Responsabilidad Civil Docente - Jurisprudencia CONTRATO DE ENSEÑANZA. Responsabilidad contractual. Obligación tácita de seguridad a cargo de los establecimientos educativos. Negligencia en la supervisión. Obligación de resultado. Lesiones físicas sufridas por los alumnos durante el horario escolar R. 326757 "G. Irene c/Instituto San Roberto Arzobispado de Buenos Aires y otros s/Cobro de sumas de dinero" - CNCIV - SALA H 30/04/2002 fc Asesoramiento Jurídico a Docentes Dr. Fernando Carlos IBAÑEZ Docente – Abogado Tel: (011) 4487 – 1496 abogado@fernandocarlos.com.ar www.fernandocarlos.com.ar RESUMEN: "Cabe partir de la idea de que la obligación tácita de seguridad ínsita en el contrato de enseñanza es una obligación de resultados, por tanto no es dable exigir a la parte actora la prueba de la culpa. Simplemente, acreditado el incumplimiento de esa obligación, o sea que el menor no regresó sano y salvo a su hogar, debe responder el deudor salvo que demuestre que el daño se produjo por caso fortuito o por el hecho de la víctima o de un tercero que no debe asumir. La responsabilidad de los maestros a cuyo cargo inmediato se hallan los alumnos por la custodia de éstos, encuentra un mayor justificativo en el caso del desplazamiento de estudiantes fuera del recinto donde extienden su control las autoridades de la escuela. Teniendo en cuenta el concepto suministrado por el Art. 514 del Código civil, necesario es concluir que la caída de un niño en un jardín de infantes es el hecho más previsible que puede concebirse, como también lo es que una caída de esas características pueda traer aparejadas consecuencias en la salud de la criatura." TEXTO COMPLETO En Buenos Aires, a 30 días del mes de abril del año 2002, hallándose reunidos los señores Jueces integrantes de la Sala "H" de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil de la Capital Federal, a los efectos de dictar sentencia en los autos: "G. Irene c/Instituto San Roberto Arzobispado de Buenos Aires y otros s/Cobro de sumas de dinero" y habiendo acordado seguir en la deliberación y voto el orden de sorteo de estudio, el Dr. Kiper dijo: I. Contra la sentencia dictada a fs. 506/518, apelaron la actora, la demandada y el Señor Defensor de Menores, expresando agravios la primera a fs. 556/557, la segunda a fs. 549/554, y el Señor Defensor de Menores de Cámara a fs. 575/576. Corridos los traslados, son contestados 1 respectivamente a fs. 569/570;; 571/572 y 579/ vta.// II. Son agravios de la actora el monto indemnizatorio que se establece en concepto de daño moral, el que encuentra exiguo y solicita, por ende, su elevación en esta instancia. Por su parte, la demandada se agravia de la atribución de responsabilidad que estableció el anterior sentenciante. Por los fundamentos que expone en su expresión de agravios, solicita que se revoque la sentencia en recurso y se le exima de la responsabilidad en la producción del evento dañoso motivo de estas actuaciones. En subsidio, critica también, lo resuelto con relación a los montos de condena, encontrando elevados aquellos que se disponen para resarcir el daño físico, el tratamiento psicológico, los gastos médicos y farmacológicos y el daño moral, por lo que solicita su reducción en esta instancia. A su turno, el Señor Defensor de Menores de Cámara adhiere a las quejas vertidas por la actora. Entiende que el monto establecido por el sentenciante como indemnización para su representado, H. Federico G., en concepto de daño moral no resulta suficiente para cumplir con la finalidad de la reparación justa. III. Definido el límite de los agravios corresponde inicialmente examinar la queja del accionado, en relación a la responsabilidad que se le atribuye. El magistrado preopinante, en su pronunciamiento, entendió que por haber ocurrido el hecho y la traba de la litis con anterioridad a la entrada en vigencia de la ley 24.830 - 7/7/97-, de conformidad con lo que establece el art. 3° del Código Civil, el caso quedó situado bajo las prescripciones contenidas en el art. 1117 en su redacción original. También juzgó que por existir