Huellas 69 - 70.pmd - Universidad del Norte

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REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DEL NORTE
No 69 y 70 (vol. doble)
CONTENIDO
CONSEJO DE DIRECCIÓN
JESÚS FERRO BAYONA - Director
VILMA GUTIÉRREZ DE PIÑERES - Editora
ALFREDO MARCOS MARÍA. - Editor
CONSEJO EDITORIAL
RAMÓN ILLÁN BACCA
PAMELA FLORES PRIETO
RUBÉN MALDONADO ORTEGA
AMALIA BOYER
ZOILA SOTOMAYOR OLIVEROS
MARJORIE ELJACH
MARÍA MERCEDES DE LA ESPRIELLA
Asistente editorial
GUSTAVO J. GARCÍA.
HUELLAS es miembro de la Asociación
de Revistas Culturales Colombianas, ARCCA.
2 MÁRVEL MORENO: LAS TRAMPAS DE LA RAZÓN. Pamela Flores
10 CANTOS DE HOY EN EL CARIBE COLOMBIANO. REELABORACIÓN
DE LOS VERSOS TRADICIONALES. Consuelo Posada
18 FENÓMENOS ARTÍSTICOS DISCURSIVOS EN LA NOVELA
LA TEJEDORA DE CORONAS. Adriana Lozano
27 LA DESAPARICIÓN DE ISLA VERDE UN DESASTRE ECOLÓGICO DEL SIGLO
XX EN EL CARIBE COLOMBIANO. Helkin Alberto Núñez Cabarcas
34 EL CARMEN DE BOLÍVAR Y SU COMARCA EN LA HISTORIA.
A PROPÓSITO DE SU FUNDACIÓN. Wilson Blanco Romero
40 APROXIMACIÓN CRÍTICA AL CONCEPTO DE BACÁN
Rubén Maldonado Ortega
44 CONTRIBUCIÓN DE HUELLAS EN LA DEFINICIÓN
DE LA IDENTIDAD CARIBE EN COLOMBIA.
Alfredo Marcos María y Vilma Gutiérrez de Piñeres Abello
50 LA ACREDITACIÓN DE LA UNIVERSIDAD DEL NORTE
Cecilia María Vélez
52 LA ACREDITACIÓN INSTITUCIONAL DE LA UNIVERSIDAD DEL NORTE.
UN COMPROMISO CON EL FUTURO. Jesús Ferro Bayona
58 20 AÑOS DE UNINORTE F.M. ESTÉREO
Vilma Gutiérrez de Piñeres Abello
60 VOCES DE BARRANQUILLA. Ramón Illán Bacca
69 VOCES: LA REVISTA DE RAMÓN VINYES. Graciela Gliemmo
71 RAMÓN VINYES Y VOCES: UNA PERSPECTIVA CATALANA
DE DIÁLOGO ENTRE EUROPA Y AMÉRICA. Jordi Lladó
76 VOCES Y LA MITOMANÍA SOBRE “EL SABIO CATALÁN”
Eduardo Bermúdez Barrera
80 SOBRE RAMÓN VINYES Y “LA MITOMANÍA”
Ilustración de la portada
Crepúsculo
de MARÍA ELVIRA DIEPPA
85
90
95
99
100
105
112
NOTICIAS SOBRE UNO QUE VA POR AHÍ LUCIENDO
SU IMPECABLE VESTIDO BLANCO. Henry Stein
116 COLOMBIA, UNA TIERRA QUE NO RESISTE MÁS VIOLENCIA
Hernán Díaz
(óleo sobre lienzo, 80 cm x 2 m, 2003, colección privada).
118
María Elvira Dieppa nació en Barranquilla en 1961. Estudió en
Parsons School of Design, Nueva York, 1987, donde obtuvo el
Bachelor of Fine Arts en el área de Environmental Design and
Architectural Studies. En el Bauder Fashion College de Miami,
1981, obtiene el “AA” Interior Design. En Nueva York, en 1986 y
1997, realizó cursos en el Manhattan Studio. En la Universidad
del Norte, asistió al curso de Literatura latinoamericana a través
del cuento. Realizó su exposición individual “Húmedo” en la
Galería France en Barranquilla (2002). Ha participado en
exposiciones colectivas en Nueva York, Johnson (Vermont, USA),
La Habana, Hanover (Alemania), Bogotá, Cartagena y Barranquilla.
Ha sido directora de arte de varios cortometrajes exhibidos en
Nueva York y Barranquilla. Ha recibido diferentes distinciones y
reconocimientos en los Estados Unidos y en Colombia.
Rodolfo Insignares del Castillo
ENTRE RÁFAGAS DE VIENTO. Claudine Bancelin
POESÍAS. Olga Gómez
TEXTOS Y POESÍAS. Silvia Reyes
SUSPIRO. Carolina Duncan
TEXTOS Y POEMAS. Martín Txeis
HUEVOS REVUELTOS PARA EL DESAYUNO. Gerardo Ferro Rojas.
RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS.
Ramón Illán Bacca, Adolfo González Henríquez.
HUELLAS pone al alcance de la comunidad nuevas perspectivas y
potencialidades del Caribe colombiano. Se autoriza la reproducción total o parcial de su contenido citando la fuente. La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por los
colaboradores. Licencia del Ministerio de Gobierno Nº 001464,
ISSN 0120-2537. Apartado Aéreo 1569, Barranquilla, Colombia.
E. Mail: huellas@uninorte.edu.co
Impresión: Gráficas Lourdes Ltda., Barranquilla.
Meses de aparición: Abril (04) - Agosto (08) - Diciembre (12).
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 1-120. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
1
MÁRVEL MORENO
Las trampas de la razón*
Pamela Flores**
Hace ya 20 años, Plinio Apuleyo Mendoza me regaló un cuadernillo publicado en París con uno de
los cuentos que después conformarían el libro Algo
tan feo en la vida de una señora bien: “La sala del
niño Jesús”. Dichos cuentos, escritos entre 1968
y 1978, irían apareciendo con excesiva discreción
en suplementos literarios y revistas, y, con igual
discreción, aparecería el libro en 1980, sin que
ningún público en Colombia se lanzara a las librerías, acostumbrados como estamos a esperar los dictámenes de fuera o a admirar a los
escritores más desde la publicidad que desde la literatura.
Por el contrario, el público
francés agotaría, dos años
*Este ensayo fue leído en el VI
Encuentro de Escritores del Caribe, Instituto Distrital de Cultura,
Banco de la República, Barranquilla, sept., 1996, y en el IV Encuentro de Escritores Colombianos,
Nueva York, oct., 1998. Cedido por
su autora especialmente para Huellas, el texto había permanecido
inédito.
**Candidata a Doctora en Estudios Culturales: Literatura y Comunicación de la Universidad de
Sevilla, España. Docente e investigadora de la Universidad del
Norte.
2
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 2-9. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
después, la traducción realizada por Jacques
Gilard. Hoy, sobra decir que ninguno de los dos
hechos afectó mucho a Márvel. Su pasión fue la
literatura y nunca la atrajeron las actividades publicitarias que nuestro siglo ha construido alrededor del hecho de escribir. Como escritora, siempre me recordó a Emily Dickinson, ardiente y silenciosa a la vez, encontrando en la literatura un
mundo donde refugiarse de las agresiones de éste,
inventando una realidad no
para que le sirviera de puente hacia ésta, sino para romper definitivamente con un
mundo que siempre se le
antojó demasiado estrecho.
Iª Parte
YO, EL LECTOR
Todo novelista altera y reconstruye la realidad en función de sus deseos. Igualmente, todo lector elige habitar (transitoriamente, como nos es dado habitar el
mundo de lo ficticio) aquel
universo en donde sus deseos de alguna manera son
resueltos. Uno ama las obras
que ama porque se establece una secreta complicidad
entre ese universo ficticio y ese mundo, no menos ficticio, que lleva dentro cada uno: el mundo
de lo que no fue, o, por lo menos, no ha sido. Entonces, el primer interrogante que debí resolver en
torno a mi relación con la obra de Márvel fue: ¿qué
pulsaciones secretas, qué corriente oculta o qué
dictamen, qué razones o qué preferencias hicieron que, desde aquella lectura de La sala del niño
Jesús, hasta el último de los cuentos de El encuentro, pasando por infinitas relecturas de pasajes aislados, sintiera la imperiosa necesidad de desentrañar los móviles, la materialidad de los personajes, de penetrar la estructura del relato, de transitar por ese universo cerrado que es toda obra de arte,
antes de que encontremos
la manera de ingresar en
ella?
Una de las primeras contradicciones que percibí
siendo niña entre el mundo de fuera y el de mi casa,
tiene que ver con la situación de la mujer. Con sorpresa e incredulidad descubrí, hacia los ocho años, que
solamente unos años atrás
las mujeres no votaban, que
las madres de los demás
niños no trabajaban y que
las mujeres se sometían a
sus padres y hermanos esperando, en silencio, la buena suerte de encontrar un
buen hombre. En casa, no
sólo las mujeres éramos
mayoría, sino que mi padre
Márvel
se esforzaba por develarnos
los secretos del universo
con la misma pasión que si hubiéramos sido hombres; y mi abuela y mi madre imponían sus reglas
con una naturalidad y una decisión que nos hacía
creer a mis hermanas y a mí que ser mujer era
tan fácil como ser hombre.
Sólo muchos años después, comprendería yo que
habíamos sido herederas de una felicidad gestada
en la desdicha de las mujeres que nos precedieron: de mi bisabuela judía, que hastiada de los vaivenes de fortuna de un marido que con igual pasión se perdía en los laberintos de las matemáticas que en los del alcohol, había creado un negocio tan próspero que sostendría a la familia por tres
generaciones. De mis abuelas, de mis tías y de
aquellas mujeres que, sin ninguna teoría que las
sustentara, habían creado para mí, sin saberlo, un
ámbito en donde la libertad no era producto de la
rebeldía, sino una serena certeza.
Otro recuerdo de aquellos años: una tarde mirando algún volumen de la Enciclopedia Estudiantil que mi padre me había regalado para Navidad,
descubro un nombre que ya nunca olvidaré: sor
Juana Inés de la Cruz. Leí una y mil veces el poema aquel que empieza: Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón… y aunque algunas líneas se
mantuvieron herméticas,
el sentido del texto quedó
indeleble en el tiempo, así
como el horror que me produjo saber que a sor Juana
la habían matado los hombres que la despojaron de
sus libros. De ahí en adelante, mi pasión por la literatura y la indignación que
me producía la indefensión
de estas mujeres confluyeron muchas veces.
A los catorce años, amé
a Antígona y odié a Creonte. Adoré la altivez y la soberbia de aquella adolescente que, desafiando las
leyes humanas, encontraba en el cielo la fuerza para
imponer su voluntad. Me
interné en la selva con Doña Bárbara, absolutamente
indignada con el final de la
Moreno
novela, y devoré las 600 páginas de Lo que el viento se
llevó no tanto por la historia de amor, sino arrastrada por la férrea voluntad de Scarlett O’Hara de
dirigir su destino.
Años después, la mayor de estas felicidades me
vendría de Emma Bovary, de la frívola y voluble campesina de Ruán, que prefirió que sus sueños y delirios la aniquilaran violentamente, antes que resignarse a la rutina de una cotidianidad inútil. En
esta inmensa galería de mujeres hechas de palabras, de mujeres que se levantan como una vergüenza o como una esperanza ante sus congéneres de carne y hueso, están los personajes de
Márvel. Sumisas, resignadas o soberbias, pero con
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una gran ventaja sobre las mujeres de este lado: sus
vidas, por la magia del lenguaje, adquieren una belleza que, en la vida real, no habrían tenido nunca.
LA
IIª Parte
CONSTRUCCIÓN DE UN UNIVERSO
1. El narrador cómplice
Hemos dicho que todo escritor moldea y reedifica
la realidad en función de sus deseos. La tragedia
de todo escritor, del gran escritor, aclararía Nabokov, es que el mundo se le presenta como una carencia, como un universo inconcluso e imperfecto en el cual, difícilmente, puede sentirse cómodo.
La obra literaria es, entonces, el mundo que construye para instalarse a sus anchas, el universo
autónomo en el cual se refugia e impone sus reglas. Para poblar ese espacio y darle vida, el escritor construye al narrador, el personaje desde el cual
se despliega el universo en el cual ingresa el lector. ¿Desde dónde, entonces, se narran estos relatos? ¿Cómo está construido este narrador?
Empecemos con los relatos de Algo tan feo en la
vida de una señora bien. “A María la asombró la casa
de Tía Oriane […]” es la frase inicial del primer
texto. Aparentemente, se trata de un narrador omnisciente que nos irá describiendo la presencia
de María en casa de su tía. Mas continúa: “pero
sólo empezó a inquietarla cuando escuchó los primeros ruidos”. A medida que el relato avanza, el
lector va descubriendo que es María quien impone reglas, que es siguiendo a la niña como ingresamos a ese mundo en donde al principio nada nos
es revelado, y que penetramos lenta y culpablemente, contagiados por la ansiedad de María al
hacer suya una historia que no le pertenece.
Tanto en La sala del niño Jesús como en Algo
tan feo en la vida de una señora bien, el narrador va
incluso más lejos: paralelo al mundo de lo narrado
que fue, construye el mundo de lo que no fue, desde el cual justifica las opciones de los personajes.
Toda opción formal supone también una visión
de lo narrado. El narrador omnisciente puro se hace
invisible para no inmiscuirse en el relato; por el
contrario, este narrador omnisciente, cuya omnisciencia, paradójicamente, se agota casi por completo en uno de los personajes, se hace invisible al
fundirse con el protagonista, al hacer creer muchas
veces al lector que es el propio personaje quien
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narra la historia. El propósito de este juego es claro: conferir a estos textos el carácter de secreto
revelado, ya que el narrador está para descubrir lo
que el personaje por miedo, cobardía o sumisión
preferiría esconder. Puesto que los personajes son
mujeres sometidas por unos padres, unos maridos, una educación, o, incluso, por una presencia
inasible y destructiva como en El muñeco, sólo podrían ser develados por este narrador, único ser
capaz de ingresar en su intimidad, de comprender
sus silencios y de conjurar el miedo con la magia
del lenguaje.
De ahí, que la construcción de este narrador
sea un acierto, ya que el carácter intimista de
estos textos hubiera hecho superflua la ubicuidad
y sapiencia del narrador omnisciente, así como su
carácter sumiso les hubiera impedido revelarse
sin la mediación del narrador.
Una versión distinta del narrador omnisciente que se sitúa en la mente del personaje, se da
en La noche feliz de Madame Ivonne. La prostitutapitonisa domina la escena porque conoce los secretos de todos, pero puede revelarlos sólo porque
la transitoria ruptura que implica el carnaval en
la moral cotidiana la ha colocado en un ámbito que
no es el suyo, le ha hecho posible convertirse en
la máscara que el carnaval desenmascara, en el
llamado a la cordura presente en esa transgresión
que es la fiesta, entendida como comunión, pero
que el poder, representado en el relato por el Gobernador, silencia con el mismo silencio que comparten las otras mujeres de ese mundo, ricas o
pobres, prostitutas o castas, todas condenadas al
mutismo sólo interrumpido por ese narrador que
las revela y las redime en ese ámbito distinto que
es el mundo de la ficción.
Una opción diferente se asume en Ciruelas para
Tomasa en donde un colectivo de voces femeninas
se yuxtapone en el tiempo para narrar desde todas,
y desde cada una de sí mismas, la historia de un
desacato, de una liberación que, como en Oriane...
y en La muerte de la acacia, se consigue mediante
el asesinato al padre, encarnación de la opresión.
Ahora bien, si ese narrador es uno de los grandes aciertos de los relatos, el narrador es también,
a mi juicio, una de las grandes fallas de En diciembre llegaban las brisas. Quien narra la novela es
Lina, una mujer que, desde París recuerda las historias vividas cuando niña en una Barranquilla
ya lejana, historias situadas todas alrededor de las
Márvel a los seis meses y medio (abril 1940), el día de su
primer cumpleaños (23 sept. 1940), y en su tercer y cuarto
cumpleaños (1942, 1943), respectivamente. (Tomadas de
La obra de Márvel Moreno, LOMM.)
mujeres que amó: su abuela, sus tías, las madres
de sus amigas. Una novela es, antes o después de
cualquier teoría, una narración; y un narrador que
relata desde la memoria, como es el caso de Lina,
tendría que recurrir más a los sentidos, a las sensaciones, sentimientos y nostalgias que a vastas
e inútiles disquisiciones para explicar las motivaciones de los personajes. Lo que debería ser, entonces, una recuperación del pasado, se convierte, por la torpeza del narrador, en una inmensa
galería de personajes muertos, de figuras de cera
paralizadas por el peso de unas teorías que sirven
más para juzgar que para explicar, más para acusar que para comprender, creando personajes con
destinos asumidos de antemano como equivocados y, por tanto, impidiendo que vivan.
dad más total y patética surgida de la certeza de
que la autocondena es la peor de las condenas.
Por el contrario, en los relatos de El encuentro,
el dominio de los recursos narrativos se concreta
en una yuxtaposición de conciencias, en personajes que se despliegan en el relato y en un ámbito
que ya no es físico (poco importa que los hechos
ocurran en Augsburgo, París, Barranquilla o Barlovento), sino ese espacio confuso, ambiguo, a
menudo intransitable, que es la mente femenina.
Trátese de un narrador omnisciente (siete de
los cuentos presentan este tipo de narrador) o del
narrador testigo de El hombre de las gardenias, El
día del censo y El espejo, o de la sombra-protagonista que narra el relato La sombra, ya no hay en
este narrador, impasible, compasivo y discreto la
indignación frente a la sociedad presente en las
obras anteriores de la escritora, sino una sereni-
2. Los personajes:
encuentros y desencuentros
Es sabido que tres son los recursos para caracterizar un personaje. Las descripciones del narrador,
lo que se dice mediante diálogos y monólogos, y
las acciones que el personaje elige o evita.
En el universo ficticio que estamos intentando
aprehender, hay una marcada oposición entre
hombres y mujeres. Una primera diferenciación
se hace evidente. Los hombres son personajes
arquetípicos, representan valores, formas de conducta, encarnaciones de poder; siempre, ideas
generales. Las mujeres, por el contrario, son seres particulares, con sueños, frustraciones y dramas propios. Su lucha en este universo, es extremadamente desigual porque no están en conflicto
con seres concretos sino con entidades que, por la
fuerza de la costumbre y del poder físico, imponen
su voluntad. Los personajes femeninos muestran
una lograda caracterización basada más en insinuaciones que en afirmaciones, y se definen más
por lo que no dicen y no hacen, por lo que ocultan e
imaginan. Es decir: se definen en el ámbito de lo
posible.
Oriana es descubierta a través de los objetos que
la rodean y de los silencios que la envuelven, y una
descripción más precisa la hubiera despojado de la
misteriosa belleza que la envuelve. A Tomasa, la
reconstruimos, sobre todo, a partir de los monólo-
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Márvel Moreno en el
Instituto de Altos
Estudios de América
Latina en la
presentación de la
edición francesa de Algo
tan feo en la vida de una
señora bien. París, 1983.
(Tomada de LOMM.)
gos confusos, yuxtapuestos;
y la fortaleza de Doña
Genoveva en La muerte de
la acacia, la adivinamos
por el silencio de los habitantes de la ciudad, por los
comentarios en voz baja,
por los rumores; y en La
eterna virgen a Margoth,
¡pobre Margoth!, la percibimos por aquellas historias que tejía en su mente
mientras movía sus dedos ágiles, eficientes, puntuales, por las teclas de la máquina de escribir.
En contraste, la endeble construcción del narrador en la novela En diciembre llegaban las brisas, hace que los personajes sean menos convincentes. Hay demasiadas aclaraciones y explicaciones y los personajes hablan, sienten y piensan,
no por ellos mismos, sino en razón de las teorías,
un tanto confusas, que Lina ha construido, años
después, para explicar sus desconciertos y temores de adolescente:
En vano Lina trataba de explicarle que el verdadero problema se reducía a la opinión que ella, Dora, se
estaba formando de sí misma. No porque Lina advirtiera entonces el proceso que asocia el sentimiento de
falta a la necesidad de castigo, ni por haber comprendido las reflexiones de su abuela cuando hablaba de la insensatez de convertir la mirada de los otros
en espejo. Pero aquel le parecía el mejor argumento a
su alcance, convencer a Dora que no merecía humillación, el vejamen, el desprecio, que no estaba perdida, como lo afirmaba llorando en un rincón del comedor, y bien podía devolverle a Andrés Larosca sus
anillos de pacotilla y su empleo de secretaria dejando en aquella historia unas cuantas plumas, cierto,
pero no necesariamente su dignidad.”
En las narraciones anteriores a El encuentro,
Márvel nos enfrentó a personajes que luchaban por
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romper el cerco: sumisión
y desacato eran las coordenadas entre las cuales
se debatían esos seres que
gritaban para no callar, que
morían para no rendirse,
que se oponían, desesperados e inermes, a principios tan abstractos como
implacables. En El encuentro, la sumisión se resuelve en perversidad; la rebeldía, en resignación; el encuentro (como sucede
en el cuento del mismo título) en desencuentro.
Desencuentro con los otros, consigo mismo, dispersión del yo ante una diversidad de visiones con las
cuales los personajes no logran crearse una identidad coherente, sino una conciencia disgregada
que, como en La sombra, sólo se resuelve en la
muerte.
De En diciembre llegaban las brisas a estos relatos, el universo de Márvel se enriqueció. Se volvió, también, más plácido, más lúcido, menos
unívoco. El dualismo se transformó en multiplicidad —de voces, de ámbitos, de culturas— y los personajes se encuentran atrapados entre lo que los
fascina, atemoriza, seduce, libera, condena o redime, pero sin fórmulas hechas, en una búsqueda
propia que conduce no ya a la rebelión sino a la
libertad. Libertad conseguida en la lucha con el
propio yo; con esa diversidad de sueños, caprichos,
deseos y hasta razones que es cada uno. O no conseguida, y, por eso, la autocondena; o la condena
al otro yo, al opuesto que lo revela.
Una taza de té en Augsburgo es un relato duro
narrado con una imperturbable serenidad. Miranda Castro se autocondena al desamor, a la soledad, porque no pudo vencer ni la desolación del
orfelinato ni la angustia y el miedo que la acompañan desde su llegada a Caracas. Pero también
condena a su madre, su yo opuesto (desvalido, in-
significante, inocuo), porque contarle la verdad
equivaldría a transformar el desdén en amor, a
suspender el miedo: a la libertad.
El encuentro es un cuento cortazariano de un
realismo inquietante y con una construcción perfecta. ¿Cómo no recordar los encuentros y
desencuentros de Manuscrito hallado en un bolsillo
al ver el tablero de damas en el que Lucía convierte su existencia? Lucía pierde porque decidió jugar sola; los otros jugadores ni participaron en el
juego ni jamás conocieron las reglas.
Tanto en El violín como en El hombre de las
gardenias, los personajes están próximos a diluirse
en la muerte. Para Alice, el último vínculo con su
vida, su hija Nicole, se ha perdido cuando ésta decide casarse con un mediocre australiano y visitarla sólo cada tres años. Es el fin de su muerte,
de esa condena que se había infligido a sí misma,
desde el día en que decidió abandonar el violín.
Martine, su amiga, menos dotada, pero más persistente en su vocación a la música y a sí misma
le refleja la imagen de lo que hubiera podido ser y
no fue, como el estanque del lago le devuelve a
Nicole, premonitoriamente, una imagen de libertad que tampoco alcanzará porque, como su madre, no supo optar por sí misma.
El hombre de las gardenias
se inicia con una de las figuras más hermosas del libro:
“Renata murió como mueren
los pájaros, replegándose sobre
su cuerpo frágil.” Renata, mujer-pájaro que no fue capaz de
volar, Renata-mujer-pájaro-encautiverio a quien mató la renuncia, la estrechez de un
mundo para ella asfixiante.
En El espejo, la narradora/
protagonista escribe una carta en la que informa al abogado de su sobrino, Mario, la “verdad” sobre los hechos que culminaron en la muerte de Cecilia, la esposa de éste. El incesto (ya insinuado en Oriane,
tía Oriane) aparece aquí
develado, sin ambigüedades y,
después del asesinato, sin remordimientos. Marina se autocondena para liberarse; no es
la sociedad la que la condena, pues ésta ya lo había hecho al obligarla a un amor secreto; el asesinato tiene el signo de la libertad, de la paz que
ninguna condena podría ya quitarle.
Dos visiones irreconciliables del amor y de la
vida, encarnadas por Matilde y Eliana, se dan cita
en El día del censo. El choque se produce cuando
Eliana, al pretender insertar a Matilde en su propia lógica, la despoja del sufrimiento y, por lo tanto, la destruye, sin percatarse jamás de ello.
Literariamente, La sombra es uno de los cuentos más logrados del libro. Ese fantasma que se
instala lentamente en la muerte, accede a ella
sin temor ni desconfianza, porque la muerte ha
estado siempre en su vida. Muerte que le arrebató
a su hija; muerte-vida de una existencia sin otra
justificación que reemplazar para su nieta la vida
de una madre que ya no estaba; vida-tumba por
resignarse a ser el fantasma de un muerto; muerte-identidad al convertirse, por fin, en su propio
fantasma.
El perrito, el único cuento con protagonista masculino, es el menos logrado. La historia de Esteban Henríquez, un hombre que ha ido eliminando
deliberadamente de su vida la emoción y la lucidez, conmueve menos que la de
Isabel, presencia borrosa que
pasa por el relato dejando una
estela de soledad y desamparo
que alcanza al lector.
El día de su presentación en sociedad,
31 de diciembre de 1956.
Finalmente, los personajes
felices de los relatos Sortilegios,
La peregrina y Barlovento.
Adelaida, en Sortilegios, al asumir su atracción por Frank se
libera de su miedo, como si
Frank fuera más una proyección de su propio temor que
una presencia real. En La peregrina, Ana Victoria acosada
por una moral que arremete
contra ella, opta por su deseo,
se elige a sí misma, mientras
que en Barlovento, una hermosa narración que, por su atmósfera, recuerda a Carpentier, el lector se encuentra ante
la explosión final del personaje, la tibia y discreta liberación
de una condena antigua me-
7
diante un pacto también antiguo, comunión de pasado y de futuro, transgresión silenciosa, inversión-conversión: la felicidad.
3. El diálogo
con los objetos
Pero si las mujeres son cuidadosamente desplegadas y la presencia de los hombres tiene más de
arquetipo que de hombres, los objetos también alcanzan en estos relatos un carácter específico: se
constituyen en prolongación de sus dueñas que,
impedidas para hablar con las personas, dialogan
con las cosas y las humanizan, haciendo que esos
objetos inmóviles y, en apariencia, inocuos, se conviertan en depositarios de la verdad que ellas no
pueden revelar. Piénsese en los objetos que guardó celosamente Oriana; en la acacia que esconde
el crimen de Doña Genoveva o en el violín del relato El violín.
Igualmente, la casa como objeto y como ámbito
adquiere una dimensión simbólica al constituirse en el espacio que estas mujeres conquistan y
colonizan desterrando de allí a los hombres. Oriana
y Genoveva se encierran en sus casas después de
haber eliminado a su padre y marido, respectivamente, e imponen allí las reglas que no hubieran
podido imponer en el mundo de fuera. Tomasa regresa a morir en su casa, y la tía Irene de En diciembre llegaban las brisas se instala en la torre
del italiano como hecho culminante de una historia de desacatos.
IIIª Parte
LA
FUNDACIÓN DE UN UNIVERSO
Casi como por inercia, insisten los críticos en
mencionar dos nombres al intentar enmarcar la
obra de Márvel Moreno: Gabriel García Márquez y
Álvaro Cepeda Samudio. Sin embargo, si ignoramos el hecho de que se trata de escritores procedentes de la misma región de Colombia, poco vincula a la escritora barranquillera con los narradores mencionados.
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Márvel Moreno nos invita a mundos poco transitados por los escritores costeños. Su ámbito es
urbano. Sus personajes están insertos en una problemática que presupone, necesariamente, la ciudad. Una ciudad pequeña y parroquial, es cierto,
pero en donde la magia de lo rural, el asombro primitivo sólo está representado por la servidumbre,
seres marginales en un mundo en donde los fantasmas de los personajes protagónicos son otros
seres como ellos, no fuerzas venidas de otra instancia o de otro orden.
De ahí, que la narrativa de Márvel sea de carácter intimista. El intento un tanto fallido de En diciembre llegaban las brisas de escribir una novela
no sobre sucesos sino sobre el transcurrir de la conciencia de los personajes, alcanzó su plenitud en
los cuentos de El encuentro. Allí, lo que importa no
es tanto lo que ocurre sino lo que se despliega en la
mente de los personajes; y ello está más determinado por lo que no se da, por lo que no es, que por los
hechos y acciones que ocurren a su alrededor.
Márvel Moreno nos inscribe también dentro de
la tradición de la literatura fantástica. Relatos
como Oriane, tía Oriane, El muñeco y Sortilegios provienen de una tradición que arranca con Edgar
Allan Poe, pasando por Henry James y Maupassant,
y que, en América Latina, evoluciona magistralmente sobre todo en la narrativa argentina desde
los casos célebres, Borges y Cortázar, hasta los más
discretamente conocidos, Bioy Casares, H.A.
Murena o Mujica Láinez.
Más inusual es la conjunción entre lo fantástico y lo maravilloso presente en varios de sus textos. Lo maravilloso, representado por esos seres
marginales en un mundo patriarcal que son los
sirvientes (piénsese en Fidelia en Oriane...) pero
que son los depositarios discretos de las más profundas verdades de sus señores, y cuyo poder reside precisamente en la capacidad de comprender
sus vidas y las de sus amos desde una racionalidad distinta.
Por último, inaugura
Márvel la perspectiva femenina ya que en estos
relatos la realidad se duplica, interroga o modifica
desde la perspectiva de la
mujer, creando un ámbito
ficticio en el cual los personajes enfrentan sus carencias y, tal vez, desde
allí, nos miran agradecidos por pertenecer a un
mundo en donde más que
juzgados son comprendidos; y en donde, por la
magia del lenguaje, sus
vidas han adquirido una
belleza que no tenían de
este lado.
ámbito hecho no de palabras sino de cosas en el
que nos correspondió vivir.
Sartre afirmaba que a
un escritor sólo podía
juzgársele por lo que había
escrito, no por lo que hubiera podido escribir. Yo
me arriesgo a afirmar, no
sin tristeza, que si la vida
le hubiera dado a Márvel
más tiempo hubiéramos
podido comprobar, aún
más, la expansión de su
mundo, la serenidad y el
decantamiento de su lenguaje, la explosión de esa
belleza llena de nostalgia
que encontramos en los
cuentos de El encuentro y
que ya prefiguraban relatos tan impecables como
Oriane, tía Oriana… y Algo
tan feo en la vida de una señora bien.
Márvel Moreno, como
todo gran escritor, fue
consciente de que la labor
del narrador implica una
lucha con la materialidad
de las palabras. Una lucha
ardua y paciente que liMárvel Moreno, entre 1979 y 1981,
fotografiada por Fina Torres (LOMM).
Márvel Moreno nos legó
braría en la soledad y en
un universo que era suyo
el silencio, único espacio
y que ahora es uno de los grandes mundos que
en donde el escritor puede encontrarse consigo
conforman la literatura colombiana. Un mundo que
mismo y dar forma a su mundo. La gran habilidad
nos inscribe en la contemporaneidad con algo disque despliega como narradora en los cuentos de El
tinto de nuestros sueños malogrados, de nuestra
encuentro fue el resultado de un trabajo persistendesbordada y desbordante mitología, y que nos inte que no admitió concesiones; porque si es cierto
vita a recorrer nuestra intimidad en busca de una
que en la novela hay palabras que sobran, secuenfelicidad que sabemos que no es de este mundo.
cias gratuitas y personajes desdibujados, El encuenPero a la cual accedemos en el ámbito de lo fictitro es un libro perfecto, una estructura magistralcio, en ese mundo de palabras que a algunos de
mente construida en donde el lector puede transinosotros nos ha deparado los mejores momentos
tar sin resquicios, y en donde la poesía del lenguade nuestras vidas.
je reivindica las carencias de este lado, de este
9
Cantos de hoy
en el Caribe colombiano
Reelaboración de los versos tradicionales
Consuelo Posada*
Yo vide el tigre
yo no lo vi
ese tigre está encerrado
y lo tienen que sacar
(Versos de tradición oral,
en una composición reciente
de música popular)
1.
COPLAS
Y CANCIONES
El estudio de las letras de las canciones populares
puede comprobar los préstamos recibidos por la poesía oral tradicional. El conjunto de los versos que
pasaron a las colonias españolas se conserva
reelaborado en textos completos, en estrofas aisladas, en frases sueltas o en fórmulas y estructuras que hoy nutren la canción folklórica y popular
en la América hispánica (Linares, 1980 y Posada,
1986.)
La copla tradicional, recogida en Cuba por
Samuel Feijóo:
Que te parece Cholito
que me van a desterrar
como si la ausencia fuera
remedio para olvidar.
(Feijóo, 1977: 119)
se encuentra en Antioquia, con pocas variaciones:
*Profesora de la Universidad de Antioquia. Este artículo
fue cedido por su autora especialmente para Huellas.
10
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 10-17. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
Que te parece, mi vida,
que nos quieren apartar,
como si la ausencia fuera
remedio para olvidar.
(Restrepo, 1971: 236).
Y con la misma estructura y los versos finales
idénticos, se repiten en la canción El mejoral de
Rafael Escalona:
Yo me voy de por aquí,
decepcionado de Valledupar,
como si la ausencia fuera
remedio para olvidar.
Particularmente, en la Costa Atlántica, donde
existe una estimulante producción de cantos populares, se muestra la abundancia de versos y
estrofas completas, tomados de la tradición
versificada. Las coplas del “amor, amor”, por ejemplo, considerado como un himno básico de la música vallenata, se pueden reencontrar como parte
de los versos populares de la región y aparecen,
con texto idéntico, en el cancionero antioqueño
de Antonio José Restrepo.
Este es el amor amor,
el amor que me divierte;
cuando estoy en la parranda
no me acuerdo de la muerte.
(Restrepo, 1971:119).
Las investigaciones han mostrado que las coplas tradicionales, presentes en la memoria re-
estos cantos que parecerían tener asegurada la
garantía de su recepción.
Los versos de algunas de las grabaciones popularizadas por Joe Arroyo, hacen parte de las coplas
tradicionales de la Costa Atlántica:
Fuentes, 1985, archivo Bassi
Tamarindo seco
se le caen las hojas,
agua derramada
no hay quien la recoja.
Joe Arroyo
gional, se activan en el proceso de reelaboración
de las canciones populares. Así, una copla de la
oralidad tradicional en diferentes regiones de Colombia y que se encuentra, entre otros, en el cancionero antioqueño de Antonio José Restrepo, coincide, verso a verso, con la estrofa de una canción de la Costa Atlántica, popularizada por el compositor Diomedes Díaz:
Por el ruedo de tus naguas
Yo vide correr un piojo,
Y si te las vuelvo a ver
Te las alzo y te lo cojo.
(Restrepo, 1971: 203).
Este uso difundido de los versos de tradición,
en los cantos populares, permite entender la controversia entre algunos cantautores que se disputan, como propios, versos que consideran “suyos”,
porque han tenido de ellos un conocimiento “desde siempre”. En la base de esta polémica está la
pertenencia de estos versos a un colectivo, que
los ha usado y repetido, durante varias generaciones. Como parte del éxito de estas canciones, puede
decirse que siempre que una copla tradicional es
musicalizada, sus ecos resuenan en la memoria
colectiva, y aquí puede estar la clave del éxito de
Estaba la tortuga
abajo del agua
abajo del agua
abajo del agua
haciendo su nido
como cosa rara.
Mi papa y mi mama,
mi hermanito y yo
comimos de un huevo
y la yema sobró.
Cuatro garigaris
y un garrapatero
bajaron de un palo
a comer del huevo.
Esta fue la garrapata
la que a Félix le picó
y una roncha le dejó,
y este es un rasca que rasca
y es la garrapata.
2.
ORALIDAD
Y CANCIONES POPULARES
En este balance de textos españoles conservados
en América, los romances aparecen como una
fuente importante de muchas de las formas musicales reelaboradas en las colonias y que nutrieron con su estructura, sus temas y sus notas,
nuestra poesía popular. Los estudiosos han mostrado el parentesco de los romances encontrados
en América con los viejos romances andaluces.
Estos versos, oídos en plena ciudad de La Habana
a unas niñas que bailaban una ronda, y consignados por Alejo Carpentier:
En Galicia hay una niña / en Galicia hay una niña
/ que Catalina se llama, sí, sí, / que Catalina se
llama. Todos los días de fiesta/ su madre la castigaba, sí, sí, / su madre la castigaba. Porque no
11
quería hacer / porque no quería hacer / lo que su
padre mandaba.- (Carpentier, 1946: 33-34)
hacen parte de un canto que supervive, en Cuba,
desprendido de un viejo romance andaluz:
Por la baranda del cielo, / se pasea una zagala, /
vestida de azul y blanco / que Catalina se llama.
Su padre era un perro moro, / su madre una renegada / Todos los días del mundo / el padre la
castigaba. (Carpentier, 1946: 34)
En esta misma búsqueda de líneas de unión
entre nuestras canciones populares y la tradición
hispánica, Carpentier encuentra una conexión
entre algunos ritmos musicales y el romance. Para
él, todas las guarachas que hablan de gatos en
Cuba, serían reminiscencias del difundido romance Don Gato, que se encuentra por toda América
hispánica (Carpentier, 1946: 30).
El romance español, transmitido oralmente, se
acomodó a los lugares conocidos, a los nombres
familiares de cada región, y se mantuvo vivo en
coplas, villancicos, poesías y canciones populares.
Aunque los ejemplos más abundantes de su permanencia se centran en el corrido mejicano, también en nuestro
medio tenemos estudios de su presencia en el galerón llanero y en
las rondas infantiles.
En Colombia, los diferentes
cancioneros, recogidos desde los
años 40, del pasado siglo 20, presentan diferentes fragmentos que
corresponden a romances originales españoles. Consigno un pequeño ejemplo, que reaparece en muchas regiones y que Antonio José
Restrepo incluye en el cancionero antioqueño.
toda la América hispánica, y menciona entre los
títulos a Gerineldo, Delgadina, Blanca Niña, La esposa infiel, Las señas del marido, Hilo de oro, La flor
del olivar, la canción de la Pájara pinta y la de Señora Santa Ana (Henríquez Ureña, 1989: 423). Y Gisela
Beutler, autora de la más completa recolección de
romances en territorio colombiano, explica los distintos nombres que se usan para llamarlos: “historias”, “cuentos”, “canciones viejas”, “corridos”,
“versos”, “ensaladillas”, “chistes”, “tragedias” o
“tristes”. Agrega que, en el departamento de Bolívar (Malagana y Palenque), a los romances de pasión se les llama “oraciones” (Beutler, 1977: 227 y
246).
Los versos del romance, cultos y populares, completos o fragmentarios, literales o modificados,
acompañan o sirven de modelo a muchas de nuestras canciones populares. Como ejemplo, podemos
citar el llamado “romance a eco”, en cuyo esquema se utiliza la palabra final de cada verso para
iniciar el siguiente, y que no sólo se conservó en
sus contenidos, sino que su estructura formal sirvió para adecuar nuevas composiciones. Un ejemplo de los Llanos colombianos, ofrece una versión
que se conserva bastante cercana al original español: De la uva sale el buen vino /
vino el que a mí me consuela / suela le da un buen zapato / el zapato
es cosa buena / bueno la buena
memoria / y aquel que de ella se
acuerda / cuerda le da un San
Francisco / Francisco el que no es
Esteban / Esteban es mártir santo
/ Santo aquel a quien se reza / rezan los frailes maitines / maitines
no son completos / un completo tiene mañas (Fabo 1911:225).
El siguiente es un fragmento
del texto español, que permite
comprobar las semejanzas: De la
uva sale er bino, / y er vino a mi me
Estando el señor don Gato
consuela; / suela, la de mi sapato,
en silla de oro sentado,
/ er sapato es de baqueta; / la bale vinieron a decir
queta no es badana, / lo qu’es es
que si quería ser casado,
suela y de la buena; / buena, la
Ilustración de Lucho Vásquez
con una gata morisca,
buena memoria: / memoria, aquer
(especial para Huellas, lapiz/computador, 2004)
hija del gato romano.
que s’acuerda; / cuerda, la de San
(Restrepo, 1971: 318-319).
Francisco; / San Francisco, no es
Esteban; / Esteban, no es Martes Santo;/ a los sanPara el caso de Colombia, Pedro Henríquez
tos ses les reza, / rezan los frailes maitines, / maitiUreña anota que los romances que aquí sobrevines, no son completas; / completas no son tus mavieron coinciden con los cantos conservados en
ñas; / mañas, tienes de hechisera;/ hechisera, te la
12
urdes; (sic) / urde er tejedor su tela, / tela, la de los
sedasos; / er sedaso, harina cuela; / cuela, la mujer
que laba / y la que no laba, es puerca; / las puercas, paren cochinos; / los cochinos, comen yerba, /
la yerba nace’n er trigo, / y er trigo luego se siega, /
siega, la que no ve nada; / nada, la qu’ner mar entra, / entra en la ilesia er cristiano, / y er que no
entra, reniega; / reniega er qu’está entre moros; /
los moros’tan en la Meca; / la Meca es puerto de
mar; / er mar es donde se pesca. (Mendoza, 1939:
705)
Para Díaz Roig (1986: 165), los recreadores
retoman un texto tradicional, lo aceptan, lo hacen
suyo y lo transmiten reelaborado. Y este sentimiento de pertenencia los lleva a variar aquello
que no les gusta, no entienden bien, les es ajeno,
o los lleva a introducir cambios que les dicta su
propio entorno. Lo importante es reconocer aquí
Pero más allá de la similitud en el texto de estas dos versiones del mismo romance, quiero señalar, con un ejemplo de la Costa Atlántica, la conservación de un modelo estructural. Me refiero a
la organización interna de este “romance a eco”
que, recordemos, une la última palabra de un verso a la primera del siguiente, y que comprobamos
en una canción popular en la que el compositor
Juan Piña retomó un tema de la tradición oral:
Ay Dios hizo al herrero / herrero que hizo al cuchillo / cuchillo que mata buey / ay buey que bebe
agua / agua que apaga candela / candela que
quema garrote / garrote que mata perro / perro
que corretea gato / gato que come ratón / ratón
que ruñe pared / pared que ataja viento / ay viento que riega nube...
Sobre la idea de la conservación, es importante aceptar el proceso de variación de los materiales orales, como una demostración de su condición de vida. El desarrollo de las tradiciones ha
mostrado que los textos que cambian se enriquecen y garantizan su permanencia. Los estudiosos
reconocen el enriquecimiento de las producciones folklóricas que se logra con los cambios, y concluyen que una forma que esté continuamente
reapareciendo bajo otras formas, se puede considerar en plena vigencia y dotada de una incuestionable vitalidad.
Arr.: La agrupación de la Universidad del Norte
Tambores del Norte en el Coliseo Cultural y Deportivo
de la Universidad, 2004. I. a D.: Harry Barrios,
Jassir Barceló, Rodney Gómez, Alvaro Cabrera, Irma Pabón,
Erick Márquez, Dairo Meneses y Robin Quintero.
C.: Tomás Teherán,
director de Tambores del Norte.
Ab.: Los profesor Carlos Insignares, clarinete,
y Eduardo Valencia, saxofón.
Fotos de Julio Gil Zubiría
13
no el empobrecimiento de una forma, sino el enriquecimiento total de las producciones folclóricas.
En el proceso de adecuación regional de los cantos, se cambian los nombres propios y se alteran
puntos del texto original para acomodarlo a la nueva
geografía, con nombres que resultan más familiares para el usuario. Los alimentos europeos, como
el vino y el pan, fueron reemplazados por el chocolate y los productos nuestros. En el romance El piojo
y la pulga, un “romance de relación” muy popular
en Hispanoamérica, en las versiones colombianas
se introducen animales del Trópico que establecen variación sobre las especies originales:
El piojo y la pulga
se quieren casar
pero no se casan
por falta de pan
—Mi marido es alto y rubio,
En el puño de la espada,
—Sí, señora, sí señora,
lo mataron en la guerra,
—Siete años lo he esperado,
si no vuelve a los quatorce,
y me voy para la Zona,
a mirar en el espejo:
tira tipo de francés.
lleva el nombre de Isabel.
hace años que murió;
lo mató un Francisco Arón.
siete más le esperaré,
como viuda quedaré.
a hacer compra de café,
¡qué linda viuda quedé!
Para los efectos de este trabajo, es necesario
subrayar, entonces, que se descartó la búsqueda
purista que pudiera pretender el encuentro de romances incontaminados.
En Cocorná, Antioquia:
Contesta la chucha
allá en el platanal.
Cúcuta, N. Santander:
Contesta el zamuero
allá en su Zamural.
En Ciénaga, Magdalena:
Contesta el golero
allá en las alturas.
En el romance Hilito, hilito de oro, la versión recogida en la ciudad de Barranquilla incluye
jocosamente la afición de fumar tabaco que tienen las mujeres.
El texto de Santa Marta, Magdalena:
escoja la que queréis
por bella y por querer
acabado de nacer.
es que me la trate bien;
que me la trate bien.
tejiendo el pañal del rey.
El informante de Barranquilla, la directora de
escuela Sra. Carmen Rosa Altamar, de 45 años,
dijo haber oído el romance de boca de su señora
madre (Beutler, 1977: 237), de esta manera:
14
Otro ejemplo de estos cambios, en el Caribe
colombiano, lo comprobamos en el romance La recién casada. Allí la viuda protagonista camina hacia la Zona Bananera, cerca de Santa Marta:
(Versión recogida por Beutler, 1977: 389
y confrontada por Posada. Trabajo de campo, 2001)
En Aratoca, Santander:
Contestó el sinsonte
desde el matorral.
De tanta hija que tengo
—Escojo esta por bonita,
que parece un capullito
—Lo único que te pido
lo único que le encargo,
Sentada en silla de oro,
Yo te encargo, escudero,
que me la trates muy bien:
un pastel por la mañana
y un tabaco al encender.
Para entender el papel de las transformaciones,
como muestra de la vitalidad renovadora de los
materiales, quienes trabajamos con textos orales
debemos percibir la esencia en las aparentes variaciones. Descubrir, por ejemplo, que la historia,
los diálogos y la estructura de la canción popular
Martina, son tomados de las preguntas y respuestas del Romance de Blanca Niña, que data del siglo
XVI. En los dos casos se cuenta la historia de una
esposa adúltera: Blanca Niña o Martina, sorprendidas en adulterio, por el esposo. El romance dice:
Ellos, en aquel estando,
su marido que llegó:
—¿Qué hacéis la Blanca niña,
hija de padre traidor?
—Señor, peino mis cabellos,
péinolos con gran dolor,
que me dejáis a mi sola,
y a los montes os vais vos.
Y la canción popular:
Estaban en la contienda
cuando el marido llegó:
—¿Qué estás haciendo Martina
que no estás en tu color?
Dime, dime, doña María,
¿cuyo, cuyo es ese caballo,
Tuyo, tuyo, don Alonso,
Dímele a mi padre,
Que, cuando no lo tenía,
dime, dime, mi blanca flor,
que con el mío igualó?
tu padre te lo mandó.
que caballo tengo yo.
¿por qué no me lo mandó?
Dime, dime, doña María,
¿cuya, cuya es esa pistola,
Tuya, tuya, don Alonso,
Dímele a mi padre,
que, cuando no la tenía,
dime, dime, mi blanca flor,
que con la mía igualó?
tu padre te la mandó.
que pistola tengo yo.
¿por qué no me la mandó?
(Beutler, 1977: 363)
(Aquí es Importante aclarar que estas versiones de los romances son tomadas de muestras recogidas en tierras negras del Caribe colombiano.
Esto permitiría entender que el texto de la canción esté alimentado con una historia que se conservó viva en la América hispánica. Fue agregada
la pistola que, por cuestión de época, no podría aparecer en el romance original).
—¿De quién ese sombrero?
¿De quién es ese reloj?
¿De quién es ese caballo
que en el corral relinchó?
—Ese caballo es muy tuyo,
tu papá te lo mandó
pa’que fueras a la boda
de tu hermana la menor.
—Yo pa’qué quiero caballo
si caballo tengo yo,
lo que quiero es que me digas
quién en mi cama durmió.
—En tu cama nadie duerme
cuando tú no estás aquí,
si me tienes desconfianza
no te separes de mí.
ROMANCES EN LA
COSTA CARIBE COLOMBIANA
3.
En la Costa Atlántica se registró la presencia repetida de los romances: Gerineldo, Gerineldo,
Blancaflor-Filomena, El corderillo (Conde Lirio), El
marinero y casi la totalidad de los romances religiosos. Además, La recién casada se encuentra
profusamente divulgado, con variantes especiales
(Beutler, 1977: 227).
Codiscos, archivo Bassi
Todo el esquema posterior de preguntas y respuestas conserva el orden de las acciones y la forma
dialogada:
Juan Piña
Como punto importante para nuestro trabajo sobre la oralidad en el Caribe colombiano, la investigación de Beutler demostró que las poblaciones
negras conservaron, de una mejor manera, los
textos y melodías de los romances españoles. En
su investigación, estas zonas corresponden a los
departamentos de Nariño, Chocó y toda la Costa
Atlántica (Beutler, 1977: 227- 258).
Pero, más allá de estas razones históricas, los
romances se siguieron usando en la Costa Atlántica, articulados a diversas tradiciones. Hasta muy
entrado el siglo XX, hicieron parte de los actos rituales escolares, y sus textos “se representan en
los pueblos, con ocasión de veladas o fiestas de
colegio, generalmente con el objeto de recoger fondos, sirviéndose de sencillos requisitos o de primitivas decoraciones de escenarios” (Beutler,
1977: 232). Para la Costa Atlántica Beutler cita una
dramatización de “La recién casada”, en Barranquilla (no precisa el año), en la Escuela Anexa de
la Normal de Señoritas, representada por dos niñas que se disfrazan y actúan con gestos determinados (Beutler, 1977: 232).
Otra parte importante de esta huella de los romances entre las poblaciones negras, está dada
por los romances religiosos, cuya influencia parecería sobrepasar la de los romances plebeyos o populares. Los romances religiosos que se cantan
entre la población negra, con ocasión del “velorio”,
todavía superviven entre los habitantes de Nariño,
Chocó y algunas zonas de la Costa Atlántica. En
las comunidades negras, los velorios intercalan
15
oraciones y cánticos religiosos con entretenimientos profanos como las “historias de animales” y los
cuentos del “Tigre y el Conejo” (Beutler, 1977: 239).
En el Chocó, entre los temas profanos que sirven
de entretenimiento durante el velorio, se cuenta
el romance Gerineldo, Gerineldo, que es considerado como “cuento”. Allí un informante manifestó
que: “El cuento de Gerineldo se dice en la novena”
(Beutler, 1977: 239).
sos cancioneros y que se cantaban con guitarra en
alguna ceremonia familiar dentro de las fiestas del
carnaval:
Susana Friedmann se pregunta por qué sobreviven los romances religiosos, precisamente en
comunidades negras y cuál es el vínculo musical
entre estos cantos y los romances del siglo XVI.
Los estudios de Carolina Poncet muestran que, en
la América hispánica, las procesiones del viernes
santo le impartieron una permanente actualidad
a los romances mediante la representación
alegórica de los personajes que figuran en ellos.
También Beutler piensa que, aunque no haya textos ni documentos probatorios, en Colombia como
en España, Cuba y otras antiguas colonias españolas en América, se cantaron romances de pasión en las procesiones religiosas de la semana
santa.
Y menciona los versos del romance Los doce pares de Francia, utilizados como parte de una ceremonia de carnaval:
En trabajos previos he analizado la presencia de
versos en los diferentes festejos, que sirven para
realzar su colorido y se nutren de la tradición hispánica, de uso colectivo en la región (Posada, 1999:
187-200). Igualmente, se ha mostrado el apoyo cruzado de fiestas y versos porque los rituales festivos
ayudan a la preservación de los textos de la
oralidad y, a su vez, los
versos son parte importante de la fuerza
de las fiestas. Por esto,
puede decirse que no
hay fiestas sin versos
y tampoco versos por
fuera de las festividades (Posada, 1999).
Este rápido balance sobre la presencia reelaborada de las tradiciones en verso en el Caribe
colombiano, puede ser alentador. A pesar de la constancia de los rituales que se pierden, todavía podemos hablar de una poesía oral que sigue viva y presente para el grupo. El carnaval de Barranquilla,
por ejemplo, ha mantenido vigentes los
textos que nutren la
fiesta. Aquí se conservan los versos, los cantos y las letanías que
cada año reelaboran la
tradición y ayudan a
fortalecerla.
Yo soy Catalino Llanos
un hombre de mucha fe
soy el que pinta la huella
antes de poner el pie.
(Fuenmayor, 1985: 18)
Soy la puente de Mantible,
y los brazos de Monroy,
los siete infantes de Lara
y lo que te digo soy.
¡De un San Agustín la pluma,
de un Carlos Quinto el poder,
de un rey David la fortuna,
de un Salomón el saber!
(Restrepo, 1971: 26)
Pero, en el punto
referido a la huella de
La fiesta del carnalos romances, casi
val de Barranquilla,
todo está por hacer.
como las celebracioExisten estudios vasnes de otros carnavatos y rigurosos sobre el
Ilustración de Lucho Vásquez
les de los poblados
romance español y su
(especial para Huellas, lapiz/computador, 2004)
ribereños, anteriores
permanencia en Coa ésta, incluyeron versos de la tradición popular en
lombia, pero hace falta mostrar su presencia translos diferentes rituales. José Félix Fuenmayor trae,
formada en el mundo de hoy. Los estudios de G.
para el caso de Barranquilla, algunos versos que se
Beutler se detuvieron en la riqueza de las varianreencuentran como versos de tradición en divertes encontradas en Ciénaga, Santa Marta, Barran-
16
quilla y algunas zonas del viejo departamento de
Bolívar, pero será necesario confrontar muchas
partes de esta colección realizada en 1962, con el
estado actual de estas tradiciones.
De manera que esta reflexión es una invitación
a los académicos para emprender organizadamente
la etapa que falta. En el sur de Colombia, en las
zonas negras de la Costa Pacífica, se realizaron trabajos de campo, apoyados por el Instituto Caro y
Cuervo, entre 1984 y 1986. Pero en la Costa Atlántica no se ha cumplido esta segunda etapa que dé
cuenta del estado actual de las versiones, recogidas cuarenta años atrás. Los cambios sociales, económicos y políticos de esta región, en el transcurso
de estas cuatro décadas, ameritan la confrontación.
¿Desaparece la tradición? ¿O los viejos textos
de antaño se quedan viviendo, transformados en
la canción y en los versos de hoy? Ésta podría ser
la conclusión que nos llega cuando escuchamos la
reciente versión de un canto de carnaval, popularizada por el Checo Acosta, que tiene, hasta en la
forma del lenguaje, la vieja factura de los textos
del pasado:
Yo vide el tigre
yo no lo vi.
