados en pasar un tiempo en Colombia-, dedicados a la enseñanza en cátedras precisas, en el marco de una reforma cuyas líneas centrales ya estaban señaladas. Los ejemplos se pueden multiplicar, pero desde ya podemos citar el caso del futuro presidente Eduardo Santos, mientras residía en París, en desempeño de un cargo diplomático y quien se ocupaba de manera directa de contactar académicos extranjeros para que vinieran a trabajar a Colombia, sobre todo, pero no exclusivamente, en el caso de republicanos españoles que se encontraban en Francia en situaciones muy difíciles, luego de su huida de España al estallido de la Guerra Civil o en los meses posteriores. [Cablegrama]. París, 26 de enero de 1938. MINEDUCACIÓN. Bogotá. Planes contratar Sánchez Albornoz aplazados. García Banús tiene propuestas de mexicanos. Pregunta si Colombia podría ofrecerle $ 400 mensuales. […]. No tengo compromiso ninguno, ruégoles resolver como mejor parézcales contestarme cable para avisarles. 6 En algunas otras ocasiones, los contactos parecían venir de meses atrás, antes del estallido de la guerra Civil en España, como en el caso del médico, especialista en histología, don Francisco Suárez López. Según relataba Enrique Caballero Escobar –quien trabajaba en la embajada colombiana en París- en carta escrita al rector de la Universidad Nacional en mayo de 1937, días atrás se había presentado a su despacho don José Gaos, como presidente de la Junta Delegada Cf. por ejemplo Aline Helg, La educación en Colombia, 1918 – 1957, op. cit. Biblioteca Luis Ángel Arango. Sala de Investigadores. Correspondencia Eduardo Santos. 26- 01-1938. 5 6 16 de Relaciones Culturales de España, quien representaba al médico Suárez López, preguntando si su invitación para venir a la “Facultad de medicina de Bogotá” se mantenía, según se había acordado desde muchos meses atrás. Suárez decía haber llegado a un acuerdo verbal con la Universidad para que regentara la cátedra de histología por dos años, a partir de enero de 1937, y Caballero Escobar quería saber cómo eran las cosas, pues no conocía ningún detalle al respecto, haciéndose “simplemente intermediario ante el ministerio para transmitir la pregunta que nos dirigió el señor Gaos”. 7 En muchos otros casos, y sobre todo en la medida en que la situación política en España iba tornándose más difícil, figuras políticas y redes de amigos y familiares se movilizaron para solicitar de manera oficial la colaboración educativa de profesionales que podrían servir a la enseñanza, al tiempo que lograban abandonar España. Este fue el caso por ejemplo de Pedro Mayoral Carpintero, que aparecía como invitado por el Ministerio de Relaciones Exteriores para dictar una serie de conferencias en el país, pero quien a pesar de la repetida insistencia de las autoridades colombianas, no conseguía el permiso para viajar, pues se encontraba, según las autoridades republicanas españolas, “prestando sus servicios en la sanidad militar en la ciudad de Valencia. 8 En otros casos, el avance del conflicto español permitió reactualizar contactos anteriores, como en el caso de Mercedes Rodrigo, quien a finales de 1938 se encontraba en Niza, y a quien Germán peña, director nacional de escuelas normales en Colombia, escribía: un funcionario de la Legación colombiana escribía: “Con el mayor agrado ha tenido conocimiento este despacho, por conducto de don Agustín Nieto Caballero, de que usted desea trabajar en el país”, para enseguida ofrecerle un primer contrato profesional que incluía el ejercicio docente y la “organización de un gabinete de orientación profesional”. 9 Las propias directivas de la Universidad Nacional habían iniciado contactos para el reclutamiento de algunos de los profesores que necesitaban e incluso en ocasiones no habían podido responder a las primeras ofertas recibidas, por UNAC. Secretaría General. 1937. 28-05-1937. –La carta de Caballero Escobar es de 2804-1937. –José Gaos hacía gestiones en París para ayudar a salir de España a profesionales e intelectuales que se encontraban en situaciones difíciles, como el doctor López Suárez, quien no conseguía una visa para abandonar territorio español, por falta de un contrato de trabajo. Este mecanismo fue utilizado de manera repetida tanto por los españoles que se encontraban en la Península, como por aquellos que, ya en plena confrontación y ante la caída de la República, habían logrado pasar los Pirineos y se encontraban en sitios de refugio o directamente en campos de concentración franceses. 8 UNAC. Consejo Académico. Rectoría. 1938. referencia 189. Vol. 21. No 65. Carta del 17XI-1938. El expediente incluye la Hoja de Vida de mayoral, un reconocido científico, que podía mostrar muy importantes realizaciones en el campo de la enseñanza y de la experimentación. Cf. en Ídem. Archivo 1939. Rectoría. Vol. 2. Oficio 253. 3-02-1939 (y varias fechas más), para seguir el curso del problema. Se anuncia a principios del mes de febrero que “Mayoral y su hijo Juan han logrado pasar la frontera y que se encuentran en algún lugar de los Pirineos franceses”. Finalmente, meses más tarde logrará atravesar el Atlántico y llegar a Bogotá, en donde encontrará a su hijo, que ejercía como odontólogo. En Ídem, oficio 60, puede verse la noticia acerca del académico Andrés Catala Morón, quien por esa misma época trataba de salir de España hacia Colombia, en donde había logrado una invitación como conferencista. 9 UNAC. Rectoría. 1939. Referencia 189. Vol. 25.- No 83.Oficio 220. 7 17 problemas administrativos o financieros, como parece haberle ocurrido a principios de 1937 al rector Gabriel Durana Camacho, quien había encomendado a Andreas Hermes, consultor técnico del Ministerio de Agricultura y Comercio comunicarse con personalidades dirigentes de la industria química alemana, con el objetivo de contratar los servicios del doctor Karl Rackmann, reconocida autoridad en el campo químico agrícola y director desde hace mucho tiempo de una de las más importantes estaciones agrícolas experimentales de Alemania, como profesor para la universidad Nacional. 10 Andreas Hermes pasa enseguida a recordar al rector Durana que habían sido arreglados ya, con su acuerdo, todos los aspectos de trabajo, de sueldo, de desplazamiento y que “repetidas veces usted confirmó el gran valor que la adquisición… significaba para el progreso de la Universidad y para los fines químico – agrícolas en general, expresando además la convicción de que el respectivo contrato se celebraría…”. 11 El caso es que el rector encontraba ahora dificultades para la realización del contrato, “debido al déficit en el presupuesto universitario”, lo que ponía en dificultades a Hermes ante su colega alemán. Andreas Hermes, en tono enojado, declaraba que “con el fin de determinar mi posición ante los señores de Ultramar… me veré obligado a exponer a los mismos, las razones de dicha negativa, por lo cual no puedo asumir responsabilidad alguna”, y terminaba su carta reclamando “los documentos y la fotografía del señor doctor Rackmann, para remitirlos a Alemania”. 12 Otro ejemplo en esta misma dirección tiene que ver con la situación del abogado y profesor de derecho internacional comparado Hermann Meyer Lindenberg, quien desde el año 1936 había convenido en prestar sus servicios al Gobierno de Colombia como docente universitario y como asesor en materias internacionales. Con la promesa del contrato seguro ofrecida por las autoridades universitarias en Bogotá y ratificada en París por Rafael Guizado, el encargado de la delegación colombiana ante la Sociedad de las Naciones, el profesor Meyer se apresuró, según cuenta, a retirar su candidatura de otras universidades a las que se había presentado como posible profesor y comenzó de inmediato los preparativos del viaje: organización de sus libros y materiales de trabajo, adquisición de objetos cotidianos necesarios para el y su familia, y compra de los tiquetes de barco, por la vía de Nueva York, pues tenía necesidad de visitar en esa ciudad a algunos de sus amigos, sobre todo al director de un Instituto de UNAC. Consultorías. Solicitudes. Cátedras y empleos. 1937. Vol. 1. Carta del 15-031937. 11 Ídem. 12 Ídem, p. 2. La lectura de la correspondencia de los rectores y secretarios generales de la Universidad Nacional bajo este ángulo indica que habían aprendido a enfrentar este tipo de situaciones, que eran repetidas, como habían aprendido a negociar contratos, a regatear salarios y a disimular la falta de buenas condiciones de trabajo que en algún momento se habían mencionado a los extranjeros contratados. 10 18 Investigaciones Sociales [¿Teodoro Adorno?], para el que en el último tiempo había de escribir un trabajo importante, que debo entregar”. 13 De esta manera el profesor Meyer se encontraba con las compras realizadas, los pasajes listos, su cita en Nueva York, pero con el anuncio de que el contrato aun se demoraba y, luego, con un gran silencio durante muchos días, por parte de las autoridades universitarias, las que no habían olvidado sus responsabilidades con el nuevo contratado, pero no encontraban como vencer las resistencias de la administración, en Bogotá, aunque intentaban de mil formas solucionar todas las trabas que la burocracia y la falta de recursos ponían a la formalización del contrato del nuevo docente. Mientras tanto, el profesor Meyer, deseoso de viajar a Colombia, y tal vez urgido de hacerlo, escribía, con un tono de agobio, al rector de la Universidad para que intercediera en su favor [lo que finalmente logró): La gran amabilidad que se me ha mostrado en las dos cartas oficiales… me da valor para rogarle a usted, Señor Rector, de darme las instrucciones necesarias para que me sea posible, sin retraso alguno, emprender mi viaje. Dada la falta de tiempo y la lentitud de las relaciones por carta, me permito aun la petición de enviarme esas instrucciones por cable, y los gastos que se ocasiones, dirigirlos a mi padre o deducirlos de mi paga. 14 Las iniciativas de visita corta o de estadía larga como profesores universitarios en Colombia multiplicaron los actores del proceso, pues además de las labores de cónsules y particulares, además de las gestiones de representantes en París de refugiados o de gentes perseguidas y de la propia acción de las directivas de la universitarias –no solo de la Universidad Nacional, caso al que nosotros nos limitamos aquí-, también intervenían las misiones consulares de países interesados en que gentes provenientes de esas patrias se trasladaran a América latina. Aunque los resultados no parecen haber sido exitosos, una de las legaciones consulares más insistentes fue la de Italia, cuyo ministro en Colombia, por ejemplo, escribía al rector de la Universidad Nacional presentando a cuatro aspirantes a cátedras de dibujo y arquitectura, un campo en el que la Universidad tenía mucho interés, aunque no sabemos cuál fue la respuesta del rector Roberto Franco en esta oportunidad, en que se presentaba como candidatos a los señores Pittini, Rossi, Becker y Maggiora, cuyas hojas de vida se incluían en la presentación. 15 Desde Roma también intentaban conseguir empleo en Colombia, en su Universidad Nacional, varios profesores que seguramente deberían ignorarlo casi todo respecto de tal país y universidad, lo que no debería importar mucho a gentes necesitadas de trabajo y a veces temerosas por su propia existencia, en una Europa que cada vez resultaba más difícil de soportar para quienes tuvieran una condición política, étnica o religiosa de las que empezaban a ser perseguidas. 13 UNAC. Consultivo. Solicitudes de Cátedra y Empleos. 1937. Carta para el rector de la Universidad Nacional de 25-01-1937. Meyer señala que ha estado aprovechando el tiempo, además, para el perfeccionamiento de lengua castellana: “… intensificándome mucho en el estudio del español”. 14 Ídem. 15 UNAC. Secretaría General. 1937. Carta de 30-12-1937 19 Así, desde la capital italiana, el encargado de negocios de Colombia informaba acerca del profesor Enrico Carboni, que deseaba enseñar derecho marítimo “en una de las universidades colombianas”, por lo cual interrogaba acerca de a qué autoridad debería dirigirse, entregando de una vez copia de su hoja de vida 16 . El funcionario colombiano hablaba también acerca del profesor Alfredo Albanesi, “quien manifestó el deseo de seguir a Colombia con un contrato para la enseñanza de la cultura italiana (literaria, filosófica, artística). Incluyo por lo tanto el curriculum vital de este profesor, así como su programa de enseñanza”, agregando finalmente que, Este profesor Albanesi me ha parecido una persona inteligente y culta, digna de toda consideración y aprecio. Además goza aquí de muy buena reputación científica. 17 Un hecho importante que se sumó a este proceso de “intercambio cultural” y de “migración docente” se relaciona con la aparición de una especie de interés manifiesto tanto en Estados Unidos como en Europa, por los países de América latina, en los que se descubría no solo potencialidad económica, sino ante todo, en estos años, la presencia instituciones de raigambre democrática, en las que antes no se había reparado, a fuerza de prejuicios sobre la “eterna inestabilidad de América Hispana”. Pero ahora, ante lo que aparecía como una inmensa “crisis de civilización”, ante las monstruosas persecuciones religiosas y raciales y ante la amenaza de una nueva guerra –estando aun fresco el recuerdo de la pasada conflagración-, muchos hombres de letras y de ciencia miraban hacia la desconocida América latina, en principio más por necesidad que por aprecio o por conocimiento. 18 Es difícil circunscribir con alguna exactitud los motivos de ese interés nuevo o renovado por la región, y en particular por Colombia, pero, por fuera de una cierta idea acerca del carácter democrático de la sociedad, todo hace suponer que se trataba de motivos diversos, motivos que de manera muy específica en nuestro caso, por lo menos en el nivel del conocimiento y las ciencias, se relacionaban con el interés de muchos países por enviar a sus expertos a estudiar problemas de botánica, de zoología, de geografía, de enfermedades tropicales UNAC. Secretaría General. 1937. Carta de 3-07-1937. Ídem. 18 La idea de Colombia como un país respetado en el exterior por su tradición democrática y sus instituciones republicanas, una idea que hoy puede sorprendernos, si tomamos en cuenta su presente inmediato, o las visiones generalizadas que existen sobre el siglo XIX y sus guerras civiles, era una idea seriamente considerada hacia los años 1930, sobre todo cuando se comparaba el país con los regímenes dictatoriales del Continente y se tomaban en cuenta las declaraciones de fe democrática de muchos de los políticos liberales. A principios de octubre de 1937, Luis de Zulueta escribía a su amigo y protector Eduardo Santos, luego de quejarse de lo mal que andaba el mundo y las amenazas que pesaban sobre él: “En cambio, aquí, en Colombia, y esa es mi segunda felicitación, la jornada electoral del pasado domingo constituyó un nuevo y libre plebiscito a favor de la candidatura suya. Estas elecciones parecen garantizar que su presidencia podrá ser una magnífica etapa de paz interior y de progreso económico y espiritual del país. La democracia colombiana es un hermoso ejemplo para América en estos momentos en que América debería ser un ejemplo para el mundo”. BLAA. Sala de Investigadores. Archivo Eduardo Santos. Caja 20. Carpeta 5, f. 652. 16 17 20 (como en el caso de la malaria), muchas veces con ayuda de sus universidades y de fundaciones extranjeras como la Rockefeller y comenzar procesos de intercambio con la instituciones colombianas. Pero en este caso se trataba de la realización de viajes de estudio, regularmente planteados como de tiempo corto, y desconectados al parecer de las realidades políticas del refugio y del exilio, aunque no por ello menos enriquecedores. Es claro que a la mayor parte de estas propuestas se respondió de manera afirmativa, pues el país parecía interesado en tales programas de investigación, aunque menos fortuna tuvieron quienes venían en viaje de estudios pero sin mayores apoyos económicos, aunque sí con presentación de una institución académica. El último caso que acabamos de mencionar puede corresponder al del abogado norteamericano de la universidad de Georgia Meldrin Thompson Jr, quien en septiembre de 1937 escribía al ministro de Educación Nacional, contando que era empleado de una compañía que producía obras jurídicas, pero que estaba “dispuesto a renunciar a esta posición de seguro futuro, en aras de mis ideales panamericanos, que ahora más que nunca representan el sueño de mi vida”. Thompson, que deseaba convertirse en un abogado comercial especializado en asuntos de comercio entre Estados Unidos y Colombia, quería pasar un año en el país, pero no disponía ni de una beca ni de recursos económicos, respecto de lo cual escribía: No siendo rico me parece importante suplicarle el favor de considerar la posibilidad de un canje en el que yo daría el cono cimiento que poseo sobre las leyes de mi país y recibiría en cambio lo más importante en Derecho Romano. Yo entiendo que ustedes poseen una cátedra de Derecho Sajón-Inglés, en la cual estoy muy bien preparado… Para su conocimiento añadiré que fui profesor de “Gobierno” en la Universidad de Georgia. 19 Un caso similar –del que también desconocemos mayores datos- puede ser el del medico H. Hamilton Cook, quien era presentado por el cónsul colombiano en Miami como “eminente cirujano y especialista en cirugía de la cabeza” y quien se encontraba interesado en visitar el país, dictar algunas conferencias en la Escuela de Medicina “y hacer algunas operaciones de cirugía de la cabeza como demostración de sus conocimientos científicos”, aunque no sabemos estrictamente con que motivos o expectativas. De todas maneras, el cónsul recomendaba su contratación para una vista con el fin de “dictar algunas conferencias” y “demostrar prácticamente sus conocimientos”. 20 Un caso aun más preciso en la dirección que hemos anotado de interés por la “naturaleza americana” –para decirlo a la manera del siglo XVIII-, es el del sabio austriaco Bernhard Hollinger, un experto en farmacia que había desarrollado lo que el llamaba “mi mapa de drogas en el mundo”, trabajo durante el cual había descubierto “la riqueza de su país en materiales químicos y plantas”. Hollinger, quien se presentaba como doctor en medicina y en filosofía y químico graduado en la Universidad de Viena, señalaba que había trabajo por UNAC. Secretaría General. 1937. Carta para el rector de la Universidad Nacional de 1109-1937. 20 Ídem, carta para el ministro de Educación Nacional de 28-06-1937, reenviada a la Universidad Nacional el 7-07-1937. 19 21 muchos años en la industria química alemana, checoslovaca y suiza y que había inventado “muchos y altamente valiosos procedimientos patentados, cada uno de ellos aplicado con éxito al bienestar público”. 21 Una de las ideas del profesor Hollinger era la de que a pesar de esa riqueza –no química sino botánica- al país se introducían “innumerables cantidades de productos farmacéuticos y de medicinas de patentes de varios países extranjeros”, cuando en el país esos productos podrían ser producidos y comercializados nacional e internacionalmente. Hollinger indicaba que buena parte de los productos que se expendían al consumidor no correspondían “en sus aspectos químicos y médicos a las necesidades referentes a la sanidad pública”, lo que exigía una investigación cuidadosa, para corregir el rumbo, pues la presentación de los productos médicos no era otra cosa que “una inteligente propaganda y… el contenido de los folletos [de los productos médicos] no representa la verdad completa”. 22 La carta de Hollinger, que combina un enfoque económico de los problemas (“por encima de todo debemos encontrar los medios de controlar importaciones y estimular exportaciones”), con un enfoque “humanístico, por decirlo así (“Este sería un problema –el de los malos medicamentos- que, resuelto con éxito, sería igualmente aceptable… para el bienestar público”], desemboca en la idea, que el pone de presente de manera explícita, a la manera de un ofrecimiento, de que el puede encargarse de la creación de un centro de investigación y fabricación de medicamentos científicamente orientados y apoyados en la botánica nacional, con lo cual, además de servir al bienestar público y al aumento de las exportaciones, se tendría una “ocasión natural de encontrar y dar empleo en el país y promover así la economía pública”. Su propuesta era exactamente la siguiente: Como consecuencia de mis vastos estudios científicos e investigaciones, yo estaría en capacidad de utilizar los recursos locales en elementos químicos y plantas y más tarde abrir un camino para la exportación a países extranjeros. Mi trabajo en esta esfera crearía una Institución de Estado levantada con ese fin y funcionando por sí misma y, antes de mucho tiempo, hasta daría una entrada extra al tesoro. 23 Aunque una mirada irónica podría encontrar en la carta al Presidente de una lejana nación suramericana cierta tono de vendedor de específicos que está buscando hacer negocios o salir de una mala situación en su lugar de origen, no hay duda que el “evangelio socioeconómico” que predica, por lo demás teñido de cierto tinte socialdemócrata, estaba en el ambiente de la época, como lo prueba el hecho de que la Presidencia de la República hubiera trasladado la carta al Departamento Nacional de Higiene y éste a la Facultad [así se lee en el membrete de respuesta] de Farmacología y Farmacia de la Universidad Nacional, la que, a través de su director, examinó con todo cuidado la propuesta y señaló que su Escuela [o Facultad] trabajaba en la misma dirección, “con el fin de obtener lo UNAC. División de Archivo y Correspondencia. 1937. Carta para el Presidente de la República. del 12-07-1937. 22 Ídem. “Esto puede decirse por lo menos del 50% de los materiales químicos”, según las estimaciones o las opiniones de Hollinger. 23 Ídem. 21 22 más pronto posible la preparación de drogas sintéticas que hasta hoy se han adquirido en el exterior y el aislamiento de los productos activos de nuestra flora, que ha permanecido completamente ignorada”. 24 Se apartaba el director de la Escuela de Farmacia de la idea de Hollinger de fundar un establecimiento exclusivamente industrial, que operara como un monopolio de productos médicos de base botánica, y pensaba que sería más interesante la contratación de Hollinger como profesor, para de esta forma preparar “para la industria un buen número de técnicos, aprovechando la organización de la enseñanza de esta Escuela y el material de los laboratorios del Departamento de Química, anexo a esta Facultad”, con lo cual de paso señalaba la forma radicalmente nueva como en la Universidad Nacional empezaba a plantearse el problema de las formaciones académicas, los usos de las disciplinas y la emergencia de nuevas profesiones. El director Luque terminaba señalando que: Sería conveniente que el Gobierno investigara de una manera seria las aptitudes y autoridad científica del doctor Hollinger, para evitar un fracaso si se llegara a contratarlo como profesor de la Escuela de Farmacia. 25 Localmente, las autoridades universitarias colombianas se empeñaron en entrar en relaciones con los gobiernos europeos y con los Estados Unidos, o directamente con sus universidades, para conseguir apoyos para sus propios candidatos, lo que se hizo no solo en la Universidad Nacional, si no en la Escuela Normal Superior, que logró patrocinio para algunos de sus mejores estudiantes y directivos (como Jaime Jaramillo Uribe y José Francisco Socarrás) en Francia, con participación del Gobierno colombiano en parte de los gastos. 26 Muy común fue que los profesores europeos interesados en salir de sus países buscaran apoyo en algunos de sus colegas que se había establecido con anterioridad en un nuevo país y habían logrado el acceso a las instituciones educativas. Este puede ser el caso de la asistente social y enfermera Gertrud Feick, quien se apoyaba en los buenos oficios del profesor Herrsnstadt, que trabaja en la Universidad Nacional, quien a su vez buscó el respaldo de Fritz Karsen, uno de los más respetados y valiosos docentes y orientadores de la Universidad en esos años, y quien en ese momento se desempeñaba como Asesor Pedagógico del Curso Preparatorio –la transición de la secundaria a la universidad-. Karsen escribía al rector de la Universidad que, Si no estoy mal informado, la Universidad Nacional está preparando cursos para enfermeras y empleadas de la asistencia social. Me parece posible que Ídem. Ídem. Carta para el Departamento Nacional de Higiene de 30-10-1937. 26 Por fuera de las recientes memorias publicadas por el profesor Jaime Jaramillo Uribe, en donde habla con alguna amplitud sobre este punto, pueden verse las muy simpáticas e ingenuas “memorias” o “recuerdos” de José Rozo Contreras, por años director de la Banda Sinfónica Nacional y quien adelantó sus estudios en Italia y en Francia, como becario del Gobierno colombiano. Cf. José Rozo Contreras, Memorias de un músico de Bochalema. Cúcuta, Biblioteca de autores Santandereanos, 1960. 24 25 23 se pudiera aprovechar los servicios de una experta en este ramo para dicha institución. El doctor Herrnstadt que en Berlín durante muchos años trabajó como alto funcionario en el ministerio de Asistencia Social, conoce de su trabajo a la señorita Gertrud Feick, que estima como una experta muy idónea de la asistencia social y de todos los asuntos de la enfermeras de toda clase y como una persona cultivada y bien preparada, conocedora de la teoría y de la práctica de dichas materias. La señorita Feick que pasó todos los exámenes alemanes existentes en la asistencia social, está graduada por el estado para prestar estos servicios. Domina el francés y el inglés, y aprende hace un año el castellano, de manera que entenderá y hablará este idioma con facilidad, dados sus conocimientos de otras lenguas. La señorita Feick… está dispuesta a venir al país, y creo que se pudiera engancharla en condiciones favorables para la Universidad. 27 Desde luego que en estas recomendaciones, aun viniendo de un académico como Fritz Karsen, tan interesado sinceramente en la Universidad Nacional y en la modernización de la educación para el cambio de la sociedad, debería haber un elemento de solidaridad y ayuda frente a alguno de sus compatriotas que empezaba a pasarla muy mal en Alemania, pero la lectura de la hoja de vida de la señora Fick convence de que se trataba de una académica graduada y experimentada, y en verdad en los planes de trabajo de la Universidad Nacional estaba la idea de crear una formación profesional en enfermería y asistencia social, que transformara la práctica de ese tipo de ejercicios profesionales y los contenidos y formas de enseñanza de lo que se llamaba la Escuela Nacional de Enfermeras, una práctica que, por lo demás, bajo su forma más extendida, se ejercía como una actividad empírica, sin mayores controles ni exigencias. Un caso que también se conoció fue el de los intentos de migración del país de acogida a uno nuevo, en donde podían encontrarse mejores condiciones de trabajo. México (como en el caso de Ots Capdequí), los Estados Unidos (como en el caso de Francisco Abrizqueta o de José Cuatrecasas) y Argentina (como en el caso del gran matemático Francisco Vera) fueron el norte para los españoles que llegaron a Colombia (en algún momento lo fueron también Caracas y Mérida en Venezuela, a donde fueron Antonio García banús y José Gómez Royo), pero Colombia fue polo de atracción para algunos de los profesionales y técnicos que habían llegado a Chile y a Ecuador, como en el caso del ingeniero austriaco Iwan Dobry, quien se desempeñaba en Quito como profesor de Electrónica y Radiotecnia en la Universidad Central, pero deseaba trasladarse a Colombia y en ese sentido escribía al rector de la Universidad Nacional, señalando que, Actualmente laboro en la Universidad Central de Quito… y antes he laborado como docente catedrático de la universidad de Viena, desde 1930 hasta 1938. Durante más de 25 años he ocupado las más elevadas posiciones en la gran industria alemana, los últimos 10 años como miembro del Consejo de Administración, director y jefe electrónico de la A.E.G. en Viena. […] UNAC. Secretaría general. 1937. Carta de 28-04-1937. La carta viene acompañada de la Hoja de Vida. 27 24 Mi nombre tiene buena reputación entre los especialistas eléctricos de muchos países. Me esforzaría con todo ánimo para dar mejor prestigio al renombre de su alta universidad y pondría todo mi esfuerzo en cumplir mi cometido y en mejorar y ampliar los cono cimientos de la juventud, orientándolos por nuevos derroteros, y así crear, si es posible, un centro electrónico que despierte interés en muchos estudiantes de América del Sur. 28 En el caso particular de España republicana, es sabido que el estallido de la revolución fascista, la consiguiente guerra civil y la victoria final del franquismo expulsaron de su tierra a un número grande de académicos españoles, que serán luego conocidos en América Hispana como “transterrados”. Pero se sabe menos que la pujante cultura intelectual de la España de los veinte se nutría de manera grande del pensamiento europeo y en buena medida del pensamiento alemán, tanto en las ciencias naturales como en la filosofía. Muchos de los académicos europeos que habían hecho suya como patria a España o como lugar de estudios (dos términos que tendieron a coincidir) optaron por países de América Latina (o los Estados Unidos) como lugar de su nueva residencia. 29 En el caso colombiano los casos de solicitud fueron varios, y podemos citar como ejemplos (fallidos) los dos siguientes. Primero el del doctor Walter Knoche, un científico alemán, con formación en filosofía, quien era especialista sobre problemas del clima y había hecho buena parte de su experiencia profesional en zonas de Bolivia y de Chile, país en donde había residido. En agosto de 1937 Knoche presentó ante las autoridades colombianas una solicitud de viaje de estudios al país, pues comprendía que su regreso a España, en donde se encontraba establecido como investigador desde 1934, investigando sobre “Las condiciones bioclimáticas de la colonización…en ambas Américas” y sobre “La Saharización progresiva. Desgraciadamente la Guerra Civil española puso término a estos estudios”. 30 Sin posibilidades de regreso inmediato a España –el creía que el exilio duraría un corto tiempo, como al principio lo pensaba buena parte de los exiliados españoles- deseaba ahora recorrer como investigador otras regiones de América latina que no conocía, entre ellas Colombia, país que ofrecía, según su opinión, “tantos estímulos al hombre de ciencia”. Como Knoche no era un hombre de recursos, solicitaba que se le eximiera del derecho de entrada, que el gobierno UNAC. Secretaría General. 1939. Carta para el rector de la Universidad Nacional de 1510-1939. 29 En particular para el caso de los exiliados españoles de formación científica –aunque incluye también muchos nombres de las nacientes ciencias sociales- cf. Francisco Giral, Ciencia española en el exilio (1939-1989). Barcelona, Anthropos, 1994. Igualmente puede verse, Nicolás Sánchez Albornoz –Compilador-, El destierro español en América. Un trasvase cultural. Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1991, las dos obras con marcado carácter testimonial, entre otras cosas por el hecho de que sus autores fueron dos eminentes sabios que por más de tres décadas estuvieron por fuera de su España natal. 30 UNAC. División de Archivo y Correspondencia. 1937. Carta para el ministro de Relaciones Exteriores de Colombia de (c) 30-07-1937. Knoche, que tenía un título de Ph. D., había hecho viajes de estudio por las Islas Canarias, Norte de África y Asia Menor, y con dineros alemanes había emprendido “una expedición científica con fines de observaciones aeroeléctricas y climáticas a la alta cordillera de Bolivia (1808-1809). 28 25 colombiano había impuesto a todo extranjero (250 pesos, cantidad no siempre fácil de conseguir, producto de una medida con la que se intentaba frenar la migración hacia el país, que muchos políticos se representaban, de manera alarmista y provinciana, a veces con visos de xenofobia, como “masiva” y “multitudinaria”) y proponía además que el “Supremo Gobierno de Colombia”, … me invite [a] dar algunas conferencias sobre las materias indicadas en mi curriculum y en la lista de estudios adjunta, sea en la universidad de Bogotá, o en otra parte, o que el gobierno me encargue algunos estudios de interés para el país; estos estudios podrían referirse p. e. a la climatología agrícola… repoblación de bosques. Sería tal vez posible que el Supremo Gobierno me pague una remuneración que me permite una estadía de cinco a seis meses en Colombia. 31 El otro caso que podemos considerar, refiriéndonos a solicitudes de europeos establecidos en España como investigadores y profesores, y que también querían salir de la Península o no podían regresar a ella, es el de Francisco Olivier Brachfed, un profesor húngaro (de Budapest), quien se presentó a la Legación de Colombia en Francia –París-, con una meritoria hoja de vida, contando que era un graduado de la Universidad de París, que enseñaba en Madrid (Facultad de Filosofía) literatura y humanidades, aunque también dictaba en Barcelona cursillos de sociología y psicología. Brachfeld manifestaba su deseo de realizar un viaje a través del país, “preparando una serie de artículos para diferentes agencias y órganos de prensa, a los cuales vengo colaborando desde hace varios años”, aprovechando además su excursión por Colombia para “preparar el contacto entre la realidad social y cultural colombianas, por un lado, y por otro el Instituto General Hispanoamericano de Sociología que se está fundando en París, y al que colaboraré muy intensamente, dirigiendo probablemente la nueva revista que dicha entidad se propone fundar”. 32 El funcionario encargado en París de estos asuntos, que era quien enviaba esta solicitud y la correspondiente hoja de vida, recordaba que “la situación actual de este país [España] lo obligó a salir y ahora desea ir a Colombia, y como pensaba que sus servicios tal vez podrían ser de interés para la Universidad Nacional, transcribía algunos párrafos consignados en su solicitud por Brachfeld, en que éste sintetizaba sus aspiraciones: … Mis pretensiones serían sumamente modestas y me contentaría con una cantidad que asegure mi viaje y mis principales gastos de alojamiento y vida. Me parecería lo más conveniente… la organización de varios cursillos paralelos, por ejemplo: 1. Un cursillo de sociología europea contemporánea (Alemania, Francia, Inglaterra, Checoslovaquia, Hungría)… 2. Un cursillo… en algún ateneo u otra entidad de divulgación y literaria, con cierto nivel intelectual sin embargo, sobre grandes novelistas y poetas europeos (Thomas Mann, Marcel Proust, Rainer María Rilke, Ídem. El doctor Knoche era miembro de numerosas sociedades sabias, entre ellas las Sociedades Geográficas de Frankfurt, de Nuremberg, y la Academia Imperial Leopoldina de Naturalistas Alemanes de Halle, y había sido condecorado por el Gobierno alemán con la Gran Medalla de la Cruz Roja. 32 UNAC. División de Archivo y Correspondencia. 1938. Carta para el Rector de la Universidad [Nacional] de 19-11-1937. 31 26 Alejandro Petöfi, etc.). 3. Un cursillo de psicología para maestros en alguna normal… Supongo que existen en Colombia varias normales de provincia. 33 Consideremos finalmente el caso de una solicitud presentada por el odontólogo I. Sanz de la Calzada, quien había escrito a su colega Sebastián Carrasquilla, director de la Escuela de Odontología –a quien conocía de manera indirecta, por algunas de sus publicaciones-, poniéndole de presente la necesidad urgente que tenía de trabajo docente o profesional, por lo cual pedía orientación “sobre la posibilidad de conseguir alguna ocupación en Colombia”. Sanz de la Calzada era odontólogo de la Universidad de Madrid, con varias especializaciones obtenidas en las universidades de Pensilvania y Nueva York, con una amplia experiencia en el campo de la odontología sanitaria, cuyo servicio había organizado en la ciudad de León. Se declaraba además conocedor de gran parte de los hospitales y escuelas dentales de América del Norte. Mencionaba así mismo el odontólogo que era candidato a la cátedra principal de odontología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid, una candidatura que se encontraba aplazada por los sucesos de la guerra española, lo que lo había obligado a partir hacia París, en donde practicaba diariamente en una consulta privada y en un consultorio de servicio público, encontrándose en la mejor disposición para dedicarse a la docencia, y contaba también que había sido seleccionado por la España republicana para representar al país en el Congreso Dental Internacional que se había celebrado en Viena, evento al que “no pudo llegar nuestra representación”, en razón de la situación política española. 34 Sanz de la Calzada aspiraba a ser catedrático integral en la Universidad colombiana. Sin embargo, tal vez tanteando el terreno, el odontólogo señalaba que en caso de no ser posible una vinculación integral a la docencia, “podría igualmente desarrollar… un ciclo de conferencias, tal vez organizadas por alguna entidad científica…”, señalando que también estaría en capacidad de participar en las tareas de una revista científica –una revista profesional moderna inspirada en las normas europeas o americanas, de cuya dirección podría encargarse, según el mismo lo indica, es decir, de manera resumida, que estaba dispuesto a aceptar cualquier clase de trabajo dentro de su campo, lo que quiere decir que su situación debía ser angustiosa en París. La mayor parte de esas solicitudes de ejercicio investigativo y docente en Colombia por parte de gentes que querían salir de sus países de origen –bien fuera por persecuciones explícitas, por amenazas o por temores de lo que podría suceder- y por parte de aquellos otros que deseaban visitar el país en corto viaje de estudios, fue respondida de manera negativa por las autoridades colombianas, casi siempre alegando carencia de recursos, aunque se reconociera la existencia de la necesidad de esos recursos para la puesta en marcha de la transformación de las instituciones educativas y culturales que se proponían los gobiernos liberales de los años 1930-1940. Ídem. Los cursillos en las normales de maestros son los que piensa Brachfeld que le permitirán hacer su viaje de estudios por Colombia. 34 UNAC. División de Archivo y Correspondencia. 1937. Carta de 4-08-1937. 33 27 Es difícil desde la distancia manifestar una opinión acerca de si en esa negativa hacían presencia otros elementos más, como el “patrioterismo”, distintas formas de nacionalismo, el miedo a la competencia académica o sencillamente una actitud de complacencia muy conservadora con el estado de cosas reinante y muy poco convencida de las exigencias de trabajo científico e investigativo que requería la transformación de la sociedad. Al odontólogo español se le respondió, señalando que en el caso de la Universidad Nacional, la contratación suponía ya el régimen de concursos –que existía aunque en sus inicios y era con frecuencia dejado de lado- y que no había programados en lo inmediato ninguno de ellos, aunque podría estar atento a su realización. 35 En todo caso, el examen de la documentación explorada y se trata de una parte mínima de esa documentación -referida además solamente a la Universidad Nacional-, deja la idea de que el país hubiera podido tener el beneficio de la experiencia cultural de docentes e investigadores que parecen, al tenor de sus hojas de vida, gentes experimentadas, que acumulaban una porción importante de la cultura europea y que se encontraban en la mayor disposición de trabajo, así fuera simplemente por la necesidad material en que se encontraban, aunque sus comunicaciones dejan entrever que en su deseo de encontrar un lugar para desempeñar su trabajo había mucho más que necesidad material. Pongamos de presente este último elemento señalado, pues en muchas ocasiones la insistencia en la necesidad material de empleo y de resguardo que había en los transterrados españoles y en general en los emigrantes culturales europeos, no ha dejado ver con claridad que ese hecho –normal e inocultable-, se acompañó en muchas ocasiones de una fuerte deseo de diálogo cultural, incrementado de manera particular en los refugiados españoles que volvían a descubrir ahora sus relaciones de lengua y de cultura con América latina. Tal vez cediendo a la idea ingenua de expresividad del documento citemos de manera completa una carta “reveladora” en la dirección anotada. Es la carta que desde Lausanne escribía en mayo de 1937 Clara Campoamor, “una de las mujeres más interesantes de España”, como escribía don Aurelio Tobón, el secretario del ministerio de Educación Nacional en el envío que hacía de la carta de petición de la exiliada Excelentísimo Señor Darío Echeandía [sic] Ministro de Educación Nacional Excelencia: Por indicación de algunos de sus compatriotas, a quienes me he dirigido en demanda de orientación, me permito molestarle con el ruego de que se digne prestar atención al deseo que voy a exponerle: He salido de España a fines del mes de agosto, después de haber permanecido en Madrid durante las seis primeras semanas de la revolución. La contemplación de cuanto ocurre, todo ello en pugna con mi criterio personal y con mi formación política republicana, me han decidido a tomar la resolución –en cuanto de mi voluntad pueda depender su realización- de intentar la posibilidad de hallar en América una actividad docente o cultural en armonía con mis capacidades, que me permita alejarme de España, por un largo tiempo, y aun definitivamente, si las circunstancias me favorecieran. 35 Ídem. 28 No obstante haber hallado algún medio de desenvolvimiento en otras latitudes europeas, deseo vivamente realizar mi viejo deseo de ir hacia ese continente. Hay en ello la razón sentimental de que en él no me encontraría sino a medias expatriada, y la razón de orden práctico de que mis actividades, que han tenido siempre por base el idioma, hallarían un clima más grato para mí Por ello me permito rogarle encarecidamente a usted que tenga la bondad de prestar acogida favorable a mi pretensión y estudiar la posibilidad de que pudiera hallar en su país una actividad docente, sea en relación con el idioma, sea en relación con el derecho. 36 Necesidades docentes locales y oferta internacional de recursos calificados Así pues, la situación política europea, las condiciones sociales y económicas de la primera postguerra, la quiebra de las instituciones democráticas y el consiguiente ascenso del nazismo y el fascismo, la persecución masiva por razones de etnia y de religión, que cobijó a un número muy grande de gentes dedicadas a las ciencias, las letras y las artes, y en ciertos momentos y regiones la propia crisis económica y la atmósfera de opresión intelectual, sumados todos esos elementos a cierto exotismo con que se concedía a la América latina, bien fuera como representación de una naturaleza inédita o bien como experiencia democrática original y desconocida, fueron todos elementos que crearon una importante oferta de docentes, analistas críticos, investigadores, profesionales y técnicos de alta calificación que deseaban salir de sus países, circunstancias que se acrecentaban en el caso de España, en donde cientos de intelectuales, artistas y profesionales debieron salir por razón de la Guerra Civil a que dio lugar el levantamiento franquista. América latina sería sentida por los que luego se conocerán como los “transterrados españoles”, como el albergue temporal –en principio-, por la comunidad de lengua y de historia, pero no menos por las facilidades que algunos de sus gobiernos, como los de México y Colombia, ofrecieron en algunos años, a los refugiados españoles, aunque desde el punto de vista de la amplitud del apoyo, de los recursos invertidos, de la solidaridad expresada, no puedan compararse las actuaciones de esos dos países. Debe hacerse énfasis en que en el caso colombiano las situaciones políticas y sociales antes mencionadas, que funcionaron como una importante oferta – estable o pasajera de trabajo intelectual-, se encontraron de manera muy sincronizada con la decisión de las autoridades de gobierno colombianas (sobre todo los responsables oficiales de la educación), de traer un grupo de docentes europeos que sirviera como refuerzo para la realización de sus nuevas propuestas educativas, una decisión que era compartida, apoyada y a veces impulsada por algunos intelectuales que habían vivido una experiencia de formación cultural en Europa y en Estados Unidos en los años 1920. UNAC. División de vida de la solicitante campo del derecho y años de existencia de 36 Archivo y Correspondencia. 