un contrato de enseñanza celebrado entre la representante legal del menor y la institución educativa, el tema debía resolverse en la órbita de la responsabilidad contractual. En este marco atribuye responsabilidad al Instituto accionado, por el incumplimiento de la obligación tácita de seguridad que el mismo tenía respecto del menor, frente al cual no acreditó la existencia de alguna de las causales de exoneración - fs. 512 -. El apelante - fs. 549 -, cuestiona el encuadre legal dado al caso; incluso de manera expresa no acepta que sobre su institución pesaba una obligación tácita de seguridad respecto del menor - fs. 551 -. Su queja se basa en el alcance que el fallo dio a la mencionada obligación que, entiende, es una transferencia de la guarda otorgada por los padres cuyo ejercicio debe hacerse analizando criterios de razonabilidad, no pudiendo exigirle más de lo que las normas indican. Además, considera que de su parte no hubo culpa y que se omitió ponderar la responsabilidad de conformidad con la disposición normativa del art. 514 del C. Civil, cuando define el caso fortuito como el que no ha podido preverse o que previsto, no ha podido evitarse. Analizaré estos agravios en el orden en que han sido expuestos. Disponía el art. 1117 del Código Civil que lo establecido respecto de los padres rige Visite el Portal de Educación - www.fernandocarlos.com.ar - Responsabilidad Civil Docente - Jurisprudencia igualmente para los directores de colegios, maestros artesanos, por el daño causado por sus alumnos mayores de diez años, siendo exentos de toda responsabilidad si probaren que no lo pudieron impedir con la autoridad que su calidad le confería y con el cuidado que era su deber poner. Naturalmente esta disposición aludía a los daños que sufre un tercero, por ejemplo, otro alumno, no así cuando los sufre el propio menor. Se decía que en este supuesto podía existir responsabilidad del director o maestro, pero la misma no derivaba de la presunción de culpabilidad del art. 1117, sino de los principios generales sobre responsabilidad (Conf. BelluscioZannoni, Código Civil Comentado, Tomo 5, p. 636; Salvat-Acuña Anzorena, Fuente de las Obligaciones, Tomo IV, p. 176)). La ley 24.830 ha modificado el citado art. 1117, de modo que en la actualidad los propietarios de establecimientos educativos privados o estatales serán responsables por los daños causados o sufridos por sus alumnos menores cuando se hallen bajo el control de la autoridad educativa, salvo que probaren el caso fortuito. Ahora bien, dado que la citada ley data de julio de 1997, el presente caso debe ser juzgado a la luz de la normativa anterior, al haber ocurrido el hecho en noviembre de 1994. En efecto, el art. 3 del Código civil dispone que a partir de la entrada en vigencia, las leyes se aplicarán aún a las consecuencias de las relaciones jurídicas existentes. Mas las consecuencias gobernadas por las nuevas leyes que se dicten, son las derivaciones de hecho que reconocen su causa eficiente en esos antecedentes, y no a las consecuencias jurídicas que la ley nueva atribuye a los hechos pasados, o derivaciones fácticas ya producidas al tiempo de su sanción (conf. Llambías, Jorge, Parte General, Tomo I, pág. 144 y nota 68 bis). Descartada la aplicación del art. 1117 tanto en su redacción original como actual, debo destacar, ante todo, que no estamos en presencia de un supuesto de responsabilidad aquiliana, sino de responsabilidad contractual. En efecto, la actora y la entidad demandada estaban ligadas por un contrato oneroso de enseñanza. Existió, por tanto, un convenio en el que la obligación principal era la de impartir instrucción preescolar al menor con los alcances de los fines y objetivos tenidos en miras por las partes. Pero, además, debe considerarse incluido en el acuerdo una obligación accesoria de seguridad tácita que evidencia en el plano contractual el principio de "naeminem laedere" de la responsabilidad aquiliana y que encuentra su sustento en el principio de la buena fe contractual (CNCiv., Sala "B", in re "García Saiz, Gustavo Adolfo y