Yo vide el tigre
yo no lo vi.
Ese tigre está encerrado
y lo tienen que soltar.
BIBLIOGRAFÍA
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RESTREPO, Antonio José. De la tierra colombiana. El cancionero
popular. Medellín, Bedout, 1971.
17
Fenómenos artísticos discursivos
en la novela La tejedora de coronas
Adriana Lozano Z.*
Para iniciar con el análisis de cómo funcionan las
relaciones estructurales discursivas a partir de la
palabra ajena1 o lo que es lo mismo cómo y con
qué intencionalidad u orientación dialógica interactúan los discursos en la novela La tejedora de
coronas de Germán Espinosa, se establecerán, en
un primer momento, algunas precisiones teóricometodológicas en forma general.
nes dialógicas que se establecen en los enunciados de varios o de un solo sujeto desde el cual cada
uno encarna posiciones ideológicas dialécticas de
“confrontación-asentimiento, afirmación-complemento, pregunta - respuestas establecidas, desde
luego, no entre palabras, oraciones u otro elementos de un solo enunciado, sino entre enunciados
enteros.”3
El punto de partida para el análisis sobre la
intencionalidad u orientación dialógica que asoman tras los enunciados y las formas del lenguaje
en la novela La tejedora de coronas, serán las teorías de Mijaíl Bajtín, y en la parte final de este ensayo se retomarán algunas reflexiones que desarrolla Michel Foucault desde Nietzsche sobre el conocimiento. Partiendo de estos dos autores (BajtínFoucault), se intentará señalar posibles analogías
entre las diferentes orientaciones del discurso internamente dialogizado con la manera como se llega al conocimiento sobre algo.
Es por ello que, inevitablemente, en todo enunciado o discurso se expresan netamente relaciones dialógicas en cuanto que al interior de cada
uno encontramos posiciones de sentido respecto
a otro enunciado o discurso ajeno. De esta manera se logra configurar un diálogo que está siendo
penetrado por “la realidad dialógica” que sólo es posible dentro del enunciado que se reconoce y a la
vez reacciona frente al otro, ya sea para asentir,
criticar, reflexionar o entrar en oposición. En este
diálogo de voces propio de la prosa artística —nos
dice Bajtín— se introduce el plurilingüismo. Al respecto, Luis Beltrán —apoyado en la concepción
dialógica de la novela de Bajtín y de Voloshinov—
enmarca sus reflexiones sobre el discurso narrativo (la novela) como el género en el que el escritor se apropia ya sea explicita e implícitamente
del conjunto de palabras ajenas, y “la esencia del
discurso narrativo apunta a presentar un entramado de voces.”4
Desde el corpus teórico batjiniano, la palabra
(no en un sentido lingüístico estricto) constitutiva
del lenguaje, debe percibirse en una doble orientación: palabra bivocal “que se origina ineludiblemente en las condiciones de la comunicación
dialógica.”2 Toda forma de comunicación humana,
sea ésta cotidiana, oficial, literaria, científica, viene a estar determinada por las posibles relacio*Licenciada en Literatura e Idiomas, Universidad Santiago
de Cali; magíster en Literatura Latinoamericana y Colombiana, Universidad del Valle. Docente de la Universidad del Norte.
18
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 18-26. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
Dentro de las relaciones dialógicas existen o
se manifiestan especificidades concretas en las
diferentes formas discursivas, constituyéndose lo
Óleo de Anne Sexton
(tomado de Quimera N° 137).
que Bajtín denomina como fenómenos artísticos discursivos que —como se enunció desde un comienzo—
asoman tras los
enunciados y las
formas del lenguaje, refractando la
pluralidad de voces en actos comunicativos específicos.
Hecha algunas aproximaciones someras sobre
las relaciones dialógicas presentes en los discursos narrativos, se propone, entonces, pasar al análisis de cómo operan o se registran los fenómenos
artísticos discursivos en la novela de Germán Espinosa. Se debe considerar de gran importancia
abordar el estudio de los discursos o enunciados
desde la perspectiva del análisis del discurso de
Mijaíl Bajtín para la comprensión de la prosa literaria en tanto que ilumina y examina la pluralidad esencial de las conciencias enfrentadas como
plenas construcciones ideológicas en el imago
mundi (construcción de un mundo ficcional en la
novela). Este estudio, que exige una lectura cuidadosa y aplicada sobre el discurso, establecido mediante relaciones dialógicas como elemento estructurante del corpus narrativo-ficcional, se aleja irremediablemente del contexto reduccionista
de la lingüística y, por ende, del enfoque impersonal del material lingüístico y de criterios comunes donde se indaga el contenido de la novela como
una totalidad sistemática y monológica, menospreciando la pluralidad de conciencias autónomas
claramente diferenciadas.
Los llamados fenómenos artísticos discursivos
vienen a representar cada uno niveles y direcciones de intencionalidad que se encuentran potencialmente en la palabra bivocal —“palabra que se
origina ineludiblemente en las condiciones de la
comunicación dialógica”5 confrontando ideologías
contrarias y que, por tanto, en ese encuentro de
voces, en definitiva, se logran expresar orienta-
ciones posibles con
respecto al enunciado.6 Estos fenómenos discursivos
son: estilizaciones,
parodia, diálogo, polémica y relato oral
(skaz).
Bajtín crea una
clasificación de los discursos en donde establece
tres tipologías discursivas con sus variantes correspondientes. Cada una de estas formas discursivas será trabajada en su clasificación, ejemplificando pasajes de La tejedora de coronas que se
adecuan a cada una de las tipologías enumeradas.
Los fenómenos artísticos discursivos son variantes discursivas que se insertan en los discursos
del tercer tipo. Por supuesto que esta clasificación
de los discursos que propone Bajtín y —como el
propio autor lo dice— está lejos “de agotar las posibles manifestaciones de la palabra bivocal y, en
general, de todas las orientaciones probables con
respecto a la palabra ajena.”7
El análisis, por tanto, se realizará sobre la base
de la clasificación de los tres tipos de discursos, y
de manera más detenida sobre el tercer discurso,
el cual viene a contener las variantes discursivas
propias de los fenómenos artísticos discursivos: estilización, parodia y polémica. Se deja por fuera, entonces, dos fenómenos artísticos: el skaz y el diálogo oculto. Este último se descarta inicialmente porque puede presentar grandes analogías con la polémica, y en la mayoría de los casos citados los
enunciados pueden sonar como polémica oculta o
como un diálogo oculto.8
Primer discurso:
DISCURSO
DIRECTO E INMEDIATO
[El discurso directo e inmediato es el],“Discurso
orientado directamente hacia su objeto en tanto
que expresión de la última instancia interpretativa
del hablante.” Bajtín9
19
Este discurso, según Mijaíl Bajtín, se orienta
hacia una comprensión temática que comunica o
representa en forma objetiva e inmediata un referente. Aquí aparece la palabra del autor que viene a configurarse como “última instancia de sentido”. La última instancia de sentido alude a “una
comprensión puramente temática”, y en el campo
literario el autor de una novela sustituye o muda
su voz en las voces de los personajes de la novela,
de ahí que Bajtín afirme que: “la ultima instancia
de sentido —la intención del autor— no se realiza
en su palabra directa sino mediante las palabras
ajenas, creadas y distribuidas de una manera determinada”.10
Ya entrando propiamente al análisis respecto a
los discursos en la novela La tejedora de coronas,
encontramos a lo largo del discurso narrativo un
trenzado simultáneo de dos discursos —dos estilos discursivos superpuestos— en la voz de la narradora-protagonista, Genoveva Alcocer, en donde,
por una parte, se anima una conciencia de ensoñación recreada en un discurso de lirismo que cobra vuelo cuando se abandona a ensoñaciones líricas, a la intimidad de sus sueños y a la fuerza de
sus premoniciones. Y, por otro lado, animado por
una conciencia lógica-analítica un discurso histórico filosófico, científico, literario, imbricados
todos dentro de una amplia y detallada documentación. Estas construcciones discursivas de gran
movilidad temática en el relato de la narradora,
permiten que la voz de Genoveva Alcocer se desplace desde un asunto interno de su conciencia
(creencias, vigilias, sueños, anhelos) a otro objeto
narrativo de temáticas o categorías científicas, filosóficas o históricas. El desplazamiento a un tópico temático determinado, hace que se logre identificar un enunciado directo-objetivo orientado temáticamente en tanto última instancia del sentido del autor. A través de los diecinueve capítulos
que componen la novela de Germán Espinosa, se
logran estructurar discursos directos e inmediatos que aluden a ricas referencias en las áreas de
literatura, astronomía, teología, filosofía e historia. Sin embargo, se puede decir que los discursos
directos e inmediatos llegan en algunos momentos a sobrepasar su límite de orientación puramente temática, confiriéndole otro matiz al enunciado
y disminuyendo su orientación original. A su vez,
se puede observar que en la medida en que disminuye respectivamente la orientación inicial de un
enunciado, aparece o se manifiesta otra nueva
orientación. Veamos el siguiente registro:
En nuestra América Española, el colonizador había llegado a mezclarse con el aborigen, para dar
nacimiento a una raza mestiza que, en el futuro,
unificaría seguramente los ideales de ambas vertientes.11
En la cita anterior se puede decir que el enunciado se elabora desde una orientación objetual
directa (orientación temática), pero esa orientación objetual directa existe hasta donde se encuentra la palabra mestiza; a partir de ese momento el
enunciado empieza a ubicarse en otro tipo de discurso. El enunciado subordinado “que, en el futuro,
unificaría seguramente...” ya no se orienta hacia
una comprensión meramente objetiva, sino que
en el enunciado se expresa una concepción individualmente caracterizada, de una personaje que
se va definiendo ideológicamente en su modo particular y crítico de ver y representar el mundo. En
la voz narradora de Genoveva empieza ya a
percibirse un indicio intencional de la palabra ajena, palabra en tanto que expresión de un peculiar
punto de vista.
En este primer tipo de discurso la palabra o
enunciado posee una única orientación: palabra
que se orienta hacia el objeto del discurso. Como
alegato se puede decir que aunque en la novela La
tejedora de coronas existen enunciados temáticos
que se expresan ampliamente en la voz de Genoveva, se percibe una fuerte movilidad semántica
en el interior de estos enunciados que hace que
penetren otras orientaciones (con claros indicios
de intencionalidad de la palabra ajena), y que, inevitablemente, se incursione en el tercer tipo de
discurso que permite dilucidar los fenómenos ar-
Escher
20
tísticos discursivos. Al respecto de estos fenómenos
Mijaíl Bajtín dice:
La palabra orientada hacia su objeto entra en ese
medio agitado y tenso desde el punto de vista
dialógico de las palabras, de las valoraciones y
de los acentos ajenos: se entrelaza en complejas
relaciones, se une a algunos, rechaza a otros o se
entrecruza con los demás: todo esto modela
sustancialmente la palabra.12
La realidad de la palabra es entrar
en ese intercambio plural de voces, haciéndose imprescindible, en el intercambio de diálogos, una práctica viva de
comunicación entre los participantes:
Un real proceso de escucha y respuesta. Un verdadero descubrimiento de la
conciencia de la palabra.
Segundo discurso:
DISCURSO OBJETIVADO DE LOS PERSONAJES
Este tipo de discurso —según Bajtín— tiene, al
igual que el primero, un significado temático inmediato, y relaciona, además, tanto el punto de
vista de su objeto como el personaje objeto de una
orientación. Va surgiendo la palabra del personaje
como palabra ajena, en tanto percibida como discurso elaborado del objeto de la intención del autor, y no desde el punto de vista de su propia orientación temática.13 Se trata pues, en este segundo
tipo de discurso, de caracterizar, por un lado, una
unidad discursiva que esté orientada hacia una
comprensión temática y, por otro lado, caracterizar otra unidad discursiva que permita definir rasgos tipificados del personaje, y que empiece a existir, en esta última unidad, la presencia de intencionalidad del autor para ir configurando la palabra ajena del personaje.
Lo anterior significa que si se logra hallar registros de este segundo tipo de discursos en la novela de Germán Espinosa, la palabra del personaje
Genoveva se construye como objeto de la intención del autor que permite ir caracterizando o
tipificando al personaje, a través de la estructura
discursiva y semántica del enunciado, donde se
evidencian rasgos y tendencias principales al interior del discurso, y no como orientación hacia el
otro (palabra ajena).
Por tanto, como no es tarea ni propósito de este
análisis adentrarse en la estructura discursiva y
semántica del discursivo del personaje Genoveva,
caracterizando lo particular de ese discurso (la palabra en sí) por considerarlo enormemente limitado, no se procederá a estudiar registros que
tipifiquen este ángulo de estudio, sino más bien,
como se ha expresado antes, penetrar las posibles
relaciones dialógicas que se establecen con los
otros discursos (la palabra ajena).
Se trata, entonces, de comprender y explicar
las orientaciones posibles de los enunciados en la novela La tejedora de coronas, dentro del tercer tipo específico de
discurso, ya que en esta tipología discursiva está comprometida la categoría
conceptual de lo dialógico. En este tercer tipo de discurso el lenguaje es, esencialmente, bivocal. En el espacio de lo
dialógico —nos dice Iris M. Zavala— es
donde el “yo” se comunica en una amalgama de
voces que provienen de contextos sociales y orígenes diversos y —agrega— que somos “nosotros”,
nunca el “yo” individual autónomo.14
Tercer discurso:
DISCURSO ORIENTADO HACIA EL DISCURSO AJENO.
PALABRA BIVOCAL DE UNA SOLA ORIENTACIÓN
1. Estilización
El relato del narrador es análogo a la estilización
en tanto que sustitución estructural dela palabra
del autor...15
La estilización incluida en los discursos de tercer
tipo, logra fusionar dos voces (autor-personaje) hacia un mismo objeto en una suerte de “correspondencia de sentidos como puntos de vista que se
encuentran reafirmándose recíprocamente”. La
presencia del autor dentro de su obra —según
Bajtín— es detectada ya sea en la visión de mundo, en una opinión, en una atmósfera, en una perspectiva.
En La tejedora de coronas, Genoveva Alcocer expresa abiertamente, en un soliloquio largo y profundo, un discurso autorreflexivo que domina todo
el relato, imprimiéndole a éste un fuerte contenido expresivo. Dentro de ese macrodiscurso del personaje-narradora, se puede decir que se desarrolla en una doble vía, constituido por dos fuerzas en
pugna: por un lado, un discurso que se orienta temática y axiológicamente a la libertad de pensamiento del ser humano (simbolizado por la maso-
21
nería), al saber como
representación del entorno cultural francés
(la Ilustración), a la experiencia del cuerpo
placentero. Y por el
otro, la orientación de
enunciados que reaccionan entrañablemente hacia el irracional saqueo de las colonias americanas, a las
fuerzas opresoras de la
inquisición —discurso
clerical culpabilizador
de los placeres, de las
fuerzas liberadoras de
la vida— cuyo símbolo
está representado por
la bestia negra que deviene en ignorancia, oscuridad, corrupción, esclavitud. Al respecto, se citan los
siguientes registros:
sería mejor llevar camisola al meterme en la bañera, pues ir desnuda era un reto al Señor y un rayo
podía muy bien partir en dos la casa”. (p. 9)
[...] su único sueño era hacerse hombre de ciencia
a cualquier costa, ambición casi imposible en esta
ciudad iletrada pero jactanciosa, donde su padre
había tenido que hacerse comerciante y donde la
inquisición campeaba como una inmensa sombra
y donde el diablo parecía retozar en cada rincón.
(p. 13)
El discurso que tematiza sobre asuntos relacionados con la masonería (orientado a acabar con el
oscurantismo y destruir las tinieblas), la ilustración, el amor cósmico y el placer erótico, se orientan en sentido positivo. En el discurso de Genoveva
se percibe “el otro discurso” —el del autor— confrontándose internamente y obligándose a una relación semántica nueva (valoración de juicios positivos). “Al penetrar en la palabra ajena (voz de
Genoveva) y al alojarse en ella, el pensamiento
del autor —nos dice Bajtín— no entra en conflicto
con dicha palabra, sino que la sigue en su misma
dirección y tan sólo la hace convencional.”16
[...] pero que paulatinamente se fue imponiendo a
mi inteligencia, porque tenía la virtud, rara aún en
los más avanzados sistemas filosóficos o científicos, de no dejar nada sin explicación y de suponer
a la postre no sólo un absoluto equilibrio cósmico,
22
sino un altísimo sentido de la justicia [...]
pues su divulgación no
traería, a estas alturas
de la historia humana
beneficio alguno a la
sociedad, no preparada para asimilarla [...]
(p. 141)
Se observa que el
autor le confiere a la
voz de Genoveva (palabra ajena) una nueva
orientación semántica en tanto que sirve
a propósitos e intenCess. Tomada de Metáfora N° 11, 1997.
cionalidades distintas
del significado inicial
directo (discurso directo e inmediato). En este discurso de estilización se destruye el contexto monológico, en la medida en que la identificación
apreciativa de los dos discursos (el discurso del
autor y el de Genoveva) aporta un sentido radicalmente opuesto a la mayoría de discursos que proliferan en la novela en forma de discurso referido,
lo que significa que es a través de Genoveva que
el autor presenta los registros enunciativos de los
demás personajes.
En este discurso (de una sola orientación) no
aparecen voces opositoras y, por tanto, todo enunciado con orientaciones opuestas queda reducido
al silencio. Pero en principio, empieza a percibirse
“una mirada de reojo lanzada hacia el otro.”
2. Parodia.
Palabra bivocal de orientación múltiple
En ambos fenómenos artísticos discursivos (estilización y parodia), empieza a desenmascararse la
voz hegemónica —y a recobrarse otras voces desde lugares ideológicos diferentes. Indudablemente, hay en el fondo de estos dos fenómenos artísticos entrecruzamientos de conciencias —o dicho
de otro modo— huellas verbales de voces opositoras, relaciones dialógicas que orientan los enunciados hacia dos núcleos: hacia el destinatario —
oyente o receptor— y hacia el tema del enunciado
subvirtiendo la solemnidad del discurso monológico
(unidireccional).
En el discurso parodiado, Germán Espinosa habla a través de Genoveva, pero a diferencia del dis-
curso estilizado, se introduce, en forma más evidente, una orientación dialógica interna hacia el
otro. Según Bajtín, en el discurso de la parodia no
existe lo que se podría llamar réplica profunda de
la palabra ajena. No hay dialogismo intenso, por lo
que se evidencia, en esa confrontación de dos voces, una subestimación de la orientación hacia la
palabra ajena. Sin embargo, como se sabe, prima
“una orientación de sentido opuesto a la orientación ajena. Presupone, entonces, lo anterior la
existencia de puntos de vista y valoraciones que
se contraponen con hostilidad.
En la novela La tejedora de coronas son muchos
los pasajes donde existe una orientación paródica
hacia ideologías contrarias, representadas la mayoría de veces por el discurso monológico clerical de
la santa inquisición. Encontramos, frecuentemente, en la voz de Genoveva, un tono burlesco cuando sugiere ver a personajes como fray Juan Félix
de Villegas, fray Miguel Echarry, fray Tomás de la
Anunciación, Julio César de Ayala y todo posible interlocutor ausente o presente que aparece bajo la
nominación genérica de inquisidores. Estos personajes, que entronizan la palabra ajena como palabra sancionadora, punitiva, son mostrados en una
especie de escenario de comedia, tipificando sus
rasgos y actitudes con tintes grotescos y revelando sus intereses en decadencia.
[...] así que déjese de preguntar más pachotadas,
ya sé que la anónima denunciante, a quien bien
me conozco, informó que mi casa atraía los rayos
y centellas del cielo, y que ustedes han encontrado allí, sobre el tejado, un artefacto diabólico [...]
pero no diré más, métanse ese artilugio de
satanklin por sus fondillos sacrosantos, si eso les
complace, y sanseacabó [...] (p. 560)
El discurso de Genoveva al momento de tipificar los rasgos de los representantes de toda la cáfila
de la inquisición, cuya conciencia está invadida
de los dictámenes de la ideología religiosa cristiana, llega también a desenmascarar lo absurdo y
anacrónico de sus acciones a través de diferentes
tipos de acentos: mofa, risa, ironía e indignación.
¿Cómo se construyen en últimas esos personajes a los que Genoveva dirige su discurso parodiado? Se puede decir que las voces de estos
interlocutores aparecen subordinadas al discurso
de Genoveva. El discurso del destinatario de la santa inquisición es subsumido paródicamente por el
discurso del personaje central. En ese sentido, la
construcción de personajes como fray Félix, se
posiciona dentro de la trama novelada como personajes de cierta intrascendencia, en tanto que
siempre estarán colocados en un segundo plano
(juicios valorativos negativos) con respecto a la mirada y a la voz de Genoveva.
Genoveva señala su miseria moral, sometiendo a estos personajes a un proceso de acercamiento
y alejamiento simultáneo. Acercamiento en tanto
que se logra observar su lucha interior, las vivencias que tratan de ocultar al exterior y alejamiento, porque se sirve de este fenómeno para degradar a los personajes, para exponer sus íntimas
miserias salpicadas de ironía, deploración y risa.
3. Polémica interna oculta
En la polémica oculta, la palabra del autor está
orientada hacia su objeto, como cualquier otra palabra, pero cada aserción acerca de su objeto se
estructura de la manera que permite, aparte de su
significado temático, acometer polémicamente en
contra de la palabra ajena con un mismo tema, en
contra de una aserción ajena acerca de un mismo
objeto.17
En el estilo novelesco que Germán Espinosa propone en La tejedora de coronas, la orientación de
enunciados se reviste de la palabra polemizada. A
partir del encuentro de voces —el yo y el otro— se
confrontan ideologías contrarias. Como ya se ha
explicado —al interior del discurso parodiado— la
voz ajena o, lo que es lo mismo, la voz contraria o
la contrapalabra que deviene del santo oficio es
rechazada por la voz de Genoveva, quien se procura una visión más libre de dos temas prohibitorios
del santo oficio: la sexualidad y el conocimiento.
A lo largo de toda la obra se pueden delimitar
estos dos referentes temáticos: la sexualidad y el
conocimiento. Y es, precisamente, a partir de estas dos orientaciones temáticas que Genoveva
inicia sus reflexiones y cuestionamientos, entrando en diálogo crítico con la ideología del santo oficio que representa la esclavitud física y mental de
los pueblos y, en particular, del pueblo cartagenero,
que está sumido en una sarta de superchería y
presagios extravagantes con afectaciones
santurronas.
Genoveva se introduce en el mundo de la ciencia; las barreras América-Europa se rompen y entran en diálogo, inicialmente con subordinación
23
de lo “indiano” frente a lo “europeo”. En este diálogo de culturas, Genoveva va construyendo
una conciencia crítica con respecto a otros discursos. Discursos que hablan desde ideologías
antagónicas: el santo tribunal
del santo oficio de la inquisición
de Cartagena.
personaje narrador central, de
tal manera que el fenómeno comunicativo se escucha, en la
hilvanación de su relato y desde
una celda condenada a muerte
por el santo tribunal, como forma dialógica de polémica interna.
[...] pero a ti, Bernabé te debo la
verdad, y es que en mi logia de la
En el macrodiscurso autobioplaza de los jagüeyes jamás se ingráfico de Genoveva Alcocer, la
vocó a Satanás, ni cabalgamos,
manera como se desarrolla el
como creen el fiscal fray Juan Félix
diálogo con los representantes
de Villegas y el torturado don JuTomada de Nueva Metáfora N° 1, 1999.
del santo oficio se da a través
lio César de Ayala, sobre diablitos
de la polémica interna. Genoveva se enfrenta con
encarnados en cerdos, sino que tratamos de dila palabra ajena del clero a través de un discurfundir la luz de la ilustración, la luz que la gran
so en el que predomina el pensamiento de la iluslogia me ha ordenado irradiar sobre América [...]
tración.
(p. 481)
El discurso autobiográfico de Genoveva Alcocer
(una anciana cartagenera que comparece ante el
tribunal del santo oficio de la inquisición de
Cartagena acusada de brujería), se estructura
como forma discursiva confesional: en la confesión se configuran dos conciencias que se superponen: la del yo y el ideal represivo. Se puede decir
que, si bien en el discurso confesionario se busca
que el condenado se autocondene reproduciendo
en sus enunciados la imagen que de sí mismo se
le ha ofrecido, aceptando la expiación o castigo que
se le ha impuesto, como condición para su supuesta
redención, en el caso de Genoveva se subvierte
en su totalidad la orientación inicial de la forma
canónica del discurso confesional. Por tanto, la
confesión de Genoveva está muy lejos de darle la
razón a ese yo ideal represivo encarnado en el sujeto represor (inquisidor).
El discurso de Genoveva está lleno de réplicas
desautorizantes contra ese destinatario genérico
de la santa inquisición que entroniza un poder criminal y excluyente. La voz de Genoveva reacciona
entrañablemente hacia las otras voces o palabras
ajenas, de forma que contesta atacándolas directamente. Esta voz de Genoveva surge cuando el
destinatario de su discurso regenta el discurso
monológico de la iglesia.
Pero también, al interior del discurso de
Genoveva, se formula la valoración de su persona
por los otros. Genoveva interrumpe sus palabras
con las replicas ajenas imaginadas. Todas las voces opositoras aparecen subordinadas a la voz del
24
LENGUAJE-PENSAMIENTO
Quiza Foucault en la lectura que hace de Nietzsche
sobre el conocimiento (en La verdad y las formas
jurídicas sobre el conocimiento), ayude a Iluminar
la relación entre discurso y conocimiento. Se sabe
que el corpus bajtinano se inscribe dentro de la
relación de enunciado y sociedad. Enunciado en
tanto características discursivas propias de un
sujeto (en la narrativa esos sujetos enunciadores
son los personajes). En una cita que da a conocer
Foucault de Nietzsche, el filósofo alemán dice: “Sólo
comprendemos porque hay como fondo del comprender el juego y la lucha de tres instintos o pasiones:
reír, deplorar y detestar”.18 Se impone, entonces la
tarea de dialogar a partir de la cita anterior desde
dos presupuestos teóricos: Bajtín-Nietzsche.
Regresando a La tejedora de coronas, la protagonista Genoveva es un personaje de ficción cuyas
motivaciones profundas son el saber y la constitución de un mundo mejor.
Ciprano [...] no pensó ni por un instante que iba a
dejar sola en el mundo a una hermana que debería enfrentar la vida sin otras armas que un vago
ideal altruista o intelectualista inculcado por Federico [...] (p. 331)
[...] Quizá los más capaces de amar seamos los
más débiles, pero yo al cabo de tanto tiempo, he
desistido de juzgarme débil, porque al fin y al cabo
trascendí mi condición de huérfana solitaria y me
jugué la vida junto a los mejores del mundo, creo
que nadie podrá reprocharme una sola deslealtad,
pues por amor a mis principios estoy ahora donde
estoy, que no es propiamente en el seno de
Abrahán. (p. 160)
Genoveva propende —desde temprana edad—
por una relación dialógica con el conocimiento. La
forma como se realiza ese intercambio de saberes
y ese acercamiento hacia nuevas maneras de ver
y representar el mundo la obligan a renunciar y a
revaluar valores canónicos, discursos legitimadores (se burla de ellos, los agrede, los parodia)
no sólo desde el campo religioso sino, incluso, desde el discurso de la ciencia (la ciencias positivas).
[...] pues según él el universo guardaba muchos
secretos que la sola razón humana no podría tan
fácilmente esclarecer, y para cuyo futuro discernimiento sería necesaria otra guerra entre la Razón
y la Intuición, es decir, entre la ciencia y la filosofía [...] ante lo cual decidí preguntarle si, en las
presentes circunstancias, a comienzos del siglo
XVIII, así fuera transitoriamente, el partido de la
Diosa Razón, y respondió que sólo en una forma
exterior y convencional, pues en lo más íntimo de
su ser, el hombre de pensamiento debería siempre preservar su independencia de las corrientes
de la hora y remitirse muy exclusivamente a sus
impulsos profundos, o sea, a su ética individual,
única que podía salvarlo y abrirle los caminos de
un fidedigno conocimiento [...] p. 303
Es precisamente en el acto dialógico que el personaje Genoveva se abre a nuevos saberes, de ahí
que se pueda decir, en palabras de Iris M. Zavala,
que la “dialogía es una forma cognoscitiva
integradora que interroga las verdades únicas, la
violencia, las totalizaciones, los autoritarismos. No
rompen simplemente con las interpretaciones tradicionales y canónicas sino que las alteran totalmente.” Por tanto, el conocimiento deviene
como resultado de la lucha y del combate
visceral y racional. La palabra de Genoveva
es palabra hostil sin concesiones de ninguna clase, aun a sabiendas del peligro de
muerte que corre regresando, después de
muchos años a su tierra natal: Cartagena.
Para Nietzsche es, precisamente, en las relaciones de lucha y de poder —resultado del juego de
estos tres instintos y pasiones: reír, deplorar y detestar— que se asegura acercarse y aprehender la
verdad. No puede, nos dice el filósofo alemán, haber conocimiento si con respecto a ese objeto que
se desea comprender y aprehender no hay distanciamiento. Significa lo anterior que debe haber
una voluntad de alejamiento de la persona que permita destruir toda relación, de acercamiento, de
adecuación y de aprobación per se. “El conocimento
sólo puede ser una violación de las cosas a conocer y no percepción, reconocimiento, identificación de o con ellas.”19
El estudio que realiza Bajtín sobre las relaciones dialógicas del discurso narrativo entra en oposición con el lenguaje monológico, que a su vez,
se menoscaba por las voces y acentos polifónicos
que surgen en el relato a través de las importantes orientaciones que toma la palabra ajena: la ironía, la parodia y la polémica. Estas orientaciones
de la palabra en el discurso literario revelan —al
interior del acto comunicativo— un sistema de
evaluaciones en lo social que nutre el pensamiento
y la palabra de los personajes, en tanto pensamiento y palabra se orientan desmitificados y
contestatariamente hacia el lenguaje canónico.
Obviamente, esta clase de personajes llegan a estar bien distantes de la manipulación grosera de
un horizonte monológico y unitario. Se comprende entonces, que las orientaciones señaladas de
la palabra ajena, tienen una fundamental importancia en tanto discursos que polemizan, ironizan
y parodian las valoraciones y los puntos de vista
de las otras palabras ajenas. En conclusión, estas
orientaciones ponen de manifiesto una lucha o encuentro hostil de voces.
En el discurso autobiográfico de Genoveva, su
voz acerca de la cultura, acerca de las instituciones religiosas, acerca, incluso de sí misma, es,
profundamente, dialógica. El discurso esotérico, el
de las ciencias ocultas, el de la ciencia, la literatura, la historia, la astronomía, el saber del pueblo, articulados todos en la voz de Genoveva, se
reestructuran en una tensa orientación polémica librada por la protagonista, revelando
un tono de voz indignado, despectivo y obstinadamente desafiante. Genoveva Alcocer
realiza su proceso de conocimiento distanciándose enérgicamente del discurso oficial
y cuestionando con tonos de burla (risa),
paródicos (deplora) y polémicos (detesta) la autoridad eclesial.
Queda todavía mucha reflexión para comprender la relación analógica —si la hubiese— entre
el discurso dialógico narrativo y el conocimiento
desde las concepciones (Bajtín, Nietzsche); de to-
25
das formas, parece necesario seguir estableciendo ciertas analogías entre el discurso dialógico que
Bajtín estudia, con el conocimiento a que se llega
a partir del juego entre reír, deplorar y detestar propuesto en el corpus nietzschiano.
Finalmente, parece evidente, dentro de la línea
de pensamiento apenas si esbozada en la parte final de este ensayo, que el acto comunicativo responde a una búsqueda responsable con la Verdad,
una “búsqueda responsable de conocimiento, entendida como responsabilidad ética de la praxis colectiva.”
Llegado a este punto, se puede decir que todavía queda mucho ejercicio de semiosis fina y atenta para continuar dilucidando posibles relaciones
analógicas entre el discurso dialógico y la formas
de cómo se llega a construir saber.
NOTAS
1
Se puede decir que la palabra ajena en Bajtín es una
noción dinámica, en la cual se establecen relaciones entre
enunciados; es decir, todo enunciado implica la posibilidad de ser contestado desde algún lugar ideológico. Todo
enunciado, en últimas, se encuentra en una situación
comunicativa específica con otros enunciados ajenos o palabras ajenas, donde, a partir de ese fluir comunicativo
que se genera, la palabra entra en relación con la ajena, ya
sea para asentir, reformular, falsear o refractarse. De ahí
que podamos decir que la palabra al estar en interrelación
con otras palabras ajenas, siempre tendrá en cuenta las
posibles apreciaciones y orientaciones de los enunciados
ajenos. En palabras de Iris M. Zavala, la palabra ajena está
llena de ecos de los enunciados de otros.
2
Sobre las relaciones dialógicas (escritas o habladas,)
Bajtin expresa que pueden existir relaciones dialógicas no
sólo entre enunciados ajenos, sino también al interior de
un solo enunciado. (Un enunciado puede estar constituido
en su estructura interna por varias voces. Remítase al análisis que hace Bajtin en varios de los discursos de los personajes de Dostoievski. En: Problemas de la poética de
Dostoievski. Fondo de Cultura Económica: Bogotá, 1993.
26
3
Bajtin, Mijail M. Problemas de la poética de Dostoievski.
Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 263.
4
Según Luis Beltrán Almería (Palabras transparentes,
1992) el análisis de los enunciados en la novela debe orientarse en la misma perspectiva teórica de los trabajos desarrollados por Mijail Bajtin y Voloshinov, ya que aportan
sólidas reflexiones sobre el lenguaje, propugnando por una
verdadera interpretación dialéctica de los enunciados como
prácticas efectivas de interacción social que dista enormemente de la concepción estructuralista actual de la novela.
5
Bajtin, op. cit. p. 258.
6
Para Bajtin existe, al interior de todo enunciado o
discurso, una confrontación entre la palabra propia y la
palabra ajena. Sin embargo, intentar diferenciar con suficiente claridad conceptos como el de discurso y enunciado
en Bajtín es casi imposible. Cito a Bajtín: “Las relaciones
lógicas y temático-semánticas, para ser dialógicas, [...] han
de formar parte de otra esfera del ser, llegar a ser discurso,
esto es enunciado.” Para Foulcault, la distinción entre discurso y enunciado queda bien establecida: el discurso como
totalidad de sentido lo constituyen enunciados, que vienen a configurarse como eslabón-unidad en la cadena
discursiva.
7
Cfr. op. cit. p. 277.
8
Según Luis Beltrán, siendo de gran importancia el
diálogo en el discurso narrativo, como unidad compositiva,
no ha merecido especial atención entre los estudios realizados en estas disciplinas.
9
Bajtin, op. cit. p. 262.
10
Ídem.
11
Espinosa, Germán. La tejedora de coronas. Bogotá: Alfaguara, 1982, p. 308.
12
Bajtin, Mijail M. Teoría y estética de la novela. Trad.
Helena Kriukova y Vicente Cazcarra. Madrid: Taurus, 1989,
p. 94.
13
Bajtin. Problemas de la poética de Dostoievski, p. 261.
14
Zavala, Iris M. La posmodernidad y Mijail Bajtin. Una
poética dialógica. España: Espasa-Calpe, 1991, p. 58.
15
Ibíd., p. 265.
16
Para Bajtin la palabra se hace convencional cuando
sirve a otros propósitos del significado inicial directo
(univocal), confiriéndole a la palabra inicial una nueva orientación semántica. La palabra convencional es bivocal en
tanto que en la palabra aparecen dos orientaciones de sentido: hacia el discurso temático y hacia la palabra ajena.
17
Ibíd., p. 273.
18
Foucault, Michel. La verdad y las formas jurídicas. Barcelona: Gedisa, 1991, p. 26.
19
Ibíd., p. 24.
La desaparición de Isla Verde
UN DESASTRE ECOLÓGICO DEL SIGLO XX
EN EL CARIBE COLOMBIANO
Helkin Alberto Núñez Cabarcas*
La protección de la bahía está en los depósitos de
sedimentos entre Sabanilla e Isla Verde, los cuales pueden ser considerados como un rompeolas
hecho por la naturaleza con taludes de muy suave
inclinación y que se apoya en la costa con una
base de más de cinco kilómetros entre Sabanilla y Punta
Nisperal. J. Berger.
Dentro del proceso degenerativo
al que se ve sometido constantemente nuestro entorno natural y geográfico, debido a las modificaciones que efectúa el individuo en su interacción con la
naturaleza, existen algunas circunstancias que justifican las
diversas transformaciones que
el ecosistema ha soportado por
la acción del mismo hombre.
La condición natural que ofrecían estas costas
de aluviones, ayudó a fortalecer el calado y buen
funcionamiento de un puerto marítimo que tenía
como escenario el legendario muelle de Puerto Colombia, a través del cual, a partir de 1888, el mundo logró entrar a este país
sin ninguna restricción,
siendo puerto obligado de
grandes transacciones comerciales y marítimas.
¿QUÉ
ERA
ISLA VERDE?
Isla Verde era un brazo peninsular que protegió por
muchos años la bahía de
Sabanilla, cuyas orillas
costeras localizadas entre
Salgar y Puerto Colombia
eran las más plácidas y
tranquilas de la Costa NorUno de los episodios más fete colombiana. Esta faja
hacientes relacionado con dicostera era reforzada perióchas modificaciones en Colomdicamente por las contibia, que tuvo como marco una
nuas corrientes marinas
parte de nuestra Costa Caribe,
que depositaban gran parentre 1945-1960, fue la desapate de la sedimentación del
Isla Verde en la bahía de Sabanilla.
rición paulatina de una porción
río Magdalena, pero por trao faja de tierra que, en forma de tajamar natural, se
bajos ejecutados a mediados de 1923 en adelanto
encontraba localizada en la denominada bahía de
de los intentos de apertura de Bocas de Ceniza, se
Sabanilla, muy próxima a Barranquilla, capital del
recomendó para su habilitación la ejecución de
departamento del Atlántico.
unos tajamares a lado y lado del cauce del importante río. De esta manera, la isla fue desapareciendo lentamente del litoral Caribe. Su desintegración definitiva fue precipitada por perforacio*Nacido en Puerto Colombia, 1964. Licenciado en Edunes petrolíferas realizadas entre los años 1947-48.
cación con énfasis en Ciencias Sociales y Económicas, y
Técnico en conservación preventiva de documentos, actualmente es funcionario del Archivo Histórico del Atlántico.
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 27-33. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
27
Esta parte occidental déltica del río Magdalena
tenía una serie de brazos y bocas que servían de
comunicación obligada, por ser éstos unos canales
o brazos muy caudalosos en diversas épocas del año.
Se destacaban los brazos de la Culebra y Mayor del
Río, y bocas tales como Grande (1780), de Ceniza
(1827), y de Salan (1870). El canal de mayor importancia era el de la Piña, que en época de creciente
navegabilidad era esencial para el río y la ciudad
de Barranquilla. Este canal fue tan importante que
se consolidó una empresa para su administración
denominada “Compañía del Canal de la Piña”.1
GÉNESIS,
FORMACIÓN Y ESTRUCTURA
Con el transcurrir de los años y dada la enorme
cantidad de sedimento que acarreaba periódicamente el río Magdalena, una vez depositado en el
mar, este detritus era conducido a todo lo largo del
litoral por acción de las corrientes marinas y la
ayuda de los vientos de N-NE, durante algunos períodos del año.
Esta condición ayudó mucho a la acumulación
periódica de tales sedimentos, que se consolidaron con la ayuda de troncos y ramas de árboles
desprendidos de las márgenes del río. Esto dio origen a la formación de fajas angostas que, unidas
entre sí, en forma sucesiva contribuyeron a la aparición de Isla Verde y otras estrechas lenguas de
tierra en la parte occidental de Bocas de Ceniza.
Arr.: Plano del canal de la Piña.
Ab.: Sedimentación en la bahía de Puerto Colombia.
Esta faja de tierra denominada Isla Verde, estaba acompañada de varias porciones de tierra
anexas y comunicadas entre sí por una serie de
canales y bancos areniscos, los cuales sirvieron
por muchos lustros como medios de comunicación
con el río Magdalena. Entre éstas encontramos Isla
Sabanilla, Punta Belillo, Isla del Medio e Isla Carpintero; estas formaciones aluviales conformarían
con el transcurrir del tiempo un rompeolas natural
que serviría más tarde para mantener un calado
estable en el puerto marítimo de Puerto Colombia,
localizado en la bahía de Sabanilla, y habilitar también una de las mejores playas de este litoral.
28
Los indicios cartográficos de la zona descrita anteriormente, fueron consignados en los primeros
estudios de levantamiento que aparecieron a mediados de 1595 en el mapa elaborado por Cornelius
Wyttlet, donde identifica la zona en formación con
el nombre de Ys d’Arenas. Este mapa fue trazado
sin líneas de rumbo ni rosa de los vientos, por tratarse de una carta terrestre.
Para el año de 1633, el cartógrafo oficial holandés Hessel Gerritsz demarca en su muestra cartográfica una isla dentro de la desembocadura del
río Magdalena, y la registra con el nombre de Verde. También ratifica las Ys d’Arenas. Caso contrario ocurrió en el año de 1701 con Herman Moll,
cartógrafo británico que hizo por primera vez una
impresión en Londres, e identificó esta zona con
el nombre de I. Verte.
En 1787, Juan López en su mapa de la provincia de Cartagena, muestra que el río desaguaba
en cuatro bocas, evidenciando que la formación
déltica se definía y establecía con características
de asentamiento de tierras de aluviones.
En la Carta de Humbolt2 se aprecia la formación déltica y también el cegamiento de algunos
canales de comunicación, lo que comprueba que
las aguas del río Magdalena van al mar por dos
canales, divididos por la Isla de los Gómez.
Finalmente, en el año de 1811 el sabio Francisco José de Caldas, capitán de ingenieros cosmógrafos del Estado y director del Observatorio Astronómico de Santafé de Bogotá, elabora un mapa
sobre la región déltica del río Magdalena y ratifica
Isla Verde con sus anexidades.
Mapa de Tomás Cipriano de Mosquera
Con la presencia, el 17 de enero de 1824, en la
bahía de Sabanilla del derrotero “Fidelidad”, se logra registrar su desplazamiento sobre las barras
de la desembocadura del río Magdalena. Se levantó un mapa que muestra algunas islas en formación y parte del litoral. Es importante resaltar las
anotaciones hechas ahí relacionadas con Isla Verde, destacando que en su parte sudoeste existe un
buen anclaje de siete brazas de agua llamado Puerto Bella Isla, y además se afirma que hay pescados
y ostras en abundancia; todo esta parte en el mapa
está identificada como banco de ostras.3
Por último, el ingeniero civil John May levanta
un plano particular del canal de la Piña, que es
copiado en Bogotá por Manuel Peña en 1853; allí
se representa el área de la desembocadura del río
Magdalena, las diversas ciénagas, pantanos, brazos, islas, zona de manglares, y los centros poblados de Sabanilla, Barranquilla, La Playa y
Camacho.4
TENENCIA
DE LA TIERRA
Esta parte de la ribera occidental formaba “unos
grandes playones que con el tiempo fueron identificados con el nombre de Villalón y San Nicolás, y
eran bañados por las aguas del río y abonados en
grande escala por crecientes periódicas, se habían
llenado de abundantísimos pastos naturales”.5 Estas partes de tierras fueron adjudicadas por el rey
de España para el uso común del vecindario y para
el pasto y abrevadero del ganado, por intervención
de don Juan Bautista Barimonde y Taboada.6
El primer propietario del que se tiene noticia,
fue don Lorenzo Téllez, quien era residente de la
ciudad y vecino del sitio de San Nicolás de las Barranquilla.7 El terreno adjudicado a este señor comprendía aproximadamente dos leguas de longitud,
y de latitud aproximada de 16 a 20 varas.
Es aquí, en este entorno, donde se intenta habilitar un puerto alterno, denominado de Belillo,
en el que los mismos efectos de las corrientes
marinas levantan los primeros tramos de una línea férrea que comunicaba con tierra firme, justificando el argumento de Cisneros en cuanto a
que el puerto en dicha zona no reunía las condiciones de perpetuidad para su explotación.
Para esta época, tales islas eran manglares
anegadizos con una grande ciénaga o laguna.8 Este
señor, en su petición entregada en Cartagena el
día 16 de febrero de 1744,9 aseguraba al auditor
pagarle a su majestad la cuota requerida, ya que
estas tierras eran las óptimas para el pastoreo de
su ganado.10 Años más tarde, esta posesión llega a
manos de la señora Ana Güell de Núñez, y en el
año de 1886 pasa a poder de su esposo el señor
Joaquín Núñez García.11
De ahí sigue un capítulo muy interesante referenciado en cumplirle al gobierno nacional, ya que
desde la convención constituyente del Estado Soberano de Bolívar, con su ley 4 de mayo de 1865,
nadie aseguraba un ferrocarril y mucho menos líneas férrea con muelle y puerto marítimo. El resto
es de Cisneros.
Ya para la primera década del siglo XX, se logra
establecer la Estación Sanitaria del Puerto Marítimo de Puerto Colombia sobre un terreno cuya
área total era de 50.000 metros cuadrados. Las edificaciones, que ocupaban solamente 15.320 metros cuadrados, cumplían con lo pactado en los es-
29
tudios de planos y edificaciones realizados por la
Junta Central de Higiene y la Junta de Higiene
del Atlántico.
alcanzaban una altura promedio de 3 a 5 m, además vegetación de plantas halófilas, como Batís
maritima y Sesuvium portulacastrum.
En dicha área, donde se logró construir ocho edificaciones, se instaló un semáforo para las comunicaciones con los buques que llegaban a la bahía,
línea telefónica al resguardo de Puerto Colombia y
un depósito de agua con sus filtros y bombas; también disponían de una buena planta eléctrica para
el alumbrado de todas las dependencias.12
Este tipo de formación vegetal propia de las ensenadas y lagunas tropicales, estaba además constituido por matorrales que se dispersaban de una
manera extensiva. Esta vegetación también sufrió
los embates que modificaron la permanencia de la
isla: “Los manglares hoy han desaparecido casi por
completo y solo quedan en esos parajes millares de
troncos escuetos, con vestigios de la vegetación primitiva. La causa de esta alteración ecológica es, al
parecer, atribuible a la obra indirecta del hombre;
en efecto, la construcción del dique de piedra, que
se extiende por toda la orilla del río Magdalena desde muy cerca de Las Flores hasta rematar en el
malecón o tajamar occidental de las Bocas, cerró
por completo el paso de las aguas hacia los esteros.”14
Gaspard Theodore Mollien en su viaje por la
República de Colombia en 1823, registró en sus
escritos lo siguiente: “Los grandes bosques, en los
que solo algunas flores rompen de vez en cuando
la monótona uniformidad, no tiene nada de pintoresco. Con la proximidad del Magdalena, las perspectivas son más rientes; el terreno no está constituido por el árido gris, que hace tan triste el camino de Cartagena a Barranco”13, describe además
que “las tierras de aluvión parecen invitar a los habitantes a cultivarlas con más esmero; la vegetación,
con la humedad, se muestra más lozana y el ganado
está más gordo y se multiplica más y mejor.”
Toda esta zona déltica, para tales años, se comunicaba entre sí, formando islas y lagunas
laberínticas. Además, la principal causa de
cesamientos de estos caños era los grandes
taruyales, o denominadas masas flotantes de vegetación, las cuales provocaban sedimentación en
los canales de comunicación.
Este proceso era definitivo al bajar la creciente. Desde el mismo momento de su formación, los
desagües cambiaban constantemente y se cegaban, generando confusión entre los navegantes y
cartógrafos.
VEGETACIÓN
Esta zona, por estar próxima a las Bocas de Ceniza,
estaba cubierta de vastos y tupidos manglares que
cubrían varios kilómetros, y bordeaban varios caños laterales, como el Brazo de la Culebra y el Caño
de la Piña; se destacaban varias especies de manglares como el mangle colorado (Rhizophorz mangle)
el mangle salado (Aviccenia nitida), Laguncularia
racemosa; en la parte de formación arenosa existían especies tales como el manzanillo (Hippomane
mancinella) el cual era muy tóxico. Su extensa vegetación la complementaban montes espinosos que
30
PAULATINO
DETERIORO
Los constantes desplazamientos de arena en la
bahía de Sabanilla ocurridos en la década de los
50s, han sido la única causa que explica por si
sola la desaparición de esta porción de tierra que,
por espacio de muchos años, conformaba la zona
déltica occidental del río Magdalena. Prueba de ello
es que existen algunas dunas frente a Puerto Colombia que son hasta el momento los testigos perpetuos del desplazamiento de la barra de arena
como se la conoció últimamente.
Muchas fueron las causas que obligaron desaparecer, en una forma lenta pero contundente,
esta faja de arena localizada al occidente de Bocas
de Ceniza. Los primeros acontecimientos, que datan de los años 1922-23, justifican que por primera vez Isla Verde sufre los embates de las corrientes marinas y los fuertes vientos: “El faro situado
en Isla Verde, que en 1922 estaba casi en el centro
de la isla, está hoy ya entre el agua.”15 Fue así como
se removió una faja de terreno sedimentario de
aproximadamente 400 metros; como consecuencia de lo anterior, apareció una nueva faja angosta de tierra que se denominó Isla Nueva.
Pero lo más paradójico es que el gobierno celebró un contrato con la Casa Julius Berger Tf de Berlín en mayo de 1914, para que estudiara las obras
necesarias en Bocas de Ceniza y Barranquilla y al
mismo tiempo elaborara un estudio referente a la
defensa de la bahía de Puerto Colombia en 1923.
I.: Bocas de Ceniza.
D.:Plano general
de la desembocadura del río Magdalena.
La principal causa de todo lo ocurrido, según el
Informe Berger, fue el período de sequía que imperó
ese año; asimismo, las escasas lluvias y el incremento de los vientos del N-NE, hicieron que el río
Magdalena acarreara menos sedimentos hacia su
zona déltica.
Es indudable que estas modificaciones naturales
no alteraron su desaparición. Inclusive, aparecieron otros bancos de arena que ayudaron a afianzar
esta parte del litoral por espacio de muchos años,
hasta que las obras de Bocas de Ceniza justificaran
nuevos cambios en esta parte del Litoral Caribe.
LAS
OBRAS DE
BOCAS
DE
CENIZA
Fueron muy sabias aquellas palabras: “A veces me
provoca no decir una palabra sobre el puerto, pues
en Barranquilla se han dado a la tarea de acabar
con este puerto, antes de que realmente lo sea,
sin considerar el mal que hacen, porque el gobierno si creyera tales exageraciones, no haría los gastos que son de rigor para el servicio del puerto. No
falta en Barranquilla quien me considere enemigo de Bocas de Ceniza; para ello, no me obligará
decir mentiras.”16
Los trabajos realizados por la firma Ulen y Cía.
para el encauzamiento del río, comenzaron a me-
diados de 1925. Estas modificaciones en su desembocadura, afectaron directamente la existencia de las islas en mención.
Estos enrocamientos fueron decisivos para que
las corrientes marinas sufrieran una serie de cambios. De esta manera, el acarreo de arena que progresivamente era usual, se alejaba de los bancos
de arena existentes; de ahí el debilitamiento en
las bases de Isla Verde y su paulatino deterioro.
Evidentemente, los trabajos iniciados en agosto de 1925, por la firma Black McKeney and
Stewart, los cuales serían suspendidos a mediados de 1930, afectaron la zona costera en forma
tan directa que ocasionaron en esta parte del litoral fuertes arremetidas del mar devastadoras para
la población de Salgar. En especial, se recuerda
aquella noche de septiembre, en la década de los
veintes, bautizada por los abuelos como “la catástrofe de Salgar”.17
Fue enorme el aporte sedimentario, que obstruyó lo poco que quedaba del tramo de la vía férrea, y derribó cercas y varios ranchos.
En una segunda oportunidad, esta población
sufrió otra arremetida del mar el 11 de junio de
1951. Dado que la flecha litoral de Isla Verde era
31
“En esta magnífica gráfica se
puede observar el estado en que
se encuentra el balneario de
Puerto Colombia, a pesar de las
mil promesas oficiales. Los
ingenieros, los funcionarios
oficiales, anuncian planes
maravillosos; el esfuerzo de los
habitantes del Puerto se ahogan
en medio de la falta de ayuda
oficial. Y, mientras tanto,
Puerto Colombia sigue convertido en un banco de arena.
¿Hasta cuándo?” Nota
periodística de Diario del Caribe,
marzo 15 de 1970.
muy angosta en ese sector, el fuerte mar de leva
de aquel día arrasó por completo la flecha litoral,
que quedó muy debilitada, y ayudó a que quedara
aún más cerca de la población de Salgar, parte de
Pradomar y Puerto Colombia. La magnitud de dicho fenómeno fue registrada de la siguiente manera: “Salgar, el floreciente corregimiento de Puerto Colombia, fue ayer teatro de un fenómeno de la
naturaleza, muy común en las regiones costaneras del Caribe; el mar embravecido, rebelde y rugiente, desencadenó con furia sus olas contra las
planas arenas de un puerto sin defensa.”18
Paulatinamente, la faja de tierra se establece
y modifica su recorrido. Es a mediados de 1954
cuando las sucesivas arremetida del mar contra
el litoral se hacen más notorias. Y con la ruptura
casi total de lo que quedaba de la isla en su parte
angosta, acompañada de sucesivas perforaciones
que la compañía Ulen hizo en dicha faja litoral, se
ocasiona el acercamiento lento de la isla, perpetuada por espacio de muchos años alrededor del
viejo muelle de Puerto Colombia, formando unas
extensas dunas y creando suficiente playa entre
población y mar.
“La bahía de Puerto Colombia estuvo durante
muchos años protegida por la Isla Verde, que se
mantenía, no obstante el arrastre de arena hacía el
occidente, por la adición de arena proveniente del
oriente, arrastrada también por los vientos alisios,
a lo largo de la costa [...] Los deslizamientos submarinos frente a Bocas de Ceniza dieron lugar a una
enorme garganta, donde hasta 1953 se depositaron
las arenas arrastradas por el Río Magdalena y las
provenientes del oriente por arrastre a lo largo de la
costa. Esto restó el suministro de arena a Isla Verde
la cual fue paulatinamente erosionada.”19
32
El desespero por las arremetidas del mar en esta
zona del Litoral Caribe, obliga a establecer en Puerto Colombia una Junta Pro-Defensa de Puerto Colombia, la que acordó como única solución espolones de piedra y materiales fuertes.20
Fuentes gubernamentales eran testigos del proceso degenerativo de aquel brazo peninsular protector de la bahía de Sabanilla. Aquella barrera
reforzada periódicamente por los sedimentos del
Magdalena desaparecía lentamente; pero era una
realidad, el cambio de la prolongación de la desembocadura del río kilómetro y medio ayudó en la
desaparición de esta isla denominada Verde.