1937. Carta de 24-05-1937. La hoja de convence de la importancia de su formación y de su trabajo en el de la política, en donde había logrado altas posiciones durante los la República. 29 En todo caso, no solo el país tenía alguna experiencia acumulada al respecto, sino que la Universidad Nacional había discutido el problema de manera precisa y hasta había delineado algunos elementos de política al respecto, desde comienzos del año 1936, por lo cual el rector en ese año, Gabriel Durana, podía dirigirse al personal directivo consultándole acerca de las contrataciones de profesores extranjeros que deberían hacerse, en función de las nuevas orientaciones académicas de la Universidad. Así por ejemplo, a finales de agosto, Durana escribía a la Escuela de Farmacia: Como la rectoría para el año entrante empezará a dar cumplimiento a la nueva reglamentación sobre el profesorado, [pregunto]… qué cátedras de las que integran el pénsum de la Escuela pueden ser regidas por profesores nacionales, por existir en el país y especialmente en esta capital personas capacitadas para hacerse cargo de ellas, y qué asignaturas necesitarían la traída de profesores extranjeros encargados de dictarlas de manera permanente, por tratarse de materias para las cuales no puede conseguirse en el país profesorado competente;. 37 a lo que tres días después respondía el director de la Escuela de Farmacia que, Como se anotó en el anteproyecto para el año 1937 enviado a esa superioridad, es indispensable la adquisición de profesores extranjeros para la enseñanza de ciertas asignaturas nuevas comprendidas en el pénsum de las especializaciones de farmacia biológica, farmacia química y farmacia experimental, que por ser carreras que apenas se inician entre nosotros, no es posible encontrar profesorado competente en todas las materias que integran dichos ramos. 38 Alfredo Luque continúa señalando que las necesidades de docentes eran mayores que las posibilidades económicas existentes en ese entonces, por las propias carencias de personal local especializado, pero que mientras tanto puede ser “suficiente para desarrollar en el primer año las cátedras del plan de estudios, la traída de cuatro profesores extranjeros que deben actuar en las siguientes cátedras…”, las que entra enseguida a mencionar, aunque no deja de poner de presente que la limitación es doble: de recursos humanos y de fuentes de financiamiento. 39 Así pues, la fórmula acordada por el Consejo Directivo con los profesores acerca de que los recursos docentes extranjeros solo deberían venir en caso de su ausencia en el plano local se cumplía y quedaba puesto de presente que sin el concurso de profesores venidos de otras partes del mundo el arranque de las nuevas formaciones académicas no sería posible, como de inmediato lo mostraba el caso de las prácticas que deberían organizarse en el Hospital San Juan de Dios, en las dependencias de Farmacia, cargo para el cual UNAC, Archivo. Escuela de Farmacia. 1936. 31-08-1936 (Oficio 579). Ídem, 3-09-1936. Hubo casos en que algunas escuelas informaron no tener necesidad ninguna de recursos docentes extranjeros, no sabemos si por razones de “nacionalismo”, o simplemente porque la necesidad no existía en ese momento: “Así, a la consulta del rector Durana, la escuela de Bellas Artes respondió –cf. Ídem. Escuela de Bellas Artes. Referencia 2-11. 1936. Vol. 1 (62 B)- el 31-08- que “todas las cátedras pueden ser dictadas por profesores colombianos y no hay ninguna que pueda ser integrada [sic] por un profesor extranjero”. 39 Ídem. 37 38 30 … insinúo al señor Rector el nombre del Doctor Isidoro Murtra Casanovas, farmacéutico de la Universidad de Barcelona, llegado recientemente a esta ciudad, cuyos servicios pueden aprovecharse ventajosamente en este para el cual no había podido obtenerse hasta hoy un profesor competente que prestara este servicio de acuerdo con las exigencias de la Escuela y las necesidades del Hospital. 40 De manera concreta, en su transcurrir cotidiano las situaciones eran un poco más difíciles de lo que aparecen en la decisión tomada de contratar a Murtra, pues de manera permanente se reproducía el problema de la falta de recursos económicos, lo que además desembocaba en un problema de “carga laboral” intensa (una situación que parece haber sido una constante de las obligaciones laborales que se impusieron a los docentes inmigrantes) y en ocasiones en la toma de decisiones que afectaban la distribución de puestos de trabajo y condujeron en muchas oportunidades a la supresión de algunos cargos, lo cual será en el futuro uno de los motivos que producirán tensiones y conflictos permanentes entre los recién llegados y los que anteriormente trabajaban en las escuelas. 41 En este caso de la Escuela de Farmacia que glosamos, el nombramiento de un nuevo responsable planteaba la necesidad de conseguir las partidas para el pago, por lo cual Alfredo Luque recomendaba al rector de la Universidad conseguir que se votara una partida en el Consejo Directivo, con aprobación del ministro –que asistía al Consejo-; y que en el caso de que no fuera posible, … insinuaría respetuosamente al Señor Rector la supresión del [cargo] de jefe de trabajos y de tres de los seis preparadores que hay actualmente en esa Sección, para dedicar el valor de esos sueldos al pago del profesor. 42 En el aspecto más general, dejando por un momento de lado a la Escuela de Farmacia –a la que volveremos-, entre 1936 y 1940 la Universidad Nacional parece seriamente interesada en hacerse, con grandes sacrificios económicos, al servicio de todos los recursos docentes extranjeros que necesitaba o que podría contratar, aprovechando además la coyuntura favorable que ofrecía la situación europea, que además debió abaratar mucho el trabajo calificado, pues antes que académicos solicitados de manera rogada y expresa, se empezaba a contar con una amplia oferta de gentes que lo que querían era huir de lo que parecía ser el Ídem. Los casos de respuesta negativa dada a los ofrecimientos de académicos muy acreditados por falta de fondos fue repetida, y un inventario completo de este punto ayudaría mucho a modificar la idea de que al país no solo no quería venir ningún exiliado español –o inmigrante europeo-, sino que los que vinieron eran gentes de calificación intelectual apenas aceptable. Cf. al respecto, por ejemplo, el oficio 956 del 24-04-193? Del Ministerio de Relaciones Exteriores sobre la imposibilidad de acoger a los profesores Francisco Ruiz Funes y Cirre Jiménez, quienes se encontraban en Bélgica, habiendo huido hace poco de España. El ofrecimiento se había hecho a través de Francisco Umaña Bernal y la falta de presupuesto la certificaba Otto de Greiff, como secretario de la Universidad Nacional. –Por fortuna poco tiempo después los dos académicos lograron pasar una corta temporada de trabajo en el país. 42 Ídem, 3-11-1936 (Oficio 961). –El nombramiento de Murtra efectivamente se produjo – por Resolución 134 de 1936-, pero no sabemos si hubo que recurrir al expediente de suprimir cargos y despedir trabajadores. 40 41 31 próximo infierno europeo. De hecho en muchas ocasiones se rechazó el ofrecimiento de servicios docentes y profesionales por parte de especialistas de alta calificación que querían venir al país a trabajar, o simplemente salir de sus países, aunque al principio no tuvieran una idea clara de si permanecerían o no en el país de recepción. 43 Así pues, por fuera de las contrataciones, fácilmente explicables, que desde tiempo atrás se hacían para la Escuela de Música (o Conservatorio de Música) 44 , se produjeron muchas otras contrataciones, todas temporales –casi siempre por 12 meses, pero renovadas muchas de ellas de manera constante por años- y cubriendo campos muy diversos de saber, de formación profesional y de origen territorial de los contratados (Estados Unidos, Francia, Alemania, Inglaterra). 45 La mayor parte de esas contrataciones se relacionaba con problemas clave de lo que ya se mencionaba como el “desarrollo nacional” y planteaba el problema de la creación en la Universidad de formaciones académicas desconocidas o por lo menos la modificación de la forma tradicional como muchas de ellas se adelantaban, como en el caso particular de ingeniería, el derecho y la medicina. Así por ejemplo, desde 1936 se discutía sobre la importancia del estudio de las enfermedades tropicales y en una sesión del Consejo Directivo el rector de la Universidad habló sobre la venida al país, por esos días, del profesor Muhlens, especialista en enfermedades tropicales, declarando la conveniencia de que se le invitara por parte de la Universidad. El consejo aprobó la invitación al mencionado profesor y la asignación de una partida de 500 pesos para gastos de permanencia. 46 Un año después el rector de la Universidad hablaba de la necesidad urgente de organizar un laboratorio de enfermedades tropicales, una idea que ya había sido planteada meses atrás, y recomendaba aprovechar “lo Cf. por ejemplo UNAC, T. 8, 1938, 17-01-1937, en donde se niega la solicitud, tramitada a través de la Legación colombiana en París, para la venida del profesor Olivier Brachfeld, porque la “Universidad no tiene en el momento cómo ocuparlo, como se decía en la respuesta al ministerio de Educación, aunque desde luego había también problemas de recursos económicos. Una hoja de vida puede ser el soporte de muchas cosas que no sean ciertas. Pero buena parte de las hojas de vida que hemos tenido oportunidad de revisar dejan la idea de una oferta de trabajo intelectual realmente muy calificada y dejan la impresión de que el país no pudo aprovechar en ese momento uno de las mayores posibilidades que tenía para lograr un apoyo esencial para modificar, sobre la base del trabajo calificado, muchos de los que eran sus principales problemas económicos y sociales. Cf. Apéndice con selección de Hojas de Vida al final de este trabajo. 44 Cf. por ejemplo UNAC, Actas Consejo Directivo, T. 1, 25-06-1936, en que “Se da lectura al informe elaborado por la comisión designada para estudiar los contratos elaborados por el síndico de la Universidad y los ciudadanos alemanes […] sobre prestación de servicios en el Conservatorio Nacional de Música, como profesores de violín, de viola, de violonchelo y de baile clásico respectivamente…”. Los contratos fueron efectivamente celebrados. 45 Cf. por ejemplo UNAC, Actas Consejo Directivo 1937, 21-05-1937, en donde el rector de la Universidad da cuenta de las invitaciones hechas a los profesores franceses Raoul Brandon y Paul Rivet, “que han sido invitados por la Universidad para venir en diciembre, subvencionando al primero con gastos de viaje y permanencia…”. El profesor Brandon dictaría doce conferencias y trabajaría en la organización de la Escuela de Bellas Artes, labor que junto con la organización de la formación en arquitectura terminaría recayendo luego en otros docentes, varios de ellos de origen extranjero. 46 Cf. UNAC, Actas Consejo Directivo 1937, 21-05-1937. 43 32 servicios de un eminente especialista español”, aunque algunos de los otros consejeros recomendaban esperar un poco y aprovechar el regreso de alguno de los médicos colombianos que en ese momento terminaban en el extranjero sus estudios de especialización, estudios que habían realizado con becas oficiales. 47 Los profesores fueron llegando y fueron ocupando sus nuevas posiciones e integrándose a la vida de la Universidad y a la vida del país, con las dificultades legales y sociales que eran de esperarse. En cuanto a las dificultades legales debe mencionarse el problema de la separación entre el ejercicio profesional y el ejercicio docente –común a muchas legislaciones-, lo que hacía que se le permitiera al docente recién llegado el ejercicio de su cátedra, pero no el de su actividad profesional –por ejemplo en el caso de un ingeniero, o de un médico, de un arquitecto o de un abogado. Este último caso, sin que sepamos cuál fue la solución adoptada, fue discutido por el Consejo Directivo de la Universidad, en el momento del contrato del profesor Hans- Meyer Lindenberg, pues se decía que su nombramiento no incluía el “ejercicio profesional sin limitaciones”, ya que sus servicios se habían solicitado como docente y el desarrollo pleno de su actividad profesional se estimaba que representaba “una fuente de desventajosa competencia con los nacionales”, introduciéndose por esta vía uno de los temas mayores en las tensiones con los inmigrantes –la competencia al trabajo nacional, uno de los temas más constantes en el periódico El Siglo-. De todas formas el contrato se aprobó, porque la calidad de las referencias académicas del jurista eran notables, tal como informó la comisión nombrada para tal efecto, pues, según el redactor del informe, el profesor Gerardo Molina, el currículo vital del profesor Meyer era plenamente satisfactorio y las referencias a su favor de parte del profesor Burkhart de Reynold, conocido internacionalista y profesor del Instituto Universitario de Estudios Internacionales de Ginebra, dejaban por fuera de toda duda sobre sus calidades. 48 La asimilación al nuevo medio cultural e institucional Es claro que por fuera de las tensiones estructurales (laborales, académicas, de competencia) los docentes extranjeros conocieron muchas más dificultades, lo que de todas maneras no hizo imposible su adaptación, lo que finalmente deja la UNAC. Actas del Consejo Directivo 1938. 8-06-1938. UNAC, Consejo Directivo, 1936, T. 2, 19-09-1936 (Proposición 88). En general los profesores llegados, en virtud de sus salarios, tuvieron necesidad de recurrir a un segundo empleo, no siempre docente, lo que hicieron sin mayores conflictos con la Universidad, incluso a veces con autorización expresa de la Institución. Cf. por ejemplo para 1950 la respuesta positiva que la rectoría de la Universidad da al profesor Ots Capdequí, quien había presentado una solicitud para poder dictar su cátedra de Derecho español y derecho indiano en la Universidad Externado de Colombia y en el Colegio Mayor del Rosario, mientras se desempeñaba como docente en la Universidad Nacional –UNAC. Archivo Rectoría 1950, 15-02-1950-. Sin embargo, la tensión que se albergaba aquí y que muchos alimentaban, entre trabajo escaso y extranjeros que ocupan los puestos de trabajo, no dejará de ser la causa de muchos de los enfrentamientos con los docentes inmigrantes. 47 48 33 idea de una adaptación lograda, como lo han sido todos los procesos de migración de extranjeros hacia Colombia a lo largo de su historia. Esas dos dificultades que mencionamos tienen que ver con el conocimiento o el aprendizaje “in situ” de la lengua –desde luego que esa dificultad no se planteaba para los exilados españoles-, por una parte, y con los métodos pedagógicos utilizados, por otra. Respecto de la lengua hay que señalar que los académicos que llegaron al país, sobre todo los de más alto nivel, eran por lo menos bilingües –como lo indican muchas hojas de vida-, y además gentes familiarizadas con el inglés, como en el caso de los docentes alemanes, que conocían el francés, muchas veces el castellano y leían en inglés, y que en todo caso, cuando no conocían el castellano mostraban una gran disposición para el aprendizaje de la nueva lengua. Las autoridades de la Universidad Nacional, a través de los cónsules se preocuparon mucho por dejar bien establecido este hecho, pero no hay duda de que algunos de los docentes llegaron sin conocer la lengua, o sin conocerla de manera cuidadosa. El contrato con el profesor Rudolf Hommes, por ejemplo, dejó establecido en una cláusula precisa, que Hommes dentro de un tiempo prudencial deberá aprender la lengua, cláusula que figura también en el contrato de muchos de los músicos que vinieron a trabajar al Conservatorio Nacional. En el caso de R. Hommes se decía que: El señor Rudolf Hommes se compromete a aprender el español en el menor tiempo posible. Si al comenzar el segundo año de vigencia de este contrato, el contratista no conoce el español con suficiente habilidad para hacerse entender de sus alumnos o del personal administrativo, el gobierno nacional podrá rescindirlo sin obligación ninguna diversa del pago de viáticos. 49 No hay menciones repetidas que indicaran que se trató de un escollo insuperable, pues al parecer el dominio de la lengua se logró, por lo menos, como era de esperarse, como segunda lengua, lo que no parece muy sorprendente, si se tiene en cuenta que eran adultos en situación de aprendizaje, en un momento en que la lengua materna se encontraba perfectamente afirmada, y por la situación de refugio aparecía, como para muchos exiliados, como la patria misma. Solo en contados casos parece haber existido alguna dificultad mayor. Esta puede ser la situación en la que se vio el profesor alemán Rothstein, según lo que se consigna en una de las actas del Consejo Directivo: …El rector da cuenta de la resistencia por parte del profesor Rothstein a hacerse cargo del curso de música en el año preparatorio. El secretario informa que el señor Rothstein le manifestó las razones que tenía para negarse, como son su gran dificultad para expresarse y el temor de ser el hazmerreír de los alumnos. 50 La otra dificultad tuvo que ver con los métodos pedagógicos. No hay duda que muchos de los profesores que vinieron a servir como docentes en estos años Diario Oficial 23638. 24-11-1937. UNAC, Consejo Directivo Actas 1937. T. 3, 19-03-1937. El hecho puede ser visto ahora simplemente como “simpático”, pero en ese entonces puede haber sido una causa de sufrimiento del docente, mientras asimilaba la nueva lengua. Recuérdese que se trata de refugiados, lejos de sus patrias, que pasaban por un mal momento, y dispuestos por lo tanto a aferrarse a su lengua como fuera. 49 50 34 en la Universidad Nacional tenían formas de trabajo que, sin entrar a valorarlas, deberían tener grandes diferencias con las que aquí eran habituales. En muchas de las representaciones estudiantiles que se escribieron en momentos de conflicto, los estudiantes dejan la sensación de que sienten el trabajo estudiantil como una sobrecarga de trabajo y de que se encuentran sometidos a una “forma de hacer” que les es ampliamente desconocida, un punto que podremos ejemplificar de manera amplia cuando hablemos acerca de la modalidad pedagógica del “semanario”, una de las formas de trabajo más polémicas que los nuevos docentes trataron de implantar en la Universidad, en compañía de algunos de sus colegas nacionales, y que fue una forma ampliamente controvertida por profesores y estudiantes y rechazada por estos últimos bajo la forma abierta de un conflicto de rechazo. Podemos por ahora contentarnos con citar un caso interesante de oposición dividida de los estudiantes frente a los métodos pedagógicos de sus nuevos maestros, para mostrar las complejidades de la situación. Se trata de la evaluación que los estudiantes de música hacen de sus profesores alemanes, en una solicitud en la que precisamente están pidiendo la renovación del contrato de tres de ellos y en donde indican que “Está por demás anotar la buena labor desarrollada en esta institución por los profesores antes mencionados, que han creado una cultura superior a la existente en los años anteriores”, aunque agregan al mismo tiempo que “la traída o nombramiento de nuevos catedráticos para regentar los cursos a cargo de los señores [profesores]… produce trastornos, los inconvenientes que nacen de la aplicación de distintos métodos de enseñanza, y el aprendizaje bajo estas circunstancias nos puede perjudicar”, con lo que declaran al mismo tiempo que la introducción de un método nuevo, siempre plantea problemas, particularmente en un campo como el de la enseñanza musical, en donde la pedagogía resulta tan difícil, las relaciones son tan autoritarias y las formas de identificación y transferencia tan habituales, pero que ya parecen haber asimilado los nuevos métodos que les han impuesto sus profesores alemanes, de los que ahora solicitan renovación de su contrato. 51 Una observación más, de nuevo contextual, antes de avanzar en el análisis del problema específico del que queremos ocuparnos. Una circunstancia más pesaba sobre los profesores europeos que enseñaban a finales de los años 1930 y los años 1940 en la Universidad Nacional: el espectro de la guerra y de la política internacional, un elemento que contribuyó en muchas ocasiones a hacer difícil el desempeño de su labor. No nos referimos en este momento a los ataques que el periódico El Siglo diariamente, durante varios años (¡sin exageración!) adelantó contra los docentes europeos (sobre todo si observaba en ellos algún antecedente judío, lo que no era tan difícil) y de manera muy particular contra los exiliados españoles, quienes de manera sistemática eran tratados como “rojos”, “comunistas” o “anarquistas y “ateos”. 52 UNAC, Conservatorio Nacional de Música. Archivo. Facultad de Artes. Vol. 4. 1939. 1704-1939. Los profesores eran Frolich, Rothstein y Wallenger. 52 Un caso significativo, por lo constante y por lo injustificado, lo mismo que por los niveles de desinformación a partir del cuales se hacían las acusaciones, es el que tiene que ver con los repetidos ataques del periódico El Siglo contra el profesor Fritz Karsen, uno de los mejores servidores de la Universidad Nacional, en cuanto a la formación de la 51 35 Nos referimos más bien a la “atmósfera política” de la que eran rodeados en virtud de las circunstancias de sus países, lo que hacía que cada uno de estos profesores apareciera con una especie de marquilla frente a sus colegas, sobre todo frente a aquellos que no los apreciaban, y que muchas veces que hubo que discutir sobre un contrato nuevo, sobre la prolongación de uno anterior, o sobre el ofrecimiento de una cátedra, se pensara primero en sus circunstancias ideológicas y en las circunstancias políticas de su país, todo en ello en un ambiente muy politizado, de división en torno a los partidos liberal y conservador y con una interpretación partidista de toda acción humana, como ha sido una constante entre nosotros. Podemos ofrecer varios ejemplos que creemos significativos. El Consejo Directivo de la Universidad Nacional discutió a finales de 1936 acerca de una propuesta que el Colegio Alemán y la Legación Italiana, cada uno por su cuenta, habían presentado para que de manera gratuita nacionales de esos estados dictaran en la Universidad cursos de sus respectivos idiomas y literaturas. Las actas del Consejo en donde se recoge la discusión dan una idea muy viva de la discusión y del punto política e ideológicamente sensible que cada uno de los consejeros pensaba se estaba tratando. El Consejo nombró a dos de sus miembros para que de manera independiente presentaran una consideración sobre el ofrecimiento, ya que el punto parecía delicado, pues había insistentes rumores, cuyos fundamentos no conocemos, acerca de que los extranjeros afectos A las ideologías extremas que dominaban en Alemania e Italia utilizaban sus colegios (y otras instituciones) como punta de lanza para propagar sus doctrinas. La comisión encargada de estudiar el asunto señaló –aunque de una manera en parte confusa y en parte contradictoria- que “desde el punto de vista liberal y del libre examen que impera en la Universidad” no debería haber inconveniente para admitir profesores de cualquier ideología, que era el subfondo de la discusión, pues se estimaba que los docentes que irían a prestar sus servicios representaban las ideologías en el poder de los Estados de donde eran nacionales, y agregaban que la libertad de pensamiento exigía entonces aceptar el ofrecimiento, pero compensándolo con “profesores marxistas que representen el extremo opuesto”. Un consejero más, interesado también en participar en la discusión de esta especie de dilema en que parecía atrapado el Consejo Directivo, llamaba la atención sobre el carácter no confesional de la Universidad y recordaba que el propio ministro de Educación era partidario de la colaboración ofrecida. 53 La discusión parece haberse animado y otras voces se hicieron escuchar y se habló de la oportunidad que tendrían los universitarios de aprender dos importantes lenguas modernas y una clásica (el latín), un regalo que se podría echar a perder por temores infundados, que era lo que parecía encontrarse en las opiniones de los designados para estudiar el problema, señalando también que en cuanto al posible proselitismo en que podían empeñarse los profesores Ciudad Universitaria, en cuanto al impulso de nuevas carreras y el remozamiento de otras, en cuanto a la introducción temprana de elementos modernos de planeación. Cf. entre varias noticias al respecto UNAC, Consejo Directivo Actas 1938. T. 9, 19-04-1938. 53 UNAC, Actas del Consejo Directivo 1936. T. 2, 19-10-1936. 36 encargados de las cátedras, el riesgo era mínimo, pues la Universidad estaría atenta y vigilante, pero que la prohibición no era el camino, ya que “la misma naturaleza de la universidad rechaza el temor a las ideas”. 54 Queriendo aclarar aun más su posición, Gerardo Molina, miembro del Consejo, sustentaba su punto de vista, recordando que la libertad, tanto la libertad política como la universitaria, tenía sus limitaciones, dando como ejemplo la situación en la que un Estado debía imponer formas de censura para defender el propio régimen de la libre discusión, como ocurría con el caso de las ideologías fascistas y nazistas, Y evitar que tomen preponderancia dentro de ella [dentro de la sociedad y la universidad] sistemas de ideas que van justamente contra esa misma libertad, que es característica universitaria, como sucedería con los principios fascistas que, como es sabido, se distinguen por su tendencia antidemocrática. 55 Muchas otras actas del Consejo Directivo muestran esa extrema politización de la discusión del Consejo Superior, quien a su vez reflejaba y alimentaba una discusión que en buena medida, en ciertas facultades –la Facultad de derecho de manera particular- se encontraba presente. Parece sorprendente y nos recuerda las realidades de la cultura política del país en la primera mitad del siglo XX –y posiblemente más allá-, el hecho de que en muchos de los listados de docentes de los años 1930 y 1940 al lado del nombre del profesor se encuentre su filiación política –liberal y conservadora de manera mayoritaria-, aunque hay que mencionar como signo de buena salud espiritual, que en el caso de los exiliados no se incluía ninguna designación (por fuera de la de “extranjero”) y que en el caso de los pocos socialistas, como don Antonio García, se les permitía hacer uso d ese calificativo, aunque, claro el ideal hubiera sido que nada tuviera necesidad de decir nada al respecto. 56 En una reunión de junio de 1937 el Consejo se vio confrontado de nuevo a tomar decisiones sobre materias que eran directamente políticas y que en el plano local eran ante todo cuestiones partidistas de enfrentamiento diario. Al Consejo había llegado un cable procedente de Valencia (España) dirigido al rector de la Universidad y firmado por autoridades universitarias y profesores de las instituciones universitarias españolas, en el cual protestaban por el bombardeo a un puerto civil realizado por un barco de guerra alemán. 54 Ídem. Ídem. La sesión concluyó sin ninguna definición precisa y se solicitó continuar discutiendo el problema en una reunión próxima. –El dilema que se anuncia en la discusión parece estar expresado de una manera ingenua y de él podría pensarse que se trata de un tópico superado por la teoría política y por la práctica societaria de la política. Sin embargo, podría ser que, por el contrario, se tratara de un dilema aun vigente, como lo ha puesto de presente el ascenso de diferentes formas de fundamentalismo, en el marco de sistemas formalmente democráticos. Como se sabe, en el caso de la sociedad alemana, ésta debió enfrentar en la postguerra y la derrota la discusión de las limitaciones que ella misma debería imponerse respecto de la libre difusión de los ideales nazis, un sistema de restricciones aun vigentes. 56 Cf. por ejemplo Renán Silva, 55 37 El cable reclamaba desde luego solidaridad con los habitantes de ese lugar, rechazo a la acción de las tropas nazis y por lo tanto firma del documento propuesto. Puesta en consideración la comunicación, algunos plantearon la conveniencia de adherir y respaldar, mientras que otros señalaban que todo debería quedarse en un acuse de recibo “para evitar la formación de pugnas entre el personal universitario” y alguna otra voz señalaba que debería nombrase una comisión para elaborar un proyecto de respuesta, uniéndose a la protesta, pero “desde un punto de vista político, sino por la transgresión del derecho de gentes que significa el bombardeo alemán”, añadiendo que la situación recordaba la agresión del Perú a Colombia años tras… Como ocurría casi siempre, el Consejo levanto su sesión, nombrando una comisión que debería elaborar un borrador de respuesta. 57 El Consejo Directivo de la Universidad Nacional parece ser en los años 1940 un lugar de opiniones diversas, que se confrontaban de manera permanente, pero bajo un clima en general amable –con excepciones que se verán aparecer en ciertos momentos-, con un ligero dominio de las opiniones más “modernizantes” y “progresistas”, frente a otras que aparecían como conservadoras y atadas a la tradición, aunque visto el problema desde la distancia es posible que un juicio de esta naturaleza no deje de estar marcado por el anacronismo. Pero en realidad esa es la percepción que dejan las actas y las discusiones, y el Consejo Directivo hizo en muchas oportunidades de la causa de los refugiados y de los perseguidos causa propia, como se puede notar en una carta que Julio Carrizosa Valenzuela, rector en 1943, envía al ministro de Relaciones exteriores y en donde le dice: Por autorización del Consejo Directivo de la Universidad Nacional me permito dirigirme a usted muy respetuosamente, con el fin de solicitar la ayuda de ese Ministerio, a fin de gestionar la traída al país del profesor Enrique Molles, químico español, quien se encuentra actualmente, según parece, en Madrid. Si el Ministerio a su cargo considera oportuna esta gestión, podría realizarse por conducto de nuestro Ministro en España, quien pudiera informarse acerca de la situación de dicho profesor en la Universidad Central de Madrid. La Universidad [Nacional] sabe que dicho profesor estaría en disposición de venir al país y quiere aprovechar esta oportunidad, teniendo en cuenta que se trata de uno de los científicos más grandes con que cuenta España, cuyos trabajos en el campo de las ciencias químicas lo han llevado a ocupar una posición de primera categoría entre los científicos del mundo entero que se ocupan en esta materia. 58 UNAC, Consejo Directivo Actas 1937. T. 4. 5-06-1937. La dificultad de enfrentar este tipo de situaciones, lo que debe tener una explicación en las condiciones políticas de la institución y de la sociedad, en las propias tradiciones de funcionamiento político elaboradas en el mundo parlamentario, pero no menos en la originalidad de la situación que se vivía, no debe dejar la impresión de que el Consejo Directivo de la Universidad era un organismo que suplía toda actividad con la formación de comisiones. El recurso era permanente, pero la lectura de las actas muestra que en muchas ocasiones era eficaz. 58 UNAC Archivo. Correspondencia 1943. T. 50, Vol. 51, 15-12-1943. No tenemos ninguna idea sobre qué ocurrió con el profesor Molles, pero su apellido no aparece ni en los archivos de la Universidad Nacional ni en los registros de visas que revisamos en el Archivo General de la Nación. Muchos otros que hicieron solicitudes, seguramente en medio de grandes angustias, tampoco consiguieron llegar a Colombia, aunque es posible que hubieran encontrado una buena patria en otra parte. Citemos el caso de del 57 38 Un momento un poco difícil para los europeos que trabajaban en la Universidad Nacional ocurrió en al año 1943 y corrió por cuenta de la declaración de beligerancia que Colombia entre Colombia y Alemania, y en general por la actitud del gobierno colombiano frente a las naciones del Eje, una conducta que el país había adoptado siguiendo el curso que tomaban los Estados Unidos y buena parte de las democracias occidentales. En una sesión del Consejo Directivo de principios de 1943, el rector de la Universidad interrogó al ministro de Educación sobre las medidas especiales que se irían a tomar contra los extranjeros de las naciones del Eje que temporalmente trabajaban para el gobierno colombiano o para alguna de sus instituciones. El ministro respondió que por el momento no había nada y que sus condiciones permanecían por el momento iguales, hasta que el gobierno dictara nuevos decretos en relación “con los extranjeros pertenecientes a los países del Eje”, y solicitó de una vez la lista completa de los funcionarios de la Universidad que tuvieran esa condición. 59 En una sesión posterior el ministro volvió a referirse de nuevo al problema de “los extranjeros pertenecientes a las naciones del Eje” que ocupaban cargos oficiales y mencionó que el gobierno nacional tenía el propósito de no renovarles sus contratos de trabajo, aunque él sabía que en la Universidad trabajaban gentes que eran difíciles de reemplazar, señalando que con quienes se hubieran nacionalizado no habría problema alguno. El Consejo y el rector se limitaron a insistir en la función esencial que para la Universidad adelantaban los extranjeros que allí trabajaban y citó como ejemplo “los casos de los señores Richter y Dich que desempeñan cargos de muy difícil reemplazo en los Institutos de Ciencias naturales y Radium, respectivamente”. 60 Ninguno de estos hechos dejaba de crear zozobra entre los nuevos (y a veces viejos) docentes europeos que trabajan en la Universidad Nacional (y otros lugares del país, fuera de Bogotá), pero ninguna de estas circunstancias puede compararse con las que sus compatriotas padecían en Europa, y la atmósfera de persecución en cierta manera se limitaba a las páginas de los periódicos conservadores (en Bogotá y en Medellín sobre todo), y en el caso de la Universidad el asunto se concretaba ante todo en una mala atmósfera de trabajo, en formas de “maltrato docente” y en una forma de desprecio bastante insignificante como era la de sentirse superior por razón del lugar de nacimiento, una forma de ataque (¿ o de defensa?) que también fue utilizada en ocasiones por los propios extranjeros y que revelaba un sistema de tensiones, cuya lógica se escapaba para aquellos que las padecían sordamente o las vivían como conflictos abiertos. Ese catedrático español Domingo Casanovas Pujada, quien ofrecía sus servicios a la Universidad en un momento tan difícil como el verano del año 1938, “pero la Universidad no tiene manera de aprovechar los servicios del profesor Casanova”, como informaba el rector al ministro de Educación. Ídem, T. 13, 27-06-1938. 59 UNAC. Consejo Directivo Actas 1943. T. 28. 1-12-1943. 60 Ídem, 14-12-1943. Estas medidas contra los “extranjeros de las naciones del Eje”, como se decía, afectaban a italianos y alemanes, pero no a los exilados españoles, quienes también soportaban su propia angustia, al resultar vigilados en su actividad por la propia Legación española ya en manos del nuevo gobierno triunfante. Para un aparente y confuso episodio de vigilancia y de averiguación de datos sobre los españoles que trabajaban en la Universidad Nacional por parte de las nuevas autoridades españolas cf. Ídem, 1942, T. 26, 21-09-1942. 39 será, a grandes rasgos el contexto social e ideológico a donde llegará a trabajar como docente e investigador el químico español don Antonio García Banús, cuyas aventuras y desventuras consideraremos en el próximo capítulo. 40 III POLÍTICA CULTURAL E INMIGRACIÓN DOCENTE EN EL MARCO DE LA REPÚBLICA LIBERAL Confluencias y senderos comunes Como se recordará, el título de este informe de investigación y posiblemente el núcleo de relaciones que más se ha querido destacar es el de Instituciones culturales, cambio intelectual e inmigración docente. Aunque el objetivo de esta investigación era en principio de una manera más simple considerar el problema de los “transterrados españoles” en Colombia, sobre los que se sigue echando de menos una fuerte corriente de estudios, en el subtítulo del proyecto original ya se había enunciado la relación básica que quería interrogarse: “Cambio intelectual, instituciones educativas y exilio republicano español”, una relación que como explicamos páginas atrás extendimos luego al conjunto de los académicos inmigrantes europeos, por razones que allí dejamos consignadas. Con el título que ahora hemos puesto a este informe final, y con el subtítulo que en su momento pusimos al proyecto original, tratábamos y tratamos de indicar una orientación que nos parece no haber sido tomada en cuenta de manera suficiente en los trabajos sobre el exilio español de los años republicanos –y en general en las investigaciones sobre el exilio europeo posterior a 1930-. Se trata de lo siguiente: si bien en los trabajos sobre este problema, o más en general en las crónicas existentes sobre estos episodios, se ha indicado de diversas formas, a veces muy bien documentadas, el papel que los exiliados españoles (que no siempre eran republicanos) cumplieron como agentes de cambio cultural en el país, de manera similar a como otros grupos nacionales de refugiados lo fueron, no se ha puesto el acento suficiente sobre las condiciones internas que permitieron o favorecieron el cumplimiento de tal papel. Ha faltado tal vez pues un énfasis mayor sobre el hecho de que los exiliados pudieron cumplir tal papel modernizador en el campo de la cultura y la educación, porque las condiciones internas de cambio político y social existentes en el país y el entorno de creación de nuevas instituciones de cultura académica que fue distintivo de esos años, lo hicieron posible. O dicho de otra manera: hay que acentuar el papel de contexto favorable que el ambiente cultural de la llamada república liberal cumplió en la recepción y asimilación del grupo de “inmigrantes docentes” que llegaron al país a partir de 1930 y de manera acentuada después de 1936, pues ese fue el contexto y las circunstancias que le otorgaron su sentido a un proceso que sin ese marco general hubiera podido producir muchos menos frutos. 1 Hablamos de “ambiente cultural favorable” para referirnos a un cierto ánimo constructivo y emprendedor que se refleja de manera frecuente en la documentación y que debe haber sido consustancial en los espíritus más liberales, luego de la pérdida del gobierno y la “caída” de la Hegemonía Conservadora. Es un ambiente que se expresa no solo en el ánimo de los grandes dirigentes, sino en la disposición general de muchas 1 41 Hay que insistir pues en que por fuera de esta relación que vincula de manera estructural dos series de acontecimientos que por principio no se encontraban ligadas (la República Liberal, de una parte, y de otra el exilio de intelectuales españoles republicanos y más en general europeos), la dinámica del proceso, sus características y el sentido que adquirió, podrían haber sido muy limitados en su eficacia, máxime cuando se trataba de una corriente migratoria pequeña, que muchas veces optó por el exilio en el país por carecer de otras oportunidades –o por lo menos lo hizo con un cierto desconocimiento de ese país al que se dirigían y al que muchas veces terminaron amando-. Este aspecto del proceso de inmigración se acentúa aun más si tenemos en cuenta que hay muchas discontinuidades en la permanencia en el país, digamos entre 19301950, de parte de los recién llegados, pues no solo llegaron en fechas diferentes – de manera mucho más acentuada que en México y la Argentina-, sino que buena parten de ellos estuvo entrando y saliendo, y muchos otros tan solo pasaron una corta temporada en el país. 2 No afirmamos desde luego que a los estudiosos del problema se les haya escapado el hecho de que hay un fuerte vínculo entre el fin de la Hegemonía Conservadora en 1930 y el inmediato ascenso del partido liberal al gobierno bajo la figura de la llamada República Liberal, y la recepción de inmigrantes académicos europeos, sobre todo refugiados republicanos españoles, y que los gobiernos de Alfonso López Pumarejo y Eduardo Santos constituyeron un contexto favorable para el ejercicio del trabajo intelectual. Sin embargo, vale la pena avanzar más allá de ese elemento de contextualización y mostrar de qué manera en los años de la República Liberal, particularmente en el tramo final del primer gobierno de López Pumarejo y en el gobierno de Eduardo Santos, el país se había embarcado en un proceso de construcción de instituciones académicas modernas, muchas de las cuales habían sido anunciadas desde el propio gobierno de Olaya Herrera. gentes que en posiciones corrientes del ejercicio docente y cultural trataban de aprovechar al máximo las oportunidades educativas en donde estas aparecieran. Podemos adelantar desde ahora un ejemplo. En carta de 7-X-1940, Gustavo Escobar, quien al parecer trabaja en la Universidad Nacional, informa que se encuentra en la ciudad el pianista Alexander Borovsky, “uno de los más renombrados intérpretes de la obra de Bach”, y piensa que la Universidad debe invitar “al ilustre pianista a dar una serie de conferencias ilustradas con ejercicios musicales sobre el gran compositor”, en el foyer del teatro Colón, para provecho de los estudiantes y de la ciudad. Cf. UNAC. Facultad de Artes. Referencia 62 C. Vol. 2. Oficio 339. 2 Aunque Colombia no se encontraba en el último lugar de los sitios que se buscaban como refugio, sin embargo, sus desventajas culturales e intelectuales por comparación con México y Argentina –y aun con Chile, en donde había un grupo importante de europeos socialmente bien localizados, que funcionó como grupo de reopción- eran percibidas con claridad y se repiten con frecuencia en la correspondencia entre los exiliados. Quito y Bogotá (Ecuador y Colombia) se encontraban entre los destinos menos apetecidos. Pedro Enríquez Urueña le escribía al Alfonso Reyes –en carta del 31-93-1938-: “Sobre [Ángel] Rosenblat supongo que sabes que está invitado a Quito. Mi idea (se la he dicho a Amado [Alonso] es que el debe irse cuanto antes a Quito (lo importante es salir del infierno europeo) y allí esperar la invitación a México”. Pedro Enríquez truena y Alfonso reyes, Epistolario íntimo. T. III. Santo Domingo, Universidad nacional, 1983, p. 442. 42 Lo que debe recordarse, porque a menudo se olvida, es sobre todo que los años (c) 1930-1950 fueron un periodo de muchas iniciativas en el plano de la creación de nuevas instituciones culturales o de refundación y recreación de algunas de las instituciones culturales previamente existentes. La puesta de presente de este hecho fácil de constatar de manera empírica, de ninguna manera significa que se postule que a mediados del siglo XX y como resultado de las dos décadas anteriores Colombia contara con un sistema de instituciones culturales de inspiración liberal con fuerte raigambre en la sociedad. Como se sabe, 1948 obró como un cambio fuerte de dirección en la orientación cultural del país, al punto que, por lo menos bajo cierto ángulo, no puede dejar de reconocerse una cierta discontinuidad con algunas de las realizaciones mayores de los años anteriores en el plano de la cultura. De otro parte, los años 1930 y 1940 si bien fueron años de impulso a una nueva política cultural –moderna y de masas-, lo fueron en medio de grandes dificultades económicas, de una crítica sin matices adelantada por el partido conservador y la mayor parte de la prensa conservadora (El Siglo, en Bogotá, La Patria en Manizales y El Colombiano en Medellín, principalmente) y en medio de cierta indiferencia por parte de un grupo amplio de la población muy acostumbrada a una vida social y cultural que recuerda el ambiente de la hacienda y el dominio de la parroquia, tal como lo conoció el siglo XIX en el país. Por lo demás, una vida social moderna de corte urbano nítido, solo se vislumbra en el país a partir de los años sesenta, cuando la República Liberal es ya sobre todo un recuerdo. 