Otro c/ Escuela Argentina Modelo S.R.L. s/ Daños y Perjuicios-sumario", R.. 318.316, del 25-9-01). Debe prescindirse, entonces, de la aplicación de las normas sobre responsabilidad extracontractual, en las que se funda la demanda. Así, cuando se trata de sustentar la pretensión en las disposiciones que rigen esta última responsabilidad, existe consenso en el sentido de que debe estarse a los hechos invocados y no al 2 derecho mencionado, por lo que el juzgador en función del principio "juria novit curia" debe decidir en cuál de los dos regímenes de responsabilidad - contractual o extracontractual - corresponde encuadrar al caso. Así, cuando el hecho configure un modo de incumplimiento de la obligación asumida por una de las partes, el reclamo resarcitorio de la otra queda al margen de la responsabilidad referida en segundo término (Conf. Belluscio-Zannoni, "Código Civil Comentado, Anotado y Concordado", Tomo 5, pág, 332; Llambías, Jorge, "Código Civil Anotado", TomoII-B, pág. 417). En este sentido, cabe destacar que, la parte actora, víctima de un daño, no puede optar por el sistema que considere más conveniente, mas tampoco puede actuar con ambas responsabilidades, ya que éstas no pueden ser acumuladas (Conf. CNCiv., Sala B, autos ya citados). En tales condiciones, determinado el encuadre normativo aplicable al caso, es necesario examinar cuál es la naturaleza de la obligación tomada para sí por el establecimiento de enseñanza demandado. Como es sabido, de acuerdo a la ya tradicional clasificación de las obligaciones, en obligaciones de medio y de resultado, existen divergencias doctrinarias y jurisprudenciales en cuanto a situar en una, u otra categoría, a la admitida por los institutos de enseñanza. En la designada obligación de resultado, el deudor asume el compromiso de conseguir un objetivo o efecto determinado, que es en definitiva, el resultado que espera obtener el acreedor (conf. Llambías, Jorge, "Obligaciones", Tomo I, pág. 209). En ella, la conducta está absorbida por el resultado y se agota con la obtención del mismo, de modo que como lo que el deudor debe es el resultado y no la conducta en sí misma, es indiferente para determinar su responsabilidad que él no hubiese incurrido en culpa (conf. Bustamante Alsina, Jorge, "Prueba de la culpa", en L.L. 99-892). Así, se ha señalado con acierto que el transportador es responsable por el daño que sufran los pasajeros durante el transporte, en razón del deber de seguridad que le impone el contrato, en virtud del cual debe conducir a la persona sana y salva al lugar convenido. Y si algún daño sufre durante el acarreo, nace la obligación de indemnizarla por parte del porteador, sin que pueda exonerarse alegando y probando que no hubo culpa de su parte o de sus dependientes o subordinados (conf. Bustamante Alsina, Jorge, "Teoría General de la Responsabilidad Civil", pág. 319). En las obligaciones de medios, en cambio, si bien existe también la expectativa de un resultado, éste no se identifica con la prestación del deudor, quien se compromete únicamente a realizar la conducta que normalmente conduce a obtener ese resultado en forma correcta. Si no lo logra, será necesario demostrar su culpa para hacerlo responsable. A su turno, el deudor, deberá acreditar que actuó con razonable diligencia, o su ausencia de culpa, con el propósito de intentar liberarse (Conf. Mazeaud, Henri-León y Tunc, André, Tratado Visite el Portal de Educación - www.fernandocarlos.com.ar - Responsabilidad Civil Docente - Jurisprudencia Teórico Práctico de la responsabilidad civil, delictual y contractual, Tomo I, Vol. I, p. 227). Por principio, entonces no resulta aceptable que la institución de enseñanza y los padres que celebran un contrato en tal sentido no tengan en mente que existe, a cargo de la primera, una obligación de velar con toda diligencia por la seguridad material y moral de los alumnos. fc Mantenga actualizada su Normativa de Educación. Solicite actualizaciones a: normas@fernandocarlos.com.ar Tel: (011) 4487 – 1496 Conviene aclarar que, según una corriente, esta obligación