“El refuerzo de la isla no se hacía ya que las corrientes habían cambiado y la sedimentación entonces pasaba por arriba, todo este fenómeno fue lo
que debilitó esta faja de tierra y fue acompañada de
perforaciones petrolíferas por los años de 1947-48,
fue esto lo más aceptado para la desintegración paulatina de esta faja de tierra, determinada por las
corrientes marinas, hoy en día esta isla se encuentra en la parte intermedia del muelle tornándose
muy sólida y debilitada por la parte de Pradomar.”21
Por recomendaciones del ingeniero hidráulico
Joseph Caldwel,22 hechas a mediados del mes de
octubre de 1953, se habilitan varios rompeolas o
tajamares con el fin de contrarrestar las fuertes
corrientes y proteger la costa afectada.
Nuestra costa no volvió a ser la misma. Las envidiables playas con que gozaba este balneario y
puerto marítimo nunca fueron estabilizadas. Proyectos de rehabilitación de playas y costas hay por
montones, pero ninguno ha logrado el efecto deseado. Esta faja costanera hoy en día tiene a su
alrededor y en línea recta demostrar sus espigas
de arena que logran desprenderse de Pradomar.
Sigue acompañada de acantilados en donde lo predominante es el borde rocoso, seguido de playas y
espigas a todo lo largo de la zona litoral, predominando las barras de arena y lagunas elongadas.23
Estas playas actualmente siguen sin habilitarse
por el hecho mismo de estar a merced de fuertes
corrientes marinas, y por ello, todo el efecto del
arrastre que hace el caudaloso río Magdalena durante su recorrido, queda depositado en estos kilometrajes de playa.
Por sus características geomorfológicas, estas
costas se ubican como erosivas en un alto porcentaje, y dada la amenaza cíclica y sus cambios tan
nocivos la degradación en la costa es irreversible
y de futuro incierto.
Por ello, el desastre ecológico mayor registrado
en esta isla, desaparecida en un 90%, marca la
reflexión para que en futuras obras de gran expectativa, se logre diseñar estrategias de contingencias sólidas, y de una vez no modificar algo natural por algo peor.
NOTAS
1
Archivo Histórico del Atlántico, Escritura Pública #
117 de 1869 de la Notaría Primera del Circuito de Barranquilla. Aquí se registra la “venta que se le hace al Señor
Alejandro Díaz Granados, con poder especial del señor Nicolás Pereira Gamboa, para adquirir los derechos y acciones que le correspondían en la Compañía del Canal de la
Piña a favor de los señores Santo Domingo y Jimeno por la
cantidad de $1.000.”
2
Mapa del río Magdalena referenciado, de la latitud
4°N hasta la desembocadura. Año de 1801-1814.
3
Mapa elaborado en 1824 por el piloto cartógrafo de la
fragata “Fidelidad”, que representa el sector comprendido
entre el río Magdalena y la población de Sabanilla, con las
diferentes bocas, brazos, islas, caseríos, caminos, profundidades del mar, cauce de la costa, rosa de los vientos,
toponimia e información cartográfica, áreas de abastecimiento y recursos pesqueros.
4
Este trabajo fue ordenado por el gobierno de la Nueva
Granada al ingeniero May con el fin de adecuar la navegación en el sector de la desembocadura del río Magdalena
en el mar Caribe y adaptar a Sabanilla como puerto fluvial
y marítimo, preocupación que luego se trasladó a Barranquilla con las obras de Bocas de Ceniza.
5
VERGARA, José Ramón, BAENA , Fernando, Barranquilla:
su pasado y su presente, 2ª ed. Barranquilla, p. 7.
6
Era el electo oidor de la Real Audiencia de Panamá,
que era, además, Juez Privativo y particulares para poner
cobros a todas las cantidades que se estuvieran debiendo a
su majestad.
7
Don Lorenzo Téllez, presentó petición de dichas islas
el día 20 de noviembre de 1736, aduciendo que “Respecto a
hallarse en las Bocas del río de la Magdalena en la costa
de la mar haciendo frente con la guardia de la Savanilla de
esta jurisdicción, una isla nombrada La Berde, que está
circumbalada de mar”. Esta petición fue dirigida a la Audiencia de Panamá, al teniente del Gobernador y Auditor
General de Guerra de esta plaza y provincia (era un Juez
privativo de composiciones y ventas de tierras y de
condonaciones, multas de penas regentado por su majestad).
8
Por esta razón, Lorenzo Téllez argumentaba la importancia de la isla, útil para pastos de ganado.
9
Su posesión fue entregada formalmente el día 16 de
junio de 1746 en manos del capitán de milicias españolas
en este partido, alcalde pedáneo y juez ordinario del sitio,
don Miguel Téllez Camacho.
10
Se le ajustó en dar y pagar a su majestad diez y seis
pesos por dicha isla y al acto el título de posesionario.
11
Archivo Histórico del Atlántico. Escritura Pública # 3
de enero 10 de 1886. Notaría Primera del Circuito de Barranquilla.
12
Considerada como la mejor del Mar de las Antillas,
por dos médicos, uno americano y otro alemán que además
la avaluaron en 200.000 Dólares.
13
Barranco: Así denominó a Barranquilla Gaspard
Theodore Mollien.
14
DUGAND, Armando, “Aves del departamento del Atlántico”, Revista Caldasia, vol. IV, Bogotá 1947, p. 504
15
Estudio hecho por Julius Berger Consortium, referente a la defensa de la bahía de Puerto Colombia, 1923.
16
Carta de Eduardo B. Gerlein, jefe del Resguardo Nacional de Puerto Colombia, al administrador de la aduana,
oficio N° 579, Puerto Colombia, diciembre 1 de 1922.
17
Rescate y difusión del testimonio oral como fuente para la
historia del municipio de Puerto Colombia, trabajo de investigación financiado por el Fondo Mixto de Promoción de la
Cultura y las Artes del Atlántico, 1999.
18
El Heraldo, junio 13 de 1951.
19
BARCO VARGAS, Virgilio, Memorias, Ministerio de Obras
Públicas, Bogotá, 1959.
20
El Nacional, jueves 21 de mayo de 1953.
21
El Espectador, julio 11 de 1953.
22
Norteamericano traído especialmente para hacer recomendaciones referente a los trabajos de Bocas de Cenizas y la defensa de la bahía de Sabanilla.
23
Ejemplo, la laguna que está frente a la población llamada comúnmente “La Charca” o ciénaga de Balboa.
BIBLIOGRAFÍA
BARCO VARGAS, Virgilio, Memorias, Ministerio de Obras Públicas, Bogotá, 1959.
BLANCO, Agustín, Atlas histórico-geográfico, Colombia, Archivo General de la Nación, Comisión V Centenario, Editorial Norma, 1992, 156 p.
BERGER CONSORTIUM, Informe referente a la defensa de la bahía
de Puerto Colombia, 1923.
El Heraldo, Barranquilla, junio 13 de 1951.
DUGAND , Armando, “Aves del departamento del Atlántico”,
Revista Caldasia, vol. IV, Bogotá, 1947, p. 504.
INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI, Monografía del departamento
del Atlántico, Bogotá, 1973
MOLLIEN, Gaspard Theodore, Viaje por la República de Colombia en 1823, Bogotá, 1944.
PÉREZ ARBELÁEZ, Enrique. Hilea Magdalenesa, Contraloría General de la República, 1949, 196 p.
33
El Carmen de Bolívar
y su comarca en la historia
A propósito de su fundación
Wilson Blanco Romero*
Entre el relieve de llanura, ampliamente predominante en la costa Caribe de lo que hoy es Colombia,
se destacan por su importancia dos unidades montañosas. La una, es la elevada mole de la Sierra
Nevada de Santa Marta. Que le cierra el paso hacia
el extremo norte del país a la gruesa corriente del
río Magdalena, haciendo que vire al occidente, para
desparramar sus amarillentas aguas en el mar Caribe, en un amplio delta entre Santa Marta, Barranquilla y Cartagena, con un sinnúmero de caños,
canales, arroyos y ciénegas. La otra, de mucho menor elevación y al sur-occidente de la anterior, es
la subregión en la que se ubica El Carmen de Bolívar, espacio objeto de nuestro estudio. Conocida con
los nombres de Montes o Montaña de María, o serranía de San Jacinto, aquí preferimos utilizar el
de Montes de María, por ser un nombre más preciso geográficamente hablando, y por su evocación
histórica; u otro de sabor provinciano, como lo es el
de “comarca monte-mariana”.
Dichos montes son una cadena de relieve erizado, formada por colinas y cerros de moderada altura que se alargan de sur a norte,1 entre la línea
litoral del mar Caribe, al occidente, y el curso del
bajo Magdalena, al oriente. Con una longitud
aproximada de 120 km y una anchura máxima de
40 km, cubren una superficie de más de 3.000 km
cuadrados. Su mayor altura la registra el cerro de
Maco, con 800 metros sobre el nivel del mar.
Orográficamente se les considera una prolongación de la Serranía de San Jerónimo,2 uno de los
tres ramales en que termina, al norte, el despren*Profesor asociado de Historia de la Facultad de
Ciencias Humanas de la Universidad de Cartagena.
34
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 34-39. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
dimiento andino conocido como Cordillera Occidental en la actual Colombia.
Constituye, la comarca en cuestión, una de las
cuatro regiones naturales en que está dividido el
territorio del actual departamento de Bolívar; las
otras tres son: la región deltaica magdalenense, al
norte de la nuestra; la depresión momposina, al sur,
y, finalmente, la región selvática al sur del departamento,3 bordeando las prolongaciones andinas.
Las serranías o montes propiamente dichos,
acogen, de norte a sur, los actuales municipios de
San Cayetano, San Juan Nepomuceno, San Jacinto, El Carmen de Bolívar y Ovejas. Este último
quedó dentro de la jurisdicción del departamento
de Sucre, el más joven de la Costa.
El Carmen de Bolívar, municipio de nuestro
particular interés, se halla enclavado en un hermoso valle, ubicado exactamente en la mitad del
eje longitudinal del conjunto serrano, sobre la vertiente oriental, mirando hacia la gran arteria del
río Magdalena, del cual dista 47 kilómetros sobre
terreno llano y suavemente ondulado, hasta el
puerto de Zambrano; y algo menos de 40 kilómetros hasta el otrora importante puerto de Jesús
del Río.4 El propio casco urbano del municipio reposa sobre el estribo oriental de la serranía, bordeando el valle del Magdalena en dirección al mencionado puerto de Zambrano, mejor dicho, entre la
montaña y el valle.
Durante todo el tiempo pertenecieron completamente, lo mencionados montes, a la jurisdicción del gran departamento de Bolívar, antes Es-
Iglesia Parroquial de
Nuestra Señora del Carmen
en el Parque Central
de la población.
tado Soberano de Bolívar, hasta
la fundación del departamento
de Sucre, cuando algo menos de
su mitad meridional quedó comprendida en el nuevo departamento, incluido el hoy municipio de Ovejas. Bajo el régimen
de provincias, entre los siglos
XlX y XX, estuvieron divididos,
de manera al parecer similar,
entre las provincias de El Carmen de Bolívar, capital El Carmen de Bolívar, y la Provincia de Sabanas, capital Corozal. Pertenecientes ambas provincias al
antiguo Estado de Bolívar, llamado, a partir de la
Constitución de 1886, Departamento de Bolívar5.
Digamos, finalmente, que lo que acá llamamos
comarca montemariana es parte de uno de los
paisajes culturales, culturas o maneras de ser de
la Costa, más característicos: el de “las sabanas”,
o “el sabanero”. Ligado históricamente a la hacienda ganadera, o ganadería extensiva en inmensos
latifundios tropicales, al peonaje y a la pequeña
producción campesina costeña. Con su secuela de
modos de vida, costumbres, tradiciones y folclor,
que involucran expresiones y prácticas como la fiestas de toro en corraleja, los fandangos, el porro, el
sancocho y el llamado vallenato sabanero6 (todo lo
cual merece un gran estudio especializado aparte). Es la gente de lo que se conoció en la época
colonial como sabanas de Tolú, en el siglo XlX, sabanas de Corozal, y del XX hacia acá, sabanas de
Bolívar. Lo que incluye territorios de tres departamentos costeños: Bolívar, Córdoba y Sucre.7
El Carmen de Bolívar y su comarca, los Montes
de María, nacen a la historia de la mano y la pluma de un hombre de armas de excepcionales condiciones y de muchas ejecutorias, Antonio de la
Torre Miranda, puesto al servicio de la política
modernizadora de los Borbón españoles.8 Política
que buscaba la revitalización de la Corona y el Imperio, con el adelanto de grandes campañas de
poblamiento y reordenamiento poblacional en los
espacios vacíos o mediocremente colonizados, con
Foto de Óscar Díaz Acosta
miras al fomento de la expansión agrícola y ganadera, unida a una política eficaz de recaudo fiscal,
particularmente en sus colonias americanas. De
ello da testimonio el propio de la Torre y Miranda
en su relación de servicios titulada Noticia individual de las poblaciones nuevamente fundadas en la
Provincia de Cartagena..., documento de gran valor
histórico.9 Así, al informar al monarca sobre sus
ejecutorias, empieza diciendo:
Generalmente está admitida como una de las máximas interesantes al Estado, el aumentar la población, el facilitar la comunicación, correspondencia,
tráfico interior y exterior por agua y tierra con las
demás Provincias o Reinos; el fomentar la agricultura, la industria y la mineralogía, que son verdaderamente los principios sobre que se establece la
riqueza, la opulencia y la felicidad de los Reinos...10
Dicha política, en el otrora Nuevo Reino de Granada, se tradujo en un movimiento de expansión
poblacional y agro-ganadera que comprendió cuatro grandes expediciones. Las cuales dieron lugar
en la Costa a la fundación o refundación de numerosas poblaciones, así: la del maestre de campo José
Fernando de Mier y Guerra, iniciada en la ribera
del río Magdalena y desarrollada desde el año de
1744 hasta 1770; la de Francisco Pérez de Vargas
en Tierradentro (hoy departamento del Atlántico)
en 1745; “la tercera a cargo del Teniente Coronel
Antonio de la Torre y Miranda..., en las sabanas
de la Provincia de Cartagena, durante cinco años
de 1774 a 1779”, y por último la de Joseph Palacio
de la Vega, entre 1787 y 1788.11 Se trata del proce-
35
so de colonización tardía de la Costa Caribe, en
donde por diversas circunstancias van a quedar
grandes espacios vacíos hasta la segunda mitad
del s. XVlll, e incluso más allá.12 Es así como, entre una lista de un total de 43 poblaciones, fundadas por el teniente coronel Antonio de la Torre y
Miranda en la Provincia de Cartagena a fines del
siglo XVlll, distinguimos el nombre de Nuestra Señora del Carmen [el hoy Carmen de Bolívar] enseguida de San Cayetano, San Juan Nepomuceno, y
San Jacinto (ver cuadro con la lista de poblaciones
al final.)
Copiemos las palabras con que el propio fundador de la Torre da cuenta del hecho en su extenso
memorial presentado a las autoridades virreinales
de entonces:
Se fundaron en la montaña de María las poblaciones de San Cayetano con ochenta (80) vecinos que
componían trescientas (300) almas, la de San Juan
Nepomuceno con ciento veinte (120) familias, Setecientos cincuenta y ocho (758) almas, la de San
Jacinto, de ochenta y dos (82) familias, con cuatrocientas cuarenta y seis (447) almas, la de Nuestra Señora del Carmen, de Noventa (90) familias,
con seiscientos noventa y cuatro (694) almas [...]13
Sobre la fundación de El Carmen de Bolívar (o
Nuestra Señora del Carmen) digamos que, si bien
la fuente primaria de la cual disponemos nos permite establecer en forma confiable y exacta quién
fue su fundador, como queda dicho arriba, no ocurre lo mismo en cuanto a la precisión, ni del día, y
ni siquiera del año
exacto de dicha fundación. Al respecto, en
dicha fuente, que no
es otra que la relación, informe o memorial del propio de la Torre y Miranda, que venimos citando, lo que
se puede inferir es
que esa fundación debió ocurrir entre los
años 1774 y 1777 en
que debieron haberse
realizado las 43 fundaciones que don Antonio de la Torre Miranda relaciona, ya que
como escribe él mismo en su informe, la
36
orden que le dio el gobernador, de entonces, de la
Provincia de Cartagena para iniciar su gran empresa de congregación de almas dispersas en la
Isla de Barú, que cumplido el encargo inicial se le
extendió a toda la Provincia, rezaba: “Cartagena
12 de agosto de 1774”14; eso por una parte. Y por la
otra encontramos que, una vez concluye su vasta
misión fundadora y repobladora en lo que Alfonso
Múnera totaliza como Sabanas de Bolívar (incluyendo los Montes de María) hace un mapa (o plan)15
de la Provincia de Cartagena que fecha en el año
177716. Sin embargo, Fals Borda ubica la campaña
de fundación y refundación de pueblos de “don Antonio de La Torre y (sic) Miranda” es entre 1774 y
177617, año este último que ni lo referencia el fundador en su informe ni es la fecha del Mapa; al
parecer es algo que Fals simplemente supone.
Mientras que Múnera, en la cita de arriba, quizás
desconociendo el dato del mapa o plano de De la
Torre, sitúa los hechos es entre 1774 y 1779, año
este último en que De la Torre manifiesta en su
memorial haber pasado al reconocimiento del río
Atrato en la región del Darién.
Para mayor ilustración, conviene aquí analizar
la versión que sobre la fundación de El Carmen de
Bolívar nos trae Dimas Badel en su Diccionario
Historiográfico de Bolívar, en donde afirma que María la Alta, abandonada por su pobladores en 1616
para trasladarse a Marialabaja, fue fundada en 1771
por don Pedro de la Torre y posteriormente en 1775
por de la Torre y Miranda, debido a que sus moradores habían abandonado la población de nuevo. Pero
sin dar cuenta de cuáles fueron las fuentes de donde obtuvo, o en las que
fundamenta, su versión, la que recogen, de
la misma manera, casi
todos los textos que se
refieren a la fundación
de El Carmen18. Señala
el mencionado autor lo
siguiente:
Tomado de Meisel Roca, A. (ed.), Historia económica y social del Caribe colombiano,
Barranquilla, Ed. Uninorte, 1994.
María la Alta abandonado por sus habitantes en 1616
para trasladarse a
poblar la denominada hoy Marialabaja,
situada muy cerca
de la orilla de la ciénaga de esa misma
denominación...
Foto de Óscar Díaz Acosta
Lo cierto es
[añadiendo enque hecha una
seguida]... En
atenta revisión
el año 1771 fue
del memorial o infundada la ciuforme de don Andad del Cartonio de la Torre,
men por Don
la versión de DiPedro de la Tomas Badel de la
rre, según comirepoblación y resión que le enfundación de El
comendó Don
Carmen precediFrancisco de
da por lo que él y
Torregal Díaz
otros llaman MaPimienta, haría la Alta, no hay
biendo sido relugar a confirpoblado y funmarla en lo más
dado en 1775
mínimo. Al conpor Don Antotrario, queda clanio de la Torre
Calle comercial de El Carmen de Bolívar, 2003
ro que ni Nuestra
y Miranda, a
Señora del Carmen (hoy El Carmen de Bolívar) ni
causa de que sus moradores habían vuelto a
las demás poblaciones fundadas en la Montaña de
abandonar la primitiva fundación.19
María, tuvieron que ver con un acto de refundación
o repoblamiento por haber sido abandonadas, como
Pero hasta donde podemos suponer, el nombre
podemos ver, según los siguientes pasajes del mide María la Alta, que según la versión de Dimas
nucioso relato que hace su fundador:
Badel corresponde al de una población previa a la
fundación de El Carmen por don Antonio de la To“[...]; destiné a cada uno de los parajes que dejé
rre, se le aplicó a la región montañosa de los Monseñalados para fundar las poblaciones de la montes de María o a la parte más alta de ésta, y no a
taña de María, las familias que me pareció seuna población fundada antes de la de Nuestra Serían más convenientes y útiles, poblando aqueñora del Carmen, allí mismo. Como se puede ver
llos desiertos antes abandonados y sólo habitaleyendo un pasaje de la Geografía histórica-econódos de muchas manadas de puercos, zainos,
mica de la Provincia de Cartagena... de Juan José
morrocoys, monos de varias especies y diversiNieto, donde éste, tras describir a la Parroquia de
dad de animales silvestres, [...]”22
María la Baja (sin dar a conocer la fuente), agrega:
“Se llama María la Alta la parte de terreno que queY una página más adelante:
da en la cima de montaña”20, pasaje que es repetido, palabra por palabra y de manera exacta, por el
“Las familias para fundar estas poblaciones [se
geógrafo decimonónico Felipe Pérez (aunque tamrefiere a las poblaciones de la montaña de Mapoco identifica la fuente) en su Jeografía Física i
ría], se sacaron de los infinitos dispersos de la juPolítica del Estado de Bolívar.21 Por su puesto que
risdicción de San Benito Abad, los que después de
“la montaña”, a la que se refieren los mencionacongregados y desembarazados de sus quehacedos autores decimonónicos no debe ser otra que la
res y sementeras, y recogidos sus abundantes
región montañosa de los Montes de María, o sea la
cosechas, acudieron a fabricar y ornamentar sus
Montaña de María, también conocida como serraiglesias, [...]”23
nía de San Jacinto, hoy en día; o como la llama el
geógrafo norteamericano citado, LeRoy Gordon, “seEsperamos que el examen crítico que hemos
rranía de María”. Denominación que como quedó
intentado hacer, contribuya a situar la cuestión
dicho atrás utiliza don Antonio en su memorial
de la fundación, o repoblamiento y refundación de
para referirse a los Montes de María y no a poblaNuestra Señora del Carmen 24 en la dimensión
ción alguna. En lo cual coincide con la versión de
historiográfica que le corresponde y a la altura acaJuan José Nieto y Felipe Pérez y no con la de
démica que merece, tratándose de la cuna del más
Dimas Badel y quienes la repiten, al parecer, sin
grande director de orquesta de la música popular y
fundamento.
bailable de la Costa, como lo es el Maestro Lucho
37
Iglesia Parroquial
de Nuestra Señora
del Carmen.
Bermúdez. Y del gran emporio de
la producción y exportación de tabaco en la historia de Colombia,
vigente desde mediados del s. XlX
y a lo largo de más de 150 años.25
NOTAS
1
“Una serranía baja...” como le llama
el historiador norteamericano John
PARKER HARRISON en su inédita tesis de doctorado.
2
En Alfonso ROMERO AGUIRRE. Geografía Económica de Colombia. Tomo V, Bolívar, Contraloría de la República, Bogotá, Ed. El Gráfico, 1942, p. 54, encontramos: “La serranía
de San Jerónimo, que divide las hoyas hidrográficas de los
ríos Sinú y San Jorge, prolongándose hasta El Carmen”, las
cursivas son nuestras. Cfr. LeRoy GORDON, El Sinú: Geografía Humana y Ecología, Carlos Valencia Editores, Bogotá,
1983, p. 13, donde leemos: “La cordillera Occidental es
uno de los tres ramales de los Andes colombianos... y se
divide en tres ramales (...) El ramal central es el más largo
de todos y separa entre sí las cuencas de los ríos San Jorge
y Sinú. Se extiende a lo largo del [antiguo] departamento
de Bolívar, elevándose en cadenas montañosas para luego
descender hasta convertirse en amplias ondulaciones de
terreno. Su parte meridional se conoce con el nombre de serranía de San Jerónimo y su parte septentrional como serranía de
María.” Las cursivas y el resaltado son nuestros. Ver mapa
tomado del mismo documento, p. 13.
3
Ver la entrada “Departamento de Bolívar” en Instituto
Geográfico de Colombia Agustín Codazzi. Diccionario Geográfico de Colombia, 2ª ed., Bogotá, 1984, tomo I.
4
ROMERO AGUIRRE, op. cit., p. 704.
5
Cf. Alberto C ANDELO M ENDOZA . Provincia de Cartagena.
Estado Soberano de Bolívar. Poblamiento y División Política,
Sincelejo, 1996.
6
Para una comprensión crítica de la controvertida noción de “vallenato sabanero”, ver el hermoso libro de Numas
Armando GIL O LIVERA, Mochuelos cantores de los Montes de
María la Alta. Adofo Pacheco y el Compadre Ramón, Instituto
de Filosofía Julio Enrique Blanco, Universidad del Atlántico, Barranquilla, 2002 pp.91-96.
7
Precisemos que, si bien la gente de la comarca
montemariana participa de la amplia cultura sabanera de
la Costa, el paisaje natural de la subregión, en sí, no se
identifica totalmente con el paisaje de sabanas, a menos
que lo asumamos simplemente como formación herbácea
en donde pueden aparecer algunos árboles aislados; sin
tener en cuenta las marcadas diferencias fisiográficas existentes, principalmente en la forma del relieve, lo que obligaría a distinguir entre la sabana herbácea con un relieve
de suaves colinas con alturas entre 25 y 300 metros sobre
el nivel del mar, y “la montaña”, como le llamó Antonio de
38
Foto de Óscar Díaz Acosta
la Torre y Miranda, y lo han hecho tradicionalmente los
lugareños, con alturas que, como se ha dicho, alcanzan un
máximo de 800 metros sobre el nivel del mar y tienen
mayor presencia de vegetación boscosa. El propio Antonio
de la Torre y Miranda reconocía expresamente la diferencia entre lo que él llamaba “la Montaña” (Montes de María)
y las sabanas de Tolú, entonces. A estas últimas se refiere
como “[...] las praderías [o sea praderas] que llaman Sabanas de Tolú...” mientras que en otro pasaje refiriéndose a
las labores de los vecinos que siguieron a las fundaciones
por él realizadas en los Montes de María, a fines del siglo
XVlll, dice: “...en atender a que concluyesen sus casas, y
que acabasen de desarraigar los troncos de los infinitos árboles que se derribaron (en particular en la Montaña de María)”,
aclara enseguida entre paréntesis; las cursivas son nuestras: ver Antonio de la Torre y Miranda, “Noticia individual de las poblaciones nuevamente fundadas en la provincia de Cartagena...”, en Proa, Bogotá, enero 1972, textos tomados de José P. URUETA, Documentos para la Historia
de Cartagena, 1890, pp. 16 y 17, respectivamente. Y también LeRoy GORDON, op. cit., cap. 5, “Monte y desmonte”, y
especialmente “Selva y sabana”, pp. 96-97.
8
“Don Antonio de la Torre y Miranda, Teniente Coronel de Infantería, agregado al Estado Mayor del Puerto de
Santa María. Consta es hijo Legítimo, Natural de Villada,
Obispado de León, con goce de nobleza, de edad de 59
años. Tiene cuarenta y uno de servicio de la Real Armada
y Ejército: los diez y seis estuvo encargado en el Reino de
Santa Fe en las más interesantes comisiones a la Religión,
al Rey y al Estado (...) [etc., etc.] Asistió a formar las milicias de la Provincia de Cartagena de Indias. Abrió muchos
caminos por varias montañas hasta entonces intransitables, e hizo navegables muchos caños, ciénagas y ríos, para
facilitar el recíproco comercio, con considerables ahorros
y aumentos de la Real Hacienda y del Estado. Reunió cuarenta y tres poblaciones que fundó, con el aumento de 22
parroquias, 41.133 almas que sacó de los montes, donde
vivían sin ley ni rey, a las que instruyó en las manufacturas de algodón, varias producciones de hebra, crías de ganado y obrajes, sin el más leve costo de la Real Hacienda,
ni gratificación alguna. Es el primer europeo que reconoció y navegó el río Atrato, facilitando la comunicación a las
abundantes minas de oro de aquel Reyno y al mar del Sur,
con más de un 75 por 100 de beneficio al comercio (...)
[etc., etc.], ver “Noticia Biográfica”, en id. supra, p. 6.
9
Para una revisión crítica del informe de Antonio de la
Torre, ver Manuel LUCENA GIRALDO. “Las nuevas poblaciones
de Cartagena de Indias, 1774-1794”, en Revista de Indias,
Madrid, 1993, vol. Llll, núm. 199, pp. 761-781.
10
Antonio DE LA TORRE Y MIRANDA, id. supra, p. 7.
11
MÚNERA , Alfonso. “Ilegalidad y Frontera 1770-1800”,
en MEISEL ROCA, Adolfo (ed.) Historia económica y social del
Caribe colombiano, Uninorte, Barranquilla, 1994, p. 117;
cf. Orlando FALS BORDA. Capitalismo, hacienda y poblamiento:
su desarrollo en la Costa Atlántica, Ed. Punta de Lanza, Bogotá, 1976, p. 27, nota 7.
12
Ver Germán COLMENARES. ”La economía y la sociedad
coloniales, 1550-1800”, en Nueva Historia de Colombia, Planeta, Bogotá, 1989, p. 135-136; y en Alfonso MÚNERA CAVADÍA.
El Fracaso de la nación..., Banco de la República - El Áncora,
Bogotá, 1998, p. 56.
13
URUETA, José P. Documentos para la historia de Cartagena,
Tomo IV, p. 53. Cf. MÚNERA, Alfonso. Id. supra, p. 118, quien
fundamentándose en el mismo Urueta trae un cuadro con
la relación completa de las 43 poblaciones fundadas o
refundadas por el congregador de pueblos de la Torre y
Miranda. Entre ellas ocupan los Montes de María, de norte
a sur: San Cayetano, San Juan Nepomuceno, San Jacinto,
Nuestra Señora del Carmen [hoy llamada oficialmente El
Carmen de Bolívar] y San Francisco de Asís [conocida hoy
con el nombre de Ovejas].
14
Ver José P. URUETA, op. cit., p. 41.
15
“Después de concluida la colección de las siete mil
trescientas ochenta y tres familias que componían entonces cuarenta y un mil ciento treinta y tres almas, y establecidas las cuarenta y tres poblaciones que fundé, ínterin
hacían sus cementeras y casas y desmontaban los terrenos
en donde se debían fabricar las iglesias de las veintidós
parroquias que se aumentaron [...] en obsequio de ambas
Majestades y del Estado, formé un plan, con la mayor exactitud, de todo lo que comprende dicha Provincia y parte de las
inmediatas; [...]” ver Antonio DE LA TORRE Y MIRANDA, op. cit., p.
17, las cursivas son nuestras.
16
Orlando FALS BORDA. Capitalismo, hacienda y poblamiento:
su desarrollo en la Costa Atlántica, Ed. Punta de Lanza, Bogotá, 1976, p. 20; con este ensayo se publica dicho mapa o
plano, cuyo original dice Fals Borda que se encuentra en
el Archivo de Indias en Sevilla, sección Panamá, N° 339.
17
Orlando FALS BORDA. Id. pp. 18 y 20.
18
Ver Instituto Geográfico Agustín Codazzi. Diccionario
Geográfico de Colombia, 3ª ed. revisada, 1996, donde se
lee: “...inicialmente fue la Villa María la Alta, abandonada
por sus pobladores. El 6 de agosto de 1776 fue refundada
por Antonio de la Torre y Miranda con el nombre de Nuestra Señora del Carmen”, eso sin identificar o sugerir ninguna fundamentación bibliográfica o documental y totalmente despistado de la principal fuente documental para
el caso, cual es el Informe de Antonio de la Torre que aquí
citamos. Ver así mismo las monografías publicadas sobre
El Carmen y diversos artículos de prensa, de diccionarios
y enciclopedias que recogen esta peregrina versión del
repoblamiento y la refundación de El Carmen en reemplazo de una supuesta María la Alta fundada y abandonada
por sus pobladores años antes.
19
Ver BADEL, Dimas. Diccionario histórico-geográfico de
Bolívar, Corozal, 1943, 1ª ed. p. 105.
20
Ver N IETO , Juan José, op. cit., pp. 44-45 y Manuel
LUCENA GIRALDO, op. cit., quien, al referirse a la ubicación, a
fines de la segunda mitad del S.XVlll, del palenque de San
Basilio, escribe taxativamente: “[...], en la sierra de María,
[...]”, expresión que no tiene nada que ver con la idea de
una población.
21
Ver PÉREZ, Felipe. Jeografía Física i Política del Estado
de Bolívar, escrita de la orden del gobierno general, Bogotá,
Imprenta de la Nación, 1863, pp. 33-34.
22
Ver Antonio de la Torre y Miranda, op. cit., p. 13.
Cursivas y resaltado nuestro.
23
Ver id., p. 14. Cursivas y resaltado nuestro.
24
En cuanto a la población de Corozal, sí parece haber
sido objeto de refundación y repoblamiento, por lo que se
puede leer: “[...] San José de Pileta, alias Corozal, que fundé legua y media distante de donde estuvo sesenta años la
iglesia antigua [...]”, op. cit. p.14, un poco más adelante.
25
Sobre la historia del tabaco de El Carmen de Bolívar
se puede ver: Luis F. SIERRA. El tabaco en la economía colombiana del siglo XIX, Bogotá. U.N., 1971; OCAMPO, José Antonio, Colombia y la economía mundial 1830-1910, Bogotá, Siglo XXI: 1984; Wilson BLANCO ROMERO. “Tabaco y comercio
en El Carmen de Bolívar a mediados del siglo XlX”, en
Huellas, Revista de la Universidad del Norte, Barranquilla,
1998, N° 54; Wilson BLANCO ROMERO. “La exportación tabacalera de El Carmen de Bolívar en los albores del siglo XX:
Guerra y tabaco”, en El Taller de la Historia (Revista del Programa de Historia de la Facultad de Ciencias Humanas de la
Universidad de Cartagena), N° 1, Cartagena, 2001; Wilson
BLANCO ROMERO. “Comercio e inmigración en la provincia costeña. Los italianos de El Carmen de Bolívar: el caso de los
Volpe”, en Id. N° 2, Cartagena, 2002; y Joaquín VILORIA DE LA
HOZ. “El tabaco de El Carmen. Producción y exportación de
tabaco de los Montes de María (1848-1893)”, en Aguaita,
Revista del Observatorio del Caribe Colombiano, Cartagena de
Indias, junio de 2000, N° 3.
39
Aproximación crítica
al concepto de bacán
Rubén Maldonado Ortega*
Y cuando nadie escuche
mis canciones ya viejas
detendré mi camino
en un pueblo lejano,
y allí moriré.
Cuates Castilla
A
mismo dio testimonio en el tema que compuso para
referirse a dicho incidente:
Preso estoy, ya estoy cumpliendo mi condena
la condena que me da la sociedad
me acongojo, me avergüenzo y me da pena
pero tengo que cumplirla en soledad.
MODO DE INTRODUCCIÓN
En mi condición de filósofo quiero contribuir al esclarecimiento del concepto de bacán. Es comprensible que utilice el modo específico de conocer en
filosofía, es decir, el modo de conocer
trascendental, en el estudio del fenómeno cultural mencionado con la palabra
bacán.
De manera que el propio Daniel Santos experimentó que se había alejado momentáneamente
del modo de ser bacán, y por lo menos en ese momento no se le podría señalar con el objeto de explicar lo que es un bacán; esta situación
permite ver claramente la insuficiencia de la comprensión del ser bacán por
vía del señalamiento.
Lo anterior pone al descubierto la neConocer trascendentalmente quiere
cesidad de contar con el concepto de badecir conocer desde el concepto y no descán, trabajo que, por supuesto, le corresde la experiencia; me explico: Aceptemos
ponde adelantar al filósofo; pero antes
que en Daniel Santos tenemos, como
convendrían algunas precisiones prelibien lo sustentó Nelson Pinedo en una
minares.
entrevista televisada concedida al profesor Hugo González, al arquetipo del baUn concepto no se descubre sino que
cán. Esta manera de explicar lo que es
se funda. Es esta la diferencia entre la
un bacán, señalando uno de ellos, el más
física, por ejemplo, y la filosofía. Se puerepresentativo, es bien didáctica, pero
de afirmar que Newton no fundó la graes insuficiente, porque podría ocurrir
vedad sino que la descubrió, porque anque en determinado momento Daniel
tes de la existencia del propio Newton los
Santos no esté encarnando al bacán, verSoren Kierkegaard
cuerpos caían respondiendo a una ley
bigracia, cuando padeció el encarcelamiento, situación que lo abochornó, y de lo cual él
inmodificable, si bien nadie se había ocupado de
estudiarla y explicarla. La justicia, en cambio, no
*Barranquillero, 1952. Filósofo de la Universidad Naexiste, como tampoco existe la subjetividad; lo que
cional de Colombia, Bogotá. Estudios de doctorado en Filoexiste es una idea que alguien propone para comsofía, Universidad Javeriana, Bogotá. Profesor de la Uniprender, lo más satisfactoriamente posible, un deversidad del Norte.
40
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 40-43. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
Daniel
Santos
Albert
Camus
terminado fenómeno de la cultura. Así, pues, de lo
que se trata aquí
es de proponer una
idea que ayude a
comprender lo me- Odessa, archivo de Oskar Pájaro
jor posible lo relativo al bacán y a la bacanería, entendida ésta como
el modo de ser y de vivir bacán. Por tanto, la primera precisión que se impone es que la pregunta a
responder no es quién es bacán, sino qué es un
bacán, ya que lo primero sólo lo sabremos si llegamos a tener claro lo segundo. Manos, pues, a la obra.
mero soplo de voz,
usado para recrear
un ‘encaramado’ de
cosas, tangibles e
intangibles. Si este
fuera el caso, la
fundación del concepto sería imposible, bien porque no es identificable la realidad invocada, lo que la haría inexistente, o porque menciona demasiadas realidades, lo cual haría autocontradictorio el concepto, dado que concepto quiere decir unidad, en contraste con diversidad, o multiplicidad.
ANTECEDENTES
Frente a la manifestación empírica de bacán, o
mera existencia de un vocablo con la condición de
soplo de voz, se sugiere aquí la hipótesis de que
bacán es una realidad, pero tan abstracta que sólo
se deja percibir mediante la actitud reflexiva, o
filosófica. ¿Cuál es esta realidad?
La voz bacán menciona uno de los fenómenos culturales más interesantes de nuestra Costa Caribe. Sin que haya un significado preciso sobre lo
que hay que entender por bacán, lo cierto es que
existe una callada aspiración a ser tenido por tal.
Inicialmente el vocablo adquirió significado al
interior de un lenguaje particular, esquinero, surgido del comercio lingüístico de los sectores populares, pero fue ganando espacio hasta adquirir carta de ciudadanía dentro del léxico costeño. Sin embargo, lo único que está claro dentro de la semántica costeña es el sitial del bacán, mas no su significación; esto, debido a que no se ha acometido la
tarea de elaborar el concepto, quedando así su significado preso de los vaivenes de su uso empírico.
En esos términos sólo es posible dar cuenta de
la existencia de un vocablo, y no de una realidad,
lo cual se puede verificar haciendo la pregunta:
¿Qué es un bacán? Con seguridad obtendremos
como respuesta que bacán es un montón de cosas,
lo que viene a significar que es nada, con lo cual
adquiere la función de comodín, y eso repugna al
concepto.
Por tanto, la manifestación empírica de bacán,
el vocablo, induce a sospechar que bacán es un
La realidad que dicho vocablo invoca es un estado del espíritu, el de estar exento de culpa, pero
no por vía de la expiación religiosa sino mediante
el goce sensorial. Pero, ¿qué lleva al bacán a sentirse exento de culpa?
Indudablemente que su irresponsabilidad, la
cual es, por demás, bien desafiante. El bacán no
asume ninguna responsabilidad, por ejemplo, frente a la condición de pecador registrada por el libro
de los libros, la Biblia, y por ende, promocionada
por el cristianismo. Sabemos que la consecuencia del pecado original es la imposición de trabajar, en detrimento del goce que imperaba en el
Edén. Y como el liberalismo y el comunismo comparten la idea del trabajo como imperativo en la
creación y conservación de la cultura (para el liberalismo la fuente de toda riqueza; para el comunismo, o al menos para Marx, la esencia misma
de la condición humana), tampoco asume el bacán responsabilidades frente a las obligaciones
derivadas del modelo liberal y del comunista. Para
el bacán, el trabajo es una anormalidad, una per-
41
A mí me llaman el negrito del
/Batey
porque el trabajo para mí es
/un enemigo
el trabajar yo se lo dejo todo
/al buey
porque el trabajo lo hizo Dios
/como castigo.
Como puede apreciarse, el desafío no es aquí contra Rousseau
y Marx solamente, lo cual ya es
bastante, sino contra el propio
Dios. En la medida en que no se
siente culpable, el negrito del
Batey le deja el trabajo al buey,
siendo que Dios lo ha considerado pecador, y por ello, merecedor
del castigo de trabajar.
Gramsa, archivo Bassi
versión de la cual hay que sustraerse a tiempo, tal como lo
testimonia Alberto Beltrán en el
tema que lo hizo mundialmente famoso:
biar una estructura económica
o política, o ambas cosas, son
apenas rebeliones parciales,
las cuales, en algunos casos,
pueden incluso atentar contra
la auténtica rebeldía, sobre todo
cuando la conquista de una determinada forma de gobierno o
de un determinado modelo económico, o aspiración racial, viene a significar la implantación
del terror. De otra parte, para
la filosofía de lo absurdo la condición humana es una condición absurda, ya que el hombre
es una lucha perpetua contra
el sufrimiento y la muerte, lucha de antemano perdida, pero
a la cual el hombre no va a renunciar nunca, constituyendo
esto un absurdo.
Seeco, archivo de Oskar Pájaro
El Hombre lucha contra la
muerte y el sufrimiento a través de la ciencia y del arte, y la
filosofía de lo absurdo se esforPor vía de la reflexión hemos
zará por mostrar que la rebeldía,
sido, pues, conducidos hasta la
y por tanto el ser esencial del
realidad medular que define al
hombre, se expresan de mejor
bacán: la irresponsabilidad. Al
modo a través del arte que de la
respecto cabe hacer algunas preciencia. A propósito de esto, concisiones.
signa Albert Camus en El mito
de Sísifo: “La creación es el tesLa primera de ellas es que la
timonio trastornador de la úniafirmación de que el bacán es un
ca dignidad del hombre: la rebeirresponsable no es un reproche.
lión tenaz contra su condición”.
No se trata aquí de un juicio de
De cara a todo esto debo confevalor, sino de la descripción de
sar que cuando me he visto en
una sensibilidad, y para ir
aprietos para explicar la filosoArr.: Nelson Pinedo.
abriéndole campo a herejías mafía de lo absurdo desde los textos
Ab.: Alberto Beltrán.
yores, me atrevo a asegurar que
de Sartre, Camus y Kierkegaard,
el modo de ser bacán es asimihe acudido a Daniel Santos,
lable, por lo menos en gran medida, a las concluquien me ha rescatado siempre del atolladero.
siones arrojadas por la filosofía de lo absurdo respecto de la condición humana, y la fidelidad que le
Antes de mostrar cómo he sido rescatado por
debemos.
Daniel Santos del atolladero, debo precisar que desde la filosofía de lo absurdo el único deber que se
La filosofía de lo absurdo nos dice que el homimpone al hombre es el de jugar. Camus cita en El
bre es esencialmente un rebelde. Pero, ¿contra qué
mito de Sísifo a Nietzsche: “Tenemos el arte para
se rebela el hombre? Nada más y nada menos que
no morir de la verdad”. Porque jugar es lo más concontra su propia condición, lo que quiere decir que
trario a la ciencia. Todo el que busca la verdad tiela rebelión del hombre, para que sea auténtica,
ne que renunciar a jugar. En la ciencia no puede
tiene que ser total, y no parcial. Así las cosas, los
haber juego porque no hay libertad. La predicción
movimientos que han sido emprendidos para cames la clave de éxito científico, y predecir es esta-
42
blecer una rígida cadena que
enlaza dos eslabones sin posibilidad de contingencia: la
causa y el efecto. En el juego
no hay predicción porque el
juego es goce,
libertad, riesgo.
responsable de
la muerte de
Isaac. No tendrá, pues, escapatoria. Tendrá que apostar.
Otra vez la idea
de juego, ahora
en Sartre.
Pero, ¿cómo
explico en mis
clases de Ética
y de Filosofía
todo esto?
Kierkegaard
Adán y Eva expulsados del paraiso de Miguel Ángel, Capilla Sixtina.
creía que de lo
que se trataba era de vivir y no de comprender, y
Es entonces cuando acudo a Daniel Santos, al
concebía la vida como un juego, como una
“Jefe”, al “inquieto anacobero”, quien con su tema
apuesta donde la razón era sobrepasada por el golEl juego de la vida, me lo resuelve todo:
pe seco de la decisión. Pero la decisión en Kierkegaard estaba dirigida a enfrentar el problema de la
En el juego de la vida
culpa; se trataba de un drama religioso, resumido
juega el pobre y juega el rico
así por Kierkegaard: ¿Cómo fue que me hice culjuega el blanco y juega el negro
pable?
juega el grande y juega el chico.
En Camus, el juego consiste en imaginar a
Es fácil constatar aquí la visión de la vida como
Sísifo dichoso, es decir, en ahuyentar la tristeza
juego.
de saber que en la vida nos esperan la muerte y el
sufrimiento mediante la rebelión contra nuestra
En el juego de la vida
condición absurda. Pero en Camus rebelión signide nada vale la suerte
fica mantener la tensión originaria yo-mundo,
porque al fin de la partida
cuestión que se sostiene sobre todo en el arte. Se
gana el albur de la muerte.
podría afirmar que la rebelión en Camus consiste
en devenir artista, en hacer de la vida una obra de
Aparece expresada aquí la idea central de la fiarte. Esa obra de arte se llama la autenticidad. Se
losofía de lo absurdo: la muerte como una conditrata de ser auténticos, y de saber hasta dónde lleción insuperable dentro de la existencia.
gar cuando el propósito de ser auténticos compromete la propia existencia. A pesar de la diferencia
Juega con tus cartas limpias
con Kierkegaard se sostiene la idea de que la vida
en el juego de la vida,
es un juego, el juego de la transparencia y de la
al final nada te llevas,
creación. Estética y moral conforman en Camus
vive y deja que otros vivan.
una unidad temática, pero ante todo, vital.
En Sartre, la única realidad del hombre es la libertad, que se manifiesta como la angustia de sabernos responsables de nuestros actos, pues los
hemos elegidos, así se trate del acatamiento a una
ley, ya que siempre se podrá demostrar que contábamos con la libertad de elegir otra cosa, la insurrección, por ejemplo; otros la eligieron. No importa si Dios pidió a Abraham que sacrificara a Isaac
como prueba de su fe. De todos modos, según Sartre,
Abraham tendrá que decidir que ése que le habló
es Dios y no un demonio camuflado, y eso lo hará
Aquí, la transparencia y la autenticidad
camusianas.
Cuatro puertas hay abiertas
al que no tiene dinero,
el hospital y la cárcel,
la iglesia y el cementerio.
Finalmente, la fatalidad impregnada de humor
negro. ¿Era acaso Daniel Santos kafkiano? Tal vez
nunca lo sepamos.
43
Contribución de Huellas
en la definición de la identidad Caribe
en Colombia*
Alfredo Marcos María
Vilma Gutiérrez de Piñeres Abello
Editores de Huellas
BREVE
CONCEPCIÓN
El maestro Germán Vargas, que fue un colaborador
solidario de Huellas, solía decir: “¿Para qué volver a
escribir lo que ya está escrito, y más todavía si está
bien escrito?” Y Huellas ha encontrado en su director un excelente cronista de su génesis, su desarrollo y su filosofía. Con motivo de celebrarse los 20
años de vida de la revista, Jesús Ferro Bayona anotaba:
«Dicen que lo difícil, después de publicar el primer número, es mantener la salida periódica de
una revista. La sentencia se refiere, sobre todo, a
las revistas culturales y universitarias. La excepción a la regla se aplica a Huellas, la revista cultural de la Universidad del Norte, que llega a sus 20
años de ininterrumpida publicación [...]
«En el editorial del
número 17, agosto de
1986, se afirma que
“Huellas seguirá siendo una revista universitaria con vocación
cultural, ámbito en el
*Una versión más extensa de este ensayo, en
cuanto a la trascripción de
textos de Jesús Ferro sobre
la historia de Huellas, fue
leída en forma dialogada por
sus autores en el Congreso
de Colombianistas “Colombia y el Caribe”, Universidad del Norte, ago., 2003.
44
Alfonso Fuenmayor
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 44-49. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
cual transitan las ideas políticas, los fenómenos
políticos y sociales, el pensamiento filosófico, la
creación poética y narrativa...” Así ha sido, invariablemente, dándose momentos de acentuación en
lo histórico regional. Ramón I. Bacca señala que
“la nueva historia de la Costa” tuvo como primer
vehículo de expresión a la revista Huellas [...]
«En otros momentos se ha resaltado el debate
académico que se inició en octubre de 1980, en torno al “Modo de ser costeño”, en un foro que tuvo
lugar en la Cámara de Comercio, de la calle cuarenta, antesala de los sucesivos foros de la Costa,
que se iniciaron en marzo de 1981 en Santa Marta
[...]
«En el número de marzo citado, salieron publicados el ensayo de Carlos Angulo Valdés Visión
sinóptica de la prehistoria regional, cargado del
rigor antropológico que
ha caracterizado la
obra investigativa del
insigne profesor, y el
de Jesús Ferro Bayona
Esbozo de una etnología
sobre el modo de ser costeño, inspirado este último en la concepción
etnológica de Claude
Lévi-Strauss, aplicada
al caso costeño [...]
Álvaro Cepeda Samudio
Gabriel García Márquez
en su residencia de México,
2004.
ras de ayer, de hoy y de mañana” [...] El rescate de
esa aura, de esos rituales de la lectura y de la apreciación, por la vía del gusto crítico y reflexivo, está
en la base de la perseverante labor de la cultura
que por veinte años nos ha mantenido unidos a todo
el grupo de dirección, de redacción y de colaboradores de la revista Huellas.» Hasta aquí los apartes
del texto de Jesús Ferro Bayona.
HUELLAS
Foto de Claudia Acosta-Madiedo Henao
«Se encuentra ahí la génesis, poco estudiada,
del debate sobre la identidad costeña que ha ido teniendo eco en las páginas de la revista (recuérdese
el Primer encuentro Caribe, en agosto de 1986, siguiendo el mismo tema) [...] Esa línea de reflexión
sería, a mi modo de ver, la consonante académica
de la preocupación política costeña por encontrar
la fórmula de su autonomía regional [...]
«En cierta forma, y dadas las circunstancias de
la divulgación, el pensamiento omnipresente y único de Julio E. Blanco, empezó a ser equilibrado con
los ensayos filosóficos publicados en Huellas. De esa
manera, la revista ha jugado un papel de renovación del pensamiento filosófico en la Costa en los
últimos veinte años [...] cuando la revista llegó a su
N° 25, en abril de 1989, la Dirección señalaba en el
editorial: “La revista Huellas, plantada en el Caribe, es una plataforma marítima adonde llegan y de
donde parten los efluvios intelectuales y culturales
del mundo; por eso mismo, no nos contentamos con
ser una expresión de nuestro acontecer, sino que
vamos más lejos, buscamos ser un mirador desde
donde la reflexión sobre el hombre y su destino, nos
hermane con las ubicuas inquietudes de las cultu-
EN
MIT
En los Estados Unidos, un lector de Huellas desde
1990, Douglas Morgenstern, que es Senior Lecturer
in Spanish del Department of Foreign Languages
and Literatures del Instituto Tecnológico de
Massachusetts, por su parte, sobre nuestra revista, en comunicación personal, anota la siguiente
apreciación.
«Toda universidad anhela ser el centro del mundo, aproximarse al famoso Aleph de Borges para contener el universo entero. La revista Huellas es testimonio de que ya se ubica en ese lugar céntrico la
Universidad del Norte. Huellas abarca la historia,
el arte, las letras, la filosofía y la ciencia. La revista
sigue las grandes tradiciones occidentales y orientales, del norte y del sur, de estimular el pensamiento y, de igual importancia, retar las convenciones y promover una actitud de curiosidad y reflexión, sin temer la iconoclasia. No es una revista
fácil, por eso recordemos las palabras de otra voz
del Caribe: “Sólo lo difícil es estimulante”, escribió
Lezama Lima.
«Cuando apareció por primera vez Cien años de
soledad, se dijo que la novela era un elogio al lector. Es justo que Huellas, que proviene de la tierra
de Macondo, continúe esa alabanza. Huellas es para
los lectores que piensan, y los universitarios que
sueñan. Con su crítica y su invención, nos ayuda a
recordar, a valorizar la memoria y la autenticidad.
Es como si nos dijera: hay que luchar contra la peste del olvido de la que nos advirtió García Márquez,
45
G. Vizcaíno
Mane Arrieta (E. García)
Carnaval
una plaga que en nuestra época, nace en los medios de comunicación masivos, cuyos lemas realizan las terribles pesadillas de Orwell.
«En su elocuencia de palabra y elegancia de imagen —concluye el profesor Morgenstern—, Huellas
revela los torbellinos humanísticos de un pueblo que
sigue indagando sin tregua y creando sin cesar.»
HUELLAS
EN EL
CARIBE
Retomemos entonces una de las ideas del editorial
que hemos transcrito de Jesús Ferro. Cuando se
refiere a los foros del Caribe, y a la publicación que
Huellas hace de las ponencias, anota: «Se encuentra ahí la génesis, poco estudiada, del debate sobre
la identidad costeña que ha ido teniendo eco en las
páginas de la revista (recuérdese el Primer encuentro Caribe, en agosto de 1986, siguiendo el mismo
tema). Esa línea de reflexión sería, a mi modo de
ver, la consonante académica de la preocupación
política costeña por encontrar la fórmula de su autonomía regional.»
Esa idea —sintetizada en el título de este ensayo, Contribución de Huellas, Revista de la Universidad del Norte, en la definición de la identidad Caribe
en Colombia—, se tratará de desarrollar de aquí en
adelante.
Resulta bastante notoria la forma avasalladora
y casi contundente como las denominaciones “Costa Caribe” o “el Caribe colombiano”, han venido desplazando a las voces “Costa Atlántica” o “Litoral Atlántico”. Si revisamos aún someramente la
literatura existente sobre esta región tropical, que las geografías de Colombia que
estudiábamos en la escuela primaria
describían como “una extensa llanura de
clima ardiente y malsano”, encontramos
que el artículo que abre la primera edición de Huellas se denomina La Costa
Atlántica y el programa nacional de alco-
46
José Félix Fuenmayor
Luis F. Jaramillo B.
Luis F. Jaramillo B.
hol carburante, y un segundo artículo ostenta el título de Al rescate del mar colombiano, donde, en las
17 páginas que lo conforman, la palabra Caribe apenas si sale en el mapa que lo ilustra.
En el segundo número, la bandera de la revista
dice ahora explícitamente: «Huellas es una publicación que pone al alcance de la comunidad nuevas perspectivas y potencialidades de la Costa Atlántica.» Y en la parte final del editorial, se anota:
“De ahí que un propósito esencial de la Universidad sea el de imprimir un dinamismo mayor a sus
funciones de investigación y extensión en favor de
la Costa. Nuestra presencia en la organización del
Primer foro de la Costa Atlántica confirma la responsabilidad que Uninorte tiene contraída con el
futuro de esta región colombiana.»
Y agrega el editorialista, insistiendo y definiendo el carácter de la revista, que agradece «la positiva acogida que ha recibido esta revista, Huellas,
cuyo carácter inicial hemos replanteado a partir
de esta segunda entrega, para dar cabida a una
acepción más amplia del término “cultural regional”, en la cual ciencia y tecnología, valores, arte y
pensamiento, se articulan en un conjunto armónico para entregar a nuestros lectores una visión actual y prospectiva de la Costa Atlántica.»