3 Aun así, no debe dejar de considerarse el hecho de que la tercera y cuarta décadas del siglo XX son en Colombia época de una innegable modernización social y cultural que se encontraba en marcha desde por lo menos los años 1920, aunque en el plano estrictamente cultural es innegable que fue el bajo el “dirigismo cultural” de la época de los gobiernos liberales que esa tendencia adquiere su mayor fuerza y significado. Desde luego que la difusión de una actitud cultural moderna fue un hecho desigual, tanto en términos espaciales como sociales. Desde luego que la difusión de esa nueva actitud encontró diferentes formas de resistencia en fuerzas y grupos sociales muy diversos, como en el caso de la Iglesia católica –que sin embargo se apoyaba en muchas de las conquistas de una sociedad moderna, como la libertad de publicar y defender las propias ideas-, por fuera de que el propio inmovilismo de la sociedad y una tradición vivida como natural actuaban como las principales fuerzas de oposición al cambio, fuerzas que se activaban Para los sucesos y evoluciones políticas del periodo cf. Álvaro Tirado Mejía, Aspectos políticos del primer gobierno de Alfonso López Pumarejo 1934-1938. Bogotá, Procultura/Instituto Colombiano de Cultura 1981. Para los aspectos culturales y sobre todo educativos de la República Liberal cf. Aline Helg, La educación en Colombia, 19181957. Bogotá, CEREC, 1987 –un libro que es a la vez una síntesis y una magnífica introducción a estos problemas-. Aunque sin ninguna referencia a la vida universitaria ni al papel de los “inmigrantes culturales”, algunos elementos de la política cultural liberal son tratados en R. Silva, República Liberal, Intelectuales y Cultura Popular. Medellín, La Carreta Editores, 2005. Un recuento extenso de la oposición conservadora a las iniciativas liberales se encuentra en James D. Henderson, La modernización en Colombia. Los años de Laureano Gómez, 1889 – 1965. Medellín, 2006. 3 43 cada vez que la Iglesia católica y el partido conservador le anunciaban a la sociedad que todas las formas de estabilidad y de orden se encontraban en peligro, bien por fuera por fenómenos tan poco escandalosos como el juego del basket ball, la gimnasia olímpica o la educación mixta. 4 Desde luego que el punto hacia el que se dirigían todos esos cambios puestos en marcha –o que se intentaba poner en marca por parte de los liberalesno aparecía como un objetivo explícitamente concebido con absoluta claridad por los responsables culturales de esos años –particularmente los liberales que habían creado la oficina de Extensión Cultural en el Ministerio de Educación Nacional o aquellos que dirigieron la Escuela Normal Superior o la Universidad Nacional, para señalar un ejemplo significativo-, pero aun así, bajo un vocabulario “liberal radical”, que recordaba mucho el vocabulario de la cuestión social moderna en Europa, un programa de modificación cultural había sido propuesto al país y en buena medida emprendido con alguna claridad, y cierta voluntad de cambio parecía sentirse en el ambiente, como lo prueba, por la vía contraria, la idea de que la sociedad se venía al suelo y sus valores esenciales eran derribados, idea que preconizaban la prensa conservadora y la Iglesia católica. 5 Incluso en las formulaciones de hombres de gobierno o de escritores públicos en las que se hablaba de una “Revolución en Marcha” o se caracterizaba el inmediato pasado como “vieja sociedad” o “antiguo régimen” –este último término utilizado de manera sistemática por la prensa liberal-, o aun como “época de transición”, es difícil imaginar que existiera un diseño y un cálculo sobre la dirección y los resultados del proceso que se emprendía, proceso del cual además, como ocurre casi siempre, se ignoraban tanto los antecedentes reales (para Cf. Renán Silva, “Pegan a una niña –Documentos”, en Sociedad y Economía –Revista-. Cali, Universidad del Valle –Facultad de Ciencias Sociales y Económicas-. No 11, 2006, pp. 232-247. Aunque el sectarismo liberal no tenga en la política colombiana del siglo XX diferencias marcadas con aquel del que se reprocha de manera sistemática en los conservadores, un rasgo que sorprende en los educadores liberales de estas dos décadas – aun en aquellos que se impacientaban con facilidad extrema como José Francisco Socarrás- es la parsimonia y tranquilidad con la que en la mayor parte de las ocasiones enfrentaron la crítica conservadora radical, para darse cuenta de lo cual no hay más que leer con cuidado los textos de personas como Eduardo Santos, Alberto Lleras, Gerardo Molina o el propio Socarrás. Cf. por ejemplo cara del 27-07-1942 de J. F. Socarrás para Germán Arciniegas, ministro de Educación, en Escuela Normal Superior. Se trata de una carta en la que el rector de la Escuela Normal Superior señala al ministro la forma como tratan en la Normal Superior los temas sexuales y como se respeta los credos religiosos y las formas particulares de organización de los grupos católicos, a los que se apoya y respeta. Cf. Archivo. Pieza No 86. Para ver de qué manera educadores católicos como el Padre misionero capuchino Marcelino Castelví, el director del Centro Lingüístico de la Amazonia sentían las reformas liberales, percibían las reformas educativas liberales cf. carta del 6-01-1936 de M. Castelví para Enrique Pérez Arbeláez, en la que le pregunta con ingenuidad e ironía si en adelante será necesario presentar algo así como un certificado de que usamos métodos modernos y científicos en dichos estudios”. Castelví, que era católico y conservador, se llevó bien con las administraciones liberales, con las que compartía su interés por las “culturas y lenguas indígenas”. 5 Cf. al respecto por ejemplo Renán Silva, Reforma cultural, Iglesia católica y Estado durante la República Liberal. Cali, Universidad del Valle –CIDSE-, 2007. 4 44 algunas de sus propuestas), así como, claro está, se ignoraban las limitaciones y contingencias que por el camino aparecerían (como la crisis económica y la Segunda Guerra Mundial), nada de lo cual impedía caracterizar al nuevo gobierno liberal, por sus propios promotores, como “nuevo régimen”, y como una esperanza de volver a encontrar un pasado perdido, según la fórmula con la que Luis López de Mesa buscaba conectar las realizaciones liberales posteriores a 1936 y la reforma cultural de 1870. 6 En relación con lo que a nosotros directamente nos interesa, hay que recordar que los grandes temas de la reforma educativa liberal habían conocido una expresión intelectual en muchos de los análisis que en los años 1920 habían presentado los escritores y políticos reunidos en publicaciones como Universidad, una revista que logró congregar a gentes de diversas generaciones y diversos estilos de trabajo y experiencia cultural, pertenecientes a más de una generación (como en el caso de Luis López de Mesa y de Germán Arciniegas, sus dos cabezas más visibles], quienes se identificaban con la meta de transformar en términos culturales el país y que ponían en el centro de su acción la situación de la educación, a la que consideraban el problema número uno de la sociedad colombiana. Incluso de manera práctica muchos de los propósitos de reforma educativa habían tomado forma regional en el Departamento de Boyacá, con el trabajo de la Misión Pedagógica Alemana, aunque otras evaluaciones educativas y culturales de contenido moderno se conocieron en Antioquia, en Santander y en la Costa Atlántica. 7 La idea es pues la de que hay una visible confluencia entre las políticas culturales liberales y el exilio republicano español –y en general europeo-, no solo por la abierta simpatía que muchos de los recién llegados tenían por los programas educativos del dirigismo cultural y educativo que en el plano local, y no siempre en conexión o con conocimiento de las evoluciones europeas al respecto adelantaban los liberales colombianos, sino porque los inmigrantes mostraron en general una gran capacidad de adaptación a las situaciones locales, y fueron capaces –seguramente forzados por la necesidad en muchos casos- de asumir con toda disposición las tareas que se les proponían, tareas para las que – desde el punto de vista de sus formaciones académicas originales- tenían todas las competencias requeridas, como lo muestran sus hojas de vida. 8 La referencia es todo menos que esporádica en López de Mesa. Puede verse por ejemplo en su introducción al Cancionero que hacia 1936 publicó en la Imprenta Nacional el Ministerio de Educación y que, bajo el título de “música y nacionalismo” tenía un prólogo de López de Mesa, como ministro de Educación. En el caso de la Universidad Nacional la referencia también es constante, sobre todo en los años del rectorado de Gerardo Molina (1944-1948). 7 Para un esbozo general del proceso cf. Aline Helg, La educación en Colombia, 1918-1957, op. cit., p. 11 y ss. Una presentación detallada del proceso, pero limitada a la escuela de niños en Martha Cecilia Herrera, Modernización y escuela nueva en Colombia. Bogotá, UPN/Plaza y Janés, 1999, pp. 61 128. La Misión Pedagógica Alemana de los años 1920 –y las otras- están consideradas en “La participación de los alemanes en el desarrollo de la educación en Colombia”, en AAVV, Presencia alemana en Colombia. Bogotá, Editorial Nomos, 1993, p. 141 y ss. 8 Cf. Apéndice, al final de este trabajo. La posible simpatía existente por las realizaciones de los liberales colombianos por parte de los académicos e intelectuales españoles (y 6 45 Como lo señalaba el docente y científico español Carlos Zozaya, en carta para su viejo amigo, el ministro de Trabajo, Arturo Robledo, “En estos momentos tristes para todos los españoles y especialmente para los que hemos tenido que ver de cerca los padecimientos de la población civil, nos consuela extraordinariamente la ayuda de ustedes”, señalando a continuación que su idea no era la de hacerse rico, en términos económicos, al establecerse en estas tierras –que en su caso eran conocidas desde años tras-, sino simplemente el deseo de que “el tiempo que vaya a estar expatriado de mi país…[pueda] trabajar materias útiles para ustedes y nosotros…”; y continuaba diciendo que “los que no somos políticos y no hemos ocupado [en la República] más que puestos técnicos”, seguramente podremos regresar”, pero entre tanto aspiraban a ser útiles, …quizá organizando la lucha antipalúdica, quizá [trabajando] en la organización de un laboratorio de parasitología en el que pudiera contribuir a la formación de jóvenes médicos colombianos”. 9 El tema del presente capítulo es pues el análisis del papel de los exiliados españoles en el cambio cultural a finales de década de 1930 y durante la década de 1940, en la medida en que ese trabajo cultural se inscribió en el proceso e creación de nuevas instituciones culturales que se encontraba en los aspectos centrales de la política cultural de los liberales en el marco de la llamada República Liberal. Como anotamos atrás, los gobiernos liberales de Enrique Olaya Herrera –en menor medida- y de Alfonso López Pumarejo y Eduardo Santos –en mucha mayor medida-, fueron grandes recreadores de la vida cultural y educativa, y creadores de instituciones que aun en el presente –como en el caso del Instituto Caro y Cuervo- continúan siendo un patrimonio cultural del país. De manera particular hay que insistir que durante esos gobiernos toma fuerza la figura de la “extensión cultural”, que terminará siendo el principal dispositivo de transmisión cultural a que acudirán los gobiernos liberales, un dispositivo de ampliación de la esfera de circulación de la cultura de tanto alcance en la historia del país, que la expresión perdura hasta hoy, tanto en el plano de la alta cultura, por ejemplo en las universidades, como en el plano de la llamada “cultura popular”. 10 europeos) puede ser explicada recordando que se trata de un caso de “homología estructural”. Lo que ocurre es que el liberalismo colombiano de los años 1930 y 1940 recoge el núcleo de los problemas culturales de una sociedad moderna, aunque lo haga en un contexto de gran atraso y pobreza. La idea de ciudadanía extendida, de acceso al consumo cultural de masas y el uso en la difusión de la cultura de los medios modernos (mecánicos) de reproducción (el libro, el disco, el cine), lo mismo que el intento de puesta al día de todas las formas del folclor popular, presentado bajo una forma identitaria y el papel asignado al intervencionismo cultural del Estado, son rasgos del liberalismo colombiano y de buena parte del programa cultural nacionalista y socialista europeo, en sus variantes de izquierda y derecha. 9 UNAC. Rectoría. Carta del 01-03-1939. 10 Cf. al respecto de la forma y funciones de la “extensión cultural” en los años 19301950”, Renán Silva, Sociedades campesinas, transición social y cambio cultural en Colombia. Medellín, La Carreta, 2006. 46 Un punto importante por señalar aquí tiene que ver con la propia condición cultural de los exiliados españoles. De los republicanos españoles exiliados en Colombia se ha dicho con frecuencia –muchos menos de los otros exiliados europeos, tal vez porque han sido menos estudiados- que constituían un grupo apenas meritorio en el plano de la alta cultura; e incluso, por comparación con los exiliados españoles que llegaron a México y Argentina (se menciona mucho menos el caso de los Estados Unidos a donde llegó parte de la mejor poesía de vanguardia española) se ha hablado de cierta mediocridad. Una consideración más juiciosa del problema podría indicar algo diferente. Pero, mientras se afirma una visión más equilibrada de tal problema, puede irse mostrando que una cierta calidad “cultural promedio” no era una mala opción para el programa cultural de la República Liberal, que en buena medida se inclinaba por la difusión masiva de la cultura, antes que por el cultivo de la genialidad, y que en cierta medida era conciente del punto de partida de su proyecto de transformación cultural. Se trata de una orientación cultural incluso a veces acentuada de manera extrema, por ejemplo en el caso de Gustavo Santos –pero no en la visión de Darío Achury Valenzuela, el mayor responsable de los programas de extensión cultural de los años 1940-1945-. Gustavo santos –hermano del presidente Eduardo Santos-, un artista con conocimientos del medio europeo y de los programas de difusión cultural masiva de Francia e Italia a principios del siglo XX y quien había dejado la práctica del arte por el ejercicio de lo que hoy llamaríamos la “promoción cultural”, escribió muchas veces al respecto. 11 Podemos citar ahora un ejemplo claro a este respecto. Se trata de una carta que Gustavo Santos escribió a Antonio Cano y José María Bravo Márquez –en Medellín-, dos músicos y difusores de la cultura musical, que en 1936 trabajaban en la organización del Congreso nacional Musical, y en donde Santos les cuenta que ha escrito una carta al presidente de la Asamblea de Antioquia, …pidiéndole la creación de unas becas para maestras jóvenes que teniendo una preparación musical suficiente (conocimiento de teoría y solfeo) vengan a seguir los cursos de pedagogía musical que dará durante todo el año el profesor Gerhartz en el Conservatorio. Considero básico, para todo lo que queremos hacer en el futuro, esta preparación de maestras. Nada sacaremos con conservatorios, etc., si no preparamos maestras sin mayores pretensiones de artistas, pero solidamente preparadas para transmitir a los niños las bases de la música. Esto y los coros populares son mi preocupación primordial. Ayúdenme ustedes a sacar adelante esta idea en la asamblea. Con $ 50 por becada creo que será suficiente, ya que los cursos no costarán absolutamente nada a las alumnas. 12 No conocemos ningún trabajo particular sobre Gustavo Santos, cuya obra como difusor cultural y como polemista en el campo del arte, fue notable. Santos parece haber sido en ciertos años un abanderado del “arte proletario” y del “realismo socialista” y su crítica de los medios académicos “aristocráticos y cerrados” podía tomar en ciertas oportunidades una forma extrema. La música y la pintura fueron sus mayores campos de interés, lo mismo que la docencia y los procesos de popularización del arte. 12 AGN. MEN. Dirección de Bellas Artes. Informes. 1935-1937. Caja 3. Carpeta 5. Carta de 29-02-1936. El profesor Gerhartz era uno de los músicos contratados por el Gobierno nacional en adelanto de sus programas de difusión cultural. 11 47 En el desarrollo de nuestro propósito de mostrar la confluencia de intereses entre las políticas liberales de los años 1930-1940 y la emigración europea intelectual que llegó al país, en la segunda parte del presente capítulo abordaremos un problema más, que es el que tiene que ver con el papel que tales inmigrantes cumplieron, en el campo de la “alta cultura” académica, como piezas claves en el proceso de difusión de formas específicas del trabajo académico, que eran desconocidas en el país, como en el caso del “seminario” –que es la forma que de manera concreta presentaremos en estas páginas-, una modalidad del trabajo académico, al parecer de inspiración alemana, que introduce en la enseñanza formas nuevas de trabajo que acercan la docencia a la práctica de la investigación, y esto en un momento en que la universidad colombiana definía sus funciones básicas –la docencia, la investigación y la extensión-, una conquista de los años 1940, formalizada y puesta en marcha de manera más estable en los años 1960, y definitivamente institucionalizada en los últimos treinta años de vida universitaria en Colombia, una conquista para la que las formas docentes de los inmigrantes, su apoyo y experiencia, resultaron determinantes. Intentaremos abordar toso estos asuntos a través de un tratamiento singular del problema, es decir especificándolo en el ámbito de un proyecto cultural –aquel de los liberales-, de unas instituciones y unos actores, pasando por el detalle de situaciones concretas que, cuando son examinadas en su propia “inmediatez”, pero localizándolas en un contexto más general, son básicas para captar el sentido de los procesos, sentido que de otra manera se escapa cuando toda situación es enunciada en el simple marco de sus condiciones más abstractas. No se trata desde luego de restituir todos los acontecimientos o eventos relacionados con el problema –lo que por lo demás, como es sabido, es una tarea imposible-, prolongando aun más el estilo de crónica, que ha dominado en la aproximación al tema del papel cultural de los extranjeros en Colombia, tanto en el caso de los españoles como en el de los europeos en general. Se trata más bien de mostrar muchas de las tareas que cumplieron esos académicos en exilio, de las posiciones que ocuparon, de las definiciones a las que sirvieron, para mostrar como se relacionaron de manera práctica muchos de los elementos que hacía posible el proyecto cultural de los liberales y las competencias y disposiciones de los inmigrantes, o por lo menos lo que se puede llamar su “polivalencia laboral”, expresada como la voluntad de trabajo, aprendizaje y adaptación al medio. 13 Varios estudios sobre el exilio científico republicano español, que trabajan desde el punto de vista de la historia de las ciencias –que no es desde luego nuestro punto de vista- y casi todos los libros que recogen testimonios de científicos exiliados han insistido en el valor que para ellos tuvo el hecho de que contaran con una formación general adecuada, más allá de sus especializaciones, lo que les permitió una inserción recursiva en “mercados de trabajo” que no ofrecían demasiadas posibilidades a personas que tuvieran una altísima especialización. Es a eso que nos referimos con el término de “polivalencia laboral”. Cf. sobre esto por ejemplo Carlos Acosta Rizo, La labor del geólogo español José Royo Gómez en Colombia: Un caso de construcción multilateral de la tecnociencia en Latinoamérica. Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona –Centro de Historia de las Ciencias-, 2006, y Carlos Acosta, Nicolás Cuvi y Xavier Roqué, Ciencia entre España e Hispanoamérica. Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, 2003. 13 48 Lo que dicen las fuentes La mayor parte de los inmigrantes intelectuales que llegó al país en los años 1930 y 1940 había recibido con anterioridad una oferta de trabajo o había recibido una respuesta positiva a una demanda previamente presentada. Algunos de ellos, llegaron más bien con el respaldo de un amigo de su misma nacionalidad –casi siempre en la misma situación de exilio- o con el apoyo de algún funcionario consular colombiano a quien habían acudido en Bruselas o en París, o desembarcaron en algún puerto colombiano, con muy escasos conocidos. 14 Pero cualquiera que fuera el caso, todos tenían necesidad de realizar localmente un contrato específico de trabajo, en que se fijaran las tareas a realizar, las condiciones laborales de cumplimiento de la labor encargada, el salario a recibir y el tiempo para el cual se le contrataba. En los archivos ha quedado la huella de esas contrataciones, aunque éstas se expresan bajo la forma más bien repetitiva y formalizada en extremo de un instrumento jurídico. Además, las “huellas” del proceso se encuentran bajo forma muy dispersa en los archivos y de manera fragmentada en el tiempo, porque casi siempre se trataba de contratos de corta duración, regularmente un año o menos, o de contratos para tareas docentes o intelectuales específicas, que no daban lugar a un trabajo de tiempo completo, lo que hizo que mucho de los exiliados tuvieran que responder al mismo tiempo por tres o cuatro trabajos distintos, sobre todo cuando se trataba del ejercicio docente. Sin embargo, a pesar de la dispersión, la monotonía “exterior” de las huellas y su carácter discontinuo, es posible mostrar algunos ejemplos precisos y significativos –tanto por la tarea cumplida como por el renombre intelectual del ejecutante-, ejemplos que nos sirvan para demostrar e ilustrar las proposiciones Los casos son suficientemente variados, pro el patrón se repite: redes de ayuda, más bien informales, actualización de anteriores contactos e incluso presentación espontánea ante funcionarios consulares o carta enviada a viejos compañeros de estudio. Citemos dos ejemplos, uno conocido y exitoso, y otro muy desconocido y cuyos resultados ignoramos. En carta del 20-04-1939 el ministro de educación escribe al director de la Escuela Normal Superior sobre el caso del eminente académico Pedro Urbano González de la Calle, “quien desea establecerse en el país, dedicándose al magisterio, profesión que ha ejercido por muchos años y con gran éxito en Europa”. El ministro le anuncia enseguida al rector de la Normal Superior, que lo autoriza para ofrecerle unas iniciales clases de lingüística a su llegada y agrega: “Usted se servirá indicar al profesor González de la calle el sueldo de que disfrutará de acuerdo con las horas de clase que le corresponde dictar”. –Cf. Archivo de la Escuela Normal Superior. 35-40. Varios. No 10-. En carta del 21-08-1939 Guillermo Hernández de Alba, quien se iniciaba en los estudios históricos, recomendaba ante el mismo rector, a Miguel Such-Martín, “prehistoriador y antropólogo muy distinguido, y quien en días recientes ha llegado de la martirizada península en busca del generoso asilo colombiano”. Hernández de Alba dirá también que esa recomendación la hace por recomendación recibida a su vez del “profesor [Paul] Rivet y mi hermano Gregorio [Hernández de Alba]”, éste último uno de los primeros antropólogos colombianos formados en Francia en la escuela de Marcel Mauss. Such- Martín consiguió algunos contratos como arqueólogo y desarrolló trabajos de excavación en la región santandereana, según noticias de Alicia Dussán, pero no tenemos más pistas acerca de su trabajo e ignoramos que corta o larga fue su temporada de exilio en Colombia. 14 49 que hemos planteado renglones arriba acerca de la confluencia entre la política cultural de los liberales y las competencias y desempeño de muchos de los académicos e intelectuales inmigrantes en esos años. Es posible además, que esa primera presentación nos permita continuar más allá, al reunir tales datos con otros documentos ilustrativos de la forma más concreta como ese desempeño laboral e intelectual se produjo, la forma como parece haber contribuido a un enriquecimiento posible de las tareas intelectuales y académicas en el país y en cierta manera como terminó siendo una forma de poner en marcha nuevos sentimientos de pertenencia e identidad, que muestran el crecimiento de lazos estrechos de afecto y simpatía por el nuevo lugar de residencia. 15 A partir de 1941, y cuando la suerte de la República española “ya estaba echada”, Rafael Urueña realizó repetidos contratos con el ministerio de Educación, para trabajar en la Biblioteca Nacional en Bogotá cumpliendo varias tareas entre las que se encontraban –no hay que olvidar que el ministro delegatario de la República española en Colombia, y un prestigioso abogado y político español-, entre las cuales se contaban: … Instruir a los empleados de la Biblioteca Nacional… en la disciplina de la traducción del idioma francés al español […]. Dictar conferencias sobre el mismo tema en los planteles oficiales que determine el Ministerio de educación […]. Traducir de los idiomas francés, inglés o portugués al español las obras que le indique el director de la Biblioteca Nacional y que traten sobre las costumbres y demás aspectos de la vida de la Nueva Granada, así como las descripciones hechas por viajeros célebres en Colombia, tales como L’Amérique Équinoxialle por E. André, La Nouvelle Grenade por Le Moyne. Dichas traducciones serán destinadas para la publicación de la Colección “Viajeros” que proyecta el Ministerio de educación Nacional. 16 Nos referimos de manera particular a una documentación llegada en años pasados al Archivo General de la Nación [AGN], bajo el rubro de “Ministerios. “Posesiones”, en donde se encuentra-repetimos: de una manera muy dispersa- rica información sobre este tópico, informaciones que pueden ampliarse con otras que se encuentran en el Diario Oficial – igualmente dispersas-, pero que será la fuente que más utilicemos aquí. Debemos limitarnos desde luego a ejemplos significativos en relación con nuestro propósito – aunque no descuidaremos los matices o los elementos documentales que nieguen nuestras afirmaciones-. En estos fondos se encuentran a veces informaciones que sorprenden, en la medida en que se refieren a hechos de los que nada o muy poco se sabe. Podemos ofrecer un ejemplo: el contrato celebrado por el Ministerio de Educación con un grupo de cinco profesores ingleses, “bajo las órdenes del ministerio británico de educación”, “para trabajar en los colegios que determinara el Ministerio [de educación de Colombia”. Cf. Diario Oficial, 1940. 29 de abril de 1940. No 24351. 16 Diario Oficial, 1941. Martes 11 de marzo. No 24609. El contrato tenía vigencia de un año y se repitió cada vez en más o menos los mismos términos. La asignación de Urueña era de 150 $ mensuales. R. Urueña aparecerá luego en otros contratos como traductor para la sección de Extensión Cultural de Ministerio de Educación. La idea de apoyarse en los exiliados como traductores de grandes obras sobre la historia del país parece haber sido un deseo constante. Cf. Diario Oficial 1943. 27 de septiembre, 1943, contrato con la señora Josefina Rodríguez de Hommes, sobre la traducción de la obra Religio und Mithologye Uitoto… Traducción en nueve meses contados, a partir del 15 de agosto… 90$ mensuales. 15 50 El caso de Rafael Urueña, como exiliado político que hacia el año 1939 ya no tenía más remedio que buscarse un empleo, por la propia suerte de la República, era muy difícil. Urueña no era en sentido estricto un académico – aunque sí era un hombre de letras, y había salido de España por razones directa y estrictamente político y con un cargo de representación de un gobierno en el exilio –un gobierno que cada vez fue más inexistente y al que finalmente el obligado reconocimiento de del gobierno del general Francisco Franco después de 1939 dejaría en la completa orfandad. Su trabajo en la Biblioteca Nacional o sus clases en establecimientos de secundaría que el ministerio de Educación debería asignarle, no sabemos si fueron cumplidos, aunque es un hecho que el proceso de publicación de viajeros extranjeros que hubieron pasado por Colombia era efectivamente un proyecto del Ministerio, lo mismo que en el caso de la Biblioteca Nacional, sabemos que se trataba de una institución muy transformada en los años anteriores, sobre todo bajo la dirección de Daniel Samper Ortega y una institución que seguía cambiando luego de que en 1936-1938 hubiera ocupado su nuevo edificio, hubiera terminado respondiendo por el proyecto de las Bibliotecas Aldeanas y hubiera comenzando mejoras en sus secciones de canje internacional, aparentemente con buenos resultados, según la revista Senderos y las Memorias de los ministros de educación. En todo caso, Urueña siempre llevó una vida muy modesta y compartió esas tareas con muchas otras sobre todo en el pequeño mundo editorial de la ciudad, apoyado por los propietarios de la popular revista Estampa –un verdadero foco modernizador del periodismo y sobre todo del fotoperiodismo, que fue una fuente de información muy grande para los colombianos durante la Segunda Guerra Mundial-, propiedad de una familia de exiliados republicanos. Un caso diferente al de Urueña, sobre la misma base común del exilio, era el de Gerhard Masur, el destacado historiador alemán, autor años más tarde de una reconocida hasta hoy biografía sobre Simón Bolívar y uno de los exiliados más dispuestos a viajar por el país ofreciendo conferencias sobre la cultura alemana de los siglos XIX y principios del XX, por fuera de su trabajo docente en Bogotá. Es un caso diferente al de Rafael Urueña porque Masur era en sentido estricto, y sin muchas otras posibilidades, un académico con dedicación de tiempo completo. Según las informaciones consignadas en uno de los varios contratos que debió hacer con el gobierno colombiano, los compromisos eran grandes –había sido contratado como “técnico educacionista”, y se describían de la siguiente forma: … se obliga en primer término a desempeñar el cargo de director de las secciones de la Escuela Normal Superior…. Y servirá además como profesor en la misma Escuela durante el término de catorce horas semanales de clase, en las siguientes materias: alemán, historia del arte, historia de la filosofía, historia de la literatura o historia de la cultura humana. El contratista se obliga a prestar sus servicios en época de vacaciones escolares en la forma y lugar determinados por el Gobierno, a dictar conferencias públicas en los departamentos de la República y a organizar los cursos de extensión cultural que quiera establecer el Ministerio de Educación Nacional. 17 Diario Oficial. Miércoles 2 de abril de 1941. No 24627. G. Masur se encontraba en Colombia desde 1938. este nuevo contrato representaba un logro, porque estaba hecho por un término de dos años. –La primera edición de la biografía de Bolívar escrita por Masur fue publicada en inglés en 1948 por la universidad de Nuevo México. Masur tenía 17 51 No son abundantes los testimonios de los viejos discípulos de G. Masur respecto del trabajo de su maestro. Su hoja de vida lo mismo que sus realizaciones posteriores no dejan duda sobre su competencia. Las huellas, a veces poco “expresivas”, que quedan en la documentación, dejan ver que se trataba de un profesor de gran dedicación, altamente competente y que soportaba una carga inmensa de trabajo, por un salario relativamente bajo, como lo fue el de la mayor parte de los exiliados -225 pesos en su caso-. Jaime Jaramillo Uribe se ha referido en términos amables a quien fue su profesor, aunque para su propio trabajo de historia colonial reconoce que la primera influencia vino de José María Ots Capdequí 18 , el reconocido historiador valenciano, de quien hay en los archivos colombianos muy ricas en informaciones, tanto sobre su trabajo en la Escuela Normal, como su posterior trabajo en la facultad de Derecho y en el Instituto de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional. 19 La dirección de Extensión Cultural del Ministerio de Educación tuvo grandes intereses en el campo de la cultura popular, como o hacíamos notar renglones atrás citando el caso de Gustavo Santos, y puso también muchas esperanzas en la cualificación del trabajo artesanal, en el que encontraban en muchas ocasiones los dirigentes liberales una posibilidad artística, como lo había escrito Germán Arciniegas hablando de los célebres caballitos de Ráquira y lo repetía Darío Achury Valenzuela hacia 1941, en momentos en que se preparaba la Encuesta Folclórica Nacional de 1942. Algunos de los contratos celebrados con los exiliados europeos intelectuales se relacionaban con estas iniciativas una amplia formación filosófica –Socarrás dice en alguna parte que era “espiritualista”, para indicar que no era marxista en filosofía- y una similar en historia. Sabemos que había estado en los años 20 en el congreso Mundial de Historia en el que Marc Bloch expuso algunas de sus grandes propuestas por la transformación de las ciencias históricas. En la documentación hay huellas repetidas de su paso por las diferentes regiones del país (estuvo por ejemplo con Karl Bruner en Popayán). Citemos un ejemplo más. Desde Ibagué –Tolima-, Eduardo Guzmán Esponda, director de Educación, informa que Masur estuvo en septiembre de 1936 dictando conferencias en el auditorio Alberto Castilla, “a las que asistió numeroso público”. Los temas fueron “Moral y política” y “El poder del espíritu”. AGN. MEN. Dirección de Bellas Artes, 1930-1939. Caja 3. Carpeta 3, f.8. 18 Cf. Jaime Jaramillo Uribe, Memorias intelectuales. Bogotá, Taurus, 2007 –una fuente, no demasiado rica de informaciones sobre los exiliados españoles y europeos que se ocuparon de la docencia. 19 En el que es uno de los muchos contratos J. M. Ots Capdequí que celebró con el Gobierno colombiano podemos leer que Ots se compromete con la elaboración “de un estudio jurídico sobre el problema del colegio de San Bartolomé” –un tema que debería serle bastante extraños, y con “trabajos de derecho Español antiguo y Derecho Indiano… estudio que ya fue entregado. El Gobierno reconoce al contratista como remuneración por sus servicios la suma de 900$...”. Como se sabe, Ots publicará en la imprenta de la universidad Nacional un estudio, más bien documental, sobre el Estado y el derecho español en el siglo XVIII, y en Colombia y en el extranjero publicará luego muchos estudios de síntesis, abarcando periodos más largos y con el examen de documentos provenientes de muchos más archivos. Pero no es exagerado decir que el actual Archivo General de la Nación se abre a la investigación documental moderna con los trabajos de Ots. Cf. José María Ots Capdequí –Profesor de la Universidad Nacional de Colombia-, Nuevos aspectos del siglo XVIII español en América. Bogotá, Universidad Nacional/Editorial El Centro, 1946. 52 relacionadas con las culturas populares y con el desarrollo educativo de los niños de medios sociales campesinos o urbanos, pero no provenientes de clases de alguna riqueza y prestigio. Podemos citar en el caso de la artesanía popular el caso del contrato celebrado con el destacado escultor español Jorge Oteiza, con quien había tenido conversaciones en Buenos Aires –en donde Oteiza se encontraba iniciando su exilio- el embajador Lucas Caballero. Aunque las ocas parecen no haberse desarrollado posteriormente de la mejor manera, se puede citar el contrato que efectivamente se firmó para que Oteiza enseñara escultura en medios artesanales y populares –de manera particular lo que se quería era que Oteiza dirigiera una escuela de cerámica en Carmen de Viboral, una población famosa por las bajillas y otras piezas de cerámica que, siguiendo una vieja tradición que hoy persiste, las familias campesinas cultivaban. Según el contrato, Oteiza debería venir a Colombia …con el fin de organizar la enseñanza de la cerámica en las escuelas colombianas, de acuerdo con las instrucciones que para el efecto recibirá del Ministerio de educación de la república de Colombia, comprometiéndose a hacer los trabajos preliminares para iniciar la enseñanza a la mayor brevedad posible, cuando llegue a Bogotá 20 . El contrato estipulaba que Oteiza dictaría cursos “de manera personal”, y que venía contratado” como director de la escuela de cerámica de Carmen de Viboral” y que debería enseñar tanto a los alumnos como a los maestros “el montaje de hornos, preparación de gredas y esmaltes, trabajo de torno, cocimiento de vasijas…” y que su contrato sería por un año, con un salario de 250$ al mes, y que como posiblemente Oteiza llegaría al país en época de vacaciones “deberá emplear ese tiempo en preparar sus trabajos y… en dictar clases para los maestros…”, si así fuere necesario. 21 Un caso también de gran interés por la relación que establece con la política cultural de los liberales, de manera específica con su política educativa – en buena medida inspirada en la Escuela Nueva y en las orientaciones de la escuela de psicología de Ginebra-, es el que se relaciona con uno de los trabajos encomendados a María Rodrigo, quien fue profesora de música para niños en varias escuelas elementales de la ciudad, habiendo pasado finalmente a la enseñanza de la música coral en el que será luego el Instituto Pedagógico Nacional, con cuyo coro la señora Rodrigo desarrolló una actividad pública coral que fue de manera sistemática registrada por la prensa. Diario Oficial, 1942. 11 de marzo de 1942. No 24907. Ídem. No sabemos exactamente qué ocurrió con este contrato y no hemos encontrado rastros de que efectivamente se pusiera en marcha. De todas maneras no debe olvidarse que Oteiza era un escultor relativamente conocido, que los salarios no eran los mejores y el trabajo exigía una gran dedicación, y sobre todo que en este caso en particular, “El presente contrato requiere para su validez de la expedición por la Contraloría General de la república de un certificado sobre reserva legal de fondos, de la aprobación del excelentísimo señor Presidente de la República, previo concepto favorable del Consejo de Ministros…”. 20 21 53 Además de la actividad anterior, María Rodrigo –exiliada española hermana de Mercedes Rodrigo, la fundadora del Instituto Psicotécnico de la Universidad Nacional, el antecedente inmediato de la carrera de psicología en Colombia y repetido objeto de acusaciones por parte del periódico El Siglo- encontró una forma particular y efectiva de ligarse a la sociedad a la que llegaba, a partir de su propia actividad musical. La señora Rodrigo, por encargo del Ministerio de educación y por internes propio se dedicó a poner música a los conocidos poemas de Rafael Pombo, con el fin de que el Ministerio de Educación imprimiera un cancionero popular que los niños pudieran con la ayuda de sus maestros cantar en las escuelas públicas. El cancionero finalmente fue editado en las ediciones que dirigía Daniel Samper Ortega para el Ministerio de educación y al parecer en sus propias ediciones, luego que dejó la dirección de la Biblioteca Nacional, y terminó siendo un texto muy popular, aunque con el paso de los años parece ser que los maestros lo abandonaron y los poemas siguieron siendo memorizados, pero no bajo su forma musical. 22 La dirigencia intelectual de la República Liberal, por su cuenta, pero no menos bajo el aguijón de la presencia de los exiliados europeos, algunos de los cuales tenían formación en el campo de la arqueología y de lo que hasta hoy continúa llamándose “prehistoria”, tuvo gran interés en el patrimonio arqueológico nacional y en la suerte de las sociedades indígenas que sobrevivían en el territorio colombiano, como terminó reflejándose en la creación del Instituto Etnológico Nacional –hoy en día Instituto Colombiano de Antropología e Historia-, cuyos dos directores iniciales fueron precisamente dos exiliados. 23 El profesor Paul Rivet, distinguido americanista –médico por su formación inicial-, creador de una teoría de gran difusión sobre el “origen el hombre americano”, y José de Recasens, un hombre curioso de las ciencias, con una amplia formación humanística y que terminó, junto con su esposa -quien también trabajo en labores docentes y de difusión de la ciencia-, establecido por completo en Colombia. Los contratos con los Recasens fueron numerosos, todos Cf. Diario Oficial, 16 de junio de 1943. No 25329. Inscripción en el registro de Propiedad Literaria y Artística de la obra Música para las Fábulas de Pombo, de que es autora la señora María Rodrigo. En su memorial de presentación dice el abogado del as señora Rodrigo: “Dicha música, cuyo registro solicito, fue publicada en las llamadas Ediciones Samper Ortega, bajo el título de ‘Fábulas de Pombo’. Música, editada por la Casa Conti, de Bogotá, en cuanto a la impresión de la música propiamente dicha. El resto fue realizado por la Editorial ABC… La obra completa fue impresa en el año de 1942, edición de 1000 ejemplares…”. 23 La bibliografía sobre este punto es más o menos buena y numerosa, sobre todo en términos de artículos. Podemos citar aquí por comodidad y porque son fácilmente accesibles Carl Langebaek, Arqueología colombiana. Ciencia, pasado y exclusión. Bogotá, COLCIENCIAS, 2003; Clara Isabel Botero, El redescubrimiento del pasado prehispánico de Colombia. Viajeros, arqueólogos y coleccionistas, 1820-1945. Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología e Historia/Universidad de los Andes, 2006; Jimena Perry, Caminos de la antropología en Colombia. Gregorio Hernández de Alba. Bogotá, Universidad de los andes, 2006. 22 54 relacionados con la arqueología, los grupos indígenas y la docencia en institutos de secundaria y en universidades. 24 Podemos más bien concentrarnos, por su alta significación cultural en uno de los contratos celebrados por el Gobierno nacional con el profesor Paul Rivet, y en el que podemos leer que, “El contratista se compromete a prestar sus servicios de profesor en el Instituto Etnológico Nacional. El plazo para el cumplimiento de las obligaciones del contratista será el indispensable para desarrollar los cursos que se propone… y el Gobierno le pagará como contraprestación de sus servicios la suma total de 500 $...”. 25 Pero existieron contratos anteriores con el profesor Rivet, que incluían más obligaciones –por ejemplo la de dictar cursos en colegios de secundaria-, y en donde la tarea de investigación era señalada de manera explícita. Así por ejemplo en 1941 se indica que … el contratista se obliga con el gobierno a regentar… las cátedras que son materia de su especialidad, en los establecimientos y en las horas que le serán determinadas oportunamente […]. El contratista se compromete a realizar trabajos de investigación científica que le encomiende el gobierno… [quien]… le reconocerá 300 $ mensuales… 26 . En este mismo campo de la naciente etnología (o antropología) colombiana podemos citar el caso de quienes llegaran a ser cerca de 20 años después dos de los dos mejores investigadores de la antropología en el país, y fuera de él. Se trata de Gerardo Reichel-Dolmatoff y Alicia Dussán –esta última colombiana –formados como investigadores en cursos de muy breve duración en el Instituto Etnológico nacional- y los dos muy cercanos de Paul Rivet –de hecho será Gerardo Reichel quien se hará cargo del Comité Francia-Colombia, cuando Rivet viaja a México, por pedido del general De Gaulle, para ocupar un puesto de importancia en la lucha contra el ocupante nazi-. 27 Cf. por ejemplo Diario Oficial 1944. 23 de octubre de 1944. No 25675. Contrato con José de Recasens Tuset sobre prestación de servicios como profesor de arqueología y etnología –en este caso en el Instituto Etnológico Nacional. pero Recasens tuvo que desempeñarse de manera repetida en colegios de secundaria, como debió hacerlo la mayor parte de los exiliados docentes europeos. El Fondo “Posesiones-MEN” del AGN, está repleto de noticias al respecto. 25 Diario Oficial 1943. 2 de diciembre de 1943. No 25411. 26 Diario Oficial 1941. 22 de septiembre de 1941. No 24763. Posiblemente la asignación más alta que se pagaba dentro del grupo de los exiliados, junto con la que recibía Luis de Zulueta, aunque don Luis parece haber vivido mucho más de los ingresos derivados de su trabajo en el periódico El Tiempo. De todas maneras, todos los contratados tuvieron siempre una especie de “prima” con la que se trataba de compensar los bajos ingresos que recibían, un hecho que explotó de manera sistemática el periódico El Siglo, en su campaña inseparable contra los gobiernos liberales y los republicanos españoles. Por lo demás se sabía que Rivet y de Zulueta eran del círculo del Presidente Eduardo Santos, lo que los hacía más propensos a la animadversión del partido conservador. 