de seguridad es obligación de medios, pues el instituto de enseñanza no garantiza como resultado que los alumnos serán devueltos a sus padres sanos y salvos. Tiene sólo el deber de proporcionar todos los medios adecuados para que el alumno no sufra ningún daño, como ser instalaciones adecuadas cuyo uso no comporte riesgos, la presencia de personal idóneo en el cuidado y vigilancia de los menores, etc (Conf. Bustamante Alsina, Jorge, Responsabilidad civil de los establecimientos de enseñanza, LL 1984B-74). En análogo sentido se ha expresado que el establecimiento educativo se obliga a tomar las razonables medidas de vigilancia necesarias para evitar a los alumnos los daños que las circunstancias hagan previsibles. No es posible entender que quien se obliga a vigilar niños ajenos cuyas costumbres muchas veces desconoce, piense asumir la garantía de restituirlos a sus padres sanos y salvos (conf. Salinas, op. cit., p. 1364). Contra las opiniones señaladas precedentemente se ha sostenido que las obligaciones de un establecimiento educativo no se reducen a prestar educación en horarios determinados y por diseños curriculares aprobados y establecidos, sino que abarcan también la obligación de seguridad, vigente en el plano contractual y extracontractual, que comprende el deber de asegurar la integridad del menor a través del cuidado y vigilancia durante la guarda y su devolución sano y salvo a sus progenitores (CNCiv., Sala L, 13/12/96, LL 1997 -C-765). Consecuentemente, mientras el menor se encuentra en el colegio, por haberse desplazado circunstancialmente la guarda material del hijo que ejercen los padres, la vigilancia y su cuidado está a cargo del establecimiento educacional a través de sus autoridades. Y si se producen daños hay que pensar en la ausencia o deficiencia de vigilancia justamente en un lugar al que los padres remiten a sus hijos para que se los vigile o controle (CNCiv., esta Sala, 7-9-94, ED 166-72, íd. Sala K, 27-8-98, LL 199-F-97). Es evidente entonces que, no puede excluirse del contrato de educación la vigilancia debida y menos aún la seguridad como resultado, pues el educando debe salir del instituto o del lugar 3 donde se lo educa en perfectas condiciones, tanto físicas como morales, ya que los representantes legales no deben asumir aquellos riesgos que suelen presentarse cuando colocan a sus representados en un establecimiento escolar. Al alumno se lo debe proteger en todo sentido, y más si se lo está educando (conf. Sagarna, Fernando Alfredo, Responsabilidad civil de los docentes y de los institutos de enseñanza, p. 51). A mi modo de ver, un aspecto que juzgo de un importante valor para la ponderación del caso, cuya trascendencia va más allá del ámbito familiar, es que en el presente no se trata de cualquier acuerdo de voluntades, no se discute el daño sufrido por el acreedor en sus mercaderías o en su automóvil; se trata de un contrato de enseñanza, durante cuya vigencia ocurrió un accidente que le ocasionó al menor de cinco años, H. Federico G., fractura supra condilea del húmero derecho y traumatismo de codo derecho entre otras contusiones. Esta circunstancia influye necesariamente en el tratamiento y solución del caso. En este entendimiento, se ha dicho que difícilmente puede creerse que la finalidad tenida en mira por las partes al contratar resultará satisfecha en lo que atañe a la preservación de la integridad física de los educandos, si el objeto de la obligación se reduce a poner diligencia. ¿Acaso padre alguno admitiría sólo la promesa de "poner diligencia" en el cuidado de la salud y la vida de sus hijos?. Cuando los padres confían sus hijos a instituciones recomendadas para su educación y guarda, sólo una vigilancia activa, eficaz, es lo esperable, pues media en el caso la relación especial de confianza a que se refiere el art. 909, Cód. Civil, así como el deber de impedir que aquéllos se dañen, no pudiendo considerarse que el comportamiento de aquellos cuya vigilancia y educación se les encomienda, sea tenido por imprevisible o inevitable, desde que cuentan para evitarlos