Hasta aquí, destaca Costa Atlántica. Sin embargo, en su artículo Esbozo de una etnología sobre
el modo de ser costeño, controvirtiendo
la afirmación de Enrique Caballero de
que el Brasil «no ha implantado la civilización de la clámide griega sino de la
tanga mulata», Jesús Ferro Bayona, ya
adentrado en el noveno párrafo, afirma
que no discutirá «lo propio y lo impropio
de tal afirmación en cuanto desconoce
la realidad tropical de la región Caribe
colombiana, y en cuanto confirma la frase irónica de Borges de que “la realidad
no es continuamente criolla”, gracias
a Dios.
«Pero dejemos constancias —continúa Jesús Ferro— de que la conciencia de un andino, por no decir sus hábitos y expresiones culturales, está situada a la otra orilla del trópico, en las mesetas
frías en donde se suspira todavía, entre balandranes
y edredones, por los antiguos virreinatos de solemnidades emperifolladas, contrariamente al furor del
Caribe, sensual, violento y exuberante, tierra donde se cumple la definición que Hegel daba de América como tierra del porvenir: “Es un país de nostalgia para todos los que están hastiados del museo
histórico de la vieja Europa.”»
Colombiana de la Lengua, en 1975, no la registra,
pasando olímpicamente de la palabra “cariduro” a
la “carimañola”, que es un manjar de nuestra región Caribe.
¿Es ésta la primera mención que se hace en Huellas de la palabra Caribe? Desde luego que lo que
pretendemos decir es que, en este momento que
nos ocupa, “lo Caribe” se encontraba virtualmente
en desuso frente a “lo Atlántico”, si bien en Cartagena se erguía ensoñador entre olas y palmeras el
hermoso Hotel Caribe, y desde Aracataca se enviaban niños a estudiar en Santa Marta en el Liceo Caribe, y en Barranquilla se editaba un periódico denominado Diario del Caribe, cuyo nombre,
¿por qué no?, coadyuvó a inspirar y motivar el uso
de la voz Caribe, ya que en sus páginas colaboraban gran parte de los intelectuales que hoy lideran
la cultura en esta región de Colombia. Citemos algunos nombres: Eduardo Posada Carbó, Gustavo Bell
Lemus, Adolfo Meisel Roca, Jesús Ferro Bayona,
Ramiro de la Espriella, Tito de Zubiría, Ramón Illán
Bacca, Carlos J. María, Ariel Castillo Mier, Julio
Tovar de Andréis, Adolfo González Henríquez, y muchos más, que no mencionamos para no hacer prolija esta lista, y cuyos nombres se hallan vinculados a Huellas.
“Y luego para colmo / de peras en el olmo”, como
diría el Tuerto López, en el Nuevo Diccionario de
Colombianismos del Instituto Caro y Cuervo, aún en
1993, la palabra Caribe se asocia única y exclusivamente al significado zoológico que acabamos de
mencionar de estos tales peces, que son más conocidos con el nombre de “pirañas”.
EL CARIBE
EN LOS DICCIONARIOS DE
Por su parte, publicado en 1983 por el Banco de
la República y la Biblioteca Luis Ángel Arango, el
Lexicón de Colombianismos, del prestigioso filólogo
colombiano Mario Alario Di Filippo, oriundo él mismo de la Costa Caribe, sólo registra esta voz en la
acepción que tiene de “algunos peces de los ríos de
América.”
Cerremos, pues, los diccionarios, y continuemos
escrutando en las páginas de nuestra revista.
En el número 19, en el editorial, Gustavo Bell
Lemus anota: “Con motivo de la celebración de los
20 años de haberse fundado nuestra Universidad,
tuvo lugar el Primer encuentro cultural del Caribe”, y más adelante agrega que Huellas publica algunas de las conferencias “con la plena convicción
de que con ello estamos impulsando la formación
de un foro permanente sobre el Caribe.”
La conferencia inaugural de este evento, que correspondió a Jesús Ferro Bayona, se tituló El Caribe, nuestro padre mediterráneo, y de allí en adelante, se podría decir con propiedad: el Caribe reina.
COLOMBIA
EL CARIBE
Para una verificación de que la palabra “Caribe” no
gozaba del uso y el prestigio de hoy, digamos que el
Breve Diccionario de Colombianismos de la Academia
Haime Correa
Enrique Grau
Alejandro Obregón
REINA
La consolidación de la palabra Caribe hallaría su
epítome en el título de la antología realizada por GusRoberto Angulo
Noé León
47
Alfredo Marcos y Vilma Piñeres
leen esta ponencia en el Congreso
de Colombianistas, acompañados
por Ramón I. Bacca, José Luis Garcés
y Jordi Lladó.
tavo Bell El Caribe colombiano; selección de textos históricos, publicada por
Ediciones Uninorte en 1988. Se reafirmaría luego en la Bibliografía histórica del Caribe colombiano, recogida por Sergio Solano, y publicada,
también por Ediciones Uninorte, en
1990. Más tarde, en 1994, en la Historia económica
y social del Caribe colombiano, otra selección de textos, realizada por Adolfo Meisel Roca, y publicada
por Ediciones Uninorte, se corroboraría el uso de la
voz Caribe, que ahora seguiría orgullosa y campante en nuestras letras, y en nuestros corazones, para
resplandecer luminosa y vehemente, como, especialmente para este ensayo, escribió Gustavo Bell
Lemus:
Foto de Julio Gil
tro con aquellos otros pueblos que viven en sus orillas y de dónde nos llegó con toda su carga de dramatismo el mundo moderno; pero también esas
mismas páginas han sido las piraguas y canoas que
nos han llevado a recorrer el Magdalena arriba en
un viaje de rescate de nuestras raíces.
«Huellas ha sido el mascarón de proa de la aventura de volver a ser, orgullosa e integralmente, Caribes» —concluye Gustavo Bell.
«Aunque parezca sorprendente, el hecho de que
hasta hace escasos tres lustros los mismos costeños continuaran denominando su propia región
como la Costa Atlántica, denotaba no solamente el
dominio cultural que sobre nuestra propia identidad se tenía desde el interior del país, sino también una especie de vergüenza colectiva por pertenecer a esa región geográfica y natural que se llama el Caribe. Detrás de aquella falsa denominación se hallaba también la ignorancia de lo que ese
mar había significado en la formación histórica de
nuestra sociedad. Hasta que apareció Huellas.
A ese broche de oro, ensartemos una perla que estuvo a punto de naufragar para siempre en las
procelosas mareas editoriales, cuando un impresor en Medellín extravió la última página del ensayo de Eduardo Posada Carbó Estado, región y nación
en la historia de la Costa Atlántica colombiana: Notas
sobre la Alianza Regional de 1919, que aparece en
el libro El Caribe colombiano, y que en el último párrafo dice:
«Huellas —continúa— ha significado nuevamente la apertura al mar, y por ende al océano de la
civilización. Las páginas de Huellas han sido las naves que nos han permitido viajar hacia el encuen-
«Estas aspiraciones comunes —“las reivindicaciones costeñas”, como las llamó El Tiempo— fueron
menospreciadas en el Interior. “La canalización del
Magdalena es una palabra que carece de sentido”,
Guillermo Ardila
48
Mario Rebolledo
Marco Mojica
CARIBE FELIZ
Zarita Abello
Óscar Tapia
Fotos de Giselle Massard Lozano
Jesús Ferro, director de Huellas, acompañado de sus editores, Vilma
Piñeres y Alfredo Marcos, revisa el machote de este número.
expresó el diario capitalino; una carretera entre Barranquilla y Cartagena, según el mismo editorialista, sería “una vía de sport”, y “para satisfacer la mitad siquiera de las exigencias de nuestros compatriotas aledaños al Caribe, sería insuficiente todo el
presupuesto nacional.” Más aún, “quizá ninguna
sección del país” había merecido de parte del gobierno “una tan preferente atención como los departamentos de la Costa”, que eran “indudablemente los
más privilegiados de la República.”
«Las aspiraciones de la Liga Costeña —continúa
Eduardo Posada— fueron calificadas de “suntuarias
en relación con las necesidades urgentísimas de los
Vilma Piñeres y Alfredo Marcos, con Munir Kharfan,
diseñan Huellas en Gráficas Lourdes, donde desde hace
muchos años se imprime la revista.
pueblos del interior”. Para quienes opinaban como
El Tiempo, “una varada en el río Magdalena es un
agradable esparcimiento”, y los pueblos de la Costa
eran los “menos necesitados y los más felices.”»
De 1919 hasta nuestros días, ha corrido, Magdalena abajo hasta las turbulentas Bocas de Ceniza,
mucha agua y mucho detritus y mucho olvido. Los
índices de analfabetismo y pobreza del Caribe colombiano son escandalosos, y de ninguna manera somos hoy “los menos necesitados.” Pero conservamos
intacta nuestra irrenunciable vocación de seguir
siendo los “más felices”.
49
DOSSIER ACREDITACIÓN
La acreditación de la Universidad del Norte*
Cecilia María Vélez
Ministra de Educación
Es muy grato para mí estar hoy aquí con ustedes y
unirme a la celebración por la Acreditación Institucional otorgada por siete años a la Universidad
del Norte de Barranquilla.
a través de la búsqueda de la excelencia de los programas que ofrecen.
Éste es un mérito más que debe destacarse en
la labor diaria que, de manera seria y comprometida, cumple la Universidad. El esfuerzo de sus directivos y de sus profesores ha sido justamente
reconocido por un equipo internacional de pares
académicos y por el Consejo Nacional de Acreditación.
En Colombia, el Ministerio de Educación Nacional ha asumido en forma directa la responsabilidad de la inspección y vigilancia de la educación
superior. Esta responsabilidad incluye el poder dar
garantía pública de un nivel de calidad en todos
los programas de educación superior ofrecidos en
el país. Para esto, el Ministerio ha diseñado un
sistema de aseguramiento y gestión de la calidad
con varios componentes:
Precisamente, uno de los mayores retos que tenemos, el Gobierno y el Ministerio de Educación
Nacional en cuanto a la educación superior, es
lograr una ampliación significativa de la cobertura y, en forma simultánea, mejorar la calidad de
sus programas.
• La verificación de las condiciones mínimas
de calidad para el registro calificado, establecidas
en el Decreto 2566 del 10 de septiembre de 2003,
condiciones obligatorias para todas las instituciones y que, por lo tanto, garantizan el nivel mínimo
requerido para programas de calidad.
La única forma de obtener este objetivo es a través de un esfuerzo conjunto entre todos los actores que intervienen en el sistema:
• Los estudiantes, por medio de su
participación, curiosidad, inquietud,
ganas de investigar e interés por los
temas.
• Los profesores, a través de su alto nivel de formación y actualización permanente.
• Y las instituciones, concientes de la altísima
responsabilidad social que conlleva este proceso,
*Texto leído en la ceremonia de acreditación, Barranquilla, nov. 20, 2003.
50
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 50-51. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
• Y la acreditación voluntaria y de
alta calidad que otorga el Consejo Nacional de Acreditación, y la acreditación institucional otorgada por el mismo Consejo, máximo reconocimiento a
la calidad otorgado en Colombia.
Otros componentes importantes del
sistema son los exámenes de calidad
de la educación superior (ECAES) y el Observatorio del Mercado Laboral, que ofrecerán información acerca del resultado final del proceso
de formación en cuanto a competencias, conocimientos, y facilidad y calidad de empleo.
La acreditación de alta calidad permite garantizar a la sociedad que las Instituciones de Educación Superior cumplen con los más altos requisitos de calidad y que realizan sus propósitos y obje-
tivos. Pretende, además, ser un mecanismo para
que las instituciones rindan cuentas ante la sociedad y el Estado sobre el servicio educativo que
prestan.
Hoy, la Universidad del Norte está dando cuenta, a la región Caribe colombiana y al país, de su
liderazgo, compromiso y disciplina. Y está demostrando lo que pueden hacer los caribeños cuando
conjugan estos factores para lograr metas altas de
desarrollo. Estamos seguros de que la acreditación
que obtuvo la Universidad del Norte es un reconocimiento a su desarrollo en 37 años de historia.
Este reto, ineludible para las universidades del
país y, en particular, para las de la región Caribe,
fue asumido por esta institución, y como tal debe
motivar e inspirar para continuar en el proceso de
ser mejores con el firme propósito de entregarle a
la Costa una formación de alta calidad de su ta-
lento que contribuya significativamente al desarrollo humano y sostenible que tanto necesita esta
zona del norte de Colombia.
Estamos seguros de que la prioridad de Colombia para el siglo XXI debe ser consolidar un proyecto educativo capaz de desarrollar las herramientas necesarias para que pueda asegurar el
bienestar de todos sus ciudadanos. Es cierto que
en el mediano plazo el reto es devolver la tranquilidad a los colombianos mediante una política de
seguridad ciudadana, pero, en el largo plazo, sólo
la educación podrá brindarnos la garantía de la convivencia.
No quiero terminar, sin antes expresarles a los
miembros de la comunidad uninorteña que, hoy,
ustedes asumen un gran compromiso con Barranquilla, con el Atlántico, con la región Caribe y con
Colombia.
Este sello de calidad es un paso más en una
política de mejoramiento continuo propio de las instituciones conscientes de su papel preponderante
en el desarrollo del país, y comprometidas con la
formación de capital humano de alta calidad que
permita la competitividad de Colombia en un mercado global. La historia los pone en una posición
donde no pueden ser ajenos a estos retos, sino que,
por el contrario, ustedes deben ejercer un liderazgo
que contribuya con estos propósitos. En este camino siempre los acompañaremos.
Arr.: La ministra de
educación, Cecilia María
Vélez, recibe del rector
Jesús Ferro la medalla
conmemorativa de la
Universidad del Norte.
Ab. I. a D.: Cap. de navío
Gabriel Arango Bacci;
Dieb Maloof, senador;
Humberto Caiaffa, alcalde
de Barranquilla; Cecilia
María Vélez; Jesús Ferro
Bayona; Alejandro Char,
gobernador del Atlántico;
Álvaro Jaramillo Vengoechea,
presidente del Consejo
Directivo de la Universidad
del Norte; Jaime Amín y
Jorge Ceballos, representantes a la Cámara.
51
DOSSIER ACREDITACIÓN
La acreditación institucional de la Universidad del Norte
UN COMPROMISO CON EL FUTURO *
Jesús Ferro Bayona
Rector de la Universidad del Norte
EL
PROCESO HISTÓRICO
DE LA ACREDITACIÓN EN
COLOMBIA
La evaluación de las universidades, a través de
unas reglas claras que les permitan ser reconocidas y tener legitimidad pública, surgió hace más
de cien años, cuando en Estados Unidos la educación empezó a desarrollarse con propósitos masivos, claramente dirigidos a sustentar los procesos
económicos y sociales, en un marco de autonomía
y libertad. La acreditación evolucionó allá respondiendo al itinerario histórico, social y cultural del
país.
En Colombia, el proceso tiene similitudes. A
principios de los años 90 se impulsaban importantes reformas institucionales. Se habló, desde ese
entonces, de autonomía de los ciudadanos y descentralización. La nueva Constitución política también le imprimió al país una mayor dinámica
institucional. Las entidades públicas empezaron
a hablar de calidad total, planeación, índices de
gestión y desempeño.
En el escenario económico, se cambió el modelo que desde hacía 50 años funcionaba en el
país. La apertura económica planteó un cambio
en la estructura productiva nacional y en el propio Estado.
*Este texto fue leído por su autor en la ceremonia de
acreditación efectuada en el Coliseo Cultural y Deportivo
de la Universidad del Norte, Barranquilla, nov. 20 de 2003.
52
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 52-57. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
En materia educativa, el “revolcón” de la administración del presidente César Gaviria, no se hizo
esperar. La crisis de la calidad tocaba fondo, y por
ello el Plan de apertura educativa 1991-1994, se
propuso construir un sistema dinámico, autónomo y competitivo.
El ICFES también cambió. Empezó a funcionar
como un organismo técnico que impulsaría la investigación, el desarrollo docente, la cooperación
interinstitucional y la información.
La ley 30 de 1992, por su parte, reformó el sistema de educación superior y dejó en libertad a
las universidades para adherirse al nuevo proceso de acreditación. Las universidades, a su turno,
empezaron a gozar de la autonomía reconocida por
la Constitución y regulada por la ley.
Ése era el panorama nacional. Un país con una
nueva actitud, que le abría paso a la acreditación
institucional de las universidades.
EN LA
LA ACREDITACIÓN
UNIVERSIDAD DEL NORTE
En ese momento de cambios en el país, la Universidad del Norte se encontraba en la mitad de su
tercera década, y desde entonces sobresalía en los
ambientes académicos, siempre con la convicción
de que cada acto de su proceso de formación debía
buscar la perfección, con la conciencia de estar
Arr.: Alejandro Char, gobernador del
Atlántico, impone al rector Jesús Ferro
la medalla “Puerta de Oro de Colombia”.
Ab.: Los representates Jorge Caballero y
Jaime Amín, egresados de Uninorte,
imponen la Orden de la Democracia
“Simón Bolívar”, grado Cruz Comendador,
al rector Jesús Ferro Bayona.
construyendo para el futuro, y al amparo de una
marcada responsabilidad social.
Fue en el año dos mil, cuando asumimos el reto
de trabajar por obtener la acreditación institucional. Nuestro modelo de gestión universitaria
se había basado por años en la planeación estratégica, lo cual nos llevaba a la revisión periódica de
nuestras actividades con altos niveles de exigencia y estándares de calidad rigurosos.
Nuestros primeros logros empezaron con las
acreditaciones de los programas de pregrado. La
Universidad del Norte fue una de las primeras universidades del país, y la única en la región, en someter a prueba sus programas profesionales, en
el marco de una dinámica sostenida, que hoy nos
permite ser, proporcionalmente a su tamaño, la
institución superior con el mayor número de carreras acreditadas.
Porque hemos creído en los estándares de calidad establecidos y en la manera como el Estado los
ha aplicado, dimos, luego, un salto importante, que
consistió en abrir las páginas de nuestra historia
para que la comunidad académica nos evaluara
institucionalmente. De esta manera, le rendíamos
cuentas a la sociedad a fin de que se enterara de
lo que estamos haciendo, y desde nuestra percepción y la del Estado mismo, que lo hacemos con
excelencia.
Iniciamos con una autoevaluación interna de
los procesos de docencia, investigación, extensión,
y gestión administrativa y financiera para medir
el grado de cumplimiento, con base en los
estándares de calidad fijados por el Estado para las
instituciones de educación superior. En ese
autoexamen participó la comunidad entera —directivos, profesores, estudiantes, egresados, empresarios—. Por eso la acreditación que obtuvimos
fue un logro de todos.
CALIDAD
EN EL
DESARROLLO INSTITUCIONAL
Hoy, nos da mucha satisfacción celebrar con este
acto académico la Acreditación Institucional que
la Ministra de Educación nos reconoció mediante
la resolución 2085 del 5 de septiembre del 2003.
Citando las palabras del Consejo Nacional de
Acreditación, diversos aspectos ubican a la institución en altos niveles de calidad entre los que se
destaca que “la Universidad del Norte está plenamente identificada con una Misión y con un Proyecto Institucional especialmente relevantes para
el progreso de la región.”
Una universidad debe cumplir a cabalidad con
su Misión. Cuando esta institución fue fundada
en el año de 1966 por un grupo de empresarios de
la ciudad, representantes de la Fundación ANDI, de
INCOLDA y de la Fundación Barranquilla, hoy Fundación Mario Santo Domingo, dejaron plasmada
53
esa Misión en el acta de Constitución y luego en
los Estatutos.
En ellos se puede ver la dimensión regional que
le imprimieron al consignar que la nueva institución debía “desarrollar e incrementar la educación
universitaria en la Costa Atlántica, procurando
ofrecer un alto nivel académico, con profesionales
idóneos y métodos adecuados.”
Qué bien nos sentimos cuando 37 años después,
la Acreditación Institucional señala que nuestra
Misión es especialmente relevante para que la región se transforme significativamente. Con ello se
está exaltando nuestra fidelidad a los propósitos
fundacionales en el sentido mismo de la calidad que
hemos mantenido y acrecentado. El proyecto de los
fundadores nos señalaba un deber-ser, un impera-
54
tivo ético que buscaba conectar nuestros esfuerzos
con el progreso y desarrollo de la región. A lo cual se
añadía este otro propósito trascendental: “Impulsar
el desarrollo cultural, social y económico de la región, convirtiéndose en centro de investigación y
análisis de los problemas del desarrollo de esta zona
del país.”
LA
PROYECCIÓN
REGIONAL DE LA
UNIVERSIDAD
Cómo nos honra comprobar que en la resolución
de acreditación se dice que “la Universidad goza
de gran prestigio, reconocimiento intelectual y credibilidad en el medio y es altamente valorada por
su esfuerzo permanente de innovación.” Esa declaración, expresada en un acto formal del Estado
Arr. I. a D.:
Humberto Caiaffa, Cecilia María Vélez,
Jesús Ferro y Alejandro Char.
Ab.:
El alcalde Humberto Caiaffa
entrega al rector Jesús Ferro la Orden Civil
del Mérito “Ciudad de Barranquilla”.
colombiano, confirma lo que hemos venido escuchando en diversos mensajes, foros y manifestaciones públicas de felicitación.
En muchísimos testimonios se ha dicho que la
acreditación no es sólo para la Universidad del
Norte, sino que es también para la región. Nosotros pensamos, con humildad pero con firmeza, que
estamos jalonando la excelencia de la Costa, particularmente en el importantísimo campo de la
educación.
Un gran número de empresarios ha expresado,
por su parte, que al referirse a la Universidad del
Norte están hablando de grandes proyectos de innovación tecnológica empresariales que se están
apoyando en el recurso humano, altamente capacitado, y al liderazgo incuestionable que la Universidad demuestra en el campo de la innovación
y la tecnología.
Para nosotros, como universitarios e investigadores, son estimulantes esos testimonios que
ratifican cuán decisivos fueron para la acreditación los logros que en materia de investigación ha
alcanzado la Universidad del Norte. Vuelven esos
testimonios a ponernos en el eje del cumplimiento de nuestra Misión y Proyecto Institucional, con
la más alta calidad y con los avances necesarios
para nuestra época.
EL
COMPROMISO
CON EL FUTURO
Hemos repetido en muchas ocasiones, una vez
conocimos y divulgamos el texto de la acreditación,
que no íbamos a ponernos a dormir ahora sobre
un lecho de rosas. Todo lo contrario, el futuro es
hoy. La tarea prosigue desde ayer y el tiempo apremia. Ya estamos pensando en la próxima acreditación, dentro de siete años, y nos urgen los grandes retos de la calidad y la innovación que continúan su curso como en el río de Heráclito. Las cosas cambian sin descanso, y ya no es posible sumergirse dos veces en la misma corriente, anota
el filósofo.
Es una invitación a que nuestra mente esté
puesta en la anticipación, que para nosotros son
los más altos compromisos que estamos asumien-
55
do desde ahora con el futuro de la institución, y
por ende con la ciudad, con la región y con el país.
ción del Mundo a una intensidad y velocidad nunca antes experimentadas.
Yo diría que ese compromiso es con nosotros
mismos, pues somos nosotros, todos los que pertenecemos a esta comunidad universitaria, quienes
tenemos que portar el fuego prometeico con espíritu previsor, con mente visionaria y con decisión
anticipatoria para mirar hacia adelante como lo
hizo Prometeo.
La sociedad industrial moderna nos está mostrando unos planos de tendencias en las cuales
nos estamos insertando, porque son los ejes del
futuro de una Universidad que hemos pensado y
preparado para ocupar un puesto de primera línea en la Colombia moderna y progresista.
La figura mitológica griega, que les roba el fuego
a los dioses, logra, a pesar de las cadenas con que
lo amarran a una roca del Cáucaso, entregar la llama de la libertad a la humanidad. Prometeo prefigura al hombre moderno frente a los grandes compromisos del futuro. Recordemos lo que de él escribió Pico della Mirandola:
Te he colocado, Prometeo, en el centro del Mundo
para que puedas reconocer más fácilmente cuanto
está a tu alrededor en el Mundo. No te he creado
celestial, ni terrenal, ni mortal, ni inmortal para que
por tu propia fuerza tengas la libertad de modelarte
a ti mismo y adquieras la forma que deseas.
Ese es el gran reto prometeico. Darnos la forma
que deseamos, la forma más excelsa que corresponda, como Pico titula su ensayo, A la dignidad del Hombre, porque en ese futuro que empieza hoy forjamos
nuestra dignidad de hombres que luchan no un día,
sino toda la vida por sus principios y sus ideales.
VISIÓN
DE LOS
GRANDES DESAFÍOS
La pregunta que surge ahora es hacia dónde vamos. Qué sigue en medio de este río que nunca
descansa. La respuesta es que estamos viendo
cómo se levanta en el horizonte una transformación radical de los conocimientos y de la construc-
56
La Universidad del Norte le está apostando a
los nuevos retos de las ciencias y las tecnologías
con su avance impresionante en el procesamiento electrónico de datos, el desarrollo cuasi infinito de redes de información, la optimización de
la producción automatizada; la ingeniería
genética, la reproducción asistida, y las enfermedades tropicales e infecciosas; los negocios
en entornos financieros, mercadotécnicos y
gerenciales que están rompiendo las fronteras
nacionales y los límites del tiempo.
También hacemos nuestra gran apuesta a las
ciencias sociales y humanas, en búsqueda de
una sociedad nueva donde sean posibles la producción de riqueza y la lucha contra la pobreza,
las mutaciones del hombre y de las sociedades
en un mundo todavía desconocido, la justicia y
los nuevos fundamentos legales para crecer con
democracia, la colosal producción de información
y de redes mediáticas.
Esos, y muchísimos otros desafíos, de las ciencias duras y sociales, de las tecnologías y de la
información, serán abordados por una Universidad cada vez más equipada con profesores-investigadores del más alto nivel, con instrumentos
electrónicos siempre avanzados, con laboratorios
que no descansen en su permanente modernización, con recursos bibliográficos y bases de
datos que no paren de crecer, llevado todo a
entornos pedagógicos que no le tienen miedo al
cambio de modelos ni al uso de
tecnologías cada
vez más nuevas
y virtuales.
La Universidad del Norte de
los próximos años
será la universidad de los conocimientos más
complejos y avanzados, de la investigación sin
descanso en los
saberes y sus
aplicaciones, de
la tecnologización creciente,
siempre y cuando aporte valor al
conocimiento.
Ceremonia de acreditación.
Sin embargo, no será, como no lo ha sido, una
universidad de espaldas a la realidad social y humana de la ciudad, de la región y del país. Porque
el más grande reto consistirá en orientar hacia la
ciudad, y la solución de sus problemas, el inmenso caudal de conocimientos acumulados en estudios e investigaciones, y extender a la región, además, nuestros procesos de calidad y fortalecimiento
institucional para jalonar mayor desarrollo económico, social y cultural.
La acreditación institucional, lo hemos dicho, es un logro
de la gente de la
Costa, de sus empresarios, de sus
académicos, funcionarios, profesores y estudiantes, que nos compromete de manera insigne con
el Caribe colombiano, con su desarrollo, con su
crecimiento con
equidad, con su
democracia, con
su cultura, con
sus habitantes.
Nos compromete a seguir haciéndolo mejor que
antes, de manera más excelsa, sin miedo y llenos
de confianza en nuestras potencialidades, porque
estamos llamados a destinos más grandes y a logros de excelencia sin igual.
Queremos consignar aquí que nuestras metas
son más elevadas que lo que han sido hasta ahora. Y queremos anunciar que ya empezamos a
identificarlas y comenzamos a buscarlas. Le pedimos a Dios que bendiga nuestro fuego prometeico.
57
DOSSIER EMISORA
20
DE
AÑOS
UNINORTE F.M. ESTÉREO
Vilma Gutiérrez de Piñeres Abello
Directora de Uninorte FM Estéreo
Por iniciativa del rector, Dr. Jesús Ferro Bayona,
y con el apoyo del Consejo Directivo, la Universidad del Norte decide, en 1981, montar una emisora cultural, para cumplir sus objetivos educativos
y de extensión a la comunidad.
En septiembre de 1983, sale, pues, al aire
oficialmente
Uninorte FM
Estéreo, en la
frecuencia de
103.1 megaher-
cios. Desde ese momento, la emisora —que llega
a sus 20 años continuos de existencia—, se constituye en la alternativa culta de la radio en Barranquilla. Se llenaba entonces un vacío que existía desde hacía muchos años en la ciudad, con una
programación de calidad elaborada por profesionales especialistas en los diferentes géneros musicales y áreas de la cultura.
Generadora de procesos culturales, la radio sigue siendo el medio de mayor influencia en América Latina, y puede decirse que ha sido el profesor para millones de habitantes en estos países
en vías de desarrollo.
1
2
3
4
58
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 58-59. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
1. Jesús Ferro Bayona, rector de la Universidad del
Norte, se dirige a los asistentes en la ceremonia
conmemorativa en el Coliseo Cultural y Deportivo.
2. Vilma Gutiérrez de Piñeres.
3. Braulio de Castro, jefe de programación de la emisora.
4. Claudia De las Salas Acosta, secretaria de la emisora,
y Braulio de Castro con la directora en su oficina.
5. Ismael Piñeres, jefe de grabación.
6. Jaime Fernández, asistente de programación.
5
6
En este contexto, Uninorte FM Estéreo siempre
ha contribuido al fortalecimiento de la sociedad,
al fomentar el conocimiento de nuestra identidad
cultural y de las bellas artes, en particular, la
música, que se emite en bloques perfectamente
seleccionados por nuestros programadores.
Con la existencia, asimismo, de programas noticiosos y de espacios de contenido analítico especializados en diversas áreas del conocimiento,
Uninorte FM Estéreo es una estación que propicia, como emisora universitaria, una atmósfera
de cultura, de pensamiento plural y de reflexión.
De esta manera, estamos en capacidad de ofrecer a la ciudad y a la región una mejor opción radiofónica, de expresión universitaria, de vinculación social y de divulgación de la cultura, que se
oponga a la vulgaridad y la estridencia de la radio
de consumo, la cual en muchos casos —es duro,
pero necesario decirlo—, raya en la banalidad y la
chabacanería.
Toda esta labor educativa de la emisora, se ha
hecho también posible gracias al patrocinio de la
empresa privada, especialmente la Fundación
Mario Santo Domingo y Promigás.
Finalmente, quiero agradecer a mis compañeros de equipo: Braulio de Castro, Ismael Piñeres,
Jaime Fernández, Eduardo de la Hoz, Claudia de
las Salas y Alfredo Marcos, así como a los realizadores Rafael Bassi y Sara Neuman. De igual manera, damos la bienvenida a la nueva generación
de comunicadores vinculados recientemente.
El talento y el compromiso de quienes han estado en ella a lo largo de estos fructíferos años, han
consolidado a Uninorte FM Estéreo como la alternativa culta de la radio en el Caribe colombiano.
Conformado por egresados y estudiantes en práctica de Comunicación Social de la Universidad del Norte, el equipo en acción del
programa Noticias Culturales, que se transmite por Uninorte FM Estéreo.
7. Carolina Ethel Martínez, Ismael Piñeres.
8. Johnny Insignares y Carolina Ethel Martínez
con Alfredo Marcos María, editor de la Ofina de Medios.
9. Giselle Massard Lozano, Carolina Ethel Martínez y Johnny Insignares.
10. Giselle Massard Lozano, Carolina Ethel Martínez y Mariano Redondo.
11. Mariano Redondo y Carolina Ethel Martínez en el estudio de grabación.
12. Cuadro de la obra Cinco cantos en azul de Rossana Lignarolo y Claudia Lamas
presentada, en el Coliseo Cultural y Deportivo, la noche de la celebración.
Fotos de Julio Gil: 1, 2, 5, 11, 12.
Fotos de Giselle Massard Losano: 3, 4, 6, 7, 8, 10.
Foto de Vilma Piñeres: 9.
9
8
7
10
11
12
59
DOSSIER Voces
Voces de Barranquilla
Ramón Illán Bacca*
EL
VILLORRIO
(1879-1900)
Como podrá corroborarlo el lector, Voces fue una de
las mejores revistas culturales hechas en Latinoamérica en la segunda década del siglo XX. ¿Qué
hizo posible que en este punto del continente surgiera esta revista?
Barranquilla era para finales del siglo XlX algo
más que un villorrio.
Las miradas de los viajeros respecto de la ciudad eran diversas. Por ejemplo, Miguel Cané, diplomático argentino, en sus memorias de viaje
escritas en 1881 nos dice que el manzanillo que
vio en el trayecto de Salgar a Barranquilla le recordó el aria “O Paradiso” de la Africana de
Meyerbeer. Habla además de su temperatura insoportable y asegura que desde las nueve de la
mañana no se ven en las calles del lugar sino perros y alguno que otro francés que con su presencia ayuda a sostener el apodo de “las salamandras”
con que se les ha bautizado. Desde que pisó las
costas de Colombia comprendió la anomalía de haberse concentrado la civilización nacional en las
altiplanicies
andinas a trescientas millas
*Nació en Santa Marta. Abogado
de la Universidad
Libre, Bogotá. Periodista y autor de
varios libros de
cuentos y novelas,
ha sido traducido
al francés, alemán y eslo-vaco.
Profesor de literatura de la Universidad del Norte.
60
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 60-68. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
del mar. La raza europea —concluye— necesita tiempo para aclimatarse a las orillas del
Magdalena, en las riberas que bañan el Caribe
y el Pacífico. 1
“Quelle horrible cuisine” es el único comentario que le merece Barranquilla a otro viajero francés, M. J. Creveaux, en el mismo año.
No sabemos cuáles fueron las impresiones culinarias de Fernando Lesseps al llegar a Barranquilla en diciembre de 1879; pero, en cambio, en
la crónica de ese evento, hecha por el presbítero
Pedro María Revollo, se da la primera noticia sobre el mundillo literario de “la Arenosa”.2
El censo arrojaba una población alrededor de
quince mil habitantes.
El anfitrión del banquete —para el cual horas
antes se había remplazado al alcalde mulato por un
comerciante blanco que hablaba un francés elemental— fue David López-Penha. Éste, un judío sefardita
procedente de Curazao, rápidamente se había constituido en una de las más importantes personalidades del comercio local y también en una figura cultural, como lo
demuestra la
traducción que
hizo de Los genios de Víctor
Hugo, publicada
por la Imprenta
Americana de
Barranquilla en
1880.
También
asistió al banquete Joaquín
Pablo Posada,
un poeta cartagenero del género repentista que no vaciló en
lanzar su improvisación:
El que Colombia aguardó
anhelante aquí está.
Él ha dicho que será
y con sus potentes brazos
hará saltar en pedazos
al istmo de Panamá.3
Otros —que en el futuro escribirían, entre ellos Torcuato
Ortega Palacio, José Ramón
Vergara y el propio cronista—
estaban afuera, en calidad de
jóvenes curiosos, subidos a la
ventana del Hotel San Nicolás.
primeras distribuidoras de cine
del país. También era teósofo y
autor de la novela costumbrista
Camila Sánchez (1897) y de la
esotérica La desposada de una
sombra (1903). En la enciclopedia Espasa-Calpe6 se le considera como uno de los primeros
cultores del modernismo en
América. Publicó también varios libros de versos, entre ellos
Varios a varios, un poemario en
compañía del cartagenero Luis
Carlos “el Tuerto” López, un poeta calificado de anti-modernista,
y Manuel Cervera, otro poeta
local, clasificado de romántico.
El epígrafe decía: “El odio provinciano a todo lo que descuella sobre lo corriente y lo vulgar es
una actitud de defensa, una de
las formas en que comúnmente se traduce el instinto de conservación en las bestias-brutas
que componen toda mayoría
compacta.”7
Todos trabajaron en el precario mundo cultural de entonces. Vergara en colaboración
con Fernando E. Baena escribió en 1922 Barranquilla: su pasado y su presente, fuente neRamón Vinyes, Barcelona, 1908.
cesaria para los historiadores
(Todas las ilustraciones de este dossier
fueron tomadas del Álbum Vinyes 2002.)
a falta de otras obras. Torcuato
Ortega, muerto muy joven,
Palacio y López-Penha alcanpublicó Treinta sonetos, sin gran valor poético. Erzaron alguna proyección internacional; lo demuesnesto Palacio llegó a ser secretario de Rafael Núñez
tra la carta de José Asunción Silva a Baldomero
y se convirtió en un censor de prensa muy acucioSanín Cano en la que se quejaba de la difusión que
so, e incluso llegó al extremo de censurar la literales daba la prensa venezolana. Sin embargo, en su
tura que no seguía las orientaciones del orden tralibro Breve historia del modernismo Max Henríquez
dicional. Orden muy claramente establecida en un
Ureña califica a López-Penha como “poeta de poco
decreto de 1894, que en uno de sus apartes decía:
vuelo.”
“que la lectura de novelas en general no es conveniente para los jóvenes, que lo es menos la de aqueHabía también un pequeño pero selecto público
llos que pertenecen a la moderna escuela naturalector. Así, el cónsul norteamericano Elías Pellet,
lista y que las pornográficas no deben ponerse jatipógrafo de profesión y fundador de la Imprenta
más en manos de la juventud.”4
Americana, editó el Shipping List, un periódico mensual cuyo tiraje era de trescientos ejemplares, de
los cuales cien se distribuían en la ciudad y el resMiguel Antonio Caro lo había subrayado al escrito se enviaba a Norteamérica y a Inglaterra en forbir: “No aceptamos como poesía verdadera... sino lo
ma de suscripciones para los comerciantes y para
que se confunda con la religión, aspirando a lo infilos interesados en las estadísticas. Esta publicación
nito en cualquier forma.”5
también incluía noticias culturales, como la reseña de los libros que leía Don Elías. Así mismo, eran
Aunque no estuvo mirando por la ventana en el
frecuentes las referencias a las notas culturales
banquete ofrecido en honor de Lesseps, un caso sinde Review of Reviews de Londres y al Litterary Digest
gular lo constituye Abraham Zacarías López-Penha,
de Nueva York.
hermano de David. Era poeta y novelista, corresponsal de Rubén Darío y Max Nordeau, director del
En el Shipping List se publicó por primera vez el
periódico El Siglo, dueño de la Librería Popular, la
poema “The Muddy Magdalene” (“El revuelto Magúnica de la ciudad, y el Salón Universal, uno de los
dalena”), escrito por el norteamericano H. G.
primeros cinematógrafos, y fundador de una de las
61
Summer, un capitán y propietario de algunos vapores fluviales. La traducción que hizo Rafael Pombo
de esos versos no se cuenta entre lo mejor de su
producción, y tal vez consciente de ello, el poeta no
lo incluyó en sus traducciones poéticas. La que sí
lo incluyó fue la viajera Rosa Garniege Williams en
su curioso libro A Year in the Andes or Lady’s Aventures.
Don Elías, que amaba la cultura griega, le escribió al primer ministro inglés de la época, W.
Gladstone, para solicitarle su libro Estudio sobre
Homero y la época homérica. El político inglés le contestó que no lo tenía y temía hubiera desaparecido
del mercado.8
Por todo lo anterior, se podría conjeturar que el
villorrio tenía en su clase dirigente buenos lectores, pero sin la disciplina y continuidad que hubiera dado la presencia de una universidad, lo cual
sólo será posible más de medio siglo después.
Una de las pocas figuras relevantes de ese momento, otro buen lector y que dejó obra tras de sí,
fue Julio H. Palacio, de quien se han recogido sus
artículos y publicado en distintas ediciones sus
memorias. Era un político y personaje pintoresco
de quien la tradición oral cuenta que se definía
asimismo como “un áulico del poder.” También es
famosa su respuesta al general Uribe Uribe cuando al reclamarle la ponencia a presentar en la Tercera Conferencia Panamericana en Río de Janeiro
le respondió: “General, yo no estoy aquí para prestar servicios sino por servicios prestados.”
Pero Palacio era pesimista sobre el medio cuando en su periódico El Rigoletto afirmaba:
No se lee en Barranquilla ni se escribe tampoco...
los pocos que pueden escribir algo no escriben porque
están seguros de no ser leídos, ni comprendidos, les
causa además escalofríos pensar que en las provincias persigue una muerte negra a los que llama la
burguesía despreciativa e irónicamente literatos.9
Su periódico fue sin embargo de los pocos que
tenían suplemento literario. Éstos se podían contar con la mano. Estaba la Revista Azul, de A. Z.
López-Penha, en la que señalaba las nuevas obras
llegadas a su librería. También Flores y Perlas, de
Fernando Baena, y la sección “Sábados Literarios”
del periódico El Progreso, bajo la dirección de
Wulfran Blanco. Predominaba en ellos las traducciones de autores franceses, y la producción poé-
62
tica mostraban una marcada influencia de
Bartrina, Campoamor y Núñez de Arce. También
había algunos solitarios intentos de crítica literaria por parte de Wulfran Blanco. La influencia
modernista más clara era la del mexicano Salvador Díaz Mirón.
No hay que pensar que entre nuestros vates se
manifestaban los elementos del decadentismo con
letanías de la lujuria, voluptuosidad y muerte. No,
lo que predominaba era las reuniones etílicas en
el Café Roma, el nuevo centro de reunión en el
entonces remodelado Paseo Colón y donde sobresalían los versos de la picaresca local, como los de
Jorge Pombo a don Esteban Márquez, en ese momento el hombre más rico del lugar:
Con un placer verdadero
por don Esteban yo brindo
y gran homenaje rindo
al Creso barranquillero.
El señor le dio dinero
como glorias a Mompós,
por lo que estoy con Dios
altamente resentido,
porque muy bien ha podido
repartirlo entre los dos.
En el tiempo del mundo (1900-1917)
En las memorias de Julio H. Palacio se menciona el paso por Barranquilla del escritor cubano
Emilio Bobadilla, alias Fray Candil. Su paso, además del enfrentamiento con algún sector de la localidad —por un artículo en el que dijo la malsonante expresión de sentir en el buque en que paseaba “el olor de la carne fresca de mujer hermosa”—, tuvo también como efecto la novela A fuego
lento, inspirada en Barranquilla (que aparece con
el nombre de Ganga en la obra) y en la que se la
describe como un lugar con una corona de gallinazos
sobre la torre de la iglesia, sapos en las calles y
políticos corruptos de nombres griegos y lectores de
revistas francesas atrasadas.
En Fraulein Emma, otra novela de la misma época, del español Juan Servert, se nos cuenta, en el
capítulo que transcurre en Barranquilla, cómo las
actrices de la compañía sufrieron el asedio de los
petimetres de la localidad, y las funciones fueron
un éxito. También se anota el contraste de que al
llegar a Bogotá se les negó el permiso para sus presentaciones por considerar el teatro de variedades
pecaminoso.
A pesar de esas miradas bizcas, Barranquilla
crecía. Ya para esos primeros años del siglo su población se calculaba en 45.000 habitantes y para
finales de la primera guerra mundial era mayor.
Theodore E. Nichols resume la situación al decir:
Antes de finalizar el siglo, Barranquilla era indiscutiblemente el puerto más importante de Colombia,
pasando en pocas décadas de ser un insignificante
asentamiento ribereño a esta posición. Los factores
políticos parecen no haber tenido mucha influencia.
Las facciones iban y venían al igual que las revoluciones pero el crecimiento constante de Barranquilla escasamente se vio afectado.10
A pesar de que Barranquilla presentaba —al igual
que las demás ciudades del país— altos índices de
analfabetismo10a*, esto no fue obstáculo para que
los poetas la calificaran de “la Nueva York de Colombia”, “la Nueva Barcelona”, “la Nueva Alejandría”
y otras comparaciones.
Había varios cines, y las compañías de ópera italianas y las de teatro españolas se presentaban en
la ciudad antes de emprender giras al interior del
país. A veces, grupos de entusiastas —generalmente miembros de la alta sociedad— montaban obras
de teatro, en su mayoría sainetes de los hermanos
Quintero, para obras de caridad.
Son pocas las noticias en los diarios en las que
se nos muestre al mundillo literario agrupado. Una
de esas pocas oportunidades se produjo en el sepelio de Eduardo Ortega, jefe de redacción de El
Rigoletto. Un número de este periódico dedicado a
su memoria en noviembre de 1908 trae colaboraciones de Aurelio de Castro, Tomás Surí Salcedo,
José F. Fuenmayor, Eparquio González, entre otros.
O sea, políticos y periodistas. Algunos de ellos ocuparán puestos importantes. Por ejemplo, Surí
Salcedo será ministro de hacienda y Eparquio
González, un general vencedor en la guerra de los
mil días, será gobernador del departamento del
Atlántico. La única figura con obra literaria será
José Félix Fuenmayor. Se reafirma en esta lista el
criterio dominante de que el escribir agregaba
méritos a los hombres de pro, pero no era un mérito en sí. La categoría de escritor era subsidiaria y
la escritura una actividad al servicio de los políticos. Eso explica en parte la paradoja de los pocos
escritores de oficio y la cantidad de periódicos en la
primera década, que sumaban alrededor de veinte.
También se daba el caso curioso de que a pesar de
ser Barranquilla la capital liberal de la Costa, la
mayor parte de los periódicos y los más importantes eran de orientación conservadora. También los
directores conservadores eran los de mayor prestigio literario y empresarial: Aurelio de Castro, Julio
H. Palacio, Pedro Pastor Consuegra, Abel Carbonell
y Miguel Goenaga. Hay que anotar que eran escasos los periodistas con títulos universitarios o estudios en el exterior.
¿Y la bohemia literaria? En alguna forma se agruparon en el homenaje al poeta antioqueño Porfirio
Barba-Jacob en su paso por la ciudad en 1906. En
ella estuvieron Lino Torregrosa, Hermes Cepeda,
Leopoldo y Enrique de la Rosa, Miguel Rasch Isla y
Tiberio Hormechea, lo que con alguna amplitud se
podría definir como nuestra bohemia.11 El Café Roma
fue su lugar de encuentro, pero sin llegar a ser “la
Cueva simbólica”.
Pero hacia ellos sí estaba apuntando el periódico
El Estandarte, dirigido por el poeta de dura musa Jorge N. Abello, y el sacerdote Pedro María Revollo, que
los calificaba como “tribu de modernistas cuya filosofía es a beber, a beber y apurar las copas de licor.”
En el mismo periódico monseñor Revollo conjura otros males que siente están invadiendo la ciudad que crece: la masonería, el anarquismo, el espiritismo y el modernismo.12 La masonería tenía
logias desde 1840 y su importancia se puso de relieve con la construcción del Cementerio Universal en 1870, en el que, a diferencia de las demás
ciudades de Colombia, se inhumó a hebreos, protestantes y católicos.13
El anarquismo era tan sólo un espejismo cuando monseñor Revollo en su columna “Perdigonadas”
de El Estandarte acusó al joven poeta Leopoldo de la
Rosa de ser un ácrata. Más adelante, en los años
veinte, va a darse un movimiento en el sector obrero con esa tendencia, que tendrá su propio periódico, Vía Libre, en el que se anunciarán representaciones teatrales de autores anarquistas como
Anselmo Lorenzo y Pietro Gori.
El espiritismo era una moda mundial que pasado su momento más culminante seguía, sin embargo, con muchos cultores en la ciudad, por lo general de las clases pudientes. Julio Gómez de Castro, que sería el primer director de Voces, escribía
en el Diario del Comercio: “Estamos en el siglo veinte, en el de la teosofía y espiritismo con su rebaño
allankardequiano.”14
63
Sobre el cultivo del gnosticismo, teosofismo, misticismo, cabalismo o alquimia sólo la tradición oral
nos da el dato de la presencia de literatura ocultista en la librería de López-Penha.
El modernismo (y se infiere que monseñor
Revollo lo hace como una referencia al movimiento literario cuyo máximo exponente fue Rubén
Darío) tenía expresiones literarias muy flojas. Para
1910 sus mejores representantes en la poesía eran
José Félix Fuenmayor, Miguel Rasch Isla y Leopoldo
de la Rosa.
Había otras manifestaciones artísticas del modernismo, tal vez no muy conscientes, como los
cuadros de Francisco Valiente que con el tema de
la Judith que mata a Holofernes se unía al tema de
“las femmes fatales” de moda en el mundo. Pero no
hay que hacerse demasiadas ilusiones sobre nuestra unión al ritmo mundial del arte. Tampoco había
un mercado para objetos de arte sofisticados. No hay
noticia de cuadros de autores reconocidos en la ciudad; lo que predominaba era litografías de ninfas
en los rincones de las salas.
Pero más que enfilarse contra “el horizonte gris
de los neologismos extravagantes”, como se vituperaba a los modernistas, la preocupación principal
de Monseñor Revollo era el carácter laico de la sociedad barranquillera. Ésta se manifestaba en la
poca asistencia a las iglesias (de hecho había pocas con relación a otras ciudades de su misma población. Es muy diciente el dato que hasta 1877
había solamente dos: una iglesia en ruinas, San
Nicolás, y otra cerrada, San Roque). Se manifestaba así mismo en la abundancia de uniones libres y
la frecuencia de matrimonios civiles mientras estuvo vigente ese régimen, cuya proporción fue mayor a la media nacional. “Las cifras abultadas son
significativas en esta ritualidad civil debido probablemente a la actitud de acomodo por quienes lo
utilizaron dentro de un escenario político, jurídico
y social inestable, también por los extranjeros como
libaneses, hebreos y demás que, casándose de
acuerdo con el rito de sus creencias religiosas, contraían el problemático matrimonio civil para dar
validez a su relación”, nos dice Dalí Miranda S.15
El hecho de no ser Barranquilla sede episcopal
(dependía de la diócesis de Cartagena) y la fuerte
presencia extranjera debilitaba el poder de la Iglesia y, por ende, la censura eclesiástica sobre las
publicaciones.
64
Todos estos factores fueron decisivos para el
nacimiento de Voces. Sin ellos hubiera sido difícil
que la revista se convirtiera en realidad. Pero no
nos engañemos, hubo un factor de mucha importancia y que nos llegó en forma gratuita: la presencia de un joven catalán que huía de las rencillas del mundillo literario de Barcelona, de nombre Ramón Vinyes.
VINYES
ENTRE NOSOTROS
La llegada de Vinyes a Barranquilla se produjo en
1914. Tenía un año de estar en el país. Su primer
domicilio fue en Ciénaga, adonde llegó contratado
como contador de una empresa bananera. Según
el dato poético que nos dio Germán Vargas, el escritor, en un momento de crisis y decidido a irse al
fin del mundo (lo que quería decir Sidney o Barranquilla, las dos opciones que se le presentaron), puso
a girar un globo terráqueo y el azar determinó que
el dedo se posara sobre esta última ciudad.
Para el investigador francés Jacques Gilard,
Vinyes estaba bajo el trauma nacional de la semana trágica de Barcelona y empezaba a padecer las
consecuencias de la derrota del modernismo catalán frente a la nueva generación, más prudente y
burguesa, del “novecentismo”. Según Gilard, este
viaje representaba una ruptura con la patria y un
voluntario destierro en vida.16
Vinyes llegó a Ciénaga en 1913. El anecdotario
que daba el mismo Germán Vargas refería que cualquier noche al releer la Divina Comedia Vinyes decidió reconciliarse con la literatura e irse a vivir a
Barranquilla. En esta decisión también influyeron
los consejos de su amigo y poeta Gregorio Castañeda
Aragón.
“Se marchó porque estaba hasta las narices de
las envidias en los círculos literarios”, aclaró en
una entrevista su hermano Joseph medio siglo después de su muerte. Y añadió: “Los Vinyes siempre
hemos sido conservadores, nunca ha habido revolucionarios ni tampoco comunistas. Liberales lo
hemos sido todos. Aunque nuestro padre era carlista y nuestra madre una beata.”17 Este personaje
complejo es el que se instala entre nosotros.
Enrique Restrepo es otro de los nombres fundamentales en la creación de Voces. Hay pocos datos
sobre él. Antioqueño, autodidacta, en la primera década del siglo trabajaba como contabilista en una
empresa de libaneses. Tenía, según la pluma grá-
fica del caricaturista Rendón, ojos
diminutos, achinados, y labios
que parecían una línea sobre el
horizonte de su rostro. No es fácil
encontrar escritos de su autoría
en los periódicos de la época, pero
se sabe que era muy considerado
en el mundo literario. Después de
Voces, Restrepo se domicilió en
Bogotá, en la que tuvo un almacén de sombreros. En 1925 publicó El tonel de Diógenes (Manual del
cínico perfecto) y en 1938 Con razón o sin ella, libros en los que se
nota la lectura atenta de
Nietzsche y Bergson.
samente. Aumentó mi sorpresa cuando vi que no sólo sabía sino que sabía mucho y a fondo. Seguí luego averiguando por otros libros de autores
clásicos y modernos, que no existían
en sus estantes y quedé maravillado
de la cultura que pude adivinar en el
guasón de antes. Llamé la atención
de mis amigos del cenáculo (así llamábamos nuestras reuniones nocturnas) y en adelante frecuentábamos al
librero, todos con el pretexto de comprar un libro. Al poco tiempo habíamos ligado con él una franca amistad. Ese librero no era otro que el poeta Ramón Vinyes, venido de Cataluña
a consecuencia, creo, de una equivoEnrique Restrepo en una encación. [...] Ramón fue para nosotros
trevista concedida al suplemento
el agente de la tentación y el estímuMaría L. Salazar,
dominical de El Tiempo dio la silo. A él debo haber cometido el pecaesposa de Ramón Vinyes (1922).
guiente relación de la fundación
do de escribir para el público o al
de Voces:
menos publicar, pues entre nosotros
no faltaban quienes fuesen ya escritores vergonzantes.