27 A veces se olvida mencionar que Paul Rivet no solo era un prestigioso intelectual francés, un investigador encargado de la organización de buena parte del Congreso de Ciencias Folclóricas de Francia a mediados de los años 1930 –junto con Lucien Febvre, Marc Bloch y Albert Demangeon- y un inspirador directo de la creación del Museo de las Ciencias del Hombre, sino un viejo luchador socialista, que había sido “concejal” en la ciudad de París. 24 55 Reichel-Dolmatoff y Alicia Dussán serán de los primeros investigadores que arrancan de manera firme el trabajo de campo en la zona indígena del Tolima (por la Mesa de Ortega) y en la parte interior de la Costa Norte de Colombia –por la Sierra Nevada de Santa Marta- y serán los creadores del primer gran museo arqueológico del Magdalena –a cuyas vicisitudes nos referiremos páginas más adelante-. La mayor parte de esos trabajos fueron realizados sobre la base de contratos –muy precarios en cuanto a su retribución, logrados por el por ReichelDolmatoff –europeo inmigrante, aunque no exactamente “exiliado”-, en el marco del interés de los intelectuales liberales que se encontraban a la cabeza del ministerio de Educación, a principios de los años 1940. Es interesante citar el contrato entre los esposos Reichel-Dolmatoff y el ministerio de Educación, porque en él se encuentran precisados los términos de una investigación que en gran parte sería el programa logrado de esta pareja de antropólogos: Contrato con Gerardo Reichel-Dolmatoff y Alicia Dussán sobre exploración etnográfica en la cordillera de Calarma, Mesa de Ortega y Ortega (Tolima). Primera cláusula… Realizar entre las tribus indígenas supervivientes el estudio de las siguientes investigaciones científicas: medidas antropológicas, clasificación de grupos sanguíneos, manifestaciones de cultura material y espiritual. Así mismo verificar excavaciones arqueológicas de sondeo en la zona mencionada y en las regiones de Coyaima y Chaparral, en el mismo departamento. Segunda: Los contratistas se obligan además a buscar en las regiones indicadas, indígenas que hablen todavía las lenguas precolombinas, y en caso de encontrarlos, llevar a cabo la recolección del material indispensable y el subsiguiente estudio del mismo. Tercera: Los contratistas llevarán para su investigación dos estudiantes del instituto Etnológico Nacional… comprometiéndose además a dirigirlos e instruirlos en todos los trabajos que se emprendan de conformidad con el presente contrato. 28 No podemos tener ninguna pista acerca de quién elaboraba en el ministerio los contratos, ni quien fijaba previamente las tareas o veía por su cumplimiento, pero lo que si resulta claro es que hay una mirada y un lenguaje de intelectuales familiarizados con las tareas de la naciente etnología europea en la manera de enunciar unos conocimientos y que los “técnicos” de las oficinas gubernamentales parecían gentes formadas en la más reciente ciencia social, como también lo podemos observar, de manera complementaria, citando uno o Diario Oficial 1942. No 25336. 1 de septiembre de 1942. –Este es un ejemplo solamente de los varios contratos celebrados entre el Gobierno nacional y Reichel-Dolmatoff. Hemos insistido en ejemplos tomados del campo de las ciencias sociales, pero igualmente son constantes los ejemplos que se pueden citar del campo de las matemáticas –los contratos con Francisco Vera, el gran matemático español, por ejemplo-, o del campo de las ciencias botánicas, con orientación farmacéutica. Citemos a este respecto el caso del académico húngaro, exiliado en Colombia, Coloman Mezey (cuyo nombre aparece con diferentes grafías en la documentación), quien celebraba con el Gobierno colombiano un contrato de prestación de servicios para “… regentar cátedras en materias de su especialidad… y el resto del tiempo a realizar trabajos e investigaciones que le encomiende el Ministerio de Economía Nacional, relacionadas con plantas medicinales del país, desde el punto de vista de la investigación farmacológica… contrato por diez meses y medio desde el 16 de febrero y hasta el 31 de diciembre de 1942”. Cf. Diario Oficial 1942. No 24982. 16 de junio de 1942 –el contrato se firmó cuando el trabajo se encontraba en marcha, un hecho que fue repetido. 28 56 dos renglones de un contrato celebrado entre el ministerio de educación y el destacado investigador y educador alemán exiliado en Colombia, Justus Wolfram Schottelius: …se compromete a hacer el catálogo y estudio analítico de todas las colecciones arqueológicas y etnológicas del Museo Arqueológico, y de las que se puedan adquirir… a reorganizar la exposición de colecciones, a dirigir trabajos de campo y el estudio de los sitios arqueológicos. 29 Podemos cerrar estas observaciones, que solo buscaban poner de presente las confluencias entre algunos elementos de la política cultural liberal de los años 1930 y 1940 y las posibilidades laborales de los exiliados o inmigrantes académicos españoles y europeos, con la consideración de dos casos más. 30 Podemos ahora comenzar mencionando el caso de Pedro Urbano González de la Calle, el conocido lingüista español que pasó una temporada en el país, en los años de su exilio y de quien ya habíamos hecho mención páginas atrás. Según lo que indica uno de sus contratos, pues también fueron, pero siempre en relación con tareas de docencia e investigación, a González de la Calle se le contrataba para que, en compañía del padre José Félix de Restrepo adelantaran “una investigación de cultura científica en el Ateneo de Altos Estudios”, una institución que en ese momento no lograba aun su perfil definido, pero que era ya un embrión del futuro Instituto Caro y Cuervo –a quien originalmente se bautizó solo con el nombre de Rufino Cuervo, sin la compañía del señor Caro, que se agregaría por el camino-. Según el contrato, se trataba exactamente de continuar la obra de Cuervo –el Diccionario de régimen y construcción de la lengua-, y en cierta manera de ponerla al día, elaborando “el diccionario de la lengua con neologismos para continuar una tradición nacional…”. 31 El contrato señalaba que González de la calle y Félix de Restrepo tendrían dentro de sus funciones escoger algunos colaboradores jóvenes para llevar adelante las tareas, con quienes comenzaría el proceso de formación de una escuela de investigadores de la lengua. El contrato se renovó cada año y se Cf. Diario Oficial 1941. No 24629. 2 de abril de 1941. Incluso aquí las tareas son más amplias, pues además de la investigación etnográfica y la formación docente, se incluye el aspecto museográfico. 30 Pero nuestras consideraciones dejan de lado aspectos que en un análisis que fuera en otra dirección podrían ser de interés. Citemos dos de esas direcciones. Buena parte de los exiliados debieron trabajar por periodos largos en la enseñanza secundaria, dictando cursos muy diversos a grupos numerosos, en condiciones pedagógicas y materiales que hacían realmente difíciles las tareas, tanto en Bogotá, como en otras capitales (Cali y Pasto por ejemplo) y en algunas ciudades de provincia (por ejemplo Ocaña, Pamplona). De otro lado, no solo debería conseguir trabajo el cabeza de familia, sino otros de sus miembros. Por ejemplo en el caso de don Luis de Zulueta, cuya hija Inés trabajó en la Universidad Nacional, o la esposa de Justus Schottelius, quien dictó cursos en la escuela Normal Superior, como también lo hizo Rosa Mayol de Recasens –hay muchísimos más casos-. Este aspecto familiar del exilio fue oportunidad sistemáticamente aprovechada por el periódico El Siglo, para criticar y atacar a los exiliados y a los gobiernos liberales, denunciando al mismo tiempo el “desalojo del trabajo nacional” y la dilapidación de recursos públicos en la atención a gentes que no lo merecían. 31 Diario Oficial 1940. No 24880. 3 de diciembre de 1940. 29 57 mantenía en vigencia en 1944, pero el “Instituto Cuervo” o la Sección Cuervo del Ateneo de Altos Estudios había ya reclutado a sus primeros miembros, que se encontraban en proceso de formación. Los contratos mencionan a Julián Motta Salas y a Manuel Casas Manrique, aunque de ellos se dice que el primero debería dedicarse al estudio del latín y como complemento al trabajo en “la gramática histórica de la lengua castellana” –el Diccionario de Cuervo- y del segundo que trabajaría en la colección de textos “de las diversas lenguas indígenas”, realizando siempre que fuera posible grabaciones que “vengan a formar la discoteca lingüística del ministerio…”. 32 Pero que puede que haya resultado más importante para la cultura filológica y humanista de Colombia los nombres que enseguida se mencionan, puestos en calidad de jóvenes: José Manuel Rivas Sacconi, Rafael Torres Quintero y Luis Flórez 33 , tres investigadores que durante medio siglo dominarían la vida y las evoluciones del Instituto Caro y Cuervo y asegurarían, finalmente, más que su cambio, el mantenimiento de una tradición que a finales del siglo XX ya comenzaba a ser ampliamente cuestionada. Lo cierto es que desde el punto de vista de la creación de una institución como el Caro y Cuervo y la determinación de muchas de sus líneas de acción e investigación –como la que llevará al Atlas Lingüístico y Etnográfico de Colombia, el ALEC-, la presencia de Pedro urbano González de la Calle resultó definitiva. Cerremos ahora sí estas observaciones citando el caso, complejo, de Miguel Joseph Mayol, un exiliado español que tuvo en principios grandes dificultades para acomodarse dentro de la precariedad de las nacientes o renacientes instituciones culturales colombianas, y quien en principio tuvo que ser contratado por varios periodos como profesor de tipografía en algunos institutos técnicos, pero a quien veremos evolucionar luego a la categoría de impresor y editor, pues en el año de 1941 editó para el Ministerio de educación Nacional ochocientos ejemplares del volumen segundo de la obra de Rufino José Cuervo, aun autor que a estas alturas terminaba convirtiéndose en una fuente de apoyo de más de un exiliado. Más adelante, en 1943, Miguel Joseph Mayol editaría en dos volúmenes parte de la correspondencia de Rufino José Cuervo, dentro de la Colección Archivo Cuervo, y en el marco de la idea cultural de rescate de los “clásicos nacionales”. 34 Extensión Cultural: un mecanismo catalizador Alfonso López Pumarejo, y tras el los ministros de Educación que formaron parte de su gobierno y aquellos que lo fueron durante el gobierno de Eduardo Santos, repitieron todos que el problema de la cultura en Colombia era un problema que excedía el campo de la educación formal. Por ello era necesario producir un mecanismo de difusión cultural que asegurara que el mayor número de Cf. Diario Oficial 1944. No 25531. 28 de abril de 1944, No 25564, 9 de junio de 1944 y No 25637, 7 de septiembre de 1944. 33 Cf. Diario Oficial 19944. No 25564. 9 de junio de 1944 y No 25671, 18 de octubre de 1944. 34 Cf. Diario Nacional. 1943. No 25285. 1 de julio de 1943. 32 58 colombianos pudiera acceder a los bienes de la cultura y en particular a la palabra de los artistas, académicos e intelectuales. El mecanismo podía revestirse de las más diversas condiciones, pero el fin era el mismo: difundir la cultura y el nombre que terminó imponiéndose para designarlo fue el de “extensión cultural”, un nombre que llegó a ser al mismo tiempo la designación oficial de la oficina que se encargaba en el ministerio de Educación de todos los programas que intentaban hacer de los bienes culturales un objeto que circulara más allá de los grupos sociales que de manera tradicional habían tenido acceso a la educación, a las artes y a todas las formas de “construcción” y “ennoblecimiento” del espíritu. 35 Lo que se quiere ahora resaltar ante todo es el hecho de que buena parte del papel cultural modernizante de los emigrados europeos intelectuales –sobre todo fuera de Bogotá, pues en la capital del país es posible que la Universidad Nacional, la prensa y la Escuela Normal Superior, hayan sido el lugar por excelencia de ese papel- se logró en el marco de ese proyecto de difusión cultural que se concretaba en los programas de “extensión cultural”. De hecho, como lo observamos renglones arriba, en algunos de los contratos con los exiliados e inmigrantes se incluía como cláusula expresa la participación en los programas de extensión cultural dentro y fuera de Bogotá. En los renglones que siguen deseamos insistir sobre este punto, que nos parece básico para poder hacerse a una idea –que en parte ya hemos bosquejado- de los cambios culturales de los años 1930 y 1940 y del lugar en ese proceso de los exiliados e inmigrantes. Podemos partir por recordar un hecho significativo. En 1939, como parte del proyecto de difusión cultural del ministerio de Educación, la Biblioteca nacional preparó un proyecto de conferencias para realizarse en sus nuevas instalaciones, soportado por completo en exposiciones de algunos de los principales miembros del exilio republicano español. 36 Aunque se trata de una propuesta y sabemos que el programa no se cumplió al pie de letra, pues hubo cambios en los nombres de algunos expositores, el programa, que además estaba diseñado para llevarse a las principales ciudades del país, ofrece una idea clara de esas conferencias, que complementaban las que por esos mismos años también el ministerio de Educación ofrecía en el Teatro Colón y en donde los exiliados e inmigrantes académicos tuvieron también un papel de primer orden. Los profesores seleccionados fueron en aquella oportunidad Juan María Aguilar, profesor de la Universidad de Sevilla, quien hablaría sobre Francisco de Miranda; el profesor de la Universidad de Valencia José María Ots Capdequí, Sobre el proyecto de extender la cultura en el marco de los cambios políticos de la República Liberal cf. Renán Silva, República Liberal, intelectuales y cultura popular. Medellín, La Carreta, 2005. 36 Cf. “Memorando sobre un posible curso de divulgación cultural a desarrollar en el salón de conferencias de la Biblioteca nacional por algunos profesores españoles”, en Biblioteca Nacional. Correspondencia. Asuntos varios. Dirección .1939. La forma como la idea de “extensión cultural” fue asimilada y desarrollada en la una institución como la Universidad Nacional puede verse en el Informe que Gerardo Molina presento en 1948 al término de su rectorado. Cf. Universidad Nacional de Colombia. Revista Trimestral de Cultura Moderna. No 12, mayo-junio, 1948, pp. 277 y ss. Los puntos precisos sobre extensión cultural en pp. 284-285. 35 59 quien dictaría “tres o cuatro conferencias” sobre “el régimen señorial de la Edad Media española”; el profesor Pedro Mayoral, de la facultad de Medicina de la Universidad de Madrid, quien se encargaría de “tres o cuatro conferencias, sobre el tema del “diagnóstico individual o conocimiento de la personalidad…”, aunque también podría hablar sobre problemas de higiene elemental y vacunación; el doctor Santiago Esteban de la Mora, “arquitecto, funcionario técnico de la oficina de urbanización del municipio de Madrid”, quien podría dictar conferencias “ilustradas profusamente con proyecciones, sobre problemas modernos de urbanización de las grandes ciudades”; el profesor José Royo Gómez, geólogo del Instituto de ciencias naturales de la Junta para la ampliación de estudios de Madrid –uno de los organismos responsables de la formación europea, sobre todo alemana, de los graduados españoles-, quien hablaría sobre la constitución de la tierra; el profesor José Cuatrecasas, botánico que desde principios de los años 1930 visitaba regularmente el país y era antiguo director del Jardín Botánico de Madrid, quien hablaría sobre “Aspectos interesantes de la flora colombiana”; el doctor Francisco Carreras, del Instituto nacional de san Isidro de Madrid y de la Junta para la ampliación de estudios, quien hablaría sobre “la lucha contra los estupefacientes en Europa y América”; el profesor Pablo Vila, muy conocido en Colombia, porque en los años veinte había sido rector del Gimnasio Moderno, geógrafo y pedagogo catalán, “quien podría dictar dos o tres conferencias sobre problemas modernos de la geografía económica y su aplicación al mundo geográfico colombiano”; y finalmente el profesor Antonio Trías Pujol, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, cuyo tema aun no podía anunciarse al público, por cuanto el doctor Trías “en estos momentos se encuentra realizando el viaje de Barranquilla a Bogotá”. 37 Este tipo de ciclos de conferencias, pensadas para un público amplio, y que se ofrecían sin costo alguno, y de los cuales ha quedado un amplio registro fotográfico, que muestra siempre salones colmados por el público y de cuyos contenidos hubo de manera permanente información en la prensa –incluso cuando se trataba de atacar a los conferencistas, como lo hizo de manera muy encarnizada el periódico El Siglo con dos de ellos, los doctores Jiménez de Asua y Demófilo del Buen-, encontraron eco muy favorable en otras ciudades, como en el caso de Popayán. Hay que recordar que la Universidad del cauca se encontraba en los años 1930 en un proceso de renovación producto de varios factores, entre los que podemos mencionar, por fuera de la política educativa liberal, la existencia de rectores de espíritu liberal y moderno como César Uribe Piedrahita médico colombiano especializado en los Estados Unidos, en Harvard-, y A. J. Lemons Guzmán, o docentes como Gregorio Hernández de Alba, antropólogo formado en París, y quien funda en Popayán el primer “Instituto Indigenista del país”, y un grupo de profesores extranjeros, entre los que descollaba Juan Montón Blasco, un ingeniero industrial catalán, graduado en la escuela 37 El programa incluye datos biográficos y académicos precisos sobre cada uno de los conferencistas, y se trata en todos los casos de académicos de cierta importancia en el mundo intelectual español. Quienes los reemplazaron en el programa de conferencias en Bogotá y luego en las provincias podrían mostrar también recorridos intelectuales notables o aceptables; además, como lo veremos renglones adelante, el grupo se enriqueció con otros académicos europeos y con académicos colombianos. 60 politécnica de Barcelona, renovador de la enseñanza de las matemáticas y quien funda en Popayán el primer programa de Ingeniería Industrial del país. 38 En un ambiente como el bosquejado, a pesar de todas las dificultades materiales y cierto aislamiento cultural, los programas de extensión cultural que se apoyaban en ciclos de conferencias de los exiliados españoles y los inmigrantes docentes europeos, encontraron un gran eco entre los estudiantes universitarios. Los informes de los directores de educación de estos años, que constituyen una fuente de importancia –a pesar de su carácter oficial- para observar la dinámica del cambio intelectual, ofrecen para el caso del departamento del Cauca una fuente preciosa sobre estos puntos. 39 Esta fuente puede complementarse con revistas que surgen en esos años, como por ejemplo, Universidad del Cauca. Órgano del movimiento ideológico occidental universitario, publicación dirigida por Antonio García, el conocido economista colombiano, graduado en la Universidad del Cauca en Derecho, y por muchos años uno de los impulsores en la Universidad nacional de la investigación y la figura de los “institutos de investigación”, junto con Ots Capdequí y Francisco Abrizqueta. El asunto es que había en esos años en la Universidad del Cauca un grupo importante de profesores extranjeros, como el mencionado ingeniero del Montón, quien había salido con su familia recién iniciado el conflicto español, cuya esposa, María del Montón –también catalana- será la organizadora de destacada de prácticas musicales modernas, de la manera similar a como en Bogotá lo era María Rodrigo; o como Miguel Fornaguera, un educador catalán también muy activo como docente y como escritor de temas de educación y de ciencias sociales, que años después regresará a Bogotá, luego de cumplir su tarea en Popayán; o como el profesor alemán Albert Hartmann, físico de profesión, pero al mismo tiempo botánico-naturalista, quien enseñaba matemáticas y ocupó el cargo de vicerrector. En ese ambiente de docencia renovada y de ascenso de una juventud que buscaba algo que puede denominare como “modernidad”, la llegada de las destacamentos del programa liberal de extensión Cultural no podía encontrar sino acogida (a pesar de que no faltaron nunca las voces de rechazo y las resistencias implícitas). Según la revista Popayán de finales de 1937 días atrás había estado en la ciudad dictando un ciclo de conferencias el profesor Luis de Zulueta, quien había obtenido grandes éxitos en su empeño de destacar los elementos básicos de la moderna cultura europea, y quien había sido calidamente recibido con palabras agradecidas por el rector de la Universidad. 40 El nacionalismo catalán no dejaba de manifestarse en la fundación de la Escuela de Ingeniería industrial, de la que se decía que debía servir a la patria, engrandecer el país, desarrollando industrias…” y ofreciendo “nuevos horizontes a la juventud”. Cf. Informe del director de Instrucción Pública, 1935. Popayán, 1935, pp. 109-110. 39 Cf. por ejemplo Informe del director de Educación Pública del Cauca, 1934. Popayán, Imprenta del departamento del Cauca, 1934 –véase en especial p. 47 y ss: “Informe del rector de la Universidad del Cauca”, que para esos años era Efraín Salazar Silva. Un informe que permite percibir con facilidad los vientos de cambios que recorrían la vida universitaria 40 Popayán (Revista). No 3. 23-XII-1937. La publicación incluye propaganda de la Librería Argos, que da a conocer a través de un aviso sus “novedades de librería”. 38 61 Lo que hay que destacar ante todo en nuestra dirección es que con la colaboración de Gustavo Santos la Universidad puso en marcha un programa de extensión cultural, que copiaba sus bases del que se estaba desarrollando en Bogotá y se apoya también en muchos de los académicos que habían llegado al país. El programa comprendía un elemento artístico –Nicanor Zabaleta hizo tres presentaciones, pero hubo otros artistas destacados también que llegaron hasta Popayán- y las habituales conferencias centradas en el tema de la cultura de Occidente y la crisis de la civilización a principios del siglo XX. En el año de 1938 los invitados principales fueron Luis de Zulueta, Gerhard Masur y Enrique Pérez Arbeláez. Vale la pena citar los títulos de las conferencias, por lo menos para hacer notar no solo su tinte moderno y actual, sino la revolución cultural que para algunos oyentes pudo haber significado este tipo de actividad. Don Luis de Zulueta dictó cuatro conferencias, sobre el tema general de “Los fundamentos de la cultura moderna”, cuyas contenidos específicos fueron: El misterio de Oriente; El genio clásico (Homero); El Cristianismo (Dante); y El mundo de la acción y de la ciencia (Cohete), lo que parece ser un programa de conferencias que tenía organizado desde tiempo atrás, y que dictó en varios lugares del país. 41 Por su parte G. Masur había dictado un cursillo de sociología para los estudiantes de derecho, y también uno de historia para los alumnos del último año de bachillerato, además de sus conferencias públicas, en las que había abordado el tema de las dictaduras modernas (Bolchevismo, Nazismo y Fascismo), había disertado sobre la obra de grandes pensadores alemanes y europeos (Nietzsche, Wagner, Sorel, entre otros) y había hablado sobre la vida de Goethe; mientras que en el cursillo de historia universal para alumnos de último año de bachillerato había estudiado la educación, el estado y la sociedad y la concepción del universo durante el Renacimiento. Enrique Pérez Arbeláez, el botánico colombiano, profesor de la Universidad Nacional y creador y director en ella del Instituto Botánico Nacional había desarrollado seis lecciones públicas sobre botánica, pero centradas en el uso de las prácticas de laboratorio: métodos, cultivos; por fuera de los aspectos relacionados con los aspectos históricos de la botánica y sus relaciones con la economía de una sociedad, temas sobre los cuales lo había antecedido y acompañado el también botánico y naturalista Carlos Lehman, que por un tiempo residió en Popayán, mientras era profesor de la Universidad Nacional, antes de su regreso a Francia. 42 A finales de 1937 Zulueta había estado también en compañía de Masur dictando un ciclo de conferencias en Mompox. Uno de los organizadores lamentaba que no hubiera reconstrucción de las conferencias, porque no se había tomado nota taquigráfica de ellas. Cf. UNAC. Facultad de Ciencias. Referencia 62 D. Vol. 1. No 35. 1937. Oficio 2616. 1-121937. 42 No hay que olvidar que la universidad del Cauca había tenido en esos años grandes mejoras en el plano de los laboratorios, lo que facilitaba un mínimo de actividad experimentalista: “En este año los laboratorios han progresado notablemente con el equipo de materiales para química”, y se menciona la realización de compras en Alemania y el proyecto de nuevas adquisiciones, aunque deben enfrentar el problema de la falta de recursos económicos. La publicación que citamos incluye un plano de las nuevas 41 62 El caso que hemos presentado de la ciudad de Popayán y en ella de la Universidad del Cauca, no puede considerarse como un hecho aislado. Las mismas situaciones de enganche entre el programa cultural del liberalismo y el papel en esa política de difusión cultural de los inmigrantes europeos y los republicanos españoles se constatan en otros lugares del país. Dentro de esos otros lugares es posible que el que impresiona tanto o más que el caso de Popayán es el de Barranquilla en los años 1940. Una publicación en especial, la Revista del Museo del Atlántico, recogió la huella de ese proceso de renovación cultural. 43 El título de la revista sorprende pues tiende a hacer pensar que se trata del órgano de difusión de un museo. Sin embargo, su estudio pone de presente de inmediato la novedad que ahí se aguarda. De manera un tanto caprichosa, Julio Enrique Blanco, quien era a principios de los años 1940 el director de Educación Pública, puso ese nombre a una publicación que en realidad recogía a manera de amplio resumen toda la actividad cultural de la ciudad de Barranquilla y en cierta manera del departamento del Atlántico, lo mismo que la actividad de todas las instituciones de cultura y educación que el organizó en una especie de frente común, bajo el nombre de “Museo del Atlántico”. 44 Llama la atención en el caso de Barranquilla no solo la modernidad literaria (por ejemplo la difusión de Dostoyewsky) y filosófica (por ejemplo Nietzsche), sobre quienes la revista publicó textos diversos, sino el papel tan grande de los extranjeros en el desarrollo cultural de la ciudad. En particular, por lo que a nosotros más interesa, la revista del Museo del Atlántico permite no solo ver en funcionamiento el mecanismo de extensión cultural, plenamente asumido, sino el papel que en esa empresa tuvieron dos exiliados españoles. De una parte Ramón Vinyes, cuyo papel cultural en la ciudad es muy conocido por razones que tienen que ver con la historia de la literatura en Colombia, y de otra parte Francisco Vera, el gran matemático español, que pasó una parte de su exilio, antes de partir para Buenos Aires, en donde continuaría la publicación de su obra con la ayuda de Rey Pastor –exiliado también-. edificaciones construidas entre 1936 y 1938 con destino a laboratorios de física, química y metalurgia. Cf. Informe del Rector de la Universidad del Cauca, 1938 –sin datos editoriales de identificación. En este mismo año de 1938 dictó un ciclo de conferencias en Popayán, en el marco del programa de extensión cultural el arquitecto alemán, profesor en ese momento de la Universidad Nacional Karl Brunner. Por el contenido absolutamente moderno de los títulos de sus exposiciones vale la pena citarlas: El urbanismo contemporáneo; la vivienda obrera y de clase media; avenidas monumentales; urbanización moderna, la urbanización en Chile; parques y campos deportivos; arquitectura y urbanismo en Roma, arte urbano histórico; el arte urbano moderno; los rascacielos norteamericanos; aspectos urbanos de Bogotá y de Popayán…. ¡un programa de exposiciones realmente sorprendente! Sobre Brunner puede verse Andreas Hofer, Karl Brunner y el urbanismo europeo en América latina –Prólogo de Rogelio saltona-. Bogotá, El Áncora editores/Corporación La Candelaria, 2003. 43 Cf. en particular Revista del Museo del Atlántico –Barranquilla. Publicación bimestral bajo la dirección de Julio Enrique Blanco-. Octubre, 1941. 44 Cf. Revista del Museo del Atlántico –“Instituciones que integran el Museo del Atlántico”. Nos 4 y 5. Marzo de 1944. El espíritu del programa liberal no era solo una declaración retórica. De hecho López de Mesa y el propio López Pumarejo estuvieron presentes en la ciudad y participaron de algunas de las actividades que organizaba Julio Enrique Blanco. 63 La Revista del Museo del Atlántico permite seguir en detalle la actividad permanente que como conferencista y divulgador bajo una forma popular de los grandes temas de la matemática moderna cumplió en Barranquilla Francisco Vera, quien ya fuera bajo el ángulo lógico, ya fuera bajo el ángulo histórico desarrollo una capacidad notable de comunicar las formas de razonamiento y la importancia de las ciencias matemáticas. 45 Igualmente la Revista Museo del Atlántico permite observar otros desarrollos sorprendentes, por lo menos por lo desconocidos, y en los que tuvieron participación importante los exiliados españoles republicanos e inmigrantes docentes europeos. Podemos citar el caso de los desarrollos de la psicotecnia, es decir de las diversas aplicaciones de la estadística a la medición de actitudes y de aptitudes, sobre todo a través de la “forma test”, lo que por mucho tiempo se consideró como una garantía de cientificidad en dominios como el de la selección profesional. De manera habitual se ha pensado que el esfuerzo de Mercedes Rodrigo –exiliada española- en la Universidad Nacional en los años 1940 no encontraba experiencias similares en el país, que permitieran hacer comparaciones. En realidad los avances realizados en estos terrenos en Barranquilla no dejan dudas acerca de que en medios del exilio, de manera similar a como ocurría en Bogotá, la estadística avanzaba en su programa de intentar aplicar formas de medición a todas o a la mayor parte de lasa actividades del espíritu humano. 46 Francisco Vera alcanzó a publicar algunas de sus obras en Bogotá, en la editorial Voluntad, y en Barranquilla, en editoriales difíciles hoy de identificar. En la portada de sus obras publicadas en Colombia aparece la mayor parte de su bibliografía, que hasta el año 1943 aproximadamente sumaba unos 15 títulos, que luego en Argentina se vieron constantemente aumentados. A pesar del interés creciente que hoy en día existe en España por la obra de Vera, su etapa colombiana es casi completamente desconocida, a pesar de que en Colombia publicó obras, enseñó en la Escuela Normal Superior y en la Escuela de Comercio y en establecimientos de secundaria y fue un conferencista permanente en los programas de extensión cultural del Ministerio de Educación. 46 Cf. Revista del Museo del Atlántico. Nos 8 y o. Marzo, 1945. fenómenos similares de innovación y de asociación entre “nacionales” y “extranjeros” en torno al programa cultural del liberalismo y más en general en torno al avance cultural y educativo pueden encontrarse de manera muy marcada en el caso de Santander y de la ciudad de Bucaramanga, como lo ilustran las historia de la Universidad Industrial de Santander. Cf. por ejemplo Armando Gómez Ortiz y Claudia Patricia Cote, Gestación y fundación de la Universidad Industrial de Santander. Bucaramanga, Escuela de Historia UIS, 1996, o Universidad Industrial de Santander, 50 años. Bucaramanga, UIS, 1998 –los nombres de los profesores extranjeros que llegan huyendo de la guerra se encuentran en pp. 21-22 y en p. 54 y ss. las realizaciones de Rodolfo Low Maus, el inspirador y organizador de buena parte del proyecto universitario encarnado en la UIS. El mismo papel destacado de los académicos extranjeros y de algunos republicanos españoles en el caso de las escuelas de agricultura tropical del Valle del Cauca, que se encuentran en el origen de la Escuela de Agronomía de Palmira, perteneciente a la Universidad Nacional de Colombia. Al respecto cf. Universidad Nacional 65 años. Sede Palmira, 1934-1999. Palmira, Taller de Publicaciones de la Universidad, 1999, y Víctor Manuel Patiño, Autobiografía. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 2003 –Patiño en p. 5 los nombres de algunos de los profesores extranjeros en la Estación Agrícola de Palmira, hacia 1936-1937, aunque en este caso antes que el exilio, los extranjeros llegan formando parte de misiones agrícolas. 45 64 IV COMPLEJAS RELACIONES ENTRE LAS CIENCIAS QUÍMICAS Y EL NACIONALISMO Introducción Intentaremos realizar en este capítulo el análisis de un conjunto de eventos referidos al tema de las relaciones entre “docentes extranjeros” y “docentes nacionales” -para decirlo bruscamente-, concentrándonos, a la manera de un estudio de caso –expresión sobre la que volveremos-, a la Universidad Nacional de Colombia, no solo por ser esta institución una de las que salió más renovada de la época de los gobiernos liberales que van de 1930 a 1948, sino porque el problema ha sido poco estudiado a partir de esta institución, habiéndose siempre mencionado, aunque sin profundizar, mucho más el caso de la Escuela Normal Superior. 1 Así pues, el objeto de este capítulo es el del estudio de las relaciones (en este caso de manera particular el estudio de las relaciones de conflicto) entre dos grupos de académicos en una institución universitaria, con la idea, que hemos tomado de la sociología, de que tales conflictos y tensiones pueden ser explicados, si de ellos se logra construir un modelo estructural, es decir un conjunto de enunciados breves que organizan un lugar al cual es posible referir esos sucesos, eventos o acontecimientos que las fuentes documentales nos presentan bajo la forma de “situaciones conflictivas”, tal como de manera corriente, bajo nuestro sentido común, definimos tales situaciones. El uso de este tipo de aproximaciones, por sencillas que ellas sean, ha dado lugar en ocasiones en las ciencias sociales a un equívoco curioso –sobre todo en los estudios de los sociólogos y de los economistas- que tiene que ver con el privilegio del modelo –o de la teoría- frente a los hechos, lo que hace que por el camino el investigador abandone la atención a lo que sus fuentes o datos le indican y termine en manos de lo que apenas era un instrumento para tratar de entender las situaciones que tenía al frente, de tal manera que tales situaciones pierden toda su singularidad y su especificidad contextual (temporal y espacial) y el investigador se ve lanzado a la temeraria empresa de hacer entrar todos los datos que recolectó, con tanta paciencia, en los límites del modelo fabricado previamente para ayudar en la explicación de tales hechos. Cf. M. C. Herrera y C. Low, Los intelectuales y el despertar del siglo. El caso de la escuela Normal Superior: una historia reciente y olvidada. Bogotá, UPN, 1994. Pero el tipo de relaciones que queremos interrogar no coincide de ninguna manera con aquellas que son objeto del texto del texto de Herrera y Low, quienes desde luego mencionan la existencia de docentes llegados del extranjero y de transterrados españoles, pero se ocupan más bien de realizar una primera aproximación monográfica al lugar de formación académica de un grupo de intelectuales. 1 65 Para evitar esa tentación que acabamos de mencionar nos cuidaremos pues de todo uso puramente deductivo de un instrumento siempre necesario –al que sencillamente podemos definir también como una hipótesis-, tratando de mantenernos dentro de límites razonables en su empleo, e incluso diremos más bien que antes que un “modelo” definido en términos estrictos, lo que intentamos es acudir a algunas proposiciones extraídas de por lo menos dos enfoques sociológicos, para ayudarnos con tales proposiciones en la explicación de un “aglomerado” de hechos que describen las fuentes y que queremos captar en su significado singular, es decir, tal como intenta captarlos el historiador –aunque desde luego la singularidad de la que hablamos no es simplemente la de las personas ni la de los eventos, sino también la de las situaciones y las condiciones, que de todas maneras pueden ser captadas también como constantes, por lo menos para un periodo histórico dado. Las referencias teóricas de las que queremos ayudarnos en este caso –sin perjuicio de separarnos de ellas cuando observemos sus limitaciones o incluso su inutilidad- tienen que ver en primer lugar con un estudio muy conocido del sociólogo alemán Norbert Elias -un verdadero clásico de la disciplina, aunque en buena medida hoy convertido en una especie de exponente de la llamada “gran teoría”, similar a un Talcott Parsons, gracias a el uso que hacen en el medio académico de sus formulaciones algunos discípulos apurados que buscan comprender el llamado “proceso de civilización” y el proceso de “formación del Estado”, no mediante una paciente reflexión histórica, sino por una especie de “salto dialéctico” que los lleva de manera deductiva de unas proposiciones que sintetizan tan solo muy a medias siglos de experiencia europea, al análisis concreto de una sociedad histórica determinada-. 2 Nos referimos de manera particular a un corto estudio en donde N. Elias examina las relaciones que contraen dos grupos de trabajadores industriales en una comunidad urbana (cuyo nombre Elias indica con un nombre ficticio), relaciones que se caracterizan por la tensión permanente, cuando no por el conflicto abierto. El “enigma” que Elias quiere descifrar tiene que ver con el hecho de que los dos grupos tienen condiciones sociales homogéneas desde el punto de vista laboral, de ingresos y educativo (nivel de formación técnica), tres dimensiones básicas que la sociología por mucho tiempo tuvo como los principios que organizaban los sistemas de oposición y conflicto entre los grupos sociales. El estudio realizado por Elias (y otro colega) lo conduce a una situación en parte sorprendente: que todos los elementos de conflicto, que todas las formas de estigma, de “no reconocimiento” que uno de los grupos lanza sobre el otro, que todas las modalidades de tensión en las relaciones entre los grupos, remiten a un elemento estructural –constante, regular-, que se refiere a la antigüedad, y que se expresaría bajo la forma siguiente: soy más que usted, porque llegué primero, porque soy “antiguo”, porque tengo viejas raíces, un argumento que fácilmente los historiadores reconocerían como de constante presencia cuando se enfrentan al análisis de las sociedades de “antiguo régimen”, sobre todo cuando se trata de 2 Cf. como un ejemplo en nuestro medio –dentro de varios posibles-, Cristina Rojas, Civilización y violencia. La búsqueda de la identidad en la Colombia del siglo XIX [2001 en inglés]. Bogotá, Norma, 2001. 66 analizar las formas como se intenta legitimar alguna condición de “nobleza”, aunque Elias lo constata en esta oportunidad, hecho sorprendente, en un medio urbano y entre trabajadores industriales, es decir en un tipo de sociedad que habitualmente designaríamos, en términos sociológicos, como “moderna”. Elias construye entonces un sistema de oposiciones entre los “establecidos” y los “marginados” –los que llegaron luego- y muestra de qué manera la comunidad (que él estudió) constituye la mayor parte de sus relaciones respecto del “otro”, a partir de una forma de diferenciación simple, que parece sorprendente por su propia simpleza: la antigüedad. 3 Desde luego que Wiston Parva –la comunidad que Elias estudio bajo ese nombre ficticio- no es la Universidad Nacional –nuestra idea es puramente analógica-, empezando porque en nuestro caso las propias condiciones económicas y educativas de establecidos y marginados no eran similares (en general los extranjeros durante mucho tiempo ganaron menos y solo algunos pocos de ellos tuvieron mejores ingresos que los docentes colombianos, aunque los niveles educativos de la mayor parte de los extranjeros parecen haber sido mayores que el de los locales], pero la idea de la oposición entre establecidos y marginados y la manera como la antigüedad produce y organiza una serie de oposiciones, no deja de ser atrayente, por lo menos como pista de investigación, entre otras cosas porque valora condiciones y diferencias que en las formas habituales de pensar los sistemas de oposición social no son incluidas. 4 La otra “directriz teórica” en la que trataremos de apoyarnos para emprender nuestro pequeño estudio del trabajo docente de algunos de los “republicanos españoles” y otros docentes inmigrantes en el medio académico nacional en los años 1940 del siglo XX, tiene un origen diferente y se relaciona con investigaciones afirmadas en una fuente empírica muy localizada –una sociedad muy particular, una coyuntura por completo ajena a la que nosotros consideramos y un material empírico de encuesta-, que muy poco se asemeja a la situación que nosotros intentamos examinar, pero que ofrece pistas de análisis que pueden servir para considerar situaciones muy diferentes, pero que se inscriben en el campo institucional de la enseñanza superior. Norbert Elias, “Ensayo teórico sobre las relaciones entre establecidos y marginados” [1977], en N. Elias, La civilización de los padres y otros ensayos. Bogotá, Grupo Editorial Norma, 1998, pp. 79 – 138. Aquí hay un escollo a evitar y es el que tiene que ver con el “campo semántico” del vocablo “marginados” en las ciencias sociales, en las cuales, sobre todo en América latina en la segunda mitad del siglo XX, el término remite a pobreza y a exclusión social, en el sentido de insatisfacción de necesidades. No es ese el sentido que N. Elias da al término de marginado. 4 Sin que esto signifique ninguna crítica radical de las formas de análisis que se apoyan en oposiciones del tipo “élites” y “masas”, oposición que encontraría su explicación última en las llamadas condiciones económicas (la “infraestructura”), el análisis histórico -de manera particular la llamada “microhistoria”- ha llamado la atención sobre todas las formas de poder, de autoridad y de conflicto que se derivan de lazos o de relaciones sociales “invisibles”, pero no por ello menos eficaces., como la tradición, el respeto, el prestigio, o el control sobre la información. Cf. al respecto, por ejemplo, Giovanni Levy, La herencia inmaterial. Historia de un exorcista piamontés del siglo XVII [1985]. Madrid, Nerea, 1990. 3 67 Se trata del Homo Academicus de Pierre Bourdieu. 5 Como se conoce, se trata de un libro en apariencia curioso y muy poco leído –por lo menos entre nosotros- en el que el gran sociólogo francés –un autor demasiado banalizado y convertido en un objeto al tiempo de moda y de culto y en proveedor de una cierta jerga para iniciados- intentó estudiar aspectos centrales del famoso movimiento universitario de Mayo de 1968 en Francia, pero de una manera inusual (ya que lo hizo con fuerte contenido documental y empírico, por eso hablamos de un libro “curioso”), que trataba de evitar el extendido “ensayismo” que desde esa fecha hemos conocido como la forma principal de análisis de tal acontecimiento, y en que además ponía su foco de reflexión no sobre los estudiantes que se manifestaban en las calles, sino, de manera básica, sobre los cambios estructurales de la institución, después de la Segunda Guerra Mundial. Más o menos quince años después de los sucesos universitarios de Mayo del 68 y cuando seguramente ya muchos los habían olvidado, Pierre Bourdieu publicó un libro que aspiraba a ser una “explicación” de un aspecto esencial del acontecimiento –que no fue simplemente estudiantil- y lo hacía recurriendo a su forma tradicional de encarar muchos de los objetos sobre los que investigó: la reconstrucción del sistema de posiciones que estructuran el campo –en este caso universitario-: una reconstrucción empírica, sobre la base de una encuesta – complementada con otras fuentes-, de las “posiciones docentes”, realizada a través de un método paciente que relaciona cada una de las formas de capital cultural que acumulan los “sujetos universitarios” sometidos a encuesta, con las formas de poder monopolizadas a través de cátedras largamente mantenidas bajo formas monopólicas, por medio de la participación en tribunales de tesis, en comités de decisión sobre ascensos y evaluación y publicación de trabajos, o por relaciones que se tienen con el mundo editorial, etc., pero no menos, en el caso francés, con acumulación de prestigio por presencia constante en cierta clase de publicaciones, o por el lugar ocupado en el Hit Parade intelectual y por la visibilidad en los medios de comunicación, y por la participación en misiones internacionales de carácter oficial, en tanto representantes de la cultura francesa, etc. Lo que constata Bourdieu es que en algún momento a comienzos de los años 1960 se rompió el equilibrio de vieja data que caracterizaba el mundo de los profesores universitarios y que las jerarquías tradicionales fueron rotas por la emergencia de nuevas categorías de docentes, en una universidad que ahora era de masas y que en el propio campo docente producía su “proletariado” (de manera particular los llamados maîtres d’assistance); una universidad sacudida también por crisis de sucesiones de las burocracias docentes tradicionales, por crisis de legitimidad en cuanto a lo que se enseñaba y en cuanto a las formas de distribución y designación de los saberes y de las profesiones, particularmente en el caso de disciplinas nuevas, como la sociología (disciplinas que producían también sus formas de “proletariado intelectual”. Todo esta situación original y “perturbadora” de los equilibrios anteriores, daba lugar al surgimiento de tipos específicos de contradicciones que no podían ser comprendidas sino en términos del análisis de la propia institución y que en 5 Pierre Bourdieu, Homo academicus [1984]. Buenos Aires, Siglo XXI, 2008. 