con la autoridad que esa calidad les confería (CNCiv., Sala I, "Ibarra Guereño de Atencio, Aurelia c/Parodi Combustibles S.A. y otros" del 25/11/91 en JA, 1993-II,42). La ley delega en directores de colegio y maestros artesanos una parte de la autoridad suficiente, para mantener a los menores que se encuentran bajo su vigilancia en los límites de circunspección y del deber; y de ahí que queden sometidos a las responsabilidades consiguientes que tal autoridad comporta (conf. Cazeaux, Pedro - Trigo Represas, Félix "Derecho de las obligaciones", Librería Editora Platense, 1969, 2da. ed., 1ra.reimpresión, 1981, T.4, pág. 562). Sucede que la escuela es, junto con la familia, la institución social que mayores repercusiones tiene para el niño, tanto en los fines explícitos que persigue expresados en el currículum académico como en otros no planificados, lo que se ha dado en llamar currículum oculto, la escuela será determinante para el desarrollo cognitivo y social del niño y, por lo tanto, para el curso posterior de su vida. No solo interviene en la transmisión del saber científico culturalmente organizado, sino que influye en todos los aspectos relativos a los procesos de socialización e individualización del niño, como son el desarrollo de las relaciones Visite el Portal de Educación - www.fernandocarlos.com.ar - Responsabilidad Civil Docente - Jurisprudencia afectivas, la habilidad para participar en situaciones sociales, la adquisición de destrezas relacionadas con la competencia comunicativa, el desarrollo del rol sexual, de las conductas prosociales y de la propia identidad personal autoconcepto, autoestima, autonomía- (Jesús Palacios, Alvaro Marchesi, César Coll, "Desarrollo psicológico y educación, Psicología evolutiva. Compilación"Relaciones sociales: Familia, escuela, compañeros. Años escolares, Alianza Psicología, Madrid, 1990 8va. reimpresión, 1994, págs. 289/290; C.N.Civ., esta Sala, in re "Lyons, Rita Diana c/ Asociación Civil Colegio San Marcos (St. Mark's School) y otro s/ Ds y Perj.", Expte. n° 187.454 del 21-6- 96, Juzg. 32). En este orden de ideas, cabe partir de la idea de que la obligación tácita de seguridad ínsita en el contrato de enseñanza es una obligación de resultados, por tanto no es dable exigir a la parte actora la prueba de la culpa. Simplemente, acreditado el incumplimiento de esa obligación, o sea que el menor no regresó sano y salvo a su hogar, debe responder el deudor salvo que demuestre que el daño se produjo por caso fortuito o por el hecho de la víctima o de un tercero que no debe asumir. En el caso, es incuestionable que la demandada no cumplió con su obligación de seguridad y lejos estuvo de probar la presencia de algunas de las causales de exoneración, que ni siquiera ha invocado. Pues bien, el menor H. Federico G., de 5 años de edad al momento del accidente (v. Fs. 9), concurrió junto con otros alumnos de preescolar del Instituto San Roberto, al campo de deportes que la entidad escolar posee denominado "Cura Brochero", a fin de efectuar la práctica deportiva de los días martes y viernes. A cargo del grupo de escolares se encontraba la Sra. Canda, dependiente de la institución - docente de la sala de niños de 5 años de edad -, quién en oportunidad de declarar como testigo - fs. 412 -, manifestó que el hecho "...sucedió en la salida del campo de deportes que se encuentra a una cuadra del Instituto, sobre la calle Bolivia, estaba saliendo el menor y estaba jugando y se cayó solo en el patio del lugar, esto lo sé porque yo estaba justamente mirándolo, estábamos saliendo y yo los estaba formando para salir. Se levantó y se acerca llorando diciéndome que le dolía el brazo. Ante el dolor mandamos a uno de los maestros a notificar a la Escuela y lo llevaron al Hospital Alvarez, no sé quien lo llevó." También señaló que, "...el menor salió de la formación y se fue a jugar solo, se acercó a unas gomas que estaban en el piso, tropezó con una de éstas y cayó solo, porque era el único niño que estaba allí, los demás estaban formados en tren para salir. En el lugar estaban una docente, el profesor de Educación Física y...", la testigo, "... a cargo de las salas de 4 y 5 años ..."; continuando con lo ocurrido la Sra. Canda afirmó "...el día del hecho, las gomas estaban ordenadas...Federico agarró una y se tropezó, puede ser que la haya desplazado un poco a la goma de las otras, pero no mucho porque fue muy poco el tiempo que pasó desde que la agarró hasta que tropezó...". 