En Barranquilla vivía yo en una casita pajiza adonRamón fue el animador. Concurrió a nuestras tertude concurrían por la noche varios aficionados a la leclias. Se discutieron acaloradamente teorías literarias,
tura. Comentábamos libros que caían en nuestras maestéticas y filosóficas. [...] En ocasiones nos sorprennos, cambiábamos ideas en general. Asistían a nuesdió la madrugada en alguna controversia relativa a la
tras tertulias Gonzalo Carbonell, lleno de fuego, de
irrealidad metafísica del tiempo. Y una vez, cuando
nobleza y de entusiasmo; Julio Enrique Blanco, estumenos lo pensábamos, vimos que entre Ramón y Julio
dioso de poesía de todos los tiempos, poseedor de una
Gómez de Castro se urdía la publicación de una revispasmosa erudición; Antonio M. Castaño, el espíritu más
ta decenal en que todos nos hallábamos complicados.
sutil e irónico que haya conocido; Roberto Castillejo,
cuya única ocupación era la lectura; también nos visiGómez de Castro, acendrado, reflexivo, estudioso,
taba Hipólito Pereyra, cuyas costumbres y actitudes,
asumió la responsabilidad de ser su director. A él no
aunque eran inofensivas y honestas, constituían el
se le ocultaba que se hacía cargo de un conato revoluescándalo de la ciudad. Hipólito jamás soñó con ser
cionario de ideas inofensivas. Así nació la revista “Voliterato; la literatura fue para él otra pose de que se
ces”, que vivió luego agonizando por espacio de sevalió para espantar a los burgueses, cosa que constisenta números. La edición fue siempre feísima, exetuyó su sport predilecto y a lo cual era capaz de
crable, pero el contenido la animaron siempre el entusacrificárselo todo. [...] En una ocasión descubrí yo
siasmo y apasionamiento juveniles. La revista fue bien
detrás del mostrador de una librería a un joven de preacogida, especialmente fuera del país. Nos enviaron
sencia atractiva y de mirada inteligente que con formacolaboración algunos buenos españoles de habla eslidad recomendaba a sus compradores las obras de
pañola, entre otros que recuerde, Eugenio D’ Ors y don
didáctica elemental o la de los autores sicalípticos esManuel García Morente. Tuvo sus crisis pecuniarias
pañoles. Me pareció adivinar cierto sarcasmo en el fonforzadísimas, y en una de ellas la tomó por su cuenta
do de estas recomendaciones que los parroquianos
Hipólito Pereyra, que había adquirido una imprenta,
tomaban como sinceras. Mis sospechas se confirmaconvirtiéndose en su director-editor.18
ron cuando le oí elogiar con una propiedad extraordinaria las obras de un autor que claramente él no haPASIÓN Y MUERTE DE VOCES
bía leído. “Este es otro guasón” pensé para mis
adentros y asumiendo una actitud de parroquiano que
En un ensayo sobre la narrativa latinoamericaquiere informarse, y por el solo placer de oírlo, solicité
na, el crítico uruguayo Ángel Rama decía textualsu concepto o apreciación de una obra que yo conocía,
mente:
creo que fue algo de Leopardi, y lo hice hablar exten-
65
“Los nuevos” es una consigna suficiente explícita
a pesar de su evidente vaguedad... Esa palabra “nuevo” es la que con mayor frecuencia escribe uno de los
personajes mitológicos de la literatura latinoamericana, ese Ramón Vinyes que a partir de 1917 da a conocer en una revista provinciana (Voces, publicada en la
ciudad de Barranquilla, que para la fecha era el último rincón del planeta) las audacias de Dormée y
Reverdy, el Traité du Narcisse de André Gide, La obra
de Chesterton, dando muestras de esa fabulosa erudición de la modernidad europea que explica que uno
de sus nietos intelectuales, Gabriel García Márquez,
lo haya trasmutado en un personaje de novela: “el
Sabio catalán”, el hombre que había leído todos los
libros de los Cien años de Soledad.19
Anterior a algunas revistas como Martín Fierro
(Buenos Aires, 1924-27), Amauta (Lima, 1926-30),
Revista de Avance (La Habana, 1927-30), Revista de
Antropofagia (Sao Paulo, 1928-29), Contemporáneos
(México, 1928-31) y Mandrágora (Santiago de Chile,
1938-43), que son puntos de referencia obligada
cuando se habla del proceso literario de esos países, en Colombia en esa década no hay nada parecido a Voces en el resto de país. Ni Universidad (192122 y 1927-28), El Nuevo Tiempo y Cultura en Bogotá,
ni Panida en Medellín alcanzaron la dimensión literaria de esta revista. Entre otras cosas, porque
como dice Álvaro Medina:
[...] las publicaciones colombianas se mantenían por
“refritos” y que su vida editorial excepto por los colaboradores nacionales, dependía en buena parte de lo
ya publicado por sus colegas extranjeros. Voces es la
excepción en ese sentido. Y es la excepción porque
como ocurría en Mito década después recurre a las
traducciones. Pero a traducciones de primera mano que
Vinyes realizaba de los más diversos idiomas. El resultado fue una revista internacional con un contenido
que le ofrecía a los lectores de habla hispana materiales que jamás habían leído en su propia lengua.20
Así fue pues como se tradujeron por primera vez
al castellano textos de Gide, Aloysius Bertrand,
Gilbert K. Chesterton, Jacques Riviere, Federico
Hebbel, Lafcadio Hearn, Hugo von Hoffmannsthal,
R.B. Cunninghame Graham, Guillaume Apollinaire
y otros de igual importancia.
¿Cómo una revista editada en un pueblo ubicado en él “último rincón del planeta”, para repetir
la frase de Ángel Rama, se sitúa a la vanguardia
de todas las publicaciones de su género en el continente?
66
Con esa gran sabiduría que encierran los lugares comunes, a Voces siempre se le conoció como
“la revista de Vinyes”. Los dos directores que aparecieron sucesivamente en sus sesenta números,
Julio Gómez de Castro e Hipólito Pereyra, seudónimo de Héctor Parias, eran sólo los mascarones de
proa, ya que por su condición de extranjero Vinyes
tenía limitaciones para aparecer como director.
Así pues, Vinyes, alma y voluntad de la publicación, es quien la hizo posible. No sólo tradujo y escribió, sino que además Voces recibió colaboraciones que de no haber estado él de por medio ello no
hubiera sido posible. Un rasgo distintivo de la revista es el elevado número de colaboraciones de
escritores catalanes y alusiones a la literatura catalana. Entre otros podemos citar a José María
López Picó, Carlos Riba, Eugenio D’Ors, Alfonso
Maseras y Pablo Vila. Como dice Jaques Gilard:
En materia de curiosidad e información, Madrid
quedaba a la zaga de Barcelona. En Cataluña se
daba una contemporaneidad que la cabeza de España aún desconocía en gran parte 21
La presencia de los latinoamericanos (Valdelomar, Eguren, peruanos; Pellicer, Tablada, mejicanos; Zaldumbide, ecuatoriano; Huidobro y Mistral,
chilenos, y Rodó, uruguayo) no era tan frecuente
en las otras revistas del país.
En Voces se encuentran colaboraciones de autores nacionales como Germán Pardo García, Tomás Rueda Vargas, León de Greiff, Efe Gómez, y
del litoral atlántico Luis Carlos López, José Félix
Fuenmayor, Gregorio Castañeda Aragón y Víctor
Manuel García Herreros, entre los más destacados. Y claro, no podían faltar las colaboraciones de
Julio Gómez de Castro y Héctor Parias, que no alcanzaban el nivel estético de las otras.
De los pocos cuentos publicados en Voces, se
encuentra Animula Vagula, del escritor y aventurero escocés R. B. Cunninghame Graham, traducido
de The English Review y publicado en 1918. Para la
misma época este escritor estaba por los lados de
Cartagena y el Sinú. No hay ningún indicio de un
encuentro entre el escocés y el catalán Vinyes.
Un repaso a los números de Voces muestra lo
determinante de la presencia de Vinyes. Es el
quien le da el tono y orientación a la revista.
Así, se encuentra la nota maliciosa, o la que
intriga, con un sabor que no era lo frecuente por
esas fechas en que la solemnidad o el oropel
modernista todavía campeaba.
Voces alcanzó a publicar sesenta números, y el
último apareció el 30 de abril de 1920.
Su muerte, como la de casi todas las revistas
culturales, se debió a la asfixia económica. No recibió “pulpitazos”, como por ejemplo Panida en
Medellín, a quien el órgano de la curia —La Familia Cristiana— prohibió leer bajo pena de incurrir
en pecado. Aquí, a pesar de su poder, el clero tenía
una presencia más discreta, y además había una
población flotante, con mucho extranjero, que le
obligaba a ser más permisivo.
Pero aun así, los malquerientes de Voces abundaron. No le ayudaba a granjearse simpatías la actitud retadora que animaba desde el epígrafe de
su portada: “Los espíritus mediocres condenan generalmente todo lo que está fuera de su alcance”, máxima de Rochefoucauld. O sea que la revista cumplía el papel de ser: “La mala conciencia, el irreverente ante las convenciones que las sociedades constantemente tienden a sacrificar.”22
Fue pues inevitable que la publicación desatara reacciones negativas cuando tocaba temas vidriosos o golpeaba a los intocables. El Derecho, periódico local, se quejaba:
Voces que ayer nos neutralizó a Núñez, nuestra
gloria poética, nos neutraliza hoy a Gómez Restrepo,
nuestro gran crítico. Entre la necesidad espiritual de
leer a Voces y el miedo de que nos arrebate una gloria nacional, nos sucede, a cada nueva entrega, lo
mismo que cuando sentimos la necesidad del remedio y le tememos al médico algún diagnóstico fatal.23
Esto fue escrito a los pocos números de haber
salido Voces y cuando todavía el público se preguntaba quién era el irónico autor contra la poesía de
Núñez y que firmaba con el seudónimo de GarciOrdóñez de Barbarán.
Más adelante y ya en su segundo año de vida,
Hipólito Pereyra publicó un artículo muy esclarecedor, en el que afirma, entre otras cosas, lo siguiente:
Oye, Hipólito Pereyra, me dice un distinguido escritor —oye, ¿quieres que te tenga un elogio? En Voces sólo se entiende lo que tú escribes...24
Y más adelante continúa diciendo Pereyra:
Voces —dice la Curia— perdóneseme la cobardía
que me embarga y que me impide consignar el adjetivo calificador: «No manden más la Revista».25
Como en la actualidad es imposible reconstruir
el anecdotario de la publicación, pues ya no hay
testigos presenciales, sólo se pueden inferir las
dificultades que tuvo la revista para sobrevivir de
la lectura de los mismos textos o por algunos otros
indicios. Por ejemplo, el número doble 49-50, a cargo de Hipólito Pereyra (la ausencia de Vinyes es
diciente), es insólito, por decir lo menos. Lo encabeza un retrato a toda página del general Eparquio
González, en ese momento presidente de la Asamblea del Atlántico. Además del retrato hay un artículo ditirámbico del mismo Hipólito Pereyra acerca de aquél, y peor aun, versos patrióticos del general. He aquí una muestra:
Oh poderoso mar. Oh mar Atlante
permíteme que en tus aguas dilate la mirada,
busco esa historia que contigo vive,
le escucho entre tus voces de Júpiter tonante...
De hecho, era una llamada de auxilio. El editorial quejumbroso decía:
Nuestra política fue la de la puerta abierta, pues
siempre tuvimos la de nuestra revista abierta de par
en par para recibir con los brazos abiertos a todos los
intelectuales que quisieran llegarse a nuestra casa.
Llegaron muy pocos, la mayoría se mostró reacia...
Conociendo lo selectivo que era Vinyes, hay que
dudar sobre “la puerta abierta”, pero de todas maneras hubo un intento de reconciliarse con parte
de la “intelligentzia” local que había quedado por
fuera. No les valió. Tres años más tarde, el mismo
general González, al ser nombrado gobernador y
en una historia turbia, extrañó del país a Ramón
Vinyes tildándole de “extranjero indeseable.”
Pero los peligros no sólo provenían del poder político sino también del mismo medio social, tan
estrecho, que obligaba a Julio Enrique Blanco a
negar la autoría de sus artículos filosóficos a sus
corresponsales comerciales, porque eso podía restarle compradores a sus productos farmacéuticos.
A todo esto hay que sumarle la insolidaridad gremial, que la misma revista denunciaba:
67
Hemos visto desaparecer la notable revista de
Medellín “Panida” entre la más completa indiferencia.
Hemos visto salir el libro Pensamiento de un viejo
de A. González, sin que nadie se ocupara de él. Hemos visto en torno del libro Máscaras de bronce, de
Castañeda Aragón, la más marcada indiferencia. Sólo
los amigos, y uno que otro crítico, habló del libro. [...]
¿Es egoísmo? ¿Es que nos encontramos incapacitados
para dar un comentario original?26
Todos esos factores acabaron con la aventura. El
posterior incendio de la librería27 de Vinyes, seguido de su extrañamiento, terminó con las pocas esperanzas de revivir la revista. Ni la efímera Caminos, dirigida por Víctor Manuel García Herreros, ni
la comercial Civilización, de Adalberto del Castillo,
pudieron reemplazarla. Hay que esperar más de dos
décadas para que aparezca Crónica, un semanario
que después aglutinará a los integrantes del llamado “Grupo de Barranquilla”, y que constituirá otro
hito cultural de la ciudad.
Voces no ha sido estudiada con intensidad. Sin
embargo, es frecuente encontrar en las pocas
aproximaciones al tema el juicio de ser una publicación que no tenía una real correspondencia con
el medio que la producía. El crítico Ernesto
Volkening dice en forma rotunda:
Más ahí, precisamente, está el busilis: por sus mismas excepcionales cualidades y virtudes, unos textos
como los de Vinyes o, por citar un tercer ejemplo no
menos diciente, los estudios filosóficos del
barranquillero Julio Enrique Blanco sobre Kant y
Herbart, se ven un tanto exóticos... Dicho sea sin ambages: se nota cierto desequilibrio entre el cosmopolitismo, casi se dijera la posición de vanguardia, que
bajo las alas de tan rara ave literaria mantiene una
minoría selecta de intelectuales y la provincialidad
apacible y gratamente vegetativa del ambiente en que
viven, piensan, escriben, platican...28
Y más adelante nos dice el mismo crítico colocando el dedo en algo que podría ser tema de muchos y encontrados puntos de vista:
...en aras de su universalidad “Voces” ha sacrificado el colorido local, el rasgo inconfundible que nos revele su ubicación en un puerto del Caribe reverberante
de luz y sumido en el lúbrico calor del Mediodía.29
Que la revista continuaría juzgada como “exóti-
68
ca” en el futuro, lo intuyó el mismo Enrique Restrepo, que tal vez por eso escribió premonitoriamente en el último número:
La cultura como “flor extrema” de toda civilización es un lujo, lugar común, pero no por común
menos evidente.30
NOTAS
1 CANÉ, Miguel, Notas de viaje sobre Venezuela y Colombia. Bogotá,
Colcultura, 1992. Biblioteca V Centenario.
2 REVOLLO, Pedro María, “Reminiscencia”. En Mejoras, Vol. 3, Nº 28.
Barranquilla, septiembre de 1935, p. 92.
3 Ibid.
4 SOLANO, Sergio, Política e intelectuales en el Caribe colombiano
durante la Regeneración (1886 – 1899). En Memorias del IV seminario
internacional de estudios del Caribe. Barranquilla, Universidad del Atlántico, 1999.
5 Ibid.
6 Enciclopedia Universal Ilustrada. Madrid, Espasa-Calpe, 1987, tomo
31, p. 176.
7 LÓPEZ, Luis C.; LÓPEZ-PENHA, Abraham Z. y CERVERA, Manuel, Varios
a varoios. Madrid, Pueyo, 1910.
8 Colección de clásicos costeños. Barranquilla, Editorial Efemérides,
1995, p. 1-51.
9 El Rigoletto, Barranquilla, 11 de septiembre, 1902.
10 NICHOLS, Theodore E., Tres puertos de Colombia. Bogotá, Banco
Popular, 1973.
10a En el censo de 1918, entre los 135.797 habitantes del departamento del Atlántico se contaban de 51.300 alfabetos y 75.406 analfabetos.
11 PARDEY, Carlos M., La estada de Barba-Jacob en Barranquilla. El
Heraldo, 19 de abril de 1976.
12 CONDE CALDERÓN, Jorge, “El Estandarte”, insignia y opinión de un
proyecto católico en el Caribe colombiano. En Historia Caribe, Vol. 1, Nº 2,
1996.
13 EL Misionero, año 1, Nº 5. Barranquilla, 9 de junio de 1993.
14 GÓMEZ OLACIREGUI, Aureliano, Prensa y periodismo en Barranquilla
siglo XX. Barranquilla, ediciones Lallemand-Abramuck, l979, p. 12.
15 MIRANDA, Dalí, Familia , matrimonio y mujer: el discurso de la
Iglesia católica en Barranquilla (1863-1930). En Historia Crítica Nº 23,
enero-junio, 2002.
16 Selección de textos de Ramón Vinyes, tomo I, p. 23. Bogotá,
Colcultura, 1982. Selección y prólogo de Jacques Gilard.
17 MARTÍ GÓMEZ, José, Josep Vinyes o el circo de la vida. En el Magazín
Dominical de El Espectador (sf).
18 Lecturas Dominicales de El Tiempo, 26 de septiembre de 1926.
19 R AMA, Ángel, La novela latinoamericana 1920-1980. Bogotá,
Procultura, 1982.
20 MEDINA, Álvaro, Don Ramón, el maestro catalán de “Cien Años de
Soledad”. En revista Pluma, Nº 31 (nov. de 1975).
21 GILARD, Jacques, Voces (1917-1920): un proyecto para Colombia.
En Huellas, revista de la Universidad del Norte, Nº 31 (abril,1991).
22 GARCÍA CANCLINI, Héctor, Cruces, arriagos y deslindes. En el Magazín
Dominical de El Espectador, Nº 447 (17 de noviembre de 1991).
23 Voces (1917-1920). Selección de textos. Germán Vargas (ed.). Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1977, p. 12.
24 Ibid, p. 13.
25 Idem.
26 Voces, Nº 11 (nov., 1917).
27 En el artículo “Una librería que hizo escuela”, publicado en El
Tiempo (30 agosto de 1987), Javier A. Lara sostiene que el incendio fue
debido a unos fumadores descuidados, mientras que Pere Elies i Busquet
sostiene que fue a causa de unos petardos lanzados en una manifestación
política.
28 VOLKENING, Voces y el silencio del trópico. En Evocación de una
sombra. Bogotá, Ariel, 1998, p. 158.
29 Ibid., p. 388.
30 Voces, Nº 59, abril de 1920.
DOSSIER Voces
Voces
La revista de Ramón Vinyes
Graciela Gliemmo*
ORIGEN
DE
VOCES
Ramón Vinyes, cansado del mezquino y asfixiante
ambiente cultural español, llega casi por azar a Barranquilla en 1914, sin imaginar que su presencia
sería determinante para el desarrollo de la literatura costeña. El escritor colombiano Enrique Restrepo
se topa por primera vez con él en la librería que
Vinyes monta a poco de su arribo y queda maravillado por sus conocimientos, inmortalizados varios años
después en la figura del “sabio catalán” de Cien años
de soledad. Enseguida se conforma un grupo con Julio Enrique Blanco, Gonzalo Carbonell, Hipólito
Pereyra, Roberto Castillejo y Antonio M. Castaño.
Restrepo cuenta que las primeras
reuniones se hacían en “una casita
pajiza donde concurrían por la noche
estos jóvenes inquietos, aficionados
a la lectura”. Vinyes se convierte en
el promotor de las discusiones sobre
literatura, estética y filosofía, y pone
al grupo en conocimiento de los autores extranjeros del momento. Entre
libros y ron, surge la idea de sacar entre todos una revista.
Racine y Voltaire. Y entre los “modernos”, a Musset,
Daudet y Bourget.
A la redacción llegan publicaciones de Francia,
Inglaterra, Portugal, España, Italia. Vinyes transmite en una nota de noviembre de 1918 su sorpresa
ante las revistas científicas, que se muestran inmutables frente a la guerra, y deja oír su comentario mordaz: “Para los sabios no existe en el mundo
más que la ciencia. Tal vez los llene el horror al cataclismo pero se cierran en ellos como en un laboratorio y su pensamiento sigue sereno las complicadas rebuscas y los cauces torturosos. El hoy es un
accidente para los sabios; su vista va fija al futuro.
Trabajan para los que vendrán.”
Entre la literatura bélica que se comenta, se destacan Vie des martyrs de
Georges Duhamel y Méditations d’un
solitaire de León Bloy, considerado “el
más alto espiritualista de la guerra”.
También se recoge una consulta realizada a artistas y escritores franceses sobre qué debe hacerse con lo que
queda en pie de la catedral de Reims,
y se reproducen algunas opiniones,
entre ellas la de Rodin, quien plantea
una defensa de las ruinas y está contra todo tipo de restauración.
Voces, que nace durante la primera guerra mundial y a meses de la
revolución rusa, da cuenta de las repercusiones de la lucha desde una
Voces es más que un producto lociudad que comienza a dar muestras
cal. Es absolutamente cosmopolita.
de ciertos rasgos de modernidad. Por
Gómez de Castro dirige los primeros
Ramón Vinyes, años 30.
ejemplo, retoma una nota del Mercure
doce números y Armando Pereyra se
de Francia, donde Watelin observa que
encarga de los restantes. Sin embarla poesía ocupa “un vasto campo en la biblioteca porgo, es Vinyes quien está tras la selección de textos y
tátil del soldado, generalmente limitada a un voluel que consigue las colaboraciones, sobre todo de aumen” y que los combatientes son aficionados al gétores catalanes. Incluso, aunque no aparece su firnero policial y leen también a clásicos como Pascal,
ma, es el principal traductor y también el responsable de las “Notas”, la interesante sección que informa sobre la actualidad cultural. Sólo se publican tex*Nacida en Buenos Aires (Arg.), 1957. Docente universitaria, entos originales y por primera vez se traducen al cassayista y narradora. Ha desarrollado investigaciones sobre literatura,
cultura e historia latinoamericana como becaria del C ONICET y de la
tellano, unos años antes de que lo hicieran algunas
Universidad Nacional Autónoma de México.
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 69-70. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
69
reconocidas revistas vanguardistas, a André Gide,
Guillaume Apollinaire, Gilbert K. Chesterton,
Jacques Rivière, Federico Hebbel, Cunninghame
Graham, y Hugo von Hoffmannsthal, entre otros.
Esta revista decenal muestra las paradojas propias del momento: se advierte aún cierta solemnidad y tradicionalismo y, a la par, hay en algunos más
irreverencia, como en las notas de Restrepo, en los
poemas en prosa de Pereyra y en algunas opiniones
de Vinyes. Siempre se aclara que no hay detrás un
programa político ni partidismos. Se reclama libertad y autonomía literaria.
LOS
PRIMEROS
“ISMOS”
Esta es una época en la que comienzan a caer viejos
conceptos. La literatura ya no reproduce la realidad,
anuncia su desvinculación de la moral y exhibe signos de fragmentación. Se cumplen cincuenta años
de la muerte de Baudelaire y es el momento en que
la reimpresión de sus versos hace que los poetas lo
vean como el precursor del simbolismo. Ha muerto
Rubén Darío. Los poetas franceses y los autores rusos marcan la ruta a seguir.
Y aunque Voces publica los innovadores poemas
en prosa de Hipólito Pereyra, que ofrecen un nuevo
imaginario y una forma híbrida, y da espacio a la
obra inicial de León de Greiff, quien será central en
el grupo de Los Nuevos una década después, no es
una revista vanguardista, ya que rechaza la pelea
frontal: “Voces se ha convertido en Colombia en el
fantasma de los mediocres porque fustiga sin compasión, porque cada día rompe nuevos ídolos, porque
duda de las consagraciones, porque renueva el ambiente literario. Pero este ‘fantasma’ al mismo tiempo que es nuestro exponente de dinamicidad literaria no tiene la odiosidad de la polémica ni la vulgaridad de los vocablos plebeyos.”
Se recogen muchos textos que anuncian un cambio de poética, pero es el número 42, del 30 de noviembre de 1918, el que está dedicado en forma completa a la renovación literaria que se gesta en Europa. La edición promete dar a conocer “las últimas
teorías en arte y las obras de los nuevos teóricos.”
No se trata de avalar sino de mostrar y sostener estos interrogantes: “¿Serán flor de un día las nuevas
doctrinas?” “¿Traerán una profunda revolución en
el arte?” La posición es abierta, plural, comprensiva, pero no cómplice. Es solidaria y, a la vez, mantiene una discreta distancia con las nuevas producciones literarias, dejando en claro que se trata de una
70
época de experimentación más que de precisiones:
“La revolución en arte es total. No tenemos, hoy por
hoy, obra decisiva... y, diríamos más, ni senda segura. Pero los tanteos merecen respeto. ¿Qué pueden
revelar estos tanteos mañana?”
Se defiende aún el significado de la palabra, también el plano sonoro, sin excluir las últimas tendencias que están ofreciendo un quiebre más estructural, visible incluso en la disposición tipográfica que
toma la letra en la página. Los términos “futurismo”,
“cubismo”, “vibrismo” son centrales, junto con los
textos y reflexiones de Apollinaire, Pierre Albert-Birot,
Paul Dermée, Luciano Folgore, Pierre Reverdy, Max
Jacob, Lino Cantarelli y Vicente Huidobro.
La transición se advierte en los comentarios de
Vinyes sobre estos autores: aunque no adhiere a las
nuevas tendencias, juega con las formas cuando escribe sus argumentos, como si se tratara de prosa
poética, desplazando las líneas hacia la derecha,
dándole un ritmo desintegrado, más rápido e instantáneo que el de aquellos otros artículos y notas
publicados en los números anteriores de la revista.
Estos comentarios tienen el tono de los apuntes, de
las observaciones frescas, cortadas, escritas como
al pasar y al descuido. Su diagnóstico de los tiempos
que corren surge espontáneo y recurrente: “Una profunda inquietud se ha apoderado del arte. Un deseo
de renovación lo sacude.” E insiste: no hay “nada
aún definitivo en las corrientes nuevas.”
Aunque tal vez asusta, no se niega la ruptura. La
revista hace suyas las observaciones de algunos indiscutibles. Albert-Birot, tras un poema suyo con
onomatopeyas y notas que señalan cómo deben pronunciarse ciertos versos, lanza una rotunda afirmación: “El arte moderno se encamina a dar obras originales. Hasta hoy el arte ha dado únicamente traducciones.” Pierre Reverdy propone crear una sintaxis nueva para lograr una verdadera revolución
en el arte. Y prefigura lo que será ley, unas décadas
después, para la poesía concreta en Brasil: la necesidad de lograr una disposición tipográfica diferente
que se apareje con una sintaxis nueva.
El gran impacto de las revistas literarias latinoamericanas del 20, producidas en general en las capitales, opacó aquellas que fueron publicadas fuera
de ese canónico recorte temporal y espacial. Voces,
que puso en circulación durante tres años sesenta
números, es una de ellas. Sin duda, esta reimpresión
ayudará a comprender mejor un momento de ruptura y ebullición literaria de comienzos del siglo XX.
DOSSIER Voces
Ramón Vinyes y Voces
Una perspectiva catalana de diálogo
entre Europa y América*
Jordi Lladó**
La huella colombiana de
la revista, que en el conVinyes es conocida desde
texto posmodernista ameque en 1915 fundó su liricano, representó una exbrería junto a Xavier
cepcional plataforma.6 La
Auqué, padre del escritor
posición central que el caJavier Auqué Lara, hasta
talán ocupó en ella tenía
su labor en el Grupo de
base en su trayectoria
Barranquilla. Ningún recomo hombre de letras anconocimiento ha superates de su llegada a Colomdo al de García Márquez a
bia, en 1913. Vinyes se hatravés del “Sabio Catalán”
bía implicado en el cataen Cien años de soledad:
lanismo cultural, con el
la gran difusión de su ausello de modernización
tor —que se ha referido de
que Barcelona, la capital
nuevo a Vinyes en Vivir
catalana, encarnaba. La
para contarla—, ha consacomparación se impone: el
grado una figura arrincoMadrid capitalino que añonada al recuerdo del gran
raba el imperio, sería
orientador o a escasas lí- Vinyes en el escenario se dirige al público después del equivalente al oficialismo
neas en los manuales de estreno de El Bufanúvols, Cerdanyola del Vallés,1952.
de Bogotá, y la Barranquiliteratura catalana. Este
lla costeña reflejaría una
trabajo aborda el sustrato
apertura análoga a la de la
catalán en la tarea que efectuó como alma de la
Barcelona mediterránea. Es una postura reflejada
revista Voces entre 1917 y 1920. La publicación de
en posicionamientos de nuestro autor, quien, coBarranquilla, felizmente reeditada y presentada en
nocedor de la literatura castellana de España, raeste congreso,3 gozó de una amplitud de compás
ras veces ocupa su atención, contrastando con su
ingreso explícito en el ámbito iberoamericano proque ya remarcó Germán Vargas,4 con autores como
clamado en la revista y el interés creciente por su
Julio Enrique Blanco o Enrique Restrepo, que en
país adoptivo.
sus ensayos filosóficos contrapuntaron el interés
literario que centraba la labor de Vinyes.5 Varios
Vinyes nació en 1882 en la ciudad pirenaica de
estudiosos han subrayado la actitud iconoclasta de
Berga y creció en un entorno favorable a las inquietudes culturales y al catalanismo político que
*Quisiera agradecer, de entrada, la amable invitación
irradiaba desde Barcelona, y con él, la voluntad de
de Adolfo González y de la Universidad del Norte al presente congreso de colombianistas. Va especialmente mi
equiparar la literatura en catalán a otras más congratitud a Lucila González y a Ramón Illán Bacca por su
solidadas. En El calvari de la vida, su primera obra
gran acogida, así como a Carmen Viveros por su hospitalide renombre estrenada en 1904, un personaje dedad. Debo también un reconocimiento al aliento del Dr.
finía a Barcelona como “el cerebro del pueblo cataJacques Gilard1 y un recuerdo a don Josep Vinyes y doña
Lluïsa Riera, que tanto me apoyaron en mi tesis sobre el
lán”, un hervidero de ideas opuesto al aldeano loteatro de Ramon Vinyes, dirigida por este gran estudioso
calismo.7 Dos años después, ya instalado en la ca2
de la literatura catalana que es Jordi Castellanos.
pital catalana, inició su colaboración en un diario
**Universitat Autònoma de Barcelona. Congreso de
denominado precisamente El Poble Català, órgano
Colombianistas de Barranquilla, agosto de 2003.
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 71-75. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
71
de un partido izquierdista donde publicó una vasta
producción lírica salpicada de estéticas finiseculares. Partiendo del paisaje montañés de su
juventud luminosamente reelaborado, aportaba un
aire experimental a la lírica en su lengua. Con el
prosario L’ardenta cavalcada, en 1909, confirmó su
fama de “maldito”, que afectó a la recepción de su
obra por su audacia estética y temática.
Algunos críticos acusaron al autor de modernista,
término asociado a los tópicos de dicha corriente.
No es impropio situarle en los últimos compases
de este movimiento, aunque en transición a otras
posiciones. En El Poble Català coincidió con dos
críticos que asoman en Voces: Manuel de Montoliu
y Gabriel Alomar, autor en 1904 de la conferencia
El futurismo, cuyo título, según Vinyes advierte en
la revista de Barranquilla, heredó Marinetti; los
dos concebían al escritor como un Mesías capaz de
conmover a las nuevas multitudes urbanas. Un
instrumento regenerador sería el teatro, con un
afán de elevación que alejara lo catalán del folklorismo y del realismo del siglo XIX: lo mismo que,
en términos generales, preconizó Vinyes para la
literatura colombiana y americana.
En 1908, nuestro escritor formuló en la conferencia De la Tragedia, una visión moderna de este
género, fundamentada en Ibsen, Maeterlinck,
Hauptmann y D’Annunzio.8 Esa concepción renovada de lo trágico, constituía el principal horizonte literario del autor de Berga entre 1910 y 1912, a
las puertas de su viaje americano. A pesar de las
buenas relaciones con el patriarca de la escena
local, Àngel Guimerà, obras como L’arca i la serp o
Al florir els pomers, estrenada en 1910, fueron cues9
tionadas por el entono escénico barcelonés, donde primaban géneros como la comedia y se desconfiaba de esa apuesta en la que el autor de Berga
creía fervientemente.
EL
¿VINYES,
PRIMER DESENGAÑO.
VÍCTIMA DEL NOVECENTISMO CATALÁN?
MATICES
DE UNA RUPTURA
Es cierto, pues, que nuestro escritor sufrió un desengaño precoz, como relató a Alfonso Fuenmayor
en la revista Cromos.10 Algunos estudiosos han
considerado a Vinyes como víctima del Noucentisme
(novecentismo), el movimiento neoclásico que desde 1911 se impuso en Cataluña. Pero las páginas
que en Voces dedica a la poesía catalana desmienten el choque: es Josep Carner, el poeta luminoso
de los pinos mediterráneos y el lirismo íntimo,
72
quien encarna el nuevo canon. Vinyes y Carner
habían mantenido relación desde 1906 y la posición del bergadán sobre el modernismo en Voces
aborda el movimiento —tan ligado a América—
como fase necesaria pero superada, en desmarque
de todo preciosismo. Uno de sus textos más brillantes en Voces, “El sentimiento de la naturaleza
en John Keats”, clarifica ese punto: lo primordial
es rechazar la decoración, el “catálogo” de nombres griegos en favor de lo esencial. Cualquier tendencia, llámese modernismo, romanticismo o clasicismo, no deberá velar la personalidad autoral,
concepto básico en sus parámetros críticos.
Durante estos años constatamos una evolución
en sus poemas, acercados a esa depuración: así,
la “Cançó” publicada en La Revista de Barcelona,
en el año 1917.11 La Revista fue la publicación
emblemática del novecentismo y no tuvo reparos
en acoger a Vinyes ni en aplaudir la divulgación
catalana efectuada en Voces. Creada en 1915 bajo
la inspiración de Josep María López Picó, autor
muy difundido en la publicación atlántica, constituye un modelo de la dirección que el sabio catalán imprimió a Voces: de ella adoptó el eclecticismo selecto preconizado en el pórtico del primer
número de la publicación de Barranquilla. Igualmente, la acogida de los ismos es paralela en La
Revista y en Voces, atentas a las gacetas europeas
que apoyaban esos movimientos de vanguardia.
Vinyes tenía conocimiento de autores como
José Asunción Silva o Guillermo Valencia antes
de llegar a Colombia.12 Remarcamos el artículo
sobre Valencia publicado en 1915 en el diario barcelonés El Correo Catalán, base del que redactó en
Voces. En él, y a partir de los términos de Baldomero
Sanín Cano en su trabajo sobre Ritos en 1914 interpreta una desalejandrinización en el poeta que
preludia una vía personal más genuina. Nuestro
crítico laboraba, por tanto, en un amplio campo de
lecturas a ambos lados del Océano, sin cortar amarras con el entorno catalán y trazando argumentadas impresiones sobre colombianos a quien abría
su enfoque, como Valencia o Tomás Carrasquilla.13
El Vinyes crítico de Voces tuvo como modelos
catalanes a Alomar, y a Eugenio d’Ors, caudillo del
novecentismo, que desde el diario La Veu de
Catalunya dictaba pautas. El sabio catalán fue, no
obstante, menos programático que Ors: se pronuncia a menudo contra lo sistemático, y reclama una
“belleza de facetas múltiples.”14 Pero hubo una relación entre ambos, testimoniada en Voces o en
una carta de Ors fechada en 1919 conservada en
el fondo Vinyes de Berga. Ors era un esteta que
también provenía del modernismo y cultivaba en
el presente una ironía cercana a la Risa revulsiva
de Voces:
“Hagamos un elogio de la risa de Voces (...) que
nos sirve de valla y que nos sirve de látigo. (...) Faltándonos ella ¿qué nos quedaría para estos cronistas que, sin argumentos ni lecturas, exhiben por único bagaje intelectual, como las botellas de los vinos
malos, la pequeña dosis de agresividad mal intencionada que tienen en el alma?”15
“Risa” era un concepto poco adecuado al Vinyes
anterior a 1913, indómito defensor de la tragedia.
Y, sin embargo, ejerce en Voces esa tarea de guía
irónico a la que reconvierte la función mesiánica
del escritor modernista. En ese sentido, el Caribe
representó la Tierra Prometida: no la de los negocios, como confirma a Fuenmayor al evocar que no
se enriqueció con los bananos, sino la del escritor
que en su desubicación se halló a sí mismo como
crítico. Ya en 1918 era el “hombre que ha leído todos los libros”, término que acuñó el testimonio de
la revista de Bogotá Cultura que años después tomó
prestado García Márquez.16 Fue, en suma, un catalizador del mundo cultural barranquillero.
En carta a Vargas poco antes de morir en 1952,
Vinyes se refirió a la “rizada frivolidad” de su estilo en Voces, como contrapunto a los “bloques
monolíticos” de Julio Enrique Blanco. Y Blanco,
meses después, recalcó
en El Heraldo que la eficacia de Vinyes residía
en el análisis: “Fue más
un esteta que un teórico”, nos aclara y en ese
sentido seguía la huella
de Ors en el ensayo brillante o la imagen incisiva y eficaz.17 A propósito de Alfonso Reyes y la
crítica impresionista,
Vinyes subscribe en un
apunte de los años 40 las
tesis de Thomas S. Elliot,
Teatro Municipal de
en el sentido que “actúa
por fecundación”, en plena fusión entre sujeto y objeto, típica del modernismo.18 Así lo muestran sus conferencias o el
equilibrio de artículos de Voces como “Hombres del
Norte” o “El sentimiento de la naturaleza en John
Keats”; en ellos une sin mella de la unidad de estilo el rigor argumentativo con un lirismo sugerente. Esa labor fue tan importante como el magisterio oral en su librería, en el Grupo de Barranquilla durante los años 40, o en círculos de la Barcelona de los años 20 y 30.
El escritor de Berga era deudor del romanticismo, con una visión del paisaje y la patria que de él
asumió el modernismo catalán. En él destacó Joan
Maragall, y sus “voces de la tierra”, plasmación del
alma catalana colectiva. Hubo del mismo modo la
versión tenebrosa de ese cosmos, que una novelista admirada por Vinyes, Víctor Català (pseudónimo
de Caterina Albert), encarnó en Soltiud.19 Ambos
autores mostraban un universo teñido de visos
mágicos. Desde ese prisma enfocamos la visión
americana del primer Vinyes. En el poema “Altes
montanyes dels Andes” publicado en El Correo Catalán, en 1916,20 evoca el déu de la morta raça, y funde
el alma del imperio inca en el marco andino; es
una visión apocalíptica y retórica, pero muy vívida,
según traducimos:”Fuerte nudo de montañas, bello
de tan salvaje, /para alabarte, el inca ha aprendido
los vientos /y, con manos de oro, el sol estrangula los
días, /y a tus pies lanza la sangre de los ponientes”.
Otro poema de tema americano conservamos anterior a éste (“Holanda en els trópichs”, 1914).21 Consiste en una visión de Curaçao, donde bajo unas
sencillas pinceladas, surge el choque de lo holandés en el Caribe. En ambos textos captamos una
angustia existencial, lejana al mero exotismo.
Algunos escritos en
Voces y otros periódicos
corroboran la epifanía
americana. Especulando con puntos cardinales, se aleja de las brumas del Norte y la sensualidad de Oriente para
adherirse a la tierra que
en narraciones como El
chico de Bagá denomina
“La América”: es el artículo trascendente del
“Pórtico” de Voces o del
texto que dirigió en UniBarranquilla, 1913.
versidad de Germán
Arciniegas a García Herreros y su narración Lejos del mar, en 1921. En
esta crítica contempla la población de Cabuyaro
como alma de la obra, como lo era la naturaleza en
la narrativa modernista catalana.22 América era
73
I.: Ramon Vinyes, a su regreso de América,
en un paseo en automóvil por Berga, 1920.
D.:Postal autografa fechada en Ciénaga, 1912.
el espacio proteico dónde edificar una nueva cultura y el escrito sobre Valencia ilustra la comunión con la nueva tierra a raíz del poema dedicado
a Popayán: “La ardiente vaguedad de ayer y de hoy
pueden hacer del poeta, catalogado alejandrino, el
primer poeta revelador del alma americana”.
Voces, por otra parte, se proyectaba más allá del
país, y Gilard notó en ello dos direcciones: por un
lado, una dirección nacional reduccionista y, en
un cariz opuesto, la dimensión panamericana heredera de Rodó, Martí o Bolívar, más cosmopolita.
No obstante, considero que la clave colombiana es
comprensible también en un sentido pragmático:
así, el texto de Vinyes dirigido a Max Grillo donde
diseña un teatro futuro,23 sigue a la que en 1908
había efectuado en Cataluña. En ambos casos, su
propuesta (estéticamente discutible en cuanto a
su grado de innovación) pretende ser dinamizadora
en la búsqueda de un nuevo sentido trágico. Otro
ejemplo de esa voluntad de implicación lo vemos
en 1940 cuando evoca el texto dedicado en Voces a
Tomás Carrasquilla, y la polémica y adhesiones
que produjo. En suma, es difícil deslindar el
americanismo del catalán de esta imbricación
cultural colombiana, en una idéntica línea de apertura. Es paralela, en ese sentido, la clarividente
acogida a autores del país en proceso de consolidación como Luis Carlos López o León de Greiff, al
lado de extranjeros como Vicente Huidobro, Juan
José Tablada, Gabriela Mistral o Alberto Hidalgo. Y
a la par, el catalán divulgaba y traducía a autores
europeos diversos y selectos como Chesterton,
Claudel, Apollinaire o Reverdy. En suma, su círculo propicia un diálogo intercontinental fecundo que
74
intentó sacudir el entorno de convencionalismos
y lo logró en buena medida; no negamos, como afirma Gilard, cierto repliegue: al lado del caligrama
“Araña de mis deseos” de Hipólito Pereyra, aparece la concesión a los poemas del gobernador Eparquio González, próximo al anterior y que acabaría
expulsando a Vinyes, en 1925. Sin entrar ahora
en la anécdota, constatamos que la revista tuvo
que efectuar equilibrios entre el nacionalismo más
provinciano y aquella voluntad de innovar: los
condicionamientos de toda índole debían de pesar.
El catalán, en todo caso, busca lo moderno en el
alma de “la” América, de Colombia, de lo indígena
(con tintes adversos hacia la España de los conquistadores explicables en su substrato catalanista; años después, en El Heraldo, asoma su curiosidad por la literatura negrista y por el indigenismo). En este sentido, y a pesar de acoger a las
vanguardias más revulsivas y a la alta literatura
europea, el esteta de Voces tuvo una gran intuición: el camino de Colombia y América latina, aunque fecundado de influencias foráneas, tendría que
surgir de lo propio; con la corriente telúrica en los
años 20, con el “realismo mágico” a partir de los
40. Y esta convicción era coherente con su formación catalana: el anhelo de europeizar su país siendo fiel a su lengua y paisaje, pero audaz e innovadoramente. Cataluña y el Caribe, resultaban, pues,
ámbitos equiparables.
Este Vinyes nunca bien reconocido en su país,
el lector voraz, el autodidacta, el polemista, halló
desde esta primera singladura en Voces, su puesto en Barranquilla. En correspondencia, esta ciu-
dad, el Caribe, Colombia, América, aportaron a
algunas de sus mejores obras de ficción (las narraciones reunidas bajo los títulos En la boca de
las nubes y Entre sambas y bananas,24 su drama
Arran del Mar Caribe25) una dimensión de contraste
integrada en su perpetua doble añoranza que
García Márquez concretó en la imagen del reflejo
en dos espejos. Y el desairragado Vinyes plantó
raíces en tierra lejana y se convirtió, quizá sin
proponérselo, en profeta fuera de su tierra sin
renegar de ella.
NOTAS
1 V. R. VINYES: Selección de textos, selección y prólogo de Jacques
Gilard, Instituto Colombiano de Cultura, vols. I. y II, trad. de Jacques
Gilard y María Fornaguera de Roda. Bogotá, 1982. Sigue siendo el trabajo de referencia sobre el Vinyes americano, aparte de divulgar y traducir
lo más selecto de su obra no teatral. Es igualmente esencial su investigación de la narrativa de Vinyes (en parte como precedente del “realismo
mágico”) y de su teatro de tema americano: Entre los Andes y el Caribe.
(La obra americana de Ramón Vinyes), Universidad de Antioquia,
Medellín, Colombia, 1989. Anteriormente a los trabajos del investigador
francés se publicó la biografía de Pere ELIES: Ramon Vinyes i Cluet: un
literat de gran volada, Rafael Dalmau, Barcelona, 1972. Nació de los
contactos con Vinyes desde 1950 hasta su muerte, en 1952, y de la
consulta del entorno familiar catalán. Aunque inexacta en algunos aspectos y condicionada por el franquismo, cabe estimar muchos de sus
datos.
2Jordi LLADÓ: Ramon Vinyes i el teatre (1904-1939). Tesis doctoral
dirigida por el Dr. Jordi Castellanos de la Universitat Autònoma de
Barcelona, leída el 28-XI-2002. Ha publicado varios trabajos relacionados con Vinyes, entre los cuales destacamos junto a Jaume Huch: Àlbum
Vinyes. Prólogo de Jordi Castellanos. Institut Municipal de Cultura de
Berga. Edicions L’Albí. 2002.
3Voces, 1917-1920. Edición Íntegra. Ediciones Uninorte, Vols. I, II,
III. Barranquilla, 2003. Según relata Ramón Bacca, hubo que recurrir a
ejemplares dispersos para elaborar la reedición. El autor la conservó
íntegra en su librería y actualmente está depositada en el archivo de
Berga junto al resto del fondo del autor que conservó su hermano, Josep
Vinyes, y donó al ayuntamiento bergadán en el año 2000 su cuñada
Lluïsa Riera.
4 VARGAS, Germán: Voces 1917-1920. Selección de textos. Instituto
Colombiano de Cultura, Bogotá, 1977. En las recientes polémicas sobre
el vínculo de Vinyes y Voces, de las que me ocupo en un texto que he
remitido a Tablero, nos alineamos con la posición de Vargas, Gilard,
Bacca y todos cuantos han leído con atención la publicación y han
comprobado que la dirección de la revista a cargo de Julio Gómez de
Castro e Hipólito Pereyra (Héctor Parias) fue un hecho coyuntural frente
al mayor peso e intervención de Vinyes, Julio Enrique Blanco o Enrique
Restrepo. Y en cuanto a la indudable autoría de los comentarios de la
revista, véase: “Nota a las Notas”, Voces, V, 46, 10-VII-1919.
5 Cito trabajos que desde Barranquilla han publicado, entre otros,
Ariel CASTILLO, Julio NÚÑEZ MADACHI, Ramón BACCA (“Presencia de Voces
en la narrativa del Atlántico”, Huellas, 36, Uninorte, Barranquilla, diciembre, 1992, “El modernismo en Barranquilla”, Boletín Cultural y
Bibliográfico, vols. 30, 33, 1993). Recientemente Guillermo Henríquez ha
ofrecido datos nuevos en cuanto a la influencia de la familia García
Juliao en la contratación de Vinyes y subsiguiente instalación en Ciénaga, en 1913 (Guillermo HENRÍQUEZ TORRES: El misterio de los Buendía. El
verdadero trasfondo histórico de Cien años de soledad. Ed. Nueva América, Bogotá, 2003, págs. 298-306). En el fondo Ramón Vinyes del Archivo Histórico Comarcal de Berga se conservan cartas del autor fechadas
en Ciénaga en 1913, mientras que a partir de 1914 rastreamos su
traslado a Barranquilla, y conservamos testimonios de su librería en la
misma ciudad desde 1915.
6 Citemos la valoración de Ángel Rama, remarcada por Ramón Bacca
o más recientemente, Hervé L E C ORRE : Poesía hispanoamericana
posmodernista. Historia, teoría, prácticas. Ed. Gredos, Madrid, 2001
(págs. 111-112 y otras).
7 El calvari de la vida. Drama en tres actes i en prosa. Biblioteca
l’Escon, 11, Barcelona, 1906.
8 De la tragèdia. Teatralia, 3, Barcelona, 22 de noviembre de 1908.
9 Así lo constató Jaume HUCH: Ramon Vinyes jove. Tesis de licenciatura dirigida por Joaquim Molas, Universitat de Barcelona, 1986. Es el
estudio más completo sobre la trayectoria del joven literato.
10 “Ramon Vinyes tuvo que elegir entre los bananos y la literatura”,
Cromos, 27-I-1945, Selección de Textos, II, op. cit., págs. 370-379.
11 “Jérica”, “Encantament”, “Cançó”, “Hora capvespral”, La Revista,
III, L, Barcelona, 16-X-1917, págs. 371-372.
12 Ver su artículo evocativo de 1940 en El Heraldo “Tomás
Carrasquilla”, Selección de Textos, I, op. cit., págs. 355-356, y del
mismo año “Sanín Cano”, ibid., págs. 281-282. Destacamos también su
admiración por Darío (“Correspondència”, Assumpta CAMPS: La recepció
de Gabriele d’Annunzio a Catalunya, vol. II, Traduccions i textos inèdits.
Curial, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, Barcelona, 1999, págs.
189-193.)
13 “Un gran poeta colombiano. Guillermo Valencia”, El Correo Catalán, 13.415, Barcelona, 4-XI-1915. Ídem: “Guillermo Valencia”, Voces,
I, 4, 10-IX-1917, págs. 106-110. Ver también: “Tomás Carrasquilla”,
Voces, III, 21 30-IV-1918, págs. 60-66.
14 “Tomás Carrasquilla”, Voces, art. cit.
15 “Notas”, Voces, 25, 10-VI-1918, págs. 218-220.
16 “Dinámicos” “Notas”, Voces, III, 27, 30-VI-1918, págs. 287-289.
17 Ver carta de Ramon Vinyes a Germán Vargas. Barcelona, 14-II1952, Selección de Textos, I, op. cit., p. 98. Ídem, Julio Enrique BLANCO:
“Ramón Vinyes”, El Heraldo, Barranquilla, 27-V-1952, Selección de Textos, I, op. cit., págs. 95-97.
18 “Alfonso Reyes: La experiencia literaria”, Quadern 16. Fondo
Ramón Vinyes. Berga.
19 Así nos lo evoca en una publicación del exilio catalán en México
dirigida por el editor Avel.lí Artís: “Víctor Català”, “Record de Solitud”,
“Una tercera fitxa de Víctor Català”, La Nostra Revista, I, 11, México
D.F., 15 noviembre de 1946, págs. 411-412.
20 “Altes montanyes dels Andes”, El Correo Catalán, 13.505, Barcelona, 17-II-1916.
21 “Holanda en els tròpichs. Curaçao”, “Página Literaria”, El Correo
Catalán, 13.235, Barcelona, 1-I-1915. Éste y el anterior poema están
incluidos en Antologia poètica Ramon Vinyes i Cluet. Ajuntament de
Berga, 1982. También hay una considerable parte de su producción
lírica en Hora d’Argent, antologia poètica I: abans de 1901; prólogo de
Jordi Lladó; introducciones y coordinación de Joan Tuneu i Torra. (Ed.
L’Albí, Berga, Ed. Proa, Barcelona, 2000, págs. 249-309.)
22 Selección de textos, I, op. cit, págs. 124-126.
23 “Todo llega; conversemos”, Voces, IV, 37, 10-X-1918. págs. 286294.
24 Seis de los once cuentos de A la boca de las nubes fueron
traducidos por María Fornaguera en Selección de Textos, vol. I.,op. cit.,
junto al cuento “Un caballo en la alcoba” (el único escrito en castellano
originalmente) que apareció en Crónica en 1950 dedicado a García
Márquez. A la boca dels núvols ganó el premio Concepció Rabell en los
Juegos Florales de la Lengua Catalana de Bogotá en 1945 y fue editada
en Méjico: A la boca dels núvols, Ed. Col·lecció Catalònia; 11 México
D.F., 1946; segunda ed.: Bruguera, Barcelona, 1984, prólogo de Jacques
Gilard.: “Ramon Vinyes, contista”. Al año se editaron el resto de cuentos:
Entre sambes i bananes., Bruguera, Barcelona 1985, prólogo de Jacques
Gilard, “Nous aspectes de la contística de Vinyes”; Entre sambas y
bananas, trad.: Montserrat Ordóñez, Ed. Norma, Bogotá, 1985 (2ª ed.:
Norma, 2001). Esta reedición incluye trabajos de Ordóñez (“Entre mundos y fuera de lugar: monstruos entre espejos enfrentados”), Gilard
(“Ramón Vinyes, figura de la literatura colombiana del siglo XX”) y Bacca
(“Vinyes en Barranquilla”). En catalán destaca la edición completa Tots
els contes, Columna, Barcelona, 2000. Ed. de Jaume Huch.
25 Sus mejores piezas se editaron en: Teatre. Viatge. Ball de titelles.
Arran del mar Caribe. Ed. L’Albí, Berga, 1988. Edición y prefacio: Jaume
Huch. Prólogo: Jacques Gilard.
75
DOSSIER Voces
Voces y la mitomanía sobre “el Sabio catalán”
Eduardo Bermúdez Barrera*
La publicación de la revista Voces por Ediciones
Uninorte debe ser saludada con beneplácito por
todos quienes nos interesamos en la historia cultural de nuestra ciudad. Es un esfuerzo editorial
que permite, en los albores del siglo XXI, una lectura que nos conduzca a la reflexión crítica sobre
lo que fue en verdad Voces.
El apéndice del Tomo 1 acoge media docena de
artículos bajo el epígrafe de “Aproximaciones a Voces”. Sus autores son: Álvaro Medina, con el título:
“Don Ramón, el maestro catalán de Cien años de
soledad”; Germán Vargas Cantillo con “Revisión de
Voces”; E. Volkening con “Voces y el silencio del trópico”; J. Gilard con “Voces (1917–1920): Un proyecto para Colombia”; Amparo Lotero B. con “Voces,
una renovación irreverente”; y Gilberto Loaiza
Cano con “Voces de Vanguardia (Barranquilla,
1917–1920).
La historia no es algo que se escribe y ya está.
No es algo acabado. La historia es algo que está continuamente moviéndose con nosotros, y la historia
de la cultura en Barranquilla no es la excepción.
En algunos de estos artículos sobre la revista
Voces, hay una remembranza de las viejas crónicas que tenían por costumbre narrar las historias
con un gran protagonista: el rey o, en su defecto,
el rico señor de la comarca. No contaban los demás, pues el que hacía la historia marcaba el rumbo cual omnisapiente deidad terrena; el resto de
los mortales sólo se conformaba con el papel de
actores secundarios.
Hoy día aún persisten notables rastros de este
mito, así como existe todavía en muchos libros de
historia el falaz hábito de marcar épocas históri*Barranquillero. Lic. en Filosofía y Letras, U. Metropolitana, 1982. Magíster en Filosofía, U. del Norte - U. del
Valle, 2002. Ponente, Congreso Centenario K. Popper,
Viena, 2002. Profesor, U. del Atlántico; catedrático, U.
Simón Bolívar. Colaborador, Maestría en Filosofía, Universidad del Norte.
76
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 76-79. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
cas a partir de reinados y papados. Es
para la historia de la cultura artística,
literaria y científica barranquillera, es
sable erradicar el mito de que la revista
un proyecto de Ramón Vinyes.
claro que
filosófica,
indispenVoces fue
La mitomanía comienza a mediados del decenio de los setenta, cuando, estimulados por el boom
latinoamericano en literatura, y el creciente prestigio del escritor colombiano Gabriel García
Márquez, algunos críticos literarios locales, nacionales e internacionales, intentan descubrir y explicar el fenómeno de un escritor exitoso.
En el primero de los citados cuatro artículos, que
en mi opinión han contribuido a crear la
mitomanía aludida, Álvaro Medina nos dice: “La
influencia que ejerció Vinyes en la formación de
GGM, la ha reconocido este último numerosísimas
veces, y sin embargo, todavía en Colombia no sabemos exactamente quién y cuál fue su labor de
autoexiliado entre nosotros.” De ahí en adelante
se va montando la maniática mentira de un tal
sabio catalán que se había leído todos los libros y
se los prestaba a todos los jóvenes escritores de la
ciudad para que uno de ellos ganara el premio Nobel
de Literatura, como alguna vez lo ganó W. Faulkner.