68 buena medida remitían a las nuevas condiciones de reproducción del cuerpo docente, a la defensa de cuerpo practicada por grupos de docentes que sentían los cambios impuestos y los cambios incorporados como una amenaza a su tranquilidad y dominio tradicional, como también remitían a cambios exteriores a la institución –cambios relacionados con el mundo editorial, con el papel de los “profesores-intelectuales” por relación con los medios de comunicación, con la presencia de un nuevo abanico de posiciones posibles en el campo universitario, y sobre todo con la llegada a la universidad de cientos y cientos de jóvenes culturalmente muy diferenciados de lo que había conocido la mitad del siglo XX – de manera estricta se trataba de la primera generación de postguerra que arribaba a la universidad-, todo esto reconstruido con el rigor de un trabajo empírico sorprendente (y poco tomado en consideración por quienes se declaran discípulos del cuidadoso sociólogo). En general la lección que deja el libro –cuyos procedimientos de trabajo y conclusiones son aquí presentados aquí de manera tan esquemática-, un libro del que no es necesario asumir por entero ni su vocabulario, ni sus conceptos, ni cada una de sus conclusiones, es simplemente la idea de que ese conjunto de situaciones que a todos aparecía en la superficie como inesperado y sorprendente, remitía a modificaciones de las estructuras universitarias, a cambios en la población estudiantil (en su morfología social) y por tanto en el sistema de relaciones que sostenían los profesores entre ellos, con la institución y con los estudiantes, a cambios en el campo propio de las disciplinas y en el campo de la organización administrativa universitaria (las formas de relación entre las facultades y la aparición, además, de otro tipo de agrupaciones entre docentes (centros, laboratorios, grupos), todo lo cual podría ser una buena serie de indicaciones para considerar el problema empírico que tenemos planteado: las tensiones entre dos grupos de docentes y las formas de resistencia al cambio en la medida en que una forma tradicional del hacer docente se ve modificada, al mismo tiempo que examinamos la forma de representación del problema, es decir la interpretación que los agentes producen de la situación, en este caso la percepción del conflicto a través de una “conciencia nacionalista”, que piensa la situación como un despojo extranjero, realizado además, en este caso particular, por un representante de la “España roja”. Resumiendo diremos entonces que lo que para nosotros interesa de manera principal es la idea de la complejidad que pueden entrañar las relaciones entre “establecidos” y “marginados” –en el sentido de Elias- en una sociedad y las tensiones que de ahí se desprenden; lo mismo que nos interesa la idea, clásica en sociología, de que los sistemas de posiciones y los logros previamente obtenidos, lo mismo que la organización administrativa en el marco de la cual se ha hecho una carrera universitaria, son elementos que pueden ayudar a explicar las tensiones y conflictos que caracterizan en un momento determinado el mundo decente de las universidades. Son entonces estas las proposiciones que, de manera cauta, adoptamos de esos análisis propuestos por Bourdieu y Elias, siempre dentro de la perspectiva prudente que renglones arriba insinuamos y con la convicción de que lo que nos interesa comprender no es una forma universal de tensiones y conflictos, sino apenas un conjunto de sucesos singulares que rodearon la historia particular que 69 queremos comprender. Así que en realidad, más que hablar de “modelos” como lo hicimos renglones atrás, resulta más conforme al espíritu y a los hechos que examinaremos, hablar de “indicaciones de perspectiva teórica”, en parte aisladas de los dispositivos generales en los que fueron propuestas. Pero debemos sumar aún dos nuevos elementos a nuestro “enfoque”, los dos explícitos en muchos de los análisis de Pierre Bourdieu. El primero tiene que ver de manera mucho más concreta con el volumen del capital cultural, expresado en títulos, en experiencia docente, en vinculación con centros notables de elaboración de conocimiento y, para decirlo en una palabra, en cantidad de conocimientos adquiridos y relaciones con las disciplinas modernas que en Colombia la Universidad Nacional deseaba introducir –aunque el proceso de transformación universitaria, como lo hemos visto y lo podremos ver de nuevo en varias oportunidades en otros capítulos de esta trabajo, era una constante también de otras instituciones educativas en otras regiones del país-. Todo indica, o por lo menos es una pista a seguir, que los recién llegados en su mayoría aventajaban en medida grande a buena parte de quienes eran sus colegas en la Universidad. Las hojas de vida y los logros de muchos de los que emigraron tienden a hacernos pensar en esa dirección –como creemos que lo prueba el Apéndice de hojas de vida que se encontrará al final de este trabajo-. No dudamos desde luego que el punto es complejo, no solo porque no siempre se dispone de los datos que serían necesarios para tener un cuadro completo del problema, sino porque además la idea de “medir” en este campo no resulta fácil. Habrá que atender sin embargo a todos los indicios que resulten significativos en esa dirección. 6 El segundo elemento tiene que ver con lo que podemos llamar el ethos cultural o más bien el ethos de ciencia, un punto en donde se concreta ya no solamente el problema de las competencias adquiridas sino más bien el del desempeño práctico que se puede demostrar y que va siempre acompañado de una actitud precisa respecto del trabajo cotidiano. Este es desde luego también un problema difícil de verificar, pero algunas huellas han quedado en la documentación y hasta donde sea posible hay que aprovecharlas. Trataremos pues, dentro de una idea de control sobre toda aproximación demasiado brusca, de prestar atención a ese elemento que llamamos “ethos de ciencia” y que se refiere, como señalamos, al desempeño, al compromiso, a la dedicación, elementos seguramente difíciles de medir, pero reveladores de la forma como se asume el trabajo de docente y de docente investigador. 7 Aquí es necesario insistir en una diferencia precisa entre el trabajo de reconstrucción de empírica que realiza la sociología y aquella que realizan los historiadores. La diferencia mayor consiste en que mientras el sociólogo (o el antropólogo) construye la información de encuesta, lo que le permite disponer de la mayor parte de las informaciones que el investigador estima como necesarias para responder a sus preguntas, el historiador debe basarse en informaciones siempre incompletas y fragmentarias, en datos que no pueden considerarse más que como “indiciales”. 7 Sin querer concluir sobre este tipo de problemas tan complejos, ofrecemos un ejemplo de lo que queremos indicar, tan solo para señalar cómo en ocasiones la documentación puede ofrecer indicios de eso que llamamos un “ethos de ciencia” o de trabajo científico. “Se lee una nota del Director del Año Preparatorio en la cual participa que se ha 6 70 Para mostrar de manera aun más clara las limitaciones de nuestro propósito, hay que señalar que partiremos aquí de un caso individual, pues dedicaremos la mayor parte de las líneas que siguen al estudio de las labores docentes, experimentales e investigativas adelantadas en la Universidad Nacional por un académico exiliado, el Doctor Antonio García Banús, un químico español, que vivió y trabajó en Colombia entre –más o menos- 1938 y 1945 y quien fue uno de los creadores del moderno departamento de Química de la Universidad Nacional de Colombia. No se trata desde luego de hacer una biografía de García Banús, en el sentido convencional de la expresión, ni mucho menos de producir lo que ahora se llama una “historia de vida” –una forma de burlar los rigores de una buena con muy poco esfuerzo-. 8 Se trata de analizar la experiencia docente de García Banús –un tramo y una dimensión de su existencia-, que no es más que un punto en una red, como una forma de acercarnos a un conjunto de posiciones estructurales, que nos introducirán en un sistema de oposiciones que harán comprensibles las tensiones entre extranjeros y locales y nos pondrán de presente los movimientos y actitudes de resistencia, de rechazo y de aprobación que rodearon los años de reforma y cambio educativo en la Universidad Nacional sobre todo en los años 1940, durante el rectorado del doctor Gerardo Molina, proceso de cambio en el que los profesores extranjeros tuvieron un papel tan destacado. Antes de presentar de manera extensa y documentada el caso de García Banús, es bueno señalar qué entenderemos por “caso” en el marco de este trabajo, pues esta noción es a veces objeto de contradictorias interpretaciones. En primer lugar hay que recordar que la perspectiva de este trabajo no es la perspectiva estadística de lo “representativo”. Es decir, no afirmamos que las consideraciones (e interpretaciones) que vamos a presentar acerca de la trayectoria docente del Doctor García Banús, representen la trayectoria de todos o de la mayor parte de los inmigrantes docentes europeos (o simplemente españoles) que se vincularon a las instituciones universitarias colombianos en los años 1930 – 1940. Ni siquiera decimos que pueda predicarse tal carácter representativo en el caso particular de la Universidad Nacional, aunque si consideramos que se trata de un caso altamente significativo. La noción de “caso” a la que nosotros nos referimos es a la que se conoce como “caso posible de lo real”, es decir como un tipo de situación, empíricamente constatable (y teóricamente construida) a partir de la cual es posible reflexionar en términos generales –si se quiere “teóricos”- sobre un haz de situaciones posibles, lo que sirve de manera básica para potenciar la imaginación (histórica y sociológica) y por lo tanto para aumentar nuestra comprensión del mundo empezado el curso de alemán opcional, aprovechando los servicios del profesor Rudolf Hommes del ministerio de Educación, quien no devenga nada por parte de la Universidad”. UNAC, Actas del Consejo Directivo 1937, 28-08-1937. Son repetidas las ocasiones en que se encuentra este tipo de indicación, bajo la forma de “dictar cursos ad honorem”, de los que se puede derivar desde luego prestigio y otros intangibles, pero que no menos pueden ser reveladores de una forma de relación con el trabajo. 8 Cf. Pierre Bourdieu, “La ilusión biográfica”, en P. Bourdieu, Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción [1994]. Barcelona, Anagrama, 1985, pp. 74 – 83. 71 empírico tal como efectivamente ha sido vivido, cuando se le reconstruye a través de una documentación seleccionada a la luz de un problema y construida como “corpus” de investigación. Cuando decimos que vamos a estudiar el “caso” de García Banús decimos entonces que queremos reflexionar sobre una situación empírica que se ofrece de manera ejemplar como una forma de hacer inteligible esa situación cultural mucho más general que es la relación entre “establecidos” y “marginales”, en este caso en el campo intelectual, sin separarse del fondo histórico que la constituye, huyendo de esta manera de las generalizaciones sin base histórica que a veces se hacen pasar por “tipos ideales”, cuando son más bien formalizaciones puramente abstractas de situaciones históricas estilizadas. Pensamos por tanto que el estudio de la trayectoria de Antonio García Banús ilustra de manera ejemplar sobre una trayectoria docente concreta y al mismo tiempo sobre un conjunto de posiciones docentes posibles, que se separan o se acercan en medidas diversas de esa trayectoria ejemplar analizada, lo que nos tiene que servir para proyectar nuevos esquemas comprensivos sobre el conjunto de la situación, más allá del caso considerado. 9 Antonio García Banús en Colombia y en la Universidad Nacional En una publicación de 1964, en un artículo sobre Antonio García Banús, el autor del breve texto escribió lo siguiente: Su carácter sincero y afectuoso y sus dotes de gran simpatía le crearon en Colombia u extenso círculo de admiradores que junto con sus discípulos recuerdan su nombre con veneración y cariño. 10 El texto llama la atención por dos razones. La primera porque recuerda que las muestras de cariño y devoción por un maestro, con muy pocas excepciones, resultan un hecho altamente perecedero, como lo prueba la poca referencia que se hace a García Banús en los textos que, por su tema, podrían mencionarlo, una situación a la que, además, debe haber contribuido la escasa obra escrita de García Banús. No exactamente que al viejo maestro no se le mencione, sino que se le menciona de una manera puramente ritual, con poco interés por profundizar en su trabajo práctico de organizador inicial de un departamento académico. 11 Para una discusión de este tipo de problemas cf. Jean – Claude Passeron et Jacques Revel, Penser par cas [Enquête, 4]. Paris, EHESS, 2005. Cf. de manera particular “Penser par cas. Raisonner à partir de singularités”, p. 9 y ss. y “Les diverses formes de raisonnement par cas”, p. 229 y ss. 10 Luis Montoya Valenzuela, “El profesor Antonio García Banús”, en Química e Industria. Sociedad Colombiana de Químicos e Ingenieros Químicos. Vol. V, No 2, septiembre 1964, p. 7. 11 Cf. por ejemplo Germán Cubillos A., editor, Facultad de Ciencias: Fundación y consolidación de comunidades científicas. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2006. En la mayor parte de descripciones y análisis –una bibliografía numerosa- sobre el exilio español de 1939 en América latina –cf. en este trabajo más adelante “Orientación 9 72 La segunda razón por la cual el texto citado me parece interesante tiene que ver con las visiones idealizadas que los discípulos o la tradición producen sobre ciertas figuras a las que se considera como “egregias”. Las fuentes existentes sobre estos puntos indican que el carácter de García Banús no era exactamente el que el párrafo señala y, sobre todo, que sus relaciones con colegas y alumnos fueron en general difíciles. No afirmamos que García hubiera sido una especie de “bête noire” de toda la Universidad Nacional y de cada uno de sus alumnos y colegas. Pero fue siempre un profesor discutido, aplaudido por algunos, pero recusado por la mayoría, un docente que mantuvo con la mayor parte de sus colegas relaciones difíciles y que fue combatido dentro y fuera de la Universidad Nacional por nacionalistas y conservadores que encontraron siempre en el periódico El Siglo respaldo a sus campañas, sin que hubiera motivos políticos reales para esos ataques, ya que el examen de su vida política y personal -con los escasos documentos que sobre estos puntos existen- deja la impresión de que se trataba de un demócrata civilizado, principalmente interesado en sus problemas de laboratorio, lo que lleva entonces a la pregunta sobre las condiciones que alimentaron esas tensiones y los subsiguientes conflictos, con quien a veces, como en el artículo citado, se nos presenta como “rodeado de un círculo de admiradores” y “recordado con veneración y cariño”. No se sabe de manera precisa de quién fue la idea de traer al transterrado español Antonio García Banús a Colombia como profesor de química de la Universidad Nacional, pero el hecho no parece de mayor importancia, si se tiene en cuenta que su caso es solamente uno más dentro de una serie de casos de docentes europeos de altas calidades académicas que habían tenido que salir de sus países por razones religiosas, raciales o políticas. Lo que señalan de manera clara los documentos (por lo menos los que nosotros hemos consultado) es que los primeros contactos con García Banús los hizo en París el futuro presidente de la República, doctor Eduardo Santos, pues a principios de 1938 en el Consejo Directivo de la Universidad Nacional se leía un “un cable del señor Eduardo Santos al ministro de Educación, sobre las condiciones en que podría venir al país el químico español García Banús”, una oferta que el Consejo discutió y aprobó, con la condición de que “el ministerio colabore con la mitad del sueldo mensual propuesto, que es el de 400 pesos. El señor rector ofrece hablar… sobre el particular”. 12 Pero existen indicios de que antes de esta fecha el asunto de había tratado, por lo menos desde el verano de 1937, pues la Secretaría General de la Universidad disponía ya en septiembre de ese año de los papeles que el ministerio de Relaciones Exteriores había enviado al ministerio de Educación y éste a la Universidad Nacional, con la hoja de vida y recomendaciones a favor de García bibliográfica”—se incluye de manera elogiosa el nombre de Antonio García Banús, pero los datos sobre su vida y su obra siguen siendo breves y repetidos. Cf. por ejemplo Francisco Giral, Ciencia española en el exilio (1939-1981). Barcelona, Anthropos, 1994. 12 UNAC. Consejo Directivo 1938. Acta No 7. 26-01-1938. Santos, un hombre de comodidades económicas y convencido demócrata, amigo de la causa republicana española, era amigo y apoyo en París de los exiliados españoles, sobre todo de los que pertenecían a los medios intelectuales. 73 Banús 13 , incluyendo dentro de tales recomendaciones una expedida por una Sociedad de Sabios Alemanes dedicada al apoyo de científicos europeos en malas condiciones por razones de la situación política en el viejo continente. El presidente de la mencionada Sociedad escribía: Sociedad de Auxilios de los Sabios Alemanes en el Extranjero Londres, 11 de agosto de 1937 Señor Ministro de Relaciones Exteriores Bogotá Recordando la mucha benevolencia de que me dio pruebas V. E. cuando las negociaciones celebradas en Ginebra respecto al llamamiento de administradores y científicos alemanes a Colombia, me permito dirigirme ahora a V. E. para recomendarle muy sinceramente a un sabio español: el profesor Antonio García Banús, estimado como un gran sabio y profesor de química por sus compatriotas españoles y por sus colegas ingleses. El Profesor García Banús tuvo que salir de Barcelona a consecuencia de la guerra. Necesita urgentemente otra colocación, y creo que honraría a toda universidad o a cualquier otro instituto que aprovechara sus servicios Acepte V. E. etc. (Fdo) F. Demuch – Presidente. 14 García Banús parece haber buscado posibilidades de trabajo no solo en Europa sino en varios países de América Latina e incluso al parecer diversas varias instituciones y países se habían interesado por sus servicios, aunque no sabemos la razón precisa de su decisión final por Colombia, país en donde no eran buenas las condiciones económicas ni había una tradición grande de estudios universitarios o de actividades de ciencia, aunque buena parte de la documentación consultada deja la idea de que el profesor García Banús poco sabía del país antes de venir a Colombia aunque afirmaba tener en el país algunos conocidos en medios de españoles republicanos. 15 El caso es que García Banús tomó su decisión y desde el Collège d’Espagne –el lugar en donde se encontraba refugiado en París-, escribía a Miguel Turbay, el Ministro de Negocios Extranjeros de Colombia, el 19 de septiembre de 1937, una carta manifestando su decisión. Una carta que vale la pena conocer, parafrasear y citar, porque ahí aparecen ya en una primera versión algunos elementos de lo que podemos llamar el ethos de ciencia y la vocación académica de García, dos elementos que creemos que se encuentran ligados, por lo menos en parte, a las dificultades y conflictos que en su trabajo académico conoció en Colombia. UNAC. Secretaría General. 1937. 20-09-1937. El ministerio de Educación los envía para saber si “si sería conveniente e interesante para la Universidad la venida del Profesor Antonio García Banús…”. 14 UNAC. Secretaría General. 1937. 8-09-1937. Los contactos europeos –por fuera de España- son fáciles de explicar, pues sus estudios posdoctorales los había realizado en Zurich y en Munich. 15 UNAC. Secretaría General. Ídem. “En Colombia tengo un antiguo alumno mío, Señor Ignacio Vidal, profesor de la Escuela Agrícola de Cali. En Bogotá debe vivir el Doctor A. Ordóñez Mutis, amigo mío de cuando ejercía de odontólogo en Barcelona. Deben estar en Bogotá, Don Luis de Zulueta y el señor Calvet, antiguo director de La Vanguardia de Barcelona, ambos amigos míos”. 13 74 García Banús comienza recordando que su condición es la de un perseguido político, la de un hombre que ha sido desterrado de su país y que se encuentra huyendo por “la trágica situación de mi patria” e interesado por “encontrar en cualquier parte un rincón en donde continuar trabajando con toda buena fe y entusiasmo” en la rama de la ciencia a la que había dedicado su vida, agregando a continuación: Tengo mucha experiencia en la enseñanza experimental de la química y en el trabajo de investigación científica. Mi deseo sería poder llegar a montar un centro de estudio y de trabajo como el que había organizado en Barcelona. Puedo dar cuentas referencias sean necesarias, incluso de profesores alemanes, ingleses y franceses, si no bastan las que adjunto. 16 Para comprender –sin ninguna idealización- la novedad de la propuesta de García Banús, hay que recordar la precariedad de la universidad colombiana aun a principios del siglo XX: heredera de una tradición humanística más bien discutible y de unas formas retóricas que ya poco recordaban el Siglo de Oro español, que se suponía su matriz original, limitada a la enseñanza del derecho y de la medicina –la ingeniería civil se encontraba hasta ahora en sus comienzos-, las ideas de “investigación científica” y de “centro de estudio y de trabajo” le tenían que resultar casi por completo ajenas. Un tiempo después de haber escrito la carta que hemos citado, que no era una comunicación para un académico sino para un diplomático y que había sido escrita con un fin completamente utilitario, todavía en París, García Banús escribió una carta al Rector de la Universidad Nacional –don Roberto Franco-, en el momento en que sabía que en el Consejo Directivo se había decidido su contratación. Es importante aquí de nuevo citar, porque los ideales educativos, científicos y pedagógicos y sus planes de trabajo en Colombia aparecen ahí ahora sí de una manera mucho más definida. El profesor García Banús comienza por señalar que “El doctor Santos me ha leído el telegrama del ministerio de Educación en el que anuncia mi aceptación… de mi modesta persona, como profesor de química de la Ídem. Ahí mismo puede leerse una Hoja de Vida de García Banús –de las varias que redactó en su larga vida académica- que aquí reproducimos en el Apéndice. No existe una buena biografía de García Banús, ni siquiera una semblanza biográfica de consistencia. De su Hoja de Vida copiamos algunos datos que pueden ser útiles para el desarrollo de este capítulo: Había nacido en Valencia el 2 de octubre de 1888. En 1936 estaba casado y tenía 3 hijos ya crecidos. Había estudiado farmacia y ciencias químicas y se había doctorado en Química en Madrid. Había sido catedrático de química orgánica (por oposición) desde 1914, primero en Oviedo y después, desde 1915, en Barcelona, realizando estudios “postdoctorales” en Zurich (1911 – 1913) y en Munich (1928). Fue vicerrector de la Universidad de Barcelona al proclamarse la República, vocal del Patronato de la Universidad Autónoma de Barcelona, como representante del Gobierno de la República. Director de la Sección Química del Laboratorio General de Ensayos de la Generalitat de Catalunya (1929 – 1935). Director del Instituto de Química de la Universidad de Barcelona, académico corresponsal de la Academia de Ciencias de Madrid, Miembro de la Sociedad Española de Física y Química y de sociedades similares de Francia, Alemania e Inglaterra. Hablaba, por fuera del castellano y el catalán, el francés y el alemán y conocía el inglés y el italiano. 16 75 Universidad”. Por ello, García Banús se pone a las órdenes del rector de la Universidad y vuelve a poner de presente su interés por el trabajo académico, actividad a la que el designa como “mi verdadera vocación”: He dedicado toda mi vida a la enseñanza y apartado de ella por la triste situación de mi patria, espero con gran ilusión el momento de reanudar, al lado de ustedes, el trabajo, que constituye mi verdadera vocación. 17 García Banús señala [lo que era más o menos obvio) que Eduardo Santos no le había podido indicar cuáles serían los cursos que debería dictar, pero dejaba de una vez determinada su oferta docente –la cual será posteriormente uno de los motivos de discrepancia con quienes serán sus nuevos jefes y colegas 18 -, aunque señalaba su disposición de asumir cualquier otro curso que estuviera dentro de su competencia legítima: De todos modos puedo además profesar cualquier otra especialidad de la química, siempre y cuando no sea con gran detalle. 19 El nuevo profesor de la Universidad Nacional repetía su interés de dirigirse lo más pronto a Colombia y urgía por la formalización de su contrato –que por el camino resultó bastante enredada-, porque para viajar del adelanto de dinero que muchos otros “inmigrantes docentes” necesitaron, ya que se encontraban en la explicable pobreza del refugiado. 20 Pero sobre todo, en esta carta García Banús hacía explícito lo que el consideraba su propósito principal en la enseñanza – aunque no podamos saber por ahora de manera exacta si el propósito fue logrado y si lo fue en qué medida-: Tengo un interés especial en poder organizar el trabajo práctico con el fin de formar un grupo de muchachos que sepan trabajar bien en el laboratorio y puedan servir de núcleo a una modesta escuela de investigación. Permítame señor rector que desde UNAC. Secretaría General. 1938. 24-02-1938. Ídem. García Banús escribe: “Química orgánica, con sus cursos prácticos de laboratorio; Síntesis orgánica, con los cursos prácticos; Química General, curso preparatorio para los estudiantes de cualquier facultad que necesite el conocimiento de la química”. 19 Ídem. 20 Ídem. En Ídem, 24-03-1938, el ministro de Educación se dirigía al secretario de la Universidad Nacional, para que apuraran en la aprobación del contrato, que luego debería ir al Consejo de Ministros y ser sometido a otros controles más -entre ellos su publicación en el Diario Oficial, lo que será de nuevo un motivo de retraso-, para que luego se despachara a París y poder girar los viáticos, para que García Banús pudiera viajar. La correspondencia sobre el contrato en amplia en UNAC y muestra que fue objeto de todas las dificultades burocráticas imaginables, lo que fue una condición general de todos los contratos con los docentes que vinieron en estos años del extranjero. Todos estos son detalles de una situación que debió ser una especie de mortificación, y hasta de sufrimiento, para García Banús, quien parece haber sido un hombre impaciente en relación con sus condiciones de trabajo, sobre todo en sus primeros meses en Colombia, mientras pudo apreciar y hasta acostumbrarse a ciertas formas de funcionamiento administrativo y de carencia de recursos que eran verdaderos obstáculos para el trabajo docente. 17 18 76 ahora solicite su valioso auxilio y colaboración en este sentido, con el fin de que, mi modesta persona, pueda dar el mayor rendimiento posible. 21 Una enunciación de propósitos de trabajo académico que pueden ser definidos como “modernos” (con toda la ambigüedad y la indefinición del término), que hoy mismo tendrían vigencia y que en todo caso eran una novedad radical en las instituciones universitarias colombianas. Solucionado el problema de los viáticos y relativamente el asunto del contrato –aun no perfeccionado-, García Banús (sin su familia, la que vendría un poco después a vivir a Colombia) se embarcó en algún puerto francés y a finales de mayo de 1938, desde Barranquilla escribía al rector de la Universidad Nacional: “Al llegar a Colombia lo saludo afectuosamente, esperando hacerlo pronto personalmente” 22 y poco tiempo después se encontraba en la ciudad dispuesto a comenzar su trabajo de jefe de un departamento académico que era inexistente, ya que según el contrato que le dio la Universidad, su misión era la de prestar a la Institución sus servicios como químico “para la dirección y organización del Departamento de Química y como profesor en la materia” 23 , lo que sería en el futuro inmediato –casi que desde el momento mismo de la firma del contrato- una de los motivos más fuertes de discordia con sus colegas, como lo veremos en detalle un poco más adelante. Establecido ya en la ciudad y en la Universidad Nacional y luego de haber conocido las primeras dificultades de instalación en cuanto a oficina, archivos, laboratorios, biblioteca (es decir la inexistencia de laboratorios y biblioteca), García Banús se dirigió al Consejo Directivo, recordando el contenido de su contrato: la organización y dirección de un departamento de química (“organización de la que me ocupo ya en la actualidad”) y señaló que como el semestre ya se encontraba en marcha, debería limitarse a dictar un curso de dos lecciones semanales sobre “Métodos de trabajo en química orgánica” y uno más, de una lección, sobre “Constitución y síntesis de los principales alcaloides y de otros productos vegetales”, cursos que pensaba que podrían servir a los antiguos alumnos y a los ya graduados. 24 En su primera carta al Consejo Directivo señalaba también García Banús que se le había procurado una habitación “donde montar el pequeño despacho que necesito para mi doble trabajo de profesor y director del Departamento de Química”, pero agregaba que ahora debería conseguir “algunos muebles y accesorios… y los útiles que son de indispensable necesidad en toda oficina de despacho”, agregando, en una nueva petición, que le interesaría mucho “poder disponer de alguna persona idónea que me sirviera de ayudante o secretario algunas horas del día…”, empleo para el que proponía “a un antiguo alumno y ayudante mío, de la Universidad de Barcelona, que se encuentra actualmente en esta ciudad…”. 25 Ídem. UNAC. Correspondencia 1938. Cablegrama del 28-05-1938. 23 UNAC. Correspondencia 1938. Contrato. s.f. Se dice también que el contrato es inicialmente a dos años y que puede ser renovado según disposición de las partes. 24 UNAC. Escuela de Farmacia. Departamento de Química 1938. 8-06-1938. 25 Ídem. 21 22 77 García Banús no conocía aun la Institución a dónde llegaba ni sabía mucho acerca de la susceptibilidad que había en la ciudad frente a los recién llegados, luego de que la campaña de buena parte de la prensa sobre los españoles anarquistas y los judíos que quitaban a los nacionales el trabajo, había hecho sus efectos. De modo que las iniciales peticiones de García Banús, que parecen normales y justificadas, y sobre todo su intento de dar trabajo a uno de sus compatriotas, que se encontraba en la ciudad sin recursos y buscando empleo -y para quien además solicitaba un curso, pues se trataba de un refugiado con título de doctor-, no parecen haber caído bien entre los colegas de quien venía a organizar un departamento académico, que desde el principio había sido mal mirado. 26 Los cursos ofrecidos por el nuevo profesor que llegaba a la Universidad Nacional fueron promocionados como cursos de extensión universitaria y en su organización se mostró muy diligente el director de la Facultad de Farmacología y Farmacia (así dice el papel con membrete, pero la designación de esa unidad académica cambiará varias veces en estos años) y se abrieron inscripciones públicas, con gran interés por parte de los profesores que se desempeñaban en esos campos o en campos similares 27 , y unos días después se informaba al rector de la Universidad que el doctor García Banús había dictado su conferencia inaugural –“Métodos de trabajo en química orgánica”-, que había sido muy promocionada en la Universidad, aunque aun no se habían puesto los avisos correspondientes en el periódico El Tiempo, pues García Banús había dicho que el se encargaría de ello, en razón de sus “relaciones personales con los directores de El Tiempo”, a quienes puede que García Banús hubiera sido recomendado por el Presidente Eduardo Santos, su amigo de Paris. 28 La institución y el lugar: el problema de las especializaciones La situación de la Universidad Nacional a principios del siglo XX es muy poco conocida. Se sabe desde luego que su existencia misma, más allá de la formalidad, puede ser incluso discutida, porque la Regeneración había logrado dispersarla en una serie de escuelas y facultades que no mantenían ninguna relación orgánica y entre las que no existía ninguna comunidad de propósitos. Ídem. El inicial desconocimiento del medio y de su estrechez económica, una situación comprensible, queda bien reflejada en una de las frases finales de su carta: “Mucho les agradecería tuvieran a bien dar las instrucciones del caso al señor Síndico de la Universidad, para que el se sirva despacharme tales elementos”. 27 UNAC. Secretaría General 1938. 22-06-1938. 28 Hay que pensar en una institución universitaria de una intensa politización y hay que recordar una cultura política (la colombiana) que extiende al conjunto del sujeto, a cada una de sus características, sus adscripción política, y hay que tener presente que García Banús aparecía para sus colegas como un “recomendado” de Eduardo Santos, quien era precisamente el presidente de la República. Además García Banús había varias veces recordado, de manera accidental o intencional,, su amistad con la familia Santos, propietaria del diario El Tiempo. 26 78 Su reunificación –que es en parte su refundación- en la Ciudad Universitaria a partir más o menos de 1936 fue progresiva y solo hasta los años 1940 puede decirse que la Ciudad Blanca coincidía como campus con la Universidad (de hecho buena parte de la correspondencia de las “secciones” de la Universidad Nacional de los años 1930 llevaba membretes con direcciones de diferentes lugares del centro de la ciudad). La idea que deja la documentación es la de una serie de escuelas o facultades en las que un grupo numeroso de profesores -todos catedráticos contratados para la enseñanza de una materia y la mayoría de ellos docentes para los que el ejercicio pedagógico constituía un segundo oficio, una forma de ganar algo más dinero o de lograr ciertos honores anexos al cargo- dictaba “materias”, cuya responsabilidad recaía por entero en la escuela o facultad de que se tratara, muchas veces dentro de condiciones precarias de desempeño, de calificación profesional o de asistencia (la documentación deja ver que el problema de la inasistencia era una constante del ejercicio docente, lo que es fácil de comprender cuando se tienen en mente sus condiciones estructurales, es decir las formas de contratación y de ligazón con la institución). Sin embargo, a mediados de los años 1930 el esfuerzo de renovación era visible y viejas y nuevas enseñanzas, como las de farmacia y química, se encontraban en proceso de cambio, mucha veces bajo la orientación de docentes recién incorporados –y en ocasiones de docentes extranjeros recién incorporadosy aun en ciertas oportunidades la Universidad se arriesgaba con cursos de “especialización” y “doctorados” (todo ello dentro de una terminología y unas titulaciones que eran cuando menos inciertas, desde el punto de vista de los tiempos de formación y requisitos). Ese era precisamente el caso de la escuela o facultad (las dos designaciones aparecen en su papelería) de Farmacología y Farmacia, que había empezado a desarrollar después de 1935 una serie de cursos que denominó de especialización y que parecen haber tenido una orientación “remedial”, como se diría con palabras nuestras hoy, debido a los problemas de formación básica que los mismos graduados y los docentes de la escuela habían detectado. Las llamadas especializaciones no parecen haber tenido un curso exitoso en su funcionamiento –por razones que no son difíciles de precisar- y habían sobre todo despertado el recelo de los propios pocos cursantes, quienes, precisamente por la época de la llegada de García Banús se encontraban en pleno movimiento de protesta contra los cursos recibidos. En una carta para el Consejo Directivo –cada escuela o facultad tenía su propio Consejo y dictaba sus propias cátedras de manera muy independiente, con profesores internamente seleccionados-, a principios de 1938, los estudiantes matriculados en el “programa” de especialización en “Farmacia biológica”, ponían de presente que el motivo de haber comenzado tales cursos era el de “complementar los estudios de farmacia general que en forma bastante deficiente hemos terminado”, una situación que parecía de nuevo prolongarse, ya que en los nuevos cursos “hay materias de las cuales no hemos tenido la primera clase, y en las ya iniciadas estamos haciendo un estudio deficiente por carecer de la práctica que cursos de esta naturaleza requieren”, motivo por el cual declaraban que “en la forma como 79 funciona la supuesta especialización, la Universidad está gastando dinero en cosas que no existen y que en forma alguna nos benefician, por lo cual solicitaban la intervención del Consejo, para encontrar una solución al problema que vivían. 29 El Consejo de la Escuela de Farmacia y su presidente –el doctor Jorge Ancízar Sordo, un profesional muy respetado e influyente en el medio universitario y fuera de él, con parientes que también trabajaban como docentes en la Universidad y que hacía énfasis constante en su entronque familiar directo con don Manuel Ancízar, considerado como el “creador y fundador” de la Universidad Nacional- parecían de acuerdo en que las llamadas especializaciones, una herencia del “presidente” anterior de la Escuela, eran un fiasco, y no tenían objeción ninguna a que fueran clausuradas. Ancízar Sordo y el Consejo de la Escuela pensaban que no era conveniente entregar el título originalmente ofrecido, simplemente porque no coincidía con la realidad de la formación ofrecida y creían que el camino era el de conseguir en el extranjero becas para los estudiantes de las especializaciones, pues la Universidad “no podía seguir sosteniendo el compromiso adquirido con los estudiantes”, por lo que el camino era el de clausurar las especializaciones y conseguir las becas en …facultades del exterior, en donde puedan adquirir los conocimientos que aquí no se les pueden dar, con mayor provecho para el país, para la Universidad Nacional, para la Escuela y para ellos mismos…. 30 . Como los estudiantes eran tan pocos –el presidente de la Escuela habla de tres, en una de las especializaciones-, Ancízar Sordo había realizado cuentas precisas y en su opinión el traslado al extranjero resultaba menos costoso que el sostenimiento de las cátedras, y se había dirigido ya a las embajadas de Francia e Italia, “para pedir información acerca de las condiciones en que los estudiantes colombianos pudieran seguir estudios superiores de farmacia en las universidades de dichos países”. Con criterio en principio realista, Ancízar Sordo señalaba que de esta manera la Universidad les proporcionaría a los estudiantes matriculados en la especialización …la más completa y eficiente de las enseñanzas, les daría la oportunidad de conocer laboratorios e industrias farmacéuticas que nunca podrán ver en nuestro país, de aprender idiomas útiles para el ejercicio de la profesión, y finalmente, lo que a mi juicio es lo más valioso, es una forma de ayuda a formar personal técnico competente en el ramo de la farmacia, que a su regreso a Colombia vendrá a colaborar en la obra del desarrollo de esta escuela 31 . UNAC. Escuela de farmacia. 1938. Carta de 24-06-1938 –copia-. La carta es firmada por los tres estudiantes de la especialización. 30 UNAC. Escuela de Farmacia. 1938. Carta para el Rector de la Universidad Nacional y Consejo Directivo de 24-06-1938. 31 Ídem. Una posición realista, que podría ser válida para enfrentar el problema particular que se vivía en la Escuela de Farmacia, pero que chocaba con la estrategia del Gobierno colombiano y del Consejo Directivo de la Universidad Nacional de conseguir recursos técnicos baratos en el extranjero para desarrollar o fundar nuevas especializaciones profesionales, aunque Ancízar dejaba clara la obligación de los becarios de “prestarle en el futuro sus servicios docentes y profesionales” a la Universidad y al país. La Universidad Nacional adoptaría de manera cumplida a partir del año 1944 la doble estrategia de becar 29 80 La solicitud era pues la de clausura de las especializaciones y becas en el extranjero para los actuales cursantes –un proyecto fácil de concebir, pero en ese momento difícil de realizar-, un problema y una solución en las que en principio el nuevo químico llegado al país para crear, organizar y dirigir un nuevo departamento académico poco tenía que ver de manera directa. Sin embargo, muy pronto García Banús se vio enredado en el conflicto, pues los estudiantes de la especialización de Química Farmacéutica e Industrial General entraron también en el litigio, expusieron las mismas quejas de sus compañeros sobre la debilidad del programa de formación y reclamaron al nuevo profesor como uno de sus maestros para el curso de Farmacia Química y Fitoquímica, según promesa que habían recibido de la anterior dirección de la Escuela, pero promesa de la que el propio García Banús no conocía nada. 32 Para solucionar el nuevo litigio la Escuela de Farmacia se dirigió al profesor García Banús para conocer su opinión y para que rindiera un informe al respecto. 33 El químico recién llegado cumplió con la tarea, de manera extensa, con lo cual parece haberse inaugurado la disputa abierta entre dos unidades académicas (Farmacia y Química), entre sus docentes y entre dos formas de entender los problemas de la enseñanza y de la investigación universitarias, y de manera aun mucho más concreta, entre las maneras de pensar, en el campo de dos disciplinas o tipos de saber o clases de conocimiento, las relaciones entre la teoría y la práctica, entre la clase y el laboratorio, entre el trabajo de grupo y el trabajo individual. Que a ello se sumaran elementos “personales” de carácter y buenos y malos genios es un hecho innegable, pero que poco agrega a las determinaciones más generales que se esconden, como en penumbra, en hechos altisonantes que parecen no hacer referencia más que a características singulares. 34 García Banús comenzará señalando que comprende el derecho de los estudiantes de la Escuela de Farmacia a que los compromisos acordados con ellos sean cumplidos, pero no deja de recordar con tono enfático que sus obligaciones contractuales con la Universidad Nacional son las de organizar y dirigir un departamento académico de Química y que desde el, principio, estando aun en Europa, informó a la Universidad cuáles eran las cátedras que podía dictar, con el fin “incluso de poder aportar material desde Europa”, aunque su carta no tuvo respuesta de parte de la Universidad. Por ahora, informa, en el mes que lleva en la universidad como profesor, no ha podido hacer otra cosa –sin lograrlo- que intentar “organizar un rincón en la Universidad en donde poder a sus mejores profesores y estudiantes en el extranjero, y traer al país cada vez que pudiera –dentro de sus recursos económicos limitados-, profesionales foráneos de alta calidad, que quisieran trabajar en el país, de manera temporal o definitiva. 32 UNAC. Secretaría General. Carta para el Rector de la Universidad Nacional de 07-071938. 33 UNAC. Escuela de Farmacia. 