4 Lo expuesto permite afirmar que la presencia de los docentes no fue efectiva, pues si un niño de 5 años se desplaza de la fila, y corre hasta un lugar no permitido, alguno de los maestros presentes tres según la testigo - debió acercarse inmediatamente a él y conducirlo a su sitio, sobre todo considerando que no se estaba desarrollando ninguna actividad pedagógica con los elementos que atrajeron la atención de H. Federico. Esta circunstancia por sí misma demuestra negligencia en la supervisión y atención de los pequeños confiados a la Institución. Como sostuve en un caso anterior, la responsabilidad de los maestros a cuyo cargo inmediato se hallan los alumnos por la custodia de éstos, encuentra un mayor justificativo en el caso del desplazamiento de estudiantes fuera del recinto donde extienden su control las autoridades de la escuela. No hay que olvidar que la influencia moral o anímica de la sola presencia del maestro puede imponer compostura a su pupilo, inhibiendo o morigerando la conducta indisciplinada, y en tal medida evitarse un acto imprudente ("Avilán, H. M. y otro c/Quilmes SA. Expreso y otros s/Daños y Perjuicios", Expte. 154.283, del 25/4/95). Teniendo en cuenta el concepto suministrado por el art. 514 del Código civil, necesario es concluir que la caída de un niño en un jardín de infantes es el hecho más previsible que puede concebirse, como también lo es que una caída de esas características pueda traer aparejadas consecuencias en la salud de la criatura. Por lo expresado precedentemente, y no encontrando razones para apartarme de lo decidido por el Juez de la anterior instancia en materia de responsabilidad y haciendo debido mérito de la prueba reproducida en autos conforme los principios de la sana crítica - art. 386 del C.P.C.C. -, propongo al acuerdo confirmar la sentencia en recurso en este aspecto de la cuestión.IV. En primer lugar, encuentro que el recurso de la parte demandada que considera elevadas las sumas fijadas por el primer sentenciante en lo que concierne al daño físico- psíquico, los gastos médicos, de farmacia y transporte y el daño moral se encuentra desierto. Sus argumentos no constituyen una crítica concreta y razonada de las partes del fallo que la apelante considera equivocadas (art. 265 del Cód. Proc.). En efecto, cabe decir que por expresión de agravios se entiende el acto procesal mediante el cual el recurrente fundamenta la apelación refutando total o parcialmente las conclusiones establecidas en la sentencia, respecto a la apreciación de los hechos y valoración de las pruebas, o a la aplicación de las normas jurídicas. (Palacio, Derecho Procesal, V, pág. 266, Nº 599). Alsina señala que "Por expresión de agravios se entiende el escrito en el cual el apelante examina los fundamentos de la sentencia y concreta los errores que a su juicio ella contiene, de los cuales derivan los agravios que reclama" (Derecho Procesal, Tº IV, pág. 389). Fenochietto-Arazi refieren que: "Constituye un acto de impugnación destinado específicamente a criticar la sentencia Visite el Portal de Educación - www.fernandocarlos.com.ar - Responsabilidad Civil Docente - Jurisprudencia recurrida, con el fin de obtener su revocación o modificación parcial por el tribunal". (Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, Tº I, pág. 939). fc Reciba información sobre Cursos –Carreras – Congresos – etc. Solicite el Boletín Mensual a: cursos@fernandocarlos.com.ar Tel: (011) 4487 – 1496 Se ha dicho con relación al contenido de la expresión de agravios que "debe contener una crítica concreta y razonada de las partes del fallo que se consideran equivocadas no bastando las simples generalizaciones ni las