Con respecto a la llegada de Vinyes a Barranquilla, el señor Medina afirma impunemente lo
siguiente: “... con la presencia de Vinyes, Barranquilla se convierte en un centro cultural de gran
repercusión en el ámbito nacional de entonces”.
Yo pregunto: ¿Acaso Vinyes habría podido hacer su
revista desde Ciénaga, Puerto Colombia, o Pueblo
Viejo? ¿Por qué en este puerto fluvial y marítimo
sí pudo trabajarse una revista de las características de Voces? Respondo: porque aquí sí había un
grupo de pensadores, poetas y aficionados a la ciencia como Enrique Restrepo, Julio Enrique Blanco,
Julio Gómez de Castro, Gonzalo Carbonell, Hipólito
Pereira, Gregorio Castañeda Aragón, Abraham
Zacarías López-Penha que se reunían en casa del
primero de los nombrados a discutir teorías literarias, estéticas y filosóficas —y otras veces en la
residencia de José Félix Fuenmayor—, no por casualidad. De allí que el primer número de la revista lleva el titular: “Voces, revista de Ciencias, Letras y Artes.”
más una hipérbole literariamente afortunada de
un joven pupilo de Vinyes en 1951 (Alfonso Fuenmayor), que algo para tomarlo en serio desde el
punto de vista documental.
De los artículos de Germán Vargas y E. Volkening sólo quiero decir aquí que presentan a Voces
“No es casual que aquellos centros portuarios
como una revista puramente literaria. Olvidan, por
de febril actividad mercantil, punto de confluenamor a la literatura, que en Voces se reseñaron
cia de viajeros de muchas latitudes y cuando la
muchos libros y eventos de ciencia y filosofía; para
comunicación más avanzada era la marítima, hadestacar algunos: la celebración del centenario del
yan sido terreno fértil para el florecimiento del
químico francés Adolfo Wurtz, quien contribuyó a
saber y de la actividad intelectual. Con las merconfigurar la teoría atómica moderna o el “Tratacancías llegaban también las nuevas tendencias
do de química orgánica”, del profesor de la Univerdel pensamiento, que se instalaban bien en las
sidad de Madrid, José R. Carracedo, probablemenmentes despiertas por tanta actividad y novedad.
te escritos por Julio Enrique Blanco, quien destaLa historia brinda numerosos ejemplos de este
ca el notable capítulo titulado “Ciclo bioquímico de
hecho: Jonia en la Antigüedad, los puertos italiala materia” (agosto 1917), mención que coincidió
nos del Renacimiento, Londres durante los siglos
con los intereses mostrados en sus ensayos publiXVII–XIX” (Amparo Lotero Botero, Voces, Ediciones
cados en Voces: “Causalidad en biología”, “De
Uninorte, p. 545). Barranquilla, por supuesto, comHerbart a hoy” y “El vitalismo síquico de Bergson”.
partía muchas de estas caracteEn filosofía se reseña por ejemplo
rísticas hacia los primeros lustros
el libro: “La filosofía griega de Tadel siglo XX, y por aquellas misles a Platón”, de John Burnet; la
mas calendas, cien años atrás, se
mención de los nombres de Tales,
publicaban en la ciudad más peLeucipo, Pitágoras, Heráclito,
riódicos que hoy día, lo cual es
Parménides, Empédocles, Anaxámuy significativo dentro del congoras, Sócrates y Platón, los cuatexto que estamos analizando.
les eran estudiados por los jóvenes del cenáculo que se reunían
Una investigación histórica
en el parque frente a la Iglesia
bien documentada debería erradiSan José. En el mismo número
car el equívoco de la “revista de
se estima que Unamuno vale
Vinyes”, o que “el cerebro de ella
más por sus libros Del sentimien[la revista Voces] fue Ramón
to trágico de la vida y Vida de Don
Vinyes, o “... la fabulosa vida inteQuijote y Sancho, que por sus nolectual de Vinyes entre nosotros”,
velas. También se reprodujeron
etc. Porque una cosa es que en
artículos de filósofos como Mauna novela magistral como Cien
nuel García Morente, Eugenio
años de soledad se mencione
D’Ors, Moisés Vicenzi, José Incomo una bien elaborada ficción
genieros, Isabel Nietzsche (herla figura fugaz de un “sabio catamana del famoso Federico), John
Caricatura de Ramón Vinyes por
lán”, y otra muy distinta es la
Dewey, se escribió también sobre
Masgoumiery.
mitomanía de “Vinyes, el hombre
científicos como Isaac Newton, J.
que se había leído todos los libros
Maxwell, E. Mach, H. Poincaré, J.
del mundo.”
Galton, Ch. Darwin, E. Haeckel. Sobre premios
Nobel de ciencias como Wilhem Oswald, Paul
Es claro que me refiero a la mitomanía del SaElhrich, Mendeliev, etc.
bio catalán y no al brillante profesor de la Escuela
de Señoritas, actor y escritor de teatro, hombre de
Para los adalides máximos de la mitomanía del
carne y hueso, políglota y sin duda lector empeSabio catalán todo lo que está sin firma lo habría
dernido. “El hombre que podía distinguir catorce
escrito Vinyes. Gilard, por ejemplo, atribuye sin
mil matices del verde y advertía cuando a la maanálisis de contenido todos los anónimos al catayonesa le sobraba una gota de aceite”, es sin duda
lán. Yo diría que muchos de esos que se le atribu-
77
yen a Vinyes, son por su
gunos textos de la épocontenido atribuibles con
ca, en su idioma origimayor probabilidad a Enrinal, que aún reposan
que Restrepo y a Julio Enen la biblioteca de Jurique Blanco. Pero como
lio Enrique Blanco.
los argumentos y comentarios hay que sustentarA propósito de este
los, tomemos unos testiúltimo, fue a este filómonios documentales susofo y hombre de amplia
ministrados por el invescultura, a quien alguna
tigador de la cultura atlanvez le escuché decir
ticense, Julio Núñez Mauna frase que se condachi, los cuales me ha
vertiría en la clave para
permitido citar para acomel origen y posteriores
pañar estas apreciacioindagaciones que se
nes. En una carta de Enmuestran en este trarique Restrepo a JEB, de
bajo; recuerdo que era
enero 7 de 1917 se dice lo
una tarde sabatina con
siguiente: “Era Vinyes el
tenues brisas decempolo opuesto de Ud. Casi
brinas, cuando a la
puedo afirmarle que deteshora nona, según lo
Postal de Barranquilla y membrete de la librería
taba de todo escrito que no
acordado, arribamos al
de Ramón Vinyes.
fuera eminentemente poéportón metálico de su
tico o literario. Pero ahora
casa en la esquina de
evoluciona en un sentido que acabará por aproxila carrera 56 con calle 82, Julio Núñez Madachi y
marlos. Sin perder más de su riquísima personael suscrito. Ese día el filósofo nos recibió con una
lidad anterior, la va enriqueciendo con matices
insistente preocupación sobre la imagen que en
nuevos y prestándole mayor colorido; lee con detalos escritos sobre el Grupo de Barranquilla se le
lle a Poincaré y a Bergson, y acabará por amar,
daba a Ramón Vinyes; la frase que aún resuena
como nosotros, la belleza apolínea del silogismo.”
en mi memoria auditiva la repitió una y otra vez:
Llama la atención la contraposición que establece
“Ese Vinyes no es el Vinyes que yo conocí... no es
Restrepo entre Vinyes y Julio Enrique Blanco como
el Vinyes que yo conocí.”
dos polos opuestos. Se alude también a cierta aversión de Vinyes por lo que no fueran escritos ornaTal vez una carta de Vinyes a Blanco del 18 de
mentales poéticos o literarios. Subyace allí una
marzo de 1918 pueda relatar un poco mejor lo que
crítica del escritor y pensador antioqueño —comhe dicho del filósofo de aquella tarde sabatina:
partida seguramente con Blanco— hacia esta aversión de Vinyes. Cuando Restrepo le escribe a Blan“Estimado Julio Enrique:
co que Vinyes “evoluciona” y que su riquísima per[...] ya pesa la revista sobre nosotros como una
sonalidad se irá enriqueciendo con matices nuepiedra; eso que es ahora cuando la popularidad vievos pues ya lee con deleite a H. Poncaré y a H.
ne. La Revista Filosófica de Buenos Aires habló de
Bergson, no estamos hablando de un sabio, sino
usted en la sección que escribe Ingenieros. Rede un extranjero cultivado en artes, teatro y liteprodujo la nota que Enrique puso al frente de su
ratura, que no sentía ninguna seducción por la
Causalidad Biológica y añadió de su cosecha que
“belleza apolínea del silogismo.”
mandaba un apretón de manos al filósofo que es
astro del cielo colombiano [...] ¿En qué estás trabaMe llama la atención la situación de la inflexión
jando amigo? Es más interesante saber esto que nuesverbal “evoluciona” para referirse a Vinyes, pues
tra revista, la que creo ha dado ya su último suspiquienes la usan (E. Restrepo y J.E. Blanco) ya coro. ¿Sigue el estudio de la psicología española? Aquí
nocían bien la teoría evolucionista darwinista, su
perdemos nuestro tiempo. Ni Enrique dice nada
versión haeckeliana primero, y luego la versión
ni yo hago nada. [Ni se diga] de Antonio Luis
original, como se puede comprobar revisando la
McCausland, que no ha hecho nada nunca. Le acucrítica que hizo Restrepo al Vitalismo de Bergson
so recibo de la “Vie Litteraire” y de la Gramática Latiaparecida en los primeros números de Voces y alna. Escríbame sobre sus estudios, ya que usted es
78
el único de todos nosotros que conserva encendida
su lámpara. Poco podré decirle de ellos por mis pocos conocimientos de las materias que usted trata.
De todas maneras me servirá para que mi fantasía
trabaje.”
señalados, no estaríamos ocupándonos de él y no
estaríamos llamando mitomanía a un enfoque sesgado de la historia cultural de Barranquilla que ya
tiene repercusiones significativas en el ámbito
nacional e internacional.
En esta otra carta es claro que Vinyes habla en
primera persona del plural “nuestra revista”. Además en el intercambio epistolar se nota respeto
por el trabajo intelectual del joven filosofo
barranquillero, un interés por ponerse al día en
algunos tópicos de estudio y una prudencia respecto a los temas de ciencia y filosofía de los cuales él poco se ocupaba.
J. Gilard es, quizá, el mitómano mayor en este
caso. Baste revisar sus exageraciones y suposiciones sin fundamento sobre el “Sabio catalán”.
Decía, por ejemplo, acomodando un editorial de la
revista escrito por su segundo director, Hipólito
Pereira, que “el verdadero guía del equipo de Voces
era el intelectual y escritor catalán Ramón Vinyes.”
Pero, si se lee con atención al editorialista, también conocido como Héctor Parias, éste nos explica que fue Julio Gómez de Castro “quien cristalizó
la idea que ya se venía acariciando; a él se le debe
exclusivamente la existencia de Voces.” A renglón
seguido el editoralista nos dice que Julio Gómez
de Castro tuvo que dejar la dirección de la revista
por “otras ocupaciones productivas”. Además, el
profesor Gilard confunde el lugar de reunión de la
revista cuando ya se publicaba, con su origen, que,
por testimonios epistolares de Enrique Restrepo,
Julio Enrique Blanco, H. Vengoechea y otros, se
originó en las tertulias de los ya citados del “conventículo”, en el llamado parque San José. Algunos años después de fenecida la revista ra:Voces,
su primer director J. Gómez de Castro, en una
entrevista concedida a la revista Civilización, afirmaba que Enrique Restrepo y Julio Enrique Blanco se encargaban de los contenidos filosóficos de
la revista.
Quiero decir que hay una imperiosa necesidad
de distinguir entre el teatrero, actor, políglota catalán de treinta y tantos años que se dedicó al comercio de libros y a colaborar activamente en una
revista hacia finales del segundo decenio del siglo
XX en Barranquilla, y el sexagenario autor de teatro que aparecía en la Enciclopedia Espasa y tomaba Coca-Cola en las tertulias de alguna librería
barranquillera a finales de los cuarenta y albores
de los cincuenta.
Se pretende llevar al personaje ficticio (“Sabio
catalán”) de la novela de GGM a la realidad de Voces como revista cultural. Se insinúa, por parte de
Gilard, que “el viejo que había leído todos los libros”, era el mismo joven treintañero que llegó al
muelle de Puerto Colombia. Esto no se podría decir
ni siquiera de Darwin o Humboldt, quienes adquirieron gran parte de su sabiduría en el contexto
americano. La diferencia es que a Darwin y a
Humboldt sí se les reconoce como sabios, mientras que a R. Vinyes, la sola mención en una enciclopedia no lo hace tal. Recordemos una vez más
que lo de “sabio catalán” es sólo una ficción. La
verdad, monda y lironda, es la de un actor y autor
de teatro cuya calidad artística no está en discusión aquí, mas no por ello hay que dejar de decir
que su rango estético no alcanza las calidades de
otros autores ibéricos como Alejandro Casona,
García Lorca o Fernando Arrabal. Vinyes sigue
siendo un autor prácticamente desconocido, e insisto, si no fuera por unas menciones breves en
Cien años de soledad, en donde no alcanza a configurarse siquiera como personaje, y por la interpretación histórica equivocada de los autores ya
Por ello es necesario reconsiderar la valoración
que se ha hecho de Voces hasta el presente y seguir en la senda de investigadores como es el caso
de Germán Loaiza, Julio Nuñez y Amparo Lotero,
asumiendo nuestro punto de vista desde lo real
caribeño universal y no desde el irreal
provincianismo afrancesado.
El esfuerzo editorial de Ramón Bacca y el apoyo
intelectual del rector de la Universidad del Norte
de Barranquilla, Jesús Ferro Bayona, al reimprimir Voces, son ya una confirmación en este sentido. El documento está ahí, vuelto a publicar, para
reinterpretarlo desde un nuevo enfoque más acorde con la historia construida desde América y no
desde Europa. edyedzer@yahoo.com.
79
DOSSIER Voces
Sobre Ramón Vinyes y “la mitomanía”*
Rodolfo Insignares del Castillo**
Desmitificar la figura de Ramón Vinyes en la cultura local es una cosa y minimizar su importancia es otra. Comenzando porque la frase acuñada
por algunos historiadores para referirse a Voces,
“la revista de Vinyes”, no es totalmente incorrecta. Si bien es cierto que Julio Enrique Blanco y
Enrique Restrepo “atendían en aquella revista el
matiz sesudo y filosófico”, según lo expresa Julio
Gómez de Castro en 1926; y que en torno a ellos se
agrupaban Gonzalo Carbonell, Antonio Luis
McCausland y otros amantes de tales temáticas
—aunque no escribiesen algo significativo en Voces—, no es menos cierto que en la práctica Vinyes
fungía como su director, coordinador, editor, o como
quieran llamarlo, aun cuando por razones personales o de nacionalidad no exhibiera ninguno de
esos rótulos. Pero era la voz cantante en el tejemaneje, configurando globalmente la obra y preocupándose del ritmo de producción, el nivel de las
publicaciones y el perfil de la tribuna. Y conste que
no estamos hablando aquí de la función tipográfica, porque ése no es el asunto, y bien sabido es
que Hipólito Pereira (Héctor Parias) fue el encargado de este frente hacia la época final de ese “cuaderno, simpático por su permanente inquietud y
por su demoledora locuacidad”; y que Julio Gómez
de Castro coordinó la composición y reproducción
en la primera época y es también reconocido por
“haber cristalizado la idea de la revista en el marco del palique.” De allí que, en justicia, a Pereira y
De Castro se les llame directores protocolarios.
Mas el director, coordinador o editor en ejercicio de una revista intelectual es quien busca, recibe y selecciona material idóneo; quien rastrea
el recorrido de su trabajo una vez entra en circu*En respuesta al artículo de Eduardo Bermúdez Barrera, “Voces y la mitomanía sobre el Sabio Catalán”, el
cual discutí con él antes de entrar en circulación.
**Administrador de empresas. Profesor Cátedra Gabriel
García Márquez, C.C., Escuela Normal Superior La Hacienda, ENSH. Profesor de Investigación, Corporación
Universitaria de la Costa, CUC, Universidad del Atlántico, ENSH. Colciencias, 2002.
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Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 80-84. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
lación, e incita a sus mejores aportantes a que
prosigan remitiéndoles y manteniendo o superando
el nivel de sus escritos. La comunicación de Vinyes
a Blanco, citada por Eduardo Bermúdez en su candente artículo, simplemente muestra la actitud del
editor que se inquieta por saber en qué anda uno
de sus colaboradores estrella; que indaga por su
actual producción y hasta lo lisonjea para elevarle
su autoestima —“escríbame sobre sus estudios,
ya que usted es el único de todos nosotros que conserva encendida la lámpara”—. Por tanto, desconocer la importancia de Vinyes en Voces no sería
un exabrupto pero sí una injusticia histórica que
debemos evitar a toda costa.
Porque en el supuesto de que una nueva leyenda estuviere acuñándose y amenazando con reemplazar a otra, nos preguntaríamos: ¿Sin editores de la condición de Vinyes se darían colaboradores estrella? ¿Sin la atención e insistencia de
Vinyes se habría logrado que Blanco publicara con
la asiduidad y notoriedad como lo hizo en Voces?
¿Sin la intervención de Vinyes —tal como lo relatan Julio Núñez Madachi, Germán Vargas Cantillo
y Ramón Illán Bacca—, habría podido salir Blanco
de la postración anímica en que lo sumieron las
burlas de que fue objeto por sus artículos filosóficos? Por cierto, ¿quién le comunicó al filósofo la
noticia del comentario favorable que le hizo José
Ingenieros a su artículo en la revista de Buenos
Aires? Y haciendo avanzar el tiempo...: ¿Sin
Vinyes, GGM se habría recuperado del despiadado
rechazo del crítico argentino Guillermo de Torre a
su primera novela? ¿Quién le corrigió párrafo por
párrafo La Hojarasca luego de esa fatídica carta en
la que De Torre le aconseja al futuro Nobel olvidarse de ser escritor?
Es evidente que Voces no es solamente literaria sino también filosófica, aunque no pocos historiadores y críticos —no creo que de manera intencionada o “impune”— hayan pasado por alto este
irrebatible hecho; pero también es evidente que
el trabajo literario montado y dirigido por Vinyes
fue el que generó el impacto inmediato y directo
en la ciudad y por eso se ha constituido en el principal atractivo de Voces más allá de su tiempo. Y
no podría esperarse algo distinto, porque pronunciarse con nombre propio en contra de Antonio
Gómez Restrepo, cuestionándole que lo llamaran
“el Príncipe de la crítica colombiana” tan sólo —
según Vinyes— por hacer crítica de obras ya criticadas cientos de veces; o contra Max Grillo, emblema del teatro nacional, o contra Tomás
Carrasquilla, Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro
—nuestros máximos exponentes literarios de finales del siglo XIX e inicios del XX—; y pronunciarse así en un momento político tan álgido en el
que tales nombres eran reverenciados por la sociedad colombiana, no podía granjearle sino animadversiones y vituperios al catalán; los mismos
que igualmente le granjearon sus traducciones de
escritores ingleses y franceses de avanzada, los
cuales constituían una seria amenaza para el ordenamiento imperante, recordando que para Miguel Antonio Caro y los conservadores de esos
tiempos la literatura que debía conocerse y estudiarse era la que contribuía a preservar la moral y
el espíritu católico. Y muchos de tales escritores
eran protestantes y/o de tendencias liberales, sin
mencionar a los temidos y odiados masones. En el
caso de Chesterton, el gran modelo de Vinyes, es
quien inicia en Inglaterra la literatura irreverente, mordaz y satírica, enfrentando con ésta, y de
algún modo resquebrajando, los sólidos esquemas
victorianos. Por ende, las traducciones del catalán sí fueron consideradas atentatorias en dicho
momento y de ahí la posición final de la Curia frente a o :Voces, posición que anecdótica y magistralmente registra Vargas Cantillo en su libro clásico: “Perdónenme la cobardía que me embarga y que
me impide consignar el adjetivo calificador: ¡No
manden más la revista!”
En cambio, no me atrevería a considerar tan
amenazadores los aportes de Blanco y Restrepo,
pues si bien éstos trabajaban pensadores franceses, alemanes e ingleses —más próximos al ateísmo—, “afortunadamente” para dicho ordenamiento aquí pocos los entendían. (Aunque habría cierto
testimonio de una confrontación casi física entre
los filósofos y el padre Revollo).
Pero aparte de editor y traductor, Vinyes cumplía una función pedagógica en la ciudad; tanto a
través de Voces y otros medios escritos posteriores, como directamente con los jóvenes en cafete-
Arr.:El grupo de Barranquilla.
Ab.: “El sabio catalán” paseando por Bogotá con
Germán Vargas (ext. izq.) y otros amigos.
rías o librerías o en el aula. A propósito, pareciere
existir un error en el recuento histórico de Vinyes
en Barranquilla; desde Gilard, al menos, todos citan que el catalán dictaba clases en un colegio de
señoritas. Esto habría que revisarlo con mayor
cuidado, porque hemos encontrado su fotografía
como profesor en los archivos de la Escuela Normal Superior La Hacienda de 1950, institución que
para la época responde al nombre de Escuela Normal para Varones del Litoral Atlántico. Sucede —y
creo que allí podría estribar el generalizado error
si acaso lo es—, que esta última entidad, según
los datos del historiador Francisco Vargas
Hernández, “funcionó de 1919 a 1932 en las instalaciones ubicadas en lo que actualmente corresponde a predios del Colegio de Barranquilla para
Señoritas”.
De cualquier manera, el descubrimiento de
Vinyes en el pasado de La Hacienda nos impulsó a
81
indagar más sobre su trabajo pedagógico y por ello
los estudiantes Katia Sinning Pérez y Anderson
Gómez Castellanos, del Ciclo Complementario,
contactaron a un alumno suyo que nos ha informado sobre el tipo de enseñanza flexible que aquél
desarrollaba y sobre otros aspectos enaltecedores
de su figura como maestro, destacando, en particular, que sus pupilos se disputaban los primeros
asientos del salón para escuchar mejor sus clases, situación característica que no ocurría entonces con ningún otro docente; e igualmente, que
su didáctica era de estilo conversatorio y sus evaluaciones bastante flexibles, en una época en donde la flexibilidad de la enseñanza en nuestro medio era apenas un rumor.
Mas esto último no sería muy nuevo, porque
Alfredo de la Espriella ya ha señalado al ibérico como
un “excelente profesor”; pero nos sirve lo tratado
para apuntalar que además de editor o director en
las sombras de la revista Voces, y de traductor e
introductor de la literatura europea de vanguardia
en Barranquilla y Colombia, Vinyes también debe
ser reconocido y ponderado como pedagogo, función
que todavía no ha sido detallada prolijamente en
sus marcos formales, aunque sí con referencia al
Grupo Barranquilla; porque, entre otras cosas, un
políglota, fundamentado y culto personaje que orienta las lecturas de jóvenes y promueve conversaciones temáticas dentro y fuera del aula, y quien en
el contexto de una escolaridad surcada por la rigidez prefiere hacer fluir en ellos el conocimiento
antes que el rendimiento o la disciplina, no puede
llamarse de otra manera. Que la figura de Ramón
Vinyes no alcance a consolidarse como personaje
en la trama de Cien años de soledad no significa
nada. En diversas instancias públicas y privadas
GGM ha rendido tributo a la orientación recibida
del maestro, al que sin mayores pretensiones
lingüísticas, pero sí metafóricas, llamó “el viejo que
había leído todos los libros”.
Si Julio Enrique Blanco y Enrique Restrepo sabían de filosofía y él no —como ciertamente lo confirman diversos testimonios y documentos—, no
es tan relevante para eclipsar la representatividad
de Vinyes en la revista de 1917/1920. De hecho,
el trabajo filosófico en Voces, desde el punto de vista de la trascendencia de su contenido, no tendría
incidencia alguna en la ciudad y el país sino hasta los años ochenta, cuando dos jóvenes estudiantes de filosofía de la Universidad Metropolitana,
Eduardo Bermúdez Barrera y Julio Núñez Madachi,
por voluntad propia y con gran entusiasmo, abor-
82
dan al octogenario filósofo fundador de la Universidad del Atlántico e inician así el redescubrimiento que tantos frutos ha rendido y seguirá rindiendo, especialmente con la Universidad del Norte, la Universidad del Atlántico y El Heraldo, de paso
causando asombro entre no pocos especialistas
nacionales y extranjeros; que Blanco debatiera y
escribiera críticamente sobre Kant, Haeckel,
Poincaré, Bergson, Herbart, Husserl, previa lectura en idioma original, y que intentase resolver los
problemas de la filosofía de la ciencia de la época y
estuviere por ello a la par de la cultura filosófica y
científica europea, es un fenómeno sorprendente
que obliga a recomponer la historia de la filosofía
en Colombia y Latinoamérica, como ya está ocurriendo; mas no necesariamente, en procura de
tal finalidad, oscureciendo los aportes de Ramón
Vinyes en otros tantos frentes de la cultura y la
educación.
Por ende, y aun cuando es muy saludable que
se abra la polémica respecto a Voces y surjan así
nuevas perspectivas en torno a este patrimonio
cultural barranquillero —perspectivas que habrán
de incrementarse con el correr del tiempo por la
notable contribución de la Universidad del Norte
al reeditar dicha revista—, recomiendo amablemente se evite la tentación de desconocer pergaminos en procura de resaltar otros, tal como le fueron desconocidos socialmente a Julio Enrique Blanco, muy a pesar de que El Heraldo y la Universidad
Pontificia Bolivariana, principalmente, se constituyesen en receptores y divulgadores de su trabajo desde mediados del siglo anterior.
Si no se le debe llamar “sabio” porque no manejó la filosofía de la ciencia o porque tenía baches
en la cultura científica, pues llamémoslo de otro
modo y sanseacabó. Pero no considero que haya
mitomanía o afirmaciones “impunes” porque no
pocos historiadores se hayan dejado encandilar por
una figura del género, en torno a la cual todos quienes lo conocieron coinciden en afirmar que era
definitivamente magnética; tanto por la forma
como socializaba sus conocimientos y por estos
mismos, como por los restantes atributos de su
personalidad cultural y social. Valga la pena rememorar las palabras con que Enrique Restrepo
informaba sobre los motivos de su invitación a
Vinyes a las tertulias en las que servía de anfitrión, desde la primera vez que lo escuchó hablar
con los clientes de su librería “Vinyes Auqué Ltda.”;
palabras que han quedado registradas para la historia y han sido publicadas en distintas fuentes.
Coincidiré, por supuesto, y porque lo he escrito
también, en que la relación Vinyes - Grupo Voces
no es la misma relación Vinyes - Grupo Barranquilla; en que la personalidad intelectual del catalán es distinta y casi antagónica a las de Blanco y
Restrepo; en que al llegar en 1914 a Barranquilla
Vinyes no era el único individuo culto en ésta y
tampoco quien nos quitó el taparrabo —a pesar de
lo escrito por Fray Candil—; y en que, de buena fe
o por falta de acuciosidad, los historiadores cometieron deslices asignándole a Vinyes la autoría de
artículos no firmados en Voces.
y los cuales cristalizaron en octubre 15 de 1925 con
el asesinato de Pedro Pastor Consuegra a manos
de Héctor Parias en el teatro Cisneros.
Por cierto, recordaremos que mientras Julio
Enrique Blanco se refugiaba en sus negocios de
familia y con justificada razón iba fraguando el
concepto y la actitud del “intelectual solitario”; y
que mientras Enrique Restrepo preparaba maletas para largarse de ésta y no regresar jamás, Ramón Vinyes soportó con mayor rigor el encono ge-
Pero hay otros muchos aspectos de extraordinaria riqueza por estudiar, sin querer decir que la
insistencia en el perfil filosófico de Voces no sea
importante; por ejemplo, el estilo de escritura del
catalán no ha sido trabajado a fondo en la ciudad,
si bien se localiza buena parte de su notable volumen de producción con relativa facilidad, y por lo
que, además de editor, traductor, innovador y pedagogo, también debe ser admitido entre los escritores estrella de “su” propia revista, y obviamente
más allá de la misma; en especial identificándolo
como experimentador público de la palabra escrita, un señalamiento ya establecido por el “mitómano mayor”, Jacques Gilard, en atención a la diversidad de formatos con los que aquél laboraba,
que podría también ser uno de los motivos de la
dificultad para identificar determinados artículos
suyos que aparecieron sin firma o bajo seudónimo
en Voces y otros medios. (No olvidemos la inocentada aquella de Vinyes a Francisco Pardo Fuenmayor, “Paco Lince”, enviándole un mensaje escrito en el que se hacía pasar por Vargas Vila y
aquél creyéndoselo.)
Hasta donde mi modesta sensibilidad me lo ha
permitido, este políglota, librero, dramaturgo,
teatrero poco reconocido como tal en su país —a lo
mejor sólo mencionado por la Enciclopedia Espasa
o por la biblioteca que en Barcelona hoy lleva su
nombre—, aprendió a manejar como maestro el
esquema de las “dos lenguas”, es decir, a escribir
simultáneamente con dos sentidos diferentes para
darle contentillo a unos y a otros cuando la ocasión
lo ameritaba o se veía forzado, pretendiendo, de esta
forma, no comprometerse tan peligrosamente como
lo hizo durante su primera y conflictiva época en
Barranquilla, ciudad de la que saldría disparado
hacia España por el calificativo de “extranjero indeseable” que le endilgó el gobierno local, o por el
incendio aparentemente accidental de su librería,
o por los amagos de tragedia que ya se insinuaban
Arr.: Iglesia de San Nicolás.
Ab.: Calle del Recreo. Barranquilla, h. 1913.
nerado por su osadía cultural. Pero aún así, siguió
insistiendo en su función comunitaria, contestataria, pues al año siguiente del fallecimiento de
Voces, reaparecería en el diario La Nación junto
con Clemente Manuel Zabala y otros, bajo la
combativa bandera enarbolada por Pedro Pastor
Consuegra. En dicha tribuna insistiría y contribuiría con sus aportes a la renovación intelectual
del periodismo local y nacional, tal como de modo
amplio y detallado lo expone Núñez Madachi en
Periodismo y modernidad en la Costa Atlántica.
83
Y regresando al pintoresco asunto de las “dos
lenguas”, ya para finalizar lo presente, recogeremos la respuesta dada por Vinyes a la solicitud de
opinión que le fue cursada sobre la propuesta de
Luis Felipe Pineda de coronar al poeta Miguel Moreno Alba. Al respecto escribe el ibérico: “Adalberto
del Castillo glosa la idea y pide concepto a sus camaradas del equipo intelectual de la ciudad. Por
hallarme ahora entre los camaradas del equipo —
esta vez juego en el centro—, no me inhibo de dar
la opinión que se me pide [...]” Y concluye manifestando que el mejor homenaje que se le puede
hacer al poeta Moreno Alba es editarle, por cuenta
de la administración departamental, su amplia y
dispersa producción. Pero en particular, la idea precedente, cuando en su columna de El Heraldo, “Reloj de Torre”, se refiere a los 15 años de vida de la
revista Civilización en 1950 —tal como se reproduce e ilustra en Cátedra GGM N° 3, p. 14—, ofreciendo un comentario en el que si bien reconoce las
bondades de dicha tribuna, deja intactas sus preferencias literarias e intelectuales, hartamente
disímiles a las de aquélla. Un modelo de escritura
que, por cierto, hoy sólo he visto reproducido en uno
de los últimos trabajos públicos del crítico Ariel
Castillo Mier.
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84
Antioquia. Medellín. (My, 1938); p. 505-538. (Reconstrucción de una tertulia sobre este tema en la que también intervienen Ramón Vinyes, Gonzalo Carbonell, Enrique Restrepo y Antonio Luis McCausland. En ella se
observa que Vinyes participa como una especie de moderador y sin tocar directamente el asunto tratado en
la discusión).
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———. “Ramón Vinyes (1980)”. En: Sobre literatura colombiana. Bogotá: Fundación Simón y Lola Guberek, 1985.
Entre ráfagas de viento*
Claudine Bancelin**
A Ray y Manuela
El mayor triunfo de los amantes está en la derrota
de la razón.
Alejo Carpentier
Desafiando códigos y huracanes y para sentirte vivir plenamente, para hacerte a tu medida una modesta epopeya de héroe en este siglo desventurado
en que no hay nada por qué luchar, siglo sin ideales y sin gloria en que los sucesores de Ulises y
Palinuro son oscuros sabios o siniestros generales
que firman nóminas para hacer estallar el planeta.
Hoy es imposible escribir Eneidas, y por eso canto
tu hazaña de contrabandista.
Gonzalo Arango
I
Tres días después, al encontrarse tras las rejas, supo
que sólo era libre al dormir.
Ya habían pasado los largos días de incomunicación en esa celda lóbrega e inconclusa, cobijada por
la oscuridad, que se abrió de repente al segundo día
cuando una horda de periodistas interrumpió su
aislamiento para retratar su rostro y anunciar al
país la captura de otro extraditable. Las luces de
más de veinte cámaras lo iluminaron por un momento, que transcurrió en amargo silencio. Sólo
existía su mirada de desconcierto, las expectantes
de los fotógrafos y las victoriosas de los militares.
Tomaron fotos y grabaron imágenes; la misma imagen con los ojos lánguidos y el vacío en el rostro que
Micaela recortaría de los diarios y guardaría dentro
de sí para siempre. Cuando todos se iban, un repor* Primer capítulo de la obra Entre ráfagas de viento, finalista de la VII Bienal Nacional de Novela José Eustasio
Rivera 2003, cedido por su autora especialmente para Huellas.
**Barranquillera. Periodista, Universidad Javeriana,
Bogotá. Especialista en Literatura, Universidad del Atlántico. Diplomada en Periodismo contemporáneo, Universidad del Norte.
tero se acercó a Santiago y le contó en voz baja que
su familia había contratado a un abogado.
—Muchas gracias, dígales que estoy bien.
No era cierto. La desolación lo embargaba. La certidumbre de una cárcel llena de criminales que le
caerían encima tan pronto pusiera sus pies adentro lo inquietaba. Sus manos no dejaban de sudar.
Pero ahora sabía que un abogado trabajaba en su
favor. Así se lo había confirmado un viejo amigo de
su hermano a quien le había correspondido cubrir
la noticia en representación del diario para el cual
escribía. Él también se movía en el frenesí de la
magnífica primicia que tenía alborotadas las salas
de redacción, salpicadas de noticias insulsas desde días atrás; pero el revuelo duró poco porque entre los anales de la justicia no encontraron más
antecedentes sobre el protagonista del día.
—De todas maneras va en primera página. ¿Concedió declaraciones?
—No.
—Entonces va la foto con la leyenda al pie.
La escena se repetía de igual manera en todos
los diarios y en las salas de prensa de la televisión y
la radio. Mientras tanto, Santiago se sumergió en
sus recuerdos: a pesar de que había podido conseguir un lujoso carro, de tercera, pero lujoso al fin y al
cabo, un curso de piloto que nunca concluyó y una
motocicleta de cross, entre otros juguetes, como él
los llamaba, había perdido, como siempre, la mayoría de las ganancias. El primer percance se presentó en su propia casa cuando una esmeralda recibida
en parte de pago se esfumó entre las manos del comprador y su supuesta novia en cuestión de segundos. Al parecer, la bella mujer se tragó la piedra en
un momento de descuido, pero él no tuvo el coraje
para obligarla a quitarse la minifalda a cuadritos y
hacerla defecar con un poderoso laxante; su espíritu
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 85-89. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
85
de aventura no llegaba a esos límites donde las buenas maneras dejaban paso a la locura.
—Dejémoslos ir —le susurró a su socio, mientras revisaban a fondo la caja fuerte. La pareja se
fue de inmediato.
Desde entonces, Santiago se volcó con vehemencia en los campeonatos de cross, encima de la tremenda moto amarilla que había conseguido. Quería ser campeón y descollar; realmente su última
actuación fue inimitable. Al cabo de la tercera manga brincó demasiado alto y luego se despeñó en el
barranco. La moto cayó sobre él. No sintió dolor. La
humillación inmensa lo cobijaba y por ello tampoco
oía las voces provenientes del enjambre de hombres que le quitaban la moto de encima, le tomaban el pulso, lo atendían... Su palidez, su silencio y
su mirada perdida preocupaban a todos. Él, mentalmente, reconstruía los hechos. De pronto, gritó adolorido. Todos retrocedieron. “Inyéctenme morfina.
Regreso a Colombia.”
Poco después viajaba de regreso a su casa, aletargado por los efectos del soporífero. Pasaron varias semanas. Cuando los yesos y vendajes aún
envolvían su cuerpo vio en la televisión que era
parte importante de las noticias del día.
Su historia se remontaba a cuatro años atrás,
cuando después de varios meses de pesquisa el
servicio especial antidrogas de Estados Unidos decidió capturar a un grupo de hombres que se movía en el mundo de la ilegalidad. Todos el mismo
día, en la operación que bautizaron “Cinco Estrellas”. A Santiago no lo encontraron y eso lo convirtió en prófugo internacional. Se iniciaron enseguida cuatro años de intranquilidad, de huidas, de
viajar de playa en playa y de isla en isla, buscando
un escondite ideal, un pasatiempo o un oficio donde no necesitara identificarse, pues su nombre era
un lujo que no podía permitirse por esos tiempos
cuando vivía protegido por su propia sombra, por
aquel fantasma creado de la nada para no ser nadie y para no perturbar el rededor de quienes se
atrevían a acompañarlo. Camilo González era el
nombre que había escogido para ese fantasma de
papeles falsos.
A pesar de todo la sonrisa no lo abandonaba.
En su recuerdo se arremolinaba la visita de los
funcionarios de la Dea, temida y esperada durante
esos años. El plan trazado pretendía una detención
callejera, frustrada por el continuo encierro de Santiago. La segunda noche de vigilia perdieron la paciencia y decidieron entrar a su casa. “Ese hombre
no sale nunca, vamos por él”, se dijeron, y, aún disfrazados de turistas, con pantalonetas y cachuchas,
dejaron a un lado las cuatrimotos, apartaron la en-
86
clenque reja sin candado, atravesaron por la puerta abierta, y entraron al enorme salón sin muebles
donde lo encontraron reposando en la hamaca a
rayas.
Aquella misma hamaca donde se acomodaba con
Micaela para viajar por el mundo que les estaba
vedado y que sólo en su parsimonioso vaivén se atrevían a desafiar. Se había convertido, por acuerdo
tácito, en el único lugar para imaginar, en el símbolo de la libertad, pues fuera de ella únicamente
existía el presente y, tal vez, el último día. Ante el
enclaustro preventivo, desde allí viajaban por los
puertos del Caribe y del Oriente, desembarcaban
en el África para conocer el andar privilegiado de
los animales salvajes o dejaban que el rumor del
velero sobre las olas cubriera su silencio. También
comían en París saboreando un foie gras y un vino
tinto, iban al corazón del Amazonas a contemplar
las estelas de neblina que reposaban por encima
de delfines rosados o subían a la luna y caminaban
ingrávidos por ella. “También me gustaría ir a los
polos para ver el principio y el fin.” “Iremos”, le contestaba Santiago y seguían su viaje interminable y
hablaban de los hielos inmensos, del paisaje blanco. Y todo lo prohibido lo hacían posible allí echados,
intercalando utopías con las noticias que diariamente traía Micaela desde el pueblo y con las aventuras vividas por Santiago en el mar, adonde saltaba desde su habitación sin límites, hacia los amaneceres irreverentes del Caribe, para navegar sin
tregua aferrado a una vela de colores buscando fortalecer su espíritu y avasallar su cuerpo, que retornaba precediendo a la penumbra.
Salían muy poco juntos, casi siempre en las noches, por el agua y a bordo del bote restaurado durante meses de paciente labor, a la cual se habían
sumado pescadores vecinos y amigos desocupados.
Elegían de antemano el sitio, bordeaban la costa
hasta divisarlo, desembarcaban e iban directo al
médico, al almacén o al restaurante, deambulando
muy poco por entre la gente y desapareciendo nuevamente en el mar. Preferían la noche, cuando los
ánimos del pueblo habían disminuido, cuando se
acercaba entre el crepúsculo la complicidad de lo
nocturno. Entonces los riesgos se volvían otros: la
oscuridad, los límites; pero también existían como
alternativa real que hacía parte de ese universo
habitado por disidencias y sueños de consistencias
frágiles, pero afortunados. El viaje al supermercado
por entre los senderos de barcos encallados y los
manglares iluminados por la luna, era un recuerdo
tan vívido como aquella primera invitación a almorzar que le hizo Santiago luego de transitar la misma ruta marítima, desembarcar en la playa solita-
ria de un hotel abandonado, bajar la bicicleta y rela escasez de materiales en la isla y la falta de
correr a pedal un pedacito de la isla con los zapatos
‘toderos’ que hicieran ese tipo de trabajos.
llenos de arena y su enorme sonrisa.
Frecuentemente recordaba su traslado a la cárLes gustaba visitar aquel restaurante construicel en su propio jeep, en el cual había recorrido tando sobre el mar donde se fueron enamorando entre
tas veces el sur y los caminos polvorientos de la
botella y botella de Cousiño Macul, para deleitarse
isla buscando paisajes deshabitados, pero llenos de
con los pargos, fritos al calor de la leña. También
vida silvestre para deleitar su existencia entre los
les gustaba saborear las albóndigas de caracol momangos que caían maduros y el aroma a flores, a
lido con pimentones que vendían las isleñas en las
boñiga y a mamones destripados por las pezuñas de
mesitas colocadas bajo los árboles a la vera del calas vacas. Su primera noche en el calabozo de la
mino o las langostas compradas a los pescadores
estación de policía tomó por sorpresa al comandancuando regresaban del mar y que ellos mismos prete local, ignorante de la presencia de una alianza
paraban salteadas en ajo y mantequilla.
internacional que se movía por su isla desde hacía
Precisamente fue de noche cuando llegaron por
varios días. En el calabozo hediondo a orín y plagado
él. Sabía que eran ellos. “¿Quién es Santiago
de mosquitos sólo estaba el piso raso, donde era imLinares?”, preguntaron. Él se levantó para resaltar
posible recostarse. Así que recorrió la noche, sentade inmediato y colocó de lado el balde repleto de
do y sudoroso, más por la ansiedad que por el calor.
muelas de cangrejo que compartía con sus amigos
—Cabo, regáleme un cigarrillo, por favor.
del barrio, quienes hacían escala en su casa antes
—No hay nada —le contestó el cabo sin lástima,
de llegar a las suyas. “Soy yo —se identificó Santiasin ningún sentimiento.
go—. Desde hace cuatro años los estoy esperanSantiago no podía aplacar su inmenso desasodo.” Luego entregó un arma, desgastada por el tiemsiego; no lo hubiera logrado tampoco con ese cigapo, una escopeta para defenderse en el mar de pirrillo que anhelaba con desespero, a pesar de que
ratas por el que navegarían no sólo a bordo de la
ese vicio no era suyo.
hamaca dignificante. Finalmente, sin oponer reEl anuncio de la mala nueva tantas veces esperasistencia, con temor, pero con
do por Micaela llegó de improcierto alivio, se fue con las auviso, pero no a destiempo.
toridades. Al perderse en la noFrida, pintora y amiga común,
che después de atravesar la
la localizó a la mañana sireja de madera, Santiago
guiente, la víspera de su reintuyó que no sería una como
greso a la isla.
esa, construida por él con unos
—Micaela, te tengo una
palos y mallas, que al abrirse
mala noticia.
completamente obstruía la ca—¿Se trata de Santiago?
rretera, sino otra más fuerte la
—Sí.
que iba a guardarlo. Pocas ve—¿Desapareció en el
ces la abría del todo: cuando samar?
caba el jeep, por ejemplo; enton—No. Lo detuvieron anoces los vecinos y los conductoche y creo que ahora mismo
res observaban atónitos la larlo están embarcando en un
ga puerta que interrumpía sin
avión rumbo a la capital.
remedio el tráfico. Pero nadie
Fue Micaela la que sintió
comentaba nada sobre la extraentonces una desolación inña obra de carpintería levantafinita, pero se sobrepuso para
da sobre unos rodachines para
averiguar que el aparato se
facilitar su movimiento torpe y
detendría unos momentos en
descoordinado, pero efectivo,
otra ciudad del Caribe, aqueporque cumplía su función a
lla justamente donde ella acacabalidad. Sólo Santiago exclababa de vencer las fiebres de
maba, imitando las voces isleun dengue tropical que la
ñas: “Me fock”, y proseguía el sihabían sumido durante diez
lencio. Muchas obras isleñas
días en delirios vespertinos.
eran como su reja: fabricadas
Alcanzó a llegar al aeropuerDiseño de portada, Cristina López. La novela
con ingenio para contrarrestar
to poco antes del aterrizaje de
será publicada por Editorial Maremagnun.
87
la nave, y, empujada por la ansiedad de abrazar por
última vez a quien probablemente se iba para siempre, pudo atravesar, con una cómplice fortuita, todas las barreras oficiales. Esperó a que bajaran los
primeros pasajeros; aquellos que culminaban allí
su viaje, e inició su ascenso por la escalerilla, mientras planeaba una segunda estrategia para seguir
avanzando, pero nada se le ocurría; de pronto un
pasajero de la primera fila cruzó las piernas y apareció el zapato marrón que habían comprado juntos
en el almacén del turco malgeniado. Respiró profundo. Uno que otro pasajero salía de la nave todavía. Entonces aprovechó esos intervalos para dejarse ver de Santiago por algunos segundos. Se retiró
de nuevo y se volvió a asomar para permitirle preparar el ya inevitable encuentro. Luego, entró al
avión. Santiago, pálido a pesar de la advertencia,
contestó el saludo.
—¡Hola! ¿Qué haces por aquí? —le preguntó
Micaela
—Voy para Bogotá. ¿Y tú?
—Busco a Mr. Howard, que me trae algunos papeles. ¿Lo has visto?
Ambos sabían que ese era un apellido que no
existía en la isla. Que era aquel que ellos se habían inventado una vez para hacerse bromas.
Micaela quería ganar tiempo. Acercarse más. Le
dio un beso en la mejilla, se separó de él y miró al
fondo, al resto de pasajeros que aún quedaban en
la nave y seguían para la capital. “Parece que no
vino”, concluyó Micaela y se arrojó en sus brazos
sin más preámbulos, sin saber aún que estaba
engañando a la Dea. Los agentes se levantaron
incómodos ante la situación inesperada que logró
descontrolarlos, hasta cuando la falsa casualidad
se volvió evidencia con el desesperado beso que se
prolongaba, mientras la cabinera y la ley discutían acaloradamente. “Aquí no está prohibido besarse”, argumentó contundentemente la azafata,
maravillada ante la historia de amor que defendía
con la investidura de su uniforme. Esos minutos
bastaron para reconfortarlos, averiguar por su destino inmediato y entregarle una fotografía que los
de la Dea revisaron con desagrado. Todos aguardaban. La discreción de su desplazamiento ya estaba destruida y la tripulación y el resto de pasajeros respaldaban mudos y de pie el romance fatal.
Santiago pudo quedarse con la foto que le había
llevado Micaela como contraprestación por el retiro inmediato de ella. Ese fue el trato. “Fue suficiente. Ahora, por favor, ¡váyase!”
Dos días más demoró su ingreso a la cárcel;
mientras tanto lo reseñaban, lo mostraban al país
y preparaban ciertos papeles. Finalmente llegó a la
88
prisión donde se sucedieron la toma de huellas, los
registros, los guardianes...
Adentro lo esperaban quienes serían sus compañeros de enclaustramiento, aquellos que a través de la radio se habían enterado de su captura.
Estaban a la expectativa y por ello lo aguardaban
con una celda vacía que previamente habían desocupado de chécheres; pero Santiago ingresó con
un maletín de artesanía guatemalteca que contenía una sola muda: un bluyín y una camiseta multicolor de pájaros y palmeras.
—Te aguardábamos —le dijo un grupo de hombres tan pronto entró.
Santiago abrió los ojos preocupado, pero su ánimo cambió al descubrir, de repente, que su condición no era única, que la vida continuaba con más
vitalidad que nunca, que el cariño también podía
provenir de los recién conocidos. Fue un aliento
renovador para alejar la desdicha que se le había
clavado en el pecho desde tres días atrás.
Los diez extraditables, esos hombres destinados
a pagar en otros países sus irremediables culpas,
estaban confinados en una torre fortificada, separada del resto de presos, desde donde libraban batallas judiciales para impedir su salida del país y, por
lo menos, purgar una condena en su tierra, con el
aliciente de poder recibir la visita semanal de los
suyos. Sin embargo, ninguno tenía cargos en Colombia y sólo estaban detenidos con miras a la extradición futura. Allí dentro, los extraditables compartían un largo comedor, un baño y, especialmente, el oratorio, donde todos los días pedían a la Virgen un milagro, pues la religión empezaba a ocupar el primer plano. El fervor los había hecho devotos del Santo Rosario, que invariablemente rezaban con el estallido del crepúsculo, alrededor del
altar que ellos llamaban capilla, donde no faltaba el
tapetico bordado en frivolité, unas flores de papel y
las veladoras traídas por la hermana de un preso,
que iluminaba a la conocedora de sus congojas: la
Virgen de las Mercedes, patronas de los presos. El
domingo madrugaban para asistir en recogimiento
absoluto a la misa que allí mismo oficiaba un sacerdote, asistido por diez acólitos. Ellos no querían
desaprovechar la oportunidad de acercarse más a
Dios, a ese Dios de bondad infinita, al cual también
se habían encomendado en sus negocios prolíficos;
aquel al que habían dicho: “Diosito mío, ayúdame a
coronar el embarque.” El mismo que los había escuchado muchas veces y ahora parecía dispuesto a
ayudarles de nuevo.
Ese día fueron recompensados con la llegada de
sus esposas. Micaela también fue a visitarlo. Desde las cinco de la mañana ya estaban en fila con
Alma feliz, alma marchita de Tomás Martínez (ensamblaje, acrílico/lienzo/aluminio 28x36 cm c/u tríptico, 2002)
muchas otra mujeres. No sabía si las otras también se habían turbado al desechar prendas que
no podían usarse: correas, bufandas, medias de colores y faldas negras o azules. Seguramente era
para diferenciarlas rápidamente de los guardias,
vestidos con esos tonos.
Las exigencias y restricciones se iniciaron desde afuera y concluyeron en el momento más incómodo, cuando cada una de las mujeres, sin importar su edad o su condición, se agachó, abrió sus
genitales y su ano a la guardiana machona para
demostrar que no llevaba nada dentro, ni siquiera
sangre menstrual. Entonces aparecieron rejas, corredores, puertas, patios y más puertas, que se
abrieron y cerraron a su paso. Tras una de ellas
apareció Santiago. Estaba pálido, recién afeitado,
con el cabello al ras y una sonrisa enorme. Se sintieron afortunados y se abrazaron largamente. Luego empezaron las presentaciones. Las mujeres de
otros presos saludaron desde lejos con una leve
inclinación de cabeza. Entonces recorrieron la
estancia y observaron la cocina blanca, las habitaciones sin ventanas, la capilla minúscula y la
larga mesa, que era comedor o sala según los acontecimientos. Se amaron por última vez, así lo creyeron; luego hablaron durante toda la tarde,
develaron secretos y disiparon dudas. “Te voy a
esperar”, le dijo Micaela antes de marcharse.
El aislamiento comenzó con sorpresas que se
convirtieron pronto en rutinas, como el partido de
ping pong de todos los días en la mesa acomodada
en el salón que compartían, por el cual, ante la au-
sencia de horarios, deambulaban a su antojo. También diariamente llegaban los presos pobres de otros
patios, quienes limpiaban y cocinaban por un puñado de monedas que adquirían un valor especial.
Una vez por semana podían salir al patio a disfrutar del sol y del aire libre, al mismo tiempo que
unos muchachos acusados del asesinato de un
ministro, que cumplían veinte años de condena.
Les dieron un balón de fútbol y el resto fue muy
fácil, pues ante los lazos fuertes que germinaron
no había cabida para escandalizarse por las culpas
ajenas. Los unía el hecho de estar en prisión, ese
lugar donde se sabía aplicar con destreza el arte
de castigar a aquellas almas altivas e independientes que no estaban interesadas en acatar las normas establecidas por la sociedad. Ya eran suficientes afinidades. Sin embargo, la cárcel seguía siendo
un infierno amurallado con un cielo encima. Un
infierno que se vivía en el alma de aquellos con
largas condenas, quienes ya habían renunciado a
sus pasiones. Eran lujos como la imaginación o
los recuerdos que no podían permitirse, pues ya
estaban muertos en vida, en el vacío, en la larga
espera. Eran presos dos veces: entre los barrotes y
en sus ensueños. Santiago, por el contrario, que
todavía era libre en sus en sus sueños, cambió su
temor por esperanza. Y aunque se había iniciado
una nueva vida de privaciones y abogados, donde
angustiosos trámites buscaban impedir su salida
del país, por fin, luego de cuatro años de descansos
nocturnos interrumpidos, durmió en sosiego ante
la evidencia del momento definitivo.
89
Poesías de Olga Gómez*
SOÑANDO
LA PAZ
(2001)
Dolor
¡Paren la danza!
que me duele el aire,
¡me quema, me atosiga!
¡Paren la música!
¡que el dolor vibra con sus notas!
¡Me arde, me duele,
me lastima
este pobre corazón
que he recosido tantas veces!
¡Déjenme el silencio!
suave, anhelante
que permita la entrada
de ella, de mi soledad amada
con sus ungüentos
y sus suaves manos
que acarician suave,
suavemente
¡esta herida abierta y sangrante!
El miedo hermana a los distintos
El miedo
los volvió uno solo,
se encerraron en sus casas
bajo llaves y candados
que decidieron no volver a abrir.
*Olga Gómez Mendoza, nacida en Barranquilla, es profesora catedrática del Instituto de Idiomas y el Programa de
Relaciones Internacionales de la Universidad del Norte.
90
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 90-94. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
Se redujeron los espacios,
se entremezclaron cuerpos, sudores, llantos
hasta aparecer a los otros
como un todo
como una nada
que repetía estribillos
que comenzaron a aparecer
en todos los vehículos de la palabra.
Y llegaron algunos,
los que se sentían tocados por el otro,
a poner orden:
a separar a los borregos de los lobos.
Y se crearon fronteras
fuertemente resguardadas
para que de la nada a la nada
no pudiesen colarse transgresores,
que en otros idiomas
hablasen a la gente
de nuevas salidas, de nuevos horizontes.
Se inició así
una cruzada por el hombre
donde lo que no correspondiese
a las fotos de periódico,
a las páginas sociales
y editoriales
no podía
no debía seguir con vida.
Cayeron los pensantes,
cayeron los dolientes
de un país
que quería ser inventado nuevamente
que quería seguir caminando
por un camino nuevo
donde las huellas de los de adelante
no estuvieran manchadas de sangre.
Esta herida que no cesa de sangrarme
Me duele…
aunque mi risa, explosiva
resuene en los recintos familiares.
Me duele…
aunque cierre los ojos
a la imagen que me lo grita.
