1817-1904 | 1907-1940 | 1947-1975 | 1976 -1982 | 1984 -1999 | 2001 - actualidad Nuevos términos surgen en esta época para poder definir situaciones económicas hasta el momento desconocidas. Deudas, desorganización y violencia sintetizan un período que lastimó la sociedad y llevó al establishment local a un lugar de privilegio. En marzo de 1976 y en medio de una crisis financiera internacional que daría pie a una depresión económica mundial, cayó el gobierno de Isabel Martínez de Perón y comenzó una etapa difícil de la historia nacional. El fenómeno más característico de esta crisis fue la aparición de la estanflación, un fenómeno novedoso que indica un estancamiento de la economía dentro de una situación inflacionaria. Con el correr de los años, la crisis originaría nuevas formas de organización del trabajo industrial y la redefinición de las relaciones sociales. Una Junta Militar integrada por el Teniente General Jorge Rafael Videla, el Almirante Emilio Eduardo Massera y el Brigadier Orlando Ramón Agosti asumieron el gobierno del país con el “propósito de terminar con el desgobierno, la corrupción y el flagelo subversivo”, según expresa la proclama del 24 de marzo de 1976. Las primeras medidas de gobierno orientadas al campo administrativo del Estado, rápidamente se extendieron a todos los ámbitos. En términos generales la política de los gobiernos militares significó un cuestionamiento de la industrialización y el mercado interno como motores de la economía y su reemplazo por una política de liberalización y apertura que desamparó a un sector de la industria y la población. Diez días después del Golpe de Estado, el ministro de Economía José Alfre- . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las palabras no alcanzan do Martínez de Hoz, lanzó un programa que tendría consecuencias duraderas en las siguientes décadas. Entre sus objetivos se encontraban elevar la eficiencia del sistema productivo aprovechando las ventajas comparativas para lo cual el país debía especializarse en los productos de más aceptación en el mercado externo, restablecer la hegemonía del mercado en la asignación de recursos, restringir la participación del Estado, equilibrar la balanza de pagos y frenar la inflación. Para lograr esto último se dispuso el congelamiento de los salarios mientras la inflación seguía en alza. Esto produjo una drástica reducción del consumo con características recesivas que ponía límites a la política de contención salarial. Pero el eje de la política de Martínez de Hoz se conoció en 1977, al implementarse una reforma financiera que implicaba un mercado libre de dinero con tasas de interés definidas libremente. A fines de 1978 el cambio se materializó en un rediseño de la política económica con la fijación pautada del tipo de cambio y las devaluaciones futuras de acuerdo a un cronograma decreciente conocido como “La Tablita”. Pero lo cierto fue que la inflación subsistió y el gobierno tendió a retrasar la paridad cambiaria, de modo que se sobrevaluó el peso frente al dólar. Esta circunstancia, sumada a la liberalización de las tasas de interés, la eliminación de controles para la instalación de bancos y entidades financieras con escaso respaldo, y la ampliación y diversificación de la oferta financiera, generaron un fuerte clima especulativo. Esto sentó las bases de la “bicicleta financiera”, que consistía en la inversión de grandes montos de dinero a corto plazo, que gracias a las altísimas tasas de interés, generaban importantes dividendos por fuera del sistema productivo. Las postrimerías del ministerio de Martínez de Hoz se resumen en el término popular de “plata dulce”, utilizado para referirse a la época de espe- 12 | REALIDAD PROFESIONAL 13.663 1979 9.738 1978 1976 EVOLUCIÓN DE LA DEUDA EXTERNA EXPRESADA EN MILLONES DE DÓLARES 19.034 27.162 1981 1980 La década de 1980 revela una crisis mundial basada en el petróleo. Desde la crisis de 1973, las entidades financieras internacionales poseían gran cantidad de petrodólares que eran ofrecidos a los países subdesarrollados a tasas bajas y créditos fáciles de obtener. Nuestro país tomó gran cantidad de estos créditos, una tendencia que no cesó cuando la coyuntura cambió y los créditos internacionales se tornaron caros y escasos. Los años que siguieron signaron un futuro de extraordinario crecimiento de la deuda externa y concentración de grupos económicos con fuerte ascendencia en la política nacional. A principios de 1976 cada habitante de Argentina debía alrededor de U$S 320, y a fines de 1983, el montó pasó a U$S 1.500. La mayor parte del endeudamiento de estos años de destinó a la compra de armas y a cubrir deudas de empresas privadas que habían tomado préstamos en el exterior. Las deudas se volvieron incobrables y se