apreciaciones meramente subjetivas que demuestren un enfoque diferente del otorgado por el juzgador. Tampoco se cumple con las recordadas exigencias cuando el apelante manifiesta mera disconformidad con el fallo de primera instancia, que considera injusto, más sin suministrar argumentos jurídicos que fundan un punto de vista diferente reiterando alegaciones ya efectuadas y examinadas por el a quo (CNCiv., Sala F, 14/2/85, L.L., 1985-C-644, 36.876-S); asimismo se ha señalado que "La expresión de agravios no es una simple fórmula carente de sentido y, para que cumpla su finalidad, debe constituir una exposición jurídica que contenga el análisis serio, razonado y crítico de la sentencia apelada para demostrar que es errónea, injusta o contraria a derecho. Deben precisarse así, punto por punto, los errores, las omisiones y demás deficiencias que se le atribuyen al fallo. Las afirmaciones genéricas y las impugnaciones de orden general no reúnen los requisitos mínimos indispensables para mantener la apelación. No constituye así una verdadera expresión de agravios el escrito que sólo contiene simples afirmaciones dogmáticas sin una verdadera crítica de la sentencia en recurso" (CNCiv., Sala C, 17/12/83, L.L., 1986-C-642, 36.868-S). Consecuentemente como se infiere de las opiniones doctrinarias y citas jurisprudenciales a las cuales adhiero, la falta de cumplimiento de la crítica concreta y razonada de los puntos del fallo recurrido, traen como consecuencia la no apertura de la alzada y consecuentemente la declaración de deserción del recurso de apelación (conf. art. 266 del Código Procesal). Obsérvese que la apelante expresa un mero disenso con las sumas establecidas por el juzgador, pero no rebate adecuadamente los fundamentos jurídicos en que el sentenciante ha sustentado sus conclusiones. Subrayo además que, con relación al daño físico y psíquico, el juez se apoyó en la pericia de fs. 440/446 en la que se estima que el menor sufre una minusvalía en su miembro superior derecho, con presencia de daño neuronal leve, a nivel de los nervios mediano y cubital con repercusión en su mano derecha y siendo diestro, da lugar a una secuela que valora en un 20% de la T.O.; considerando el especialista que el niño debe realizar, a raíz de la 5 aludida limitación, una terapia de no menos de dos años de duración, con una secuencia de dos sesiones por semana. Consecuentemente, por las razones expuestas y como anticipé, propongo que se declare desierto el recurso de apelación en virtud de lo que establece el artículo 266 del Código Procesal.V. También cuestiona la parte actora y el Sr. Defensor de Menores de Cámara la cantidad establecida para reparar el "daño moral". Se ha sostenido con frecuencia que el daño moral es una modificación disvaliosa del espíritu en el desenvolvimiento de su capacidad de entender, querer o sentir, que se traduce en un modo de estar de la persona diferente de aquél en que se hallaba antes del hecho, como consecuencia de éste y anímicamente perjudicial (II Jornadas Sanjuaninas de Derecho Civil, despacho de la mayoría). El dolor, la pena, la angustia, la inseguridad, etc., son sólo elementos que permiten la entidad objetiva del daño moral padecido (conf. Pizarro, "Valoración del daño moral", LL. 1986-E-831). Para fijar su cuantía, el juzgador ha de sortear las dificultades de imaginar el dolor que el evento produjo en la esfera íntima del actor, y que no ha experimentado por sí mismo, para luego transformarlo en una reparación en dinero que compense el dolor y el trastorno espiritual sufrido; motivos éstos por los que el magistrado, más que en cualquier otro rubro, debe atenerse a una prudente apreciación y a las características particulares de la causa (CNCiv., Sala "L", Espinosa Jorge c/ Aerolíneas Argentinas, J.A., 1993-I-13, del 30- 12-91). Por su carácter espiritual, es difícil determinar la dimensión económica como respuesta al daño moral, sea cual fuere la naturaleza jurídica que se le asigne. Su entidad se traduce en vivencias personales del afectado y en general no se exterioriza fácilmente. De ahí