Me duele…
aunque de mi boca,
mis sesos y mis sueños
siga brotando la esperanza
cada vez con más fuerza.
un porvenir distinto,
y que hoy van a parar
al paraíso de los ires,
o a los recintos de los que regresan,
a la fuerza,
la historia,
al ghetto de los que tercamente
no quieren sentir.
Y rebusco entre mis cosas
una nueva forma de ver,
una nueva forma de lenguar
que me permita
de alguna forma u otra
rebuscar la esperanza,
de alguna forma u otra
entender lo que pasa.
Me duele…
aunque pretenda justificar en otros
mi propia desidia.
Me duele…
esa sangre que corre,
acompañada de los sueños, fantasías
perversiones y placeres ocultos
de aquellos
que han caído primero
en esta carrera loca que no sé como detener.
Me duele…
cuando oigo el discurso
que como un remolino,
nunca va a ninguna parte,
pero que succiona
la alegría, la creatividad
y la esperanza
de aquellos que aún
siguen en pie.
Me duele…
aunque todos los días me levante
a proclamar la vida
a los cuatro vientos.
Me duele…
cada vez que veo
que del árbol de los visionarios
van desapareciendo
hojas, flores y frutos
que alguna vez presagiaban
Victoria de la paz (1982) de Alejandro Obregón.
Lloremos nuestros muertos
Los muertos de siglos,
no llorados
se apilan,
unos sobre otros
en las catacumbas de nuestras conciencias.
Y se convierten
día tras día
en fantasmas que rondan
nuestros sueños,
nuestros pasos
y nuestras querencias.
91
Han decidido,
una vez por todas,
mostrarnos sus dientes feroces
desde los cuerpos de aquellos
que han hecho de la muerte
la única salida.
Y todos los días se presentan
bajo las mil máscaras de la violencia,
sedientos de la sangre
que alguna vez perdieron
a causa de nuestros silencios
de nuestras anuencias
de nuestra avaricia
por querer asegurar nuestra propia muerte.
Desplazados
Perdidos,
nominados por el otro
incorporados,
a un universo ajeno
donde la voluntad y la esperanza
se pierden
entre las largas filas de mendigos
que esperan el turno
para recibir, al fin,
una mirada del gran padre.
Desplazados
fuera de su lugar,
fuera de su entorno familiar
y condenados,
a fuerza
de la impotencia,
a seguir huyendo,
del hambre,
del miedo,
del actuar.
Muerte a pedazos
Jirones de sueños
llevados por el viento
junto con el polvo levitante de la tarde.
Testimonios fieles
de tantas vidas perdidas
buscando la muerte
creyendo buscar la vida.
Sueños inconclusos
desperdigados por el aire
solo sentidos
desde algún rincón del alma
expectante y solitaria.
Los pedazos de sueños de los muertos
nos visten la tarde
en sus ocasos
para recordarnos
que también se muere a pedazos.
DESCORRIENDO VELOS NUEVAMENTE
(2003)
Despedida
Adiós princesa tejedora de vida.
Desde las sombras de ese mundo
que no veo
te miro a veces llegar
riendo, gritando
como deseando la última foto
antes de la gran partida.
92
Te vas.
Desgranando lentamente
pedazos de tu vida y mis recuerdos
de una calidez ansiada
de abrazos a medianoche
locuras de zapatos,
carteras, perfumes
escondidos de los hijos y del padre
y sólo compartidos
en tus salones del reino solitario
reservado sólo para ti
y tus caprichos.
Adiós princesa,
tu hija te saluda
gracias por el mar,
la danza, los vestidos
aunque estrechos
¡gracias por la vida!
Ojos fijos
Inútil la mirada
silentes las palabras
que intentan cruzar
el gran océano
de distancias.
Las palabras
pasaron por los cuerpos
atravesándolos
sin que quedara un signo
testigo de haber estado allí
como si un muro invisible
de penas y silencios
se empeñara obsesionado
en mantenerlos distantes
por fuera de la mirada.
Destino
Y no soy un ser simple
y no puedo andar por ahí
navegando en las aguas
que aseguran el no ahogarse.
Soy de ese metal blando
ingrávido y precioso
que sólo adquiere valor y brillo
en las aguas tumultuosas de un océano
que no tiene regreso.
Y no soy la luz eterna
de los viajeros cansados
sólo puedo ser el fuego
cuando existe el aire
que me da mi aliento
y existe la madera
sobre la cual encarnarme.
Y no puedo cantar
los cantos ajenos;
solamente aquellos
que desbordan mi mente.
Y no esperes jamás
que aquella que dejaste
hubiese seguido allí
congelada de muerte.
Mudo
No tienes palabras
para decir que me amas:
se gastaron todas en el engaño.
Te quedaste mudo, inmóvil
y regresaste a buscar
hacia atrás
lo que alguna vez perdiste.
93
Tratar de construir con lo marchito
es asegurar la desesperanza
y la caída en la nada
profunda y sin salida.
La muerte de un pájaro
esa de vida de luchas y sobresaltos
pesaron más las penas
en esa inquisición del alma
y te fuiste,
con la sonrisa en los labios.
Y soñando que después de ti
nos volverían a crecer alas.
A María Mercedes Carranza
Lo pensaste muchas noches
viendo jugar las llamas en la casa iluminada
por la combustión de la esperanza.
Caminaste silenciosa esos corredores
conocidos de ese hogar, tan tuyo.
buscaste en todos los rincones, en cada mueble
en cada esquina,
pero siempre te resultaban las manos vacías.
Llamaste un contingente enorme de cantores
para ver si en multitud
el dolor perdía su fuerza.
Fue inútil.
Faltaba la esperanza
gastada en la palabra
que estallaba
impotente,
contra el vacío y la muralla levantada
alrededor de las conciencias.
La decisión llegó de repente
fugaz, pasó por tu memoria,
94
Catalina
Cata cata Catalina
fina, lina, mina, lira
con los dedos lentamente
acompañando a la desgracia
pulsas cuerdas de infinita resonancia
en un mundo de mujeres
que se pierde en la distancia.
Cata, cata, Catalina
niña y dueña, hijos, casa
cuerda, lira
amarre, trampa
desgarrada y silenciada
disonante y disentida
tan presente que se olvida.
Cata, cata, Catalina
flores, cuadros, serpentinas
avidez, manjar, cocinas
con tu propia medicina
la salida de la trampa.
Textos y poesías de Silvia Reyes*
UN TENUE AROMA A JAZMINES SECOS
(Cuento, mayo 2003)
La mujer entró con pasos lentos al café. Pasó junto a Ramón, que bebía de pie su acostumbrado café
de las cinco de la tarde con sus compañeros de
oficina. Ella no lo miró, pero el aire que movió al
pasar lo rozó como un aletazo húmedo. Se le aflojaron las manos y la taza que sostenían cayó al
piso produciendo un estallido tan súbito, que envolvió al mundo en un sólido silencio en el que
sólo resonaban los tacones de la mujer sobre las
baldosas azules con el ritmo que le imprimía el
movimiento de su cadera.
—No puede ser —murmuró.
—¿Qué pasa? —le preguntó José Antonio inclinándose a recoger la taza, y con su pregunta el
café recobró la rutina de sus ruidos.
—Nada —dijo Ramón.
—Entonces vámonos, que ya es la hora.
—Sigan ustedes, ya los alcanzo —dijo Ramón
con la mirada fija en la espalda de la mujer acodada sobre el mostrador.
José Antonio siguió su mirada y luego se marchó torciendo la boca en una sonrisa burlona de
conocedor.
Ramón se dirigió al mostrador del café y llegó
junto a la mujer, a quien tomó con firmeza del codo
haciéndola volver hacia él. Ella lo miró con un rostro inexpresivo en el que resaltaban sus ojos de
un color gris verdoso y que no reflejaban nada, como
lagos quietos en una tarde de lluvia.
—¿Eres tú? —preguntó con voz apagada, aun cuando estaba casi seguro de que era ella, excepto por el
color de los ojos, que en sus vagos recuerdos eran
verdes y brillantes. No recibió respuesta; la mujer
soltó su brazo de la mano de él con un movimiento
*Silvia Isabel Reyes Cepeda (Barranquilla 9 dic. 1959)
es abogada de la Pontificia Universidad Javeriana, con especializaciones en las universidades de los Andes y del
Rosario, actualmente reside en Bogotá. Ha publicado en
revistas y suplementos literarios del país. Es miembro del
Taller de Escritores de la Universidad Central de Bogotá.
promoción 2002-I, que dirige el maestro Isaías Peña, del
cual surgió el libro de cuentos El jardín del dragón, obra colectiva de dieciséis autores miembros del taller.
leve, terminó de tomar su té, y sin decir nada, ni
sonreír siquiera, se dirigió hacia la salida del café.
Ramón la vio alejarse, taconeando sin prisas, por
un túnel oscuro que al final conducía a la luz mortecina de la tarde. Reaccionó unos instantes después
y salió apresuradamente del lugar; la vio doblar la
esquina de la calle, hacia el sur y sin pensar en lo
que hacía, la siguió. Sin embargo, cuando se asomó
a la esquina por la que ella acababa de cruzar, ya no
la encontró; recorrió la calle y otras más, engañado
por el aroma a flores secas de su perfume que percibía a cada golpe del aire, hasta que desistió, cansado. Eran ya las siete de la noche y no había regresado al trabajo. Suspiró y desanduvo el camino pensando en la excusa que diría al llegar.
Esa noche no pudo dormir, desvelado por un rastro de jazmín que percibía a su alrededor y que lo
hacía recordar una y otra vez una habitación en
penumbras en Macao y a una mujer de ojos verdes
que relucían como los de los gatos en la oscuridad.
Se esforzó por recordar más, pero la memoria lo
transportaba sin transiciones a la orilla de un río
cenagoso sobre el que flotaba una bruma pesada.
Al día siguiente volvió solo al café, a las cuatro
y treinta de la tarde, y se sentó en un taburete de
la barra; pidió su acostumbrado café y luego otro, y
se sorprendió al reconocerse expectante. Sin embargo ella no apareció. Ramón pensaba en el color
de sus ojos, extraños, velados; recordó otra vez
aquellos ojos verdes de la mujer en Macao: serios,
no reían, sólo lo miraban fijamente, como queriendo abrirle el pecho hasta llegar a su corazón y devorarlo. Se estremeció involuntariamente preguntándose por qué, entonces, ahora eran grises si
tan bien los recordaba y si estaba casi seguro de
que era la misma mujer. ¿Cómo era que se llamaba? Tenía un nombre poco usual, portugués, sí, era
portugués. Una palmada en la espalda lo devolvió
al presente; José Antonio lo miraba sonriente:
—Nos abandonaste antes. ¿Qué pasa? ¿Es que
no vino?
—¿Quién? —preguntó Ramón confundido—. No
pasa nada, hombre, ni espero a nadie —dijo, por
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 95-98. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
95
fin, cayendo en la cuenta de qué
donde él estaba jugando póker
le hablaba el otro.
con desconocidos, casi todos
—A mí no me engañas, amiasiáticos, mientras bebía
go, pero, en fin, si quieres guarwhisky sin hielo. Se vio voldártelo, está bien. Vamos, que
teando a mirar hacia su esya casi empieza la reunión con
palda para contemplarla de pie
los auditores —dijo José Antoallí, esperándolo; ella le sonnio volviendo a palmearle la
rió de manera fugaz, como
espalda.
dándole ánimos, y él ganó esa
Ramón se bajó sin ganas del
partida y otras dos más; antes
taburete y se dirigió hacia la
de comentar otra ronda, sinpuerta, repasando rápidamentió su mano tocándole suavete las mesas con una mirada
mente en un hombro, indicánfurtiva.
dole así que debía dejar de juAl salir del trabajo volvió a
gar, o por lo menos él entenrecorrer las calles por las que
dió eso; se levantó de la mesa
ella había tomado el día antetrasta–billando; estaba ebrio,
rior. Ya había anochecido. De
y ella lo llevó hasta una casa
las sombras de una esquina
con un jardín que olía a río, a
surgió de pronto, como una vasalitre y a jazmines florecidos.
harada, un insólito aroma a río,
Esa noche tampoco pudo
a vegetación acuática, a trópiconciliar el sueño. Caía en una
Esta antología incluye de Silvia Reyes los cuentos
co húmedo.
duermevela, en un sopor anorVuelo imposible, El desafio, El silencio de los pájaros
Extrañado, continuó su paseo
mal en una ciudad de clima
y Corazón de coral.
sin rumbo preciso, envuelto en
frío, como ésta que había elegiel olor a río. Al llegar a la esquido para vivir, lejos de cualquier
na en donde la mujer se había esfumado, se enconrío o de cualquier selva inhóspita; no podía precisar
tró frente a un río de remolinos turbios, por el que
por qué no le gustaban los ríos, sólo que no le gustapasaban velozmente ramas desgajadas de palmeras,
ban; despertaba sobresaltado, sintiendo que unos
un tronco de mangle, flores bulbosas de otras tieojos verdes y brillantes lo miraban, hasta que decirras. Entre la bruma que flotaba sobre el agua, le
dió dejar la luz encendida y abrir las ventanas para
pareció ver un trozo de tela verde que desaparecía
que entrase la brisa de la madrugada.
en la vorágine del río, y un brazo que se hundía como
Sentado en la cama, se dispuso a ordenar lógiel mástil de un velero. Corrió gritando hacia el río:
camente esos recuerdos que estaban regresando
—¡Edoarda!
a su memoria en pantallazos esporádicos, y los
El chirrido de unas llantas al frenar abrup–
sucesos de los últimos dos días, como correspontamente, la bocina del auto lanzando su grito amedía a un ser civilizado y pragmático capaz de sepanazante seguido de un insulto, lo hizo detenerse
rar la vida real de las alucinaciones o los sueños:
en seco. Estaba en la mitad de la calle. No había
Sí, alguna vez estuvo en Macao cuando trabajaba
ningún río frente a él. Se pasó una mano que tempara la West Line, y conoció a una mujer, medio
blaba violentamente por la frente sudorosa.
china y medio portuguesa, hermosa, sí, con unos
—¡Quítese de en medio, so imbécil! —le gritó el
extraños ojos verdes. La conoció en el casino del
conductor del auto detenido—. ¡Si se quiere suiciHotel Lisboa y se llamaba Edoarda, sí, el nombre
dar, tíresele al carro de su madre!
brillaba ahora en la memoria. Esa noche él había
Ramón se dirigió a la acera con paso vacilante.
ganado en el póker, y creyó que ella le había traído
El insulto le resbaló sin tocarlo. Sólo atinó a presuerte; había bebido mucho, pero recuerda que se
guntarse:
fueron juntos a una casita pequeña con un jardín
“¿De dónde salió ese río? ¿Estaré loco? ¿O emselvático junto al río, y que allí siguió bebiendo;
brujado? Ese río... sí, es el río de Macao, ¿cuál era?
hicieron el amor, seguro; ahora recuerda el olor a
Zhujiang, algo así, y el nombre de ella, Edoarda,
jazmines de su pelo mezclado con el olor incisivo
¿sí era ése?”
del río cercano; le pidió que se fuera con él a otro
Ofuscado, Ramón se dirigió a su casa. Al pasar
mundo y..., ¿qué fue lo que dijo ella? Hasta ahí llepor el Hotel Lisboa recordó de pronto a otro hotel
gaba la estructura de recuerdos que podía reconscon el mismo nombre y un casino bullicioso en
truir; luego seguía un inmenso vacío, como un
96
pantano oscuro que no podía cruzar, más allá del
cual no había nada.
Atontado por el desvelo y acuciado por el deseo
de aclarar del todo qué estaba pasando, se fue desde la mañana al café, a esperarla; tenía que venir,
lo presentía. A las dos horas de estar allí la vio
entrar, con su andar cadencioso. Llevaba un vestido verde que se ceñía a su cuerpo. La luz que
entraba por la puerta formaba un halo dorado alrededor de ella creando la ilusión de que flotaba en
el aire. De repente, en un fogonazo súbito desde el
fondo de su memoria, escuchó una voz que le decía, en una mezcla de portugués y español: “Debes
irte ya, no tardará en llegar”.
“¿Quién?”, escuchó decir a su propia voz.
“Debes irte, nos matará”.
“Si no vienes conmigo, seré yo quien te mate”,
dijo su voz, arrastrando las palabras.
Como en una película que pasase rápida ante
sus ojos, la vio correr atravesando el jardín hacia
el río; se vio a sí mismo loco de furor, siguiéndola,
tomándola del brazo, halándola hacia él; ella se zafó
bruscamente, retrocedió dos pasos, tal vez tres, y
cayó por el muelle; la corriente la arrastró y en la
bruma de la noche sólo brilló por un momento un
vestido verde río abajo, un brazo blanco que relumbró en el agua, y luego nada, nada.
Ella se detuvo junto a él.
—Estás viva —dijo Ramón en un susurro.
Ella lo miró con sus ojos opacos, y él sintió que
un viento helado lo golpeó en el pecho.
—No —le contestó—. Yo morí en aquel río.
Su voz era neutra, sin traslucir emoción alguna.
—Y... entonces, ¿cómo es que estás aquí? —preguntó Ramón con la voz apretada por un miedo sordo
que se le había estacionado en la sangre.
—Las lagunas de tu memoria no me dejaban
en paz —respondió la mujer mirándolo fijamente.— Vine a devolverte mi recuerdo.
—Edoarda... —comenzó a decir Ramón bajando
la mirada—. Edoarda... yo no sé cómo...
Levantó los ojos para encararla, pero ella ya no
estaba frente a él. En el aire se desvanecía un tenue aroma a jazmines secos.
SILENCIOS
1
No quiero olvidar que reías
en tu montaña verde
cuando llegó la guerra
y te apagó los ojos.
No conocí tu nombre
ni tu rostro,
niño,
pero quiero creer
que la muerte no pudo
borrarte la alegría.
A nosotros sí.
2
¿Hasta cuándo seguirás inmóvil,
o gozando inconsciente
de una vida prestada,
mientras los pueblos caen
y la gente se dispersa
por caminos de lluvia
y desamparo?
¿Hasta cuándo callarás tu voz,
tu grito, tu palabra?
El silencio te hace cómplice
aunque no quieras.
Tu silencio,
este silencio ominoso,
también mata.
3
Yo callo.
Tú callas.
Todos callamos.
Hasta Dios, allá,
en sus esferas luminosas,
calla.
Y es una caverna
el silencio,
una tumba llena de niños
97
que miran con los ojos
espantados,
de sueños desleídos,
de nombres que se van
evaporando
con los días.
No importa quién te porte,
ni en nombre de quién
accione tus mortales mecanismos.
Quiero que calles.
Soy la voz
de quien no tiene voz
porque tú se la robaste.
No sé quién era,
pero sé que era mi hermano,
mi vecino, mi amigo,
mi niño adorado,
mi mujer ilusionada,
mi campesino, mi soldado,
mi gente, mi gente,
mi gente,
y tú, fusil,
en otra mano hermana,
silenciaste para siempre
su ancho corazón.
Hemos perdido
la voz.
Nos quedan aún
palabras sueltas
que junto aquí,
en este espacio húmedo
de sangre y pesadumbre
para reconstruir el lenguaje
de la vida.
Quiero creer que un verso
puede cerrar la boca del fusil
y abrirle el pecho
y alcanzar su corazón
y transformarlo en canto.
No tengo nada.
Sólo esta voz
y estas palabras,
y este dolor
quemándome la sangre
y este pedazo de patria,
fusil,
esta patria que me estás
convirtiendo en sombra.
4
Quiero que calles tú,
fusil.
No yo.
LA MÚSICA
Todavía recuerdo esa tarde, esa maravillosa tarde
de julio de aquel 1717, tan lejano ya: el cielo límpido y claro, el Támesis semejando una cinta verde
que espejeaba al sol; la adornada barca del rey Jorge
detrás de la cual íbamos nosotros —cincuenta
músicos— apretados en dos enormes barcazas que
navegaban lentas de Whitehall a Chelsea, y luego
de vuelta, tocando la hermosa música compuesta
por el Maestro para ese día: primero suave, como
midiendo el agua, como rompiendo con cuidado el
silencio del verano; luego con más brío, subiendo
hacia el cielo como por una escalera de aire, haciendo que todos callasen y que las mujeres dejasen de reír para escuchar, al tiempo que acometíamos el Allegro-andante-allegro de la primera suite;
y luego los Menuett, que hacían saltar el corazón
como gotas de agua sobre una superficie quieta,
98
DEL AGUA
mientras el chapoteo de las largas pértigas que
impulsaban a las barcas constituía el eco perfecto
para esta música que tocábamos, ya no tanto para
el rey, sino para el antiguo dios del río, de todos los
ríos, de todas las aguas del mundo, ¡ah! y ver cómo
sonreía el rey, y cómo Handel se inclinaba hacia
él en una lenta y graciosa reverencia, y escuchar
a su Alteza pidiendo una y hasta dos veces más
que tocásemos de nuevo las tres suites completas... y nosotros, acalorados pero ebrios de música, de agua, de sol, tocábamos y tocábamos, y mis
dedos adoloridos volaban sobre la flauta, como ágiles mariposas impulsadas por el húmedo aliento
de un ángel acuático que no me permitía desfallecer; porque era su música, la música del agua, la
que tocábamos mientras la tarde moría anaranjada, dorando el Támesis.
Suspiro
Carolina Duncan*
Cíclica como mi cerebro
húmeda y voluble
condiciono
mi estado deliberado
de viajes profundos
sumergida en ti.
Tan suave confundida
en ese vapor oscuro
marco
un camino atravesándome
no hay señales de desvío
sólo una sentencia.
No hay nada sobre la mesa
mucho menos estas tú
dolor líquido mi cuerpo.
Me derramo entre grietas
de un dios ausente
caigo en un vaso vacío.
Lloro como un reloj de sollozar
rítmico a cada tic desconcertado.
No llores luna
el agua corre tic
no llores oscuridad
el sol es denso tic
no llores niña
ahí esta el tac
es el tiempo del suspiro
río claro bajo la tierra.
*Nacida en Barranquilla en 1982. Estudia teatro en
Chicago, Estados Unidos.
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 99-99. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
99
Textos y poemas de Martín Txeis*
Ilustraciones del autor
CARTA
A SANTA
PENÉLOPE
6:30 p.m. (Barranquilla, calle 37 / carrera 43)
Una invasión de luces proxenetas se instala en mi
cerebro. Mientras el cielo (que testigo ha sido de
tantos azares) cambia el claro traje que justifica el
cansancio de tantos mortales, por un claroscuro
melancólico.
La ciudad se sumerge en un letargo venenoso, los
ojos de la multitud sólo reflejan el hastío por esta
vida, cuando todos van camino de sus casas y una
luna muy tímida anuncia el pronto arribo del demonio de la noche.
7:05 p.m. (en algún lugar del centro de la ciudad)
En un prender de cigarrillos y apagar de fósforos...
me sorprendieron las estrellas, y el cosmos con todo
su esplendor me incita a la evocación de nuestra
ceremonia, mientras a ti (bella ninfa de mi asfalto)
te incita a olvidarme entre los brazos
de aquel ungido, a quien, en desalmado juicio, el destino le cedió la dicha de
tu aliento.
7:30 p.m. (Bar Los Laureles)
En las lágrimas que empapan tu ausencia no hay consuelo para mis versos.
9: 05 p.m. (en algún lugar del centro
de la ciudad)
Todas las almas esclavas del jornal
emigraron a sus guaridas.
9:30 p.m. (cle. 37 / cra. 40)
El bullicio de una calle contigua con
toda su música y su perfume de concupiscencia emite un llamado, al que
me es preciso ser obsecuente.
*Hijo de padres oriundos de Aracataca, Elkin Díaz Puertas
nació en Barranquilla, 1983, donde cursó la primaria y el bachillerato; recibió de su padre la orientación poética y literaria.
100
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 100-104. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
11:15 p.m. (Cabaret El Túnel del Amor)
El dolor de esta llaga y su podredumbre, parecen
disiparse cuando sumergido en el alcohol no aspiro
a evaporarme.
11:30 p.m. (Entrada de El Túnel)
La ciudad se levanta como templo. Es pérfido paraíso donde, en ritual pagano, se degüella la inocencia para ser ofrendada a su majestad la noche.
En mi statu quo de poseído por una legión de ánimas
/dionisíacas
Venus parece emerger de todas las mujeres. Hay en
toda la atmósfera, un perfume que incita a sumergirse en las libidas aguas de un femenil océano.
12:40 a.m. (El Túnel)
Ha pasado ante mí una bella trigueña con toda la
música del mar en sus caderas,
toda la majestad del tiempo en su pecho,
rostro de ángel y ojos feroces de emperatriz infernal.
La he buscado tan indiscretamente con
el lujurioso brillo de mis ojos, que al parecer esta mujer de cuerpo asequible y
corazón inalcanzable se ha enterado de
mis banales anhelos.
1:00 a.m. (El Túnel)
Igual que en aquella ocasión en que lo
hice para comprarte una rosa, mis manos exploran el ilíquido universo de mis
bolsillos para irme con ella.
2:15 (Hostal XXX)
Cuando mi deseo hace síntesis en piel
y mi solapada conciencia flagela con sus
cuestionamientos a mi “glorificado”
instinto, se abren nuevas dimensiones
a mi karma mientras caigo extasiado al abismo de
tu olvido.
Amada musa de mi inerme poesía... quiero
/desvanecer mi pena
mi karma en dolorosa confesión:
quise estar con ella en cuerpo y alma
pero con ella... solo estuvo mi cuerpo
porque mi alma se quedó prisionera
en el baúl
que guarda nuestra historia.
Una estrella fugaz,
y los gritos de pavor
de algunos transeúntes
noctámbulos desprevenidos,
le despertaron.
Y ¡el viento!
ángelus demoníaco que convoca a la muerte.
Corriente de aire en el cable de alta tensión
¡le devoró el vértigo!
VÉRTIGO
Sabía que caería al vacío pero aún se preguntaba
cómo había llegado allí.
Él
solía ser sonámbulo
hasta que habitó el 401.
En noches de luna llena
hombre lobo
todo un chef
que cocinaba para nadie,
durmiente transeúnte
que copula papayuelas.
En noches estrelladas
testigo silente
de la noche en el balcón,
sobrio orador de
discursos incoherentes,
hábil conversador
con fantasmas en la sala.
Dicen
que solía ser sonámbulo
hasta que habitó el 401.
Dicen también que una tarde muy azul cuando caminaba como autómata por esa avenida que conduce a la nada, la arquitectura agraciada de un
edificio de apartamentos le llamó poderosamente
la atención, y que en este edificio de ventanas y
balcones multiformes consiguió vivir luego de algunas firmas, y un par de llamadas telefónicas.
La sexta noche en el 401
por primera vez sintió levitar.
¿Que cómo lo hizo?
Es cuestión de sonámbulos.
Caminaba sobre las aguas sin inmergirse
circense caminando en cuerda floja
¡el viento!
coro de ángeles que presagia la gloria
—¿Hasta dónde capitán?
—¡Hasta la gloria!
La historia concluye con fotografías de un periódico
amarillista
quizás es así como los artificios del ensueño nos
dan a conocer la gloria
pero solo gloria de ensueño.
Él
solía ser sonámbulo
hasta que habitó el 401.
RUIDO
Hay mucho de mitológico en mi realidad abstracta.
Existencia ausente
música de motores
y musas de fermentada vendimia
con ojos absortos
en imágenes vía satélite.
Relámpago a fin
luz cegadora...
soy un navío que naufraga
en la nada.
Relámpago a fin
luz cegadora...
soy faro que vuela
con alas etéreas.
SONATA
Ese día ella celebraría sus cuarenta primaveras.
Un cielo muy azul, un sol muy amable, y los saludos deferentes de los niños, que camino de la escuela pasaban por su puerta le hicieron sentir que
Dios le incitaba a una orgía. Las flores no prescindieron de las caricias del rocío y el carmesí de sus
pétalos lo decía a silentes gritos.
101
Su único hijo, Jean Paul, no había salido de su habitación y ella no quiso despertarle para tomar alimentos.
he triunfado contra todo pronóstico,
así luce quien hace méritos a Dafne,
así luce un triunfador.
Al llegar la noche y concurrir todos sus
amigos y familiares, ¡la música! Se dispuso de baile y no habría sido jamás ruda tarea encontrar en aquella sala una sonrisa.
Jean Paul, su único hijo, no había salido
de su habitación y el brindis y las fotografías no podían retrasarse, por más noble que
fuera el artificio de su sorpresa. De modo
que ella y algunos de sus amigos y familiares más queridos subieron en busca del jovial muchacho.
Con todo mi amor
Casualmente la música cesó cuando abrieron
la puerta... ¡nadie lo podía creer! ¡poco menos ella!
Ninguno de los presentes había visto cosa parecida, tanto esplendor e ingenio en un presente de
cumpleaños: Jean Paul colgaba de un travesaño.
Un grito de pavor de la cumplimentada rompió el
silencio imperante.
La noche del día en que hubo una mañana tan
bella se tornó tétrica. Jean Paul, colgado de manera magnifica, rindió con su vida un tributo al nihilismo como sólo los verdaderos amantes de la muerte podrían hacerlo
Pero esto necesitaba una explicación, por lo menos algo que consolara a mamá.
Cerca de la ventana una tarjeta de cumpleaños
y en ella unas palabras:
Hoy volar ha sido mi axioma y no prescindí de alas.
Una vez más gracias a ti mamá. Gracias por la soga.
Hoy he querido amistarme con una legión de demonios y elevarme en espiral hasta el sueño más
etéreo para infestar el último cielo con un abominable olor a azufre.
La rosa de tus treinta años se marchitó con tu
/olvido como tantos presentes de cumpleaños
...pero éste, mamá, se qué no podrás olvidarlo.
Mi cuerpo colgado se perpetuará en tu memoria
¡yo ya no estoy contigo!
Porque mucho me has querido...
poco te pido que llores
he triunfado contra todo pronóstico,
si alguna vez vienes me verás sentado en silla
/de dioses
102
Jean Paul
Feliz cumpleaños, mamá.
PD: ...Y de la caja de música que robara un
día la princesa del paraíso, manaba una sonata para soga y funeral.
CARTA
A
TEO
Querido Hermano: Desde tu partida al puerto de San
Rafael, no me ha sido posible escribirte. Sé que te
estarás preguntando cómo estoy, y te diré que ha
llovido con insistencia desde hace varios días, y sabes de mi ánimo cuando siento caer la lluvia. Pero
estas son pendejadas. Te escribo en realidad para
comunicarte que tras un profundo cavilar, he decidido que transcurra lo que queda de mi otoño en el
sanatorio mental de San Patricio. He dejado el opio
hace ya algunos años, y aunque avanzado en edad,
¡te recuerdo! ¡Eres mi hermano mayor! Y por lo tanto me niego rotundamente a que tomes lo decidido
por un capricho senil. No pensé jamás que hablaría
de cosas de este tipo. Todo cuanto en adelante narro es mi verdad inalterada y el motivo de mi decisión. Te conozco, amado Teo, y por eso te pido que
no me juzgues, no me condenes a ser tenido por ti
como un insensato.
Hallábame en el balcón de mi casa con vista al
cementerio. Había llovido toda la tarde, era casi media noche y como testimonio de lluvia y soledad la
neblina infestaba las calles, apenas iluminadas por
algunos faroles que no sé cómo ni por qué se habían hecho intermitentes. Apenas cerraba mi libro
cuando la vi, ¡espectral!, sentada en una banca del
cementerio a espaldas de la tumba de un fraile
muerto de manera confusa y de quien se dice sangraba de manera inexplicable. La brisa golpeaba mi
rostro pálido con su frío de agujas. La calavera, que
seguía sentada absorta en una ceiba inmensa de
seco follaje, fijó su mirada con tanta pasión que a
sus ojos se hizo translucido el árbol. Dos amantes,
él en ella, ella en él, con ardiente deseo entregándose, haciendo derroche de sus carnes, fueron divisados por la espectral figura detrás de la ceiba.
Caminó hasta ellos con la serenidad de quien no
espera nada de la vida ni de la muerte, acarició el
seno de pezón erecto de la joven que aunque
extasiada, sabía perfectamente que su poseedor sólo
tenía dos manos. Un grito penetrante buscaba la
luna en la penumbra. Los amantes casi desnudos y
despavoridos se perdieron en la niebla, me invadió
el estupor, y no supe de mí.
Al amanecer me di a la búsqueda de pruebas fehacientes de tan tétrico hecho, pretendiendo no encontrar ninguna y atribuirlo todo a un senil delirio.
Pero adentrado en el corazón del cementerio, esa
mañana tan gris, un crujir de ramas me atrajo. Caminaba en busca de su lugar de origen sobre la seca
hojarasca cuando di de frente con su exánime arquitectura, y vaya mi sorpresa y decepción: la calavera... ¡se había ahorcado!
Ya me conoces y sabrás cómo me siento. Parto a
San Patricio mañana al amanecer.
DEJA
VU
Por lo general, cuando le hablaban de una mujer de
arquitectura ágil, imaginaba a una mujer
supremamente seductora, que sólo lo seducía a él,
tanto así, que ni ella misma sabía que lo seducía y
a nadie más le parecía que ella pudiera seducir a
cosa alguna sobre la tierra.
Manaba un perfume negro que casi hacía alucinar tragedia.
Era todo un soñador y de los más sensibles. Tras
haber cerrado su antología surrealista, durmió. Y
despertó sintiéndose octasensorial y hasta creyó posible ver por el culo.
los insuflos de una purificación. Pero en realidad tenía aspecto de enfermo.
Sus amigos narran desde entonces historias suyas carentes de sentido, de sentido común.
En realidad, su vida desde su visita al cerro no fue
la misma. Había inhalado en algún sitio una maldición tropical, que hacía los pasillos más largos, la
vida más decodificada, la casa inmensa y la cama
insoportable.
La fascinación, el amor íntimo con la luna, y esa
manía de pintor de verlo todo asignando a cada cosa
merecida prioridad, todo aquello que lo confortaba
desde dentro, se había extraviado una noche de distracción en los hangares del insomnio.
Una palabra al sensible atormentaba: alienacion.
Caviló tanto al respecto y decidió nada. Caviló sin
cesar. Caviló hasta el fondo (si hay un fondo en las
cavilaciones). Y cuando ya cansado se miró en el
espejo, no vio al alienado del que tanto había querido huir. Era alguien diferente, no mejor, diferente.
Recordó entonces aquel domingo del mes pasado
cuando preguntó la hora a un tipo en un callejón, y
el tipo lo miró como si no estuviera. Recordó muchos sucesos extraños de su vida; quiso tomar el
autobús pero por más que manoteó, el conductor no
lo vio.
Ante sus ojos la calle devoraba el autobús. Y el
supo que se había hecho invisible, que había muerto
en el cerro una noche de tormenta.
ÁCIDOS
CUENTOS DE TORONJIL
Traburno 1
Alguna vez se fue a un
cerro frente al mar, a la
espera de que alguien le
fuese a buscar. Y no llegó
nadie, solo sigo mismo,
tan conocedor y tan conocido. Sin Sócrates al uso,
pudo saber que su alter
ego había asistido a todos
los episodios de su vida. Le
miró con ira y gritó: "¡No
más!"
Bajó a la ciudad la mañana siguiente sintiendo
Nadie tan lánguido
tan venenoso
tan buen pintor como usted,
señor sin filtro.
... Y al parecer a nadie más
en cielo
infierno...
o tierra le fue concedida
tan magnífica virtud:
contener en sí
todo el secreto del viento
la música
y la belleza.
103
Traburno 2
Quebrado yace el reflejo de mi alma en el espejo
/pérfido de un sueño.
Alguien arroja una colilla y...
del pezón erecto a un gemido en espiral.
Narciso muere al arrullo de una gotera y un amor...
concedido a sí mismo.
La concurrencia era toda de estrellas
el teatrino fue todo de nubes.
Venus tiritaba y la luz se hizo eco de belleza
todo
un poema perdido en el paroxismo
de la distancia que no alcanzará jamás
pluma alguna.
Soplurno
DILUVIO
El diablo se esconde tras cada cosa,
es el privilegio del ojo agudo.
Él habita tras la retina inmensa que
/siempre enfoca un río claro y eléctrico
junto a un rígido David de Marta Traba
con su paladar infinito viajando a los
confines de la nada: siempre
/profiláctica y amarga.
Aquella mañana el teléfono llamó
a su puerta.
DELIRIUM
Mientras tanto caía la lluvia sobre un
/cable de alta tensión.
Del otro lado quien marcó se
/desangraba.
TREMENS
Aquella fue una noche en que el ocio
las alucinaciones el humo las desinhibiciones y la coca cantaban la canción
apasionada al unísono noche inmortal
en su memoria pero como todas las
noches finita un trago de madrugada
concedido a sí mismo de manera mecánica solo un parpadeo y se vio tirado en una calle
cerca de su domicilio a merced de un mundo que
ya despierto empezaba su tediosa marcha sobre los
rieles de la rutina caminó por las calles como manipulado desde un satélite en la nada pero con un
objetivo claro la cama y ahí estaba la cama amplia
solo para él hubo luego mucha gente en torno a un
cuerpo sin vida con el cráneo reventado por los neumáticos de un tráiler y gente uniformada tensamente tranquila abordando con preguntas de rutina al conductor que grita neurótico que no sabia
que el chico se tiraría bajo sus llantas
PLENILUNIO
...y fue todo aquella noche;
su majestad la Luna
desde su teatrino en el cielo
en noche muy húmeda ofrecía recital.
104
Ella se fue y sus pies y sus grifos
nunca lloraron.
OCASO
Hay cumbias que son como un adiós
que suenan distantes y atraviesan la
/ventana
detrás de la cual un hombre viejo
de abismales reflexiones exhibe sus
/arrugas.
Despertar cada día
cansado de llevar sobre la vida el peso de la muerte
hace que los ojos del viejo se pierdan en el muelle
le lleva a sentirse parte de un todo que se resume
en nada.
Concibe estéril juzgar al mundo
sólo juzga sus actos buenos y malos
siendo sabio justificador de faltas
y si no hay excusas para fulanas faltas
no le queda al hombre más que perdonarse
escudándose en el ser "humano".
Y para que el sueño de fin de paseo tenga poesía
al viejo su cavilar le depura los sentidos
entiende a los niños
y la naturaleza irrumpe en la cansada retina
con voluptuosidad sublime.
CUENTO
Huevos revueltos para el desayuno
Gerardo Ferro Rojas*
“Todo su cuerpo con espinas
y a mí me siguen las moscas.”
Fito Páez
„Track 1: Bill Evans, “What are you doing the
rest of your life?”
Apago el computador. No puedo seguir escribiendo,
no logro concentrarme. El ruido de allá afuera no
me deja pensar bien. He cerrado las ventanas pero
aún así sigo escuchando las detonaciones. Las bombas siguen estallando. La ciudad entera se derrumba. De algún lugar no muy remoto proviene todo el
ruido.
Enciendo el televisor. Sólo he visto las noticias
estas últimas semanas. La señal no es muy buena. Voy hasta la cocina y abro la nevera. Bebo un
vaso de agua. Compruebo que no hay huevos para
el desayuno. Debo comprar huevos para el desayuno. Suena el teléfono. Obviamente es Mariana.
Vuelve a sonar. Debo contestarlo pero lo pienso
primero. Es inútil pensarlo. De tres zancadas llego
al teléfono.
—Hola, soy yo.
—Lo imaginé. ¿Cómo estuvo el viaje?
—Acabo de llegar... Todo esto está terrible, me
da miedo. No puedo creer que siguas viviendo en
esta ciudad.
Nacido en Cartagena, 1979. Comunicador Social y Periodista, Universidad del Norte. Finalista, X Concurso Nacional de Cuento, Universidad de Antioquia, 2002. Ganador
en el Concurso Nacional de Cuento Ciudad de Bogotá, categoría jovenes, 2003. Ha publicado en la Revista de la Universidad de Antioquia, El Malpensante y Número. Ha sido parte de
antologías de narrativa jóven, Tinta fresca (Ed. Uninorte, 2001)
y De 1 a 10 (IDCT, Bogotá, 2003). Primer lugar en la 3a Convocatoria de Premios Literarios del Instituto de Patrimonio
Cultural de Cartagena de Indias, 2003. Su primer libro de
cuentos fue Un día de lluvia, 1996. Cadáveres exquisitos, otro
libro de cuentos, está en prensa. Trabaja en su primera novela. Realizador de videos argumentales y documentales para
televisión y guinista de una serie infantil animada, es productor del canal de televisión de la Universidad del Norte.
—Deberías apurarte, más tarde las cosas son
peores.
—OK, entonces nos vemos en un rato.
—¡Espera, no cuelgues!!!
—¿Qué?
—¿Puedes comprar algunos huevos en el camino?
—¿Huevos?
—Sí, huevos para el desayuno.
—OK.
Me gusta comer huevos revueltos con cebolla y mucha mantequilla. Los acompaño con pan y un buen
café negro. Listo. El mejor desayuno del mundo.
Me asomo al balcón. El horizonte está incendiado. Hay bocanadas de fuego irradiando a lo lejos. La ciudad solloza, grita, se desgarra. El sonido
de una ráfaga de metralla me saca de mi contemplación. Ahora trato de concentrarme en ella.
Mariana está a punto de entrar por la puerta de
este apartamento. Después de cinco años ha regresado. Y en el peor momento de todos. Yo estoy
hecho añicos y la ciudad también. En tres días
recibiré un premio otorgado por la respetabilísima
Sociedad de Escritores de Autosuperación del país.
¿A quién se le ocurre entregar premios en esta
época? Es cosa de locos. En todo caso, a la única
persona que podría invitar era a Mariana. Reviso
en mi mente y no encuentro otro nombre posible
para la lista. Nadie más se merece como ella ver
mi último destello. La última cuchillada. Por eso
me atreví a llamarla. Soy un masoquista.
Vuelvo al estudio. Enciendo el computador. Me
sirvo un trago mientras el aparato se enciende.
Regreso a la sala. Agarro el control remoto. El noticiero da cifras extraoficiales de los muertos. Aterrador. Desastroso. Terrorífico. Podría mencionar
miles de adjetivos. Coloco algo de Bill Evans para
ambientar. El contraste del piano con el ruido de
las detonaciones es hermoso. Miro la pantalla del
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 105-111. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
105
computador. Las manos me
tiemblan. Mis dedos apenas rozan el teclado.
No puedo escribir nada. Hace
meses que he estado intentando escribir algo serio. Un último
cuento que me saque del hueco,
el más difícil de todos. Un cuento de amor en medio de un mundo devastado. Pero ha sido imposible. En un principio, por lo menos, los cuentos salían, aunque
nadie les prestara atención. Llegué a escribir dos libros de cuentos, una novela y varios poemarios. Todos inéditos. Nadie los
conoció. Nadie los leyó. Rechazados en todos lados. Muy pocos
saben esa parte de mi vida. Ahora ni siquiera logro hilar dos buenos párrafos. Soy un asco como
escritor serio. Mi fracaso estimuló mi genialidad para la charlatanería. Pero ahora ni siquiera esos libracos de
autoestima me interesan. Deben ser las bombas
que están estallando por todos lados. O talvez sea
porque Mariana está cada vez más cerca. En todo
caso, lo mejor es pensar que se me acabó la mecha. Ya, eso fue todo. Al final del camino, un premio absurdo en medio del absurdo. Nada para dejar al mundo. Nada valioso para recordar. Nada suficientemente grande como para evitar la corrosión. Moriré impunemente en este apartamento
sin que nadie recuerde mi nombre. Amén.
Tocan el timbre. Es Mariana, no puede ser nadie más. Miro por el ojo de la puerta y compruebo
que es ella. La observo un instante, me tomo mi
tiempo. Después de cinco años Mariana parece
más hermosa. Abro la puerta. Nos miramos sin
saber qué decirnos. No hay sonrisas. No hay besos. No hay abrazos efusivos. Somos dos partículas
de polvo en medio de una explosión. El sonido de
una bomba nos saca de nuestro estado. La invito a
seguir. Agarro su maleta pero Mariana no me lo
permite. Me dice que ella puede sola.
—¿Dónde dejo los huevos? —me pregunta mostrándome la bolsa con la compra.
—En la nevera, sigue estando en el mismo lado.
Mariana deja la maleta en la sala y va hasta la
cocina. Le pregunto si quiere beber algo. Mariana
desea un whisky. Preparo los tragos. Mariana sale
de la cocina y se sienta en el sofá. Le entrego su
whisky y me siento frente a ella. Bebemos.
—El apartamento está prácticamente igual —me
106
dice tomándose el primer sorbo.
—Sí, un poco más desordenado.
Mariana ni siquiera le presta atención a mi comentario.
Nuestros rostros están algo tensos. Siento el aire viciado que
nos envuelve, nos atrapa, nos asfixia. Permanecemos callados.
No sabemos de qué hablar.
—¿Tuviste problemas para llegar? —le pregunto.
—La ciudad está horrible, no
sé cómo puedes seguir viviendo
aquí —me repite Mariana—. Pero
no, no tuve problemas. El taxista
conocía rutas alternas. Nos demoramos porque paramos a comprar tus estúpidos huevos. Me
contó que la gente está yéndose
a vivir a las azoteas y tejados.
—Sí, un éxodo masivo a las
Foto de Rafael Guerra
azoteas de la ciudad. Imagino
que se sienten más seguros allí.
—No puedo creer que a alguien se le haya ocurrido darte un premio en estos momentos.
Mariana escucha el sonido de las bombas sin
estremecerse. No me quita la mirada de encima.
Sus ojos me asustan. Se lleva el vaso a la boca y
se toma el último trago de su whisky. Mariana dice
estar cansada por el viaje. Quiere irse a dormir.
Su cuarto está al fondo del pasillo, al lado del mío.
Ella misma lleva sus maletas. Yo ni siquiera me
muevo de mi puesto. La observo atravesar la sala
y detenerse a la entrada del estudio. Observa el
computador y los papeles regados en el escritorio.
—¿Estás escribiendo algo? —me pregunta sin
dejar de mirar el computador.
No sé qué responderle. No sabría cómo
engañarla. Me aventuro:
—No, sólo estoy revisando material viejo.
Mariana sigue su camino, cruza el pasillo y se
encierra en su habitación.
Espero que la pasemos bien estos días.
„Track 2: Miles Davis, “Don’t blame me”
Yo mismo preparo el desayuno. Huevos revueltos
con cebollas, pan y café negro. El mejor desayuno
del mundo. Mariana dice que prefiere desayunar
cereal. Sospecho que ha sido un error haberla invitado. Me pregunta qué estoy escribiendo ahora. Es
una pregunta inocente para envenenar el desayuno. Mariana dice que siente mucha intriga por saberlo. Le digo que estoy trabajando en un cuento.
Anoche por fin logré sacar algo interesante. Maria-
na ha dejado de comer su cereal y ha levantado la
cabeza para mirarme. Me sonríe. Conozco su sonrisa. Mariana quiere que le cuente el argumento.
Imposible. Le digo que no pienso decirle nada hasta que esté listo. Mariana parece no estar de acuerdo pero no insiste. Sonríe y sigue desayunando su
cereal. Por primera vez en mucho tiempo he logrado atrapar una buena historia: En mi cuento
una mujer hermosa y desconocida llega por casualidad al apartamento de un psicópata. Imagino que
la presencia de Mariana tiene algo que ver con
este último intento por escribir algo importante.
Por lo menos servirá de algo su presencia.
Permanecemos un rato en el balcón. El humo
en el horizonte se confunde con el cielo gris. Hay
viento de lluvia.
—Supongo que es imposible salir a caminar —
dice Mariana.
—Es posible, pero lo mejor es que permanezcamos aquí dentro.
Empieza a llover. Volvemos a la sala. Mariana
coloca algo de Lester Young. Buena elección. Me
siento en el sofá y sintonizo el noticiero. Más cifras de muertos. Más escombros. Más éxodo hacia
las azoteas. Mariana se aburre. Camina por el apartamento revisando los cuadros. Mariana ya conoce todos y cada uno de los cuadros, ella misma los
compró y los ubicó en el apartamento. Vivimos juntos tres años y nueve meses. Suficiente tiempo.
Conocí a Mariana en una de mis conferencias a
raíz del último libro que había publicado. Se titulaba Ovejas y coyotes, un manual para encontrar el verdadero yo. En esa época, Mariana era una aspirante a actriz con problemas de autoestima. Yo era
una especie de gurú para las almas perturbadas
como ella. Fue muy fácil llevármela a la cama.
Imagino que fue igual de fácil para ella salirse de
allí tres años y nueve meses después. Dijo que se
iría a probar suerte como actriz. La he visto aparecer en un par de comerciales. Sobre todo me gusta
ese donde es la modelo de una marca de toallas
higiénicas.
—Pensé que echarías todo esto a la basura —me
dice Mariana refiriéndose a los cuadros.
—Estuve a punto de hacerlo —le contesto sin
dejar de ver el televisor—. Pero me di cuenta que
me gustaban y no me hacían daño.
Mariana no dice nada, entra al estudio y revisa
la biblioteca. Ojea algunos libros y los vuelve a dejar en su sitio.
—Anoche estuviste escribiendo, ¿no vas a decirme qué era?
—¿Me escuchaste? —le pregunto algo intrigado.
—No, pero supuse que te quedaste escribiendo.
Mariana pasa su mano por el escritorio y el computador. La observo detenidamente. Conozco sus
movimientos. Revisa algunos papeles. Anotaciones sin importancia.
—¿Entonces, no vas decirme?
—Te lo mostraré cuando esté terminado.
—Pero anoche estabas escribiendo, ¿verdad?,
quisiera leerlo.
Me molesta esta actitud de Mariana.
—No pienso mostrarte nada —le digo de la manera más tajante que encuentro.
—OK, disculpa, el señor autosuperación no puede mostrarle a nadie lo que escribe.
Odio que me llame así. Mariana sale del estudio y se encierra en su cuarto.
He vuelto a escribir en la tarde. Las palabras fluyen con soltura como en mis inicios. Es increíble.
El cuento ha tomado giros inesperados. La mujer
desconocida y el psicópata empiezan a sentirse
atraídos. Me gusta. Eso me gusta. Mariana no ha
salido de su habitación. En dos oportunidades pegué mi oreja a su puerta. Dormía. Mariana no ha
hecho otra cosa diferente a dormir y pasearse por
el apartamento como un fantasma. Tampoco hay
mucho que hacer.
Mariana sale de su cuarto y va directo a la sala.
Agarra el teléfono y marca un número. La llamada
no le entra. Vuelve a intentarlo. Imposible. Se desespera y estrella el auricular contra el aparato.
Agarra el control remoto y enciende el televisor.
El noticiero sigue dando cifras.
—¿No sirve el teléfono? —le pregunto desde el
estudio.
—Algo debe estar pasando con las líneas. Mi
celular tampoco tiene señal.
—¿Con quién necesitas hablar?
Mariana hace zapping sin detenerse.
—Con mi representante —me dice—. Después
de tu maldito premio tengo una audición para un
papel importante en una telenovela.
Levanto la mirada del computador y me concentro en los movimientos de Mariana que no logra
acomodarse en el sofá.
—Este apartamento me desespera, me asfixia.
¿A qué hora empiezan las bombas?
—No sé, como diablos voy a saberlo.
—Necesito distraerme con algo.
Mariana se levanta, va hasta el equipo y coloca
un buen tema de Miles Davis a todo volumen. Sabe
muy bien que no puedo escribir con la música a
todo volumen. Apago el computador. Mariana se
sirve un buen trago de whisky y sale al balcón.
Dentro de poco anochecerá. Yo también me sirvo
107
la misma medida de whisky y me siento frente al
televisor. Los noticieros dicen las mismas porquerías a toda hora.
Las bombas empiezan con la noche. Mariana está
borracha. Cada vez que estalla una bomba se ríe a
carcajadas. Yo sigo con la mirada puesta en la pantalla del televisor. Miles Davis sigue soplando su
trompeta como un negro desquiciado. Imagino situaciones absurdas para mi cuento. También estoy borracho. Muy borracho. Me siento como hace
mucho no me sentía. Voy al balcón. Me quedo al
lado de Mariana. La observo. Ella no para de reírse
con cada bomba que estalla. Un aire perverso nos
intoxica. Hay fuego por toda la maldita ciudad. Me
atrevo a agarrarle el culo. A ella no le importa. Nos
besamos. Mariana me mira a la cara y se echa a
reír. Yo le agarro las tetas y las meto en mi boca.
Nos tiramos en el piso del balcón y lo hacemos.
Mariana tiene un orgasmo. Lo hacemos como locos en el sofá, el comedor, la cocina, el baño, el
escritorio, el pasillo, al lado del televisor, y en cualquier otro lado que se nos ocurra. Las detonaciones no paran. Las carcajadas de Mariana son cada
vez más fuertes. La trompeta de Miles Davis nos
derrite. Mariana se levanta del piso, agarra su ropa
y sale corriendo a su habitación. Está loca. Voy
detrás de ella. Cierra la puerta y le pone seguro.
Le grito que es la mujer más desquiciada que he
conocido en mi desgraciada vida. Mariana me contesta. Me grita que no debí haberla invitado a mi
insignificante premiación. Tiene razón. Ha debido quedarse en su castillo de espejismos haciendo
comerciales de toallas higiénicas. Mariana dice
que he debido suicidarme hace mucho. Dice que
soy un maniático. Le doy una patada a su puerta y
salgo directo al estudio. Trabajo en mi cuento el
resto de la noche.
„Track 3: Charlie Parker, “After you’ve gone”
Huevos revueltos con cebolla, pan y café negro. El
mejor desayuno del mundo. Mariana ni siquiera
asoma su cara por la cocina. No ha salido de su
habitación. Yo dormí sobre mi escritorio. Escribí
en la madrugada hasta que el sueño me venció. El
cuento avanza rápidamente. Parece haber algo
indescifrable entre la mujer desconocida y el psicópata, como si cada uno conociera los secretos
del otro y no se atrevieran a decirlos.
La mañana amanece nublada. No sé realmente qué pasó anoche pero la presencia de Mariana
en la habitación es una tentación constante. Me
acerco a su puerta. Continúa durmiendo. El noticiero da un resumen sobre las últimas noticias de
108
la semana. Sé que es demasiado temprano para
beber pero no me importa. Me sirvo un baso de
whisky. Coloco un CD con las mejores cantantes
de jazz. Me siento en el sofá a escuchar la voz
cabaretera de Billie Holiday. Mariana sale de la
habitación. Está espelucada y desaliñada. Se ve
horrible. Agarra el teléfono y vuelve a marcar
un número. Las líneas
siguen muertas. Le pregunto si quiere huevos
revueltos para el desayuno. Mariana no me
responde, va a la nevera y se sirve una taza de
cereal. Regresa a su habitación y se encierra.
Será mejor así.