produjo la liquidación del Banco de Intercambio Regional (BIR) que dio lugar a una de las corridas bancarias más importantes de la historia económico financiera hasta entonces, y se extendió con el cierre de otras entidades que provocaron la caída de los depósitos y la gran demanda de activos externos. En 1981 asumió Lorenzo Sigaut, como ministro de Economía, con la intención de poner fin a la subvaluación del dólar que caracterizó la etapa de Martínez de Hoz. En ese sentido, al asumir su cargo pronunció una frase que pasó a la historia: “el que apuesta al dólar, pierde”. Poco después, la moneda se devaluó tres veces agudizando la recesión y empeorando la situación de las empresas endeudadas en el exterior. La experiencia de Sigaut, al igual que la presidencia de Roberto Eduardo Viola, tuvieron poca duración; en su reemplazo, Leopoldo Galtieri nombró a Roberto Alemann como ministro de Economía en diciembre 1981 que tres meses más tarde debió enfrentarse a los efectos económicos de la Guerra de Malvinas. Su política se centraba en el control de la inflación y la reducción del déficit de las cuentas públicas, consideradas el principal factor de la expansión monetaria que provocaba la inflación. Para eso se reforzó la presión tributaria, se re- ajustaron las tarifas públicas y se congelaron los salarios, lo que provocó que el descontento social creciera en la misma medida que la dictadura se debilitaba. Inmediatamente de iniciadas las acciones bélicas en el Atlántico Sur, Inglaterra suspendió las compras a nuestro país. Argentina respondió con medidas tibias y procuró mantener equilibradas sus cuentas externas, reforzando el control de pagos al exterior y cancelando vencimientos de la deuda externa con títulos públicos. En materia comercial se practicó una devaluación del 16,5% compensada con aumentos de las retenciones de las exportaciones tradicionales. Como se esperaba que la guerra provocara un incremento del gasto público, se reforzó la recaudación con un impuesto del 30% sobre las naftas y un incremento de las tasas impositivas de cigarrillos y bebidas. Todas estas condiciones de ajuste significaron un paso más en el agravamiento de la recesión. La derrota militar abrió el paso a la apertura democrática. Luego de un fugaz paso de José María Dagnino Pastore por la cartera de Economía, fue nombrado Jorge Wehbe. La situación argentina se había vuelto crítica: una nueva alza de los precios internacionales del petróleo que había desencadenado una recesión que provocó la caída de las materias primas, haciendo descender los términos de intercambio de Argentina. Simultáneamente las tasas de interés se elevaron y se reorientaron hacia los países desarrollados, privando a países como el nuestro de nuevos créditos para cancelar las obligaciones contraídas. La situación estalló cuando México declaró una moratoria unilateral para el pago de su deuda pública en lo que sería la “crisis de la deuda”, que dominó el escenario de los años subsiguientes. Además de atender el frente externo, el gobierno se enfrentó al desafío de atender las demandas de las grandes empresas privadas endeudadas para evitar un crac económico generalizado. Entonces el Banco Central, dirigido primero por Domingo Cavallo y luego por Julio González del Solar promovió una reforma financiera, que dadas las dificultades económicas terminó siendo sobre fines de 1982 un proceso de estatización de la deuda externa privada. El balance de la gestión económica de este período demuestra un fracaso en todos los ámbitos: el proceso de sustitución de importaciones fue desarticulado, se motorizó una fuerte concentración de las actividades económicas con la consecuente reducción de salarios y del mercado interno, y se creó una deuda externa que condenó al país a décadas de esfuerzo para pagarla. En cambio, se habían sentado las bases de un modelo de acumulación de la renta financiera que llevó al liderazgo a un reducido grupo económico. La fragmentación del poder dio paso a un nuevo establishment que impuso sus criterios y se consolidó en las décadas siguientes. 35.671 1983 Economía de Guerra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . culación, de quiebras y viajes al exterior donde los argentinos inauguraron el “deme dos” como sistema de compra. Cuando la burbuja financiera se derrumbó, quedaron en evidencia las brutales transformaciones: una deuda externa que había aumentado sin control y una fuerte concentración económica que se vio reflejada en el nacimiento de un establishment local vinculado a conglomerados empresariales que establecieron relaciones ventajosas con el Estado. 45.069 Fuente: Rapaport, Mario. “Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2003), Ed. Emecé, Buenos Aires, 2007 REALIDAD PROFESIONAL | 13