1938- Acta N0 75. 07-07-1938 –copia-. 34 Cf. de manera particular Pierre Bourdieu, Homo Academicus. Paris, Les Editions de Minuit, 1984, en especial Capítulo II, numerales 1. “Distanciation et adhésion” y 2. Compétence scientifique et compétence sociale”, p. 53 y ss. El modelo general de Bourdieu en este punto, por sorprendente que parezca, se encuentra en Inmmanuel Kant, La contienda entre las facultades de filosofía y teología –Traducción de Roberto Rodríguez Aramayo y estudio preliminar de José Gómez Caffarena-. Madrid, Trotta, 1999. 81 trabajar”. En cuanto a los cursos que se le solicitan, García Banús discutirá hasta su titulación misma, que le parece poco modesta y no muy adecuada en términos científicos –un nuevo motivo de discrepancia-, indicando enseguida que ha tratado por todos los medios de dialogar y recibir información de parte de sus colegas, consultar informes escritos sobre la actividad de la Universidad en el campo de la química y la farmacia, pero que nada de eso ha sido posible. 35 García Banús, un poco ofendido por no haber sido involucrado en discusiones en donde se discutía sobre su asignación de trabajo y por haber sido sometido a una especie de aislamiento por parte de sus colegas (del cual el puede también haber sido responsable), señala que por ahora su meta inmediata es la organización del nuevo departamento de Química, que a pesar de que existía sobre el papel, no existía de manera práctica (“como lo prueba el hecho de que para ello me han contratado”, como escribe García Banús) y que organizado ese departamento se hará responsable directo de las enseñanzas que sean programadas: Entre tanto, en el difícil periodo transitorio y de organización que hemos de vivir, estoy dispuesto como es bien sabido a poner de mi parte mi mejor voluntad, y reclamo lo mismo de parte de todos, para ir solucionando los conflictos que aparezcan. 36 Los días de la llegada del profesor García Banús se encontraban pues ensombrecidos por la crisis de las especializaciones y la Escuela de Farmacia se sentía además presionada por el arribo de un docente extranjero, con altos títulos académicos, quien al parecer no solo quería determinar cuáles materias dictar, sino que además discutía su nomenclatura tradicional, y que además se incorporaba para formar un departamento académico en competencia directa con la Escuela, aunque orientado por principios diferentes, bastante ajenos a la práctica tradicional que dominaba en la Escuela y en cierto sentido en la Universidad nacional y colombiana. 37 UNAC. Escuela de Farmacia. 1938. Carta para el Consejo de la Escuela de Farmacia de 07-07-1938 [enviada por la Escuela a la Rectoría de la Universidad Nacional el 11-071938. 36 Ídem. En realidad las cátedras sí habían sido ofrecidas a los estudiantes y se les había prometido que llegado García Banús él se encargaría de ellas, lo que nunca se le había mencionado y correspondía al anterior presidente de la Escuela. Cf. al respecto UNAC. Escuela de Farmacia 1938. Carta de Jorge Ancízar Sordo para Rector de la Universidad de 14-07-1938. 37 En lo inmediato la suspensión de las especializaciones produjo la liquidación de algunos contratos de docentes encargados de las cátedras, uno de ellos el profesor Curt Spiero, quien había sido especialmente contratado para enseñar materias en esos cursos. Como faltaban algunos meses para terminar su contrato el profesor Spiero preguntaba a la Rectoría –con una redacción difícil, un hecho comprensible- acerca de cuál iría a ser su suerte. Cf. UNAC. Escuela de Farmacia. 1938. Carta de Curt Spiero para Director –ya no se dice Presidente- de la Escuela de Farmacia de 07-09-1938. Spiero, que parece haber tenido múltiples dificultades en su desempeño en la Universidad, pero sobre quien se sabe muy poco, renunció en abril de 1939 a la Universidad Nacional, en los siguientes términos: “[…] Pero sin embargo yo era el único de los profesores de toda la facultad [de Farmacia] hoy, el que no conseguí su sueldo. No puedo entender el motivo para este desprecio. Mi sueldo, que era pequeño antes, ya es ahora solamente una suma ridícula, y 35 82 Parece ser que la propia idea de “departamento” como unidad académica que centralizaba todos los cursos –todas las enseñanzas-impartidas sobre una cierta rama del saber, era sentida en parte de la Universidad como una amenaza, no solo porque modificaba una forma de hacer que era una rutina establecida (las escuelas o facultades que distribuyen cursos entre un grupo de docentes que funciona como su clientela definida y asume la docencia como una fuente secundaria de sus ingresos), sino porque haciéndolo modificaba un sistema de equilibrios entre las escuelas, que era a su vez un sistema de poderes y de reparto de poderes. Un acta de reunión de la Escuela de Farmacia, de 10 de junio de 1938, señalaba con toda precisión la manera como era percibida la situación –como amenaza- y los puntos sensibles de poder y autoridad que se consideraban alterados con la decisión de crear un nuevo departamento académico, tarea para la cual, además, se contrataba a un extranjero trabajador y cascarrabias –por el camino nuevos elementos y nuevas precisiones se agregarán a esta primera percepción, a la que se sumaba el hecho, que la documentación muestra de manera clara, que la intervención del Consejo Directivo se sentía aun como la intromisión de un organismo exterior a las unidades académicas, un intento de control sobre unidades que hasta hace poco habían sido por completo autónomas. Es por eso que en la redacción de las actas de la Escuela de Farmacia se nota por momentos la idea de que la Universidad Nacional (su Consejo Directivo) constituye una entidad de otro orden, que toma decisiones sobre jurisdicciones que no le pertenecen. Disputas de territorio y competencias de jurisdicción y recursos El Consejo de la Escuela de Farmacia resumía sus discusiones declarando que había surgido un problema para la Escuela “con ocasión de la llegada a Bogotá del profesor Antonio García Banús, quien vino contratado por la Universidad Nacional para organizar y dirigir el departamento de Química, pues hasta ahora, el director de la Escuela [de farmacia] ha sido al mismo tiempo director de dicho departamento”, condición que ahora se perdía, con disgusto de la Escuela, que había sido la responsable tanto de la parte administrativa como docente. 38 Lo que más irritaba a los directivos de la Escuela de Farmacia era el hecho de que para la creación de la nueva unidad no se les hubiera consultado, pues la Universidad Nacional “no había enviado ninguna comunicación oficial respecto del citado contrato” –el contrato de García Banús-, ni respecto “a la ingerencia que deben tener las directivas de la Escuela en el departamento de Química”. 39 El es lo mejor, que renuncio definitivo. Yo ruego a la facultad darme un certificado sobre mi trabajo hasta ahora, como es costumbre en todo el mundo. Recibí una reputación para otra Facultad”. UNAC. Facultad de Ciencias 1939. Vol. 30. No 56. 08-03-1939. 38 UNAC. Escuela de Farmacia. 1938. Acta No 73. 10-06-1938. Farmacia aparece en los documentos como una Escuela que controla aproximadamente unos 25 nombramientos de profesores de cátedra. 39 Ídem. “El señor Presidente, oídas las palabras del doctor Montoya [uno de los miembros del Consejo], hizo notar que el contrato con el doctor García Banús se había hecho a espaldas de la escuela…”. 83 problema estaba pues definido en términos claros, como un problema de competencias, de lugar de toma de decisiones y de instancias definitorias acerca de quiénes podían acceder a la Universidad como nuevos docentes. Por el camino nuevas dimensiones se irían sumando al problema. Como no conocemos en detalle la historia de la Escuela de Farmacia y no sabemos mayor cosa sobre sus formas de identidad y sus modalidades de “esprit de corps” –como diría Emilio Durkheim-, es difícil explicar la fuerza de la reacción contra un profesor nuevo y la creación de un nuevo departamento académico. Sabemos sí que las resistencias expresadas, por fuera de hacer visible un punto de vista sobre la enseñanza y un corporativismo que al parecer se refugiaba en lo “nacional”, también concretaban temores latentes, pues desde 1937, cuando se había discutido sobre la creación de un departamento de Química, se había hecho notar que con su creación también se debería suprimir una serie de cargos de ayudantes y de asistentes de la Escuela de Farmacia. 40 De todas maneras, la propia identidad de la escuela se debía ver y sentir como amenazada, pues el Consejo de Escuela de Farmacia discutió acerca del nombre que en adelante debería llevar, ahora que se iba a fundar un departamento de Química, habiéndose acordado finalmente que “mientras la Universidad Nacional decide si el departamento de Química sigue o no anexo a la Escuela, ésta lleve simplemente el nombre de Escuela de Farmacia –antes designada como Escuela de Farmacología y de Farmacia-, y que este mismo nombre lleve en adelante, en caso de que el departamento de Química sea desvinculado de la Escuela, un hecho que aun era pensado como una simple posibilidad. 41 Pero la separación de las dos unidades académicas –un departamento nuevo, pues en realidad antes no existía sino de nombre y por ahora se reducía a un profesor prestigioso y de aceptación discutida- y una escuela -que a veces se definía como “facultad” y que controlaba un número grande de cátedras y de catedráticos- era un hecho que no tenía vuelta atrás, y en medio de recursos económicos limitados, casi siempre deficitarios, a pesar de todos los esfuerzos financieros que el ministerio de Educación hacía, había necesidad de enfrentar el problema de la nueva distribución de recursos, agravada ahora por el hecho de que se trataba de distribuir la misma cantidad, pero entre dos unidades. Esta nueva situación se traducía de manera clara en que la Escuela de Farmacia vería menguados los recursos para su funcionamiento, para la compra de insumos de laboratorio y para pago de cátedras, en beneficio de la nueva unidad académica. 42 Como lo señalaba la Escuela de Farmacia, se había creado UNAC. Consejo Directivo 1937. Acta No 9. 6-02-1937. UNAC. Escuela de Farmacia. Acta No 73. 10-06-1938. 42 Hay que señalar que, de todas maneras, a pesar de las penurias económicas, la Universidad Nacional no dejó desamparadas a sus unidades, y las actas de la Escuela de Farmacia a lo largo de 1937 y 1938 muestran un flujo permanente de pequeños recursos para compras de insumos de laboratorio, para la adquisición de pequeños equipos de trabajo (por ejemplo microscopios) y todo lo que garantizará un funcionamiento constante. Cf. por ejemplo UNAC. Escuela de Farmacia. 1938. Acta No 76. 12-07-1938, 40 41 84 un problema administrativo y económico, “consistente en que la Universidad Nacional no ha definido aun las relaciones que debe tener el departamento de Química con las directivas de la Escuela [de Farmacia]. De manera aun más particular, se indicaba que …el presupuesto de la Escuela había sufrido un desequilibrio debido a la apropiación que hizo el Consejo Directivo de la Universidad, de una partida para atender un pedido hecho por el profesor García Banús y cuyo monto asciende a [$] 529, 50; esta suma fue invertida en algunos muebles de oficina 43 , agregando que esta redistribución del presupuesto no solo disminuía los recursos e introducía lo que el Acta denomina un “desequilibrio”, sino que además ponía en peligro la propia terminación del semestre –terminación que la Escuela declaraba que no podía garantizar-, pues la Universidad se empeñaba en ignorar las necesidades de la Escuela y continuaba apropiando sumas para rubros que no estaban en los presupuestos generales, como ocurría con las solicitudes que presentaba ante la Administración el profesor García Banús. 44 Efectivamente en el Consejo Directivo había sido sometido a un primer debate el proyecto de redistribución del presupuesto de la Escuela de Farmacia, o más exactamente se había discutido y se habían aprobado unos traslados de dinero de la Escuela de Farmacia, “para dotar al departamento de Química”, como respuesta a una solicitud que días atrás había hecho García Banús –el 18 de junio en un segundo debate el proyecto de acuerdo para el traslado de recursos fue aprobado. 45 Un momento muy alto en la competencia por recursos se presentó en el mes de agosto de 1938 cuando la Universidad Nacional se vio favorecida por lo que García Banús llamó un “crédito extraordinario”. El asunto es que García Banús se enteró a través de alguna forma que la Universidad había conseguido ese dinero, y de inmediato se dirigió al Rector para consultarle sobre las oportunidades que habría dentro de ese préstamo de una partida nueva para el departamento de Química. El Rector Franco le sugirió presentar al Consejo Directivo por escrito sus peticiones, lo que García Banús hizo de inmediato. 46 El crédito (o préstamo o auxilio o ampliación presupuestal) era de 100 000 pesos, una cifra grande por relación con los presupuestos de ese entonces y estaba destinado a cubrir necesidades de la educación superior, y García Banús, quien se enteró de esta noticia muy a última hora, ni corto no perezoso elaboró de manera rápida una carta en la solicitaba para el departamento de Química la suma de 8 000 pesos, con los cuales pensaba que podría atenderse a algunas de las necesidades (estimadas como mínimas) de la nueva unidad académica. La en donde se da cuenta de asignaciones para mejoras en salón de conferencias, en vitrinas de laboratorios de botánica, en mejoras en el laboratorio de química. 43 UNAC. Escuela de Farmacia 1938. Acta No 74. 23-06-1938. 44 Ídem. 45 UNAC. Consejo Directivo 1938. Actas No 72 y No 73 de 08-06-1938 y 18-06-1938. 46 Cf. UNAC. Secretaría General. 1938. Carta para el Rector de la Universidad Nacional de 29-08-1938. –La carta fue leída en el Consejo Directivo de la Universidad el 22 de septiembre de 1938. 85 carta, de la que no sabemos si fue respondida de forma positiva, tiene el interés de permitirnos conocer parte de las ideas de García Banús sobre la forma en que debería asumirse la enseñanza de la química en un departamento académico organizado de manera moderna. García Banús comienza señalando el valor que tiene la cultura documental y la importancia de la bibliografía actualizada para la formación científica –lo que parece completamente obvio hoy, pero no lo era en la universidad de principios y mediados de siglo XX en Colombia, por extraño que parezca- y recordará que el departamento en formación “no tiene ni la más modesta biblioteca de química” y que poco se ha hecho por comenzar su formación y “no se posee ni un libro ni una revista que permita la consulta y el trabajo a los profesores y alumnos avanzados”. 47 Agregaba enseguida el profesor García Banús que la situación de los laboratorios era similar a la de biblioteca, pues los almacenes se encontraban desocupados y “no hay productos químicos para las prácticas de los alumnos, ni para el trabajo de los profesores”, ni siquiera para las prácticas más elementales que se pudieran imaginar, las de los estudiantes de los cursos preparatorios; y en el caso de él mismo, señala que le gustaría poder disponer pronto …de un modesto laboratorio… para iniciar con la colaboración de los alumnos avanzados, el estudio químico de la flora colombiana, y para ello son indispensables, además del laboratorio… algunos libros y revistas fundamentales, productos químicos y material de laboratorio, y de todo carece prácticamente este departamento. 48 García Banús traza una presupuesto aproximado, que cubre la compra de productos químicos, de material fungible, de muebles e instalaciones y de compra de libros, y sobre estos últimos ofrece datos precisos para la compra de textos que deben ser la base de una incipiente biblioteca química, textos de los cuales ofrece el precio según la edición, tal como el dato se reporta en la “Verlag Chemie, editora de la Sociedad Alemana de Química, casa de la máxima seriedad”, agregando a continuación: La Colección del ‘Chemiker Zentralblatt’ es absolutamente necesaria para informarse de cualquier asunto de la química en cualquiera de sus ramas… es pues la base de cualquier biblioteca de química y sin ella prácticamente no puede [nadie] enterarse de lo que hay sobre cualquier rama de la química pura y técnica. Las obras de Richter, Stelher y Weyl (junto con el Beilstein que posee ya el laboratorio del Ministerio de Industria, obra también absolutamente necesaria y que cuesta unos 5.000 R.M.) constituyen con la Colección y la suscripción del ‘Chemiker Zentralblatt’ el mínimo absolutamente indispensable para trabajar en cualquier rama de la química orgánica. Las obras de Wehmer, Klein y Winterstein son precisas, junto con las antes citadas para el trabajo especial a que quiero dedicar mi laboratorio de análisis y estudio de las plantas activas. 49 UNAC. Departamento de Química –Dirección- 1938. Carta para el Consejo Directivo de 28-08-1939. 48 Ídem. 49 Ídem. Por fuera de los méritos indiciales que para el investigador tiene la solicitud de García Banús (que nos informa sobre su cultura documental y su interés por el trabajo de 47 86 Antes de terminar el año 1938 y sin que se cumpliera un año de la vinculación de García Banús a la Universidad Nacional, el propio Consejo Directivo reconocía que las relaciones entre la Escuela de Farmacia y el departamento de Química eran muy malas, lo que quería decir que en el ambiente se sentían las tensiones entre los profesores, el Consejo y el “Presidente” de la Escuela de Farmacia –Jorge Ancízar Sordo- y el Doctor García Banús. 50 Según el acta del Consejo Directivo, el Rector de la Universidad Informa que entre los químicos del departamento respectivo hay algún malestar con la llegada del profesor García Banús, y que desean que se deslinden claramente las atribuciones de éste y las del director de la Escuela de Farmacia. El señor Rector informa que les manifestó [a los profesores molestos] que el departamento de química tendría nexos con todas las dependencias de la Universidad en que se dieran enseñanzas de química. 51 El escenario era pues a finales de 1938 de una cierta división entre profesores y administradores de la Escuela de Farmacia, de un lado y el profesor García Banús, quien aparecía sin aliados inmediatos, pero quien se había ganado el apoyo del Rector de la Universidad y por esa vía el apoyo de buena parte del Consejo Directivo, lo que sería un punto clave para el desarrollo de su idea científica y pedagógica. Así por ejemplo, para obtener un lugar de trabajo más o menos adecuado, García Banús escribió al Rector de la Universidad, contándole que no podía disponer “de un local adecuado para montar un discreto laboratorio” para su trabajo, pero que había descubierto un lugar desocupado que podría servir: La [sala] que ahora queda vacía es contigua al oscuro rincón que tengo destinado a despacho y no tiene instalación alguna, por todo lo cual sería fácil instalarme en ella a gusto. ¿Podría pues disponer de esta sala y del crédito suficiente para transformarla rápidamente en laboratorio? Cuanto pueda hacer en este sentido lo agradecería infinitamente su buen amigo… 52 laboratorio), la competencia con la Escuela de Farmacia por recursos es clara. Farmacia estaba presentando en esa misma fecha al Consejo Directivo una solicitud por 10 000 pesos, a partir del mismo crédito, pero no conocemos el texto de la solicitud, tan solo su mención en un acta del Consejo de Escuela. Cf. UNAC. Escuela de Farmacia 1938. Acta No 77. 29-08-1938. 50 El director de la Escuela de Farmacia, Jorge Ancízar, renunció por esos días a su cargo, porque el recordó o alguien le recordó que entre su cargo en la Universidad y otro empleo que tenía en el Gobierno nacional había alguna incompatibilidad, aunque muchos de sus colegas y un grupo de estudiantes le pidieron que se mantuviera en el cargo. De todas maneras Ancízar Sordo volvería pronto al Consejo Superior de la Universidad. Cf. UNAC. Consejo Directivo. 1938. Acta No 88. 22-08-1938. 51 UNAC. Consejo Directivo 1938. Acta No 72. 14-06-1938. El Consejo nombró una comisión para la discusión y determinación de las funciones del director del nuevo departamento de Química. 52 UNAC. Departamento de Química. 1938. Carta para Agustín Nieto Caballero de 18-101938. La carta está encabezada con la frase “Mi querido amigo y Rector”. Meses después cuando la reelección de don Agustín Nieto Caballero como rector de la Universidad, García Banús le escribió felicitándolo por este hecho y agregando: “Al mismo tiempo este departamento [de Química] se complace en formular sus mejores votos para que bajo su acertada dirección los destinos universitarios de Colombia sigan marcando, como hasta ahora, una era de notables progresos”. UNAC. Rectoría y Secretaría 1940. 1-04-1940. 87 El Consejo Directivo nombró una comisión compuesta por los decanos de Medicina y de Ingeniería de la Universidad y el director del departamento de Química para estudiar la organización del nuevo departamento y en diciembre de ese año el departamento tenía ya su aprobación en primer debate y en el mes de marzo de 1939 tendría aprobado su plan de estudios, a pesar de la oposición en el Consejo Directivo del antiguo director de la Escuela de Farmacia, quien finalmente aceptó el nuevo plan, pero dejó sentadas una serie de reservas difíciles de comprender, en las que luego de aprobar, solicitaba a la Universidad no comprometer ninguna responsabilidad con quienes serían los estudiantes del nuevo plan de estudios de química: … no considera oportuna la iniciación inmediata de esta carrera. El consejero Ancízar resume las objeciones expuestas en el Consejo Académico y dice que no ve inconveniente en que se inicien los estudios, siempre que la Universidad no asuma responsabilidad para con los que se inscriban. El Consejo aprueba en segundo debate el plan de estudios. 53 Las utopías razonables de García Banús El profesor Antonio García Banús se volvió una presencia muy frecuente en el Consejo Directivo de la Universidad Nacional y en cierta manera el Consejo Directivo terminó convertido en una especie de plataforma a la que, bajo el amparo de buena parte de los consejeros y del Rector –Agustín Nieto Caballero y al final don Gerardo Molina-, acudió García Banús para exponer sus ideas sobre la enseñanza moderna de la química y ciencias afines y en general para exponer sus concepciones sobre el funcionamiento de una universidad a tono con el siglo XX, una pedagogía universitaria que debió resultar de gran utilidad para el Consejo en su conjunto. En muchas actas del Consejo Directivo aparece la mención de “con asistencia del Doctor García Banús, quien expuso sus ideas…”, o una fórmula similar, y los resúmenes que transcriben las actas indican en todas las ocasiones de manera sintética el contenido de lo expuesto, aunque no tenemos sino en raras oportunidades otros textos de García Banús que nos permitieran observar con más detalle lo que de manera convencional podemos designar como “sus ideas”. Veamos dos ejemplos de lo que señalamos: Presente en la sesión el doctor Antonio García Banús, director del departamento de Química, explica sus puntos de vista en relación con el estado actual de la [enseñanza] de la química en la Universidad, con las reformas que en su sentir deben emprenderse, y analiza el concepto que en Europa se tiene del profesor de tiempo completo y de los ascensos de la carrera del profesorado, tanto en los títulos como en la remuneración. Habla además de la dificultad de dar enseñanza a un número muy crecido de alumnos, con los escasos elementos de que se dispone UNAC. Consejo Directivo 1938. Acta No 130. 7-12-1938, y Acta No 8. 13-02-1939. En abril de 1940 García Banús será elegido oficialmente como director del departamento de Química, una unidad académica que empezaba a tener existencia efectiva. Cf. UNAC. Consejo Directivo 1940. Acta No 26. 01-04-1940. 53 88 actualmente. Y promete continuar en una próxima sesión la lectura de su informe y las correspondientes explicaciones. 54 Un párrafo sorprendente. Sabemos pues que García Banús llevaba un texto escrito que leía e iba parafraseando, aunque no estamos seguros de cuál era ese texto. 55 Desde el punto de vista de sus temas, hay que señalar que no se necesita ser un avezado conocedor de la historia de las instituciones universitarias colombianas para entender que esas palabras eran un lenguaje nuevo y que introducían en problemas que hasta el presente son objeto de discusión en la universidad colombiana, sin encontrar ninguna solución definitiva. Claro que no hay que hacer en este punto de García Banús una especie de precursor absoluto. Algunas de esas ideas habían sido ya mencionadas por otros académicos e intelectuales y muchas de ellas se mencionarán en los años siguientes sin relación directa de conocimiento de las palabras de García Banús. Pero lo que resulta sorprendente es la manera como esas palabras se sintonizan con los grandes temas sobre las que discutía en los años 1940 la Universidad Nacional y sobre los que volverá a discutir de manera intensa a principios de los años 1960, y más aun, la sintonía de esas palabras con lo que serán muchas de las realizaciones del rectorado admirable del Gerardo Molina en la Universidad Nacional en los años 1944-1948. 56 García Banús continuó su exposición (¿o inició otra?) días después en el mismo escenario, introduciendo nuevos elementos y reiterando algunos de los que ya había formulado. Vale la pena de nuevo citar el resumen que se consigna en las actas: Presente en la sesión el profesor Antonio García Banús… continúa la exposición iniciada en una de las sesiones anteriores, en relación con sus puntos de vista sobre la organización de la enseñanza de la química. Insiste en que esta enseñanza requiere gastos considerables, y que los alumnos deben contribuir para ellos; explica cómo se cobraban los respectivos derechos de matrícula en Barcelona. Se refiere enseguida al plan de construcción de un edificio central para [el departamento de] Química, idea posterior a su informe, y expone detalladamente las características que, en su concepto, debe tener dicho edificio, y suspende su exposición. 57 Así pues, García Banús no solo parece haber aprovechado cuanta oportunidad le ofrecía el Consejo Directivo, sino que va enunciando nuevas ideas sobre lo que piensa que debe ser una enseñanza –que nosotros calificamos como moderna- de la química. Por lo pronto retengamos la idea del plan de UNAC. Consejo Directivo 1939. Acta No 20. 16-03-1939. Cf. Apéndice, en donde incluimos textos de García Banús, alguno de los cuales podría ser el que llevó a estas sesiones del Consejo Superior. 56 En 1944 El Consejo Superior, bajo la orientación de Gerardo Molina, aprobó una Resolución integral sobre el tiempo completo del profesor universitario. Muchos de los elementos de ese texto recuerdan las observaciones que García Banús había hecho años antes cunado hablaba del “full time” y explicaba su significado, su relación con la investigación y con una mejora sistemática de la docencia. La Resolución se encuentra en UNAC. Consejo Directivo 1944. Reunión del 14-04-1944. Numeral XXIII. 57 UNAC. Consejo Directivo 1939. Acta No 26. 13-04-1939. 54 55 89 construcción de un edificio para el departamento de química, punto sobre el que volveremos, luego que citemos una más de sus constantes intervenciones ante el Consejo Directivo de la Universidad una semana más tarde: Presente en el recinto el profesor Antonio García Banús… continúa la exposición iniciada anteriormente sobre el departamento a su cargo. Repite las características que debe tener el edificio de investigaciones químicas. Se refiere a la necesidad de establecer almacenes seccionales, dependientes del almacén general, para la más rápida marcha de los elementos. Habla de la importancia enorme que tiene la biblioteca en los estudios químicos, cuestión sumamente costosa, tanto en los libros como en las revistas, y expone sus puntos de vista en relación con la retribución del profesorado, que, en su sentir, debe ser una suma fija como base y un porcentaje sobre el valor de las matrículas, y promete continuar su exposición en una próxima sesión. 58 La idea de “edificio” que propone García Banús -y que a veces denomina como “edificio de química”, veces como “edificio que reúna toda la enseñanza de química en la Universidad” (esa es una de sus ideas sobre un departamento académico), a veces “edificio de investigaciones químicas” o “instituto de investigaciones químicas”- fue presentada de manera extensa y bajo forma escrita al Consejo Directivo y es finalmente una de las mayores realizaciones del transterrado español. El caso es de alto interés porque no solo estamos frente al hecho de que (con todo lo aproximado que pueda ser la fórmula) García Banús tuvo oportunidad de ver concretada su “razonable utopía”, sino que además la idea arquitectónica no depende de un “sobredimensionamiento” de la forma, sino de una representación precisa de su función. En una de las sesiones del Consejo Directivo, cuya fecha no hemos podido precisar de manera exacta, pero que con cierta seguridad corresponde al primer semestre de 1939, García Banús expuso de manera amplia y detallada su idea del edificio “en donde pueda reunirse toda la enseñanza de la química de la Universidad Nacional”. Son ideas que vale la pena explorar, así sea de manera breve, porque incluyen algunas observaciones sobre el estado de la enseñanza (en este caso de la química), que ponen de presente cuál era el estado de cosas que García Banús quería superar –son palabras que además, junto con otros textos, ayudan a entender la importancia de este químico barcelonés desconocido y aclaran un poco hacia dónde habría que mirar cuando se trata de ver la importancia cultural e intelectual de los “transterrados españoles”, un lugar situado en otra parte, en un sitio diferente de aquel a donde habitualmente se ha dirigido siempre la mirada.. 59 Ídem. Acta No 28. 20-04-1939. UNAC. Departamento de Química 1939. 3.04-1939 –esa es la fecha que figura sobre el texto que escribió García Banús o que fue mecanografiado para él y que tiene como título en letra capital: “Señores Honorables Miembros del Consejo Académico de la Universidad Nacional”, aunque con seguridad sabemos que fue presentado ante el Consejo Directivo – García Banús puede haber equivocado la designación o el texto puede haber sido presentado ante las dos instancias. El hecho no importa demasiado-. Se trata de tres páginas, tamaño oficio, en cuya parte superior se lee, además del título, “Archívese”. 58 59 90 García Banús empieza por recordar que en repetidas ocasiones ha llamado la atención sobre la necesidad urgente de estudiar la posibilidad de la “construcción de un edificio en donde pueda reunirse la enseñanza de la química” que dispensa la Universidad. Le parece que para tener claras las ideas acerca de este tipo de construcción, lo esencial es “conocer por una parte qué enseñanzas deben darse y cómo deben darse; [y] por otra parte, cuál ha de ser el número de alumnos que deben recibir la enseñanza…”, para desembocar enseguida en una caracterización de la enseñanza experimental en la Universidad Nacional en los años 1930 y posiblemente 1940, lo que permite entender muchas de sus diferencias con el funcionamiento de la Escuela de Farmacia, tal como el había observado las cosas. Escribe entonces que se trata de un tipo de enseñanza muy deficiente, pero que ese es un hecho que no hay que extrañar, porque la Universidad se encuentra en “pleno periodo de creación y organización” –lo que en otro texto el había llamado una “fase de transición”- y que como la Universidad ha empezado a crecer y a ver llegar a sus aulas a cientos de nuevos estudiantes, no hay que sorprenderse de que “nos encontremos desbordados en un momento dato por la masa escolar que acude a la Universidad para comenzar sus estudios”, aunque no puede olvidarse la consecuencia que de ese crecimiento se desprende, de manera particular para enseñanzas que tienen necesariamente un elemento experimental y de laboratorio, razón por la que hay que preparar el futuro, pues olvidar la solución del problema y no prever desde ahora “sería una actitud inexcusable”: La enseñanza experimental no se dará bien mientras no cumplamos con una condición axiomática, que asombra por su misma elementalidad, tan pronto como se plantea y examina con ánimo imparcial, a saber: que cada alumno trabaje en el laboratorio por su cuenta, independientemente y con toda responsabilidad. 60 Fijado el axioma, García Banús recurre al ejemplo, y se pregunta –de una forma un tanto retórica, que desde el principio deja adivinar la respuesta- sobre qué se pensaría de unas clases de dibujo en que cuatro o cinco estudiantes al mismo tiempo utilizaran los mismos instrumentos (los mismos lápices, los mismos papeles) para copiar el mismo modelo, y concluye: “La colaboración que en la vida social es indispensable, no creo que tuviera en este caso su mejor empleo”, agregando que eso es lo que viene ocurriendo con la enseñanza experimental en la Universidad Nacional, por falta de lugares de trabajo, de materiales y de personal competente, lo que quiere decir que los estudiantes trabajan en grupo, con lo cual, “es prácticamente imposible el control de individuo y [es] mínima su responsabilidad”. 61 Ídem. Pero García Banús parece encontrar, o por lo menos buscar, soluciones para el trabajo experimental en los tiempos difíciles. Así por ejemplo en 1942, en un momento de crisis económica profunda de la Universidad Nacional, y siguiendo una recomendación de José Francisco Socarrás, plantea que como docente se dispone a hacer prácticas de laboratorio colectivas, de tipo demostrativo, como una forma de ahorro, que al mismo tiempo evita la parálisis. Cf. UNAC. Consejo Directivo 1942. Comunicación del 20-061942. 61 Ídem. García Banús agrega: “Esta responsabilidad tiene, desde luego, una gran importancia desde el punto de vista pedagógico, pero no es menor su importancia desde 60 91 Sobre la base de este tipo de ideas, expuestas de una manera sencilla y contrastadas con el funcionamiento presente –que García Banús critica sin escarnio y sin mofa, señalando, como ya dijimos, que se vive una fase de aguda transición-, el químico catalán va desarrollando su propuesta y sacando sus conclusiones 62 , para señalar ya casi al final de su exposición: Debemos sin duda proyectar un edifico mejor, en todos [los] conceptos, a lo que hoy tenemos, donde pueda trabajar, como es debido, un número de alumnos superior al que actualmente está matriculado. ¿Pero este ‘superior’ qué significa? ¿Cuántos son? 63 Al hacer su propuesta de un edificio especialmente construido y acondicionado para la enseñanza de la química (que en ese momento en la Universidad Nacional era el tipo de enseñanza experimental más novedoso y ambicioso, por la relación que para esa ciencia y las profesiones a que da lugar se planteaba en función del desarrollo industrial del país) García Banús no tenía sencillamente una imagen traída de otra parte, o no clamaba por el desarrollo de proyectos costosos (y a veces extravagantes), que fueran los únicos que permitieran una enseñanza experimental adecuada. En realidad era en la propia Universidad Nacional en donde encontraba un modelo realizado de su idea: En algún sitio [el problema de la capacidad futura de los edificios] ha sido resuelto. Cuando visité hace pocos días las nuevas y magníficas instalaciones de la Escuela de Veterinaria… obra que envidio y admiro…me decía [el director]: hoy tenemos quince estudiantes, pero la Escuela está proyectada para que haya cincuenta en cada curso y no admitiremos más. 64 Ver concretada “su idea” de un edificio adecuado para la enseñanza de la química le llevó un tiempo largo a García Banús y un esfuerzo muy dedicado, en el que, hay que decirlo, el Consejo Directivo y la Rectoría lo acompañaron. Sus ideas y algunos de sus diseños –que no conocemos-fueron enviados al Ministerio el punto de vista administrativo y económico”, punto este último que le permite volver a introducir sus ideas sobre el alto costo de la enseñanza experimental y la necesidad de que los alumnos –sus familias- asumieran una parte de los gastos. No olvidemos que algunos de los propios representantes de la República Liberal, como Germán Arciniegas, habían discutido acerca de los inconvenientes de que los bienes culturales fueran simplemente gratuitos. 62 El texto de García Banús deja la idea de que su exposición estuvo acompañada por gráficos, por esquemas y por diseños, que debe haber llevado, como el mismo lo dice, como material adjunto a su exposición –“Al planear el futuro centro de enseñanza que tanta falta nos hace, hice el cuadro adjunto, como base inicial del proyecto necesario”-, pero que nosotros no conocemos. 63 Ídem. García Banús piensa que la Universidad debe proyectar, con método, el crecimiento futuro de la Universidad y conocer las nuevas necesidades que se imponen con ese crecimiento, y en cuanto a su propia unidad académica y su responsabilidad solicitará que el Consejo le ofrezca luces sobre el crecimiento proyectado, “con el fin de dar la debida organización a la enseñanza experimental que está bajo mi responsabilidad”. 64 Ídem. En general, para caracterizar el tipo de problemas que está planteando, García Banús menciona que se trata de problemas que “no será la primera ni la última vez” que debe estudiar el Consejo Directivo, pero que le parecen problemas “fundamentales para la organización de cualquier tipo de enseñanza experimental”. 92 de Obras Públicas, en donde empezaron a padecer los contratiempos que imponen siempre (a veces de manera necesaria, casi siempre de manera innecesaria) los trámites administrativos en las oficinas públicas. A mediados de febrero de 1940, García Banús se dirigía de nuevo al Rector de la Universidad, hablándole acerca del edificio proyectado para “el Instituto Químico en la Ciudad Universitaria”, y solicitándole sus buenos oficios ante el Ministerio de Obras Públicas, en donde al parecer dormía la propuesta. Dirá entonces que la enseñanza continúa brindándose en condiciones muy difíciles y hablará de “la enorme matrícula que hemos tenido en la Facultad de Ingeniería y en los estudios de ciencias químicas”, lo que “agrava el problema de la enseñanza experimental, que ya era de difícil solución en los años anteriores”. El crecimiento presente y esperado de la enseñanza de la química –una materia que como “servicio” el departamento de Química ofrecía a muchas facultades- no era una simple ocurrencia de García Banús, como una manera de defender su propio interés caprichoso de un edificio concebido por el. Se trata de un hecho que ya a principios de 1941 creaba problemas de espacio y de presupuesto, como se anotaba en el propio Consejo Directivo de la Universidad: El señor Rector se refiere al problema del departamento de Química, con motivo del gran número de alumnos que han ingresado a las facultades y escuelas en que este departamento interviene. Dice que el problema se resolvería con una adición de 2.500 pesos al presupuesto de Química, para nombrar un profesor de tiempo completo. El Consejo aprueba… 65 García Banús recordaba también en su comunicación arriba citada que el Ministerio tenía en su poder “desde hace mucho tiempo”: “el programa general de construcción” y los “planos de los diversos laboratorios y unidades más importantes del Instituto”, y volvía a insistir en que el solo no podía “avanzar más en el proyecto” –de suyo bastante complejo, como escribía-, “hasta que los señores arquitectos hagan, cuando menos, un anteproyecto general”. 66 El asunto del edificio se reproduce de manera incesante en la correspondencia de García Banús, en la del departamento de Química, en la del Consejo Directivo y en la del la Rectoría, lo que debe ser un indicio de la fuerza que puso García Banús, y en buena parte la Universidad, en el proyecto – finalmente logrado- y de los obstáculos grandes que debió encontrar por el camino –todos ellos desde luego no referidos a las resistencias al cambio, ni al apego a las formas rutinarias de la deficiente enseñanza experimental adelantada hasta ese momento -por lo menos en el caso de la química-, ni a las reservas que muchos de los colegas mantenían sobre el gran impulsor del proyecto, sino también hechos relacionados con el funcionamiento de la administración pública, con la inexperiencia administrativa y con la permanente ausencia de recursos económicos. Aun en 1945, Luis Montoya, quien fue discípulo de García Banús y era ahora profesor muy respetuoso del maestro y de sus iniciativas, escribía en su 65 66 UNAC. Consejo Directivo. Acta No 9. 6-02-1941. UNAC. Escuela de Farmacia –Correspondencia remitida: varios años-. 15-02-1940. 93 calidad de decano a García, sobre el asunto del edificio. Decía el decano en su carta que la Universidad seguía “especialmente interesada en arreglar asuntos referentes a la continuación y ejecución del proyecto de edificio de la Facultad de Química en la Ciudad Universitaria” y quería seguir contando con ello con el apoyo y participación de García, agregando además que: No está por demás ratificar a Usted, lo que tantas veces le he manifestado verbalmente, de que creo que el interés de la Facultad es el de que usted asuma la continuación del proyecto y siga ayudando a la ejecución de la obra con la competencia y el interés con que lo ha venido haciendo. 67 Menos de un mes después y habiendo recibido respuesta de García Banús –respuesta que nosotros no conocemos-, el decano volvía a la carga, para manifestarle al profesor García el interés de la Universidad de despejar todos los obstáculos a la culminación de la obra y volvía a reiterar sus palabras de consideración por el profesor: Le reitero lo que tantas veces le he manifestado respecto al interés que tiene para la Facultad el que usted siga atendiendo la dirección de la obra, creación suya, y a la que ha venido dedicando tanto interés y entusiasmo. 68 Una historia permanente de incidentes y desencuentros En mucho menos de tres años el profesor García Banús, químico barcelonés republicano refugiado en Colombia, republicano convencido, aunque desprovisto de cualquier tentación extremista, había conquistado mucho más de lo que era posible imaginar, si se recuerdan las características de las instituciones universitarias colombianas en la primera mitad del siglo XX. No se puede olvidar que en los años 1940 la Universidad conoce uno de sus periodos de oro, sobre todo por la presencia de dos rectorados “admirables” que son los responsables de muchas de las transformaciones clave de la institución en ese periodo. En particular la rectoría de don Agustín Nieto Caballero fue una condición de excepción para que García Banús, y el reducido y desconocido grupo de colaboradores que le acompañó, pudiera haber sacado adelante muchas de sus ideas. 69 El reconocimiento que García Banús hacia de la autoridad científica y UNAC. Escuela de Farmacia –Correspondencia remitida-. 1945. Carta del 15-09-1945. ¿Pero el interés sincero del decano era el interés de toda la Facultad? 68 Ídem. Carta del 5-10-1945. 69 Hay que señalar de paso que los trabajos sobre Agustín Nieto Caballero no son tan numerosos, como a veces se piensa. En su mayoría se trata de trabajos concentrados sobre su labor –innegable- en el Gimnasio Moderno, lo que ha producido una distorsión, que lleva a considerarlo no como un gran educador, sino tan solo un educador de las élites ricas de Bogotá, lo que lo empequeñece, pues deja de lado su carácter de profundo innovador pedagógico, su entusiasmo con la educación popular, su papel en el campo de la formación de docentes, sus ideas sobre la Inspección nacional escolar y sobre todo su carácter de demócrata convencido del papel llamado a jugar por la educación en las sociedades modernas en curso de transformación. Al lado de la edición de su obra – extensa, desperdigada y difícil de localizar-, una antología de sus textos básicos sería una 67 94 pedagógica de Nieto Caballero y su solidaridad explícita con su rectorado fueron hechos conocidos y una circunstancia determinante en el momento de su renuncia a su posición directiva en 1941, en el momento de una crisis muy grande de la Universidad Nacional, una crisis que la hizo merecedora por parte del periódico El Siglo de todos sistemáticos, que tenían repetidos antecedentes, pero que alcanzaron en esta oportunidad una virulencia desconocida –la misma virulencia que se encontrará algunos años después con motivo de los litigios del Instituto Psicotécnico de la Universidad Nacional, dirigido por la española Mercedes Rodrigo-. Agustín Nieto Caballero, modelo de rector liberal y tolerante, había sido desde el principio de su rectorado condenado por el partido conservador, por su actitud de apertura hacia las nuevas corrientes del pensamiento en ciencias sociales y en psicología, y en general por su defensa de la libertad de pensamiento. 