El premio que me darán
mañana sólo reafirmaMABG
rá mi condición de escritor frustrado. Mariana tiene razón. Pienso en
eso cuando la veo salir de su cuarto y sentarse en
el sofá a ver televisión. Tiene el mismo aspecto
desastroso de esa primera vez, cuando la vi sentada entre las últimas filas del auditorio escuchando mi conferencia. Por más que queramos no somos más que estúpidas ovejitas devoradas por siniestros e indomables coyotes. ¿Quienes son las
ovejas y quienes los coyotes? Siempre hay intercambio de roles. Recuerdo que esperé hasta el final y luego la abordé en la cafetería del hotel. Algo
en ella me atrajo. Quizá fueron sus ojeras y su
bajo perfil. Le pregunté si le había gustado la charla. Mariana me miró con cara de ovejita desquiciada y yo afilé mis dientes de coyote. Supongo que
Mariana entendió a la perfección el mensaje de
aquella conferencia ridícula. Toda ovejita tiene
complejo de coyote.
Mariana se levanta y pone algo de Nina Simone.
Al menos aún conserva el buen gusto. Me siento
orgulloso de eso. Fui yo quien le enseñó a escuchar jazz. Antes sólo tenía oídos para las baladas
románticas en inglés y las retahílas de Silvio
Rodríguez que le enseñaron sus amigos de Arte
Dramático. Apago el computador y salgo a la sala.
Nos miramos con odio sin decirnos nada. Me siento a una distancia prudente. Mariana quiere saber exactamente por qué razón la invité. No lo sé.
Mariana se agarra la cabeza con desespero. Dice
que estar en este apartamento siempre la ha asfixiado. Yo le recuerdo que ha estado asfixiada desde antes de conocerme. Mariana se levanta y se
prepara un buen trago. Yo hago lo mismo. Revisa
su reloj y mira por el balcón. Aún faltan algunas
horas para que empiecen las explosiones. Le pregunto el nombre de la telenovela en que actuará.
Mariana no responde, se sienta en el sofá y encoge su cuerpo. Dice que su agente le conseguirá
trabajo en la mejor
telenovela de todas. Me
la quedo mirando.
—No lo dudo, estoy
seguro que será la mejor telenovela de todas.
Mariana me observa. Sus ojos están llenos de lágrimas. Yo conozco sus lágrimas. Me
río en su cara. Mariana
me tira su vaso de
whisky. Me golpea en el
ojo. La herida me saca
sangre. Mariana se me
Mujer de Miguel Á. Berdugo Galezo, 2004
tira encima como una
bestia y me coge a patadas. Le agarro una pierna y
logro tirarla al piso. Mariana grita como una desesperada.
—¡ERES UN EGOÍSTA!!!!
Le tapo la boca. Le arranco la blusa y le agarro
las tetas. Mariana me muerde uno de mis dedos.
Me muerde con mucha fuerza. Su boca se llena
con mi sangre. La agarro del cabello y la golpeo
contra el piso. Mariana logra zafarse. Se me monta encima y me inmoviliza los brazos con sus muslos. Me da un beso profundo y me arranca una parte del labio. En poco tiempo quedamos desnudos y
llenos de sangre. Lo hacemos con rabia, con odio,
con todo el desenfreno posible.
Pasamos el resto de la tarde desnudos, bebiendo y escuchando un CD en vivo de Charlie Parker.
Mariana insiste en que le muestre mi cuento. Yo
no pienso mostrarle nada. Le pido a Mariana que
me recite uno de los parlamentos de su próxima
telenovela. Quiero escucharla en su estado más
natural y salvaje. Mariana no me presta atención.
Se pasea por los pasillos del apartamento manchando las paredes con la sangre que brota de su
cabeza por el golpe que le di. Luego corre y vomita
en la cocina. Yo busco un canal que me distraiga
mientras llegan las bombas. Nada. Tengo los huevos revueltos como mis desayunos. Mi dedo está
hinchado por el mordisco de Mariana. Me he amarrado un trapo para detener la hemorragia. Mariana regresa de la cocina con más licor. Ahora está
destrozando uno a uno los cuadros de las paredes.
Dice que tiene todo el derecho de hacerlo.
—Tiene toda la razón, nena, puedes destrozar
esos malditos cuadros si se te da la gana.
Me río. Detengo mi zapping en el noticiero. Más
cifras. Más escombros. Más personas huyendo a
las azoteas. Más mierda por todos lados. Mariana
ha pasado a destrozar los adornos de la sala, el estudio y el comedor. En ese preciso instante suena
un primer estallido. Mariana salta de felicidad. Sale
corriendo al balcón y yo voy detrás de ella. La ciudad se ve hermosa en medio del fuego y las bombas. Gente volando en pedazos. Edificios destruidos por todos lados. Sangre en las paredes. Huevos
revueltos. Mariana está desnuda y es hermosa.
Yo también estoy desnudo pero soy feo y gordo y
patético y soy nada. Somos dos pájaros en medio
de las explosiones. Empiezo a tener una erección
fuerte, alucinante, maravillosa. Imagino a Mariana surgiendo de los escombros bañada de fuego y
luz. Me excito al verla con ese fondo de la ciudad
en llamas. Reímos a carcajadas con cada estallido. Mariana se agarra a mi cuello y me aprieta.
Está ahorcándome. La muy sucia está ahorcándome. Le doy un golpe en la barriga. Mariana cae de
rodillas. Nota mi erección y me agarra la verga. La
baña de whisky y la mete en su boca. Me arde.
Mariana pasa sus dientes como si fueran rastrillos. Le doy una cachetada y deja de chuparme.
Nos tiramos en el balcón y volvemos a hacerlo.
Mariana tiene un orgasmo con cada bomba que
explota. Nuestros cuerpos se mezclan como dos fluidos venenosos, sanguinolentos, ácidos. Terminamos rendidos en el piso, sedientos, boquiabiertos,
como dos pájaros degollados. Mariana se arrastra
por el piso y logra llegar al sofá. Yo vomito boca
arriba y por poco me ahogo en mi propio vómito. La
ciudad sigue derrumbándose. Charlie nos escupe
dardos desde su maldito saxofón. Mañana recibiré
ese puto premio de una buena vez.
„Track 4: Ornette Coleman, “The duel”
Huevos revueltos. Café negro. Mucho café negro.
Mi cabeza estalla como las bombas de anoche.
Mariana ha debido entrar a su cuarto en la madrugada porque no la veo en el sofá. Pego mi oreja
a la puerta. Ronca con gusto y tranquilidad. Coloco
Ornette Coleman a todo volumen para que se levante. Mariana sale más desaliñada que ayer. Creo
que no nos hemos bañado en todos estos días. Me
dice que soy un psicópata por haberla levantado de
esa forma. Sí, talvez sea como el psicópata de mi
cuento. Talvez ella sea la mujer desconocida que
entra al apartamento. ¿Cómo terminará todo? Seguiré escribiendo el resto de la mañana.
Ha sido difícil escribir con el dedo como lo ten-
109
go. Sin embargo me acerco cada vez más al final.
Espero tener listo el cuento esta noche antes de
salir a la ceremonia de premiación. Mariana ha
pasado bebiendo sin levantarse del sofá. Desde ahí
me grita las cifras de los muertos que dictan los
noticieros. El éxodo masivo a las azoteas continúa.
Yo no he salido del estudio, aunque a veces sólo
mire la pantalla del computador sin atreverme a
presionar una sola tecla. No puedo. Pero sigo luchando y empujando el cuento hacia adelante.
También tengo mi provisión personal de whisky a
la mano. Necesito estar bajo un estado alterado de
conciencia si quiero recibir el premio que tan
honrosamente me otorga la Sociedad de Escritores de Autosuperación del país. Me doy asco.
Mariana entra al estudio. Ronda la biblioteca.
Sé que algo se trae entre manos. Puedo olerlo. Intenta revisar lo que escribo pero soy más rápido y
apago el monitor del computador.
—Tengo que leer lo que estás escribiendo, maldito psicópata enfermo.
—No hasta que me recites desnuda una de tus
líneas, puta actriz de pacotilla.
Mariana me muestra sus dientes. Yo le muestro los míos. ¿Qué significa todo esto? ¿Dónde diablos estamos metidos? ¿Qué hormigas nos han picado el cerebro? Mariana busca entre los libros de
la biblioteca y saca uno del estante. Se trata de
uno de los primeros libros de autosuperación que
escribí. Lo único que me gusta de ese libro es su
título: Dile a mamá que ya no me orino en la cama.
Mariana empieza a deshojarlo sin ningún cuidado. Luego agarra las hojas y sale del estudio.
—Voy al baño a echar una cagada —me dice sin
ni siquiera mirarme.
La espero en el sofá hasta que sale del baño. La
observo entrar al estudio y sacar uno a uno todos
mis libros. Los lleva a la cocina y los tira en el
piso. Voy detrás de ella, no quiero perderme un
solo momento del espectáculo. Mariana se desnuda. Se sienta en el piso y empieza a arrancar cada
hoja para hacer una hoguera con ellas. Maravilloso. La dejo allí. Bajo el volumen al CD de Ornette
Coleman y me siento a escribir.
He terminado el cuento justo a tiempo. Calculo que
en media hora anochecerá. Mariana ha seguido con
sus hogueras. Las ha ido haciendo por todo el apartamento. Ha reventado los bombillos con un palo de
escoba para permanecer a oscuras. A mí me gusta
escribir a oscuras. Me siento en mi estado natural
en medio de la oscuridad y rodeado por hogueras
hechas con mis estúpidos libros. He terminado el
cuento. Apago el computador y voy a mi cuarto a cam-
110
biarme. Mariana también se ha encerrado en el
suyo. En un par de horas tenemos que estar en el
centro de convenciones donde se llevará a cabo la
premiación de la Sociedad de Escritores de
Autosuperación, que este año me honra entregándome un premio por toda una vida dedicada al fracaso y las mentiras. Me coloco el único esmoquin que
tengo. Salgo a la sala y enciendo el televisor. Ornette
Coleman aún sigue sonando, es perfecto para este
caos. Mariana sale al rato y sube el volumen de la
música al máximo. Trae un vestido rojo muy ajustado y elegante. Tiene la cara tiznada con el humo de
sus hogueras y el cabello desordenado. Me da risa de
sólo verla. Se sienta a mi lado. No nos decimos nada.
Dejamos que el humo de las hogueras termine de
infectarnos. Miramos por el balcón esperando a que
la diversión empiece. La primera bomba estalla.
Mariana se me tira encima y me abre la bragueta.
Yo le subo la falda hasta la cintura. Lo hacemos en
el sofá, frente al televisor y con todas esas explosiones al fondo. Es maravilloso. La ciudad entera se viene abajo y a nosotros no nos importa. Mariana me
quita la chaqueta y me abre la camisa. Me muerde
los hombros, los brazos y el pecho. Mi cuerpo chorrea sangre. Estoy a punto de venirme. Estoy a punto de tener mi mejor orgasmo en mucho tiempo.
Entonces Mariana se detiene. Se levanta del sofá y
se alisa la falda. No entiendo. En realidad no entiendo nada de lo que ha ocurrido estos últimos tres días.
Me siento en el sofá. Nos miramos. Mariana bebe
un largo sorbo directamente de la botella, la agarra
con fuerza y me la parte en la cabeza. Caigo en el
piso totalmente inconsciente.
Me levanto cinco o diez minutos después. Toda
mi cara está bañada en sangre. Busco a Mariana
por la sala. No la encuentro. Entonces me doy cuenta
de lo que ha pasado. La muy puta se ha encerrado
en mi estudio con llave. Desde este lado logro ver la
luz del computador encendido. No puedo caminar
bien. Agarro uno de los muebles de la sala y lo estrello contra la puerta de vidrio del estudio. Los cristales estallan en mil pedazos. Mariana se me tira
encima con el palo de escoba. La tiro a un lado y
corro hasta el computador. Es demasiado tarde, ha
logrado leer lo que he escrito.
—¡HAS LEÍDO LO QUE ESTABA ESCRIBIENDO, MALDITA BRUJA!!!
—¡Eres un enfermo... un psicópata... un egoísta
y un mentiroso! Sabes muy bien que no has escrito ¡NADA! Te has pasado todos estos días viendo la
pantalla blanca del computador. De tu cerebro sólo
salen cucarachas, imbécil.
Está bien. Mariana tiene toda la razón. De mi
cerebro sólo salen cucarachas y libritos insulsos de
autosuperación. Nada más. Me le acerco con sigilo.
Poco a poco. Con cuidado. Mariana alista el palo de
la escoba para pegarme. Podríamos matarnos y nadie lo sabría. Dos muertos más para aumentar la
cifra. Nada importante. Las bombas estallan una tras
otra sin tregua. Los violines de Ornette Coleman nos
rayan el cerebro. Presiento que esta noche todo se
terminará de venir abajo. Todo se acabará. Estoy a
punto de lanzarme contra Mariana cuando escuchamos una noticia que nos paraliza. El presentador del
noticiero dice que el centro de convenciones donde
iba a llevarse a cabo esta noche la entrega del premio de la Sociedad de Escritores de Autosuperación
del país acaba de ser destruido por una bomba. Hasta el momento no se registran muertos. El golpe seco
del palo de escoba en mi cabeza me saca
del estupor. Me tambaleo. Mariana se ríe.
Me grita algo pero no le entiendo. Antes
de caer al piso saco fuerzas de donde no
las hay. Cierro mi puño y lo estrello contra la cara de Mariana que sale volando al
otro lado de la sala y se estrella contra la
pared. Yo caigo de rodillas y luego me desplomo en el centro del apartamento.
„Track 5: John Coltrane, “Spiritual”
Soy el personaje absurdo de un cuento de
autosuperación titulado Huevos revueltos
para el desayuno. Así me siento. Me despierto al
amanecer. No veo a Mariana contra la pared donde
quedó anoche. Debe estar durmiendo en su habitación. El televisor está dañado. Todos los canales
están dañados. Las bombas han debido alcanzar las
antenas retransmisoras. La cabeza aún me duele
por el golpe. La sangre de mi rostro está seca y cuarteada. Me levanto como puedo. Me agarro de las
paredes del pasillo para no caerme. Entro al baño
para orinar. Me lavo la cara. Voy hasta la cocina.
Necesito el mejor desayuno del mundo. Abro la nevera pero no encuentro ni un solo huevo. Imposible. Mariana compró suficientes para estos días. Voy
hasta la habitación de Mariana pero no está allí.
Voy a mi habitación y tampoco está. La busco por
todo el apartamento pero no la encuentro. ¿Dónde
diablos está metida? Vuelvo a la sala. Necesito pensar. Busco un CD de jazz pero tampoco los encuentro. Todos mis CD de jazz han desaparecido. La muy
bruja se robó mis huevos y mis CD de jazz. Me siento en el sofá. Estoy solo. Sólo entonces caigo en cuenta de los pasos. Al principio no los distingo bien.
Pero escucho con detenimiento y logro descifrarlos. Son los pasos de personas en el pasillo del edi-
ficio. Cientos de personas corriendo por los pasillos. Permanezco estático, inmóvil, petrificado como
una estatua corroída. Sigo escuchando los pasos
confundidos con el sonido del televisor dañado. Entonces entiendo lo que ocurre. Entiendo perfectamente. Me levanto y abro la puerta del apartamento. Toda la gente del edificio está subiendo por las
escaleras. Llevan ropa, mubles, televisores, grabadoras, estufas eléctricas y todo tipo de cosas. Nadie
parece darse cuenta de mi presencia. Es mejor así.
Cierro la puerta de mi apartamento sin mirar atrás.
No tengo nada. No me importa nada. Cualquier lugar será mejor. Me uno al éxodo de gente y subo
con ellos las escaleras.
Llego a la azotea. Muchos ya están instalados. Otros luchan por un
poco de espacio. Está amaneciendo.
El sol empieza a salir en el horizonte. Camino hasta el borde de la azotea. La ciudad entera yace destruida. El humo se levanta entre las ruinas. Allá abajo la gente huye despavorida buscando refugio. Una niña me
toca la pierna. Nunca antes la había
visto en el edificio. La niña me señala con su dedo el otro lado de la azoMABG
tea. Más allá, en un pequeño rincón,
distingo a Mariana. Me hace señas con la mano.
Tiene gafas de sol y su cara está más hinchada
que la mía. La niña se queda al borde de la azotea.
Yo camino hasta el rincón donde me espera Mariana. Ha colocado dos sillas que miran al horizonte. Tiene una grabadora con los CD al lado. Saca
uno de John Coltrane y lo coloca. Tenemos la mejor banda sonora. Me siento en la silla. Al lado nuestro, un hombre prepara unos huevos revueltos en
una estufa eléctrica.
—¿Quieres huevos revueltos?—me pregunta
Mariana.
No le digo nada. Ella sabe la respuesta. Mariana se sienta en la otra silla y contempla el horizonte a mi lado. Estoy a punto de preguntarle qué
pasará con la supuesta telenovela donde actuará.
Pero decido no hacerlo. La pregunta sobra. Yo también sé la respuesta. Nos quedamos en silencio.
Mariana y yo nos conocemos demasiado el uno al
otro como para preguntar estupideces. Sabemos
que no somos nada, que no somos nadie. Somos
dos bombas que estallan en el horizonte. Escombros. Ruinas. El aire nos acaricia, nos libera.
La de hoy será una hermosa mañana.
111
Noticias sobre uno que va por ahí
luciendo su impecable vestido blanco
Henry Stein*
Vitam impendere vero.
Juvenal
I
Hasta el sol de hoy, a punto de ingresar al poco atractivo y nada envidiable club de los cuarentones —
club de hipertensos y desilusionados—, a Fulano
de Tal no le ha ocurrido nada importante ni se ha
atrevido a nada digno de ser recordado.
Aunque ha tenido suficientes motivos de peso y
en no pocas ocasiones se ha visto tentado a ello,
jamás le ha roto un diente, la nariz, un brazo o una
pierna a nadie, ni ha sido protagonista de un escándalo, ni siquiera de un lío de faldas o de un incidente callejero. Nunca ha recibido un insulto por
haberle pellizcado el trasero a una esbelta mulata
o por haber agarrado un turgente seno de mujer
bonita. Nunca jamás ha gritado en público una palabrota a todo pulmón, ni le ha jugado una broma
pesada a un amigo, ni mucho menos ha hecho trampa a un semejante. Jamás de los jamases, ni aun
en las circunstancias más difíciles o en sus
infrecuentes momentos de rabia, ha perdido el control y la compostura. En otras palabras, y para no
extendernos en detalles engorrosos, digamos de una
vez por todas que Fulano de Tal pertenece a la honorable estirpe de aquellos que por ningún motivo,
y aunque lo deseen intensamente, se atreven a
romper un plato. Gris y minoritaria estirpe en vías
de extinción, según palabras del más iconoclasta
de mis amigos.
*Henry Orejuela Rodríguez, Cali, 1957. Ha publicado Viaje al domingo
(cuentos, 1986), Sesgos (textos de humor, 1993) y Dentro de poco sonará
el despertador (relatos, 2000). En los 80s y 90s formó parte del colectivo
literario El comején, y fundó y dirigió la revista Muestra y el plegable esto.
Residente desde hace más de 30 años en Barranquilla, es editor externo
de la Universidad del Norte.
112
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 112-115. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
Con febril entusiasmo ha dedicado su vida a hacer cosas, muchas cosas demasiadas cosas. Ignorante quizás de la inutilidad de todo lo que se planea y ejecuta en la tierra, o tal vez porque le importa poco lo que se dice en el Eclesiastés al respecto
—“¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?”—, o porque ha
adoptado como divisa el pragmático eslogan “time
is money”, sea por lo que fuere, lo cierto es que ha
trabajado con fervor de fanático y sin concederse
un minuto de reposo. De manera pues que en cada
jornada ha puesto el excesivo y vano entusiasmo
de quien olvida que no es otra cosa que un simple
mortal, una “llama al viento”.
Como todo “bon vivant”, sólo piensa en lujo y confort, en marcas de autos, de equipos de audio y video, en costosas y exóticas fragancias, en vinos
franceses, en ropa inglesa y en comida italiana.
Por eso, porque no suele preocuparse por otra clase
de asuntos, porque no suele dedicar ni un minuto
de su existencia a reflexionar, por ejemplo, acerca
de lo fugaz y accidentada que resulta la estadía del
hombre en el mundo, no ha tenido jamás un motivo grande para afligirse o emborracharse como un
desesperanzado.
Con sus escasos y selectos amigos —que piensan, actúan y visten como él— habla exclusivamente de la bolsa de valores, de operaciones bursátiles, de grandes cifras que sobrepasan los seis
ceros y de fantasiosos proyectos comerciales. En
esas charlas sabatinas, apagadas, casi fúnebres
—en las que nadie levanta la voz más de lo debido,
ni palmotea, ni ríe a carcajadas, ni dice palabras
obscenas, ni refiere chistes subidos de color—,
charlas matizadas de vez en cuando con una botella de excelente whisky pero sin cigarrillos y sin
mujeres, Fulano de Tal suele referirse también,
con un tono de compasión —y algunas veces con
un leve pero mal disimulado matiz irónico—, a esos
“hombrecitos” que, en su opinión, “malgastan su
vida miserablemente en asuntos que carecen de
la más mínima importancia”.
cómo este hombre de pocas palabras se deja arrastrar por un vertiginoso monólogo de autoelogios que
puede prolongarse, como una pesadilla a plena luz
del día, por varias horas sin disminuir un ápice su
intensidad.
Durante su adolescencia —cuando obviamente
no tenía lo que tiene hoy ni era lo que es en la
actualidad— se la pasó soñando con llegar a ser
un destacado profesor de literatura, pero tan pronto como concluyó la universidad se olvidó por completo del asunto, de ese “candoroso sueño de juventud”, como él mismo lo define ahora a sus amigos con una radiante sonrisa de hombre práctico y
realizado.
En esos instantes de frenesí se abstrae de la realidad, pierde la noción del tiempo, se eleva, se
agiganta, impulsa su excitado espíritu hacia lo alto
y se queda flotando solo en el universo —sostenido
milagrosamente por su densa verborrea—, sin iguales, sin semejantes, como un dios ególatra embriagado con el tufo de su insoportable perorata.
Contrario a lo que pudieran pensar algunos, su
cambio de parecer no se debió a que haya considerado seriamente que la humanidad ha tenido demasiados e ilustres profesores de literatura, sino
a que se dejó convencer de su padre
que tal actividad, si bien loable y
gratificante, no valía la pena si se
tenía en mente otras aspiraciones,
metas más elevadas y provechosas,
es decir, no era rentable. Y a él, desde luego, sólo le interesa lo que produce excelentes beneficios, bienestar y seguridad.
Cuando su autobombo alcanza el punto más alto,
el clímax, de súbito sus palabras comienzan a perder el lustre y la vehemencia iniciales y poco a poco
se van apagando hasta que finalmente de aquel aluvión verbal sólo queda una débil estela —unos pocos y espaciados monosílabos, pronunciados sin
énfasis, como las últimas gotas de un
torrencial aguacero que se deslizan
por el tejado—, que muy pronto se disuelve también y todo vuelve a la normalidad.
Exhausto, jadeante, sudoroso —
como si acabara de convulsionar o
sufrir una repentina crisis nerviosa—
, con los pies y la mente de nuevo sobre la tierra, mortal de carne y hueso
otra vez, decide guardar absoluto silencio, para regocijo de quienes lo
acompañan en ese momento, que aún
no salen de su asombro.
Por lo general parco en casi todas
sus manifestaciones, suele excederse en cambio —hasta rayar en la inmodestia y la arrogancia— cuando
habla de su conducta, de sus cualidades y de sus logros personales. En
esos días en que amanece con gaTemeroso de que el lector termine
nas de hablar de sí mismo, cualquier
desesperándose por haberme detenioportunidad, pretexto o conversación
do más de la cuenta en este aspecto
trivial —incluso cuando comenta con
de tan atrayente personalidad, que
algún vecino sobre el estado del tiembien lo merecía, me apresuro a contiFiestas (digit.) de Lorenzo Jaramillo
po— la aprovecha al máximo para
nuar con la escritura de esta semblanhacer una minuciosa reseña de sus
za sui géneris.
buenas y edificantes acciones, de su “ejemplar”,
como él mismo la califica, actuación entre sus seComo es apenas lógico, los padres de Fulano de
mejantes.
Tal no disimulan el orgullo que les produce el hecho de haber sido los artífices de la vida de este
Cuando decide hablar de sí mismo, repito, Fusingular espécimen de la vilipendiada y tristemenlano de Tal pierde la moderación que lo distingue
te célebre raza humana y de ser los responsables
y se transforma de improviso en otro individuo tode haber moldeado sus atributos más sobresalientalmente desconocido que protagoniza —sin pertes. Además están seguros de que hará muy feliz a
catarse de ello quizás— un bochornoso espectácula afortunada mujer que elija para formar su dulce
lo ante quienes tienen la mala suerte de acompay envidiable hogar; mujer que ha de ser también
ñarlo en esos instantes, que, sorprendidos, ven
pura, honesta y respetuosa de las costumbres y prin-
113
cipios morales establecidos. Así mismo, están plenamente convencidos de que será un amoroso y
abnegado padre de familia.
Este hombre casto, mesurado y bonachón, cumplidor del sagrado deber, de las reglas y de nueve de
los diez mandamientos —a quien al parecer la maldad del mundo no lo ha afectado en lo más mínimo— vive soñando con la época dorada en que les
tocó vivir a sus ilustres antepasados; supuesta época edénica en que la bondad, la tolerancia, el decoro, la honradez y la solidaridad eran consideradas
virtudes excelsas que enaltecían y llenaban de orgullo a los humanos porque los diferenciaban de los
salvajes y de los seres inferiores e irracionales.
Cuando alguien lo ofende o reta a una partida
de trompadas —fiel a su estoica conducta de mantener la serenidad en cualquier situación— se
hace el indiferente, el sordo, el loco o voltea la cabeza hacia otro lado, como si la cosa no fuera con
él, o trata de convencerle de que no hay por qué
pelear, de que la violencia sólo produce más violencia, de que el hombre civilizado arregla sus problemas y discrepancias por medio del diálogo y no
con la fuerza bruta, etc.
De manera pues que Fulano de Tal jamás ha
experimentado el exquisito placer de injuriar a
un desalmado, recordarle la madre —en buen romance y con buena entonación— a un cretino
que se haya querido pasar de listo con él o propinarle un puñetazo en pleno mentón a un impertinente. De verdad que es una gran lástima, pues
no sabe de lo que se pierde, diría en este punto
algún socarrón.
Consecuente con sus principios, a Fulano de
Tal le importa poco que sean otras prácticas las
que estén en boga; prácticas, desde luego, más
acordes con la compleja y desconcertante naturaleza humana y con estos tiempos de confusión, de
barbarie e insensibilidad, aunque a algunos no les
guste reconocerlo. Por eso no trata de convencer a
sus detractores de que cada quien actúa de acuerdo con sus principios, ni se enfrasca en inútiles
discusiones doctrinarias y moralizantes. Así mismo, prefiere ignorar los comentarios hirientes y
venenosos de quienes se burlan en su cara por su
manera de razonar y comportarse, pues según ellos
resultan anticuadas y extravagantes, es decir, ridículas. Pero, obviamente, el pacífico y sensato Fulano de Tal no presta atención a tales comentarios inicuos y prosigue su camino con la cabeza
114
en alto y con sus convicciones intactas, aunque al
alejarse le griten con saña: ¡cobarde!, ¡gallina!
Como casi siempre ha vivido en el otro lado de
su amada ciudad y sólo frecuenta los sitios que
muestran la cara amable y maquillada de ésta, por
eso está plenamente convencido de que es una de
las más hermosas del mundo, que sus habitantes
son muy afortunados, que muy pocos duermen a
la intemperie o pasan hambre y que en ella rara
vez ocurre un incidente que pueda catalogarse de
grave. En otras palabras, para él su amada ciudad
es una especie de Arcadia donde todos conviven
en armonía e impera la felicidad.
De la alta noche sólo conoce lo que han mostrado los documentales y las truculentas películas
norteamericanas que suele ver por TV cable los
sábados por la noche en su confortable habitación
de solterón empedernido, pues nunca, por ningún
motivo, ha salido a su encuentro. Ni siquiera por
una cita de amor o de placer. Fulano de Tal se mete
en la cama —en su propia cama— tan pronto como
sale de la oficina, es decir, cuando comienza a oscurecer, como las gallinas, o mejor, como todos los
hombres decentes —y aburridos, agregaría un bocazas— de este mundo bullicioso y trasnochador.
Este dechado de virtudes —la expresión es de
su santa madrecita— siempre ha guardado silencio en los lugares donde supuestamente hay que
guardar silencio y ha respetado como un niño sumiso esos molestos letreritos —“No pase sin ser
invitado”, “No fume”, “Espere su turno”, “Guarde
silencio”, etc.— que fijan en las puertas de las empresas y oficinas. Jamás se ha atrevido a estornudar en un restaurante ni a bostezar en la iglesia a
la que asiste religiosamente todos los domingos
por la mañana a agradecerle a Dios, con un profundo recogimiento digno de su alma pura, por ser
tan generoso y especial con él, con los suyos y con
sus amigos.
Toda la vida Fulano de Tal ha pedido perdón y
se ha disculpado por cualquier tontería, es decir,
aun en los casos en que no era necesario. Toda
la vida ha respetado las señales de tránsito, ha
cedido su puesto en las colas de los bancos a las
señoras y a las embarazadas y ha ayudado a los
ancianos, ciegos y lisiados a cruzar las calles.
Como se ve —y esto lo decimos con profunda admiración por este raro ejemplar de la raza humana—, Fulano de Tal no escatima esfuerzo ni desaprovecha ninguna oportunidad para representar
su honroso papel de hombre de
bien y para expresar su exacerbado amor al género humano.
Esas pequeñas acciones cotidianas sin duda le producen una
gran satisfacción y purifican su
beatífica alma de cordero —poética expresión con que lo definió en
una ocasión su amado padre. Acciones que seguramente le permitirán obtener un boleto de primera para el cielo, alcanzar la gloria
eterna y disfrutar de ésta sentado
a la diestra del Todopoderoso. Ojalá así sea, pues nadie como él se
merece tal privilegio.
Danzante (frag.) de
A este hombre que muy pocas
veces habla mal de sus semejantes, que, como ya
se dijo, sólo se excede del término medio cuando se
refiere a sí mismo, a sus virtudes, méritos y logros,
que no bebe en exceso y jamás se ha fumado un
cigarrillo, que no trasnocha ni desea la mujer del
prójimo, que da limosnas a los mendigos cuando
sale de misa y que se compadece de la suerte de los
menesterosos, que se confiesa todos los domingos
a pesar de tener la conciencia tranquila, que, en
fin, es incapaz de infringir una sola de las normas,
de cometer un pecado venial y que no alza la voz ni
cuando está enojado, a este excepcional hombre lo
único que le hace falta para sentirse el mortal más
afortunado del planeta es que una de esas asociaciones cívicas que premian el buen comportamiento
de los ciudadanos lo elija personaje del año, le cuelgue en el pecho una medalla que lleve grabadas las
bellas palabras de Juvenal con que se define y exalta
al hombre probo y finalmente lo convierta en paradigma de la sociedad. Eso lo haría muy feliz.
II
“¿Quieres que te dé en la cara por perfecto?”
(Palabras de Franti, personaje de Edmundo de Amicis)
Antipáticos como son y conociendo su fervor por llevar la contraria y generar polémicas y su enfermiza antipatía por todo aquello que los demás mortales consideramos emblemático, ejemplar y digno de
exaltación y respeto, y fieles a su inveterada costumbre de fastidiar a sus semejantes, de tiznar su
honra y sus virtudes, de enlodar sus triunfos y poner en solfa su prestigio, los irreverentes podrían
llegar a pensar, y de hecho lo hacen, con sorna y
sonrisa mefistofélica, que Fulano de Tal ha vivido sacándole el
cuerpo a la vida —a la multicolor
y sabrosa vida, no exenta, por su
puesto, de peligros, que fluye incesante allá afuera, lejos de las
cuatro paredes de su pulcra y ordenada habitación de hombre
casto, en los zaguanes de la
lujuriosa noche, en las calles, recovecos, hoteluchos y tabernas de
la ciudad insomne—, sin atreverse a correr riesgos y evitando los
errores —que son el reflejo de la
intensidad con que asumimos la
existencia—, cuidándose muy
bien de tropezar dos veces con la
Lorenzo Jaramillo
misma piedra —¡con todo el provecho que se saca de ello!—, y escondiéndose en su torre de marfil, detrás de su decoro, de su mesura, de sus buenas maneras y debajo de las faldas de su madre como un niño temeroso o como un cobarde.
Según los mismos irreverentes, es así como el
manso y cándido Fulano de Tal ha podido llegar a la
edad que tiene sin que la haya ocurrido nada importante, sin haber vivido de verdad, con pasión,
con vehemencia, y sin que se haya atrevido a nada
que merezca ser recordado, aparte de empecinarse,
como un iluso, en ser un hombre virtuoso durante
las veinticuatro horas de los trescientos sesenta y
cinco días de cada año, en cualquier circunstancia
y lugar, que es algo en lo que casi nadie repara,
pues “lo bueno casi no se nota”, y además en esta
época dicho comportamiento resulta impopular y
objeto de burlas.
Es por eso que su cara y su corazón no tienen
ninguna cicatriz. Es por eso también que a pesar
de que vivimos entre el lodo, él sigue luciendo por
ahí —con un molesto aire de placidez— su sonrisa
profidén, su rotundo optimismo, su impúdico entusiasmo de desinformado —o de insensible— y su
impecable vestido blanco, como si no sucediera nada
grave, como si no formara parte de este estercolero, como si no habitara en este convulsionado mundo
de hombres de carne y hueso que de vez en cuando
aman, pero también, y sobre todo, odian, agreden,
hacen trampa y matan con furor todos los días, sino
en ese hipotético y apacible lugar —¿la Tierra Prometida?— con que viven soñando todos los incautos del universo, concluyen con tono enfático los
terribles irreverentes, aguafiestas por vocación.
115
COLOMBIA
una tierra que no resiste más violencia
Hernán Díaz
Especial para Huellas
Una forma común de iniciar una entrevista es la
de preguntar al entrevistado: ¿Dónde estaba usted cuando asesinaron a Kennedy? o ¿cómo se
enteró del Che Guevara, o de la princesa Diana
o qué estaba haciendo cuando asesinaron a
Gaitán o dónde estaba Ud. cuando Bin Laden
borró las Torres Gemelas de Nueva York? Uno no
recuerda las fechas, pero nunca olvida el instante, y es casi un pasatiempo rememorar el
momento, porque el haber vivido la experiencia
nos convierte en historiadores. Cuando mataron
a Pablo Escobar me enteré casi al instante por la
radio, y sólo hasta la noche por la TV pude concretar mi realidad, sin estupor, porque era la
culminación de “una muerte anunciada”. Tenía la seguridad de haber visto esa imagen antes, en alguna parte alguna vez. Llamé a Gabo
porque la semana anterior habíamos hablado de
la postura de El Ahogado más Hermoso del Mundo un proyecto fotográfico sobre este cuento que
me había regalado, y le comenté que la foto de
Pablo Escobar, no sé por qué, me recordaba una
escena de la Crónica de una Muerte Anunciada
cuando Victoria Guzmán “arrancó de cuajo las
entrañas de un conejo y les tiró a los perros el
tripajo humeante. Pero no pudo eludir una ráfaga de espanto al recordar el horror de Santiago
Nasar. —No seas bárbara —le dijo él— imagínate
que fuera un ser humano.” Gabo opinó que había un significado pero me dijo que “la vida es la
116
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 116-117. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
que escribe el próximo capítulo.” Como tenía
entre manos el proyecto de fotografiar un muerto, el ahogado, y la imagen de Escobar me había
producido un revolcón emocional como el Che,
como Guiliano, como Camilo Torres, escogí como
modelo la figura de un joven boxeador colombiano que había perecido ahogado en un canal
de Miami, los brazos en alto y los puños cerrados. Pero me hice una regresión, atrás, bien
atrás, hasta llegar a un día de 1962 en Barranquilla a un llamado de Alejandro Obregón que
en su acostumbrado lenguaje críptico me invitaba a una “visión”. Hacía varios meses estaba
encerrado en un galpón que había construido
en la vía cuarenta, y allí recostado contra el fondo de cemento estaba aun fresco un cuadro que
me produjo un frío en el estómago. Era una cordillera en forma de mujer embarazada con el rostro destrozado acostada sobre un valle oscuro
contra un cielo rojizo. “Es Colombia —me dijo—
y allí en el rincón hay un boceto para La Masacre..., éste lo llamaré La Violencia.” Afortunadamente tenía mi cámara a la mano, cosa que
ayuda mucho a recordar. Descubrí dónde había
visto la imagen de Escobar sobre un tejado, el
vientre expuesto y la cara destruida, y vino a mi
memoria ese momento de Obregón, el visionario, y me pregunto cómo hizo para calcar desde
el futuro no sólo la forma sino el destino de una
tierra que no resiste más violencia.
Fotos, collage y composición de Hernán Díaz.
117
RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
VENDIMIA
DE LOS DIAS
Ramón Aycardi
Barranquilla, Antillas, 2002, 187 p.
El Heraldo reprodujo una columna de
García Márquez escrita en 1950 en la
que él contaba su visita a Santa Marta. Daba sus impresiones de una ciudad silenciosa sólo perturbada por un
inconcluso ejercicio al piano tocado por
una muchachita soñadora. Esa ciudad era la que vivía Ramón Aycardi, y
fue la de mi adolescencia. Pero ese
silencio era perturbado por su tonante voz cuando en la tienda del chino
hablaba a gritos. Así fue como lo escuché por primera vez y en la que oí
algo sobre el siglo de oro español, pues
salpicados de malas palabras, recitó
algunos versos satíricos de Quevedo.
No es tan confuso el recuerdo, ya que
sí tengo presente que con un compañero del Liceo Celedón discutí sobre
quién sabía más literatura, si Hugo J.
Bermúdez, mi profesor de la materia,
o el Monche Aycardi. Creo que la discusión se resolvió a puños, y yo perdí.
Lo que queda en claro es que dentro
de ese limitadísimo mundo literario
del Santa Marta de la época, él ocupaba un lugar destacado. Como para
esas fechas no había universidad en
el Magdalena, al hombre de inquietudes literarias no le quedaban sino muy
pocos caminos: la enseñanza en los
colegios de secundaria o el periodismo. En este caso era más duro el asunto, porque en los cincuentas sólo existían tres periódicos, El Libertador, periódico conservador, y El Estado y Vanguardia Liberal, liberales. En el primero el director era Antonio Cardona,
alias Antocar, un buen cuentista de
Caldas que se murió en la misma Santa Marta. Y hago esta anotación porque este nombre era de los pocos que
tenían cabida en los suplementos literarios capitalinos. Empecé a leer a
Ramón Aycardi en sus columnas de
El Informador tal vez desde 1958. En
ese periódico yo también escribí una
columna semanal en 1968 después
que regresé del interior del país donde viví 12 años. Ahí me reencontré con
el Monche, pues éramos compañeros
de página. Su columna tenía el nombre de Vendimia de los días y era la más
popular del periódico. No sé como sería su arreglo económico con esa publicación pues en esos tiempos uno
escribía porque le daba la real gana de
hacerlo, porque lo haría aunque no le
pagaran. Aunque estábamos juntos en
118
la publicación, nos veíamos poco. La
gente nos asociaba como las columnas de los dos Ramones. (En realidad
esa expresión se la oí a una prima mía
y por vanidad la estoy generalizando.
Me gustaría que nos hubiesen asociado.) Cuando se publicó la primera
edición de este libro, si mi memoria
no falla, fue impreso en la Tipografía
Escofet. (He rebuscado en mi biblioteca un ejemplar, pero está lo que se
dice refundido). Tuve entonces, y la ratifico, la impresión de que era un libro
más importante que bueno. Si se quiere entender el proceso de la vida intelectual samaria hay que tener este libro. Es una obra desigual. Su autor
escribía esta columna entre los afanes de su trajín diario, así que hay
columnas medianamente logradas al
lado de unas luminosas. También en
su columna publicaba de pronto cuentos como La venganza, en la que lamenté después de leerlo que tuviera
que por razones de espacio limitarlo
pues necesitaba más respiración. Porque, aclaro, además del periodismo,
nuestro autor cultivaba también los
géneros del cuento y la novela. En 1978
fue ganador del primer concurso de
cuentos de la Casa de la Cultura del
Magdalena, y fue autor de la novela El
retomo y la fuga. Esta novela se la presté
a Germán Vargas y nunca me la devolvió. Como Germán le vendió toda
su biblioteca de autores colombianos
a la Universidad de San Luis en Colorado (USA) allá debe reposar en algún
estante el libro de Aycardi. Tal vez una
búsqueda en internet nos resuelva esta
duda. Vuelvo a insistir en la fuerte presencia de Aycardi en la vida cultural de
esa Santa Marta de los cincuentas y
sesentas. En su libro Sucesos en el Magdalena en el siglo XX, Jaime Villarreal
Torres nos da una lista de quién es
quién en el mundo literario de ese departamento, y los nombres son los de
José Francisco Socarrás, Marzia de
Huellas 69 y 70. Uninorte. Barranquilla
pp. 118-120. 12/MMIII-04/MMIV. ISSN 0120-2537
Lusignan, Carlos H. Escobar, Mariano
Barreneche, Porthos Campo Pineda,
Lino Torregrosa Borja, Eduardo Pachón
Padilla, Rafael Caneva Palomino y un
jovencísimo García Márquez, entre
otros. El criterio que maneja Villarreal
es más que discutible porque afirma
que lo máximo que se ha escrito en
esa región es el Proyecto de Código de
lo Contencioso Administrativo de Ramón
Miranda y Luis Rafael Robles. Pues
bien, casi todos los escritores nombrados residían en Bogotá. Ramón
Aycardi era la presencia literaria visible en Santa Marta para la muchachada
que como yo se daba puños para determinar quién era mejor poeta. (En
el siglo XIX en el mundo andino se mataban para determinar quién era mejor escritor, si Vargas Vila o Víctor
Hugo). En las últimas páginas de este
libro se encuentran unos excelentes
perfiles de algunas figuras literarias.
Es antológica la que da del poeta de
Gaira, traductor de Omar Khayyam, a
quien ve morir casi de hambre porque, como los viejos leones, él tampoco tenía dientes para mascar. También hay un desfile de los escritores
del momento: Luis C. López, Castañeda Aragón, Adolfo Martá, Armando
Cañavera, que ayuda mucho a entender ese momento cultural. Pero creo
que sus mejores columnas en este
libro son las de momentos de iluminación ya sea frente a las mujeres bañándose en la bahía o las que dedica
al paisaje. (Este artículo empieza así:
“Alguien dijo que no hay nada tan extraordinariamente bello que no pueda
caber en una frase feliz.”) Y naturalmente no faltan sus descripciones
sobre la tienda del chino de la esquina, un lugar que le marcó. También
hay momentos como en el que, trasnochado, se da una vuelta por la playa
y ve a una sílfide la cual nos describe,
y entre otras cosas nos dice que ”de
sus axilas brotó un olor sacrosanto
como brotado de un altar.” Siempre
he sostenido que lo que un escritor
dice en un determinado número de páginas —en este caso ciento ochenta y
tres—, el lector para saber su contenido debe leer el mismo número de
ellas, ni una menos. A eso invito con
esta vendimia de Ramón Aycardi, que
nos lleva a una honda meditación
cuando nos dice: “Para vivir hay que
sentir la vida tan honda que haga
daño.”
Ramón Illán Bacca
Profesor de la Universidad del Norte
EL ANDAMIO
Luis Fernando Pabón Hernández
Barranquilla, s.e., 2002, 255 p.
Este libro aparece cuando el realismo
mágico está agotado. Siempre la crítica literaria le busca influencias al escritor. No sé que tantas lecturas tiene Pabón, él incluso hace alardes de
no tener demasiadas. De haber, y eso
lo explica su profesión, tendría más
lecturas técnicas. Pero hay un eco de
Samuel Becket. Qué tan cercano o qué
tan lejano lo dirán los críticos que se
ocupen de esta novela. La más reciente pero no la última pues ya sabemos
que Femando Pabón está en una calma chicha y de pronto irrumpe con otra
obra. Después de su El panteón de los
condenados (Plaza y Janés, 1991) y
Después del amor (Nobel Editores,
1993), diez años después se nos presenta con El andamio. Allí se trata de
las lucubraciones de un personaje gris,
un tanto detestable que hace un recuento de su vida. Triste vida, pero de
la que él, un hombre adocenado, está
conforme. Sólo hay que entrar en esa
corriente de la conciencia del personaje, del que además nunca sabremos
su nombre, para que contemplemos
desde adentro una vida mezquina.
“Los pájaros somos como las flores,
nacemos para marchitarnos”; ”Jamás
pensé que la sumatoria de unos simples días llegara a sumar tanto. Es lo
mismo que sucede con los granos de
arena. Sumados todos producen una
playa”, “gracias a Dios que no fui un
pollo, de esos que terminan dando
vueltas en una vitrina de Kokorico”, o
“A la hora de la verdad, toda reflexión
sobre la existencia humana es inútil.”
Y así podríamos seguir con muchos
ejemplos que nos muestran a este
personaje prototipo del desencanto.
(Para nosotros, no para él que está
satisfecho). A pesar de que su título
intriga no es una novela que esté en
la corriente naturalista. ¿Se ha vuelto
Pabón otro Zola y me va a internar en
el mundo de los albañiles del que él
como ingeniero algo debe saber? Me
LA
pregunté al ver el libro en esa edición
príncipe que me entregó. Pero no, ni
siquiera se parece al libro de Vicente
Leñero Los albañiles a la que la asocié
en un principio. Pero es que el personaje —del que nunca sabremos el nombre— es asesor en la sección de contabilidad de una fábrica de comidas
para perros, empleo que detesta pero
del que nunca se saldrá pues le teme
a la vida. “Si mi papá no hubiera tenido relaciones sexuales con mi mamá
sencillamente yo no existiría”, nos dice
en una revelación muy meditada. Más
adelante nos dice: “Lamento que estas reflexiones me hayan llegado tarde.” Claro que todo esto que he
pergeñado queda demeritado cuando
leo en la contratapa de esta novela la
afirmación del autor cuando nos dice:
“Cada ser humano está destinado a
construir su propio andamio.” Y más
adelante dice “la lógica ya no es necesaria por lo tanto hablar de andamios
resultaría absolutamente inútil.” Para
mí esta nota es la explicación de que
posiblemente sin querer, Pabón nos
está dando una obra que entra de las
que llamaba Cortázar de “la Patafísica”.
Además, el profesor Rubén Maldonado, a quien consulté al escribir esta
nota, me recordó que en su Discurso
del método Descartes relaciona su lógica con términos de albañilería incluyendo, obvio, los andamios. El libro de
Pabón es excéntrico respecto a las
nuevas tendencias de la novela que
se escribe actualmente en el país. La
virgen de los sicarios se ha vuelto un
PROFESIONALIZACIÓN ACADÉMICA EN
paradigma. El año pasado [2002] cuando fui jurado del concurso de novela
de la Universidad de Antioquia, pude
comprobar que en las cuarenta y seis
novelas presentadas la mayoría tenía
los elementos de sicariato, mafia,
marginalidad, droga, de lo que estamos rodeados, elementos más visibles
en la sociedad antioqueña. Otra constante en la nueva novela que se está
escribiendo es el desencanto de los
jóvenes revolucionarios de los setenta con lo que vino después. Amariles
en bicicleta de Joffre Peláez o Amábamos tanto la revolución de Víctor
Bustamante, libros de culto ya que no
de venta masiva, así lo demuestran.
Algunos novelistas premiados, pienso en Orlando Mejía, hablan de cuán
distante están los escritores del boom
de ellos. Los ven tan importantes y
tan lejanos como a Homero o Cervantes. Se sienten más influidos por
X-Men, los Simpsons y la llamada japoanimación u otros seriados de la T.V. No
puedo hablar con propiedad de esa otra
novela internacional, como son las últimas de Abad Facio Lince o la de Santiago Gamboa porque no las he leído,
uno no puede leer todo. Así pues, siento una insularidad en esta novela entre nosotros. El autor no es un recién
llegado a la escritura. Las dos novelas
referenciadas antes demuestran que
Pabón es un hombre terco y, se ocupe
de él la crítica o no, él seguirá escribiendo sus novelas porque siente que
debe hacerlo y porque le da la real ganas de hacerlo, ¿y qué? Si uno abre la
internet allí está con otros autores de
su misma especie. Con la pluma lista
para escribir (no, no soy tan anacrónico) con el computador encendido para
ser usado. No sé si Pabón conoce estos versos de Wallace Stevens, pero
al leerlos pensé que gente como
Femando está en esos versos cuando
el poeta nos dice: Yo era ese mundo en
que avanzaba / y lo que pude ver, oír o
sentir / brotaba de mí mismo. / Y así me
descubrí / más cierto y más extraño.
Ramón Illán Bacca
Profesor de la Universidad del Norte
COLOMBIA
Fernando Uricoechea
Bogotá, Tercer Mundo Editores - Instituto de Estudios Políticos y Relaciones
Internacionales, Universidad Nacional de Colombia, 1999, 156 p.
Norbert Elías, uno de los exponentes
más originales de la sociología contemporánea, observó alguna vez cómo
el Frankfurt de los años 20s y 30s co-
menzaba a construir una universidad
moderna orientada hacia la ciencia: “la
Universidad formaba uno de los centros de una amplia red de comunica-
ciones que incluía partes de la sociedad de la ciudad... Era absolutamente natural que hombres y ante todo
mujeres... asistieran con alguna re-
119
gularidad a conferencias de profesores universitarios interesantes e incitantes. Los problemas que allí surgían se convertían en tema de conversación de fiestas y reuniones sociales de todo tipo; la información sobre
la vida personal de los profesores universitarios prominentes también
fluía con rapidez por los canales de
las conversaciones de estos dilatados
círculos sociales que... incluían... a editores y libreros, sindicalistas y empresarios tanto como a funcionarios
municipales y estatales” (Respeto y
crítica, Revista Colombiana de Sociología, nueva serie, Vol. III Nº 2, 1997,
p. 82). Se aprecia, en este cuadro de
una universidad intelectualmente estimulante y ligada a los problemas sociales, que su eje es el profesor de
gran calado científico, el héroe académico que necesitamos construir en la
región costeña. No por azar la sociología del campo intelectual, de la universidad y del saber en general tienen
en el profesor universitario uno de los
temas más importantes y atractivos
de la actualidad. Más importante, por
increíble que parezca, que el de los
héroes de la cultura de masas (deportistas, modelos, políticos, detergentes
y demás) porque se trata nada menos
que del responsable inmediato de la
educación, de un personaje tan poco
valorizado como vital e insustituible
en cuanto al cultivo de la mente. Es
necesario que la sociedad costeña
aprenda a tratar a los buenos profesores universitarios con la misma consideración y el mismo respeto que le
otorga, por ejemplo, a los mejores
futbolistas. En una palabra, es necesario crear en la sociedad moderna, y
sobre todo en nuestras pobres sociedades de provincia, un nuevo espacio
de valor simbólico: el héroe académico,
un ejemplo social construido a partir
del mérito intelectual que contribuya
a desplazar, al menos en parte, la
atención que ahora se brinda a personajes varios de toda condición ética y
moral. Íntimamente ligado a esto hoy
se hace necesario introducir un tema
poco mencionado en la sociología del
saber aunque indispensable en una
necesaria y futura organización
estratificada de la educación superior
colombiana: la necesidad que tiene
nuestro medio de una universidad de
investigación (research university, según
la sociología norteamericana), dedica-
120
da fundamentalmente a la generación
de conocimientos, basada en programas de doctorado y apoyada en una
planta docente de tiempo completo y
alta titulación. Se trata de un elemento
de soberanía nacional y desarrollo
social indispensable en tiempos de
globalización; además, para una región
como la costeña, se trata de una estrategia de calidad de la educación y
de la vida social en general, aún más,
debería ser la principal prioridad para
el Caribe colombiano. La universidad
de investigación así concebida es necesariamente una universidad pública: en las estrechas condiciones de
un país tercermundista, sólo el Estado puede asumir el compromiso económico de construir un entorno específico para la ciencia y el arte. Pensar
en estos términos exige superar el
tratamiento superficial de la educación
superior, pasto generalmente de candidatos y habladurías, para concentrarse en el análisis científico de la
universidad y del profesor universitario. El sociólogo costeño Fernando
Uricoechea ha dedicado a este tema
un libro importante: La profesionalización académica en Colombia, que
contó con el apoyo del Instituto de
Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad
Nacional, la Fundación Ford y
Colciencias. Nacido en Sucre (Sucre),
sociólogo de la Universidad Nacional
con maestría y doctorado en sociología de la Universidad de California
(Berkeley), Uricoechea identifica el proceso de profesionalización académica
como uno de los cambios más importantes vividos en las últimas décadas
por la universidad colombiana: de ocupación más o menos marginal, el profesorado universitario o la educación
de profesionales se ha convertido en
una profesión en sí misma que exige
dedicación de tiempo completo como
criterio básico de calidad. Según
Uricoechea, la voluntad de hacer ciencia que pueda tener una universidad
está determinada por dos factores: alta
dedicación (número y proporción de
profesores de tiempo completo) y alta
titulación (docentes con magíster y/o
doctorado). Basado en una muestra
estadística aplicada a los profesores
de las dos instituciones bogotanas
más parecidas a una universidad de
investigación (Universidad Nacional y
Universidad de los Andes) elabora una
tipología del profesor universitario que
destaca al docente ideal: el profesional
académico, profesor de tiempo completo y alta titulación, un académico moderno que reúne las condiciones mínimas para el proceso de creación científica de acuerdo con los estándares
de la comunidad científica internacional; se trata de un docente que, como
ningún otro tipo social, hace suyas las
convenciones del mundo académico,
es decir, la “meritocracia” intelectual
que constituye la esencia de una universidad moderna (Kant destacó el
papel de los méritos intelectuales al
definir la característica central de los
procesos académicos: que el sabio controle al sabio, no el príncipe ni el burócrata, siendo éste el verdadero significado de la autonomía universitaria
tan mentada como incomprendida).
Asimismo es, en el contexto de la educación superior, quien publica más y
sobre todo mejor, quien tiene más
prestigio e influencia tanto en la sociedad como en su respectiva institución, y quien tiene más sentido crítico y mejor forma opinión cimentando
sólidamente las costumbres democráticas. A través de los contrastes obligados con los otros tipos docentes
(profesor disciplinario, de tiempo completo sin alta titulación y perteneciente a una de las disciplinas académicas que se dedica a la reproducción
del conocimiento antes que a la investigación; profesor profesionalizante,
de tiempo completo sin alta titulación
y perteneciente a una profesión que
se concentra en transmitir las destrezas instrumentales del saber pensando en el mercado de trabajo; y profesor de medio tiempo, más una supervivencia de tiempos pasados o una
expresión de clientelismo que un profesional de la vida académica) se
intuyen elementos de calidad de la
educación poco mencionados por discursos y medios de comunicación. Por
supuesto, el libro de Uricoechea dice
muchas cosas más y debería ser lectura obligatoria para directivos y profesores y aún estudiantes de la universidad pública costeña; al cerrarlo
se tiene la sensación agridulce de haber leído un texto serio sobre un asunto doloroso y esencial.
Adolfo González Henríquez
Departamento de Sociología,
Universidad del Atlántico
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