que resulte útil al juzgador tener en cuenta algunas pautas que pueden orientarle para intentar mensurar este daño. En este sentido, corresponde evaluar las características de las lesiones sufridas, el modo traumático en que se produjeron, los tratamientos suministrados en su consecuencia, y las secuelas físicas permanentes padecidas. Las circunstancias del caso tienen una gran significación para la determinación objetiva del daño moral experimentado por el damnificado y, al mismo tiempo, para facilitar una solución. Deberán computarse, entre otros aspectos, la personalidad de la víctima; si el damnificado es directo indirecto;; la posible influencia del tiempo, como factor coadyuvante para agravar o mitigar el daño, y también la personalidad de quien lo produjo, especialmente cuando pudiere tener influencia sobre la intensidad objetiva del agravio causado a la víctima (conf. Pizarro, ob. citada, LL 1986-E-831). Esta Sala ha sostenido que, el daño moral tiene condición autónoma y vigencia propia que se asienta en aspectos presentes y futuros, propios del dolor, la herida a los sentimientos, los padecimientos de toda índole que el mal acarrea, Visite el Portal de Educación - www.fernandocarlos.com.ar - Responsabilidad Civil Docente - Jurisprudencia las afecciones destruidas. Tiene por ello, configuración independiente de los detrimentos patrimoniales y de subsistencia (conf. CNCiv., esta Sala, in re "Fioriti, Elvira c/ Maldonado, Ramón y otros", del 14 de junio de 1996). Son evidentes las angustias y afecciones que ha sufrido el menor con motivo del suceso dada su corta edad, en particular, el tratamiento quirúrgico, colocación de yeso y prótesis, que debió padecer con posterioridad al accidente (conf. pericia médica de fs. 440/446). Debe destacarse asimismo que con motivo del accidente ocurrido en noviembre de 1994, el niño padeció problemas en la extensión y flexión activa de la muñeca, con indicación de una rehabilitación, hasta diciembre de 1995, cuando recuperó la movilidad completa del codo y buen eje. Teniendo en cuenta ello, las condiciones personales y familiares de la víctima que surgen del incidente sobre beneficio de litigar sin gastos y el tiempo necesario para su parcial recuperación, considero que el monto fijado en la sentencia de grado en concepto de resarcimiento por daño moral resulta equitativo, por lo que propongo su confirmación. A mérito de las consideraciones expuestas, propongo al acuerdo que se confirme la sentencia apelada en cuanto ha sido materia de apelación y agravios. Las costas de alzada se imponen a la demandada sustancialmente vencida- arts. 68 y 69 del CPCC -. Los Dres. Giardulli y Gatzke Reinoso de Gauna, por las consideraciones expuestas por el Dr. Kiper, adhieren al voto que antecede. Con lo que se dio por terminado el acto firmando los señores Jueces por ante mí, que doy fe.- fc Actos Públicos – Fechas de inscripción Demás info de La Matanza Recíbala por correo electrónico. Solicítela a: matanza@fernandocarlos.com.ar Tel: (011) 4487 – 1496 fc Asesoramiento Jurídico a Docentes Dr. Fernando Carlos IBAÑEZ Docente – Abogado Tel: (011) 4487 – 1496 abogado@fernandocarlos.com.ar www.fernandocarlos.com.ar fc Mantenga actualizada su Normativa de Educación. Solicite actualizaciones a: normas@fernandocarlos.com.ar Tel: (011) 4487 – 1496 ///nos Aires, 30 de abril de 2002. Y VISTO, lo deliberado y conclusiones establecidas en el acuerdo transcripto precedentemente por unanimidad de votos, el Tribunal decide: Confirmar la sentencia apelada en cuanto ha sido materia de apelación y agravios. Las costas de alzada se imponen a la demandada sustancialmente vencida- arts. 68 y 69 del CPCC -. Difiérase la regulación de honorarios para una vez establecidos los de la anterior instancia (art. 14 del arancel).// Fdo. Jorge A. Giardulli, Elsa H. Gatzke Reinoso de Gauna y Claudio M. Kiper. fc 6 Reciba información sobre Cursos –Carreras – Congresos – etc. Solicite el Boletín Mensual a: cursos@fernandocarlos.com.ar Tel: (011) 4487 – 1496 Visite el Portal de Educación - www.fernandocarlos.com.ar -