70 Así pues, cuando Agustín Nieto Caballero decidió en un momento de crisis renunciar a la rectoría de la Universidad, García Banús aprovecho la oportunidad y presentó su propia renuncia al cargo de decano de la Facultad de Química, señalando de manera explícita que su decisión de dejar el cargo –no la Universidad- estaba decidida desde comienzos del año, pero que se había mantenido por no complicar la situación de la Universidad y del Rector, pero que habiéndose ahora producido la renuncia de don Agustín, no encontraba motivos para permanecer, por fuera de que renunciar al tiempo con Nieto Caballero le proporcionaba la oportunidad de “rendir un modesto, pero cordial y sincero homenaje de gratitud y admiración a la insigne figura…” de don Agustín. 71 Como decimos, retiro del cargo, pero no de la Universidad, pues a continuación García Banús reafirmaba sus compromisos con la Universidad y con el país –compromisos morales y legales-: Dentro o fuera de ella [de la Universidad] mientras el país me lo permita, entregaré mi esfuerzo y mi voluntad a favor de mis estudiantes de química, de este sector de la juventud colombiana generosa, entusiasta y trabajadora, en las que he puesto mis máximas esperanzas y a la que va también mis agradecimientos como maestro y como decano. 72 contribución clave a la historia de la cultura y de la educación en el país en la primera mitad del siglo XX. 70 En octubre de 1941 la Universidad Nacional se encontraba, por decir así, sitiada por El Siglo, por un caso de aborto realizado por un estudiante de medicina de la Universidad a su amante. El Siglo pedía la dimisión del Rector, a quien acusaba de haber exonerado al estudiante de toda responsabilidad: (“Por eso el Doctor Nieto Caballero, que según las actas, formó parte de las sesiones en que se trató el asunto, era y es indigno de continuar al frente de la Universidad”, concluía El Siglo). 71 Los conatos de renuncia, tan característicos de los rectorados de la Universidad Nacional en los años 1960 –piénsese por ejemplo en el rectorado de José Félix Patiño-, también se conocieron en los años 1940. El enfrentamiento habitual de la autoridades de la Universidad Nacional, eran en el frente externo con el partido conservador y con su principal vocero -el periódico El Siglo-. El periódico conservador reproducía de manera sistemática las posiciones de los profesores conservadores, pero también les proponía algunos motivos de queja y oposición. 72 UNAC. Escuela de Farmacia –Correspondencia remitida- 1941. 10-10-1941. 95 Ese mismo día, o por lo menos con esa misma fecha, García Banús escribía a Agustín Nieto Caballero, lamentando los sucesos que perturbaban la vida universitaria y haciendo notar la paciencia con que Nieto Caballero los había enfrentado y el sacrificio que estaba dispuesto a hacer al presentar su renuncia. Mencionando su propia renuncia, García Banús volverá a declarar su afecto por la obra de Nieto Caballero, lo mismo que el reconocimiento que los estudiantes de la Facultad de Química hacían de la labor de don Agustín, y cerraba su carta con la siguiente declaración: Y por mi parte y aunque mi modesta opinión vale muy poco, quiero manifestarle la satisfacción enorme que yo sentiría si me llamara Agustín Nieto Caballero, al contemplar la obra de la Ciudad Universitaria, orgullo de Colombia y de toda Suramérica. 73 Sin embargo, no hay que olvidar la afirmación que García Banús hace en sus dos cartas recién citadas, acerca de su decisión de retirarse del cargo y limitar sus tareas a las de la docencia y la investigación. Los motivos no se pueden precisar de manera taxativa, con la documentación que tenemos a mano, aunque podemos suponer que ellos se refieren de manera principal a sus formas de relación, competencia y enfrentamiento con sus colegas. Son motivos que remiten de manera general a la forma como su trabajo era recibido y percibido por una parte influyente del profesorado, lo que se concretaba en un cierto mal ambiente sobre la persona y el trabajo del químico español, y esto a pesar de las aclaraciones que al respecto había hecho en más de una oportunidad sobre su trabajo en el propio Consejo Directivo. Hay que hacer notar que ese “mal ambiente” que rodeaba el trabajo de García Banús alcanzaba también a otros docentes que tenían una característica compartida con García Banús: la de ser extranjeros –no solo españoles sino en general extranjeros-, lo que indica que de alguna manera el conflicto expresaba una situación mayor –sin que todas sus dimensiones se agoten aquí-. Al respecto es bueno citar una parte de un memorial escrito por un grupo de estudiantes de la Facultad de Química, que pone de presente la existencia de ese ambiente enrarecido, que fue una constante en la Universidad durante estos años –aunque la animadversión frente a los docentes extranjeros no fuera una actitud general-. Se trata de un memorial que muestra que bajo una forma reconocida, la oposición entre “nacionales y extranjeros” ya se encontraba explícitamente constituida en el medio universitario: Es leído un memorial de los estudiantes de la Facultad de Química en que se solicita del Consejo [Directivo] un respaldo para el decano doctor Antonio García Banús y para los profesores extranjeros de la Facultad. El Consejo dispone contestar que la Universidad está en todo de acuerdo con los memorialistas y que hasta el momento no ha llegado ninguna comunicación contra el personal docente de la Facultad de Química. 74 73 74 Ídem. UNAC. Consejo Directivo 1941. Acta No 27. 15-04-1941. 96 Pero que hubiera llegado al Consejo Directivo un memorial de tal naturaleza, que respaldaba al profesor García Banús, indica que en realidad una parte de los profesores y estudiantes de la Facultad de Farmacia y de Química y de otras unidades académicas se movilizaran en torno a oposiciones como las de “nacional” y “extranjero” y a definiciones de la química y la ciencia como “nacionales”, alentados por un grupo de profesores colombianos que había acogido y estilizado en su propio interés la idea de que los “venidos de fuera” le quitaban el trabajo a los colombianos –el argumento que en el campo más amplio del trabajo manual y del comercio el periódico El Siglo había movilizado contra el grupo de polacos judíos a los que acusaba de ser la “ruina de los trabajadores nacionales” –aunque desde luego la acusación también se escuchó en medios de comerciantes liberales y en un grupo amplio de la opinión pública, lo que obligó a políticos republicanos y demócratas como Alfonso López Pumarejo y Eduardo Santos, creyentes fervorosos de la causa republicana española y decididos antifascistas, a conciliar con una política de inmigración restrictiva, apoyada en la vieja idea de “cuotas de inmigrantes” y que empleaba a fondo mecanismos de cobro de entrada, de porte de dinero, de contrato de trabajo previo y otros, para detener lo que se consideraba, con poco sentido objetivo y con ninguna percepción de las posibilidades futuras, como una avalancha llamada a acabar con la “nacionalidad”. Había más motivos para que muchos de sus colegas no apreciaran el trabajo de los docentes venidos de otros países, pero muchos elementos presentes en la documentación indican también que la idea de una oposición, idea efectivamente existente, funcionaba al mismo tiempo como la envoltura de una situación de otra naturaleza, una situación que se refiere ante todo al campo académico, a ethos diferentes de trabajo científico, a competencias por jurisdicción y a reacciones frente a cambios en la política universitaria, cambios que aparecían, en buena medida, representados -concretados, resumidos- en los profesores “extranjeros”, en tanto que muchos de ellos parecen haber mostrado una disposición al trabajo y un nivel científico superiores a los de buena parte de sus colegas nacionales, particularmente aquellos que pertenecían al grupo más antiguo de docentes de la Universidad. A su vez, y es una circunstancia que volvía más complejo el problema, los resortes más profundos del cambio en curso dependían de otras fuerzas que estaban más allá de la propia institución universitaria, en la propia evolución de una sociedad que redefinía en un sentido moderno la mayor parte de sus funcionamientos culturales urbanos, y entre ellos las formas más tradicionales de la vida académica universitaria, un hecho que a los espíritus más conservadores se les aparecía como el resultado de la presencia de ese puñado de profesores extranjeros, a los que sin mayor distingo y con muy poca razón definía como “rojos”, “socialistas”, calificativos que no dejaba de endilgar además a educadores como el propio Agustín Nieto Caballero, como Gerardo Molina o como el viejo rector de la Escuela Normal Superior, don Francisco Socarrás. En el caso de Antonio García Banús los motivos de diferencia con sus colegas, sobre todo con los de la escuela de Farmacia, eran conocidos. De una parte la creación del departamento de Química –años después Facultad de Química- era un motivo mayor, porque había significado la pérdida de un 97 monopolio –las cátedras de química que se dictaban en varias facultades- y la designación de un director, con independencia de toda consulta a la Escuela de Farmacia y en un momento en que la Universidad trataba de imponer a sus unidades académicas, con grandes trabajos, la idea y el funcionamiento de “departamentos”, como forma nueva de administrar el sistema de cátedras y de organizar el propio trabajo docente, haciendo a los departamentos los organismos que controlaban una cátedra perteneciente a un mismo campo de saber, sin importar cuál fuera la formación profesional de que se tratara, un sistema de trabajo que no solo encontró la resistencia de buena parte de los docentes, sino que además tuvo de manera repetida el rechazo de muchos grupos de estudiantes que pensaban que cada “materia” enseñada debería abandonar todo rasgo general y definirse en función de las profesiones. 75 La creación de los departamentos –que llevó un buen número de años y conoció varias formas de realización- multiplicó las disputas en torno a la “propiedad” de las cátedras y condujo a la búsqueda de particularidades muchas veces inexistentes en la definición de los cursos y en el contenido de cada uno de ellos, pero no era el único elemento que se ponía en juego en las tensiones y conflictos con García Banús (y en parte con los “extranjeros”, aunque esta afirmación puede ser imprudente, si se generaliza). El conocimiento breve que tenemos ya de las formas de hacer que trataba de impulsar García Banús, concentradas sobre todo en su idea de trabajo experimental y en el peso que daba a las prácticas de laboratorio –un elemento muy descuidado en la formación académica anterior-, el peso que otorgaba a la consulta de la bibliografía especializada y reciente, sobre todo de revistas (y revistas extranjeras), un elemento muy ajeno en las formaciones académicas en las que primaba el recurso a las rutinas y al mundo de lo conocido y su propia idea de lo que a veces llamaba las “ciencias químicas” y su papel en el desarrollo de la sociedad, fueron también elementos que jugaron un papel en las resistencias que despertaba García Banús entre muchos de sus colegas. 76 Uno de los litigios más duros que sostuvo muy recién llegado García Banús, en este caso con el director de la Escuela de Farmacia, don Jorge Ancízar Sordo –que a su manera quería ser el patrón del barcelonés-, permitió poner de Cf. por ejemplo el “Memorial de los estudiantes del Instituto de Química” que solicitaban un curso de matemáticas especial para los químicos, ya que “Las matemáticas que hasta ahora se nos han dado han sido las del preparatorio de Ingeniería, que como usted sabrá solamente abarcan un repaso de las matemáticas vistas en el bachillerato, nociones de trigonometría y muy poco de derivadas”, aunque había protestas también por el caso contrario, es decir, cuando se estimaba que el contenido era muy elevado. UNAC. Escuela de Farmacia –Correspondencia remitida- 1939. 18-08-1939. Podemos ofrecer ahora el ejemplo de un memorial de los estudiantes de Farmacia, en que solicitaban que los cursos de química fueran calificados con los criterios de la Escuela de Farmacia y no del departamento de Química, lo que pensaban que los desfavorecía. Cf. UNAC. Consejo Directivo 1953. Acta No 52. 08-09-1943. 76 García Banús comenzó –en un momento de pobre presupuesto de la Universidad Nacional- una sorprendente campaña para conseguir libros o apoyos económicos para la compra de libros, con empresas, industriales, obreros, medios oficiales, particulares, que tuvo cierto éxito. Cf. UNAC. Consejo Directivo 1942. 20-06-1942. 75 98 presente otros elementos más de ese extendido litigio que caracterizó su ejercicio profesoral en la Universidad, y en donde se encuentra tal vez el elemento más distinguido del trabajo docente de García Banús. El litigio se inicio como un enfrentamiento por la distribución de las cátedras de química, que en principio eran una atribución de la Escuela de Farmacia, pero que en general era el producto de una negociación, muchas veces amañada entre la Escuela y las facultades que requerían el servicio, las que muchas veces operaban al margen de las directivas de Escuela para solicitar las cátedras casi como un servicio personal que ofrecían unos catedráticos que ocasionalmente contaban con su unidad académica para la realización de un trabajo que, como señalamos páginas atrás, no tenía mayor rigor en el cumplimiento horario –no olvidemos que en general era una actividad alterna a otro ejercicio profesional-, no soportaba mayores controles en el desempeño –por fuera de las críticas habituales de los estudiantes a través de “memoriales”, cuando ya el daño estaba causado- y que se realizaba con plena disposición por parte del catedrático de las competencias para fijar horarios, pruebas, requisitos y niveles de exigencias, todo lo cual se hacía con gran autonomía frente a la propia “escuela” o “facultad”, y de manera mucha más autónoma frente a la propia Universidad, que desde mediados de los años 1930 trataba de modificar esa situación de “autonomía”. El litigio fue intenso y crispó las fuerzas de los participantes e hizo gastar varias horas en su consideración a las organismos directivos de la Universidad, pero permitió dejar en claro, por lo menos de manera formal, la vocación académica irrestricta de García Banús y la forma cómo entendía el trabajo académico, docente y de investigación, a más que le permitió reiterar muchos otros temas que había expresado antes de esta pugna y que expresaría después, tanto en momentos de litigio como en momentos de calma. El enfrentamiento tuvo que ver, como indicamos, con disputa por cátedras –conflicto de competencias-, pero tuvo que ver también con problemas de desempeño de la cátedra por parte de un profesor –el profesor Salcedo- y por esa vía con la forma de concebir el trabajo práctico con los estudiantes por parte del profesor cuya tarea fue objeto de discusión. 77 De manera expresa, García Banús, quien en principio era el “acusado”, por así decir, señalaba que el primer foco de discusión se encontraba en la manera de encarar el trabajo de enseñanza de la química, en su parte experimental y de laboratorio. García Banús escribía a Ancízar Sordo, refiriéndose a este núcleo del litigio: A usted le consta perfectamente que al Doctor Salcedo [el catedrático involucrado en el litigio] no se le han negado los medios para que diera la enseñanza práctica. El Doctor Salcedo no quiso simple y llanamente, según me manifestó… encargarse de las prácticas, ni tan solo de dar una clase experimental con los medios que La carta más amplia que al respecto escribió García Banús, que es la que vamos a citar, se encuentra en UNAC. Escuela de Farmacia –Correspondencia recibida- 1939. 1105-1939. Las respuestas de Jorge Ancízar Sordo fueran varias y en más de una oportunidad llevó el problema hasta el Consejo Directivo. Si no citamos ahora sus respuestas, no es por presentar un cuadro desbalanceado e interesado del problema, sino porque en ninguna de esas respuestas parece haber observaciones sobre lo que pueden considerarse los argumentos centrales de García Banús sobre la manera de encarar el trabajo docente universitario. 77 99 pudiéramos proporcionarle… yo le ofrecí expresamente el aula de química, que como usted sabe, se arregló un poco en los últimos tiempos para estos fines. 78 García Banús dirá más adelante que sobre la forma de docencia del profesor Salcedo había habido quejas repetidas, pero que ellas no se referían solamente a la parte práctica o mejor a la ausencia de la parte práctica en la enseñanza, (“porque usted sabe tan bien como yo mismo, que no es solo por falta de prácticas, sino por otras cosas [más] que los estudiantes se quejan”) y luego de referir otra serie de hechos menudos (de los que nosotros podemos olvidarnos), pasaba a hacer una fuerte declaración (que tiene todos los visos de un manifiesto de principios, de quien quiere hacer conocer su opinión definida sobre un asunto que considera trascendental), una declaración que nosotros podemos copiar, con la intuición de que significa una forma condensada de presentación del ideario docente y de la idea de trabajo intelectual de García Banús –aunque muchas veces de manera práctica su ideal no fuera alcanzado, como ocurre con todo ideal-: Me permitirá que yo sea de otra opinión y muy atentamente le manifieste o le recuerde algo que deseo que usted sepa y no olvide. Yo no he venido a Colombia a perder el tiempo y gastar los nervios luchando en pequeñas intrigas o por pequeñas e inconfesables ambiciones. He venido a entregarme sin reservas, en cuerpo y alma a la Universidad y a este país que quisiera reemplazarse a la patria que perdí. No creo ser un “sabio internacional”, como usted me llama, ni soy un trasto inútil dispuesto a servir de pelele a nadie. No tengo más ambición que poder pagar a Colombia como hombre bien nacido, la deuda de gratitud contraída. No he venido a quitar nada a nadie, ni a llevarme nada; he venido a dar lo único que poseo, mi mucho entusiasmo, mi buena voluntad, un poco de experiencia adquirida por mis ya demasiados años, con la ilusión de hacer por Colombia, lo que por mi España hice en más de veinte años de sacrificios y allí quedó: un modesto centro de estudios químicos. Jamás, en el año en que nos conocemos, ha podido Usted ver, ni aun sospechar en mí, ni palabras ni acción alguna que no correspondan estrictamente a este credo. 79 El nacionalismo como ocultamiento y como coartada El nacionalismo latinoamericano del siglo XX -sobre el que existen tantos trabajos importantes- es, a su manera, un enigma, sobre todo porque muestra la aparente paradoja de conocer una fase de ascenso en momentos en que las fronteras económicas y culturales de los países se debilitaban, como lo prueba el impacto de la crisis económica de los años 1930 y el traslado hacia América Latina de grandes contingentes de trabajadores manuales e intelectuales de Europa (como Ídem. Ídem. A continuación García Banús escribía: “Hecha esta confesión, con absoluta franqueza y claridad y de una vez por todas, quiero manifestarle que si hay una persona que por su autoridad, por su posición, por su autoridad científica e incluso por las relaciones que a ambos nos obligan con la más alta personalidad del país, debe ayudarme en mis sencillos y modestos deseos y en el cumplimiento de mis obligaciones morales y materiales para Colombia, esa persona es Usted”. Las palabras arriba citadas lo han sido también en por lo menos un texto más. Cf. Ramiro Osorio, Historia de la química en Colombia. Bogotá, Ministerio de Minas y Energía, 1982, pp. 78-79. 78 79 100 lo muestran los ejemplos elocuentes de Brasil, Argentina y México), lo mismo que el estrechamiento de las relaciones entre los países y los continentes, a través de la expansión de las economías mercantiles. La propia fase de proteccionismo industrial (que identificamos con la acción de la CEPAL), que corresponde más a un hecho de ideología que a una apabullante realidad que hubiera producido una industria nacional “cerrada”, garantizada por un mercado interno explotado de manera exclusiva por propietarios nacionales, significó con toda precisión una fase de expansión capitalista que, si bien pudo haber reforzado a algunos grupos de productores nacionales, al mismo tiempo hizo más estrechas las relaciones entre los diferentes componentes del sistema capitalista internacional. En realidad el proteccionismo, que se corresponde con el ascenso de muchos elementos de nacionalismo literario y artístico, y hasta científico, y que tiene una de sus expresiones más agudas en las distintas variantes del “anti-imperialismo”, fue sobre todo una ideología de negociación ante los Estados Unidos y los grandes organismos internacionales de financiación, por debajo de la cual la integración de las diversas economías nacionales en un sistema mundial avanzaba de manera acelerada, como se verá desde principios de los años 1970. En el caso colombiano, en donde son pocos los trabajos que se detengan en el problema del nacionalismo, éste fenómeno también tiene sus enigmas, porque no solo se corresponde con el gobierno de presidentes, políticos e intelectuales cuyas referencias son de manera explícita europeas, sino porque se corresponde además con una de las fases más intensas de “norteamericanización” de la vida nacional, a lo que se suma el hecho de que las ideologías denominadas “indoamericanas” que, ponen su acento en el desarrollo nacional que se vincula con énfasis sobresaliente en la inclusión social y económica de la población indígena, tipo APRA (y AMAUTA en el terreno de la cultura) nunca tuvieron importancia. Más allá de las ideologías de ciertos partidos, la sociedad colombiana de los años 1940 se orienta más por el cosmopolitismo del fox, el jazz-band, las nuevas telas industriales, Cantinflas y el nuevo cine de Holliwood y su sistema de “Stars”. 80 El “nacionalismo colombiano” parece haber sido sobre todo, un tibio nacionalismo económico que en los años 1940 y sobre todo 1950 permitió a los industriales crecer bajo el amparo del Estado protector (cuya ingerencia rechazarían al final del siglo XX, conquistados los beneficios del proteccionismo industrial) y una opción cultural que durante años (aun en el presente) flotó en el ambiente sin encontrar nunca apoyos decisivos ni obras que pudieran haber sido modelos de inspiración literaria o plástica, como sucedió en otros países de la región. 81 Cf. al respecto R. Silva, Sociedades campesinas, transición social y cambio cultural. Medellín, La Carreta, 2006. 81 Cf. por ejemplo Eduardo Sáenz Rovner, Colombia años 50. Industriales, política y diplomacia. Bogotá, Universidad Nacional, 2002. 80 101 Pero el “nacionalismo” fue esgrimido en muchas ocasiones, sin mayor elaboración, contra los docentes extranjeros que vinieron a Colombia en la primera mitad del siglo XX y en la Universidad Nacional el profesor Antonio García Banús y algunos otros docentes europeos conocieron sus excesos y un uso amañado que se refugiaba en la “defensa de lo nacional”, cada vez que había que discutir problemas de ciencia y de investigación, o de administración universitaria, con personas que representaran una tradición diferente a la conocida. En el caso que nos interesa ahora, el del “nacionalismo químico y farmacéutico”, hay que decir que el asunto, que no solo estaba en el ambiente, sino que ya varias veces había sido mencionado, llegó al Consejo Directivo de la Universidad, a raíz de un litigio particular –anodino y corriente-, que enfrentó a García Banús con uno de los más viejos catedráticos de la Universidad: el profesor del curso de química, en la Escuela de Farmacia, Antonio María Barriga Villalba. Veamos lo que permiten observar a este respecto las actas del Consejo Superior de la Universidad Nacional. En una reunión del Consejo Superior de febrero de 1942 fueron leídas tres comunicaciones (“memoriales” dice el acta) del profesor Barriga Villalba. En la primera comunicación, como presidente de la Sociedad Colombiana de Químicos “solicita que sean preferidos los químicos nacionales en las cátedras de la Universidad”. En la segunda comunicación, presentada ya a título personal, levanta una queja por la suspensión de su nombramiento como profesor en el departamento de Química. La tercera comunicación corresponde a “una resolución de la mencionada Sociedad, en la que se declara persona non grata, al profesor García Banús, Decano de la facultad de Química”, y por lo tanto responsable directo de que no se le hubiera renovado su contrato. 82 Los hechos que se encontraban detrás de la decisión tomada por García Banús –quien de todas maneras no debería tener mucha simpatía por el viejo profesor Barriga- tenían que ver en lo inmediato con la inasistencia sistemática de éste a su curso de química (lo que sabemos era una práctica más bien generalizada en la Universidad), pero ponían de presente también la nueva realidad de los departamentos universitarios, los inicios de la idea de docencia centrada en la investigación, otra idea de la enseñanza de la química, más concentrada en el trabajo de laboratorio y una idea diferente de la actividad del químico –que ahora debería ligarse a procesos industriales, en un país que acariciaba el sueño de desarrollar un entable industrial, en medio de un mercado que por momentos de veía desabastecido-. La discusión, según la síntesis que el Acta incluye, fue amplia y con participación nutrida, y deja la impresión en el lector de haber sido de alguna manera “apasionada”. El Rector de la Universidad, que se encontraba ya al corriente de los hechos y había hablado al respecto con algunos miembros de la Sociedad Colombiana de Químicos, el gremio que había salido en defensa de su presidente y profesor, y había tratado de explicarles la reglamentación sobre inasistencia, “implantada con carácter general”, lo mismo que “lo correspondiente 82 UNAC. Consejo Directivo 1942. 11-02-1942. 102 a los nombramientos, que se hacen por año docente, quedando la Universidad en libertad de renovarlos o renovarlos”, lo que quería decir, entre otras cosas, que El señor Decano de Química no hizo otra cosa que cumplir los Estatutos, no renovando el nombramiento del profesor Barriga Villalba, que faltó durante el año pasado a un 30.4% de las clases. 83 El representante de los profesores en el Consejo Directivo de la Universidad presentó serias objeciones a la medida que se tomaba contra el profesor, lamentando el tratamiento que se daba a un profesor después de 25 años de servicios y denunciando que en algunas otras facultades, como Farmacia, se habían producido también despidos similares, mientras que el ingeniero Julio Carrizosa, uno de los docentes de mayor influencia en la Universidad Nacional durante estos años y uno de los educadores más comprometidos con el proyecto de reforma de la educación Nacional, pensaba que el profesor Barriga no era el injuriado, sino la Universidad, a quien éste debería explicar las razones de sus faltas sistemáticas a clase y su escaso compromiso con la formación escolar. 84 El consejero Gerardo Molina fue más lejos aun e intentó darle al problema una forma nueva que permitiera discutirlo bajo otros ángulos, y comenzó por referirse al papel de las asociaciones gremiales por relación con la Universidad, ya que para él el meollo del asunto se encontraba en la actitud corporativista de gremios profesionales frente a los intereses generales de la institución universitaria. Gerardo Molina señalaba que …este problema arranca de la Sociedad [Colombiana] de Químicos, cuyos miembros están estratégicamente colocados y quieren acaparar todas las clases. El profesor García Banús ha cumplido los reglamentos de la sin distinción de personas, como es su deber. 85 Luego de que varios otros miembros del Consejo indicaron la corrección del proceder de García Banús y algunos de los ultrajes que había recibido por cumplir con los reglamentos, José Francisco Socarrás –el conocido educador, por mucho tiempo ligado a la Escuela Normal Superior- solicitó separar dos Ídem. Barriga Villalba llevaba más de 20 años al servicio de la Escuela de Farmacia como catedrático y había desempeñado varios cargos públicos, siendo además profesor de la Escuela de Medicina del Colegio del Rosario y en ese momento presidente de la corporación que agrupaba a los químicos colombianos. La presión de los gremios y corporaciones sobre la asignación de cátedras y nombramiento de directivos en la Universidad era una constante. Cf. por ejemplo la Resolución del Consejo Nacional de Farmacéuticos y Químicos, presionando por la elección de José E Pardo –“miembro destacado de esta Corporación”- como director de la Escuela de Farmacia. La Resolución está firmada por Luis Cortés como secretario y por Isidoro Murtra, farmaceuta barcelonés llegado poco tiempo antes que García Banús, lo que permite insistir en la idea de que los bloques y las alianzas no responden sencillamente a la división extranjeros versus nacionales. Cf. UNAC. Escuela de Farmacia. 1938. Correspondencia. 7-04-1938. 84 Ídem. Se sabía además que para mejorar los planes de estudio de Ingeniería y evitar faltas de coordinación entre las materias se habían desarrollado más de siete reuniones a las que había sido citado el profesor Barriga, sin que hubiera sido posible conseguir su asistencia a una sola. 85 Ídem. 83 103 problemas. De un lado el de su viejo profesor de medicina en la Universidad del Rosario –el doctor Barriga Villalba-, enjuiciado por no asistir a clase, y el de la Sociedad Colombiana de Químicos, un verdadero grupo de presión sobre las cátedras de la Universidad y cuyo secretario, también docente de cátedra de la Universidad, obligaba a los estudiantes a acudir en horas inusuales a su oficina, “porque no tiene tiempo para ir a la facultad”, y recuerda que los miembros de esa asociación gremial presionaban por aumento de salarios y por la multiplicación de cátedras propuestas en horarios extremos, para que pudieran hacerlas compatibles con su trabajo en las oficinas gubernamentales y en otros ámbitos. 86 Más adelante Julio Carrizosa Valenzuela volverá sobre la discusión y recordará la conocida costumbre de no asistir a clase del profesor Barriga –en realidad era una costumbre más general, impuesta por la coexistencia de varios empleos y por la consideración de que la docencia en la Universidad era una ocupación marginal o segundo empleo- y afirmará que “si las sanciones por las faltas de asistencia entre el profesorado no han de cumplirse, es mejor derogarlas. El asunto pareció cerrarse con dos proposiciones que presentó José Francisco Socarrás, en la primera de las cuales se criticaba al decano de la Facultad de Farmacia por “participar notoriamente en un movimiento que socava la autoridad de la Universidad” –con lo cual se refería a los “memoriales” de la Sociedad de Químicos y a la actividad “conspirativa que contra el nuevo departamento de Química y su director se había organizado a partir de las propias oficinas del ministerio de Minas, según lo declaraba Carrizosa Valenzuela-; mientras que en la segunda, con ánimo conciliador y de apaciguamiento de los ánimos en la batalla, pedía que se oyeran y consideraran de nuevo las explicaciones del profesor Barriga Villalba. 87 El departamento de Química -presidido por García Banús-, que debió volver a discutir el problema, por sugerencia de J. F. Socarrás, concluyó que no había excusa posible para las ausencias del profesor, pero, de nuevo con ánimo contemporizador, recordó que se trataba de un viejo profesor y que para la Universidad era importante mantener relaciones con gentes que estaban en contacto “con [los] problemas nacionales” y propuso que se le dieran a Barriga Villalba “uno o varios cursos monográficos o de extensión, con el tema, forma y condiciones que el doctor Barriga crea más conveniente”, con lo cual se le mantenía en sus cátedras –es decir se mantenía una de sus formas de ingreso económico-, pero se le alejaba de la enseñanza de los cursos “sistemáticos”, es decir de los que suponían trabajo de laboratorio y control de la actividad experimental de los estudiantes. 88 Pero las aguas no se calmaron y en la siguiente reunión del Consejo Directivo se informó que la Escuela de Farmacia cerraba filas en torno a la organización gremial de los químicos colombianos, cuyos miembros no pensaban Ídem. “La Universidad debe responder francamente [a la Sociedad de Químicos] que no puede ocuparlos por más tiempo del que tienen comprometido”, señalaba también J. F. Socarrás. 87 Ídem. 88 UNAC. Consejo Directivo. 1942. Acta No 12. 16-02-1942. 86 104 colaborar más con la Universidad, entre otras cosas, porque “los químicos no reconocen al profesor García Banús”, a quien acusaban también de ausentista, de poner bajas calificaciones a los estudiantes, de exigencias desmedidas en la enseñanza y, de nuevo, de quitar trabajo a los químicos nacionales, según una acusación que por esos días, y en defensa de los químicos del país y del profesor supuestamente agraviado, volvía a recoger el periódico conservador El Siglo. 89 En una reunión posterior del Consejo Directivo de la Universidad –con presencia del ministro de Minas, ya que esa dependencia había sido señalada como un foco de “conspiración contra la Universidad- volverá a aparecer el litigio “Barriga Villalba versus García Banús” y el ministro de Minas plantearía que resultaba conveniente examinar los problemas surgidos, pues “Hay que tener en cuenta que todas… son entidades que sirven al Gobierno que [se] deben prestar mucho apoyo. J. F. Socarrás aprovechará la oportunidad y definirá el problema en los siguientes términos: … desde la llegada al país del doctor Antonio García Banús, contratado por la Universidad por recomendación del doctor Eduardo Santos, ha habido por parte de algunos químicos nacionales una marcada oposición a sus actividades… no es posible colocar en el personal docente del departamento de Química a todos los que solicitan cátedras, pues por lo general están tan ocupados en cargos oficiales, que solamente en horas de la noche podrían dictarlas. Estos químicos han agitado la prensa antes de dirigirse a la Universidad. Tenemos pues un sector de oposición dentro del Gobierno que para poder expresar libremente sus ideas, debería desvincularse de las actividades oficiales. 90 El ministro de Minas insistía en que el país necesitaba profesionales solventes y que debería existir colaboración entre la Universidad y el Laboratorio del ministerio de Minas en lo referente a labores de investigación, al tiempo que el Instituto de Fomento Industrial, que tenía entre sus funciones el apoyo a los proyectos de explotación de las riquezas nacionales, para cumplir con su tarea necesitaba “preparar personal nacional”, pero que mientras se contaba con los recursos especializados preparados en el país, resultaba “indispensable echar mano del extranjero especializado…” en estos campos, fórmula que Socarrás sintetizaba al señalar que Ídem. Acta 19. 6-03-1942. Ahí mismo se encuentra referencia directa a la publicación del periódico El Siglo y a un “memorial” firmado por un grupo de estudiantes. El Consejo Directivo tuvo que ocuparse en repetidas ocasiones en sus sesiones en discutir las informaciones que El Siglo ofrecía acerca del funcionamiento de la Universidad y la presencia en ella de corrientes “rojas y comunistas”. 90 Ídem. Acta No 20. 11-03-1942. La manera como Socarrás aborda el problema en esta oportunidad revela precisamente una forma “partidista” de plantear el problema, y equipara el trabajo en la universidad a un trabajo en una dependencia más del Gobierno liberal, con el cual habría que tener solidaridad a todo precio. En otros momentos Socarrás adelantó una discusión muy informada y muy poco politizada, con datos sobre costos y número de alumnos, sobre la base de lo cual argumentaba que lo mejor para la Universidad era la fusión de los departamentos de Química y Farmacia, una recomendación que no era del gusto ni de García Banús ni de sus contradictores. 89 105 Las industrias alemanas y americanas se formaron principalmente con personal inglés, la rusa con personal americano y alemán y la japonesa con americano e inglés. 91 El punto era importante, además, porque el Consejo Directivo había adoptado la política de combinar varias estrategias de formación científica de sus alumnos, y una de ellas era precisamente la de combinar la traída de técnicos extranjeros de alta capacitación, con el envío de graduados de la Universidad que terminados sus estudios regresaran a enseñar y a formar investigadores. Por otra parte, Socarrás y otros miembros del Consejo Directivo habían dicho en muchas ocasiones que la Escuela de Farmacia se conformaba con formar personal para despachar fórmulas en droguería y no formaba profesionales para enfrentar los problemas del desarrollo industrial del país. 92 Por ahora -pero solo por ahora- el viento parecía favorable al profesor García Banús, quien no solo había sido apoyado por el Consejo Directivo en su difícil disputa con el Presidente de la Sociedad Colombiana de Químicos, sino que al mismo tiempo volvía ser elegido en su cargo de decano de la Facultad de Química, casi por unanimidad. 93 Pero la actitud nacionalista volverá en muchas otras oportunidades. De hecho pocos meses después cursaba en la Cámara de Representantes un proyecto de ley sobre reglamentación de la profesión de químico, impulsado por las asociaciones gremiales y por la mayor parte de los profesores de la ciencias químicas y farmacia de la Universidad, con excepción de los extranjeros, en donde se incluía una cláusula para que el decano de la Facultad no pudiera ser extranjero –bajo la fórmula inversa: que el decano debe ser colombiano-, una cláusula a la que tanto el Rector de la Universidad como el ministro [el acta no permite entender bien si de Educación o de Minas] y otros miembros del Consejo Directivo se oponían. Así pues, las dificultades y cierto mal ambiente de trabajo estaban llamados a permanecer. 94 Ídem. UNAC. Consejo Directivo. 1941. Acta No 87. 7-11-1941. “El Consejero Socarrás dice que ha elaborado dos memorandos para someter a la consideración de los consejos de Química y Farmacia en relación con las perspectivas de estas profesiones en Colombia. Considera que la Universidad está un poco de espaldas a la vida y que para Colombia es urgente el desarrollo de los estudios químicos con miras a la industrialización. Es necesario que nuestros profesionales en estas materias tengan campos de actividad distintos de las posiciones burocráticas”. 93 UNAC. Consejo Directivo. 1942. Acta No 32. 11-05-1942. La nueva elección quería decir que se renovaba de nuevo su contrato, que de todas maneras tuvo que ser de nuevo negociado, por dos años más en esta ocasión. Cf. Ídem. Acta No 43. 20-06-1942. 94 UNAC. Consejo Directivo 1943. Acta 62. 9-11-1943. “El ministro encargado informa que habló con uno de los autores del proyecto original, a quien le manifestó la inconveniencia de fijar que el decano debe ser colombiano”. Algunos meses después Jorge Orozco, en nombre de Sociedad Colombiana de Químicos protestaba “por la designación de un químico extranjero para un cargo en el Ministerio de Minas y Petróleos”. Cf. UNAC. Consejo Directivo 1944. Acta No 56. 3-11-1943. 91 92 106 Adiós al Maestro Con el paso de los meses la situación del profesor García Banús con sus colegas de otras facultades, sobre todo de Farmacia, no mejoró sino que tendió más bien a empeorar, aunque su relación con los principales miembros del Consejo Directivo seguía siendo de gran respeto y cordialidad, al tiempo que su trabajo seguía gozando de un alto reconocimiento en esa instancia. En abril de 1944 un grupo de alumnos, “de los antiguos y actuales de Química” solicitaba su reelección como decano 95 , al tiempo que su contrato fue renovado y reajustado su salario, que llegó a 500 pesos, incremento que se hizo teniendo en cuenta “el alza del costo de vida desde que el profesor García Banús suscribió el primer contrato, y la circunstancia de que por estar a contrato, no tiene derecho a prima móvil”, aunque de todas maneras, no pudo ser clasificado como titular por su condición de extranjero, según se le había vuelto a advertir dos años atrás, ya que algún artículo o parágrafo o inciso del estatuto profesoral lo prohibía –por extraño que suene-. 96 1945 puede haber sido tal vez el año más difícil de García Banús en la Universidad Nacional. Es el año en que, según fuentes como las actas del Consejo Superior, las actas de la Escuela de Farmacia y el periódico El Siglo, recibió los más inclementes vetos estudiantiles y rechazos profesorales que se puedan imaginar, aunque volvió a contar con el apoyo del Rector –ahora don Gerardo Molina- y de la mayoría del Consejo Directivo, en el que tenía un puesto don Agustín Nieto Caballero. Al problema que de tiempo atrás enfrentaba a dos unidades académicas: Química y Farmacia, y que giraba en torno a concepciones diferentes del trabajo académico, del trabajo experimental, de la condición del profesor universitario, y a una idea diferente en cuanto a las exigencias y formas de supervisión del trabajo que adelantaban los estudiantes –buena parte de esto expresión de una visión diferente de la vocación docente y de la formación científica-, se sumaba el hecho de que la Universidad nunca había dado una solución efectiva al asunto del carácter de una unidad académica como Química, que desde hacía varios años funcionaba al mismo tiempo como departamento y como facultad. Por lo demás, el conflicto reunía rasgos que lo hacían de difícil solución: de un lado la actitud “corporativa”, muy fuerte en la Escuela de farmacia, constituida en su mayoría por viejos profesores, de condición social elevada, con fuertes vínculos con el poder político –a través de sus posiciones en el Ministerio de Minas, por ejemplo- y con un alto grado de integración como dirigentes de un “gremio especializado”. De otro lado la actitud “personalista” de García banús, representante casi absoluto de un departamento en formación y que no pasaba de tres miembros activos y visibles, pero cuyo “líder” –García Banús- podía mostrar una condición académica e investigativa, una hoja de vida de realizaciones y de prestigio por pertenencia a sociedades europeas de sabios, que superaba en alto grado a las de los profesores de la Escuela de Farmacia, pero que era considerado un “rojo extranjero” y señalado por una parte de la prensa 95 96 UNAC. Consejo Directivo 1944. Acta No 22. 20-04-1944. UNAC. Ídem. Acta No 2. 24-01-1944. 107 nacional (El Siglo) no solo por su pasado republicano, sino por su propia vida privada, juzgada como moralmente reprochable. A todo lo anterior se agregaba el hecho de que la Universidad no encontraba aun el camino de imponer a todas sus unidades la idea y el funcionamiento de departamento, lo que hacía que muchas de ellas insistieran en un camino autónomo y controlaran las cátedras y los nombramientos profesorales, lo mismo que los programas y sus contenidos a la vieja usanza, como si la Universidad no se hubiera centralizado y continuara siendo el viejo conjunto de escuelas y facultades “federadas”, a las que solo unía el nombre genérico de la institución. Esta situación de una gran reserva de fuerzas tradicionalistas que se apegaba al viejo modelo de la universidad y que se negaba a aceptar (por lo menos de manera pasiva) la posibilidad de una forma diferente de organización y administración de la docencia universitaria, era índice no solo del carácter habitualmente conservador de la institución universitaria y de la presencia de un viejo sector profesoral instalado aun en el tiempo de las “escuelas y facultades” anterior a la ciudad universitaria, sino que a su manera expresaba una correlación de fuerzas externas a la Universidad Nacional, relacionada con el acceso al poder de los liberales desde los años 1930. La oposición conservadora identificaba la mayor parte de los cambios en el naciente sistema universitario como cambios desestabilizadores de un viejo orden académico que se encontraba bien establecido, lo que coincidía y se sumaba a su idea general de que todos los cambios sociales avanzaban en una vía desestabilizadora de un orden social y sus jerarquías. Para los docentes extranjeros, como García Banús y el pequeño grupo de profesores europeos que trabajaba en la Universidad Nacional, su forma de hacer académica, que en muchos casos introducía novedades en el trabajo docente y en la actividad cultural de extensión, aparecía como alinderada con el liberalismo en el poder, no solo porque eran esos gobiernos los que habían permitido o favorecido su llegada al país, sino porque en el Consejo Directivo de la Universidad resultaba visible la simpatía y acuerdo en muchos casos existentes, entre las novedades académicas que los venidos de fuera ponían en marcha y la política cultural y docente que los dirigentes educativos liberales presentes en el Consejo Superior (entre ellos Nieto Caballero, Molina y Socarrás) promovían y defendían. En el caso de las relaciones entre la Escuela o Facultad de Farmacia y el Departamento o Facultad de Química se sumaba el hecho de que existía una idea diferente acerca del nivel de exigencia en la enseñanza de un tipo de conocimiento –la química- que como “materia” académica aparecía registrada bajo el mismo nombre: “Química”, aunque con calificativos diferentes… orgánica, sintética, vegetal, etc.; un tipo de conocimiento que se dictaba en diferentes facultades, en todas las cuales los estudiantes reclamaban la especificidad de su formación y por lo tanto de los contenidos que debería incluir en cada caso la asignatura que bajo ese nombre se daba, muchas veces sin mayor conocimiento acerca de la propia química y tendiendo a reproducir una idea que venía más de la tradición o de las recomendaciones interesadas de sus profesores. 108 Se trataba pues de un conflicto en torno al monopolio de un tipo de saber, de un desacuerdo respecto de los contenidos básicos que debería incluir la transmisión de ese saber, en función no de la disciplina misma sino de las profesiones, un “clásico” conflicto universitario de “reparto de saberes”, que no oculta el hecho de que detrás de él se encontraban concepciones diferentes tanto de la ciencia como de la enseñanza y de la formación en una profesión moderna (en este caso la química, la ingeniería química y otra idea de lo que debería ser un profesional de la farmacia, como se repite tantas veces en las actas del Consejo Superior). Además, en los últimos años, la Universidad parecía haber dado un paso atrás en el camino de la constitución de los departamentos académicos y muchos de las antiguas escuelas y facultades habían asumido de nuevo la asignación de los cursos, la contratación de los profesores y la definición independiente de los contenidos, lo que volvía a dar una forma de mosaico muy diversificado a todas sus enseñanzas. 97 Al parecer la “subasta de cátedras” fue aprovechada por la Escuela de Farmacia, y en parte por las facultades de Medicina e Ingeniería para desarrollar vetos sistemáticos contra García Banús. El representante de la Escuela de Farmacia –que rechazaba a García Banús- volvió a hablar de la formación del nuevo departamento de Química, siete años atrás, como una medida contra su Escuela (“con cuya implementación perdió la Facultad de Farmacia”) y recordó que García Banús era desde el año anterior rechazado no solo por los profesores sino por los estudiantes, ya que el profesor dicta sus cursos sin tener en cuenta la índole de esta profesión [farmacia]”. 98 En una sesión posterior, después de largas acusaciones en pro y en contra de García Banús, el Rector de la Universidad, Gerardo Molina, tomo la palabra y declaró sentirse decepcionado al comprobar que en fondo del problema lo que se encontraba era “una conjura” puesta en marcha desde hacía tiempo para sacar al profesor español de su cargo, de quien hacía un alto elogio, continuando el tono de una comunicación de los estudiantes de Química. Don Agustín Nieto Cf. al respecto UNAC. Consejo Directivo. 1943. Acta No 29. 23-06, en donde García Banús informa que ha leído en la prensa algunos avisos de concursos para cátedras, y que como algunos de tales concursos son para cátedras de química, que se supone son responsabilidad de ese departamento, pregunta qué es lo que está ocurriendo al respecto. “Le asalta el temor de que la idea de departamento de Química se desquicie”, pues la enseñanza de la química debería estar centralizada en el departamento…”. A continuación intervino el consejero Pizano quien “dice que es partidario del sistema de departamentos, al que en un principio fue adverso, y propone, y así lo acepta el Consejo, que el problema planteado por el doctor García Banús sea considerado primero por el Consejo Académico”. 98 UNAC. Consejo Directivo 1945. Acta No 8. 1-03-1945. El mismo Consejero señalará en una reunión posterior “que los estudiantes de Farmacia se han perjudicado mucho con la dilación en la solución de este problema [las clases de García Banús]. Pero en la misma sesión son leídas “sendas comunicaciones de los consejos estudiantiles de Farmacia y Química en contra y en pro respectivamente del mencionado profesor”. Cf. Ídem. Acta 14. 13-04-1945. 97 109 Caballero, ex-rector y ahora miembro del Consejo Directivo, intervino en la discusión y según el acta levantada, sus palabras fueron las siguientes: El Doctor Nieto Caballero considera que la Universidad no puede cometer una injusticia con un servidor de la talla del profesor García Banús, quien durante su rectoría manifestó extraordinario interés por la Facultad de Química, que él creó. El Doctor García Banús es eminente en cualquier parte del mundo. Es explicable que sea muy eminente para los muy buenos, a quienes dirige y aconseja como maestro. No podemos hacerle la guerra a los extranjeros eminentes y útiles que nos llegan. No estando vacantes sus cátedras, no hay por qué reemplazar al profesor García Banús. 99 Pero las posiciones del Consejo Directivo, sobre todo de los más sensatos y respetados educadores que en él participaban, no se correspondían con las de los estudiantes, quienes impulsados muchas veces por sus profesores de Farmacia, decidieron que de ninguna manera aceptarían las clases de García Banús, tal como informaba el Rector de la Universidad al Consejo, a mediados de abril, en una sesión en donde de nuevo se leyeron dos proposiciones, una del Consejo de la Facultad de Química y otra de los estudiantes de Química, de respaldo a García Banús y de protesta contra los ataques de que era objeto. 100 Por su parte el decano de la Facultad de Farmacia afirmaba que muchos estudiantes preferían perder la materia que asistir a un curso de García Banús, a quien acusaba de hablar siempre en voz alta y de ser siempre camorrero. El exrector Durana Camacho, miembro del Consejo y quien se encontraba en el cargo a la llegada de García Banús, se permitió manifestar su extrañeza por el movimiento de los estudiantes y recordó que farmacia y química eran dos tipos de formaciones importantes “en el desarrollo del país” y que “las dos facultades… todavía no alcanzan a suministrar el personal que necesita la industria, atendida hoy por muy pocos profesionales”, una afirmación cierta, que además servía para disminuir los temores que sobre el mercado de sus graduados alentaba la Escuela de Farmacia, a pesar de que los propios representantes de Farmacia insistían en la vieja definición (“premoderna”) de su profesión, como “encargados de la dirección de farmacias y laboratorios”. 101 Agregaba el doctor Durana que al país seguían llegando laboratorios norteamericanos –y de otros países-, que hacían aquí grandes ganancias, mientras el problema de la salud pública –es decir el problema de la salud de la mayoría-, permanecía desatendido; y en cuanto al caso preciso de García Banús, Ídem. 13-04-1945. La última observación de Nieto Caballero (“No hay por qué reemplazar al profesor García Banús”, se refería a una proposición de algún consejero opuesto al químico español, que había solicitado despojar de sus cursos a García y reemplazarlo por otros catedráticos”. 100 Ídem. Acta No 15. 18-04-1945. Por eso días el periódico El Siglo publica la noticia de estos enfrentamientos y titulaba: “Posible huelga en la Facultad de Farmacia contra el Profesor García” y subtitulaba: -“Este elemento español fue declarado persona no grata por el Consejo Directivo de la Facultad de Farmacia”. –“La forma despectiva como se expresa de los químicos nacionales”. –Texto de la resolución aprobada por los estudiantes”. 101 Ídem. Las palabras acerca de atender y dirigir farmacias y laboratorios es de un miembro de la Escuela de Farmacia. 99 110 en parte enjuiciado por la seriedad que ponía en la enseñanza y en el grado de trabajo que requería de los estudiantes, declaraba que “los profesores más severos, cuando están respaldados por sus méritos profesionales, son y deben ser los más queridos por los estudiantes”. 102 El fondo real del problema volvía a ser recordado por Julio Carrizoza Valenzuela, al mencionar que el asunto central se encontraba en otra parte: Antes que el caso del profesor García Banús se deben considerar las relaciones entre las facultades de química y farmacia… quizás en esta última Facultad, a donde van estudiantes no muy bien seleccionados, hay un lastre que rebaja su nivel. El Doctor García Banús es una autoridad mundial. Claro que todo lo que enseña está en los libros, pero la presencia y las indicaciones del profesor influyen notablemente 103 , poniendo por esta vía de presente una parte de los elementos estructurales que animaban el conflicto: el diferencial cultural de los estudiantes de las dos “carreras” –que posiblemente en los años 1940 ya conducían a dos destinos sociales diferentes-, los posibles orígenes sociales y culturales diferenciados de los estudiantes (una indicación que se deja ver en alguna parte de la documentación y que encontraría su ratificación en la “constante sociológica” de que las carreras de menos exigencia académica son con mucha frecuencia visitadas por los aspirantes de menores antecedentes y rendimientos académicos). Decimos una parte de los elementos estructurales del conflicto, porque la otra parte conducía de manera directa a los docentes, a sus formas de vinculación con la Universidad, a sus capitales culturales acumulados, a los propósitos que le daban a una formación profesional y a su propia vocación docente y manera de encarar el trabajo de ciencia y de investigación. 104 Finalmente don Gerardo Molina, el Rector, en una actitud conciliadora y tratando de sacar algún buen partido del mal enfrentamiento, indicaba que se debería tomar el incidente como una oportunidad “para impulsar ambas facultades… en rigor ambas casi coinciden, …pero para la selección en Química hay mucha exigencia y en cambio mucha elasticidad para la Farmacia… 105 Dividido entre el reconocimiento de los mejores y la crítica de quienes parecían ser los menos competentes en su campo de actividad científica y en el campo mismo de la política universitaria, García Banús continuó enseñando por Ídem. Ídem. 104 Ídem. Los profesores de la Escuela de Farmacia que se oponían a García Banús, en los momentos de menor apasionamiento en la disputa aceptaban que permaneciera en la Universidad, como investigador, pero que se alejara de la docencia. 105 Ídem. En medio de las dificultades del conflicto y de su recurrencia por años, el Rector Molina expresó también la idea de que a lo mejor el profesor García Banús podría dedicarse tan solo a la docencia y a la enseñanza más elevada, pero el sentido de sus palabras y sus propósitos eran por completo diferentes a los de los rivales de García Banús. 102 103 111 un tiempo más, pero comenzó a ir pensando en su retiro, por motivos que llamó de salud y que bien podrían haberlo sido. A principios de febrero de 1947 –y después de haber visto reproducirse el mismo litigio una vez más en los meses anteriores- García Banús envió al Consejo Directivo una comunicación en la que anunciaba su retiro como profesor, aunque anunciaba que gustosamente podría volver a la Universidad “transitoriamente a intervenir en la orientación de los trabajos del edificio de la Facultad de Química”, que aun no se encontraba concluido. El Consejo lamentó el retiro del viejo profesor y aprobó de manera unánime una proposición que decía: El Consejo Directivo al verse obligado a aceptar la renuncia del Doctor Antonio García banús como profesor de la Universidad, por las razones de índole personal Que la motivan, manifiesta un profundo pesar por el retiro de tan eminente colaborador de la Universidad, reconoce los grandes servicios prestados a ella como fundador de la Facultad de química, como decano de esta durante varios años, como profesor meritorio, consejero y orientador en la construcción y adaptación del edificio para el departamento de Química de la Ciudad Universitaria. El Consejo Directivo confía en que el profesor García Banús pueda volver frecuentemente a Bogotá a continuar prestando su concurso en la dirección del departamento de Química, y a dictar cursos breves y conferencias en la Facultad. 106 Más de dos años después de su partida, la Universidad Nacional invito al Doctor García Banús –en ese momento profesor en la Universidad de Mérida, en Venezuela- a Bogotá, para que dictara un curso de extensión en la Facultad de Química, aprovechando además su actividad docente para consultarle sobre la situación de la Facultad. 107 Era un momento muy sensible en la vida política del país, pues continuaba muy fresco el recuerdo del asesinato de Gaitán ocurrido cuatro meses atrás y el sectarismo que caracterizaba la vida política nacional y la identificación que se hacía de la Universidad Nacional con el liberalismo de izquierda luego del rectorado de Gerardo Molina, convertían a la Universidad en un punto de atracción permanente para las campañas del periódico El Siglo en pro de la vuelta de los perdidos “valores espirituales”, hecho al que hacía responsable de las recientes tragedias del país y que encontraba su síntesis mayor en la caída de la universidad nacional en manos del comunismo y del anarquismo, como efecto de la confusión sembrada por el partido liberal, en lo relacionado con lo que debería ser la orientación espiritual del país. No fue difícil pues volver a despertar con toda fuerza en El Siglo, principal defensor de las tradiciones conservadoras, la representación que unía en forma completamente fantasmagórica, a un viejo químico español, que había pasado algunos años de su vida de refugiado en nuestro país, tratando de ayudar a formar profesionales en un disciplina moderna e intentando que se terminara la construcción de un edifico cómodo para las labores de profesores y estudiantes, con los peores males de nuestro tiempo. El periódico El Siglo, que cultivaba el arte de la memoria y del odio –en este caso tanto más terrible cuanto 106 UNAC. Consejo Directivo 1946. Acta No 3. 7-02-1947. En la misma sesión se leyó una Resolución del Consejo de la Facultad de Química en que solicita que se le otorgue el título de Profesor Honorario de la universidad, a lo cual accede el Consejo…”. 107 UNAC. Consejo Directivo 1949. Acta No 30. 9-08-1949. 112 injustificado-, arremetió pues contra el pobre profesor García Banús con tanta virulencia y de manera tan repetida (¿pero aguijoneado por quién?), que José Gómez Pinzón, en ese momento Rector de la Universidad, se vio precisado a enviar a García una carta de disculpas, en la que le decía: Muy apreciado profesor: Me dirijo a usted, como Rector de la Universidad Nacional, para manifestarle cómo he deplorado los ataques inmotivados de que usted ha sido víctima, junto con muchos funcionarios de la Universidad, por parte de un diario de la ciudad. Aunque usted muy bien sabe que tales ataques son parte de una campaña de carácter político encaminada a crearle dificultades a la Universidad, creo de mi deber, en el caso suyo, por ser usted actualmente huésped transitorio de ella, expresarle lo siguiente: A raíz de la constitución de la Universidad Nacional, gracias a las gestiones del Doctor Eduardo Santos, entonces Presidente de la República, y del Jorge Soto del Corral, Embajador de Colombia en Francia, fue usted contratado para fundar y organizar la Facultad de Química, de la cual fue primer decano y profesor muy distinguido. Durante nueve años usted dedicó usted todas sus actividades a la facultad de Química, sin haber tenido durante ese tiempo ninguna intervención de carácter político. Habiendo recibido usted ofertas halagadoras de algunas universidades de otros países, entre ellos Canadá… decidió usted aceptar el ofrecimiento que le hizo la Universidad de los Andes, de Mérida, Venezuela, a la cual usted presta ahora su valiosa colaboración. Recuerdo muy bien que en su decisión influyeron motivos de salud y el deseo de aprovechar una oferta que nuestra Universidad no estaba en condiciones de brindarle. Como testimonio de gratitud a quien formó las primeras generaciones de químicos colombianos, los Consejos Académico y Directivo de la Universidad, unánimemente le otorgaron el título de Profesor Honorario de la Universidad. Esta en el presente año quiso aprovechar el periodo de vacaciones suyas en la Universidad de Mérida, para invitarlo a dictar unos cursos breves y a visitar la Facultad que usted creó. Habiendo aceptado usted gentilmente esta invitación, la Universidad lamenta muy de veras, el incidente anotado al comienzo de esta carta. Una vez más manifiesto a usted mi desagrado porque esto haya ocurrido. 108 108 UNAC. Secretaría Rectoría. Archivo 1949. Carta del 26-08-1949. 113 Breves Conclusiones Investigar un problema es hacer entrar en “crisis” “representaciones mentales” acerca de un determinado acontecimiento o grupo de acontecimientos que tienen para un individuo o para una sociedad la forma definida de lo ya sabido, de lo aceptado y hasta de lo querido. Para recorrer ese camino de despojarse de una visión familiar no hay fórmula ni recomendación fija y universal. Cada disciplina tiene su propio recetario, más o menos puesto al día por las discusiones de los especialistas y por cada nueva investigación que haga precisamente entrar en crisis algunas de las formas de lo ya sabido. Las ciencias sociales y la epistemología que las acompaña (y que se fabrica en el trabajo mismo y no simplemente en un lejano laboratorio que pertenece por derecho propio a quienes enseñan a investigar sin jamás hacerlo), por fuera de preceptos técnicos solo nos recuerde que nuestras mejoras herramientas en este camino son las de discutir la forma de planteamiento habitual de un problema e intentar dotarlo de un conjunto empírico que funcione como su condición de experimentación. Siguiendo ese camino –al tiempo complejo y sencillo- empezamos por hacer un inventario de las tres o cuatro cosas que habitualmente se decían sobre el problema que queríamos investigar, y que pueden resumirse así: Los transterrados españoles verdaderamente importantes llegaron a México y a la Argentina. Nosotros tuvimos figuras de segundo orden, de muy poco importancia cultural, a lo que se suma que fueron pocos, porque Colombia no resultaba en ese momento, como no lo había sido en el pasado, atractiva para nadie –por fuera de la época de circulación de la leyenda de El Dorado, en donde tantos españoles y en general europeos quisieron venir. Comenzamos por pensar que esta visión familiar y dominante podría no ser del todo correcta. Lo siguiente era documentar el problema de una forma que permitiera acceder a nuevas fuentes que permitieran una recreación del problema. Para nosotros en este caso, de manera particular, ese “archivo” ha sido de manera básica la Universidad Nacional de Colombia, pero no menos algunas nuevas secciones integradas al Archivo General de la Nación en años recientes. Los resultados a que hemos llegado en esta etapa, muy inicial en el estudio del problema –y que podría designarse, a pesar del tiempo que hemos tardado, como una fase de reconocimiento de la superficie- nos convencen de la necesidad de no separar en el estudio del problema a los españoles transterrados de los demás europeos que vinieron (o aun que desearon venir al país), en la perspectiva de construir un problema de investigación que se inscriba en el horizonte de las migraciones intelectuales transcontinentales de la primera mitad del siglo XX. Pensamos que hay muchas elementos que invitan a pensar que no hay mayores rasgos diferenciales entre ese conjunto de gentes dedicadas a la actividad intelectual que quería abandonar sus países poco antes de la gran crisis de la democracia Occidental o en el momento mismo en que se encontraba en curso. Desde luego que debe haber muchas diferencias, pero se nos antojan 114 menores y acompañadas de una serie de elementos comunes que más bien unifica el conjunto. Además, el estudio integrado de los llamados exiliados políticos y de lo que aquí hemos llamado “inmigración docente”, puede ser importante para darle un peso menos a todo lo que recuerde elementos “idiosincrásicos”, “identitarios”, en la explicación del problema. La consideración de un número muy grande de hojas de vida de gentes que vivieron a Colombia o que desearon venir y lo solicitaron nos convence de que se trataba de profesionales e intelectuales académicos de un alto nivel cultural, por lo menos desde el punto de vista de lo que las Hojas de Vida señalan. Sin embargo, más allá de las competencias declaradas, cuando se examina el problema en términos del desempeño, es claro que hay coincidencia entre el elevado nivel que aparece consignado en la Hoja de Vida y lo que se puede observar de manera práctica, en la mayoría de los casos en que esta comprobación puede intentarse. Desde luego que no todos los intelectuales y académicos que inmigraron eran las grandes figuras de la ciencia y la filosofía en Europa, pero parece haberse tratado de un nivel promedio elevado, y en algunos casos de un alto nivel en el campo del trabajo intelectual (es difícil decir otra cosa de un Paul Rivet, por ejemplo). Por esta vía vuelve a plantearse el problema del importante papel cultural de una “minoría ilustrada”, cuando encuentra un medio receptivo y la posibilidad de dar curso a lo que son sus competencias formales. Es decir, vuelve a plantearse el problema del ingreso del país, de algunas de sus instituciones culturales, en el campo de la modernidad intelectual, por lo menos en relación con algunos de sus aspectos más destacados. Los análisis hasta el presente realizados sugieren que sin el marco de la República Liberal y sus transformaciones educativas, lo que llamamos el “importante papel de los republicanos españoles” y de los otros europeos no hubiera sido posible. De manera más precisa: sin el ambiente de renovación universitaria encarnado en un grupo reducido de dirigentes educativos (regularmente, pero no siempre), pertenecientes al partido liberal, la inserción culturalmente exitosa de los recién llegados, no hubiera sido posible y al mismo tiempo los rendimientos de su trabajo hubieron sido menores o nulos. Habrá que estudiar de manera renovada este problema de las vías de acceso a la modernidad, que ha hecho que gentes que no tenían siempre antecedentes comunes en cuanto a las instituciones de formación, en cuanto a las lecturas realizadas, en cuanto a formas de sociabilidad intelectual hayan resultado tan cercanas en metas y propósitos, y hayan encontrado de manera tan rápida y completa la posibilidad de un diálogo cultural, y que al mismo tiempo hayan recibido de manera conjunta la animadversión de quienes se oponían a los cambios culturales e intelectuales o los concebían bajo otra forma y otros ritmos y con participación de otros actores sociales. En el caso particular de la Universidad Nacional hay que considerar con todo detalle los procesos de reforma interna, y poner la atención sobre periodos rectorales (por ejemplo el de Gerardo Molina) que nos empiezan a aparecer ahora en una perspectiva nueva, como momentos de una fuerte transformación (lo que 115 podría llevarnos no solo a ver ese periodo de una manera diferente, sino a rastrear unos pocos años atrás algunas reformas que solo habíamos creído observar en el periodo de don José Félix Patiño (nos referimos por ejemplo a la idea de profesor de tiempo completo, profesor investigador, instituto de investigación… entre otras). Pero aun no es tiempo de concluir nada sobre este punto. Surgen pues nuevos temas de investigación, la necesidad de pensar en nuevos cuestionarios y la redefinición de los archivos que los pueden hacer posibles como programas de investigación y surge desde luego la posibilidad de volver de una forma enteramente nueva a uno de los periodos más intensos y fecundos de la vida intelectual de país. 116 ORIENTACIONES BIBLIOGRÁFICAS * Sobre las políticas y las realidades de la inmigración hacia Colombia el mejor texto que puede verse es el de Fredéric Martínez, “Apogeo y decadencia del ideal de la migración europea en Colombia, siglo XIX”, en Boletín Cultural y Bibliográfico [B. C. B.], Vol. XXXIV, No 44, 1977, pp. 3-45. Un caso curioso y más o menos bien estudiado de inmigración europea en Colombia es el de los alemanes en Santander del Sur. Cf. Horacio Rodríguez Plata, La inmigración alemana al Estado Soberano de Santander. Repercusiones socioeconómicas de un proceso de transculturación. Bogotá, Kelly, 1968. Sobre las influencias de las “minorías extranjeras” en Colombia puede verse el cuadro muy inicial pero repleto de sugerencias trazado por Malcolm Deas en “La influencia inglesa –y otras influencias- en Colombia (1880-1930)”, en Nueva Historia de Colombia, III. Bogotá, Editorial Planeta, 1989, pp. 161-182. Louise Fawcet de Posada ha estudiado en Libaneses, Palestinos y Sirios en Colombia –Barranquilla, Universidad del Norte, 1991- el caso de una minoría que ha terminado siendo muy importante en el país y que constituye un caso exitoso de adaptación de una minoría extranjera, como son lo han sido todos los casos de grupos extranjeros en el país -¿cultura de la violencia?-. El Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República –segunda época- dedicó en años pasados un número grande de artículos al problema de las migraciones extranjeras a Colombia. Los trabajos sobre los japoneses que llegaron a Colombia siguen produciéndose, pero todos vuelven a contar los mismos hechos (hay una película reciente de Carlos Palau que vuelve sobre el tema, sin ninguna novedad). Lo mismo ocurre con el estudio de otros grupos venidos a comienzos del Siglo XX. Un capítulo especial merecerán en el futuro las presencias árabes y judías en la colonización española de América latina, por fuera de toda mitología sin fundamento (“el espíritu judío de los paisas” y cosas por el estilo). Las señales de la presencia son numerosas y los artículos que ratifican los hechos e introducen algunos nuevos empiezan a aparecer. Para el esquema general que permite entender el fenómeno puede verse el libro fundamental de Serge Gruzinski, Les quatres parties du monde. Histoire d’une mondialisation. Paris, La Martínière, 2004 y el de Sanjay Subrahmanyam, L’Empire portugais d’Asie, 1500-1700. Paris, Maisonneuve et Para este Informe Final de Investigación hemos actualizado la bibliografía originalmente consultada y que aparecía en el Proyecto de Investigación, que fue puesta al día en un Informe de Investigación previo y que se ha vuelto a renovar, incluyendo títulos que antes no conocíamos. Pensamos que esta “Orientación Bibliográfica” puede ser de utilidad para otras personas que quieran trabajar sobre este tema del exilio republicano español, sobre algún aspecto particular del fenómeno o sobre temas análogos –hay en Colombia hoy en día multiplicados trabajos sobre el refugio, sobre el exilio y sobre la migración de colombianos en Europa, particularmente en España, Francia e Italia-. Una parte del análisis que presentamos se encuentra en esta “orientación bibliográfica”, que no constituye un listado tomado de Internet, sino una bibliografía efectivamente revisada, más importante aun cuanto que en el cuerpo del trabajo no hacemos referencia al “estado del arte”. Las referencia bibliográficas nuevas aparecen en el interior del texto, sin ninguna advertencia especial, salvo en el caso de los libros de G. Noiriel, el libro de Kant sobre “el conflicto de las facultades” y lo referente a las hoy llamadas “connected histories”. * 117 Larosc, 1999. Una presentación sintética del enfoque de las “historias conectadas”, a cargo de Gruzinski, Subramanyan y Roger Chartier puede ver en ANNALES, Histoire, Sciences Sociales, Janvier-février 2001, No 1. La emigración española hacia muchas partes del mundo, que es una constante, cuenta con una bibliografía muy amplia. Citemos en primer lugar la reciente compilación de Jordi Canal, Exilios. Los éxodos políticos en la historia de España. Siglos XV-XX. Madrid, Silex, 2007, de síntesis afortunada y de perspectiva internacional. Para el caso de América latina, que es el que nos interesa, podemos citar el libro de César Yánez, La emigración española a América (Siglos XIX-XX). Dimensiones y características cuantitativas. Columbres [Asturias], Fundación Archivo de Indianos, 1994, libro que no incluye ninguna referencia a Colombia, lo que nos recuerda lo ignorado del fenómeno local. José Luís Abellán – bajo la dirección de-, El exilio español de 1939. Vol. I, pp. 172-176, Vol. III, pp. 266-269, Vol. V, páginas diversas, ofrece los datos más conocidos sobre emigrantes republicanos españoles en Colombia. Cf. Javier Rubio, La emigración de la guerra civil de 1936-1939. Madrid, Librería Editorial San Martín, 1977, Vol. I, pp. 157-199, para observaciones socio-demográficas y políticas sobre todos los países hispanoamericanos, incluido Colombia, caso sobre el cual señala que este país no tenía tradición de inmigración, que poseía una estructura económica débil y que, a pesar de las simpatías del presidente Eduardo Santos, colocó condiciones “severas de admisión”, concretadas en “antecedentes de insospechada honorabilidad”. En p. 158 Rubio hace notar que el grueso de los trabajos, informaciones y datos existentes tiene que ver en realidad es con el caso mexicano: “La notoriedad política y cultural de la colonia de exiliados en México ha dado lugar… a que sea el capítulo de la emigración de la guerra civil más estudiado”; y más adelante, en Nota 61, menciona el hecho de que los mejores trabajos sobre el fenómeno del exilio se deben a plumas extranjeras –en realidad se deben a culturas académicas diferentes-. Cf. las importantes pp. 235-269 para datos interesantes sobre procedencias regionales por países de recepción (Colombia recibió sobre todo catalanes y un tercio de procedencias diversas que multiplica lugares de origen) y para el cuadro socio-profesional que comprueba la primacía de la emigración de gentes de ciencia y de cultura. Fernando Salvador Pelazón, Los españoles en América Latina. Madrid, CEDEAL, 1995, ofrece informaciones importantes sobre el conjunto del proceso. Según sus informaciones los españoles no dejaron de venir a América Latina en todo el siglo XIX, pero el crecimiento de los años 1880-1930 es sorprendente, aunque Colombia no figura entre los sitios preferidos por los españoles. Consuelo Soldevilla Oria, El exilio español. Siglos XIX y XX. Madrid, Arco Libros, 2001, ofrece bajo forma de síntesis los mejores datos sobre calidades socio-profesionales y orígenes regionales de los exiliados españoles de 1936-1939 y hace referencia a todos los países de Hispanoamérica y discute las cifras que habitualmente se han presentado: “Igualmente existen discrepancias en torno a los exiliados que llegaron a tierras americanas aunque puede estimarse que a finales de la década de los treinta unos 12000 habían encontrado refugio en México y otros 7000 en el resto del Continente. A ello se agregarían unos 10000 más que irán llegando en la década siguiente huyendo de la guerra europea. El cómputo total del exilio en América [Latina] quedaría así en torno a 30000 personas de las que 20000 estarían en México”. 118 La bibliografía mexicana y argentina sobre el problema es amplía –sin que mencionemos aquí nada sobre sus calidades-, pero parece fatigada desde el punto de vista del enfoque y con un crecimiento detenido. Con motivo de los cincuenta años del exilio republicano español celebrado en 1989, los coloquios y encuentros de investigadores fueron numerosos –y nos imaginamos que costosos. Buenos Aires, México, Madrid, Maryland, etc., fueron sedes de encuentros de investigadores y de actores del proceso, pero no es mucho lo que quedado para la posteridad. En parte el episodio se reeditó en 1992, ya que muchos comités organizadores reunieron en un solo costal el exilio de 1936-1939 con la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América. Cf. entre varios Claudio Sánchez Albornoz-Editor-, El destierro español en América: Un trasvase cultural. Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1991, y J. M. NavarroCalderón –Coordinador-, El exilio de las Españas en 1930: ¿A dónde se fue la canción? Madrid, Anthropos, 1991, en donde además se puede ver información acerca de los coloquios y celebraciones, y sobre la exposición que la Fundación Pablo Iglesias organizó sobre el exilio republicano (“Cincuenta años de destierro español, 1939-1989). En Colombia, hasta donde he podido informarme, la única celebración fue la realización de un seminario más bien “clandestino” organizado por la Universidad Nacional en 1992 (Cultura y Derecho, 500 años. Homenaje a Ots Capdequí. 24-28 de agosto de 1992), continuando la tendencia de ligar V Centenario y exilio español. En México se publicaron recientemente dos libros que traen informaciones de interés: Martí Soler Vinyes, La Casa del Éxodo. Los exiliados y su obra en la Casa de España y El Colegio de México (1938-1947). México, El Colegio de México, 1999, Víctor Díaz Arciniegas, Historia de la Casa Fondo de Cultura Económica (1934-1966). México, FCE, 1994. Ángel H. López, en Indalecio Prieto y las pugnas de Postguerra (1939-1947). Madrid, Siglo XXI, 2007, estudia aspectos problemáticos poco investigados de manera rigurosa del exilio español –pero frecuentes en los medios de exiliados políticos, como lo mostró Marx para el caso del exilio alemán en Francia a mediados del siglo XIX-: el asunto de los dineros del exilio. Los libros de Memorias y recuerdos pueden volverse una fuente esencial para el trabajo sobre el tema del exilio republicano español en América latina, porque son frecuentes y de alta calidad literaria, simplemente que para los historiadores no es admisible la confusión entre testimonio y análisis histórico. Dos ejemplos de alta calidad que testimonian sobre el exilio son Francisco Ayala, Recuerdos y olvidos. 2. El exilio. Madrid, Alianza Tres, 1982 y Max Aub, Diarios, 1939-1952. México, CONACULTA, 2OOO. En Colombia, datos importantes se encuentran en los recientes testimonios de Jaime Jaramillo Uribe, Memorias intelectuales. Bogotá, Taurus, 2007. –Además, de gran utilidad sobre un grupo de extranjeros llegados al país al principio del siglo XX, existen las importantes memorias de Simón Gubereck, Yo vi crecer un país, Bogotá, Colombia en la rueca, 19??, que no se ocupa de los exiliados españoles, pero que ofrece algunas observaciones sobre la percepción de los extranjeros en Colombia. Menciones contextuales o –casi siempre- circunstanciales y anecdóticas sobre el exilio republicano español en Colombia pueden leerse en diversos trabajos colombianos. Citemos a título de ejemplo, F. Cepeda Ulloa y R. Pardo García-Peña en “La política exterior colombiana (1930-1946)”, en Nueva Historia de Colombia, III. Bogotá, Editorial Planeta, 1989, pp. 9-28, dedican algunos pocos 119 renglones al problema. Germán Arciniegas, en “Eduardo Santos”, en Nueva Historia de Colombia, I, op. cit., p. 363, dedica tan sólo 16 líneas al exilio español, tal vez por limitaciones de espacio, pues Arciniegas fue el gran compañero de Santos en el apoyo a los exiliados españoles. Jaime Jaramillo Uribe en varios textos ha hecho referencia al exilio español. Cf. por ejemplo “La educación durante los gobiernos liberales. 1930-1946”, en Nueva Historia de Colombia, IV, pp. 87-110. Don Gabriel Poveda Ramos ofrece algunos datos de interés sobre miembros del exilio de alta formación técnica o científica –por ejemplo Antonio García Banús- en “Los comienzos de la ciencia en Colombia”, en Nueva Historia de Colombia, IV, op. cit., pp. 159-198. Juan Manuel Ospina, en “La Escuela Normal Superior: un círculo que se cierra”, en B.C.B., Vol. XXI, No 2, 1984, pp. 316, recrea a manera de una “pequeña crónica” el funcionamiento de la Escuela Normal Superior, incluye una lista preliminar de exiliados españoles y de emigrados alemanes que trabajaron en esa institución. J. M. Ospina, en Los intelectuales y el despertar cultural del siglo. El caso de la Escuela Normal Superior. Bogotá, UPN, 1994, menciona algunos datos de interés. Víctor Manuel Prieto en El Gimnasio Moderno y la formación de la élite liberal bogotana, 19141948. Bogotá, UPN, 2000, reporta algunos datos sobre la institución e incluye una mención rápida de Pablo Vila y Miguel Fornaguera. Ricos en detalles, intuiciones, análisis y derroche de inteligencia son siempre los análisis de Jacques Gilard. Cf. Ramón Vinyes, Selección de Textos. 1. Selección y Prólogo de Jacques Gilard. Bogotá, COLCULTURA, 1982. Igualmente, J. Giilard, Entre los Andes y el Caribe. La obra americana de Ramón Vinyes. Medellín, Universidad de Antioquia, 1989. A los trabajos conocidos sobre el tema y que acabo de citar hay que sumar porque son de interés investigativo, el primero, y de interés directo sobre el tema de los españoles exiliados, el segundo, Rodrigo de Jesús García, Los extranjeros en Colombia. Su aporte a la construcción de la nación (1810-1920). Bogotá, Planeta, 2006, y José Ángel Hernández García, La guerra civil española y Colombia. Bogotá, Universidad de la Sabana/Editorial Carrera Séptima, 2006. Los trabajos sobre el exilio español en Venezuela son muy interesantes, porque la trayectoria de los exiliados “intelectuales” que llegaron a ese país se parecen mucho en su perfil a los que llegaron en Colombia, como se parece su papel en la renovación de las instituciones universitarias y culturales en general. Sin embargo, a pesar de que muchos españoles exiliados circularon entre Colombia y Venezuela, los trabajos escritos sobre Venezuela hacen muy poca o ninguna mención de esta situación. Véase por ejemplo Víctor Sanz, Venezuela ante la república española (1931-1939). Caracas, El Centauro, 1997 y del mismo autor, El exilio español en Venezuela. Caracas, El Centauro, 1995. El problema conceptual de los intelectuales y los grupos y medios intelectuales es difícil y la bibliografía es creciente Nuestra perspectiva es la que, más o menos, se desprende de la obra de Pierre Bourdieu, cf. sobre todo Homo Academicus (Paris, Minuit, 1984) y Noblesse d’État (Paris, Minuit, 1989). Se trata de un análisis que pone el acento sobre los elementos relacionales: “Pensar en términos de campos significa pensar en términos relacionales. El modo de pensamiento relacional… es, como lo señala Cassirer… la marca distintiva de la ciencia moderna…”. Cf. P. Bourdieu, Respuestas. Por una antropología reflexiva [1995]. México, Grijalbo, 1995, p. 64. Para el caso particular de nuestro trabajo y 120 por se la fuente de “inspiración” de Bourdieu en Homo Academicus, hay que citar de Inmanuel Kant, La contienda entre las facultades de filosofía y teología – Traducción de Roberto Rodríguez A y Estudio preliminar de José Gómez C.Madrid, Trotta, 1999. Una síntesis del enfoque de Bouerdieu aplicado a la historia de los intelectuales puede verse en Christophe Charle, Los intelectuales en el siglo XX: Precursores del pensamiento moderno [1997]. Madrid, Siglo XXI, 2000, cf. sobre todo pp. 155-202. Pero no hay que pensar que todo lo señalado por Bourdieu es absolutamente original y el punto cero del que todo debe partir. Ya Edward Shils había observado -en “Intelectuales”, Enciclopedia Internacional de Ciencias Sociales, Vol. 6, [1968]. Madrid, Aguilar, 1979, pp. 136-149- que “… el estrato intelectual de cualquier sociedad posee una estructura; es algo más que el conjunto estadístico de todos los que realizan acciones intelectuales”. Hay dos formas básicas de considerar el problema del intelectual. La primera es definiéndolo por relación con la propia sociedad moderna y con el ejercicio de la libertad de crítica, a partir del “hombre de letras” de la Ilustración. Es la perspectiva histórica que lo piensa como una invención reciente, como un producto exclusivo de la modernidad (cf. por ejemplo los análisis de Bourdieu sobre Flaubert y la autonomización del campo literario. Cf. Las Reglas del Arte. Génesis y estructura del campo literario [11992]. Barcelona, Anagrama, 1995). La segunda es la que considera el problema en un nivel antropológico de generalidad e identifica el intelectual con las funciones mismas del sacerdote, el brujo y el profeta, y con el uso en la comunicación de “símbolos abstractos”, en una tradición que arranca tanto de Émile Durkheim, como de Max Weber (cf. por ejemplo “Las doctrinas sagradas ortodoxas y heterodoxas de los intelectuales indios”, en Ensayos sobre la sociología de la religión, II. Madrid, Taurus, 1987) y tiene una continuación en perspectivas como las de Jack Goody (cf. “Intelectuales en sociedades sin escritura”, en La domesticación del pensamiento salvaje [1977]. Madrid, AKAL, 1985, pp. 29-45), aunque la fuente directa de J. Goody es E. Shils. No parece que, bien llevadas las cosas, con cuidado empírico que no resuelva los problemas específicos en “tendencias universales” (Weber), tenga por qué existir una oposición de principios entre los dos enfoques. Finalmente: para los problemas más “internos” de competencias, autoridad, prestigio, normas de validación, estándares de producción y competencias por legitimidad entre “sabios” inscritos en marcos institucionales definidos, cf. Pierre Bourdieu, El oficio de científico. Ciencia de la ciencia y reflexividad. Cursos del Collège de France 2000-2001 [2001]. Barcelona, Anagrama, 2003. El estudio de los grupos intelectuales y las instituciones culturales sigue renovándose de una manera que sorprende y la bibliografía se enriquece de una forma que hace muy difícil estar al día y distinguir el buen grano del que no lo es. Por fuera de todo lo que venimos de citar –y excluyendo contribuciones colombianas recientes que no hemos podido incluir en nuestras reflexiones, como las de Ricardo Arias sobre el grupo de Los Leopardos (2007) y la de César Augusto Ayala sobre Gilberto Alzate Ayala (2008, ha aparecido un volumen de los tres prometidos)-, resulta mejor citar algunas obras de otras historiografías, que resultan especialmente orientadoras. Francois Dosse, La marcha de las ideas. Historia de los intelectuales, historia intelectual [2003]. Valencia, Universitat de València, 2006, recoge algunas de las últimas novedades en cuanto a enfoques 121 sobre el problema de la historia intelectual. Pascal Ory, Jean-Francois Sirinelli, Los intelectuales en Francia. Del caso Dreyfus a nuestros días [2007]. Valencia, Universitat de València, 2007, resume y sintetiza lo conocido, pero tiene el mérito de llegar hasta el presente, en un tono que no es el del periodismo. Enzo Traversa, La historia desgarrada. Ensayo sobre Auschwitz y los intelectuales [1997]. Barcelona, Herder, 2001, es mucho más que la simple repetición de un tema ya estudiado. Tono Judt, Pasado imperfecto. Los intelectuales franceses 1944-1956 [1992, primera edición en inglés]. Madrid, Taurus, 2007, es posiblemente el libro más sorprendente sobre el tema, porque es uno de los primeros que desde una posición relativamente despojada de exagerados juicios de valor, aborda de manera muy crítica y rigurosa una historia que en Francia durante muchos años se vio siempre con complacencia “nacional y patriótica”. Para un trabajo de investigación, ya no solo sobre los intelectuales sino sobre los exiliados intelectuales, se encuentran indicaciones de primer orden en la mayor parte de las obras de Gérard Noiriel que, aun cuando estudian los problemas de la inmigración en Francia –ese es su centro principal-, ofrecen orientaciones importantes sobre el marco general en el que hay que colocar a los “inmigrantes intelectuales” en una sociedad nacional. Véase sobre todo Gérard Noiriel, Le creuset francais. Histoire de l’ immigration. XIX – XX siècle. Paris, Éditions du Seuil, 1988 – 2006 y État, nation e immigration. Paris, Gallimard – Éditions Belin, 2001. Fernando Devoto y PIlar González Devoto en Émigration Politique. Une perspectiva comparative. Italiens et Espagnols en Argentine et en France. XIX-XX siècles. Paris, L’Harmattan, 2001, dan prueba de imaginación en sus esquemas de interpretación, además de proponer perspectivas comparativas internacionales más bien inéditas. 122